lectura nº 27 eduardo ortiz. el paradigma idealista

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80 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES EL PARADIGMA IDEALISTA Entre las obras que se conservan de Platón están sus cartas. Aquella que sus comentaristas identifican como "Carta Séptima" contiene en pocas palabras el terna de La República. La carta fue escrita cuando el filósofo era un hombre viejo que recordaba sus experiencias de juven- tud, en especial, el trauma de la injusta condena de su amigo y maestro Sócrates. Éste fue uno de los acontecin1ientos más lamentables del res- tablecimiento de la democracia en Atenas después de los sucesos polí- ticos que siguieron a la guerra del Peloponeso. Sócrates fue ejecutado en el año 399 a. de C., acusado de impie- dad y corrupción de la juventud. La obra política de Platón estuvo in- fluida, de una manera decisiva, por estos eventos que provocaron en él un proftmdo escepticismo frente a la realidad y una convicción absolu- ta de que sólo una mente gobernada por principios filosóficos es capaz de diseñar un proyecto político apto para funcionar correctamente. En la producción de Platón, esa manera de concebir el tratamiento de la política se expresó en su obra La República y posteriormente en Las Le- yes. En esencia Platón nos transmitió el pensamiento de Sócrates acerca de la necesidad de descubrir los elementos comunes presentes en todas las acciones particulares que constituyen 1.ma clase general. Hay que preguntar ¿qué es la piedad? o ¿qué es la justicia? e insistir en que la respuesta correcta no reside en una enumeración de acciones piadosas o justas, sino en la afirmación de las nociones generales de piedad o justicia, que permean cada acción particular y que les dan el carácter de acciones piadosas o justas. En general los interlocutores de Sócrates eran incapaces de responder pues no sabían lo que eran la piedad o la justicia. Lo mismo podría decirse de la democracia: mucha gente soste- nía conocer el bien en política, pero sus opiniones n1.mca eran smneti- das a examen. Lo más probable, entonces, es que sus acciones fueran equivocadas por estar basadas en la ignorancia. En suma, las cuestio- nes de moralidad y política se convertían en Sócrates y Platón en cues- tiones de conocimiento. Si se supieran las respuestas el error y la con- fusión podrían evitarse. Las enseñanzas de Sócrates desarrolladas por Platón y consideradas corno clave en el curso del pensamiento occiden- tal, son conocidas corno idealismo y determinan una línea de pensa- n1iento que veremos reaparecer continuamente a través de la historia. En la "Carta Séptima" a que hemos hecho mención Platón dice: Finalmente llegué a la conclusión de que todos los Estados existen- tes estaban mal gobernados, y de que sus constituciones eran irnpo-

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  • 80 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    EL PARADIGMA IDEALISTA

    Entre las obras que se conservan de Platn estn sus cartas. Aquella que sus comentaristas identifican como "Carta Sptima" contiene en pocas palabras el terna de La Repblica. La carta fue escrita cuando el filsofo era un hombre viejo que recordaba sus experiencias de juven-tud, en especial, el trauma de la injusta condena de su amigo y maestro Scrates. ste fue uno de los acontecin1ientos ms lamentables del res-tablecimiento de la democracia en Atenas despus de los sucesos pol-ticos que siguieron a la guerra del Peloponeso.

    Scrates fue ejecutado en el ao 399 a. de C., acusado de impie-dad y corrupcin de la juventud. La obra poltica de Platn estuvo in-fluida, de una manera decisiva, por estos eventos que provocaron en l un proftmdo escepticismo frente a la realidad y una conviccin absolu-ta de que slo una mente gobernada por principios filosficos es capaz de disear un proyecto poltico apto para funcionar correctamente. En la produccin de Platn, esa manera de concebir el tratamiento de la poltica se expres en su obra La Repblica y posteriormente en Las Le-yes. En esencia Platn nos transmiti el pensamiento de Scrates acerca de la necesidad de descubrir los elementos comunes presentes en todas las acciones particulares que constituyen 1.ma clase general. Hay que preguntar qu es la piedad? o qu es la justicia? e insistir en que la respuesta correcta no reside en una enumeracin de acciones piadosas o justas, sino en la afirmacin de las nociones generales de piedad o justicia, que permean cada accin particular y que les dan el carcter de acciones piadosas o justas. En general los interlocutores de Scrates eran incapaces de responder pues no saban lo que eran la piedad o la justicia. Lo mismo podra decirse de la democracia: mucha gente soste-na conocer el bien en poltica, pero sus opiniones n1.mca eran smneti-das a examen. Lo ms probable, entonces, es que sus acciones fueran equivocadas por estar basadas en la ignorancia. En suma, las cuestio-nes de moralidad y poltica se convertan en Scrates y Platn en cues-tiones de conocimiento. Si se supieran las respuestas el error y la con-fusin podran evitarse. Las enseanzas de Scrates desarrolladas por Platn y consideradas corno clave en el curso del pensamiento occiden-tal, son conocidas corno idealismo y determinan una lnea de pensa-n1iento que veremos reaparecer continuamente a travs de la historia.

    En la "Carta Sptima" a que hemos hecho mencin Platn dice:

    Finalmente llegu a la conclusin de que todos los Estados existen-tes estaban mal gobernados, y de que sus constituciones eran irnpo-

  • PARADIGMAS 81

    sibles de reformar sin un tratamiento drstico y una buena dosis de buena suerte. Fui obligado, en efecto, a creer que la nica esperanza de encontrar justicia para la sociedad o para el individuo yace en la verdadera filosofa y que la humanidad no tendr alivio de sus pro-blemas hasta que el poder poltico sea ganado por verdaderos fil-sofos, o por polticos que por algtm milagro se hayan convertido en filsofos de verdad70 .

    En lo que se ha considerado como el ms largo sermn de Platn al mundo, Las Leyes, escrito entre los aos 350 y 340 a. de C., el filsofo establece la importancia predominante de la ley como instrumento, aunque esencialmente imperfecto, para la salvacin moral de la socie-dad. El gobernante ideal, con su conocimiento experto de las leyes mo-rales, se somete, en esta obra tarda, al mandato de la norma. Toda la vida de la comunidad debe, en consecuencia, ser regulada por tU1 cdi-go detallado de leyes que expresarn hasta donde sea posible la versin del filsofo acerca del bien.

    En la visin idealista de la poltica y la sociedad hay pues, desde la antigedad clsica griega, esta idea felizmente graficada como ser-mn. Una autoridad poltico filosfica dice lo que es bueno, sin dete-nerse mucho a considerar cmo son las cosas en verdad y postulando, en cambio, recomendaciones acerca de cmo ellas deban ser. El can1po de aplicacin de las leyes es una repblica idealllmnada "Magnesia" habitada por el nmero preciso de 5.040 ciudadanos, ubicada a nueve o diez millas del mar en un territorio que proporcionar decente, pero no lujoso, nivel de vida. El tamao pequeo del territorio estin1ular la in-timidad y la amistad entre sus habitantes. Sus niveles de vida n1odes-tos asegurarn la sobriedad y la moderacin desincentivando los exce-sos y los vicios. Las relaciones con el exterior son tambin estrictmnente reguladas pues su situacin ren1ota desalienta las visitas no deseadas, como las de comerciantes y mercaderes, quienes son considerados fuente potencial de innovacin y desacuerdo. Existir una clase de residentes ex-tranjeros a los que slo se les permitir tma permanencia de veinte rulos.

    No es sorprendente que en las reflexiones de Platn -o n1ejor en las reflexiones de Scrates segtm Platn- aparezcan los problemas que se suscitan entre pueblos diferentes, es decir, los te1nas de relaciones inter-nacionales aunque el concepto no corresponda exactmnente a esos tien1-

    70 Platn, "Carta Sptima", tomado de la introduccin del traductor de La Replblica.. Versin inglesa de Desmond Lee en Penguin Books (1955), 1974. (Tra-duccin nuestra).

  • 82 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    pos. De ellos, los que conciernen a las reglas de la guerra, han sido siem-pre de primordial importancia. En el texto de La Repblica, Scrates hace proposiciones que l considera deseables pero, al mismo tiempo, posibles. Los idealistas reconocen las dificultades que encontraran sus fnnulas, pero no abandonan las esperanzas de que ellas sean realidad gracias a la razn o a la bondad de los seres humanos. En la actividad guerrera debe-rn tomar parte tanto los hombres como las mujeres y los nii'ios:

    Hombres y mujeres servirn jtmtos y llevarn a los nios a la guerra con ellos cuando han alcanzado la edad suficiente para pennitirles ver, como ocurre en otras actividades, la tarea que debern hacer cuando crezcan. Adems, viendo lo que ocurre, harn todo lo que es til para sus madres y padres durante la campai'ia71

    Tambin se refiere a los premios y castigos a los soldados durante las operaciones militares y al tratamiento de los enemigos. Claramente considera que la guerra es una actividad caracterstica de la humanidad y distingue entre guerras civiles y guerras propiamente tales:

    Pienso que las palabras "guerra" y "guerra civil" reflejan una dife-rencia real entre dos tipos de disputa. Y de los dos tipos uno es in-terno o domstico y el otro exterior o extranjero. Se puede llamar al primero guerra civil y al otro guerra72.

    Asimismo Platn plantea la identidad griega en relacin con la condi-cin de brbaro. Los griegos, aunque pertenecientes a diferentes ciuda-des, deben regular sus relaciones como si fueran internas, en tanto que las relaciones entre griego y brbaro son siempre exteriores:

    Entonces, piensas que es correcto si yo digo que todas las relaciones entre griego y griego son internas y domsticas y todas las relaciones entre griego y brbaro son externas y extranjeras? ... Adrnirable73.

    Luego siguen consideraciones acerca de la conducta que se debe adop-tar en la conduccin de la guerra entre los griegos o de griegos contra brbaros. La idea de unidad griega es siempre deseable de preservar por la necesidad de no caer a merced de los brbaros.

    Cicern (106-43 a. de C.), en Roma, es otro ejemplo de este modo de ver las cosas de la poltica. Cree que la ley est basada en la recta

    71 Ibd. 72 Ibd. 73 Ibd.

  • PARADIGMAS 83

    razn. La razn radica en la naturaleza que es la fuente primaria del Derecho. Todos los seres humanos poseen razn y son capaces de dis-cernir entre lo justo y lo injusto. Esto lo conduce a la conciencia de una cierta igualdad en el gnero humano y lo lleva, en su obra Sobre los de-

    beres~ a condenar las vejaciones que reciben los extranjeros, quienes me-recen poder vivir en las ciudades ron1anas o comerciar aunque no sean ciudadanos. Sin embargo, esta concepcin igualitaria del gnero huma-no no le impide ser enftico en su recomendacin en La Repblica de que las ciudades sean construidas lejos del mar para evitar la corrup-cin de las costumbres:

    Tambin las urbes martimas experimentan una cierta corrupcin y cambio en las costumbres; en efecto, se mezclan en ellas lenguajes y hbitos impropios, y se importan no slo mercancas, sino tambin costumbres extranjeras, de suerte que nada puede permanecer puro en las instituciones heredadas ... Sin embargo, estas fallas van unidas a una gran ventaja; a saber, la de la facilidad con que pueda llegar todo de todas partes a la urbe en que vives y en reciprocidad ella puede tambin transportar y enviar todo lo que producen sus cam-pos al pas que desee74

    San Agustn, quien hereda el platonismo a travs de Plotno, de Porfirio y del mismo Cicern, sostiene que hay una capacidad en la mente de conocer las verdades de una manera mucho ms significativa que la co-rriente de sensaciones y percepciones que llegan a travs del cuerpo. Es ndudable que hay verdades que esperan ser conocidas. La mente tiene hambre de verdad. Pero Agustn, bajo las presiones de la consideracin religiosa, sostiene que el conocimiento no es slo una posicin esttica del que conoce sino una relacin siempre creciente con Dios75.

    Agustn distngue dos ciudades, la de Dios y la terrena, en la que simboliza a Roma en manos de Satn. La salvacin de la ciudad terrena es su aproximacin a la ciudad de Dios:

    Hemos dicho que de ah proceda la existencia de dos ciudades di-versas y contrarias entre s: unos viven segn la carne y otros segn el espritu. Esto equivale a decir que viven unos segn el hmnbre y otros segn Dios76

    74 Cicern, La Repblica, traduccin de Rafael Prez Delgado, Aguilar, Ma-drid, 1979.

    75 Henry Chadwick, Augustine, Oxford University Press, Oxford, 1986. 76 San Agustn, La Ciudad de Dios, traduccin de Santa Marta del Ro y

    Fuertes Lanero, Editorial Catlica, Madrid, 1978.

  • 84 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    San Agustn, que emple treinta aos en escribir esta obra, no debe ser considerado un terico poltico en sentido estricto, pero su influencia posterior es indiscutible, sobre todo en la fonnacin de un modo de fi-losofar que es bsicamente una aproxilnacin idealista.

    El orden medieval se sustentaba en la autoridad de dos grandes instituciones: la Iglesia y el hnperio. Ambas aspiraban a representar la continuidad de aquella otra gran autoridad que haba sido el Imperio Romano. Cuando el orden medieval y la unidad representada por el ca-tolicismo romano y el Sacro Imperio Rmnano Gennnico comienzan a ser amenazados por el Islam, primero, y por la Reforma, despus, los tericos hicieron surgir otro instrumento de unidad. Coincidente con la aparicin de Estados nacionales revive la teora del Derecho Natural, que es el fundamento del Derecho de Gentes.

    La teora del Derecho Natural, que se expandi en la Edad Media, reflejaba no slo la existencia de una cmnunidad de fe, sino tambin una estructura de la sociedad poltica fLmdada en Lma red de rela-ciones personales y jerarquizadas. A partir de la construccin de grandes Estados soberanos, la unidad moral y jurdica de la cristian-dad estaba rota. Ser necesario explicar cmo se anudan y se des-anudan las relaciones entre colectividades soberanas, en ausencia de toda autoridad susceptible de ilnponerles sus decisiones77.

    Se hace necesario examinar los rasgos salientes del pensamiento de aquellos filsofos polticos qtle se preocuparon del Derecho de Gentes y del estado de naturaleza, partiendo de sus representantes ms re-motos.

    Sin ser exacta1nente un terico poltico, Santo Toms de Aquino (1224-1274), influy muy poderosamente en conformar el pensamiento de Occidente pues sus lecciones y construcciones ideales marcaron defi-nitivamente el pensamiento poltico medieval que continu extendin-dose, a travs de sus seguidores, hacia los tiempos modernos. Santo To-ms sirve de puente entre la Antigedad greco-latina y el medioevo de tma manera semejante a como lo haba hecho San Agustn con las ense-anzas platnicas. Es decir, as como Agustn cristianiz a Platn, San-to Toms cristianiz a Aristteles. En efecto, Sm1to Toms estudi el sa-ber aristotlico, preservado durante la primera Edad Media en estudios

    77 Marcel Merle, Tlteorie Gnrale des Relations Intemationales, Institut d'tudes Politiques de Paris, Les cours de Droit, Pars, 1973~1974, mimeo. (Tra-duccin nuestra).

  • PARADIGMAS 85

    rabes y judos, y lo integr a la visin del hombre y el cosmos de su tiempo. Su logro fundatnental fue incorporar la razn a un Inundo re-gido por la fe, construyendo una teora que no dej de lado la revela-cin. En sus obras Suma Teolgica, Suma contra gentiles, Comentarios a la tica y a la Poltica de Aristteles y La Monarqua (1265-1267) materializa sus enseanzas y visiones en el campo de la poltica, de lo cual es un magnfico ejemplo la ltima de las obras nombradas. Santo Toms es un claro caso de lo que entendemos por un idealista. Su punto de par-tida es el Derecho Natural que se basa en esa capacidad, comn a to-dos los hombres y recibida de Dios, de descubrir ciertas normas funda-mentales. As dotados, los hombres pueden construir un orden poltico conducido por quien est llamado a representarlos cmno comtudad en la tierra: el monarca. Al n1onarca van dirigidos sus consejos acerca de cmo organizar la sociedad terrenal:

    Es necesario comenzar ahora en nuestro comentario por exponer qu se entiende por la palabra rey. Porque todo cuanto se ordena a un fin puede ser conducido por diferentes caminos, se precisa un di-rigente por medio del cual llegue directmnente a su fin todo lo des-tinado a F3.

    En el libro Segundo de La Monarqua los captulos finales estn referi-dos a lo que los reyes deben hacer al ftmdar ciudades:

    [ ... ]para conseguir la gloria, eligiendo para ellas los lugares teinpla-dos ... (Captulo 5)79

    Elegirn tambin zonas:

    [ ... ] en las que la atmsfera sea lo ms saludable posible y en qu y con qu signos se conoce tm lugar as. (Captulo 6)80

    [ ... ] que cuente con abtmdancia de vveres, sin lo cual no sera [per-fecta]. 81

    La regin que el rey elige para ftmdar ciudades y catnpmnentos:

    78 Santo Toms de Aquino, La Monarqua, traduccin de Robles y Chueca, Tecnos, Madrid, 1994.

    79 Ibd. 80 Ibd. 81 Ibd.

  • 86 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    [ ... ]debe tener lugares amenos; pero debe procurar que los ciudada-nos no abusen de los Inisinos, sino que se sirvan de ellos con Inode-racin; de lo contrario, la disolucin acarreara la ruina del reino82

    La aproximacin tomista fue aplicada a las cuestiones que plantearon, a partir de la poca de los descubrimientos geogrficos, los pensadores espaoles Francisco de Vitoria (1483-1546) y Francisco Surez (1548-1617). Vitoria naci en Burgos e ingres a la orden dominica en la mis-ma ciudad. Estudi Teologa y Humanidades en Pars, doctorndose en 1523. Regres a Espaa y ense en Valladolid. En 1526 obtuvo la cte-dra de Teologa en Salamanca. All introdujo la Suma de Toms de Aquino como libro de texto. Su obra est recogida en las Relectiones, que eran conferencias extraordinarias sobre los ms diversos ten1as de actualidad dadas en das de fiesta ante la universidad en pleno. Se con-servan trece de ellas entre las que estn las relativas a las Indias (De Indis Prior y De Indis Posterior sive de Iure belli) de 1539. En el campo in-ternacional utiliza una perspectiva idealista porque sus doctrinas acer-ca de los hechos de la realidad indican que deben ser enfrentados a par-tir de un cierto ideario. En l estn fundadas sus enseanzas sobre el derecho de la guerra y sobre la conquista de las Indias.

    En relacin con el derecho de la guerra, teoriza sobre la guerra jus-ta, que es la que busca reparar una ofensa injusta grave (causa justa) promovida por la autoridad legtima y que est slo inspirada por la recta intencin.

    Cuestin Tercera: Cul puede ser la razn y la causa de una guerra justa. La cual es ms necesaria para todo el problema y la controver-sia acerca de los brbaros. Para esto establezco como Primera Propo-sicin: la diversidad de religin no es causa justa para tma guerra. Queda largamente probada en la releccin anterior, donde impugna-mos el cuarto ttulo que puede pretenderse para la posesin de los brbaros, esto es, cuando no quieren recibir la fe cristiana. Es senten-cia de Santo Toms, y conn entre los doctores, y no s d~ ninguno que sienta lo contrario83

    En relacin con la conquista de las Indias, un te1na muy interesante para los latinoamericanos, hay pasajes muy importantes en la obra de

    82 Ibd. 83 Francisco de Vitoria, De Indis Posterior, Releccin II, Obras, edicin de

    T. Urdanoz, Editorial Catlica, Madrid, 1960 .

    ._, _______________________________ ------..._,_.,

  • PARADIGMAS 87

    Francisco Vitoria. Afirma que los indios son los verdaderos dueos de su territorio con anterioridad a la llegada de los espaoles. En el hecho se trata de un cuestionamiento a la ocupacin. Por lo tanto, a su juicio, se hace necesaria una distincin entre ttulos legtimos e ilegtimos. En-tre los primeros estn: la tutela de la natural sociabilidad del hombre y de la libre comunicacin {de paso defiende la libre navegacin de los mares un siglo antes que Grocio ); el derecho de evangelizacin (con matices); la accin en favor de los convertidos; la intervencin hmnani-taria en defensa de los inocentes y para impedir sacrificios humanos; la eleccil) voluntaria; la alianza y la amistad.

    Por el contrario son ttulos ilegtimos: la alegacin de autoridad universal del Emperador o del Papa; el derecho de ocupacin que slo procede respecto de las res nullius (cosas que no pertenecen a nadie) en tanto que las tierras americanas pertenecen a los indios; el derecho de compulsin por no abrazar el cristianismo; los pecados de los indios y las enajenaciones contractuales o por ordenacin divina:

    Disertar ahora sobre ttulos legtimos e idneos por los que pudie-ron los brbaros venir a poder de los espaoles. l. En Primer Ttulo puede nombrarse de la sociedad y comunicacin natural. 2. Y acerca de esto sea as la Primera Conclusin: Los espaoles tienen derecho de recorrer aquellas provincias y de permanecer all, sin que puedan prohibrselo los brbaros, pero sin dao alguno de ellos. Se prueba en primer lugar, por el derecho de gentes, que es derecho natural o del derecho natural se deriva, segn el texto de las Instituciones: Lo que la razn natural estableci entre todas las gentes se llama dere-cho de gentes. Mas en todas las naciones se tiene cmno inhumano el tratar y recibir mal a los huspedes y peregrinos sin motivo alguno especial; y, por el contrario, es de hwnanidad y cortesa comportarse bien con ellos, a no ser que los extranjeros reportaran dao a la na-cin84.

    Francisco Surez (1548-1617) naci en Granada. Estudi Derecho Can-84 Ibd. La argumentacin es muy extensa y detallada y se convierte en un alegato justificatorio de la presencia espaola y de la extraccin de riquezas. Por ejemplo, agrega Vitoria: "3. Segunda Proposicin: es lcito a los espai.oles comerciar con ellos, pero sin perjuicio de su patria, importndoles los produc-tos de que carecen y extrayendo de all oro y plata u otras cosas en que ellos abundan; y ni sus prncipes pueden impedir a sus sbditos que comercien con l~s espaoles ni, por el contrario, los prncipes de los espai.oles pueden prohi-btrles el comerciar con ellos ... 4. Tercera Proposicin: Si hay cosas entre los br-

  • 88 EL ESfUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    nico, Filosofa y Teologa en Salamanca. En 1564 ingres a la orden de

    los jesuitas. Ense en Roma y despus en Alcal y Sahunanca. Termi-n su carrera en Coimbra. Su importancia es muy grande como telogo

    y su autoridad slo comparable con la de Toms de Aquino. En lo jur-dico y en lo poltico destacan sus TIactatus de legibus ac Deo Legislatore,

    Defensio Fidei y De Bello. Como internacionalista, jusnatural~sta e idea-lista, crey en una comunidad internacional regida por el Ius Gentium.

    A diferencia de Vitoria consider que este ltimo es parte del derecho

    positivo. La guerra y ms precisamente la guerra justa es parte del de-recho positivo. Por lo tanto, los monarcas pueden renunciar a la guerra

    y recurrir a otros procedimientos, cmno el arbitraj5 La tradicin idealista basada en el Derecho Natural, como funda-

    mento del Derecho de Gentes, tuvo tambin un desarrollo importante

    entre los pensadores del mundo protestante de Europa. El ms impor-

    tante de ellos fue el holands Grocio, a quien ya hemos mencionado,

    pero tambin lo fueron el alemn Puffendorf y el suizo De Vattel.

    Grocio considera que el Derecho Natural tiene su origen en la naturale-

    za humana. Por tanto la base de ste debe encontrarse en la naturaleza

    sociable y en la condicin racional del ser humano. Es el appetitus

    societatis y no el inters, el que induce al hombre a asociarse en comu-

    nidades tranquilas y ordenadas. El Derecho Natural se conoce por la

    razn (Ius racionalismo) y es obligatorio e inmutable. El Derecho Natu-ral existe aun si Dios no existe (diferencia capital con el jusnaturalismo catlico). Grocio es parcialmente idealista y parcialmente realista en cuanto al Derecho Natural porque al fijar el contenido del mismo dis-tingue dos momentos: a priori, segn el cual son nonnas del Derecho

    Natural las conformes a la naturaleza social racional del hombre y, a

    posteriori, segn el cual es Derecho Natural lo que en todos los pue-

    blos se cree que es tal (lo que implica investigacin emprica). En lo que respecta al Derecho de Gentes ste "rige entre muchos

    pueblos y sus reyes, cristianos y paganos". Puede ser Derecho Natural

    de Gentes, que es la manifestacin del Derecho Natural proyectada ha-

    cia las situaciones internacionales y Derecho de Gentes Positivo, con-

    baros que son comunes, tanto a los ciudadanos como a los huspedes, no es l-

    cito a los brbaros prohibir a los espaoles la comunicacin y participacin de

    esas cosas ... Luego si el oro que se halla en el campo, las perlas del mar o cual-

    quier otra cosa de los ros, no es propiedad de nadie, por derecho de gentes

    ser del ocupante, como los peces del mar ... " 85 Botella, Caeque y Gonzalo, El pensamiento poltico en sus textos. De

    Platn a Marx, Tecnos, Madrid, 1994, p. 149.

  • PARADIGMAS 89

    sentido por todos los pueblos y cuyo corolario es el cumplimiento de los convenios o tratados firmados: pacta sunt servanda. En relacin con este ltimo, Grocio profundiza sobre la guerra y sobre la libertad de los mares. Sin embargo, lo interesante de Grocio para nosotros es que l es muy representativo del enfoque idealista, en cuya vertiente lo hemos incluido. Ms an, su pensamiento es tan rico y tan prolfico que dio lugar a una tradicin revivida por importantes autores en el siglo XX a propsito de la polmica entre idealistas y realistas acerca de la Prime-ra Guerra Mundial. La "tradicin grociana" fue revivida por Cornellius van Vollenhoven en 1918 y por Sir Hersh Lauterpacht en 194686 Lapo-sicin central de Grocio est basada en la solidaridad o potencial soli-daridad de los Estados que forman parte de la sociedad internacional, en lo que respecta a la aplicacin de la ley. Es preciso aclarar que Gro-cio no hace mencin explcita de ello, pero de las reglas que l propone para la conducta internacional se deduce con facilidad este principio fundamental.

    Subrayando tma gran cantidad de teora y prctica de las relaciones internacionales desde la Primera Guerra Mtmdial, hay una cierta con-cepcin de la sociedad internacional cuya impronta puede ser trazada en el Pacto de la Sociedad de las Naciones, el Acta de Pars, la Carta de las Naciones Unidas y la Carta del Tribtmal JVIilitar Internacional de Nurernberg. Se considera, en general, que contiene tma fnnula adecuada para tma conducta internacional justa y adecuada, de Ina-nera que la disparidad entre ella y la realidad del desarrollo de los eventos desde 1919 puede explicarse por el fracaso de los Estados u hombres de Estado en lo relativo a actuar de acuerdo con ella87.

    En la filosofa poltica que va desde el siglo XVI a la Primera Guerra Mundial est implcita la idea de pacto que ftmda su posibilidad en el estado previo de naturaleza. Hobbes es el prnero, corno ya he1nos vis-to, que destaca el paralelo entre el desorden reinante al interior de las comunidades preestatales y la anarqua en las relaciones entre esas n1is-mas comunidades cuando han alcanzado la condicin de cmnunidades organizadas. La celebracin, ficticia o no de un pacto social, ha permiti-do la legitimacin del poder del que detenta el monopolio de la coer-cin, pero que tiene, por esta causa, el deber de asegurar el orden so-

    86 Hedley Bult "The Grotian Conception of international society" en But-terfield y Wight, op. cit., p. 51.

    87 lbd. (Traduccin nuestra).

  • 90 EL ESfUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    cial. El paralelo entre situacin interna e internacional se detiene all

    porque sabemos que histricamente al interior de los Estados un orden

    ha sido alcanzado, en tanto que en el plano internacional reina tUl esta-

    do de naturaleza. La idea del estado de naturaleza se encuentra presen-

    te en el pensamiento de filsofos polticos tales como Locke, Jean

    Jacques Rousseau, Kant y Hegel, pero el significado no es siempre el

    mismo. Sabemos que para Hobbes los hombres son guiados por su an-

    sia de poder o por temer a las consecuencias de la lucha por el poder.

    Porque se temen unos a otros, y con el propsito de prevenir la auto-

    destruccin del grupo en una guerra de todos contra todos, los hom-

    bres son forzados a conferir su poder y su fuerza a un hombre o a una

    asamblea de hombres, que pueda reducir todos sus deseos a uno. Este

    soberano, que ellos crean voluntariamente, sin imponerle condiciones,

    es el Gran Leviatn o Dios Mortal. Lo que l ordena es la ley, lo que l

    decide es la justicia88 Locke, quien refuta a Hobbes en su Segundo Tra-tado Civil 89 sostiene, en cambio, que la delegacin de poderes no es ab-

    soluta y el soberano tiene deberes hacia la comunidad. La idea del esta-

    do de naturaleza, como fundamento de un pacto universal para crear

    en el plano internacional una situacin semejante a la del plano inter-no, fue llevada a su expresin ms perfecta por Immanuel Kant9{). El rei-no de la razn deber imponerse en la medida que el m1.mdo progresa

    inevitablemente y los Estados llegan a un pacto que establezca alguna

    forma de organizacin poltica supra nacional. Las ideas de Kant no es-

    taban aisladas. En el siglo XVIII, el Abate de Saint Pierre haba propues-

    to un famoso Proyecto de Paz Perpetua (1713) que conocemos por la crti-ca de Rousseau:

    No es necesario tampoco creer, con el Abate de Saint Pierre, que con

    la buena voluntad que los prncipes y los ministros no tendrn ja-ms, fuese posible encontrar un momento favorable para la ejecu-cin de este sistema, pues sera necesario para ello que la suma de

    intereses particulares no predominara sobre el inters comlm, y que

    88 Maurice Ashley, England in the Seventeenth Cent1try, Penguin Books, Lon-

    dres, 1971, p. 116. 89 John Locke, Two Treatises of Civil Govemment, Everyman .. s Library, Dent,

    Londres, 1970. 9 Kant_ I., op. cit.: "Los pueblos pueden considerarse, en cuanto a Esta-

    dos, como individuos, que en su estado de naturaleza (es decir independiente de leyes externas) se perjudican unos a otros por su mera coexistencia y cada uno, en aras de su seguridad, puede y debe exigir del otro que entre con l en

    una Constitucin civil, en la que se pueda garantizar a cada uno su derecho".

  • PARADIGMAS 91

    cada uno creyera ver, en el bien de todos el mejor de los bienes que pueda esperar para s mismo. Ahora, esto exige un concurso de sa-biduras de todas las mentes y tm concurso de relaciones en tantos intereses que no se pueda esperar del azar el acuerdo fortuito de to-das las circunstancias necesarias: por tanto si este acuerdo no tiene lugar no queda ms que la fuerza que pueda reemplazarlo; entonces ya no se trata de persuadir sino de obligar, ni de escribir libros sino de reclutar tropas91

    El opsculo filosfico de Kant Sobre la paz perpetua fue publicado en 1795, poco despus de la paz de Basilea entre Francia y Prusia. Esboza un orden de paz permanente entre los Estados que constituye, adems, la meta final de la historia humana. Est situado en una linea de pro-yectos idealistas y utpicos de organizacin internacional que llegan a nuestros das y entre los que estn los del Abate Saint Pierre, que aca-bamos de mencionar, y el de Jeremy Bentham. Corresponde a su idea de una historia universal y a su sistema tico expuesto en la Metafsica de las costumbres. Segn Kant, la paz debe conquistarse. Salir del Estado de naturaleza -que para l al igual que Hobbes- es 1.m imperativo de la razn, un deber. La razn prctico-formal formula entre nosotros el mandato uno debe haber guerra11

    El paradigma idealista se configur con las contribuciones de otras ideas y otros autores, adems de las del Derecho Natural, estado de na-turaleza y pacto o contrato social. Contribuyeron a su configuracin el pensamiento sobre derechos individuales, la idea liberal del progreso material como sinnimo de bienestar, la utopa socialista y el naciona-lismo.

    Los derechos naturales, derechos del hombre, derechos humanos o de la persona humana, como se les ha llamado ms recientemente, son aquellos que pertenecen a los individuos por naturaleza, con inde-pendencia de la ley positiva. La revaloracin de los derechos naturales se encuentra en el fundamento de la filosofa poltica liberal surgida de la Ilustracin y adoptada por la Revolucin Francesa. Como son comu-nes a todos los hombres, muchos filsofos vieron en ellos la base real para la constitucin de una comunidad universal de naciones que los comparten. Locke sugiri que estos derechos se materializaban en la vida, la integridad fsica, la libertad y la propiedad y que posean el ca-rcter de inalienables; en especial el primero de ellos. En la actualidad

    91 Rousseau, Juicio sobre la paz perpetua, citado por Merle, op. cit. (Traduc-cin nuestra).

  • 92 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    hemos presenciado un resurghniento de la lucha por la proteccin de los derechos naturales -en el concepto de los derechos l11.nnanos-donde quiera que estos se encuentren anenazados, autorizimdo inclu-so la intervencin y la excepcin a la soberana.

    Asimismo, el pensamiento poltico liberal del siglo XIX tuvo un gran desarrollo en Inglaterra, despus del predon1inio y ocaso de la Francia revolucionaria. All fructific la idea de progreso en el trilmfo magnfico de la revolucin industrial y el desarrollo fabril. Jeremy Bentham encarn el liderazgo del penseuniento britnico de esa poca. Su alegato parta de la base de que los seres humanos buscan el placer y evitan el dolor. La mayora de la gente lo hace y, por lo tanto, hay fundamento, a partir de tal postulado, para construir una tica social. Una vez determinado el contenido de esta tica los hombres, seres ra-cionales despus de todo, no tardaran en conformarse a ella. Benthmn fue notable al ampliar la base social de esta tica -que los ilustrados haban circunscrito a la "intelligentsia"- hacia las 1nasas guiadas por el sentido comn. Fue asilnismo el primero en atribuir un papel capital a la opinin pblica. Al predominio del sentido comn, expresado en la opinin pblica, de buscar el placer y evitar el dolor deba necesaria-mente corresponder, en el plano internacional, la bsqueda de la paz a todo costo, porque la paz representa la aspiracin al bienestar del senti-do comn. ste se expresa en la n:pinin pblica internacional que se orienta hacia ese fundamento objetivo. Polticmnente esa deba ser la orientacin de gobiernos republicanos, puesto que hasta entonces la guerra haba sido siempre llevada a cabo en inters de los 1nonarcas.

    La razn demostrara el absurdo de la anarqua internacional y con conocimiento creciente, suficiente cantidad de personas se convence-ran racionalmente de su absurdo ponindole fin92

    La otra idea fuerza que contribuira poderosamente a la configuracin del paradigma idealista sera la del socialismo, tanto en su versin pre marxista como en importantes secciones del pensamiento de Marx. En la concepcin marxiana, en el lenguaje oficial del Partido Cmnunista y en experiencias histricas reales, el socialismo fue entendido corno un sistema de relaciones de produccin, caracterizando tu1a etapa entre el capitalismo y el comunismo pleno. Es decir, un orden final hacia el que se marchaba inexorablemente y que se caracterizara en lo poltico por la desaparicin del Estado y de los Estados. El socialismo, por tanto,

    92 E.H. Carr, op. cit., p. 24. (Traduccin nuestra).

  • PARADIGMAS 93

    proclam un orden utpico del cual l mis1no era slo una etapa transi-toria y que en sus componentes filosficos y prcticosf como asnisn1o en cuanto a visin de la naturaleza humanaf comprenda una serie de ideas o premisas tales como igualdad (de oportunidades), Estado admi-nistrador y eliminacin de sistemas de control basados en la propiedad de las clases dominantes. La diferencia entre los socialistas pre marxis-tas y Marx estaba en que los primeros proclamaban las bondades de una sociedad a cuya construccin ideal invitaban amigablemente a ad-herir, mientras este ltimo sostena que el estudio cientfico de los Ine-canismos del capitalismo revelaban que ste llevaba en su seno los ele-mentos de su propia destruccin y que la destruccin poda ser acelerada por la revolucin. En lo internacional esta visin se Ina-nifestaba, en primer lugar, en el descarte de los Estados como base de las relaciones internacionales y su ree1nplazo por las relaciones de clase a nivel planetario o mtmdial; en segundo lugar, en la revelacin de las fuerzas econmicas corno las que verdaderamente mueven a las relacio-nes internacionales, siendo los gobernantes meras marionetas destina-das a administrar la paz y la guerra yf por ltimo, en la consideracin del capitalismo y la burguesa como factores de progreso y transforma-cin que conducen a la tenninacin de las particularidades que justifi-can a los Estados:

    El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos des-aparecen de da en da con el desarrollo de la burguesa, la libertad de cmnercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la pro-duccin industrial y las condiciones de existencia que le corres-ponden9:~.

    Tambin la fuerza del nacionalismo contribuy a configurar el paradig-ma idealista. El nacionalis1no, con1o propuesta intelectual, estuvo fun-damentalmente interrelacionado con la toma de conciencia popular de un fenmeno que haba estado presente desde fines de la Edad Media Y que se manifestaba en el sentimiento compartido por la gente de constituir una identidad diferente cmnpuesta de cultura, tradicin, len-gua, leyes y parentesco. Todo ello fue ayudado por la secularizacin del pensamiento poltico coincidente con el Renacimiento, prin1ero, y la ilustracin, con posterioridad. In1portantes factores para el desarrollo del nacionalismo fueron las hnplicancias igualitarias delliberalisn1o, el republicanisino y la ciudadana, encarnadas en las revoluciones france-

    93 K. Marx, Manifiesto Contwdsta, SARPE, Nladrid, 1983, p. 46.

  • 94 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    sa y americana. En efecto, para sentirse parte de una 1nis1na con1ur-

    dad nacional, de manera tal que se est incluso dispuesto a brindar la

    vida en caso necesario, es preciso estar consciente de vivir en e~te lTitm-

    do y no esperar la gracia del ms all. Por lo tanto hay que haber deja-do atrs el tipo de vida regulada por la cristiandad que es caracterstico

    del Medioevo. El Renacimiento fue en gran parte eso. Pero tambin es

    importante ser igual, para lo que la Ilustracin y las revoluciones fran-

    cesa y americana introdujeron el astmto de la ciudadana. No es de ex-traar que el nacionalismo prendiera, como lo hizo, con gran fuerza en

    el Nuevo Mundo, y, posterionnente, en el mundo descolonizado. Las naciones quisieron constituir Estados y la idea fuerza prendi en la con-

    ciencia colectiva de las Amricas entre 1776 y 1830. Entre 1820 y 1920,

    el nacionalismo fue la gran fuerza motriz de los asuntos internaciona-

    les del Viejo Mundo. Para Mazzini, que encarn la filosofa nacionalista en su versin decimonnica, exista tma suerte de divisin del trabajo entre las naciones. Cada tma de ellas tena su tarea especial propia de-

    bido a sus particulares aptitudes y la puesta en prctica de esta tarea

    era la contribucin al bienestar de la humanidad. Si todas las naciones

    actuaran en ese espritu prevalecera la annona internacional. Muchos

    escritores continuaron creyendo, hasta 1918, que las naciones al desa-

    rrollar su propio nacionalismo promovan la causa del internaciona-

    lismo. Wilson y muchos otros de los que elaboraron los acuerdos de

    paz vieron en la autodeternlinacin nacional la llave para la paz mtm-

    dial94. Cuando los cuarenta y dos miembros fundadores de la Sociedad

    de las Naciones se reunieron en 1920, inauguraron tma era en la que la

    nacin se convirti en la nica base legtima del Estado. Todo lo anterior: derecho natural, estado de naturaleza, pactismo,

    derechos de la persona humana, ideales socialistas, fe en el naciona-

    lismo, confianza en el sentir comn manifestado en la opinin pblica

    se tmi a la popularidad de la doctrina de la annona de intereses tras-

    ladada al plano internacional. Esta doctrina estim indiscutible la pro-

    posicin de que lo que conviene a un individuo conviene naturalmente

    a la comtmidad. En lo exterior, lo que conviene a tm Estado conviene

    tambin al conjunto de todos ellos. La aplicacin ms conflictiva de esta doctrina estuvo encarnada en la recomendacin, por parte de las gran-

    des potencias industriales, de la ordenacin de la econmna internacio

    nal de acuerdo a las lneas dellaissez faire. Por tanto, co1no consecuencia natural, las barreras aduaneras y otras formas de proteccin deban ser

    reducidas o snplemente abandonadas. La armona de intereses sera

    94 E. H. Carr, op. cit., p. 46.

  • PARADIGMAS 95

    as alcanzada fcilmente, puesto que el

    inters general de los Estados

    se vera mejor favorecido por un sistema en

    el que bienes y capitales

    circularan libremente, lo que significa

    ra un beneficio indudable para

    los Estados individualmente considerad

    os.

    El paradigma idealista influy podero

    samente en la organizacin

    de las relaciones internacionales de la

    primera parte del siglo XX, al-

    canzando su momento ms exitoso en l

    os acuerdos que surgieron de la

    Paz de Versalles, que orden la escena

    despus del trmino de la Pri-

    mera Guerra Mundial. Pero el pacto q

    ue cre la Sociedad de las Na-

    ciones, en 1919, estuvo acompaado d

    e esfuerzos parciales como los

    Acuerdos de Locarno de 1925, el Pacto

    Briand-Kellog de 1928, la Fuer-

    za Internacional de Paz y los Estados U

    nidos de Europa que resumen

    las bases utpicas y que, teniendo el lo

    gro de la paz como la meta a al-

    canzar, originaron un orden en pugna c

    on la realidad a la que se trata-

    ba de ordenar. Generalmente este esfu

    erzo est asociado con la figura

    del Presidente de los Estados Unidos W

    oodrow Wilson, un intelectual e

    historiador que ingres a la poltica en

    1910 como candidato a goberna-

    dor por el estado de Nueva Jersey prop

    oniendo el imperio de la racio-

    nalidad, el llamado al pueblo y a su sen

    tido comn, Wilson, que gober-

    n entre 1913 y 1921, tena una fe ci

    ega en la opinin pblica y la

    armona de los intereses mundiales c

    on el modelo nortemnericano.

    Cuando jur, el13 de marzo de 1913, tena po

    cos antecedentes en el estu-

    dio de la conduccin de los astmtos exter

    iores. Antes de hacerse cargo de

    su oficio, admiti que "sera tma irona

    de la suerte si mi administracin

    tuviese que preocuparse principalmen

    te de materias externas"9.5. Pero

    los acontecllnientos en Amrica Latina

    y Europa transformaran la iro-

    na en realidad. Desde 1914 en adelante

    las relaciones exteriores ocupa-

    ran crecientemente su atencin. Aunq

    ue le faltara experiencia interna-

    cional no le faltaban ideas o conviccion

    es en ese cmnpo. Tanto l co1no

    su Secretario de Estado William

    Jennings Bryan crean que

    Norteamrica haba sido ullan1ada" a p

    romover la democracia y el pro-

    greso moral del m.undo. "Cuando se le

    s dirige adecuadmnente", sostu-

    vo Wilson en 1914, "no hay pueblo

    que no est preparado para

    autogobernarse"96

    . Cmo promover el idealisn1o democ

    rtco y la auto~

    detern1inacin en el exterior era un asu

    nto ms con1plejo.

    La oportunidad se do con la finna de

    los acuerdos de Paz de Ver-

    salles, despus de la Primera Guerra M

    undial en 1919. Wilson tom la

    95 George B. Tindall y David E. Ski, A111ericn, W

    .YV. Norton and Company,

    Nueva York, 1989, p. 625.

    96 Ibd.

    1 1

  • 96 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    decisin fatal de asistir personahnente a la conferencia de paz que se reuni el 18 de enero y que durara seis meses. Fatal, porque nunca un Presidente de los Estados Unidos se haba alejado por tanto tiempo de[ territorio. Perdi, por esta razn, todo contacto con la realidad poltica interior de su pas. Sin embargo, al hacerlo, enfatizaba su deseo de ase-gurar su meta de una paz permanente. Por 1..m lado, se trataba de una medida oportuna porque su prestigio y determinacin hicieron una di-ferencia en Pars. Por otro, en cambio, su ausencia de la poltica doms-tica facilit la labor de sus enemigos polticos que explotaron el descon-tento de la postguerra.

    Al aproximarse el fin de la guerra e1nergieron a la superficie los propsitos secretos de los contendientes. Ni los aliados, ni los poderes centrales, a pesar de las insinuaciones de Wilson, haban declarado abiertamente lo que esperaban ganar a travs de la hecatombe. l mis-mo insisti en que los a1nericanos carecan de propsitos egostas: "no deseamos ni conquista ni dominio", sostuvo en su n1ensaje de guerra. Por desgracia, los bolcheviques publicaron, con posterioridad, copias de tratados secretos en los que los aliados haban prometido logros te-rritoriales con el propsito de obtener que Italia, Rumania y Grecia se pasaran a su lado. Cuando en la Conferencia Interaliada de Pars, a fi-nes de 1917, los coaligados no lograron ponerse de acuerdo, el Coronel House recomend a Wilson formular directamente sus propsitos. Con el consejo de un panel de expertos el Presidente redact una declara-cin que se conocera como los famosos Catorce Puntos. stos fueron expuestos a sesin mixta del Congreso e! S de octubre de 1918 "como el {mico programa posible, tal como nosotros lo vemos".

    El programa de Catorce Puntos del Presidente Wilson es conside-rado poco menos que el credo del idealisn1o en la teora de Relaciones Internacionales casi sin distincin por expertos en la materia97 En el exordio, que citamos a continuacin, aparece inconfundiblemente el se-llo de 1.ma mirada idealista hacia el mundo que surgira de la guerra y cmo debera moldearse la escena internacional de acuerdo a un con-junto de principios conductores.

    Seores del Congreso: [ ... ] lo que pedimos en esta guerra por lo tanto, no es nada en espe-cial para nosotros. Lo que pedimos es que el1nw1do se consbuya en

    97 Phi! Williams, Donald M. Goldstein y )ay M. Shafritz, Classic Readings of Intemational Relations, Wadsworth, Belmont, California, 1994. (Traduccin nuestra).

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  • 98 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    intereses de las poblaciones implicadas deben tener igual peso que el de las legtnas pretensiones de los gobiernos cuyos ttulos deben detern1inarse" 99

    El punto 14, piedra angular del pensan1iento de Wilson, postulaba tma asociacin general de naciones que garantizara la integridad territorial e independencia de todos los pases grandes y pequeos:

    Deber fonnarse una asociacin general de naciones bajo pactos es-pecficos, con el propsito de proporcionar garantas mutuas de in-dependencia poltica e integridad territorial, tanto para las grandes naciones cmno para las pequeas100.

    El espritu idealista de la proposicin wilsoniana es evidente y se ajusta plenan1ente a los trminos del paradigma. Para que tales arreglos y pactos se alcanzaran, el Presidente declaraba su voluntad de lucha con-tinua. Lo que se deseaba, deca, era el logro del predominio del dere-cho y del establecimiento de una paz pern1anente n1ediante la elimina-cin de las principales causas de la guerra.

    El perodo histrico que sigui al fin de la Prllnera Guerra Mun-dial y que se extendi hasta el estallido de la segunda, con la agresin nazi-fascista, fue un des1nentido brutal a las proposiciones wilsonianas y de fracaso total de los postulados del idealis1no en relaciones ll1terna-cionales. La reaccin terica se 1nanifestar en el renacllniento vigoroso del realisn1o poltico. Edward Ballet Carr escribi su obra clsica, La crisis de veinte aos, iniciando tu1a tendencia que ocupara la escena del estudio de las relaciones internacionales y que constituira un nuevo paradigma. Sin embargo, el idealismo no puede considerarse descarta-do y sus aportes son importantes y defll1itivos en el anlisis de los fe-nmenos contemporneos.

    Las ideas han ll1fluido en el desarrollo de los procesos histricos moldeando de tma manera definitiva el escenario :internacionaL No hay duda que la fuerza del modelo liberal capitalista expresado en la con1-binacin de democracia poltica y libre n1ercado econ1nico, como fue puesto en prctica por los Estados Unidos de Norteamrica, signific que las relaciones ll1ternacionales quedaran n1arcadas de una manera definitiva en el curso del siglo XX. El fin de los imperios y los procesos

    99 Ibd. (Traduccin nuestra). 100 Ibd. (Traduccin nuestra).

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    PARADIGMAS 99

    de descolonizacin hicieron lo propio respecto de las antiguas potencias europeas y los nuevos Estados emergentes. Todo ello en1anaba de ideas acerca de cmo construir un nuevo orden poltico. El idealis1no est tambin en la raz de procesos de influencia que -como el keynesia-nismo que ayud a la reconstruccin econinica internacional del n1tU1-do despus del colapso econmico de los aos treinta o el modelo de economa socialista planificada de la Unin Sovitica- significaron un nuevo orden internacional al concluir la Segunda Guerra Iv!undial.

    Ms recientemente, los esfuerzos por lograr un orden libre de gue-rra y agresin llevaron a la creacin de una nueva institucionalidad en la Organizacin de las Naciones Unidas, despus de 1945. Pero tambin condujeron a la reconstruccin de Europa y a la organizacin de ese continente sobre bases de cooperacin y comunidad de intereses. La idea cmnunitaria ha inspirado esfuerzos de integracin en todo el pla-neta. Del mismo modo, la lucha por imponer el respeto de los derechos humanos y el reconochniento de que la htunanidad debe vivir en un medio ambiente adecuado, libre de terrorisn1o y de discrilninacin ra-cial, obedecen a ideas bsicas que inspiran acciones internacionales en el marco del paradig1na que analiza1nos.

    Las ideas pueden caracterizarse cmno visiones del mundo, creen-cias basadas en principios y opil1iones causales101 Del primer tipo son aquellas como el capitalismo o el comunis1no, que han 1noldeado la ac-cin internacional de las grandes potencias durante el perodo de la Guerra Fra. El accionar internacional y la interpretacin del significado de todo lo que ocurra en el perodo por los protagonistas de uno y otro bando, obedeci entre 1945 y 1989, a una visin del mundo (weltans-chawmg) particular. Al segm1do, corresponden aquellas acciones y fe-nmenos llmnados fundan1entalismos, cmno en el caso del islmnis1no militante. Tan1bin entran en estas categoras los nacionalis1nos exacer-bados del tipo conocido en el Medio Oriente, los Balcanes o los tenito-rios de la ex Unin Sovitica. Al tercero pertenecen aquellas que origi-nadas en la investigacin, la observacin y el sentido cmnn han dado lugar a movimientos y acciones coordinadas con1o la proteccin del medio mnbiente o la intervencin htnnartaria.

    Ellas pueden tener ilnpacto en las polticas al actuar cmno cartas de navegacin, ayudando a suplir la ausencia de soluciones de equili-brio y quedando incorporadas en instituciones durables. Los can1bios de poltica pueden ser influidos por las ideas, tanto porque stas en1er-

    101 Judith Goldstein y RobertO. Keohane, Ideas aud Foreig/1 Policy, Corne\1, EE.UU., 1993.

  • 100 EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    gen, con1o porque son el resultado de can1bios en las condiciones sub~ yacentes, afectando el ilnpacto de las ideas existentes. Las ideas son hu-portantes porque resultan de un sisten1a de causas n1ltiples en interac-cinto2.

    Sera intil pretender que el paradigma idealista desapareci o ft1e anulado en el can1po de las relaciones internacionales slo porque la realidad desn1inti una propuesta. He1nos visto que una crtica fuerte a la idea de paradigrna es aquella que la considera una nocin estrecha y parcial de la realidad internacional, circunscribindola a una tradicin de pensmniento, fundada en la historia de las ideas occidentales y noratlnticas. Las ideas hnportan en relaciones internacionales y, es ms, son vitales para la comprensin y la sobrevivencia de aquellos qt1e carecen de poder.

    EL PARADIGMA REALISTA

    Las relaciones internacionales, con1o objeto del conoci111iento, pueden ser abordadas desde una perspectiva realista. Hacerlo significa aceptar-las con1o son y entenderlas en su dese1npeo a partir del descubrimien-to de ciertos principios que las ordenan. Tales p1incipios, fuerzas o le-yes, segn se prefiera, rigen los fenmenos internacionales con entera prescindencia de la opinin o los sentimientos del observador. El para-digma realista es muy influyente en la teora de las relaciones interna-cionales y su prestigio como marco analtico ha ocupado la escena du-rante un perodo in1portante del desarrollo de la disciplina.

    En verdad el 1nodo de ser realista no es exclusivo de ciertos analistas de los fenmenos internacionales. Es, por as decirlo, una acti-tud frente a la vida. Desde luego su suerte est unida a los vaivenes del anlisis poltico desde muy te1nprana data. Su gran aporte radica en un lla1nado a enfrentar las cosas tal co1no son, en lugar de domesticarlas imponindoles una can1isa de fuerza ideolgica. Actuar con la realidad tal como es conduce, segn este punto de vista, a las mejores solucio-nes. Mejores soluciones son sinnimo de bienestar para los ltilnos des-tinatarios de ellas. Una realidad construida slo de ideas es una real-dad imaginaria y el choque con los duros hechos ser inevitable y de consecuencias desastrosas. A todos nos gustara, dicen los realistas, que las cosas fueran como las suean los idealistas, pero lan1entablen1ente no lo son y no tener en cuenta esto conduce a perniciosas y lmnenta-bles consecuencias.

    102 /bd., p. 29.