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El legado de Sefarad http://cvc.cervantes.es/artes/sefarad/default.htm
El legado de Sefarad tanto para la España medieval, como para el resto de Europa y
América, es una cuestión palpitante, ya que constituye un aporte fundamental, no solo para
la espiritualidad, sino también para el desarrollo económico, científico y cultural. Por
suerte, ese viaje de ida y vuelta que es la historia permite la revisión del pasado para
apreciar en su dimensión y alcance una herencia que guarda un tesoro de ideas, creencias,
vivencias y saberes. Su momento de esplendor se da en los siglos XI y XII, en que hace parte
de esas tres culturas que convirtieron a ciudades de la Península como Toledo en ejemplo
de convivencia, cuando hebreos, musulmanes y cristianos constituían una sociedad diversa
y variada.
Por todo ello, el CVC se complace en presentar este monográfico, EL LEGADO DE
SEFARAD, que consta de cuatro apartados, el primero se dedica a «La España sefardita», el
segundo fija una «Cartografía de la diáspora» y el tercero da cuenta de la «Memoria de
Sefarad en América», a través de testimonios de escritores que evidencian sus
vinculaciones con una tradición familiar. Estas vivencias que emergen en sus obras nos
demuestran el peso de una herencia cultural que merece la pena ser tenida en cuenta; y el
cuarto apartado es un glosario preparado por el fallecido medievalista Antonio Antelo
Iglesias, que enriquece el contenido de este monográfico.
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El legado de Sefarad http://cvc.cervantes.es/artes/sefarad/default.htm
La España sefardita
Sin la cultura sefardí la Escuela de Traductores de Toledo no hubiera sido posible, ni
Alfonso el sabio, ni la recuperación renovada y enriquecida de Aristóteles, con las
consecuencias que ello trajo para la ciencia y el pensamiento europeo de la mano de Santo
Tomás y de la Escolástica. Muchas cosas se perdieron para siempre tras la expulsión, pero
otras quedaron indelebles. Volvemos la mirada a aquella Sefarad, con su propia diversidad
y riqueza de matices.
Presentación
Cuando nos adentramos en Santa María la Blanca o en la gran sala de oración de la
Sinagoga del Tránsito bañadas por una cálida luz dorada de una tarde de diciembre, una
emoción difícil de describir nos recuerda la riqueza y diversidad de nuestro pasado
medieval, de Toledo, y por supuesto de Sefarad. Cuántas cosas podrían contarnos sus
muros si pudieran hablarnos. El Tránsito todavía muestra, orgullosa de su pasado, textos en
hebreo y árabe presididos por el escudo del rey de Castilla Pedro I, recordado y ensalzado
en las inscripciones del propio edificio.
Interior de Sinagoga Hagadá de Sarajevo.
Interior de una sinagoga cuando
salen los fieles con los niños.
Quince siglos de historia, como poco, jalonan la presencia judía en la Península Ibérica
o si se prefiere en Hispania, al-Ándalus, o Sefarad. Antes que cristianos y musulmanes,
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hubo judíos que caminaron por las calzadas romanas. Celosos de su fe, consiguieron parar
el tiempo y detener las aguas de su Historia como un día hizo Moisés en el mar Rojo para
salvar a su pueblo. Ni romanos, ni visigodos, ni musulmanes, ni cristianos lograron su
asimilación total y en cambio su alto grado de hispanización hizo que la sociedad sefardí,
tras la expulsión de 1492 y su diáspora, se convirtiera paradójicamente en la mejor
embajadora de la patria que dejaban con el anhelo de volver, como si de su segunda
Jerusalén se tratase. Qué orgullo muestran aquellos sefardíes que todavía conservan la llave
de las casas que un día tuvieron que dejar sus antepasados en Toledo, Sevilla o Córdoba.
No perdieron su esperanza de retorno, ni la lengua, que también es nuestra aunque parada
en el tiempo, con la que cantaron y cantan las excelencias de una tierra que no les permitió
vivir y morir en paz. Pero su impronta quedó soldada en la historia de la cultura española.
Fue muy brillante el capítulo que protagonizaron escritores, pensadores y científicos
sefardíes entre los siglos X y XII en al-Ándalus. No es ahora, en esta escueta presentación, el
momento de detenernos en las excelencias de la labor de Ibn Shaprut, Isaac Ibn Albalía,
Joseph Ibn Nagrella, Yehuda Ha-Levi, Salomón Ibn Gabirol, Joseph Ibn Paquda o de
Maimónides, entre muchos otros. En cambio, sí que podemos afirmar que sin la cultura
sefardí muchas cosas de las que tan orgullosos nos sentimos jamás hubieran sucedido, y la
Historia de Occidente que hoy estudiamos sería otra. La Escuela de Traductores de Toledo
no hubiera sido posible, ni Alfonso X tan sabio, ni la recuperación renovada y enriquecida
de Aristóteles con las consecuencias que ello trajo para la ciencia y el pensamiento europeo
de la mano de Santo Tomás y de la Escolástica nunca hubieran tenido lugar y, sin duda,
nuestros místicos y sus obras tampoco.
Muchas cosas se perdieron para siempre tras la expulsión, pero muchas otras quedaron
indelebles aunque no hayamos sido conscientes de ello. Desde la austeridad de Santa María
la Blanca o desde la riqueza y el lujo del Tránsito, tornaremos nuestra mirada a Sefarad,
con su propia diversidad y riqueza de matices. Esperamos que en estas páginas consigamos
conocer un poco más la cultura sefardí de la que tantos nos sentimos herederos en España y
fuera de ella, gracias a la diáspora. Aunque hayamos vivido en tantas ocasiones de espaldas
a Sefarad, al igual que de al-Ándalus, ya va siendo hora de que reconozcamos como nuestro
el poliédrico pasado del que procedemos.
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La llegada de los judíos a la Península Ibérica
y la leyenda del nacimiento de Sefarad
Se ha discutido mucho sobre la llegada de los judíos a la Península Ibérica. Se ha
especulado si pudieron llegar a finales del segundo milenio antes de nuestra era de la mano
de los comerciantes fenicios y sus fundaciones en el Mediterráneo occidental, cuando
ciudades como Cádiz fueron creadas. Leyenda que se fundamentaría en parte al decirse en
la Biblia, en el Llibro de los Reyes, en el Antiguo Testamento, que las flotas del rey
Salomón navegaban amistosamente con las del soberano fenicio Hiram de Tiro, por lo que
se pensó que pudieran llegar juntos.
Utensilios del Templo.
Otro momento de la Antigüedad importante en la historia del pueblo judío que también
se ha puesto en relación con su llegada fue la invasión de Jerusalén y primera destrucción
del Templo por las tropas del rey Nabucodonosor de Babilonia en el 587 a.C., lo que
ocasionó un éxodo de la población por todo el Mediterráneo. La leyenda ha alimentado
continuamente esta posibilidad, e incluso se llegó a creer que un rey de Sevilla ayudó al
babilonio y tras el saqueo del templo se trajo sus joyas y la mítica mesa de Salomón, tal
como se refiere en la cronística medieval.
Si bien estas posibilidades siempre serán una incógnita, y aunque tampoco se puede
negar la llegada de algunos judíos en fechas tan tempranas, el momento de su
establecimiento como comunidad hay que fijarla en época romana, tras el éxodo de los
judíos que se produce tras la invasión de Jerusalén, el saqueo del templo y los sucesivos
conflictos que se suceden durante los dos primeros siglos de nuestra era, especialmente con
Pompeyo, Tito, Vespasiano y Adriano. Famosas son las imágenes del saqueo del templo
que todavía hoy pueden verse en el arco triunfal de Tito del Foro romano, conmemorando
la destrucción de Jerusalén en el año setenta. No es casual que sea en el siglo I d.C. cuando
Jonatan Ben Uziel deje constancia de la traducción de Hispania por Sefarad. Será a partir
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del período romano cuando comiencen a aparecer los primeros testimonios materiales de la
comunidad judía en España.
Hispania romana y Sefarad. El Concilio de Elvira del siglo IV
Será en los primeros siglos de nuestra era cuando podamos hablar ya de una
comunidad judía estable en la Península, y sobre todo tras la dispersión de la población
hebrea tras la política de ocupación romana a lo largo de la segunda mitad del siglo I. Será
en dicha centuria cuando constatamos por primera vez la denominación de Hispania como
Sefarad de la mano del discípulo del rabino Hillel, Jonatan Ben Uziel. Aunque no es mucho
lo que sabemos de estos primeros momentos, la cultura material comienza a hablarnos de
una realidad. En la inscripción del Ara de Justino, del siglo II, conservada en el Museo
Nacional de Arte Romano de Mérida, se hace alusión al lugar de origen de este personaje
que procedía de Flavia Neápolis, la actual Nablus, lo que ha llevado a identificarlo como un
personaje judío/samaritano. En Elche se encontraron los posibles restos de una sinagoga del
siglo IV y en el Museo Sefardí de Toledo hallamos tempranas representaciones del
candelabro de los siete brazos o menorá,en un fragmento de cerámica fechada entre los
siglo IV y V, o en la celebérrima Pileta trilingüe encontrada en Tarragona y fechada entre
los siglos V y VI.
Pileta trilingüe de Tarragona
En Museo Sefardí de Toledo
Parece lógico pensar que las medidas restrictivas de los emperadores romanos también
afectarían lógicamente a Sefarad. De la característica política sincretista romana de los
inicios se pasó al enfrentamiento paulatino ante la propia naturaleza de la religión hebrea, y
posteriormente también la cristiana, al aceptar solamente un Dios único y omnipotente, lo
que atentaba de lleno contra los cimientos de las creencias politeístas romanas. Presión que
igualmente continuó con los emperadores cristianos. Constantino (306-337) no permitió
que los judíos tuvieran esclavos cristianos y reguló sus obligaciones respecto al estado.
Teodosio (378-395), aunque más tolerante, penalizó los matrimonios mixtos al
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considerarlos adúlteros, etc. Casi todas las disposiciones imperiales giraban acerca de los
mismos temas.
Sin duda el documento más importante del período en el mundo hispano son las
controvertidas actas del Concilio de Elvira, presumiblemente de principios del siglo IV,
organizado en la ciudad romana de Iliberis o Granada. Dichas actas se recogen en las
colecciones canónicas a partir del siglo VI y constituyen la mejor prueba de la importancia
que había adquirido la comunidad hebrea ante la preocupación que demuestra la jerarquía
cristiana por regular y censurar al máximo las relaciones entre cristianos y judíos. Entre
otras decisiones, se prohíben los matrimonios mixtos e incluso que judíos y cristianos se
sienten a una misma mesa
La Hispania visigoda. Arrianos y católicos
La disolución política del Imperio Romano de Occidente y las sucesivas invasiones de
vándalos, alanos y suevos, principalmente a lo largo del siglo V, preparan el terreno para la
implantación del pueblo federado de los visigodos en la Península. La ruina del reino
visigodo de Tolosa ante los francos en tiempos de Alarico II, hace que se replieguen y
centren su poder en la Península Ibérica, naciendo así el reino visigodo de Toledo.
Lápida de Orihuela
Respecto a lo que atañe a la comunidad judía se pueden distinguir dos etapas bien
diferenciadas. La primera llegaría hasta la fecha del 589 cuando se produce el III Concilio
de Toledo. Momento en el que los reyes visigodos pasan de ser arrianos a católicos tras la
conversión de Recaredo.
Durante la etapa arriana de mayor inestabilidad se puede afirmar que sin existir una
política projudía al menos se vivieron momentos de mayor tolerancia. Al respecto es
interesante el Breviario de Alarico II del 506 en el que se continúan con las diferentes
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disposiciones emanadas del Derecho Romano y de los propios emperadores (Constantino,
Valentiniano II, Teodosio, Arcadio, etc.). De nuevo se vuelve a confirmar las consabidas
prohibiciones a los matrimonios mixtos o a que los cristianos fueran esclavos de los judíos,
así como diferentes cláusulas que regulan la vida cotidiana de los segundos (impuestos,
fiestas.).
La conversión de Recaredo al catolicismo en el 589 supone la unidad religiosa, como
paso previo a la estabilización y unidad política del Reino visigodo de Toledo. Ante estas
nuevas premisas la comunidad judía irá experimentando una mayor presión, pues su
religión constituía una nota discordante al proyecto nacional auspiciado desde la propia
monarquía. Se multiplicaron las disposiciones legales y conciliares —emanadas en los
famosos Concilios de Toledo—, encaminadas a reducir las libertades de los hebreos.
Sisebuto en el 613 llega a promulgar la expulsión de los judíos que no se convirtieran
al catolicismo por lo que muchos de ellos prefirieron el destierro. Aunque no faltaron
momentos más relajados como el que supuso el reinado de Suintila, la tónica general que
observamos en los diferentes concilios toledanos reunidos por ejemplo con Sisenando,
Ervigio o Egica, vuelven una y otra vez contra los judíos, a los que se llega a considerar
enemigos del reino en el Liber iudiciorum de Recesvinto promulgado en el 654. Se intentó
regular al máximo sus movimientos e incluso la crianza de sus hijos, así como prohibir su
relación comercial con los cristianos, entre muchas otras disposiciones. Se les llegó a
acusar de conspiración con los árabes del norte de África para facilitar su salto del
Estrecho, y aunque no faltasen casos ciertos al respecto se culpó y castigó a todos los judíos
por igual. Lógicamente ante semejantes circunstancias no es de extrañar que la comunidad
judía recibiese con los brazos abiertos las expectativas que se iniciaban tras el
derrocamiento de la monarquía visigoda tras la invasión musulmana del 711.
Sefarad y al-Ándalus
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Capitel bilingüe
Con la invasión islámica que se inicia en el 711 el judaísmo español comienza una de
las páginas doradas de Sefarad por el gran desarrollo que alcanzó en el campo de la política
y de la cultura. La mayor permisividad de las autoridades musulmanas respecto a la
represión de los monarcas visigodos hizo que los judíos no mostrasen ningún rechazo a la
invasión sino todo lo contrario. Asistimos al nacimiento de importantes juderías como las
de Lucena, Córdoba, Valencia, Toledo, Sevilla, etc. Al igual que los cristianos, eran
considerados «gente del libro» o dimmies, por lo que su situación religiosa era permitida y
protegida en al-Ándalus. Lógicamente sufrieron muchas limitaciones que se repiten
continuamente en la legislación, aunque su situación dependió mucho según los
gobernantes. En cualquier caso no podían levantar sinagogas a su antojo, y estas no podían
destacar respecto a las construcciones circundantes. En numerosas ocasiones se promulgan
leyes que exigen que su vestimenta sea especial para ser fácilmente distinguidos, que no
puedan desempeñar cargos públicos, que debían recitar sus oraciones en voz baja o que no
pudieran cabalgar a caballo, etc. Según el momento habría más o menos relajación en el
cumplimiento de unas normas que se repiten y que por lo tanto indican su incumplimiento.
Respecto a sus ocupaciones en la sociedad andalusí, en numerosos casos llegaron a
ocupar cargos de gran relevancia, fueron consejeros y visires de gobernantes, caso de los
Nagrela en la taifa de Granada, y en ellos recayeron en bastantes ocasiones funciones
diplomáticas por su dominio de idiomas. También fueron importantes médicos,
astrónomos, artesanos, contables o comerciantes.
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La llegada de los musulmanes facilitó la renovación intelectual de los judíos sefardíes.
Su pronta arabización y las intensas relaciones existentes entre todo el islam, les abrió las
puertas de un mundo inmenso y les permitió participar vivamente en las nuevas corrientes
de pensamiento, no solo de los árabes sino también de los hebreos de Persia. Se inicia así
un período de aproximadamente dos siglos (X-XII) en el que los judíos españoles escriben
las páginas más preciosas de la cultura sefardí y demuestran el gran desarrollo alcanzado en
teología, filosofía, gramática, poesía, medicina, etc. Se llegaron a crear una especie de
academias formativas en ciudades como Córdoba o Sevilla.
Pero un período tan dilatado de ocho siglos de presencia musulmana en la Península no
fue homogéneo y se pueden distinguir claramente varios momentos. Durante la primera
parte y en especial en la época del califato omeya y de los reinos de taifas, siglos X-XI, los
judíos logran un gran protagonismo en la vida social de al-Ándalus, y los encontramos
ocupando elevados puestos en la administración junto a los monarcas. La magnífica
formación de muchos miembros de la comunidad sefardí hizo que esta se convirtiera en la
mejor cantera de embajadores, y así aparecen judíos en embajadas, recibiendo altos
dignatarios extranjeros o firmando tratados con otras potencias. Pero la situación ya
mostraba visos de cambio tras el derrumbamiento de Córdoba a principios del siglo XI,
cuando muchos judíos optan por huir a otras zonas de al-Ándalus, o cuando en el 1061 se
produce un pogrom o matanza de judíos en la tafia granadina ante la animadversión que
había producido en la sociedad el elevado poder alcanzado por la comunidad hebrea.
Todo cambia tras las invasiones norteafricanas, especialmente con las almohades del
siglo XII, ya que estos son muy radicales en sus posturas religiosas lo que supone el final
del apogeo de las comunidades hebreas en al-Ándalus y su posterior destierro a otros
lugares, caso del norte de África, Egipto por ejemplo, o de la España cristiana, que durante
los siglosXI y XII, y en reinados como los de Alfonso VI y Alfonso VII fueron incluso
recibidos con cierta simpatía.
Especial mención merece el Reino de Granada nacido con la disolución del imperio
almohade tras su derrota en las Navas de Tolosa del 1212. La presión creciente de las
autoridades cristianas sobre la comunidad hebrea a partir del siglo XIII, a pesar de la
existencia de breves capítulos más tolerantes como el vivido durante el reinado de Juan II
de Castilla, motivó que muchos judíos huyeran al abrigo de los nazaríes, especialmente
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durante el siglo XIV, en cuya segunda mitad se multiplicaron los progromos en numerosas
aljamas castellanas
Legado cultural y científico de los judíos sefardíes.
Introducción
La llegada de los musulmanes a la Península va a suponer el inicio de la renovación
cultural a todos los niveles de la comunidad hebrea. Ello fue debido gracias a las
posibilidades que se abrieron al aparecer al-Ándalus, todo el norte de África y buena parte
del Oriente Medio unificados por una misma fe y una misma lengua. La rápida arabización
de los sefardíes les permitió penetrar en el mundo filosófico-científico que se estaba
desarrollando en el mundo islámico y por otra parte recuperar el tiempo perdido con las
comunidades hebreas orientales y con los importantes centros persas de Pumbedita y Sura.
Mapamundi de Cresques Abraham
Siglo XIV
Ante el nuevo ambiente creado a partir del siglo VIII, asistiremos al florecimiento más
granado y dorado de la cultura sefardí entre los siglos X yXII, jamás alcanzada
anteriormente, ni superada con posterioridad. La filosofía, la teología, la ciencia en general,
la gramática y la literatura, la poesía, etc., experimentan una verdadera revolución. Se
recuperaron los textos clásicos de la filosofía griega, con especial incidencia los de
Aristóteles, lo que marcará una nueva aproximación científica al mundo natural y su
estudio. Se tradujeron textos y se inició una labor cultural de tal calibre, que terminará
influyendo al mundo del pensamiento y de la ciencia desarrollada en la Europa medieval.
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La Córdoba del siglo X, la ciudad más importante de Occidente a todos los niveles,
supo aprovechar al máximo la sabiduría de la comunidad judía. En ella existió una especie
de centro de estudios de gran prestigio en el que se estudiaban materias religiosas y
profanas, y al que llegaron alumnos de un sinfín de lugares. Otros centros más tardíos los
encontramos también en Granada y en Sevilla.
Astrónomos discutiendo
Muchos son los nombres que conocemos, así como sus obras escritas, aunque sin duda
muchos quedarán olvidados para siempre. A lo largo del siglo X se dieron cita en Córdoba
maestros de un gran prestigio y de procendencias muy dispares como Dunash Ibn David
nacido en Fez, Menean ibn Saruq de Tortosa o Dunash Ibn Labrat procedente de
Mesopotania, y no faltaron verdaderos humanistas, en el más puro sentido renacentista de
la palabra, como Ibn Shaprut, médico, traductor, escritor, políglota y embajador de Abd al-
Rahman III.
El ocaso de Córdoba en las primeras décadas del siglo XI tuvo por una parte la terrible
consecuencia de la dispersión de la ciencia hebrea reunida en la capital omeya, pero por
otra el enriquecimiento cultural de las cortes taifas gracias a la llegada de importantes
maestros. En este ambiente encontramos a Isaac Ibn Albalía en la corte de al-Muttanid de
Sevilla, a Joseph Ibn Nagrella en la del monarca Habbus de Granada, al tudelano Yehuda
Ha-Levi, o a Jonah Ibn Yanah, a Salomón Ibn Gabirol y a Joseph Ibn Paquda en el reino de
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Zaragoza. El fruto más interesante de tal despegue cultural de los siglos X y XI lo
encontramos en Maimónides, cordobés de nacimiento y emigrado a Egipto tras la invasión
almohade.
Sefarad y la España medieval cristiana
Inscripción hebrea del mausoleo
de Fernando III
No debieron ser muchos los judíos de la España cristiana de los primeros siglos tras la
invasión musulmana del 711. Las comunidades sefardíes irían aumentando con el
progresivo afianzamiento de los reinos cristianos del norte de la Península y su crecimiento
territorial hacia el sur. Su presencia se explicaba mediante el pacto que los monarcas
realizaban con ellos para que pudieran vivir en sus reinos, como si de huéspedes se tratase,
y además tenían un régimen jurídico específico. Pagaban directamente al soberano por lo
que su presencia le proporcionaba grandes beneficios. Durante los primeros siglos (VIII-
XIII) se respiró un ambiente de cierta tolerancia aunque terminaron siendo corrientes los
preceptos normativos que intentaban limitar su libertad en el vestir o en las construcciones
de sus sinagogas por ejemplo. Su presencia aumentó ante las fracturas políticas que se
produjeron en Al-Andalus entre los siglos XI y XII, con la desintegración del Califato o las
invasiones norteafricanas de almorávides y almohades. Participaron en la repoblación de
los territorios anexionados y algunas aljamas llegaron a tener un gran desarrollo como por
ejemplo la de Toledo, donde su presencia posibilitó el desarrollo de la celebérrima Escuela
de Traductores, al ayudar en la traducción de multitud de textos clásicos griegos
conservados en árabe que posteriormente se fijarían en latín.
Las comunidades hebreas nunca llegaron a asimilarse en la sociedad cristiana medieval
al conservar su marcada identidad. El enfrentamiento con la sociedad cristiana fue en
aumento así como las leyes de cortes, bulas o actas conciliares que limitaban cada vez más
su libertad a todos los niveles.
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Las leyendas que los acusaban de todo tipo de atrocidades y las predicaciones de
destacados hombres de la iglesia como el famoso arcediano de Écija, Ferrand Martínez,
fomentaron el odio visceral entre las capas más bajas de la sociedad que, unido al
debilitamiento del poder real, garante de su integridad, terminó ocasionando importantes
persecuciones a finales del siglo XIV, y la elaboración de leyes que les iban cerrando el paso
a ciertos cargos y profesiones. En este ambiente llegamos a los tristemente famosos
pogromos o matanzas de judíos de Sevilla del 1391, que se extendieron como un reguero de
pólvora por múltiples localidades andaluzas primero y por el resto de Castilla después.
Semejante tensión produjo la conversión al cristianismo de multitud de judíos, algunos
de los cuales llegaron a tener un protagonismo destacado como el famoso Pablo de Santa
María, rabino de la judería de Burgos que llegó a ser obispo de la misma ciudad. Se inicia
así otro importante problema, el de los conversos o cristianos nuevos, muchos de los cuales
seguían practicando su antigua fe mosaica en la clandestinidad, pero al menos su nueva
situación neófita les permitía conservar su precedente posición social, lo que levantó la
desconfianza en amplios sectores de la sociedad cristiana.
La legislación continuaba dando muestras de la misma intolerancia. En 1412 la reina
Catalina de Lancáster, influida por el dominico San Vicente Ferrer y por otros personajes
como el citado obispo de Burgos, aprueba una pragmática o conjunto de leyes contra los
judíos entre las que destaca su obligado encerramiento en sus aljamas para evitar el
contacto con los cristianos.
La tensión parece aliviarse ligeramente durante los reinados de Juan II, Enrique IV y
en la primera parte del gobierno de los Reyes Católicos. Se llegó incluso a intuir una
posible recuperación de las aljamas, tan empobrecidas por los acontecimientos anteriores.
Como reflejo de ello asistimos a la elaboración en 1432 de las conocidas tacanot de
Valladolid por los procuradores de las aljamas castellanas, con el intento de constituirse en
un ordenamiento general para todas las juderías de Castilla, y en 1443 Juan II tomó bajo su
directa protección y amparo a los moros y judíos del reino. Pero todo fue un falso
espejismo. Las medidas de presión aumentaron sobremanera a lo largo del último tercio del
siglo XV. La expulsión de 1492 terminaría siendo inevitable.
Expulsión y diáspora
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Pedro Berruguete, Auto de fe
Museo del Prado, Madrid
El camino final que culmina en el decreto de expulsión del 31 de marzo de 1492 se
deja ver perfectamente en las Cortes de Madrigal de 1476 y en especial en las de Toledo de
1480. Entre muchas otras limitaciones se exigió que los judíos dejasen sus antiguos
emplazamientos. Ya no servía que estuvieran encerrados en sus aljamas, ahora debían estar
apartados y desplazados de las poblaciones cristianas. Por otra parte surge con fuerza la
Inquisición, sancionada en la bula de fundación otorgada por Sixto IV en 1478, encaminada
a controlar la verdadera conversión de los cristianos nuevos. La situación se hizo
insostenible y los abusos fueron continuos. El papel de la Inquisición fue esencial en los
acontecimientos que precedieron a la expulsión ante su denuncia continua del peligro que
suponía la posibilidad de comunicación entre cristianos y conversos con los judíos.
La génesis del Estado Moderno que se iniciaba en la Baja Edad Media, en el caso
hispano en el siglo XIII con Alfonso X, se encaminaba hacia una homogeneización social,
política y religiosa en los territorios gobernados por el rey. Los antiguos pactos
consuetudinarios de la Edad Media, entre los que se hallaba también el existente entre el
monarca y la comunidad judía, ya no eran viables. El nacimiento del Estado Moderno no se
podía permitir la existencia de una comunidad judía que no quería fusionarse con el resto
de la sociedad, pues siempre sería foco de inestabilidad. La situación, algo más relajada, de
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las décadas centrales del siglo XV junto al talante de la primera parte del reinado de los
Reyes Católicos no hacía pensar en una solución tan traumática. No cabe duda que el poder
hegemónico que atisbaba la Iglesia en la futura y próxima nación moderna española, en
donde la fe del soberano sería la única que se debía practicar en todos sus territorios, junto
al brazo operativo de la Inquisición, convirtieron el tema judío en «Razón de Estado».
Aunque el decreto de expulsión en teoría garantizaba la salida de la comunidad judía
que no quería bautizarse, de nuevo la picaresca y los abusos se multiplicaron. Algunos
judíos se convirtieron e incluso otros lo hicieron tras el destierro para volver, ya que se les
garantizaba en ese caso la posibilidad de devolución de sus propiedades y por lo tanto
recuperar su situación previa. Según la ubicación de las diferentes comunidades éstas
salieron por la frontera a Portugal, al Norte de África, a Navarra y a Europa occidental
(Países Bajos e Inglaterra), no faltando las que se dirigieron a Italia y posteriormente a
territorios del Imperio Otomano. En poco tiempo se produjeron nuevas expulsiones como la
que se decretó en Portugal en 1496 o en Navarra en 1499.
El alto grado de hispanización alcanzado por la sociedad sefardí a lo largo de la Baja
Edad Media avivó el anhelo del retorno. Si Jerusalén era su primera patria por designio
divino, Sefarad sería la segunda. Nunca sucedió algo parecido con el resto de las
poblaciones hebreas expulsadas de otras naciones europeas. Comunidades sefardíes de la
diáspora continuaron su desarrollo cultural allá donde se encontrasen y orgullosas de su
origen hispano conservaron, y conservan, con gran celo su personalidad, al igual que lo
hicieron con su fe, su lengua y su cultura, tras superarse los cinco siglos de expulsión y los
quince siglos de presencia continua en Hispania, al-Ándalus, España o Sefarad.
La aljama
La aljama judía es la comunidad en sí misma que se establece de forma independiente
dentro de una población medieval y que se organiza al margen de ésta y a su vez se
gobierna con sus propias leyes u ordenamientos conocidos como tacanot. Es una institución
política, cultural y religiosa, con sus dirigentes, consejos de sabios y sus representantes para
asuntos externos.
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Agadá Morisca
Es muy interesante la organización y administración de la justicia en las aljamas, al
contar con sus propios jueces (dayanim), cuidadosamente elegidos, que configuraban el
tribunal rabínico. Debido a que la comunidad hebrea dependía directamente del monarca,
con quien había establecido el pacto que permitía su presencia en sus reinos, existía la
figura del rabmayor de la corte, cargo que venía a desempeñar la función de un juez mayor,
elegido directamente por el rey, que podía intervenir en multitud de ocasiones en la vida de
las juderías (juicios apelados, destino de multas, etc.)
En un principio las comunidades hebreas elegían su ubicación independiente dentro de
un núcleo urbano, aunque con el tiempo, sobre todo en la Baja Edad Media, se
multiplicaron las normativas que exigían a los judíos vivir encerrados, primero, y
apartados, después, para evitar al máximo el contacto con los cristianos y conversos. Por
todo ello era común que las juderías pudieran contar con su muralla y puertas
independientes dentro de una ciudad provista a su vez de las suyas, lo que marcaba aún más
el carácter y personalidad de su hábitat. Lo que en origen constituía una interesante unidad
urbanística que facilitaba en un principio la vida en comunidad y la propia defensa,
finalmente en no pocos casos las aljamas se convirtieron en una terrible «ratonera» en
momentos difíciles como los pogromos de finales del siglo XIV.
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Además de la sinagoga, corazón indiscutible de la aljama, existían otros lugares
comunitarios como los baños públicos, que continuaban la tradición antigua de la terma
romana, los mataderos donde se realizaba el sacrificio de los animales según el ritual
obligado (sehitah), el horno comunitario donde se cocía el pan, o las carnicerías donde se
vendía la carne. Era muy importante cumplir una elaborada normativa rabínica en la
preparación, selección y manipulación de los alimentos, para que éstos fueran kaser, es
decir, para que la comunidad judía pudiera consumirlos. Por supuesto no nos olvidamos de
otro lugar comunitario esencial en la vida de las aljamas: los cementerios.
La sinagoga
Sister Hagadá
Interior de una sinagoga
La sinagoga es el corazón de la vida de la aljama. Todo gira en torno a ella. Aunque
pueda haber varias en una misma aljama, dependiendo de su importancia, siempre habrá
una sinagoga principal. En ella no solo se encuentra la sala de oración, sino también un
conjunto de espacios y casas donde se desarrollan todos esos aspectos comunitarios, desde
la aplicación de la justicia, al ser sede del tribunal rabínico (Bet-Din), lugar donde se ubica
la escuela (Bet-Midrás), o donde se realiza la asistencia a los pobres, peregrinos y
necesitados, sin olvidarnos de la existencia de micves o baños rituales utilizados por las
mujeres para su purificación o para lavar los ajuares domésticos ante la celebración de la
Pascua, etc.
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La sinagoga al ser sencillamente un lugar de oración y reunión, pasa desapercibida por
la arqueología en numerosos casos ante su similitud con la arquitectura doméstica y por el
contrario en no pocas ocasiones se han querido ver restos de sinagogas ante la aparición de
cualquier espacio con cierto protagonismo. Solo era necesaria la reunión de diez varones
mayores de edad (13 años) para que existiese el quórum (minyan) mínimo para realizar la
oración.
Debemos recordar que pudieron ser muy pobres y sin apenas elementos definitorios
que las caracterizasen. En condiciones normales están orientadas al Este y presentan un
acceso indirecto desde la calle y a través de un patio en torno al cual se disponen otros
espacios sinagogales. Cuentan con un armario o nicho en el paramento oriental
(hejal o arón acodes), que se cierra con puertas de madera o metal que quedan cubiertas
por una rica cortina (parojet), y donde se guardan los rollos de la Ley (sefer) que son leídas
por el hazán. Debe existir un púlpito (bimá o tebá) desde el que se realizan las lecturas
sagradas, sobre el que se solían disponer siete lámparas en recuerdo de los siete brazos del
candelabro sagrado (menorá). En ocasiones se monumentaliza mediante un recrecimiento
del suelo el camino que une el hejal y la bimá. Las mujeres cuentan con un lugar reservado
para ellas (azará) que generalmente consiste en una tribuna a la que comúnmente la
historiografía ha llamado matroneum, mientras que los hombres se disponen en el banco
corrido adosado a los muros de la sala de oración. Cuando las normativas que prohibían su
construcción o censuraban su decoración y monumentalidad se relajaban en momentos de
mayor tolerancia, las sinagogas tendían a crear un espacio de gran altura que se iluminaba
mediante ventanas abiertas en lo alto de los muros.
Las formas artísticas con las que se materializaron las sinagogas son simplemente las
que encontramos en las edificaciones de la zona.
Los cementerios
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Epitafio de Abraham Satabi.
Cementerio judío de Soria
(Museo Numantino)
Las aljamas judías contaban con sus propios cementerios fuera de las poblaciones,
próximos a su barrio y en lugar o monte elevado, en declive y orientado hacia el Este o
salida del sol. Lo normal es que estuvieran delimitados por un muro con alguna puerta y
que los difuntos se colocasen boca arriba, en fosas, cámaras laterales o hipogeas, con la
cabeza hacia el Oeste para no estar de espaldas a Jerusalén tras la resurrección. Aunque los
había próximos a la aljama (Córdoba, Murcia, Valencia, Segovia, etc.) no faltaban ejemplos
en los que se ubicaban más alejados (Zaragoza, Barcelona). En ocasiones algunas
comunidades no tenían permiso para contar con sus propios cementerios y por ello debían
acudir a otros de aljamas hebreas próximas. Realmente se continuaba con la tradición
antigua de situar los cementerios a las afueras por motivos de salubridad, como ya hacían
los romanos, incluso al igual que estos cerca de alguna de las puertas de la ciudad. Al
tratarse de una minoría sus cementerios tuvieron que ser muy humildes, y tan solo una
lápida o ladrillo con alguna inscripción o epitafio en hebreo podría recordar la memoria del
allí enterrado, o simplemente una piedra tumular sin más (massevot)marcaba una sepultura.
Aunque tenemos constancia de bastantes cementerios es mucho lo que todavía queda
por saber. No es fácil encontrar yacimientos intactos que nos den tantos datos como para
realizar generalizaciones sistemáticas, y más si tenemos en cuenta el cambio de ubicación
de la población judía a lo largo del último siglo de su presencia en España.
Tras su expulsión no siempre se respetaron estos lugares y al igual que sucedió con los
cementerios islámicos, en ocasiones se dio licencia para la reutilización del solar donde se
hallaban o para vender parte de los materiales de las sepulturas para la construcción de
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nuevas edificaciones. Los cementerios al igual que las sinagogas configuraban los bienes
comunales, por excelencia, de las aljamas, por lo que tras la salida de la población sefardí
hubo un gran interés por su apropiación por parte de los cristianos en general y de la Iglesia
en particular, con la anuencia de los monarcas, que en no pocas ocasiones cedieron estos
lugares para la construcción de un monasterio.
Las fiestas y celebraciones
Escena de Séder de Pésaj
Las fiestas judías están muy reguladas por la liturgia y en ellas se observa un enorme
cuidado en las comidas, celebraciones en la sinagoga, o en el comportamiento individual de
los individuos respecto a la familia y la comunidad. El día sagrado de la semana es el
sábado (sábat), que comienza el viernes al atardecer, con el rezo en la sinagoga, la
preparación de la cena y el encendido de dos velas. Se interrumpen los trabajos cotidianos y
mecánicos, permitiéndose tan solo aquellos vinculados con la celebración. Si seguimos un
sentido litúrgico recordaríamos entre septiembre y octubre los diez días temerosos (yamim
noraim), que comienzan con la fiesta de Primero de Año (Ros ha-saná) y terminan con la
fiesta de la Expiación o del Gran Perdón (Yon Kipur), es un período de gran solemnidad,
austeridad, ayuno y penitencia, de recuerdo de los difuntos, de petición de perdón y de
reconciliación con aquellos a los que se ha ofendido. Durante el rezo en la sinagoga en este
período se hace uso del característico cuerno (de carnero, gacela, chivo.) conocido con el
nombre de sofar.
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Continuaríamos con la festividad de las Cabañuelas (Sukot), una de las tres fiestas
mayores junto a la Pascua (Pésah) y el Pentecostés (Sabuot), en la que se peregrinaba a
Jerusalén. La Fiesta de las Cabañuelas, igualmente celebrada entre septiembre y octubre,
dura una semana y rememora el tiempo en el que el pueblo hebreo estuvo errante entre su
salida de Egipto y su llegada a la Tierra Prometida, por ello en su recuerdo las comidas
principales se deben hacer a cielo abierto, bajo una pérgola, sencilla tienda, cabaña o
cabañuela (suká) que permita la comunicación con el exterior. Termina esta fiesta con la
exaltación de la Ley (Simjat Torá) revelada por Dios a su pueblo.
Cuando los días acortan su duración en el inicio del invierno, en diciembre, se celebran
durante ocho días Las Luminarias o Consagración, la conocida Fiesta de Hanuka, que
recuerda la victoria de los macabeos sobre los seleúcidas, y la purificación del Templo de
Jerusalén en el 165 a.C. La leyenda cuenta como al procederse al encendido de la lámpara
sagrada solo quedaba aceite para un día, pero estuvo encendida los ocho que duró la
sublevación contra Antioco Epifanes al querer este sustituir el culto a Dios por el de Zeus.
Por ello surge una pieza esencial la hanukiyá, lámpara con ocho cuencos más uno adicional
auxiliar desde el que se van encendiendo día a día cada una de las lamparillas hasta que al
final aparecen todas encendidas.
Hanukiyá
Al acercarse la primavera, entre finales de febrero o ya en marzo se celebra la fiesta de
las Suertes (Purim) en la que se recuerda como los judíos se salvan de la persecución de
Hamán, cortesano protegido del rey persa Asuero (¿Jerjes o Artajerjes?). Historia que se
cuenta en el Libro de Ester, por lo que también es conocida esta fiesta con su nombre, ya
que la salvación se produjo gracias a la intercesión de esta reina. Es una celebración muy
alegre en la que se realizan multitud de juegos, los niños utilizan las carracas, se reparten
dulces, aguinaldos, limosnas, etc. El Libro de Ester se lee en la sinagoga, escrito en un
rollo (meguilá) de tamaño más pequeño que el rollo del séfer Torá.
Finalizaríamos con la Pascua (Pésah). Se celebra entre marzo y abril, y en origen tenía
un claro sentido agrícola al marcar el inicio del ciclo vegetativo de la naturaleza.
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Conmemora la constitución de aquel pueblo hebreo que consiguió su libertad con el Éxodo
del Egipto faraónico en dirección a la Tierra Prometida. El inicio de esta festividad, que
dura ocho días, comienza en la casa con una cena ritual (seder) en la que se dispone con
mucho cuidado una serie de alimentos con gran sentido simbólico que aluden en gran
medida a su vida sometida en el país del Nilo, además se lee el Hagadá, o texto sagrado
donde se cuenta el Éxodo.
Si en lugar de la liturgia nos centramos en el ciclo vital de los judíos señalaremos
además tres importantes celebraciones igualmente muy reguladas con gran celo: la
circuncisión, el matrimonio y la muerte. La circuncisión (berit milá), que se realiza a los
niños a los ocho días de nacer si no hay ningún impedimento de salud, recuerda la alianza
de Dios con su pueblo. Se realiza en la casa o en la sinagoga por el
circundador (mohel)acompañado por el padre y el padrino (sandaq) acompañados por diez
hombres adultos (minyán).
Cortejo fúnebre de la Agadá Morisca.
La formación de los niños en la sinagoga de los preceptos religiosos es muy importante
y se culmina con la fiesta de la mayoría de edad a los trece años. Con anterioridad a la
solemne ceremonia el todavía niño realizará (el lunes, jueves o sábado anterior) una
exégesis o lectura comentada e interpretativa (darús)sobre algún texto bíblico siguiendo las
directrices de la literatura religiosa hebrea (Talmud). Tras la mayoría de edad el muchacho
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quedará sujeto a los preceptos religiosos de la comunidad (bar misvá) y podrá atar en su
cabeza y en su brazo izquierdo las filacterias (tefilim) y cubrirse con el manto (talit) cuando
así lo exige la liturgia.
La boda es otro de los momentos claves en la vida de todo judío. Contaba con un
contrato (ketubá) donde se fijan todas las cláusulas matrimoniales (dote, posible
divorcio…). La fiesta se compone del compromiso (erusín) y de la santificación del
matrimonio (quidusín). De nuevo se celebra en la sinagoga, bajo un palio(jupá) y ante la
presencia mínima de los diez varones adultos (minyán).
La muerte o tránsito a la otra vida en espera de la resurrección es otro de los momentos
importantes en la vida de todo judío. La preparación del moribundo, cuando era posible, del
cadáver, de la mortaja, del enterramiento y funeral, y del luto seguían unos pasos muy bien
definidos.
Los textos sagrados (la Torah y el Talmud) y la Qabbalah
Amuleto cabalístico
El pueblo judío vive según los preceptos que se recogen en la ley que Dios les da: la
Torah. Su contenido es el conjunto de preceptos, instrucciones, mandamientos u
obligaciones que Dios otorga a su pueblo y que se contienen en el Antiguo Testamento,
especialmente en el Pentateuco (el Génesis, el Exódo, el Levítico, los Números y el
Deuteronomio) o lo que es lo mismo los cinco primeros libros de la Biblia identificados con
Moisés, por lo que comúnmente se habla también de Ley Mosaica. Después los sabios
judíos realizaron comentarios e interpretaciones de la Torah que ayudaban al pueblo hebreo
a organizar su vida desde todos los puntos de vista imaginables (social, económico,
jurídico, político, vida privada, higiene, etc.). Estos preceptos que en un principio fueron de
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carácter oral fueron fijados por escrito en una primera parte (la Mishnah) a lo largo de un
extenso período que llega hasta el sigloII de nuestra era, y cuya última redacción se cree que
fue realizada por Rabí Yehuda ha-Nasí. La segunda parte (la Guemará), en gran medida
conjunto de comentarios de la primera, se configura entre los siglos tercero y cuarto de
nuestra era por los eruditos hebreos (amoraim). La unión de ambas partes
(Mishnah y Guemará) formalizan la columna vertebral del Talmud, que cuenta con dos
versiones la realizada por las escuelas rabínicas de Babilonia y Palestina. Se conocerá con
el nombre de Talmud Tora a las escuelas rabínicas donde se estudia y enseña la Ley.
En España y en Francia tuvo gran desarrollo otro libro conocido como la Qabbalah.
Aunque su significado se ha distorsionado con el tiempo y casi se utiliza como sinónimo de
prácticas astrológicas y supersticiosas, su origen es muy distinto. Debemos remitirnos al
siglo XI cuando su contenido era la interpretación de la Torah con un sentido místico
alegórico, frente a la lectura literal que de ella se hacía en el Talmud, y por ello su
influencia en la mística y la literatura ha sido muy importante. Aunque a partir del
siglo XIII hubo un sector interpretativo de la Qabbalah poco serio que desembocó en un
verdadero fraude, por otra parte hubo lecturas interpretativas de carácter matemático que
atribuían a las letras de las palabras un valor numérico al no existir en hebreo cifras
numéricas como en el latín o en el árabe. Otros análisis explicativos utilizaban las letras de
las palabras como iniciales de otras que a su vez formalizan frases, o simplemente
cambiaban el orden de las letras para crear nuevas palabras. Cómo es lógico pensadores
racionalistas de la talla de Maimónides criticaron y vieron con desconfianza semejantes
lecturas que rayaban en lo esotérico, lo mágico y lo oculto
Introducción historiográfica al estudio
de las sinagogas medievales españolas
Epígrafe fundacional de Córdoba.
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Antes de comenzar con el recuerdo de las sinagogas, sin duda el legado más
espectacular de la cultura material de Sefarad, es obligado destacar algunos trabajos
imprescindibles para abordar el tema de la arquitectura judía en la España Medieval. Junto
a los trabajos ya clásicos de Otto Czkelius, Elie Lambert y de la ingente obra de Francisco
Cantera Burgos, en las últimas décadas hemos asistido a un interés creciente respecto a
Sefarad, en gran medida paralelo al que ha existido respecto al mundo andalusí, y
curiosamente a partir de la mítica fecha de 1992. En ese año aparecía el libro de José Luis
Lacave, que supuso una importante revisión y puesta al día de los trabajos iniciados por
Cantera Burgos. Entre 1991 y 1992, una vez finalizados los importantes trabajos de
restauración llevados a cabo en la Sinagoga del Tránsito, se organizó la exposición La vida
judía en Sefarad, de la que Elena Romero fue su comisaria, en cuyo catálogo se hizo una
aproximación global a la cultura sefardí por parte de sus máximos especialistas, y por
supuesto se trató también la arquitectura de forma general; publicación que presentaba un
interesante repertorio bibliográfico y glosario en su parte final. Casi a la par, en el The
Jewish Museum de Nueva York se celebra otra importante exposición con el título de
«Convivencia», igualmente en su catálogo, editado por V.Mann, T.Glick y J.Dodds,
hallamos un interesante estudio de los edificios junto a otros interesantes trabajos. Además
de los numerosos artículos que fueron apareciendo en las revistas más importantes referidas
al mundo judío en general y al sefardí en particular (Sefarad, Miscelánea de estudios
árabes y hebraicos, Jewish art, Revue des Études Juives, etc.), a finales de 1998 se publican
las actas del VII Curso de Cultura Hispanojudía y Sefardí, El legado material hispanojudío,
coordinado por A. M. López Álvarez y R. Izquierdo Benito, que tuvo lugar un año antes, en
el que de forma clara se tratan temas interesantes para la arquitectura, como es el
ceremonial, la sinagoga, la cultura material, etc. Un año más tarde se publica el trabajo de
M. A.Espinosa Villegas Judaísmo, estética y arquitectura: La sinagoga sefardí, donde se
aborda de forma general el tema de la sinagoga sefardí. Sin duda el último paso importante
en el conocimiento y puesta en valor de Sefarad lo encontramos en la exposición «Memoria
de Sefarad», comisariada por I. G. Bango Torviso y organizada en Toledo, entre octubre de
2002 y enero de 2003, en el centro Cultural San Marcos, en cuyo catálogo además de
encontrarse un gran número de artículos sobre la cultura sefardí en todos sus aspectos, se
hizo especial hincapié en la arquitectura de las sinagogas monumentales.
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La comunidad hebrea, al no haber detentado el poder político en ningún momento en
la Península, a diferencia de cristianos y musulmanes, ha imposibilitado la existencia de
construcciones comparables a las realizadas por aquellos. De la misma forma que no
podemos hablar de importantes edificios cristianos realizados bajo el poder andalusí ni de
mezquitas de especial interés arquitectónico erigidas en territorio cristiano, no podemos
presentar más que unos pocos ejemplos conservados de destacadas construcciones
religiosas sefardíes. Otro tema es que edificios musulmanes, caso de la mítica mezquita
cordobesa, por apuntar sólo un ejemplo, o cristianos, recuérdese la arquitectura
hispanovisigoda y casos destacados como el de Santa María de Melque, hayan podido
pervivir gracias a su reutilización bajo un poder distinto al que los vio nacer. No olvidemos
que a lo largo de la Edad Media fue habitual y frecuente la existencia de una rigurosa
normativa que limitaba al máximo todos los aspectos de la arquitectura realizada por las
comunidades religiosas minoritarias. A pesar de todo ello es muy posible que hayamos
conservado dos de las sinagogas más importantes de Sefarad, como son las toledanas de
Santa María la Blanca y del Tránsito.
Sinagoga de Córdoba
Sinagoga de Córdoba.
Un pequeño patio y un vestíbulo rectangular dan paso a la sala de oración (6,95 m x
6,37 m) de la sinagoga cordobesa por su flanco meridional. En sus cuatro paramentos se
disponen frisos de yesería decorativa, muy deteriorados, en los que se observan motivos
geométricos, vegetales y epigráficos, al igual que en los palacios nazaríes del momento. En
el muro oriental, junto a los restos de lo que fuera el acceso al nicho donde se hallaba el
arca con los textos sagrados de la ley judía o Torá, se conserva la lápida fundacional de la
sinagoga, en la que se dice en caracteres hebreos que fue construida por Isaac Moheb en el
año de 5075, según el calendario judío, o lo que es lo mismo entre los años de 1314 y 1315
de la era cristiana. En el muro sur del oratorio se conservan, en alto, los tres vanos que
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abren al matroneum o galería destinada para las mujeres. En el paramento occidental un
arco polilobulado da paso a un pequeño nicho, posible ubicación de la bimah,pequeño
estrado desde donde se realizaría la lectura de los textos sagrados.
Reconvertida en ermita de San Crispín y San Crispiniano en el siglo XVI, en el
siguiente sufrió una intervención muy importante (introducción de una bóveda de cañón,
cambio de su acceso primitivo, etc.), lo que explica la destrucción de sus decoraciones y
epígrafes, y el mal estado en que se encontraba en 1884 cuando fue redescubierta.
Sinagoga de Santa María la Blanca
Sinagoga de Santa María la Blanca.
Se trata de la sinagoga española que más interés ha suscitado entre los investigadores,
ante la divergencia cronológica que han mantenido en su datación. De orígenes confusos se
ha vinculado con diversos personajes hebreos de los siglos XII y XIIItomados de
inscripciones y poemas ajenos al edificio, si bien el análisis detallado de sus elementos
decorativos aconsejan retrasar su construcción a la centuria siguiente. De planta irregular
oscila entre los 26 y 28 m de longitud, y los 19 y 23 m de anchura.
Se articula en cinco naves, de 12,50 m de altura la central, 10 m las intermedias y 7 m
las extremas. Estas están separadas por cuatro arquerías de siete grandes vanos de herradura
que apean sobre unos característicos capiteles de yeso, decorados con volutas y piñas, que
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cargan a su vez sobre pilares octogonales. Sobre dichos arcos se disponen paramentos
decorados con yeserías, entre las que destacan los grandes medallones de las enjutas, con
variada decoración geométrica en su interior, y las arquerías ciegas de arcos polilobulados
bajo las armaduras de madera que cubren las naves.
Las reformas introducidas en su cabecera a mediados del siglo XVI por el arquitecto
Covarrubias, el maltrato y abandono que sufre entre los siglosXVII y XVIII, la pérdida de su
policromía e inscripciones, o la radical restauración acometida a mediados del siglo XIX,
complican sobremanera el estudio de esta construcción, sin duda singular, de nuestra Edad
Media
Sinagoga del Tránsito
Sinagoga del Tránsito.
Toledo.
Samuel Ha-Leví, tesorero judío del rey don Pedro I de Castilla, erigió a principios de
la década de los sesenta del siglo XIV la más preciosa de las sinagogas medievales
conservadas en España, concebida al igual que los salones palatinos de la Castilla coetánea.
Bajo una espectacular armadura de madera, su sala de oración (23 m de largo, 9,50 m de
ancho, 17 m de altura) se encuentra bellamente ornamentada mediante arquillos que
permiten la entrada de la luz exterior y frisos de yeserías hispanomusulmanas,
policromadas y de muy rica factura, en las que predominan los motivos vegetales de gran
naturalismo junto a otros geométricos y epigráficos, todos ellos presididos por la heráldica
de la Corona de Castilla y de León. Destacan por su factura aquellas de la tribuna de
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mujeres o matroneum, dispuesta en alto en el flanco meridional de la sinagoga, y las que
adornan el muro principal de la sala de oración, en su lado oriental, donde se hallaban los
rollos sagrados de la ley o Torá, en el tabernáculo, arca, hejal o arón hacodes,ubicado tras
los tres arquillos polilobulados que aún se conservan. Flanqueando estos últimos se
disponen las inscripciones hebreas que aluden a la fundación del edificio por Samuel Ha-
Leví en el año de 5122, según el cómputo judío, o lo que es lo mismo entre 1361 y 1362.
Tras la expulsión fue donada a la Orden de Calatrava y consagrada bajo la advocación de
Nuestra Señora del Tránsito.
Sinagoga de Segovia
Poco es lo que se conserva de la antigua Sinagoga Mayor de Segovia, ya que se
destruyó por un incendio acaecido en 1899. Aunque su reconstrucción ha respetado en gran
medida su articulación primitiva, esta es bien conocida gracias a las fotografías y
descripciones realizadas con anterioridad a tal suceso.
La Iglesia del Corpus
Pintura de Daniel Zuloaga
Cuenta con tres naves separadas por dos arquerías de cinco grandes arcos de herradura,
que apeaban sobre capiteles de yeso decorados con volutas y piñas, similares a los que hoy
vemos en la sinagoga toledana de Santa María la Blanca. Dichas arquerías se remataban
superiormente por sendas galerías de 26 arquillos ciegos, de perfil de herradura unos,
alternados con otros pentalobulados. Poco se puede decir de la parte principal de la
sinagoga, donde se custodiaban los rollos de la Torá, pues la zona de la cabecera fue
transformada en el siglo XVII al introducirse un presbiterio clasicista de planta de cruz
griega rematado con una cúpula.
No se conservan epígrafes que puedan ayudarnos a su datación, si bien todo hace
pensar que fue construida en el siglo XIV atendiendo a sus elementos decorativos. Se sabe
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que fue consagrada en parroquia antes de la expulsión. Aparece citada como sinagoga por
última vez en 1410, en 1419 aparece nombrada como «iglesia nueva», y en 1428 se la
conoce ya bajo la advocación del Corpus Christi
Los libros miniados
Agadá de Barcelona.
El carácter anicónico de la religión judía ha imposibilitado un desarrollo de la imagen
comparable al que podamos ver en otras culturas, por lo que las representaciones figuradas
en el ámbito de lo sagrado son por lo general bastante tardías, a pesar de que contemos con
excepciones tan importantes como la sinagoga siria de Dura Europos junto al Éufrates, hoy
trasladada al Museo de Damasco. Realizada en el siglo III de nuestra era, muestra sus muros
pintados por completo con escenas bíblicas.
La existencia de libros miniados en Sefarad pudo ser muy antigua pero solo
conservamos ejemplos bajomedievales, por lo que son muchas las incógnitas, al igual que
nos sucede con la producción de libros miniados de al-Ándalus en su conjunto. Por lo que
conocemos, no podemos hablar de un estilo inherente y distinto a la cultura hebrea,
sencillamente las producciones sefardíes se incluirían dentro del panorama de la miniatura
hispana del momento y podrían señalarse dos centros importantes de producción, uno en la
zona aragonesa y otro en Castilla. Aunque se conocen obras miniadas del sigloXIII en el
norte de Europa, los ejemplos más antiguos de Sefarad son algo más tardíos, de la segunda
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mitad del siglo XIII, y demuestran el gran desarrollo de la iluminación de manuscritos
alcanzado en el siglo XIV. A partir de 1391, con motivo de la persecución que sufren las
aljamas judías se inicia la crisis de la iluminación de manuscritos, y tras la expulsión de
1492 muchas obras iniciadas debieron terminarse en otros lugares, los mismos a los que
tuvieron que huir las comunidades sefardíes. Junto a las escenas figuradas podemos
también observar letras miniadas, decoraciones vegetales, filigranas múltiples, animales,
decoraciones alfombradas que ocupan todo un folio, etc.
Entre los manuscritos miniados más importantes debemos recordar las biblias y
las hagadot (narración del éxodo de Egipto, junto con oraciones, plegarias, himnos que se
leen durante la importante fiesta de la cena(séder) de la Pascual judía (Pésah). Junto a ellos
también se iluminaron otro tipo de libros, como la Misné Torá de Maimónides, obra que
sistematizaba y ordenaba el sinfín de preceptos y normas contenidos en el Talmud.
Igualmente se iluminaron textos de carácter filosófico y científico. Entre los primeros
podemos señalar obras de primer orden como la Guía de perplejos (Moré nebujim) de
Maimónides y entre las obras científicas sobresale el célebre Atlas catalán elaborado en
Mallorca por el hebreo Cresques Abraham y su hijo. Entre las biblias sefardíes podríamos
recordar la Biblia de Burgos de 1260 así como las posteriores de Lisboa, de Cervera o la
Kennicott I, así como otra castellana conocida como el Keter de Damasco. Entre
las Hagadot, sobresalen la Hagadá de Sarajevo, la Hagada de Oro, la Sister Hagada, o
la Hagada de Barcelona entre otras.
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Los objetos característicos hebreos
Interior de una sinagoga. Sister Hagadá.
Hay una serie de objetos que caracterizan a la comunidad hebrea y que le son propios.
Podríamos comenzar con la menorá o candelabro de los siete brazos, que recuerda al que
existió en el Templo de Jerusalén, y con la estrella de seis pun tas omaguén David. En la
sinagoga, junto a los elementos arquitectónicos típicos, (hejal o nicho donde se disponen
los textos sagrados, bimá o púlpito donde se realizan las lecturas, azará o lugar donde se
sitúan la mujeres, micvé o baño litúrgico) debemos recordar elséfer Torá o rollo de la ley,
dispuesto en torno a unas varas rematadas con una especie de manzanas o granadas
adornadazas con campanillas. El séfer Torá se guarda en un estuche de madera forrado con
metal o piel y envuelto en un manto (mapá o me'íl), sobre el que se dispone una placa
votiva o tas, y coronado con una corona o kéter. El hejal (nicho o arca) se adorna y tapa
con una cortina o parójet, y junto a él se dispone una lámpara ner tamid que deberá estar
siempre encendida. Las sagradas escrituras se dispondrán sobre el púlpito (bimá o tebá)
encima de un tapete ricamente bordado (mapot) y el oficiante se ayudara con un puntero
rematado en una mano (yad) para seguir la lectura.
Los hombres además de utilizar el solideo o kipá, podrán llevar durante la oración una
especie de manto (talit) generalmente blanco, con bandas negras o azules. Otros objetos
habituales son los tefilín o filacterias, con pasajes bíblicos, guardadas en dos estuchitos de
cuero que mediante unas cintas se podrán colocar en la cabeza y en el brazo izquierdo
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durante la oración matutina. También existen objetos característicos para las distintas
celebraciones litúrgicas, como es el sófar o cuerno que se hace sonar en las fiestas de Ros
hasaná y Yon Kipur, la hanukiyá o lámpara de ocho recipientes iguales junto a otro mayor
que se utiliza durante la fiesta de Hanuká, las carracas y el rollo con el Libro de Ester
o meguilá que se lee en la celebración de Purim, etc.
En la entrada de las casas, en la parte superior de su jamba derecha, se dispone un
pequeño estuche (mezuzá) en el que se dispone la profesión de fe judía (semá).
La huella hispánica en el legado musical de Sefarad
Por María Luisa García Sánchez
Dice un hermoso refrán sefardí: «Boca dulce avre puerta de fierro»; así la imaginada
llave del corazón, quedó para siempre abierta a lo español a través de los siglos, en la
memoria de los sefardíes con melodías y palabras, que fueron tejiendo una historia de
conmovedora ternura y fidelidad. Después de la expulsión de los judíos el treinta y uno de
marzo de 1492, los lazos que los unían a con la Península no quedaron bruscamente
interrumpidos. Tanto las comunidades de Oriente, como las del norte de África, por medio
de sus relaciones comerciales y culturales con España, siguieron enriqueciendo con nuevas
incorporaciones el corpus de canciones y romances aprendidos antes de la diáspora.
Escena de la Pascua
Dos son las grandes ramas, que se desgajan del tronco común de la cultura musico-
literaria judía y española. La primera está referida a lo que podríamos denominar el «canto
espiritual judeo-español», que tiene su más alto exponente en la llamada Edad de Oro del
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judaísmo en la España musulmana, que va de los siglos X alXII, y donde los textos de poetas
como Yehudá Haleví o Salomón aben Gabirol, se cantaban con melodías hebreas, tanto
como con otras árabes o cristianas. Los cantos sinagogales estaban, y están llenos, de
melismas e improvisaciones vocales. Hay que subrayar la ausencia de cualquier
instrumento musical, algo prohibido en la sinagoga con excepción del shofar. Se conoce
poco de la práctica musical en las juderías medievales, aunque la presencia de juglares
judíos a sueldo, de distintos reyes, confirman que participaron en la música de la España
medieval junto a cristianos y árabes (parece que Al-Mansur, cantor y músico judío, tuvo un
importante papel en la llegada al emirato cordobés del universalmente conocido Ziryab).
El género característico, que une rasgos de la cultura sefardita con la tradición
hispánica medieval, son las llamadas «coplas o complas». Se trata de poemas estróficos,
algunas veces acrósticos, que se cantan y que tiene un carácter culto —es decir,
esencialmente libresco— con una temática muy variada, que va desde las coplas
paralitúrgicas, pasando por las admonitivas: «La vida es un pasaje / por ganar aventaje...»,
hasta llegar a algunas tan curiosas como: El guisado de las berenjenas, especie de recetario
en verso acerca de cómo preparar esta verdura. Incluso existen parodias o versiones
burlescas de coplas que se cantan en celebraciones como Hanuká: «Paró (faraón) las fazia. /
Yusé (José) se las comía. Hanuquía baila tu tía / Hanucá baila tu vava».
La segunda gran rama de nuestro común acervo musical y literario se nutre de los
llamados «géneros tradicionales», todos ellos de transmisión oral. Son los más populares y
comprenden el refranero, los cuentos o consejas, y sobre todo los romances y canciones.
Manuel L. Ortega, en su libro Los hebreos en Marruecos, expresa muy bien cómo es de
grande y profundo el conocimiento y la vitalidad del Romancero hispánico entre los
sefardíes: «En Marruecos viven todavía los viejos cantares, que desgranados de las antiguas
epopeyas castellanas, aparecen ya en las colecciones formadas a mediados del siglo XV en
Amberes y Zaragoza…» y otro tanto se puede decir de la romansa, término con que se
denomina al Romancero en las comunidades sefardíes de Oriente. Pero ¿qué diferencias se
establecen en el uso, contenido y transmisión del romancero judeo-español, según sean
comunidades norteafricanas u orientales? ¿Todo el romancero sefardí procede de la Edad
Media española? ¿Es cierta la idea de que se conservaron viejos romances hispánicos
desaparecidos en la Península, gracias a los sefarditas? Sin duda existen diferencias
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formales en cuanto al uso de vocablos y también las hay, en cuanto a los temas
romancísticos, según se trate de una u otra comunidad. Los sefardíes del Norte de África,
por su proximidad geográfica con la Península, fueron receptores de muchos romances y
canciones posteriores a la diáspora, a veces con evidentes influencias andaluzas en su
música, como en el caso de las versiones marroquíes de «La hermana cautiva», y de
romances, que narraban sucesos tan modernos como «El atentado de Alfonso XII». Más
antiguos que este último, pero igualmente novedosos para los judíos expulsados, fueron
temas como «La muerte del príncipe Don Juan» o «La muerte del Duque de Gandía», este
último, por cierto, perdido en las versiones orales españolas y conservado solo gracias al
mundo sefardí. No son los únicos ejemplos: «Jimena pide justicia», «La prisión de
Roldán», «El sueño de doña Alda», «Raquel lastimosa», «La mujer de Juan Lorenzo» y
algunos más, entre otros ejemplos de cómo algunos temas del Romancero, han llegado
hasta nosotros a través de la tradición oral judeo-española. Parece claro que no todos los
romances sefardíes provienen de la tradición hispánica, sino que composiciones como «Los
siete hermanos y el pozo airón» (utilizado como endecha) proceden de baladas griegas
aunque su comienzo encontremos letras como esta: «Ya se van los siete hermanos / ya se
van para Aragón…»
El Romancero ha estado siempre vivo y presente en el ciclo vital de los sefardíes. Lo
mismo servía para llenar las horas de ocio, para acompañar trabajos caseros, como para
animar fiestas y juegos. Podía ser un canto en los duelos o utilizarse para dormir a los
niños, y desde luego estaba presente en las festividades religiosas (Simhat Torá,
Pascua…). Una copla popular española afirma: «La dama que quiere a dos / no es tonta que
es entendida / si una vela se le apaga / otra le queda encendida». Esa actitud vital picaresca
y burlona, tan arraigada en la cultura tradicional hispánica, tiene su equivalente sefardita en
la primera estrofa de una cántica oriental: «Dos amantes tengo la mi mama / a cual que me
tome yo / el uno es pantalonero / el otro es particular». El cancionero tradicional por su
belleza literaria y musical, gran variedad de temas y ritmos, así como por su uso y
ocasionalidad, durante festividades religiosas y familiares, es el más abundante y mejor
conservado. Existen muchas grabaciones de temas amorosos, humorísticos, de partos, de
circuncisión, de cuna y por supuesto de un acontecimiento social tan importante, como las
bodas. El paralelismo temático de las canciones de boda sefardíes con las letras de la lírica
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tradicional española son notables, veamos ejemplos como el que se refiere a la imagen de
los cabellos sueltos o destrenzados que simbolizan la virginidad y que está presente en
letrillas líricas españolas: «Estos mis cabellos madre / dos a dos me los lleva el aire.. Y si
acaso los descojo / luego el aire los maltrata / también me los desbarata / cuando los entrezo
y cojo…». En un canto nupcial marroquí se dice: «la novia destrenza el pelo / y se desmaya
el cabayero…». También está presente el agua como elemento y referente de la pasión
amorosa, o de la fecundidad, en las canciones que acompañan el baño de la novia en los
ritos nupciales de los sefardíes, «Fuérame a bañar / a orillas del río / allí encontrí madre / a
mi lindo amigo...; o este otro ejemplo: Debajo del limón, la novia/ y sus pies en el agua
fría...»(«el baño de la novia»). Ese mismo universo simbólico de lo sensual, sexual y
purificador del agua, aparece en temas españoles como: «A los baños del amor / sola me iré
/ y en ellos me bañaré». Asimismo el tema de la tez morena en la mujer se da en ambas
tradiciones; si la hispánica afirma: «Aunque soy morena / no soy de olvidar / que la tierra
negra / pan blanco suele dar.», su equivalente judeo-español canta: «Morena me llaman / yo
blanca nací / de pasear galana / mi color pedrí.», tema que por cierto, aparece en la comedia
de Lope de Vega Servir a señor discreto. Otro tanto ocurre con canciones amatorias como
la oriental: A la una yo nací / a las dos me engrandecía / las tres tomí amante / a las cuatro
me casí / me casí con un amor». El folclorista español Rodríguez Marín en sus Cantos
populares españolesrecoge la siguiente versión: «A la una nací yo / a las dos me bautizaron
/ a las tres me enamoré / a las cuatro me casaron». Bien es sabido que lo puro acaba por
contaminarse o perecer, y como no podía ser de otro modo, el legado hispánico en la
música sefardí incorporó el influjo de los pueblos y lugares donde las comunidades
expulsadas se asentaron, pero después de más de cinco siglos, el hilo invisible de la
tradición hace posible que ambos pueblos nos reconozcamos, a pesar de diásporas y
adversidades. Hay desde España una enorme deuda de gratitud histórica para con el mundo
sefardí. Si con un refrán judeo-español comenzamos estas líneas, bien puede otro ser la
llave que las cierre, aunque no para siempre: «Tal árbol, tal fruto; tal padre, tal fijo».
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Bibliografía básica
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Glosario básico
Aljama: Comunidad hebrea constituida dentro de una población con carácter e
independencia judicial, religiosa, administrativa, etc. Por extensión, también se ha utilizado
en el caso de las comunidades musulmanas.
Bet Din: Tribunal judío.
Genizah: Depósito de textos que no deben destruirse por ser sagrados o por tratar
temas que afectan a la sociedad judía y que se ubica en las sinagoga.
Hanuka: Fiesta que conmemora la purificación del templo tras la victoria de los
macabeos sobre los seleucidas en el 165 A.C. Como recuerdo de tal festividad se utiliza
la hanukiya o lámpara de ocho luces más otra adicional.
Ketuba (Ketubot en plural): Contrato de matrimonio donde, entre otros puntos, se fija
la dote y su devolución en caso de divorcio.
Marrano: Palabra que define al judío que se convierte falsamente al cristianismo.
Menora: Candelabro de los siete brazos que recuerda al que existía en el Templo de
Jerusalén.
Mezuzá: Estuche que se ubica en la parte superior de la jamba derecha de la puerta de
la casa con pasajes de la fe judía o Semá.
Micvé: Baño litúrgico que se realiza por inmersión y se ubica por lo general junto a la
sinagoga.
Midrás: Significa ‘búsqueda’, y se utiliza para designar el género literario que intenta
explicar las sagradas escrituras.
Pesah: Pascua judía.
Purim: Fiesta judía de las Suertes en el que se rememora el Libro de Ester.
Qabbalah: Lectura o exégesis de la Ley Sagrada en clave alegórica o misteriosa, que
en no pocas ocasiones desemboca en supercherías y prácticas astrológicas.
Rabbí: Maestro de la religión hebrea.
Sabbath: Fiesta semanal por excelencia. Comienza en el atardecer del viernes y
termina al anochecer del sábado.
Shavuot: Fiesta que conmemora la entrega a Moisés de las Tablas de la Ley en el
Sinaí.
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Semá: Profesión de fe judía que se compone por tres pasajes bíblicos. (Deuteronomio
6:4-9 y 11:13-21 y Números 15:37-40).
Sinagoga: Lugar donde se reúnen los judíos para la oración comunitaria. Es necesario
que para ello se congreguen un mínimo de diez varones mayores de edad (13 años) para
que haya quórum (minyan).
Tacanot: Conjunto de ordenanzas que regulan la vida comunitaria de la aljama.
Talmud: Conjunto de preceptos y comentarios realizados por los maestros hebreos
sobre la Torah, a la cual completan. En origen fueron de carácter oral y finalmente fijados
por escrito. Normalizan y regulan la vida de la sociedad a todos los niveles (político, moral,
económico, higiénico, alimentario, etc.) Junto con la Torah, el Talmud es el gran texto
sagrado de la comunidad judía.
Talmud-Torah: Lugar donde se estudia y enseña los textos sagrados.
Tesubá (Tesubot en plural): Género literario que parte y se nutre de las sentencias y
respuestas que daban los rabinos por escrito a las consultas que se les hacía.
Torah: Ley escrita concedida por Dios al pueblo hebreo y que comprende el
Pentateuco (el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio) del Antiguo
Testamento vinculados con el propio Moisés, por lo que también se habla de la Ley
Mosaica.
Yon Kipur: Día del perdón.
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Cartografía de la diáspora
Los sefardíes de Europa occidental
Los sefardíes de los Balcanes
Los sefardíes de Salónica
Memoria de los sefarditas de Tetuán
Un arduo y complejo proceso histórico que se extendió a lo largo de los
siglos XVI y XVII, y que alcanzó su plena madurez durante el primer cuarto del XVIII, dio
lugar a la consolidación de una comunidad sefardita a todo lo largo y ancho del mundo.
Arraigado en su tradición, éste pueblo resistió la Inquisición, las conversiones forzosas y
simuladas y un clima hostil y antisemita que lo forzó a emprender una emigración masiva
primero al Norte de África y después hacia la Europa Occidental. Así nació el mundo
sefardí occidental. Después de haber ocupado un lugar predominante tanto en España como
en Portugal donde incluso contaron con la protección de algunos reyes, se instalaron en
lejanas tierras conservando de manera admirable, su lengua, sus saberes, sus rituales y
principios, como nos muestra este legado que motiva la exposición.
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Los sefardíes de Europa occidental (1 de 2)
Por Ricardo Angoso
Khanukía, o candelabro de ocho brazos.
Las comunidades sefardíes de Europa occidental tienen un origen mucho más tardío
que las fundadas por los judíos expulsados de España y Portugal en los años 1492 y 1496-
97, respectivamente, en el Magreb y los países ocupados por el Imperio Otomano. En los
dos casos, los judíos optaron por la migración masiva o la conversión forzosa, simulada o
no. «La formación del mundo sefardí occidental fue el resultado de un arduo y complejo
proceso histórico que se extendió a lo largo de los siglos XVI yXVII, y que alcanzó su plena
madurez durante el primer cuarto del XVIII», señalaba la profesora María Antonia Bel
Bravo en su libro Sefarad. Los judíos de España. La presión de la Inquisición, las
conversiones forzosas y simuladas y un clima hostil y antisemita forzaron a muchos de los
judíos que todavía vivían en España y Portugal a emprender una segunda emigración
masiva a partir de los siglosXVI y XVII, pero que en este caso no se orientó hacia África y el
Imperio Otomano, como había ocurrido con las primeras comunidades expulsadas, sino
hacia Europa occidental. Así nació el mundo sefardí occidental.
Los destinos elegidos por estos nuevos «emigrantes» fueron las principales ciudades
de la Europa del momento, sobre todo núcleos donde la presión religiosa del catolicismo
radical fuera menor y donde se pudiera organizar una mínima vida social, cultural y
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religiosa judía, algo impensable en la España del momento. En Portugal, de la misma
forma, y sobre todo tras las persecuciones violentas y los pogroms de 1496-97, se daba una
situación parecida a la de España y la vida judía nunca volvería a poseer la riqueza y el
dinamismo del siglo XV, donde los hebreos llegaron a contar con la ayuda y la protección
de algunos reyes lusos. Incluso hubo consejeros reales y prominentes judíos, como
Abraham Zacut (nacido en Béjar, Salamanca), que fueron astrólogos de la Corte. La última
gran migración de los sefardíes se distribuyó, principalmente, por las ciudades de Venecia,
Ámsterdam, Hamburgo, Londres, Burdeos, Amberes, Bayona, Milán, etc., principalmente.
Los judíos provenían tanto de España como de Portugal, muchos de ellos acusados por los
españoles o portugueses de seguir ejerciendo el judaísmo pese a haberse convertido al
cristianismo, fenómeno que se conoce como el criptojudaísmo. La mayoría de estos judíos
se instalaba en ciudades grandes, donde su identidad religiosa, siempre problemática en una
Europa antisemita, se difuminase y se dedicaba a las profesiones artesanales, al comercio,
la orfebrería, la medicina y el préstamo, algo que les estaba prohibido a los cristianos.
Los sefardíes de Francia
Pese a que en Francia ya habían sido perseguidos antes que en España, en 1394,
cuando se produjo una expulsión en la que muchos de los judíos buscaron refugio,
paradójicamente, en nuestro país, a partir del año 1550 se produce el permiso oficial para
instalarse en cualquier parte del territorio francés y gozar de la protección real,
acontecimiento que se produce bajo el reinado de Enrique II.
Según diversas fuentes, en tiempos de la Revolución francesa se calcula que apenas
vivían en Francia unos cuarenta mil judíos, siendo el elemento sefardí tan sólo una minoría:
algo menos del veinte por ciento del total de la población. Los askenazíes, de origen
centroeuropeo, ya eran la mayoría de la población hebrea y se habían impuesto en la vida
social, cultural, religiosa y económica. La mayoría de estos judíos emigrados a Francia
vivían fuera de París, pero sobre todo en Bayona y Burdeos, los dos más importantes
centros judíos sefardíes de Francia. En cualquier caso, y para resumir, la vida sefardí de
Francia se caracterizó por una menor presencia y un escaso «impacto» en la vida de este
país, sobre todo si comparamos esta comunidad con las poblaciones sefardíes de los
Balcanes y el Imperio Otomano.
Holanda: la importante comunidad sefardí de Ámsterdam
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Las primeras noticias de la comunidad sefardí, sobre todo de origen portugués, pues
eran judíos españoles primero expulsados de España y luego de Portugal, datan del
siglo XVI, pero su apogeo y gran desarrollo se produce en el siglo XVII. Como explica Yosef
Kaplan, en su imprescindible libro Los nuevos judíos de Ámsterdam, durante el siglo XVII la
comunidad sefardí de Ámsterdam se constituyó en el eje principal del judaísmo
hispanoportugués de Europa occidental. En su vida social e intelectual, ya en la temprana
Edad Moderna, estos sefardíes anticiparon los cambios mentales y los dilemas existenciales
del judaísmo de los tiempos de la emancipación y la ilustración. Prósperos comerciantes
internacionales, con vínculos económicos que se extendían desde Europa occidental al
nordeste brasileño y a la zona del Caribe (Curaçao), formaron en Ámsterdam una poderosa
elite social. Entre ellos encontramos al barón Antonio Lopes Sausso, el más acaudalado
miembro de la comunidad, cuyo hijo Francisco, subvencionó en 1688 la famosa travesía de
Guillermo III a Inglaterra. Este proceso económico provocó, según cuenta la profesora
María Antonia del Bravo, el cambio de la hegemonía económica de Hamburgo a
Ámsterdam. La ciudad se convirtió, junto con Amberes, en uno de los centros judíos más
importantes del continente, tanto desde el punto de vista económico como cultural.
Luego esta bonanza económica contribuyó al desarrollo cultural, pues muchos de estos
hombres de negocios y comercio financiaron las obras artísticas, convirtiéndose en mecenas
de escritores y artistas. Entre muchas otras figuras importantes encontramos nombres como
Gerónimo Numes da Costa, agente de la corona portuguesa o Manuel de Belmonte, agente
del rey de España. Estos hombres de negocios, que pertenecían por derecho propio a la
aristocracia europea, se acabaron convirtiendo en parte de la elite económica de la ciudad
de Ámsterdam.
En lo que respecta a la vida cultural, hay que señalar que Ámsterdam fue en el
siglo XVII el principal centro de impresión y difusión del libro judío, y uno de los editores,
Castro Tartas, publicó en 1672 y 1702 el primer periódico editado por judíos, La Gazeta de
Amsterdam en lengua castellana. Se puede decir, además, que Ámsterdam quizá tuvo uno
de los pocos ambientes culturales sefardíes de Europa, donde destacan figuras como Juan
Pardo y el conocido Benito de Espinosa, quienes mantuvieron agrias discusiones con los
rabinos y acabaron excomulgados por la comunidad sefardí. Se tradujeron numerosos libros
y ensayos, como las obras de Maimónides; se generó una música propia y se difundió el
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cancionero sefardí. Sin embargo, a partir del siglo XVIII se detecta un claro declinar en la
vida de los sefardíes de la ciudad y la lengua comienza a utilizarse muchísimo menos,
desapareciendo casi todas las traducciones y obras en judeoespañol (sobre la literatura
sefardí de los siglos XVII y XVIII, ver las obras del profesor Francisco J. Sedeño Rodríguez,
que ha publicado numerosos estudios y artículos).
No puedo terminar estas líneas sin referirme la impresionante figura de Sabbatai Zevi,
un líder religioso célebre por sus estudios cabalísticos y por su conocimiento del Talmud, el
libro sagrado judío. Místico para algunos, que incluso aseguraban que hablaba con Dios, un
farsante para otros, que lo llegaron a «excomulgar» de la confesión hebrea, y el Mesías para
sus ciegos seguidores, la figura de Zevi es una de las biografías más apasionantes e
increíbles del mundo judío. Nacido en 1623 y fallecido en el 1676, este hombre que se creía
el Mesías llegó a dividir profundamente a la comunidad sefardí de Ámsterdam, tal como
podemos comprobar hoy en el Museo Judío de la Ciudad, ya que algunos rabinos le
apoyaron por carta y otros le rechazaron profundamente. En esta ciudad, y sirva como
curiosidad, está su único retrato y los principales testimonios escritos de sus detractores y
partidarios.
Finalmente, debemos reseñar que en el año 1657 los judíos fueron reconocidos
ciudadanos de pleno derecho de la ciudad de Ámsterdam, lo que favoreció aún más su
desarrollo y progresión social, económica y cultural. A partir de ese año, ya utilizando más
la lengua del país donde vivían, para favorecer su plena integración, los judíos participarían
plenamente de la vida de Holanda hasta la ocupación del país en el año 1940. Miles de
judíos, siguiendo el guión ya ensayado en otros países de Europa, fueron enviados a los
campos de concentración y más de cien mil judíos de Holanda perecieron en ellos. Como
testimonio gráfico de la rica vida sefardí de antaño, hay que reseñar que la Sinagoga
Portuguesa sobrevivió hasta nuestra época y que puede ser visitada.
Noticia de los sefardíes en Italia
«A lo largo del siglo XVI se asentaron (temporal o definitivamente) judíos y cristianos
nuevos de origen ibérico en diversas ciudades de Italia, donde constituyeron comunidades
que desarrollaron una identidad cultural propia», asegura la profesora Laura Minervini.
Dentro de estas comunidades sefardíes italianas, hay que prestar especial atención a la
trayectoria intelectual de algunas familias (los Abravanel, los Usque), a la producción
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cultural en determinados centros sefardíes italianos (las comunidades de Ferrara, Venecia o
Roma), y, por último, a algunos hitos la producción literaria y editorial, y la situación
lingüística, que propició el proceso de koineización que finalmente daría origen al
judeoespañol, explicaba esta misma experta en un largo artículo sobre el tema («Resumen
de Experiencias culturales de los sefardíes en Italia en el siglo XVI»). En cualquier caso, las
primeras noticias de estas comunidades sefardíes datan de la época de Clemente VII, en
1524, cuando dos sinagogas funcionaban en Roma y eran llamadas una de los catalanes y
otra de los castellanoaragoneses. La profesora ya citada María Antonia Bel Bravo señala
que «las primeras corrientes migratorias que imprimieron un sello significativo en el
judaísmo sefardí italiano llegaron en la cuarta década del siglo XVI».
Las principales comunidades judías sefardíes se instalaron en las ciudades de Ancona,
Ferrara, Florencia, Liorna, Pisa, Venecia y Roma, aunque no hemos encontrados datos
acerca del número exacto de sefardíes que vivían en estas ciudades, donde por lo general se
dedicaban al comercio y a los oficios artesanales. Con respecto a sus ocupaciones
profesionales, hay que señalar que las comunidades sefardíes, pero sobre todo las de la
portuaria ciudad de Ancona, sirvieron como nexo para el comercio entre los reinos de Italia
y las ciudades del Imperio Otomano, donde también había potentes comunidades sefardíes.
Pese a todo, hay que reseñar que durante algún tiempo fueron expulsados de la República
de Venecia, a donde regresaron más tarde por su importancia en el comercio. En el
desarrollo del comercio italiano de la época, el peso de estas comunidades judías es
fundamental para explicar su auge y sus potentes vínculos con el mundo mediterráneo.
Durante el Holocausto, los alemanes, que ocuparon el norte de Italia tras la defección
del régimen fascista, enviaron a unos quince mil judíos italianos a los campos de
concentración; la mayoría no volverían y hoy nos queda un testimonio universal de aquella
catástrofe en las letras y el testimonio del escritor ya fallecido Primo Levi.
Las comunidades sefardíes del Reino Unido
La vida judía es inexistente en el Reino Unido entre el año 1290 y 1650, en que se les
autoriza a volver de nuevo tras su expulsión y larga ausencia. No obstante, hasta el año
1656 la situación no se normaliza y se reconoce la existencia de una serie de comunidades
judías en el reino.
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Entre 1714 y 1727, se producen notables avances bajo el reinado de Jorge I, que llega a
reconocer el derecho a ser ciudadano del reino a todo judío nacido en territorio inglés y que
les toleró sus prácticas religiosas sin necesidad de convertirse al cristianismo. Las
principales comunidades sefardíes del Reino Unido se instalaron en Liverpool, Londres y
Mánchester. Como muestra de su fácil adaptación y de la tolerancia que reinaba en el Reino
Unido hacia los judíos, debemos destacar que, según algunas fuentes a finales del siglo XIX,
había unos doscientos cincuenta mil judíos en el país, la mayoría integrados y asimilados.
Por suerte para estas comunidades judías, el país se libró durante la Segunda Guerra
Mundial de la ocupación nazi y la vida judía se preservó para siempre, a diferencia de lo
que ocurrió en otras partes de Europa.
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Los sefardíes de los Balcanes, una vida que agoniza entre la indiferencia y el
silencio
Por Ricardo Angoso
En el año 1492 un edicto de los Reyes Católicos expulsaba de España a los judíos, más
conocidos como los sefardíes, e iniciaba, con ello, una sucesión de expulsiones y
persecuciones en toda Europa contra este pueblo. Los judíos sefardíes eran obligados a
marcharse o a convertirse al cristianismo, lo que hicieron varios miles de ellos según nos
cuentan las crónicas de la época. La larga marcha hacia el exilio o la renuncia de su
identidad había comenzado.
Mapa de la Diáspora
Los que se marcharon, que en un primer momento arribaron a Portugal, Francia y el
actual territorio de Marruecos, acabaron fundando poderosas y ricas comunidades sefardíes
en las ciudades de Larache, Tetuán, Tánger, Argel y Orán, en un primer momento; para
más tarde extenderse por los confines del Imperio Otomano y los Balcanes, donde llegarían
a ser míticas las comunidades de Constantinopla, Sofía, Sarajevo, Belgrado, Jerusalén,
Alejandría y el mismísimo El Cairo.
Científicos, escritores, comerciantes, artistas, creadores, artesanos, junto con todo un
sinfín de profesiones y gremios, tuvieron que emigrar de España para ir a fundar a otras
latitudes nuevas comunidades y, sobre todo, una nueva vida que emergía de las cenizas,
aunque siempre sobre el recuerdo de lo perdido para siempre, su querida Sefarard. Sin
embargo, y lamentablemente, el nazismo fue el principal responsable, con su política oficial
de persecución de los judíos, del final de esta vida sefardí. El Holocausto, o la Shoa para los
judíos, acabó con la rica presencia de este pueblo milenario en las tierras y ciudades de los
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Balcanes que cayeron en sus manos. Tan solo las comunidades de Turquía y Marruecos y el
resto del mundo árabe sobrevivirían a una catástrofe de tales dimensiones.
Las principales comunidades sefardíes de Europa se encontraban, antes de la Segunda
Guerra Mundial, en los Balcanes, fundamentalmente en las capitales de Bulgaria, Grecia,
Rumanía y la antigua Yugoslavia. El segundo foco importante de los sefardíes se situaba en
Turquía, con sus importantes comunidades de Izmir y Estambul. También había otras
comunidades, aunque más pequeñas, en América Latina, los Estados Unidos y Palestina,
incipiente núcleo de lo que luego serían las primigenias poblaciones judías de Israel. Por
suerte para todas las comunidades sefardíes situadas en Turquía y fuera de Europa, Hitler
nunca llegó tan lejos y consiguieron pasar la guerra alejados del drama y el horror que se
abatió sobre todos los judíos del continente.
La historiadora Paloma Díaz-Mas se refería a la división de la comunidad sefardí en
tres áreas geográficas claramente diferenciadas, a los que me refiero a continuación:
«Cuando hablamos de cultura sefardí solemos distinguir tres grandes bloques geográficos:
los sefardíes del Norte de África, los orientales, asentados en tierras del Mediterráneo
oriental que pertenecieron al Imperio Otomano; y los sefardíes occidentales, es decir, los
que se asentaron en países de Europa occidental. La evolución cultural de cada uno de los
tres grupos fue muy distinta. Mientras que hasta el mismo siglo XX los sefardíes del Norte
de África (singularmente los de Marruecos) y de Oriente conservaron el uso de la lengua y
algunos rasgos culturales hispánicos, los de los países europeos (Francia, los Países Bajos,
Italia, Inglaterra) se integraron en sus sociedades de acogida y ya en el siglo XVIII no
hablaban español».
Entre 1870 y 1930, según destacaba el experto en temas sefardíes Salvador Santa
Puche, los sefardíes eran una población que rondaba entre los doscientos sesenta mil a los
cuatrocientos mil; establecidos principalmente en el Este de Europa. En este período, y tal
como revela la misma fuente, había unas trescientas publicaciones en lengua sefardí y esta
cultura se hallaba en plena expansión cultural, habiendo pasado de la transmisión oral a la
escrita en un breve periodo de tiempo. Tanto el teatro como la poesía en esta lengua estaban
en pleno auge y se habían abierto decenas de instituciones culturales para la difusión de una
cultura que tenía como vehículo de transmisión la vieja lengua que hablaban los judeo-
españoles expulsados por los Reyes Católicos hacía ya unos siglos.
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Las comunidades más importantes de los Balcanes
Las principales comunidades sefardíes de los Balcanes se establecieron en Grecia,
Bosnia y Herzegovina, Bulgaria y Serbia. En lo que respecta al resto de los Estados de los
Balcanes, en Albania apenas hubo judíos y en Rumanía, con una de las comunidades judías
más grandes de la región, predominaba el elemento askenazí, es decir judíos de origen
centroeuropeo y los sefardíes constituían una minoría. En Transilvania, por ejemplo, nos
encontramos con que en las principales fuentes sobre las comunidades judías no hay
referencias sobre la vida sefardí en las crónicas de la región y sí las hay sobre notable
influencia que ejercía la cultura magiar sobre esta numerosa población, más tarde
aniquilada durante el Holocausto. Recientemente, y como muestra de la escasa presencia de
los sefardíes en este país, una muestra sobre el Holocausto celebrada en Bucarest apenas
reseñaba en las listas de víctimas publicada apellidos de origen sefardí. La mayoría de las
víctimas eran askenazíes.
Los sefardíes de Grecia
Grecia pertenecía al Imperio Otomano en el siglo XV y, por lo general, los judíos
fueron tolerados por las autoridades turcas, que incluso tenían numerosos sirvientes y
profesionales hebreos trabajando a su servicio, en casi todas las regiones bajo su control. Si
bien en el siglo XV predominaba el elemento askenazí en las comunidades judías de los
núcleos urbanos griegos, a partir del siglo XVI una importante migración de los marranos de
Portugal determinaría un cambio en estas poblaciones y a partir de este siglo el dominio
sefardí y la influencia de esta cultura sobre el resto de los hebreos sería casi total hasta el
año 1831, en que se produce la independencia de Grecia. Liturgia religiosa, música y poesía
se escribe en judeoespañol.
Salónica fue el principal centro de la cultura sefardí no ya de Grecia, sino de todos los
Balcanes y casi se podría decir del Imperio Otomano, según nos muestran los censos de la
época y relatan las crónicas históricas. La presencia judía está demostrada desde épocas
muy antiguas, y su importancia ya está tratada en el lugar oportuno.
El gran escritor Josep Pla, autor del excelente libro Israel, 1957, donde refiere sus
vivencias de un viaje que realizó al Estado judío en el año que da título el libro, da cuenta
del drama padecido por la ciudad de Salónica. «Está claro que Salónica era una especie de
capital de lo sefardí: el grupo era rico; el Gobierno turco, tolerante; los rabinistas,
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inteligentes y tradicionalistas. En los presentes días, sin embargo, Salónica, como núcleo
importante de la diáspora, ya no existe; cincuenta y cinco mil judíos de Salónica, que
hablaban ladino, fueron ignominiosamente asesinados por la Gestapo durante la ocupación
de Grecia por los ejércitos alemanes. El hecho ha sido un golpe mortal a la vieja lengua que
los judíos se llevaron de nuestro país a consecuencia del decreto de expulsión del siglo XV»,
señalaba Pla en este libro que es un alegato en favor del Estado de Israel y de la tradicional
amistad hispano-judía.
Concluyo estas notas sobre los sefardíes de Grecia con unos datos sobre la magnitud
del Holocausto. Si al comienzo de la Segunda Guerra Mundial la población judía de Grecia
ascendía a ochenta mil personas; al final de la contienda, aproximadamente quedaban 10
000 con vida y, como consecuencia de la emigración subsiguiente hacia Estados Unidos,
Israel o Francia, parece que a finales de los años cincuenta solo quedaron unos 5000
sefardíes. En los años siguientes continúa la disminución de sefardíes y, según estimaciones
del profesor Jacob Barnaï, en 1992 había en Salónica mil trescientos sefardíes y unos
centenares más en el resto del país.
Sefardíes en Bosnia y Herzegovina: la comunidad hebrea en Sarajevo
Sarajevo es considerada una de las ciudades a donde llegaron los primeros judíos
expulsados de España. La ciudad fue conocida durante muchos siglos como el pequeño
Jerusalén, Yerusalayim chico, debido a la numerosa presencia de ciudadanos judíos, cuyos
antepasados se habían desplazado desde España. Los sefardíes, como ocurrió en otras
partes de los Balcanes, no fueron, sin embargo, los primeros judíos de la región ni del
Imperio Otomano. Su presencia en esta zona del mundo es muy antigua y se remonta a la
época romana. Las primeras migraciones sefardíes llegaron entre los siglos XV y XVI.
A partir de su instalación en Bosnia y Herzegovina, pero sobre todo en Sarajevo y
Travnik, los judíos sefardíes pasaron a ser el elemento dominante en lo cultural y se
integraron fácilmente en la vida de esta estratégica provincia otomana a medio camino
entre el Oriente y el Occidente. Lo que sí se constata, a finales del siglo XIX, es que muchos
de los sefardíes de la región ya han perdido su lengua y que, en 1878, cuando Bosnia pasó a
ser administrada por los austrohúngaros, su poder e influencia se han debilitado
notablemente.
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Unos años más tarde de ser anexionada por los austrohúngaros, en 1892, se funda en
Bosnia una sociedad cultural, educativa y humanitaria con el nombre de la Benevolnecija
(Benevolencia), donde llegaría a funcionar una biblioteca con los libros judeoespañoles y
que serviría de nexo y vínculo para una comunidad que había sido tolerada durante los años
de dominación otomana. Esta sociedad sobreviviría hasta nuestros días y tuvo un papel
activo en la guerra yugoslava, ayudando a los judíos que se quedaron en el país y apoyando
la emigración en los peores días del sitio de Sarajevo. En 1921, el primer censo de
población de Sarajevo pone de manifiesto que el judeoespañol es la lengua materna de unos
diez mil habitantes de Sarajevo, mayoritariamente sefardíes, sobre una población total de
setenta mil censados, lo que revela todavía su peso social, económico y cultural. La vida en
la región transcurre con normalidad hasta el año 1939, en que comienza la Segunda Guerra
Mundial, y la Yugoslavia nacida tras la Gran Guerra es fragmentada por los nazis.
Se crea un Estado croata independiente y aliado de Berlín, mientras que Serbia es
ocupada y sometida a numerosas humillaciones. Muy pronto, tanto en Serbia como en
Croacia los judíos comienzan a ser perseguidos y se intensifican las deportaciones hacia los
campos de concentración, donde morirían asesinados setenta mil de los ochenta mil judíos
yugoslavos, muchos de ellos sefardíes. La vida sefardí de Sarajevo también sufrió los
estragos de la persecución y la ira de los nazis y sus aliados croatas; ya nunca más se
recuperaría y pasaría a ser meramente testimonial. Entre 1945 y 1981, los «años del
silencio» para casi todos los judíos de la Europa del Este, la mayor parte de estas
comunidades judías emigraron hacia Israel y otros países occidentales.
Luego, una nueva oleada migratoria, cuando estalla la guerra de Bosnia y
Herzegovina, en 1992, significaría el golpe definitivo para una comunidad envejecida,
decreciente y con un escaso peso social, cultural y económico. En la actualidad, hay algo
menos de cuatrocientos judíos viviendo en Bosnia y Herzegovina, de los cuales el 85% son
sefardíes y un 70% tiene más de cincuenta años. Dadas las escasas expectativas de Bosnia y
Herzegovina, es de suponer que en los próximos años se asista incluso a un decrecimiento
de esta población.
Noticia de los sefardíes de Serbia
Las primeras migraciones de judíos sefardíes datan del siglo XV, cuando los judíos
expulsados primero de España y después de Portugal llegan hasta los Balcanes,
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instalándose en las grandes ciudades bajo la protección de los sultanes turcos, como
Bayezid II, uno de sus principales valedores. A partir del siglo XVI, la comunidad sefardí ya
era mayoritaria en algunas ciudades de los Balcanes y la liturgia religiosa, así como su vida
cultural, se expresa ya plenamente en judeoespañol.
Los turcos, por lo general, eran muy tolerantes con respecto a los cultos religiosos, y la
vida cultural sefardí se desarrolló sin problemas, así como su vida social, religiosa y
económica. Las primeras medidas antisemitas en los Balcanes llegarían en el siglo XIX,
cuando una serie de príncipes serbios, entre los que destacan Milos Obrenovic y Miahilo
III, decretan una serie de medidas antijudías y limitan las actividades sociales y económicas
de las comunidades hebreas. Resulta paradójico que las primeras autoridades serbias
pongan tanto empeño en perseguir a los judíos cuando los censos de la época señalan que
en toda Serbia no vivirían más de dos mil hebreos, una de las comunidades más exiguas de
los Balcanes. Pese a todo, los judíos participarían, con anterioridad a estos hechos, en las
batallas y luchas por la liberación nacional de Serbia, entre 1804 y 1830, cuando acontece
la guerra de la independencia contra los turcos. Las medidas antijudías son abolidas por el
parlamento serbio en 1899.
Sin embargo, el peso demográfico de estas comunidades judías, a diferencia de Grecia
o Rumania, siempre fue muy bajo: en 1912 se calcula que en toda Serbia viven apenas unos
5000 judíos, de los cuales la mayor parte son sefardíes. Existe una sinagoga sefardí en
Belgrado y se detectan unas cuarenta pequeñas comunidades en Voivodina, mientras que la
vida judía es muy escasa en Kosovo y Montenegro. Los judíos de Voivodina, a diferencia
de los de Belgrado, son mayoritariamente askenazíes.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, había viviendo en Serbia unos diez mil
judíos, de los cuales más del 80% son sefardíes. Otros veintiún mil quedarían atrapados en
la Voivodina ocupada por las fuerzas húngaras, donde muchos también serían deportados a
los campos de la muerte y morirían asesinados. A partir de 1941, y una vez que Serbia ha
sido ocupada por los nazis, comienzan las primeras medidas antijudías en Belgrado y otras
ciudades serbias. También se inician las deportaciones: dos mil quinientos judíos de
Belgrado son enviados a los campos de la muerte en el año 1941 y se diezma la población
masculina. Numerosas sinagogas y edificios de la comunidad judía fueron destruidos,
muchos por los bombardeos, pero también por los alemanes en su huida de Serbia.
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El Holocausto significó el final de las ricas comunidades judías de la antigua
Yugoslavia, que nunca se repondrían del daño causado. Aparte de la destrucción física y
material de edificios y sinagogas propiedad de las comunidades, apenas quedaron judíos en
la antigua Yugoslavia y los catorce mil que aparecen en los censos con posterioridad a la
guerra emigraron en su gran mayoría hacia Occidente e Israel, de tal forma que en la
actualidad vivirían en Serbia algo menos de un millar de judíos, es decir, que la vida de los
hebreos de este país habría casi desaparecido. Tampoco las autoridades comunistas, como
ocurrió en otras partes de la Europa del Este, mostraron un gran interés en apoyar y
revitalizar estas comunidades, que eran vistas con recelo y desconfianza. Recientemente, el
Instituto Cervantes de Belgrado ha organizado algunas jornadas culturales de estudio y
difusión de la vida artística de los sefardíes de Serbia, una comunidad ya envejecida y sin el
peso social, cultural y económico que tuvo en el pasado.
La importante comunidad sefardí búlgara
Aunque hay noticias de que los judíos estaban en la Tracia ocupada por los romanos
desde tiempos ignotos, a partir del siglo XVI comenzaron a llegar numerosos judíos
expulsados de Italia, Portugal y España, la mayor parte que hablaban judeoespañol, y
también askenazíes, procedentes de Alemania, Austria y Valaquia. Así, a finales del
siglo XVII, la influencia de la cultura y lengua de los sefardíes era muy notable en la vida
judía búlgara, ya que participaban activamente en la vida social, económica y cultural de
este país que estaba subyugado a la Sublime Puerta.
Más tarde, en el siglo XIX, numerosos judíos de origen sefardí participaron en la lucha
por la liberación nacional de Bulgaria para sacudirse del yugo turco. Incluso un rabino
sefardí de aquella época, el rabino Gabriel Almozino, salvaría la ciudad de ser incendiada
por los turcos al mediar ante la Sublime Puerta para evitar tan dramático final y evitar el
suplicio de la población.
De la rica vida cultural sefardí de Bulgaria, hay dos nombres que brillan con luz
propia: el escritor Elías Canetti, el único premio Nobel de Literatura que ha nacido en
Bulgaria, y el pintor Jules Pascin (Julios Pinkas), que nació en Vdin, a orillas del Danubio.
«De la misma ciudad es la familia también de otro judío conocido mundialmente, Stefan
Zweig, que según el relato de la cantante Pétar Ráichez le confesado que sus raíces le
llevaban a la familia romaniota del rey Iván Shishmán, a quien el gran novelista tenía la
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intención de dedicar su novela de turno. La Segunda Guerra Mundial y el suicidio en Brasil
de Stefan Zweig truncaron sus planes», asegura el periodista y escritor sefardí Samuel
Francés.
A finales del siglo xix se impulsa la creación de las escuelas de la Alliance Israélite
Universelle en las ciudades de Schcumen, en 1869, Ruse, en 1872, y Samokov, en 1874.
También en aquellas fechas un diputado judío trabajaría en el parlamento búlgaro en la
elaboración de la primera Constitución de Bulgaria, muy al estilo de la de Bélgica. A
finales de esta centuria, hay en Bulgaria unos veinte mil judíos, la mayor parte de ellos
sefardíes, cultura que era la dominante en las comunidades hebreas, sobre todo en lo que
atañe en la liturgia y en la cultura escrita. También hay que reseñar que la Bulgaria de la
época es uno de los países menos antisemitas de la región y que, a diferencia de sus
vecinos, nunca promulgó medidas antijudías.
El 9 de septiembre de 1909 es inaugurada, en un acto brillante y repleto de glamour, la
nueva sinagoga de Sofía por el rey Fernando, hombre abierto y tolerante hacia la cuestión
judía. Sin embargo, a partir de los años veinte y treinta del siglo pasado se comienza a
resentir una cierta decadencia en la cultura sefardí búlgara, pues apenas quedan medios
escritos y una literatura propia, ya que el búlgaro se convierte en la principal lengua de la
comunidad. Pese a todo, hay un cierto interés por lo que ocurre en la «madre patria»,
España, y 16 judíos búlgaros viajarían hasta nuestro país para luchar junto con las Brigadas
Internacionales en la Guerra Civil. En esas fechas, tan sólo existe ya un períodico en
judeoespañol: el Boletín del Consistorio Central.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la repentina muerte del rey Borís III en 1943
evitó el envío de miles de judíos búlgaros a los campos de la muerte. Eso nos les privó de
sufrir los rigores y excesos de la legislación antijudía decretada en el país a partir de 1939,
sobre todo a raíz de la decisión de la monarquía búlgara de colaborar con los nazis. Los
hombres entre los 16 y 65 años fueron enviados a campos de trabajo forzado. Además, las
tropas búlgaras colaboraron en el traslado de once mil judíos de la Tracia y Macedonia
ocupadas hasta los campos de la muerte, donde serían asesinados en su gran mayoría. El
régimen, pese al lavado de cara de los últimos años, nunca ocultó sus simpatías por los
nazis. No obstante, hay que señalan que gracias a la movilización social de miles búlgaros y
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de la Iglesia ortodoxa búlgara el régimen monárquico nunca se atrevió a deportar a los
judíos a los campos de exterminio.
Tras la liberación del país por los soviéticos, en 1944, los judíos búlgaros respiraron
tranquilos, pero comenzaron a emigrar lentamente hacia Israel, sobre todo, y otros países.
Se calcula que casi la mitad de los cincuenta mil judíos que había en el país emigraron
hacia el naciente Estado hebreo. La comunidad, en la época comunista, mantuvo un perfil
muy bajo, como el resto de las confesiones religiosas, y la mayoría de los judíos búlgaros
no ocultaban su deseo de huir del país, tendencia que se acrecentó con la llegada de los
cambios democráticos, allá por el año 1989. La crisis económica, junto con la falta de
expectativas, aceleró esta tendencia migratoria.
En la actualidad, hay que reseñar que la pequeña comunidad judía, de algo menos de
4000 miembros, la mayoría sefardíes, ha ido perdiendo peso social, económico y cultural,
sobre todo porque ya no es significativa en términos demográficos, y está muy envejecida.
También se han producido algunos actos antisemitas, aunque menos que en otras partes de
Europa, y continúa abierto el viejo cementerio sefardí, un centro cultural y la sinagoga de
Sofía. En definitiva, la vieja y rica vida de los sefardíes búlgaros agoniza
irremediablemente.
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Salónica, la capital sefardí de los Balcanes
Por Ricardo Angoso
Sidur, o Libro de oraciones
La mítica Salónica —en griego Thessaloniki— fue tierra de acogida y refugio tras el
brutal destierro impuesto a los judíos por los Reyes Católicos allá por el año 1492. Los
sefardíes deterrados, humillados en lo más hondo de su ser, llegaban sin nada, con apenas
con lo puesto, y fueron capaces de construir, casi reconstruir, un nuevo mundo, más justo,
más tolerante y en donde lo religioso no fuera una frontera sino un sueño donde hacer
posible todos los sueños. La tolerante Salónica, abierta, cosmopolita y alegre. También
judía, cristiana y musulmana. Durante años, esta bella ciudad griega vivió la dominación
otomana y después, como fruto de una historia plagada de sangrientos episodios, pasó a ser
la segunda ciudad de una Grecia que echaba andar en la escena europea tras siglos de
luchas a garrotazos, guerras, terremotos y todo tipo de infortunios.
De la mitificada Salónica hasta nuestros días
«Y su nombre Zesaloniki», dijo el rey griego Filipo al tener que dar uno a su primera
hija. Más tarde, y ya enfrascados en las disputas y guerras balcánicas, un general de
Alejandro Magno y posterior sucesor de este conquistador, Casandro, se casaría con la
princesa hija de Filipo y daría su nombre a la ciudad recién fundada. La urbe, cuentan las
crónicas históricas, fue construida en los años 316 y 317 a. C. Luego llegaría Pablo, el
considerado apóstol del mundo, quien predicaría baldíamente por estas tierras el
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cristianismo y se desengañaría de la escasa fe de los griegos. Unos siglos después, en el año
300 d. C., el emperador romano Demetrio convertirá Salónica en su residencia oficial. Tres
años más tarde, un oficial romano, Demetrio, sería martirizado por su fe cristiana,
convirtiéndose así en el santo patrón de la ciudad. A la época de dominación romana le
seguiría la riqueza y gloria propias del período bizantino.
De la misma forma que ocurrió en todo el espacio balcánico, la ciudad de Salónica fue
pasto de los ávidos conquistadores que soñaron con conquistar y dominar a la vieja Grecia.
Por el territorio griego pasaron los eslavos, los avaros, los sarracenos, los normandos, los
catalanes y, cómo no, los nunca deseados vecinos turcos. Pero siempre, a pesar de cada
conquista, de cada guerra, de cada batalla, Salónica permanecía en pie, impasible ante las
inclemencias políticas e históricas.
La ciudad se vio envuelta siempre en las grandes luchas de los poderes extranjeros por
dominar el Mediterráneo. En el año 27 a. C., Salónica, al igual que el resto de Grecia, cae
en manos del Imperio Romano, presencia que ya no se interrumpiría hasta el año 395 d. C.,
momento en que la suerte de Grecia queda sellada tras la consabida división en dos
imperios de las tierras que hasta entonces habían dependido de Roma. Desde el año 395 d.
C. hasta el siglo IX las tierras griegas padecen lo que se denomina como la «época oscura»,
una serie de incursiones, invasiones e infortunios de toda índole que se suceden sin pausa.
Del siglo IX hasta el siglo XIV, en que definitivamente Grecia quedaría bajo la égida turca,
las incursiones y la inestabilidad política serían la tónica dominante.
Y es que Salónica, como ocurre con casi todas las urbes griegas, posee ricos
testimonios de todo este pasado plagado de grandezas y miserias. De la época romana nos
quedan los ricos mosaicos de la Kamara y al Rotonda, con bellas representaciones y
retratos coloristas, el Palacio de Galerio, del año 300 d. C., el Agora romana, el Teatro, el
Arco de Galerio —que fue construido para celebrar la victoria contra los persas en el año
297 d. C.—, los baños romanos y el Ninfeo, una elegante y circular edificación en donde se
ha construido en una de sus cisternas la bella iglesia de san Ioanis Pródromos.
Dominación romana y presencia judía
Sin embargo, pese a la dominación romana con todo su legado y al esplendor propio de
la era bizantina, plagada de oscuros avatares y cruentas invasiones, cuando la ciudad llegó a
su máximo esplendor fue en el siglo XV, momento en el cual comienza la llegada masiva
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de hebreos expulsados primero de España y después de casi toda Europa. De la presencia
judía en esta ciudad nos da buena cuenta Robert Kaplan: «Los primeros judíos llegaron a
Salónica en el año 140 a. C. En el año 53, San Pablo —Rabí Saul de Tarso— predicó en
el Etz Haim («El árbol de la vida»), la sinagoga, tres sábados consecutivos. Los judíos de
Hungría y Alemania se instalaron en el año 1376. Tras la conquista de Salónica por los
turcos otomanos, veinte mil judíos de España obtuvieron autorización para establecerse allí
en 1492, transformando radicalmente la cultura y el carácter de la ciudad. En el año 1493
arribaron judíos de Sicilia. Desde 1495 hasta 1497, una vez que la Inquisición se impuso en
España y Portugal, llegaron los judíos procedentes de Portugal».
Este peso de lo judío, de lo sefardí en la ciudad, que arranca en el siglo XVy se
extiende hasta la Segunda Guerra Mundial, en que el Holocausto interrumpe para siempre
esta presencia y esencia judía, condicionó y caracterizó la vida de Salónica durante siglos.
La indiscutible tolerancia otomana hacia las otras confesiones religiosas posibilitó la
llegada de miles de judíos de todas las partes de Europa, desde las ya citadas Portugal y
España hasta los lugares donde fueron expulsados con posterioridad, como Baviera y los
reinos españoles del sur de Italia.
Los turcos, que habían conquistado Salónica por primera vez en el 1349, permitieron a
los judíos recién llegados —«Portuguezim», los que venían de Portugal, y «Sepharadim»,
los llegados desde España— asentarse en sus ciudades, comerciar, abrir sus mercados,
construir sus sinagogas y, en definitiva, sentirse ciudadanos de una sociedad absolutamente
tolerante hacia las otras confesiones religiosas. Más tarde, y después de una serie de reveses
en los Balcanes, los turcos se instalarían en Salónica definitivamente en el año 1430,
presencia turca que duraría hasta la Primera Guerra Balcánica (1912). El resto de Grecia
caería definitivamente bajo dominio turco tras la mítica toma de la ciudad de
Constantinopla, en el año 1453.Esta derrota militar, que será celebrada durante siglos por
los otomanos y que determinaría la historia de Europa hasta bien entrado el siglo XX, fue
bien contada y recogida por los cronistas de la época.
La ciudad, llamada en aquellos años Thessaloniki por los griegos y Selânik por los
turcos, se convirtió en uno de los centros urbanos más importantes de los Balcanes.
Decenas de mezquitas, junto con sinagogas e iglesias ortodoxas y católicas, se construyeron
al calor de ese respeto que emanaba de las costumbres turcas. Según todas las fuentes, en la
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vieja Selânik o Salónica vivían entre 100 000 y 150 000 judíos de todas las procedencias en
el momento de su máximo esplendor.
Después de la caída de la ciudad en manos turcas llegaría lo que griegos denominan
como la «larga noche de la dominación otomana». Pese a todo, y al igual que ocurre en
todos los países dominados por los turcos en los Balcanes, el alma, la cultura y la lengua de
los helenos encuentran cobijo en las iglesias y monasterios tolerados por sus nuevos
ocupantes. La cuestión religiosa tenía un valor secundario en el nuevo Imperio Otomano,
aunque la pertenencia a la confesión musulmana permitía el ascenso social y el éxito
político. Así fue posible que en muchas partes de los Balcanes, pero sobre todo en Bosnia y
Herzegovina, muchos eslavos se convirtieran al islam con la esperanza de conseguir tierras,
lograr puestos y trabajo en la nueva administración y, en definitiva, hacer carrera al lado de
los nuevos administradores y guerreros otomanos.
Además, los griegos, que siempre han sido buenos comerciantes y negociantes, muy
pronto prosperaron socialmente y se convirtieron en una nueva clase social muy activa y
dinámica que se dedicaba a la agricultura, al pequeño comercio y a la artesanía. Los
productos griegos se transportaban a los mercados del todo el Mediterráneo y los Balcanes,
sin que las autoridades turcas impidiesen en ningún momento el libre comercio y la
posibilidad de viajar hacia otros mercados. Conocidas y bien documentadas son las
relaciones de la ciudad con casi todos los puertos la Europa de la época.
De este período de la cultura griega bajo la dominación otomana, hay que destacar
algunos edificios y monumentos que quedaron como mudos testigos de esta larga época,
entre los que debemos reseñar la Torre Blanca —en griego, Lefkos Pirgos—, el Museo
Etnográfico, que guarda una bella colección que va desde la Grecia del medioevo hasta
hoy, y varios edificios civiles y religiosos también de estos años de sumisión a la Sublime
Puerta. Como ocurre en otras partes de los Balcanes, en la ciudad de Salónica quedan muy
pocos monumentos y edificios que recuerden el pasado otomano; el mapa oficial de la
ciudad, que entrega la Oficina de Turismo Griego, tan solo señala la existencia de una
sinagoga, una iglesia de culto cristiano armenio, otra de culto ruso y otra católica. Nada de
mezquitas ni baños turcos, pese a que un antiguo mapa realizado por los turcos a principios
de siglo señala que había, al menos, una decena de mezquitas.
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Un nacionalismo ramplón y antiturco borró de la faz de Salónica todas las huellas de
un pasado tolerante, culto, abierto y plural. Siguiendo los mismos pasos que sus vecinos
búlgaros, macedonios, rumanos y serbios, los griegos se pusieron manos a la obra —es
decir al borrado de nombres y calles y a la destrucción de edificios— tras el final de la
dominación otomana del suelo griego. Se trata de defender una pureza racial que no tiene
nada que ver con la verdadera identidad de los helenos.
La identidad y cultura griegas sobrevivieron en estas tierras macedonias bajo el
paraguas de la dominación otomana y en un ambiente cosmopolita, plurilingüístico y
multireligioso. En Adiós a Salónica, un libro británico escrito por León Sciaky, se cuenta la
historia de un niño que crecía a finales de la era otomana en una ciudad tranquila y sin
grandes conflictos entre sus habitantes. Sciaky se refiere a Salónica como una ciudad de
coquetas mezquitas, tejados rojos, pequeños mercados y muros encalados. También destaca
que la misma es «la ciudad principal judaica» de Macedonia. En la clase del protagonista,
sigue en su relato Sciaky, tan sólo había un alumno griego y el resto eran mayoritariamente
hebreos. Para el autor, buen conocedor de los Balcanes y el alma griega, esto tan solo
significaba la «integración normal» en el ambiente de la ciudad.
La independencia de Grecia es lograda, a sangre y fuego, en el año 1821, contando en
su haber con muchos episodios sangrientos y contratiempos. El siglo XIX se asiste al
nacimiento de las nuevas naciones en los Balcanes y al final del Imperio Otomano, una
ruptura desordenada, violenta y plagada de tensiones e injerencias externas. La ciudad de
Salónica, capital sefardí de la nueva Grecia, mientras tanto seguía siendo parte del Imperio
Otomano, manteniendo su tradicional convivencia religiosa y étnica, especialmente hacia
los judíos.
De las guerras balcánicas a la Salónica moderna
En 1913, cuando los turcos han perdido ya todas sus posesiones en la actual Grecia,
según los censos de la época, la población de Salónica ascendía a 157 000 personas, de las
cuales más de 80 000 eran hebreos; 35 000 turcos y de 10 000 a 15 000 eran domes (judíos
convertidos al islam durante el período otomano) y el resto eran un conjunto de
nacionalidades y etnias, desde albaneses y serbios hasta búlgaros y rumanos. Muy pronto,
tras el final de las dos guerras balcánicas, la tensión llegó a la ciudad. En 1913, y después
de una serie de ataques antisemitas por parte de los griegos, más de 400 tiendas en manos
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de los hebreos fueron arrasadas e incendiadas bajo el pretexto de que los judíos habían
envenenado el agua de la ciudad. Se trataba del primer y más duro ataque de los griegos
contra los hebreos, a los que ya se acusaba abiertamente de haber estado aliados a sus
antiguos ocupantes turcos. El tradicional antisemitismo griego, muy parecido al rumano en
sus orígenes y radicalidad, estaría presente en la vida política de Grecia durante toda la
mitad del siglo XX. En 1913 también sería asesinado en Salónica el rey Jorge I de Grecia.
En 1916, las nuevas fuerzas griegas ocuparon Salónica. Un año más tarde, en 1917, un
enorme incendio destruyó toda la parte judía de la ciudad, así como treinta y cuatro
sinagogas. El resultado fue que 73 448 personas quedaron sin hogar, de las que 53 537 eran
judías. Los judíos fueron expulsados hacia las peores partes de la ciudad, hacia la periferia,
y de la noche a la mañana la vida hebrea perdía toda su luminosidad. Ese mismo año se
decretaban las primeras medidas antijudías en toda Grecia. En una ciudad donde la lengua
franca era el judeo español o ladino, se respetaba el sabbath (el sábado religioso) y donde
los judíos llevaban viviendo desde siglos, las nuevas autoridades griegas decidieron acabar
de un solo golpe con este espíritu tolerante y abierto.
Pero lo peor estaba por llegar. En 1923, y después de que una «aventura» militar
griega por conquistar territorio turco fracasase, Atenas decide instalar en la ciudad a más de
100 000 helenos procedentes de Asia Menor con el fin de helenizar a la Salónica judía e
invertir el censo demográfico a su favor. Por paradojas del destino, el hombre que había
provocado esta derrota griega era el invicto general Atatürk, que como hemos dicho
anteriormente había nacido en la ciudad en la que ahora indirectamente había provocado el
final del sueño multiétnico. Los turcos de Salónica, en un «juego» tristemente balcánico,
fueron también expulsados, dejando atrás sus propiedades, viviendas, tierras y negocios.
Nunca más volverían. Las mezquitas, siguiendo con las rancias tradiciones de la región,
serían demolidas y destruidas para siempre; en su lugar se construirían nuevos edificios y
lugares para el culto ortodoxo, todo ello con el fin de exorcizar el «sacrilegio» de unos
infieles que un día se atrevieron a conquistar el «sagrado suelo heleno». El intercambio de
poblaciones sellaba el final del sueño multiétnico en los Balcanes, como vemos mucho
antes de la llegada de los Karadzic y los Mladic a la región.
Luego llegaría el Holocausto, la destrucción programada de toda la vida judía en
Europa Central y Oriental y los Balcanes, el drama de un pueblo condenado al exterminio
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por un nazismo que encontró en muchos de los gobiernos locales el apoyo, la colaboración
e incluso la simpatía hacia su perversa ideología. Primero fue el saqueo de la ciudad, tal
como acaeció en otras ciudades judías de Europa central, como en Cracovia o Varsovia, la
destrucción de los tesoros artísticos, el pillaje de las joyerías y negocios de los hebreos...
Corría el año 1941 y resultaba peligroso ser judío en aquella Europa de guerra, tiranía y
desolación. La Europa de Hitler se construía sobre sangre hebrea
«De todas las ciudades europeas ocupadas por los nazis, Salónica fue la que más
víctimas judías registró: de una población de 56.000 personas, 54.050 fueron exterminadas
en Auschwitz, Bikernau y Bergen-Belsen. El éxito del hostigamiento y deportación de los
judíos de Salónica hizo odioso a Adolf Eichmann. A principios de los años noventa, el
mundialmente buscado criminal superviviente nazi, Alois Brunner (austriaco, como
Eichmann), fue detenido en su escondite sirio específicamente por sus crímenes en
Salónica», escribía el norteamericano Kaplan al referirse a los sucesos acaecidos en esta
ciudad griega.
El gran escritor Josep Pla, autor del excelente libro Israel, 1957, donde cuenta sus
experiencias y vivencias de un viaje que al autor realizó al Estado judío en el año que da
título el libro, cuenta del drama padecido por la ciudad de Salónica. «Está claro que
Salónica era una especie de capital de lo sefardí: el grupo era rico; el Gobierno turco,
tolerante; los rabinistas, inteligentes y tradicionalistas. En los presentes días, sin embargo,
Salónica, como núcleo importante de la diáspora, ya no existe; 75.000 judíos de Salónica,
que hablaban ladino, fueron asesinados por la Gestapo durante la ocupación de Grecia por
los ejércitos alemanes. El hecho ha sido un golpe mortal a la vieja lengua que los judíos se
llevaron de nuestro país a consecuencia del decreto de expulsión del siglo XV», señalaba
Pla en este libro que es un alegato en favor del Estado de Israel y de la tradicional amistad
hispano-judía.
La vida judía de Salónica había sido borrada del mapa para siempre. Sinagogas,
escuelas talmúdicas, cementerios, negocios rituales, junto a miles de propiedades y
viviendas, desaparecerían para siempre. El cementerio judío más grande del mundo, el de la
ciudad, con casi 500.000 tumbas, sería destruido. Sus bellas lápidas, como si los muertos
mereciesen ser también humillados, destruidas. Pese al drama vivido, pese a la dura
catástrofe padecida por la ciudad, el tradicional antisemitismo heleno ha impedido que hoy
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en la ciudad haya algún monumento o alguna placa que recuerde el sufrimiento padecido
por estos judíos. La mala conciencia, al igual que ocurre en la colaboracionista Rumania de
la guerra, ha impedido que las autoridades griegas hayan practicado un mero ejercicio de
catarsis y reconocido su elevado grado de participación en los tristes acontecimientos
acaecidos. Nadie en la Grecia de de hoy recuerda y reconoce a las víctimas de este
sangriento episodio, de este «mero detalle» a pie de página en los libros de historia de
Grecia.
De todas estas cosas, junto con su rico pasado otomano, ya se habían olvidado en la
dinámica y vital Salónica de los años 50 y 60. El pasado, al menos en los Balcanes, siempre
se puede reinventar como en un juego borgiano. Luego llegaría la transformación de la
ciudad en la gran urbe que es hoy. La ciudad crecería en la periferia y cambiaría en su
casco histórico, mientras Grecia vivía profundas turbulencias políticas y sociales. A pesar
de esta acusada tendencia a la inestabilidad, la ciudad de Salónica siguió creciendo,
modernizó su puerto, comenzó a recibir a los primeros turistas y abrió sus primeros museos.
Sin embargo, la vida sefardí nunca se recuperó y ya tan sólo quedan en la ciudad algo
menos de mil judíos.
De la misma forma que la vida cultural se ha desarrollado mucho en los últimos treinta
años, sobre todo después de la desaparición de la dictadura, la llegada del turismo provocó
el «descubrimiento» de las playas en la ciudad y sus alrededores, entre las que destacan
Aretsú Perea, Nei Epivates, Ayía Triada, Nea Mijaniona, Epanomí, Nea Krini y Asprovalta.
Sin embargo, el desarrollismo de los setenta y los ochenta, consolidado sobre todo después
de la entrada de Grecia en la Unión Europea, en 1979, no tuvo su traducción en una
racionalización de los político, sino en más bien lo contrario.
La década de los ochenta estuvo caracterizada por una corrupción galopante, un estilo
político caudillista y neo nacionalista de la mano del socialista Papandreu, una política
agresiva y belicosa hacia sus vecinos y una pérdida de grandes oportunidades por las
nuevas autoridades griegas, que recibían en aquellos días dinero a raudales procedente de
los fondos de cohesión de la Unión Europea. Salónica, por su parte, en aquel período era
una de las ciudades más abiertas y cosmopolitas del país, tal como destaca en su libro Los
griegos el periodista británico James Pettifer. En un país cerrado, represivo en los ámbitos
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referidos a la igualdad de géneros y la libertad sexual, Salónica era una suerte de pequeño
espacio para las libertades y la libre expresión.
Pese a todo lo dicho anteriormente, Salónica, urbe mediterránea por los cuatro
costados y bajo poder otomano durante más tiempo que el resto del país, es una buena
demostración de todos los elementos más característicos de la cultura griega. Repleta de
restos de un pasado romano, bizantino, sefardí y otomano, la ciudad es un buen teatro de
todo este reino de la oscuridad, el misterio, la tristeza y la irracionalidad, como escribiría
Kaplan, y un buen centro para entender el inevitable encuentro, a veces violento, entre el
Oriente y Occidente. Desde Salónica, para no olvidar donde estamos, ya nos encontramos a
tan sólo unas horas de Estambul, la capital desde donde se inició la primera gran aventura
para conquistar y dominar estos Balcanes indómitos y misteriosos que cautivaron desde
Byron hasta Yourcenar. La vieja Grecia, la de Homero, Platón y Aristóteles, está plagada,
como vemos, de paradojas y grandes pasiones. Sin ellas, sin los frutos de sus
contradicciones y desamores, resulta muy difícil entender a esta región y a los griegos.
Luego esta esencia, no lo olvidemos, habla judeoespañol. Y es que Salónica, trozo de
nuestro espíritu e identidad, es casi una parte de nosotros mismos.
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Glosario
Por Antonio Antelo Iglesias
A
'Ab: quinto mes del calendario judío, que corresponde en parte a julio-agosto. El día 9
es el de gran aflicción, pues conmemora la destrucción del primer Templo por
Nabucodonosor (586 a. a.C.), y la del segundo por Tito (70 p. a.C.). Además de su estricto
ayuno, los judíos ortodoxos asisten en las sinagogas a celebraciones litúrgicas de carácter
funeral y leen, compungidos, el libro de las Lamentaciones.
'ábódah: canto litúrgico sinagogal, para el día de la Expiación o Yom Kippur (v.), que
se observa el 10 de Tishrí (septiembre-octubre), séptimo mes del calendario judío.
Abba: título arameo de Dios y modificación del antiguo hebreo ab,«padre»; en
plural, abôt, avôt (v. Pirqé Abôt).
'Adam: en hebreo, «hombre» o «humanidad»; etimológicamente significa «tierra
arable», 'adémah (Gén 2, 7).
'Adônaí: «Mi Señor», uno de los nombres de Dios, pronunciado cada vez que, al leer
en voz alta la Escritura, aparece el sagrado nombre de YHWH o Yahveh.
'ahabah: composición breve, de la liturgia sinagogal, que exalta la relación amorosa
entre Dios e Israel sobre el modelo del Cantar de los Cantares;suele aludir al advenimiento
del Mesías y, por tanto, a la liberación del Exilio. Pl., 'ahabot.
alleluia: forma griega y latina del hebreo alleluiah, «!alabad al Señor!».
aljama: barrio judío o musulmán, donde la comunidad de una u otra fe tenía su
autogobierno. Es voz árabe; en hebreo, cahal.
'am ha-ares: literalmente, «pueblo de la tierra»; en su origen, el de Israel, para
distinguirlo de los grupos selectos o privilegiados de la aristocracia y del sacerdocio; más
tarde equivaldría a «iletrados», es decir, no rabinos ni estudiantes.
amén: de un verbo hebreo que significa «confirmar» o «aceptar como verdad»; en la
Biblia se usa como respuesta y asentimiento a una bendición, exhortación e
imprecación: cf Deut 27, 15 y Sal 41 (40), 14.
'amîdah: principal oración litúrgica, que se recita de pie en el triple rezo diario: al
amanecer (sahárit), al mediodía (minhá) y al atardecer (ma'árib).
'amôrá (pl. 'amôraîm): maestro que intervino en la composición de laGuemárá (v.).
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'amôrá (pl. 'amôraîm): maestro que intervino en la composición de laGuemárá (v.).
Literalmente, significa intérprete». Al comienzo, un funcionario sinagogal que permanecía
junto al lector en las reuniones o asambleas de instrucción pública y traducía a la lengua
vernácula lo que aquél decía, musitando, en hebreo. Después, se aplicó el término a los
sabios que en Babilonia y Palestina expusieron la Misná (v.) entre el año 217 (p. a.Ch.), en
que murió Rabí Yehudá, y la conclusión del Talmud (v.), ca. 500.
'aqedá: tipo de seliha (v.), en forma de oración penitencial para los días de ayuno.
Significa oblación, por el sacrificio de Isaac.
Arca de la Alianza: caja o armario de madera de acacia, revestida interior y
exteriormente de oro, con una tapa o cubierta —el propiciatorio— asimismo de oro, sobre
la cual extendían sus alas protectoras dos querubines, también de oro (Ex 25, 10; 37, 1-9).
Contenía las Tablas de la Ley (Éx 40, 20; 1 Re 5, 10; Deut 10, 1-5), y según Heb 9, 4, un
vaso con maná (Éx 16, 32-34), e incluso la vara de Aarón. Era el objeto más reverenciado
del culto en Israel, ya trono de Dios, ya símbolo de la beritho Alianza entre Yahvé y Su
pueblo (Núm 10, 35; 1 Sam 3, 3; Ex 23, 33). Creíasela dotada de energía o poder
sobrenatural (tisana), por lo que se la llevaba al campo de batalla (1 Sam 4, 7; Núm 10, 35
y sgs.). Guardada celosamente, más tarde, en el Sancta Sanctorum del primer Templo, se
perdió durante el Exilio de Babilonia (2 Mac 2, 4-8); aunque, según 1 Mac 2, 4-8, el profeta
Jeremías la ocultó en una cueva del monte Nebo, si bien él mismo no la consideró necesaria
ante la inminencia del Mesías-Rey Qer 3, 16).
Asmodeo: en hebreo, Asmeday. Genio del mal, que según Tob 3, 8, asesinó a los siete
maridos de Sara, por lo que se identifica con un sátiro lujurioso y un demonio adverso a la
felicidad conyugal: así se le representa en la literatura talmúdica. Es, probablemente, de
origen iranio.
Asquenaz: nieto de Jafet (Gén 10, 3). En los textos rabínicos de la Edad Media, sus
descendientes (ashkenazim o asquenazíes) se identifican con los judíos de la Europa
oriental, central y, en parte, occidental, en tanto que los sefardíes (cf Abd 20) corresponden
tradicionalmente a España, Portugal e Italia. La división data de 1306, al ser expulsados los
judíos de Francia, pero no afecta al cuerpo doctrinal.
Ayuno Mayor o Gran Ayuno: v. Yom Kippur.
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Azazel: ángel o arcángel caído; primitivamente, quizá, un demonio del desierto; chivo
emisario, sacrificado en Yóm Kippúr (Lev 16 sgs.)
'azhárôt: literalmente, admoniciones; poesías para la fiesta conmemorativa de la
promulgación de la Torá en el Sinaí. Exponen los 613 preceptos de la Ley mosaica (248
activos y 365 prohibitivos). Son muy notables las de Ibn Gabirol.
B
baqqasá: literalmente, «súplica». Segunda parte de una selihá (v.). Como muestrario
excelente de baqqasot se estima el Ben Tehil.lim, de Ibn Nagrella ha-Nagid.
bar: en arameo, «hijo (de)»; equivale al ben (abrev., b.) hebreo. baraitha: cualquier
tradición de los tannaîm (v.) no incluida en la Mishná. Pl., baraytot.
Bath Kol: voz celestial que proclama la voluntad o los juicios de Dios; inspiración,
revelación. Behemot: literalmente, «bestia»; animal gigantesco (vid. Job 40, 10), que la
exégesis moderna identifica con el hipopótamo. El Behemot y el Leviatán (v.) son dos
monstruos apocalípticos.
Belial: del hebreo beliya'al, literalmente «sin utilidad». La expresión bênê-
beliya'al («hijo de la inutilidad»), frecuente en el Antiguo Testamento, se traduce como
«malvado» (Deut 13, 14; Jue 19, 22; 1 Re 21, 10-13). En el Nuevo Testamento (2 Cor 6,
15) se da este sobrenombre a Satán o Satanás (v.).
Beresit Rabbá: libro del género midras (v.), sobre el Génesis.
berîtb: en hebreo, «alianza», «contrato», «testamento»; sinónimo de
'eduth, «testimonio», se aplica a la relación de Dios con el hombre, en especial con Su
pueblo elegido, Israel. Es tanto «promesa» divina (Noé, Abraham) como «exigencia»
(Decálogo), polos éstos entre los que fluctúa históricamente la fe de Israel. Jeremías (31, 31
y sgs.) vaticinaría una Nueva Alianza grabada en los corazones. El pacto sellábase, por lo
común, mediante un ágape asociado a un sacrificio: el término beríth se deriva, al parecer,
de un verbo que significa «comer en compañía», y con un precioso condimento: la sal. La
«sal de la Alianza de Dios» hace inviolable el Pacto. «Aún hoy, los árabes ofrecen el pan y
la sal a quien desean tratar como aliado, y dicen también: «Hay sal entre nosotros». Con
mayor razón, toda ofrenda a Dios debe ir acompañada de sal, que es el «signo de la alianza
con tu Dios», según Lev 2, 14». Cf W. COR5WANT, Dictionnaire d'Archéologie
biblique (BIBL., núm. 4 bis), pág. 24.
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Beth Din: tribunal rabínico, en particular el »Beth Din ha-Gadol» o Gran Sanhedrín,
que existía en la época del Templo y, posteriormente, la suprema autoridad religiosa y civil
de los judíos hasta fines del siglo III d.C.
C
Cábala: en hebreo, Kabbalá o Qabbala, «tradición». Acervo judío de mística y
esoterismo desarrollado sobre bases bíblicas, pero también, desde la Antigüedad, con
elementos pitagóricos, neoplatónicos y gnósticos, que revistió cierto carácter filosófico.
Pretendía abordar los más altos misterios de la Escritura a la luz de una interpretación
alegórico-simbólica, fundada en la combinación de las letras y sus valores numéricos. De
esa «tradición», la Cábala excluía la Torcí o Ley. Sus fuentes primordiales son el Séfer
Yésircí o «Libro de la Creación» (siglos IV-VI) y elSefer ha-Zóhar o «Libro del Esplendor»,
atribuido a Moisés de León (sigloXIII). Pero con anterioridad a esta obra capital, la mística
y el esoterismo influyeron en Ibn Gabirol, Yehuda b. Barzilay. Abraham ibn 'Ezra', Bahya
ibn Paquda, etc. Por el contrario, Maimónides no fue receptivo a tales enseñanzas
iniciáticas, pese al Rollo de los misterios, que algunos han considerado —sin pruebas o
razones convincentes— obra del sabio cordobés. Entre tanto, la Cábala se había difundido
hacia 1200, aproximadamente, en Gerona, Burgos, Guadalajara y Toledo, así como en
Italia, Renania y Provenza. Una figura española de primera fila, R. Mosé b. Nahamán o
Nahmánides, trató de armonizar la exégesis literal del Pentateuco o Torcí con las corrientes
místicas en boga. También la familia Abú-l-'Afia —sobre todo, Abraham b. Semu'el y
Todros b. Yehudá ha-Leví, en la segunda mitad del siglo XIII— contribuiría a las doctrinas
místicas, al igual que su coetáneo Yosef ibn Chicatella (1248-1305) y, en Barcelona, hacia
1320, Yosef b. Salom Aikenazi, gran comentador del Sefer Yésiraá.Cf para la génesis y
evolución de la Cábala: G. C. Scholem, Les grands courants de la mystíque juive, trad. fr.,
París, 1950, y, para el Zóhar, la cómoda selección, por l mismo: Zohar. Tóe Boole of
Splendor. Basic Readiugs from the Kabbalah..., Nueva York, 1963. También: H.
Sérouya,La Kabbale. Ses origines, sa psychologie mystique, sa métaphysique.París, 1947
(v. Sefirôth).
caraítas: (karaim, «adherentes», o bênê mikra, «hijos de la Escritura»). Constituido
como secta judía ca. 767, en Babilonia, por 'Ann b. David (m.ca. 795), este movimiento fue
desde el principio antitalmúdico, pues los caraítas rechazaban la Tradición en nombre de un
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extremado fervor bíblico, antialegórico y antimístico, de «libre examen», que evoca en
cierto modo la Reforma protestante. Se extendió por todo el Oriente Próximo durante varios
siglos, y aún hoy, al parecer, tiene representantes en Crimea, Polonia, Egipto, Turquía e
Israel. En España abundaron bajo el dominio musulmán, pero con el tiempo quedaron
relegados a territorios limítrofes con Castilla, basta que las comunidades ortodoxas lograron
aislarlos y, finalmente, neutralizarlos o absorberlos. Desaparecerían de la Europa occidental
a partir del siglo XII (v. Saduceos).
circuncisión: rito mediante el cual se extirpa, quirúrgicamente, el prepucio; entre los
judíos, en el octavo día después del nacimiento (Lev 12, 3, y Gén 17, 12). Yahvé ordenó a
Abraham la práctica del rito al entrar su clan en Canaán, como signo material de la Alianza
(berîth, v.) con Israel (Gén. 17, 9-14 y 23-27), costumbre que reafirmaron los Patriarcas y
que se institucionalizó definitivamente. Sin embargo, Moisés no fue circuncidado (Ex 4,
24-26). Tras un paréntesis de olvido, en el desierto, el rito volvería a observarse en la Tierra
Prometida y, sobre todo, en el Exilio. Constituyó desde los orígenes la prueba carnal de
incorporación al grupo, al pueblo elegido (Gén 34, 14-16; Ex 12, 47- 48). Esta ceremonia
se ha estudiado, tanto desde el punto de vista etnológico y sociológico—cultural como
desde el religioso stricto sensu, en las sociedades primitivas y en diversas civilizaciones.
Así, está documentada la circuncisión en el antiguo Egipto (de donde, según algunos
investigadores, la habrían tomado los hebreos), cuyos sacerdotes debían someterse a ella.
Junto con este pueblo, la adoptaron Edom, Ammón, Moab y los árabes (Jer 9, 24-25), si
bien Ez 32, 21-30, excluye a los edomitas, forzados a tal rito por Juan Hircano. También
parece ser que se había extendido entre los fenicios y sirios de Palestina, pero no entre los
filisteos (1 Sam 18, 25; Jue 15, 18). En general, se interpreta antropológicamente como un
rito de iniciación previo al matrimonio y de admisión formal a la vida común del grupo. La
ceremonia hasta hoy mismo, entre los musulmanes y otras sociedades comprende no menos
a la mujer (excisión o ablación del clítoris). Se han alegado, por otra parte, razones
higiénicas, el «pacto de sangre», etc. Cf A. Van Gennep, Thc Rites of Passage, Engl.
transl., Chicago U. P., 1969, pags. 70-74 y 85-86. Vid, asimismo G. A. Barton, s. v.
«Circumcision», en la Encyclopaedia of Religion and Ethics, ed. por J. Hastings (cf. BIBL.,
núm. 4), págs. 679-680, y también 659-679 (Introducción, Egipto e Islam).
D
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dayyan: «juez» en arameo, con jurisdicción dentro de la comunidad —en el cahal o
aljama—, como miembro de un tribunal (Bet-din).
Diáspora: voz griega que significa «dispersión», en hebreo galût (. Se aplica a los
judíos desparramados por el mundo tras el Exilio de Babilonia, en el siglo VIa. Ch., y
también a los que, desde el año 70 p. Ch.,carecieron ya de Estado.
diwan: término de origen, probablemente, aramo con tres acepciones: registro
administrativo, oficina o despacho y colección de poemas. Bajo el dominio otomano
el diwan vendría a designar el Consejo Imperial, esto es, la reunión del gran visir y de los
ministros del Sultán.
Dumah: nombre del ángel a cuyo cargo están las almas en el mundo de ultratumba o
Sheol (v.).
E
Edom: en hebreo, «pelirrojo». El país bíblico así denominado ocupaba el S. y SE. de
Palestina, entre el Mar Muerto y el golfo de Akaba o Aqaba. Pueblo bien fortificado, con
una economía agrícola y ganadera floreciente, se lucraba no menos del comercio
caravanero. Mantenía con Israel tensas relaciones, que se agravaron al verse los edomitas
presionados hacia el N. por los árabes nabateos, lo que les obligó a asentarse al S. de Judá y
en torno a Hebrón, desde el siglo VI a. Ch. A fines del siglo II a. Ch., cayeron bajo la
dominación judía. En los textos rabínicos tardíos, Edom es e1 nombre que frecuentemente
se da a Roma, y, en la Edad Media, a la Cristiandad. También se les conoce, desde Juan
Hircano (ca. 126 a. Ch.), como idumeos.
'El: término genérico, en las lenguas semíticas, para designar a la divinidad. En el
Antiguo Testamento aparece como nombre compuesto: 'El 'Elyón («Dios muy alto»: cf Gén
14, 18), 'El-Shaddai («Dios todopoderoso», o «Señor de las Cimas»: cf Gén 17, 1), etc.
'Elôhîm: en hebreo, plural de 'Elôah, Dios. Aplicable a las deidades paganas, es —
junto con el Tetragrama YHWH (v.), la denominación más empleada para designar a Dios.
La exégesis bíblica, desde mediados del siglo XVIII, ha distinguido en el Pentateuco (y aun
en el Hexateuco, incluyendo el libro de Josué), dos redacciones, que la llamada «alta
crítica» de J. Wellhausen y su escuela ha investigado: la elohista y
la yahvista oyahveística, según prevalezca en ellas uno u otro nombre. A partir de entonces,
se han determinado cuatro estratos: el Yahvista (1: Go 2, 4 ss.), el Elahista (E: Gn 1 y 2, 1-
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3), el Deuteronomista (D) y el Sacerdotal (P o PK, de Priesterkodex). Se ha propuesto la
cronología siguiente, a. Ch.:para], ca. 850; para E, ca. 750; para D, ca. 621, y, para E, 570-
440. Los documentos originales incluían, acaso, los relatos babilónicos de la Creación y del
Diluvio. Aunque la teoría ha sido posteriormente revisada en su carácter esquemático, sigue
orientando la crítica del Pentateuco, no obstante la importancia que se concede a la
tradición oral.
'ephod, 'efod: en hebreo, «mantos, abrigo». Vestimenta sacerdotal, antigua, en forma
de hábito-capa o amplio chaleco, en cuyo frente ostentaba un pectoral adornado con doce
gemas, cada una de las cuales llevaba grabado el nombre de una de las tribus de Israel. Más
sencillo, de lino, era el 'ephod bad.
'erub: ceremonia que los judíos (a quienes se prohíbe transportar carga alguna el
sábado fuera de su casa, o de un recinto de su propiedad) realizan el viernes, con
limitaciones y según las circunstancias que concurran (cf 1 Re, 11, 26), Trátase más bien de
actos simbólicos, no sólo para el sábado sino asimismo para días festivos.
Eva: en hebreo Hawwah, «viviente» o «la que se despierta a la vida», nombre que le
dio Adán (Gén 3, 20) tras haberla llamado ishsha (Gén 2, 23), femenino de ish, «hombre»,
«varón».
exilarca: término griego, literalmente «jefe de los exiliados»; en arameo,resh
galuta; autoridad política y representante de los judíos en Babilonia —como jefe de la casa
de David a partir del año 70.
F
fariseos: en hebreo, perûshîm, «separados». Era el partido popular surgido, hacia el
130 a. Ch., bajo los Macabeos. Recibieron tal nombre por su decisión de mantener
incontaminada la fe judía frente al paganismo helénico. En tanto que sus rivales, los
saduceos (v.), negaban la vida futura y las sanciones ultraterrenas, ellos las admitían junto
con el mesianismo. Se opusieron, sin embargo, a Cristo. Flavio Josefo —él mismo fariseo
— trazó de ese partido un cuadro bastante favorable.
Fiestas primitivas: por sus orígenes nómadas y pastoriles, tienen un carácter singular.
Quizá la más antigua sea la ofrenda de los corderos en primavera, tradicionalmente ligada
al Éxodo de Egipto; esto es, la Pascua (en hebreo, Pésah), que comienza en la
noche (Seder) del 14 de Nisân (marzo-abril) y termina al atardecer del 22. Se sacrificaba el
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cordero pascual (sustituido modernamente por una pierna sobre el plato seder, y un huevo),
consumiéndose el pan ácimo sin levadura o matzah. Durante la Pascua (primera y segunda
noche) se celebra la más importante ceremonia doméstica del judaísmo, el Seder, con la
lectura del Éxodo, 12, una refacción precedida del kiddush o bendición formal, el pan
ázimo, himnos y salmos, así como cuatro copas de vino compartidas a intervalos. La
Última Cena de Jesús y sus discípulos fue el seder. Otras fiestas, de signo agrícola, deben
anotarse: shâbu'ôt («las semanas»), o sea, las siete semanas después de Pascua (en griego,
Pentecostés), asociadas a la recolección; sukkôt («las cabañas»), festival relacionado con la
vendimia y conocido también como de los Tabernáculos, etc. El ayuno más solemne
corresponde al décimo día del año, en el mes Tishrî (septiembre-octubre): el Yom Kippur,
«Día de las Expiaciones», durante el cual está prohibido trabajar y ha de rendirse culto al
Señor (v. Pentecostés y Pésah).
filacteria: en griego, «amuleto». Tiras de pergamino o vitela que se guardan en cajitas,
y que contienen pasajes de la Torá (= Pentateuco) escritos por los sôpherîm («escribas»).
Aún hoy, los judíos piadosos las llevan para sus oraciones matutinas, una en el brazo
izquierdo y otra sobre la frente.
G
Galûth: en hebreo, «cautividad» y «exilio» (cf Deut 28, 25). V. Diáspora.
gaôn: en hebreo, «excelencia» (plural, ge'ônîm). Título reservado a los directores de
las academias talmúdicas de Sura y Pumbedira, en Babilonia. Su actividad abarca unos 450
años (589-1038), pero la época de esplendor comprende, especialmente, los siglos VII-X.
Continuaron la obra de los 'amôraîm y sabôraîm (v.).
Gehenna: lugar, en el trasmundo, para los condenados. El nombre proviene de Ge-
Hinnom, un valle al SO. de Jerusalén, donde en tiempo de los reyes se hacían sacrificios de
niños al dios del fuego, Moloch (2 Re 16, 3 y 21, 6). Josúe lo maldijo solemnemente (2 Te
23, l0, y Jer 7, 32 y 19, 7). Su negra fama como cementerio y basurero llega a la época
evangélica (y. también She'ol).
Gemilûth hasîdîm: actos de caridad, en el sentido de compartir afectuosamente bienes
materiales, gozos, penas y hasta ideas.
génizah: dependencia de la sinagoga donde se conservan libros y objetos sagrados no
utilizables en los actos del culto. Significa literalmente «desahogo», pues, según la Ley,
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podían retirarse tales efectos para despejar el recinto, pero nunca destruirse por iniciativa
humana. Gracias a esta acumulación de manuscritos y documentos, en general, se han
descubierto multitud de textos inapreciables para la historia y cultura judías. Así, por
ejemplo, en la genizah de El Cairo.
gé'ulah: plural ge'ulot. Bendición que, en el rezo de saharit o del amanecer, sigue a la
recitaeión de la Sema' o profesión de fe judía (Deut 6, 4-9 y 11, 13-21; Núm 15, 37-41). Es
poesía de destierro, moldeada sobre el Cantar de los Cantares al exaltar los amores entre
Dios y Su pueblo, anhelante del Mesías.
golah: voz hebrea que significa «emigración», «exilio». Se usó en los primeros
tiempos de la Era cristiana para referirse al destierro en Babilonia.Cf. Diáspora.
goy: en hebreo, «pueblo» (plural goyim), con la acepción de «gentil» o «paganos»,
esto es, no-judío.
Gran Sinagoga o Gran Asamblea: tradicionalmente, el Gran Consejo instituido al
retorno del Exilio babilónico (538 a. Ch.). Existió como órgano legislativo y administrativo
hasta el siglo III a. Ch., bajo el dominio persa y seléucida. El judaísmo le debe plegarias
importantes (v. Ley oral).
Guemará (o Gemara): en arameo, «terminación». Es el segundo gran cuerpo de la
Tradición en el Talmud, que completa la Mishna, trabajo realizado en Babilonia por los
'amóráím a fines del siglo V.
H
haber: en hebreo, «compañero», «asociado» (plural, haberim). Se aplica también a un
miembro del partido de los fariseos o de la secta de los esenios. En el Kuzarí, de Yéhudá
ha-Leví, Haber equivale a «maestro» rabínico, el interlocutor del rey jázaro.
Haggadá o Aggadá (pl. aggadot): en hebreo, «cuento», «cuento edificante». Es
aquella parte de la literatura rabínica que no versa sobre las interpretaciones de la Ley, sino
acerca de leyendas, anécdotas, parábolas, etc. Representa la materia imaginativa o
fantástica del Talmud, contrariamente a la Halaká o Ha/ajá (v.), en la que se recogen y
explican las normas jurídico-religiosas del Talmud.
Hagiógrapha: en griego, literalmente, «escritos sagrados»; es decir, la tercera división
principal del Antiguo Testamento en el Canon hebreo, que contiene textos
misceláneos: Ruth, Salmos, Job, Proverbios, Cántico de los Cánticos, Lamentaciones,
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Eclesiastés, Daniel, Esther, 'Ezra (Esdras)—Nehem'ias, Crónicas. En hebreo son
los ketubim (= escritos), para distinguirlos de la Torá o Ley y los
Profetas (Nebî'îm: v. nabî').
Halakah, Halaká o Halajá (pl. halakot): de la raíz halak, literalmente «andar», y de
aquí «modo (de obrar)», «costumbre», «guía práctica», «precepto» o «tradición», en el
sentido de toda la parte legal de la tradición judía, y en contraste con la Haggádá (v.).
Hal.lel: salmo que, en el Templo, recitaban los sacerdotes y que concluía en
el alleluiah. Aún hoy, especialmente los salmos 113-118 que se cantan en los oficios
sinagogales, matutinos (sahárit), con ocasión de algunas fiestas (Pascua, Hanukkah, etc.).
Hanukkah: literalmente, «inauguración» o «consagración», es decir, la del Templo de
Jerusalén (165 a. Ch.) purificado tras la victoria de los Macabeos sobre Antíoco IV (1 Mac
4, 52-59). Se celebra la fiesta de este nombre entre el 25 de Kislev (noviembre-diciembre) y
el 2 de Tebet (diciembre-enero). Desde entonces se enciende, en cada hogar, un candelabro
de ocho brazos (cf. menorah), por lo que se la conoce también como fiesta de las
Luminarias. En su origen debió de estar relacionada, probablemente, con el solsticio de
invierno.
haqbalah: voz hebrea que significa «paralelismo». «Disposición del discurso de tal
modo que se repitan en dos o más versos (o miembros) sucesivos, o en dos estrofas
seguidas, un mismo pensamiento o dos pensamientos antitéticos» (cf. F. Lázaro
Carreter, Diccionario de términos filológicos, 3ª ed. corregida, Madrid, 1968, pág. 312). En
la poesía hebrea clásica es el método tradicional de retórica y aun de prosodia: merced al
paralelismo, libros como los Proverbios y los Salmos adquieren su ritmo.
hásidim o hasideos: en hebreo, «piadosos». Era un partido religioso, antihelénico, de
la época macabea y que se distinguió por su estricta ortodoxia. Se les ha emparentado con
los fariseos (v.) y esenios.
hazzan: oficiante que, en la sinagoga, recita o canta las oraciones (quizá del
acadio hazanu = «inspector» o «director»). Equivale a «chantre».
hebreos ('ibrîm): designa un grupo de pueblos en Gén 10, 21-25, los hijos de 'Eber.
Posteriormente, el término se aplicó a Abraham y su linaje, pero en un sentido más amplio
que el de israelita. El nombre se ha asociado también con los habiru o hapiru,
documentados en los archivos de Amarna (aquí, como 'apiru), Hattsuíaí y Nuzi o Nuzu,
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cuya significación parece ser «extranjeros», «esclavos» y «merodeadores nómadas», en los
confines del desierto, entre el III milenio y el siglo XII a. Ch. Ramsés II los empleó en
obras públicas. Sin embargo, el estado de las investigaciones no permite considerarlos un
«pueblo», sino, en todo caso, una «etnia» de lengua semítica. Incluso se ha vinculado al
clan de Abraham (Gén 11, 26 y sgs.) con tales habiru, mediante el término heber, que
designaría a las «gentes del otro lado ( o “más allá”) del Eufrates» En griego, hebraios
indica la nacionalidad judía frente a los demás pueblos; como en el Nuevo Testamento,
para referirse a los judíos de Palestina, que hablaban arameo.
herem: término hebreo que significa «excomunión» o «anatema». Implica destrucción
o denegación de una persona u objeto (v. gr., ganado y bienes, en general, de los idólatras,
así como éstos, los magos, adivinos, etc.). Tras la Cautividad babilónica, hubo un (herem o
excomunión menor —sin pena capital— y otro mayor, es decir, la exclusión definitiva por
parte de la comunidad judía. Se ha planteado la cuestión de si, en su origen, el anatema
sería un rito mágico, una especie de «maldición reforzadas que desencadenase a la vez un
poder funesto para los enemigos, pero fatal para quienes hubiesen violado las
reglas». Cf. Corswant, Dictionaire d'Archéologíe biblique (BIBL., núm. 4 bis), pág. 180.
Sin embargo, parece que se trataba de una medida excepcional, ora como consagración de
algo a Yahvé y, por ende, tabú, ora como extremo castigo.
hokmah: en hebreo sabiduría; no necesariamente de índole religiosa o inspirada por
Dios, sino como en las literaturas egipcia, mesopotámica, etc.— de carácter a menudo
práctico y mundano, propia de los textossapienciales, hebreos y del Oriente Próximo. Así,
en el Antiguo Testamento, Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico, Libro de
laSabiduría y, por doquiera, en los Salmos, Tobías, etc. Salomón es el Sabiopor excelencia.
El ideal apunta al autodominio y, sobre todo, al temor de Dios (Sal 111, 10).
Hosa'nna: Exclamación en tono de súplica, dirigida a Yahvé o al rey (Sal 118, 25; 2
Sam 14, 4, etc.), con la significación de «Salve, ayúdanos». Posteriormente, en la liturgia
judía se torna plegaria y aclamación durante las festividades, expresando júbilo.
I
'iggeret (pl. 'iggérot): «epístola-s».
Israel: nombre de Jacob (Gén 32, 25-29 y Os 12, 3-5), desde su lucha nocturna junto
al Yabboq, afluente del Jordán. Se ha interpretado como «fuerte contra Dios», aunque se
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discute su real sentido: «Él lucha», «Él reine», «Él brilla»... Colectivamente, se aplica a la
descendencia de Jacob. Es también el nombre del reino del N., surgido a la muerte de
Salomón (ca.945 a. Ch.).
J/K
judíos (en hebreo yéhûdîm): los pertenecientes a la tribu de Judá. Tras el Exilio
babilónico, el término se aplicó a todos los descendientes del reino de Judá, junto con la
tribu de Benjamín. La historia del pueblo judío, como tal, se iniciaría en rigor a partir del
Retorno (538 a. Ch.).
kabod: en hebreo, «gloria» (gr. dóxa, opinión, fama). Es lo que exige respeto y
admiración, singularmente una virtud de Dios (cf para Jacob, Gén 31, 1; y, para Yahvé, Ii 6,
3). Es Su manera de revelarse a Israel, está ligada al nombre de Dios y al santuario.
kalam: término árabe que designa, literalmente, la «palabra» o «discurso». Es teología
antifilosófica, pues, aunque utilizó la argumentación racional, no se desvió de la teología
para constituirse como una filosofía «musulmana» con un propio método. Presenta dos
formas sucesivas:mu'tazila o mu'tazili, correspondiente al neoplatonismo popular, y as'ari,
compromiso con la primera, si bien otorgaba primacía a la Verdad revelada, al Corán y la
Tradición. Los mutakallimun son los representantes delkalam, que tuvo a su vez notables
exponentes judíos, como Sa'adyá Gaón y Ya'aqob al-Qirqisani, en el siglo X.
kaser (o kosher): nombre que recibe la carne apta, ritualmente, para su consumo; esto
es, la de un animal permitido, sano y sacrificado conforme a la legislación rabínica, que
también regula su preparación culinaria (v.shehitá).
Cabaña: («devoción»): voz hebrea que se traduce como «fijación de la mentes», en el
sentido de «concentración espiritual». La moral rabínica sentó, desde un principio, que todo
acto ritual carece de significación cuando no responde a una intención devota. Sus
correlatos son la intentiocristiana y la niyya islámica.
Kethubim: v. Hagiógrapha.
kiná (o qiná): lamentación, el 9 de Ab, por la ruina del Templo; elegía.
Kippur: «Expiación» (v.Yom Kippur).
Kislev: noveno mes del calendario judío, que corresponde a noviembre-diciembre.
V. Hanukkah.
kódesh: «santo», «reservado».
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kohen: «sacerdote», En sus orígenes, «jefe» de la colectividad: tribu, clan o familia.
Al dividirse las funciones posteriormente, la tribu de Leví asumió las del sacerdocio
(levitas). En el Antiguo Testamento, la misma palabra se usa para los sacerdotes de otras
religiones (Gén 41, 45; 47, 22; 2 Re 10, 19; 11, 18; 1 Sam 5, 5; 6, 2; Jer 48, 7; 49, 3, etc.).
Su etimología es oscura: ¿acadio kanu, de la raíz k'n, «inclinarse», «rendir homenaje»? ¿de
la raíz Jeten, «estar en pie», como «siervo de Dios» (cf Deut 10, 8)? V. artº «Prêtre», en W.
Corswant, Dictionnaire d'Archéologie biblique (BIBL., núm. 4 bis), págs. 254-256.
Kol Nidré: oración que se dice en la víspera del Yom Kippur (v.).
kosem: adivino profesional.
L
Ley Oral: es la que desarrolla y concreta, explicándolas, la Ley Escrita oTorá y sus
normas. A fines del siglo II p. Ch., Yehudá ha-Nasí dio forma a la misma compilándolas en
la Mishná (v.).
Leviatán: monstruo marino que simboliza las aguas caóticas y hostiles a la vida (cf Is
27, 1; Sal 74, 14; Jb 40, 25, aquí como cocodrilo). En otros textos es un animal mitológico,
que figura asimismo en las tablillas cuneiformes de Ugarit (Ras Shamra, siglos XV-XIII),
fuente primordial para la religión, mitos y leyendas cananeos.
Lilith: demonio femenino de la tempestad en Babilonia y, entre los judíos (Is 34, 14,
así como en los textos postexílicos), espíritu maligno y primera mujer de Adán, del que
engendró demonios. Está asociada con la noche y sus peligros (cf. Jos 34, 14).
Luz: simboliza el esplendor de Dios, como en Sal 36, 10: «Pues en ti está la fuente de
la vida; en tu luz la luz vemos». La Nueva Jerusalén emergerá inundada por la luz divina (Is
60, 1 sgs.; Zae 14, 16 sgs.). Sobre las fuentes de esta teología, metafísica y estética de la
luz, tan presentes en la poesía, la mística, el pensamiento y el arte medievales, ya judíos y
musulmanes, ya cristianos, cf. E. De Bruyene, L'esthétique du Moyen Âge,Lovaina, 1947,
págs. 7-37, y, más extensamente, sus Estudios de estética medieval, 3 vols., Madrid, 1958
(v. también shekînah)
M
ma'amad: composición poética y plegaria para el día de Kippur.
mal'ak: «ángel», «mensajero».
Ma'arib: momento vespertino de las oraciones litúrgicas.
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Ma'asé Yesu: «Hechos de Jesús», o Tôledôth Yesu' («Historia o Vida de Jesús»),
relatos falsamente históricos sobre Jesús, María y José, de época medieval y anónimos, que
circularon bastante entre los judíos.
mahzor: cielo.
maqáma: término árabe que significa «tertulia», «descanso» y «sesión». Designa un
género literario, en prosa rimada, cuyas primeras muestras se remontan a la época 'abbasí,
con una finalidad recreativa y cortesana. En plural, maqamat, son obras que presentan a un
personaje aventurero, picaresco, ducho en el arte oratoria, junto con un narrador amigo de
aquél y que cuenta los hechos del vagabundo. Intercálanse, además, poemas. Entre las
colecciones de maqámas árabes sobresale la de al-Harán (1054-1121), y, entre las
hebreas (mahberet, pl. mahbarot o «composiciones»), el Séfer Tahkémoni de Yéhudá al-
Harizi (segunda mitad del siglo XII, ca. 1230), que tradujo asimismo las maqamas de al-
Hariri. Su valor, como fuente para la literatura hebrea contemporánea, es digno de
subrayarse.
Mar (mari): en arameo, «señor». Equivalía a rabbí (v.) en las escuelas de Palestina y
—más tarde—Babilonia.
Masoretas: sabios judíos de Palestina y Babilonia (siglos VII-X), a quienes se deben
los signos («maso-réticos») para fijar los textos en hebreo: vocales, consonantes, acentos,
puntuación y división, etc. El nombre se deriva de massorah (entendida como «transmisión
oral» o «tradición»), es decir, las anotaciones críticas para dar uniformidad a los textos
bíblicos.
megil-lah: tratado talmúdico, en general. Literalmente significa «rollo»
(pl.megil.lôth) y se reserva esta denominación, en plural, para Ruth, el Cantarde los
Cantares, el Eclesiastés, las Lamentaciones y Esther. Son los «rollos de fiesta», separados
de los otros textos bíblicos para su recitación, salmodiada, en Pentecostés, Pascua,
Tabernáculos, Yom Kippur y 9 de Ab. Destácase en el rito sinagoga1, el libro de Esther.
melek: rey.
menorah: literalmente, «lámpara». Denominación tanto para el candelabro de siete
brazos (Éx 31, 39) como para el de la hanukkah (v.), usado desde el siglo XIII y con ocho
candelas. La menorah del Segundo Templo figura en el arco de Tito.
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me'orah (pl. me'orot): composición litúrgica que exalta la Creación de los astros; de
ahí que, literalmente, se traduzca como «luminar».
merkabá: según Ez, 1, el «carro celestial» o «trono de Yahvé».
Mesías (hebreo meshi'ah, «ungido» griego Christós): término reservado para los
sacerdotes al entrar éstos en funciones mediante la unción, consagrándose a Dios (cf 2 Sam
2, 4; 19, 21; Lev 21, 10; 4, 5-6). Desde el siglo I a. Ch., se empleaba para designar al
Redentor—Rey, conforme a la esperanza «mesiánica» representada por los Profetas, es
decir, el advenimiento de un rey justo, glorioso y compasivo, que instauraría una era de paz
universal basada en la justicia, la santidad y el bienestar material (cf Is 7-11; Miq 5; Jer 33;
Zac 9, 9 sgs). El anhelo se orientó, a comienzos del siglo I p. Ch., hacia un Mesías terrenal,
político, del «tronco de David» (cf. 2 Sam 7, 16), y restaurador definitivo del reino de
Israel. También se manifestó esa esperanza en el sentido de un Mesías «sacerdotal» o de
Aarón. El mesianismo judío tiene sus raíces más profundas en la Alianza y la teología de la
Historia que informa el devenir de Israel, con Jerusalén como centro político-religioso.
Desde la Antigüedad hasta nuestro tiempo, ha provocado levantamientos y agitaciones
diversos: el de Bar Kokhba contra Roma (135 p. Ch.), Mosé al-Dar'i, en Marruecos y al-
Andalus (siglo XII) y su coetáneo David Alroy, David Reubeni (siglo XVI), Shabbethai Zebi
(siglo XVIII)... Contemporáneamente ha inspirado, en parte, el movimiento sionista, pero
éste no ha hecho después énfasis sobre el Mesías-Rey tradicional, descartado a su vez por el
judaísmo reformado (v. Reino de Dios).
midrash: de la raíz hebrea d.r.s., «buscar», «inquirir», de donde «buscar el
significado» y el sustantivo midrash, «comentario» (en plural,midrashîm). Consiste en la
investigación rabínica, exegético-homilética, es decir, la explicación de los textos bíblicos
más allá de su sentido literal. Se considera el midrash como la forma literaria de
la Haggada (v.) y Ha1aka(v.). Con el Talmud (v.), es un elemento esencial de la literatura
postbíblica: interpreta y amplía los pasajes de la Biblia, ya poética, ya alegóricamente,
incluso como una plática esmaltada con narraciones. En él se combinan los hechos
históricos, la materia legal, los símbolos, la realidad y la imaginación creadora.
Los midrashîm son colecciones exegético-homiléticas, ordenadas entre los siglos V y XII:
así, el Mídrash Rabbah(Gran Midrás), del siglo V al XII, y el Midrash Tanhumá, sobre el
Pentateuco o Torá, elaborado en Palestina (siglo IV).
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mi kamoka: literalmente, «¿Quién como Tú?». Género poético, latréutico o de
adoración al Señor, que marca la distancia entre El y el hombre. Se trata de un piyyu o
poema litúrgico para el oficio matutino (san harit) de los sábados y días festivos (cf Sal 35,
10).
Mikra: nombre genérico para la Biblia hebraica, literalmente «Escritura» o
«Lectura» (cf ai-Qur'an).
Mishná: compilación de la Ley Oral, realizada en Palestina por los tannaîm(v.), entre
70 y 217 p. Ch. Literalmente significa «repetición», por el carácter de la enseñanza
rabínica. Se divide en 6 «órdenes» y 63 tratados, teniéndose a Rabbí Yéhudá ha-Nasí como
su configurador en la forma actual (ca. 200). La Míshná es fundamental para el estudio del
método rabínico de exégesis bíblica, el modo de demostración y el estado del judaísmo en
tiempos evangélicos: Pablo de Tarso fue discípulo de Gamaliel I, uno de los expertos en la
discusión sobre la Torá, de la que gradualmente saldría la Mishná (v. Talmud).
mizvah: en hebreo, «mandamiento», o deber religioso instituido por Dios o la
autoridad rabínica. Maimónides ordenaría tales preceptos en 248 positivos y 365
prohibiciones: aseh y lo ta-aseh, «haz» y «no hagas».
mohel: cirujano que practica la circuncisión (v.).
muharrak: género poético, sefardí, que subraya las relaciones entre Dios y sus fieles.
Es voz arábiga, con el sentido de «introducción» y equivale a la hebrea résut (v.), en orden
a los píyyutim denominados nismat(«aliento», «espíritu»).
musaf: ofrendas adicionales —aparte de los sacrificios matutinos y de la tarde— en el
Templo, los sábados, neomenias, las tres grandes fiestas, el Año Nuevo y el Yom Kippur.
mutakallimun: y. Kalam.
muwassaha: composición en árabe clásico, que termina con una estrofa en árabe
vulgar o en dialecto mozárabe, andalusí —la jarya o jarcha—; se ha simplificado en la
forma «moaxaja». Los poetas hispano hebreos la practicaron con éxito (Yéhudá ha-Leví,
Molé ibn 'Ezra, Yosef ibn Saddiq, Abraham ibn 'Ezra, Todros Abñ-l-'Afiya, etc.). Se
atribuye esta innovación poética a Muqaddam b. Mu'afa al-Qabrí (de Cabra) (ca. 840-920).
N
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nabî (pl. nebî'îm): profeta (gr. «prophetés', derivado de próphemi, «yo predigo»,
«pronostico»). En plural, segunda división del Canon escriturario hebreo
(v. Hagiógrapha y Torá).
nagid: «príncipe», «protector», «jefe». En la Edad Media (Egipto, Séfarad, Turquía),
título honorífico de autoridad sobre todos los judíos del reino.
nasî: «príncipe», en cuanto jefe laico de la comunidad. Era el nombre dado a los
dirigentes de las Doce Tribus en el desierto (Núm 7, 2), con la especificación: «príncipes de
sus tribus paternas», jefes de las legiones de Israel»
(Núm 1, 16). También las ismaelitas y madianitas denominaban así a sus jefes (Gén
17, 20; 25, 16; Núm 25, 18, y Jos 13, 21). Recibieron asimismo este título el presidente del
Sanhedrín y los Patriarcas, esto es, los jefes políticos y representantes judíos ante la
Administración romana y bizantina en Palestina. Más tarde, en los siglos medievales,
conservó la acepción de persona importante, con autoridad y capacidad de protección, a
saber, los notables o magnates de las aljamas.
nazir: en hebreo, literalmente, «dedicado»; es decir, el consagrado a Yahvé por un
voto a perpetuidad o temporalmente, comprometiéndose a un determinado régimen
dietético, a dejarse la cabellera, a no tener contactos con cadáveres, etc. Sansón, Samuel y,
acaso, 5. Juan Bautista fueron naziritas, costumbre que se mantuvo en las comunidades
cristianas durante el siglo I (cf Act 18, 18; 21, 23- 26). La Mishna contiene un tratado sobre
el nazireato: vid, la ed. de C. Del Valle (BIBL., Núm. 57), Orden Tercero, págs. 525-542.
Maimónides, a su vez, en el Guía de perplejos (ed. 1). Gonzalo Maeso, BIBL., Núm. 229),
Tercera Parte, cap. 48, pág. 533, ocúpase del mismo a propósito del vino.
nephesh (o nefes): «alma», «vida».
O
'ofan: poema de laudes al Señor, en el que los coros angélicos cantan Su grandeza.
oración: (horas de la): el pueblo de Israel elevaba sus plegarias tres veces al día (Dan
6, 11, y Sal 55, 18): por la mañana (saharit), al mediodía(minhá) y al atardecer (ma'árib).
P
paytan o payyétan (pl. paytanim o payyétanim): cantor sinagogal o judío devoto que
componía poemas religiosos para la liturgia, sobre la grandeza de Dios, Su morada celeste,
la Alianza con Su pueblo, la confesión de los pecados, el arrepentimiento, la esperanza
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mesiánica, etc. Son poemas rimados, en el hebreo propio de la Sinagoga, rabínico o
popular.
Pentecostés: en griego, «quincuagésimo», referido al día en que los judíos celebraban
la Revelación de la Ley a Moisés en el Sinaí, cincuenta después de la Pascua del Cordero;
de ahí que se la conociera como «fiesta de las semanas», esto es, siete después de Pésah.
Tenía, además, un carácter agrario como fiesta de la recolección, durante la cual se
ofrendaban en sacrificio las primicias del trigo (v. Fiestas).
Pésah: Pascua: v. Fiestas y el documentado cap. 17,1 (parte IV), que a la Pésah y el
pan ázimo les dedica R. DF VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento (BIBL., núm. 47
bis).
pilpul: método rabínico para esclarecer términos y conceptos dialécticamente, con
extremada sutileza y argumentación casuística.
Pirqe Abôt: tratado sobre los Dichos de los Padres, en la Mishná, Cuarto Orden.
piyyut (pl. piyyutim): poesía litúrgica, postbíblica, para realzar las oraciones en
sábados y fiestas. Como paytán o paye tan, piyyut deriva del griego poietes, «poeta».
pizmón: en la poesía hebraica, refrán o estribillo, formado, ya por un verso, ya por una
estrofa a base de uno o dos versículos (cf Sal 39, 46, 59, 67, 80, 114, o 42, 43, 56, 62, 144,
etc.). «Esta técnica tan generalizada de las composiciones estróficas con refrán se reflejó en
la terminología poética y se aplicó a dichas composiciones el nombre depizmón, palabra
que creyóse derivada de la radical aramea pezam, con la cual el Targum de Job traduce la
raíz hebraica... que significa: responder, entonar; luego el nombre de pizmán se aplicó sólo
al refrán y, por extensión, a la poesía que los presentaba; modernamente se cree que la voz
pizmón deriva del griego bíblico psalmós» g. M: Millas Vallicrosa, La poesía sagrada
hebraico española, BIBL., núm. 118, pág. 17).
Purim: fiesta para conmemorar la salvación de los judíos en Persia (cfEsther, 2-9),
durante los días 14 y 15 del mes de Adar (febrero-marzo), que transcurren alegremente. La
mención más antigua figura en 2 Mac 15, 36.
Q
qaddis: bendición al final del rezo matutino, para el nombre de Dios y su
Advenimiento, basada en Sal 113, 2, y Dan 2, 20.
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qasida: oda tradicional de la poesía árabe, en forma de composición monorrima y
extensa (de 30 a 150 versos), dividida en tres partes por versos de transición. La qasida (del
verbo qasada, «tender a», por la tercera parte del poema, madih, panegírico,
o hiya', dirigidos a individuos o tribus que el autor tiene en mira) procura dar «el máximo
de imágenes y metáforas con un mínimo de palabras» J. VERNET, Literatura
árabe, BIBL., nóm. 19, pág. 12). Fue cultivada también por los poetas hebreos, que, sin
embargo, no incluían generalmente la descripción de un viaje por el desierto, segunda parte
(rahil) de la qasida.
qedusá: composición laudatoria, muy cultivada en Sefarad, que se corresponde con el
trisagio de Is 6, 2 sgs., y otros pasajes (cf. Ez 3, 12, y Sal 146, 10). Entran en ella los coros
angélicos (v. ‘ofan).
qerobá: bendición de la liturgia sinagogal significa «ofrenda» y se adicionó al rezo de
las Téfil.lot (v.), que seguía al de la Sema'(v.).
qiddus: ceremonia que inaugura el sábado, o cualquier fiesta solemne, con una
bendición formal.
R
R.: abreviatura de Rabbán (Patriarcas y Yohanán ben Zaccay), Rabbí
(tannaîm y 'amôraîm palestinenses) y Rab o Rav ('amôraîm babilónicos).
rabbanitas (o rabanitas): judíos ortodoxos, conservadores, que aceptan la Ley Oral
(y.) frente a los caraítas (v.).
rabbí: «maestro», experto en la Torá. No es un «sacerdote».
Reino de Dios: en el Antiguo Testamento, Yahvé es «Rey» presente (Sal 104, 19),
pero también se lee que ‘El será Rey un día, pues se le oponen actualmente fuerzas del mal,
contrarias a la instauración de tal Reino de Dios. Éste advendrá cuando se cumpla la
promesa de la liberación: «Cuán bellos son sobre los montes los pies del mensajero de
albricias, que anuncian paz, portador de buena nueva, que anuncia salvación; el que dice a
Sión: «(¡Tu Dios reina!» (Is 52, 7) (v. Mesías).
res galutha: «cabeza de la emigración», esto es, el jefe de la comunidad judía en
Babilonia desde la destrucción del Segundo Templo hasta la última fase en la composición
del Talmud (ca. 400-500 p. Ch.) (v. Exilarca).
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Responsa (lat.): género de la literatura rabínica, en hebreo Séelôt u-
tesubót, «preguntas y respuestas»; es decir, las consultas de orden colectivo o individual
hechas a los rabinos sobre temas religiosos o legales, concretos, y las respuestas que daban
los expertos, en forma a veces de epístolas que son verdaderos tratados sobre la materia,
como, p. ej., las de Maimónides.
resut: «introducción después de los salmos, en el oficio matutino(saharit). Trátase de
una composición piyyut (v.), denominada nismat(«aliento», «espíritu»); aunque también
hay resut en la qerobá (v.) opiyyutim que se adicionaron al rezo de las Téjil.lot (v.), que
seguía al de laSema'(v.). Literalmente, resut significa «poder» o «control», e iniciaba la
oración.
Ros ha-Saná: Año Nuevo de los judíos, el 1.0 y 2.0 de Tishrí (entre el 6 de septiembre
y 5 de octubre). Con él dan comienzo diez días penitenciales, previos al Yóm Kippur (v.).
Durante el Ros ha-Saná se celebra la Creación del Universo; el shófar («cuerno») resuena
en la sinagoga —excepto si es sábado—; se renta una oración a orillas del mar o de un río,
para que los arrepentidos «viertan» sus pecados; se bendicen en la primera cena diversos
frutos de la tierra, y, en la segunda, la granada, para que Dios conceda un año «dulce» y
fecundo en bienes. Con el Rol ha-Sana da principio el año civil, pues el religioso comienza
en Nisán (abril-mayo). También se denomina así un tratado tal- módico sobre el Año
Nuevo.
Rûah haqqôdesh: término hebreo para el «Espíritu Santo», fuente de vida en su doble
acepción divina y humana. Cf Gén 1, 2: «El espíritu de Dios se cernía sobre la haz de las
aguas»; Gén 2, 7; Ez 37, 1-14; Jue 14, 6, para Sansón; también referido a Moisés, Josué,
David, Elías y otros.
S
Sabaoth: título o epíteto de Yabvé (-Sabaoth) como «Señor de los ejércitos», cuyo
origen es discutido: ¿quizá una divinidad pre-israelita? En 1 Sam 4, 4, durante la guerra
contra los filisteos, el Arca se llama «Arca de Yahvé Sabaoth», por lo que el título se ha
asociado estrechamente con el Arca. Sin embargo, parece ser que tal apelativo (más la
precisión de que Yahvé «reina sobre los querubines») lo recibió primeramente en Shiló (cf.
1 Sam 1, 3), donde existía un santuario anterior. Tampoco puede asegurarse que Sabaoth
signifique «Señor de los ejércitos» (de Israel), según R. De Vaux, Instituciones del Antiguo
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Testamento (BIBL., nóm. 47 bis.), caps. 5, 1, de la parte III, y 2, 3-4 (b), de la parte IV. En
todo caso, el título Sabaoth fue posteriormente relacionado con los poderes cósmicos (Is 6,
1-3).
Sabático (Año): Según la Ley (Lev 25), el último cada siete, durante el cual se dejaba
reposar el suelo cultivable (Éx 23, 10, y Lev 24, 2-7), los siervos podían emanciparse (Ex
21, 2-11) y las deudas ser condonadas (Deut 15, 1-16). El año jubilar celebrábase cada siete
años sabáticos, con iguales o similares preceptos.
sabôrá (pl. sabóráim): maestro que participó en la revisión del Talmud, entre los
siglos VI y VII. El nombre es arameo, propiamente sabura' îm,«razonadores» o
«comprensivos» (hebreo sebûrim, «pensadores»). Abraham ibn Daud prolonga esa labor de
los sabôraîm hasta 689.
Saduceos: (¿de Sadok o Zadok? ¿de saddiq, «justo»?): miembros de un partido o secta
judía ya existente en el siglo I a. Ch., menos numerosos que los fariseos, sus rivales.
Pertenecían a los rangos sacerdotales constituidos bajos los Asmoncos, como aristocracia
político—religiosa que llegó a controlar el Sanedrín (v.). Procuraban un entendimiento con
los gentiles, sobre todo con Roma, y mostrábanse también, en cierto modo, filohelenos,
contrariamente a los fariseos; pero, a su vez, conservadores respecto a la Torá, cuyo
desarrollo oral por parte de los escribas ellos rechazaban; así como, en orden a la
escatología, el mundo de ultratumba —concretamente la resurrección— y los ángeles. Tras
la ruina del Segundo Templo, fueron suplantados por los fariseos. En la Alta Edad Media,
los caraítas (v.) recibieron el nombre de «saduceos».
Sanhedrín (o Sanedrín): órgano político-religioso del judaísmo palestinense en la
época de Jesús, con su centro en Jerusalén, pero desplazado a Babilonia después del año 70.
Lo formaban sacerdotes, doctores de la Ley o escribas y ancianos. Se han distinguido en él
un Consejo político, a cuya cabeza se hallaba un Sumo Sacerdote, y un Consejo religioso,
muy antiguo, que se acogería a Tiberíades con posterioridad al año 70. El nombre es de
origen griego: synédrion,«consejo» o «asamblea».
Satán, Satanás: (hebreo, «Adversario»; griego, Diábolos «Calumniador»): espíritu del
mal, príncipe de las tinieblas, enemigo de Dios y de sus fieles. Después del Exilio y por
influencia, seguramente, irania, fue perfilándose como tal, aunque ya el Antiguo
Testamento ofrece la figura de Belial (v.) y la de Baalzebub o Beelzebub, quizá de origen
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babilónico: cf Job, 1-2; Zac 3, 1; Par 21, 1 sgs.: compárese con 2 5am 24 sgs. En el Libro
de Enoc(40, 6-69, y en 2 Enoc 29, 39) acaudilla el ejército de los demonios e intenta
sublevar a los ángeles; pero, según ese texto apócrifo —notable muestra de literatura
apocalíptica o de «visiones» sobrenaturales—, Satán aparece como un «ángel caídos por su
pecado capital, la soberbia. El día del Juicio Final será arrojado a los Infiernos por los
arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Asmodeo (v.) figura entre sus discípulos. Cf también
Tob 3, 8, y Sab 2, 24: «por envidia del diablo, la muerte entró en el mundo, y la
experimentan los que son herencia del diablo», Cf E. Langton, La démononologie, trad. fr.,
París, 1951.
Sabbath: literalmente, «descanso» (día de); séptimo día de la semana que comienza al
atardecer del viernes, observándose basta el ocaso del día siguiente un reposo que, con el
tiempo, se extendería a cualquier trabajo o actividad —especialmente después del Exilio—
como rasgo peculiar de Israel. En cuanto a sus orígenes, se explica por el descanso de
Yahvé tras los seis días de la Creación, y se le vincula a la esclavitud sufrida en
Egipto(cf Ex 20, 8-11, y Deut 5, 12—15). También se ha invocado el shapattu
(m) babilónico, quinto día de la semana dedicado a sacrificios y ritos mágico-religiosos
para conjurar eventuales desastres. Cf: H. Meinhold,Sábado y Domingo, trad. espó.,
Madrid, 1929, págs. 19-103; W. Corswant,Dictionaire d'Archéologie biblique (BIBL., núm.
4 bis), s. o. «Sabbat», págs. 263-264; T. G. Pinches, s. o. «Sabbath» (Babylonian), en
la Encyclopaedia of Religion and Ethics, cd. por J. Hastings (BIBL., Núm. 4), vol. X, págs.
890-891, y, en el mismo vol., s. o. «Sabbath» (Jew), por 1. Abrahamas, págs. 891-893; R.
de Vaux, Instituciones..., cap. 16, parte IV.
saharit: término litúrgico, para designar el oficio matutino de la sinagoga (v. 'amîdah,
gé'ulah, hal.lel, mi kamoka, qaddis, resvut...).
salôm: «paz». En sentido político expresa la idea, no sólo de «ausencia de guerra»,
sino de relaciones amistosas entre dos o más pueblos, al igual que cutre los individuos Que
4, 17; 1 Sam 7, 14; 1 Re 5, 4, 26; 22, 45; cf Gén 34, 21; 1 Crón 12, 18). Ese estado de paz
debe ser garantizado mediante un tratado o pacto (berîth: 1 Re 5, 26).
sammas: empleado de una sinagoga, o de una comunidad judía, cuya misión es
preparar los servicios religiosos y, a veces, dirigirlos.
Savu'ôt: v. Fiestas.
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Séder: v. Fiestas.
Sefarad: nombre hebreo para España. Según Abdías, 20, en su vaticinio contra Edom,
a mediados del siglo ix a. Ch., «los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad ocuparán
las ciudades del sur...» Arias Montano asoció este nombre con Hesperia, es decir, la
Península Ibérica para los antiguos griegos. Sin embargo, parece ser que se trata de un
topónimo oriental (¿Bósforo? ¿Sardes?); o de Esparta (Sparda), lo que —en este caso—
resultaría extraño. La identificación con España, por parte de los exegetas judíos, se
remonta al Targum de Jonatán relativo a los Profetas (desde Josué a Malaquías), cuya
cronología es discutida (¿siglos I o II? ¿siglo XV. Ch.?), pues incluso se ha supuesto que ese
Targum es traducción hebrea de la versión griega del Antiguo Testamento, debida a
Teodoción (ca. 180 p. Ch.). Refiriéndose a Abdias, escribe D. Gonzalo Maeso: «Especial
interés reviste el v. 20 para la onomástica. El nombre de SFARAD (bí-Sfarad, con la
partícula prefijada), lo aplicó la versión siríaca, el Targum y los rabinos medievales a
España, y, como consecuencia, tal es el nombre con que se la designa en hebreo
(Sefarad, de donde se deriva el denominativo sefardí, hispano-hebreo)» (Manual de
historia de la literatura hebrea (BIBL., núm. 104), pág. 235.
Sefirôth: de la raíz «numerar», son los diez grados o «esferas» de la Cábala (v.),
emanaciones o atributos divinos a través de los cuales fue creado el mundo, y nexos entre el
infinito y lo finito: Corona- Sabiduría-Inteligencia forman la primera tríada; Amor-Justicia-
Belleza, la segunda; y Firmeza-Esplendor-Fundamento, la tercera. El Reino las integra a
todas en su círculo como shekîná (v.) o Halo divino, completándose de este modo el
número 10. Desde el superior Mundo de las Emanaciones, que a su vez procede de
En Soph (Dios), hasta el inferior o de la Acción, se da en ellas una jerarquía. El Hombre
Arquetipo o Adam Kadmon se asocia con lassefirôth en las correspondientes partes de su
cuerpo.
sehîtah: «degollación de animales», conforme al ritual del kosher (y.kasher).
sekinah (o shejiná): «presencia divina»; el término se aplica al especto inmanente de
Dios, sobre todo luminoso, por lo que en el arte judío se evoca mediante raudales de luz,
del cielo a la tierra (y. Luz).
selah: interludio instrumental.
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selihá (pl. selihot): del verbo «perdonar»; plegaria para implorar la misericordia de
Dios, el fin del sufrimiento y la liberación (i.e., la esperanza mesiánica), introducida como
oración penitencial en los días de ayuno, especialmente el de Yom Kippur (v.).
Sémá': profesión de fe judía, así denominada por la palabra inicial, «¡escucha...!»
(Deut 6. 4-9; 11, 13- 21, y Núm 15, 37-41). Se reza en el oficio matutino (sahárit, v.) y en
el vespertino (ma'árib, v.).
seneh: en hebreo, «zarza (ardiente)», la que en el monte Horeb materializó
la shekînah (v.) de Yahvé, al aparecerse a Moisés (Éx 3).
Seol (Se'ol): trasmundo o mansión de los muertos, bajo tierra, a donde van todos los
difuntos. Es, en cierto modo, como el arallu babilónico y el Hades homérico: aislado,
tenebroso, poblado de sombras inertes, donde no es posible glorificar a Dios (cf. Ii 14, 15;
38, 10). Posteriormente, la escatología judía distinguió entre un lugar especial para los
justos y otro para los condenados o réprobos (Ez 32, 17-32). Desde el siglo u el Sheol
equivale, para los rabbanitas (v.), a la Gehenna (v.). También se conoce como Sheol-
Abaddón, por este ángel del abismo que representa el mundo de ultratumba (cf. Job, 28, 22)
y se traduce como «perdición».
setaroth: pl. del hebreo shetar, «escrito», en el sentido de «actas» o «documentos
legales». Aunque el término es antiguo, se usó mucho en la Edad Media, siendo traducidos
esos documentos al latín como starra, y archivados en las cancillerías.
sôfar: instrumento musical, de viento y en forma de cuerno de carnero, usado en
algunas fiestas, especialmente la de Año Nuevo (v. Ros ha-Saná).
sib'atot: poesías sinagogales para impetrar el rocío y la lluvia, con marcado carácter
mesiánico en autores como Yishaq ibn Gayyat y otros.
Siddûr: en hebreo, «disposición», «arreglo»; es el libro judío de oraciones.
Sifrá: midrás o comentario del Levítico; es decir, haláquico, sobre temas legales.
Sifré: midrás o comentario acerca de Números y Deuteronomio.
Simbolismo de los números (o gematria): muy común en todos los pueblos y épocas,
entre los semitas acentuábase la significación del 3 y del 7, como en Mesopotamia (7
planetas y colores, la semana, demonios, etc.) e Israel (días de la Creación, año sabático y
jubilar, etc.); también las cifras 4 y 5, el 12 y sus múltiplos, figuran, con los anteriores, en la
literatura apocalíptica. Las letras, además, poseen valor numérico. La Cábala haría gran uso
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de los números en su interpretación mística de ciertas palabras. (Cf W. Cruicksank, s. v.
«Numbers» en la Encyclopaedia of Religion and Ethics. cd. por J. Hastings (BIBL., núm.
4), vol. IX, págs. 413-417.
Sinagoga: del griego synagógue, «acción de reunir», «asamblea», lugar donde se
celebra; edificio donde los judíos se congregan para el culto y la instrucción religiosa.
Aunque ya existían antes del Exilio, sólo con la ruina del Segundo Templo (70
p. Ch.) cobrarían la máxima importancia, hasta hoy *. Como en las mezquitas respecto a La
Meca, en las sinagogas la orientación es hacia Jerusalén. Interiormente constan del Arca
para los rollos de la Ley, el bimá o púlpito, el candelabro o menorah (v.) y una cátedra
central destinada a la lectura (miqrá, v.). Se permite a los hombres sus sombreros durante el
servicio divino y, entre los ortodoxos, segrégase a los fieles de uno y otro sexo. Se acude a
ella, normalmente, el lunes y viernes por la tarde, y todos los sábados. La parte esencial del
culto es la oración. Comprende la liturgia jodía: a) el Séma' (v.); b) elSemone 'Esré o
dieciocho oraciones a la mayor gloria de Dios y en bien de los suplicantes, y e) la bendición
sacerdotal (Núm 6, 24-26). La Torá se lee, en su contenido instructivo, durante el año,
seguida de los textos proféticos. Tal liturgia se completó con otras plegarias y cantos según
el ciclo sinagogal. Cf W. Corswant, Dictionaire d'Archéologie biblique (BIBL., núm. 4
bis), págs. 284-286, R. Posner,]ewish Liturgy. Prayer and Synagoge Service through the
Ages, Jerusalén, 1975.
Sión: nombre dado a Jerusalén, en el judaísmo y cristianismo, por el monte donde fue
erigido el Templo. Contemporáneamente, su parte meridional, al O. de la Ciudad Santa,
ensalzada así por el Salmista: «Junto a los ríos, en Babilonia, allí estábamos sentados y
llorábamos al acordarnos de Sión. De los sauces que hay en su seno suspendimos nuestras
arpas, aunque allí nos pedían nuestros cautivadores recitados de cánticos, y nuestros
mayorales alegría: «Cantadnos algún canto de Sión» (Sal 137, 1-3). En el Nuevo
Testamento (1 Pe 2, 6; Ap 14, 1) Sión asume un carácter apocalíptico, en el sentido
profético del Reino de Dios o Nueva Jerusalén.
siónida: género poético, bellamente cultivado en Sefarad por Yehudá ha-Leví. «En
ellas —dice J. Mª Millás Vallicrosa— se canta entusiásticamente a la Tierra prometida y se
la asocia como formando una unidad orgánica con el culto y el pueblo judaicos, merced a la
cual este último podrá restaurar su truncada convivencia con Dios; la Siónida ya no es
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simplemente mística o contemplativa como la geulá, sino que es activa, descriptiva; en ella,
sobre todo en los pasajes relativos a viajes, se nota cierta influencia de la manera o estilo
árabe de la qasida»: La poesía sagrada hebraico española(cf. BIBL., núm. 118), pág. 55.
siré ezor: «poesía de ceñidor», del tipo muwasaha, casi siempre de asunto amoroso.
Sôferîm: miembros de la Gran Asamblea, que contribuyeron notablemente a la
transmisión de la Ley Oral. Son los escribas, probablemente autores de los Targomes (y.),
con intervención en la Haggadá (v.) y Halaká (y.).
Sukkôt: v. Fiestas.
T
Tabernáculo: tienda que, en el desierto, albergaba el Arca de la Alianza, y santuario
de Yahvé (Éx 25-27, 30, 36-40). Se dividió posteriormente, como transposición del Templo
salomónico, en tres secciones: un vestíbulo, con la entrada frente al altar de los holocaustos;
el «Santo», donde se celebraba el culto, con el candelabro, la mesa de los panes y el altar de
los perfumes; y el sancta sanctorum, separado del resto por un velo o cortina, para el Arca
de la Alianza. El Tabernáculo descrito como un santuario cubierto de oro y plata no puede
ser, obviamente, el del Éxodo por el desierto, sino el de la época del Código sacerdotal.
Filón y Josefo vieron en aquél una imagen del Universo, sucediéndose más tarde otras
interpretaciones alegórico-simbólicas.
Tablas genealógicas: Israel puso gran empeño, desde los orígenes, en fijar la
ascendencia y descendencia de individuos, familias, clanes y tribus, interés manifiesto
asimismo en Mesopotamia. Quizás Abraham, por su nativa Ur, conociese las tablas o listas
babilónicas.
Las de Israel comenzaron acaso durante el Éxodo, y, tras el Exilio, era israelita de
iure quien dispusiera de su tabla genealógica (cf Esd 2, 59- 62). Se ha formulado incluso la
teoría de que el Génesis se basa en diez tablas o tôledoth, con referencias breves y simples a
los personajes más destacados. La libertad de los redactores veterotestamentarios es, al
respecto, considerable, sobre todo al establecer valores numéricos. Cf W. F. Albright, From
the Stone Age to Christianity. Monotheism and the Historical Process. 2nd ed., Nueva
York, 1957, págs. 236-249; 5. W. Baron, Histoire d'Israël. Vie sociale et religieuse. Trad.
fr. (París, 1957), vol. 1, págs. 168 y 484, n. 30, y 364 y 582, n. 29; R. De
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Vaux,Instituciones del Antiguo Testamento (cf. BIBL., núm. 47 bis), Introducción v. cap. 1,
Parte 1.
Talmud (pl. Talmudim): literalmente, «instrucción», de la raíz
hebrealamad, «enseñar». El término se aplicó, en un principio, exclusivamente a
la Gemará (o Guemará, v.), de la cual existen dos recensiones (con textos en hebreo
clásico, neohebreo y arameo): el Talmud de Jerusalén(Yerushalmí) o Palestinense, y el
Talmud babilónico (Bablí); el primero se remonta a mediados del siglo IV, en tanto que el
segundo fue compilado durante el V. Se conoce asimismo como Talmud Torá, es decir,
«estudio de la Ley». Así, pues, fijada la Ley Oral (v.) en la Mishná (v.) por obra de
los tannaîm (v.), continuáronla los 'amôraîm (v.): el Talmud resultó de ambas
compilaciones. La Mishná presenta el corpus de las halakoth (v.), «preceptos» o «modos de
obran» según los Padres o Ancianos, en sus adiciones y comentarios al Pentateuco.
La Guemará es un complemento aclaratorio y discursivo de la Mishná. En el Talmud de
Jerusalén, a cada sección precede el texto de la Mishná que es comentado. El Talmud
babilónico, fruto de la academia rabínica de Sura presidida por R. Ashí (352-427) y Ravina
II (473-499), último de los 'amôraîm, es en sentido estricto el Talmud por antonomasia: el
único Ms. completo se conserva en Munich. A los 'amôraîm siguieron los sabôraîm (v.),
que dieron remate a laGuemará y, según la tradición, pusieron por escrito aquélla y
la Mishná. Se debe a Maimónides un extracto sistemático o Código talmúdico,
el MishnáTorá, aún vigente. El Midrash (v.) se incluye en la literatura talmúdica. La
edición princeps de la Misná salió a la luz en 1492; la del Talmud babilónico, en 1520; y la
del de Jerusalén, en 1523. El Talmud constituye una fuente primordial para la exégesis
bíblica, las costumbres, los sentimientos y la mentalidad judíos. «Es, por consiguiente dice
D. Romano—, el paralelo de lo que en el Cristianismo representa la obra de los Santos
Padres, y en el Islam, la Sunna. Pero, además, atesora el patrimonio, material y espiritual,
de los judíos de los primeros siglos de la Era Cristiana»(Antología del Talmud, BIBL.,
núm. 58, págs. 13-14).
tanná (pl. tannaîm): v. Mishná y Talmud. Cronológicamente, activos entre 10 y
220 p. Ch. Les sucedieron los 'amôraîm (v.). El nombre se deriva del
arameo tani, «enseñar» (v. también Baraitha, baraytot).
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Tárgum: (pl. targumim): en hebreo, «interpretación». Son traducciones arameas de la
Biblia, hechas en Palestina durante los primeros siglos de la Era cristiana, es decir, cuando
los judíos comenzaron a olvidar o a no practicar el hebreo. El más antiguo, o de Onkelos
(Aquila), se compuso, al parecer, en Palestina (siglo II) yfue comentado en Babilonia (siglo
V). Se trataba de una versión casi literal del Pentateuco, de la que sólo quedan fragmentos.
Otros targumim son el de Jonathan (Profetas) y el de Jerusalén (Pentateuco). Se
denominan targum, igualmente, las secciones en arameo de Daniel (2, 4 b-7,
28), Esdras (4, 6- 6, 18) y un versículo deJeremías (10, 11).
tefil.lah (pl. tefil.lot): y. 'amîdah y sinagoga (para el Semone 'Esré).
tefil.lîm: v. Filacterias.
tehinná: «súplica», tipo de selihá (v.).
Tehôm: «Caos», estado universal de confusión, vacío y oscuridad previos a la
Creación. En Babilonia, representado por el monstruo Tiamat, al que Marduk vence. «La
tierra era nada y vacío, y las tinieblas cubrían la superficie del Océano, mientras el espíritu
de Dios se cernía sobre la haz de las aguas» (Gén 1, 2). El Diluvio universal puede
considerarse como un retorno del Caos o Tehôm contra el orden divino (cf. Gén 8, 22).
Templo: el Primero, construido por Salomón, fue arrasado por Nabucodonosor (587 a.
Ch.); reconstruido tras el Exilio a partir del año 520a. Ch., el Segundo sufrió la misma
suerte que el Primero, en 70 p. Ch.
Tanakh: Biblia, en hebreo.
teraphim: en hebreo, imágenes antropomórficas de ídolos semíticos (cfGén, 31, 19),
cuya posesión considerábase garantía de felicidad y riqueza hogareñas. En Israel fueron
objeto de supersticiosa veneración hasta Moisés (Zac 10, 1-2).
terefah: alimento impuro (v. kasher, hosher). Cf Maimónides, Guía de
perplejos, tercera parte, cap. 47.
Tetragrammaton: gr., literalmente «cuatro letras», las del nombre de Dios, cuya
pronunciación era tabú desde tiempos antiguos: YHWH. Existen más tetragramas religiosos
y mitológicos: Zeus, Deus, Adad, Amón, Gott, etc. YHWH se usa 6.823 veces en el
Antiguo Testamento y se discute su significación: cf Éx 3, 14: «Yo soy el que soy» (¿O «el
que es», «el que hace existir», «el que ama»...?) V. también 'Adônai, 'El, 'Elôhîm.
Tishrí: séptimo mes del calendario, correspondiente a septiembre-octubre.
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tokehá: tipo de selihá (v.), en la que el alma se reprocha a sí misma.
Tôrah, Torá: «Ley», «Norma», «Instrucción»; en rigor, el Pentateuco, «Ley» por
excelencia; designa asimismo, basado en el Pentateuco, todo el cuerpo legal judío, bíblico y
talmúdico.
tôsafôt: «adiciones» al comentario del Talmud por Rashí (1040-1105), que la escuela
de rabinos así llamados —«tosafistas»— hizo en los siglos XII-XIII.
tosefta: compilación de baraytot (v.), es decir una colección de enseñanzas y
tradiciones de los tannaîm, que complementan la Mishná.Data de los dos primeros siglos de
la Era vulgar e ilustra sobre la vida judía coetánea.
U
urim y thummim: se ignora el significado de ambas palabras, aunque se trata de
objetos que el Sumo Sacerdote (Éx 28, 29 Ss.; Lev 8, 8) llevaba sobre el 'efod (v.) y
consultados en ciertas ocasiones para inquirir la voluntad de Dios. Tendrían, posiblemente,
una finalidad mántica o adivinatoria.
Y
yeshibah (pl. yeshiboth): en hebreo, «sesión» o «reunión de eruditos». Con el tiempo
vino a designar un «colegio» o academia rabínica, dirigida por un maestro prestigioso.
yigdal: liturgia, servicio diario en la sinagoga.
Yom Kippur: «Día del perdón o de la expiación», el más solemne y observado del
calendario judío, el 10 de Tishrí (septiembre-octubre). Durante el mismo se invoca la
misericordia de Dios y del prójimo. Corona los diez días de arrepentimiento o penitencia a
partir de Ros ha-Saná, el Año Nuevo. Se caracteriza, sobre todo, por el Gran Ayuno, la
suspensión de toda actividad laboral y los actos devotos, en particular la oración (v. Kol
Nidré, selihá). Al final suena el cuerno de carnero (v. shôfar), en señal de absolución de los
pecados y reconciliación con Dios.
yoser: bendición que acompaña al rezo de la séma' en el oficio matutino
(v. saharit). Significa «Creador», pues va dirigida al Señor, que habla a Su ungido Ciro:
«Yo, que formo la luz y creo las tinieblas, doy salvación y creo perdición...» (Is 45, 7).
Z
zaqen (pl. zeqenim): «anciano» (de zaqan, «barba»).
Zóhar (Séfer ha-): «Libro del Esplendor» (v. Cábala y Luz).
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zugot: «parejas»; transmisores de la Ley Oral después de la Gran Asamblea (y. Gran
Sinagoga). Hil.lel y Shammay fueron los últimos, bajo Herodes el Grande (37-4 a. Ch.): el
primero se distinguió por su moderación y amor al prójimo, en tanto que el segundo
encarnaba una tradición de austeridad (cf Talmud, tratado Shabbat 31a.).
*Bet ha-Kneset
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