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13 FUNDAMENTOS DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO LAS VÍAS DEL TIEMPO Claudio Magris El Museo alemán de los relojes, gloria de Furtwangen, es una selva de instru- mentos de muchos tipos y formas —valiosos, caseros, automáticos, musica- les— que miden el tiempo. Predominan, naturalmente, los relojes de cuco de la Selva Negra, cuya paternidad es atribuida a un artesano bohemio o bien, según otros, a un tal Franz Ketterer, hacia 1730, o a su padre Franz. Hay péndulos, relojes astronómicos, planetarios, de cuarzo. Resulta algo instintivo preguntarse si el tiempo transcurre independientemente de estos instrumentos, que lo mi- den con movimientos diversos, o si no es más que ese conjunto de medidas y observaciones. Entre estos innumerables péndulos uno no piensa en las preguntas de Aristóteles y de San Agustín, en los interrogantes metafísicos sobre el tiempo, sino en incongruencias y deformidades cronológicas más modestas. Hace pocos meses, por ejemplo, unos anuncios del Movimento Sociale Italiano celebraban los cuarenta años de la República de Saló. Esas imágenes de manos alzadas en el saludo fascista y prolongadas por puñales eran también una alegoría de la medida elástica y flexible que asume el tiempo, individual e histórico. En 1948, durante la famosa campaña electoral, el año 1918, con el final de la Primera Guerra Mundial y la unión de Trieste a Italia, pertenecía a un pasado ya lejano y aplacado, incapaz ya de encender pasiones feroces; los treinta años transcu- rridos entre 1918 y 1948 habían situado esos acontecimientos más allá de la Cori, mura romane, Giuseppe Pagano.

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Page 1: LAS VÍAS DEL TIEMPO Claudio Magris · FUNDAMENTOS DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO 13 LAS VÍAS DEL TIEMPO Claudio Magris El Museo alemán de los relojes, gloria de Furtwangen, es una

13FUNDAMENTOS DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO

LAS VÍAS DEL TIEMPOClaudio Magris

El Museo alemán de los relojes, gloria de Furtwangen, es una selva de instru-

mentos de muchos tipos y formas —valiosos, caseros, automáticos, musica-

les— que miden el tiempo. Predominan, naturalmente, los relojes de cuco de la

Selva Negra, cuya paternidad es atribuida a un artesano bohemio o bien, según

otros, a un tal Franz Ketterer, hacia 1730, o a su padre Franz. Hay péndulos,

relojes astronómicos, planetarios, de cuarzo. Resulta algo instintivo preguntarse

si el tiempo transcurre independientemente de estos instrumentos, que lo mi-

den con movimientos diversos, o si no es más que ese conjunto de medidas y

observaciones.

Entre estos innumerables péndulos uno no piensa en las preguntas de

Aristóteles y de San Agustín, en los interrogantes metafísicos sobre el tiempo,

sino en incongruencias y deformidades cronológicas más modestas. Hace pocos

meses, por ejemplo, unos anuncios del Movimento Sociale Italiano celebraban

los cuarenta años de la República de Saló. Esas imágenes de manos alzadas en

el saludo fascista y prolongadas por puñales eran también una alegoría de la

medida elástica y flexible que asume el tiempo, individual e histórico. En 1948,

durante la famosa campaña electoral, el año 1918, con el final de la Primera

Guerra Mundial y la unión de Trieste a Italia, pertenecía a un pasado ya lejano

y aplacado, incapaz ya de encender pasiones feroces; los treinta años transcu-

rridos entre 1918 y 1948 habían situado esos acontecimientos más allá de la Cori, mura romane, Giuseppe Pagano.

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14 IV. TIEMPO CUATRO CUADERNOS. APUNTES DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO

muerte, donde ya no alcanza la ira enemiga. Los cuarenta años transcurridos

entre la República de Saló y su reciente celebración son un tiempo breve, que

no ha archivado ninguna pasión; el mitin anunciado había podido provocar

desórdenes, peleas y heridas.

Se viven como contemporáneos acontecimientos sucedidos hace bastantes años,

incluso decenios, y parecen muy lejanos, definitivamente borrados, hechos y

sentimientos que tienen un mes de vida. El tiempo se adelgaza, se alarga, se con-

trae, forma grumos que parecen poder tocarse con la mano o se disuelve como

bancos de niebla que se disipan y desvanecen en la nada; es como si tuviera

muchas vías, que se cruzan y separan, sobre las cuales transcurre en direcciones

diferentes y contrarias. Desde hace algunos años, el año 1918 parece de nuevo

más cercano; el fin del imperio de los Habsburgo, ya desvanecido en el pasado,

ha regresado al presente y es objeto de apasionados debates.

No existe un único tren del tiempo, que lleva en una única dirección a una velo-

cidad constante; de vez en cuando se encuentra con otro tren, que procede del

lado opuesto, del pasado, y durante un cierto trecho ese pasado corre junto a

nosotros, está a nuestro lado, en nuestro presente. Las unidades de tiempo —las

que los manuales de historia clarifican, por ejemplo, como el período cuater-

nario o la era augusta y las crónicas de nuestra experiencia como los años del

bachillerato o la era del amor por una persona— son misteriosas, difícilmente

mensurables. Los cuarenta años de la República de Saló parecen breves, los

cuarenta y tres de la Belle Époque, por el contrario, larguísimos; el imperio na-

poleónico parece mucho más largo que el democristiano, que se ha prolongado

durante mucho más tiempo.

Los grandes historiadores, como Braudel, se han basado sobre todo en este as-

pecto hermético de la duración, en la ambigüedad y la polivalencia de lo que se

denomina «contemporáneo». Esta palabra asume significados diferentes, como

en los relatos de ciencia ficción, según los movimientos en el espacio: Francisco

José es un contemporáneo para quien vive en Gorizia y se tropieza con las hue-

llas de su presencia en el mundo que le rodea, mientras que, para quien vive en

Vignale Monferrato, pertenece a una era lejana. Para Hamsun, que nació en la

época de la batalla de Sedan y seguía vivo al comienzo de la guerra de Corea, los

dos acontecimientos quedan en cierto modo incluidos en un único horizonte,

mientras que para Weininger, muerto muy joven en el año 1903, pertenecen

respectivamente a un pasado prenatal y a un futuro lejanísimo, a un mundo que

él no habría podido ni siquiera imaginar.

La Ungleichzeitigkeit, la no contemporaneidad que separa sentimientos y hábi-

tos de personas y de clases sociales, como ha escrito Bloch, es una de las claves

de la historia de la política. Nos parece imposible que para nuestros hijos sea ya

irrevocable y desconocido pasado lo que para nosotros sigue siendo presente.

Todos, en este sentido, somos víctimas y culpables de incomprensión; quien

tenga diez o quince años menos que yo, no puede entender que el éxodo istriano

después de la Segunda Guerra Mundial forma para mí parte del presente, de la

misma manera que yo no acabo de entender del todo que para él los años com-

prendidos entre 1968, 1977 y 1981 se dividan en épocas distintas y diferencia-

das, cuando para mí se superponen y se extienden, pese a sus sobresaltos y sus

grandes diferencias, como las hierbas ondulantes de una llanura.

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15LAS VÍAS DEL TIEMPO

La historia adquiere su realidad un poco más tarde, cuando ya ha pasado, y las

conexiones generales, instituidas y escritas años después en los anales, confieren

a un acontecimiento su alcance y su papel. Al recordar la derrota búlgara, acon-

tecimiento decisivo para el desenlace de la Primera Guerra Mundial y por tanto

para el fin de una civilización, el conde Károlyi escribe que, mientras la vivió,

no supo darse cuenta de su importancia, porque, «en aquel momento», «aquel

momento» todavía no había llegado a ser «aquel momento». Tampoco para

Fabrizio del Dongo existe todavía la batalla de Waterloo mientras él está com-

batiendo. En el puro presente, la única dimensión en la que, por otra parte, se

vive, no existe la historia; en ningún instante existe el fascismo o la Revolución

de Octubre, porque en aquella mínima fracción sólo existe la boca que engulle

saliva, un gesto de la mano, una mirada que se posa en la ventana. De la misma

manera que Zenón negaba el movimiento de una flecha disparada por el arco,

porque en cada instante estaba inmóvil en un punto del espacio y la sucesión

de instantes inmóviles no podía ser movimiento, también podría decirse que la

sucesión de estos instantes sin historia no crea historia, sino las correlaciones

y los añadidos aportados por la historiografía. La vida, decía Kierkegaard, sólo

puede ser entendida mirando hacia atrás, aunque deba ser vivida mirando hacia

delante —o sea, hacia algo que no existe—.

El Danubio [1986], traducción de Joaquín Jordá, Anagrama, Barcelona, 1997.

Matera, Giuseppe Pagano.

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16 IV. TIEMPO CUATRO CUADERNOS. APUNTES DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO

SPIRAUX. Andrés Trapiello.

Esta mañana, a la vista de todos, para su liquidación, compareció el trabajo de un hom-

bre, cuanto fue su vida. Era fácil imaginar, imaginarlo, sesenta, setenta años, sentado

en su banqueta, detrás de su mesa, doblado por el peso de la luz, como una de esas

figuras de Rembrandt, Spinoza, quizá. Se saldaba su taller de relojero, las cajas como

Cornells ya ultimados, sus herramientas, martillos, calibres, berbiquíes, limas… Ante

todo aquello, sólo una certeza: alguien ha muerto. De otro modo, ¿se habría desprendi-

do de lo que fue su sueño? ¿Pensó que su vida acabaría aquí, dispersada por un golpe

de azar? En cada cajita el universo, en realidad, los engranajes, volantes, resortes, ejes,

ruedas, rubíes que precisa un universo para moverse majestuoso, grave y silente dentro

de otro. Cuánto orden aún en el desorden de la venta. Apenas duraron estos misterio-

sos objetos en la batea sobre borriquetas que el almonedista sacó a la calle. Unos se

llevaron unas cosas, otros otras, cada cual las suyas, en unos minutos, sin porfías ni

regateos, sin hablar, minucioso laborar de un hormiguero. Se habría asegurado que el

tiempo para el que fueron creadas, el tiempo futuro que no llegaron a medir nunca, se

deshacía como ceniza, en tanto que el pasado de donde procedían, se volvía indestruc-

tible, hecho piedra, como un fósil. Aquí, ahora, contigo, cada pequeña pieza de acero,

minúsculas algunas como semilla de amapola, las flores de esta primavera lluviosa.

Crecen al margen, del mismo modo que el nuestro es un tiempo en la cuneta. Y sientes

que has de hacer con tanta viruta tu propia casa.

Blog Hemeroflexia, 3 de abril de 2011.

El Rastro, Andrés Trapiello, Madrid, 3 de abril de 2011.