lectura de miró: proposiciones - corecita del ecclesiastes. y ya sabemos cómo, o más bien...

6
Lectura de Miró: Proposiciones >41 amigo y colega Francisco .Sánchez-Castañer, tan buen co- nocedor de Miro. Una visión, que aspira a ser sintética, de la obra de Gabriel Miró debe empezar por anotar que el escritor se nos fue cuando era muy p¡-esumible esperar todavía lo más granado de su escritura. No fue precisamente un malogrado, pero había fundadas expectativas de nuevas páginas con su bellísima prosa, testimonio de una delicada sensibilidad, de imaginativa valiente y sofrenada al mismo tiempo. No es fácil resumir la varia minerva mironiana, aunque de inme- diato se nos ofrece una peculiaridad al considerar su obra en conjunto, y es la condición singular y distinta de muchos de sus escritos, que eluden y no entran en clasificaciones formularlas. Lo autobiográfico —ese doble suyo> Sigilenza—, los libros de andar y ver para contarlo, la novela, las «figuras» más bien que estampas, todo ello acordado en una prosa poética, que tiene tal calidad no tanto por efectos so- noros o de vocabulario, sino y muy acusadamente por lo que llamaré> sin más, un estado de gracia lírica, un talante o actitud de escritor que se sitúa ante seres, objetos y acciones en disposición de respuesta sentimental, sensible y sensitiva. Pero no se crea que apunto desde esta socorrida evocación rubeniana a un «modernismo’> más o menos fiel. No, porque al igual que los mejores escritores entre los poetas —Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón— no se resignaron a ser epígonos del modernismo, Miró supo también hallar expresión nueva> distinta y personal, liberándose de exquisiteces de similor o de exo- tismos prefabricados. Su honda y cálida humanidad no condescendió con un modo lírico de remedo, sino que se nos comunicó desde su peculiar y auténtico modo. Por otra parte, el contacto físico y espiritual con tierras, costas y marinas de su Levante íe pusieron en comunicación y comunión

Upload: others

Post on 26-Mar-2020

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Lectura de Miró: Proposiciones - COREcita del Ecclesiastes. Y ya sabemos cómo, o más bien cuánto, suelen influir lecturas o relatos que han ilustrado nuestra infancia y primera

Lectura de Miró: Proposiciones

>41 amigo y colega Francisco.Sánchez-Castañer,tan buen co-nocedor de Miro.

Una visión, que aspira a ser sintética, de la obra de Gabriel Miródebe empezarpor anotar que el escritor se nos fue cuandoera muyp¡-esumible esperartodavía lo más granado de su escritura. No fueprecisamenteun malogrado, pero había fundadas expectativas denuevaspáginas con su bellísima prosa, testimonio de una delicadasensibilidad, de imaginativa valiente y sofrenada al mismo tiempo.

No es fácil resumir la varia minerva mironiana, aunquede inme-diato senos ofreceuna peculiaridadal considerarsuobra en conjunto,y es la condición singular y distinta de muchos de sus escritos, queeludeny no entran en clasificacionesformularlas. Lo autobiográfico—esedoble suyo> Sigilenza—,los libros de andar y ver para contarlo,la novela, las «figuras» más bien que estampas,todo ello acordadoen una prosa poética, que tiene tal calidad no tanto por efectos so-noros o de vocabulario,sino y muy acusadamentepor lo que llamaré>sin más, un estado de gracia lírica, un talante o actitud de escritorque se sitúa ante seres,objetosy accionesen disposiciónde respuestasentimental, sensible y sensitiva. Pero no se crea que apunto desdeesta socorridaevocaciónrubenianaa un «modernismo’>más o menosfiel. No, porque al igual que los mejores escritoresentre los poetas—Antonio y Manuel Machado, JuanRamón— no se resignarona serepígonosdel modernismo,Miró supotambién hallar expresiónnueva>distinta y personal, liberándose de exquisitecesde similor o de exo-tismos prefabricados.Su honda y cálida humanidadno condescendiócon un modo lírico de remedo, sino que se nos comunicó desde supeculiar y auténtico modo.

Por otra parte, el contacto físico y espiritual con tierras, costasy marinas de su Levante íe pusieron en comunicación y comunión

Page 2: Lectura de Miró: Proposiciones - COREcita del Ecclesiastes. Y ya sabemos cómo, o más bien cuánto, suelen influir lecturas o relatos que han ilustrado nuestra infancia y primera

334 Francisco Ynduráin

con su entorno de tan marcadoscontrastes,desdeel vergel al erial,no menos que con personas,plantas y animales, incluso con los máshumildes y menos literaturizados,los insectos(con perdónde Fabre).

Tambiénes muy digno de nota el intermitente pero sostenidoen-lazar con motivos bíblicos, tanto en figuras como en adivinacionesde un paisaje remoto y presentidoen semejanzas.Alguien tan autori-zado como Pedro Salinas ha escrito que Miró había dedicado largashoras a lecturas de la Biblia cuandotrabajabaen Barcelona; pero,sin olvidar este dato, habremosde tener en cuenta otros, no menosdecisivos, para rastrear los origenes de esa afinidad electiva por elbiblismo: su madre pareceque le hizo aficionarsea esaliteratura, yya en Del Vivir (1901) nos encontramoscon que lleva como exergo olema un pasajedel Libro de Job (el cap. XXX), y luego se nos da unacita del Ecclesiastes.Y ya sabemoscómo, o más bien cuánto, sueleninfluir lecturaso relatosque han ilustrado nuestrainfancia y primeraadolescencia,la huella duradera,conformadoray pregananteque nosha dejado impresa en la memoria del corazón.

Todavía me pareceadvertir otra motivación en esa vena bíblica,y es la analogíaque Miró adivinaba y presentíaentreel paisajede supropia tierra y el de la Tierra santapor antonomasia,con la que,ademásde las evocacionesde caráctersacro,percibía casi semejanzasen terrazgo,plantas, luz y color. Si a esto añadimosque Miró necesi-tabade unasituaciónambiental realísticaparapersonajesy hechosdesu narrativa, situación captadapor testimonio de todos los sentidos,de nuevo se nos ofrecenuevofundamentopara la fusión de uno y otropaisajeen las opuestasorillas del Mediterráneo.Cierto que lo senso-rial no se quedaráen esegrado de recepción,puesya sabemoscómotrasmutó las impresionesde los sentidosexterioresen vivenciasmuchomás complejas, espiritualizadasy trascendidas: he aquí uno de losrasgosmás peculiares del arte literario de nuestro escritor.

Sin necesidadde acudir a la másque palmariaevidenciaen textosque obligadamentenos llevan de la mano del autor hastaambienta-ciones en paisajesbíblicos, podemosespigar tal tendenciaasociativaincluso cuandola relación evocadorano parecíaexigible. Así, leemosen El humo dormido que «los labradoresde Jijona sienten el ahíncoagrícola del antiguo israelita» (cap. «Nuño el Viejo»), o calificarácomo «huertosgalileos» 105 queve en su tierra nativa. Probablementeel lectormedio no obtendrátodas las clavesimplícitas en eseadjetivo,que nos remite a una lecturacontextual anchay profunda si hemosde no perder el trasfondo que bien cabe atribuir al escritor. Proba-blemente no hay escritor español moderno que haya captado contanta asimilación el encantoy misterio de un paisaje que no conocióy de unashistoriasy libros poéticos o sapiencialesintuitivamente asi-

Page 3: Lectura de Miró: Proposiciones - COREcita del Ecclesiastes. Y ya sabemos cómo, o más bien cuánto, suelen influir lecturas o relatos que han ilustrado nuestra infancia y primera

Lectura de Miró: Proposiciones 335

milados. La excepción a mi aserto—condición para que la regla secumpla— sería la de Unamuno, tan empapadoen Viejo y NuevoTestamento,pero por otrasrazonesy con otra sensibilidad.Unamunopusoun hermosoprólogo a Las cerezasdel cementerio,en la ediciónconmemorativa de i932. Allí recuerda don Miguel cómo y cuándoconoció al levantino, y la visita que hicieron al entonces ruinosomonasteriode Poblet con la inquietante escenade Miró enfrentadoa una lechuza, dos pares de ojos glaucos, como los de Palas Atenea—glaukopis la llama Homero—, y sigue Unamuno: «Porquela miradaglauca y serenade Miró ilumina cuanto mira y en una luz difusa,como en una neblina de lumbre plenilunar en que todo se exterio-ríza.»

Mucho menos afortunado y notablemente injusto se manifestóel por tantos otros motivos y razones admirable Ortega y Gasset,quien parecehaberseobstinadoen no entenderla novela de El obispoleproso, sencillamente por no haber adoptado el punto de vista exi-gible para su lectura. Verdad es que al final de su poco feliz artículo,don Josépareceque echóa baratolo antesescrito: «Más vale concluirreconociendoque no he dicho nadasobreGabriel Miró» (en El obispoleproso. Novela por Gabriel Miró, recogido en El espíritu de la letra[19271). Diré, en justa compensación,que ha sido Ortega,entrenoso-tros y anticipándosea mucho de lo que la crítica posterior ha visto,quien más fina y penetrantecrítica ha hecho del género novelesco,desdeCervantesa Proust. Si no tuviéramostanta supersticiónextran-jerizante, en nuestrofilósofo hubiéramosencontradobasey algo másque gérmenespara una teoría de la novela. Aún estamosa tiempode beneficiar tan sugeridor caudal.

Volviendo a mi planteamiento anterior, repetiré, perogrullesca-atente,que cadaobra demandauna adecuaciónlectora, acomodadaasucalidady condiciónpeculiaresy diferenciales.Lo que ocurrees quelas más de las obrasestánconcebidasy escritassobrefalsilla y no nossolicitan acomodación ocasional.Lo contrario de lo que provoca laobra de Miró y por varios motivos. El primero en orden y entidadquizá sea el de prestar atencióna las matizacionesde su lenguajeenconstanterecreacióny con una variedad de registros que van desdela Lenguamás culta, literaria, a la habladay local, aunquesin conce-sionesfacilonas al color o al pintoresquismo.Además, el lector habráde estarmuy alertaparano perderseun rico y discretojuego de modu-lacionesen la creación verbal, terreno en el que Miró se muestra>enocasiones,felizmente inventivo. Ya en Del vivir (1903) ensayaesacapacidadderivativa del español, en la que luego no persistirá conreiteración: «Enfrente azadonabaun hombre. Otro pasó copleandosobreun jumentogrande.Su canturreotembloreabapor el portantillo

Page 4: Lectura de Miró: Proposiciones - COREcita del Ecclesiastes. Y ya sabemos cómo, o más bien cuánto, suelen influir lecturas o relatos que han ilustrado nuestra infancia y primera

336 Francisco Yndurñin

de la bestia.»Años más adelantenos encontraremoscon «almasideá-Jicas>’, unos cuervos ~<croajando» (en Las cerezas del cementerio).Pero habríade hacerseun vocabulariode la obra completaparateneruna basesobrela que establecercaracteresy evolución dentro de susescritos.

Tendremosque agudizarnuestracapacidadsensorialsi hemos depoder acompañaral autor en sus delicadísimasy complejaspercep-cionesdesdelos sentidos.Habitualmentelos escritoresacudenal cam-po sensorio de más obvia y común perceptibilidad: oído y visión.Pero en Miró saltan a primer plano sensacionesolfativas, táctiles ydel gusto ‘, mucho menos literaturizadas entre nosotros, llegando acrear y estimulandoen el receptoruna como sinfonía sensualentre-veradadc gozosao dolorida voluptuosidad,para remontarseno pocasveceshasta las esferasde lo espiritual. No sin razón ha dejadoescritoen El obispo leproso: « ¡Ay, sensualidad,y cómo nos traspasasde an-helo de infinito.>’ He aquí una expresiónclave desdela cual entende-remos mejor buenaparte de la obra de Miró. Si ha habido o hay ennuestrasletras escritor que hayaobtenido tanto dcl campo sensorial,confieso que no lo conozco.Y qué bellas imágenesobtiene desdelascosas,como ese«humodormido», que sirve de título afortunado —nogratuito— a uno de suslibros, título que objetiva memoriasy evoca-ciones entrevistas,entresoñadasmás bien, con la tenuidad y evanes-cencia de esehumo azul que se eleva, se expandey estancadorandolos momentosrecordadoscon su tonalidad ilusionantey fugaz. ¡Her-moso hallazgo! Estamosante algo que Juan Ramón Jiménez—otrosensitivo excepcional— hubiera podido llamar «realismo májico”;perb aquí de magia personal,mironiana.

Digno de nota es también ese tiasformismo de las cosas, de losobjetos, trasfundidos y trasmutadospor la magia de la percepción:así,en el hombreque se presentaa Sigilenza«con susmanosde hierbay de piedra»; o el retrato del marinero: «un hombre corpulento, decolor de roca viva, con barba de rebollar ardiente que le cegabaloslabios; de la breña salía la gárgolade su pípa y encima del ceño sele doblabael cobertizo de la viserade su gorra. Nos hubieía parecidoun pedazovegetal, sin el áncoraque traía bordada en la gorra [..1.Nosotros nos subíamos sobre el banco, y arrancábamosesparto deaquellas barbas rurales y tan limpias: hebras duras y retorcidas,azafranadas,amarilentas,musgosas,metálicas; y la peña sonrelasinbocay sin ojos, gigantescamente,mansay resignada»(El humo dor-mido, 1919, p. 20/1)- Pero en este ejemplo, que habrá de ponerseen

Estassensacionesapenashan tenido atención literaria entre nosotros Enmusas lejanas, chinas, por caso, parece que no ocurre así. Ver E. EoYANG,«Beyondvisual and aural criteria: The importanceof f]avor in ChineseIiterarvcriticism», apud Critical Inquiry, 6-1 (Autumn, 1979), p. 99.

Page 5: Lectura de Miró: Proposiciones - COREcita del Ecclesiastes. Y ya sabemos cómo, o más bien cuánto, suelen influir lecturas o relatos que han ilustrado nuestra infancia y primera

Lectura de Miró: Proposiciones 337

relación histórica comparativamente,dentro de la sabida evoluciónen el estilo mironiano, hay un acusadopredominio de un sintagmade la lengualiteraria que algunoshan llamado «impresionista» y nosin discrepancias:me refiero a la fórniula N de N, como «la gárgolade su pipa>’, que lleva una metáfora e imagen implícitas. En otraocasión me he ocupado de este recurso literario —y de la lenguahablada, claro— cuya frecuencia y matices valdría la pena seguir,históricamentedesdeluego, en nuestro escritor. Valgan conio apuntesalgunos felices ejemplos, sacadosde la segundaredacción de Lascerezas del cementerio (Bibí. Nueva, Madrid, 1926). Lo que meparecemás notable en esta fase de su escritura es cómo alterna lafusión metaforizantede lo percibido por los sentidosen los dos planosde la realidad,con la mezclade sentimentacioneso valores en eí planorealístico. Bastaráoponer y comparar: «la seda de su frente»; «eldardo de un halcón»; «las dulces ocarinas de los sapos»; con «labrasa del padecimiento»; «se desbordabael alborozo de una parra>’;«las sombrasgrises del hastío»; «sonabael enojo de una abeja»...

Llama también la atención del lector la potencia evocadora,crea-dora que el escritor infunde en la palabra sonando.Desdela voz a laimagen, al símbolo abierto, he ahí sus preferenciasasociativas.Lodijo en más de una ocasión, como cuandoUnamuno le aclaró quePoblet no significa «pueblecito»,sino Pobeda,y ya desdeesesentidoMiró comunica,comulgacon el paisaje.O en esepasaje: <‘La abeja deuna palabra recordada lo va abriendo y lo estremecetodo’> (al co-mienzo de El humo dormido). Porque Miró, ademásde las voces enel recuerdomental, las posee en la memoria auditiva, en esasensa-ción interior, imagen acústica y cinestésica,embebidaen quién sabequé asociaciones,con regustopaladeado,como en esanómina regional,tan invivida, del capítulo «Toponimia»(en Años y leguas, 1928): «Ba-jaba la cuesta,y el auto le seguía,y ya iba diciendo más nombresdelugares de su provincia, escuchadosen si mismos,fuera de las reso-nancias de las serranías: Ibi, Tibi, Famora, Benisa, Jávea [.].

Y vuelta a recordar más diciéndolos él solo y dotándolos de susmemorias: Angres, Ondara,Alcalalí. ¿Es la delicia de la palabraporsi misma? Pero es que la palabrano sería deliciosa si no significaseuna calidad.’> Y más adelante: «Lenguasuya, por complacenciapose-siva, genealógicay de densidadpor suyo y ser como fue siempre,correspondiendoa suvida y a supaisaje.Si, por ejemplo,sepronunciaFamorcacon una o cerrada y breve de Castilla, Famorcano significanadamásqueunanoticia de diccionariogeográfico»(ibid). Las asocia-ciones, personalísimas,han brotado desdeuna imagen acústicaparacomplicarsecon vivenciaspersonalísimas.El recuerdode los nombresen Proust se nos impone.

Page 6: Lectura de Miró: Proposiciones - COREcita del Ecclesiastes. Y ya sabemos cómo, o más bien cuánto, suelen influir lecturas o relatos que han ilustrado nuestra infancia y primera

338 Francisco Ynduráin

Notaré todavía, aunquesc-a muy someramente,cómo su escrituranos ofrece una y otra vez, con reiteración muy significativa, la opo-sición entre vida y muerte, belleza y fealdad, placer y dolor, en esasuma de contradiccionesque es nuestrovivir y que alcanzasu mejorsíntesis en las cerezasdel cementerio: allí lo frutal, jugoso, sensual,naciendode la muertede la podredumbre.¿Pensaremosen algo comoel eterno retorno nietzscheanoque tanto impresioné al otro granlevantino, Azorín? De las posibles confluencias, más que influenciasquizá, que nos llevarían a Proust, Maeterlinck, Obermann.-.

Final. En el ex-libris de Miré —tan pulcro él en el cuidado de suspublicaciones—se nos muestra un barco de vela, anclado, junto almuelle sobreel que avanzaun monte abrupto, tocadode una masadenubes.El mar, como experienciavivida y como disparaderode imá-geneslíricas, es algo acusadamentereiteradoen su prosa. Es la inci-tación, y la llamada, al viaje, a un viaje costero,por su Mediterráneo,como lo vemos en su vivir y en su literatura. La añoranzamarinerano le abandonóen la mesetamadrileña, y Sigiienza-Miró con doblevisión: «Pareceque en Madrid puedetenersesi no el mar, al menosla emoción del mar. Ha de ser de nocheen Rosales;allí, en el paisaje,fermenta una sensaciónmarina: un mar desolado, torvo, plácido,segúnel firmamento; con luces de costa, de barcas de pesca.Es unconsuelode la falta del mar» (Libro de Sigilenza, 1919, p. 227). Conesto hemos tocadouno de los grandestemasde la literatura inmedia-tamenteanterior a Miró: el paisaje como estadode concienciao dealma por estimulo de aquél y efusión de éstas.Habría que matizardistinguiendolas aportacionesde escritores disparesy con no pocasnotas comunes en el trance de contarnos sus experienciasante elmedio, muchas veces limitado o elegido, buscado en variedad deincitaciones, no pocas.

El liberado enfoque personal, de ensayo o prueba lectora creoque deja abiertos problemas no sistemáticamenteapurados.

Francisco YNDIJRÁINUniversidad Complutense.Madrid

(España)