memorias de la hermana lucía

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  • MEMORIASde laHermanaLuca

  • 10. edicin, septiembre 2008

    Portada: La Hna. Luca de Jess y del Corazn Inmaculado de Maraen visita a la Loca del Cabeo el 16 de mayo de 2000

    Detrs: La Baslica del Santuario de Ntra.Sra. de Ftimacon las fotografas de los dos Pastorcitos despus de su beatificacin,

    el 13 de mayo de 2000.

  • Secretariado dos PastorinhosFTIMA PORTUGAL

    MEMORIASDE LA

    HERMANA LUCAVolumen I

    Compilacin del P. Luis Kondor, SVD

    Introducin y notas del P. Dr. Joaqun M. Alonso, CMF (1981)

  • 4Imprimatur,Fatim, 13. 9. 2006Antonius, Episc. Leiriensis-Fatimensis

  • 5PRLOGO DEL EDITOREsta dcima edicin (como ya las precedentes) del primer vo-

    lumen de las Memorias de la Hermana Luca en lengua espaolaest enriquecida en relacin a las ediciones anteriores. A las cuatroprimeras Memorias, escritas por mandato del Sr. Obispo de Leira,D. Jos Alves Correia da Silva, y a los Apndices I y II relatando lasapariciones en Pontevedra y Tuy en cumplimiento de la promesadel 13 de julio de 1917: ...vendr a pedir la Consagracin de Rusiaa mi Inmaculado Corazn y la Comunin reparadora de los PrimerosSbados se agrega el texto del importante documento titulado ElMensaje de Ftima con la tercera parte del Secreto, que JuanPablo II encargara a la Congregacin para la Doctrina de la Fe ha-cerlo pblico despus de elaborar un justo y adecuado comentario.

    Con la publicacin de la tercera parte del Secreto recibido porlos Pastorcillos el 13 de julio de 1917 (ver Apndice III), queda asrecogido en este primer volumen todo el Mensaje de Ftima.

    Las cuatro primeras Memorias, adems de las apariciones delngel y de Nuestra Seora, describen tambin cmo los Pastorcilloscorrespondieron hasta la heroicidad a las peticiones de Nuestra Se-ora y nos sealan a todos, y de modo especial a todos los nios, uncamino seguro para alcanzar la santidad.

    Las llamadas Quinta Memoria (sobre su padre) y la SextaMemoria (sobre su madre), escritas por la Hermana Luca, ya enel Carmelo de Coimbra, estn editadas en volumen separado, comoMemorias de la Hermana Luca - II .

    La beatificacin de Francisco y Jacinta Marto (13 de mayo de2000) debe significar una nueva era para la Iglesia.

    Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas verdades alos pequeos. La alabanza de Jess toma hoy la forma solemnede la beatificacin de los Pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesaquiere con este rito colocar sobre sus propios candeleros estasdos antorchas que Dios encendi para iluminar a la humanidad ensus horas sombras e inquietas... Que el mensaje de sus vidaspermanezca siempre vivo para iluminar el camino a los hombres.(Homila de Juan Pablo II en la Misa de la Beatificacin).

  • 6El contenido de estas Memorias justifica bien todo el esfuerzoempleado en la elaboracin de la nueva edicin.

    Con la benvola autorizacin del Sr. Obispo de Leira-Ftimautilizamos los manuscritos originales de las cuatro primeras Memo-rias.

    Aprovechamos los trabajos del Dr. P. Joaqun Mara AlonsoCMF (1981) y contamos tambin con la ayuda del Dr. P. LucianoCristino, Director de los Servicios de Estudio y Difusin del Santua-rio de Ftima.

    Aqu les dejamos, en nombre de todos los lectores y mo perso-nal, la expresin de nuestro agradecimiento por su preciosa ayuda.

    As, en esta edicin, amado lector, se te da toda la garantadel pensamiento de la Hermana Luca mediante la esmerada ydelicada traduccin del P. Joaqun M Alonso, hecha sobre laspalabras originales, solamente corregidas en la ortografa y en lapresentacin de los dilogos, esperando que ellas lleguen a lontimo de tu ser y ah se fijen en una laboriosa docilidad al DivinoEspritu.

    Agradecemos al Seor esta gracia extraordinaria de poder te-ner en nuestras manos la obra completa del Mensaje de Ftima,que tanto ha de ayudar a conocer y a amar siempre ms a laSanta Madre de Dios y Madre nuestra.

    P. Luis Kondor, svdVicepostulador de las Causas de Canonizacin

    de los Beatos Francisco y de Jacinta Marto

  • 7INTRODUCCIN A LAS MEMORIASDE LA HERMANA LUCA

    Despus de haber presentado las Memorias de Luca en lasprincipales lenguas europeas, incluida la espaola, exista una ne-cesidad urgente de presentar una edicin dirigida a ese inmenso yadmirado mundo de lengua hispana, que puebla las dos Amricas.

    Esta edicin, sin embargo, deba aprovechar las experienciaseditoriales de todas las otras; y, en cuanto posible, superarlas enperfeccin en algunos puntos. He aqu los principales.

    Para nuestra traduccin espaola s hemos tenido en cuentalas anteriores, aun parciales; pero hemos realizado un nuevo in-tento de revisin completa y actualizada. La labor estaba facilitada,ya en gran parte, porque, si ya la sintaxis espaola y portuguesa,son tan semejantes, lo son mucho ms en la pluma de Luca, quehaba asimilado bien el espaol, y hasta se deja influir en muchasocasiones por sus modalidades lingusticas y fonticas. Escribien-do Luca sus Memorias en Espaa, en Pontevedra y Tuy, hablandoordinariamente espaol, ejerciendo un apostolado catequsticoimportante entre los rapaces de Tuy, a Luca se le adhirieron tantosy tantos espaolismos que afloran continuamente en sus escritos.

    Pero, precisamente por ello, era necesario poner mucha aten-cin para que, del entrecruzamiento de las dos lenguas, no resul-taran muchos falsos entendidos, de que no se ven libres las ante-riores traducciones que conocemos. Otras veces, la similitud entrelas lenguas ha engaado a los traductores.

    Pero, adems de una cuidada traduccin, nos hemos empe-ado en una crtica revisin literaria. Nuestra traduccin deba ser,primero, exacta; pero no rgida; literal, s en lo posible; y esto noes difcil en la mayor parte de los casos, pero siempre segn elgenio, la flexin y la armonia de la lengua castellana. Deba, s,observar las reglas de la propia sintaxis gramatical del castellano;pero la fidelidad al pensamiento de la Hermana Luca deba perma-necer intocable.

    Creemos haber conseguido nuestro propsito. Y nuestros lec-tores de habla hispana, de toda Amrica, pueden tener la certezade hallarse ante un texto que reproduce fielmente, en castellano,los originales manuscritos de Luca.

  • 8Puesto que la Hermana Luca, en el perodo que escribe estosdocumentos, entre 1935 y 1941, slo gradualmente ha ido perfec-cionando su ortografa, su sintaxis y su mismo estilo redaccional, y,desde luego, su propia caligrafa, es a nosotros a quien hay queatribuir muchas veces ciertas correcciones en todos esos puntos.El lector, sin embargo, puede estar seguro de que esas correc-ciones han sido hechas precisamente, no para alterar o deformaren lo ms mnimo el pensamiento original de la clebre y respeta-da autora, sino precisamente para ponerlo mejor en evidencia.

    Hemos de decir lo mismo de las divisiones introducidas y desus ttulos. La Hermana Luca, no obstante la grande lucidez, or-den y claridad con que escribe, no se cuidaba, naturalmente, dedivisin alguna de partes, prlogos, nmeros y eplogos. Pero estan ntido, decimos, su pensamiento, observa tal orden lgico ycronolgico en la redaccin de estos ya extensos escritos, queapenas nos hemos tenido que esforzar por encontrar esas divisio-nes para darles los ttulos convenientes. En cambio, el lector sehalla ante unos escritos difanos, llenos de claridad meridiana, quela vista va recorriendo con facilidad y deleite.

    Hemos, s, aadido algunas notas explicativas, de tipo histri-co o crtico; pero slo las estrictamente necesarias para que ellector comprendiera ciertos pasajes difciles.

    Dado el carcter popular de esta edicin, finalmente damosuna breve biografa de su autora; y hacemos unas introducciones acada Memoria, que la coloquen en su medio histrico, en sus in-tenciones profundas, y en su contenido general.

    1. BIOGRAFIA DE LA HERMANA LUCAA los treinta das del mes de marzo de mil novecientos siete

    bautic a un indivduo de sexo femenino, a quien di el nombre deLuca, nacida en Aljustrel... a las siete de la tarde del veintidos demarzo corriente... As reza el acta de bautismo. Sus padres eranAntonio dos Santos y Mara Rosa, residentes en Aljustrel, lugarejoperteneciente a la Parroquia de Ftima.

    Siendo la ltima de siete hermanos, cinco hembras y un vron,tuvo una infancia de mimos y de privilegios, en la que no faltarondisgustos y desgracias familiares, bien superadas por aquella mu-

  • 9jer ejemplar que era su madre. A los seis aos hace su PrimeraComunin, cuya relacin leern nuestros lectores con admiraciny cario. Y ya inmediatamente, porque as lo exigan las necesida-des de la casa, comienza su vida de pastora. Hay que hacer notarque en 1915, sus compaeras son todas las muchachitas y mucha-chos de Aljustrel y alrededores.

    Luego, ya en 1916, son sus primos Francisco y Jacinta Marto,quienes la acompaan exclusivamente. Es el Ao de las Aparicio-nes de la Virgen. En ellas Luca ocupa un lugar especial, ya que esla nica que habla con Ella, y la que recibe un mensaje especialpara ser comunicado en el futuro. Ella vive y sufre, a causa de lasApariciones, con sus primos; pero es la nica que habra de que-dar por ms tiempo en este mundo para complir su misin.

    La Virgen, es verdad, le haba mandado aprender a leer. Sinembargo, slo despus de las Apariciones, comienza a ir a la es-cuela, en donde muy pronto, con su ingenio y memoria extraordi-narios, aprende las primeras letras.

    Pero, pasadas las Apariciones, Ia situacin de Luca era,naturalmente, la de una vidente, con todos los riesgos que ellocomporta. Haba que hacer algo con ella. Y una de las primeraspreocupaciones del recin nombrado primer Obispo de la dicesisrestaurada de Leira, fu atender a su educacin, y retraerla de lospeligros que podra sufrir en aquel medio ambiente de milagrera ymaravillosismo. Y, el da 17 de junio de 1921, por la maana, entrabacomo educanda en el Colegio que las Hermanas de Santa Doroteatienen todava en El Vilar, hoy ya unido a Oporto.

    Recojamos un retrato fisionmico de la poca que respondeperfectamente a fotografas conocidas: Cabeza alta y ancha. Ojoscastaos, grandes y vivos. Cejas poco densas. Nariz chata, bocaancha, labios gruesos. Barbilla redonda. Cara algo ms que lo na-tural. Cabellos rubios y finos. De estatura, baja, pero alta para suedad (entonces: 13 aos y seis meses). Facciones bastas, perorostro simptico. Aire de gravedad y de inocencia. Viva, inteligente,pero modesta y sin pretensiones. Manos gruesas, de trabajo, detamao regular.

    La jovencita Luca entra en el Colegio de Oporto con catorceaos y tres meses. All recibe una educacin moral y religiosa ex-celente. La educacin cultural es ms deficiente, puesto que ape-

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    nas pasa de la instruccin primaria. Y, desde luego, Ia preparacin delabores femeninas es muy buena. Pero la pequea Luca, con sugran talento, con su gran memoria y con su tesn y seriedad deconducta, habra de sacar de todo ello una formacin que podra-mos llamar suficientemente completa.

    Luca, ya antes de entrar en el Colegio, haba tenido algunosvagos deseos de consagrarse a Dios en la Vida Religiosa. En elColegio, la intensa vida de piedad que se cultivaba, le hizo reflexio-nar: y la primera idea fue para las Carmelitas... Pero el ejemplo y elagradecimiento hacia sus Formadoras, le decidi a escoger el Ins-tituto de Santa Dorotea.

    En ese tiempo (1921-1925), las Doroteas Portugueses tenanel Noviciado en Tuy. Y all se dirigi la ya joven Luca (18 aos) elda 24 de octubre de 1925; aunque para cumplir algunos meses dePostulantado, marchara inmediatamente a la Casa que las Doroteastenan en Pontevedra, en la Travesa de Isabel II. Aqu estuvo des-de el da 25 de octubre de 1925, hasta el da 20 de julio de 1926,en que llega al Noviciado de Tuy, para completar su Postulantado.Comienza su Noviciado con la toma de hbito, el da 2 de octubredel ao de 1926. All pasa dos aos del Noviciado, para profesar elda 3 de octubre de 1928. Y contina en la misma Casa, aunque yacon las profesas, hasta su profesin perpetua, el da 3 de octubrede 1934. Pocos das despus, marcha destinada a la Casa dePontevedra, en donde permanece, hasta que, de nuevo, en mayode 1937, vuelve a Tuy. De aqu no habra ya de salir hasta que, afines de mayo de 1946, se le ordena volver a Portugal. Despus deestar unos das, visitando y reconociendo los lugares de las Apari-ciones, en la Cova da Ira y en Aljustrel, es destinada a la Casa deSardo, en Vila Nova de Gaia, cerca de Oporto.

    Y, finalmente, renovando antiguos deseos de retiro y soledad,alcanza del Papa Po Xll, la gracia de pasar al Carmelo de SantaTeresa en Coimbra, y a l llega el 25 de marzo de 1948, para llevaruna vida de oracin y penitencia hasta su muerte acaecida el 13 defebrero de 2005.

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    2. INTRODUCCIN LITERARIA

    De toda la historiografa sobre Ftima, debe decirse lo que es-criba entusiasmado de su libro el escritor portugus Antero deFigueiredo: Pero la luz de este libro, la luz hermosa, sa fue recibi-da directa del alma cndida y profunda, admirablemente simple, dela vidente Luca de Jess.

    Comencemos por decir que los escritos de Luca se resintie-ron siempre de su falta de formacin cultural suficiente. Pero, loque en otras hubiera sido un defecto irreparable, en Luca fue su-plido con sus grandes dotes naturales. Luca confiesa paladi-namente y muchas veces su incapacidad e insuficiencia quellega como dice literalmente Nem sequer a caligrafia sei fazercapazmente. Sin embargo, estas faltas de correccin ortogrfi-ca, no impedirn nunca una sintaxis clara y definida; que a veces,alcanza una redaccin elegante y sostenida.

    Sus dotes literarias podran resumirse as: claridad y precisinde conceptos; sentimientos delicados y profundos: una irona deli-cada, nunca hiriente; una extraordinaria memoria para fijar detallesy circunstancias.

    A Luca le vienen los dilogos por dentro, como si las perso-nas estuvieran presentes. Sabe describir los caracteres de sus pri-mos, de sus confesores, de sus personajes en general, con rasgosque indican una penetracin sicolgica no comn. Se da perfectacuenta de sus divagaciones, y sabe volver con gracia al punto departida.

    Es verdad que, a veces, su estilo no poda menos de resentir-se de sus lecturas piadosas, amenas y monjiles. Pero siempre triun-fa su naturalidad, su viveza, su alegra. Quin no recuerda sudespedida nocturna de los lugares amados de las Apariciones, enla vigilia de su marcha a Oporto? Cmo no admirar la gracia conque se fija en los zapatos de tal Cannigo con sus hebillas deplata? Cmo no sentirse arrebatado por la transcripcin de aque-llas Cantigas de Serrana?

    Luca, desde luego, sabe decir lo que quiere, y lo dice comoquiere. Y es tal la posesin interior que consigue realizar de lo quequiere escribir, que, en medio de unas ocupaciones serviles absor-bentes, puede reanudar la escritura sin perder ni la narracin or-

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    denada ni la lgica de sus reflexiones. Lo que no puede acontecersino cuando se posee un gran equilibrio de alma.

    Luca, es verdad, se siente inspirada al escribir; y as lo diceen varias ocasiones... Pero, por favor, no hay que tomar esa palabraen su sentido riguroso, como lo ha hecho algn critico quisquilloso.En el gnero proftico, es la conviccin de que una presencia espe-cial de Dios cae sobre ella en los momentos de redaccin. Se siente,pues, asistida por Dios al escribir. Pero una atenta lectura conven-ce que Luca no toma esas expresiones rigurosamente. Es Lucamisma quien respondiendo expresamente a ello, ha declarado: Lapalabra inspirados quiere decir que interiormente nos sentamosmovidos a ello.

    No se trata, pues, de una inerrancia, semejante a la de laSagrada Escritura. Luca s se puede equivocar en la traduccinmstica de sus experiencias, a causa misma de la dificultad deinterpretacin. Algunas veces, ella misma duda de si ser el Seorquien le habla; otras confiesa que es imposible revelar nada de lopercibido en la gracia mstica. De hecho, una crtica inteligente en-cuentra algunos errores de datos, de hechos, de circunstancias. Yaun en el trance mismo de asegurarnos que nos transmite lasipsssima verba, las mismas palabras de la Virgen, eso no signi-fica otra cosa sino que, en efecto, pone en ello toda su sinceridad.De lo que siempre Luca est segura y as lo dice, es del sentidode lo que dice.

    En cuanto a fechas, es ya conocida la inseguridad de Luca.Unas veces porque, de pequeos, no saban ella y sus primos,contar ni los das, ni mucho menos los meses, no digamos los aos.As, Luca no se acuerda de las fechas de las apariciones del n-gel, y tiene que recordarlas aproximadamente por las estaciones,que, stas s, se les grababan bien a los pequeos serranitos. Perola principal razn de esta falta de memoria cronolgica est cierta-mente en el carcter realista de los recuerdos de Luca, siempredirigida a lo esencial.

    Por lo dems, el lector no debe olvidar, en la lectura de lasMemorias de Luca, una regla general de interpretacin de lastraducciones que los msticos hacen de sus experiencias de losobrenatural: se trata siempre de traducciones en las que no esnecesario admitir que todo, literalmente, responde a las locucio-nes divinas. Lo que no quiere decir, por otra parte, que, si a alguno

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    hay que creer en torno a esos fenmenos maravillosos, es natural-mente a aquel que los experiment.

    Una ltima advertencia quisiramos todava hacer para que ellector entre mejor preparado en la lectura de estas pginas maravi-llosas.

    Es necesario distinguir entre aquello que la hermana Lucanos presenta como Mensaje del cielo y aquello que ella misma nospresenta como reflexin o interpretacin suya. Lo primero, aundentro de las dificultades de la traduccin mstica, ofrece mayoresgarantas de veracidad que lo segundo. Hay que suponer que si,Dios ha presentado unos signos tan evidentes para hacer conocersu presencia en los hechos de Ftima, tambin ha intervenido deun modo especial para que Su Mensaje, a travs de la Virgen,fuera bien traducido por los videntes escogidos para ello. De unamanera parecida a como decimos que si Dios ha entregado a suIglesia un Mensaje de salvacin, hay que suponer que la ha dota-do de un carisma de la verdad para que nos d ese Mensaje deuna manera infalible.

    Pero Luca se presenta muchas veces como reflexionandosobre las palabras y los acontecimientos...; entonces, ciertamente,es un intrprete privilegiado, pero siempre y slo un intrprete.Por tanto, ya en este terreno, las palabras de la Hermana Luca notienen por qu obtener aquella asistencia especial que reclama-mos para el primer caso.

    3. EL GENERO LITERARIO MEMORIAS

    Los tres videntes de Ffima, recibieron, al parecer, el mandatoen comn, de la Virgen de aprender a leer. Pero, segn una nuevapromesa del cielo, la Virgen vino pronto para llevarse al cielo aFrancisco (4 de abril de 1919) y a Jacinta (20 de febrero de 1920).Ambos murieron sin haber tenido necesidad de aprender a leer niescribir.

    Luca, por el contrario, quedaba en esta vida, como le dijo laVirgen para hacerme conocer y amar. Y Luca ha cumplido estomaravillosamente con sus muchos testimonios; pero, sobre todo,con sus escritos. Entre ellos, forman un grupo literario especial, ydesde luego el ms importante de todos, las que llamamos Me-morias.

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    Los escritos que felizmente va a tener en sus manos el lector,los llamamos Memorias, porque, efectivamente, es a este gne-ro literario al que ms se asemejan, no obstante su misma aparen-cia de Cartas, o aun, en ocasiones, de autobiografa.

    Desde luego que la Hermana Luca no tena pretensin algu-na literaria al escribir estos admirables documentos. Ella escribaporque se lo haban mandado. Y puede afirmarse que la HermanaLuca nunca escribi nada por voluntad propia. Esto no quiere de-cir que, a veces, ella misma en el curso de su obra, no se sientaarrebatada por los asuntos mismos que toca, y d la impresin deque hace literatura. Pero ser siempre una literatura espontneay clara en que la elegancia es una consecuencia y no una preocu-pacin.

    Ahora bien: mucho menos poda tener una preocupacin degnero literario; no saba en absoluto lo que poda significar la pa-labra memoria, si no era como facultad del recuerdo. Ella mismanos dice, en alguna parte, que, no sabiendo cmo cumplir el man-dato que haba recibido de escribir sobre la vida de Jacinta, se leocurri hacerlo con toda naturalidad, dirigindose al Sr. Obispo,como quien cuenta una historia con los recuerdos que conserva.Por tanto, no hay que tomar estos escritos como Cartas, aunqueextensas, que escribe al Sr. Obispo de Leira. Eso fue una puraficcin, en este caso literario, para salir del apuro. En realidad, loque intenta Luca es escribir sus recuerdos. Y a esto se le llamacon toda propiedad Memorias porque, efectivamente, se tratade un gnero literario en que el autor pretende comunicar sus re-cuerdos, referentes a s mismo (o a otros), a sus propios sucesos oa los sucesos acontecidos a otros.

    Sin embargo, no se trata tampoco hablando propiamentede Biografa o de Autobiografa. Luca no ha pretendido, nipoda pretenderlo, darnos ni una biografa de Jacinta, ni de Fran-cisco, y naturalmente, nunca pretendi darnos una autobiogra-fa. Se trata simplemente de una ordenacin de recuerdos en tor-no a los principales hechos de la vida de Jacinta y de Francisco, yesto, seguramente, an en contra de su propia voluntad.

    Pero la biografa y la autobiografa se distinguen de la Memo-ria en que sta no pretende comunicar ms que recuerdos,mientras que los otros gneros literarios pretenden algo ms com-

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    pleto y sistemtico, y estn suponiendo algo ms que recuerdo, esdecir, una investigacin de documentos auxiliares.

    Pero Luca, en estas Memorias, no ha necesitado ms quevolver la mirada hacia el recuerdo. Y qu recuerdo! Porque, o setrataba de la vida de sus primos, y entonces se trataba de su pro-pia vida; o se trataba de todo lo referente a las Apariciones de laSenhora, y entonces todo era contemplado, ms que como re-cuerdo, como presencia grabada a fuego sobre su alma.

    Es ella misma quien nos advierte que estas cosas quedan detal manera grabadas en el alma, que es imposible olvidarlas.

    Por eso estas Memorias de la Hermana Luca son ms bienuna relectura de caracteres impresos para siempre en lo mshondo del espritu de la autora. Ella, ms que recordar, pareceque est viendo. Tal es la facilidad del recuerdo que se convierte enlectura interior.

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  • El diario O Sculo, publicado el 15.10.1917, presentaba por primera vez lafotografa de los Pastorcitos y daba a conocer a todo el pas cosas espantosas:como el Sol bail al medioda en Ftima

  • Los tres videntes, Francisco (9), Lucia (10) y Jacinta (7), en el lugar de la pequeaencina sobre la cual se apareci la Santsima Virgen en los das 13, de mayo aoctubre de 1917.

    Capillita construida por el pueblo en 1918, en el lugar de las apariciones.

  • La imagen que desde el 13 de junio de 1920 se venera en la Capillita de lasApariciones. El 13.5.1946 fue coronada solemnemente por el Cardenal Masellay en el interior de su corona se encuentra incrustada la bala que despus delatentado del 13.5.1981 qued en el todoterreno del Papa.

  • Los tres Pastorcitos junto al arcolevantado en el lugar de las Aparicio-nes el da 13.10.1917.

    Capilla construida en el lugar de laAparicin de los Valinhos

    El Va Crucis hngaro en el caminode los Pastorcitos une la Cova da Iraa los otros lugares de las Apariciones

    Ventana de la crcel de Vila Nova deOurm hasta donde fueron llevados losPastorcitos el 13.8.1917.

  • Casa de los padres de Lucia Casa donde nacieron Francisco yJacinta y donde falleci Francisco.

    Mara Rosa (1869-1942), madre deLucia, con varios familiares y personasamigas.

    Familia de Francisco y Jacinta: madreOlimpia de Jess (+1956), padreManuel Pedro Marto (+1957) yhermanos.

  • Iglesia parroquial de Ftima en eltiempo de las Apariciones.

    Pila donde fueron bautizados Lucia,Francisco y Jacinta.

    Los tres Pastorcitos junto al crucero,en el atrio de la iglesia parroquial.

    Imagen de Nuestra Seora del Rosarioen la iglesia parroquial

  • P. Manuel Marques Ferreira, prrocode Ftima en el t iempo de lasApariciones (1914-1919)

    P. Faustino Jos Jacinto, prior de Olival

    Cannigo Manuel Nunes Formigoque, en 1917, hizo numerosos inte-rrogatorios a los Pastorcitos

    P. Cruz que oy la primera confesinde Lucia

  • Los tres Pastorcitos en el patio de Francisco y Jacinta

    Lucia y Jacinta de visita a Reixida enseptiembre de 1917

    Francisco

  • Loca do Cabeo

    Monumento en la Loca do Cabeo querepresenta la tercera Aparicin delngel

    Pozo de la familia de Lucia donde sedio la segunda Aparicin del ngel

    Monumento sobre el pozo de la familiade Lucia que representa la segundaAparicin del ngel

  • Pontevedra habitacin de Luciadonde el 10.12.1920, Nuestra Seorapidi la comunin reparadora de losprimeros sbados

    Aspecto actual de la habitacintransformada en capilla

    Convento de las Doroteas en Tuydonde el 13.6.1929 Nuestra Seorapidi la consagracin de Rusia

    Visin de la Santsima Trinidad

  • Para cumplir el encargo de Nuestra Seora, Pio XII consagr, el 31.10.1942,todo el gnero humano al Corazn Inmaculado de Mara

    En Roma, delante de la Imagen de la Capillita, Juan Pablo II, en unin con losobispos de la Iglesia, renov la Consagracin del mundo y de Rusia al CoraznInmaculado de Mara.

  • D. Jos Alves Correia da Silva, obispode Leira, recibi el texto con la terceraparte del secreto en 1944. En 1957 laenvi a Roma al Santo Oficio

    Representacin de la tercera parte del secreto de Ftima segn las indicacionesde la Hermana Lucia (Jlio Gil)

    El 13.5.2000, en Ftima, el CardenalSodano hace conocido el contenido dela tercera parte del secreto

  • Pintura representando la Aparicin del 13 de junio de 1917 (Hermana M de laConcepcin ocd)

  • El cuerpo incorrupto de Jacinta tras laapertura de su fretro el 12.9.1935

    Identificacin cannica de los restosmortales de Francisco el 17.2.1952

    Despus de beatificar a Francisco y Jacinta, Juan Pablo II visita las tumbas delos nuevos beatos

  • Momento solemne de la beatificacin de Francisco y Jacinta el 13.5.2000

    Encuentro de Lucia con Juan Pablo II el 13.5.2000En el momento de la beatificacin la inmensa multitud aplaude calurosamente alos nuevos beatos

  • Carmelo de Coimbra donde vivi Lucadel 25.3.1948 al 13.2.2005

    Carmelo de Coimbra: Imagen del Co-razn Inmaculado de Mara, ejecutadasiguiendo las indicaciones de Lucia

    Lucia visita la casa familiar y los lugares de las Apariciones el 16.5.2000

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    PRIMERA MEMORIAIntroduccin

    No es ciertamente lo primero que escriba Luca; pero s que erasu primer escrito extenso. Antes de l, tenemos cartas, muchas car-tas, interrogatorios, relaciones, etc. Pero, ahora nos encontramos anteun documento extenso e importante. Si Luca nunca escribi por vo-luntad propia, cmo naci este documento?

    El da 12 de septiembre de 1935 eran trasladados, desde VilaNova de Ourm, al cementerio de Ftima, los restos mortales deJacinta. Con esta ocasin se hicieron varias fotos al cadver; una delas cuales, el Sr Obispo envi a la hermana Luca, que entonces seencontraba en la Casa de Pontevedra.

    Agradeciendo el envo, y con fecha del da 17 de noviembre de1935, deca Luca, entre otras cosas: Agradezco con gran reconoci-miento las fotografas; no podra decir cunto las aprecio, en especialla de Jacinta: hasta quera retirar de ella los paos que la cubranpara verla toda entera..., estaba toda abstrada; tal era mi alegra devolver a ver la amiga ms ntima de mi infancia. Tengo la esperanzaque el Seor para gloria de la Santsima Virgen le conceder la au-reola de la santidad. Ella era una nia slo en los aos; en lo demssaba ya practicar la virtud y demostrar a Dios y a la Virgen Santsimasu amor por la prctica del sacrificio... .

    Estos recuerdos tan vivos de Luca sobre su primita Jacinta, in-dujeron al Sr. Obispo a mandarle escribir todo lo que recordase sobreella. Y, en efecto, el escrito, comenzado en la segunda semana dediciembre, estaba terminado el da de Navidad de 1935. Es decir, enmenos de quince das Luca redactaba este escrito, que conservauna unidad perfecta y que hace una semblanza de Jacinta, y su inte-rior, en este escrito, queda iluminado con esa luz de Ftima, que esel Corazn Inmaculado de Mara.

    El contenido de mismo escrito nos da, sobre todo, una semblan-za de Jacinta, tomada de los recuerdos de Luca. No era, por tanto,darnos una historia de las Apariciones. Estas aparecen como mar-co necesario en el que la figura de Jacinta se destaca.

    Y el estilo se vuelve siempre sencillo y familiar; y hasta dira-mos, en ocasiones infantil, porque el ambiente y el asunto aslo exigan. Luca nunca perdi el sentido realista de las cosas quetrataba.

  • 34

    PRLOGO1. Oracin y obediencia

    J. M. J.

    Excmo. y Rvmo. Seor Obispo (1):Despus de haber implorado la proteccin de los Santsimos

    Corazones de Jess y de Mara, tierna Madre nuestra; de haberpedido luz y gracia a los pies del Sagrario, para no escribir nadaque no fuera, nica y exclusivamente, para gloria de Jess y de laSantsima Virgen; y, a pesar de mi repugnancia por no poder decircasi nada de Jacinta, sin que directa o indirectamente hable de miser miserable, aqu estoy cumpliendo la orden dada.

    Obedezco, sin embargo, a la voluntad de V. Excia. Rvma., quees, para m, la expresin de la voluntad de nuestro buen Dios.

    Comienzo, pues, este trabajo, pidiendo a los Santsimos Cora-zones de Jess y Mara que se dignen bendecirlo; y que acepteneste acto de obediencia en favor de la conversin de los pobrespecadores, por los cuales esta alma tanto se sacrific.

    Bien s que V. Excia. Rvma. no espera de m un escrito acaba-do, ya que conoce mi incapacidad e insuficiencia. Ir, pues, con-tando a V. Excia. Rvma. lo que recuerdo sobre esta alma, de la quenuestro buen Dios me hizo la gracia de ser la ms ntima confiden-te; y de la que conservo la mejor aoranza, estima y respeto, acausa de la alta idea que tengo de su santidad.

    2. Silencio sobre algunos asuntos

    Excmo. y Rvmo. Seor: a pesar de mi buena voluntad en obe-decer, pido que me concedis reservar algunas cosas que por-que tambin dicen respecto a m deseara que slo fuesen le-das en los umbrales de la eternidad.

    V.Excia. Rvma. no extraar que pretenda guardar secretos ylecturas para la vida eterna. No es verdad que, en ello, tengo a la

    (1) D. Jos Alves Correira da Silva (1872-1957), primer Obispo de la Dicesisrestaurada de Leira, a que pertenece Ftima.

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    Santsima Virgen como ejemplo? No nos dice el Sagrado Evan-gelio que Mara guardaba todas las cosas en su Corazn? (2) Yquin mejor que este Inmaculado Corazn nos podra descubrirlos secretos de la divina Misericordia? Y, sin embargo, se los llevguardados, como en un jardn cerrado (3), para el palacio del Divi-no Rey.

    Todava me acuerdo de una mxima que me dio un venerablesacerdote, cuando yo tena slo 11 aos. Fue, como tantos otros,a hacerme algunas preguntas. Entre otras, me interrog acercade un asunto del que yo no quera hablar. Y despus de haberdeshojado todo su repertorio de interrogantes, sin conseguir obte-ner, sobre tal asunto, una respuesta satisfactoria; y comprendien-do, tal vez, que tocaba un asunto demasiado delicado, el venera-ble sacerdote, bendicindome, dijo:

    Haces bien, hija ma, porque el secreto de la Hija del Rey(4), debe permanecer oculto en el fondo de su corazn.

    No entend por entonces el significado de estas palabras, perocomprend que aprobaba mi comportamiento, y como no las olvi-d, las comprendo ahora. Este venerable sacerdote era entoncesVicario de Torres Novas. Su Excia. no sabe bien cunto le agradezcoestas palabras, pues hicieron mucho bien a mi alma (5).

    Entretanto consult un da a un santo sacerdote sobre estareserva, porque no saba qu responder cuando me preguntabansi la Santsima Virgen me haba dicho algo ms. Este seor queera entonces Vicario de Olival, nos dijo: Hacis bien, hijos mios,en guardar el secreto de vuestras almas para Dios y para voso-tros; cuando os hagan esa pregunta, responded: S, lo dijo; peroes secreto. Si os insistieran sobre ello, pensad en el secreto queos comunic la Seora y decid: Nuestra Seora nos dijo que no selo comunicsemos a nadie, por eso no lo decimos; as, guardarisvuestro secreto al amparo de la Santisima Virgen.

    Qu bien comprend la explicacin y los consejos de estevenerable anciano! (6).

    (2) Lc. 2,19 y 51.(3) Cant 4,12(4) Cant 4,1-3.(5) P. Antonio de Oliveira Reis, entonces Vicario de Torres Novas (1962).(6) P. Faustino Jos Jacinto Ferreira (1924)

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    Estoy gastando demasiado tiempo en este preludio, y V. Excia.Rvma. se dir que no sabe a qu viene todo esto.

    Voy a comenzar a narrar todo lo que recuerdo de la vida deJacinta. Como no dispongo de tiempo libre, durante las horas si-lenciosas de trabajo, con un trozo de papel y con el lpiz escondi-do debajo de la costura, ir recordando y apuntando lo que losSantsimos Corazones de Jess y Mara quisieran hacerme re-cordar.

    3. Dedicatoria potica

    Oh t que la tierra pasaste volando,Jacinta querida,en vivo dolor a Jess amando,no olvides la oracin que yo te peda.S mi amiga junto al trono de la Virgen Mara.Lirio de candor, perla brillanteOh! all en el Cielo donde vives triunfante,Serafn de amor,con tu hermanito, ruega por m a los pies del Seor (7).

    I. RETRATO DE JACINTA

    1. Temperamento

    Excmo. y Rvmo. Seor ObispoAntes de los hechos de 1917, exceptuando los lazos de fami-

    lia que nos unian (8), ningn otro afecto particular me haca preferirla compaa de Jacinta y Francisco, a la de cualquier otra; por elcontrario, su compaa se me haca a veces, bastante antiptica,por su carcter demasiado susceptible. La menor contrariedad, quesiempre hay entre nios cuando juegan, era suficiente para queenmudeciese y se amohinara, como nosotros decamos. Para ha-cerle volver a ocupar su puesto en el juego, no bastaban las ms

    (7) La Hermana Luca nos ha dejado varias poesas, todas de sabor popular.(8) El padre de Luca, Antonio dos Santos, y la madre de Francisco y Jacinta,

    Olimpia de Jess, eran hermanos.

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    dulces caricias que en tales ocasiones los nios saben hacer. Erapreciso dejarle escoger el juego y la pareja con la que quera jugar.Sin embargo, ya tena, muy buen corazn y el buen Dios le habadotado de un carcter dulce y tierno, que la haca, al mismo tiem-po, amable y atractiva. No s por qu, tanto Jacinta como su her-mano Francisco, sentan por m una predileccin especial y mebuscaban casi siempre para jugar. No les gustaba la compaa deotros nios, y me pedan que fuese con ellos junto a un pozo quetenan mis padres en el huerto. Una vez all Jacinta escoga losjuegos con los que bamos a entretenernos. Los juegos preferidoseran casi siempre, jugar a las chinas y a los botones, sentados a lasombra de un olivo y de dos ciruelos, sobre las losas. Debido aeste juego, me vi muchas veces en grandes apuros, porque, cuan-do nos llamaban para comer, me encontraba sin botones en el ves-tido; pues casi siempre ella me los haba ganado y esto era sufi-ciente para que mi madre me regaase. Era preciso coserlos deprisa; pero cmo conseguir que ella me los devolviera, si ademsde enfadarse, tena tambin el defecto de ser agarrada? Queraguardarlos para el juego siguiente y as no tener que arrancar lossuyos. Slo amenazndola de que no volvera a jugar ms, eracomo los consegua. Algunas veces no poda atender los deseosde mi amiguita.

    Mis hermanas mayores eran, una tejedora y la otra costurera;pasaban los das en casa, y las vecinas pedan a mi madre poderdejar a sus hijos jugando conmigo en el patio de mis padres, bajola vigilancia de mis hermanas, mientras ellas marchaban a trabajaral campo. Mi madre deca siempre que s, aunque costase a mishermanas una buena parte del tiempo. Yo era entonces la encarga-da de entretener a los nios y de tener cuidado para que no caye-sen en un pozo que haba en el patio.

    Tres grandes higueras resguardaban a los nios de los ardo-res del sol; sus ramas servan de columpio, y una vieja era hacade comedor. Cuando en estos das vena Jacinta, con su hermano,a llamarme para ir a su retiro, les deca que no poda ir, pues mimadre me haba mandado quedarme all. Entonces los pequeosse resignaban con desagrado, y tomaban parte en los juegos. Enlas horas de la siesta, mi madre daba a sus hijos el catecismo,sobre todo cuando se aproximaba la cuaresma, porque decano quiero quedar avergonzada cuando el Prior os pregunte la doc-

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    trina. Entonces todos aquellos nios asistan a nuestra leccin decatecismo; Jacinta tambin estaba all.

    2. Delicadeza de alma

    Un da, uno de aquellos pequeos acus a otro de haber di-cho algunas palabras poco convenientes. Mi madre le reprendicon toda la severidad, dicindole que aquellas cosas feas no sedecan, que era pecado y que el Nio Jess se disgustaba y man-daba al infierno a los que pecaban y no se confesaban. La peque-ita no olvid la leccin. El primer da que asisti a la reunin denios, dijo:

    No te deja ir hoy tu madre? No. Entonces me voy a mi patio con Francisco. Y por qu no te quedas aqu? Mi madre no quiere que nos quedemos cuando estn stos.

    Dijo que nos furamos a jugar a nuestro patio. No quiere que aprenda-mos cosas feas que son pecado y no gustan al Nio Jess.

    Despus me dijo muy bajo al odo: Si tu madre te deja, vendrs a mi casa? S. Entonces ve a perdrselo.Y, tomando la mano de su hermano, se fue a su casa.Como ya dije, uno de sus juegos favoritos era el de las pren-

    das. Como V. Excia. Rvma. sabe, el que gana manda al que pierdehacer la cosa que le parezca. A ella le gustaba mandar correr de-trs de las mariposas hasta cazar una y llevarla. Otras veces man-daba tomar la flor que a ella le pareciese.

    Un da que jugbamos en casa de mi padre, me toc a mimandarle a ella. Mi hermano estaba sentado junto a la mesa escri-biendo. Le mand que le diera un abrazo y un beso, pero ella res-pondi:

    Eso no! Mndame otra cosa. Por qu no me mandas be-sar aquel Cristo que est all? (Era un crucifijo que estaba colgadode la pared) (9).

    (9) An hoy puede verse este crucifijo, en la Casa de Luca, en Aljustrel.

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    Pues s le respond, sube encima de una silla; trelo aqu,y de rodillas le das tres abrazos y tres besos: uno por Francisco,otro por m y otro por ti.

    A Nuestro Seor le doy todos los que quieras. Y corri abuscar el crucifijo. Lo bes y lo abraz con tanta devocin, quenunca ms me olvid de aquello. Despus, mira con atencin alSeor y pregunta:

    Por qu est Nuestro Seor, as clavado en una cruz? Porque muri por nosotros. Cuntame cmo fue.

    3. Amor a Cristo Crucificado

    Mi madre, por la tarde sola contarnos cuentos. Y, entre loscuentos de hadas encantadas, princesas doradas, palomas rea-les, que nos contaban mi padre y hermanas mayores, nos narrabaella la historia de la Pasin, de San Juan Bautista, etc.

    Yo conoca, pues, la Pasin del Seor como una historia; y,como para m no era necesario or las historias dos veces, puescon solo orla una vez no se me olvidaba un solo detalle, comenca contar a mis compaeros la historia de Nuestro Seor, como yola llamaba, con todo detalle.

    Cuando mi hermana (10), al pasar junto a nosotros, se dio cuentade que tenamos el crucifijo, nos lo quit y nos ri, dicindonosque no quera que tocsemos las imgenes de los santos. Jacinta,levantndose, fue junto a mi hermana y le dijo:

    Mara, no te enfades! Fui yo, pero no lo volver a hacer.Mi hermana le hizo una caricia y nos dijo que fusemos a ju-

    gar fuera, pues en casa no dejbamos nada quieto en su lugar.Y as nos fuimos a contar nuestra historia encima del pozo, del

    que ya habl; y porque estaba escondido detrs de unos castaos,de un montn de piedras y de un matorral, lo habamos de esco-ger, unos aos ms tarde, como celda de nuestros coloquios, defervorosas oraciones; y, tambin Excmo. y Rvmo. Seor Obispo,para decirle todo para llorar lgrimas a veces bien amargas.

    Mezclbamos nuestras lgrimas a sus aguas, para beberlasde nuevo de la misma fuente donde las derrambamos. No sera

    (10) Maria dos Anjos, la mayor de los hermanos (1986).

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    esta cisterna imagen de Mara, en cuyo Corazn secbamos nuestrollanto y bebamos la ms pura consolacin?

    Pero, volviendo a nuestra historia: al or contar los sufrimientosde Nuestro Seor, la pequea se enterneci y llor. Muchas veces,despus, me peda repertrsela. Entonces lloraba con pena y deca:

    Pobrecito Nuestro Seor! Yo no debo cometer ningn peca-do. No quiero que Nuestro Seor sufra ms.

    4. Sensibilidad de alma

    A la pequeita le gustaba ir por las noches a una era que te-namos frente a casa, a ver la maravillosa puesta de sol y despusel cielo estrellado. Cuando haba noche de luna se entusiasmaba.Nos desafabamos a ver quin era capaz de contar las estrellas;decamos que eran las candelas de los ngeles. La luna era la deNuestra Seora, y el sol la de Nuestro Seor. Por lo que Jacintadeca a veces:

    A m me agrada ms la candela de Nuestra Seora que noquema ni ciega; y la de Nuestro Seor, s.

    En verdad, el sol all, algunos das de verano, apretaba bienfuerte; y la pequeita como era de constitucin dbil, sufra muchocon el calor.

    5. Catequesis infantil

    Como mi hermana era celadora del Corazn de Jess, siem-pre que haba comunin solemne de nios, me llevaba a reno-var la ma.

    Mi ta llev una vez a su hija a ver la fiesta. La pequeita se fijen los ngeles que echaban flores. Desde ese da, de vez en cuan-do se separaba de nosotros, cuando jugbamos; tomaba una bra-zada de flores y vena a tirrmela.

    Jacinta, por qu haces eso? Hago como los angelitos: te echo flores.Mi hermana tena la costumbre, en una fiesta anual que deba

    de ser la del Corpus Christi, de vestir algunos angelitos, para quefuesen al lado del palio, en la procesin, echando flores. Como yoera siempre una de las designadas, una vez, cuando mi hermana

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    me prob el vestido, cont a Jacinta la fiesta que se aproximaba ycmo yo ira a echar flores a Jess. La pequeita me pidi enton-ces que intercediese ante mi hermana, para que la dejase a ellatambin. Mi hermana dijo que s. Le prob tambin un vestido, y enel ensayo, nos dijo cmo deberamos echar las flores al Nio Je-ss. Jacinta le pregunt:

    Y nosotras le veremos? S le respondi mi hermana, lo lleva el seor Prior.Jacinta estaba muy contenta y preguntaba continuamente si

    faltaba mucho para la fiesta. Lleg por fin el ansiado da, y la pe-quea estaba loca de contento. Nos colocaron a las dos al lado delaltar, y durante la procesin al lado del palio, cada una con su ces-to de flores. En los sitios sealados por mi hermana, yo tiraba aJess mis flores. Jacinta estuvo todo el tiempo pendiente del Priory por muchas seales que le hice, no consegu que echase ni unasola flor; miraba continuamente al Sr. Prior, y nada ms. Al terminarla funcin mi hermana nos sac de la iglesia y pregunt:

    Jacinta, por qu no echaste las flores a Jess? Porque no lo vi.Despus, me pregunt: Tu viste al Nio Jess? No. Pero t no sabes que el Nio Jess no se ve, porque

    est escondido en la Hostia que recibimos cuando comulgamos? Y t, cuando comulgas, hablas con El? S. Y por qu no lo ves? Porque est escondido. Voy a pedir a mi madre que me deje ir tambin a comulgar. El seor Prior no te la dar, sin tener los diez aos. Pero t, an no los tienes y ya comulgaste. Porque saba toda la doctrina y t an no la sabes.Me pidieron entonces que se la ensease. As me constitu en

    catequista de mis dos compaeros, que aprendan con un entu-siasmo nico. Cuando yo era preguntada, responda a todo; pero,al ensear, me acordaba de pocas cosas; por lo que Jacinta medijo una vez:

    Ensanos ms cosas porque esas ya las sabemos.Les confes que no las saba sino cuando me las pregunta-

    ban, y aad:

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    Pide permiso a tu madre para ir a la iglesia y as apren-ders ms.

    Los dos pequeitos que deseaban recibir a Jess escondido,como ellos decan, fueron a hacer la peticin a su madre. Mi taaunque dijo que s, los dejaba ir muy pocas veces, luego iban muypoco, pues deca que la iglesia estaba bastante lejos y que eranmuy pequeitos para comulgar; el Prior no le dara la Sagrada Co-munin hasta despus de los diez aos (11).

    Jacinta continuamente me haca preguntas sobre Jess es-condido. Recuerdo que un da me pregunt:

    Cmo es que tantas personas reciben al mismo tiempo aJess escondido? Es un bocadito para cada uno?

    No no ves que son muchas formas y en cada forma hayun nio?

    Cuntos disparates le habr dicho!

    6. Jacinta, la pastorcita

    Entretanto, Seor Obispo, llegu a la edad en que mi madremandaba a sus hijos a guardar el rebao. Mi hermana Carolina (12)haba cumplido trece aos y era necesario que se pusiera a traba-jar; por ello, mi madre me entreg el cuidado del rebao. Di lanoticia a mis compaeros y les dije que ya no podra jugar mscon ellos. Ellos, como no les gustaba separarse, fueron a pedirle asu madre que les dejase venir conmigo, pero les fue negado. Tu-vieron que aguantarse, aunque ellos venan casi todos los das, alanochecer, a esperarme al camino, y desde all, marchbamos ala era; dbamos algunas corridas, mientras esperbamos queNuestra Seora y los Angeles encediesen sus candelas y las aso-masen a las ventanas para alumbrarnos, como decamos. Cuan-do no haba luna, decamos que la lmpara de Nuestra Seora notena aceite.

    A los dos pequeos, les costaba mucho separarse de m. Porello, pedan continuamente a su madre, que les dejase, tambin aellos, guardar su rebao. Mi ta, tal vez para verse libre de tantas

    (11) Jacinta haba nacido el dia 11 de marzo de 1910. Tena, por lo tanto, enmayo de 1917, siete aos y dos meses.

    (12) Carolina era la que anteceda en edad a Luca. Falleci en 1994.

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    splicas, a pesar de que todava eran muy pequeos, les confi elcuidado de sus ovejas. Radiantes de alegra, fueron a darme la noti-cia, y a planear cmo juntaramos todos los das nuestros reba-os. Cada uno abrira el suyo a la hora que lo mandase su madre;el primero esperara al otro en el Barreiro. (As llambamos a unapequea laguna que haba en el fondo de la sierra). Una vez jun-tos, decamos cul sera el pasto del da; y para all bamos felicesy contentos, como si fusemos a una fiesta.

    Aqu tenemos, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, a Jacinta, en sunueva vida de pastorcita. A las ovejas nos las ganbamos a fuerzade distribuir entre ellas nuestra merienda. Por eso, cuando llegba-mos al pasto, podamos jugar tranquilos, porque ellas no se apar-taban de nosotros. A Jacinta le agradaba mucho or el eco de lavoz en el fondo de los valles. Por ello, uno de nuestros entreteni-mientos era sentarnos en un peasco del monte y pronunciar nom-bres en alta voz. El nombre que mejor eco haca, era el de Mara.Jacinta deca a veces, el Ave Mara entero, repitiendo la palabrasiguiente slo cuando la anterior haba terminado su eco.

    Nos agradaba tambin entonar cantos; entre varios profanosde los que, infelizmente, sabamos bastantes, Jacinta prefera:Salve, nobre Padroeira, Virgem Pura, Anjos cantai comigo.ramos, sin embargo, muy aficionados al baile; cualquier instru-mento que oamos tocar a los otros pastores, nos haca bailar; Ja-cinta a pesar de ser tan pequea, tena para eso un arte especial.

    Nos haban recomendado que, despus de la merienda, rez-ramos el Rosario, pero como todo el tiempo nos pareca poco parajugar, encontramos una buena manera de acabar pronto: pasba-mos las cuentas diciendo solamente: Ave Mara, Ave Mara, AveMara! Cuando llegbamos al fin del misterio, decamos muy des-pacio simplemente: Padre Nuestro!, y as, en un abrir y cerrar deojos, como se suele decir, tenamos rezado el Rosario.

    A Jacinta le agradaba mucho tomar los corderitos blancos,sentarse con ellos en brazos, abrazarlos, besarlos y, por la noche,trarselos a casa a cuestas, para que no se cansasen.

    Un da, al volver a casa, se puso en medio del rebao. Jacinta para qu vas ah en medio de las ovejas? pregunt. Para hacer como Nuestro Seor, que, en aquella estampa

    que me dieron, tambin estaba as, en medio de muchas y con unaen los hombros.

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    7. Primera Aparicin

    He aqu, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, poco ms o menos,cmo pasaron los siete aos que tena Jacinta cuando aparecihermoso y risueo, como tantos otros, el da 13 de mayo de 1917.

    Escogimos este da, por casualidad si es que en los designiosde la Divina Providencia existe la casualidad, para apacentar nues-tro rebao, la propiedad perteneciente a mis padres, llamada: Covade Ira.

    Determinamos como de costumbre el lugar de apacentar, jun-to al Barreiro, del que ya habl a V. Excia. Rvma. Tuvimos, por eso,que atravesar el erial, lo que nos hizo el camino doblemente largo.Por ello fuimos muy despacio, para que las ovejas fuesen pastan-do por el camino; y as, llegamos casi al medioda.

    No me detengo ahora a contar lo que pas en este da, por-que V. Excia. Rvma. ya lo sabe todo, y sera perder tiempo. Comoperderlo me parece, a no ser por obedecer, con todo lo que estoyescribiendo; yo no veo qu utilidad puede sacar de aqu V. Excia.Rvdma., a no ser el conocimiento de la inocencia de vida de estaalma.

    Antes de comenzar a contar a V. Excia. Rvma. lo que recuerdodel nuevo periodo de la vida de Jacinta, debo decir que hay algu-nas cosas, en las manifestaciones de Nuestra Seora, que haba-mos convenido no decirlas; y tal vez ahora me vea obligada a deciralgo de ello, para aclarar dnde fue Jacinta a beber tanto amor aJess, al sufrimiento y a los pecadores, por la salvacin de loscuales tanto se santific.

    V. Excia. Rvma. sabe bien que fue ella, quien no pudiendo con-tener para s tanta alegra, quebrant nuestro contrato de no decirnada a nadie. Cuando, aquella misma tarde, embebidos por la sor-presa, permanecamos pensativos, Jacinta de vez en cuando ex-clamaba con entusiasmo:

    Ay qu Seora tan bonita! Estoy viendo le dije que lo vas a decir a alguien. No lo dir, no; estte tranquila.Al da siguiente cuando su hermano corri a darme la noticia

    de que la noche anterior lo haba dicho en casa, ella escuch laacusacin en silencio.

    Ves cmo yo saba que lo ibas a decir? le dije.

  • 45

    Yo tena dentro de m una cosa que no me dejaba estar calla-da respondi con lgrimas en los ojos.

    Bueno, ahora no llores, y en lo sucesivo no digas a nadienada de lo que esa Seora nos dijo.

    Yo ya lo he dicho. Qu dijiste? Dije que esa Seora prometi que nos llevara al Cielo. Y enseguida fuiste a contar eso? Perdname; ya no dir nada a nadie.

    8. Meditacin sobre el infierno

    Cuando llegamos ese da con nuestras ovejas al lugar esco-gido para pastar, Jacinta se sent pensativa en una piedra.

    Jacinta ven a jugar. Hoy no quiero jugar. Por qu no quieres jugar? Porque estoy pensando que aquella Seora nos dijo que

    rezsemos el Rosario e hicisemos sacrificios por la conversinde los pecadores. Ahora cuando recemos el Rosario, tenemos querezar las Avemaras y el Padrenuestro entero. Y qu sacrificiospodemos hacer?

    Francisco penso enseguida en un sacrificio: Vamos a darle nuestra comida a las ovejas y as haremos el

    sacrificio de no comer.En poco tiempo, habamos repartido nuestro zurrn entre el

    rebao. Y as pasamos un da de ayuno ms riguroso que el de losms austeros cartujos. Jacinta segua pensativa, sentada en supiedra, y pregunt:

    Aquella Seora tambin dijo que iban muchas almas al in-fierno. Pero qu es el infierno?

    Es una cueva de bichos y una hoguera muy grande (as melo explicaba mi madre), y all van los que hacen pecados y no seconfiesan; y permanecen all siempre ardiendo.

    Y nunca ms salen de all? No. Ni despus de muchos, muchos aos? No, el infierno nunca se termina. Y el Cielo tampoco acaba?

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    Quien va al Cielo nunca ms sale de all. Y el que va al infierno tampoco? No ves que son eternos; que nunca se acaban?Hicimos por primera vez en aquella ocasin, la meditacin del

    infierno y de la eternidad. Tanto impresion a Jacinta la eternidad,que, a veces, jugando preguntaba:

    Pero, oye, despus de muchos, muchos aos, el infiernono se acaba?

    Y, otras veces: Y los que all estn, en el infierno ardiendo, nunca se mue-

    ren? Y no se convierten en ceniza? Y si la gente reza mucho porlos pecadores, el Seor los libra de ir all? Y con los sacrificiostambin? Pobrecitos! Tenemos que rezar y hacer muchos sacrifi-cios por ellos.

    Despus aada: Qu buena es aquella Seora! Y nos prometi llevarnos

    al Cielo!

    9. Amor a los pecadores

    Jacinta, tom tan a pecho el sacrificio por la conversin de lospecadores que no dejaba escapar ninguna ocasin. Haba all unosnios, hijos de dos familias de Moita (13), que pedan de puerta enpuerta. Los encontramos un da que bamos con las ovejas. Jacinta,cuando los vio, nos dijo:

    Damos nuestra merienda a aquellos pobrecitos por la con-versin de los pecadores?

    Y corri a llevrsela. Por la tarde me dijo que tena hambre.Haba algunas encinas y robles. Las bellotas estaban todava bas-tante verdes, sin embargo le dije que podamos comer de ellas.Francisco subi a la encina para llenarse los bolsillos, pero a Jacintale pareci mejor comer bellotas amargas de los robles para hacermejor los sacrificios. Y as, saboreamos aquella tarde aquel delicio-so manjar. Jacinta, tom esto por uno de sus sacrificios habituales;coga las bellotas amargas o las aceitunas de los olivos.

    Le dije un da: Jacinta, no comas eso, que amarga mucho.

    (13) Pequea poblacin, al norte de la Cova de Ira, de la feligresa de Ftima.

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    Las como porque son amargas, para convertir a los pe-cadores.

    No fueron solamente stos nuestros ayunos; acordamos dar alos nios nuestra comida, siempre que los encontrsemos y laspobres criaturas, contentas con nuestra generosidad, procurabanencontrarnos esperndonos en el camino. En cuanto los veamos,corra Jacinta a llevarles toda nuestra comida de ese da, con tantasatisfaccin como si no nos hiciese falta.

    Nuestro sustento era entonces: piones, races de campnu-las (es una florecita amarilla que tiene en la raz una bolita deltamao de una aceituna), moras, hongos y unas cosas que coga-mos de las races de los pinos, que no recuerdo como se llama-ban, y tambin fruta, si es que la haba ya en las propiedades denuestros padres.

    Jacinta pareca insaciable practicando sacrificios. Un da, unode nuestros vecinos ofreci a mi madre un campo donde apacen-tar nuestro rebao; pero estaba bastante lejos y nos encontrbamosen pleno verano. Mi madre acept el ofrecimiento hecho con tantagenerosidad y nos mand all. Como estaba cerca una lagunadonde el ganado poda ir a beber, me dijo que era mejor pasar allla siesta, a la sombra de los rboles. Por el camino encontramos anuestros queridos pobrecitos, y Jacinta corri a llevarles nuestramerienda. El da era hermoso, pero el sol muy ardiente; y en aquelerial lleno de piedras, rido y seco pareca querer abrasarlo todo.La sed se haca sentir y no haba una gota de agua para beber; alprincipio, ofrecamos este sacrificio con generosidad, por la con-versin de los pecadores; pero pasada la hora del medioda, no seresista ms.

    Propuse entonces a mis compaeros ir a un lugar cercano apedir un poco de agua. Aceptaron la propuesta y fui a llamar a lapuerta de una viejecita, que al darme una jarra con agua me diotambin un trocito de pan que acept agradecida y corr para re-partirlo con mis compaeros. Di la jarra a Francisco y le dije quebebiese:

    No quiero respondi. Por qu? Quiero sufrir por la conversin de los pecadores. Bebe t, Jacinta. Tambin quiero ofrecer el sacrificio por los pecadores!

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    Derram entonces el agua de la jarra en una losa, para que labebiesen las ovejas, y despus fui a llevarle la jarra a su duea. Elcalor se volva cada vez ms intenso, las cigarras y los grillos unansus cantos a los de las ranas de una laguna cercana, y formabanun gritero insoportable. Jacinta, debilitada por la flaqueza y por lased, me dijo con aquella simplicidad que le era natural:

    Diles a los grillos y a las ranas que se callen; me duele tantola cabeza!

    Entonces Francisco le pregunt: No quieres sufrir esto por los pecadores? S, quiero; djalos cantar respondi la pobre criatura apre-

    tando la cabeza entre las manos.

    10. Resistencia de la familia

    Entre tanto, la noticia del acontecimiento se haba extendido.Mi madre empezaba a afligirse y quera a toda costa que yo dijeraque era mentira lo que haba dicho. Un da, antes de salir con elrebao, quiso obligarme a decir que haba mentido, no escatimpara ello, ni el cario, ni las amenazas, ni la escoba. No consi-guiendo obtener otra cosa que mi silencio, o la confirmacin de loque yo haba dicho, me mand abrir el rebao, dicindome quepensase bien durante el da que, si nunca haba consentido unamentira a sus hijos, mucho menos iba a consentir ahora una deaquella especie; que, por la noche, me obligara ir a ver a aquellaspersonas que haba engaado para confesar que haba mentido ypedir perdn.

    Me fui con mis ovejas; mis compaeros en ese da ya me es-peraban. Al verme llorar, acudieron a preguntarme la causa. Lescontest lo que me haba pasado y aad:

    Ahora, decidme lo que voy a hacer; mi madre quiere quediga que he mentido. Y cmo voy a decirlo?

    Entonces, Francisco le dijo a Jacinta: Ves? T eres quien tiene la culpa. Para qu lo dijiste?La pobre nia, se puso de rodillas, con las manos juntas pi-

    dindonos perdn. Hice mal deca llorando pero nunca dir ya nada a nadie.Ahora preguntar V. Excia. que quin le ense a hacer este

    acto de humildad. No lo s. Tal vez el hecho de haber visto a sus

  • 49

    hermanos pedir perdn a sus padres la vspera de la comunin; oporque fue a Jacinta, segn me parece, a la que la Santsima Vir-gen comunic mayor abundancia de gracias y conocimiento deDios y de las virtudes. Cuando algn tiempo despus, el seorPrior (14) nos mand llamar para interrogarnos, Jacinta baj la ca-beza y con dificultad consigui su reverencia obtener de ella dos otres palabras.

    Cuando nos marchamos despus, le pregunt: Por qu no queras responder al seor Prior? Porque te promet que no dira nada a nadie.Un da pregunt: Por qu no podemos decir que aquella Seora nos dijo que

    hicisemos sacrificios por los pecadores? Para que no nos pregunten qu sacrificios hacemos.Mi madre se afliga cada vez ms con la marcha de los acon-

    tecimientos. Por lo que se esforzaba ms an en obligarme a decirque haba mentido. Un da se levant por la maana y me dijo queiba a llevarme a casa del seor Prior:

    Cuando lleguemos, ponte de rodillas, le dices que has men-tido y pides perdn.

    Al pasar por casa de mi ta, mi madre entr unos minutos. Apro-vech esta ocasin para contar a Jacinta lo que ocurra. Al vermeafligida, dej caer algunas lgrimas y me dijo:

    Me voy a levantar y voy a llamar a Francisco; iremos a tupozo a rezar. Cuando vuelvas, ve all enseguida.

    A la vuelta, corr al pozo y all estaban los dos rezando. Cuan-do me vieron, Jacinta corri a abrazarme preguntndome qu ha-ba pasado. Se lo cont. Despus, me dijo:

    Ves? No debemos tener miedo de nada. Aquella Seoranos ayuda siempre. Es nuestra amiga.

    Desde que Nuestra Seora nos enseara a ofrecer a Jessnuestros sacrificios, siempre que pensbamos hacer algunos, oque tenamos que sufrir alguna prueba, Jacinta preguntaba:

    Le has dicho ya a Jess que es por su amor?Si le deca que no... Entonces lo dir yo.

    (14) El primer interrogatorio del Prroco, P. Manuel Marques Ferreira, fue he-cho a fines ya de mayo de 1917.

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    Y, juntando las manos y levantado los ojos al cielo, deca: Oh Jess! es por tu amor y por la conversin de los peca-

    dores.

    11. Amor al Santo Padre

    Fueron a interrogarnos dos sacerdotes, que nos recomendaronque rezsemos por el Santo Padre.

    Jacinta pregunt que quin era el Santo Padre; y los buenossacerdotes nos explicaron quin era y cmo necesitaba mucho deoraciones.

    En Jacinta arraig tanto el amor al Santo Padre, que siempreque ofreca un sacrificio a Jess, aada: Y por el Santo Padre. Alfinal del Rosario, rezaba siempre tres avemaras por el Santo Pa-dre; y algunas veces deca:

    Quin me diera ver al Santo Padre! Viene aqu tanta gentey el Santo Padre no viene nunca! (15).

    En su inocencia de nia, crea que el Santo Padre poda hacereste viaje como las otras personas.

    Un da, mi padre y mi to (16) fueron avisados para que nosllevasen al da siguiente a la Administracin del Concejo (17). Mi todijo que no llevaba a sus hijos, porque, deca:

    No tengo por qu llevar a un tribunal a dos criaturas que noson responsables de sus actos; adems ellos no aguantan a pie elcamino hasta Vila Nova de Ourm. Voy a ver lo que ellos quieren.

    Mi padre pensaba de otra manera: A la ma, la llevo: que se las arregle con ellos; que yo de

    estas cosas no entiendo nada.Aprovecharon entonces la ocasin para meternos todo el mie-

    do posible. Al da siguiente, al pasar por casa de mi to, mi padre leesper un momento. Corr a la cama de Jacinta a decirle adis. Enla duda de no volver a vernos, la abrac y la pobre nia me dijollorando:

    (15) Pablo Vl fu como peregrino a Ftima, el da 13 de mayo de 1967. JuanPablo II visit tambin Ftima, el 13 de mayo de 1982, de 1991 y de 2000.

    (16) Su padre, Antonio dos Santos (31.VII.1919). Su tio y padre de Francisco yJacinta, Manuel Pedro Marto (1957).

    (17) El Administrador, Arturo de Oliveira Santos (1955).

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    Si ellos te matan, les dices que Francisco y yo somos tam-bin como t, y que queremos morir contigo. Y yo voy ahora conFrancisco al pozo a rezar mucho por ti.

    Cuando por la noche volv, corr al pozo; y all estaban los dosde rodillas echados sobre el brocal, con la cabecita entre las ma-nos, llorando. Cuando me vieron, quedaron sorprendidos:

    T, ests aqu? Vino tu hermana a buscar agua y nos dijoque ya te haban matado. Hemos rezado y llorado tanto por ti...!

    12. En la prisin de Ourm

    Cuando, pasado algn tiempo estuvimos presos, a Jacinta loque ms le costaba era el abandono de los padres; y decacorrindole las lgrimas por las mejillas:

    Ni tus padres ni los mos vienen a vernos; no les impor-tamos nada!

    No llores le dice Francisco; ofrezcmoslo a Jess por lospecadores.

    Y levantando los ojos y las manos al cielo hizo l el ofreci-miento.

    Oh mi Jess, es por tu amor y por la conversin de lospecadores!

    Jacinta aadi: Y tambin por el Santo Padre y en reparacin de los peca-

    dos cometidos contra el Inmaculado Corazn de Mara.Cuando despus de habernos separado, volvieron a juntarnos

    en una sala de la crcel, diciendo que dentro de poco nos iban abuscar para frernos, Jacinta se acerc a una ventana que daba ala feria de ganado. Pens al principio que estara distrayndose;pero enseguida vi que lloraba. Fui a buscarla y le pregunt por qulloraba; respondi:

    Porque vamos a morir sin volver a ver a nuestros padres, nia nuestras madres. Y, con lgrimas, deca:

    Al menos yo quera ver a mi madre. Entonces, t no quieres ofrecer este sacrificio por la con-

    versin de los pecadores? Quiero, quiero.Y con las lgrimas bandole la cara, las manos y los ojos

    levantados al cielo, hizo el ofrecimiento:

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    Oh mi Jess! Es por tu amor, por la conversin de los peca-dores, por el Santo Padre y en reparacin de los pecados cometi-dos contra el Inmaculado Corazn de Mara.

    Los presos que presenciaban esta escena queran conso-larnos.

    Pero decan todo lo que tenis que hacer es decir al seorAdministrador ese secreto. Qu os importa que esa Seora noquiera?

    Eso, nunca respondi Jacinta con viveza ; prefiero morir.

    13. El Rosario en la prisin.

    Determinamos entonces rezar nuestro Rosario. Jacinta sacuna medalla que llevaba al cuello, y pidi a un preso que la colgarade un clavo que haba en la pared y, de rodillas delante de la meda-lla, comenzamos a rezar. Los presos rezaban con nosotros, si esque saban rezar; al menos, se pusieron de rodillas.

    Terminado el Rosario, Jacinta volvi a la ventana a llorar.Jacinta, entonces, t no quieres ofrecer este sacrificio al Se-

    or? le pregunt. Quiero, pero me acuerdo mucho de mi madre y lloro sin

    querer.Como la Santsima Virgen nos haba dicho tambin que ofre-

    cisemos nuestras oraciones y sacrificios en reparacin de lospecados cometidos contra el Inmaculado Corazn de Mara, quisi-mos combinarnos escogiendo cada uno una intencin. Uno lo ofre-ci por los pecadores, otro por el Santo Padre, y otro en reparacinde los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazn de Mara.Puestos de acuerdo, pregunt a Jacinta cul era la intencin por laque lo ofreca ella:

    Yo lo ofrezco por todas, porque todas me agradan mucho.

    14. Su aficin por el baile

    Entre los presos, haba uno que saba tocar el acorden; y,para distraernos un poco, comenzaron a tocar y cantar. Nos pre-guntaron si sabamos bailar; dijimos que sabamos el fandangoy la vira.

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    Jacinta, fue entonces la compaera de un pobre ladrn, que,vindola tan pequea, termin bailando con ella en los brazos. OjalNuestra Seora haya tenido compansin de su alma y lo haya con-vertido!

    Ahora dir V. Excia. Qu bellas disposiciones para el martirio!Es verdad; pero ramos nios y apenas pensbamos; Jacinta

    tena para el baile una inclinacin especial y mucho arte. Me acuer-do que un da lloraba por uno de sus hermanos que estaba en laguerra y crea muerto. Para distraerla empec a bailar con dos desus hermanos; y la pobre criatura comenz a bailar y al mismotiempo a limpiarse las lgrimas que le corran por la cara.

    Sin embargo, a pesar de esta inclinacin que tena por el baile, a veces le bastaba or cualquier instrumento que tocaban los otrospastores, para ponerse a bailar aunque fuera sola cuando seaproxim el da de S. Juan o el carnaval, ella misma nos dijo:

    Yo, ahora ya no bailo ms. Por qu? Porque quiero ofrecer este sacrificio al Seor.Y como ramos los cabecillas de los bailes de los nios,

    finalizaron los bailes que se acostumbraban a hacer en estasocasiones.

    II. DESPUES DE LAS APARICIONES

    1. Oraciones y sacrificios en el Cabezo

    Mi ta, cansada de tener que mandar continuamente a buscara sus hijos para satisfacer los deseos de las personas que que-ran hablar con ellos, mand que llevara a pastar el rebao su hijoJuan (18).

    A Jacinta le cost mucho esta orden por dos motivos: porquetena que hablar con toda la gente que la buscaba y por no poderestar todo el da conmigo. Sin embargo tuvo que resignarse. Y, paraocultarse de las personas que la buscaban, sola esconderse consu hermano en una cueva formada por unas rocas, situadas en la

    (18) Juan Marto, hermano de Francisco y de Jacinta (28.IV.2000),

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    falda de un monte que haba frente a nuestro pueblo (19); tiene en-cima un molino de viento. La roca queda en la falda que da al na-ciente; y est tan bien dispuesta, que nos resguardaba perfecta-mente de la lluvia y de los rayos calurosos del sol. Adems, la ocul-taban numerosos olivos y robles. Cantas oraciones y sacrificiosofreci ella all a nuestro buen Dios!

    En la falda de aquel monte haba muchas y variadas flores.Entre ellas haba innumerables lirios que le gustaban mucho; y siem-pre que por la noche sala a esperarme al camino, me traa un lirioy cuando no lo haba, otra flor cualquiera. Disfrutaba mucho cuan-do me encontraba; entonces, la deshojaba y me tiraba los ptalos.

    Mi madre se conform con indicarme los sitios donde debapastorear, y as saba dnde estaba para mandarme llamar cuan-do fuera preciso. Cuando estaba cerca, avisaba a mis compae-ros, que enseguida iban all. Jacinta corra hasta estar cerca de m.Despus, cansada, se sentaba y me llamaba; no callndose hastaque yo le responda e iba a su encuentro.

    2. La molestia de los interrogatorios

    Mi madre, cansada de ver cmo mi hermana perda el tiempopor ir a buscarme continuamente y a quedarse en mi lugar con elrebao, determin venderlo, y, de acuerdo con mi ta, nos manda-ron ir a la escuela. A Jacinta le gustaba, durante el recreo, ir ahacer algunas visitas al Santsimo; pero deca:

    Parece que lo adivinan; en cuanto entra uno en la iglesia,hay mucha gente que quiere hacernos preguntas y a m me gusta-ra estar mucho tiempo sola, hablando con Jess escondido; perono me dejan!

    Era verdad, aquella gente sencilla de la aldea no nos dejaba.Nos referan con sencillez, todas sus necesidades y problemas.Jacinta se entristeca, sobre todo si se trataba de algn pecador;entonces deca:

    (19) La concavidad, formada por esas rocas, llmase Loca do Cabeo; fueidentificada por la Hermana Luca, en su primera visita a los lugares des-pus de su salida en 1921, el da 20 de mayo de 1946.

  • 55

    Tenemos que rezar y ofrecer muchos sacrificios al Seorpara que lo convierta y as no vaya al infierno, pobrecito.

    Ahora puedo contar un hecho que muestra todo lo que hacaJacinta por huir de las personas que la buscaban. Un da, cuandobamos ya por la mitad del camino de Ftima, vemos que, de unautomvil, se baja un grupo de seoras y algunos caballeros. Sa-bamos sin duda que nos buscaban, y no podamos huir sin que sedieran cuenta; seguimos adelante con la esperanza de no ser co-nocidos. Al llegar junto a nosotros las seoras nos preguntaron siconocamos a los pastorcillos a los cuales se les haba aparecidoNuestra Seora. Les respondimos que s; y como queran saberdnde vivan, les dimos toda clase de explicaciones para que lle-gasen bien a casa y corrimos a escondernos en el campo, en unzarzal. Jacinta, contenta con el resultado de la experiencia, deca:

    Hemos de hacer esto siempre que no nos conozcan.

    3. El Padre Cruz

    Un da fue el seor doctor Cruz de Lisboa (20), a interrogarnos;despus de su interrogatorio, nos pidi que le mostrsemos el lu-gar donde se nos haba aparecido Nuestra Seora. Por el caminoibamos cada uno al lado de su reverencia, que iba montado en unburro tan pequeo que casi arrastaba los pies por el suelo. Nos fueenseando una letana de jaculatorias, de las cuales Jacinta esco-gi dos, que despus no dejara de repetir: Dulce Corazn deMara, sed la salvacin ma!

    Un da, durante su enfermedad, me dijo: Me agrada tanto decirle a Jess que le amo! Cuando lo digo

    muchas veces parece como si tuviera fuego en el pecho, pero nome quema.

    Otras veces deca: Me encantan tanto Nuestro Seor y Nuestra Seora, que no

    me canso de decirles que les amo.

    (20) P. Francisco Rodrigues da Cruz S.J. (1858-1948), cuya causa de beatifica-cin ha sido introducida.

  • 56

    4. Gracias alcanzadas por Jacinta

    Haba en nuestro pueblo una mujer que nos insultaba siempreque nos vea. Nos la encontramos cuando sala de la taberna; y lapobre, como no estaba en s, no se conform esta vez solamentecon insultarnos. Cuando termin su tarea, Jacinta me dijo:

    Tenemos que pedir a Nuestra Seora y ofrecer sacrificiospor la conversin de esta mujer; dice tantos pecados, que, comono se confiese, va a ir al infierno.

    Unos das despus pasbamos corriendo por delante de lacasa de esta mujer. De repente, Jacinta se detiene y, volvindoseatrs, pregunta:

    Oye. Es maana cuando vamos a ver a esa mujer? S. Entonces, no juguemos ms; hacemos este sacrificio por la

    conversin de los pecadores.Y, sin pensar que alguien la podia ver, levanta las manos y los

    ojos al cielo, y hace el ofrecimiento.La mujercita estaba espiando por el postigo de casa; despus

    dijo a mi madre que le haba impresionado tanto aquella accin deJacinta, que no necesitaba ms prueba para creer en la realidadde los hechos. Desde entonces no slo dej de insultarnos, sinoque tambin nos peda continuamente que intercedisemos porella a Nuestra Seora, para que le perdonase sus pecados.

    Nos encontr un da una pobre mujer, y, llorando, se puso derodillas delante de Jacinta, pidiendo que consiguiese de NuestraSeora ser sanada de una terrible enfermedad. Jacinta, al verla derodillas, se afligi y le cogi las manos trmulas, para que se levan-tase. Pero viendo que no lo consegua, se arrodill tambin y rezcon la mujer tres avemaras. Despus le pidi que se levantara,que Nuestra Seora haba de curarla; y no dej de rezar nunca porella, hasta que, pasado algn tiempo, volvi a aparecer para agra-decer a Nuestra Seora su curacin.

    En otra ocasin fue un soldado al que encontramos llorandocomo un nio; haba recibido orden de partir a la guerra y dejaba asu mujer enferma en la cama con tres hijos pequeos. El peda, ola salud de la mujer, o bien la anulacin de la orden.

    Jacinta le invit a rezar con ella el Rosario. Despus le dijo:

  • 57

    No llore; Nuestra Seora es tan buena, que seguro que leconcede la gracia que le pide.

    Y no se olvid jams de su soldado. Al final del Rosario, siem-pre rezaba un avemara por el soldado. Pasados algunos meses,apareci con su esposa y sus tres hijos para agradecer a NuestraSeora las dos gracias recibidas. A causa de unas fiebres que lehaban dado la vspera de la partida, qued libre del servicio mili-tar; y su esposa, deca l, fue curada milagrosamente por interce-sin de Nuestra Seora.

    5. Nuevos sacrificios

    Un da nos dijeron que vendra un sacerdote santo a interro-garnos, y que adivinaba lo que pasaba en el interior de cada uno,por lo que descubrira si era o no cierto lo que decamos. EntoncesJacinta llena de alegra deca:

    Cundo llegar ese Seor Padre que adivina? Si adivina,ha de saber bien que lo que decimos es verdad.

    Jugbamos un da sobre el pozo ya mencionado; la madre deJacinta tena all, lindando, una via. Cort algunos racimos y noslos trajo, para que nos los comisemos; pero Jacinta no se olvida-ba de sus pecadores nunca:

    No los comamos nos dijo, y ofrezcamos este sacrificio porlos pecadores.

    Enseguida corri a llevar las uvas a unos nios que jugabanen la calle. A la vuelta vena radiante de alegra; aquellos nios quejugaban, eran nuestros antiguos pobrecitos.

    Otra vez, mi ta nos fue a llamar para que comisemos unoshigos que haban trado y que, en realidad, abran el apetito acualquiera; Jacinta se sent con nosotros, satisfecha, ante la ces-ta y cogi uno para empezar a comer, pero de repente, acordn-dose, dijo:

    Es verdad!, hoy an no hemos hecho ningn sacrificio porlos pecadores. Tenemos que hacer ste.

    Puso el higo en la cesta, hizo el ofrecimiento, y nos fuimosdejando all los higos, para convertir a los pecadores. Jacinta repe-ta con frecuencia estos sacrificios, pero no me detengo a contarms, porque no acabara nunca.

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    III. ENFERMAD Y MUERTE DE JACINTA

    1. Jacinta, vctima de la gripe epidmica

    Pasaban as los das de Jacinta, cuando nuestro Seor lemand la neumona que la postr en cama, con su hermano (21).En las vsperas de la enfermedad deca:

    Me duele tanto la cabeza y tengo tanta sed! Pero no quierobeber para sufrir por los pecadores.

    Todo el tiempo que me quedaba libre de la escuela y de algu-na otra cosa que me mandasen hacer, iba junto a ellos. Un da,cuando pasaba hacia la escuela, me dijo Jacinta:

    Oye, dile a Jess escondido que le recuerdo mucho y le amomucho.

    Otras veces deca: Dile a Jess que le mando muchos saludos.Cuando iba primero a su cuarto, me deca: Vete a ver a Francisco; yo hago el sacrificio de quedarme

    aqu sola.Un da su madre le llev una taza de leche y le dijo que la

    tomara. No quiero, madre ma respondi, apartando la taza con las

    manos.Mi ta insisti un poco, y despus se retir diciendo: No s cmo hacerle tomar alguna cosa con tan poco apetito.Despus que quedamos solas, le pregunt: Por qu desobedeces a tu madre y no ofreces este sacrifi-

    cio al Seor?Dejando caer algunas lgrimas, que tuve la dicha de lim-

    piar, dijo: Ahora no me acord!Llam a su madre y, pidindole perdn, le dijo que tomara

    todo cuanto ella quisiera. La madre le trajo la taza de leche y latom sin mostrar la ms leve repugnancia. Despus me dijo:

    Si t supieses cunto me cuesta tomarla!En otra ocasin me dijo:

    (21) Casi toda la familia menos el padre cae enferma de la peste, a fines deoctubre de 1918.

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    Cada vez me cuesta ms trabajo tomar la leche y los caldos;pero lo hago sin decir nada, por amor a Nuestro Seor y al Inmacula-do Corazn de Mara, nuestra Madrecita del Cielo.

    Ests mejor?, Ie pregunt un da. Ya sabes que no mejoro.Y aadi: Tengo tantos dolores en el pecho!, pero no digo

    nada; sufro por la conversin de los pecadores.Cuando un da llegu junto a ella me pregunt: Has hecho hoy muchos sacrificios? Yo he hecho muchos.

    Mi madre ha salido, y yo quise ir muchas veces a visitar a Francis-co y no fui.

    2. Visitas de Nuestra Seora

    Por entonces, se recuper un poco; y a veces se levantaba yse sentaba en la cama de su hermano. Un dia me mand llamar,para que fuese junto a ella deprisa. All fui corriendo, y me dijo:

    Nuestra Seora. ha venido a vernos, y ha dicho que muypronto vendr a buscar a Francisco para llevrselo al Cielo. A mme pregunt si todava quera convertir ms pecadores. Le dijeque s. Y me contest que ira a un hospital, y que all sufrira mu-cho, por la conversin de los pecadores y en reparacin de lospecados cometidos contra el Inmaculado Corazn de Mara y poramor a Jess. Le pregunt si t vendras conmigo. Dijo que no.Esto es lo que ms me cuesta. Dijo que ira mi madre a llevarme ydespus quedara all solita.

    Qued un rato pensativa y aadi: Si t fueses conmigo! Lo que ms me cuesta es ir sin ti. Tal

    vez, el hospital es una casa muy oscura donde no se ve nada y yoestar alli, sufriendo sola. Pero no importa; sufro por amor al Se-or, para reparar al Inmaculado Corazn de Mara, por la conver-sin de los pecadores y por el Santo Padre.

    Cuando lleg el momento de partir para el Cielo su hermanito(22), ella le hizo sus recomendaciones:

    Da muchos saludos mos a Nuestro Seor y Nuestra Seo-ra; y diles que sufrir todo lo que ellos quieran para convertir a lospecadores y para reparar al Inmaculado Corazn de Mara.

    (22) Francisco muere santamente, despus de confesarse y recibir el Santsi-mo Vitico, el da 4 de abril de 1919.

  • 60

    Sufri mucho con la muerte de su hermano. Quedaba muchotiempo pensativa y, si se le preguntaba en qu estaba pensando,responda:

    En Francisco. Quin me diera verlo!Y los ojos se le llenaban de lgrimas.Un da le dije: A ti ya te queda poco para ir al Cielo, pero yo? Pobrecita!, no llores; all he de pedir mucho por ti. Nuestra

    Seora lo quiere as. Si me escogiese a m, quedara contenta,para sufrir ms por los pecadores.

    3. En el Hospital de Ourm

    Lleg el da de ir al hospital (23), donde de verdad tuvo quesufrir mucho. Cuando su madre fue a visitarla, le pregunt si queraalguna cosa; le dijo que quera verme. Mi ta, a pesar de los mu-chos sacrificios, me llev. En cuanto me vi, me abraz con alegray pidi a su madre que me dejase con ella y se fuese a haceralgunas compras.

    Le pregunt si sufra mucho. Sufro, s, pero lo ofrezco todo por los pecadores y para repa-

    rar al Inmaculado Corazn de Mara.Despus habl entusiasmada de Nuestro Seor y de Nuestra

    Seora. Y deca: Me agrada tanto sufrir por su amor, para darles gusto! A

    ellos les agradan mucho los que sufren por la conversin de lospecadores.

    El tiempo dedicado a las visitas pas rpido; y mi ta haballegado ya para recogerme. Pregunt a Jacinta si quera algunacosa; slo le pidi que me volviese a traer en la prxima visita, y mibuena ta, que quera dar gusto a su hija, me volvi a llevar otravez. La encontr con la misma alegra por poder sufrir por amor anuestro buen Dios, para reparar el Inmaculado Corazn de Mara,por los pecadores y por el Santo Padre. Todo esto era su ideal, erade lo que hablaba.

    (23) Se trata del primer hospital donde estuvo internada un mes: el de Vila Novade Ourm.

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    4. Regreso a AljustrelVolvi an por algn tiempo a casa de sus padres. Tena una

    gran herida abierta en el pecho, cuyas curas diarias sufra sin unaqueja, sin mostrar las menores seales de enfado.

    Lo que ms le costaba eran las frecuentes visitas e inte-rrogatorios de las personas que la buscaban, de las que ahora nopoda esconderse.

    Ofrezco tambin este sacrificio por los pecadores decacon resignacin: Quin pudiera ir otra vez al Cabezo para poderrezar un Rosario en nuestra gruta! Pero ya no soy capaz. Cuandovayas a Cova de Ira, reza por m. Ciertamente nunca ms volverall deca llorando.

    Un dia me dijo mi ta: Pregunta a Jacinta qu es lo que piensa cuando est tanto

    tiempo con las manos en la cara, sin moverse; yo ya se lo he pre-guntado, pero sonre y no responde.

    Le hice la pregunta. Pienso en Nuestro Seor, en Nuestra Seora, en los peca-

    dores y en... (nombr algunas cosas del secreto); me agrada mu-cho pensar.

    Mi tia me pregunt por la respuesta de su hijita; con una sonri-sa lo tena todo dicho. Entonces dijo mi ta a mi madre:

    No lo entiendo; la vida de estos nios es un enigma.Y mi madre aada: Cuando estn solas, hablan por los codos, sin que la gente

    sea capaz de entenderles una palabra, por ms que escuchen; ycuando llega alguien, bajan la cabeza y no dicen nada. No puedocomprender este misterio!

    5. Nuevas visitas de la Virgen

    De nuevo la Santisima Virgen visit a Jacinta para anunciarlenuevas cruces y sacrificios. Me dio la noticia y me dijo:

    Nuestra Seora me ha dicho que voy a ir a Lisboa, a otrohospital, que no volver a verte, ni a mis padres; que despus desufrir mucho, morir sola; pero que no tenga miedo: Ella me ir abuscar para llevarme al Cielo. Y abrazndome, deca llorando:

    Nunca ms volver a verte; t no irs a visitarme all. Oye!reza mucho por m, que morir solita.

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    Hasta que lleg el da de ir a Lisboa sufri enormemente; seabrazaba a m y deca llorando:

    Nunca volver a verte, ni a mi madre, ni a mis hermanos, nia mi padre. Nunca ms os volver a ver; despus, he de morir sola!

    No pienses en eso le dije un da. Djame pensar, porque cuanto ms pienso, sufro ms. Y yo

    quiero sufrir por amor a Nuestro Seor y por los pecadores. Y, ade-ms, no me importa; Nuestra Seora me ir a buscar all para lle-varme al Cielo.

    A veces, besaba un crucifijo y abrazndolo deca: Y voy a morir sin recibir a Jess escondido? Si me lo traje-

    se nuestra Seora cuando me viniese a buscar!Una vez le pregunt: Qu vas a hacer en el Cielo? Voy a amar mucho a Jess, al Inmaculado Corazn de Ma-

    ra; pedir mucho por ti, por los pecadores, por el Santo Padre, pormis padres y hermanos, y por todas esas personas que me handicho que pida por ellas.

    Cuando la madre se mostraba triste al verla tan enferma, deca: No se aflija, madre, voy al Cielo; all he de pedir mucho por

    usted.Otras veces deca: No llore, yo estoy bien.Si le preguntaban si necesitaba alguna cosa, responda: Muchas gracias; no necesito nada.Y cuando se retiraban, deca: Tengo mucha sed, pero no quiero beber; se lo ofrezco a Je-

    ss por los pecadores.Un da que mi ta me haca algunas preguntas, me llam y

    me dijo: No quiero que digas a nadie que sufro mucho; ni a mi madre,

    porque no quiero que se aflija.Otro da la encontr abrazando una estampa de Nuestra Se-

    ora y diciendo: Oh Madrecita ma del Cielo!, entonces yo he de morir sola?La pobre nia pareca asustarse con esta idea. Para animarla,

    le dije: Qu te importa morir solita, si Nuestra Seora te viene a

    buscar?

  • 63

    Es verdad, no me importa nada; pero no s cmo ser; aveces no recuerdo que ella viene a buscarme; slo recuerdo quemorir sin que t ests a mi lado.

    6. Partida para Lisboa

    Lleg por fin el da de salir para Lisboa (24); la despedida partael corazn. Permaneci mucho tiempo abrazada a mi cuello, y de-ca llorando.

    Nunca ms volveremos a vernos. Reza mucho por m hastaque yo vaya al Cielo; despus, cuando yo est all, pedir muchopor ti. No digas nunca el secreto a nadie, aunque te maten. Amamucho a Jess y al Inmaculado Corazn de Mara; y haz muchossacrificios por los pecadores.

    De Lisboa me mand todava decir que Nuestra Seora ya lahaba ido a ver; que le haba dicho la hora y el da en que morira,y me recomendaba que fuese muy buena.

    EPILOGO

    Acabo, Excmo. Rvmo. Seor Obispo, de contar a V. Excia. Rvma.lo que recuerdo de la vida de Jacinta.

    Pido a nuestro buen Dios, se digne aceptar este acto de obe-diencia para encender en las almas llamas de amor a los Corazo-nes de Jess y de Mara.

    Ahora pido un favor: es que, si V. Excia. Rvma. publica algunascosas de las que acabo de contar, lo haga de modo que no hablede ninguna manera de mi pobre y miserable persona. (25)

    Confieso, de verdad, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, que si yosupiese que V. Excia. quemaba este escrito, sin siquiera leerlo, yosentira mucho gusto, pues lo escribi nicamente para obedecer ala voluntad de nuestro buen Dios, para m manifestada en la volun-tad expresa de V. Excia. Rvma.

    (24) Fue para Lisboa el 21 de enero de 1920. Muere el 20 de febrero de 1920, alas diez y media de la noche.

    (25) Quien primero hace uso pblico de esta Memoria es el Dr. J. Galamba deOliveira en su librito Jacinta (1a Edicin, mayo, 1938).

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    SEGUNDA MEMORIA

    Introduccin

    La Primera Memoria haba descubierto a los Superiores de Lucaque sta guardaba celosamente todava muchas cosas, que slorevelara por obediencia. En abril de 1937, el P. Fonseca, escribiendoal Sr. Obispo, le deca: ... (la Primera Memoria) hace suponer queexisten todava particulares interesantes relativos a la historia delas Apariciones... que estn todava ineditos. No sera posible ohabra inconveniente en hacer que la Hermana Luca, con simplicidadreligiosa y evanglica, para honra de Nuestra Seora, escribiesepormenorizadamente cuanto se acordase... ? Ah queda la idea; y sifuera aprovechable, slo V. Excia. Rvma. podr hacerla valer.

    Y, en efecto, don Jos, puesto de acuerdo con la Madre Provincialde las Doroteas, Madre Mara do Carmo Corte Real, dan la orden aLuca. Esta, con fecha 7 de noviembre de 1937, puede responder adon Jos: Comienzo hoy mismo, visto ser sa la voluntad de Dios.Este escrito, comenzado, pues, el da 7 de noviembre, sabemos queest terminado el da 21... Es decir: catorce das para redactar un es-crito largo, y siempre en medio de ocupaciones caseras que no la de-jaban reposar. Y se trata, decimos, de 38 folios escritos por las doscaras en letra bien seguida y cerrada y sin apenas correcciones. Estoquiere decir, una vez ms, la lucidez de espritu, Ia serenidad del alma,el equilibrio de facultades de la Hermana Luca.

    En esta Memoria, los temas eran ya sorprendentes: aparicionesanglicas, gracias extraordinarias en su Primera Comunin; aparicionesdel Corazn de Mara en junio 1917, y muchas circunstancias abso-lutamente inditas hasta entonces. La intencin de la Hermana Lucaque tena en este escrito la sealaba as: La historia de Ftima talcual ella es. No se trataba, por tanto como en la anterior Memoria,de unos recuerdos biogrficos, en que las Apariciones permanecanen la penumbra, sino de las mismas Apariciones, como primar planointentado.

    Y en cuanto al espritu con que Luca escriba, nos lo expresacon estas palabras: Ya no tendr el gusto de saborear slo conmigolos secretos de tu amor; pero, en el futuro, otros cantarn conmigo lasgrandezas de tu misericorda... He aqu la esclava del Seor: que Elcontine servirse de ella como le pluguiere

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    PRLOGO

    J. M. J.

    Voluntad de Dios, t eres mi Paraso! (1)

    Excmo. y Rvmo. Seor Obispo:

    Heme aqu, con la pluma en la mano, para hacer la voluntadde mi Dios. Y, puesto que no tengo otros fines, comienzo con lamxima que mi santa Fundadora me dej en herencia; y que yo,en el curso de este escrito y a su imitacin, repetir muchas ve-ces: Voluntad de Dios, t eres mi paraso!. Djeme, Exmo. Se-or, penetrarme bien de todo el sentido de esta mxima, para que,en los momentos en que la repugnancia o el amor a mi secreto,me quisiere hacer omitir alguna cosa oculta, sea ella mi norma ymi gua.

    Se me ocurre preguntar para qu ir a servir este escrito he-cho por m, que ni siquiera la caligrafa soy capaz de hacer bien.(2)Pero no; no pregunto nada. S que la perfeccin de la obedienciano pregunta por razones; le bastan las palabras de V. Excia. Rvma.que me dice que: es para gloria de nuestra Santsima Madre delCielo. En la seguridad, pues, de que sea as, imploro la bendi-cin y proteccin de su Corazn Inmaculado. Y, humildementepostrada a sus pies, me sirvo de sus santsimas palabras parahablar a mi Dios:

    He aqu la ltima de vuestras esclavas, oh Dios mo, que, enplena sumisin a vuestra voluntad santsima, viene a rasgar elvelo de su secreto, y dejar ver la historia de Ftima tal cual es. Yano tendr el placer de saborear a solas conmigo los secretos