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MONARQUÍAS EN CONFLICTO LINAJES Y NOBLEZAS EN LA ARTICULACIÓN

DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA

José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos

(Coordinadores)

Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria

2018

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© Los autores.

© De esta edición: Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria. Madrid, 2018.

EDITORES: José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos.

COLABORADORES: Mª José López-Cózar Pita y Francisco Fernández Izquierdo.

ISBN: 978-84-949424-1-9 (Obra completa)

978-84-949424-2-6 (Comunicaciones)

Imagen de cubierta: - “Puerto con Castillo”, Paul Bril (hacia 1601).© Archivo Fotográfico Museo Nacional del Prado (Madrid).

Edición patrocinada por el Gobierno de Cantabria, Dirección General de Cultura

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XV Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna.

DIRECTORES

José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria), Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria), Roberto López Vela(Universidad de Cantabria), Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid).

SECRETARIOS

Oscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria), Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo), Mª José López-Cózar Pita (Fundación Española de Historia Moderna).

COMITÉ CIENTÍFICO

Dr. Eliseo Serrano Martín (Universidad de Zaragoza) • Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) • Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) • Dr. Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dr. Manuel Peña Díaz (Universidad de Córdoba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. Máximo García Fernandez (Universidad de Valladolid) • Dr. Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada)

Todos los trabajos contenidos en este volumen han sido sometidos a una evaluación doble ciega, tanto en su

fase de propuesta, como en la redacción del texto definitivo, de acuerdo a los criterios de excelencia académica

establecidos por la Fundación Española de Historia Moderna y la Universidad de Cantabria.

EVALUADORES

Rosa Alabrús Iglesias (Universidad Abad Oliba) Joaquim Albareda (Universidad Rovira i Virgili) Armando Alberola Roma (Universidad de Alicante) Francisco José Alfaro Pérez (Universidad de Zaragoza) Marina Alfonso Mola (UNED) Izaskun Álvarez Cuartero (Universidad de Salamanca) Fernando Andrés Robres (Universidad Autónoma de Madrid) Francisco Andújar Castillo (Universidad Universidad de Almería) Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera (Universidad de Cantabria) David Bernabé Gil (Universidad de Alicante) Mónica Bolufer Peruga (Universidad de Valencia) Miguel Ángel de Bunes Ibarra (CSIC) Manuel Bustos Rodríguez (Universidad de Cádiz) Carlos J. de Carlos Morales (Universidad Autónoma de Madrid) Adolfo Carrasco (Universidad de Valladolid) Juan Manuel Carretero Zamora (Universidad Complutense) Hilario Casado Alonso (Universidad de Valladolid) Ana Crespo Solana (CSIC) Jaume Danti i Riu (Universidad de Barcelona) Miguel Deya Bauzá (Universidad de las Islas Baleares) Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo) Isabel Enciso Alonso-Muñumer (Universidad Rey Juan Carlos) Antonio Espino López (Universidad Autónoma de Barcleona) Amparo Felipo Orts (Universidad de Valencia) Camilo Fernández Cortizo (Universidad de Santiago de Compostela) Francisco Fernández Izquierdo (CSIC) Alfredo Floristán Imízcoz (Universidad de Alcalá de Henares) José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria) Ricardo Franch Benavent (Universidad de Valencia) Gloria Franco Rubio (Universidad Complutense) Enrique García Hernán (CSIC) Bernardo José García García (Universidad Complutense) Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria) Javier Gil Puyol (Universidad de Barcelona) José Luis Gómez Urdáñez (Universidad de la Rioja) Miguel Fernando Gómez Vozmediano (Universidad Carlos III) Jesús Manuel González Beltrán (Universidad de Cádiz)

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David González Cruz (Universidad de Huelva) José Antonio Guillén Berrendero (Universidad Rey Juan Carlos) José Luis de las Heras Santos (Universidad de Salamanca) Antonio Irigoyen López (Universidad de Murcia) Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada) Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) Ramón Lanza García (Universidad Autónoma de Madrid) Virginia León Sanz (Universidad Complutense) Manuel Lobo Carrera (Universidad de Las Palmas de G.C.) Amparo López Arandia (Universidad de Extremadura) María López Díaz (Universidad de Vigo) Roberto López López (Universidad de Santiago de Compostela) Ana Isabel López Salazar Pérez (Universidad Complutense) Roberto López Vela (Universidad de Cantabria) Óscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria) David Martín Marcos (Universidade Nova de Lisboa) Carlos Martínez Shaw (UNED) José Antonio Martínez Torres (UNED) Miguel Ángel Melón Jiménez (Universidad de Extremadura) Víctor Ángel Mínguez Cornelles (Universidad Jaume I) Ana Morte Azim (Universidad de Zaragoza) María Eugenia Mozón Perdomo (Universidad de La Laguna) Fernando Negredo del Cerro (Universidad de Carlos III) Juan Francisco Pardo Molero (Universidad de Valencia) Magdalena de Pazzis Pi Corrales (Universidad Complutense) Pablo Pérez García (Universidad de Valencia) Rafael M. Pérez García (Universidad de Sevilla) María Ángeles Pérez Samper (Universidad de Barcelona) Guillermo Pérez Sarrión (Universidad de Zaragoza) Primitivo Pla Alberola (Universidad de Alicante) Julio Polo Sánchez (Universidad de Cantabria) Charo Porres Marijuan (Universidad del País Vasco) Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid) Marion Reder Gadow (Universidad de Málaga) Ofelia Rey Castelao (Universidad de Santiago de Compostela) Joana Ribeirete Fraga (Universidad de Barcelona) Antonio José Rodríguez Hernández (UNED) Saulo Rodríguez (Universidad de Cantabria) José Javier Ruiz Ibáñez (Universidad de Murcia) José Ignacio Ruiz Rodríguez (Universidad de Alcalá de Henares) Pegerto Saavedra Fernández (Universidad de Santiago de Compostela) María del Carmen Saavedra Vázquez (Universidad de Santiago de Compostela) José Antonio Salas Auséns (Universidad de Zaragoza) Julio Sánchez Gómez (Universidad de Salamanca) Francisco Sánchez Montes (Universidad de Granada) Miguel Ángel Sánchez García (Universidad de Cantabria) Javier de Santiago Fernández (Universidad Complutense) Porfirio Sanz Camañes (Universidad de Castilla – La Mancha) Margarita Serna (Universidad de Cantabria) José Ángel Sesma Muñoz (Universidad de Zaragoza) Hortensio Sobrado Correa (Universidad de Santiago de Compostela) Enrique Solano Camón (Universidad de Zaragoza) Fernando Suárez Golán (Universidad de Santiago de Compostela) Antonio Terrasa Lozano Margarita Torremocha Hernández (Universidad de Valladolid) Javier Torres Sans (Universidad de Gerona) Jesús María Usunáriz Garayoa (Universidad Pública de Navarra) Bernard Vicent (EHESS) Jean Paul Zuñiga (EHESS)

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CONVERSOS EN EL REINO DE NÁPOLES:

ENNOBLECIMIENTO Y ASIMILACIÓN

PILAR HUERGA CRIADO

[email protected]

Resumen: A mediados del siglo XVII, el tribunal del Santo Oficio de Nápoles procesó por judaizar a los Vaaz, una familia de cristianos nuevos portugueses que había conseguido introducirse en las capas aristocráticas del reino. Las familias nobles con las que habían emparentado sintieron amenazada su reputación. Las autoridades civiles y eclesiásticas, y el patriciado urbano, intervinieron. Las reacciones de todos ellos reflejan el estado en el que se hallaba ese proceso de ennoblecimiento y asimilación social que habían emprendido unos cincuenta años atrás.

Palabras clave: Nápoles, Inquisición, Vaaz, cristianos nuevos, patriciado urbano.

Abstract: In the middle of the 17th century the Santo Oficio Court in Naples prosecuted for Judaizing the Vaaz, a family of born-again Portuguese Christians who had managed to introduce themselves in the aristocratic circles of the kingdom. The noble families which whom they had established familiar relationships felt their reputation was threatened. The civilian and ecclesiastical authorities and the city patricians had to act. The reactions of all of them reflect the state of the process to become part of the nobility and of social assimilation that they had started fifty years beforehand.

Key words: Naples, Inquisition, Vaaz, new Christians, city patricians.

1. EL ESPLENDOR DE CASA VAAZ

En agosto de 1658, al asesor de la Sacra Congregazione del Sant’Uffizio le fue entregado un memorial remitido por D. Odoardo Vaaz _conde de Mola y duque de Casamassima_ su hermano D. Benedetto Vaaz y su primo D. Benedetto Vaaz di Giorgio, naturales y vecinos de Nápoles, donde se hallaban presos desde hacía unos días por orden del Santo Oficio. Comenzaba

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CONVERSOS EN EL REINO DE NÁPOLES: ENNOBLECIMIENTO Y ASIMILACIÓN

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diciendo “… Che la casa Vaaz originaria da Spagna si trova trapiantata in Napoli da cinquant’anni in circa con molto splendore per ricchezze, e titoli, parentadi nobilissimi, e carichi reggii, e dignità ecclesiastiche…”1. Con esas pocas palabras _que precedían a la exposición de motivos por los que recurrían a tan alta instancia_ explicaban quiénes eran. Y no faltaban a la verdad, salvo cuando afirmaban que tenían su origen en España, porque en realidad pertenecían a un linaje de procedencia portuguesa, como era público y notorio no solo en la capital sino en todo el reino de Nápoles. Se identificaron como napolitanos de origen español para que no fueran evocadas sus más remotas raíces judías, que se daban por supuestas a los portugueses como ellos. En cambio, era cierto que los Vaaz se habían instalado en Nápoles más de medio siglo atrás, cuando Miguel Vaaz se trasladó allí desde Lisboa, seguido por sus hermanos y otros parientes, cuya descendencia fue tejiendo un linaje en el que los firmantes del memorial eran la tercera generación 2. A Miguel Vaaz se debían en buena parte las riquezas que habían hecho relucir el esplendor de la casa, procedentes del abastecimiento de grano para la ciudad y de las transacciones financieras. A la hora de su muerte, declaró que poseía 240.000 ducados de capital y que su renta anual se cifraba en 23.000 ducados3.

Fue durante el virreinato del VII conde de Lemos cuando su figura alcanzó un mayor relieve público, pues se convirtió en uno de los hombres de confianza del virrey y estuvo entre los inspiradores e impulsores de su política de reformas económicas y administrativas4. Habiendo alcanzado una posición tan relevante, aprovechó las oportunidades que se ofrecían en esos años para la compra de feudos y jurisdicciones, tal como estaba haciendo la nobleza, tanto la vieja como la de nuevo cuño5. Sumándose a ese proceso de expansión feudal, adquirió feudos en las mejores zonas del reino para la producción de grano. Con ellos, además de aumentar su patrimonio y sus rentas, también aseguraba el anclaje de la familia en el territorio del reino, no solo en la capital; y en tercer lugar, ponía la base sobre la que colocar la siguiente conquista, los títulos nobiliarios6. Fue I conde de Mola desde 1613 gracias a la intercesión del conde de Lemos ante el rey7. Desde 1633, su sobrino Michele Vaaz de Andrada, ostentó el título de duque de San Donato8. Simone, su heredero y II conde de Mola, consiguió en 1645 para su primogénito el título

1 A este le siguieron otros memoriales y cartas en el mismo sentido. Archivio della Congregazione per la

Dottrina della Fede (ACDF) St.St. BB3b, ff.350r-355v.

2 Giuseppe Coniglio, Il viceregno di Napoli nel sec.XVII. Notizie sulla vita commerciale e finanziaria

secondo nuove ricerche negli archivi italiani e spagnoli. Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1955, pp.199-200.

Gaetano Sabatini, “The Vaaz: the rise and fall of a family of Portuguese bankers in Spanish Naples”, The journal of

european economic history, 39, 2010/3, p.630. La reconstrucción genealógica la he realizado en “Cristianos nuevos de

origen ibérico en el Reino de Nápoles en el siglo XVII”, Sefarad, 72, 2012, pp.351-387.

3 Reproduce el testamento Carolina Belli, “Michele Vaaz hombre de negocios”, en Ricerche sul ‘600

napoletano. Saggi e documenti per la storia dell’arte, Milano, 1990, pp.7-42.

4 Isabel Enciso, Linaje, poder y cultura. El virreinato de Nápoles a comienzos del siglo XVII. Pedro

Fernández de Castro, VII conde de Lemos, Madrid, Actas, 2007, pp.448-459.

5 Rosario Villari, La rivolta antispagnola. Le origini (1585-1647). Roma-Bari, Laterza, 1967, pp.170-174.

6 Constata con cifras el enorme aumento de títulos en la primera mitad del XVII Giovanni Muto, La nobleza

napolitana en el contexto de la Monarquía Hispánica: Algunos planteamientos. En Bartolomé Yun, (dir.) Las Redes

del Imperio, Madrid, Marcial Pons, 2009, p.140.

7 Gaetano Sabatini, “The Vaaz…”, op.cit., p. 640.

8 Domenico Confuorto, Notizie d’alcune famiglie popolari della Città e del Regno di Napoli. Divenute

riguardevoli per causa di ricchezze, o dignità, Napoli, 1693, Biblioteca nazionale Napoli (BNN), ms. X A 15, 127r-

128v.

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PILAR HUERGA CRIADO

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de duque de Casamassima9. La generación siguiente, en cambio, no incorporó nuevos títulos nobiliarios, pero sí afianzó su inclusión en el estamento por la vía del matrimonio.

Los parentescos nobilísimos a los que se referían en el memorial dirigido a la Congregazione, se habían producido en el marco de los numerosos intercambios matrimoniales entre familias napolitanas y descendientes de familias españolas que, como ellos, desempeñaron papeles de gran responsabilidad política y económica en la administración napolitana, y que consiguieron ennoblecerse en dos o tres generaciones. Fueron el resultado de una estrategia matrimonial generalizada que utilizaba a las mujeres como vehículo de alianzas externas con otras familias preferiblemente nobles, mientras sujetaba a los varones, y en particular a los primogénitos, a un régimen endogámico con otras ramas de la propia familia10. En el caso de los Vaaz, hay que precisar que, si bien siguieron esa tendencia, dichos parentescos representaban la excepción dentro de la política matrimonial fuertemente endogámica que practicaron a lo largo de las tres generaciones. En la primera y en la segunda generación, todos los varones tomaron como esposas a mujeres de la familia. Solo una mujer, en la segunda generación, se unió a un hombre que no llevaba el apellido Vaaz; era Giovanni Pignatelli, hermano del príncipe de Noja. En la tercera generación, las tres hijas del II conde de Mola fueron casadas con miembros de la nobleza napolitana: Orazio Sersale, duque de Belcastro, Marcantonio Muscettola y Girolamo Carmignano. Pero el resto de las mujeres de la familia contrajeron un matrimonio endogámico, como hicieron todos los varones hasta que Odoardo Vaaz, el III conde de Mola, rompió esa tradición, pues habiéndose casado en primeras nupcias con su prima Grazia Vaaz, tras la muerte de esta contrajo matrimonio con una mujer ajena al linaje y perteneciente a la nobleza napolitana, Anna Brancaccio, hija del baron del Sorbo.

Durante la primera mitad del siglo XVII, la influencia y el ascenso social de los llamados “togados” tuvo una gran repercusión en la configuración de la nobleza y en su papel dentro de la administración y el gobierno virreinal. Al menos un centenar de familias, entre las que se encontraban los Vaaz, pertenecían a esa nueva nobleza que ocupaba posiciones relevantes en el aparato central de gobierno11. Servían a la corona desde esos cargos regios que también mencionaban en el memorial. Odoardo Vaaz fue juez in criminalibus en la Magna Corte di Vicaria desde 1643. Su padre, Simone Vaaz, el II conde de Mola, ejerció como juez in civilis también en Vicaria, y más tarde fue nombrado presidente de la Regia Camera della Sommaria, culminando su carrera en 1653, cuando Felipe IV le hizo regente en el Consiglio Collaterale12.

También ocuparon magistraturas en algunas de las doce provincias que componían el reino. Odoardo Vaaz, antes de ejercer como juez en Vicaria fue auditore en Lucera y a continuación en Salerno. Giorgio Vaaz, de la generación anterior, fue gobernador de Matera, y su primo Tomaso Vaaz gobernó la provincia de Lecce. Simone, el II conde de Mola, antes de ocupar una magistratura en la capital, desempeñó, entre otros puestos, el de auditore de los presidios de Toscana13.

El encumbramiento social de los Vaaz, que de mercaderes portugueses llegaron a convertirse en uno de los linajes de la nobleza napolitana, resulta evidente. Pero para determinar con mayor exactitud su estatus dentro de la misma, atendamos a lo que no habían conseguido. Y no habían conseguido entrar en el círculo más restringido de la aristocracia urbana, aquella que se agrupaba en los cinco seggi que representaban y gobernaban la ciudad. Estos habían impedido

9 Maria Sirago,“L’inserimento di una famiglia ebraica portoghese nella feudalità meridionale. I Vaaz a Mola

di Bari (circa 1580-1816)”, Archivio Storico Pugliese, 40, 1987, pp.119-158.

10 Cita unas quince familias entre las que se encuentran los Vaaz Giovanni Muto, “La nobleza napolitana”,

op.cit., pp.156-157.

11 Giovanni Muto, “La nobleza napolitana”, op.cit., pp.139-140.

12 Pilar Huerga, “Cristianos nuevos de origen ibérico en el Reino de Nápoles”, op.cit., p.364.

13 ACDF, St.St. BB3b, ff. 697v, 989v,1056r-1062r, 1237r.

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la filtración de la nueva nobleza mediante la aprobación de reglas de admisión muy restrictivas que venían aplicando desde el siglo anterior14. De manera que únicamente lograron aproximarse a ese selecto grupo por la vía del matrimonio. Al seggio de Montagna pertenecían dos de los cuñados del conde de Mola _Marcantonio Muscettola y Girolamo Carmignano_ y un tercero _Orazio Sersale_ pertenecía al de Nido, como los Brancaccio, con quienes había emparentado el conde al casarse con la hija de Titta Brancaccio.

A diferencia de otras familias de hombres de negocios que siguieron una trayectoria similar, en el caso de los Vaaz, su plena integración social dependía, además, de que ni ellos mismos ni los demás recordaran a sus antepasados judíos. Como demostraron los acontecimientos, todavía no habían conseguido desprenderse completamente de esa herencia y borrarla de la memoria colectiva. Aún se murmuraba que sus demostraciones de fidelidad cristiana encubrían las creencias y ceremonias mosaicas que practicaban en privado. A la imagen que ellos habían trazado en su memorial a la Congregazione del Sant’Uffizio, que reproducía el esplendor de la casa, se contraponía otra que resaltaba la mancha que la oscurecía. Confuorto escribió que se trataba de una casa “oscura di natali e di razza ebrea”15. Los papeles del Santo Oficio se refieren a menudo a ellos como ebrei portoghesi. Y la Congregazione los identificó así: “…cotesti scelerati lavati coll’acqua del S. Battesimo e redenti col pretiosissimo sangue sparso dal suo

Unigenito figlio, sotto mentito nome di Christiani osservino l’antica legge di Moisè…16.

2. REACCIÓN SOLIDARIA DE LOS PARIENTES

En aquel año de 1658, el inicio de los primeros procesos de fe produjo una gran convulsión entre las personas que de algún modo estaban relacionadas con los Vaaz. Los presos reaccionaron al ataque del Santo Oficio dirigiéndose directamente a su cabeza, el papa, que presidía la Congregazione. Proclamaban su inocencia y atribuían las acusaciones contra ellos al deseo de venganza de sus enemigos, lo que nos permite conocer cuáles eran los conflictos que sostenía la familia. Dichos conflictos, a su vez, evidencian la posición social que ocupaban, y solo contemplados de ese modo adquieren todo su sentido. El primero y más grave en aquel momento había surgido en su propio seno, porque una mujer había decidido actuar en contra de los intereses familiares contrayendo un matrimonio que todos juzgaban inconveniente. Fiorenza Vaaz _hermana de Benedetto Vaaz di Giorgio, uno de los presos_ había esposado a un simple barbero que no aportaba más que deshonor al linaje, transgrediendo una norma que impedía que las mujeres nobles esposaran a un hombre de origen popular, incluso aunque fuese rico, que no era el caso17. A continuación señalaban a sus principales enemigos dentro de las casas nobles con las que se relacionaban. Eran estos el conde de Conversano y su hijo, con quienes sostenían un viejo litigio a causa de los límites de sus respectivos feudos y a los que acusaban de haber promovido testificaciones falsas en su contra.

El encumbrado estatus de los Vaaz los colocaba dentro del restringido círculo de personas próximas a la máxima autoridad del reino, el virrey. Y eso hacía posible que pudieran referirse al conde de Castrillo como su enemigo y denunciar que los perseguía fieramente. El servicio a la corona no garantizaba, ni mucho menos, el favor de quien la representaba en cada momento, como ya había quedado en evidencia en tiempos de Miguel Vaaz18.

14 Giovanni Muto,“La nobleza napolitana”, op.cit., p.138. Giulio Sodano, “Le aristocrazie napoletane”, en

Giovanni Brancaccio e Alvaro Musi (a cura di), Il regno di Napoli nell’età di Filippo IV (1621-1665), Milano, Guerini

e associati, 2014, pp.131-176.

15 Domenico Confuorto, “Notizie d’alcune famiglie”, op.cit., f.127r.

16 ACDF, St.St. BB3b, ff.148-153v.

17 Acerca de esa reprobación social, ver Giulio Sodano, “Le aristocrazie napoletane”, op.cit., pp.148-149.

18 Sobre la caída en desgracia de Miguel Vaaz con el conde de Osuna, ver Gaetano Sabatini, “The Vaaz”,

op.cit., pp. 642-645. Tratan el contexto de rivalidad entre los grupos de poder en la corte y entre los propios virreyes,

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PILAR HUERGA CRIADO

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El memorial concluía pidiendo al papa que su causa fuera entregada al tribunal del arzobispo, ya que se sentían muy perjudicados por la actuación del nuncio, al que acusaban de haber cometido graves irregularidades. Su demanda no fue atendida. La Congregazione había decidido proseguir sus causas con toda firmeza y abrir muchas más contra los sospechosos de judaizar. Dicha campaña represiva obedecía, por otra parte, al cumplimiento de un objetivo de mayor alcance: la implantación definitiva de la Inquisición romana en aquel reino19.

Tal como supusieron los reos en su memorial, la calidad de su linaje constituiría un elemento que sería valorado por el Santo Oficio. Tanto los cardenales de la Congregazione en Roma como el nuncio en Nápoles lo tuvieron en cuenta desde el principio y condicionó su modo de proceder en el caso. Algunos días antes de que los presos escribieran su memorial, el nuncio manifestó su preocupación por los disturbios que podrían tener lugar como consecuencia de los arrestos de personas tan poderosas y emparentadas con familias conspicuas del reino20. La Congregazione también se lo planteó, aunque rebajó algo los temores del nuncio. Contaba con que los parientes de los reos protestarían y se querellarían, pero no creía que fuera a producirse un escándalo de gran magnitud porque, según sus informes, los Vaaz habían emparentado con “cavalieri privati e poveri e non coi ceppi capezzoni e titoli di quelle case”21.

Como si hubieran querido responder a esa consideración, los parientes de los reos pusieron todo su empeño en propagar que contaban con apoyos muy importantes _seguramente unos más ciertos que otros_ como el del cardenal Brancaccio. Asimismo, difundieron que el señor cardenal arzobispo estaba fuera de sí porque sentía como una afrenta que el nuncio hubiera iniciado esa causa admitiendo acusaciones que habían sido anteriormente rechazadas por su tribunal22. Incluso llegaron a decir que a una de las hermanas del conde se le había aparecido el beato Gaetano, el cual le había asegurado que se descubriría la inocencia de sus parientes23. El propósito, sin duda, era mostrar que estaban dispuestos a defenderse. Sostenían que tenían la certeza de que la causa acabaría bien y que una vez liberados de la cárcel encontrarían el modo de _usando sus propias palabras_ convertir en polvo a los que les habían denunciado24.

Los acontecimientos dieron más bien la razón a los temores que había manifestado el nuncio acerca de la reacción de las familias. Nada más producirse las prisiones, Girolamo Carmignano, un Brancaccio y un Muscettola fueron a visitarle con el propósito de convencerle de la inocencia de los acusados25. A continuación, el mismo Carmignano intentó sobornar al escribano del tribunal para que le diera detalles acerca de los motivos de las prisiones26. El arzobispo Filomarino comentaba que todos los parientes se habían unido en la defensa común, gastaban profusamente su dinero y corrían los regalos a costa del conde27.

La movilización para impedir que el Santo Oficio cumpliera sus objetivos se proyectó en diferentes direcciones; una que llevaba directamente al propio inquisidor y a los miembros de su

Alvaro Musi, “Il viceregno spagnolo”, en Giuseppe Galasso (dir.), Storia del Mezzogiorno, Roma-Napoli, 1986, vol.IV,

t.1. Francesco Benigno, La sombra del rey, Madrid, Alianza, 1994, pp.77-108.

19 De ese asunto me he ocupado más extensamente en “La inquisición romana en Nápoles contra los

judaizantes (1656-1659)”, Librosdelacorte.es, monográfico 6, año 9, 2017, pp. 303-322.

20 ACDF, St.St.BB3b, ff.261r-266r.

21 Ibidem, ff.482r-487v.

22 Ibidem, ff.267r-v y 272r-v.

23 Ibidem, ff.270r-271v.

24 Ibidem, ff.559r-v y 562r.

25 Ibidem, ff.255r-257r.

26 Ibidem, ff.270r-271v.

27 Ibidem, ff.402r-v, 405r.

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tribunal, y otra que alcanzaba a los testigos que habían declarado o podrían declarar en contra de ellos. Tras presionar al nuncio sin éxito ninguno, optaron por tratar de desacreditarle ante las autoridades romanas, pidiendo a los enemigos de Spinola que lanzaran todo tipo de calumnias contra él28. Con los testigos, emplearon desde el soborno hasta las amenazas de muerte con el fin de convencerlos de que se retractaran de lo que habían depuesto o de que testificaran a favor de los reos si eran llamados a declarar.

El conde de Mola, su hermano Benedetto y su primo Benedetto Vaaz di Giorgio, junto a dos presos más, se hallaban en las cárceles del Santo Oficio en Roma desde octubre de 1659, y desde finales de ese mismo año, monseñor Camillo Piazza, que había relevado al nuncio como inquisidor, se ocupaba directamente de los procesos de las mujeres de los presos y otros miembros de la familia. El 21 de marzo de 1660 el conde y su hermano admitieron que habían judaizado y dieron los nombres de sus cómplices, provocando que estos comparecieran ante el inquisidor de Nápoles para confesar sus culpas. Obviamente, la estrategia empleada hasta ese momento, que se basaba en la declaración de inocencia de los reos, tuvo que ser abandonada y sustituida por otra cuyo objetivo primordial consistió en minimizar los daños de la vergüenza pública. Los Brancaccio se dirigieron a monseñor Piazza y le pidieron que intercediera para que el conde no fuera castigado con alguna penitencia pública, pues a ellos también les causaría un grave perjuicio. Lo mismo sostuvo el abogado de los reos en su argumentación contraria a la condena, incluyendo los nombres de muchas personas y grandes casas napolitanas que se verían deshonradas: el cardenal Brancaccio, el arzobispo de Chieti, el obispo de Avellino, el caballero Brancaccio, el duque de Cancellara, Giuseppe y Anibale Brancaccio, Giovanni Origlia, Fabrizio Minutoli, el duque de Monteleone, el duque de Belguardo, el principe de Marsico, el príncipe de Brescia, el duque de Belcastro, el duque de Spezzano, el marqués de Polignano, y don Girolamo Carmignano29.

3. DERROTA DEL SANTO OFICIO

Durante cerca de dos años, la ciudad fue escenario del duelo sostenido entre el tribunal de la fe y un grupo de familias de la aristocracia napolitana emparentadas con los procesados por judaizantes. Ante la gravedad creciente del asunto, por el número de presos, por las ramificaciones en el reino, y por las complicaciones que lo fueron enredando, las autoridades civiles y eclesiásticas y el patriciado urbano se involucraron y definieron sus posiciones. Ascanio Filomarino, el arzobispo de Nápoles, vio cómo ambas partes se preocuparon por asegurarse su favor, pues tenía la jurisdicción ordinaria sobre los delitos de fe30. La Congregazione del Sant’Uffizio le ordenó que renunciara a reclamar esa jurisdicción y que colaborara con el inquisidor delegado. Los presos y sus agentes, en cambio, requirieron que fuera su tribunal el que los juzgara. El patriciado urbano se inclinaba claramente de este último lado, pues aborrecía la imposición de una jurisdicción extraordinaria sobre los delitos de fe por parte de Roma, contra la que había combatido enérgicamente en ocasiones anteriores31.

Como hemos visto, el conde de Mola, su hermano y su primo, nada más conocer que eran reos del Santo Oficio, pidieron a la Congregazione que su causa fuera adjudicada al arzobispo. Más adelante, también acudieron a él muchos caballeros que estaban indignados por el arresto de

28 Archivio Segreto Vaticano (ASV), Segr. Stato Napoli 61C, ff.44r-v.

29 ACDF, St.St. BB4d, s.f.

30 Sobre la controvertida figura del arzobispo, ver Giuseppe Mrozek, Ascanio Filomarino. Nobiltà, Chiesa e

potere nell’Italia del Seicento, Roma, Viella, 2017.

31 Luigi Amabile, Il Santo Officio dell’Inquisizione in Napoli, Città di Castello, 1892. G. Romeo, “Una città,

due inquisizioni. L’anomalia del Sant’Ufficio a Napoli nel tardo ‘500”, Rivista di Storia e Letteratura religiosa, 24,

1988, pp. 42-67.

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varios miembros del linaje de los Vargas32. En cambio, en el otro lado, dominaba una enorme desconfianza en él. Más de una vez fue acusado de obstrucción por el nuncio y por el inquisidor Piazza, que insinuaron que había tomado partido por los Vaaz. Exclamaciones como la de Girolamo Carmignano de que el arzobispo estaba fuera de sí porque el nuncio llevaba adelante la causa, acentuaban esas sospechas33.

Desde el comienzo, el conde de Castrillo y su sucesor el conde de Peñaranda estuvieron involucrados en la campaña represiva y en los problemas que se fueron derivando de la misma. Como hemos visto más arriba, el conde de Mola consideraba a Castrillo su enemigo y le hacía en parte responsable de la persecución que sufría. Dos meses antes de que se ordenara su arresto por parte del Santo Oficio, el virrey mandó encarcelarlo en el castillo de Sant’Elmo por su actuación como presidente del tribunal de Vicaria en un juicio por asesinato34. El suceso fue relatado por el nuncio al Segretario di Stato en una de sus habituales cartas, en la que más adelante le desvelaba la mala opinión que tenía el virrey de los Vaaz, a los que había comparado con las familias que todavía estaban difamadas en España como infectas de hebraísmo. Por otra parte, confió al nuncio que, como no se fiaba del conde, había mandado vigilarle y había concluido que no estaba bien animado al servicio real y que se relacionaba gustosamente con personas desafectas a su majestad; en consecuencia, se hallaba muy satisfecho de haber ordenado la prisión del conde e incluso creía que había tomado esa decisión obedeciendo a estímulos sobrenaturales35.

Dada la animadversión del conde de Castrillo hacia los Vaaz y en particular hacia el conde de Mola, les debió ser muy grata la noticia del fin de su gobierno y su sustitución por el conde de Peñaranda. Respecto al nuevo virrey, antes de que tomara posesión en enero de 1659, se había difundido el rumor de que los presos esperaban obtener de él alguna ventaja para su causa; sin embargo, su comportamiento demostró que no tenía ningún fundamento36. Tampoco manifestó una actitud tan contraria a ellos como su antecesor. En un principio, incluso, se inclinó a dar la razón a quienes afirmaban que la persecución que estaban padeciendo los Vaaz se debía a las delaciones falsas de Fiorenza y sus aliados ante el Santo Oficio. Conociendo la posición social de la familia, ligada a otros linajes principales, comprendía que se hubieran opuesto a su matrimonio con un simple barbero y que hubieran tratado de impedirlo por todos los medios37. El nuncio trató de hacerle cambiar de opinión, dándole argumentos en contra de las informaciones y comentarios que le llegaban a través de algunos de sus ministros, a los que Spinola consideraba muy parciales de los reos.

Lo que se le planteaba a Peñaranda era una situación muy complicada, que le obligaría a tomar decisiones muy importantes, desde aceptar el nombramiento de Camillo Piazza como inquisidor delegado en el reino de Nápoles _en contra del criterio mayoritario del gobierno de la ciudad y de muchos de sus ministros_ hasta exigirle un año después que abandonara el reino. El asunto requería de toda su habilidad política para dar satisfacción a las demandas de la santa sede sin que se soliviantara el gobierno urbano y se alterara el orden en la ciudad.

Finalizando el primer año de gobierno de Peñaranda, tras arduas negociaciones, se produjo la llegada del inquisidor nombrado por la Congregazione. El traspaso de la competencia del nuncio Spinola a monseñor Piazza no trajo ningún cambio en la orientación de los procesos, pero su dedicación exclusiva al tribunal le permitieron multiplicar los resultados que ya había logrado su antecesor, lo cual se tradujo en la ampliación de la campaña represiva. Procesó a otros

32 ASV, Segr.Stato Napoli 61 E, ff. 99r-v.

33 ACDF, St.St. BB3b, ff. 261r-266r y 272r-v.

34 Domenico Confuorto, Notizie d’alcune famiglie, op.cit. Innocenzo Fuidoro, Giornali di Napoli dal 1660

al 1680, vol. I, a cura di Franco Schlitzer, Napoli, 1934.

35 ASV, Segr.Stato Napoli, 61A, ff.453r-516v y ACDF, St.St. BB3b, ff.215r-218v.

36 ACDF, St.St. BB3b, f.585r.

37 Ibidem, ff.637r-v, 649r-v, 655-657.

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miembros de la familia Vaaz y utilizó los testimonios acumulados para iniciar la ofensiva contra otro extenso linaje, el de los Vargas, que, a diferencia de los Vaaz, no eran de origen portugués sino español y cuyas raíces judías eran menos notorias. Su miembro más eminente, ya difunto, había sido Alonso Vargas, consejero del Sacro Regio Consiglio, que obtuvo los títulos de príncipe de Carpino y duque de Cagnano. Pues bien, en el mes de enero de 1660, varios miembros de la familia fueron apresados y algunos de ellos fueron conducidos a las cárceles de Roma, con lo cual aumentó considerablemente la magnitud la causa. Tantas demostraciones de fuerza por parte del Santo Oficio, tuvieron un gran impacto en la ciudad. Muchos caballeros se reunieron en San Lorenzo, donde se celebraban las sesiones de los eletti, para expresar al señor Sobremonte _regente del Collaterale_ su contrariedad por lo que estaba ocurriendo. Consideraban que al haber procedido contra personas de tanta calidad, que estaban emparentadas con las principales familias de Nápoles, se extendía la difamación a todas ellas, de lo cual hacían también responsable al virrey, puesto que había proporcionado el brazo secular para ejecutar los arrestos. Por lo tanto, pidieron al regente que le transmitiese sus razones y que le invitara a reflexionar sobre las graves consecuencias que podrían derivarse38.

El virrey entendió muy bien la advertencia. En realidad, se puede decir que hacía tiempo que la estaba esperando, porque desde que tomó posesión del gobierno y hubo de dar respuesta a las constantes exigencias de la Inquisición romana para ejercer su jurisdicción, siempre tomó en consideración el riesgo de que ello provocara una insurrección en la ciudad. Incluso su antecesor el conde de Castrillo _a pesar de su aversión a los Vaaz_ vaciló en más de una ocasión por miedo a que estallara una sublevación como la que se había producido diez años atrás39. Peñaranda, que hasta entonces había transigido con el secretismo que rodeaba todas las operaciones del Santo Oficio, exigió que hubiera alguna demostración de la culpabilidad de los presos, porque sería la única razón que podría esgrimir para justificar su actuación y para convencer a tantos caballeros de que mantuvieran la calma. La santa sede, además de asegurarle que muy pronto el delito sería publicado y condenado, tuvo que acceder a suministrarle alguna información. El propio Segretario di Stato encargó al nuncio que comunicara confidencialmente al virrey que uno de los presos estaba circuncidado, y un mes después ordenó al inquisidor Piazza que le adelantara, bajo juramento de secreto, que el conde de Mola y su hermano acababan de confesar40. Pero, salvo esas informaciones excepcionales, la Congregazione no le hacía partícipe de los planes que iba urdiendo para consolidar el tribunal en Nápoles, lo cual dejó al virrey en una situación de desconcierto más de una vez.

El día de san Silvestre de 1660, en Roma, se celebró el auto de fe en el que el conde de Mola y su hermano abjuraron públicamente de sus creencias mosaicas. Tres meses después, en la iglesia de San Domenico maggiore de Nápoles, se pronunciaron las sentencias condenatorias de los Vaaz. Pero los autos no habían puesto fin a la causa, ya que quedaban presos en las cárceles y muchos testificados más. Evidentemente, la inclusión de los Vaaz y los Vargas en la aristocracia napolitana no los había protegido de los rigores del Santo Oficio. Pero también resulta evidente que la campaña represiva no tuvo como consecuencia su exclusión de la misma, entre otras razones, porque la oligarquía urbana no consintió que dicha campaña prosiguiera y el virrey, ante las amenazas de insurrección, cedió a sus exigencias. El patriciado urbano no se movilizó contra el Santo Oficio únicamente para defender a las familias agredidas, pero no cabe duda de que la agresión que estaban padeciendo despertó solidaridades de clase y contribuyó a convencer a la mayoría de que había que impedir que prosiguiera actuando. Bastó un paso más de monseñor Camillo Piazza para que estallara el conflicto. Curiosamente, fue la casa del conde de Conversano, enfrentada con los Vaaz desde hacía años, quien recibió el ataque del inquisidor al día siguiente de la celebración del auto de fe, cuando ordenó el arresto de dos hombres del duque de Noci, hijo

38 ASV, Segr.Stato Napoli 61E, fol.110r.

39 Pilar Huerga, “La inquisición romana en Nápoles”, op.cit., pp.306-316.

40 ASV, Segr.Stato Napoli 61E, ff.8r-v, 774r-776v.

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del conde, por un asunto relacionado con un libro que contenía proposiciones heréticas41. Inmediatamente, el duque se presentó ante el virrey para que interviniera solicitando a monseñor Piazza que soltara a los presos, resolución que este tomó ese mismo día después de haberles tomado declaración. Sin embargo, al ponerlos en libertad, en lugar de que se diera por concluido el episodio, se produjo el efecto contrario, porque se tomó como la demostración del inmenso poder de un inquisidor que encarcelaba y liberaba sin que mediaran órdenes de Roma, lo cual provocó la reunión de los seggi para tomar una decisión al respecto. Decidieron mandar a sus diputados al virrey para que le comunicaran que permanecerían reunidos mientras no forzara a monseñor Piazza a que abandonase inmediatamente el reino. El conde de Peñaranda, muy alterado por lo que estaba ocurriendo, por la aspereza con la que algunos caballeros se habían dirigido a él, y por las advertencias que le hacían sus ministros, concluyó que solo podría evitar una insurrección si accedía a la petición del gobierno de la ciudad42. La noche del 10 de abril de 1661, escoltado por soldados a caballo, Camillo Piazza partió en litera hacia Roma.

Aunque habían logrado su propósito de expulsar de Nápoles al inquisidor que Roma había impuesto, los seggi no se dieron por satisfechos, pues quisieron asegurarse de que no se repetiría lo sucedido, así que continuaron reuniéndose en San Lorenzo para elaborar las reclamaciones que harían llegar al virrey respecto al modelo de Inquisición que no tolerarían. En medio de una enorme confusión, estuvieron de acuerdo sobre algunos aspectos capitales, entre ellos el rechazo a la confiscación de bienes y, en consecuencia, exigieron que fueran devueltos al conde de Mola los bienes que le habían sido confiscados. En realidad, lo que pretendían era que la Inquisición romana no se implantase en Nápoles y que los delitos de fe fueran de la exclusiva competencia de los tribunales episcopales. Continuaron luchando por ello hasta más de un año y medio después43.

La expulsión de Piazza tuvo como consecuencia el fin de la campaña represiva contra los Vaaz. Contamos con el testimonio de fray Serafino Candia, archivero del tribunal de Nápoles, al que se había dirigido la Congregazione para pedirle su parecer acerca de cómo se deberían proseguir las causas. Su respuesta contenía una serie de recomendaciones referidas exclusivamente a los procesos contra los Vargas. Aludía a los Vaaz, pero los descartaba de las próximas actuaciones, dando así por concluidas las causas contra ellos. Hacía propuestas concretas sobre averiguaciones, exámenes de testigos, mandamientos de prisión, avances en los procesos incoados, cuya ejecución exigiría un tribunal en plena actividad, lo cual contrastaba con la precaria situación en que se encontraba, que describía así:

“...In quanto poi à quello che si potrebbe fare à mio giuditio sarebbe l’aspettare, che pigli

piede il nuovo ministro in quel Regno non potendo adesso il Fisco impinguare senza potere

carcerare ne chiamare che quel pocho che si fà adesso è mera destrezza, prudenza, e zelo di

Monsignore Ill.mo Nuntio, e forsi ch’à queste amarezze che prova il Tribunale ci mena anco

la mano qualche inditiato, e parente d’inditiato d’hebraismo...”44.

41 Giuseppe Galasso, Napoli spagnola dopo Masaniello, Roma, Edizioni Storia e Letteratura, 2005, pp.62-

66.

42 ASV, Segr.Stato Napoli 61H, ff.135-143.

43 ACDF, St.St. HH1e, f.579r. Relata aquellos sucesos Luigi Amabile, Il Santo Officio dell’Inquisizione in

Napoli, op.cit., pp.41-52.

44 ACDF, St.St. BB4d, s.f.

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