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1 LEVITICO TITULO PATERNIDAD LITERARIA Y FECHA Comentario 1:1-7:38 REGLAMENTOS PARA LOS SACRIFICIOS ESTRUCTURA TEOLOGIA Y PERTINENCIA BOSQUEJO DEL CONTENIDO 1:1, 2 Introducción 1:3-17 El holocausto 2:1-16 La ofrenda vegetal 3:1-17 La ofrenda de paz 4:1-5:13 La ofrenda por el pecado 5:14-6:7 La ofrenda por la culpa 6:8-7:38 Instrucciones para los sacerdotes 8:1-10:20 LA INSTITUCION DEL SACERDOCIO 8:1-36 La ordenación de Aarón y sus hijos 9:1-24 Aarón y sus hijos inician su ministerio 10:1-20 El juicio sobre Nadab y Abihú 11:1-17:16 el diagnostico y tratamiento de lo inmundo 11:1-47 Animales y alimentos limpios e inmundos 12:1-8 Impureza a causa de parto 13:1-14:57 Impureza a causa de infecciones TITULO En heb. el título del libro lo constituye la primera palabra, wayyiqra, “y él *el Señor+ llamó”. El título de Levítico deriva de las antiguas traducciones de las Escrituras hebreas en griego y latín. No hay duda de que el libro recibió este título debido a que contiene varias instrucciones relacionadas con el trabajo de los sacerdotes levitas. Sin embargo, no es del todo apropiado por dos razones. Primera, por que no todos los levitas servían como sacerdotes, sino sólo aquellos que pertenecían a una familia en particular dentro de la misma tribu. Segunda, porque mucho del contenido del libro está dirigido a todos los israelitas y no sólo a los sacerdotes, y toca asuntos que tienen que ver con sus vidas en relación con la adoración, la moralidad familiar, cómo vivir social y comunitariamente, tratos financie ros, etc. El libro era tan importante para los “laicos” como para los “clérigos”.

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LEVITICO

TITULO

PATERNIDAD LITERARIA Y FECHA Comentario 1:1-7:38 REGLAMENTOS PARA LOS SACRIFICIOS ESTRUCTURA TEOLOGIA Y PERTINENCIA BOSQUEJO DEL CONTENIDO 1:1, 2 Introducción 1:3-17 El holocausto 2:1-16 La ofrenda vegetal 3:1-17 La ofrenda de paz 4:1-—5:13 La ofrenda por el pecado 5:14-6:7 La ofrenda por la culpa 6:8-7:38 Instrucciones para los sacerdotes 8:1-10:20 LA INSTITUCION DEL SACERDOCIO 8:1-36 La ordenación de Aarón y sus hijos 9:1-24 Aarón y sus hijos inician su ministerio 10:1-20 El juicio sobre Nadab y Abihú 11:1-17:16 el diagnostico y tratamiento de lo inmundo 11:1-47 Animales y alimentos limpios e inmundos 12:1-8 Impureza a causa de parto 13:1-14:57 Impureza a causa de infecciones

TITULO

En heb. el título del libro lo constituye la primera palabra, wayyiqra, “y él *el Señor+ llamó”. El título de Levítico deriva de las antiguas traducciones de las Escrituras hebreas en griego y latín. No hay duda de que el libro recibió este título debido a que contiene varias instrucciones relacionadas con el trabajo de los sacerdotes levitas. Sin embargo, no es del todo apropiado por dos razones. Primera, por que no todos los levitas servían como sacerdotes, sino sólo aquellos que pertenecían a una familia en particular dentro de la misma tribu. Segunda, porque mucho del contenido del libro está dirigido a todos los israelitas y no sólo a los sacerdotes, y toca asuntos que tienen que ver con sus vidas en relación con la adoración, la moralidad familiar, cómo vivir social y comunitariamente, tratos financie ros, etc. El libro era tan importante para los “laicos” como para los “clérigos”.

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PATERNIDAD LITERARIA Y FECHA

El libro está colocado como una parte del registro de la revelación de Dios a Moisés mientras Israel estuvo acampado en el monte Sinaí, poco después de su salida de Egipto. No se establece específicamente que Moisés mismo haya escrito el libro (cf.cf. Confer (lat.), compare la manera en que algunas partes del Pentateuco se atribuyen a él, p. ej.p. ej. Por ejemplo Exo. 24:4, 7; Núm. 33:2). Sin embargo, quienes prefieren mantener la fecha tradicional para el libro opinan que si realmente no fue Moisés quien lo escribió, el libro debe haber sido editado por alguien muy cerca a él. Lev. verdaderamente muestra señales de una organización cuidadosa e inteligente.

Sin embargo, por mucho tiempo los eruditos críticos bíblicos han argumentado que el libro surgió de círculos sacerdotales y representa su prescripción para el Segundo Templo, en el período posexílico. Por eso, juntamente con otras partes del Pentateuco, se le asigna al material referido como P; es decir, la última de las fuentes hipotéticas para el Pentateuco. *Nota del Editor: “P” se refiere a la primera letra de la palabra para “sacerdote” tanto en alemán como en inglés+. Sin embargo, quienes adoptan este punto de vista reconocen que P incluye una amplia variedad de material que originalmente pudo haber existido mucho antes del exilio. La fecha asignada a un texto editado, en su forma final, no es un indicador seguro de la fecha del origen de su contenido. Además, algunas de las razo nes para la fecha tardía del susodicho material sacerdotal ya no parecen ser muy convincentes. Hoy día se tiene información sobre las reglas detalladas y elaboradas para los sacrificios en la adoración, y descripciones de santuarios de las sociedades del Cercano Oriente, las cuales son mucho más antiguas que el período mosaico y, por lo mismo, no necesita asignarse a un desarrollo tardío en Israel. Además, una comparación de las leyes en Lev. con aquellas leyes relacionadas en Deut. y otras partes del ATAT Antiguo Testamento, sugieren a menudo la probabilidad de que el texto levítico sea más antiguo. Si Lev. fue escrito casi mil años más tarde que su mar co literario, ha tenido muchísimo éxito para evitar los anacronismos, y en su lugar la terminología muestra algunos aspectos que ya no estaban vigentes en el período tardío. Por esta y otras razones algunos eruditos consideran que en su origen el material de Lev. es mucho más antiguo que el exilio, pero no necesariamente mosaico.

ESTRUCTURA

El hecho de que Lev. sea un documento cuidadosamente ordenado puede notarse instantáneamente en el bosquejo del contenido que se da más adelante. Se nota que hay un definido sentido de progreso lógico. El final del libro de Exo. ha descrito la construcción del tabernáculo y todo lo que era necesario para que se llevaran a cabo los sacrificios de adoración de Israel. De modo que Lev. se inicia prácticamente como un manual de sacrificios, explicando primeramente en términos laicos qué parte debían jugar todos los involucrados en el procedimiento, qué tipo de animales eran apropiados para ciertos propósitos y qué debía hacerse con ellos, etc. Después presenta algunas normas adicionales para beneficio de los sacerdotes. A esa sección le sigue la narración de la ordenación de los sacerdotes, quienes llevarían a cabo esos sacrificios. Pero los sacerdotes tenían otras tareas, principalmente la responsabilidad de enseñar a los israelitas ordinarios la distinción entre lo santo y lo común, y entre lo limpio e inmundo. Así que la sección que sigue trata de ello. Para los israelitas, la vida bajo el pacto involucraba mucho más que la adoración apropiada y la pureza ritual, por lo que el resto del libro continúa estableciendo un sinnúmero de responsabilidades personales, familiares, sociales y económicas, todas diseñadas para capacitar a Israel a mantener esa distinción nacional (santidad) para la cual Dios los había creado. Al final del libro, uno de los asuntos principales tiene que ver con las finanzas en relación con la tierra y las propiedades, dando así un

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vistazo al futuro mientras el lector llega a Núm. y Deut. y sigue el progreso de Israel hacia la tierra prometida. De esta manera, el libro muestra un balance literario que es propio, y al mismo tiempo encaja apropiadamente en su lugar en el gran tema del Pentateuco como un todo.

El equilibrio del libro puede verse desde otra perspectiva. En Exo. 19:4–6, aun antes de hacer el pacto y darles la ley, Dios le había dado a Israel una identidad y un papel a desarrollar en medio de las naciones. Debían ser un pueblo de sacerdotes y una nación santa. Se puede decir que Lev. se divide en dos partes, reflejando así cada una de esas áreas. Los caps. 1–17 tienen que ver principalmente con áreas de responsabilidad sacerdotal, mientras que los caps. 18–27 están saturados con el llamado a Israel a ser santo en cada área práctica de la vida (tanto que la sección de 17–26 ha recibido el nombre de “el Código de Santidad”, o “H” en la terminología de los críticos). Otros han sugerido que estas dos partes del libro reflejan el doble mandamiento de amar a Dios y amar al prójimo. La primera parte del libro culmina con el gran día de la Expiación (cap. 16), en el cual se restauraban las relaciones entre la nación y Dios. La segunda parte alcanza su clímax con el Año del Jubileo (cap. 25), cuando se restauraban las relaciones entre la gente. Cada parte tiene también una lección histórica objetiva en cuanto a no tratar a Dios con desdén (caps. 10, 24).

TEOLOGIA Y PERTINENCIA

Dios le hizo una promesa a Abraham, la cual incluía tres puntos particulares y una meta universal (Gén. 12:1–3, 15). Dios le prometió a Abraham hacer de él una nación, bendecirlo en base a la relación del pacto y darle una tierra dónde vivir. El propósito final era bendecir a todas las naciones. Lev. toca todo esto, pero particularmente se centra sobre la segunda de estas tres promesas específicas. La primera parte ya estaba en el proceso de cumplirse: Israel ya había llegado a ser una gran nación (Exo. 1:7). La tercera, la posesión de tierra, aún estaba por delante, y es el centro de atención en Núm. y Deut. El asunto central en Lev. es cómo mantener esa relación entre Dios e Israel, la cual había sido establecida con el éxodo y la elaboración de un pacto (Exo. 24). La respuesta es que Dios mismo provee los medios, por su gracia. La relación que se había establecido por la gracia redentora de Dios (en el éxodo) sólo podía mantenerse por la gracia perdonadora de Dios (tal como Israel lo había comprobado desde el incidente del becerro de oro, Exo. 32–34). El sistema de sacrificios no era un medio para comprar favores, sino de recibir gracia. Y la obediencia práctica a la ley en los capítulos posteriores no era un asunto de alcanzar santidad, sino de vivir de acuerdo con las características que Dios ya había conferido a la nación. Sólo por medio de una respuesta apropiada a la gracia de Dios es que Israel podría continuar gozando su bendición mayor; es decir, la presencia de Dios en su medio, simbólicamente localizada en el tabernáculo pero experimentada en cada área de la vida diaria. Cualquier cosa que amenazara esa pre sencia de Dios o contaminara su lugar de habitación tenía que tratarse rigurosamente. Debemos recordar este objetivo positivo que está detrás del ambiente severo en algunas secciones.

Para el cristiano, la gracia que ofrece Lev. por medio del sistema de sacrificios ahora se encuentra completamente en Cristo Jesús; y para los escrito res del NTNT Nuevo Testamento los sacrificios proveyeron un riquísimo simbolismo para interpretar el significado de la cruz. De igual manera, la demanda de santidad, la cual en Lev. es una insignia de la separación de Israel de las otras naciones, en el NTNT Nuevo Testamento se transforma en el llamado al cristiano a distinguirse del mundo. Pero el reto moral de Lev., así como el de toda la ley del ATAT Antiguo Testamento, no se pueden confinar a la iglesia. Dios creó a Israel para ser luz a las naciones. Su distinción estaba en la capacidad de ser modelo de las normas éticas y la dirección de vida que Dios finalmente desea para todos. Por lo tanto, el libro contiene importantes

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lecciones para entender nuestra salvación, santificación personal y ética social. Lev. es parte de las Escrituras que según Pablo son capaces de hacernos sabios para la salvación y son útiles para enseñarnos cómo vivir (2 Tim. 3:15–17).

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-7:38 Reglamentos para los sacrificios

1:1, 2 Introducción

1:3-17 El holocausto

2:1-16 La ofrenda vegetal

3:1-17 La ofrenda de paz

4:1-5:13 La ofrenda por el pecado

5:14-6:7 La ofrenda por la culpa

6:8-7:38 Instrucciones para los sacerdotes

8:1-10:20 La institución del sacerdocio

8:1-36 La ordenación de Aarón y sus hijos

9:1-24 Aarón y sus hijos inician su ministerio

10:1-20 El juicio sobre Nadab y Abihú

11:1-17:16 Diagnóstico y tratamiento de lo inmundo

11:1-47 Animales y alimentos limpios e inmundos

12:1-8 Impureza a causa de parto

13:1-14:57 Impureza a causa de infección

15:1-33 Impureza debido a secreciones del cuerpo

16:1-34 El día de la Expiación

17:1-16 Reglamentos suplementarios sobre los sacrificios y la carne

18:1-27:34 Santidad práctica en todo aspecto de la vida

18:1-29 Regulación de las relaciones sexuales

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19:1-37 El carácter social de Israel

20:1-27 Faltas graves y sus castigos

21:1-22:31 La demanda de santidad para los sacerdotes

23:1-44 Festividades y asambleas establecidas

24:1-9 El cuidado del tabernáculo

24:10-23 La muerte del blasfemo

25:1-55 El año sabático y el año del jubileo

26:1-46 Bendiciones, maldiciones y promesas

27:1-34 Valorización de los votos y de las cosas consagradas a Dios

1:1, 2 Introducción

Las instrucciones para sacrificios que se dan en Lev. se encuentran dentro del marco de las narraciones del resto del Pentateuco. Se impartieron, por iniciativa de Dios, a un pueblo que ya había experimentado la gracia de su redención en el éxodo. No eran intentos humanos para aplacar a las deidades, alcanzar salvación o comprar favores. Al contrario, tenían el propósito de mantener la relación ya establecida por la acción redentora de Dios, proveyendo medios permanentes para tratar con el pecado y la restauración del compañerismo. Lo que enseñaban era congruente con los instintos humanos más amplios en relación con los sacrificios; es de cir, que el perdón y el compañerismo no son baratos.

La palabra ofrenda (korban) es el término más común para referirse a los regalos y las ofrendas que la gente podía traer a Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 7:11). Este término incluye los varios sacrificios que se mencionan más abajo. Aquí, la especificación preliminar es que los animales a ser sacrificados deben tomarse de las manadas y rebaños domésticos; esto significa que los animales salvajes no eran aceptables. Deben haber existido dos razones para esto. Primera, los animales salvajes no pertenecían a nadie y, por lo mismo, no podían tener ese sentido de identificación con el que ofrendaba que tendría un animal doméstico de su propia manada o rebaño. Segunda, sólo el sacrificio de un animal doméstico representaba un costo real al que ofrendaba. Y tal como David lo comprendiera, un sacrificio que no cuesta no es un sacrificio (2 Sam. 24:24). Por otro lado, descubrimos que era posible que la persona extremadamente pobre ofreciera un ave. Así que el asunto del costo no era lo principal para la eficacia del sacrificio.

La expresión cuando alguno de vosotros presente una ofrenda es indefinida; no establece la frecuencia de las ofrendas para las familias israelitas ordinarias y, en cualquier caso, eran voluntarias (por lo menos las primeras tres). Las ofrendas por el pecado y la culpa eran obligatorias bajo circunstancias bien establecidas, pero los holocaustos (u ofrendas quemadas), las ofrendas de cereales y las ofrendas de paz normalmente eran presentadas voluntariamente cuantas veces el judío sintiera el deseo de hacerlo. Entonces, es obvio que el valor material del sacrificio no era lo que importaba mayormente a Dios, sino lo que motivaba al adorador.

La anterior es una perspectiva que encuentra apoyo en muchos otros lugares del ATAT Antiguo Testamento, y algo sobre lo que Jesús hizo hincapié. Aunque fue Dios el que tomó la iniciativa de proveer a los israelitas

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las instrucciones de cómo debían presentarle sus ofrendas, había cosas más importantes que él buscaba en su relación con ellos: Especialmente las cualidades que tienen que ver con la vida moral, la obediencia y la justicia social, las cuales se incluyeron en el pacto durante el éxodo, antes de que el tabernáculo fuera erigido o que se prescribieran los sacrificios en Lev. (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 15:22; Sal. 50:13; Ose. 6:6; Amós 5:21–24; Mat. 5:23 ss.; Mar. 12:33). Por lo tanto, el contenido de Lev. debe establecerse en el más amplio contexto de sus narraciones y el de toda la revelación bíblica.

Las instrucciones que se encuentran a continuación fueron dadas por Dios a Moisés para todos los israelitas. Esto manifiesta otra característica de estos primeros siete capítulos. Las instrucciones en relación con los sacrificios fueron dadas, antes que nada, para el beneficio de los adoradores mismos; es decir, los laicos. Eran ellos quienes presentaban y mataban los animales para el sacrificio, y después recibían palabras de expiación y restauración del compañerismo con Dios. Este es el enfoque de 1:1–6:7, al cual le sigue una sección más corta en la que se presenta una lista de los mismos sacrificios, pero con el énfasis en las tareas y beneficios de los sacerdotes, quienes recibían ciertas porciones de varios de los sacrificios como el medio principal de manutención (6:8–7:38).

1:3-17 El holocausto

El holocausto (u ofrenda quemada) encabeza la lista de los sacrificios, quizá porque era el más común. En Núm. 28 se instruye a los sacerdotes para que diariamente presenten holocaustos, en la mañana y en la tarde. También era el sacrificio que se ofrecía en su totalidad, ya que todo el animal era quemado (excepto la piel, que era para el sacerdo te, 7:8). En los otros sacrificios algunas porciones de la carne estaban disponibles para consumo de los sacerdotes, el adorador, o ambos.

El nombre del sacrificio (ola) probablemente signifique “lo que asciende”; es decir, toda la ofrenda “sube” en el humo al Señor. La ofrenda tenía que ser un macho sin defecto. Los animales machos eran de mucho más valor en el sacrificio, aunque en la agricultura eran de los que podía desprenderse más fácilmente ya que eran las hembras las que producían la leche y las crías. El animal tenía que ser sin defecto. Sólo lo mejor podía ser ofrecido a Dios. Por lo tanto, el sacrificio debía ser un asunto de valor y calidad, aunque fuera relativo a las circunstancias del adorador. Ofrecer animales de una pobre calidad era un insulto, no porque Dios necesitara los animales por su propio valor, sino porque delataba la actitud en el corazón del adorador; es decir, indiferencia y falta de gratitud o compromiso hacia Dios, como si él no mereciera algo mejor. Esto fue lo que Malaquías reclamó (Mal. 1:6–14).

Las instrucciones para el holocausto están divididas en tres secciones: para el ganado (la manada, 3–9), ovejas o cabras (el rebaño, 10–13), y aves (14–17). Sin embargo, cada sección termina exactamente con la misma frase, describiendo la ofrenda como de grato olor a Jehovah. Otra vez se subraya el hecho de que el valor material del sacrificio no es lo que cuenta mayormente ante los ojos de Dios. El se complacería tanto con el ave que presentara un hombre pobre como con el buey de un hombre rico. Ni aun la multiplicación de sacrificios caros aumentaría su valor intrínseco ante Dios. El no se impresiona con la aritmética sino con la obediencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Miq. 6:6–8; Ose. 5:6).

El adorador tenía que llevar sus animales a la entrada del tabernáculo de reunión. Esta era la estructura interior al lado occidental del atrio del tabernáculo, donde estaban colocados el arca del pac to y otros utensilios o mobiliario sagrado, y donde se encontraba de manera particular la presencia de Dios. La entrada probablemente se refiera a cualquier lugar dentro del atrio fuera del tabernáculo, cerca del altar mayor. El adorador presentaría su animal a un sacerdote y se llevaría a cabo una pequeña ceremonia para

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declarar que el sacrificio que intentaba hacer era aceptable al Señor. El que ofrendaba pondría su mano sobre la cabeza del animal (v. 4). Esta no sería una simple palmadita, sino un acto significativo de presionar o apoyarse. No se nos dice si se expresaba algo mientras se llevaba a cabo este acto. Puede haber incluido la confesión de pecado (como se requiere en 5:5 y en 16:21) o, según lo que dice el v. 4b, una oración pidiendo que hubiera expiación. O puede ser que en ese momento era cuando el adorador declaraba al sacerdote, y a cualquiera que estuviera presente, la razón de su sacrificio, tal como se observa en algunos de los salmos (ver Sal. 116).

No se nos dice qué significaba este acto. Quizá tenía un doble significado, a la luz del contexto y de otras ocasiones donde se explica la acción. En primer lugar, sería un acto declarando propiedad e identificación. Vale la pena recordar que el área del tabernáculo debe haber presentado una escena con mucho ruido y confusión, con varios animales y adoradores entremezclándose. Cuando el adorador, quizá juntamente con toda su familia, al fin era atendido por alguno de los sacerdotes, necesitaba identificar claramente los animales que estaban ofreciendo y con qué propósito. El colocar las ma nos sobre la cabeza del animal era una manera de decir: “Este es nuestro animal, y lo ofrecemos por nuestras razones particulares; por el perdón de nuestro pecado, acción de gracias o consagración. Reclamamos para nosotros los beneficios y bendiciones de este sacrificio, y pedimos que sea aceptado.”

En segundo lugar, en vista de que el v. 4 especifica que el animal sería aceptado para hacer expiación por el que ofrendaba, es casi seguro que el colocar las manos sobre la cabeza del animal tenía un elemento de representación y sustitución; es decir, el animal estaba siendo ofrecido en lugar del adorador. El estaba poniendo sus pecados sobre la cabeza del animal a fin de que su muerte los quitara y limpiara. El animal llevaría los pecados de la persona, y moriría en su lugar. Este significado estaba claramente expresado en la ceremonia nacional del gran día de la Expiación, cuando los pecados del pueblo se colocaban sobre la cabeza de uno de los animales. En ese caso, no se mataba el macho cabrío sino que era enviado al desierto para que “se llevara” los pecados de la gente (Lev. 16:20–22).

Después de la ceremonia de poner las manos sobre el animal y la declaración de aceptación, el resto del procedimiento estaba dividido entre el que ofrendaba y el sacerdote que lo estaba atendiendo. El que ofrendaba era el que hacía la mayor parte del trabajo. Era su obligación degollar el animal (v. 5) de tal manera que toda la sangre pudiera salir del animal; desollarlo (v. 6, la piel era dada al sacerdote, 7:8); cortarlo en pedazos (v. 6); y lavar las par tes inmundas del animal (v. 9); es decir, cubiertas con lodo o excremento, a fin de que el sacerdote no fuera contaminado al tocar el cuerpo. El sacerdote tenía la tarea de llevarse la sangre y rociarla alrededor del altar. Tal como se explica más adelante en Lev., esto era para ofrecer la vida del animal a Dios, porque la sangre representaba su vida, una vida que ahora terminaba con la muerte (17:10–12). Finalmente, el sacerdote tomaba los pedazos del animal de manos del adorador mientras los cortaba, y los colocaba sobre el altar donde el adorador y su familia los veían quemarse hasta consumirse.

Toda la acción, tanto por parte del adorador como del sacerdote, se dice que producía un grato olor a Jehovah. Esta frase capta el sentido literal del humo y su aroma subiendo al cielo pero, por supuesto, su intención es simbólica. El lenguaje es antropomórfico (es decir, describe la respuesta de Dios en términos humanos, como si realmente el olor lo complaciera), pero el proposito es teológico. El sacrificio agradaba a Dios y, por lo mismo, lograba el propósito deseado, el cual era hacer expiación (v. 4).

Hacer expiación (kipper) es el punto central de los ritos que envolvían sangre (ver 17:11). Kipper puede tener dos significados principales. Puede significar “limpiar algo, limpiar y purificar”, y también puede

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significar “pagar un rescate” a fin de evitar un castigo o reducir una multa mayor (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 21:30; 2 Crón. 29:24; Prov. 6:35; Núm. 35:31–33 [negativamente]). El primer significado pa rece ser la perspectiva en los ritos de sangre para la ofrenda por el pecado, por medio de la cual ciertas partes del santuario y su mobiliario eran limpios de contaminación (cap. 4). En algunos casos se combinaban las ofrendas por el pecado y el holocausto, con el propósito de una expiación purificadora (14:19 ss.). Pero parece ser que lo que principalmente estaba involucrado en el holocausto era el sentido de rescate. Tenía el efecto de apartar o reducir la ira de Dios a fin de que el adorador fuera librado del castigo por su pecado. Esto está apoyado por varios ejemplos del ATAT Antiguo Testamento donde el holocausto fue eficaz para apartar o ablandar la ira de Dios (Gén. 8:21; Jue. 13:23; 1 Sam. 7:9; 2 Sam. 24:25; 2 Crón. 29:7, 8; Job 1:5; 42:8).

El propósito expiatorio del holocausto debe verse como algo básico, aunque es obvio que estaba asociado con otras formas de respuesta a Dios, particularmente acción de gracias por bendiciones específicas o salvación (p. ej.p. ej. Por ejemplo Eze. 8:15), y votos de obediencia. Estos son a veces el foco de atención en los salmos donde se mencionan los holocaustos (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 50:8–15; 66:13–15). Sin embargo, el salmista sabía muy bien que las ofrendas de acción de gracias y obediencia podían ofrecerse sólo sobre la base de que Dios hubiera con anterioridad manifestado su gracia y perdón.

En Exo. 24:3–8 el holocausto fue símbolo del compromiso que se contrajo al entrar en el pacto, pero es muy claro que lo que estaba en el corazón del pacto desde el punto de vista del pueblo era su compromiso a la obediencia, no la presentación del sacrificio (una prioridad que está claramente expresada en el Sal. 40:6 y en 1 Sam. 15:22). Es significativo que las únicas dos referencias directas a los holocaustos en el NTNT Nuevo Testamento son citas de estos dos versículos, las cuales explícitamente dan más valor a la obediencia que al sacrificio (Mar. 12:33; Heb. 10:6–8). El uso que se hace en el NTNT Nuevo Testamento del símbolo de los sacrificios será considerado al final de esta sección.

2:1-16 La ofrenda vegetal

A esta ofrenda se le denomina simplemente un regalo (minhaŒ). La palabra se usa comúnmente para los regalos, los cuales pueden ser expresiones de reverencia u homenaje (Gén. 32:14; 43:11; Jue. 6:19, 1 Sam. 10:27), gratitud (Sal. 96:8), o lealtad (2 Sam. 8:2; 2 Crón. 17:11). Aquí claramente se refiere a una ofrenda específica de cereal o grano. La ofrenda vegetal frecuentemente se ofrecía juntamente con otros sacrificios, particularmente el holocausto (p. ej.p. ej. Por ejemplo Núm. 15:1–16; 28:1–10, el cual también especifica ofrendas de libación de vino, que no se mencionan en Lev.), pero podía ofrecerse sola, como una alternativa a los sacrificios de animales para la gente pobre. En este caso podía tener el mismo significado de representación y sustitución que el de un sacrificio de animal.

Sólo cuando la ofrenda era de los primeros frutos (14–16) se ofrecía el grano entero del cereal. De otra manera, el grano tenía que “prepararse” por lo menos en forma de harina. Por lo tanto, lo que se estaba ofreciendo a Dios era una combinación de lo que él primeramente había creado y provisto (el cereal mismo) y lo que el trabajo humano había hecho de ello. Por lo tanto, esta ofrenda significaba la consagración a Dios de los regalos de la creación y el producto del trabajo humano.

El capítulo tiene tres secciones: Los vv. 1–3 tratan de las ofrendas de harina sin cocinar; los vv. 4–10 tratan de ofrendas cocidas; y los vv. 11–16 agregan otras instrucciones generales. Los ingredientes principales en cada caso eran harina y aceite. El incienso, el cual era símbolo de la santidad y presencia de Dios, y la devoción a él (Sal. 141:2), o simplemente del gozo de la adoración (Prov. 27:9), se agregaba a la pequeña

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porción que se quemaba en el altar (v. 2). En el ATAT Antiguo Testamento, el aceite a veces era símbolo del Espíritu de Dios (como en las ceremonias de unción; p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Sam. 16:13), pero no hay una indicación específica de que ese sea su significado aquí. El aceite también expresa gozo y bendición en la vida (Sal. 45:7; Ecl. 9:7 y ss.; Sal. 104:15; 23:5), probablemente por eso el aceite y el incienso se unían para darle a la ofrenda un significado de valor, gozo y algo sagrado.

Realmente sólo una pequeña porción (un puñado, v. 2) de la ofrenda vegetal se quemaba en el altar. Esto se denomina la porción memorial (azkara), que lit.lit. Literalmente significa “recordatorio”, pero no es claro quién está haciendo el recordatorio, o a quién. Algunos lo toman como significando que al que ofrendaba se le recordaba que la pequeña porción que sería quemada era sólo una muestra de que todo lo que tenía le pertenecía a Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Crón. 29:14). Otros lo toman como un recordatorio para Dios en cuanto a su pacto de promesa de bendecir y proteger a su pueblo incluyendo, por su puesto, a la persona que estaba presentando esta ofrenda en particular. El segundo significado puede ir mejor con la última parte del v. 2, donde se dice que esta ofrenda, al igual que el holocausto, es de grato olor a Jehovah.

Después de que esta pequeña porción era ofrecida por medio del fuego, el resto del cereal pertenecía a los sacerdotes, ya fuera harina cruda, panes o tortas de cualquier clase (v. 10). De modo que las ofrendas vegetales eran una fuente principal de sostén para los sacerdotes, quienes no poseían tierra alguna y, por lo tanto, no tenían los medios para tener sus propios cultivos. Es lo más sagrado porque era separado para los sacerdotes. En otras pa labras, todavía era simplemente harina o pan ordinarios, pero era separado para ser diferente de la comida diaria de la familia de uno. Era para los siervos del Señor. “Sagrado” no significa algo mágico o meramente religioso; significa aquello que ha sido apartado para ser diferente. Este significado será más claro, especialmente en su sentido moral y práctico, más adelante en el libro. La harina podía ser cocida en diferentes maneras antes de ofrecerse (vv. 4–10). Podía ser cocida al horno (v. 4), en sartén (v. 5), o en cacerola (v. 7). ¡No hay duda que los sacerdotes apreciarían la variedad!

Finalmente, hay algunas instrucciones en cuanto a ingredientes prohibidos y prescritos. La ofrenda de cereal tenía que prepararse sin levadura o miel (v. 11), pero siempre debía incluir sal (v. 13). El texto no explica las razones para esto, así que, otra vez, debemos ser cautos en nuestras especulaciones. Tanto la levadura como la miel podían ofrecerse a Dios como primicias de los frutos (Lev. 23:17; 2 Crón. 31:5), así que la prohibición en este caso no puede ser porque hayan sido considerados como inmundos. Puede ser que tanto la levadura como la miel hayan sido usadas en procesos de fermentación y, por lo mismo, eran símbolo de corrupción. Esta perspectiva es apoyada por el mandato de agregar sal, dado que la sal realmente era usada como un preservador en el mundo antiguo. La sal era simbólica no sólo de detener la corrupción sino también de permanencia. En Núm. 18:19 y en 2 Crón. 13:5 se le asocia con las promesas del pacto. Dado que aquí se le vincula con la ofrenda de los frutos de la cosecha, puede ser que haya eco del pacto que Dios hizo con Noé en cuanto a su fidelidad interminable para con su creación (Gén. 8:20–22). Para considerar la pertinencia que tiene para los cristianos la ofrenda vegetal, véase el final de esta sección.

3:1-17 La ofrenda de paz

El nombre hebreo para este sacrificio (selamém) se deriva de la raíz salem, que significa “estar completo, o entero” y, por lo mismo, está relacionado con shalom, el término para totalidad, bienestar y paz. Su significado preciso para denominar este sacrificio específico no se conoce exactamente. “Ofrenda de paz” aún se usa ampliamente, y sugiere que el propósito era establecer o mantener la paz; es decir, buenas relaciones entre el adorador y Dios. “Ofrenda de compañerismo” u “ofrenda compartida” (como lo traducen otras versiones) apuntan más en la dirección de relaciones saludables entre quienes la ofrecen, y

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se basa sobre el hecho de que esta ofrenda en particular era ocasión para una reunión familiar, gozando de una fiesta donde comían carne, lo cual era algo infrecuente.

En 7:11–18 se presenta una lista de las razones personales para presentar una ofrenda de paz: Se incluyen acción de gracias, el cumplimiento de un voto, o simplemente cualquier ocasión para una ofrenda voluntaria (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Sam. 1). Las razones públicas incluían el establecimiento o renovación del pacto (Exo. 24:5; Deut. 27:7), el nombramiento de un rey (1 Sam. 11:15) y la dedicación del tem plo (1 Rey. 8:63–66). En el último caso, el número de animales que usó Salomón no era un asunto para impresionar a Dios, sino para proveer abundancia de carne gratis para que la gente celebrara con gozo la ocasión.

El capítulo está dividido en tres secciones, de acuerdo con la clase de animal que se traía para el sacrificio: ganado vacuno (vv. 1–5), ovejas (vv. 6–11), o cabras (vv. 12–17). La parte práctica del ri tual era la misma que la del holocausto (ver 1:3–17). Las principales diferencias en relación con el holocausto eran, primeramente, que eran aceptables tanto animales machos como hembras (sin defecto) y, en segundo lugar, sólo las partes grasosas (sebo) se quemaban sobre el altar (es decir; el sebo, los riñones, el sebo que cubre el hígado, y el sebo de la cola de las ovejas, vv. 3 s., 9 s., 15).

La carne se dividía entre el sacerdote, quien tomaba el pecho y el muslo derecho (7:28–34), y la familia del adorador, quienes se quedaban con el resto. Así que para el sacerdote las ofrendas de paz eran una fuente principal de proteínas para su dieta. Para el adorador esta era la oportunidad para una gozosa y festiva comida en la presencia de Dios, la cual incluía relaciones sociales (Deut. 12:7, 12, 19). El hecho de que la ofrenda de paz condujera a una comida compartida puede ser la razón del porqué no se hizo provisión para ofrecer un ave, ya que ningún ave conocida por los israelitas podía ser lo suficientemente grande como para una comida familiar. Uno pudiera suponer, aunque no se explica aquí (pero está implícito en Deut. 12), que quie nes eran muy pobres para disponer de una ofrenda de paz de carne eran invitados por otros en la comunidad a compartir la de ellos.

No se da ninguna explicación para la prohibición de comer el sebo (v. 17); al contrario, éste debía ofrecerse a Dios por medio del fuego, como se hace con la sangre (17:10–12). Aunque la grasa era símbolo de lo mejor y lo más rico (Gén. 45:18; Sal. 81:16, donde se traduce “trigo” lo que lit.lit. Literalmente en heb. es “grosura”; Sal. 63:5 donde algunas versiones traducen “banquete delicioso” *DHHDHH Dios Habla Hoy+, pero que en heb. es lit.lit. Literalmente “de sebo y de gordura”), y por lo mismo el punto puede ser que la mejor parte del animal debía se ofrecida a Dios. Algunas consideraciones dietéticas modernas que por razones de salud aprobarían lo que expresa el v. 17, no serían, por supuesto, conocidas en Israel. Sin embargo, no eran desconocidas para Dios quien creó nuestros cuerpos, y también podemos ser impresionados en ese mismo nivel si así lo deseamos.

4:1-—5:13 La ofrenda por el pecado

Los siguientes dos sacrificios difieren de los tres anteriores. Desde el punto de vista del adorador, las ofrendas anteriores eran voluntarias y, mayormente en el caso de la ofrenda de paz, muy ocasionales, pero la presentación de una ofrenda por el pecado o la culpa era obligatoria según las circunstancias prescritas. Una segunda diferencia es que, mientras el holocausto y la ofrenda de paz estaban descritas de acuerdo con la clase de animal que se ofrecía, la ofrenda por el pecado está arreglada de acuerdo con el estado o grado de culpa de quienes era requerido que la presentaran.

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La división principal del cap. 4 se relaciona con el lugar donde debía ser rociada la sangre del sacrificio. Se rociaba adentro en el lugar santo del tabernáculo de reunión cuando el pecado involucraba al sumo sacerdote (vv. 3–12) o a todo el pueblo (vv. 13–21). Se rociaba sobre el altar principal del holocausto afuera del tabernáculo de reunión cuando el pecado involucraba a algún dirigente tribal (vv. 22–26) o a cualquier otra persona (vv. 27–35). En 5:1–4, se proveen algunos ejemplos de la clase de pecados inadvertidos (o pecados de omisión) por los cuales una persona pudiera sentirse culpable y quisiera ofrecer una ofrenda. Finalmente, 5:5–13 prescribe sacrificios opcionales que permitían aun a la persona más pobre tener acceso al poder purificador de la ofrenda de pecado.

4:1, 2 El propósito de la ofrenda por el pecado. Cuando alguna persona peque por inadvertencia (1) introduce dos palabras importantes que gobiernan el resto del capítulo. Primera, aquí la palabra para “pecado” (hata) significa “errar el blanco, fracasar o despistarse”. El sacrificio particular descrito en este capítulo tiene un nombre que se deriva de una forma intensiva de este verbo, y tiene el sen tido de “quitar el pecado, limpiar del pecado”. (Se le denomina hatta<t.) Casi siempre se traduce como “ofrenda por el pecado”. Pero su propósito no era tanto tratar con el pecado mismo (aunque tenía una dimensión expiatoria, como todos los sacrificios de sangre) sino el de limpiar los efectos del pecado; es decir, la contaminación o corrupción que causa el pecado. Aunque el holocausto era el principal sacrificio para expiación al aplacar la ira de Dios, esta ofrenda era primariamente para purificación del lugar santo y el altar, para que Dios pudiera continuar viviendo en medio de su pueblo. Dios no puede vivir en lo inmundo, de mo do que este sacrificio limpiaba el lugar de su habitación. Por lo tanto, algunos eruditos lo traducen como “ofrenda de purificación”.

La segunda, inadvertencia (bisegaga) viene de una raíz que significa “extraviarse”, como las ovejas. Así se usa en todo este capítulo para hablar de los pecados que no son el resultado de un acto voluntario de rebelión abierta contra Dios, sino de las debilidades y fracasos de nuestra vida diaria. Puede significar inadvertidamente, accidentalmente o sin intención. La ley hebrea distinguía cuidadosamente entre acciones accidentales y deliberadas. Se usa mucho la expresión “pecar con soberbia” para describir las acciones que eran premeditadas y actos voluntarios de maldad. Legalmente, estos tenían que tratarse severamente (el mejor ejemplo de dicha distinción está expresada en la ley del homicidio en Núm. 35), y en el sistema de sacrificios no había ningún sacrificio para este tipo de pecado (Núm. 15:27–31).

La ofrenda por el pecado también se usaba para limpiar a una persona que ritualmente estaba inmunda, pero en ningún sentido pecadora; por ejemplo, una mujer después de un parto (12:6–8), al guien con una enfermedad de la piel (14:19), o con algún tipo de flujo (15:15). Generalmente hablando, era la ofrenda que tenía efectos purificadores en contraste, aunque relacionada, con el perdón (15:31).

4:3–12 Por el pecado del sumo sacerdote. El sacerdote ungido es más que seguro que en este contexto se refiere al sumo sacerdote (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 35:25). A causa de su función representativa, cuando él pecaba todo el pueblo resultaba contaminado con su culpa. El ocupaba una posición de gran seriedad y, por lo mismo, la ofrenda de purificación por su pecado era la más costosa de todas; es decir, un novillo. Y dado que él vivía y trabajaba en la presencia de Dios y en su santuario, su pecado introducía corrupción hasta el lugar donde Dios habitaba. Así que la purificación tenía que llevarse a cabo a la entrada del tabernáculo.

Cuando se traía el novillo, el sacerdote tenía que poner su mano sobre la cabeza del animal (v. 4), de la misma manera que lo hacían los otros adoradores cuando traían para el sacrificio sus animales a los sacerdotes. El significado era el mismo. El novillo cargaría con los pecados, moriría en su lugar. La sangre del

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novillo sería derramada por la vida del sacerdote, purificaría el lugar donde servía y removería la amenaza contra la gente que él representaba.

En este punto (vv. 5–7), la acción de la sangre difiere de lo que se hacía en otros sacrificios. En los holocaustos y en las ofrendas de paz, la sangre se rociaba hacia el altar para hacer expiación por el pecado del adorador. Aquí, algo de la sangre se recogía en un vaso y era llevada dentro del tabernáculo de reunión, pero no hasta el santuario (eso sólo sucedía en el día de la Expiación, Lev. 16). Ahí, algo de la sangre se rociaba sobre el velo que dividía el tabernáculo en dos y ocultaba la santa presencia de Dios (Exo. 26:31–37), y otro poco se rociaba sobre los cuernos del altar donde continuamente se quemaba incienso (Exo. 30:1–10). Los cuernos eran proyecciones verticales encima de las cuatro esquinas del altar. Después el resto de la sangre se derramaba en las afueras del tabernáculo, al pie del altar del holocausto. Las partes grasosas del animal se quemaban sobre el altar (así como en la ofrenda de paz, vv. 8–10), pero todo el resto del animal se quemaba fuera del campamento (vv. 11, 12). Dado que el sacrificio era por el pecado del sumo sacerdote, e indirectamente por todo el pueblo, nada de su carne se debía comer, ni por el sacerdote ni por la gente.

4:13–21 Por un pecado de todo el pueblo. Para referirse a todo el pueblo se usan dos términos. El primero, eda, puede significar el cuerpo representativo de los ancianos como las autoridades legales o sociales. El segundo, qahal, puede referirse más ampliamente a la comunidad reunida para adoración. La definición exacta de los términos no es muy precisa. Pero lo que aquí puede vislumbrarse es que cuando se cometía algún error (quizá en algún juicio legal o alguna otra decisión comunitaria) el cual sólo salía a luz más tarde, entonces tan pronto como la comunidad adoradora se daba cuenta de ello, y se sentía culpable, debían presentar una ofrenda por el pecado. La expresión son culpables, es culpable (vv. 13, 22, 27) quizá debiera mejor traducirse “sentirse culpable”. Obviamente, cualquiera que transgrede alguno de los mandamientos de Jehovah es culpable. El punto es que inicialmente ellos no estaban conscientes del asunto. Por eso, sólo después de darse cuenta de su error y sentir culpa se les requería que se presentaran con una ofrenda por el pecado. Los ancianos (v. 15) eran los representantes de la comunidad en cualquier nivel de la vida de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 24:1, 9; Núm. 11:16 ss.).

Los ritos son idénticos para toda la comunidad como para el sumo sacerdote. Por un lado, esto confirma que el sacerdote representaba a todo el pueblo, como lo observamos anteriormente. Por otro lado, muestra que el mismo Israel como un to do era tratado como un sacerdocio. Por lo tanto, también se les requería la santidad y pureza; su pecado, aunque fuera inadvertido, corrompía el lu gar donde Dios habitaba. Una parte de la seriedad del pecado entre el pueblo de Dios, antiguo o moderno, es que destruye su testimonio del Dios viviente en medio del mundo. Si la iglesia como un todo se descarría, ¿dónde podrá verse el lugar donde Dios mora entre las naciones?

En los siguientes dos casos, los cuales eran relativamente menos serios, la sangre no era rociada dentro del tabernáculo de reunión sino sobre los cuernos del altar del sacrificio afuera en el atrio. Los animales a sacrificarse también eran de menor valor que el novillo requerido para el sumo sacerdote o para toda la congregación. Otra de las diferencias principales entre los primeros dos casos y estos dos últimos es que no se quemaba todo el animal afuera del campamento. Después de que las partes grasosas habían sido sacrificadas, los sacerdotes podían comer el resto de la carne (6:24–30), no así los adoradores.

4:22–26 Por el pecado de un líder. Dirigente (nasi) era un término comúnmente usado para referirse a las autoridades en Israel antes de que hubiera reyes. Se refería a los cabezas de clanes o tribus. Era una

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posición de honor y responsabilidad y estaba protegida por leyes estrictas (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 22:28). El animal que se ofrecía en este caso era un macho cabrío.

4:27—5:13 Por el pecado de personas comunes. En este caso los animales regulares para sacrificar eran cabras u ovejas. Para las personas más pobres, aves o vegetales eran aceptables en cualquier caso.

Dado que la carne de las ofrendas por el pecado de la gente común la comían exclusivamente los sacerdotes, estas ofrendas eran la fuente principal para que ellos obtuvieran carne, de igual manera que las ofrendas vegetales eran su recurso principal para obtener pan. Esto es lo que está detrás de la acusación de Oseas en cuanto a que los sacerdotes de su día se estaban alimentando de “las ofrendas por el pecado de mi pueblo” (Ose. 4:8). Así como la palabra para pecado y ofrenda por el pecado era la misma, el pervertido parecer de los sacerdotes era: “Cuanto más pecado, más carne para nosotros.”

5:1–4 Delitos típicos. Estos versículos señalan tres clases de faltas comunes por las cuales una persona debía traer una ofrenda por el pecado. Primero, por dejar de testificar en un caso donde uno tiene evidencia pertinente que proveer (v. 1). La ley israelita adjudicaba mucha importancia a la integridad del sistema judicial, y por eso le daba muchísima importancia a los testigos verdaderos, a tal punto de incluirse en los diez mandamientos (Exo. 20:16; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 23:1–9; Prov. 12:17; 14:5; 24:28). El perjurio deliberado era una falta seria y severamente castigada (Deut. 19:15–21).

Segundo, impureza accidental (v. 3). La distinción que se hace en el ATAT Antiguo Testamento entre lo limpio y lo inmundo se discutirá después. Debemos notar que aunque el NTNT Nuevo Testamento ha neutralizado la distinción en cuanto a cosas físicas (Mar. 7:1–23; Hech. 10:9–16), los apóstoles instan seriamente a los cristianos a procurar una vida limpia y evitar la contaminación moral y espiritual (cf.cf. Confer (lat.), compare Stg. 1:27).

Tercero, la persona que descuidadamente jura hacer algo y no cumple (v. 4). Malo o bueno probablemente sea una expresión inclusiva significando “cualquier cosa” (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 41:23). Las palabras importan, aun aquellas que se expresan a la ligera. Por eso, una promesa hecha descuidadamente y que después no se cumple es un pecado que también necesita limpiarse, mayormente si se ha hecho un juramento ya que eso involucraba el nombre de Dios. Los maestros sabios de Israel advertían bastante en cuanto al asunto del mal uso de las palabras (Prov. 6:1–5; 12:18; 15:2; Ecl. 5:2–7), y tanto Jesús como Santiago enseñaron que nuestras palabras deben reflejar la verdad rectamente y, por lo tanto, no tener necesidad de apoyarnos en juramentos (Mat. 5:34–36; Stg. 3:5, 6).

Confesará (v. 5). El fracaso por negligencia, ignorancia o descuido es pecado, y debe confesarse a fin de ser limpiado y ofrecer expiación por él. Para nosotros, probablemente la mayoría de nuestros pecados típicos diarios caen dentro de esta categoría. Puede ser que no nos dispongamos deliberadamente a rebelarnos contra Dios y pecar, pero en medio de las presiones de la vida y la debilidad de nuestra naturaleza, al final del día descubrimos que tenemos que admitir, tal como lo expresa una oración en el Libro de Oraciones Comunes: “Hemos pecado y nos hemos apartado de tus caminos como ovejas descarriadas, hemos seguido en demasía los planes y deseos de nuestro propio corazón, hemos dejado de hacer las cosas que debiéramos haber hecho, y hemos hecho aquello que no hubiéramos hecho.”

Esto es exactamente la clase de conducta que se contempla en la definición de la ofrenda por el pecado. Qué importante es, entonces, que estos fracasos diarios no se acumulen como una nube de sentimientos de culpa depresivos y debilitantes, sino que se confiesen y sean perdonados. Y qué reconfortante es saber

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que la declaración de expiación y perdón (5:6, 10, 13) es mucho más segura para nosotros por medio del sacrificio de Cristo de lo que era para los israelitas a través del ministerio del sacerdote en el altar.

5:7–13 Si no tiene lo suficiente… Estos versículos proveen alternativas para los sacrificios que podían ofrecer las personas más pobres en la comunidad. La ofrenda vegetal que podía substituir a la ofrenda de pecado (vv. 11–13) era una cantidad muy pequeña. La décima parte de un efa probablemente era como un kilo de harina, aunque realmente no se conoce el equivalente exacto. No incluía el aceite y el incienso que era normal en la ofrenda vegetal, con el fin de marcar claramente su propósito purificador (v. 11). Por el contrario, debía mezclarse con los sacrificios de los animales que ya se estaban quemando sobre el altar, para manifestar que estaba en lugar de y contaba como un sacrificio de sangre: Este es el sacrificio por el pecado (v. 12).

La existencia de estos sacrificios opcionales es una clara indicación de que lo que Dios más profundamente deseaba era que la gente no viniera con sacrificios espléndidos, sino que simplemente viniera, para que se beneficiaran de su generoso perdón, sin importar cuán poco podían ofrecer. La seguridad de expiación y perdón no disminuía (vv. 10, 13), porque Dios ve el corazón y porque en última instancia todo perdón se basa en el eterno sacrificio de Cristo, no en el valor relativo del sacrificio que los pecadores humanos puedan ofrecer. La persona que sabía que podía presentarse ante Dios con nada más que una taza de harina y confesar sus pecados, y aun así recibir perdón, estaba aprendiendo algo fundamental en cuanto a la gracia de su Dios. Instruido por esa gracia, aun el más poderoso en la tierra sabía que Dios no se impresionaba por la abundancia de sacrificios, cuando era asunto de un pecado deliberado y con soberbia. En tales casos, la única esperanza era acudir a esa misma gracia con un corazón contrito y humillado y suplicar limpieza en base al carácter amoroso y compasivo de Dios (Sal. 51:1, 2, 16, 17).

5:14-6:7 La ofrenda por la culpa

Tradicionalmente, en muchas traducciones esta ofrenda, asam, es conocida como la ofrenda por la culpa. Sin embargo, todos los sacrificios de sangre estaban relacionados con la remoción de la culpa, una función llevada a cabo especialmente por el holocausto. Lo que distingue a la ofrenda descrita en estos versículos es que estaba relacionada con la restitución, o compensación, que debía pagarse por causa de apropiarse de lo ajeno o alguna otra falta en relación con cosas materiales. Por eso algunos eruditos la denominan “la ofrenda de restitución”. Al igual que la ofrenda de paz, toma en cuenta los efectos horizontales del pecado. Cierta clase de pecados causan pérdidas a nuestro prójimo, y el adorador tiene que hacer enmiendas por tales cosas, así como buscar el perdón de Dios.

Aquí se usa otro de los términos hebreos para pecado (ma<al), y se traduce falta (5:15) e infidelidad (6:2). El término significa rotura de confianza, y por ello es apropiado a los tipos de pecado mencionados aquí, donde el ofensor es culpable por falta de integridad u honestidad ya fuera en sus tratos con el sacerdote o su prójimo. Se mencionan tres ti pos de delitos.

Primero, faltas con respecto a las cosas sagradas (5:14–16). Este término se refiere a las propiedades sagradas en un sentido general en relación con cualquier cosa que ha sido consagrada a Dios o para el servicio de los sacerdotes y el santuario. Incluía todas las ofrendas y, de igual manera, toda la comida que los sacerdotes recibían de ellas, así como las casas y otras propiedades de los sacerdotes y los diezmos que se les debían entregar (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 27). De tal manera que el delito, el cual se expresa en términos indefinidos, pudo haber incluido el tomar y comer de la comida que pertenecía a los sacerdotes, o dejar de pagar las ofrendas y los diezmos (p. ej.p. ej. Por ejemplo Exo. 30:11–16; 2 Rey.

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12:16). Lo que se requería era el sacrificio de un carnero como también la restitución de lo defraudado, calculando se el costo de lo que se había defraudado más la quinta parte de su valor.

Segundo, delitos (5:17–19) expresados en términos aun más vagos. En el contexto, probablemente se refiera a cualquier infracción que una persona hubiera cometido en relación con el santuario y los ob jetos o personas sagradas. El punto es que la persona en cuestión no lo sabe, pero aun así se siente culpable. Si alguien tiene una conciencia intranquila y sospecha que haya cometido algún delito en contra de las cosas sagradas pero no puede señalar específicamente cómo, puede ofrecer una ofrenda por la culpa, sin el 120% de compensación, y tranquilizarse con la seguridad de ser perdonado (v. 18).

Tercero (6:1–7), cambia del mundo de las cosas sagradas a las relaciones humanas ordinarias y hace provisión para los delitos que involucran algún quebrantamiento de confianza entre las personas por asuntos de propiedad. Se proveen cuatro ejemplos (6:2, 3): Engaño sobre propiedades depositadas, robo, opresión y mentir en cuanto a propiedades perdidas que uno haya encontrado. Una variedad similar de disputas están consideradas en la ley en Exo. 22:7–15. Allí la restitución requerida era doble del valor del objeto, no sólo una quinta parte extra como aquí. La razón quizá sea que la ley en Exo. trata con casos donde la parte culpable ha sido llevada al tribunal y comprobada su culpa por la evidencia, mientras que en este texto se está tratando con la confesión voluntaria de la culpa con un sacrificio apropiado. La pena menor en este caso estimularía así a la gente a confesar su culpa abiertamente en vez de esperar hasta que fueran descubiertos o acusados y se les comprobara su culpa.

Se observa fácilmente que antes de ofrecer el sacrificio debía llevarse a cabo la restitución completa, además de la quinta parte extra. No había caso el tratar de obtener el perdón de Dios hasta que la apropiada enmienda se había llevado a cabo para con la parte perjudicada. El aspecto horizontal del delito debía atenderse antes de querer resolver su aspecto vertical. Estas dos dimensiones de este tipo de pecado se expresan al comienzo de este capítulo: Una persona culpable de engañar a su prójimo es simultáneamente culpable de actuar con infidelidad contra Jehovah (6:2). Jesús no fue de ninguna manera el primero en notar la conexión entre lo que él llamó el primero y segundo mandamientos en la ley (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 19:13, 18; Mat. 5:23 ss., 43 ss.; 19:19; Rom. 13:8–10; Gál. 5:14; Stg. 2:8).

De esta manera, la ofrenda por la culpa completa la lista de los sacrificios que debían presentar los israelitas y sus familias. Vale la pena detenerse y considerar el amplio simbolismo expresado. En el ATAT Antiguo Testamento, el vocabulario para pecado es muy amplio, tal como se necesitaba para transmitir la profundidad y variedad de su comprensión de la condición humana. Los cuatro sacrificios de sangre representan cuatro modelos distintos del pecado, aunque obviamente se relacionan y se sobreponen, y ofrece remedios que se aplican a esas diferentes dimensiones. El holocausto ve el pecado como una culpa objetiva ante Dios, y funcionaba como el mayor sacrificio expiatorio, proveyendo el rescate por me dio del cual la ira de Dios era aplacada y detenida para que no cayera con toda la fuerza sobre el pecador. La ofrenda de paz ve al pecado como algo que rompe las relaciones y levanta barreras entre las personas y, aunque provee expiación en relación con Dios, subraya la necesidad y bendición de las relaciones restauradas y gozo compartido. La ofrenda por el pecado ve a éste como algo sucio y contaminante, el cual inevitablemente ofende la presencia del Dios santo, y por ello ofrece los medios de limpieza y purificación a fin de que Dios pueda continuar morando entre su pueblo. La ofrenda por la culpa ve el pecado como un error o una deuda que debe pagarse y, por lo mismo, de manda una restitución completa tanto como un sacrificio. Todas estas son verdades que el NTNT Nuevo Testamento afirma en diferentes maneras y que continúan teniendo un gran peso teológico, aun mucho después de que el último animal fuera sacrificado en los altares israelitas.

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6:8-7:38 Instrucciones para los sacerdotes

A primera vista pareciera que toda esta sección fuera una mera repetición de los capítulos anteriores. Pero la diferencia descansa en las primeras palabras: Manda a Aarón y a sus hijos diciéndoles (6:9). Lo que sigue son instrucciones dirigidas principalmente a los sacerdotes, en relación con sus tareas particulares para cada sacrificio, y también cuáles partes del sacrificio les pertenecían. Los capítulos anteriores eran mayormente para guiar a la gente común.

6:8–13 El holocausto. Dos cosas principales se establecen aquí. Primera, el requisito de que el fuego del altar principal de los sacrificios no será apagado. Esto se acentúa repetidamente (vv. 9, 12, 13). Aparte de las ofrendas que la gente traía para ser quemadas, en otros lugares se dice que los sacerdotes siempre debían ofrecer un holocausto en la mañana y otro en la tarde (Exo. 29:38–42). Este último era el sacrificio final del día, y por ello era la responsabilidad del sacerdote que cubría “el turno de la noche” el asegurarse de que el fuego se mantuviera ardiendo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Crón. 9:33; Sal. 134:1).

No se nos dice la razón para esto, por lo que nuestra explicación debe ser cautelosa. El fuego estaba ciertamente asociado con la presencia de Dios; tanto como dirección protectora (Exo. 13:21 ss.) como también para consumir los pecados y a los pecadores (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 10:1–3). Por lo tanto, la permanencia del fuego en el altar puede haber sugerido la perpetua presencia de Dios, o la perpetua necesidad de expiación por el pecado y la consagración de la vida, o ambos.

Segunda, aun para el más humilde trabajo de sacar las cenizas, el sacerdote en turno tenía que usar la ropa apropiada. Es decir, su vestimenta de lino, la cual era única para los sacerdotes (v. 10). Pero cuando sacaba el montón de cenizas fuera del campamento se debía poner su vestimenta regular (v. 11). La ley del ATAT Antiguo Testamento estaba constantemente preocupada por mantener separado lo santo y lo común. Lo que era distintivo de cada cosa que tenía que ver con los sacerdotes y el santuario era continuamente una lección objetiva para la particularidad que se intentaba de Israel mismo, como una nación santa en medio del mundo. En un memorable acto simbólico, Jeremías hizo notar que Dios había deseado “ponerse” a Israel como la vestimenta sacerdotal de lino, a fin de mostrar su gloria. Pero a causa de sus idolatrías habían llegado a ser como piezas de ropa sucia que no podía vestirse (Jer. 13:1–11). Un pueblo con una santidad comprometida había perdido su misión sacerdotal en el mundo y, al igual que el cinto de lino de Jeremías, se habían convertido en algo “totalmente inservible” para Dios.

6:14–23 La ofrenda vegetal. Todos los sacerdotes tenían derecho de comer de las ofrendas vegetales que traía la gente, después de quemarse la porción memorial, pero tenían que hacerlo dentro del atrio del tabernáculo. Las palabras es cosa muy sagrada significan que podía ser comida sólo por los sacerdotes. Este aspecto también se aplica a la ofrenda por el pecado y a la ofrenda por la culpa (6:25; 7:6) y distingue a las tres de la ofrenda de paz, la cual se compartía con los familiares y amigos del adorador. A los mismos sacerdotes se les requería que presentaran una ofrenda vegetal diariamente (vv. 19–23) desde el día en que eran ungidos (v. 20), y ésta tenía que ser quemada por completo; no se comía. El escritor de Heb. usa esto para señalar un contraste con el único y final sacrificio de Cristo Jesús (Heb. 7:27).

6:24–30 La ofrenda por el pecado. La santidad tenía una cualidad “contagiosa”. Cualquier cosa o persona que tocaba lo que era santo era afectado por ello, y tenía que tratarse en la debida forma (cf.cf. Confer

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(lat.), compare 6:18). Aproximaba a la persona u objeto a Dios de tal manera que podía ser peligroso, y por ello tales cosas debían lavarse (v. 27) o destruirse (v. 28).

7:1–10 La ofrenda por la culpa. Esta sección provee los detalles del ritual de la ofrenda por la culpa, los cuales no están incluidos en la sección previa sobre lo mismo. Son similares a la ofrenda por el pecado. También se especifica que los sacerdotes tenían el derecho de quedarse con las pieles de los animales que ofrecían en holocausto (v. 8), así como también la variedad de cereales ofrecidos (vv. 9, 10).

7:11–36 La ofrenda de paz. Los vv. 12–18 distinguen tres diferentes ocasiones cuando una persona podía llevar una ofrenda de paz: en acción de gracias (v. 12); por motivo de un voto o como una ofrenda voluntaria (v. 16). Hay regulaciones separadas para la primera (vv. 12–15), pero las últimas dos se tratan al mismo tiempo (vv. 16–18).

La expresión será excluida, cuyo uso es más frecuente adelante en el libro, es bastante debatible. Probablemente no significa que la persona excluida haya sido ejecutada por la comunidad (se usaba otra fórmula para la condena de muerte). Algunos piensan que se refiere a alguna forma de excomulgar; es decir, excluir de la comunidad adoradora. Pero esa puede verse como una pena muy indulgente para con algunos de los delitos mencionados (cf.cf. Confer (lat.), compare cap. 20). La interpretación más probable es que haya sido una forma de imprecación divina. La persona que ofendía en ciertas maneras, muchas de las cuales por su misma naturaleza nunca vendrían a ser del conocimiento público de los tribunales, se exponía directamente a la acción punitiva de Dios. Eso podría significar la misma muerte, pero también podía incluir otras formas de juicio. Por ejemplo, en el cap. 20 se establece que si aun la comunidad humana fracasaba en llevar a ciertos delincuentes ante la justicia, Dios mismo los “excluiría”, implicando su intervención directa.

Los vv. 28–36 especifican las partes de la ofrenda de paz que pertenecían al sacerdote: el pecho (v. 30) y el muslo derecho (v. 33; no se establece si era la pata delantera o la trasera, pero es más probable que se refiera a la pata delantera o al hombro). El pecho se describe como una ofrenda mecida, lo cual puede significar que la carne era mecida en movimientos laterales ante el altar, quizá esto haya sido simbólico de presentárselo a Dios y recibirlo de regreso. El muslo es descrito como una provisión perpetua (v. 34). Esta es una palabra incierta que los comentaristas judíos antiguos interpretaban como significando “alzar”; probablemente un movimiento vertical. Sin embargo, las acciones precisas envueltas y su significado ya no son muy claros. Lo que importa es que esos pedazos de carne constituían la porción que corresponde a los sacerdotes (v. 35); es decir, la parte que les pertenecía por derecho de su ordenación (ungimiento, v. 36).

Habiendo llegado al final del manual sobre los sacrificios para los adoradores y sacerdotes, pudiera considerarse como algo demasiado complicado y ritualista. Sin embargo, esa sería una falsa impresión, quizá se deba principalmente al hecho de que todo el asunto es extraño para nosotros. De hecho, en comparación con los rituales de sacrificios que se conocen de otras culturas antiguas, el sistema israelita era relativamente simple y franco. Las leyes que hemos estudiado tenían el propósito de conservar la dignidad y simbolismo significativo de lo que fácilmente pudo haber degenerado en un caos bullicioso, proveyendo a los laicos y a los sacerdotes normas claras y simples acerca de lo que tenían que hacer. La necesidad de decencia y orden también se aplica a la adoración cristiana, tal como Pablo lo señalara (1 Cor. 11–14).

También se puede señalar la singularidad del sistema de sacrificios de Israel desde un punto de vista negativo. No había lugar para augurios; es decir, intentar derivar presagios, buenos o malos, usando las entrañas de los animales sacrificados. Dios provey ó mejores maneras para conocer su voluntad (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 18:9–20). Tampoco había lugar para sacrificios humanos, automutilaciones o el

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uso de la sangre humana. Los rituales sexuales y de fertilidad estaban totalmente ausentes, al igual que los sacrificios por los muertos o cualquier otro medio de manipular lo oculto.

El único favor que podía obtenerse por medio de los sacrificios ofrecidos a Dios era la declaración de perdón. No hay indicios de que se pudieran ob tener otros favores, o sobornar a la divinidad. Los sacrificios por otras razones se presentaban en respuesta a las bendiciones o protección de Dios, no con el propósito de comprárselas. No había una clasificación de los sacrificios en términos de cantidad a favor de los ricos o poderosos. Por el contrario, se hizo provisión para los más pobres, quienes recibían “tanto” perdón como cualquier otro pecador. Por supuesto, el sistema de Israel era único por no tener sacrificios especiales reservados para la realeza. Como muchas de las cosas en Israel, estaba adaptado para llenar las necesidades de la gente ordinaria. Y se ha señalado por estudios socioeconómicos que el ritual de sacrificios de Israel no debe haber causado demandas excesivas sobre los recursos de una familia promedio. Se esperaba que las personas ofrecieran lo mejor cuando presentaban sus sacrificios, pero no con el fin de que empobrecieran bajo una carga religiosa pesada, o que enriquecieran a una elite religiosa poderosa.

Nota: Los sacrificios levíticos, el NTNT Nuevo Testamento y el cristiano. Hemos observado cómo la combinación de los sacrificios presenta un cuadro completo de los efectos del pecado y, también, de las diferentes dimensiones de las provisiones de Dios para remediarlo. Cuando vamos al NTNT Nuevo Testamento descubrimos que los sacrificios individuales sólo se mencionan por nombre muy raras veces, pero el asunto de sacrificio es tan rico y variado como en el ATAT Antiguo Testamento, ya sea que se aplique a la obra de Cristo mismo o a nuestra respuesta como creyentes y adoradores. Todas las dimensiones mencionadas anteriormente hacen eco en el NTNT Nuevo Testamento.

El holocausto era el sacrificio principal para proveer expiación, y trataba con la culpa por el pecado. El NTNT Nuevo Testamento presenta la muerte de Jesús como un sacrificio de esta índole; así la interpretó Jesús mismo (Mar. 10:45; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 3:25; Efe. 5:2; 1 Ped. 1:18 ss.; 1 Jn. 2:1 ss.). El autor de Heb. hace hincapié en el hecho que la muerte en sacrificio de Cristo fue una vez y para siempre. Por lo mismo, se le considera como el cumplimiento de, y en contras te con, los repetidos sacrificios diarios del ATAT Antiguo Testamento (Heb. 10:1–18). Por lo tanto, los creyentes en Cristo no tienen necesidad de presentar ningún sacrificio para obtener expiación, porque Jesús se ofreció a sí mismo como ese sacrificio final en la cruz.

La ofrenda por el pecado tenía que ver con la inmundicia y la contaminación del pecado al hacer uso de la sangre con el fin de purificar el lugar donde Dios mora. De manera similar, el NTNT Nuevo Testamento subraya el poder purificador de la sangre de Cristo. No sólo quita la culpa por el pecado sino que también elimina su contaminación. Hebreos señala esto en relación con la morada celestial de Dios (Heb. 10:23 ss.), y también lo aplica a la limpieza de la conciencia del creyente a fin de que éste pueda acercarse a Dios con confianza (Heb. 9:11–14; 10:19–22). Juan en su primera carta también enfatiza esta verdad. La muerte de Cristo (su sangre) fue una vez y para siempre, pero su poder purifica dor debe aplicarse regularmente en nuestras vidas por medio de la confesión (1 Jn. 1:6–2:2).

La ofrenda por la culpa ponía énfasis en que las faltas en contra del prójimo debieran enmendarse con la apropiada restitución como parte del proceso de arreglar cuentas con Dios. Esto también se aplica a los creyentes cristianos, tal como se observara anteriormente. “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” quizá es algo que Jesús intentara que tuviera una aplicación concreta, y no meramente como una referencia a sentimientos o actitudes. La importancia de esto se realza con una solemne advertencia y su correspondiente parábola (Mat. 6:12–15; 18:21–35). Pero la misma

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naturaleza de la ofrenda por la culpa, mayormente como un asunto de restitución o enmienda, también permite considerar el pecado como un tipo de deuda en relación con Dios. Se debe pagar por el pecado. La metáfora penetra profundamente en el pensamiento humano en relación con nuestras fechorías y debilidades. Todavía se habla de hacer que los criminales “paguen” por sus crímenes. Cuando esto se controla debidamente y se entiende dentro del marco de las estructuras legales de la sociedad, es muy diferente a la venganza personal que dice: “Me las pagarás.” El asam proveía una manera de “pagarle” a Dios la debida restitución por algún pecado, al mismo tiempo que se hacía restitución a la parte afectada por alguna pérdida material.

En Isaías 53, la muerte del siervo del Señor se presenta en términos de sacrificio. El es quien sufrirá y morirá tomando el lugar de otros: “como un cordero, fue llevado al matadero” (Isa. 53:5–7). En el v. 10 se describe su muerte de manera especial como un asam; es decir, como una ofrenda por la culpa, haciendo restitución por las faltas de otros a fin de que ellos puedan ser contados como justos (v. 11). La poesía de Isaías 53 influyó profundamente sobre la teología del NTNT Nuevo Testamento en relación con la muerte de Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 8:17; Luc. 22:37; 1 Ped. 2:24, 25). La muerte sacrificadora de Cristo no só lo fue un rescate por nuestra culpa, y la limpieza de nuestra inmundicia, sino también fue un pago por nuestra deuda. Por supuesto, el lenguaje tiene una dimensión metafórica, y la analogía no se puede forzar para responder al cómo o a quién se hizo dicho “pago”. La Biblia, en ambos Testamentos, simplemente usa estos diferentes modelos para explorar las insondables profundidades de nuestra salvación. Al fin y al cabo nuestra tarea no es la de buscar una explicación racional, sino obtener la bendición de ella por medio de la fe.

La ofrenda de la paz era un sacrificio que llevaba a participar de una comida de compañerismo. Por lo mismo, incluía una dimensión vertical (dado que tenía los mismos ritos expiatorios de la sangre y el holocausto), así como una dimensión horizontal (dado que cimentaba las relaciones humanas). Por lo mismo, este tipo de ofrenda era más apropiado como una expresión de aquello que era esencial en la relación de pacto entre Israel y Dios. En un sentido, era una comida sacramental, con aspectos similares a la comida que está en el centro del nuevo pacto: la cena del Señor. Jesús se refirió a esa comida como “el nuevo pacto en mi sangre”, lo cual hace eco de Exo. 24:8, donde las ofrendas de paz estaban incluidas en los sacrificios que sirvieron para sellar el pacto en Sinaí.

La adoración cristiana, especialmente el servicio de la Cena, debiera ser motivo de gozo y de preocupación social. Por ello, es posible que el autor de Hebreos haya tenido en mente la ofrenda de paz cuando exhortó a los cristianos a no olvidarse “de hacer el bien y de compartir lo que tenéis, porque tales sacrificios agradan a Dios” (Heb. 13:16). Es interesante notar también que Pablo insiste en la dignidad personal en vía de preparación para la cena del Señor (de la misma manera que la purificación ritual era requerida para los israelitas que participaban en la comida-ofrenda de paz; 1 Cor. 11:27–31; cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 7:20), así como también en la armonía social y consideración por los pobres en la comunidad (1 Cor. 11:18–22).

La ofrenda vegetal representaba una consagración a Dios, tanto de los dones recibidos de Dios como del trabajo humano. Es muy probable que las ofrendas vegetales (y quizá las libaciones, ofrendas bebidas) acompañaran los otros sacrificios. Entonces, quiere decir que había un movimiento de dos vías en todo el ritual: La expiación y el perdón que viene de Dios en respuesta a la sangre derramada de los animales sacrificados, y la ofrenda de la vida y el trabajo, alabanza, acción de gracias y adoración a Dios de parte del adorador y su familia. De igual manera en el NTNT Nuevo Testamento, aunque el sacrificio principal es la ofrenda de sí mismo de Jesús en la cruz como la base final y suficiente para nuestra reconciliación con Dios,

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el lenguaje de sacrificio también se aplica a la respuesta del creyente para con Dios. Nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra alabanza y nuestras dádivas materiales están incluidas entre los tipos de sacrificios apropiados que podemos ofrecerle a él (Rom. 12:1, 2; Fil. 4:18; Heb. 13:15, 16).

Por último, otro aspecto del sistema de sacrificios del ATAT Antiguo Testamento que tiene su contraparte en el NTNT Nuevo Testamento es el sostén material de los que ministran al pueblo de Dios. Una buena parte de los ingresos para los sacerdotes provenía de las partes de los sacrificios que se les daban, de las ofrendas de granos, el pecho y muslo de la ofrenda de paz y de los panes que las acompañaban, toda la carne de las ofrendas por el pecado y la culpa, la piel de los holocaustos, y quizá hasta dinero equivalente por algunas ofrendas por la culpa. Pudiera sonar como que era mucho, pero era muy necesario ya que a la tribu de Leví no se le había asignado ningún territorio y, por lo mismo, no tenía otros medios de ingresos. Ellos dependían de la fidelidad del pueblo, lo mismo que otras personas necesitadas (Deut. 14:28, 29; 18:1–8).

En el NTNT Nuevo Testamento, a los ministros nunca se les llama sacerdotes, pero el principio de que se debe pagar y cuidar apropiadamente de aquellos que sirven a Dios y a su gente como su ocupación primordial, está ciertamente respaldado. Cristo lo dijo (Luc. 10:7), y Pablo lo enseñó con mucha precisión (1 Cor. 9). Desafortunadamente, a Pablo se le usa algunas veces para apoyar el punto de vista de que los obreros cristianos deben de alguna manera vivir por fe, o de su propio trabajo. Esto pueden usarlo algunos cristianos que relativamente están bien provistos en sus empleos seculares, para justificar la lamentable pobreza en que viven algunos pastores, evangelistas u otros obreros cristianos. Pero el punto que Pablo subraya en 1 Cor. 9 es que él mismo es una excepción a su enseñanza de que los obreros cristianos tienen el derecho de ser sostenidos por las iglesias, para sus gastos de manutención y con algo extra para la esposa (vv. 4, 5). Pablo presenta este argumento usando la analogía de los trabajos seculares (v. 7), aludiendo a una ley del ATAT Antiguo Testamento en relación con los animales que hacían alguna labor (vv. 8–10; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 25:4), en base al balance de las bendiciones espirituales y materiales (v. 11), de la justicia natural (v. 12), de las mismas provisiones levíticas para los sacerdotes (v. 13) y directamente del mandato de Jesús (v. 14). ¡Mejor argumento que este no hay! Así que, el hecho de que él personalmente haya renunciado a sus derechos por sus propias razones (vv. 15–18) debe tomarse como lo que es: algo excepcional, y no como la norma. Pablo subraya el mismo asunto en otros lugares (Gál. 6:6; 1 Tim. 5:17, 18).

8:1-10:20 LA INSTITUCION DEL SACERDOCIO

Estos tres capítulos regresan a la narración de los eventos ocurridos en el monte Sinaí, los cuales se describen al final del libro de Exo. pero que fueron interrumpidos por las instrucciones en relación con los sacrificios en los caps. 1–7. Los mismos registran los eventos por medio de los cuales se llevaron a cabo las instrucciones de Exo 28–29. Por esa razón los primeros versículos hablan de las vestiduras, el aceite, los animales y la cesta. Estos ob jetos son específicamente mencionados debido a que ya se han descrito detalladamente en Exo.

El propósito general detrás de las complejas ceremonias descritas en estos capítulos, las cuales deben guardarse en mente mientras se lee este material, se da en Exo. 29:44–46. El punto es que Dios, quien había redimido a su pueblo de la esclavitud en Egipto, debe ser conocido por ellos en un pacto de íntima relación ya que él moraba entre ellos. La presencia de Dios en medio de su pueblo era la bendición principal del pueblo, simplemente por el hecho de ser Israel. Sin ella, ellos no podrían reclamar unicidad alguna, y quizá hubiera sido mejor que permanecieran en el desierto (Exo. 33:14–16). Esa presencia, por un lado,

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sería visible en el esplendor de las vestiduras del sacerdote y, por otro lado, en la gloria visible de Dios en el tabernáculo (Exo. 40:34 ss.; Lev. 9:23, 24).

Estos tres capítulos, los cuales deben leerse en conjunto, primero describen las acciones de Moisés como vía de preparación para que Aarón y sus hijos iniciaran su ministerio sacerdotal (v. 8), y có mo lo hicieron, culminando en bendición, fuego y gloria (v. 9). Finalmente, muestran cómo el evento fue trágicamente manchado por la desobediencia y el juicio (v. 10). Por lo mismo, estos capítulos son paralelos a otras narraciones bíblicas que señalan la importancia de la obediencia, el peligro de la desobediencia, y cómo hasta la más solemne y gozosa ocasión en la vida del pueblo de Dios no es inmune a la rebelión o locura humana (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 32–34; Jos. 7; 1 Sam. 15:17–23; 2 Sam. 6:1–7; 2 Crón. 26:16–20; Hech. 5:1–11).

8:1-36 La ordenación de Aarón y sus hijos

8:1–5 La preparación. Todos los materiales, ya prescritos, fueron reunidos, juntamente con toda la congregación, la cual quizá signifique los ancianos que serían testigos de los eventos en el atrio del tabernáculo, en representación de toda la comunidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 9:1; aunque sin duda había tantos espectadores como pudieran encontrar un lugar apropiado para observar el evento). La frase como Jehovah le mandó (vv. 4, 5) hace eco a través de los caps. 8 y 9, enfatizando la obediencia precisa a la palabra de Dios que Moisés y Aarón habían exhibido, agudizando más la conmoción de 10:1.

8:6–9 Las vestiduras sacerdotales de Aarón. Después del lavamiento ceremonial, Aarón fue vestido con la vestidura especial que se había he cho para su oficio como sumo sacerdote. Había una túnica (un sobretodo), un ceñidor (o cinturón ancho), un efod (una especie de chaleco con hombreras), un pectoral que contenía el Urim y el Tumim (algo así como unos “dados” sagrados, usados para tomar decisiones en respuesta a preguntas) y un turbante con una lámina de oro enfrente, con las palabras “Consagrado a Jehovah” grabadas en ella. La descripción completa de estos artículos se en cuentra en Exo. 28, donde se observará que eran bastante coloridos, bordados y decorados. Si cada artículo tenía su significado simbólico especial no se puede saberlo, y el texto no registra nada al respecto (con excepción del pectoral, el cual contenía los nombres de las 12 tribus de Israel y claramente apuntaba al papel del sacerdote como representante; ver Exo. 28:21, 29). Por lo tanto, es inútil tratar de especular sobre el asunto. Sin embargo, la impresión general era de mucha belleza y gloria. No sólo hacía resaltar la autoridad y dignidad del oficio que Aarón y sus sucesores ostentaban, sino que también reflejaba el distintivo visible que debía manifestar la santidad moral y espiritual.

8:10–13 El ungimiento. Tal como se había pres-crito en Exo. 40:9–11, Moisés ungió con aceite todos los objetos y personas que estarían involucrados en la adoración a Dios. El ungimiento era símbolo de ser apartado, consagrado a una tarea específica para Dios. Los reyes eran ungidos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 10:1 ss.; 16:13), y algunos profetas fueron ungidos, aunque en el caso de ellos el significado puede ser tanto metafórico como literal (1 Rey. 19:16; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 61:1). Los tres oficios (sacerdote, rey y profeta) fueron combinados en la interpretación en el NTNT Nuevo Testamento en cuanto a Jesús como el “Cristo”, “el ungido”.

8:14–30 Las ofrendas. Lo que siguió fueron tres sacrificios, precisamente como se establece en Exo. 29:10–34. Primero, el novillo del sacrificio por el pecado (vv. 14–17) fue sacrificado a fin de que su sangre pudiera ser usada para purificar el altar y así prevenir ofrendas contaminadas, lo cual era un asunto serio (cf.cf. Confer (lat.), compare Mal. 1:7). Después el carnero del holocausto (vv. 18–21) y, por último, el otro

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carnero, el carnero de la investidura, lo que en realidad era una ofrenda de paz (vv. 22–30). De esta última ofrenda, algo de la sangre se untó sobre el lóbulo de la oreja derecha… sobre el dedo pulgar de su mano derecha y sobre el dedo pulgar de su pie derecho (de Aarón), y de igual manera con sus hijos (vv. 23, 24). Todo esto pudo haber significado que los sacerdotes, siendo tan pecadores co mo cualquier otra persona, necesitaban una purificación completa, desde la cabeza hasta los pies; tal como se hizo. Esto parece ser confirmado con el hecho de que en cada uno de estos sacrificios Aarón y sus hijos tenían que poner sus manos sobre las cabezas de los animales, lo cual era símbolo de la confesión y trasferencia del pecado. O, si la sangre aquí está presente por motivos de consagración (como en el v. 30), entonces simbolizaría la consagración completa de los sacerdotes para oír la voz de Dios y obedecerla, llevar a cabo la tarea asignada y andar en sus caminos (oídos, manos y pies). En ambos aspectos, Cristo como nuestro sumo sacerdote sobrepasa a los sacerdotes levíticos. El no tiene necesidad de ofrecer sacrificio por sus pecados, y su obediencia fue perfecta (Heb. 4:14–5:9; 7:27; 10:5–10).

8:31–36 La investidura. Todo el procedimiento de investidura se llevó a cabo en siete días, durante los cuales Aarón y sus hijos no debían salir del tabernáculo. El capítulo termina haciendo hincapié sobre la obediencia, para que no muráis (vv. 35, 36), otro aviso sombrío del golpe que vendría en 10:2.

9:1-24 Aarón y sus hijos inician su ministerio

El formato de este capítulo es bastante similar al del cap. 8. La principal diferencia es que, mientras que en el cap. 8 Moisés hace las veces de sacerdote (tanto como de profeta, ya que todos los mandatos de Dios vienen a través de él) y Aarón y sus hijos juegan el papel de adoradores laicos, en el cap. 9 Aarón desempeña su papel como sacerdote ya que su investidura se ha completado, y la gente ocupaba su propio lugar.

9:1–7 La preparación. Debe existir algo de ironía intencional en el hecho de que se le ordenara a Aarón ofrecer un becerro como su primer sacrificio por el pecado en su papel de sumo sacerdote, ya que la última vez que Aarón jugara una parte significativa en la historia fue cuando participó de la idolatría del pueblo, haciendo un becerro de oro (Exo. 32), mientras Moisés estaba en la montaña. Por supuesto, era sólo por la misericordia de Dios que Aarón aún estaba vivo, sin mencionar el privilegio del sumo sacerdocio. Muchos otros murieron a causa de su pecado en esa ocasión. Quizá fue ese vivo recuerdo el que lo dejó atónito al ver la suerte que corrieron sus propios hijos.

La gloria del Señor (vv. 4, 6) significaba su presencia sentida y visible, manifestada en otras ocasiones como humo y llama de fuego. Experimentar esto era el propósito cabal del día y, más aun, el propósito de la adoración de Israel por medio de los sacrificios continuos. El ritual no era un fin en sí mismo, sino un medio para experimentar la gloriosa presencia de Dios y la adoración gozosa que responde a ella (v. 24). Los rituales de la adoración cristiana parecieran estar muy lejos del altar de los holocaustos de Israel, pero el propósito primordial es el mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 12:28, 29).

Otra vez, es bueno recordar el paralelo entre el trabajo de los sacerdotes israelitas en relación con el resto de Israel, y el papel que se esperaba que Israel cumpliera como sacerdote de Dios en relación con el resto de las naciones. El ministerio de los sacerdotes israelitas hacía posible que la gloria de Dios se viera y se respondiera a ella. De igual ma nera, Dios intentaba que por medio de su pueblo se pudiera ver su gloria en el mundo. Eso, según los profetas, era la razón principal por la cual habían sido creados y llamados (Isa. 43:7, 21; 49:3). El sacerdocio tiene un significado misionero nato debido a su relación con la gloria de Dios, la cual algún día llenará toda la tierra (Hab. 2:14).

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9:8–21 Las ofrendas. Estas caían en dos grupos. Primero, una ofrenda por el pecado y un holocausto a favor de los mismos sacerdotes (vv. 8–14); después, una ofrenda por el pecado, un holocausto, una ofrenda vegetal y un sacrificio de paz por el pueblo (vv. 15–21); es decir, los ancianos que comerían en representación de todo el pueblo (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 24:10, 11). El orden del último grupo era significativo al señalar las prioridades correctas en la adoración: Purificación, expiación, consagración y compañerismo. El finalizar con la comida de la ofrenda de paz debe haberle dado un final gozoso a toda la semana solemne, y el ambiente apropiado para lo que seguía.

9:22–24 Bendición, gloria, fuego y adoración. Ya sea que las haya pronunciado en esta ocasión o no, las palabras de bendición de Aarón están registradas en Núm. 6:23–27. En relación con gloria véanse los vv. 4 y 6 y Exo. 40:34. El fuego que cayó y consumió los sacrificios puede haber sido algo como un rayo o relámpago. No encendió el fuego de los sacrificios, los cuales ya se estaban quemando con las ofrendas del día, sino que consumió instantáneamente lo que quedaba (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 13:15–21; 1 Rey. 18:38; según 2 Crón. 7:1, un evento similar que coronó la dedicación del templo que reemplazó el tabernáculo). En respuesta a la presencia y favor de Dios el pueblo gritó de gozo y se postró en adoración (cf.cf. Confer (lat.), compare Heb. 12:28, 29).

10:1-20 El juicio sobre Nadab y Abihú

10:1–7 Fuego del Señor. La brusquedad de los primeros versículos de este capítulo captan el cambio repentino de gozo a pavor. A través de los caps. 8 y 9 se repite que todo se ha hecho “como ha mandado el Señor”, pero aquí Nadab y Abihú, los dos hijos mayores de Aarón, se encuentran de pronto haciendo lo que Dios no ha mandado. La desobediencia acecha el cuadro. Fuego extraño (v. 1) queda sin explicación. El hebreo (zara) significa “extraño”, “de afuera”. Quizá ellos tomaron fuego de afuera del santuario y no del altar (cf.cf. Confer (lat.), compare 16:12), como quien dice: “Cualquier fuego sirve.” Pero tal fuego no sería santo, sino inmundo, ilícito y, por lo tanto, en el contexto de todo lo que tan meticulosamente se había hecho hasta este punto, licenciosamente ofensivo. Con esta acción también estaban usurpando el lugar del sumo sacerdote y, por lo mismo, incluía presunción, o quizá hasta impaciencia ce losa. Su conducta no fue simplemente algo accidental en un pequeño detalle del ritual, sino un arrogante descuido en cuanto al significado más serio de los eventos de los cuales ellos eran parte. Es como si un ministro cristiano introdujera ritos u objetos asociados con lo oculto en el momento de estar celebrando la cena del Señor.

Dios respondió a ese falso fuego con el fuego real de su ira santa. Otra vez, probablemente haya sido algo como un rayo y no un incendio, ya que sus ves tiduras sacerdotales no fueron destruidas sino usadas para envolverlos en ellas (v. 5). El v. 2 deliberadamente hace eco de 9:24. En lugar del fuego de bendición que produjera un grito de gozo, cayó el fuego del juicio que produjo un silencio estremecedor. Aarón “guardó silencio” (BABA Biblia de las Américas). Sólo Moisés pudo hablar en medio de ese silencio, con palabras que deben haber hecho que los sacerdotes fueran cautos y diligentes de ahí en adelante, pero tristemente no fue así (v. 3). Me he de mostrar como santo, debiera ser mejor traducido: “Como santo seré tratado” (BABA Biblia de las Américas). Cuanto más cerca esté una persona de Dios, más consciente debe estar de su santidad. De otra manera deshonrará a Dios en medio del resto del pueblo (v. 3b). Es bastante malo que uno trate las cosas de Dios con desdén; pero es peor hacer que otros hagan lo mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 2:12–17, 29, 30; 3:13; Luc. 17:1, 2).

La severidad del juicio de Dios aquí, la cual aún nos impacta, también está relacionada con la posición de privilegio y responsabilidad que tenían Nadab y Abihú. Su juicio tuvo el propósito de ser vir como ejemplo y advertencia. Es un principio que se repite continuamente en la Biblia: El mayor privilegio expone a una

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persona a una disciplina más severa. Moisés mismo nunca vio la tierra pro metida debido a un acto que, igualmente, se describe como un fracaso al no respetar la santidad de Dios (Núm. 20:12). También se aplicaba a toda la nación; serían castigados precisamente porque gozaban de una relación de pacto única con Dios (Amós 3:2). Si nos sentimos incómodos con esta sucinta historia de juicio del ATAT Antiguo Testamento, debemos recordar que el NTNT Nuevo Testamento también dice algunas cosas igualmente severas en cuanto a la responsabilidad de haber sido testigos de las obras de Dios o estar en posiciones de liderazgo (Luc. 10:12–15; cf.cf. Confer (lat.), compare 12:48; Heb. 6:4–6; 10:26–31; 1 Ped. 4:17; Stg. 3:1).

10:8–11 Responsabilidades de los sacerdotes. Primera, los sacerdotes no debían beber vino ni licor antes de iniciar sus responsabilidades en el santuario (v. 9). Por mucho tiempo se ha sugerido que este mandamiento, según el presente contexto, se dio debido a que el pecado de Nadab y Abihú se cometió en estado de ebriedad, y es posible que así haya sido, pero el texto no lo dice. La razón probablemente se encuentra en los siguientes versículos en relación con las tareas de los sacerdotes, quienes necesitaban una mente clara. En el ATAT Antiguo Testamento, el vino es una de las dádivas y bendiciones de Dios en la creación, propio para celebración (Sal. 104:15), y también muy efectivo para mitigar el dolor (es decir, de luto; cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 31:7). Sin embargo, en exceso confunde y pervierte (Prov. 23:20, 21, 29–35), y por eso debían evitarlo quienes necesitaban un juicio claro para ejercitar serias responsabilidades (Prov. 31:4, 5). A los sacerdotes no se les requería que prescindieran del vino en todo tiempo (eso era algo voluntario como parte del voto nazareo, el que normalmente era temporal; ver Núm. 6:1–20; Amós 2:12), sino sólo cuando estaban de turno. La ebriedad habitual entre los sacerdotes fue condenada por los profetas de manera particular, precisamente porque había destruido su habilidad para enseñar, dejando por lo mismo a la gente sin una guía moral o conocimiento de Dios (Isa. 28:7–10; Ose. 4; especialmente el v. 11). En el NTNT Nuevo Testamento la misma responsabilidad de moderación y sobriedad cae sobre los cristianos, y especialmente sobre aquellos que enseñan y ejercitan el cuidado pastoral (Ef. 5:18; 1 Tim. 3:2, 3, 8; Tito 2:2, 3).

Segunda, los sacerdotes debían conocer y guardar claramente las distinciones esenciales que sostenían toda la vida de Israel; es decir, entre lo santo y lo profano, entre lo impuro y lo puro (v. 10). Para el significado de estos términos véase el comentario sobre el cap. 11.

Tercera, los sacerdotes eran los maestros de Israel (v. 11). Esta parte de las tareas de los sacerdotes a menudo se pasa por alto, debido a que tendemos a centrar nuestra atención en su papel de ofrecer sacrificios. Pero era una parte vital del sacerdocio. Era a través del sacerdote que la ley de Dios y, por lo mismo su carácter, valores, prioridades y voluntad, se daba a conocer a la gente común en la comunidad. Esto se enfatiza en otras partes, tanto positiva como negativamente, cuando fallaban (Deut. 17:9–13; 33:8–10; Ose. 4; Mal. 2:1–9). Los sacerdotes y los levitas sobresalieron en la parte educacional de las reformas más elocuentes en la historia de Israel (2 Crón. 17:7–9; 19:4–11; Neh. 8:7, 8). Esta función de los sacerdotes de enseñar a Israel tiene su contraparte en Israel como un todo, de ser el medio de Dios para enseñar su ley a las naciones (Isa. 2:3; 42:1–7; 51:4).

10:12–20 Conclusión. Luego de la interrupción causada por el pecado y su juicio, la historia regresa a su normalidad atendiendo al resto de los rituales y la limpieza. Moisés acepta las razones por las cuales Aarón y los hijos que le quedaban no podían comer de la carne de la ofrenda por el pecado en el día de su luto (vv. 19, 20), y así concluye esta sección con la misma nota positiva de los caps. 8 y 9.

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11:1-17:16 el diagnostico y tratamiento de lo inmundo

Esta sección del libro es una continuación de las instrucciones dadas a los sacerdotes en 10:10, presentando detalladas distinciones entre lo limpio e inmundo y estableciendo los métodos para tratar con lo inmundo. Trata la inmundicia en relación con la comida y el contacto con los animales (cap. 11), el parto (cap. 12), las enfermedades de la piel e infecciones fúngicas (caps. 13, 14) y flujos (cap. 15). Culmina con el gran día de la Expiación (cap. 16), el cual tenía como propósito la purificación del santuario y de toda la nación ante Dios. La sección concluye con una postdata sobre la carne consagrada y la “secular” (cap. 17).

En este punto necesitamos clarificar el significado de estas categorías que eran muy fundamentales en el mundo de los israelitas, pero muy ajenas al nuestro. En 10:10 se establecen dos pares de contrastes: lo santo y lo profano, … lo impuro y lo puro. El segundo par es realmente una subdivisión de lo profano. Para el israelita, la realidad estaba dividida en lo santo (es decir, Dios mismo y cualquier cosa consagrada a él o estrechamente asociada con él) y lo profano (común; es decir, cualquier otra cosa). Es importante observar que lo opuesto a santo no era “profano”, sino común. La palabra (traducida aquí como “profano”, que tiene una connotación popular muy diferente en castellano) básicamente significa ordinario, diario, el estado normal de las cosas en el mundo en que vivimos. Esta última categoría estaba, entonces, compuesta por aquello que era limpio e inmundo. El estado normal era que la gente y cosas eran comunes y limpias, pero la contaminación de cualquier tipo podía hacerlas inmundas. Algunas cosas y estados eran inmundos por definición y nunca podían purificarse (p. ej.p. ej. Por ejemplo algunos animales, la muerte), pero generalmente aquello que era o había llegado a ser inmundo podía ser restaurado a la “normalidad” (es decir, la condición de estar limpio y común) por medio de los rituales apropiados.

De igual manera, sólo Dios es santo por definición, pero ciertas personas y cosas podían ser hechas santas (santificadas) por medio de los rituales apropiados. A la inversa, las acciones o contactos erróneos podían profanar lo santo. Generalmente hablando, el pecado, la debilidad y varias anormalidades profanaban lo santo y contaminaban lo limpio. En la dirección opuesta, el principal trabajo de la sangre de los sacrificios era purificar lo inmundo y santificar lo común. El estado de ser común/limpio era lo normal, mientras que la santidad y la inmundicia eran los estados “anormales” en direcciones opuestas.

La única cosa que no debía permitirse que pasara, y lo que varias de las normas levíticas intentaban prevenir, era que lo santo entrara en contacto con lo impuro. Eso producía una especie de cortocircuito teológico y espiritual, y el impacto podía ser fatal, como Nadab y Abihú no fueron los primeros ni los últimos en descubrir. Finalmente, fue en la cruz cuando lo impensable se llevó a cabo; es decir, que lo absolutamente santo se dio a sí mismo para lo absolutamente impuro (la muerte), el hecho que el único verdadero y efectivo sacrificio de sangre, la sangre de Cristo mismo, permitiera que un mundo y una humanidad inmundos fueran reconciliados con su santo Dios Creador. Para parafrasear de alguna manera lo dicho por Pablo: El, el santo, se hizo inmundo, para que por medio de su sangre nosotros que somos inmundos podamos ser limpios y santificados para compartir de su santidad.

Era tarea del sacerdote enseñar y mantener estas distinciones, para que la gente común pudiera estar en un estado de limpieza normal, o ser restaurada rápidamente a este estado cuando se hacían inmundos a través de los eventos de la vida diaria en la casa o en el campo. Este propósito general se expresa brevemente al final de toda esta sección (15:31). Esto cae en lo que hemos visto que parece ser la preocupación principal de Lev. como un todo; es decir, que Dios pueda continuar morando en medio de su pueblo que es impuro. Las leyes que se presentan a continuación deben verse como un medio para lograr ese fin, no como un fin en sí mismas.

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11:1-47 Animales y alimentos limpios e inmundos

El capítulo se divide en dos secciones principales: los vv. 1–23 tratan de los animales que se pueden o no se pueden comer, y los vv. 24, 25 tratan de la impureza provocada por el contacto con ciertos animales. Debe observarse que muchas de las especies mencionadas en este capítulo no pueden ser identificadas con certeza, de allí la variación en las traducciones y comentarios.

11:1–23 Asuntos relacionados con la comida. El reino animal se subdivide en las tres esferas principales de la historia de la creación: tierra (vv. 2–8), agua (vv. 9–12) y aire (vv. 13–23). En cada caso se dan principios generales en cuanto a lo que podía comerse y lo que debía ser tratado como inmundo o “detestable” (aquí la palabra es un término técnico en relación con la dieta, no un juicio sobre el animal mismo). De los animales de la tierra, sólo aquellos que tenían pezuñas partidas y masticaban la comida completamente (ya fueran rumiantes o que parecían serlo) podían comerse. Estos serían principalmente animales domesticados. Los animales que no llenaban uno u otro de estos requisitos, o ambos, no debían comerse. De las criaturas acuáticas sólo se permitía comer las que tenían aletas y escamas. Ciertas aves, la mayoría de las cuales eran animales de rapiña o carroña (es decir, que comen animales muertos), no debían comerse; tampoco los enjambres de insectos, excepto aquellos que obviamente tenían patas para saltar.

11:24–45 Asuntos relacionados con el contacto. El contacto humano con los animales en la vida rural y cultural es muy frecuente y difícil de evitar. Aquí se proveen principios en cuanto a los tipos de contacto que hacían que una persona estuviera ritualmente impura. Quizá debido a su frecuencia y naturaleza inevitable, la inmundicia contraída de esta manera era relativamente menor, durando sólo el día en que ocurría y sólo requiriendo un lavamiento ordinario, sin sacrificio, para ser remediado. Es notable el hecho de que el contacto con los animales vivos, aun aquellos que eran inmundos y por lo tanto no debían comerse, no era contaminante. Uno podía montar los camellos o los burros y mantenerse limpio (¡ritualmente hablando!). Sólo los cuerpos de los animales muertos contaminaban a la persona que los tocaba o los cargaba, o los utensilios en los cuales caían o los tocaban. Y eso también se aplicaba a los animales limpios, excepto cuando eran sacrificados (vv. 39, 40), tanto como a los animales impuros (vv. 24–28). La muerte siempre era inmunda. La otra categoría principal de animales que causaba contaminación cuando su cuerpo entraba en contacto con la gente o cosas que la gente usaba, se describe como animales que se desplazan (vv. 29–42), aunque la expresión es muy vaga. El término original parece referirse a criaturas cuyo desplazamiento es resbaloso o rápido, o hasta anormal (¡desde un punto de vista humano!).

El capítulo concluye (44–47) con un recordatorio del propósito detrás de los reglamentos y de la motivación histórica para guardarlos; es decir, que los israelitas eran el pueblo a quien Dios había redimido de Egipto y, por lo mismo, tenía que ser distinto (santo). Seréis santos, porque yo soy santo, es casi como un lema en Lev. (cf.cf. Confer (lat.), compare 19:2; 20:26). Dirigidos a toda la nación, los requisitos de santidad no significaban que todos ellos tenían que ser como los sacerdotes, sino que al igual como los sacerdotes eran para las masas de la gente, así ellos como nación debían ser para el resto de las naciones. Esta demanda para este distintivo nacional (cf.cf. Confer (lat.), compare 18:3; 20:24, 26) nos provee la primera pauta para entender el significado de las distinciones de lo limpio/inmundo en este capítulo.

Cuatro preguntas pueden formularse en relación con estas leyes:

1. ¿Hay alguna razón fundamental detrás de las categorías? Se han hecho varios intentos para explicar por qué ciertas especies eran consideradas limpias y otras inmundas. Algunos consideran que las distinciones eran puramente arbitrarias con la intención, por lo mismo, de que sirviera como una prueba de obediencia

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total. Otros sugieren que los animales asociados con cultos paganos eran inmundos, pero esto no parece ser verdad en muchos de los casos; por ejemplo, en Canaán los toros eran sagrados en la adoración a Baal. Un punto de vista bastante popular considera que la higiene y la salud eran un factor principal. Es cierto que algunos de los animales inmundos (por ejemplo: los marranos y las aves de rapiña) tienen una probabilidad mayor de transmitir enfermedades y parásitos. También es verdad que muchas de las precauciones en relación con la carne muerta (especialmente por medio de lavarse) tienen sentido (como también muchos de los requisitos sanitarios en los caps. 13–15). Sin embargo, aunque podemos honrar la sabiduría del Creador con dichos detalles, esta teoría aún queda corta al tratar de explicar muchas de las distinciones, y ni siquiera se insinúa en el texto mismo.

La explicación más reciente, desde una perspectiva antropológica, toma en consideración las tres clasificaciones principales (tierra, agua, aire) y las referencias a las formas de movimiento en cada elemento. Existe una preferencia por lo que se considera “normal” en términos generales. La manera en que el sacerdote israelita entendía lo que era la santidad y lo limpio estaba fuertemente basado sobre la preocupación de preservar la entereza o integridad de las cosas, y evitar que las categorías se mezclaran o confundieran. Esto se refleja en el evento de la creación misma, el cual fue un asunto de distinciones cuidadosas entre la luz y la oscuridad, cielos y tierra, tierra y mar, etc. Esto se aplicó a la clasificación de los animales que se conformaban a un cuadro simple de lo que era “estándar” en cada esfera. Los rumiantes con pezuñas eran animales domésticos de la tierra considerados “estándar”; es decir, apropiados para los sacrificios. Las aletas y escamas eran el equipo “estándar” de las criaturas del mar. Las aves de rapiña y las que se alimentan de carne inmunda obviamente comían la carne con sangre y, por lo tanto, se comportaban de una manera “inmunda”. Las criaturas que se movían en variadas maneras y violaban las fronteras, o cuyos movimientos eran arteros e impredecibles, también eran “anormales”. Estas eran categorías generales y desde la perspectiva de un ser humano promedio como cocinero, no como un biólogo. Todo lo que estaba de por medio era la pregunta si acaso un animal en particular era apropiado para comerse. La impureza, para el propósito previamente establecido, no era un repudio de la criatura misma o negar su lugar dentro de las maravillas de la loable creación de Dios, como frecuentemente lo declaran los salmistas y otros.

2. ¿Por qué puso Dios dichas restricciones sobre la comida? Ya hemos notado la importancia de 11:44–47 en su llamado a la santidad comunitaria. Las notables leyes alimenticias de Israel serían una marca o símbolo de su distinción como una nación (ver Deut. 14:2, 21). De la misma manera en que Dios había limitado su opción entre las naciones de la tierra al elegir a Israel solo, ellos también debían limitar sus opciones entre los animales. La distinción entre los animales limpios e inmundos reflejaba simbólicamente la distinción entre el resto de las naciones e Israel. Por lo tanto, las leyes alimenticias actuaban como un recordatorio constante para Israel de la importancia de la santidad y su llamado a ser diferentes. No era un asunto de superioridad (de la misma manera que los animales limpios no eran “superiores” al resto), sino a causa de la obra redentora de Dios en la historia de Israel y su propósito redentor para el futuro. Y dado que las leyes alimenticias sólo eran una parte de toda la ley, las cuales, inclusive en Lev., incluían toda la gama de los requisitos morales y espirituales, personales y sociales, eran como una insignia o uniforme que dice algo de quien lo lleva puesto y lo compromete a cierta forma de conducta estándar que se espera de él o ella. La santidad, entonces, estaba entretejida en la vida diaria. Cada comida y cada encuentro con el mundo ordinario del trabajo, eran para las familias de Israel un recordatorio de la redención de Dios para con su pueblo y de los valores morales con los cuales ellos estaban comprometidos.

3. ¿Están los cristianos obligados a observar estas leyes alimenticias? La respuesta más simple es no, pero es importante entender por qué. Jesús explícitamente abrogó la validez de la distinción entre la comida

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limpia e inmunda declarando que era la distinción moral, la cual era el significado verdadero de la ley, lo que realmente contaba. De este modo, “limpieza” e “inmundicia” ya no es un asunto de lo que va al estómago, sino de lo que sale del corazón (Mar. 7:14–23). La importancia más significativa de lo moral sobre lo meramente ritual era, por supuesto, algo que el ATAT Antiguo Testamento mismo enseñaba, así que no fue meramente esa percepción la que condujo a abrogar las leyes alimenticias en el NTNT Nuevo Testamento.

Inmediatamente después de sus declaraciones en cuanto a lo “limpio” e “inmundo”, Jesús se dirigió a Tiro, encontrándose con una mujer gentil y sanó a su hija. Esto apunta a la razón principal por la cual se eliminó la distinción entre la comida limpia e inmunda; es decir, la remoción de la distinción entre judíos y gentiles, lo cual ejemplificó la acción de Jesús (una excepción a lo que fue su práctica normal durante su vida). Este significado es sellado en Hechos 10, donde la visión de Pedro, por medio de la cual se le enseñó que la división en el reino animal ya no era válida, era para prepararlo para su visita a Cornelio, el gentil. Esta memorable abolición de la barrera entre judíos y gentiles a través de Cristo significó que la insignia distintiva de la separación judía ya no tenía ningún significado teológico en el nuevo y multirracial pueblo de Dios (Gál. 3:26–29; Ef. 2:11–22). Por lo tanto, también quedaba abolida la división del reino animal que la misma había reflejado.

4. ¿Qué puede aprender el cristiano de estas leyes? Primero, la importancia de la distinción de ser el pueblo de Dios en medio del mundo. Aun para el Israel del ATAT Antiguo Testamento, la purificación ritual, desde la cocina hasta el santuario, tenía el propósito de simbolizar un mayor requisito por parte de Dios en cuanto a la integridad moral, justicia social y lealtad al pacto. De hecho, tal como lo señalaran vigorosamente los profetas (y Jesús), si estas cosas mencionadas no estaban presentes, entonces la limpieza ritual, por muy escrupulosa que fuera en todos sus aspectos, no servía para nada. Si los cristianos fuéramos tan serios en relación con la distinción moral como Israel lo era con la purificación ritual, entonces nuestra “sal” y “luz” tendrían más poder en el mundo.

Segundo, que la comida todavía es un asunto de importancia moral. Qué, cómo, dónde y con quién comemos todavía son asuntos significativos de nuestra amplia gama de costumbres culturales. Como tal, conjuntamente con todos los factores que se dan en cualquier cultura, pueden estar abiertos a discusión, ofensa y malentendidos. Por eso, las discusiones detalladas de Pablo en relación con la comida (Rom. 14; 1 Cor. 8), aunque mayormente en un contexto judío-gentil, tienen una fuerza moral poderosa en toda la gama de asuntos sobre los cuales están en desacuerdo los cristianos. El hecho de que la ley sobre la comida haya sido abolida no anula la necesidad de amor, aceptación y sensibilidad. Aunque un cristiano puede comer cualquier cosa, hay circunstancias bajo las cuales no debe comer algunas cosas (Rom. 14:14–21). ¿Está el cristiano atado a la ley levítica en cuanto a la comida? ¡Sí! Pero no por la ley del cap. 11, sino por la de 19:18, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 13:9, 10).

12:1-8 Impureza a causa de parto

El cap. 11 trata de la impureza causada por factores externos, como el comer o tener contacto con animales. Los caps. 12–15 tratan principalmente de la impureza causada por funciones o condiciones del cuerpo humano (excepto por las secciones sobre infecciones en las casas o en textiles). Es importante observar que el concepto de purificación ritual no necesariamente implica o presume un carácter moralmente pecaminoso. Todo acto pecaminoso causaba que una persona fuera impura, pero no toda forma de impureza era a causa de pecado o un asunto de culpa moral. No hay nada inherentemente pecaminoso acerca de los animales que fueron declarados impuros en el cap. 11. Tampoco hay nada

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moralmente pecaminoso con la menstruación o las úlceras. Sin embargo, en el pensamiento del sacerdote, los flujos del cuerpo, especialmente los que involucraban sangre, eran una forma de imperfección. La sangre era vida, y por lo mismo la pérdida de ella en cualquier forma era un rompimiento de la salud normal y potencialmente una causa de muerte. Por lo tanto, dichos flujos hacían que una persona estuviera temporalmente incapacitada para participar en la adoración en el santuario en presencia de cosas y personas santas. La inmundicia no puede encontrarse con lo santo. La impureza era un estado de cuarentena ceremonial y religiosa, no un estado de pecado moral (excepto por el hecho de que todos eran pecadores, igualmente los puros como los impuros).

Este punto es particularmente relevante en el cap. 12. Es imposible, desde el punto de vista en que el ATAT Antiguo Testamento presenta la procreación como un mandato de Dios (Gén. 1:28), uno de sus mejores dones (Sal. 127:3; 128:3–6) y uno de los goces humanos más grandes, imaginarse que la impureza aquí asociada con el parto fuera algo pecaminoso en sí mismo. Tampoco, en vista de Gén. 2:24, sin mencionar el Cantar de los Cantares, porque la relación sexual entre los cónyuges fuera considerada como pecado. Las palabras de David en el Sal. 51:5 no son un comentario sobre la moralidad de su madre ni tampoco sobre el acto por el cual él fue concebido, sino una profunda concientización de la gravedad de su propia pecaminosidad; es decir, en ningún momento de su vida había sido él “inocente”. La razón de la impureza mencionada en este texto es la pérdida de sangre que acompaña el nacimiento, y después continúa en cantidades menores por un período de dos a seis semanas (técnicamente esto se conoce como loquios). Así que, el período de impureza duraba más tiempo que el de una menstruación normal (15:19–24). No se da ninguna razón del porqué el período para un hijo era de 40 días, mientras que para una hija era de 80 días, aunque algunos sugieren que puede haber sido porque se esperaba que la muchacha menstruara en el futuro.

La ley, aunque formulada en una categoría desconocida para nosotros; es decir, impureza ritual, tenía un efecto social beneficioso dándole a la madre un período posnatal de seclusión.

Al final del período de impureza, se reanudaban las relaciones sociales y religiosas normales, después de ofrecer sacrificios que tenían el efecto de expiación y purificación. La expiación era a causa de la pecaminosidad general de cualquier adorador de la cual tenía que ser perdonado cuando se presentaba ante Dios, no, como lo hemos notado, por ningún pecado relacionado con el parto mismo. Lucas registra cómo se llevaron a cabo estas ceremonias después del nacimiento de Cristo, acompañadas por una palabra profética y un saludo (Luc. 2:21–39).

Nota. 3 Sobre la circuncisión, véase el comentario de Gén. 17.3.

13:1-14:57 Impureza a causa de infecciones

¡En el Israel del ATAT Antiguo Testamento, los sacerdotes eran gente muy ocupada! Además de sus obligaciones en el santuario y sus responsabilidades como maestros de la ley, también tenían que funcionar como inspectores de sanidad pública. Estos capítulos tratan de la detección y el diagnóstico de infecciones de la piel, “infecciones” en textiles e “infecciones” en edificios, conjuntamente con las acciones prescritas para cada caso. Aunque es obvio que técnicamente era diferente, la apariencia externa de las tres categorías tenían suficientes similitudes como para ponerse juntas en un solo grupo como causa de impureza y certificación de un tratamiento cuidadoso. Los capítulos están divididos en tres secciones principales, tal como lo indica el encabezado Jehovah habló a Moisés y la conclusión: Estas son las instrucciones acerca de … : En el diagnóstico y la acción en casos de enfermedades en la piel humana y

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textiles contaminados (13:1–59), el ritual de purificación para la gente que se había recuperado de enfermedades cutáneas (14:1–32), y el diagnóstico, la acción y la purificación en casos de “infecciones” en las casas (14:33–57).

La palabra heb. que se aplica a estas tres condiciones es saraat. Se acostumbraba traducir como “lepra”, pero ahora se cuestiona si realmente los síntomas descritos corresponden a la lepra en sí (la enfermedad de Hansen), y de cualquier manera, ese término difícilmente puede usarse para los textiles o edificios. Aparentemente el término cubre un sinnúmero de condiciones donde existe hinchazón, mancha, costra, llagas o moho.

La primera (caps. 1–7) establece cómo se debían ofrecer las distintas clases de sacrificios. Por medio de la ofrenda que se quemaba sobre el altar, estos sacrificios expresaban simbólicamente el total sometimiento y la adoración debida al Señor, que es el único Creador de todo cuanto existe. Además, según las necesidades de las personas y de toda la comunidad, los sacrificios se ofrecían también en acción de gracias, para entrar en comunión con Dios y para obtener el perdón de los pecados (véanse 1.3 n.; 3.1 n.; 4.1-35 n.).

La segunda sección (caps. 8–10), que en parte es narrativa y en parte legislativa, se refiere a la ordenación de los sacerdotes. Allí se relata cómo Moisés cumplió las instrucciones impartidas por el Señor (cf. Ex 29.1-37), dejando así establecido el sacerdocio levítico como una de las instituciones fundamentales del antiguo Israel. También se hace referencia a los ritos de consagración y al simbolismo de las vestiduras sagradas, que expresaban de manera concreta el sentido, el carácter y el papel del sacerdocio en el culto del antiguo pacto.

La tercera parte (caps. 11–16) está consagrada a la distinción entre lo puro y lo impuro, y a las maneras de recuperar el estado de pureza cada vez que se hubiera contraído alguna impureza legal. Esta sección culmina con el solemne ritual de la expiación, en el llamado Día del perdón (heb. Yom Kipur ).

A continuación viene la llamada “Ley de santidad” (caps. 17–25), que constituye, por así decirlo, el corazón de Levítico. Esta sección contiene algunas prescripciones relativas al culto, pero lo que más se destaca son las normas para una forma de vida cimentada en la santidad, en la justicia y en el amor fraterno.

Por último, el libro se cierra con una serie de bendiciones y maldiciones (cap. 26) y con un apéndice acerca de las cosas consagradas al Señor (cap. 27).

A primera vista, Levítico puede parecer un libro árido y de escaso interés para el cristiano. Se tiene la impresión de que sus prescripciones no son nada más que la expresión de un ritualismo puramente exterior y ya superado. Sin embargo, debajo de su caparazón un poco duro se encierra un mensaje del más alto valor religioso. Todo el libro, en efecto, está dominado por la idea de la santidad. El Señor, Dios de Israel, es un Dios santo y quiere para sí un pueblo santo (19.2). Por eso, todas las observancias que se prescriben tienen como finalidad fundar sobre la tierra, en medio de las naciones paganas, un pueblo consagrado enteramente a la alabanza y al servicio del verdadero Dios.

Por esa misma razón, el Señor no se limitó a establecer las ceremonias con las que quería ser honrado por su pueblo, sino que también puso de manifiesto lo que significaba llevar una vida santa en el campo individual y social. Y como ese pueblo era pecador, le dio en los sacrificios y en los ritos de purificación un medio para expiar los pecados y eliminar las impurezas.