meando contra viento nº2

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Nº2

Fotografía: Nícolas Marper

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Director editorial: Nícolas Marper

Depósito legal: LE-597-2014

Diseño y maquetación: Santos Perandones

Dirección musical y contracubierta: Julia GetinoSintonía musical: http://www.ivoox.com/sintonia-meando-contra-viento-audios-mp3_rf_2374087_1.html Con la colaboración de Groucho Sonido

Fotografía cubierta: Duchenne de Boulogne

Fotografía contraportada: © Santos M.Perandones (2013)

Imprime:

Victor M.Diez............................ Aldo Sanz................................... Gsús Bonilla..............................José Ramón Vega...................... Nuria Palencia........................... Carlos Salcedo Villacura..........Julia D.Velazquez...................... Felipe J.Piñeiro..........................Toño Morala..............................Kokotera@Murciego................ Gabriel Oca Fidalgo................. Felipe Zapico............................. Pepe Pereza................................ Reina Canalla............................ Jesús Julio Martín.....................

Índice123

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12-1314-1516-1718-1920-24

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Coma inducido. Inducido…, coma. Coma, coma. Coma lo que le den. Repita lo que le digan. Coma. No deje de comer. Coma mierda si es preciso, pero no lo deje, ¡por dios! Coma. Lo necesita, le vendrá muy bien. Le necesitamos. Trague todo lo que pueda. Cómase todo lo que le den. Si no le cabe: utilice su imaginación, ensanche sus traga-deras. Hay más agujeros en su despreciable cuer-po. Coma, trague, relaje el esfínter. Usted no deja de ser una sucia bolsa llena de agujeros. Un pelele cubista lleno de rotos, rajas, tomates, sietes, des-cosidos… Un espantapájaros, vamos. Un collage de mierda, ¿sabe usted? No se llena, no revienta, no se harta nunca, no explota, no hace vela… Por-que desagua, porque descomprime, porque le re-gulamos, le ponemos válvulas, le damos la dosis justa para que llegue al límite y sólo esté a puntito de cualquier: ¡me cagoendiós y su puta madre, el día menos pensao cojo una recortada con moto-sierra y me llevo a alguien por delante! Pero no. Coma, respire, coma, trague, no se excite, le va a hacer daño. Es usted muy sensible. Tiene picos, es ciclotímico. Si lo piensa, esto es el paraíso. ¿Dónde se vive mejor que aquí? ¡¡¡Fiestuqui!!! Si sabe us-ted hasta hacer malabares ¿Cómo que no? salir de copas con cinco euros, comer todos en casa con cuatrocientos, y además la luz, el agua, el teléfono, lo interné… ¿Malabarismo? ¡Es usted el amo de la pista! Vaya a misa y folle todo lo que pueda, que es gratis. Consuélese. Reprodúzcase. Necesitamos a gente como usted, gente que se adapte bien a la dieta mediterránea. Inducido, coma. Coma induci-do. Piiiiiiiiiii… ¡Chupar sí, morder no!

Victor M.Díez (2013)

Dieta M

editerránea

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“El tonto va por la senda. La senda se acaba y el tonto sigue.” (Dicho popular).

Transgredir. Tomado del latín “transgrӗdi”, pasar a través, ir más allá. Diccionario etimológico de Joan Coromines.

Sume los dos conceptos y saque usted sus propias conclusiones (que no serán concluyentes ni defini-torias de su personalidad) y observará, con desilu-sión y cierto desencanto romántico, que esta vez tampoco ha podido transgredir. En otra ocasión hablaremos de Economía y Salarios Artísticos.

Aldo Sanz (2013)

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¿Existe la transgresión? ¿Ha existido alguna vez? ¿Qué es? ¿A qué se dedica la muy perra? El diccionario nos dice que es El quebrantamiento de leyes, normas o costumbres. Provocación, especialmente en contextos artísticos y lite-rarios, o la superación de un obstáculo. Muchas corrientes artísticas se autopajean e inflan poniéndose la etiqueta de transgresivas, como si dieran un codazo a un colega mien-tras le ponen una medio sonrisa de complicidad, es lo que se llama la hermandad en la mierda, pero tras esos románticos momentos todos volvemos a casa por el camino correcto, cruzamos en verde y nos acos-tamos pronto que a la mañana siguiente hay que currar, y no se puede llegar cinco minutos tarde al curro que si no hay bronca. ¡Me cago en la “transgresión”, y me cago en ti! Y lo hago desde mi mi-seria y vergüenza, por supuesto. Somos unas tristes ovejillas asustadas y nos ponemos esa etiqueta para sentirnos mejor con nosotros mismos, con nuestra miseria, para crear un espejismo de lucha que nos alivie moralmente. La verdadera transgresión no has de buscarla aquí, ni en oscuros clubs underground. La verdadera transgresión está cerca, muy cerca, sobre tu puta cabeza, gilipollas de mierda, bailando y riendo, y seguirá bailando y riendo so-bre tu triste cadáver. La verdadera transgresión está en los despachos, en los maletines, en las salas de plenos, en los parlamentos, en los pa-lacios. Allí están los verdaderos transgresores. Esos hijos de puta que te chupan la sangre día a día, esas entidades a las que debes dinero y no paran de mandarte cartas y llamarte a las 8:30 de la mañana. Se lo han montado de puta madre, la cuadrilla de hienas, y ríen y ríen y ríen... Se ríen de ti en tu puta cara, amigo, y tú no encuentras otra cosa que hacer que desahogar tu triste frustración sobre la gente que tienes cerca, que son los únicos que te aguantan. Son muchos años de adocenamiento para encajar las piezas en el molde que han creado, son muchos años de lavados de cerebro para inculcar un estilo de vida absurdo, son muchos años de inyectar terror para fomentar la mansedumbre... Qué digo años, siglos, eras, edades...

TEXTO (NO) TRANSGRESOR

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Si de verdad quieres ser transgresor vete mañana a la fábrica, no seas puntual, y cuando el carcelero, al verte entrar, te haga un gesto señalando el reloj de pared acércate y suéltale un puñetazo en toda la cara, con fuerza, llevas años deseándolo, siente como se resquebraja su mandíbula bajo tu golpe, observa la parábola de sus dientes por el aire, la sangre brotando, su mirada de incredulidad, y empálmate con ello, nunca habrás sentido ese torrente de vida inundando tu flácida carne. Acto seguido vete al banco, acércate a la ventanilla, o mejor aún, entra en el despacho del director y exclama: “Buenos días, vengo a liquidar mi préstamo”. Tiéndele entonces un sobre repleto y observa su cara cuan-do, al abrirlo, vea dentro un trozo de excremento salido de tu esfinter esa misma mañana. Sal de allí y báñate de luz solar, recárgate, y acto seguido vete a casa y fóllate a tu mujer, pero no como siempre, sino como siempre has soñado, encima de la mesa, en la terraza, contra la pared, gritando como un loco con cada eyaculación, que se enteren los vecinos y aprendan. También puedes desnudarte y salir a la calle blan-diendo un hacha si es lo que deseas. Aúlla. Siempre has sido un animal acorralado y asustado, una patética cucaracha, transfórmate ahora en un animal rabioso, haz honor a tu especie. Esta vía te ha llevado al borde de perderlo todo, deshaz el camino andado por el asfalto, deja de oler las rosas, lánzate a las zarzas y córtate, sangra y píntate la cara con esa sangre, no la derrames inútilmente como hasta ahora, será tu pintura de guerra. Abraza la locura, siempre ha sido tu amiga y es sabia, lleva aquí más que ninguno de nosotros. Vivimos en una sociedad de broma, las leyes las hacen para sujetarte, para librarse de ti, ellos las hacen y las rompen, y se la suda, de hecho presumen de ello con los amiguetes, en sus putas reuniones de cohíba y brandy, ¿vas a permitirlo? ¿En serio se te puede comprar por un salario de mierda y cuatro chucherías? ¿Me la chuparías por 10 pavos? ¿Y por 20? Ve a por ello cabrón, no te quedes aquí, ve a por ello, espabila. En este texto no encontrarás transgresión, esto no es transgresión, solo es escribir, y no muy bien por cierto, aquí solo hay llanto, un llanto profundo y agónico, cansado, patético, como el tuyo, y si nos descuida-mos algún día nos quitarán hasta el papel para sonarnos.

Carlos Salcedo Villacura (2013)

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La adolescencia siempre crea esos sueños o realidades a camino entre la verdad y la aventura y la imaginación. Después de jugar durante un par de horas a la pelota en la playa, la inmensa mayoría se adentró en el mar para refrescarse y bañarse, para jugar entre risas. La bandera estaba amarilla, había algo de resaca y olas altas; el peligro no se veía por ningún sitio, pero el mar traicionero y burlón iba adentrando a los bañistas entre sus garras de espuma, revolviéndolos a su antojo, y cansándolos terriblemen-te; hasta que la traición se consumó…varios de los bañistas empezaron a tener ataques de pánico, mientras que otros pedían auxilio a los demás; los más fuertes fueron saliendo como pudieron, pero se quedaron unos cuantos exhaustos y literalmente ahogándose…al final y gracias a unos surferos y sus tablas fueron sacándolos a la orilla de la playa, entre el gran susto de la gente y amigos. Algunos en estado inconsciente y con los pul-mones encharcados de agua; los socorristas sabían de primeros auxilios y gracias a ello, al final se salvaron todos. Un milagro si fuera creyente…Dicen que la sensación de cuando te ahogas es terrible; durante segundos pasa como una larga película de tu vida y tus seres queridos, luego quie-res respirar a bocanadas y comerte el aire pero no puedes, el agua salada se instala en tus pulmones y la siguiente visión es toda una luz blanca y silencio, mucho silencio, estás muerto. Algunos hablan de una paz in-finita y feliz…pero no es así…estás muerto en vida y no vuelves hasta

La visita del ahogado La visita del ahogado La visita del ahogado La visita del ahogado La visita del ahogado....

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AHOGADO AHOGADO

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que un vómito terrible de agua deja abrir tus pulmones y abres los ojos a la semiinconsciencia; en ese momento nada ocurre…la angustia te mete un miedo atroz en el cuerpo, la mirada opaca y borrosa te deja ver una claridad molesta…el cuerpo tiembla frío y tienes espasmos musculares, no te duele nada, pero sufres terriblemente, sabes que te mueres. Siempre hay alguien que te recoge en su regazo…te coge la mano, y te acaricia la cara con el revés de la suya; siempre hay alguien que peina tu pelo hacia atrás para verte la cara pálida y desencajada. Cuando abres los ojos de vez en cuando, te sonríe levemente y te tranquiliza con esa mirada cómplice y amiga…y entonces comienzas a vivir de nuevo, escuchas el corazón la-tiendo como el de un potro desbocado… escuchas el leve susurro del mar a lo lejos, y la garganta no te deja hablar de tanta sal y tanto miedo. Te siguen temblando las piernas, y aunque tapado, tienes un frío espantoso en todo tu cuerpo; no puedes incorporarte ni caminar…mientras aquella sirena sigue sonriéndote, acariciando tu pelo y tus mejillas, y arropándo-te entre su regazo suave y terso. Al día siguiente vas a la playa a ver si está tu salvadora…y no la encuentras; nadie recuerda su cara, nadie recuerda su melena morena y sus ojos verdes…nadie recuerda que fuera una sirena boreal al viento, ó la ensoñación de la muerte. A mí…Neptuno, así me lo han contado.

Toño Morala (2013)

AHOGADO

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Imagina por un momento que me da el punto y empiezo a soltar la perorata: Transgresión, también trasgresión, sus-tantivo femenino, acción y efecto de transgredir, del latín patapúnchispún y tiro porque me toca. Quiero decir con esto que podría ponerme a desenrollar la alfombra para mostrarte un cadáver como ese, o lo que comúnmente se conoce como ponerse a tocar los cojones. Pero naaaaa, ni de coña. La verdad de verdad es que me hice la picha un lío con el asunto. Vamos, que me invitan a este encuen-tro literario y yo de entrada le digo que sí, y le digo que sí porque yo de entrada me apunto igual a un incendio que a un naufragio, a un banquete que a un atraco. Pero luego, de camino al quel, resulta que me viene el dejavú o cor-te de digestión ibérico y con estas que me atasco. Trans… trans… trans…. ¡Hostias tronco!, ¡cómo dijo! Trans… ¡Vál-game dios!, traxilium no era, eso fijo. Trans… trans… ¿Qué pasa contigo, que no me crees? Pues sólo tienes que darte un viaje en esta montaña rusa que tengo por cabeza, cas-cada a base de galimbas y petada de trollanos. ¡Unos deja-vús asín de grandes, güein! Trans, trans…. Ya está: ¡TRANSI-CIÓN! Así, sin más, que te juro que me saltó encima como un gato rabioso. Total que me quedo en mitad de la acera pensando, los ojos al cielo, mordiéndome la uña del pul-gar con los colmillos, pensando pensando a las tantas de la mañana en la calle oscura. ¿Transición? Fuaaaaah, ¡venga ya! Con esa copla ya no hace chistes ni el putas. Además, de transición nada, de transacción toda: transacción de poderes entre dos momias sifilíticas con la horda hispana berreando de alegría. Trans… trans, trans… ¡Joder tronco!, que no me sale… ¡Ya está! ¡¡TRANSGRESIÓN!!, ¡me caguen el copón de varas! Esta vez sí, pero te juro que me costó un esfuerzo, como en un empuja-empuja de parto. Luego me qué ahí divagando… Transgresión, ¡tal y tal! La transgresión es guay, el apalanque es chungo, ¡es fácil!, como en el ba-rrio sésamo: arriba mola, abajo es una ful. Y la verdad es que suena a grupo punkarra. ¿Has visto a los Transgresión tío? ¡Pues son una ruina!, pero tienen un guitarra epiléptico que le da el yuyu en mitad del bolo y monta unos pollos que lo flipas.

¿Transgresión?

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Y ahora no es que quiera ponerme puntilloso y erudito, pero transgresión en el fondo viene de ahí: del latín mon-tare el pollus, que a su vez mamaba de los Fenicios, cuando allá por el 3.500 antes de las Grecas arribaron a nuestras costas para conquistar y/o agredir a los aborígenes uti-lizando alimentos transgénicos. ¡Y no me pongas ese ge-rol que lo he sacao del Espasa! ¡Vas y lo buscas! Eso sí. A estas alturas del villancico se preguntarán ustedes si hay una regla de medidas para calibrar la transgresión, y ahí les tendré que decir con toda mi alegría que ni de coña. Con lo cual tornarán a preguntarse que a qué cojones vinieron entonces los Fenicios, pero ahí ya me puede el sentimien-to y tendré que reconocer que esos pavos nos trajeron la escritura y los dineros, los pantalones de campana el cinto de hebilla y una especie de calabacín con cuerdas que con el tiempo derivó en la guitarra española, o guitarra lolailo. ¿Qué cómo se transgrede entonces? Pues tú mismo chaval, pero yo ahí no me meto. Y más teniendo en cuenta que saltarse un stop es transgredir para el güikipedia, cuando para mi es tener una prisa de la hostia. Yo sólo digo que si no hay medida de valores mejor pasarse de largo que que-darse corto en el acertijo. Y si no haz un poco de memo-ria… Mira a ver las veces que te habrán dicho recapacita, ten un poco de sentido común, sé razonable, por qué no lo piensas. ¿Sí? Pues ahora sólo tienes que restar las veces que has cogido un tapacubos a guisa de pandereta y has hecho coros berreando: ¡Y por qué voy a recapacitar, ¡Yo! ¡Por qué tengo que ser razonable, ¡Yo! ¡Por qué no te lo piensas, ¡TÚ! ¡Y POR QUÉ NO OS VAIS TODOS A TOMAR UN RATO POR EL CULO! ¿Ninguna? Pues entonces estás cada vez más cerca de la transgresión, pero de la transgresión que nos trajo el Felipe Glez con su chaqueta de pana con coderas. Y no es por nada, pero que me den boleto si no está más apolillada que la transición que nos trajeron los Fenicios, aquella que les trajo a nuestra costa con los pantalones de campana y el hebillón en el cinto. ¿O era al revés, güein?

Gabriel Oca Fidalgo (2013)¿Transgresión?

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Eran mediados de los setenta y él tenía trece años. Por aquel entonces se acababa de estrenar la serie de televisión “Los Hombres de Harrelson”. Con diferencia lo que más le gustaba de cada episodio era cuando el teniente de los SWAT ordenaba a TJ, que era uno de los integrantes del comando, que se subiera al tejado.

- TJ, al tejado.

Le encantaba esa frase y la repetía una y otra vez: “TJ, al tejado”. Por supuesto TJ era su personaje favorito. Desde el primer momento se sintió identificado con él. Quizá porque los tejados que lindaban con la terraza de su casa eran su lugar habitual de juegos. En su mente juvenil asociaba los tejados con TJ, que era un francotirador que siempre se situaba en las alturas para abatir a los malos de turno. El motivo por el cual él siempre estaba por los tejados se debía a que su padre no le dejaba jugar en las calles del barrio. Alegaba que por allí solo andaba gentuza de la peor calaña. Y no mentía. Su padre y él vivían en la calle Herrerías. Justo en el centro del casco antiguo. Un sitio que antaño, además de estar situado en el centro, era muy bien visto por el resto de la ciudad. Su padre compró el edificio de tres plantas, donde vivían, a principios de los años sesenta. En los bajos montó un negocio de juegos recreativos con billares y futbolines. En la segunda planta se instaló la familia. En la tercera, que era la que daba a la terraza, la dejaron de trastero. Al poco nació él. Diez años más tarde la madre murió de cáncer. El padre tuvo que hacerse cargo del negocio sin dejar de lado a su hijo. Para empeorar las cosas, a principios de los setenta el barrio empezó a llenarse de putas y borrachos. En poco tiempo la gente que vivía allí empezó a mudarse y a vender sus casas y comercios. Ellos se quedaron. El negocio les iba bien y no era cuestión de abandonar. Al barrio siguió llegando lo peor de la ciudad y en menos de tres años estaba plagado de antros y prostíbulos.El chico, acostumbrado a vivir sin el cariño de su madre y casi sin el de su padre, se había resignado a estar siempre solo. Quitando el tiempo que es-taba en el colegio, el resto lo pasaba en soledad. Comía solo, hacía los debe-res solo, veía la tele solo, jugaba solo… Con tanta soledad no le quedó otra que aprender a utilizar su imaginación para ampliar el pequeño mundo en el que se movía. Con su fantasía los tejados podían ser un océano surcado por barcos piratas, la selva africana, el espacio exterior o cualquier otro sitio que su mente crease. Aquel día los tejados eran las azoteas de los edificios del

EL REY DE LOS TEJADOS

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centro de Los Ángeles. Él, con su carabina de perdigones, aguardaba órdenes escondido entre un bloque de chimeneas. Habló por una radio imaginaria:

- Teniente, estoy en mi puesto. Cambio...- TJ, mantente a la espera y si ves movimiento avísame. Cambio y corto.

Vio algo detrás de un grupo de antenas y decidió echar un ojo. Avanzó con precaución. Manteniéndose siempre alerta por si tenía que disparar. Llegó al lugar. No había nadie. De pronto un disparo. La bala pasó muy cerca de su cabeza. Se ocultó a tiempo de esquivar un nuevo disparo. Cogió la radio y pidió ayuda.

- Teniente, necesito ayuda. Cambio.- TJ ¿Qué ocurre? Cambio.- Me está disparando. Cambio.- Enseguida te llega ayuda. Cambio y corto.- Daos prisa.

Se asomó con cuidado. Esta vez la bala impactó justo delante de sus narices. Se tiró al suelo y rodó sobre las tejas hasta el hueco de una cornisa y la pared de un abuhardillado. Tenía que protegerse o acabarían con él. Cogió una pie-dra y la arrojó a unos metros de donde estaba situado. El terrorista salió de su escondrijo apuntando con su fusil hacia el lugar de donde venía el ruido. Había caído en la trampa. Ajustó la mira telescópica y apretó el gatillo, pero justo en ese momento el blanco se movió y erró el disparo. Él se arrastró por el suelo para llegar a una nueva ubicación. Al pasar cerca de una claraboya algo llamó su atención. Se asomó y vio a una joven desnuda y a un hombre frente a ella con los pantalones bajados hasta los tobillos. Era una prostituta y su cliente. La imagen le dejó tan impactado que se olvidó del juego. Dejó la carabina a un lado y se centró en la visión que le ofrecía el tragaluz. Nunca hasta entonces había visto una mujer desnuda. Las había visto fotografia-das pero nunca al natural. La joven era una belleza. Tenía el pelo largo y rojo como a él le gustaba. Le recordó a Mary Jean: la novia pelirroja de Spiderman. Ver a esa hermosura en plena acción le excitó como nunca antes lo había estado. Echó una mirada a su alrededor para asegurarse de que estaba solo. Cuando estuvo seguro de su intimidad empezó a masturbarse. En la habita-ción el hombre se tumbó sobre la joven. El chaval observó desde el tejado. Una gota de agua cayó en su espalda. Otra más cayó a su lado y otra le dio en la cabeza. Empezaba a llover. La lluvia se intensificó. Al minuto ya estaba calado de pies a cabeza. No le importó y siguió pajeándose hasta que llegó al orgasmo. Después se giró para recibir el aguacero en la cara. Llegó a casa con la ropa empapada. Cayó en la cuenta de que se había olvi-dado la carabina. La recogería al día siguiente.

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Total por los tejados solo andaban él y los gatos. Cuando se acostó no pudo apartar la imagen de la pelirroja. Sus pechos, el sexo abierto y ese pelo rojo como el infierno... Tuvo que hacerse dos pajas para poder dormir.Por la mañana se despertó empalmado y no le quedó más remedio que ali-viarse.En el colegio no se pudo concentrar. Estaba deseando ver a Mary Jean. A falta de otro nombre había decidido llamarla así. Después de unas horas intermi-nables sonó la sirena que anunciaba el final de las clases.Cuando terminó de comer subió a la terraza. Saltó a los tejados y corrió has-ta la claraboya. Asomó la cabeza esperando ver a la joven. Era demasiado temprano y la habitación estaba vacía. Se retiró decepcionado. A un par de metros se hallaba la carabina. Estaba en medio de un charco de agua marrón. Al recogerla vio que la zona de la recámara se había oxidado. Tendría que lim-piarla a fondo y engrasarla bien. La apoyó contra la pared para que el agua se fuera escurriendo y se sentó en las tejas a esperar. Desde su posición gozaba de una vista espectacular de la ciudad. A su izquierda despuntaban los cam-panarios de la Iglesia de Santiago, en frente tenía la torre de San Bartolomé y a su espalda las torres gemelas de La Redonda. Todos esos monumentos surgiendo como icebergs en medio de un mar de tejados. Sin duda era una bella panorámica. Le gustó estar allí sentado. No había mejor sitio en toda la ciudad. Aquel lugar era mágico y había sido perfecto cuando le dio por ser Spiderman. Lo fue cuando el planeta fue invadido por extraterrestres y lo estaba siendo ahora que su principal diversión era la de ser un agente de los SWAT. Mientras pensaba en ello observó a un jilguero posarse en una tapia cercana. El pájaro dio un par de saltitos y picoteó el musgo. De repente una sombra saltó sobre él, atrapándolo. Era un gato negro.

- Suéltalo, cabrón.

Se levantó y corrió hacia donde estaba el gato, que huyó con su presa en la boca. Con la mano reprodujo la forma de una pistola y disparó imitando con la voz el sonido de las detonaciones. De pronto estaba en medio de un tiro-teo. Las balas llegaban de todos los lados. Intentó cubrirse, pero recibió un disparo en un costado. Cayó al suelo con grandes aspavientos. Comprobó la gravedad de su herida. Tenía mala pinta. Cogió la radio y pidió ayuda:

- Teniente… Me han herido. Cambio.- TJ ¿Qué pasa? Cambio.- Me han alcanzado en un costado y… me estoy desangrando… Cambio.- TJ, tranquilo. Pediré un helicóptero para trasladarte al hospital. Aguanta. En-seguida estamos contigo. Cambio.- Me encuentro… muy… débil… No sé… si… podré…

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Con un exceso de dramatismo fingió un desvanecimiento. Permaneció tira-do en el suelo pensando en cómo sería estar muerto de verdad. Le vino a la cabeza el recuerdo de su madre. Tan solo hacía tres años de su muerte, aun-que a él le parecieron muchos más. Se levantó sacudiéndose el polvo de la ropa y regresó cabizbajo hasta la claraboya. Se asomó discretamente. Para su sorpresa la habitación estaba ocupada. Ahí estaba Mary Jean. El hombre que la acompañaba era alto y corpulento, con la cabeza rapada y los brazos llenos de tatuajes. Al verla con el tipo se sintió tremendamente excitado. La visión la chica desnuda en aptitud provocadora fue motivo suficiente para masturbarse una vez más. Mientras tanto el hombre cogió a la joven e hizo que se arrodillase frente a él. Ella se dejó llevar y se metió el pene en la boca. Entonces el individuo hizo algo que el chaval no acertó a comprender: se encendió un cigarro y luego acercó el mechero a la roja melena de Mary Jean. De inmediato el pelo empezó a arder. El espectáculo era dantesco. Tanto el chaval como el hombre quedaron absortos contemplado la fogata que coronaba la cabeza de la joven. Pelo bermellón y fuego en una sim-biosis de macabra belleza. En un primer momento la chica no se percató y siguió chupado como si nada. Continuó así durante un tiempo. Cuando quiso darse cuenta, las llamas habían crecido considerablemente y no pudo hacer nada para salvar su cabello. Desesperada trató de apagarlo golpeán-dose la zona con las manos. Aun así las llamaradas fueron consumiendo la queratina y convirtiéndola en cenizas. Finalmente optó por taparse la ca-beza con la colcha y así pudo sofocar la deflagración. Aquello hizo mucha gracia al hombre y se rió a carcajadas. La mujer se encaró con él y recibió un puñetazo que la mando directamente sobre la cama. El muchacho estaba atónito y no daba crédito a lo que veía. Observó la cabeza de la chica. La mayor parte de su pelo había desaparecido, el resto eran mechones sueltos y chamuscados. El hombre la cogió por los tobillos y la atrajo hacia sí. A falta de lubricante se escupió en la mano, restregó la saliva sobre la vagina y se-guidamente la penetró. Ella trató de resistirse pero el puñetazo en la cara la había dejado aturdida y obraba casi sin conocimiento. Gritó, pero él le tapó la boca con la palma de su mano. Ella se defendió arañándole el cuello. Eso le enfadó y la emprendió a puñetazos. La mujer trató por todos los medios de cubrirse la cara. En un momento dado ella miró hacia la claraboya y vio al chaval. Alargó la mano solicitando su ayuda. El chico estaba petrificado. Ella imploró auxilio con su mirada pero él siguió sin moverse. Al final recibió un derechazo en la sien y perdió el sentido. Aun así, el hombre siguió agredién-dola sin piedad. El adolescente ya no quiso mirar más y se apartó asqueado. Recogió la carabina y regresó a casa. Entró en el trastero sintiéndose un co-barde por no haber hecho nada por la chica. Mientras limpiaba la carabina trató de buscar una excusa para justificar su cobardía.No encontró ninguna. Lo suyo no tenía justificación. Pensó en llamar a la policía pero lo descartó de inmediato.

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Tendría que dar explicaciones y no le apetecía confesar que espiaba a la gen-te desde los tejados. Pensó que lo mejor era hablar con su padre. La planta baja estaba medio vacía, tan solo media docena de personas des-perdigadas frente a las máquinas. Su padre vigilaba el negocio desde su ofi-cina: un apartado acristalado donde tenía instalado su despacho. El chaval avanzó entre las mesas de billar. Cuál fue su sorpresa cuando de camino se topó cara a cara con el hombre que había agredido a Mary Jean. El tipo es-taba tan tranquilo jugando en una pinball. Al verlo se quedó patitieso. Más cuando el sujeto se giró y durante un instante cruzaron las miradas. Allí no es-taban Spiderman ni TJ para salvarle. Aquello no era un juego. Era la cruda rea-lidad y estaba solo. Ahora se enfrentaba a un villano de verdad. Uno de carne y hueso. Un malnacido que para divertirse prendía fuego a la melena de una pobre chica. Alguien capaz de destrozar una cara a base de puñetazos. Pensó en Mary Jean, en su pelo rojo, en lo bonita que era antes de que ese animal le pusiera las manos encima. Ahora tenía la oportunidad de demostrar que no era un cobarde, de redimirse. Podía ser el héroe que siempre soñó. En ese momento el hombre se apartó de la máquina y se dirigió al chaval.

- ¿Dónde puedo conseguir cambios?

Tenía la voz grave, de cazallero, acorde con sus pintas barriobajeras. Sí, había llegado la hora de la verdad. Hora de decidir: ¿Héroe o cobarde?

- ¿Me has oído?

Se fijó en los arañazos que tenía en el cuello. Los mismos que le había hecho Mary Jean al tratar de defenderse.

- Tú, pasmao ¿Oyes lo que te digo?

Entonces ocurrió. Tenía tanto miedo que se meó patas abajo. Al tipo le hizo mucha gracia ver cómo el adolescente mojaba los pantalones y soltó una car-cajada que retumbó por todo el local. El infeliz corrió avergonzado. Subió las escaleras y se encerró en su habitación. Estaba claro que era un gallina. Ese sentimiento lo dejó abatido. Volvió a recordar la mirada suplicante de Mary Jean, la sangre sobre la cara, los golpes, los mechones de pelo quemados… y, como el cobarde que era, se echó a llorar.

Pepe Pereza (2013)

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Rober está dormido y borracho y yo espero a que llegue la policía y me lleve detenido. Hemos quemado un cajero de un banco. Se lo merecen. Hijos de puta. Pero no nos fijamos en que un coche pa-trulla nos esperaba a la vuelta de la esquina. ¡Cabrones¡ Parece que nos huelen. Corrimos, nerviosos, hacía el piso que tenemos alquilado. Y sólo he llegado yo, mis dos com-pañeros no sé donde andan. Me estoy meando y Rober si-gue borracho y durmiendo. El pobre no sabe nada. Voy al baño, me saco el pijo y meo. La orina es clara. Con lo que he sudado, he expulsado toda la mierda de mi cuerpo. ¡Hostias! Alguien viene. ¿Será la policía? Guardo mi arru-gado pene y salgo a la puerta. Falsa alarma, es la vecina con las bolsas de la compra. No quiero ir a la cárcel. Soy débil. La trena es para tipos duros. Me siento en la silla y enciendo un cigarro. Tengo la boca seca. Me levanto a por una cerveza. ¡Joder! No hay. Mis compañeros, ¿estarán ya detenidos? No quiero pensar en ello. Sólo queda esperar. Seguro que viene la pasma. Lo sé. Son muy listos y hacen bien su trabajo. Me siento solo. Música. Sí, pondré música. Extremoduro, pero las canciones viejas, donde hablan de presos y cárceles. No quiero ir a la cárcel. No soy un tipo duro. Y pienso en Lorena. No podré ver más a Lorena. Lo buena que está Lorena. Y las pajas que me habré hecho pensando en sus pechos. Putos bancos. Todo por su cul-pa. Porque somos anticapitalistas y es nuestra obligación. Quemar el capitalismo. Extremoduro me relaja. El cigarro, también. Fuera hace calor y se oyen sirenas. ¡La poli! Joder qué miedo. Rober sigue dormido y borracho y yo, acojona-do, espero mi trágico final: la cárcel. Soy débil. Me asomo por la ventana. Falsa alarma. Es sólo una ambulancia. No soy el único que está jodido. Me siento de nuevo. Enciendo otro cigarro. Suena Extremoduro.

Jesús Julio Martín (2013)

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