lulú - revista cultural de tecomán - nº 0 - julio, 2013

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L ULÚ Revista cultural de Tecomán número cero julio de 2013

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Lulú - Revista cultural de Tecomán, Colima, México. Lulú ofrece su espacio para la opinión concienzuda y la escritura creativa. En este lugar las inquietudes culturales pueden ser abordadas y discutidas. Julio de 2013

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L u L úRev i s t a cu l tu r a ld e T e c o m á n

número cerojulio de 2013

Dirección y diseño: Mario Note Valencia Apoyo editorial: Montse Jiménez y Rafael Frank

En esta edición publican:Elide GonzálezKimberly Ramírez RamírezJuan Ernesto Corona MaldonadoKaro Velázquez

Contacto y colaboraciones: [email protected]

Lulú∞ R e v i s t a c u l t u r a l d e T e c o m á n ∞

La opinión, naturalmente, es responsabilidad de los autores

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Lulú ofrece su espacio para la opinión concienzuda y la escritura creativa. En este lugar las inquietudes culturales pueden ser abordadas y discutidas.

Concordemos las palabras con los actos.

julio, 2013Tecomán, Col.

A q u í c o m i e n z a

~ C o nt e n i d o ~

§ La biblioteca: entrada libre al conocimiento, 3

§ Redacción y otros menesteres, 12

§ Buen provecho, Montse Jiménez, 17

§ Fotografía de Elide González, 26

§ Al dos por uno, Kimberly R. R., 27

§ Reflexiones de vida, Juan E. Corona M., 34

§ Reloj, Karo Velázquez, 37

Agradecemos a los integrantes del club “Redacción y otros menesteres”

http://menesteresclub.blogspot.mx/

Del mismo modo a La Cultura Efímerahttp://laculturaefimera.blogspot.mx/

L a b i b L i o t e c a : entrada libre al conocimiento

Diálogo abierto con Virginia Flores Velázquez, profesora y bibliotecaria de Tecomán.

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*Desde el departamento de Redacción de Lulú agradecemos a la profesora Virginia por su amabilidad y atención que tuvo con nosotros, asimismo por su sinceridad y certeza en sus opiniones.

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El pasado 10 de junio visitamos la Biblioteca Pública Municipal María Consuelo Vizcaíno Ángel (Núm. 7818) ubicada en la Casa de la Cultura de Tecomán. Esta biblioteca cuenta con un acervo bibliográfico que supera los 15,000 ejemplares, y sigue nutriéndose de libros donados principalmente por la Dirección Gral. de Bibliotecas e, incluso, por aportaciones voluntarias de habitantes de este municipio.

En el lugar, alrededor de las 4:30 de la tarde, nos recibió la profesora Virginia Flores Velázquez, quien brinda su servicio como bibliotecaria y coordinadora de Bibliotecas en Tecomán. En una breve y cordial conversación, la profesora Virginia nos compartió su opinión acerca de este peculiar servicio público que es la biblioteca.

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¿Cómo considera el estado actual del sistema bibliotecario de Tecomán? Se encuentra en malas condiciones, hace falta mucha infraestructura. Por ejemplo, aquí [en la biblioteca de la Casa de la Cultura] funcionan nada más dos ‘aires acondicionados’ de cinco; el inmobiliario se encuentra en mal estado. En cuanto al acervo bibliográfico creo que sí estamos completos.

Entonces, ¿usted cree que el estado actual de la infraestructura influye en la asistencia?Un poco. Sólo que en este tiempo hace mucho calor, y cuando hay muchas personas se acalora más por la falta de algunos ‘aires acondicionados’. Acabamos de hacerle una petición al presidente municipal para solucionar lo de la infraestructura.

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En cuanto al servicio, ¿cuáles son las actividades que ofrece la biblioteca?Tenemos el club de tareas escolares para primaria y secundaria, aunque asisten más bien niños de primaria; también tenemos visitas guiadas para grupos escolares (primaria, secundaria y bachillerato), quien lo solicite. Tenemos el sistema de préstamos de libros, así como sistema de cómputo para hacer tareas e investigaciones; si algún grupo de personas solicita un curso de computación para niños o madres de familia, también se los impartimos.

«En Tecomán existen diez bibliotecas públicas, pero les hace falta promoción»

asegura la profesora Virginia.

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Desde su punto de vista, ¿cómo ve la inclusión de la biblioteca en el sector social?Es muy importante que los alumnos vengan a consultar la biblioteca, lástima que la internet los haya absorbido un poco, pero en cuanto a talleres de lectura está muy bien que vengan tanto niños como adultos. Los adultos frecuentan muy poco la biblioteca.

Personalmente, ¿usted qué le diría a las personas para que se animaran a frecuentar la biblioteca?Que la biblioteca es un lugar divertido. No nada más tenemos libros, también tenemos actividades lúdicas para los niños como: dominó de sumas, restas, multiplicación, también otros juegos de mesa como ‘serpientes y escaleras’, ‘damas chinas’, ‘memoramas’ y tarjetas de juegos de suma

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y resta… Todo esto para niños, para que vean que venir a la biblioteca es divertido, no nada más es venir a leer, leer y leer, sino también a divertirse de otra manera.

Las secciones más consultadas pertenecen al área de

ciencias y literatura. Sin embargo, quizá la más concurrida es la infantil.

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¡sí!El préstamo de libros a domicilio se realiza a través de una credencial única. Para obtenerla se requiere:

•Copia de la credencial de elector •Dos fotografías tamaño infantil •Comprobante de domicilio

Si es menor de edad será necesario la copia de la credencial de elector de padre-madre o tutor.

¿Existe préstamo de libros?

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Esta credencial se entrega inmedia-tamente sin costo alguno, y pueden prestar hasta tres libros y por 8 días; si es necesario contar con los libros más tiempo se puede renovar el préstamo.

para Lulú, junio de 2013

En caso de que no pueda asistir a la biblioteca para renovar los libros, también puede llamar al teléfono: 32 4 28 47…

Así que, ¡ya no hay pretextos!

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R e d a c c i ó Ny otRos meNesteRes

Hay un tipo de acento que, si no lo conocemos, nos provoca vértigo a la hora de escribir. Hablamos del acento diacrítico. Si no lo conoces, ¡espera!, no te vayas a arrancar los cabellos.

En esta sección de Lulú te ayudaremos a comprender y disfrutar la armonía del lenguaje escrito. Será de la manera más sencilla que sea posible, para que vuelvas cada vez que necesites.

—Oye...—Dime.—El teclado de tu computadora ya no sirve.—¡Porque tú tecleas muy fuerte!

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El acento diacrítico se escribe como un acento normal, como todos. Sólo que su función en la escritura es muy específica. Nos hace ver la diferencia que hay entre dos palabras iguales, por lo general en las palabras de una sola sílaba.

Observa este ejemplo: “tú” y “tu” suenan igual, pero a la hora de escribirlas necesitan diferenciarse. Si no acentúas correctamente quizá no haya confusiones..., ¡pero si vieras qué feo se ve!

En la siguiente tabla puedes revisar algunos ejemplos. El modo en que te lo explicamos puede parecerte muy ingenuo, pero confiamos en que de esa manera a nadie se le pasará ponerlos en práctica.

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tú(hablarle a una persona)Tú tecleas muy fuerteQuiero que seas tú

él(hablar de una persona)Él escribe cuentosNada más él lo sabe

mí(cuando te señalas)

Es para mí

sí(cuando afirmas)

¡Sí!, sí lo quieroMe dijo que sí

tu(cuando hablas sobre algo)Préstame tu libroTu computadora

el(cuando hablas sobre algo)Descompuso el tecladoEl problema es otro

mi(cuando algo te pertenece)Mi libro es nuevo

si(cuando condicionas)

Uh, si tú supieras…Si vinieras…

ac e n t o d iac rí t i c oRedacción y otros menesteres

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más(de cantidad)

¿Quieres más detalles?Cuéntame más

té(bebida)

Beberé un té de yerbabuena

sé(de saber, conocer)

Sé que sí puedo hacerlo

dé(del verbo ‘dar’)

Espera a que te dé una oportunidad

mas(decir: “pero”)

Le dije, mas no me escuchó

te(cuando se habla)

Te lo dijeSí te lo presto

se(cuando refieres)

Delia se ganó el premio

de(cuando refieres)

La mesa es de madera¿De qué hablas?

ac e n t o d iac rí t i c o Redacción y otros menesteres

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—Oye...—Ahora, ¿qué sucede?—Sé qué es lo que tiene el teclado.—No me digas... Se me hace que te acabas de inventar algo.

Suficiente por ahora, ¿un poco más claro?

Recuerda que leer es el mejor camino para que comprendas el estupendo mundo de la escritura.

Envía tus dudas o temas que gustes que tratemos. Cuéntanos de tus avances:

[email protected]

Buen provechoMontse Jiménez

VendedorHoy fue un mal día para las ventas. No había

vendido ningún pollo en todo el día. Me

disponía a colgar el mandil, pero algo hizo

retractarme. Al otro lado de la calle había

una viejecilla que tenía, tal vez, más años

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de los que aparentaba. Si no hubiera sido

por ese cabello esponjoso y blanco, hubiera

apostado que se trataba de una mujer más

joven. Oí que gritaba desde el otro lado de

la acera y, haciendo un gracioso movimiento

de manos, comprendí que trataba de

impedir que yo cerrara.

—Buenas tardes— dijo la anciana.

—Buenas t…

—Quiero aquel pollo, pero rápido.

La viejita apuntó a uno de los tres

pollos que daban vueltas una y otra vez.

Yo lo tomé con las tenazas de un extremo

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y, con un fino corte en la barriga, logré

desprenderlo del caliente acero al que

estaba sujeto. Lo coloqué en una mesa

pero, cuál fue mi sorpresa, observé que el

muy ladino se levantó en lo que alguna vez

fueron sus patas, dio un salto, se volvió hacia

mí y a pesar de que no tenía cabeza sentí

su mirada llena de dolor, observándome,

recriminándome el haberlo profanado.

—¡Mi poooollooo!— gritó la viejita

con una voz que temblaba, tal vez no tanto

como lo hacían mis manos— Vaya tras él…

¡Muévase tonto!

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Yo no supe qué hacer, tal vez fue por

la impresión de lo sucedido o nada más

me compadecí de él, porque únicamente

lo vi alejarse en la inmensidad de la calle,

recordándome lo mucho que odio mi

trabajo.

ViejitaVenía muy alegremente del Bingo, pues esta

misma mañana había ganado una plancha

en el juego, gracias a mi buena suerte. Sin

duda eso merecía la pena como para hacer

un gasto extra y comprar un pollo: celebrar.

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El joven que atendía estaba a punto de

cerrar, pero logré detenerlo. Hizo una mueca

y se volvió a poner su mandil.

—Buenas tardes buen mozo —le

dije—, quisiera aquel pollo, el que está a la

izquierda, por favor.

Me dirigió una mirada amenazadora

y se dio la vuelta para sacarlo. Yo estaba

tranquilamente buscando el dinero en mi

monedero cuando sucedió algo increíble,

algo que sólo se le puede dar crédito al

demonio: el pollo se levantó… ¡Se levantó

y anduvo.

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En serio que no lo podía creer, mi

celebración estaba arruinada, arruinada por

un pollo maltrecho.

PolloEn dónde estoy. Qué pasó ayer. Por qué no

siento mis patas. Lo último que recuerdo son

unos barrotes de plástico, mucho movimiento

y a mis padres diciéndome que todo estaría

bien, y… y… luego me desperté ahí.

Todo se movía al calor del fuego.

Permanecí inmóvil porque algo me lo

obligaba, algo que yo no sabría describir,

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pero estaba muy caliente, y me lastimaba.

Un buen hombre, quizá una mujer, no estoy

seguro, escuchó mis sollozos y súplicas para

regresar con mis padres, y me liberó. Pero

también me dolió. Y volví a llorar. Fue algo

rápido que me atravesó el vientre; por suerte

no morí. Aún así le agradezco, estoy seguro

que lo hizo con buena fe… Como pude me

levanté sobre mis patas, parecían extrañas,

no parecían mías. Miré a esa persona, tenía

en su rostro una expresión de asco. Yo

también la tendría, vender cadáveres no

sería de mi agrado.

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Recordé a mis padres, seguro me

estaban esperando, tenía tantas ansias de

correr y volver con ellos y contarles esta

aventura. Me dirigí a la puerta y di un salto

para tratar de volar. No pude. ¿Habrá sido

mi peso? Últimamente, recuerdo, el granjero

me ha estado alimentando muy bien, incluso

más que otras veces. Sí, seguro es eso.

Con cuidado crucé un río de agua

impenetrable, oscuro. Caminé un buen rato,

confundido, en cualquier dirección hasta

que me senté a descansar debajo de un

árbol. Vi que se acercaba una muchedumbre

de… ¡¿Perros?!

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Qué más da si muero hoy o mañana.

Creo que no volveré a ver a mis padres, creo

que no volveré a volar. Nunca más.

El comercio com

o parte de mi vida

Elide G

onzález, 2013

AL d o s p o r u n o

Kimberly Ramírez Ramírez

Uno… tres...

dos… cuatro…

puede sostenerse. Está algo aprisionado.

Veintidós… veintitrés… veinticuatro..., se va

moviendo poco a poco, no tan aferrado ya,

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porque las vibraciones y el ligero movimiento

(para él no tan ligero, sino un tanto brusco) lo

acercan cada vez más a la orilla. Se mantiene

todavía en su lugar por la gravedad y la poca

tela del suéter que a veces lo ayuda; otras

lo arrastra. Número cincuenta y seis: aún no

se ha caído. Está a punto y no tiene brazos

para sostenerse, sólo su cuerpo de metal y

un elegante cordón que no le permiten ser

alcanzado. Seguramente si se deja alcanzar,

ella se apiadará de él y lo pondrá a salvo,

de vuelta en su lugar. Ella se da cuenta de la

proximidad que existe entre él, la altura del

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columpio y el vacío.

De forma rápida y segura, ella extiende

la mano, pero, ¡esperen!, se le ha atorado la

mano en la manga del suéter y se le va a caer,

no podrá evitarlo. Si se le cae y se rompe o

se ensucia, en casa se darán cuenta… Será

regañada por no cuidar las cosas y sobre

todo por ¡tomarlas sin permiso! Sí, porque

él pertenece al cuarto donde se almacenan

los ‘tiliches’, como los llama Mamá, que

además contiene cosas muy viejas y algunas

otras para ocasiones especiales, como el

empolvado árbol de navidad y los foquitos

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navideños fundidos.

Ella sabía que no debía tomarlo, pero la

peculiaridad de su detallado, y lo brillante y

viejo que era él, la sedujeron. Sabía también

que después de muchos años pasaría a ser de

su propiedad, sólo para ella. Así es, después

de haber pasado por varias generaciones

hasta su padre, le pertenecería. Sin embargo,

no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo,

ni esperar a que su hermanito se adueñara

de él por ser el único varón de la familia;

además de que, después de tanto tiempo

de herencia masculina, era poco probable

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que su padre quisiera terminar dándoselo a

una niña.

Tras forzar un poco y cortar un par de hilos

(entre los cuales sus dedos se entrelazan)

logra zafar la mano, antes atorada, de la

manga; la estira un poco más, pero aún está

en el columpio… Está segura, lo está mucho

más en ese preciso momento, de que si estira

la mano tan solo un poco más, perderá el

equilibrio y, en plena forma de elevación,

estará en el aire unos instantes, antes de caer

brusca y dolorosamente.

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¿Elección? No lo pensó dos veces; no

tuvo un momento. Con la mano extendida, y

sin tener el tiempo suficiente para decidirse

por algo, se elevó; él seguía allí; logró

tomarlo. Después de la hazaña sólo le

alcanzó para poner las manos entre su cara

y el reloj, para dar terriblemente en el suelo.

No se rompió ni un hueso, aunque sí se hizo

un par de heridas tras la caída sobre un filoso

montón de graba. Al reloj se descompuso

de la parte donde se le podía dar cuerda, el

precioso relieve de la parte de atrás quedó

rayado.

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A ella, después de sanarle las heridas,

le exigirían revelar por qué se había caído

del columpio. De ésta no se escapaba,

estaba segura. No había forma de decir una

mentirilla; su mamá se daría cuenta en el

mismo momento que lo intentara. Tampoco

podía esconder el reloj, se notaba abultado

en el bolsillo de su short amarillo. Y, sobre

todo, jamás podría pasar desapercibida

por su mamá: esa cara roja e hinchada por

el llanto, los pies cubiertos de tierra y las

heridas sangrantes y abiertas, que había

dejado, en sus pies, a la vista del mundo.

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refLexiones de vidAJuan Ernesto Corona Maldonado

El que no se adapta al cambio simplemente no progresa y desaparece

Que las victorias no se te suban a la cabeza, y

que las derrotas no se te queden en el corazón:

Cuando las personas comienzan a triunfar, a

veces tienden a resaltar su ego. La persona

deja de ser aquélla que era cuando no

tenía nada, al mismo tiempo que olvida lo

importante que es ser humilde con los demás

y consigo mismo. Tal vez algún día vuelva

a ser lo que era antes, y con ello valore lo

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importancia de la humildad. Por otro lado,

hay ocasiones en que las personas no pueden

tener éxito en lo que desean y se toman muy

en serio las derrotas; en este caso, empiezan

a decaer, en lugar de reflexionar sobre lo que

hicieron mal y proponerse no cometerlos

nuevamente, luchar por lo que es necesario

y deseable hasta conseguirlo. Al final de

cuentas, el sacrificio y desgaste será bien

recompensado con el triunfo.

A veces se gana, a veces se pierde, pero

siempre se aprende: Cuando la vida te pone

pruebas, podrás acertar, y ello debe dejarte

una experiencia que recordarás para volver

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a hacerlo bien. Por otro lado, cuando los

errores aparecen y te equivocas, el resultado

es diferente a la expectativa que tenías,

aunque la enseñanza es mayor porque la

próxima vez, en una situación parecida,

sabrás qué hacer y qué no hacer para tener

un buen desempeño; todo esto gracias a la

experiencia que fuiste adquiriendo, al dejar

de cometer ciertos errores para cometer

otros nuevos. El objetivo es que entre más

pruebas tengas, más rápido aprenderás de

tus esfuerzos.

reLojKaro Velázquez

Cada mañana el reloj está ahí. Tic tac, tic tac.

Escucho el movimiento de las manecillas.

Es muy extraño cómo un objeto inanimado

puede provocar tantas cosas en nosotros.

Si tenemos prisa, nos agobia. ¡Qué

rápido avanza el tiempo! En cambio, si

queremos que el tiempo avance lentamente,

parece que aún no ha terminado de dar el

primer “tic” cuando ya está sonando el “tac”.

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Cuando preservamos un reloj,

preservamos con él muchos momentos:

la hora del nacimiento del primogénito,

las doce campanadas, la noche

vieja y la llegada del año nuevo…

También esas veces que una

madre miró desesperada la

llegada de la media noche para

iniciar la serenata por los 15 años

de su hija. ¡Sí que son muchas cosas!

Quizás no notamos la ausencia

del reloj hasta que no lo tenemos con

nosotros, hasta que sentimos la mano

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desnuda por la falta de aquel pequeño

reloj de pulsera. Considero que en ese

reloj, en ese accesorio, se conserva

lo más valioso que uno tiene: el

tiempo.

Si no medimos el tiempo

somos capaces de emplear mucho

tiempo en asuntos innecesarios,

dejando de lado las importantes: las

pequeñas, grandes y verdaderas cosas que

nos llenan la cara de felicidad.

Amemos al tiempo, amemos ese reloj

de pulsera, ese reloj de pared… El reloj

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digital. Hagamos que ese “accesorio” sea

importante para nosotros por el simple

hecho de recordarnos que todo tiene su

tiempo y su lugar. Por recordarnos que no

podemos adelantar pero tampoco podemos

atrasar las cosas.

Valoremos el tiempo porque no siempre

estará con nosotros. Valoremos ese reloj

que ha estado con nosotros desde mucho

tiempo atrás, que quizás también nos

recuerde que fue el primer regalo de nuestra

madre cuando entramos a la adolescencia,

que es el objeto que más veces hemos

mirado y no nos habíamos dado cuenta…

Apreciemos ese reloj, escuchémoslo

y hagamos cosas verdaderamente plenas

con el tiempo que nos marca, antes que la

manecilla se detenga y tu tiempo no camine

más. Tic, tac…

∞ R e v i s t a c u l t u r a l d e T e c o m á n ∞∞ Revista cultural de Tecomán ∞

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