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Traducciónde

MartaMabresVicens

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I

AUGSBURGO,OTOÑODE1913

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CuandodejóatráslapuertaJakoberempezóaaminorarelpaso.Lasafuerasalestedelaciudaderanotromundo.Unmundoruidosoyviolento,muyalejadodelaplacidezylaangosturadeloscallejonesdelaciudadbaja.Lasfábricas,comofortalezas medievales, se encontraban en los prados que había entre losriachuelos.Todasestabanrodeadasporunmuro,paraquenadiepudieraentrarsinautorizaciónyningúntrabajadorpudierazafarsedelavigilancia.Dentrodeesasfortificaciones,elruidoylasvibracionesnocesabannunca,laschimeneasarrojaban humaredas negras hacia el cielo y las máquinas traqueteaban día ynoche en las salas. Marie sabía por experiencia que quienes trabajaban ahíacababanconvertidosencantosrodadosdecolorgris:sordosporelestrépitodelamaquinaria,ciegosporelpolvoymudosporelvacíoqueacababallenandosumente.«¡Estuúltimaoportunidad!»MariesedetuvoypestañeócuandomiróhacialafábricadepañosMelzeryel

sol lacegó.Algunasventanas refulgíanbajo la luzde lamañana,comosi trasellascrepitaraun incendio; lasparedes,encambio,erangrisesyensombrecíanlas salas, que casi parecían negras. Sin embargo, la mansión de paredes deladrillo situada al otro lado resplandecía: era como un castillo de ensueño enmediodeunparqueotoñal.«¡Estuúltimaoportunidad!»¿PorquéayerporlanochelaseñoritaPappertse

lorepitióhastatresveces?Dabalaimpresióndeque,deserexpulsadadenuevo,a Marie solo le quedara la cárcel o la muerte. Contempló con atención el

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hermosoedificio,peroentonces lavistase leenturbióyesa imagensemezclóconlospradosylosárbolesdelparque.Noeradeextrañar:aúnseguíadébilporlahemorragiadetressemanasatrás;además,esamañanaapenashabíacomidoacausadelosnervios.«Bueno,almenosesunacasabonitaynotendréquecoser,haréotrascosas»,

sedijo.«Ysimeenvíana lafábrica,meescapoyyaestá.Novolveréapasardocehorasdepieconunamáquinadecoserllenadegrasaalaqueelhiloselerompecadadosportres.»Se recolocó el hatillo que llevaba al hombro y se acercó a la entrada del

parque.Lapuertadehierroantiguaconmotivosfloralesestabaabiertaeinvitabaaentrar.Elcaminodeaccesoserpenteabaatravésdelparqueyterminabaenunaplazaadoquinadaencuyocentrohabíaunarriatesemicirculardeflores.Noseveíaanadie,ydecercalamansiónresultabaaúnmásimponente,sobretodoelporche,queteníalaalturadedospisos.Lascolumnassoportabanunbalcónconbarandilla de piedra. Seguramente el señor de la fábrica dirigía desde ahí losdiscursos a sus obreros en la víspera de Año Nuevo. Ellos lo mirarían conreverencia,ytambiénasuesposa,queiríaenvueltaenpieles.Puedequeenlosdíasfestivoslosinvitaranaaguardienteocerveza,aunqueseguroqueachampánno,porqueesabebidaestabareservadaaldueñodelafábricaysufamilia.Enrealidad,ellanoqueríatrabajarallí.Cuandoalzólamiradahacialasnubes

quesemovíanporelcielolepareciócomosieseedificiodeladrilloselefueraacaerencimaparaaniquilarla.Peroaquellaerasuúltimaoportunidad.Alparecernolequedabaotraopción.Mariecontemplólafachada.Situadasenloslateralesderechoeizquierdo,habíadospuertasqueeranlosaccesosparaelpersonalylosproveedores.Mientras decidía hacia cuál dirigirse, oyó a sus espaldas el ruido de un

automóvil.Unalimusinaoscurapasóconestrépito.Ellaseasustóydiounsaltohaciaunlado.Vislumbrólacaradelchófer:aúnerajoven,yllevabaunagorraconviserayescarapeladecolordorado.«¡Ajá!Vienearecogeralamode lafábricapara llevarloasuoficina,yeso

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quelafábricaapenasestáaunospasos,comomuchosondiezminutosapie»,sedijo. «Pero, claro, un hombre tan rico no puede ir andando porque se leensuciaríanloszapatosyelabrigo.»Concuriosidad, clavó lamirada en lapuertaquehabíabajo las columnasy

queenesemomentoseestabaabriendo.Vioaunadoncellaconvestidooscuro,delantal blanco y cofia blanca prendida en el cabello, que llevabacuidadosamente recogido. Luego asomaron dos señoras embutidas en abrigoslargosconcuellodepieles:eldeunaeradeuntonorojooscuroyeldelaotra,verde claro. Ambas lucían unos sombreros de ensueño con flores y tules, ycuandosubierona la limusinavioquecalzabanunosdelicadosbotinesdepielmarrón.Las señoras salieron seguidas de un hombre.No.Ese no podía ser eldirectordelafábrica.Erademasiadojoven.Quizáfueraelmaridodeunadelasdamas.¿Otalvezelhijodelacasa?Llevabaunabrigodeviajecortodecolormarrón y una bolsa demano que arrojó con un pequeño impulso al techo delvehículoantesdetomarasiento.¡Quétontoparecíaelchóferalrodearelcocheasaltitosparaabrir laspuertasyofrecerlamanoalasdamas!¡Comosiellasnofuerancapacesdeacomodarsesinsuayudaenesosasientostapizados!Aunque,porotraparte,esasmujereserancomoalgodonesdeazúcar…unchaparrónlashabríadisuelto.¡Quélástimaquenolloviera!En cuanto todos ocuparon su sitio, el chófer arrancó y rodeó despacio el

arriatecargadodeasteresrojos,daliasrosasybrezolila.Trasaquellamaniobradegiro,enfilódenuevohaciaelporchedelaentrada.PasótancercadeMariequeelestriboquesobresalíalerozólafalda,queseleagitabaconelaire.Unosojosgrisesmasculinoslaescrutaronconunacuriosidadnodisimulada.Eljovenseñor sehabíaquitado el sombrero, dejandoa lavistaunpelo rizadode cortedescuidado que, con el bigote, le daba la apariencia de un estudiantedespreocupado.TrasdirigirunasonrisaaMarie,seinclinóparadeciralgoaladamade rojo,queprovocó las risasde todos.¿Estaríanhaciendomofadeunamuchachamalvestidaconunhatilloalhombro?Mariesintióunapunzadaenel

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pechoytuvoqueresistirelimpulsodedarselavueltadeinmediatoycorrerderegresoalorfanato.Peronoteníaopción.Laesteladehumoqueelautomóvildejóasupasoapestabatantoagasolinay

agomaquemadaquelahizotoser.Rodeóconpasodecididoelarriatedeflores,se dirigió hacia la entrada lateral izquierda y golpeó la aldaba. Fue un gestoinútil:seguramentetodosestabanocupadospuesyaerancasilasdiez.Despuésde llamar dos veces sin éxito, iba a abrir la puerta sinmás cuando oyó unospasos.—¡Jesúsbendito!Eslanueva.¿Porquénadievieneaabrir?Sinoseatrevea

entrar…Eraunavozjovenyclara.Mariereconocióalacriadaqueanteshabíaabierto

lapuertadelaentradaalasdamas.Eraunamuchachadetezsonrosada,rubia,fuerte y sana, con una sonrisa inocente en su rostro ancho. Tenía que ser dealguno de los pueblos de la zona; saltaba a la vista que no era una chica deciudad.—Pasa. No te dé vergüenza. Eres Marie, ¿verdad? Yo soy Auguste. Soy

segundadoncelladesdehaceyamásdeunaño.Parecía sentirsemuy orgullosa de eso. ¡Vaya! ¡Tenían dos doncellas!En la

otra casa donde había trabajado,Marie había tenido que ocuparse de todo eltrabajoellasola,inclusodecocinaryhacerlacolada.—Hola,Auguste.Graciasporlabienvenida.Marie bajó tres escalones que conducían a un pasillo estrecho. Era raro.

Aunque aquellamansión de ladrillo rojo tenía numerosas ventanas, tanto altascomo bajas, en el ala del servicio todo estaba a oscuras y apenas veía dóndeponíalospies.Peroquizáfueseporqueaúnestabadeslumbradaporlaluzdelsoldelamañana.—Esta es la cocina. Seguro que la cocinera te dará un café y un panecillo.

Tienesaspectodeestarhambrienta…Enefecto.AntelafigurarebosantedesaluddeAuguste,ella,Marie,teníaque

parecerunfantasma.Aunquesiemprehabíasidodelgada,trassuenfermedadse

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lehabíanhundidolasmejillasyselemarcabanloshuesosdeloshombros.Porotraparte,losojosparecíaneldobledegrandesqueantesyelpelocastañoselehabíaencrespadotantoqueparecíaunaescoba.Almenosesoera loquehabíadicholaseñoritaPappert lanocheanterior.LaseñoritaPappertera ladirectoradelorfanatodelasSieteMártiresy,porsuaspecto,sehabríapodidopensarqueella en persona había pasado por todos y cada uno de los siete martirios. Detodosmodos,talcosanohabríaservidodenada:laseñoritaPapperteramalvada,unabruja,ysindudaacabaríaconsumiéndoseenelinfierno.Marielaodiaba.La cocina era un lugar acogedor. Cálida, luminosa y repleta de aromas

deliciosos. Un espacio que hablaba de jamón, pan fresco y pasteles; devolovanesydecaldosdepolloyde ternera.Olíaa tomillo, romeroysalvia,ytambién a eneldo, cilantro, clavo y nuezmoscada.Marie se quedó junto a lapuerta contemplando la larga mesa donde la cocinera hacía todo tipo depreparativos.Entonceslellegóelfríodefuerayempezóatemblar.¡Québonitoseríasentarsejuntoalhorno,sentirelcalor,aspirarelaromadelabuenavidaytomarentretantounatazadecafécalienteasorboslentos!Un grito agudo la sobresaltó. Lo profirió una mujer menuda de aspecto

envejecidoqueacababadeentrarenlacocinadesdeelotroladoyque,alveraMarie,retrocedióasustada.—¡Virgensantísima!—gimiócruzandolasmanossobreelpecho—.¡Esella!

¡QueDiosmeasista!Escomoenmisueño.¡Señor,guárdanosdetodomal!Lamujersetuvoqueapoyarenlapared,yalhacerlodescolgóunacazuelade

cobreque fueadarenel sueloembaldosadocongranestrépito.Mariemirabatodoaquelloaterrada.—¿Ha perdido usted el juicio por completo, señorita Jordan? —dijo la

cocinera—. Haga el favor de recoger mimejor olla de verduras. Y ya puederezarparaquenotengaabolladurasniestéresquebrajada.Lamujermenuda,alaqueacababandellamarseñoritaJordan,apenasreparó

en la regañina de la cocinera.Con la respiración entrecortada, se separó de lapared y se repasó el peinado, que llevaba adornado con un lazo negro.Vestía

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tambiénblusayfaldanegrasylucíaunpequeñobroche,unagemaengarzadaenplataconlasiluetadeunbustofemenino.—No,noesnada—susurró,ysellevólasmanosalassienescomosituviera

dolor de cabeza. Solo la señora podía padecer migraña; una empleada, comomucho,teníaunvulgardolordecabezaprovocadoporlabebidayladesidia.—Yaestáotravezconsussueños,¿eh?—gruñólacocineramientrasrecogía

laolladedebajodelamesa—.Cualquierdía,esossueñossuyoslaharánfamosayelemperadorlainvitaráalacorteparaqueleleaelfuturo.Seechóareírconunarisaqueparecíaelbalidodeunacabra.Elademánera

burlón,perocarecíademaldad.—¡Oh,vamos!¡Déjesedebromasestúpidas!—sedefendiólaseñoritaJordan.—Detodosmodos,siustedsolosueñacondesgracias—prosiguiólacocinera

—,seguroqueelemperadornolaquerrá.Marieseapoyócontralapuerta.Elcorazónlelatíadesbocadoy,depronto,se

sintiómal.Ningunadelasmujeresreparabaenella;dehecho,laseñoritaJordancomentóque laseñoritahabíapedido téypastasy ledijoa lacocineraqueseapresurase.—Pues la señorita va a tener que esperar. Primero hayque poner el agua a

hervir.—Siemprelomismo.Enlacocinasepierdeeltiempoyyotengoquesoportar

lasquejasdelaseñorita.Marie notó sorprendidaque, aunque las vocesparecíanmásnerviosas, cada

vez eran más quedas. Tal vez fuera por ese pitido que amortiguaba todo lodemás.¿Nohabíadicholacocineraqueteníaqueponerelaguaahervir?¿Cómoeraposiblequelateterayaestuvierapitando?—¿Perder el tiempo?—oyó decir a la cocinera—. Tengo que preparar un

almuerzoyunpastel,yestanoche,unacenaparadocepersonas.Ytodoesosinayuda porque Gertie, esa tontorrona, se ha marchado. Si no fuera porqueAugustemeayudadevezencuando…¡Oh!¡Santocielo!—¡Virgensantísima!¡Solonosfaltabaesto!

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Marienollegóatiempoparasentarseyviocómolasbaldosasgrisesymarrónclarodelsuelodelacocinaseleacercabanatodavelocidad,hastaquealfinaltodo se quedó a oscuras. Se hizo el silencio y todo se volvió agradablementeliviano. Se sintió flotando en una oscuridad dulce y delicada. Solo le latía elcorazón, y las palpitaciones le estremecían el cuerpo y la hacían temblar. Nopodíaparardehacerlo, losdientes lecastañeteabanynotóquelasmanosse leagarrotaban.—¡Vaya, lo que nos faltaba! Una epiléptica. Casi prefiero a Gertie y sus

historiasdehombres…Marienoseatrevíaaabrirlosojos.Debíadehabersedesmayado,algoqueno

le había vuelto a pasar desde la hemorragia. ¿Había vuelto a vomitar sangre?¡Oh! ¡Diosmío, eso no! En aquella ocasión eso la había asustadomucho. Lehabíasalidomuchasangredecolorrojointensoporlaboca,tantaqueluegonohabíapodidotenerseenpie.—¡Oh,vamos,cierreelpico!—gruñólacocinera—.Estachicaestáfamélica.

Nomeextrañaquesedesmaye.Aquí,tomelataza.Una mano áspera la agarró por debajo de los hombros y la alzó un poco.

Sintióenloslabioselbordecalientedeunataza.Olíaacafé.—Bebe,muchacha.Estotereanimará.Vamos,bebeunsorbo.Marieparpadeó.Muycercadeellaviolacaraanchayrosadadelacocinera;

unrostronomuyagraciadoysudoroso,peroqueteníaunaexpresiónbondadosa.Detrásvislumbró la figuradelgadaynegrade laseñoritaJordan.Elbrochedeplatabrillabaensublusaysuexpresióneraderepugnancia.—¿Porquécuidadeella?Siestáenferma,laseñoritaSchmalzlerlaechará.Y

esoseríaunabuenacosa.Muybuena,enrealidad.Sisequeda,seráunafuentededesgracias.Estamuchachatraeráladesdichaaestacasa.Losé…—Hagaelfavordeecharelaguaalté.Estáhirviendo.—¡Esenoesmitrabajo!Marie se decidió a tomar unos sorbos de café.Aunque de esemodo dejara

entrever que había vuelto al mundo de los vivos —pues le habría gustado

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guardarseunpocomásdetiempoparaella—,nopodíahacerleesoalaamablecocinera.Además,porfortuna,nohabíavomitadosangre.—Muybien—murmurólacocinera,satisfecha—,¿yaestásmejor?Marienotóelsaborfuerteyamargodelabebida.Levantólacabezayesbozó

unapequeñasonrisa.—Estoybien.Graciasporelcafé.—Quédateunratotumbada.Encuantotesientasmejor,tedaréalgodecomer.Marie asintió obediente, aunque la perspectiva de tomar un bollo de

mantequillaoinclusouncaldodepollolerevolvíaelestómago.Lasdosmujereslahabíantumbadoenunodelosbancosdemaderadondesesentabaelserviciopara comer. Ella estaba avergonzada por aquel desmayo tan tonto. La habíantenido que levantar del suelo y tumbarla en el banco. Y luego estaban laspalabrasdelaseñoritaJordan.Eraevidentequeesamujernoestababiendelacabeza.Llamarlaepilépticaydecirquetraeríaladesdichaalacasa,cuandoeraalrevés:esacasaeraunafuentededesdichas.Solohabíanecesitadoundíaparadarsecuenta,ytalcosalahabíaempujadoatomarunadecisión.Fueseonosuúltima oportunidad, no estaba dispuesta a quedarse ahí. Ni por dinero ni porbuenaspalabras.Y,desdeluego,noporlassandecesdelaseñoraPappert.—¿Quéestáustedhaciendo?—gritólacocinera—.Jamássellenaunatetera

hastaelborde.¡QueDiosmeasista!Ahorarebosaráylaseñoritameculparáamí.—Siustedhicierasutrabajocomoesdebido,estonohabríaocurrido.Afinde

cuentas,nosoylaresponsabledehacerelté.Yosoyladoncellapersonal,nounachinchedecocina.—¿Chinchedecocina?Rezumaustedarrogancia.Arroganciayestupidez.—¿Quéocurreaquíabajo?—Era lavozclaradeAuguste—.Laseñoritaha

pedido tres veces el té y está bastantemolesta. Quiere que la señorita Jordansubadeinmediato…Marielogrólevantarlacabeza.Elmareoselehabíapasadoyobservóqueel

rostrodeladoncella,yadeporsípálido,palidecíaunpocomás.

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—Yamelotemía—murmurólaseñoritaJordanentonosombrío.Marienotósumiradacuandosaliódelacocinaapasoligeroconuncrujidode

faldas.Lamirócomosifuerauninsectopeligroso.

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Eleonore Schmalzler era unamujer imponente. Los cuarenta y siete años quellevaba al servicio de la familia le habían teñido las sienes de gris, peroconservaba los hombros y la espalda de su juventud. En Pomerania era ladoncelladelaseñoritaAliciavonMaydorn,yhabíaseguidoasuseñorahastasunuevodomicilioenAugsburgodespuésdequeestasecasara.Enrealidad,habíasido una boda de compromiso. Johann Melzer era un industrial, hijo de unmaestrodeprovincias;unhombrehechoasímismoquehabíalogradoalgoenlavida.Porsuparte,lafamiliaVonMaydorneranobleperoestabaarruinada:losdoshijosvaroneseranoficialesynosuponíanmásqueunafuentedegastos.Lahacienda enPomerania estaba endeudada.Además, cuandoAlicia se prometióyaestabamuyentradaen losveinteycasi laconsiderabanuna solterona.Unamalacaídaporlaescaleracuandoeraniñalehabíadejadountobillorígidoquehabíareducidosucotizaciónenelmercadomatrimonial.Al principio, Eleonore Schmalzler se encargó de las funciones de ama de

llavesdeformaprovisional.AliciaMelzerdesconfiabadelpersonaldelaciudad;ensuopinión,eragentequenopensabamásqueensupropiobeneficioynoenelbienestardelacasa.Habíatenidodosmayordomosyunamadellavesdelosque prescindió al poco tiempo. En cambio, Eleonore Schmalzler demostró suvalía desde el primer día. En ella confluían la fidelidad hacia su señora y untalento natural para dirigir al personal. Los empleados de la villa debíanconsiderarsutrabajocomounprivilegioqueseconquistabaconvirtudescomolahonestidad,ladiligencia,ladiscreciónylafidelidad.

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Eran ya casi las once. La señora y la señorita Katharina regresarían encualquiermomento.Alseñoritoyalohabríandejadoenlaestación,puesllevabavariosañosestudiandoderechoenlaUniversidaddeMúnich.Luego,laseñoraysu hija habrían ido a visitar al doctor Schleicher. Esas visitas apenas durabanmedia hora. Eleonore Schmalzler no confiaba mucho en ese doctor, pero laseñora tenía grandes esperanzas depositadas en él.KatharinaMelzer, con casidieciochoaños,padecíainsomnio,nerviosismoeintensasjaquecas.—¡Auguste!El ama de llaves había reconocido los pasos de la doncella en el pasillo.

Augusteabriólapuertaconcuidado;llevabaunapequeñabandejadeplataenlamano derecha en la que había una taza de té vacía, una jarrita de leche y unazucarero.—¿Sí,señoritaSchmalzler?—¿Yaestárepuesta?Siesasí,tráemelaparaquelaconozca.—De acuerdo, señorita Schmalzler. Ya está bien. Es una chiquita muy

agradable,peroestámuydelgadayademásnotiene…—Estoyesperando,Auguste.—Porsupuesto,señoritaSchmalzler.Cadapersonamerecíauntratodistinto,acordeconsumododeser.Auguste

teníabuenadisposición,perosucabezanodabaparamuchoyteníatendenciaahablar demasiado. Su puesto como segunda doncella se debía sobre todo a larecomendacióndeEleonoreSchmalzler.Auguste eraunamuchachahonradayhabía demostrado lealtad a la familia. Había chicas que lo que querían eratrabajar en la fábrica y que se marchaban de la casa al cabo de unos meses.Augustejamásharíatalcosa:ellaerafielalamansiónyasucargo,delcualsesentíamuyorgullosa.La puerta crujió cuando la nueva muchacha la abrió despacio. El ama de

llaves vio ante ella a una criatura delgada y pálida con unos ojos enormes.Llevabaelcabellorecogidoenunmoñoyse leescapabanfinosmechonesportodas partes. Ahí estaba: Marie Hofgartner. Dieciocho años. Huérfana.

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Posiblemente, hija ilegítima, criada hasta los dos años por sumadre y, tras lamuerte de esta, acogida en el orfanato de las SieteMártires.A los trece añosentró como criada en una casa de la ciudad baja de Augsburgo de la que seescapó a las cuatro semanas. Otros dos intentos como criada fallidos. Habíatrabajado para una costurera durante un año y luego, otro medio año, en lafábrica de paños Steyermann. Había sufrido una hemorragia hacía tressemanas…—Buenosdías,Marie—dijoesforzándosepormostrarseamableconaquella

criaturadesdichada—.¿Estásmejor?Teníalosojoscastañosyunamiradamuyintensa.Elamadellavessesintió

incómodaanteaquellamiradaescrutadora.Olachicaeramuysimple,otodolocontrario.—Muchasgracias.Estoybien,señoritaSchmalzler.Lamuchachasabíamantener las formas.Noerade lasquesequejaban.Un

ratoantes,segúnlehabíacomentadolaseñoritaJordan,sehabíadesplomadoenel suelo de la cocina, y ahora estaba ahí como si no hubiera pasado nada. Laseñorita Jordan lehabíadichoqueeraepiléptica,peroesamujernodecíamásque sandeces. Eleonore Schmalzler jamás confiaba en el juicio de ningúnempleado.Inclusosepermitía,aunqueensecreto,ponerencuestiónlaopinióndesusseñoresrespectoasupropioyagudoentendimiento.—Perfecto—dijo—. Necesitamos a alguien para ayudar en la cocina y la

señoritaPappertteharecomendado.¿Hastrabajadoalgunavezenunacocina?Ensí,esapreguntaestabademásporqueyahabíaleídosucuadernooficialde

trabajoysusdiplomas.Eldíaanteriorseloshabíallevadounrecadero.Losojosdelachicarecorrieronlapequeñazonadeestar,compuestadesillas

altas y labradas, y la estantería repleta de libros y carpetas. Durante un ratodetuvo lamiradaen lascortinasde laventana,decolorverdeydrapeadas.Laestanciadondevivíael amade llavesestabamuybiendotaday, alparecer, lahabía impresionado. Sin embargo, un leve parpadeo dejó entrever que Marie

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había atisbado su documentación sobre lamesa del escritorio. Por sumirada,parecíapreguntarseaquéveníanlaspreguntassiyalohabíaleídotodo.—Heestadoempleadaenunacasaentresocasiones.Teníaquecocinar,lavar,

preparar la comida y cuidar de los niños. Además, en el orfanato siempretenemosquelavarlaverdura,irabuscaraguayhacernoslacolada.No, definitivamente no era una chica simplona. Tal vez incluso fuera

demasiado espabilada. A Eleonore Schmalzler no le gustaban los empleadosinteligentes porque no pensaban más que en su propio beneficio y no en elbienestardelacasa.Algunoserancapacesdellegaralaestafa.Elamadellavesrecordóconincomodidadaaquelcriadoqueduranteañosestuvoapartandovinotintode los señorespara luego revenderlo.Todavíahoyse reprochabahabersedejadoengañarporesetunante.—En tal caso,Marie, no va a costartemucho adaptarte a tus tareas. Como

ayudantedecocinadependesdelaseñoraBrunnenmayer,nuestracocinera.Sinembargo, el resto del servicio también puede encargarte cosas y tú debesobedecer.Telodigoporque,porloquesé,nuncahastrabajadoenunacasatangrande.Seinterrumpióuninstanteyescrutóalachica.¿Laestabaescuchando?Tenía

lavistafijaenundibujoalcarbónqueestabacolgadosobreelescritorio.Eraunregalode laseñoritaKatharina,queen laNavidadanteriorhabíaobsequiadoatodoslosempleadosconundibujo.Estemostrabalasiluetadelafábrica,conlostriángulosdentadosdeloslucernariosacristaladosorientadosalnorte.—¿Tegustaelcuadro?—preguntóentonomordaz.—Mucho.Conapenasunaslíneassevedeinmediatoloquesequieremostrar.

Megustaríasaberhaceralgoasí.En los ojos castaños de la muchacha se adivinaba entusiasmo y anhelo,

incluso le asomó una leve sonrisa en la cara. El ama de llaves se puso a ladefensiva; era vulnerable a los deseos incumplidos, un defecto del que, a sussesentaaños,aúnnohabíapodidolibrarse.Además,nadamásperjudicialparala

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tranquilidad de espíritu que se necesitaba para ese trabajo que rendirse alsentimentalismo.—Mejordejalodedibujarenmanosdelaseñorita.Tú,Marie,tienesmucho

queaprenderenestacasa,sobre todoen lacocina,dondesepreparancomidasmuyrefinadas.Ytambiénenotrosaspectos,comoeltratoconlosseñores.Estaesunagranmansiónyamenudosecelebrancenasygrandesreuniones,inclusounbaileunavezalaño.Paraestosacontecimientossocialesdebemosseguirunasnormasestrictas.Por fin asomó un poco de interés en el rostro de lamuchacha.Aunque era

avispada,saltabaalavistaqueerabastantecándidaysoñadora.Seguroqueleíafolletinesycreíaqueelmundoestabarepletodepasionesrománticas.—¿Unbailedeverdad?¿Deesosconmúsicayvestidosmaravillosos?—Esoesexactamentealoquemerefiero,Marie.Sinembargo,túverásmuy

pocodetodasesascosasporquetupuestoestáabajo,enlacocina.—Perocuandosesirvalacomida…—Enlasgrandesocasionessolo lasirven lacayosvarones.Estaesotracosa

quedebesaprender.Pasemosahoraalascuestionesprácticas.Tepropongo,paraempezar,untrimestreconunsalariodeveinticincomarcosqueseteabonaránendosplazos:diezmarcosalcabodeunmesyelresto,dosmesesmástarde.Esto,claroestá,siemprequedemuestrestuvalía.Hizounapequeñapausaparacomprobarelefectodesuspalabras.Laactitud

de Marie era de indiferencia. No era ambiciosa. Eso era buena cosa. Comoayudantedecocinanopodíaesperarmuchomás.—Te daremos dos vestidos sencillos y tres delantales. Es obligación tuya

mantener esta ropa limpia, pues la usarás a diario. Deberás llevar el pelorecogido y cubierto por un pañuelo, y tienes que tener las manos siemprelimpias.Supongoquetienescalcetinesycalzado.¿Cómoandasderopainterior?Enséñameloquehastraído.Cuando lamuchacha abrió el hatillo, Eleonore Schmalzler se dio cuenta de

quetampocoenesteaspectoestababiensurtida.¿Adóndeibaaparareldinero

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quese recogíaen losdíasde fiestaparaelorfanato?Lachicadisponíadedoscamisas raídas, una muda, una enagua de lana con agujeros y un par decalcetinesmuyremendados.Carecíadecalzadoparacambiarse.—Bueno,yaseverá.Sidemuestrastuvalía…FaltapocoparaNavidad.En esas fechas había regalos para el servicio, casi siempre tela para ropa,

cuero para zapatos o calcetines de lana. Al personal de rango superior se leobsequiabatambiénconpequeñosrecuerdosdelafamilia,comorelojes,cuadrosocosasparecidas.Paralamuchacha,siempreycuandoselomereciera,sepodíaapartaralgomásporquenecesitabaunabrigodelanayungorro.Laindignacióndelamade llavescontraelorfanatoseavivó.Nisiquieracontabaconunchal.Habíandadoporsentadoquesunuevopatrónladotaríacontodo.—Dormirásarriba,enel tercerpiso,queesdondeestán lashabitacionesdel

servicio. Siempre duermen dosmujeres en elmismo cuarto; tú lo compartirásconMariaJordan.Marie,queestabaanudandodenuevoelhatillo,sedetuvohorrorizada.—¿ConMariaJordan?¿Ladoncella?¿Laque llevaunbrochecon lasilueta

deunamujer?Eleonore Schmalzler sabía que la señorita Jordan no era una compañera de

habitaciónagradable.Peroesachiquillanoteníaderechoaexpresarsusdeseosenestesentido.—Yalaconoces.MariaJordanesunapersonamuybienconsideradaenesta

casa. Pronto verás que una doncella personal disfruta de la confianza de suseñora,porloquesuposiciónentrelosempleadosesmuyelevada.Enrealidad, inclusoellaaveceshabíasentidoenvidiade laseñoritaJordan,

que no solo era la doncella de la señora sino también de las dos señoritas.EleonoreSchmalzlerhabíasidodoncellaenotrostiemposysabíadelaintimidadqueconllevabaesecargo.Lapequeñafiguraquepermanecíadelantedelamadellavesseincorporóy,al

erguirloshombros,sutamañopareciómayor.—Disculpe,peronoquierodormirenlamismahabitaciónqueMariaJordan.

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Antesprefierohacerlo en la buhardilla, con los ratones.Oen la cocina.En elpeordeloscasos,inclusoenelentresuelo.EleonoreSchmalzlertuvoquereprimirse.Jamáshabíavistotantadesfachatez.

Unacriaturaandrajosa,mediomuertadehambre, recién llegadadelorfanatoysin nada que ofrecer salvo malas referencias se atrevía a poner condiciones.Hacíaunos instantes,elamade llaveshabíasentidounaespeciedecompasiónpor la pequeña; ahora, en cambio, estaba escandalizada ante tanta arrogancia.Claro que esto ya estaba en sus referencias: arrogante, descarada, obstinada,perezosa,desobediente…Loúnicoquenoparecíasererainsidiosa,aunqueconlodemáserasuficiente.AEleonoreSchmalzlerlehubieraencantadoenviaralamuchachadevueltaalorfanato.Perohabíaunproblema:poralgúnmotivo, laseñoraqueríacontrataraesachica.—Yaseverá—repusoen tono seco—.Yotra cosa,Marie.Comosabes, la

señorita Jordan se llamaMaria. Por eso en esta casa te daremos otro nombre,paraevitarmalentendidos.Marieapretóelsegundonudodesuhatillocontantoahíncoquelosnudillos

delasmanosselepusieronblancos.—TellamaremosRosa—decidióelamadellaves.Enotrascircunstanciasle

habríadadoaescogerentredosotresnombres,peroesamuchachanomerecíatalesatenciones—.Esoes todoporelmomento,Rosa.Ahoravetea lacocina,quehacesfaltaahí.MástardeElsetemostrarálashabitacionesyteentregarálaropaylosdelantales.Sediolavuelta.Luegoseacercóalaventanayapartóunpocolacortina.Ya

habíanllegado.Enesemomento,Robertestabaayudandoalaseñoritaaapearsedel vehículo; la señora ya estaba en la escalera que llevaba al porche. Ya nohacíatantofrío,porquelaseñoritasehabíaquitadoelabrigoyRobertsehabíahecho cargo de la prenda, una tarea que llevaba a cabo con total entrega.Schmalzlersuspiró.Ibaatenerquehablarconesejoven.Erahabilidosoyteníaposibilidadesdeascender,talvezinclusodesermayordomo.Solopodíaconfiarenquelosrumoresquecorríanentreelservicionofueranciertos.

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—¿Else?Dilealacocineraquelasseñorasyaestánaquí.Quepreparecaféyeltentempiéhabitual.—Sí,señoritaSchmalzler.—Aguarda un momento: luego ve al guardarropa, saca las prendas para la

nuevachicadelacocinayenséñalesucuarto.DormiráconMariaJordan.—Sí,señoritaSchmalzler.Elamade llaveshabíasalidoalpasilloparadaresasúltimasórdenes.En la

cocinareinaba la típicaconfusiónqueprecedíaaunacenafestiva.Lacocineraposeíamuybuencarácter,perocuandoestabaocupadateníamuymalaspulgas.Eneseinstante,elavisodeElsetuvounaacogidabrusca,peroelamadellavessabíaqueelcaféylostentempiésestaríanlistosatiempo.Regresódenuevoasuestancia y, para su asombro, se encontró allí aMarie, bueno, a Rosa, que escomoseteníaquellamarapartirdeahora.—¿Quéhacesaquí?La muchacha llevaba el hatillo al hombro y tenía una expresión extraña.

Parecíaheriday,alavez,increíblementeentera.—Losientomucho,señoritaSchmalzler.Elamadellaveslamiróirritada.Esachicaeradesconcertante.—¿Quéesloquesientes,Rosa?Marie inspiró, como si fuera a levantar un objeto pesado. Alzó un poco la

cabezayfrunciólosojos.—Quieroquemellamenporminombre.MellamoMarie.NoMaria,comola

señorita Jordan. Además, trabajo en la cocina y no creo que la señora quieranuncanadademí.Sinecesitaalgo, llamaráasudoncellaynoa lachicadelacocina.Esimposiblequenadienosconfunda.Habíaexpresadosusargumentosenvozbajaysindejardesacudirlacabeza.

Aunquedeformaqueda,habíahabladoconfluidezyfirmeza.Elamadellaveslediolarazónparasusadentros,peronopodíatolerarunaosadíacomoesa.—¡Esunadecisiónquenotecorrespondetomarati!Eraelcolmo.Lamuchachaeraunaholgazanaynoqueríamásqueunaexcusa

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paraseguirsiendoalimentadaenelorfanatoenlugardeganarselavida.—¿No lo entiende?—prosiguió la chica,ya en tonoalterado—.Mispadres

eligieronestenombreparamí.Lopensaronconcalmaydieronconesenombreparamí.Marie.Essulegado,yporesonoquierootronombre.Esadeterminaciónteníaalgodedesesperado,yEleonoreSchmalzlerconocía

a las personas lo bastante como para darse cuenta de que esa chica no eraningunaholgazana,nitampocoeraobstinadasinmotivo.Esolatranquilizó.Encualquiercaso,en loquerespectabaasuspadressindudafantaseaba.Erahijailegítima,yseguramentejamáshabíavistoasupadre.El ama de llaves sabía que esa criatura sería difícil de domar. Pero estaba

tambiénlavoluntaddelosseñores.—Bueno —dijo obligándose a esbozar una sonrisa—. De momento, lo

intentaremoscontunombredeverdad.—Seloagradezco,señoritaSchmalzler.¿Seestabaregocijando?No.Soloparecíainfinitamentealiviada.Alcabodeunossegundosañadió:—Muchasgracias.Hizoalgoasícomounapequeñareverencia; luegosedio lavueltayporfin

regresó a la cocina.El amade llaves entoncesdejó escaparun suspiro apenascontenido.Ese espíritu díscolo tenía que ser doblegado, se dijo. Seguro que la señora

seríadelamismaopinión.

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—Porfavor,Elisabeth.Estoyagotada,yademástengojaqueca.Katharinasehabíatumbadoenlacama,vestidaaúnconelconjuntodecolor

verdeclaro.Sehabíasoltadoelpeloysehabíaquitadolosbotines.HacíaañosqueElisabethconocíalosestadosdehumordesuhermana.Ensuopinión,eralaembaucadoraperfectaysoloqueríaserelcentrodeatención.—¿Jaqueca?—preguntóentonofrío—.Bueno,Kitty,entoncesquizádeberías

tomarteunospolvos.—Medancalambresenelestómago.Elisabethseencogiódehombrosmostrandoindiferenciaysesentódelantedel

espejo,enlapequeñabutacatapizadadeazulclaro.Eneltocadordesuhermanaimperaba un desorden de frascos, pinzas de cabello, peines de carey, borlas ydemás accesorios. Por mucho que Auguste pusiera cada cosa en su lugar,Katharinavolvíaadesordenarlo.Asíerasualocadahermana.—SoloqueríacomentarteunacosaquemehadichoDorothea.Pareceserque

anteayerporlanochecoincidióconPaulycontigoenlaópera.¿Teacuerdas?Elisabeth se inclinó hacia el espejo, como si se estuviera recolocando un

mechón rubio en el peinado, aunque en realidad estaba muy pendiente de lareacción de su hermana. Por desgracia, eso no le sirvió demucho. Katharinateníalamanoenlafrenteyhabíacerradolosojos.Noparecíadispuestaaentrarenlaconversación.—Tuvoqueserunafunciónmuybonita…Entonces su hermana reaccionó, se apartó la mano de la frente y miró a

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Elisabeth. Esas bobadas, como la música o la pintura, siempre le quitaban lajaqueca.—Fue fabulosa. La cantante que hacía el papel de Leonore era excelente.

Fidelioesunahistoriatanemocionante,yesamúsica…Elisabeth atizó un poco más el entusiasmo de Katharina para después

maniobrarcondecisiónhaciasuobjetivo.—Asíes,ahoralamentonohaberteacompañado.—Laverdad,Lisa,noentiendocómopudistedejarpasarunamaravillacomo

aquella. Y eso que tenemos palco. Ese rechazo tuyo por los conciertos y laópera…Elisabeth sonrió satisfecha.Katharina sehabía incorporadoen la camayno

mostrabaelmenorsignodejaquecamientrashablabasincesardelvestuarioylaescenografía.Esaalocadahermanasuyainclusohabíahechoalgunosdibujos.—Dorotheadicequedurantelapausatuvisteisvisitaenelpalco…Katharina frunció el ceño como intentando acordarse, algo que Elisabeth

interpretócomoungestodefingimiento.Kittysabíamuybienquiénhabíaidoasaludarla.—Sí,escierto.EltenienteVonHagemannseacercóasaludar.Habíaoídoque

PaulestabaenAugsburgoelfindesemanayencargóchampán.Fueundetalleporsuparte.Entonces,eracierto.DeprontoElisabethviosuimagenreflejadaenelespejo.

Su rostro resultaba poco agraciado cuando estaba nerviosa: las mejillas se leveíancarnosasyloslabiosseleafinaban.—Así que el teniente Von Hagemann fue a saludar a Paul. Sin duda, un

detallemuyconsiderado.Incluso ella notó la falsedad que había en sus palabras, pero se sentía

demasiadoenojadaparafingirbien.—Bueno,Lisa—dijoKitty,yvolvióahundirse en la almohada—, a fin de

cuentassoncompañerosdeestudios.Enciertomodo,porquePauleradosañosmayorqueKlausvonHagemanny

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jamáshabíancompartidopupitre.Solohabíanestudiadoenelmismoliceo.Porotraparte,aunquePaulhabíapasadomucho tiempoconsusamigosduranteelfindesemana,KlausvonHagemannnoformabapartedesucírculo.—Dorotheameha contado que hablastemucho con el teniente. ¿Es verdad

queenelsegundoactosequedóenelpalcosentadoatulado?Katharinahabíavueltoaponerselamanoenlafrente,peroentonceslevantó

lacabezaparamirarescandalizadaaElisabeth.Porfinlohabíaentendido.—SiinsinúasqueKlausvonHagemannyyo…—¡Sí,esoesloquehago!—¡Esoesridículo!LamiradadeKatharinaeradeindignación,mostrabaunaarrugaenlafrentey

teníaloslabiosfruncidos.Elisabethconstatóque,inclusoenfadada,suhermanaera hermosa. Los ojos levemente inclinados, la nariz pequeña y los labiosredondosconferíanunenormeatractivoasurostrotriangular.Además,teníaunamelena espesa de color castaño oscuro que adquiría un delicado tono cobrizocuandoledabalaluz.Ellaencambioerarubia,asecas,sinningunagracia.Unrubioceniza,mate,pajizo.Eradesesperante.—¿Ridículo? —exclamó Elisabeth fuera de sí—. En toda la ciudad no se

habladeotracosa.Katharinalaencantadora,ladeliciosahadaderizoscastaños,la reina de la próxima temporada de bailes. Y ahora ha cautivado también altenienteVonHagemann,esejoveninteligenteycircunspecto,elqueestuvotodounañocortejandoasuhermana…—¡Bastaya,Lisa!Nohaynadadeciertoentodoeso.—¿Quenohaynadadecierto?¿MeestásdiciendoqueKlausvonHagemann

noestuvoapuntodepedirmimano?—Yonohedichoeso.¡Oh,micabeza!Katharina se presionó las sienes con las manos, pero Elisabeth estaba

demasiadoenfadadaparatenerlamásmínimaconsideración.¿Acasoaalguienleinteresabacómoestabaella?Talvezellatambiéntuvieranochesdeinsomnioyjaquecas,peroenesacasatalcosanointeresabaanadie.

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—¡Jamásteloperdonaré,Kitty!¡Nunca!¡Jamásenlavida!—Pero,Lisa,yonohehechonada.SesentóentrePaulyyo,esofuetodo.Y

luego hablamos demúsica. Entiendemucho demúsica, Lisa. Yome limité aescucharlo.Nadamás.Telojuro.—¡Menudamosquitamuerta!¡SiDorotheaviocómotereíasyflirteabascon

él!—Esoesunamentirainfame.—¿Todalagenteenelteatrolovioypretendesdecirquemiento?—Mira,Lisa,soloestuvimoshablando.YnoolvidesquePaulestuvopresente

todoelrato.Elisabethsediocuentadequehabía idodemasiado lejos.SeguroqueDoro,

maliciosacomoera,habíaexagerado.¡Cómopodíahabersidotantontadehacercaso de esos chismorreos! Se miró en el espejo. Este tenía un marco doradoestrechoyeradetrespiezas,porloquemostrabasuexpresiónairadapordelanteydosvecesdeperfil.¡SantoDios!¡Quéfeaera!¿Porquélavidaerataninjusta?¿Porquélehabíaregaladoasuhermanapequeñaunrostroangelicalyatractivo,aunquetuvierajaquecaoseenfadara?—Esmentira,Lisa—siguióKittyconunadesesperacióntorpe—.Dorotheaes

una chismosa, ¿cómopuedes creer las cosas quedice?Si todo elmundo sabequeella…Ungolpeenlapuertalainterrumpió.Katharinasecalmódeinmediato,pero

sumadreyahabíaoídosuvoznerviosadesdeelpasillo.—¡Kitty!¿Quéocurre?EldoctorSchleicherteharecomendadonoexaltarte.—Noesnada,mamá.Estoymuytranquila.AliciaMelzerconocíaasushijas.VolvióentonceslamiradahaciaElisabeth,

quesehabíaapresuradoacogerlaborladelapolverayselaestabapasandoporlacara.—Lisa,sabesquenodebesprovocaratuhermana.Kittyapenashadormido

entodalanoche.—Losientomucho—dijoElisabethcondulzura—.Solo intentabaanimarla

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unpoco.Esoestodo.Katharina confirmó su versión. No era una chivata; eso no se le podía

recriminar.Jamáshabíatraicionadoasuhermanamayor.AliciaMelzersuspiró.—¿Por qué no os habéis cambiado aún? En un momento van a servir el

almuerzo.Mamállevabaunvestidolargodesedaazuloscuroyuncollardeperlasatado

enunnudoalaalturadelpecho.Aunqueteníamásdecincuentaaños,suaspectoseguíasiendoadorable.Tansolosucojera,causadaporlarigidezdesutobillo,provocabaasombrodevezencuando.Elisabethhabríadadocualquiercosaporser tandelgadacomosumadre,peroeldestinohabíaqueridoqueseparecieramásasufamiliapaterna,porloqueerarechonchayanchadecaderas.Inclusoconelampulosovestidodemañana,unaprendadeencajeyconcolacosida,sufiguracarecíadeestética.EnunaocasiónKitty,esemalbicho,afirmóenbromaque así vestida parecía un cubrecafeteras andante. Bueno, al menos ahora suhermanitatendríaundefectoyesque,despuésdetumbarseenlacamavestida,elconjuntoverdeestabaarrugadísimo.LafaldaestrechaylachaquetalargaconfaldóncortoestabanhechasconunbrocadodesedabrillantequepapácomprabaenlaIndia.—¿Almuerzo? —exclamó Katharina con un gemido—. Pero si esta noche

tenemoscenadegala.¿Cómovamosacenarsiahoratenemosquedarcuentadeunalmuerzo?—Tienequeserasí,Kitty.Nopodemosdejarsolosalhermanodepapáyasu

esposa.Seríamuydesconsiderado.Yahananunciadoquesemarcharándespuésdelalmuerzo.—Porsuerte—seleescapóaElisabeth.Aunque su madre la reprendió con la mirada, ella sabía que esa partida

también la alegraba. Papá tenía tres hermanos y cuatro hermanas, y, aunquetodoshabíanformadounafamiliayhabíantraídohijosalmundo,ningunohabíalogrado ningún bien material digno de mención. Por eso sus visitas venían

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siempreacompañadasdepeticionesdetalocualsuma,obienteníanqueverconuna intercesión. JohannMelzer era unapersonamuy respetada enAugsburgo.Su casa era frecuentada por hombres de negocios, banqueros, artistas yautoridadesdelaciudad,ysuesposadenoblelinajeseencargabadequetodoelmundosereunieraenunambienteagradableeinformal.Ellamismasededicabaconabnegaciónalasdamas;mientras,enelllamado«salóndeloscaballeros»sebebíavinodeMadeiraycoñacfrancés,elairedelasalasevolvíadensoconloscigarrospurosyloshombreshablabandecuestionescomercialesquemezclabanconasuntosde índolepersonal.Esedíaestabaprevistaunadeesascenasy,niquedecirtiene,laasistenciadelcontableGabrielMelzerydelrostroacongojadoyelcabellocanosodesuesposahabríaresultadodelomásembarazoso.Aunquesolofueraporcarecerdeunavestimentaapropiada.—Así que cambiaos de ropa, niñas. Nada ostentoso. Ya sabéis que la tía

Helenesolotieneunvestido.—Sí—comentóElisabethconuna risita—.Y todas lasmañanas le coseun

cuellodistintoysepiensaqueconesonosengaña.EnelrostrodeAliciaMelzersedibujóunasonrisaquereprimiódeinmediato.

AmenudoloscomentariosdeElisabetheranirrespetuosos:esamuchachateníaqueaprenderacomportarse.—Bueno,tienenunhijoenfermoquelescuestamuchodinero.Elisabethladeólacabeza,peroestavezsereservósuopinión.Hoyeraunhijo

enfermo; meses atrás había sido el aval desafortunado a un amigo, luego unincendioenlacocinaylostremendosdañosqueprovocó…UnayotravezlosparientesdepapáencontrabanmotivosparasacarledineroalbolsillodeJohannMelzer. De todos modos, en ese aspecto la parentela de mamá no era muydiferente,aunqueteníanmejoresmodales.Almenoscuandoestabansobrios.Porotraparte,necesitabansumasmásaltasporquevivíanalograndeysusdeudaseranacordes.Engeneral,lafamiliaeragentemuyincómoda;nohabíaningunoqueElisabethprefirieraverdecaraquedeespalda.—¿De verdad tengo que asistir al almuerzo, mamá?—gimió Katharina—.

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Estoy muy cansada y me gustaría echarme un rato. Ya sabes que el doctorSchleichermehadadoesaspíldorasparaquepuedadormir.Aliciayaestabaenlapuerta.Vacilóunmomento,pensandosielbienestarde

suhijaenfermaestabaporencimadelosmodalesylasconvencionessociales,enparticular respecto a los parientes pobres de su marido. Al final vencieron lacortesía y la disciplina frente a sus impulsos maternales. También Katharinateníaqueaprenderacomportarse.Sobretodoella.—No alargaremos mucho el almuerzo, Kitty. Luego podrás tumbarte

tranquilamente. Haré venir a Maria, así te cambiarás más rápido. Elisabeth,ponteelvestidomarróndemangasabombadas.Encuantoati,Kitty,megustaríaquellevaraselgrisoscuro,yasabes,eseconbolerocortoybotonesdenácar.—Sí,mamá.Elisabethselevantódemalaganaysemarchóasudormitorio.Maria,cómo

no, iría a ayudar a su hermana a cambiarse de ropa, pero ella tendría queapañárselas sola. A lo sumo, Maria entraría un momento para arreglarle elpeinado. Saltaba a la vista que una sola doncella para tres mujeres erainsuficiente.Además,labuenadeJordanteníamásdecuarentaañosysuideadela moda era tan anticuada como la de mamá. De todos modos, para quésoliviantarse:encuantosecasara,tendríadoncellapropia.El vestido marrón tenía ya tres años. Mamá lo había encargado para ella

cuando tenía diecisiete. En su opinión, elmarrón combinabamuy bien con elcabellorubiodeElisabeth.Ella,sinembargo,nocompartíasupuntodevista.Elmarrónerauncoloraburrido,insulsocomounmontóndetierra.Conesevestidonadie reparaba en ella, y esasmangas anticuadas y enormes nomejoraban ennada suaspecto.Aunqueparael contableGabrielMelzery su insípidaesposaeramásquesuficiente.Maria ya había sacado el vestido del guardarropa y lo había llevado a su

habitación; ella solo tenía que quitarse el de la mañana y meterse en esamonstruosidadmarrón.Entoncessurgióunnuevofastidio:eldichosovestidolequedaba estrecho y le costó embutirse en él. En realidad, debería haberse

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apretadomáselcorsé,perosinlaayudadeMariaesonoeraposible.Además,esa noche, para la cena de gala, debía ponerse el vestido de terciopelo verdeoscuro,yselotendríaqueapretartantoqueseponíamalasolodepensarlo.—¿Señorita?¿Mepermitearreglarleelpeloenunmomento?¡Oh,vaya,qué

bienlesientaelvestido!Maria Jordan lamirabasonriente.Era ladoncellaperfecta.Siempreamable,

reservada,yhacíaqueloshalagosmásabsurdosresultarancreíblesensuslabios.AElisabethlebastabaconmirarseenelespejoparadarsecuentadequeparecíaunembutidorelleno.Entodocaso,resultabaagradableoírelcumplidodeMaria,sentarse ante el espejo en el taburete tapizado con una pose graciosa yabandonarseenlasmanosexpertasdeMaria.—Recójalosolounpoco.Estatardelanecesitarésobrelascinco.—Muybien,señorita.¿Ponemosellazomarrón?—No,nadadelazos,Maria.Asíestábien.Gracias.—Comoquiera,señorita.¿No era injusto que precisamente ella fuera propensa a engordar? Mamá

jamás había estado gorda y aún conservaba la silueta de cuando era unamuchacha.Enunaocasión,paraasombrodesushijas,lesmostróunvestidodecuandoerajoven,untrajeanticuadodecolorrojooscuroconfaldaabombadayribete de puntas que guardaba porque era el que llevaba el día que conoció apapá. Aunque a Elisabeth ese vestido le pareció horrible, amamá le quedabacomounguante, igual que en su tiempo.Pese a haber tenido tres hijos, habíaconservadosufigura.EnelpasillovioaKitty,queenesemomentobajabalaescaleraapasoligero

yparecíasuspendidaenelaire,comosianduvierasobrenubes.Dehecho,esacriaturaextrañasolíaestarensimismada.Peroeradelgadayteníaunafiguradeensueñoqueparecíasacadadeunarevistademoda.AunqueaKittyletraíasincuidado el vestido que llevaba y el recogido de su cabello. En cambio, habíaexpresado su deseo de ir a París para aprender a pintar con el caballete en lacalle, talycomoestilabanlosjóvenespintoresallí.Enesaocasiónmamásupo

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mantener la compostura, como siempre, pero papá se enfadómuchísimo y lallamó«gansa,tontaeingrata».Elisabethsiguióasuhermanahastaelprimerpiso.Lasalfombrasgruesasdel

pasilloylaescaleraamortiguabansuspasos,demodoqueKatharinanolaoyó.Aunque,de todosmodos,estabaen lasnubes.Elisabethpensóquesuhermosahermana esa noche también asistiría a la cena. Los Von Hagemann, buenosconocidosdesumadre,estabaninvitadosjuntoconalgunosamigosdesupadreque eran hombres de negocios. Notó que el corazón se le aceleraba. Tal vezfuera porque el vestido le oprimía a la altura del pecho, o quizá porque eltenienteKlausvonHagemann,queacompañaríaesanocheasuspadres,porfinsedeclararía.Elseleabriólapuertadelcomedor.Parecíaqueesacriadaalgomayorseríala

encargada de servir el almuerzo.A fin de cuentas, por esa parentela pobre nomerecíalapenaimportunaraRobert,quetendríaqueservirporlanochevestidodelibreayconguantesblancos.Elisabethsaludóalosinvitadosconcortesíaysedisculpóporsuretraso.Habíallegadolaúltimaysoloentonceslosdemássesentaron a la mesa. Else apareció con la sopa. Caldo de ternera con huevocuajado.ElisabethdirigióunamiradamaliciosaaKatharina,puessabíaquesuhermanaodiabalasopayapenascomíacarne.—Kitty, querida, ¿cómo te encuentras?—preguntó la tíaHelene—.Pareces

cansada.KatharinaremovíaabsortalasopayElisabethreparóenqueinclusoteníalos

párpadosmedioentornados.—¿Kitty?Lamuchachasesobresaltóyabriólosojos.—Discúlpeme,tía.¿Quédecíausted?MamáfruncióelceñoysumiradapenetranteespabilóaKatharina,quesonrió

avergonzada.—Decíaqueparecescansada,cariño—repitiólatíaHelene.—Oh,perdonadme,estabadistraída.Hoymesientocansada.

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—Esoesloquedecía—insistiólatíaHeleneunpocoirritada.Elisabethreprimióunataquederisa,peromamáintervinoparaexplicarquela

pobreKatharinaapenashabíapodidopegarojoentodalanoche.LatíaHelenefingió comprensión y empezó a hablar de su propio insomnio, que relacionóhábilmente con su preocupación por la familia. Eso le permitió volver a lahistoria del hijo enfermo, de losmedicamentos carosyde losmédicos, de losqueunanuncasabíaquépensar.Segúnella,sepasabaneldíaprescribiendotodotipodetinturasypíldoras,perosoloDiossabíasicontalescosasunorecuperabalasalud.—TodosdebemosplegarnosantelosdesigniosdelSeñor—corroboróAlicia

entonoamigable.Elisabethsabíaquesumadrelodecíadecorazón;eranunafamiliacristianay

todoslosdomingosibanamisaenlaabadíadeSanUlricoySantaAfra.—Es una lástima que nuestro querido Johann no haya tenido tiempo para

comerconnosotros—selamentólatíaHelenedeformacortés—.Nopuedesersaludablepasarsetodoeldíaenlaoficina,sinnisiquieratomarseunrespiroparaelalmuerzo.Elisabethsabíamuybienquelaausenciadepapámolestabaasumadre.Era

muy típico de él refugiarse en el trabajo y dejar la visita de los parientesmolestos para su mujer y sus hijas. Evidentemente, Alicia Melzer no dejóentreversuenojo.Enlugardeello,dio larazóna la tíaHeleneconunsuspiromuybienfingidoylamentólaentregadesumaridoaltrabajo.Explicóque,dehecho, era como si estuviera casado con su fábrica, que acudía ahí a primerahorade lamañanaynopocasveces regresaba a lamansión cuandoya estabaoscureciendo.Sobreélrecaíatodalaresponsabilidad,yeraprecisosopesartodasy cada una de las decisiones comerciales; cualquier fallo en las salas defabricaciónpodíadaraltrasteconunpedidoimportante.—¡Quése levaahacer!Elbienestarexige trabajarsindescanso—dijocon

unasonrisaelocuentemirandoaltíoGabriel.Este se sonrojó: era sábado y debería estar en la oficina. Quizá le había

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contadoalgunamentiraasupatrón.EnunaocasiónpapáhabíadichoqueeltíoGabrieleraunempleadopocofiable.Elisabeth loviovenir.AKatharinase leescurrió lacuchara,quecayóenel

caldodeterneray,asuvez,conelmangodecoradoconunmonograma,golpeólacopa llenadevino.Estasevolcó,se rompióyelvinosedesparramóporelmantel.El tíoGabrielhizoungestorápidoparasostener lacopa,peroelpuñoalmidonado se le quedó prendido en el plato de sopa, por lo que todo elcontenido fue a parar al regazo de su esposa. Pocas veces se había visto unasucesióntanlamentabledeaccionesembarazosas.—¡Else! Trae trapos limpios. Auguste, acompaña a la señora Melzer a la

habitacióndeinvitados.Vaatenerquecambiarsederopa.Elisabethestabaparalizada:erademasiadodivertidovercómolatíaHelenese

sacudíalafaldamientrasKatharinanodejabadedisculparse.—Yo…lo lamento tantísimo, tíaHelene.Soy tan torpe.Te regalaréunode

misvestidos.CuandoAuguste leabrió lapuertadelcomedora lapobre tía,seoyeron las

vocesenlacocina.FannyBrunnenmayerestabatanenfadadaqueseleentendíacuantodecía.—Eres lo más tonto que he visto en mi vida. ¡Inútil! ¡Virgen santísima!

¡Cómoesposiblequeexistatantatonteríajunta!Alicia Melzer hizo una señal a Auguste para que cerrara la puerta cuanto

antes.—Eslanuevachicadelacocina—dijoaGabrielMelzeramododedisculpa

—.Aúntienequeacostumbrarseatodassustareas.

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Eracosadebrujas.Reinabaunordenaleatoriodecacerolasyfuentes,uncaosdelomos de venado de intenso color rojo, pichones desplumados y destripados,pancetas,filetesrosadosypechugasdepolloadobadas.Yentreellos,todasuertedeverduras:acelgas,cebollas,chalotas,zanahorias,apios,asícomomanzanas,unmanojodeperejil,eneldo,cilantro…—¡Otravezenmedio! ¡A los fogones! ¡Atizael fuego,peronodemasiado!

¿Quéteacabodedecir?¡Apártatedelhornooloecharástodoaperder!Marie iba de un lado a otro. Traía tal o cual cacerola, llevaba platos y

cucharas,ibaaporleñaparaelfuego,lavabafuentesycuchillos,pero,hicieraloquehiciese,siempreestabamal.—¡No!El recipiente de la nata no, tontina.Quiero el del caldo, ese de ahí.

Peroestateatenta.¡Rápido,quesinolasalsasemepasa!Tardabademasiado.Sibuscabaalgo,seequivocabavariasvecesycuandopor

finleentregabaalacocineraloquelehabíapedido,estayaselashabíaapañadodeotromodo.Esa cocina era comounmar enplena tormenta: lamesadondeestaban dispuestas las cacerolas y las fuentes parecía la cubierta de un barcobalanceándoseenplenatempestad.—Ve con cuidado con los pichones. Sé delicada, no vayas a romperles las

alas. Y mete las plumas en una bolsa para que no salgan volando por todaspartes.¡Virgensanta!Pero¿quéteacabodedecir?Alguienhabíaabiertounaventanaylospequeñosplumonesblancosygrises

depichónseelevaronenelaire,dibujandounaespeciedevalsdecoposdenieve

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sobrelalargamesahastaqueseposabandelicadamentesobrelascacerolasylosplatos,mientrasMariesaltabadeunladoaotrointentandoatraparalmenoslasplumasgrandes.Luego tuvoqueretirarlosdel lomodevenadomechado,de lacrema de frambuesa, del pescado fileteado y, sobre todo, de la mousse dechocolatesobrelacualsehabíanacumuladoenmasa.—¿Y bien? ¿Cómo le van las cosas a nuestra pequeña Marie? —La voz

maliciosadelaseñoritaJordansonódesdelapuertadelacocina.—Metalanarizotaensuspropiosasuntos—bufólacocinera—.¡Ylargodela

cocina,quesinolanatasemeagría!Eraimposiblecomplaceralacocinera,sobretodoporqueestaeraincapazde

decir conexactitudquéera loquenecesitaba.Para serunabuenaayudantedecocinaera imprescindibleconocerelplanque lacocinera teníaenmente,y sedejóllevarsinqueestafueraconscientedeello.Todoloquehacía,obedecíaaese plan, yMarie tenía la impresión de que era perfecto. Cada tarea tenía unúnicomomentoadecuado,yalfinal,deaquelcaosdecacerolasyplatos,deesacomida amedio cocinar, cruda o ya preparada, surgiría un todomagnífico: lacenadeochoplatosqueseserviríaalasseisenpunto.Crema de puerros con nata, pescado, pichón con miel, apio en salsa de

Madeira, lomo de venado con arándanos rojos, helado, pastel de espuma defrutasyqueso.Despuésdeesto,caféyté.Pastitasdealmendra.Licores.Habíaunmontacargasquellevabalosplatosdesdelacocinahastaelpasillo

delprimerpiso,situadojustoal ladodelcomedor.MariesolohabíaatisbadoaRobert,cuandoseasomóalacocinaparapreguntaralgunascosassobreelvino.Las respuestas de la cocinera fueron entre desabridas y nulas, y al final él sehabíamarchado.Aun así,Marie había podido ver su librea de rayas negras yazulesconlosbotonesdoradosysusimpecablesguantesblancos.¡Menudamansión!¿Cómoselehabíapodidoocurrirmarcharseyaelprimer

día?Sinduda,habríacometidoelmayorerrordesuvida.¡Santocielo!¡Jamáshabíavistotantariqueza,tantavariedaddecomida!Loshabitantesdelamansiónnadabanenlaabundancia.Nadaerademasiadocaroysololomejorerabueno.

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Pichones.SalsadeMadeira.Trestiposdepescadoasado.Veinteotreintahuevosnoerannada.Layema sebatíahasta convertirse en espuma, semezclaba conazúcar y se dejaba con delicadeza en el horno. En una base de bizcocho seaplicabacremademantequilla,sobrelaqueseesparcíafrutayluegolamasadeespuma.Mariesehabíaquedadovariasvecesquietamirando,comosialhacerlopudierahacersuyasesasdelicias,dejarentrarensucerebrotodas lasrecetasyretenerlasahí.Comosipudieracrearunrecetarioíntimo,igualalquelacocinerateníaenlacabeza.Sinembargo,tambiénhabíarecetasqueFannyBrunnenmayermanteníaensecreto,poresohizosaliraMarieylamandóabuscarleñaparaelhorno. En cuanto estuvo de vuelta con los troncos, la comida ya estabapreparada.Uno tras otro, los platos iniciaron su trayecto hacia el comedor. Una

campanillaanuncióaRobertqueabajotodoestabadispuesto.Entonceséltiródelascuerdasehizosubirlasbandejasylasfuentescubiertascontapasplateadas.Entretanto,enlacocinadisponíanelsiguienteplatoatodavelocidad.Enalgunoscasos, las pausas entre plato y plato fueronmuy breves; en otros, los señoresalargaronlacharla,paradesesperacióndelacocinera,preocupadaporlacarne,las verduras delicadas y el helado, que ya estaba preparado y empezaba aderretirse.Solocuandoelúltimoplato,unabandejadequesosconbretzelreciénhechosyfruta,iniciósuascensión,lacocineraserelajó.FannyBrunnenmayersedesplomóenunbanco,sesacóunpañueloblancodelbolsillodeldelantalyseapartóelsudordelacara.—Chica,acércameesajarra.Lagrande.Sí,esa.Tomóvariossorbosdecerveza,deleitándoseysindejardesecarselafrente.

Hastaqueensurostrosedibujóunasonrisadesatisfacción.—Nolohashechomaldeltodo,muchacha.

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Elisabeth miraba con inquietud los tentadores restos del pastel que Robertretirabaenesemomentoparasustituirloporvariascestasdefrutasartísticamentedispuestas:uvasmoradasque refulgíana la luzde lasvelas,naranjasasadasymanzanas cortadas en rodajas que luego se habían vuelto a juntar. Y todoacompañadodealbaricoquesyalmendrasdulces.Sedecidióacomeralmenosunarodajademanzanamientrasrenunciaba,casideformaheroica,alquesoyelpastel.—Unavezmás,hasidounacenaexquisita,queridaseñoraMelzer—dijosu

acompañantedemesa.Desdesuasiento,KlausvonHagemanndirigióunaleveinclinacióndecabeza

alaanfitriona,queaceptóelcumplidoconunasonrisa.—Me parece que mi madre ya está pensando en cómo hacerse con esa

magníficacocinera—observódivertido,volviéndoseaElisabeth.Elisabeth saboreó su rodaja de manzana. Disfrutó haciéndole esperar su

respuesta unos segundos, sintiendo la mirada impaciente de sus ojos azules,notandosuinseguridadsobreelaciertodesubroma.SonrióyrespondióquelaseñoraBrunnenmayerllevabamuchosañosenlacasa.—NuestraBrunnenmayerescomoundiamanteenbruto:porfueraestoscay

áspera,perotieneunespírituleal—comentóentonoalegre—.NoabandonaríaasusuertealosMelzernipordineroniporbuenaspalabras.Élcogiósucopay,mientrastomabaunsorbodevinotinto,sumiradaseposó

uninstanteenKatharina,queestabainmersaenunacharlaconAlfonsBräuer.El

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hijodelbanquero,unmuchachodeespaldasanchasquesolíasermuyparcoenpalabras, hoy hablaba por los codos sobre cualquier cosa que Katharina lecomentaba.Eraimposiblesabersiteníaelrostroencendidoacausadelvinoolaabundantecena,peroElisabethsospechabaqueeralaproximidaddeKatharinaloquehacíaquelasangreacudieraalasmejillasdeaqueldesdichado.—En ese caso, puede usted sentirse afortunada —respondió Klaus von

Hagemannasulado—.Lalealtadesunacualidadqueseprodigapocoenestosdíasy,encambio,esunadelasmayoresvirtudesquepuedetenerunapersona.¿Noleparece?Ella se apresuró a darle la razón. Ciertamente, dijo, la lealtad era una gran

virtud.SupadresiemprehablabadeloimportantequeeraquesusobrerosfueranlealesalafábricadepañosMelzer.KlausvonHagemannhizoaunladosucopaconungesto lentoy tomóuna

cesta de frutas para ofrecérsela. Elizabeth, por cortesía, cogió una rodaja denaranja:erainsufriblelomuchoquelaseñoritaJordanlehabíaceñidoelcorsé.—Yo me refiero a la lealtad en el sentido puramente humano —dijo él,

reflexivo,mientrasdirigíalamiradahacialasllamasdelcandelabrodeplatadecinco brazos—.Como la lealtad a un amigo, por ejemplo.O la de los padreshaciasushijos.Pero,sobretodo,lalealtadenelmatrimonio.Elisabethnotóquesucorazónlatíacontralasvarillasdelcorsé.Habíallegado

el momento. Él se iba a atrever. No cabía duda: la miraba con una seriedadinmensa.Ibaadeclararse.—Querida señorita, en mi opinión el matrimonio debería descansar en dos

elementos:elfuegoyelhielo.Porunlado,lallamaencendidadelamory,porelotro,ladulceconstancia,lalealtaddeporvidaentreloscónyuges.Elisabethsintióunestremecimientodeplacer,másaúncuandoéldirigióuna

miradarápidayalgotímidaasuescote.SupechoabundanteeralaúnicaventajafísicaquelesacabaaKatharina.¡Oh,ellasabríaatizarelfuegoqueélacababademencionar!¡Ojalápudierairporfinalgrano!—Letengoaustedmuchaconfianza,Elisabeth—looyódecirenvozbaja—,

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y creo que ha llegado el momento de confiarle algo que surge de lo másprofundodemicorazón…Ellanoesperabaqueesaveladapudieraterminardeunmodotanfeliz.Cierto

que parte del mérito era de su madre, que había dispuesto los asientos en lamesa.AliciaMelzereraunamujerempeñadaendirigireldestinodesushijas,yhacíatiempoqueElisabethsehabíapercatadodequelosplanesdesumadresecorrespondían con los suyos. Durante ese invierno, Katharina conquistaríamuchoscorazonesytambiénromperíaotros.Quelohiciera…Elisabethsesentíaya en el cénit de sus anhelos. ¡Qué tonta había sido haciendo caso de lashabladurías de Dorothea! A lo largo de la velada, Klaus vonHagemann solohabíatenidoojosparaella;habíanhabladoyreídojuntos,habíanintercambiadoalgunos comentarios divertidos y un poco picantes, y en dos ocasiones susmanossehabíanrozado.Habíallegadoelmomento.Ellacontuvoelaliento.Detodosmodos,sedijo,laocasiónhabríapodidoseralgomásíntima;sentadosalamesa,entre lachácharade los invitados,manifestacionescomoesas resultabanmenos románticas de lo que una joven habría esperado. ¡Dios mío! GertrudeBräuer,quémujertanimposible,explicabaahoraqueeldíaanteriorhabíatenidohipo durante más de una hora. Saltaba a la vista que la esposa del banqueroBräuereradeorigenburguésynosabíacomportarseensociedad.—Haymomentos en la vida en que parece que la tierra se detiene, querida

Elisabeth.Recientementesentíunodeesosmomentos—prosiguióelteniente.Justoentonces,Robert,ellacayo,lepresentólabandejadequesosqueestaba

decoradaconuvas,piñasyfrutasescarchadas.—Le recomiendoel roquefort, señorita—lesusurróaloídoenconfianza—.

Sedicequeesdelicioso.Ellalorechazóconunademányelsirvientepasóaofrecerlabandejarepleta

al teniente. Este no tuvo ningún remilgo y eligió con cuidado los quemás leapetecían,acompañándoloscondostrozosdepiñayunbretzelreciénhecho.El encanto previo se había desvanecido y Klaus von Hagemann dirigió en

silenciosuatenciónalplatoysehizoservirvino.

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—Teniente,sehainterrumpidousted.—Sí,esverdad—contestóél,distraído—.¿Dequéhablábamos?—Decíaustedquehabíaexperimentadounmomentoimportanteensuvida…—En efecto. Sin embargo, ahora mismo no me parece oportuno, señorita.

Discúlpeme.La decepción de ella fuemayúscula. Ese cobarde se había echado atrás. Y

todoporculpadeRobert,que loshabía interrumpidoconesaestúpidabandejadequesos.¡Oh,eneseinstantelohabríamatado!Entretanto,enlamesalascharlaslanguidecíanylacenaestabadejandopasoa

un leve sopor. Alicia se esforzaba por mantener una conversación sobre unacantante de ópera recién contratada que las señoras VonHagemann y Bräuerconsiderabandivina.TillyBräuer,unamuchachalarguiruchadediecisieteaños,ataviadaconunvestidodecolorvinodeescotepronunciadoquedejabaversupiel blanca y unas clavículas muy marcadas, se atiborraba en silencio deroquefortyuvasdulces.SoloKatharina,queapenashabíacomido,parecíaajenaalcansanciogeneral;Elisabethescuchócómoleexplicabaasuacompañantedemesa el principio del dibujo con tinta china. No acababa de entender cómoAlfonsBräuereracapazdeescucharlasinapartaruninstantelamiradadeella,comosileestuvieraleyendoelmismísimoEvangelio.Debíadeserporesemododehablarqueteníaella,susojosbrillantes,elmovimientodesuslabiosgruesos,así como sus gestos vigorosos y, a la vez, encantadores. Elisabeth estabaconvencidadequeAlfonsBräuerhabríadedicadolamismaatenciónaloslabiosdesuhermanasiestaleestuvieraleyendoeldirectoriodecallesdeAugsburgo.—¿Ybien,caballeros?—dijoentoncessumadreentonojovial—.Yaveoque

el humo y el tabaco los reclaman desde el otro salón. Por favor, no sean tancumplidos.Lasdamassabremosentretenernosmuybiensinustedes.—¡Asíes!—exclamóelbanqueroBräuer,quenoveíaelmomentodelibrarse

del parloteo incesante de sumedia costilla—. ¡SeñoraMelzer, sus deseos sonórdenesparanosotros!Los caballeros se levantaron y se dirigieron al salón precedidos por Johann

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Melzer,eldueñodelacasa.ElpadreLeutwien,unhombrediminutodepeloraloycongafas,seunióalgrupo.Elisabethnosentíamuchasimpatíaporesecura,aunque no sabía decir muy bien por qué; tal vez fuese porque los cristalesgruesosdelasgafashacíanquesusojosparecieranpequeños,locualleconferíauna expresión de desamparo. Sin embargo, en una ocasión en que él se habíaquitadolasgafasparalimpiárselasconelpañuelodebolsillo,Elisabethvioquesus ojos eran grises y de tamaño normal. Desde entonces ya no le parecíadesamparado,sinomásbienalguienquesabíaloquequería.—Enesecaso,meentregaréunratoalhumoazulado—dijoeltenienteVon

Hagemannlevantándosedesuasiento—.Mipadresesorprenderíamuchosimequedarasoloentrelasdamas.Naturalmente, no había ninguna posibilidad de retenerlo. Se intercambiaron

las cortesías habituales; cuando él abandonó la estancia, a ella le pareció verauténticopesarensumirada.El ritual siguió su curso. Robert se aproximó a Alicia Melzer para

comunicarle que la otra sala ya estaba dispuesta.Ahora las damas pasarían alsalónrojo,decoradoalgustodesumadre.Yasoloelpapelpintadodesedadeinspiración oriental había costado una fortuna. El mobiliario estilo Luis XVestabahechoenFranciay,comonopodíasermenos,elpandeoroeraauténtico.Eneselugarsesolíaobsequiaralasdamasconcafémocaybombonesypastas.Sin embargo, las señoras no parecían muy dispuestas a interrumpir la

encendidacharlaquemanteníansobre laaventuradeuna famosadamaconsuchófer. En ese instante, la esposa del banquero daba a conocer unos detallespicantes, ajena a la mirada de espanto de su pobre hija Tilly. Alicia intentócalmar los ánimos con la ayuda de la madre del teniente, Riccarda vonHagemann, una invitada ideal que tenía el tacto que Alicia tanto echaba demenos en la esposa del banquero. Además, aunque la señora Von Hagemannteníamásdecincuentaañosseguíaconservandosubelleza.Entonces Elisabeth tuvo una ocurrencia; era apenas una posibilidad, pero

resultabaprometedora.Selevantó,sonrióasumadreyabandonóelcomedor.A

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nadieleextrañaríaquesedirigieraalsalónrojo;dehecho,bastabaconqueellahiciera el ademán para que la siguieran el resto de las damas. Aunque no deformainmediata.Lequedabaunpocode tiempoparaacercarserápidamentealsalóndeloscaballeros,preguntarporunlibroypedirleaKlausvonHagemannque se lo llevara al salón rojo. Se trataba de algo del todo inocente, pues eradonde se suponía que las señoras estaban tomando café moca. Si todo salíasegún su astuto plan, podría pasar unos instantes a solas con el teniente en elsalónrojo.Ysiéldejabaescaparesaocasión,ellayanopodríaayudarlomás.Se apresuró por el largo corredor, contenta de que aquella alfombra espesa

amortiguarasuspasos.Elsalóndeloscaballerosestabaenelotroextremo;teníaquedarseprisay,alavez,nollegarsinaliento,puestoquellevabaelcorsémuyceñido. ¿Qué libro le pediría? Mejor uno que fuera rápido de encontrar, unanovela,RobinsonCrusoe.Era inofensivayestabaalalcancede lamano,en lahileracentraldelalibreríaacrista…—Nuncaenlavidahesentidoalgotanenserio,señorita…Aquella era la voz del teniente. ¿Tenía figuraciones acaso? Elisabeth se

detuvoenmediodelpasillo,conlarespiracióncontenidaynosintiendomásqueloslatidosdesucorazón.—¿Acaso seburlademí,Katharina?¿Cómopuede ser tancruel?Pongoen

susmanosmicorazón,todomiser,yustedseríe…Elisabeth sintió un estremecimiento atroz en el pecho. Aquella era, a todas

luces,lavozdelteniente,yveníadelsalónrojo.¿CómonosehabíapercatadodequeKatharinanoestabaenelcomedor?Sequedóquieta, temblorosa,apoyadaenunacómodademaderalabrada,deseandooírmáspalabras.Unaspalabrasquesellaríansudesgracia.Queasestaríanunapuñaladaletalasucorazón.—Siento comoun incendiodentro demí,Katharina.Es un rayoquemeha

alcanzado de forma inesperada. Se lo tengo que decir porque, de lo contrario,moriré…Entoncesélpronunciólaspalabrasqueellatantohabíaanheladooír.Incluso

lasrepitió,comosisuinterlocutorafuerasorda.

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—Katharina,yolaamo.Laamoperdidamente.¿Yella?¿Respondíaalgo?¿Sereíadeél?¿Lorechazaba?¿Cómotolerabauna

declaración tandescarada?Elisabethnooyónada.En su lugar, lavoz ronca eirritadadeltenienteleatravesóeloído.—¡Tienequesermía!Elisabeth notó que algo tibio le recorría lasmejillas.Curiosamente, tenía el

cuerporígidoporelfríoperodelosojoslebrotabanunaslágrimascalientesqueseabríanpasoporsusmejillasempolvadas,afeándoleelrostroyensuciándoleelvestido.—Notieneustedqueresponderahoramismo,Katharina.Puedoesperaraque

ustedselopiensebienyhableconsuspadresacercademispretensiones.Peroleruegoquenoolvidequeesperarésudecisiónprofundamenteenamorado…ElisabethMelzer no pudo soportarlo pormás tiempo.No era de las que se

amedrentabaanteunaafrentacomoesa.Sesecólasmejillasconeldorsodelamano, se sorbió los mocos y se retocó el peinado. Luego abrió la puerta delsalón.¡Quéescenatanridícula!Kittyestabasentadaenunadelasbutacasconvolutasyeltenienteseencontrabaarrodilladoenlaalfombraanteella.—¡Ah, Kitty, estás aquí! —exclamó—. ¡Te he estado buscando por todas

partes!VonHagemannselevantó,hizounadiscretainclinacióndecabezaysalióde

laestanciapasandojuntoaella.Elisabethhizocomosinoloviera.

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—¡Apagaesaluzdeinmediato!¡Acuéstate!¡Puedesdesnudarteaoscuras!Marie estaba agotada. Tras dos intentos fallidos, había dado por fin con su

dormitorio.PrimerohabíaentradoenlahabitacióndeAugusteyElse;luego,enuntrasterollenodecajas,baúlesymueblesendesuso.Perolohabíaencontrado;apesardelacofiadenoche,lanarizafiladadelaseñoritaJordansedistinguíaalaperfección.—¿Estássorda?¡Apagaesaluz!¡Ahoramismo!Marie no tenía ninguna intención de hacerlo. Alumbró la pequeña alcoba;

contemplólasdoscómodas,elarmarioqueteníanquecompartirylacamaquelehabíanasignado.Eranmueblessencillos,buenosyduraderos,pensadosparael uso del servicio.El suelo era demadera y delante de cada camahabía unaalfombrilladecoloreshechade retazos.Era fabuloso.Nuncaanteshabíavistotantolujo.Porsifuerapoco,sobrelacamateníaunmontónderopablanquísima:camisas, calzones con encaje, calcetines e incluso unasmedias largas de lana.Habíaunpardezapatosdecueroque,aunquegastados,estabanenbuenestado.Y también tres vestidos: uno de algodón, otro de franela y el tercero de lana.También le habían dado delantales. No eran tan bonitos como los delantalesblancosconbordesdeencajedelasdoncellas;lossuyoserancuadradosydetelaáspera,pensadosparaeltrabajosuciodelacocina.—¿No podrías mirar todo eso mañana por la mañana?—gruñó la señorita

Jordanlevantandounpocolacabeza.Nosolo tenía lanarizpuntiaguda: sumentón tambiéneraafilado.Sinduda,

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ese dormitorio era fantástico. Lo único que la estorbaba era esa mujer taninsidiosa.¡Quélástimaqueenlavidaunonuncapudieraestardeltodocómodo!Siemprehabíaalgúninconveniente.—Lopondré todo sobremicómodaymañana locolocaréen su sitio. ¿Hay

retreteporaquí?LaseñoritaJordanpusolosojosenblancoygimió.—Está al final del pasillo. Y cuando vuelvas, apaga la luz. A las cinco y

mediaseacabalanoche.—Cuandomeacueste,apagarélaluz.¿Quésehabíacreídoesamujer?¿Que iríadando traspiésaoscurasporuna

habitación que no conocía solo para que su cura de sueño no se vierainterrumpida?Puesbien,enesecaso laaguardabanmuchassorpresas.Andabamuy equivocada si creía que incluso ahí arriba podía dar órdenes a Marie.Muchoslohabíanintentadoyningunolohabíaconseguido.Almenos,noenlosúltimostiempos.Antessí.Anteshabíatenidoquepasarporcosashorribles.Peroesoyaquedóatrás.Ellatomabaloquelecorrespondía.Nimás,nimenos.Enelpasillohacíafrío.Searrebujóenunmantónylorecorrióhastalapuerta

delfondo.Elsuelodemaderacrujióconestrépito,comositodounregimientosedirigierahaciaelbaño.Lapuertaestabaatrancadayprimeropensóquealguiense le había adelantado. Luego probó suerte con un empujón decidido, y lalámparacasidiocontra lapared.El retreteeradeporcelanay teníaal ladouncubodelatallenodeagua.Tansololatapademaderaparecíaunpocogastadaynecesitabaunrepintado.Serioparasusadentros.LedivertíalaideadeimaginaralaseñoritaJordansentándoseenelaroreciénpintadodelretrete.Echar agua al terminar también resultó ser muy ruidoso. Quien ocupase la

habitación junto al retrete tenía que dormir como un tronco. Dejó la puertaentornadaporque cualquier intentode cerrarla habría sido comoun terremoto.Cuandoseapresurabaavolverasucuartooyóunsuavecrujido.Seasustó, sedetuvoylevantólalámpara.Alguienhabíaabiertounapuerta.—¡Así se te lleve el diablo!—siseó una voz—. Primero quieres todas las

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nochesyluegotelibrasdemídeunplumazo.Marie reconoció la siluetaborrosavestida conuncamisón largo. ¿Auguste?

¿Antesnoestabaensucama?—Losiento…Aquel no podía ser otromás queRobert.Marie tenía suficiente experiencia

comoparaadivinarloqueocurríaahí.Habíantenidounarelaciónyparecíaquehabíallegadoelfinal.AlmenosparaRobert.PobreAuguste.—¿Quelosientes?—voceóAugustehacia lapuerta—.Nohacefaltaquelo

sientas,RobertScherer.Túereselquedapena.¿Tecreesquenonoshabíamosdado cuenta de lo que te pasa?Desde que la señorita ha vuelto del internadotieneslamiradavidriosa.¡Eresunboboredomado!¡Uninsensatosinremedio!—¡Cállate!¡Largo!—Acabarásenelhospicio.Enlacárcel.¡Pormí,quetecuelguen!¡Nopienso

moverniundedoparaayudarte!Mariesabíaqueteníaquemarcharsedeallícuantoantes.Encualquiercaso,

antesdequelaenojadaAugusteladescubrieraenelpasilloconlalámparaenlamano.¿Cuálseríalapuertadesudormitorio?Teníaqueserlacuartaolaquintadel lado derecho. Avanzó con sigilo por el pasillo y entreabrió una puerta.Distinguió con alivio elmentónprominente y la cofia de nochede la señoritaJordanyseapresuróacerrartrasdesí.—Lapróximavezutilizaelorinal—leespetólaseñoritaJordan—.¡Esmuy

desconsideradodespertaramediacasa!Marieestabademasiadocansadaparareplicar.Hubierapreferidodesnudarsea

oscuras,porqueleresultabamolestohacerlomientrasesamujerlamiraba,perodejólaluzencendidahastaquesehubometidobajolassábanas.¡Santocielo!Laalmohadaeradeplumasauténticas.Elcolchóneragruesoyblando.Teníaunamantadelanaeinclusounedredón,que,porcierto,pesabacomoelplomo.Contodo,nuncaanteshabíaestadotancómodaenunacama.—¡Apagaesaluz!Marieestabatanentusiasmadaqueapagólalámparasinmás.¡Eraunalástima

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tenerquedespertarsetantemprano!Enesacamaellahabríapodidodormirdíasenteros. Durmiendo y soñando. Desperezándose con fruición y recolocándoseesa almohada tan blanda. Leyendo una novela tranquilamente, no como en elorfanato, a hurtadillas y debajo de las sábanas. Comiendo un panecilloacompañado de un café con leche. Permanecería tumbada ahí sin hacer nada,sintiendoesecaloragradable,conlamiradaclavadaeneltechoypensandoencosasbonitas.RecordaríaentonceseltiempoenqueDodoaúnestabaconella.Dodoerasu

amigamásqueridaenelorfanato.Nuncatendríaunaamigaigual.Dodosemetíaenlacamaconellatodaslasnochescontantosigiloquenadiesedabacuenta,locualnoeradeextrañar,yaqueeraunañomásjovenqueMarieyestabadelgadacomounalambre.Seguroquenoengordabamásporque teníasiempreuna tosmuy fea.Cuando se arrimaba aMarie,Dodo tenía el cuerpo aterido de frío ypasabaunbuen ratohastaqueMarie conseguíadarle calor.Lomásdifícil eracalentarlelospies.Secontabanhistoriasenvozbaja,hablándosealoídoparanomolestaralrestodelasniñasdeldormitorio.Eranhistoriasenrevesadas,quelessurgían en la cabeza como flores fantásticas; historias divertidas, tristes,estremecedorasydescabelladas.Cuandotemblabandefríoolesentrabalarisaseabrazabanconfuerza,yentoncesMarieteníalasensacióndenoestartansola.A veces también lloraban juntas, pero incluso aquello era bonito; luego sesumíanjuntasenelreinodelossueñosmecidasporunmardelágrimascálidas.Con treceaños,Dodofue ingresadaenelhospital.Deahíse la llevaronaunaresidencia para convalecientes en las montañas porque, al parecer, allí su tosmejoraría.Marie había preguntado amenudo por ella, pero nadie le supo darrazónalguna.Tambiénlehabíaescritovariascartasyselashabíaentregadoalaseñorita Pappert para que se las enviara por correo a Dodo. Nunca obtuvorespuesta.Habíanpasadoyacuatroaños.TalvezlaseñoritaPappertnollegaraaenviarlas.¿QuéhabríadichoDododeestacama tanblanda?Mariesevolvióhaciaun

ladoyseimaginóasuamigatumbadaasulado.Inclusoleparecióquesentíael

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suave susurro de Dodo junto al oído. Sin embargo, cuando ese susurro seconvirtióenunresuelloyluegoenunligerosilbido,sediocuentadequeenlacamadealladolaseñoritaJordanhabíacomenzadosuconciertonocturno.Dodosedesvaneciódenuevo,regresóalmundodesuimaginaciónyMarieescuchóelsonido que provenía de la cama vecina. Quien ha pasado sus noches en eldormitorio de un orfanato no tiene remilgos con los ronquidos. A Marie leparecía fascinante que no hubiera nadie que roncara del mismomodo. Habíaquien resoplaba; otros resollaban y emitían pitidos, ymuchos hacían un ruidoque parecía que fueran a ahogarse en cualquier momento. Otros, en cambio,chasqueaban los labiosmientras dormían, e incluso los había que hablaban; yluegoestabanlosqueserascaban,semetíaneldedoenlanarizomordisqueabanlapuntadelacolcha.La señorita Jordan pertenecía al grupo de los resopladores y silbadores,

resultaba molesta pero soportable. Sin embargo, cuandoMarie ya casi estabadormida, ocurrió algo raro. Tras un estallido parecido al descorche de unabotella, se oyó una inspiración profunda y abierta y una tos prolongada. Acontinuación, la señorita Jordan dio varias vueltas en la cama hasta que lossilbidosylosresuellosempezarondenuevo.Marie se dijo que esa mujer debía de tener pesadillas. Cuando dormía, la

gargantaseletaponabadealgúnmodoyparecíaquefueraaahogarse.Peroesonolehizosentirlástimaporladoncella.Dehecho,paraella,MariaJordanteníabien merecido ese castigo nocturno. Se tumbó bocarriba y suspiró satisfecha.Ahí,eneltercerpisodormíaelservicio:AugusteyElse,laseñoritaSchmalzler,la cocinera Fanny Brunnenmayer y Robert, el lacayo. Él debía de tener unaalcobaparaélsolo.Talvezlacocineradisfrutabatambiéndeeselujo.Eramuyposible, ya que resultaba inconcebible que la señorita Schmalzler compartieradormitorioconalguien.¿Porquénolograbadormirse?Seguroqueeralaúnicade la casa que seguía despierta. Sin duda, el cúmulo de novedades había sidoexcesivo.¿Dedóndesalíaesatensiónextraña,loscrujidosenlasparedes,ellevechasquidode lamaderadelarmario?Mariesiemprehabía tenidounoídomuy

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finoparaestascosas;solíaoírdelejoslospasosdelaseñoritaPappertcuandoseacercaba para controlar el dormitorio. Incluso cuando todavía eran inaudibles,Marielosnotaba,lospresentía.Talvez…talvezhabíaratones.SeimaginóalseñorMelzer,el industrial,durmiendoconsuesposamientras

debajodellecholosratonescorreteabandeunladoaotro.Sonrióenlaoscuridadalfantasearconqueunodeesosratoncillossaltabaderepentesobrelacamayolfateabaelpiedelaseñora.Esamujerquelahabíamiradodesdeelautomóvilyluegosehabíaechadoareír.Quéraroeraquelaplantabajayelprimerpisodeaquella enormemansión estuvieran vacíos por la noche. En la ciudad baja lagentesehacinabaentodaspartesynoeranpocoslosqueteníanquecompartirlecho;tambiénenelorfanatoalgunasniñasteníanquepasarlanocheenlasaladedía.Peroallí,encambio,lagrancocinaestabavacía,lasaladelamadellavesestabadesocupada,einclusoloshermosossalonesdelprimerpiso,queellaaúnno había visto, permanecían vacíos. Según le había avanzadoAuguste, al díasiguienteporlamañanarecorreríanjuntastodalacasaparaencenderlasestufas;así podría ver las bonitas estancias, la biblioteca, los salones, el comedor y elresto.Aunquesolofueraunmomento.¡Qué suerte la de losMelzer! Eran ricos, tenían una fábrica enorme y una

mansión.Seguroqueellos teníancuartodebañoconaguacorriente,calienteyfría,unabañeradoradayunretretedeporcelanaconelbordedorado.Ellosnotenían que preocuparse por si tendrían dinero para el almuerzo, o un abrigo ybotas en invierno.Pero, además de todo eso, el buenDios les había dadodoshijashermosasyeducadasyunhijointeligente.Eraeljovenquehabíavistoporlamañanaenelautomóvil.AhorayasabíaquesellamabaPaulyqueestudiabaenMúnich. Era apuesto, muy distinto a esos señoritingos emperifollados quehabíavistoenlaciudad.¡Lástimaquefueratanburlónyengreído!LosMelzer tenían la suertea su favor.¿Cómoeraposiblequeen lavida la

riqueza,lainteligencia,labellezayeléxitofuerandelamano,queelbuenDiossoloconcedieratodasesascosasjuntas?

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Entoncesnotóunapequeña sacudida.Abajo, enel segundopiso, algohabíacaídoalsuelo.Luegoseoyóalgoparecidoalbufidodeungato.Unmaullidoyungruñido,unchillidoagudoquehizovibrarloscristalesdelasventanas.Eranvoces,vocesdechica.¡Oh!¡Cómoconocíaesoschillidosintensos,esa

rabiapotenteydesesperada!Devezencuando,enelorfanatoseproducíanriñasentrelaschicas,yentonceslavehemenciayladesesperaciónsedejabanoírconfuerza:sedesgarrabanlaropa,searrancabanmechonesdepelo,ylosdientesylasuñasprovocabanheridasmuyfeas.Aguzóeloídoconteniendoelaliento.No.NoeraAuguste,ni tampocoElse.

El ruido venía de abajo. De los dormitorios de las señoritas. Esas damas taneducadas se estaban peleando: forcejeaban y berreaban de un modo no muydistintoaldelaschicasdelorfanato.—¡Virgensantísima!—murmurólaseñoritaJordan,quesehabíadespertado

conelruido—.Porfavor,quelaseñoranomesaqueahoradelacama.Peronoocurriónada.Alcabodeunratotodoquedóencalmaydenuevose

oyeronlosronquidosdelaseñoritaJordan.Mariesonriómientrasseabandonabaalsueño.

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—¡Atenta,pasmarote!—bufóAuguste,irritada.—¡Losiento!Mariehabíagolpeadoconestrépitoelmarcoblancodelapuertaconelcubo

delatayhabíadejadounamarcaoscuraenlamadera.—¡Ahora me regañarán a mí! —refunfuñó Auguste—. ¡Por culpa de tu

torpeza!Eresaúnmástontaquelasotras.Marieoíaesoamenudo.Perocomonopodíacomprobarsieracierto,pensó

quecuandotodoelmundolodecía,seríaporalgo.¡Conlailusiónquelehacíasu primera ronda por esas bonitas estancias! Jamás se le habría ocurrido quefueran a estar tan oscuras. Solo cuando Auguste descorría las cortinas de lasventanas se podía ver el mobiliario. De todos modos, entraba poca luz, puesapenaseranlascincoymediadelamañana.—¡Tencuidado,quenosetecaiganlasascuas!Marie ponía todo su empeño. Hacer lumbre era una tarea muy simple:

cualquier niño conunapaladade ascuasyunahojadeperiódico arrugada eracapaz de encender una estufa de carbón. Las estufas de la mansión eranmodernas y fáciles de utilizar: sus portillas no se atrancaban, ni teníanhendiduras por las que se escurriera la suciedad y las cenizas. En algunasestanciaserandecerámica,muyaltasyesbeltas,tandelicadasyhermosascomolasdamasconcorsé;conesashabíaquetenercuidadoynotocarlosazulejos.Si,pese a las precauciones, quedabanmarcas de los dedosmanchados de carbón,había que limpiarlas de inmediato con un paño. Los hornos de hierro forjado

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eranmássencillos.Estabancubiertosconelementosdecorativosynocabíadudade que tenían que haber costado una fortuna.No tenían nada que ver con lasmenudasestufasdecarbónalargadasqueellahabíaconocidohastaelmomento.Detodosmodos,enelhierroforjado losdedosnodejabanhuella.Esoeraunaventaja.—¡Noteduermas!¡PorDios!¡Yapodríamoshaberterminadohacerato!—Eslaprimeravezquehagoestoytengoqueacostumbrarme,Auguste.El día anteriorAuguste había sidomuy amigable y comprensiva, pero esta

mañananoquedabanadadeeso.Ladoncellasehabíaconvertidoenunapersonamalvadae insensible,queparecíadisfrutarhumillandoaMarie. ¿Ysi lahabíareconocidoporlanocheenelpasillo?Seguramenteeraporeso.—¡Despiertadeunavez,tontita!¿Dóndesesuponequedebeestarlaestufa?,

¿delantede laventana?Miraenel rincónde laderecha,cegata. ¡Por todos lossantos!Elseestarápreguntándosedóndemehemetido…Antesdeldesayunolasdosdoncellasteníanqueapresurarseparadejarlistos

losdosbañosdelsegundopiso.Elseñorteníalacostumbrededarseunbañoporlanoche,ylaseñoritaKatharinatambiénlohacíaamenudo.Muchasveceslastoallas estaban tiradaspor el sueloy el jabón fuera de su sitio, y el retrete noestaba limpio. Pero la señora quería que los baños estuvieran inmaculados aprimerahoradelamañana.CuandoporfinAuguste la llevóa todaprisapor laescaleradeservicioa la

planta baja,Marie se sintió decepcionada por no haber visto casi nada de loshermosos salones. Recordaba vagamente la alfombra roja del salón, la mesalargademaderaoscuradelcomedor,losarmarioslúgubresdemaderalabradaylagrancantidaddecenicerosdelsalóndeloscaballeros.Nohabíapodidoponerunpie en labiblioteca,por laque sentíaunagrancuriosidad,pues la estanciacarecía de estufas y en su lugar había una chimenea abierta que nunca seencendíaporlamañana.Abajo,enlacocina,losdemásyasehabíanreunidoentorno a lamesa para tomar el desayuno.Auguste se lamentó diciendo que no

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sabía cómo Marie iba a encargarse de aquella tarea. En su opinión, erademasiadotorpeparaprenderlasestufas.—Esoeradeesperar—corroborólaseñoritaJordan.Tomaba su café con leche en una taza con un borde dorado que guardaba

como un tesoro. El día anterior no había permitido queMarie limpiara aquelobjetotandelicado.—Esmuylerda.Hagolpeadolapuertadelcomedorconelcuboyhadejado

unamarca.Lodigoparaquesesepaqueyonohesido.Marie,diatodosquehassidotú.Anda,dilo.Marieaúnestabacolocandoelcubojuntoalhogardelacocina;Auguste,en

cambio,yasehabíasentadoensusitioparadesayunar.—AunquenotodoloquediceAugusteescierto—replicóMarie—,lamarca

de la puerta la he hecho yo. Estaba todo a oscuras y la puerta iba a cerrarsedetrásdemí…—¡Estoeselcolmo!—exclamóAuguste,indignada—.¿Lahabéisoído?Me

hallamadomentirosa.Laayudantedecocinaseatreveadecirquemiento.Quenotodoloquedigoescierto…Todas las cabezas se volvieron hacia Marie. Incluso Robert, que estaba

sentadojuntoalaseñoritaJordan,ledirigióunamiradaburlona.Lacocinera,tancampechana el día anterior, dijo que ya iba siendo hora de que esa pequeñaaprendieramodales.InclusoElse,quenoacostumbrabadecirnada,exclamóqueeraunaimpertinenciainaudita.—¡Exijo un castigo para ella! —se quejó Auguste—. No es más que una

simpleayudantedecocinaysehaatrevidoaofenderme.LaseñoritaSchmalzlervioquehabíallegadoelmomentodeintervenir.Posó

latazasobrelamesacongestofirme.—¡Silencio!¡Silencio!¡Auguste,bastayadegritarcomounahistérica!LaautoridaddelaseñoritaSchmalzlererasorprendente.Todosenmudecieron

deinmediato.—Por si alguien lo ha olvidado, esta es una casa respetable y exige una

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conductarespetabledetodossusempleados.¡Inclusoaquíabajo,enlacocina!Clavó entonces lamirada enAuguste, que tenía el cuello y la cara lívidos.

Aunqueletemblabalacomisuradelaboca,noseatrevíaaecharseallorar.—Noesdescabelladodecirquemuchosdetuschismesnodebentomarseal

piedelaletra.Aquella afirmación del ama de llaves hizo que las lágrimas acudieran a los

ojosdeAuguste;labarbillaletemblabayungemidolesacudióelpecho.—Perotú,Marie—prosiguiólaseñoritaSchmalzlerenvozaltavolviéndose

hacia ella, que seguía la conversación de lamesa aún apostada junto al hogarcomosiestuvierapetrificada—,ereslaúltimaconderechoacriticaraAugusteporeso.Ymenosaquí,delantedetodos.¡Acércate!Marie obedeció. Se aproximó despacio y con semblante impasible. Hacía

tiempo que había aprendido a no demostrar sus sentimientos, algo que laestúpidadeAugustejamáslograríahacer.—VasadisculparteahoramismodelantedeAuguste.En el orfanato ya había pasado por una situación igual de insidiosa.Ahora

tenía que elegir: o rebajarse para que la dejaran en paz, o perseverar en suorgulloysercastigadaporello.Enestecasolapodíanechar,yesoeraalgoquenoqueríadeningúnmodo.YmenosporAuguste,queteníamenosentendederasqueunpollo.—Nopretendíaofenderte,Auguste.—Pueslohashecho—gimiólachica.—Losiento.Loquehasdichoescierto.Yohehechoesamarcatanfeaenla

puerta.Lorepetiréparaquetodoelmundolooiga:hesidoyo.Augustenotienelaculpademitorpeza.Notólamiradadelamadellavesclavadaenella.¿Quémásquería?¿Nohabía

admitidoyaqueeralaculpable?Aunque,bienmirado,habíalogradoesquivarladisculpaensí.—Yatepuedesacostumbraranoreplicar.Estásaquíparaobedecerycallar.

Cualquierotracosanoseríapropiadeunaayudantedecocina.

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—Sí,señoritaSchmalzler.—¡Quenoseteolvide!—Sí,señoritaSchmalzler.—Siéntatealamesaydesayuna.El sitio de Marie estaba en la cabecera de la mesa. Al otro extremo,

presidiéndola, juntoal calordelhogar, se sentaba la señoritaSchmalzler; aunladoteníaalacocineray,alotro,allacayoRobert.LaseñoritaJordansesentabaalladodeRoberty,frenteaellos,ElseyAuguste.Durantelasemana,tambiéncomíanconelloseljardineroBliefertysunietoGustav.Eljardineroteníamásde sesenta años; era un hombre enjuto, nervudo, y en sus anchas y callosasmanossereflejabasu trabajocon la tierra.Sunieto,que lesacabamásdeunacabeza,eraunamoledemúsculos,unmuchachobondadosoperounpocotardo.SepasóeldesayunomirandoaMarie,sonriendounayotravez.Finalmente ledijoasuabuelo:—Es todaunadama, lamuchacha.Mira cómo se sienta.Erguida comouna

reina.—Meparece,chico,queestásmeandofueradetiesto.—Queno,abuelo.Habloenserio.Estodaunadama.Aquellas palabras suscitaron toda suerte de burlas hacia la pobre Marie.

Marie, la dama delicada. La señora de las cenizas. La princesa de lasmondadurasdepatata.Lareinadelosorinales.La señorita Schmalzler puso fin al desayuno con una palmada. Siguieron

entonces las instrucciones del día. A primera hora de la tarde la señoritaElisabethibaarecibiratresamigasyhabíaqueprepararté,pastelesypastas.Yla señora tenía cita con el peluquero en torno a las dos.Al decirlo, el amadellavesmiróhaciaRobert,queasintiócondiligencia.Laseñoraqueríaregresarala mansión a tiempo para una reunión con las damas de la sociedad debeneficencia.Lasdamasestabancitadasa lascuatroyeraprecisodisponerdesillasydeunamesaparaelconferencianteenlabiblioteca,asícomoencenderlachimenea y colgar cortinas limpias. La señora había invitado a un orador, un

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colaboradordeunaordenreligiosaquehabíatrabajadoenÁfricaduranteaños,paraqueexplicaraalasdamassusexperienciasconlosnegros.—Té y café.Vino blanco, preferiblementeMosela. Emparedados y algunas

golosinas. Parece ser que la última vez que se reunieron en casa del directorWiesler,losemparedadosalestiloingléstuvieronunagranacogida.—Por mí, ya pueden comerse ellos esa bazofia inglesa —refunfuñó la

cocinera—.Enestacasaseservirálenguadeternera,salmónahumadoyhuevosduros con caviar. Caviar ruso auténtico, no esa cosa barata de las tiendas deultramarinos.LaseñoritaSchmalzlerhizocasoomisodelcomentariodelacocinera;porsu

posición, la señora Brunnenmayer se podía permitir muchas libertades que elamadellavesnoconsentiríaaningúnotroempleado.Mariesediocuentadequeunacriadaounadoncellapodíansustituirse,peroeradifícilencontrarunabuenacocinera.—¡Pongámonosatrabajarconahínco,alegríaylabendicióndeDios!Todoscorrespondieronconunmurmullo,apuraronsustazasyselevantaron.

Marierecibióórdenesdetrespartes:—¡Marie!Recogelamesa,lavalosplatosyveabuscarleñaparaelhorno…Lacocinera.—¡Marie!Meayudarásadescolgarlascortinasdelabibliotecayallevarlas

abajoallavadero.Else.—¡Marie!¡Cogeelcuboyelrecogedor!¡Vamos!AAuguste también legustabadarórdenes.Paraponerordenenelcaosque

reinaba en el dormitorio de la señorita Katharina, Marie primero tendría queretirarlosañicosybarrerelsuelo.Marieestabadecididaanorecibirmásregañinas.Peronoerafácil.Eracomo

si todossehubieranconjuradocontraella; listao tonta,siempreera tenidaporlerdaytorpe.NisiquieraledejabantocarlasbandejasdeplataconeldesayunodelosseñoresqueElseyAugusteseencargabandellevararriba.Perocuando

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una escoba fue a parar al suelo fue porque Marie no había tenido cuidado;cuandoalacocineraselecayódelasmanosunafuentetambiénfueporculpadeMarie, que la había puesto nerviosa. Y cuando la jarrita de la leche se volcómientrasElselallevabaarriba,esotambiénfueculpadelaestúpidaayudantedecocinaporquelahabíallenadodemasiado.«Necesitan un chivo expiatorio para todo lo que les pasa», se dijo Marie,

furiosa.«Ycomosolosoylaayudantedecocina,tengoquecargarconlaculpadetodo.»Asíibanlascosasenesamansióndistinguidacontantoservicio.Eranmalévolosymezquinos,seperjudicabanlosunosalosotrosylosmásdébilessellevabanlospalos.

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Alicia Melzer miró con desaprobación los asientos vacíos en la mesa deldesayuno. Ninguna de sus hijas había aparecido por el comedor; al parecer,preferíanesperaraquesupadresemarcharaalafábrica.Unapreocupaciónqueeradel todo innecesariapuestoqueAliciano tenía intencióndemencionar lossucesosnocturnos.NomientrasJohannestuvierasentadoalamesa.JohannMelzerhabíadeseadoasuesposauna«felizmañana»,acentuandoel

saludomatinalconunbesofurtivoenlafrente.Ahoraya llevabaunbuenratoinmerso en la lectura del Augsburger Tagblatt mientras mordisqueaba elpanecillodemantequillaymielqueAlicialehabíapuestoenelplato.Desdequeestaban casados, ella le preparaba el panecillo porque, de intentarlo, Johannacabaríamanchandodemielelperiódico,elmantelylasmangasdesuchaqueta.—¿Dónde están las chicas?—preguntó él, y levantó la vista del periódico

paratomarunsorbodecafé.—Yotampocoloentiendo.AliciapulsóelbotóndeltimbreycuandoAugusteapareciólepidióquefuese

a llamar a las señoritas. Tanto Alicia como Johann Melzer cumplíanescrupulosamenteloshorariosdelascomidas,aunqueaveceselindustrialteníamuchaprisayabandonabalacasaantesdequeElisabethyKatharinabajaranadesayunar.Sinembargo,esedíaparecíadisponerdetiempo.—Eresdemasiadoindulgente—dijoentonoásperomientrasserecolocabael

periódico—. Te comportas de un modo extrañamente condescendiente con

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Katharina.Sinoduermeporlasnoches,talvezdedíadeberíaocuparsedealgoquelamantuvieradespierta.Asíestaríacansadaalacostarse.Alicia enarcó las cejas sin querer. No tenía ganas de volver a discutir ese

asunto con Johann.El doctorSchleicherhabía confirmadoque el insomniodeKatharina era de naturaleza nerviosa, y las tremendas jaquecas que sufríatambiénteníanqueverconlafragilidaddesusnervios.Johann,encambio,nosentíamuchorespetoporeldiagnósticodeldoctor.—Al menos, ayer por la noche estuvo de lo más animada —prosiguió—.

Entretuvo al joven Bräuer de unmodo delicioso. ¡Buena pieza está hechamiKitty!Aunque a Alicia no le gustaba esa expresión, por una vez evitó el

enfrentamiento. En vista de que Johann se tomaba su tiempo para desayunar,habíaotrotemaquequeríatratarconélcuantoantes.—Meparecequevademasiadolejos—afirmóentonoconciliador—.Porotra

parte, resulta comprensible puesto que, desde que volvió del internado esteverano, tiene que estar sorprendida del efecto que provoca entre los jóvenescaballeros.Sinembargo,aestasalturasdeberíahaberaprendidoanoabusardeesepoder.Entonces Auguste asomó por la puerta y anunció que las dos señoritas

bajarían de inmediato. Alicia asintió satisfechamientras que Johann, enojado,hizocrujirelperiódico.—Noesbuenacosaquelajuventudnohaganadasensato—afirmó—.Esono

hacemásquefomentarlaociosidadyestropearelcarácter.—Cierto —corroboró Alicia—. ¿Quieres que te prepare otra mitad de

panecillo?Aquellapreguntatansolícitalopillóporsorpresa,aunqueenciertomodoesa

eralaintención.—¿Cómo?Ah,sí,claro.Eresunencanto,Alicia…—Encuantoalaschicas,nocompartotuopinión,Johann—dijocogiendoel

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cuchillodeplataparalamantequilla—.Prontosecasaránydeberánencargarsedellevarsupropiohogar.Élapurósutazay,trassacarseelrelojdeorodelbolsillodelchaleco,miróla

hora.Erancasilasocho.—Esverdad… tus planes de boda—dijo con una sonrisa pícara—. ¿Cómo

marchaeseasunto?¿Eltenienteyahamordidoelanzuelo?Siempreesa ironía,esaburla innecesaria.¿Porquése tomabatana la ligera

queellaquisieraayudar,enlamedidadeloposible,adarformaalfuturodesushijas?¿AcasoeltenienteVonHagemann,pertenecienteaunarespetadafamiliadeAugsburgo,noeraunbuenpartidoparaElisabeth?Aunqueellasabíaloquelemolestaba a Johann. Era ese «Von» en el apellido del futuromarido. ParaJohann, todos los caballeros nobles eran derrochadores y mujeriegos. Pordesgracia tenía razón en el caso de sus hermanos, pero no se podía decir lomismodeltenienteVonHagemann.—Nolosé,Johann.Elisabethnohadejadoentrevernadaalrespecto…—¡Elisabeth!—exclamóélnegandoconlacabeza—.Enmiépoca,elfuturo

novioacudíaalospadresdesupretendidaparapedirleslamanodesuhija.Encambio,ahorahemosllegadoalextremodequeseanlospropiosjóvenesquienesarreglenelasuntoentreellos.Alicia estaba de acuerdo con la crítica de su marido hacia las nuevas

costumbres, pero le aseguró que en ese aspecto, gracias a Dios, Elisabeth yKatharinahabíansidoeducadasalaantiguausanza.YañadióqueestabaseguradequesuhijoPaultampocoiríaporsucuenta.Johann ya había dejado la servilleta almidonada en lamesa y se disponía a

marcharsealafábrica.Sinembargo,ahoraqueporfinsalíaarelucirlacuestióndelhijoteníaquesoltareldisgustoquehabíaidoacumulandoduranteelfindesemana.—¡Porsucuenta!—exclamó—.Nomehagasreír.Mihijo,queyaesadulto,

en vez de avanzar en sus estudios se pasa todo el fin de semana en casaholgazaneando,saleconsusamigos,acompañaasuhermanaalaóperaypasala

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noche fuera enun lugar desconocido.Y todas esas distracciones correndemicuenta.Sinduda,unhombrejovendebepoderdesahogarsey…—¡Johann!Pasdevantlesdomestiques!Seinterrumpió,peroeltemalepreocupabayteníaqueponerlosobrelamesa.

Paulseestabaconvirtiendoenundandi:suvidagirabaentornoaladiversiónyderrochabaeldinerodesupadre,yencuantoasusestudios,lasituaciónnoeramuyhalagüeña.—¡Sinoestáscontentocontuhijo,Johann,permítemequeterecuerdeloque

hasdichoantes!Aliciaestabaexultanteporquehabíasidoélquienhabíasacadountemamuy

importanteparaella.—¿Yquéhedicho?—gruñóél.—Has dicho que no es bueno que la juventud no tenga nada sensato que

hacer.Entoncesélsediocuentadelasintencionesdeella,puesnoeralaprimeravez

quehablabandeeseasunto.Selevantóconimpacienciadelasillayseretiróunamigadeltrajemarrónoscuro.—MeparecequeestudiarDerechoesunaocupaciónbastantesensata,siempre

ycuandolalleveacabo.Entonces Auguste abrió la puerta del comedor y dio paso a Elisabeth y

Katharina. Las dos estaban pálidas y parecían cansadas. Katharina tenía unverdugónrojoeneldorsodelamano;enelantebrazodeElisabethseveíanunasmanchas azuladas. Su saludo matutino fue quedo. Luego ambas se sintieronaliviadasalverasupadresoliviantadohablandodePaul;porexperienciasabíanquepersistiríaaúnunbuenratoenesacuestión.—¿Olvidas,querido,queelviernespor lamañanaPaul tepreguntósipodía

echarunamanoenlafábrica?Pordesgracia,túnoledijistenada.¿Cómovasapreparar a tu hijo para su labor futura si le impides que colabore? ¿Cómo sesupone que Paul va a aprender algo sobre fabricación de paños, sistemas decálculoyventassinoledaslaoportunidaddehacerlo?

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JohannMelzerbasculabadeunpieaotro;envariasocasioneshabíaintentadointerrumpirasuesposa,peronoseatrevía.Aliciaeramuysusceptiblecontodolorelacionadoconlabuenaeducaciónyélhabíatenidoqueoírcondemasiadafrecuenciaque,afindecuentas,sufamilianodejabadeserpequeñoburguesa.—Diossabequeloheintentado—logródeciralfin,aprovechandounapausa

quehizoellaparacogeraireentrefraseyfrase—.Elproblemaesqueelseñoritosecreequeyapuedehacerdedirectoryaúnestámuyverde,y,pordesgracia,esotieneconsecuencias.Quienentraenmiempresaprimerotienequeadaptarse,cerrarlabocayaprender.Esloquehagoconmipersonalytambiénconmihijo.—¡Loreprendistedelantedetodoslosempleadosdeldepartamentodecálculo

comoaunaprendiz!—repusoAliciallevadaporunarrebatomaternal.No.Noerajusto.EnlasfincasdesuspadresenPomerania,unseñor,aunquejoven,erasiempre un señor y, por lo tanto, el personal siempre debía guardarle respeto.Incluso si se desplomabade un caballo, ebrio comouna cuba, y tenía queserllevadoenbrazosacasa.—Se lo tenía bienmerecido, Alicia—contestó Johann—. Enmi fábrica se

valoralacapacidad,noelorigen.Alicia frunció los labios y se calló. Se reprochópara sus adentros nohaber

llevado mejor la conversación. Había desaprovechado la ocasión y ahora seencontrabanenelmismopuntoalquehabíanidoaparartantasveces.Yencimaestabanreñidos,locuallesrompíaelcorazónaambos.—¡Que las señoritas disfruten de un buen día!—dijo JohannMelzer a sus

hijas mientras se disponía a salir. Ambas permanecían sentadas en silencio ycaptaronclarísimamentelaironía.—¡Que tú también tengas un día fabuloso, papá! —respondió Katharina,

aplicandotodosuencanto.No tuvo suerte.Esedía supadre,que solía seguirle lasbromas, se cerró en

banda.—Esperoquesusseñoríashayandescansadobienestanoche—dijo—.Sien

el curso del día se aburrieran ustedes, enfrente, en administración, tienen a su

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disposición varias máquinas de escribir. Creo que no les hará ningún dañoejercitarseenelartedelamecanografía,talycomohacenmuchasjóvenesquesegananlavidadeformahonradayhonesta.HabíadichoesoparadisgustaraAliciayacertódepleno.Conciertopesar,

deseóasufamiliaun«díaagradable»yabandonóelcomedor.Durante un instante reinó el silencio. Elisabeth masticaba un panecillo de

pasasconmantequillayKatharinasesirviósusegundatazadeté.Alicia,porsuparte,sehabíahechoconelperiódicoyfingíaleerlasnoticiasdesociedad.Sinembargo,loúnicoquepretendíaeradominarsusemociones.—¿Notenéisnadaquecontarme?—inquiriólevantandolavistadelperiódico.—Tuvimos,bueno,tuvimosunariña—empezóadecirKatharina.—Pordesgracia—añadióElisabeth—,pordesgracialasituaciónsenosfueun

pocodelasmanos…Aliciacontemplóasushijas,queclavabanlavistaenlosplatosdeldesayuno

conactitudarrepentida.Eracomosieltiemposehubieradetenido.¿Nosehabíaesforzado suficientemente en educar a sus hijas como señoritas? ¿No habíanpasado ambas varios años en un internado suizo muy prestigioso? La nocheanteriorsehabíanpeleadocomodosniñaspequeñas.—¿Dequéasuntosetrataba?Elisabeth dirigió una mirada de odio hacia su hermana. Kitty frunció los

labiosylevantólabarbilla.—Poruncascanueces—dijo—.Esafiguritademaderaquecompramosenel

mercadodeNavidad.¿Teacuerdas,mamá?Aliciaarrugóelceño.Otravezesas tonteríasdeKatharina.Uncascanueces.

Una figurita de madera con un uniforme rojo y negro que tenía un aspectoligeramentebritánico.Selemetíaunanuezenlabocayluegoselehacíamoverlamandíbulainferiorconunapalanca.Diezañosantes,lapequeñaElisabethlahabíavistoenelmercadonavideñoyhabíainsistidoenqueselacompraran.—MelollevédeldormitoriodeElisabethyellaseenfadó.

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Elestruendoenlasalaeratangrandequehabíaquehablaragritosparahacerseentender. Johann Melzer reparó en que los tres caballeros de la delegaciónestadounidensetorcíanelgestocondisgusto.¿Quéesperaban?Lasmáquinasdehilar, las selfactinas, se separaban para torcer el hilo y luego, cuando el carroregresabaasusitio,elhiloobtenidoseenrollabaen lasbobinas.Todoaquellogenerabaunestrépitodefriccionesytraqueteos,alquesesumabaelsilbidodelashebrasy todo tipoderuidosmecánicos.Muymolestoparaoídossensibles,pero losobreros estabanacostumbrados.Por lodemás, esasmáquinas, aunqueno eran nuevas, funcionaban a la perfección. Cada una estaba controlada porcincooperarios.Elhiladorseencontrabaenlatesterayseencargabaderegularla tensión de los hilos.El anudador y su segundo se desplazaban con el carropara anudar los hilos que se soltaban y reponer las bobinas llenas por otrasvacías.Elayudantedeselfactinayelayudantedereservateníanquelimpiarlamáquinamientrasestabaenmarchaporquesecubríadepolvoconstantemente.Lacalidaddeltrabajoeraresponsabilidaddelhilador,ytambiénelsalariodelosoperariosyaqueestabaenfuncióndelacantidaddebobinasdehilocompletas.—¡Impresionante!—legritóaloídoel jefede ladelegación,elseñorPeters

—.¡Buenamáquina!¡Buenosoperarios!ElseñorPeterssehabíaquitadoelsombreroparahablar;talvezcreyeraque

asísuvozsonaríamásfuerte.AquelcaballerohablabaunalemánaceptableyaqueerahijodeunafamiliaemigradadeFrisiaOriental;enaquellostiempossellamabanPetersenyseganabanlavidaaduraspenascomopescadoresdecosta.

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Los otros dos caballeros solo hablaban inglés, pero parecían entendidos en eltema.Estosseaproximaronsinmiedoalasmáquinassibilantes,clavaronlavistaen el sistema mecánico, tocaron el hilo y preguntaron si las máquinasfuncionabanexclusivamenteconfuerzahidráulica.—Antessí.Hoy,soloenparte.Tenemosdosmáquinasdevapor:unaparala

hilaturayotraparalatejeduría.Parecíanimpresionados,locualnodejabadesorprenderalseñorMelzer.En

lazonadelasfábricas,todaslasmanufacturasteníanmáquinasdevapor;noeraalgodeloquesentirseespecialmenteorgulloso.CuandosediocuentadequeelseñorPetersintentabahablarconunaoperaria,intervino.—Leruego,porfavor,quenodistraigaalostrabajadores.El señor Peters enarcó las cejas disgustado pero obedeció. Sin embargo, al

llegar a la parte posterior de la planta, donde se encontraban las máquinascontinuasdeanillos,seolvidódesudisgustoalinstante.Aquellatecnologíaeranueva y se utilizaba enmuchas fábricas, aunque no se había consolidado deltodo.Yeraevidenteque lascontinuasdel señorMelzer funcionabana lasmilmaravillas. La ventaja de aquellas máquinas consistía en que, gracias almovimiento circular, el hilo se torcía y se devanaba sin interrupción.Melzerdebía laperfección técnicadesuscontinuasdeanillosaunantiguosocioque,lamentablemente,habíafallecido.—¡Esoesfabuloso,señorMelzer!Great!Wonderful!El señor Peters y sus dos acompañantes estaban fuera de sí: se acercaron a

todaprisaaunadelascontinuasy,mientrasseñalabandetallesconeldedo,segritaban palabras en inglés entre ellos. El señorMelzer se dio cuenta de queaquellomolestabaalastrabajadorasyfueobjetodevariasmiradasinquisidoras.Huntzinger,elcapataz,observabacondesconfianzaaesoshombresvestidosdenegroysepasabarepetidamentelamanoabiertasobreelbigote,ungestoqueenéleraseñaldedescontento.ElseñorMelzer lehizoungestocon lacabezapara tranquilizarlo.Semanas

atrás esos caballeros se habíanpresentado comouna«Delegation fromCotton

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TextilesLtd.,NewYork»enunmensajedetelégrafoenelquetambiénpedíanunacitapara realizarunavisita.Erauna relacióncomercialmuyprometedora:ellos estaban interesados en tejidos como el satén y el damasco, y ofrecían acambio algodón en bruto muy barato. Indicó con un guiño a Huntzinger quehiciera a un lado a los caballeros, pues de lo contrario la operaria no habríapodidocambiarlasbobinas.EntoncestomóporelbrazoalseñorPetersconungestoamistosoyseloacercó.—Ahorapasaremosalassalasdelotrolado.¡Ahíesdondesetejenlastelas!—Ah,sí.Muybien,muybien.Al salir al patio, el silencio se desplomó sobre ellos y los oídos se les

quedaronabotargados.Últimamente,devezencuandoel señorMelzernotabaun zumbido intensoque se desvanecía al cabodeun rato.Aquel día nohabíatiempoparaatenderasusmaltratadosoídos:alentrarenunadelassalasdelostelares el nivel acústico volvió a aumentar de modo ensordecedor. Loslucernariosinclinados,queporfueraparecíanenormesdientesdesierra, teníanlos cristalesorientadoshacia el norte.De estemodo, la luzdel sol no entrabadirectamenteenlassalasyseobteníaunailuminaciónuniforme.El señorMelzer, como director, recibía saludos sumisos por doquier. Al ir

acompañadodeladelegaciónextranjeralellamólaatenciónelmodoenquelosoperariosseapresurabanadescubrirselasgorrasydeseabanbuenosdíasalseñordirector.Tambiénlassonrisasylasinclinacionesdecabezadelasmujeresteníancierto aire de devoción. No le molestaba que sus empleados le mostrasenrespeto.Esoeraalgoobvio;dehecho,sialguienvacilaseenesesentidoprontoseencontraríaenlacalle.Sinembargo,habíaunadiferenciaentreelrespetoyelservilismo,queeraalgoinsufribleparaél.Ladelegaciónexaminóconatenciónlostejidosfabricados;tambiénlostelares

parecieron interesarles. Acariciaron con indiferencia el barragán, pues era untejido que cada vez tenía menos demanda. En cambio, el brillante satén, quehabíaempezadoautilizarseparalaropadecama,tuvounagranacogida.Eraunproducto de calidad y ningún fabricante textil de Augsburgo podía hacerle

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sombra. Prácticamente se lo quitaban de las manos. Los tres caballeros sequedaron boquiabiertos ante los telares en que se tejían diseños complejos apartirdeunastarjetasperforadas.Enestasmáquinassetejíaeldamascoparalosmanteles.Enotrostiempos,estetipodetelasolodecorabalasmesasdelosricosy de los nobles, pero ahora, gracias a la fabricación industrial, también lasfamiliasburguesaspodíanpermitirsetenermantelesdedamasco.—Es mejor que el de Inglaterra—le gritó el señor Peters al oído—. Esta

máquinaessoeasy.Noescomplicada.Funcionaalaperfección.—Asíes—corroboróMelzerdeformaescueta.Ellos querían saber por qué unas máquinas que en otras fábricas se

estropeabanconfrecuenciaydabanmuchosproblemas,en las instalacionesdeJohannMelzerllevabanañosfuncionandomuybien.Aquellolohalagó,peronosoltó prenda. Sorry, dijo. La respuesta estaba en unos sofisticados detallestécnicosqueeransecretodeempresa.Mientras atravesaban el patio, desvió la atención de sus invitados hacia su

parque de vehículos. Disponía de varios carruajes de tiro con los quetransportaba los tejidosyapreparadoshastaunaestaciónde trencercanadesdedondesedistribuían.Además,contabacon tresautomóviles,peroeranparasuusoprivado.Éleraunapasionadodeesasmaravillasdelatécnica,quecadavezeranmásperfectasyrápidas.Sihubierapodidolibrarsedesuestrictaeducación,tendría ya varios coches de carreras. Sin embargo, en su juventud habíaaprendidoquenadie teníaderechoamalgastareldineroen lujos superficiales.Sustreslimusinasseexplicabanporquenosololasutilizabaélsinotambiénsufamilia,sobre todosuesposa,queestaba ligeramente impedidaynopodía irapieatodaspartes.SolocuandoestabaasolasconsuhijoPaulaflorabandevezencuandoesossueñosreprimidos.Enesesentido,Paulnoconocíalímites:Benzhabía fabricado un coche de carreras fantástico, peroOpel estaba haciendo lomismo.Talvezfueramejoresperar.—¿Mepermitenquelosinviteaunpequeñorefrigeriodespuésdelavisita?—Esustedmuyamable,señorMelzer.Aceptamosencantados.

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—Para mí es un honor. No todos los días la bonita ciudad de Augsburgorecibevisitasdeultramar.Leshabíanpreparadosalchichasblancasconbretzelsalados,mostaza,huevos,

pepinillos y rebanadas de pumpernickel con queso. Todo ello regado con unRiesling,asícomolimonadaycervezadeAugsburgo.Losinvitadossesirvieronconfruición,peroMelzersolotomóunpardesalchichasybebiólimonada.Lanocheanteriorhabíabebidodemasiadocoñacyporlamañanaelestómagohabíaprotestado,porloquepreferíanotomaralcoholesedía.Trasintercambiartodotipodefórmulasdecortesía,elseñorPetersledijoque

sufábricaloshabíaimpresionadomucho.Afirmóque,aunquenoeratangrandecomootras de la zona, resultabamuy eficaz.De estemodohizo evidente quehabían visitado Augsburgo a fondo. Añadió que tenía unos tejidos muyoriginalesybuenamaquinaria.Todoestabaorganizadodeunmodocabal.Sustrabajadoreseranmuycapaces.Entonces lepreguntó sihabíaconstruidocasasparaellos.ElseñorMelzerconcluyóquenopretendíancomprometerseaún;seguramente

habíaotrasfábricasensuplandevisitas.Esoloirritó.Ylamentóeltiempoqueestabaperdiendomientrasalotrolado,enlasaladeestampación,seensayabanlasprimerasmuestras.Entoncessevioobligadoaexplicarqueél,aligualquelamayoríadelosempresariostextiles,poníaadisposicióndesusempleadosciertonúmerodeviviendas.Estabansiempreocupadas,dosfamiliasporcadaedificio,y disponían de un pequeño jardín en el que se podía cultivar fruta y verdura.Había quienes incluso criaban conejos y cabras. Como no podía ser de otromodo, se sopesabamuy bien qué personas podían obtener estas viviendas. ElseñorMelzer no consentía ni a los bebedores ni a los violentos. Tampoco laspodía ocupar nadie que perteneciera a un sindicato o a cualquier otro tipo deasociacióndetrabajadores.Suempresanonecesitabaaesaclasedegenteporqueélyasecuidabadeellos. Inclusohabíahechoconstruirunaguarderíapara loshijosdesusempleadosyunazonadebañosparalosoperarios.Por fin, despuésde esa sartadepalabrería inútil, sus invitados abordaron el

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asunto que los había llevado hasta allí. Le prometieron que en el futuroadquirirían cantidades considerables de satén y de damasco para manteles;además,queríancomprarleunacontinuadeanillos.Sudecepciónfuemayúsculacuando él se negó. Hubo sacudidas de cabeza, lamentos sentidos, alusionesveladas a la competencia en Augsburgo, que sin duda sabría apreciar unarelacióncomercialcomoaquella.ElseñorMelzermantuvolacompostura,perono cedió. Él necesitaba las máquinas para él y ninguna abandonaría susinstalaciones.Sinduda estaba interesadoen laventade saténydamasco, soloeracuestióndeponersedeacuerdoenelprecio.—Yanospondremosencontactoconusted…La despedida fue rápida y algo gélida. La experiencia le decía que aquella

relacióncomercial,queaprimeravistalehabíaparecidotanprometedora,ibaaquedar en saco roto. Tal vez fuese mejor así. Esos caballeros no le habíanparecidotrigolimpio.—¡Retireestodeaquí!—espetóconenojoasusecretariaseñalandoconun

gestovagolosplatosylosvasos.—¡Ahoramismo,señordirector!Teníaadossecretariasquesededicabanalacorrespondenciaimportante,que

supervisabaélenpersona.Ambashabíandejadoatráslajuventud,usabangafasy llevaban el ceñido corsé debajo de sus blusas de color claro. La señoritaHoffmannteníaunarisaridícula,peroescribíatanbienque,enquinceaños,soloendosocasioneslehabíaencontradounafaltaenunescrito.Laotra,laseñoritaLüders, era una persona muy juiciosa, callada, eficiente y poco dada a lasbromas.AlprincipioMelzercontratóadoschicosjóvenes,peroalpocotiemposediocuentadequesesentíamáscómodoconmujeres.Eranmásrápidas,mássumisasymásbaratas.Además,sedesenvolvíanmejorentareasprácticascomohacercafé,encenderlasestufas,cuidardelasplantasoprepararunrefrigerio.Cuandoyasedisponíaairatodaprisahaciaelnuevotallerdeestampaciónle

llegóalosoídoselanunciodelaseñoritaLüders.Estahablabasiempreamediavozyenun tonocontenido,perocuandoanunciabaaalguien solía tratarsede

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algoimportante.Teníabuentinoparadiscerniraquiéndebíamandardevueltayaquiéndebíadejarpasar.—LadirectoradelorfanatodelasSieteMártiresesperaenlaantesala.ElseñorMelzersedetuvoensecoysuestadodeánimo,yadeporsísombrío,

sevinoaúnmásabajo.LaseñoritaPappert.Codiciosacomoera,seguroquesoloestaba ahí para pedirle algo.Esta vez se iría con lasmanos vacías. Le habíantomadoelpelodurantedemasiadotiempo.Sicontinuabaimportunándoloconsudesagradablepresencia,exigiríaunarevisiónexhaustivadeloslibroscontables.—Hágalapasar.Tengopocotiempo.—Seloharésaber,señordirector.ErtmutePappertllevabaunvestidogrismuyarrugado,hechoparauncuerpo

más voluminoso que el suyo. En cambio, el sombrero prendido sobre su peloteñidoderubioeramuypequeño,parecíaunbarconavegandoaladerivaenunmarondulado.Susonrisanohabíacambiadoenañoseirradiababenevolenciaymisericordia. Ertmute Pappert había dedicado su vida a las huérfanas. LainstituciónquedirigíaestabaacargodelaIglesia,ylacasasituadaenlapartebajadelaciudaderapropiedaddelaIglesiacatólica.Contodo,conlosañoslamujer había conseguido un buen número de benefactores para su tareaencomiable.Entreellos,elseñorMelzer.—¡QueDios lobendiga,queridoamigo!—exclamóella—.Nosepreocupe,

no loapartarémucho tiempodesus importantesobligaciones.Soloquieroquemedediqueunminuto.Estodocuantolepido.ElseñorMelzertragósaliva.Nolegustabaqueesamujerlollamara«querido

amigo».Menosaún,despuésdehabervisitadoelorfanatopordentro.Ytambiénporesachica.Desnutridayenferma.Unpocomásyhabríamuertodehambre.—Sisetratadeotrodonativo,señoraPappert…Enestemomentolaempresa

seencuentraenunadelicadasituacióneconómica,porloquelamentomucho…—¡LíbremeDios,queridoamigo!—exclamóconunhorrorbienfingido.¡Cuánta comedia! Por su expresión se diría que acababa de ser acusada

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injustamente de un delito. Pero él estaba seguro de que había ido a pedirledinero.—SoloveníaainteresarmepormipequeñaMarie.¿Quétalsuprimerdíaen

sucasa?Soloquería…¡Oh,vaya,disculpe!Tengoquesentarme.Eslaanemia,¿sabe?Devezencuandosientounmareorepentino.—¿Quiereunvasodeagua?—preguntóél,obligado.—Seríatodoundetalle,queridoamigo.—¡SeñoritaHoffmann!LaseñoritaPapperttomóunsorbodeaguadesodayluegoposóelvasocon

cuidadosobrelamesitadeébano.ElseñorMelzerhabíapermanecidodepie.Notenía intención de extender la conversación ni un segundo más de loestrictamentenecesario.—¿Estáustedmejor?Élmismonotóqueporel tonoempleado, supreguntanosolohabía sonado

poco compasiva sino que incluso había parecido amenazadora. En cualquiercaso, la señorita Pappert era dura de pelar: sonrió con dulzura y le dio lasgracias.Sí,enefecto,graciasasusatencionesahorasesentíamuchomejor.—Encuantoasu interésporMarie—prosiguióélsinperdermás tiempo—,

por lo que he oído, ha trabajado con diligencia en la cocina y parece haberseadaptadobien.—¡GraciasaDios!—exclamólaseñoritaPappertdoblandolasmanos—.La

chicaesrealmentehábil…—Loque nos ha sorprendidomucho—dijo él interrumpiéndola—han sido

susescasaspertenencias.Ademásdevestidosydelantalesadecuados,miamadellaveshatenidoquedarlezapatos,calcetineseinclusoropainterior.¿Cómoesposible?Ertmute Pappert se echó lasmanos a la cabeza y aseguró queMarie había

salidodelorfanatobienequipada, con ropaymudas.Ellaenpersona sehabíaocupadodequeMarieHofgartnerllevaraunhatillobienrepleto…—Ensuopinión,¿dóndecreequehanidoapararesascosas?

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Eso solo Dios lo sabía. En cualquier caso, afirmó, Marie era de las quesiempremirabanenbeneficiopropioyenlaciudadbajahabíavariosprenderos.Aunque, por supuesto, con eso no pretendía decirnada, queDios laguardara;ellanosabíanadadeesascosas.El señor Melzer no le creyó ni una sola palabra, pero no había modo de

descubrirla. Tres semanas atrás había sido informado de que la chica habíasufridounahemorragia.Poralgúnmotivo,aquellanoticialoalterósobremaneray fue a visitarla al orfanato. Sin embargo, ella ya no estaba ahí, la habíantrasladado a un hospital. Aprovechó su presencia en el edificio para que leenseñaranlashabitaciones:lasoscurasydesgastadassalasdeentretenimiento;eldormitorio, en el que había una fuerte corriente de aire; la cocina,mugrienta.Examinó también a las chicas: ropas remendadas, zapatos agujereados, rostrospálidos.¿EnquéempleabalaseñoritaPappertlasenormessumasdedineroquerecibía?Saltabaalavistaquealaspupilasnolesdestinabagrancosa.¿Acasoelobisponolasupervisaba?—Por desgracia, Marie Hofgartner ha resultado tener mucho carácter —

empezó a decir la señorita Pappert con prudencia mientras sonreía de formabondadosa—.Lecuestaadaptarse.Eslavivaimagendesumadre…ElseñorMelzersintióunapunzadaenelcorazón.Lospequeñosojoscelestes

delaseñoritaPappertbrillabanalacechomientrassubocamanteníasusonrisabeatífica.—¿Sumadre?¿Aquéserefiere?—Bueno, como sabe, todos los niños tienen madre —contestó Ertmute

Pappertcomosiestuvieraanunciandounagrannoticia.Siguió diciendo que la pobre Marie era muy pequeña cuando perdió a su

madre. Aun así, estaba en su derecho de saber algo acerca de su madrebiológica…—ElpadreLeutwienymihumildepersonahicimosindagacionesacercadela

madredeMarie,paramostrarlesutumbaaesadesdichada.Elcuraseacordaba

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biendeLuiseHofgartnery fuea consultar el registroparroquial.No se figuraustedloqueencontróallí.El señorMelzer palideció. ¡Qué bien le habría sentado en esemomento un

buen trago de agua!No,mejor de coñac.O tal vez dewhisky irlandés.O deaguardientedeperadelTirol.—¡SeñoritaPappert,noestoydehumorparaadivinanzas!Ellahizounademándeespanto.Entonocompungidoseñalóquesabíaqueél

teníapocotiempo,yqueallíestabaellaentreteniéndoloconnaderías.ElseñorMelzer sintió un impulso tremendo de arrojar a ese ser malévolo al patio,lanzándolaporlaescaleradeunabuenapatada.—¡Habledeunavez!—ElpadreLeutwiendescubrióenelregistroparroquialunhechoasombroso:

LuiseHofgartnerestabacasada.Sumarido…—¡Cállese!Esascosasnoleimportananadie.¿Marielosabe?Ahora la señoritaPappert era todo indulgenciaybondad; soloobservándola

conmuchodetenimientosehabríapodidovereltriunfobrillándoleenlamirada.—Porsupuestoqueno.Noqueríamospreocuparalapequeñaconesascosas.

Nomientrassigasiendomenordeedad.LoúnicoquesabeesquesumadreestáenterradaenlafosacomúndelcementeriodeHermanfriedhof,sinlápidaalguna.—¿Quiénmás?—¿Quéquiereusteddecirconeso?—Si además de usted y el padre Leutwien, hay alguien más que esté al

corriente—leaclaróentonoimpaciente.—Oh, no, nadie. ¡Líbreme Dios! No soy una chismosa, querido amigo.

Aunquepuedequehayapersonasmayores,vecinos,queporentoncesviviesenallíyfuerantestigosdeltormentoquetuvoquepasaresamujer…ElseñorMelzersintiócomosiunaparedoscuraselevinieraencima.Erauna

sensaciónqueavecesseapoderabadeélaúltimahoradeldía,yqueresultabade lomásdesagradableporque learrebatabacualquiercontrol sobresímismo.Sepodíaanularconalcohol.Conalcoholyunavoluntaddehierro.

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—Señorita Pappert, reconsideraré mis aportaciones para el orfanato. Esposibleque,peseatodo,podamosdarconalgunasolución.—¡Alabado sea el Señor!—celebró ellamientras aplaudía—. Sabía que no

dejaríaenlaestacadaamispobresniñasinocentes.Asípues,puedoconfiarenquecontinuaremos…Eraunachantajista,taimadaydespiadada.¡Cómoesquenadiehabíalogrado

destaparaúnlasfalsedadesdeesamujer!Esaarañacodiciosateníaquetenerunacuentabienholgadaenalgúnsitio.—Puedeustedconfiar,señoritaPappert.Sedijoqueprontoiríaacantarlelascuarentaalcura,aunqueeraunapersona

íntegra que no se aprovecharía de lo que sabía.Además, como era sacerdote,posiblemente farfullaría alguna cosa sobre la confesión y el alivio de laconciencia.Yluego,claro,extenderíalamano.Cuando la señorita Pappert desocupó por fin su asiento y se marchó del

despachoentre innumerablesyexageradasmuestrasdeagradecimiento,AlfonsDinter,eljovencapatazdeltallerdeestampación,aguardabaenlaantesala.—¿Ybien?¿Cómohaido?¿Satisfecho?Porlaexpresiónpreocupadadeljovendedujoquealgohabíasalidomal.—No,señordirector.Noestoynadasatisfecho.Elrapportsequedacortopor

unmilímetro.Aunqueesuntrozodiminuto,seveelpuntoenelqueelrodillovuelveaaplicarlamuestra.Resultaexasperante.Asimiló la noticia con serenidad. Tresmeses de duro trabajo tirados por la

borda.Tendríanqueempezardenuevo.¡Portodoslosdiablos,antesunacosaasínohabríaocurrido!

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Marierealizabasutrabajodebuenaganaperosinprisas.Dedicabaacadatareael tiemponecesario,y lohacíaaconcienciaydeformacorrectaparaquecadavezresultaramásdifícilreprocharlasutorpezaosuincapacidad.—¿Esquenosabesirmáslenta?Yacreíaquenovolveríashastamañanapor

lamañana.Ponlaleñaahí.Yahorasiéntateypelalasmanzanas.—Loharéenseguida.Peroantes tengoque irunmomentoconElse.Por las

cortinas.—¡Alcuernoconsuscortinas!—YtengoqueacompañaraAugusteconelcuboyelrecogedor.—Si en cincominutos no estás aquí sentada pelandomanzanas, te agarraré

por los pelos y te arrastraré hasta la cocina.Ya enseñaréyo a las demás a noarrebatarmelaayudantedecocina…—Estaréaquíenuninstante.Corrióporlaescaleradeserviciohastaelprimerpisoyavanzóconsigilopor

elpasillo,queteníaelsuelocubiertoconunaalfombraverdeyblanda.¿Dóndeestaría la biblioteca?Aguzó el oído.A la izquierda estaba el comedor, dondeestabandesayunandolaseñoraysushijas.Nooyóningunavozmasculinaenlaconversación:oelseñorestabamuycallado,oyasehabíamarchadoalafábrica.Al lado estaba el salón rojo y, al otro lado, el salón de los caballeros y eldespachodel señor.Labiblioteca teníaque estar a la izquierda, junto al salónrojo.Apoyólaorejacontralapuertaplafonadaylacadaenblanco.Oyóquealgose arrastraba.Else estabadescolgando las cortinasde lasbarrasmetálicasy el

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ruido que se oía eran las anillas de las que pendían las cortinas.Aquel era elsitio.—¡Miraquébien!Mariesediolavuelta,sobresaltada.Asuespalda,unadelasseñoritashabía

salidodelcomedor.—Yo…soloquería…—…espiardetrásdelapuerta,¿noesasí?—Queríasabersiestoeralabiblioteca.Laseñoritaseechóareír.Unarisaclara,breveyburlona.—Queríasoírelcrujidodeloslibros,¿no?Eslaexcusamásraraqueheoído

jamás.Era unamuchacha rubia y llevaba un ampuloso vestido demañana en tono

rosado,repletodeencajes.Porsupapadadoble,parecíaestarbastanteentradaencarnes.—No,señorita.SoloqueríasabersiElseestabaretirandolascortinas.Poreso

escuchaba.Noqueríaentrarenunaestanciaequivocadaeincomodaranadie.Aquellaexplicación profusa obtuvo como respuesta una sacudida de cabeza

llenadeincomprensión.—Túdebesdeserlanuevaayudantedecocina,¿verdad?—Sí,señorita.MellamoMarie.Hizo una reverencia, contenta de llevar el vestido nuevo de franela que le

habían regalado. Con él tenía un aspectomuchomejor que cuando llevaba lafaldaharapientadelorfanato.—Atiendebien,Marie—respondiólaseñoritaentonofrío—.Sitevuelvoa

verescuchandodetrásde laspuertas,meencargarépersonalmentedequeseasdespedidadeinmediato.¿Lohasentendido?—Sí,señorita.Lajovendamatomóunextremodesuholgadovestidoysediolavueltacon

elegancia.Latelalivianasehinchócomounanubedeencajesdecolorrosa.—Yahora, a trabajar—dijoaMarie,hablándoleporencimadelhombro—.

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¡Vamos,holgazana!No vio la reverencia sumisa de Marie, que, por su parte, sí vislumbró la

pantorrillade laseñoritacuandosuvestidose le levantóunpoco.Eragordayblancacomounaoruga.«Notienenadadeguapa»,sedijomientrasacarreabaunacestaconcortinas

polvorientasporlaescaleradeserviciohastaellavadero.«PeroesonoimpediráqueencuentreunnoviocondineroporqueeslahijadelindustrialMelzer.»Tres veces tuvo que llevar una cesta repleta de ropa hasta el lavadero,

procurando no pillarse las manos con las paredes encaladas de la estrechaescalera.Cuandosedisponíaabajarlacuartacesta,Augustelesalióalpaso.—¡Asíqueestabasaquí!¡Vamos,cogelaescobayelcubo!¡Yelrecogedor

también!Vamos,noteduermas.Se dirigieron a la segunda planta, donde Auguste tenía que ordenar los

dormitoriosdelosseñores.EsaeraunatareaquesolíahacerconElse,perocomoestateníaqueretirarlascortinas,nopodríaayudarlahastamástarde.—¡Hayquever!¡Menudapocilga!—musitóAuguste.Eseteníaquesereldormitoriodondesehabíaproducidoladisputanocturna.

Mariesequedóenelumbralporprudencia,observandocómoAugustesedirigíahacialaventana.Ladoncellatuvoqueavanzarconcuidado,comounacigüeña,para no pisar las cosas que estaban tiradas por el suelo. Solo cuando hubodescorridolascortinasyabiertolashojasdelaventana,vioqueeraropainteriordelicadamezcladacontrozosdeobjetoshechosañicos,papelesrotos,pinceles,tubosylápices.—¿Quéhacesahíplantada?Aversitevanasalirraíces.Vamos.Lostrozos

deloza,alcubo.Nosepuedenarreglar.¡Quélástima!¡Esasfiguritasvalíanunafortuna!Para entonces Auguste había olvidado por completo su enojo con Marie.

Necesitabahablarconalguien,puesdelocontrariosehabríavenidoabajoanteese desorden. ¡Virgen santísima! La señorita se había hecho traer aquellasfiguritasblancasdesdeItalia.Eranmuypocodecorosas,dehombresymujeres

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desnudos en todas las posturas posibles.No entendía cómo sus padres habíanpermitidotalcosasiendoellaunaseñoritatanbieneducada.Pero,enfin,ahoraestabantodasrotas.Talvezesofueraunabuenacosa.Marie no opinaba igual. Recogió con pesar los pedazos rotos. Algunos no

podíansalvarse,perootrossehabríanpodidorecomponerconunpocodeyeso.—LaseñoritaElisabethteníaqueestarfuriosa—siguióparloteandoAuguste

—.Noesdeextrañar.Elsedicequevioal tenientearrodilladoante laseñoritaKatharina.Enelsalónrojoyasolas…Auguste sacudió la sábana, sobre la cual habíamuchos trocitos de papel y

varios lápices.Gimió al ver la sábanamanchada de carboncillo y decidió quehabíaquecambiarla.—Recogetodosloslápicesylosdibujosquepuedanaprovecharseycolócalos

enlamesa,juntoalcaballete.Mariesequedóabsortamirandoundibujoquemostrabaunjardínrodeadopor

una verja de hierro.Detrás, delicadamente insinuados, se veían lamaleza, losárboles y un prado. La puerta del jardín y el lado derecho del dibujo estabanrotos.¡Quélástima!Apartó lahojaysedispusoacumplir lasórdenesdeAuguste.Dibujar.Qué

arte tanmaravilloso. ¡Yqué suertedisponerde tantopapelyde lápices!Ynotenerquehacerotracosaduranteeldíamásquedibujar.QuéenvidialedabalaseñoritaKatharina.

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11

Hacia las once de la mañana, un jinete desmontó ante la entrada de la villa.Bliefert, el jardinero, que en ese instante estaba podando un rosal, dejó en elsuelolastijerasparasostenerelcaballodelinvitado.Erauntenientey,silavistanoloengañaba,esejovenhabíafrecuentadolamansióncomoinvitado.—¡Áteloencualquiersitio!¡Novoyaestarmuchorato!—Desdeluego,señor.Eljardineroinclinólacabeza,talcomohabíaaprendidoenlahaciendadela

señoracuandoerajoven.TambiénélhabíaacompañadoaAliciavonMaydornaAugsburgo desde Pomerania. Allí había aprendido lo que era respetar a losseñores.Enelcampoaúnhabíaseñoresdebuenacepaquemerecíantalrespeto,pero ese joven impertinente ni siquiera lo había mirado: se había limitado aarrojarlelasriendasyahorasedirigíaatodaprisahacialamansión.¡Quéprisas!Corríacomoalmaquellevaeldiablo.Auguste dio un énfasis especial a su reverencia cuando abrió la puerta de

entrada. Ese teniente tan apuesto le había gustado desde el principio. Esbelto,delgado,mejillassonrosadas,ojosbrillantes,yeseuniformequelesentabacomounguante.—Klaus von Hagemann. No he anunciado mi visita. Solicito a la señora

Melzerelfavordeunabreveentrevista.¡Qué pálido estaba hoy! No había ni rastro de sus mejillas sonrosadas. Su

aspectoparecíaindicarquesehabíapasadolanocheenblanco.—Sihaceelfavordetomarasientouninstante…

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Ella lo acompañó hasta el vestíbulo, desde el cual partía la escalera quellevaba a las estancias nobles.El lugar estaba decorado conmuebles de estilocolonialyteníanumerosasplantasenmacetas.Augusteseapresuróasubirporlaescalera;elcorazónlelatíaconfuerzaporqueestabapreocupadaporeljoventeniente.¿Dóndesehabíametidolaseñora?Hacíaratoquehabíandespejadoelcomedor.¿Estaríaenlabibliotecasupervisandolacolocacióndelassillasparalavelada de la tarde?Pues no. Su voz venía del salón rojo.Apesar de la prisa,Augustedecidióporprudenciaescucharjuntoalapuerta.Conelúnicofin,claroestá,denoentrometerseporequivocaciónenunaconversaciónfamiliaríntima.—Elisabeth, esperaba más autodisciplina por tu parte. Eres la mayor y

deberías contener tus arrebatos. Y más cuando sabes que Katharina tiene losnerviosdelicados.—Sí,mamá.—Lo que ha ocurrido esta noche en el dormitorio de Katharina no tiene

nombre.Deberíaisavergonzaros.Ahoraelserviciotienequelimpiaresecampodebatalla.—Sí,mamá.—Si vuelve a ocurrir una escena así, aunque solo sea una vez, tendré que

contemplar la idea de separaros. No me cabe duda de que unos meses en lahaciendadelosabuelosenPomeraniatevendríanmuybien,Elisabeth.Enlavozdelaseñoritaseadvirtióelespantomásabsoluto.Pomeraniadebía

deserunsitiorealmenteaburrido.EstabadondeCristoperdiólasandalia.—¿Cómo? ¿Ahora que empieza la temporada de bailes?Mamá, no puedes

hacermeeso…—Sí,simisdoshijasnosabenseramableslaunaconlaotra.—¿Porquéyo?¿PorquénoenviáisaKatharinaaPomerania?Oh,oh.Malasunto.Esecomentarionohabíasidoacertado.Habíacolmadola

pacienciadelaseñora.Elisabethsiemprellevabalasdeperder.—PorqueKatharinadebutaesteañoy túya llevasdosañosparticipando.Y

ahora,Lisa,noquierooírnadamás.

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Auguste decidió que había llegado el momento de llamar a la puerta yanunciaralteniente.Laseñoralamiróconunaleveirritación,mientrasqueenlaexpresióndelaseñoritasedibujabaunagranagitación.—¿EltenienteVonHagemann?—preguntólaseñoraenuntonomuydistinto

yunasonrisaenelrostro—.¡Queespereunmomento!Auguste cerró la puerta y se apresurópor la escalera.Logróoír a la señora

comentarconsatisfacción:—¡Quésorpresatanagradable!Lisa,¿notienesnadaquedecir?—Mamá,no.Noesloquetú…Auguste no oyó lo que la señora Melzer contestó a su hija. Abajo, en el

vestíbulo, el teniente iba de un lado a otro entre las plantas, como un tigreenjaulado.—LaseñoraMelzerleruegaqueespere.Él la siguió por la escalera que llevaba hasta el salón. Auguste volvió a

hacerleunareverenciajuntoalapuertaydibujósumejorsonrisa,delacualélnosedionicuenta.Detodosmodos,ledeseósuerte.Aliciahabíapasadoalcomedorehizoesperaraljovenunosminutos.Porun

lado, para aumentar la emoción y, por otro, porque él se había presentado sinanunciarse y no quería que pensara que no tenía nada que hacer. Él estabaapoyadoenelbordedeunabutacay,cuandoellaentróenelsalón,selevantódeunsalto.Alicialomiróatentamente,perosoloconstatóqueestabapálidoyqueparecíanohaberdormido.—Disculpe,señora,estavisitaporsorpresa…Insinuóunbesamanosyellanotóqueteníalosdedosmuyfríos.—Teniente Von Hagemann, no voy a negarle que estoy sorprendida. Sin

embargo,comopormiparte tambiéndeseabahacerleunaspreguntas,suvisitameresultamuyconveniente.Siéntese,porfavor.¿Té,café?Élnoquisotomarnaday,paraasombrodeella,empezóadarvueltasporla

estancia con la respiración entrecortada y sacudiendo los brazos.Hasta que sedetuvoyledirigióunamiradatanimplorantequelaconmovió.

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—Lo siento, señora. Sin duda le debo parecer un loco, y admito que desdeayerporlanochenoséloquemehago.—¡PorelamordeDios!Cálmeseusted.—Seloruego,ayúdeme.Siustednomesocorre,noséloquevoyahacer…De joven, Alicia había presenciado muchos arrebatos pasionales; sus

hermanos, tan frívolos siempre, habían protagonizado escenas muy similares,sobretodocuandonecesitabandinero.Poresoenestaocasiónsusentidocomúnse impuso ante toda posible simpatía e invitó enérgicamente al joven acontenerse.Delocontrario,dijo,severíaobligadaapedirle,conmuchopesar,queabandonarasuhogar.La reprimenda tuvo un efecto inmediato y el teniente recuperó la sensatez.

Inspiróhondoyhablóconvozbajaperofirme.—Ayer por la noche tuve la osadía de seguir a su hija hasta este salón.

Estuvimos unos minutos a solas, pero tiene usted mi palabra de que no meaproveché de esa circunstancia y que no obré con fines deshonestos. Alcontrario…—Teniente, estoy indignada. Ha traicionado ustedmi confianza y la demi

marido;además,haabusadodenuestrahospitalidad.—Señora—la interrumpió en tono abatido—, le propuse matrimonio a su

hija.Nocreoquelaunióndenuestrasfamiliasvayaencontradesusintereses.Peroantes,evidentemente,queríacomunicaramielegidamisintenciones.Parasabersiellaquieresermía…Alicia miraba con recelo a ese joven tan nervioso. Elisabeth no le había

contadonada.—¿Ybien?¿Quélecontestómihija?Élsuspiróehizoungestodedesesperación.—Esa es la cuestión, señora. No me respondió. Ni una palabra, ni un

asentimiento.Nada.Luegonosinterrumpieron.—Entiendo—contestóella—.Supongoqueaparecióelamadellaves.—No,suhijaElisabeth—admitióél,compungido—.Comopuedefigurarse,

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fueunasituaciónmuyincómoda.Alicia miró petrificada al joven. ¿Qué tonterías estaba farfullando? ¿Acaso

habíabebido?—¿Elisabeth?No lo entiendo, tenienteVonHagemann. ¿Noacabaustedde

decirmequelepropusomatrimonioamihijaElisabeth?Élnegóconlacabezaysacudiólosbrazos.—Oh,no,señora.YomereferíaasuhijaKatharina.Fueentoncescuandoalaesposadelindustrialselecayólavendadelosojos.

Lariñadesushijaslanocheanterior.LarabiadeElisabethhaciasuhermana.Suextraña reacción momentos antes. Santo cielo, eso tenía que haber sido muyduro. Sin embargo, para Alicia era todavía peor que Elisabeth no se hubierasinceradoconella.—Señora,leruegoquemeayude—suplicóelteniente,queensuexcitación

era incapaz de atender a las emociones de su interlocutora—. Hable conKatharina. Estoy preparado para recibir la respuesta, sea la que sea, pero nosoportoestaincertidumbre.Enpocosdíasdeboregresaralregimientoy…—Entiendo.—Asípues,¿nohayningunaposibilidaddehablarconsuhijaunosinstantes?—Lolamento.Él dejó caer los brazos, resignado. Qué muchacho tan atolondrado, se dijo

Alicia.Erajoveneinexperto,peroelardorloconsumíapordentro.Asílohabríaexpresado su padre. Era como esos muchachos que en otros tiemposfrecuentaban su hacienda en Pomerania y que, por desgracia, jamás lepropusieronmatrimonioaella,AliciavonMaydorn.—Miqueridoy jovenamigo—empezóadeciren tonosuave—,permítame

que,comomadredeunhijoydoshijas, ledéunconsejo.Suempresa,aunquenoble, me parece demasiado apresurada. Katharina apenas ha cumplidodieciochoaños.Esteinviernoserápresentadaensociedady…—Precisamenteesoesloquemepreocupa,señora—lainterrumpió,agitado

—.CuandoKatharinaseconviertaenlareinadelatemporadadebailesytodos

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losjóvenescaballeroscaiganrendidosasuspies,¿sabrádistinguirentrequienestienenintencionesseriasyhonorablesyquienesno?Podríasucumbirantefalsasinsinuaciones,odarpromesasirreflexivas…Alicia ya había conseguido sobreponerse. Por difícil que fuera este asunto

paraElisabeth,habíaquepensarenelbienestardelafamilia.—Eneseaspecto,tenienteVonHagemann,puedeconfiarporcompletoenmí.

Le hablaré con franqueza: yo también vería con buenos ojos una unión denuestras familias. Y pienso que mi hija tendría en usted a un maridocomprensivoyatento.Élexultabadefelicidad.—Señora,noséquédecirle.SiKatharinapudieradarmeunaseñal.Unguiño.

Unasonrisa.Unaslíneasescritas…Aliciasopesólapropuesta.Kittypodríaescribirunaslíneas.Nadadefinitivo,

porsupuesto.Apenasunaspalabrasamables.—Teniente, dele tiempo a mi hija. Y de paso, también a sí mismo. Me

encargaré de que usted reciba una señal de Katharina, aunque tal cosa noocurrirá de inmediato.Debe entender quemi hija debe superar los obstáculosquemarcaelpudorjuvenilantesdeescribirciertasafirmacionesyconfiarenelcorreo.—¡Qué amable es usted, señora! Le prometo esperar pacientemente este

escrito, pero piense que cada segundo que pasa es una flecha clavada en mialma.—Procuraréteneresoencuenta,joven.Deestemodoconcluyó lacharla.Élnopodíapedirmás.YAliciayahabía

prometidomásdeloquetalvezpudieralograr.SiKittynofueratansoñadora.Laverdadesqueno levendríamalunpocode la formadepensar realistadeElisabeth.AliciaofreciólamanoaKlausvonHagemannparadespedirlo;él labesócongallardíadeteniente,peroconmásbríoyeducaciónqueconauténticosentimiento.Pero,claro,ellanoeraKitty.En el comedor de al lado, Robert entraba con una bandeja. Le habían

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encargado sacar las tazas de té y de café de los armarios y llevarlas a labibliotecaparaelactodelatarde.AlveralaseñoritaElisabethjuntoalapuertaquedabaalsalónrojo,seaclarólagargantaconeducación.—¿Acasonosabesllamaralapuerta?—leespetóella.La incomodóque fueraRobertquien lahubiera sorprendidoespiando.Pero,

porotraparte,supresenciaahíresultabamuyoportuna.—Disculpe,señorita.Ellaesperóaqueéldepositaralabandejasobrelamesa.Luegoseaproximóa

élporelotroladohastacolocarsedelante.Seapoyóconlasmanosenlamesaparadejarlebienalavistaelescote.—¿Tegustaríasaberdequéhablabanahíallado?Él la miró con gesto esquivo; era evidente que la visión de su pecho lo

turbaba.A fin de cuentas, era un hombre. Con todo, él se obligó a apartar lamirada.—Noesdemiincumbencia,señorita.Ella se inclinóunpocomásy le sonrióconmalicia.Él tambiénestaba loco

por su hermana, pero era incapaz de apartar los ojos de sus senos. ¡Adelante,pues!—Aunasí, te lodiré.Mimadreacabadeacordarelmatrimoniodel teniente

VonHagemannconmihermana.¿Quéteparece?Él palideció. Tenía los labios casi blancos. Pobre hombre, era incapaz de

fingir.CualquiermiembrodelacasaquenofueraciegosehabíadadocuentadequeellacayoestabalocamenteenamoradodeKitty.Y,aunqueRobertnoteníalamenoroportunidad,vivíaatormentadoporello.Ellacomprendíamuybiensudesesperación, pero, a diferencia de él, disponía de medios para lograr susdeseos.—Eso,señorita,noesasuntomío.—Vaya,puesahídiscrepo—objetóellaconconvencimiento—.Eldestinode

mipobrehermananosincumbeatodos.Atiigualqueamí.Tenemosqueevitarquelacasenconunhombreconelqueellanopodráserfeliz.

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Élcallóyleclavólamirada.Aunquesetambaleóunpoco,nodejóentrevernadamás.—¿Vasaayudarme?—preguntóella.—Nosabríacómo…Ella se interrumpió un instante al oír que la puerta del salón contiguo se

cerraba.Laconversaciónentresumadreyeltenientehabíaterminadoyeljovenabandonabalamansión.—Esmuyfácil—susurróElisabeth.Robertno respondió.Labarbilla le temblaba.Cualquierpropuestaporparte

deellacomprometeríasupuestodetrabajo.Sutrabajoysufuturo.—Teencargasdellevarlascartasalcorreo,¿verdad?—Asíes,señorita.Ellasonriótriunfanteydoshoyuelosasomaronensusmejillas.—Solotendrásqueconfundirdoscartas.Nadamás.

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12

—Se diría que las damas de la sociedad de beneficencia han estadopracticandoayunodurantesemanas.Los tentempiés y demás exquisiteces habían encontrado una excelente

acogida.SegúnElse,cuandoelconferencianteterminósucharla,lasseñorascasihabían llegadoa lasmanosparahacersecon lasdeliciasculinarias.Durante laconferenciasehabíaservidoté,caféyvinoparaasíincrementarlaatencióndelasinteresadas.Ytambiénlacantidaddebebidaconsumidaeraasombrosa.—Hasta aquí hemos llegado —aseveró entonces la cocinera con un gesto

enérgicoencuantolaúltimabandejaricamenteadornadaabandonólacocina—.Se ha acabado la lengua de ternera, no quedanmás huevos y es una lástimamalgastarelcaviarbueno.Apartirdeahorasolohabrábocaditosdejamónconpepinillosenvinagre.—Daigualloquelessirvas.LamayoríavantancargadasdevinodeMosela

queinclusocomeríanpanseco.—¡Auguste! —la regañó Else mientras llevaba dos cafeteras hacia el

montacargas—.¡QuenoteoigalaseñoraSchmalzler!—Pero si es cierto —refunfuñó Auguste—. Se han vertido dos copas por

accidentey,naturalmente,elvinonosolohamanchadolaalfombra,tambiénelsofá.LaesposadeldirectorGutwaldhadejadocaersuplatocontresbocaditosdecaviary la señoradeldoctorLüderitz,quees cortadevista, loshapisado.Caviarnegroenunaalfombraroja…—Y pensar que en realidad esas señoras se han reunido para ayudar a los

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negritoshambrientosdeÁfrica.Marie, que había estado preparando sin pausa café y té y que ya había

limpiadolavajilla,sedejócaerenuntaburetecercadelacocinaconunsuspiro.Auguste soltaba muchas tonterías, pero había dado en el blanco con lo queacababa de decir. Marie conocía esos encuentros por el orfanato. De vez encuando,laseñoritaPappertinvitabaporlatardeabenefactoresypatrocinadoresaloqueellallamaba«unagala».Enesasocasiones,delacocinasalíandeliciasasombrosas.Habíacaféytartas,muchoscomentariosfalsosy,alfinal,algunaspupilasteníanquehaceralgunaactuación,comorecitarpoemasocantar.Esoeralo peor. ¡Ah, qué encantadoras esas pequeñas huerfanitas, tan inocentes y tanbienvestidas!Niquedecirtienequeestasropassoloseusabanesatardeyquedesaparecían al día siguiente. Pero todos los asistentes, menos las huérfanas,comían,bebíanysedivertíanmuchoenesasgalas.—¿Quépasa,Marie?—la increpó la cocinera—.Yadescansarásmás tarde.

Vamos, ponte a lavar la vajilla. Y ten cuidado con las bandejas buenas deporcelana.Marieyahabíaaprendidoqueuna tazadel juegode tébuenocostabaveinte

marcos,yunplatodelavajillabuenallegabainclusoaveinticinco.Lacafeteranoteníaprecio.Silarompía,tendríaquetrabajargratisparalosMelzerhastaelfindesusdías.Mariebostezó;erancasilasnueveyestabaagotada.—Paraquenoteaburras,tomaesto.¡Lávaloenaguajabonosaytiéndelo!La señorita Jordanhabíaaprovechado laausenciade lasdamasMelzerpara

inspeccionar su guardarropa. Siempre había algo que remendar: una costuraabierta, una blusa que requería un arreglo. O una mancha que había pasadodesapercibidahastaentonces.Pornohablardelaropainterior,quesecambiabaadiario.De laspiezasgrandes,comolosmanteleso lassábanas,seencargabauna lavandería;para laropamásfina,dosvecesa lasemanaacudíana lacasadosmujeresqueseocupabandeello.Sinembargo,siemprehabíaemergencias,prendas que tenían que recomponerse para el día siguiente. Como la delicadablusadebatistadelaseñora.Lahabíanlavadovariasvecesyhabíaperdidoun

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pocodecolor;además,enelpuñodelamangaizquierdahabíaaparecidounafeamanchadecolormarrónclaro.Debíadesercafé.Otalvezté;sieraeseelcaso,tendríaquelavarseconlimón.MariesabíaquelaseñoritaJordanpodíalavarellamismalablusa,peroestaba

sentadajuntoalasdemásalamesadelacocinalamentándosedelacantidaddetrabajoquetenía.LatemporadadebailesestabaapuntodellegarylaseñoritaElisabethnocabíaenningúnvestido.Posiblemente,laseñoraencargaríaunoodosvestidosdebaileparaella,peroeseañoeraprecisorenovarporcompletoelvestuariodelaseñoritaKatharina.Tambiénenlacasadeunindustrialprósperohabíaquehacercuentas.—Creoqueconlaayudadelamodistapodrémodificarelvestidodesedade

colorrosapalo.—¿Y qué hay de los otros vestidos? —quiso saber Auguste con mirada

ansiosa—.Eseverdederaso.Yeldecolorcremaconesosencajestandelicados.¡Ah!Estanbonitoquepareceunvestidodeboda.Maria Jordan sabía a qué vestido se referíaAuguste.De vez en cuando, la

señora regalaba a los empleados ropa que ya no usaba. Pero conociendo a laseñoritaElisabeth,seguroqueimpediríaportodoslosmediosquesusdoncellaspudiesenllevarsusvestidosdebaile.—¿Acaso quieres casarte, Auguste?—dijo para apartarse del tema—. ¿Ya

tienesnovio?¿AlfinalesRobert?Labromahizoquetodasestallaranenunacarcajada.Rojaderabia,Auguste

llamótontaalaseñoritaJordanyledijoqueharíamejormetiendolanarizensusasuntos.Marie hubiera deseado que se abalanzaran la una contra la otra, pero la

decepcionaron. El ama de llaves apareció en la puerta de la cocina y dio unapalmada.Algunas damas ya se habían despedido y los automóviles estaban alllegar.AugusteyElsesalieronatodaprisaparaentregarlosabrigosylaspolainasa

los invitados; Robert desplegó en el vestíbulo un paraguas negro que habría

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podidocobijaraunafamiliadecuatropersonas.MariesesecólasmanosconeldelantalycorriódetrásdeAugusteyElse;porsupuesto,no llegóalvestíbulo,puesahínoteníanadaquehacer,asíquesequedójuntoalapuertaentornada.Desde allí pudo echar un vistazo y ver a las damas achispadas, que en esemomento semetían en sus abrigos calientes y se sujetaban los sombreros conunos alfileres largos. ¡Qué excitadas estaban! ¡Cómo se abrazaban y besabanentresí!Elcuraquehabíadadolacharlanodejabaderecibirfelicitacionesunayotravez,ydosdelasdamasdemásedadllegaroninclusoaabrazarlo,aunqueningunalediounbeso.¿Ese señordebigoteoscuroycejasespesaseraeldirectorMelzer?Aunque

nuncalehabíavistolacara,teníaqueserél.Estabadespidiéndosedeunadelasseñoras más jóvenes. Ella le hablaba con insistencia mientras él sonreía concierta timidez y sin dejar de asentir. Era curioso que un hombre tan rico ypoderosoaparentaratantainseguridad.Peronocabíadudadequealotrolado,ensufábrica,supresenciaeramuydistinta.—¿Quéestásmirando?¡Atrabajar!TeníaqueserlaseñoritaJordanlaqueladescubriera.Esamujerteníaojosde

lince,conellahabíaqueandarseconpiesdeplomo.Sobre las diez, la cocinera, Else y Auguste fueron a acostarse. La señorita

Jordanaúnestabaocupadaporqueteníaqueayudaradesvestirsealaseñorayalasdoshijas.LaseñoritaSchmalzlersaliódeldormitoriodelaseñorasobrelasdiezymediatrasrepasarconellaelplandeldíasiguiente.Pasóporlacocina,dondeMarie aún estaba lavandoplatos, y comentóque estabapreocupadaporRobert.Eltontorrónhabíasalidoadarunpaseodenoche,explicó,algoque,conaqueltiempo,eraunasandez.Marieseencogiódehombros.—Buenasnoches,Marie.Dejalavajillalimpiasobrelamesa;mañanaRobert

la colocará en los armarios. Y antes de acostarte comprueba que todas lasventanasquedenbiencerradas.—Sí,señoritaSchmalzler.Buenasnochesaustedtambién.Casi había terminado. Solo le faltaba secar dos bandejas y algunas tazas y

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pulir las cucharas deplata y los cubiertos de servir. Si ademásno tuviera quelavaresamalditablusa,enmediahoraestaríaenlacama.Seinclinóparasacaruntrapolimpiodelaestantería,lodesdoblóysedispusoalimpiarlaplata.—Buenasnoches.Mariecasisedesmayadelsustoalveralaseñoritaenlaentradadelacocina.—Disculpa,noqueríaasustarte—dijoKatharina—.Yaséqueaquíabajono

semehaperdidonada.Marietragósalivamientrasseapretabaeltrapocontraelvientre.Ciertamente,

la cocina era territorio del servicio; los señores entraban ahí en contadasocasiones.Laseñoritallevabaunbatínblancosobreelcamisón.Elbatíneradeunagasa

delicadadispuestaenvariascapas.Elcorteerasencillo,sinvolantesniencajes;aunasí,aMarieleparecióquelaseñoritaerabellacomounareina.—TúdebesdeserMarie,¿verdad?Lanuevaayudantedecocina.Marie tenía un nudo en la garganta, era incapaz de articular palabra. En su

lugar,seinclinóvariasvecesyhundiólosdedoseneltrapodecocina.Entonceslaseñoritadiounospasoshaciaelinteriordelacocina.Semovíade

un modo impreciso, llevando los pies de un lado a otro, como si no supieraadónde dirigirse exactamente. Había oído decir que no podía dormir por lanoche. ¿Y si estaba sonámbula?Quépelo tanmagnífico.Castaño conun levebrillorojizo.Teníalosrizossueltosylostirabuzonesseledesparramabanporlaespalda.Yquéojos.Sobre todo, losojos.Erandeunazul intenso,unazuldemar, comoel cieloen losdíasdeveranocuandoparecíaposiblevislumbrarelfinaldeluniverso.—Te he reconocido de inmediato, Marie. Nos hemos visto antes, ¿te

acuerdas?Yoibaenelautomóvilytúestabasfuera,sobrelahierba.Marieasintiódenuevo.Porsupuestoqueseacordaba.—Yollevabaunvestidoverdeyunsombreroconvelodetul.Marie se aclaró la garganta, contenta de haber recuperado la voz. Por un

momentopensóquesehabíaquedadomudadeasombro.

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—Sí.Meacuerdo,señorita.—¡Muybien!La señorita le dirigió una sonrisa que iluminó aquella cocina tan lúgubre y

caldeóelcorazóntemerosodeMarie.Nadielehabíasonreídodeesemodo.¿NohabíadichoalguienquelaseñoritaKatharinaeramaga?AMarieleparecióqueasíerayrespondióconunasonrisatímida.—Megustaríapedirteunacosa,Marie.—Usteddirá.Su corazón latíamuydeprisa. ¿Acaso necesitaba una segunda doncella? ¿O

quizáunacamarera?—Megustaríahacerteunretrato.Mariedebiódeponerunacaraespecialmenteestúpida,porquelaseñoritadejó

escaparunarisaalegreyclara.—Noteenfades.Nomeríodeti.Medoycuentadequeesunapeticiónmuy

poco común. Pero tienes la cara que necesito.Una expresión que encajamuybienconlasestanciasgrisesylosedificioslúgubresdeaquí,¿entiendes?No.Marienoentendíanada,perotampocoqueríaentenderloporqueesaidea

no legustabanada.Seguroque la señoritanohabíaqueridoofenderla,pero sialguiendistintolehubieradichoeso,Mariesehabríaenfadado.—Sontusojos,Marie—prosiguiólaseñoritaconvozsuaveyhalagadora—.

Tienes unos ojos preciosos y tu alma se refleja en ellos. Hay tanta tristeza yanhelos. Una sed inmensa de felicidad. Mucho cansancio, y también muchaenergía.Quécosasmásrarasdecía.Yahabíaoídocomentarqueeraalgoexcéntrica.—Siestanimportanteparausted,puedepintarmesinproblemas.—Entonces, ¿no te opones? —exclamó la señorita Katharina, aliviada—.

Fantástico.Apartirdemañanavendrásamihabitacióndoshorascadadía…Marieseasustó.—Oh,no,esonoesposible,señorita.—¿Porquénoesposible?—preguntóella.Sacudiólacabezayrepusoqueera

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algomuysencillo.—Señorita,tengotrabajoquehacer.—Perosiestarástrabajando.Vasasermimodelo.Enrealidaddeberíapagarte

porello,pero,pordesgracia,notengodineropropio.PusounasonrisadedisculpayMarie respondióconotra.Quédistintaseran

lasdoshermanas.Lamayoreraunabrujamaliciosaylapequeña,unasoñadoraadorableyalgoalocada.Mariesesintióatraídaporesajoven,aunqueelsentidocomúnledecíaquedebíairconcuidadoconlasdoshermanas.—SilaseñoritaSchmalzlerestádeacuerdo,megustarámuchosersumodelo.—Perfecto.Entoncesempezaremosmañana,Marie.¡Quéilusión!LaseñoritaseacercóaMarie,lacogiódelasmanos,selasapretóconfuerzay

semarchó.Selecayóalsueloeltrapodecocina.Marieseinclinópararecogerloycuandoselevantódenuevo,laseñoritayahabíadesaparecido.Clavólamiradaunosinstantesenlapuertaentornadaquellevabaalvestíbulo;

luego empezó a pulir mecánicamente las cucharas y los cubiertos de servir.Cuandodespuésdeltrabajosetumbóporfinenlacama,teníaelconvencimientodequeaquelencuentrohabíasidounsueño.

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II

DICIEMBREDE1913

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13

AlsubirporlaestrechaescaleradeaqueledificiointeriordeMúnich,Paultuvounmalpresentimiento.Dosmujeresdesaliñadas,unade ellas calzada tan soloconunaspantuflasde fieltro, le vinieronde frente.Llevabanunniñopequeñoentre ellas y no parecían dispuestas a cederle el paso.Apoyódemala gana laespaldacontralaparedpintadadeverdeolivaparadejarlaspasar.ElcuartodeestudiantesdeEdgarseencontrabaenelúltimopiso,debajodeltejado.—¿Edgar?¡Eh,hola,soyPaul!Primerollamóa lapuertadeformadiscretay luegounpocomásfuerte.No

obtuvorespuesta.Malditasea,¿ysifinalmenteEdgarsehabíadecididoair?Talvez se habían cruzadopor el caminoy en esemismo instanteEdgar estuvierallamandoconigualinsistenciaalapuertadesuhabitaciónenMariengasse.No.Esoeramuypocoprobable.Edgarlehabíaprometidoquepasaríaporsucasaalasdiezyyaeranlasdosdelatarde.—¡Edgar!¡Abrelapuertadeunavez!Como su intención era sacudir un poco la puerta, había agarrado el pomo

desgastadoy,parasuasombro,estacedióyseabrióhaciadentroconuncrujidomientrassehacíasentireldesagradablehedoracervezainsípida,aireviciadoymeados de gato. Un felino flaco y de pelo gris apareció por la rendija de lapuertay, trasacariciarle laperneradelpantalón,bajósigilosamente,comounasombra,porlaescalera.Paulforzólavistaparadistinguiralgunacosaenlapenumbradelapequeña

habitación de estudiante. Solo había estado ahí una vez, cuando él y unos

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compañeroshabíantenidoquesubiraEdgardespuésdeunanochedefiesta.Enaquellaocasiónapenashabíapodidoecharunvistazo.—¿Edgar?¿Estásahí?Algo semovió detrás de la puerta. Una copa cayó al suelo y se rompió, y

luegoseoyóunamaldiciónenvozbaja.—Entradeunavez,Paul—dijosuamigoconvozronca—.Ycierralapuerta,

quesinosemeecharáencimalavecina.Esaidiotasehapasadotodalanocheprotestando.La estancia presentaba señales evidentes de una borrachera: botellas de

cervezavacías por todas partes, copas, dos jarras de cervezademadera y unabotelladelicordegencianadebajodelamesa,cuyocontenidohabíaencontradosucaminoenalgunasgargantassedientas.Pauldistinguióademásunpanecilloroído y seco, y un libro, al parecer de anatomía humana. Edgar estudiabamedicina.—¡Bienvenidoamihumildemorada!—exclamóEdgarunpocoabochornado

mientrasseapartabaelcabellodelafrente—.Siéntate,Paul.Enesasilladeahí.Ponlosvasosenlamesa.Espera…enalgúnsitiotienequequedarunabotelladeginebra.Paulnoteníamuchasganasdeaceptarlainvitación,ymenoscuandovioque

lasillademaderaestabamanchadadecerveza.Mientrassuamigoseponíadepiecondificultadeibadeunladoaotrodelahabitacióntambaleándose,Paulseacercóalaventanaylaabrió.Elairefríopenetróenlaestancia.Uncarámbanosesoltódelbordedeltechoycayóhacialacallecomounaflecha.—¿Tehasvueltoloco?Cierradeinmediatoesaventana.¿Acasopiensasque

quieromorircongelado?—Mejorcongelarseunpocoqueahogarseenestapeste.Edgarseacercótorpementealaventana,lacerróycomentóqueesedíaPaul

parecíaestardemalhumor.—¿Yesoteextraña?Dijistequeestaríasenmicasaalasdiez.¿Esquelohas

olvidado?

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Lacaradesucompañerofuedegransorpresa.—¿Aladiez?¿Entucasa?Quemematen,amigo.Noteníaniidea.Miró a Paul con una expresión tan inocente que por un momento lo hizo

dudar. ¿Había entendido algo mal? No, en absoluto. Dos días atrás habíanquedadoasí.Habíasidoenlaplazadelmercadodeabastos,elViktualienmarkt,frente al puesto de la vendedora de carne de ave; se encontró con Edgar porcasualidadylehabíadichoclaramentequeteníanquezanjareseasunto.—Oye, Edgar. Tuve que empeñarmi reloj de oro para prestarte trescientos

marcos.Eserelojvaledediezvecesmás,yamboslosabemos.Sinolorecuperohoypasaráaserdelacasadeempeños.¿Loentiendes?—Vale,vale—murmuróEdgarhaciendoungestoconciliadorconlasmanos

—. No te alteres, amigo. Basta con que le pagues una pequeña cantidad alprestamista y en principio todo quedará arreglado. Después de Navidadrecuperaráseldinero.Jamásenlavidahedejadoadebernada…—Edgar, necesito el dinero ahora. Inmediatamente, tal y como quedamos.

¿Quévanadecirmispadrescuandomeveanllegaracasasinelreloj?Edgarposólosvasosvacíossobrelamesaylimpióelasientodelasillacon

untrapo,queenotrostiemposhabíasidounacamisa.—Siéntate,amigo,ytómateuntrago.Teloexplicarécontododetalle.Yame

conoces,Paul.Situvieraeldinero,telodaría…Así que era eso. Aunque Paul se lo había estado temiendo durante mucho

tiempo,sehabíaaferradoasuúltimaesperanza.—¡¿No tienes el dinero?! —exclamó, enfadado—. ¿Cómo es posible? Me

dijiste que tu tío de Stuttgart te lo iba a enviar. ¡Me diste tu palabra! ¿No teacuerdas?¡Cómohabíapodidosertantonto!Bastabaconmiraresecuartodesvencijado

para comprender que ese tío de Stuttgart no existía siquiera. Edgar lo habíaembaucadodándoselasdebuencompañero,siempredivertido,siempreservicial,siempre listo para alguna bufonada graciosa. Pero era Paul el que siemprepagaba.

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—¿Nolosabes,amigo?—dijoentoncesEdgarconvozllorosa—.Justoayerpor lamañanarecibí lanoticiayestoy terriblementeabatido.Mipobremadre,que se hamatado a trabajar por sus hijos toda la vida, ha caído enferma, y elnegociodemipadreatraviesaunmalmomento.Comoesnatural,yoteníaquehacer algo y les envié el dinero. Sé que eres un caballero honorable y queademástienesuncorazóncompasivo…Semanas atrás, Edgar le había contado que había avalado de buena fe a un

amigoyqueeste sehabíaarruinado,por loquenecesitaba reunir rápidamentetrescientosmarcos.Segúnledijo,sinoloconseguíapodíaocurrirunadesgracia,puesto que ese amigo era una persona muy inestable y ya había hablado dequitarse lavida.Menudo farsante.Podríahacer carreraencualquier escenario.Paul, asqueado, escuchó un rato más su parloteo desgarrador; se sentía muyavergonzado por haberse dejado engañar por ese charlatán. ¡Cielos! ¿Cómoexplicaríaencasalapérdidadelreloj?Eraunaherenciafamiliar,habíasidodesuabuelomaterno.Mamáhabíaencargadounarevisiónafondodelrelojantesderegalárselocuandocumplióveintiúnaños.Inclusohabíamandadoreponerlosrubíesylasesquirlasdediamantesquedecorabaneldibujodelatapayqueconeltiemposehabíancaídoysehabíanperdido.—Ya basta —espetó interrumpiendo el discurso lacrimógeno de Edgar—.

Ahórratelasmentiras.Loúnicoquemecreodeloquedicesesquenotieneseldinero,peroesoesporquelohasdespilfarrado.Noobtuvorespuesta.Edgarnecesitabatiempoparaasimilarquesugrandiosa

explicaciónhabíasidoinútil.—Losestafadorescomotúdeberíanestaranteeljuez.Entoncesenelrostrodesuamigoasomóunaexpresiónpícaraymaliciosa.—Inténtalo si puedes —le sugirió con rabia—. ¿Tienes algo por escrito?

¿Algúntestigo?¡Notienesnada!Por desgracia, Edgar tenía razón. Paul se habría abofeteado por no haber

atendido siquiera las normas más elementales del préstamo de dinero. Habíaactuadodebuenafe,conunsimpleapretóndemanosentreamigos.Sincontrato

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niletradecambio,ytampocohabíanadiequetuvieranoticiadeesatransacciónporqueEdgarlehabíahechoprometerquenolohablaríaconnadie.—No pienses que podrás salirte con la tuya —lo amenazó—. Yo me

encargarédequeseascastigado.—¿Por qué te enfadas tanto? —replicó Edgar—. Tu padre nada en la

abundancia.¿Quésontrescientosmarcos?¿Noacabasdedecirqueelrelojvalediezvecesmás?¿Cuántocuestaunvestidodebailepara tuhermanita?¿Y lasperlasquetuseñoramadresecuelgaalcuello?Paulsintióundeseointensoderomperlelabocaaesesinvergüenza.Perode

hacerlo,habríabroncaygritos, losvecinosacudiríany talvez inclusoalguienavisaraalapolicía.Loúltimoquesepodíapermitireraunescándalo.Lapuertadesvencijada tembló en sus goznes cuando Paul, enfadado, salió dando unportazo. En la escalera estrecha unas siluetas grises se desvanecieronrápidamente; era evidente que su conversación había sido seguida concuriosidad.Sealegródenohabersedejadollevarycometerunaacciónviolenta.Cuando llegó abajo, yadelantedel edificio, inspiró el aire limpioy fríodel

invierno.Unospequeñoscoposdenievecaíanenundelicadobalanceo;enalgúnlugar entre los bloques de casas, un organillo dejaba oír el villancicoOh dufröhliche.Depronto,notócómounaboladenievelepasabajustopordelantedelanariz.Seagachóenseguida,hizounabolayconsiguiódarleenlaespaldaaldiablilloquehuíaatodaprisa.Seoyeronunasrisas.Aloschiquilloslosdivertíaqueesejovennoecharapestesyparticipasedebuenagana.Semarchóabuenpasohaciaelcentro,conlasmanosmetidasenlosbolsillos

delabrigoforrado.Solohabíaunmododesalvarelreloj:teníaquenegociarconelprestamista,abonarunapequeñasumayalargarelplazo.Supadrenodebíaenterarsedeesojamás.Delocontrario,selorecriminaría

hasta el fin de los tiempos, y con toda la razón. ¡Qué estúpido había sido!Consideró contárselo a mamá. Pero eso también era difícil. A lo sumo podíaconfiarle ese secreto aKitty, pero su hermana pequeña no podría ser de granayuda.

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En la Frauenstrasse los compradores se agolpaban frente a los escaparatesiluminados.Lanevadaestabacobrandofuerza.Lossombrerososcurosyrígidos,los gorros demujer con adornos de flores, las capuchasde terciopelo… todosestabanespolvoreadoscondiminutoscoposdenieve.Tampocolosgabanes,laschaquetas, losvoluminososabrigosdepielnielmantode lanaacuadrosdelacastañera se libraban de los remolinos de copos. En las aceras, delante de lastiendas,empezabanaasomarlosmuchachosquequitabanlanieveacambiodeunasmonedas.Paul se caló el sombrero y se abrió paso entre lamultitud.De hecho, tenía

previstocomprarunos regalospara suspadresyhermanas.Peroaesasalturasesoeraimpensable.PocoantesdellegaralapuertadeIsartor,doblólacalleyentróenelcallejónenelqueestabalacasadeempeños.Tuvoqueaguardarunbuenratoporqueunaancianaquequeríaempeñarunajoyadegranatesregateótodosycadaunodelosmarcosqueobtuvo.Mientrasaguardaba,Paulcontemplólasvitrinascon inquietud: relojes, cadenas,anillos, candelabrosyutensiliosdeplata, sellos de lacre con piedras preciosas, cubiertos con monogramas defamilia.Esosobjetosnohabíanpodidoserrecuperadosporsuspropietariosyseencontraban expuestos para la próxima subasta. Aquel día el prestamista, unhombreentradoenaños,calvoyconunlargobigotedetonorojizo,habíatenidoque ausentarse, aunque sí estaba su esposa. ¿O tal vez fuera su empleada?Encualquier caso, era una mujer enjuta, de pelo gris, rostro pálido y unos ojospequeñosyclarosenlosquesereflejabasufaltadecompasión.—¡Porsupuesto,caballero!Naturalmente.Novamosadesprendernosdeesta

bonitapiezasinmás.«¿Y por qué no?», pensó él con enojo. «Primero me desangran y luego

esperanquecaigadenuevoensusredes.»Lepedíancincuentamarcos.—Peroesoesmuchodinero…Laprestamistahizounapequeñamueca.Eraevidentequeconocíasuoficioal

menostanbiencomoelcalvodelbigoterojizo.—Voyahacerleunapropuesta.Demeveintemarcosydéjenossuabrigo.Es

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unaprendabuenaymuybonita,pareceinglesa,y…¿podríadesabrocharse,porfavor?Exacto,sí,estáforradodepiel.Eszorro,¿verdad?Asíqueademásdelrelojibaatenerquedejarahísuabrigodeinvierno,elque

sumadrehabíaencargadoparaélelañoanterior.Alprincipioseburlóacausadelforrodezorro,ylepreguntóasumadresiacasopensabaqueeraunanciano.Sinembargo,durantesuspaseosinvernalesporlasislasdelIsarhabíaaprendidoavalorareseabrigo.Duranteuninstantesintióunainmensarabiacontrasupadre.Todoesohabría

sido innecesario si no lo obligara a ir tan escaso de dinero. Alquiler, libros,comida, de vez en cuando una visita a la taberna…Continuamente tenía quecontareldineroparaesascosas.Eneseaspectosupadreerainflexible;explicabaque, de joven, había tenido que alimentarse durante semanas con un trozo dequesoyunarebanadadepanporqueganabamuypocodinerocomoaprendizenlafábricademaquinaria.Detodosmodos,noteníaderechoaenfadarseconsupadre:sisehabíametidoeneseembrollosedebíaasupropiaestupidez.—Comoquiera.DespuésdeNavidadesregresarépararecuperarlosobjetos.—Claroquesí.Porsutonodevoz,encambio,parecíadecir:«Nomecreoniunapalabra».Sequitóelabrigoyvaciólosbolsillos.Nuncasehabíasentidotanhumillado.

Ypor si la situación no fuese bastante incómoda, en ese instante dosmujeresjóvenesentraronenelestablecimientoycontemplaronlaescenaconcuriosidad.—¡Vaya!Parecequeaquílequitanaunolaropahastadejarloenmangasde

camisa—secompadecióunadeellashablandoeneldialectopropiodelaciudad—.Novayaustedaresfriarseconelfríoquehace.—Nosepreocupen,señoras.Conelcalorquetengoenelcuerpopodríafundir

lanieve.Aunque aquella broma no le pareció especialmente graciosa, le permitió

mantenerciertadignidad.Unavezenlacalle,selevantóelcuellodelachaquetaycaminótodolorápidoquepudo,pueslascallesestabanatestadas,endireccióna Mariengasse. La rabia que lo embargaba por lo ocurrido le impidió sentir

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muchoelfrío.Encuantollegóalacasaenlaquesehospedaba,cruzólapuertadelaentradayseencontróenelpatiointerior,sintióelfríodegolpe.Sesacudiólanievedelachaquetaysepasólosdedosporelpelomojado.—¡Oh, señorMelzer!—exclamó la voz ronca de la casera—. ¿Se marcha

ustedhoyaAugsburgo,alacasadesufamilia?Laancianaalquilabahabitacionesacaballerossolosyaestudiantes.Elsentido

desuvidanoparecíaserotromásquevigilara los inquilinosyasusposiblesinvitados,yaquesepasabatodoeldíasentadaenunabutacajuntoalaventana.—¡Buenos días, señoraHuber!Así es, hoyme voy aAugsburgo. Le deseo

unasfelicesfiestas.—Muchasgracias,caballero.Aunque,amiedad,unayahavividolasfiestas

másfelices…Mientrassubíalaescalera,Paulsedijoquehabíalogradosalirbastanteairoso

de la situación.Enprincipioel relojno ibaa salir a subasta,ypara regresaracasateníaaúnelabrigodeotoño,que,aunquenoabrigabatantocomoelotro,tambiéneradepañoinglés.Nolequedabamásremedioquemalvendersusillademontar.Teníavariosamigosquelapretendían,perodifícilmenteconseguiríatrecientoscincuentamarcosporella.Alfinaltendríaqueconfiarenmamáyqueellaledieraladiferencia.Encualquiercaso,noqueríaqueseloregalara;selodevolveríatodo.Encuanto llegóalúltimo tramodeescaleras sedetuvoasustado.Habíauna

personaencuclillasfrenteasupuerta.¿NoseríaEdgar?No.Alacercarsesediocuentadequeeraunachica.¡Portodoslosdiablos!¡Mizzi!Loquelefaltaba.—Hola,Paul.Veoquemivisitatehasorprendido.—Puessí.Vioqueellatemblabadefríoyseapresuróaabrirlapuertadelahabitación.

Almediodía había caldeado bien la estancia, así que aún tenía que estar algocaliente.Ellasedeslizóhaciadentro,sequedódepieenelcentrodelaestanciaysevolvióhaciaél.—¿Quieresquetearreglelahabitación?

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—No,Mizzi. Comomucho, puedes ayudarme a hacer lasmaletas.Hoymevoyacasa.En su cara se reflejó la decepción. La muchacha no era precisamente una

belleza,perocuandosonreíapodíaresultarmuyatractiva.Acambiodeunplatocalienteounasmonedas,seacostabaconunestudiante,learreglabaelcuartoylehacíalacomida.Sabíamuchosobreelamor,ynoeranpocoslosquehabíanaprendido muchas cosas con ella. Sin embargo, nadie le mostrabaagradecimiento.Laenviabanacomprarcerveza,bretzelocigarrillos,olepedíanquellevaraunrecadoauncompañerodeestudios.Mizzinuncaselotomabaamal,hacíaloquelepedíanysemarchabacuandolaechaban.—Yamefigurabaquetútambiénteiríasacasa—dijoellaconunasonrisa—.

Casi todos pasan laNavidad con la familia.Y así es como tiene que ser. ¿Tepongolascosasenlabolsadeviaje?Ellasabíadóndeteníalabolsadecuero.Lasacóyfuedoblandoconcuidado

lasprendasqueélleentregaba,aunquetalcosanoeranecesariayaqueseteníanquelavar.—¿Yquéhaydeti,Mizzi?¿TambiénpasaráslaNavidadcontufamilia?Ellaseencogiódehombros.—Ya se verá.Quizá pase por casa demimadre. Pero ahora ella tiene otro

fulanoynomegustaporqueesunmetomentodo.—Serioylepreguntósiteníamedia hora—. No te cobraré nada. Es solo porque me gustas y pronto seráNavidad.—No,Mizzi.Mitrensalepronto.Tengoquemarcharme…Aquellachicaledabamuchalástima.¿Porquénuncaanteshabíapensadoen

ella?Mizziformabapartedesdeelprincipiodelavidaestudiantil,igualquelasclases,lasveladasenlahermandadTeutoniaolosduelosentreestudiantesalosqueasistíadevezencuando.Depronto,ahora lepreocupabasi teníaun lugardondedormiroalgoquecomer.—Mira,toma.EsmiregalodeNavidad.Sesacódiezmarcosde la cartera.Nopodíadarlemásporque todavía tenía

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quepagarelbilletedetren.YacompraríalosregalosenAugsburgo,dondeaúnle quedaba algo de dinero en el escritorio. O tal vez se le ocurriera una ideagenial. En esto, Kitty lo tenía muy fácil porque regalaba sus cuadros. ¿Y siescribierapoemas?—Muchasgracias,Paul.Eresunencanto.Tedeseo…Albajarlaescaleraconellasesintiómejor.Almenosesedíahabíahechouna

buena obra, casi se sentía orgulloso de sí mismo. Pero cuando vio a Mizzidesaparecerenelinteriordeunatabernaloasaltaronlasdudas.«Noimporta»,sedijo.Eneseinstante,ensucasaelgranabetoyaestaríaenel

vestíbuloy lasmujeres loestaríandecorandocon lazos rojosygalletas.Comotodoslosaños,elaromadelasagujasdelabetoydelpandeespeciasledaríalabienvenida.Yaacomodadoeneltrensesintióilusionadoantelasfiestas.Ylomejorera

quenotendríaqueregresaraMúnichhastadentrodedossemanas.

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Distinguidoteniente:Al dirigirme a usted con estas líneas deseo fervientemente que no me malinterprete. La vida nos

enfrentaatodosapruebasyequivocaciones,ynadie,nielmássabio,estálibredeello.Nisiquierausted,queridoteniente…

Elisabeth dejó de escribir y releyó las líneas. Descontenta, tachó «deseofervientemente»yescribió«espero», y eliminó también laúltima fraseporquenohacía falta señalarle suerror.Encambio, era importante fortalecer suamorpropio. El hombre tenía que estarmuy desesperado cuando recibiera la carta.Había arrojado a la chimenea la carta cambiada, la que contenía las líneasanodinas de Kitty, y en su lugar había escrito una respuesta negativa, fría einequívoca.

Lamento informarlo de que no puedo corresponder a sus sentimientos; por ello le ruego que seabstengadeinsistirensuproposicióndematrimonio.

Desdeentoncesnosehabíaoídonadadeélni tampocosehabíadejadover.Sinembargo,ahoraellanopodíadejarlo irporque todoaquellohabríasidoenvano.Cerrólaestilográficay,meditabunda,sequedómirandoporlaventana.Unos

copos de nieve espesos y algodonosos caían de aquel cielo grisáceo y en elparqueseveíaelcaminoqueeljardinerohabíadespejadodenieveserpenteandocomo una cinta gris entre los árboles. Una pareja vestida con ropa oscurapaseaba por el lugar:mamá llevaba un sombrero de ala ancha y su abrigo de

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visón;papá,elabrigodeinviernoybotas.Eramuyextrañoquepapáseolvidasedesutrabajotodaunahoraunsábadoporlatarde.Elisabethforzólavistaparaintentar distinguir el estado de ánimo de sus padres, pero estaban demasiadolejos. Por sus gestos, parecían mantener una conversación animada. Tal vezdiscutían.Elisabethsuspiróydirigiódenuevosuatenciónalacarta.

Durante estas últimas semanas he pasado pormalosmomentos y he reflexionadomucho sobre losdesigniosdelSeñor.Ahoracomprendoquelaoscuridadnopuedevenceralaluz,yqueDiosperdonaloserroressiemprequeestemosrealmentedispuestosaemprenderlabuenasenda…

Apartóunpocolahojaeintrodujoalgunasmejoras.Envezde«pasadopor»escribió«padecido»,eramásefectivo.Cambió«labuenasenda»por«elnuevocamino».Habíaqueevitarqueesaslíneasparecieranunsermón.Eraprecisoqueél supiera que ella aún le tenía afecto, pero no podía parecer pedigüeña nitampoco perder la dignidad. La hoja se le había emborronado; más tarde lopasaríatodoalimpio.En el exterior seguía nevando. ¡Qué raros estaban los árboles exóticos

embutidosensuscubiertasprotectoras!Lospequeñoscipresesestabandobladospor la carga, como ancianos enclenques, y los pinos parecían paraguassobredimensionados.Observóasuspadresalolejos,estabandebajodeunodeesospinos.Mamáparecíaquererconvencerapapádealgo;él laescuchabaensilencio,conlasmanoshundidasenlosbolsillosdelabrigoyelsombreromuycaladoycubiertodenieve.Seleencogióelcorazón,llevarbienunmatrimonioteníaquesermuydifícil.Mamáypapáseteníanunafectoverdadero,perolosconflictossesucedían.Dehecho,amenudoledabalaimpresióndequemamáera laquequeríaypapáquiensedejabaquerer.Talycomosolíadecirmamáconungemidoirónico,elgranamordepapánoerasuesposasinosufábrica.Apartó esos malos pensamientos con una sacudida de cabeza. En su

matrimonio, se dijo, no habría disputas, ella se encargaría de que fuera así.Releyóconojocríticoloescritoyañadióelfinal.

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Trasdarmecuentadeestomeheanimadoaescribirleestaslíneas,queridoteniente.Durantetodounaño tuve ladichadeconvencermede la integridadde sucarácteryporello séquenomedespreciarácuando le haga saber con libertadmi deseo. Sin dudamimadre ya le ha hecho llevar la invitación anuestrobailedeenero.Mesentiríamuydichosadepoderverloenesaocasión.Suamiga,

ELISABETHMELZER

¿Eraexageradohablarde«dicha»?Ellanopretendíaarrojarseensusbrazos.Condecir«fortuna»bastaría.¿Ysisimplementeponía«suerte»?Omejor…—¿Lisa?Kitty estaba llamando a la puerta.Elisabeth,molesta por esa distracción, se

apresuróameterlacartareciéniniciadaenunacarpeta.—¿Quéquieresahora?Estoyocupada.—Tienesqueayudarme,Lisa.¡Teloruego!Sinesperaraqueladejarapasar,KittyabriólapuertaycorrióhaciaElisabeth,

queescondiólacarpetadentrodelcajóndelescritorio.—¡Vaya!—exclamóKittyconcuriosidad—.¿Tienesunsecreto?—ProntoseráNavidad,hermanita.Kittypareciósatisfechaconesaexplicación.Elisabeth,encambio,noestaba

deltodoseguradequehubierasidounabuenaocurrencia.EnotrostiemposlasdossededicabanarebuscarensecretolosregalosdeNavidadescondidosporlavilla,sinobviarlahabitacióndelaotrahermana.Perodeesohacíaaños…—Imagínate,AlfonsBräueracabadellegaryquierevernos…—¿Nohaanunciadosuvisita?Kittyselamentóenvozbaja.Sí,hacíaunasemanaqueeljovenBräuerhabía

anunciado su visita y mamá la había condenado a recibir a ese «joven tanagradable»yatomareltéconél.Porsupuesto,encompañíadeella.Peromamáaúnnohabíaregresadodesupaseoporelparque.—¡Nopuedorecibirlosola,Lisa!—¿Yporquéno?—repusoElisabethentonomalicioso—.Unmuchachocon

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tanbuenapinta.ConunosmúsculoscomoHércules,queparecenestarapuntodeexplotardentrodelasmangasdesuchaqueta.Pornohablardesusmuslos…—Lisa,notienegracia.Vamos,ven.Sinomeayudas,selodiréamamá.Elisabethsabíaquesuhermananodudaríaenhacerlo.Desdequeestahabía

empezado a asistir a algunos bailes y veladas, se sucedían visitas de jóvenescaballeros. Unos querían invitar a Kitty a una excursión en carruaje o enautomóvil,otrosadarunpaseoacaballo.Mamáexaminabalasinvitacionesquerecibían y seleccionaba solo unas cuantas. En esos casos, ella, Elisabeth, lamayor, siempre estaba invitada.Evidentemente, comocarabina. ¡Cómoodiabaeso!—Noestoyvestida—rezongó.Llevabaunvestidoverdeoscuroqueestuvodemodatresañosantesyquela

señoritaJordanhabíaensanchadodecintura,escondiendohábilmentelacosturabajounribetedeencaje.—Lisa, estás muy guapa. De verdad, el color verde te favorece mucho.

Vamos,ven.Nopodemoshacerloesperartanto.—Dejaquetomeunpocodeté,lesentarábienconelfríoquehace.Elisabethse levantódemalagana, semiróun instanteenelespejo,hizoun

mohínyluegoseapresuróairdetrásdeKatharina.Desdequehabíallegadoalmundo, todo giraba en torno a Kitty. Ya de niña tenía a todo el mundoencandiladoconsusgrandesojosazules.Dehecho,ella,Elisabeth,nohabíasidomásquelaniñeradesuhermanapequeña.«Lisa,vigilaqueKittynosecaigaporlaescalera.»«Lisa,nozarandeesatuhermana.»«¿PorquéestállorandoKitty?Pobrecita. ¿No la habrás pellizcado, Lisa? ¡Mala, más que mala! ¡A tuhabitación!¡Noqueremosvertemásporaquí!»Claroquehabíapellizcadoaesemal bicho en el brazo, pero fue porque antesKitty le habíamordido el dedo,aunqueesonoleinteresabaanadie.Mientras bajaban la escalera para ir al salón rojo, la autocompasión de

Elisabethibaenaumento.Habríapodidopasaralimpiolacartayencargarquelaecharanalcorreo.Encambio,altenerquepasarunahorahaciendodedama

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de compañía, no podría acabar a tiempo y tendría que entregar la carta al díasiguiente,porloqueabuensegurollegaríaasudestinopasadaslasfiestas.Eraimportante que Klaus la recibiera antes para evitar que adquiriera otroscompromisosparaeldíadelbaile.Augusteseencontrabaapostadajuntoalapuertadelsalónparahacerlaspasar.

Esedíalachicaestabamuypálida;posiblementeelservicioestabamásocupadodelonormalconlospreparativosdelafiesta.AlfonsBräuerselevantódelabutacaencuantoellasentraron.Altocomoera,

tuvoquetenercuidadoparanorozarconlacabezaloscolgantesdecristaldelalámpara de araña.Lejos de considerar su altura como una ventaja, a él eso leparecíaunaincomodidad.—Señorita,estoyencantado.Esperonohabervenidoenmalmomento.—¡Oh,bobadas!—exclamóKittyconunasonrisamientrasleofrecíalamano

paraqueselabesara—.Nosabelomuchoquenosalegrasuvisita.Lalástimaesquemamá aún no ha regresado. Figúrese, ha salido con papá a pasear por elparquey…Elisabethrecibiótambiénunbesodecortesíaenlamanoyunsaludo,luegose

sentaron y Kitty empezó a hablar como si le hubieran dado cuerda. El pobreAlfonssoloteníaojosparasuprincesa:cualquiergestodeella,unamuecaounasonrisa, se reflejaba en los gestos de él. Elisabeth se limitó a servir el té y arepartirlastazas.—SeñorBräuer,¿tomaustedunterróndeazúcarotalvezdos?—¿Cómodiceusted?Ella tuvo que repetir la pregunta y entonces supoque él no tomaba azúcar.

Tampocoparecíaqueeltéleinteresaraespecialmente,yaquesosteníalatazaenlamano sin tomarniun sorbo.Kittyhablabacomounpajarito, extendiéndosesobrelospintoresfrancesesdelsigloanteriorydiciendoquegentecomoRenoir,CézanneoMonetyaestabancaducos.¿HabíaoídohablardeGeorgesBraqueodePabloPicasso?Tresañosantes,esosdosartistas fabulososhabíanexpuestoalgunos cuadros en la galería Thannhauser deMúnich. ¿Por casualidad había

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estado allí? Ah, ¿no? Bueno, por desgracia ella tampoco: entonces solo teníaquince años y su pasión por el arte se encontraba en los primeros estadios.¿SabíaélquelosmejoresymásgrandespintoresvivíanenFrancia?Elisabeth se sirvió el té con dos terrones de azúcar y tomó una galleta de

Navidaddelafuenteantesdepasarla.Galletasdealmendra,bolitasdemazapán,pandeespecias,galletasdevainilla…Comorepostera,laseñoraBrunnenmayerera igual de buena que como cocinera. Bastaba con pensar en el pastel deNavidadqueservíaelprimerdíade lasfiestas:eradenataconsaborapandeespecias, estaba relleno de nueces y avellanas escarchadas y llevaba una finacobertura de chocolate. Aunque ella solo podía tomar un trozo, si no tendríaproblemas con su nuevo vestido para el baile de la villa.Era importante estarguapacuandoKlausvonHagemannacudiera.Esosiacudía…—Pordesgracia, apenas soycapazdedibujaruna línea recta—oyódecir al

jovenBräuer—.Aunasí,soyunadmiradordelasbellasartes.QueridaseñoritaMelzer,cuandolaoigohablartananimadadeelloescomosiprendieraunfuegoenmiinterior.—Amíloquemegustaríaesmeterunaantorchaensuinterioryprovocaruna

llamarada —exclamó Kitty riéndose—. Una llama eterna en el altar de lasartes…«Increíble»,sedijoElisabeth.DetodaslastonteríasqueKittyhabíadichoen

su vida, esa se llevaba la palma. «El altar de las artes.» Si la oyera el padreLeutwien…¿Cómoseexplicabasupasiónrepentinaporlospintoresfranceses?¿Notendríaqueverconesejovenfrancés?Esetal…¿cómosellamaba?GérardDu…Dutrou.No,Dufour.Ah,no,no.GérardDuchamps,sí,ese.Elhijodeuncolega de su padre que era de Lyon, la ciudad de la seda. Ojos oscuros conreflejosdorados,pelonegroespesoy,aunqueteníalanarizligeramenteafilada,esonoalterabalaimpresióngeneral.EljovenDuchampshabíaconquistadoloscorazones y los sentidos de damas de todas las edades. Había coincidido conKatharinaMelzer, la reinadelbailede la temporada,en lavillaRiedingercon

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ocasión del baile de SanNicolás. Ella lo había impresionadomucho y habíanbailadojuntosvariasveces.—SedicequeenenerohabrávariasexposicionesinteresantesenMúnich—

comentóAlfonsBräuer.—¡Ytanto!Aquí,enAugsburgo,somosmuyconservadores.Vivimosenotro

mundo.EnMúnichlagenteesmáscosmopolita.YluegoestáParís,lacunadelarte.Pintores,escritores,músicos…Bräuerporfindejólatazadetésobrelamesitabajademaderalabrada.Aquel

muchacho parecíamuy emocionado: tenía las orejas rojas yElisabeth notó suintensoolorcorporal.Sudabaensu trajede inviernode lanacálida.Elsehabíacaldeadobienlasala.—Sisumadreysuqueridahermanamepermitieseninvitarlasalastresauna

excursiónaMúnichdespuésdelasfiestas,podríamos…Ungritoprocedentedelpasillolointerrumpió.—¡Auguste!¡PorelamordeDios!¡Auguste!Era Paul. Elisabeth dejó el pan de especias que había mordisqueado y

Katharinasaltódesuasientocomomovidaporunresorte.—¡YaestáaquínuestroPaul!—Pero¿quélehapasadoconAuguste?CuandoKatharinaabriólapuerta,seencontraronconunaimagenespantosa.

La pobreAuguste estaba tumbada sobre la alfombra del pasillo y Paul estabaarrodilladojuntoaella,sosteniéndolelamanoymirándoleelpulso.—Estáviva—dijoélmirandoaKittyconlosojosvidriosos—.Enunprimer

momentopenséquehabíamuerto.—¡Diossanto!Pobrecita,estápálidacomouncadáver. ¡Y tiene lasmejillas

fríascomoelhielo!Kittysehabíaarrodilladojuntoalamujerinconscienteyleacariciólafrente

con cariño. Alfons Bräuer estaba junto a la puerta con cara de no saber quéhacer.—Sehadesmayado—constatóElisabeth—.Esascosaspasan.

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Era la única que había conservado la calmay pulsó el botónpara llamar alpersonal.Elseaparecióenlasalidadelaescalera,hizoungestodeespantoyalinstantesefueadaravisoalacocinerayaRobert,ellacayo.—Pasa al salón, Paul —dijo Elisabeth en tono de desaprobación—. Tus

servicioscomosamaritanoyanosonnecesarios.¡Oh,vamos!¿Quéosinquieta?SeguroquelaseñoritaSchmalzlersabráloquehayquehacer.Ymamáestarádevueltadentrodepoco.En ese momento asomó el lacayo, seguido de Else, Maria Jordan y la

cocinera.—Yaseveíavenir—musitólacocinera—.Pobrecita.¡Esperemosquenosea

nada!Entretanto, Auguste había recuperado el conocimiento. Parpadeó y se

incorporóparasentarse.Miróasualrededorcongranasombro.—¿Quéhaocurrido?¿Quéhagoenelsuelo?—Tranquilízate—dijo lacocinera—.Vamos, tomaunsorbodeagua.No te

atragantes…—Vaya—dijoPaul,aliviado—,¡menudosustonoshasdado,Auguste!Elpequeñogruposedisgregó.Robert ayudóaAugusteaponersedepie; la

señorita Jordan recogió de la alfombra las servilletas recién planchadas queAuguste iba a llevar al comedor y la cocinera se apresuró por la escaleramurmurandolamentacionessobreunasadodecerdo.Losseñoresregresaronalsalónrojoydejaronalacriadaenmanosdelpersonaldeservicio.—MuypropiodePaul—bromeóKitty—:apenasllegaacasaylasmuchachas

sedesplomansobrelasalfombras.Abrazóasuhermanoylobesóenlasdosmejillas,mientrasélsedejabahacer

entre risas. A Elisabeth, ese saludo en presencia de un invitado le resultabademasiado exagerado, pero así era Kitty. Ante aquellas muestras de afectofraternal, el joven Bräuer, incómodo, tenía la vista clavada en sus botas decharol.AbuensegurolehabríagustadoestarenellugardePaul.Alfinal,este

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apartóconsuavidadaKitty,abrazóasuhermanaElisabethyletendiólamanoalseñorBräuer.—Hacía tiempoquenonosveíamos,amigo—dijo sonriendo—.¿Nodijiste

quevendríasavisitarmeaMúnich?Losmodales amigables y sencillos de Paul desinhibieron un poco al joven

Bräuer.Enefecto, teníaprevistohacerleunavisitaenoctubre,pero tuvo tantotrabajoenelbancoquelefueimposible.—Ejercesyacomohijoysucesordeldirector,¿no?—comentóPaulconun

dejedeenvidia—.Enunpardeañosyaestarásdirigiendoelbancotúsolo.Señaló con gesto animoso las butacas y todos volvieron a tomar asiento.

Ahora la conversación transcurría de forma fluida, el ambiente se habíadistendido,einclusoAlfonsBräuersepermitíaalgunoschistes.—Sipiensaseso,esquenoconocesamipadre—contestóconunasonrisa—.

Es incapazdeapartar losdedosde los negocios del banco.Seguroque el día,esperemosquelejano,queseencuentreentrelosángelesdelcielo,sededicaráaestudiaradiarioelcursodelasacciones.Enesemomento,inclusoElisabethempezóapasárselobien.Cuandoeljoven

Bräuersecomportabacomounapersonanormal,ynocomounasnoenamorado,erarealmentedivertido.—Sisiguehelandodeestemodo,creoquepodremoscalzarnoslospatines—

sugirióPaul,quenodejabadeladoningúndeporte.Kittysemostróentusiasmadaconlaidea,AlfonsBräuermostróciertareserva

yElisabethseencogiódehombros.Patinarporelhielonoerasufuerte.—Yopreferiríaqueloscuatrohiciéramosunaexcursiónentrineo—propuso

Bräuer.—¡Excelente!—exclamóKittydandopalmadas.—Otalvezunaexcursiónacaballoaprimerahoraporlanievenueva—dijo

Paul—.Ah,esomerecuerdaunacosa.¿Noteinteresaríamisillademontar?Hedecididocomprarmeotraymegustaríadesprendermedeella.Comosabes,esunmodelohechoamedida,perocreoqueatuyegualeiríabien.

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—¿Tusillademontar?¡Ytanto!Meinteresa.AlfonsBräuereraunjinetebastantebueno.Cabalgareraelúnicodeporteen

elquesabíadefenderse.—Muy bien —exclamó Paul—. Como sabes, aprecio mucho mi silla de

montar.Ynoselavenderíaacualquiera,soloaunbuenamigo.Alfons se sonrojó. Hasta entonces no había formado parte del círculo de

amigosmásíntimosdePaul,aunquetampocoloseducíaporquelasfrivolidadesde esos jóvenes no estaban hechas para él. Sin embargo, como la hermanapequeña de Paul le había causado una impresión imborrable, casi se sintióorgullosodeserconsideradounbuenamigo.—Tengounaideaestupenda.Paul estaba muy animado. Los ojos le brillaban de emoción. Elisabeth se

preguntóquépodíahaberdetrásdetodoaquello.—Aprovechemosestefantásticotiempodeinviernoysalgamosdeexcursión

mañana por lamañana: las damas en trineo y nosotros a caballo.Así podríasprobarlasilla…NiaKittyniaElisabeth lasentusiasmóesapropuesta,yaqueambas tenían

otros planes. Incluso el joven Bräuer vaciló, pues no era muy amigo de lasdecisiones espontáneas. Por otro lado, se dijo, era una oportunidad de pasarvariashorascercadesuadorada.—Hastaelmediodíatengoqueestarenelbanco—explicó—.Perocreoque

despuésdispongodeunpardehoras.—¿A las dos estaría bien? —preguntó Paul para comprometerlo—. Te

esperarédetrás,enlosestablos.

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Unintensooloraamoníaco,limón,vinagreyaalgometálicosehabíaapoderadodelacocina.Lalargamesaestabaforradaconvariascapasdepapeldeperiódicoyencima,entretraposyfrascos,seencontrabapartedelmenajedeplatadelosMelzer. Teteras abombadas, jarras de leche, pequeñas cestas de diseñoentretejido en las que se servía la fruta o el pan, platos, saleros, azucareros,numerosasbandejasdeplatayvarioscandelabrosquehabíanpertenecidoalosMaydorn.AntesdeNavidadhabíaquedarlustreatodosesosobjetoshermosos,asícomoaloscubiertos,lascucharasdeservir,elcuchillodetrincharylatijeraparaaves,unapiezadelicadamentecinceladaperoridícula,que jamássehabíautilizadocomotalperoqueresultabamuydecorativa.MariaJordanyAugustetrabajabanenello.Sehabíansentadojuntoalhogar,

queaúnestabaencendido,paratenerlaespaldacaliente.Enelfogónhabíaunacafetera esmaltadade color azul claroyunhervidorde aguaporque la señorasolíatomartéporlanoche.—¿Dónde estarán los demás? —refunfuñó la señorita Jordan—. ¿Es que

tenemosquehacerlonosotrassolas?Estapestemeponeenferma.Auguste hizo una mueca mientras frotaba con ahínco un azucarero con un

pañodelanasuaveparasacarlebrillo.Nosolíasermuyremilgadaenloqueaolores se refería, peroúltimamente el estómago se le revolvía con soloveruncazodelecheenelfogón.—Noveoporquétenemosqueusaramoníaco—dijoarrugandolanarizcon

disgusto—cuandoesacosablancadeInglaterradamejorresultado.

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—Pero tambiénesmáscara.La señora soloencargó tres frascosyvamosatenerqueapañarnossoloconeso.LaseñoritaSchmalzler leshabíadichoqueaplicaranunacantidadescasade

ese limpiador en un paño y que lo usaran hasta que perdiera toda su eficacia.Soloentoncespodíanvolveramojarunpocoel trapoconesepreciosolíquidoblanco.—¿PordóndeandalaseñoraBrunnenmayer?¿Yasehaacostado?—insistió

MariaJordan.—Estáenladespensahaciendolalistadelacompra.—¡Oh,Dios!ElritualsagradoprevioalaNavidad.Maria Jordan levantó un pequeño salero hacia la luz.Lo había pulido tanto

quebrillaba,perolalimpiezahabíadesveladoalgunosdefectos.—Miraesto,Auguste.Alguienrascóaquíapropósitoconelcuchillo.Aquí,y

tambiénaquíabajo.Había invitadosquenosabían loqueerael respeto, inclusoseñoresdegran

renombre.Auguste dijo haber visto a un señor de apellidoVonWittenstein, oalgo parecido, haciendo bolitas con el pan y arrojándolas por encima de suhombro.Añosatrás,undiplomáticorusohabíahecholomismoconsuvaso.Alparecer, lo hizo movido por el enojo cuando comprobó que, en vez deaguardiente,elvasoconteníaagua.Yhabíaunadamadelaaltasociedad,cuyonombre Maria no quiso decir porque todavía frecuentaba la casa, que solíadivertirse haciendo tropezar con su bastón al servicio cuando servía la sopacaliente.—Esa es una auténtica arpía. Si yo fuera Robert, ya le habría vertido un

cucharónde sopapor lanuca—dijoMaria Jordan—.Por cierto, ¿dónde está?Deberíaestarpuliendolacubertería.Augustesoltóunarisitaysetomóunsorbodecaféconleche.—Está atrás, en el cobertizo. Los hijos de los señores quieren hacer una

excursiónconeltrineodecaballosmañanaalmediodía,asíquehayqueprepararelvehículo.

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—¡Qué lástima! Lleva casi un año metido en el cobertizo. Seguro que lospatinesestánoxidados.Auguste asintió y añadió que además era preciso engrasar la piel de los

asientos.Habíatrespersonasencargándosedeello:eljardineroBliefert,sunietoGustavyRobert.—Supongoquenolesharáningunagraciaestarenesecobertizohelado.La señorita Jordan cogió el siguiente salero.LosMelzer tenían veinticuatro

bonitosrecipientescomoaquelyunnúmeroigualdecucharillasdiminutasparala sal, que eran como cucharones en miniatura. En la mesa, esos pequeñossaleros se colocaban a la izquierda de cada plato para que cada uno pudieraservirselasalasugustoydeformadiscreta.—El primer día de fiesta vendrá la parentela pobre —cotilleó Auguste—.

Comosiempre,alcompleto.Laseñoraestarácontenta.Maria Jordan suspiró.Nadie del servicio tenía simpatía por los hermanos y

hermanasdelseñor,invitadosalbanquetedeldíadeNavidadporamorcristianoyobligaciónfamiliar.Todosllevabanlaenvidiaylacodiciaescritasenlacara,sus modales en la mesa eran pésimos, no sabían beber, y daban órdenes alpersonal como si fueran los propietarios del lugar. El servicio prefería a losinvitadosdel segundodía festivo,SanEsteban.La familia de la señora era deorigennobleysabíatrataralpersonal;aningunodeellosselehabríapasadoporlacabezapedirunadoncellaparaqueprendieralaestufadelahabitación.—Definitivamente,noshandejadosolas—selamentóAugustemirándoselos

dedosnegros.Pulirlaplataeraunadesusocupacionespreferidasporquetodossesentabanenlacocina,yhablabanyreíanmientraselcaféhervíaenelfogón—.AlmenosElsepodríaayudar.Else estaba en la sala de plancha. En las últimas semanas habían hecho

muchas coladas y aún habíamontañas de prendas para planchar. Cada año laseñora procuraba que antes deNavidad toda la ropa de los armarios estuvieralimpia.SedecíaquelavarlaropaentreNochebuenaySanSilvestredabamalasuerteparaelañosiguiente.

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—NohacefaltapreguntardóndeandaMarie—gruñólaseñoritaJordan.—No—corroboróAugusteentonomordaz.En la cocina reinó el silencio unos instantes, mientras las dos mujeres se

enfrascabanensuspensamientos.MariaJordanselevantóparaservirsemáscaféparaellayparaAugustedelacafeteraazul.—Lo sabía—dijo malhumorada mientras tomaba un agarrador del gancho

cuandovioqueelasadelacafeteraestabacaliente—.Losoñéantesinclusodequeellallegaraaestacasa.Augustecolocóelazucareroreciénbruñidoenlamesaysedeleitóuninstante

mirándolo.Era una lástima que ese brillo solo durara unas semanas; luego, elrecipiente perdería el lustre, se cubriría de manchas grisáceas y se volveríanegro.—¡Ustedysussueños!—Ríetecuantoquieras.Siempresehancumplido.—¡Bobadas!LaseñoritaJordan,enfadada,derramósobrelamesaunpocodeeselimpiador

deplataingléstancaroyseapresuróapasareltrapoporencima.—¿AcasonovaticinéqueGertienoestaríamucho tiempoconnosotros? ¡Y

ocurrió!Auguste bufó con desdén y comentó que aquello era predecible incluso sin

magia.—¿NoledijoustedelañopasadoaElsequelaaguardabaungranamor?Selo

leyóenelposodelcafé.¿Ybien?¿Dóndeestáesegranamor?Nohaynadadenada.—Bueno, bueno, es cuestión de esperar—sedefendió la señorita Jordan—.

De todosmodos,siElsenohacealgo,nopasaránada.Enesoscasos,elamorpuedeesperarhastaeljuiciofinal.—Sí,claro,asíhastayopodríahacerpredicciones—serioAuguste,burlona

—.Nohaypansinafánynadasurgedelanada.¡Nomehagareír!La señorita Jordan puso cara de disgusto pero no replicó, y se dispuso a

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aplicarellimpiadorauncandelabro.Enrealidad,aAugustenolefaltabarazón.Sehabríapodidoahorrarlodelposodecafé.SololohizoporqueElselediodosmarcos a cambio y ella necesitaba dinero, aunque a nadie le importaba paraquién.Perolodesussueñoseraotracosa,enesonoconsentíaburlas.—SéqueMarienostraeráunadesgracia—insistió,obstinada—.Lovienun

sueñodondeellacorríaporelparqueperseguidaporunperronegro.Fíjate,unperronegro,esonoesunbuenaugurio.Auguste se encogió de hombros.Aunque entre ellas ya nohabía hostilidad,

tampocoeranamigas.ElsesísentíamásapegohaciaMarie,perotalvezsedebíaasufaltadecarácter.LaseñoraBrunnenmayernopermitíaquesehablaramaldeMarie,Robertsemanteníaalejadodelos«chismesdemujeres»ylaseñoritaSchmalzlerguardabasilencio.—¡Es increíble!—gruñó la señorita Jordan—. Jamás he sabido de ninguna

ayudantedecocinaquepasaraelratoconlaseñoritaensucuartoytomaraeltéconella.AquelcomentariodiopieaAugusteparadesfogarse.Talvezlohabíahablado

cienvecesysehabíaenfadadootrastantas,perosoltarlosiempreeraunalivio.Mariepasabaunahorasentadaahíarribatodoslosdías,domingosincluidos,ynopocasvecesacudíatambiénalcaereldía,ynoeraparaserviralaseñorita,locual, en cualquier caso, tampocoera laobligacióndeuna ayudantede cocina.No.Lohacía para participar enuna especie demascarada.Marie se ponía losvestidos que le daba la señorita, se ataba pañuelos a la cabeza y se soltaba elcabello:aveceseranunosharaposfeosygrisesyunoszuecos,yavecestelascoloridasyecharpesfabulososdeseda.Podíaparecertantounapordioseracomounazíngara.—¿Hasespiadoalgunavezporelojodelacerradura?—preguntólaseñorita

Jordanconunasonrisamaliciosa.—Basta con ver los cuadros; la señorita la pinta. La he visto dibujada con

carboncillo; otras, con lápices de colores, e incluso con pintura de tonosmuyvivos…

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Enefecto.Maria Jordan tambiénhabíavisto los cuadros.Apesar deque laseñoritasolíaguardarlosencarpetasycubrirelcaballeteconunatela.—HacepocoMariesepusounvestidodelaseñorita.¡Habrasevisto!Unarata

decocinaluciendoprendasdesedaydejándosepeinarporsuseñorita.SolomefaltatenerqueservirasuIlustrísimaPrincesaMariedelasSantasMártires.—¿Delasqué?—preguntóAugusteconasombro.—Asíescomosellamaelorfanatodelqueviene.—¿Notienepadres?¿Esilegítima?—¡Ytanto!—¿Y cómo sabe usted esas cosas? —preguntó Auguste, sin acabar de

creérselo.LaseñoritaJordanseencogiódehombrosyadoptóunaexpresiónmisteriosa.

Podía parecer que había obtenido esa información por arte de magia, aunquetambiéneraposiblequesehubieracoladoenelcuartodelaseñoritaSchmalzler,en una de cuyas estanterías se encontraban las carpetas con los papeles y loscuadernosdetrabajodelservicio.—¿Dequénosextrañamos?—dijoAuguste—.Sitodossabemoscómoesla

señoritaKatharina.Esunaveleta.Ahoraseentretieneconsunuevojuguete,peromañana se aburrirá de él y dejará aMarie de lado. Bien pensado, da inclusolástima.Lachicanoesconscientedelocaprichosaqueeslaseñorita.Maria Jordan estaba concentrada en el pie de un candelabro de plata

profusamentecincelado.Eradifícillimpiaresasdecoraciones;habíaqueemplearuna cerilla, y a veces una aguja, y prestar mucha atención. Aun así, en lamayoríadeloscasossiemprequedabaunrestonegro.—Puesamínomedaningunalástima—ledijoaAuguste—.Quienmucho

subemásfuertebaja.Esosiemprehasidoasí.Yleestaríabienempleadosi ledierancalabazasahíarriba.Afindecuentas,¿quiénhacesutrabajomientrasellatomaeltéconlaseñoritaysedejapintar?Nosotras,¿verdad?—Tieneustedrazón.Lacharlafueinterrumpidaporlacocinera,queentróapresuradamentedando

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resoplidosyempezóaabrir loscajonespequeñosdeunodelosarmariosdelacocina.Alparecer,estabacontrolandolasespecias.—Enladespensasehapodridotodounmanojodecebollas—selamentó—.

Hubohumedadesynadie loadvirtió.Yenelgranerohayrestosderatas.Esasbestias grises se nos están comiendo la harina.Deberíamos tener ungato, unasolanocheenelgraneroynovolveríamosaverlas.—Metemoqueenesono tendrásuerte—comentó laseñoritaJordan—.La

señoranosoportalosgatos;lestieneunmiedoatroz.La cocinera apuntaba algunas palabras en una hoja de papel; escribía con

lápiz,deformalentayceremoniosa,moviendolalenguaalhacerlo.—Ci-lan-tro.Nu-ezmos-ca-da.Ah,yclavo.—Necesitamosayudaconlaplata—comentóAuguste.—Eso no es asunto mío —rezongó la señora Brunnenmayer abstraída—.

Llamad a Marie. Cilantro, clavo, nuez moscada, canela… ¡Comino! ¡Casi loolvido!Apuntóesecondimentoensulista,parpadeótresvecesmirandoaltecho.Era

evidentequesupensamientoestabaocupadoconasuntosdesumaimportancia,comoelcomino,elazafrányelbicarbonatodeamonio.—¡Llamad aMarie!—se burló la señorita Jordan en cuanto la cocinera se

huboidoatodaprisa—.Vamos,llamaalapuertadelahabitacióndelaseñoritaydilequenecesitamosaMarieparaquelimpielaplata.Soltó una risa burlona y luego volvió la mirada hacia Auguste. Esta había

dejadoeltrapoaunladoysehabíalevantadoparaabrirlaventana.—¿Vuelvesaestarmareada?Lachicaseapoyóconlosdosbrazosenlarepisaeinspiróhondo.Elviento

arrojóalinteriorcálidodelacocinaunpardecoposdenieve,quealinstantesevolvieroninvisiblesyseconvirtieronengotasdeagua.—Estásembarazada,¿verdad?Augustenodijonada.Hacíadossemanasquesufríaunasnáuseastremendas;

alprincipiosoloporlasmañanas,peroúltimamenteatodashoras.Aveceseran

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tan intensasquesedesmayabayperdíaelconocimiento.Además,hacíamesesquenoleveníalaregla.—Admítelosinmás.Hacetiempoquenoshemospercatado.Augustesesintiómejordespuésderespirarelairefresco.Cerrólaventanay

regresódespaciojuntoalaestufaparacalentarselaespalda.—¿HadichoalgolaseñoritaSchmalzler?—preguntóaMariaJordan.Esta negó con la cabeza.No.En estos casos, el ama de llaves era discreta:

nuncahablabadeunaempleadaconlosdemás.Peronoseleescapabanada.MásprontoomástardellamaríaaAuguste.Elembarazoeramotivodedespido.—Con una buena actitud, puede que te permita dejarlo al cuidado de tus

padres.Llevasvariosaños sirviendoen lavillayhastaahoranuncahahabidoqueja.Augustecolocólasmanosfríassobrelaplanchadelaestufayselasfrotó.—¿Mispadres?—musitó—.Silesllevounniñoacasa,mematan.La señorita Jordandejóel candelabro.Duranteunmomentosopesósidebía

hablarono;alfinaloptóporhacerlo.—Conozcounremedio.Podríaconseguirloquenecesitas.Silotomasporla

noche,aldíasiguienteyatehabráslibradodelproblema.—Teloagradezco—respondióAuguste—,peronoesesoloquequiero.EsomolestóalaseñoritaJordan,puesacambiolehabríapedidounosveinte

marcos.En estos asuntos los hombres eran generosos; pero la chica tenía queactuarrápido.—¿Yquépretendes?¿Perdereltrabajoymarcharteconunhijoilegítimo?Auguste se sentódenuevoy tomóun sorbodecafé.Se lehabíaenfriadoy

teníaunsaboramargo,peronolamolestó.—Yoloquequieroescasarme.LaseñoritaJordansoltóunarisaburlona.—¿Casarte?¿Tú?¿ConRobert?Porqueéleselpadre,¿meequivoco?—Porsupuesto.Ynohacefaltareírseasí.—Vaya,vaya.Casarse.YconRobert.Unafamiliadeverdad…

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—Sí,ustedríase—replicóAuguste,enfadada—.Yaloverá,ya.—¿Creesqueélserátantontocomoparacasarsecontigo?Auguste semordió la lengua; había estado a punto de dejarse llevar por la

rabiaycontarsusecreto.ARobertnoleibaaquedarmásremedioquecasarseporqueellasabíaalgoquepodíacostarleelpuesto.

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16

Elcielomatutino lucíaazuly sinnubescomoenundíadeverano,aunquesutonoeramásoscuroysubrillo,másintenso.Losrayosdesol,muyinclinados,arrancabandestellosenlanievequecubríalosárbolesylahierbadelparque,demodoqueeraprecisoentrecerrarlosojosparanodeslumbrarse.Porlanochelatemperatura había descendidopor debajode los cerogradosy, a pesardequehabíasalidoelsol,laatmósferaseguíasiendogélida.Esoeramotivodealegríaenlavilla:eseesplendorblancosemantendríadurantetodaslasfiestas.—¡Vamos,largo!—gruñólacocineraaMarie—.Yapelaráselrestocuando

vuelvas.Marie echó la patata que acababa de pelar en la cacerola y se levantó para

lavarse las manos. Siempre que subía a la habitación de la señorita sentíaremordimientos porque los demás tenían que encargarse de sus tareas. Sinembargo,el tiempoquepasabaarribaeraindescriptibleyprecioso,unamiradafurtivaaunmundodesconocidoparaella.Unmundoque,dehecho,solopodíaserunsueñoporqueeraimposiblequeexistieraalgotanhermoso.En la escalera de servicio se topó con la señorita Jordan. Llevaba varias

prendas de la señora colgadas del brazo, posiblemente para quitarles algunamancha,yparaesefindisponíadeunarsenaldefrascosytinturascuyaexactautilizaciónguardababajoelmásestrictosecreto.—¡Vaya! Su alteza Marie de las Siete Mártires, la más hermosa entre las

hermosas—se burló la señorita Jordan—. ¿Cómo van a pintarla hoy? ¿Como

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unaduquesa,quizá?¿Oacasocomouna fulana?Puedeque incluso totalmentedesnuda…Yasesabecómosonlospintores…Marie no semolestó en contestar. Como no podía ser de otromodo, en el

serviciotodoslaenvidiaban,sobretodolaseñoritaJordan,quenolasoportaba.Hubo un gran revuelo cuando la señorita comunicó a sus padres su deseo deretratar a Marie. Según Robert, el señor puso el grito en el cielo y quisoprohibírselo sin más. La señora tampoco se mostró entusiasmada con laextravagante ocurrencia de su hija, pues alteraba por completo el orden de lacasa. Con todo, la preocupación por los delicados nervios de la señoritaKatharinaseimpusoacualquierotraconsideración.Marietuvoquepresentarseenelsalónrojoyoírdebocadelaseñoratodaunaretahíladecosas.Queaquellatarea no debía subírsele a la cabeza.Que, en lamedida de lo posible, por lasnoches debería hacer el trabajo que no pudiera hacer durante el día. Que nocobraríanadaporposar.Y,porencimadetodo,queguardaríaabsolutosilenciosobrecuantosucedieraenlahabitacióndelaseñorita.—¡Adelante!Marie apenas había dado un toque en la puerta, pero la señorita Katharina

tenía el oído fino. El caballete estaba junto a la ventana y las cortinas,descorridas. Amenudo la señorita se lamentaba de esas «telas ridículas» queimpedíanquelaluznaturalpenetraraenlaestancia.—Marie,siéntatejuntoalaventana.Quítateelpañuelo,suéltateelcabelloy

deja que caiga un poco sobre el rostro. Así. Un poco más a la izquierda.Perfecto.Asíestábien.Voyatenerqueusarcolores;conelsol,tucabellobrillaentonosdorados,rojizoseinclusoverdes.Al principio, la señorita Katharina le había parecido muy extravagante;

incluso se había preguntado si no estaría un pocomal de la cabeza.Luego sehabíadadocuentadequeesamuchachasimplementeveíaelmundodeunmododistinto.Comocuandounhombrevistoporladerecharesultaatractivoyapuestoy,alvolverseydejarversuperfilizquierdo,muestraunaverrugadesagradable,unojolagrimosoounhombrotorcido.

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Al observar las cosas con detenimiento, la señorita tenía razón. Nuncadibujaba nada inventado, tan solo se limitaba a mirarlo con otros ojos. Porejemploesosreflejosdorados,rojizosyverdesdelcabellodeMariebajoelsol.Ellaahoraestabaconvencidadequeesosreflejoseranciertos.—Anda,cogeelcuadernodedibujoylassanguinas.Pruebaloqueteenseñé

ayer.—Gracias,señorita.—Nome trates con tanta formalidad—la regañó—.Me gustamás queme

llamesporminombre,esdecir,«señoritaKatharina».Mariesehabíalevantadounmomentoparacogerelcuadernodedibujoylos

lápicesyluegohabíavueltoatomarasiento.Sisolotuvieraqueposar,prontosehabríaaburrido.Peroestaban también lascharlassincerasque laseñorita teníaconellayqueledabanaconocerunmundonuevo.Ytambiénlosdibujosqueledejabahacer,acarboncillo,sanguinaocontintanegra.Eraunsueñolargamenteacariciado y se había hecho realidad por un breve espacio de tiempo. Mariepresentía que esa suerte no duraría mucho, pero ahora que podía disfrutarla,recibíaconlosbrazosabiertostodocuantoleofrecía.—¡Menudotalento,Marie!Sisiguesaplicándote,serásunaverdaderaartista.

¡Hay que ver estas sombras que has hecho aquí! ¿Quién te ha enseñado ahacerlas?—Soncosasqueseven.Evidentemente no se le había escapado la tendencia a la exageración de la

señoritaKatharina.Nuncalograríahacerdeella,MarieHofgartner,unaartista.Y talvez fueramejorasí.Laseñoritavenerabaa losartistasy loscolmabadealabanzas.De hecho, consideraba que ese talMiguelÁngel, cuyos cuadros lehabíamostradoenunlibromuygrueso,eracomoundios.Aquellosindudaeraunablasfemia,ymásaúncuandoeseartistahabíadibujadomuchosdesnudos,aunqueaMarieleparecióquesuscuadroseranmagníficos,másgrandesymásbonitosquetodoloquehabíavistohastaentonces.De vez en cuando, la señorita le preguntaba por el orfanato, por su trabajo

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comocostureraopor la temporadaenquesirviócomocriadaenotracasa.Alrespecto, laseñoritahabíaexpresadoopinionesmuycuriosas.Considerabaunasuerte tener que ingeniárselas uno mismo porque, afirmaba, las personas sehacíanfuertescuandoluchabanporhacerseunlugarenelmundo.Creíaqueeramuchomejorganarseelsustentoconeltrabajodelaspropiasmanosquevivirenunavillarodeadadelujos.—Eshumillantevivirdeldinerodeotros—afirmaba—.¿Paraquéestoyyoen

estemundo?Todocuantodebohaceresestarbonitaymantenerlacomposturadurante todo el día. Encima, de mí se espera que me case con un hombrefavorableanuestraposiciónsocialylosnegociosdepapá.Segúnella,soloelarte lograbahacerle tolerableesavida.La jovenvivíaen

unamansiónyteníaunahabitaciónricamenteamuebladaparaellasola.Poseíatambién vestidos maravillosos, no pasaba frío en invierno y siempre habíacomidaensuplato.Yaunasíselamentaba.¿Quéproblemahabíaencasarseconunhombresensatoyadecuadoparasu familia,capazdeofrecerleunavidadebienestaryseguridad?Marienopodíanisiquierasoñarconesasuerte.—Marie,teheestadoobservandoymuchasvecesteadmiro.Esporelmodo

en que te impones. ¿Cómo te lo explico? Aunque solo eres la ayudante decocina,sabesconservarintactatudignidad.Notedejasavasallar.—Nohayotroremedio,señorita.Ocuidasdetimisma,otehundes.Quiense

pierdeasímismoseamedranta,searrastraysedoblegaantelosdemás,yllegaunmomentoenqueseechaaperder…Mariehabíadichoenvozaltapensamientosquenuncaanteshabíacompartido

connadie.—¡Quélistaeres,Marie!Quéinocenteeralahijadeaquelfabricanteacaudalado.Ellaveíaelorfanato

como un lugar donde te protegían y te preparaban para la vida. No era deextrañar; a fin de cuentas, ella había estado dos años en un internado paraseñoritasdonde lehabíanenseñadomodales, idiomas,gestióndomésticayesetipodecosas.

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—Noteimaginasloestrictosqueeran.Inclusolosdomingosporlatardenosobligaban a hacer labores de costura. Y si cometíamos alguna falta, noscastigaban.—¿Oscastigaban?—Nos obligaban a escribir redacciones muy largas, y a menudo nos

mandabanalacamasincenar.—Entiendo.Marievaciló.¿Eracorrectoecharportierralascándidasideasdelaseñorita?

¿Debía hablarle de las palizas que recibían en el orfanato si desobedecían?¿Mostrarle las cicatrices que tenía en los brazos? ¿Hablarle de los días sincomer,de lashoras interminablesenese sótanogélidodondeencerrabana laschicasqueseportabanmal?AunquepeorqueloscastigosdelaseñoritaPappertydesusempleadoseraloquelasniñassehacíanentresí.—Era especialmente terrible para lasmás pequeñas—dijo con suavidad—.

Nadielasprotegíadelamaldaddelasmásmayores.—¿Laspellizcaban?—Les hacían cosas horribles. Por la noche, en el dormitorio. Al principio

tambiénme lohacíanamí,perono tardéenoponer resistenciay tuvieronquedejarmeenpaz.—Pero¿quéhacían?¿Lesquitabanlasmantas?—¿Deverdadquieresaberlo?La señorita la miró horrorizada, con los ojos desorbitados. ¿Qué estaría

pensando? Marie temió por un instante haber ido demasiado lejos. Se habíaexcedido, nunca más volvería a llamarla para posar y pintar en esa hermosahabitación.Sinembargo, la señorita recobró lacomposturaantesde loqueMariehabía

supuesto.—Esalgoespantoso—dijo—,peroesasatrocidadestambiénformanpartede

nuestravida.Marie se dijo que cuando algo no se ha sufrido en carne propia es fácil

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mantener la calma. De pronto comprendió que, aunque la señorita escuchabaatentamentesushorripilantesdescripciones,eraincapazdecomprenderlasensutotalidad.Pordetalladoquefuerasurelatosobreloduroqueeratrabajarcomocriada, lo poco que dormía y lo exhausta que estaba por la noche cuando seacurrucaba bajo el hogar de la cocina, el anhelo de la señorita Katharina porllevarunavidamodestaydurapermanecíainalterado.—¡Qué suerte haberte encontrado,Marie!Nadie hubiera podido explicarme

deunmodotanvivoloqueocurreenelmundo.Túsabesdelavida.Delaotravida,me refiero a la de verdad.Y encima eres una artista conmucho talento.¡Conloquemehacostadoconseguirunabuenaperspectiva!Encambio,parati,bueno, para ti es sencillo y te sale a la perfección. ¡Oh, Marie! ¡Cómo megustaríaquepudierassermiamiga!En efecto. La señorita Katharina tenía muy pocas amigas; su hermana, en

cambio, invitaba constantemente a otras jóvenes damas a tomar el té. Tal vezfueseporquealaseñoritaKatharinaleaburríanmucholascharlasenlasquesehablabademoda,dehombresydeotrasseñoritas.Ellapreferíaconversarsobrela vida y el arte. Marie creía que las ideas desacostumbradas de la señoritahacíandeellaunaincomprendida.—Marie…Aunque la señorita sostenía el pincel en lamano, no parecía ocupada en el

lienzoquereposabaenelcaballete.—¿Sí,señoritaKatharina?Marie se había ensimismado en su dibujo y cuando levantó los ojos vio

fascinada el conjunto polícromo de puntos y trazos del cuadro de la señorita.Parecíanunosmaravillososfuegosdeartificio.—¿Tehasenamoradoalgunavez?Marieenmudeció,desconcertada.¡Menudapregunta!—Claro—dijo—,peronofuenadaespecial.Laseñoritametióelpincelenunodelosvasosdeaguayselimpiólosdedos

conuntrapo.Sugestodenotabadescontento.

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—¿Quéquieresdecirconquenofuenadaespecial?—Queelamornoproducemásquedolor.La señorita, algo indignada, negó con la cabeza y afirmó queMarie estaba

equivocada.—Marie,nocreoquehablesdeamorsinodeunromancepasajero.Elamorde

verdadesunsentimientodeliciosoyextraordinario.Nohaycosamásbellaenestemundoqueamaraalguiencontodaelalma.«Vaya»,sedijoMarie.Parecíacomosilaseñoritahubieracaídoenlasredes

deesefrancés,eseniñobonitoqueAugustehabíamencionado.Ladoncellaeraamigade lacriadade lacasade losRiedingeryhabíapropagado todo tipoderumoresestúpidos.—Puedequeasísea—concedióMarie,dubitativa—.Pero,hastaalmomento,

yoesonoloheexperimentado.Laseñoritasonrióconcompasión.Marieaúneramuyjoven,dijo,yalgúndía

elamorllamaríaasupuertaylacolmaríadefelicidad.—Es como dar un paseo por el cielo. Dondequiera que estés, la persona

amada va contigo porque habita en tus pensamientos. Hagas lo que hagas,permanecea tu ladosusurrándotepalabras tiernas, repitiendotodoloqueya tehadichoyañadiendosiemprealgoaúnmásbelloycautivador.—Asíqueesoeselamor—dijoMarie,insegura—.Pareceinquietante,como

sialamarunoseperdieraasímismo.—Esaprecisamenteeslanaturalezadelamor.Teentregasporcompletoy,a

cambio,recibesungrantesoro:elcorazóndetuamado,sualma,todosuser.Marie se alegró de que alguien llamara a la puerta porque la respuesta que

tenía para esa extraña afirmación no habría sido del agrado de la señorita. Lapuertaseabrióyentróelseñorito.—¡Por fin te encuentro, hermanita! Esperaba que estuvieses abajo, en el

vestíbulo.LaschicasyaestándecorandoelárboldeNavidad.—¡Oh, vaya!—exclamó la señorita, sobresaltada—. Lo había olvidado por

completo.Vamos,Marie,tenemosquebajardeinmediato.Estaríabonitoqueyo

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me perdiera la decoración del árbol. En esta casa es tradición que todas lasmujeresdelavillaayudenadecorarlo.Se desabrochó con presteza el delantal que le protegía el vestido de las

manchasdepintura.—No hay prisa—dijo su hermano riéndose—. Robert y Gustav acaban de

colocarelárbol.Detodosmodos,podríaspresentarmeatuencantadoramodelo.Marie se había quedado paralizada en su asiento; tan solo el cuaderno de

dibujo,quesosteníaensuregazo,letemblabaligeramente.Sabíaqueelseñoritohabía regresado deMúnich, pero su irrupción en la habitación había sido tanrepentinaqueellasesentíacomosiunahechiceramalvadalahubieraconvertidoenpiedraconuntoquedesuvarita.—EsMarie—dijolaseñorita,arrojandoalsueloeldelantal—.Amítambién

meparecequeesunamodeloencantadora.Laencontréenlacocina.Marielevantólavistahaciaelseñorito.Eraevidentequeélnorecordabaque

ya se habían visto en otra ocasión. ¿Y por qué debería recordar él ese breveencuentro?Intentabaponerenordensuspensamientoscuandonotócondisgustoque las mejillas se le sonrojaban. Se levantó de la silla de un brinco; eradesconsideradopermanecersentadaantedelseñorito.—¿Enlacocina?—preguntóélexaminándoladearribaabajo,conunasonrisa

—.¿Ennuestracocina?—Soy laayudantedecocina, señorito—dijo,contentaporhabersidocapaz

dearticularesaspalabras—.Sirvoaquídesdeoctubre.Derepente,Mariefueconscientedequellevabaelcabellosuelto.Agarrósu

pañuelo y se recogió lamelena, tan oscura y rebelde.Para su desconcierto, elseñoritoseguíacadaunodesusgestosconunaexpresiónqueoscilabaentreelasombroylafascinación.—Marie,eresdemasiadobonitaparaserayudantedecocina—comentóélen

untonodevozdiferente.Noeralaprimeravezquealguiendecíaesodeella.Elseñordelacasaparala

que había estado trabajando dijo algo similar. Y, como ahora, también él se

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esmeró en conferir a su voz un tono seductor. A Marie aquello le parecióridículo. Pero la voz suave e insinuante del señorito era peligrosa, resultabaturbadorayestremecedora.—Estáustedequivocado,señorito.Nosoynadabonita.El señorito soltó una carcajada y observó con curiosidad el lienzo del

caballete.Parecíanosabercómointerpretarlo:entornólosojosyensufrentesedibujarondoslíneasonduladas.Teníaunaspectodivertido.Noeraunodeesospetulantesqueseembardunabanelcabelloconpomadaeibandeunladoaotrode la casa con un bigotero. Era un hombre que daba poca importancia a suaspecto,yesoeraloqueleconferíaungranatractivo.—¿Sabesquérepresentanestosfuegosdeartificio?¿Marie?¡Oye,notevayas

corriendo!¡Teestoyhablando!Su tono de voz era ahora imperioso, casi autoritario. Marie se detuvo

obedientejuntoalapuertaporlaquehabíaestadoapuntodeescabullirse.—Disculpe,señorito,perolaseñoritamehapedidoquelaacompañe.Mariesediolavueltayseatrevióamirarloalosojos.Dehecho,lamiradade

reproche que ella le dirigió lo dejó algo confundido, pero luego extendió losbrazosycomentóentonoirónicoque,porsupuesto,lavoluntaddesuhermanaprevalecíafrentealadeél.—Asudisposición,señorito.Ellasedespidióconunapequeñareverencia,yalhacerlasediocuentadeque

aquelgestohabíasidomáscoquetoqueservicial.Mientrasbajabaporlaescaleradeservicioseesforzóporaplacarloslatidosdesucorazóndesbocado.«Noesnada»,sedijoparatranquilizarse.«Ynoseránada.Yonosoydignade

él.»

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Abajo,enelvestíbulo,reinabaunalegrealboroto.Unabetodeunostresmetrosdealturaseerguíaa izquierdade laampliaescaleray,por loqueMariepodíaver,Elseestabaocupadadisimulandoel soportedel árbolcon ramasdeabeto.Robert sehabíaencamaradoen loaltodeunaescalerade tijeraycolocaba lasúltimasvelasrojassiguiendolasinstruccionesdelaseñora.Auguste,laseñoritaJordan y la cocinera habían traído unas cajas de cartón de colormarrón y lashabíandejadoenelcentrodelvestíbulo.Ahídebíandeestarlosadornos.—Robert, creo que es suficiente. Y no olviden por nada del mundo tener

cubos de agua preparados en las esquinas. En una ocasión, en Pomerania unahaciendaquedócalcinadaporelfuego…—¡Oh,mamá!—selamentólaseñoritaElisabeth—.Todoslosañoscuentasla

mismahistoria.—Nuncaestádemásrepetirlo,Lisa.Mariesehabíaapresuradodesdelacocinayhabíaabiertolapuertaquedaba

al vestíbulo para admirar aquel abeto fantástico. Despedía un intenso olor aresinaquelerecordólasmisasdeNavidadenlabasílicadeSanUlricoySantaAfra.Esedíalashuérfanasteníanqueponersesusprendasbuenasyacudiralaiglesiaenformación,atravesandoloscallejonesoscuros,cogidasdelamanodedosendos.DurantevariosañosellahabíaidoconsuamigaDodo.Peroyahabíapasadomuchotiempodesdeaquello.—No,Kitty.Noquieroquetesubasalaescalera.DejaquelohagaRobert.Tú

puedesiracercándolelasbolas.

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PobreRobert.Cadavezquelaseñoritaledabaunabolaroja,éllacogíacomosise trataradeunaboladefuegoardiente.Elamornoeraunabendición,sinounadesgraciatremenda.Eramuchomejornocederanteéldeningunamanera.—¡Marie!¿Quéhacesaquíplantada?Eralavozdelamadellaves,laseñoritaSchmalzler,queagarróaMariepor

loshombrosylallevóhacialascajasdecartón.Estasyaestabanabiertas,ysuinteriorrefulgíaconlasbolasdoradasyrojas,lasestrellasdepapeldoradoyelespumillónplateado,quesobresalíandelpapeldeperiódicoenelquesehabíanenvuelto.—Vamos, coge una bola y cuélgala en el árbol —le ordenó la señorita

Schmalzler—.Luegovetealacocinaysiguecontufaena.—Sí,señoritaSchmalzler.Extrajoconcuidadounade lasbolasdoradasyalhacerlovioque la señora

sonreía.AliciaMelzerparecíaestardisfrutandodeesemomento.Nodejabadedar órdenes sobre qué colgar y dónde, y subía y bajaba la escalera paracontemplar el árbol por todas partes, obligando al pobre Robert a acarrear laescaleradeunladoaotro.Éleraelqueteníamástrabajoyaquelasmujeressolollegaban a la parte baja del árbol.Al día siguiente, enNochebuena, colgaríantambién las figurasdepande jengibrequeellay lacocinerahabíanhorneado.Antes no, porque la experiencia había demostrado que ese sabroso adornodesaparecíamisteriosamente,conlocualyaenelprimerdíadelasfiestasapenaseraposibleencontraruncaballitoouncorazónentrelashojasverdes.—Robert,noteolvidesderepartirluegolosregalosentrelosnecesitados—

comentólaseñoracontemplandoelárbolconojocrítico.—Disculpe,señora,perotengoencargodesacarapatinaralasdosseñoritas.

ElseñoritoyelseñorBräuernosacompañaránacaballo.—¡Oh, vaya! —dijo Alicia Melzer, contrariada—. ¿Por qué nadie me ha

advertidodeello?—Ha sido una de esas grandes ocurrencias de Paul, mamá —intervino

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entonces la señorita Elisabeth—. Ni siquiera nos lo preguntó a Kitty o a mí.¿Verdad,Kitty?Katharina estaba de pie sobre un taburete colgando un pequeñomanojo de

espumillónsobrelasramas.Estabatanabstraídaqueselimitóaasentir.—¿DicesquePaul lohaorganizado?—preguntólaseñora,mástranquila—.

Bueno, la verdad es que es una buena idea, sobre todo con este tiempo tannavideño.SeñoritaSchmalzler,dígaleaGustavquerepartaalgunospaquetes.Sinoessuficiente,mireaverquiénestádisponible.—Asíloharé,señora.Marie supuso quién iba a ser esa persona. Pero antes tuvo quemondar las

patatasparalacena,lavarlaverduraycortarlascebollasparaelestofado.Luegofregóvariasbandejasdehorneary,encuantoelárbolestuvodecoradoyentodosu esplendor, tuvo que barrer y limpiar el vestíbulo. Cuando hubo terminado,Mariecontemplóconunsuspirolasbaldosaslimpiasybrillantes:mástarde,losjóvenes señores regresarían de su excursión invernal y se pasearíantranquilamenteporelvestíbuloconlasbotaschorreandoagua.—¡Marie!¡Venaquí!¡Vasaencargartedellevarlosregalos!—gritólaseñora

Brunnenmayerdesdelacocina.Lanocheanteriorlasdoshabíanpreparadoyenvueltolospaquetesenlamesa

delacocina.Todosconteníanlomismo:diezgalletasdeNavidaddentrodeunabolsadecorada;unasalchichadehígadoyunamorcillaenvueltasenpapel;unabotellita de vino tinto que Robert había descrito como «caldo peleón devendimiatardía»yunretaldeteladealgodónestampadaque,segúnlaseñoritaJordan,erainsuficienteparaunvestidoydemasiadoparaunacamisa.Erantelasde la fábrica en las que el estampado no había salido bien, unas piezas quedeberíanhabersedesechadoperoqueasíadquiríanutilidad.—Toma.Hayquellevarestostrespaquetesalaciudadbaja.Conoceslazona,

¿verdad?La cocinera le había colocado los regalos en una cesta grande y le había

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adjuntado las direcciones escritas en un papel.Marie leyó los nombres de lascallesysediocuentadequeseencontrabanenlazonamáspobredelaciudad.—¡Quenoterobennada!—leadvirtiólacocinera—.Atanpocosdíasdelas

fiestas,porlacallehaymuchagentuza.—Iréconcuidado.Sepuso loscalcetinesgruesosyseenvolvió loshombrosconelpañuelode

lana que le habían regalado. El frío no la asustaba, pues en su vida ya habíapadecido mucho; lo único que no le hacía gracia era la posibilidad deencontrarseconsusanterioresseñores.Cuandosalióalpatioporlaentradadeservicio,unosdelicadoscoposdenieve

semecíanenelairegélido.Desdeelparquelellegóeltintineoacompasadodeunos cascabeles, seguido de unas voces alegres y resoplidos de caballos.Entoncesporelcaminoasomóunjinete,quedoblóendirecciónhacialavilla;leseguíauntrineorojoyrelucientetiradopordoscaballosyunsegundojineteenlaretaguardia.Lacomitivaparecíaquererdarunavueltadehonorentornoalaglorieta nevada que había frente a la entrada de la villa antes de sembrar elpánicoenlosbosquesypradosdelentorno.—¡Eh!¡Marie!—EralavozdelaseñoritaKatharina—.¡Sube!¡Haysitioen

eltrineo!Marie nunca había visto un trineo tan magnífico. Parecía una carroza

descubierta.Robert iba en el pescante y las dosmujeres estaban sentadas unafrentealaotra,bienenvueltasenmantasdecueroyabrigosdepiel.—Por favor,Kitty.—Se oyó decir a la señoritaElisabeth—.Seguro que la

ayudantedecocinatieneotrascosasquehacerquepasearseconnosotras.Eljovenseñorsaludóalegreconlamanohaciaunaventanadelprimerpiso,

desdedondeposiblementelaseñoracontemplabaalgrupo.Lospatinesdeltrineocrujieron y resbalaron en el camino de guijarros, ya que el jardinero habíabarrido la nieve de ahí a primera hora de la mañana. Marie no pudo ver alsegundojineteporqueelairelearrojólanieveencima,obligándolaacerrarlosojos.Secubrióelcabelloconelpañueloysetapóelpecho.

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«¡Procura no resfriarte por el camino!», le había advertido con malicia laseñoritaJordan.Conesefríotodosestabancontentosdequedarseenlascálidasdependenciasdelservicio.Mariepartióconpasofirme.Habíaaveriguadoquelaspuertasdehierrodela

entradadelparquenohabíansidoencargadasporeldirectorMelzer.Dehecho,en el siglo pasado la gran extensión que formaba el parque donde ahora seencontrabalamansiónhabíasidounjardíncreadoporunprósperocomerciantedeAugsburgo.ElseñorMelzerhabíainstaladosufábricadepañosnomuylejosdeaquelbellojardíny,alcabodelosaños,consiguiócompraresetesoroalosherederosdelcomerciante.MientrasMarie se aproximaba por la calle a las instalaciones de la fábrica,

pensóqueeracuriosoquelamansióndeladrillorojoyelparqueconsusárbolesextrañossehubierancompradoconeldineroganadoenlasoscurassalasdelasfábricas.¿Cómoeraposiblequedeaqueldinerosurgierancosastanbellas?EncuantodejóatráslapuertaJakober,lascallessevolvieronmásestrechas,

los edificios parecían derruidos, e incluso en el adoquinado se advertían unosbachesprofundos.Ahínadieapartabalanieveyhabíaqueaventurarseporunoscaminos que transcurrían junto a las casas; los carros y los carruajes evitabanesoscallejonesportemoraromperlasruedasylosejes.Losniñoscorríandeunladoaotroyselanzabanbolasdenieveentresí;otrospermanecíanquietos,depie,tiritandoenlasesquinasycuchicheando.Otros,yamásmayores,sehabíanhechoconunoscigarrillosyfumabanporturnosdandocaladasansiosas.CuandoMariepasóanteellossedieroncodazosentresí,yunoseatrevióaabordarla.—¡Eh,tú!¡Enséñameloquellevasenlacesta!Seoyóentoncesunagranrisotada.Mariesabíadequépiecojeaban,amenudo

había tenido que lidiar con ese tipo de gente. Eran escandalosos, pero nopeligrosos.—¡Fíjate! ¡Apenas tiene bigote y ya fuma!—le espetó—. ¡Anda, lárgate o

sabrásloqueesbueno!Muyprontodioconlaprimeradirección.Leabriólapuertaunamujerobesay

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desaliñadaquelearrebatóelpaquetedelasmanos.—¡Yaerahora!BastaronesaspalabrasparaqueMariesevieraenvueltaensuhedoraalcohol.—DilealaseñoradeldirectorquemuchasgraciasyfelizNavidad.—¡FelizNavidadtambiénparausted!Unhombreseacercópordetrásdelamujerarrastrandolospiesyreclamando

deformaenérgicaelpaquete.—¡Esmío!¡Apartaesosdedosapestososdeahí,putaborracha!ComoMarieno teníaganasdecontemplar laescena,sedespidióapresurada

con laexcusadeque teníaqueentregarel siguientepaquete.Estavez le llevómástiempoencontrarlacasa,yaquelanumeraciónsehabíaalteradoacausadelademolicióndeunedificio.Finalmente,traspasarjuntoaunretreteapestoso,subióporunaescalerainsegurayllamóaunapuerta.Le abrieron dos pequeños: un niño rubio y una niña de pelo castaño que

llevabaungatoblancoynegroenelbrazo.—Mamánoestáencasa.—Traigounregalo.UnregalodeNavidad.Dejadloenlamesadelacocina,

peronoloabráishastaquemamállegueacasa,¿entendido?Los dos abrieron los ojos por la sorpresa y prometieron hacerlo así.Marie,

vacilante,observólapuertayvioquenoaparecíaelnombredelinquilino,peroalfinaldecidióqueaqueleraeldestinodelpaquete.Bajó la escalera aliviada. Solo le faltaba entregar un paquete y habría

terminado.¡Cómodeseabavolverjuntoalaestufadelacocina!¡Yuncaféconleche,talvezacompañadodeunagalletadejengibreenformadecorazón!Devueltaenelcallejón,unhombrequearrastrabaunacarretillaconunbarril

estuvoapuntodetirarlaalsuelo.—¡Mirapordóndeandas!—gruñóenfadado.Durante un rato ella lo siguió mientras trataba de encontrar la última

dirección;luegoélsedetuvofrenteaunataberna.Mariesepercatóentoncesde

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queellatambiénhabíallegadoallugarquebuscaba.Encimadelaentrada,leyóenunletrerodestartalado:ELÁRBOLVERDE.—¿Vive aquí la señora Deubel? —preguntó a la mujer desaseada que

contemplabacondesconfianzaelbarrilqueleestabanentregando.—Arriba.MientrasMariesubíaporlaestrechaescaleraoyóasuespaldalasvocesque

daba la tabernera, que al parecer no estaba satisfecha con el aguardiente queacababaderecibir.Laescaleraera fríaycirculaba lacorrientey,al llegara lapuerta de la vivienda en la que se leíaDEUBEL, sintió la tentación de dejar elpaquete allí delante sin más y marcharse a toda prisa. Sin embargo, cuandoestabasopesando esa idea, la puerta se abrió con un crujido y asomó la narizdoblada y la barbilla afilada de una anciana. La señora Deubel llevaba unpañuelo de lana en la cabeza que le llegaba casi hasta la frente. Sus ojospequeñosybrillantesdabanaentenderque,peseasuaspecto,lamujernoestabasenil,másbienlocontrario.—Vienes de parte de la señora del director Melzer para traer el regalo de

Navidad,¿verdad?Entoncesentra,chica.Estáshelada.AMarielaancianaleresultóunpocoinquietante,quizáporelcontrasteentre

sucuerpofrágilysumiradavivazeinteligente.—Muchas gracias, señora Deubel. Solo quería entregarle el paquete; tengo

queregresar.Talvez laancianaestabamejorde lavistaquedeloído.Encualquiercaso,

ignorólaexcusadeMarieysemetiódentro.Marieentróvacilanteenlapequeñahabitación. La estancia tenía una decoración muy estrafalaria, pero la estufaestabaencendidayelambienteestabaasombrosamentecaldeado.—Déjaloenlacómoda—leordenólaancianamientrassesentabaenunasilla

demimbreconcojines—.Yaséloquetiene.Todoslosañoseslomismo.Lassalchichas están bien y el vino se lo regalo ami yerno.Mi hija no lo quiere.Lleva la taberna de abajo y sabe de cervezas y vinos. Siéntate en el taburete,muchacha.Seguroquetienesunosminutosparaunaanciana.

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—Laverdadesquedeberíaregresar…No obstante, se sentó en el taburete y atendió a la cháchara de la mujer

mientras el calor le ibapenetrandoen losmiembrosateridos.En lahabitaciónhabíaunosobjetosmuyextraños,unostrozosdemaderaenlosquealguienhabíatallado, sin terminar,personasyanimales.Eracomosi esos seresdesdichadosintentaran liberarse de lamadera en la que aún estabametida una parte de sucuerpo. Sobre la cómoda destacaba el busto de piedra de una joven.Tambiénaquellaesculturaseencontrabaamedias:lacaraestabaacabadamientrasqueelpeloapenasseinsinuaba.Mariecontemplóatentamenteesacabezadepiedraytuvolaextrañasensacióndehaberlavistoantes.Sedijoquetalvezaquelloeraefecto del calor de la estufa y el parloteo de la anciana. Cuando pasabamuydeprisadelfríoalcalordeunaestufasemareabaunpoco.—Ahora que te miro, muchacha, me parece que te conozco. ¿Eres de

Augsburgo?—Sí,claro,yo,bueno,yo trabajédecriada.Puedequemeviera algunavez

porlacalle.Hacíalascomprasymellevabaalosniños.—Oh,no,no.Haceañosquenobajoalacalle.Yosiempreestoyaquíarriba,

juntoalaestufa,esperandoaquemihijametraigadecomer.Dime,¿eresunaHofgartner?AMarieelcorazónlediounvuelco.Esamujersabíasuapellido.¿Cómoera

posible?—Sí.MellamoHofgartner,MarieHofgartner.—Marie—dijolaancianaasintiendo—.Puesclaro.Asíescomosellamabala

pequeña.Marie.Pobrecita.Nolaquisonadieylallevaronalorfanato…—¿Dequiénestáustedhablando?—balbuceóMarie.Laancianalamiróconsusojosbrillantes.Laescrutóconsumiradadespierta

yvolvióaasentir.—Lo he visto enseguida. Tienes los ojos de tu madre. Como era medio

francesa,teníaesosojosdelasedanegra.Unosojosenlosqueunosepodíaverreflejado.

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—¿Conocióustedamimadre?—musitóMarie.QueMarie supiera, sumadre habíamuerto de tisis y estaba enterrada en el

cementerioHermanfriedhof.Eraunamujerpobreynolehabíadejadonada,nisiquieraelnombredesupadre.Eraloúnicoquesabíadeella.Todolodemáslohabíadeducido,imaginadoeinventado.—Si tú eresMarie Hofgartner, entonces sí que conocí a tu madre. En esa

épocavivíaaquí.Primeroteníalasdoshabitacionesdeallado,peroluegosolopudocostearseesta,e,inclusoasí,amenudonosdejóadeberdineroporqueselogastabacomprandocolores,papelylápices.A Marie le pareció estar soñando. La anciana inquietante, la estancia

extravaganteen laquesumadrehabíavividoenotraépoca.Aquellonopodíaser cierto. Tenía que referirse a otra mujer, una que también se llamabaHofgartner.Noeraunapellidotanraro.NitampocoelnombredeMarie.Teníaquetratarsedeunaconfusión.Otalvezesaancianaseloestuvierainventandotodo.¿Quétonteríasdecíaahora?Luise Hofgartner pintaba cuadros y era su forma de ganarse la vida. Al

principio trabajabapara familias acomodadas, haciendo retratos de los niños acambiodedinero.Luego,cuandoenfermó,susencargosbajaron.Tosíamuchoynoladejabanentrarenlascasas.—Siempre que iba a pintar te llevaba con ella. Era una buena madre. Y

cuandosupoqueseibaamorir,laideadequenadieseharíacargodesuhijaladesesperaba.Sinembargo,tambiénesaHofgartnereraobstinadayarrogante.Sialguienno

legustaba,nolopintaba.Pormuchoqueleofrecieraesapersona,ellapreferíaendeudarseyquelafiasen…—Y entonces un buen día vinieron unos hombres y se llevaron todas sus

cosas.Losmuebles,queaúnerande…Lapuertaseabrióconuncrujidoylaancianacalló.Bajoelumbralaparecióla

taberneraqueMariehabíavistoantesabajo,enlacalle.Llevabaunabandejaconunplatodepanyquesoyunatazahumeante.

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—¿Qué le hablas a la chica tanto rato?—rezongó empujando a un lado elpaquetedelregaloparacolocarlabandejaenlacómoda.—¿No lo ves,Mathilde? ¡Es la niña Hofgartner!Marie. ¡Quémayor se ha

hecho!Ademásesguapa,igualqueLuise…La tabernera necesitó algo de tiempo para asimilar la noticia. Contempló a

Marie,luegoasumadreyluegootravezaMarie,queseguíainmóvilsentadaeneltaburete.—¿TúeresMarieHofgartner?—YomellamoMarieHofgartner,peronosési…Lataberneranilaescuchó.Ensucarasedibujóunamuecaylamirócomosi

fueraunaladronapeligrosa.—ConqueMarieHofgartner,¿eh?¿Ytútraeslosregalos?¿Acasotrabajasen

lacasadelseñorMelzer?Marieasintióydijoque,enefecto,trabajabaenlacocinadelavilla.—Vaya,vaya—musitólatabernera—.Asíqueenlacocina…—¿Te acuerdas, Mathilde? —preguntó la anciana con voz ronca—. ¿Te

acuerdasdecuandovinieronesoshombresysellevaronsuscosas?Losmuebles,laropa,inclusoeledredón.Ytambiéntodoloqueusabaparapintar.Permanecióimpasible,abrazandoasuhijaydejándoloshacer.Fueuna injusticiaporpartede…—¡Cierra el pico! —la interrumpió la tabernera—. Eso no es de nuestra

incumbencia.Nosabemosnadadeeso.Nisiquieralosvimos.Laancianadirigióunamiradamalhumoradaasuhijaa lavezquemovía la

mandíbula inferior como si comiera. Era evidente que apenas le quedabandientes.—Pero fue una injusticia —insistió, enojada—. Un auténtico pecado. Sin

duda,Dios,NuestroSeñor,fuetestigodeaquello.Marie iba a intervenir para preguntar quién había dado la orden de llevarse

todos los muebles, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra lataberneralaagarróporelbrazo.

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—Anda, márchate —le ordenó—. Y no vuelvas por aquí, ¿entendido? Noquierovolveravertenuncamás,MarieHofgartner.La agarraba con fuerza, le dejaría una señal. Pero su mirada aún era más

severa.Marietuvolacertezadequeestabadecididaacumplirsupalabra.—Noentiendo…—Nifaltaquehace.¡Márchate!Mariemiróalaancianaenbuscadeunaexplicación,peroparaentoncesesta

estaba ocupada mojando el pan en el café caliente para masticarlo con másfacilidad.Mariesintióuntremendoenojo.Primerolecontabantodasesascosasyluegolaechabandemalasmaneras.—Muchasgraciasporsuhospitalidad—dijoenuntonocargadodeironía—.

YfelizNavidad.Recogió la cestavacíay al salir diounportazo.Yaen la escalera, oyóa la

taberneraregañaralaanciana.—¿Acasotehasvueltoloca?¡Tehasidodelalengua!—La verdad es la verdad. ¿Y a mí qué me importa si el señor Melzer se

enfada? Llegará un día en que el Señor lo castigará por sus pecados. Yo soyviejayprontomoriré.—¿Yno te preocupaperjudicarme? ¿Esquepiensas queyo tambiénquiero

morirpronto?Esoesmuypropiodeti,vieja…Mariesequedóparalizadaenlaescalera.¿Habíaoídobien?¿Laancianahabía

mencionadoal señorMelzer?¿Acaso fueélquiensehabíaquedadocon todoslosmueblesdelaquedecíaqueerasumadre?¿Ellateníadeudasconél?Abajolapuertadelatabernaseabrióyvarioshombresalborotadosentraron

pidiendocervezayreclamandoalatabernera.Mariebajólaescaleracorriendoysaliódelacasa.La calle la acogió conun frío intenso.Se echó elmantónpor encimade la

cabezaparaprotegerselasorejasmientrassentíacomoelfríoglacialletrepabapor las piernas. Tanto daba: tras media hora andando a buen paso podríacalentarseenlaestufadelacocina.Mejornodarlemuchasvueltasaesemontón

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dedisparatesquelehabíacontadolavieja.Abuenseguroselohabíainventadotodo. Su madre jamás fue pobre: había sido una mujer rica y feliz y habíaqueridomuchoasupadre.Lostreshabíanvividoenunacasabonitadelaciudadaltahastaqueellosmurieron.Asíhabíasido todo.Ella losabía.Teníaqueserasí.Asíselohabíaimaginado.Pero si la anciana hubiera estado contando mentiras, esa tabernera tan

desagradablenosehabríaenfadadotanto.«Laverdadeslaverdad»,habíadichola anciana. El directorMelzer se había llevado los muebles de una tal LuiseHofgartnerporqueellahabíacontraídodeudasconél…—¡Aquíestádevuelta!—exclamóunaalegrevozmasculinaasusespaldas.Ensimismada en sus pensamientos, no había oído siquiera el tintineo de los

cascabelesdeltrineo.Algirarse,vioqueloscaballosseaproximabanyquesusollaresdespedíanvaporacausadelairefrío.Robertllevabanieveadheridaenlapartedelanteradelachaquetaoscurayenlagorra.—¡Marie!¡Diosmío!Pobrecita,estámediohelada.Era la señoritaKatharina. Se inclinó hacia delante y tiró de la chaqueta de

Robert.—¡Para!¡Paraloscaballos,Robert!Dejaquesuba.Robert obedeció. Los dos caballos castaños se detuvieron de mala gana

porqueestabanansiososporllegarasuestabloydisfrutardesumontóndeheno.—¡PorDios,Kitty!—gimiólaseñoritaElisabeth,que,embutidaensuspieles,

parecía una gallina engolada de plumas rojizas—.Para lo que le queda, ya lopuedehacerapie.De hecho,Marie pensaba lo mismo, pero nadie le preguntó su opinión. El

jovenseñoritodescabalgódesucaballotordoyledijoaRobertquenosebajara.Abrióconagilidadlapuertalateraldeltrineoydesplególaescalerilla.—Porfavor,señorita—dijoconpicardíaaMariealtiempoqueleofrecíael

brazo—.Debajodelasmantasseestámuycaliente,ysiaunasíustedtienefrío,podemos ofrecerle un frasquito de vino caliente y media caja de galletas deNavidad.

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No le quedó más remedio que subir al trineo; negarse habría sido casiofensivo.Contodo,noseapoyóenelbrazodeélysemontósinsuayuda.Elseñorito,porsuparte,recogiódelsuelolacestavacíayRobert lacolocóenelpescante.—Venaquí,Marie.¡Oh,vaya!Estáshelada.¿Deverdadquesolotieneseste

mantón fino para el frío? ¿Cómo es posible? Mañana hablaré con mamá.Abrígate bien, aquí, toma, aquí tienes un trozo demimanta de lana.Y ponteencimaesaspieles.¿Ybien?Muchomejor,¿verdad?Lástimaquelasbolsasdeaguacalientequenosdiolacocinerayaesténfrías.Oh,Marie,esfantásticoquenosacompañesunrato.QueridoseñorBräuer,¿noleparecequeMariecongeniaconmigo?—Sinduda,cómono,señoritaMelzer…Alfons Bräuer habló con algo de dificultad; probablemente no estaba

acostumbrado a cabalgar tanto rato bajo el frío invernal. El trineo dio unpequeñotiróncuandoloscaballosiniciarondenuevolamarcha;actoseguido,elvehículoempezóadeslizarseconsuavidad;loscascabelessituadosaladerechay a la izquierda de las portezuelas tintineaban y apenas se oía el roce de loscascossobrelanieveendurecida.—Parececomosivolara—comentólaseñoritaKatharina—.Lástimaqueno

estuvieras cuando hemos ido por el camino del parque. Hemos pasado pordebajoderamasdobladasporelpesode lanieve,elarroyoestabaheladoyelsilencioinmensodelanaturalezanosrodeaba.Marie notaba que poco a poco iba sintiendo las piernas; el calor repentino

hacía que los pies ateridos le dolieran. Con todo, lo más desagradable era lamiradapenetrantequeledirigíalaseñoritaElisabeth.—Elsilenciode lanaturaleza…Si solo seoían loscascabelesdel trineo—

apuntó.LaseñoritaKatharinaseechóareír.—Tienes razón, Marie. Pero, mira, hemos visto un corzo. Se ha quedado

inmóvilenmediodeunpradoalvernosy,cuandoyaestábamosmuycerca,ha

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huidohaciaelbosqueconunossaltosampliosyelegantes.Deberíamosdisfrutarmásamenudodelanaturaleza.Estavidaartificialdeciudad,entrelasparedesfirmesdelascasas…Esmuypoconatural.MehandichoqueenVienahayunasectacuyosmiembrosconstruyencabañasenelbosqueynadandesnudosenlosríos…—Kitty,teloruego…—exclamólaseñoritaElisabeth,escandalizada.LaseñoritaKatharinasoltóunarisasonora.Llevabaunabrigoblancodepiel

conelcuellolevantadoysehabíaatadoelsombrerodealaanchaconunchaldelana.Teníalasmejillasdelicadamenteenrojecidasylosojoslebrillaban.Estabamásbellaquenunca.—Vamosadarunavueltaporelparque—exclamó—.Meencantaveresos

viejosárbolesnevados.Parecenseresdeotromundo,comogigantesoelfosdelosbosques.Marieobservóque,aunquelaseñoritaElisabethponíalosojosenblanco,no

se opuso a la idea. Debía de ser consciente de que no había nada que hacer,puestoqueinclusoelseñoritosedeclaróafavordeconcederaMarieeseplacer.AlfonsBräuer,porsuparte,noseatrevióacontrariarasuadoradaKatharina.—Mira,Marie.¿Aqueesfabulosodeslizarsedeestemodo?¡Oh,Diosmío!

Seestáponiendoelsol.Vamosdirectamentehaciaesasnubesrosadas.Enefecto, el solhabía teñidode rojo lasnubesgrisáceasdelhorizonte,que

parecían transparentes e insinuaban aquí y allá la bola de fuego roja que sehundía detrás de ellas.Depronto, las nubes se abrieron y unos deslumbrantesrayosdeluzrojaseextendieronporelparque.—¡Quéhermosura!—susurrólaseñoritaKatharina.Incluso la señorita Elisabeth, que tenía que girarse para contemplar ese

espectáculo, parecía impresionada. El señorito detuvo su caballo y, por uninstante, el grupo permaneció quieto, admirando aquel cielo de inviernoencendidoylostonosrojizosdelanieve.—¡Estoeselbrochedeorodeestepaseo!—comentólaseñoritaKatharina—.

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Jamáshabíavistounatardecercomoeste.QueridoseñorBräuer, leestoymuyagradecidadequenosconvencieradequehiciéramosestaexcursión.—¿Yqué hay demí?—preguntó riéndose el señorito—. También fue idea

mía,¿verdad?—Losdostenéismiagradecimiento.Cuando llegarona la salidade lavilla,dieron lavueltayRobertcondujoel

trineo hasta dejarlo junto a la entrada para que las señoritas accedieran a losescalonesquellevabanalvestíbulo.LaseñoritaKatharinasediocuentaentoncesdequeMarielloraba.—¿Qué te ocurre? ¿Estás enferma? ¿Alguien te ha hecho algo? Dímelo,

Marie…—Es que… No lo sé —balbuceó Marie, con las lágrimas bañándole las

mejillas.Elseñoritolasujetóporelbrazocuandodescendiódeltrineo.Susojosgrises

laescrutaronconinquietudyllenosdecompasión.—¿Tengoyo laculpa?—preguntóenvozbaja—.Noqueríaburlarmede ti.

Enabsoluto.Solopretendíaquecompartierasnuestraalegría.—No,no—contestóella,asustada—.Notienenadaqueverconusted.Solo

sonmisnervios.—¿Tusnervios?—comentóburlonalaseñoritaElisabeth—.Nosabíaquelas

ayudantesdecocinatuvierannervios.Mariesearrebujóensumantón,hizounareverenciaalosseñoresysemarchó

atodaprisahacialaentradadelacocina.Ensufuerointernodeseóquenadielahubieravisto.

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—Buenastardes,Robert.—Buenastardes,señordirector.Ledeseounasfelicesfiestas.—Calma,Robert.Lasfiestasaúnnohanempezado.Detodosmodos,muchas

gracias.Robert, un poco cohibido, asintió con la cabeza. Esperó a que el señor se

acomodaraenelasientoycerrólapuertadelalimusinatansuavementecomolefueposible.Luegosubióysepusoalvolante.ElseñorMelzervolviólamiradahaciaelrelojdelafábrica,cuyaenormeyredondaesferapodíaversealolejos,sobrelaentradadeledificio.Encincominutosacabaría la jornadalaboral,unahora antes de lo habitual a causa de la Nochebuena. Pronto el sendero quellevabaalportóndelafábricasellenaríadegente,trabajadoresdeseandotomarelcaminomásrápidodevueltaacasa.—Arranque.¿Aquéesperamos?—Porsupuesto,señordirector.Elporteroseacercóatodaprisaparaabrirleselportón.ElseñorMelzerbajó

laventanillaparadesearlefelicesfiestasalbuenhombre,quesequitólagorraycontestóalgoquenooyóbienacausadelruidodelmotor,peroquesindudaerabienintencionado.Afuera,frentealportónaguardabaunamultituddemujeresyniños,queretrocedieronrespetuosamenteanteelavancedelcochedeldirector.ElseñorMelzersabíaelmotivodesupresenciaallí.EsedíasedabaunapagaespecialporNochebuenay lasmujerespretendían impedirquesushombressellevaraneldineroalataberna.

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El señor Melzer volvió a reclinarse en el asiento mullido y notó ciertomalestar.Casi siempre realizabael recorrido a pie: caminabaveinteminutos apaso firme, respirando hondo para llenar los pulmones de oxígeno. Con esemagníficotiempoinvernalinclusosehabríapermitidodarunpequeñorodeoporelparque.Pordesgracia,nohabíatiempoparaeso.Asusespaldas,lasirenadela fábrica empezó a sonar y Alicia estaría en la villa mirando el reloj conimpaciencia.JohannMelzerdetestabalaopulenciadeesascelebraciones.Quizásedebiera

aquedepequeñosiemprehabíacelebradolasfiestasdemanerahumilde,puesen su familia había muchos niños y poco dinero. Alicia, sin duda, las habíavividodeunmodocompletamentediferente.EnlafincadePomeraniasabíandecelebraciones;manteníanlasantiguascostumbresnavideñas,comíanybebíandeformacopiosa,habíainvitados,ysedabanalegrespaseosacaballoporelbosquey lacampiña…aunque las facturaspendientesseamontonasenenelescritoriodelpadre.Se obligó a cambiar el rumbo de sus pensamientos ya que no quería

indisponerse con su esposa. Ella no tenía la culpa de la prodigalidad de sufamilia.ObservóalpasarlacalleiluminadaporencimadelhombrodeRobertysealegródeque,porfin,losedileshubieranaccedidoainstalarlaslámparasdearco.Estabaoscureciendo,peroalolejossedistinguíanvagamentelaslucesdela ciudad.Reconoció algunas siluetas: la forma redondeada de la cúpula de latorredelayuntamientoyelperfilde labasílicadeSanUlricoySantaAfra.Elresto solo podía adivinarse. Al otro lado, refulgían las luces de las fábricas;tambiénenlasotrasempresaslajornadaestabaapuntodeterminar.MañanaeraNavidadylasmáquinasfuncionabanamediogas.La villa estaba muy bien iluminada. Además de las luces eléctricas de la

fachada,aderechae izquierdadelportaldeentrada,sehabíancolocadovariasantorchas en la nieve. Al día siguiente, cuando llegaran los invitados, eljardinero llenaría de antorchas el paseo de entrada y el portón. EraninstruccionesdeAliciayélnosehabíaopuesto.Todoloqueelladisponíaera

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elegante,dababuenaimpresiónyeramotivodenumerososelogios.Dehecho,elseñorMelzer se sentíaagradecidoconsuesposaporqueél eraalgo torpeparaestosmenesteres.Desdehacíaaños,Aliciaeraparaélunaesposafielyservicial,unacompañeraenlaquepodíaconfiar.Si pudiera ser un poco más severa con sus hijos… En su opinión, Kitty

disfrutaba de demasiadas libertades. Y Paul, claro. Ese muchacho podíapermitirse tantos deslices como quisiera porque su mamá estaba siempredispuestaaprotegerasuniño.ElseñorMelzersuspiróprofundamente.ElenojohaciaAliciahabíavueltoaponersedemanifiesto.—Yahemosllegado,señordirector.Roberthabíaaparcadoelcocheantelospeldañosdelaentradayahoraleabría

la puerta. El señor Melzer se apeó y dedicó un gesto de asentimiento a suempleado.Unchicolisto,eseRobert.Noselimitabaaconducir;tambiénsabíaalgo de automóviles, y más de una vez había realizado alguna que otrareparación.Enlamansiónestabanmuycontentosconél.Aliciahabíallegadoadecir que tenían que procurar que se quedara con ellos porque en unos añospodríaocuparelpuestodelaseñoritaSchmalzler.Teníamaderademayordomo;de hecho, era preferible tener un mayordomo a un ama de llaves. Daba másprestigioalacasa.Todo el mundo lo esperaba ya en el vestíbulo. Entregó el sombrero y los

guantesaAuguste,dejóqueElseloayudaraconelabrigoysequedóadmirandoel gran abeto.Habían encendido las velas y apagado la luz eléctrica para queresaltara aúnmás el efecto, y lo cierto era que tenía un aspectomisterioso ysolemne,sobretodoporquelaluztrémuladelasvelassereflejabaenlasbolasrelucientesproporcionandoalárbolundelicadoresplandordorado.—¿Noteparecehermoso,Johann?Alicia se le acercó, sonriente y feliz. El señor Melzer no tuvo valor para

decirlequeesadecoraciónnavideñaleparecíademasiadoopulenta.Enlugardeeso, asintió y musitó que todo estaba perfecto, como todos los años. Luego

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ofrecióelbrazoasuesposayjuntosrecorrieronelvestíbulohaciaelrelucienteárbolrojoydorado,frentealcualsehabíareunidoelserviciodelacasa.Todos lo saludaron. Robert, Gustav y su abuelo inclinaron la cabeza y las

mujereshicieronunareverencia.LaseñoritaSchmalzlerfuelaúnicaquenolohizo; consideraba esta costumbre anticuada e hizo el mismo gesto que loshombres.Alfondo,medioescondidadetrásdelarollizaseñoraBrunnenmayer,teníaqueestarMarie.ElseñorMelzersehabíatopadoconellaunpardevecesen el pasillo, cuando Kitty la hacía llamar a última hora del día. Se habíaconvertidoenunamuchachahermosayyanoparecíaunratoncillohambriento.Elparecidocon sumadreera asombroso,y eso,depronto, lepareció funesto.Apartódesíesta sensacióndesagradable,procuróesbozarunasonrisa jovialycomenzóeldiscursonavideñoderigor.—Estimados habitantes de este hogar, ¿o tal vez debería decir espíritus

bondadosos de esta casa? ¿Qué sería de la familiaMelzer sin vuestro trabajoconstanteyvuestroscuidados?Sindudahabríamos sucumbidohace tiempo alhambreyalfrío.Pronto se oyeron algunas risas. Esto complació al señor Melzer, que se

esforzóporseguirintroduciendobromasensudiscurso.Así,llamóalaseñoritaSchmalzler «la honorable guardiana de los tesoros de la casa», convirtió alanciano jardinero en «soberano de un reino demás de cienmil árboles» y laseñoraBrunnenmayerrecibióeltítulode«maestraenlosplaceresdelpaladar».Terminóeldiscursoconunagradecimientoatodoelservicioyeldeseodequeesabuenarelaciónprosiguieraenelfuturo.LuegoAliciasecolocóantelamesasobrelaquereposabanunoscoloridosyvariadospaquetesderegalos.Comoeracostumbre,sellamabaprimeroalosempleadosdemenorcategoría,enestecaso,Marie. La muchacha había ganado algo de peso y su cuerpo dibujaba ya lascurvasfemeninas.Paracelebrareldía,sehabíaquitadoelpañuelodelacabezaytodoelmundopodíaapreciarsumelenadensayoscura.Eraunajovenbellezaenfundada en un vestido a cuadros de algodón. Y ese modo que tenía decaminar.Noeraunaayudantedecocinaqueencogíaloshombrosyagachabala

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cabezacuandoeraelcentrodeatención.No.Al recibirsuregalodemanosdeAlicia,Marieavanzóerguidayconunasonrisaradiante,comodeprincesa.Denuevo,alseñorMelzerloasaltóunsentimientodeinquietud,quealpocotiempose convirtió en enojo. Durante la ceremonia reparó en que la muchachadisfrutabadeunosprivilegiosincreíblesenlacasa.Esolaecharíaaperder.Dehecho,suactitudyaeraprepotente,comosi,enlugardeserayudantedecocina,fueraamadellaves.Todoesoacabaríamuymalsiélnoleponíaremedio.Como todos los años, Eleonore Schmalzler expresó su agradecimiento al

personal, elogió a los señores por su indulgencia y su bondad, y corroboró loorgullosos que estaban todos de pertenecer al servicio de la villa. El señorMelzerpensóenlosplanesdesuesposay,porunmomento,sintiólástimadelaseñorita Schmalzler. Ella estabamuy apegada a su puesto y siempre lo habíadesempeñadoconlealtad,porloqueuncambiocomoaquelseríaundurorevésparaella.Detodosmodos,conociendoaAlicia,seguroqueyasehabíaocupadodelretirodeEleonoreSchmalzler.Al terminar, los empleados semarcharon y comenzó el siguiente punto del

programa.Arriba,enelcomedor,lafamiliateníayadispuestounbufetfrío;unatradicióndelacasaparaqueelpersonalpudieraacudiralamisadeNochebuenaenlacatedral.Lafamiliacelebraríaprimerounapequeñafiestayluegoacudiríaalamisavespertinaencoche,conducidoporelseñordirectorenpersona.—¿Hasvistocómolebrillabanlosojosdefelicidad?Alicia, que subía las escaleras delante de él, se dio la vuelta, sonriente. Se

habíaarregladoconesmero,sehabíarizadoelpeloyretocadoelcolor.Peseasus cincuenta y cinco años, su esposa conservaba cierto aire juvenil, algo quenormalmenteleparecíaconmovedorymuyatractivo,peroquedevezencuandolemolestaba.—Bueno,hassidomuygenerosaconella,querida.Suspalabrasdenotaronunligerodisgusto.ElseñorMelzernoerapartidario

delosregalos;dehecho,aélnuncalehabíanregaladonada,nideniñonimásadelante.Todocuantohabíadeseadoenlavidaselohabíatenidoqueganar.

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—Johann,Navidadsoloesunavezalaño.—Cierto.Yaveceslaspequeñascosassonlasquetraenmayoresalegrías.Seguro queAlicia se había percatado de la insinuación, pero no replicó. El

señorMelzersealegródeello.UnaNochebuenasinriñas.Teníaqueaprenderacontenerse.Dehecho,elmotivodesumalhumorerapensarquelasmáquinasdela fábrica permanecerían paradas durante todo un día. Y había encargosurgentes,telasestampadasquedebíanentregarsealcomenzarelaño.El comedor también estaba decorado de forma navideña: la mesa estaba

vestida con la mantelería de fiesta y sobre el aparador había dispuestasnumerosasbandejas llenasdeexquisiteces.Cuandovioeláspicde ternerayelpollo frío mejoró su humor, puesto que no había comido nada desde por lamañana.Elisabeth losestabaesperando,abrazócariñosamenteasupadrey lesdeseóaambosunasfelicesfiestas.—Antes teníamos que recitar versos —bromeó—. ¡Y cantar villancicos!

¡Cielos,quécontentaestoydequeesaépocahayapasado!Porprimeravezenesatarde,elseñorMelzersoltóunacarcajada.Losintentos

de cantar todos juntos fracasaban siempre por su propia torpeza y la deElisabeth. Alicia se mantenía estoicamente impasible al oírlos desafinar, peroKitty, que era tan musical como su madre, se lamentaba y decía queconseguiríanqueselecayeranlasorejas.—¿DóndeestánPaulyKitty?—EstánenlahabitacióndeKittyenvolviendolosregalos—explicóElisabeth.—Haceratoquepodríanhaberterminado—refunfuñóelpadre.Nodijonadamás,perosepropusohablarconAliciaaldíasiguientesobrela

necesidaddequeloschicosseacostumbraranaserpuntuales.Además,tendríanquehaberestadopresentesenelvestíbuloparadarlasgraciasalservicio;afindecuentas,ellostambiénformabanpartedelacasa.—Iréabuscarlos.ElisabethseapresuróasalirhaciaelpasillomientrasAliciaencendíalasvelas

en lamesa.Teníauna sonrisaalgo inquieta;comonopodía serdeotromodo,

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había notado la impaciencia de sumarido y él se sintió culpable por ello.Deningunamanerapretendíaarruinarlaveladaasuesposa,pueseraconscientedelailusión,casipueril,conqueellasepreparabaparaesasfiestas.—Todo tiene un aspecto estupendo,Alicia.Y ese áspic de ternera se huele

desdeaquí.Ellalededicóunasonrisaalegre.Alicialohabíaencargadoporquesabíaque

eraelplatopreferidodeél.—¿Podríasencenderlosdoscandelabrosdelaparador?Meparecemásbonito

cenaralaluzdelasvelas.—Porsupuesto,querida.¿Para qué se habría molestado él en instalar luz eléctrica en todas las

habitaciones si a ella le gustabamás sentarse a la luz de las velas?Con todo,logró contener su creciente malhumor. Sobre todo porque en ese momentollegaronKitty,PaulyElisabeth.—¡Feliz Navidad, papá! ¡Qué bonito está todo, mamá! Y qué bien huele.

Agujasdeabetoyfiambre.¡Lacombinaciónperfectadearomasnavideños!Quédiferenteseransushijas.Elisabetheramásbien tranquila, rellena,y su

aspectoeraparecidoaldelamadredelseñorMelzer.Eraunamuchachaquenoresultabaatractivaaprimeravista.Porotraparte,ademásdelfísicodesuabuelapaterna,lachicahabíaheredadodeellasucapacidaddeimponersuvoluntad.LocontrarioqueKitty,queseparecíamásalafamiliaporpartedemadre,losVonMaydorn.Erauntorbellinollenodeencanto,hermosayseductora,peroalavezsensibleyconpropensiónarápidoscambiosdehumor.—Hemospreparadounasorpresaenelsalónrojo,papá.Eltorbellinoloabrazóylediounbeso,leapretósusrizosperfumadoscontra

lamejilla,yafirmóquellevabasemanasesperandoconilusiónesavelada.Paulse limitó a desear unas felices fiestas a sus padres. No le dedicó un abrazoporquesabíaquesupadrelohabríarechazadocomouna«falsaalharaca».Desdeelincidenteenlafábricadehacíaunassemanas,larelaciónentrepadreehijoeratensa.

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—En tal caso, vamos a ver qué nos ha preparado la señoraBrunnenmayer.Dametuplato,Johann.DejóqueAlicialesirvieraporquesabíaqueaquellolahacíafeliz.Losdemás

sesirvieronyluegotomaronasientoconlosplatosllenos.ParaelseñorMelzeresemododecomereramuchomásagradablequelosbanquetesformales,enlosquehabíaquedarconversaciónalacompañantedemesadeturnoyesperaraqueellacayosirvieralosplatos.—Denuevo,mamá, está todo fantástico.La ensaladade ave esunadelicia.

Peronopuedoconelrosbif,¡estámediocrudo!—Está delicioso, Kitty—afirmó Paul—. Tal y como debe ser. Por cierto,

¿sabesquelostártarosseponíanlacarnecrudadebajodelasillademontarparaablandarla?—Muchasgracias,ahorasíquenopiensocomermásdeeso.—Hablandode sillas demontar—dijo el señorMelzermientras tomabaun

pocomásdeáspic—,heoídoquehasvendidolatuyaaAlfonsBräuer.Paul se habría abofeteado en esemomento, pero lo cierto es que élmismo

habíadadopieasupadre.Enefecto,admitió,habíaqueridotenerundetalleconelbuenodeAlfons,quelehabíapreguntadomuchasvecesporlasilla.Dehecho,élyateníalaotra,ladelabuelo,quesumadrehabíatraídodePomerania.ElseñorMelzernotóqueahíhabíagatoencerrado,sobretodocuandoAlicia

dirigióunamirada inquisitivaasuhijo,perono insistió.SiAlicianoestabaalcorrientedelasunto,esosignificabaquesuhijoconfiabaensalirélsolodesuestupidez. Solo podía esperar que Paul no siguiera los pasos de su familiamaternaynohubieraadquiridodeudasdejuego.Entretanto, Kitty elogiaba al joven Bräuer. Era una persona realmente

encantadora y bondadosa, afirmó; se lo habían pasado muy bien juntos, y laexcursiónentrineohabíasidoideadeél.—Esunmuchachomuycapaz—corroboróenseguidaelseñorMelzer.Alfons Bräuer ya se había vuelto indispensable en el banco privado de su

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padre. A pesar de su juventud, era astuto como un zorro. Sin duda, habíaaprendidomuchascosasdesuprogenitor.—Vaya,vaya,¿acasotegusta?¿Tehapedidoenmatrimonio?Alicia le había hablado de tres proposiciones queKitty había rechazado.El

señorMelzer hubiese lamentadomucho que la del jovenBräuer fuese una deellas.—Por supuesto que no, papá. Pero no creo que la aceptara. Para mí, él es

comounhermano,comoPaul,soloquemástiernoydemásconfianza.—Vaya,muchasgracias,hermanita.¿Asíquenosoydefiar?Kitty se encogiódehombrosy frunció los labios.Caramba,vioque suhija

podíaserunaauténticatentación.PobreAlfonsBräuer.—Bueno,túnuncaestásporaquí,siempreandasporMúnich…El señor Melzer habría podido preguntar entonces a su hijo acerca de sus

progresos en los estudios. Sin embargo, aquella habría sido una preguntatraicionera ya que él había hecho sus propias averiguaciones. Pero eraNochebuenayprefirióposponeresacharlaparamásadelante.—¿Puedesservirmeunpocomásdeáspic,querida?—preguntóasuesposa.—Porsupuesto,querido.Seenfrascóentoncesensuplatoydejóquesuesposaysushijossiguieranla

conversación.Fueunacenaalegreyanimada,enlaquesealzaronlascopasenvarias ocasiones y se brindó por mamá, por él y, de nuevo, por la Navidad.Luego,KittyyPaulloscondujeronalsalónrojo.—Cerradlosojos.Nomiréishastaqueyodiga.Seoyóel ruidodeunascerillasencendiéndose, loscuchicheosdeKittyy la

respuestanerviosadeElisabeth.—¡Ya!HabíancolocadoydecoradoaescondidasunárbolpequeñodeNavidadque

ahoraresplandecíaconlasluces.Losregalosestabanrepartidosentrelamesayelsuelo.—¡Oh! Qué bonito lo habéis dejado. ¿Has visto, Johann? Antes éramos

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nosotroslosquesorprendíamosalosniñosyahoraesalrevés.—Tienesrazón,querida.Élseaclarólagarganta;lafelicidaddelosotrosloconmovía.Enelfondo,se

dijo, podían sentirse orgullosos de sus hijos, aunque las sorpresas no siemprefueran lasqueunpadrehabríaesperado.Esamaníadedecorarárboles…Esascosasnosehacíancuandoélerapequeño.Secolgabaunaguirnaldaverdeenlapuertadelacasay,alosumo,seponíanunasramasdeabetoenelsalón.—¡Parati,papá!Elisabethlehabíacompradounestucheparalasgafas,depieldelamáxima

calidadconungrabadodorado.Unregaloprácticoysensato.Notóquesesentíafelizalverqueaélgustabasuregaloy,conungestotorpe,lediounapalmaditaen el brazo. Elisabeth necesitaba que le dieran ánimos, ya que, al parecer, elasuntodel tenientesehabíaquedadoennada. Inclusoélsehabíapercatadodequesuhijasehabíaenamoradodeaquelmuchacho.Elintercambioderegalosprosiguió.AAlicia,éllehabíacompradouncollar

de oro blanco con brillantes y aguamarinas y a sus hijas, pulseras de oro yrubíes.Paul,porsuparte,recibióunaplumaestilográfica,unmodeloamericanoquehabíaadquiridoatravésdeunsocio.Porsupuesto,Aliciatambiénhabíasidogenerosaconsuscompras.Habíaencargadoparaélunconjuntodegemelosyalfiler de corbata. Sobre una piedra de color azul oscuro destacaba sumonograma,«JM»,rodeadoporunaguirnaldadorada.—¿Quéosparecennuestrasobrasdearte?—quisosaberKitty.Paul tenía que andar muy mal de dinero. Había compuesto unos poemas

bastanteaceptablesyloshabíaescritoconbuenacaligrafíaalpiedelosdibujosde su hermana.El señorMelzer se abstuvo de hacer comentarios irónicos.Almenos su hijo había demostrado ingenio. Por otra parte, le resultaba difícilapreciar losdibujosdeKitty,puesélmismoera incapazde trazarsiquieraunalínearecta.—Son muy bonitos, mi niña —dijo para elogiarla—. Sobre todo este de

nuestroparque.Locolgaréenmioficina.

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Para su sorpresa, una sombra cruzó el semblante de Kitty, que enseguidasonrióconpicardía.Menudaactrizestabahecha.—Ese dibujo no es mío, papá, pero a Paul le gustó tanto que decidimos

incluirlo.—¿Noes tuyo?—sesorprendióAlicia—.¿Quién lohapintado?¿Acasoha

sidoPaul?Kittyrio.No.Paulparadibujareracomosituvieradosmanosizquierdas.—LohapintadoMarie.ElseñorMelzercreyóhaberoídomal.—¿Marie?¿QuéMarie?—Marie,mimodelo.Tienemuchísimotalento,papá.Deberíamosayudarlaen

sucarreraartística,es…—¿EstáshablandodeMarie,delachicaquetrabajaenlacocina?Su voz era cortante, colérica. Su buen humor se había esfumado de golpe.

Kitty enmudeció y sus inmensos ojos azules le dirigieron unamirada llena dereproche.Élera incapazdecontener larabiaquesentíaensu interior.Unaartista.Un

grantalento.Tambiénenesolajoventeníaqueparecerseasumadre.Yencimapretendíanqueéllaapoyase.—NomegustanadaesaextrañarelaciónquetienesconMarie,Kitty.Lajovenfueaobjetaralgo,peroélseloimpidióconungestodelamano.—Apartirdeahoraesosposadossehanacabado.Aunaayudantedecocina

no se le ha perdido nada en tu habitación. Y si me entero de que alguiencontravienemisórdenes,despediréalachicaalinstante.Tras ese arrebato, todos se quedaron en silencio. Kitty entrecerró los ojos

hasta que se convirtieron en unas estrechas hendiduras azules. Estaba muycontrariada.Paulsemordióellabio.Elisabethdibujóunasonrisa.—Tenemos que cambiarnos para ir a misa —dijo Alicia al cabo de una

eternidad—.Chicos,apagadbienlasvelas.

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19

MarieasistióalamisadeNavidadjuntoconlosdemásmiembrosdelservicio.Porprimeravezenlavidanohabíatenidoquearrodillarseateridadefríoenelbancodelaiglesia,puessuregalohabíaconsistidoenunabrigodeinviernoyunpardebotasdepiel.Sinduda,eranprendasquelaseñoritaKatharinayanoibaausar.Marie, entusiasmada con su nueva ropa, acababa de poner un pie en elpatioiluminadocuandooyólavozindignadadelaseñoritaJordan.—Vaya, vaya. La señorita encargó ese abrigo hace apenas dos años. Está

hechoconelmejorpañodelanayestáforradoenpiel.Yesasbotasestáncasinuevas.Sonunosregalosmuyostentososparaunaayudantedecocina.—A nadie le interesa su opinión, señorita Jordan —replicó la señorita

Schmalzler, que iba al lado de Marie—. Hoy celebramos el nacimiento deNuestroSeñorJesucristo,quenospredicóbondadyamoralprójimo.—Yosololodecíaparaquelamuchachaapreciecomoesdebidounosregalos

comoesos.—¡Esmuycapazdehacerlosinsuayuda!Enefecto.Mariesesentíaagradecidaporesosregalosyestabamuyorgullosa.

Eratodounlujotenerunabrigocomoese,nosolocalentabasinoqueademáslequedabacomounguante.Yesasbotasdepieltanbonitasleibandemaravilla.Asísesentíanlasdamasdelascasasricaseninvierno.Lástimaquelefaltaseunsombreroajuegoyquetuvieraquecontentarseconllevarunpañuelodelanaenlacabeza.Cuandoregresarondemisa,losseñoresestabanacomodándoseenunode los automóviles. Parecían tener prisa, porque se limitaron a saludarlos de

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forma fugaz. Tan solo el señorito le sonrió e incluso hizo el ademán de unainclinación.Ellasintióunapunzadaenelcorazón,dolorosayagradablealavez,causándoleciertaalarmayaquesecreíacapazdecontenerse.Sedijoentoncesqueloúnicoqueélqueríaeraburlarsedeella,ydeprontodeseóquelehubieranregaladounoszapatosdepielyunabrigodelanagris,talycomocorrespondíaaunaayudantedecocina.LosdíasdeNavidadfuerondemucho trabajo.Nosolo teníanqueatendera

losinvitados,sinoqueademássealojabanenlacasayteníanquedisponerlashabitaciones teniendo en cuenta las necesidades de cada pariente. La señorahabía ideadounhorario preciso para las visitas familiares, que incluía paseos,ratosde conversación, una visita a la fábrica, asistencia conjunta a lamisa deNavidady,evidentemente, loshorariosdelascomidasprincipales.Nadieenlavillaestabacontentoconesasvisitas,pero,aunasí,laseñoraperseverabaensuscostumbres.Elprimerdía festivo recibierona la familiade sumaridoy, enelsegundo, la casa se llenó de miembros de la familia Von Maydorn. Por logeneral,comolaparentelanoblehabíahechounviajemáslargo,solíaquedarseunos días, algo que estaba vetado a losMelzer. Alicia procuraba que las dosfamiliasnocoincidieranporquehacíaañosquesehabíadadocuentadequenosellevabanbien.—Miraque en esta casa tenemos invitados amenudo—gimióElse—,pero

esa gente se piensa que pueden meter las narices por todas partes. Ayer meencontréaunahermanadelseñorenlasaladeplanchar.—Esonoesnada—comentóAugustecon irritación—.Esegordodeorejas

caídas me persiguió hasta la tercera planta preguntándome dónde estaba micuarto.—¿Ybien?—inquirióRobert,sarcástico—.¿Selodijiste?—¿Acasoteimporta?—replicóella.—Esoescosatuya—repusoélencogiéndosedehombros.Porlanoche,Mariellegabaagotabaalacamaperolecostabamuchoconciliar

el sueño. Había algo que la inquietaba, que le impedía estar tranquila y que

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llenabasumentecon todasuertede recuerdos.Momentosolvidadosasomarondenuevo,frescosyvivos,comosihubierantenidolugareldíaanterior.Elrostrode una mujer joven de cabellera oscura, con una sonrisa tan tierna que se leencogíaelcorazónylehumedecíalaalmohadadelágrimas.Unacunadebarrasdecolorblanco.¿Seríaelorfanato?Yluegouncaballete,conunamujerdelantepintandounlienzo.¿Kitty,talvez?Aunqueseleparecía,eraotrapersona.Griscomounasombray,sinembargo,vivaz.Reía,lehablaba,sacabalacabezaporun ladode lienzoparamirarla, sevolvía transparenteyal finaldesaparecía.Amenudo recordaba también aquel busto de piedra con la cara de una chica.Recorríaconeldedoel rostro fino,palpaba la frente, lanariz, los labios…Sumanoeramuypequeña,comoladeunniño.«Estotienequeacabar»,pensabadesesperadacuandosalíadelacamacansada

yadormilada.«Tengoquedescubrirlooalfinalenfermaré»,sedecía.¿Eraposiblequelamujerquehabíavividoenesahabitacióntanpobrefuera

sumadre?Unaartistasinencargos,quevivíasolaconsuhija.Unamujerllenadedeudasyquehabíaperdidotodocuantotenía.YquehabíacontraídodeudasconelmismísimoseñorMelzer.Maria deseaba con toda su alma que esa mujer no fuera su madre. Sin

embargo,¿porquéesebustodepiedra le resultaba tan familiar?¿Cómopodíaafirmaresaancianaqueellaseparecíamuchísimoasumadre?Tenía que averiguarmás cosas.Aunque saber todo eso resultara doloroso e

hicieraquetodaslasfantasíasdelasquesehabíaencariñadonofueranmásquementiras.Elazarlehabíareveladoundiminutopedazodelaverdad;ahoraellateníaquedescubrirelresto.Lapreguntaeracómo.¿Aquiénpreguntarle?LaancianaseñoraDeubeltenía

prohibidocontarlenada,apesardequeseguroquesabíamuchasmáscosas.¿Ysiprobabaconelvecindario?Enesecaso,nopodíapermitirquelataberneraladescubriera.¿Quién,sino,podíaayudarla?¿YsilepreguntabaalseñorMelzersiseacordabadelapintoraLuiseHofgartner,cuyopisoordenóvaciarhacíayavariosaños?No,elseñornoperderíaeltiempocontestandopreguntasinsidiosas

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deunaayudantedecocina.¡LaseñoritaPappert!Posiblementeellasísabíaalgo,perodudabadequefueraacontarlenada.EsamujernosoportabaaMarie,ylaantipatíaeramutua.En cualquier caso, la persona con más posibilidades era la señora Deubel.

Tendría que arriesgarse, acudir en secreto al piso de la anciana y preguntarle.MarieteníaderechoatomarseunatardelibreporFindeAño.Laaprovecharíapara eso. Y si la mujer no quería hablar, le habían dado cinco marcos deaguinaldoademásdelosregalos.TalvezaquellosoltaralalenguadelaseñoraDeubel.Traselsegundodíafestivo,eldíadeSanEsteban,lanieveempezóafundirse.

Enloscaminosseabrieroncharcossuciosqueporlamañanasecubríandehielo.La nieve se deshacía y su blanco virginal iba adquiriendo un tono marrón oamarillentoenlosbordesdelascalles;ahoraenelparquedelavillaseatisbabaen muchos puntos el color verde apagado de la hierba. Aquí y allá la nieve,convertidaenfinoscoposbajolaluzdelsol,sedesplomabadelosárbolesylasramas,liberadasdesupesadacarga,selevantabanconfuerza.Marieseembozóensumantón,conscientedequeenlaciudadbajasuabrigo

seríamotivoderecelo.Porotraparte,yanohacíatantofrío;elaguagoteabadelosárbolesyloscanalonesdelascasas,yelsolsereflejabaenloscharcos.—Vaya,¿vasaveralnovio?—semofóAuguste—.Dalemuchosrecuerdos

demiparte.Hacía varios días que la muchacha volvía a encontrarse bien: las náuseas

habíandesaparecidoyhabíadejadodesufrirdesmayosrepentinos.Estabaalgomás metida en carnes, pero, por lo demás, tenía una apariencia lozana ysonrosada.—Parece que la señorita ha prescindido de tu presencia, ¿no? —siguió

Auguste—.DesdeNochebuenanotehahechollamarniunasolavez.—Laseñoritaestáenferma.Augusteseechóareír,comosiescondieraalgunaotracosa,peroladejóen

pazyregresóalacocina.

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ApesardelosesfuerzosdeMarieporesquivarloscharcosdelacalle,cuandopasópor la puerta Jakober el agua ya le había calado los zapatos viejos. Peroapenassediocuentaporqueteníalacabezaocupadaenotrascosas.«¿PorquélataberneratienemiedodelseñorMelzer?»,sepreguntó.Eneseasuntoteníaquehaberalgoturbio,unsecretoquenodebíadescubrirnadie,ymenosella,MarieHofgartner.En lascalles reinabaunacalmaextraña,comosi loshabitantes tuvieranque

recuperarsedeesasfiestasagotadoras.Habíasolounospocosniñosdandosaltosenlosadoquinesmojados,lanzandopiedrecitasaloscharcosyriéndosecuandoellíquidomarrónsalíadespedido.Vioaunborrachodurmiendoenlaentradadeunacasa,conlaespaldaapoyadaenlapiedrafríayconunperrodepelohirsutoal lado, quegruñó aMarie cuando pasó por delante. Se detuvo poco antes dellegar a la taberna para estudiar la situación. El callejón parecía desierto. Pordesgracia, las ventanas eran demasiado pequeñas como para ver el interior.Mariedeseóquehubiera algunos clientesporque esomantendríaocupada a lataberneraynoandaríaporlaescalera.Habíaidoavanzandoconcautela,ocultándoseenlamedidadeloposibleen

las entradas de las casas, pero el último tramo tenía que recorrerlo a la vista.Entonces llegaríaa lapuertade la taberna.Detráshabíaunpasilloestrecho: laescalera quedaba enfrente y a la derecha estaba la puerta que daba alestablecimiento.Conelfríoquehacía,latabernerateníaquecaldearellocaly,por lo tanto, tendría todas laspuertascerradasparaguardarel calor.Asípues,Marieteníamuchasposibilidadesdesubirporlaescalerasinservista.La suerte estuvo de su parte. Aunque los escalones viejos crujían

terriblemente,llegóalahabitacióndelaancianasinquenadiesepercataradesupresencia.—Entra,Marie—oyóqueledecíaunavozdesdedentro.LaseñoraDeubeldebíadehaberlavistoabajo,enelcallejón.¡Ypensarque

ellasehabíacreídotanlista!Abriólapuertay,asustadaporeltremendocrujido,lacerróenseguidatrasdesí.Vioentoncesalaancianasentada,ibavestidacon

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la misma ropa que la otra vez y llevaba también la cabeza envuelta con elpañuelodelana.—Saludos,señoraDeubel.He…hevenido,bueno,porqueyo…—Sentías curiosidad, ¿verdad?—la interrumpió—.Querida, la desgracia te

acompaña.Aunque, de todosmodos, el pecado atrae siempre la desgracia.Nome gusta tener pecados en el alma porque pesan demasiado en el Juicio delSeñorymepodríancostarlavidaeterna…Marie, impaciente, osciló su peso de un pie a otro. Esa mujer parloteaba

demasiado; si seguía así, aparecería su hija y todo habría sido inútil.Al final,decidiócortarla.—Se lo ruego,señoraDeubel.Explíquememáscosas sobremimadre.¿Fue

ella laquehizoestebustodepiedra?¿Yesasesculturasdemadera?¿PorquécontrajodeudasconeldirectorMelzer?Laancianalamiródehitoenhitoconsusojosclaros.—¿ConeldirectorMelzer?—Sí,coneldirectorMelzer.¿Pretendíamentirleahora?¿Seríacapazdenodecirlaverdadportemorasu

hija?—¿Cómosabestúeso?—siseólaanciana.—Losé.LaseñoraDeubelmovió lamandíbula inferiorcomosimasticara,palpócon

sumanodeformeelpañuelodelanaquellevabaenlacabezayseloapartódelafrente,dejandoversufinocabellocano.—Esofuealfinal.Anteslascosasle ibanbien.Cuandonoerasmásqueun

bebé sonrosado, iba de un lado a otro contigo en brazos. Vivía bien, teníamuebles,alfombras,cuadrosenlaparedytodasesascosasquenecesitabaparasu trabajo, como tacos demadera ymármol. Picaba, daba golpes, pintaba.Y,mientras,túdormíastranquila.—Peroentonces,¿porquéluegocontrajodeudas?Unasonrisaextrañaasomóenelrostrodelaanciana.

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Explicó que desde el principio ya tenía algunas deudas, lo cual era algobastantehabitualentrelosartistas.Cuandosequedósinnada,pidióprestado.Encualquier sitio donde le pudieran dar algo. Luego el director Melzer asumiótodassusdeudasyselasreclamódirectamente.—Nodeberíahabersidotanimprudente.Fuedemasiadoorgullosaytestaruda.

Sobretodoporti.Yocurrióloqueteníaqueocurrir.Cuandoélvinoareclamarsu dinero hubo una pelea tremenda. Ella lo echó de la casa e incluso llegó aarrojarleunabacinilla.Entoncesélenvióaunoshombres;elloscargarontodoloque teníaenuncarrodecaballosy se fueron.Solo ledejaronuncolchóny lamantaenlaqueteenvolvía.Laancianaexplicabatodoaquellosinundejedepesar;ensuopinión,Luise

Hofgartnerteníabienmerecidoesetrágicofinal.Mariesemordióloslabiosparano decir nada desatinado, pero se revolvía en su interior. ¿Era posible que sumadre hubiera enfermado por el simple hecho de caer en la pobreza? ¿HabíapadecidohambreyfríoporqueeldirectorMelzerselohabíaarrebatadotodo?—¿Ydequémurió?Teníaqueserjoven.—Pobrecita… Murió de tuberculosis. Primero tuvo mucha fiebre y luego

empezóavomitarsangre.Elfinalfuerápido.Puedequeesofuerabuenoporqueasínotuvoquesufrirmucho.Ahoralaancianarespirabamástrabajosamente;alparecer,aquelrecuerdola

afectaba.Sereclinóenlasillademimbreyapretólasmanosenlosreposabrazosgastados.—Cuandovioqueelfinalestabacercanossuplicóqueavisásemosalcura.Y

lo hicimos, porque nosotros, al fin y al cabo, somos cristianos. Confesó suspecadosymurióenpazconCristo,NuestroSeñor.Marieseestremeció.Sabíaquelavidapodíaseratroz.Lehabíaarrebatadoa

Dodoy tambiéna sumadre.A lamuerteno le importabasi susvíctimaseranjóvenesoviejas,nisieranobjetodeamorodeodio,nitampocosidejabaaunacriaturasinsumadre…—YentonceselpadreLeutwientellevóalorfanato…

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Marieseincorporó,atenta.Conocíaesenombre.Eraelcuraqueavecesibaalorfanatoyrezabaconellas.DuranteelperíododeCuaresma,antesdePascua,ytambiénantesdeNavidad.—¿ElpadreLeutwienconocíaamimadre?Pero¿porquéélnunca…?Deprontosintióungolpe.Alguienhabíaabiertolapuertadelaestanciayle

habíagolpeadolaespalda.—¡Losuponía!—chillólatabernera—.Franzinclusolahavisto,perocuando

melohadichonomeloqueríacreer.¡Fueradeaquí,bastarda!¡Hijadeputa!SeabalanzóhaciaMarieparaagarrarladelpelo,perolachicaseagachócon

agilidade interpusoun tabureteentreellaysuatacante.Alpunto, la taberneracayó de morros sobre el taburete, golpeándose la rodilla mientras mascullabablasfemias.—Acabarécontigo,demonio.Voyabuscaralapolicía.Tedenunciaré.Puta.

Ladrona…Marie aprovechó que la tabernera rechoncha no conseguía levantarse para

abrirsepasoybajara todaprisapor laescalera.Oyóquelamujergritabaasumadre, la cual, sin embargo, no se dejaba achantar y le replicaba también agritos.LahuidadeMarieacabóenelpequeñopasilloquequedabajustodelantedela

puertadelacalle.AhílaesperabaFranz,elhombrequelaotravezhabíallevadounbarrilenunacarretilla.—Apártateydéjamemarchar—leimploróellasinaliento.La expresión del hombre era burda; tenía la nariz como una patata y unos

labiosestrechosyazulados.AgarróconindiferenciaaMarieporelbrazo.Ellaaulló de dolor cuando tiró de ella para que bajara de la escalera y la empujócontralapuertadeentrada.—Asíquepretendíasespiar,¿eh?La tenía cogida con una mano y separó el brazo libre para propinarle un

bofetón. En el último instante, Marie palpó el tirador de la puerta que teníadetrásytiródeél.Lapuertaseabrióy,aunqueelbofetónnolaalcanzó,cayóde

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espaldas a la calle. Primero se quedó aturdida durante un momento y luegointentóponersedepie.Sinembargo,élfuemásrápido,secolocódepiefrenteaellayseinclinóparaagarrarlaporelpelo,queselehabíasoltado.—¡Eh,tú!—atronóentoncesunavozmasculina—.¡Suéltaladeinmediato!Acontinuación,sesucedieronunaseriedehechosqueMariesoloconsiguió

entendermás tarde.Primerogritódedolor,porqueFranzestabadecididoanosoltarleelpeloylalevantódelsuelodeuntirón.Peroluegoéltambiénprofirióungritodedoloryderabia.Alguienloteníaagarradoporelcuelloconelbrazo,apretándolesincompasiónlacabezacontrasupecho,yalpocoFranzempezóaboquearparacogeraire.—Esto es lo que se conoce como llave de estrangulamiento, amigo. Te

aconsejoquetequedesmuyquietoporquedelocontrariopuedesermalaparatusalud.Mariesellevólasmanosasulargacabellera;ledolíaelcuerocabelludo,pero

tambiénfueconscientedequeeraelmomentode levantarseysalirhuyendoatodaprisa.Sepusodepie,recogióelmantón,queestabaenelsuelotodosucio,ysequedóparalizada.—¡Marie!¡PorelamordeDios!¡Marie!—Señor…Portodoslossantos,¿porquéeldestinoteníaquesertanatroz?Susalvador

nopodíaserotroqueelseñoritoMelzer,aunqueél,aprimeravista,nolahabíareconocido.Seguroquehabríaayudadoacualquiermujerquefueraarrojadaalacalleymaltratadaporundesalmadocomoaquel.—¿Tehasvueltoloco,Franz?—gritóentonceslataberneradesdelapuerta—.

Para.Hedichoquepares.¡EseljovenseñorMelzer,estúpido!—Siyalodejo…—gimióFranz—.Encuantomesuelte.Paulbajóelbrazoyliberóasuvíctima,quesemarchótambaleándosehaciala

tabernamientrasmusitabablasfemias.—¿Quéestáshaciendoaquí,Marie?¿Quésetehaperdidoenestascalles?—

preguntóPaul,horrorizado—.¿Hasestadoenlataberna?

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Aellalecostórecobrarlacompostura.¿Quépodíadecirle?Porsupuesto,nopodíacontarlelaverdad.Pero¿cómoelaborarunamentiraparasalirdelpaso?—Estoybuscandoa…aunaamiga.Estabaconmigoenelorfanato.Sellama

Dodo.Sinduda, lapobreDodo sabríaperdonarle esamentira.Tal vez la estuviera

viendodesdeelcieloylaayudase.—¿Aquí?—preguntóélsinacabardecreérselo.—Sí.Mehandichoquetrabajaenunatabernay…Élsacudiólacabeza,comosifueraincapazdeentenderlo,peroluegolepasó

suavementeelbrazosobreloshombrosylepreguntósiestabaherida.—No soy una quejica, señorito. Lo único que lamento es haber perdidomi

pañuelodecabeza.—Vamos—decidióél—.Teacompañaréhasta lapuertaJakober.Desdeallí

podrásregresarsinproblemasalavilla.—Nodeberíaustedhacertalcosa,señorito.Alguiennospodríaverjuntos.—¿Ahoratepreocupatureputación?—lepreguntóélligeramentemolesto—.

En ese caso, tal vez sería bueno que no anduvieses de un lado a otro por loscallejonesdelaciudadbaja.Ellacaminóensilenciojuntoaél.Fuemuyconsiderado:lacogiódelamano

para ayudarla a sortear uno de los baches y le cedió el paso en las callesangostas.Marieempezóanotarundolorenlaespaldayenelhombro.Sedijoque losmoretones le recordaríandurantedíasesa salida.Sinembargo, lopeorera que el señorito ahora la tendría en muy baja consideración. ¿Qué podíapensar,sino?Seguroquenosehabíacreídolaexcusaypensaríaqueteníaunamanteenesatabernarepugnante.¿Adóndeibaairunaayudantedecocinaensutardelibre?Allápordondepasaban,llamabanlaatención:uncaballerobienvestidoyuna

muchachaconelmantónmojadoysucioformabanunaparejadelomásextraña.Ellasehabíarecogidoelcabelloyselohabíaocultadobajoelmantón,peroconelvientolosmechonesselesalíanunayotravezynodejabandepasarleporla

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cara. Cuando llegaron a la puerta Jakober había oscurecido; aunque lailuminacióndelascallesaúnnoestabaencendida,alolejosseveíanlaslucesdelasfábricas.Élsedetuvoalasombradelapuertayellahizolomismo.—Ahora dejaré que te marches, Marie —dijo él en un susurro—. ¿Puedo

pedirteunacosa?Nuncaantesélhabíaestadotancercadeella.EstabatanpróximoqueaMarie

le pareció notar su calor y el olor de su cabello y de su piel.Aquello la hizoestremecerdeunmododesconocido.—Puedepedirmecualquiercosa,señorito.Levantó lamiradahaciaély,porsuexpresión intensa,cayóen lacuentade

queélpodríahabermalinterpretadosurespuesta.Perosuspreocupacioneseranenvano.—Prométemequenuncavolverásahacerunatonteríacomoesa—dijo.Luego

posósuavementeunamanosobresuhombro—.GraciasaDiosqueyoestabaahíparaprotegerte.—Le ruego que me disculpe, señorito —susurró ella—. Le estoy muy

agradecidaporhabermesalvado.—Lohehechoencantado,Marie.Ysipudiera,haríamuchísimasmáscosas

porti.Porunbrevísimoinstanteleparecióqueélseleacercabayella,encandilada

poresacercanía, lesiguióelmovimiento.Susojosgrisesseapoderarondelossuyos,comosilaquisieranabrazarytomarlaporcompletoparasí.—Marie—musitóél envozbaja—,márchate,por favor.Vete antesdeque

seademasiadotarde.Ellasesobresaltó,profundamenteasustadadesímisma.Conungestorápido,

se arrebujó en su mantón empapado; luego echó a andar a paso ligero, sinvolverseniunasolavez.

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Alicianotólamiradainquisidoraypreocupadadelchófercuandoesteleabriólapuertadelautomóvil.Aquellolaincomodó.Porsupuesto,elservicioparticipabaenlavidafamiliar;eranatural, lamansiónensíeracomounagranfamilia.Elproblemaesquelehabríagustadoocultareseasuntotanembarazosoalcriado.—Robert,llévemealamansión—dijoentonoamableperodistante.—Deacuerdo,señora.Sediocuentadequeaquellonolehabíahechogracia,peroelhombrecerróla

puerta, rodeóelautomóvilysesentóalvolante.El tranvíaeléctricopasómuycerca de ellos traqueteando entre chirridos. Por un instante, vislumbró alcobrador de pie, con su uniforme azul, si bien solo distinguió a dos o trespasajeros.Nolegustabanesostranvíasruidosos,quechirriabanensusraíles,yrecordóconañoranzalosantiguostranvíasconducidosporcaballos.—Disculpe,señora…Noquisieraincomodarla,pero…Robertsehabíavueltohaciaella.¡Solofaltabaeso!—¿Quéocurre,Robert?Tengofríoypreferiríaquenosmarchásemoscuanto

antes.Éltragósaliva.Ellaobservóquelanuezenlagargantaselemovía.—CreíqueeldoctorSchleichernosacompañaría.Setratadeunaemergencia,

¿verdad?—El doctor Schleicher no puede ausentarse de su consulta. Pero en los

próximosdíassepasaráporcasa.Alicia observó cómo una profunda decepción se reflejaba en el rostro del

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chófer. De hecho, si no andaba equivocada, el pobre incluso tenía ojeras.Aquello era muy molesto porque ella albergaba esperanzas con respecto aRobert,peroesejovenparecíaincapazdereprimirsussentimientos.Lefaltabaautodisciplina,unacualidadquelaseñoritaSchmalzlerposeíaenabundancia.Por suerte, él se dio por satisfecho con su respuesta y puso en marcha el

automóvil.EltráficoenelcentrodeAugsburgosiemprehabíasidodenso,peroúltimamentecadavez seveíanmáscochesentre losvehículosacaballo,y lascarrozaseranyaunarareza.Lo cierto era que ella estaba tan decepcionada comoRobert, pues esperaba

muchomásdelavisitaalaconsultadeldoctorSchleicher.Este,sinembargo,sehabía limitado a hacerle algunas preguntas en tono frío y distante, sin darsecuentadesupreocupación.—¿Cuántosdíasllevaasí?—Hacetres,no,cuatrodías.Noséquéhacer,doctor.Nomeabre.Ytampoco

come.—¿Ytodoporculpadeesaprohibición?—Nosemeocurrequéotromotivopuedehaber.Ellahabíaacudidoconlaesperanzadequeélcancelaríatodaslasvisitasyla

acompañaría en el coche hasta la villa. ¿Acaso no era un asunto de vida omuerte? Su hija era propensa a lamelancolía y, al parecer, tenía también unatendencia autodestructiva. Por lo menos parecía dispuesta a dejarse morir dehambre.—Nomeparecenecesario,queridaseñoraMelzer.Dehecho,enestecasolo

aconsejable es tener paciencia. Téngame al corriente. Y, por supuesto, si lasituaciónsevuelveurgenteestaréasudisposición.Aellalehabríagustadodecirleque,ensuopinión,lasituaciónyaeraurgente,

pero la sonrisa levemente irónica del doctor se lo había impedido. Tal vez seestuvieratomandodemasiadoapecholascosas,ynoqueríaquedarenridículoconelmédico.—Leagradezcosuayudadetodocorazón,doctor.

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Élseinclinóhaciasumanoehizounamagogalantedebesamanosmientrassusojosdecolorazulacerolarecorríandeabajoarriba.Hastaentoncesesegestosiemprelehabíagustado:expresabaundeseosubliminal,siempredecoroso,unhomenajegalanteasucondiciónfemenina.Sinembargo,esedíaaquellamiradatanintensaleparecióforzadaypostiza.Cuandoentróenelvestíbulodelavilla,Augusteseacercópararecogerleel

abrigo,elsombreroyloszapatosdeinvierno.—¿Hallegadoyamihijo?Auguste la miró resplandeciente. En los últimos días esa muchacha estaba

extrañamentefeliz;dehecho,rebosabasalud.Enfin,sedijo,seríaperfectosialfinalsurgíaalgoentresusegundadoncellayRobertqueculminaraenboda.EsolequitaríaaRobertlospájarosdelacabezaylovincularíamásalavilla.—Elseñoritoseencuentraarriba,ensuhabitación.—Dilequeloesperoenelsalónrojo.YdaleaMariaestosguantes,quetienen

unamanchadegrasa.—Asíloharé,señora.Amenosdeunahoraparaelalmuerzoy laasistenciadeJohannaúnestaba

por confirmar. Había problemas en la fábrica: un par de máquinas se habíanestropeado y había que repararlas. Todo indicaba que ese día almorzaría conPaulyElisabeth.Sedirigióhacialaescalera;alpasarjuntoalárboldecoradotocóelextremode

una rama y vio que empezaba a perder hojas. Se dijo entonces que enNochevieja sería preferible no volver a encender las velas. El abeto ya habíacumplidosufunción.Enlosprimerosdíasdeenerolequitaríanlosadornosylollevaríandetrásdelparqueparaconvertirloenleña.Elcomedoraúnnoestabadispuesto.Robert todavíadebíadeandarocupado

conelautomóvil.Cerrólapuertadenuevoysubiólaescaleraparadirigirsealasestanciasprivadasdelafamilia.—¿Katharina?Aunquesinmuchasesperanzas,llamóalapuertadeldormitoriodesuhija.No

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obtuvorespuesta.Katharinallevabaencerradaensucuartodesdelamañanadelprimer día festivo, y ni los ruegos ni las amenazas habían servido para queabriera la puerta. Primero Johann se había limitado a encogerse de hombros,peroluegomontóencólerayplanteólaopcióndehacervenirauncerrajeroparaqueabrieralapuerta.—Notepongasasí,papá—lehabíadichoElisabeth—.Cuantomenoscasole

hagamos,antesacabaráconesteteatro.Dicho y hecho. Johann se tranquilizó y se despreocupó de ese asunto.

«Padres… Primero vociferan y arman un buen alboroto y luego ceden laresponsabilidadalasmujeres»,sedijoAliciaconunsuspiro.Asíhabíasidosupadre en su tiempoy así se comportaba Johann ahora. ¿Y si la chica sehacíaalgomalo?—¡Katharina!Almenosresponde.Metienesmuypreocupada.Nada.Eradesesperante.¿Cómopodíasertanobstinada?Paul la esperaba en el salón rojo, sentado en una butaca y con el periódico

sobrelasrodillas.ElpequeñoárboldeNavidadaúnestabasobrelamesitabajacon algunos regalos debajo;Else había retirado todo lo demás.CuandoAliciaentró,Paularrojóelperiódicoalsueloyfuearecibirla.—Buenosdías,mamá.¡Quépálidaestás!¿Hastenidosuerteentumisióncon

eldoctorSchleicher?—No.Pordesgracia,no.Paulhabíapasadolanocheenlaciudadporqueunodesusamigoscelebraba

su fiesta de aniversario. Alicia tuvo la impresión de que su hijo estabaespecialmentetrasnochado.Sinduda,losjóveneslohabíancelebradoportodoloalto.Élesperóaqueellasehubierasentadoenelsofáparavolveratomarasiento,

aunquesinreclinarseenlabutaca.Teníalasrodillasdobladasyelcuerpoechadohaciadelante,comosiestuvieraapuntodesaltar.—Mamá,noteenfadesconmigo,peroeldoctortienerazón.Sabesquequiero

amihermanasobretodaslascosas,perotambiénséqueesunacabezota.

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—Katharinanoestábien,Paul.Tienelosnerviosdelicadosytendenciaaquesu estado de ánimo sea sombrío. Creo que la prohibición de su padre la haafectadomucho.AcuérdatedelotranquilaycontentaqueestabamientrasMariepodíasubirasucuarto.Paul no podía constatar este hecho ya que durante ese tiempo él estaba en

Múnich.Perosimamálodecía,debíadesercierto.—Tal vez papá tenía susmotivos—dijo con cautela, consciente de que su

madre no toleraba críticas contra el padre—. Pero ciertamente podría haberactuado con algo más de tacto. Mamá, no te falta razón cuando dices queKatharinaesmuysensible.—Esmásqueeso,Paul—repusoAlicia—.Estoymuypreocupada.Élmiróhacialapuertayfruncióelceño.—No me gusta decir esto, pero me temo que deberíamos reconsiderar la

prohibicióndepapá.Aliciasuspiróconfuerza,perohabíanllegadoaunpuntoenqueerapreciso

tomar una decisión. Desde esa mañana temprano, no habían oído nada deKatharina. Cabía la posibilidad de que estuviera inconsciente. O incluso algopeor.—Laideadeunextrañoforzandolapuertanomegusta—comentóAlicia—.

No sabemos en qué estado nos la podemos encontrar. No, en tal caso, mejorpedírseloaGustavoRobert.—NocreoqueRobertseaunabuenaopción,mamá.Antespreferiríaasumir

yomismolaresponsabilidad.—¿Tú?Pauldirigióunasonrisajuvenilasumadre.—¿Acasonomecreescapazdemanejarunmartilloyunformón?Aliciaseestremecióaloír«formón».Ibana tenerqueactuarcomoladrones

ensupropiacasa.¡Menudavergüenza!—No,Paul.Noloharás.PrefierollamaraMarie.Paulsesobresaltóaloíresenombre.Fruncióelceñoypreguntóasumadre

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quéesperabaconseguirconeso.—QuevayahastalapuertayhableconKitty.Ellaleresponderá,estoysegura.

Siempreycuando,claroestá,estéendisposicióndehacerlo…Apretó los labios y, a pesar de sus esfuerzos por contenerse, las lágrimas

acudieronasusmejillas.Selasapartórápidamenteconlamano.—Entiendo tu pesar,mamá—dijoPaul, afectado al verla llorar—.Perome

opongoporcompletoaquemetasaMarieenestahistoria.Alicia se había sacado un pañuelo de batista de la manga para secarse las

mejillas.Sequedóquietaymiróasuhijoconenojo.—No te entiendo, Paul. ¡Pero si esa chica es la causa de todos nuestros

problemas!¿Porquémotivodeberíaserconsideradaconella?Paulhizoungestotorpeconlosbrazosy,sindarsecuenta,golpeóelarbolito.

Unaboladecristaldecoloressecayóyrodóporencimadelaalfombra.—MarienotienelaculpadequeKittylaconvirtieraensumodelo.Ellasolo

haceloquelemandamos.Yporesoprecisamenteseríairresponsableponeralachicaenunaprietocomoese.—¿Quéaprieto?—dijoAliciaalgoexasperada.—¿No te acuerdas de las amenazas de papá? Si vuelve a ver aMarie con

Kitty,ladespedirádeinmediato.Aliciahabía imaginadouna conversacióndel tododistinta con suhijo.Paul

siemprehabía sido supuntal, dándole la razónen susopinionesy animándolaconsuactituddespreocupada.Peroesedíaparecíaotro.¿Porquédefendíaaesaayudantedecocina?—Está bien, Paul —dijo esforzándose por dedicarle una sonrisa no

comprometedora—.Tendréencuentatuadvertencia.—Muchasgracias,mamá.Paulselevantódeunsaltodelabutacayrecorriónerviosolaestanciadeun

ladoaotro.Sedetuvoendosocasiones,volviéndoseuninstantehaciaella,comosiquisieradecirlealgoyluegodecidieranohacerlo.Porfinseacercóalapuertayposólamanoeneltirador.

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—IntentarédenuevohablarconKitty.Deséamesuerte,mamá.—Porsupuesto…Ella se quedó sentada e inmóvilmientras él se apresuraba hacia la segunda

planta. ¡Menudo embrollo!Ojalá quenohiciera nada insensato, como abrir lapuertaconunapalanca.Sialfinalsehacíadaño…—¿Señora?Eleonore Schmalzler había entrado en el salón discretamente, como solía

hacer.EsamujerparecíatenerunsextosentidoparasabercuándoserequeríasupresenciayaqueAliciasedisponíaallamarlaeneseinstante.—¡Québienqueestéustedaquí,señoritaSchmalzler!Porfavor,hagavenira

Marie.—Como guste, señora. Sobre ese asunto, si me permite una pequeña

observación…—¿Unaobservación?¿Dequétipo?Su respuesta denotaba cierta irritación; Alicia se recriminó su falta de

autocontrol.Elamadellavesdemostrómuchomásaplomoysonrió.—En realidad es una idea, señora. Una propuesta. Verá usted, he estado

pensandoencómoayudaralaseñoritasindesobedecerlaprohibicióndelseñor.Yestanochehetenidounaocurrencia.Alicia suspiró profundamente y aguzó el oído hacia el pasillo. ¿Se oían

martillazos?¿Elcrujidodelamaderaalromperseacausadelformón?No.Todoestabatranquilo.—Explíquemelo,señoritaSchmalzler,peroseabreve,seloruego.

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—Igualsehacortadolasvenas.Esascosassonmuypropiasdelagenteconlosnerviosdelicados.Aquelcomentario tan insensibledeAugustenoobtuvobuenaacogida.Else,

queestabasentadaasuladoalamesadelacocina,lepropinóuncodazo,ylacocineraexclamóairadaqueAugusteeraunmalbichodesalmado.Robert,queestaba sentado frente a su taza de café con leche con aire de profundoabatimiento,selimitóadirigirleunamiradavidriosaaAuguste.—Nohablabaenserio—dijoella—.¿Esquenosepuedenhacerbromas?—¡Malditasea,Auguste!¡Hasidodemuymalgusto!Lacocineravolviódenuevosuatenciónalascazuelasqueteníaalfuego;el

almuerzoteníaqueestarlistoenmediahora.Cochinilloconciruelaspasas,purédepatatas,ensaladadecoly,depostre,cremadevainillaconmoussedecafé.Aunquecontabanconcincocomensales,talvezalfinalsolofuesentres.—Laseñoritanoestáenferma,Robert—dijoentoncesMariaJordan—.Note

preocupestanto.La doncella siempre había sentido debilidad por Robert. Al oír ese

comentario,Augusteledirigióunamiradadeenojoyseinclinóparacogerdelplato una galleta de jengibre. La costumbre era que, después de las fiestas, elservicio se quedara con todas las pastas que habían sobrado. Else miró concuriosidadaladoncella.—¿Noestáenferma?PerosilaseñoranoshadichoquelaseñoritaKatharina

noseencuentrabien.

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La señorita Jordan levantó una ceja, de forma que su cara adoptó unaexpresión de superioridad.Naturalmente ella sabíamás cosas porque tenía uncontactomásestrechoconlosseñores.—Sealoquesea,noesnormalquellevedíassinprobarbocado—objetóla

cocinera—. Todo lo que me han encargado para esa pobrecita me lo handevueltosintocar.—Si no está enferma, ¿por qué no come?—preguntó Robert a la señorita

Jordan.—EsculpadeMarie—respondióellaencogiéndosehombros.Tampocoesefueuncomentariomuyafortunado.Mariehabíasalidoacoger

leñapara laestufaynopodíadefenderse,peroyahabíahechoamigosentreelservicio.—NometaustedaMarieenesto—intervinolacocinera—.¡Seguroquenoes

culpasuya!Apartódel fuego lacazuelaconelcochinilloasadoycolocó lacarnecon la

salsa en una fuente de porcelana que estabamuy cerca de la taza de café deMariaJordan.—¡Vayaconcuidado,quevaamancharmeelvestido!—Écheseaunlado.Algunosaquíestamostrabajando.—¿Qué le ocurre entonces a la señorita?—insistióRobert—. ¿Y qué pinta

Marieentodoeso?—¿Has puesto ya la mesa de arriba?—preguntó Auguste antes de que la

señoritaJordanpudieraresponder.—Porsupuesto—rezongóRobert.—Enesecaso,deberíasirpreparándoteparaservirelalmuerzo.—¡Ya sé lo que tengo que hacer!—le espetó él con rabia—. ¡Y basta de

darmeórdenes!¡Eresunapesadayunafisgona!Todos se quedaron atónitos; Robert, de natural comedido, nunca había

levantado la voz de esamanera. En ese preciso instante,Marie llegó con unagran cesta de leña. Dejó a un lado su carga y, al darse cuenta de que estaba

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pasandoalgo,sequedóquietaesperandojuntoalapuerta.Augusteestabapálidacomounamortaja,perosusojosbrillabandeformaamenazadora.—Ándateconojo,RobertScherer.Ándateconmuchoojoololamentarás.Robert lamiró fijamente, como si quisiera abalanzarse sobre ella.Luego se

levantóyseapresuróporlaescaleradeservicio.Ahíestuvoapuntodechocarcon la señorita Schmalzler, que en ese momento se disponía a entrar en lacocina.—¡Robert!Seestáustedretrasando.Losseñoresyaestánenelcomedor.—Disculpe.¡Voydeinmediato!LaseñoritaSchmalzlersehizoaunladoparadejarpasaralcriadoyrecorrió

la cocinacon lamirada.Maria Jordan terminóde tomarse el caféy cogióunagalletade jengibredelplatoconespecialparsimonia.Acto seguido, se levantóparairallavaderoaretirarlamanchadeaceitedelguantedecuerodelaseñora.—Hayqueretirarlosadornosdelarbolitodelsalónrojoybajarloalpatio—

anuncióelamadellaves.Auguste y Else dijeron que el día anterior ya se habían preguntado cuánto

tiempoteníaquepermanecerahíelarbolitoporquelashojashabíanempezadoacaersobrelaalfombra.Encuantoambassehubieronmarchadoparaencargarsedeesastareas,elamadellavesposósumiradaenMarie.Estahabíaacarreadolacesta de la leña hasta la estufa de la cocina y había empezado a colocarordenadamentelostroncosenelnichodispuestoalefecto.—Marie,cuandotermines,lávatelasmanosysubeamidespacho.—Sí,señoritaSchmalzler.ElamadellavessonrióycomentósatisfechaalaseñoraBrunnenmayerqueel

cochinilloasadoolíademaravilla.Luegosemarchó.Marie no dijo nada y siguió amontonando leños. La señora Brunnenmayer

llevólasfuentesylasbandejasalmontacargasytiródelacuerdaparaavisaraRobert de que ya podía subir la comida. Marie escuchó los chirridos y eltraqueteodelelevadorsininterrumpirsulabor.—Ojalánosemetierantantocontigo,chica—selamentólacocinera—.Noes

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culpa tuyaque la señorita sehaya encaprichadode ti.La señorita Jordan sabemásdeloquecuenta.Ynotepuedeniverporquetienecelos,nimásnimenos.Marie apenas la oía. Llevaba varias noches durmiendomal y, sin embargo,

porlamañananosesentíacansada;másbienteníalasensacióndeestarflotandopor encima del suelo. Aun no se había decidido a dar el último paso, el quetendríaquedarparanoperderseporcompleto.Sehabíaenamorado.Ydelmodomenosafortunadoparaunachicacomoella.Unaayudantedecocinaenamoradadel señorito. Eso no podía traerle más que desgracias. A todo eso había quesumarladesdichadahistoriadesumadre,alaqueparecíahabercontribuidodeformabastantedecisivaelseñorMelzer.Claroqueteníaderechoareclamarsudinero, esono se lodiscutía nadie.Perohabía sido cruel con ella; se lohabíaarrebatado todo, incluso lo que necesitaba para ganarse la vida. La ancianaseñoraDeubelhabíadichoqueélhabíapecado.No.Lomejoreraabandonareselugar.TalvezelquelaseñoritaSchmalzlerlepidieraquefueraasudespachonoeramásqueunguiñodeldestino.Se lavó lasmanos tal como lehabíapedidoy sequitóeldelantal sucio.Ya

frente a la puerta del despacho se preguntó si cuando dejara el trabajo lepermitiríanquedarseconelabrigoylasbotas.Teníaquedevolverlaropaylosdelantales,peroelabrigoylasbotashabíansidoregalosdeNavidad.LaseñoritaSchmalzlerestabasentadafrentealescritorio,convariospapeles

desplegadosanteella.CuandoMarieentró,levantólavistayvolvióacolocarlaplumaeneltintero.—Marie.Porfin.Entraycierralapuerta.Siéntate,tengoqueanunciartealgo

queseguroquetesorprenderá.Apesar de la orden,Marie se quedóde pie. Si no se armabade valor para

hablarenesemomento,mástardeseríadifícil.—SeñoritaSchmalzler,tengoalgoquedecirleynomegustaríaqueconello…El ama de llaves hizo un ademán de impaciencia. El asunto era demasiado

importantecomoparatenerqueescucharloslamentosdeMarie.—Yanosocuparemosdeello,Marie.Ahoraescúchametúamí.

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—No.Megustaría…—¡Silencio! La señora está considerando proponerte para un nuevo puesto.

Unomuchísimomejor,Marie.Deboconfesarquenuncahabíavistounasuerteigual.Marieestabadecididaa rechazaresepuesto tanfabuloso.Queríamarcharse,

dejardedarvueltasalatrágicahistoriadesumadrey,sobretodo,apartarsedelosanhelosdesucorazón.—Lo diré demanera breve: la señoraMelzer quiere ofrecerte el puesto de

doncellapersonal.Comoes lógico,noestás familiarizadacon lasobligacionesdeesecargo,perohasdemostradoqueaprendesrápidoycreoquenomevaasermuydifícildartelaformaciónadecuada.Ciertamenteesoeraalgofueradelocomún.Mariehabíapensadoquetalvez

laquerríaascenderacriada,perono,desdeluego,adoncellapersonal.Aquellaofertaeramuytentadora.Además,elseñoritopartiríaprontohaciaMúnichparaproseguir susestudiosyella solo loveríadurante lasvacacionesdel semestre.Sinembargo,deprontovolvióaponerlospiesenelsuelo.¿Porquéleofrecíanuncargoasíprecisamenteaella?La señorita Schmalzler tuvo dificultades para explicárselo, pero al final

mencionóelmotivo.—EstaríassobretodoalserviciodelaseñoritaKatharina.Noteocultaréque

le harías un gran favor a la señora. Sobre todo, ahora que la señorita se haencerradoensucuartoynodejaentraranadie.—¿Porquéhahechoalgoasí?—preguntóMariesinquerer,puessuintención

eranodejarsellevarporlaspalabrasdelaseñoritaSchmalzler.ElamadellavestomóaireyescrutódetenidamenteaMarie.—Marie, si te cuento la verdad, doy por hecho que te la guardarás para ti.

¿Entendido?Marieasintió.LaseñoritaJordanestabaenlocierto:habíasidoporalgoque

teníaqueverconella.—En Nochebuena, el señor Melzer prohibió tus visitas a la señorita. En

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opinión del señor, la habitación de su hija no es sitio para una ayudante decocina.—Bueno, es comprensible—balbuceóMarie en voz baja, esforzándose por

contenerunasonrisa.La señorita sehabía encerradoen sucuartoparamostrar sudisconformidad

conlaprohibicióndesupadre,yahora laseñorahabíaencontradoelmododeanularla.Lahabitacióndelaseñoritanoerasitioparaunaayudantedecocina,perosíparaunadoncellapersonal.Vaciló.Había llegado elmomento de dar el paso decisivo, pero de repente

sintióquelefaltabadeterminación.¿Podíaabandonarahoraalaseñoritacuandoluchabadeunmodotanobstinadoporsuamistad?Poniendoinclusosusaludenriesgo.Eraunaosadía.No,unaheroicidad.Mariedecidióapoyaralaseñoritaensulucha.Afindecuentas,podíadespedirsemásadelante,talvezenprimavera,oinclusoenverano.¿Quiénsemarchabadeunacasaenenero,cuandotodoestáhelado?Alcabodeunosminutosseencontrabaenelsegundopiso,frentealapuerta

deldormitoriode laseñorita. Juntoaellaestaba laseñora,pálidade inquietudpor su hija. El señorito había ido en busca del jardinero para pedirle algunasherramientas.—Nomegustaríanadaquemihijotuvieraqueforzarestapuerta.Teloruego,

hablaconella.Aversiatitecontesta.Marie estaba sobrecogida. Nunca había visto a la señora, siempre tan

contenida, sumida en tal desesperación. Asintió y se aproximó a la puertaplafonadapintadadeblanco.—¿SeñoritaKatharina?SoyMarie.Desdeahorasoysudoncellapersonal.Se oyeron unos pasos rápidos, el ruido de un taburete o una silla al caer al

sueloy,por fin,eldeuna llavegirandoen lacerradura.A travésde la rendijaasomó la señorita vestida en camisón, con su pelo rizado colgándole por loshombros.—¡Marie! ¡MiqueridaMarie!Entra, entra.Tengo tantascosasquecontarte.

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¿Doncelladecompañía?Vaya,menudaidea.Esfabuloso.Pasa,pasa,¿quéhacesahí parada?Mamá, por favor, ¿harás queme traigan algo bueno para comer?Llevocuatrodíasalimentándomesolodegalletas.Laseñoritaestabaunpocosobreexcitada,peroladietaabasedegalletasde

jengibre apenas se lenotaba.Hablabamás de lo normal, abrazó a sumadre yarrastróaMariehaciaelinteriordelahabitación.Yallíselanzóafarfullartodotipodeincongruenciasacercadesunuevadoncellapersonal.—Eres la única con la que puedo hablar de él. Es alguien maravilloso, un

príncipe lejano queme sonríe y luego desaparece en la niebla. ¡Ah,Marie, sisupierascuántosufroylofelizquesoyahoramismo!

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22

—Adeleesdivina,amigosmíos.Esavoz,esafigura…¡Quégenerosahasidolamadrenaturalezaconella!Paulseechóareíralverelentusiasmodesuamigo.Estabantodosdepieen

elpalcoyaplaudíanhaciaelescenario,desdedondeloscantantessaludabanalpúblico. Acababa de concluir la representación de El murciélago de JohannStrauss,unaoperetacómicaquecantabalasexcelenciasdelchampán.Sinduda,unaelecciónmuyacertadaparaNochevieja.—¡Apartaos,quevoyatomarimpulso!¡Ahíva!JuliusKammer,estudiantedemedicina,quisoarrojarunramodefloresasu

veneradaAdele,perosequedócortoy las flores fueronaparara lacabezadeunodelosmúsicosdelaorquesta.Estallaronentoncesmuchasrisas,tantoenlaorquesta como en el palco. Julius era el único afligido. Esas rosas deberíanhaberleabiertoelcaminohaciaelcorazónyelcamerinodeAdele.—Estoesloqueocurrecuandoseestacañoynoseenvíaaunrecadero.—¡Atención! El chico de la tuba te está poniendo ojitos. Mira, ahora está

decorandosuinstrumentoconunadetusrosas.Juliusnosetomóamallasburlasdesusamigosy,alfinal,seresignóypuso

buenacara.LaencantadoraAdelehabía recibido tal lluviade floresque él nohabríatenidoningunaoportunidad.—Faltamedia hora para que termine el año. ¿Bajamos?—preguntóAlfons

Bräuer—.Laprimerarondadechampáncorredemicuenta.—Vaya,vaya,¡quégenerosoestáshoy!

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Devezencuando,aPaulledivertíatomarleelpeloaeseamigofiel,peronoera algo que lo enorgulleciera. Mientras Alfons siguiera encaprichado de suhermanapequeña,Paultendríaciertoascendentesobreeljoven.Además,estabaelhechodequehabíapagadosinrechistarunasumaconsiderableporsusillademontar.Abajo, el telón cayó y el personal se apresuró a retirar los bastidores y a

colocar lasmesasdondeseserviríanlasbebidasylostentempiés.Adiferenciadeloscantantes, laorquestasequedabaenel teatro;mástardeinterpretaríaunpopurrí de distintas operetas y luego tocaría para el baile. El GöggingenKurtheater era famoso por sus fiestas y representaciones. La burguesía y losjóvenes frecuentaban ese moderno edificio de hierro fundido, concebidooriginalmentecomouncasinoyqueenlaactualidadseutilizabacomoteatroysaladeconciertos.Encambio,alosciudadanosmásacomodados,entreelloselmatrimonioMelzer,ese lugar,consusgrandesvidrierasdecolores, lesparecíapocoelegante.ParalamadredePaul,eracomouncirco.Además,esepúblico…enfin.En cuanto se disponían a bajar al patio de butacas, el acomodador abrió la

puertadelpalco.—¿Sepuede?—preguntóeltenienteKlausvonHagemannentonopícaro—.

Hemos decidido invadir vuestro territorio. Pero, tranquilos, amigos. ¡Traemoschampán!A Von Hagemann lo acompañaba un buen amigo, el teniente Ernst von

KlippsteindeBerlín,unhombreapuesto,conbigoteydeojosazules.Ensuma,un prusiano de los pies a la cabeza. Y también dos mujeres rubias muyatractivas:unalucíaunvestidoverdeirisadoylaotra,alaqueVonHagemannpresentócomocoristadelaobra,llevabaunoazulceleste.Uncamarerosolícitollegóconunabandejallenadecopasrebosantes.Enlos

demáspalcos,elpúblicoquehabíaasistidoalaobra,entrelosquehabíaalgunosconocidos, tomaba champán y brindaba. En cambio, los de platea tenían que

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esperar para beber, porque el escenario aún no estaba completamentedesmontado.—¡Portodocuantoamamos!—¡Porlasencantadorasartistas!¡Y,enespecial,porlaspresentes!—¡Porelemperadorypornuestrapatriaalemana!El último brindis, claro está, había sido pronunciado por el teniente Von

Klippstein.¡Unprusiano!Unodeesostiposquenoveíaelmomentodeira laguerraporelemperadoryporlapatria.Importabapococontraquién,lacuestióneracombatirysercondecoradoporello.Paulnotó lamiradade la corista clavadaenél; apuróentonces la copay le

preguntó en qué parte había cantado. ¡Ah!, solo en el coro. En la escena delpríncipe Orlofsky, un poco antes de que Adele interpretara su gran aria; ellaestabadelantedeltodo,enelbordedelescenario.¿Nolahabíavisto?Paulteníaunrecuerdomuyvago,peronopudoresponderporqueellaempezóahablardeldirector,delosmuchosensayos,de lassolistasmalévolasydelascompañerasque llevaban treinta años cantando en el coro y que deberían ir pensando enretirarse.PaulsealegródequeJuliusseentrometieraylerobaralapalabraalalocuazcorista.—Faltandiezminutos—dijoVonKlippstein,quesehabíasacadoelrelojdel

bolsillo—.¿Quéhoratieneusted?—Laquetienemirelojero—murmuróPaul.VonKlippsteinseechóareíryafirmóquenollevarrelojenNochebuenano

eraenabsolutodramático;seguroqueenAugsburgolamedianochenopasaríadesapercibidaparanadie.—Será un gran año—prosiguió con lamirada brillante—.Un año glorioso

paralapatria.Ytambiénparamíymifamilia.Mecasoenmayo.—Enhorabuena.Parecíaunhombredecidido.ApenassuperabaenedadaPaul,peroaspirabaa

tener una carreramilitar e incluso había elegido esposa teniendo en cuenta sufuturo.SetratabadeAdeleDeulitz,yeralahijadeunosindustrialesdeBerlín.A

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Paul le pareció haber oído ese nombre en relación con una empresa demaquinaria. Von Klippstein se encontraba de visita en Augsburgo y estabaemparentadoconlosVonHagemann.—Talveznomecrea—dijoeltenienteaPaul,yseacercócuandoaumentóel

ruidoenlasala.Abajo,lagenteseprecipitabahaciaelescenario,dondeporfinsehabíandispuestolasbebidasylostentempiés—.Talveznomecrea—repitióVonKlippstein—,peroesunmatrimonioporamor.—¿Deveras?Entonceslofelicitoconmayormotivo.Caramba.DeprontoaPaulsuinterlocutordejódeparecerletanestirado,frío

yprusiano.Eraunhombreenamoradoyladichabrillabaensusojos.Lachicadesussueñosibaasersumujer.Envidiable.—Paul,elespectáculoestáapuntodeempezar.Abramosunadelasventanas

paracontemplarlosfuegosartificiales—voceóJulius.Su amigo empezó a sacudir el marco de la enorme vidriera; al poco fue

evidente que no se podía abrir y eso contrarió mucho tanto a Julius como aAlfons.Paulsediocuentadequeambosestabanmásqueachispados;dehecho,habían bebido vino incluso durante las pausas de la función. En cuanto a suamigo Julius, sabía que le gustaba el alcohol, pero que Alfons, siempre tanformal, hubiera bebido tanto solo podía significar que lo embargaba unaprofundadesilusión.Había tenido la esperanza de queKitty acompañaría a suhermano, pero ella, sus padres y Elisabeth habían aceptado la invitación delalcalde y lo más seguro era que ahora ella se estuviera aburriendosoberanamente.Unempleadodelteatroseprecipitónerviosohaciaellosypidióalosjóvenes

queno estropearan la ventana.En la planta baja, dijo, había puertas de cristalque pronto se abrirían para que los señores pudieran contemplar los fuegosartificiales.Pordesgracia,allíarriba…Seinterrumpió.Laorquestraacababadehacersonarunasnotas.Uncaballero

vestido con frac, al que Paul no había visto nunca, levantó los brazos parareclamarlaatencióndelpúblicoyelruidodelasaladisminuyó.

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—Diez,nueve,ocho,siete…Todos comenzaron a contar hacia atrás con él, afanándose en rellenar las

copas de champán. Paul notó de pronto que la corista se le arrimabacariñosamente.—Cuatro,tres,dos…¡Feliz1914!Aloír«1914»,elpúblicodelasalagritóentusiasmadoylamúsicafestivade

laorquestaquedóamortiguadaporeljúbilogeneral.—¡FelizAñoNuevo!¡Porunañomagníficoyfabuloso!LacoristaabrazóaPauly lobesósinmásenambasmejillas,obligándoloa

corresponderelgesto.DespuéssearrojóenbrazosdelosamigosdePaul,brindóconellosynodejódereír.Paulaprovechópara iralguardarropayrecogióelabrigo,elsombreroy los

guantes,y luegobajóa laplantabaja.Laspuertasestabanabiertasyunapartedel público se agolpabapara admirar los fuegos artificiales.También frente alteatrosalíancohetesdisparadoshaciaaquelcieloinvernal:subíanconunsilbido,estallabanyfinalmenteseconvertíanenestrellasdoradasorojas.Duranteunossegundos, permanecían inmóviles recortadas contra el fondo negro del cielo,comofabulosasfloresdefuego,hastaqueporfinsedesvanecían.—¿Noesmagnífico?—exclamóVonHagemann,quehabíaseguidoaPaul—.

Cuandoestallanesoschismessepuedeverclaramenteelperfildelosedificios.Ahíarriba,esas lucesparecen inmensosárbolesdeNavidad.Maldita sea,creoqueesteseráungranaño.Uncoheteextraviadopasóchisporroteandojustoasulado.Seoyeronvarios

gritosdeespanto,seguidosdemuchasrisas.—¿Tuhermanatehahabladoalgunavezdemí?—quisosaberelteniente.—¿Cuáldeellas?—Lapequeña,Katharina.Apesardellevarelabrigogrueso,Paulseestabaquedandohelado.Yelhecho

depermanecerahíparadonoayudabamucho.OtravezKitty.NoteníaniideadelaopiniónqueteníaelladeKlausvonHagemann;además,letraíasincuidado.

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—No,queyorecuerde…Últimamentepasamucho tiempopintando,casisediríaqueestácomoposesa.Porlomenosesonoeramentira.Kittysepasabaeldíaconsunuevadoncella

personalynoparabandedibujar.Marieconvertidaendoncellapersonal,¿quiénlohubieradicho?—Me parece que siente una profunda aversión hacia mí —prosiguió el

teniente—.Yesalgoquemesorprende,porquehastahacepocomi impresióneraotra.¿Sabescuálpodríaserlarazóndeestecambiotanrepentino?Paulseencogiódehombros.Alparecer,suhermanahabíarotootrocorazón.

Pobrehombre,aquelloparecíahaberloafectado.—¿Acasoestáenamorada?Paul no pudo evitar reírse ante esa suposición. Precisamente esa misma

mañanaKitty se habíamofado de sus acompañantes de baile, tachándolos depingüinosbigotudos.Aldarsecuentadequealtenientelehabíaincomodadosurisa,recobrólacompostura.—¡Ytanto!—afirmóconunasonrisa—.Cadasemanaseenamoradealguien

distinto.Hastadondeyosé,estasemanaeselturnodeuntalRafael.LasemanapasadafueMiguelÁngel…VonHagemannsiguiócon lamiradaelvuelodeuncoheteverdeyobservó

cómoestallaba,convirtiéndoseenunaresplandecientearañaqueseextendíaporelcielo.Luegolediounpuntapiéaunguijarroqueteníadelanteylolanzóhaciaunarriatecubiertoderamasdeabeto;finalmente,volvióaentrarenelteatrosindecirnada.Enel interior seoyeron losprimeros compasesdeunamelodíadeopereta: el anunciado popurrí había comenzado, aunque apenas se oía a causadelalborotoyel tintineode lascopas.CuandoPaulsedio lavuelta,vioaunajovenparejaenlaentradadelasalasumidaenunbesoapasionado.—Aquíestás,Paul.Venconnosotrosalpalco.SuamigoJuliussetambaleabaunpoco.Detodosmodos,esonosignificaba

gran cosa: era capaz de beber cantidades ingentes de alcohol sin llegar aemborracharseporcompleto.

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—¡Hemosinvitadoadosdamiselasdelballetquetedejaránboquiabierto!—Yañadióentonofraternal—:Además,esacoristarubiahapreguntadoportidosveces.—Tengouncompromiso—mintióPaul—.Quizávuelvamástarde.—Miratúpordónde—dijoJuliusconenvidia—.Enesecaso,quetelopases

muybien.—Tútambién,amigo.Paul tuvo una sensación casi de alivio cuando se dirigía a la zona donde

aguardabanloscarruajesylostaxis.Vacilóuninstante,peroalfinalsedecidiópor un carruaje, indicó al cochero su destino y subió al vehículo. La villa noquedabamuylejosyhabríapodidoirapie.Apasoligero,comomuchotardaríamedia hora. Conocía bien el trecho entre Augsburgo y Göggingen. De jovenpasaba las horas allí con sus compañeros. En verano se bañaban en losriachuelosoibanapescar,yeninviernolamodaerapatinarsobreelhielo.Enrealidad, todas esas diversiones estaban prohibidas, pero ¿qué joven se habríadetenidoantealgoasí?Apenas llevaba cinco minutos en el carruaje cuando se dio cuenta de que

habíaelegidomal.Eraunvehículoviejo,rechinabaydababandazosalcircularpor las calles; los asientos también estaban desgastados y despedían un olordesagradable.Paulbajólaventanillaeinspiróelairefríodelanoche,queolíaunpocoaazufreyfuego.Enelcieloloscohetesseguíanmostrandoelesplendordesuslucesdecolores;laoscuridaddelnuevoañoerasoloparaellos.Cuantomás lo zarandeaba el carruaje,más sombrío sevolvía suhumor.En

pocosdíasestaríadevueltaenMúnich, en supequeñahabitación,y retomaríalos estudios. No tenía ninguna gana. Por suerte, podría enmendar su error yrecuperarelrelojdelacasadeempeños.Sesentíaavergonzadoporhabersidotan ingenuo, y recordó el día enque su padre le había llamado estúpido en lafábrica.Fuemuydesconsideradoquelotrataradeesemodo,sobretodoporquelos empleados lo habían oído todo y luego en algunas caras habían asomado

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expresiones maliciosas. Volvió a sentir la indignación que lo asaltó en aquelmomento,seacomodóensuasientoybajóunpocomáslaventanilla.Su padre, claro está, estaba en lo cierto: sus cálculos habían sido erróneos

porquenohabíatenidoencuentaalgunosfactores.Enlareprimendaquesiguió,Paulnotóquesupadresesentíadecepcionadoyesoledolió.¿Cómoselehabíaocurridopensarque seríacapazde realizaraquella tareaencincominutos?Sehabía sobreestimado y había recibido su merecido. Pero su padre había sidocruel.Yesacrueldaderainnecesaria.Aunquetratódeapartaresospensamientosdesumente,noloconsiguió.Su

padrenoeraunapersonadetratofácilyesolosabíadesdequenació.Aunasí,loquería.Ahoraquehabíaproblemasen la fábrica, alverlo regresar tardepor lanochealamansión,Paulsufríapornopoderayudarlo.Sehabíanaveriadodosmáquinas y otra iba mal, y las reparaciones no acababan de solucionarlo.Además, se acercaban las fechas de entrega, iban con retraso y los clientesempezabanamolestarse.Paulno sabíaestopor supadre,quenodecíaniunapalabra al respecto cuando regresaba a casa a comer. Lo había averiguadoporquehabíaparadoalcapatazHuntzingeralaentradadelafábricaylehabíapreguntado.—Enotrostiemposestonohabríapasado—habíadespotricadoHuntzinger—.

El señor Burkard habría revisado las máquinas y hubiera arreglado cualquieravería.—¿ElseñorBurkard?—Puesclaro.Fuequienconstruyóprácticamentetodaslasmáquinasquehay

aquí.Unbuenhombre…Sabíamuchodemecánica.Fabricótambiénmáquinasdecoserybicicletas.Paul tuvoquecavilarunpocoparasaberporquéaquelnombre le resultaba

tanfamiliar,hastaqueseacordódeJakobBurkard,elantiguosociodesupadre,fallecido hacía yamuchos años. El bueno deHuntzinger empezaba también atenersusaños.Aldistinguirlavillaalfinaldelpaseo,Paulsesintióextrañamentealiviadoy,

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en cierto modo, feliz. Las luces del exterior estaban encendidas y muchasventanasdelaplantabaja,dondeseencontrabanlasdependenciasdelservicio,se hallaban iluminadas. En cambio, el primer piso estaba a oscuras y en elsegundo solo había una ventana con luz. Aguzó la vista: esa debía de ser lahabitación de Kitty. Se le aceleró el pulso y casi sintió ganas de silbar unamelodía.Elcarruajesedetuvofrentealospeldañosdelaentrada.Paulseapeóyledio

una buena propina al cochero.Así, el anciano estaría contento y podría haceralgobuenoporsucaballo.Eraevidentequeningunodelosdosqueríacontinuarmuchotiempoenelnegocio:laedadlesestabapasandofacturaaambos.Saltabaalavistaquehabíanconocidotiemposmejores.Conelsombreroylosguantesenlamano,Paulsubiólosescalonesy,enlugar

de llamaral timbre, sacó su llaveyabrió lapuerta. ¿Porquénobuscarla?Nopretendíaexigirlenada.Tansolodeseabaunpocodecompañíaymantenerunacharlaagradable,notarlosojosdeella,eseoscuroyaterciopeladoabismoenelqueaéllegustaríaextraviarseporunrato.Elvestíbuloestabaaoscuras;soloalfondo,nomuylejosdelaescalera,brillabaunalámparadepetróleoquepermitíaalserviciollegarmáscómodamentealinterruptoryencenderlaluzeléctrica.Alparecer,nadiesehabíapercatadodesullegada.Eraprobablequeelservicioaúnestuviera en la cocina celebrando la Nochevieja. Se le ocurrió que tal vezalgunoshabríansalidoapasarlanocheconamigosofamiliares.Pero¿quiénes?¿Nodeberían estar ya de vuelta?Recordó aquella taberna desagradable en lossuburbios de la ciudad. AMarie arrojada al suelo por un bruto. ¿Y si habíavuelto a ese lugar? No. Le había prometido que no lo haría. Pero ¿quién leasegurabaqueesajovenmanteníasuspromesas?—¡Nunca!¡Yatepuedesponercomoquieras,nopiensohacerlo!¡Jamásenla

vida!Paul acababa de poner el pie en la escalera cuando le llegaron al oído esas

frasescoléricasprocedentesde lacocina.Lavozparecía ladeRobert.Paul sedetuvo un momento, pero pensó que no era apropiado escuchar las

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conversacionesdelpersonalysubióalgunospeldaños.Laalfombraamortiguabaelruidodesuspasos.—Así que prefieres ir a la cárcel, ¿no?O vivir en la calle, porque nadie te

contrataráconalgoasíescritoentucuadernodetrabajo…LamujerquehablabaeraAuguste.¡Quémalvadapodíaser!Aél,encambio,

siempreledirigíaunasonrisasumisaeinocente.—¡Bastaya!Nadiepuedeprobarlo.Ytúmenosaún.Paul ahora se había quedado quieto y aguzaba el oído. Se trataba de algún

asunto turbioy todoindicabaqueRobert,dequien jamáshabríaesperadoalgoasí,eraelprotagonista.—Lojuraréanteeljuez—insistióAugusteamediavoz—.Tútequedastela

carta de la señorita y llevaste a la oficina de correos otra que te sacaste delbolsillo.—No seas ridícula, Auguste. ¿Por qué iba yo a hacer tal cosa? ¿Qué me

importaamíunacartadelaseñorita?PauloyóqueAugustesereíaconsorna,conunacarcajadabreveyseca,como

sitosiera.—¿Porqué?Perosiesevidente.Porquenoqueríasqueescribieraunacartade

amoraltenienteVonHagemann.Enunataquedecelos,cambiasteesacartaporotraque túmismohabías escrito. Seguroque imitaste la letra de la señorita yhastafalsificastesufirma.¿Sabesquehaceralgoasítepuedellevaralacárcel?—¡Nadadeloquedicesescierto!Túereslaqueestácegadaporloscelos,por

esoteinventasestosdisparates.¿Quiéntevaacreer?Nadie.Todoestoalfinalacabarárecayendoenti,Auguste.—Robert, si te casas conmigo lo olvidaré todo—suplicóAuguste, con una

vozdistinta—.Solohagoestoporquemedoycuentadequeteestásaferrandoaunamorimposible.¿Deverdadcreesque…?—¡Chisss!—chistóRobert—.Silencio,creoquehallegadoalguien.—¿Quiénpuedehabervenido?Estátodooscuro.Paul se dio cuenta de que Robert se dirigía hacia el vestíbulo. Resultaba

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ridículo tener que esconderse de un lacayo, pero sería muy embarazoso queRobert averiguara que había estado escuchando su conversación. Se puso encuclillasyseocultóenlasombradelabarandilladelaescalerahastaqueRobertsemarchó.Luegosubió laescaleradespacio,pensandoen loqueacababadeoír.No lo

entendía, pero todo hacía pensar que el pobre Klaus von Hagemann habíarecibido una carta falsa. En cuanto tuviera ocasión, le preguntaría a Kitty alrespecto,aunque,conociéndola,estabacasisegurodequesuhermananohabíaescrito ninguna carta de amor al teniente. De hecho, el asunto en sí era unanimiedad. Lo único grave era que Robert había participado en un engaño. Sehabíanequivocadoaljuzgaraesemuchacho.Sedijoquehablaríadeesoconsumadre.Másadelante.Porelmomentoteníaotrosplanes.Se dirigió al salón rojo, encendió la luz del techo y pulsó el timbre del

servicio.Robertnecesitómenosdeunminutoparasubirlaescalera.—Señorito…Nolohabíamosoídollegar.LedeseounfelizAñoNuevo.Saltabaalavistaqueellacayoestabanervioso,peroPaulfingióestardebuen

humorparatranquilizarlo.—Lomismo te deseo, Robert. Que en este año se cumplan todos nuestros

deseosyesperanzas.Robertseinclinóconunasonrisayguardósilencio.¿Estaríapensandoquizá

queelseñoritopodíahaberescuchadounaconversaciónquenodebía?—¿Elrestodelafamiliasigueausente,odescansantodos?—Suspadresylasdosseñoritasaúnnohanregresado,perocreemosqueno

tardaránmucho.—Esomismopiensoyo—dijoPaul,alegre—.¿Podríastraerchampányunas

copas?Asípodremosbrindarporelnuevoaño.—Enseguida,señorito.Estavez,aPaulleparecióunaeternidadeltiempoquetardóRobertenvolver

alsalónrojo.Llevóelchampánenunacubiteradeplatallenadehielo.—Déjaloahí,yomismomeserviré.Gracias.

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EsperóaqueRobert abandonarael salónparadescorchar labotellay servirdoscopas.Labebidaaúnestabacalientey,comoseformómuchaespumaenlascopas, tuvo que rellenarlas varias veces. Se acercó intranquilo a la ventana.¿Había girado un automóvil en la entrada de la villa?No, por suerte se habíaconfundido.Conambascopasen lamano, recorrióelpasilloysubió rápidamentepor la

escalera hasta el segundopiso sin derramar una gota; en cuanto llegó, dejó labebidasobreunacómoda.Teníaelpulsodesbocado,aunquenosedebíaalabrevecarreraqueacababa

dedar.Llamóalapuerta.Noobtuvorespuesta.LoasaltólaterribleideadequeKittysehubieradejado

la luz encendida al salir de la habitación. Volvió a llamar, esta vez con másinsistencia. De nuevo, nada. Tenía que saberlo, así que giró el picaporte sinvacilaryabrió.¡Estabaallí!Depie,conuncuadernodedibujoenlamano,frentealcaballete

sobre el que reposaba un libro abierto. Estaba copiando una fotografía delcélebreDaviddeMiguelÁngel.—Señorito…Discúlpeme,estabatanabsortaque…Esos magníficos ojos oscuros lo miraban espantados, parecía un cervatillo

acorralado.—Noteasustes,Marie.Soyyoelquedebedisculparseporinvadirunespacio

quenomecorresponde.Lomás probable es que ella le hubiera oído llamar a la puerta pero había

pensadoque, sinocontestaba, semarcharía.Seacercóunospasosparaver sucuadernodedibujo, pero ella, avergonzada, se lo llevó a la espalday cerró ellibroconungolpebrusco.¿Todoporqueestabadibujandoaunjovendesnudo?Legustóverqueeratanpudorosa.Ciertamente,esedíaenlossuburbiosellalehabíacontadolaverdad.—Unaartistanodeberíaocultar suobra.Elarteespara todos. Inclusopara

mí.

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—Yono soyningunaartista, señorito.Solodibujoporque la señoritame lopide.Ellamedaleccionesyyotengoquehacerdeberes.Unanueva facetadesuhermana:Kitty,unaseveraprofesoradedibujo.Era

unaauténticacajadesorpresas.—Bueno, ya que estamos aquí —dijo Paul con naturalidad— podríamos

brindarporelañoqueempieza.Sacó,comodelanada,lasdoscopasyofrecióunaaMarie.Ellaretrocedió.—Seloagradezco,señorito,peroprefieronobeberalcohol.«Seestáhaciendoderogar»,pensóél.«Yaselepasará.Cielos,quéhermosa

estáconesaropanueva.¿Llevacorsé?Seguroquesí.»—Nopuedesnegarteadarunpequeñosorbo.Vamos,sébuenachicaycoge

estacopa.Asímegusta.Mariesostuvoladelicadacopacontantaeleganciaqueparecíaqueelobjeto

sehubieracreadopararesaltarsubrazoysumano.Sonrió,levantólavistahaciaély,porunmomento,aquellosintensosojososcuroslodejaronsinhabla.Marie,aquelnombreresonabaensucabeza.Marie,Marie…—Bebamosasusalud,señorito—dijoellaconvozfirme—.Yalasaludde

sufamilia.¡Porunañollenodepazyfelicidadparaustedes!—Yatusalud,Marie.Paraquepasemosjuntosmuchashorasfelicesenesta

mansión.Al brindar, las copas produjeron un sonido delicado y limpio. Paul reparó

divertidoenqueMarienohabíabebidochampánensuvida.Alhacerlo,frunciólanarizysecontentóconunsorbominúsculo.—Cuéntamemáscosassobreesaslecciones—lepidió—.Megustaríaverlo

quepintas.—Conmuchogusto,señorito.Peroahorano.Selocontaréconmuchogusto

encuantolaseñoritaregrese.—Tienequeestaralcaer.Podemosesperarlaaquíycharlarunrato…—Esoesimposible,señorito.Paul vació su copa de un trago y se interpuso en el camino deMarie, que

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pretendía escabullirse hacia el pasillo. Ella se quedó ante él, indecisa. Eraevidente que había supuesto que le cedería el paso, pero no fue así.Él estabadispuesto a forzar la situación. Sentía cómo la sangre le corría por las venas,llevabadíasynochespensandoenella.Marie,Marie,Marie…Larodeóconsusbrazosynotóqueellaseestremecía.Eldeseodebesarlase

apoderó de él.Cómo resplandecía su piel, qué rojos eran sus labios, eran unamarav…—¡No!—dijoellaenuntonoquenoadmitíaréplica—.Noquieroquehaga

ustedesto.Marie se volviódepiedra entre sus brazos, rígiday fría como la estatuade

mármolquehabíaestadopintandoinstantesatrás.Paullasoltó,retrocedióyseasustóantelafuriadesumirada.—Noquieroporque no creo que vaya a traer nada bueno, señorito.Buenas

noches.Ellasaliódelaestanciay,alpasarasulado,élseapartósinmás.Sequedó

inmóvilenelumbralduranteunratoyluegooyóquelapuertadelaescaleradeserviciosecerraba.Sediolavueltaysequedómirandoelpasillooscuroyvacío.Marielohabíarechazado.

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III

INVIERNODE1914

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23

—Nomeparecebuenaidea,Kitty.Aliciacarraspeóparaaclararselagargantaybebióunsorbodecafécaliente.

Sehabíadespertadoconlavozroncay,paracolmodemales,tambiénledolíanla garganta y la cabeza. A pesar del grueso abrigo de pieles, anteayer en elbalcónhabíapasadounfríoterrible.Contodo,mejorhelarsequeretirarseantesde que Johann terminara su discurso deAñoNuevo. Robert y Gustav habíanrepartido aguardiente y además se ofrecieron sándwiches y chocolate caliente.Había sidomaravilloso ver a esa gente aclamando a su director, vitoreando almatrimonioMelzer y brindando por el nuevo año con ellos. Ciertamente, susempleados eran leales. Claro que siempre había alguna excepción, pordescontado,peroesoeranormal.—¿Porquéno,mamá?—preguntóKitty,conlaobstinaciónqueleerapropia

—.BastaconqueRobertnoslleveynosdejeallí.Luegoregresaremosentaxi.Como no podía ser de otromodo, su hija le planteaba esa idea disparatada

despuésdequesupadrehubieraabandonadolamesadeldesayuno.Johannselohubieraprohibidosinmás.Noypunto.—¿QuieresiralmuseoconMarie?—intervinoentoncesElisabeth.—VamosaverlacoleccióndeartedelaiglesiadeSantaCatalina.¿Cuálesel

problema?Marieesunapintoracontalentoyyolainstruyo.Debeestudiar losdiferentesestilosartísticos.—Nuestra ayudante de cocina ahora estudia pintura—se carcajeóElisabeth

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—.Laverdad,avecesmepreguntoquétepasaenlacabeza,Kitty.¿Noseráquetienesalgúntornillosuelto?Kittysedefendiócontraatacando.Marienoeralaayudantedecocina,erasu

doncellapersonal.Porotraparte,eraella,Elisabeth,laquecontinuamenteibadeun lado a otro con sus amigas y la que se hacía llevar a casa deDorothea, yluegoaladeSerafina,yporesonoteníaelmásmínimoderechoa…—¿Nopodríamosdiscutir el temade forma sosegada?—interrumpióAlicia

—.Entreotrascosas,hoynotengolavozencondiciones.Al punto las dos chicas se interesaron por la salud de su madre. Elisabeth

sugirióquetomarazumodelimóncalienteyKittyrecordólascompresasparalagargantaylostésdesalviadesuinfancia.—¡Robert!¿Dóndesehabrámetido?—No te preocupes, Lisa —la tranquilizó Alicia—. Me acostaré un rato y

tomaréunainfusióndesaúco.Robert abrió la puerta sin hacer el menor ruido. Traía una bandeja con té

reciénhechoyunajarritadecremadeleche.—Dígalealacocineraquecalienteunpocodezumodelimónyqueleañada

miel—ordenóElisabeth.—Comoguste,señorita.Aunquenoestoysegurodequequedenlimones.No

habíaparaelté.El lacayoentoncesempezóaejecutarun juegodemanosqueKitty siempre

contemplaba con gran suspense. Retiró con una mano la tetera vacía delcalientaplatosmientrasconlaotrasosteníalabandejaconlateterallena.Colocólateteravacíajuntoalallena,equilibróelpesoyluegocogiólateterallenadelabandeja y la depositó sobre el calientaplatos. A cualquier persona normal,pensabaKitty, la bandeja se le habría volcado.Robert en cambio obraba estamaravillasinningunadificultad;seguroquehabríasidocapazdehacerloinclusoconlosojoscerrados.—Por cierto, Robert—preguntóKitty—. ¿Habría algún inconveniente para

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quenosacercaraalaciudadencoche?Lopreguntoporqueestanochehavueltoanevar.Elisabeth lanzóunamiradadeenojoa sumadre,peroestano interrumpióa

Kitty.Noqueríariñasdelantedelservicio.—En absoluto, señorita—se apresuró a contestar Robert mientras la tetera

vacíaquellevabaenlabandejasedesplazabaligeramente—.Gustavyyohemosquitadolanieveaprimerahorayhaceratoquesehanabiertovíasdepasoenlascalles.¿Dóndedeseanir?—Muchas gracias, Robert —intervino Alicia—. Se lo haremos saber más

tarde.—Porsupuesto,señora.Robert disimuló su decepción con una mueca solícita. Le encargaron una

infusióndesaúco,y,antesdemarcharse,colocóenlabandejaloscubiertosqueelseñordirectorhabíautilizado.—¡Esperfecto,mamá!—exclamóKitty,alegre—.Robertnospodríallevaren

cochea la iglesiadeSantaCatalinay,a lavuelta,compraremos limonesen latiendadeultramarinos.Así todossalimosganando.Ah,Lisa,porcierto, teníasrazón.Elzumodelimóneselmejorremedioparaelresfriado.ElisabethlevantólamiradahacialosadornosdeestucodeltechoyAliciase

dioporvencidaconunsuspiro.Esedíasesentíademasiadodébilparaoponersecon firmeza a Kitty. Aún tenía muy presente el recuerdo de la última riña,cuandosuhijasehabíaencerradoensudormitorio.—Por Dios, Kitty, me gustaría que, si os encontráis con algún conocido,

tratarasaMariecomoaunaempleada.Tengomotivosparapedírtelo,Kitty.NosparecequelarelaciónquetienesconMarieamenudoesdemasiado…libre.Kittyestabamuycontentaynoteníaganasdeentrarenunconflictoinútil.Por

supuesto, dijo, no trataría a Marie como si fuera una amiga. Al menos enpúblico.Además,esoaMarienolegustaba:sabíamuybiencuálerasusitio.Ysí, ahora iba a comer un pocomás porquemamá siempre teníamiedo de quefueraamorirsedehambre.

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Elisabeth se sirvió té reciénhechoyobservó con envidia cómo suhermanadesayunabaunpanecillodemantequillaconjamóncocido.¿Cómopodíacomerde esamanera y no engordar ni un gramo? En cambio, a ella le bastaba conmirarunpanecilloparaaumentaruncentímetrodecintura.—Voy a acostarme —anunció Alicia, carraspeando de nuevo—. ¿Alguien

quiereelperiódico?¿No?Entoncesmelollevo.MientrasAlicia sedirigía al dormitoriopara tomarse la infusiónde saúcoy

defenderse del incipiente resfriado, Kitty corrió alegre hacia la ventana paracomprobarsisepodíatransitarporelpaseoconelautomóvil.Enefecto,lanievehasta la entrada al parque había sido retirada y Gustav ahora se afanaba enlimpiar el camino que atravesaba el recinto. Movía la pala con un impulsouniforme y vigoroso, y no parecía que aquello lo cansara.Quémuchacho tanmusculoso.Kittyreparóenqueelalientoselecondensabaacausadelfrío.Asuespalda,Robertyahabíaentradopara recoger lamesadeldesayunoy lohacíacontantahabilidadqueapenassepercibíaunlevetintineo.—MegustaríairconMariealasoncealaiglesiadeSantaCatalina,Robert.—Enesecaso,deberíamossalirhacialasdiezymedia,señorita.Ella se dirigió a toda prisa hacia el pasillo, subió corriendo las escaleras y

comprobó que su corazón latía desbocado.Claro, se dijo, se había apresuradodemasiado.Otalvezhabíatomadomuchoté.Deberíahaberbebidocafé.Eltélaalteraba.¡Cielos,quénerviosaestaba!Parasuasombro,desudormitoriosalíanunasvoces.EraMarie.Ylaseñorita

Schmalzler. ¿Quéhacíaahí la señoritaSchmalzler?Y,paracolmo, tambiénseoíanlosgritosdelaseñoritaJordan.¡Increíble!Cuandoentrónovioanadie.Lastresmujeresseencontrabanenelropero.Kittymiróelrelojdepénduloqueteníasobrelacómodaycomprobóqueaúnfaltabandoshorasparalasdiezymedia.Reflexionóuninstantesobresidebíaponerfinaladisputaqueteníalugarenelropero,peroconsideróqueerainteresanteescucharunpoco.—La ropa de la señorita Katharina es responsabilidad mía —chillaba la

señoritaJordan—.Esohasidoasídesdequesirvoenestacasa.

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—SeñoritaJordan,esasson lasórdenesyvaa tenerqueadaptarse—dijo laseñorita Schmalzler en un tonomarcadamente tranquilo—. En el futuro, va aatenderustedalaseñorayalaseñoritaElisabeth,ydelaseñoritaKatharinaseocuparáMarie.—¡Vaaecharlotodoaperder!—exclamólaseñoritaJordanfueradesí—.No

tieneni ideadecómocuidarunvestidode seda.Unvestidoparaunbaile.Laropadetarde.Pornohablardelaropainterior.¿Acasosabeplanchar?—YalehedichovariasvecesqueyomismainstruiréaMarie—respondióel

amadellaves,yensuvozseadivinabaciertaimpaciencia—.Ustednotienequepreocuparsepornada.Kitty se sentó en una de las dos butacas azules. Esa conversación estaba

resultando de lo más reveladora. No le gustabaMaria Jordan, era una víboramaliciosaquedisfrutabadivulgandochismes.—No soy la única que piensa así —dijo la señorita Jordan con ganas de

disputa—. Este ascenso ha sido como una bofetada para todo el servicio.Duranteañosdesempeñamosnuestro trabajocondiligencia,aprendemosdesdecero y luego subimos de posición. En cambio, las afortunadas como Marieconsiguen lomismoenunas semanas.Peronopiensodecirnadamás.Nosoyunaenvidiosa.Yono.Nolonecesito.—Lomismocreoyo,señoritaJordan.¿Podríaentoncesdejarnosasolas,por

favor,paraquepodamoshacernuestrotrabajo?—Estábien,mevoy.Perodéjemequelediga,señoritaSchmalzler,queyono

seré la tonta que saque las castañas del fuego cuando la nueva no sepaarreglárselas. ¿Acaso sabe coser?No pienso ayudarla cuando tenga que coseralgo.—Sécosermuybien,señoritaJordan.Esa era Marie. Caramba, cuánta maldad tenía que soportar la pobre. Kitty

estaba escandalizada. Si mamá no necesitara tanto a la señorita Jordan, ellamismahabríadespedidosindemoraaunabuscarruidoscomoesa.Porlomenos,

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laseñoritaJordansellevóunbuensustocuando,alsalirdelropero,setopóconlaseñorita.—A su ser… servicio, señorita —tartamudeó, sonrojada de vergüenza—.

Solo…SolohevenidoacomprobarquesuropaestuvierabienyadarleaMarieunpardeconsejos.—Por supuesto—dijoKitty fríamente—.Señorita Jordan, esperoque, en el

futuro,trateaMarieconmáseducación.La señorita Jordan se dio cuenta de que Kitty había escuchado durante un

buenratoyensucarasedibujóunamuecadedisgusto.—Desdeluego,señorita—murmuró—.Discúlpemesiavecesmedejollevar

porlosnervios.Kittyasintióentonomajestuoso.Legustabacomportarsecomounaprincesa

severa.Señalóconlamanoendirecciónalapuerta.—Por lo demás, yo aquí ya no la necesito. Creo que mamá sí. Ha ido a

acostarse.Estáresfriada.—Enesecaso…Discúlpeme.Parecíamuycontentadedejaratrásellugardondehabíacometidosuvileza.

El ama de llaves, en cambio, supo manejar esa situación tan incómoda conserenidad:sedisculpóporelalborotoeinclusodedicóunaspalabrasamablesalaseñoritaJordan.—Noletengaencuentasumalhumor.Noesfácilparaellatenerqueceder,

tanderepente,unapartedesusresponsabilidades.Peroseguroqueseadaptará.—Esoespero.KittyaguardóaquelaseñoritaSchmalzlersehubieramarchadoparaacosara

Marieconsusplanes.Apartirdeahora,visitaríanlosmuseosdeAugsburgo,asícomoelayuntamientoyalgunasdelasgrandesiglesias.SuplaneradaraMarieunaampliaformaciónenhistoriadelarte,puesconuntalentocomoelsuyoesoera importante.Marie debía llevar su cuaderno de esbozos y sus lápices paracopiar algunos cuadros. De este modo aprendería mucho. La propia Kitty lohabíahechodurantesuformaciónenlaescueladeBellasArtes.Poruninstante,

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tuvo la tentacióndedejarleunode sus trajesde tweed, pero luegodescartó laidea.Desde su ascenso,Marievestía la indumentariahabitual deunadoncellapersonal: falda sencilla hasta los pies, blusa negra y, a lo sumo, alguna joyadiscretaquelachicanotenía.Llevabaademáselpelorecogido,loqueledabaunaspectomásadulto,perotambiénmásdulce.No.HoyprecisamenteMarienodebía estar más bonita ni, menos aún, parecer una joven dama. Kitty teníabuenos motivos para ello, y no tenían nada que ver con las advertencias demamá.—Saldremosalasdiezymedia—anuncióKitty,yvolvióamirarelrelojde

péndulo.¿Cómoeraposiblequeelminuterosolohubieraavanzadouncuartodehora?Peroantestomaréunbañoymerizaréelcabello.Tráemeelaceitederosas,

Marie.Yeljabónqueestáenelarmario,eseconlarosagrabada.Mariesemarchóparaprepararlotodo.Cielos,¿porquénopasabamásdeprisa

el tiempo? Fuera, en el pasillo, oyó la voz algo ronca de mamá. Al parecer,tambiénqueríabañarse.Kittysuspiró.Pordesgracia,tendríaqueceder.Losminutos se sucedían con la lentitud con la que caen las gotas demiel.

Kitty se puso a dibujar, pero le costaba concentrarse. Bajó al salón rojo,encendióelgramófono,escuchóunariadeTurandotysedijoqueEnricoCarusoestabasobrevalorado.Suvozsonabaguturaleininteligible,aunquetalvezesosedebieraalgramófonooasupropiaimpaciencia.VolvióasubirypidióaMarieque le sacara talocualvestidodel ropero,examinósusbotinesynosupoporcuáldecidirse.¿Elvestidoamarillomaízconelribetedeterciopelo?¿Noseríademasiado llamativo? Quizá fuera mejor la falda beis con una blusa y lachaqueta larga azul marino. No, así parecería una oficinista. Mejor algo rojooscuro,queera el color quemejor le sentaba.Lo combinaría con el sombreroconvelode tul y se recogería el pelodemodoque algún rizo asomarapor lanuca.Yaenelvestíbulo,tuvieronqueesperaraRobert,aquienlacocineralehabía

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encargado la lista de la compra.Además, debía ir a la farmacia para compraraspirinasparalaseñora.—Lo lamentomucho, señorita—dijo sinalientocuandoapareciópor fin—.

Peronosepreocupe.Llegaremospuntualesadestino.—¡Cielos! —se permitió responder Marie—. No pasa nada por un par de

minutos.Afindecuentas,nadienosespera,¿verdad?—Únicamente el sagrado arte—contestóKitty, contenta con esaocurrencia

divertida.Robert dio lo mejor de sí. Condujo a toda velocidad por el paseo hasta la

puertadeentraday luegogirópara tomar la avenida,donde sevioobligadoareducirlamarcha.Lanievehabíacomenzadoafundirseysobreelpavimentosehabíanformado

charcosconmanchasdeaceite;sinembargo,lomáspeligrosoeranlaszonasquequedabanalasombra,dondesehabíanformadocapasdehieloquehacíanqueelautomóvilsedeslizaradeunladoaotro.—Puede estar tranquila, señorita. Todo irá mejor cuando entremos en la

ciudad.Agárresealasideroparanolastimarse.Se cruzaron con varios vehículos tirados por caballos que iban cargados y

circulabanensentidocontrario.Loscocherossoltaronmaldicionesalverqueelautomóvilseacercabademasiadoalosanimales.—¡Si se me desbocan los caballos, acabaré con esas apestosas cajas de

hojalata!AKittyelcorazónlelatíaconfuerza.AgarrólamanodeMarieysealegróal

comprobarquesuamigasemanteníaencalma.EncuantocruzaronlapuertaJakober,eltrayectosevolviómástranquilo.Allí

el paso de innumerables ruedas y neumáticos había disuelto la nieve. RobertenfilólaJakoberstrassehastalacuestadePerlachberg,dondedeprontosevieronenvueltosporunamarañadeautomóviles,carros,peatonesycochesdecaballos.El tranvía también se había detenido y de nada servía que el conductor tirarafuriosamentedelcordóndelacampanillamientrassoltabablasfemias.

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—¿Quéocurre?Cielosanto,¿quéhacetodaesagenteahí?—Debedetratarsedeunaccidente,señorita.Voyapreguntar.—¡Deténgase! ¡No semarche!—exclamóKitty con espanto cuandoRobert

abriólapuertayseapeó.—Vuelvaenseguida,señoritaKatharina—dijoMarie,sonriente—.Mire,está

hablandoconelconductordeeseautomóvil.Kittyestabadecididaaseguirapiesinoquedabaotroremedio,peroRobert

regresóyanuncióquejustodelantedelayuntamientohabíavolcadouncochedecaballoscargadoconbarrilesdecerveza.Losbarrileshabíansalidorodandoentodasdirecciones,dañandodosautomóvilesylastimandoavariospeatones.—¿Qué hacemos ahora? —exclamó Kitty, angustiada—. ¿Tenemos que

regresar?Robertseechólagorrahaciaatrás,sonrióconaireresueltoyaconsejóa las

señoritasqueseagarraranporqueibaadarunrodeo.Actoseguidoviróhacialaizquierda,pasóentreuntaxiyeltranvíaysemetióporuncallejón.Elautomóvilibadandobandazosyalcabodeunosminutosllegó,casimilagrosamente,alaMaximilianstrasse. Había sorteado el ayuntamiento con astucia. Lo habíanseguidovariostaxisyautomóviles,ylosconductoressehacíanseñasentreellosytocabanlabocinaconalegría.Robertresplandecíadeorgullo.—Bien hecho —elogió Kitty—. Mira, Marie, desde aquí se ven la torre

Perlach y el ayuntamiento. ¿No te parece que tiene unas hermosas cúpulasacebolladas? Se dice que es un edificio imponente, pero a mí me pareceaparatoso y aburrido. De estilo clásico, que se advierte en los triángulosestrechosencimadelasventanas.Recto,simétrico,condosalasqueflanqueanlapartecentral.Aburridohastamorir.Perorefinado…Laemociónquesentíapordentroeratanintensaquenopodíadejardehablar.

Noimportabaloquedijera.Simplemente,noparabadesoltarpalabrasyfrases.Almismo tiempo, clavaba con fuerza los dedos en el respaldodel asiento delcopilotocuandosedabacuentadelasinsensatecesqueestabadiciendoysereíaunayotravez.

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—Mira,Marie,ahoranosencontramosenlapartealtadelaciudad.Nohabrásvenidoporaquímuyamenudo,¿verdad?—Pocasveceshetenidoalgoquehaceraquí…Kitty no dio pie a que Marie pudiera responder con más detalle y siguió

parloteando. ¿Había visto la fuente deAugusto? ¿No?Augusto había sido unemperador romano. Era importante que lo recordara. A lo lejos se veía laestrecha torre de San Ulrico. ¿No le parecía también que la longitud de laMaximilianstrasse era impresionante? En un extremo se encontraba elayuntamiento y en el otro, la basílica de San Ulrico. Aquello tenía queentenderse de forma simbólica: la Iglesia y la burguesía eran los poderes quehabíanhechocrecerlaciudad.Oalmenos—ynopudoevitarecharseareíraldecirlo—,esoeraloqueleshabíancontadoenlaescuela.Elcocheahoraavanzabayseveíanmuchachosretirandolanievedelaacera,

mujeresconlascestasde lacomprasorteandoconcuidado loscharcos.Detrásdeellosrepiqueteabaeltranvía,quehabíalogradosalirdelatolladeroquehabíadelantedelayuntamiento.—Ya casi hemos llegado, Marie. Allí está la fuente de Mercurio. Allí

giraremos a la izquierda para tomar laHallstrasse. ¿Sabes quién esMercurio?No,nofueningúnemperadorromano.Mercurioeramásqueeso.Eraundios.Eldiosdeloscomerciantesydelosladrones,ytambiéneldiosmensajeroporquetenía alas en las sandalias. Acuérdate de Mercurio, Marie. Entre otras cosas,porqueeraundiosfrancamentehermosoyjoven.Teníalosojosnegroscomoelazabache y el cabello rizado, y cuando algo lo apasionaba, le bailaban unaschispasdoradasenlaspupilas…Denuevosoltóunarisa.Cielos,¿quétonteríasestabadiciendo?¿Quépensaría

Robertdeella?Detodosmodos,¿paraquépreocuparsedeRobert?Noeramásqueunmiembrodelservicio.Marie,sudulceMarie,laentendería.Estabaseguradeello.LaiglesiadeSantaCatalina,quealbergabalacoleccióndearte,resultabaalgo

pobre al ladodel espléndidoyblancopalacioSchaezler.Mientras se apeaban,

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Kitty explicó que los Schaezler eran una familia muy engreída y que apenasteníancontactocon los«nuevos ricos».Segúnella, el interior estabadecoradocomounpalaciodecuento,conunestilocompletamentebarroco,conmuchooroyespejosparaagrandarlaestancia.Kitty ordenó aRobert que siguiera su camino e hiciera los recados.No, no

hacíafaltaquelasrecogiera,llamaríanauntaxi.Pagólasentradasenlataquilla,dondelaatendióunhombredebigotecanoso,ysedejaronpuestoslosabrigosporquehacíafríoylasestanciasnoestabancaldeadasparanodañarloslienzos.—Mira, Marie, allí hay algunos de los fabulosos cuadros de la basílica.

Fueron encargados por las monjas. Hans Holbein pintó dos de ellos. ¿Quémonjas?Bueno,enelpasadoestaiglesiaformabapartedeunconvento,creoqueerandominicas.Susoracionesteníanelpoderdeliberardelaperdicióneternaalospobrespecadores;esolashizoricasylespermitióencargarlosespléndidosretablosdelaltar.Comopuedesver,antiguamenteelarteestabasiempreligadoalaIglesiaoaldinero.Estoesalgodespreciable,Marie.Elartedebeserlibreparapoderelevarsehaciaelcielo,comounpájarotornasolado…Unempleadovestidodeazuloscurolehizounaseñaparaquenohablaratan

altoyKittyenmudeciósobresaltada.—Creoquedeberíasescogerunodeloscuadrosdelaltar—ledijoaloídoa

Marie—.ConsideraquesepintaronenelsigloXVIyqueahoraresultanbastanteanticuados. Pero son obras de grandes pintores. Fíjate en la expresión de loscuerpos,losgestos…Mejorempiezaporaquí.No teníani lamenor ideade lahoraqueera,peroestaba seguradeque las

oncehabíanpasadohacíayarato.Marieparecíaalgoextrañadadequelepusieratareaenlaprimerasala;ellahubierapreferidovisitarprimerotodalaexposición.Peroesoeraalgoquepodíanhacerluego.Loscuadrosnoseiríancorriendo,loscuadrosno.—Ahoratedejarésola,queridaMarie,paraquedibujesconcalma.Tómatetu

tiempoyestudiaprimeroúnicamenteconlosojos…TuvolatentaciónquequitarseesemolestoabrigoydejárseloaMarie.¿Para

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quéhabíaelegidounvestidocontantoesmero?Perohacíademasiadofríoy,apesar de ir abrigada, el cuerpo le temblaba. Como si fuera una visitanteinteresada, recorrió lentamente esa gran sala, en la que aún se percibía sufinalidadeclesiásticaoriginal.Lospilaresgóticosculminabanenarcosojivales,que se entrecruzaban en la cúpula abovedada. Kitty saludó con un gestosimpáticoalvigilanteyaccedióalasegundasala,queestabavacíasalvopordosancianasdamas.Elcorazónseleencogió;debuenaganahabríaechadoacorrerparaversihabíaalguienenlosdosespacioslaterales.Perosecontuvo.¿Quiénera?¿Unaniñatontapersiguiendounbalóndorado?No.Noteníanecesidaddeapresurarse.Quizáeramejorhaberllegadotarde.Asíélnopensaríaqueellasehabíaenamorado.Oquehabíasucumbidoaélcomotodaslasdemás.No.Ellaera Katharina Melzer, la «princesa encantadora» desde su primer baile hacíacuatrosemanas.Siellalehabíaconcedidounacita,esonoeramásqueunfavorqueélnomerecía.En la estancia adyacente, a la derecha, solo había una de esas empleadas

vestidasdeazulyestabatejiendouncalcetíndecolorlila.Esoerainconcebible;anteesaobramaestrasinpar,aquellamujerinsensiblepermanecíasentadaenuntabureteyhacíasonarlasagujasdetejer.Kittyregresórápidamentealasegundasala y se volvió hacia a la derecha.Si tampoco estaba allí, significaba que nohabía acudido o que ya había abandonado la exposición. ¿A qué venía esadesilusión?Enrealidad,aellaesonodeberíaimportarle.Culpasuya,monsieurDuchamps. Lástima por el tiempo perdido… Pero estaba allí, de espaldas,contemplandolapinturadeunmaestrosuabo.Nosegirócuandoellaentróenlasala,perosícuandosedetuvodetrásdeél.—Llega usted tarde, mademoiselle —dijo sonriendo—. Empezaba a temer

quehubieracambiadodeopinión.Su sonrisa la envolvió como una oleada de calor. ¡Cielos! Sus ojos

resplandecíancondiminutos reflejosdorados.¿Cómounhombrepodía ser tanmaravilloso,tanexcitante?—Encontramos un impedimento en el camino hacia aquí —dijo ella

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recobrandolacompostura.Élaceptólaexplicaciónsinmáspreguntas.—Entalcaso, todavíamesientomásfelizdeque,pesea todo,hayavenido

usted.Mientras se acercaba a él, las rodillas le temblaban. Él la saludó con

galantería, besándole la mano, y a ella le pareció notar una llama ardientequemándoleeldorso.¿Lahabíanrozadosuslabios,osololohabíaimaginado?—Bueno,de todosmodos, teníacosasquehaceren laciudad—mintióella,

sonriéndole—.Ysiempremerecelapenacontemplarestaexposición.—Tieneustedrazón,mademoiselleCathérine…¡Qué hermoso sonaba su nombre en su boca! Tenía apenas un leve acento

francés;porlodemás,sualemáneraimpecable.TalcosaresultabaasombrosaenelhijodeunfabricantedesedadeLyon.Noobstante,sumadreeraalemanaydesde hacía años él se encargaba de las delegaciones de algunas empresaslionesas enAugsburgo. Se habían conocido en el primer baile deKatharina ydesdeentonceshabíancoincididomuchasveces.LaúltimafueenNochebuena,enaquellarecepciónincreíblementeaburridadelalcalde.Duchampsvolviólavistahacialaentradadelasala,enlaqueasomóporun

momentounodelosvigilantesparaluegomarcharse.—Mademoiselle, séqueesosado—susurró—,peronopuedodejarpasar la

ocasión de confesarle lo profundamente impresionado que estoy por usted.Piensoenusteddíaynoche.Vivoconsuimagengrabadaenmicorazón;habloconusted,sí,oigosuvozenmicabezaeinclusoavecesmeparecequenotoelcalordesupequeñamano…Kitty absorbió estas palabras, que eran pura dicha para ella. Eso era lo que

había anhelado durante todos esos días. Esos ojos salpicados de oro, su vozdulceygrave.¡Cielos!Suspalabrasnoeranlapoesíamásexquisita,muchoslehabíandichocosassimilares,peroensuslabiosparecíanmaravillosas.—Porfavor,noseríademí,Cathérine.Leabromicorazónporquecreoque

nolesoyindiferente.Enotrocaso,noestaríaaquíanteamí…

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En sumirada brillaba la certeza de su triunfo, y aunque eso lamolestó unpoco,alavezlegustó.Noeraunodeesosadolescentesquelarodeabanenlasveladas.Eraunhombrequesabíaloquequería.—Admito que sentía curiosidad —dijo con coquetería—. Podría ser que

compartiésemosmuchascosas,enparticularelamorporelarte.Dosmujeres mayores entraron en la sala, pasaron despacio junto a ellos y

luegofuerondeteniéndoseaquíyallá,intercambiandoopinionessobrelasobras.Pasó una eternidad hasta que, por fin, se marcharon. Entretanto, Kitty yDuchampspermanecieronmirándosedefrente,ensilencioyensimismados.—Elamor—dijoélenvozbaja—,elamorporlavida,porlabelleza,porel

arte…Cuántas cosas lepodría contar,mademoiselle.Desdehoyelmundomeparecenuevo,comosiacabaradenacer…Nosería,seloruego…Aun así, Kitty rio, más como una reacción nerviosa que como una risa

verdadera.Esoaéllehizoperderlacompostura.—¿Seburlausteddemí?¿Tanridículoleparezco?Depronto,élseleacercómásyellanotósualiento,elolordesuabrigo,la

presióndesusbrazos.Subocabuscóladeellayentoncesocurrióalgoincreíble.—Discúlpeme—lesusurróélaloído—.Noeraesamiintención.Noahora,ni

tanrápido…Los reflejos dorados de sus ojos la atravesaron como saetas; el corazón le

palpitabadesbocadoy el pulso se le había acelerado. ¿Qué era todo eso? ¿Dequéhablaba?—No crea que soy un seductor voluble, mademoiselle. La pasión se ha

apoderadodemí.MonDieu,meheenamorado.Hacíaañosquenomesucedíaalgo así, se lo juro. Ha sido un coup de foudre, un flechazo que, como unrelámpago,mehaalcanzadoynopuedo librarmedeél. ¿Podráperdonarme laimpertinencia?Hasidoalgoestúpidoytorpepormiparte.—Disculpe —lo interrumpió—. Ha sucedido tan rápido. ¿Podría… podría

volverahacerlo?La estancia comenzó a dar vueltas a su alrededor mientras él accedía a su

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deseo.Esoscuadrosantiguospasaronanteellaenunasucesióndeimágenes,unfrenesí de formas y colores, de santos y penitentes, de paisajes, animales ymuros. Con todo, lo verdaderamente embriagador era ese desconocido aromamasculino que emanaba de su piel y de su cabello y que la envolvió porcompleto.

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—Yoelegiríaesta,señorita.Marieseñalódecididaunodelostresrollosdetelaquedescansabansobrela

mesadelasaladecostura.Eraunrasodesedadeundelicadocolorazulceleste.Losotroseranunsaténrosapálidoyunrasoverdeintenso.—¿Porquéeste?—seextrañóElisabeth.—Porqueelazulquedamuybienconeltonodesupiely,sobretodo,desus

ojos.¿Love?Marie cogió el rollo y desplegó hábilmente un metro de tela para posarlo

sobreloshombrosdeElisabeth,quepermanecíasentadafrentealespejo.—Con el lado mate a la vista. Se puede jugar con la cara brillante en los

dobladillos y el escote.Un corte sencillo. Lasmangas, estrechas, y para ellasnecesitaremoschifóndelmismo tono.Losvolantes solo eneldobladillode lafalda,másgrandesendirecciónalacola.Yenelescote,talvezpodemosponerunaflorqueyomismaleharé.Elisabethsemiróenelespejoytuvoquedarlelarazónalanuevadoncella.

Conquéhabilidadlecolocabalatelasobreloshombrosinsinuandoelescoteyrecogiendo el raso en la cintura. La pequeñaMarie tenía talento.Bastaba conmostrarleunarevistademodaparaqueseleocurrieranideaselegantes,actualesy,lomásimportante,favorecedorasparaalguiendesiluetagenerosa.—Además podría ponerse un collar.De perlas, quizá.O una cadena de oro

finaconpiedrasazules.Podía ponerse la cadena con el colgante de aguamarina que papá le había

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regaladohaciatresañosenNavidad.Sí,esolegustaba.—Yolerecogeríaelpeloporlanucadeformaquequedarasuelto.Otalvez

trenzado,peronomuyapretado,ydejaríaalgunosrizosenlafrente.Siquiere,lepuedohacerunadornoparaelcabello.Unacintaconperlasyplumas.Marie realizaba muy bien ese tipo de adornos, pues había pasado un año

trabajando con unamodista y no había hecho otra cosamás que coser flores.Hacíadíasquelasdosmáquinasdecosernoparaban,porquetambiénseteníanque terminar los vestidosdebaile deKitty y demamá.Por ello habíanhechollamaralaseñoraZimmermann,unamodistaqueconocíasuoficioytrabajababien.Detodosmodos,lasideasdeMarie,subuengusto,yelmanejoqueteníade las telas y los colores eran imbatibles. Al principio, a Elisabeth le habíacostado aceptar a la muchacha: le había parecido demasiado altiva para serayudante de cocina. Además, su relación con Kitty rayaba el escándalo. Sinembargo,habíacambiadodeparecer.Eraunajoyaquehabíanestadoapuntodeecharaperderenlacocina.—Asíloharemos,Marie.DibujaelpatrónparaquelaseñoraZimmermannlo

corte.—Conmucho gusto, señorita. ¿Quiere que dibuje también algunas flores y

adornosparaelcabello?Asíveráloquetengoenmenteparausted.—Buenaidea.ElisabethasintióconungestodisplicenteyesperótranquilamenteaqueMarie

la libraradelmarde telasquelaenvolvía.Lapequeñadibujabamuybien.PormuchasclasesquetomaraKitty,nuncallegaríaasualtura.Suscuadrosteníanun«algo».AunqueElisabethnosabíaexplicardequésetrataba,habíaalgunacosaenellos que cautivaba al espectador. Lo cual, bien pensado, no dejaba de serasombrosoparaunachicaque,segúnlehabíacontadomamá,sehabíacriadoenunorfanato.Elisabeth se levantó y lanzó una última mirada hacia el espejo que, como

siempre, lamostró pálida y con una leve papada.Ese día solo llevaba bien el

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peinado.ElméritoeradelaseñoritaJordan,quellevabasemanasdandolomejordesíenunadesesperadaeinútilcompeticiónconlasegundadoncella.Abandonólasaladecosturaysedirigióasucuartoparaescribirunanotapara

una amiga enferma antes del almuerzo. Serafina y ella habían ido juntas alinternado,peroloquemásleinteresabaerasupadre,elcoronelVonSontheim,un superior del teniente. VonHagemann había regresado a su regimiento y aElisabeth le preocupaba que no le concedieran permiso y no pudiera asistir albaileencasadelosMelzer.—Disculpe,señorita.—¿Quésucede,Robert?El lacayodirigióunamirada rápidaa lapuertade la saladecostura, tras la

cualoíaeltraqueteoyelchirridodelasmáquinas.—No.Enelpasillono,señorita.Esunasunto…confidencial.—Notengomuchotiempo…—Se trata de la carta, señorita. La que usted escribió al teniente Von

Hagemann…Elisabeth, asustada, lo miró a la cara, pero el lacayo estaba tranquilo, sin

mostrarelmenoratisbodepánico.Encualquiercaso,eseasuntoeradelicado.—Entraenmihabitación,deprisa.Elisabeth,porprudencia,comprobóquenohubieranadieenelpasillo;luego

abrió la puerta de su habitación y ambos entraron.De hecho,Robert no teníanadaquehacerensudormitorio,perolanecesidadnoobedecearazones.—¿Quéocurre?—Augustemeviocuandointercambiélascartas.Eso no eran buenas noticias. Pero almenos, hasta elmomento, la chica no

habíadichonada.¿PorquéRobertleveníaahoraconeso?—Señorita,Augustenosabequiénescribiólaotracarta.Ellasospechaquefui

yo,peropodríaserqueinsinuaraalgoasuhermanao,incluso,asumadre.—¿Porquéharíaalgoasí?PensabaquetúyAugusteibaisacasaros.Robert lonegóen redondo.Enabsoluto.Augustequeríaobligarlo a casarse

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conella,peroélnoestabadispuestoacaerenesechantaje.Elisabethcomprendió.—Tehaamenazadoconcontarlotodosinolallevasalaltar.Eseso,¿verdad?—Esomismo, señorita—confirmóRobert—.Pero no se preocupe.Aunque

digatonterías,nadielacreerá.Elisabeth no dijo nada. Pero no compartía esa opinión. Se paseó por la

habitación,pensativa,recolocósindarsecuentaunjarrónytiróunpocodelascortinas,queestabanricamenteadornadas.Habíaquesilenciaraesachantajistaantesdequeacabaraeldía.—Gracias,Robert.Puedesretirarte.Meencargarédelresto.Robert hizo una inclinación, pero no parecía dispuesto a abandonar la

estancia.Habíaalgomásquequeríadecir.—Quieroquemecomprendausted,señorita.Estoymuyorgullosodetrabajar

aquí,enlavilla.Laseñorasiemprehasidobondadosaconmigoycreoquemeaprecia mucho. Sería espantoso para mí si ese pequeño favor que le hice austed…—Notepreocupes,Robert.Nadievaaenterarse.Ellacayolehabríadichomáscosas,peroeltonoimpacientedelaseñoritalo

dejó mudo. ¿Había sido sensato confiar en ella? Cinco minutos antes habíacreídoqueesaeralaúnicamaneradesalirdelatolladero.Ahora,encambio,noestabamuyconvencido.Abrióunpocolapuertaypermanecióinmóvil.MariaJordancruzabaelpasilloconunapiladeropaplanchaday,porelotro

lado,ibalamodista,conlanecesidadapremiantedesubirallavabodelpersonal.Esperó pacientemente a que ambas se hubieran marchado y se dirigió a laescaleradeservicio.Elisabethapenasleprestóatención;teníalacabezaocupadaenotrosasuntos.

Seacercóalcajónsuperiordelacómoda,sacóunacajatapizadadecueroverdeylacolocóeneltocadorfrentealespejotríptico.Elfondoverdeestabaadornadoconmotivosdoradosenformadeflores,ramasenredadas,pájarosymariposas.

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AñosatrásElisabethhabíasuplicadoasumadreese joyeroyahíguardabasusjoyaspreferidas.Anillos,brochesyvarioscollaresdeperlas,dosdeloscualeserantanlargos

quedabandosotresvueltasalcuello.Seenorgullecíadepresentaresetesoroasufuturoesposo.Quizáellanodestacaraporsubelleza,nieraunadeesaschicasdecinturafinaqueembelesabanconsuslánguidospestañeos.Sinembargo,seríauna esposa fiel y solícita y, además, no precisamente pobre. Klaus vonHagemannnotendríamotivosparaquejarse.Ahíestabatambiénelcolgantedeaguamarinaazulclaro.Teníaformadeflor

detrespétalosy,enelcentro,resplandecíaundiamante.Lasaguamarinasdelospétalos estaban rodeadas de cristales de diamante refulgentes. Esa joya sellevabapendidaenunalargacadenadoradaquepodíaenrollarsevariasvecesentornoalcuello.Paraprobar,Elisabethsecolocólajoyaenelpecho,seinclinóysecontemplóenelespejo.¿Legustaríaaltenientesuvestidoazul?Aunquesabíaque,alladodeKitty,ellanoteníaningunaoportunidad.Suhermanaibaallevarunvestidodesaténblancoconunacoladechifónrosapálidoyfloresentonosrosasqueledabalaaparienciadeunhadadecuento.Kittynonecesitaballevarjoyas, porque la piel de su cuello fino y el delicado comienzo de sus pechospequeños eran perfectos, y una joya cara como aquella no podía más quearruinarsuatractivoinfantilyembriagador.Elisabethlanzóunsuspiróyvolvióarecostarseenelasientomientrassostenía

elcolganteenlamano.Entoncespulsóelbotóndeltimbre.LaseñoritaJordanseapresuróaentrar,solícitaydispuestaacomplacerla.—DileaAugustequemetraigaelté.Elpálidorostrode laseñoritaJordandejóentreveruna tremendadecepción.

Desde luego, tenía una situaciónbastante difícil, porque solo sumadre dejabaquelasirviera.EinclusoellahacíallamaraMarieaveces.—Tambiényopuedotraerleelté,señorita.—QuieroquemelosubaAuguste.La señorita Jordan se tomó aquello como una humillación y se retiró con

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expresión acongojada. Elisabeth entonces se enfadó con ella; esa persona tanmolestahabíaestadoapuntodearruinarlelajugada.Auguste se hizo esperar. Probablemente en la cocina estaban preparando el

almuerzo. Como de momento no habían contratado a ninguna ayudante decocina,ElseyAugusteteníanqueecharunamanocuandoerapreciso.—Elté,señorita.¡Por fin! Elisabeth observó cómo Auguste mantenía en equilibrio con una

manolabandejaconlateteraylatazayconlaotraabríalapuerta.Lafaldapordelante estaba considerablemente abultada, aunque el delantal cubría lamayorparte.¿Decuántoestaría?¿Elniñonaceríaenprimavera?—Déjaloallí, sobre lamesa.No.Nohace faltaque lo sirvas,dejaqueel té

reposeunpocomás.—Porsupuesto,señorita.Hizounareverenciaysonriódemodocandoroso.Esachantajistaeralopeor.

Astutay,almismotiempo,estúpida.Nosepodíaobligaranadieacasarseconesosmétodos.Eltrucoeraconseguirquelohicieraporsupropiavoluntad.—Acércate,tengoquehablarcontigo.Augustesehabíaprecipitadohacialapuerta.Talvezhabíasospechadoalguna

cosa,porqueparecíatenermuchaprisa.Entoncessequedódepie,inmóvil,conlosbrazoscolgando, frente a la señorita, que seguía sentada en el taburetedeltocador. Elisabeth volvía a tener en la mano el colgante de aguamarina cuyacadenadoradalecaíasobreelregazo.—¿Tegustaestajoya,Auguste?La pregunta desconcertó a la chica. Clavó lamirada en el centelleo de los

diamantesyenlaspiedrasdecolorceleste,ytragósalivarepetidasveces.Luegoasintióingenuamente.—Esmaravillosa,señorita.—Amítambiénmeloparece—respondióElisabethsujetandoelcolganteun

pocomásalto—.Esunademispreferidas,unregalodemipadre.Auguste no supo qué responder. Volvió a sonreír y esperó a tener permiso

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pararetirarse.—Poresomedolió tantocuando,díasatrás, estahermosa joyadesapareció.

Porsuerte,hoyhasidoencontrada.Augustelamirabadehitoenhitoyensusojosdeasombrosepodíavercómo

discurríasucabeza.Elisabethentoncestendiólatrampa.—Estabadebajodetucolchón,Auguste.¿Quétienesquedeciralrespecto?Augusteabriólaboca,farfullóunastonterías,lloriqueó,asegurósuinocencia

yjuróporlasantísimaVirgenMaríayportodoslossantosquejamásenlavidaharíaalgoasí.Afirmóqueera inocente,quealguien lahabíaacusadoporpuramalicia.—Yotambiénmesorprendímucho,querida—dijoElisabeth—.Perotengoun

testigo,unapersonaqueencontrólajoyaconmigo.—¿Un…untestigo?—Robert.LajovenpalideciódetalmodoqueElisabethtemióquefueraadesplomarse,

talycomoyahabíasucedidoenotraocasión.—Siéntateahí,enlasilla—ordenóElisabeth—.Vamosahablarconcalmade

estadesafortunadahistoria.—Robert —susurró Auguste—. ¿Robert dice que ha encontrado la joya

debajodemicolchón?—Lahemos encontrado los dos—mintióElisabeth con desenvoltura—.Yo

decidíinspeccionarlashabitacionesdelservicio.Nofueunadecisiónfácil,peronotuvemásremedioporlaimportanciadelapérdida.—Robert…EntoncesAuguste se echó a llorar. Parecíamuy afectada por que su amado

estuviera implicado en esa historia. Pero, lamentablemente, con esa acusaciónElisabethnopodíarecurriraotrotestigoquenofueraRobert.Sedijoquedebíainformarlecuantoantesparaquenosefueradelalengua.—Deja de llorar, Auguste. El asunto es grave. De hecho, gravísimo. Si se

presentaunadenuncia,tendríasqueiraprisión.

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—Peroyo…yonoherobadonada—sollozóAuguste—.Lojuroportodos…—Estábien—lainterrumpióElisabeth—.Escúchame.Envistadetuestadoy

puesto que, hasta ahora, nunca has sido culpable de nada, estoy dispuesta apasarloporalto.Siempreycuandodemuestresqueeresleal.Augustealprincipionoacababadecomprender,perolafrasesiguienteledejó

muyclaropordóndeibanlostiros.—Ycuandodigoleal,merefieroaquenolevantesfalsasacusacionescontra

otrosempleados.EspecialmentecontraRobert.FueunadeliciacontemplarlacaradeAuguste.Noeratantontacomoparecía.

Habíacaídoenlacuenta.—A fin de cuentas, os vais a casar—añadió Elisabeth con perfidia—. Es

importantequetuhijotengaunpadre.Augustehundió la cabeza en el pecho.Porun instante,Elisabeth temióque

fueraadesmayarse.Nolohizo.Serepusoyselevantó.—Loheentendido,señorita—dijoenvozbaja.—Bien—respondióElisabethconamabilidadmientrasdeslizabaelcolgante

eneljoyero—.Entoncesestamostodosdeacuerdo,¿verdad?Augusteasintió.—Perfecto.Yapuedesservirmeelté.

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¡Qué maravilla! Las voces, el sonido suave de los instrumentos, el olor aperfume y a pomada para el pelo, esa expectación inmensa, tan vibrante yconmovedora.Kitty se detuvobajo el umbral quedaba a la sala debaile paragrabar en sumente aquel revuelomulticolor de vestidos de baile; los escotesrosados o del color blanco de los cisnes; los peinados, tan artísticamentetrenzados y rizados. Lasmuchachas jóvenes lucían vestidos de tonos claros yparecían flores delicadas; los caballeros, en cambio, iban todos vestidos denegro.Casitodosllevabanfrac.—Querida señorita, ¿aún estoy a tiempo? Solo un baile con usted y mi

felicidadserácompleta.EraAlfonsBräuer.Elcorpulento,bonachónysiemprecomplacienteAlfons.

¡Quépersonatanaburrida!Aunasí,Kittyesedíasesentíaeufórica,asíquesacóelcarnetdebailedesubolsitoplateado—unaccesoriofabulosoqueMariehabíadiseñadoycosidoparaella—yescrutólasanotacionesconelceñofruncido.—Aúnmequedalibrelacuadrilladelfinaldelavelada.Dos jóvenescaballeros seabrieronpasohacia la saladebailey saludarona

Kittyconuna reverenciamientras intentabanecharaun ladoaAlfonsBräuer.Este, sin embargo, permanecía inamovible bajo el umbral, decidido a noapartarsehastahaberseaseguradoelbaile.—En ese caso, le ruego que me anote—dijo palpándose el bolsillo de la

chaquetaparasacarsupropiocarnetyun lápiz—.Aunquedeboadvertirleque

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no soy lo que se dice un buen bailarín. Con la cuadrilla, que exige una granprecisión,seguroquemeequivoco.A Kitty eso le hizo gracia. Era realmente cómico que se disculpara por

adelantado. Había otros caballeros que alardeaban sobre su buena disposiciónparaelbaile,osepavoneabandesusdotesparamontaracaballoydesusgustosliterarios; los había incluso que decían entender de arte. Alfons Bräuer, sinembargo,nuncasedabaínfulas.—Esonoimporta—contestóella,animosa—.Nosinventamoslosgirosylos

demásnosseguirán.—Esustedmuyamable,señoritaKatharina.SehabíadirigidoaellacomoseñoritaKatharina,mencionandosunombre,lo

cualdenotababastanteconfianza.Alfondo,alotroladodelasala,atisbóporunmomentoasumadreentrelosinvitados,sonriendoanimosamentehaciaBräuer.Kittysesintiómolesta:denuevosumadreestabaurdiendoplanesdeboda.Papáteníarazón,esascosaseramejordejarlasenmanosdeldestino.En ese instante se oyó la voz de su hermano, que prácticamente se había

apoderadodelcargodemaestrodeceremoniasdelbailedelosMelzer.Todoelmundoseapresuróaentrarenlasaladebaileparanoperderselaspalabrasdebienvenida;lascharlasylasrisasenmudecieron,ytambiénlosmúsicosdejarondeafinarsusinstrumentos.KittysalióalpasilloporqueyasabíaloquePaulibaadecir. Sobre las diez harían una pausa larga para que los bailarines pudieranrefrescarse y recuperaran fuerzas en el bufet. En atención a las damas que noparticipabanenelbaile—porqueeranodemasiadomayoresodemasiado feas—, en la biblioteca se habían dispuesto varias sillerías. Los señores que nobailabansepodíanreunirenelsalóndecaballerosparafumar.Eseeraelpuntodeencuentrodelasbarbasdechivoylosenfermosdegota.Kitty tiró un poco de la cola de su vestido; la noche anterior,Marie había

terminadodecoserlosvolantesylasfloresrosadas.Elvestidoeraunamaravilla.Dehecho,amododeentretenimiento,habíalogradoconvenceraMariedequese lo probara ya que ambas tenían una silueta parecida. Con él puesto, la

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doncella también parecía una rosa delicada. ¡Qué lástima que no le estuvierapermitidoparticiparenelbaile!Aunque,porotrolado,esoteníasupartebuena.¿YsiélseencaprichabadeMarie?AsuqueridaMarieledeseabatodolobuenoybonitodeestatierra.Todo,menosloquetuvieraqueverconesehombre.Él,naturalmente,llegaríatarde.LaasistenciadeGérardDuchampsalosbailes

erasiemprebreveyjamásllegabapuntual.Peroellasabíaqueaparecería.Hastaentoncestendríaqueconformarseconesos«petimetresilusos»,tanaburridosycansinos. Sonrió para sus adentros. Aquella expresión la había acuñado Pauldurante la divertida cháchara de esamañana en el desayuno.Había vuelto deMúnichparaasistiralbailedelacasa.Unodelossirvientescontratadosparalaocasiónleofrecióunospetitfoursen

unabandejadeplata.Ellatomóunadeesaspequeñasdelicias.Comotodoslosaños, la señora Brunnenmayer se había tomado como una cuestión personalencargarse de la comida del baile. Esos dulces diminutos estaban hechos debizcocho, crema de mantequilla, fruta escarchada y estaban bañados enchocolate. Para que los distinguidos invitados no se ensuciaran los guantesblancos,lospetitfoursseservíanenvueltosenpapel.—¿Otravezcomiendo,hermanita?Kitty masticó complacida e hizo un gesto de asentimiento a Elisabeth. Se

ahorróelcomentariodequeellanonecesitabapasarsetodoundíatomandosolotésinazúcar,comohabíahechoElisabeth.Detodosmodos,elresultadosaltabaalavista.—Estanocheestásmuyguapa—ledijoKitty—.Yesevestidoazulcelestees

fabuloso.¿NoteparecequeMarieesuntesoro?—Nocabedudadequetienetalento.VarioscaballerosseacercarondesdedistintosladosyKittytuvoqueoíruna

seriedecumplidospocoocurrentes.No,pordesgracia,sucarnetdebaileestabacompleto.Pero,sí,claro,talvezdurantelapausatendríanocasióndehablardemanera más informal, estaría encantada. Elisabeth saludó también a algunosinvitados, aunque no dejaba de mirar hacia la escalera. Papá y mamá pronto

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abrirían el baile, pero aquel a quien Elisabeth esperaba todavía no se habíapresentado, y era dudoso que fuera a hacerlo. Kitty sintió un poco deremordimiento,sibienellanoeraresponsabledelasveleidadesdeltenienteVonHagemann.Pordeseoexpresodemamá,lehabíaescritounaslíneasdiciéndolequesesentíamuyhonradaporsupetición,peroqueleparecíaquenoeraaúnlobastante madura como para casarse. Era un caballero simpático, entusiasta,fogosoymuyelocuente,ypodíaserdivertido.PeroanteDuchamps,eltenienteVonHagemannnoteníanadaquehacer.—Lomásseguroesqueestédeservicio.Siesasí,vendrásobrelasnueve—

observócuandoelpasillovolvióadesocuparse.Lo dijo con intención de consolarla un poco, pero Elisabeth no estaba de

humorparaquenadie,ymenossuhermana,laconsolara.—¿De quién hablas? —replicó en tono mordaz—. ¡Ah! Supongo que te

refieresamonsieurDuchamps,que sindudavendrádesdeLyonexpresamenteparaverteati.—¿Lyon?Elisabethsonriósatisfecha.ErasublimeserlaencargadadecomunicaraKitty

lamalanoticia.Dehecho,ellapensabaquemamáopapá,oalguiendelservicio,yaselohabíadicho.—Puesclaro.Partióanteayer.¿Nolosabías?AKittyleparecióqueunaoscuridaddolorosasealzabadelsuelo,comosiuna

nieblagrisáceafueraaengullirla.Ellaseresistió.—Puesno.Nolosabía—dijocontodalaindiferenciadequefuecapaz—.De

hecho,Lisa,nisiquieraloespero.—No,claroqueno—replicósuhermanaconsorna.Kittysealegródequeempezaraasonarlamúsicaydieracomienzoelprimer

baile.Unvals,cómono.Amamáleencantaba,aunquesuspadreslobailabandeun modo más sosegado y no como un vals vienés. Por un lado estaba elimpedimento del pie derecho de mamá y, por otro, estaba papá, que era elbailarínmásnegadosobrelafazdelatierra.

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—¿Señorita?Temíahaberlaperdido.Su pareja para el primer vals se abrió paso. Se trataba de Hermann

Kochendorf, heredero de una próspera empresa comercial y miembro delgobiernodelaciudad.Eraunsolteróndecaráctervolubleymuycodiciadoquehacíatiempoquehabíasuperadoloscuarenta.—Oh, señorKochendorf.No es fácil perderme aquí.A fin de cuentas, esta

villaesmihogar.Élleofrecióelbrazoylaacompañóhastalasaladebaile,dondesuspadres

habíanabiertoelvalsderigor.Lasalaocupabaelcomedoryelsalónrojo.Sehabíanquitadolaspuertasbatientesqueseparabanambasestanciasyelserviciohabía retirado todos los muebles y las alfombras, dejando apenas unas pocassillasparaelpúblico.KittyatisbóalaabueladeAlfonsBräuer,quellevabaunvestido de color malva con un escote muy pronunciado. Definitivamente, unescotecomoaquelerainapropiadoparaunamujerdesuedad.Sobreaquelfondoarrugado y sin formas, ni siquiera un collar de brillantes servía de algo. LaancianaseñoraBräuerhabíatomadoasientoenunabutacatapizadaycurioseabacon entusiasmo,mirando a su alrededor con sus impertinentes. También otrasdamas entradas en años habían sacado sus anteojos de sus bolsitos bordados,dispuestasadiseccionar lasgalasdebailede las jovencitas.Kittyconocíaa lamayoríadeellasdelasobrasdebeneficenciademamá.Mástardetendríaqueira saludar a esas urracas chismosas; ahora todas estiraban el cuello paracontemplarala«encantadorareinadelbaile».Pocoapocootrasparejas fueronentrandoen lapistadebaile.Kittynotó lo

muchoqueesoaliviabaasupadre.Élodiabatenerque«darsaltitosdeunladoaotro»delantedetodoelmundo.Además,esedíaestabaespecialmentetorpeyyahabía pisado dos veces la cola del vestido de mamá. Bueno, tenía suspreocupaciones.Paullehabíacontadoqueenlafábricalasmáquinasnodejabandefallaryquelaproducciónibaconretraso.Talvezporesopapállevabavariassemanas«ausente».NisiquierasehabíaenfadadoalsaberqueMarieeraahora

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sudoncellapersonal.Sehabía limitadoasacudir lacabezayno lehabíadadomásvueltas.—¿Nosarriesgamos,señorita?—Ahoraonunca,señorKochendorf.Kittysedeslizóentrelasparejasconsucompañerodebaile;sucuerposeguía

elritmodelvalssinesfuerzoalguno.Llevabalamúsicaenelcuerpo;elsonidode un violín era capaz de conmoverla profundamente y sabía tocar el piano,aunquedesdeluegonotanbiencomolehubieragustado.Ensucabezalamúsicaleparecíamáspotenteybonitaqueloqueellaeracapazdelograrconelpiano.—Esunplacerbailarconusted,señorita—dijoKochendorfcuandohubouna

pausa—.¿Mepermiteinvitarlaaunrefresco?¿Unhelado,quizá?¿Undiscodenaranjaconfitada?¿Unacopitadevinoespumoso?—Muyamable.Nadadealcohol,gracias.Ahíalfondohaylimonada.Robert recorría el otro extremo de la sala con su bandeja, así que el señor

Kochendorf, solícito, tuvo que abrirse paso entre bailarines y público parahacerseconunalimonadaparasudama.Kittysesintióaliviadaalverselibredeél.Kochendorfnoerajoven,nitampocoatractivo:surostroenjuto,suspatillas,pelirrojas y rizadas, y sus ojos hundidos le habían valido el mote de«Hermanhambre»entrelosamigosdePaul.Elisabethdijoenunaocasiónquenoleharíaningunagraciaencontrarseconesecaballerocercadeuncementerioalacaídadelanoche.Contodo,eraunhombredenegociosmuyhábilyexitosoque,paragranasombrodeKitty,sabíamuchodearte.—¿Quémecuentas,hermanita?¿Quétalvanlascabriolas?Ellasevolvióydirigióunamuecaasuhermano.—Muy bien. Al menos por ahora. Y tú, ¿a quién has escogido como

compañeraparaelvals?—Aninguna—respondióélconunasonrisa—.Yoestoyacargodelafiesta.

Esmitarea.—Yprecisamenteporesodeberíasbailar—insistióella—.¿Acasonosientes

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a tu espalda las tímidasmiradasque tedirigen lasmuchachas?¿Cómopuedessertancruel,queridohermanito?En efecto, el jovenMelzer causaba sensación. Aquel día llevaba el cabello

rubioalisado;eltrajenegrolesentabacomounguanteysusonrisadesenvueltaacentuabaaúnmássuatractivo.—Ayer convencí a Marie para que se probara mi vestido —dijo Kitty de

repente—.Y,¿sabes?Parecíaqueestuvierahechoparaella.Asívestidaparecíauna…—Aquívienetuservidordelimonadas,hermanita—lainterrumpióél—.¡Que

disfrutesdetupróximovals!Kittyesbozóunasonrisaforzada.Bailar,mecersealcompásdelamúsica,el

movimiento de dos cuerpos en armonía, todo aquello podía ser el cielo en latierra.Perosolosisehacíaenbrazosdelúnico,deladecuado,delincomparable.—¿Meconcederáelsiguientevals,señorita?—Porsupuesto.EnbrazosdeHermannKochendorfel cieloestabamuy lejos.La salaolíaa

alcanforyaunapomadagrasientaparaelpeloqueusabanmuchoscaballeros.Mientras loseguíaensusgirosycambiosdesentido,sededicóaobservar losrostros de los bailarines.Como siempre,muchos lamiraban, la saludaban conunasonrisaoconunasentimientodecabeza,yparecíanlamentardeverdadnopoderbailarconellaesevals.Tambiénhabíamiradasdeadmiraciónydeodiopor parte de algunas bailarinas; en torno a la pista brillaban las gafas y losimpertinentesdemadres,abuelasytíasqueseguíanatentaselbaile.Aquíyallá,apesardelamúsica,pillóalvueloalgunaobservación.—¡Estodaunaprincesa!—¡Estádemasiadodelgada!—Encantadora.Fantástica.¡Ytannatural!—Nopuedeestarsana.—Tieneunafigurademuñeca.—¿Cómovaatenerhijos?

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Dehecho, eso debería haberla hecho reír, pero la entristeció. ¿Por qué esasdamaserantalmalevolentes?Enlosactosdebeneficenciasesentabanconairebondadoso y sonriente, comiendo y bebiendo a costa de la casa y tejiendogorritosridículosparalosniñosafricanos.¿PorquéPaulbailabaahoraconesaranafeavestidadeverdelima,queerahijadeunconsejerodelgobierno?¡Quépocoeleganteeraesachica!¡Yconquédescaroechabalacabezahaciaatrásysereía!Elisabeth ibadelbrazodeAlfonsBräuer,que tenía susproblemascon lapolca. Resultaba cómico y a la vez dramático cómo ambos se afanaban porejecutarelbaileconlamayordignidadposible…—Hasidounplacer enorme, señorita.Meapenamucho tenerquecederla a

otrocaballero.¿Porquéeltiempoavanzabatandespacio?Ojalállegarayalapausa.Sivenía,

sería durante el descenso. Pero seguro que vendría. ¿No se había despedidodiciéndole que teníamuchas cosas que contarle?Entonces, ¿cómo era posiblequedesaparecieraysemarcharaaLyonsinmás?Bailabacomosumidaenunsueño, siguiendo lamúsicayadaptándosea los

movimientosdesupareja.Respondíaaloscomentariossinpensarysonreíasinsaberporqué.Élvendría.Seguro.Sino,ellasemoriría.—Distinguidosinvitados,nosgustaríaconcederahoraunpocodedescansoa

nuestraorquestayvamosahacerunapausa.Elbufet losaguardaenlasaladeenfrente;ademásdevinoyponchedenaranja,hemosdispuestotambiéncervezadeAugsburgo…Porfin.Sesoltódesuparejadebaile,unjovenabogadodenombreGrünling,

le sonrió y se apresuró a subir a uno de los baños antes de que se llenara deinvitados. Ahí estaba todo dispuesto para que las damas se pudieran acicalar.Peines,cepillos, lazosytambiénpolvosydemásutensiliosdemaquillaje.Perolo más importante era que, de puntillas, se podía atisbar la entrada desde lapequeñaventana.¡Ahíestaba!Kittyseestirótodoloposible.Unautomóvilseaproximabaala

mansión, una limusina con faros elevados. El corazón empezó a latirle con

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fuerza.Solopodíatratarsedeuninvitadoquellegabatarde,nadieseretirabatanpronto.Entraron detrás de ella tres jóvenes amigas deElisabeth a las que tuvo que

saludar.¡Québailetanmaravilloso!¡Esamúsica,ylosvestidos!¿Ysuhermano?¿Estabaacasoenamorado?Parecíaestartanausente…AKittyaquellasospechalepareciómuydivertida.Peroentoncesentrarondos

damasdemásedadylacharlatomóotrorumbo.Antessesabíabailarlapolca,eincluso la cuadrilla se bailaba con gracia. Sin embargo, en la actualidad,máspronto omás tarde cualquier baile acababa convertido en un vals. De hecho,hastaelmomentoaúnnosehabíaoídoelvalsLucesde lamina,mientrasqueRosasdelsurhabíasonadodosveces,yelvalsEspañasehabíatocadoalmenosencuatroocasiones.Siélyasehabíaapeadodelcoche,primerodejaríaelabrigoyelsombreroen

el vestíbulo. Luego subiría por la escalera y saludaría a mamá. Despuésrecorreríalassalas,hablaríaconconocidos,besaríalasmanosdedamasjóvenesynotanjóvenesylabuscaría.Ellaseibaatomarsutiempo.Esoes.Mejorquelabuscaraunrato.Afindecuentas,ellaera laquehabía tenidoqueesperarlo.Kitty inició una charla con una amiga de Elisabeth, la acompañó hasta eldormitorio de su hermana, en el que había varias chicas reunidas, y se quedóescuchandochismesyhabladurías.Ahorael aseoestabaa reventardegenteyhabíacolaantelahabitacióncontiguadondeestabaelretrete.¿Lohabíatorturadolosuficiente?Losuyohubierasidoqueesperara toda la

pausa,peroesoseríapococonvenienteporqueteníaquecumplirconlosbailesquehabíaprometidoynotendríalaoportunidaddehablarconél.Lomejorerabajarahorasinmásyhacerselasorprendidacuandoéllaencontrara.«Oh,vaya,¿ustedporaquí?MedijeronquehabíapartidohaciaFrancia.»«Enefecto,señorita,peroregreséparanoperdermeestebaile.»¿Él diría eso? Seguramente, no. Lo más probable es que pusiera como

pretexto un asunto comercial, algún contrato, una feria, cosas así. Gérard

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Duchamps no se deshacía en halagos, como esos otros que pretendían susfavores.Aélnolehacíafalta.Bajóporlaescalerahastaelprimerpiso,saludóconunainclinacióndecabeza

a las damasque se le acercaronydeseóno encontrarse con sumadre, porqueentonces habría tenido que saludar también a toda una serie de invitadosimportantes.PeroAlicianoestabanienlaescaleranienelpasillo.YDuchampstampoco. Kitty se detuvo en los escalones inferiores para tener una buenapanorámica del pasillo. La sala de baile se había vaciado y los invitados sehabíandirigidohaciaelbufet,omirabanlabibliotecaoestabanreunidosen lasala de fumadores.Algunos osados incluso habían bajado al vestíbulo, habíanpedidosussombrerosyabrigosyhabíansalidoalpatio.Hacíafrío,elcéspeddeljardínparecíacubiertoporunacapadeazúcarylagravadelsuelobrillabaalaluzdelailuminaciónexterior.Kittysedijoqueélpodíaestarenlasaladefumadoresoenlabiblioteca.En

ningún caso en el bufet. Más pronto o más tarde regresaría al pasillo, eracuestión de esperar. Si la pudieran dejar tranquila un rato y ningún caballeroansiosolamolestara…—¡Buenasnoches!EllahizoungestodesorpresaalveranteellaaltenienteVonHagemann.Su

vozsonabadistante;eraevidentequeestabaronco.—Señor Von Hagemann. ¡Me alegro mucho de que haya correspondido a

nuestrainvitación!Pero¿quéleocurría?Lamirabadeunmodomuysombrío.¿Habríaencajado

malqueellalohubierarechazado?Bueno,sieraasí,élnoeraelúnico.—He dudado mucho, señorita —dijo él a media voz—. Pero al final me

parecióquesuescritoexigíaunarespuestapormiparte.—¿Miescrito?Ah,sí.Ella intentó mirar al pasillo que se abría tras él. ¡Qué contrariedad que el

teniente tuviera que dirigirse a ella precisamente ahora! ¿No sería mejor quehablaseconElisabeth?

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—Señorita,suescritomedemostrólomuchoquemeequivoquéconusted.Esusted tan hermosa como despiadada, Katharina. Despiadada y sin corazón.Deseoquealgunavezsientaencarnepropialoqueesserdespachadocontantodesdén.Estabatansorprendidaquesequedósinhabla.Élnoesperóningunarespuesta

yselimitóahacerleunareverenciaconciertaironía.¿Quésignificabaaquello?¿Despiadada y sin corazón? ¿Despachado con desdén? Pero si se habíaesforzadoenescribirleconmuchaamabilidad…Notóquela tristezaintentabaapoderarsedeella.¿Porquélahabíaofendido

de esamanera? Ella no le había hecho nadamalo. ¿Y por quéDuchamps noaparecía?Silohabíavistollegar…¡Oh,no!Entoncescayóenlacuenta.Elquehabíallegadoencochehabíasido

Von Hagemann. Había sido el teniente y no Gérard Duchamps quien habíallegadotardealbaile.Élnoibaavenir.EstabaenLyon.Elisabethpasóatodaprisajuntoaellaypronuncióunnombre.Kittyseguía

enelmismositio,aturdida,yrespondióalcomentariodeunjovencaballerosinsabermuybienloquedecía.Noimportaba.Afindecuentas,siempresehablabadelomismo.En el pasillo,VonHagemann se había vuelto hacia su hermana.Ella vio el

rostro resplandeciente de Elisabeth, cómo le sonreía y le dirigía algunaspalabras. El teniente le respondió con el semblante serio, rígido, como si sehubiera tragado una bayoneta. Luego hizo una reverencia y la sonrisa deElisabethseborró.Élnoteníaprevistoquedarse.—Jamásteloperdonaré,brujaasquerosa—lesiseóElisabethcuandopasóa

suladoparasubirlaescalera.Kittyapenaslaoyó.Soloteníaenlacabezalaterribleconstatacióndequeel

hombreporelquesuspirabanoibaaaparecer.Apartirdeentonces,esavelada,quecontantoanhelohabíaesperado,seríaunmartirio;nadapodríacomplacerla,nisiquiera lamúsica.Mientras otros se intercambiabanmiradas enamoradas y

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bromeaban entre sí, para ella el mundo se había vuelto un desierto desolado.Sologuardaríalacomposturapormamá.—Señorita—ledijoAlfonsBräuer,queenesemomentoaparecióasulado—.

Deberíaustedcomeralgunacosa.Acompáñeme,seloruego.Quéhombretanraro.Alverlatanpálida,pensabaquedebíacomeralgo.Daba

lomismo. Se apoyó en su brazo lánguidamente y se dejó acompañar hasta elbufet. ¡Qué ganas tenía de que acabara esa velada!Marie. ¿Dónde estaba suqueridaMarie?Noqueríaotracosaquesucompañíaydejarsalirlaslágrimas.Marieeralaúnicaenelmundoquepodíaconsolarla.

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—¿Paul?¿Estásdespierto?Alguiendabagolpesvacilantesalapuerta.Élabriólosojosytuvolacerteza

dequeesedolordecabezanoeraunapesadillasinoladurarealidad.—Nodeltodo,mamá.Peropasa,tranquila.Alicia abrió la puerta despacio y se acercó a la ventana con su paso

renqueante,tanpropiodeella,paradescorrerlaspesadascortinasdeterciopelo.Paul sintió que le estallaba la cabeza cuando los oblicuos rayos de sol loalcanzaron.Deseónohaberintentadodiluirsumelancolíaenvinotinto.—¿Tienesjaqueca?¿Cómolosabía?Mamásiemprehabíatenidolacapacidaddeadivinarloque

lepasaba.—Peorqueeso.Tengoveinteselfactinasenlacabeza.Ytodasfuncionandoal

máximo.Lasselfactinaseranlasmáquinasdehilarquehabíaenlafábricayquehacían

unruido insoportable.Aliciaseacercóa lacamaconunasonrisay lepusosumanofrescaypequeñaenlafrente.—Sí.Senota.Pobre…Tetraeréunospolvos.—¡Notemolestes!—dijoél—.Melevantaréysemepasará.Aunque no creía que eso fuera a suceder, lemolestaba que a sus veintiséis

añoslotratarancomoaunniñopequeño.—Comoquieras—dijoellaentonoanimoso—.Hoyeldesayunosesirveen

eldormitorio.Abajoelservicioestámuyocupadoarreglándolotodo.

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Paulsepasólamanoporelpeloyapartólamantaparasacarlaspiernasporelbordedelacama.Sucuerpoparecíadeplomo.Yélquepensabaquelasveladasde la asociación de estudiantes le habían acostumbrado al alcohol…De todosmodos,claroestá,lacervezadeMúnichnoeralomismoqueelvinofrancés.—Papáteesperasobrelasonceensudespachodelafábrica.Le llevóunparde segundosentenderel alcancedeesa frase. ¿Eraposible?

¿Su padre había cambiado de parecer y había aceptado su oferta? ¿Le queríaconsultaracercadelosproblemasactualesdelafábrica?¿Eraesasuintención?—¿Hadichoquéquiere?Aliciaseencogiódehombrosy,porlaexpresióndesucara,Pauladivinóque

estabapreocupada.Asípues,nohabíaqueesperarunacharlaconciliatoria.Paulnotócómo la rabia lo inundabaypretendíahacerseconsuestómago. ¡Malditasea! Aquel no era un buen día para presentarse con aplomo ante su padre.Posiblementequeríaecharleunrapapolvoporhaberdesatendidosusestudios,yademáseneldespachodelafábrica,dondeesasdossecretariaschismosasteníanlaorejapegadaalapuerta.—Vísteteycometranquilo—leaconsejóAlicia—.VoyaavisaraElsepara

quetesubaundesayunocomoesdebido.—Gracias,mamá.Se puso la bata y fue hacia el baño tambaleándose ligeramente, se lavó de

formasomeraycontemplósu imagenpálidaenelespejo.Lasmadressiemprepensaban que cualquier padecimiento se aliviaba comiendo, pero a él en esemomento la sola idea de tomarse un bollo con mantequilla le revolvió elestómago.Rebuscóenlacómodaunamudalimpiayunacamisa,sacóuntrajedelarmarioyconstatóquenoerafácilponerseloscalcetinescuandosetieneelestómago revuelto.¿Quéhoraera?Buscósu relojdebolsilloentre la ropadeldía anterior; lo tenía en el chalecode sedagris.Abrió la tapa.Pasabande lasdiez.Noteníamuchotiempoparareponerseantesdeenfrentarseasupadre.Porlo menos había logrado recuperar el reloj, así que no habría ningunarecriminaciónenesesentido.Terminódevestirse,cogióunosgemeloseincluso

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se puso pajarita. Quería aparecer en las dependencias de la administraciónvestido como un caballero, y no como un oficinista de esos que se sentabanfrenteasumesasinchaquetayconmanguitos.Elsediounpequeñogolpeenlapuertayentrócargadaconunabandejallena.

Café, panecillos frescos, jamón, huevos revueltos, miel, varios tipos demermelada, mantequilla… Por lo visto la señora Brunnenmayer pensaba queestabamuertodehambre.—Gracias,Else.Colócalasobrelamesa.Teníaelestómagocerradoyhabíadecididonotomarnadacuandodescubrió

junto al vaso de agua una bolsita con polvos contra la jaqueca. Tal vez fueraconvenienteseguirelconsejodemamá,asíquehizodetripascorazónyengullómediopanecilloseco,yaqueantesdetomaresamedicinaeraprecisoteneralgoen el estómago. A continuación, se echó a la garganta esos polvos blancos yamargosysebebióelagua.Deinmediatosesintióunpocomejor,aunquenopodíadebersealospolvos

yaquesuefectonoeratanrápido.Talvezfueraporelaguafresca.Echóunvistazoporlaventanayreparóenque,apesardeaquelintensosolde

invierno,hacíamuchofríoyaquelaescarchacubríalosárbolesylahierbadelparque.Frío intensoy luz resplandeciente: la combinaciónperfecta para una cabeza

dolorida. «Las desgracias nunca vienen solas», se dijo. Su padre, cómo no,estaríarebosantedesaludyenergía.Comosiemprequeestabaalmandodesuqueridafábrica.Lacabezaleretumbabaacadapasoquedabamientrasbajabaporlaescalera.

En el primer piso reinaba un revuelo tremendo: el servicio estaba arrastrandomuebles, colgando cortinas y recolocando alfombras. Robert se encargaba decerrar las puertas que separaban el comedor del salón rojo, pero lamadera sehabíacombadoy teníaqueempujarcon laespalda.ElseyAugusteacarreabanunacesta llenadeplatosycopashaciaelmontacargas; laseñoritaJordanpasó

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junto a él con paso vivo y un vestido bajo el brazo. Tan solo la señoritaSchmalzlerledirigióunsaludoamableyledeseóunbuendía.—Muchasgracias,señoritaSchmalzler.Queustedtambiénlotenga.¿Quétonteríaeraesa?Sinduda,aquelnoibaaserprecisamenteunbuendía

para el servicio: desde primera hora estaban ocupados en recomponer lasestancias.Confióenqueellanolotomaracomounaburladescarada,ysealegródequeMarienoestuvieraporahí,puesnoqueríaquelovieraeneseestado.Sinembargo,lafortunanolesonrióy,alllegaralvestíbulo,ellatropezócon

él.Llevabaenlamanounsobrequeacababadeentregarleunrecadero.—Letraeréelabrigo,señorito.¡Quédespiertaestaba!¿Habríanotadolomalquesesentíaél?Porsupuesto.

Él había reparado en esamueca irónica en su boca. Pero qué boca tan bonitatenía…Inclusoeneseestadolehabríagustadorozarconlosdedosloslabiosdeella.Condelicadeza,demaneraqueellaapenaslonotara.Comounsoplosuaveycálido…—Espere, señorito. Aquí tiene la bufanda de lana. Y la gorra. Hoy hace

muchísimofrío.Tome,losguantes.Deberíahabersepuestoloszapatosforrados.—¡Vaya,mecuidascomounamadre!—semofóél.Ellasesonrojóyrepusoquesutrabajoconsistíaenvelarporelbienestarde

susseñores.Luegohizounapequeñareverenciaysemarchóatodaprisaconelsobre.Rápidacomounagacela.Paulsemaldijoporhaberqueridoanestesiarsudolorabasedevinoysecaló

la gorra. Al salir, el frío hundió sus garras por donde la piel quedaba aldescubierto,ydelantedelabocaydelanarizseformóunanieblablanca.—¡Señorito!—dijoRobertconvozalarmada—.Encincominutosestoyaquí

conelautomóvil.Siquiereaguardarenelvestíbulo…LapreocupacióndemamádebíadehabercausadoesaalarmaenRobert.Eso

lemolestó.—Notepreocupes,Robert.Nonecesitoelcoche.Iréapie.Trasdaralgunospasos,Paulnotóqueelfríolesentababien.Inspiróeseaire

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frescodeinviernoysualientoconrestosdevinoseconvirtióenvaporblancoenel paisaje.Los guijarros helados crujían bajo las suelas de sus zapatos y unosgorrionessedisputabanuncomederodemaderaqueKittyhabíahechocolgar.Porelcaminoqueconducíaalafábrica,unautomóvilpatinabaunpocosobreelsuelo adoquinado. Sonrió, satisfecho por haber rechazado las atencionesbienintencionadasdesumadre.Ensulugar,tomóimpulsoysedeslizódivertidosobre una superficie lisa de la acera. De pequeño también había hecho esas«pistasdehielo»consuscompañerosdecolegio;bastabacondeslizarseunparde veces por el mismo lugar. ¡Qué bien! Desde luego esos polvos le habíanhechoefecto,porquesesentíamuchomejor.—Buenosdías,señorMelzer.—Buenosdías,señorGruber.¡Quéfríotanespantoso!Elporterosonrióydijoquenoeraparatanto.Silatemperaturadescendíapor

debajodelosveintegrados,élsolonecesitabatomaruntragoparamantenerelcalor.Paulasintióconcomplicidadyatravesóelpatiodelafábricaendirecciónal

edificio de administración. Cuando llegó, se sorprendió al ver uno de losautomóviles de la casa entre dos vehículos a caballo que en ese momentoestabandescargando.Esosignificabaque,encontradesucostumbre,supadrenohabíaidoatrabajarcaminando.Cuando entró en el edificio, su buen humor se ensombreció. Conocía esos

largospasillosyesospequeñosdespachosdondeseescribíanlistasinterminablesylascalculadorassacabanlargasfilasdenúmeros.EnunodeesosdespachosdelasegundaplantaélhabíalibradosupropiabatalladeWaterloo.Habíabastadocon cometer un error de apreciación para echarlo todo a perder. De habersepresentadolaofertasegúnsuscálculos,lafábricahabríatenidopérdidas.—¡Muybuenosdías,señoras!—Buenosdías,señorMelzer.Supadreloespera.LaseñoraHoffmannparpadeócomosilehubieraentradoalgoenelojoyla

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señoritaLüdersaporreabamuyserialamáquinadeescribirnegra.Todoindicabaqueelambienteenlaoficinadeldirectorestabaenrarecido.HenrietteHoffmannseacercóconpasoscortosyrápidosalapuertadeljefe

todopoderosoyllamócondelicadeza.¡SantoDios!Llevabaunafaldaquedejabaver el tobilloyunosbotinesde tacóndepielmarrón.Ydebajode lablusa seapreciaba que llevaba el corsé tan apretado que podría pensarse que tenía elbustodehierro.—Señordirector,suhijoestáaquí.—¡Quepase!Su tono no sonó a invitación, más bien pareció una orden airada. En ese

momento,Paultuvolacertezadequeaquellanoseríaunacharlaagradable.—¿Quiere usted que traiga café, señor director? —preguntó la señorita

Hoffmannentonoconciliador.—No.La secretaria cogió el abrigo de Paul y al salir cerró la puerta con mucho

cuidado, como si el edificio fuera a desplomarse ante el menor ruido delpicaporte.—¡Siéntate!JohannMelzer señaló una de las butacas de cuero que solía ofrecer a sus

visitas. Él, por su parte, se quedó sentado ante su escritorio repleto de cosas;firmórápidamenteunescrito,cerrólacarpetaysequitólasgafas.—¡Lasonceymedia!—constató.Paraesono lehizo faltasacarel relojdebolsillo,yaquesobre lapuertade

entradacolgabaunrelojdepared.—Hevenidoandando.Aquello no pareció impresionar a su padre, que se ahorró decir que en ese

casoPauldeberíahabersalidodecasaunpocoantes.Ensulugar,pasóaabordareltemaporelquelehabíahechollamar.—He querido que nos reuniéramos en mi despacho porque deseaba que

tuviéramosunacharlaentrepadreehijo.

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Vaya.Esoexplicabamuchascosas.Papánoqueríaquemamáseentrometieraenlaconversación,cosaquehabíahechomuchasvecesenlavilla.—Aquímetienesparaloqueconsideres—respondióPaulconunaleveironía

—.¿Setratademisestudios?—Túlohasdicho.Su padre lo dejó en suspense: plegó con parsimonia las gafas de bordes

doradosylasmetióenunestuchemetálicoforradoenpiel.Latapasecerróconunchasquido.Luegodejóesevaliosoobjetojuntoalplatillodeformaalargadaenelquereposabanlaplumaestilográficayelabrecartas.Tantoeltinterocomoel platillo y el mango del papel secante estaban hechos con una piedrasemipreciosadecolorverdeoscuro.Unregalodemamá.—Voyairalgrano,Paul.Hepreguntadosobretiavariosdetusprofesores.Élyacontabaconeso.Detodosmodos,eraundetalleporpartedesupadreno

quererjugaralgatoyalratónconél.—Sin duda te figuras las respuestas que he obtenido —prosiguió Johann

Melzer.—Nomuysatisfactorias,¿verdad?—dijoPaulconunasonrisadébil.Su padre jamás había tenido un gran sentido del humor, y ese día estaba

especialmentepocopredispuesto.Suexpresiónseensombreció,yPaulagradecióquenoempezaraavociferarcomoenaquellaotraocasión.Entodocaso,nolefaltabanmotivos.Duranteseissemestreslehabíaestadopagandoalojamientoycomida, igualque las tasasdeestudioy lasde lahermandaddeestudiantes, laespada, lavestimentanecesaria, los libros y demás.Y ahora había averiguadoquesuhijo llevabavariosmesessinni siquieraasistira lasclasesmagistrales.Además,losresultadosdelosexámeneserandeplorables.—¿Esoestodoloquetienesquedecir?Paulhizoacopiodefuerzas.Hacíatiempoquedeberíahaberhabladoconsu

padre, pero lo había ido demorando una y otra vez. Fue una estupidez por suparte. Ahora que la sangre ya había llegado al río, su situación era la peorposible.

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—No,padre.Se aclaró la garganta. En ese momento sonó la sirena de la fábrica. Era

mediodía y empezaba la pausa para el almuerzo para una parte de lostrabajadores; más tarde lo haría el resto, ya que las máquinas tenían quemantenerseenmarcha.—Llevo tiempopensandoqueelDerechonoes lacarreraadecuadaparamí

—dijo cuando por fin esa sirena horrible enmudeció—.Me cuestamuchísimometermeenlacabezatodasesasleyes.Nosoyunhombredeletras,padre.—¡Oh,nomedigas!—dijoJohannMelzerconironía.Se reclinóen labutacayescrutóaPaulcon losojosentrecerrados,conuna

miradallenadereproche,decepciónyrabiajustificada.Paulsesentíaoprimidoenesabutacaestrecha;teníalaimpresióndequesería

capazdehablarconmás libertadsiseponíadepie.Peroquizáaqueldeseosedebiera también a las ganas de rehuir lamirada con la que su padre lo estabaatravesando.—Yopreferiríaestudiarelectrotecnia.Meinteresanmucholamaquinaria,los

nuevosinventosylasposibilidadesquenosdepararálaelectricidadenelfuturo.Tengo lacertezadeque lasmáquinasdevaporprontodejarándeexistiryqueinclusoelaccionamientoconturbinashidráulicasquedaráobsoleto.—¿Deveras?—intervinosupadre—.Puesbien,mehasdecepcionadoyno

tengointencióndefinanciartemásestudios.¡Electrotecnia!¿Deveraspensabasqueibaaseguirconfiandoenti?Oíraquelloresultabademoledor.Encualquiercaso,Paulnocejó.—Padre, ya he asistido a varias clases sobre esta disciplina. Es totalmente

distintoaesostextoslegalestanáridos.Eslatecnologíadelfuturo.Nopodemospermitirnosellujodeignorarestedesarrollopor…JohannMelzerseincorporóensuasientodegolpe.—Escúchame conmucha atención, Paul—dijo interrumpiendo a su hijo—.

No tengo tiempo ni ganas de discutir más contigo. A partir de ahora vas aperfeccionar ese interés tuyo por la técnica aquí, en la fábrica.Quiero que lo

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conozcas todo al detalle: la hilatura, la tejeduría y la estampación. Vas aaprendertodasycadaunadelasfasesdetrabajo,manejarástodasycadaunadelas máquinas y su mantenimiento, y, si es preciso, efectuarás reparacionessencillas.—No tengonada en contra, padre.Unperíodode prácticas en la fábrica es

justoloquequiero.—Mi idea no son unas prácticas sino una formación completa.Olvídate de

hacerteelseñoritoporaquí:empezaráscomoaprendizyestarásalasórdenesdelcapataz,deochodelamañanaaseisdelatarde,seisdíasalasemana.Paul no estaba de acuerdo con eso. Lo que planteaba su padre no era un

períododeformación.Enrealidad,queríahumillarasuhijo,quitarlelosairesdegrandezadesumadreyllevarloalomásbajo,dondeélhabíaempezadohacíayamuchosaños.—¿Cómovoyaaprendernadade lasmáquinassimepasodiezhorasaldía

anudandoloshilosrotosdelasbobinas?—Así sabrás loquees trabajar.El trabajoduro,Paul.Quienaspireadirigir

unafábricadebesabercómosesienteunoperario.JohannMelzercogióelestuchedelasgafasyloabrió.Esegestoindicabaque

noteníaintencióndeproseguirconesaconversación.—Considera bien mi propuesta porque no habrá otra. Si prefieres llevar la

vidadesordenadadetusseñorestíos,vasatenerquetratarlocontumadre.Perosipretendessermisucesor,quieroquemedemuestresquetuintenciónesseria.—Miintenciónesseria,padre—exclamóPauldesesperado—.Peroalgoasí

nuncapodrá…Alguiengolpeólapuertadeformaapremiante,variasvecesseguidas.—¡Señordirector!¡Señordirector!EralaseñoritaHoffmann.Estabamuynerviosa.—¿Quéocurre?—gruñó JohannMelzer—. ¿Nohe dicho que no quería ser

molestado?—Señordirector,hahabidounaccidenteenlahilatura.

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EralavozdelcapatazHuntzinger.Aloírlo,JohannMelzerse levantódeunsalto.—¿Unaccidente?¿Hayalguienherido?HuntzingersetomólalibertaddepasarpordelantedelaseñoritaHoffmanny

entrareneldespacho,señaldequelasituacióneragrave.Surostrosurcadodearrugasnomostrabaningunaemoción;encambio,subigotegrisparecíaseñalaren todas las direcciones. A pesar de su nerviosismo, se tomó tiempo paraquitarselagorra.—Una pequeña se ha quedado atrapada en el carro de la selfactina, señor

director.JohannMelzerpalidecióyPaulsequedóhorrorizado.Lasmáquinasdehilar,

conocidas también como selfactinas, eran unos artefactos enormes, de unostreinta y cincometros de largo. Tenían un brazo que sobresalía variosmetrosparatorcercincuentaycuatromechasyconvertirlasenhilo.Elcarroavanzabaentre cinco y ocho minutos; luego daba contra el tope de hierro y en tressegundos regresaba a la máquina de hilar entre silbidos y chirridos. Acontinuación, el hilo acabado se enrollaba en las bobinas y empezaba lasiguiente torsión del hilo. Seguramente la chica se quedó atrapada durante elretroceso,entreelcarroylamáquina.—¿Lahaaplastado?El capatazHuntzinger se quedó cabizbajo frente el director, como un perro

apaleado.Contodo,sinduda,élnoeraelresponsabledeeseaccidente.—Hemosintentadopararelcarro—informó—.Peroparaentoncesyaestaba

atrapadayhetenidoquecortarlascorreasdetransmisión.—Asíqueahoralamáquinaestáparada.Huntzinger asintió con gesto culpable. Era muy consciente del retraso que

habíaconlasentregas.Yahoraotramáquinaestabaparada.Paulselevantóysedirigióatodaprisaalassecretarias.—¡Llamenaunmédico!—Sí,ahoramismo,señorMelzer.Señordirector,¿leparecebienquellamea

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unmédico?—balbuceóconfundidalaseñoritaHoffmann.—Llame al doctorGreiner—ordenóPaul—.Es urgente. ¿A qué está usted

esperando?La secretariamiródesconcertada al poderosísimo señor director, que en ese

momentosalíadesudespacho.—¡Vamos!¡Hagaloquemihijoledice!—gruñóJohannMelzer.—Sí,claro,deinmediato.PaulysupadresepusieronlosabrigosysiguieronaHuntzingerapasorápido

hastalahilatura.LoprimeroquePaulnotóalentrarfueelruidoinfernaldelasmáquinasquenohabíanresultadoafectadasyqueseguíantrabajandoapesardelaccidente.Acontinuación,reparóenquelasalaestabasumidaenlapenumbra;posiblemente,comomedidadeahorro,sehabíapreferidoaprovecharlaluzdelsolynosehabíaencendidolaluzeléctrica.Sinembargo,losrayosoblicuosdelsol de invierno apenas penetraban ya que los lucernarios inclinados estabanorientadosalnorte.—¿Dóndeestá?—Ahí,señordirector,alotrolado.—Digaalpersonalquedejedefisgonearyquesigantrabajando.—Sí,señordirector.A pesar de su propio nerviosismo, Paul reparó en que su padre había

palidecido. ¿Lepreocupaba lamáquinaparadao la chicaherida?Seguramenteambascosas.Dos operarios, el hilador y el anudador, permanecían de pie con expresión

desvalida ante la máquina parada, cuya mitad del carro aún sobresalía. Solocuando llegaron a la zona entre el carroy lamáquinavieron a la herida en elsuelo.Alrededordesucuerpo,retorcidodeunamaneraextraña,habíauncharcode sangre de color intenso; a su lado, una operaria joven estaba de cuclillas eintentabapararlahemorragiaconunpañuelo.—¡PorelamordeDios!—exclamóJohannMelzeralverlasangre.Se quedó paralizado y tuvo que apoyarse en la máquina mientras su

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respiraciónsevolvíajadeante.Paul,encambio,corrióhacialachica,seagachóyletomóelpulso.Loteníadébil,apenassenotaba.Teníaunaheridaprofundaenelbrazo,delaquebrotabalasangrequehacíatiempoquehabíaempapadoelpañuelodelacompañerasolícita.—Dame el pañuelo que llevas en la cabeza. Rápido.Debemos vendarmuy

fuerteelbrazo,delocontrariosedesangrará.Lajovenselimpiólasmanosenlafaldaysequitóelpañuelodelacabezacon

ciertareserva.—Notepreocupes.Tedaremosotro.Sujétaleelbrazo.Así,muybien.Voya

necesitaruntrozodemaderaoalgoparecido…Sepalpóelbolsillodelachaquetayencontróunlápiz,lometióenelnudoy

apretóconmásfuerza.—Ella ha querido pasar al otro lado un momento para anudar un hilo —

balbuceó la compañera—. Entonces se ha quedado enganchada y ya no hapodidosalir.Lamáquinalehaaplastadolosdosbrazosytambiénloshombros.Laheoídogritar.Apesardetodoesteruido,laheoído.Ysurostro…Jamásenla vida lo olvidaré. Los ojos se le salían y tenía la bocamuy abierta.VirgenMaría,apiádatedenosotros,pecadores,yasístenosenlahoradelamuerte.—¿Cuántosañostiene?Paul apartó con cuidado el pañuelo de la frente de la chica, que yacía

inconsciente.Sintiómucharabia.Eraunaniña,tendríaonceodoceaños.¿Cómoera posible que unos padres enviaran a una niña a la fábrica en lugar de a laescuela? ¿Por qué en la fábrica de su padre se daba trabajo a los niños? Depuertas afuera se alardeaba de instalaciones sociales, como guarderías,viviendas,baños,unabiblioteca…—¿Dónde está elmédico?—oyó gritar a su padre—.Huntzinger, dígale al

porteroquellameaunmédico.—Asíloharé,señordirector.—¡No!—gritóPaul.Huntzinger,molesto,sedetuvo.

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—Ayúdame —dijo a la joven trabajadora—. Sujétale los brazos. ¿Tienealgunaprendadeabrigo?Tráela.Tuvoquehaceracopiodefuerzasparalevantaralachicadeaquelcharcode

sangre.Ahora sacaba provecho de los combates a espada de la hermandad deestudiantes, en los que, además de luchar, había asistido a algunos heridos.Habíacompañerosquesedesmayabanconsoloverunagotadesangre.Élnoeradeesos.La sangre quemanchaba su traje ya no se podría limpiar, pero ¿a quién le

importaba tal cosa? Sacó en brazos a la chica inconsciente entre miradas deasombro y curiosidad. Ya fuera, su joven compañera se acercó corriendo;seguramenteeralaúnicaquehabíaconservadolacabezafría.—Aquítieneelabrigo,señorMelzer.—Cúbrela.Bien.Acompáñame,lallevaréencochealhospital.—¿Tengo que ir?—preguntó ella, temerosa—. Pero no es posible. ¿Cómo

haréentonceseltrabajoasignado?—Yaloarreglaremos.Hubo que esperar a que alguien trajera las llaves del automóvil. Johann

Melzer estaba tan afectadoque de primeras era incapaz de recordar dónde lashabíadejado.—¿Quévasahacer,Paul?¿Lallevasalhospital?—Sí.El director asintió varias veces. Paul se dio cuenta de que a su padre le

temblaban las manos. Se encontraba desbordado por ese accidente. Habíanintercambiadolospapeles.AhoraeraPaulquiendecíaloqueseteníaquehacerysupadreobedecía.La jovenoperariay lachicaherida ibanenelasiento trasero.Entretanto, se

había presentado lamadre de la víctima, que también trabajaba en la hilatura.Eraunamujerdelgada,debarbillapuntiagudaycarademacrada,quenodejabadelamentarseylevantarlosbrazosalcielo.—¡Estonta!Seloadvertí,peronoquisooírme.Selojuro,señordirector.Yo

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laadvertí.Ellasolatienelaculpadeestadesgracia…—¡Al trabajo!—espetó JohannMelzer a la mujer. A continuación, dio un

golpecitoenelcristal,dondePaulyaestabasentadoalvolante.Estebajólaventanillacondificultadporquesehabíaatascadoacausadelfrío.

¿Quéqueríaahora?Teníaprisa.—Muchasgracias,Paul.Esaspalabrasibanenvueltasenlanubeblancaqueformabasualiento,peroél

lascomprendióyloreconfortaron.—Serecuperará,padre.Teinformaréencuantoseaposible.Arrancóyavanzólentamentehacialapuerta.Porelretrovisorvioasupadre

depieenelpatio,envueltoensuabrigooscuroysinsombrero,viendocómosealejaban.

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Marie le dio la vuelta al sobre.Aunque no llevaba remitente, ella sabía quiénhabía escrito apasionadamente «Señorita Katharina Melzer» en él. No era laprimeracartadeestetipoqueveíay,comotodaslasdemás,unrecaderolahabíaentregado en la villa con instrucciones de no confiársela a nadie que no fueraMarie.Ella,porsuparte,devezencuandoledevolvíaunsobreperfumadodepartedelaseñorita,sinembargo,aqueldíaregresóconlasmanosvacías.Mientras subía por la escalera hasta el segundo piso, Marie se sintió muy

incómodaconesasituación.Aunque,porotraparte,¿quépodíahacer?¿Debíainformardelacorrespondenciasecretadelaseñorita?Esoseríatraicionarla.No.Noteníavalorparaalgoasí,ymenosahora,cuandolapobresehabíapasadolamitaddelanochellorandodesconsolada.Además,unacartanoeramásqueuntrozodepapel.Noeraunabrazo,nitampocounbeso.Nadadeloquelaseñoritatuvieraquearrepentirse.Llamó a la puerta de la habitación. Como no obtuvo respuesta, giró el

picaporteyasomólacabeza.Labandejadeldesayunoseguíasobrelamesaylatazadecaféquelehabíaservidoantesestabaenelmismositio.Marieentróconsigiloyavanzódepuntillas.Ajá,laseñoritasehabíavueltoaecharenlacamayse había quedado dormida. Indecisa, Marie la observó y no pudo sonreír. Sehabíaenrolladocomoungatitoyabrazabalaalmohadaconelrostroescondidobajoelcabellorevuelto.—¿Marie?—murmuróKatharina—.Marie,¿erestú?La señorita teníaun sueñode lomás ligero; algunasnochesapenasdormía,

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sobre todocuandohabía luna llena.Almenosesoera loqueellaafirmaba.Enesemomentosedespertó,bostezóyseechóelcabelloaunlado.—Sí,soyyo.Letraigocorreo.Katharinaseincorporódegolpeyseapartólamanta.—¿Correo?¿Aquéterefieres?¿Telohanentregadoenmano?Marieletendiólacartacomorespuesta.Katharinaselaarrebatódelasmanos

yunasonrisadefelicidadsedibujóensupálidorostro.—Losabía—susurró—.¡Oh,Marie!Nomehaolvidado.—¡Cómo iba a hacerlo, señorita Katharina! Lea usted tranquila, que yo

entretantoletraerécaféreciénhecho.—No,no—espetóKatharinamuyagitadamientrasabríaelsobre—.Quédate

conmigo,Marie.Debesalegrarteconmigo,noquerríaquefueradeotromodo.Mariesesentóenlabutacayesperó.Katharina se sumióen la lecturay,devezencuando,dejabaoírun suspiro

profundoounarisaaguda.Tambiénsusurrabaexpresionescomo«¡Oh,cariño!»,«¡Eresuntormento!»o«¡Menudoatrevimiento!».Por su parte, Marie se sumergió en sus propios pensamientos. Recordó lo

turbadoqueestabaelseñoritocuando,instantesatrás,lehabíallevadoelabrigo,la bufanda y los guantes. Estaba pálido y daba la impresión de que habíatrasnochado.Locualnoeradeextrañarporque,segúnhabíacontadoRobertenlacocina,despuésdelbaileelseñoritoestuvobebiendovinocondosamigosenelsalóndeloscaballeros.Aprimerahoradelamañana,Roberthabíatenidoqueacompañar a losdos jóvenes a su casa,ydelantede las estanterías demaderalabradaquedaronnopocasbotellasdevinovacías.AunqueMariepensabaquealguienqueseentregabaalvinodeesamaneranomerecíacompasión,Paul lehabíadadolástima.Supadrelohabíacitadoenlafábrica,ytodoelmundoenlacasa,especialmenteel servicio, sabíaquepadreehijoestabanpeleados.PobrePaul,¡quélástimanopoderhacernadaporayudarlo!—¡Oh,Marie!—exclamó contenta la señoritaKatharina—. ¡Qué feliz soy!

¿Quieressaberloquemeescribe?¿Lascosasquemehaconfesado?Espera,lo

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leeré en voz alta. Y no te enfades, pero no puedo dejarte la carta. Hayfragmentosqueson…tan…taníntimos,quenodeseoquenadieloslea.En realidad, a Marie le interesaban muy poco esas demostraciones de

efusividad,puesyaconocíacómoescribíaesefrancésquetanbiendominabaelalemán. Katharina le había explicado que la madre de Gérard Duchamps eraalemanayqueélsehabíacriadoconlosdosidiomas.—Mellamasu«adoradaamiga».Ysueñacon,con…No,esoesdemasiado

insensato…DicequelegustaríaenseñarmelosjardinesdeClaudeMonet,pasearconmigoporlosjardinesenfloryadmirarelestanqueresplandecientesobreelqueflotanlosnenúfares…Marie ya sabía que Monet era un pintor francés. A menudo el señor

DuchampsmencionabaaalgúnartistaenlascartasporquesabíamuybiencómoentusiasmaraKatharina.¿Quéhabríaqueridodecircon«fragmentosíntimos»?Marieescuchópacientemente;enesaocasiónKatharinaestabatancontentaqueapenaspodíaparar.Mientrasunmomentoantesyacíapálidayacongojadasobrelasalmohadas,ahoraestabasentabaconlaspiernascruzadassobreloscojines,conlasmejillassonrojadasylamiradaradiante.Mariese inquietó.No leparecíanormal.¿Cómoeraposiblequeunasimple

carta, aunque escrita conmucha elocuencia, provocara tal cambio de humor?¡EsehombreejercíaunpodertremendosobreKatharina!—¿Noteparecemaravilloso?—dijolaseñoritaapretandoelpapelcontrasu

pecho—.Me bastan sus palabras para hacermemuy dichosa.Y si ayer por lanoche hubiera estado frente a mí… Ay, Marie, creo que hubiera muerto defelicidad.A primera hora de esa misma mañana había llegado a afirmar que iba a

morirseporqueelseñorDuchampsnohabíaacudidoalbailedelavilla.Mariehabíaestadoconellatodaunahoratratandodeconsolarla.—Nolocreo, señoritaKatharina—repusoMarieconcuidado—.Meparece

másbienquehubieraidoasuencuentromuydignayconunasonrisa.Katharina la miró con asombro; aquella idea le pareció tremendamente

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divertida.—¡Oh,Marie!—Serio—.¿Túcreesqueyopodríasertanfuerte?—Porsupuesto—dijoMarie—.Esustedmásfuertedeloquecree,señorita

Katharina.Yesoesbueno,pueséldeberespetarla.Katharina hizo un gesto de desdén. Marie siempre acababa con esas

necedades:quesilaestima,quesielrespeto,quesinoentregarseporcompletoynodejarseavasallar.Todomuytediosoytibio.—Marie,elamorescomoelfuego.Unasdescomunalesllamasardientesque

lodevoran todo.Así, nosotros tambiénnosconsumimosy, comoel ave fénix,renacemosdenuestraspropiascenizasparaelevarnosenunafelizuniónconlapersonaamada.A Marie esa idea le pareció más que alarmante, pero la señorita estaba

convencidayasegurabaqueaquellaeralaúnicamaneradeexperimentarelamorcontodosupodereintensidad.Segúnella,todolodemáserannimiedades.—Tráemepapelylápiz.Ycaféreciénhecho,porfavor.¡Ah!Ytambiénme

gustaría un panecillo conmermelada de fresa. Después te dejaré tranquila unrato, dulce Marie. ¡Cielos, casi es mediodía! Me he pasado medio díadurmiendo…Abajo,enlacocina,AugusteyElseestabansentadasfrenteaunatazadecafé

con lechemientras se recuperaban durantemedia hora de la tarea de ponerlotodoenorden.Lacocineraestabaocupadaconelalmuerzodelosseñores,quehabíapreparadoconlosrestosdelbufetdeldíaanterior.—¿Laseñoritaquierecafé?¿Ahora?Prepáralotú,Marie.Yotengocosasque

hacer.—Nohayproblema.—Estoesunsuplicio.¡Tengoquehacerlotodoyosola!—Lacocineraaúnno

había superado que le hubieran arrebatado a Marie. Si al menos los señoreshubierancontratadounanuevaayudantedecocina…¡Peronada!—.Deben decreerquelaseñoraBrunnenmayerpuedecontodo,queyomelasséapañarsola.¡Asípiensanellos!

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Se interrumpió en cuanto la señorita Schmalzler entró en la cocina, pues elamade llavesnoconsentíaesaclasedecomentarios.Sinembargo,estavezselimitóapreguntarporRobert.—Habajadoalabodegaparahacerinventario.—Puesveydilequevenga,Else.Tienequellevaralaseñoraalafábrica.—¿Alafábrica?El asombro se apoderó de la cocina. ¿Para qué querría ir allí la señora?La

últimavezquehabía ido, hacíamásdeun año, fue conocasióndel trigésimoaniversariodelafábrica,yapenasestuvounahoraporquenosoportabaelruidoyelhedordelaceitedelasmáquinas.LaseñoritaSchmalzlerselimitóadecirqueeraurgente.PidióaAugusteque

acudieraalvestíbuloporquelaseñorayaestabaallíynecesitabaelabrigoyelsombrero. Dicho esto, para asombro de todas, la señorita Schmalzlerdesapareció.—Nohabrásucedidonada,¿verdad?—musitóMarie.—Quizá el señor director ha tenido un ataque—reflexionó Auguste—. Es

algoque sucedecuandounapersona trabajademasiado.Además, tieneyaunaedad:laprimaverapasadacumpliósesentaaños.—¡Cierraelpico!—refunfuñólacocinera.—Soloqueríadecirque…Augusteselevantócontorpezaparairalvestíbulo,peroeneseinstanteMaria

Jordanentróenlacocinayanuncióquelaseñorayaestabaenelcoche.—¿Cómo?¿Sinsombreroniabrigo?—Pero¿quétehaspensado?—seindignólaseñoritaJordan—.Porsupuesto

que le he llevado su abrigo de pieles y el sombrero negro. De hecho, comodoncellapersonal,esmiobligación.Auguste se encogió de hombros. Desde que Marie había sido nombrada

doncellapersonal,laseñoritaJordanvivíaconeltemordeserprescindible.Ynodejabadejactarsedesuexperienciaydelaconfianzaquelaseñoradepositabaenella.

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—¿Sabéisloquehasucedido?—preguntó,aunquesutonoindicabaqueellasílosabía.—¿Algunamuerte?—conjeturóAuguste.—Esbastanteprobable.—¡Losabía!¡Jesúsbendito!Peronohabrásidoelseñor,¿verdad?LaseñoritaJordansemostrósombríaymisteriosa.Dijoquehabían llamado

delafábricayquelaseñorahabíacontestadoalteléfono.—Jamáslahabíavistotanalterada.Estabapálidacomounasábanayteníalas

manosapretadascontraelpecho.—¡PorelamordeDios!—murmuróElse.—Maria, vamos, suelta la lengua —la regañó la cocinera—. ¡Que no

tengamosquearrancartelaspalabrasunaauna!¿Quiénhallamado?—Bueno.Eraelseñor.Elalivioseextendióenlaestancia.EsosignificabaqueelseñorMelzerestaba

convida.SoloAugusteparecíadesilusionada.—¿Yentonces?¿Quéhaocurridoparaquehubieraesaagitación?LaseñoritaJordanfueaservirseuna tazadecafé.Paraellose tomótodoel

tiempodelmundo,disfrutandodelsilenciotensoquereinabaenlacocina.—Elseñorlecomunicóqueniélnielseñoritoibanaveniraalmorzar—dijo,

ysetomóunsorbodelabebidacaliente.Se cruzaron las miradas. ¿Acaso la señorita Jordan les estaba tomando el

pelo? ¿Por qué iba a alterar a la señora semejante noticia? Eso era algo quesucedíacadadía.MariaJordancomprendióquenopodíatensarmáslacuerda.—Nopueden venir porque ha habido un terrible accidente en la fábrica. El

señoritoestáenelhospital…De pronto, aMarie le pareció que el suelo desaparecía bajo sus pies. Paul

habíatenidounaccidente.Paul,conelquesehabíacruzadounosminutosantes;que,ensuturbación,sehabíamostradotanatractivo,tanjuvenil…—¿Elseñorito?¿Acasoélhafallecido?—preguntóimpávidaAuguste.—Esonadielosabe—respondiósombríalaseñoritaJordan—.Aunquesi lo

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hanllevadoalhospital,esquetodavíahayesperanza.—Puesclaro,siestuvieramuertolohabríanllevadoalamorgue…—¿Alguiensabequéhasucedido?—Algohorripilante.Lohaaplastadounamáquina.—¡Jesús,MaríayJosé!—Debedehaberlerototodosloshuesos…—Puedequeinclusolehayaaplastadoelcráneo…—¿Nohabíadichoyoquesucederíaunadesgracia?Nadiequisocreerme,pero

haocurrido.AMarieledabavueltaslacabeza.Mirabaaunosyaotros,oíasuspalabras

peroeraincapazdesaberquiénlaspronunciaba.Algoensuinteriorsenegabaapensar en lo peor, pero al mismo tiempo en su mente aparecían imágenespavorosas.VioaPaul,cubiertodesangreyatrapadoenunadeesasmáquinaschirriantesyapisonadoras.Tratabadesesperadamentedeliberarseempujandoelduro metal, que se iba aproximando inexorable a su cuerpo, centímetro acentímetro.Nohabíahombrecapazdemanteneralejadoaesemonstruodemetalconlafuerzadesusmúsculos.¿Porquénadielohabíaayudado?¿Dóndeestabanlosobreros?¿Yporquéélhabíasidotanimprudente?Entretanto, Auguste y Maria Jordan empezaron a rivalizar con conjeturas

truculentas;Elseaportósugranodearenarelatandolahistoriadeuntíosuyoquehabía sufrido un accidente mortal en una fábrica siderúrgica, y la señoraBrunnenmayerapuntóconvozsombríaquelopeordetodoeraquepadreehijonosehablaban.Marienopudosoportarpormástiempoelambientedelacocina.Seprecipitóporlaescaleradeservicio,subióalsegundopisoy,solocuandoseencontródelantede lahabitaciónde la señorita, sediocuentadeque sehabíaolvidadodelcafé.«Cómopuedopermitirqueestomealtereasí»,sedijo.«Puedequenoseani

lamitaddeterrible.Talvezunrasguño,unbrazoroto.Nadagrave…»Seobligóacalmarseyregresaralacocina,ponerlajarradecaféenlabandejadeplatay

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subirla,talycomolecorrespondía.YniunapalabraalaseñoritaKatharina,nomientrasnadiesupieraquéhabíaocurridoexactamente.Sinembargo, trasdarunospasosnotóque ladesesperaciónseapoderabade

ella. ¿Por qué se habíamantenido tan firme enNochevieja? ¿Acaso no habíaanheladoestar cercadeél, hablarle, sentir cómodirigía su tiernamiradahaciaella?Talvezinclusoestarentresusbrazos.Perono.Tuvomiedodeperderseasímisma,decometerunaestupidezquenolestraeríanadabuenoaningunodelosdos.Yahora,quizánuncallegaseasaberqueellale…—¡Kitty!¡Elisabeth!¿Dóndeestáis?Marietuvoqueapoyarsecontralapared.Elcorazónlelatíaconfuerza.Cielo

santo,¡erasuvoz!—Pero bueno, ¿es que todo el mundo se ha vuelto loco en esta casa?—

refunfuñóPaul,medioinquietoymediodivertido—.¿Kitty?Paulhabíasubidoatodaprisalaescaleraysufiguraasomóenelpasillocomo

unavisión.Mariecerrólosojos.—¿Marie?¿Estásbien?¡Marie!Marie recobró la compostura, aunque fue incapaz de calmar los violentos

latidosdesucorazón.Paulestabasanoysalvo.Todohabíasidounerror.—Señorito…—susurró.Suvozdejóentreverungranalivio,yPaulseleacercóconunasonrisa.—Dime, ¿estabas preocupada por mí, Marie? ¿Es eso? ¿Por eso estás tan

pálida?—Todos…todosestábamosmuypreocupados.—¿Tútambién?Él ya no sonreía. Se quedó muy serio ante ella, mirándola a los ojos,

suplicante y lleno de esperanza. Marie estaba demasiado abrumada pararetrocederporprudencia.Hablósinapenaspensarloquedecía.—Ha llegado el rumor de que se había quedado usted atrapado en una

máquinayqueestabaenelhospital.Inclusoquepodíahabermuerto—balbuceó—.Hetenidotantomiedodenovolveraverlonuncamás…

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Élnodijonada.Selimitóamirarla.Noseatreviósiquieraalevantarlamanoparaacallarlaportemoradestruiresemomentotanfeliz.Podríahaberleaclaradomilesdecosas,peroesoahoraeralodemenos.Loúnicoqueimportabaeraladulce expresión de temor en el rostro deMarie, el temblor de su cuerpo, laslágrimasque relucían en sus ojos.Todo aquello era por él, y le decíamuchasmáscosasdeloqueellahabríapodidoexpresarconpalabras.—Nohaynadaquetemer,Marie—murmuróporfin—.Apartirdeahoranos

veremostodoslosdías;novoyaregresaraMúnich.Aloíresanoticia,Mariepareciómásasustadaquealegre.Peroeranormalque

reaccionara así. ¿Cómo podía saber que sus sentimientos hacia ella eransinceros?Yloeran,tantoquenisiquieraélalcanzabaacomprenderlo.—Escucha,Marie…—empezó a decir, pero se dio cuenta de que eramuy

difícilexpresardemaneraconvincente loque leocurría—.Hayalgoquedebocontarte.Sinduda,tepareceráextraño,peroteaseguroque…En ese instante se abrió una puerta y apareció Kitty, enfundada en su

relucientebatadesedablanca.—¡Paul!—exclamó—.¿Hasdormidobien?Québaile tanmaravillosoelde

ayer,¿verdad?Porcierto,¿quiéneraesadelgaduchadelvestidoverdeconlaquebailastelapolca?Cielos,quéfeaera.¿Erarica,porlomenos?Soltóunacarcajada,selanzóalcuellodesuhermanoparaobligarloabailar

unoscompasesdepolcaenelpasilloy terminódiciendoquebailabacomounpeluchetrasnochado.—Paul, querido, pronto se servirá el almuerzo. Deberíamos cambiarnos

enseguidaomamáseenfadará.Marie,¿meacompañas?Mariehabíavistoa losdoshermanosbrincandoenelpasilloy reparóen la

miradadesvalidadePaul.Unestadodeánimoextrañamenteirrealseapoderódeella,unamezcladealegría,pesaryesperanza.—Porsupuesto—musitó.Lasiguióhastasuhabitaciónyenseguidarecobrólacompostura.—Señorita Katharina, ¿va a querer el vestido verde lima de las mangas

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holgadas?¿Otalvezelazuloscuroconelcuellomarineroenblanco?Kittysequedójuntoalcaballeteconlacabezaunpocoladeada,ungestoque

hacíaamenudocuandoreflexionabasobrealgo.—Prefieronollevarcuellomarinero—dijo—.Lomancharíadesopa.—Entonces,elverde…—¿Marie?MarieyahabíaabiertolapuertadelroperoysevolvióhaciaKitty.—¿Sí,señoritaKatharina?—¿Paulhaintentadoseducirte?¡Dimelaverdad!Mariesediocuentadequeenelpasillohabíanestadomuycercaelunodel

otro.Katharina,claroestá,habíasacadosuspropiasconclusionesalrespecto.—Suhermanoesmuyamableconmigo.Kittysoltóunacarcajada.No,dijo,«amable»noeralapalabraadecuada.Paul

eraencantador,unconversadormaravilloso,unjovenmuynaturalytierno.Fielcomonadie.Elmejorhermanodelmundo.—Ándate con cuidado,Marie—dijo entonces la señorita con una seriedad

repentina—.Haceañossedujoaunadenuestrascriadas.

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Elisabethnoconseguíacomprendercómoalgunaspersonasadultaserancapacesdecomportarsedeunmodotanridículo.Sobretodomamá,quesiempreexigíaquesushijassecontuvieranyguardaranlacompostura.ParaElisabeth,sumadrehabíaactuadodeformairreflexiva,yencimaahorapretendíaecharlelaculpaapapá.—¡Johann,casimematasdelsusto!CuandohasdichoquePaulestabaenel

hospitalcreíqueelcorazónmedejabadelatir.Papá,nervioso,recolocóloscubiertosylosplatosqueteníadelante,apesarde

quelamesadelalmuerzoestabaperfectamentedispuesta.—Lo siento muchísimo, Alicia —dijo con voz acongojada—. Estaba muy

nerviosoyesciertoquemeheexpresadomal.—¡Niquedecirtiene,Johann!Hasidomuydesconsideradoportuparte.Me

echoatemblarsolodepensarque…Elisabeth ya no podía soportarlo más. Sabía que no era buena idea

entrometerseenlasdiscusionesdesuspadres,peroledolíaverlaexpresióndeculpabilidaddesupadre.—Mamá,talvezdeberíashaberpedidomásexplicaciones.Sumadreledirigióunamiradadereproche.—Nomefueposible.Papácolgóantesdequeyopudieradecirnada.—Entoncesdeberíashabervueltoallamar.Tal y como esperaba, su madre arremetió con rabia contra ella. ¿Acaso

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pensabaquesumadrenosabíautilizarel teléfono?Llamórepetidasvecesa lafábrica,peronadierespondió.—Noloentiendo—dijopapásacudiendolacabeza.—Yotampoco,Johann.Tienesdossecretariasyningunaescapazde…Seinterrumpió porque en ese instante Paul yKitty entraron en el comedor.

Paulparecíademuybuenhumor;cuandotomóasientoydesplegósuservilletaestaba pletórico. Kitty se volcó en mamá, la abrazó y empezó a decir sustonterías de siempre.Elisabeth suspiró de formadelicada.Qué emotiva era suhermana.Resultabacasiinsoportable.—¡Pobremamá!Diosmío,debesdehaberlopasadomuymal.Papá,laverdad

esqueesimperdonable.¿Cómohaspodidodisgustarasíamamá?Aveceserestantanrudo.Tosco,diría.Noteimaginasdequémodopuedesdañaruncorazónsensible.Oh,mamá, tecomprendomuybien. ¿Yporquénomehas llamado?Acabo de saber esa historia tan tremenda hace nada, cuando Paul me lo hacontadotodo.ParaasombromayúsculodeElisabeth,mamáempezóadefenderapapá.De

pronto,Aliciaafirmóquehabíareaccionadodemaneraprecipitada, irreflexiva,que solo había hecho caso a su corazón y no había pensado en nadamás. LedirigióunasonrisaapapáyluegovolviólamiradahaciaPaul.Suhijosonrióyleaseguróquepodíaestartranquila:afindecuentas,élestabaahí,sanoysalvo,sentadoalamesadelalmuerzo,yademásestabahambriento.—Por cierto, me sorprende que nadie me pregunte por la chica herida. La

pobretienetreceañosyelaccidentelamarcarádeporvida.Elisabethnodabacrédito:supadreasentíaantelaspalabrasdePaul.También

élpensabaquelamuchachaeradignadecompasión.—¿Solotienetreceaños?—dijoKitty,horrorizada.Desconcertada, retiró la servilleta del plato sopero porque Robert estaba a

puntodeservirelconsoméconhuevocuajado.—Así es, pobrecita —señaló Alicia—. Johann, ¿cómo es posible que en

nuestrafábricatrabajenchicastanjóvenes?¿Nodeberíaniralaescuela?

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Papáseexcusó.Enefecto,tendríanqueiralaescuelahastaloscatorceaños.Pero si era habitual contratar a muchachas de trece años para el serviciodoméstico,¿porquénoenlafábrica?Esaschicasteníanbuenavista,losdedoságiles,yademáseranmañosasysesentíanorgullosasdeganarunsueldo.—Notecreas,papá—locontradijoKitty—.Mariemehacontadoloterrible

queestrabajardiezhorasaldíajuntoaunamáquina.Elcerebroseembotaylossentidosseabotargan,elcerebroseseca…—¿Marietehacontadoesascoas?—intervinoPaul—.¡Diosmío!En esa exclamación se percibió un grado de compasión desacostumbrado.

ElisabethsepreguntósilapredileccióndeKittyporMarieahoratambiénhabíapasadoaPaul.—Bueno, a ella no le fue mal —afirmó Elisabeth—. Aprendió a usar la

máquina de coser y tiene buen ojo para las telas y los colores. En el fondo,deberíaestaragradecidaporello.—¡Cómoteatrevesadeciralgoasí,Lisa!—espetóKitty,indignada—.¡Qué

insensible!¡Pareceshechadebronce!—¡Katharina!Mamáreprimió la inminentedisputaentrehermanas.Duranteunos instantes

enelcomedorreinóelsilencio.PaulposólamanoenelbrazodeKitty,ungestoelocuenteconelquedecía:«Estoydeacuerdocontigo,peroenojarsenosirvedenada». Papá regresó mentalmente a la fábrica. Mamá esperó a que Roberthubiera servido el plato principal para hablar. Había cosas que no se debíantratardelantedelservicio.—Noquieroriñasenlamesa.Ymenosporcausadeunapersonadelservicio.—¿Mepermitesrecordartequefuistetú,precisamente,laquequisomantener

atodacostaaMarieencasayqueinclusolanombrastedoncellapersonal?Papá no pudo reprimir ese comentario, pero mamá lo aceptó sin replicar.

Elisabeth miró intrigada a Kitty, pero también ella guardó silencio. Fue papáquientomódenuevolapalabra.—Voyaaprovecharestaoportunidadparaanunciaralgoalafamilia.Paul,es

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algoqueteconcierne.Seapartóunpocoelplatoyseirguió.Depronto,parecíamásalto.Pauldejóa

unladoloscubiertosymiróasupadreconexpectación.—Hoy he tenido que hacerte varias recriminaciones, Paul. Y ahora no es

momentodehablarmásdelasunto,peroyasabesquemehasdadomotivosmásquesuficientesparaestardescontento.Paulbajólamirada.Kittyquisodeciralgoensufavor,perosupadrenoledio

tiempo.—Sin embargo, me has sorprendido. Es más, me has impresionado

profundamente —prosiguió Johann Melzer—. Me has demostrado que erescapaz de tomar decisiones valientes y obrar con determinación.Nome cuestaadmitir que en esta situación me he visto impotente y que sin tu rápidaintervenciónesachicanoseguiríaconvida.Todosestabaninmóviles.EranescasaslasocasionesenlasqueJohannMelzer

se dirigía con tanta seriedad a la familia; además, nunca había admitido unadebilidad de forma tan abierta. Alicia lo miraba boquiabierta, como si noalcanzaraacomprenderloqueacababadeoír.Perohubomás.—Estoy orgulloso de ti, hijo mío —dijo Johann Melzer—. Y me alegro

muchodepoderdecirlodecorazón.Elisabethteníalaimpresióndeestarasistiendoaunaobradeteatro.¿Eseera

papá? ¿El que siempre estaba descontento con Paul, el que se quejabacontinuamentedeél?EneseinstanteinclusohabíalevantadolacopaehizounbrindisporPaul,quetomósucopadevinoyloacompañó.—Harásquemeruborice,papá.Solohehecholoqueteníaquehacer.—¡Esoesloqueesperodemihijo!Pocoapocomamávolvióensí,mirandoincrédulaaunoyaotro.Luegoposó

losdedosenlamanodepapáylepreguntóenvozbaja,casitrémula:—¿Significaestoquevuestrasdiferencias…?—¡Ya está todo olvidado,Alicia!—afirmó papá—.A partir de ahora, Paul

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vendráalafábricaparaformarseyconocertodoslosprocesosydepartamentos,asistiráatodaslasnegociacionesyasíaprenderámitrabajo.Elisabeth deseó para sus adentros que aquello saliera bien. Kitty, inocente

comoera,celebróconjúbilolanoticiaydijoquepapádeberíahabertomadoesadecisiónhacíamuchotiempo.Mamá,porsuparte, tuvoquesacarseelpañuelodelamangaysecarselaslágrimasdefelicidad.—¡Oh, Johann!—balbuceó—. No podrías hacerme más feliz. ¡Si supieras

cómomehahechosufriresadesavenencia!Aquel estaba siendoundía extraordinario. InclusoElisabeth secontagiódel

ambientegeneralytuvoqueconteneralgunalágrima.CuandoRobertentróparadespejarlamesayservirelpostre,vioalafamiliatanemocionadaquesequedójuntoalapuertaporprudencia.—Mamá —susurró Elisabeth, cada vez más incómoda con la escena—,

Robertquiereservirelpostre.Aliciahizounaseñalallacayoparaqueprosiguieraysereclinóensuasiento.

Aquel era un gesto desacostumbrado en ella, ya que le habían enseñado asentarserectaynoapoyarjamáslaespalda.Peroaqueleraundíaespecial,unodeesosquenosedabanconfrecuencia.Empezódeformaatrozyhabíapasadoaserundíafeliz.ContemplópensativaaRobert,querecogíaconlahabilidaddesiempre los platos sucios y servía de forma ágil y precisa el postre: pera enconservaconcremaalbrandy.—Amítambiénmegustaríacomunicarosunadecisiónquehetomado—dijo

AliciacuandoRoberthuboabandonadolaestancia—.SetratadeAuguste.—¿Auguste?¿Quélepasa?—inquiriópapá.Balanceólacucharitadelpostreenlamano,ungestoquehacíasiempreque

los postres eran de su gusto. Kitty levantó la mirada hacia el techo y mamásonrió de forma apacible. Paul ocultó su rostro sonriente detrás de la copa devino. Elisabeth fue la única que se esforzó por guardar la compostura. Papá,cómono,nohabíareparadoenqueAugusteestabaencinta.Enhonorasupadre,

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había que decir que Johann Melzer jamás se había sentido interesado por elpersonalfemeninodelacasa.—LapobreAugustevaa tenerunhijo.EsdeRobert,yélnoquierecasarse

conella.ConesaspalabrasAliciaresumiólasituación.Siguiódiciendoquelohabitual

eradespediraunacriadaquehubiera tenidoundeslizcomoese.Nadiepodríarecriminarles nada. Sin embargo, tras consultarlo con la señorita Schmalzlerhabía sentido algunos remordimientos. Sobre todo porque Auguste asegurabaquesufamiliajamásvolveríaaaceptarla.Lamadredelachicasehabíavueltoacasaryyateníasuficientesbocasquealimentar.—EsunalástimaqueRobertsecomportedeesemodotaninmaduroporque

ambos,tantoAugustecomoél,sonempleadosdeconfianzaymuyleales.Siélse casara con Auguste, podrían irse a vivir a una casita del parque y seguirtrabajandoparanosotros.JohannMelzerpreguntóasombradoporquémotivoRobertnoqueríacasarse.—Esalgoquenadieentiende,papá—dijoElisabeth—.Quiereconservar su

libertad.Sumadreledirigióunamiradadeadvertenciayella,ofendida,secalló.¿Qué

se creía su madre? ¿Que iba a contarle a papá de quién estaba perdidamenteenamoradoRobert?Antessedejaríaarrancarlalengua.—Puedequeelniñonoseasuyo—insistióelpadre—.Quiénsabelavidaque

llevaesta…¿Auguste?Talveztieneotrosamantes.Aliciafruncióelceño.Ensuopinión,esecomentarioerademasiadoexplícito.

Sobretodoporquesusdoshijasestabansentadasalamesa.—LaseñoritaSchmalzlermehaaseguradoqueAugustetuvouna…relación

con Robert —explicó a media voz inclinándose hacia su marido—. Segúnparece,duróalgunassemanasytodoelserviciolosabía.PoresoescasiseguroqueRoberteselpadre.—Sieseeselcaso…Papádejódepreguntarydirigiósuatenciónalpostre.Entodaslascuestiones

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referentes a la gestión doméstica y al servicio, Alicia siempre tenía la últimapalabra.—Queridos—dijo Alicia mirando a Paul, a quien Elisabeth le acababa de

pasar el postre con gran pesar—, hoy Nuestro Señor me ha bendecido conmuchasbondadespor las queme siento inmensamente agradecida.Por esoyotambiénquieroserbondadosayclementeconlaspersonasamicargo.«Oh,no»,pensóElisabeth.EllaconfiabaenqueAugusteseríadespedida.—Voy a comunicar a Auguste que puede quedarse. Ya encontraremos una

soluciónparasuhijo.Talvezcuandonazca,Robertcambiedeopinión.Aliciasevolvióconunasonrisahaciasumarido,queselimitóaencogersede

hombrosyasentir.—¿Teparecebiendaresteejemplo?—objetóElisabeth—.Esopodríadarpie

aqueotrosmiembrosdelservicioabusendetugenerosidad.—¿Y quién iba a hacerlo? —dijo Kitty con una sonora carcajada—. ¿La

señorita Jordan, tal vez? ¿O quizá la señorita Schmalzler? Ah, sí, claro, túpensabas en la señora Brunnenmayer, hermanita. Pero no me la imaginotrayendoaestacasaaunhijoilegítimo…—¡Katharina!¿Quémododehablaresese?—intervinolamadre.—No,laseñoraBrunnenmayer,no—repusoElisabethenfadada—.Pero¿qué

haydeMarie?Inclusonuestrosinvitadosnolequitanelojodeencima.Tantolosviejoscomolosjóvenes.Seríafácilquealgoasíocurriera.Kittyibaaresponderalgo,peroPaulseleadelantó.—Lisa, mucho cuidado con lo que dices —le advirtió en un tono

extrañamentemolesto—.Marieesdemasiadolistaparacaerenalgoasí.—Tienes toda la razón, Paul —corroboró Kitty mirando a su hermano de

forma significativa—. Marie tiene su propio concepto del amor. Para serprecisos:tieneunaopiniónbastantenegativa.Y,ensusituación,seguramenteeslomejor.—Amí tambiénmeparecequeMarienocometeríaunerrorasí—intervino

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mamá—.Pediréa la señoritaSchmalzlerquenotifiqueaAugustemidecisión.Oh,vaya,creoquemegustarávolveraoírrisasdeniñosenestacasa.Elisabethabriólosojosconsorpresa.EraevidentequeKittyhabíaheredado

suladosentimentaldemamá.

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—¿HannaWeber?Unmomento,porfavor.Lamonjaconlatocaaladablancaleyólalistadearribaabajoayudándosedel

dedoíndice;luegoserecolocólaslentessinmonturaquellevabaenlapuntadelanarizymiróalosdoscaballeros.Suaspectoeraciertamenteeldeunosbuenoscatólicos.—Latrajeaquíanteayer—explicóPaul—.Laniñasufrióunaccidente.Una

máquinalaaplastó.—Anteayer en recepción estaba la hermana Benedicta. ¿Hanna Weber es

protestante?Paulinquirióasupadreconlamirada,peroesteseencogiódehombros.Ensu

fábricahabíacientosdetrabajadores,¿cómosaberlaconfesióndecadauno?—¿Ysiasífuera?—Enesecaso,lapacienteestaríaenelalaoestedelhospital,queesdondese

alojaalosprotestantes.—¡SantoDios!La monja de las Hijas de la Caridad dirigió una sonrisa al caballero bien

vestidoydecejaspobladasyvolvióasentarseparaindicarque,pordesgracia,ellanopodíahacernadamás.—Vamosapreguntarallí,padre.Atravesaron a paso rápido el vestíbulo de la entrada del hospital y se

encontraron con otra mujer en la recepción del ala oeste, en una pequeñaestancia resguardadaconuncristal.Lamujer, en lugarde llevaresagran toca

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aladadeaspectomedieval,lucíaunacofiablancasencilla,similaraungorrodedormir arrugado, atada debajo de la barbilla. Era el tocado propio de lasdiaconisas.—¿HannaWeber?Sí,claro,lachicadelafábrica.Unmomento,porfavor…De nuevo tuvieron que esperar; de nuevo el dedo de la mujer se deslizó

verticalmentesobreunalistadenombres.SieldeHannaWebertampocoestabaanotadoahí,solopodríasignificarunacosa:quelapequeñahabíafallecido.Paulnotólatensióndesupadre,ysualiviocuandoladiaconisalevantólosojoshaciaellosyanunció:—Habitación número diecisiete. Pero solo diezminutos. Cojan el ascensor.

Segundaplanta,aladerechajuntoalacapilla.Compartieronelascensorcondosdamas,queeranclaramentemadreehija,y

uncaballeroentradoenañosquehablabaentredientescongestodedisgusto.Lahija llevabaunvestidoqueobedecía a lamoda;Paul lededicóunamiradadecuriosidadyaque lamuchachano llevabacorsé.En todocaso, tampocohabíanadaqueencorsetarporqueeratanlisacomounmuchacho.—Habitacióndiecisiete.Poraquí,padre.Johann Melzer se sacó el pañuelo y se lo pasó por la frente. El olor a

desinfectante,aformalinayaotrosfluidosdesagradablesleprovocabaungranmalestar.Ymásaúnelrecuerdodeunavisitarealizadamesesatrás,quelohabíaafectadomuchoylehabíaremovidolaconciencia.Conconsecuenciasterribles.Eneldormitoriohabíadiezcamas;lapequeñaHannareposabaenelladodela

pared,entredosmujeresmayores.Enelladodelasventanas,dondeelambienteeraalgomásiluminadoyagradable,unamujerorondaenvueltaenunabatarosaestaba sentada sobre la cama hablando con un hombre enjuto y de aspectoavejentado,seguramentesumarido.Paul saludó con la cabeza y se dirigió hacia la cama de la chica. Estaba

despierta y miraba asombrada a esos dos señores desconocidos con sus ojosmarrones muy abiertos. Tenía los brazos escayolados y el pecho envuelto envendasblancas;tambiénlehabíanvendadolacabeza.

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—Hola,Hanna, ¿te acuerdas demí?—la abordó Paul—. Soy PaulMelzer.Anteayer te traje aquí, al hospital. Pero me parece que entonces tú dormíasprofundamente,¿puedeser?¿Entenderíaloqueledecía?Duranteunratosololomirabafijamente; luego

entrecerrólosojosymovióloslabios.Suvozeratandébilquesoloselapodíaentenderacercándosemuchoaella.Porotraparte, lagordade labata rosanodejabadeparlotear.—No…sé.Paullesonrió.GraciasaDios,lachicapodíahablar.¿Eraconscientedeloque

habíaocurrido?Peroahoraeramejornopreguntarleporeso.—¿Teduelealgo?Ellaquisosacudirlacabeza,peronopudoporqueelvendajeseloimpidió.—Es…toy…bien—musitó.—Te recuperarás —dijo Paul—. Nosotros nos encargamos de ti, Hanna.

Prontoestarásbienypodrásiralaescuela.Ella necesitó un rato para comprender lo que ese joven caballero le había

dicho.Luegohizounamuecaparadibujarunabrevesonrisa.—Los chicos… van… a… escuela. Erna y yo… vamos… a la… fábrica…

conmamá.Paul comprendió. Había oído decir que las familias con muchos hijos

enviabanalasniñasatrabajarantesdetiempoalafábricaparaquealmenoslosniñospudieranacudiralaescuela.—Bueno,ahoraloprimeroesqueterecuperesytepongasbien.—Sí—respondióella,sumisa.Luegocerrólosojos.Esabreveconversaciónparecíahaberlaagotado.Paulse

irguió ymiró a su padre inquiriéndole con lamirada.Este volvió a secarse elsudordelafrenteconelpañuelo.—Vayámonos—dijo JohannMelzer—.No debemos cansarlamucho, sigue

estandomuydébil.Ya en el pasillo, se toparon con uno de los médicos. Johann Melzer le

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preguntóporelestadodelachicaysisobreviviría,sipodríavolverautilizarlosbrazos,siteníaheridasinternas.Eljovenmédicodijoquehabíaqueesperar.Lapacienteerajovenyteníatodalavidapordelante.—Quenolefaltedenada—dijoJohannMelzerconvozronca—.Yocorreré

contodoslosgastos.Elmédicosonrió.ComoyasabíaelseñorMelzer,enelhospitalseharíatodo

lo posible por la paciente. Esta vez, afirmó, también conseguirían salvar a suprotegida.Acontinuación,inclinóligeramentelacabeza,lesdeseóunbuendíaysemarchó.—¿También?—repitióPaulconsorpresa—.¿Quéhaqueridodecirconeso,

padre?JohannMelzervaciló al responder.Aunqueno lehabíagustadoniunápice

esainsinuacióntanneciadelmédico,yaestabahechayélnoqueríamentirasuhijo.Másprontoomástardeacabaríasabiéndolo.—HacemedioañoMarieestuvoingresadaaquí.Unahemorragia.Dehecho,

estuvoenelmismodormitorioquelapequeñaHanna.Paulsedetuvoantelaspuertasabiertasdelascensor.—¿Marie?¿TerefieresaMarie,ladoncella?—¿Aquiénsino?Ahora fue JohannMelzer el sorprendido.Nohabía contadoconque suhijo

mostrasetantointerésporlacuestión.—¿Unahemorragia?¿Fueacasoporunatuberculosisincipiente?Tranquilizóasuhijoylepidióqueentraraenelascensor.No.Porfortunano

fueunaenfermedadpulmonar.Fuemásbienunsobreesfuerzo.Lachicaeradeconstitucióndelicaday,segúnlehabíaexplicadoelmédico,noestabapreparadapara las duras condiciones del trabajo de la fábrica. Había estado medio añocomocosedoraenlafábricaSteyermannynolohabíahechonadamal.Peroporlovistodecidiómarcharseyalpocotiempoenfermó.—¿Y dónde permaneció mientras estaba enferma? ¿No sería en la ciudad

baja?

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Johann Melzer confiaba en que saldría del atolladero con una breveexplicación,peroPaulempezóaacribillarloapreguntas.EntoncesseplanteóaquéveníatantointerésporelpasadodeMarie.Lociertoesquelamuchachaerauna belleza. Se parecíamucho a sumadre. La idea de que a Paul le pudieragustarMarielecausóciertainquietud.—¿Enlaciudadbaja?¡Paranada!EstabaenelorfanatodelasSieteMártires,

queesdondesecrio.El ascensor sedetuvoconuna sacudida; a travésde laventanadecristal se

veíaavariosvisitantesquequeríansubir.Contentodehaberselibradoporfindeaquel interrogatorio, Johann Melzer abrió con fuerza la puerta. Pero Paul noestabadispuestoaabandonaresacharla.—¿Yporquéelmédicohallamado«protegida»aMarie?Esa era, de todas, la pregunta que más se temía. Ahora la cuestión era

encontrarunarespuestasatisfactoriasinadmitirtodalaincómodaverdad.—Meheocupadounpocodeellaporqueyoconocíaasupadre.Eraunbuen

trabajador.Enelvestíbulocoincidieronconunasseñorasdelasociedaddebeneficencia

deAliciaque,porpura caridad, ibanahacer compañía a lospacientesdel alacatólicadelhospitalqueestabansolosparadarlesconsuelo,pastasyunaBiblia.Sesaludaron.Lasseñorasparecíanmuybieninformadassobreelaccidenteylesdedicaronalgunaspalabrascompasivas.Yaenlacalle,frentealhospital,JohannMelzersellenólospulmonesdelairefrescodelamañana.Alinstantesiguiente,volvíaaserelestrictoseñordirector.—¡Ahora debemos apresurarnos! —dijo haciendo señas a Robert, que los

esperaba dentro del automóvil—. A las diez, el abogado. A las once, losfranceses.—Oh,¿esosapasionadosdelasedadeLyon?—Podría ser un buen negocio—gruñó su padre—, si no se desata ninguna

guerra.Paulseechóareír.Deuntiempoaestaparte,supadrenodejabadehablarde

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la guerra. Menuda tontería. Tal vez en los Balcanes, donde los pueblos sepeleaban entre sí.A finde cuentas, el emperador alemáneranietode la reinaVictoriadeInglaterraylasrelacionesconelzareranbuenas.Porotraparte,losfrancesesyahabíanrecibidosumerecidoentre1870y1871.—Voy luego, padre —exclamó en tono alegre mientras Johann Melzer

entrabaenelcoche—.Tengoqueirunmomentoalatiendadeguantes.Mamámehapedidounosdepieldecabritillaporquelosnecesitaparalaóperadeestanoche.—¡Portodoslossantos!—gruñóelpadre,contrariado—.Procuradarteprisa.

Quieroqueestéspresenteenlaentrevistaconelabogado.—¡Porsupuesto!SeencontrabanenunarrabaldelaciudadconocidocomoJakober;desdeahí,

elcentrodelaciudadnoestabamuylejos.Pauldecidióhacerelcaminoapie.Secolocóelsombreroysalióabuenpasodelazonadelhospitalendirecciónalascalles y callejuelas comerciales del centro. Augsburgo estaba orgullosa deledificio alargado de ladrillo que albergaba el hospital, una construcciónimponente de varias plantas con ventanas de arco, concebida a mediados delsigloanteriorporelarquitectoGollwitzer.Aunasí,¿aquiénlegustabaestarenunhospital?MientrastomabalacuestayluegoentrabaenlaBarfüsserstrassePaulrepasó

mentalmente lo que su padre le había contado sobreMarie. Una hemorragia.¡SantoDios!Aunqueélnoeramédico,sabíaqueesopodíatenerconsecuenciasfatales. Por fortuna, lo había superado. ¡Qué fuerte era esa criatura si habíatrabajado en la cocinamientras se recuperabade algo así!Aunquedesconocíacuáleseranlastareasdeunaayudantedecocina,sísabíaquecargabaconlaleñayencendíatodaslasestufasdelacasa.Eraelescalafónmásbajodelservicioytenía que encargarse de todo cuanto resultaba penoso o desagradable para losotros.¿Porquénadie sehabíaocupadode cuidarlaunpoco?A finde cuentas, su

padre era consciente de que se estaba recuperando de una grave enfermedad.

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Aunquepuedequelohicieran;élnopodíasaberloporqueaúnestabaenMúnich.Era bueno que ahora Marie fuera doncella personal y que Kitty fuera suvaledora.Lamarchalehabíahechosudarytuvoqueaflojarelritmo.Paraserenero,ese

díaeraespecialmentecálido:elcieloestabacubiertoy lapartealtade la torrePerlach,latorrevigíadelaciudad,sevislumbrabaentrelostejadosrodeadadeneblina. Al otro lado de la calle vislumbró la pequeña tienda de ErnstineSauerbier, con sus dos grandes escaparates flanqueados por unas columnasverdespostizasqueterminabanenunasdelicadasfloresentrelazadas.Poralgunaextrañarazón,mamásolocomprabasusguantesahí;puedequefueseporqueladueñatambiénrestaurabalosguantesqueseestropeaban.Sedetuvoanteelescaparateyechóunvistazoalgénero.Habíaguantespara

manosfemeninasdelicadas, tejidosydeencaje; loshabíaquecubríanelbrazohastaelcodo,muyfinosytransparentes;otrosquedejabanlosdedosalavista,ytambién había guantes de piel blanca de cabritilla, que se ajustaban comounasegundapiel.Ahorasabíaqueunpardeesosguantescostabaloqueganabaunatrabajadora durante todo un año. Recordó las manos de Marie, menudas ybonitas,quesindudajamáshabíanestadocubiertasporunosguantescomoesos.Habíacrecidosinpadresenunorfanato;habíasufridomuchaspenalidadesy,sinembargo, era valiente y segura. ¿No era acaso cien veces más digna deadmiración que las jovencitas de «buena cuna» que no tenían otra cosa en lacabezaqueropabonita,paseosyhacerbordadossuperfluos?—¿SeñorMelzer?Quéagradablesorpresaencontrarloaquí.¿Leinteresanlos

guantesdeseñora?Ese leve acento francés delató a su interlocutor antes de volverse hacia él.

MonsieurGérardDuchampsestabadevueltaenAugsburgo,donde laempresadesupadrehabíaabiertounadelegación.—Señor Duchamps, encantado de saludarlo —respondió él sin un afecto

sincero—.No.No soy un aficionado de los accesorios femeninos. Estoy aquíporquemimadremehahechounencargo.

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—En ese caso, está usted en una situación similar a la mía —comentóDuchampsconunasonrisadesatisfacción—.Medisponíaacomprarunregaloparamiseñoramadreymihermana.Encasaaprecianmucholadelicadapieldecabritilladeaquí.Encambio,loscomerciantesdeAugsburgocadavezmuestranmásinterésporlasedadeLyon.Esperodeverasquemástardepodamosllegaraunacuerdopositivo.Por supuesto. Los comerciantes franceses. En realidad, debería habérselo

figurado.Enfin,sierancapacesdesuministrarbuengéneroabuenprecio,aélleparecía bien. Habían empezado a estampar en seda y estaban teniendo muybuenaacogidaentrelaclientela.Apesardequelasedadeultramareramuchomás barata que la francesa, su transporte encarecía extraordinariamente elnegocio.—¿Porquéno?Afindecuentas,elinterésesmutuo,¿verdad?Duchamps asintió y se quedó mirando los guantes de encaje con aire

meditabundo.De nuevoPaul se dijo que ese francés no le acababa de gustar.¿Cómo era posible que las mujeres cayeran rendidas a sus pies? ¿Acaso eraatractivo?Enabsoluto.GérardDuchampseradeestaturamedianayteníaunosademanesseguros,casiágiles,aunquePaulestabaconvencidodequenoeraundeportista.Tenía lanariz fina,peroaél leparecíademasiadoafilada;susojoserannegroscomolosdelosgitanosyteníaunoslabiossensuales.Talvezfueseeso lo que atraía a lasmujeres. Aunque también su habilidad para aportar encada tema un punto de vista desacostumbrado. Aquel rompecorazones podíaresultarunapersonafascinanteyPaul teníaqueadmitirquenodecíacosassinsentido;loqueafirmabateníasolidez.—Encantadodehaberlovisto—dijoPaulporeducación,aunqueenrealidad

nofueracierto—.Luegonosvemos.Hizo el ademán de tocarse el sombrero para despedirse y cumplir con el

recado,peroDuchampsnoestabadispuestoadejarlomarchar.—Disculpe,tengoquehacerleunapregunta.Paulnotuvomásremedioquedetenerseysonreír.¿Quéestabapasando?¿Por

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quéelfrancésteníaesaexpresióntanseria,comosisetrataradeunacuestióndevidaomuerte?—Es una preguntamuy personal—dijoDuchamps—.Y se la hago porque

confíoenqueustedmedirálaverdad.NocabíadudadequeGérardDuchampspodía serconvincente.Al instante,

Paulhabíasentidociertasimpatíaporélyeldeseoderesponderalaconfianzadepositada.—Siestáenmimano,loharéencantado.UngrupodejóvenesdamassearremolinódelantedelescaparateyDuchamps,

quesiempreatraíatodasuertedemiradas,entróconPaulenuncallejónlateral.—Mipreguntatienequeverconsuhermana.—¿Cuáldeellas?—ConlaseñoritaKatharina.Cómono.CualquierotracosahabríaasombradoaPaul.Parecíacondenadoa

darconstantementeinformaciónsobresuencantadorahermana.—Estosasuntosmedisgustan,señorDuchamps—dijoparanegarse—.Sería

mejorqueparaestascuestiones sedirigieraamihermanao,mejoraún,amispadres.—Hace tiempo que su hermana y yo nos hemos puesto de acuerdo, señor

Melzer.Paul lo miró fijamente, incapaz de creerlo. ¿Era posible que ese Casanova

francéshubieraconquistadoelcorazóndeKitty?¿Oaquellonoeramásqueunabravuconada?—Mi pregunta es la siguiente: ¿estaría su familia dispuesta a aceptar como

yerno a un francés? Compréndame: yo amo a su hermana y para mí es muyserio.QuierocasarmeconKatharina.Paul tuvo que tomar aire. Ese hombre quería casarse con Kitty y, si no lo

había engañado, Kitty había accedido a su proposición. Pero, por lo visto,tambiénlehabíadichoquehabíaunproblema.—¿Quiereustedconocermiopinión?—dijoPaulparaganartiempo.

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Duchampsasintió.SumiradapenetranteincomodóaPaul.Esehombreestabaenamorado,¿quiénpodía reprochárselo?SecasaríaconKittyyse la llevaríaaLyon. La villa sin Kitty. Su dormitorio vacío. Nada de charlas alegres por lanoche, ni carcajadas sonoras ni ocurrencias alocadas. Tampoco las pequeñasconfidenciasquecompartíanentreellos.¡Malditasea,noqueríadesprendersedesuhermana!—Sihahabladoustedconella,lehabrádichoquetodavíahoynuestramadre

lamentalamuertetempranadesuhermanomayor,quecayóenlaguerrafranco-prusianacuandoellaeraunaniña.Duchampsestabaalcorriente.Sinduda,habíasidounaterriblepérdida.Pero,

encualquiercaso,habíahabidovíctimasenambosfrentes,yaquel familiarnohabíamuertoacausadeunabalafrancesasinodeunmodobanal,porunaheridasinimportanciaquederivóenunaintoxicacióndelasangre.—Tieneusted razón.Coincido conusted.Pero en este aspectomimadre se

muestraobstinada.Asípues,encasodequequieraustedpedir lamanodemihermanadeberácontarconquenoselaconcedan.Estabadiciendolaverdad;enestesentido,noselepodíarecriminarnada.Al

contrario, por educación no había dicho que mamá sentía un odio tremendohaciaFrancia, el enemigo histórico, y hacia todos los franceses. Incluso habíallegadoaecharpestescontraelchampán,unabebidaconsumidademuybuengradoenlavilla,yhabíaintentadosustituirloconunespumosodeCrimea.Sinembargo,aquelbrebajeresultóserexcesivamentedulceydabadolordecabezaporloque,demalagana,habíatenidoquevolveralchampán.—Si quiere casarse con Kitty, va a tener que perseverar mucho—añadió,

conmovidoanteelrostroangustiadodesuinterlocutor.Duchampslediolasgraciasydijoqueyasehabíafiguradoalgoasí.—MonsieurMelzer,leruegoqueolvidequehemostenidoestaconversación.SetocóelsombreroconlamanoydirigióunasonrisaaPaulantesdedarsela

vueltaymarcharse.¿No pretendía comprar unos guantes? Tal vez fuese solo una excusa. Paul

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sintióunleveremordimiento,sobretodoporKitty.Detodosmodos,sedijo,suhermanamerecíaunmaridomuchomejorqueaquelCasanovafrancés.

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30

ElfríoquesubíadesdelaslosasdepiedrasobrelasquedescansabanlosbancosdelaiglesiahabíahechomellaenMarie.Apesardelabrigoylosbotinesdepielestabaateridade fríoysoloqueríaque lamisaacabaradeunavez.Almismotiempo,laavergonzópensareso.¿Acasolastresancianassentadasenelbancodedelantenoestabanpeorprotegidasdel fríoqueella?Encambio, seguíaneloficiocondevoción,searrodillabanenelmomentooportuno,cantabanconvozfirme, aunque rota, y pronunciaban las oraciones en latín sin cometer ningúnerror.EloficiomatutinodelaiglesiadeSanMaximilianohabíaempezadoalasseis;

en la calle todavía estaba oscuro y solo las lámparas de arco y el alumbradoeléctrico de algunas tiendas iluminaban la penumbra. Marie había caminadomedia hora para llegar a tiempo a la misa y esperaba de corazón regresar altercer piso de la villa sin ser vista. No había dicho nada a nadie de aquellainusualvisitaalaiglesiaporquetodoshabríanhechosuspropiascábalassobrequé estaría haciendo allí a esas horas de la mañana. Que si posiblemente setratabadeunpecadoquedebíaconfesar.Odeunproblemadeconciencia.¿Talvez se encontraba ahí con su amante? Auguste, en especial, tenía unaimaginaciónmuyvivaalahoradeextenderrumores.Elhumodeinciensoatravesólanavedeparedesencaladashastallegaralos

bancos del final. Marie intentó contener la respiración porque ese olor leresultaba muy desagradable. Los feligreses se arrodillaron y se pasó aadministrar la sagrada comunión. Uno de los tres monaguillos, con cara

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adormilada,hizosonarlacampanadealtaryMarievislumbróalpadreLeutwientomando lahostiaybebiendodel cálizdoradodecoradocongrabados.Enesemomento, sintióciertomalestar: talvez fueraporculpadel incienso,oporqueaúnnohabíacomido.Otalvezporlaideadequeañosatrásaquelhombrehabíaadministradolaextremaunciónasumadre.Se sobrepusoy sealegrócuandoescuchó labendicióny lapiezadeórgano

que señalaba el final de lamisa. El sacerdote y losmonaguillos se dirigieronhacialasacristía,ylosdevotosfeligreses—ensumayoríamujeresdeavanzadaedad—selevantaron,searrebujaronensusabrigosymantones,yserecolocaronlasprendasquelescubríanlacabeza.Enlacallesoplabaunvientogélidoquearrastrabaconsigopequeñoscoposdenieve.Elcaminodevueltaa lamansiónnoibaaseragradable.Marie esperó a que los bancos se desocuparan; luego se acercó al altar, se

santiguórápidamentefrentealaVirgenMaríayseapresuróhacialaizquierda,pordondeelsacerdoteylosmonaguillossehabíanmarchado.Detrásdeella,lasacristana, una mujer obesa que respiraba con dificultad, recorría los bancosrecogiendo los libros de cánticos olvidados y los colocaba en el mueble demaderaprevistoparaello.Porsuerte,MarieencontróalpadreLeutwiencuandoesteestabaapuntode

abandonarlaiglesiaporlasalidadelasacristía.Aloírquealguienlollamabaenvozqueda,élsevolvióylamiróconelceñofruncido.Nopodíavergrancosaporqueyahabíaapagadolalámparay lasacristanaacababadesoplar lasvelasdel altar. En cualquier caso, aquella jovencita tan bien vestida nunca habíaasistidoaloficiodeprimerahoradelamañana.—¿Quéseleofrece?—Megustaríaencargarunamisadedifuntos,padre.Deprimeras,élpensóquequeríaconfesarse.Devezencuandolasjóvenesde

otrospueblosibanaconfesarseallíparanotenerquehacerloconelsacerdotedelapropiaparroquia.Aunqueunamisadedifuntostampocoeranadainusual.—¿Enmemoriadequién?

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—Demimadre.SellamabaLuiseHofgartnerymurióharádieciséisañosenlaciudadbaja.¿Seacordaría?Marieobservóconinterésalcura,queretrocedióunospasosal

interiordelasacristíaparaencenderlalámparadegasquehabíasobrelamesa.—¿EresMarieHofgartner?—Sí,padre.Éllehizounaseñalparaqueseacercara,sequitólasgafasylacontemplóde

arribaabajoconasombro.—Pero¡quéelegantevas,Marie!Casinotehabíareconocido.—Entonces,¿seacuerdademí?—¡Porsupuesto!Tevimuchasvecesenelorfanato.Ahoratrabajasenlavilla

delosMelzer,¿verdad?Ereslaayudantedecocina,¿noesasí?—Soydoncellapersonal.Éllamiróconextrañeza,volvióacolocarselasgafasypareciónoterminarde

creerse que fuera cierto. Ningún miembro del servicio pasaba tan pronto deayudantedecocinaadoncellapersonal.—Asíquedoncella…Vaya,quérápido.AntesdeNavidadaúnerasayudante

decocinay…Marienoteníaganasdetratardeeseasuntoconél.Detodosmodos,parecía

estarmuyalcorrientedesuvida.¿Cómoeraposible?—No sé lo que cuesta una misa de difuntos —dijo con cautela—. Tengo

veintemarcosahorrados.¿Bastará?Élasintióylepreguntóparacuándoqueríaencargaresamisa.¿Teníainterés

enalgunalecturaenparticular?¿No?Entalcaso,siaellaleparecíabien,seríaeldomingopróximo,despuésdelamisamayor.Marieestuvodeacuerdoyélsepusoacontarlosmarcosylasmonedassobre

lamesa.Eracuriosoqueesesacerdote,antestansolemneconsucasulladeoro,ahoraleresultaratangriseinsignificantemientrascontabalasmonedassentadofrenteaella.Hizoacopiodevalor.—Ustedconocióamimadre,¿verdad?

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Élalzó lacabezadesu libretadenotasy sequitó lasgafas.Ahorasusojoseranmuygrandesysumirada,intensa.—Sí,laconocí.—¿Yquéaspectotenía?Aquellapregunta lepareció tancándidacomoconmovedora.Sinduda, tuvo

quehaberfotografíasdesumadre,oinclusodibujosqueellahizodesímisma,peroporlovistotodosehabíaperdido.—Seteparecíamucho.Teníaelcabellooscuro,comoeltuyo,ysusojoseran

de un colormarrón intenso. Tal vez era un pocomás alta que tú. Era artista.Pintabacuadrosyhacíaesculturas.Nosésisabesquéeseso…Marieasintió.Claroquesabíaloqueeraunaescultura.—Por ejemplo, la cabeza inacabada de una muchacha —dijo ella con

intención—.Sololacaraestabatrabajada;elpeloyloshombrosno…Él no dijo nada y clavó la vista al frente. ¿Estaría recordando? ¿Intentaba

acordarsedeesaescultura?Teníaquehaberlavistoenaqueltiempo.Aunquetalveznorepararaentodoslosdetallesdeesapequeñahabitación.—¿Cómosabesesascosas?—espetóporfin.Ocultó los ojos tras los gruesos cristales de sus gafas y resultaba imposible

sabersiestabaenfadadoosorprendido.ElcorazóndeMarielatíaconfuerza.—Hevistolahabitaciónenlaquemuriómimadre.Estáenlaciudadbaja.Hizounapausaporsiélteníaalgoqueañadir,peroelcuraguardósilencio.—Sé que contrajo algunas deudas y que el señorMelzer se llevó todos los

mueblesdesuhabitación.—¿Cómosabeseso?¿Quiéntelohacontado?—La señora Deubel. También me dijo que mi madre tenía la culpa de su

desgraciaporquehabíacompradoafiadoysinpensar.Porfinelsacerdoterecobróelmovimiento.Inspiróyexhalóprofundamentey

luegosacudiólacabeza.—No,Marie.Esonoescierto.Tumadreeraunapersonaespecial.Paraellael

dineronosignificabagrancosa.

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Marie sonrió aliviada. Era bueno oír cómo el padre Leutwien protegía a sumadre.Legustósaberquenodabaimportanciaaldinero.—Esebustodemármoly lasotraspiezasdemadera lashizoella, ¿verdad?

Quierodecir,lascosasqueaúnestánenesahabitación.Elsacerdotereflexionóunmomentoyluegoasintió.Sí,recordabasobretodo

elbustodemármolporquetrabajóenélhastaelfinal.—Puedequepidieradineroprestadoa losDeubelyacambiolesregalara la

pieza.Aquello tenía sentido. Lástima que la anciana señora Deubel no estuviera

dispuestaadarlenada.—Megustaríatantoteneralgoquepertenecióamimadre.Algoquehubieran

tocadosusmanos,quemeunieraaella—dijoconpesar—.Peronoquedanada.Hizounapausaporquenosabíasiélibaaañadiralgo.PeroelpadreLeutwien

permanecióensilencio.¿Acasoqueríaponerfinalaconversación?¿Esquenoteníanadaquedecir, onoqueríadecirnadamás? ¿También él temía al señorMelzer? Pero eso era imposible. Era un sacerdote, un hombre de la Iglesia.¿Quiénleibaaperjudicar?Estecerrósucuadernodenotasysepusodepie.Seacercósindecirnadaaun

armario oscuro de madera de roble y sacó un abrigo y un sombrero quedesprendíanunfuerteoloraalcanfor.—¿Cuántosañostienes,Marie?—preguntómientrasseponíaelabrigo.—Dieciocho.Casidiecinueve.Sepusoelsombreroycogióunmanojodellavesdeunganchodelapared.—Acompáñamealarectoría.Quierocontarteloquesédetumadre.Ella, asombrada, lo siguió. Subió los desgastados escalones de piedra que

llevaban a la puerta de salida y aguardó obediente bajo la ventisca a que élcerraralapuertaporfuera.Anduvieronporlanievereciéncaídaquecrujíaasuspasos en la oscuridad. La rectoría estaba delante de la iglesia; procedente delpasillo percibieron un olor muy intenso, característico de la lumbre recién

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encendida. El ama de llaves del padre Leutwien se disponía a preparar eldesayuno.—Entra,porfavor.Elcuraabriólapuertayseadelantóparaencenderlaluz.¡Quémaravilla!En

esacasatandestartaladahabíaluzeléctrica.Viovariaslibreríasparecidasalasdelabibliotecadelavilla;aunquecarecíandetantosadornoslabrados,estabanrepletasdelibrosdegrantamaño.Habíaunescritoriodemaderadecolorrojizocubierto de papeles y pilas de libros. Y también en el suelo el saber estabaamontonadoyhabíaqueirconcuidadoparanodarseconunadeesasmontañasdepapel.Sobre la repisade la chimenea reposabanuna cruzdemaderayunapequeñaestatuadelaVirgenMaría,unamujerjovenyhermosaconelNiñoenbrazos.—Siéntateahí,Marie.Él retiró de la silla una carpeta llena de pergaminos para que ella pudiera

sentarse;luegosequitóelabrigo,empapadoporlanieve,yelsombrero.Llevóconcuidadoambasprendasalpasillo;temíaquelasgotasdeaguamojaranalgúnmontón de papel. Acto seguido, regresó con una palada de ascuas y prendiófuegoenlachimenea.—Eldestinodetumadremeafectóprofundamente—dijoélhablándolepor

encima del hombro—. Era una persona decente, valiente, y también muyobstinada.Laprimeravezquelavi,túaúnnohabíasnacido.Fuecuandocaséatuspadres.Al oír aquello dio un respingo. Tal y como siempre imaginó, sus padres

habían estado casados. Eso significaba que la señorita Pappert, esa arpía, lehabíamentido todoel tiempo.Nohabíasidounaniña ilegítima,ysupadrenoeraundesconocido.—¿Co…conocióustedamipadre?—Asíes.El padre Leutwien sorteó varias pilas de papeles, se inclinó y sacó de la

estantería un libro grande de tapas oscuras. AMarie la asombró que hubiera

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encontrado el libro correcto a la primera, pues había muchos con el mismoaspecto.Acontinuación,apartóunospapelesdeencimadelescritorioparadejarellibroyconsultarlo.Trashojearlounpoco,empezóabuscarconeldedo.—Ven,Marie.Mira.Estáescritoenelregistroparroquial.Ellaseacercóconrespetoyleyócondificultadlaslíneasescritasamano.

Hoy,día24deenerode1895, a lasdiezde lamañana,hancomparecidoantemí enesta iglesia elmecánicoe inventor JakobBurkardy lapintoraLuiseHofgartnerpara recibir el santo sacramentodelmatrimonio.FuerontestigoslaposaderaAlwineDeubelyelindustrialJohannMelzer.

Marieleyóelfragmentodosveces,moviendoloslabiosysindecirnada.Soloentoncescomprendióloqueacababadeleer.Suspadressehabíancasadoahí,enesaiglesia,yelseñorMelzerhabíasidotestigodelaboda.—Perosimispadresestabancasados,¿porquénomellamoBurkard,como

mipadre?El sacerdote suspiró y pasó una hoja. Recorrió con el dedo unas columnas

repletasdeletramanuscritahastadetenerseenunapequeñanota.

Hoy,día29deenerode1895,elmecánicoeinventorJakobBurkardhasidoenterrado.Teníatreintayochoaños…QueDiosseapiadedesualma.

Su padre había fallecido pocos días después de la boda. ¡Dios mío! ¡Quéhorror!—Celebrélabodaporpuramisericordia—leexplicóelsacerdote—.Peroeso

ibacontralaleyporquetuspadresnoestabancasadosporlocivil.Tumadreseopusosiemprealmatrimonioburgués;eraunadesusconvicciones,algoqueyoaceptaba pero no compartía. Sin embargo, cuando el final de tu padre estabapróximo,ellacedióyconsintióencasarseporlaIglesia.AnteDios,ellosfueronunmatrimonioyesosiemprelodefenderé.LasleyesdeDiosprevalecensobrelasleyesdeloshombres.Hablóconunaprofundaconvicciónyañadióque,ensusbuenostiempos,el

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padredeMariehabíasidounmecánicoextraordinario.Añadióqueteníamotivospara sentirse muy orgullosa de ser hija suya y que JohannMelzer estaba endeudaconél.—Entonces,¿mipadretrabajóparaelseñorMelzer?El sacerdote sintió, con razón,ungranenojo.AMarie lehabíanocultadoa

propósito de quién era hija. La habían escondido en el orfanato, le habíancontado mentiras sobre sus padres y finalmente —¡cuánta generosidad!— lahabíancontratadocomoayudantedecocina.—Marie, tu padre fue quien construyó y mejoró todas las máquinas de la

fábrica.SinJakobBurkardlafábricadepañosMelzernoexistiría.Teníaquedecirlo.AunqueelseñorMelzerretirarasusgenerososdonativosa

laparroquiadeSanMaximiliano,aunquehicieravalersuinfluenciaparajubilarantes de tiempo al padre Leutwien… El desconcierto de la muchachatransformándose lentamente en una expresión de felicidad, de dicha, erasuficientecompensaciónparaél.—¿De… de verdad? —farfulló ella—. Mi padre era un gran mecánico…

¿todaslasmáquinas?…¡Oh,Diosmío!Hasta entonces ella no sabíaqué eraunmecánico.Ahora sí.Era la persona

que ideabaymontabaesasmáquinascomplicadasy las reparabasidejabandefuncionar.Suspensamientosfueroninterrumpidosporunosgolpesycrujidos.Elpadre

Leutwien se había echado hacia atrás con la silla para abrir uno de los doscajones de su escritorio. En él reinaba el mismo desorden que en toda laestancia: había un batiburrillo de papeles, objetos votivos, cajitas de cartón ycajasdechapa.Permanecióun rato rebuscando, recriminándosea símismoenvozbaja,abriendounayotracajahastaencontrar loquebuscaba:unacajadecartóncuadrada,deuntamañonomayorquelapalmadelamano,forradaconunpapelalgodeslucidocondibujosderosas.Estabaatadoconunlazodecolorrosa;éldesatóellazoconimpacienciayabriólacaja.—Tumadremedioestoantesdemorir.Dehecho,habríatenidoquedártelo

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cuandocumplieras lamayoríadeedad.PerocreoqueLuiseHofgartnerestaríadeacuerdoenqueteloentregueahora.Lacajaconteníaunacapadealgodón.Encimahabíaunafinacadenadeplata

conuncolgante.Eraunallavedelicadamentetrabajada.Cuando cogió la cajita, a Marie le temblaban las manos. Su madre había

tocado esa caja; ella había colocado el algodón y puesto encima la joya.Posiblemente había llevado aquella cadena y era el único legado que podíadejarlea suhija, forzadaaabrirsecaminoen lavidasola, sinpadrenimadre.¡Quélistaerasumadre!Lehabíaconfiadolajoyaalsacerdoteporquesabíaqueconélestaríaasalvo.DehabercaídoenmanosdelaseñoraDeubel,oinclusodelaseñoritaPappert,Mariejamáshabríavistolacadena.—Noes una joya valiosa,Marie—dijo el sacerdote con una sonrisa—. Es

másbienunrecuerdo,perodeberíastratarlaconmuchoaprecio.—Esoharé,padre.Leestoyprofundamenteagradecida.Mariecerró lacajaconcuidado, laenvolviócon lacintayse lametióenel

bolsillodelabrigo.Fueaarrodillarseparabesarlamanodelcura,peroélseloimpidiódiciendoquenoeramásqueunsacerdote.EraaDiosaquiendebíadargraciasyconfiarensuayuda.Enelpasillosombríode la rectoríase topóconelamade llaves,unamujer

delgadadenarizpuntiagudayojospequeñosdepájaro.Llevabaunabandejaconeldesayunodelsacerdote:café,mermelada,unpequeñotrozodemantequillayunpanecillosecodeldíaanterior.—¿Ustedtambiénquieredesayunaraquí?—preguntóconagresividad.—Oh,muchasgracias.Perodebomarcharme.—¡QueDioslaacompañe!El viento había amainado, pero la nevada era intensa y apenas se podía

distinguirlaaceradelacalzada.¿Quéhorasería?Laoscuridadhabíaadoptadoahora un tono grisáceo, aunque aún no se veían lasmanecillas del reloj de latorre.Yadebíandeserlassiete.Sololasuertelepermitiríaregresaralavillasinqueladescubrieran.

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Apenas notaba el frío, y caminaba en la penumbra como en un sueño, sinrepararapenasen lacantidadde trabajadoresquesedirigíanhacia las fábricasiluminadas.Conlamanoderechaasióconfuerzalapequeñacajitaquellevabaenelbolsillo,ellegadodesumadre,lapruebadequenolohabíasoñado.Enlacabeza se le agolpaban las preguntas. El señor Melzer había conocido a suspadres;supadrehabíasidounhombremuyimportanteen lafábrica.¿Porquéentonceseldirectorsehabíallevadotodoloqueteníasumadre?Ah,ysupadrehabíasidoungranmecánico.¡Quéorgullosasesentía!YelseñorMelzerestabaendeudaconsupadre.¿Porquénadielehabíadichoquiénerasupadre?¿Cómoseexplicabaeso?Alllegaralaentradadelparquedelavillalarealidadseimpusodenuevo.Se

detuvo y sopesó la situación. Abajo, en la cocina y en las dependencias delservicio se veía luz, y también en el segundo piso había algunas lucesencendidas.Eso significaba que el señorMelzer, el señorito y la señora ya sehabían levantado: a las siete y media se reunían todos en el comedor paradesayunar. La señoritaElisabeth y la señoritaKatharina solían desayunarmástarde:aningunalegustabamadrugar,ymenoseneloscuromesdefebrero.Ellasuspiródesanimada.Robertestaríallevandoeldesayunoalcomedormientraselresto del servicio estaría sentado a la mesa tomando el primer café del día.Seguroqueyasehabíandadocuentadesuausencia.Solohabíaunmodocreíbledeexplicarlo:decirque la señoritaKatharina la

había llamado por la noche y que se había quedado con ella en el dormitoriohastaprimerahoradelamañana.Estoeraalgoquehabíaocurridootrasveces,porquealaseñoritalecostabaconciliarelsueñoysenegabaatomarlaspíldorasqueeldoctorlehabíaprescrito.Pensóenquélecontaríaalaseñoritacuandolaviera entrar en su dormitorio con el abrigo y las botas de invierno.Diría quehabíaidoaloficiomatutinodelaiglesiadeSanMaximilianoparaencargarunamisa de difuntos para el día del santo de su madre. Aquello estaba bien.Realmentebien.Ylomejoresqueeracierto.Aprovechó los árboles a lo largo del camino para alcanzar la entrada del

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lavadero sin servista.Erabuenoqueestuvieranevandoporqueasí laspisadasquedaríanocultas.Pusoenmarchaelplan.Ellavaderoestabaaoscurasyvacío,seabriópasoatientashastalapuertayatravesósigilosamenteelvestíbulodelaentrada,dondesolobrillabaunalámparadepetróleocentelleante.Desdeahí,sedijo, iríapor las salasde ladespensahasta llegara la escaleradel servicio.ElúnicoproblemaeraencontrarseconRobert,queyaestabasirviendoeldesayuno.Sin embargo, logró llegar al segundo piso sin que nadie la viera. Entonces sequitóelabrigoylasbotasyrecorrióelpasillohastallegaralahabitacióndelaseñorita Katharina. Si ahora la señora o el señor Melzer salían al pasillo,pensaríanquelaropaquellevabaenelbrazoeradelaseñorita.Sinembargo,lesresultaríamuyraroqueladoncellapersonalfueraencalcetines.—¿Señorita?Soyyo,Marie.Parecíaestarprofundamentedormida,puesnorecibiórespuesta.—¿SeñoritaKatharina?Alotroladodelpasillocrujióunapuerta.Alguiensalíadelbaño.Mariehizo

detripascorazón,abriólapuertadeldormitoriodeKatharinaysecolódentro.Comosiempre,elinteriorestabailuminadoporunalamparitadenochecuya

luzKatharinatapabaconunpañuelodeseda.Laseñoritanopodíadormirconlaluzencendidaperolaoscuridadlaaterraba,asíquealfinalhabíaencontradoesasolución.Marieclavólavistaenla lamparitay luegodirigió lamiradahacia lacama.

Estabarevuelta,comosiempre.Yvacía.¿EstaríaKatharinaenelbaño?¿Porunavezydeformaexcepcionalsehabría

levantado temprano?Al buscar con lamirada el salto de cama de la señoritadescubrióunanotasobrelaalmohada.EraunpapeldecartaqueKatharinahabíasacadodesucarpetayenelquehabíaescritounaspocaslíneas.

MiqueridaydulceMarie:Me habría gustado mucho llevarte conmigo, pero Gérard opina que podrías ser un estorbo para

nosotros.Discúlpame,miqueridayúnicaconfidente.Encuantotengamosundomicilio,teescribiréparaquepuedasvenirconmigo.

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Loquecuentaeselamor,lodemássonbagatelas.Tuamiga,

KATHARINA

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31

—Noloentiendo.La hoja de papel que Alicia tenía en la mano temblaba de forma visible.

Aquellosolopodíatratarsedeunabroma.AmenudoaKittyseleocurríancosasterriblementeinadecuadas.Eraunachicatanfueradelocomún…—Me temo que ha abandonado la villa muy temprano, señora. Tal vez de

noche.Sehallevadoropainterior,zapatosyropa,ytambiéncarboncillosyuncuadernodedibujo.Noséquémáspuedefaltar.La esposa del industrial tenía una expresión muy tensa; en ese momento

parecíahaberenvejecidodegolpe.—Sehabráescondidoenalgunaparteparaburlarsedenosotros—musitócon

unhilodevoz,apesardequeeraevidentequenisiquieraellaselocreía.Marie se sentía culpable. Todo aquello podía haberse evitado; si hubiera

utilizado un poco la cabeza, lo habría visto venir. Pero estaba ocupada en suspropiosasuntos.Ellaeralaresponsabledetodoeldoloryladesesperaciónqueahoraestallaríaenlacasa.—Señora,quizáenlaestaciónpodamossaberadóndehanido…—¿En laestación?Entoncescreesqueellos…Dime,¿quiéneseseGérard?

Noserá…—EselseñorGérardDuchamps—explicóMarie.Eneseinstante,lapuertadelcomedorseabrióyentróelseñorMelzer.—Noquierooíresenombreenmicasa—gruñómalhumorado—.Almenos,

noantesdeldesayuno.

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Suesposaletendiólahojamanuscrita.—Metemo—dijoenvozbaja—,muchometemo,Johann,quenuestraKitty

hacometidounatremendaestupidez.Élleyólanota,labajó,miróasuesposa,lareleyóyentoncesvolviólamirada

haciaMarie.—Estádirigidaati,¿verdad?—lepreguntó.—Sí,señorMelzer.—«Mi querida y única confidente»—citó con un leve sarcasmo—.Venga,

habla,¿quésignificaesto?Su tono ahora era amenazador, el mismo que usaba con su personal de la

fábrica.Esacuyaexistenciateníaqueagradeceralpadredeella.Peronoera,enabsoluto,elmomentoparadiscutireseasunto.—Nolosé.Yonoteníaniideadequefueraahaceralgoasí.—¡Anosotrosnonosmientas!—rugió,fueradesí—.Aquílodice:«miúnica

confidente».Siereslaconfidentedemihija,seguroquetedijoadóndepretendíaescaparconestemalditofrancés.Marie no le dio el gusto de verla llorar de miedo. Ya le habían gritado

suficiente en su vida y había aprendido a forjarse una coraza. Lo únicoembarazosoesqueselospodíaoírhastaenelpasillo.—Pordesgracia,no,señorMelzer.Perotalvezestéescritoenalgunadelas

cartas…ElseñorMelzercruzóunamiradaconsuesposayentoncessevolvióhacia

Marie como si fuera a devorarla. Su aspecto daba pavor: tenía la cara roja defuria,losojosdesorbitadosbajolaspobladasyoscurascejasyloslabiosestabanlívidos.—¿Cartas?¿Quécartas?Muy a su pesar, Marie tuvo que confesar. A fin de cuentas, habrían

encontradoesascartas,puesseguroquelaseñoritanoselashabíallevado.—LaseñoritayelseñorDuchampsmanteníancorrespondencia.Noporcorreo

sinoatravésdeunmensajero.

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Aldecirlo supusoqueel señorbramaríadenuevo, inclusoque la golpearía.Pero,curiosamente,semantuvomuysereno.—Correspondencia secreta entre nuestra hija y ese…bravucón francés.Ese

queayermismonospresentóunaofertaquerozabaelinsulto.¿Cómoesposiblequenosupierasnadadeeso,Alicia?—¿Yo?—sedefendiósuesposa—.Acabasdeoírlo,seescribíanensecretoy

utilizabanunmensajero…ElseñorMelzerestabademasiadofuriosoparaescuchar.Fuedeunladoaotro

de la estancia, sacó el reloj, volvió a guardarlo en su chaleco y de pronto sedetuvo.—¡Robert!Alicia,llamaaRobert.La puerta se abrió y, en lugar del lacayo, apareció el señorito, despierto y

repleto de energía. Al ver a Marie dibujó una sonrisa, pero al instante miróperplejoasualrededor.—¿Quéocurre?Comorespuesta,supadreletendiólanota,queentretantoyaestababastante

arrugada.PauldirigióunamiradadepreocupaciónaMarieyechóunvistazoalaslíneas.—Diossanto—musitó.—¿Tútambiénvasadecirmequenosabíasnadadeesta…estarelación?—

atronóJohannMelzer.PaulnotuvoocasiónderesponderporqueeneseinstanteentróRobert.Estaba

muypálido.Eraevidentequesabíaloquehabíaocurrido.—¿HasllevadoencocheamihijaKatharinaalaestaciónestamañana?¿Con

maletasyequipaje?Mariesintióunaprofundacompasiónporellacayo,queestabaatodasluces

afectadoporloocurrido.AdmitióquehabíaacompañadoalaseñoritaKatharinaalaestaciónpocodespuésdemedianoche.Creyóqueaquelviajecontabaconlaaprobacióndesuspadres,yque laseñoritase reuniríaen laestaciónconunasamigasparapasarunosdíasdedescansoenBadTölz.

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—¡Amedianoche!¿Y lacreíste?—rugióenfurecidoJohannMelzer—.¿Sinconsultarconlafamilia?¿Meestástomandoelpelo,Robert?—Me locreí, señor—aseguróRobertconcaradedesesperación—.Cuando

llegamosalaestacióntuvemisdudas.Laseñoritasenegóenredondoaquelaacompañara hasta el andén. Llamó a un mozo, me despidió con un gesto ydesapareció en la oscuridad del vestíbulo. Debería haber salido tras ella, ir abuscarla. Pero fui demasiado cobarde, lo confieso. Temí estar cometiendo unerroryqueserierademí.Yo…—¡Silencio! —gritó Johann Melzer—. Vas a tener que asumir las

consecuenciasdeeseerror.Ytútambién,Marie,hoymismo…—Padre, aguarda —intervino Paul, nervioso—. Deberíamos manejar esta

situación con prudencia y no tomar decisiones precipitadas. Cuanto menostrasciendadeestadesafortunadahistoria,mejor.—Paultienerazón—dijoAlicia,algomásserena—.Siestosehacepúblico,

lareputacióndeKittyseverágravementeafectada.JohannMelzer resopló. ¿Dónde tenía la cabeza sumujer? ¿Acaso creía que

conseguiríanevitarelescándalo?—Iréa laestaciónpara tratardeaveriguaradóndehan ido—prosiguióPaul

—.Luegoinformaréalapolicíadeferrocarrilesparaquelosdetengan,siesquesiguenenterritorioalemán.—¿La policía? —exclamó Alicia, horrorizada—. De ningún modo, Paul.

¿Quieresquetraiganatuhermanaesposadacomoaunacriminal?—Si estuviera en mis manos, la traería con una camisa de fuerza—gruñó

JohannMelzer,ymiródenuevoelreloj—.Loimportanteesquenoescapeconesefrancés.YoahorairéalafábricaapedirunaconferenciaconLyon.ElviejoDuchampsmevaaoír.Parecía aliviado de poder huir a la fábrica, donde debería estar ya hacía un

buen rato. Paul se sirvió un poco café, dio un mordisco a un panecillo y sedirigióalvestíbulo,dondeElseloesperabaconelabrigoyelsombrero.—Robert,vasaguardar absoluto silencio sobreeste asunto—ordenóAlicia

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—. Y tú, Marie, vas a mostrarme ahora mismo las cartas que hay en lahabitacióndemihija.—Sí,señora.Al salir se cruzaron con Elisabeth, que acudía a desayunar sintiéndose

culpableporquesehabíadormido.—¿Quéhaocurrido?Lasvocesdepapáseoíaneneltercerpiso…—TuhermanasehaescapadoconelseñorDuchamps.Elisabeth tuvo que sentarse para asimilar el espanto.Marie ya estaba en el

pasillocuandodesdeelcomedorlaoyóexclamarconrabia:—¡Definitivamente,estamajaderapretendeacabarconmireputación!Al subirpor laescaleraMarieoyó trasellael resuellodeAliciay redujo la

marcha,pues,comosabía,laseñorateníauntobillorígido.—¡Apresúrate!Nohacefaltaquemeesperes—laapremióAlicia.Marieobedeció, abrió lapuertade lahabitaciónydescorrió lascortinas.La

luzmatinaleraaúnmuytenueynoiluminabaporcompletolaestancia,demodoqueencendiólaluzeléctrica.—¿Dónde?¿Enelescritorio?—Sí,señora.Enlacarpetaquehaydentrodelcajón,peronoesesaverdeque

estádelante.Detrásdeberíahaberunadecolorpardusco…Marie deseó queKitty se hubiera llevado las cartas o que por lomenos las

hubieradestruido,perolamanoávidadeAliciadioconlacarpetaalaprimera.Estabarepletadecartas.—¡Increíble!—gimióAlicia—.Estohatenidoquedurarmeses.¡Ytúnohas

dichonipíoalrespecto!—Solofueronunassemanas…Marierecibióunamiradafulminanteybajólavista.¿Cómopodíapensarque

unaspalabrasescritasenuntrozodepapelnoeranpeligrosas?Kittyyelfrancésteníanquehabersecarteadodurantebastantetiempoparaplanearsufuga.¿Porquénuncahabíamiradoa escondidasen la carpeta?Había tenido infinidaddeocasiones…

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—Enefecto,sehallevadounamaleta…Faltaelabrigodepiel.Losbotinesbeis,elconjuntodelanagris…¡Cielos!Nosehallevadocamisón…Alicia revolvió el ropero, abrió conviolencia los cajonesy fue arrojando la

ropafuera;unfrascodecristalquereposabasobrelacómodacayóalsuelo.Eraunperfumefrancésquelehabíaregaladoasuhijaporsucumpleaños.—Barretodoestoytíraloalabasura.Yniunapalabraalrestodelservicio,

¿mehasentendido?Marie asintió resignada. ¿Cómo podía imaginar la señora que no se

enterarían?Enlavilla,hastalasparedesteníanoídos.—¿Quéesesto?Perosison…Ah,sí,elabrigoyloszapatosqueteregalamos

porNavidad.¿Quésignificaesto,Marie?«Las desgracias nunca vienen solas», pensó Marie. Con el susto, había

olvidadosuscosasenlahabitacióndelaseñorita.—Yo,señora,habíaido…amisa.Meheretrasadoyhesubidoadespertarala

señoritavestidaaúnconelabrigoylasbotas.Porsupuesto,Alicianolacreyó.Eso,dijo,demostrabasuparticipaciónenla

intriga de su hija. SeguramenteMarie quiso acompañarla y lo había dispuestotodoparaelviaje,peroKittyhabíacambiadodeidea.Talycomodecíalacarta.—¡No,noesasí!Lejuroqueyonosabíanadadeesosplanesdefuga.—¡Silencio!¿Quéesesoquehayenelbolsillodelabrigo?Marieseasustó.Eralacajitaconelcolgantedesumadre.—Esoesmío.Alicia abrió la pequeña caja, sacó el algodón y examinó la cadena con el

colgante.No,esabagatelanopodía serde suhija.Cerró la tapay learrojó lacajitaaMarie.—Tusmentirasnotehacenningúnfavor—dijoconprofundodesprecio—.Y

loquepuedaocurrirleamipobrehijaseráculpatuya.¡Noteloperdonaréjamás,Marie!Apesardeloculpablequesesentía,esoerainjusto.¿Porquédebíacargarella

solacontodalaculpa?PensóenmencionaralpadreLeutwiencomotestimonio

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dequehabíaidoaloficiomatutino.Peroalmomentodesestimólaidea.¿Quiénleasegurabaquenolequitaríanelcollardesumadre?Dehecho,deberíahaberlorecibidodosañosmástarde,cuandocumplieraveintiúnaños.—¡Apártate de mi vista! ¡Y pobre de ti si dices una sola palabra de este

asunto!Marie hizo la reverencia de rigor, cogió el abrigo y los botines y salió del

dormitorio.AlhacerloestuvoapuntodeclavarlapuertaenlasiendeAuguste;la solícita criada había pegado la oreja al ojo de la cerradura. Evidentemente,teníaunaexplicaciónpreparada:traíasábanaslimpiasparalacamadelaseñoritay en esemomento iba a llamar a la puerta. Else también se había afanado enarreglar el dormitorio de los señores y, por supuesto, había dejado las puertasbienabiertasparanoperdersenada.Mariesubiólaestrechaescalerahastaeltercerpisoparadejarelabrigoylas

botasensualcoba.Agotada,sesentóensucamadeshechayapoyólacabezaenlasmanos.Lospensamientosvagabanensumentecomopájarosendesbandada.PobreKitty.Jamásseríafelizconunhombrequelahabíaconvencidoparahacerunaestupidezsemejante. ¡Ojalápudieraayudarla!Pero, talycomoestaban lascosas,parecíaquenisiquierapodíaayudarseasímisma.Ibanadespedirla,sinduda. Sin previo aviso y con malas referencias. Tendría que abandonar lamansiónenmitaddel invierno,sinperspectivasdeotropuestoysindinero,yaquehabíautilizado todossusahorrospara lamisadedifuntos.Aunque talvezerabuenoqueasífuera.Quizádeestamanerasumadrepodríaocuparsedesuhijadesdeelcielo.NovolveríaaveraPaul.Nomásmiradasanhelantesnimássueños impetuosos por las noches; su corazón ya no se desbocaría cuando élpasarajuntoaellaporelpasillo.Selibraríadetodoeso.Aquelamorestúpidoyfunestonopodíatraerlemásquepesares.Mariecogiólacajitaysacóconternuralacadenayelcolgante.Antesdeque

aalguiense leocurrieraquitarle la joya,pensó, la llevaríacolgada.Debajodelvestido no se veía. Cerró la cajita y la dejó sobre la cómoda blanca, abrió elcajóny sacóel pañuelodelhatillo.Apenas cincomeses atrás lehabía servido

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paraacarreartodassuspertenenciasyenestaocasióntambiénibaahacerleunbuenservicio.«Noestoydispuestaaesperaraquemeechendemalamanera»,sedijo.«Para

nada.Almargendeloocurrido,tengoderechoapedirexplicaciones.¡Yesoesloquepiensohacerantesdeirme!MetienenqueexplicarporquénadiequierehablardeJakobBurkard.¡Mipadre!ElhombresinelcualnoexistiríalafábricaMelzer.»Congestoresuelto,recogiósuropainterior,loscalcetinesylaropaplanchada

delacómoda,asícomoelpeine,doscintasparaelcabello,elcepillodedientesy un par de zapatos. Hizo el hatillo, a sabiendas de que más tarde, cuandoabandonara lamansión, tendría que deshacer el nudo ymostrar su contenido.Peroesemomentoaúnnohabíallegado.Sintióqueelestómago lecrujíaydecidióbajara lacocinaparacomeralgo

calienteantesdepartir.LesabíamalporlaseñoraBrunnenmayer,ytambiénporel jardinero Bliefert y su nieto Gustav. Eran buena gente. Else era como unaveleta, y probablemente a ella no la echaría de menos, y a Auguste, esachismosa,seguroqueno.Encambio,síecharíaenfaltaalaseñoritaSchmalzler,quesiempreseesforzabaporserjustayquedesdeelprincipiohabíasalidoensudefensa.Porotraparte,notenerqueoír losronquidosdelaseñoritaJordannoeraloquesediceunapérdida.Descendiólaescalerapocoapoco,escuchandoconatenciónlosruidosquele

llegaban:el tictacdel relojdepiedeldespacho,el crepitarde las llamasde laestufa,elcrujidodelsuelodemaderacuandoalguienlopisaba.Quéextraño.Depronto sintió una tremenda tristeza. Llevaba esa casa en el corazón; cadahabitación, cada mueble, cada objeto parecían formar parte de ella, y sentíaafectoporsusmoradores.«QuizáPaulhaconseguidodetenerlosenlaestación»,pensóMarie.Talvezél

traeríaaKittydevueltaacasay todoquedaríaenunerrorestúpido.Peroellasabíamuybienqueesaesperanzanoibaacumplirse.Abajo, en la cocina, olía a café y a panecillos recién horneados y en los

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fogoneshabíaunapiezadeterneracociéndoseencaldodeverduras.Eraparalacena.Comosiempre,teníaninvitados.Augusteestabasentadaalamesa,conelrostromuysonrojadoydeshechaen

lágrimas.Asulado,Elsetratabadeconsolarla.—Nosevaaquitarlavida,Auguste.Noestonto.Solohasalidoapasearun

pocoy,cuandosehayadesahogado,volverá.—Van…¡vanadespedirlo!—sollozóAuguste—.Todoestoes…culpade…

esa…esa…¡bruja!—¡Nohablesasídelosseñores!—lainterrumpiólaseñoraBrunnenmayer—.

Esonoteloconsiento.Bastanteinfelizesyalapobreseñorita.Auguste se tragó las lágrimas y soltó una risa que sonómás bien como un

sollozo.—¿Ella? Pero si está de maravilla. Enamoradísima y en brazos de su

francesito. ¿Sabéis que no se ha llevado el camisón? Claro, como no lo va anecesitar…—¡De eso tú sí que sabes!—apuntó la cocinera en tono seco mientras se

disponíaalimpiarelrepolloparalaensalada.Marieseacercóalhogarparaservirseuncafédelajarraazul.Conlatazaen

lamano,sesentóalamesayalargóelbrazo,hambrienta,haciaunpanecillo.—¿QuépasaconRobert?—quisosaber,preocupada.AugusteledirigióunamiradafuribundayElsetomóunsorbolargodesutaza

decafé.Ninguna semolestóen responder.Else se encontraba ante undilema,pues todo indicaba que Marie había perdido su posición privilegiada en lamansión.Enesoscasos,loaconsejableeracambiardebandoatiempo.PasarsealbandodeAugusteydelaseñoritaJordan,quesiemprehabíansidoenemigasdeMarie.—Hahuido—respondiólaseñoraBrunnenmayer,quenuncatomabapartido

por nadie—. El señor se ha puesto furioso porque contaba con queRobert lollevaría en coche a la fábrica; pero, como ha desaparecido, ha tenido queconducirél.

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Marie guardó silencio. Estaba muy afectada. Auguste tenía motivos parapreocuparseporRobert.Ellacayohabíaayudadoahuiralaseñoritasinsaberlo,yesoloatormentaba.MariepodíafigurarsedequémodolohabríaengatusadoKatharina. El pobre estaba tan enamorado de la señorita que hacía sin pensartodocuantoellalepedía.AquellohabíaestadomuymalporpartedeKatharina.Enelfondo,sedijo,eratanegoístacomosuhermanaElisabeth.Ningunadelasdosseparabaapensareneldañoquepodíancausaralosdemás.—Aún tiene sus cosas en la habitación—dijo Else, tratando de consolar a

Auguste—.Volverá.—Osequitarálavida—respondióAuguste,rompiendoallorar.Losdemás también tuvieronquesecarse losojos,pero fuemásbienpor las

cebollas que la señora Brunnenmayer estaba picando. EntoncesMaria Jordanirrumpióenlacocina,rebosantedegrandesnovedades.—Ponmeuncafé,Else.Diosmío,laseñoraestámuertadedesesperación.Si

nofuerapormí,yasehabríaarrojadoalWertach.Mehadicho:«QueridaseñoraJordan,mesientomuyfelizdequeporlomenosustedmehayasidofielynomehayatraicionadocomootros…».LaseñoritaJordanlanzóaMarieunamiradatriunfanteyllenadedesdén.Su

rivalestabaaniquilada,habíacaídoalomásbajo;nisiquieraunperroaceptaríadeellaunmendrugodepan.—Quería ir a todacostaaLyonahablar conelpadredeese joven francés.

PerolaseñoritaElisabethyyohemoslogradoquitarlelaideadelacabeza.Yolehedicho:«Señora,queridaseñora,esosoncosasdehombres.Además,¿cómosabersielseñorDuchampsestáalcorrientedelosdevaneosdesuhijo?Puedequetodoestolesorprendatantocomoanosotros».—Pero es tan romántico… —suspiró Else—. Dos jóvenes enamorados

viajando porEuropa, visitandoBarcelona,Venecia,Londres oEdimburgo. Enuna huida continua de sus padres, que se oponen a ese amor y quierensepararlos…—Túhasleídodemasiadosfolletines,¿nocrees?—gruñóAuguste.

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—Amí me parece más desconsiderado que romántico—opinó la señoritaJordan,levantandosubarbillapuntiaguda.—Elromanceseacabarácuandosequedensindinero—añadiósecamentela

cocinera.Marietuvoqueadmitirquelacocinerateníarazón.Elseinsistió:noobstante,

dijo, el joven podía ponerse trabajar para ganarse el sustento. Si realmenteamaba a la señorita, lo haría. La señorita Jordan le respondió con una risitaburlona:ensuopinión,eramuchomásprobablequellegaraunmomentoenqueelfrancéssecansaradelaseñoritaylaabandonara.—Así son los franceses —afirmó, y dio un mordisco al panecillo de

mantequilla—.Todoelmundosabequenosepuedeconfiarenlos«franchutes».Llegaráundíaenque lapobreseñorita regresaráacasaafligidaydesdichada,con la reputación arruinada y sin que ninguno de sus múltiples pretendientesquierasabernadadeella.Puedequeinclusovuelvaembarazada…—¡SeñoritaJordan!La señorita Jordan se interrumpió al entrar el ama de llaves en la cocina.

EleonoreSchmalzlerseacercóalamesa,ignorandolatazadecaféqueElseseafanóentraerle.—Por lo que he oído, los chismes están en su apogeo —dijo con

desaprobación—. Esperaba mucha más discreción, especialmente de usted,señoritaJordan.Elcargodedoncellapersonal implicaunamayorcercaníaconlosseñores;nuestraobligaciónesencerrarenlomásprofundodenuestrointeriorlosdetallesmásíntimosqueconocemosdeellos.Deberíaustedpensareneso.Las pálidas mejillas deMaria Jordan enrojecieron, igual que su cuello. En

casodeduda,laseñoritaSchmalzlerteníalamejorrelaciónconlaseñora,puesseconocíandesdehacíamuchasdécadas.—Porsupuesto,señoritaSchmalzler.Enlomásprofundo.Aunquehayacosas

quenosabrumen…—¿Roberthavuelto?La respuesta que obtuvo fue negativa. Comentó que Bliefert, el jardinero,

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habíaidoalparqueconGustavporqueuntejohabíasucumbidobajoelpesodelanieveyeraprecisoserrarloyretirarlosleños.—Yahoradeseodaraconoceralgunospuntosimportantesquelaseñorayyo

hemosacordado.Primero:nopuedetrascenderalaluzpúblicaningúndetalledela huida de la señorita ni tampoco nada relacionado con ella. Segundo: estanochesecelebraunacenaconelseñorylaseñoraBräuer,eldoctorSchleicherysuesposa,yelseñorylaseñoraManzingerconsusdoshijas.Tododebeestarpreparado a la perfección, como siempre. Ni una palabra sobre lo ocurridodurantelanoche.LaseñoritaKatharinaseráexcusadadeasistiracausadeunafuertemigraña.Noloolviden.Todasasintierondiligentemente.InclusoMarie,quehabíadecididoabandonar

lamansión,semostródispuestaarepresentareseteatro.—¿YsiRobertnoregresaatiempo?—preguntó.—Hecontratadoaunayudante—respondiólaseñoritaSchmalzler—.Marie,

ahorave aordenar el roperode la señoritaKatharina.La señoritaElisabeth teesperaráparavestirsesobrelascinco.LaseñoritaJordanhizoungestodedisgusto,pueshabíacontadoconquela

señoritaElisabethquerríaque la atendiera ella.Peroera evidenteque la jovenseñoritavalorabamásloqueellallamabala«eleganciamoderna»quelalealtadylahonradezdesusempleados.Lamentable.Marie no sabía qué hacer. Por un lado, su orgullo le exigía abandonar la

mansióndeinmediato,nosinantesmantenerunaseriaconversaciónconelseñorMelzer.Porotro,noqueríaabandonaralosseñoresenesetrancetandifícil.ElhechodequelaseñoritaElisabethnolahubieradejadodeladodemostrabaquenotodoslaculpabandelafugadeKatharina.Subiópensativaporlaescalerahaciaelsegundopisoparaocuparsedelropero

deKatharina.Ya tenía lamano en el picaporte de la puerta cuando, tras ella,percibióunavozqueleeramuyfamiliar.Ella,asustada,sesobresaltó.—¡Marie!¡Aguarda!Elseñoritocorrióporelpasillo,conelabrigodesabrochadoyelsombreroen

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lamano.—Marie—dijo deteniéndose a su lado—.Me alegra verte aquí. Temía que

hubierasabandonadolavilla.Ellanodijonada.Elseñoritonoandabamuydesencaminado.—Noloharás,¿verdad?—¿Quécosapodríaimpedírmelo,señorito?Élresopló.Lepidióquedejaradeunavezde llamarlo«señorito».Luegose

calmó, se pasó la mano por su cabello rebelde y le explicó que losacontecimientoslohabíanafectadomucho.—¿Haaveriguadoalgunacosaenlaestación?—Según se mire —respondió él, decepcionado—. Por lo menos ahora

sabemosquehanviajadoaParís.Comonoestánenterritorioalemán,noselospuededetener.Yparadeteneradosviajerosalemanesenunaestaciónfrancesahayquerellenarcienformularios.—¿Yahora?¿Quévaahacer?Élsuspiróhondoyvolviólavistaalsombreromojadoquellevabaenlamano.

Nolosabíaaún,lafamiliadeberíadiscutirquépasosdar.—¿EsdifícilencontraraalguienenParís?Elseñoritosonrióalverqueellalohabíapreguntadoenserio.—Escomoencontrarunaagujaenunpajar.Sehospedaránenalgúnhotelito,

peroquiénsabesiutilizaránsusnombresverdaderos.—¿Y no se podría encargar a alguien que los localice? —sugirió ella—.

Algúnfrancés,conocedordellugar.Claroqueparaesohabríaquepagarle.—¿Terefieresaundetective?Ellanohabíaoídojamásaquellapalabra,algoqueaélleparecióencantador.

Quésencillaera.Yquéinteligente.Laideanoeradescabellada,peromamáseopondríaaqueunfrancésfueratraslospasosdesuhija.—Ojalápudierahacer algopara traerladevuelta—dijoMarie, compungida

—.Loocurridoesenparteculpamía.Deberíahaberlosabido.—Oh,no.Enabsoluto—exclamóél,asustado—.Nosepuedeculparanadie,

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exceptoalapropiaKitty.Afindecuentas,noesningunaniñaynoselapuedeatar.Ysiquieresbuscaralgúnculpable,lotienesdelante.Unestúpidoservidorhacontribuidoaestahistoria.—¿Usted?PaullecontóelencuentroquehabíatenidoconDuchamps.Eljoven,afirmó,

noeratanmalo;sinduda,susintencioneseranhonestas.—FuiunestúpidoyprácticamentelodisuadídequepidieralamanodeKitty.

Yesodiopie a estedisparatado secuestro. ¡Por todos los santos!Losdos sonunos niños malcriados y tercos. ¡Si dependiera de mí, les daría unos buenosazotes!AlprincipiolemolestóqueMarieseecharaareír,peroluegoellalecontagió

ynopudomásquereírsetambiéndesurabiajustificada.—¡Ah, Marie! —suspiró—. Es maravilloso cómo consigues calmarme, e

incluso eres capazdehacerme reír.Sabesquenopuedesmarchartedeningúnmodo,¿verdad?Elladeberíahabercalladoynoseguirleeljuego.Peroeraincapazdetalcosa,

nocuandoéllamirabaconeseanhelo.—¿Yporquénopuedomarcharme?Entoncesleparecióqueélibaadevorarlaconlamirada,yempezóatemblar.

Unmínimomovimiento,unpequeñopasoyellaseprecipitaríaenelabismo.Eldulceabismodesuabrazo.—¿Deverdadquenolosabes,Marie?—¿Cómoibasaberlo?Entonces sucedió. Más rápido de lo que ella creía posible, se encontró

recostadaensupecho.Notócómoelcorazónle latíadesbocado,haciendoquetodoseagitaraasualrededor.¿Eraesoloquehabíaestadotemiendohastaesemomento?Ese tiernoabrazo, tan intensoa lavez; esabocaque labuscaba; lalenguaardientequesedeslizabaconuncosquilleosobresus labios;sualiento,esedeseosuyo,tanviolento.Todoaquelloeraterribley,alavez,maravilloso.Fuecomosivolaraconélenelardientecielodelamañana.

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—Debes quedarte aquí—le susurró al oído—, porque te amo y no podríasoportarquetemarcharas.Ellaseabandonóalaembriaguezdeesaspalabras,lorodeóconsusbrazosy

escuchóloslatidosdesucorazónacelerado.—Además, ¿acaso Kitty no ha dejado por escrito que te haría saber su

paradero?Marie,eresnuestraúnicaesperanza.

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IV

PRIMAVERADE1914

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32

—¿Señordirector?La secretaria entreabrió lapuerta.Al alzar lavistade su escritorio, el señor

Melzerdistinguiósunarizpuntiagudaysuslabiosfinos.—¿Quéocurre?LaseñoritaHoffmannhablabaenvozbajaysutonodejóentreverqueaquella

impertinencianoeracosasuya,queellaselimitabaatransmitirla.—Suhijoquieresabersiiráustedaalmorzarenlavilla.ElseñorMelzerresoplóenfadadoymiróconresquemorhaciaelresquiciode

la puerta. Desde que Paul trabajaba en la fábrica, cada mediodía tenía queenfrentarse a lamisma pregunta. Su hijo gozaba de un excelente apetito y noacusaba el cansancio tras una comida abundante. ¡Bendita juventud! Él, encambio, era incapazde comernadaporque todos suspensamientos giraban entornoalafábrica.Detodosmodos,nopodíaquejarsedePaul.Alcontrario.Suhijo era trabajador y aprendía rápido; se interesaba por todo, hacía preguntas,planteaba propuestas y se implicaba. Solo le faltaba un poco de seriedad.Tonteaba con las secretarias, hacía bromas arriba, en contabilidad, y en lasnegociaciones con los socios servía brandyo licor bávaro de genciana, con loquelograbacrearunambientemásdistendido.Contodo,dejandoaparteesassalidasdetonoatribuiblesasujuventud,Paul

era un colaborador competente y de confianza, y pronto se convertiría en unpuntalparaél.—Dígalequeiré,ypídalequeseacerqueconelcoche.

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LaseñoritaHoffmannasintióconentusiasmoysalióatodaprisa.Paul,cómono, había conquistado el corazón de las dos secretarias, las cuales parecíandispuestasahacercualquiercosaporélsinpensárselodosveces.ElseñorMelzerapartóconunsuspiroloscálculosqueteníaanteél;afinde

cuentas,sedijo,carecíandevalidezyaqueunadelasdosmáquinasaveriadasseresistía a cualquier intento de reparación.Antes de bajar para encontrarse conPaulmiróporlaventana.Volvíaallover.Lanievesehabíaderretidoyelclimaque anunciaba la primavera había convertido las calles y los parques enlodazales.Unacalamidadparaloscochesdecaballosylosautomóviles;elmodode transportar lasmercancíasentonceserapor ferrocarril.Estabanaprincipiosdemarzoyeltiempoaúnsemanteníamuyinestable.Paulacercólentamenteelcochehastalaentradadeledificiodeadministración

paraquesupadrenosesalpicaraelabrigoniloszapatos.—¡Québienquevengas,padre!—exclamóPauldesde laventanilla—.Hoy

haytruchaconalmendrasycompotadepera.ElseñorMelzerseacomodóenelasientodelacompañanteydejóconducira

Paul el breve tramo que separaba la fábrica de la villa. Le gustaba hacerlo;además,resultabamuyprácticoporque,aunqueHumbert,elsustitutodeRobert,sabía servir, susnocionesdeconduccióneran lasmismasque lasque teníaunbueysobreelbordadoenseda.¡QuélástimalodeRobert!Desesperado,alverqueinvoluntariamentehabíacontribuidoalsecuestrodeKitty,habíahuidoynohabíaaparecidodesdeentonces.Deaquellohacíayacuatrosemanas.Yseguíansintenernoticiasdesuhija:ni

una carta, ni un telegrama.Nada.Habíamantenido una acalorada conferenciatelefónicaconelviejoDuchamps,muylargaycostosaporqueelseñorMelzerapenashablabafrancésyelalemándeDuchampsdejabamuchoquedesear.Ypensarqueese imbécil estabacasadoconunaalemana…En todocaso,por lomenoshabíaaveriguadoqueDuchampsniconocíalosenredosdesuhijonilosaprobaba.Lehabíaaseguradoquebuscaríaalaparejaylosharíaentrarenrazón,y que, evidentemente, dado el caso, su hijo se comportaría como un hombre

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decente y se casaría con la chica. Era el colmo: Alicia nunca aceptaría a unfrancéscomoyerno.Además,enenero, trasel fracasode lasnegociaciones,éltenía lafirmeconviccióndeque los industrialesDuchampsdeLyoneranunosestafadoresyunosusureros.—Nopongasesacaratansiniestra,papá.¡Dasmiedo!Paullesonrióycongestoresueltorodeóelparterresituadoantelaentradade

lavilla.Humbertsalióalencuentrodeambosconelparaguasabierto.Auguste,que aguardaba en la puerta, hizo una reverencia y cogió los abrigos, lossombreros y los guantes. Ciertamente, incluso él se daba cuenta de que lamuchachahabíaengordadoyqueestabamás torpe.¿Cuándosalíadecuentas?Lohabíavueltoaolvidar.No teníabuenamemoriaparaesosasuntos.Aunquenopodíaquedarlemucho.Luego,segúnhabíadispuestoAlicia,elhijoilegítimode la doncella se criaría en lamansión.En fin, se dijo, el buen nombre de sufamiliayaestabaarruinadoynoacausadeunbastardomásomenos.Unsentimientoamargoseapoderódeél,llevándoseelúltimoápicedeapetito

que le quedaba. Elisabeth los esperaba en el comedor sentada de brazoscruzados.La joven se alegródeque esedía supadre acudiera a almorzar a lamansión. Él se dijo que, por lo menos, esa hija era de fiar. Elisabeth erademasiadosensataparacometerunaestupidezcomoladeKitty.Lasaludóconunasonrisaycomentóqueestabaespecialmentebonitaconesevestidoverde.—Gracias,papá.EsunvestidoviejoqueMariehaarregladounpoco.Marie.Unadecadadospalabraspronunciadasenaquellacasaera«Marie».

Alprincipio,élcreyóqueAlicia ladespediría.Perosehabíaequivocadoy lasaguas habían vuelto a su cauce. Marie era indispensable: diseñaba vestidos,cosía,remendaba,sabíasiempredetodo…—¿Dóndeestámamá?—quisosaberPaul.—Debedeestarapuntode llegar—respondióElisabeth—.Está inmersaen

unadesuslargascharlasconMarie.SobreKitty,claro.¡Escomosihablarandeunasanta!ElseñorMelzer retiró lasillaconenojoysesentó.Ensí,esegestoerauna

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descortesía, pues debería haber esperado a su esposa. Sin embargo, élconsideraba que cuando él acudía a almorzar a la mansión los demás debíanacomodarseasuhorario.—Disculpadlaespera.Alicia aún tenía el rostro enrojecido y los párpados algo hinchados. Por

descontado,habíavueltoallorarporsuhijaperdida.EsascharlasconMarienolehacíanningúnbien;alcontrario,lasumíanaúnmásensupesar.El señor Melzer permaneció callado mientras Humbert servía el consomé.

Aquel joven llamaba la atención: rubio,muy delgado y alto. En su cuerpo, laropalucíaperfecta,comoreciénplanchada.Yteníaunmodoeleganteysuavedemoverse.Perono.ÉlpreferíaaRobert.—Unconsomédeterneraexcelente—comentóAlicia—.¿Tegusta,Johann?—Sí,noestámal.Tomó unas cucharadas, cogió un poco de pan y volvió la vista hacia la

ventanamientrasmasticaba. Seguía lloviendo y las gotas habíandibujadounaintrincadaredenelcristalporlaquesedeslizabanhastaalcanzarelalféizardelaventana.—AKitty no le gustaba el consomé de ternera—dijo Alicia, pensativa—.

NuncacomprendíelmotivohastaqueMariemeabriólosojos.Durantenuestrospaseos,Kittyobservabaamenudolosrebañosdevacas.Adorabaalosanimalesylaideadequeunavacahubieratenidoquemorirparaprepararestecaldo…—Eso es absurdo —repuso Elisabeth—. ¿Acaso hemos de morirnos de

hambreporqueamihermanitaledapenaunavaca?Alicialevantólacabezaconenojo.—Nadietepidetalcosa,Lisa.Aunquenotevendríamalcontenerteunpoco

con la comida. Nuestra Kitty es una muchacha extraordinariamente tierna ysensible,yesoesalgoquedeberemostenerenconsideracióncuandovuelvaconnosotros.ElrostrodeElisabethenrojecióyparecíaestarapuntodeecharseallorar.El

señorMelzersediocuentadequeAliciahabíatocadoelpuntomásdelicadode

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suhija.Elisabethestabaalgoentradaencarnesyesonoseajustabaa lamodadelmomento.Aél,sinembargo,leparecíaqueteníaunafiguramuyatractiva.—No la tratamos bien, Johann —prosiguió Alicia—. Kitty necesitaba de

nuestracomprensióny,encambio,larodeamosdeprohibiciones.ElseñorMelzercontuvosurespuestamientrasHumbertretirabalosplatosdel

consoméyservíaelplatoprincipal.Manejabalasfuentesylasbandejasconunaireeleganteysolemne;eracomosillevaradesdeniñopracticandoelmododecolocarunasalseraenlamesa.Además,presentabalacomida.—Truchaconalmendras.Salsademantequilla,rodajitasdelimón…—Gracias,Humbert.Melzer revolvió la trucha en el plato. Odiaba el pescado: había que hacer

demasiadas cosas antes de hincarle el diente, y además estaban las espinastraicioneras. Por otra parte, no tenía apetito. Malhumorado, escuchó a Paultratando de convencer a sumadre de que Kitty ya no era una niña y que nonecesitabaningúntratoespecial.—¡Ellaesresponsabledesuspropiasacciones,mamá!—¡Porsupuesto!—seentrometióElisabeth.—No, Paul. Yo lo veo de otra manera—objetó Alicia con obstinación—.

Kitty es una artista.Marieme lo ha hecho ver.Kitty necesitabamás libertad,deberíamoshaber impulsadosu talentoyviajarconellaaParís,comosiemprequiso.ElseñorMelzeryanopudocontenersepormástiempo.—¿AParís? ¿Y quémás? ¿Quizá tambiénRoma, oVenecia? ¿Acaso a esa

hijamía tan consentida le gustaría entregarse al arte también enNuevaYork?Querida Alicia, no comparto tu opinión en absoluto. Kitty no necesitabamáslibertad, creoquedeberíamoshaber sidomás estrictos con ella.Eso es lo quemás lamento, no haber educado a nuestra hija según los preceptos del Señor:«Quienamaasuhijo loazotaconfrecuenciaparapoderalegrarsemás tarde».SonpalabrasdeSirácides,enelEclesiástico,ysiguensiendoválidashoyendía.—Pero¡papá!—dijoPaul,mientrasAlicia,consternada,guardabasilencio—.

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Sirácides.¡Siestádesfasado!Su gracia no encontró eco en lamesa familiar. El señorMelzer lamentaba

volveraarruinarelambiente,perohabíacosasquedebíandecirse.—¡Todaestapalabreríasobrelacomprensiónylalibertad!—gruñó—.Asíno

se educa a una hija obediente, Alicia. Y permíteme que te diga otra cosa: siKatharinaseatreveaponerlospiesdenuevoenestacasa,leharésaberqueyanolaconsiderohijamía.—¡Nopuedeshablarenserio,Johann!—musitóAlicia,horrorizada.—Habloenserio,Alicia.Noestoydispuestoadejarmellevarporlosantojos

demihija.Elladecidióabandonaresta casayalejarsede laprotecciónde suspadresydesufamilia.Además,aescondidas,anuestrasespaldasy,paracolmo,conunfrancésqueesunusurero.¡NoquierosabernadamásdeKitty!Inmediatamentedespuésdehaberdejadoescaparsuirasesintióaliviado,pero

notó también cierto remordimiento. Por supuesto que, llegado el momento,estaríadispuestoahablar.Élnoeraunmonstruo.Peroahoranopodíaadmitirtalcosasindesacreditarse.—Entiendomuybienapapá—dijoElisabethmientrasseparabaconsolturala

raspadelatrucha.—Johann —dijo Alicia con una tranquilidad fingida—, olvidas que esta

tambiénesmicasa.Ytelodirésintapujos:simihijaKatharinaquiereregresaralsenodesufamilia,yolarecibiréconlosbrazosabiertos.Soyyserésiempresumadreyestaréparamihijahastaelfindemisdías.¡YyaquehasutilizadolaBibliaparatusargumentos,terecuerdolaparáboladelhijopródigo!ElseñorMelzer,evidentemente,conocíaesahistoria,peroeneseinstanteno

leconvenía.—¿Creesquelehacesalgúnbienatuhijaperdonándolayconsintiéndola?—

exclamó.—¡Nopermitiréquemihijasequedeenlacallesinrecursos!—¿Acasohedichoyoquequieraqueellasemueradehambre?En esemomento se atragantó conunapequeña espina y empezó a toser; se

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tomóunvasoenterodeaguayfinalmentesereclinóexhaustoenlasilla.—¿Sabesunacosa,papá?—intervinoPaul,quesehabíalevantadoparadarle

palmadasen laespalda—.Kittyhacometidounaverdaderaestupidez,y tengoqueadmitirqueestoyenfadadoconella.Sinembargo,siguesiendomihermanay,siregresa,primeroleecharéunabuenaregañinayluegolaacogeré.—Puedescomportartecomodesees,Paul—repusoél—.Yo,pormiparte,ya

heexpresadomidecisiónyesperoquesemerespete.Alicia no replicó nada al oír esa declaración; se limitó a alzar un poco la

barbilla,enungestodefirmeoposición.Volvíanaestarenpiedeguerra…Oh,¡cómoodiabaesasituación!¿Porquésehabíaprecipitado?Lamentablemente,élnoeraunapersonadiplomática.Nuncalohabíasidoynoloseríajamás.—Tengocosasquehacerenlafábrica—anunció,yarrojólaservilletasobre

la mesa—. Termina de almorzar tranquilo, Paul. Si me buscas, estaré en lahilatura.Al llegar a la puerta, con las prisas estuvo a punto de hacer caer al nuevo

lacayo, que se disponía a entrar cargado con dos bandejas repletas. Humbertconsiguióesquivaralseñorconfacilidadysinponerenpeligroelcontenidodelasbandejas.—Disculpe,señor…—Noesculpasuya.Mientras el señor Melzer recorría el pasillo, intentó apartar de su mente

aquelladesagradableescenafamiliaryconcentrarseenelnegocio.HabíallegadounaofertadesdeInglaterraparalanuevatelaestampadadealgodón.Esenegocioaumentaríaelprestigiodelafábrica.Porotrolado,teníalaridículacorazonadadequelapaznoduraríamuchotiempo.Elemperadoralemánhabíaordenadolafabricacióndebuquesdeguerrayparecíadispuestoasocavarlasupremacíadelamarinainglesa.Alalarga,losbritánicosnoconsentiríantalcosa.Aunasí…Se detuvo porque vio que una empleada venía de frente por el pasillo

procedentedelsegundopiso.Ellaaminoróelpaso,probablementelamentabanohaber utilizado la escalera de servicio.El señorMelzer aguzó la vista porque,

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conaqueltiempotangris,laluzdelpasilloeramuytenue.Lamuchachallevabavarios vestidos sobre el brazo, tal vez de camino al lavadero. ¿Era la señoritaJordan?No,eraMarie.Ladoncellahizounareverenciaalpasar juntoaél.Poralgúnmotivo,aquel

gestoleparecióirónico.—¿Marie?Ella,queyasehabíaalejadounbuentrechoapasofirme,sedetuvoyvolvió

lacabeza.—¿Sí,señorMelzer?¿No debería haberse limitado a decir «señor», a secas? ¿O quizá «señor

director»? Iba a reprenderla por ello, pero algo en su expresión lo detuvo. Lamuchacha tenía unos hermosos ojos oscuros, pero sumirada no era soñadora,sino despierta ymuy atenta.Conocía esamirada. ¡Diosmío! ¡Cómo corría eltiempo!—Debo tratar un asunto contigo. Vamos a la biblioteca. Allí nadie nos

molestará.—Deacuerdo,señorMelzer.

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33

Marie caminaba delante del señor Melzer, que la seguía sin poder apartar lamiradadeella.¡Conquépasotanfirmeyágilavanzaba!Andabaerguida,perosinparecerrígida,ylafaldaleoscilabaunpocoalcaminar,aunquesindarpieaningúnpensamientoestúpido.Alllegaralabiblioteca,ellasedetuvo,volviólacabezahaciaély,cuandosedisponíaaabrirle lapuerta,el señorMelzer se leadelantó. Sin que élmismo pudiera explicarse por qué, giró el picaporte y lesostuvo la puerta, como siMarie fuera una dama.Y precisamente así, con elporte erguido y seguro de una joven señora, pasó junto a él para entrar en labiblioteca.Éllacontemplóasombrado.Lamuchachahabíaheredadoesaaltaneríadesu

madre.Nisiquieralainfanciaenelorfanatohabíapodidodomeñarla.ElseñorMelzerseacercóalachimenea,queaqueldíanoestabaencendida,y

prendió una lámpara. Quería contemplar bien a la persona que tenía delantemientrasconversaban.Mariesedetuvoenelcentrodelasala,dejólosvestidosquellevabasobreunadelasbutacasyaguardóaqueélhablara.Sumiradaeraserenay,algoinexplicableparaél,resuelta.—Quiero tratar dos cuestiones contigo. Ambas conciernen a mi hija

Katharina.Marie no pareció sorprendida, posiblemente contaba con algo parecido. El

señorMelzerlacontemplóunmomento,absortoenelcontrasteentreeloscurovestidodedoncellaysujuventudradiante.MarieHofgartnereraapenasmayorqueKittyyguardabaunparecidoextraordinarioconella,porlomenosdelejos.

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Encambio, pertenecían amundos distintos. ¿Le habría gustado tener una hijacomoMarie?Apartódesumenteesaocurrenciadisparatada.—Enprimerlugar:noquieroquehablessobreKatharinaconlaseñora.Esas

conversacionesabrumanamiesposaylaapenanaúnmás.Ellafrunciósuscejasoscuras;alparecer,esaordennoeradesuagrado.Pero

elseñorMelzertampocoesperabaotracosa.—SeñorMelzer,ocurrequeyonuncainicioesasconversaciones.Silaseñora

mepregunta,yodeboresponder.Asíqueellateníasusreparos,sedijo.Deberíahabérselofigurado.—En ese caso, responderás del modo más escueto posible. ¿Me has

entendido?—Porsupuesto,señorMelzer—respondióellaladeandounpocolacabeza—.

Detodosmodos,nocreoqueesascharlashagansufriralaseñora.Másbienalcontrario:estoyseguradequelehacebienhablardelaseñoritaKatharina.—Sobreestetemaatinotecorrespondeopinar—dijoélreprendiéndola—.O

hacesloquetedigootendréquetomarmedidas.Mariesequedócallada,enunaactitudqueélnosupocómointerpretar.Estaba

enfadado consigomismo, pues sabía que amenazarla no era sensato.Marie seencontraba bajo la protección deAlicia y sabíamuy bien que tenía que pasaralgomuygraveparaqueladespidieran.—Elsegundoasuntoessobreesadetestablecartaquemihijateescribió.Entonces el señor Melzer fue presa de un repentino malestar y dio varios

pasosdeunladoaotropordelantedelachimenea.Sentíauntremendoardorenelestómago.Nodeberíahabertomadoelpescado.Talvezfueelconsoméloquele había sentadomal. Compasión por las vacas. Solo a Katharina se le podíaocurrirsemejanteridiculez.—¿Mi hija se ha puesto en contacto contigo de algún modo? Prometió

comunicartesuparaderoparaquetereunierasconella.¿Noesasí?El señorMelzer se detuvo para escrutarle el rostro mientras contestaba. Él

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tenía bastante experiencia interrogando a personas y sabía que simentían casisiempresenotaba.—Sí,esoescribió.Perohastaahoranoherecibidonoticiasdeella.Esperoque

esoseaunabuenaseñal.No.Estabadiciendolaverdad.Esamuchachanoeradelasqueseinventaban

mentiras.Alosumo,podíaserqueesquivaraalgunaspreguntasparaguardarsealgunacosaparasí.—En fin —dijo él con un gruñido de disgusto—. Si mi hija se pone en

contactocontigo,yaseaatravésdeunmensajeroodeotromodo,quieroquemeinformesprimeroamí.—Pero…Peroentonceslaseñora…ElseñorMelzerseenfadó.¿Cómoseatrevíaacontradecirle?¿Quiénsecreía

que era? ¡No eramás que una doncella personal que hacía nada trabajaba deayudantedecocina!—¿Hasoídoloquetehedicho?—lainterrumpió.—Sí,señorMelzer.—Entoncesesperoquelocumplas.Ellavolvióaguardarsilencio.¿Acasocreíaquepodíacomportarseconélde

unmodotaninsidioso?Ytodavíanohabíaprometidomostrarleprimerolacartaaél.—¿Piensasresponderme?Marie tenía los labios apretados y la vista clavada en el suelo. Levantó la

mirada hacia el señor director; en sus ojos brillaba algo que él no supointerpretar.Posiblemente,sedijo,estabafuriosaconél.—SeñorMelzer,siesoestanimportanteparausted,asíloharé.¿Cumpliríasupalabra?Élsolopodíaesperarqueasífuera.Aliciaeracapazde

subirseal tren,buscar ladirecciónyrescatarasuadoradaydesobedientehija.Esaidealoinquietabaporquetemíaqueunviajetanprecipitadopudieraponerasuesposaendificultades.—Perfecto—dijoél, apesardequenadaenesacharla lohabía sido—.Ya

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puedesretirarte.ElseñorMelzerextendió lamanoparaapagar la lámpara,perosedetuvoal

verqueMarienosehabíamovidoniuncentímetro.—Yotambiéntengodosasuntosquetratarconusted,señorMelzer.Élcreyónohaberoídobien.¿Deverdadleexigíatratardosasuntos?Esoera

imposible.Pensóqueteníalacabezademasiadoalterada.—¿Quéhasdicho?Marie permanecía en su sitio y ahora tenía las manos cruzadas sobre el

vientre.Suexpresióneratranquilayhabíaempequeñecidolosojos.—Yonoletengomiedoynomeimportaenabsolutosimeechaono.Pero

quierosaberporquéjamásmehadichoquesoylahijadeJakobBurkard.Conqueera eso. ¿Quién se lohabría contado?¿Esavieja arpíade la ciudad

baja?¿Alguienenlafábrica?NohabríasidolaseñoritaPappert…—Lo sé con certeza porque el padre Leutwien me enseñó el registro

parroquial.Ustedfuetestigodelabodademispadres.Demodoquehabíasidoelcura.SehabíaequivocadoconLeutwien;noera

tandiscretocomosupuso.Sintióqueelpulsoseleacelerabayqueempezabaasudar.¿Quépodíasaberlachica?¿Yquéno?—Sihasvistoelregistroparroquial,entoncestambiénsabrásquesoloestaban

casadosporlaIglesia.Porlotanto,esematrimonionoeraválido.—Válidoono,mipadreeraJakobBurkard.¿Porquésiempresemehadicho

quemipadreeraundesconocido?¡Quémuchacha tan obstinada y prepotente! ¡Venía cargada de exigencias y

encimapretendíapedirlecuentasaél,suseñor!—Mira,Marie. Ahora no tengo tiempo para hablar de estas cosas contigo.

Esteasuntolotrataremosmásadelante,cuandoseasmayordeedad.Apagólalámparayseacercóalapuertaconpasodecidido.PeroMariesele

adelantó, tapó el picaporte con su cuerpoy le dirigió unamirada tandecididaquelohizoretroceder.—Quiero saberloahora, señorMelzer.A riesgodequemeeche.Nopienso

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movermedeaquíhastaquenoobtengaunarespuestaporpartedeusted.ElseñorMelzerhabríapodidollamaraAugusteoaElse,inclusoalaseñorita

Jordan, así esa desvergonzada se habría apartado de la puerta. Pero entoncesMariehabríacorridoacontartodaclasedehistoriasconfusasasuesposayesoeraalgoqueélqueríaevitar.Aliciasoloconocíaunapartedelaverdad.—Si te crees en la obligación de forzarme a ello, te responderé. Pero no te

gustará, Marie Hofgartner. Ese es el motivo por el que era preferible quesupierasestascosascuandoalcanzaraslamayoríadeedad.Marie palideció, pero no cedió. ¿Cuánto valor o, mejor dicho, cuánta

obstinaciónhacía falta para comportarse de esemodo? ¡Cómo se parecía a sumadre!LuiseHofgartner.Todavíapodíaverlaanteél:orgullosaeinsolenteensuira,sordaatodaproposiciónbienintencionada.—Así pues, ¿por qué?—insistió ella—. ¿Por qué nome dijo usted quemi

padreconstruyótodasumaquinaria,yquesinéllafábricaMelzernoexistiría?¿Quélehabíacontadoesesacerdote?ElseñorMelzersedebatíaconsuardor

de estómago, pero la cabeza le funcionaba con la claridad de siempre. Eraprecisoatajarelasuntodesdeelprincipio,soloasípodríalibrarsedeella.—Enefecto, JakobBurkarderaunhombrehabilidoso—dijoéldespacio—.

Peroélnoeratupadre.Aquelloeraunamaldad,ynotóelpesodeesepecadoensuconciencia.Un

pecadoarrastrabasiempreotroconsigo,cadavezmayor.Sinembargo,élahoraestabaatrapadoahíynopodíazafarseysalirintacto.—JakobBurkard estaba dispuesto a casarse con tumadre cuando se quedó

embarazada; amaba a LuiseHofgartner y quiso adoptar al bebé que esperaba.Ellanuncalerevelóquiéneraelpadredeesacriatura.Talvezniellamismalosupiera;eraunaartistaconunavidalicenciosa…Vioeldolorensusojosytambiénuntemblorensuboca,ynopudomásque

admirar que, a pesar de ello, mantuviera la compostura. Era una chicaasombrosa.Lástimaquenohubieranacidoconmejorestrella.—¿Esoesverdad?—preguntóella—.¿Oseloacabadeinventarusted?

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Sehabíadadocuenta.Lapequeñaeraastuta.Peroél tambiénsabíaesquivarpreguntas.—Haymás. JakobBurkardmurió pocos días después de celebrarse la boda

religiosa. Fue por el alcohol, al que, por desgracia, llevaba muchos añosentregado.Enciertomodo,deberíasestarcontentadenoserhijasuyapuestoqueesosviciosseheredan.Mariesemordíaloslabiosylomirabaconenfado.Élsedijoquehabíasido

unerroracogeraesacriaturaensucasa;jamásdeberíahaberhechocasodesuconciencia. Quería poner a la pequeña bajo su protección, procurar queaprendieraunoficio,inclusoquesecasara.PeroMariesehabíacomportadodeformadesafianteyobstinadaentodaspartesyhabíasidodespedidaunayotravez.—Meduele tener que contarte todo esto,Marie—dijo él con hipocresía—.

Perotúmehasobligado.¿Estássatisfecha?—¡No!Lociertoesqueélhabíatenidolaesperanzadequeconesofuesesuficiente,

peroesamuchachaerahijadeLuiseynodabafácilmentesubrazoatorcer.—¿Quémás quieres?No tengo tiempo. ¿Crees que no tengo nadamás que

hacerqueresponderatuspreguntas?—¿Porquédespojóamimadredetodoloqueposeía?Séqueteníadeudas,

pero¿eranecesariosertancruel?Eso solo se lo podía haber contado esa condenada vieja. Debía de haber

perdido el juicio. O quizá con los años se había vuelto piadosa y temía lacondenacióneternadesualma,paralocualaesabrujanolefaltabanmotivos.—Noséquéquieresdecir.—Ustedsellevótodossusmuebles,inclusolosedredonesylaropa.Aesome

refiero.Alfinalsololequedólacamaenlaquemurió.De nuevo le vino a la mente el recuerdo de la fallecida y sintió náuseas.

CuandoelpadreLeutwienlecomunicólanoticia,élacudióalaciudadbajaenelacto.Surostrorígidoycéreo,sucabelleraespesa,ylaniña,sentadajuntoaella

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en la cama, quenoquería dejar a sumadre.Huboque sujetar con fuerza a lapequeñacuando,alcabodeunrato,fueronarecogerelcadáver.—Esoesunmalentendido—repusoélconenojo—.Laayudéavenderunpar

demueblesporquenecesitabadinero.Losvecinosdebierondemalinterpretarlo.Ella tenía sus ojos oscuros clavados en él; seguramente, tampoco le había

creído. El señor Melzer se dijo que la vieja Deubel pagaría por esto; erainadmisiblequehablaraconalguiendeesascosas.Añosatrásélhabíacompradosucasaylosedificiosadyacentes,porloqueellaselohabíabuscadopornoirconmáscuidado.—¡Yaessuficiente!El señorMelzer fue a asir el picaporte yMarie se hizo a un lado.Abrió la

puertaconungestobruscoysalióatodaprisa,comosihuyera.

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Elisabethdejóoírunsuspirodeimpacienciaeinsistió.—¡Pero,mamá,conestetiempoprimaveralnopuedesquedarteencerradaen

lahabitación!—¿Quéquieres,Lisa?—sedefendióAliciamientrasbuscabaenelcosturero

el hilo de color adecuado—. Ayer me paseé un rato por el parque. Hoy megustaríaterminarestebordado.—Solo será una hora, mamá —imploró Elisabeth—. Necesito guantes de

punto,elúltimoparquemequedabasemeharoto.Yligas.Además,podríamosbuscarhilodebordar.—DileaMariequeteacompañe.Gustavpuedellevarosencochealaciudad.

Tedaréalgodedinero.Elisabethdejónotarsudisgusto.¿Porquémamásehabíaapartadodetodoy

se escondía, día tras día, en la villa? ¿Acaso creía que así acallaría lasmurmuraciones?Seguroqueno.HacíatiempoquelanoticiasehabíapropagadoporAugsburgoyalrededores:lahermosaKatharinaMelzer,laencantadorareinadelbaile,sehabíaescapadoconelfrancésGérardDuchamps.Elescándalohabíasido la comidilla de todas las tertuliasy reunionesde señoras, y, cómono, detodoslosencuentrosdelasociedaddebeneficencia;sinduda,sehabíandejadooír voces de conmiseración, y tambiénmuchas críticasmaliciosas. Papá teníarazón cuando decía que habían consentido demasiado a Kitty. Elisabeth, quesiemprehabíatenidoquerenunciar,losabíamuybien.Asupreciosahermanalepermitíantodosloscaprichos:clasesdedibujo,visitasaexposiciones,lecciones

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conun escultor.Le comprabanmuchos librosde arte por cuyopreciopapánisiquieraseinteresaba.Encambio,cuandoElisabethpedíaunlibrodesonatasdepiano,ledecíanquelaspartituraseranmuycarasyquelobuscaraenunalibreríadesegundamano.—¿Cuándofuelaúltimavezqueestuvisteenlaciudad,mamá?Hacesemanas

—comentó.Aliciaserestregó losojoscon lamanoysiguióbuscando.Sobreelsofádel

salónrojohabíavariasbobinasdehilodebordar,dispuestasunasjuntoaotrasyordenadas por colores; aun así, no lograba dar con el color para los pétalosexterioresdelapálidarosadesuplantilladebordado.—¿Porquédeberíairalaciudadvariasvecesalasemana?—¿Porquéapenasinvitamosanadie?¿Porquénovamosaningúnsitio?Ni

unavelada,niunbailenisiquieraunconcierto.—Todos los domingos vamos a misa. Y hace tiempo que terminó la

temporadadebailes.Aliciaestabaenojada.¿QuépretendíaElisabethconesosreproches?Bastante

lecostabaaellaguardar lacomposturaynoexhibirsutremendapreocupaciónporsupobrehija.Cuandoasistíaaunadeesasinvitaciones,queenotrostiempostanto lahabíancomplacido, tenía la impresióndeestarandandosobreunafinacapadehielo.Encadafraseleparecíaadivinaruncomentarioirónicoypercibíamalicia en cada sonrisa o, cuando menos, compasión hacia unos padressometidosaunapruebatandura.—Elisabeth, sabes por qué solo invitamos a los amigos íntimos. ¿Por qué

deberíamos permitir que unos desconocidos se regodeasen con nuestradesgracia?—¿Ycreesqueescondersedetodoelmundoayudaenalgo?—Creoqueesmejorque,almenosenlospróximosmeses,nosapartemosun

pocodelavidasocial.Mástarde,cuandoestohayapasado, todovolveráasercomoantes.Alicia levantó la vista hacia Elisabeth con una leve sonrisa con la que le

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suplicabaalgodecomprensión;lamuchachanotuvocorajeparaseguiraireandosudescontento.¿Paraqué?BastantesufríayamamáporesemalditoegoísmodeKitty;ellaeralaquemenosmerecíaserelblancodesuenojo.—Asípues,solopodemosconfiarenquenuestraqueridaKittyentreprontoen

razón —rezongó, y cogió de mala gana una labor de ganchillo que habíaempezadohacíaunassemanas.—¡Rezotodoslosdíasporello,Lisa!Ensufuerointerno,paraElisabeth,Kittybienpodíaquedarsetranquilamente

dondeestuviera,yhastacasarseconesefrancésyvivirconélenLyon:así,enAugsburgo se librarían de sumolesta presencia. Sin embargo, lamala fortunaharíaquelaprincesitaregresaraalavillaenalgúnmomento,ypapá,quetantohabíaalardeadodeelloelotrodía,seríaelúltimoenecharladecasa.Ledaríandecomerylaconsentirían,retomaríanlasvisitashabitualesaldoctorSchleicher—almenosahoraella tendríacosasqueexplicar—,ymamá ledaría todos loscaprichosa lapobreKitty.Papáestaríaenfadadoduranteuntiempoyluegolaperdonaría;Paulleharíasabersuparecer,peroprontosereconciliarían.Ytodovolveríaa sercomoantes.ExceptoqueKittyhabríadejadode ser lapreferidaentre los jóvenescasaderos.Esosehabíaacabadodefinitivamente:ellasolasehabía puesto en esa situación, se había comprometido con un francés y nadiequerríatomarlaporesposa.«Se lo tiene merecido», pensó Elisabeth, irritada. De nuevo ese mal bicho

egoístahabíavueltoaecharportierratodassusesperanzas.Pocosdíasantesdelescándalo, Elisabeth se había encontrado por sorpresa con el teniente VonHagemann en casa de una amiga; el teniente pasaba unos días de permiso enAugsburgoa causa del fallecimiento de una tía.Estuvieron charlandoun rato,hubo otro acercamiento y él incluso le preguntó si, dada la ocasión, podríahacerlesunavisitaalavilla.Yno,ciertamente,porKitty,puesélhablódeestaconunafrialdadnotable.Fueporella.Sinembargo,aunquedespuésdequecorriera lavozdequeunade lashijas

delindustrialMelzersehabíaescapadoconunfrancésasomaronalgunasvisitas

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curiosasporlavilla,ningunafuedeltenienteVonHagemann.Élerademasiadoconsideradoparaalgoasí.Elisabethconfiabaenencontrárseloenalgunodelosbailesquequedabanporcelebrar,perosumadrehabíapreferidodejardeacudiraesoseventos.AsíqueElisabethtambiéndebíaquedarseencasa.Emprendió la labor de ganchillo con furia, pero con ello solo logró que el

dibujoseestropeara.Estabanyaafinalesdemarzo;hacíadosmesesqueKittyhabíadesaparecidoynadiesabíanidóndeniconquiénvivía.«Qué injusticia», se dijo Elisabeth. «Aunque ninguno de nosotros ha hecho

nadamalo,todosdebemossufrirporculpadelahuidadeKitty.Yyolaquemás,pues me ha arrebatado la felicidad de mi vida. Seguro que el teniente se hacansadodenuestrafamiliaybuscaráasuprometidaenotraparte.»Elisabethtiródealgunoshilosdesulabor,lasujetóacontraluzyconlaagujaintentóaflojarlos puntos que le habían quedado demasiado apretados. Entonces la asaltó laterrible idea de que se convertiría en una solterona, cuya ocupación diariaconsistiríaen tejerycoserpara labeneficencia. ¡Cielos!EnpocosañosestaríaallímismosentadaconKitty, tejiendogorrosdecolorespara losnegritos, conlosalegreshijosdePaulcorreteandoasualrededor.ComoPaulerahombre,yademáselsucesordesupadreenlafábrica,seguroqueencontraríaunaesposaadecuada.Porsupuesto,tíaLisaytíaKitty,lasdossolteronas,permaneceríanenlavilla.Lesasignaríanunpequeñodormitorioacadaunay llevaríanunavidaagradecida y modesta hasta la vejez. No tendrían ni voz ni voto porque,evidentemente,todalagestióndomésticapasaríaamanosdelafuturaesposadePaul.¡Quéperspectivatanatroz!ElisabethsealegródequeAugusteentraraenese

momento y anunciara una visita. ¡Dios santo! Esa muchacha estaba hinchadacomo un bollo; la blusa parecía a punto de estallarle y la falda también se leceñía de forma notable sobre el vientre. «Qué curioso. Al parecer durante elembarazo los pechos también aumentan de tamaño», se dijo. Pero, en fin, esaexperienciaellaselaahorraría:sinmarido,nohayembarazo.—¿Dequiénsetrata,Auguste?

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AugustetendióaAlicialabandejaplateadaconunatarjetadevisita.—¡EsAlfonsBräuer!AliciadirigióunamiradavacilantehaciaElisabeth.Desdeel«incidente»no

habíanvueltoasaberdeese jovenque tantohabíafrecuentadolamansióndosmeses atrás. Como otros conocidos, él también había desaparecido demaneraextraña.—Noimaginoquépuedequerer—dijoAlicia.Elisabethseencogiódehombros.¿Quéibaaser?Querríadejarclaroquede

ningúnmodohabíahechounapropuestadematrimonioenfirme.Lesdiríaque,aunquehubierapodidoparecerqueteníaciertointerés,élnuncahabíapropuestomatrimonio a Katharina de manera formal. No era el primero en pensar quedebía salir de ese atolladero; Kitty había recibido varias propuestas, pero nohabíaaceptadoninguna.—Laverdadesquenomeencuentromuybien—dijoAlicia,dubitativa.Pero

entoncessacudiólacabezaydejólalaborasulado,enelsofá.—No,esoseríacobardía.DilealseñorBräuerquepase.Auguste hizo una reverencia extraña a causa de su corpulencia y salió

arrastrandolospies.—¿Prefieressubir,Lisa?—No,mamá.Mequedaréaquí.Siemprees interesanteescuchar las excusas

que se inventan los caballeros. Me pregunto cuál nos brindará el bueno deAlfons.EljovenBräuerllevabauntrajedetardedecolorgrisclaroqueledabaunaire

muyprimaveral.Ademáshabíaperdidopesoyahoraeltrajeseleajustabaalaperfección,nocomoantes,cuandoparecíaqueunasimpleinspiraciónprofundabastaríaparaqueleestallaranlascosturasdelachaqueta.—Señora,señorita.Porfavor,disculpenestainesperadairrupción…—¡Por favor, querido señor Bräuer!—dijo Alicia con una sonrisa forzada

mientraséllasaludabaconunbesodelicadoenlamano.—Enrealidaddeberíamosdisculparloporsu largaausencia—dijoElisabeth

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conmalicia—.Lohemosechadodemenos,queridoseñorBräuer.Lasdosdamasseprepararonparaescucharunaexcusapococreíble,quesería

mentiradeprincipioafin.—Lamento mucho no haberle hecho llegar noticias mías, señora —dijo

AlfonsBräuer—,perotemíinquietarlaaúnmásyporesomeheabstenido.Teníalafrentebrillanteacausadelosnerviosysesacóunpañueloblancode

lachaquetaparasecarseelsudor.NoreparósiquieraenelgestoconqueAlicialoinvitóasentarseenunadelasbutacasrojas.—Acabodellegardelaestaciónyaúntengoelequipajeenelautomóvil.Mi

primeraparadaenAugsburgoteníaqueserensucasapuestengounapreguntaimportantecuyarespuestanecesitoconocer.Lasmiradasdedesconciertoconqueseencontróapagaronellevedestellode

esperanzaquelehabíaavivadolosojos.—¿Ellano…?¿LaseñoritaKatharinanohavuelto?Alicianosuposidebíaresponder,pueselcomportamientodeaqueljovenera

muy extraño. Toda la ciudad sabía que Katharina Melzer no estaba enAugsburgo. ¿Por qué lo preguntaba? Al final, cuando la pausa en laconversaciónsevolvióembarazosa,Elisabethintervinoparasalvarlasituación.—Pordesgraciano,señorBräuer.Seguimossintenernoticiasdemihermana.—Esloquemetemía—suspiróél,yalfinsesentóenlabutaca—.Diosmío,

yanoséquémáspuedohacer.El jovenBräuerapoyóunmomento loscodossobre las rodillasyhundió la

caraentrelasmanos.Acontinuación,levantólamiradaylesdirigióunasonrisallenadedolor.—Loshemosbuscadosindescansoen todos loshoteles,aubergesybistrós;

hemoshabladoconlapolicíaeinclusohemospuestosobresupistaaunagentelocal. Pero nada.Durante dosmeses apenas hemos dormido: hemos recorridocallesycallejonespreguntandoporellosenlastiendas.Todohasidoenvano.Alfinal hemos tenido que desistir.Mi padre empezó a impacientarse porquemenecesitaenelbanco.

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AAlicialellevóunratoasimilaresainformación.Elisabethfuemásrápida.—¿HaidoustedaParísabuscaraKitty?—Asíes,señorita.En ese momento Alicia lo entendió todo. Por el amor de Dios, si eso era

cierto,había juzgadomuymalaese joven.Ella reparóentoncesensuaspectopálidoytrasnochado.Habíaadelgazadotanto…—Queridoamigo—dijoconmovida—.Soy incapazdeexpresarle lomucho

quemehaimpresionado.TambiénamímepasóporlacabezairaParísabuscaramipobrehija,peromifamiliameloimpidió…—Yconrazón,señora.Esaciudadesinmensa.Eracomobuscarunaagujaen

unpajar.Solo con suerte lo habríamos logrado, peropor desgracia noha sidoasí.—¿NofueustedsoloaParís?¿Quiénloacompañó?—interrumpióElisabeth.—¿Noselohecomentado?Oh,disculpe,señorita,estoydemasiadoagitado.

ViajéconRobert,sulacayo.—¡Caramba! —exclamó Elisabeth—. Estábamos muy preocupados por él,

puesdesaparecióderepente.AlfonsBräuerlescontóqueeldíaencuestión,haciaelmediodía,Robertse

habíapresentadoenelbancoBräuer&Sohnyhabíasolicitadounaentrevistaenprivadoconél.Alprincipiolefuedenegada,perocuandoellacayodijoquesetrataba de la señorita KatharinaMelzer y que era cuestión de vida o muerte,AlfonsBräuer lohizopasara sudespacho.Laconversaciónapenasduróunosminutos; luego el jovenBräuer tomó lasmedidas pertinentes y dos horasmástardeambosseencontrabanyaeneltrenhaciaMúnichdesdedondetomaríaneltrennocturnoaParís.«Menuda locura», se dijo Elisabeth. Dos jóvenes, ambos enamorados de la

mismachica,viajandoenelmismocompartimentodetrenenplenanoche.¿Dequéhablarían?¿Quéconfesionessehabríanhecho?¿Quésehabríanocultado?Oh, sin duda coincidirían en su odio hacia el francés quehabía encandilado aKitty hasta el punto de que se escapara con él. Aunque seguro que no se les

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ocurrióenfadarseconella.Laprincesitaerapuraeinocente,nadiepodíahacerlaresponsabledesusacciones.—Queridoamigo,estoyprofundamenteconmovida—dijoAliciaporenésima

vez,conlosojosanegadosenlágrimas—.¡Loqueustedhahechoporencontrara mi hija! ¡Me habría gustado tanto que sus esfuerzos se hubieran vistorecompensados!Pero¿quéhapasadoconRobert?¿Dóndeestáahora?—¿Robert?Ah,bueno,él…Alfons Bräuer tenía la cabeza en otro lugar y tuvo que esforzarse para

responderalapreguntadelaesposadeldirectorMelzer.—Oh,señora,notengopalabrasparaelogiarlosuficienteamilealcompañero

RobertScherer.Hahechotodolohumanamenteposibleporencontrarasuhija;inclusopusoenpeligrosuvida,yaquerecibióunaheridadearmablancacuandoandabadenocheporunbarriolóbrego.Lediunaconsiderablesumadedineroya que se había quedado sin empleo.Habló de abandonarAlemania y probarsuerteenultramar.—¡Diossanto!—exclamóAlicia—.SeñorBräuer,ledevolveremossudinero.

Afindecuentas,aúndebemosaRobertsusalario.ElisabethsedijoentoncesqueAugustenovolveríaaveralpadredesuhijo.

Personalmente, a ella le convenía queRobert no regresara ya que así no diríanada de la carta cambiada. YAuguste, sin duda, mantendría la boca cerrada,pueshabíatenidolaincreíblesuertedemantenersupuestoapesardelembarazo.AlfonsBräuer tenía ahora el semblante enrojecido; se limpió el sudor de la

frente y las mejillas y trató, en vano, de aflojarse el cuello de la camisa.Entonces,conlarespiraciónentrecortada,sepusodepieantelasdosmujeres.—Señora, quiero queme entienda bien—dijo, solemne,mirandoprimero a

AliciaydespuésalaatónitaElisabeth—.AmoasuhijaKatharina,yesteterribleacontecimientonohacambiadomiafectolomásmínimo.Se interrumpió unmomento.Elisabeth aguardó conteniendo el aliento. ¿Era

esoposible?Esascosassoloocurríanenlosfolletines.—Dicholocual,lesolicitolamanodesuhijaKatharina.

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Pronuncióestaspalabrasdeformaclaraysolemne,yluegovolvióapasarseelpañuelo por la frente. Alicia estaba atónita y Elisabeth reprimió el deseo deestallarenuna risahistérica.Sinembargo,cuandoélprosiguióenvozbaja, lasituaciónlepareciómásbiendramática.—Cuandoellavuelvaysealoquesealoquelehayaocurrido,mipropuesta

seguiráenpie.QuieroamaryrespetaraKatharinacomoesposayprotegerlaycuidarladetodomalhastaelfindemisdías.Soltó un leve resoplido; pronunciar esas frases le había costado un enorme

esfuerzo.Posiblementelastraíaensayadasdesdeeltrenyaquelaspronunciódecorrido.—Leestoymuyagradecida—musitóAlicia,queaúnnosehabíarepuestode

la sorpresa—. Se lo agradezco de todo corazón, querido amigo. Es usted unapersonavalienteyhonrada.EntoncesAliciatambiénhizousodelpañuelo.Elisabethtuvoquecontenerse,

puesensuinteriorsentíaunafuriatremenda.¿Oeraenvida?¡Increíble! Su hermana arruinaba su reputación, se fugaba, compartía lecho

con un francés y, aun así, tenía un pretendiente al que tales cosas no leimportaban. Alfons Bräuer era el heredero de un banco privado, un solterocodiciadoporunbuennúmerodemuchachasdelaaltasociedad.—Simelopermite,señora,mañanavolveremosahablar.Nodebemosperder

laesperanza—leoyódecir.«OjaláKittyestuvieramuerta»,sedijoElisabeth.Actoseguido,seasustóde

habertenidounpensamientotanabominable.

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«Será cosa de un cuarto de hora; a lo sumo, media hora», se dijo Marieacelerandoelpaso.Nadiesedaríacuenta.Alotrolado,enelparquedelavilla,oyó el ruido de un serrucho; Gustav había apoyado la escalera en un cedroantiquísimo y podaba unas ramas muertas. La saludó alegremente y ella ledevolvióelgesto.DebajodelcedrohabíaunacarretilladondeelviejoBliefertamontonabalasramascortadas.Marie repasó en su cabeza lo que tenía que comprar.Unpar de guantes de

puntodelatallasiete,decolorclaroydiseñoelegante.Hilodesedaparabordarverdelimayrosapálido,segúnlasmuestrasquelaseñoraMelzerlehabíadado.Tambiéncarretesdehilodecoserverdeoscuro,azulpálidoyblancomarfil;unpaquetedeagujasdecoserytresmetrosdeencajeparauncamisón.¿Quémás?Habíaalgomás.¡Ah,sí!Unrollodetrencillaelástica.En realidad, la señorita Elisabeth debería acompañarla para hacer esas

compras,pero sufríauna fuertemigrañadesdeel almuerzoyhabía tenidoqueacostarse. AunqueMarie no teníamucha simpatía por Elisabeth, últimamentesentía lástimaporella,puesera laqueestabapagando las consecuenciasde lairreflexiva huida de Kitty. La más afectada era la señora, que estaba muypreocupadaporsuhija;Paul,porsuparte,estabaconsternado,peroseesforzabaendisimularlo.YelseñorMelzer tambiénsufríaporesasituación,peroMarienosentíaningunacompasiónporél.No había pegado ojo en toda la noche. Estuvo dando vueltas en la cama

tratando de recordar todas y cada una de las frases que había pronunciado el

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padre Leutwien. Estaba segura de que el sacerdote se había referido a JakobBurkard como su padre.No dijo nada de adopción, ni tampoco que sumadreestuviera embarazada de otro hombre cuando se casó. Aunque tal vez ella lehabíaocultadoelembarazo.Deserverdadloquelehabíandichoenelorfanato,Mariehabíanacidoel 8de juliode1895.Por tanto, cuando sumadre se casóestaríaenelcuartooelquintomesdegestación.¿Quiénseríaelpadre?¡Menudodespreciohabíaempleadoel señorMelzeral referirsea sumadre!

Unaartistaconunavida licenciosa.EracomosipensaraqueLuiseHofgartnerfueunamujerfrívolaqueseacostabaconhombresdistintoscadavez.Deserasí,¿sehabríacasadoconunhombrequeseencontrabaalaspuertasdelamuerte?¿Acaso esematrimonio no era la prueba de un gran amor?Tenía que ser así.PeroesonodemostrabaquelahijadeLuiseHofgartnerfueradelhombreconelquecontrajomatrimonioanteDios.Contodo…Enelregistroparroquialteníaqueconstartambiénsubautizo.Y

seguroque allí aparecería el nombrede supadre.Debería hablar con el padreLeutwienypedirlequeconsultaradenuevoelregistro.Seguroqueloharía.Marie ya nodisponía de ninguna salida libre esemes, pero como la habían

mandado sola a hacer los recados vio la ocasión.El padreLeutwien tenía eseenormeregistroparroquialensudespacho,alalcancedelamano;apenasunossegundos para abrirlo y la cuestión quedaría resuelta. Únicamente tenía quecontarconelrodeoqueteníaquedarhastalaiglesiadeSanMaximiliano,peronoeramuchoyellaandabaabuenpaso.Sinembargo,aqueldíatodoparecíairensucontra.EnlatiendadeErnstine

SauerbiertuvoqueesperarunaeternidadhastaqueporfinlaesposadeldoctorWohlgemutysuhijasedecidieronporlosguantesdesedablancosapropiados.Al parecer, se acercaba una boda y todas las prendas se escogían con sumoesmero. En los grandes almacenes encontró el hilo de coser y la trencillaelástica,peronoelhilodebordarenloscoloresquenecesitaba,asíquetuvoqueir a dos tiendas más para comprar el encaje y el hilo de bordar. Cuandofinalmentelotuvotodo,yahabíapasadounahora.

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Aesasalturas,sedijo,yadabaigualuncuartodehoramás,asíquesedirigióa la iglesia de SanMaximiliano.A la luz del día, la casa parroquial tenía unaspectoalgodestartalado,talvezfueseporqueaprincipiosdeabrillosarbustosaún no tenían hojas y dejaban ver algunos desconchones en la pared deentramado.Subiólostresescalonesdeareniscaqueconducíanhastalapuertayllamóaltimbre.Seoyóentonceselruidounospasosarrastrándoseenelinteriorde la casa; lapuertade robleoscuro se entreabrióypor el resquicioasomóelrostroaguileñodelamadellaves.—Buenos días—dijo Marie tan amablemente como fue capaz—. Quisiera

hablarconelcura.—¿Quiereconfesarse?AquellapreguntadesconcertóaMarie.¿Quémásledabaalamadellaveslo

quequisierapedirlealsacerdote?—SoyMarieHofgartnerymegustaríahablarconelcura.¿Acasoesamujerestabamolestaconella?Elamadellavesresoplóymiróa

Marieconenojo.—ElpadreLeutwiennoestá.¡Quémalasuerte!Comoellahabíapresentido,esenoerasudíadesuerte.—¿Cuándoregresará?—De aquí a una o dos horas.Después tiene clase con los confirmandos.Y

luego,lamisavespertina.Enotraspalabras,Marieyapodíamarcharseporqueesedíaelcurano tenía

tiempoparaella.—¿Ysiquisieraconfesarme?—intentódenuevo.—En tal caso, el capellán está en la iglesia.Dicho eso, lamujer replegó su

rostro aguileño al interior de la casa y cerró la puerta. ¡Qué arpía tandesagradable!Marie,contrariada,atravesóelcementerioparpadeandobajolaluzdelsoldeabril.Sedijoquetendríaquevolveraasistiraloficiomatutino,puesahíencontraríaalcuracontodaseguridad.Aesasalturasnoestabadispuestaarendirse.Sabíademasiadoo,segúnsemirase,demasiadopoco.

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Tras cruzar dos callejones se le ocurrió que podía hacerle una visita a laseñoraDeubel.Aquelloentrañabaciertoriesgo,peroahoraquelaposaderasabíaqueestababajo laproteccióndel joven señorMelzerno se atrevería a echarleencimaasuvigilante.¿Cómonolohabíapensadoantes?LaseñoraDeubelsabíamuchascosasdesumadreyseguroquenolehabíacontadonilamitad.Detodosmodos,yaselehabíahechomuytardeytendríaqueinventarseuna

disculpa cuando llegase a la mansión. Daba igual. Atajó atravesando algunoscallejonesestrechos,ysealegródehabertrabajadountiempoenlaciudadbajayconocerbienlascalles.Elsoldeabrileradespiadadoycaíasobreaquellaposadavenidaamenoscon

unaclaridaddeslumbrante,dejandoa lavista ladecadenciadeledificio.Nadieparecíaocuparsedecuidarlacasa:lasvigasdelentramadosehabíancombado,lamadera estaba podrida en algunos puntos y los gorriones habían construidosus nidos en los huecos. Por lomenos esos inquilinos eran seres alegres querevoloteaban de un lado a otro, haciéndose con material para sus nidos ydisputándosecadarama.Mariehabíapensadosubirlaescalerasinmásynodejarsedetenerpornadie.

Sinembargo,lapuerta,quecolgabatorcidadelasbisagras,seabriójustocuandollegaba. Marie retrocedió asustada; ante ella se encontró a la desagradableposadera.—¿Otravezhasvenidoaespiar,MarieHofgartner?—preguntóburlonaycon

unasonrisasarcástica.Mariereparóenquelefaltabaunodelosincisivos.—¿Yaustedquéleimporta?Quieroverasumadre.Déjemepasar.LasonrisasarcásticaseconvirtióenunacarcajadaqueasustóaMarie.Erauna

risamalévolay llenadeodio, aunque a lavezdejaba entrever la amarguradealguienquesolohabíaconocidoelladooscurodelavida.—Llegastarde.Subeyechaunvistazo,siesloquequieres.Nohallarásami

madre.Laenterramoshacedossemanas.Habíafallecido.Cielos,sedijo,¿cómonoseleocurrióantesvolverahablar

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conlaanciana?Ahoraerademasiadotarde.Parasiempre.—Lo…losiento—murmuró—.Laacompañoenelsentimiento…—Ah, tonterías—gruñó la posadera apartándose unmechón gris de la cara

conunsoplido—.Laviejayahabíavividolosuficiente.Hacíaañosquenosalíadesucuartoyyoteníaquesubírselotodo.Alfinalsolodesvariaba;esbuenoquesehayaido.Marienosupoquéresponder,asíquesedespidióconunbrevegesto,sediola

vueltaysemarchó.Realmentenoerasudía:todolesalíamal.Habíamalgastadoeltiempoparanada,ibanareprenderlaytendríaqueinventarunaexcusadeporqué llegaba tan tarde. Al menos, había comprado todo lo que le habíanencargado:losguantes,elhilodebordar,elencaje,latrencillaelásticayelhilodecoser.¡Oh,no!¡Habíaolvidadolasagujas!Se encontraba ya en la entrada del jardín, a punto de tomar el acceso a la

mansión, cuando cayó en la cuenta.Marie se quedó quieta, asustada. ¡Lo quefaltaba!Yyanohabíatiempopararegresaralaciudady…—¡Cuidado!¡PorelamordeDios!¡Marie!Ademásdelgritodealarma,Marieescuchóuncrujido;luego,algograndey

oscurocayóaplomosobresuhombroizquierdo,haciéndolagritardedolor.—¡Estúpidozoquete!¡Miraloquehashecho!—Creía que aguantaría, abuelo. ¿Cómo iba a saber que se rompería tan

pronto?Marie estaba inclinada en el camino; había dejado caer la cesta con los

encargosysesujetabaelhombrodolorido.Lehabíacaídoencimaunaenormeramaderobley,porunoscentímetros,noledioenlacabeza.—Ojalánotengasnadaroto—selamentóelviejoBliefert—.¿Puedesmover

el brazo, Marie? Oh, Dios mío, deja que primero te quite de encima lacondenadarama…—Estoybien—murmuróMarie.Marietuvoqueagacharseunpocoporqueelancianolevantólaramacontanta

torpezaqueestuvoapuntodearañarlelacara.

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—¡Espera, abuelo!Gustav bajó la escalera rápidamente y levantó el cuerpodel delito como si fuera una pluma. Con un gesto de enojo, arrojó la ramapodrida sobre la hierba, dejó caer los brazos y miró a Marie con cara deculpabilidad,comouncolegialalqueestuvieranregañando.—Soyuncabezahueca,señoritaMarie.¿Le…leduelemucho?Miabuelole

prepararáunacompresaconunungüentoquevademaravillaparalosgolpes.Mariemovióelhombroconcuidado;loteníaentumecido.Entodocaso,podía

levantarelbrazo.Dentrodeladesgracia,habíatenidosuerte.—Noestantocomoparece—dijoconunasonrisadébil—.Ylode«señorita»

guárdateloparaotra.YosoyMarie,nadadeseñorita.Gustavhizounamuecaysonrió.—Paramí,ustedesunaseñorita.Soncosasdenacimiento.Hayquien,aunque

seahijadenoble,eszafiacomounapueblerinaynuncaseráunaseñorita.Yhayquientrabajadeayudantedecocinaperoenrealidadesunadama…—¿Vas a quedarte ahí plantado?—lo interrumpió su abuelo—. Corre a la

mansión para avisar de que Marie está en nuestra casa, que ha tenido unaccidenteyquevoyaaplicarlemiungüento.AquellaordennofuedelagradodeGustavnitampocodeMarie,quemientras

recogíalascosasdelsueloobjetó:—Señor Bliefert, es usted muy amable, pero llego tarde. Será mejor que

vuelvaenotromomento.Enrealidad,apenasmeduele.—Si no te aplico el ungüento ahoramismo, por la noche se te hinchará el

hombro,setepondráazulynopodrásmoverelbrazodurantedías.Aquellonosonababien.Marieteníaexperienciaconmoretonesycardenales,

puesenelorfanatolahabíangolpeadoamenudo.Enefecto,siungolpeafectabaaunpuntosensible,podíasergrave.—Comousteddiga—dijoMarietitubeando—.Peronodebemosdemorarnos.Gustav resopló con fuerza. Sin duda, en la mansión le preguntarían por el

accidente y no podríamentir. Ojalá la señora no se enterara. Hacía años que

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esperaba ser ascendido a jardinero. Se alejó apesadumbrado,mientras el viejoBliefertasíalosmangosdelacarretillaeinvitabaaMarieaseguirlo.Lacasadeljardineroeradelostiemposenqueelparqueerapropiedaddeun

comerciante que se había creado un pequeño paraíso fuera de la ciudad. Setrataba de una construcción de piedra, de una sola planta, diseñada para serutilizadacomocasetadeaperosyalojamientodelservicio.Conlosaños,JohannMelzer,elnuevopropietario,habíarestauradoeltejadoyhabíadadoasucriadoBliefert,quevivíaallíconsuesposaysushijos,elmaterialnecesariopara lastareasdereparación.—Anteshabíatantavidaenestacasa…—dijoeljardinerocuandoentraronen

lacocina—.Loschicosacudíanamícorriendo,ymiErnasiempreteníacomidapreparada.Llegamosaserdiezalamesa,inclusodoce,porqueloschicostraíana sus amigos. Eran hijos de familias pobres y con nosotros comían hastasaciarse.Despuésvinieronlasnuerasylosnietos,ylacasasellenódealborotoytambiénderiñas,aunqueErnasiemprecuidódetodos.CuandolacasasequedómástranquilayErnasoloteníaqueocuparsedeGustavydemí,ellaañorabaelbarulloyelgriteríodelosniños…Luegomurióynosdejóalosdossolos…En efecto, saltaba a la vista que en aquella casa hacía falta unamano que

pusieraorden.Marienopudoevitarsacudirlacabezaalverelcaosenlacocina,la vajilla suciay las paredes ennegrecidas. ¿Algunavezdesde lamuerte de laesposadeljardinerohabíabarridoalguienelsuelo?Desdeluego,lasventanasnolashabíalimpiadonadie,porqueestabanopacas.—Siéntate en el banco,Marie—dijo el anciano, al que no le había pasado

inadvertidasumiradadeasombro—.NoteasustesporMinka,estádurmiendoynohacecasodelasvisitas.Bliefert dibujó una sonrisa tímida, como queriendo disculparse por el

desorden, y luego se dirigió hacia la habitación contigua, que debía de ser eldormitorio, para coger suungüentomilagroso.Marie contempló con respeto aMinka,unagatagrande,atigradaygris,quedormíaacurrucadasobreuncojín.CuandoMarieseleacercó,elanimallevantólasorejasyabrióunpocolosojos,

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bufóyseestiró.MarieobservóqueMinkateníaunasgarrasconsiderablesylasorejasdestrozadas…yqueeramacho.CuandoMarieleacaricióelsuavepelaje,arqueóellomoycomenzóaronronear.—Legustasmucho—comentóelviejoBliefert—.Siéntate,leencantaquela

acaricien.¿DeverasnosabíaqueMinkaeramacho?Quécurioso.Encualquiercaso,a

Minkaloentusiasmabanlosmimos,gruñíayronroneaba,yapretabasucabezacontra lamanodeMarie comosino tuviera suficientes caricias.Sinembargo,cuando el jardinero agitó y destapó la botella que había traído,Minka ya noquisomimos,levantólanarizylacolaypusounapatasobrelamesa.—Adorami ungüento—dijo el jardinero con una sonrisa—. Pero no se lo

puedebeberporquelesentaríamal.AMarienolecupodudaalguna;elolordeesacosaeratanintensoqueella

apenasseatrevíaarespirar.—¿Qué…quéhaydentro?Bliefertolisqueólabotella,asintiósatisfechoyabrióelcajóndelamesapara

sacarunpañodecocina.—Contiene todos los remedios que existen contra moretones y torceduras:

aceitede linoyceradeabeja, árnicaymanzanilla, artemisay llantén.Yotrascosasqueprefieronodecir.Trascolocarelpañodecocinaenel cuellode labotella, lagiró.El intenso

olordellíquidomarrónaumentóyMinkaronroneóextasiado.Probablementeeljardinerohabíaañadidotambiénvaleriana,yalgopresenteenlaorinadecaballo.¡Uf!—Déjame que vea ese bonito hombro tuyo,muchacha. Serámejor que nos

pongamosmanosalaobraantesdequevuelvaGustav,puesdelocontrarionopodráapartarlosojosdeti…Marie se desabrochó el abrigo y la blusa, se la bajó un poco y vio que, en

efecto,teníaelhombrohinchado.—¡Au!

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—Hay que frotar bien porque, si no, no sirve de nada. Si eres fuerte yaguantasunpoco,pasaráslanochetranquilaymañananonotarásnada.Enesemomento,Mariesentíaundoloratroz.Enmásdeunaocasiónestuvoa

puntodelevantarsedegolpeyecharacorrer,peronoqueríaponerseenridículoypermanecióquieta.—Bien —dijo él, por fin satisfecho, y la soltó para levantar a Minka de

encimalamesa—.Cúbreterápidoparaqueconserveelcalor.Yaverásqueobramilagros.Comosinohubierapasadonada.Minkabufóycontemplóconenfadocómoelancianocerrabaaquellabotella

de contenido tentador.Marie sevistió; al hacerlo, leparecióqueel hombro leardía. ¡Qué olor tan desagradable! ¿Cómo explicaría en la mansión esapestilencia?—Hueleacuadradecaballo—dijoMarie—.¿Cómoesposible?El jardinero sonrió y dio un último golpe al corcho. En efecto, dijo, el

ungüento contenía también algo de caballo, que él conseguía por un viejoconocido suyo que tenía una cuadra. Aunque el señor Melzer también teníacuatrobonitoscaballos:unayeguaalazanaytrescastradoscastaños.—Antes de comprarse el automóvil, siempre iba en uno de sus coches de

caballos;seibamásrápidoynodabantantosproblemascomolosvehículosdemotor.AmenudoyohacíadecocheroparaeldirectorMelzer.Caramba.Asíquetambiénhabíaconducidocochesdecaballos.Marielevantó

concuidadoelhombroytuvoqueadmitirqueyanoledolía.Bliefertahorateníaelgatosobreelregazoylerascabacariñosamentelasorejas.—Poraquelentonces,elseñorMelzersalíabastante; ibaa laciudadincluso

denoche,yyoteníaqueesperarmuchoratohastaqueélvolvíaacasa…Marie parecía llevar el pensamiento escrito en la frente, ya que Bliefert se

apresuróa señalarqueeso fue antesdequeel señorMelzer se casara.Luego,dijo,Bliefertsolíaacompañarasujovenesposa,yafueseacompraroavisitaraalgunaamiga.—Lonormalentrelasseñorascondinero—dijoél—.MiErnanoviomucho

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mundo. Estaba en casa con los niños, cuidaba el jardín y la casa, y estabasiempreocupada.Marieasintiórespetuosamenteconlacabezaysedispusoadarlelasgraciasy

despedirse;peroBliefertsiguióconsudiscurso.—Amenudo, losMelzerrecibían invitacionesparaveladaspor lanoche;yo

los llevabahasta esas casas tan elegantesy esperaba enuna tabernahasta quellegaba lahorade recogerlos.Aún recuerdomuybienElÁrbolVerde.Eraunlugaracogedorylacervezanoestabamal,aunquelaposaderaeraunabruja…¿Qué había dicho? ¿El Árbol Verde? Tenía que estar confundido: en los

alrededoresdeaquellatabernanohabíaningunacasaelegante.—¿IbaustedaElÁrbolVerde?¿EldelaseñoraDeubel?—Asísellamabaella—afirmó—.Eldiabloenpersona,tantolamadrecomo

lahija.—¿YustedllevóalgunavezaldirectorMelzeralaciudadbaja?¿Alacasaen

laqueseencuentralaposadaElÁrbolVerde?Bliefertasintió,sequitócondesagradolagorrayluegoselavolvióacolocar.

Esodehablartantoteníaquesercosadelaedad;talvezempezabaaestarsenil.—El director Melzer visitó ahí a una mujer llamada Luise Hofgartner,

¿verdad?—insistióMariesinpiedad.Éllacontemplóconlosojosempañadosyasintió.Sí,afirmó,asísellamaba;

erapintoraoalgoparecido.¡PorsanFrancisco!,eraunamujervehemente.AnteunamujerasíhabríaechadoacorrerelmismísimoBelcebú.—¿Yeso?—quisosaberMarie,confusa.—Bueno…—gruñó Bliefert, rascándose la nuca—. El señor Melzer y esa

pintoradiscutieron.Gritabantantoquesellegóaoírenlataberna.Mesentídelomás incómodo porque todo el mundo se echó a reír. Cuando por fin bajó laescalaraymellamó,estabafurioso.Teníalacaramuyroja,parecíaqueleibaadaralgo…Ciertamente parecía haber sido una situación virulenta. Sumadre no podía

hacer frente a sus deudas y eso, claro, podía ser unamolestia para el director

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Melzer.Pero,dehecho,deberíahabercontadoconesaposibilidad.¿Porquésehabíaenfadadodeesemodo?—A fin de cuentas, aquello tampoco era bueno para él. Él necesitaba esos

papelesatodacosta—prosiguióBliefert.¿Quéestabadiciendoahora?Esoeraalgonuevo.—¿Quépapeles?Bliefertseencogiódehombrosydejóoírunprofundosuspirodedescontento.

Minkadejóderonronear,selevantóyregresóasucojín.—Papeles.Esquemas.EranmuyimportantesparaelseñorMelzer.Creoque

teníanalgoqueverconlasmáquinasdesufábrica.—¿Dibujosdelasmáquinas?¿EraesoloquequeríadeLuiseHofgartner?—Sí,unosplanosdeconstruccióndelasmáquinas.Élleofreciómuchodinero

acambio,peroesachifladanoselosquisodar.—¿Porquéno?—Segúnelseñordirector,porpuramaldad.Marienodijonada.Sepreguntósiloquehabíacontadoeljardineropodíaser

cierto.Sisumadrehabíaestadoenposesióndeesosplanos,estossolopodíanserdeJakobBurkard.¿Nohabíadichoelsacerdotequehabíaconstruidotodas lasmáquinasdelafábrica?¿PorquésumadrenoquisovenderlelosplanosalseñorMelzer?Afindecuentas,ellanecesitabaeldinero.Una cosa era segura. Si el jardinero decía la verdad, el director Melzer le

habíamentido.Envezde encargarse devender losmuebles de sumadreparaayudarla, le había embargado todas sus cosas para extorsionarla. ¿Por quémotivonoquisoentregarlelosplanos?—Me he entretenido hablando—se lamentó el jardinero al tiempo que se

levantaba con brusquedad—. Y todavía debemos serrar la madera podrida yapilarlaparaelinvierno.¿PordóndeandaráGustav?Eraevidentequequeríazanjaraquellaconversacióntandelicada.Enungesto

decomplicidad,seinclinóhaciaMarieydijoquesunietobebíalosvientosporesadoncella…Adele,sellamaba.¿OtalvezeraAnna-Maria?

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—¡Ah!¿QuiereusteddecirAuguste?Peroahoraestáembarazada.Elancianosoltóunarisita.EsoeraloqueatraíaaGustav.Yalohabíapillado

dosvecesconAugusteenlapuertatrasera,peronuncacreyócapazdeesascosasaesemuchachotaningenuo…Marietambiénsepusodepie,contentadesaliralairelibreyaqueelhedordel

ungüento se había extendido por la pequeña cocina. Qué curiosa era la vida.Habíatenidomalasuertedosvecesyseguíasinsaberloquetantoanhelaba.Sinembargo,habíadadoconunnuevomisterio.AntesdequeelviejoBliefert cogiera losmangosde la carretilla, sedetuvo

otravezysevolvióhaciaMarie.—Oye,¿túnotellamasHofgartner?—Asíes.MellamoMarieHofgartner.Élasintió,contentoalverquelamemorianolefallabadeltodo,ymurmuró:—¡Quécoincidencia!

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—¡Maldita sea! ¡Quiero hablar con el director Melzer! Esas exigencias agritos en la antesala y que se oían desde el pasillo no eran nuevas para Paul.¡Quépersonatanodiosa,esaGreteWeber!Peroteníanquetratarlaconguantesdeseda.Noqueríanqueelaccidentedesuhijasalieraalaluz.—EldirectorMelzerestáreunido.Ahoramismonotienetiempoparausted.Era la voz de la señorita Lüders, que se esforzaba por adoptar un tono

tranquiloycomedido.Pordesgracia,sedijoPaul,esonoleserviríademucho.—Dejad que os cuente una cosa, damiselas…—Para entonces, la tejedora

hablaba el doble de alto y había triplicado su agresividad—. Por muyencorsetadasyemperifolladasquevayáis,yaunquenoosensuciéislasmanos,siyoquierohablarconeldirectorvosotrastenéisqueanunciarme.PorquemihijaHannahatenidounaccidenteenlahilaturaysolotienetreceaños.Enlugardetrabajando,tendríaquehaberestadoenlaescuela.Yporquenoqueréisqueyoloandecontandoporahí.¿Estáclaro?Pauldecidióquelassecretariasnecesitabanapoyomasculinoyabriólapuerta

con gesto enérgico. Tres pares de ojos se clavaron en él. La señorita Lüdersparecióaliviada,yHenrietteHoffmann ledirigióunamiradaradiante,comosiestuviera ante sanMiguel, el que venció al dragón.Únicamente la tejedora lomiróconojoshostiles,yaqueconsuapariciónéllehabíatomadoladelantera.—¿Quéhay,señoras?—dijoconunasonrisa—.¿Yahanterminadolapausa

paraelalmuerzo?Ah,no,esonoestábien. Insistoenquealmuercencomoesdebido.

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Lassecretariassesonrojaronysonrieron.LaseñoritaLüdersserecolocó lasgafas.LaseñoritaHoffmanndejóunbocadillodequesoamediocomersobrelamesayseatrevióadecirqueestabasiempredispuestaparaloquedispusieraelseñor,aunquefuesedurantelapausadelalmuerzo.GreteWeberabriólabocaparahacerseoír,peroPaulseleadelantó.—¡Señora Weber! ¡Qué casualidad! Ahora mismo iba a pasarme por la

hilaturaparahablarconusted.¿CómoestáHanna?¿Seestárecuperandobien?Aquel trato tan amabledesconcertó a la tejedora.Enverdad, el joven señor

Melzereramuydistintoasupadre.Peroélnomandaba.Aúnno.—¡Oh, Dios mío! En realidad, señor Melzer, ha empeorado. Aunque los

médicos dicen que va mejor, una madre se da cuenta de esas cosas, ¿no leparece?Paullediolarazón.Todoelmundosabíaquelaintuicióndeunamadrenunca

seequivocaba.—¿Quéocurre?—quisosaberél—.¿Lafracturanosecierra?—¡Paranada!—exclamó la tejedorahaciendoungestodespreciativocon la

mano—.Nosepuededecirquesehayacurado.Estámuyrígida.Yademás,muydelgada.Nosotrosno tenemosdinero,yyoyanopuedo llevarlemászumosyexquisiteces.Estáprácticamenteenloshuesos,pobrecitamía…Paulasintiómientrasellahablabaycomentóquesentíamuchooíraquello.Se

comprometióavisitaraHannaenelhospitalesemismodíayluegoinformarasupadredelasituación.Latejedoraabriólosojosconasombro;ellacontabaconundesenlacedistinto

trassuslamentos:veintemarcosalcontado,comopocodiez.Loquehicieraellacon ese dinero ya era asunto suyo. Pero ahora el joven señor Melzer estabadispuestoairalhospitalyhablarconlosmédicos.—¿Sabe?—dijoconcautela—.Losmédicospretendenquitarsedeencimaa

Hanna.Quierenquevuelvaacasa.Pero¿quiénlacuidará?Yotrabajo,loschicosvanalaescuelaylastardeslaspasanconsusamigos.Además,laabuelatiene

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mallacabeza.Tenemosqueatarlaalacamaporquesemarchadecasayolvidaelcaminodevuelta.—¿Yquéhaydesumarido?Ella torció el gesto y soltó un resoplido. Con ese no se podía contar. Casi

nuncaestaba.Yeramejorqueasífuera.—Usted no se preocupe, señoraWeber.Yo llevé aHanna al hospital yme

encargarédequeserecupereporcompleto.Mientras le hablaba, le cogió lamano y se la apretó con gesto resuelto. La

tejedora se quedó tan sorprendida que se dejó hacer, como si fuera unamarioneta.Dehecho,noeranadahabitualqueunseñortandistinguidoledierala mano. Ella ni siquiera se la había lavado antes de ir allí; solo se habíalimpiadoelaceitedelamáquinaeneldelantal.—Yo,bueno,leagradezcomuchoqueseocupetantodeHanna—farfulló—.

Estálacuestióndelosveintemarcosquequerría…—Querida señora Weber, hablaré con mi padre. Y ahora, a trabajar. Ha

concluidolapausadelalmuerzo.SeñoritaHoffmann,dictado.Porfavor,tráigaselalibretagruesaporquetenemosmuchoquehacer.HenrietteHoffmanncogiólalibretayellápizcongestosolícito,ylaseñorita

Lüdersintrodujounahojacondoscopiasenlamáquinadeescribirpararedactarunacartacomercial.Aunquesellevababienconsucompañera,lemolestabaqueel joven señor Melzer solo llamara a la señorita Hoffmann para el dictado.¿Acaso ella taquigrafiabamás rápido?Dudaba que fuese por eso. ¿Tal vez élpreferíalanarizdelaseñoritaHoffmann?La puerta se cerró detrás de Grete Weber. ¡Por fin esa pesada se había

marchado!¡GraciasaDios!—¡Menudafresca!—comentólaseñoritaHoffmannmientrastomabaasiento

en la sala contigua para atender al dictado—. El señor director es demasiadobondadoso.Otrolahabríadespedidohacetiempo.Paul no contestó a esa observación. En su lugar, empezó a dictar muchas

cosas:esbozóunaoferta, redactó la respuestaaunaqueja,dictópropuestas de

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publicidadypropusoabrirrelacionescomercialesconViena,SanPetersburgoySudamérica. Todo, cómo no, debía ser sometido a la supervisión del estrictoseñordirector.Supadreteníaquedarsecuentadequehabíaaprendidomuchascosasdelafábricayqueyaestabadesarrollandoideaspropias.Considerabaqueera preciso pensar a nivel internacional, porque ahí era donde se hacían losgrandesnegocios.Inglaterraeraunbuenmercado,peroeraprecisointroducirseenRusia,ItaliayFrancia,ytambiénhabíaoportunidadesalotroladodelcharco.Pero su padre no hacíamás que hablar de la posibilidad de que estallara unaguerra. El zar había aumentado los efectivos de su ejército, cierto, pero ¿quéimportancia tenía eso? Alemania había engrosado su flota y los inglesesconstruían aviones que permitían espiar al enemigo desde el aire. Losgobernantessacabanpecho,queríanimponerrespeto,peroningunoseatreveríaaatacar. Además, todas las casas reales estaban unidas por lazos de sangre omatrimonio.Al cabo de una hora, la señorita Hoffmann se quejó de que tenía la mano

doloridaypreguntóalseñorMelzersitalvezquerríatomaruncafé.—Hemos terminado, señoritaHoffmann.Con usted siempre se avanzamuy

rápido.Tienehastamañanaporlatardeparapasarlotodoamáquina.—Gracias,señorMelzer.Siempreesunplacertrabajarconusted.Paulpasóunmomentoporeldespachodesupadre,alqueencontróleyendo

undocumentoconexpresiónsombríayselodioaleer,diciendoqueesaeralaocasiónperfectaparademostrarsisusestudiosdeDerecholehabíanservidodealgo.Era la carta de un abogadoque le comunicaba que un competidor habíadenunciadoalafábricaMelzerporapropiamientoilícito,estoes,robo,deunasmuestrasdetejido.—Conesonopuedellegarmuylejos,padre.—Pero es un incordio. Genera gastos y molestias. Como si no tuviésemos

otraspreocupaciones…Paul tenía la impresióndequesupadreestabanervioso.Eso le empezabaa

inquietar.JohannMelzerteníamásdesesentaaños,yenlosúltimosmeseshabía

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envejecidodeformaostensible.Teníalabarbaencanecidaysupielpresentababolsasbajolosojos.—VoyavisitaraHannaWeberenelhospital.Sumadrehaestadoaquíhace

unrato.SupadreasintióypareciósatisfechodequePaulseencargaradeeseasunto.

Comentó que había oído los gritos de la tejedora desde el despacho.Menudadesvergonzada.Denohaberocurridoeselamentableaccidente,habríapuestoaesa mujer de patitas en la calle hacía tiempo, y lamentó haber cometido latorpezadedarledinerovariasveces…Paul sonrió y se guardó para sí el comentario de que, en efecto, en eso se

habíaequivocado.Sinembargo,supadreparecíaestarmolestoporotracuestión.—¡Mujeres! —siguió lamentándose el director Melzer—. ¿Has leído el

artículodeestamañanaenelAllgemeineZeitung?¡Sufragistas!Esassonfuriasdesatadasconformademujer.¡Unhatajodeindecentes!EnInglaterrahanrotolasventanasdelMinisteriodeInterior.Searrojansobreloscochesdecaballos,incendiancasas,sebañanenelríotalycomoDioslastrajoalmundo…—¡Vaya!—exclamóPaul,divertido—.Parecequeesotesacadetuscasillas.

Sinembargo, loúnicoquequierenesasdamasesvotar.Laverdad,noveoporquéellasno…El director Melzer miró a su hijo como si lo viera por vez primera. Le

preguntóentonoagresivosiacasonosabíaquepermitiralasmujeresacudiralasurnassignificaríaladebacledeEuropa.—Perohaymuchasmujeresinteligentesysensatas.Mamá,porejemplo…Con eso lo puso entre la espada y la pared. No, admitió su padre, él no

pretendíaarremetercontrasumadre.Ensuopinión,eramejorque lasmujerescomoAliciaaplicaransuscualidadesenelámbitodelhogar,paraelbienestardesumaridoyfamilia.Algoque,sinduda,Aliciahacíadeformaimpecable.Pero,prosiguió, lasmujeresnoerancapacesdecomprenderlascomplejasrelacionesdel Reichstag; el intelecto no les alcanzaba para ello. Era competencia de los

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hombres determinar el destino del Imperio, así había sido siempre y así debíacontinuar.Paul no lo contradijo, pero no compartía la opinión de su padre. Kitty,

dispuestasiempreaprovocaraquieneslarodeabanconideasdesacostumbradas,sehabíadeclaradototalmenteafavordelassufragistas.Aunquesupadrellevabadíassinmencionarla,aquelaccesodeirainnecesariodemostrabaquepordentroestabamuypreocupadoporesahijadescarriada.—Volveréenunaodoshoras,padre.—¡Nopierdaseltiempo!Paulseacercóencochehastalavilla,aparcódelantedelaentradaysubióa

todaprisalaescalerapasandopordelantedeElse,queseloquedómirandoconasombro.EnelpasillodelprimerpisoPaulencontróalamadellaves,tanrígidaypulcracomosiempreyconunasonrisacansadadibujadaenelrostro.—SeñoritaSchmalzler,¿mimadreestáenelsalónrojo?—Suseñoramadreestáencama.Tieneunamigrañatremenda.—¡Oh,vaya!—dijoél,ysequedópensando—.¿Seríatanamablededecirle

unacosacuandosereponga?—Porsupuesto…Derepenteambossonrieron.LaseñoritaSchmalzlerllevabaenlavilladesde

que le alcanzaba la memoria; ella había estadomás al tanto de sus «salidas»secretas,susprimerosintentosdefumarpuroseinclusodesuprimeramorquesuspropiospadres.Enlamayoríadeloscasos,ellaselohabíaguardadoparasí,aunque eso la había puesto en algún que otro compromiso. Tenía un grancorazón.—Voy a ir al hospital para visitar a la chica del accidente y me llevaré a

Marie.—¿AMarie?¿Quésesuponequeharáallí?Naturalmente,ellateníaqueestaraltantodesusintenciones.Talvezpudiera

mantenerlo en secreto ante sus padres, o incluso ante Lisa, pero no ante elservicio,ymenosaúnantelaseñoritaSchmalzler.

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—Megustaría que hablase con la chica—dijo él esforzándose por dar unaexplicación—.Hayalgoturbioenesteasunto.Lapequeñaamínomediránada,perotalvezMarielopuedaaveriguar.—Esmuy posible—opinó el ama de llaves con expresión grave—.Diré a

Mariequebajealvestíbulo.Éllamiróconlosojosradiantesycasisintiódeseosdeabrazarla.—Muchasgracias,señoritaSchmalzler.Esperaréenelcoche.Desdeesebesoinsensatoyalavezmaravillosonohabíavueltoahablarcon

Marie.Ellaloesquivaba;siemprequepodía,utilizabalaescaleradeservicioysequedabaenlasestanciasalasqueélnoteníaacceso.Alprincipioesolohabíacontrariado mucho, incluso llegó a enfadarse. ¿Qué le había hecho para quecreyera necesario ocultarse de él? Solo la había besado. Nada más. Y estabasegurodequenolahabíaobligado.Marie,tanpudorosaella,loaceptódebuenagana.Lorodeóconsusbrazos,mostrandosudulceentregaydevolviéndoleelbeso.Otrohabríaaprovechado laocasiónyhabría intentadohacerlasubirasudormitorio.Quizádeberíahaberlohecho.Alpensarlo,sesintióavergonzado.Eso,sedijo,habríasidoelfinal.Poruna

parte, ella no habría accedido y, por otra, lo habría tomadopor unmujeriego.Había que tener paciencia, darle tiempo y esperar la ocasión propicia paraexpresarlesusintenciones.Élnoqueríateneramoríosconella.Queríaotracosa.Aunqueaúnnosabíamuybienelqué.Enunpardeocasioneshabíacoincididoconellaenelvestíbulo,lesonrióyle

deseó un buen día. Ella le devolvió el saludo en tono circunspecto, pero nodesagradable, y siguió su camino. Muchas veces, después de cenar se laencontrabaenelsalónrojoconLisaysumadre,sentadaenunabutacahaciendoganchilloyexplicándolesalgoquehacíareíralasdos.Sinembargo,cuandoélse sentaba ahí para acompañarlas, sumadre pedía aMarie que se retirase.Alcabodealgunassemanas,élsediocuentadequeasínoconseguiríagrancosa.Tenerpacienciaerabueno,perocuantomásretrasasesusexplicaciones,másseafianzaríaelmalentendidoentreellos.Ynoeradeextrañar.¿Cómopodíasaber

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ellaquesusintencioneserandistintas?Inclusoélmismoestabasorprendidoporsus sentimientos.Debía hablar con ella a solas, sin testigos, sin nadie que losoyera.Paraello,elautomóvileralasoluciónideal.Ella se hizo esperar. Él aguardó impaciente en el asiento del conductor

repiqueteando con los dedos en el volante. ¿EraHumbert el que comentó queayerporlatardeMarieestuvoenlacasadeljardinero?Alparecersehizodañoenelparqueyeljardinerotuvoquecurarla.Pordesgracia,Humbertnodijocuálde los dos jardineros había atendido a Marie, si el joven o el viejo. GustavBliefert no era un adonis y tenía pocas entendederas, pero por su condiciónsocial estabamás próximo aMarie. Aunque había cierta diferencia entre unadoncella personal yun jardinero, eramuchomenorque la que separaba aunadoncellapersonaldeunseñor.—Lamentohaberlohechoesperar,señorito.Élsaliódesuensimismamientoycontemplóelrostroserioyalgoinquietode

lamuchacha.Porfinestabaahí.ConunpesarquePaulnosupointerpretarsieraciertoo fingido,ella leexplicóqueantesdesalirhabía tenidoquepeinara suhermanaporqueluegoibaavisitaraunaamiga.—Siéntateamilado.Aunqueyateníalamanoenlamanijadelapuertatrasera,obedecióysesentó

junto a él. Llevaba un vestido oscuro y una chaqueta larga y entallada de lamisma tela. Si no andaba equivocado, había pertenecido a Kitty. Y el pelorecogidoyocultobajounsombreropequeñoyencantadorquenoleshabíavistoniaKittyniaella.—Marie,estásmuyguapa.Ella lo miró de soslayo y aquella mirada larga y severa lo desconcertó.

Nervioso,sedijoquenodebíacometerningúnerror.Pusoenmarchaelmotor,perounfalsoencendidoloobligóarepetirelproceso.—Noparecefácilconduciruncoche—observóella—.¿Haymujeresquelo

hacen?—Porsupuesto.Ynoesnadadifícil.Loúnicoqueocurreesqueahoramismo

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yoestoysiendounpocotorpe.Él soltó una risa tímida y rodeó con el coche el arriate de flores, donde

empezaban a brotar narcisos amarillos y tulipanes rojos. Entre la hierba delparque asomaban crocos de múltiples colores, que en algunos puntos seagolpabanformandounasalmohadasdensas.Marieobservabaconcuriosidadtodossusmovimientos:clavólamiradaenel

cuentakilómetroseintentósaberquéhacíaconlospies.Preguntódóndeestabael freno,quéera loqueél llamabacambiodemarchas,quéhacíadesplazar alcocheysitalcosaerapeligrosaopodíaexplotar.—Siahorameapeo,abroeldepósitodelagasolinayechodentrounacerilla,

entoncesseproduciríaunestallidotremendo.Mariequisosabersialgunavezhabíasufridounaccidente.—Porsuerte,no—dijoél—.Aunque,segúnmehancontado,túayersítuviste

unoyeljardinerotuvoqueasistirte.Ellalomiróconsorpresayluegopareciódivertida.—Vaya,nocabedudadequeenlavillalostamboresdelaselvafuncionana

laperfección.¿Quiénselohadicho?—Nadie.Dehecho,looíalpasar.Esperoquenofueranadagrave.—Nofuegrancosa—dijoellaconunasonrisa—.Unaramapodridamecayó

encimadelhombro.—¡Unarama!¡SantoDios!—YelviejoBliefertmeaplicósuungüentomágico.Así que fue el viejo. Él le hizo friegas en el hombro y, claro está, no por

encimadelaropa.Paulsintióunarabiasorda,aunqueenseguidasediocuentadequeesosceloseranmásqueridículos.Bliefertdebíaderondarlossetentaaños.Condujo a través de la puerta Jakober y luego dobló hacia la izquierda en

dirección al arrabal de Jakober. Unas casas pequeñas, de aspecto pobre, sealternaban con edificios del ayuntamiento; y entre ellas había almacenes ycobertizos. También ahí la maleza verdecía; la hierba brotaba con fuerza enmanojos espesos en los jardines descuidados de delante de las casas y en los

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parquesy,entreella,refulgíaelblancodelasmargaritassilvestresyelamarillodelosdientesdeleón.—Eseungüentoparececosadeldiablo—prosiguióellaentonoanimado.ÉllaescuchóhablardelacocinacaóticaydelagataMinka,queenrealidad

eraungato,yledioaconocerloscuriososingredientesdeaquelremedio.Mariepodía ser muy divertida explicando esas cosas y él tenía que ir con cuidadomientras conducía.Los coches de caballos en particular procuraban echar a lacuneta a los automóviles que les venían de cara, ya que los cocheros odiabanaquellanovedosacompetenciaque,de forma lentapero firme, les socavaba sumododeganarselavida.Detuvoelautomóvilantealedificiodeladrillodelhospitalprincipalyapagó

elmotor.—Esperaunmomento—lepidiócuandovioqueellabuscabalamanecillade

lapuertaparabajarse—.Tengoalgoquedecirte,Marie.Elladetuvoelgestoysequedórígida.—Puedeustedahorrárselo—dijoella—.Yaséloquevaadecir.—Ah,¿sí?Ellaentornólospárpadosypusocaradeenojo.—Ustedquieredecirmeque legustómuchobesarme.Yquesefiguraquea

mítambiénmegustó.—¿Yfueasí?Ellavolvióelrostrohaciaél;parecíaquelacaraleardía.—Sí.Sin duda, era una confesión sorprendentemente sincera. Él no se atrevió a

decirnadayaguardó,conteniendolarespiración.—Se lo digo porque es cierto —prosiguió ella—, y no quiero que haya

mentirasentrenosotros.Yo le tengoenmuyaltaopinión, señorMelzer,yporesolepidoquenovuelvaahacerlonuncamás.¡Qué muchacha! ¿De dónde le venía esa actitud, ese coraje, esa rectitud?

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¡Menuda confianza! En aquel momento deseaba abrazarla y decirle que laamaba,quenoqueríaanadiemásasulado.Entodasuvida.Hastalaeternidad.¿Yquéhizo?Farfullartodasuertedetonteríasenvezdeadmitirlaseriedadde

suamor.Decirqueéltambiénlateníaenaltaestima.Quesesintióatraídoporelladesdelaprimeravezquelavio,enotoño,cuandollegóalavillacargadaconsuhatillo.¿Seacordabadeesaocasión?Élibaenelautomóvilquepasójuntoaella. Solo quería lo mejor para ella, quería verla feliz y contenta. Si ella sequedaraasulado…Ella lo escuchó con el ceño fruncido, aparentemente sin entendermuy bien

esaverborrea.Alfinaldijoque,yaquehabíanllegadoalhospital,talvezseríabuenoentrar.¿Oacasoesosoloeraunaexcusa?—¡Enabsoluto!Él abrió la puerta del conductor, se apeó demala gana y dio la vuelta para

ayudarla a bajar. Sin embargo,Marie ya había bajado; entonces él cayó en lacuentadequehabríaresultadoinapropiadoofrecerlamanoaunacriada.¿Acasoeso le importaba? El caso es que no, pero seguramente a Marie la habríaincomodado.—Vamos…Él clavó lamirada al frente con expresión sombría porque estaba enfadado

consigomismo.¿Cómopodíacomportarsedeunmodotantorpe?¿Porquéeraincapaz de hablar conMarie de sus planes en lugar de tartamudear como untonto? Él sabía hablar bien, tenía buen trato, incluso con personas difíciles, ypodía manejar las discusiones y transmitir su opinión de forma adecuada. Encambio, con ella se comportaba como si acabara de llegar de la luna. ¿Quépensaríadeél?«Pues que soy un completo idiota, ¿qué si no?», se dijo, desesperado. «Si

algunavezellameharespetadocomohombreycomopersona,hoyloheechadoaperder.Pornohabertenidoelvalordetomarunadecisiónydefenderla.»—Lahoradevisitaestáapuntodefinalizar—dijolareligiosadelarecepción

delaladelosprotestantes.

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—Muchasgracias,hermana.Seremosbreves.SedirigióalaescaleraparanoestarasolasconMarieenelascensor.Sehabía

puestotanenridículoqueeneseinstantepreferíanoenfrentarseasumiradadedesprecio.Mientrasrecorríanelpasillo largoysombrío, leexplicóbrevementeloquelamadredeHannalehabíacontado.—Silapequeñaestátandébil,deberíaquedarseuntiempomásenelhospital

—dijoMarie.—Vamosaverla.Talvezpodríashablarconella,Marie.Enesemomentolapuertadeldormitorionúmerodiecisieteseabriódegolpe

ytresmuchachossalieronalacarrerahaciaelascensorarmandorevuelo.—Vaya—murmuróPaul—.¿NosonesosloshermanosdeHanna?Enlahabitaciónelaireestabaviciado;habíaunanuevapacienteenlasala,de

forma que la pequeña estancia albergaba ahora once camas, una de las cualesestaba oculta por un biombo blanco. Lamujer parlanchina que tenía la camajuntoalaventanayanoestaba,yensulechohabíaunaancianaenjutaabrigadaconunatoquilladecolorrosadoquecontemplabalacalleconexpresiónausente.—Estoyenunentierro—dijocondesdén—.Unpocoderespeto,señores.—Disculpe—dijoPaul.Ellanolerespondió.Hannateníalacamabastantearrugadayaunladoseveíaunamancha.¿Qué

habíanhechosushermanos?Lehabíanquitadolavendadelacabezayseleveíala parte en la que tenía el cabello rasurado. Aún tenía el brazo izquierdoescayolado,pero,porlodemás,parecíaavanzarensurecuperación.—Hola,Hanna—dijoPaul—.¿Todavíateacuerdasdemí?—UstedeselseñorMelzer.—Enefecto—dijoélconunasonrisa—.YestaesMarie.Unaconocidamía.Lamuchacha estaba algo intimidada y, a pesar del prolongado reposo y la

buenaalimentación,noparecíahaberengordadonada.PaulpermanecióunratoescuchandocómoMariecharlabaconlachicadeformatranquila,cariñosay,enciertomodo,maternal.Hannaparecía encontrarse a gusto, algoque a él no le

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sorprendióenabsoluto.Esacriaturapocasvecesdebíadehaberdisfrutadodeunpocodeafectomaternal.Enelpasillosalióalencuentrodeunaenfermeraylepreguntócómoibatodo.

Hanna, le explicó ella, era unamuchacha encantadora.Muy obediente.Nuncagritaba,nireplicaba.Encambio,sushermanos…esoseranharinadeotrocostal.Conelloshabíaqueandarseconmuchocuidado.—¿Yeso?Porlovisto,acudíanadiarioalhospital,inclusofueradelashorasdevisita.

Se colaban en el dormitorio de Hanna y le quitaban la comida. Aunque laenfermera los había echado en más de una ocasión, ellos seguían viniendo.InclusolascosasquehacíaenviarelseñorMelzer,comoloscaldosenconserva,lasmanzanas, las pastas dulces, iban a parar a los estómagos hambrientos deesostrespequeñosbribones.—Increíble—musitóPaul,enojado.Ahora entendía por qué la pequeña seguía tan delgada. Y también por qué

GreteWeber no quería que su hija abandonara el hospital.Mientras estuvieraallí,sushijospodíancomerbien.—¿Yquéhaydelbrazoroto,lasmagulladurasylaheridadelacabeza?—Pregúnteselomejoralmédico.Élpodrádarlemásinformación.—Porsuexperiencia,¿quédiríausted?Ella sonrió.Legustabaqueél apreciara sucapacidad.Dehecho,unabuena

enfermerasolíavermásqueelmédico.—El brazo roto todavía necesita recuperación, pero por lo demás estámuy

bien.Yodiríaquelachicatuvomuchasuerte,señorMelzer.—Muchasgracias,hermana.—Lo lamento, pero deberían ustedes marcharse ahora. Ha terminado el

tiempodelasvisitas.Eneldormitorio,MarieseguíasentadajuntoalacamadeHanna.Cuandoél

entróambaslomiraroncomosilasincomodara.¿Dequépodíanhaberhablado?AHannalebrillabanlosojos,casiparecíadichosa.

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—Estoyenunentierro—repitiólaanciana—.Unpocoderespeto,señores.ÉlseacercóaHannaparadespedirseyleaseguróquetodoiríabien.Pronto

saldríadelhospitaly,encuantoleretiraranlaescayola,podríavolverausarelbrazo.—Es una muchacha asombrosa—comentóMarie en el pasillo mientras se

dirigían al ascensor—.La anciana está totalmenteperturbada.Aveces inclusosale de la cama y pretende huir. Hanna ha evitado que se cayera en dosocasiones.—¿Tehadichosisustreshermanoslequitanlacomida?AbriólapuertadelascensorycedióelpasoaMarie.Unmatrimonioentrado

enañoslossiguió.Unamujerobesa,tocadaconunsombrerodeterciopelo,yunescolarescuálidoseapretujarontambiénenelinterior.—¡El ascensor solo es para cuatro personas! —se quejó el anciano con

marcadoacentobávaro.—Oh, vamos, no ocurre nada por uno o dos más —replicó la mujer del

sombrerodeterciopelo.—Ensucasonoesasí.Pesaustedcomotres.—¡Quéinsolencia!—¡Hasidounplacer!Todoelmundosealegrócuandoporfinlacabinasedetuvoenlaplantabajay

Paulabrió lapuerta.Elmatrimonio, el escolary la señoraobesadel sombreropasaronrápidamenteasu ladoyMariesalió laúltima.Semiraron, lesentró larisayestallaronencarcajadas.Cuandopasaronpordelantedelcuartoderecepciónriendoanimadamentela

religiosaprotestantelosmiróconextrañeza,puesaquelnoeraunlugardondeseoyeranmuchasrisas.Encuantosalieron,recobraronlacomposturayMariedijoque, tras ese comportamiento, era mejor que no se dejaran ver en el hospitalnuncamás.—¡Quécosas!—dijoPaulentonoalegre.Aprovechóparasostenerlelapuertadelacompañanteyellasubióalcochecon

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ungestodesenvuelto,comosinoestuvieraacostumbradaaotracosa.—HeaveriguadomuchascosassobreHanna—dijocuandoambosestuvieron

sentados—.Lamadre lopasamalporquees laque trabajaparamantenerlosatodos.Llevaa loschicosa laescuelaysepreocupamuchoporalimentarlosycomprarles ropacomoesdebido.PeroaHanna ladande lado.Condiezañostuvoqueiralavarropaporlascasas;ycondocelamadrelallevóalafábrica,aunquedijoqueteníatrece.Paulestabaimpresionado.¿Cómoeraposiblequelapequeñahubieracontado

tantascosasentanpocotiempo?—Hay más. El dinero que Grete Weber ha recibido para su hija no le ha

llegado.Lamayorpartese labebeelmarido.Porculpadesuafición tuvieronqueabandonarlacolonia,yaqueeldirectorMelzernopermitequeuntrabajadorsedejeeljornalenalcohol.—¡Diossanto!¿Porquénolodijoantes?Marie le dirigió unamirada compasiva, y él entonces se dio cuenta de que

habíacosasquehastaelmomentohabíanpasadodesapercibidasparaelhijodeunindustrialrico.—Porque teníamiedo. ¿Acaso no ha oído hablar demaridos borrachos que

peganasuesposayasushijas?Marieteníaelsemblanteserio,con lamiradaclavadaal frente,consusojos

oscurosentornadosyellabioinferiorfruncido.Éllacontemplófascinado;hacíaun instanteella seestaba riendoacarcajadas,mientrasqueahorasuexpresióneradecididay,alavez,lúgubre.—SiHannavuelveconesafamilia,notendráningúnfuturo—aseveró.Élsuspiró.Sinduda,ellateníarazón.Pero¿noleocurríaesoamuchagente?

¿Qué futuro podía tener la hija de una tejedora? En cualquier caso, la chicavolvíaaestarbieny,porfortuna,elaccidentenotendríamayoresrepercusiones.—Enlavillahacefaltaunaayudantedecocina—dijoMarieescrutándolode

soslayo.Caramba.Asíqueyahabíahechoplanes.Sonrió.Noeraunamalaocurrencia;

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solohabíaunproblema,quelachicaerademasiadojoven.—Podríairalaescuelaporlamañanaytrabajarporlatarde.Él nuncahabía oídohablar de un arreglo como ese.Encendió elmotor con

caradivertiday leprometióhacerle lapropuestaasumadre,queera laqueseencargabadellevarlacasayelservicio.Enesacuestión,niélnisupadreteníannadaquedecir.—¿Enserio?Yocreíaquesupadreeraelqueteníalaúltimapalabraentodo.Paulseechóareír,peroesaobservaciónloincomodóunpoco.Sepreguntósi

conesoellaqueríadecirqueélestabasujetoalavoluntaddesupadreentodoslosasuntos.¿Tambiénenasuntosamorosos?¿Enlaeleccióndesu…esposa?Él ledirigióunamirada rápidaycreyóadivinaruna tristezaprofundaen su

expresión.Yfueentonces,eneseinstante,cuandosupoloquequería.

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AMaria Jordan casi se le para el corazón al reconocer aquella silueta en laescaleradeservicio.¡SantísimaVirgen!Creíaquesehabíalibradoparasiempredeeseindividuo.Almenos,sedijo,nohabíanadiemásyestabansolos.Dentrodeladesgracia,habíatenidosuerte.—¿Quéquieres?—ledijoentredientes—.Aquínosetehaperdidonada.Ya

tepagué.Él se acercó y ella se asustó cuando le vio la cara abotargada de borracho.

Teníalanarizabultadaycubiertadeunatelarañadevenasfinasygruesas;loslabiosazuladosylasmejillas,ocultasporunabarbapocopoblada, lecolgabanflácidas.Delhombredebuenapresenciaquefuenoquedabanada.—¿Porqué teponesasí,Mariella?—murmuróél—.Enotros tiempos,bien

que te gustaba que viniera a visitarte. Me esperabas sentada en la cama,impaciente.Apenasvestidaconunacamisolaparadarmeunaalegría…Suvozse transformóenunacantinelacon laquepretendíahacerle recordar

tiempos pasados. Ella, sin embargo, no sentía más que repugnancia.Especialmente al notar que venía acompañado de una pestilencia a sudor,suciedadyaguardiente.—¡Calla esa boca! —lo regañó ella—. Eso ya es historia, ¿entiendes? Y

ahora,largo.Márchate,yquenoteveanadie.La cara del borracho dibujó una sonrisa tan grotesca como amenazadora.

MariaJordansupoquenoibaasertansencillolibrarsedeél.—Meiré,Mariella—musitóél—.Perosolocuandotengaloquemetoca.

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—Malditochantajista,atinotetocanada.Alosumoelinfierno,peroesoyalotienesasegurado.Élsoltóunarisita,alaquesiguióunaccesodetos.LaseñoritaJordanestaba

asustada.Encualquiermomentopodíabajaralguienporlaescaleradeservicio.Humbert,Else…OinclusoAuguste,aunqueesapreferíaquedarseabajo,en lacocina.Porsuerte,Marienoestabaencasa,sololehubierafaltadoeso.—Vamos,sube.Rápido.Ynoarrastreslospies.¡Malditoborracho!—Pero,mujer,túantesmehablabasdeotromodo.Ellatiródeélconungestobruscoylohizosubirporlaescaleraestrechahasta

eltercerpiso;cuandollegaronarriba,comprobóquenohubieranadieysalieronalpasillo.Eramuypocoprobableque,aesashoras,aprimerahoradelatarde,alguienestuvieraenlosdormitoriosdelservicio.Pero,claroestá,esonuncasepodíasaberconcerteza.—¡Aquídentro,pasa!Él entró torpemente en el dormitorio y,mientras ella cerraba la puerta con

cuidado,élsedejócaersobreunadelascamas.Ella,fueradesí,leordenóquese levantara de las sábanas blancas. ¿Es que no tenía ojos en la cara? Estabadesaseado,parecíareciénsalidodelarroyo.Élselevantó,sonriódeformamordazyquisosabersiesaerasucama.Ah,

¿no? ¿Y quién dormía ahí?Unamuchacha guapa, ¿verdad?Una jovencita deposaderasdelicadasypechosturgentes.¿Dóndeestabaahora?—Mira,espantajo,ocierrasesabocazadevíboraollamoalapolicía.Aquellaamenazalahizoreflexionarunosinstantes,yellasediocuentadeque

teníamotivospara temera lapolicía.Sinembargo,élerademasiadolistoparacaerenesatrampa.—Hazloqueteplazca,Mariella.Peroentoncestusseñoressabránunmontón

de cosas sobre ti. Todavía te recuerdo en el escenario, con esa falda corta ysacudiendolaspiernas…Éllateníaenunpuño,aunquedeaquellohacíatantotiempoquecasiparecía

irreal.EllateníadiecisieteañosybailabaenunteatrodevariedadesdeBerlín;

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además, cantaba cuplés con un actor y tenía un pequeño solo. Fue entoncescuando surgió el amor entre el elegante cabo del ejército JosefHoferer, Sepppara los amigos, y la delicada bailarina, conocida comoMariella. Él le habíaarruinadolavida.Ladejóembarazada,sevioobligadaamarcharsedelteatroyluegosufrióunaborto.Yencimaél,Josef,tanelegante,laabandonóasusuerte.Cuandoellaentróatrabajarcomodoncellapersonaldeunaactriz,élapareciódenuevo.Tuvieron unpar de noches de amor a escondidas y luego él empezó apedirledinero.Llevabaañosacosándola.Elveranodelañoanteriorsepresentóen la villa; ella le juró con rabia que aquella sería la última vez que pensabapagarle.—Tematasabeber—lerecriminó—.Yanopuedodartemás.—Síquepuedes,Mariella,soloquenoquieres.Sinembargo, lovasahacer

paraquenohable.Apenaspodía tenerseenpie.Ajuzgarporcómose tambaleaba,ellavioque

noaguantaríamuchomás.Sinolosacabainmediatamentedelcuarto,secaeríainconscienteysequedaría tumbadoahí.Lecostabamuchocederdenuevo,yaqueeldineroqueguardabaenunpañueloenel fondodelcajónde lacómodaeransusahorrosparamásadelante,cuandofueramayorynopudieratrabajar.Élobservócómoellarebuscabaenelcajón,perolohacíademodoqueélno

pudieravercuántoguardabaenelpañuelo.—¿Cincomarcos?¿Esquepretendestomarmeelpelo?—Notengomás.¡Esoestodo!Éldijoque,con tanpocodinero, tendríaquevolveraldía siguiente.Ella le

amenazóconllamara lapolicía,perolediocincomarcosmás.Luegocerróelcajónysevolvióhaciaél.—Yahora,largo,Sepp.—Deséamesuerte,Mariella.—Lanecesitas.¡Largo!Fueunerror echarlo sinmirar antes sihabíaalguienenelpasillo.Peroella

solo cayó en la cuenta después, cuando oyó un grito agudo, como el de una

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muchachaasustadaaldescubrirquehayalguienescondidomirándoladuranteelaseomatutino.Humbert, ese bicho raro, se dirigía a su habitación y se habíadadodebrucesconSepp.Aquelchoqueinesperadohizoperderelequilibrioalborracho,queseagarró

al aterrado Humbert para no caer. El lacayo empezó a chillar, sin dudahorrorizadoporeseviejoapestoso.Paraesascosaseramuydelicado,ysiempreibadepuntaenblanco.Maria Jordan agarró a Sepp con fuerza por la nuca y lo apartó para que

Humbert pudiera zafarse de él. Ambos tenían la respiración entrecortada y semirabanconespanto.—¿Qué… qué se le ha perdido a este aquí? —farfulló el lacayo mientras

intentabaenvanoalisarsuchalecoarrugado.—Niidea—exclamóMariaJordan—.Parecequesehacolado.EmpujósuavementeaSepphacia laescaleraa lavezqueexclamabaqueni

siquiera en la villa se estaba a salvo de los ladrones. Humbert, que seguíaatónito,diounospasosvacilanteshaciaatrás;luegosediolavueltayseapresuróhaciasucuarto.—Yahora,lárgatedeunavezportodas—lesiseóaSepp—.Siélmedelataa

losseñores,todohabráterminado.Miró en la escalera, vio que no había nadie y rogó al cielo para que no se

produjeranmásencontronazos.Susruegosfueronatendidosy,conunalentitudinfinita,Seppbajólosescalonesyellaoyóquesecerrabalapuertaquedabaalexterior. Se habíamarchado, gracias aDios.Con un poco de suerte, con esosdiezmarcossemataríabebiendoyella,porfin,selibraríadeél.MientrasregresabaatodaprisaaldormitorioyarreglabalacamadeMarie,la

señorita Jordan pensó en cómo podía llegar a cambiar una persona. En otrostiemposéleraunhombrealtoydelgado,depelorubiorizadoyungranbigotequeeralaenvidadetodos.Carecíademodales,eradeorigenhumildeynoerazalamero,sinoquedecíaabiertamente loquequería.Yenesos tiemposloquequeríaeraaella,ladelicadaMariella.Lavisitabatodaslasnochesysequedaba

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hastaelmediodíasiguiente;ellaledabadecomeryélbebíacantidadesingentesde vino y, cuando se acostaban, la había llegado a amar tres e incluso cuatroveces seguidas. Aquel era el hombre que había conocido. Y ahora se habíaconvertidoenunserquedabalástima.Sepreguntóluegosidebíasacardelroperodelaseñoraelabrigodelanarojo

oscuro y el sombrero a juego para cepillarlos. En dos días sería Domingo dePascua, y la señora los necesitaría para ir a la iglesia. Por suerte, recordó atiempoqueAliciaMelzerestabaencamaconmigraña,asíquenoeraoportunomolestarla. Eramejor ocuparse de los botinesmarrones de la señorita. Se loshabíaquitadoabajo,enelvestíbulo,alregresardeunavisita.Gustav,bobocomoera por regla general, había resultado ser un buen chófer. ¿Quién lo habríadicho?Además,nodejabadehacerlelaroscaaAuguste.Lesalíaalpasocuandoella iba a sacar la basurapor la puerta trasera y se llevaba el cubopara hacerabono.Luego,cuandoélvolvíaconelcubovacío,recibíasurecompensa.Yélse servía a mansalva; desde luego el embarazo no parecía molestarlo enabsoluto.Porotraparte,aestasalturas,Augusteestabataninmensaqueparecíaque fueraaestallarencualquiermomento.Yen ese asuntohabía algoque enalgúnmomento…—Maria,laseñoritaquierequevayasdeinmediato.Acababa de recoger los botines del suelo para examinarlos cuando Else la

llamó.Suvozerarápidaeimperiosa.LaseñoritaJordantemiólopeor.—Dicequevayasdeinmediato—repitióElse.—Estábien,estábien.Noestoysorda.¿Había alguien en esa casa con menos carácter que aquella criada? Esa

solteronaagriasearrimabasiemprealsolquemáscalentaba.ApenasdoshorasanteshabíapreguntadosolícitaaMariaJordansiqueríaquelesirvierauncafé.Yahora,lateníaahíplantadapretendiendodarleórdenes.LaseñoritaElisabethestabasentadaenelsofáazulclaroconunlibroabierto

en la mano. Llevaba aún el vestido para el que Marie había diseñado unachaqueta larga y algo entallada. De pronto, la señorita Jordan sintió rabia.

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Marie… siempre Marie. La chica tenía gusto, sabía lo que estaba de moda,diseñaba chaquetas y vestidos, transformaba los sombreros viejos en nuevascreaciones,cosíaflores,bolsosyotrasfruslerías…—AcabodehablarconHumbert,Maria—dijolaseñoritamientrascolocaba

elpuntodelibroentrelashojas—.¿Quéesesahistoriatanraraquehaocurridoenlasestanciasdelservicio?Era preciso actuar con astucia y salir de ese apuro. Maria Jordan clavó la

miradaenlaseñoritaysediocuentadequenoteníagraninteréseneseasunto.Eraunasuertequelaseñoratuvieramigraña.AliciaMelzernosehabríatomadoalaligeraunincidentecomoaquel.—Ah, bueno, solo era alguien que se había despistado—comentó con una

sonrisatranquilizadora—.YasabeustedcómoesHumbert,muyquisquillosoyasustadizo,yhacedeunapulgaunelefante.LaexpresióndelaseñoritaElisabethsemantuvoimpávida,peroMariaJordan

sabíamuybienqueellasehabíaburladodelnuevolacayo.Fueenelsalónrojo,enunaocasión en la que estaba sentada con la señora.Entonces le pidieron aMariaJordanquetrajeralacestaconelhilodebordar;encuantolohubohecho,le dijeronquepodía retirarse.En cambio,Marie sequedó sentada con las dosseñorascomentandotodotipodetonteríasyprovocandorisassonoras.TambiénsobreHumbert.—Enfin,amínomeparecenadanormalqueenlashabitacionesdelservicio

haya gente ajena a la villa —comentó la señorita—. Maria, ¿conocías a esehombre?—Nolohabíavistoenmivida,señorita.Ellaconservósuademánsincero,apesardelamiradadespectivadelajoven.

Teníanquepasarmuchascosasparaqueellaperdieraelcontroldesuexpresión.—Escurioso—observólaseñoritasinapartarlavistadeella—.Humbertme

hadichoqueesehombresalíadetucuarto.EneseinstantelaseñoritaJordan lamentóde todocorazónqueesefantoche

ocupara el lugar de Robert. ¡Era un bocazas insensato! Robert se habría

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comportadoconmáscabeza;esascosasnosehablabanconlosseñoressinantescomentarloconlosafectados.—¿Demicuarto?Se echó a reír de formahistérica y afirmóque, a su edad, no se cultivaban

amistadesmasculinas.Porotraparte,dijo,esehombreibamuydesaseado.—Sí,esomismohadichoHumbert.Yqueapestabaaaguardiente.—Así es, señorita. He tenido que usar todo mi poder de persuasión para

hacerlobajarpor la escaleray echarlode lavilla.Tal vezhabríahechomejoractivando la alarma, pero me ha parecido que era preferible no llamar laatención.Alagentelegustatantochismorrear…Aunquelaseñoritaatendíaaloquelecontaba,nosedejabaengañarporsus

palabras.Consuhermanahabríasidootrocantar;laseñoritaKatharinaolvidabaconfacilidadypasabadeuntemaalsiguiente.LaseñoritaElisabeth,encambio,separecíamásasupadre.—En cualquier caso, me gustaría saber por qué había un hombre en tu

dormitorioyquéhacíasarribaaesashoras.¿YporquénopreguntabaquéhacíaHumbertallí?Laseñorita,entodocaso,

noteníaunpelodetonta.Ledijoquetuvounaurgenciaapremianteyquesubiópara iral retrete.Yqueluegoentróensucuartoparacogerunpañuelo limpiopuesestabaalgoresfriada.—¿Yentoncesteencontrasteconeldesconocidoentucuarto?Laseñorita Jordanasintió.Exacto,asíhabía sido.Lo juraba,dijo,por todos

lossantosylaVirgenMaría.—Comopuede figurarse, señorita,he temidopormisahorros.Sueloapartar

siempreunpocodedineroparamásadelante.—¿Ydespués?—preguntólaseñorita—.Habrásgritadoparapedirauxilio.—Sí,claro.Detodosmodos,noparecíapeligroso,sinomásbienuncobarde.

En cuantome he puesto a chillar, él se ha asustado y se ha ido a toda prisa.EntonceshasidocuandosehadadodebrucesconHumbert.LaseñoritaElisabethinspiró;teníaeldesagradoescritoenlacara.Dehecho,

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sedijo laseñoritaJordan,conaquellaexplicacióndeberíadarseporsatisfecha,puesresultabamuyverosímil.—Humbert no ha dicho nada de gritos pidiendo auxilio ni nada parecido.

Tengolaimpresióndequemeestásocultandoalgo.AMaria Jordan le pareció que se quedaba sin aire.Había subestimado a la

señoritaElisabeth:eramáspeligrosaquelaseñora.Enunasituaciónasí,sedijo,soloquedabalahuidahaciadelante.—Llevomás de diez años sirviendo en esta casa, señorita.Nomemerezco

estadesconfianza.Suindignaciónnocausóelmenorefecto.Laseñoritasololevantólascejas.—Maria,creoquetúconocesaesehombre.Siesasí,lomejorparatodoses

queloadmitasabiertamente.Lonuncavisto.Esajovencitahabíalogradoacorralarla.Sepreguntósidebía

admitirlaverdado,almenos,unaparte.Sinembargo,conlaverdadocurríalomismoqueconunabufandadelana:sisesoltabaunahebraysetirabadeella,sedeshacíatodalaprenda.—Señorita, le juro que era un completo desconocido para mí. De todos

modos,tienerazónaldecirqueleheocultadoalgo.Silohehechohasidoporcaridadcristianayporquenomegustahablarmaldeloscompañeros…Aunque ahora la expresión de la señorita Elisabeth reflejaba satisfacción,

seguíamostrandodesconfianza.Noera,paranada,unapersonacándida.Habíaqueprocederconcautela,eralaúltimaocasiónqueteníaparasalirairosadeeseembrollo.—Vamos,cuenta—rezongólaseñoritaconimpaciencia—.Tengootrascosas

quehacer.¡Y qué otras cosas tenía que hacer la señorita! ¿Leer un libro? ¿Mirar su

joyero?¿Otalvezdarunpaseoporelparque?—Esehombrenovinopormipersona.QueríaveraMarie.Piensequelasdos

compartimosdormitorio.—¿A Marie? —preguntó la señorita sin terminar de creérselo—. ¿Y qué

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queríadeella?—No le sé decir, señorita. Tampoco me paré a preguntarle; me limité a

echarlodelacasa.—Deacuerdo—dijoentoncesElisabeth—.Encuanto tengaocasiónhablaré

conMarie.Hastaentonces,ustednodiránadaanadie.Noquieroquemimadretenganoticiadeestesuceso;yaestábastantedelicadadelosnervios.—Porsupuesto,señorita.Eradifícilsabersilahabíacreídoono.Entodocaso,laseñoritaJordantenía

unacosamuyclara:susituacióneracomounpolvorínypodíaestallarpor losairesencualquiermomento.—Yapuedesretirarte,Maria.¡Ah,yunacosamás!Cepillamicapaazul.Yno

toqueselsombrero.Marieyaseencargarádeél.

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LasecretariaHenrietteHoffmanndiounosgolpecitosalapuertadeldespachoyentróantesdequePaullainvitaraaentrar.Detrásdeloscristalesdelasgafas,susojosdecolorvioletareflejabanunagranindignación.—Disculpe,señorMelzer.Ahífuerahayun…señor.—¿Unseñor?Lasecretaria le tendióuna tarjetadevisita.Aunque lamano le temblabaun

poco,lavistaagudadePaullepermitióleerelnombredelvisitante.—¡Santo Dios! —exclamó poniéndose de pie—. ¿Viene solo o está

acompañadode…?—Havenidosolo,señorMelzer.¿Quiereustedque lehagaentraroprefiere

esperaraqueelseñordirectorregresedesuronda?—¡Queentreahoramismo!—exclamóPaulconimpaciencia.GérardDuchampsapenashabíacambiado.Seguíavistiendoalaúltimamoda,

llevabaelpelonegro rizadocuidadosamentecortado,y laperillaen tornoa laboca ledabaunairequerecordabaalDonGiovannideMozart.Pero tenía losojos algo hundidos, como si en los últimos tiempos no hubiera dormido losuficiente.—SeñorMelzer,séquenomeesperabausted…Susonrisaeraunamezcladeironía,vergüenzaytristeza.Paulnohabíavistoa

nadiesonreírdeesemodo.—Asíes.A Paul le costaba respirar. Tenía ante él a la persona, al seductor sin

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escrúpulos,quehabíacomprometidoa suhermanamenorpara toda lavida.Apesardelasganasdesoltarleunpuñetazoaaqueltipejo,suextrañasonrisaseloimpidió.—He mancillado el honor de su hermana—dijo Duchamps en voz baja y

tranquila—.Yhe dañado la reputación de su familia. Si usted lo desea, estoydispuestoaconcederleunasatisfacción.Aquellaeraunaofertahonorable.Sinduda,desereltenienteVonHagemann

no habría vacilado en aceptarla. Incluso los hermanos de su madre estaríanentusiasmadosconesaidea.PeronoPaul.—¿Pretende usted batirse en duelo conmigo?—preguntó con sorna—. ¿A

pistolaoaespada?—Ustedeslaparteofendidaypuedeelegirelarma.Paulagarróelpisapapelesdemármolqueteníasobreelescritorioyloarrojó

alsueloconrabia.Elobjetoserompióentrespedazosydejóunamuescaenelsuelodemadera.Pese a que el golpe lo podría haber alcanzado, Duchamps ni siquiera se

movió.SequedómirandolostrozosdemármolyluegolevantólamiradahaciaPaulconciertaactitudcomprensiva.—Lamentomuchascosas,señorMelzer.Perorespondodemisactosyestoy

dispuestoacasarmeconsuhermana.Aunquemipadremedesherede.Paul no se dejó impresionar. ¡Qué magnanimidad! El señor Duchamps se

dignabaconvertiraKittyensuesposa.ComosilafamiliaMelzerquisierateneraalguiencomoélensuseno.Decualquiermodo,noeraposiblehacernadasinconocerlaopiniónKitty.—¿Dóndeestámihermana?Quierohablarconella.Suinterlocutorseloquedómirandocomosihablaraenchino.—Noentiendomuybien…—musitóDuchamps.—QuierosaberdóndeestáKitty.Lahatraídoconusted,¿verdad?Duchampspalideció,abriólabocayloslabiosletemblaron.—Peroyo,yo…creíaqueellaestabaaquí—farfulló.

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—¿Aquí?¿Acasoleestabatomandoelpelo?LlevabanmesessintenernoticiasdeKitty

yahoraesetipodecíaqueella…—MonDieu! Je l’ai accompagnéeà lagare.Elle estmontéedans le train,

j’ensuissûr…Paulseacercóalfrancésdeunsalto,loagarródelasolapaylosacudió.—¡Hableustedenalemán,porDios!¿DiceustedqueacompañóaKittyala

estaciónyquesubióauntren?¿Cuándo?¿Dónde?ElseñorDuchampssesoltóconungestoenérgicoyretrocedióunospasoscon

torpeza.Ahoraelhorrorquesereflejabaensurostronoerafingido.Paulsintióuna tremenda aprensión. Kitty, su hermana pequeña. Esa alocada hermanasuya…—EnParís.NospeleamosyKittyquisoregresarconsufamilia.Yalaconoce,

escomounaniñaycuandoselemetealgoenlacabeza…Asíquelecompréunbilletedetrenylaacompañéalaestación.EsofueelmartesdespuésdePascua.PorlacabezadePaulcirculabanfechasydatosatodavelocidad.ElDomingo

de Pascua ese año fue el 12 de abril; por lo tanto, elmartes era el día 14.Yestabanyaa25deabril.¡Diosmisericordioso!—Puede que se apeara del tren para visitar a algunos amigos —apuntó

Duchampsconvozdébil—.Oaunosparientes…Las esperanzas en ese sentido eranmínimas.Y en ese caso,Kitty sin duda

habríahechollegarunmensajeaMarie.Enlaantesalaseoyóunportazo.—¿Cómo?¿Quiéndicequeestáaquí?Losdoshombressesobresaltaron:esaeralavozdeJohannMelzer.Sutono

eraroncoyamenazador,elpreludiodelatempestadqueseabatiríasobretodoelmundo,inclusosobreélmismo.—Cálmese,señordirector.Suhijoestáconél.—¡Apártesedemivista,señoritaLüders!—Noseprecipite,señordirector.¡Seloruego!

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—¡Cómoseatreveaveniraquíyensuciarmicasaconsupresencia!Sindarse cuenta,Paul se situódelante deDuchamps, que asistía inmóvil al

iniciodelatormenta.LapuertaseabriódegolpeyJohannMelzeraparecióenelumbralconabrigoysombrero,ylasdossecretariasatemorizadastrasél.—¿Dóndeestámihija?¡Devuélvemeamihija,sinvergüenzaasqueroso!¡Mi

niña!¡MiKitty!Paul jamás había visto a su padre en ese estado. El dolor largamente

contenido,ladecepcióndesuamorpaternalyelorgulloheridoencontrabanporfin su cauce. Paul tuvo que salir al encuentro de ese hombre furibundo eimpedirlequemolieraagolpesaGérardDuchamps.—Padre,Kittynoestá.Por favor, cálmate.GérardDuchamps tampoco sabe

dóndeseencuentra.JohannMelzergimióporelesfuerzoeintentózafarsedesuhijo;finalmente,

desistió.—No merece la pena—susurró sin aliento—. Ni siquiera merece que me

ensucielasmanosconél.—Siéntate, padre. Tenemos que colaborar para encontrar a Kitty.

Tranquilízateybebeunpocodeagua.La señorita Hoffmann había tenido la suficiente presencia de ánimo para

traerleunvasodeagua; laseñoritaLüders limpiabaconmanos temblorosaselsombrerodesupatrón,quehabíacaídoalsueloenelforcejeo.—¿QuépasaconKitty?¿Dóndeestá?JohannMelzer,eltemibledirector,resollabasentadoenlapequeñabutacade

piel,conlosojosrojosyloslabiosazulados.APaulloincomodaronlasmiradasdepreocupaciónde lasdosmujeres, lesagradeció laayuday lashizosalir.Elseñor Duchamps se quedó de pie con la espalda apoyada en la pared y losdientesclavadosenel labioinferior.CuandoPaulvolviólamiradahaciaél,setapó la cara con las manos. Tras esa escena, también él había perdido lacompostura.—Padre, se pelearon. Justo después de Pascua, Kitty tomó un tren para

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regresaraAlemania,peropordesgracianosabemosdóndeestá.Supadrecomprendióconuna rapidezsorprendenteelbreve resumenque le

hizoPaul.JohannMelzersehabíarecuperadovisiblementeyquisosaberlarutaferroviariaquehabíatomado,lasestacionesquetenía,ysiKittyllevabadinero.En cuanto hubo aplacado su ira, llegó incluso a dirigirse a Duchamps parapreguntarlealgunosdetalles,aunquesutonoeraglacial.—Asípues,dosmaletasyunabolsadeviaje.Entalcaso,debiódenecesitar

unmozodeequipaje.—Deberíamospreguntaratodosnuestrosamigosyconocidos—propusoPaul

—.IgualsehamarchadoaPomeraniaparaesconderseenlahaciendadeltío.Johann Melzer se levantó de su asiento mientras rechazaba con enojo la

propuesta de Paul. Las andanzas de ese caballero, dijo lanzando una miradadespectivaaDuchamps,colocabanenunasituaciónmuyincómodaasufamilia.Sipreguntabanahoraaamigosyfamiliares,daríanmuchoquehablar.ElseñorDuchampstambiénhabíarecuperadolacompostura.Habíaasistidoa

laconversaciónconelceñofruncido,contranquilidadyrespondiendodeformaparcaalaspreguntas.Enesemomento,inspiróprofundamente,comosituvieraquevencerunaenormeresistencia.—SeñorMelzer,midesesperaciónnoesmenorquelasuya.QuieroaKittyy

hevenidoparareconciliarmeconella.Peroahora…—¡Déjesedetonterías!—Hayqueinformaralapolicía—prosiguióDuchampshaciendocasoomiso

del comentario de JohannMelzer—. Presentar una denuncia por desaparición.TantoenAlemaniacomoenFrancia.Kittyestanconfiada…Nuncadebídejarlasola.Perosenegórotundamenteaquelaacompañara.PaulentendióloqueelseñorDuchampsinsinuabayunaaterradorasensación

deimpotenciaseapoderódeél.DebíanconsiderartambiénlaposibilidaddequeKitty hubiera sido víctima de un crimen. Era una muchacha joven, bonita ycandorosa, que viajaba sola en un tren. Parlanchina como era, habría podido

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contaracualquieradedóndeveníayhaciadóndeviajaba, e inclusoquehabíatenidoproblemasdeamor.—Debemos hacerlo —dijo su padre—. Yo me encargaré de ello en

Augsburgo y usted, señor, en Francia.Dale papel y lápiz, Paul.Que lo anotetodo.Vestido,joyas,bultos,compañerosdeviajeycualquiercosaquepuedaserdeimportancia.Evitabaen loposiblemencionaral francésporsunombre.Sinhacerningún

casodeDuchamps,saliódeldespacho,dioalgunasinstruccionesenlaantesalayregresó.—Voyairalacomisaría—ledijoaPaul—.Mientrasestéfuera,tequedasal

cargo.Cuandovuelva,irásenmisióndiplomáticaalavilla.Explícaselotodoatumadredelmodomásamableposible.—Deacuerdo.¿Quieresqueteacompañealacomisaría?—¡No!ElseñorMelzeragarrólanotaqueletendióeljovenfrancéssindecirnada;ni

siquieralomiró.Trasecharunvistazoalescrito,doblólahojayselametióenelbolsillodelabrigo.Conparsimonia,descolgóelsombrerodelpercheroyse locolocó,sedespidiódePaulconungestoysemarchó.—Todosearreglará—dijoelseñorDuchampsconvozinsegura—.Tansolo

lesruegoquecuandoencuentrenaKittymelohagansaber.—Porsupuesto.LepidoquehagalomismoencasodequeKittysepusieraen

contactoconusted.—Niquedecirtiene.Paulsesorprendióasímismodeseandodecirlealgotranquilizadoralfrancés.

Almargendeloquehabíahecho,eraevidentequeamabaaKitty,yDiossabíaquenoeraelprimeroqueperdía lacabezaporella.Sinembargo, laexpresiónreservadadeDuchampslocontuvoynodijonada.

JohannMelzerapenasestuvomediahorafueradelaoficina.Yadevueltaenla

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fábrica, hizo saber a Paul a través de la señorita Lüders que había dejado elautomóvil en el patio y que podía usarlo para ir a la villa. Él, por su parte,regresaríaapieporlatarde.Necesitabaqueledieraelaire.Paulseenfrentabaasumisiónconsentimientosencontrados.Desdelamarcha

deKitty,mamáestabadelicadayvivíasumidaenunestadodeánimosombrío;sufríaamenudodemigrañas,algoqueantessololeocurríadeformaocasional.Asípues,éldebíaprocederconmuchacautela.Encuantoencendióelmotorycondujoel cochehacia lapuertadeentradaa la fábrica, empezóaelaborar suestrategia.—¡Buenosdías,señorGruber!—Buenosdías,señorMelzer.¡Quéprimaveratanbonita!¿Noleparece?Paulcontemplóelrostrodelporteroconsusmejillassonrosadasyasintiócon

amabilidad. En efecto, el sol brillaba bajo un cielo azul y hacía destellar lasventanasdeledificiodeadministración.Encambio,enlospatiosylascallesdelazonaindustrialelsoldeabrilsoloevidenciabamurosgrisesycharcossucios.Enlosescasospradosqueaúnquedabanhabíaunasdepresionesoscurasenlasque abundaba el barro. Tan solo el diente de león florecía infatigable pordoquier,inclusoentrelosadoquines.KittysehabíaseparadodeGérardDuchamps.Esoerabueno.Mamáodiabaa

esefrancéscontodaelalma.LuegoKittysehabíasubidoaltrenpararegresaracasa. Eso parecía cierto; al menos, era lo que Duchamps aseguraba de formacreíble. La siguiente pregunta era más delicada. ¿Por qué no había llegado aAugsburgo?¿Porquénohabíaregresadoalsenodelafamilia?Paulpisóelfrenoconfuerzacuandodosescolarescruzaroncorriendolacalleconlascarterasdepielsaltandoenlaespalda.—¡Granujas! —exclamó enfadado, y durante un momento el sobresalto

interrumpiósupensamiento.Kittyhabía tenidomiedodevolveracasa.Afindecuentas,habíahuidoen

contrade lavoluntadde susprogenitores.Eracomprensiblequehubiese idoacasa de alguna amiga. Sin embargo, a diferencia de Elisabeth, Kitty

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prácticamente no tenía amigas en Augsburgo. ¡Bah! Seguro que se habíarefugiadoencasadealgúnconocidoparatantearcómoestabalasituación.Moderó la velocidad y viró para entrar en la mansión. Su plan no le

convencía.Talvezsumadresedaríaporsatisfechaconeso,peroElisabethno,yharíapreguntasqueprovocaríanincertidumbreenmamá.Porotraparte,sedijo,erapreferiblenodecirnadadequelapolicíaestabaaltantodesudesaparición.Tal vez fuera práctico comentar primero el asunto con Marie y pedirle suparecer. En esas cosas eramuy hábil; quizá se le ocurriera cómo presentar elasuntodemodoqueresultaracreíbley,alavez,inofensivo.Ydeprontoechódemenossuvoz,yesemodotranquiloylúcidodeafrontarlavida.Yesapequeñasonrisaburlonaqueapenascasabaconsusojosdemiradasoñadora.Detuvoelcocheantelaescaleradeentradaysebajó.Humberthabíasalidoa

recibirloylearrojólasllaves.—DígaleaGustavquelleveelcochealgaraje.—Conmuchogusto,señorMelzer.—¿DóndeestáMarie?—Conlaseñora,señorMelzer.Cerró lapuertadel coche trasde sí.Menudocontratiempo.Élqueríahablar

conMarieasolas.—¿Mihermanaestáencasa?—Hasalidocondosamigas.Hayalguienquequiereenseñarlesaconducir.Increíble.DeuntiempoaestaparteElisabethllevabaunavidamuyturbia.Y

ahoraqueríaaprenderallevaruncoche.—¿Y quién pretende enseñar a las jóvenes damas? ¿Algún conocido de la

familia?Humbertvacilóensurespuesta; llevabapocotiempoenlacasay lecostaba

recordartodoslosnombres.—Un tal teniente Von Hagen. Oh, discúlpeme, no. Von Hagenau. No, no,

tampoco.VonHagensen…—¿VonHagemann?

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—¡Sí,esees!—exclamóHumbertconalivio—.Laseñoritaysusamigasyasehanencontradounpardevecesconesecaballero.—Gracias,Humbert.LlévalelasllavesaGustav.El malhumor de Paul, ya de por sí lúgubre, empeoró con esa noticia. Von

HagemannnosehabíacomportadoconElisabethdemaneracorrecta.¿Porquéellaaccedíaavolveraencontrarseconél?¿Acasonoteníaorgullo?Yaenelvestíbulo,entrególosguantes,elsombreroyelabrigoaElseysubió

rápidamentehastaelprimerpiso.Lapuertaquedabaalcomedorestabaabierta;Auguste, en vez de poner lamesa para el almuerzo tenía la oreja pegada a lapuerta intermediaquedaba al salón rojo.Alver aPaul, se asustómuchoy seapresuróhacialamesaparaponerlosplatos.Teníaelvientretanhinchadoquesehabríapodidoponerencimaunatazadecaféconelplatillocorrespondiente.Paulhizocomoquenovioqueellaestabaescuchando;noerasuestiloreñir

constantementealpersonal.Yesedía,menosaún.Vamosallá,sedijomientrassearreglabalacorbata.Todoirábien.Marieestá

ahíytranquilizaráamamá.Volvióainspirarhondo,diounosgolpecitossuavesalapuertaylaabrió.—¿Molesto?—¡Paul! Tú nunca molestas. Oh, Paul, es fantástico, la providencia del

Señor…Para su asombro, Alicia se abalanzó sobre él y lo abrazó. Tenía el rostro

ardientedeentusiasmo;inclusosoltóunarisaysedirigióaélcomosu«pequeñoPaul».Este,desconcertado,volviólamiradahaciaMarie,queestabasentadajuntoal

piano y sostenía un papel en lasmanos. ¿Una carta?Marie también lucía unagransonrisa,einclusoledirigióunguiño.—¿Nomevaisacontarquémaravillahaocurrido?—Siéntate,Paul—leordenóAliciallevándolohaciaelsofá—.Nodigasnada

yescuchaloqueMarietevaaleer.Apartirdeahoratodoirábien.YasabíaqueMarieeraunachicaconsuerte.Lee,Marie,lee.Empiezaporelprincipio.

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AunquePaulestabamuyincómodo,decidióesperarynodecirnada.¡Mamáestabaeufórica!Hacíatiempoquenolahabíavistotanentusiasmada.—Es una carta que me ha escrito la señorita desde París —dijo Marie—.

Comoibadirigidaamí,laseñoranohaqueridoabrirla.Mehahechollamarparaqueselalea.—¡UnacartadeKitty!¡Paul!Esunaseñaldevida.¡Llevábamostantotiempo

esperandoalgoasí!—exclamósumadreconjúbilo.Desde París, se dijo Paul intentando ocultar su inquietud. Kitty debió de

escribirlaantesdePascua,yaquedespuéshabíaabandonadoParís.Contodo,talvezdieraalgunapistadeadóndesehabíapodidodirigir.

MiqueridísimaMarie:No te enojes conmigopor escribirte despuésde tanto tiempo.En el pensamiento siemprehe estado

contigo,queridaamiga,ynohedejadodedesearqueestuvierasamiladoparacompartircontigotodosestosacontecimientosnuevosyfabulosos.Perono,noestoysiendocompletamentesincera.Alprincipio,cuandoestabaebriadefelicidadenbrazosdeGérard,creíquenonecesitaríanuncamásanadiequenofuese ese hombre tan querido. ¿No dije una vez que lo que cuenta es el amor, y que lo demás sonbagatelas?Puesbien,queridaMarie,meequivocaba.Elamoresunallamaquebrilladuranteuntiempomuybreve;alpoco,seconvierteenunapequeña

hogueradesafiantequeapenassirveparacalentarlasmanos.Luegoesefuegotambiénseextingueyhayquebarrerlascenizas.He decidido quedarme en París porque esta ciudad rebosa arte y poesía, pero te necesito, querida

amiga,paracompartirtodoestocontigo.Mehedadocuentadequeestetambiénestusitio.Tengounasorpresaqueguardoparamíyquesoloterevelarécuandoestésconmigo.Esmuyfácil.Cogetodostusahorrosycómprateunbilletedetren.PrimerodebesirhastaMúnichy,desdeahí,tomaeltrendirectoaParís.Sieldineronotealcanza,cogelasjoyasquetengoeneljoyeroazulyvéndelas.CuandolleguesaParís,vealquioscode floresquehay juntoa laentradade laestaciónypreguntaporSophie.Esunabuenaamigamía.Ellatedirácómollegaramipiso.Teesperoconimpaciencia.Lavidaesbonita,Marie.Tuamiga,

KITTY

—¿Esoestodo?—preguntóPaul,decepcionado.Lasonrisadefelicidaddesumadredesaparecióuninstante,peroactoseguido

AliciaMelzersacudiólacabeza.Talvezélnosehabíadadocuenta.Kittyestaba

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bien, vivía en un piso en París y, lomás alentador, se había separado de esefrancés.—Encontrarla esmuy fácil,Paul.Solo tenemosquehacer loquedice en la

carta.MarienosacompañaráyluegoirásolaalquioscodefloresparaqueesatalSophienosehuelaalgoynosdéladirección.—Sí—murmuróélcontristeza—.Parecefácil.—Señorito,¿porquéestáustedtanreceloso?—quisosaberMarie.Ella, cómo no, se había dado cuenta de que él sabía algo más. Esos ojos

oscurospodíanleerleelpensamiento,estabaconvencidodeello.Seesforzópordibujarunasonrisayluegoconmuchotactoempezóaminarlasesperanzas,pordesgraciatanvanas,desumadre.—Bueno —dijo él alargando las vocales—. Evidentemente, sería una

posibilidadsiKitty,enefecto,siguieraenParís.—¿Y dónde iba a estar? —objetó Alicia, impaciente—. Está esperando a

Marie.Además,enviólacartaelsábadopasado.—¿Elsábado?¿TerefieresalsábadodePascua,mamá?Alicia suspiró, algo molesta por la incredulidad de su hijo. No, repitió, el

sábadopasado.—Marie, ¿por quénohas leído la carta desde el principio tal y como te he

pedido?—Disculpe,señora.Penséquelafechanoteníaimportancia.EneseinstantePaulvioelsobreencimadelamesaylocogió.Elselloestaba

franqueadoenParís,el18deabrilde1914.¡Cuatro días después de haber cogido el tren aMúnich! Por lo tanto, había

dejadoqueDuchampscreyeraqueregresabaaAlemania.Seguramente,subióaltrenydespuésseapeóysequedóenParís.¡Oh,Kitty!¡Quéastutapodíallegaraseresahermanitasuya!

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V

ABRILDE1914

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39

Marie se sentía fatal. Embutida en ese vestido verde pálido de la señoritaKatharinayconsusdelicadoszapatosdecueroverdeoscuroseveíacomounaimpostora.Además, laseñorahabíainsistidoenquellevaraelsombreroconlaplumadefaisán,queformabapartedelconjunto.—¿Es la primera vez? —le preguntó Paul con una sonrisa cuando, en la

estación deAugsburgo, le ofreció lamano con galantería para que subiera eltren.Marietuvoquerecogerselafalda;losescalonesdehierroeranempinadoscomolosdeuncarruajeantiguo.—Nuncaanteshabíaidoentren—admitió.—¡YnadamenosqueparairaParís!—comentóAlfonsBräuer—.Seránmás

dequincehorasdesdeMúnich,perotodoirábien.Loúnicoquetienesquehacerespermanecersentada.Eltrenvasolo.AlfonsBräuerhabíaconocidolafabulosanoticiaeldíaanteriorporbocade

Alicia.Visitabalacasaunavezporsemanaypasarontodalaveladaideandoelplan.JohannMelzerlogróquitarledelacabezaasumujerlaideadeemprenderelviaje;tampocoélqueríaprecipitarseenesaaventuray,además,supresenciaenlafábricaeranecesaria.Encambio,AlfonsBräuersemostródecididoairaParís. Paul, que quería viajar solo con Marie, tuvo que aceptar que losacompañara.Aldía siguientepor lamañanaseencontraronen laestacióndeAugsburgo.

Marie miraba con desconfianza esa locomotora ruidosa y humeante. Hastaentonces,solohabíavistolostrenesylaslocomotorasdelejos.Aquelartefacto

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enormeeramuyruidoso,unamontañainmensadehierroencuyointeriorardíael infierno.Se tranquilizócuandoPaulpasó subrazopordebajodel suyo.Sinembargo,mientrasavanzabanporelandénsediocuentadequeesaconductaerainapropiada.Caminabancogidosdelbrazocomounmatrimoniodetodalavida.¿QuéibaapensarAlfonsBräuerdeella?Viajabanenprimeraclase.Lasparedesdelcompartimentoestabanrevestidas

demaderay la tapiceríade losasientoserade terciopelo,comounascómodasbutacas.Paullesostuvolapuerta,leofrecióelasientojuntoalaventanaydiounapropinaalosdosmozosdeequipaje.—En Múnich vamos a tener que darnos prisa —comentó Alfons Bräuer

mientrasseacomodabafrenteaellos—.SolotendremosdiezminutosparacogereltrendirectoaParís.Bajo la mirada atenta de Paul, Alfons Bräuer había hecho una pequeña

inclinaciónaMarieylehabíamusitadoalgoasícomo«Simepermites»antesdetomarasiento.Ellaapenasdibujóunasonrisatímidayasintió.—¿Diezminutos?¡Entoncesserácoserycantar!¡Qué tranquilo era Paul! ¡Con qué soltura había preguntado en el andén,

atravesado lasnubesdevaporgrisesyblancasyencontradoel compartimentoadecuado!Noseamedrentabaantenada,inclusoparecíaquedisfrutabadelviaje.A ella, en cambio, le resultaba muy difícil contener su excitación. Todo eraextraño,desdelaropaquevestíahastaaquelcompartimentotanlujoso,enelqueapenasseatrevíaamoversepormiedoaensuciareltapizadodeterciopelo.Peroloquemáslaabrumabaeralatremendaresponsabilidadquehabíarecaídosobresusespaldas.«MedevolverásamiKitty,¿verdad?»,lehabíadicholaseñoraesemismodía

en la despedida. «Querida Marie, tienes toda mi confianza. ¡Que Dios tebendiga!»¿Y si Kitty se negaba? En la carta parecía que tuviera la intención de

permanecer enParís unabuena temporada.Posiblemente, sedijoMarie, no se

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pondríamuycontentacuandolavieraapareceracompañadadePaulydeAlfonsBräuerparallevarladevueltaacasa.—¿Yesacaratanseria?—lepreguntóPaul,queestabasentadoasulado.Ellaseesforzóporsonreírydijosentirseunpococansada.—Estáspreocupada,¿verdad?Ellaasintió.Paul,cómono,habíadadoenelclavo.Eraunbuenobservadory

amenudosabíacómosesentía.—Noestássola,Marie—lesusurrótocándoleelbrazo—.Nosotros,Alfonsy

yo, estamos contigo. Aunque mi hermana Kitty es una persona obstinada, laconvenceremos.Ellalomiróy,porprimeravezensuvida,sintióqueteníaaalguienasulado.

Unapersonadeconfianzadispuestaaayudar.Unguardián.Aunquesolo fueraporunosdías,hastaqueencontraranaKittyy ladevolvieranacasa.Fuealgomuybonito.La charla se vio interrumpida con la llegada al compartimento de otros

pasajeros. Tras el intercambio de saludos, un señor desplegó el AllgemeineZeitungyseenfrascóensulectura;unaseñorademásedadobservóaMariecongranatenciónylepreguntódóndehabíacompradolateladesuvestido.—EssedadelaIndia,señora.Por su parte, la señora lucía un sombrero negro de ala ancha decorado con

rosas artificiales y plumas de garza. Durante todo el trayecto hasta Múnichpermaneciómuytiesaenelbordedelasientoparaqueaqueltocadotanvaliosonorozaralapareddelcompartimento.Ya enMúnich, el caos se desató entre los viajeros.Se bloqueaban la salida

entresíyseoyeronimprecacionesyquejasairadas;lasmaletasseconvirtieronenobstáculosconlosquetropezarse;lasbolsasabultadasgolpeabanalosdemáspasajerosyportodaspartesseoíanllamadasalosmozos.Marie hizo caso de Paul en todo; de los dos hombres, él era elmás hábil.

MientrasAlfonspermanecíadepieenelandénsudorosoyenfadado,Paulyasehabíahechocondosmozosdeequipaje.

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—Poraquí.Ahíestáeltren.Lalocomotorayaestáhumeando.—¡Malditasea!—gimióAlfonsapretandoelpaso.Al final, los diez minutos resultaron ser asombrosamente largos porque,

cuandollegaronsinalientoalcompartimentodeltrendirecto,losmozostuvierontodoeltiempodelmundoparacolocarlasmaletas.—A partir de ahora ya podemos disfrutar del trayecto—anunció Paul con

alegría mientras Alfons se secaba el sudor con un pañuelo de bolsillo, quellevabasusinicialesbordadas.—Deberíamos haber cogido el coche-cama —opinó—. Estar aquí hasta

mañanaporlamañanavaaresultaralgoincómodo.Mariesehizoalaideadeque,porcuriosoquefuera,ibaapasarlanochecon

los dos hombres en ese pequeño compartimento. En cualquier caso, erapreferible al coche-cama, donde sería preciso quitarse la ropa y acostarse encamisón. ¿Cuántas personas cabían en un compartimento con literas? ¿Loshombresy lasmujeresdormíanseparados?Almenos,enaquelcompartimentonoeraasí.AlcabodeunratoestabasentadaenelcocherestauranteconPaulyAlfons;

comióunatortilladechampiñonesacompañadadeaguamineral.Esedíaestabaresultando tan irreal que solo podía ser un sueño. ¿De verdad se encontrabasentada a esa bonita mesa con manteles blancos, tomando el almuerzo ycontemplandoelpasodebosquesypradosporlaventana?Paulestabasentadofrenteaella,atentoatodossusgestosysonriendocomplacido.—¿Tegusta?¿Latortillaestábuena?Deberíamospedirunatabladequesosde

postre.Elquesofrancésesincomparable.—Como el vino tinto—apuntóAlfons, que después de la segunda copa de

borgoñateníaunhumorexcelente.—Gracias—dijoMarie—,peroprefieroelaguamineral.Envezdeunatabla

dequesos,tomaréuncafé.—¡Camarero!Una tabladequesos, dos copasdeborgoñayun cafépara la

señora—pidióPaulsinvacilación.

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Desde que se habían acomodado en el tren, Alfons observaba a Marie; amenudo dirigía también la vista hacia Paul, yMarie estaba segura de que noparabadedarlevueltasalacabeza.NoentendíaporquésuamigoPaultratabaaladoncellapersonaldesuhermanacomoaunaseñorita.Ciertoqueunhombrebieneducadodebíaserlotambiénconelservicio,perohastaciertopunto.Aunadoncella no se la ayudaba a subir los escalones, ni se le permitía compartir lamesaenelcocherestaurante.Posiblemente,AlfonsseplanteóabordaraPaulalrespectoencuantosurgiera laocasión; sinembargo, tras labuenacomidayelconsumocopiosodevino,eljovenfuepresadeunatremendasomnolencia.Devuelta en el compartimento dijo a sus compañeros de viaje que los nervios lehabíantenidoenvilodurantepartedelanoche;acontinuación,apoyólasmanossobreelvientreysequedódormido.Alpoco,seoyeronunoslevesronquidos,quesemezclaronconeltraqueteoyelgolpeteodeltren.—Norrr,norrr,jrrr,norrr,norrr…MarieestabasentadajuntoaPaulyduranteunratopermaneciósindecirnada;

miróatravésdelaventana,dondeenesemomentoseveíanpeñascosazuladosybosquesoscuros.LuegonotóquePaullamirabayvolvióelrostrohaciaél.Él,divertido,señalóaAlfons.—Comounbebé.Yamegustaríaamípoderdormirtanprofundamente.—Para ello debería usted haber bebido un pocomás de ese excelente vino

francés.—Mejor no. ¿O acaso te gustaría que ahora estuviera sentado a tu lado

roncando?—¿Porquéno?—repusoellaencogiéndosedehombros—.Aúnfaltamucho

para París. Creo que a todos nos vendría bien dormir un poco para estardescansadosmañana.—Desdeluego,notefaltarazón.Sequedaronensilencio.Miraronpor laventanay luegodenuevoaAlfons,

queseguíaroncando,mientrasambosevitabanquesusmiradascoincidieran.—Miseñor…

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Élreaccionóconungruñidodeenojo.—¿Cómodebesllamarme?—Perdón.SeñorMelzer.—Esoestámejor—murmuró—.Detodosmodos,preferiríaquemellamaras

porminombredepila.Ellaseescandalizó.¿Quésehabíapensado?¿Cómoseleocurríapedirlealgo

así?—Nopiensohacertalcosa,señorMelzer.Él dejó oír un resoplido largo y profundo; seguramente se había enfadado,

pensóella.Deprontosesobresaltó:éllahabíacogidolamano.—No te asustes, Marie —le susurró—. Tranquila, no vayas a despertar a

nuestrodormilón.Tengoquedecirtealgoquemepesaenelcorazóndesdehacetiempo.Delocontrario,todalavidamecreeréuncobarde.Marie apenas podía respirar. Él pretendía hacerle una declaración de amor,

pedirle que se entregara diciéndole que le había robado el corazón. Usaríapalabras parecidas, o incluso más bonitas, pues tenía mucha labia. ¡Oh, quéganasteníadeoíresaspalabras!Detodosmodos,noaceptaría.Deningúnmodo.Aunqueesoladesgarrarapordentro.—¿Eresvaliente,Marie?Eraunapreguntainesperada,ajenaaltonocariñosoqueellahabíaimaginado.

Yleapretabalamanocontantafuerzaqueledolía.—¿Yo?Bueno,señorMelzer,nomeconsideromuyvaliente.—Yo tampoco —admitió él—, pero hay momentos en la vida en que es

precisohaceracopiodevaloryobedeceralcorazón,porquesolodeesemodoesposiblealcanzarunobjetivosuperior.—Sí,esoescierto.¡Qué modo tan inteligente de empezar! Un objetivo superior. ¿De veras él

consideraba que empezar una relación amorosa con una doncella era algosuperior?Quizálofueseporlaresistenciaqueellamostraba.—Mírame—lerogóél.

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Ellaobedecióyélclavólosojosensurostroagitado.¡Cuántosufríaconesapasión!¿Acasosedabacuentadeloquehacíayadóndelallevaba?—¿Unobjetivosuperior?—preguntóella—.SeñorMelzer,¿aquéserefiere

coneso?Talvezlapreguntahabíasonadoaburla,porqueélcontrajolacomisuradelos

labios,comosiesolohubieraafectadooinclusoenojado.—No bromeo, Marie —dijo él—. Aquí y ahora quiero preguntarte, de

corazón,siquieressermiesposa.Marie sintió un ligero vértigo. Los vagones seguían traqueteando de forma

atronadora;Alfonsroncabarítmicamenteylalocomotoralanzóunsilbidolargoy agudo.Yen su cabeza resonaban esaspalabras. «Si quieres sermi esposa.»Unayotravez.«Siquieressermiesposa.»Debíadehabersevueltoloca.Esoélnolodiríajamás.—Señorita Hofgartner, esta es una proposición honesta y seria—dijo a su

lado—.Ycreoquemereceunarespuestaporsuparte.Ella se estremeció, sintióunnudoen lagargantaynotóque las lágrimas le

acudíanalosojos.Volviósurostrohaciaéldespacio.—Supropuestamehonra…Esoeraloquesedebíadecirenesoscasos,¿no?Suvozsonómásfinadelo

normal,casiahogada.Paraentonces,laprimeralágrimayalerecorríalamejilla.—…peronopuedoaceptarla.Él lamiró con los ojos desorbitados y ella incluso temió que fuera a hacer

alguna imprudencia, como agarrarla por los hombros y sacudirla, o inclusobesarla.Peroélmantuvolacalma.—¿Porquéno,Marie?¿Acasonomeamas?¿Quéteníaqueresponder?Ellaloamabamásqueanadaenelmundo,pero

eramejornoconfesárselo.—SeñorMelzer,esononostraeríamásquedesgracias.Unseñorcomousted

nopuedecasarseconunadoncella.—Quierosabersimeamas—insistióél,ylevantóelbrazopararodearlapor

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loshombros—.Simequieresdeverdad,tantocomoyoati,entonceslograremossalvartodoslosobstáculos.—¡No!—¿Quéquieresdecircon«no»?—¿Acasotengoqueexplicárselo?Lotendríamostodoencontra:suspadres,

sushermanas,lafamilia,losamigosylosconocidos.Todalaciudad…—¿Yeso es loque tedamiedo?Marie, estaré contigo.Nadie se atreverá a

insultaramiesposa,nisiquieramifamilia.Sitemantienesfirmeamilado,loconseguiremos.—¡No,noloconseguiríamos!—Entonces, no me amas —dijo él, decepcionado, mientras la soltaba—.

Olvida loque tehedicho,Marie.Soyun idiota.Supuseque sentías lomismoqueyo.Lerompíaelcorazónverlotanabatido,conlasmanosapoyadasenlasrodillas

ylamiradaclavadaenelsuelo.¡Cómolehabríagustadoabrazarloydecirlelomuchoqueloamaba!Más,muchomásdeloqueélpodíaimaginar.—Talvez…—empezóadecirconprudencia.Luegoseinterrumpió.No.No

podíadecirleloquelepreocupaba.NadasobrelaciudadbajayloqueocurrióenlahabitacióndeElÁrbolVerde.Aquelloeraunaquimeraysustemorespodíanserinfundados.—¿Talvez?—murmuróél—.¿Quéquieresdecirconeso?—Tal vez mi modo de amar sea evitar que usted haga algo imprudente e

irreflexivo.—¡Genial!—repusoél—.Yoaesolollamaríamásbiencobardía.

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40

Avanzarporesacallehastaencontrar,alaizquierda,elcaféLéon.Entrezdansle café, mademoiselle. Montez l’escalier. Entrar en el café. Subir la escalera.Jusqu’aucinquièmeétage.Hastaelquintopiso.Sousletoit.Enlabuhardilla.—Bonne chance,mademoiselle.Mucha suerte—ledijo el camarero conun

guiñodecomplicidad.—Mercibeaucoup,monsieur—respondióAlfonsen su lugar—.La facture,

s’ilvousplaît.Paul asintió y dejó que esta vez fuera Alfons quien se hiciera cargo de la

cuentade tres tazasdeuncafé infectoyunacestadecruasanes.Alfonsestabadescansado e impaciente como un potro. ¿Por qué no ir los tres a casa deKatharina?, sugirió. Tal vez incluso fuese mejor que él se presentara antes,aunquetemíaqueesolaasustara.—Creo que es más inteligente que Marie suba a casa de Kitty sin que la

acompañemos—opinóPaul—.EllavalorarálasituaciónyluegolediráaKittyquehemosvenidoparallevarladevueltaaAlemania.Alfonsnoqueríaindisponerseconsufuturocuñado,asíqueasintióydecidió

comerunquintocruasán.Marieapenaspudo llevarsemedioa laboca,yPaul,quehabíapasadoel restodelviajeen silencioa su lado,dijono sentir apetitoalguno.Contodo,seguíatratandoaMarieconeducación,aunqueevitabamirarlaysololedirigíalapalabrasieranecesario.—Hastaahoratodohaidobien—comentóAlfons,complacido—.¡Québuena

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idea por parte deKatharina darle a la florista un papel con su dirección!Eh,patron!Encoreuncafé,s’ilvousplaît!AhoraAlfons también podíamostrar su valía.No en vano había pasado un

mesenParís;sabíaorientarseeneltranvíasubterráneo,queaquíconocíancomométro,yhablabafrancésconsoltura.Aunqueavecesparecíaexpresarsedeunmodo algo tosco, se hacía entender. Paul, en cambio, estaba taciturno y susemblanteeratanserioqueaMarieledolíaverloasí.—En ese caso, iré ahora mismo —decidió ella—. ¿Dónde los encontraré

cuandollegueelmomento?Alfons miró a Paul en busca de respuesta y este encogió los hombros. Al

parecer,lemolestabatomartodaslasdecisionesdeesaempresa.—Dejaunanotaalcamarero—decidióAlfons—.Buscaremosunhotelcerca

yluegopasaremosporaquí.—Deacuerdo.Ella se levantó y cogió su bolsa de viaje y la maleta. Paul la miró con el

semblante sombrío; Alfons, solícito, le preguntó si la maleta le pesabademasiadoyseofrecióallevárselahastaelcaféLéon.Inclusoselasubiríaporlaescalera;labuhardillaestabaenlaquintaplanta.—Muchasgracias.Nohabráproblema.Alfons, decepcionado, sedejó caer sobre su asientoy sehizo con el último

cruasándelacesta.LehubieragustadosubiryverasuKitty.Dehecho,dijo,élyRobertdebíandehaberpasadopordelantedelcaféLeónunascienveces,yaqueseencontrabafrentealaestacióndemetro.EraposibleinclusoqueKittyloshubieravisto.Peroentoncesesefrancés,esetimador,esementiroso,estabaconella.Seguroque lehabría impedidobajar a saludar a sus conocidos alemanes.¡Québienqueellahubierapuestodepatitasenlacalleaesetipejo!Marie escuchó suvoz a sus espaldas.Avanzó erguidapor la calle conpaso

firme;lagentequeveníaendireccióncontrarialamirabaconasombroylecedíael paso. También a los franceses les parecía extraño que una mujer joven yeleganteacarrearaunamaletagrandeyunabolsadeviajeabultada.Enrealidad,

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prácticamentetodoloqueconteníanesosbultoseraparaKitty;lanocheanterior,la señora se había pasado varias horas empaquetando cosas. Además, habíaencargado a Marie que le entregara a su hija una cantidad de dineroconsiderable,quellevabaenunestuchedecueropendidoalcuello.LadoncellahabíatenidoqueprometeraAliciaquenielseñorniPaultendríanconocimientodeello.¡Quécalle tanancha!¿Cómose llamaba?BoulevarddeClichy.Enrealidad,

noeraunacallesinounaavenidaconárbolesenelcentro,columnasdeanunciosy pequeños quioscos. Un tranvía pasó junto a ella. Un perro la olisqueó uninstanteyluegosiguiósucamino.LascasasdeParísnoeranmuydistintasalasdeAugsburgo;laúnicacosaquenohabíaensuciudaderanaquellaspersianasquesobresalíanhaciafuera.Ytampocohabíatantasuciedadenlacalle;enesesentido,enAlemaniaeranmásescrupulosos.Sentadosdelantedel caféLéon,varioshombresvestidosdemanera sencilla

bebíancervezayfumaban.Ellaentróconpasovacilante;enunamesajuntoalmostrador,dosmujeresjóvenesfumabanyconversaban.Nopodíansermásquechicasquesededicabanaunoficiomuyconcreto;lasmuchachasdecentesjamásfumaríanenpúblico.Pero¿dóndehabíaidoapararKitty?Traselmostrador,unamujerdemedianaedadcharlabaconunhombrejoven.

Llevabaelpelocastañorecogidoconunapeinetadeformacircularyentornoasucuerpomullidolucíaundelantalquehabíaperdidolablancura.—Eh,mademoiselle!Qu’est-cequ’ilya?—exclamódirigiéndoseaMarie.Su tono de voz no parecía especialmente amigable; parecía como si dijera:

«¿Quéandasbuscandoporaquíconesamaletatangrande?».—MademoiselleKatharinaMelzer.Tuvoque repetir el nombre.Entonces en el rostro de la camarera se dibujó

unasonrisa.—VousêtesMarie?—Marie…Oui…MarieHofgartner.Bueno,porlomenosesapalabralasabía.Ouiqueríadecir«sí».

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—MarieOfgartener.Bien!Eh,Marcel!La camarera se giró y exclamó algo en dirección a la cocina, una ristra de

palabrasqueaMarielesonócomounacorrientedeaguarevuelta.¡Quéidioma!Eraimposiblediferenciarlaspalabrasentresí.Asomóunmuchachoescuálidodecabellososcurosque lecogió lamaleta sinvacilary se fueconella.Alverelgestodelamujerseñalándolequelosiguiera,Mariedeseócontodassusfuerzasque no tuvieran la intención de robarle la maleta, sino que solo quisieranindicarleelpisodondevivíaKitty.Noseequivocaba.Empezarona subirporunaescaleraestrechade ruidosos

escalonesdemaderahastaquellegaronaunpasillobajoyoscuro.Mariellegócasi sin aliento porque subieron muy rápido; cuando dejó la maleta ante lapuerta,tambiénaljovenlecostabarespirar.—Muchasgracias—dijoMarie—.Merci.Increíble. Había utilizado otra palabra en francés. Se metió la mano en el

bolsillodelachaqueta,dondeguardabaalgunasmonedasfrancesasqueAlfonsle había dado por si acaso las necesitaba. Sin embargo, el joven las rechazó;farfulló algo sobre «mademoiselle Cathérine» y luego bajó los escalones conpresteza.«Nohaqueridolapropina.LaseñoritaKittylotieneencandilado»,sedijo.Se

acercóalapuerta,quecarecíaderótuloydetimbre,yllamó.—¿Hola?¿SeñoritaKatharina?Soyyo,Marie.Enelinteriorseprodujomovimiento.Unobjetosólidocayóalsueloyluego

seoyóungritoyungatomaullóconenfado.—¡Marie! ¡Marie! Estoy junto a la puerta. Apártate, Sérafine. He estado a

puntodepisarte,gatatontorrona.Lapuertaestabaatrancada;MarieoyóaKittyquejarseyecharpestes; luego

dio un pequeño empujón y el obstáculo que las separaba desapareció deinmediato.Ahí estaba la señorita.Hermosa como siempre, aunque con el peloalgodesgreñado,ysucamisónlargoyblancoteníamanchasdehollín.Debíade

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haber estado encendiendo la estufa, pero no recordaba que supiera prender lalumbre.—¡Marie! ¡Midulce amiga! ¡Sabía quevendrías! ¡Qué felices vamos a ser!

¿Cómohas llegado tanpronto?Ah, claro, esemaldito tren circula de nocheyllegaaParísaprimerahoradelamañana.¿Estoyenlocierto?—Sí,asíes.—Pero pasa. ¿Qué llevas en esamaleta tan enorme? ¿Y en la bolsa? ¿Has

traídotodoloquetienes?Muybien.¡Oh!Ahoraqueestásconmigotodoirádemaravilla. Te enseñaré Montmartre. Y también Montparnasse, que es dondevivenlospoetasylosrusos.¡YelLouvre!VeráslaMonaLisa,esaquerobaronyqueyavuelveaestarensusitio.MariemetiólamaletaenelcuartomientrasKittyarrastrabalabolsadeviaje.

Arrojó el bulto sobre la cama diciendo que por lo visto se había traído unmontóndeadoquinesdeAugsburgo.Lerogóquenoseasustaraporeldesorden,queesedíaaúnnohabíatenidotiempodecolocarlotodo,peroqueloharíadeinmediato.Antesqueríaenseñarleelpiso.—Escomounnido,Marie.Tienedosdormitorios:unoparatiyotroparamí.

Tambiénhayunacocinaenlaque,aunqueespequeña,cabeunamesaparaquepodamoscomerjuntas.Elproblemasonlosfogones,quesonunasco;mequemolosdedoscuandolosenciendoy,aunasí,elfuegoseapagaunayotravez.¡Quédesorden!Blusasytoallas,tubosdepintura,carboncillos,tazasdecafé,

floresmarchitas,pasadoresparaelpelo,uncojíndeplumasrajado,dibujosporterminar,pansecoymilcosasrepartidasenfelizconvivenciasobrelascamas,elsueloylosmuebles.MariesabíaqueaKittynolegustabamuchoelorden,perono acababa de entender cómo alguien podía soportar ese caos. Por otra parte,todoestabasucio:habíatelarañasenlasparedes,yelpapelpintadoyeltechoentornoalasestufasestabannegrosacausadelhumo.—¿Noteparecequelavistaesmaravillosa,Marie?—exclamóentusiasmada

Kitty,sindistraerseconpequeñecescomolasestufashumeantes—.¡Mira!Ahí

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atrás,esacúpulablancaeselSacré-Coeur.ElemblemadeMontmartre.Luegoteloenseño.Enefecto.Lavistadesdeelventanucocompensabamuchasotrascosas.Por

encimadelostejadosseatisbabancallesycallejones;sobreloscanalonesdelascasasseveíanpalomasgrisesygorrionesatrevidos,yabajolaspersonasseveíandiminutas, como de juguete. El Sacré-Coeur parecía ser una iglesia. Era unedificio blanco como la nieve semejante a un palacio de cuento oriental, conmuchascúpulasgrandesypequeñas.—¡Parece que está muy cerca del cielo!—murmuró Marie—. Es como si

tendiendolamanosepudieratocar.Encambio,seencuentrainfinitamentelejos.EntoncesoyólarisaclaradeKittyasuespaldaysevolvió.Unagatagrandey

de pelaje rojizo había saltado a la cama de la señorita y se había acomodadoencimadelabolsadeviajedeMarie.—Sérafine, eres imposible—comentóKitty riendo—. ¿Sabes,Marie?Va y

viene a su antojo. Pero cuando es de noche, hace frío y te sientes sola, esmaravillosoteneraunaSérafinecálidaronroneando.Marieacaricióelpeloespesoysedosodeeseanimalvagabundoyseacordóal

instantedeMinka,elgatodeljardinero.—¿Medejasdeshacertubolsa,Marie?—Por supuesto. Y la maleta también. Las cosas son para usted, señorita

Katharina.Sumadreselasenvía.ElrostrofelizdeKittyseensombreció,retirólamanoy,depronto,perdióla

curiosidad.—¿Mamá?¿Acasoellasabedóndeestás?—Sí,selodije.Estámuypreocupadaporustedycreyóquetodoesolepodría

serdeutilidad.—SantoDios…Marielevantóalagatadeencimadelabolsadeviajeyabrióelcierre.Arriba

estabansuscosas:mudas,unafaldayunablusa,medias,otropardezapatosyuncamisónlargo.Debajo,Aliciahabíaempaquetadotodasuertedeobjetosque,en

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su opinión, eran imprescindibles para llevar una vida ordenada. Cepillo dedientes, polvos dentífricos, polvos para el dolor de cabeza, un cepillo para laropa, una cajita de colores con pañuelos, varios frascos de perfume, jabónoloroso,dosblusasdeseda,unacamisetadeabrigohechadelanadeangora,unalinterna,baterías,varioslibros…—Miqueridamamá…—suspiróKittycon losojos impregnadosde tristeza

—.¿Estábien?Ella,bueno,ellanoestádemasiadopreocupada,¿verdad?—Seguroqueseríamuyfelizsiustedvolvieraacasa,señoritaKatharina.¿Se echaría a llorar ahora? Marie sabía que a Kitty le dolía mucho estar

separadadesu familia,perono lodemostraba.Alpunto,cambióde temaparaapartareldolorquesentíacrecer.—DeberíasllamarmeKitty.Ahorayanosomosunaseñoritayunadoncella.

Somosamigas.Vivimosytrabajamosjuntas,ytantovalelaunacomolaotra.—Lointentaré—dijoMarie—.Peroestanraroquenosésipodré.—Entonces,practiquemos.¿Cómomevasallamar?—Kitty…La muchacha sonrió satisfecha y al momento regaló a Marie tres frascos

pequeños de perfume. A continuación abrieron la maleta y descubrieron queAlicia no solo había empaquetado ropa y mudas para su hija, sino tambiéncomida: jamón ahumado, latas de galletas, bombones, chocolate y mazapán,variasconservasdecarnedevacunoyunabolsadegranosdecafé.—Mamá debe de creer que me muero de hambre —comentó Kitty con

asombro—. Este café es como oro, Marie. Aquí, en Francia, el café esimbebible.—Tumadreteechamuchodemenos,Kitty.Igualquetupadre…—Lesescribiré.El tono severo de la réplica dio fin a la conversación sobre ese tema. La

señorita no estaba dispuesta a arrepentirse de nada y prefería entregarse a lossueños dorados de futuro.Marie dudó sobre si debía darle el dinero.Aquellohabía sido muy poco inteligente por parte de Alicia Melzer: esos regalos no

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haríanmás que reforzarla en su determinación descabellada. ¡Vivir y trabajaraquí,enParís!¿Cómopensabahacerlo?¿Cómopagaríaelalquilerylacomida?¿Vendiendodibujos,talvez?—VoyacambiarmeyluegoteenseñaréMontmartre.Porelcaminopodemos

comeralgunacosa.Aquíhayinnumerablescafésyrestaurantes.Cerrólamaletayrevolvióenunacómoda;fuedeunladoaotrodelaestancia

yencontró,por fin, loquebuscaba.Dejóde lado losvestidosprimorosamenteescogidosqueAlicialehabíaenviadoy,ensulugar,sepusounvestidobastantearrugado y suelto que se ajustó con un cinturón abrochado a la cintura. Laprendaseensanchabaalaalturadelascaderas,unefectoquelograbagraciasaunaro;yenlostobilloslafaldasevolvíatanestrechaquesuportadorateníaquedarunospasosmuycortos.Paraandarde formanormal,Kitty sehabíahechounoscortesaambosladosdelafalda.—Pe…perocuandoandaustedenseña,quierodecir,enseñaslapiernahasta

larodilla—balbuceóMarie,horrorizada.—¿Y qué? Esto es París, pequeña Marie, y no la mojigata ciudad de

Augsburgo.Aquí,enFrancia,ahorasellevaelestilotango.Alparecer,aquelvestidoeraunmodelomuycarodelcreadorPaulPoiret,que

GérardDuchampslehabíacompradoaKittyalprincipiodesuviaje.Sehabíagastadomuchísimodineroensuexigenteamada,ynosoloenvestidosyropa,tambiénenestanciasdehotel,losútilesparapintarylasinnumerablesfrusleríasque Kitty había querido a toda costa, como sombreros, cajitas, tacitas deporcelana,parasolesdesedaysimilares.—Al principio pasábamos cada noche en un hotel distinto—explicó Kitty

mientrasbajabanlaescalera—.Siempreconunnombrefalso.TuvimosquesermuycautosporqueelpadredeGérardmandóquelobuscaran…Enunapartemuybreve,MariesupoqueGérardhabíapresentadoaKittyasu

padrecomosufuturanuera.Fuetodounescándalo.Gérardnolehabíacontadoque llevaba dos años prometido con la hija de un socio de su padre.BéatriceMonnier contaba con convertirse en madame Duchamps, y la disolución del

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compromiso podía tener graves repercusiones comerciales para la empresaDuchamps.—Son una gente horrible, Marie. Se refirieron a nuestra familia como les

boches.Esoesunmododespectivodehablardelosalemanes.Marienodijonada,perosintiómuchalástimaporKitty.Seguroqueellahabía

contado con que la familia de él la recibiría con los brazos abiertos. ¡Quédecepción tan mayúscula! ¡Y qué torpeza por parte de Gérard Duchamps nohaberledichonadasobresucompromiso!Asílascosas,noerararoquesuamorsehubieraenfriado…porqueesloquehabíaocurrido,¿verdad?—Noentiendoporquétengoesossueñostanestúpidos—siguióparloteando

Kitty—.NodejodesoñarconGérard.Yesoqueyaloheborradodemivida.Plis,plas,fuera.Delúnicolugardelquenoconsigosacarloesdemissueños.Nodejadeasomarporallí.¿Notepareceridículo,Marie?—Es muy normal —respondió Marie, apenada—. Los sueños hacen con

nosotrosloqueselesantoja.EncuantosalieronalacalleporelcaféLéon,lacamareralassaludóyKitty

respondióenfrancés.—Unepetitepromenade,Solange.Àbientôt!—¿Quélehasdicho?Kitty levantó la cabeza con orgullo y le dijo que en ese tiempo había

aprendidoahablar francés.Leacababadedecira lacamarera,quese llamabaSolange,queibanadarunpaseoyqueprontoregresarían.El cálido sol de abril volvió a animar a Kitty, la cual no paró de contarle

cosas. Habló sobre los pintores que había conocido, y también sobre poetasfamososymarchantesdearte.Segúndijo,en larueVignonhabíaun talseñorKahnweilerqueexponíaunoscuadrosdelomásestrafalario.—Se llaman a sí mismos «cubistas». Lo convierten todo en cuadrados y

cubos.¿Noteparecefantástico?ParaMarieesoeramásbienridículo.MientrasKitty,cogidadesubrazoenun

gestodeintimidad,hablabaporloscodos,ellaobservabaalagentedelacalle.

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Las mujeres no vestían según el estilo tango; posiblemente esa modaextravaganteestuvierareservadaalagentemuyrica.Lasfrancesasconlasquese cruzaban iban vestidas de forma bastante conservadora, con faldas largas yoscuras,camisasclaras,unpañueloentornoaloshombrosysombreropequeño.Luego,encuantoKittyseadentróporunoscallejonesestrechos,contemplóconasombro tiendas de comestibles que, entre quesos, jamones y patés, teníantambiéncuadrosalaventa.Erancuadrospequeñosdefloresyplantas,einclusodepersonas; aMariemuchos de ellos le parecieronmuy simples, como si loshubierahechounniño,peroKittyafirmóqueeranArteenmayúsculas.—Esunavergüenzaqueestoscuadros tenganqueexponerseentrequesosy

patésgrasientos.Lospintoressonpobresyregalansusobrasacambiodeunpardesousporquepasanhambre.Yaenlavilla,enAugsburgo,KittyhabíahabladoaMariedelosartistasque

pasaban hambre y que sobrevivían sin reconocimiento.Como ese desdichado,Vincent van Gogh, que solo vendió un cuadro en su vida. Cuando oyó eso,Marienosuposireíropreocuparse.EnotrasocasionesKittyyahabíaexpresadosu admiración por la «sagrada pobreza del artista» y el «arte auténtico, soloalcanzable pormedio de la renuncia absoluta». ¿Acaso tenía enmente emularconMarieesosideales?Desdeluego,eramuycapazdeello.—No te asustes. Esta calle estrecha está un poco sucia. Estamos en la rue

Gabrielle; aquí hay sitios nada recomendables para una mujer. Y ahí, al otrolado, la atraviesa la rueRavignan, donde hay una casa en la que los pintoresvivenytrabajancomoenunacolmena.Detrás,eneljardín,haymuchostallerescongrandescristalerasparaqueentre la luz.Nocomoeseventanucodiminutodemicasa.Talveznosmudemosauntallermásgrandedondepodamospintarjuntas…Marieavanzaba trabajosamentedetrásdeKitty, incapazdehacersea la idea

de que ahí, detrás de esas ruinosas casas demadera y las sucias fachadas depiedra, floreciera la gran ymaravillosa libertad artística.Distinguió un par detabernaspocoacogedoras;quizáelambientesoloseanimabadenocheyelvino

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era tan barato que incluso un pintor pobre podía permitirse un trago. En unaesquina,treshombresvestidosconandrajosdiscutíananimadamente;sentadaenuna silla, delante de unportal sombrío, una anciana clavaba ante sí sumiradaextraviada. ¿Acaso eso era muy distinto de la ciudad baja de Augsburgo?¿También aquí las muchachas deambularían por la noche por los callejones,fumandobajo las farolasyofreciéndoseacambiodedinero? ¡Con locontentaqueestabadehabersalidodeaquellugar!Encambio,paraKitty,todoaquello,lapobreza,lasuciedad,lasprostitutasylosdelincuentesdesaprensivos,teníaunencantomuyespecial.¿Pintores?¿Grandesartistas?PorloqueMariepodíaver,ahísolohabíaborrachines,criadashumildesypersonajesdudosos.Sintenerencuentalosgruposdeturistasquevagabanporlascallesvestidosconprendasdeescasogustoyhablandoagritoseninglésuholandés.Esosmismosturistaseranlosque llenaban lospequeñosbistrós,pidiendoagritos sus comandasen tonoimperioso: «Bière!» o «Du vin!», y comportándose como si Montmartre lesperteneciera.—Ahorapuedesveramuchospintoresporquetrabajanmientrastenganbuena

luz.Alcaerelsol,salendelostalleresparacomerydisfrutar.—Entiendo… ¿Y hay tambiénmujeres que pintan?Quiero decir, aparte de

nosotras.Kittydijoqueconocíaalgunas,peroeranunasengreídasy,además,estaban

todasliadasconalgúnartistaalquevigilabanconcelo.—Ya va siendo hora de que cambiemos esta situación, Marie. Saldremos

adelantesinamantes,porquenosmantendremosunidas.Ven,acompáñame.Tehe prometido una sorpresa. Te vas a quedar de piedra, Marie. ¡Tengo tantasganasdeverquéteparece!TomóaMariedelamanoylaarrastróconella.ElboulevarddeClichyestaba

repletodegentequemiraba con asombro el avancedeuna tropade soldados.LasdosjóvenestuvieronquedetenersumarchayentretantoKittyexplicóquelasemana anterior los monarcas ingleses habían visitado París. Desde entonces,

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esosdesfilesseproducíanconfrecuencia.Talvez,bromeó,esoscascanuecestanguaposydeuniformestancoloridosnosupieranencontrarsuscasernas.—¿Cascanueces?—¡Mira cómo van vestidos! Estos soldados se parecen al cascanueces de

maderaquepapámetrajounavezdelmercadonavideño.La observación no eramuy desatinada; los soldados franceses no lucían el

color verde oscuro de las tropas bávaras que Marie conocía. Esos soldadosllevaban unas casacas azules,más cortas por delante que por detrás, y debajounospantalonesdeintensocolorrojo.Sololasarmasylasbayonetasnoparecíandejuguete.—El tíoRudolf, elhermanodemamá, siempredecíaque los franceseseran

soldaditosdepapelyquecorríanarefugiarseencuantollovía…Mariesealegródequenadiepudieraentenderloscomentariosenvozaltade

Kitty.Eraasombrosa lahabilidadconquesabíaabrirsepasoentre lamultitud,sonriendo a los señores y saludando con la cabeza a las mujeres. Hasta losgranujillas de las calles las dejaron pasar; uno de ellos hizo incluso unareverenciagalante,comosifueraunjovencaballero.DelantedelcaféLéonlamultitudyasehabíadispersado.Elcamarerohabía

dispuestovariasmesasysillasenlaacera,queahoraestabatomadaporungrupodeturistasingleses.Solange,lacamarerarechoncha,estabasirviendovino,aguayracionesdepastelcalientealosclientes.AlveraKittyyaMarieleshizoseñasparaqueseacercaran.—¡Oh,quéamable!Noshareservadounamesa.¿Sabes,Marie?Denohaber

sido por Solange y Léon, creo que hubiera regresado a Augsburgo cuandonuestroamorserompió.Marie no comentó nada al respecto. Ahora, dentro del café estaba Marcel

detrás delmostrador; a su lado, unamuchacha de pelo cobrizo se ocupaba derellenar los vasos de cerveza. Era Susanne, la hija de Solange y Léon. Elpropietariodelestablecimiento,elpatron,seencontrabaenlacocinaysurostrosonrosadoasomabadevezencuandopordetrásdelaventanilladelpasaplatos.

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—Tevas a quedar depiedra cuando salgade ese cuchitril—comentóKittymientrassesentabanaunamesadeunrincón—.Esbretón.Ypareceunvikingo.Mehabríagustadomuchodibujarlo,peronomedeja.Estanvanidoso…Aquelrincónestabaalgooscuroynosepodíaveralagentequepasabaporla

calle. En cambio, Marie reparó en una serie de fotografías enmarcadas de lapared; tal vez, se dijo, el propietario del local había expuesto ahí a toda suparentelabretona.—Tomaremos el menú número uno. Seguro que te gusta. ¿Querrás que

bebamosvinoparaacompañar?¿No?Bueno,queridaMarie,tegusteono,vasatenerqueacostumbrartealvino.Todoslosfranceseslobebenylomezclanconagua.Losniños también.Por lo tanto,pediremosmedio litrodevinorosadoyunajarradeagua…Eh,Marcel!Deuxfoislenuméroun,undemideroséetunebouteilled’eau…¿Cómopretendíapagar eso? ¿AcasoKitty teníadinero, o se lo cargabanen

cuenta?Mariedecidióesperar.Soloutilizaríaeldinerodelaseñoraencasodeemergencia. A fin de cuentas, era moneda alemana que debía cambiarse afrancosfranceses.Marceltrajolabebidaylassirvió.Mariecontemplódudosaellíquidodecolor

rojointensoqueteníaenelvaso.Segúndescubriócuandotrabajabadecriadaenlaciudadbaja,elvinotintosesubíamuyrápidoa lacabeza.Enesaépoca,enunaocasiónsetomóelrestodeunabotelladevinoporcuriosidad;alpocoratosesintiómareadayestuvomalatodalanoche.Sinembargo,elvinoqueteníaenelvasonoeratintosinorosado.Además,sedijo,lopodíamezclarconagua.—Por nosotras—brindóKitty en tono festivo alzando su vaso—. Para que

nosllevemosbien,trabajemosmuchoylleguemosasertanfamosasquelagentenosquitelaspinturasdelasmanos.—¡Pornuestraamistad,Kitty!Marienohabíatenidotiempodeverteraguaensuvino.Tomóungransorboy

notócómoelalcoholencendíaunpequeñofuegoensuestómago.Lasensaciónera agradable. Luego bebió otro sorbo para quitarse de la cabeza los

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remordimientos.Kittyhabíabrindado«pornuestraamistad»,peroellanohacíaotracosaqueengañarlayentretenerlamientrasPaulyAlfonsesperabanansiososelmomentodeaparecer.—¿No teparecequeeste lugaresprecioso?—dijoKittyconentusiasmo—.

Marie,somoslibres.Nadienosdaórdenes.Hacemosloquenosvieneengana.Estamos sentadas aquí, tomando vino, almorzando. Luego iremos hasta elLouvre y pasearemos junto al Sena. Nos llevaremos los blocs de dibujo yharemos bocetos. ¡Tengo muchas ganas de ver lo que dibujarás! Tienes unenormetalentoyprontomesuperarás.¡Losé!Marie cedió a la sensación de calidez y tomó otro trago. Le sobrevino la

impresión de estar flotando. ¡Qué lástima que los sueños deKitty se fueran adesvanecertanpronto!Peroveíaelatractivodevivirenesalibertad.Kittyyellaenaquel«nido»situadoporencimadelaciudad.¡Ah!Ellaconvertiríaeselugaren un sitio agradable, lo ordenaría, pintaría las paredes de color claro y lodecoraríaconplantasdemaceta.Esepisopodíaconvertirseenunabombonera.Duranteeldíapasearíanydibujaríanporlaciudad.Personas,edificios,elSena,la torreEiffel…Quizá todo eso dispuesto en cubos y cuadrados de colores…Sonrió.¿NoeraKittylaquehabíadichoqueaquelloeraartemoderno?—¡Atenta!¡Ahoratedarémisorpresa!¿QuéestaríatramandoKittyahora?Selevantósúbitamenteysemarchóatoda

prisa hasta su piso, dejando aMarie sola en lamesa. ¡Suerte que no era unajoven dama sino una simple doncella! De lo contrario, estar sola en unrestaurantehabríasidode lomás inapropiado.Kittyse tomósu tiempopara lasorpresayvariasvecesMariefueobjetodemiradasdeextrañezaporpartedelacamarera.CuandoKittyporfinregresó,suvestidopresentabadosmanchonesdehollínenlosquenoreparóporlaemoción.Enlamanososteníaunafotografía,yprimerolalimpióconlafaldayluegolapusofrenteaMariesobrelamesa.—¡Caramba!Hetenidoquebuscarlamucho.Yesoqueerafácildeencontrar.

Estabaenelarmariode lacocina,entre las tazas. ¡Mira,Marie!¿No tepareceasombroso?

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Aquellafotografíateníaquesermuyantiguaporqueestabaalgodescolorida.Mostrabaaunaparejajovencogidadelamano.Estabanunpocorígidos,depie,juntoaunamesadispuestadeformaartificiosa.Lamujerlucíaunvestidoclaroquelecaíasueltoporencimadelacinturayllevabaelpelorecogido,mientrasqueelhombrevestíauntrajeoscuroyllevababigote.Sobrelamesahabíaunapaletadepintoryunvasoconpincelesyvariostubosdepinturas.Alparecer,lafotografíasehabíahechoeneltallerdeunfotógrafo.—Esmuybonita…—¡Pero fíjate en el borde inferior!—la apremió Kitty con impaciencia—.

¡SantoDios!¿Acasoestásciega?Marietomóotrosorboyluegosellenóelvasoconagua.Enelbordeinferior

de la fotografíahabía algoescrito, tambiénconuna letrabastantedescolorida:«LuiseHofgartner,peintreallemand,etsonfiancé,M.JakobBurkard».Marieleyódenuevoesaspalabrasyluegolasletrasempezaronabailarante

susojos.Simultáneamente,oyóelparloteoexcitadodeKitty,aunquenoacababadecomprenderloquedecía.—Figúrate,Marie.Gérardyyovimosundibujoenunatienda…¿Dóndeera?

CreoqueenSaintGermain. ¿O talvez enotraparte?En fin, eraundibujo alcarboncillo que representaba una muchacha joven, Flora, creo, la diosa de laprimavera.Comomegustaba,entramosypreguntamosquiénlohabíadibujadoyloquepodíacostar.Lasorpresafuequeeradeunapintoraalemanaquellevatumismoapellido.Quizáestáisemparentadas.Esonoseríanadaextraño,porquetú,Marie,tienesunenormetalento.—Kitty,¿quésignificanesaspalabrasenfrancés?Kittyseinterrumpióycogiólafotografía.—Dice:«LuiseHofgartner,pintoraalemana,y suprometido,el señor Jakob

Burkard».—¿Suprometido?¿Estásseguradequeponeeso?—Totalmente.Gérardmelotradujo.Elvendedorteníavarioscuadrosdeella.

Noscontóqueeraunagranartistayquetrabajabacomounaendemoniada,pero

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queluegosehabíaidoaAlemaniaynuncamássesupodeella.Sealegrótantode que le comprásemos el cuadro que nos regaló esta fotografía. ¡Qué felicesparecenlosdos!¿Nocrees?Imposible negarlo. De no estarlo, no hubieran posado cogidos de lamano.

Aquí,enParís.Marievolvióacogerlafotografíaeintentóadivinaralgomásenlasformasylaslíneasborrosas.¿Sonreían?¿Llevabanalianza?Elvestidodesumadre le parecía muy avanzado para su época, pero tal vez no llevaba corséporqueestabaembarazada.—¿Preguntasteiscuándosetomólafotografía?—No se nos ocurrió —dijo Kitty—. Tiene que ser muy antigua. Pero

encontramosmáscuadrosdeella.Tresestánen lagaleríadeKahnweiler,yviotroenunapequeñatiendaenalgúnlugarjuntoalSena.Sinembargo,Gérard,ese tacañomiserable,noquisocomprarmeninguno.¿Te lo imaginas?Y luegodicequemequiere…—¿Yeldibujo?—preguntóMarieconvoztemblorosa—.¿Todavíalotienes?Noobtuvorespuesta.Kittymirabaaterradaalapuerta,abiertadeparenpar.

EnesemomentoentrabanPaulyAlfons.—¡Mehasengañado!—susurróKitty—.¡Eresunamalapécora!

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No podían haber aparecido en un momento más inoportuno. ¿Qué se habíanpensado?¿NohabíanconvenidoqueesperaríanelmensajedeMarieenelcafédeabajo,juntoalaestacióndelmetro?PaulrespondióalamiradarecriminatoriadeMarieconuntorpeencogimiento

dehombros,peroAlfonsseemocionótantoalveraKittyquenisiquierareparóeneldisgustodeMarie.Consivieraelsoltrasunoslargosmesesdeinvierno,seacercóconpasofirmehacialamesadondeestabanlasdosmujeres.—¡Señorita!¡Quéalegría!¡Estoytancontentodeverla!Kittylomiróconelceñofruncidoyungestodesabrido;ylamiradaconque

recibióasuhermanoPauleracasihostil.—¡Sí,quécoincidenciatanagradable!—respondióellaconironía—.Unova

paseando tranquilamente por el boulevard de Clichy y, de pronto, ve a suhermanapequeñasentadaenuncafé.—¡Así ha sido!—exclamóAlfons con un entusiasmo infantil—.Espero no

molestaralasseñoras.—¡En absoluto! —respondió Kitty con malicia—. Íbamos a almorzar y

estábamoscharlandounpoco.Cosasdemujeres.Confidencias.Perosiéntense,porfavor.Afindecuentas,laconfianzahadesaparecido,¿verdad,Marie?—No sé a qué se refiere, señorita Katharina —respondió Marie,

apesadumbrada.Envistadelasituación,lepareciómejordejardetutearaKitty.—¡Claroquelosabes,farsante!Paul,abrumadoporelremordimiento,intervino.Noserecriminabaporhaber

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claudicadoantelainsistenciadeAlfonsderegresaralcaféLéon,sinoporquealobrardeesemodohabíanpuestoaMarieenunasituacióncomprometida.—Kitty, no tienes ningún motivo para ofender a Marie —dijo, irritado—.

¡Cómoteatrevesadeciresoprecisamentetú,quenosmentisteatodosdurantedíasparaluegohuirahurtadillas!—Vaya,Paul,hermanito—musitóKittyconsorna—.Sabíaqueteenviaríana

ti, pero si crees que voy a regresar con vosotros a Augsburgo te equivocas.¡Antesiríaalinfierno!—Perobueno—intervinoAlfons levantando lasmanosengestoconciliador

—. Queridos amigos, no vamos a enfadarnos ahora. ¿Quién ha hablado deAugsburgo? Mejor alegrémonos de estar en la hermosa ciudad de París. Laciudaddelarteyelamor.Esaarengaenardecidafuerecibidaconunsilencio.KittymiróaAlfonsconel

ceñofruncido,sinsabersihablabaenseriooselimitabaadecirloquetocaba,queeraloqueacostumbrabahacer.PaulyMarieintercambiaronunamiradadeasombro.—Cesontdesamis?—preguntóSolangetrasasistiralencuentrosinentender

niunapalabra.—MonfrèrePauletsonamiAlphonse…Solange se ofreció al momento para traer dos sillas y que los caballeros

pudieransentarsealamesa,peroKitty,trasagradecérselo,lorechazó.—Depronto, heperdido el apetito—dijo levantándose—.Marie, cómete lo

mío.Debesdeestarhambrientadespuésdellargoviaje.Yonecesitounpocodeairefresco.—Esridículosalirhuyendo—soltóPaulconenojo—.Lohemosdejadotodo

portiyhemosviajadohastaaquíporquenosteníaspreocupados.—¡Puesnohacíafalta!El tono arrogante de esa respuesta sacó a Paul de sus casillas. Ya en

Augsburgohabíadichoqueardíaendeseosdesoltarleunabuenaregañinaasu

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hermana.Enese instante, lehabríagustadodarleunosazotesenel traserocondevociónfraternal.—Escúchame, señorita—empezó a decir en tono contenido para no llamar

máslaatención—.Nuestramadreestáenfermadepreocupación,aunqueatiesotedaabsolutamenteigual.Comotampoco te interesaquepapá loestépasandomal, que Elisabeth sufra por culpa de tu egoísmo y que hayas convertido anuestrafamiliaenelhazmerreírdelaciudad.Soloquieressalirteconlatuyadeesemodoestúpidoyobstinado…Kitty se abrió paso junto aMarie para salir cuanto antes del café. Estaba a

puntodeecharseallorar,peroellajamásadmitiríatalcosa.—Deberías haber sido predicador, Paul. Como ese elocuente Abraham de

SantaClara,connarizdeganchoycapucha.Tequedaríamuybien…—¡SeñoritaKatharina, se lo ruego!—exclamóMarie—.No semarche así.

Hablemosdeformacivilizada…Kitty cogió aire para replicar a Marie de modo adecuado y, sin duda,

malicioso,peroenesemomentoAlfonsse interpusoensucamino.Anteaquelobstáculoinmenso,Kittysequedócallada.—QueridaseñoritaKatharina—dijoélentonoapaciguador—.Mepareceque

saliradarunavueltaesunaideaestupenda.Yotampocotengohambre…Sihastaahoranohabíamentido,sedijoMarie,ahoraloestabahaciendo.—Encambio,megustaríavisitaralgunasgalerías.Debeustedsaberquesoy

unapasionadodelartemoderno.Kittyenarcóunaceja;nohabía tenidonoticiahasta entoncesdequeAlfons

Bräuer fuese un coleccionista.Aunque su padre había colgado en sumansiónalgunoscuadros,nolohabíahechoporamoralarte,comohabíaadmitidounavezentrerisaslamadredeAlfons,sinocomounainversión.—Bueno —dijo ella alargando las vocales—. Los cubistas ahora tienen

preciosdeganga.Sinembargo,enunosaños,esoscuadrosvaldránunafortuna.Alfonslamirabaextasiado.Marieapenaslograbaentenderlarapidezconque

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el amor había convertido a ese muchacho corpulento y patoso en un hábilconquistador.—Si usted, querida señorita Katharina, quisiera acompañarme en mis

compras, sus consejos y sus conocimientos me evitarían cometer errores.¿Conoceacasoalgunagaleríaporaquícercadignadeservisitada?—Tal vez la Kahnweiler, en la rue Vignon. Pero hay que andar un buen

trecho.—Tomaremosuntaxi,señoritaKatharina.Oelmetro.Sinomeequivoco,son

apenastresocuatroestaciones.Kitty lo miró con asombro. Conocía bien París, quién lo habría pensado.

Aquelmuchachoanodinoteníamuchomásqueofrecerdeloqueellasuponía.—Elmetroesmuybuenaidea.Adorolasestacionessubterráneas,hayalgunas

queparecenpalacios…—¿Mepermiteque laacompañe?—preguntóélconunareverencia llenade

esperanza.—Sino le importacargarconalguien tanegoístaydesagradecidocomoyo,

estoyasudisposición.—Bromeausted,señoritaKatharina…Ella disimuló su mala conciencia con una carcajada sonora. Acto seguido,

salió del café charlando con él por los codos. Ya en la calle, se volvió y sedespidiódePaulcongesto triunfal.Luegoagarródelbrazoasuacompañante.Lafalda,tananchaporlascaderas,oscilabadeunladoaotromientrascaminabayacadapasodejabaversushermosaspantorrillas.—¡SantoDios!—murmuróPaul,consternado,mientraslaveíamarchar.—No es lo que parece—dijoMarie—.No está dispuesta a admitir que ha

cometidounatremendatonteríaysecomportacomounaniña.Enelfondodesucorazónestámuytriste.Paulresopló,airado,ydijoqueesaconductapuerilteníaqueacabaralgúndía.

Ypronto,porqueestabahaciendodañoaotraspersonas.—Tieneustedrazón—corroboróMarie—.Sinembargo,medalástima.Creo

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quesiguequeriendoaeseGérard.—¡Loquefaltaba!Élsuspiróypreguntósipodíasentarseconellaalamesa.—Eso estaría muy bien —respondió ella—. Kitty ha pedido dos menús

númerounoyestevino.Esimposiblequeyopuedacomérmelotodo.—Ah, vaya, solo es por eso —comentó mientras se acercaba una silla—.

Pensabaquetegustaríacharlarunratoconmigo.Comoellanodijonada,élsirvióvinosinquenadieselopidieraybebióala

saluddeMarie.Luegoseentregóalplatoconapetito.—SeñorMelzer,notengonadaencontradeunacharla.Sobretodo,debemos

pensar cómo vamos a lograr que Kitty regrese a casa. Se le ha metido en lacabezalaideademudarseconmigoaMontmartreypintar.Élmasticólaverdurayelpescadomarinadoconsalsadeajoyluegodioun

sorbodevino.—Bueno,graciasanuestraintervenciónpocodiplomática,Kittysenegaráen

redondoallevaracaboesegranplan.Losientomucho,Marie.NodeberíahaberhechocasodeAlfons…—Ah, no importa —dijo ella—. En algún momento yo habría tenido que

llamaralascosasporsunombre.AhoralahemosarrojadoenbrazosdelseñorBräuer,locualquizácambieelrumbodelosacontecimientos.Élseencogiódehombros,aunquenoparecíamuyconvencido.—¿Sabequeéllahapedidoenmatrimonio?—Yonolehedichonada.—¡Menudodilema!—murmurómirándolaconpreocupación—.Mealegraría

decorazónporelbuenodeAlfons,yparaKittytambiénseríaunabuenacosa.Perosidicesquetodavíaamaaesefrancés…—Esoesloquemeparece,peroellanolohadichoabiertamente.—Y,paracolmodemales,creoquetambiénélsigueprendadodeKitty.Vino

aAugsburgoparareconciliarseconellaypedirsumano.Hastaesemomentonoselohabíacontadoanadie,niaMarie,niaAlfonsni

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siquiera a sus padres. Como no podía ser de otro modo, si alguna vez seplanteabaesapetición,seríarechazada.—Entalcaso,aGérardlepasaigualqueaKitty—dijoMarie.Acontinuación

pasóahablarledeBéatrice,laprometidadeél,ydeltratoqueledieronaKittyencasadelosDuchamps.—Noentiendocómopudoponerla enuna situacióncomoesa—se lamentó

Paul al ver mancillado el honor de la familia Melzer—. Debería haberseimaginadoquesuspadresnoibanaconsentirquesecasaraconKitty.Arrojó la servilleta sobre la mesa con un gesto de enfado y volcó lo que

quedabadevinoenelvaso.CuandolevantólavistahaciaMarie,sediocuentadequeellahabíadibujadounafugazsonrisairónicaenlacara.—¿Quéteparecetandivertido?—Me alegra comprobar que es usted listo. Jamás se debería poner en una

situación como esa a un ser querido. Cuando una relación se enfrenta aobstáculostangrandes,nopuedesurgirotracosaquepesarydeshonra.Éllamiróalosojos.Cuandosediocuentadeloqueellahabíaqueridodecir,

negócon la cabeza.En suopinión,dijo,unacosanopodíacompararsecon laotraporqueeranasuntosdistintos.Porotraparte,élyahabíaobtenidorespuestaa su precipitada propuesta de matrimonio. Era innecesario volver a hablar deaquello.—Mealegramuchoqueloveaustedasí,señorMelzer.Esperoque,apesarde

todo, podamos seguir siendo amigos. Siempre y cuando usted estime miamistad…—Porsupuestoquesí—dijoélsinconvicción—.Yo tambiénesperoque te

quedesconnosotrosenlavilla.Inclusocuandoyo…cuandomecasey,bueno,hayaformadounafamilia.Megustaríaquealgúndíapuedascriaramishijos…AMarieesaidealeparecióabsurda.Ahoraélseestabavengandodeellapor

haberledadocalabazas.¿Deverascreíaqueestaríadispuestaaservirasuesposayacriarleloshijos?Ah,no,antessebuscaríauntrabajoenotraciudad.EraunalástimaqueKittyahoraestuvieraenfadadaconella.Talvezdeberíanquedarse

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enMontmartreyvivirdesupintura.Esoeraloquehabíahechosumadre,porlomenosduranteuntiempo.—¿Quéesesto?Ellasesobresaltó.Habíaolvidadoporcompletolafotografía.CuandoPauly

Alfonsaparecierondeimproviso,ellalediolavueltasobrelamesa;ahoraPaul,curioso,lateníaenlamano.Observóalaparejaconlafrentearrugada,dirigióunamiradainquisidoraaMariey,cuandosedisponíaadejaraunladoaquellafotografía,reparóenelescritoquehabíaenelmargeninferior.—Noesnada—seapresuróadecirMariemientras intentabaquitársela.Sin

embargo,éllaesquivóconunrápidomovimientodelbrazo.—¿Nada? Aquí está tu nombre. Hofgartner. Una pintora alemana. Y este

hombrees…¡Quécurioso!—¡Devuélvamela! —exclamó ella fuera de sí mientras intentaba coger la

fotografíaporencimadelamesa.—¡Calma,calma,señoritaHofgartner!JakobBurkard.Esenombremeresulta

familiar,aunqueesmásquedudosoquesetratedelamismapersona.—Exacto—dijo ella—.Y ahorame gustaría recuperar la fotografía. ¡Se lo

ruego!Élvaciló.Quizáporqueaquel«¡Seloruego!»,dichodeformatanimperiosa,

distabamuchodeserunapeticiónamable.—¿Estafotografíaestuya,Marie?—EsdeKitty.LaencontróenunatiendadeSt.Germain.—Esperaunmomento…Espera.«Señor,hazquesecaigaeltechodeestaestancia,provocauneclipsesolaro

hazcualquiercosaqueleimpidaseguirhaciendopreguntas.Seríasuficienteconunpequeñoaccidentede tráfico,delque,claroestá,nadie resultaraherido…»,rezóMarieparasí.—¿Nopodríaserestatumadre?LuiseHofgartner…Seteparece…Habíadadoenelblanco.¿Dedóndeleveníaeseinstinto?—LuiseHofgartner, pintora—murmuró él—.Por supuesto.Kittydecíaque

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tienes un gran talento para la pintura. Incluso por Navidad puso uno de tuscuadros entre los regalos. Pero entonces este hombre de aquí podría ser elantiguosociodemipadre.—¿Socio?—seleescapóaMarie.Al instantesediocuentadequesehabía

delatado.—JakobBurkarderasociodemipadre—leexplicómirándolaatentamente—.

Por lo que sé, fundaron juntos la empresa. Burkard era un genio en laconstrucción de maquinaria y mi padre entendía de negocios. Por desgracia,Burkardmuriópronto.Paul se interrumpió y contempló pensativo a Marie. Había algo que no

acababadeentender,algoqueloinquietabaylecausabaincertidumbre.—Nosabíaqueélestuvieracasado.—Noestabancasadosoficialmente.SoloporlaIglesia.Él asintió. «Solo por la Iglesia», repitió. Eso significaba que no estaban

casados ante la ley, lo cual era una lástima…Entonces levantó la cabezay lamirócomosiacabaradetenerunaideaextraordinaria.—Seasonohijalegítima,siJakobBurkarderatupadre,túnoeresloquese

dice pobre. En ese caso, tienes derecho a la participación de tu padre en lafábrica.Ysiesofueraasí…Sepasólamanoporelcabello,que,comosiempre,llevabadespeinado.Tenía

losojosbrillantesdeentusiasmo.—Siesoesasí,Marie,hasdesermiesposaa todacosta.Enesteasuntomi

familia tiene intereses vitales. Antes de que te cases con otro y perdamos lasparticipacionesdelafábrica…Marieextendiólamanodespacioytomólafotografía.Loqueélacababade

decirerataninauditoydisparatadoquenoalcanzabaacomprenderlodel todo.Peroesaúltimaafirmaciónleparecióindignante.—Supreocupaciónporlafábrica,señorMelzer,estáfueradelugar—afirmó

confrialdad—.JakobBurkardnoeramipadre.—¿Estássegura?

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—Sí—mintió ella—. De todos modos, jamás se me pasaría por la cabezalucrarmeacostadelafamiliaMelzer.Élextendiólosbrazosyleaseguróquenohabíaqueridodecireso,quesabía

queellanobuscabasudineroporque,deserasí,habríaaceptadosupropuestadematrimonio.—Desdeluego—replicóellaenfadadaalverquesacabaarelucireseasunto

—.Porquesialgunavezmecasoseráporamor,noporcálculo.La reacción de Paul fue vehemente. Se levantó y le hizo una reverencia

burlona,conunamezcladerabiaydedolordibujadaenelrostro.—¡Ahora lo entiendo!—dijo él en tono indolente—. Así que solo fue un

flirteosinimportancia,¿verdad?Unacaídadeojos,unaconfesiónamorosa,unbeso… La doncella se lo pasó en grande poniendo a prueba sus artes deseducciónconsuseñor.¡Peromástontoeselquecaigaensustretas!¡Portodoslosdioses!Ellanohabíaqueridodecireso.Sinembargo,antesde

que tuviera ocasión de explicarle su torpeza a la hora de hablar, él ya estabajuntoaladueñadelestablecimientopagandolacuenta;actoseguido,secalóelsombrerodepajaysaliósinnisiquieravolversehaciaella.

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El metro estaba repleto de gente. Kitty se agarraba con fuerza a uno de losasiderosdeaceroparanocaerseconlosbandazosylassacudidasdelvagón.Lavelocidad que podía alcanzar ese tren daba vértigo, con esos chirridos yestridencias. Y qué pestilencia. Ella nunca habría imaginado que las personaspodíandespedireseolortannauseabundo,agrasarancia,sudor,dientespodridosy,sobretodo,aajo.—¿Sesienteustedbien?—preguntóAlfons,preocupado—.¿Prefierequenos

apeemosenlapróximaestaciónytomemosuntaxi?—Estoybien.Por nada del mundo quería ponerse en ridículo delante de ese hombre. En

cambio,conGérard…síhabríaadmitidoquesesentíamal.Siemprehabíasidofrancaconél,yhabíacompartidoconéltodossussentimientosypensamientosmás secretos. Eso había sido un error. Después él la tachó de caprichosa,diciéndolequeundíaqueríaunacosay,alsiguiente,otra.Segúnél,conellaeraimposiblesaberenquépuntoseestaba.—Prontollegaremos,señoritaKatharina.Seleacercóunpocomásparaprotegerladelasmiradaslascivasdeunjoven

ataviadoconropade trabajo.Depronto,ellafueconscientede loatrevidoqueerasuvestido,ysedijoquetalvezhabríasidomásapropiadoponersealgunodeesosanticuadosconjuntosque lehabíaenviadomamá.Por lomenosahí,enelmetro,nollamaríalaatencióncomoconesecarísimomodelodePaulPoiret.«¿Esquenotedascuentadequetodosloshombrestemiran?»,recordóquele

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dijounavezGérardmientrasellasevestíaparadarunpaseo.«¿Yquéhaydemaloeneso?»,respondióella,yseechóareír.Ledijoque

esoscelossuyosresultabanridículos.Peroluego,cuandoibaporlacallesinlacompañíadeél,laabordaronvariasvecesy,aunquenoentendíabienloqueesoshombreslehabíandicho,resultóserinquietanteyestremecedor.AlfonsBräuernoeraunhombrecapazdeenamoraranadie.Perosucompañía

eraagradable.Trasapearsedelvagón,élleofrecióelbrazoylaacompañóhastalaescalera,yningunodeesosmolestosproletariosseatrevióaacercárseleniadecirlenada.—Está usted muy pensativa, señorita Katharina. ¿No le parece mejor que

antes cojamos fuerzas tomando un pequeño refrigerio?De hecho, usted no haalmorzado.Lociertoesquelaperspectivadesentarseenunrestaurantebonitoydejarque

la sirvieran le resultaba muy atractiva. Llevaba a sus espaldas varios díassombríos. Esasmalditas estufas no se encendían y se le habían terminado lasgalletas que había encontrado en su bolsa de viaje. Le resultaba incómodoencargar un almuerzo aSolangeque sabía queno le podría pagar, porque sustímidosintentosdevenderalgúndibujoalosturistashabíanfracasadodeformaestrepitosa.Lejosdequererlosdibujos,sehabíanmostradopartidariosdeinvitaracomerala«artista».¡Quévergüenza!Alfonseligióun restaurantedelboulevarddes Italiens, cercade laópera; al

poco,seencontraronallísentadosenunambienteLuisXV,consillastapizadasde terciopelo y rodeados de espejos brillantes conmarcos dorados demaderalabrada con arabescos. De hecho, en ese lugar era donde ella se sentíaverdaderamenteencasa,muchomásqueenloscallejonesdeMontmartreoenelmetro.No,enhonoralaverdad,aellalavidadelosartistasyanolegustaba.Tal vez con Marie habría resultado romántico. Era una muchacha lista yprudenteyconellaKittysesentíasegura.Además,habíaconfiadoenMarie,sehabíalamentadodesuamorrotoyhabíadejadoquelaconsolara.Sinembargo,Marieeraunatraidorayunaembustera.

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—S’ilvousplaît,madame…Uncamarero vestido con frac le entregó la carta y ella se dispuso a leer el

textoenfrancés.Alfons,queestabasentadoanteaella,echóunvistazorápidoalosdistintosmenúsylerecomendóalgunosplatos.—Escalopede veau…Exquisito. Lo sirven acompañado de judías verdes y

pommesdeterre.SepaustedqueenFrancialaspatatassetienenporuntipodeverdura…Kittycontemplósusmejillasenrojecidasyelbrilloapasionadodesusojosal

hablarle de los platos, y reparó en que tenía ante ella a un sibarita. De todosmodos,¿cómohablabatanbienelfrancés?—En ese caso, tomaré escalope como plato principal —dijo ella con una

sonrisa—.Antesprobaréelpescado,perounaraciónpequeña.Noquierosopa.Ydepostrepediréfrutasorientales,esopareceprometedor.—¿Acompañaráelpescadoconvinoblanco?—Eauminérale,s’ilvousplaît.—Comoguste,señoritaKatharina.Esperoquenoleimportequeyotomeun

pocodevino.—En absoluto.Eso solo puede hacer que luego, en la galería, sus ganas de

compraraumenten,queridoAlfons.Élsonriócongransatisfacciónaloírquelollamaba«queridoAlfons»;esaera

unaseñaldeconfianzaquenohabíaosadoesperar. ¡Quéfácileracontentarlo!Unasonrisa.Unapalabraamable.Ungestoamistoso.Nolehacíafaltanadamáspara ser feliz. ¿Por qué no podían ser así todos los hombres? ¿Por quéprecisamenteelhombrealqueellaamabaporencimadetodaslascosaseratancomplicado? Se pasó horas enteras tumbado en la cama dándole vueltas a lacabeza.Quequéibaaserdeellos.Quedequévivirían…¿Acasoellanolohabíaacariciadoconcariño?¿Nolehabíaanimadoyrepetidoquetodoiríabien,quesolo debía confiar y creer en su amor? Pero entonces él la llamó infantil ycándida,y le suplicóque llamara a suspadres.Semostródispuesto avivir enAlemania y, si fuera preciso, incluso a aceptar un trabajo en la fábrica de su

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padre.Peroellasenegóenredondo.¿Paraquéhabíahuidodelavillasiahoradebíaregresarconelraboentrelaspiernaseimplorarperdón?No.EllapreferíaquedarseenParísyvivirconélenMontmartre.Sinembargo,aGérardesaidealeparecíadescabellada.¿Algunavez,lepreguntó,bajaríadelanubeypensaríaconunpocodesensatez?LuegomencionóaBéatrice,diciendoque lamentabahaberlehechotantodañoyhaberdejadoen laestacadaasupropiafamilia,yaque, con su conducta, habíaperjudicado losnegociosde supadre.Aloír todoeso, ella se enfadó y le preguntó si eso había sido culpa suya. ¡Oh, se habíanpeleadotantoenlosúltimosdías!Solocuandoseabrazabanyuníansuscuerpos,cuandoseentregabanaldelirio,sereconciliaban.¡Quémomentostandeliciososcuandoellaestabaentresusbrazosyentresupiely ladeélnohabíanada,nisiquieralafinateladesucamisón…!—Estacremadepuerrosesexcelente,señoritaKatharina.Esunalástimaque

no lahayapedido. ¿Quiereprobarla?Garçon,unedeuxièmecuillère, s’il vousplaît!Kitty tomó un poco de aquella estúpida crema para contentarlo y luego

comentó que, en su opinión, tenía demasiada pimienta, algo que sorprendiómucho aAlfons, ya que aquel plato no llevaba ni una pizca.Con todo, no lacontradijo.Ella tomó un sorbo de agua y contempló en el espejo de la pared a un

matrimoniofrancésqueestabaenunamesaalfondodelcomedor.Ajuzgarporsu ropano eranpobres; vestíanprendas caras, aunque el corte lepareciómuyconservador. Tampoco era de extrañar, pues seguro que pasaban de loscincuenta. La mujer llevaba el cabello teñido de rubio pero tenía las raícesgrises. El marido era un hombre menudo y delgado, con el pelo canoprimorosamente peinado sobre el centro de la cabeza, ocultando así una calvasonrosada.Conversabanmuypocoentreellos,aunqueaKittylediolaimpresióndequeesasdospersonasseentendíanalaperfección.¿Eraesoloquequedabadelapasióntraslargosañosdematrimonio?¿Unsilencioelocuenteyunacharla

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sobre naderías? ¡Santo cielo! De ser así, tal vez era bueno que su gran amorhubieraterminadomientrastodavíaeraardienteyestabavivo.—Esperonoaburrirla—dijoAlfonsapartandoelplatovacíodecrema—.No

soyunapersonaentretenida,señoritaKatharina.Lamentomuchocarecerdeesetalento.Él parecía abatido, y ella pensó en quémotivo podía darle para excusar su

actitud taciturna. Imposible explicarle lo que había estado pensando hasta elmomento.—QueridoAlfons,nosemevadelacabezaloquemihermanomehadicho

antes.Estaninjustoquemehabríaechadoallorar.¿Cómopuededecirquenomeimportaquemimadresufra?¡Puesclaroquemeimporta!Peroesoesalgoquenopuedocambiarporelmomento.¿DeberíavolveraAugsburgoydejarquemeinsultenymeencierren?¿Esoharáfelizamamá?Él lamiróun instante enactitudpensativay, cuandoella suponíaque ibaa

decirlealgosinimportancia,lasorprendióconunapropuesta.—SeñoritaKatharina,ustedpodríallamarasumadre.Enlaoficinadecorreos

es posible pedir conferencias. Si lo desea, yo mismo puedo organizarlo. Sumadrequedarámuyaliviadaaloírsuvoz.—Bueno,eso…claro,noestaríanadamal—musitóella.Vayaidea.Esocasierapeorquesubirseauntrenyregresaracasa.Porotra

parte,¿quélediríamamá?¿YsiseponíaElisabethalaparato?Aquellolecausóaprensión,demodoquelaalegróqueeneseinstantelesirvieranelpescado.—¿Cómoesquehablaustedtanbienelfrancés?—preguntóporcambiarde

tema—.Tengoquedecirlequeestoyadmirada.Paultambiénlohabla,yyoheconseguidohacermeentenderunpoco.Perousted,queridoAlfons,podríapasarporfrancés.—¡Quéexageración,señoritaKatharina!Ella sedio cuentade lomuchoque lehabía complacidoese cumplido.Qué

tipotanraro.Alahoradecomprarunbilletedemetroodepedirunacomida,ocuandolaacompañabapor laciudadopedía indicacionespara iraalgúnsitio,

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parecía ser dueño de la situación y estar seguro de sí mismo. Sin embargo,cuandohablabaconellaeratímidocomounescolaryseruborizabaalamenorocasión.¿Esolegustabaaella?No,lociertoesquenolegustaba.Gérardjamásse había mostrado inseguro ante ella; siempre había sido él mismo. Fogoso,apasionado y también delicado, conciliador y dulce. Podía ser colérico yenfadarse con ella, pero al poco tiempo lamentaba sus palabras y le pedíaperdón. ¡Quémaravillosoera reconciliarsedespuésdeuna riñaencendida!Serunoconél,sentirsusmanosenlapieldesnuda,sufogosidad,sufuerza…—EstuveenParísenfebreroymarzo—admitióAlfons.—Ah,¿sí?—preguntódistraída—.¿Asuntosdenegocios,talvez?Élvaciló,comosisopesarasieraprudenteresponderaesapregunta.Luegose

animóahacerlo.—No,señoritaKatharina.VineaquíconRobertparabuscarlaausted.—¡¿Amí?!—exclamóellaconsorpresa.—En efecto. Estuvimos explorando la ciudad durante dos meses y no

logramosdarconusted.Debodecirqueseescondiómuybien.Kitty dejó el cuchillo del pescado junto al plato y se reclinó en su asiento.

¿Estabadiciendolaverdad?Noveíaporquéél ibaamentirleenesacuestión.SantoDios, ellayGérardhabían tenidoadosperseguidores trasde sídurantemeses.¡QuélistohabíasidoGérardalregistrarseenloshotelessiempreconunnombrefalso!—¿Esconderme?Bueno,íbamosmuchodeunladoaotro.¿Ydiceustedque

Robertloacompañó?¿Serefiereustedanuestrolacayo,RobertScherer?—Enefecto,elantiguolacayodesucasa.Elpobrehuyó.Sesentíaculpable

antesufamiliaporhaberlaacompañadoalaestación.—¡Virgensanta!En ese instante, debuenaganahabría soltadouna imprecación. ¿Por qué la

empujabanatenerremordimientos?Primeroconlodemamáyloafectadaqueestaba, y ahora con lo deRobert.Ella había huidode la villa. ¿Acasodeberíaarder en el infierno por ello? Seguro que ahoraAlfons le diría que, como no

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pudo trabajar durante dos meses, el banco había sufrido unas pérdidastremendas.Yeso,claroestá,tambiénseríaculpadeella.—Bueno,lociertoesquefueunaempresabastanteprecipitada—dijoAlfons

mientrasselimpiabaloslabiossuavementeconlaservilleta—.Ynohacefaltadecirquefueunasolemnetontería.Deberíahabertenidomásconfianzaenusted,señoritaKatharina.Mirapordónde,sedijoella.Quéhalagador.Detodosmodos, teníarazónal

decirqueseguirsuspasoshabíasidounaocurrenciadelomáspueril.—Usted ha sabido salir de esa situación de forma maestra y sin ayuda de

nadie—continuóél—.Sehalibradodeeseconquistadorimprudente,einclusohaconseguidomantenerseporsísolaenestaciudaddesconocida.Tienetodomirespeto,señoritaKatharina.¡Medescubroanteusted!Alfonshizoelgestoimaginariodequitarseelsombreroylanzarloalaire.A

Kitty le pareció divertido. Alfons era un hombre muy considerado, si bien aprimeravistaesopasabadesapercibidoyaqueélnoeradelosqueexhibíansussentimientos. Aunque la expresión «conquistador imprudente» la habíadisgustado,Kittysesintióhalagadaalcontemplarlotododesdeesaperspectiva.Enelfondo,habíasidoasí.Gérardnoqueríadejarla.Fueellalaque,despuésdesu riña, le dijo que quería regresar a Alemania. Y lo hubiera hecho. Por lomenos, esa era su intención cuando subió al tren.Que luego ella se aperara yregresaraaMontmartreencuantotuvoocasiónnofueporquequisieravolveraveraGérard.HabíavueltoaParísporquetemíaasupadre.—¿A qué se dedica usted, querido Alfons, cuando no persigue a hijas

descarriadas?Quierodecir,¿quéhaceexactamenteelpropietariodeunbanco?Mientrasdisfrutabandelplatoprincipal,élpusomuchoempeñoenexplicarle

aKittylosfundamentosdelabanca.Enelfondo,lecontó,eraunatareabastantesimple pero muy importante. Los bancos eran los que permitían que losindustrialesyloscomercialespudieranembarcarseennegocioslucrativos.Ellosadelantaban el dinero, el negocio se realizaba y luego recibían el importeprestado.Másunapequeñacantidadadicional,claroestá,quesellamabainterés.

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—¡Asíqueustedvendedineroparaganarmásdinero!—bromeóella.A él esa observación le hizo gracia. Comentó que hasta entonces nadie lo

habíaexpresadodeesemodo,perosí, tenía razón.Éladelantabaun importeydespuésrecibíaunimportemayor.Asídesimpleeraelnegociobancario.—¿Ydedóndesaletantodinero?Bueno,dijoél,tantodineronoera.Porlogeneral,explicó,elcapitalfluctuaba

yestabaenformadehipotecasoparticipacionesenempresas;nodebíaimaginarqueenelsótanodesubancohabíatonelesllenosdemonedasdeoro.—Ah,¿no?¡Quélástima!—Poresohedecididoinvertirunapartedenuestropatrimonioenpintura.Por

unlado,memuevemipasiónporelartey,porotro,lohagoporquepropiciaunincrementodelvalorquenosepuedeesperardeunamonedadeoro.A Kitty eso le desagradó. Alfons pretendía comprar cuadros para luego

venderlosporunpreciosuperior.Esoeraunaatrocidad.Afindecuentas,unonovenderíaasusamigos.—Jamás pondría a la venta una pintura por la que usted, querida señorita

Katharina,sintieraafecto.Alcontrario,selaregalaría.Ellaempezóasonreíryledijoque,enesecaso,élseibaaquedarconmuchas

paredesvacíasporqueeranmuchaslaspinturasporlasquesentíaungranafecto.YAlfonsrepusoentonosolemnequeellapodíaconfiarensupalabra.—Nisiquierasabríadóndecolgarlo—suspiróKitty—.Demomento,mipiso

esdiminuto.Yenlavilla,lasparedesyaestándecoradas.—Estoysegurodequeyaselepresentarálaocasiónadecuada—contestó—.

Lepuedogarantizarunacosa:yosiempreestaréahíparausted.Él se inclinó al pronunciar esas palabras; al parecer, esa última frase era

significativapara élporque ladijo conunénfasis especial.Entretanto, aquellaconversación se había vuelto incómoda paraKitty y su respuesta resultó algoinsensible.—Bueno,pues¡muchasgracias!Ella inclinó la cabeza con educación y puso su atención en los frutos

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orientalesque teníaenelplatoyqueestabandeliciosos.Unasnaranjasdulces,piña, una granada de color rojo intenso, higos azulados e incluso el interiorblancoyfibrosodeuncoco.Devezencuandonotabalamiradainsistentequeélledirigíadesdeelotroladodelamesa.¿Habíaalgunacosaqueellahabíapasadopor alto? En tal caso, él no lo quería expresar con palabras. Tal vez fuerapreferible:aqueldíanoestabadehumorparalasconfesionesíntimasdeAlfonsBräuer.Elbanquerodiounapropinagenerosa,ungestoquesorprendióaKittyporque

tanto su padre como Gérard eran bastante tacaños en este sentido. LuegopasearonporelbulevarconellacogidadelbrazodeélhastaquellegaronalarueVignon. Le resultó agradable que él se detuviera encantado frente a todos losescaparatescuandoellaqueríaverlosartículosexpuestos.Dabalaimpresióndequese interesabapor todo, inclusopor lossombrerosy losbolsos, losguantesparaseñoraylospañuelosdeencaje.Admirótambiéncongraninteréslibrosyantigüedades,ehizoobservacionessobrecuadrospequeñosqueseofrecíanalaventa entre todo tipo de jarrones y baratijas. Y todo lo que decía, a Kitty leparecíainteligenteyjuicioso.—Está claroqueusted jamás compraría nada soloporque es bonitoy seha

encaprichado—bromeóella.—En efecto, si fuera para mí, no lo compraría. Sin embargo, si con ello

pudierahacerfelizaalguien,nolodudaríaniunmomento.—Esustedunabuenapersona,Alfons—dijoella,ysediocuentadequeélse

sonrojaba.—Oh,no,no.Soybanquero.Doyalgopara luegorecuperarlocon lucro.En

estecasonoesdinero.Es…afecto.¡Dios santísimo!Aunque él había bromeado al decir aquello, le hizo ver el

mundoconotrosojos.Dary tomar.Vendery comprar.Gananciasypérdidas.¿Se podía ser tan calculador?Vivir como en una partida de ajedrez. Calcularcadamovimiento, sabiendo lo que el otro siente y lo que hará, e incorporarlotodoenunplan.¡Quéhorror!Ellamoriríasialguienlaobligaraavivirasí.

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Conocíabien lagaleríaKahnweilerporque lahabíafrecuentadoconGérard.Allí sepodíanencontrarobrasde artistas jóvenesque se atrevíanahacer algodiferente.DestacabannombrescomoPicasso,BraqueoModiglianiporque suscuadros ya podían admirarse en exposiciones. Había otros nombresdesconocidos,peroloscuadrosdeesosartistasnohabíanimpresionadomenosaKitty.Pordesgracia,tambiénahíGérardhabíademostradosermuyestrechodemirasyaquenoestuvodispuestoacomprarniunsolocuadro.Ytodoporquenosoportabaalpropietario,fueseporelmotivoquefuera.CiertoqueKahnweiler,con esos ojos hundidos en unas ojeras oscuras y su boca pequeña no era unabelleza,yaKittytampocoleparecíaunapersonaespecialmentecortés.Peroeraunapasionadoobsesivo,entregadoporcompletoalosartistasdeMontmartre,yeso,aojosdeKitty,compensabacualquierotracosa.LagaleríaerabastantepequeñayelseñorKahnweilernoseesforzabamucho

enexponerdeformaatractivalasobrasdesusclientes.Enelescaparatesoloseveíauncaballetevacíoytrozosdeespejosobreunacapadepapeldeperiódicopolvorienta. Dentro, la galería consistía en unas pocas estancias con algunoscuadros colgados y otros apoyados en el suelo con el dibujo vuelto hacia lapared,por loquehabíaquealzarlosydarles lavueltaparaverlos.Kitty sabíaqueademáshabíaunalmacénalqueelpúblicono teníaacceso.Elpropietariosoloabríaesacámaradeltesorocuandounbuenclienteasomabaporlagalería.AqueldíaKahnweilerestabasentadoaunamesaconalgunosamigos,tomandocaféypastasyhablandodeunproyectoanimadamente.Alfonssoloentendióenpartedequéasuntosetrataba,aunqueleparecióquehablabandeunaexposiciónque se iba a celebrar en el Grand Palais. ¿De verdad esos hombres tan malvestidoseranpintores?ObservaronaKittyconcuriosidad;aAlfons,encambio,le dedicaronmiradasmás bien hostiles. Tal vez lo tenían por un especulador,esto es, por alguien que compraba barato para revender luego con intereses.Bueno,siesoeraloquepensaban,noandabanmuydesencaminados.Alfonsnosedejóintimidarporeserechazotannotorio.Sededicóamirarlas

pinturas,levantabadelsueloalgúnqueotrocuadro,logiraba,locontemplabade

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formadeteniday,devezencuando,lepedíaopiniónaKitty.Sabíadistinguiraun maestro de un simple pintor artificioso y tenía un criterio ecuánime peroestricto, con aseveraciones del tipo: «No. Este cuadro no vale nada, no tienenadadeparticular:deestoshaydocenas».PerohabíapinturasquenoerandelgustodeKittyyqueélelogiabayapartabaaunladoparainteresarseluegoporsuprecio.Entonceslepreguntósiellateníaalgúncuadrofavorito,unoporelquesintierapredilecciónyquenoquisieradejaren lagaleríapornadadelmundo.Deestoshabíamásdeuno.Finalmente,sumóesoscuatrocuadrosalosqueyahabía apartado, afirmando que ella tenía un gusto extraordinario y que éltambiénhabíatenidoenmenteesaspinturas.—¡Talvezestepequeñotambién!Kitty sostenía un desnudo femenino, uno de los tres cuadros de Luise

Hofgartner, quemostraba aunamujer de rasgos toscosy expresióndesafianteque se cubría el pecho con un pañuelo de cuadros.La técnica seguía el estilomodernodelmomento, esto es, de coloresy formasmuynítidos; el fondo eraliso,carecíadeprofundidad,yeraapenasunasuperficiedecolorrojodelaquesobresalía a la izquierda un triángulo turquesa. Tal vez fuera unmueble, unamesa,ounapersonareducidaasuformaelemental.Kittyselopensóbienpuestoque estaba enfadada con Marie. Pero, por otra parte, el cuadro le gustaba.Además, se dijo mientras se le ablandaba el corazón, no podía permanecerpeleadaconellaeternamente.—C’estmagnifique,n’est-cepas?—comentóunavozfemeninaasulado—.

Hélas,vousnepouvezpasl’acheter.Sinduda, por la expresióndeKitty fue evidentequenohabía comprendido

nada, ya que la joven, que era una conocida del propietario, intentó decir lomismoenalemán.—Está vendido. Es un cadeau de mariage. Un regalo de boda. ¿No se ha

fijadoenelbillet?Kittyentonces reparóen la tarjetacolocadaen laparteposteriordelcuadro,

entreelmarcoyellienzo:«M.G.Duchamps,Lyon».

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—Ilviendraleprendredemain.Vendráarecogerlomañana.Kitty sequedómirando la tarjeta,pero las letrasparecíannegarsea adoptar

unasecuencialógicae ibandeunladoaotro,saltandoarribayabajo.Aquelloeraabsurdo,eraimposiblequeelnombreescritoenelpapelfueraese.—¿Ydiceustedqueesuncadeaudemariage?—C’estcequ’iladit.Esodijo,mademoiselle.Alfonsselehabíaacercadoparamirardetenidamenteesepequeñocuadro.—¿Ya está vendido?—preguntó—. Pues es una lástima, porque me gusta

mucho.¿Quéopinausted,señoritaKatharina?Ellaeraincapazdeopinar.Estabaausente.—¿SeñoritaKatharina?—Yo,yo…bueno,nosé—balbuceósinsaberquédecía.—¿Se encuentra usted bien? Está muy pálida. Siéntese, se lo ruego. Iré a

buscarleunvasodeagua.Ellasentíalasrodillasflojasylepermitióquelaacompañarahastaunasiento.

Letrajoagua,lepreguntóhastatresvecessiestabamejory,solocuandoellaleaseguró que estaba perfectamente, volvió a ocuparse de la compra de loscuadros.—MonsieurKahnweiler?Jem’intéresseàquelquespeintures…—Vousêtesfrançais,monsieur?—Allemand.—Entalcasopodemoshacerlostratosenalemán.Ellaapenasatendióalregateoenconadoquesiguióacontinuación.Sequedó

encogidaenunrincónde lagaleríaconlamiradaclavadaalfrente.Asíqueélhabíacompradounregalodeboda.Parasunovia,claro,paraesaBéatricequetantas ganas tenía de casarse con él. ¡Oh,Diosmío! ¡Le había faltado tiempoparaarrojarseasusbrazos!Habíaregresadoalsenodesufamilia.Y,asabiendasde que ella, Kitty, deseaba ese cuadro, lo había elegido para regalárselo aBéatrice por su boda. Seguro que lo había hecho por despecho. Porque, en

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realidad, él solo la amaba a ella, Kitty, su encantadora hada de cuentos, suestrella,sudulcecaramelo…Tuvoquehacerunesfuerzoparanoecharsea llorar.Todohabía terminado.

Parasiempre.Detodosmodos,élyasedaríacuentadeloquesehabíabuscado.Que llevase al altar a esa horribleBéatrice y luego se acostase con ella en ellecho nupcial. ¡Que lo disfrute,monsieurDuchamps! ¡Ojalá se le atraviese elgusto!Cuando,alcabodeunahora,unapretóndemanosyunchequesellaronuna

compra sustanciosade cuadros,Kittyya sehabía recuperado.Elogió aAlfonspor haber tenido la idea de embalar los cuadros y hacerlos enviar en tren aAugsburgo.—Loayudaréacolgarlos—dijoKitty—.Laluzesfundamental.Cuandoun

cuadroestámaliluminado,sepierdeunaparteimportantedesumensaje.AlfinaldeldíaabrazóaPaulyaMarie.Lesaseguróquequeríaponerfina

esa riña tan estúpidayque se sentía terriblementemalpor«todo».Los cuatropasaronunashorasconSolangeenelcaféLéon,bebiendovinomientrasKittyhablabaporloscodos.Alfonstambiénestabaexultanteyhablómuchomásdelohabitual; llegó incluso a bromear y a reírse una y otra vez con sus propiasocurrencias.NiélniKittyrepararonenlosilenciososqueestabanMarieyPaul.KittyestabadecididaaregresarcuantoantesaAugsburgo.Norevelóelmotivodeesecambiorepentinodeparecer,aunquenadieselopreguntó,puestodossesentíanmuyaliviadosporesadecisión.

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43

EsanocheAlicia había dormidomuypoco a causa de los nervios; aun así, sedespertó a la hora de costumbre y fue a desayunar con su marido. Tuvo laimpresióndequeJohannestabamuytaciturno:sehabíaenfrascadoenlalecturadelperiódicoysecomióelpanecillountadodemantequillaqueella leofreciósinrepararenqueAliciahabíaolvidadoponerlelaconfitura.—¿Va todo bien en la fábrica? —preguntó, aunque sabía lo poco que le

gustabatratardenegociosconella.—Puesclaro.¿Porquélopreguntas?—Parecestanserio,Johann.Mepreocupas…Él reaccionó con enojo, como si ella lo hubiera molestado. ¿Acaso había

olvidado que Paul estaría ausente de la fábrica por un período de tiempoindefinido?¿CuántostrastornosmássepodríandarporculpadeKitty?¿Acasoesachicamerecíalossacrificiosdesufamiliaporella?No.Desdeluegoqueno.Ojalá pasara hambre y frío; así aprendería a apreciar lo que se le había dadodurantedieciochoaños…Alicianoreplicóparanoexcitarlomás.Cuando,comodecostumbre,Johann

se despidió de ella con un beso fugaz en la frente, apoyó una mano en suhombro.Ellasesobresaltóalnotarque la teníahelada.¿Unresfriado, talvez?¿Olagripe?—¿QuétalHannaenlacocina?—quisosabercuandoyaestabaenlapuerta.LapreguntasorprendióaAliciaporqueporlogeneralsumaridonomostraba

ningún interés en cuestiones relacionadas con el servicio. En este caso,

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seguramente sentía remordimientos. A fin de cuentas, Hanna Weber habíasufridounaccidenteensufábrica.DeahíquelapropuestadePauldeemplearalapequeñacomoayudantedecocinahubierasidotanbienacogida.—Yalopreguntaré,Johann.¿Vendrásparaelalmuerzo?—Hoynopodré.¡Hastaluego,Alicia!Eranlasocho.AesahoraeltrenestaríallegandoaParís.Ojaláencontrarana

Kitty sana y bien… Lo demás, de momento, carecía de importancia. Estabadeseandoqueestuvieranya todosdevueltaen lavillaparaabrazara supobrehija…Humbertentróconcafé reciénhechoysedispusoa retirar loscubiertosdel

señor director. El nuevo lacayo era muy diligente y, en muchas cosas,especialmente habilidoso, aunque nadie podía reemplazar a Robert. Era unalástima. Al parecer, aquel joven tan listo y tan hábil, a quien ella habríaascendidogustosaamayordomo,díasatráshabíapartidohaciaelNuevoMundo.¡Ojaláfuerafelizallí!—Humbert,dilealaseñoritaSchmalzlerquedeseohablarconella.—Asíloharé,señora.AúltimahoradeldíaanteriorEleonoreSchmalzlerlehabíahechosaberentre

suspirosqueibaaresultardifícilmantenerelnivelhabitualdelavilla.Dejandoaparte aMarie, no se podía contar conAuguste porque tenía las piernasmuyhinchadasyledolíanconcadamovimiento,yademásyanopodíaagacharse.«Seguroqueselasapañarádemaravilla,queridaEleonore.Porelmomento,

no hemos organizado ninguna invitación», dijo para tranquilizar al ama dellaves.La señorita Schmalzler compareció esa mañana ante ella un poco

desarreglada,conunmechóndepelosueltoynotanpálidacomodecostumbre,teníaunpocodecolorenlapiel.—Discúlpeme,señora.EstoyayudandoaElseaarreglarlosdormitorios.—¿Usted?¿YporquénoseencargaMariaJordan?El ama de llaves dibujó una leve sonrisa y explicó que Maria Jordan se

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encontrabaenellavaderodandoinstruccionesalalavandera.Laúltimavez,esamujerhabíaechadoaperderdosblusasdelicadasyunvestidodelaseñora.Alicia teníasuficienteexperienciacomoparasacarsuspropiasconclusiones

delasonrisadelamadellaves.MariaJordandebíadehabersenegadoahacereltrabajopropiodeunadoncellasegunda.Suspiróconsuavidad.¡CómoechabaenfaltaaMarieenlacasa!Lamuchachasiempreestabadispuestaparaayudarenloquehicierafalta,yademáseramuyalegre.—¿QuétallapequeñaHanna?En ese sentido la noticia no fue muy buena para Alicia. La señorita

Schmalzlercomentóquelachicaibaalaescuelaysoloestabaenlavillaunashorasporlatarde.Lamadrehabíainsistidoenquevivieraensucasa,algoqueEleonorenoveíaconbuenosojos.Aún teníaelbrazoderechounpoco rígido,pero tampoco demostraba empeño ni ganas. Lamayor parte del tiempo se lopasabasentadaenlacocinamirandolasmusarañas,ylascosasqueeracapazdehacersepodíancontarcon losdedosdeunamano.Encambio,siempreestabahambrientaysecomíatodoloqueleponíandelante.—Bueno,essolounaniña—dijoAlicia—.Habráquetenerpaciencia.LaseñoritaSchmalzlerparecíatenerunaopinióndistinta,peronodijonada.

Hanna sentía mucho aprecio por Marie; tal vez ella consiguiera hacer de lapequeñaunabuenaayudantedecocina.LapuertaseabrióyElisabethentrójustocuandoAliciasedisponíaadespedir

a la señorita Schmalzler.A la vista de la alegría que irradiaba su hija,Aliciaprefiriónoreprenderla;almenosnoenpresenciadelamadellaves.—Buenosdías,mamá.SeñoritaSchmalzler,hoytieneustedunaspectofresco

y animado. Pero bueno, hace una mañana fabulosa. ¡Qué hermoso tiempo deprimavera!Elisabethbesóasumadreenlamejilla;acontinuación,sesentóalamesadel

desayuno,desplególaservilletayfueacogerlacafetera.—Creoqueesohasidotodo,señoritaSchmalzler—dijoAlicia—.Ydígalea

MariaJordanquedebeayudarconlosdormitorios.

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—Porsupuesto,señora.El ama de llaves asintió agradecida antes de cerrar la puerta con sigilo y

volverasusocupaciones.—¿Teapeteceotrataza,mamá?Elisabethaúnteníalacafeteraenlamano,unaporcelanadeMeissnerconun

dibujodefloresylabocaenformadecuellodecisne.Habíasidounregalodebodadesuspadresque,comotantasotrascosas,Johannfinalmentehabíatenidoquepagar.—Solomediataza,Lisa.Estamañanaestoymuynerviosa.Yasabes…—¿LodicesporKitty?—preguntósuhija—.Ah,bueno,seguroquevuelve.

Papátienerazóncuandodicequesehaarmadounrevueloexcesivoporella.Alicia echó nata líquida y un poco de azúcar en el café. Elisabeth, pensó,

podíaresultarmuyfría,pornodecirinsensible.Perosialgoteníaclaroeraquelasdoshermanashabíansidosiempredospolosopuestos.—Es lo que ocurre con los hijos descarriados—dijoAlicia con un suspiro

buscando comprensión—. Cuantas más preocupaciones nos dan, más losqueremos. Las madres somos así, Lisa. Un día tú misma serás madre y meentenderás.Elisabeth dio un golpecito al huevo sin dejar entrever si las palabras de su

madre la habían afectado de algúnmodo. En cualquier caso, aquel día estabahermosa.Elvestidodemañanaque llevabaeraholgado, aunquenoamplioenexceso, de modo que la estilizaba; por otra parte, el azul claro de la telacombinabaalaperfecciónconelcolordesusojos.Setrataba,cómono,deundiseño de Marie. Pero no era solo eso. Aquel día Elisabeth irradiaba unaautocomplacencianadahabitualenella.—Son las nueve pasadas —dijo Alicia mirando el reloj—. ¿Qué estarán

haciendo?—¿TerefieresaPaulysussecuaces?—bromeóElisabethmientrasechabasal

a laparte superiordelhuevo—.Debendeestaragotadosporese largoviajeyhabránreservadodoshabitacionesparaecharunacabezadita.

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Aliciamiróasuhijaconasombro.¿Lodecíaenserio?EllaestabaconvencidadequePauliríadeinmediatoaveraKitty.Aunque,porotraparte,teníarazónenlodequehabíanpasadolanocheviajandoyestaríanexhaustos…—¿Doshabitacionesdehotel?Elisabeth arqueó las cejas y se llevó la cuchara a la boca, íntimamente

satisfecha.—Claro,unaparaPaulyMarieylaotraparaAlfonsBräueryKitty…—¡Elisabeth!—¿Sí,mamá?EneseinstanteElisabethseparecíamuchoasuhermana:unduendetravieso

yrisueño,contentodehaberhechocaeramamáenlatrampa.Alicia,molesta,seaclarólagargantaytomóunsorbodecafé.—Lisa,francamente,esechisteesmuypocoapropiado.—Perdona,mamá.PerocreoquepodemosconfiarenquePaulharávolvera

Kittysanaysalva…—Por supuesto—confirmóAlicia—.Eso está fuera de discusión.Lo único

quemeinquietaesquenopuedohacernada.Soloesperar.¿Loentiendes?Elisabethasintióconungestocomprensivo,sepasólaservilletaporloslabios

yvolvióaservircafé.Ensuopinión,contodaesahistoriaKittyhabíaaprendidomuchodelavida.Ahora,afirmó,ellasabríadistinguirentreunapersonaseriaybondadosa y un charlatán; y además había tenido la inmensa suerte de queAlfonsBräuerlaaceptaraapesardesusandanzas.—Bueno—dijoAlicia con una sonrisa—.Si todo va comoqueremos,muy

prontocelebraremosenestacasaunafiestadecompromiso.¡Virgensantísima!¡Esovaadarmuchoquehablar!Elisabethdejólatazadecaféenelplatillocongestoresuelto.—Ahoraquesaleestetema,mamá—dijoreclinándoseenelasiento—.Tengo

quecomunicartealgoqueseguroquetealegrará.AliciasedisponíaaenfrascarseenlalecturadelperiódicoqueJohannhabía

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dejadosobrelamesadeldesayuno.Levantólacabeza.Notodaslasnoticiasdesushijaseranmotivodealegría.—¿Deveras?Vamos,cuenta,teescucho.Elisabethjugueteóconuncolganteazul,regalodesupadre,queúltimamente

lucíaamenudo.Luegolevantólamiradaysonrióasumadreconunademánunpocoforzado.—Hace unas semanas, la casualidad quiso que coincidiera en casa de mi

amiga Dorothea con un conocido nuestro. ¿Recuerdas al teniente VonHagemann?Alicia palideció. Por supuesto que recordaba a ese hombre, aunque con

disgusto. Después de cortejar a Elisabeth durante un tiempo y luego querercasarseconKitty,llevabayavariosmesessindarnoticias.—Lisa,eltenienteVonHagemannnomepareceunapersonaconlaquedebas

cultivaruntratomásestrecho.Su hija la contradijo con vehemencia. Afirmó que Von Hagemann era una

personamuyhonrada,aunqueimpulsivoensusafectos, locual,ensuopinión,lejosdeserundefectoeraseñaldehonestidad.Admitióqueensumomentoaellalahabíaafectadomuchoqueélpidieraporsorpresalamanodesuhermana,pero ahora, tras unas largas charlas, él le había demostrado que estabaarrepentido y se sentía avergonzado. Por otra parte, había de decir en sudescargoquenohabíasidoelúnicoensucumbiralosencantosdeKitty.—¿Unas largas charlas?—preguntó Alicia, horrorizada—. ¿Dónde y a qué

horahabéistenidoocasióndecharlar?¿EncasadeDorothea?—Muypropiodeti,mamá.Detodoloquetehecontado,solohasoídouna

parte,estoes,queheestadohablandoconeltenienteVonHagemann.Enfin,sí:nosencontramosencasadeDorothea.Perotambiénhemossalidoenautomóvil,yaquehadedicadosutiempoaenseñarmeaconducir.Aquella noticia cogió a Alicia desprevenida. Su hija, tan bien educada, se

había subido en un automóvil con un hombre. Y cabía suponer que a solas.¡SantoDios!Seguroquealguienlahabíavistoyreconocido…

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—Mamá,tranquila.AyereltenienteVonHagemannmepropusomatrimonio.Alicia recibió la noticia sin demostrar gran júbilo. Una propuesta de

matrimonio.Algoeraalgo.Todoindicabaqueélibaenserio.HabíatenidoquesereseVonHagemann.—Mehadichoquelegustaríaquelorecibieraiseldomingoalastres.—¿Asíquetúhasaceptadosupetición?—Sí,mamá.Alicia cerró los ojos un momento. ¿Por qué creía que había motivos para

preocuparse?Unapersonajoventeníatodoelderechoaequivocarseparaluegorecapacitaryadoptarlasendacorrecta.EsomismoesloqueharíasuhijaKittycuandoregresaraalavilla.¿PorquéeraincapazdeaceptartalcosadeKlausvonHagemann?—¿Loquieres,Lisa?Ellaasintióconunasonrisa.Ahoraqueélselehabíadeclaradoyqueibana

estarunidosparatodalavida,ellapodíaadmitirlo.Sí,loamaba.Desdeque,dosañosatrás,lohabíavistoensuprimerbaileencasadelosManzingernohabíapodidoolvidarlo.—Losdoshemospasadopruebasmuyduras.Poresocreoquenuestraunión

serámássólidayverdadera.Alicia se acercó a su hija, la estrechó entre sus brazos y le deseó toda la

felicidad.Acontinuación,admitióconmovidaqueelamoreraelmayorde losdones que Dios ha concedido al hombre, y añadió que ella también se habíacasadoporamoryquenuncalohabíalamentado.—Gracias, mamá. Estoy muy feliz. ¡Creo que nunca había estado tan

contenta!Alicia,enternecida,estrechóentresusbrazosasuhijallorosa,laacunócomo

aunaniñapequeñayestuvoapuntodesoltarunalágrima.¡Todoiríabien!Dios,NuestroSeñor,cuidabadeella,desufamiliaydetodalacasa…Unaullidoprocedentedelsótanoretumbóhastaellas.Eraelgritoatormentado

dealguiensometidoaundolortremendo.

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—¿Quéhasidoeso?—farfullóAlicia,horrorizada.Elisabethseaferróaella.Eracomosienlacocinaalguiensehubierahecho

mucho daño, y comentó que en casa de su amigaSophie Jäger la cocinera sehabíacortadodosdedosaltroncharelasado.—Nodigasesascosas,Lisa.Seguroquesolosehacaídoalgoy…De nuevo se oyó un grito atroz. Esta vez acabó en un resuello, se repitió,

aumentóypasóaconvertirseenunplañidoestremecedoryungemido.LapuertadelcomedorseabriódegolpeyHumbertasomóenelumbral.Estabapálidoysetapabalabocaconlamano.—¡Humbert,santocielo!—exclamóAlicia—.¿Quéocurreahíabajo?Él sufrió una arcada, y dejó oír unos ruidos incomprensibles que, tras unos

instantes de espera, pasaron a ser palabras. Entretanto, Else y la señoritaSchmalzlerseapresurabanporlaescalerahaciaelvestíbuloprocedentesdelosdormitoriosdelpisosuperior.—Esamujer…elsuelodelacocina…lafaldalevantada…todoempapadode

sangre…¡Oh!…me…siento…muy…mal.—¿De qué estás hablando, Humbert? ¿Le ha pasado algo a la señora

Brunnenmayer?¿NoserálapequeñaHanna?¡Vamos,habladeunavez!Alicianotólamanodesuhijaenelbrazo.—Mamá,meparecequesetratadeAuguste,quevaatenerasuhijo.AliciamiróconespantoaElisabeth.¿Cómonoselehabíaocurridoaella,que

habíadadoaluzatreshijos?—¿Esasí,Humbert?Él solopudoasentir, sedoblóhaciadelante, saliócorriendocomoalmaque

llevaeldiabloporelpasillohacialaescaleradeservicioyseleoyóvomitarahí.—¡Por todos los santos! —gimió Alicia—. ¿Y a quién enviamos ahora a

recogeralacomadrona?AElse,omejoraGustav.¡OjaláRobertestuvieraaquí!Elisabeth estaba asombrosamente tranquila. Le pidió a sumadre que no se

pusiera nerviosa, que no serviría de nada; dijo que la señorita Schmalzler sinduda sabría manejar ese asunto y que lo más probable era que ya hubiera

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enviadoaElsehacíarato.Sinembargo,Alicianopodíacalmarse.SeguidaporElisabeth, que iba a regañadientes, bajó a toda prisa por la escalera hasta elvestíbulo, donde estuvo a punto de darse de bruces con Maria Jordan. Ladoncella cargaba con una cesta llena de paños blancos de la lavandería parallevarlosalacocina.—Es ropa vieja, señora. Queríamos hacer trapos de cocina, pero vamos a

emplearlosparaAuguste.¡Quédesastre!Haempezadoagritarderepentey…Alicia interrumpió ese torrente de palabras y le preguntó si alguien había

llamadoyaalacomadrona.—Gustavyahasalido,señora.¡Menudoespanto!Gritacomounaposeída,se

retuerce de dolor y está sentada en medio de la cocina. Figúrese, señora. LacocineraacababadeempanarlaterneraylapequeñaHanna…¡Desdeluego,esonosoncosasqueunaniñadebaver!—¡Vamos, Maria, márchate! —le espetó Elisabeth—. Deben de estar

esperando los paños. ¿Tenéis agua caliente? ¿Y la gasa umbilical para elpequeñín?Aliciasequedópasmadaantelosconocimientosdesuhija.Ciertamente, las

muchachasaprendíanahoraenel internadocosasquecuandoellaera jovennisiquiera se mencionaban, como higiene y puericultura, e incluso practicabansesiones de fortalecimiento corporal. Si todo seguía evolucionando a estavelocidad,enelinternadoenseñaríanloquemaridoymujerhacíanensunochedebodas.¡Adóndeiríamosaparar!—Nopodemoshacernada,Lisa.Regresemosarribayesperemos.Noquisiera

alejarmemuchodeldespachodepapáporsiPaulnosllamadesdeParís.Elisabethlevantólavistahaciaeltechodelvestíbuloydijoqueerademasiado

pronto;dellamar,Paulnoloharíaantesdeldíasiguiente.Losgritoshabíanparado,algoquelasdosagradecieronaliviadas.Contodo,

nopodíansabersiesacalmaerabuenaseñalosignificabaalgomalo.—Talvezsehadesmayado—musitóElisabethmientrassubíandespaciopor

laescalera—.Osehadesangrado.

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—¡Elisabeth!En ese momento alguien llamó a la entrada y Else se apresuró a abrir la

puerta.Gustaventróa todaprisa,arrastrandoconélaunamujeralgomayoryrechoncha.—Ya está bien, joven—gruñó la comadrona, irritada—. Tranquilo, que su

hijonosevaaescapar.—¡Noesmihijo!—Puesentoncesnoentiendoaquévienetantaprisa.Pocodespués,seoyóalgoextraño.Unaespeciedegorgoteo,comoelcantode

unarana.Cadavezmásfuerteyenérgico,hastadistinguirseelllantofuriosodeunreciénnacido.—¡JesúsyMaría!—dijolacomadrona—.Haidoamásvelocidaddelaque

permitelapolicía.AliciayElisabethsehabíanquedadoquietasenlaescalera,escuchandoaquel

llanto.—Resulta desgarrador —comentó Elisabeth arrugando la nariz—. Tan

insistenteydébil.Nopareceunbebé.—Esqueacabadenacer—dijoAliciasonriendo.LasdostuvieronquehacerseaunladoparadejarpasoaGustav,quellevabaa

lajovenmadreenbrazosporlaescalera.DetrásdeélibaElsecargadaconunajarradeaguacalienteyunmontóndepañosdecocina.Estabafueradesíynodejabadehablar.—Leruegoquenosdisculpe,señora,peronopodemossubirporlaescalerade

servicio porque es demasiado estrecha para que Gustav pase con Auguste enbrazos. ¡Menudo espanto! Ha sido todo tan rápido; en apenas un instante, lacabecita ya estaba fuera. La comadrona solo le ha sacado las piernecitas. ¡Esmuyregordeta!Gorditaysana.Unachiquitina,unaniñamuybonitaypequeña.Ahoramismolacomadronalaestálavando.Luegolallevaremosarriba,paraquedescanse en su cuna. Auguste se la había hecho con una caja y un viejoedredón…

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Augusteteníalacaramuysonrosadaylosojosbrillantes;apoyabalacabezacontraelpechopoderosodeGustavynoparecíaconscientedequetodohubieraterminado.—Una niña—dijoAlicia, presa de una agradable sensación de felicidad—.

¡Ha llegado sana y está bien! ¡Oh, Lisa! Eso no puede ser más que un buenpresagio.

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Paulcreíaconocerbienasuhermanapequeña,perosehabíaequivocado.Kittyhabía cambiado de opinión de un modo asombroso; no quedaba nada de lamuchacha tercaqueencontró tresdíasatrásenMontmartre.Ensu lugar,enelcompartimento del tren veía a una dama encantadora, una viajera de charlaalegre y atenta que se mostraba contenta de regresar a su país. Nada en ellarecordabaalaquedíasatráspretendíavivirdelapinturaenMontmartre;KittyhabíaabandonadolamodadeParísyllevabaunvestidodecolorBurdeosquesumadre habíametido en lamaleta deMarie y un delicioso sombrero de florespequeñasconundelicadovelodecolorrosado.Paul tenía la certeza de que Kitty conseguiría convencer a mamá con ese

nuevopapel,peropapánosedejabaimpresionarcontantafacilidad.YElisabethtampoco,aunqueesoerasecundario.Sinduda,supadreadoptaríamedidasqueno serían del agrado de Kitty. Por mucho que la quisiera, lo haría. Tal vez,precisamenteporeso,porquelaquería.Enestaocasiónhabíanreservadodoscompartimentosconlitera;élpasaríala

nocheconAlfons,yKittylocompartiríaconMarie.APaullehabríaencantadoespiarlas, saber las cosas que Kitty le confesaba a su amiga íntima. SepreguntabasiMarieadmitiríaanteKittycosasquenohabíacompartidoconél.Eraposible,peropocoprobable.MarienoeratanhabladoracomoKitty;lavidalehabíaenseñadoamantenerensecretosuspreocupacionesysusanhelos.TampocoAlfons estabamuyhablador.Había compradounabuena cantidad

de cuadros y parecía seguro de haber hecho un buen negocio. Paul no estaba

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muy convencido de ello: si había hecho caso del criterio deKitty, el valor deesoscuadrossubiríaunpocoalcabodecienaños.—¿QuétaleldíaconKitty?—preguntóPaulporcuriosidad.Ya estaban tumbados en las estrechas literas, pero aún tenían las lámparas

encendidas.Alfonsbajóelperiódicoysequitólasgafas.Sequedópensandounratoantes

decontestar,buscandolaspalabrasapropiadas.—Ha sido un día muy bonito, sin duda. Lleno de emociones y momentos

felices.Paul, tu hermana es unamariposa encantadoraynoquierodañarle lasalasintentandoatraparla.¿Entiendesloquequierodecir?—Creoquesí—dijoPaulconunasonrisa—.¿Aúnsiguesdecididoacasarte

conKitty?—Másquenunca,queridoPaul.Pero tengoquedarle tiempo.Primero tiene

querecuperarseysuperarsustemores.Ydurantetodoeseprocesomivoluntadesestar a su ladoen lamedidade loposible.Y,bueno, claro, esperoqueellatambiénmecorresponda…Paul inspiróprofundamenteynodijonada.Pensó en loqueMarie le había

contado,estoes,queKittyseguíaenamoradadeesefrancés.¿Seolvidaríadeél?Talvez.¿YluegoseinteresaríaporAlfons?Eneso,Paulteníasusdudas.Alfonssonrióparasíehizocrujirelperiódico.—Ocultaensuinteriorhayunaniñaasustada—dijo—.Kittyintentadesviar

la atención adoptando mil papeles distintos, presumiendo, haciéndose laorgullosa, laaltiva, la ingeniosa, laartista…Solo laentenderáquienseacapazdeveraesaniñamásalládetodasesasmáscarasylaacojaensusbrazos.Asísea,sedijoPaul.Alfonseraunhombrebondadoso,yélsoloesperabaque

ellanolodecepcionara.—¿Puedopreguntartealgomuypersonal?—dijoentoncesAlfons.—¿Porquéno?—¿EsposiblequelahermosaMarieteguste?AhoraeraelturnodePauldemedirbiensuspalabrasparanohablardemás.

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—¿Tanevidenteresulta?Sí,loadmito.Alfonsdibujóunaexpresióndedescontento;luegovolvióaponerselaslentes

yseenfrascóenlalecturadeunosinformesdelaBolsa.—Meparecequeesuna lástimapor lachica—murmuró—.Pero,claro,eso

noesasuntomío.—Buenasnoches.AquelcomentarioirritóaPaul,peronoteníaganasdeconvenceraAlfonsde

quesussentimientosporMarieeransinceros.Envezdeello,apagólaluzdesucamaysetapóconlamanta.Elviajeeralargoyeldíaqueseavecinabaibaaseragotador.

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VI

MAYODE1914

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ElregresodeKittyalavillanocareciódeteatralidad.Comosideunaheroínavolviendodetierraslejanassetratara,saludóalservicio,quesehabíaapresuradoaacudiralvestíbulo.¡Portodoslossantos,sitodossabíanquehabíahuidoconunhombre!Seguroqueelpersonaltambiénteníaunaopiniónformadasobreestahistoria. Kitty, sin embargo, no demostró el menor asomo de pesar o devergüenza:serio,charlóanimadamenteconcadaunodeellos,lepresentaronalnuevolacayoHumbert,elsucesordeRobert,yaplaudióaloírquedosdíasantesAugustehabíadadoaluzaunaniña.—¿Dónde?¿Dóndeestá?¡Quieroverla!Augustesalióde lacocinacon la reciénnacida; lacriadaaúnestabagruesa,

peroparecíahaberserecuperadomuybiendelparto.—¡Mira, Marie! —exclamó Kitty—. ¿No es una ricura? Esos deditos tan

pequeños.Ylaboquita…¡Quéorejastandiminutas!Ypensarquedeaquívayaasalirunapersonahechayderecha…—¡Felicidades,Auguste!—dijoMarie—.¿Yalehaspuestonombre?Augustesonrió,felizyalgodesafiante.—SellamaElisabeth.—¿Elisabeth?—preguntóKittyconunpocodeenvidia—.¡Quénombre tan

bonito!Asíquemihermanaserálamadrina,¿noesasí?—Esoesloquemehaprometido,señorita.Para entonces,Alicia estabaya en lo altode la escalera, incapazde esperar

más tiempo en el salón. ¡Menudo reencuentro! Paul se alegró mucho de que

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Alfons Bräuer se hubiera despedido de ellos en la estación: esa escena tanemotiva, las lágrimas, lasadmisionesdeculpamutuasentremadreehija,eranalgoreservadoalcírculofamiliarmásíntimo.—¡Quécontentaestoydequeestésdenuevoencasa!Sorprendentemente,Elisabethtambiénsecomportódeformacariñosa.Abrazó

a Kitty y llegó a admitir que la había echado muchísimo de menos. ¡Quémaravillaquelafamiliayaestuvieraalcompleto!—Paul,¿dóndeestás?—exclamóKitty—.¡Hermano!Telodebotodoati.A

tiyaMarie.Pero¿dóndesehametido?Marie estaba ocupada con el equipaje y, ayudada por Humbert, subía las

maletas para empezar a deshacerlas. Paul miró esa escena con sentimientosencontrados.Nolegustabaqueellatuvieraquearrastrareseequipajetanpesado.Pero,porotraparte,ellanohabíaqueridootracosa.AlcabodeunosinstantesestabaconKitty,Elisabethysumadresentadoenel

comedor,dondelessirvieronunopíparodesayuno,elsegundodeldía,mientrasapostillabadevezencuandolasfloridasexplicacionesdeKitty.—Mamá,Parísesunamaravilla.Tenemosqueiralgunavez;tútambién,Lisa.

YasoloelLouvremerecelapena.Perosobretodoelambientedemetrópolis,lamoda, las tiendas, y tanta gente procedente de todo el mundo. Aunque, claroestá,tambiénhayfranceses…—Paul,por favor, llamaa la fábrica—lerogósumadre—.Dileapapáque

Kittyhavueltoacasa.Élobedeció,fuealdespachodesupadre,dondeteníanelaparatodeteléfono,

yllamó.—¿Paul?¿Cuándohasllegado?Lavozdesupadreparecíaalterada.¿Habíanvueltoafallarlasmáquinas?—Hacemediahora, padre.Kitty ha vuelto a la villa, está desayunando con

Lisaymamá.Talveztú…—Ven a la fábrica cuanto antes —lo interrumpió Johann Melzer—. Te

necesito.Ydileatumadrequenoiréaalmorzar.

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Cuandocolgóelaparatoseoyóunligerochasquido.Vaya,muypropiodesupadre. Ni una palabra sobre el regreso de Kitty al seno de la familia. Ni unsaludo,niunapalabraamable.Sehabíalimitadoadecirquenoiríaaalmorzar.PobreKitty;sobresucabeza,supadreestabagestandounatremendatempestad.Uncursoforzosodetaquígrafa,puericultoraoenfermeraeranlasversionesmáscompasivas.AunquetambiénpodíadesterrarlaacasadetíaHeleneytíoGabriel,oinclusoalafincadePomerania,contíoRudolfytíaElvira.Enelcomedor,lasdoshermanasseabrazabanconcariño.Paulsupoentonces

que, después de tanto tiempo, Klaus von Hagemann había pedido la mano aElisabeth.Kittydijosentirsemuyfelizyaliviada,porquesiemprehabíasentidoremordimientos. Juró varias veces por lo más sagrado que ella jamás habíasentidonadaporKlausvonHagemann,yElisabethafirmóqueellanuncahabíapensadotalcosa.—Hahabidotantosmalentendidosdesafortunados,Lisa.—¡Desdeluegoquesí,Kitty!Peroesoyaesaguapasada.—Parasiempre.¿Sabesyaloquetevasaponerparalafiestadecompromiso?

¿Elvestidoazuloelverdeoscuro?—No, no. Marie me diseñará un vestido nuevo. Mamá y yo ya hemos

compradolatela.Como la pobreMarie aún no sabía nada de la buena noticia, las hermanas

corrieronhaciaeldormitoriodeElisabethparaenseñarlealadoncellalatelayalgunos encajes delicados. En cuanto cerraron la puerta, Paul y Alicia sequedaronensilencio.—Vieneeldomingo—dijoAliciaapurandolatazadecafé—.Quierepedirnos

lamanodeformaoficial.Ellanoparecíademasiadofelizante la inminentecelebraciónde lafiestade

compromiso.Paulsupusoquesupadrenoestabaentusiasmadoconlaidea.Porunaparte, lemolestabael títulonobiliarioy,porotra,exceptoporel rangodeoficialsuperior,VonHagemannnoaportabagrancosaaesematrimonio.Pero,sobre todo, Johann Melzer no le perdonaba la vileza con que se había

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comportado con Elisabeth. Tras la huida deKitty, losVonHagemann apenashabían dadonoticias ni se habían dejado ver; igual que otros tantos supuestosamigos, se habían apartado de losMelzer. Paul tenía lamalévola sospecha dequelosplanesdebodadeAlfonshabíanllegadoaoídosdelosVonHagemann.QueelbancoBräuerfueraaunirsealfabricanteMelzerfácilmentepodríahaberllevadoaltenienteVonHagemannasuperaralgunosmomentosembarazososyvolveraveraElisabethcomounbuenpartido.Perotambiénpodíaserdeotromodo, no siempre había que pensar lo peor de una persona. Tal vez VonHagemannsehabíadadocuentadequeElisabetheralamujerdesuvida.Lamujerdesuvida…—Mamá,hace tiempoquequeríapreguntartealgo.¿Quésabesrealmentede

Marie?Ellasesorprendióanteesapreguntaylomiróconciertapreocupación.—¿Porquéquieressaberlo?ÉllehablódelafotografíaqueKittyhabíaencontradoenParís,enlaquese

veíaalamadredeMarieconJakobBurkard.—¿Jakob Burkard? ¿Estás seguro, Paul? Bueno, la verdad, eso es muy

extraño…Su marido le había contado que Marie era hija ilegítima de uno de sus

empleados.Enunaocasióndijoquelamadrehabíallevadounavidalicenciosa,queeraartista,oalmenosesocreíaAlicia;sinembargo,segúnél,elpadredeMariehabíasidounhombremuycapazyporesoJohannsiemprehabíaestadopendientedesupequeña.Enseptiembredelañopasadoél lepropusoacogeraMariecomoayudantedecocinayellaestuvodeacuerdo.—Entonces¿notedijoelnombredelempleado?Alicia suspiró. No lo recordaba. Marie se llamaba Hofgartner, pero

posiblementeeraelapellidodesumadre.—Exacto —dijo Paul—. Luise Hofgartner, así se llamaba. Era pintora.

CuéntamequésabesdeJakobBurkard.¿Noerasociodepapá?—Paul,¿porquétienesquehurgarhoyenesasviejashistorias?—repusoella

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con desgana—.Kitty ha vuelto, y además en la casa hay un bebé encantador.Estedeberíaserundíaalegre.—Teloruego,mamá—leinstóél.Alicia se restregó la sien, indicio de unamigraña inminente, y dijo que no

comprendíaesaextrañanecesidadsuyaporsaberesascosas.—Vamos, mamá —dijo él en tono zalamero tomándole de las manos—.

¿Acasohayalgoquenodeberíasaber?—¡Tonterías!Al principio de su matrimonio ella había visto varias veces a ese Jakob

Burkard; eraunhombrede tallamediana,muydelgadoy conojososcurosdemiradasoñadora.Silamemorianolefallaba,eradelTirol,hijodecampesinos.Era una persona tímida y no sabía comportarse en sociedad.Ya solo elmodocomoibavestidonoseajustabaparanadaconelrestodelosinvitadosyellasealegrócuandoéldejódevenir.—Pero, según parece, era un mecánico excelente —arguyó Paul—. De lo

contrario,papájamáslohabríahechosociosuyo.Sí,porsupuesto,admitióella.PapáyJakobBurkardhabíanfundadolafábrica

juntos:Burkarderaresponsabledelamaquinariaypapá,delosnegocios.—Sinembargo,conel tiempoBurkardempezóasermuymolesto.Nosé lo

queocurrióentrelosdos.PeroJohannseenfadabacadavezmásconél.Trasunaacaloradadiscusión,Burkardpartióuntiempoalextranjero.—¿Francia,talvez?Alicianolosabía.Cuandoregresó,estabaenfermo.—Por lovisto,sentíaunafuerte inclinaciónporelalcohol—dijoAliciacon

pesar—.Posiblementeesoleestropeóelhígadoyelpobremuriódeeso.—¿Nodejódescendencia?—Sedecíaquehabíatenidounahija.Peroesomellegócomounrumor.Creo

quelasseñorasdelasociedaddebeneficencialocomentaronenalgunaocasión.—Perosideverasélhubiera tenidounahija,aunque ilegítima,ella sería su

heredera,¿no?

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Ellalomiróasombrada.¿Heredera?¿QuélegadopodíadejarJakobBurkard?—Bueno…Suparticipaciónenlafábrica.Alicianegóconunasonrisa.¿Deveraspensabaquesupadrehabríadejadoel

trabajodetodaunavidaenmanosdeunalcohólico?No.Paraentoncesélyalehabía comprado a Burkard todas sus participaciones. Por desgracia, a esedesdichadoeldineroseleescurríaentrelosdedos;probabasuertecontodotipodeinventosinútilesyelrestoloconvertíaenaguardiente.—Entonces,cuandomurió,Burkardnoposeíanada.—Ninguna participación en la fábrica Melzer —respondió ella con una

sonrisa—.¿Estássatisfecho?Paulasintióylediolasgracias.Despuésdijoqueteníaquemarcharseatoda

prisaaverasupadre,queselohabíapedidoporteléfono.Nosabíasiregresaríaparaelalmuerzo,noestabaensumano.—¿Paul?Élyateníalamanoenelpicaporteysevolviódemalagana.—¿Sí,mamá?—Esmejor queno incomodes a papá con esas viejas historias.No le gusta

hablardeello.Yatienesuficientesproblemas.—Porsupuesto,mamá.Hastaluego.Enelpasillo,Pauloyólasvocesnerviosasyeufóricasdesushermanas,que

estabanenlaplantadearribahablandoenlahabitacióndeKittysobreelvestidodecompromiso.SeimaginóaMarieyendodeunladoaotro, tranquila,felizydecidida.Sintióunaprofundaamargura.Cadavezsedabamáscuentadequenohabríaotra,queamabaaMarie,queeralamujeradecuadaparaél.¡Malditasea!Lehabíapedidolamanoconlaformalidaddebidaylamuyobstinadalohabíarechazado. ¿Acaso creía que a él le resultaba fácil saltarse todas lasconvenciones y admitir su amor? Desde su discusión en París, ella lo habíatratado con amabilidad pero le había dirigido miradas de rechazo, más bienhostiles. Le dolía que lo menospreciara de ese modo. Pero lo que más lemolestaba era pensar que hubiera estado jugando con sus sentimientos. ¿Se

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habría equivocado con ella? No. Imposible. El corazón le decía que ella loamaba.Alsalirvioquecaíaunespesochubascodemayo,peroPaulprefirió ira la

fábrica a pie. Entre los árboles del parque se había levantado una brumablanquecina; en losparterres, los tulipanesy losnarcisos se inclinabanante elembate de la lluvia y sus pétalos caían sobre los nomeolvides y lospensamientos.Delospradosseelevabaelaromadelafertilidadmezcladoconelolorahojasmuertasytierrahúmeda.Lanaturalezaserenovabaconfuerzayloviejo tenía que ceder su sitio, las yemas de las plantas estallaban y miles debrotes y hojas se abrían. A Paul siempre le había gustado esa época del año.Aspiróelolordelsurgimientodelavidaysintióunaesperanzacálidayfelizensuinterior.

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—Se comportaron igual que las ratas —comentó la cocinera mientras seservíaunatazadecafédelajarraazul—.Esosjóvenesinsípidosabandonaronelbarcoalverquesehundía,yahoraquehareflotado,salendelasmadrigueras.Marie sabía lo que la señora Brunnenmayer quería decir con eso; pero la

pequeñaHannamiróconespantolosgrandesarmariosdelacocinaypreguntósidebajohabíaratas.—¡Y tanto!—rezongó la cocinera—.Una de ellas está sentada en el salón

rojo, hablando con los señores y retorciéndose los bigotes. Las demás estáninvitadasacenareljueves.Arriba, en el salón rojo, el teniente Von Hagemann cumplía con su visita;

Humberthabíaservidocaféypastasderepostería.Habíaaguardadounmomentoenelpasilloporsilosseñoresdeseabanalgomásyluegosehabíaapresuradoabajar a la cocina. Sentía un afecto especial por esa cocinera ordinaria cuyasopiniones él siempre compartía. Por su parte, a la señora Brunnenmayer legustabaaqueljoven;habíacriadoatreshijosyconocíaelpercal.—Heoídoqueeltenientedecía:«Séquehicemuchodañoasuhija,peroella

mehaperdonado».LavozyelgestodeHumbertfuerontanexageradosquehizoreíralosdemás.

El teniente, explicó, hablaba de un modo ampuloso y dijo que había pasadosemanasymesesarrepintiéndoseconunaúnicaesperanza.—¿Quelaseñoritasecompadecieradeél?—semofóAuguste.—No—respondióHumbertconexpresiónfingidamenteseria—.Suesperanza

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eraqueestallaraunaguerrayélpudieradepositarsujuventudenelcampodelhonor.—¡Portodoslossantos!—dijoMariesacudiendolacabeza—.¡Quémodode

cargarlastintas!¿DeveraspiensaqueelseñorMelzervaacreerseeso?—El señordirectory el señoritonohandichonada—explicóHumbert con

satisfacción—.Perolastresseñorasnadanenlágrimas.MariaJordandejóoírunprofundosuspiro.Contóquelanocheanteriorhabía

consultado las cartas y que esematrimonio sería infeliz. Sentía lástima por lapobreseñoritaElisabeth.—¿Por qué? —intervino Auguste—. A fin de cuentas, es culpa suya. Lo

quiereparaellaatodacosa.¡Yoaalguienasínoloquerríanienpintura!Gustaventróenesemomentoenlacocinaconlasbotaspuestasylasmanos

negrasdetierratrashaberestadoplantandogeranios.Paraenojodelacocinera,selimpiólasmanosenelfregaderoyselassecóconunpañodecocina.Cuandoellalearrebatóelpañoconungestobrusco,élselimitóasonreír.Luegosesentóen el banco, justo al lado de la caja de madera acolchada donde dormía lapequeña Elisabeth, y contempló al bebé con lamisma ternura que si fuera supropiahija.—¿Quieres café, Gustav? —preguntó Auguste en un tono extrañamente

suave.—¡Conmuchacremadelecheyazúcar!Augustesirvióunataza,lapusosobreunplatilloy,sinpreguntar,añadiódos

delasdeliciosaspastasquelaseñoraBrunnenmayerhabíahecho.Erandecremademantequilla,frutaazucaradayalmendras.Enfrancéssellamabanpetitfoursy,segúnella,significaba«peditos».—Losfrancesessonunoscerdos—comentóconvozburlonaGustavmientras

seechabaalabocaunadeaquellaspastas.—¡Ya es suficiente! —rezongó la cocinera—. Podría ser que los señores

quisieranmás.—Pues los peditos casi se han acabado —dijo Auguste encogiéndose de

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hombrosysentándosealotroladodelacaja.—Quienponga susgolososdedos sobremispastas recibiráungolpe con la

cucharadepalo—advirtiólacocinera.Humbert se rio de buena gana e hizo el amago de esquivar el golpe de la

cuchara.AAugustenolasoportabadesdeelprincipio,peroahoraquesesentabaenlacocinaysesacabalospechoshenchidosdelantedetodosparaamamantarasu hija,Humbert prácticamente le tenía pánico.Tampoco sentía gran simpatíaporlareciénnacida.MarieestabasentadaalladodeHannayexaminabasucuaderno,subrayando

conun lápiz laspalabrasqueestabanmalescritas;encuanto terminara,Hannateníaqueaveriguarcuáleraelerroryvolveraescribirlapágina.—Erespeorqueelmaestro—selamentólapequeña—.Conlomuchoqueme

dueleelbrazoalescribir.—Puesesraro—repusoMarieconunasonrisa—.Cuandohaceslosdeberes

decálculonuncatedueleelbrazo.—Porqueelcálculoesmuyfácil.Hanna,consusrizoscortosdecolorrubiooscuro,aúnparecíaunniño.Enel

hospitallehabíanrasuradopartedelcabelloparacurarlamejoryluegoMarielehabíacortadoelresto;paraconsolarla,lehabíadichoqueahorasupelocreceríadeformamásespesaybonita.Comoayudantedecocina,losseñoreslehabíanregaladotresvestidosydosdelantalesdecocina,asícomocalcetines,mudasyzapatos.Aunquelaropanoeradeprimeramano,Marielahabíaarregladoparaqueseajustaraalcuerpomenudodeaquellaniñadetreceaños.Loszapatos,encambio, le venían demasiado grandes, así que cuando semovía por la cocinaarrastrabalospies;esomolestabaalacocinera,quedecíaqueHannahacíamásruidoquedieznegrosdesnudosenzuecos.Entoncessonóunodelostimbreseléctricossituadosencimadelapuerta;era

para Humbert, que dejó la taza de café y se apresuró hacia la escalera deservicio.—Querránmáspeditos—dijoAugusteen tonosocarrónymordaz—.Yeso

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quelaseñoritayatienecurvassuficientes.—Algúndíaesabocatuyatedarámuchosproblemas—comentóElse.—Perosiestáhinchadacomounacodorniz…En ese momento entró en la cocina la señorita Schmalzler, y Auguste,

asustada,setapólabocaconlamano.—Auguste, Else: las fundas de los cojines del comedor ya están limpias y

pueden colocarse.Además, hayque recoger la vajilla sucia y la alfombra estállenademigas.Lasdoscriadassemarcharonatodaprisa.Aquellaeralaseñaldequelapausa

de la tarde se había terminado. Maria Jordan también se levantó y dijo,dirigiendounamirada triunfanteaMarie,que teníaquedecorardossombrerosdelaseñora.LaseñorahabíaencargadoaMariaJordanesatarea,ynoaMarie.Antesdesalir,MarieoyócómolacocinerareprendíaaHanna.—Anda,chiquita,guardayaelcuaderno.Estonoeslaescuela,aquísevienea

trabajar. Vamos, trae los pies de cerdo de la fresquera para que podamosmarinarlos.Mariesubiódespacioporlaescaleradeservicioparairalasaladecosturay

seguirtrabajandoenelvestidodecompromisodelaseñorita.Lamagníficateladealgodón,deundelicadocolorverde,erapreciosayalcoserlanoresbalabanisearrugaba.Erabueno tenercosasquehacerporqueasímitigabasupesar.LadiscusiónconPaullehabíadolidomucho,ynosabíacómoreconciliarseconél.Nopodíadecirlecuántoloamaba,puestalcosanoharíamásqueconduciramásmalentendidos. ¡Cómo le dolía cuando él pasaba a su lado mostrandoindiferencia, o sentir sus miradas afligidas, a veces airadas, y soportar susobservacionesburlonas!¿Acasonosabíaquesuspalabrasse leclavabanenelcorazóncomo flechas? ¿Tanto legustaba el papel de amantedesdeñado comopararepresentarloadiario?Kitty, por su parte, también había demostrado ser frívola y desalmada.

Cuando, después de la animada cena de reconciliación enMontmartre, ambassubieronalpequeñopisodeKittyparadescansar,Marielepidióquelemostrara

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el dibujo de su madre. Kitty lo buscó por todas partes pero fue incapaz deencontrarlo.Finalmenteadmitióqueeraposibleque,porerror,lohubierausadode mecha para la estufa. De noche hacía tanto frío, dijo, que quizá en laoscuridad no se dio cuenta de lo que usaba para prender el fuego. De todosmodos, siguió,Marienodebíapreocuparse, lecompraríaotrocuadrodeLuiseHofgartner.Dichoeso,semetióbajoeledredónysedurmió.Asípues,aMariesololequedabalafotografíaqueguardabaenelcajóndesucómoda,entre lostrespañuelosde encajequeKitty le había regalado.Cuando estaba sola en sucuarto,sacabalafotografíaparamirarla.Esaerasumadre,tanjovenyfelizy,alavez,tandesconocida.Laslíneasdesdibujadasylassombrasenelpapeldecíanmuypocodelapersonaquehabíasido.LahermosapintoraquehabíaamadoalmecánicoJakobBurkard.Lamujerobstinadaquesehabíanegadoaentregarlosplanosdesumaridofallecido.Lamadreamorosaquetuvoquemorirtanpronto.¿YsieldirectorMelzerhabíamentidoyellaeralahijadeJakobBurkard…?Detodosmodos,¿acasoimportabamuchodequiénerahija?Esonocambiaba

lascosas.Suspadreshabíanmuerto,ellaestabasolaenelmundoyno teníaanadieasulado.Sieralista,lomejoreradejarelasuntocomoestabayabandonarsuempleopara librarsede todoesedoloryde lasvanasesperanzas.Ser libre,dejarlo todo atrás, empezar una nueva vida sin preocupaciones. Tal vez enMúnich,oenRosenheim.¿Ysisemarcharaalnorte?¿PorquénoaHamburgo,decuyopuertopartíanlosgrandesbarcoshaciaultramar?¿NohabíadichoPaulqueRoberthabíaemigradoaNorteamérica?¡Quévalientehabíasido!Peroellaeraunacobardeyposponíasudecisiónundíatrasotro,incapazdesepararsedeesaspersonasydeesacasa.Eracomosihubieraunafuerzamisteriosa,unimánquelaatrajeraynoladejaraescapardeahí.—¡Marie!¡MiqueridaMarie!ApenashabíapuestounpieenlasegundaplantacuandovioaKittycorriendo

haciaella.Teníalavozllorosa,locualpresagiabamalesdeamor.Eldíaanteriorhabía recibidounacartadeGérardDuchamps;duranteunpardehoras estuvocomoflotandoentre lasnubesydijoque todosehabíaaclarado,quesesentía

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infinitamente felizyque inclusopapá seapiadaríadeella.Sinembargo,no lerevelóaMarieloquedeverdaddecíalacarta.—Dejalatonteríadelacosturayvenamidormitorio—dijoKittyapuntode

estallarenlágrimas—.Tienesqueconsolarme.¡Oh,quéterriblessonlascosas!Ojalá nos hubiésemos quedado en Montmartre. En aquel nido nuestrosuspendido sobre los tejados. Con Solange y Léon, que tan buenos fueronconmigo…Entonces empezó a sollozar y Marie se apresuró a abrazarla. La consoló

hablándoleenvozqueda,acariciándolelaespalda,elpeloylasmejillasllorosas.«Tranquila, todosaldrábien.Nadaes tanmalocomoparece.Siemprehayunasalida.»—Figúrate, papá me ha prohibido aceptar la propuesta de matrimonio de

Gérard. ¡Es unmonstruo! En lugar de alegrarse de queGérard quiera casarseconmigo,loechatodoaperder.YpensarqueGérardyamehabíacompradoelregalode compromiso. ¡Oh!Fue todounmalentendido estúpido.Nuncaquisocasarse conBéatrice. Ese cuadro de la galeríaKahnweiler lo había compradoparamí…Marielahizoentrarensudormitorioycerrólapuertaalverquelaseñorita

Jordan,chismosacomoera,acababadesalirdelguardarropa.—Pero, señoritaKatharina, ¿de verdad cree que unmatrimonio conGérard

podríahacerlafeliz?¿Encontradelavoluntaddesufamiliapolítica?Paramí,estapeticióndematrimonioesmásbienunactodesesperado…PeroKittynoatendíaaexplicaciones.No,no.Gérardlodecíadeverdad.La

amaba.Y ella a él.Aunque enMontmartre, en esoMarie tenía toda la razón,Gérardyasehabíamostradoirritadoacausadeladiscusiónconsufamilia.Élsepreguntabadequé ibanaviviryaquello loponíadeunmalhumorconstante.Pero,al finyalcabo,siguióexplicandoella,elamornoeraalgosimple,y talveznoacabaradesercompatibleconelmatrimonio…Entodocaso,loqueestabaclaroesquesupadreeraunmonstruoysumadre,

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además, compartía su opinión.Claro que ella no lo había dicho, peroKitty lohabíaintuido.—Apenas se hubomarchado el teniente,mi padre arremetió contramí. Por

suerte, Lisa no estaba presente porque se lo habría pasado de lo lindo.Habíabajado al vestíbulo para acompañar al teniente hasta la puerta. ¡Oh, cómoenvidioaLisa!¡Quéfelizes!Enveranodaránaconocerelcompromisoconunafiesta en el jardín con todos los amigos y conocidos. Pero yo no podré estarpresente…Searrojósobreelsofáazulyseechóallorardesconsolada.Dijoquedebería

haberse casado con el teniente Von Hagemann. A fin de cuentas, él le habíapedidolamanoprimeroaella.Claroquenohabíaaccedido,pero¿quésesuponequeteníaquehaberrespondido,sidesconocía laopiniónalrespectodepapáymamá?Aunquetalvez,selamentó,dehaberledichoque«sí»ahoranoseríatandesdichada.ParaMarieeraevidentequeKittynodecíamásquetonterías.VonHagemann

nuncahabríapodidohacerfelizaKitty,sobretodoporqueellanoloamaba.Sequedócallada,sentadaasu lado,escuchandoconpacienciasus lamentoshastaquedescubrióqueelenojadoJohannMelzernosolohabíaimpedidosubodaconGérard Duchamps sino que además había tomado unas medidas muy severascontrasuhija.—Omemarcho a Pomerania a la finca del tío Rudolf o hago un curso de

enfermeraenlaCruzRoja.¡Figúrate,yo,quenisiquierapuedoverlasangre!Enverdadesoeramuyduro.MarietemióqueJohannMelzerlograraimponer

sudecisión.—NopiensoiraPomeraniapornadadelmundo.Nimetidaeneltrenatadade

piesymanos.AntesmearrojoalLech,ocojolapistoladelcajóndelescritoriodepapáymedisparountiroenlacabeza.—¡SeñoritaKitty!Nodigaeso.Ymenosaúnsisumadreestápresente.—Mamánoestáaquí.Además, siguió explicando, los dormitorios de la finca de Pomerania olían

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mal,aalfombrasviejasysiglospasados.Allísolohabíagallinasypollos,a losumo unos caballos y un perro viejo y arisco. Por otra parte, según Kitty, lagente era demiras estrechas.De hecho, el tíoRudolf no pensabamás que encomerycazar,ylatíaElvirasepasabaeldíahablandodesushijos,queyaeranpersonasadultasyhabíantenidoelbuentinodeabandonaresepáramodesiertoqueeraPomerania.—Y en verano están las moscardas. Son unos bichos repugnantes. Justo

debajodemiventanahayunmontóndeestiércol.Aquello no tenía visos de ser la idílica vida rural. Pero Kitty tan solo

mencionaba los aspectos negativos de la finca, pues pensaba que el castigoconsistíaendesterrarla.RudolfvonMaydornysuesposaElvirahabíanvisitadola mansión el segundo día de Navidad y a Marie el anciano señor le habíaparecidomuy agradable, aunque le había tenido que agarrar los dedos cuandointentótocarlapordebajodelasfaldas.Contodo,élhabíaaceptadosuoposiciónylahabíadejadotranquilaapartirdeentonces.—Unafincaaisladanomepareceellugaradecuadoparausted—opinóMarie

sacudiendolacabeza—.Esposiblequetampocohayanadieconinclinaciónporelarteylapintura.Porsupuestoqueno.Kitty leexplicóque lasparedesestabandecoradascon

cornamentasyanimalesdisecados,sobretodolechuzasyavesderapiña,porlasqueeltíosentíadebilidad.EnlasaladelachimeneahabíaunpardeóleosdelostiemposdeMatusalénquenopodíansermásfeos.—Perotampocomegustatenergenteenfermaamialrededor—añadióKitty

—.Me repugnan los viejos, y si encima tienen enfermedades tan asquerosascomolatiñaolostemblores…—¿Temblores?—Bueno,cuandotiemblanytambaleanlacabeza.Ay,Marie,noséquédebo

hacer.Ymamátampocopuedeayudarme;dehecho,nadiepuede,todoelmundomehadadodelado.Mariepensóduranteunosinstantessidebíareconduciraquellasituación.Tal

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vezresultaraserunerrorynoprovocaramásquedisgustos.Otalvezfueraelcaminohaciaunadichaduradera.—¿PorquénolepreguntaustedaAlfonsBräuer?—dijoentonoinocente—.

Tengo la impresión de que es una persona inteligente y enérgica. Además,señoritaKitty,éllaapreciamuchísimo.Kittyretirólasmanosdesucarallorosayseapartóunmechóndelamejilla.

Luego se sonó la nariz con fuerza con el pañuelo de encaje queMarie habíasacadodelcajóndelacómodaylehabíadado.—¿Alfons?—preguntó con la voz ronca del llanto—. Tienes razón. Es un

hombre inteligente. Y en París prometió que siempre estaría a mi lado si lonecesitaba.«Vaya,vaya»,sedijoMarie.Alfonshabíasidoprevisor.Él,claroestá,había

supuestoquesuhermosaKittytendríamuchosproblemasalregresaralavilla.—Marie,valestodoelorodelmundo.Eresuntesoro.Alfons…Puesclaro,él

sabráaconsejarme.Lollamarédeinmediato.Marienosehabíaparadoapensarenelteléfono,sobretodoporqueseusaba

enocasionescontadasy,porlogeneral,sololohacíaelpropioJohannMelzer.Sinembargo,Kittyyasehabíapuestodepiedeunsaltoyhabíasalidocorriendoporelpasillo;sedetuvoalbordedelaescaleraehizoseñasaMarieparaqueseacercaraenseguida.—Veaversielpasilloestádespejado—susurróKitty—.Ymirasipapáestá

ensudespacho.Hoyesdomingoynocreoquehayaidoalafábrica.Mariebajólaescalera.AllíseencontróaElse,quesalíadelcomedorcargada

conlasfundasdecojínviejas.EllaledijoquelaseñoraylaseñoritaElisabethhabíansalidoapasearenautomóvil.Laseñoritahabíaqueridollevarellamismaasumadreporelparqueparademostrarlequeyasabíaconducir.—¿El señor?Ha idoa la fábricaconel señorito.Parecequevuelveahaber

problemasconlasmáquinas.MariepensóqueJakobBurkardhabíaconstruidoesasmáquinas.Siestuviera

vivo,lafábricaestaríaenmejorestado.Sinembargo,JohannMelzernisiquiera

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teníalosplanosdeconstruccióndesumaquinaria.¿Porquésumadrenoseloshabíaqueridodar?—Si bajas ahora a la cocina—le susurró Else con complicidad—, podrás

hacerteconunpardepastasdebizcochoantesdequeAugusteacabecontodas.—¡Gracias,Else!Lacriadaseapresuróhacialaescaleradeservicio,yMariehizoseñasaKitty,

quepermanecíaarribaesperando.—¿Se han ido todos? ¡Qué suerte!—se alegró—. Espero que Elisabeth no

tengaunaccidenteconelautomóvilestandomamáconella.¡Quéinsensatez!A los pocos instantes, se encontraba sentada con toda naturalidad en el

escritoriodesuseñorpadreylevantabaelauricular.—¿Hola? ¿Hola? ¿Señorita? Con la mansión de los Bräuer, por favor. ¿El

número?Puesnolosé.Búsquelo,seloruego.¿Cómo?¿Quenotienetiempo?Marie se sintió incómoda abriendo el cajón superior de aquel escritorio de

madera labrada porque no le gustaba rebuscar en los objetos privados de losseñores.Porfortuna,loprimeroqueviofuela«GuíatelefónicadelaDirecciónregionaldeCorreosdeMúnich,secciónAugsburgo».—Aquí tiene.Losnombresestánordenadosalfabéticamente:Bader,Bäcker,

Bartling…Kittylearrebatóconimpaciencialaguíadelasmanosyrecorrióconelíndice

lalistadenombres.—¡Aquí!Bräuer.EdgarBräuer,banquero.Essupadre.EnKarlstrasse,exacto.

Ocho, ocho, siete. Bien, Marie, ya puedes continuar cosiendo el vestido deElisabeth.MariesediocuentadequeKittypreferíateneresaconversaciónenprivadoy

se retiró. Cerró con sigilo la puerta y se quedó quieta un momento, no paraescucharsinopararecobrarsupazinterior.Laseñoritateníauntonoagudo,casiparecíaquehablaraunaniñapequeña.—«Horrible» es un modo muy suave de decirlo. ¿Así que usted también

piensaqueyonodebería viajar aPomerania?En absoluto.Tieneusted razón.

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¿Pintar? No, no he tenido ánimos, estoy muy preocupada… Ah, bueno, mihermanasevaaprometer…ConKlausvonHagemann.Sí,esomismo…Sí,ellaestámuy feliz. ¿Yo?Yomemuero de angustia. Querido amigo, no puede niimaginarse lo desdichada que soy. ¿El jueves? ¿A cenar? ¿No podría ustedpasarseantesporcasa?Mealegraríamucho…Marierecorriólentamenteelpasilloysubióporlaescaleradeserviciohastael

segundopiso.Sucorazónseguíaalgointranquilo,peroteníaelconvencimientodequehabíahecholocorrecto.

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47

El señorMelzer abrió de golpe la puerta de la sala y clavó la mirada en lasmáquinas.Veinteselfactinasdispuestasdeformaordenadayorientadashacialaluzqueentrabaporladerechaatravésdeltejadodevidrioelevado…yningunase movía. En aquella sala, que habitualmente vibraba con el ruido de lasmáquinas, reinaba un silencio inquietante y amenazador. Ningún trabajadorhabíacomparecidoparaelturnoextraordinario.Detrásdeél seoyóel crujidode lapuerta;Huntzinger, sucapataz, lohabía

seguido.—Hanorganizadounahuelga,señordirector.El señor Melzer dejó escapar un gemido. Todavía no había recuperado el

aliento después de cruzar furioso y a toda prisa el patio que llevaba a la salanúmero uno de la hilatura.Era cierto.Aunque lo había sospechado, no queríacreerlo.—¿Quiénhasido?—bramó—.¿Quiénhacometidola tremendadesfachatez

desoliviantaramistrabajadores?Huntzingerdiounpasoatrás,yeldirectorsediocuentadequeelcapataz,que

llevabaenlafábricadesdehacíatreintaaños,sabíamásdeloqueélpensaba.—HansidolosdelaSociedadObrera,señordirector.Leshancontadoqueno

estánobligadosatrabajardosvecesalasemanaenunturnoextraordinario.—Lasemanapasadaseaveriaroncincomáquinas—dijoMelzeresforzándose

porcontenersuira—,yentonceslagentesequedóparadaysinhacernada.—Escierto,señordirector.Peroesossocialistasdicenqueesonocuenta,que

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se presentaron igualmente a trabajar, y que si no había nadaquehacer no eraculpasuya.«Noeraculpasuya»,repitióMelzerparasí.«¿Acasoesculpamía?¿Alguien

piensaquemepareciódivertidoquelamaquinariaestuvieraparadamientraslostrabajadoresholgazaneaban?»Peroélsabíaquiénteníalaculpadetodoaquello.Yel odio antiguo contra esabrujaque sehabía llevado losplanos a la tumbaafloródenuevoconfuerza.—¿Y cómo se supone que acabará este asunto? ¿Los trabajadores de la

tejeduría y los tintoreros secundarán también la huelga? ¿Se supone que debocerrar la fábrica? Si lo hago, ninguno tendréis trabajo, ¿lo preferís? ¿Quémedices?Huntzingerlotranquilizó.Enabsoluto.Soloelpersonaldelahilaturasehabía

dejadollevarporloscabecillasdelaSociedadObrera.Sobretodoloshombres.Lasmujeresylasjóvenesqueríanentrar.El señor Melzer reparó entonces en que el barullo ante las puertas de la

fábrica,cuandolasmujeresesperabanasusmaridoseldíadepagoalasalidadeltrabajo,nohabíasidoelhabitual.Sehabíaproducidounbloqueocontralagentequeestabadispuestaatrabajar.—Quierenmásdinero,señordirector.Paraunturnoespecial,lacompensación

debería ser más elevada; es lo justo, y en otras partes, como en la hilaturamecánicaAumühle,sehaceasí.ElseñorMelzer lanzóunamiradadedesconfianzaasu fielcapataz.Estese

pasólamanoporelbigotegrisáceoy,depronto,parecióincómodo.—Ustedme pidió que tanteara el terreno, señor director. Porque soy quien

llevamástiempotrabajandoaquí.InclusolleguéaconoceralseñorBurkardyatantosotrosqueyanoestánconnosotros…JustoahoraseleocurríamencionaraJakobBurkard.JohannMelzernotóen

su interior una ira contenidamientras un dolor intenso le atenazaba el pecho,aunque,porfortuna,desaparecióalinstante.—Asíqueestas tenemos,Huntzinger…¡Cómonomehedadocuentaantes!

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Tú eres el altavoz de esos desagradecidos. A tu edad, has permitido que tepusieranenlaavanzadilladelossocialistas.Huntzingerseopuso.Esonoeracierto.Élnoteníanadaqueverconlahuelga

y jamás se le ocurriría desatender su trabajo. Sabía lo mucho que tenía queagradecer al señor director. La casa con el jardín, todo cuanto él tenía, se lodebíaalafábricadepañosMelzer.Elproblema,siguióexplicando,eraMax,suhijo.Élselohabíapedidoypor

esosehabíamostradodispuestoahablarconelseñordirector.Erapreferibleaquelohicieraalgunodelosotros.Élqueríahablarconelseñordirectorensondepaz.Solosetratabadeunleveaumentodelossalarios,y,talvez,tambiéndelaguarderíainfantil,queerademasiadopequeñaynecesitabaotrapuericultora…Peroesoeranasuntosquesepodíantratartranquilamente.Asíqueesoeraloquepretendían.Alponerloentrelaespadaylapared,con

lasmáquinas detenidas, pretendíanque el buenodeHuntzinger lograra algunaconcesióndeél.Peroenesolossocialistas,esoscobardes,andabanequivocados.Conélnoconseguiríannada.Éleraquiendecidíacuándosubirelsalarioasustrabajadoresyporqué.¡Unahuelga!Desdelaexistenciadelafábricajamássehabía producido tal cosa. Esas invenciones socialistas modernas debíanreprimirse en cuanto asomaban los primeros brotes. Era preciso mantenersefirme.Quien cediera en esemomento, dejaría de ser dueñode supropia casa;esoserancapacesdearrebatarlehastalacamisa.—Atiendebien,Huntzinger—dijovolviéndosehaciaelcapataz,queesperaba

unarespuestaconlacabezainclinadaylamiradainquieta—.Quiennoacudaatrabajar, no recibirá su jornal. Así de simple. Y quien no se presente sin unmotivojustificadoserádespedido.Haymuchagentequeesperaunpuestoenmiempresa.Huntzingernoreplicó,puessabíacómoibaa terminaresaconversación.No

envanoseconocíandesdehacíamásdetreintaaños.Perolamujeryelhijonohabíandadotreguaaesepobrehombre.MaxHuntzinger,elhijo,eraayudantedemáquinaenlahilatura,ytambiénlamujerdeHuntzingertrabajabaahícomo

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anudadora.Por loquesabíaelseñorMelzer,ellahastaentonces tenía famadeser diligente, pero la vista la había abandonado y recientemente había sidorecolocada como empaquetadora, donde ganaba menos. Max Huntzinger, encambio,habíadestacadomásporbocazasyporsumalaconductaqueporhacerbien su trabajo; lo habían reprendido enmás de una ocasión y si no lo habíadespedidoyaeraporsupadre.Lo más seguro era que Max Huntzinger fuese, en secreto, miembro de la

SociedadObrera.Sinembargo,seguíaviviendoen lacasadesuspadres,en lacolonia fabril, donde el señorMelzer no quería tener a ningún socialista. Losbebedores,losladronesylosmiembrosdelasasociacionessocialistasnoteníannadaquehacerenlacolonia,algoqueelviejoHuntzingerdebíasaber.EldirectorMelzersubiólaescaleraqueconducíaalosdespachosdeledificio

deadministraciónyvolvióanotaraquellasensacióndesagradableenelpecho.Tuvoqueavanzarmásdespacioy,desdeluego,renunciarasubirlosescalonesdedosendos;afindecuentas,sedijo,yanoteníaveinteaños.Encuantollegóarriba, constató que los empleados se habían ido a casa, lo cual no era raroporqueyaeranlasseisymedia.¿DóndeestaríaPaul?¿Habríaregresadoyaalavilla?Seacercóalaventanaydirigiólavistaalapuertadelafábrica.Seguíanahí.Lasmujeresquequeríanaccedera su trabajoen las salasy losgruposdetrabajadoresquelescerrabanelpaso.Erapreciso llamara lapolicía,yaunqueesoseríaunescándaloysaldríaenelperiódicoaldíasiguiente,elturnoespecialquedaríasalvado.Porlomenos,enparte,yaquehabíaqueesperarunbuenratohastaquelasmáquinasestuvierandenuevoenmarcha.Soltóunablasfemia.Esoprovocaría que alguna de lasmáquinas volviera a tener problemas justamenteahora, después de pagar un dineral por su reparación. El siguiente miércoles,recordó,teníanqueempaquetarlastelasparaInglaterraycargarlaseneltren.Latejeduríaestabatrabajandoatodamáquina,peroahorasequedaríansinhilo.Eradesesperante.Sinembargo,lostrabajadoresvenían,hacíansutrabajoyrecibíansu sueldo, ajenosa estaspreocupaciones.Ninochesde insomnio,nimiedodeque todo se echara a perder, ni responsabilidad ante cientos de personas ni

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decisionessobreseronoser.Encambio,sedeclarabanenhuelga.Noqueríantrabajarperosíganarmásdinero.Deesosísabían.Sedisponíayaaretirarsedelaventanaparadescolgarelteléfonocuandonotó

movimiento juntoa lapuertade la fábrica.Sehabíaproducidoun tumulto, talvezunapelea,nopodíaverlobien.Ahoraelgruesodelosquequeríantrabajarseacercabaalapuertayentrabaenlasinstalaciones.¿Habíanentradoenrazón?Todoindicabaquelosqueleshabíanimpedidoelaccesohabíandesistidoysehabían echadoaun lado; tan solo aquíy allá alguno levantaba losbrazos conenojo,peronopasarondeahí.ElseñorMelzernoaguantómástiempoeneledificiodelasoficinas,asíque

bajóatodaprisalasescaleras,salióalpatioyagarróporelbrazoaunadelasmujeresqueseapresurabaapasar.—¿Quéocurre?¿Adóndevaistandeprisa?Lamujereramuyjoven,alosumoteníadieciochoaños,yllevabaescritoen

lacaraelespantodeencontrarsetancercadelseveroseñordirector.—Vamos a nuestro trabajo, señor director. ¡Ah! ¡Muchas gracias, señor

director!Peroahoradebomarcharme,porquesinollegarétarde…¿Muchasgracias?Retrocedióhastalaentradaparanoobstaculizarelpasode

los que iban a trabajar y contempló sus rostros cuando pasaban. Parecíanaliviados,algunosinclusosereían,ysolounospocosleparecieronasustadosoinclusoconscientesdesuculpa.Portodoslosdiablos,¿quéhabíaocurridoenlaentrada?Cuandoaquellaafluenciadegentehubopasado,sedirigióhacialapuertade

entrada para preguntar al portero, pero entonces le salió al paso un grupo decuatro hombres, con su hijoPaul en el centro, enfrascados en una charlamuyintensa. Los otros tres eran trabajadores de la hilatura: uno de ellos eraMaxHuntzinger; el señorMelzerno recordababienelnombredeotro, eraalgoasícomoBrunneroBäumler,oalgoparecido;el terceroeraJosephMittermeieryteníacasicincuentaaños.Todoindicabaqueeranloscabecillasdelahuelga.El

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señor Melzer se dirigió de inmediato hacia ellos. Quería saber qué estabaocurriendo.—¡Nohaymotivosdealarma,señordirector!—ledijoMittermeier—.Vamos

airatrabajar,comosiempre.Nohapasadonada.—¿Quenohapasadonada?—bramóél—.Habráconsecuencias,Mittermeier,

puedesestarsegurodeello.—Porsupuesto,señordirector.Losdosempleadosmásjóvenessequitaronlasgorrasysaludaronaldirector

delafábricacomosisehubieranencontradoconélenelpatioporcasualidad.Siguieronsucaminosindecirunapalabraydesaparecieronenunadelassalas.—Acompáñamearriba—ordenóelseñorMelzerasuhijo.NoleparecíaadecuadopreguntaraPaulporloocurridoahíabajo,enelpatio.

Bastantemaloerayaquesuhijoestuvieramejorinformadoqueélmismo.Subieronlaescalerahasta lasegundaplanta.ElseñorMelzernotódenuevo

aqueldolorenelpecho.Además, lecostabarespirar,y tuvoquedetenersedosvecesyvercómoPaulloadelantabasinningúnesfuerzo.—¿Estásbien,padre?Notienesbuenacara.LamiradadepreocupacióndePaulloincomodó.Élnoestabaenfermo,nunca

lohabía estado; incluso con fiebre, se arrastrabahasta la fábricapara trabajar.Había levantado esa empresa y ahora la dirigía: eso no le dejaba tiempo paradescansarniparaponerseenfermo.Paulleofrecióunasientoysacólabotelladecoñacfrancésdelarmario.—¿Quépasa?—gruñóelseñorMelzerconenojo—.¿Porquémetratascomo

aunanciano?Paulpreparódoscopascongestoufanoyrepusoqueélnoserviríacoñacaun

anciano,entodocasounatazademanzanilla.—¡Impertinente!ElseñorMelzersesentóysetomóelcoñacdeuntrago.Aquellabebidaera

excelente,yalinstantesesintiómejor.—A ver, ¿qué ocurre? ¿Has negociado con esos tipos? ¿Al final les has

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prometidoalgo?No,nolohabíahecho.Paulsehabíaacercadoatodaprisaalapuertaporque

unode losempleados ledijoqueahí fueraseestabacociendoalgo.Encuantodivisó a los cabecillas de la huelga, fue a saludarlos amigablemente.A fin decuentas,dijo,mesesatráshabíatrabajadoconelloscodoconcodo.—Hemos estado charlando un poco y les he dicho que, en mi opinión, no

merecía lapena tantoesfuerzoporunoscéntimosmás.Mehancomentado lassandeces que han oído en las reuniones de la Sociedad Obrera y los heescuchadotranquilamente.Acontinuación,lesheprometidoquemeemplearíaafondoparaconseguirlesunaumentodesueldoenlosturnosespeciales.ElseñorMelzeribaaprotestar,peroPaulinsistióenqueaquellonohabíasido

unaconcesión,sinounasimplepropuesta.Entreotrascosas,porqueélnoeraeldirectordelafábrica.—¿Yhanaceptado?—Nodeinmediato,nitampocotodos.Perolasmujeresylospocoshombres

quequeríaniratrabajarcadavezempujabanmáshacialapuertadeentrada,deformaqueeradifícilcontenerlos.Luegotodohaocurridomuyrápidamente…AquelloeraloqueelseñorMelzerhabíavisto.Setomóotracopadecoñacy

una sensación de alivio le recorrió el cuerpo reconfortándolo. En el fondo, sedijo, teníamotivospara estar orgullosode suhijo.Paul se habíametido en elavispero, había negociado sin hacer concesiones y había logrado que todosvolvieranasuspuestossinqueseprodujeraviolenciaalguna.—Despediremosaesoscabecillas—decidióel señorMelzer—.Esagentuza

tienequesereliminadaderaíz.Paul fruncióelceño;alparecer,nocompartíasuopinión,peronodijonada

porque no quería que los halagos de su padre se resintieran por ello. Por otraparte,aúnnohabíadicholaúltimapalabra.—¡Tuconducta,Paul,hasidointachable!—Gracias,padre.Duranteunratopermanecieronensilencio,sesirvieroncoñac,bebieronjuntos

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y disfrutaron de la hermosa sensación del reconocimientomutuo. Luego Paulcomentó que en los últimosmeses cada vez sentíamás suya la fábrica y queaqueleraeltrabajodesuvida.Queríaseguirdirigiendoyampliarloqueelpadrehabíacreado,ytalvez,algúndía,cedérseloasupropiohijo.ElseñorMelzerestabaimpresionado.Casileparecíaincreíblelarapidezcon

laqueaquelestudiantedespreocupadohabíapasadoa seruncolaboradormuydigno de consideración. Ciertamente había sido un error enviar a su hijo aMúnichparaqueestudiaraDerecho;suauténticotalentonoseencontrabaenlateoría. Paul era un hombre de acción. Además, sabía tratar a la gentemuchomejorqueél.—Megustaríavercreceramisnietosenlavilla—comentóelseñorMelzer

haciendogirarlacopavacíaenlamano—.ElgriteríodelapropiadescendenciaseríamuchísimomásagradablequelosbramidosdelbebéilegítimodeAuguste.Paulsonrióycontestóque,porelmomento,suhermanaElisabethocupabala

primeraposición.Sitodoibacomoeradebido,elañopróximohabríabodayalsiguientepodríancontarconelprimerniño.—¿Yquéhaydeti?—¿Demí?Bueno,creoqueaúnmevoyadaruntiempo…ElseñorMelzernocompartíasuopinión.Casarsejoveneraunabuenacosa.

Teniendo energía, Paul podría dedicarse a su joven esposa y a los hijos queestuvieranpor llegar.Sabíamuybien loquedecía.Enesesentido,él sehabíaperdidomuchascosas.—Mira a tu alrededor, muchacho. Entre las hijas de los industriales hay

buenas candidatas. ¿Quéme dices de la pequeña Tilly Bräuer, la hermana deAlfonsBräuer?Ciertoqueaúnesmuyjoven,perotienepotencial.Pero,enfin,talvezestoyhablandoenvanoyyatienesaalguienenmente.—Enabsoluto,padre.Y,porelmomento, tampoco tengoprevistoquehaya

nadie.Clavólavistaensuhijoysediocuentadequeesquivabasumirada.Paulera

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unpésimomentiroso.TodoindicabaqueloqueElisabethhabíainsinuadoenunaocasióneracierto.—¿EstásocupadocontuaventuraconMarie?Habíadadoenelblanco.Suhijoseexaltóyafirmóqueélno teníaninguna

aventura con Marie, que ella era una muchacha decente y que él no podíaconsentirquealguienpensaramaldeella.—Vaya, vaya—musitóMelzer—.Claro que es unamuchacha decente,me

habría extrañado que no fuera así. Pero es muy guapa, y si a ti te apetecedesahogarteconella,yonotengonadaqueobjetar…—Lorepito.Notengoningunaaventura,ydesdeluegonoconMarie.Yexijo

quemecreascuandotelodigo,padre.¡Cómo se ponía!Al parecer, ese asunto lo afectaba profundamente, lo cual

resultabamuyenojosoporquehastaqueaquellarelaciónnoterminara,eseilusosecerraríaenbandaacualquiermatrimonio.Malditasea,eraculpasuya.Habíaacogidoaesachicaensucasaporpuraconmiseraciónyellaseloagradecíadeesemodo.—Paul, deberías ser prudente—dijo intentando adoptar un tono paternal y

benevolente—.Esamuchachacrecióenunentornobastantedifícilynosepuedeconfiarenella.Enunabrirycerrardeojostepuedecargarconunhijo,yesotecausaríatodotipodemolestias.Pordesgracia,advertira suhijoconpalabrasbienintencionadasestaba fuera

de lugar. Paul repuso en tono glacial que le extrañabamucho que supiera tanpocascosassobreMarie,yaque,afindecuentas,eralahijadesuantiguosocioJakobBurkard.El comentario lo pilló por sorpresa y aquel tremendo dolor en el pecho

regresó.Estavez,sinembargo,nofuesolounpinchazosinountiróninsidiosoqueseprolongóduranteunrato,impidiéndoleresponderdeinmediato.—¡Quétontería!—logródecirporfin—.Burkardmurióhaceveinteañospor

culpadelabebidaynoteníahijos.¿Suhijolosabía?Enesecaso,Mariedebíadehabérselocontado.Laculpade

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todolateníaelcura;alhaberseidodelalenguahabíadesatadolosdemonios.—Tuvouna hija ilegítima—afirmóPaul con insolencia—.Mamáme lo ha

contado.Enesemomentoel señorMelzer sequedó sinhabla.EraevidentequePaul

había estado haciendo preguntas. Alicia no podía haberle contado gran cosa,peroelcurasí.Talvezinclusoalgunosdelostrabajadoresantiguosdelafábrica.Yeljardinero,claro,esehombretambiénsabíaalgunascosas…—Nodiscutamospor ello, padre.El padredeMarie tieneque constar en el

registroparroquialyenlaoficinadeempadronamientodelaciudad.ElseñorMelzersequedóuninstantecallado,sintiéndoseincapazderespirar.

Elrecuerdoleoprimíaelpechocomounalosapesadayle impedíacogeraire.Aunasí,suiraestalló.—¡Pongaloquepongaahí,fueunamentiraqueesaHofgartnerledijoalcura!

—gritócolérico—.¡MarienoeshijadeBurkard!ObservóquePaulapretabaloslabiosconrabia.Esemuchachopodíallegara

ser muy obstinado. Las ideas se le arremolinaban en la cabeza y notaba laspalpitacionesenlassienes.¿Quédebíahacer?¿Cómodebíaafrontarlacatástrofeinminente? ¡Marie! Ella era la clave de todo. Tenía que intentar echarla de lavilla.Ledaríadineroparaque semarcharaaotraciudad.Muy lejos,paraquePaulnopudierairtrasella…Suhijoselevantóydijoqueseibaalavillaconelcocheporqueesanoche

teníaninvitados.Sierapreciso,mástardesepasaríaporlafábrica.—Tegusteono,voyaseguirconesteasunto.PorMarie,quetienederechoa

saberquiénerasupadre.El señorMelzer intentó reprimir la rabia que sentía en su interior, pero no

pudo.—¡Noconsientoquemetaslasnaricesenasuntosquenoteconciernen!¿Lo

hasentendido?¡Loimpediré!LapuertasecerróyoyólospasosdePaulalejándoseporlaantesala,yluego

la puerta que daba a la escalera. Ese hijo suyo primero se pavoneaba y luego

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huía. Quería ser un adulto y caía en las redes de alguien tan taimado comoMarie.Alfinal,dejaríaembarazadaaesaarpía.Peroeso,sedijo,teníasolución.Tampocoseríalaprimera.Se levantó paramirar el patio.Ya había oscurecido, aunque la iluminación

eléctrica lepermitióvera suhijodirigiéndosehacia laentrada.De repente, sesintiómalytuvoquesentarse.Talvez,sedijo,notendríaquehaberbebidotantocoñac;últimamenteteníamolestiasenelestómago.Noeradeextrañar.PrimeroKittyysu traicióna la familiaescapándoseconun francés.LuegoElisabethysusplanesdebodaconesenobledetresalcuarto.YahoraPaul,suhijo,enelquetantasesperanzashabíadepositado.Habríasidomejornohabertraídohijosalmundo,puesnoeranmásqueunafuenteconstantedepreocupaciones.Alguien llamó a la puerta. Uno de los capataces le informó de que había

problemasenlahilatura.—Haydosmáquinasestropeadas,señordirector.Elcarronosemueve,parece

quehayalgoatascado.—Enseguidavoy…Teníaelcuerpopesadocomoelplomoylecostómucholevantarse.Además,

se sintió mareado. Al llegar a la escalera tuvo que agarrarse con fuerza a labarandilla para no caer.Pensóque en cuanto le diera el aire fresco se sentiríamejor.Malditoalcohol,yanolotolerabatanbiencomoantes.Cuandocruzabaelpatio,eldolorenelpecholoenvolvióconunaintensidad

repentina.Sedoblósobresímismo,sintióunaarcadayvomitó.Entoncessehizola oscuridad y se precipitó a gran velocidad por un tubo hacia lasprofundidades…—Señor director —gritó una voz que le resultó familiar—. ¡Dios mío!

¡DirectorMelzer!¡Idapedirauxilio!EralavozdeMaxHuntzinger.

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—Eresdemasiadobuena—lehabíasusurradoElseaMariecuandoentraronenelvestíbuloparaentregarlossombrerosylosabrigosalosinvitadosqueyaseiban—.Estenoestutrabajo,Marie.—Perositienequedarelpechoalapequeña…—Esasiempreencuentraunmotivoparanotrabajar—siseóElseconenfado

—.Quesiamamantar,quesicambiarpañales,quesiacunaralaniña,quesieldolordelpecho…—Chisss,Else.AhíarribayaestánlosBräueryelteniente.Las dos hicieron una reverencia educada y se apresuraron a ir a buscar los

abrigos.Eraunatardecerdemayo:lasseñorassolollevabanguardapolvoporqueloscoches ibancon lacapotadescubierta,ya loscaballeros lesbastabacon lachaqueta y el sombrero de paja. Edgar Bräuer y su esposa Gertrude sedemoraron un rato charlando con Alicia en el vestíbulo, comentandoanimadamenteladisputafamiliarquehabíaencasadelosWagner,enBayreuth;al parecer, IsoldeWagner había llevado a juicio a su hermanoSiegfried. Estehabía afirmado que ella solo era una hermanastra, ya que su padre no eraRichardWagnersinoelexmaridodesumadre,HansvonBülow.AlfonsBräueryKittytambiénsehacíanesperar;Elisabeth,encambio,había

aparecido acompañando a sus futuros suegros. Marie se apresuró a buscar lachaquetayelsombrerodeChristianvonHagemann,mientrasqueElsetrajoelguardapolvoyelpañuelodesedadeRiccardavonHagemann.—Marie—dijoalguiensaliendodeentrelassombrasdelhuecoquehacíalas

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vecesdeguardarropía—.¿Quéhacesaquí?Ellasesobresaltóytuvoquecontenerloslatidosintensosdesucorazón.—Estoyhaciendomitrabajo,señorMelzer…—Pero este no es tu trabajo —respondió Paul, enojado—. ¿Dónde está

Auguste?¡Noquieroquetúlleveslosabrigosanuestrosinvitados!Ellanocontestóypasópordelantedeélcargadaconunabrigoyunpañuelo

deseda.Asínosehacíanlascosas.¿Quésehabíacreído?¿Acasonosabíaquehablándola de ese modo la ponía nerviosa? ¡Con solo verlo pasar, ella ya semoríadepesaryañoranza!—Esunalástimaquesupadrenohayaencontradotiempoparaacompañarnos

—dijoGertrudeBräueraPaul—.Detodosmodos,Paul,nosveremoselpróximojuevesencasa.Loesperamoscon impaciencia;además,nuestraTillyyahabráregresadodelinternado.MarieentretantoayudabaalaseñoraBräueracolocarseelabrigoyleentregó

ellargopañuelodesedaconelquesecubríalacabezapararesguardarsedelfríodelanoche.—¡Québien!—dijoPaul conuna sonrisa—.Tengomuchas ganas de ver a

Tilly.Seguroquehacambiadomucho.—¡Ytanto!Lapequeñasehaconvertidodeprontoenunajovendama…Mientras la señora Bräuer cantaba las bondades de su hija, Paul tenía la

mirada clavada enMarie. Su actitud era desafiante. «¿De verdad quieres quecortejeaesachica?»,parecíaquererdecirle.«Puessisiguesasí,nomequedaráotroremedio.»Mariebajólamiradaysemarchóatodaprisa.Entoncesasomaronenloalto

de la escaleraKittyyAlfonsBräuer; aqueldíanoparecíanquerer separarseypermanecían quietos ahí arriba. ¡Qué bien se entendían!Marie no había vistonunca a Kitty hablando con un hombre de un modo tan serio y con tantaconfianza.Nohabíaniunatisbodeenamoramiento, almenosnoporpartedeKitty,perodabalaimpresióndequeconAlfonssesentíaprotegida.¿Noeraesaunaformadeamor?¿Yeseamornoeramásnobleyvaliosoqueeldeseofísico,

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esa traicionera atracción que tanto dolor provocaba? Aunque era del todoinadecuadoecharseallorarenesemomento,porunosinstanteselvestíbuloselenubló ante la vista. Él, por supuesto, se casaría con otra, y posiblementemuypronto.¿Quése lehabíaperdidoaellaenesacasa?¿Dóndehabíaquedadosuamorpropio?¿Porquéseinfligíatantodolor?Alguien hizo sonar la campana de la entrada y Else se apresuró a abrir la

puerta.—Almenos ahora podremos saludar a sumarido—comentó Riccarda von

HagemannaAlicia.Peroseequivocaba.Enlapuertahabíauntrabajadordelafábricaconlagorra

doblada en la mano y una expresión de profundo espanto al encontrarse derepenteantetantosseñoresdistinguidos.—Esel…elseñordirector—balbuceó.Deprontosequedósinalientoyfue

incapazdedecirnada.KlausvonHagemann,queaguardabaimpacientejuntoalapuerta,sedirigió

alhombre.—¡Sobreponte,muchacho!Una palabra detrás de la otra. Empieza desde el

principio.—Deacuerdo—contestóeltrabajadorhaciendounareverenciaquehizoque

selecayeralagorra.Seinclinócontorpezapararecogerladelsuelo.—¿Qué pasa con mi marido?—quiso saber Alicia, que se había acercado

rápidamente, presa de un presentimiento sombrío—. ¿Le ha pasado algo?¡Habla,porDios!—ElseñordirectorMel…Melzerestáenelhospital.—¡SantoDios!Alinstantehicieronentraralhombreenelvestíbulo,rodeándoloyacosándolo

a preguntas. El pobre estaba aterrorizado, sin saber a quién responder. Sinembargo,alfinallograronsacarenclarolopocoquesabía.MaxHuntzingersehabíaencontradoalseñordirectorenelsuelodelpatio,enmediodeuncharco.Asullamadadeauxilioacudieronatodaprisavariostrabajadoresdelahilatura,

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entre ellos el viejo Huntzinger. Entonces llevaron al señor director a laenfermeríay lo colocaron enuna camilla.Comoestaba conscientepero sentíamucho dolor, Max Huntzinger y su padre metieron al señor director en suautomóvil y luego el anudador Karl Suttner, que sabía conducir, los habíallevadoalhospital.—Paul—dijoAlicia, sorprendentemente dueña de símisma—, te lo ruego,

llévamealhospitalenelautomóvil.—¡Porsupuesto,mamá!¡Else!¡Losabrigos!Alicia llamó a Marie y le dijo que se preparara para acompañarla. Todos

fueron presa de una excitación febril. Elisabeth iría al hospital conKlaus vonHagemannenel cochede suspadres,yKitty insistióenqueAlfonsBräuer laacompañara.EdgarBräuerllamóporteléfonoasumayordomoparaqueenviaradosdesusvehículosyllevaranalrestodelosseñoresasucasa.—¿Ha muerto? —se oyó decir a Auguste en la entrada que daba a las

dependenciasdelservicio.—¡Cierralaboca!—lareprendiólacocinera.—¡Virgensanta,guárdanosde todomal!—seoyódeciralamade llaves—.

¡Tesuplicoquesalvesalseñor…!Marienooyónadamás.Salió sin sombreroni chaquetadetrásdeAlicia, le

cedióelasientotraseroysesentóalladodePaul.Élnolamiró;ibaensilencio,con expresión pétrea, y la vista clavada en la luz que arrojaban los faros.TampocoAliciaMelzerdijounapalabramientraselvehículotraqueteabaporlascallesdelaciudad.Bajo la oscuridad, el edificio alargado del hospital principal parecía una

fortalezaymostrabavariashilerasdeventanasiluminadas.PaulsedetuvojustodelantedelaentradaparaquesumadreyMariepudieranapearse;luegoavanzóunpocoparadejarsitioalautomóvildeAlfons.AKittyletemblabaelcuerpo;Marie,queenprincipiohabíaqueridoasistiraAlicia,acudiójuntoalajovenylepusoelbrazosobreloshombros.—Es culpa mía —se lamentó Kitty—. Lo he puesto tan nervioso que ha

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enfermado.¡Oh,Marie!—No,Kitty—ledijo—.Nadieesculpabledeestasdesgracias.Soncosasque

ocurren,yloúnicoquepodemoshacerahoraesestarasulado.KittyasintióydijoqueAlfonshabíadichomásomenos lomismo, así que

debíadesercierto.Alcabodeuninstanteestabanenelvestíbulodelhospital.Paulpreguntóala

religiosadelarecepcióndelalacatólicadóndepodíanencontraralseñorJohannMelzer.Entretanto,Alfons llegó juntoaKittyyella seagarróaél.Sinembargo,en

cuantoElisabethhizoactodepresenciaenelvestíbuloacompañadadeltenienteVonHagemann,Kittyperdiódenuevolaserenidad.—¡Aquítieneselresultado!—leespetóElisabeth—.¡Malditaegoísta!Note

imaginas cuánto sufrió papá cuando te fugaste con ese amante tuyo.Si por tuculpapapáse…—¡Elisabeth!—reprendióAliciaasuhija.Elisabeth semordió la lenguay calló congestoobstinadomientrasKitty se

refugiabaenelpechodeAlfons.—¡Señores, se lo ruego, esto es un hospital!—los regañó lamonja con su

enorme tocablanca.Acontinuación, anunció—:El señorMelzerha ingresadohacemediahora.Lesruegoquetenganalgodepaciencia.Alicia no estaba dispuesta a que la dejaran almargen. Se presentó como la

señoraMelzerypidióquelacondujerandeinmediatojuntoasumarido;aunquenopudieraestarpresentedurantelaexploración,síqueríaestarcercadeél.Lamonjasecompadeciódeellayaccedió,perodijoquesolopodíahaceresa

excepciónconlaesposa.Indicóa laseñoraMelzerqueaguardaraenelpasilloquehabía frentea la salade ingresoshastaqueunaenfermeraounmédico laacompañara. Por desgracia, el resto de los acompañantes deberían esperar ahíabajoytenerpaciencia.Enelvestíbulohabíavariosbancos,perosoloElisabethyKittysesentaron.

Los caballeros se quedaron de pie, y Marie estaba demasiado nerviosa para

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sentarseenunbanco.SucompasiónhaciaJohannMelzerera limitada,perosesentía apenada por Alicia Melzer y por Kitty, aunque, sobre todo, estabapreocupadaporPaul.Noestabaconlosdemás,queconversabanentresíconvozqueda,eibadeunladoaotrocomountigreenjaulado.Parecía como si el tiempo no quisiera pasar. Kitty empezó a sentir frío y

aceptó ponerse la chaqueta de Alfons sobre los hombros. El teniente intentónegociar con la religiosa de la entrada, pero fracasó con un «no» rotundo.Esperar,tenerpaciencia,nodejarsellevarporlasfantasíasaterradorasquedabanvueltasenlacabeza.Elisabethestabasentadaenelbancoconlacabezagacha.¿Lloraba?Marie no estaba segura, pero le pareció que veía algunas lágrimascayéndoleenelregazo.Elrelojsituadosobrelapuertadelaentradamarcabalasdoceymedia.Porfin

comparecióuna joven enfermera, quehabló entre susurros con lamonjade larecepción.—Señores, les ruego que me acompañen —dijo dirigiéndose a los que

esperaban—. Al señor Melzer se le ha administrado un calmante y se hadormido.Poreso lespidoqueno lehablenni interrumpandeningúnmodosudescanso.Acontinuación,sedirigieronalasegundaplanta.Loscaballerosutilizaronla

escalera,yKitty,Elisabeth,Marieylaenfermerasubieronenelascensor.Aesashoras de la noche, el trayecto en aquella cabina de hierro tenía algo de irreal,igualqueellargopasillodelhospital,queahoraapenasestabailuminado;paraMarie era como el recuerdo de una pesadilla. Todas lasmujeres se alegraroncuandoseabriólapuertadelacajadelaescalerayaparecieronlostreshombres.—¡Con la prisa que nos hemos dado y ustedes han llegado antes! —dijo

Alfonsenunintentodelevantarlosánimos.Kittysonriódébilmenteylotomódelbrazo.LamiradaqueAlfonsledirigió

estabatanllenadecariñoqueMarietuvoqueapartarlavistaalinstante.—¡Esperenaquí,porfavor!Se detuvieron obedientes frente a una de las puertasmientras la enfermera

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entrabaenlahabitación.Enelinteriorseoyóaalguienhablarenvozbajaconotrapersona.¿EraAliciaMelzer?Acontinuación,lapuertaseabrióymostróalenfermo.JohannMelzerestabatumbadobocarriba,conlosbrazosestiradosa lo largo

del cuerpo y el torso tapado con una sábana blanca. Estaba pálido y daba laimpresióndehaberenvejecido;sinduda,eldolorpadecidohabíahechomellaenél.Supechosubíaybajabadeformaregular,perolejosderelajarlo,parecíaqueel sueño le procuraba pesadillas. Sentada en una silla demadera,Alicia, a sulado,aparentabaunagranpresenciadeánimo.—¡Nopareceél!—susurróKitty,apesadumbrada.Elisabethteníalavistaclavadaenelenfermoycallaba;Mariesepreguntópor

quésuprometidonohacíaelmenoramagodeconsolarla.KlausvonHagemannestaba apoyado en la pared y contemplaba a su futuro suegro con un horrorevidente. Qué raro, se dijoMarie. Daba la impresión de que sentía aprensiónanteelenfermo,yesoqueeloficiodemilitarestabarelacionadoconlamuerte.SeestremecióalnotarquePaullehabíarozadoelhombroconlamano.Sintió

poruninstantesupresencia,sualientocálidoenlanuca,suanhelodeconsuelo.Peroellanoseatrevióadarselavueltayeseinstantesedesvaneció.Entonces la enfermera dijo a media voz que los señores debían salir de la

habitación porque el enfermo necesitaba tranquilidad. Von Hagemann fue elprimero enobedecer esa solicitud; los demás lo siguieron, yKitty yElisabethsalieronlasúltimas.Ahoralasdoshermanas,queunratoanteshabíandiscutido,seabrazabanentresollozosyElisabethlepedíaperdónaKitty.Alicia abandonó su puesto junto al lecho de su marido y salió al pasillo.

Explicóloquelehabíadichoelmédico,quehabíasidounataquealcorazón,loque ellos llaman infarto, que era cuando un coágulo de sangre bloqueaba lasarterias coronarias e interrumpía la circulación hacia el corazón. Les contóademásque,segúnestudiosrecientes,uninfartodeesetiposecurabaconreposoabsoluto,comopoco,quincedíasencama.—Pasaréestanocheconél—dijo—.Mañanayaseverá.SiDiosquiereyno

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sufreotroataque,talveznoslopodamosllevaracasaenlospróximosdías.Aningunoleparecióquellevarloacasafueraunabuenaideaporquealguien

como JohannMelzer era incapazde permanecer en cama.Sin embargo, nadieobjetónada; tansoloElisabethdijoqueadmirabaamamáporser tanvaliente.Alicia permanecía muy serena y empezó a distribuir las tareas como uncomandante.—Elisabeth,simañananohevuelto,estarásalfrentedelacasaconlaseñorita

Schmalzler.—Sí,mamá.—Kitty,túteencargarásderecibiralasvisitasydecancelarlasinvitaciones

delospróximosdías.—Sí,mamá.—Paul,por favor, tepidoque te encarguesde la fábricamientraspapáesté

enfermo.—Pordescontado,mamá.Alicia miró a su alrededor y, a pesar de la triste situación, les dirigió una

sonrisaanimosa.—Nos vemos mañana por la mañana, queridos. Resulta muy reconfortante

podercontarconloshijosenlosmomentosdenecesidad.Cuandopapásehayarecuperado,sesentirámuyorgullosodevosotros.Se despidieron con un abrazo.Mientras se dirigían hacia el ascensor Kitty

comentó que, con mamá junto al enfermo, todo el mundo se acostaría mástranquilo.Elisabethnodijonada,peroVonHagemannsedignópasarleelbrazoentornoaloshombros.—Yaveráscómoprontoseponebien,Lisa.—Sí,seguro.LasparejasserepartieronenloscochesyresultónormalqueMariefueracon

Paul. Este arrancó el motor y avanzó con parsimonia detrás de los otrosvehículos.—Bueno, ahora resulta que soy director de la fábrica —comentó con

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amargura—.¿Quiénhubieradichoqueascenderíatanrápido?—Probablementeseráporpocotiempo,señorMelzer.Seguroquesupadrese

recuperará.Élnodijonada.Habíandejadoatrás lapuertaJakoberysedirigíanhacia la

villa.A esas horas, las lámparas de arco se habían apagadohacía rato pero, amanoderecha, las fábricasdondeseproducíadeforma ininterrumpidaseguíaniluminadas. Al cruzar un pequeño puente, el agua del arroyo brilló como uncristalrotosobreunfondonegro.Marieteníalamiradafijaenlaslucesposterioresdelvehículodedelante,que

conducíaAlfons.VislumbrólasiluetaborrosadeKitty:ibaalladodelbanquero,enelasientodelacompañante,ysusgestostanvivoshacíanpensarqueestabaninmersosenunaanimadaconversación.—Lamentomucholoocurrido—dijoMarie,ysediocuentadeloimpersonal

quehabíasonadolafrase.Enelrostrodeélasomóunasonrisaamarga.—Muchasgraciasportucompasión—contestóélconironía—.Animasaber

queelserviciocomparteconnosotroslasalegríasylaspenas.Esoledolió.Trasrodearensilencioelarriatedefloresquehabíadelantedela

villa,Pauldetuvoelautomóvilfrentealaentradadeservicio.—Buenasnoches,señorMelzer…EllanooyósurespuestaporquePaulpisóelaceleradorysedirigióalgaraje.

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—SeñoritaJordan,cierrelapuertaencuantoentre,ydejedehacerruidoconlasperchas.MariaJordandirigióunamiradadeodioalaenfermeradedelantalblancoque

llevaba una semana tiranizando a todos en la villa. Con qué gusto le habríacantado unas cuantas verdades a esa bruja, pero, por desgracia, eso no eraposible.—Comoguste,enfermeraOttilie—respondióconunadulzuraforzada.Alcabode tresdíasenelhospital,elseñorMelzerhabíasido trasladadoen

ambulancia, con todos los cuidados, a su casa, donde lo subieron en camillahasta el segundo piso. Según las órdenes del médico, no debía abandonar lacamaporlomenosendossemanas,nitampocosepodíamover.Esosignificabaquehabíaquedarledecomer,lavarlo,limpiarlesusnecesidadesydarledebeberconunpistero.Comoningunadelasmujeresdelservicioseconsiderócapazdellevaracaboesoscuidadosíntimos,yHumbertafirmó,avergonzado,quenuncahabíavistoaunhombredesnudo,AliciahabíacontratadoalaenfermeraOttilieSüssmutatravésdeunaagencia.La enfermera rondaba los cuarenta, llevaba el pelo, rubio como el pan,

recogidodebajodeunacofiablanca,y lucíaunabatablanca inmaculadasobreunvestidodecolorazulclaro.Mientrascuidaradelenfermo,ella requeríaquesusórdenesnosolofueranacatadasporelserviciosinotambiénporlosseñores,puestoquelavidadelenfermodependíadesusconocimientosyexperiencia.De

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ahíquesecontornearasiempremuyerguida,consusgrandespechoslevantadosporelefectodelcorsé.Porunavezen lavida, laopinióndeMaria Jordaneracompartida.Todoel

personalestabadeacuerdoenquelaenfermeraOttilieeraunaespeciedecastigoquedeberíansufrirduranteuntiempo.—¡Quémaneradedarórdenesa todoelmundo!—refunfuñó lacocinera—.

Secree la señorade la casa.Sino fuerapor elpobre señor,debuenagana leecharíaunainfusióndemanzanillabiencalientesobrelospiesdesnudos.LapobreHannahabíarecibidounbofetóndeOttilieporque,aliraencender

laestufadelahabitacióndelenfermo,selecayóuntronco.¡Cómohabíapodidola señora dar carta blanca a una persona tan impertinente! Hanna apretó losdientesy terminósu tarea,pero luegocorrióenbuscadeMariey ledijoentresollozos que no se atrevía a volver a poner un pie en la habitación del señor.Incluso Eleonore Schmalzler admitía que esa enfermera no le resultabasimpática.—Si al menos el estado del enfermomejorara—decía preocupada—. Pero

cadavezestámásapático.—¡Cómonovaaestarlo!—opinólacocinera—.Nohaynadiequesepueda

reponertomandosolopapillasdesémolaeinfusionesdemanzanilla.Loqueelseñornecesitaesunbuentrozodeterneraconverdurayensaladadepatata.Conesosíquesesentiríabien.—Además, tiene que ser horrible que esa mujer te ande tocando con esos

dedosfríos—comentóHumbert.En cuanto hubo dicho esto, pegó un respingo porque la hija deAuguste se

puso a berrear. Como Auguste estaba fuera, en el patio, sacudiendo lasalfombrasconElse,Mariesacóalapequeñadesucunaylallevódeunladoaotrodelacocinaparaquedejaradegritar.—¡Vaya,vaya,menudagritonaestáshecha!—ledijoconcariño—.Tumamá

vendráahoramismo…—¡Cierraelpico,monitochillón!Osino,OttilielaMandonavendráaporti

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—dijoHumbertentonoamenazador,yluego,imitandoelmododehablardelaenfermera—: «Hagaan callaar a esa críaa, el enfermoo necesita descansooabsolutoo».InclusoEleonoreSchmalzler seechóa reír:desde luegoaquelhombre tenía

talento. Sin embargo, ella recuperó la compostura al momento y advirtió aHumbertquenosecomportaracomosiestuvieraenunteatrodevariedades.—Alavistade ladesgraciaquesehaabatidosobreesta familia,meparece

queesaconductanoesdebuengusto.—Misdisculpas,señoritaSchmalzler.Todosregresaronaltrabajoensilencio.MariesalióconlapequeñaElisabetha

buscar aAuguste.La jovenmadre se sentó en lahierba con el bebé, le dio elpechoycontemplócómoElseyMarie seafanabancon lasalfombras.Apenashabíanpasadocincominutoscuandoseabrióunaventanadelsegundopisoylaseñorasacólacabezaparaverquéocurría.—¡Marie! ¡Else! Id con las alfombras al otro lado. ¡Esos golpes son

demasiadofuertes!Marie suspiró, bajó el sacudidor y se limpió el sudor de la frente. Todo

indicabaque incluso la señora estaba sometida a lanuevacapitanade la casa.Ahoratendríanquearrastraresasalfombrastanpesadasalacaranortedelacasayempezardenuevo.—Lo próximo será prohibirnos comer porque hacemos demasiado ruido al

masticar —refunfuñó Auguste—. En cambio, esa cretina se puede llenar labarrigasentadaalamesadelosseñores.«Ottilie,Ottilie,blancaazucena,conlafamiliacena…»—Sialmenoselseñorse recuperarapronto—gimióElse—.¡Oh,Marie,es

tantriste!Porlanocheapenasconsigopegarojodelopreocupadaqueestoy…Marienodijonadayempezóaenrollarunadelasalfombras;Elseseapresuró

a ayudarla. Juntas arrastraron aquel pesado bulto hasta el pequeño pedazo dehierbaquehabíaenelalanortedelavilla,yluegoloarrojaronsobrelabarraquehabíaparasacudiralfombras.Cuandoregresaron,Augusteseguíasentadaenla

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hierba meciendo a su hija. La pequeña estaba satisfecha y se había quedadodormida.—Tengoquecambiarleelpañal.Seráunmomento—dijo,yselevantóconla

niñaysedirigióhacialamansión.—Esanovolveráhastaquehayamosllevadotodaslasalfombrasalotrolado

delacasa—sequejóElse—.¿Porquélopermites,Marie?Marie dijo que le gustaba arrastrar y sacudir alfombras, así no tenía que

pasarseeldíapegadaalamáquinadecoser.Aquelloledabadolordeespalda,perolaseñoritaElisabethnodejabadevenirleconnuevosencargos.—¿Creesdeverdadquecelebraremos la fiestade compromisoen junio?—

preguntóElse,preocupada.—¿Porquéno?Mariecogióelsacudidoryquedóocultaenunanubedepolvo.

Arriba,enlasegundaplanta,Aliciaestabasentadajuntoalacamadesumaridoleyéndole artículos del Allgemeine Zeitung. El enfermo estaba tumbadobocarriba con los ojos cerrados; su rostro estaba pálido y tenía las mejillascaídas.Aunqueapenassentíadolor,noparecíaquelasganasdevivirhubieranvuelto a él. JohannMelzer, el que durantemás de treinta años prácticamentehabía vivido en su fábrica, el que se pasaba allí dieciséis horas omás al día,ahoranomostrabaningúninterésporhilos,tejidosniestampados.LosintentoscautelososdePaulporinformarlosobrelareparacióndelasdosmáquinassolohabían logrado que el enfermo se girara sobre un costado con un gemido. LaenfermeraOttiliehabíaintervenidodeinmediato,habíaechadoalseñoritodelahabitacióny,conunadosisdevalerianaymanzanilla,habíalogradotranquilizarasuprotegido.InclusocuandoAlicialeleíaenuntonotranquilo,erasometidaalescrutinio severo de la enfermera. Si Johann Melzer hacía un mínimomovimiento,yafueralevantarunamanoo,comosolía,unparpadeocontinuado,Ottiliepedíamuyeducadamentealaseñoraqueabandonaralalectura.Aliciaera

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laúnicaalaquelaenfermeratratabaconguantesdesedaporqueeralaqueteníaelpoderdedespedirlaysustituirlaporotracompañera.

El ladrón que en la noche del 21 al 22 de agosto de 1911 robó laMonaLisa del Louvre ha sidoclasificadopor losperitosmédicoscomodébilmental,pero,aunasí, responsablede susacciones.Porconsiguiente,elfiscalacusaráaVincenzoPeruggia…

Aliciainterrumpiólalecturaycontemplóelsemblanteinmóvildesumarido.Se preguntó si de verdad oía lo que le estaba leyendo. A veces temía que élmuriera de forma repentina, que una noche pasara del sueño a perder laconcienciay luego se fueradeestemundo sindespedirse.Sindespedirse.Esoeralomásduro.Enlaprimaveradelañoanteriorhabíancelebradolasbodasdeplata;llevabanveintiséisañosjuntos.Habíahabidomomentosfelices,ytambiénmuchas peleas y fases en las que, lejos de vivir juntos, se habían hechocompañía.Alicianoqueríaotracosaquedecirlelomuchoquesiemprelohabíaamadoycómolamentabatodasesasdiscusiones.Sinembargo,nosabíasidebíahacerletalesconfesiones;talvezélcreyeraqueselodecíaporquepensabaquepronto iba a abandonar este mundo. Además, le molestaba la presenciaconstante, y bastante molesta, de la enfermera. Ahora mismo, la enfermeraOttiliesehabíalevantadoparacomprobarelpulsodelenfermo,quecomparabacon el reloj de plata que llevaba colgado del cuello. Tras finalizar el examen,levantólascejasconactituddeciertapreocupaciónehizounaseñalanimosaaAlicia.Podíaproseguirconlalectura.—«Rusia ha llamado a filas a tres promociones de reservistas para unos

ejercicios de instrucción de seis semanas que se celebrarán en otoño. Lamonarquía austrohúngara se ha mostrado muy preocupada por ello. En suopinión, esta llamada a filas con fines de entrenamiento es equiparable a unamovilización completa del ejército zarista, que actualmente se ha duplicado yasciendeacasidosmillonesdehombres…»LapuertaseabriódespacioyporelresquicioasomóelrostropálidodeKitty.

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—¿Quétalva?—susurró.—Estádurmiendo,Kitty.Porfavor,nohagasruido.Elisabeth asomó detrás de su hermana. Las dos entraron de puntillas en la

habitación.—¿Porquénohacemásquedormir?—se lamentóKitty—.Haceunosdías

aúnsepodíahablarconél,peroahoraapenasdicepalabra…—Acabadetomarvalerianaparaqueestétranquiloyserecupere,Kitty.Kitty fruncióel ceñoydijoque seríamejorcontarlecosasdivertidasque le

hicieran reír. Era imposible que se recuperase si lo único que hacía era estartumbadobocarribaescuchandoaburridosartículosdelperiódico.—¿Papá?Seacercóalacamayseinclinósobreél.Surespiracióneradificultosa,casi

un resoplido. Kitty le acarició cariñosamente la frente, y los párpados letemblaron.—Papá,hedecididohacerelcursodeenfermera.Aunqueestoyseguradeque

serélapeoralumna.Yaséquesiemprecomplicolascosas.Elisabeth también se acercó al lechodel enfermo, pormiedo a queKitty la

dejaradelado.—¿Te gustaría que te tocara algo al piano, papá? ¿Mozart, tal vez? ¿Algún

fragmentodeunaopereta?Elenfermotosióyabriólosojos.Sumiradaeramuydistintaalahabitual.Su

padresiemprehabíaobservadoloque lorodeabacongranatención,amenudoinclusodeformamuysevera.Ahora,encambio,suspupilasvagabandeunladoaotro,comosialgunacosaleprovocaraunagrandesazón.—¿Papá?—dijoElisabeth,acongojada—.Papá,somosnosotras,KittyyLisa.

Tushijas…Élmovióloslabiosymurmuróalgoqueresultabadifícildeentender.—Debopedirlesquesemarchen—dijolaenfermeraOttilie—.Elenfermono

puedealterarsedeningúnmodo.Elisabethlehizocaso,peroKittyseinclinóaúnmássobresupadreeintentó

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entenderloquedecía.Eraalgoasícomo«Marie»o«María».¡Quéraro!¿EstaríainvocandoalaVirgen?¿Tanmalseencontraba?¿OacasosereferíaaMarie,suquerida,adoradaeíntimaamigaMarie?—¿Me ha oído usted, señorita Katharina? ¡Si no cumple usted mis

instrucciones,norespondodeloquepuedaocurrir!Kitty se tomó su tiempo, cogió lamano de su padre y le acarició el dorso.

Después de susurrarle que regresaría pronto, se incorporó lentamente y seencontróconlosojoscoléricosdelaenfermera.—¡Váyaseustedconvientofresco!—dijoKittyconunasonrisaencantadora.A continuación, abandonó el cuarto del enfermo seguida de Elisabeth,

mientrasAliciaintentabasuavizarlasituación.—¡SeñoraMelzer,noestoyacostumbradaaquemetratendeestemodo!—

oyerondeciralaenfermeradesdeeldormitorio.—¡Estamos todos muy nerviosos, querida Ottilie! Le ruego disculpe a mi

hija…Kitty y Elisabeth se miraron y les entró la risa. Después de tantas

preocupaciones,reprochesynochesenblanco,erareconfortantepoderreírsedealgo.Serierondebuenagana,apoyándosecontralaparedytapándoselabocaconlasmanosparanoprovocarlairadeAlicia.—¡Quémarimachoes!—¡Seguroquetienepeloenelpecho!—¡Yqueseafeitaelbigoteadiario!Cuando, en ese instante,Auguste asomópor la escalerade servicio cargada

conunabandeja,ambasrecuperaronlacompostura.«Pobrepapá.»EnlabandejadeplataqueAugustesosteníaconelmayordeloscuidadoshabíaunacafeterayunplatilloconbiscotes.ElolorainfusióndemanzanillareciénhechainundóelpasilloyKitty,queodiabaeseolor,seapresuróhacialapuertadesucuarto.—¿Tienesunrato?—preguntóentoncesElisabeth.Aquello era algo desacostumbrado; las dos hermanas solían esquivarse.

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Elisabeth se encargabade los asuntosdomésticosparadescargar a sumadreyKittyhabíavueltoapintar.—Puesclaro—dijoKitty,condesconfianza.¿Acaso Elisabeth pretendía recriminarla por alguna cosa? Desde que su

hermanatratabaadiarioconelamadellaveshabíaempezadoainspeccionarafondo todas las dependencias del servicio, la bodega e incluso el lavadero, dedondeKittysehabíallevadoalgunastoallasparautilizarlasenuncollage.—Yo,bueno,tengounaspreguntas…—Vale—dijoKittycondisgusto—.Perosolounosminutos.Para su alivio, Elisabeth no demostró ningún interés por los paños

deshilachadosqueKittyhabíapintadoypegadoaunlienzo.Ensulugarsesentóen el silloncito azul que estaba delante del tocador, semiró en el espejo conmiradacríticayserecolocóunmechóndelpeinado.—¡Habla, hermanita! —dijo Kitty mientras se ponía un delantal lleno de

lamparonesyexaminabasuobramásreciente.Legustóloquevio:esetrozodetelarojaquedabamuybienenelfondoclaro.—Setrata,bueno…Elisabethcogióunfrascodeperfumeyluegolovolvióacolocarensusitio.—¿Sí?KittyestabainmersaensutrabajoycasihabíaolvidadoqueElisabethestaba

allí.Estatuvoqueinspirarhondoparaencontrarelvalornecesario.—Setratademiprometido.—¿Elteniente?—preguntóKitty,distraída.—¿Quiénsino?Kittymovióunpocoelcaballetehacialaventanayempezóapintarpequeñas

hojas verdes. Unas plantas que se doblaban por el centro, culantrillos. ¿Y siañadíatambiénunospájaros?—¿Quélepasa?—Nada —dijo Elisabeth—. Nada en absoluto. Se comporta de un modo

correcto,amigable,reservadoyrespetuoso.

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Kittypintólasorejasafiladasdeungatoycontemplósuobraconsatisfacción.—¿Yeso temolesta? ¿Preferirías que te hiciera proposiciones apasionadas?

¿Quetecubrieradebesosardientes?¿Quequisieracolarseentucuarto?—¡No,puesclaroqueno!—exclamóElisabeth,molesta.—Ah,¿no?—preguntóKittyconunasonrisairónica.—Por lo menos, no de forma irrespetuosa. Supongo que entiendes lo que

quierodecir.Peromeparecequedevezencuandopodríabuscar…micercanía.Quierodecir,micercaníafísica.Acariciarme.Nadaapasionado,perosísermáscariñoso.Kittypintóunpardehojassobreellienzo,perosucorazónyanoestabaahí.

PobreElisabeth.¿Quépodíadecirle?—Mira,Lisa,hayhombresquetienenquedominarsemuchoparanosucumbir

alapasión.Poresoporfueraparecenfríosydistantesmientrasquepordentrolosconsumeunallamaardiente.Lesbastaunalevecariciaparaqueseolvidendetodoyseteechenencima…Elisabeth frunció el ceño; aquello no parecía muy convincente. De hecho,

dijo, Klaus von Hagemann le había pasado el brazo por los hombros en dosocasionessinqueporelloselefueralacabeza.Ydevezencuandolemirabaelescotesinperderlosestribos.—Lisa,élterespeta.Eressuprometida,lamujerconquienvaacasarse.Tú

llegarásvirgenalmatrimonioytendrásunaauténticanochedebodas…EnlaspalabrasdeKittyhabíaunlevedejedeañoranza.Ellayanotendríauna

auténticanochedebodas,esoeraimposible.Habíaapostadoporelamoryhabíaperdido.Parasiempre.—¿Sabes, Kitty?—empezó a decir Elisabeth con cuidado—.Me damiedo

estarhaciéndolotodomal.Senoshaenseñadoquehayquecomportarsecomoesdebidoydeformasumisa,nocontradeciralhombre,confiarenloqueéldigaytantas otras cosas. Sin embargo, de las cosas verdaderamente importantes nosabemosnada.Kittymetióelpincel enel recipientedeaguay se limpió lasmanosconun

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paño.Elisabethestabaenlocierto,nisiquieraenelinternadosehablabadeesascosas.—Kitty,ayúdame,teloruego.Noquieroecharaperderminochedebodas.AquellaeralaauténticaElisabeth.Sehabíapasadotodoeltiempohaciéndole

reproches, ofendiéndola, quejándose de lo mucho que había padecido por suculpa.Yahora,derepente,queríaaprovecharsedeloquesabía.KittylahabríaenviadodebuengradoahablarconAuguste,perolaexpresióndesesperadadesuhermanalaconmovió.—¿Quéquieressaber?Elisabethtuvoqueinspirardenuevoantesderecuperarelcontrolyformular

lapreguntadetodaslaspreguntas.—¿Quépasaenlanochedebodas?Kittyseencogiódehombrosydijoqueesoellanopodíasaberloporqueno

habíatenidounanochedebodas,solonochesardientesenlasquesehabíaunidopor completo con su amado, corazón con corazón, cuerpo con cuerpo…Elisabeth abría cada vez más los ojos; parecía que iba a tener una crisis depánicoencualquiermomento.—¿Acasohayque…bueno,hayquedesnudarse?—Deesoyaseencargarátumarido…—¿Mevaadesnudarél?—preguntóaturdida—.¿Deltodo?—Porlomenoslapartedearribayladeabajo…—¿Lacabezaylospies?—¡PorDios, Elisabeth!—mascullóKitty haciendo como si se tirara de los

pelos—.No eres tan tonta. Él querrá tocarte los pechos y también eso de ahíabajo.Elisabeth asintió con gesto sumiso y preguntó qué quería decir con «ahí

abajo».—Loquetienesentrelaspiernas.Ahíesadondequierellegar.Esonopodíasercierto.Depequeñahabíaoídoalgunasexpresionesobscenas

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enlacocina,peroesoeraalgoquehacíalagentedelservicio,nolaspersonasdeciertacategoría.Lagentecivilizadayconunabuenaeducación…—¡Por todos los santos!Aún tienesmenos ideade esas cosasqueyo en su

momento—gimióKitty—.Dime,haceaños,cuandovisitamosaltíoRudolfenPomerania,¿visteloscaballos?Enelprado…Aquellavezquenosacercamosaunhormigueroconlacestadelpicnic…Habíaunsemental,¿teacuerdas?Puesbien,esomismoesloquehacenlaspersonas.Esa comparación no era la más apropiada para aplacar los temores de

Elisabeth. En su lugar, en su imaginación surgieron imágenes de lo másestremecedoras.Kittysesintióobligadaaentrarunpocomásendetalles.—Supongoquesabescómoesunhombre.Quierodecir,sinropa.—¡No!Suhermanamayornoseloestabaponiendonadafácil.Seestabahaciendola

tonta.PerocuandoeranpequeñassehabíanbañadoamenudoconPaul.—Bueno,puesdelantetienenalgoparecido,paradesaguar…—Ah,eso—dijoElisabeth—.Esosílosé.Kitty,mehasasustadomuchocon

lodelsemental.Penséqueloshombresteníanalgoasídelargo…—Sevuelveduro—lainterrumpióKittysincompasión—.Ytambiéngrueso

ylargo,peronotantocomoeldelossementales.Aunquetampocoespequeño.Elisabethpalideció.Asíqueeracierto.Yconesoél…No.Esoeraimposible.

Esodeahíabajoeramuyestrecho.Además,laideadequesuprometidotuvieraalgoparecidoaloqueteníanlossementales…Eraespantoso.Kitty cayóen la cuentadequehabía abordadoel asuntodesdeunpuntode

vista equivocado.Si seguíapor ahí, en sunochedebodasElisabethcorrería aesconderseensudormitorioycerraríalapuertaconllave.—Escucha,Lisa—dijo acercando una silla para sentarse junto a ella—.La

primeravezdueleunpoquito, peronomucho.La segundavez es fabulosa.Yluegonovasaquererparar.Tieneslasensacióndevolar.Estástancercadelotroqueparecesunaúnicapersonaconél.Tebesas,teentregas,teríes,teacurrucascariñosamentecontraél.

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Elisabeth la miró dubitativa. ¿Podía ser que algo tan horrible provocarasensacionestanintensas?—Ya loverás,Lisa.Escomoestar enel cielo.Además, ahoraque sabes lo

queocurrelaprimeravezteresultarámuyfácil.—Sí…—murmuróElisabeth—.Seguro.Ymuchasgraciasporlamolestia.Dehecho,sedijo,habríapreferidonosaber todasesascosas.Peroahoraya

erademasiadotarde.

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—Estabaoscuropero,alavez,seveíabien—explicabaMariaJordanconvozcavernosa—.Cuandopasó junto a la luz del pasillo se desvaneció en la nada.Peroluego,denuevoenlaoscuridad,volvióaadoptarsuforma.—¿Yquéaparienciatenía?—quisosaberAuguste—.¿Erahombreomujer?Lacocineracolocóruidosamenteunaollaconsopadeguisantesenlamesade

lacocinayafirmóqueenlavillanohabíafantasmas.—Sisoloeraunsueño—lereplicóElse.—Ylossueños,sueñosson—afirmóHumbert.—PerolossueñosdelaseñoritaJordanamenudosehacenrealidad—repuso

Else.—Porfavor,cuéntenosquéaspectotenía—suplicóHanna.La pequeña tenía delante su cuaderno y debía escribir una redacción cuyo

títuloera«ElemperadorGuillermoIIysufamilia»;sinembargo,esesueñodefantasmasdeMariaJordanleparecíamuchísimomásemocionante.—Eraunfantasmaoscuro,sinaparienciaconcretanidehombrenidemujer.

Másbienparecíaunserdeotromundo,unmensajerosiniestrovagandopor lavillahastacumplirconsumisiónyluegoregresarallugarlejanodondehabita.—Vamos, comounamoscarda—rezongó la cocinera—. Zumban por todas

partes,ponenloshuevosyluegosemarchanporlaventana.—¡Chisss!—chistóElseagitandolamanocomosiestuvieradefendiéndosede

unenjambredemoscas—.¿Yquémisióndebecumpliresemensajerooscuroenlacasa?

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Maria Jordan suspiró, se puso la mano en la frente y cerró los ojos. Eraevidentequeintentabarecordar.—Setratadeunlastre—murmuró—.Unlastrepesadoquetodosllevamos…—¿Serálaenfermedaddelseñor?—preguntóHumbert,curioso.—Pero,enteoría,élprontoserecuperará.La señorita Jordan asintió. Ahora estaba en un terreno movedizo porque,

aunquehabíavistoaaquelextrañoserensusueño,noeracapazdecomprendersusignificado.Solosabíaquehabíasidounsueñodesagradable;talvez,sedijo,nodeberíahabersetomadootraracióndesopadeguisantesamodocolación.Lacocinera estaba decidida a acabar con la reserva de guisantes secos del añopasadoantesdequesepasaran.—Significaqueunadesgraciaseciernesobre lamansión—declaró trasuna

pausa—.Esteañoseráunañoduroparalavillayquieneshabitanenella.Aquel tipo de predicciones no eran aventuradas, y siempre acababan

cumpliéndose de algún modo Además, eran unas advertencias que siempreimpresionaban.Porelmomento,laseñoritaJordanteníabuenareputaciónenlotocanteasussueños.AunqueenelcasodeElseaúnnohabíasurgidonada,elpretendientedebodaqueellahabíaauguradoparaAugustesíhabíaaparecido.LacriadaibaaconvertirseenlaesposadeGustavyviviríaconélysuabueloenlacasitadeljardín.YGustavestabadispuestoaadoptaralapequeñaElisabeth,queporfinhabíasidobautizadaelpasadodomingo.—Un espíritu recorriendo los pasillos oscuros de la villa—musitó Else—.

Ahora me dará miedo ir al retrete. Maria, ¿se pasea también por la terceraplanta?—Soloporlaprimeraylasegunda.Yporelvestíbulo,aunquesolodenoche.—Genial—dijoHumbertconunasonrisamaliciosa—.Ahoraquenoshemos

libradodelaespantosaenfermeraOttilietenemosunfantasma.Nosabríadecirquéesmejor.—Yo prefiero el fantasma —dijo Hanna mientras cogía el cucharón para

servirseunplatodesopa.

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—¿Quiereshacerel favordeesperartehastaque te llegueel turno,pequeñatragaldabas? —la reprendió Auguste golpeándole los dedos—. El almuerzocomienzacuandolaseñoritaSchmalzlersesientaalamesa.Además,Marieaúnnohallegado.—¿DóndeestáMarie?—quisosaberHumbert—.¿Cómopuedepasarsetodo

eldíajuntoalamáquinadecoser?MariaJordandejóoírunarisafalsayafirmóqueladoncellapersonalMarie

no estaba todo el rato cosiendo. A menudo pasaba el rato con la señoritaKatharinadibujando,ytambiénlaseñoralahacíallamardevezencuandoparahablarconella.—¡Diossantísimo!—dijoAugustealzandolosojosaltecho—.Niquefuera

quiénsabequién.Ypensarquemesesatrásnoeramásquelaayudantedecocinaycargabaconlaleñaparalasestufas.—Bueno—comentóElse—.Sepuedesubirrápido.—Ycaeraigualvelocidad—apuntóHumbert.—Pero la caída es más veloz—comentó Auguste con una sonrisa. Luego

añadióqueel señornosoportaba teneraMariecerca.Hacíapocohabía idoaldespachoparaservirleeltéyéllachillócontantafuerzaquesehabíaoídoportoda la casa. Sin duda, el señor director tenía que tener un buenmotivo paraello…—¡Ytantoquelotiene!—seapresuróaapuntarMariaJordan—.Asaberqué

pudo ocurrir entre Marie y el señorito en París. Tuvieron dos noches paraacercarse.Talvezpasaraalgoquedisgustóalseñor.Aquellainsinuaciónnoeranueva,yaquetodoelserviciosehabíadadocuenta

dequeelseñoritohabíaechadoelojoaMarie.—Si eso es cierto —dijo la cocinera en tono apesadumbrado—, lo siento

muchoporMarie.Esunachicamuysensata.Pensarquesehayaavenidoaalgoasí…Esonopuedetraermásquedesgracias.Elseseencogiódehombrosyseacercólacestadelpanparahacerseconuna

rebanadablancaytierna.

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—Si algunavez hubo algo, terminóhace tiempo—afirmó—.El señorito lamiraconodio,comosiquisieradevorarla.—Entonceselseñoritoseríacomounogro—dijoHannaconunarisita.—Sisiguesdiciendotonteríasrecibirásunpardecoscorrones—laamenazóla

cocinera.Hannaseincorporóensuasientoysepusolasmanosenelregazo,talycomo

lehabíanenseñado.Elamadellavesacababadeentrarenlacocina.—¡Buen provecho!—saludó Eleonore Schmalzler con amabilidad mientras

todosseapresurabanatomarasiento.Justo en esemomentoGustav asomócon su abueloy, por educación, todos

esperaronaquelosjardinerossehubieranlavadolasmanos.—¿Otra vez sopa de guisantes?—se lamentó Gustav—. Ayer temí que la

barrigasemellevaravolando.—¡Contento puedes estar de saborear mi sopa de guisantes! —dijo la

cocinera,algomolesta—.¡Veintemarcosmehallegadoaofrecerlacocineradelseñoralcaldeporlareceta!Peroyonoestoydispuestaa…En ese instante se oyó el timbre eléctrico. Humbert dejó la cuchara que se

disponíaautilizarjuntoasuplato.—Siempre a la hora de comer—se lamentó—. Parece que quieran queme

mueradehambre.—Tesepararemosunplato—dijoconsornaAugustemientrasseapresurabaa

subirporlaescaleradeservicio.Instantes después, la sopa de guisantes ya no tenía importancia. Humbert

volvióatodaprisaalacocina,agarróaGustavdelbrazoyfarfullónerviosoquedebíaacompañarloencochehastaKönigsplatza recogeraldoctorGreiner.Laseñora, dijo, ya lo había avisado por teléfono, pero como el doctor tenía elautomóvilenreparacióneraprecisoirarecogerlo.—¡Santo Dios! ¿Qué ha pasado?—gimió Else—. Si se decía que el señor

estabamejor.HumbertsesecóelsudordelafrenteconunpañueloblancomientrasGustav

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seterminabalasopaqueteníaenelplatoysemetíaelpanenlaboca.—Yenelcaminodevuelta,tenemosquetraertambiénalpadreLeutwien—

dijoHumbertconvozapagada.—¿Alcura?—preguntóel jardineroviejoponiéndose lamanoeneloído—.

Sihapedidoveralcura,elasuntoesgrave.Elfinalestápróximo.

PaullecomunicóagritosalaseñoritaLüdersquepasaríaelrestodeldíafuera;ledijoque llamaraa lavillasihabíaalgúnasuntourgente.Luegosalióa todaprisahaciael cochey reprendióaGruber, elportero,pornoabrir lapuerta lobastante rápido. Gruber se lo quedó mirando con espanto, como si ya nocomprendieraelmundo.EljovenseñorMelzersiempresecomportabadelomásamableconél.Paulconducíaatodavelocidad,casiaochentaporhora,levantandoasupaso

unaesteladepolvo.Sealegrabadehaberbajadolacapotayaqueasíelaireleenfriabaelrostroacalorado.—Paul,vendeinmediato—lehabíadichosumadreporteléfono.Letemblaba

lavoz:parecíacomosiencualquiermomentofueraaestallarenlágrimas.—¡SantoDios!¿Quéocurre?—Tupadrehaintentadosuicidarse…De primeras, él creyó haberlo oídomal. Pero entonces sumadre empezó a

sollozarydijoalgodeunapistolaqueestabaenelcajóndelescritorio.—Tranquila,mamá.Voydeinmediato.La villa parecía tranquila bajo el sol del mediodía; junto a la entrada

destacaban los rosales trepadoresdecolor salmóny las floresblancasdel lilo.MientrasPaulsubíaatodaprisalosescalonesdelaentrada,lapuertadeabrióysetopóconGustav,seguidodeHumbert.—Señor—gimióHumbert—.Vamosabuscaralmédico.Yalcura.Suseñor

padre…—Cogedestecoche.

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Arrojó las llaves a Gustav y siguió adelante. Iban a recoger al sacerdote.Sintióunfríoglacialquelerecorriótodoelcuerpoyleencogióelcorazón.Elcura.Laextremaunción.Lamuerte.No.Nopodíamorir.Precisamentecuandohabíansurgidomotivosdeesperanza,cuandosupadresehabíaincorporadoenlacamayhabíapedidocomidadeverdad.Inclusohabíarecorridolahabitaciónysehabíavestidoy,cuando laenfermeraOttiliequisodarleórdenes, lapusodepatitasenlacalle.El ama de llaves le salió al paso y le explicó con expresión lúgubre que la

señora estaba en el primer piso, en el despacho del señor. Le dijo que fuesefuerteporquesupadreseencontrabaenmuymalestado.Ojalávinieraprontoelmédico…—¿DóndeestáMarie?—Eneldespacho,conlaseñora.Porloquesé,lasseñoritasestánenelsalón

rojoconMariaJordan.Sumadrenolespermiteentrareneldespacho.Pauloyóesasúltimaspalabrasdelejos,porqueyahabíaempezadoasubirla

escalera que llevaba al primer piso. Se detuvo ante el despacho, procurórecuperarelalientoyllamóalapuerta.Esta se abrió un poco y asomó el rostro pálido deMarie. Sus ojos oscuros

ahoraparecíangrandesyaterciopelados.Él se tranquilizóde inmediato.Marieestabaahí.—Noseasuste,porfavor.Lohemostumbadoeneldiván.Marie cerró la puerta en cuanto él entró y apoyó la espalda en ella. Paul

contempló a su padre; estaba sentado en una posición extrañamente curvadaentre loscojinesdesofábordados.Teníaelrostrodescompuesto, labocaylosojoslecolgabanalaizquierdaysupielestabalívida,casiblanca.Paultuvoquehacerunesfuerzoparaarrodillarsejuntoalsofáycogerdelamanoasupadre.Apenasselenotabaelpulsoperoaúnvivía.—¿Quéhaocurrido?Sevolvióhaciasumadre,queestabasentadaenlabutacadelescritorio,conla

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cabeza apoyada en el respaldo y las manos agarradas a los reposabrazos demaderalabrada.—Ocurra lo que ocurra —dijo ella casi sin voz—, os ruego a ambos que

guardéissilenciosobreesteincidente.AquellamañanaJohannMelzerhabíaestadoespecialmenteanimado:pidióun

baño,sevistió,tomóeldesayunoydijoqueteníalaintenciónderevisaralgunospapeleseneldespacho.AunqueaAlicia lepreocupabaqueélseextralimitara,impedirlehacerloquequeríahabríasidoimposible;asípues,lodejóhacer.—Al mediodía, oí que algo golpeaba el suelo del despacho, como si se

hubiera caído un objeto pesado, tal vez una silla. Entonces tuve unpresentimiento horrible—dijo Alicia en tono apagado—. Fue como un avisodivino.AbrílapuertaymeencontréaJohanndepie,delantedelescritorio,conla pistola en la sien. ¡QueDiosme ampare!No sémuybien lo que ocurrió acontinuación. Estuvimos forcejeando, intentó apartarme, pero yo le agarré lamanoconlaquesosteníaelarmaynomedejéamedrentar.Peroentonces…Ella se interrumpió y pronunció las últimas frases con lentitud y a

trompicones.Derepente,explicó,sumaridoestabadobladosobresímismoysuexpresiónsehabíadesfiguradodeformaatroz.Entoncesella,aterrada, llamóaMarie.Juntasconsiguieronquitarleelarmayconmuchoesfuerzolotumbaroneneldiván.—Puede que haya tenido otro ataque. El forcejeo, la rabia, el susto…Pero

¿quése suponequedebíahaceryo?Dime,Paul, ¿quédebíahacer? ¡Nopodíaquedarmedebrazoscruzadosviendocómoponíafinasuvida!—Hashecho loquedebías,mamá—leaseguróPaulconvehemencia—.En

uncasoasí,yohabríahecholomismo.Cualquieraloharía.Seacercóaella, le rodeó loshombrosconunbrazoy ledijoentresusurros

que no se hiciera ningún reproche, que durante semanas había permanecidofielmentejuntoasupadreyqueahoratampocohabíaqueridootracosamásquesu bien. Ella lo había salvado de un pecado mortal y él debía estarle muyagradecidoporeso…

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En particular, ese último argumento tranquilizómucho aAlicia. Era cierto,admitióella,habíasalvadosualma,porqueponerfinporpropiamanoalavidaqueDiosnoshabíadadoerapecado.Enesemomentoalguienllamóalapuertaylostresdieronunrespingo.—Elmédicoyelcuraestánaquí,señora—oyerondeciraHumbert.—¿Dóndeestálapistola?—susurróPaulasumadre.—Marielahavueltoaguardarenelcajón.PaulasintióeintercambióunamiradaconMarie,queseguíajuntoalapuerta

como una vigilante. Ella estaba ahí y, como siempre, actuaba con calma einteligencia.Todoibabien.—Adelante,caballeros.ElpadreLeutwiencedióelpasoalmédico.EldoctorGreinereraunhombre

bajitoydecomplexiónmenuda,congafasyperillagris.Saludóalospresentes,consolandoaAliciayestrechandolamanoaPaul.IgnorólapresenciadeMarie,pueseraevidentequeformabapartedelservicio.Encambio,hizounaseñahaciaHumbert,quellevabasumaletíndemédicodepielnegra,yledioinstruccionespara que lo colocara sobre una butaca. Abrió minuciosamente los cierres,desplegó el maletín y dejó a la vista un amasijo de instrumentos brillantes,frascos marrones, cajitas de colores, piezas de goma de color rojo, rollos devendasblancasytodasuertedeobjetos,entreloscualesllamabalaatenciónunfórcepsenorme.Conmano experta, levantó el párpado del señorMelzer y le desabrochó la

camisaparaauscultarleelpecho.Entretanto,elpadreLeutwiensehabíaquedadojuntoalapuertaconlosbrazoscruzadosyaspectodeestarmuyafectadoporelestadodelenfermo.—Señora,todoindicaquehasidounaapoplejía—anuncióeldoctorGreiner

metiendoelestetoscopioenunhuecolateraldelmaletínparatenerlosiempreamano—.Debemos llevarlo a toda prisa al hospital para que lo sometan a unahemodilución.¿Cuántotiempollevaasí?Alicia quiso responder, pero el enfermo se movió. Johann Melzer hizo un

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gestoconelbrazo,comosiquisieraapartaralmédico.—No…,no.Hospital,no.ElpadreLeutwien.Quevenga.EldoctorGreinerseapartóunpocoporqueJohannMelzervolvíaasacudirsu

brazo hacia él. Comentó que era buena señal que el enfermo pudiera hablar,porque la mayor parte de las apoplejías conllevaban la pérdida absoluta delhabla.—Bueno, doctor, va a tener usted que recoger su maletín —le dijo

amablementeelpadreLeutwien—.Ahoraesmiturno.Elmédicoretrocedióentreprotestas.Ensuopinión,erainaceptableaplazarel

trasladodelenfermoalhospital.Aunquefueseparahablarconunsacerdote.Lavoluntad del paciente ahora carecía de importancia; si era preciso, había quellevarloalafuerza.Porsupropiobien.—Doctor,mimaridohaimpuestosuvoluntadenestacasasiempre—dijopor

finAliciacondeterminación—.Yhoynovaaserdistinto.—¡Enesecaso,señora,yoaquíyanotengonadamásquehacer!Cerró el maletín e hizo una inclinación respetuosa ante Alicia; a Paul, en

cambio,sololedirigióunsaludoconlacabeza.Elcura,queentoncesyahabíatomadoasientojuntoaJohannMelzer,ledirigióunamiradallenadeodio.Apenas se había cerrado la puerta detrás delmédico cuando se oyó la voz

débildelenfermo.Eraevidenteque teníaproblemasparahablar.Con todo, suordenfueclaraeinteligible.—Marchaos. Marchaos todos. Que solo se quede el sacerdote. Quiero…

quieroconfesarme.

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—¡Mamá!¡PorDios!¡Cuéntanosquéhapasado!KittyyElisabethseabalanzaronhaciaAliciaencuantoellaentróenelsalón

rojoacompañadadePaulyMarie.—¿Hasidootroataque?Elisabethestabamuypálidaylaslágrimaslecorríanporlasmejillas.Habían

confiadoenquesupadreseibaarecuperaryahora,derepente,todotomabauncarizterriblementeopuesto.Sielpasadodomingoellahabíaestadorezandoporél…—Seestáconfesando—dijoAlicia tomandoaElisabethentre susbrazos—.

Hijasmías,vamosatenerquesermuyfuertes.SoloDiossabesivaaquedarseentrenosotrasosientraráenelreinodeloscielos.Kitty se arrojó entre sollozos en brazos de Marie, diciendo que le parecía

imposiblequepapáseestuvieramuriendo.Habíasidosiempreunhombrefuerte,siempre trabajando.Nuncasecansaba,nuncaseagotaba.¿Quéharíanellassinél?Paul contempló impresionado la ternura con la que Marie consolaba a su

hermana, susurrándolepalabras al oído, acariciándole el pelo.Dehecho,Kittyera dignade envidia: ella podía tener aMarie todo el día a su lado, e inclusoabrazarlaybesarla.Aél,encambio,Marielotratabaconunafríaindiferencia.—¿Y qué va a pasar ahora? —se lamentó Kitty—. ¿Por qué no podemos

verlo?—SeguroqueelpadreLeutwiennosllamaráencuantovuestropadrepregunte

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por nosotros—dijoAlicia, que en presencia de sus hijas había recuperado lacompostura—.Hastaentonces,deberemostenerpaciencia.Llamaron aHumbert y le pidieron té.Dio la impresiónde que el lacayo se

alegraba de tener algo que hacer. Estaba muy pálido, pero no se atrevía apreguntarsobreelestadodelenfermo.El pequeño reloj de péndulo situado sobre la chimenea dio las tres, y más

adelante, las tres y media. No hablaron mucho. Kitty estuvo recordando lostiempos en que su padre jugaba con ellos al escondite en el parque. Cuandotodavíaeranpequeños.Solo,claroestá,losdomingos.Aloíraquello,Elisabethvolvióaestallarensollozosylaconversaciónlanguideció.PocodespuésdelastresymediaaparecióHumbertyanuncióqueel señordirectorqueríaverasuhijoPaulyaMarie.—¿Marie?Aquellofuecausadeasombro,ytambiénnodeciertomalestar.—¿Amí?—balbuceóMarie—.¿Lohasentendidobien,Humbert?—Melohadichoelcura.Yotambiénlehepedidoquemelorepitierayesoes

loquehadicho.ElseñoritoyMarie.Aliciacerró losojosunmomento,comosi tuvieraquesuperarunobstáculo

muydifícilquenadiedebíaconocer.Esperabaquesumaridolahubierallamadoaella,suesposa,paraquefueseasulado.—Vamos,Marie—dijo—.Ve.Siesunerror,yaseverá.LedirigióunasonrisaaPaul,lediofuerzasysesirvióunatazadeté.Marie

fueobjetodevariasmiradasdedesconciertocuandoPaullecedióelpasoalsalirdelaestancia.Solo unos pocos pasos los separaban del despacho; en cuanto llegaron,

Humbertlosanuncióylesabriólapuerta.ElpadreLeutwienestabasentadoanteel escritorioy JohannMelzer seencontraba reclinado sobrevarioscojines; losmirócomosiestuvierafrenteauntribunal.—¡Sentaosahí!—lesordenó.Pese a todo, parecía estar mejor que una hora atrás. Había recuperado la

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expresiónhabitualdesurostro;tansoloelpárpadoizquierdolecolgabaunpoco,y también la boca la tenía ladeada, aunque apenas se le notaba a causa de subarbacerradaygris.Ambos tomaron asiento en silencio en las sillas dispuestas y aguardaron.

Marie puso las manos en el regazo, mientras el pecho le subía y le bajabarápidamente. Paul sintió de pronto un deseo imperioso de abrazarla, como situvieraqueprotegerla.Sinembargo,semantuvoerguidoyquietoensusitio.—Todos los comienzos son difíciles —dijo el padre Leutwien desde el

escritorio.Aquella parecía una invitación a hablar, así fue como la interpretó también

JohannMelzer.—Loquetengoquedecir…—empezó,ysepasóunpañueloporlacomisura

izquierdadelaboca—.LoquetengoquedecirafectaaMarie.MarieHofgartner,lahijademiantiguosocioJakobBurkard.Yaestabadicho.Acababadeadmitir,sinmás,sumentira.Paul vio cómo el rostro de Marie adquiría una intensa tonalidad roja; ella

abriólabocaparadeciralgo,peroJohannMelzerprosiguiósinhacerlecaso.—Paul,hijomío,tehehechollamarparaquelooigastododemislabios.No

es Marie quien debe contarte estas cosas, quiero hacerlo yo. Luego podrásdecidirentreabominardemíoperdonarme.Paul no supo qué contestar a eso y permaneció en silencio. ¿Qué les iba a

contar?Acababadeadmitirunamentira.JohannMelzer volvió a limpiarse la saliva de la comisura izquierda de la

boca.Noesperabaningunarespuesta,asíqueprosiguió:—Cuando,hacetreintaaños,visitéaJakobBurkardeneltallerdondecreaba

todossusinventos,supequeacababadeencontraralhombrequenecesitaba.Eraunadeesaspersonasquecaptanelpulsodelostiempos,capazdeidearaquellosavances técnicos para los que el mundo está preparado. Admito que ademáshabíaobjetosmuyextravagantes: inclusopretendía fabricarun teléfonoquesepudierallevarencima.Peroloimportanteeraquehabíadiseñadomáquinaspara

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hilaryparatejeryestabaencondicionesdeconstruirlas.¿Quépuedodecir?Noshicimos socios y empezamos de forma muy modesta, puesto que ningunoteníamosdinero.PeroyosabíacómohacernegociosyJakobBurkardconstruíalasmáquinas que hacían falta. El banco nos prestó dinero y, al poco tiempo,nuestra fábrica creció de unmodo inesperado. Compré el terreno del parque,convertílacasadeveranoenestavilla…—Se aparta usted del tema, señor Melzer —dijo entonces el sacerdote

interrumpiendoeldiscurso—.Estáustedesquivandoelbulto.¡Algrano!NuncanadiesehabíaatrevidoareprenderdeesemodoaJohannMelzer.Sin

embargo,éllotolerósinrechistar,selimitóaasentirconhumildadydirigióalpadreLeutwienunamiradacansada.—La fábrica crecía bajo mi dirección, pero al poco tiempo Burkard se

convirtióenunlastre.Aélnoleinteresabanlosnegociosynosabíaquéhacercon el dinero. Era un mecánico de la cabeza a los pies: se pasaba el díatrasteandoentrelasmáquinasypretendíaintroducirmásmejorasenellas.Yo,encambio,teníapedidosqueservir.Ensuma,dosañosdespuésdemiboda,estoes,entornoa1890,rompimosdefinitivamenteyéldesapareciódeAugsburgodelanochea lamañana.Primeromepreocupóqueofrecierasusconocimientosa lacompetencia, pero no lo hizo. Derrochó todo el dinero en viajes: estuvo enInglaterra,enSueciayluegofueaFrancia.Regresóacompañadodeunamujer,LuiseHofgartner, unapintoraquehabía conocidoenMontmartre.Era sugranamor.Semudaronaunpisoenlaciudadbajaconlapretensióndevivirdelosbeneficiosdelafábrica.Dehecho,lepertenecíalamitaddelafábrica,yenesostiemposlasgananciasnoerandespreciables,graciassindudaamiolfatoparalosnegociosyamiesfuerzoincansa…—¡Algrano,señorMelzer!—volvióaintervenirelcura.Aunque a JohannMelzer le costaba respirar, aceptó la invitación del padre

Leutwienyseforzóaproseguirelrelato.—Alpocotiempomehartédetenerlodesocioporqueempezóafabricartodo

tipode inventos innecesariosyparaelloutilizabaeldinerode la empresa.Yo

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teníaquepensarenlafábrica,evitarquesufrieradaños.Eralaobrademivida,todoporloquehabíavividoytrabajado.Asíquepocoapocomefuiquedandoconsusparticipaciones.Hizounapausa,volvióasecarselacomisuradelabocaypidióunsorbode

agua.Paul se apresuró a llenar unvasoy se lo ofreció.A supadre le costababeber,yelaguaseleescurríaporunladodelaboca,cayéndolesobrelacamisaabierta.AldevolverelvasosemivacíoaPaul,lamanoletemblaba,comosiestuviera

acarreandounpesotremendo.—Me hice con sus participaciones por muy poco dinero—admitió con la

lenguapesada—.Yosabíadesdehacíatiempoqueélbebíaymeaprovechéensecretodeesadebilidad.Leservíavino,yluegocerveza…Nohacíafaltamuchopara emborracharlo. Entonces me firmaba todo lo que le ponía delante. Nisiquieraseenterabadeloqueleestabahaciendo.Peroella,LuiseHofgartner,sísediocuenta,eintentóimpedirlo.Burkarderauncorderillomanso,confiabaenmíynopodíacreerqueyo,susocioyamigo,elquesiempreloinvitabaavinoycerveza,pudieraserunestafadormalévoloycodicioso…Paulteníalasensacióndeestaralbordedelabismo.Supadre,aquienapesar

detodaslasdisputassiemprehabíaadmirado,habíasidocapazdeabusardeesemododelaconfianzadesusocio.Y,loqueaúnerapeor,alhacerlohabíapuestoenpeligrolaexistenciadeBurkardy,porlotanto,tambiénladesuhijayladesuesposa.PaulnoseatrevíaamiraraMarie.—¡Siga!—exigióelsacerdotesincompasión.—Ellasequedóembarazadayseavinoacasarseporelbiendelacriaturaque

estaba en camino, a pesar de que había traído de Montmartre unas ideasdescabelladassobreelamorlibreyotrastonteríassemejantes.EnesaépocayodesconocíaelprecarioestadodesaluddeBurkard,peroestabatandébilquenopudocelebrarsumatrimoniocivil.ElpadreLeutwiencelebróensupisolabodareligiosa, y Burkardmurió al cabo de unos días. Para entonces yo estaba tanasustadoyllenoderemordimientosquepaguésuentierroeinclusoencarguéuna

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lápida.Meocupétambiéndelapintora,haciendoqueconsiguieraencargosbienpagadosentremisconocidos.Cuandonaciólaniña,lediunamodestacantidaddedineroporqueteníaquerecuperarsedelpartoynopodíatrabajar.MariehabíaachicadolosojosymirabaaJohannMelzermuytensa.—Peroluegoustedseloarrebatótodo—espetóellacontonodereproche—.

Porque usted pretendía hacerse con unos planos que ella tenía y que no quisodarle.Élselaquedómirando,asombradodeverqueestabaaltantodeeseasunto.

Enefecto,admitió,alcabodeunosaños,lasmáquinasdeBurkardempezaronafallaryélrecordóqueelmecánicohabíaideadoalgunasmejoras.—¡Cómolleguéa lamentarnohaberpensadoenellomientrasélvivía! ¡Sin

duda,meloshabríadado!Peroellano.Meofrecíabuscarencargosparaella,opagarleelalquiler,peronoquisodarmeniunasolahoja.Entoncesmeenfadé,leembarguésuspertenencias,mellevésusmuebles,todocuantoposeíaenelpiso,peroellanocedió.Serioenmicaraydijoquenomedaríalosplanosniaunquemealiaraconeldiablo.—Nolefaltabanmotivosparahacerloquehizo—dijoMariesincompasión

—.Mimadresabíaloqueustedlehabíahechoamipadre.JohannMelzernoreaccionóanteesereproche,loaceptóydirigióunamirada

vidriosaaMarie.—Despuésempecéahablarmaldeellaentremisamistadesydejóderecibir

encargos.Creíaquealfinalvendríaamí,quesedaríaporvencida,aunquesolofueraporsuhija.Peronolohizo:prefiriópasarhambreymorirdefrío.Segúnparece,alcabodedosañostuvounapulmonía.Comonopodíapagarlaleña,nosepodíacalentar.Aquelloderivóenunatuberculosisyfinalmentemurió.PaulsabíalomuchoqueMariesufríaeneseinstantey,apesadumbrado,clavó

lamirada en el suelo. Lamadre deMarie no habríamuerto si su padre no lehubiera arrebatado todo… ¿Podría perdonar alguna vez a su familia?Duranteesetiempo,élysushermanashabíanvividoasusanchasenlavilla,disfrutando

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detodosloslujos,ylosMelzererantenidosporciudadanoshonorablesydelosmásrespetadosdeAugsburgo.A estas alturas, Johann Melzer estaba extenuado, cada vez le costaba más

hablaryempezóabalbucear.Ensumomento,cuandoelpadreLeutwienlohizoiralaciudadbaja,seasustóporquenohabíacontadoconqueellapudieramorir.Élseencargódeenviaralorfanatoasuhija,lapequeñaMarie,ytodoslosañoshabía hecho donativos muy generosos a ese establecimiento para que a lapequeñanolefaltaranada…—Marie…—dijoconunamirada implorante—.Loheadmitido todo.Es la

verdad.Séquehepecado.Contratiycontratuspadres.Sufriréenelpurgatorio.¿Mepuedesperdonar?LaestanciaparecíagiraralrededordePaul.¿QuéleestabapidiendoaMarie?

¿Cuántagenerosidaderanecesariaparaperdonaralgotangrave?Marierespondióconvozdecididayclara:—¡SeñorMelzer,esperoqueDiosloperdoneporqueyojamásloharé!

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—¡Marie!Ellaselevantódeunsaltoysaliódeldespacho.Paulquisoirensubusca,pero

elpadreLeutwienseloimpidió.—Déjelamarchar,Paul.Primerotienequeentenderloyluegoasimilarlo.—Peronolapuedodejarsola.ElsacerdotenegóconlacabezayagarróconfuerzaelbrazodePaul.—Mejorocúpesedesímismo,Paul—leaconsejó—.Ustedtambiénhatenido

queoírcosasqueresultandifícilesdecomprender.Elcastigoylajusticiaestánen manos de Dios. Nosotros, los hombres, pecadores como somos, debemosaprenderaperdonarnosentrenosotros.Paulapenasescuchóesaspalabras.Unsermóneraloúltimoquenecesitabaen

esemomento.Se liberódelcuraconun tirónysalióalpasilloparaalcanzaraMarie.No lavio.Nervioso, corrióhacia la escalerade servicio,peronohabíarastro de ella; en cambio, arriba, en el tercer piso, oyóunportazo. ¿Se habríaescondidoensucuarto?—¡Marie!¡Hablemosunmomento!¡Teloruego,Marie!—gritó.En el pasillo, a sus espaldas, percibió movimiento. Su madre y sus dos

hermanas habían salido del salón rojo temiendo que una nueva desgracia sehubieracernidosobreellas.—¡Paul!¿Quépasa?Porfavor,dimealgo.Memuerodepreocupación.Él abandonó su intención de subir al tercer piso. Habría sido más que

desconsiderado porque los señores nunca entraban en los dormitorios del

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servicio,porloqueirabuscaraMarieasucuartohubieracomplicadomáslascosas.—Nada,mamá—dijo—.Papáestámejor.Puedesentraraverlo.—Pero¿porquéMariehasalidocorriendo?Kitty y Elisabeth también se habían acercado; Paul pensó rápidamente qué

podíadecirles.Encualquiercaso,sedijo,nopodíacontarleslaverdadyaquelaconfesióndesupadreibadirigidasoloaélyaMarie.—PapálehadichoaMariequeeshijadeJakobBurkard,suantiguosocio.—Asíqueeracierto—musitóAlicia—.Paul,túyalosospechabas.Lapobre

debedeestarmuyafectada.—Asíes—corroboróPaul,contentodequesumadresedieraporsatisfecha

conesaexplicación.PeroesenoeraelcasodeKitty.—Vaya, bueno, eso es unamaravilla, Paul—exclamó entusiasmada—.Ese

Burkard, ¿noeraun inventoro algoasí?Oh,Diosmío, elpadredeMarie erainventor.Pero¿porquéselohadichoahora?—¿Yporquépapáhaceunmisteriotangrandedeeso?—inquirióElisabeth

—.¿Estanimportantecomoparahacerlallamarensuestado?ComoPaulnoteníaganasdeseguirmintiendo,admitióqueélnolosabía.—Todoestomeparecedelomásextraño—dijoElisabeth,altoyclaro.Miró

asuhermanocondesconfianza—.Túnosestásocultandoalgo,¿verdad?Él no contestó para no tener que discutir con ella.Alicia, entretanto, había

entradoeneldespachoyahoraselaoíahablarconelpadreLeutwien.TambiénKittyentró,aliviadaalsaberquesupadreestabamejor.—Pero,papá—se laoyódecir concierto reproche—.Si eldoctordiceque

debes ir al hospital, debemos hacerle caso. Mamá tiene razón, tenemos quellevarteenseguida.Todosqueremosqueterecuperescuantoantes,papi.—Escomopredicareneldesierto—aseveróElisabeth—.Sipapánoquiere,

nohaymanera.ElteléfonosonóconestridenciayPaulmaldijoparasusadentroslafábricay

todoloqueestabarelacionadoconella.ÉlqueríahablarconMarie,explicarlela

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impresiónquelehabíacausadoescucharloquehabíadichosupadre,decirlequelosentíaporella,quecomprendíasurabiayqueestabadispuestoahacerloquefueraporcompensaresadeuda…—¿Paul?EslaseñoritaLüders,delafábrica.Quierehablarcontigosinfalta.—Voy.La señorita Lüders estaba fuera de sí. En la tejeduría había dos máquinas

paradasporqueelhiloserompíacontinuamente;AlfonsDinter,deestampación,se había quejado de que el tinte azul casi se había terminado, y un clienteimportantesehabíapresentadoen lasoficinassinavisar.ElseñorGrundeisdeBremenqueríainformaciónsobreelnuevomuestrario.EstabaalojadoenelDreiMohrenyesperabapasarlatardeenbuenacompañía.APaullehabríagustadodecirleaesasecretariatandiligentequesefueraal

diabloconelhilo,lostintesyelseñorGrundeis,peronotólamiradadesupadre,queasistíaalaconversacióndesdeeldiván.Sedijoqueseharíaunflacofavor,ytambiénaMarie,siahoralotirabatodoporlaborda.—Dígale al señor Grundeis que estaré con él en diez minutos. Entretanto,

atiéndalodelmodohabitual.—Yaestáhecho,señorMelzer.¿Vatodobienencasa?LaseñoritaHoffmann

yyoestamospreocupadas…—Nohaymotivodealarma,señoritaLüders.Enunmomentoestoyahí.Aunqueleresultabadifíciladoptarsuhabitualtonodevozdespreocupado,lo

consiguió.¿Quéhabíadichoantesmamá?Debíanserfuertes.Perolociertoeraquenuncasehabíasentidotandébilydesamparado.—Tengoqueiralafábrica;hayalgunosasuntosquedeboatender—anunció

mientrasleparecíaverunasonrisadébilenelrostrodesupadre.Alicia no se mostró muy contenta; confiaba en que Paul conseguiría

convencerasupadredequeeramejorseguirelconsejodelmédico.—Por favor, cuidad deMarie—dijo Paul—. Está muy afectada y necesita

apoyo.—Si tan importanteespara ti,Paul, lediréaElsequevayay lepreguntesi

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necesitaalgo—dijoAlicia.AquelpropósitobienintencionadonotranquilizóparanadaaPaul.—Que le diga que esta noche quiero hablar con ella. Es muy importante,

mamá.La insistencia de su petición no solo asombró a Alicia. También Elisabeth

fruncióelceñoycomentóqueenesosmomentoshabíaenlafamiliaasuntosmásimportantes que atender que una charla con la doncella personal. Kitty, encambio,dibujóunasonrisamaliciosaquedifícilmenteencajabaconlagravedaddelasituación.—Dime,Paul,querido—dijoellaalargando lasvocales—.¿Acasohayalgo

entretúyMariequenosepamos?—Yahablaremosenotromomento…—dijoélconlamanoenelpicaporte.Cuando iba por el pasillo en dirección a la escalera oyó la exclamación

horrorizadadesumadre.—¡Virgensantísima!¡Nopuedesercierto!—Creoquesí,mamá.Estáenamoradodeella.

Else regresóparadecirqueMariesehabíaacostadoya todos lesparecióque,despuésdelespantovivido,lamuchachasehabíaganadoelderechoadescansarunrato.Aliciasequedójuntoasumarido;comolaconversacióndelmatrimonioadquirióuntonoíntimo,lashijassintieronqueestabandemásysemarcharon.También el cura se despidió; las dos hermanas lo acompañaron hasta elvestíbulo.Intentaronsonsacarlealgunacosa,peroelsacerdotedemostrósermuyhábil y habló mucho sin decir nada; finalmente se parapetó en el secreto deconfesión.—Señoritas, su padre hoy ha demostrado un valor extraordinario. Pueden

sentirsemuyorgullosasdeél.Yahoralesruegoquemedejenmarcharpuesalasseistengoquecelebrarlamisavespertina.A Elisabeth el asunto le parecía cada vez más misterioso; Kitty estuvo de

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acuerdoconella.—¿TúcreesquePaulyMarieyahan…?—empezóadecir,pensativa.—Chisss—lahizocallarElisabeth—.Pasdevantlesdomestiques!Se refería a Humbert, que estaba en ese momento cerca del montacargas

preparando la mesa para la cena. A Kitty esos aspavientos de Elisabeth leparecieronridículos,peronodijonadaycavilóporsucuenta.PaulyMarie.Suqueridohermanoysumejoramiga.¡Quémaravilla!—¿CreesqueMariesigueensucuarto?—No lo creo—supusoElisabeth—. Seguro que ya se habrá repuesto de la

impresión.—Entoncesestaráenelcuartodecostura.Sinembargo,noencontraronaMarieenelcuartodecostura.Nitampocoen

el dormitorio de Kitty, ni en el guardarropa. Ahí solo estaba EleonoreSchmalzler;contabatoallasblancasdealgodónylasatabaengruposdeseisconunacintadesedaazulceleste.—¡Qué extraño!—comentó con una sonrisa—. Faltan tres toallas blancas.

¿Sabenustedesdóndepodríanestar?Kitty notó la rápida mirada de soslayo de su hermana; entonces las dos le

aseguraronconcaradeinocenciaquenopodíanayudarla.Talvezmamáhabíallevadoalgunatoallaalhospitalcuandofueavisitarapapá.—SeñoritaSchmalzler,¿havistoustedaMarie?—Está en su cuarto, señorita. Se ha sentido indispuesta y se ha tumbado a

descansar.—Porfavor,dígalequevengaaverme—lepidióKitty—.Siesposible,antes

decenar.—Comoguste, señorita.¿Mepermiteque lepreguntecómoseencuentra su

padre?Estamostodosmuypreocupados.—Estámejor.Mamáahoraestáconél.—Diosquieraqueserecuperepronto.—Gracias,señoritaSchmalzler.Esoesloquetodosqueremos.

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Actoseguido,comodecostumbre,lasdoshermanasfueronasushabitacionesparacambiarseparalacena.CuandoKittyyasehabíapuestoelvestidodesedaazuloscuroconcuellodemarineroeintentabaabrocharseelcinturóndemodoquequedaramínimamenteelegante,MariaJordanllamóalapuerta.—Disculpe,señorita…—Yacasiestoylista.Puedesirconmamá.La señorita Jordan frunció los labios. Se resentía por cualquier rechazo, y

ademássiempreresultabamuymolesta.—Disculpe.SetratadeMarie.Segúnparece,haabandonadolavilla…Kitty dejó caer el cinturón y miró con espanto a la señorita Jordan. La

doncellaseesforzóporconservarsuexpresióncompungida,aunqueeraincapazdedisimularsusatisfacciónanteladesaparicióndesurival.—¿Abandonado?—farfullóKitty—.¿Quéquieresdecirconeso?MariaJordanleexplicóquehabíandadoporhechoqueMarieseencontraba

en sucuarto.Por eso la señoritaSchmalzler lepidió a ella,Maria Jordan,quefuera a buscarla a la planta de arriba; al fin y al cabo, ambas compartíanhabitaciónynoleparecíabienenviaraotrapersona.—Alprincipio,alentrar,nohenotadonada.Lahabitaciónestabaordenada,

lascamasbienhechasyelarmariocerrado.Cuandomedisponíaaregresarconlasmanosvacías,heidoasacarunpañuelolimpiodelacómoda.EntoncesmehedadocuentadequeelcajóndeMarieestabavacío.MariaJordanledijoquelamuchachasehabíallevadosuropa,asícomolas

mudas,lasmediasyelcalzado.Perohabíadejadolascosasqueerandelacasa:tresfaldasoscuras,dosblusas,unachaquetay…—Se ha marchado —dijo Kitty interrumpiendo la enumeración—. Y ni

siquiera se ha despedido de mí. ¡Oh, Dios mío! Tenemos que encontrarla.¿Adónde puede haber ido? ¿Dónde se alojará? ¿Qué estás haciendo ahíplantada?Anda,avisaamihermanayamimadre.QueGustavtraigaelcoche.TenemosqueiralafábricaparainformaraPaul.¡Cómohapodidohacermealgoasí!¡MiMarie!¡Miqueridísimaamiga!

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LaseñoritaJordanyacontabaconqueaquelavisonoseríamotivodealegría,perono estabapreparadaparauna reacción tanvehemente.Dibujóunamuecaquehizoasomarmuchas arruguitas en torno a subocaybajó la escaleraparainformar a la señora. Entonces se vería si una doncella que acababa de huirmerecíatantorevuelo.Alicia y Elisabeth ya estaban sentadas a la mesa. La señora, como era de

esperar,mantuvolacalma,y laseñoritaElisabeth llegóadecirque talvezesafueselamejorsolución.Aliciacompartíaesepuntodevista.—Mariees lista y sehadado cuentadeque era elmomentode cambiar de

puesto—dijolaseñora—.Lalástimaesquelohagaasí.Laecharédemenos.—Aunquecomodoncellapersonal es irremplazable—comentóElisabeth—.

¡Quédiseñosdevestidos tanmagníficoshace! ¡Yesossombreros!Menosmalquelehadadotiempoaterminarmivestidodecompromiso.Alicia se volvió hacia Maria Jordan, que permanecía junto a la puerta y

escuchabalaconversaciónconsumointerés.—No le digas nada a mi marido, Maria. No puede inquietarse en modo

alguno.QuelaseñoritaSchmalzlerseencarguedequeelservicioseadiscreto.—Comoguste,señora.MariaJordanhizounamagodeinclinaciónyseapresuróhacialacocinapara

difundir nuevos rumores.No cabía duda de que el señor había puesto fin a lahistoriadelseñoritoyMarie.Habíaconvocadoasuhijoya laamantedeestejuntoasulechoyhabíaimpuestosuautoridad.YlaconclusióneraqueMariesehabíamarchadoensecreto,sindecirnadaanadieydeformadiscreta.—¿Te parece que debemos informar a Paul, mamá? —comentó Elisabeth

mientrasdesplegabasuservilleta.—Se enterará pronto —decidió Alicia—. Ya has oído que hoy tiene que

encargarsedeunclienteimportante;serámejorquenolemolestemosconeso.—¿DóndeestáKitty?Alicia suspiró. Se sirvió un poco de lengua de vaca fría y una loncha de

fiambrede carne.Despuésde tantas emocionesymiedosapenas tenía apetito,

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peroseforzóacomerparaconservarlasfuerzas.Elisabeth,encambio,noteníaese problema; ella siempre tenía apetito, sobre todo si se trataba de dulces oplatosgrasos.Yadeniña,latartadenata,elpatéylapechugadegansoeransusplatosfavoritos.—Humbert, dile aAugusteque le recuerde amihijaKatharinaque la cena

estáservida.Humbert acercó la bandeja de carne a Elisabeth con gesto ágil y aguardó

educadamenteaquelaseñoritasehubieraservido.—Disculpe,señora—dijoentoncesvolviéndosehaciaAlicia—.Gustavacaba

dellevarencochealaseñoritaKatharinaalafábrica.AliciamiróaElisabeth.Ambasestabanhorrorizadas.—Muchasgracias,Humbert.Puedesretirarte.Yanosservimosnosotras.Encuantoellacayohuboabandonadoelcomedor,Aliciadejónotarsuenfado.

¡EraincreíblelaslibertadesqueKittysepermitía!Esamuchachahacíasiempreloqueleparecía,asuaireysinconsultarloconlosdemás.—Dehecho,eradeesperar—respondióElisabeth—.Kittyesegoístayterca;

yahadadosuficientesmuestrasdeello.¿Porquésigueaquí?¿Nosesuponíaqueibaaempezaruncursodeenfermera?Aliciaapartóelplato.Teníaelestómagorevuelto.—Laenfermedaddepapáhaimpedidoquesediesealgúnpasoenesesentido.

Porotraparte,AlfonsBräuermepidió,deformaconfidencial,quemediaraconpapáporquetienelaintencióndepedirlamanodeKitty.Elisabeth se sirvió otra ración de fiambre de carne y añadió los suaves

pepinillosenvinagrequetanricoslesalíanalaseñoraBrunnenmayer.—¡Pobrecito!—dijoencogiéndosedehombros—.Esperoquesepadóndese

mete.Almomentosediocuentadequehabíaidodemasiadolejos.Alicialededicó

unamiradafuriosa.Ella, ledijo,no teníaelmenorderechoahablarmaldesuhermana,ymenosaúndesufuturomatrimonio.Comoyerno,AlfonsBräuereramuybienvenidoalafamilia.

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—Ya entiendo —replicó Elisabeth, molesta—. Está claro que mi futuromaridonoestanbienvenido…Aliciadejóoírun largo suspiro.Esedíahabía sido atroz, y lo peor era que

todavíateníanpordelantelanoche.Apenasmediahoradespués,PaulyKittyaparecieronenlavilla,sinalientoy

muy nerviosos. Paul preguntó al ama de llaves, envió a Kitty arriba, a lahabitación deMarie, por si encontraba algún punto de partida para buscar, ysubió a toda prisa al primer piso para cubrir de reproches a su madre y aElisabeth.Sinembargo, enel salón rojo solo encontró aElisabeth,que ledijoquepapáhabíavueltoallamaramamáparatenerotraconversacióníntima.—Evidentemente,amínoquiereverme—dijo,disgustada—.Yporcierto,a

Kittytampoco.Queridohermano,sitehascreídoquenosotrassomoslasniñerasdetuMarie,teequivocas.Sehamarchado,locualhasidomuyinteligenteporsuparte.Paulechabaespumaporlaboca.Dijosentirsemuyavergonzadodeteneruna

hermana tan fríaydespiadada.Paraella,prosiguió,Marieeramuybuenaparacoser,perocomopersonaledabaigual.Noeradeextrañarquepapánoquisierasabernadadeella…AquellofuedemasiadoparaElisabethyseechóallorar.Yasabía,selamentó,

quenadiedelafamilialasoportaba,quesiemprehabíasidounamolestia,peroesperabaqueporlomenospapá…Aliciaentróyseapresuróacerrarlapuertatrasdesí.—¿Quépasaaquí?Elisabeth,por favor,contrólate.Paul,papáquierehablar

contigo.Sin embargo,Paul no estabadispuesto a obedecer las órdenesde sumadre.

¿Papá quería hablar con él? Pues que esperara. ¿Por qué nadie respetaba susdeseos? Había pedido de forma expresa que cuidaran de Marie mientras élestuvieraenlafábrica.¿Cómoeraposiblequeellasehubieramarchadosinmás?Alicia ya contaba con que su hijo le haría reproches de este tipo, pero no,

desdeluego,contantavehemencia.Repusoqueesoeraloquehabíaocurridoy

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quenosepodíacambiar.Sinembargo,afirmó,estabaconvencidadequeMarieregresaría a la villa a su debido tiempo. Era unamuchacha lista y tenía buencarácter.Elisabeth miró a su madre con asombro. ¡Por Dios! Sabía que Paul era el

preferidodemamá,peronoeranecesariodemostrarlodeesemodo.—Yahoraveahablarcontupadre.Teestáesperando.—Peronovoyaestarmuchorato.¡Tengocosasquehacer!—rezongósuhijo

entonoáspero.—Y,porfavor,noledigasqueMariesehaido.Teloruego,Paul.—Deacuerdo…JohannMelzerseguíaenlamismaposiciónquehorasatrás; tenía laespalda

apoyada en varios cojines y Alicia lo había abrigado con una manta de lanasuave. Aún se le veía desmejorado, pero aquella mirada perdida y fija habíadesaparecido.Paultuvolaimpresióndequesupadreparecíaaliviado.Talvezsuconfesiónfueraelmotivo,peroconellahabía impuestounacargamuypesadasobresufamilia.—Notengomuchotiempo,padre.ElseñorGrundeisdeBremenmeesperaen

elDreiMohren.JohannMelzerasintióyseñalólasillaquehabía juntoaldiván,dondepoco

anteshabíaestadosentadaAlicia.—Yalehecontadoamamátodoloocurrido—empezóadecir—.Ellaloha

asimilado con serenidad y me ha asegurado que, pese a todo, me siguequeriendo.Leherogadotambiénqueselocuenteatushermanas.Se interrumpió y luego inspiró como si tuviera un nuevo pesar que lo

atormentara. Al principio había dudado de si era necesario contárselo a laschicas.No estaba nada bien que un padre se humillara ante sus hijas, pero alfinal se había dado cuenta de que, de todos modos, ellas acabaríanaveriguándolo.Paulnodijonada al respecto y se revolvió nervioso en su asiento.Ledaba

igual,quesupadreseconfesasetodoloquequisiera;él,porsuparte,teníaotras

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preocupaciones. Tenía que ir a preguntarle al viejo jardinero si había visto aMarie. Gustav había estado en la parte trasera de la casa, en el invernadero,colgandounas telasparaproteger lasplantasdelcálidosolde junio.Nohabíavistonada.—¿Meestásescuchando,Paul?Diounrespingo.Puesclaro,sí,respondió,loescuchaba,adelante.—¿Recuerdasaquellaconversaciónquetuvimoshacetressemanas?Paullarecordabaperfectamente.Tuvoremordimientosporhaberpuestoasu

padretannervioso.Peroahoraquesabíamáscosasdelpasado,esesentimientodeculpabilidaderamuchomenor.—Fuimuy injusto, Paul. Tementí porque era incapaz de admitirmi culpa.

PeroDiosmehacastigadoyestoydispuestoasometermeasusdesignios.ElpadrehizounademándequererincorporarseyPaulseapresuróaayudarlo.—Deja—gimióelseñorMelzer—.Quierohacerlopormímismo.Al final consiguió incorporarse; aunque se quedó un poco hacia delante y

teníalarespiraciónentrecortada,parecíasatisfecho.—Puedequepronto tengaque rendir cuentasanteel Juez supremo,Paul—

dijo tomando aire con dificultad—. Y la mía es una causa perdida. ¿Quieresayudarme?—Siestáenmimano…JohannMelzerasintiócontentoyesperóaquePaulterminaradecolocarlelos

cojinesasuespalda.—Dime qué hay entre tú y Marie —le exigió el padre—. ¿Es un amorío

superficial,delosquesellevaelviento,ohayalgomás?Paul no sabía a qué obedecía aquella pregunta inesperada. Apenas tres

semanas antes, su padre le habló de desahogarse con ella y le advirtió de laposibilidad de que Marie lo cargara con un hijo. Pero la enfermedad habíacambiadoaJohannMelzer.—Esalgomás—admitió—.Muchomás.Aquellarespuestapareciócomplacerasupadre.Entoncesquisosaberdesde

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cuándo,y si había algunaposibilidaddequehubieraunniñoen camino.Paultuvoquereprimirsuenfado.¿Aquéveníatantapregunta?—No te lo vas a creer, pero jamás he tocado aMarie.No es de las que se

prestanconfacilidad;esdemasiadolistayorgullosaparaeso.JohannMelzerempezóatoser;tomóunsorbodeaguayluegopermanecióun

ratoconlarespiraciónentrecortada,intentandorecuperarelaliento.—¿Nolahastocadojamás?¿Cómoeseso?Simalnorecuerdo,antesnoeras

tancomedido.PaulloadmitióyafirmóqueconMarieeradistinto,aunquenosabíaexplicar

porqué.Peroteníaqueverconelrespeto.Yelamor.—Amor—repitióJohannMelzer—.¿Yella?¿Tecorresponde?¿Oleresultas

indiferente?—Nolosé—dijoPaulconpesar—.Huboun tiempoenquepenséqueella

sentíaalgopormí.Peroentonces…—¿Quépasóentonces?Paul vaciló. No sabía si debía ser tan franco con su padre. Temía que se

pusieranerviosoy tuvieraotro ataque.Porotro lado, sentíaunagranurgenciaporhablardesuamor.—Entonces se terminó. Antes incluso de que hubiera empezado. Le pedí

formalmentequesecasaraconmigoyellamerechazó.Dijoqueunseñornuncadebecasarseconunadoncella…Leparecióquesupadreempezabaaahogarse.Alarmado,selevantóy,cuando

sedisponíaairalapuertaparaavisaralmédico,sedetuvoalverqueletendíaelbrazo.—¿La… la pediste en… en matrimonio? —pronunció con un gemido—.

Fabuloso.Y…y…ella…¿tedijoque…que…no?Paul se dio cuenta de que su padre se estaba riendo. Le hacía gracia que

Marie, la doncella, le hubiera dado calabazas. En fin, era bueno que eso lodivirtiera.—Atiende, Paul—dijo su padre asiéndolo por el hombro—. TuMarie me

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gusta.Tantositeamacomosino,quieroquetecasesconella.Encuantohubodichoesto,el señorMelzer sedejócaer sobre loscojinesy

cerrólosojos,agotado.Paullomiródesconcertado,considerandolaposibilidaddequetalvezsupadrehubieraperdidolacabeza.—Compréndelo —murmuró el enfermo—. Es mi única oportunidad de

obtener el perdón. Así, tú enmendarás la injusticia que yo cometí. Habla conella,teloruego…Paul se lo prometió. ¿Qué otra cosa podía hacer?Debía encontrar aMarie,

aunque tuviera que vagar durante toda la noche por las calles Augsburgo. Sedesesperaba con solo pensar que ella hubiera podido coger un tren y habersemarchadolejos.

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Elsoldelamañanasecolabaentreelfollajedelashayasylosarces;aquíyallásusrayosreposabanenalgunadelaslosasantiguashaciendobrillarloscuarzosque albergaban en su interior. Los pájaros cantaban en los árboles, brincabansobrelosparterresyseposabancondesenfadosobreelbrazoextendidodealgúnángel funerario. A esa hora, el ambiente en el cementerio Hermanfriedhof deAugsburgoeraserenoytranquilo.Niloslamentosnilaslágrimasperturbabaneldescansodelosmuertos,ylospinzones,losgorrionesylosherrerillosentonabanelcánticodelavidaagitada.—Esaquí.ElpadreLeutwienseñalóunapequeñasepulturasituadaenuna intersección

decaminos,semiocultaporlospanteonesdelasfamiliaspatriciasdeAugsburgo.Entre losmausoleos y el camino había quedado libre un pedazo de tierra; erademasiadoestrechopara serun túmulo familiar, inclusocomo tumbaparaunasolapersona.Marieseaproximódespacio,contemplóelbordecuadradodemármol,lastres

flores de alegría, el manojo de nomeolvides y los zarcillos de hiedra querodeabanlalápidagris.Lasletrasgrabadasestabannegrasacausadelvientoylalluviayresultabandifícilesdeleer.

AQUÍDESCANSAENPAZJAKOBBURKARD

mecánico28.2.1857/29.1.1885

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Supadre.Aunquenolohabíaconocido,porlomenosahorapodíapermanecerjunto a su tumba.Resultabamuy triste, pero a la vez, para ella, era liberador.Todo había adquirido un sentido y todas las preguntas y las dudas habíanquedado despejadas. Aquel era su padre y aquí era donde había encontradodescansoeterno.Lloróensilencioysintiócómosuaflicciónibaremitiendopocoapoco.El padre Leutwien estaba a su lado; dejó que llorara y ni siquiera intentó

consolarla.Cuandoellasearrodillóparadepositaralgunasdelasrosasquehabíallevado,élempezóahablardenuevo.—Todos los años el señor Melzer da dinero a la administración del

cementerio.Comopuedesver,lasepulturaestáenbuenestado.Mariecolocólasrosasantelalápidaynodijonada.ElseñorMelzernohabía

escatimadoengastos,puestambiénhabíahechodonativosalorfanato.Peroselopodíapermitir.Encambio,¿habíaenseñadoalahijadeJakobBurkardlatumbadesupadre?Alcontrario,sehabíaesforzado,ymucho,enmantenerlaalejadadeahí.—Séquenosirvedemucho—dijoLeutwieninterpretandobienelsilenciode

ella—,peroesodemuestraque,apesardetodo,tuvoremordimientos.Élsentíaungranaprecioportupadre;sumuerteloafectóprofundamente.Marie estabamuy lejos de sentir comprensión por JohannMelzer. Él había

confesado cuando se vio cerca de la muerte, por temor a que sus pecados locondujeran a la condena eterna. El padre Leutwien debía de haber aportadotambiénsugranitodearena,dejándoleclaroque,comopenitencia,debíaadmitiraquellotambiénantesuhijoyanteMarie.Esesacerdotenolodecía,peroMariese había dado cuenta de que para él no solo contaba la justicia celestial sinotambiénlaterrenal.Poresoella,ensudesesperación,habíaacudidoaél.Elcuralediorefugioy la instalóenuncuartodiminutoen labuhardillade larectoríaparaquepudierapensarcontranquilidadyentrarenrazón.Mariepasódosdíasydosnochessola:únicamenteelamadellavesllamabaasupuertadiciéndole,consuhabitualtonogrosero,quelellevabaalgoparacomer.Aquellamujerera

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extraña, de modales huraños y distantes, y siempre la hacía sentir como simolestara.Encambio,tresvecesaldíallevabaaMarieunabandejabiensurtidadecomida.«Concede,Señor,descansoeternoasualmayconsiderasusbuenasobrasen

eldíadelJuicioFinal,cuandolosjustosresucitaránenJesucristo.Amén.»Mariese levantóysesacudiólasmanosmientraselsacerdoterezabaporsu

padre,aquiénélmismohabíaenterradodiecinueveañosatrás.—¿Ymimadre?—preguntóella—.¿Tambiénestáaquíenterrada?—Sí,peroenotrositio.ElpadreLeutwien laacompañódeshaciendo loandado,pasando juntoa las

magníficas sepulturas de las familias honorables, imitandopequeñas columnasdelavictoriaoaltaresdetresalas,ydecoradasconángelesyninfasdolientes.¿Nosedecíaquelamuertehacíaigualesatodos?Alparecer,inclusodespuésdelamuertehabíadiferenciasentreunconcejalacomodadoyunsimplezapateroounsastre.Pasaron junto a la iglesia de San Miguel y se dirigieron a la salida del

cementerio.Bajoelarcoblancodelaentradahabíadosancianascuchicheando;lasdosllevabancestasconfloresyútilesdejardín.Losgorrionesseagolpabanen el borde de la fuente de piedra para saciar la sed; una ardilla atravesó elcaminocomounaflecharojayseapresuróatreparporeltroncodeunhaya.Elcurasedetuvoenunpequeñopradomuypróximoalmurodelcementerio.Ahínohabíasepulturascuidadasconesmero,nibordesdemármol,niarriatesconflores. Junto almuro encalado solo había unas losas pequeñas, algunas de lascualesnoestabantalladas,ysoloseleíaunnombre.Mariecontuvoelaliento.Estabaallí.ElseñorMelzernohabíacompradouna

tumbaparasumadre,paraélbastabaconquetuvieraunsitioenelpradodelospobres.—Ahí.Lalosablanca,laquintadesdelaizquierda.Lalápidapresentabaunrelievetallado.Nosedistinguíamuybienporqueel

lugarestabaalasombradelmuroyelmusgohabíatapadolalosa.Mariesehizo

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conuna ramacaídayempezó a raspar con ella el relieve.Semostró entoncesunamujerataviadaconunatúnicacuyospliegueslellegabanhastalasrodillas.Comoen las tallasdemaderaqueMariehabíavistoen laciudadbaja,aquellafigura también parecía querer escaparse de la piedra, con los brazos tendidoshacialalibertad,peroestaestabafirmementesujetaalalosa.—Tieneelnombreescritoabajo—dijoelpadreLeutwien—.Coneltiempo,

lalosasehahundidoenlahierba.Las letras eran torpes, como si alguien profano hubiera cogido martillo y

cincel.«LuiseHofgartner.»Nadamás.Nifecha,nicitadelaBiblia.—Yoibaavisitarlaenlaciudadbajadevezencuando—explicóelsacerdote

—. No le gustaban los curas, pero siempre estaba dispuesta a charlar sobrepintura.Endosocasionesleconseguíencargospequeños,peroellasenegabaaaceptartemasbíblicos,asíquenopudeayudarlamás.Eraunamujerorgullosa,una rebelde.Puede inclusoqueesta sepultura lehubieragustado.Enunpradobajounalápidalabradaporellamisma.Noeraalguienaquienencerrarbajoelmármoldeunatumba.Marieselevantóparairabuscaragua.Retirólatierrayelmusgodelrelieve

conunpañuelomojado.Lapiedrasehabíaoscurecidocon lamaleza,comosihubiera absorbido la humedad; tal vez ahora, después de que ella la hubierasacadoalaluz,sesecarayrecuperarasucolororiginal.DepositóelrestodelasrosassobrelalosayelpadreLeutwienpronuncióotraoraciónporsumadre.—Esoenvidano lehubieragustado—admitió conuna sonrisa—.Perome

figuro que se habrá vueltomás tranquila y sabia, y que entiende que tambiéndigoestaspalabrasporti,Marie.—Seloagradezco,padre.Limpió el pañuelo en la fuente.El aguabrillababajo el sol de lamañanay

fluía chispeante por las dos bocas de hierro fundido. Los gorriones no ledemostraronningún temoryse le fueronacercandoconbrincosdecuriosidad;puedeque inclusoesperasenque se sentasey lesdieracomida.De la estacióncercanaseoyóelpitidoagudodeunalocomotora.

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—¿Quévasahacerahora,Marie?ElpadreLeutwienestabadepiejuntoaellaenlafuente,sehabíaquitadolas

gafasyselaslimpiabaconunpañopequeño.Parecíasatisfechoconsigomismoy algo adormilado.Con la edad, el oficiomatutino le costaba cadavezmásysolíaacostarseunratotrascelebrarlo.Esedía,sinembargo,habíarenunciadoaesepequeñodescansoparasatisfacereldeseodeMarie.—Debodarlenoticiasmías—dijoMarie,másparasíqueparaelcura—.No

estuvobienmarcharsesinmás.—¿Noticias?—preguntóél,comosinocomprendiera.—Sí,noticias.Talvezescribirleunacarta.—Unacarta—murmuróelsacerdote—.Buena idea.Ya lodicen los sabios:

«Loque está escrito permanece», y también: «Loque se tiene ennegro sobreblancopuedellevarsetranquilamenteacasa».—Tambiénpodríallamarporteléfono—reflexionóMarie—.Iralaoficinade

correosyllamaralafábrica.ElpadreLeutwienladeólacabezayafirmóqueesaideaeramuchomejorque

la primera. Por supuesto, afirmó, una llamada es directa, permite aclarar lascosas, despejar malentendidos, dar consuelo, hacer juramentos e inclusodeclaracionesamorosas…Elteléfono,siguiódiciendo,erauninventofabuloso;yquiénsabía,dijo,simuyprontonoseríaposibleusarloparaconfesarse.Marielomiródesconcertada;entoncessediocuentadequeelcurabromeaba.—¿Quémeaconsejausted,padreLeutwien?Élarqueólascejascomosituvieraquepensarlo,aunqueenrealidadteníala

respuestadesdehacíatiempo.—Temarchastesindespedirte.¿Notepareceríaoportunoirenpersonapara,

bueno,paraaclararalgunascosas?Ellaasintió.Sí, teníarazón.Eraunacobarde.Pretendíaescondersedetrásde

unacartaodelauricular.Seguramente,dijo,todosestabanmolestosconellaporhaberdesaparecidosinmás.EmpezandoporlaseñoraylaseñoritaElisabeth,y

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hasta Hanna, que la estaría echando muchísimo de menos. ¡Pero sobre todoKitty!Debíadeestarfueradesí.YPaul.Presentarseanteéleralomásdifícil.Ellahabíarechazadosinpiedad

lapeticiónde supadre, conuna rabiaque leveníadesde lomásprofundodelcorazón y que, en su opinión, era del todo justificable. El hombre que habíaengañadoa supadreyhabía arrojado a la pobrezay lamuerte a sumadrenoteníaperdón.Esoellanololamentaba,perotemíahaberdefraudadoaPaul.¿Porquénopodíaserdulceysumisa,comoseesperabadelasmujeres?¿Porquénoconcederelperdónalpecadorarrepentido?Eso,sinduda,eralaherenciadesumadre,queahoraasomaba.TampocoLuiseHofgartnerhabríapodidoperdonaralseñorMelzer.—Elmundoesdelosvalientes—dijoelpadreLeutwien,alocualañadiócon

ademánsatisfecho—:Esotambiénvaleparalasmuchachas.Ellainspiróylosiguióensilencio.Cruzaronlapuertablancadelcementerioy

sedirigieronalaciudad.Aesahora,lavidayahabíaempezadoenlascalles:untranvíapasójuntoaellos,losautomóvilesylosvehículosdecaballosatestabanlascallesconsuruidoyelcarroanchodelalechelosobligóaprotegersecontrala pared de un edificio. Solo cuando entraron en el callejón Franziskaner elambientesevolviómáscalmado:unosárbolesaltosbordeabanelcaminoyentreellos,aquíyallá,asomabalacúpulaacebolladadelapequeñatorredelaiglesiadeSanMaximiliano.—Ahorayoiréadescansarmediahora—dijoelcuracuandollegaronfrentea

la rectoría—. Mucha suerte en tu camino, Marie. Mejor dicho, que Dios teguarde.Enrealidad,ellahabíaconfiadoenentrarconélyconseguirasíunplazode

gracia,peroentendióqueteníaqueserahora.Enmediahora,apasotranquilo.Nopodíaposponerlopormástiempo.—Muchasgracias,padre,portodoloquehahechopormí.Nuncaloolvidaré.Élasintiórápidamenteycerrólapuertatrasdesí.Marieatravesólaplazade

la iglesia con lentitud y se encaminó hacia la puerta Jakober. Cruzó muchos

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brazosmuertosdelLech,queenesapartedelaciudaddiscurríanentrelascasasysesalvabanconpuentes.Depronto,sereconocióenloscallejonesestrechosylascasaspequeñasdelaciudadbaja,ysesintióprotegidaporlaantiguamuralladelaciudad.Aqueleraunlugardondevivir,pobreperoseguro,quehabía idocreciendo con los siglos. Tras la puerta Jakober estaban las fábricas, con suschimeneas recortadas contra el cielo que ennegrecían el agua cristalina de losarrojos,yensuspatiossecargabansincesarmercancíasencarrosqueluegolasllevabanhastalaestacióndemercaderías.Recordabacontododetallesuprimerdíaenlavilla.Alprincipiotodolehabía

parecidomuyextraño:elparqueylamansiónconparedesdeladrillo.Y,sobretodo, la gente que encontró allí. El servicio, con su vida jerarquizada, y losseñores,porloscualesellasentíaunrespetoreverencial.Sedetuvojuntoalaccesodelparque.Elpaseoqueconducíaalavillaestaba

flanqueadoporárbolesplataneros,queahoramostrabanunespesofollajeverdeintenso, y la mansión destacaba al fondo con su color rojo; en el arriate dedelante de la entrada florecían claveles demoro ymastranzos de colores, asícomonomeolvidesazules.Cualquieraquepasaraporallídesearíatomarelpaseoarboladoyacercarsealhermosoedificio.«Nohacenisiquieraunañoqueviestesitioporprimeravez.Puedequehoy

sealaúltima»,sedijo.—¡Marie!—exclamóalguiencercadeella.EraelviejoBliefert,queestabatratandoeltroncodeunplataneroconresina

líquida. Ella se detuvo y lo saludó, contenta de que él fuera tan amable. Almenoshabíaalguienquenoestabamolestoconella.—Estámuybienquepor finhayas regresado,muchacha—dijosindejarde

removerelpinceldentrodelboteparaquelaresinanoseendurecieraantesdetiempo.—Sí—dijoellacontimidez—.Yaerahora.Como no supo qué más podía decir, siguió su camino. Un automóvil que

estabaaparcadodelantedelavillasepusoenmarchayseacercódejandooírel

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petardeodelmotor.EnsuinterioribaGustav,tocadoconsugorradechófer,quelasaludóconlamano.Losasientosposterioresibanvacíos,locualerararo.Sedetuvo cerca del arriate de flores para volver a tomar aire.Ahí fue donde, enoctubre del año pasado, el automóvil pasó junto a ella y Paul la miró concuriosidad.Suprimerencuentro.Eliniciodesuamor.¿Yahora?Valor, se dijo. Pasara lo que pasase, no estaba dispuesta a doblegarse ni

tampocoamentir.Nisiquieraporamor.Sobre todoporesoúltimo,porquedeahínopodríasurgirotracosamásquedesdichas.Girabayahacialaizquierdaendirecciónalapuertadeserviciocuandodetrás

delsaledizodecolumnasseabriólaampliapuertadelaentrada.Augusteasomóen el umbral, ataviada con vestido oscuro y delantal blanco, y la cofiacuidadosamente colocada en el pelo. Su rostro redondo estaba sonrosado denerviosismo.—¡Porfinestásaquí!¡SantoDios!Teestábamosesperando.Pasa,pasa,están

impacientes de alegría. Pero, oh, vaya, ahora tengo que tratarte de usted yllamarte«señorita»…Mariesequedóinmóvil.¿AcasoAugusteteníafiebreyestabadesvariando?El

tonosonrosadodesucaralodejabaentrever.—¡Marie!—exclamó alguien desde el fondo del vestíbulo—. ¡Marie! ¡Qué

desobedienteyquédescaradahassido!¡Cómomegustaríaabofetearteytirartedelospelosunbuenrato!¿Cómohaspodidohacermealgoasí?¿Cómo?¡Pero,vamos,dimealgo!¡Oh,Marie!¡Quécontentaestoydequevuelvasaestarconnosotros!Kitty.Marie subió rápidamente los escalones, a tiempo para atraparla entre

susbrazos.Denohaberlohecho, la señorita, emocionada comoestaba, habríapodidocaerseporlaescalera.—Kitty —balbuceó Marie—. Señorita Katharina… Cálmese, tranquila. Lo

sientomucho,peronomequedómásremedio…Kitty la abrazó entre sollozos mojándole la chaqueta con sus lágrimas

calientes.Todosloentendían,nadieestabaenfadadoporeso.

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—Papánoslocontótodo,Marie.¡Oh,quévergüenza!¡Nomeloqueríacreer!¡Quémalvado!Peroalavez,élesnuestropadre,elquenosqueríayjugabaconnosotrosenelparque…Ay,Marie,tenemosquecompensarteportantascosas…Marienosabíaquécontestaranteesaspalabrastanexaltadas.Todoindicaba

queJohannMelzerhabíapuestoalcorrienteasumujeryasushijas.Alparecer,sehabíatomadoenseriosupenitencia.Pero,bueno,enesesentidoélyapodíaolvidarsedeella.Entretanto, enelvestíbulo sehabía reunido todoel servicio, incluso lasdos

lavanderasquesolotrabajabanenlamansiónunavezalasemana.—Tedamoslabienvenidadetodocorazón,Marie—dijoelamadellavesen

tonosolemnemientrasletendíalamano—.Yaensumomentomedicuentadequeerasespecial.—Señorita Schmalzler, yo, bueno, yo quería —farfulló Marie, apabullada.

Peronopudoseguir.—¡Por fin estás aquí, muchacha! Querías escurrir el bulto, ¿eh? —dijo la

cocineraconunasonrisa—.Miraqueocultartedetupropiafelicidad,¡menudatontería!Humbertnodijonadapero,poralgúnmotivo, sonreíadeorejaaoreja,yel

rostro algo arrugado de Else estaba cubierto de lágrimas de felicidad. InclusoMaria Jordanhabíacomparecidopara saludarlay seesforzabapordibujarunasonrisa.—Ah,yalosabía—parloteabaElsemuyalegre—.«Ellavolverá.»Elcuralo

hadichoyasíhasido…Marieaguzólosoídos.Aquelloresolvíaelmisterio:Leutwien,esesacerdote

astuto,sehabíaidodelalengua.—Vamos dentro, Marie —pidió Kitty con impaciencia—. Vamos, dejadla

pasar.¡Diosmío!¿Esquenoosdaiscuentadequequeremosirarriba?¿Acasoesvuestra?¿Quéhacéistodosaquí?¿Acasosumajestadelemperadorhavenidoavisitarnos?Kitty hablaba entre risas y lágrimas, luego cogió aMarie por el brazo y la

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arrastróporlaescalera.—Mamáestáabsolutamentefueradesíporquepapáhadichoquelegustaría

quePaulytú,mipequeñaMarie,oscasarais—ledijo—.Mecuestamuchocreerquevayasasermicuñada…MarieladejóhablarporquesabíaquecuandoKittyestabatanexcitadanadie

podíahacerlacallar.Esoquehabíadichonopodíasercierto;sabíaqueJohannMelzerhabíaprohibidodeformaexpresaaPaulesaboda.¿Habríacambiadodeidea? No, no. Eso iba mucho más allá de la penitencia impuesta. Lo másprobableeraqueKitty,comotantasotrasveces,sehubieradejadollevarporsufantasía.—Elisabeth, tonta comoes, seha idode excursión a primera hora conVon

Hagemannydosamigas.Figúrate,lasemanapróximaéltienequereunirseconsuregimiento,ynoseprevéque leconcedanmáspermisosenun tiempo.Asíque hemos tenido que adelantar la fiesta de compromiso. Mamá está aquí yquierevertedeinmediato.Kittyibaaabrirlapuertadelsalónrojoysujetabayaelpicaportecuandose

detuvoysediolavuelta.—¿Yahasregresado?Paul estaba junto a la escalera, con la respiración aún entrecortada por la

rápidacarrera,lachaquetaabiertaylacorbatasuelta.—¡Santo Dios! —dijo Kitty, enfadada—. No contaba con que Gustav te

recogeríatanrápido.Ahora,claro,querrásteneraMariesoloparati.Élmiróa lasdosconademándubitativo; intentó interpretar la expresiónde

Marie,peronollegóaningúnresultadoconcluyente.—Esa erami intención—respondió él en voz baja—. Pero no sé siMarie

querrá.—Por supuesto que sí. De no ser así no habría venido, ¿verdad?—repuso

Kitty. Suspiró profundamente—. En fin, pues adelante. Peleaos, pegaos,reconciliaos…¿TehedichoyaqueAlfonsmehapedidoenmatrimonio,Marie?Nosémuybienquéhacer,aunquecreoqueaceptaré…

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Se calló un momento, como si esperara oír la opinión deMarie sobre esacuestión,peroentoncesreparóenquesuamiganisiquiera lahabíaescuchado.SehabíaquedadoabsortamirandoaPaul.—Sí—dijoMarie—.Creoquedeberíamoshablar.Élparecióaliviadoyleseñalólapuertadelabiblioteca.—Enesecaso,acompáñame,porfavor.AMarie siempre le había gustado la biblioteca, aunque pocas veces había

tenidoocasióndepermanecerallímuchorato.Enlasaltasestanteríasdemaderalabrada, decoradas con pequeñas columnas torneadas, había un númeroincontable de libros, prácticamente todos encuadernados en piel de distintocolor.Alaizquierda,laestanciaseabríaauninvernaderodondecrecíanplantasextrañasenmacetasycubos,formandounbosqueexóticodondesentarsealeerensillasdemimbre.Paulsehabíaquedadojuntoalapuerta;alentrarenlaestancia,Marienotóen

elhombroeltactodelicadodesumano.Seestremeció.Laatracciónqueélsentíaporellaerainfinita.Elladebíaprotegerse.—Hansidounosdíastremendos,Marie—dijo—.Temíhaberteperdidopara

siempre.¿Acasoéllahabíatenidoalgunavez?SevolvióhaciaPaulyelcorazónledio

unvuelcoalversumiradaapasionada.—Perdóname, Paul. Fui cobarde y hui. El padre Leutwien no os ha dicho

dóndemerefugié,¿verdad?Él sonrióydejóentreverundestellode ladespreocupación juvenildeotros

tiempos.Sí,elpadreLeutwienleshabíaconfiadoconlamáximadiscreciónqueellaseencontrabaen larectoría.Peroesofueunanochemás tarde;élantes lahabía buscado por media ciudad, llegando a temer que hubiera abandonadoAugsburgo.—¿Yquéhabríashecho?Élsacudiólacabeza;enesecaso,afirmó,sehabríatiradodecabezaalLech.—Bueno,entonceshellegadoatiempo—dijoellaconunasonrisa—.Dimesi

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esverdadloqueKittymehacontadoantes…Ahoraqueempezabanahablarconmásnaturalidad,élse leacercó.¿Acaso

no se daba cuenta del poder que ejercía sobre ella? Puede que él tambiénestuvierasometidoaesehechizopeligrosoquehacíaqueseatrajerandeformainexorable.—Kittyhablaporloscodos—dijoél—.¿Aquéterefieres?Marie temió haber dicho algo estúpido, incluso incómodo, pero tenía que

saberlaverdad.—Quetupadrehabíacambiadodeopinión…—Escierto,Marie. Inclusomeha suplicadoque tepida enmatrimonio.De

estemodoesperaobtenerelperdón.—Elperdón—dijoellaenvozbaja,yretrocedió.Había llegado el momento. Tenía que ser sincera con él y consigomisma.

Nadadementiras.Noesposibleconstruirunamorabasedeengaños.—Paul,lolamentodeveras,peronopuedoperdonarlo.Pormuchoqueyote

quiera.Él no pudo contenerse pormás tiempo, la rodeó con sus brazos y la atrajo

haciasupecho.Nadieleestabapidiendoeso,ledijo.Aquelloeraloúltimoqueélesperabadeella.Entendíaelodioquesentía;élmismo,admitió,habíasentidomucharabiayvergüenzacuandooyólaconfesióndesupadre.—Teprivóde loque tecorrespondía.Lamitadde la fábricapertenecíaa tu

padreyélloengañó…—¡Ah,lafábrica!—exclamóMarieconenojosoltándosedesuabrazo—.Esa

estúpidafábricayvuestroestúpidodinero.Amíesonomeimporta.Mimadrenohabríamuertosiélnoselohubieraarrebatadotodo.Esoesloquenopodréperdonarlejamásyporloqueloodiarétodamivida.Paulbajólosbrazosylamirócontantatristezaqueellatuvoquecontenerse.

¿Hacíafaltasertandura?¿Hacerlesufrirporlasaccionesdesupadre?—Noesperoqueperdones amipadre,Marie—dijo él envozbaja—.Pero

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temoqueelpasadoarrojesussombrassobrenuestroamor.Esoesalgoquenodebemospermitir.—¿Qué debemos hacer? —preguntó apenada—. ¿Acaso debo casarme

contigoporquetupadreasílohadecidido?—¡No!—exclamó—.Loquemipadrediganotieneningunaimportancia;yo

mehabríacasadocontigoaunqueélnohubieraestadodeacuerdo.Sinembargo,ahoranomeatrevoavolverapreguntartesideseassermiesposa.—¿Porquéno?Éllevantólosbrazosylosdejócaercontorpeza.—Porquenisiquierasésimequieres.Mariecontemplósurostrocompungidoyunaprofundaternuraseapoderóde

ella.Depronto,tuvolaimpresióndeestarunidaaéldesdehacíamuchotiempo,antesque lapropiavida,antes inclusodequesurgieraelcosmos.Poresosolohabíaunarespuestaposible,porquetodolodemáshabríasidomentira.—Sí—respondióellaconunasonrisaamorosayunpocopícara—.Sí,Paul,

tequiero.Mucho.Yademásparasiempre.

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VII

JUNIODE1914

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54

Por lanochehabía llovido.AAlicia lo inquietabaque lossenderosdelparqueestuvieran demasiado mojados o incluso resbaladizos. Sin embargo, el viejoBliefert la tranquilizó. El sol de lamañana había evaporado el agua hacía unbuenrato;pordesgracia, solo justodelantede lavillahabíanquedadoalgunoscharcos,peroélyahabíadadoinstruccionesasunietoparaquelosrellenaraconarenayguijarros.—Enesecaso,nosarriesgaremos—dijolaseñora.En los últimos días, Johann Melzer se había recuperado con una rapidez

sorprendente; tenía apetito, leía el periódico y se pasaba las mañanas en eldespacho. Había aceptado tácitamente que la pistola desapareciera del granescritoriodemaderadenogal y, hastadondeAlicia sabía, ni siquiera la habíabuscado.Al terminar el día, se sentaba conPaul en el salón de los caballerosparaponersealcorrientedelosasuntosdelafábricaysepermitíaunacopadevino.Lacajadelospuroslateníacerradaporqueelmédicolohabíaconvencidodequeabandonara,almenos,unodesusvicios,yélhabíapreferidoelvinoaltabaco.Aliciasupervisabaconesmerosurecuperación.Porprimeravezenveintiséis

añosteníaaJohanntodoeldíaparaella,yesasituaciónhabíahechomuchobiena su matrimonio. Habían podido hablar de muchos asuntos que quedaron sinresolverentreellos;habíaneliminadomalentendidosyenojosreprimidos,pero,sobre todo, los dos habían descubierto que el vínculo que los unía era másestrechodeloquecreían.

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«Amoresunapalabramuygrande—lehabíadichoJohann—.Ylaverdadesquenuncahesidounmaridoamoroso,nisiquieraenamorado.Túparamíerescomomimanoderecha.Nonecesito decir a diario lo fabulosoque es tenerla,pero¡aydeaquelqueosearrebatármela!»Alicia había decidido arriesgarse a dar un paseo por el parque ese día. El

médicoconsiderabaqueelairefrescoyunpocodemovimientoerabeneficioso.Enunassemanas,habíadicho,podríanconsiderarlaposibilidaddetomarbañoscurativos.AlBálticomejorquealmardelNorte,queerademasiadorudo.TalveziríanaRügen,puesallíestabanlasmejoresinstalacionesdebaños.«No sé por qué tienes que consultarlo todo con ese tipo. Seguro que sigue

enfadado porque me he recuperado sin ir a su ridículo hospital», habíarefunfuñadoJohannMelzer.Aliciaserio.Denuevopodíareírconalegríaynaturalidad,comocuandoera

joven.«¡Oh,sí!Estárealmentemuysorprendido»,dijoella.JohannMelzerbajólaescaleraconelsombrerodesolyelbastóndesusuegro

fallecido.Enojado,apartódesíaHumbert,elcualhabíarecibidoinstruccionesdeAliciaparaque loayudara.¿Acaso loconsideraban tanviejocomoparanopoderbajarlaescalera?Elsoldejuniorefulgíaenlosolmosysereflejabacomolaplataenlahierba

delparque.Losestrechoscipresesseelevabanoscuros;elvientodelaprimaverahabía doblado algunos de ellos, arrebatándoles las ramas y rompiéndoles lascopas,perohabíanresistidovalientesyerguidosyahoraensustroncosbrotabanramasnuevasdeunintensocolorverde.JohannMelzerdecidióagarrarsedelbrazodeAlicia; le costabaandar sobre

guijarrosresbaladizos,peronoqueríadefraudarasuesposayavanzóconbuenritmo.—Habráunarepresentaciónteatral—leexplicóAlicia—.Estánconstruyendo

elescenariodetrásdelacasa.Esperoqueeltiempoacompañe,peroesmejorno

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pasarse todo el día pensando si lloverá. Kitty y Marie han pintado unosdecoradosmagníficos.Sereferíaalafiestaqueibanacelebrardentrodedosdíaseneljardín.Habían

invitadoamásdecienpersonasy,porlotanto,debíancontrataramáspersonalparaatenderlas,perocomoenestaocasiónélteníaladichadecasarasushijos,elgastomerecía lapena.A los tres.Kittypor finhabía encontradoalhombreadecuadoy,además,eraunexcelentepartido.¡MenudapiezaerasuKitty!Habíaconseguido librarse del curso de enfermera porque su prometido temía que altratarconlosenfermosellasecontagiara.—Vasbien,¿verdad?—lepreguntóAlicia,sosteniéndoloconfirmezacuando

éldiounpasoinseguroytropezó.—Defábula—repusoentonodesabrido—.Esteviejocentenariosaleapasear

acompañadodesuhija.Ellasoltóunarisitaypropusoirhastaelgrancedro.Desdeallí,dijo,sepodía

verlacasadeljardineroalaqueAugusteprontosemudaríaconsupequeña.LecontóqueGustavy ella sehabían casado congrandiscreciónyqueElsey lacocinerahabíansidotestigos.El señor Melzer bromeó diciendo que eso explicaba por qué el pasado

domingosolohabíahabidoasadofrío.Noeradeextrañar,sielservicioestabadecelebración.—Tengo la sensaciónde sermuymayor—dijodeteniéndosepara recuperar

un poco el aliento—. Todos se prometen, se casan y forman una familia.Estamos literalmente rodeadosdegente jovenconganasdecasarse.Solo faltaqueHumbertseprometaconHanna,laayudantedecocina.—Eso sería muy improbable—dijo Alicia riéndose—.Mira qué bonita ha

quedadolacasaconesapinturadecolorclaro.Meparecequehancambiadolasventanasyhanpuestounospostigosdemadera.JohannMelzerfrunciólosojosparamiraracontraluzyluegodiounospasos

haciaelviejocedro,cuyasramasseextendíanampliamente.Enefecto,lacasita,

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que en otros tiempos albergaba los aperos de jardinería y todo tipo decachivaches,sehabíaconvertidoenunajoya.—ElsemehacontadoqueAugustehacompradomueblesnuevos.Unacamita

para la pequeña, un sofá de felpa, cortinas de terciopelo e incluso una cocinanueva—dijoAlicia—.Sisiguenasí,acabaránconlosahorrosdelabuelo.Johannseencogiódehombros.Dudabamuchoqueelancianotuvieratantos

ahorros; una buena parte de lo que tenía se lo había dado ya a sus hijos yseguramente estos venían de vez en cuando a tender lamano. Lomismo quetodalaparenteladelosMelzer.Unospedigüeñosalosquehabíaqueatenderydelosqueeraimposiblelibrarse.—Entodocaso,elviejoBliefertestáentusiasmadoporquelavidahavueltoa

sucasa—lecomentóAlicia—.¿Estásbien,Johann?Serámejorqueregresemos.Parasertuprimerasalidaesmásquesuficiente.Él asintió, dio un golpe con el bastón en el tronco agrietado y grisáceo del

cedroyemprendióelcaminodevueltaconAliciaasulado.Desdeahíseveíalaparteposteriordelavilla,donde,despuésdelaterraza,habíaunjardínfrancésyunestanquecircularcon fuentessaltarinas. Justodelantedelestanquesehabíaconstruido un «escenario» con planchas de madera, que Humbert y Gustavhabían colocado sobre unos bloques de madera y luego habían sujetado conclavos.En esemomento, se estaban colocando unosmaderos a los lados paracolgareldecorado.Losmartillazosseoíaninclusoenelparque.—Vamos a tener que sacar el piano —gimió Alicia—. Las amigas de

Elisabeth han decidido tocar unos fragmentos de El sueño de una noche deveranoyluegounaversiónabreviadadelaoperetaLysistrata,dePaulLincke.—Lisístrata—murmuró él—. ¿No era la cabecilla de un grupo demujeres

salvajes?Aliciaesbozóunasonrisa.No.EsaeraPentesilea,laamazona.Lisístratafuela

que animó a las mujeres para que no accedieran a tener relaciones con susmaridoshastaqueelloshubieranacabadolaguerra.—Entonces,eraunaluchadoradelapaz,comoBerthavonSuttner—bromeó

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élmientrasintentabadistinguira lo lejoselhumode la torredesufábrica.Enprincipio, comentó, la paz era algo bueno, y era de esperar que se prolongaramucho tiempo.Sinembargo,enesosdías talcosanoerasegura,ymenosaúnconesosdiscursosllenosdefanfarronadasdelEmperador,quenofavorecíanenabsolutolacausadelapaz.—Seguro que tienes razón, Johann —dijo Alicia con una sonrisa—. Pero

¿quiéndeseaunaguerra?¿Quépersonaconunmínimodeentendimientopuedecreerqueunaguerraesbuenaparalahumanidad?Él no dijo nada. Hablar de ese tema conmujeres era completamente inútil

porquenoentendíannadadepolíticaysopesabanlascosassegúnsuintuición.—Mira,ahíestáMarie.YKittytambién.Queríanprobarlosdecorados.Vaya,

esopareceuntemplogriego.Marie,pensómientraslaaversióncrecíaensuinterior.Deacuerdo,comohija

deBurkard,lachicamerecíasercopropietariadelafábrica.Asípues,secasaríaconsuhijoyundíallevaríaelmandodelregimientofemeninodelavilla.Erajustoqueasífuera.Marierecuperaríaloqueéllehabíaarrebatadoasupadre.Yesoeratodo.Justiciacompensatoria.Coneso,élyBurkardquedabanenpaz.—Me alegra mucho que Marie vaya a ser nuestra nuera —dijo Alicia,

meditabunda—.Le tengoapreciodesdehace tiempo.Esunamuchacha listayjuiciosa.Además,sabemantenerlacompostura.Siemprelohahecho…JohannMelzerasintió.Esofueloquelellamólaatencióncuandorecibiósu

regalo el día de Navidad. De nuevo sintió esa oleada de aversión, y no semolestó en reprimirla. Lista y juiciosa.Marie había heredado la altivez de sumadre.¡CómohubieradisfrutadoLuiseHofgartnersihubieraasistidoalaescenaen el despacho de la villa! Él, el directorMelzer, humillado por su hija; esapersonamalvadaeinsignificantesehabíaatrevidoadecirlealacaraquejamáslo perdonaría. Aquello fue como darle una patada a un hombre que yacíapostradoasuspies.Ahoraquesentíacómoibarecuperandolasfuerzasdíatrasdía,lamentabahaberconfesadoloquepasó.¿Realmenteeranecesarioinformarasufamilia?¿Nohabríabastadocondecir laverdadsoloaMarie?¿Oadmitir

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solounapartedelaverdad?PeroelpadreLeutwien,astutocomoera,sehabíaaprovechadodesumiedoamorirparasacara la luzcosasque talvezhubierasidopreferiblemantenerocultasparasiempre.Entodocaso,yaestabahecho.DecidieronentoncesqueMarieabandonarala

villa de los Melzer ya que, como prometida de Paul, no podía compartir elmismotechoqueél,aunqueseríanlacomidillaigualmente.AlfonsBräuersalióensuauxilioysebrindóaalojaraMarieenlacasadesuspadresdelaciudad.Kittyinsistióenequiparasufuturacuñadaconvestidosysombrerosytodotipode accesorios, de modo que la hija ilegítima de Luise Hofgartner se mudóvestida como una gran dama. Alfons Bräuer, ese hombre tan considerado,estrechólamanodePaulylofelicitóporsuelección.Ensuopinión,nopodríaencontrarmejoresposaenAugsburgoyalrededores.—¿Qué teparece,Johann?¿Noseríamejorcelebrar lasbodasesteotoñoen

lugar de la próxima primavera? Elisabeth está de acuerdo, y yo misma meinclinoporacortarelplazo.—¿Elisabeth?Seguro que no ve elmomento de amarrar a su teniente en el

puerto delmatrimonio. ¿Acaso teme que el hermoso y nobilísimoKlaus se leescape?Alicia negó con la cabeza casi sin darse cuenta. ¡Qué cosas tan malévolas

podía llegar a decir! Precisamente aElisabeth, dijo, las cosas no le resultabannadafácilesporquelefaltabaelcorajeylaintrepidezdeKitty.—En cambio tiene lo que tú llamas «sentido común» —dijo él para

tranquilizarla.—Sí, en efecto—admitió con una sonrisa—. ¿Sabes, Johann? He pensado

que,cuantoantessecasen,másprontollegaránlosnietos.Tengotantasganasdetenerniñosenlacasa.¿Noteparecequesonlaseñaldequelavidasigue?—Sí—corroboró él, conmovido, y le apretó el brazo con cariño—. Tienes

razón,Alicia.Nietos,sobretodoniños,esoesloquetienenquedarnos.Asímiobraquedaráenmanosdelafamilia.Detodosmodos,estabadecididoarecuperarlasriendasdelafábricayceder

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lavarademandoasuhijolomástardeposible.—Volvamos a entrar—dijo señalando la entrada principal con el bastón—.

Haceunpocodefrescoymispiernasyanomeaguantanbien.Cuando llegó al vestíbulo de la entrada tuvo que sentarse. A pesar de sus

protestas,AliciahizollamaraGustavyaHumbertparaquelosubieranpor laescaleraenunasilla.—¡No, al dormitorio no!—gritó colérico—. ¡A la biblioteca! El periódico.

¡Unbuencafé!Sialguienvuelveatraermeunainfusióndemanzanillaleecharélatazaalacara.Enlabiblioteca,todaslasalfombrashabíansidoretiradasyelcentrodelasala

estaba ocupado por las plantas de maceta del invernadero. Else y Hannalimpiaban los cristales con glicerina disuelta en agua para que brillasen.Elisabeth estaba de pie con una lista en la mano y calculaba el número deinvitadosalosque,desernecesario,podríanacogerdentrosifinalmentellovía.—Oh,mamá, nos falta espacio—dijo—.Comomucho, aquí podrían caber

treintapersonas.Yeldespachoesdemasiadopequeñoparaponerelbufet…—Notepreocupes,Lisa—latranquilizóAlicia—.Nolloverá.Mipieenfermo

meloanuncia.—Esperoquenoseequivoque—gimióElisabeth—.¿Teparecequebastará

concincocamarerosextra?—Porsupuesto,Lisa.PiensaquetambiéncontamosconHumbert,yAuguste

yElseestaránacargodelbufet.MariaJordanseocuparádelosregalosyluegoayudará con el ponche. ¿La señorita Schmalzler ha hablado ya con el señorBliefertsobreladecoraciónfloraldelasmesasyelvestíbulo?En ese momento Auguste se les acercó a toda prisa y con la respiración

entrecortada,mientras acarreaba una alfombra de pasillo recién sacudida y uncubodeagualimpiaparalavar.—Señorita,unmensajeroacabadetraerestesobreparausted.Lacriadasoltólaalfombraenelsueloydejóelcubodeagua.Luegorebuscó

enlacamisaysacóunacartaquehabíaguardadoenelcorpiño.

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—Esdesuprometido—dijoentonodulzón.Elisabethlearrebatóelsobredelamano.—Lapróximavezguárdateelcorreoeneldelantal,oselodasaHumbert—

bufó,soliviantada.—Disculpe,señorita.EntretantoJohannMelzerexigíadeformaenérgicaqueloacompañaranasu

dormitorio. Aquello, dijo, era un campo de batalla. Cuando a las mujeres lesdabaporlimpiar,nadieestabaasalvo.—Vamos, Johann —dijo Alicia para apaciguarlo—. Lo hacemos siempre

antesdedarunafiesta.Loqueocurreesquenuncalohasvistoporqueestabasentufábrica.AElisabethelsobrelequemabaenlasmanos,peronoqueríaleerelmensaje

desuprometidoenmediodeaquelcaos.—Voyunmomentoamidormitorio,mamá.—Por supuesto, cariño. Tómate tu tiempo. Yo me ocuparé de las flores.

Además,Marieyahallegado…Elisabeth cerró la puerta de su habitación con cuidado y corrió hacia la

ventana para contemplar el jardín a sus pies. Kitty y Marie estaban muyocupadas afianzando los decorados en el escenario improvisado. Ella miró elsobre.Todoparecíanormal:dirección,remitente,sello…nadadesacostumbrado.SelladoenMúnich,dondeenesemomentoseguíadestacadosuregimiento.¿Porquéleescribíaunacartaatanpocosdíasdesucompromiso?Elisabethhizodetripascorazón,abrióelsobreconmanostemblorosasysetemiólopeor.

Queridamía:Esperoconmuchailusióneldíadenuestrocompromiso.Seráelcomienzodeunperíododeprueba—

espero que nomuy largo—quenos permitirá conocernos.Estoy convencidode que nuestra atracciónmutuasevolverámásfirmeysólida.Apesardeestailusión,ayeruncompañerodeAugsburgometrajounanoticiaquemehapreocupado

sobremanera.Ciertamente,puedequeseaunrumorsinmás,pero,aunasí,noquieroguardarparamíestainquietud.SiesciertoquetuhermanoPaulvaacasarseconunadoncella,temoporlapazfamiliarquesiempre debe regir nuestra unión. Mis padres no comprenderían un compromiso tan desafortunado,

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especialmente cuando tuhermanaKatharinahaprotagonizado tambiénunescándalo social. Espero decorazónquesetratedeunerroryteruegodesdeahoramismoquemedisculpesporesteescrito.Tesaludodetodocorazón.Siempretuyo,

KLAUSVONHAGEMANN

Elisabethbajólacartaeintentóaplacarlaagitacióndesucorazón.Lohabíapresentido.EnelfondoKlausteníarazón:Paulhabíasidomuydesconsideradoal embarcarse enunaboda tan indecorosa y, además, pretender aprovechar sufiestadecompromiso.Porotraparte,Kittytambiénpodríahabersebuscadootrodía para su celebración. Pero así eran sus padres: puestos a celebrarcompromisos,mejortodosdeunavez.Eranmenosgastosymenoscargaparaelservicio.Sedejócaerensupequeñosofáyreleyólacarta.¿Laamenazabaconalguna

consecuencia,comorenunciar,siPaulsecasabaconMarie?

…temoporlapazfamiliarquesiempredeberegirnuestraunión…

¿Eraesounaamenazadeseparación?Sintióqueunaolademiedosealzabaensuinterior.Habíaluchadomuchoporél;suamornopodíafracasarporunahistoriataninconveniente.Noporculpadeunadoncella,aunquefueralahijadelmecánicoborrachoqueensutiempohabíaideadoymontadolasmáquinasdelafábricadesupadre.¿Acasoteníaellalaculpadeloocurridoenotrostiempos?Pero otra vez, ella, Elisabeth, era la que debía sufrir las consecuencias de lasintrigasdesufamilia.Noibaapermitirlo.Nocuandoestabaenjuegosufelicidadyelamordesu

vida. Aún quedaba algo que hasta el momento no había compartido con sufamilia.

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—¿Yvienesamolestarmeenmitrabajoporunanaderíaasí?Paullahabíatenidoesperandounosdiezminutosenlaantesala,dondehabía

estadotomandocaféacompañadadelmartilleodelasmáquinasdeescribirdelasdosdiligentessecretarias.Quédedosdebíandetener;lasteclasbajabanmucho,eibantanrápidasconesosartefactosnegrosydearmazónmetálicoqueapenasera posible seguirlas con la vista.Aquel era el destino con el que papá habíaamenazado una y otra vez a sus hijas… ¡Qué existencia tan terriblementemonótonatenerqueaporrearlasteclasparaescribirlascartasdeotraspersonasenunamáquina!—Queríahablarcontigoasolas,algoimposibleenlavillaporquesiemprete

estásescondiendocontuprometida.Como era de esperar, Paul no se mostró en absoluto agradecido por su

advertencia.Quémenosquealegrarsedesaberalgunascosasantesde lafiestadecompromiso.—Si te molesta mi amor por Marie, me gustaría aclarar que tu prometido

tampocoesdemigusto—dijoenfadadoalavezquearrojabaelabrecartassobreun montón de papeles—. Aun así, jamás iría tan lejos como para difundirrumoresmalintencionadossobreél.Ellaselevantódelincómodoasientoqueéllehabíaofrecido.Ahoralasemilla

yaestabaplantada,solohabíaqueesperarquecreciera.Ojaláqueocurrierabienpronto.—QueridoPaul—dijoellacondulzura—,nomemolestaparanadaqueestés

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enamorado; es un estado maravilloso del cual espero que jamás tengas quedespertar.YporsupuestoqueaceptoaMariecomomifuturacuñada,yasabesquelaapreciomucho.—Entoncesnoentiendoquépretendesconestaconversación—lainterrumpió

—.Porfavor,megustaríaque…—Sí,claro…—seapresuróacontestarella—.Nopretendoentretenertemás

delodebido.Solomehaparecidoqueeramiobligaciónconfiarteatiempoestanimiedad para luego no tener que oír ningún reproche. Por lo demás, estoyconvencidadequetodoseaclararáatusatisfacción.—Muchasgracias,hermana.¡Quetengasunbuendía!Cuando ella salió del despacho, sus andares recordaban un poco el modo

desafiantequeKittyteníademoverlascaderas.Sinembargo,loqueenellaerauna gracia encantadora, en Lisa parecía el contorneo de una joven elefanta.Ciertamente, pensar eso era malvado, pero se lo tenía bien merecido porintrigante.IntentóconcentrarseenlacorrespondenciaconlaempresaenVenezuela,pero

sinquerer levinoel recuerdode laescenaen laciudadbaja frenteaElÁrbolVerde,cuandodefendióaMariedeaquelpalurdo.Portodoslossantos,mejornopensarenloquepodríahaberocurridodenohaberaparecidoélenesemomento.Cuandolepreguntóquéhacíaallí,Mariemencionóalgodeunaamiga.Éltuvolaimpresióndequeellanoledecíalaverdad,peronoinsistió.¿Paraqué?Eraunaempleadadelservicio,unaayudantedecocina.¿Quéle importabaaélaquiénibaavisitarensudíalibre?Sinembargo,ahorasíleimportaba.Unhombrehabíapreguntadoporella,con

aspectoandrajosoyapestandoaalcohol,yalparecerhabíaaterradoaHumbert.Un hombre que además había tenido la osadía de entrar en el dormitorio deMarie,locualsolopodíasignificarqueconocíamuybienlavilla.Molesto, apartó a un lado esas cuestiones desagradables; eso era lo que

Elisabeth quería provocar: celos, desconfianza y una desavenencia conMariepocoantesdesucompromiso.No,noestabadispuestoahacerleesefavor.

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Con gesto resuelto volvió a concentrarse en el escrito de una empresacomercialalemanaconsedeenVenezuela.

…sobretodonoshancautivadolosestampadosdeflores.Portalmotivo,nosgustaríaquenosdieransumejorprecioparaunpedidoconsiderable…

Lalistaconelpedidoylosprecioscalculadosseleborrarondelavista.Nocabíaduda,Marienoeraculpabledenada.Peroélteníaquesersinceroconella,preguntarleyescucharsurespuesta.Selodebíaalamorqueseprofesaban,yesoeraalgoqueMariecomprendería.Entoncessedijoquelaabordaríadespuésdecenar, antes de que Gustav la llevara de vuelta a la casa de los Bräuer en laciudad. Kitty, que siempre se pegaba a ellos, seguro que entendería que élquisieraestarunosinstantesasolasconMarie.Aquelladecisiónlotranquilizóylepermitióvolveracentrarseensutrabajo;

de vez en cuando le sobrevenía una sensación desagradable que, como elagravamientodeunaenfermedad,parecíaamenazarlafelicidaddelospróximosdías.Cuandoregresóalavillaalfinaldelatardeestaballoviendo,aunquenocon

mucha intensidad.Delante del edificio había varios vehículos aparcadosydoscoches de caballos. En el vestíbulo había ensayo y todo estaba repleto dedecorados que habían sido rescatados de la lluvia y se habían dejado ahí.Unjoven desconocido tocaba el piano, y algunas amigas de Elisabeth cantaban avoz en cuello un fragmento de «La luciérnaga» de la opereta Lysistrata:«Glühwürmchen,Glühwürmchen,schimmre…».LaseñoraBrunnenmayeryMariaJordanestabanen laentradade lacocina;

porlovistoconocíanlamúsicadePaulLincke,porquesebalanceabansiguiendoelritmo.KittysalióalencuentrodePaulylesusurróexcitadaqueaquellalluviatan enojosa les había desbaratado los planes y que, en caso de emergencia,tambiénpodíanmontarelescenarioenelvestíbulo.—¿NoteparecequeMarieyyohemoshechounosdecoradosmagníficos?

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—Sonmuybonitos,hermanita.¿SabesdóndeestáMarie?Kittyfruncióunpocoloslabios;sequejódequeyanolehacíacaso,quesolo

teníaojosyoídosparaMarie.—Vamos,dime—laapremióconimpaciencia.—Vale,vale.Nomeenfadaréporque soncosasdel amor.Marie está arriba

conmamá,dándole losúltimosretoquesasuvestido.Nuestropapaítodebedeestarenelcomedoresperándonos.Elprimeroqueseacerqueaélseráelblancodesufuria.¿Sabes,Paul?Cuantomejorseencuentraelseñor,másinsoportablesevuelve…PaulsealegródequeenesemomentodoscantantesseacercaranaKittypara

hablarledelaubicacióndelpianoyaque,ensuopinión,noseoíabien.Paulseabriópasoentredecoradosymuchachasnerviosas,repartiócumplidosydijoquesonabadefábula,yseescapóa todaprisapor laescalerahastaelprimerpiso.Allí dio conHumbert, que tenía lasmejillas ligeramente sonrosadasy la bocamuyapretada.—Elseñorseencuentraenelcomedoryhaempezadoacenar—anunció.—¿Nohaynadieconél?Humbert dijo que no. El señor, afirmó, lo estaba pasando mal con los

preparativos de la fiesta; el desorden que reinaba en la casa lo ponía muynervioso.—¡Oh,vaya!—dijoPaul dándole aHumbert unapalmada en el hombro—.

Pasadomañanaaestahoraloestarádisfrutando.—Sinduda,señor…Humbertteníaqueirabuscaralasseñoritas,queestabanenelvestíbulo,para

pedirlesquefueranalcomedor.Paulentoncescayóenlacuentadequeélseríaelblancodelafuriadesupadre.Sinembargo,lafortunalesonrió.—¡Marie!Eneseinstanteellabajóporlaescaleraycorrióaabrazarlo.Élaprovechóla

ocasión,laapretócontrasíylabesórápidamenteenlafrenteyluegoenlaboca.—Déjame,Paul.Sialguiennosve…

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—Estamosprometidosytenemosqueconocernos,cariño.—Nohastapasadomañana—repusoella,aunquelodejóseguir.Porquénoahoramismo,sedijoél.Asíselibraríadeaquellahistoriaestúpida

ynohabríanadaquepudieraempañarlavelada.—Pasa,Marie.Tengoquehablarunmomentocontigo.Ellasenegóenredondoaentrarasolasconéleneldespacho.Noyno.Yalo

conocía, él querría pasar de la palabra a la acción y eso era algo que por elmomentonolepodíapermitir.Nisiquieracomoprometida,ydesdeluegonuncaantesdesufiestadecompromiso.—Teprometoquenotetocaré.—¿Quiereshablar?—Essolounapregunta.Ellasediocuentadequeélhablabaenserio.Entróensilencioenlasala,se

quedóenelcentrode laestanciay loviocerrar lapuerta.Ensusojososcurosatisbóunadiminutachispadeinquietud.—Túdirás.Élsonrióysesintióridículo.Seguramente,sedijo,ellaseburlaríadeél.Todo

aquelloeraunafantasía,unainvencióndesumalévolahermanaElisabeth.YalfinaltendríaquedisculparseconMarie.Aunasí…—Marie,heoídodeciralgomuyraroquenopuedoocultarte…Ella lo escuchó muy tranquila; cuando terminó, sacudió la cabeza llena de

incredulidadydijonotenerniideadetodoaquello.Noconocíaanadieasí,yencasodequeesehombrehubieraestadoensucuartosolodeseabaquenofueraunladrón.¿HabíanhabladoconMariaJordan?—Sí—admitióPaul—.Peropareceserqueellatampocoloconocía.Essolo

que…Semeocurrióque…Ella lomiróconasombro.Susojosnegrosbrillabanyaél leparecióversu

imagenreflejadaenellos.—Dilo—dijoella—.Dilo,Paul.Tesientocavilar.Élinspiróprofundamenteyluegolesonriócontimidez.

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—Meacordédequeenunaocasiónmehablasteunaamigaque teníasen laciudadbaja.¿Teacuerdas?FueesedíaquenosencontramosdelantedeElÁrbolVerde.—¿Cómo olvidarlo? —respondió—. Me salvaste de ese tipo. Y luego me

acompañastehastalapuertaJakober…—Mehabríagustadotantodespedirteconunbeso,Marie.Semiraron unmomento y recordaron aquel primer y tímido encuentro que

despertóenambosesagranpasión.—Esunanadería—dijoélnegandoconlacabeza—.Peropenséquequizáese

hombrepodríaserunconocidodetuamiga.—¡Conque era eso!—exclamó ella dirigiéndole una mirada pícara—. Has

imaginadoqueyorecibíavisitasensecretodegentedelaciudadbaja.¿Talvezmi amante, ese al que fui a ver en aquella ocasión? Eso es lo que creíste,¿verdad?¿Pensastequelaayudantedecocinateníaunaaventuraconalguiendelaciudadbaja?Él protestó de forma tan débil y tan poco convincente que desistió al

momento.Sí,admitió,esoeraloquesospechóentonces,yademásloincomodómuchísimo;élpensabaqueellamerecíaalgomejorqueunpobrediablocomoeseconunaexistenciaturbia.—¿Asíquetepusisteceloso?—dijoconunasonrisadepicardía.—Bueno,sí.Pormí…Loadmito.—Esomegustamucho,amormío.—¡Yencimaahorateburlasdemí!Enefecto,ellaseestabariendodeél;luegolecogiódelasmanosyselaspuso

enlasmejillas.—Ahoratetocaatiescucharmiconfesión,amor.Peronoteasustes.Verás,tu

Marieesunamentirosataimadaynotieneningunaamigaenlaciudadbaja.Éldijoqueesoyalosuponíaporquesediocuentadequelohabíadichopara

disimular.Así pues, le dijo, que no se creyese que era unamentirosa taimadaporquenoseledababienmentir.

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—No tengomuchas ganas de aprender ese arte—admitió ella—.Y eso esalgoquetambiénesperodeti,miamor.Élleaseguróqueinclusodeniñohabíasidounmuymalmentiroso.Contodo,

sentíacuriosidadporsaberquéestabahaciendoesedíaenlaciudadbaja.—¡PeroPaul!—exclamóella—.¿Nolosabes?MimadrevivíaencimadeEl

ÁrbolVerde.Loaverigüéporcasualidadyquisesabermáscosas.No.No losabía.Aunque,claroestá,podríahabérselo imaginado.Dehecho,

su padre le había dicho que Burkard y Luise Hofgartner habían vivido enAugsburgo.AsíquesupisoestabaencimadeElÁrbolVerde…—Esposiblequeesacasanospertenezca.Haceunosañosmipadrecompró

algunascasasenlaciudadbaja.Ella lo miró con asombro. JohannMelzer se había hecho con ese edificio.

¿Por quémotivo?Tal vez creyera que sumadre había ocultado los planos enalgunaoquedaddelaparedodelsuelo.—Paul,¿estássegurodequecompróesacasa?Él frunció el ceñoy reflexionó.Había sido algobastante reciente.Supadre

habíacomentadosu intencióndecompraralgunascasasde laciudadbajaparademolerlasyconstruirunalmacénounaoficinacomercial.—Yoestabaapuntodehacerelexamendebachillerato.Espera.Élguardalos

contratoscomercialesaquí,ensudespacho.Allíarriba,enesascarpetas…Mariemiróelmontóndedocumentosgrisesquehabíaenlaestanteríasituada

detrás del escritorio y dijo que aquel asunto no era tan importante como parahusmearenlospapelesdesupadresinestarélpresente.Lomásfácil,dijo,erapreguntárselo. Sobre todo porque tal vez ella podría acceder al legado de sumadre, a los bustos de mármol y las tallas de madera que la anciana señoraDeubelhabíaconservadoensucuarto.PeroPaulyaexaminabavariascarpetaseintentabaaveriguarelsistemadeclasificación;acontinuación,dijoque,comoélera socio y partícipe de casi todos los asuntos de su padre, había dirigido lafábrica durante semanas y había tomado todas las decisiones, tenía derecho a

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conocerelpatrimonioinmobiliariodelafamilia.Enespecialaquelqueafectaraasufuturaesposa.—Tienequeseresto…Sepusodepuntillasysacódelaestanteríaunmontóndecarpetas.Lassujetó

concuidadoconunamanoantesdeponerlassobreelescritorio.—Marie,porfavor,retiralajarradeagua.Ahoravamosa…A…a…¡achís!Elpolvo acumuladoen las carpetas fue el culpabledel desastrequeocurrió

entonces.Paulintentócontodassusfuerzasmantenerenequilibrioelmontóndecarpetas pero salieron despedidas como un enjambre de cuervos, algunas sedesplegaroncuandoaúnestabanenelaireydejaroncaersucontenido;otras,encambio, estaban atadas con una cinta y se desplomaron como ripias de tejadosobre el escritorio.Marie supo retroceder a tiempo, pero la hermosa jarra decristalconelaguarecibióelgolpeyserompióenmilpedazos.—¡Malditasea!—murmuróPaul,compungido.—¡Loquefaltaba!—susurróMarie.Eneseprecisoinstantealguienllamóalapuerta.—¿Paul?¿Marie?Venidacenar.Papáestámuydisgustado.EraAliciaque,pordiscreción,noquería entrar en la estancia.Fuera loque

fuese en lo que ambos estaban ocupados, ella no quería convertirse en laguardianadelamoral;afindecuentas,suhijoeraadultoysabíaloquehacía.—Vamosenseguida,mamá.Semiraroncomosifuerandosniñoshaciendounatravesura.Senecesitarían

días para ordenar todos los papeles. Eso sin contar con que ahora algunosestabanmojadosyentreelloshabíatrozosdecristal.—Paul,elescritorioesmuybonito.Elaguaseestáescurriendoporlapartede

atrásyestápenetrandoenloscajones.Paul apartó el caos de papeles y abrió un poco el cajón para evitar que se

mojarasuinterior.Entoncessediocuentadequenohabíapeligroenesesentidoporqueloscajoneseranbastantemáscortosqueelescritorioensí.—Tienequehaber otro compartimento en la parte posterior—musitó.Acto

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seguidosepusoencuclillasysedispusoaexaminarelmueble.—Cuidado,Paul,estáspisandoyarrugandolospapeles.Sinembargo,ahoralascarpetasylashojasquecubríanelescritorioyelsuelo

carecíandeimportanciaparaPaul.Elaguaseescurríaporunarendijadeltablerode lamesa, pero no salía por ningún sitio. Extrajo los cajones del todo y loscolocósobreeldiván.Estabantotalmentesecos.—¡Pásamelascerillas!—lepidióaMarie.Ellatambiénsehabíadadocuentadequeenaquelmuebleantiguoteníahaber

uncompartimentosecreto.Pauliluminólazonadondeibanloscajones:laparteposteriorerademaderacontrachapadayestabaseca.Extendiólamano,golpeóyseoyóunruidovacío.—Talvezsepuedaabrirdesdeelotrolado—sugirióMarierodeandolamesa.—¡Cuidado!¡Estállenodecristales!—Aquí,Paul.Lapartetraseradelescritoriosepuedelevantar.Ayúdame.¡Ay!—¿Notelohabíadicho?Tomamipañuelo.Aquelmisteriolosintrigaba.AMarielesangrabaeldedoíndiceyselovendó

conelpañuelodePaul; luegose recogió la faldayutilizó lasenaguasblancaspararetirarelaguayloscristalesdelextremodelescritorio.—Hasta ahora no me habías enseñado tantas cosas, cariñito. ¿Podrías

repetirlo?—¡Calla!Espera,usaréelabrecartas.Lamaderaestátrabada,yahoraconel

aguasevaahinchar.Cuidado.Notanfuerte.Estáatascadaporestelado…—Voyarompermelosdedos—gimióél.—Miraquesiahoraentratupadre…—Silencio.Colocaelabrecartasahí,alotro lado.Ahorasujeta.Losdosa la

vez…La pared posterior del mueble se soltó, y pudieron levantarla y extraerla.

Detrás asomó una segunda pared, también de madera contrachapada, conbisagrasenel lado izquierdoyunacerraduraenelderecho.Elaguaempezóachorrearsobrelaalfombra.

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—¡Quérabia!—exclamóPaul—.Sin llavenopodemoscontinuar.Amenosquerompamoslacerradura.—Unallave…—murmuróMarie.EntoncesoyeronlavozalegredeKittyyluegoladeElisabeth.—Yavenimos, papaíto. ¿Hasdejado algopara los demásonosvas a hacer

pasarhambre?—¿DóndeestánPaulyMarie?—¿Ydóndecreesquepuedenestarnuestrostortolitos?Veaversiestánenel

salónrojo.—Noestánahí…Paul apretó los labios y soltó un largo suspiro de decepción. Habría sido

demasiadobonitohaberpodidoabrirelcompartimento.Detodosmodos,seguíasiendounhallazgomaravilloso.—Pero¿quéhacesahora?—Apartalosojos.Cuandounamuchachasequitalaropanohayquemirar.Élnoentendíanada.¿PorquéahorasudulceMariesedesabrochabalablusa?

¿Pretendíadesnudarseahí,entrepapelesmojadosycristalesrotos?¿Enunsitiodondeencualquiermomentopodíaentraralguien?—Aquí.Intentémosloconesto.Se sacódel escoteuna llavediminuta.Una llavecitadeplataque llevabaal

cuellopendidadeunacadena.¿Cuántossecretosleteníaaúnreservados?—Entraenlacerradura.Peronopuedegirar.Espera,sí.Soloesqueestáun

pocooxidado.¡Yaestá!En cuanto la puertecilla demadera se abrió, primero salió el agua y luego

empezaronacaerrollosdepapel.Loshabíagruesosyfinos,algunosenvueltosenpapeldeembalarmarrónyotrosdesprotegidos,unidosporuncordelfino.—Son…son…—Losplanos que tu padre quería a toda costa—dijoMarie en voz baja—.

Seguramenteesteescritorioerademimadre.Tupadrehaestadomuchosañossentadofrentealosplanossinsaberlo.

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Nofuefácil lograrque losnumerosos invitadosguardaransilencioparaqueeldirectorMelzer pudiera dar su discurso.A pesar de los temores, aquel era unradiantedíadeveranoytantoenlaterrazacomoenelparquepropiedaddelosMelzer se habían dispuesto pequeños grupos de asientos, macetas con flores,puestosdebebidasysombrillasdecolores.Losinvitadossesaludabanyhacíancorrillos para intercambiar palabras de cortesía y charlar; las damas lucían losnuevosvestidosdelatemporadayloscaballerosllevabantrajesdecolorclaroysombreros de paja. Si a alguien le apetecía jugar al cróquet —uno de esospasatiemposbritánicosque tambiénhabíaencontradoaficionadosenAlemania—podíahacerloenunazonadehierbasituadaenelladoizquierdodelparque.Allí también había todo tipo de juguetes para los niños. A cambio de unagratificaciónadicional,unadelaspuericultorasdelafábricaestabaalcuidadodelospequeños;además,algunosinvitadoshabíantraídoasusniñeras.—Queridosinvitados…Ahora,porlomenos,lamayoríadelosasistentesqueestabaneneljardínse

habían congregadoen la terraza.Ahí sehabíandispuestovarias sillaspara laspersonas más mayores; entretanto, y a pesar de las macetas, los jóvenes sehabían encaramado al reborde de piedra para ver mejor. Al otro lado, en elescenario, el telón improvisado de seda se agitó; detrás proseguían aún lospreparativos.—Queridos invitados—repitió JohannMelzer, y logró por fin que el ruido

disminuyeradeformadrástica.

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Soloseoíanalgunoscuchicheosenvozbajayelgolpeteodelosplatosenelbufet;enalgúnlugar,unvasocayóalsueloyserompió.Unodeloscamareroscontratadosparalaocasiónasomópertrechadoconpalayescobapararetirarlosrestosantesdequealguienselastimara.—Mehacemuchísimailusiónsaludaratodosustedes…LavozdeMelzer,quealprincipiohabíasonadounpocodébil, fueganando

enfirmeza.Volvíacasiaserelmismodeantes,aunquesecomentabaquehabíaperdido mucho peso, sobre todo en la cara; ahí, decían, aún se le notaba laenfermedadqueacababadesuperar.—Hoy el tiempo nos es propicio; este año celebramos nuestra tradicional

fiestadeveranobajoelsignodelamorydelafuturafelicidadconyugal.Alicia hizo una indicación a Humbert para que acercara, del modo más

discretoposible,unasillaalorador.Humberttuvoelaciertodeanudaralasientouno de los ramos de flores que Kitty había hecho como obsequio, como siquisiera resaltar ante los invitados el hermoso regalo floral. Lo cierto es quehabíademasiadoscentrosde flores;deberíanhaberpensadoquecasi todos losinvitados traerían ramos. Había habido también algunas declinaciones, ya porencontrarsedeviajeoenmediodelospreparativosdelasvacaciones.Algunosconocidos que otros años habían asistido a la fiesta de verano se habíandisculpado aludiendo enfermedad u otro tipo de obligaciones. Entre ellos,lamentablemente,elalcaldeyvariosconcejales.Comoeradeesperar,elanunciodel compromisodel jovenMelzercon laque fueradoncellapersonalno habíasidodelgustodetodosyhabíaquientemíaquedarenmalasituación.—El matrimonio es una institución que a veces puede parecer que dura

mucho…Se oyeron algunas risas obligadas; los caballeros de mediana edad, en

especial, se mostraron divertidos, mientras que las señoras alzaron la miradahaciaelcielo,dondeunabandadadepalomasatravesóaquelazulinmaculado.—«Por ello, el que vaya a atarse para siempre, ¡que pruebe, antes, si el

corazónseavienealcorazón!Lapasiónescorta,elarrepentimiento, largo»—

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citó JohannMelzer.Acto seguido se interrumpió porque había olvidado cómoseguíaelpoema.—Razónnolefalta—seoyódecirentoncesalaabueladeAlfonsBräuer,que

estaba sentadaenunabutacademimbre justodelantedelorador—.Mimadresiempredecía:«Eldineropasa,peroelhombresigueencasa».—Porfavor,abuela—lesusurróAlfons,sonrojado—.Estásinterrumpiendo.—Ami edad puedo decir lo que me plazca—objetó la anciana señora—.

Cuandomeencuentrebajotierra,yanotendrémodo.Para celebrar la ocasión había comparecido con un vestido demuselina de

colorlilayuntocadohechoconplumasdegarza.—Lo que Schiller quiere decir con esos versos inmortales es algo que a

nuestrosmayorespuederesultarlesraro,inclusopocoacertado.Ennuestraépocaeranlospadreslosqueescogíanlaparejaparasushijos,sopesandoconcuidado,segúnsusconocimientosyconciencia,si taluniónpodíaserbeneficiosa.Es loqueenmistiemposhicierontambiénmissuegros;aúnhoymedisgustarecordarlas miradas escrutadoras que recibí durante mi primera visita a la finca dePomerania…Denuevovolvieronasonarcarcajadasentreelpúblico;casitodoslosmaridos

sabíanaquéseestabarefiriendo.Eramuydesagradabletenerquesometerseaunexamen escrupuloso por parte de los padres de la futura esposa, en particularacercadelaposición,elorigenylacuentabancaria.Desdeelcampodecróquetse oyeron gritos de alegría infantiles; en ausencia de los jóvenes, variospequeñossehabíanhechoconlospalosylasbolasyjugabanasumodo.—Sin embargo, lomás importante enunmatrimonio es el apegoy el amor

que dos personas se profesan hasta la vejez. No hay dinero, posesiones niposiciónsocialquepuedaforzaresaarmonía:esunregalodelcieloyunasuerteenorme. Por eso me alegra que mis hijos hayan seguido los dictados de sucorazón.«Menudo hipócrita», pensóMarie, divertida.Apenas hacía unas semanas él

habíahabladodeunaunióndesafortunadayquisoquePaulsuspendieralaboda.

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Sin embargo, desde entonces habían ocurrido muchas cosas y tal vez JohannMelzer ahora creyera de verdad lo que decía. Se pasó una noche enteraexaminandolosplanos,estudiándolosunoauno,ypor lamañanaanuncióqueBurkarderaungenio.Deprontolosinventosdesupadre,queañosatráselseñorMelzer había considerado ocurrencias sin sentido, resultaban ser la solución atodossusproblemas.Porfinpodríaactualizarlamaquinaria;dehecho,anuncióqueibaaponermanosalaobraavariosingenierossuyos.Yasílohizo.Apesarde las protestas de toda su familia, el día anterior JohannMelzer hizo que lollevaranencochealafábrica.Alatardecer,regresóalavillaagotadoperofelizy,sentadoalamesa,dijoqueahoraquesuhijotomabacomoesposaalahijadeBurkardtodoiríabien.Marienoestabamuyseguradesilaalegríadesufuturosuegroibaadurarmucho,peroyahacíatiempoquesehabíahechoalaideadequeeltratoconélnoerafácil.—Porlotanto,tengolaenormealegríadepresentaraestailustresociedadel

compromisodetresparejas…A Kitty le pareció adivinar una sombra en la expresión de Marie y,

discretamente,cogiódelamanoasuamiga.¡Quéguapaestaba!Lasdoshabíandiseñado juntas aquel vestidode sedade la India de color rojooscuro; era unvestidolargoydecorteestrechoquerealzabalasiluetadeMarie,confaldóndechifón hasta las rodillas y que con el viento se mecía como las alas de unamariposa. Kitty, por su parte, había insistido en llevar un vestido del mismocorte pero de color rosa pálido, su preferido. Vestidas así parecían hermanas,mientrasqueElisabeth,conunvestidodealgodóncolorazulcieloparecíamásbienunaprimalejana.PaullehabíamostradoaKittyelanillodeoroconunrubíqueibaaregalarleaMariecomoregalodecompromiso.Ellaselohabíatenidoque probar porque tenía el mismo grosor de dedos que Marie. Alfonsseguramente le regalaría un anillo de diamantes porque había comentado algoacercadel«símbolodelamoreterno».Aellalosbrillantesnolehacíanespecialgracia; le parecían fríos y transparentes, y solomostraban su auténtico fulgorbajolaluzdelsol.KittypensóporuninstantesiqueríaunirseaAlfonsconun

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«amoreterno».Lociertoeraqueno.No,almenos,talycomoéllosentía.Porotraparte,nosabríaquéhacersinél.Alfonserasumejoramigo,laaconsejaba,la consolaba, la animaba cuando se sentía triste. Estaba a su lado y, además,sentíamuchoaprecioporsumejoramigaMarie.HabíasidoelúnicoquehabíafelicitadodecorazónaPaulporsuelección.No.EllasimplementenecesitabaaAlfons,erasuamigo,suhermanoysupadrealavez.—El número tres es un número de gran importancia. Se dice que todas las

cosasbuenasson tres,asíquehoyalzaremos tresveces lascopaspornuestrosjóvenesprometidos.PormihijoPaulyMarieHofgartner.PormihijaKittyysuprometidoAlfonsBräuer.Y,claroestá,pormihijaElisabethyeltenienteKlausvonHagemann,queeneldíadehoy…«A mí, cómo no, me menciona la última», se dijo Elisabeth. Pero era de

esperar:primeroelhijo; luego,cómono,Kittyydetrásellacomopunto final.Contodo,logródominarsuenfado;afindecuentas,tambiénnotabalasmiradasdeenvidiadesusamigas.KlausvonHagemannnohabíacumplidosuamenazayse había presentado puntual a la fiesta de compromiso. Lucía su uniforme degala, la guerrera azul con charreteras y banda, y aunque no llevaba casco, talcosa no desmerecía el efecto en absoluto. Había acudido con algunos de suscompañeros, entre ellos un tal Ernst von Klippstein, un prusiano al queacompañaba su joven esposa. Ambos habían felicitado a Elisabeth por sucompromiso y habían invitado a la pareja a su finca, en algún lugar deBrandeburgo. Elisabeth se dijo para sí que no pensaba aceptar esa invitaciónporqueesaAdelevonKlippsteinnoeradesuagrado.Además,enbreveKlausno tendría más permisos. Von Klippstein hablaba con entusiasmo de unainminente contienda. El día anterior, en Sarajevo, el heredero a la coronaaustrohúngara había sido asesinado de un tiro. Los periódicos no hablaban deotracosa.Siempreesosserbios,nodabantregua.Papáhabíadichounavezquetodas las desgracias venían del este. Von Klippstein, sin embargo, habíaexplicadoquelacuestiónerasimple.PrimerotomaríanParísparaaplacaralosfranceses, y luego se dedicarían al este y a prestar apoyo a los aliados del

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Imperioaustrohúngaro.Ysilosrusosintervenían,tambiénlosabatirían.Lomásimportante era que Inglaterra no moviera ficha. En todo caso, el emperadorcontaba con que el nieto de la reinaVictoria no sería atacado. Como él solíadecir,«lasangreesmásespesaqueelagua».—Desde luego es muy enojoso, querida —le susurró al oído Klaus von

Hagemann—.Nosvaaestropeareldía.SereferíaaPaul,queenesemomentosehabíapuestodepieysedisponíaa

dirigiralgunaspalabrasalosinvitados.Unodeloscamareroscontratadosparalaocasiónyvestidoconunahermosalibreaazulybotonesdoradosseabriópasoenelgrupoparaofrecerbebidaaquienesseencontrabanmásalejados.Alfondo,enunode los arriates primorosamentediseñadosdel jardín francés, se oyóungritodedolor:alpareceruna jovendamasehabíaquedadoenganchadaenunarbustoderosal.Paulvacilóuninstantepero,comoelincidentenoparecíanadagrave,empezóahablar.—Paramí y parami prometida hoy es un día de triunfo—dijo cogiendo a

Mariedelamano—.Marie,declaroantetodoslospresentesqueparamínohaynoviamáshermosaymásdignaquetú.Tequierodesdeelprimerdíayteamarédurantetodamivida.Poreso,tomaesteanillocomoseñaldemicompromiso,queteentregocontodasinceridadygranalegría.Aquellas palabras calaron en los invitados de un modo extraordinario. Se

oyeron algunos murmullos y, además de lágrimas de emoción, hubo tambiénsusurros de indignación y comentariosmordaces. La gente se acercó a ver elanillo de compromiso y alguien dijo amedia voz que un rubí era una piedrabastantecara,sobretodocomoregaloparaunadoncella.HuboquepedirsilencioparaqueAlfonsBräueryeltenienteVonHagemann

tambiénpudierandeciralgunaspalabrasyentregarsusanillosdecompromiso.Luego todo el mundo se abalanzó hacia las parejas recién prometidas parafelicitarlas,transmitirleslossaludosdeconocidosquenosehabíanpresentadoy,sobretodo,paraadmirardecercalosregalosdecompromisoycalcularsuvalor.Enestepunto,Kittyhabíadadoenelblancoyaque, comoyahabía supuesto,

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Alfons le había regaladoun anillodebrillantes enmonturadeoroblancoquerefulgíabajoelsolcomolosfuegosartificiales.—Con esto ya hemos cumplido con la parte oficial y ahora podemos

dedicarnosaladiversión—comentóJohannMelzerconalivio.Despuésde sudiscurso sehabía sentadoyno se levantóni siquieracuando

algunas personas se acercaron para felicitarlo. Pidió una copa de ponche y leencargóaAliciaqueletrajeradelbufetalgodecomer,puesellaeraquienmejorconocíasusgustos.Violaobradeteatro,quesiguiódesdelaterraza,ycomentóluegoaEdgarBräuer,queestabasentado juntoaél,queShakespeareeramuyadecuadoparalaocasión.Encambio,siguiódiciendo,esascancionesdeoperetaselaspodríanhaberahorrado,sobretodoporqueeltemaeradelomásinsólito.—¿Se refiere usted a Lysistrata? —preguntó Riccarda von Hagemann—.

Bueno,alparecer,enelescenarioesunaoperetaqueresultadelomásatrevido.Si no tengo mal entendido, trata sobre una huelga amorosa con algunosobstáculos.—Bueno,unacosaasívaencontradelanaturaleza—observósumarido—.

Los hombres tenemos que luchar, y vosotras, lasmujeres, perdón, las damas,estáishechasparaelamor.Aquelcomentarioprovocóalgunasrisas,aunquelacarcajadadeRiccardavon

Hagemannsonódeformamuyestridente.MariehabíaidodegrupoengrupoconPaul.Sevioexpuestaaunaavalancha

infinita de nombres, caras, gestos cordiales, cortesías, preguntas curiosas,observaciones irónicasy,aquíyallá, tambiéngestosdefrancorechazo.LuegoKittyyAlfonsseunieronaellos;MarieadmiróaKittyporsunaturalidad.Pero,claro, Kitty había nacido en la villa, era hija de una reputada familia deindustriales,nosentíaelmenorrespetoniportítulosniporcondecoracionesysereíadelasmiradasafiladasdelasdamasmásmayores.—Yapuedenhablardenosotrashastacansarse—le susurróaMarie—.Las

pobres no pueden hacernos nada. Ven, vamos recuperar fuerzas en el bufetmientrasaúnquedenrollitosdesalmónysorbetesdelimón.

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Marienecesitabatodasuenergíaparanomostrarcuántoledolíanlasmiradasdedesdényloscomentariosdedoblesentido.Paul,porsupuesto,laprotegíatanbiencomosabía,yAlfonsresultóserunamigomuyútil.Encuantoelbanqueroasomaba,lagentesedeshacíaencumplidoshaciaél,sonreíaeinclusocontabaanécdotasdivertidasparaquedarbien.Alrato,Mariecayóenlacuentadequeesasatencionesno soloeranpor el carácter amableydiscretodeAlfons.Paramuchos de los presentes, el banco Bräuer era una fuente financieraimprescindible.—Ahí, al otro lado, está Hermann Kochendorf—le dijo Kitty mientras se

tomabaelsorbeteconunacucharita—.Esunhombremuydesagradable.Tienemás de cuarenta años, pero esmuy rico y ya esmiembro del gobierno de laciudad.Asu ladoestáGrünling,abogado,más feoqueundolor, aunqueél seconsidera un adonis. Y ahí está también el doctor Greiner. Fue el que quisoenviar a papá al hospital a toda costa y no lo consiguió. Y ese es el doctorSchleicher,alquemamámellevabaporquenopodíadormir…¿Notegustaestesorbete tan delicioso, Marie? Toma uno. No sé si luego habrá helado deframbuesa.Mariesesentíamareadaylamentabahabertomadoponcheporquenoestaba

acostumbradaalalcohol.¡Menudodía!Hastaentoncessoloconocíaesasfiestascomomiembrodelservicio.Enaquellasocasioneshabíamuchoquehacerparaquelosseñoressequedaransatisfechos,yporlanochecaíaenlacamaagotada.Siempre había pensado que aquellas fiestas debían ser puro goce para losseñores,puesellosnoteníanquetrabajar.Peronoeraasí,yaesasalturasestabaexhausta.—Discúlpame,Kitty—ledijoenvozbaja—.Vuelvoenseguida.Fue al vestíbulo para comprobar su peinado en un espejo de baño

improvisado,perotodaslasmesasestabanocupadasynoteníamuchasganasdeparticipar en las charlas de las señoras. No era nada agradable porque casisiempre,cuandoseacercaba,laquehablabaseinterrumpía,ytodassonreíanconamabilidadypasabanaotrotema.Enrealidad,noqueríaarreglarseelpeinado,

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nirociarseconunodelosperfumesquehabía,sinosolotenerunosminutosdetranquilidad.Recordólobienquesehabíasentidoenotrostiemposconelrestodelservicioen lacocina.Claroque tambiénahíhabíahabidodisputas,pero lacocina,conlacafeteraazulysusitioenlalargamesa,desdeelprincipiolehabíaparecido una especie de hogar. Abrió decidida la puerta que daba a lasdependenciasdelpersonalyentróenlacocina.Allíreinabaelcaoshabitualdelas grandes celebraciones. La mesa larga estaba llena de bandejas y fuentesrepletasdecomida,listayporterminar;enlosfogoneshervíanalgunasollasylacocinerapermanecíaatentaatodo,sinapenasaliento,malhumorada,conlacofiainclinadasobresupelogris.—¿Quéospasaatodos,hatajodevagos?—gruñósinvolversehaciaMarie—.

Qué tiempos aquellos cuandoRobert servía en esta casa; ese sí que os habríaespabilado…Fue entonces cuando se dio cuenta de que no habían entrado los criados

contratadosparalaocasión,sinoMarie.Dejóelcucharónaunladoypusolosbrazosenjarrassobresuscaderasprominentes.—SeñoritaMarie—dijomedioofendida,mediocontenta—.Lacocinaespara

elservicio.Aquíalosseñoresnoseleshaperdidonada.HumbertpasóatodaprisajuntoaMarieparallevaralbufetdosbandejasde

galletitasdenuezydealmendra.Sequedómuysorprendido;luegoHannaentróllevandounabandejarepletadeplatossuciosycopasvacías.—¡Marie!—exclamóconunasonrisaradiante—.¡Oh,Marie,cuántoteecho

demenos!—¡Cállate!—lareprendiólacocinera—.Apartirdeahoratienesquellamarla

«señorita» y tratarla de usted. Nuestra Marie ahora es la joven señora de lamansión.LaseñoraBrunnenmayerhabíapronunciadoesaúltimafrasellenadeorgullo

y había dicho «nuestra Marie». ¡Qué bueno era sentir ese afecto después detantas miradas escrutadoras y malévolas por parte de aquellos invitados tandistinguidos!

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—¡Para nada! Aquí a ella no se le ha perdido nada—dijo Marie con unasonrisa—.Aunqueahorasealaseñorita,vendréaverosycomprobaréquetodovabien.—Pero no se meta usted con mi trabajo, señorita —objetó la señora

Brunnenmayer.—Esoesalgoqueantesnohacía.—Entoncesestaréencantada.MarieseapartóparadejarpasoaHumbertconlasbandejas;sediocuentade

queestabaestorbando.Elseydosdeloscamarerosasueldoestabansacandolosfarolesy lasantorchasalparqueparaencenderlosencuantoempezarael lentooscurecer de esa época del año y así dar un toque romántico a la fiesta. Losmúsicos llegaronyAlicia les indicóun rincónde la terrazadesdedonde tocarparaelbaile.Mariedecidiódescansarunosminutosarriba,eneldormitoriodeKitty,antesdetenerquepasarporesanuevaprueba.Kittylehabíaenseñadolosbailesdesociedadmásimportantes,sobretodoelvals,quenolehabíaresultadodifícil, así como la polca y el galop. Según ella, no debía preocuparse: en laterrazanosepodíabailarsiguiendounaformaciónytampocoeraposiblebailarlacuadrillaniningunaotracontradanza.Porotraparte,ensuopinión,Mariesemovíaconunaelegancianaturalyesoerasuficiente.Parasualivio,enlasegundaplantatodoestabamuytranquilo.Tansoloenlos

baños había algunas jóvenes, todas ellas amigas de Elisabeth, que hablabanexcitadasdelobienqueleshabíasalidolaactuación.Mariesedisponíaaentraren la habitación de Kitty cuando oyó una voz masculina que le resultó muyfamiliar.—¿Alguienlosabe?EraKlausvonHagemann.Pero¿quéhacíaélahíarriba,enelguardarropa?Aunqueeramuyindecorosoescucharunaconversaciónajena,ellasedetuvo

enmediodelpasillo.¿NoeraesalavozdeAuguste?—Nolosabenadie,soloGustav.Selotuvequedecir.—¿Yporqué?

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VonHagemannparecíanervioso.Hablabaenvozbajaperoseleentendíasinproblema.—Porqueesmimaridoynoquierotenersecretosparaél.Yporquesinose

preguntaríadedóndesacoeldinero…—Entalcaso,procuraqueélnodiganada.Noquieroningúnescándalo.—Pero¿quésecreeusted?Esotambiénnosperjudicaríaanosotros.Eldinero

nosvienebien.Marieoyóunaimprecaciónmuylargaconalusionesalosturcos,elcominoy

lossagradossacramentos.—Dehabersidoniño,melohabríaquedado.Perosiendoniña…—Amímegustaqueseachica.Además,Gustavyamedarámuchachos…Increíble.¿CómoesafrescapermitíaqueelprometidodeElisabethlepagara

la alimentación de su hija?Marie se apresuró a cerrar tras de sí la puerta deldormitoriodeKitty;noqueríaqueeltenienteselaencontraraenelpasillo.Siéllepagabadineroporlapequeñaesqueteníamotivosparahacerlo,pensó

Marie.Asípues,AugustenosolohabíamantenidorelacionesconRobert, sinoquetambiénhabíapermitidoqueeltenienteVonHagemannlavisitara.¿Porquéentonces había llamado precisamente Elisabeth a su hija y había pedido a lahermana de Paul que fuera su madrina? Eso era pura maldad. Era como siquisieravengarseporalgo.Alguien llamó a la puerta. Ella se asustó, temiendo que VonHagemann la

hubieravisto.PeroeraPaul.—¿Dóndeteescondes,tesoro?—ledijoconcaradepreocupación—.Todoel

mundopreguntaporti.—¿Deveras?Éllatomóporelbrazoylallevóhastalaventana.Elsolyasehabíapuestoy

las numerosas luces y antorchas hacían que el parque pareciera un país decuento. Los viejos árboles arrojaban unas sombras grotescas y unas pequeñasllamas de colores bailaban por el césped; aquí y allá se deslizaban seresmisteriosos de un lado a otro, niños jugando al escondite o parejas de

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enamorados que habían logrado zafarse de la vigilancia de sus padres. Se oíaademáslapequeñaorquestatocandounvalsdealgunaopereta.MarienotóquePaullepasabaelbrazoporlacintura.—Esteprimer baile es solopara nosotros,Marie—le susurró en el oído—.

Soloparatiyparamí,sinmiradasmolestasacechándonos.Ella siguió sumovimiento, se apretó contra él y fueron uno al ritmo de la

música.—Sé lo difícil que es para ti, querida—le dijo en voz baja—. Pero estoy

contigo.Teapoyoyluchoporti.Loconseguiremos.Confíaenmí.—Hacetiempoquelohago,Paul—respondióellacerrandolosojos.Se había declarado ante ella delante de esos invitados tan altivos.Él era su

destino,elamordesuvida.Nadaconseguiríasepararlos,nielfuego,nielagua,nilaspiedras,nilastormentas.¿Quéimportanciateníaesagentedeljardín?Bailaron muy juntos, se entregaron a la música y disfrutaron de la dulce

proximidaddelotro.Loscírculosqueibandescribiendoseestrecharoncadavezmásyalfinalsequedaronelunojuntoalotro,fundidosenunbeso.—Vamos—susurróMarietrassepararse.Bajaronlaescaleraelunojuntoalotrocogidosdelamano.

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Unaemocionantesagafamiliar,parafansdeDowntonAbbey,KateMortonoLucindaRiley,quehacautivadoyaamásdeun

millóndelectorasenAlemania.

Unamansión.Unapoderosafamilia.Unoscurosecreto.

Eldestinodeunafamiliaentiemposconvulsosyunamorquetodolovence.

Augsburgo, 1913. La joven Marie entra a trabajar en lacocina de la impresionante villa de los Melzer, una ricafamilia dedicada a la industria textil.MientrasMarie, unapobre chica proveniente de un orfanato, lucha por abrirsepaso entre los criados, los Melzer esperan con ansia elcomienzo de la nueva temporada invernal de baile,momento en el que se presentará en sociedad la bellaKatharina. Solo Paul, el heredero, permanece ajeno albullicio, pues prefiere su vida de estudiante en Múnich.

HastaqueconoceaMarie...

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AnneJacobshapublicadoconotronombrenovelashistóricasysagasexóticascon gran éxito de ventas, pero este título ha supuesto su confirmación comoautorabestseller.

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Títulooriginal:DieTuchvilla

Ediciónenformatodigital:enerode2018

©2015,AnneJacobs©2018,PenguinRandomHouseGrupoEditorial,S.A.U.TravesseradeGràcia,47-49.08021Barcelona©2018,MartaMabresVicens,porlatraducción

AdaptacióndelaportadaoriginaldeBlanvalet:PenguinRandomHouseGrupoEditorialFotografíadeportada:©FotostudioMarliesGBR

Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula lacreatividad,defiendeladiversidadenelámbitodelasideasyelconocimiento,promuevelalibreexpresióny favorece una cultura viva.Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar lasleyesdelcopyrightalnoreproducirnidistribuirningunapartedeestaobraporningúnmediosinpermiso.AlhacerloestárespaldandoalosautoresypermitiendoquePRHGEcontinúepublicandolibrosparatodoslos lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) sinecesitareproduciralgúnfragmentodeestaobra.

ISBN:978-84-01-02053-7

Composicióndigital:NewcomlabS.L.L.

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Índice

Lavilladelastelas

I.Augsburgo,otoñode1913

Capítulo1

Capítulo2

Capítulo3

Capítulo4

Capítulo5

Capítulo6

Capítulo7

Capítulo8

Capítulo9

Capítulo10

Capítulo11

Capítulo12

II.Diciembrede1913

Capítulo13

Capítulo14

Capítulo15

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Capítulo16

Capítulo17

Capítulo18

Capítulo19

Capítulo20

Capítulo21

Capítulo22

III.Inviernode1914

Capítulo23

Capítulo24

Capítulo25

Capítulo26

Capítulo27

Capítulo28

Capítulo29

Capítulo30

Capítulo31

IV.Primaverade1914

Capítulo32

Capítulo33

Capítulo34

Capítulo35

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Capítulo36

Capítulo37

Capítulo38

V.Abrilde1914

Capítulo39

Capítulo40

Capítulo41

Capítulo42

Capítulo43

Capítulo44

VI.Mayode1914

Capítulo45

Capítulo46

Capítulo47

Capítulo48

Capítulo49

Capítulo50

Capítulo51

Capítulo52

Capítulo53

VII.Juniode1914

Capítulo54

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Capítulo55

Capítulo56

Sobreestelibro

SobreAnneJacobs

Créditos