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LA TEORíA ECONÓMICA DEL PETRÓLEO 301

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LA TEORíAECONÓMICADEL PETRÓLEO

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Hallarme entre ustedes es un privilegio, que de mi parte no puedetener más contrapartida que ofrecerles un testimonio.

En este testimonio logro divisar una gratuidad así como una obediencia.Habérseme dado nacer cuando nací, por este vecindario precisamente,y en el seno del hogar donde me hice hombre, ¿justificarían acaso subenevolencia y aprecio? ¿Lo harían acaso las inmensas novedades quehan sacudido, en los anteriores treinta años los cimientos del país y desus gentes, y ante las cuales no he tenido más ojos que perplejidad yasombro?

Podría admitirse que estos últimos estados de ánimo son respon­sabilidad que han de aplicárseme. Nada seguro estoy de ello, sin em­bargo. Como menos lo estoy de haber engendrado y movido la pasiónpor coadyuvar a entender el sentido y razón de estos complejos tiemposhistóricos y sus consecuencias. Un sentido de obediencia, acerca del cuales muy poco lo que puedo añadir, reposa quizás en los orígenes de lastareas en que he debido participar. Pero, de nuevo, ¿puede atribuírsemeíntegramente?

En resumidas cuentas, queridos amigos, el privilegio de estar aquí,entre ustedes, es un asunto de amistad y de afecto, que no serán nuncapoca cosa. Muchas gracias, en verdad.

Dos detalles a manera de introducción

Permítanme venir a las cuestiones que deseo compartir con ustedes.y para comenzar no hallo mejor puerta de entrada que referir dos episo­dios, o mejor, anécdotas, suficientemente decidoras por sí mismas.

La primera edición de lo que fue el primer gran libro de texto relativoa las materias económicas, salió a la luz en 1890. Un libro de texto evi­dencia que una disciplina científica ha alcanzado ya, por lo demás, ciertamadurez. Su autor fue un economista inglés de nombre Alfredo Mar­shall. Allí, en ese venero de riqueza conceptual que es el temario de loque se llamó Principios deEconomía, hay un argumento, una afirmación,que dice textualmente: «la renta de la tierra no entra en el costo de pro­ducción» (1961, 1: 427ss). Incidentalmente, Marshall señala el hito deabandonar el nombre clásico de la ciencia económica, que era EconomíaPolítica, en favor del nombre solitario: Economía; Economía a secas.

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La obra de Marshall fue el inmediato objeto de múltiples recensiones.Una de ellas la escribió Francis Edgeworth, un distinguido economistade la época, profesor de Oxford, y en ella cuestionaba numerosos pun­tos, uno de los cuales, y de decisiva significación, era precisamente elplanteado en la cita aludida. Aquellos tiempos, téngase presente, dabanpara nutridas correspondencias entre los pensadores. Piénsese por unmomento en los ires y venires de argumentos entre Ricardo y Malthus,sin cuyo conocimiento tendríamos los economistas de hoy un vacío in­superable relativo a los orígenes de la Economía Política. Marshall yEdgeworth, pues, se cartearon muchas veces,y en una de esas cartas cru­zadas a lo largo de los años, con fecha 28 de julio de 1902, el primero ledice al segundo: «Es sabio (wise) decir que la renta de la tierra no entraen el costo de producción, pero es perverso (wicked) sostener que sí en­tra, porque con seguridad una afirmación como ésta habrá de llevar a lanegación de verdades muy sutiles que tienen una decisiva importanciacientífica, y que desde luego, tienen consecuencias para el bienestar dela humanidad» (1956a: 436). Repito la idea central: «es sabio decir quela renta de la tierra no forma parte del costo de producción, pero es per­verso decir que sí forma parte».

En 1972, Morris Adelman, un reconocido experto petrolero de estostiempos más cercanos, publicó una obra muy anunciada a lo largo delos años y, además, muy esperada: The World Petroleum Market. En laprimera página de esta obra que sale -lo reitero- en 1972, tienen ustedesel párrafo que ahora leo: «Las conclusiones de este estudio son que losprecios del crudo declinarán porque la oferta excederá la demanda, in­cluso a precios menores, y porque una mayor competencia hará gravitarlos precios hacia los costos». En suma, ésta era la prognosis del autor: losprecios petroleros habrían de declinar en los años venideros, esto es,los que seguirían a 1972.

Nueve años más tarde, en mayo de 1981, hubo una conferencia enHouston sobre el futuro de los precios del petróleo. De nuevo, allí estuvoAdelman, y en este caso su criterio rezó en los siguientes términos: «Apesar de la debilidad de la demanda, yo espero para los próximos añosunos precios del crudo que serán crecientes en términos reales» (1982:54). Es decir, su pronóstico entonces era que los precios aumentarían enel futuro cercano, valga aclarar, en los años posteriores a 1981.

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Nos la vemos, pues, con un tema sumamente complejo, que, hasta almás calificado de los expertos, hubo de desorientar, o mejor, de extra­viar, en dos momentos cruciales de la historia económica reciente. Estadesorientación llega al punto de que sus vaticinios erraron nada menosque en cuanto al sentido de la dirección, en este caso dirección de losprecios, antes que sobre algunos porcentajes, números más o númerosmenos, respecto de los valores en efecto acaecidos.

Estos dos episodios resultan ser en sí mismos muy ilustrativos, y ental respecto no necesitan de mayores comentarios. Pero lo que de ellos sedestila, y esto es aquí lo importante de puntualizar, es la enorme comple­jidad del tema entre manos, con lo cual no hago más que obligarme aserenar el juicio invitando a la ponderación y la mesura al momento depasar a considerar los aspectos de mi disertación.

Hay algo más. Este tema, complejo e intelectualmente atractivo comosin duda lo es, tiene una decisiva importancia para Venezuela. Venezuelafue un país petrolero; Venezuela es un país petrolero, y Venezuela enel futuro previsible habrá de ser un país petrolero. De manera que porfuerza tenemos que encarar el tema propuesto para buscar arrojar lucessobre él, luces que deben iluminar su pasado, aclararnos los movimien­tos circunstanciales del presente y precavernos sobre su curso futuro.La primera de las razones es inmediata: salvo que con claridad lo en­tendamos, la acción a la que se está llamado puede verse confundida ymalograda. La segunda, porque el tiempo que corre es, al fin y al cabo, elámbito natural para la acción y el empeño político; y la tercera, porqueallí está, en una importante medida, el destino cercano que a todos hoynos concierne.

Me he propuesto abordar una tarea: bosquejar los caminos que, deseguirse, llevarían a una comprensión teórica de la economía del petró­leo. Al final espero que se vea cómo existe una esclarecedora ilación en­tre los diferentes y posibles estadios conceptuales. Habría una segundatarea igualmente iluminadora: escudriñar ciertos indicios cuantitativos.Esta tarea, sin embargo, no la cumpliremos hoy. Una y otra, en todo caso,se sostienen en un único tronco: el afán vital de entender la realidad delpetróleo y de sus consecuencias, seculares ya, sobre el desenvolvimientoeconómico y político de Venezuela.

Una advertencia se me impone con fuerza irresistible. Hay, así, unaspecto que es preciso exponer sin ningún género de ambages. La

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Economía Política del petróleo, en efecto, antes de constituirse ella mis­ma como una perspectiva científica de su realidad tiene, en calidad deantecedentes, un conjunto de decisiones conceptuales sobre las cuales esmenester ponerse de acuerdo, o, al menos, saber conscientemente querepresentan decisiones asumidas o adoptadas. Pero los criterios para de­cidir sobre estas materias primordiales, por antecedentes o primigenias,no le pertenecen a la teoría económica, es decir, la preceden, y,en tal sen­tido, son materias extracientíficas, previas a la labor del conocimientocientífico mismo.

Su significación y pertinencia, por lo tanto, deben calibrarse con baseen elementos de juicio que no forman parte del conocimiento económi­co sensu stricto. La escogencia de una u otra opción conceptual envuelve,como siempre sucede en las cosas importantes, ganar y perder a un tiempo,y es el balance entre ambos y la fertilidad potencial ofrecida lo que ter­mina por inclinar la adopción hacia la una o la otra.

La primera óptica

La primera y decisiva opción conceptual se refiere a la óptica másoriginaria desde la cual observar lo que yace, frente a la mirada elemen­tal, es decir, la misma realidad del petróleo en su apariencia más simple:un objeto que se compra y se vende; el derecho sobre un algo que setransfiere por la vía del intercambio comercial. Desde luego, no es ésta laúnica óptica posible. Hay una segunda y originaria posibilidad de verlo,a saber, como un objeto que se extrae o produce para el mercado, o loque viene a decir lo mismo, como una realidad cuyo punto de partida essu misma extracción o producción. De una parte, entonces, el petróleoes un papel que se intercambia en las bolsas de mercancías o de futuros.Pero también es una materia física que sale del lago de Maracaibo, deAzerbaijan o del Mar del Norte. Puede acotarse, si se desea, que se tratade la misma realidad, aunque aparezca de modo distinto de acuerdo conla óptica que sirva para contemplarla.

Admitamos que fuera la primera óptica aquella seleccionada. Es decir,el petróleo aparece entonces como un papel que circula y se intercambiaafanosamente durante las 24 horas del día en el mercado mundial. En esacirculación, y según las condiciones más variables y azarientas, van que­dando ganancias o pérdidas para los participantes en las transacciones.

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Esta óptica, sea útil tenerla presente, es muy visible: sobre ella hay noti­cias a cada rato en la televisión y en la prensa. Es también socialmentemuy atractiva y, si algo faltare, tiene toda la publicidad del caso trás desí. Me dirijo en particular y por un instante a mis colegas economistas.En la autobiografía del fundador de la denominada escuela austríaca depensamiento económico, me refiero a Carl Menger, hay una alusión ala circunstancia que le permitió descubrir el sentido de lo económico, asaber, la observación del movimiento de un día cualquiera en la bolsa devalores de Viena. Con ese elemento autobiográfico por delante, el sen­tido de la orientación conceptual impuesta sobre la realidad económicaqueda sin dilación determinado.

¿A dónde conduce esta primera óptica, si ella fuera la adoptada? Paraempezar, a una dimensión temporal de mínima duración. Aquí dominala mayor brevedad en materia del tiempo. Más aún, con relación al preciodel papel, o del objeto que se compra y se vende, los factores dominantesprovienen en lo esencial desde el lado de la demanda y, dada la brevedadde la que se habla, esto es, la casi infinita cortedad del tiempo en juego,se trata de factores muy sensibles, volátiles, caprichosos, azarientos. Co­rrespondiente a ellos, como es de esperar, hay todo un mundo de palabrasricamente subjetivo; la palabra dominante en esta primera óptica es ex­pectativa. Una frase inoportuna o a destiempo de algún funcionario im­portante; el desmayo de algún jerarca; una copa de más que hizo lábil ellenguaje de alguien en una posición de poder; una amenaza de huelga deun sindicato, o unos vientos huracanados en el Golfo de México, y el pre­cio de inmediato sufre las consecuencias. Es decir, hay aquí algo cercanoa un juego psicológico sumamente complejo. Seguro estoy que ustedescomprenden lo valioso de esta suerte de información aludida, pero, almismo tiempo, también entenderán la enorme limitación que lleva con­sigo. Soporta ella muchas cosas, pero soslaya otras tantas, y, desde luego,es muy cercana a los intereses más individuales. El individuo se le acercacomo algo muy propio, al punto de que, no me cabe duda alguna, paramuchos esta óptica es una guía práctica de vida.

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La segunda óptica

Una primera variante

Admitan ustedes que fuera la segunda óptica la que se adopta, estoes, la que tiene como objeto central de observación el proceso de produc­ción del objeto que se intercambia en el mercado. Aquí, a su vez, haydiferenciaciones por hacer y que es conveniente resaltar. Se quiere decirque la segunda de las ópticas encierra, por su parte, dos caminos me­todológicos diferentes. El primero de ellos pone su acento en el elementodel productor individual. Su actitud de comerciante lo lleva a hacer uncontinuo balance de ventajas y desventajas mercantiles con ocasión delo que produce, y de cara a lo que es la razón de su existencia: el mayorrendimiento patrimonial. Por consiguiente, en los cálculos y medidassólo hay costos e ingresos; minimizar, maximizar, optimizar, son los vo­cablos en uso. Todo lo que está de un lado de las cuentas son costos, porejemplo, lo que cobra el dueño del recurso por permitir su explotación,los impuestos que recoge la agencia estatal, las exigencias salariales delos sindicatos, etc. Desde esta perspectiva, la exigencia conceptual nova más allá de estas calificaciones. Más todavía, hay temas en especialrelevantes. Valgan los siguientes: la finitud de los recursos naturales, lasconsecuencias ecológicas de la actividad de explotación del recurso, lavoracidad tributaria y, desde luego, el ámbito de la demanda, al que lorodea, como bien se sabe, todo un fascinante mundo de publicidad, in­formación, mercados imperfectos o asimétricos, secretos sobre hallazgosgeológicos, etc.

Entenderán ustedes que, desde esta primera perspectiva de la segundaóptica, la dimensión temporal es mucho mayor que la dimensión tem­poral considerada con ocasión del simple intercambio. Pero habiendollegado hasta aquí no se ha dicho todo. Puede, de hecho, haber una se­gunda perspectiva dentro de la visión que comento.

La segunda variante

Aquí, quien dirige la mirada es un observador que guarda debidadistancia, digamos, del ámbito físico de la producción. Es decir, se sitúadesde una posición metodológica tal como para poder contemplar detalles

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y aspectos que el anterior observador ciertamente no puede ver. De loque se desprende, por lo tanto, una serie de significativas consecuenciasque es preciso mencionar.

En primer lugar, dentro de esta perspectiva lo sobresaliente no es tan­to la voluntad del individuo productor, a quien se observa haciendo todolo necesario para conseguir sus objetivos: maximizar, minimizar, opti­mizar, hemos dicho. Lo importante más bien, a los ojos del observador,son las restricciones bajo las cuales ocurre el ejercicio de la actividad in­dividuaL Es decir, lo que se impone discernir es la naturaleza del marcode relaciones sociales dentro del cual las acciones del productor tomanlugar. En segundo término, y este punto es de gran relevancia, ya no hayen general costos e ingresos. Surge, por el imperio de la práctica política,la urgencia de establecer ciertas diferenciaciones de decisivo carácter.Por ejemplo, la más relevante de todas tiene que ver con la emanada dela distinta posición que ocupan la propiedad y el trabajo en la produc­ción. Es decir, en la determinación de las consecuencias económicas quese desprenden del hecho productivo, cumple un papel preponderante lacircunstancia de si se es propietario o se es trabajador en el tramado delas relaciones de producción.

Dado el marco económico dentro del cual ocurre la producción, yantes del intercambio mismo de los bienes producidos, el regateo por laparticipación en los ingresos creados determina el precio. El precio esalgo inherente a la producción, siendo así previo a la salida del objetohacia el mercado donde habrá de intercambiarse. En otras palabras, laproducción, la distribución de los ingresos causados en el acto produc­tivo y la determinación de los precios son naturalmente concurrentes.Hay más, el regateo distributivo lleva a la búsqueda frenética de nuevasposibilidades de inversión, de nuevas tecnologías, de nuevos mercados,y todo ello pone en marcha el insólito proceso del crecimiento de lasoportunidades económicas.

Éste es el ámbito económico contemplado desde la otra variante de lasegunda óptica. Pero esta última óptica, a su vez, precisa de otra diferen­ciación que, de no hacérsela, y muy en especial para el caso del petróleo,crea insuperables dificultades en el camino de entender lo fundamentalde su realidad. De hecho, no basta con hablar de propiedad y de trabajoen general. La práctica, así, impone una distinción adicional, surgida delhecho de que no hay tal cosa para el conocimiento económico como la

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propiedad en general. Efectivamente, la Economía Política, en cuantoconocimiento científico autónomo, descansa en esta sutil diferenciacióna la cual voy a referirme en los próximos minutos.

Una diferenciación decisiva: la cuestión de la

propiedad en la Economía Política

La propiedad relevante para la ciencia de la Economía es aquélla quese ejercita sobre unos objetos que demuestran ser económicamente útilespara la producción. Sobre este hecho, en apariencia superfluo, se asientalo siguiente. Hay medios de producción que son, a su vez, el resultadode precedentes procesos productivos. Pero también existen medios deproducción que no se producen, que como tal no son la consecuenciade un hecho productivo, entendido éste, según es lo riguroso, como unproceso pensado, deliberado, prefigurado y conducido. Ésta, entiéndaseasí, es una diferenciación crucial para el conocimiento económico.

De aquí habrán de emerger, una vez admitida la distinción bajo escru­tinio, tres vocablos, con los cuales se alude a tres diferentes realidades so­ciales, cada una de las cuales encierra sus propias complejidades. Huelgaafirmar que ellas guardan entre sí íntimas complementareidades.

Surgirá la palabra salarios; surgirá la palabra beneficios, y surgirá lapalabra renta. De esta manera se logran precisar, para los fines de la dis­tribución de los ingresos y, por ende, de la determinación de los precios,los correspondientes ámbitos del trabajo y de la propiedad en sus dosvertientes antes distinguidas. Es decir, se establecen los espacios de re­muneración de los trabajadores, por un lado, y de los propietarios, porel otro. Pero estos últimos, de acuerdo con lo anotado, aparecen en laescena económica con atributos del todo diferenciables según el caso,a saber, como propietarios de medios de producción a su vez produci­dos o como propietarios de medios de producción no producidos, v.g.,la tierra, las minas, los yacimientos. A los primeros, en la distribuciónde los ingresos generados, les corresponderá una remuneración que enrigor son beneficios, en tanto que los segundos cobrarán una renta.

Esta diferenciación, por supuesto, tiene un ámbito histórico clara­mente definido. Pero no se olvide por un momento que la Economía Políti­ca es un conocimiento de suyo histórico. El tiempo de esta diferenciación,

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pues, pertenece especialmente al del ocaso de los terratenientes, y, comomuy bien lo sabemos, la disciplina de la Economía, que nace con ocasiónde esta diferenciación, lleva consigo la responsabilidad política -¿no esacaso Economía Política?- de brindar razones y argumentos para negarla significación de la propiedad territorial. O dicho de otro modo, paranegar que la propiedad del terrateniente implique de por sí costos. Así escomo le resultará posible a Adam Smith sostener en una frase, de la másfina literatura concebible, que los terratenientes gustan «cosechar dondenunca sembraron». O más estrictamente, que en tanto los salarios y losbeneficios son «causas» tras la determinación de los precios, la renta,por el contrario, es un «efecto» de su mayor o menor nivel. La renta de latierra, en resumidas cuentas, es fiel expresión de una lucha distributivade las más hondas consecuencias, que toma lugar en un particular ám­bito temporal histórico.

Un imprescindible escolio

La diferenciación entre medios de producción producidos y no pro­ducidos marca una encrucijada de la más extrema importancia teóricay práctica. Aquí convendría detenerse para dedicar el tiempo que fueranecesario a mirar cada intersticio y a evaluar cada eslabón conceptual.No debo abusar, sin embargo, de la ocasión, y sólo me es dado reducirmea hacer afirmaciones o negaciones, que no pueden ser, entonces, más queexpresiones dogmáticas, en el estricto sentido de que ante ustedes no seevalúan o sopesan críticamente.

La Economía Política, y más rigurosamente aún, la crítica que de ellase hace y que la lleva hasta los confines de su consistencia, descansa enun distinción. David Ricardo hubo de expresarla en estos términos: «Elvalor es esencialmente diferente de la riqueza» (1992: 182). Y, por su­puesto, es Marx quien aporta la imprescindible y definitiva precisión:«Los materiales de la naturaleza solos, en tanto que ningún esfuerzo hu­mano se les incorpora, o en cuanto son meras materias que existende formaindependiente del trabajo del hombre, no tienen valor...» (1973: 366).

Esta crítica demarcación lleva a que bajo el concepto de capital no seaadmisible cubrir el caso de medios de producción que, por su parte, nosean el resultado de un proceso previo de producción. Esto último, paraser todo lo riguroso del caso, no obsta para que estos últimos medios de

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producción no se puedan contabilizar como parte de la riqueza de unasociedad. Valga decirlo en forma lacónica: todo capital es riqueza, mas locontrario no es cierto. De lo que se sigue, entre otras tantas derivaciones,que estrictamente hablando la noción de 'capital natural: tan popular ennuestros días, resulta entonces ser un perfecto contrasentido.

Debe llegarse aún más lejos, y se entenderá bien que el comentariopor agregar es una legítima secuela del argumento como va. A la nocióndel capital como un objeto que coadyuva en la producción, esto es, comouna cosa, bien física bien inmaterial, que asiste y auxilia el trabajo, laEconomía Política opone el criterio de que el capital, antes bien, es «unarelación social» y no, por consiguiente, un mero objeto. Queda así ex­cluida la naturaleza, en cuanto simple naturaleza, del ámbito propio deesta decisiva categoría contemporánea del capital.

Cuando la Economía Política en Venezuela da sus pasos inicialespor la pluma de Arturo Uslar Pietri, asumirá el rumbo de categorizar elpetróleo como un capital natural. Óigaselo: «el petróleo es un capital de­positado por la naturaleza en el subsuelo». Y más en el tiempo contem­poráneo, el influyente pensamiento de Domingo Maza Zavala se plegaráa esta concepción limitante y equívoca. Escúcheselo: «Los ingresos fis­cales provenientes de actividades de exploración y aprovechamiento derecursos naturales agotables... pueden ser asimilados -sólo asimilados­en su conjunto a un fondo de capital formado mediante la liquidación deactivos reales...» (1973: 84).

Debe saberse que existen sólidos indicios empíricos que contradicenestas últimas afirmaciones o tesis, y que colocan al pensamiento ante unagenuina encrucijada de la cual no es posible escabullirse sin pagar unalto precio de inconsistencia e insipidez. Retomemos en todo caso el hilode la exposición que dejamos brevemente en suspenso.

Una segunda distinción en el seno

de la propiedad -

La diferenciación hecha antes no se agota en sí misma. De ella emanaotra, la cual, por consiguiente, depende de la primera. La misma, en suturno, posee un carácter diferente a las anteriores, y su naturaleza, comoustedes se percatarán en un instante, tiene una especial significación para

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el caso del petróleo en una economía como la venezolana. El petróleo,en efecto, no es únicamente una propiedad territorial, de cuyo ejercicioparticipa alguien a quien bien cabe denominar un terrateniente, y quereclama poseer un legítimo derecho a percibir una renta. Es tambiénuna propiedad nacional, en el recto sentido de que su propietario es elEstado en cuanto encarnación política de la nación. Es, en síntesis, unapropiedad territorial y nacional.

La capacidad de diferenciar las clases de propiedad según estas últi­mas líneas abre entonces la posibilidad de introducir un nuevo tema, asaber, el atinente al ámbito espacial de significación económica de la pro­piedad nacional. Surge así la necesidad de introducir otra diferenciaciónadicional.Hay propiedades nacionales económicamente significativas enel ámbito nacional, y hay propiedades nacionales económicamente sig­nificativas en el mercado mundial. Más aún, las segundas, aun siendo suespacio el mercado mundial pueden causar, y en la práctica hay casos,cuando causan consecuencias nacionales. De este modo una distinciónque pareciera ser acaso demasiado sutil lleva, además, a ganar un impor­tante espacio conceptual.

Ahora tenemos con ocasión de este último discernimiento dos ámbi­tos en conjunción: el de la significación externa de la propiedad nacionaly el de las consecuencias domésticas de dicha significación internacio­nal. O de la manera más sencilla posible: hay una renta internacional delsubsuelo petrolero con importantes efectos nacionales.

Dicho concisamente: no todas las propiedades territoriales son iguales,una vez que se las contempla bajo el prisma de la Economía Política. Haypropiedades territoriales privadas nacionales tanto como hay propie­dades territoriales públicas nacionales. Las primeras, de ser relevantesen el mercado mundial, allí normalmente se extinguen. Las segundas,cuando fructifican externamente, suelen volcar luego sobre la economíadoméstica sus efectos. Sin estas diferenciaciones, desde luego, es patenteque se obviaría de manera paladina el caso de Venezuela.

Vistas las cosas desde otro ángulo cabe decir lo siguiente. La EconomíaPolítica, y sólo ella, permite allegarse al caso venezolano y desentrañar surica experiencia histórica. Hay en su seno dos procesos históricos, concaracteres específicos claramente diferentes. La historia de Venezuela; lapráctica política y económica en Venezuela; la Venezuela llamada con­temporánea; la Venezuela a la que aludimos cuando la mirada se dirige

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al futuro, son dos procesos históricos distintos: una historia centrada enlas relaciones del Estado propietario del recurso con el mercado mun­dial; la otra, atinente a lo que hace, hizo y hará en la economía nacional elEstado propietario con los proventos conseguidos del intercambio de surecurso en el comercio internacional. La ciencia histórica de la EconomíaPolítica las separa, pues, para luego poder vincularlas y entramarlas enuna fructífera unidad. La Economía más convencional, por el contrario,si las discierne carece luego del cánon conceptual necesario para reunir­las en una unidad superior.

Dicho de nuevo, hay un primer ámbito histórico: el formado por lasrelaciones entre el Estado propietario y las compañías concesionarias ex­tranjeras; o entre el Estado propietario, Pdvsa y el mercado mundial. Deaquí resulta, entonces, el ingreso del Estado terrateniente. El segundo delos ámbitos, a su vez, está constituido por la renta del subsuelo petroleropropiedad del Estado, su gasto y el desenvolvimiento de la economía na­cional.

La cisura que innecesariamente introduce el conocimiento conven­cional de la Economía entre estos dos ámbitos es, en verdad, razón deescándalo. La prueba última del carácter científico o no de los análisisllevados a cabo sobre la materia del petróleo brota de aquí: las categoríasdel conocimiento no pueden hacer lo que la práctica a su vez no hace, yésta, que es el criterio decisivo, hace de la realidad del petróleo una enti­dad singular, unitaria.

La Economía Política: una ciencia crítica

La reflexión hecha a lo largo de las páginas anteriores deja una pautametodológica. Sirva ella para compartir un comentario final.

Con mucha insistencia se escucha decir en ciertos ambientes intelec­tuales que la disciplina de la Economía Política porta una exigencia, unaexigencia que no le es posible esquivar, a saber, ser crítica. Yhay más, queha de serlo en toda circunstancia. Estas páginas reiteran esa demanda: laEconomía Política tiene que ser crítica. No pueden albergarse dudas alrespecto. Con todo, hay que tener plena conciencia de lo que se hallaenvuelto en este requerimiento, no se vaya a querer decir algo que seentiende de otra manera.

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Se afirmará, pues, que el espíritu crítico en referencia no es más que elsaberse la ciencia de la Economía Política en posesión de una capacidadde denuncia y censura de los arreglos sociales y económicos vigentes. Ental sentido es ella «un arma de la revolución», como alguien hubo de es­cribir. Y habría que añadir, de la revolución «permanente». La EconomíaPolítica, por lo tanto, es una disciplina crítica cuya misión es poner aldescubierto el carácter inicuo de la sociedad.

Debe señalarse pronto y sin ambages que no es éste el sentido en elcual se precisa aquí la exigencia de criticidad. Pero no se malentienda lodicho. No se trata de irse al extremo opuesto, y convertir la razón de laEconomía Política en apología antes que en denuncia. Lo uno y lo otro,entendámonos, son simples versiones de una misma manera de ver.

Habría un segunda opción a los fines de puntualizar lo que se hallatras el espíritu crítico de la disciplina. No siendo entonces un instrumen­to de censura, aunque tampoco una mera apologista, cabe preguntarseentonces, ¿hacia dónde dirigir la mirada? Una respuesta plausible se ex­presa en el recurso de «llenar a la ciencia de cautela así como de hacerlalibre de prejuicios». Pero esto, debe entenderse, bien puede equivaler avaciarla de todo interés, haciéndola tan aséptica que al final es un ser sinvida, inerte.

En todo caso, la naturaleza crítica de la Economía Política es más bienla consecuencia de seguir la orientación mayor del propio método cientí­fico. O dicho al revés, su carácter científico es la más clara manifestaciónde su criticidad. Pero si se es enteramente riguroso, y el juicio se apegaa cumplir los mandatos que emanan del tribunal en el que la ciencia selo juega todo, a saber, de la práctica misma de la vida humana, enton­ces ese espíritu crítico impregna y conduce cada paso del entendimientoen su itinerario. Se quiere decir que sólo de esta manera la disciplinaprocede siempre morescientificus, según la mejor usanza científica. Y sequiere decir también que ese proceder consiste en separar y diferenciar,en identificar y distinguir, para que al así hacerlo se delimite inequívoca­mente lo que es decisivo y peculiar de un objeto, o dicho de otro modo,«para que se haga visible aquello que se diferencia y aquello que hace ladiferencia» (Heidegger, 1993: §4).

Una consecuencia de obedecer la pauta que emerge de dejarse llevarsólo por las cosas mismas en acción, es la de que el objeto en estudioadquiere entonces la plenitud de su realidad. Pero esto significa que su

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Page 16: LATEORíA ECONÓMICA DEL PETRÓLEOance.msinfo.info/bases/biblo/texto/libros/BA.2008.a.16.pdf · del papel, o del objeto que se compray sevende, los factores dominantes provienen en

lado «oscuro» o «indeseable» o «inicuo» -porque ha de saberse que seestá en el corazón de los asuntos de los hombres y de ningún modo sees indiferente al destino de la condición humana- se muestra no comofalso, para hablar en los términos que legó Hegel para toda posteridad,sino como lo negativo, como aquello que es urgente superar.

El ejercicio crítico en torno al petróleo, la teoría científica del petróleoen cuanto realidad económica, demanda, por lo tanto, la tarea de dis­tinguir la especificidad de su existencia en la práctica social, y hasta loslímites donde se hace posible, entonces, que se muestre en su patencia laverdad de esa existencia.

B Discurso de incorporación a la Academia de Mérida, 2007.E

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