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Índice ......................................................................................¡Error! Marcador no definido.
2. Alcance del Documento ................................................................................................. 9
3. Contexto de Bogotá D.C. ........................................................................................... 11 3.1. Territorio y sostenibilidad ..........................................................................................11
4. Balance de las Políticas .......................................................................................... 26 4.1. Metodología del Balance.............................................................................................26 4.2. Políticas Culturales en el Marco Internacional .......................................................30 4.3. Políticas Culturales Nacionales .....................................................................................38 4.4. Rutas de las Políticas Culturales Distritales ............................................................44
4.4.2. Implementación de las Políticas Culturales 2004-2016 según Planes de Desarrollo .................................................................................................................................................... 72 4.4.3. Análisis de la implementación del Plan Decenal de Cultura 2012-2021 ....... 77 4.4.4. Políticas Culturales Locales en Bogotá .......................................................................... 81 4.4.5. Incidencia de las Políticas Culturales y sus Indicadores ....................................... 92
5. Cultura de Paz y Cultura Democrática .............................................................. 108 5.1. Culturas y políticas culturales .................................................................................... 108 5.2. Horizontes de sentido ..................................................................................................... 117 5.3. Principios ............................................................................................................................. 124
6. Énfasis de la política ................................................................................................ 125 6.1. Justicia y equidad cultural ...................................................................................... 125 6.2. Una cultura que cuida todas las formas de vida ........................................... 132 6.3. La construcción cultural del territorio ............................................................... 140 6.4. La cultura democrática ............................................................................................. 147 6.5. La creación y la memoria como conocimiento .............................................. 155 6.6. Sostenibilidad en lo cultural................................................................................... 162 6.7. Cultura, comunicación y mundo digital ............................................................ 167 6.8. Gobierno de la Cultura ............................................................................................. 172
7. Glosario ...................................................................................................................... 180
Bibliografía ......................................................................................................................... 188
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1. Introducción
Las políticas culturales se entienden como ese consenso que responde al
reconocimiento de las prácticas culturales como derechos fundamentales que deben
ser garantizados a todos los ciudadanos y las ciudadanas en un Estado de Derecho.
La diversidad y vitalidad de los movimientos culturales ciudadanos en Bogotá tienen
también una expresión en la conformación de una institucionalidad pública específica
que se ha fortalecido dentro de la estructura del gobierno y se ha preocupado por
elaborar documentos que dejen huella de sus enfoques y jalonen ese “cuarto propio”
que busca tener lo cultural en las políticas públicas. No vamos a desconocer que las
políticas culturales, a pesar de la concertación y la buena dosis de autonomía que las
han caracterizado, son anfibias y limitan entre la subsistencia del poder y su
transformación, que son al tiempo norma y creación.
Las Políticas Culturales Distritales 2004 – 2016 forman parte de esos documentos y
ocupan un lugar destacado por ser producto de un esfuerzo significativo de
participación. Gracias a ello se logró avanzar en la adopción de un lenguaje común
que reivindicó la complejidad del campo cultural, lenguaje que al mismo tiempo ofreció
elementos para su organización de manera clara y funcional. Un texto así no es
superable o tiene caducidad. Como en el Plan Decenal de Cultura, Hacia una
ciudadanía democrática cultural 2001-2010, en el plano nacional, estas cartas de
cultura, elaboradas a través de procesos que ambicionan ser polifónicos, que logran
convocar, son documentos de su tiempo que tienen un valor siempre presente.
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Revelan anhelos y propósitos de los ciudadanos de su época y tal vez por ello no solo
representan sino que configuran, inciden en el perfil cultural de la inmensa ciudad.
Desde esta perspectiva, más allá de una responsabilidad de planificación y la
búsqueda de unas “necesidades culturales básicas insatisfechas”, que sabemos
existen, pero se escapan a los cálculos del Estado, pensamos que resulta una
experiencia vivificante dar continuidad al ejercicio, arbitrario y poético, de formular una
nueva carta general de propósitos culturales para Bogotá. Sondear qué nos mueve
hoy, cuales son los giros, dilemas, sentidos, retos que pensamos configuran las
políticas culturales por venir cohesiona, mueve y abre las mentes.
Así asumido, el proceso de establecer un nuevo discurso cultural para la capital tiene
raíces en los múltiples y diferentes espacios de participación (acción) que caracterizan
la vida cultural de Bogotá. Los diferentes actores de esta política desarrollan una
pléyade de actividades día a día en el territorio desde muy diversos horizontes, desde
el ámbito barrial al internacional, en el Concejo y en los estrados judiciales, en frentes
que se expanden. Los encuentros locales, sectoriales, académicos, poblacionales, son
parte de este proceso para el cual proponemos un texto abierto, disponible, reflexivo,
que intenta sondear el alma poética de esta gran ciudad. Este periódico da una visión
general del texto completo que se encuentra en las páginas de las instituciones del
sector.
Clarisa Ruiz
Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte
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Hacia las políticas distritales 2016-2026
Diez años después de la formulación del documento Políticas Culturales Distritales
2004 – 2016, nos propusimos formular las bases que determinarán las Políticas
Culturales 2016 – 2026. Es por ello que, éste documento tiene por objetivo trazar los
ejes que determinarán la construcción y ejecución de las Políticas Culturales 2016 –
2026.
Bogotá tiene en el documento Políticas Distritales Culturales 2004-2016 un marco
conceptual y de gestión que reconoció lo cultural como un campo de conflictos,
tensiones y de situaciones cambiantes relacionadas con el ejercicio del poder. Esta
formulación logró cristalizar concertaciones ciudadanas sobre las prácticas artísticas,
culturales y del patrimonio y definir una estructura de dimensiones y procesos con la
cual se hizo posible abarcar y organizar la compleja multiplicidad de prácticas que
conforman el campo cultural.
Las Políticas Distritales Culturales han aportado a la construcción y reconocimiento
institucional y social de un discurso y unas acciones orientadoras que responden a las
necesidades y derechos culturales.
Diez años después de su formulación, abordamos los retos de evaluar el cumplimiento
de estas orientaciones y de identificar los cambios sociales que demandan nuevos
desarrollos de la política. Cuál ha sido la evolución del campo cultural en el Distrito
Capital, qué nuevas tensiones y dilemas se nos presentan y sobre todo qué
ambiciones tienen las nuevas ciudadanías que demandan transformación de los
enfoques y modos de hacer de las políticas culturales de una nueva época. Existe un
contexto de movimientos sociales y políticos a nivel local, nacional, regional e
internacional que determinan acentos, cambios y nuevos desarrollos en las políticas
culturales para la ciudad de Bogotá.
La reflexión y el análisis en torno a las políticas culturales ha sido constante en
Bogotá, muestra de ello es el desarrollo de documentos como el Plan maestro de
equipamientos culturales, PLAMEC, el Plan de Inclusión a la cultura escrita, Plan
DICE, el Plan Decenal de Políticas culturales 2011-2021 y el Plan Sectorial, PES,
entre otros. Cada uno de ellos, sistematiza, documenta e instrumentaliza una
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tendencia de las políticas distritales culturales. Se impone entonces un ejercicio de
evaluación que identifique la coherencia de esta diversidad de documentos, que
articule sus logros y debilidades, frente a sus propias propuestas. La evaluación de las
políticas culturales actuales es una tarea que no fue propuesta desde el inicio de estas
diversas formulaciones y por lo tanto, en este documento proponemos análisis
preliminares que buscan construir los consensos necesarios sobre las metodologías y
las baterías de indicadores, trabajo indispensable para abonar el terreno de procesos
de evaluación más profundo.
Paralelamente, la evaluación como la discusión y reestructuración de una política
cultural demanda la movilización de la ciudadanía y el fortalecimiento de los espacios
de participación formales y alternativos. El Sistema de Arte, Cultura y Patrimonio está
integrado por consejos locales y sectoriales y mesas de concertación que han venido
sumándose de acuerdo a las demandas. Este sigue siendo un faro para abordar el
complejo ámbito de lo cultural. Veinte años después de su implementación y a pesar
de las fuertes críticas a su formalidad, aspiramos a que la participación a través de
estos consejos, logre aglutinar una buena parte de agentes y públicos comprometidos
con las políticas culturales.
Consideramos que la oportunidad de forjar una cultura democrática, motor de la
construcción de una ciudad de paz y justicia, debe partir de la participación de las
comunidades en torno a los consensos fundamentales de convivencia que urgen.
Aspiramos a que la Bogotá del futuro sea un espacio donde conviva el disenso, donde
los conflictos inherentes a nuestra propia diversidad se transformen sin recurrir a la
violencia, y donde la creación sea una acción clave en la reconsideración y
construcción conjunta de lo público.
La expansión del reconocimiento y soporte de los derechos y libertades culturales en
Bogotá, objetivo prioritario de la política pública cultural de acuerdo a lo señalado en el
Plan Distrital de Desarrollo Bogotá Humana 2012-2016, demanda esfuerzos
continuados para llegar a toda la población. La política pública cultural presenta
indicadores que demuestran un avance en la construcción de la democracia cultural
en el distrito. La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte y sus seis entidades
adscritas (IDARTES, IDRD, IDPC, FUGA, OFB y CANAL CAPITAL) han logrado una
cohesión del sector público cultural en torno a una concepción de lo cultural y unos
objetivos que no se reducen a la oferta de eventos, bienes y servicios, ni a una
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concentración de las acciones para la garantía de los derechos en algunas
poblaciones y territorios. La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte ha afirmado
que su función no es solo la de “llevar la cultura” a las comunidades, sino, ante todo, la
de reconocer sus expresiones y apoyarlas. La cultura es constitutiva de todo ser y
comunidad, por lo que conviene hablar incluso de culturas que se reconocen y se
potencian. Se plantea aquí un enfoque menos sustantivo y más cualitativo de lo que
se comprende como lo cultural. Uno de los bienes comunes y por este mismo camino,
el reconocimiento de la participación de toda persona y comunidad en la conformación
de éste mismo.
Planteamos dos ejes estratégicos en la política cultural distrital. En primer lugar, el eje
de contenidos que conjuga las diferentes áreas, dimensiones y procesos de lo cultural
avocados a la atención de los agentes del sector y de la ciudadanía en general. En
segundo lugar, un eje sobre enfocado en los modos de hacer del Estado cuyos énfasis
prioritarios son los enfoques poblacional y territorial. En lo que concierne a los
contenidos, las políticas culturales han avanzado en lograr una mayor presencia y
equilibrio de las inversiones y proyectos en las diferentes áreas que conforman el
campo cultural: las prácticas culturales, las de actividad física, las artísticas y
deportivas, así como los procesos de información e investigación, formación y
organización. Resta mucho todavía por hacer en busca de un mapa cultural más
integral y equitativo. Por su parte, el Plan Decenal 2011-2021 y el Plan Estratégico
Sectorial (PES) con el que cuenta el sector por primera vez desde 2013, buscan dar
cuenta de esta compleja unidad e integralidad del sector.
Reconocer que las prácticas culturales (memoria, creación, actividad física)
son derechos humanos y constituyen la posibilidad de libertad, implica una
transformación de la idea de cultura, una nueva concepción que debe abrirse paso en
el imaginario de la ciudadanía y de sus gobernantes. Hablar de prácticas o experiencia
cultural es ya una transformación de la idea de cultura. No se trata de un mundo fijado,
externo a las personas y colectividades. Las prácticas culturales tampoco son el
resultado de talentos extraordinarios, exclusivos de algunos privilegiados. Están, más
bien y de manera progresista, asociadas a facultades presentes en todo ser, que
requieren atención para logar un desarrollo humano integral. Su potenciación puede
desarrollar talentos y vocaciones, pero como punto de partida todos somos
esencialmente iguales en capacidades culturales y estamos siempre inmersos en un
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mundo cultural. Todos somos parte y contamos con un gran legado cultural que de
manera simultánea nos determina y da raíces, al tiempo que nos da vuelo y permite
transformar nuestra existencia.
La comprensión de la dimensión cultural como fundamento y articulación de todas las
formas de vida, determina que el objetivo general de la política cultural debe ser la
restitución y garantía de la democracia cultural. Una ciudad incluyente y democrática
permite integrar lo sensible, la palabra, la imaginación como facultades libertarias que
se deben fomentar en todo sujeto y comunidad, desde la pluralidad y la diversidad.
Esta manera de asumir lo cultural, demanda prioridades en el plano de lo político, de
la inversión, de la institucionalidad. Progresa así una transformación de lo que
entendemos por cultura al reconocerla como un bien común de toda comunidad y al
reconocer que esas mismas comunidades deben participar en su gestión para que
lograr una cultura de paz sostenible. Bogotá Humana ha propuesto una cultura en la
base y de las bases, como parte de aquello vital que debemos gestionar de manera
sostenible. Desde la perspectiva de una cultura de paz que no niega el conflicto, las
diferencias y la pluralidad, sino que los asume como algo inherente a toda sociedad,
se trabaja hacia las políticas culturales 2016-2026.
La Cumbre de Arte y Cultura para la Paz, como la Cumbre de Cultura de la Unión de
Ciudades y Gobiernos Locales, de la que Bogotá participa activamente, el Encuentro
de Cultura Comunitaria en el Salvador, la tercera cátedra de Nuevas Políticas
Culturales, los Debates en Paz de la Biblioteca Virgilio Barco y los Foros Locales de
Cultura, son entre otros espacios de acción, reflexión y debate, referentes para este
proceso que tendrá seguramente como principal finalidad la construcción de una paz
sostenible y pluralista. Reconocer y promover la valoración las culturas, las prácticas
artísticas, del patrimonio y la memoria, la actividad física y el deporte, como
pensamiento y acciones fundamentales para una paz pluralista y sostenible, es
nuestro compromiso.
Clarisa Ruiz Correal
Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte
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2. Alcance del Documento
Este documento ha sido orientado a una discusión interna en el sector, debe
entenderse como un insumo inicial, de carácter preliminar, objeto de crítica profunda
tanto en su estructura como en sus contenidos y dará lugar a los desarrollos
conceptuales, técnicos y participativos para su finalización en el mes de noviembre de
2015.
Desde el mes de febrero se sostuvieron intensas discusiones al interior de la SCRD
para definir el alcance de una propuesta de políticas culturales para Bogotá, siempre
sobre la base de construir sobre lo construido. Este documento tiene por objeto en
primer lugar avanzar en una profunda evaluación de los resultados de las políticas
culturales 2004-2016 y de los cuatro años de ejecución del Plan Decenal junto con los
demás instrumentos del sector. En segundo lugar, profundizar en la identificación de
los cambios y tendencias de la ciudad y la puesta en valor de los logros de la Bogotá
Humana.
Este documento una vez discutido y ajustado al interior de la Secretaría, con las
entidades adscritas y algunos filtros académicos, será insumo para dar comienzo a un
proceso amplio de debate con la ciudadanía y los agentes del sector, que nos
permitan alimentar de primera mano el enfoque y propuestas de las Bases, de la
realidad territorial, social y cultural de la población.
El primer capítulo, denominado tendencias y transformaciones de Bogotá tiene por
objeto realizar una revisión de las condiciones de la ciudad, sus procesos y cambios
que marcan claramente los retos a los que deberá enfrentarse la Política Cultural del
Distrito de los próximos años. En este componente de la evaluación, se está
realizando una revaluación y análisis profundo de las cifras globales a nivel
internacional, nacional, regional y distrital y sus implicaciones para las políticas
culturales. Para su construcción se han revisado las fuentes disponibles en el de las
cifras entre las cuales se destacan la Encuesta Bienal de Cultura (EBC), la Encuesta
Multipropósito (2011 y 2013 recién entregada y aún no procesada), la Encuesta de
Calidad de Vida, Encuesta de Consumo Cultural (DANE), y los indicadores y cifras
construidos al interior de la SCRD, entre otras fuentes secundarias. Las tendencias
que se han ido detectando, sustentan los ejes orientadores del debate.
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El segundo capítulo está compuesto de tres partes. La primera consiste en un breve
balance de la discusión sobre las políticas culturales en el contexto internacional. A
través de este análisis, se pretende ubicar las políticas culturales de Bogotá en el
contexto internacional, en particular frente a procesos como la Agenda Siglo XXI de la
Cultura. Una segunda parte, analiza las propuestas de las políticas 2004-2016, el Plan
Decenal, Plamec, en cuanto sus enfoques y apuestas, con el fin de dar un marco
analítico en cuanto su estructura y objetivos últimos. Este ejercicio se acompaña de un
desarrollo paralelo, sintetizado en la tercera parte del capítulo, que busca de manera
más instrumental establecer las continuidades, rupturas y vacíos entre los
planteamientos y estructura de las diferentes políticas y los procesos de gestión de las
últimas administraciones a través de los diferentes programas y proyectos.
El tercer capítulo busca sintetizar, muy brevemente, los resultados de los capítulos
anteriores, con el fin de identificar los retos de las políticas culturales para los
próximos años. Estos retos buscan dar claridad a la conexión entre el análisis y las
propuestas para el debate. Por último, el cuarto y último capítulo desarrolla desde el
punto de vista conceptual y argumental los siete ejes orientadores del debate, los
cuales han sido construidos a partir de los talleres realizados al interior de la
Secretaría y con las entidades del sector. Estos buscan convertirse en incitadores de
la discusión y servir como base, al interior de cada uno, para la formulación de
propuestas concretas y específicas que se constituyan en su “tren de aterrizaje” como
invitación y que a su vez puedan ser tema de discusión y ajuste durante el proceso.
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3. Contexto de Bogotá D.C.
Las Políticas Culturales del Distrito han priorizado el desarrollo institucional del sector,
de su forma de operación y gestión y han acentuado las acciones sobre las
dimensiones constitutivas de los subcampos de las prácticas culturales, las artes y el
patrimonio. Luego de doce años de implementación, la ciudad ha experimentado
importantes transformaciones en sus condiciones de vida.
El presente capítulo tiene por objeto presentar de manera general y sintética algunas
tendencias y cambios de la ciudad que se consideran relevantes como marco de
referencia para contextualizar y orientar un proceso de formulación de política pública
cultural.
Entre las más destacadas se pueden mencionar el proceso de aglomeración urbana e
integración regional, los cambios demográficos y los retos de la sostenibilidad
ambiental asociada al cambio climático, las afectaciones sobre los recursos naturales
y el ambiente en general. También la dinámica económica, las transformaciones
productivas, las tendencias en el empleo formal e informal que marcan el quehacer de
la economía de la cultura al igual que las condiciones de pobreza, desigualdad y
segregación socio-espacial, los cambios en la estructura socio-económica y en los
patrones de consumo. Finalmente, las condiciones del conflicto armado y los retos de
un eventual postconflicto así como la configuración de una ciudad diversa.
3.1. Territorio y sostenibilidad
A continuación se presentan las pautas generales sobre el territorio que permiten la
construcción de un panorama de la ciudad de Bogotá a partir de sus aspectos
espaciales y poblacionales.
Bogotá está situada en el centro del territorio colombiano, tiene una extensión total de
163,659 Ha., de las cuales 2,974 corresponden a suelo de expansión y 122,271 a
suelo rural, lo que equivale a un 74,71% del total del territorio. (Planeación S. D.,
Expediente Distrital , 2010 ).
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Las zonas rurales se localizan principalmente al sur y al oriente de la ciudad y tienen
una vocación fundamental de protección ambiental, especialmente en las zonas del
Páramo de Sumapaz y la reserva forestal de los Cerros Orientales. Se destaca
también la reserva Van Der Hammen al norte de la ciudad. Si bien la mayoría del
suelo es rural, es poca la destinación del suelo a usos productivos, pues el 70,1%
corresponde a cobertura de páramo y el 9.1% a bosque alto andino y matorrales.
(Observatorio Rural de Bogotá , 2011)
La población estimada de la capital en el año 2015 es de 7.878.655 habitantes de los
cuales cerca de 16.000 habitan en las zonas rurales. El territorio capitalino se
encuentra dividido en veinte localidades y las dinámicas poblacionales presentan
escenarios diferentes al interior de cada una de éstas. Las localidades de Suba y
Kennedy superaron para el año 2011 el millón de habitantes, lo que en términos
poblacionales supera a la mayoría de ciudades del país, mientras que las localidades
de Engativá, Ciudad Bolívar y Bosa se encuentran en el rango de los 600.000-800.000
habitantes, superando también a varias ciudades del país. (Planeación S. D., Bogotá
Ciudad de Estadística Boletín 23. Población y Desarrollo Urbano, 2010)
Hoy en día la ciudad se enfrenta a una caída de la tasa de crecimiento de la población
y de los hogares y sus localidades presentan tasas de crecimiento medias anuales
exponenciales heterogéneas con implicaciones diferentes para las políticas públicas,
Usme (3.54%), Bosa (2.59%), Suba (2.39%) y Fontibón (2.38%) presentan tasas altas
de crecimiento y aún tienen suelo disponible, en contraste con las localidades de
Tunjuelito, San Cristóbal (- 0.20%), Rafael Uribe Uribe (0.14%), Puente Aranda (-
0.03%) y La Candelaria ( -0.02%), que presentan crecimientos muy bajos e incluso
negativos. (SDP, Aspectos Demográficos) (SDP, Encuesta Multipropósito 2014, 2015).
También, se presenta una nueva configuración de los hogares capitalinos. Como lo
señala la Encuesta Multipropósito de Bogotá en 2014, la mayoría de los hogares están
compuestos por cuatro o más miembros (40,3%). Sin embargo, dichos hogares han
reducido su importancia en 4.9% con relación a 2011. Adquiere especial relevancia los
hogares unipersonales, que pese a que son minoría han aumentado en los últimos
años, pasando de 11.5% (2011) a 14.5% (2014), lo que presiona las necesidades de
vivienda en la ciudad. (SDP, Encuesta Multipropósito 2014, 2015)
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A esta tendencia en Bogotá, se suma el alto crecimiento poblacional de los municipios
de la Sabana, que en la mayoría de casos lo superan. Municipios como Chía, Cota,
Funza, Madrid, Mosquera y Soacha presentan tasas por encima del 6% anual,
procesos de conurbación y relaciones residencia-trabajo con Bogotá. En la actualidad
277.262 personas nacidas en Bogotá residen en alguno de los municipios de la
Sabana, lo que equivale a una magnitud similar a la población de ciudades capitales
como Armenia o Popayán. Los municipios ubicados en el borde occidental de la
ciudad reciben la mayor cantidad de emigrantes bogotanos. Este es el caso de Chía,
en el que el 33% de su población es de origen bogotano, seguido por Mosquera
(29%), Cota (27%), Soacha (26%) y Funza (25%). (SDP, Encuesta Multipropósito
2014, 2015).
La necesidad de prever el crecimiento urbano de Bogotá ha llevado a decisiones de
ordenamiento territorial que pretenden promover la consolidación de sus límites y los
procesos de densificación al interior del área construida de la ciudad. Se busca reducir
las presiones de ocupación sobre municipios de la Sabana y sobre áreas que tienen
un alto valor ambiental, tal como se definió en la revisión del POT de 2003, (decreto
190 de 2004), (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2004) y en la revisión extraordinaria de
2014, (Alcaldía Mayor de Bogotá), que si bien se encuentra suspendida, permite ver el
interés en la consolidación de los límites urbanos y la promoción de procesos de
densificación. Así, en el Artículo Primero del Decreto 190 se estableció como uno de
los objetivos del ordenamiento, el “Controlar los procesos de expansión urbana en
Bogotá y su periferia como soporte al proceso de desconcentración urbana y
desarrollo sostenible del territorio rural.”; y en el Artículo 155 de la MEPOT se
estableció como una de las políticas de ordenamiento territorial, al programa de
“revitalización”, promoviendo una ciudad compacta y densificada. En efecto, un
modelo de este tipo conlleva a la necesidad de profundizar en la construcción de
formas de relacionamiento y convivencia paralelas a la adecuación de la estructura
urbana.
La puesta en marcha de este modelo, sumado a las dinámicas económicas como
principal polo de desarrollo del país y su condición de ciudad capital, han conducido a
la imperiosa necesidad de que Bogotá sea pensada en términos regionales.
En este marco, la ciudad lidera la construcción de un nuevo ámbito de planificación e
integración regional con la conformación de la Región Administrativa de Planificación
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Especial -RAPE- conformada con los departamentos de Cundinamarca, Meta, Boyacá
y Tolima. La región representa el 14% del territorio nacional, el 30% de los municipios
del país (316), alberga al 29% de la población nacional (13.870.477) y aporta el 40%
del PIB al país. Estos departamentos son históricamente los que más han aportado en
términos de migración al crecimiento de la ciudad y con los que se establecen
relaciones más fuertes en términos ambientales (producción de bienes y servicios
ambientales), de seguridad alimentaria y de turismo. (SDP).
La visión regional busca que para el 2030 la RAPE se consolide como un territorio con
equilibrio social, económico y ambiental, culturalmente diverso y globalmente
competitivo e innovador a partir de cinco ejes de acción: sustentabilidad ambiental y
manejo de riesgos, infraestructura del transporte, logística y servicios públicos,
competitividad y proyección internacional, seguridad alimentaria y economía rural y
gobernanza y buen gobierno. (SDP).
Desde la óptica regional, es posible identificar los procesos de presión que la
aglomeración urbana conlleva sobre los servicios ambientales vitales para la ciudad
como el abastecimiento de agua o las afectaciones por vertimientos sobre la cuenca
baja del río Bogotá en un contexto de variabilidad climática. La región contiene el 30%
de los recursos hídricos nacionales. La ciudad ha avanzado en la formulación de una
política distrital de agua basada en garantizar el derecho a su acceso, el consumo
mínimo vital, la necesidad de adelantar acciones sobre un uso racional y dar mayor
relevancia a la gestión del riesgo en particular frente a las consecuencias del cambio
climático. La descontaminación del río Bogotá y sus afluentes constituye el principal
reto en materia de saneamiento ambiental y de conformación de la estructura
ecológica.
El cambio climático tiene repercusiones en el equilibrio ambiental de Bogotá, su región
y en la vida diaria de sus habitantes. Las tendencias para la Sabana de Bogotá, con
estimaciones efectuadas con datos de temperatura y de precipitación de los últimos
decenios, muestran que la temperatura media del aire está aumentando en 0.2 - 0,3
ºC/ decenio y que la precipitación está disminuyendo a un ritmo de 3% del volumen
anual por decenio. En un escenario de este tipo, las posibles condiciones en la
Sabana de Bogotá para finales del siglo XXI hacen prever que la temperatura estaría
4°C por encima con una reducción de la precipitación del 50% en relación con lo
observado en el período 1961-1990. (Caicedo, 2012). De igual manera, actividades
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como la expansión de la frontera agrícola, la urbanización y la transformación de los
ecosistemas naturales, se suman para que ante la ocurrencia de eventos climáticos
extremos se intensifiquen las inundaciones, avalanchas, deslizamientos, incendios
forestales, vendavales y granizadas.
Al interior de la ciudad las presiones ambientales se ven manifestadas principalmente
en el reciclaje, la congestión vehicular, y la calidad del aire. (Franco, Encuesta de
percepción ciudadana. Bogotá Cómo Vamos , 2014). En cuanto a la primera, Bogotá
produce cerca de 6.500 toneladas diarias que se disponen en el relleno sanitario Doña
Juana, con una capacidad limitada de recepción a pocos años y un reciclaje que llega
al 13% de la basura producida, (Rojas, 2015). Frente a la calidad del aire, se ha
observado que la concentración media anual de PM101, ha disminuido en los últimos
años. (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2011).
La conformación del territorio regional y el mejoramiento de las condiciones
ambientales de la ciudad requiere de acciones para ser incorporadas en el imaginario
colectivo y dotadas de contenidos identitarios que permitan una mayor cohesión y
participación colectiva, como plataforma para el desarrollo de las agendas en los
temas de cambio climático, sostenibilidad ambiental alrededor del agua, manejo de
residuos y desarrollo económico.
3.2. Economía
Para el año 2014 el PIB de Bogotá alcanzó los $132.991 millones de pesos (DANE), lo
que en términos porcentuales significó un crecimiento del 4.3%, superior en 0,3 puntos
al alcanzado en 2013. Para el primer trimestre de 2015, Bogotá aportó el 25,8% del
PIB nacional.
Durante el periodo 2000-2012 el PIB de Bogotá mostró una variación anual promedio
de 4,6%. Los años de mayor crecimiento fueron 2006 y 2007, con variaciones anuales
de 6,8% y 6,5%, respectivamente. Los crecimientos más moderados se presentaron
en los trimestres: 2001-III y 2002-I con variaciones de 1,1% en los dos periodos.
Adicionalmente, se destaca el hecho de que en ningún trimestre de la serie se
presentaron variaciones anuales negativas en el Producto Interno Bruto de la ciudad.
1 Partículas en el aire, producto de la contaminación, que afectan la salud respiratoria.
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(DANE, Cuentas Trimestrales de Bogotá D.C. Producto Interno Bruto (PIB). Primer,
segundo y tercer trimestre de 2013, 2014)
En relación al mercado laboral, Bogotá ha alcanzado la mayor tasa de participación en
contraste con otras ciudades del país, lo que se refleja en la generación de empleos.
En el año 2001, 54% de los ciudadanos se encontraban empleados y en 2014 esta
cifra aumentó a 66%, lo que indica la creación de aproximadamente 117 mil empleos
promedio cada año en los últimos 14 años. No obstante, el crecimiento porcentual del
empleo para el año 2014 correspondiente al 1.8% ha sido el más bajo de los últimos
cinco años. (Innovación, 2013).
En el primer trimestre de 2015 se presentaron tasas de desempleo menores a las
registradas en el mismo trimestre del año anterior, tanto en el total nacional como en
Bogotá D.C. A nivel nacional el desempleo se ubicó en 9,8% y en la capital fue 8,9%.
(DANE, Producto Interno Bruto (PIB) Trimestral de Bogotá D.C. Primer Trimestre de
2015).
En relación con la composición económica y con base en el Registro Mercantil de la
CCB 2013 Bogotá-Cundinamarca, el 43% de la actividad económica de las empresas
corresponde a los servicios, el 35% al comercio, el 14% a la industria y el 6% a la
construcción. El sector de la agricultura al igual que la explotación de minas y canteras
representan tan sólo un 1%. El tamaño de las empresas anteriormente descritas está
representado en un 86% por microempresas, seguido de un 10% de empresas
pequeñas, un 3% de empresas medianas y un 1% de empresas grandes.
(Observatorio Región Bogotá Cundinamarca, 2015)
Por otro lado, el sector de los servicios no solo es el de mayor participación, sino
también el de mayor crecimiento y generación de empleo. Los principales sectores
generadores de empleo en el año 2014 fueron servicios comunales, sociales y
personales con 35.191 nuevos empleos, actividades inmobiliarias, empresariales y de
alquiler con 34.120 y comercio, hoteles y restaurantes con 33.973. En consideración a
la participación de las ramas de actividad al PIB de la ciudad, cabe resaltar que en el
año 2014 la participación de las actividades de esparcimiento, culturales y deportivas
fue del 3.2% sobre el total del PIB de la ciudad. (DANE, Producto Interno Bruto (PIB)
Trimestral de Bogotá D.C. Primer Trimestre de 2015).
17
A su vez, El gasto o consumo de los hogares se incrementó en el año 2014 a $52.2
billones de pesos, lo que significó una tasa de crecimiento real del 11.6 % en relación
con lo registrado en el año 2013, siendo ésta la variación más grande que se ha
manifestado desde hace quince años. El grupo que expresó una mayor expansión en
el gasto de los bogotanos fue el gasto en actividades de cultura y entretenimiento con
un crecimiento real del 15.5%, en segundo lugar el gasto en alimentos con el 13%
seguido de los gastos varios que aumentaron el 12,4%. No obstante, dicho grupo es
en el que menos gastan los bogotanos con un 3.8 %, frente al grupo de alimentos que
representa un 29.9% del gasto realizado por los hogares. Es importante mencionar
que del grupo de cultura y entretenimiento, el subgrupo de aficiones, distracción y
esparcimiento representa el 84,2% del gasto en este rubro. (DANE, Cuentas
Trimestrales de Bogotpa D.C. Tercer Trimestre de 2014)
En el marco de las transformaciones socioeconómicas de las ciudades, la innovación
se ha establecido como criterio clave en el desarrollo urbano. Esta se tiene en cuenta
no solo en los entornos empresariales, sino también en el sector público a través del
diseño de estrategias y políticas que apoyan e impulsan la innovación en los diferentes
sectores.
La inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) en Bogotá se mantuvo alrededor del
0,4% del PIB entre 2007 y 2011 y aunque fue superior al promedio nacional y
representaba el 41,3% de la inversión del país, sigue siendo limitada respecto a
referentes regionales. El sector privado, por su parte, presentó para este periodo un
estancamiento en la inversión en actividades de innovación en Bogotá y desde 2011
su participación volvió a encontrarse por debajo del 50% del total. En cuanto a
servicios científicos y tecnológicos la situación fue aún más crítica, con participaciones
entre un 4,8 y un 6,7% respecto al total. (Cuadernos de Desarrollo Económico 21,
2013, págs. 26-28). Sin embargo, “durante el 2014, las entidades públicas y privadas
del Distrito Capital invirtieron $747 mil millones en actividades de investigación básica,
investigación aplicada y desarrollo experimental aumentando 25% respecto a la
destinación fijada en 2010. En el distrito, los recursos de I&D provienen principalmente
del sector público (55%) y en menor medida el sector privado (42%). El porcentaje
restante proviene del sector internacional.(Observatorio de Desarrollo Económico,
Notas Editoriales 2015-09-18)
18
3.3. Equidad
La equidad se aborda a partir de una aproximación a temas centrales en torno al
desempeño de la ciudad en términos de pobreza, desigualdad, segregación socio-
espacial, educación y aspectos concernientes al hábitat y entorno de la vivienda.
Entre 2010 y 2014 Bogotá pasó según la medición de IPM (Índice de Pobreza
Multidimensional) del 12,1% al 5,4%, acentuándose la reducción a partir del 2012. En
2014, a nivel nacional, la pobreza multidimensional fue de 21,9%. Para el año 2011 el
17,3% de los bogotanos residentes en la zona urbana se encontraba en pobreza por
ingresos, es decir 1.287.982 personas y de estas, 300.453 se encontraban en
condiciones de indigencia por ingresos. Para el mismo año las localidades de Usme,
Ciudad Bolívar y San Cristóbal presentaban las condiciones de pobreza más fuertes,
pues la tercera parte de su población local era pobre según ingresos. Los mayores
porcentajes de población en indigencia por ingresos más altos, se presentaron en las
localidades de La Candelaria, San Cristóbal, Usme, Los Mártires, Santa Fe, Ciudad
Bolívar, Rafael Uribe Uribe y Bosa, con cifras superiores al promedio del área urbana
(4%) (Secretaría Distrital de Planeación 2011). Bogotá ha reducido el porcentaje de
población en condiciones de pobreza extrema, de un 2.0% en el año 2011, a un 1.90%
para el 2014. (DANE, Pobreza Monetaria y Multidimensional 2014, 2015).
Con respecto al índice de pobreza por Necesidades Básicas Insatisfechas -NBI-, la
ciudad mostró una fuerte reducción pasando del 5,2% en 2011 al 4,2% en 2014. Las
mayores reducciones en el número de personas pobres por NBI en este período se
presentaron en las localidades de San Cristóbal (de 38.108 a 25.127), Ciudad Bolívar
(de 62.839 a 47.033), Bosa (de 49.414 a 37.636) y La Candelaria (de 1.633 a 989).
Desde la perspectiva de los componentes del indicador de NBI en el mismo período se
destaca la disminución en los aspectos de hacinamiento crítico (de 180.312 a
136.946), número de personas con servicios inadecuados (de 12.919 a 10.131) y
número de personas con alta dependencia económica (de 141.586 a 124.250). (SDP,
Índices de Ciudad, 2014).
En relación con la desigualdad, medida a partir del coeficiente GINI, se evidencia un
cambio favorable al pasar de un resultado de 0,522 en 2011 a 0,502 en el año 2014.
El coeficiente de GINI de la ciudad de Bogotá es menor que el promedio nacional que
19
en el 2014 se encontró en 0,539. Sin embargo, presenta mayor desigualdad que
ciudades como Cali (0,487), Barranquilla (0,445) y Bucaramanga (0,428). (Banco de la
República, 2013).
Uno de los temas de mayor preocupación de la ciudad durante los últimos años ha
sido el de la segregación socio-espacial. Para su medición Bogotá desarrolló dos
índices: el de Segregación Residencial Socioeconómica (SRS)2 y el de Segregación
por Acceso a Bienes y Servicios (SAS)3. En el año 2007, la segregación por estrato se
encontraba en 0.249 y para el año 2011 había aumentado a 0.3024; (SDP, Índices de
Ciudad, 2014). La actual Administración posicionó la lucha contra la segregación
socio-espacial como eje de su Plan de Desarrollo, buscando la convergencia de la
acción pública distrital hacia la superación de dichas condiciones.
El tiempo total de viaje es otra manera de expresar la segregación socio-espacial pues
permite establecer una aproximación a las distancias y accesibilidad de los
ciudadanos de los distintos estratos, entre su hogar y lugar de trabajo. De acuerdo con
la Encuesta de Movilidad aplicada en el año 2011, se encontró que el tiempo
disminuye en la medida en que aumenta el estrato, de tal forma que el tiempo total de
viaje para el estrato seis corresponde a 40,08 minutos mientras que para el estrato
uno corresponde a 77,18 minutos. (SDM, 2012).
Adicionalmente, el 85% de la población de menores ingresos se desplaza en
transporte público mientras que el 70% de la población con mayores ingresos lo hace
en vehículo particular. El aumento de la accidentalidad en tránsito, pasando de 7.1
muertos por cada 100.000 habitantes en 2010 a 7.9 en 2014, constituye un tema que
merece atención desde la defensa de la vida y las políticas culturales (Franco,
Encuesta de percepción ciudadana 2014. Bogotá Cómo Vamos, 2014)
Un aspecto crucial en términos de equidad es la educación. Bogotá presentó en el año
2013 una tasa global de cobertura bruta4 del 97,21% discriminada así: cobertura
preescolar del 86.87%, básica primaria del 96.07%, básica secundaria del 104.52% y
media vocacional del 85.96%. En términos de la tasa de cobertura bruta global por
localidad se encuentra en primer lugar La Candelaria con una tasa de cobertura bruta
2 Mide el grado de integración espacial entre hogares de altos y bajos ingresos.
3 Mide la dotación de los hogares en bienes y servicios públicos esenciales para el disfrute de la ciudad
4 La tasa de cobertura bruta se define como la relación entre la matrícula total es decir matricula del sector
oficial más la matricula del sector privado y la población en edad escolar, PEE de Bogotá,
20
global de 231.18, seguida de Tunjuelito con 147.49 y los Mártires con 136.12, mientras
que Barrios Unidos con 78.24 y Fontibón con 81.54 corresponden a las que presentan
una menor tasa.
En relación a la vivienda, las proyecciones realizadas por la Secretaría Distrital de
Planeación, señalan que en el año 2011 la localidad que más viviendas albergaba era
Suba con 288.568, seguida de Kennedy con 269.028 y Engativá con 232.205
viviendas. Las localidades que presentaron una menor proporción de viviendas fueron:
la Candelaria con 7.857 viviendas, seguida de los Mártires con 27.497 viviendas y
Antonio Nariño con 27.774. El tamaño promedio de personas por vivienda en Bogotá
es de 3.62 personas por vivienda, presentándose un mayor número de personas en
las siguientes localidades: Bosa con 4.4 seguida de Ciudad Bolívar con 4.2 y
Tunjuelito con 4.1. Las localidades que presentaron un menor número de personas por
vivienda fueron Chapinero con 2.39 personas seguida de Teusaquillo con 2.53 y
Usaquén con 2.9. (SDP, Población, Viviendas y Hogares a junio 30 de 2011, en
relación con la estratificación socioeconómica vigente en 2011).
Si bien lo anterior nos indica el panorama de distribución de la vivienda, es necesario
conocer el estado de la misma y sus condiciones de habitabilidad. ONU-Hábitat,
considera el hábitat como la suma de las condiciones de la vivienda y de las
condiciones de su entorno, representando un enfoque más integral que evalúa tanto
datos cuantitativos como cualitativos. De acuerdo con la Encuesta Multipropósito de
Bogotá de 2014, el déficit de vivienda en la ciudad pasó de 11,8% en 2011 a 9,1% en
2014. En relación con el déficit cuantitativo se pasó de 5,3% a 3,6% y el cualitativo se
redujo un punto porcentual durante el mismo periodo. (SDP, Encuesta Multipropósito
2014, 2015).
No obstante un estudio que evalúa las variables del hábitat de una manera más
detenida en el caso de Bogotá, señala que cerca del 19,4% de los hogares de la
ciudad, no tienen la escritura de sus predios. Ciudad Bolívar, con el 32% de hogares
sin escrituras es la localidad más crítica, debido principalmente al origen informal de
muchos de sus barrios. (Torres, Las necesidades habitacionales de los hogares
colombianos., 2012).
En cuanto al déficit cualitativo por disponibilidad de servicios, el 1,2% de los hogares
presenta ésta condición y nuevamente es la localidad de Ciudad Bolívar la que
21
presenta el mayor porcentaje, en contraste se encuentra Antonio Nariño en donde la
disponibilidad es mayor. Entre el 0,1% y el 4,2% de los hogares bogotanos no tienen
condiciones de habitabilidad siendo las localidades más afectadas Ciudad Bolívar,
Bosa y Engativá. El 4,2% de los hogares bogotanos presenta un déficit cualitativo por
espacio y se observa que el número de hogares pobres con ésta situación, es un poco
más del doble del número de hogares no pobres. (SDP D. , 2014)
Finalmente la Encuesta Multipropósito del año 2014, en relación con el entorno de la
vivienda evidenció, entre otros aspectos, que el 78.86% de los encuestados no
disponen de zonas verdes o de propiedad común, presentándose de manera más
crítica en Ciudad Bolívar con un 95.86%.
3.4. Cultura y diversidad
Bogotá se configura como una amalgama de poblaciones y culturas diversas. El
reconocimiento a la diversidad tiene su soporte inicial en la configuración de la
estructura poblacional y territorial. La población que se identifica a sí misma como
perteneciente a alguna etnia es muy baja, solo el 1.7% manifestaron pertenecer a una
etnia indígena, Rom, raizal o afrodescendiente. Las localidades con mayor número de
población indígena son Suba con 4.370 y Bosa con 2.458 personas, en contraste con
las de Puente Aranda y Antonio Nariño que son la de menor población con 187 y 217
personas respectivamente. De acuerdo a la Encuesta Multipropósito 2014, en cuanto a
población Rom¸ solo las localidades de Kennedy (473), Puente Aranda (80) y Engativá
(20), reportan algún número de esta población. Finalmente la población identificada
como negra, tiene la mayor representación en número en la ciudad, principalmente en
las localidades de: Suba (17.796), Engativá (15.135) y Kennedy (10.744). (SDP D. ,
2014)
22
En relación con los retos en materia de diferentes y nuevas ciudadanías se debe
considerar la inclusión de la población migrante víctima del conflicto armado, que
podría llegar a representar el 8% de la población capitalina. Llaman la atención las
cifras de recepción de población objeto de desplazamiento forzado en Bogotá, las
cuales de acuerdo con el Registro Único de Víctimas (RUV), entre 1985 y diciembre
de 2012 correspondieron a 489.000 personas.
En cuanto a la población LGBTI, según la Encuesta de Representaciones Sociales,
entre 2010 y 2013 la ciudad reporta ciertos cambios en la percepción de este grupo
poblacional. En 2010 el 19,8% de la ciudadanía consideraba que los ciudadanos de
este sector poblacional representaba un riesgo para la comunidad, mientras que para
el año 2013 esta cifra se redujo al 14.2%.
Otro sector de la población que requiere un enfoque de atención diferencial y especial
es la población con condiciones de discapacidad. Las principales asociaciones a
discapacidad, se asocian a problemas con el sistema cardiorrespiratorio y las bajas
defensas con un total de 84.560 personas, y con limitación de movimiento de cuerpo,
manos, brazos y piernas con un total de 99.650 personas. (DANE, Dane.gov.co)
Desde el punto de vista de la migración y de acuerdo con la Encuesta Multipropósito
de 2014, el 32% de la población total de la ciudad es inmigrante. Con base en la
misma encuesta, las regiones de Colombia aportan el 88% de los migrantes de
Bogotá, el 8% de los municipios del entorno regional y el 4% de otros países.
0,48%
0,01%
0,02%
0,01%
1,45%
98,03% 1,97%
Composición del Total de la Población según Auto reconocimiento por Grupo Étnico 2014
Indigena
Gitano
Raizal
Palenquero
Negro
Mestizo,Blanco Otros
Fuente: SDP-DANE: Encuesta Multipropósito de Bogotá 2014, Cálculos SCRD - SASPL
23
La ciudad recoge de esta diversidad diferentes manifestaciones culturales regionales
que se expresan en músicas de fusión, gastronomía, danzas y formas de creación
contemporánea independientes todas ellas en constante renovación. Además se
potencializan con una amplia oferta cultural que tiene Bogotá, entre otros, 58 museos,
62 galerías de arte, 45 salas de teatro, uno de los mejores planetarios de la región y
28 iglesias de interés turístico, además de una Red Distrital de Bibliotecas Públicas de
la ciudad (BIBLORED), 19 espacios de encuentro como los Centros Locales de Arte
para la Niñez – CLANES y 7 Centros Orquestales. Desde el punto de vista territorial, la
diversidad se expresa en el reconocimiento de 36 sectores de interés cultural, 6.400
bienes de interés cultural y 15 prácticas intangibles declaradas que representan la
memoria de los diferentes momentos de la ciudad. (2025 B. e., 2015), (IDPC I. D.,
2015).
Para finalizar, se puede decir que estos cambios implican grandes retos para la
política cultural en el sentido de dar respuesta a los nuevos sistemas de
relacionamiento y dinámicas poblacionales, a las posibles transformaciones por las
fuerzas de la integración regional y a la consideración de la población migrante de
orígenes rurales por desplazamiento forzado.
La profundización sobre el rol de las denominadas nuevas ciudadanías implica no sólo
la apertura de espacios sino una mirada más profunda sobre sus orígenes, magnitud y
relacionamiento con las políticas del distrito, pero además la garantía de sus derechos
los cuales en muchos casos pueden verse amenazados o terminar siendo objeto de
acciones discriminatorias.
3.5. Gobierno de la Ciudad
La descentralización, la participación, la seguridad y convivencia y las finanzas
constituyen pilares del gobierno de la ciudad.
Bogotá ha hecho importantes esfuerzos por consolidar una cultura de la participación
mediante la puesta en marcha de políticas públicas y acciones específicas en cada
uno de los sectores. La participación abarca un amplio rango de formas de
relacionamiento complejo entre los ciudadanos, las organizaciones y el Estado.
24
Sin embargo, solo el 13,9% de los bogotanos mayores de 10 años participa en algún
tipo de organización. De este total el 8.59% lo hace en organizaciones religiosas
mientras que el 2.63% en organizaciones de tipo cultural o deportivo. La participación
en organizaciones de tipo político y juvenil del 0,26% y 0,15% respectivamente tienen
muy poca incidencia en la población bogotana. (SDP, EMB 2014)
De acuerdo con la Encuesta Bienal de Culturas 2013, el porcentaje de ciudadanos que
reporta tener confianza en la representatividad, ha disminuido en relación con el año
2011, pasando de 27,03% a 22,33%. Se evidencia un aumento en el rechazo al
clientelismo dado que en el 2011 el 65,2% de la ciudadanía repudiaba esta práctica y
para el 2013 este porcentaje aumentó al 86,89%. Por otra parte se reporta que 6 de
cada 10 bogotanos no confía en la gente y 2 de cada 10 bogotanos confía en el
Gobierno Nacional y en la Administración Distrital. (Observatorio de Culturas.
Secretaría de Cultura, 2012)
En materia de finanzas públicas, la administración de Bogotá cerró el año 2012 con un
superávit fiscal, redujo su deuda pública y aumentó sus ingresos de recaudo propio.
(Hacienda 2013. Pág.1). Para el año 2014, en la rendición de cuentas, la ciudad
reportó esfuerzos exitosos referentes a la optimización de los ingresos con un
crecimiento de los ingresos tributarios mayor que el presentado por los ingresos
tributarios nacionales entre el 2013 y el 2014. De un incremento del 8.9% en el 2013
se pasó al 11.1% en el 2014. Adicionalmente, se mejoraron los niveles de recaudo que
pasaron de $5.35 billones de pesos en 2012 a $6.47 billones de pesos en 2014. Para
la misma vigencia, el 91,2% de los contribuyentes realizaron un pago oportuno. En
relación con el año 2013, se disminuyó la tasa de evasión del impuesto predial y de
vehículos de 12,51% a 12% y de 16,08% a 15,49% respectivamente.
La implementación de estrategias alternativas, como el uso de la página web y la
eliminación de formularios físicos se ha identificado como incentivo y facilitador de los
procesos de pago. En este campo se presentó un aumento de 72,6% en las visitas a
la página de la Secretaría de Hacienda, en referencia con el año 2013 al igual que una
disminución en los tiempos de espera en los puntos de atención, al bajar de 40 a 23
minutos.
Bogotá se encuentra en una situación fiscal saludable ya que ha mejorado el recaudo
de impuestos y ha ampliado su base de contribuyentes lo que le ha permitido contar
25
con mayor disponibilidad de recursos para la inversión. En el mismo sentido se ha
generado un manejo eficiente y controlado de la deuda pública. Sin embargo, la
ciudad cuenta con algunos retos relacionados con la evasión y la elusión de impuestos
y con la planeación y ejecución de su presupuesto de inversión que aún deben ser
atendidos. (MHCP, 2014).
Por otra parte Bogotá ha dado pasos importantes en el posicionamiento de temas
relacionados con la protección de la vida y la construcción de paz durante los últimos
quince años, los cuales sumados al ejercicio de los derechos y libertades se
constituyen en temas prioritarios de la política pública. Como resultado, las cifras
históricas, pese a que siguen siendo elevadas, muestran una disminución de la tasa
de homicidio de 1.649 en 2009 a 1.355 en 2014, siendo los años 2012 y 2013 los de
menores muertes al año. (SDG, 2015).
Una mirada más detallada a las cifras de homicidios muestra que el 38% se relacionan
con venganzas y ajustes de cuentas asociadas a estructuras de criminalidad y
narcotráfico entre otros, seguidas por riñas y violencia intrafamiliar (37%), la cual junto
con la violencia intrafamiliar y los delitos sexuales, aumentaron en un 12,7% del 2013
al 2014, el único tipo de violencia en el que se presentaron disminuciones fueron en
los casos de “presunto delito sexual” (CEACSC S. d., 2015)
Desde la perspectiva del conflicto armado y las víctimas, según datos del Registro
Único de Víctimas, Bogotá ha sido una ciudad con una baja incidencia en expulsión de
personas con 9.982 reportes, mientras que ha sido receptora de 484.691. En cuanto a
su caracterización esta población proviene de 27 departamentos en especial Tolima,
Cundinamarca, Meta y Caquetá, los cuales concentran el 64% de las familias.
(víctimas, Informe Nacional de Desplazamiento Forzado en Colombia 1985-2012,
2013).
Por último cabe resaltar los esfuerzos de la ciudad por profundizar en la
descentralización. Su estructura de localidades permite efectuar evaluaciones y
propuestas con enfoque territorial, no obstante estos esfuerzos hacen aún parte de un
proceso. De igual manera aunque la participación ciudadana ha avanzado, se nota
una disminución en los últimos años que debe ser estudiada con cuidado pues no
necesariamente implica una debilitamiento en el componente democrático de la
26
ciudadanía, sino que por el contrario puede ser una manifestación democrática
distinta.
En conclusión, Bogotá tiene retos en materia de gestión de gobierno, las diferentes
ciudadanías hacen referencia a la necesidad de enfoques poblacionales diferenciales.
Los derechos, las libertades y en general la vida, deben ser tratados. El escenario del
posconflicto sugiere la construcción de una cultura de convivencia y de paz.
4. Balance de las Políticas
4.1. Metodología del Balance
Durante los últimos diez años, el sector cultura en Bogotá formuló un conjunto de
instrumentos de política pública cultural y de planificación sectorial con disímiles
pretensiones, alcances y tiempos de ejecución, a través de los cuales se han
planteado estrategias para estructurar el quehacer institucional. Entre tales
documentos, quizás el que comporta mayor relevancia para el sector hasta la fecha es
el de Políticas Culturales 2004-2016 (PCD), como documento rector del accionar del
distrito, debido a la introducción de la categoría de campo para comprender y
estructurar el sector, y del reconocimiento de la cultura y lo cultural como propio de las
prácticas sociales, motivos que le han valido un lugar especial como referente para
pensar la cultura y lo cultural en Bogotá. Su período de vigencia sitúa a la
administración distrital de la Bogotá Humana en una coyuntura de gran importancia,
que implica la definición de los nuevos presupuestos, nuevas bases para la
formulación y construcción de instrumentos de política pública cultural en Bogotá hacia
el futuro.
En este sentido, la renovación de los referentes, de los marcos de comprensión del
sector y de la cultura misma en la ciudad, implica retomar las directrices y categorías
principales de las Políticas culturales 2004-2016, con el fin de valorar los aportes e
identificar aquellos elementos que tienen alguna vigencia en el contexto de
formulación del nuevo documento de políticas públicas culturales para Bogotá 2016-
2026; así mismo, dado que el documento de Políticas culturales no es el único
27
instrumento de política relevante para el sector, la necesidad de realizar esta
valoración exige un estudio desde el cual se reconozcan los aportes y elementos más
importantes de otros instrumentos de política pública cultural, más concretamente
instrumentos de planeación en el sector, como el PLAMEC (Alcaldía Mayor de Bogotá,
2006), que es la norma distrital para los equipamientos culturales y se estructura
desde una perspectiva de territorio; el plan DICE 2012-2017 como lineamiento para la
inclusión y el fomento a la cultura escrita formulado por los sectores público y privado,
el Plan Decenal de Cultura 2012-2021, cuya estructura corresponde a la ampliación y
actualización de las Políticas Culturales 2004-2016, desde una perspectiva de
desarrollo sostenible y finalmente como el PES (2012), cuyo propósito es la
estructuración del sector en el marco de la administración de la Bogotá Humana.
En cuanto a la metodología implementada para realizar el balance de políticas, se han
planteado dos estrategias de análisis. Por una parte, una revisión documental cuyos
resultados preliminares se presentan en este capítulo y constituyen un aporte inicial de
un trabajo más extenso y completo que adelanta el sector que pretende culminar al
finalizar el año 2015, con los insumos generados a partir de los talleres participativos,
y por otra, una estrategia analítica de carácter cuantitativo que pretende generar
evidencia empírica sobre el nivel de implementación del Plan Decenal y de las
Políticas Culturales, que complementará la información anterior.
En este marco, es necesario señalar que los documentos de política cultural
abordados fueron formulados y publicados bajo los lineamientos de tres planes de
desarrollo distintos desde 2004 hasta 2015, y con la particularidad de una reforma
estructural del sector en 2006, momento en el cual el Instituto Distrital de Cultura y
Turismo-IDCT se transformó en la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y
Deporte-SCRD. Cada documento ofrece un panorama de las necesidades de su
época, es decir, las características particulares del contexto de cada uno de los
documentos determinaron el uso de ciertos conceptos y categorías, bien como recurso
estructural y teórico, o como recursos formales cuyo propósito no reviste importancia
capital en términos conceptuales.
Para esta primera estrategia, se acordó el desarrollo de un método comparativo en
cuatro fases, a partir de la elaboración de una matriz en la cual se desagregaron los
componentes de cada documento. En la primera fase, para el trabajo comparativo, se
28
asumió por rango de importancia al documento de PCD como documento orientador y
con base en el estudio inicial del conjunto de propuestas, se eligieron como categorías
para la comparación de los documentos las siguientes:
1. Concepto de cultura
2. Principios
3. Objetivos
4. Ejes
5. Políticas.
En la segunda fase se realizó una comparación horizontal de tipo descriptivo sobre la
matriz a partir de los enunciados a nivel literal y explícito, con el fin de ubicar
correspondencia, divergencia, proximidad o continuidad a nivel de lo expuesto en cada
texto. Posteriormente, en la tercera fase del ejercicio se realizó un análisis a nivel
implícito, es decir, con base en la interpretación de cada enunciado se ubicaron
relaciones de aproximación y diferenciación de las categorías estudiadas en cada
documento.
29
Tabla 1 Documentos de Políticas Culturales del Distrito Capital
Documento Año de
elaboración
Plan de
Desarrollo
Políticas Culturales Distritales 2004-2016 (PCD) 2004 -2005 Bogotá sin
Indiferencia
Plan Maestro de Equipamientos Culturales-
PLAMEC
2006 Bogotá sin
Indiferencia
Plan Distrital de Inclusión en la Cultura Escrita-
DICE
2011 Bogotá Positiva
Plan Decenal de Cultura 2012-2021 (PDC) 2011 Bogotá Positiva
Plan Estratégico Sectorial 2012-2016 (PES) 2014 Bogotá Humana
Fuente: SCRD, 2015. Elaboración propia.
La cuarta fase, con base en los hallazgos de los tres momentos anteriores, consistió
en el análisis de los procesos de implementación de las Políticas Culturales 2004-2016
y del Plan Decenal de Cultura 2012-2021 (PD), a la luz de los proyectos de inversión
desarrollados en los tres periodos correspondientes a las administraciones distritales y
sus planes de Desarrollo. Para ello se realizó un cruce preliminar entre los proyectos
de inversión (118 frente a las PCD y 52 frente al PD) revisando los objetivos y metas
de los cuatro ejes de PCD y los 3 subcampos y 10 ejes estratégicos transversales del
PD.
Así en síntesis, el balance que se está desarrollando comprende tres niveles de
estudio.
a. Un análisis de consistencia entre los más importantes instrumentos de política
cultural de la ciudad formulados durante el periodo 2004 - 2012 (PCD,
PLAMEC, Plan DICE, PD y PES), donde entre otros se determinarán sus
encuentros, disensos y alcances.
30
b. Un análisis en el ámbito distrital, que permita identificar y valorar objetivamente
el nivel de implementación principalmente de las Políticas Culturales Distritales
y el Plan Decenal de Cultura, como marcos centrales de la política pública
cultural de la ciudad.
c. Un análisis de similares características al distrital, pero en el ámbito local, que
complete la visión de ciudad respecto de la política cultural.
En lo que sigue de este capítulo y con el objeto de brindar una visión de conjunto
sobre esta temática, este apartado se ha organizado en tres secciones generales. Las
dos primeras abordan algunas características del contexto internacional y nacional en
materia de política cultural. La tercera, aborda específicamente el desarrollo de las
políticas culturales distritales en Bogotá, e incluye un análisis preliminar tanto a nivel
de consistencia entre los cinco documentos de política cultural, como un análisis sobre
su implementación, particularmente, en relación con las Políticas Culturales Distritales
2004 – 2016 y el Plan Decenal. De igual manera, al final del capítulo, algunos datos de
síntesis sobre la cultura en la ciudad.
4.2. Políticas Culturales en el Marco Internacional
Los gobiernos y pueblos del mundo se preparan para evaluar y rediseñar los Objetivos
de Desarrollo del Milenio (ODM). En 2015 se cierra el ciclo de los objetivos fijados en
2000 por 189 países miembros de la ONU, para realizar un esfuerzo colectivo de
orientación de metas del desarrollo. Los objetivos fueron:
1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
2. Lograr la enseñanza primaria universal.
3. Promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer.
4. Reducir la mortalidad infantil
5. Mejorar la salud materna
6. Combatir el Sida, el paludismo y otras enfermedades
7.Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
31
Igualmente, se establecieron unos indicadores mínimos para evaluar cada objetivo y
se otorgó a los países autonomía para su cumplimiento. El planeta se apresta a
analizar los resultados de este acuerdo global.
La discusión se ha iniciado y ya se empiezan a escuchar diversas tonalidades en el
análisis. Encontramos perspectivas que destacan la relevancia de estos objetivos y
una cierta aproximación a sus metas. Otras miradas controvierten el tipo de
indicadores propuestos, algunas cuestionan las limitaciones de los objetivos, mientras
hay también visiones que consideran que en algunos objetivos se constata un
profundo fracaso.
En tres ámbitos la polémica es intensa. El primero es la valoración del desafío
ambiental y las verdaderas realizaciones en este campo. El segundo es la equidad de
género en la dimensión laboral y los avances en autonomía femenina. El tercero es la
existencia o no de una sincera asociación planetaria para el desarrollo.
Frente al primer ámbito, el sociólogo e historiador sueco, Göran Therborn, manifiesta:
La ONU asumió pronto el reto ambiental, con conferencias en
Estocolmo en 1972 y Río de Janeiro en 1992, y con su tentativa de
legislación global en el Protocolo de Kioto de 1997. Dada la negativa del
Congreso estadunidense de participar en él, de Kioto no salieron
muchas acciones concretas, pero la conciencia de un reto ambiental
común debido al cambio climático de factura humana aumentó en la
década de 2000. El esfuerzo de la ONU en Copenhague, en diciembre
de 2009, también fue en gran medida infructuoso en términos de
acciones, pero al menos se dio un consenso casi universal de que la
humanidad enfrenta un problema ecológico planetario (Therborn, 2012,
p. 15)
Es decir, existe una mayor conciencia del reto ambiental, pero son escasas las
acciones concretas. El contexto internacional exige una gran atención a la
problemática ambiental, las políticas culturales contemporáneas están destinadas a
participar en esta pertinente y angustiante preocupación universal.
32
La degradación ambiental ha llevado al Vaticano a publicar la Carta Encíclica Laudato
Si en 2015, Sobre el cuidado de la Casa Común, que expresa una destacada
preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la
sociedad y la paz. Esta Encíclica postula un conjunto de tesis y ejes transversales
dirigidos al debate universal, más allá del catolicismo. Tesis sugestivas como: hemos
crecido en Occidente pensando que éramos los propietarios de nuestra madre tierra,
como sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla; tenemos que
renunciar a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio; los jóvenes nos
reclaman un cambio y se preguntan cómo es posible construir un futuro mejor sin
pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos; estoy
convencido de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo.
Algunos de los ejes que atraviesan la Encíclica son:
(…) la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción
de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las
formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros
modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura,
el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y
honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura
del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida. (Francisco, 2015, p. 15)
Con relación al ámbito de equidad de género y autonomía femenina el panorama
mundial es bastante inestable. Podemos afirmar que se avanza y se retrocede al
mismo tiempo. Partiendo de los indicadores de oportunidades y participación
económica, nivel de educación, salud y sobrevivencia, empoderamiento político, se
puede sostener que hay países que mantienen o avanzan su situación, pero también
otros que retroceden. Los países que han ocupado las primeras posiciones en el
último quinquenio son, con leves variaciones, Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y
Filipinas. La investigación ha llamado la atención sobre las políticas de equidad de
género en el caso de Filipinas. Entre 2010 y 2013, en América Latina, se presentaron
avances importantes en Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia. Los países con niveles
más bajos en equidad de género, en la última década, han sido Guatemala y El
Salvador. Colombia, según el Foro Económico Mundial F.E.M. tuvo un ascenso
importante del 55 al 35 lugar en la región, entre 2010 y 2013, pero en 2014 se
33
constata un retroceso, al bajar nuevamente al 53° lugar. Este descenso se debe
principalmente a la baja participación de las mujeres en la fuerza laboral (o.55 en
participación laboral femenina y 0.59 en equidad salarial). El Continente
latinoamericano enfrenta complejas problemáticas en eliminación de todas las formas
de discriminación contra la mujer y en violencia contra la mujer. Es la región del
mundo que tiene las mayores tasas de feminicidio: el homicidio de mujeres por
razones de género. Los datos son escalofriantes. En México mueren 2.500 mujeres
por año. En Argentina 282 en 2011 y en Colombia tres mujeres cada día o 1.250 por
año. En Bolivia el 17% de la población femenina considera natural ser agredida. En
Brasil entre 2.000-2010 han muerto por feminicidio 23.654 mujeres, es decir, una es
asesinada cada dos horas. Cualquier conclusión sobre este objetivo del milenio, debe
señalar, que aún falta mucho por hacer en políticas de equidad de género y que los
factores culturales son determinantes para esas políticas.
Con relación al ámbito de equidad de género y autonomía femenina el panorama
mundial es bastante inestable. Podemos afirmar que se avanza y se retrocede al
mismo tiempo. Partiendo de los indicadores de oportunidades y participación
económica, nivel de educación, salud y sobrevivencia, empoderamiento político, se
puede sostener que hay países que mantienen o avanzan su situación, pero también
otros que retroceden. Los países que han ocupado las primeras posiciones en el
último quinquenio son, con leves variaciones, Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y
Filipinas. La investigación ha llamado la atención sobre las políticas de equidad de
género en el caso de Filipinas. Entre 2010 y 2013, en América Latina, se presentaron
avances importantes en Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia. Los países con niveles
más bajos en equidad de género, en la última década, han sido Guatemala y El
Salvador. Colombia, según el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, 2014)
tuvo un ascenso importante del 55 al 35 lugar en la región, entre 2010 y 2013, pero en
2014 se constata un retroceso, al bajar nuevamente al 53° lugar. Este descenso se
debe principalmente a la baja participación de las mujeres en la fuerza laboral (0.55 en
participación laboral femenina y 0.59 en equidad salarial). El Continente
latinoamericano enfrenta complejas problemáticas en eliminación de todas las formas
de discriminación contra la mujer y en violencia contra la mujer. Es la región del
mundo que tiene las mayores tasas de feminicidio: el homicidio de mujeres por
razones de género. Los datos son escalofriantes. En México mueren 2.500 mujeres
por año. En Argentina 282 en 2011 y en Colombia tres mujeres cada día o 1.250 por
34
año. En Bolivia el 17% de la población femenina considera natural ser agredida. En
Brasil entre 2.000-2010 han muerto por feminicidio 23.654 mujeres, es decir, una es
asesinada cada dos horas. Cualquier conclusión sobre este objetivo del milenio, debe
señalar, que aún falta mucho por hacer en políticas de equidad de género y que los
factores culturales son determinantes para esas políticas.
Con relación a la existencia o no de una asociación planetaria para el fomento del
“desarrollo”, la evaluación de esta meta del milenio, comienza con profundas
discusiones sobre la noción de “desarrollo”. No puede tratarse de una “asociación” que
imponga una noción unívoca de “desarrollo”, allende el contexto cultural y regional. Es
incuestionable que cualquier concepción del desarrollo está entrecruzada por el
campo cultural. Los discursos y prácticas del “desarrollo” son necesariamente
construcciones socio-culturales. Las investigaciones del antropólogo colombiano
Arturo Escobar han evidenciado las complejas relaciones entre cultura y desarrollo, al
sostener tesis como: los análisis antropológicos del desarrollo han provocado una
crisis de identidad en el campo de las ciencias sociales. Los movimientos sociales
actuales se enfrentan al mismo tiempo a su oposición al desarrollo convencional,
como al intento de encontrar caminos alternativos para sus comunidades. Quienes
trabajan en la relación entre conocimiento local y conservación de la naturaleza, están
decantando la necesidad de un replanteamiento de las prácticas dominantes del
desarrollo, ya que una conservación sostenible sólo puede conseguirse sobre la base
de una cuidadosa consideración del conocimiento y de las prácticas locales culturales
sobre la naturaleza. Afirma, pues, que “en este proceso, quizá el “desarrollo” dejará de
existir como el objetivo incuestionado que ha sido hasta el presente”. (Escobar A. ,
1999, p. 129)
En América Latina y el Caribe las ciencias sociales críticas han mantenido resistencias
y alertas tempranas hacia la noción convencional de “desarrollo”. Hace más de tres
décadas el investigador brasileño Celso Furtado (1975) advertía sobre los peligros de
identificar el crecimiento económico con el “desarrollo” y las amenazas sobre las
culturas arcaicas que contienen ciertas ideas colonialistas de desarrollo. La
denominada “economía del desarrollo” y el término subdesarrollo (a partir de la
Segunda Guerra Mundial) intentaron imponer una visión de evolución lineal,
economicista, explotadora de los “recursos naturales”, bajo el supuesto del crecimiento
perpetuo, guiada por la eficiencia y la tasa de ganancia y orientada a emular un estilo
35
de vida occidental. A finales de la década del ochenta del siglo XX, un grupo de
investigadores sociales latinoamericano (Max-Neef, Elizalde, & Hopenhayn, 1993),
realizaron una crítica radical a la asimilación de desarrollo con crecimiento económico
en lo que conocemos como la teoría del “desarrollo a escala humana”. Tres fueron sus
postulados centrales: el desarrollo debe enfocarse en los seres humanos y no en los
objetos; es necesario distinguir satisfactores de necesidades; y, la pobreza es un
concepto plural que depende de la noción utilizada de necesidades.
En los años noventa del siglo XX toma fuerza el término “desarrollo sostenible”, que
desde sus inicios está cargado de polisemia y ciertas indeterminaciones. Manifiesta al
mismo tiempo inquietudes por los límites del crecimiento, críticas a la noción misma de
crecimiento o establecimiento de tasas de renovación y reproducción de los recursos
renovables.
La calificación de “sostenible” provenía de la biología de las poblaciones,
entendida como la posibilidad de extraer o cosechar recursos renovables
mientras se le hiciera dentro de sus tasas de renovación y reproducción. A su
vez, esa extracción debía estar directamente orientada a satisfacer las
necesidades humanas y asegurar la calidad de vida, metas distintas al simple
crecimiento. (Gudynas, 2011, p. 29)
Esta indeterminación ha permitido que la palabra “desarrollo sostenible” haya sido
utilizada desde campañas publicitarias, usos desarrollistas (el desarrollo sostenible
orientado al crecimiento económico), usos insólitos “crecimiento económico
sostenido”, hasta alternativas anti-capitalistas.
La complejidad e importancia de la cuestión del “desarrollo” en Latinoamérica, ha
llevado a distinciones académicas bastante refinadas. Podemos sostener que este
tema vuelve a estar en el centro de las discusiones académicas y en el seno de los
movimientos sociales latinoamericanos. La primera diferenciación es entre los
“desarrollos alternativos” y las “alternativas al desarrollo”. Los primeros son opciones
de rectificación, modificación o reparación de las perspectivas del desarrollo
contemporáneo. Se comparten algunas bases conceptuales de las teorías del
desarrollo, pero se critican otros aspectos. Su motivación es cuestionar las bases
ideológicas de la noción convencional de desarrollo, pero no se plantean propuestas
36
hacia otros tipos de desarrollo. Por ejemplo, cuestionan las metas del desarrollo, la
idea de planificación, la institucionalidad que lo sostiene, la noción de progreso
unilineal, los mecanismos de exclusión de otros saberes, etc. Los segundos apuntan a
generar marcos conceptuales completamente diferentes y se plantean posibilidades
de “ir más allá” del desarrollo. Otros exploran ordenamientos a lo que veníamos
denominando “desarrollo” y elaboran críticas radicales a la modernidad y el
eurocentrismo. En una clasificación provisional Eduardo Gudynas (2011) denomina
estas dos orillas así: a) Alternativas dentro de la ideología del progreso y la
modernidad; b) Alternativas más allá del progreso y de la modernidad. En el grupo A)
ubica alternativas como el “nuevo desarrollismo”, el “neoestructuralismo”, “alternativas
socialistas”, los “límites sociales del crecimiento”, el “desarrollo a escala humana”, el
“multiculturalismo liberal”, el “ecodesarrollo” y los “desarrollos sostenibles”. En el grupo
B) sitúa perspectivas como el “biocentrismo”, la “ecología profunda”, la “crítica
feminista”, las “economías del cuidado”, las “ontologías relacionales” y algunas
manifestaciones del “buen vivir”.
Al lado de los tres ámbitos anteriores, a medida que se desenvuelve el siglo XXI,
también se constata una inquietud universal por las víctimas, el incremento de las
violencias y el agravamiento de las guerras. En la obra Historia del siglo XX, el
historiador Eric Hobsbawm, plantea que “una estimación reciente cifra el número de
muertes registradas durante la centuria en 187 millones de personas, lo que equivale a
más del 10 por 100 de la población total del mundo en 1900” (Hobsbawm, 2007, p.
21). En el curso de este siglo, se ha dado muerte o se ha dejado morir por acción
humana a un número mayor que en ningún otro período de la historia occidental. Con
el fin formal de la “guerra fría” y el derrumbe del socialismo soviético, el horizonte de
expectativas era la posible reducción de las guerras, pero ha sucedido todo lo
contrario. Además del hecho cuantitativo del incremento a nivel planetario de las
guerras desde 1991 (se calculan 60 nuevos conflictos y guerras abiertas desde 1991),
también han cambiado su carácter y están reguladas por refinados dispositivos
tecnológicos. El siglo XXI tendrá profundos desafíos en ámbitos como la justicia de las
víctimas, la memoria adecuada para su reparación y la comprensión de los conflictos
post-guerra fría. El interrogante sobre las maneras de mitigar las guerras irá
adquiriendo una prioridad angustiante. La cuestión y exigencia de la paz mundial no es
un simple asunto coyuntural, sino se abre en el horizonte la necesidad de
permanentes esfuerzos colectivos para perseverar en la paz perpetua.
37
Los objetivos del milenio post-2015, tienen que desatar una discusión fraternal y
honesta en el seno de las diversas culturas, sobre las formas pertinentes de enfrentar
la catástrofe ecológica, las políticas de equidad de género, las formas alternativas de
desarrollo, para sembrar una verdadera paz universal. Son múltiples y variadas las
iniciativas que emergen en el escenario planetario.
Los pueblos indígenas colombianos han sugerido la necesidad de re-plantear los
objetivos del milenio post-2015. Consideran que es necesario subrayar su “pertinencia
cultural”, y desde su mirada son posibles cinco objetivos para una nueva agenda: 1.
Protección y defensa de los territorios indígenas; 2. Autodeterminación y gobierno
propio; 3. Desarrollo propio, buen vivir, equilibrio y armonía; 4. Consulta previa con
sentimiento libre e informado; 5. Rediseño institucional del Estado (PNUD, 2013). La
ecología política feminista postula el género como una variable crítica que determina el
acceso, el conocimiento y la organización de los recursos naturales, como también
devela la importancia de los distintos tipos de conocimiento local que tienen las
mujeres sobre el entorno. En el activismo ecológico de las mujeres está germinando
una crítica al “desarrollo” dominante y una visión alternativa de la sostenibilidad.
En 2004, en Barcelona, durante el IV Foro de Autoridades Locales para la inclusión
social de Porto Alegre, en el marco del Foro Universal de las Culturas, se acuerda la
Agenda 21 de la Cultura. En sentido estricto, ese año nace a la vida pública la
Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), conocida en
el medio institucional como la “ONU de las ciudades”, que desde su origen ha
manifestado una gran empatía con las problemáticas culturales de la humanidad.
Bogotá ha participado de forma entusiasta y comprometida con sus avatares y
discusiones. Entre los años 2014 y 2015 se ha realizado una actualización de la
Agenda 21. Fruto de este proceso, en marzo de 2015, en Bilbao, ha sido adoptado el
documento Cultura 21: Acciones. Algunos de los ejes centrales, propuestos por
Cultura 21: Acciones, son importantes para orientar las políticas culturales desde los
territorios locales: 1. Aportar desde las ciudades y los gobiernos locales en la
definición de la Agenda Post-2015; 2. Potenciar el papel de los gobiernos locales
como instancias de elaboración e implementación de políticas con y para los
habitantes, respetando siempre sus especificidades y diversidades; 3. Lograr una
relación vinculante e integral entre cultura y desarrollo sostenible; 4. Incrementar la
38
importancia y revalorizar los territorios; 5. Aportar en una nueva concepción de lo
público; 6. Incluir la cultura de paz y la cultura democrática en las nuevas políticas
culturales (CGLU, 2015). De las nueve secciones planteadas como compromisos de
las ciudades y gobiernos locales, en Cultura 21: Acciones, llaman la atención
especialmente tres: 1. Patrimonio, diversidad y creatividad; 2. Cultura y Educación; 3.
Cultura y medio ambiente. Nuevamente se reitera el desafío ambiental y sus
relaciones con la cultura en los territorios locales, los problemas inherentes al
desarrollo, como también las necesarias mediaciones con la educación y la
creatividad. La educación, el cuidado de la diversidad y la imaginación creadora, son
fundamentales en las relaciones entre cultura, desarrollo, género y ecología.
4.3. Políticas Culturales Nacionales
La presencia de la cultura y la introducción del concepto occidental de políticas
culturales en la arquitectura institucional latinoamericana se remontan a la segunda
mitad del siglo XIX. Lo anterior no significa el desconocimiento de formas ancestrales
de políticas culturales en las sociedades indígenas de América Latina y el Caribe en
los siglos anteriores (Bonfil, 1987). Según Germán Rey, podemos periodizar tres
momentos de la historia republicana de las políticas culturales:
El primero, ubicado en la segunda mitad del siglo XIX, se podría caracterizar
como un intento de construir instituciones culturales sectoriales para atender
campos particulares de las artes y de lo patrimonial; en el segundo, hacia la
primera mitad del siglo XX, movimientos revolucionarios, populistas,
nacionalistas y liberales asumieron la cultura como una dimensión básica de la
construcción de la nación, la modernidad, y sobre todo, de la participación
popular; y en el tercero, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se empieza a
reforzar la institucionalidad cultural, se rediseñan los campos de la cultura, se
fortalecen los medios de comunicación, aumentan las interacciones de la
cultura con otras áreas de gestión pública y se inserta la cultura en el escenario
global. (Rey, 2009, p. 23)
La noción de políticas culturales, en las últimas décadas, ha incitado una rica y
profunda discusión en América Latina y el Caribe. Uno de los textos emblemáticos que
inaugura este debate es la compilación de Néstor García Canclini, Políticas Culturales
en América Latina (García Canclini (Ed.), 1987), donde se realiza un completo estado
del arte sobre la situación real de estas políticas públicas en la región en el cierre del
39
siglo XX. Participan representativos investigadores culturales como Guillermo Bonfil,
Sergio Micelli, Oscar Landi, Jean Franco y José Joaquín Brunner. Además de la
riqueza de nociones sobre políticas culturales y la sistematización de diferentes
enfoques de la acción cultural, se logran analizar algunas transformaciones que se
vienen experimentando en el continente. Se destacan: a) el tránsito de las
descripciones burocráticas a unas conceptualizaciones críticas de las políticas
culturales; b) de las simples cronologías descriptivas a ciertas investigaciones
concretas sobre la situación real de la cultura y las artes; c) de las políticas culturales
sólo gubernamentales a la relevancia de los movimientos sociales en su formulación;
d) de los análisis exclusivamente nacionales a tener en cuenta lo internacional; e) del
mero recuento del pasado a ciertas investigaciones críticas y algunos criterios
incipientes de planificación. Como toda tendencia social, no son plenamente generales
en el contexto de los países latinoamericanos, sino que tienen un desarrollo bastante
desigual en la región. También se subrayan algunas de sus limitaciones, tales como:
a) Siguen estando dominadas por una escasa investigación, débil información y un
alto “formalismo ideológico”; b) Aunque se reconozca la necesidad de gestarse por
una diversidad de actores sociales, el estatismo y el presidencialismo crónico en la
región, tienen consecuencias negativas; c) Son políticas de carácter “sectorial”, muy
fragmentadas y no dialogan con otras estrategias transformativas como las políticas
educativas, ecológicas, científicas, económicas, de seguridad social, etc.; d) Persisten
fuertes tensiones entre la formulación declarativa o formal y su implementación real y
práctica; e) Existen aún profundas resistencias a incorporar la reflexividad crítica y las
instituciones oficiales se resisten por diversos caminos a ser investigadas críticamente;
f) Se constata la tendencia a reducir las políticas culturales a un enfoque o campo de
“derechos”, que termina en formalización y normalización institucional.
En una investigación reciente sobre políticas culturales en América Latina y el Caribe
(Guerrero, 2010), que realiza entrevistas a profundidad a ocho investigadores
emblemáticos del campo cultural, se logran ubicar nueve dilemas acuciosos de las
actuales políticas culturales. A partir de la metáfora “la sabiduría está en las hormigas”
de German Rey, narran sus conclusiones vitales estos ocho investigadores: Néstor
García Canclini, Lucina Jiménez, Jesús Martín-Barbero, Juan Luis Mejía, Carlos
Monsiváis, Marta Porto, Germán Rey y Patricio Rivas. Los entrevistados ubican nueve
complejos dilemas contemporáneos de las políticas culturales en el continente. El
primero, podríamos denominarlo el dilema entre “románticos” y “técnicos”, porque los
40
primeros exaltan la necesidad de dejar completamente libre la voluntad creadora,
mientras los segundos insisten en las condiciones materiales y técnicas favorables
que debe garantizar la política cultural para la acción creativa. Es expresión de la
tensión moderna entre espontaneidad de la voluntad y racionalismo. El segundo
dilema, heredero del anterior, se manifiesta entre la confianza que los procesos
culturales de la “calle” deben dejarse fuera de la normatividad o reglamentación y
aquellos que consideran necesaria una alta normativización y normalización de la
cultura. El tercer dilema remite al papel y participación del Estado en el campo cultural
y se expresa en tres posiciones divergentes: una participación activa, una ausencia de
participación o la condición de simple garante. Como también en la discusión sobre la
urgencia de no identificar lo “público” exclusivamente con lo “estatal”. El cuarto alude a
la problemática de la “identidad”, entre quienes defienden la necesidad de preservar
una “identidad nacional” y aquellos que consideran la actual emergencia de múltiples
relatos entrecruzados de identidades, que ya no pueden manifestarse en una
supuesta identidad de carácter nacional. El quinto expresa el mapa histórico
diferenciado del continente: una es la noción de cultura en aquellos países que
tuvieron fuertes regímenes populistas, y otra, muy distinta, donde no existió
“populismo”. El sexto dilema es la dependencia del pensamiento acerca de la cultura
de los modelos de desarrollo; de tal forma, que nociones como “sub-desarrollo” o
“países en desarrollo” o “tercer mundo”, modifican radicalmente las definiciones de
cultura. El séptimo introduce la finalidad política del arte y la cultura, quienes
consideran que sirve para afianzar el statu quo y el orden social existente, en
contravía de aquellos que le otorgan una función transformadora y crítica de la
sociedad existente. Octavo dilema, reconocer o no que los denominados “diálogos de
Nación”, no pueden ocultar o invisibilizar las enormes exclusiones y desigualdades
históricas vividas en forma crónica en nuestro continente. Y finalmente, la actitud tanto
de las instituciones como de las políticas culturales frente al llamado perentorio hacia
la integración latinoamericana, porque existe visiones “economicistas” o
“tecnocráticas” que centran todo en la desregulación de los mercados y perspectivas
culturales de resistencia y soberanía en la concepción de la integración.
La creación en 1968 del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura) como un
organismo inicialmente adscrito al Ministerio de Educación, desencadenó una
importante reflexión e investigación sobre las políticas culturales en nuestro país. Fruto
de esas iniciativas tenemos la obra de Jorge Eliécer Ruiz, La política cultural en
41
Colombia (1976), apoyada por la UNESCO. Se considera éste el primer documento
institucional de política cultural de carácter nacional (Mena & Herrera, 1994). En esta
investigación se realiza una aproximación al proceso histórico de la cultura colombiana
y se establecen importantes derroteros para su desarrollo cultural. Se logra una
periodización del proceso cultural colombiano, que analiza las culturas aborígenes, el
surgimiento de las ciudades, las manifestaciones culturales neogranadinas, el
monopolio cultural de la iglesia, la independencia política y la consolidación de la
educación, la situación social y la creación literaria en el siglo XX, el renacer de las
artes plásticas, y la personalidad cultural del colombiano. Los derroteros del desarrollo
cultural se plasman en cinco objetivos centrales: a. Crear en el país y principalmente
entre los organismos de decisión del Estado, la conciencia sobre la necesidad de
incorporar los planes culturales a los planes generales de desarrollo; b. “Descentralizar
los planes culturales para lograr la participación de las regiones y comunidades –
especialmente las marginales- tanto en la ejecución de los programas como en la
identificación de sus propias necesidades” (Ruíz, 1976, p. 75); c. Proteger y estimular
al creador cultural y fomentar la producción de bienes culturales para satisfacer las
necesidades sentidas de la sociedad; d. Crear los instrumentos necesarios para la
planificación y administración técnica de la cultura; e. Capacitar a las personas para la
planificación, dirección y administración de la cultura.
De acuerdo con Marta Elena Bravo existen importantes antecedentes históricos
culturales en los siglos XVIII y XIX, sin los cuales no es posible comprender nuestra
tradición cultural. La investigadora destaca la Real Expedición Botánica coordinada
por José Celestino Mutis e iniciada a partir de 1783, la fundación de la Biblioteca
Nacional en 1777 [“la más antigua en su género en América” (Bravo, 2009, p. 50)], la
Comisión Corográfica liderada por el geógrafo italiano Agustín Codazzi (1859-1859) y
la creación del Museo Nacional de Colombia en 1823. En los inicios del siglo XX
encontramos hitos de nuestra vida cultural como la inauguración de una radio cultural
(1929) adscrita a la Biblioteca Nacional, el proyecto cultural de la “República Liberal”
(1930-1946): Archivo Nacional, Biblioteca Aldeana, Escuela Normal Superior, Instituto
Caro y Cuervo, Revista de las Indias, Biblioteca Colombiana de Cultura Popular, y la
propuesta cultural del conservatismo (1946-1956) que incluía el Instituto de Cultura
Hispánica y las Hojas de Cultura Popular de Colombia.
42
En la segunda mitad del siglo XX tres sucesos son determinantes en la normalización
de las políticas culturales en nuestro país. El primero es la creación, en 1968, del
Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), ya que “a partir de entonces existió un
interés por “nombrar” las políticas culturales en forma más directa. En 1974 se elaboró
un Plan de Cultura cuando estaba a la cabeza de Colcultura el poeta Jorge Rojas. Ya
en él se proponía la creación del Ministerio” (Bravo, 2009, p. 53). El segundo es la
realización en Bogotá, en 1978, de la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas
Culturales en América Latina y el Caribe, que se va a convertir en un antecedente
fundamental de la Conferencia Mundial de Políticas Culturales en México 1982,
llamada Mondialcult. El tercero es la expedición de la Constitución de 1991, la
creación en 1997 del Ministerio de Cultura y la expedición ese mismo año de la Ley
General de Cultura.
La Constitución de 1991 contiene un importante avance en derechos culturales y un
articulado propicio para convertir la cultura en un componente constitutivo de nuestra
nacionalidad. En el artículo 7 se reconoce el Estado como protector de la diversidad
étnica y cultural de la nación colombiana; en el artículo 8 se obliga al Estado y las
personas a proteger las riquezas culturales y naturales de la nación; el artículo 70
orienta al Estado el deber de promover y fomentar el acceso a la cultura de todos los
colombianos en igualdad de oportunidades por medio de la educación permanente; el
artículo 71 formula la libre búsqueda del conocimiento y la expresión artística; el
artículo 72 establece que el patrimonio cultural de la nación está bajo la protección del
Estado.
A partir de la Constitución del 91 se han formulado los siguientes Planes Culturales
Nacionales: 1. La Cultura en los tiempos de transición (1991-1994): 2. Plan Nacional
de Cultura (1992-1994); 3. Plan Nacional de Cultura “Hacia una ciudadanía
democrática y cultural” (2001-2010); 4. Visión Colombia 2019. Los Planes Nacionales
han estado acompañados de proyectos nacionales para fortalecer ciertas áreas, en las
que se destacan, el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, el Plan Nacional de
Música para la Convivencia, el Plan Nacional de Cultura y Convivencia, el Plan
Nacional para las Artes y el Sistema Nacional de Información Cultural (Sinic). El Plan
Nacional de Cultura 2001-2010, conocido como el Plan Decenal, constituye una
experiencia inédita por sus altos niveles de concertación y participación en su
formulación. Este Plan definió tres campos principales de las políticas culturales
43
nacionales: Participación de todos los actores culturales en los espacios de decisión
como forma de construcción de la ciudadanía cultural; el cuidado de la creación y la
memoria para consolidar un mejor futuro; y, el diálogo cultural para permitir una
dinámica equilibrada de diálogo en las culturas y entre las culturas desde sus
contextos y espacialidades.
Los retos actuales que afrontan las políticas culturales nacionales, según Marta Elena
Bravo (2009) son los siguientes: a. Una política cultural para los desplazados y las
víctimas; b. La investigación de la realidad de la población infantil y juvenil; c. Una
mayor articulación cultura-educación-comunicación; d. La inserción dialógica en la
cultura-mundo; e. Una política de investigación, estudio y más propuestas sobre
economía de la cultura; f. La formación de gestores y actores culturales; g. La
consolidación de una política cultural como política de Estado y política pública.
De acuerdo con Germán Rey (2009), el panorama histórico de las políticas culturales
en Colombia deja una serie de retos y desafíos importantes. El investigador
colombiano subraya los siguientes: a. Las políticas públicas de cultura deben ser
comprendidas mucho más allá del simple funcionamiento de la arquitectura de la
institucionalidad estatal; b. Transitar hacia un trabajo en red de las políticas culturales
y no solamente una simple suma; c. Promover el diálogo entre los planes
departamentales, municipales y distritales y las políticas culturales nacionales; d. Unas
relaciones más fluidas con los problemas de salud, la convivencia social, la educación,
la protección social, referidas a las comunidades más pobres y excluidas, las personas
en situación de discapacidad, los emigrantes y los jóvenes; e. Las “nuevas sintonías”
exigen no circunscribir las políticas culturales sólo al Sistema Nacional de Cultura,
aunque tienen en él un canal singular de entendimiento y acción; hay
numerosas acciones y relaciones de la cultura que suceden en los márgenes y
transcurren por otros circuitos, muchas veces no formales y no institucionales.
Como ha dicho Michel De Certeau, la cultura está en los márgenes. (Rey,
2009, p. 46);
f. Trabajar más en la concertación de las políticas culturales hacia una concertación
“conflictiva” y “constructiva”, hecha a partir de demandas, acuerdos, tensiones y
objetivos comunes, porque en la vida cultural se viven profundos desencuentros,
44
prejuicios y discriminaciones; g. Una mejor integración entre políticas culturales,
programas y acciones; h. Contar con observatorios y laboratorios de políticas
culturales, que puedan orientar, hacer seguimientos y transformaciones a tiempo, en
este campo cultural tan complejo.
4.4. Rutas de las Políticas Culturales Distritales
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016, han sido una formulación y una guía
determinante en la historia cultural de Bogotá. Ha sido la política pública de carácter
cultural más importante en la historia reciente de la ciudad. La legitimidad de sus doce
años de existencia, la importancia de sus propuestas metodológicas y sus coherentes
desarrollos conceptuales, han dejado una huella indeleble en toda política pública de
futuro.
Las mayores virtudes de esta formulación de políticas han sido notorias luego de más
de una década de su implementación. Un balance de carácter general puede destacar
algunas virtudes. La primera, fue un proceso que consultó a los principales actores y
agentes de las políticas culturales de la ciudad, en el momento histórico de su
formulación. La segunda, se logró establecer un entorno conceptual adecuado en la
organización de la cultura y los procesos de formulación de la política. Se destacan las
elaboraciones conceptuales sobre cultura como “campo”, la noción de “políticas
culturales”, la categoría de “prácticas culturales”, y la introducción de las nociones de
“espacios de concertación”, “instancias”, “procesos” y “dimensiones”. La tercera, las
nociones de “campo” y “dimensiones”, logran ir más allá del acento exclusivo en la
obra de arte y el artista, hacia el campo de las prácticas sociales y culturales. La
cuarta, se inicia una concertación y discusión anticipatoria sobre visión futura de
ciudad, principios y ejes. La quinta virtud, se pudo desatar un proceso de construcción
de políticas culturales territoriales en todas las localidades; este proceso logró
fortalecer el Sistema Distrital de Cultura. La sexta, se avanza en la redacción de un
documento comprensible, suficiente y orientador, para las prácticas culturales.
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016, presentan actualmente limitaciones
derivadas, principalmente, de otras prioridades de las políticas públicas y de las
45
transformaciones profundas del contexto, transformaciones que ellas mismas
generaron.
En un balance también general podemos señalar ciertas dificultades y limitaciones. La
primera, es importante destacar cómo el diagnóstico cultural sobre Bogotá, realizado
en 2004, es muy limitado para la ciudad a la que hoy en día nos enfrentamos. Es
bastante escaso en fuentes e investigaciones y tampoco establece indicadores de
ningún tipo. La segunda, es necesaria una discusión contextual y prospectiva sobre la
visión de ciudad hacia 2021, ya que la propuesta en 2004 es problemática y limitada.
Tercera, es necesario plantear que los ejes propuestos en 2004, cumplieron una
valiosa función para la estructuración del sector; desde el Plan Decenal se convirtieron
en procesos de soporte y no estructurales de la política. Cuarta, es importante discutir
y redimensionar los principios propuestos desde 2004, en dos órdenes: sus finalidades
y sus definiciones conceptuales (con mayor atención: creatividad, sostenibilidad,
articulación y lo público). Quinto, es importante analizar las nociones utilizadas en
2004 de “políticas culturales” y profundizar el sentido de “democracia” cultural o
“cultura democrática”.
El Plan Decenal de Cultura Bogotá 2012-2021, se empieza a formular a seis años de
las Políticas Culturales Distritales 2004-2016, siendo aprobado a finales del 2011. Está
ligado a la conmemoración de los veinte años de la Constitución Política del 91,
destaca la cultura como un factor del desarrollo y aspira a convertirse en una
herramienta de planificación de mediado plazo. Existe un diálogo entre estas dos
políticas, que denota ciertas continuidades e innovaciones, como también algunas
debilidades (Castro Osorio & Rozo Torres, 2014). El Plan Decenal retoma la
conceptualización de la cultura como “campo”, y trabaja también las nociones de
“procesos” y “dimensiones”.
El Plan Decenal contiene unos acentos o “apuestas centrales”, que se expresan en la
Introducción, los cuáles no están en las anteriores Políticas Distritales: 1. La cultura
como uno de los cuatro pilares del desarrollo en conexión con Agenda 21 de la
Cultura; 2. La valoración y promoción de la diversidad y el desarrollo cultural en
condiciones de equidad; 3. La profundización de las estrategias de fortalecimiento de
las localidades como culturalmente activas; 4. La generación de propuestas para el
fortalecimiento de la institucionalidad del “sector”; 5. La visibilización de la importancia
46
de la cultura en su perspectiva económica; 6. El impulso de la comunicación y las
tecnologías de la información.
Se constatan también unas continuidades/innovaciones en algunos ámbitos. La
primera, adquiere fuerza la noción de “sub-campos” (artes, prácticas culturales y
patrimonio), se definen los “sub-campos de patrimonio” y de “prácticas culturales”, y
cada uno de estos “sub-campos” es analizado con una matriz. Por ejemplo, en esta
matriz, las tensiones de cada sub-campo son diferentes. Esto permitió entender que
cada sub-campo funciona bajo unas reglas diferentes y que, en ese sentido, los
procesos que ejecutan son distintos, creando o reflejando tensiones igualmente
diferentes. La segunda, se mantiene la noción de procesos de 2004, pero se proponen
cinco procesos adicionales: desarrollo cultural territorial, equipamientos culturales,
fortalecimiento institucional, cultura productiva y competitiva e internacionalización de
la cultura (el proceso de planeación desaparece a cambio de la noción de
fortalecimiento institucional). Cabe anotar que la utilización en el Plan Decenal de las
nociones de “ejes estratégicos transversales” y “principios” es confusa por momentos.
Tercera, se mantiene el legado de las “dimensiones” de cada subcampo, pero su
adaptación debe ser discutida con mayor profundidad. Se destaca, de acuerdo con
Carolina Castro, que
“en la adaptación que se hace de las “dimensiones” podemos encontrar
prácticas que hacen parte del “cómo”, es decir las acciones o herramientas que
tiene el Estado para impulsar las prácticas (…). Lo anterior también sucede con
una de las dimensiones propuestas para el subcampo de patrimonio” (Castro
Osorio & Rozo Torres, 2014, p. 37).
En este sentido, se habla también pues de los modos de hacer del Estado en el sector
cultura.
El balance realizado sobre el Plan Decenal postula algunas “debilidades” o “silencios”
(Castro Osorio & Rozo Torres, 2014, p. 40) en su formulación. En su texto, destaca
principalmente tres. La primera es la ausencia de articulación entre los sub-campos,
que solo se manifiesta en los procesos, y llama a investigar niveles de interconexión
como los grafitis, las fiestas, los carnavales, las artesanías, entre otros posibles; como
también los niveles de flujos simbólicos que existen entre las prácticas de los tres sub-
campos. La segunda, cuestiona la excesiva centralidad en el sub-campo de las
47
prácticas culturales en la interculturalidad, mientras se constata la inexistencia de
referencias a relaciones con la cultura política y el ejercicio pleno de las ciudadanías
desde los deberes. Tercera, el Plan Decenal entiende la ciudad como un “escenario”,
pero avanza poco en la comprensión de la ciudad como un suceso cultural y lugar de
encuentro de las diversidades.
El Plan Decenal también introduce nuevas temáticas o problemas, no contenidos en
las políticas anteriores o demasiado latentes. Con relación al problema del
“desarrollo”, es diferente, aunque por momentos sea imperceptible, considerar la
cultura un “factor del desarrollo” o denominarla el “cuarto pilar del desarrollo” o “la
cultura como fin último y medio del desarrollo”. La visión dominante del “cuarto pilar
del desarrollo” postula que los tres primeros pilares son: crecimiento económico,
inclusión social y equilibrio medioambiental. Esto constituye una concepción polémica
si la valoramos desde la perspectiva que el primer pilar es el llamado “crecimiento
económico”: hacer que la cultura sea un aditivo dependiente del “crecimiento
económico” es problemático. En el enfoque general del Plan Decenal existen
diferencias que pueden no mostrar complementariedad con las Políticas Distritales
2004-2016 y hasta tensiones con la política anterior. Hay que analizar las relaciones
en cada caso, especialmente, en la visión, los principios y los enfoques.
Con relación a la visión de ciudad en los dos documentos existen ciertos matices, que
no son contradictorios, pero si pueden contener algunas tensiones. Las Políticas
Distritales 2004-2016 propenden por una Bogotá como “región líder” de procesos
interculturales, democráticos y participativos, que propicien la creación, la
transformación y la valoración de las culturas que habitan la ciudad. Los núcleos de la
visión son región, interculturalidad, democracia, creación y valoración de las culturas.
El Plan Decenal busca una ciudad, hacia el 2021, que reconozca la cultura como un
componente estratégico del desarrollo sostenible y del ejercicio de la democracia,
destacando como manifestación de esa relación entre desarrollo y democracia la
transformación de patrones culturales, la apropiación y respeto de diversas prácticas
culturales, y, la generación de condiciones para la realización de los derechos
culturales. Los núcleos de esta visión son desarrollo sostenible, democracia,
apropiación y respeto de las prácticas culturales y derechos culturales.
48
Las Políticas Distritales postulan ocho principios (participación; descentralización;
interculturalidad; concertación; creatividad; sostenibilidad; articulación; lo público), que
son concebidos como la orientación ética de las políticas culturales. El Plan Decenal
sostiene catorce principios, cuya finalidad es orientar la formulación e implementación
del Plan y recoger los postulados de la Agenda 21 de la Cultura. Llaman la atención
tres situaciones en la aproximación a los principios. La primera, la visión ética de los
principios en las Políticas Distritales y la perspectiva práctica de los principios en el
Plan. La segunda, la aparición en el Plan de principios como: la cultura generadora de
riqueza, el espacio público y la cultura como factor de integración. Tercera, la
existencia de diferencias importantes en las conceptualizaciones de principios tales
como participación, creatividad, sostenibilidad y lo público.
En el Plan Decenal aparece la noción de “enfoques” que no existe en las Políticas
Distritales5 . Se introducen tres tipos de enfoques: enfoque de derechos; enfoque
poblacional diferencial; y enfoque territorial. Como toda apuesta teórica y de
priorización, existen polémicas relevantes en dos de estos enfoques. Con relación al
enfoque de derechos, se cuestionan varios aspectos. El primero, la pertinencia de un
enfoque exclusivo de derechos en el campo cultural y las limitaciones que le impone a
la dimensión cultural. El segundo, la tendencia al institucionalismo, legalismo y
estatismo derivado de este enfoque. En cuanto al enfoque territorial se objetan
aspectos en dos vías. La primera, la persistencia aún de una visión fisicalista y
administrativa de los territorios. La segunda, la escasa investigación sobre los
territorios culturales reales en la vida urbana.
Las políticas culturales analizadas se interrelacionan con el Plan de Desarrollo 2012-
2016, Bogotá Humana, que plantea como objetivo central mejorar el desarrollo
humano de la ciudad, dando prioridad a la infancia y la adolescencia con énfasis en la
primera infancia, respetando un enfoque diferencial. Un plan distrital que parte de tres
ejes transversales. El eje 1: Una ciudad que supera la segregación y la discriminación.
El eje 2: Un territorio que enfrenta el cambio climático y se ordena alrededor del agua.
El eje 3: Una Bogotá que defiende y fortalece lo público. En su horizonte estratégico
aparecen contenidos de profunda dimensión cultural, tales como, combatir todas las
formas de segregación cultural, apoyar todas las formas de economía popular,
proteger la estructura ecológica de la ciudad, fortalecer lo público, fomentar la
5 La noción más próxima utilizada en Políticas Distritales es “Entorno Conceptual”.
49
participación decisoria de la ciudadanía, trabajar por la construcción de paz, entre
muchas otras.
El Plan Bogotá Humana destaca en sus ejes tres problemáticas de inmenso contenido
cultural. La necesidad de una cultura democrática que contribuya a la justicia social y
la equidad en todas sus dimensiones; que construya acciones imperativas para
combatir todas las formas de discriminación y segregación en la ciudad. Existe un
vínculo ineludible entre cultura democrática y ciudad humana. La necesidad imperativa
de una cultura que respete y dialogue con todas las formas de vida; una cultura que
abandone deformaciones antropocéntricas y permita aperturas al biocentrismo, el
buen vivir y el respeto a la madre tierra. La urgencia de retornar a la discusión y la
construcción de lo público como ámbito determinante de los territorios urbanos
contemporáneos.
Las culturas habitan en lugares y territorios; esos territorios mediatizan y resignifican
complejos procesos de naturaleza nacional y planetaria. La Colombia contemporánea
experimenta dos procesos de gran incidencia para el destino colectivo. El actual
debate sobre el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno colombiano y el desarrollo
del proceso de paz en La Habana, inciden de forma determinante en los territorios
locales de nuestro país.
Las negociaciones entre el Gobierno y las FARC-EP para terminar el conflicto en
Colombia, iniciadas en octubre de 2012, han incitado nuevamente la reflexión sobre
los aportes de las artes y las culturas para arraigar una paz estable y duradera. Se han
logrado acuerdos parciales en aspectos fundamentales para avanzar en la terminación
del conflicto interno armado, como un enfoque de desarrollo rural integral,
profundización de la participación política y soluciones a las drogas ilícitas. Se ha
realizado un Informe académico sobre los orígenes, causas, factores de persistencia,
impactos centrales en la población y responsabilidades. Existen acciones importantes
en desminado y desescalamiento del conflicto. Luego de más de dos años de
negociaciones se pueden constatar avances, pero también múltiples peligros.
La invocación reiterada a las potencialidades pacificadoras de la cultura y las artes se
traduce en distintos acentos y perspectivas, que es necesario decantar y analizar. Se
escuchan diversas tonalidades en esta interpelación, tales como la “reconstrucción de
50
la convivencia”, las posibilidades de “un nuevo tejido social”, la creación de “zonas de
distensión cultural”, los caminos adecuados para la “verdad del sufrimiento”, la
“transformación de la política”, la cultura como “catarsis”, como “antídoto al miedo”, la
“erotización de la vida cotidiana”, entre muchas otras. Estamos convencidos que
estamos hablando de finalidades distintas y de cómo la angustia por mitigar la
violencia también está modificando los significados profundos de la dimensión cultural.
La Cumbre Mundial de Arte y las Cultura para la Paz, realizada en Bogotá, en abril de
2015, muestra el gran poder de convocatoria que tiene la dimensión cultural y artística
para construir senderos de paz. Se convierte en un imperativo de nuestra época y en
una solicitud a la Mesa de Negociaciones, el tener que otorgar un lugar central a la
cultura y las artes en la verdadera consolidación de la paz. La ciudad capital está
cumpliendo y debe intensificar sus acciones y políticas públicas hacia una cultura de
paz. Nuestra época exige transitar hacia una cultura democrática que siembre las
bases de la justicia social y la paz.
En este sentido, consideramos fundamental articular la cultura democrática y la cultura
de paz, para lograr que la paz se haga sostenible en un escenario de una apertura
democrática radical. La cultura de paz no debe guiarse bajo los parámetros de una
homogenización del pensamiento, la expresión y el deseo. Por el contrario, debe
basarse en la construcción de unos espacios públicos donde el disenso, el desacuerdo
y la pluralidad de voces sean un elemento fundamental. El gran reto que un escenario
de este estilo nos plantea es el de consolidar una ciudadanía capaz de acoger y
transformar los conflictos; de acoger la multiplicidad de deseos y moldearlos alrededor
de un bien común; de asumir como propia la diferencia irreductible de valores y formas
de vida plurales que yace a la base de una sociedad propiamente democrática. Estas
discusiones son necesarias a la luz del peligro de una instrumentalización total de las
prácticas artísticas y culturales en aras de una ‘armonización’ cultural bajo una única
forma de entendernos y comportarnos como comunidad.
Por otro lado, en la discusión previa que se realizó en distintos escenarios sobre el
Plan Nacional de Desarrollo, aprobado con la Ley 1753 el 9 de junio de 2015, para el
periodo 2014-2018, denominado Todos por un nuevo país. Paz, Equidad, Educación,
por su incidencia en el destino nacional por cerca de un lustro. La deliberación fue
intensa y giró en torno a los fundamentos y el articulado del proyecto del Plan. La
academia y los movimientos sociales fueron protagonistas en este debate.
51
El primer punto de discusión remitió a las relaciones entre los factores constitutivos del
PND (paz, equidad, educación) y la concepción de paz que pretendió divulgar. Se
cuestionó la pobreza de sus alusiones y propuestas sobre la equidad y la educación.
Se problematizó su visión de paz y se cuestionó que va en contra de los Acuerdos
parciales logrados en La Habana, “al dejar afuera el tema de los futuros Acuerdos de
Paz, que por tanto resultarán no soportados una vez (esperamos) que sean
aprobados” (UNAL, 2015, p. 2). El segundo asunto es la persistencia de una visión de
país plenamente centralista, la indiferencia ante la inequidad en las regiones y la
ausencia de un enfoque cultural en la descripción territorial. El tercer cuestionamiento
apunta al sesgo asistencialista de sus políticas sociales y al favorecimiento de la
educación privada en el contexto de PND. El cuarto debate evoca los múltiples
silencios y evasiones sobre la dimensión cultural en el PND.
Lo anterior nos muestra, al mismo tiempo, la necesidad de reconocer y valorar la
importancia de las políticas públicas en la historia cultural de la ciudad de Bogotá,
como también la urgencia de desatar un proceso de balance, re significación y
reconstrucción de las políticas culturales que exige la ciudad capital para los años por
venir.
En aspectos centrales debemos volver a deliberar, construir consensos y reflexionar:
¿Qué visión de ciudad común es nuestro horizonte hacia el 2021 o 2026? ¿Aún es
pertinente la visión contenida en las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 y en el
Plan Decenal de Cultura? ¿Qué aspectos de la perspectiva y prácticas de nuestras
políticas culturales deben ser transformados? ¿Qué principios y objetivos deben
orientar actualmente nuestro quehacer cultural? ¿Cuáles son las transformaciones
culturales fundamentales que ha vivido la ciudad de Bogotá? ¿Existen enfoques y
núcleos de temas más pertinentes para la ciudad contemporánea? ¿Qué
institucionalidad necesitamos para una verdadera ciudad cultural?
A continuación se señalan algunos aspectos formales de los diferentes instrumentos
de política con el fin de definir sus alcances y sus coincidencias, reseñar algunas de
sus diferencias sustantivas, enfocándose principalmente en lo relacionado con los
Documentos de Políticas Culturales y el Plan Decenal de Cultura 2012-2021.
52
El documento de las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 se fundamenta en 8
principios (participación, descentralización, interculturalidad, concertación, creatividad,
sostenibilidad, articulación, lo público) y su origen puede ubicarse en los principios de
la Ley General de Cultura 397 de 1997 y en el Plan Nacional de Cultura 2001-2010, a
partir de los campos propuestos de Participación, Creación y Memoria y Diálogo
Cultural. También retoma la noción de Campo Cultural y lo eleva conceptualmente a la
categoría de Campo cultural, artístico y de patrimonio, dándole una relevancia sin
precedentes para el sector.
Con base en los principios que desarrolla, propone 4 ejes alrededor de los cuales se
estructuran las 4 políticas distritales con sus respectivas líneas de acción y acciones,
que orientan la gestión del sector, así:
Tabla 2 Ejes de las Políticas Culturales Distritales 2004-2016
EJES POLÍTICAS
Eje legislativo: aborda la problemática de
legalización, regulación y normalización
del campo
Definir y concertar agendas legislativas en el
ámbito nacional y distrital que apunten a la
actualización, regulación y formalización del
sector cultural, así como al cumplimiento de
normas, con el ánimo de transformar y
fortalecer las relaciones entre el Estado y los
ciudadanos.
Eje organizacional: abarca los aspectos
organizativos de los distintos
componentes del campo estructurados en
el Sistema Distrital de Cultura (instancias,
organizaciones culturales y espacios), la
profesionalización de la actividad cultural,
artística y del patrimonio, así como la
debida relación entre el Sistema de
Cultura con otros sistemas regionales,
Ampliar y fomentar nuevas formas y
mecanismos de participación democrática y
actores y organizaciones culturales mediante el
fortalecimiento de la organización distrital de la
cultura, con el ánimo de propiciar y fortalecer la
convivencia democrática e intercultural.
53
nacionales e internacionales.
Eje comunicacional y de la información:
propone procesos de organización,
planeación y fomento para la producción y
difusión de información sobre la cultura en
la ciudad.
Consolidar sistemas de información cultural en
el Distrito Capital para ampliar y cualificar la
participación en la toma de decisiones públicas
y en la transformación de la cultura del Distrito
Capital.
Eje de los procesos culturales,
artísticos y de patrimonio: aborda la
organización, planeación y fomento de las
actividades que resultan de las relaciones
entre las dimensiones y las áreas de la
intervención de las políticas culturales.
Consolidar el campo del arte, el patrimonio y las
expresiones culturales mediante la
organización, planeación y fomento de las
dimensiones, áreas y actividades culturales,
artísticas y de patrimonio, con el fin de
potenciar la interculturalidad, así como la
creatividad cultural y social en la ciudad.
Políticas en el Plan Maestro de Equipamientos Culturales- PlaMEC (2006).
El PlaMEC es el único de los 5 documentos abordados cuya ejecución está
respaldada directamente por una norma jurídica de carácter distrital. El decreto 465
del 20 de noviembre de 2006 adopta el PLAMEC en función de la dotación de
equipamientos culturales para la ciudad, teniendo en cuenta las siguientes políticas,
objetivos, estrategias, programas y metas a 2019.
El objetivo general del PlaMEC es generar los criterios culturales de ordenamiento
territorial, desarrollar acciones tendientes a identificar, conservar, mantener y crear las
características del paisaje cultural urbano y propender por una infraestructura
equilibrada en el territorio, articulada, cualificada y sostenible social y
económicamente, para atender la oferta y la demanda cultural. Adicionalmente plantea
7 objetivos específicos relativos a la articulación interinstitucional, estudios y
documentos de soporte del plan frente al POT, regulación y control del Plan,
actualización del inventario de equipamientos, promoción de la corresponsabilidad
público-privada, gestión participativa, sostenibilidad y construcción de nuevos
escenarios.
54
El documento no plantea ningún tipo de eje. En lugar de ello se estructura a través de
tres políticas relacionadas directamente con lo que se enuncia como paisajes
culturales, la ciudad como escenario de la cultura y la garantía de los derechos
culturales, que sirven de referencia para las acciones que se realizarán en torno a los
equipamientos culturales, mediante la implementación de 8 estrategias y 19
programas (ver artículos 7 al 14). Las 3 políticas planteadas en el decreto 465 de 2006
son:
Tabla 3 Políticas en el Plan Maestro de Equipamientos Culturales- PLAMEC
Categoría Definición
Política de
paisajes
culturales.
“El territorio del Distrito Capital es el producto de las prácticas, usos,
hábitos y creencias que sus habitantes han construido históricamente. Por
tal razón, los criterios culturales son condición para la planificación y
ordenamiento del territorio, así como para la construcción, mejoramiento,
conservación y creación de la ciudad, entendida como un conjunto
articulado de paisajes culturales que se refleja en su arquitectura y en su
espacio público. El Plan Maestro desarrollará, en su proceso de aplicación
y ejecución, los criterios para que las decisiones de diseño y gestión del
ordenamiento del territorio incluyan la dimensión del paisaje cultural como
un elemento esencial para el bienestar individual, social, cultural y
económico de la comunidad. Se definirán las áreas de paisaje a partir de
las percepciones y aspiraciones de los diferentes grupos sociales y se
establecerán las medidas para su protección, gestión, recuperación y
creación. Se formularán programas para la valoración de los elementos
biofísicos, las formas socioculturales de intervención y sus
transformaciones, para la apropiación y construcción de un territorio
culturalmente significativo.”
Política de
territorios
para la
cultura.
“El Plan Maestro concibe el Distrito Capital como un territorio para el
encuentro intercultural, democrático y cosmopolita, en continua
transformación. Busca identificar, fortalecer y cualificar los espacios,
edificaciones, dotaciones y rutas para la construcción de proyectos
culturales colectivos de los diferentes pueblos y sectores sociales y
55
profesionales. Se promoverá la generación y articulación de espacios
para el encuentro y reconocimiento intercultural, la convivencia en la
diversidad y el fortalecimiento del capital cultural y social de los pueblos y
sectores sociales y profesionales, mediante la conformación de la Red de
Infraestructura Territorial Cultural. La puesta en marcha de la Red
redundará en un mayor acceso a la oferta cultural de la ciudad y en una
mayor atención a las demandas culturales de los pueblos y sectores, así
como en la diversificación y cualificación de los procesos en las diferentes
áreas culturales y artísticas.”
Política de
gestión
participativa.
“La política de gestión busca generar estrategias para la sostenibilidad
cultural, urbana, social y económica del Plan Maestro de Equipamientos
Culturales, que contribuyan al ejercicio del derecho a la cultura de los
habitantes del Distrito Capital. El Plan plantea su gestión de manera
articulada con el Sistema Distrital de Cultura para el desarrollo normativo,
la participación ciudadana y las transformaciones institucionales públicas
necesarias para la ejecución del Plan. Se creará un Subsistema de
Equipamientos Culturales encargado de promover la articulación de
instancias públicas, privadas, comunitarias y espacios de concertación
para desarrollar los procesos de información, planeación, organización y
fomento, propios de la gestión, seguimiento y evaluación participativos.”
Plan Distrital de Inclusión en la Cultura Escrita- DICE (2011)
Este documento se fundamenta en un enfoque de derechos, cuyos principios son la
inclusión de los habitantes de la ciudad en la cultura escrita y la deslegitimación de
cualquier tipo de discriminación. Como objetivo general se propone ofrecer a los
habitantes del Distrito Capital, oportunidades y estímulos para su inclusión en la
cultura escrita, en un marco intersectorial e interinstitucional estructural, articulado y
donde la participación sea uno de los principios orientadores.
Plantea 5 objetivos específicos, relativos al diseño e implementación de procesos de
formación, investigación, sistematización de procesos de fomento y la articulación de
56
la ciudad en torno a una política de la cultura escrita. Así mismo, establece 9
prioridades que se desarrollan alrededor de la incorporación de los sectores de la
población excluidos, el fortalecimiento de las instituciones educativas y bibliotecas, el
acceso libre y democrático a programas de formación continua relativos a la cultura
escrita, el estímulo para la generación de experiencias de lectura en diversos espacios
sociales, programas familiares para atención a la primera infancia, producción de
materiales escritos y medios de calidad para los jóvenes, promoción de nuevas
posibilidades de circulación y acceso a libros, y participación de los medios masivos
de comunicación en los propósitos del plan como política distrital.
Tabla 4 Objetivos en el Plan Distrital de Inclusión en la Cultura Escrita- DICE
Categoría Definición
Objetivo
específico 1
Incrementar el número de estrategias para el acceso de los
habitantes del Distrito Capital a programas de cultura escrita y
oralidad para que desarrollen sus propias prácticas.
Objetivo
específico 2
Diseñar e implementar un proceso de formación y actualización
cualificado y permanente para mediadores en lectura y escritura, que
propicie y estimule la inclusión de los ciudadanos y ciudadanas en la
cultura escrita.
Objetivo
específico 3
Impulsar la investigación en temas orientados a la cultura escrita
tanto en lo distrital como en lo local.
Objetivo
específico 4
Diseñar y poner en funcionamiento estrategias de sistematización,
seguimiento y evaluación y una fuente de divulgación relacionadas
con los procesos de fomento a la cultura escrita en el Distrito Capital
Objetivo
específico 5
Articulación local y distrital así como la participación para la
institucionalización de la política pública de lectura.
Plan Decenal de Cultura 2012-2021
57
En este documento se propone una distinción entre los componentes constitutivos del
campo enunciados en las Políticas Culturales 2004-2016 (arte, cultura y patrimonio).
El Plan Decenal de Cultura 2012-2021 establece 3 Subcampos, de las prácticas
culturales, de las artes y del patrimonio, y con base en las necesidades de
fortalecimiento institucional, plantea 10 ejes estratégicos transversales que constituyen
los nodos de acción desde los cuales se desarrolla el Plan Decenal. En estos ejes se
agrupan el conjunto de estrategias, acciones, metas e indicadores que orientan la
gestión de las organizaciones del sector cultura, sin incluir los aspectos deportivos ni
recreativos.
Tabla 5 Subcampos en el Plan Decenal de Cultura 2012-2021
Subcampo Definición
De las prácticas
culturales
Promover la transformación cultural hacia el reconocimiento activo de
las prácticas culturales entre los habitantes de Bogotá, en donde la
ciudadanía, colectividades e instituciones participen y aporten a las
dinámicas y saberes culturales de la ciudad.
El reconocimiento activo significa el ejercicio práctico de construcción
recíproca de sujetos culturales, con derechos y deberes, y Bogotá es
entendida como territorio cultural, en donde la ciudadanía reconoce y
valora las prácticas culturales diversas como parte del escenario
intercultural. Se busca que la ciudadanía participe, aporte y se apropie
de las dinámicas y saberes culturales de la capital.
De las artes Fortalecer las condiciones para que el ejercicio de las prácticas del
subcampo de las artes sea amplio, diverso, incluyente y accesible, de
modo que éstas consoliden a Bogotá como un escenario de y para las
artes.
Del patrimonio
cultural
La ciudadanía y los agentes del subcampo reconocen, valoran,
protegen, salvaguardan y disfrutan el patrimonio cultural y participan en
su gestión corresponsable.
58
Estos Subcampos planteados en el Plan Decenal de Cultura se estructuran mediante
la formulación de objetivos, dimensiones y tensiones, que definen los frentes de acción
a desarrollar con relación a las acciones, estrategias, metas e indicadores. Para las
Políticas Culturales Distritales las dimensiones “…conforman el campo cultural,
artístico y del patrimonio, y agrupan las distintas prácticas que llevan a cabo
profesionales, instituciones, organizaciones culturales y el público” (Alcaldía Mayor de
Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p. 46), mientras que en el Plan
Decenal de Cultura las dimensiones corresponden a “... un componente de los
subcampos, su alcance está dado por las distintas prácticas que se agrupan y que
llevan a cabo agentes, profesionales, instituciones, organizaciones culturales y el
público.” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 158)
Las definiciones anteriores no presentan diferencias significativas, sin embargo, es
pertinente observar cómo en el documento de Políticas Culturales Distritales existía un
conjunto de dimensiones para el campo cultural, artístico y del patrimonio, mientras
que en el Plan Decenal de Cultura cada subcampo presenta sus propias dimensiones,
asociadas a la naturaleza de cada subcampo, sin enunciar dimensiones generales
propias del campo cultural y extensivas o determinantes de los tres Subcampos.
Tabla 6 Dimensiones en los documentos
Políticas Culturales
2004-2016
Plan Decenal de Cultura 2012-2021
Campo Cultural,
Artístico y del
Patrimonio
Subcampo de las
prácticas
culturales
Subcampo de
las artes
Subcampo del
patrimonio cultural
Formación Transmisión Formación Formación
Investigación Investigación Investigación Investigación
Creación Agenciamiento Creación Protección y
salvaguardia
Circulación Visibilización Circulación Circulación
59
Apropiación Apropiación Apropiación Apropiación
De acuerdo con la tabla 5, el campo cultural, artístico y de patrimonio en las Políticas
culturales 2004-2016 se refleja directamente en el subcampo de las artes del Plan
Decenal de Cultura: sus encabezados son iguales y a partir de una lectura de las
definiciones de las dimensiones en el documento de Políticas Culturales Distritales,
puede afirmarse que las dimensiones en 2004 estaban asociadas a las lógicas de
desarrollo que se establecen y se dan en las prácticas artísticas, dándole
preponderancia al registro estético de las políticas sobre su registro antropológico.
(Miller & Yúdice, 2004)
En este punto es evidente el desarrollo y ampliación del Plan Decenal de Cultura
frente a las nociones y dimensiones formuladas en las Políticas Culturales Distritales,
por cuanto se abren las posibilidades en el campo cultural y se proponen 3
dimensiones de acuerdo con la naturaleza más o menos homogénea de lo que se
denominan prácticas culturales, prácticas artísticas y patrimonio material e inmaterial,
continuando la propuesta de identificación de los elementos de un campo a partir de
dinámicas de inclusión exclusión que figuraba en las Políticas Culturales Distritales.
En relación con los ejes estratégicos transversales del Plan Decenal de Cultura, se
toman como punto de referencia cuatro procesos que se ajustan, amplían y
redimensionan “...atendiendo a las dinámicas de los tres Subcampos.”( (Secretaría de
Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 41). Ahora bien, dentro del Plan Decenal de
Cultura no se retoman de manera explícita los ejes enunciados en el documento de
Políticas Culturales Distritales, sino que se ven reflejados de manera implícita en
algunos de los ejes estratégicos transversales.
Dichos ejes estratégicos transversales, nacen de problemáticas comunes entre los
Subcampos,
...posibilitan el agenciamiento en cada subcampo y se constituyen en la trama
sobre la cual se tejen las relaciones entre los Subcampos. De igual manera
facilitan la interacción entre el campo de la cultura con otros campos y sectores
de la gestión pública, con sectores sociales y privados del ámbito local, distrital,
60
nacional e internacional. (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p.
42)
Es decir, cumplen con dos funciones principales, por un lado, a nivel interno en el
sector, se encargan de agenciar y hacer posible el desarrollo e interacción de cada
uno de los subcampos; y por el otro, de manera externa, sirven de nodo articulador
para el sector y el campo cultural con otros campos en diferentes ámbitos.
Los ejes estratégicos transversales planteados en el Plan Decenal de Cultura son:
participación (como en las Políticas Culturales Distritales), fomento, organización,
información y comunicación, regulación, desarrollo cultural territorial, equipamientos
culturales, fortalecimiento institucional, cultura productiva y competitiva e
internacionalización del sector (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p.
42)
Tabla 7 Los ejes estratégicos transversales en el Plan Decenal de Cultura 2012-2021
Categoría Definición
Participación En el marco del Sistema Distrital de Arte, Cultura y Patrimonio se
describe como el conjunto de prácticas de interlocución, concertación
y control social para la formulación y realización de los planes,
programas y proyectos artísticos, culturales y del patrimonio. En un
contexto más amplio, la participación es entendida como un derecho,
como el componente activo de la ciudadanía, como una acción a
partir de la cual se interviene de manera individual o colectiva en
asuntos públicos, al tiempo que se reconoce como escenario para el
encuentro entre diversos y diversas, y como el lugar donde se
evidencian y tramitan los conflictos y tensiones propios del campo,
para transformarlos en propuestas colectivas que nos lleven al
reconocimiento, la interculturalidad, la alteridad y la materialización
de los derechos culturales. (Secretaría de Cultura Recreación y
Deporte, 2011, p. 42)
Fomento “consiste en el reconocimiento, valoración, destinación y producción
61
de recursos técnicos, tecnológicos y financieros para el ejercicio de
prácticas propias de los campos de Arte, Cultura y Patrimonio”24 y
se amplía, para efectos del plan al conjunto de políticas, planes,
programas, proyectos, actividades y recursos, orientados de manera
corresponsable (actores públicos y privados) a visibilizar, desarrollar
y fortalecer las prácticas y el acceso a las artes, las prácticas
culturales y el patrimonio cultural. (Secretaría de Cultura Recreación
y Deporte, 2011, p. 42)
Organización Prácticas que comprenden procesos de asociatividad mediante los
cuales los agentes culturales, organismos y organizaciones generan
capital social, económico y político. Como eje estratégico está
encaminado a la articulación entre instancias y organizaciones
privadas y entre éstas y los organismos públicos de cultura, acorde
con el mandato de las políticas culturales distritales. (Secretaría de
Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 42)
Información y
comunicación
Prácticas de producción, interpretación, comunicación, gestión y
apropiación del conocimiento y el saber social e institucional sobre
los subcampos de las artes, las prácticas culturales y el patrimonio
cultural, que esperan integrar el sector a las sociedades del
conocimiento, haciendo uso de tecnologías de la información y la
comunicación. (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p.
43)
Regulación Corresponde a las prácticas de valoración, reconocimiento,
construcción y garantía de reglas de juego en torno a la naturaleza,
modos de hacer y fines colectivos de las prácticas de los subcampos
de las artes, las prácticas culturales y del patrimonio cultural, así
como los comportamientos y actitudes tendientes a facilitar la
convivencia, el respeto y el ejercicio de relaciones de
corresponsabilidad entre los agentes de los subcampos y entre estos
y la institucionalidad. La autorregulación hace énfasis en la
apropiación y el cumplimiento voluntario de normas dentro de un
grupo de personas que las valoran como un acuerdo social implícito.
62
Se plantea como complemento de la regulación y se entiende como
la situación en la que un grupo de personas o cuerpos, actuando
conjuntamente, desarrollan una función reguladora respecto de sí
mismos y de otros que aceptan su autoridad. (Secretaría de Cultura
Recreación y Deporte, 2011, p. 43)
Desarrollo
cultural
territorial
Se entiende como un componente específico del desarrollo
sostenible, que le apunta a crear las condiciones para el
reconocimiento y la valoración de la cultura como elemento
estructurante del territorio en sus dimensiones locales, rurales y
urbanas y a generar en las comunidades y administraciones locales,
capacidades para la garantía y el ejercicio de los derechos culturales
de los habitantes de los territorios; el fortalecimiento de sus prácticas
artísticas y culturales, y el disfrute y apropiación del patrimonio
cultural. (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 43)
Equipamientos
culturales
Este eje estratégico tiene un doble carácter: por un lado, la
articulación del componente cultural al ordenamiento territorial de la
ciudad y, por el otro, actuar como facilitador en la garantía del
ejercicio de las prácticas propias de los subcampos atendiendo a
criterios de desconcentración, cobertura, calidad, proximidad,
accesibilidad y sostenibilidad. (Secretaría de Cultura Recreación y
Deporte, 2011, p. 43)
Fortalecimiento
institucional
Promueve el ejercicio de prácticas de ajuste y articulación entre la
institucionalidad pública del Sector, y entre esta, las administraciones
locales y otros sectores de la Administración Distrital. Asimismo,
genera nuevas estrategias de gestión pública para la relación e
interacción eficaz con la ciudadanía. (Secretaría de Cultura
Recreación y Deporte, 2011, p. 44)
Cultura
productiva y
competitiva
Proyecta mecanismos y acciones dirigidas al reconocimiento de la
dimensión económica de la cultura y de su papel en la generación de
riqueza y desarrollo económico; fomenta prácticas de competitividad
y el encadenamiento productivo de los agentes de los subcampos y
su relación con la empresa privada y con otras instancias de orden
63
nacional para la transformación de la acción cultural. (Secretaría de
Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 44)
Internacionaliza
ción de la
Cultura
Promueve el diseño e implementación de estrategias que fortalezcan
la interacción del sector y los agentes del campo de la cultura de
Bogotá con otras regiones y ciudades en el ámbito iberoamericano y
mundial; procura generar procesos de cooperación e intercambio, la
apertura de oportunidades para la circulación de los contenidos y la
producción artística, de los saberes e identidades culturales y de los
valores patrimoniales locales; y aportar a la proyección,
posicionamiento e integración de la ciudad con la región y el mundo.
(Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 44)
Desde un análisis organizacional, en el contexto de la transformación del IDCT en
SCRD, mediante el acuerdo 256 de 2006, puede decirse que el Plan Decenal de
Cultura retoma y actualiza el documento de Políticas Culturales Distritales en tanto
propone una serie de declaraciones, principios y conceptos en consonancia con el
referencial de política y porque se desarrolla como la proyección instrumental de las
políticas, tal como corresponde a la estructura de un plan, teniendo en cuenta la
jerarquía de política-plan-programa-proyecto-acción.
Perspectivas en el Plan Estratégico Sectorial-PES (2012)
El PES es un documento de reflexión del sector sobre sus propias lógicas y procesos,
pero sobre todo, tiene un carácter gerencial a través del cual se estructura el sector en
el marco de la administración de la Bogotá Humana. Plantea 4 perspectivas desde las
cuales se establecen las líneas de acción dentro del sector; dichas perspectivas
comprenden 19 objetivos estratégicos que enmarcan las acciones a realizar por las
entidades del sector. Se fundamenta en los principios de transversalidad, ejecución
centrada en los objetivos estratégicos, integralidad, sinergias, discurso consensuado y
unificado, conjunto de instrumentos alineados y unificados para el cumplimiento de los
objetivos estratégicos y articulación del sector, así como el monitoreo, seguimiento y
rendición de cuentas.
64
Tabla 8 Objetivos del Plan Estratégico Sectorial
PERSPECTIVAS OBJETIVOS
Objetivos Estratégicos Perspectiva
Usuarios:
Dirigidos a los ciudadanos, que
conforman la promesa de valor que hace
el sector a los grupos de interés a los que
atiende. Alrededor de ellos se
cohesionan y alinean la SCRD y las
entidades para lograr resultados e incidir
positivamente en la calidad de vida en la
ciudad.
Afirmar la interculturalidad desde los
territorios: El sector debe fomentar la
interacción de los ciudadanos a partir del
reconocimiento y respeto de sí mismos, de los
otros y del entorno, superando relaciones de
subordinación, discriminación o exclusión, con el
fin de fortalecer una comunidad basada en la
diversidad.
Incorporar en la educación para todos, la
apreciación, práctica y disfrute de las artes,
la cultura, el deporte y la actividad física
como áreas fundamentales del desarrollo
humano El sector debe posicionar las artes, la
cultura, el patrimonio, el deporte y la actividad
física como áreas fundamentales del
conocimiento, a través de su inclusión en las
diversas modalidades de educación, para
potencializar el desarrollo humano integral.
Promover el ejercicio pleno de las libertades
y derechos culturales y deportivos en todas
las localidades El sector debe promover las
capacidades culturales y deportivas de los
habitantes de la ciudad, generando condiciones
para el disfrute, práctica y conocimiento con el
fin de garantizar sus derechos y libertades en
estos campos.
Fortalecer la cultura ciudadana y
democrática que promueva transformaciones
culturales en torno a lo público El sector debe
65
promover transformaciones culturales orientadas
a la construcción de una cultura democrática, a
través de estrategias pedagógicas soportadas
en lo creativo y/o comunicativo, con el fin de
contribuir al desarrollo y la calidad de vida de la
ciudad
Incentivar la formación de agentes del
sector, críticos, competitivos y
transformadores El sector debe propiciar la
cualificación de sus agentes, mediante la oferta
de formación permanente en todos los niveles
de la educación, con el fin de fortalecer la
valoración de su rol en la sociedad y la
sostenibilidad de la producción cultural y
deportiva.
Fomentar la gestión comunitaria, el
emprendimiento, la actividad económica y la
asociatividad cultural y deportiva El sector
debe impulsar procesos de asociatividad cultural
y deportiva, propiciando un entorno favorable a
las organizaciones culturales y creando
espacios de fortalecimiento de sus capacidades,
con el fin de generar capital social, económico y
político.
Promover la gestión integral del patrimonio
cultural como una construcción social El
sector debe identificar, socializar y proteger el
patrimonio cultural, con la participación activa de
las comunidades, que son las que crean,
transforman y otorgan valor al patrimonio, para
que éste sea reconocido como el resultado de la
producción social de la memoria en los
66
territorios de la ciudad.
Promover la dimensión cultural del espacio
público El sector debe promover la apropiación
cultural y deportiva del espacio público de la
ciudad, generando escenarios de inclusión y
construcción colectiva, convivencia y expresión
de las prácticas culturales, recreativas y
deportivas, con el fin de contribuir a la calidad de
vida.
Promover la construcción y sostenibilidad de
los equipamientos culturales y deportivos El
sector debe construir, mantener y apoyar
equipamientos culturales, recreativos y
deportivos, con la participación activa de la
comunidad y actores públicos y privados, con el
fin de reducir el déficit identificado y garantizar
condiciones para la expresión y el disfrute de
prácticas artísticas, culturales, patrimoniales,
recreativas y deportivas.
Promover la internacionalización del sector
El sector debe apoyar la movilización de sus
agentes, sus productos y servicios, mediante la
generación de alianzas e intercambio con otras
escenas del arte, la cultura, el patrimonio, la
recreación y el deporte, con el fin de posicionar
a Bogotá como ciudad cultural y deportiva en el
ámbito internacional.
Objetivos Estratégicos Perspectiva
Procesos
Este grupo de objetivos estratégicos
describe los procesos que deben realizar
la SCRD y las entidades adscritas y
Fortalecer el sistema de gobernanza de la
cultura y el deporte en el ámbito territorial El
sector debe consolidar su gobernabilidad,
mediante la construcción participativa y la
implementación efectiva de la política pública,
67
vinculadas para cumplir la promesa de
valor a los usuarios, focalizándose en
aquellos claves que son críticos para
cumplir su promesa de valor
diferenciadora de la mejor forma posible.
para el fortalecimiento de la gobernanza cultural
y deportiva en la ciudad.
Promover en el sector la innovación y la
cultura digital para la producción y el
conocimiento El sector debe incorporar
permanentemente nuevas herramientas y
formas de actuar, implementándolas en los
procesos misionales, para facilitar la interacción
con los usuarios a través de la cultura digital
Desarrollar investigación y conocimiento
sobre procesos y expresiones culturales y
deportivas El sector debe conocer y evaluar la
repercusión que generan sobre sus habitantes y
la ciudad las diversas prácticas y
manifestaciones culturales y deportivas,
destinando de forma permanente los recursos
requeridos, con el fin de orientar y fortalecer la
toma de decisiones en el territorio.
Generar espacios comunicativos para
divulgar las políticas y acciones del sector y
del patrimonio cultural de la ciudad y buscar
participación en torno a ellas El sector debe
mantener informada a la ciudadanía sobre sus
objetivos, acciones y resultados, fortaleciendo y
creando nuevos canales de comunicación de
amplia cobertura y fácil acceso, para propiciar
su participación activa y constante.
Promover la planeación, seguimiento y
control en el sector para el cumplimiento de
sus objetivos El sector debe fortalecer la
planeación, el seguimiento, evaluación y control,
a través de un ejercicio estructurado, sistémico y
68
articulado, para buscar el cumplimiento de sus
objetivos y metas.
Objetivos Estratégicos de la
Perspectiva Aprendizaje
Incluye los activos intangibles de los
cuales el sector deriva su capacidad para
poner en práctica su estrategia y debe
mejorar en forma continua para lograr
ejecutarla con éxito. Es importante que
dichos activos intangibles se alineen con
la estrategia para lograr que los
funcionarios y los esquemas
administrativos trabajen en forma óptima,
ética y honrada para soportar los
procesos que llevaran a cumplir con el
Plan Estratégico. Así mismo, es crítica la
transparencia que permita a la ciudadanía
ejercer un control social efectivo e
incluyente sobre sus acciones.
Fortalecer la función administrativa y el
desarrollo institucional El sector debe, a
través de sus procesos, implementar los
diferentes subsistemas de gestión, adoptando
los lineamientos inherentes a la gestión del
talento humano y los activos de cada entidad en
forma articulada, con el fin de fortalecer el
desarrollo institucional.
Fortalecer la transparencia, la probidad y la
lucha contra la corrupción y permitir un
control social efectivo e incluyente El sector
debe promover el acceso a la información
pública y realizar acciones para fortalecer el
control social, permitiendo a la ciudadanía y a
las organizaciones tener visibilidad sobre su
gestión, el comportamiento de los servidores
públicos y la ejecución del presupuesto, para
asegurar que se desarrolle su gestión haciendo
uso de los principios de transparencia y
probidad.
Objetivos Estratégicos Perspectiva
Recursos
El cumplimiento de la promesa de valor
que realice el sector a los usuarios
requiere la apropiación de ingresos
económicos y mejoras en la
productividad, para lo cual el sector
deberá gestionar en forma apropiada los
recursos necesarios.
Gestionar los recursos necesarios en el
corto, el medio y el largo plazo y su
utilización de forma eficiente y eficaz El
sector debe disponer de los recursos requeridos
y ejecutarlos eficientemente, alcanzando altos
cumplimientos presupuestales, para desarrollar
los proyectos y actividades que lleva a cabo.
Fortalecer la infraestructura física, técnica e
informática de las entidades del sector El
sector debe disponer de la infraestructura y los
69
Una gestión adecuada del conocimiento,
soportada en el uso de las tecnologías de
la información y comunicaciones, debe
complementar el trabajo del capital
humano para garantizar el logro de los
objetivos estratégicos. Así mismo, en la
gestión y el fortalecimiento de la
infraestructura institucional que permita
desarrollar las acciones que tiendan a
cumplir la promesa de valor.
recursos de tipo físico, técnico e informático que
requiere, desarrollando en forma eficaz y
eficiente los procesos que debe llevar a cabo,
para cumplir con la promesa de valor que realiza
a sus usuarios.
Temas comunes en los documentos de políticas 2004-2015
En este decenio, uno de los elementos de convergencia que comparte la política
cultural en Bogotá como política de Estado, es la garantía de los derechos culturales.
Este es uno de esos temas centrales presente en todos los documentos de política,
donde la cultura, como sustrato de la vida social, como práctica comunitaria, como
práctica artística, como expresión y patrimonio, ha sido considerada principalmente
como un derecho fundamental.
Otros elementos adicionales aunque menos amplios, a partir de los cuales pueden
establecerse algunas líneas de cohesión y temas comunes a la luz de las políticas
culturales 2004-2016, pueden ser enunciados de la siguiente manera.
A. Legislativo y Regulatorio. es un tema transversal a los documentos de políticas,
cuyo enfoque es el desarrollo normativo y regulatorio del sector, la búsqueda de
garantías jurídicas a las acciones propuestas. Implica así mismo la creación de
ámbitos de intervención, reglas de juego y demás aspectos que permitan el despliegue
del sector, tanto en el ámbito de la administración estatal de la cultura, como en las
acciones propias de los agentes y personas del campo.
B. La Participación. A partir de la Ley General de Cultura 397 y del Plan Nacional de
Cultura 2001-2010, la participación es asumida como principio en diferentes
documentos, como eje de intervención, y como un elemento para la gestión
70
democrática de la cultura, que implica la acción y diálogo activo de los diferentes
actores en la construcción y desarrollo del sector cultural. Este tema en particular
constituye un fin para los objetivos, acciones y estrategias de los documentos.
C. Organización. Este tema, asociado a la participación, alinea los documentos sobre
la garantía de espacios, instancias y ámbitos en los cuales se establece el diálogo
entre los agentes del campo. A nivel endógeno se relaciona directamente con el
fortalecimiento institucional y el desarrollo de las condiciones para la gestión
participativa; y a nivel exógeno con la premisa de la asociatividad y formalización de
grupos culturales que propenden por la articulación del sector.
D. La información y comunicación. Como elemento determinante en los documentos
abordados, se le asigna la función de mediación, puente y acción necesaria para la
interacción e interlocución entre la ciudadanía y el Estado. Así mismo, es una de las
condiciones fundamentales de la investigación, la actualización del sector, la
formación de públicos, y la apropiación social de las manifestaciones, prácticas y
productos del campo.
E. La formación. Se instala como una de las condiciones de permanencia,
mantenimiento, transformación y apropiación de las prácticas culturales, los oficios y
productos propios de las artes y del patrimonio en todas sus manifestaciones.
F. El territorio. Se entiende como una construcción social en la cual se desarrollan y
despliegan las acciones tanto de la administración como las prácticas de los actores.
Es un espacio histórico y de intercambio que se construye teniendo como fundamento
a la cultura como sustrato de la vida social. Está directamente relacionado con la
infraestructura cultural, los equipamientos, escenarios y paisajes en los que tienen
lugar la cultura, las prácticas artísticas y los bienes patrimoniales materiales e
inmateriales.
Temas relevantes que diferencian los documentos de políticas 2004-2016
Algunas de las divergencias que se encuentran en los documentos se relacionan
principalmente con la no existencia de un discurso homogéneo, en el uso de
categorías de clasificación de los enunciados sobre los cuales se formulan temáticas y
71
acciones de intervención. Así, en las Políticas Culturales Distritales se habla de ejes
como categoría desde la cual se formulan las políticas y, a partir de las cuales, se
agrupan un conjunto de líneas de acción en torno a problemas específicos. Mientras
en el Plan Decenal de Cultura se habla de Subcampos y ejes estratégicos
transversales, como categorías que agrupan estrategias, dimensiones, metas y
acciones alrededor de un tema en particular. En el PES estas acciones se integran ya
no en ejes sino en perspectivas y en el PlaMEC se organizan los programas, metas y
estrategias en políticas, sin proponer ejes explícitamente. Finalmente en el documento
del Plan DICE se planten unas líneas estratégicas organizadas en relación con sus
objetivos, sin proponer ejes.
Tabla 9 Categorías de empleadas en los documentos
Documento Categoría
Políticas Culturales 2004-2016- PCD (2004) Eje
Plan Maestro de Equipamientos Culturales- PlaMEC
(2006)
Política
Plan Distrital de Inclusión en la Cultura Escrita- DICE
(2011)
Objetivo
Plan Decenal de Cultura 2012-2021- PDC (2012) Subcampos/ Ejes
estratégicos transversales
Plan Estratégico Sectorial-PES (2012) Perspectivas
Fuente: SCRD Elaboración propia.
Puede afirmarse que si bien los documentos están alineados de acuerdo con las
Políticas Culturales Distritales, son radicalmente diferentes uno de otro, ya que
obedecen a lógicas y necesidades de formulación distintas. La principal distinción en
este sentido es la jerarquía existente entre los documentos y su orientación en
términos administrativos para el sector: Las Políticas Culturales 2004-2016 son el
referente a partir del cual se trazaron los planes; el PlaMEC es expedido a 2 años de
las políticas culturales y su rango de acción es delimitado por la definición de las
líneas de acción de la administración pública en cuanto a los equipamientos culturales.
72
Por su parte el Plan DICE está enfocado en la inclusión de la cultura escrita que, a
pesar de establecer relaciones intrínsecas con la política de equipamientos culturales
(bibliotecas) y señalar aspectos para la no discriminación, es evidente que sólo aborda
la difusión, promoción y fomento de la cultura escrita. Es cuestionable en este
documento el sentido de respeto por la diversidad y por otras manifestaciones de la
vida social que no tienen que ver con la cultura escrita en el idioma español, y que se
contemplan, por ejemplo, en el Plan Decenal de Cultura como prácticas culturales o
como patrimonio inmaterial de comunidades que habitan la ciudad.
4.4.2. Implementación de las Políticas Culturales 2004-2016 según Planes de
Desarrollo
Este aparte tiene como propósito exponer el nivel de implementación de las Políticas
Culturales 2004-2016, contrastándolas con los enunciados de los proyectos de
inversión que se han desarrollado en las diferentes entidades del Sector Cultura,
Recreación y Deporte6, para las administraciones Bogotá Sin Indiferencia 2004-2008,
Bogotá Positiva 2008-2012 y Bogotá Humana 2012-2016. Para el caso del Plan
Decenal de Cultura, se tuvo en cuenta solo la última administración.
A continuación se relacionan el número de proyectos desarrollados por administración
en función de las Políticas Culturales Distritales:
PLAN DE
DESARROLLO
TOTAL
PROYECTOS
PROYECTOS
NUEVOS POR
ADMON
PROYECTOS QUE
CONTINUARON EN LAS
SIGUIENTES ADMON
BOGOTÁ SIN
INDIFERENCIA 32 24 8
BOGOTÁ POSITIVA 34 28 6
BOGOTÁ HUMANA 52 42 10
En la tabla anterior se muestra la trayectoria de los proyectos y su permanencia por
cada una de las administraciones. Encontramos que 24 de los 32 proyectos de
6 Para el análisis no se tuvo en cuenta proyectos de inversión desarrollados por el Instituto Distrital de
Recreación y Deporte - IDRD, ya que el análisis sólo se limita al campo Cultural.
73
Bogotá Sin Indiferencia fueron nuevos, mientras que 8 continuaron de la anterior
administración.
Con relación a Bogotá Positiva, de los 34 proyectos que se analizaron en este periodo,
28 son propios, mientras que 6 fueron continuación de los proyectos formulados en
administraciones anteriores.
Frente a los 52 proyectos analizados en Bogotá Humana, 42 (81%) fueron nuevas
formulaciones, mientras que el 19.2% restante, corresponde a 10 proyectos que
continuaron de administraciones anteriores.
Al revisar cada una de las administraciones encontramos que la tasa de renovación
promedio de los proyectos durante estos 12 años en el Sector es del 79.4%, mientras
que la tasa de permanencia de los proyectos corresponde al 20.6%.
Tabla 10 Tasa de renovación y permanencia de los proyectos
PLAN DE DESARROLLO TASA DE
PERMANENCIA
TASA DE
RENOVACIÓN
BOGOTÁ SIN
INDIFERENCIA 25% 75%
BOGOTÁ POSITIVA 17.6% 82.4%
BOGOTÁ HUMANA 19.2% 80.8%
TOTAL 20.6% 79.4%
Proyectos por eje de las Políticas Culturales Distritales 2004-2016
A continuación se pretende revisar el número de los proyectos que han tenido
incidencia en cada uno de los cuatro ejes propuestos para determinar el énfasis de las
intervenciones. Cabe aclarar que varios proyectos tienen la característica de ser
multipropósito, es decir, que contemplan acciones de uno o varios ejes. En este
sentido, los conjuntos de datos de los proyectos aquí analizados no son excluyentes
entre si y, por tanto, las estadísticas presentadas son indicativas y sólo hacen relación
al nivel de asociación de los proyectos con respecto a los ejes.
74
Tabla 11 Proyectos por ejes de la política
De la tabla anterior se puede colegir que el eje de la política con más incidencia de los
proyectos es el de Procesos Culturales, Artísticos y de Patrimonio, con un total de 96
proyectos durante las tres administraciones. Es decir, el 81.4% del total de los
proyectos está asociado a este eje debido al énfasis que hacen en los procesos
misionales del sector.
El segundo eje con mayor énfasis es el eje organizacional, con el 62.7% de asociación
con respecto al total de los proyectos de las tres administraciones. Con base en esta
información se deduce que el énfasis de las administraciones está fundamentado en
dos dimensiones, una endógena orientada al fortalecimiento institucional e interno del
sector y, una exógena relacionada con la organización y fomento de la participación de
los diferentes agentes.
El tercer y cuarto eje son el eje Comunicacional y de la Información con el 57.6% del
total de los proyectos y el eje Legislativo con un nivel de asociación del 26.3%. Esto
representa un total de 68 y 31 proyectos respectivamente, los cuales se enfatizan
desde sus acciones hacia el manejo de los sistemas de información y el
fortalecimiento de los canales de comunicación, y al desarrollo de agendas
normativas, regulatorias y de formalización del sector.
Desarrollo de las acciones de las Políticas Culturales Distritales 2004-2016
EJE DE LA POLITICA
PLAN DE DESARROLLO
BOGOTÁ SIN INDIFERENCIA 6 12 11 15
BOGOTÁ POSITIVA 10 20 20 29
BOGOTÁ HUMANA 15 42 37 52
TOTAL 2004_2016 31 74 68 96
Legislativo OrganizacionalComunicacional y
de la Información
De los
Procesos
Artisiticos y
del Patrimonio
75
Las Políticas Culturales 2004-2016 formularon 45 acciones en desarrollo de sus cuatro
ejes. En la siguiente tabla se aprecia la relación del cumplimiento de las acciones por
eje en cada una de las administraciones analizadas.
De lo anterior se puede deducir que la administración que más desarrolló las acciones
de la política fue la administración de la Bogotá Positiva (44 de las 45 acciones), a
través de 297 proyectos de inversión que corresponden a un total de 85% de los
proyectos de la administración, y al 30% del total de los proyectos de la vigencia de las
políticas culturales.
La segunda administración en desarrollar las acciones de la Política, fue la
administración de la Bogotá Humana, con un total de 43 acciones cumplidas por
medio de la implementación de 52 proyectos de inversión, que corresponden a un
54% del total de los proyectos entre 2004 y 2016.
7 Este es un resultado preliminar, teniendo en cuenta que todavía falta por procesar un total de 17
proyectos del periodo 2004-2008 y de 5 proyectos del periodo 2008-2012, ya que no se dispone de las fichas EBI de estos 22 proyectos.
EJE DE LA POLITICA LEGISLATIVO ORGANIZACIONALCOMUNICACIONAL Y
DE LA INFORMACIÓN
DE LOS PROCESOS
CULTURALES,
ARTÍSTICOS Y DE
TOTAL
ACCIONES POR
ADMON
TOTAL ACCIONES PLANEADAS
POR EJE6 12 12 15 45
PLAN DE DESARROLLO
BOGOTÁ SIN INDIFERENCIA 4 12 12 13 41 91,1%
BOGOTÁ POSITIVA 6 11 12 15 44 97,8%
BOGOTÁ HUMANA 5 11 12 15 43 95,6%
% PROMEDIO DE ACCIONES
ATENDIDAS POR EJE83,3% 94,4% 100% 95,6%
% DE
CUMPLIMIENTO
94,8%
ACCIONES ATENDIDAS
EJE DE LA POLITICA
PLAN DE DESARROLLO
BOGOTÁ SIN INDIFERENCIA 32 15 46,9% 15,6%
BOGOTÁ POSITIVA 34 29 85,3% 30,2%
BOGOTÁ HUMANA 52 52 100% 54,2%
TOTAL 2004_2016 118 96 100%
Total proyectos
2004 -2016% de Asociación
Total Proyectos
Asociados a los
Ejes 2004 -2016
%
Participación
en los
proyectos
asociados
76
1Total de proyectos por eje de las PCD 2004-2016
Finalmente de acuerdo con la gráfica anterior, y con un 16% del total de los proyectos
de la vigencia de las Políticas Culturales Distritales 2004-2016, encontramos a la
administración de la Bogotá Sin Indiferencia que implementó 41 acciones, con un 47%
de los proyectos de inversión desarrollados. Los ejes más sólidos fueron el
organizacional, el comunicacional y el de la información, probablemente asociados a
los desarrollos organizacionales derivados de la transformación del IDTC en la
Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte.
4 Acciones atendidas por eje en cada Administración
A partir de lo anterior, podemos concluir que durante la vigencia 2004-2016, periodo
de implementación de las Políticas Culturales formuladas en 2004, bajo la gestión de
tres administraciones y tres planes Distritales de Desarrollo (Bogotá Sin indiferencia,
16%
30% 54%
% Participación en el Total de Proyectos Asociados a los Ejes de la Política Según Plan de Desarrollo
2004-2016
BOGOTÁ SININDIFERENCIA
BOGOTÁ POSITIVA
BOGOTÁ HUMANA
4
12 12 13
6
11 12
15
5
11 12
15
0
2
4
6
8
10
12
14
16
LEGISLATIVO ORGANIZACIONAL COMUNICACIONAL Y DELA INFORMACIÓN
DE LOS PROCESOSCULTURALES,
ARTÍSTICOS Y DEPATRIMONIO
ACCIONES ATENDIDAS POR EJE EN CADA ADMON
BOGOTÁ SIN INDIFERENCIA BOGOTÁ POSITIVA BOGOTÁ HUMANA
77
Bogotá Positiva y Bogotá Humana), las 4 políticas y las 45 acciones propuestas se
implementaron en 94.8%, mediante 118 proyectos de inversión. Sin duda, el eje
"misional" de los procesos culturales, artísticos y de patrimonio tuvo el mayor énfasis,
con una correspondencia del 81% del total de los proyectos, seguido del eje
Organizacional con 77%, el Comunicacional y de la Información con 71% y finalmente
el eje Legislativo con un 46% del total de los proyectos.
A la fecha es evidente la progresiva intervención en el sector. Por un lado, mediante el
incremento y la renovación de los proyectos de inversión, los cuales han hecho énfasis
en la garantía de los derechos culturales de la ciudadanía. Por el otro, en el desarrollo
de instrumentos de gestión que fortalecen la participación y garantizan el espacio de
articulación entre los diferentes actores involucrados en el sector, generando un marco
orientador en un campo cada vez más complejo como es la Cultura con una relevancia
como pilar del desarrollo y factor de transformación social.
4.4.3. Análisis de la implementación del Plan Decenal de Cultura 2012-2021
Como fue señalado anteriormente, el análisis de implementación del Plan Decenal de
Cultura 2012-2021 se realizó a partir del cruce entre las acciones propuestas en cada
uno de los Subcampos y los ejes estratégicos frente a los objetivos, metas e
indicadores de los 52 proyectos formulados y en ejecución de la Bogotá Humana. La
siguiente tabla ilustra de modo general el resultado que arrojó el ejercicio:
78
Tabla 12. Información general del Plan Decenal de Cultura 2012-2021 frente a los
proyectos de la Bogotá Humana
Nivel de implementación de los Subcampos
De acuerdo con el análisis realizado, los Subcampos en su conjunto fueron
implementados en un 81,3%. 47 de los 52 proyectos de la Bogotá Humana atendieron
100 de las 123 acciones propuestas en el Plan; es decir, el 90,38% de los proyectos
coinciden con el 81,3% de las acciones de los Subcampos.
Es necesario señalar que de acuerdo con el número de acciones propuestas, el
subcampo con mayor número de acciones es el de las artes, con 58 acciones, seguido
por el subcampo de patrimonio con 36, y en último lugar el de las prácticas culturales
con 29. De acuerdo con los resultados obtenidos, el subcampo con mayor nivel de
implementación es el de las artes, incorporadas en 22 de los 52 proyectos totales, que
corresponden a 51 de sus 58 acciones programadas, para un nivel de implementación
del 87,93%. En cuanto al subcampo de las Prácticas Culturales, 12 proyectos
atendieron 24 de las 29 acciones propuestas, es decir, el subcampo fue implementado
%
Proyec.
Prácticas culturales 12 23% 29 24 5 82,75
Artes 22 42% 58 51 7 87,93
Patrimonio 13 25% 36 25 11 69,44
Participación 25 48% 9 9 0 100
Fomento 10 19% 12 9 3 75
Organización 9 17% 7 6 1 85,71
Información y comunicación 21 40% 17 14 3 82,35
Regulación 11 21% 7 7 0 100
Desarrollo cultural territorial 6 12% 9 9 0 100
Equipamientos culturales 7 13% 8 8 0 100
Fortalecimiento institucional 17 33% 10 7 3 70
Cultura productiva y
competitiva6 12% 12 5 7 41,66
Internacionalización de la
cultura0 0% 6 0 6 0
220 174 46 79,09TOTAL 52*
ACCIONES DE LOS SUBCAMPOS Y LOS EJES
ESTRATÉGICOS
Proyectos ( N o
excluyent es)
Total AtendidasNo
Atendidas
%
Implementado
SUBCAMPO/EJE ESTRATÉGICO
PROYECTOS DE LA
BOGOTÁ HUMANA
subcampo
eje
79
por la administración de la Bogotá Humana en un 82,75%. Por otra parte, el subcampo
de patrimonio, con un total de 36 acciones, fue implementado en un 69,44%, teniendo
en cuenta que 13 de los 52 proyectos totales impactaron 25 de las acciones allí
propuestas.
5 Nivel de implementación de los subcampos por la administración de Bogotá
Humana
Nivel de implementación de los ejes estratégicos del Plan Decenal 2012-2021
En relación con los ejes estratégicos, los 52 proyectos de la Bogotá Humana
implementaron el 100% de las acciones planteadas en el Plan Decenal en cuanto a
Participación, Regulación, Desarrollo Cultural Territorial y Equipamientos Culturales,
ya que en los cuatro casos coincide la ejecución con el total de acciones planteadas
por cada uno de estos ejes.
En orden descendente, el eje estratégico de Organización tuvo un nivel de
implementación del 85,7%, con 6 de sus 7 acciones atendidas por 9 proyectos. En
tercer lugar, el eje estratégico de Información y Comunicación, implementado en un
82,4% con 14 de sus 17 acciones atendidas por 21 proyectos, seguido por el de
Fomento en un 75% con 9 de sus 12 acciones atendidas por 10 proyectos. De igual
manera, encontramos el eje estratégico de Fortalecimiento Institucional con un 70% de
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
proyectos implementado acciones porsubcampo
accionesimplementadas
acciones noimplementadas
Implementación de los subcampos del PD2012-2021
subcampo subcampo subcampo
80
implementación al coincidir 17 proyectos con 7 de sus 10 acciones programadas.
Finalmente el eje estratégico de Cultura Productiva y Competitiva con un 41,7%,
coincidiendo 6 proyectos con 5 de las 12 acciones en él planteadas.
De acuerdo con los resultados del análisis, el único de los ejes que no fue abordado
directamente fue el de Internacionalización de la Cultura, con un total de 6 acciones
programadas sin que ningún proyecto coincidiera con ellas desde sus enunciados,
objetivos, metas o indicadores.
6 Nivel de implementación de los ejes estratégicos por la administración de la Bogotá
Humana
En términos generales, a partir de la información obtenida pueden establecerse las
siguientes conclusiones preliminares: a) el nivel de implementación del Plan Decenal
de Cultura 2012-2021, respecto de los proyectos del sector en la Bogotá Humana, es
de un 79%; b) los proyectos del sector respecto del Plan Decenal de Cultura hicieron
énfasis en el Subcampo de las Artes, se priorizaron los ejes estratégicos de
Participación, Regulación, Desarrollo Cultural Territorial y Equipamientos culturales; c)
no hubo proyectos dirigidos a la implementación expresa del eje estratégico de
Internacionalización de la Cultura.
0
20
40
60
80
100
120
Implementación de los ejes estratégicos del PD 2012-2021
proyectos implementado acciones por eje
acciones implementadas acciones no implementadas
81
De los datos también se deduce que del conjunto de Subcampos el menos atendido
fue el del Patrimonio; y de los ejes, el de la Cultura Productiva y Competitiva lo que
refleja la necesidad de la visibilización interna y externa de los agentes de los
Subcampos y hacia los eslabones de la cadena de valor de la cultura, las artes y el
patrimonio como sector. Este hecho impacta la creación, producción y recreación de
los valores culturales, artísticos y patrimoniales de la ciudad, y por ende la calidad de
vida de los agentes del campo cultural.
4.4.4. Políticas Culturales Locales en Bogotá
Como corolario del estudio presentado hasta aquí, la visión de ciudad respecto de la
política cultural 2004 – 2016 no estaría completa sin los resultados del análisis local.
Sin duda, la política cultural tiene como escenario principal para su desarrollo e
implementación el territorio; es allí donde se construyen los saberes, valores e
imaginarios que sustentan la construcción de comunidad; es el escenario donde se
establecen las interacciones sociales que dan sentido a la identidad y un sentido
compartido de vida.
Por ello, con este subcapítulo pretendemos situar algunos resultados empíricos
preliminares sobre la implementación de las Políticas Culturales y el Plan Decenal de
Cultura en el territorio, no sin antes advertir la triple complejidad que supone este
análisis. En un primer nivel de análisis, la relación entre los instrumentos de política
cultural del ámbito distrital con sus pares en lo local. Particularmente, entre el Plan
Decenal de Cultura Distrital y los 19 Planes Decenales de Cultura local. Entre otras,
debemos responder, ¿Cuál su relación?, ¿cuáles sus distancias y sintonías?, ¿son
réplicas exactas en relación con el distrital y entre ellos?, ¿Qué particularidades
locales recogen e incorporan?.
El siguiente nivel de análisis, supone el estudio de la relación entre estos 19 planes
decenales de cultura y los respectivos Planes de Desarrollo Local, pues de nada sirve
un plan de cultura que no se incorpore en la planeación administrativa local y se
exprese, presupuestalmente, en los Fondos de Desarrollo Local. Así, a futuro,
responderemos preguntas claves asociadas a los niveles de incidencia de la
82
planeación cultural local en la planeación administrativa local y la efectividad de la
gestión cultural local, entre otras.
Por último, el análisis de los proyectos locales que incorporan temas culturales con
origen en los planes de desarrollo local, asociados a su vez con los planes decenales
de cultura local. En este nivel, se sitúa el micro-detalle de las metas y acciones
puntualmente planeadas y realizadas. Con ello un balance completo de su
implementación.
En este marco, los resultados preliminares que se presentan a continuación se
mueven entre el segundo y tercer nivel y corresponden a una primera entrega que
analiza, desde los proyectos de inversión local, su correspondencia con los campos y
dimensiones de los planes decenales de cultura local. Para el efecto, se dispone de
una muestra de 35 proyectos en 19 localidades, que equivalen al 10% del total de
proyectos de inversión de las localidades de Bogotá para el periodo de 2012 a 2015,
pues hasta ahora sólo fue posible reconstruir este periodo con información cierta y
completa, que coincide con la primera parte de la ejecución del Plan Distrital Decenal
de Cultura y con la entrada en vigencia de los Planes Decenales Locales de Cultura.
Antes del análisis detallado de los datos, a nivel macro, es importante reconocer como
las políticas culturales y el Plan Decenal de Cultura han promovido el despliegue de
instrumentos y acciones que posibilitan robustecer el nivel local como parte esencial
de la operación del sector. Mediante la creación y profundización del Sistema Distrital
de Cultura se han abierto instancias de participación ciudadana para los subcampos
del arte, el patrimonio y las prácticas culturales y para que los grupos poblacionales y
las nuevas ciudadanías, encuentren espacios de diálogo y concertación.
Dentro de dicho proceso, se ha avanzado en la conformación y fortalecimiento de los
Consejos Locales de Cultura, la realización de encuentros ciudadanos, la promoción e
institucionalización de los gestores locales de cultura para una mejor articulación del
sector con el gobierno local, entre otras, apoyando los procesos de planificación local
expresados en la formulación de los Planes Decenales de Cultura Local. Fruto de ello,
se encuentran incidencias directas de los Planes Decenales de Cultura Local en los
proyectos locales.
83
Para revisar estos efectos, presentaremos los datos - resultado a cuatro niveles. El
primero, asociado a las prioridades establecidas en los 19 planes decenales de cultura
en materia de acciones por campo; el segundo, asociada a las prioridades de acción
con respecto a las dimensiones y, por último, el tercero, que revisa el desplegué de
estos planes en las metas y acciones de los proyectos locales. De igual forma, para
concluir con este apartado, se revisa a manera indicativa la relación de los planes
decenales de cultura local con el Plan Estratégico Sectorial.
Para el primer nivel, de manera resumida y como se puede observar en el Gráfico No.
1, al igual que en el Plan Distrital, a nivel de subcampos, en promedio las Localidades
han dado una mayor preponderancia al subcampo de las artes con el 33.4% del total
de las acciones previstas en los Planes Locales de Cultura; el patrimonio ocupa la
menor importancia con un 17.9% de las acciones.
Gráfico 1 .Porcentaje de Acciones por Campo en los Planes Decenales Locales de Cultura.
Fuente: SCRD, 2015
Si bien las artes siguen siendo objeto de primer nivel de atención, es importante
destacar el peso de las otras áreas de interés por ejemplo las prácticas culturales y las
acciones asociadas a los ejes trasversales (aspectos institucionales y de gestión).
Una mirada desagregada a nivel territorial muestra las diferencias de prioridad entre
las Localidades: Ciudad Bolívar, Bosa, Teusaquillo y Tunjuelito son las que dan una
mayor importancia al desarrollo del subcampo de las artes; por su parte, Rafael Uribe
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
Artes Eje_Transversal P_Culturales Patrimonio
84
y Santafé priorizan las acciones enfocadas a las prácticas culturales por encima del
55%; Localidades como Barrios Unidos, Chapinero, San Cristóbal, Suba y Usme,
priorizaron acciones sobre los ejes transversales de la política, mientras que Sumapaz
y Candelaria son los que en términos relativos dan mayor relevancia al patrimonio.
Gráfico 2 .- Porcentaje de Acciones por Campo y por Localidad
Fuente: SCRD, 2015
Estos resultados son base para la toma de decisiones de política pública que tengan
en cuenta las particularidades e intereses diversos de cada una de las Localidades, en
especial a la hora de focalizar recursos y acciones.
Un segundo nivel de análisis se realiza a partir de las dimensiones previstas en el Plan
Decenal de Cultura; las acciones de los Planes Locales de Cultura han priorizado las
dimensiones de circulación (18,56%), la formación (16,16%), la apropiación (11,14%) y
la visibilización (10,92%); estas cuatro explican el 57% de las acciones previstas.
0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90% 100%
Barrios Unidos
Bosa
Candelaria
Chapinero
Ciudad Bolívar
Engativá
Fontibón
Mártires
Rafael Uribe
San Cristóbal
Santa Fe
Suba
Sumapaz
Teusaquillo
Tunjuelito
Usaquén
Usme
Artes
Eje_Transversal
P_Culturales
Patrimonio
85
Gráfico 3 .- Porcentaje de Acciones por Dimensión
Fuente: SCRD, 2015
Por otra parte se evidencia el bajo énfasis otorgado a las acciones relativas a las
dimensiones de fortalecimiento institucional, internacionalización, productividad,
competitividad y regulación.
De manera específica al interior de cada subcampo, se encontró que en las artes el
mayor porcentaje de acciones está orientado a la circulación y la formación, siendo la
investigación la de menor relevancia.
0,0% 2,0% 4,0% 6,0% 8,0% 10,0% 12,0% 14,0% 16,0% 18,0% 20,0%
Circulación
Formación
Apropiación
Visibilización
Creación
Investigación
Desarrollo Cultural Territorial
Participación
Transmisión
Información y Comunicación
Fomento
Agenciamiento
Organización
Equipamientos Culturales
Salvaguarda
Protección
Productividad y Competitividad
Fortalecimiento Institucional
Internacionalización
Todas
18,56%
16,16%
11,14%
10,92%
7,86%
7,64%
5,02%
3,49%
3,28%
3,06%
2,40%
1,97%
1,97%
1,75%
1,75%
1,53%
0,66%
0,22%
0,22%
0,22%
86
Gráfico 4 .- Porcentaje de Dimensiones en el Subcampo de las Artes
Fuente: SCRD, 2015
En cuanto las prácticas culturales, las Localidades han priorizado sus acciones
principalmente en la dimensión de visibilización con el 41% de éstas.
Gráfico 5 .- Porcentaje de Dimensiones en el Subcampo de las Prácticas Culturales
Fuente: SCRD, 2015
En relación con el patrimonio cultural, los esfuerzos previstos en los Planes Decenales
de Cultura Locales se centran en la circulación con un 25%, seguidos de la
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
Apropiación Circulación Creación Formación Investigación
0,0%
5,0%
10,0%
15,0%
20,0%
25,0%
30,0%
35,0%
40,0%
45,0%
Agenciamiento Apropiación Investigación Todas Transmisión Visibilización
87
apropiación, formación en investigación; se destaca el bajo porcentaje a la protección
y salvaguarda, tema que parecería estar delegado al nivel central, lo que podría estar
dejando un vacío en la cobertura de estas dimensiones a nivel local.
Gráfico 6 .- Porcentaje de Dimensiones en el Subcampo del Patrimonio
Fuente: SCRD, 2015
Frente a los ejes transversales, las localidades en sus planes han dado mayor
preponderancia a las acciones orientadas a las dimensiones de desarrollo cultural
territorial y participación, mientras que regulación, internacionalización, productividad,
competitividad y fortalecimiento institucional apenas son enunciadas en algunos
planes; este resultado de alguna manera resulta coherente con la distribución de
competencias con el nivel central.
0,0% 5,0% 10,0% 15,0% 20,0% 25,0% 30,0%
Apropiación
Circulación
Formación
Investigación
Protección
Salvaguarda
88
Gráfico 7 .- Porcentaje de Dimensiones en Ejes Transversales
Fuente: SCRD, 2015
Como tercer nivel de análisis, se indagó acerca de la gestión de las propuestas de los
Planes Decenales de Cultura Locales mediante su ejecución a través de proyectos
específicos derivados de los Planes de Desarrollo Local. Teniendo en cuenta que los
Planes Decenales Locales de Cultura establecieron metas específicas por vigencia
hasta 2021 y que, por tanto, todos ellos se encuentran en ejecución y, por lo mismo,
todavía no es posible generar conclusiones al respecto, en este estudio se intentó
detectar sus niveles de avance, revisando, para cada año, si tienen o no asociados
recursos y si estos están o no en ejecución.
Así, encontramos que del total de acciones establecidas en los Planes Locales, un
44% tienen asignación de recursos y se ha iniciado su ejecución; un 7% no ha podido
ser determinado y un 48,95% no ha iniciado.
0% 5% 10% 15% 20% 25% 30%
Desarrollo Cultural Territorial
Equipamientos Culturales
Fomento
Fortalecimiento Institucional
Información y Comunicación
Internacionalización
Organización
Participación
Productividad y Competitividad
Regulación
89
Gráfico 8 .- Porcentaje de Acciones iniciadas con recursos locales.
Fuente: SCRD, 2015
De forma preliminar, en cuanto a la ejecución de las acciones propuestas para los
años 2012 a 2015 se evidencia que se han iniciado, en promedio, el 58% de las
acciones, y el 36% de las previstas, para años posteriores, también han sido iniciadas
o desarrolladas.
Gráfico 9 .- Porcentaje de Acciones en ejecución incorporadas en Planes de Desarrollo Locales
2012 - 2021.
Fuente: SCRD, 2015
No Determinadas7%
No Iniciadas49%
Iniciadas44%
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
70%
80%
90%
100%
2012 2013 2014 2015 2016 2018 2019 2020 2021
NO SI
90
De estos datos, tendríamos como conclusión preliminar que para el periodo 2012 –
2015, el nivel de cumplimiento de las metas de los Planes Decenales de Cultura
Locales sólo se estaría llegando a un 58% de lo previsto en dichos Planes.
Un ejercicio adicional que realizamos, busca establecer la relación entre los Planes
Decenales de Cultura Local y el Plan Estratégico Sectorial formulado en 2014. Si bien
este último fue formulado con posterioridad y no se establecieron relaciones de
causalidad con los primeros, su análisis permite una revisión de consistencia entre los
objetivos estratégicos del PES y las prioridades locales.
Gráfico 10 .- Porcentaje de Acciones orientadas a Objetivos Estratégicos del PES
Fuente: SCRD, 2015
Según el gráfico, se destacan fuertes coincidencias en las acciones orientadas a
Libertades y Derechos Culturales y Deportivos, Patrimonio Cultural, Interculturalidad y
Formación de Agentes. En temas como Cultura Competitiva y Productiva, Información
y Comunicación Cultural, Internacionalización, Nuevas Tecnologías, prácticamente no
existen niveles significativos de asociación.
En cuanto a la ejecución de acciones por objetivos del PES, se observa que los
objetivos de investigación y conocimiento, cultura competitiva y productiva,
0% 5% 10% 15% 20% 25% 30%
Libertades y derechos culturales y deportivos
Patrimonio Cultural
Interculturalidad
Formación de agentes
Investigación y conocimiento
Gobernanza
Equipamientos Culturales y Deportivos
Cultura ciudadana y democrática
Gestión comunitaria, emprendimiento
Educación para Todos
Planeación, seguimiento y control
Espacios Comunicativos
Gestión del patrimonio cultural
Investigación y conocimiento
Uso nuevas tecnologías
Desarrollo cultural territorial
Fomento Cultural
Internacionalización
innovación y uso de nuevas tecnologías
Cultura competitiva y productiva
Información y comunicación cultural.
91
Internacionalización, uso nuevas tecnologías son los que tienen un más bajo número
de acciones asociadas e iniciadas con los recursos de las Localidades. En el otro
extremo, se encuentran las acciones asociadas con el objetivo de fomento cultural y
de comunicación cultural.
Gráfico 11 .- Porcentaje de Acciones orientadas a Objetivos Estratégicos del PES en
ejecución.
Fuente: SCRD, 2015
0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90% 100%
Fomento Cultural
Información y comunicación cultural.
Interculturalidad
Desarrollo cultural territorial
Libertades y derechos culturales y deportivos
Educación para Todos
Gobernanza
Innovación y uso de nuevas tecnologías
Formación de agentes
Patrimonio Cultural
Planeación, seguimiento y control
Cultura ciudadana y democrática
investigación y conocimiento
Equipamientos Culturales y Deportivos
Gestión comunitaria, emprendimiento
Patrimonio cultural
Espacios Comunicativos
Investigación y conocimiento
Cultura competitiva y productiva
Internacionalización
Uso nuevas tecnologías
92
4.4.5. Incidencia de las Políticas Culturales y sus Indicadores
Estos niveles de implementación de la política cultural, con expresión directa en los
planes de desarrollo de la ciudad, sin duda proponen una revisión más exhaustiva y
rigurosa de sus impactos en la explicación del cambio positivo que han tenido muchos
de los indicadores de ciudad asociados al desempeño sectorial, que también nos
obliga revisar e incorporar las múltiples señales de cambio en el tejido de lo “Glo-
local”, detectadas por diversos instrumentos de medición de la ciudad y el país con
relación a la cultura.
La proyección de Bogotá como un territorio cultural, en donde toda persona pueda
sentirse acogida, reconocida e incluida culturalmente, tal como fuera planteado en el
Plan Decenal, ha logrado en los últimos años varias perspectivas de afianzamiento. El
mejoramiento de algunos de los indicadores de contraste, como los de discriminación,
tolerancia y comportamiento ciudadano así lo señalan.
En materia de discriminación, por ejemplo, la Encuesta Bienal de Culturas
(Observatorio de Culturas de la Secretaría de Cultura, 2014) indica que entre 2011 y
2013 los ciudadanos se han sentido menos discriminados, en términos netos, este
indicador se ha disminuido en casi nueve puntos porcentuales, al pasar de 23,36% a
14,54% respectivamente.
De igual manera, en relación con las actitudes, mecanismos de valoración y
relacionamiento de los ciudadanos frente a los temas asociados al conflicto y la
convivencia, que son determinantes para la calidad de vida de los ciudadanos y para
el desarrollo de una cultura de paz, cuestiones como el maltrato infantil, homicidios y
conflictividad entre vecinos, han tenido un comportamiento favorable en la ciudad.
Frente a las situaciones de maltrato infantil, los datos del ICBF señalan que durante
los últimos tres años en Bogotá se han registrado denuncias de 3.266 caos, en
Cundinamarca 1.224 y en todo el país 20.526 casos. Este tipo de denuncias han
disminuido en los últimos lustros, con una diferencia de 260 denuncias menos en el
2014 en comparación con el 2012 (ICBF, 2015). En este mismo aspecto, para el 2013
el 66,8% de la población capitalina indicó haber presenciado algún episodio de
maltrato infantil, del cual el 55.9% manifestó haber intervenido para detener la
93
agresión o para alertar a las autoridades. (Observatorio de Culturas de la Secretaría
de Cultura, 2014).
En cuanto a la tasa de homicidios, las cifras históricas reflejan una disminución
importante al regístrese, en 2013, la tasa más baja en los últimos 30 años con 16,7
homicidios por cien mil habitantes, frente a la del 2011 que se ubicó en 22.1
homicidios (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2015). Cifras que aún siguen siendo muy altas
si se comparan internacionalmente. Una mirada más detallada a estos datos, revela
que el 38% se relacionan con venganzas y ajustes de cuentas asociadas a estructuras
de criminalidad y narcotráfico, mientras que las demás se asocian temas de
convivencia ciudadana como riñas y asuntos de violencia intrafamiliar. (Observatorio
de Culturas de la Secretaría de Cultura, 2014).
En concordancia con las cifras específicas de convivencia ciudadana, vista a través de
la relación entre vecinos, en temas concernientes a basuras, ruido, invasión del
espacio público, mascotas y otros aspectos, la Encuesta Bienal de Culturas muestra
un comportamiento ciudadano en avance. De un conjunto de diez problemas típicos
que se indagan, el 27% de los ciudadanos identificó para 2011 (Observatorio de
Culturas S. C., 2011) al menos tres problemas simultáneos entre vecinos, cifra que en
2013 disminuyó al 25.9% (Observatorio de Culturas de la Secretaría de Cultura, 2014).
No obstante, estos problemas, todavía son recurrentes y tienen, para al menos un
problema entre vecinos identificado, magnitudes no despreciables superiores al 77%
en 2013 (para el 2011 se ubicaba en 80.3%).
En Bogotá, de igual manera, se han ampliado los niveles de aceptación de los grupos
LGBTI, étnicos y la tolerancia hacia prácticas culturales como el grafiti (DANE - SDP,
Encuesta Multipropósito de Bogotá, 2015); han mejorado las conductas en pro del
medio ambiente y los animales (Observatorio de Culturas S. d., Encuestas Bienales de
Culturas., 2009-2013).
Sin embargo, todo está por hacer. Un análisis detallado de varias mediciones de
percepción señalan consistentemente que, por ej., importantes segmentos de la
población de Bogotá cercanos al 50% todavía justifica la discriminación étnica, sexual,
de género y económica (Observatorio de Culturas S. d., Encuestas Bienales de
Culturas. , 2009-2013). Incluso, en temas que se perciben como superados o
marginales, los últimos datos señalan que, por ejemplo, en el tema religioso versus la
94
preservación de los valores, un 47% de los ciudadanos todavía considera que entre
más religiones se permitan en el país, es más difícil preservar nuestros valores. De
igual modo, un 44% de la población de Bogotá todavía cree que la gente pobre es más
propensa a cometer delitos o que, para más de 1.5 millones de ciudadanos de Bogotá,
la población negra siempre tendrá limitaciones dada su condición étnica (Observatorio
de Culturas S. d., Encuestas Bienales de Culturas. , 2009-2013).
De igual forma, en materia de convivencia, la violencia intrafamiliar sigue siendo uno
de los problemas importantes de Bogotá. Para 2014, la ciudad tuvo una tasa de
206.45 casos por cada cien mil habitantes, una de las mayores del país, después del
Casanare y San Andrés. La información existente señala que durante el periodo 2007
– 2014 la violencia contra las mujeres/niñas víctimas se redujo en 6,7 puntos, pero
aumentó en 6,7 puntos en hombres/niños. En el 73% de los casos, las víctimas son
mujeres en todos los rangos de edad y el 27% son hombres de todas las edades. En
los últimos dos años, las localidades con mayor incidencia son Kennedy, Bosa, Ciudad
Bolívar, Suba y San Cristóbal, concentrando el 56.4% de la violencia intrafamiliar que
se presenta en el Distrito. (CEACSC S. d., 2015)
En otros ámbitos, se presentan perspectivas polarizadas sobre temas como la cultura
democrática, la cultura política y la tolerancia frente a un eventual pos-acuerdo de paz.
Así, la ciudadanía muestra una actitud mayoritariamente contraria al perdón de delitos
de quienes se desmovilicen del conflicto (57.5%), una defensa parcializada de la
democracia como régimen y a sus instituciones (50,3%) y un índice de
corresponsabilidad ciudadana inferior al 50% (Culturas, La Cultura Democratica en
Bogotá, 2014).
Para completar esta visión, otros indicadores de ciudad que también delinean el
contexto sobre el cual se han desarrollado e impactado las políticas culturales en este
decenio, tiene que ver con importantes cambios en los derroteros y expectativas de los
ciudadanos en Bogotá. Una de ellas, que quizá, resume de manera evidente estos
cambios está asociada con una fractura importante entre los resultados de la acción
pública y la percepción ciudadana frente a esos mismos resultados. En casi todos los
indicadores culturales y de ciudad, incluyendo los asociados al consumo, los datos
muestran mayores coberturas en la oferta de bienes y servicios con intervención
pública, que contrastan con indicadores que revelan mayores niveles de insatisfacción
con estas ofertas, sobre todo en poblaciones vulnerables donde se ha concentrado
95
buena parte de esas inversiones (CómoVamos, 2014). Así, por ej. los indicadores de
discriminación socio espacial en Bogotá muestran avances importantes derivados de
la inversión pública en las infraestructuras urbanas (SDP, 2014), sin embargo, la
percepción de discriminación (EMB, 2015) hacia otros conciudadanos ha aumentado
en casi todos los indicadores (origen étnico, orientación sexual, género, identidad
grupal-musical, etc.), no obstante, como lo señalamos atrás, las declaraciones de
discriminación directa se hayan reducido drásticamente durante los últimos años.
Una explicación plausible es que Bogotá ha sido una de las ciudades de
Latinoamérica que comparativamente ha reducido más dramáticamente todos sus
indicadores de pobreza en el último cuatrienio, particularmente sus niveles de pobreza
multidimensional, que pasaron de 11,9% en 2011 a 5,4% en 2014 (DANE, Pobreza
Monetaria y Multidimensional 2014, 2015), lo que sin duda tiene implicaciones en la
transformación de los patrones y niveles de consumo de los ciudadanos, los
estándares de calidad de vida deseados y exigidos y el tipo de intervención pública
que se espera y se requiere.
En el ámbito cultural, está por estudiar cuáles son esas implicaciones frente a las
estrategias convencionales de política pública cultural. Hoy sabemos, por ej. que el
mayor acceso a las Tics de los bogotanos en los últimos 5 años (DANE - SDP,
Encuesta Multipropósito de Bogotá, 2015) han puesto en juicio muchas de las ofertas
y prácticas culturales convencionales de carácter presencial (CómoVamos, 2014).
En materia de oferta de bienes y servicios culturales, los datos muestran contrastes
muy fuertes. Al lado de un aumento en las asistencias y prácticas culturales de los
ciudadanos (DANE D. A., 2014), una percepción ciudadana que descalifica de forma
creciente temas de oferta como bibliotecas, cultural, ciclo rutas y parques y, en
general, temas asociados a la oferta cultural (DANE - SDP, 2015). Situación que
trataremos de evidenciar en los subsiguientes párrafos.
La gráfica que se muestra a continuación, señala la evolución de los beneficiarios de
la oferta cultural de Bogotá para el periodo 2002 - 2014, donde se evidencian cambios
importantes en su trayectoria a partir del año 2012.
96
Gráfico No. 1
De forma similar, el DANE, a través de su Encuesta de Consumo Cultural, detecta que
Bogotá, en comparación con otras regiones del país, tiene una de las mayores
asistencias a la oferta en formación cultural y artística que ofrece la ciudad.
Gráfico No. 2
Fuente: DANE, Encuesta de Consumo Cultural, 2014. Cálculos SCRD – SASPL
Situación que también es congruente con la evolución de las prácticas culturales en el
país, como se puede apreciar en la Gráfica No. 3, donde Bogotá capta la mayor
participación del país en dicha oferta.
-
1.000.000
2.000.000
3.000.000
4.000.000
5.000.000
6.000.000
7.000.000
8.000.000
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014
Beneficiarios de Eventos Culturales en Bogotá2002 - 2014
Fuente: SCRD,2015. Cálculos SASPL
Bogotá Amazonía / Orinoquia
Pacífica Central Oriental Atlántica
11% 11% 11%
9%8%
7%
10%
6%
8%7%
9%
4%
12%
9% 9% 9% 9%
5%
Distribución porcentual de personas de 12 años y más según asistencia a cursos y/o talleres en áreas artísticas y culturales, por regiones, en los últimos 12 meses
Cabeceras municipales.
2010 2012 2014
97
Gráfico No. 3
Fuente: DANE, Encuesta de Consumo Cultural, 2014. Cálculos SCRD – SASPL
Así también lo demuestra la reciente Encuesta Multipropósito de Bogotá 2014, que en
materia de uso del tiempo libre, varios indicadores de consumo cultural tienen saldo
positivo respecto de 2011.
Gráfico No. 4
Fuente: SDP - DANE, Encuesta Multipropósito de Bogotá, 2014. Cálculos SCRD - SASPL
En materia de infraestructura cultural, como se puede observar en el Cuadro No. 1.
Bogotá cuenta con un conjunto de equipamientos y dotaciones culturales y recreo-
deportivas distribuidos en todas las localidades, que en promedio para la ciudad,
corresponden a 6,5 equipamientos culturales y 64 deportivos por cada 100 mil
habitantes, respectivamente.
Bogotá Amazonía / Orinoquia
Pacífica Central Oriental Atlántica
18%
15%14%
11%11%
10%
16%
11%
8% 8%
13%
5%
13%
10%
13%
10%
12%
9%
Distribución porcentual de personas de 12 años y más según realización de prácticas culturales, por regiones, en los últimos 12 meses Cabeceras municipales
2010 2012 2014
0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80%
Ciclovía
Asistió a eventos deportivos
Asistió a espectáculos de teatro, danza, música en vivo
Asistió a exposiciones de arte o museos.
Asistió a bibliotecas.
Fue a cine.
Leyó libros.
Fue a fiestas, discotecas.
Salió a comer con amigos o familiares.
Visitó parques recreativos, de diversión o centros interactivos
Pasó o caminó
Uso del Tiempo Libre en Bogotá 2011 - 2014
2014 2011
98
CUADRO No. 1 Equipamientos Culturales y Recreo - Deportivos de Bogotá
Por Localidad 2014
Fuente: SCRD- IDRD. Total Bogotá. Cálculos SCRD -SASPL
Desde la perspectiva de los equipamientos culturales, el dato de 6,5 equipamientos
por 100 mil habitantes es relevante, puesto que si lo comparamos a manera indicativa
con las ciudades que reportan al Foro de la Cultura en las Ciudades del Mundo
(WCCF, 2013), específicamente con aquellas que comparten similar densidad
poblacional, encontramos a Bogotá en segundo lugar, una posición privilegiada en
este grupo, aunque muy lejos de la Ciudad de Buenos Aires que posee 29,2
equipamientos culturales por cada 100 mil habitantes.
CUADRO No. 2
Fuente: WCCF 2013. Cálculos SCRD -SASPL
No obstante, en este tema, la ciudad tiene importantes retos de largo plazo en materia
de equidad, relativa a la distribución de estos equipamientos en el ámbito local, pues
históricamente cuatro localidades han logrado concentrar buena parte de las
Localidad PoblaciónEquipamientos
Culturales
Equipamientos
Culturales por
100 Mil Hab.
Equipamientos
Deportivos
Equipamientos
Deportivos por
cada 100.000
Hab.
Antonio Nariño 108.941 6 5,5 54 50
Los Mártires 98.758 7 7,1 45 46
Tunjuelito 200.048 8 4,0 52 26
Puente Aranda 258.414 9 3,5 265 103
Usme 432.724 13 3,0 275 64
Bosa 646.833 14 2,2 233 36
Rafael Uribe Uribe 375.107 18 4,8 252 67
Barrios Unidos 240.960 19 7,9 118 49
Fontibón 380.453 19 5,0 261 69
Engativá 874.755 21 2,4 528 60
San Cristóbal 406.025 22 5,4 266 66
Usaquén 494.066 26 5,3 452 91
Ciudad Bolívar 687.923 35 5,1 421 61
Kennedy 1.069.469 36 3,4 531 50
Suba 1.174.736 38 3,2 906 77
La Candelaria 24.096 45 186,8 10 42
Santa Fe 110.053 56 50,9 85 77
Chapinero 137.870 59 42,8 156 113
Teusaquillo 151.092 63 41,7 131 87
Sumapaz 6.460 1
TOTAL 7.878.783 515 6,5 5041 64,0
Nombre de
la ciudad
Área administrativa
correspondiente
Clasificación
Según Densidad
(clúster
jerárquico)
Densidad
(Hab/Km2)
Total
Equipamientos
Infraestructura
Cultural por
100 mil
Habitantes
Mumbai
Corporación
Municipal del Gran
Mumbai
1 28.443,9 467,0 3,8
Bogotá Bogotá Distrito
Capital1 22.837,1 515,0 6,5
Seúl Ciudad Especial de
Seúl 1 16.846,2 648,0 6,4
Buenos
Aires
Ciudad Autónoma
de Buenos Aires 1 14.450,8 845,0 29,2
99
dotaciones culturales de la ciudad, principalmente, la Candelaria, Santa Fe, Chapinero
y Teusaquillo.
El siguiente gráfico muestra algunos datos relevantes y específicos sobre la
infraestructura cultural en la ciudad.
Gráfico No. 4
En contraste con todo lo anterior, varias encuestas que investigan las percepciones
ciudadanas sobre condiciones de ciudad, señalan apreciaciones negativas en
aumento de los bogotanos en temas centrales como educación pública, derechos
humanos, primera infancia e igualdad de oportunidades y seguridad, entre muchos
otros (DANE - SDP, Encuesta Multipropósito 2014, 2015). Lo mismo pasa con la
evolución de los indicadores culturales de percepción. Así, por ejemplo, según los
datos de Bogotá CómoVamos presentados en la gráfica No. 5 , la satisfacción con la
oferta cultural (público - privada) ha tenido bajas importantes en los últimos años, que
también pueden estar relacionadas con cambios, todavía no estudiados, en los
paradigmas del consumo cultural presencial debido al impacto y cobertura de las Tics
en la ciudad .
Archivo General -Artístico – Científico
6
Biblioteca -Hemeroteca - Centro de Documentación
59
Casa de la Cultura
17
Centro interactivo de cuarta generación
1
Centro Polifuncional (Laboratorio Taller de Creación,
Emprendimiento, investigación Cultural y Artística)
6
Casa Juvenil - Casa de la Participación - Centro
Cívico - Salón Comunal –Otro
15
Galería - Sala de Exposición
27
Centro Científico -Tecnológico (Planetario,
Centro Interactivo, Observatorio)
2Centro Cultural
(Centro Gestión y Expresión Cultural y Artística)
59
Museos (Arte, Patrimonio y
Ciencia)
49
Sala de Cine –Cinemateca
43
Teatro –Auditorio
152
Número de bibliotecas públicas
19
Número de bibliotecas
comunitarias
87
libros leídos por persona al año
Promedio 2011 Promedio 2013
2,90 2,93
Colecciones en las bibliotecas públicas
DIC 2012 DIC 2013 DIC 2014
537.960 535.997 562.831
Ejemplares en las bibliotecas comunitarias
2.012 2.013 2.014
94.164 194.970 124.824
Número de parques
5.029
Número de parques vecinales construidos
35
Número de parques de bolsillo construidos
9
Instalaciones deportivas públicas
5.042
Fuente: Informe entregado a Bogotá Cómo Vamos 2014. Datos de la EBC 2011, 2013 y dependencias y entidades del sector CRD.
100
Gráfico No. 5
Fuente: Bogotá CómoVamos. Encuesta de Percepción Ciudadana, 2012 - 2015. Cálculos SCRD - SASPL
La institucionalidad cultural y sus indicadores
Otro ámbito en que las políticas culturales pueden haber incidido de manera
determinante, es en relación con el desarrollo de la institucionalidad cultural en
Bogotá.
En materia de fortalecimiento institucional, el sector ha logrado consolidar una
institucionalidad coherente y bien desarrollada, que tiene como referente central el
surgimiento de las entidades adscritas y vinculadas al sector y la determinación del
objeto, funciones y estructura de las mismas en el marco de la gestión de las políticas
culturales, particularmente, la conversión en 2006 del IDTC en la Secretaria de
Cultura, Recreación y Deporte y de la Corporación la Candelaria en el IDPC, así como
la creación del IDARTES en 2010. El siguiente diagrama muestra la actual
organización sectorial, constituida por siete entidades, 5 adscritas y una vinculada,
específicamente, la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte, encargada
de ejercer el liderazgo del Sector, el Instituto Distrital de Recreación y Deporte –
IDRD, la Orquesta Filarmónica de Bogotá. , Instituto Distrital del Patrimonio Cultural –
IDPC y la Fundación Gilberto Álzate Avendaño como adscritas y el Canal Capital
como vinculada.
85%
79%74%
64%
43%
63%67%
58% 58%
44%
32% 32%
56%
2012 2013 2014 2015
Satisfacción Oferta Cultural
Medellín Barranquilla Bogotá Bucaramanga Lineal (Bogotá)
101
Diagrama No. 1
Entidades cuya misionalidad, está enmarcada en el propósito sectorial que busca
“que la cultura, el arte, el patrimonio, el deporte, la recreación y la actividad
física estén en el centro del pleno desarrollo humano de los ciudadanos y las
ciudadanas de Bogotá. Para lograrlo propenden por la ampliación de la oferta
cultural, recreativa y deportiva de calidad, para que sea cercana y accesible,
con una amplia gama de actividades” (Secretaria de Cultura, 2015).
Esta consolidación sectorial también ha venido acompañada de una trasformación en
materia presupuestal. Como se deduce de las siguientes gráficas, otro ámbito en que
las políticas culturales pueden haber incidido de manera determinante, es en relación
con el fortalecimiento de la institucionalidad cultural en Bogotá en materia
presupuestal.
Gráfico No. 6
Fuente: SDP, 1995 - 2015. Cálculos SCRD - SASPL
Secretaría de Cultura, Recreación
y Deporte (SCRD)
Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD)
Instituto Distrital de las Artes (IDARTES)
Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDCP)
Fundación Gilberto Alzate Avendaño
(FGGA)
Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB)
Canal CapitalVinculada
Adscritas
ORGANIGRAMA DEL SECTOR CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE
-
50.000
100.000
150.000
200.000
250.000
300.000
350.000
400.000
450.000
500.000
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015
Formar Ciudad Por la Bogotá queQueremos
Bogotá todos delmismo lado
Bogotá Sin Indiferencia. Bogotá positiva Bogotá Humana
Presupuesto de Inversión Bogotá Sector Cultura, Recreación y Deporte según Plan de Desarrollo 1995 - 2015
(Millones de pesos constantes de 2015)
102
En este cuatrienio se han roto casi todos los hitos presupuestales de los últimos 20
años. El sector, entre 2012 y 2014, no sólo ha consolidado una estrategia
presupuestal que le ha permitido triplicar la inversión per-cápita, sino que también ha
avanzado en la descentralización de los recursos e inversiones hacia las localidades,
logrando duplicar su inversión per-cápita. Por subsectores, el campo cultural no ha
logrado superar los presupuestos históricos de recreación y deporte, pero si reducir a
casi cero en 2014 la brecha presupuestal que los separaba. En materia de
especialización del gasto, el sector ha priorizado las inversiones en infraestructura,
formación y oferta cultural. Por subcampo, entre 2012 y 2015, ha priorizado en su
orden, el arte y la formación (29%), parques, recreación y deporte (47%) y cultura,
patrimonio, bibliotecas y televisión pública.
A continuación, se presentan los datos históricos de participación del conjunto del
Sector Cultura, Recreación y Deporte para los últimos 20 años, donde se muestra que
si bien supera con creces los montos asignados históricamente al sector, no lo hace
en términos de su participación en el presupuesto total de Bogotá.
Gráfico No. 7
Fuente: SDP, 1995 - 2015. Cálculos SCRD - SASPL
Por subsectores, dicho crecimiento es fuertemente explicado por la participación del
subsector recreación y deporte y menos por el subsector cultura, principalmente
durante el periodo 1998 - 2000. La gráfica No. 8, muestra el comportamiento histórico
0,00%
0,50%
1,00%
1,50%
2,00%
2,50%
3,00%
3,50%
4,00%
4,50%
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015
Formar Ciudad Por la Bogotá queQueremos
Bogotá todos delmismo lado
Bogotá Sin Indiferencia. Bogotá positiva Bogotá Humana
Participación (%) del Sector Cultura, Recreación y Deporte en el Presupuesto de Inversión de Bogotá según Plan de Desarrollo
1995 - 2015
103
desagregado del subsector cultura, donde se evidencia que la importancia relativa de
este sólo se alcanza a partir del año 2012.
Gráfico No. 8
Fuente: SDP, 1995 - 2015. Cálculos SCRD - SASPL
El comportamiento subsectorial de cultura, en términos de su participación frente al
presupuesto total, tampoco alcanza la barrera del 2% alcanzada en 1995.
Gráfico No. 9
Fuente: SDP, 1995 - 2015. Cálculos SCRD – SASPL
-
50.000
100.000
150.000
200.000
250.000
300.000
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015
Formar Ciudad Por la Bogotá queQueremos
Bogotá todos delmismo lado
Bogotá Sin Indiferencia. Bogotá positiva Bogotá Humana
Presupuesto de Inversión Directa Bogotá Subsector Cultura según Plan de Desarrollo 1995 - 2015
(Millones de pesos constantes de 2015)
0,00%
0,50%
1,00%
1,50%
2,00%
2,50%
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015
Formar Ciudad Por la Bogotá queQueremos
Bogotá todos del mismolado
Bogotá Sin Indiferencia. Bogotá positiva Bogotá Humana
Participación (%) del Sector Cultura en el Presupuesto de Inversión de Bogotá según Plan de Desarrollo
1995 - 2015
Participación Sub Sector Cultura
104
Comparativamente, la Grafica No. 10, muestra la trayectoria de cada subsector, donde
se advierte que sólo en los últimos tres años se está cerrando la brecha presupuestal
entre cultura y recreación y deporte.
Gráfico No. 10
Fuente: SDP, 1995 - 2015. Cálculos SCRD - SASPL
Sin embargo, este crecimiento agregado del sector, es insuficiente si lo comparamos
en términos per cápita con otras ciudades del país de menor tamaño poblacional.
Según datos disponibles de 2013, entre 5 ciudades (Bucaramanga, Medellín,
Barranquilla, Bogotá y Cali,) Medellín y Cali fueron las que más recursos invirtieron
por cada habitante en cultura, recreación y deporte. Estas 5 ciudades han mantenido
un crecimiento constante del rubro de inversión por cada habitante en prácticas
culturales, recreativas y deportivas. Bogotá en el 2007 invirtió $26.098 pesos por cada
habitante y en el 2013 esta cifra pasó a $46.524, en tanto que Medellín, para este
mismo periodo, pasó de $36.909 pesos por persona a $77.787 pesos (Secretaria de
Cultura, 2015).
Otro de los aspectos relevantes del fortalecimiento institucional es el relacionado con
los mecanismos de participación sectorial en la ciudad, principalmente a través del
Sistema Distrital de Arte, Cultura y Patrimonio como mecanismo central.
Dicho sistema, adquiere vida a través Decreto 627 de 2007 que reformó el Sistema
Distrital de Cultura, ampliando la noción de participación. Allí, se definió como la
interacción social dinámica y constituida entre los Agentes Culturales, Organismos y
0,00%
0,50%
1,00%
1,50%
2,00%
2,50%
3,00%
3,50%
4,00%
4,50%
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015
Formar Ciudad Por la Bogotá queQueremos
Bogotá todos del mismolado
Bogotá Sin Indiferencia. Bogotá positiva Bogotá Humana
Comparación por Subsectores de la Participación (%) del Sector Cultura, Recreación y Deporte en el Presupuesto de Inversión de Bogotá según Plan de
Desarrollo1995 - 2015
Sub Sector Cultura Sub Sector Recreación y Deporte Total Participación Sector Cultura, Recreación y Deporte
105
Organizaciones de los campos del arte, la cultura y del patrimonio, cuyo objetivo
consiste en, articular y organizar de forma acordada y corresponsable la interacción
social entre los Agentes Culturales, Organismos y Organizaciones involucrados en los
procesos de participación, planeación, fomento, organización, información y regulación
propios de los campos del Arte, la Cultura y del Patrimonio, posibilitando, la
movilización de voluntades, el desarrollo de iniciativas y la interlocución de las
organizaciones sociales con las autoridades públicas en los campos respectivos.
Los indicadores asociados al funcionamiento y efectividad de este sistema, vistos a
través de diversas encuestas señala que la capacidad de estas organizaciones para
convocar una respuesta social que las consolide, ha presentado durante los últimos
años algunas dificultades importantes, particularmente, de aquellas con vocación
comunitaria. A partir de la Encuesta Bienal de Culturas, se pueden evidenciar
tendencias decrecientes en la participación de la ciudadanía para la conformación de
organizaciones. Las gráficas siguientes muestran estas tendencias, tanto para el
conjunto de las organizaciones de la ciudad como para las relativas al sector.
Gráfico No. 11
Fuente: SCRD - EBC 2009 - 2013. Cálculos SCRD-SASPL
0,0%
1,0%
2,0%
3,0%
4,0%
5,0%
6,0%
2009 2011 2013
Nivel Pertenencia a Organizaciones Culturales2009 -2013
106
Gráfico No. 12
Fuente: SCRD - EBC 2009 - 2013. Cálculos SCRD-SASPL
No obstante, recientemente otras cifras señalan que, si bien la tendencia distrital de
baja participación se mantiene, el sector cultura es uno de los pocos sectores que ha
tenido un repunte en 2014, al pasar de 2% en 2011 a 2.6% en 2014, que puede llevar
a pensar en un cambio de tendencia (SDP-DANE, 2011-2014).
En otra perspectiva, la acción del sector, bajo los postulados del Plan Decenal de
Cultura en materia de fomento al ejercicio de prácticas propias de los campos de Arte,
Cultura y Patrimonio (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, Plan Decenal de
Cultura Bogotá D.C. 2012-2021, 2011), ha generado una dinámica importante en la
movilización de los agentes del sector. Esto, bajo el presupuesto de incentivar,
mediante el otorgamiento de residencias, becas, premios y apoyos, el surgimiento o
visibilización de iniciativas ciudadanas preocupadas por espacios alternativos de
circulación de las artes y de otros temas de relevancia sectorial, en diferentes áreas de
interés.
Como se puede observar en la gráfica siguiente, a partir del año 2012 las propuestas
de las organizaciones para participar en los concursos del sector se incrementaron en
un 538.5% con respecto a 2011. Sin embargo, dichas tasas han venido disminuyendo
en los dos últimos años, siendo negativa en un 6.5% la variación de 2014 con respecto
a 2013; igual sucede con el número de organizaciones que participan en estas ofertas
y el número de organizaciones que participan en más de un concurso.
31,0%
32,0%
33,0%
34,0%
35,0%
36,0%
37,0%
38,0%
39,0%
2009 2011 2013
Nivel Pertenencia a Alguna Organización en la Ciudad
2009 -2013
107
Gráfico No. 13
Fuente: SCRD, 2014. Cálculos SCRD-SASPL
Para finalizar, se muestra en el siguiente diagrama, un resumen de la evolución de
algunos de los indicadores de impacto incorporados en el Plan de Desarrollo Bogotá
Humana y el Decreto 101 de 2010 con los que se evalúa la gestión del sector.8
Diagrama No.2
8 Para un mayor detalle de los indicadores sectoriales, en la página web de la Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte se encuentran los datos de consulta en el siguiente Link: http://sispru.scrd.gov.co/siscred/siscred/indicadores.
0
1000
2000
3000
4000
2009 2010 2011 2012 2013 2014
Evolución de la Participación de las Organizaciones en las Convocatorias de
Fomento del Sector 2009 - 2014
No. Propuestas
No. Organizaciones
No. Organizaciones que aplican a varios concursos
Cobertura de bienes y servicios culturales, recreativos y deportivos ofrecidos por el sector público y/o en alianza
con el sector privado
2012 2013 2014
11.196.107 12.053.207 18.382.763
Porcentaje de organizaciones y agentes del sector cultura, recreación y deporte formados en talento humano
2012 2013 2014
0% 220% 244%
Porcentaje de acciones en las que se implementó el diálogo intercultural en el sector público y /o en alianza con el
sector privado
2012 2013 2014
11 189 197
Porcentaje de personas que practican actividades artísticas en Bogotá.
2011 2012 2013 2014
16,8% N.D 11,6% N.D
Porcentaje de personas que practican actividades deportiva en Bogotá.
2011 2012 2013 2014
34,1% N.D 35,7% N.D
Número de oportunidades de trabajo del sector cultura, recreación, deporte y actividad física generadas
2013 2014
1251 2138
Apoyos y estímulos por parte del sector público a la producción artística y cultural
2012 2013 2014
996 833 798
Porcentaje de personas de 13 años y más con tendencia al sedentarismo (incluye los inactivos y poco activos)
2011 2012 2013 2014
52,0% N.D 62,3% N.D
Índice de lecturabilidad
2011 2012 2013 2014
68,7% N.D 65,0% N.D
Porcentaje de bienes de interés cultural (BIC) intervenidos
2012 2013 2014
1,7% 3,7% 8,3%
Número de agendas normativas para el fortalecimiento de los campos del sector y la consagración de los derechos
culturales
2012 2013 2014
0 3 2
Fuente: Informe del Sector CRD 2014 (Acuerdo 489 de 2012). Datos de la EBC 2011, 2013 y dependencias y entidades del sector CRD.
108
5. Cultura de Paz y Cultura Democrática
5.1. Culturas y políticas culturales
La construcción de nociones de cultura en clave de contexto territorial, que puedan
apropiarse por la población y que expresen los grandes debates de las teorías
contemporáneas de la cultura, ha sido una búsqueda constante en las políticas
culturales distritales. Reconocer la polisemia del término y los diversos enfoques
teóricos, los esfuerzos por aproximarse a nociones de cultura fruto de la concertación
y representativas del quehacer cultural, ha sido un eje transversal en el ejercicio de
formulación de políticas públicas distritales.
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 introducen la noción de “campo cultural,
artístico y del patrimonio”, que se convertirá en una apuesta de conceptualización de
la cultura en la ciudad de Bogotá. Se concibe la cultura como “sustrato indiscutible de
la vida social y política de los pueblos” y como factor importante para la creación de
nuevas formas y relaciones de ciudadanía y como lenguaje y comunicación. Se
transita de aquella definición de la Ley General de Cultura (1997) como “el conjunto de
rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que
caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las
letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y
creencias”, hacia una visión de la cultura como grados de relaciones de poder entre
procesos, instancias, dimensiones y espacios de concertación. La concepción de la
cultura como “sustrato” y como “campo” postula a la cultura como aquel
fundamento que sostiene y determina la vida social.
La noción de “campo” está inspirada en reflexiones de teóricos como Pierre Bourdieu y
James Clifford. El primero, en su obra Las reglas del arte (Bourdieu, Las reglas del
arte. Génesis y estructura del campo literario., 1995), logra desentrañar la génesis y la
estructura del campo literario en Francia. Esta genealogía del campo literario tiene
lugar a través de la revolución que, en la literatura, simbolizó la obra de Flaubert y de
Baudelaire. Y tiene que ver con el surgimiento de la aparición de la temática del arte
por el arte. Esta revolución no depende ni de los actos de unos genios ni de una
ruptura azarosa, sino de profundas transformaciones sociales que llegaron a ser
refractadas y actualizadas por Flaubert y Baudelaire. Bourdieu aborda el campo
109
literario francés, porque el estudio del campo exige una historización radical de las
producciones artísticas. Hay que comprender las obras literarias como prácticas
sociales e históricas, no como enigmas o acertijos por descifrar. El análisis de la
conformación de campos particulares, lleva al sociólogo francés a establecer ciertas
reglas generales de los campos.
Un campo (Bourdieu, Algunas propiedades de los campos, 1990) es una configuración
de relaciones objetivas entre posiciones, en las que las posiciones se definen
objetivamente en su existencia y en las determinaciones que se imponen a sus
ocupantes, ya sean estos agentes o instituciones, tanto por su situación actual como
potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder. Un
campo es un universo estructurado y no un simple agregado de individuos, productos
e instituciones, en el cual cada agente y cada obra se definen por oposición a los
restantes. Bourdieu considera que un análisis en términos de campo implica tres
momentos necesarios e interrelacionados. El primer momento conlleva ubicar la
posición del campo en relación con el campo del poder. Ciertas formas de dominación
son transversales a los diferentes campos como, por ejemplo, la dominación
masculina. En el segundo es necesario establecer la estructura objetiva de las
relaciones entre las posiciones ocupadas por los agentes o las instituciones que
compiten dentro del campo en cuestión. Y en el tercero, analizar los habitus9 de los
agentes, los diferentes sistemas de disposiciones que éstos adquirieron mediante la
interiorización de un tipo determinado de condiciones sociales y económicas y que
encuentran, en una trayectoria definida dentro del campo considerado, una
oportunidad más o menos favorable a actualizarse.
En tanto energía social acumulada e invertible, estos recursos, que no son sólo
materiales, reciben, en la obra de Bourdieu, el nombre de “capital”. Además del
“habitus”, el campo exige la noción de “capital”. El capital es una fuerza inscrita en la
objetividad de las cosas que determina que todo no sea igualmente posible. Su
quantum se puede determinar y reviste por lo menos cuatro formas diversas: capital
9 La noción de habitus evoca esos términos griegos como ethos o hexis, que no se pueden traducir
exactamente por “costumbre”, por la condición generadora o creadora que inviste al habitus; mientras la costumbre puede aludir a la repetición mecánica. Es siempre un habit (ar) como una relación activa y creadora con el mundo. Las acciones humanas no son reacciones instantáneas a estímulos y la más insignificante reacción de una persona ante otra está preñada de toda la historia de ambas, como también su relación. Su intención más profunda es distanciarse de esos dualismos típicos de gran parte de la filosofía moderna: sujeto-objeto; interno-externo; material-espiritual; individual-social.
110
económico; capital social; capital cultural; capital simbólico. El volumen y la estructura
del capital acumulado en un momento determinado del tiempo dependen de todo el
itinerario social anterior, lo que nuestro investigador designa como “trayectoria”. Las
clases y fracciones de clase que luchan en el espacio social del campo poseen
diferentes capitales. El capital cultural puede existir bajo tres formas: en estado
interiorizado o incorporado, en estado institucionalizado y en estado objetivado. En la
primera modalidad exige un trabajo sobre el cuerpo, un “cultivar” o “formar” con alguna
finalidad; en la segunda forma, existe un capital institucionalizado cuando a través de
un título académico se otorga reconocimiento oficial al capital cultural poseído por
alguien; en la tercera, el capital cultural se objetiva en bienes culturales (libros,
cuadros, diccionarios, obras, etc.). En la medida que las tres formas de capital
(económico, social, cultural) son representadas, simbólicamente aprehendidas, en
relaciones de reconocimiento y desconocimiento, es decir, elaboradas por los
esquemas del habitus, se configura el capital simbólico. El poder del capital simbólico
es tan importante, porque es el poder de construcción de la realidad que posibilita el
establecimiento de un orden; los símbolos instauran conocimiento, comunicación,
integración y conflicto social, “consensos” sobre el sentido del mundo. Poseen una
función gnoseológica y política, al mismo tiempo.
James Clifford, propone abordar el sistema de arte-cultura, como la circulación de
objetos y procesos en torno a un conjunto de valores y categorías que ciertos sectores
de la sociedad han convertido en legítimos para ordenar (incluir/excluir) las prácticas
culturales del sistema. Las instituciones cultura y arte, clasifican los objetos y prácticas
culturales en un sistema cuyos criterios de organización deciden la inclusión/exclusión
a partir de valores como lo auténtico, lo innovador, lo original, lo artístico, entre otros.
Estos criterios y valores son altamente dinámicos y contingentes históricamente.
Caracterizando el sistema de arte-cultura como escenarios de permanente tensión y
conflicto. “Aquí la cultura aparece no como una tradición que debe resguardarse, sino
como códigos y artefactos reunidos, siempre susceptibles de recombinación crítica y
creativa” (Clifford, 1995, p. 28).
Las ideas de “campo” y de “sistema arte-cultura”, han permitido importantes
transformaciones para comprender y estudiar la cultura. La primera modificación es
concebir la cultura no como objetos para recepción, distribución y consumo, sino como
relaciones de poder y prácticas sociales. La segunda transformación es situar las
111
obras culturales en un tejido social más amplio que implica economía, dinámicas
institucionales, formas de regulación social, políticas diferenciales de carácter social,
racial, sexual, étnico y de género. El tercer giro es el reconocimiento del conflicto como
constitutivo del campo cultural y la importancia de las diferencias en la constitución del
campo. La cuarta modificación es que la noción de campo permite estudiar las
dinámicas de la cultura no sólo como bienes de élite, sino las disputas hegemónicas y
contra-hegemónicas de estas prácticas culturales.
La noción de campo comienza a utilizarse con fuerza en el pensamiento crítico
latinoamericano en la década del ochenta del siglo XX. Conjuntamente con una
relectura rigurosa de Gramsci, el término campo, ha sido relevante en los estudios
culturales, las políticas culturales y los movimientos sociales, en los inicios del siglo
XXI en la región. Para Graciela Montaldo:
(…) los trabajos de Ángel Rama, Antonio Cornejo, Néstor García Canclini,
Jesús Martín Barbero, Beatriz Sarlo; Renato Ortiz, Nelly Richard, Oscar Terán,
entre otros, usaron productiva y críticamente los textos de Bourdieu… En
México fue Néstor García Canclini quien hizo de las categorías de Bourdieu, en
trabajos fundadores de una perspectiva culturalista sobre el presente, un uso
más productivo. En libros como Culturas híbridas, Estrategias para entrar y salir
de la modernidad (1990), Consumidores y Ciudadanos (1995) o
Latinoamericanos buscando lugar en el siglo (2002), estableció la idea de
campo cultural para interpretar fenómenos que cruzaban la experiencia urbana,
los productores culturales, las relaciones de la industria cultural con el capital
transnacional, la relación entre cultura letrada y los medios, la organización del
pasado, la multiculturalidad y el multilingüismo, la idea de nación, los vínculos
entre cultura y artesanía en las instituciones estatales. (Montaldo, 2009, p. 49)
En la reelaboración latinoamericana, las concepciones de campo cultural subrayan su
doble condición de cruce de tensiones y de campo de lucha.
En la apropiación realizada por las Políticas Culturales Distritales 2004-2016,
inicialmente la categoría de campo remite a “un conjunto de espacios, instancias,
procesos y dimensiones que buscan interpretar e intervenir la cultura” y donde “se
articulan de manera variada actividades, profesiones, instituciones y agentes
culturales” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p.
112
26). Posteriormente, el campo se define como un sistema que se delimita a partir de
movimientos de inclusión/exclusión, cuyos criterios de selección acerca de lo que no
es cultural ni artístico son la autenticidad, distinción y diferenciación de objetos,
prácticas, significados sociales, entre otros. Dichos movimientos no sólo configuran y
determinan las fronteras del campo, sino también sus zonas, instancias, actores,
espacios, instituciones y movimientos, en consonancia con el devenir histórico de una
sociedad en pugna por la producción y acumulación de capital cultural. Las relaciones
fundamentales en los campos cultural, artístico y del patrimonio, están determinadas
por cuatro articulaciones: instancias (públicas y privadas); procesos (organización,
planeación, fomento); dimensiones (formación, investigación, creación, gestión,
infraestructura, apropiación); y, espacios de concertación (consejo distrital de cultura,
consejos locales de cultura, consejos distritales de áreas artísticas). La categoría de
“campo cultural” ha sido el fundamento de las políticas, planes y proyectos de la
administración distrital durante los gobiernos distritales entre 2004 y 2015.
El importante destacar que en las Políticas Culturales Distritales son definidas las
políticas culturales como “el resultado de la concertación entre los sectores sociales en
torno a los aspectos logísticos, políticos, económicos y sociales del campo cultural”
(Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p. 19).
Además, le asigna a las políticas culturales, un papel definitivo en la construcción de
una cultura democrática a través de procesos de concertación que fortalezcan la
relación entre el campo cultural y otros campos sociales, para convertir a Bogotá en
una “región líder en procesos interculturales, democráticos y participativos, abierta a la
creación, transformación y valoración de sus culturas” (Alcaldía Mayor de Bogotá;
Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p. 20).
El Plan Decenal de Cultura Bogotá 2012-2021 preserva la concepción de cultura como
“campo”, pero subdivide su estructura en tres momentos: sub-campo de las prácticas
culturales; sub-campo de las artes; y, sub-campo del patrimonio. Retoma la noción de
cultura como campo expuesta en las Políticas Culturales Distritales y propone un
desarrollo del concepto incorporando la categoría de subcampo a partir de la
diferenciación de las “prácticas sociales”, bajo el argumento de las necesidades que
plantean las dinámicas contemporáneas de Bogotá. Los “subcampos” tienen el sentido
de otorgar “herramientas conceptuales y técnicas que contribuyan a potenciar la
gestión pública del campo” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 19)
113
y dar respuestas a las nuevas realidades culturales del Distrito Capital. Es decir,
comparado con las Políticas Culturales Distritales, aparece ahora una quinta
articulación conformada por los sub-campos, además de las instancias, procesos,
dimensiones y espacios de concertación. El Plan Decenal de Cultura realiza un
esfuerzo por delimitar las fronteras de cada sub-campo e introduce la noción de
Bourdieu de “capital cultural”. Para esta política pública, “la noción de campo cultural
implica la identificación de agentes, disputas y tensiones que se dan en torno a las
definiciones y recursos que en este se movilizan” (Secretaría de Cultura Recreación y
Deporte, 2011, p. 26). Introduce en su formulación la Agenda 21 de la Cultura y busca
explícitamente posicionar a la cultura como uno de los cuatro pilares del desarrollo de
la ciudad capital; pretende redimensionar la acción cultural en el desarrollo sostenible
de la ciudad de Bogotá y espera que el Plan se convierta en “carta de navegación”
para las próximas tres administraciones. El Plan Decenal no elabora un marco
conceptual detallado sobre su noción de política cultural, sino se limita a asumir los
desarrollos y conceptualizaciones contenidas en las Políticas Culturales Distritales
2004- 2016.
El sub-campo de las prácticas culturales puede ser comprendido como el conjunto de
las prácticas sociales en que se manifiesta la diversidad cultural y se toma como eje a
las subjetividades en sus relaciones con las comunidades y el entorno. Es un
subcampo que se estructura a partir de aquellas acciones que movilizan saberes,
valores, imaginarios, hábitos y actitudes de carácter colectivo en escenarios de los
público. Está ligado al fomento de la cultura democrática y de la participación, con el
fin de visibilizar los esfuerzos de la administración por reconocer y potenciar la
diversidad y los sentidos identitarios en la ciudad. El subcampo de las artes incorpora
tanto la tradición canónica de las artes como las prácticas artísticas emergentes; este
subcampo muestra que las artes se encuentran en permanente redefinición y con
fronteras difusas. Por tanto, el subcampo de las artes, reconoce los conflictos sociales,
las distinciones de clase, de exclusión e inclusión y de posiciones hegemónicas, que
se tejen en torno a las artes. El subcampo del patrimonio es heterogéneo y dinámico,
porque incluye tanto el patrimonio acumulado a lo largo de las historia de la ciudad
como otros patrimonios que señalan nuevos reconocimientos y necesidades. La
construcción social del patrimonio también es un campo valorativo en disputa y un
campo de lucha por la memoria.
114
“Dada la amplitud de perspectivas para la valoración del patrimonio, que se
debate entre si los valores pertenecen a los productos culturales o son
otorgados por los sujetos, el subcampo del patrimonio cultural ha delimitado
tres valores matrices: el histórico, el estético y el simbólico”. (Secretaría de
Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 37)
Las Bases de Políticas Culturales 2016-2026 pueden mantener la noción de cultura
como “campo”, recuperando la importante tradición que este concepto ha tenido en la
ciudad de Bogotá, pero también es imprescindible subrayar algunos giros y matices
necesarios para comprender nuestra ciudad hacia el horizonte de la tercera década
del siglo XXI. Deben ratificar, igualmente, aspectos significativos de su trayectoria
histórica, como: concebir la cultura no como objetos para recepción, distribución y
consumo, sino como relaciones de poder y prácticas sociales; situar las obras
culturales, artísticas y patrimoniales, en un tejido social más amplio que implica
economía, dinámicas institucionales, formas de regulación social, políticas
diferenciales de carácter social, racial, sexual, étnico y de género; reconocer el
conflicto como constitutivo del campo cultural y la importancia de las diferencias en la
constitución de todo campo; estudiar las dinámicas de la cultura no sólo como bienes
de élite, sino como disputas hegemónicas y contra-hegemónicas de toda práctica
cultural.
En algunos aspectos las nociones de cultura y de políticas culturales contemporáneas
exigen ciertos acentos, matices y giros. Las teorías contemporáneas de la cultura
enfrentan complejas dificultades y la noción de políticas culturales urbanas exige
varias redefiniciones.
Podemos indicar algunas cuestiones centrales que experimentan las teorías
contemporáneas de la cultura: la de “cultura”, la de “teoría” y la de “modernidad”. Con
relación al concepto actual de “cultura” se constatan complejas tensiones. La primera
interpela aquellas oposiciones entre naturaleza-cultura (Rousseau), cultura-civilización
(O. Spengler), cultura-técnica (Ortega y Gasset), que hacían parte del aparato
conceptual de su definición, han sido severamente cuestionadas y han dado paso a
una noción extensa o abarcadora de cultura que considera que no hay nada que
quede fuera de ella. La segunda tensión, a partir de posiciones teóricas disímiles como
Schiller, Nietzsche, Adorno y Benjamin, subraya los entrecruzamientos históricos
115
entre cultura, barbarie y violencia. En palabras de Benjamin: “No hay documento de
cultura que no lo sea al tiempo de barbarie. Y como él mismo no está libre de barbarie,
tampoco lo está el proceso de transmisión en el cual ha pasado desde el uno al otro”
(Benjamin, 2012, p. 309). Tanto la producción como la recepción y transmisión de toda
obra cultural, en la historia occidental, hasta ahora, siempre han estado cargadas de
barbarie y de violencia.
En cuanto al asunto de la “teoría”, por dos vías se ha cuestionado su posibilidad. La
primera vía es que si todo se ha vuelto cultura, ya no sería posible acordar un punto
de vista a partir del cual pensar algo así como una “teoría” general de la cultura. La
segunda vía es la crisis de los grandes relatos y del universalismo, que ha producido
una crisis paralela en “grandes conceptos” como cultura, teoría y modernidad. “La
discusión contemporánea oscila entre la propuesta de renunciar totalmente a estos
conceptos y los intentos de definirlos nuevamente para salvar la perspectiva de la
observación y la distancia crítica, trasladando la discusión al interior de la cultura”
(Schroder & Breuninger, 2005, p. 9). Aunque la complejidad de la idea de una teoría
de la cultura universal parece problemática, eso no quiere decir que simplemente hay
que renunciar a las teorías de la cultura.
La pregunta por la “modernidad” también posee profundas inquietudes culturales. La
primera, la necesidad de develar los prejuicios que se encuentran en esa escritura de
la historia de la modernidad occidental, como el colonialismo, el eurocentrismo, el
antropocentrismo y las relaciones de destrucción con la naturaleza. La segunda, la
urgencia de realizar una crítica rigurosa a la idea dominante de progreso de cuño
euro-occidental. La tercera, postular que la pregunta por la cultura hoy no puede
limitarse a las contradicciones internas del desarrollo europeo-occidental.
Las nociones de políticas culturales también son objeto de intensas reflexiones,
porque no pueden ser independientes el concepto de cultura y las políticas culturales.
Se entrelazan y condicionan mutuamente. La nueva generación de políticas culturales
que aspiramos construir, además de resaltar que son ‘el resultado de la concertación
entre los sectores sociales en torno a los aspectos logísticos, políticos, económicos y
sociales del campo cultural’, se han convertido en escenarios estratégicos de la vida
cultural nacional, regional y local. Es indispensable ubicar unos ejes de reflexión y
116
acción de las políticas culturales en Bogotá, como también una apuesta de
conceptualización.
Algunos de estos ejes teóricos-prácticos de la nueva generación de políticas públicas
se infieren de la noción actual de cultura. El primero, es la expansión del campo de las
prácticas culturales, las artes y el patrimonio, hacia ámbitos hiper-extendidos y poco
explorados. Actualmente no es pertinente limitar el campo de la cultura a las artes
cultas eurocéntricas, el folclor y las artes populares, y el patrimonio inmueble. Se exige
un campo cultural dinámico abierto a las telecomunicaciones, al mundo digital, las
industrias creativas, las nuevas culturas juveniles, las nuevas subjetividades
emergentes, la artesanía, otras prácticas de la memoria, la estetización del cuerpo, los
cuerpos cívicos10, la cultura festiva, nuevas experiencias de las identidades, otras
formas del patrimonio, paisajes culturales, parques temáticos, entre muchas otras. El
segundo, proponer una noción de cultura que destaque el valor de la creatividad
misma y establezca nexos profundos entre los proyectos educativos y la formación
estética. Tercero, apoyar aquellos procesos de reconstrucción de nuestra historia, el
deber cultural de la memoria y la problematización de las identidades. Cuarto,
comprender las complejas relaciones históricas entre cultura, violencia y paz,
perseverando en caminos para la construcción de una cultura de paz. Quinto, insistir
en las mutuas relaciones de complementariedad entre la cultura democrática y la
cultura de paz. Sexto, persistir en un gran interés por lo comunitario, lo colectivo, lo
común, lo societario y los movimientos sociales. Séptimo, reconocer el campo cultural,
artístico y patrimonial, como un eje transversal de la integración ciudad/región.
Los ejes anteriores tienen que nutrirse de un concepto de políticas culturales que
manifieste y posibilite su realización. Consideramos que la investigación cultural y las
políticas culturales en América Latina, han trazado senderos importantes en este
desafío. Intentos de conceptualización como los sugeridos por Sonia Álvarez, Evelina
Dagnino, Arturo Escobar, Ana María Ochoa, entre otros, van en esta dirección. Para
los tres primeros se comprende
la política cultural como el proceso generado cuando diferentes conjuntos de
actores políticos, marcados por, y encarnando prácticas y significados
culturales diferentes, entran en conflicto. Esta definición de política cultural
asume que las prácticas y los significados –particularmente aquellos teorizados
10
Noción utilizada por Richard Sennet. (Sennet, 2003).
117
como marginales, opositivos, minoritarios, residuales, emergentes, alternativos
y disidentes, entre otros, todos éstos concebidos en relación con un orden
cultural dominante- pueden ser la fuente de procesos que deben ser aceptados
como políticos. (Ochoa, 2003, p. 20)
Según Ochoa se entiende
como política cultural la movilización de la cultura llevada a cabo por diferentes
tipos de agentes –el Estado, los movimientos sociales, las industrias culturales,
instituciones tales como museos u organizaciones turísticas, asociaciones de
artistas y otros- con fines de transformación estética, organizacional, política,
económica y/o social. (Ochoa, 2003, p. 20)
Estas conceptualizaciones comparten algunos elementos comunes entre sí y con
nuestros ejes. El nexo entre el concepto de política y los ejes que señalamos se refleja
en los siguientes cuatro aspectos. En primer lugar, las políticas culturales incitan
acciones para la movilización y concertación de diversos actores o agentes para
obtener determinados fines de carácter cultural. En segundo lugar, las políticas
culturales buscan expresar las demandas, necesidades y expectativas culturales de
una sociedad concreta, reconociendo las relaciones tensionantes y conflictivas entre
ellas. En tercer lugar, las políticas culturales dinamizan cambios emancipatorios y
transformaciones socioculturales. En cuarto lugar, las políticas culturales inciden de
forma determinante en las concepciones y disputas sobre el concepto de lo político.
5.2. Horizontes de sentido
La idea del campo cultural y las artes como un ámbito privilegiado para la construcción
de paz es un tema reiterado en los discursos de las políticas culturales. Constituye un
problema relevante que está al inicio mismo de la estética filosófica en la antigüedad
griega y se mantiene en la historia occidental del arte y la estética, hasta nuestros
días. Desde Platón y Aristóteles el asunto del valor formativo del arte es frecuente y
uno de los problemas más difíciles. En el libro X de La República de Platón, son
expulsados un tipo de poetas imitativos que, para este filósofo, rinden culto a la
“apariencia del mundo” y engendran una “dañina constitución privada”. La Poética de
Aristóteles reivindica la experiencia estética de la tragedia griega porque encamina al
118
ser humano hacia la eutymia, un temple de ánimo que armoniza las virtudes y la
felicidad, como también posibilita la catarsis trágica que contiene una dimensión
purificadora y pedagógica de la vida emocional. Estos interrogantes fueron los
cimientos de las discusiones sobre el papel de la experiencia estética en la vida del
ciudadano en la polys.
El mundo antiguo transmitirá la importancia del problema estético al mundo medieval y
moderno. Han sido destacados los esfuerzos reflexivos de Agustín, Tomás,
Campanella, Da Vinci, Spinoza, Baumgarten, Kant, Hegel, Nietzsche y muchos
filósofos occidentales, para develar el enigma de la educación estética. Un lugar
importante en esta tarea reflexiva, tienen las Cartas sobre la Educación del Hombre
(1795), de F. Schiller, en la época moderna. Sus tesis son reveladoras para
comprender el papel insustituible del arte: sólo es posible alcanzar la libertad a través
de la belleza; no puede existir educación sin educación estética; una educación
estética rigurosa es el único camino firme para la maduración espiritual completa, con
la armonía entre sentimiento, gusto, moral, imaginación y razón; la dimensión estética
siempre compromete la vida de los individuos y la de la comunidad; la experiencia
estética influye en todas las formas de vida y en todo momento de la historia. Con
Schiller, podemos afirmar, se insta a la humanidad a realizar un esfuerzo
palingenésico que logre aunar la cultura, la estética y la pedagogía.
La persistencia y agravamiento de las guerras, la carrera armamentista, los conflictos
internos y las violencias en el mundo actual, han exigido un retorno a esta importante
problemática. La urgencia por construir sociedades libres, con individuos críticos,
autónomos, formados de manera integral, se hace evidente y es incuestionable como
condición para vivir juntos en paz. Las relaciones entre sociedad, paz, violencias y
culturas, se ha convertido en una cuestión acuciante en la hora actual.
En 1998, las Naciones Unidas declararon el periodo 2001-2010, como el “Decenio
Internacional de una cultura de paz y no violencia contra los niños del mundo”, y el
2000, como el “Año Internacional de la Cultura de la Paz”. La Declaración de Naciones
Unidas, que inaugura este decenio, define la cultura de paz como “un conjunto de
valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados” en nueve
características: a) El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción de la no
violencia; b) El respeto de los principios de soberanía, integridad territorial de los
119
Estados y de no injerencia en los asuntos internos; c) El respeto y promoción de todos
los derechos y libertades humanas; d) El compromiso con el arreglo pacífico de los
conflictos; e) Los esfuerzos para satisfacer las necesidades del desarrollo y protección
del medio ambiente; f) La promoción del desarme; g) El fomento de la igualdad de
derechos y oportunidades de mujeres y hombres; h) El respeto y fomento del derecho
de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información; i) La adhesión
a los principios de la libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación,
pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la
sociedad y entre las naciones. Los acentos de esta visión de cultura de paz son
nítidos. El primer énfasis es subrayar el aporte cultural que contienen ciertos valores,
actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida que rechazan la violencia. El
segundo acento es establecer una identificación entre cultura de la no violencia y
cultura de paz; así como también, entre cultura de la violencia y negación de la paz. El
tercer tono es la ausencia de una teoría compleja de la conflictividad humana y la idea
de una relación con los conflictos como prevención de sus causas. El cuarto énfasis se
sitúa en la conexión de la cultura de paz con los derechos humanos y ciertos principios
contenidos en la Declaración Universal de 1948.
El Informe Final del Decenio para una Cultura de Paz (2001-2010), realizado por
cerca de 500 organizaciones civiles del mundo, en 2010, establece ocho criterios para
evaluar los avances o retrocesos en cultura de paz, a nivel mundial: a) La educación
para la cultura de paz; b) El desarrollo económico y social sostenible; c) El respeto por
los derechos humanos; d) La igualdad entre mujeres y hombres; e) La participación
democrática; f) La comprensión, tolerancia y solidaridad; g) La libre circulación de
información y conocimiento; h) La paz y seguridad internacional.
La valoración y caracterización de prácticas exitosas en cultura de paz, son analizadas
desde estas ocho pautas. Llaman la atención algunas observaciones contenidas en
este Informe Final del Decenio. Se subraya que la sociedad civil y las autoridades
locales han incrementado sus iniciativas en cultura de paz; también, la gran prioridad
otorgada a la educación para la cultura de paz y la escasa preponderancia adjudicada
a la participación democrática. Las organizaciones en su conjunto consideran que los
“progresos” en desarrollo económico y social sostenible son bastante discutibles.
120
La perspectiva Naciones Unidas de cultura de paz contiene dos asuntos
problemáticos, que las teorías contemporáneas de la cultura y las políticas culturales
han empezado a discutir. La primera limitación es que los factores que aportan a la
cultura de paz, en general, para Naciones Unidas, son “exteriores” a la cultura o
acentúan aspectos de la dimensión social, política o ética; no son características
inmanentes o intrínsecas al campo cultural. Por ejemplo, el acento que su definición
de “cultura de paz” le otorga a la soberanía, los derechos humanos, las libertades, la
educación, las necesidades del desarrollo y los principios de justicia, democracia,
tolerancia solidaridad, cooperación, pluralismo, etc. Podemos preguntarnos: ¿acaso la
cultura no contiene rasgos propios que contribuyen ellos mismos a la paz, la justicia, la
convivencia, la solidaridad, etc.?
La segunda dificultad reside en la concepción latente en Naciones Unidas de las
relaciones entre cultura y violencia. Parte de unas premisas discutibles: cultura es paz,
violencia es no-cultura; todo conflicto es violencia, hay que abolir el conflicto para ser
culturales; hay que silenciar la violencia y el conflicto en nombre de la tolerancia.
Parece pretenderse ocultar y olvidar la persistente relación entre cultura y violencia en
la historia de las ciudades, de nuestro país y a nivel de la cultura occidental. No es
posible plantear actualmente una relación de separación o antinomia entre cultura y
violencia. Es debatible, en la Declaración de Naciones Unidas, qué se entiende por la
“práctica de la no violencia” y el “arreglo pacífico de los conflictos”. El horizonte para
conceptualizar una cultura de paz, tal vez, debe prepararnos para premisas más
complejas, como la existencia de “culturas que incrementan la violencia y culturas que
mitigan la violencia”, como también a develar desde la cultura una tipología de las
distintas violencias. Actualmente es ineludible reconocer y caracterizar la “violencia
cultural”.
Existen destacadas reflexiones sobre la violencia que exploran su concepto y las
tipologías. Para Johan Galtung, “la violencia está presente cuando los seres humanos
se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales
están por debajo de sus realizaciones potenciales” (Galtung, Sobre la paz, 1983, p.
30); es decir, las circunstancias del contexto influyen en que una persona pueda o no
desarrollar sus potencialidades, y cuando aquellas son imposibilitadas, se desata
algún tipo de violencia. Diferencia tres tipos de violencia: directa, estructural y cultural.
La violencia “directa” o “personal”, la más visible y a la que la mayoría de personas se
121
refiere, es aquella en la que median acciones coactivas de unos sujetos concretos
sobre otros. La violencia “indirecta o estructural” es aquella causada por estructuras
económicas o políticas injustas evitables. La “violencia cultural” es la que anida en los
sistemas de sentido, axiológicos y de normatividad de las culturas, cuando justifican y
estimulan la violencia contra determinados colectivos de seres humanos por las
identificaciones que se les asignan.
Según Slavoj Žižek, deberíamos “aprender a distanciarnos, apartarnos del señuelo
fascinante de esta violencia <subjetiva>, directamente visible, practicada por un
agente que podemos identificar al instante” (Žižek, 2009, p. 9), para poder identificar
aquellas violencias a las que debemos dedicar nuestros esfuerzos para luchar contra
ella. Reducir la violencia a esa subjetiva, directa y visible es un simple señuelo que
nos impide pensar; antes de acabar la violencia, termina fortaleciéndola. Para el
filósofo esloveno existe un triunvirato de violencias que deben ser objeto central de
nuestras acciones: la “subjetiva”, la “simbólica” y la “sistémica”. A las dos últimas, que
hay que analizar con mayor esmero, las llama “tipos objetivos” de violencia y son
determinantes para poder luchar contra la violencia. La violencia “simbólica” está
encarnada en el lenguaje, la ideología y sus formas. La violencia “sistémica” está
conformada por las consecuencias a menudo catastróficas del funcionamiento de
nuestros sistemas económico y político. Estas dos violencias objetivas son
precisamente la violencia inherente a un estado de cosas llamado “normal”, por tanto,
los órdenes sociales dominantes están atravesados por las violencias.
En Colombia, en los inicios del siglo XXI, también las interpelaciones en torno a las
violencias han constituido un importante campo de reflexión e investigación sobre las
relaciones entre cultura, violencia y paz. Tanto la investigación académica como la
formulación de políticas culturales han construido diversos significados y senderos
para la construcción de paz desde el campo cultural. Encontramos sentidos teóricos
profundos en la investigación académica. Son destacables las ideas de Arturo
Escobar, quien sostiene que la contribución de la dimensión cultural a la paz es
estudiar los procesos históricos a través de los cuales se constituyeron los regímenes
de representación violentos y las alternativas a estos regímenes. Para Jesús Martín-
Barbero el sentido del campo cultural es construir narrativas que den cuenta de la
presencia de diversos lenguajes y relatos. Alonso Salazar expresa que la cultura
apoya la paz por su contribución a reconstruir el tejido social de lo público. Mientras
122
que Eduardo Restrepo resalta que la cultura busca encontrar espacios concretos para
la experiencia colectiva del duelo, lo cual posibilitan las artes y las culturas. Las ideas
de Ana María Ochoa apuntan a que el campo cultural cuestiona las lógicas del miedo,
la desconfianza y la venganza en la vida cotidiana.
En las políticas culturales, en especial en las políticas públicas institucionales, se han
acentuado tres finalidades con relación a la construcción de paz: a. La cultura aporta a
la paz como espacio de participación que transforma las historias de las exclusiones al
crear derechos sociales y culturales, cuyas claves son inclusión y enfoque de
derechos. b. La cultura como posibilidad de reconstrucción del tejido social; la cultura
se convierte en apoyo y sustento del tejido social destruido. c. La cultura como
antídoto contra el miedo en aquellos lugares donde domina el terror; actualmente es
un remedio, un efecto terapéutico, en los lugares donde predomina el miedo y la
violencia.
En Colombia existen diversos e importantes enfoques de cultura de paz que pueden
agruparse en los siguientes marcos de referencia, principalmente por sus acentos. Un
primer enfoque que insiste en las relaciones entre cultura de paz y fomento de valores,
actitudes y virtudes para la cultura de la no violencia. Una segunda perspectiva que
concibe la cultura de paz como prácticas, experiencias y acciones desde los territorios
culturales concretos, que han enfrentado creativamente la violencia y el conflicto
armado interno. Un tercer sendero que establece un vínculo necesario entre cultura de
paz y formación permanente en derechos humanos y democracia. Un cuarto enfoque
que plantea como problema central para la construcción de una cultura de paz, el
estudio de los imaginarios dominantes de paz y las posibilidades de acciones
culturales para su transformación.
El Plan Bogotá Humana 2012-2016, establece líneas estratégicas hacia una cultura de
paz. Se plantea como un objetivo central el fortalecimiento de la democracia y el
trabajo permanente por la construcción de la paz. Dentro de los objetivos de cada uno
de los tres ejes, encontramos iniciativas en esa dirección como la construcción de
territorios de vida y de paz, la promoción de la convivencia pacífica para tramitar los
conflictos sociales, la conversión de Bogotá en una ciudad de memoria, paz y
reconciliación, las poblaciones libres de violencia, la construcción de memoria histórica
desde las víctimas, entre muchas otras.
123
La cultura de paz es cultura democrática y formas de abordar la conflictividad
constitutiva de la vida social. Existe un nexo de inter-dependencia entre cultura de paz
y cultura democrática. No es posible fortalecer la democracia sin la consolidación de
una cultura de paz; la cultura democrática es condición y posibilidad para una cultura
de paz. Más cultura de paz exige profundizar la cultura democrática; más cultura
democrática potencia la cultura de paz. Una vida habitando el campo cultural siempre
es democrática. En el centro de la cultura de paz están los problemas concretos de la
democracia colombiana, la profundización de la democracia en las ciudades y
territorios, y las pedagogías para re-crear la conflictividad connatural a la vida en
sociedad. En palabras de Álvaro García Linera,
si se acabaran los conflictos, la democracia sería sinónimo de una sociedad
congelada. La democracia es principios, pero también y, fundamentalmente,
disensos y desacuerdos entre ciudadanos en creciente proceso de igualación
política, distintas miradas acerca de, por ejemplo, qué hacer con el dinero del
Estado, qué hacer con la autonomías; distintas maneras de entender la
igualdad. La democracia es, fundamentalmente, el reconocimiento práctico,
material y objetivo del disenso como hecho estatal. (García Linera, 2010, p. 40)
Tenemos que destacar aquellas virtudes y potencialidades irremplazables de las artes
y la cultura en el proceso de la construcción de la paz. Además de las importantes
finalidades adjudicadas por los y las investigadoras colombianas, queremos enunciar
algunas de las virtudes o potencialidades que hacen parte de la memoria de la filosofía
occidental. Primera virtud, es la capacidad cultural de cuestionamiento permanente de
los imaginarios dominantes en cada sociedad de paz, guerra, conflicto y violencia.
Segunda potencialidad, la apertura a otros caminos creados por la dimensión cultural y
artística para enfrentar y movilizar los conflictos sin el uso de la violencia. Tercera
virtud, el gran valor existencial de los proyectos estético-culturales para la catarsis de
las emociones, el reencuentro con la sensibilidad y el cuidado de las subjetividades.
Cuarta potencialidad, las posibilidades que contiene la cultura para transformar,
reconstruir o refundar la dimensión de lo político. Quinta virtud, no existe ninguna
construcción humana que pueda, como las artes y las culturas, promover la
participación colectiva, cuidar con todo el esmero las diversidades, problematizar las
identidades y potenciar la creatividad humana.
124
Concebimos la cultura de paz como aquellas formas de vida urbanas que potencian la
creatividad, promueven la participación colectiva, cuidan las diversidades,
problematizan las identidades, potencian las subjetividades, atienden la corporeidad,
las emociones y la naturaleza, posibilitando el disenso, la conflictividad, la convivencia
y el sentido de lo público, como también el cuestionamiento de los imaginarios de paz
y democracia.
5.3. Principios
Los principios orientan éticamente las políticas culturales y son el horizonte que otorga
sentido a cada uno de los elementos que las componen; son los fundamentos a partir
de los cuales se erigen las propuestas políticas y las líneas de acción de una política
cultural. Las Bases de Políticas Culturales Distritales 2016-2026, se orientan por los
siguientes principios:
Igualdad: La igualdad constituye un valor supremo de la convivencia justa, feliz
y armónica, y por consiguiente, se convierte en una aspiración perenne de los
seres humanos que pretenden vivir en armonía social y con la naturaleza. La
igualdad entre todos y todas debe ser ante la ley, como también igualdad de
oportunidades e igualdad de hecho en la distribución de los bienes materiales y
culturales, el reconocimiento de la diversidad cultural y la participación política.
Autodeterminación: Los pueblos, las comunidades y los individuos pueden
dirigir sus planes de vida de acuerdo con sus expectativas, criterios autónomos
y opciones culturales de vida. La autodeterminación expresa la autoafirmación
cultural y la oposición a toda forma de dominación, opresión o discriminación.
La autodeterminación debe profundizar todas las formas de participación para
la toma de decisiones y promover tipos de descentralización democrática y
territorial.
Creación Social: Todos y todas somos potencialmente creativos, pero para
desplegarse, la creación social se debe cultivar. Los pueblos, las comunidades
y los individuos necesitan comunicar sus experiencias, esperanzas y temores,
y muchas iniciativas desde los territorios culturales logran desatar esa riqueza
de la creación social. El campo cultural guarda un tesoro en creación social
para innovar, enfrentar nuestros problemas y transformar el mundo.
Interculturalidad: La interculturalidad es comprendida como un proceso social y
político mediante el cual dialogan, interactúan y se transforman de manera
125
permanente las relaciones entre las culturas, así como las estructuras,
instituciones y prácticas que dan marco a dichas relaciones. La interculturalidad
es la manifestación del cuidado de la diversidad cultural y la expresión concreta
de la construcción de fines comunes para la convivencia social y con la
naturaleza.
Lo Público: Lo público entendido como el escenario social donde se ponen en
escena y se tramitan las asimetrías, las desigualdades y las diferencias entre
los sectores sociales , la comunidades y los territorios, y donde emerge la
experiencia desde abajo de lo común, lo colectivo, lo abierto y la voluntad
general.
El Estado brindará todas las condiciones materiales y espirituales para la
concertación, la implementación, el seguimiento y la evaluación de las políticas
culturales distritales, respetando los principios rectores aquí propuestos. Es también
responsabilidad del Estado llevar a cabo los planes y programas en los distintos
campos de la cultura en la ciudad de Bogotá Distrito Capital.
6. Énfasis de la política
6.1. Justicia y equidad cultural
Aunque los términos “justicia” y “equidad” no aparezcan de forma reiterada en las
Políticas Culturales Distritales 2004-20016 y en el Plan Decenal 2012-2021, es
constante la presencia de una red de problemas y temas que aluden a asuntos de
126
justicia y equidad en el campo cultural. En las políticas culturales distritales se incita a
“resolver las asimetrías propias de las dinámicas culturales contemporáneas” (Alcaldía
Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p. 9), a propiciar una
“legislación intercultural adecuada” ” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de
Cultura y Turismo, 2005, p. 10), a superar la relación “asimétrica, excluyente y
discriminatoria” ” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo,
2005, p. 20) entre expresiones culturales diferentes, al trámite democrático de los
conflictos culturales, entre otras. Se evidencia la preocupación por alcanzar la justicia
entre culturas en la ciudad, subrayando la necesidad de asumir sus relaciones
asimétricas o discriminatorias, la serenidad para formular una adecuada legislación
intercultural y la creación de mecanismos democráticos para tramitar los conflictos
interculturales.
En el análisis y descripción de los sub-campos en el Plan Decenal de Cultura se
invocan tensiones relativas a la justicia y la equidad cultural, entre las cuales
destacamos, las “condiciones de discriminación e invisibilización histórica de grupos,
poblaciones y colectivas” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 29),
que vulneran el libre desarrollo de sus prácticas culturales; como también el deterioro
de la “identidad cultural de la ciudadanía y los colectivos” (Secretaría de Cultura
Recreación y Deporte, 2011, p. 29); la concentración y no socialización de las
prácticas culturales; el “bajo reconocimiento, valoración y validación de las diversas
expresiones artísticas por parte de la sociedad” (Secretaría de Cultura Recreación y
Deporte, 2011, p. 35); la “distribución inequitativa de los recursos y el acceso a ellos”
(Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 30); los “insuficientes y
desarticulados procesos de formación” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte,
2011, p. 41); la escasa y restringida “circulación y transmisión del patrimonio cultural”
(Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 41); entre muchas otras.
El Plan Decenal plantea tres retos fundamentales de hondo contenido ético y político,
con implicaciones definitivas en el ámbito de la justicia social. El primero es garantizar
las condiciones para el ejercicio de los derechos culturales de las personas y
comunidades que habitan la ciudad en sus territorios urbanos y rurales. El segundo
reto es la democratización en el acceso a la oferta y la producción de bienes, servicios
y manifestaciones artísticas, culturales y patrimoniales. El tercer desafío es garantizar
una democracia cultural como la expresión libre y autónoma de los saberes, las
127
tradiciones, la imaginación, la innovación y la creatividad de todas las expresiones
artísticas, culturales y patrimoniales. La justicia cultural, desde esta óptica, implica la
efectividad de los derechos culturales, el acceso a los bienes, servicios y
manifestaciones culturales, y, las garantías plenas para la libertad de expresión
cultural.
A medida que ingresamos de forma decidida al siglo XXI, las referencias a la “justicia
cultural” y a la “equidad cultural” se han incrementado. Paralelas a las exigencias de
“justicia global”, “justicia planetaria” o “justicia ambiental”, se reivindican las peticiones
de “justicia cultural”. Los motivos de esta emergencia son variados, pero existen
algunos bastante notorios. El primero es el reconocimiento de la existencia de unas
sociedades contemporáneas con profundos déficit de igualdad en las posibilidades de
producción, circulación y consumo de bienes y servicios culturales; especialmente, en
amplios grupos sociales de continentes como África, Asia, Latinoamérica y los países
de la ex-Unión Soviética. En 2014, el 1% más rico poseía el 48% de la riqueza
mundial, mientras que el 99% restante debía repartirse el 52%. Prácticamente la
totalidad de ese 52% está en manos del 20% más rico de la población mundial, de
modo que el 80% restante sólo posee un 5,5% de la riqueza mundial. Si se mantiene
esta tendencia de incremento de la participación de las personas más ricas en la
riqueza mundial, en sólo dos años el 1% más rico de la población acaparará más
riqueza que el 99% restante; y el porcentaje de riqueza en manos del 1% más rico
superará el 50% en 2016. El segundo es la premura de grupos culturales, étnicos,
nacionales, sexuales o inmigrantes, que demandan el reconocimiento de derechos y
políticas diferenciadas. El tercer motivo es el profundo debate en la teorías
contemporáneas sobre las concepciones y tipos de “multiculturalismo·, “pluralismo
cultural” e “interculturalidad”.
Las dificultades inician debido a la escasa formación en teorías de la justicia, las
refinadas distinciones entre justicia y equidad, como también la exigua discursividad
sobre “justicia cultural”. Las políticas culturales de Bogotá deben abrir senderos para
suplir las anteriores limitaciones; unas políticas públicas contemporáneas deben cuidar
con esmero los asuntos relativos a la justica.
Los nombres con que la antigüedad clásica designó la justicia fueron Themis, Dike y
Dikaiosyne. Las dos primeras son figuras femeninas de la mitología griega que
128
representan el “buen consejo en las asambleas” (Themis) y el “orden de la comunidad
política” (Dike). Dikaiosyne será el término que la define como la virtud que exigen los
nuevos tiempos por su carácter fundamental y general (Gómez Robledo, 2007, pp. 12-
17). Heráclito elabora la primera reflexión filosófica sobre su significado, al sostener en
sus Fragmentos que “no conoceríamos el nombre de la justicia si estas cosas, las
injusticias, con toda probabilidad no existieran”. Es partiendo de la conciencia de las
injusticias que descubrimos la experiencia real de la justicia y su realización exige la
lucha, la dificultad y el conflicto. En los Diálogos de Platón, especialmente en La
República, el tema central es la naturaleza y concreción socio-política de la justicia. El
filósofo toma distancia de definiciones de justicia tales como: “el interés del más
fuerte”; “detentar el poder en interés propio”; “gobierno constituido”; “dar a cada uno lo
que le conviene”. Esta toma de distancia de aquellas visiones toscas de justicia solo
es posible a través de la educación (paideia), porque la construcción de una polys o
sociedad justa está siempre unida a una educación para la justicia. Con Platón,
podemos afirmar que el fin último de la educación es formar en justicia y consolidar
sociedades justas. Aristóteles comienza por hacer la distinción entre “justicia legal” y
“justicia particular”. Lo cual establece también una diferencia entre lo “legal” y lo
“igual”. Dícese “justo”, en el primer caso, del que obedece las leyes, e injusto, del que
no las respeta. Mientras, en el segundo caso, denominamos justo al que observa la
igualdad, e injusto al que no la observa. La médula de la justicia es la noción de
igualdad. La primera ya está establecida por las normas jurídicas; la segunda es la
permanente búsqueda del ser humano. Pero reconoce que esta noción de igualdad es
bastante compleja y por ello distingue dos tipos de justicia particular o de relaciones
con la igualdad. La justicia “distributiva” que se aplica en la “repartición del honor, de la
riqueza y de otros bienes divisibles entre los miembros de la comunidad política”
(Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1130b30), para que a cada uno le toque de todo
aquello una porción correspondiente a su mérito y dignidad. Esta justicia distributiva
caracteriza las relaciones entre la polys y sus ciudadanos en asuntos de igualdad,
entre el todo (polys) y las partes (ciudadanos). La justicia “conmutativa, reguladora,
correctiva, reparadora”, involucra a todas las relaciones voluntarias e involuntarias
entre los miembros de la comunidad política, en asuntos de igualdad.
Aunque lo justo y lo equitativo pertenecen a la misma red de nociones éticas, para
Aristóteles “equitativo” es superior a “justo”. El sentido de esa superioridad se deriva
de las dificultades que se presentan cuando es necesario aplicar criterios de justicia en
129
los casos particulares, porque aparecen circunstancias singulares que nunca hubieran
podido ser anticipadas en el nivel de las normas. En consecuencia, en el momento de
la aplicación a casos particulares se muestra que la equidad es superior al simple
sentido de justicia, ya que puede enmendar la norma, suplir sus naturales deficiencias
y recurrir a principios universales superiores a la norma escrita. Lo que caracteriza al
ser humano equitativo, es su capacidad intelectual de juzgar de acuerdo con principios
generales también en los casos particulares. La equidad participa de ese elemento
que es ajeno al derecho: la indulgencia, que permite corregir en ciertos casos el
rigorismo de lo normativo. La equidad resulta siempre mejor que el derecho y la
equidad es la justicia del caso concreto.
El filósofo hispanoparlante Luis Villoro (Villoro, 2007) postula la existencia
contemporánea de dos visiones contrapuestas de justicia. Una perspectiva teórica que
parte de la idea de un consenso racional entre sujetos iguales, que establecen
relaciones entre sí, en términos que reproducen los rasgos de una democracia bien
ordenada. A esta concepción pertenecen visiones liberales y socialdemócratas, como
las postuladas por Rawls, Habermas, Sen, Nussbaum, etc. Otra orientación teórica,
que en lugar de suponer un consenso racional para fundar la justicia, parte de su
ausencia, y desde la percepción de esa injusticia real proyecta lo que podría remediar
esa situación de injusticia. Se inspiran en Benjamin, Adorno, Derrida, Lyotard, Fraser,
Honneth, Todorov, Mate, etc. Estas dos corrientes abordan la justicia desde
perspectivas divergentes: como consenso racional o como respuesta a la injusticia y
las desigualdades. Sus divergencias se van profundizando al desarrollar sus enfoque
teóricos. El primer modelo es, podemos afirmar, la autosuficiencia cognitiva de la
teoría; el segundo modelo es la interpelación y escucha de los otros.
Aunque sostengan perspectivas distintas, la problemática de lo cultural está presente
en ambas concepciones de la justicia. La primera perspectiva, por ejemplo las teorías
de J. Rawls y M. Nussbaum, destacan la necesidad de una adecuada distribución de
“bienes primarios” (Rawls) o “capacidades” (Nussbaum) para la realización de la
justicia social, que remiten necesariamente a dimensiones culturales. En el caso de
Rawls (1985), dos principios de justicia (principio de igual libertad y el principio de
diferencia) deben propender por la adecuada distribución de cuatro bienes primarios:
a. Los derechos y libertades fundamentales que protegen nuestra capacidad de elegir
el tipo de vida que queremos vivir; b. Los poderes y prerrogativas asociados a las
130
diferentes funciones y posiciones que podemos ocupar en la sociedad; c. La riqueza y
el ingreso; d. Las bases sociales del respeto de sí mismo. Para M. Nussbaum (2012),
las sociedades justas deben garantizar a todos sus ciudadanos y ciudadanas un nivel
superior al umbral mínimo de las siguientes capacidades: a. La capacidad de vivir una
vida humana de longitud normal y que la vida no quede tan mermada que no merezca
la pena vivirse; b. Respecto a la corporalidad. La capacidad de tener salud física
(alimento, vivienda, etc.); c. Respecto al placer y al dolor: La capacidad de mantener la
integridad corporal (protección ante ataques violentos, incluidas las agresiones
sexuales y la violencia doméstica); d. La capacidad de emplear los sentidos, de
imaginar, de pensar y de razonar. Implica la necesidad de una educación adecuada;
e. La capacidad de sentir apegos hacia cosas y personas que están fuera de uno
mismo; amar a quienes nos aman y se preocupan de nosotros, sentir pena por su
ausencia; f. La capacidad de formarse una concepción del bien e implicarse en
reflexiones críticas acerca de la planificación de la propia vida; g. La capacidad de
formar una comunidad con otros seres humanos; h. La capacidad de vivir junto a ella,
y respetar a los animales, las plantas y la naturaleza en general; i. La capacidad de
reír, jugar y disfrutar de actividades recreativas; j. Se refiere a la capacidad de vivir la
propia vida y ostentar cierto control sobre el propio entorno. El anterior catálogo de
bienes primarios y capacidades está colmado de contenidos culturales.
La segunda perspectiva también muestra gran interés por el campo cultural, pero su
camino de fundamentación de la justicia es diferente al anterior. Es la experiencia
concreta de la injusticia la que obliga a construir teorías tentativas de la justicia desde
la injusticia. La experiencia de la injusticia no puede perderse nunca de vista en la
elaboración teórica, es decir, lo determinante es estar siempre abiertos al sufrimiento
de otros seres humanos, porque la justicia es memoria redimida de todas las
injusticias y de cada caso de injusticias. La injusticia es la primera condición tanto
histórica como lógicamente. El sentimiento moral de indignación y la capacidad de
interpelar toda forma de injusticia, son condiciones de toda justicia. Podemos
denominarla una justicia como memoria, reparadora, reconstructiva o restauradora.
Las visiones de T. Adorno y N. Fraser pueden situarse en esta tradición de la justicia.
En la parte final de Dialéctica Negativa, Adorno emprende la tarea de mostrar el
envejecimiento del imperativo categórico de Kant y la necesidad de un nuevo
imperativo después de los campos de concentración del fascismo, en un acápite
intitulado “Metafísica y Cultura”, afirma: “Hitler ha impuesto a los hombres un nuevo
131
imperativo categórico para su actual estado de esclavitud: el de orientar su
pensamiento y acción de modo que Auschwitz no se repita, que no vuelva a ocurrir
nada semejante” (Adorno, 1975, p. 365). Algunos rasgos de ese imperativo categórico
(IC) emergente son: el nuevo IC no lo dicta el conocimiento del bien, sino la voz del
mal, la experiencia radical del mal; el IC no nos lo dicta la razón sino la dolorosa
experiencia histórica; y, el nuevo IC consiste en rechazar lo sucedido y la posibilidad
de su repetición. La justicia no nace de sentimientos positivos, de ideales sublimes o
exquisitas argumentaciones racionales, sino del horror, del sufrimiento y del rechazo a
lo existente. Los mártires anónimos de los campos de concentración anuncian una
humanidad que aspira a nacer; la tarea de la filosofía, pero en especial, de las artes y
la literatura, es prestar la voz a este sufrimiento de las víctimas anónimas. Para esta
justicia, las culturas y las artes son ineludibles, porque quien sufre necesita
expresarse. En la obra de N. Fraser, los problemas de injusticia en las colectividades
oprimidas siempre son tridimensionales, ya que son objeto tanto de la inadecuada
distribución bienes y recursos, de la falta de reconocimiento de las diferencias étnicas,
raciales, sexuales y culturales, como también de la ausencia de representación
política. En sus términos: “…las teorías de la justicia deben convertirse en
tridimensionales, incorporando la dimensión política de la representación junto a la
dimensión económica de la distribución y la dimensión cultural del reconocimiento”
(Fraser, 2008, p. 39). Cada una de estas injusticias tiene un peso autónomo en las
colectividades oprimidas y la superación de las injusticias exige siempre abordar
asuntos relativos a redistribución, reconocimiento cultural y representación política.
Existen también tradiciones no-occidentales de la justicia que debemos explorar e
investigar. Otras miradas culturales de la justicia han ido adquiriendo relevancia ante
la crisis profunda del eurocentrismo en el siglo XXI. Por ejemplo, los pueblos indígenas
andinos que se inspiran en el Sumak Kawsay, de raíz quechua, critican la estructura
jurídica colonial del paradigma occidental y plantean sistemas ancestrales
comunitarios. En sus propias palabras:
(…) las leyes y la justicia bajo el paradigma occidental, son de carácter
limitativo y coercitivo, es decir, que intentan normar las relaciones entre los
individuos solamente estableciendo límites… Bajo el paradigma occidental,
cuando alguien infringe una ley se le aplican castigos, penas de muerte, se
edifican espacios como las cárceles; es decir, se promueve lo punitivo y la
privación de la libertad, términos jurídicos considerados necesarios en la
132
estructura legal occidental. En cambio, el sistema jurídico comunitario,
antepone la vida y el respeto a la libertad. Frente a una ruptura en la armonía
de la comunidad no se recurre a prácticas punitivas sino que toda la comunidad
coadyuva para que la forma de existencia o el ser humano que ha salido de
este equilibrio y armonía vuelva a ellos, asignándole roles de trabajo para
devolverle la sensibilidad y la comprensión de que la vida es conjunta y de la
necesidad de complementación y cuidado entre todos” (Huanacuni, 2010, p.
69).
La ciudad de Bogotá puede orientar acciones para contribuir a la justicia y la equidad
cultural, tales como:
- Incrementar el compromiso del Gobierno Distrital y los gobiernos locales para
hacer frente a la desigualdad material, la discriminación y las asimetrías
culturales.
- Construir criterios de equidad en la redistribución de los recursos, políticas de
reconocimiento de las diversas culturas e incremento de la representatividad
política.
- Fomentar la producción cultural por parte de mujeres, jóvenes, indígenas y
población LGTBI y los mecanismos de su circulación para toda la población.
- Garantizar la protección social de los artistas, artesanos y gestores culturales
de la Ciudad Capital.
- Consolidar una canasta mínima vital cultural de carácter público, universal y
gratuito para los habitantes del Distrito Capital.
6.2. Una cultura que cuida todas las formas de vida
133
La noción de cultura y las políticas culturales de tradición euro-occidental tienden a
concebir la “vida” sólo dentro de los límites de lo humano. La cultura y las políticas
culturales, para este legado occidental, son manifestaciones exclusivas de la vida
humana. En algunas visiones renacentistas y modernas de cuño occidental, se trata
de que a través de la cultura se supere el “animalitas” para llegar al “humanitas”. La
cultura moderna es concebida como el cultivo de la “espiritualidad” humana; la cultura
en la modernidad occidental es el camino necesario para la humanización. Por tanto,
para esta visión euro-occidental, sólo poseen cultura los seres humanos y las especies
no humanas no están dotadas de la dimensión cultural. En general, tratan de ubicar a
la especie humana por encima de las otras especies. Las nociones de políticas
culturales occidentales pueden haber tenido transformaciones a lo largo de la historia
(Rey, 2009), pero siempre han remitido a acciones de agentes y organizaciones
humanas. En la primera mitad del siglo XIX, las políticas culturales, proyectan construir
instituciones culturales sectoriales para atender los campos particulares de las artes y
el patrimonio; hacia la primera mitad del siglo XX se pretende asumir la cultura como
la dimensión básica de la construcción de la nación; a partir de la segunda mitad del
siglo XX, se aumentan las intersecciones de la cultura con todas las áreas de la
gestión pública y se inserta la cultura en el escenario global.
La convergencia de diversos fenómenos ha cuestionado está concepción de lo cultural
excesivamente centrada en lo humano. El primer fenómeno es la crisis o catástrofe
ecológica que caracteriza la época contemporánea. El segundo factor es el
reconocimiento de criaturas inteligentes, sensibles y dignas, más allá de los seres
humanos. El tercer suceso es la emergencia de perspectivas biocéntricas, trans-
humanistas y post-humanistas. La filósofa Martha Nussbaum lo manifiesta de forma
contundente:
“los seres humanos compartimos un mundo y sus escasos recursos con otras
criaturas inteligentes. Tenemos mucho en común, aunque también diferimos en
muchos sentidos. Estos aspectos comunes nos inspiran en ocasiones simpatía
e interés moral por ellas, si bien lo más habitual es que las tratemos de forma
estúpida. Tenemos, además, múltiples tipos de relaciones con miembros de
otras especies que van desde las que implican receptividad, simpatía, placer
por hacer las cosas bien e interacción basada en la preocupación por el otro,
hasta las que se basan en la manipulación, la indiferencia y la crueldad. Parece
plausible, pues, pensar que estas relaciones deberían estar reguladas por el
134
principio de la justicia y no por la guerra por la supervivencia y el poder que, en
gran parte, impera actualmente”. (Nussbaum, Las fronteras de la justicia, 2007,
p. 322)
La catástrofe ecológica hoy tiene dimensiones de una crisis civilizatoria y no se limita a
un simple cambio climático. El crecimiento exponencial de la polución del aire y del
agua en la grandes ciudades; el calentamiento global del planeta y el derretimiento de
los casquetes polares; la destrucción de la capa de ozono y la multiplicación de los
cataclismos “naturales”; la aniquilación de los bosques tropicales y la extinción de la
biodiversidad; el agotamiento de los suelos, la desertificación y la acumulación de
residuos nucleares; la multiplicación de los “accidentes” nucleares; la polución de los
alimentos por el uso de pesticidas y otras sustancias tóxicas; las manipulaciones
genéticas y la creación humana de virus incontrolables; etc., son una amenaza para
todas las formas vivas del planeta, entre ellas, la supervivencia de la raza humana.
Los animales y otras especies no humanas tienen derecho a una amplia gama de
condiciones imprescindibles para llevar una vida floreciente y merecedora de la
dignidad de cada criatura. Para la filosofía del derecho y la bioética contemporánea,
las especies distintas a la humana tienen derechos basados en la justicia y no
simplemente son asuntos de mera compasión. Sus derechos deben ser específicos a
cada especie y se basan en las formas de vida y de posibilidades de florecimiento de
cada una de ellas. En algunas tradiciones culturales como la hinduista, jaimista y
budista, son respetadas siempre la dignidad y veneración de otras especies. El
reconocimiento del sufrimiento animal como un mal en sí mismo, está presente en la
filosofía moral de Bentham, Stuart Mill y Peter Singer.
Emergen en diversas latitudes concepciones filosóficas con profundas distancias del
“antropocentrismo” dominante en la tradición occidental. Desde orillas muy diversas se
plantean posiciones biocéntricas, trans-humanistas y post-humanistas. En América
Latina, por ejemplo, en Cochabamba en 2010 se aprueba la Declaración Universal de
los Derechos de la Madre Tierra, por cerca de 20.000 delegados. Esta Declaración
otorga a la Madre Tierra la centralidad de todas las formas de vida, al afirmar:
considerando que todos somos parte de la Madre Tierra, una comunidad
indivisible vital de seres interdependientes e interrelacionados con un destino
común; reconociendo con gratitud que la Madre Tierra es fuente de vida,
135
alimento, enseñanza, y provee todo lo que necesitamos para vivir bien.
(Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos
de la Madre Tierra, 2010)
La Madre Tierra, al igual que todos los seres existentes, tiene los siguientes derechos:
Derecho a la vida y a existir; Derecho a ser respetada; Derecho a la regeneración de
su biocapacidad y continuación de sus ciclos y procesos vitales libres de alteraciones
humanas; Derecho a mantener su identidad e integridad como seres diferenciados,
auto-regulados e interrelacionados; Derecho al agua como fuente de vida; Derecho al
aire limpio; Derecho a la salud integral; Derecho a estar libre de contaminación,
polución y desechos tóxicos o radioactivos; Derecho a no ser alterada genéticamente
y modificada en su estructura amenazando su integridad o funcionamiento vital y
saludable; Derecho a una restauración plena y pronta. Todas las especies que puedan
realizan estos derechos podrán cuidar y cultivar la vida.
En esta Cumbre de Cochabamba, Eduardo Galeano expresó:
un mundo entero, aturdido como está, deambulando como ciego en tiroteo
tendría que escuchar esas voces, ellas nos enseñan que nosotros los
humanitos somos parte de la naturaleza, parientes de todos los que tienen
piernas, patas, alas o raíces. La conquista europea condenó por idolatría a los
indígenas que vivían esa comunión y por creer en ella fueron azotados,
degollados o quemados vivos; desde aquellos tiempos del renacimiento
europeo, la naturaleza se convirtió en mercadería y en obstáculo al progreso
humano y hasta hoy ese divorcio entre nosotros y ella ha persistido, a tal punto
que todavía hay gente de buena voluntad que se conmueve con la pobre
naturaleza, tan maltratada, tan lastimada pero viéndola desde afuera, las
culturas indígenas las ven desde adentro, viéndola me veo y lo que contra ella
hago, de hecho lo hago contra mí, en ella me encuentro, mis piernas también
son el camino con las que anda. (Galeano, 2010, p. 18)
Las investigaciones de campo en el Pacífico colombiano, realizadas por Arturo
Escobar, han mostrado que la práctica cultural de la ombligada en las comunidades
negras es una forma de filosofía ecológica. Esta práctica ancestral “establece una
136
relación muy íntima entre el individuo, el territorio y la comunidad étnica, una relación
muy distinta de la que se establece en la modernidad”. (Escobar A. , 1999, p. 146)
En los años noventa del siglo XX toma fuerza el término “desarrollo sostenible”, que
desde sus inicios está cargado de polisemia y ciertas indeterminaciones, pero en todo
caso sintetiza el profundo malestar ecológico y la necesidad de modificar nuestras
relaciones con la naturaleza y todas las especies no humanas. Manifiesta también
inquietudes por los límites del crecimiento, críticas a la noción misma de crecimiento o
establecimiento de tasas de renovación y reproducción de los recursos renovables.
La calificación de “sostenible” provenía de la biología de las poblaciones,
entendida como la posibilidad de extraer o cosechar recursos renovables
mientras se le hiciera dentro de sus tasas de renovación y reproducción. A su
vez, esa extracción debía estar directamente orientada a satisfacer las
necesidades humanas y asegurar la calidad de vida, metas distintas al simple
crecimiento. (Gudynas, 2011, p. 29)
Esta indeterminación ha permitido que la palabra “desarrollo sostenible” haya sido
utilizada desde campañas publicitarias, usos desarrollistas (el desarrollo sostenible
orientado al crecimiento económico), usos insólitos (“crecimiento económico
sostenido”), hasta alternativas anti-capitalistas.
Para la Agenda 21 de la Cultura el concepto de “desarrollo sostenible” es un eje
transversal hacia las ciudades sostenibles. Se destacan ciertos factores culturales
como condición fundamental del desarrollo sostenible, entre ellos, la interconexión de
los factores medioambientales, sociales, económicos y culturales. Como también la
diversidad cultural, el patrimonio cultural, los territorios y el carácter no mercantil de los
bienes y servicios culturales.
Las ciudades del mundo contienen en su vida cotidiana una paradoja. Por un lado, las
grandes ciudades emiten el 70% de los gases de efecto invernadero; por otro lado,
cuentan con una inmensa riqueza en diversidad biológica y cultural. El Informe
publicado en 2012, La Perspectiva de las Ciudades y la Diversidad Biológica (ICLEI,
2012), muestra que contrario a lo que se cree, las capitales del mundo cuentan con
137
una rica diversidad biológica si se mantienen políticas públicas adecuadas. Existen
evidencias de la riqueza natural que se asienta en grandes polos urbanos: más del
50% de las especies florales de Bélgica se encuentran en Bruselas, el 65% de las
especies de aves de Polonia viven en Varsovia y ciudades como Mumbai (India),
Estocolmo (Suecia), Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y Nairobi (Kenia), cuentan con áreas
protegidas que preservan la inmensa biodiversidad de esos países. Por ejemplo, el
Parque Nacional Sanjay Gandhi en Mumbai contiene más de 280 especies de aves,
150 de mariposas, 40 mamíferos, entre las que está una población de leopardos, o el
Central Park de Nueva York, que con sus 341 hectáreas de vegetación se convierte en
otoño y primavera en la mayor concentración de aves migratorias. Este Informe
formula mensajes relevantes: la urbanización es tanto un desafío como una
oportunidad para gestionar los servicios de los ecosistemas a nivel mundial; mantener
ecosistemas en funcionamiento puede mejorar significativamente la salud y el
bienestar de los seres humanos; aumentar la diversidad biológica de los sistemas
alimentarios urbanos puede mejorar la seguridad alimentaria y de nutrición.
En Colombia, las ciudades de Bogotá y Medellín, han adoptado el Convenio Mundial
de Diversidad Biológica (firmado por 193 partes en el mundo) y se han empeñado en
consolidar una Política Nacional de Biodiversidad. Las infraestructuras blandas en las
ciudades (coberturas verdes, paisajes urbanos, separadores naturales, antejardines,
parques, árboles, etc.) también serán determinantes en la mitigación del desastre
ecológico. La ciudad de Bogotá realiza importantes iniciativas hacia ecosistemas
urbanos, a través de la recuperación de los humedales y áreas protegidas como la
reserva forestal regional Thomas van der Hammen.
Las ciudades deben dialogar con el saber milenario de los pueblos originarios de
Nuestra América. Promover un diálogo intercultural para salvar la Madre Tierra en
todas sus manifestaciones.
En la cosmovisión de los pueblos originarios, como afirma el canciller de
Bolivia, David Choquehuanca, no se habla de desarrollo, “para nosotros no
existe un estado anterior o posterior, de sub-desarrollo y desarrollo, como
condición para lograr una vida deseable, como ocurre en el mundo occidental.
Al contrario, estamos trabajando para crear las condiciones materiales y
espirituales para construir y mantener el Vivir Bien, que se define también como
138
vida armónica en permanente construcción”… La introducción del desarrollo
entre los pueblos indígenas, aniquila lentamente nuestra filosofía propia del
Vivir Bien, pues desintegra la vida comunal y cultural de nuestras comunidades,
al liquidar las bases tanto de la subsistencia como de nuestras capacidades y
conocimientos para satisfacer nosotros mismos nuestras necesidades.
(Huanacuni, 2010, p. 32)
Los pueblos indígenas de la Amazonía colombiana denominan a esta experiencia
cultural “volver a la Maloka”.
En Europa y Estados Unidos las preocupaciones frente a la convergencia de las
tecnociencias (nano-bio-info-cogno), donde ya no hay diferencias entre la materia
inerte, viviente y pensante, entre lo natural y lo artificial o entre hombre, máquina y
animal, hacen que las discusiones sean un poco diferentes; sin desconocer que la
preocupación por el cuidado de todas las formas de vida es actualmente un horizonte
compartido. Los ejemplos en esas latitudes son numerosos: interfaces directas entre
cerebros y máquinas que mejoran el desempeño de la industria, la investigación y el
combate; nuevos órganos efectores y sensoriales; técnicas biológicas y/o electrónicas
de mejoramiento del desempeño; físico, cognitivo y emocional; exoesqueletos; etc.
Los debates giran en torno a un tipo de mejoramiento de lo humano que supera
plenamente la existencia humana anterior o máquinas que son superiores al hombre o
la inexistencia de diferencias entre la materia inerte, los animales y los seres
humanos. Lo que en forma general se ha denominado la polémica sobre el trans-
humanismo y el post-humanismo.
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 en Bogotá nacen ligadas a una
concepción “antropocéntrica” del campo cultural. Sus definiciones, principios y
metáforas sobre lo cultural tienen a los seres humanos y la sociedad como ejes
centrales. Recordemos algunas de ellas: “la cultura como sustrato indiscutible de la
vida social y política de los pueblos” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de
Cultura y Turismo, 2005, p. 9);
(…) el reconocimiento del papel de la cultura como sustrato de la vida social
impone la necesidad de formular políticas culturales que fortalezcan,
consoliden y fomenten las maneras como la cultura transforma la vida de la
139
ciudad y de sus habitantes, al propiciar modos de vida, agendas políticas,
prácticas económicas y expresiones culturales, artísticas y de patrimonio.
(Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p. 19).
Los “modos de vida” sólo pertenecen a formas de lo humano y no cabe la posibilidad
de cuidar todas las formas de la vida de las demás especies.
El Plan Decenal de Cultura Bogotá 2012-2021 también se instala en un campo cultural
centrado de forma dominante en lo humano. Para el Plan, los seres humanos son los
únicos que moldean una cultura. Su acento en el Marco Conceptual en la cultura como
cuarto pilar del “desarrollo”, va a privilegiar la idea de desarrollo humano. Los otros
tres pilares son: crecimiento económico, inclusión social y equilibrio medioambiental.
El interrogante es cómo se comprende el “equilibrio medioambiental” y si la noción
más adecuada es “medioambiente” ¿Se trata del ambiente en que vive el hombre o
todas las especies vivas interactuando? ¿Es entonces el medio ambiente un medio
para algún fin?
El Plan Bogotá Humana 2012-2016 establece un giro ecológico fundamental. Sus
apuestas en el eje 2 son relevantes: Un territorio que enfrenta el cambio climático y se
ordena alrededor del agua. Se incluyen decisiones políticas de gran apertura al
“biocentrismo”. Destacamos entre ellas las siguientes: a. La urgencia de superar los
modelos depredadores de ciudad. b. Situar la naturaleza en el centro de todas las
decisiones en la búsqueda de un modelo de ciudad “eco-urbanista”. c. Ordenar la
ciudad alrededor del agua. Esta visión de ciudad debe conllevar una re-significación
también de la concepción y papel de la cultura en la ciudad de Bogotá.
Concebimos la cultura como una forma especial del cuidado de todas la formas de
vida, porque el campo cultural potencia los sentimientos y las relaciones con todo lo
otro. El cuidado que fomenta la cultura es un sentir con todas las formas de vida una
inmensa empatía y establecer relaciones mutuas de cuidado de la vida. Tanto los
seres humanos cuidan la naturaleza como ella cuida de nosotros y de todas las
especies no humanas. El cuidado genuino conlleva a la absorción en la otredad y a la
puesta de todas las energías propias al servicio de lo común; el cuidado se refiere a
cierta sensibilidad ante las necesidades y vulnerabilidades de todo Otro concreto, en
140
su singularidad. Las culturas que cuidan reciben siempre al otro de tal manera que ven
y sienten como él. Las ciudades contemporáneas deben convertirse en escenarios
privilegiados para el cuidado de la diversidad biológica y cultural.
Debemos transitar hacia una cultura que cuida todas las formas de vida, impulsando
horizontes de acciones hacia:
- Una nueva visión de ciudad, que integre el desarrollo y la democracia, con
formas culturales del cuidado de todas las formas de vida.
- Paradigmas locales y territoriales que fomenten la cultura en común y la
construcción comunitaria de la paz.
- El reconocimiento efectivo de que todas las especies no humanas tienen
derechos, justicia y potencialidades culturales.
- Una cultura de la vida que vive y ama el agua como elemento substancial de
vida.
- La conciencia en Bogotá de que la injusticia social, la segregación y la
discriminación atentan contra una genuina cultura cuidadora de la vida.
-
6.3. La construcción cultural del territorio
Las políticas culturales de Bogotá D.C, se han aproximado al territorio con diferentes
énfasis y matices. Las formuladas para el período 2004-2016 han contribuido a que el
Estado, la sociedad civil y las comunidades, dispongan de un referente esencial de
política para adelantar los procesos de organización, planeación, fomento e
información específicos de la dinámica cultural de la ciudad. El enfoque de estas
políticas públicas se centró en cuatro ejes: legislativo; organizacional; comunicacional
y de información; procesos culturales, artísticos y de patrimonio. El eje legislativo
abordó la problemática de la legalización, regulación y normalización del campo
cultural. El eje organizacional abarcó los aspectos organizativos de los distintos
componentes del campo: Sistema Distrital de Cultura; profesionalización de la
actividad cultural, artística y del patrimonio; relaciones con otros sistemas regionales,
nacionales e internacionales. El eje comunicacional y de información propuso
procesos de organización, planeación y fomento para la producción y difusión de
141
información sobre la cultura en la ciudad. El eje de los procesos culturales, artísticos y
de patrimonio abordó la organización, planeación y fomento de las actividades que
resultan de las relaciones entre las dimensiones y las áreas de intervención de las
políticas culturales.
Cada uno de los ejes contiene una política orientadora. El eje legislativo buscó
concertar agendas legislativas en el ámbito nacional y distrital para actualizar,
regularizar y formalizar el campo cultural, con el ánimo de transformar y fortalecer la
relación entre el Estado y los ciudadanos. El eje organizacional planteó ampliar y
fomentar nuevos mecanismos de participación democrática mediante el fortalecimiento
de la organización distrital de la cultura, con la finalidad de fortalecer la convivencia
democrática e intercultural. El eje comunicacional y de información sugirió consolidar
los sistemas de información cultural en el Distrito Capital y cualificar la participación en
la toma de decisiones públicas y en la transformación de la cultura de Bogotá. El eje
de los procesos culturales, artísticos y de patrimonio, llamó a consolidar estos campos
mediante la organización, planeación y fomento de las dimensiones, áreas y
actividades, con el fin de potenciar la interculturalidad, la creatividad cultural y social
de la ciudad de Bogotá.
Sin contener reflexiones conceptuales explícitas sobre el territorio, lo local o lo
regional, las Políticas Culturales Distritales 2004-2016, lograron recoger la formulación
de veinte políticas culturales locales. Todas las localidades del Distrito Capital, a
través de sus Consejos Locales de Cultura, entre 1999 y 2003, realizaron el ejercicio
colectivo de establecer sus Políticas Culturales Locales (Alcaldía Mayor de Bogotá,
2003). Se elaboraba un breve diagnóstico cultural de la localidad, se establecía una
visión prospectiva y unas líneas de acción. Tal vez, por primera vez en su historia, la
ciudad de Bogotá tenía unas políticas culturales nacidas desde las entrañas de sus
veinte localidades.
El Plan Decenal de Cultura Bogotá 2012-2021, propuesto como un instrumento de
planificación de mediano y largo plazo, fundamentó su definición y desarrollo orientado
en tres enfoques: el enfoque de derechos, el enfoque poblacional diferencial y el
enfoque territorial. En cuanto a este último, afirma que el territorio implica un
proceso histórico de construcción sociocultural de relaciones en un espacio
determinado y en la medida en que una comunidad conoce el espacio físico
142
donde se encuentra y entiende las dinámicas propias de los ecosistemas, lo
dota de una significación particular, nominándolo, transformándolo y
apropiándolo como suyo. (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p.
55)
El Plan Decenal introduce la necesidad del enfoque territorial como constitutivo de
toda política cultural. El enfoque territorial del Plan se enlaza al concepto de
“territorialización”, mediante el cual, el diseño de las políticas y estrategias incorporan
la diversidad territorial a través de la aplicación del enfoque territorial. Esta mirada
territorial se propuso la necesidad de definir criterios diferenciales de inversión e
intervención acordes a la diversidad de los territorios y las singularidades de éstos. Se
trata de “un enfoque que evita las fórmulas generales para territorios diversos y por
tanto garantiza una mayor pertinencia de las políticas públicas” (Secretaría de Cultura
Recreación y Deporte, 2011, p. 55). Al respecto es importante resaltar que no
involucró consideraciones más amplias que la concepción diferencial del territorio y
sus agentes. La finalidad de incluir el enfoque territorial es principalmente
administrativa: mejorar la eficiencia de la gestión pública; crear condiciones para el
control social; y, fortalecer la articulación entre los niveles de gobierno de la
Administración Distrital. En ese sentido, en el Plan Decenal, el territorio es visto desde
una visión limitada, que no desarrolla aspectos como la participación, su apropiación
socio-cultural y las estructuras de relaciones de poder inherentes al concepto de lo
territorial.
La aproximación territorial en las políticas culturales de Bogotá, se ha concentrado en
una interpretación asociada a la organización política administrativa, particularmente
en la búsqueda de una llegada diferencial de la inversión cultural a las localidades y en
la creación de espacios de representación territorial para construir políticas y acciones
de abajo hacia arriba. En ese sentido, su abordaje se ha enfocado en aspectos como:
los planes de desarrollo cultural de las localidades, la concentración de la
infraestructura cultural en las localidades y la programación cultural de éstas. Es
importante rescatar los esfuerzos históricos adelantados en términos de acceso,
cobertura y fomento de la actividad cultural en las distintas localidades.
Podemos señalar cómo la evolución de las políticas culturales de Bogotá D.C, en las
primeras décadas del siglo XXI, se ha caracterizado por la asignación de un rol
143
periférico al territorio. Se hace necesario desarrollar una aproximación territorial
aplicable a las políticas culturales y unas políticas culturales con enfoque territorial.
Necesitamos construir una noción de territorio, que permita trascender los aspectos
procedimentales y administrativos, la reducción de lo territorial a lo físico, las
vinculaciones a la configuración político administrativa de los territorios, entre otros
aspectos, promoviendo diversas consideraciones y aproximaciones desde el campo
cultural contemporáneo.
La Agenda XXI de las Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, instaura el territorio
como un valor fundamental de las ciudades sostenibles:
el territorio es una construcción social, el fruto de la interacción histórica de los
grupos humanos en su proceso de apropiación y transformación de la
naturaleza. Refleja la historia, la identidad y los valores de la población que lo
habita. El territorio se puede concebir desde una dimensión cultural que resulta
esencial para la calidad de vida de los habitantes. (CGLU, 2015, p. 3)
También llama la atención sobre la responsabilidad que les compete a los gobiernos
locales de “garantizar la equidad territorial: entre centros y periferias –en el seno de las
ciudades-, entre las ciudades y las áreas rurales, poniendo énfasis en los territorios de
los pueblos y las comunidades indígenas”. (CGLU, 2015, p. 4)
Desde una dimensión conceptual, se ha avanzado en la inclusión de perspectivas que
se fundamentan en la “Cultura del Territorio”. En medio del acelerado proceso de
globalización, las dinámicas culturales territoriales van ganando importancia en el
orden de la coexistencia cotidiana.
El territorio da cabida diariamente a nuestras aspiraciones. Ni las facilidades de
desplazamiento físico ni las nuevas tecnologías electrónicas de las
comunicaciones poseen la centralidad medular de las relaciones cara a cara. El
territorio es el lugar del sustento y de la calidad de vida (trabajo, terruño, salud,
coexistencia, cultura…)”. (Delgado, 2000, p. 25)
A partir de dicha aproximación, se define su naturaleza como soporte, sustento e
identidad; su carácter de recurso, bien público, legado y cultura; su valor ecológico,
funcional, patrimonial, científico y educativo (De Uña Álvarez, 2009). Bajo esta mirada,
el territorio se concibe como una red dinámica caracterizada en niveles conexos–
144
escalas– entre el espacio local/ global. A esto se añade la noción del territorio cultural,
como aquel que se encuentra sobrepuesto a los aspectos económicos y geopolíticos y
que resulta de la apropiación simbólico- expresiva del espacio. Cada vez gana fuerza
la convicción de que el territorio no se reduce a ser únicamente un escenario o
contenedor de los modos de producción y de la organización del flujo de mercancías,
capitales y personas. El territorio es un significante denso de significados y un
compacto soporte de relaciones simbólicas. El reconocimiento colectivo de dichos
significantes asociados a un marco de referencia espacial – geográfico o asociado a
los flujos de las sociedades contemporáneas permite delinear identidades territoriales
entendidas como “una asociación de significados que tienen que ver con el pasado
histórico, con las formas de resignificación del mismo, transmisión y perdurabilidad de
los valores que con él vienen adheridos” (Tucumán). El territorio cultural es concebido
como la apropiación y valoración de espacios determinados o como el lugar de una
escritura geo-simbólica.
Esta aproximación contemporánea al territorio, requiere la consolidación y
aproximación de un marco conceptual que aborde la relación global-local, la
construcción de identidades, las prácticas de producción territorial, las características
de la ciudad-región, las formas de formación y operación de las redes de poder a
través de operaciones como: la delimitación de superficies creando “mallas”, la
implantación de “nudos” y el trazo de “redes” (Giménez). De igual manera, se necesita
profundizar en la configuración de los sistemas de valores, simbologías y
representaciones en la dimensión territorial. Se plantea ahondar en la relación del
territorio asociado al entorno y a los flujos que lo conforman, considerando que tal y
como lo señala Manuel Castells (Castells, La era de la información: economía,
sociedad y cultura., 2006), la materialidad de la existencia está hecha de flujos y/o de
resistencias a estos flujos. Dichos flujos son la expresión de los distintos procesos que
se encuentran relacionados con la vida económica, política, simbólica, social, entre
otras. Es importante a su vez, abordar la relación territorio - apropiación, dado que a
partir de dicha apropiación se generan desarrollos participativos e incluyentes que se
asocian a una cultura democrática. Considerando el territorio como el espacio donde
se materializan los flujos, se desarrollan las identidades, es importante destacar que a
partir de este se articulan políticas, sectores y agentes.
145
Para Renato Ortiz, reconociendo que cualquier agrupamiento humano debe arraigarse
en un territorio determinado como ese “hábitat” constitutivo del substrato de las
culturas, el rasgo de la movilidad inherente al proyecto de la modernidad, hace
actualmente posible hablar de una “territorialidad desarraigada”. En las sociedades
contemporáneas es conveniente, para este investigador latinoamericano, utilizar otras
metáforas como “desterritorialización” u “otro territorio”.
En este sentido, las sociedades contemporáneas viven una territorialidad
desarraigada. Ya sea entre las franjas de espacios, despegadas de los
territorios nacionales, o en los “lugares” atravesados por fuerzas diversas. El
desarraigo es una condición de nuestra época, la expresión de otro territorio.
(Ortiz R. , 1998, p. 42)
Para los pueblos indígenas originarios de América Latina, la tierra es el espacio
natural de vida, la fuente sagrada de la vida y la sabiduría; y el territorio integra todas
las formas de existencia de la vida, en su diversidad natural y espiritual. El territorio
integra lo histórico, lo sagrado y la sabiduría de la naturaleza en una concepción de
vida comunitaria. Hablar de Tierra y Territorio significa evocar la autodeterminación de
los pueblos indígenas originarios, en un espíritu de complementariedad con todos los
seres estantes y habitantes de la Madre Tierra. El Movimiento de Autoridades
Indígenas de Colombia-AICO establece como uno de sus principios la “territorialidad” y
define el territorio como un “organismo vivo, producto de la relación orgánica y
milenaria de los pueblos originarios y la naturaleza andino-tropical, relación de donde
nacen todos los pueblos y nuestro Derecho Mayor”. (Huanacuni, 2010, p. 92)
Una aproximación al territorio como construcción cultural, permite articular las
potencialidades y oportunidades de los diferentes territorios de la región y la ciudad,
vinculados con los sistemas de valores de sus habitantes, lo que puede constituirse en
un vehículo que contribuye a lograr la puesta en marcha de procesos de
reconfiguración de representaciones, reconocimiento, apropiación y desarrollo de la
potencia colectiva en términos de profundización de derechos, cultura democrática y
apropiación. Para el efecto, se necesita concebir el territorio como la dimensión
articuladora de lo global y lo local, de las formas de ver el mundo y de interactuar y
comunicarse, de convivir para construir de manera colectiva nuevos sentidos, de
generar nuevas relaciones de poder y nuevas formas de gestionar lo público. El
territorio, entendido como el espacio apropiado por un grupo social para garantizar su
146
reproducción y la satisfacción de sus principales necesidades, que pueden ser
materiales o simbólicas, es fundamental a la hora de observar las políticas culturales y
la manera en que estas se han relacionado con dicha aproximación a la noción de
territorio (Raffestin, 1980, p. 129 y ss.). La construcción cultural del territorio abarca
fenómenos como: el arraigo, apego, sentido de pertenencia, entre otros aspectos
significativos a la hora de observar y reflexionar sobre las políticas culturales;
igualmente su rol como espacio para la construcción y acción colectiva, el ejercicio de
la participación y de los derechos.
La dimensión de las formas urbanas, el significado de lo urbano y las funciones
urbanas, siempre son luchas simbólicas en la construcción de las ciudades. Son la
expresión de un proceso conflictivo entre distintos actores históricos. Para Castells,
llamamos cambio social urbano a la redefinición del significado urbano.
Llamamos planificación urbana a la adaptación negociada de las funciones
urbanas a un significado urbano compartido. Llamamos diseño urbano al
intento simbólico de expresar un significado urbano aceptado en ciertas formas
urbanas. (Castells, La ciuad y las masas. Sociología de los movimientos
sociales urbanos., 1986, p. 408)
La construcción cultural del territorio puede desatar horizontes de acciones hacia:
- La visibilización de la memoria y la articulación de los patrimonios inmateriales y
materiales territoriales en la recuperación del deber de la memoria.
- El desarrollo, promoción, visibilización y empoderamiento de formas de
expresión artística, política, nuevas subjetividades, movimientos culturales, etc.,
desde la centralidad de las localidades de Bogotá.
- La generación de lineamientos y pautas de ordenamiento territorial que
contemplen la promoción de la vida cultural comunitaria.
- Garantía de provisión de bienes y servicios culturales próximos y pertinentes
para las comunidades locales y territoriales.
- Procesos de transferencia de competencias e incremento de la autonomía local
en la formulación de políticas culturales territoriales.
- Intensificación de los mecanismos de participación democrática en la vida
cultural de las comunidades locales.
147
- Acciones territoriales e intersectoriales para la defensa local de lo público.
6.4. La cultura democrática
La preocupación por las relaciones entre democracia y cultura constituye un eje
transversal de las políticas culturales de Bogotá en este siglo XXI. En las Políticas
Culturales Distritales 2004-2016 se hace referencia a esta problemática relación de
forma recurrente. En la Presentación de estas políticas, se establece como un
imperativo y un reto la necesidad de “pensar la cultura en relación con la democracia,
el desarrollo y la economía” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y
Turismo, 2005). Igualmente la democracia cultural, entendida como el reconocimiento
en todo individuo de sus posibilidades culturales más allá del acceso a los bienes y
manifestaciones culturales, es una condición para un desarrollo y una economía con
sentido humano. Sin democracia cultural no puede orientarse un adecuado desarrollo
ni una economía con sentido humano. En el diagnóstico realizado se destacan los
logros y desafíos relativos a la “desconcentración y democratización” de la cultura en
Bogotá. También se proponen unas políticas culturales integrales, donde uno de los
aspectos prioritarios son los “logros alcanzados en cultura democrática”.
Se destacan cuatro profundas limitaciones que contiene la democracia formal: las
prácticas políticas clientelistas; el “pesimismo democrático”11; el poco reconocimiento y
uso de los espacios de concertación para el trámite de conflictos; y, la restricción de
información sobre los mecanismos de participación existentes. Las mayores
dificultades se ubican en aspectos de nuestra cultura política y en el déficit de la
democracia formal.
Las Políticas Culturales 2004-2016 plasman la preocupación por la democracia
cultural en la importancia que otorgan a los espacios de concertación y los procesos
participativos en la formulación de las políticas. La concertación y la definición de los
procesos evidencian este pathos democrático que acompaña nuestras políticas
11
El texto no profundiza en la noción de “pesimismo democrático”. El investigador colombiano Francisco Gutiérrez lo utiliza en un sentido peculiar: 1. La presunción de no-fiabilidad de quien haga uso de los mecanismos democrático-electorales. 2. La presunción de no-fiabilidad de las comunidades. 3. El pactismo desencantado. 4. La acelerada laicización de las relaciones asimétricas. (Gutiérrez, 1997)
148
culturales en Bogotá. Los espacios de concertación, que son como el alma del campo
cultural, son comprendidos como espacios de encuentro entre instancias, agentes y
organizaciones para construir el campo cultural. Los procesos son el conjunto de
acciones que enriquecen, potencian, transforman y divulgan la cultura, observando
“criterios democráticos, participativos e interculturales”. La visión de Bogotá hacia el
2016 está cargada de un horizonte democrático, al plantear la utopía de Bogotá como
una región líder en procesos interculturales, democráticos y participativos, que
propicien la creación, transformación y valoración de sus culturas. Es decir, las
Políticas Culturales Distritales 2004-2016, subrayan las estrechas relaciones entre
democracia, participación e interculturalidad.
En 2003, el Observatorio de Cultura Urbana del IDCT, acuerda una consultoría con la
Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana, para investigar las
relaciones entre cultura política, cultura ciudadana y cultura política democrática en la
ciudad de Bogotá. El equipo de investigación produjo tres documentos que sintetizan
algunos hallazgos de esta investigación. Su apuesta conceptual se centra en la
definición de la vida política democrática como el
conjunto integrado, no exento de tensiones y conflictos, entre cultura política y
práctica política, participación en sentido amplio, convencional y no
convencional, sistema electoral y de partidos, división y equilibrio de los
poderes públicos, distribución material y simbólica de valores y recursos,
mercados y ámbito privado de intereses sociales. (Observatorio de Cultura
Urbana (Ed.), 2003, p. 152)
Los núcleos de esta conceptualización son: relaciones entre cultura política y prácticas
políticas; niveles de participación en un sentido amplio; equilibrio de los poderes
públicos; y, distribución material y simbólica equitativa de ciertos valores y recursos.
Lo anterior evidencia una preocupación histórica de la vida en Bogotá por el
fortalecimiento de la cultura democrática, que muestra importantes antecedentes en la
búsqueda de una conceptualización de la cultura democrática. Actualmente, limitar la
cultura democrática a participación en sentido amplio, equilibrio de poderes o
distribución equitativa de valores y recursos, se convierte en una perspectiva
conceptual limitada.
149
El Plan Decenal de Cultura 2012-2021 incluye aspectos relativos a la democracia
cultural por dos vías. La primera los asuntos relativos a la democratización en el
acceso a la oferta y producción de bienes, servicios y manifestaciones artísticas,
culturales y patrimoniales. La preocupación central es que esto sea posible con
criterios y en condiciones de equidad. La segunda, los aspectos relacionados con la
democracia cultural, como la generación de condiciones para que la ciudadanía pueda
expresar libre y autónomamente sus saberes, tradiciones, creaciones e innovaciones.
Es decir, en el Plan Decenal existe una inquietud por las relaciones intrínsecas entre
libertades, equidad, democracia y cultura.
Dentro de las apuestas centrales del Plan Decenal, de carácter estratégico, se
subraya el fortalecimiento de la participación ciudadana en la concertación de las
políticas públicas, desarrollando la idea constitucional de una democracia participativa.
La participación es entendida como un derecho, como el componente activo de la
ciudadanía, como una intervención individual y colectiva en los asuntos públicos; pero
también, como un escenario donde se evidencian y tramitan los conflictos propios del
campo cultural, para poder transformarlos en propuestas colectivas. La descripción de
los subcampos artístico, cultural y patrimonial, en el Plan Decenal, remite a tensiones
de claro contenido democrático. Algunas tensiones de los subcampos, de honda
raigambre democrática, son: discriminación versus reconocimiento; homogeneización
versus diversidad cultural; invisibilización versus visibilización; concentración versus
socialización del conocimiento; fragmentación social versus cohesión social;
restricción versus acceso. Asimismo se evidencian tensiones en lo relativo al papel y
finalidad de la participación.
Las políticas culturales existentes en las dos primeras décadas del siglo XXI muestran
importantes antecedentes históricos en la búsqueda de cierta perspectiva de la cultura
democrática. Algunos de los aspectos que se han destacado en esta visión de la
cultura democrática son: las limitaciones en acceso a las manifestaciones artísticas y
culturales; las restricciones que enfrenta la libertad y la autonomía en la creación
artística y cultural; la necesidad de expandir los espacios de concertación y
participación para la formulación de políticas culturales. Preocupaciones muy próximas
a una noción de democracia cultural como “una multitud de formas de generar,
distribuir y difundir una gran diversidad de eventos para que una oferta muy diversa de
Cultura llegue a enriquecer la vida de muchos”. (Jiménez & Berman, 2006, p. 149)
150
El Plan Bogotá Humana 2012-2016 otorga prioridad a la construcción de procesos
democráticos, pero introduce nuevas temáticas y desafíos de la cultura democrática.
Como ya lo hemos señalado, en este Plan existe una relación esencial entre el
fortalecimiento de la democracia y la construcción de paz. Constatamos un giro
decisivo hacia la necesidad de pensar a fondo la cultura democrática y la cultura de
paz. Algunas de sus apuestas propugnan por transformaciones culturales relevantes.
La primera, insistir en la urgencia de construir un nuevo modelo de participación
ciudadana, que logre desplegar formas de democracia directa, no simplemente de
democracia participativa o representativa. La segunda, abrir el horizonte de la acción
social a tipos de gobernabilidad democrática local mucho más profundos; apuesta así
por la creación de nuevas y creativas formas de gobernar desde lo local. La tercera,
defender y fortalecer lo público, la institucionalidad pública, como manifestación directa
de la profundización de la democracia. Pero una institucionalidad permeada por la
participación. Lo público habitado por las personas y no solo como poder institucional.
Cuarta, tomar distancia de ciertas nociones de “cultura ciudadana”. La cultura
democrática implica cuatro importantes transformaciones culturales de la vida de
Bogotá: crear y desplegar formas de democracia directa y autogestionaria; otorgar un
papel determinante a los territorios y la democracia local; profundizar y fortalecer la
dimensión de lo público; y, realizar una relectura crítica de ciertas nociones de “cultura
ciudadana”. El Plan Bogotá Humana establece unas relaciones necesarias entre
cultura democrática, transformaciones culturales y territorios locales de construcción
de paz.
Uno de los ámbitos más incomprendidos y polémicos es la toma de distancia de cierta
mirada de la “cultura ciudadana”. Ante todo de la definición planteada en el Plan
Formar Ciudad 1995-1997:
(…) por cultura ciudadana se entiende el conjunto de actitudes, costumbres, y
reglas mínimas compartidas por los individuos de una comunidad, que permiten
la convivencia y generan sentido de pertenencia...Por consiguiente, donde hay
cultura ciudadana hay reglas de juego y límites respetados entre desconocidos.
Hay reconocimiento de los deberes por parte de los ciudadanos y
reconocimiento de los derechos de los particulares por parte de los
funcionarios. (Alcaldía Mayor de Bogotá, 1995, p. 14)
151
La noción que se acentúa y divulga es la cultura como forma de control de las
conductas humanas, para armonizar a toda costa la regulación del comportamiento
entre las normatividades morales, jurídicas y culturales. La cultura ciudadana es
identificada exclusivamente con “autorregulación”, deberes y derechos. Es por esto
que el interrogante que se formula el investigador Ismael Ortiz (1998, p. 208) es si al
final, más que de una intervención en cultura, se terminó pensando ante todo en
formas de control social. La cultura reducida a una estrategia eficaz para promover la
cohesión social, la legitimidad institucional y, tendencialmente, la herramienta para
incrementar la productividad económica. El gran interrogante es si la cultura es
concebida como un fin en sí mismo o como un medio para otros fines. Es discutible
concebir la cultura como la sumatoria de “actitudes, costumbres y reglas”, acentuado
solamente el contenido “comportamental” (hábitos para la convivencia) de la cultura y
excluyendo otras dimensiones o dinámicas del deseo, lo simbólico, lo imaginario, lo
valorativo, lo conflictivo, lo narrativo de las identidades, que también constituyen el
entramado complejo de lo cultural. Pero también es problemática una noción de
“cultura ciudadana” que sólo está referida a lo dado y dominante. Un conjunto de
actitudes, costumbres y reglas, históricamente dominantes, y que supuestamente
deben ser aceptadas por todos. Se pueden insinuar en esta concepción componentes
“conductistas” y “conservadores” de la visión de lo cultural. No se apuesta por el
carácter creador, subversivo, transformador, de la vida en la cultura.
Tampoco existe el derecho a lo heterogéneo, como lo reitera García Canclini,
una política democratizadora es no sólo la que socializa los “bienes legítimos”,
sino la que problematiza lo que debe entenderse por cultura y cuáles son los
derechos de lo heterogéneo. Por tal motivo, este investigador cultural,
diferencia dos paradigmas de política cultural: “democratización cultural” y
“democracia participativa”. El paradigma de democratización cultural “concibe
la política cultural como un programa de distribución y popularización del arte,
el conocimiento científico y las demás formas de “alta cultura”. Su hipótesis
básica es que una mejor difusión corregirá las desigualdades en el acceso a
los bienes simbólicos. (García Canclini (Ed.), 1987, p. 46)
Difundir y posibilitar el acceso a la alta cultura es ya democracia cultural. El paradigma
de democracia participativa defiende
152
la coexistencia de múltiples culturas en una misma sociedad, propicia su
desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de participación de cada individuo
en cada cultura y de cada cultura respecto de las demás. Puesto que no hay
una sola cultura legítima, la política cultural no debe dedicarse a difundir sólo la
hegemónica sino a promover el desarrollo de todas las culturas que sean
representativas de los grupos que componen una sociedad. (García Canclini
(Ed.), 1987, p. 50)
La SCRD ha realizado reiterados esfuerzos para una profunda deliberación e
investigación sobre las experiencias de cultura democrática. En estas búsquedas ha
propuesto una noción para la discusión colectiva:
se entiende por cultura democrática el conjunto de capacidades
(conocimientos, representaciones y comportamientos) de los individuos, las
organizaciones y los grupos sociales para interactuar entre sí, con la ciudad y
con el Estado de formas críticas, dialógicas, solidarias, imaginativas, creativas
y de reconocimiento y recreación de las diferencias; con el propósito de
intensificar las libertades, la exigencia y ejercicio de sus derechos, la
integración y la igualdad social, el sentido de lo público, la creación de
intereses comunes y la convivencia. (Sáenz, 2012)
Propone para la discusión una noción de cultura democrática cuyos pilares son: un
enfoque de capacidades; la reivindicación de unas relaciones críticas, dialógicas,
solidarias, imaginativas, creativas del reconocimiento de las diferencias y diversidades;
y, cuya finalidad sea intensificar las libertades, los derechos, la igualdad, el sentido de
lo público y la convivencia.
El enfoque de capacidades se inspira en las producciones de Amartya Sen y Martha
Nussbaum, que toman distancia de aquellas teorías de la justicia social que basan sus
criterios en la utilidad (Stuart Mill) o la igualdad de bienes primarios (Rawls) o la
igualdad de recursos (Dworkin). La igualdad debe buscarse, más bien, en la capacidad
de cada sujeto para convertir o transformar esos recursos en libertades. La capacidad
de una persona viene a conjugar los distintos desempeños que alguien puede
alcanzar: las distintas cosas que una persona logra hacer o llega a ser en el desarrollo
de su vida.
153
Quizá la noción más primitiva de este enfoque se refiere a “funcionamientos”.
Los funcionamientos representan partes del estado de una persona: en
particular, las cosas que logra hacer o ser al vivir. La capacidad de una
persona refleja combinaciones alternativas de los funcionamientos que esta
puede lograr, entre las cuales puede elegir una colección. El enfoque se basa
en una visión de la vida en tanto combinación de varios “quehaceres y seres”,
en los que la calidad de vida debe evaluarse en términos de la capacidad para
lograr funcionamientos valiosos. (Sen, 1996, p. 56)
La filósofa Nussbaum postula diez capacidades básicas: 1. Respecto a la mortalidad,
la capacidad de vivir una vida humana de longitud normal y que la vida no quede tan
mermada que no merezca la pena vivirse. 2. Respecto a la corporalidad, la capacidad
de tener salud física. 3. Respecto al placer y el dolor, la capacidad de mantener la
integridad corporal, la capacidad de moverse libremente, la satisfacción sexual y de
elegir en lo que atañe a la reproducción. 4. Respecto a la cognición, la capacidad de
emplear los sentidos, de imaginar, de pensar y razonar. 5. Respecto a las emociones,
la capacidad de sentir apegos hacia las cosas y las personas que están fuera de uno
mismo; amar a quienes nos aman y se preocupan por nosotros, sentir pena por su
ausencia; en general, amar, padecer, sentir anhelos, compasión y gratitud. 6.
Respecto a la razón práctica, la capacidad de formarse una concepción del bien e
implicarse en reflexiones críticas acerca de la planificación de la propia vida. 7.
Respecto a la sociabilidad, la capacidad de formar una comunidad con otros seres
humanos. 8. Respecto a la relación con otras especies y la naturaleza, la capacidad
de vivir juntos con ella, y respetar a los animales, las plantas y la naturaleza en
general. 9. Respecto al humor y el juego, la capacidad de reír, jugar y disfrutar de
actividades recreativas. 10. Respecto a la individualidad, la capacidad de vivir la propia
vida y ostentar cierto control sobre el propio entorno.
La SCRD, en su necesidad de reivindicar las relaciones dialógicas, críticas, solidarias,
etc., parte del presupuesto de que la cultura democrática es una reflexión un supuesto
previo y previa a la cultura ciudadana. Pueden existir nociones de ciudadanía y tipos
de cultura ciudadana que promueven el autoritarismo, el paternalismo y la negación
del espíritu democrático. La cultura democrática, entre sus componentes constitutivos,
debe preservar una actitud crítica frente a los conceptos de ciudadanía y las teorías de
la democracia. Una ciudadanía reducida a status legal de deberes y derechos; una
154
democracia gobernable o una democracia disciplinaria, son la negación práctica de la
cultura democrática. Una de las dificultades a las que debemos enfrentarnos desde el
principio es que no existe una teoría democrática, sino solo hay teorías democráticas
en plural. La larga discusión filosófica sobre la democracia elabora unas distinciones
que podemos denominar clásicas. Entre estas están: lo normativo o lo empírico;
sistema político o modo de vida; democracia directa o democracia representativa;
gobierno del pueblo o gobierno de los políticos. La noción de cultura democrática está
en la obligación de pensar y diferenciar diferentes teorías de la democracia.
Las respuestas diferenciadas frente a estos dilemas anteriores, han posibilitado en el
debate ideológico actual, por lo menos, seis visiones distintas de democracia:
gobernable; institucionalista; elitista; deliberativa; participativa; directa. La “democracia
gobernable”, de cuño neoliberal, reduce el término democracia a la combinación de
cuatros factores: un asunto de eficiencia, buen gobierno, estabilidad fiscal y legitimidad
procedimental. Un típico enfoque formalista y tecnocrático de democracia. La
concepción “institucionalista” reivindica la capacidad del régimen constitucional vigente
para expandir los derechos civiles, estabilizar el sistema político y mejorar el nivel de
vida de la población. La perspectiva “elitista” concibe la democracia como un
mecanismo de selección de los gobernantes para administrar el sistema político con
criterios de mercado y mediante una ciudadanía pasiva. La denominada democracia
“deliberativa” levanta la bandera del diálogo y la calidad comunicativa como el camino
para armonizar los diversos intereses de todos los actores de la sociedad,
desvalorizando la desigualdad de fuerzas que rodea esta situación concreta de
interacción comunicativa. La mirada “participativa” postula un ordenamiento social y
político, que debe fomentar la disposición de los ciudadanos a participar en algunas
actividades delimitadas, para el logro de sus objetivos personales y colectivos. Es una
mezcla de democracia representativa y por momentos algunos vestigios de directa. La
democracia “directa” ha sido definida de formas diversas. Algunas de las más
conocidas son: la asamblea de los ciudadanos deliberantes sin intermediarios,
siempre cara a cara; la participación directa y continua de los ciudadanos en la
regulación de la sociedad y el Estado; una democracia sin representantes y sin
representación.
Una cultura democrática debe emprender horizontes de acciones hacia:
155
- Mantener e incentivar una actitud crítica y creadora con las formas existentes
de democracia y ciudadanía.
- Incentivar una amplia discusión colectiva sobre los sentidos consensuales que
debe contener la noción de cultura democrática en el contexto de la ciudad de
Bogotá.
- Fomentar una cultura política que promueva capacidades, representaciones,
conocimientos y comportamientos de espíritu democrático.
- Aportar desde la cultura democrática a la construcción de una cultura de paz,
estableciendo una relación ineludible entre cultura de paz y democracia
cultural.
- Incentivar la construcción de subjetividades transformadoras, críticas, con
disposición para el trabajo en equipo y comprometidas con la vida colectiva.
- Promover la preocupación y participación directa de las comunidades y
ciudadanos en todos los asuntos públicos de la ciudad, hacia la consolidación
de territorios locales de paz en la ciudad de Bogotá.
- Reinventar desde las artes y las culturas formas creadoras de participación
solidaria, autogestionaria y democrática.
- Formular una política de participación directa de las comunidades y ciudadanos
para transformar las estructuras de poder en la ciudad, hacia experiencias de
co-gestión de las relaciones de poder.
- Incrementar la autogestión y la concertación con los gestores culturales,
artistas y creadores, como muestra de construcción de cultura democrática.
- Configurar nuevos poderes locales, una descentralización democrática y la
autodeterminación de los territorios locales en la formulación de las políticas
públicas.
- Dialogar creativamente con formas de disenso que irrumpen en el espacio
público de maneras insospechadas e imprevisibles
6.5. La creación y la memoria como conocimiento
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 ubican la interculturalidad y la
creatividad como principios éticos que deben constituir horizontes de las políticas
públicas urbanas. La interculturalidad es concebida como aquellos:
156
procesos sociales y políticos mediante los cuales se respetan, influyen y
transforman de manera permanente las relaciones entre culturas, así como las
estructuras, instituciones, y prácticas que dan marco a dichas relaciones, con el
ánimo de resolver las asimetrías, desequilibrios y discriminaciones que tiene
lugar en la vida social. (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y
Turismo, 2005, p. 46)
La creatividad es comprendida como “un factor determinante para la invención y la
construcción colectiva de formas de democracia, convivencia, solidaridad,
participación y ciudadanía” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y
Turismo, 2005, p. 46). El Distrito Capital es un escenario privilegiado para potenciar la
riqueza cultural, es un territorio para la expresión y el desarrollo autónomos de
tradiciones inmateriales e inmateriales, como también “para la difusión de su memoria
oral, visual y escrita” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y
Turismo, 2005, p. 9), y resolver las asimetrías propias de las dinámicas culturales
contemporáneas.
Desde su formulación en el siglo XXI, las políticas culturales en Bogotá, han invocado
la íntima relación entre interculturalidad, creatividad y memoria. Hasta tal punto que los
dos primeros han sido considerados principios éticos de las prácticas culturales. La
interculturalidad posee dos connotaciones: la primera, son procesos socio-políticos de
respeto, influencia mutua y transformación entre diversas culturas en la ciudad; la
segunda, se pretenden resolver asimetrías, desequilibrios y discriminaciones inter-
culturales. La creatividad social es determinante para inventar y construir
colectivamente otras formas de democracia, convivencia, solidaridad, participación y
ciudadanía. La presencia y reconocimiento de la memoria oral, visual y escrita, es
necesaria para lidiar con la discriminación, los desequilibrios y las asimetrías
culturales.
El Plan Decenal de Cultura 2012-2021 enuncia, dentro de sus catorce principios,
como principios la creatividad, la interculturalidad y la alteridad. Aunque no existen
modificaciones significativas en sus definiciones en comparación con las Políticas
Distritales 2004-2016, se pueden constatar ciertos matices. La primera diferencia es la
no asimilación de “diversidad cultural” con “interculturalidad”; ya que para el Plan
Decenal la “diversidad cultural” es el primer principio y se exige porque “la cultura
157
adopta formas distintas, que siempre responden a modelos dinámicos de relación
entre sociedades y territorios” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p.
49). La diversidad cultural es intrínseca a la relación con las distintas sociedades y
territorios. La segunda distinción es la introducción de la noción de “alteridad” como
condición de la interculturalidad. El reconocimiento de la alteridad se da no solamente
en la mera aceptación de su existencia, sino en la inclusión y reconocimiento de los
marcos mismos que le dan su legitimidad, marcos ajenos pero no por ello
desdeñables. La alteridad radical de lo completamente otro constituye un gran desafío
para toda relación intercultural. La creatividad también es definida como la imaginación
social para inventar otras formas de inter-relación humana; contiene un sesgo
especialmente socio-político. Tanto en las Políticas Distritales como en el Plan
Decenal se parte de un presupuesto: la máxima expresión de la creatividad es el
respeto y cuidado de la diversidad cultural, la interculturalidad y la alteridad.
Las bases de las políticas culturales distritales para la década porvenir enfrentan
importantes desafíos en estos ámbitos. El primer desafío es repensar la noción de
conocimiento y sus interrelaciones con la creación y la memoria. El segundo consiste
en construir una noción de creación estética y cultural que supere aquellas
perspectivas que limitan su significado al respeto a la diversidad cultural. El tercer
desafío es reflexionar a fondo sobre el sentido cultural, social y político de la memoria
en el contexto de Bogotá y Colombia.
Ya desde 1882 esgrimía Friedrich Nietzsche una crítica al paradigma occidental,
científico y analítico del conocimiento, en uno de sus libros más punzantes y creativos,
La ciencia jovial. En el parágrafo 110 nos dice que “la fuerza de los conocimientos no
reside en su grado de verdad, sino en su antigüedad, en su grado de asimilación, en
su carácter de condición vital” (Nietzsche, 2001). Anticipándose a algunos
movimientos artísticos contemporáneos, sus reflexiones ciertamente preludian una
preocupación sobre el carácter monolítico y excluyente que adquiere el conocimiento
cuando lo limitamos a lo que es y puede llegar a ser desde el paradigma científico y la
Modernidad europea. Sobre todo, nos llama la atención sobre la fuerte ligazón que
existe entre conocimiento y poder, una relación problemática que pensadores como
Michel Foucault y Gilles Deleuze retoman décadas después. Aquello que entendemos
como conocimiento, contrario a como se entiende comúnmente, es de carácter
múltiple, singular, transformador y político. No sólo el conocimiento no se limita a los
158
procedimientos científicos de investigación ni se guía necesariamente por una
aspiración de objetividad, sino que la forma en que decidimos si algo merece o no ser
llamado “conocimiento”, es ya una forma de trazar límites y visibilidades políticas
dentro de una sociedad. Todas estas reflexiones, elaboradas en condiciones distintas
y lugares geográficos y de pensamiento diversos, hacen eco en que:
la aceptación de la diferencia, en consecuencia, trasciende la simple tolerancia
e inclusión, de suyo hay que preguntarse siempre a qué se incluye y cómo se
incluye, pues hay inclusiones que terminan por confirmar las exclusiones. La
presencia del otro o de lo otro genera una interrelación que va más allá del
distanciamiento frente a lo diferente como de acogida con miras a domesticarlo,
neutralizarlo o asimilarlo a lo propio. (Gil & Laignelet, 2014, p. 39)
Foucault permite entender cómo la verdad es contingente históricamente y así, los
regímenes de verdad y conocimiento lo son de igual manera. De esta forma, nos
recuerda la relación entre conocimiento y poder. Ranciére traza relaciones
indisociables entre estética y política, bajo la idea de que la definición por los marcos
mismos de inteligibilidad y visibilidad de una práctica, una persona, un discurso y una
voz, son una decisión política previa que enmarca lo común. Aquello compartido, visto,
escuchado, no es pues compartido, visto o escuchado de forma imparcial, sino que
implica la fijación de unos límites y unos marcos que dan legitimidad a aquello que
entendemos como conocimiento. De Sousa Santos recupera el espíritu
latinoamericano de crítica. Nos propone una ecología de los saberes, en la cual
podemos repensar el conocimiento desde la diversidad, desde los territorios y desde
las diferentes prácticas ancladas en lo cultural y lo social. En la misma línea, Castro-
Gómez se inscribe en una crítica poscolonial en la que nos muestra cómo los ideales
de objetividad y universalidad introducen también una suerte de espíritu colonial –
omniabarcante, de dominación y jerarquización– a la multiplicidad de saberes y
conocimientos. Desde esta perspectiva hablamos pues de conocimientos o saberes,
estructurados según criterios dialógicos y horizontales, no jerárquicos.
La inquietud por las teorías de la creatividad artística acompaña la historia de la
estética. El interrogante por los motivos, caminos y procesos que desatan la
creatividad inquietan a la reflexión occidental. Según Elena Oliveras,
(…) desde distintas perspectivas (filosóficas, psicoanalíticas, retóricas, etc.) se
han buscado principios y fundamentos de la producción artística. En los
159
extremos se ubican dos grupos de teorías: racionalistas e irracionalistas. Otras
interpretaciones intermedias combinarán estos polos, haciendo lugar tanto a la
intuición, la “corazonada”, la ocurrencia instantánea, el juego o el azar como al
trabajo planificado, paciente y riguroso. Representando al polo irracionalista,
serán examinadas las ideas de Platón y Carl Gustv Jung. El polo racionalista
será expuesto a través de ideas de Edgar Allan Poe y Paul Valéry. Por último,
la posición intermedia será estudiada a través del pensamiento, aun
insuficientemente reconocido, de Luigi Pareyson. (Oliveras, 2005, p. 131)
Platón en su Diálogos, Ion y Fedro, sostiene que la creatividad de los poetas proviene
de la inspiración, el entusiasmo y la intermediación con las divinidades. Aristóteles, en
cambio, considera que el arte es una “virtud dianoética” o “hábito productivo
acompañado de la razón verdadera” (Aristóteles, Ética a Nicómaco 1140a). Para este
filósofo, el arte deriva del estudio, el ejercicio, el tiempo y la repetición. En esta misma
tradición se sitúan la “filosofía de la composición” de E. A. Poe y la “teoría de la
construcción” de P. Valéry.
En un breve ensayo de 1845, “Filosofía de la composición”, Edgar Allan Poe
(1809-1849) defiende una teoría racionalista de la creatividad. El concepto de
“composición” refiere a una reunión en cierto orden; asociada al arte recuerda
que ar, la raíz de la palabra “arte” en sánscrito, significa juntar, acomodar. Lo
que Poe quiere conocer, como sostiene el excelente traductor de ese ensayo,
Julio Cortázar, es el recorrido ordenado del artista, el mismo que buscará
Valéry al estudiar el “método” de Leonardo da Vinci. Tanto Poe como Valéry
quieren conocer lo que está “en bambalinas (ambos usan las misma
expresión), en una búsqueda que, con Derrida, llamaríamos deconstructiva por
apuntar al develamiento de la génesis de la obra. (Oliveras, 2005, p. 143)
El filósofo italiano Pareyson, intenta buscar un sendero intermedio entre el
racionalismo y el irracionalismo, a través de su teoría creativa de la formatividad. Ante
el interrogante si la creación artística se caracteriza por la simultaneidad entre
invención y realización, este teórico del arte plantea:
la respuesta me pareció que debía consistir en considerar la producción
artística como unión de «tanteo» y «organización», en la que la obra es, al
mismo tiempo, «ley» y «resultado» del proceso que la crea: el artista procede
tanteando, sin saber a donde llegará, pero sus tanteos no son ciegos, sino que
160
están dirigidos por la misma forma que ha de surgir de allí, a través de una
anticipación que, más que conocimiento, es actividad ejercida por la obra antes
incluso de existir, en las correcciones y en los cambios que el artista está
haciendo. El proceso artístico es, en este sentido, unívoco, como el desarrollo
orgánico, que va de la semilla al fruto maduro; pero tal univocidad aparece sólo
post factum, cuando el artista, después del azaroso camino expuesto hasta el
último momento al riesgo y al fracaso, de creador se ha convertido en
espectador de su obra, y comprende que ha llegado a realizarla porque ha
sabido encontrar y seguir el único modo en que se podía hacer. (Pareyson,
1987, p. 92)
Nietzsche nos habla de un conocimiento basado eminentemente en la creación, la
experimentación, el cuerpo, la memoria, las pasiones y la vida. En este sentido, es un
conocimiento cambiante, histórico y situado en un territorio y unas subjetividades. En
palabras de los artistas Javier Gil y Victor Laignelet: “Los diferentes contextos y las
experiencias vitales de la gente se constituyen en marco de inteligibilidad y legitimidad
de saberes y conocimientos.” (Gil & Laignelet, 2014, p. 47)
La relevancia de la memoria en una época que tiende a empobrecer los mecanismos
sociales y culturales para su preservación y fomento, es cada día más urgente. En las
sociedades actuales es conveniente reiterar el valor, el deber y el trabajo de la
memoria. Actualmente no basta con visibilizar su existencia, se necesitan discursos y
prácticas sobre su valoración. La primera manifestación de su importancia se deriva
de que la memoria nos muestra por qué somos lo que somos y nos confiere nuestras
identidades. La memoria es el escenario privilegiado de la construcción, narración y
problematización de las identidades; existe un nexo indisoluble entre memoria e
identidades. La segunda relevancia alude a que no podemos producir culturas,
lenguajes, discursos, saberes, conocimientos, artes, investigación, ciencias, técnicas,
etc., sin el papel determinante de la memoria. La tercera significación de la memoria
está contenida en su insustituible función social. No existe ninguna acción social que
no tenga relaciones con la memoria; la amistad, el amor, el juego, la empatía, el
cuidado, la familias, las relaciones políticas, la creación artística, etc., están tejidas y
entrecruzadas por nexos con la memoria. Actualmente existen dos relaciones sociales,
entre muchas otras, que deben fortalecer su trabajo con la memoria. En primer lugar,
una mayor interacción entre la memoria individual y la memoria colectiva; en segundo
161
lugar, la profundización del diálogo entre distintas generaciones. No podemos limitar
estos dos procesos a la idea simple de “transmisión” de experiencias entre
generaciones, como tampoco a que la clase de historia logra el recuerdo del pasado.
La cuarta preeminencia de la memoria remite a la experiencia del tiempo y el destino.
El desprecio de la memoria conlleva inevitablemente al predominio de un tiempo
vacío, efímero y plano. Un especie de inmediatez individualista, sin memoria y sin
historia. En palabras de H. G. Gadamer:
(…) un tiempo vacío; algo que hay que tener para llenarlo con algo. El caso
extremo de esta experiencia de la vaciedad del tiempo es el aburrimiento. Y
frente a la vaciedad del aburrimiento está la vaciedad del ajetreo, esto es, del
no tener nunca tiempo, tener siempre algo previsto para hacer. (Gadamer,
1991, p. 104)
Debemos transitar hacia visiones de la creación y de la memoria que modifiquen la
concepción dominante de conocimiento. Es posible transformar los esquemas
epistémicos, lógicos y cognitivos, herederos exclusivamente de la tradición cultural
europea. La pluralidad de conocimientos es también pluralidad de formas de vida,
dinámicas de creación, de cuerpos y de memorias. Podemos construir un campo
cultural que potencie la creación y la memoria. Es imperativo reconocer que la cultura
de paz y la cultura democrática exigen inmensos componentes de creación y de
memoria.
Comprender el conocimiento desde la creación y la memoria, impone a la ciudad de
Bogotá horizontes de acciones hacia:
- Promover la existencia e interacción de memorias y narraciones de lo individual
y lo colectivo.
- Incentivar discursos y prácticas artísticas y culturales para potenciar y posibilitar
el diálogo inter-generacional.
- Consolidar espacios y territorios culturales en los que los diálogos de saberes
puedan darse como dinámicas no sólo legítimas sino sobre todo fundamentales
para garantizar el respeto a la interculturalidad y la diversidad de formas de vida.
- Construir un debate amplio sobre las formas, tipos y estrategias de fomento de la
creación en las condiciones de la ciudad.
162
- Posibilitar encuentros de saberes, memorias y cuerpos, como escenarios
fundamentales que albergan dinámicas democráticas de interacción y disenso.
- Reconocer prácticamente en el diálogo de saberes y la potencia de las
memorias ámbitos privilegiados para una cultura de paz.
6.6. Sostenibilidad en lo cultural
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 le otorgan a la sostenibilidad la
condición de principio y por ello orienta éticamente las políticas culturales como
horizonte de los elementos que conforman el campo cultural. Hace parte de los ocho
principios de estas políticas públicas, al lado de la participación, la descentralización,
la interculturalidad, la concertación, la creatividad, la articulación y lo público. La
sostenibilidad es concebida como “la planeación coordinada de factores culturales,
sociales, económicos y ambientales que hacen posible la organización, permanencia e
impacto de los procesos culturales, es un factor fundamental para la convivencia y la
articulación de lo cultural en la vida social” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital
de Cultura y Turismo, 2005, p. 47). Tres aspectos son relevantes de esta visión de la
“sostenibilidad”. El primero, que se le otorga una naturaleza de principio de las
políticas culturales distritales. El segundo, la insistencia que la planeación de procesos
culturales siempre está mediada por factores económicos, sociales, ambientales y
culturales. El tercero, su reconocimiento como factor determinante de la convivencia y
la vida social al posibilitar la organización, permanencia e impacto de los procesos
culturales.
El Plan Decenal 2012-2021 propone un marco para la sostenibilidad del campo, del
sector y sus agentes; dicho marco se define como flexible y permite implementar
ajustes en el futuro, proyectando una visión que prevalece más allá de la lógica
simplemente coyuntural. Allí se aborda la sostenibilidad desde dimensiones jurídicas,
políticas y económicas y las acciones y estrategias necesarias para garantizar ésta. A
su vez identifica como una tensión preocupante, los frágiles mecanismos financieros y
técnicos, que soportan la sostenibilidad de los procesos artísticos en todas sus
dimensiones. También resalta que la creación artística puede verse afectada si se
proyecta exclusivamente desde la lógica del mercado.
163
Este Plan Decenal de Cultura identifica una serie de retos económicos que enfrenta su
sostenibilidad, dentro de los cuales se encuentran: incrementar el porcentaje del
presupuesto público dispuesto para el sector cultura, a escala local y distrital;
aumentar las fuentes de financiación y mejorar las existentes; posicionar en los
espacios de decisión presupuestal y fiscal la necesidad de subvencionar la cultura
como ámbito de desarrollo sostenible que concurre al fortalecimiento de la cohesión
social, la democracia y la economía de la ciudad; ajustar y desarrollar los recursos
técnicos, económicos y tecnológicos de las instituciones públicas del sector, para la
sostenibilidad del Plan Decenal de Cultura; y, mejorar y ampliar los acuerdos de
corresponsabilidad público-privada (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte,
2011).
El Plan Estratégico Sectorial de Cultura, Recreación y Deporte para la Ciudad de
Bogotá D.C. 2012 – 2016 [PES], estableció como objetivo central: “incentivar la
formación de agentes del sector, críticos, competitivos y transformadores. El sector
debe propiciar la cualificación de sus agentes, mediante la oferta de formación
permanente en todos los niveles de la educación, con el fin de fortalecer la valoración
de su rol en la sociedad y la sostenibilidad de la producción cultural y deportiva”
(Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, 2012). El PES, promueve a su vez, la
construcción y sostenibilidad de los equipamientos culturales y deportivos, con el
objetivo de disminuir el déficit identificado y garantizar escenarios para la expresión y
el disfrute de prácticas artísticas, culturales, patrimoniales, recreativas y deportivas. El
PES también relaciona la sostenibilidad con las políticas, recursos y compromisos
públicos que garanticen la sostenibilidad del patrimonio cultural.
Una de las preocupaciones centrales de los debates de las políticas culturales a nivel
internacional se relaciona con la generación de las condiciones económicas,
financieras y de sostenibilidad que permitan el desarrollo y florecimiento de las
prácticas asociadas a la cultura, el arte y la memoria, aspectos que pasan por
tensiones asociadas a la relación entre cultura y mercado, el rol activo o neutro del
Estado, y la orientación de la inversión pública.
El término “desarrollo sostenible” se extiende a partir de la década del noventa del
siglo XX, con la publicación del Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio
164
Ambiente y el Desarrollo, conocida como la Comisión Brundtland, que establece una
definición bastante simple: “es aquel desarrollo que satisface las necesidades actuales
de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para
satisfacer las suyas” (Comisión Brundtland, 1987). Reclama que en una sociedad
sostenible no debe haber ninguna de estas tres manifestaciones: un declive no
razonable de cualquier recurso; un daño significativo a los sistemas naturales; un
declive significativo de la estabilidad social. Las críticas no se hicieron esperar y a los
pocos años se habían realizado entre ellas algunas de las siguientes. La primera
crítica es que la definición solo trata de priorizar el crecimiento económico ajustándolo
técnicamente a las limitaciones del capital natural. La segunda que se puede aplicar
de forma uniforme y estandarizada a cualquier ámbito de la vida social. La tercera que
permite la continuidad de la explotación de la naturaleza y todas las especies no
humanas. La reducción a simple crecimiento económico o producto interno bruto ha
sido una constante a esa definición. Por tanto, se han ido generando nociones más
complejas y atentas a las tres críticas anteriores de desarrollo sostenible en los inicios
del siglo XXI.
La Agenda 21 de la Cultura adjudica al desarrollo sostenible una gran atención y lo
concibe como determinante en la consolidación de ciudades sostenibles. Desde su
Introducción fija como premisa fundamental que en el inicio del sigo XXI,
ningún desarrollo se podrá calificar como «sostenible» sin la consideración de
la importancia central de los factores culturales… Comprender y transformar el
mundo requiera que los marcos de referencia del desarrollo sostenible
incorporen un pilar o una dimensión cultural, tan explícita, operativa y dinámica
como los pilares o las dimensiones relativas a lo ambiental, lo económico o lo
social, tal como se explicita en la Declaración de Orientación Política adoptada
por Ciudades y Gobiernos Locales Unidos en 2010 en la Ciudad de México.
(CGLU, 2008, p. 2)
Se trata de reivindicar que la sostenibilidad se tiene que encontrar en el campo cultural
y que la mediación cultural es necesaria para el sentido de la sostenibilidad. La
Agenda introduce la existencia de cuatro pilares del desarrollo sostenible: lo
económico, lo social, lo ambiental y lo cultural. Establece los factores culturales del
desarrollo sostenible, destacando entre ellos: las transversalidad e integración de lo
económico, social, medioambiental y cultural; la diversidad cultural; el patrimonio
165
cultural; el territorio como construcción social; el carácter no mercantil de los bienes y
servicios culturales; el acceso y la participación activa en los procesos culturales; la
cooperación de los actores que constituyen el ecosistema cultural; el mundo digital
como espacio de lo público; entre otros factores. También postula como imperativo y
compromiso ineludible, el reconocimiento de los factores culturales como ámbitos para
incrementar la responsabilidad ambiental.
En América Latina y el Caribe, las resistencias a los modelos extractivitas, los
enfoques primario-exportadores y expoliadores de la naturaleza, han creado una giro
ecoterritorial que establece como condiciones ineludibles de la sostenibilidad los
bienes comunes, la justicia ambiental, el buen vivir y los derechos de la naturaleza. Se
plantea el abandono de la noción de “recursos naturales” hacia la construcción de un
tipo de territorialidad basada en la protección de “los bienes comunes”, que están
ligados a la protección de la tierra, el territorio y el patrimonio natural, social y cultural.
Se formula una “justicia ambiental” como el derecho a un ambiente sano, seguro, no
contaminado y productivo para todos y todas, como una totalidad que incluya sus
dimensiones físicas, ecológicas, económicas, sociales, políticas y estéticas. También
la necesidad de reconocer la “deuda ambiental” con todas las especies y la naturaleza.
Se recupera el buen vivir, sumak kawsay, y el vivir bien, sumak qamaña, como
rememoración de la cosmovisión indígena andina, estableciendo puentes entre el
pasado y el futuro, entre matriz comunitaria y miradas ecologistas. El sumak kawsay
conlleva modificaciones conceptuales como: el desarrollo ya no es único ni universal;
el desarrollo ya no puede ser una finalidad meramente cuantitativa; ni la acumulación
de riquezas ni la industrialización se erigen como finalidades deseadas; el individuo
deja de tener centralidad para otorgar prioridad a la convivencia, la interacción, el
diálogo intra e intercultural. En el sumak kawsay se recrean los principios de la
reciprocidad, la propiedad colectiva, la convivencia con la naturaleza, la
responsabilidad social y los consensos. Se presenta un desplazamiento desde una
visión antropocéntrica de la Naturaleza hacia perspectivas biocéntricas, de ecología
profunda, perspectivas vitalistas, la naturaleza como “sujeto” de derechos y otras
alternativas en construcción.
La discusión actual alrededor de la sostenibilidad de la cultura se plantea problemas
teóricos y prácticos de inmensa relevancia. En el escenario teórico y conceptual los
debates son intensos y profundos. El primero remite a la definición apropiada y
166
compleja de desarrollo sostenible, que tiene que superar la identificación de desarrollo
con simple crecimiento económico o equilibrio intergeneracional. El segundo si la
cultura es un fin en sí mismo del desarrollo o es un simple medio del desarrollo
económico. El tercero si la cultura es solamente el “cuarto pilar” del desarrollo o más
bien una dimensión transversal de todos las dimensiones de la vida social. El cuarto
debate es la búsqueda de la concepción más adecuada de “sostenibilidad cultural” y la
necesidad de criticar el antropocentrismo en la visión del desarrollo. Un quinto
aspecto, tiene que ver con el reto en cuanto la concepción de la cultura para que no
se concentre en un abordaje como mercancía y valor de cambio, sino como valor de
uso, asociado a la satisfacción del gusto, del deseo, de la imaginación, del placer
estético y la felicidad (Bolognesi, s.f.).
En el contexto práctico también las discusiones son urgentes y complejas. En primer
lugar, la existencia o no de una verdadera y efectiva articulación en la políticas
públicas locales entre lo económico, lo social, lo ecológico y lo cultural, como la
promoción de formas creativas de esa interacción. En segundo lugar, se debate la
definición de cuáles son los bienes y servicios culturales y en particular cuales
contienen el mayor valor cultural para priorizar las inversiones tanto públicas como
privadas en cultura, por tener un mayor impacto en el desarrollo social. En segundo
lugar, no existe un consenso sobre como la inversión en cultura más que un gasto
constituye una inversión que se traduce en la mejora de la calidad de vida y el
bienestar de la población. En escenarios de restricción de la capacidad tanto del
Estado como del sector privado en inversión, la formulación de una canasta básica de
consumo cultural o la existencia de un mínimo vital cultural constituyen una apuesta
que puede ser relevante especialmente para cerrar las brechas de los sectores con
menores posibilidades de acceso a la oferta cultural. En cuarto lugar, se encuentran
tensiones entre la necesidad de ampliar las oportunidades de acceso y las
capacidades para ejercer los derechos culturales que requieren de mediaciones entre
los procesos de producción y consumo, y por otro, surge el riesgo de empobrecimiento
de la cultura por la vía de la masificación y el comercio, que puede restringir la
capacidad de creación colectiva por la vía de la privatización o los derechos de
propiedad exclusivamente individuales.
La sostenibilidad en lo cultural intenta promover horizontes de acciones hacia:
167
- Priorizar los factores culturales como condiciones de posibilidad de toda forma
de desarrollo sostenible.
- Incentivar la articulación de las dimensiones económicas, sociales, ecológicas
y culturales como ejes transversales de la sostenibilidad social y natural.
- Generar la construcción de todas las condiciones necesarias para consolidar
ciudades sostenibles y convertir a Bogotá en un ejemplo práctico de esa
construcción.
- Promover una relación equilibrada, no contaminada y justa con la naturaleza y
todas las especies no humanas que conviven en la ciudad.
- Otorgar a los bienes y servicios culturales la naturaleza de bienes comunes de
la ciudad.
6.7. Cultura, comunicación y mundo digital
Las políticas públicas en Bogotá han manifestado una preocupación significativa por
los asuntos y problemas relativos a la información, el conocimiento y la comunicación.
Desde las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 existe un interés reiterado por los
procesos de comunicación e información en la ciudad. Se plantea como necesario un
eje de política en este ámbito. El ‘eje comunicacional y de la información’ propone
procesos de organización, planeación y fomento para la producción y difusión de
información sobre la cultura en la ciudad. Establece unos problemas prioritarios como
son: la debilidad en las infraestructuras para la producción, circulación y aplicación de
la investigación sobre la cultura en el Distrito Capital; la falta de criterios unificados
para realizar mediciones en el campo cultural; las limitaciones en la difusión de la
información sobre las instancias, espacios de concertación y procesos culturales
locales y distritales. Formula una política que consiste en consolidar sistemas de
información cultural en el Distrito, para cualificar la participación en la toma de
decisiones y en la transformación de la cultura en la ciudad.
El Plan Decenal Bogotá 2012-2021 postula diez ejes estratégicos transversales, entre
los cuales formula la “comunicación e información para el conocimiento” y llama a
impulsar la comunicación y las tecnologías de la información como “herramientas de
fortalecimiento del sector” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 19).
168
Podemos sostener que tanto las Políticas Distritales como el Plan Decenal, conciben
la información/comunicación como herramientas para producir conocimiento, mejorar
los indicadores culturales y posibilitar la difusión de sucesos culturales. La
comunicación e información son vistas especialmente como herramientas, medios o
instrumentos.
La polémica actual sobre comunicación y cultura es más compleja en la segunda
década del siglo XXI. Su complejidad se infiere de la imposibilidad de reducir la
comunicación a simple uso de aparatos o medios; su dificultad se patentiza en que
debemos “enfrentar el síntoma y la paradoja de que en la “era de la comunicación” sea
de incomunicación de lo que más parecen sufrir tanto la sociedad como los individuos”
(Martín Barbero & Silva, Proyectar la comunicación, 1997, p. 20), su actualidad se
infiere de la perplejidad contemporánea ante la pregunta por la técnica. Filósofos de la
estatura de Husserl, Heidegger o Hannah Arendt caracterizan nuestro tiempo como la
‘era de la técnica’. El debate sobre las comunicaciones, el mundo digital, y sus
transformaciones tras el auge de las nuevas tecnologías y telecomunicaciones puede,
sin duda, ser abordado desde múltiples puntos de vista. El llamado «mundo digital»
permea y modifica interacciones sociales, las distancias y las temporalidades. La red
se convierte, cada vez más, en un ámbito fundamental de la vida de los ciudadanos,
incluso puede ser más importante que los soportes tecnológicos mismos.
Dentro del mundo de las comunicaciones, la red ha surgido como una respuesta a
necesidades (de inmediatez, rapidez y difusión), al igual que ha abierto nuevos
espacios donde las dinámicas de interacciones sociales mismas se transforman. Esto
nos lleva a pensar en la importancia de preguntarnos por la lógica según la cual
funciona y se imbrica en la vida de las personas, para comprender el alcance de la
transformación de las formas de pensar y de relacionarnos.
‘La red’, entonces, no sólo se presenta como una herramienta más, sino que se ubica
en dos ámbitos fundamentales: por un lado, responde a necesidades de las
sociedades actuales; por el otro, puede generar otro tipo de dinámicas de encuentros
y desencuentros, otras necesidades en los territorios, las comunidades y las personas.
Así como la revolución industrial transformó no sólo las formas de producción sino
sobre todo las subjetividades, sus condiciones de vida y sus comunidades, entonces
nos vemos obligados a investigar que la ‘era digital’ ha hecho lo propio con las
169
sociedades y los esquemas de pensamiento, emociones y sentidos de la existencia.
Nos vemos abocados a asumir e integrar críticamente esos cambios en nuestras
formas de comprender lo cultural y su lugar dentro de estos nuevos paradigmas de
configuración de lo social. Por ejemplo, la simulación informática se ha convertido en
un factor central en la experimentación científica y la creación estética.
Para abordar estos debates de forma crítica, hay que comenzar por señalar la fuerte
tendencia a entender la comunicación y el mundo digital como sinónimos del mismo
fenómeno. Asimismo, se asume que la cultura digital equivale sin más a una cultura de
la comunicación. Sin embargo, podemos cuestionar este tipo de conjeturas cuando
recordamos que la comunicación, así como tiene una dimensión verbal y pictórica,
también tiene dimensiones no-verbales, corporales y espaciales que exceden los
medios modernos de comunicación. Igualmente, ella no se limita a las herramientas
de comunicación como las redes sociales o el correo electrónico: hablamos
precisamente de mundos y así de memorias, territorios e interacciones que
sobrepasan no sólo al mundo analógico, sino también los soportes tecnológicos
mismos. Una mirada crítica, tiene también que advertir los riesgos, que entraña un
desarrollo tecnológico cómplice con las lógicas del mercado y los fenómenos de
agravamiento de la exclusión social.
En este sentido, cuando intentamos trazar líneas temáticas que atraviesan lo cultural,
las comunicaciones y el mundo digital, nos encontramos con dos nodos problemáticos:
1. Las diversas formas de comunicación, el modelo de pensamiento, los modos de
hacer y su transformación. 2. La dimensión cultural de los nuevos medios y los nuevos
modos de la acción política que dichas plataformas permiten.
Con respecto al primer punto, poniendo en discusión las comunicaciones -en plural-,
nos cuestionamos sobre las diversas formas de inter-relaciones que surgen de los
lazos sociales, los territorios, los esquemas epistemológicos y los cuerpos que se
juegan en ese intercambio. Cabe preguntarse por la manera en que las
comunicaciones tradicionales se han transformado, al igual que sobre el surgimiento
de las nuevas formas de comunicación que tanto los soportes tecnológicos como las
tecnologías mismas han generado. También se plantea el debate sobre la necesidad
de promover las formas de trabajo colaborativo a escala nacional y global cuya
estructura funciona bajo los modelos de red (se destacan los MediaLab), al igual que
170
la conectividad misma propia de estas plataformas (Yúdice, 2015). Sobre todo, habría
también que resaltar las problemáticas respecto de las formas en que esa proximidad
y ese relacionamiento que la red permite, transforman el relacionamiento que se da
por fuera de ella (Zallo Elguezabal, 2011).
Con relación al segundo punto, emergen potencialmente, nuevas prácticas
interculturales y políticas (Martín Barbero, Comunicación y cultura, 2004). El internet,
al igual que soportes digitales como tabletas y teléfonos inteligentes configuran, por un
lado, nuevas formas de acercarse a las manifestaciones culturales y artísticas. Por
otro, tienen el potencial de transformar esas manifestaciones mismas, transformando
los modos de creación, producción, difusión e incluso de sus formatos como el auge
de lo transmedial (Martín Barbero, Retos del entorno digital, 2004). Esto, pasando
igualmente por los modelos libres e independientes de open access, redes sociales y
plataformas colaborativas de trabajo, conexión y difusión de información. Estamos en
un mundo en el que desde Bogotá podemos “asistir” a la Ópera en el MET de Nueva
York, dar un tour por el Louvre de París, y ver festivales y conciertos en canales
públicos. Sin embargo, también estamos en un mundo en el cual la apertura al acceso
e intervención de obras, textos, piezas fotográficas implica también nuevos retos para
las nociones clásicas de los ‘derechos de autor’ y derechos de distribución y
reproducción. El debate sobre las comunicaciones y el mundo digital desemboca de
forma directa en reflexiones sobre la dimensión política de la revolución digital.
Podemos decir que los nuevos medios técnicos pueden crear condiciones para el
resurgimiento de lo político como un trabajo de las personas sobre aquello que se
comparte y se vive en común (Martínez Moreno, 2013). Esto se refiere a nuevas
formas convocar, movilizar, proponer soluciones y, sobre todo, de visibilizar nuevos
problemas y nuevos ámbitos de lo común que no hacen parte de las formas
tradicionales de discutir asuntos públicos: no sólo puede haber nuevas respuestas a
asuntos comunes, sino también nuevos asuntos y problemas comunes que antes no
existían o no eran visibles.
Para Martín Barbero (Martín Barbero, Cultura y nuevas mediaciones tecnológicas,
2005), la sociedad de la información plantea cuatro desafíos estratégicos. El primero,
la necesidad de impedir que la actual revolución tecnológica llegue a producir nuevas
formas de exclusión social. La “brecha digital” es una brecha social porque remite a
una organización de las sociedades que impide a las grandes mayorías la posibilidad
171
acceder y apropiarse, tanto física como culturalmente, de la nuevas tecnologías. El
segundo, la persistencia en la batalla por la existencia efectiva de los derechos en la
sociedad del conocimiento, como la posibilidad real que los ciudadanos y los grupos
sociales tengan acceso a la información, no sólo como receptores, sino también como
productores; el derecho a un flujo equilibrado de información entre todas las regiones
del mundo y entre países de una misma región como Latinoamérica. Tercero, el
equilibrio entre propiedad intelectual y libre acceso a la información y el conocimiento,
porque las inmensas posibilidades de creación cultural, artística y científica abiertas
por la revolución digital, no pueden ser cercenadas por un malentendido sobre la
denominada “propiedad intelectual”. Una sociedad digital mínimamente igualitaria tiene
que liberar las potencialidades socioculturales de las nuevas tecnologías. El cuarto
desafío, poder superar la tensión entre un poderoso movimiento de uniformación de
los imaginarios cotidianos en las modas de vestir, modelos del cuerpo, los gustos
musicales, los videojuegos, etc., y la creciente conciencia del gran valor de la
diferencia, del pluralismo y la diversidad; el dilema entre la valoración de la diversidad
cultural y los marcos homogéneos de regulación mundial.
Los anteriores desafíos en el contexto latinoamericano, para este investigador, se
agravan por la existencia de profundas problemáticas, aún no resueltas, en el mundo
de la información y audiovisual. En primer lugar, la alta concentración de la propiedad
de los medios de información y la dependencia de la conectividad a la situación
determinante de los ingresos familiares en la región, con procesos de agravamiento de
la exclusión social. En segundo lugar, la ausencia o escasez de información e
investigaciones confiables, sobre el sentido sociocultural que los usos de las TIC
tienen en las sociedades latinoamericanas. En tercera instancia, el casi nulo peso de
las industrias informáticas (fabricación y exportación de productos y programas) en la
economía del continente, en comparación con un cierto desarrollo relativo de los
medios audiovisuales (radio, televisión, cine, video). En cuarto lugar, la ausencia o
limitada presencia del sector público en la conducción de los cambios tecnológicos a
partir de la pura y dura desregulación neoliberal, que ha tenido efectos sociales
perversos, tales como dejar al “libre mercado” las dinámicas digitales y audiovisuales,
como también la nula o escasa interacción del mundo académico con los desarrollos
de investigación tecnológica.
172
Las cifras oficiales del Ministerio de las Tecnologías de la Información y las
Comunicaciones de Colombia, muestran algunas tendencias importantes para
analizar. En 2012 el porcentaje de hogares con computador de escritorio o portátil es
de 38,4%; en 2013, el 42,2% del total nacional de hogares poseía computador de
escritorio, portátil o tableta. La evolución nacional de hogares con conexión a Internet
es: 2012 (32,1%); 2013 (35,7%); 2014 (38,0%). Los hogares en que al menos una
persona poseía telefonía, en 2013, equivalen al 94,7%. La penetración de Internet
“dedicado” (con conexión a través de fibra óptica 24 horas al día, 365 días al año), en
la ciudad Capital, para 2014, ha llegado al 18,92% de la población. En números
absolutos de 2013 a 2014 el Internet dedicado ha pasado de 1.335.647 a 1.499.260
suscriptores, mientras el total nacional son 5.051.564 suscriptores.
La ciudad de Bogotá debe otorgar un papel estratégico a la inserción de sus
habitantes en las culturas virtuales y el mundo digital, orientando horizontes de
acciones hacia:
- Unas decididas políticas públicas que afiancen la sostenibilidad, la soberanía
y la inclusión en los desarrollos tecnológicos.
- La integración del sistema educativo y las políticas culturales distritales en un
mundo digital que evite cualquier forma de brecha digital y segregación.
- La estabilización de infraestructuras materiales digitales que apoyen la
creación, circulación y consumo de obras artísticas y culturales, sin finalidades
exclusivamente comerciales.
- La consolidación de un Sistema Público Cultural de Información, Investigación
y Comunicación.
- El fomento de programas masivos de alfabetización virtual para las
poblaciones vulnerables por motivo de limitaciones en su situación de ingresos
familiares.
- Una especial atención en acciones de alfabetización virtual para los niños y
jóvenes de Bogotá y sus zonas rurales.
6.8. Gobierno de la Cultura
Las Políticas Culturales Distritales 2004-2016 conciben el gobierno de la cultura
173
íntimamente relacionado con la existencia del Sistema Nacional y el Sistema Distrital
de Cultura. El primero consiste en un conjunto de instancias y procesos de desarrollo
institucional, planificación e información, que posibilitan el desarrollo cultural y el
acceso de la comunidad a bienes y servicios culturales, según los principios de
descentralización, participación y autonomía, consagrados en las Constitución Política
de 1991. El Sistema Nacional está conformado por el Ministerio de Cultura, los
consejos municipales, distritales y departamentales de cultura, los fondos mixtos de
promoción de la cultura y las artes y, en general, por las entidades públicas y privadas
que desarrollen, financien, fomenten o ejecuten actividades culturales. El segundo se
organiza con las mismas funciones y objetivos que el Sistema Nacional y en ese
momento estaba coordinado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT). El
Sistema Distrital está compuesto por un “conjunto de espacios, instancias, procesos y
dimensiones que buscan interpretar e intervenir la cultura como un campo donde se
articulan de manera variada actividades, profesiones, instituciones y agentes
culturales” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p.
26). El gobierno de la cultura, en ese momento histórico, se conforma con una
arquitectura ligada a tres espacios de concertación (Consejo Distrital de Cultura,
Consejos Locales de Cultura, Consejos Distritales de Áreas Artísticas) y dos instancias
(las públicas y las privadas). Los fondos mixtos son expresión de las alianzas entre las
instancias de lo público y lo privado.
En esta arquitectura del gobierno de la cultura son importantes, para la Políticas
Culturales Distritales, los principios de participación, concertación, articulación,
descentralización y lo público. La participación exige que todos y todas incidan en las
decisiones que los afectan y que esa participación sea en todas las dimensiones de la
vida social. Se necesita una concertación entre los distintos sectores sociales y lograr
arreglos institucionales que garanticen la expresión de las organizaciones sociales y
las instituciones que componen lo cultural, con el ánimo de llegar a acuerdos que
impidan la hegemonía exclusiva de un sector o grupo. La articulación entre instancias,
espacios, procesos y prácticas es condición para el fortalecimiento del campo cultural.
La descentralización consiste en la transferencia de poder, recursos, funciones y
capacidad de decisión del centro a las unidades territoriales. Lo público se concibe
como “el espacio donde se ponen en escena y se negocian las asimetrías y
diferencias entre los sectores sociales y donde se acuerdan y ponen en marcha los
intereses comunes a todos” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y
174
Turismo, 2005, p. 47)
Las finalidades del Estado, para estas Políticas Culturale Distritales, son
principalmente dos con relación a la cultura. La primera finalidad estatal es brindar las
condiciones de posibilidad de carácter logístico, administrativo y financiero para
garantizar la concertación, implementación, seguimiento y evaluación de las políticas
culturales distritales. La segunda finalidad es asumir la responsabilidad de adelantar
los procesos de planeación, organización y fomento de las políticas culturales
distritales, para poder llevar a cabo planes y programas en todas las áreas del campo
cultural.
En la génesis de las políticas culturales distritales existen unas tesis centrales para el
gobierno de la cultura. La primera tesis postula el gobierno de la cultura como la
participación de diversos agentes (grupos sociales, comunidades, individuos, el
Estado, etc.) para planificar, organizar, promover, ejecutar, evaluar, etc., aquellos
procesos que promuevan el desarrollo cultural y el acceso de las comunidades a
bienes y servicios culturales. El gobierno de la cultura no puede limitarse, como en
algunas visiones liberales de la división de poderes, a solo acciones de ejecución:
De acuerdo con el entendimiento clásico de la división de poderes, el Gobierno
se identificaba con el Poder Ejecutivo, llamado a ejecutar las leyes en las
cuestiones de Derecho público… Este esquema, muy propio del primer
liberalismo, descansaba en un entendimiento del Estado como poder público
poco intervencionista, de suerte que la función del Gobierno se reducía a la
aplicación o ejecución de las leyes emanadas del parlamento. (Aragón, 1996,
p. 83)
La segunda tesis es que gobernar la cultura exige respetar los Sistemas Nacional y
Distrital de Cultura, como también articular los procesos culturales a esos sistemas. La
tercera tesis es la necesidad de orientar ese gobierno de la cultura por unos principios
en los que se destaca la participación, la articulación, la concertación, la
descentralización y lo público. La cuarta es la relevancia que tiene el principio de lo
público desde el inicio de las políticas culturales en la ciudad de Bogotá, La quinta
tesis es la concepción del Estado como la instancia que crea las condiciones de
posibilidad para la realización de las políticas culturales.
175
El Plan Decenal de Cultura conserva la mirada del gobierno de la cultura ligada
estrechamente a los Sistemas Nacional y Distrital del Cultura. Considera que los
procesos de institucionalización y planificación de la cultura en la ciudad capital se han
fortalecido y valora la implementación del Sistema Distrital de Cultura como una pieza
determinante en este fortalecimiento; ha sido un “puente de diálogo y negociación
entre la ciudadanía, los agentes culturales y la institucionalidad pública” (Secretaría de
Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 13). Introduce los enfoques de derechos,
poblacional diferencial y territorial que tienen impactos y consecuencias en el gobierno
de la cultura.
El enfoque de derechos reconoce que en una concepción de Estado social de derecho
la legitimidad de las instituciones públicas está dada por su capacidad para garantizar
el ejercicio efectivo de los derechos humanos, entre ellos adjudica a los derechos
culturales la condición de parte indivisible de la dignidad humana. Los derechos
culturales atienden dos esferas centrales de aplicación: por una parte, el
reconocimiento, el restablecimiento y la garantía al ejercicio libre, en condiciones de
igualdad, de todas las expresiones individuales y colectivas artísticas, culturales y
patrimoniales y, por otra parte, el acceso, el conocimiento y el disfrute de las
expresiones de carácter artístico, cultural y patrimonial de otros. El enfoque
poblacional diferencial reconoce la diversidad del ser humano y permite disminuir
brechas de desigualdad existentes en algunos sectores sociales, etarios, grupos éticos
y opciones sexuales diferentes, que habitan la ciudad de Bogotá. Esta mirada
diferencial se sustenta en políticas públicas para evitar la discriminación, la exclusión y
la vulneración de algunos sectores poblacionales. Entre ellos el Plan Decenal de
Cultura acuerda una perspectiva de género en los planes y programas culturales, para
coadyuvar en la modificación de estereotipos discriminatorios que contribuyen a
mantener situaciones de vulneración de ciertos grupos poblaciones por motivos de
género. El enfoque territorial obliga a la Administración Distrital a definir criterios
diferenciales de inversión e intervención, como también cognitivos en los distintos
territorios. En el campo cultural también obliga a respetar los siguientes criterios:
conocer las necesidades culturales de las localidades; concertar con las
administraciones locales los planes, programas y proyectos culturales; garantizar la
provisión de bienes y servicios culturales próximos y pertinentes; desarrollar acciones
de complementariedad y concurrencia.
176
El gobierno de la cultura en las condiciones contemporáneas de la ciudad de Bogotá
exige tomar decisiones sobre un conjunto de asuntos relevantes del campo cultural. El
primero es analizar los elementos a mantener, las modificaciones y ajustes que
necesita el Sistema Distrital de Cultura; como también, la conveniencia de no limitar el
gobierno distrital de la cultura exclusivamente al Sistema Distrital. El segundo es
pensar a fondo el tipo de intervención cultural que deben realizar las instituciones
estatales en la ciudad. El tercero es la defensa de lo público y el tipo de
descentralización cultural que es necesario promover en las circunstancias actuales.
El cuarto es la creación de estrategias y prácticas de incremento del poder cultural
local y territorial.
Es conveniente desatar una discusión y reflexión profunda sobre la historia, las
virtudes, defectos y limitaciones del Sistema Distrital de Cultura. Reconocer el
importante papel que ha cumplido en la formalización e institucionalización de la
campo cultural, sin desconocer algunas de sus deficiencias y limitaciones en la gestión
del campo cultural distrital. Las bases de una política cultural con prospectiva pasan
necesariamente por esta evaluación crítica e histórica.
Luego del periodo de contra-reformas neoliberales y su propuesta de retiro del Estado
de la vida social, se hace necesaria una nueva delimitación de las funciones sociales
estatales. La reestructuración neoliberal ha reducido los presupuestos para la cultura,
mercantilizado los bienes y servicios culturales, entregado las actividades culturales
rentables al capital privado y pauperizado la actividad laboral de artistas y gestores
culturales. En este contexto, planteamos el debate desde la necesidad de desarrollar
los modos pertinentes de la acción estatal: su diseño institucional, las articulaciones de
los diversos sectores, las relaciones con las instituciones privadas, y la vida en y de
las comunidades. Teniendo en cuenta que las instituciones públicas que dotan de los
distintos recursos necesarios para la acción política - i.e. legales, técnicos, financieros,
informativos- tienden a operar en áreas de políticas públicas en las que los intereses
generales se hallan fragmentados entre actores interdependientes. Nos exige
preocuparnos por cuestiones como la transversalidad de la acción estatal en todos los
ámbitos de la vida social, la intersectorialidad de las instituciones y las formas de
participación diversas de las comunidades desde sus territorios. Así pues, implica un
ejercicio al interior del campo cultural que permita lecturas y respuestas conjuntas e
integrales a las dinámicas culturales de la ciudad.
177
Aunque reconocemos en la acción cultural el ingreso de términos como
“gobernabilidad”, “gobernanza”, “gubernamentalidad”, “gobernancia”, entre otros,
provenientes de diversas tradiciones intelectuales y políticas, hemos decidido utilizar el
término genérico de “gobierno de la cultura”. La complejidad de los procesos actuales
de “gobierno” y la importancia de la biopolítica han producido este refinamiento en el
lenguaje académico. No desconocemos la importancia de estos matices y usos, pero
consideramos que lo determinante son los contenidos concretos que se le adjudiquen
a la noción de “gobierno” de la cultura.
La gobernabilidad se refiere a “las adaptaciones y procesos en el marco del Estado y
de la administración pública para mejorar la relación (vertical) con la ciudadanía y el
proceso de toma de decisiones” (Jorquera Beas, 2011, p. 6) mientras la gobernanza
se orienta “a la forma de mejorar la relación (horizontal) entre una pluralidad de
actores públicos y privados, tendientes a mejorar la toma de decisiones, la gestión y el
desarrollo de lo público y lo colectivo, con una marcada intensión de integración y de
interdependencia” (Jorquera Beas, 2011, p. 6). En el marco de las complejas
relaciones que se dan sobre el territorio, desde la óptica institucional y política se ha
acuñado el concepto de gobernanza en una perspectiva más amplia que la de la
gobernabilidad, la cual encuentra limitaciones en escenarios multinivel y multiactoral
para la toma de decisiones. Según Patrick Le Galès, la gobernanza aparece como un
dispositivo de negociación y cooperación entre una pluralidad de actores tanto de la
sociedad civil, del sector económico y del mercado; como del Estado, haciendo énfasis
en “comprender la articulación de los distintos modos de regulación en el territorio en
términos de integración política, social y de capacidad de acción, lo que trae como
consecuencia el replantearse las interrelaciones entre el Estado, la sociedad civil y el
mercado” (Le Galès, 1998, p. 484). Por tanto, propone entender a “la gobernanza
como un proceso de coordinación de actores, de grupos sociales, de instituciones
para lograr metas definidas colectivamente en entornos fragmentados y caracterizados
por la incertidumbre” (Le Galès, 1998, p. 484). Por otra parte, Gonzalo Delamaza (En
Fernández, 2009, p. 2) plantea a la gobernanza como: a) La ampliación y pluralización
de los actores de lo público, a causa de las transformaciones sociales e institucionales
como el Estado y lo público no estatal; b) el conjunto de procesos y arreglos
institucionales conducentes a la coordinación de dichos actores; c) la construcción de
metas comunes, definidas colectivamente sin pre determinación por alguno de los
178
actores involucrados; d) un tipo de respuesta efectiva y coherente a la complejidad del
entorno.
En el debate contemporáneo son cada vez más frecuentes las invocaciones a las
nociones de espacio público, esfera pública, dimensión o vida pública. Las Políticas
Culturales Distritales y el Plan Decenal de Cultura dispensan una gran atención a la
defensa de lo público como un rasgo esencial de campo cultural. Lo público es
“entendido como el espacio donde se ponen en escena y se negocian las asimetrías y
diferencias entre los sectores sociales y donde se acuerdan y ponen en marcha los
intereses comunes a todos, es un horizonte primordial de la cultura y de las políticas
culturales” (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p.
47).
La variación histórica de sus sentidos y los calificativos de la diferenciación
público/privado hacen que exista un juego bastante variado de significados. Lo
“público”, por ejemplo, puede significar: a) relacionado con el Estado; b) la comunidad
política, a menudo identificada con lo “nacional” o “popular”; c) lo accesible a todos; d)
de interés para todos; e) relacionado con el interés compartido o el bien común; f) la
importancia de la pluralidad como contenido esencial de lo público. Pero también
encarnar: 1) el predominio de la palabra y la argumentación sobre otros instrumentos
de poder; 2) la necesidad de recurrir a imágenes espacio-sociales como la plaza, el
aula, la calle, el teatro o tal vez la más emblemática, el ágora; 3) la constitución de
identidades como la igualdad ciudadana definida como “isonomía”, de igualación en la
ley y el poder participativo; 4) la idea de la ley escrita que plasma una regla común de
carácter racional y públicamente consagrada.
Según N. Rabotnikof,
Desde su origen hay tres sentidos (no siempre coincidentes) que
permanecerán asociados a la dicotomía público-privado: a) lo referido al
colectivo versus lo que refiere al individuo...que evolucionará hacia la dicotomía
entre lo político-estatal y lo civil; b) el sentido de lo abierto, de lo accesible
versus lo cerrado, lo clausurado, que se sustrae a la disposición de los otros
(sentido que estará presente en la idea de “esfera pública” como espacio de
comunicación abierta de Habermas); c) el sentido de lo manifiesto, de lo visible,
179
de lo transparente versus lo secreto, lo oculto, lo sustraído a la mirada.
(Rabotnikof, 1997, p. 136)
Concedemos a lo público un papel central en el gobierno de la cultura. Nuestra mirada
de lo público la asociamos a cuatro movimientos ligados a características del campo
cultural. La primera es el escenario de la emergencia de lo común, lo compartido, lo
colectivo, que nunca suprime la conflictividad y la diversidad de la vida social. La
segunda es la dimensión radical de la vida democrática y la tramitación de las
diferencias. La tercera es el ámbito de la redistribución real de todas las formas del
poder. La cuarta es la emergencia de la cultura de la proximidad en lo local y lo
territorial. Estas dos últimas características hacen parte de una apuesta por la
descentralización territorial de lo cultural.
El gobierno de la cultura pretende impulsar horizontes de acciones en la búsqueda de:
- Promover la participación de diversos agentes en la planeación, organización,
concertación, ejecución, financiación, evaluación, etc., de los procesos
culturales distritales.
- Analizar y rediscutir las virtudes, debilidades, modificaciones y ajustes del
Sistema Distrital de Cultura.
- Incrementar y potenciar la intervención de las instituciones estatales en la
creación de las condiciones posibilidad de la realización de la vida cultural en
Bogotá.
- Fortalecer la defensa de lo público en todos los ámbitos de la vida de la ciudad
capital.
- Redireccionar la descentralización cultural de Bogotá hacia una redistribución
real de todas las formas del poder distrital, local y territorial.
180
7. Glosario
En el siguiente glosario se pueden encontrar términos y conceptos claves para las
discusiones alrededor de la cultura, que han sido enunciados y definidos por los
documentos vigentes de formulación e instrumentalización de Políticas Culturales del
Distrito. Sin embargo, esta enunciación no ha sido uniforme en su significado, ni todos
los términos se encuentra en todos los documentos. Así, en aras de unificar en una
sola fuente la diversidad de definiciones y enunciaciones, hemos realizado un trabajo
181
de consulta de todos los documentos. Estos conceptos nos remiten a concepciones
sobre la cultura, al igual que a toda una red de conceptos asociados a la cultura como
sector, a los agentes culturales y al lugar social y político de la cultura y las artes en
las comunidades. Teniendo en cuenta los rápidos cambios y transformaciones propios
de una ciudad como Bogotá, proponemos también algunas consideraciones que crean
tensiones respecto de estas definiciones, con el ánimo de abrir los debates alrededor
del lenguaje común que permiten dar lugar y sentido a las prácticas culturales y
artísticas.
Agenciamiento: este término, acuñado inicialmente por los filósofos Gilles Deleuze &
Félix Guattari pretende describir las formas de funcionamiento de ciertas asociaciones
y colectivos. Está enfocado en una simbiosis, un co-funcionamiento. El agenciamiento
supone una serie de elementos heterogéneos que se imbrican en relaciones que
transforman lo real, y que conllevan por lo tanto nuevas formas de enunciar y entender
la realidad. Los procesos de agenciamiento suponen un territorio, un topos, un lugar
de ejecución, de asentamiento, de fuga, de experimentación de la asociación y su
funcionalidad. Este énfasis en lo heterogéneo ha permitido que sea común ahora
entender algunas prácticas culturales y artísticas como agenciamientos, pues nos
permite pensar en una nueva forma de asociación de lo heterogéneo y lo diferente sin
que ello implique la homogenización del pensamiento, las formas de creación, ni las
prácticas mismas. (Deleuze & Parnet, Diálogos, 1980)
Agente cultural: Según el Plan Decenal de Cultura 2011-2021, se trata de “todas
aquellas personas, entidades, grupos o colectividades que realizan acciones,
gestionan asuntos y trabajan en las diversas áreas y dimensiones de los subcampos,
para formular de manera integral y transversal las intervenciones públicas y privadas
en el campo de la cultura”. Sin embargo, desde una perspectiva sociológica la idea de
agencia implica igualmente la capacidad de acción y reflexión crítica sobre una serie
de normas y estructuras que dan forma a nuestra vida en sociedad. Entendiendo lo
cultural como algo que no se agota en el ámbito sectorial sino que es transversal a la
vida de las personas y las comunidades, sería pertinente también pensar que la
agencia cultural no se limita a la gestión pública y las dinámicas sectoriales, sino que
también se expande a la forma en que las personas conservan, expanden, critican o
182
abandonan prácticas culturales inherentes a su vida cotidiana. (Secretaría de Cultura
Recreación y Deporte, 2011) (Bourdieu, La distinción, 1998)
Bien Común: según Boaventura de Sousa Santos las sociedades que se rigen bajo
un contrato social tienen como objetivo principal la producción cuatro bienes públicos,
a saber, la legitimidad del gobierno, el bienestar económico y social, la seguridad y la
identidad colectiva. la realización conjunta de estos bienes públicos se entienden
como la realización del bien común de una sociedad y la voluntad colectiva. Sin
embargo, en las sociedad modernas y particularmente en latinoamérica, la querella
política alrededor del bien común no se da únicamente por las formas de realizarlo,
sino por la construcción misma de qué es el bien común y así, de cuáles son las
prioridades públicas, presupuestales, sociales. La cultura y las artes en este contexto
se instalan en la dinámica de apertura de espacios de disenso, reflexión y crítica
alrededor de nuestra construcción conjunta de aquello que consideramos el bien
común. (de Sousa Santos, 1999)
Campo cultural: Desde las Políticas Culturales Distritales 2004-2016, reafirmado por
el Plan Decenal de Cultura 2011-2021, se entienden las prácticas artísticas, culturales
y del patrimonio utilizando las categorías de «campo» y «subcampos» esquematizada
inicialmente por el sociólogo francés Pierre Bourdieu. El campo cultural es entendidos
como “el ámbito en el cual tiene lugar una red de significados en conflicto que al
nombrar, valorar, clasificar y distinguir objetos o procesos como artísticos o no
artísticos, culturales o no culturales, patrimoniales o no patrimoniales, da lugar a
dinámicas sociales y políticas que movilizan relaciones de poder”*, reconociendo los
subcampos de prácticas culturales, artísticas y patrimoniales. Esta categorización dio
una organización y capacidad de ejecución dentro del sector que amplió el espectro de
visibilidad a prácticas heterogéneas, atendiendo y creando nuevas necesidades y
preocupaciones. Dada la evolución del sector y de su impacto en la ciudad desde el
2004, podemos plantear algunos debates alrededor del uso de la concepción de
campo cultural. Atendiendo las reflexiones de Néstor García Canclini, habría que
reconsiderar la capacidad integrativa de la idea de campo cultural, al igual que su
potencial de ser un elementos transversal entre subcampos. En los cambios de
pensamiento, trabajo, producción y consumo que ha traído la revolución digital, parece
ser que un uso estricto de la noción de campo y subcampo produce, más que una
integración de dichos campos y subcampos, una separación de la que surgen barreras
183
cuando se intenta pensar el trabajo inter-sectorial, con diversidad de actores,
plataformas y modos de hacer de los sectores público y privados. (Alcaldía Mayor de
Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005) (García Canclini, 2007)
* (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 157)
Creación , Creatividad e Innovación: El debate contemporáneo sobre el estatus del
acto creativo y su relación la creatividad ha evolucionado, no para concluirse sino, por
el contrario, para complejizarse y cuestionar incluso los paradigmas modernos del
conocimiento. Desde la estética clásica, el acto creativo podía reducirse a la experticia
de un artista que construía una obra bella, la cual estaba destinada al deleite de los
espectadores. Sin embargo, desde pensadores como Gilles Deleuze & Félix Guattari y
el artista y académico Víctor Laignelet, el acto creativo se reivindica como una fuente,
entre muchas de conocimiento y de material epistémico para la vida de las personas y
las comunidades. Lo creativo puede ser también concebido como una forma de
expresión y construcción de voluntades, de pulsiones, de expresividades, deseos, y en
ese sentido, fuente legítima de conocimiento vital de parámetros y resultados
heterogéneos respecto de aquellos de las ciencias naturales y sociales. Así, se
diferencia de la creatividad, puesto que esta última está ligada al establecimiento de
industrias culturales y creativas, enfocadas en la innovación y la inclusión en el
mercado de algunas prácticas y actores culturales y artísticos. (Deleuze & Guattari,
¿Qué es la filosofía?, 2005) (Gil & Laignelet, 2014)
La cultura y lo cultural: La Ley General de Cultura de 2005 define la cultura como “El
conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales
que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las
letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y
creencias”. Así, “la cultura” y “lo cultural” se refieren tanto al sector institucional y sus
dinámicas propias, como a aquella dimensión vital de la vida en comunidad basada en
la diversidad.
Cultura democrática: se refiere inicialmente a la relación de los ciudadanos con el
sistema político de democracia representativa, su participación, la apropiación de los
derechos y los valores que se desprenden del ideal democrático como la tolerancia, la
inclusión, la no discriminación, entre otros. Igualmente, enfatiza la importancia de lo
184
público y lo social en la vida en común, estableciendo una crítica directa al modelo
capitalista. (Observatorio de Culturas S. C., 2011, pp. 142-6)
Cultura política: definimos la cultura política, como una dimensión más amplia de la
cultura democrática, se refiere a las condiciones sociales mismas en las que las
personas se ven y entienden, o no, como parte de una(s) comunidad(es). Sin atarse a
ninguna forma de gobierno establecida, la cultura política se refiere a las conexiones
directas entre los ciudadanos, las comunidades, las dinámicas de disenso e inclusión
de la diferencia, y las diversas formas de expresión cultural y artística que surgen de
allí. (Observatorio de Culturas S. C., 2011)
Derechos Culturales:
Según el decreto 465 de 2006 en el cual se adoptó el PlaMEC, aún vigente, se acepta
la siguiente concepción de lo que pueden ser los derechos culturales:
"La palabra «derechos» significa poderes jurídicos garantizados
jurisdiccionalmente y por otros mecanismos jurídicos. En este caso, no
estamos ante derechos comunes, subjetivos y generales. Por el contrario,
hacemos referencia a unos derechos singulares y fundamentales -poderes
jurídicos superiores, especialmente protegidos por un sistema de garantías que
no disfrutan los derechos sujetivos ordinarios, y definidos como derechos
humanos.
...propongo entender los derechos culturales como aquellos derechos que
garantizan el desarrollo libre, igualitario y fraterno de los seres humanos en esa
capacidad singular que tenemos de poder simbolizar y crear sentidos de vida
que podemos comunicar a otros". Prieto de Pedro, Jesús. "¿Derechos
culturales y desarrollo humano.?"
Revista Pensar Iberoamérica - Número 7 - septiembre - diciembre 2004.
Descentralización:
principio enunciado en el Plan Decenal como “la transferencia de poder, recursos,
funciones y capacidad de decisión del centro a las unidades político administrativas, y
en el fortalecimiento de las capacidades locales que puedan desarrollar eficazmente
este proceso.” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 51)
185
Huella Cultural: Existe la denominada “huella ambiental” establecida por las Naciones
Unidas, a la que se podría yuxtaponer la “huella cultural”. Este concepto comprendería
las acciones que en materia cultural una sociedad asume para proteger y fomentar
acciones culturales que consideramos necesarias para el buen vivir de una sociedad
(fomento a las prácticas, a la cultura democrática, al reconocimiento de saberes, etc.)
Interculturalidad: “Es el proceso social y político mediante el cual se respetan,
influyen y transforman de manera permanente las relaciones entre culturas, así como
las estructuras, instituciones y prácticas que dan marco a dichas relaciones, con el
ánimo de resolver las asimetrías, desequilibrios y discriminaciones que tienen lugar en
la vida social. La interculturalidad reconoce tanto los aspectos que constituyen el
sustrato común a todas las culturas, en sus ámbitos nacional, regional y local, como la
diversidad propia de la sociedad, la cual se manifiesta en las formas heterogéneas
como los grupos sociales se expresan cultural y artísticamente y construyen sus
modos de afiliación social, y de intervención y participación en la vida social, política y
económica.” (Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 159)
Paz (plural) y conflicto: Asumiendo el paradigma de los Estudios de Paz y Conflicto
que han surgido tras el surgimiento y resolución de múltiples guerras y
enfrentamientos en el mundo, entendemos la paz como una forma de relacionarnos o
una lógica de acción en la cual la construcción de los lazos sociales es sostenible a
largo plazo. En este sentido, entendemos la paz desde una perspectiva de pluralidad y
diversidad, no como una armonía absoluta y preestablecida entre formas de
pensamiento y de vida para todos los ciudadanos. En este sentido, asumimos una
visión compleja del relacionamiento y la conflictividad humana desde la cual
entendemos que los conflictos no se reducen a sus desarrollos violentos. Todo lo
contrario, los conflictos o choques entre ideas, valores, pensamientos y formas de vida
hacen parte de una democracia saludable y en constante cambio. La paz se perfila
entonces como la forma en la cual manejamos dichos conflictos para evitar su
escalamiento violento y la repetición histórica de las injusticias. En palabras del
pensador colombiano Estanislao Zuleta, “Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta
de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz.”* (Zuleta,
186
2005) (Galtung, Peace by Peaceful Conflict Transformation - The TRANSCEND
Approach, 2007)
Prácticas artísticas y prácticas culturales :
Según la Encuesta bienal de culturas 2011, tras la formulación de las Políticas
culturales distritales 2004-2016, el entendimiento sobre el arte se transformó de una
comprensión de objetos destinados a la apreciación, exhibición y el consumo, a una
que la asume como parte inherente de las dinámicas sociales. Así pues, se entiende al
arte más como una práctica artística asociada a un “ejercicio profesional social que se
desarrolla de manera disciplinada o habitual; puede ser formal o informal; tiene una
duración en el tiempo; se relaciona con cuatro desarrollos de la música, las artes
plásticas, las artes escénicas, la danza, las artes audiovisuales y la literatura, y que,
finalmente, responde a un proceso creativo”. (Observatorio de Culturas S. C., 2011)
Principios: “Los principios orientan éticamente las políticas culturales y son el
horizonte de cada uno de los elementos que las componen.”
Referencia: (Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2005, p.
63)
Territorio: “... un proceso histórico de construcción sociocultural de relaciones en un
espacio determinado. En la medida en que una comunidad conoce el espacio físico
donde se encuentra y entiende las dinámicas propias de los ecosistemas, lo dota de
una significación particular, nominándolo, transformándolo y apropiándolo como suyo.”
(Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 55). El Decreto 465 de 2006 por
medio del cual se adopta el PlaMEC reconoce una variedad de dimensiones dentro de
la noción de territorio, a saber:
Territorios culturales.
Son la categoría de contexto e integración cualitativa de los componentes de la
Red Territorial y se expresan como unidades de paisaje cultural que se definen
a partir de la articulación de los territorios físico, simbólico y virtual.
Las dimensiones de los territorios culturales son el espacio, entendido como lo
física y objetivamente acotado y el lugar, entendido como lo subjetivamente
habitado.
187
Territorio físico.
Se define como el espacio mensurable y acotable de atributos físicos, tanto
naturales como antrópicos, que comprende el área del Distrito Capital de
Bogotá. Se divide político-administrativamente en 20 Localidades y su
estructura territorial contiene el sistema de Centralidades, las UPZs y las UPRs.
Territorio simbólico.
Se define como el lugar que alberga representaciones, imaginarios,
pensamientos, creencias, costumbres, tradiciones, hábitos, formas de vida y
memoria de los individuos y los grupos que lo habitan y que dan testimonio
sobre las identidades que conforman la cultura ciudadana. A partir de estos
territorios simbólicos se definen unidades culturales territoriales, territorios
geoculturales y paisajes culturales, como unidades de sentido y significación
que pueden ser superpuestas. Identifican hitos y referentes que se expresan o
representan mediante cartografías culturales y sociales.
Territorio virtual.
Se define como el espacio constituido por las redes virtuales que permiten la
conectividad sobre plataformas tecnológicas, digitales y medios de
comunicación alternativos que articulan a los diferentes agentes en el tejido
social.
Territorialización: “La territorialización surge precisamente cuando agentes públicos
o privados incorporan la diversidad territorial en sus análisis y en el diseño de sus
políticas y estrategias. Asimismo, ésta reconoce que hay elementos de singularidad en
las distintas comunidades y en el resultado de su interacción con el espacio que
habitan. Se trata de un enfoque que evita las fórmulas generales para territorios
diversos y por tanto garantiza una mayor pertinencia de las políticas públicas.”
(Secretaría de Cultura Recreación y Deporte, 2011, p. 55)
188
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