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Las relaciones entre la Unión Europea/Comunidad Europea y América Latina: permanencias y transformaciones ¿Un giro en los 90? Doctoranda: Mayte Anais Dongo Sueiro (Freie Universität Berlin) Resumen: Las relaciones entre la Unión Europea (UE) -y su precedentes Comunidades- y América Latina estarían marcadas por una asimetría de interés (Fazio, 2006: 47), una asimetría de posición y una retórica que habría llevado a una frustración de las expectativas latinoamericanas. En los noventa por factores internos de la Unión y externos, del sistema internacional y de Latinoamérica, se genera un giro en las relaciones con esta última y se implantan las bases de un nuevo tipo de “diálogo” birregional. En este sentido, se debe considerar el marco temporal de la relación (fin del mundo bipolar, evolución europea y transformaciones en América Latina), el desarrollo del diálogo político y la perspectiva institucional europea. Tomando en consideración estos factores es que se observa una “españolización” de la política de la UE hacia América Latina, el rol de EE.UU., el papel de la apertura económica y el entendimiento de América Latina como más que una región en desarrollo. Además, se constata el rol que las instituciones europeas pueden llegar a tener de forma individual en las relaciones con Latinoamérica y, asimismo, la externalización de los procesos internos europeos en las relaciones con América Latina. Introducción En los 90 se observa el inicio de muchas de las negociaciones y tratados entre la Unión Europea y América Latina; la institucionalización de las reuniones ministeriales entre la Cooperación Política Europea y el Grupo de Río; los Tratados de Libre Comercio; y los

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Las relaciones entre la Unión Europea/Comunidad Europea y América Latina:

permanencias y transformaciones

¿Un giro en los 90?

Doctoranda: Mayte Anais Dongo Sueiro (Freie Universität Berlin)

Resumen: Las relaciones entre la Unión Europea (UE) -y su precedentes Comunidades- y

América Latina estarían marcadas por una asimetría de interés (Fazio, 2006: 47), una

asimetría de posición y una retórica que habría llevado a una frustración de las expectativas

latinoamericanas. En los noventa por factores internos de la Unión y externos, del sistema

internacional y de Latinoamérica, se genera un giro en las relaciones con esta última y se

implantan las bases de un nuevo tipo de “diálogo” birregional. En este sentido, se debe

considerar el marco temporal de la relación (fin del mundo bipolar, evolución europea y

transformaciones en América Latina), el desarrollo del diálogo político y la perspectiva

institucional europea. Tomando en consideración estos factores es que se observa una

“españolización” de la política de la UE hacia América Latina, el rol de EE.UU., el papel de

la apertura económica y el entendimiento de América Latina como más que una región en

desarrollo. Además, se constata el rol que las instituciones europeas pueden llegar a tener de

forma individual en las relaciones con Latinoamérica y, asimismo, la externalización de los

procesos internos europeos en las relaciones con América Latina.

Introducción

En los 90 se observa el inicio de muchas de las negociaciones y tratados entre la

Unión Europea y América Latina; la institucionalización de las reuniones ministeriales entre

la Cooperación Política Europea y el Grupo de Río; los Tratados de Libre Comercio; y los

  2  

acuerdos de tercera y cuarta generación. Es así que surgen varias preguntas: ¿Se da un

cambio en la política europea en relación a América Latina alrededor de los 90? De ser así,

¿en qué se caracteriza esta etapa de las relaciones?

En los noventa por factores internos de la Unión y externos, del sistema internacional

y de América Latina, se genera un giro en las relaciones con esta última, un giro que

encuentra una continuidad de ciertos factores pero que implanta las bases de un nuevo tipo de

diálogo birregional e inter-regional. Con diálogo birregional hago referencia al

birregionalismo, entendido en este texto como “los acuerdos entre dos regiones geográficas

como las Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE-América Latina y el Caribe”

(Díaz-Silveira, 2009:55); y al inter-regionalismo, como las relaciones entre los procesos de

integración (ej. UE-Comunidad Andina, UE-Mercosur y UE-Centro América). Éste

fenómeno sería opuesto tanto al multilateralismo como al bilateralismo (Aggarwal and

Fogarty, 2005:2). En este texto me centraré especialmente en las relaciones birregionales.

Las transformaciones en las relaciones entre la UE y América Latina serían el reflejo

de la evolución de la integración europea, del desarrollo de sus instituciones y políticas, y de

la integración de nuevos miembros. Con lo último me refiero a la integración de los países

ibéricos a la Comunidad, y con ello de España, que habría de remodelar la relación con

América Latina. Asimismo, se suman nuevos intereses europeos con la reforma neoliberal y

democrática en Latinoamérica, con la incursión de empresas españolas en la región (Fazio,

2006:70), y con la posibilidad de impulsar un mundo multilateral, en el cual tanto Europa

como América Latina tendrían interés. Es así como se observaría una dinamización y

transformación en las relaciones entre ambas regiones.

  3  

A pesar de que el presente documento se centra en la década de los noventas

(específicamente desde 1987 a 1999), las relaciones entre la Unión Europea (UE) y América

Latina se remontan al nacimiento de la Comunidad Económica Europea (CEE) en los años

50. En estos años, ambas regiones empezarían a emprender un lento pero constante camino

de relaciones, marcadas por una asimetría de interés: una “asimetría en la desigual

importancia que se asignan las partes” (Fazio, 2006:47). Me refiero con ello a que la Unión

Europea es una región prioritaria para América Latina, mientras que para la primera,

Latinoamérica se sitúa en uno de los últimos lugares de relevancia en su política externa. “La

participación de América Latina en el comercio extrarregional de la Unión Europea es del

5%” (CEPAL, 2013:1). Además, existe una asimetría de posición debido a su componente

inter-regional: las relaciones inter-regionales impulsan un modelo regional; es decir,

profundizan también los procesos de regionalismo. “Se entiende por regionalismo la creación

de regiones formalizadas por los Estados con una membresía acordada y, por lo tanto, un

sistema consciente que va “de arriba a abajo”; sin embargo, entendemos por regionalización

el proceso (…) que va de “abajo a arriba”” (Díaz-Silveira, 2009:24). En este sentido, la

Unión Europea es la organización regional más evolucionada. Otra de las especificidades de

la relación sería la retórica a lo largo de su historia. Muchas de las propuestas o se han

quedado en palabras o han esperado mucho para que se realicen. Esto se observa desde

inicios de la relación. El llamado del Parlamento Europeo (PE) para entablar un diálogo

ministerial con Latinoamérica fue recién respondido cinco años después por el Consejo de

Ministros, en la Declaración sobre América Latina del 17 de octubre de 1969. En palabras de

Cintia Díaz-Silveira “se observa una excesiva retórica, propia de los discursos políticos, con

más intenciones de parecer que de hacer (...)” (Díaz-Silveira, 2009:114).

Habría, en consecuencia, expectativas frustradas especialmente desde el lado

latinoamericano, sumado a un entendimiento limitado sobre los intereses y la actuación

  4  

europea, debido a que lo esperado no llega fácilmente a concretarse. A ello se suma la

institucionalidad europea y su complejidad, y el rol de cada una de sus instituciones, las

cuales habrían de cumplir, conforme a sus prerrogativas, un papel distinto en las relaciones

exteriores europeas. Esto, aunado a la trascendencia que tiene la Unión Europea en América

Latina, hace necesaria la comprensión del papel que cumple la región latinoamericana en

estas relaciones. Para ello, he realizado una revisión bibliográfica de fuentes secundarias y un

análisis preliminar1 de documentos públicos y no públicos2 del Parlamento Europeo

(preguntas, informes, proposiciones de resolución y debates). Para analizar dichos

documentos utilizó la metodología de análisis de contenido y los protocolos de análisis.

El contexto de las relaciones

La década de los noventa trae diferentes cambios también en el sistema internacional,

como es el fin de la Guerra Fría, la reunificación alemana, la situación de los países Europeo

Centrales y la configuración de un nuevo orden internacional en el cual EE.UU. forma parte

fundamental. Estos factores se aúnan a cambios regionales, tanto en Latinoamérica (reformas

neoliberales y democratización) como en la Unión Europea (entrada de nuevos miembros y el

Tratado de Maastricht3). Esta suma de factores no solo influenció la posición de cada una de

estas regiones en el escenario mundial, sino que además, ejerció una transformación en las

relaciones entre ambas regiones.

                                                                                                               1 Me refiero a que es un análisis preliminar porque este documento se enmarca en mi investigación de

doctorado, y todavía no finalizo el análisis exhaustivo de los documentos que he recogido en las instituciones

europeas. 2 Muchos de los documentos analizados no eran públicos, pero a partir de mi estancia de investigación, los he

pedido, alegando la ley europea de transparencia, y se han abierto al público. 3 Será explicado más adelante.

  5  

Durante las décadas previas a los años noventa, hubo un distanciamiento entre las

Comunidades Europeas y América Latina, el cual se habría producido debido a que los países

europeos, después de las dos guerras mundiales, no contaban ni con el poder político ni

económico para influir en otras regiones (Ramjas Saavedra, 2006: 59-83). De igual manera,

la proliferación de dictaduras de derecha en Latinoamérica en esta época, que no eran del

agrado de los países europeos (Ramjas Saavedra, 2006: 59), y el conflicto de las Malvinas,

obstaculizaron las relaciones entre ambas regiones.

Igualmente, la Guerra Fría fue un hecho trascendental que explica el distanciamiento

entre Europa y América Latina. Ello se debe al lugar que jugó esta última en el conflicto

entre Estados Unidos y la Unión Soviética, siendo vista como la zona de influencia

estadounidense. Así, su injerencia habría excluido actores como Europa en la escena

latinoamericana. Un ejemplo de ello fue la crisis de la deuda de los países latinoamericanos

en la década de los ochenta. La necesidad latinoamericana de tratar este tema con sus

acreedores, no solo convirtió el diálogo con varios de los países europeos en desigual, sino

que además la Comunidad no mostró disposición de enfrentar a su principal aliado, Estados

Unidos, en función de temas secundarios, como era el de la deuda para ellos (Gomes Saraiva,

1996: 123). En este sentido cabe hacer una diferencia. En los debates, informes y propuestas

de Resolución del PE se discutió el tema de la deuda en varias ocasiones. No obstante, el

tema no llegó a ir más allá debido a la posición del Consejo, el cual sostuvo que la deuda era

un asunto que se tenía que resolver en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco

Mundial; y que, además, concernía a los países deudores y a sus acreedores4. Es así que al

terminar la Guerra Fría, la presión estadounidense en la región latinoamericana disminuyó

                                                                                                               4 Esta fue parte de la respuesta del Sr. Cheyson por parte de la Comisión de la Unión Europea el 30 de

noviembre de 1987 a la pregunta realizada por el parlamentario Jose Alvarez de Eulate Peñaranda. Código del

documento: PE2 AP QP/QE E-1455/87

  6  

(Ramjas Saavedra, 2006: 88); lo cual trajo consigo la posibilidad de que Europa ganará

espacio en América Latina.

Tomando esto en cuenta, el fin del mundo bipolar, configuró un nuevo escenario

internacional. Ello significó la posibilidad de instaurar un mundo multipolar, en el cual

América Latina era vista como una posible aliada de Europa; y por ende, con su ayuda podría

eventualmente cristalizar un orden multipolar (Fazio, 2006: 57). Este nuevo escenario

también estuvo marcado por el fin del conflicto ideológico durante la Guerra Fría, siendo la

ideología capitalista la que ganaría esta batalla, conllevando a que las relaciones

internacionales estuvieran marcadas por el mercado.

Otro factor importante que dio un nuevo contexto a las relaciones fue el

establecimiento de la Unión Europea en 1993 a través de la entrada en vigor del Tratado de

Maastricht, el cual fue firmado en 1992. Este tratado unió las Comunidades Europeas (la

Comunidad Económica Europea, la Comunidad del Carbón y del Acero, y la Comunidad

Europea de la Energía Atómica), el pilar comunitario, y agregó dos nuevos pilares: Política

Exterior y de Seguridad Común (PESC) y Justicia e Interior (JAI). Esta nueva organización

obtuvo nuevas prerrogativas en política exterior; ello le ha permitido representar a sus

Estados Miembros en diversas organizaciones internacionales, otorgándole una mayor

relevancia a la región. Asimismo, la reunificación del Oeste y el Este europeo ha dado un

mayor protagonismo a Europa en el escenario internacional (Ramjas Saavedra, 2006: 86).

Estas transformaciones regionales en los noventa se sumarían a los cambios que ya se

venían llevando a cabo desde finales de los ochenta. La integración de los países ibéricos,

España y Portugal, en 1986 a la Comunidad Europea fue un elemento trascendental ya que

estos países, especialmente España, promovieron las relaciones con sus ex colonias en

  7  

América Latina. Es así que en su Acta de adhesión a las Comunidades Europeas se incluye la

“Declaración común de intenciones relativa al desarrollo y la intensificación de las relaciones

con los países de América Latina” (España y Portugal) y la “Declaración del Reino de España

sobre América Latina”. Mostrando su interés por la región e incitando las relaciones entre la

Comunidad y ella. Asimismo, en los debates parlamentarios los españoles hacen hincapié en

las conexiones con Latinoamérica, a la cual llaman Iberoamérica5. En este contexto,

sugirieron incluir a la región en el esquema ACP (Asia, Caribe y Pacífico), pero fue debido a

la respuesta no favorable de Estados Unidos que esta medida no se llego a completar (Ramjas

Saavedra, 2006: 66). Sin embargo, si se logró que la República Dominicana y Haití entraran

al Convenio de Lomé IV (Escribano, 2005: 238).

En los años ochentas ya se habrían observado acercamientos entre la Comunidad

Europea y Latinoamérica, como por ejemplo, en el Acuerdo entre la Comunidad y el Pacto

Andino suscrito en 1983, el Diálogo de San José institucionalizado en 1984 entre la CE y

Centroamérica y en 1985 con el primer acuerdo de cooperación entre la CE y América

Central. Durante los ochenta los niveles comunitario y el diseñado por los Estados Miembros

se encontraban poco imbricados entre sí. Sin embargo, “esta situación cambió de modo

sensible al despuntar los 90, porque confluyeron en un mismo punto, tal como quedó

consignado en la Declaración de Roma de 1990, que estableció el diálogo político entre la

Unión Europea y el Grupo de Río” (Gomes Saraiva, 1996: 69).

                                                                                                               5 La referencia a América Latina como Iberoamérica se encuentra en varios documentos del Parlamento

Europeo en la Legislatura de 1984: Debate del dictamen (doc. A2-194/86) del Sr. Van Aerssem; dictamen

Simpson, dictamen de la comisión de desarrollo sobre la propuesta de la comisión relativa a una decisión por la

que se determinan las orientaciones generales en materia de ayuda financiera y técnica hacia los PVD de AL y

Asia; el Debate del dictamen (doc. A2-247/86); y en el informe (doc. A2-222/88) elaborado por la Sra. Daly.

  8  

Con el fin del bipolarismo y el auge de la Unión Europea, se juntaban oportunidades,

iniciativas, mercados e intereses para llevar a la realidad propuestas que habían surgido ya en

los ochenta. Ello conllevó a que se tomara en cuenta la institucionalidad regional surgida en

la región latinoamericana durante las décadas de 1960 y 1970, con la meta de construir

nuevos esquemas. Sin embargo, en esta oportunidad la ideología de fondo estaba marcada por

el libre comercio y la apertura en el contexto de las liberalizaciones de la Ronda de Uruguay

del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) que terminaban en 1994 (Delgado

Rojas, 2009: xv). Es así que a comienzos de los noventa se desató en Latinoamérica una

euforia integracionista. Tanto intelectuales, como políticos, empresarios y dirigentes de

organizaciones sociales se enfrentaron a esta idea. En este contexto se enmarca la Iniciativa

de las Américas que impulsó la administración Bush (1991), la incorporación de México e

invitación a Chile al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), la

propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) a partir de 1994 (Delgado

Rojas, 2009: xv), el nacimiento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), del Sistema de

Integración Centroamericana en 1991 y de la reforma del Pacto Andino, llamada desde 1997

Comunidad Andina.

Las reformas neoliberales de los noventa en América Latina han estado vinculadas a

un avance en las relaciones birregionales con la Comunidad Europea. Esto se observa de los

dos lados del Atlántico. Por un lado, los países latinoamericanos estaban interesados en la

apertura económica europea “sin restringir las condiciones prevalecientes para las

exportaciones latinoamericanas” (Weisstaub, 2006: 119); por el otro, la Comunidad Europea

y sus Estados Miembros apoyaron a finales de los ochenta los ajustes estructurales

neoliberales en la región; un ejemplo fueron los ajustes implementados en Costa Rica,

Guatemala y Honduras con el Banco Mundial (Gomes Saraiva, 1996: 193). Es así que hubo

una presión europea por los ajustes económicos y por la democracia en América Latina, lo

  9  

cual estuvo presente en el diálogo con el Grupo de Río. Los Ministros de asuntos Exteriores

del Grupo de Río, en la reunión de abril de 1990 en Dublin con la Cooperación Política

Europea, hacían alusión a los ajustes neoliberales, viéndolos como un elemento a favor en sus

relaciones con la Comunidad. El apoyo a la democracia por parte de la CE fue

particularmente evidente en el caso chileno. En 1990 al asumir el presidente Patricio Aywiln,

no solo diversos gobiernos europeos asistieron, sino también un representante de la Comisión

Europea. Asimismo, en casos de gobiernos dictatoriales, la CE mantenía la cooperación al

desarrollo solo a través de organizaciones no gubernamentales (Gomes Saraiva, 1996: 128).

El Comisionado para América Latina en 1986, Sr. Cheysson, en el debate sobre el dictamen

(doc.A2-194/96) del Sr. Van Aaerssen sobre las relaciones económicas entre América Latina

y la Comunidad Europea, argumenta que no se puede dejar de cooperar con pueblos víctimas

de gobiernos autoritarios, y que por eso se trabaja con Organizaciones no Gubernamentales.

El giro en las relaciones durante los años 90: Transformaciones y permanencias

Esta parte trata de conglomerar las características principales de las relaciones

birregionales entre la Unión Europea y América Latina, y así mostrar cómo es que esta etapa

traería un giro en dichas relaciones.

El Diálogo Político

El fin de la década de los ochenta y la década de los noventa traen consigo un nuevo

impulso al diálogo político birregional. Por un lado, en 1989 las relaciones entre los

embajadores del Grupo Latinoamericano de Bruselas (GRULA) y las instituciones

comunitarias fueron retomadas después de siete años, después de haber sido interrumpidas

  10  

tras el conflicto de las Malvinas en 19826. Por otro lado, en 1987 se inician conversaciones

informales, paralelas a las reuniones de Contadora7 y de la Organización de Naciones Unidas,

entre la Cooperación Política Europea y el Grupo de Río. Este diálogo birregional fue

formalizado en 1990 con la Declaración de Roma. Ese mismo año la Comunidad paso a ser

observadora del Sistema Económico Latinoamericano. Finalizando la década, en 1999, se da

inicio a las Cumbres ALCUE entre Jefes de Estado y Gobierno.

El rol de España en la política europea hacia América Latina

La entrada de los países ibéricos a la Comunidad Europea marca un nuevo proceso en

las relaciones entre la Comunidad y América Latina. ¿A qué me refiero con ello? España

habría logrado utilizar los causes comunitarios (paralelamente a sus causes iberoamericanos y

bilaterales) y comunitarizar su política exterior hacia Latinoamérica. De igual manera,

América Latina sería un espacio de prestigio para España (Fazio, 2006:102). Es así que el ex

Ministro de Asuntos Exteriores de España, Carlos Westendorp, dijo en 1996: “En 1986, la

Comunidad Europa descubre América Latina, reforzando desde entonces esta dimensión de

su proyección exterior. Desde la Unión Europea tenemos una mayor presencia e influencia en

América Latina. Y gracias a nuestra dimensión iberoamericana tenemos también un peso en

Bruselas” (Fazio, 2006: 102).

                                                                                                               6 Con la eclosión de la Guerra de las Malvinas, en 1982, el Reino Unido recibió solidaridad y apoyo de la

Comunidad a su propuesta de embargo económico a la Argentina, lo que complicó las relaciones con América

Latina, ya que a su vez fue en parte solidaria con Argentina. Los contactos mantenidos entre las instituciones

comunitarias y los embajadores del Grupo Latinoamericano de Bruselas (GRULA) fueron interrumpidos.

Después las divergencias se superaron y las relaciones fueron recuperadas en 1989 (Gomes Saraiva, 1996: 121-

122). 7Colombia, México, Panamá y Venezuela en 1983 formaron el Grupo de Contadora con el objetivo de

encontrarle una solución pacífica al conflicto Centroamericano durante los 80.

  11  

En los 80, Latinoamérica se convirtió en uno de los ejes fundamentales del accionar

exterior español, ya que esta relación le debía dar las condiciones para ser una potencia media

de alcance internacional (Fazio, 2006: 70). Es así que la entrada ibérica a la Comunidad llevó

a una reformulación de los fondos de cooperación al desarrollo. España jugó un papel

trascendental en la separación de las partidas entre América Latina y Asia (Escribano,

2005:70). Además, en 1988 año se da una reformulación de las partidas del artículo 930 del

presupuesto, otorgándole 35% a América Latina y 65% a Asia, lo cual antes estaba dividido

entre 75% para Asia y 25% para América Latina. Este cambio se debió a la insistencia de un

grupo dentro del Parlamento Europeo, del cual formaron parte los parlamentarios españoles,

quienes insistía en los vínculos entre la Comunidad Europea y América Latina y la necesidad

de aumentar los fondos dirigidos hacia esta región (ver los debates citados de 1987 y 1988).

Este mismo año, en 1988, el comisario responsable para las relaciones con América Latina,

Claude Cheysson, siempre activo para la región, fue sustituido por el español Abel Matutes.

Esta sustitución nos indicaría el rol que España empezó a tomar en las relaciones

birregionales. Otro ejemplo de este fue la ya mencionada incorporación de la República

Dominicana y Haití al Convenio de Lomé IV (Escribano, 2005: 238).

Esta posición de España como un “puente” entre ambas regiones es más compleja de

lo que aparenta, ya que entre 1984 y 1992, a pesar del rol político español, el país que

mantenía más vínculos con Latinoamérica era Alemania (Gomes Saraiva, 1996: 120). Por lo

tanto, es importante diferenciar entre la utilización de causes comunitarios y la agenda

española en América Latina a través de la Comunidad, y viceversa; y el nivel de contactos o

de cooperación entre un Estado Miembro y la región latinoamericana.

  12  

EE.UU. en las relaciones entre Europa y América Latina

Las relaciones entre la Unión Europea y América Latina han venido evolucionando

dentro de un contexto más amplio de reevaluación general de valores (derechos humanos,

etc.), ocurrida a finales de los 80 y comienzos de los 90. Los grandes sucesos políticos

presentados en Europa por esa época, sirvieron no solo para que los europeos replantearan las

relaciones entre ellos sino también para que reconsideraran sus relaciones con otras partes del

mundo. En este contexto, América Latina es parte de sus consideraciones globales, y por

ende, la Unión Europa está motivada a no perder influencia en la región debido a EE.UU.

Este último, al dejar el esquema de la Guerra Fría y de la seguridad nacional, empieza una

propuesta de integración en América, el ALCA, sumado a otras negociaciones de libre

comercio en América Latina. En consecuencia, la Comisión Europea entiende que su

ausencia en cualquier parte del mundo da espacio a que otras potencias obtengan provecho

(Ramjas Saavedra, 2006:110-111). Esto contrasta con el rol que jugó Estados Unidos en las

relaciones entre Europa y Latinoamérica durante la Guerra Fría, ya que en estos años la

injerencia estadounidense limitó los contactos entre los países europeos y los

latinoamericanos, generando una tensión en estas relaciones triangulares. Por ejemplo, como

ya se mencionó antes, durante la crisis de la deuda, Europa comunitaria no mostró la

disposición de enfrentar a Estados Unidos en el tema, debido a que era su principal aliado. En

los noventa, este escenario cambia, y Europa y Estados Unidos empiezan a estar confrontados

comercialmente también en Latinoamérica, la cual ya no estaba sujeta a la política exterior

del país del norte. Ello condujo por un lado, a que una de las prioridades de varios Estados

latinoamericanos sea el fortalecer las relaciones con Europa (Ramjas Saavedra, 2006:87); y

por otro, que la Unión Europea emprendiera acuerdos económicos y comerciales en la región

latinoamericana. Por ejemplo, el “Acuerdo de Asociación Económica, de Concertación

Política y de Cooperación”, el cual incluyó un Acuerdo Interior sobre comercio con el

objetivo de constituir una zona de libre cambio (Blanco y Corral, 2000: 29), firmado en

  13  

diciembre de 1997, se lanzó después de ser firmado el Tratado de Libre Comercio de

América del Norte.

La importancia de la apertura económica en las relaciones

A finales de los ochenta se hizo presente en la postura externa comunitaria la

importancia dada a la apertura económica y a los ajustes estructurales. Esto se debería en

parte a la coyuntura interna europea, la cual ha adoptado lineamientos del paradigma

neoliberal como orientadores (Gomes Saraiva, 1996: 130). Asimismo, esto se relacionaría

también a que los europeos apuntaban como la causa de los desequilibrios en Latinoamérica a

la Sustitución de Importaciones. Es así que esta postura se relaciona a la coyuntura

internacional (Gomes Saraiva, 1996: 130). Esto cobra más sentido a inicios de los noventa

con el fin de la Guerra Fría y el prevalecimiento del paradigma neoliberal. En este contexto

es que surgen los acuerdos de Tercera Generación, los cuales son negociados entre la CEE y

los países latinoamericanos, y que incluían la apertura económica como un punto importante.

Por otro lado, la CEE también ejerció presión por esta apertura a través de organismos

financieros internacionales. Ello coincidió con la promoción de reformas económicas con

ajustes estructurales liberales (ej. Bolivia y México). Ajustes que fueron bien recibidos por

Europa comunitaria, pero que convivieron con el proteccionismo europeo (Gomes Saraiva,

1996: 131). En los preguntas formuladas por los Parlamentarios Alvarez de Eulate, García

Arias y Robles Piquer (y otros), dirigidas al Consejo sobre la deuda entre septiembre y

diciembre de 1987, El Consejo responde señalando el rol del Banco Mundial, el FMI y en

general de las entidades financieras internacionales para resolver el problema.

Asimismo, la relevancia dada por la Comunidad hacia la apertura económica puede

ser observada en el Comunicado de la II Reunión Ministerial entre el Grupo de Río y la CE y

sus Estados Miembros, en el cual se encuentran constantemente términos como “economía de

  14  

mercado” y “liberalización”. En el mismo se menciona que los Ministros destacaron la

magnitud de los cambios producidos en América Latina, como la apertura generalizada, los

procesos de privatización y la atracción de mayores flujos de capitales extranjeros (SELA,

1992:).

A este punto se le suman dos factores relevantes de mencionar. El primero es que

después de la superación de la crisis en Centro América, el diálogo comenzó a estar fuera de

una situación de conflicto, llevando a que lo económico ocupara un espacio mayor (Gomes

Saraiva, 1996: 195). El segundo factor es que la UE empezó como una organización de

integración económica; en consecuencia, su aspecto más definido es el comercio y el aspecto

más desarrollado en su política exterior es su política comercial. En este marco, la UE a nivel

global aboga por la creciente liberalización de las relaciones comerciales y, por ende, hace

relaciones con los países con más predisposición a profundizar en la apertura de mercados

(Ramjas Saavedra, 2006: 111). Es así que cobra sentido lo dicho por el autor Hugo Fazio,

quien menciona que el interés por la región se intensificó cuando se pusieron en marcha las

políticas de desregulación y privatización en Latinoamérica (Fazio, 2006: 60).

América Latina: más que una región en desarrollo

Ya en 1987 se empieza a observar una política más específica hacia América Latina.

Ello se observa con el documento firmado por el Consejo de Ministros de Relaciones

Exteriores demarcando las orientaciones generales hacia América Latina el 22 de junio de

1987. Como recalcan los autores Grabendorff y Arenal, éste es el primer documento

exclusivamente sobre América Latina desde el inicio de la Comunidad (1987: 49). Aunque la

autora Gomes Saraiva ve este suceso como un avance (1996: 122), yo coincido con el autor

Arenal y demarco este documento como un quiebre en la política exterior europea hacia la

región, “una nueva etapa en las relaciones birregionales” (Arenal, 2011: 80). Esto se debe a

  15  

que anteriormente se la trataba dentro de los lineamientos hacia los países en desarrollo, lo

cual significa, que se daría un paso hacia adelante en el entendimiento de Latinoamérica

como una región con características propias. Otro paso adelante en este sentido, es la

diferenciación de las partidas de Asia y América Latina en 1988. A ello se suma el

Documento Básico aprobado por el Consejo de la Unión Europea el 31 de octubre de 1994 en

Luxemburgo sobre las relaciones con América Latina y el Caribe en 1994. Esta región dejaría

de ser poco a poco entendida solo dentro de un conjunto de países en desarrollo, y empezaría

a entenderse como una región con características particulares.

Asimetría de interés en los 90

A pesar de que los noventa se caracteriza por un aumento de los contactos

birregionales, la asimetría de interés es algo permanente (especialmente si se toma en cuenta

la integración Este-Oeste a inicios de los 90 en Europa). Un ejemplo de ello sería la

Declaración de Roma, la cual institucionalizó en 1990 los diálogos entre los Ministros de los

Estados Miembros de la Comunidad Europea (CE) y los Ministros de los Estados

participantes del Grupo de Río. Para la Comunidad, esta institucionalización fue parte de un

conjunto de diálogos; no obstante, para los latinoamericanos tuvo una significación

importante debido a la relevancia de la Comunidad como un socio externo (Gomes Saraiva,

1996: 20). Esta asimetría de interés (o desinterés en este caso), reluce si se toma en cuenta los

26 años que se demoró el Consejo para concretar el pedido de ampliación de los contactos

con representantes latinoamericanos realizado en 1964 en el Informe Marino del PE.

Otro ejemplo de esta asimetría se hace evidente en la cooperación al desarrollo. “La

Unión Europea y sus Estados miembros son el principal aportador para América Latina, en

cooperación para el desarrollo (...) y en ayuda humanitaria también (…)” (Garivia, 2001:14).

Sin embargo, la misma región no es la principal destinataria de la cooperación al desarrollo

  16  

de la Unión y sus Estados Miembros. Aunque la ayuda económica hacia América Latina ha

sido creciente, siempre ha sido inferior a la aportada a otras regiones (ej. África), lo cual pone

en evidencia un desequilibrio no solo en el interés de ambas regiones, sino también, como lo

menciona Cintia Díaz-Silveira, en el compromiso político de la UE y el contenido económico

de las relaciones birregionales (Díaz-Silveira, 2009: 120).

La evolución de las Comunidades Europeas a la Unión Europea y el rol de las

instituciones Europeas en las relaciones con América Latina:

Con el Tratado de Maastricht de 1992, la Comunidad Europea “al presentarse (…)

con una única voz, delineó su Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y permitió la

formalización de diálogos políticos con terceros Estados y otros procesos de integración”

(Díaz-Silveira, 2009: 80). De esta manera, se incluyeron programas de cooperación, dando

vida a los acuerdos de tercera generación que incluyen una cláusula “democrática”8, es así

que “la cooperación inter-regional creció y se diversificó más que nunca” (Díaz-Silveira,

2009: 80).

1.1. El Parlamento Europeo

A partir de la revisión bibliográfica y el trabajo de archivo que he realizado hasta el

momento, se puede observar que el Parlamento Europeo ha tenido un rol trascendental en las

relaciones con América Latina. Esto se observa desde el inicio de las relaciones, cuando ya

en 1964 a través del Informe Martino presentado por la Comisión de Comercio Exterior del

Parlamento Europeo (PE) mencionaba la necesidad de elaborar una política común respecto a

los países latinoamericanos, cuya respuesta por parte del Consejo de Ministros recién se hizo

                                                                                                               8 Cláusula incluida en los acuerdos de cooperación bilateral o subregional entre la Comunidad Europea/Unión

Europea que incluye un compromiso con la democracia y los derechos humanos. El primer acuerdo en incluir

esta cláusula fue el acuerdo de cooperación comercial y económica en 1990 con Argentina.

  17  

llegar en 1969 mencionándose la relevancia de las relaciones con la región, pero sin

responder a los pedidos del Parlamento (IRELA, 1996). En este mismo Informe se pidió que

la Comunidad Europea amplíe los contactos con representantes de los países

latinoamericanos. Proposición que se vería realmente completada con la Declaración de

Roma en 1990. Como consecuencia a esta demora es que se habrían iniciado las Conferencias

Interparlamentarias PE – Parlamento Latinoamericano en 1974.

A fines de los ochenta y en la década de los noventa este interés del PE hacia América

Latina continua. En 1988, debido al rol que jugó el PE en la aprobación del presupuesto

comunitario, es que se logró incrementar las líneas presupuestarias para América Latina,

pasando de un 25% a un 35% en las líneas que correspondían a Asia (65%) y América Latina

(35%) (Freres, Van Klareven y Ruiz-Gimenez, 1992: 107). Para lograrlo, el Parlamento

propuso en diversas Resoluciones la ampliación en favor de América Latina hasta que se

llevó a cabo. Esto se logró después de varios debates en el Parlamento. Este mismo año,

debido a la actuación de España (Escribano, 2005: 70) y a la insistencia de parlamentarios

europeos (los cuales lo mencionaron repetidamente en los debates parlamentarios en la

Legislatura de 1984) es que se logra separar las partidas de estas regiones. Otros ejemplos del

apoyo del PE hacia la región latinoamericana fueron las Delegaciones del Parlamento

enviadas a América Latina a hacer contactos directos. Parte de la respuesta a este interés por

parte del Parlamento Europeo en profundizar las relaciones con los países latinoamericanos

se podría encontrar en los contactos implantados entre los partidos europeos y los partidos

latinoamericanos9.

                                                                                                               9 “A partir de los años sesenta varios grupos políticos europeos comenzaron a interesarse por Latinoamérica y

entablaron vínculos con partidos afines de aquellos países. Establecieron sedes de fundaciones políticas y

apoyaron movimientos locales, movilizando a sus gobiernos para prestar cooperación internacional a los

proyectos políticos más cercanos a su ideología”: demócrata-cristiana (o populares) y socialistas “establecieron

  18  

1.2. La Comisión Europea

En 1973 se formalizó la participación de la Comisión Europea en las reuniones de la

Cooperación Política Europea (la cual no era todavía reconocida dentro de las instituciones

europeas). La aproximación entre ambas se fue realizando de forma pragmática,

paralelamente a una discusión sobre su integración. Es así que en los ochenta este proceso

tuvo avances más significativos. Por ejemplo, se utilizaron acuerdos comerciales para

favorecer a determinados países o se utilizaron sanciones de tipo económico como forma de

presión en agentes externos. De esta forma es que la Comisión pasa a formar siempre parte de

las actividades de la Cooperación Política, siendo la participación de los representantes de la

Comisión inclusive más frecuentes en reuniones con terceros países (Gomes Saraiva,

1996:72). La autora Gomes Saraiva menciona que las instituciones comunitarias coordinaban

el diálogo económico, y la Cooperación, el político. La falta de precisión de las funciones de

cada una de estas organizaciones contribuyó a una superposición de sus competencias y

procedimientos, llegando a abrir espacios intermediarios donde la Comisión buscó jugar un

rol que no le era reconocido por los estados europeos (Gomes Saraiva, 1996: 74-75). ¿Por

qué sucede esto? Se debe tomar en cuenta que la Comisión tiene la responsabilidad de

negociar acuerdos internacionales y de representar a la Unión Europea; sin embargo, el

Consejo de Ministros ha sido la institución por excelencia que ha tenido y tiene más

prerrogativas en la actuación externa de la UE. Se podría pensar que la Comisión ha

intentado obtener un rol más relevante dentro de las instituciones europeas, y por ende, en el

plano internacional.

En el caso latinoamericano, la Comisión Europea ha tenido una labor interesante: han

habido varias “comunicaciones de la Comisión al Consejo y al Parlamento orientadas a la                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        alianzas euro-latinoamericanas. Ello interesó a importantes sectores económicos europeos, que siguieron con

entusiasmo los procesos reformistas de la región”. (Díaz-Silveira, 2009: 106-107).

  19  

definición general de la política de la Comunidad Europea hacia América Latina” (Díaz

Silveira, 2009: 111-112). La primera vez que se propuso asociar a América Latina a la Unión

Europea fue en la Comunicación de la Comisión dirigida al Consejo y al PE titulada Unión

Europea-América Latina: Actualidad y perspectivas de fortalecimiento de la asociación

(1996-2000), de 23 de octubre de 1995.

1.3. El Consejo de la Unión Europea (Consejo o Consejo de Ministros)

Como ya se ha observado, es recién en 1987 que el Consejo de Ministros firmó un

documento demarcando las orientaciones generales que deben guiar el comportamiento

comunitario frente a América Latina. A pesar de sus limitaciones (Gomes Saraiva, 1996:

122), dicho documento es un quiebre en las relaciones. El mismo tendría como novedad la

incorporación de temas como el diálogo político, no solo incentivando la integración entre

regiones, sino también dedicando una importante parte del texto a los temas de cooperación

en distintos niveles (Gomes Saraiva, 1996: 122).

Tomando en cuenta la labor del Parlamento Europeo y de la Comisión Europea en pro

de profundizar las relaciones con América Latina (diferenciando las prioridades e intereses de

cada una de estas organizaciones), cabe preguntarse sobre el papel que estaría jugando el

Consejo Europeo en las relaciones birregionales, ya que parecería un “freno” o “retardador”

de las mismas. En este sentido, se debe tener en cuenta que el Consejo de Ministros es donde

se toman las decisiones intergubernamentales entre los Estados Miembros de la Unión, y en

este sentido, el proceso de toma de decisiones es más complejo y toma más tiempo. De igual

manera, a ello se suma, que América Latina no tiene un lugar prioritario en la agenda

europea, por lo que temas como el proceso de integración, entre otros, serían los más

discutidos en esta institución.

  20  

Resalta en los años noventa la Declaración de Roma en 1990, institucionalizando las

reuniones ministeriales birregionales. A ello se suma el documento básico aprobado por el

Consejo sobre las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe en 1994.

Es así que: ¨Dentro de un proyecto externo más amplio de la Comunidad de aumentar su

presencia en el escenario internacional, América Latina tuvo su lugar y, a partir de mediados

de la década, el comportamiento europeo con la región empezó a adquirir un matiz más claro¨

(Gomes Saraiva, 1996: 122). Asimismo, es a fines de los noventa, en 1999, que se da inicio a

las Cumbres ALCUE entre Jefes de Estado y Gobierno.

Conclusiones

Como se ha podido observar la década de los noventa trae consigo nuevos factores en

las relaciones birregionales entre América Latina y la Unión Europea, lo cual llevaría a un

giro en las relaciones. Estas se caracterizarían en esta época principalmente por el nuevo

impulso en el diálogo político birregional (reuniones ministeriales entre la Cooperación

Política Europea y el Grupo de Río que empezaron en 1987 informalmente y fueron

institucionalizadas en 1990; y Cumbres ALCUE desde 1999); por el nuevo rol que juega

Estados Unidos en la relación triangular y de competencia comercial con la Unión Europea;

por el rol de España y su utilización de los causes comunitarios; por la relevancia que tuvo la

apertura económica y los cambios estructurales en América Latina, sumado a la ola

integracionista latinoamericana en esta época; por el proceso de diferenciación entre América

Latina y otras regiones, como una región con sus particularidades y no solo como países en

desarrollo; y por la concretización de avances hacia una política hacia Latinoamérica por

parte del Consejo de la Unión Europea. Se observa igualmente que a pesar de estas

transformaciones, hay elementos que se mantienen constantes en las relaciones, como la

  21  

asimetría de interés y la disposición de parte del Parlamento Europeo (específicamente de

algunos grupos políticos y parlamentarios) de debatir asuntos concernientes a Latinoamérica.

Se ha observado durante el documento que existiría una externalización de los

procesos internos europeos en las relaciones birregionales con América Latina. Por ejemplo,

la integración de España a la Comunidad conllevo a la utilización de los causes comunitarios

por parte de España en su relación con América Latina. Asimismo, esta región fue usada

como un medio para obtener un mejor status dentro de la UE, y como un espacio de

internacionalización de las empresas españolas, de preparación para la competencia en los

países comunitarios (Fazio, 2006: 70). Es así como la evolución de la integración europea

tiene consecuencias directas en sus relaciones exteriores. La formalización de la Cooperación

Política Europea en 1986 habría tenido un reflejo en las relaciones con América Latina, ya

que en 1987 se inician las conversaciones informales con el Grupo de Río.

Otro claro ejemplo de esta externalización ha sido el papel que ha jugado la Comisión

Europea. Esta institución deja entrever su evolución dentro de la política externa europea a

través del caso latinoamericano. Es en este sentido que la Comisión impulsaría las relaciones

exteriores, las negociaciones, ya que es un espacio donde cada vez ha conseguido más

prerrogativas y donde tiene ahora un mayor poder de decisión. Otro claro ejemplo es el peso

europeo, que es más económico que político. Hasta ahora la política exterior de la UE no está

bien estructurada ni es suficientemente coherente; sin embargo, solo un aspecto parece estar

bien definido: el comercio. Esto se debe a que la UE empezó como una organización de

integración económica; en ese contexto, el interés principal con países terceros es el

económico. A nivel global la UE aboga por la creciente liberalización de las relaciones

comerciales y hace relaciones con los países más dispuestos a profundizar en la apertura de

mercados, debido a que la política comercial común es lo más desarrollado en la política

  22  

externa de la UE (Ramjas Saavedra, 2005: 111). Asimismo, en el caso latinoamericano, la

UE no tiene problemas para actuar en bloque. Es decir, los Estados Miembros no tienen

dificultad en formar consenso en torno a objetivos e intereses en nuestra región, esto se debe

a que no han existido temas contenciosos graves entre las dos regiones desde las Malvinas.

No obstante la facilidad de acercamiento, el contenido de las relaciones ha tenido un

incremento lento. Latinoamérica hasta hace pocos años ocupaba una posición de completo

marginamiento en las consideraciones de política exterior de la UE (Ramjas Saavedra, 2005:

105-112). A pesar de ello, la UE no ha querido perder influencia en la zona, ya que eso

significa que otras potencias (EE.UU.) puedan obtener provecho (Ramjas Saavedra, 2005:

110-111). En este marco, es que los acuerdos inter-regionales y la promoción de grupos

regionales es importante para la UE, porque es una forma de exportar su modelo.

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