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JULIO / SEPTIEMBRE 2008 245 CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS El autoodio de Occidente La tiranía de la penitencia PASCAL BRUCKNER Editorial Ariel, 216 páginas, Barcelona, 2008 Lejos quedan ya aquellos libros con los que, al final de la década de los 70, se dio a co- nocer Pascal Bruckner en coautoría con Alain Finkielkraut: El nuevo desorden amoroso y La aventura a la vuelta de la esquina; en ellos, de forma ágil e irónica, se repasaban algunas modas intelectuales y personales post-mayo del 68. Aquellos jóvenes irreverentes defen- dían la libertad, pero tenían ya la lucidez de distanciarse de antiguos y nuevos catecismos ideológicos. Su evolución teórica les ha lle- vado a defender posturas por las que sus crí- ticos los han englobado en el movimiento de los denominados “nuevos reaccionarios”. Sin duda tal calificativo comporta un ánimo des- calificador. ¿Es que no existe una urgente dig- nidad intelectual en reaccionar frente a todos los fundamentalismos? El discurso que se au- toproclama progresista se hunde en los tópi- cos más trasnochados, aunando paradójica- mente el relativismo con, lo que es peor, el guiño cómplice hacia ciertos totalitarismos. ¿Por qué la izquierda sigue reiterando su error historico de elegir como compañeros de viaje a los enemigos de la libertad? La tyrannie de la pénitence. Essai sur le ma- sochisme occidental 1 , último libro de Pascal Bruckner, pone el dedo en la llaga en uno de los temas más reiteradamente glosados por la intelectualidad puntera: la culpa de Occi- dente. Toda una lista de grandes desmanes caracterizaría nuestra historia: guerras, perse- cuciones religiosas, esclavitud, colonialismo, regímenes totalitarios… Nuestra responsabi- lidad actual sería asumir la vergüenza e in- tentar hacernos perdonar ese pasado. Tal aseveración se encuentra explícita en gran parte de nuestros pensadores, se ha infiltrado en el inconsciente colectivo y es hábilmente utilizada por todos aquellos pueblos que ahora, bajo la pátina de la legitimidad, inten- tan resarcirse o, más sencillamente, vengarse. Pero ¿debemos sin más aceptar esta leyenda negra?, ¿se corresponde con la realidad? Para Bruckner el antioccidentalismo forma parte de la propia tradición europea de Mon- taigne a Sartre. Existe un olvido selectivo, fruto de un tercermundismo militante, que minimiza el horror del maoísmo, de los jemeres rojos, de las guerrillas sudamericanas: “el Gran Ti- monel y sus 70 millones de muertos, las ma- sacres de masas de Pol Pot, la represión vietnamita y el éxodo de los boat people, la dictadura de Saddam Hussein, el delirio obs- curantista de los mulás en Irán, el fascismo cubano, la guerra civil argelina, la deriva de los diversos socialismos tropicales, sin contar la corrupción, el empobrecimiento, el nepo- 1 Paris, Grasset, 2006. Edición española: La tiranía de la penitencia. Editorial Ariel (Grupo Planeta), 216 páginas, Barcelona, mayo de 2008.

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El autoodio de OccidenteLa tiranía de la penitencia PASCAL BRUCKNEREditorial Ariel, 216 páginas, Barcelona, 2008

Lejos quedan ya aquellos libros con los que,al final de la década de los 70, se dio a co-nocer Pascal Bruckner en coautoría con AlainFinkielkraut: El nuevo desorden amoroso y Laaventura a la vuelta de la esquina; en ellos, deforma ágil e irónica, se repasaban algunasmodas intelectuales y personales post-mayodel 68. Aquellos jóvenes irreverentes defen-dían la libertad, pero tenían ya la lucidez dedistanciarse de antiguos y nuevos catecismosideológicos. Su evolución teórica les ha lle-vado a defender posturas por las que sus crí-ticos los han englobado en el movimiento delos denominados “nuevos reaccionarios”. Sinduda tal calificativo comporta un ánimo des-calificador. ¿Es que no existe una urgente dig-nidad intelectual en reaccionar frente a todoslos fundamentalismos? El discurso que se au-toproclama progresista se hunde en los tópi-cos más trasnochados, aunando paradójica-mente el relativismo con, lo que es peor, elguiño cómplice hacia ciertos totalitarismos.¿Por qué la izquierda sigue reiterando su errorhistorico de elegir como compañeros de viajea los enemigos de la libertad?

La tyrannie de la pénitence. Essai sur le ma-sochisme occidental1, último libro de PascalBruckner, pone el dedo en la llaga en uno delos temas más reiteradamente glosados por

la intelectualidad puntera: la culpa de Occi-dente. Toda una lista de grandes desmanescaracterizaría nuestra historia: guerras, perse-cuciones religiosas, esclavitud, colonialismo,regímenes totalitarios… Nuestra responsabi-lidad actual sería asumir la vergüenza e in-tentar hacernos perdonar ese pasado. Talaseveración se encuentra explícita en granparte de nuestros pensadores, se ha infiltradoen el inconsciente colectivo y es hábilmenteutilizada por todos aquellos pueblos queahora, bajo la pátina de la legitimidad, inten-tan resarcirse o, más sencillamente, vengarse.Pero ¿debemos sin más aceptar esta leyendanegra?, ¿se corresponde con la realidad?

Para Bruckner el antioccidentalismo formaparte de la propia tradición europea de Mon-taigne a Sartre. Existe un olvido selectivo, frutode un tercermundismo militante, que minimizael horror del maoísmo, de los jemeres rojos,de las guerrillas sudamericanas: “el Gran Ti-monel y sus 70 millones de muertos, las ma-sacres de masas de Pol Pot, la represiónvietnamita y el éxodo de los boat people, ladictadura de Saddam Hussein, el delirio obs-curantista de los mulás en Irán, el fascismocubano, la guerra civil argelina, la deriva delos diversos socialismos tropicales, sin contarla corrupción, el empobrecimiento, el nepo-

1 Paris, Grasset, 2006. Edición española: La tiranía de la penitencia. Editorial Ariel (Grupo Planeta), 216 páginas,Barcelona, mayo de 2008.

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tismo”2. Frente a la denigración de la épocacolonial, se olvida que es el África indepen-diente la que ha conocido los mayores horro-res: “el reino mortífero del Negus rojo,Mengistu, las bufonerías macabras de unAmin Dada, de un Sekou Touré o de un Bo-kassa, la demencia de un Samuel Doe y deun Charles Taylor en Liberia, los diamantes desangre de un Foday Sankho en Sierra Leona,inventor de la mutilación ‘short sleeve’, hastael codo, y ‘long sleeve’, hasta el hombro, lautilización de los niños-soldados, de los niñosmuertos, golpeados, drogados, los campos dedetención, las violaciones colectivas, sin olvi-dar el conflicto interminable entre Etiopía yEritrea, las guerras civiles en el Chad, enSudán, en Somalia, en Uganda, en Costa deMarfil, las prácticas antropofágicas en elCongo, los crímenes contra la humanidad enDarfour y, last but not least, el genocidio deRuanda y la guerra de los Grandes Lagos consus tres a cuatro millones de víctimas desde1998”3.

La idea de que nosotros somos culpables por“nuestra riqueza insolente” y nuestra “econo-mía predadora”, ha llegado a servir de justifi-cación a los atentados del 11-S y losposteriores de Madrid y Londres, en una per-versa pirueta que transforma a las víctimas enculpables y a los asesinos en víctimas deses-peradas. Que éste sea el argumento del yiha-dismo internacional no sorprende, lo quecausa estupor es atisbar el proceso mentalpor el cual es defendido por los propios inte-lectuales occidentales. Como Bruckner ha se-ñalado: “Igual que hay predicadores del odioen el islamismo radical, hay predicadores dela vergüenza en nuestras democracias, sobretodo en las elites pensantes, y su proselitismono es menor”4.

El islamo-izquierdismo cierra los ojos ante eltotalitarismo religioso, confiando en la fuerzarevolucionaria del islam frente al capitalismoliberal. Esta complicidad aparece en ampliossectores de la izquierda, que sitúan primerosu antiamericanismo y su antisionismo –unantisionismo que apenas esconde el resurgirde la judeofobia– frente a la defensa de las li-bertades. Promoviendo el relativismo cultural,se resta legitimidad a los valores occidenta-les, rebajados al nivel de meros prejuicios, yel ejercicio de la crítica queda estigmatizadocon el calificativo de islamofobia, convirtiendoal islam en un tema intocable, a riesgo de serpeligrosamente etiquetado como “islamó-fobo”. Es el racismo de los antirracistas. Perouna cosa son las actitudes antimusulmanas,en todo punto rechazables, y otra bien distintael análisis libre, las acciones totalitarias que elislamismo político radical pretende justificar.

Para Bruckner, esta debilidad occidental, quebusca ante todo la no beligerancia, provienede la experiencia de las dos guerras mundia-les; tras el horror, el primado de la paz se con-vierte en un requisito capital, que muchasveces busca simplemente la tranquilidad auna riesgo de determinadas cesiones. Así “elViejo Mundo, globalmente, prefiere la culpa-bilidad a la responsabilidad”5.

Resulta necesario recuperar la propia estima.Ningún pueblo está libre de momentos oscurosen su historia, pero Europa viene ejerciendodesde hace mucho una saludable autocrítica,y precisamente gracias a ella ha logrado des-embarazarse de la esclavitud, del absolutismo,del colonialismo, de los totalitarismos fascis-tas y comunistas; un ejercicio de la razón, delconsenso y de la democracia que para sí qui-sieran tantos regímenes que hoy parecen an-

2 Ídem, p. 25.3 Ídem, p.25.4 Ídem, p. 33.5 Ídem, p.118.

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clados en la Edad Media o en el primitivismomás tribal. La deuda de Occidente frente aaquellos pueblos que tiempo atrás dominara,es en primer lugar reconocer dicho pasado, yposteriormente intentar ayudarlos a lograr ac-ceder a un régimen democrático, respetuosode los derechos humanos, en modo alguno de-bilitar nuestros valores dejando libre espacio acomunitarismos reactivos. La demonización deOccidente pretende establecer una línea decontinuidad entre el imperialismo y el totalita-rismo, que hoy debería pagar con su desinte-gración multicultural. Los derechos culturalesde las minorías identitarias, a menudo interna-mente totalitarias, lavarían las culpas en la au-toinmolación de Europa. Como si Europa notuviera derecho a su cultura, a su tradición, asus valores, pretendidamente teñidos de igno-minia. Es la paradoja del pluralismo: ¿hastaqué punto una sociedad abierta debe admitirlas reivindicaciones de aquellas comunidadesque laniegan? Un pluralismo meramente pro-cedimental, que renuncie a todo ideal com-prensivo, se convierte en la cáscara vacía,debilitada e inane. La libertad, la igualdad, elconsenso, la autonomía… son valores carga-dos de contenido y de historia, que Europa

debe defender con orgullo. La tolerancia no esla indiferencia frente a los fanatismos, sino unprograma que busca garantizar las libertadespara todos, cualquiera que sea su credo u ori-gen étnico, frente a la demagogia de tantos es-clavos y colonizados imaginarios. En ello debeconsistir el verdadero diálogo intercultural. Laciudadanía no puede convertirse en un salvo-conducto sin contrapartidas, implica algo másprofundo, la aceptación de la identidad nacio-nal europea, la reciprocidad en el respeto a lascreencias, la no vulneración del estado de de-recho y el primado de la autonomía individual.Únicamente un fortalecimiento moral puedesalvaguardarnos de la tiranía. Hace falta acabarcon el chantaje de la culpabilidad, y el libro deBruckner representa una valiosa invitación a re-conocer cuáles son las trampas en las quebuena parte de la intelectualidad occidentalestá cayendo, qué fanatismos se benefician deellas, cuántas complicidades no explícitas en-cenagan la lucidez. Esta visión es tachada deneorreaccionaria, y tal vez tengan razón, por-que hoy lo más urgente es reaccionar antes deldesastre.

Rosa María RODRÍGUEZ MAGDA

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Desde que se publicó en 1983, la obra deGellner que presentamos ha sido uno de loslugares comunes más transitados por los te-óricos del nacionalismo, bien para asentir a

la argumentación o para polemizar con laperspectiva determinista que predomina en ellibro. En este sentido, la propia definición deltérmino (“el nacionalismo es una teoría de le-

Nacionesy NacionalismoERNEST GELLNERAlianza Editorial. Madrid (2008). Traducción: Javier Setó. 260 págs.

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gitimidad política que prescribe que los lími-tes étnicos no deben saltar por encima de lospolíticos”) otorgó cierto trasfondo sociológicoa todos aquellos movimientos que durante losochenta, pero sobre todo a fines del siglo pa-sado y comienzos de éste, irrumpieron en elescenario de las democracias contemporá-neas –con bastante éxito, por cierto–. Inclusoen un contexto histórico caracterizado por laflexibilización de las fronteras y la proximidadde las naciones, Gellner no auguró un fin próximo para el nacionalismo; por el contrarioadvirtió que éste seguiría existiendo, si bien se reduciría la belicosidad y el enfren-tamiento.

A juzgar por los hechos actuales, la historiano le ha dado la razón, pero ello no quita valoral libro. Naciones y nacionalismo contiene al-gunos puntos de discusión interesantes queconviene destacar. Se percibe a lo largo detodo el discurso de Gellner su preferencia porun análisis histórico-social del acontecimientoque menosprecia, en ocasiones de formaburda, el papel de los pensadores –especial-mente del romanticismo alemán–. La ideaprincipal que late en este texto muestra laadscripción del autor a cierta visión determi-nista en la que los elementos culturales quedan explicados a partir de ciertos con di -cio nantes sociales, en este caso, la industria-lización. Recordando su famosa teoría de laevolución social, Gellner sostiene que el na-cionalismo es un fenómeno típico y necesariode las sociedades que se han adscrito a unmodelo económico basado en la industria.Cuando la modernidad hace posible la de-mocratización de la cultura, a través de la inclusión de la sociedad en el sistema edu-cativo, se produce cierta homogeneidad cul-tural que exige expresarse políticamente. Lavinculación entre cultura y política es posibleúnicamente con el capitalismo. La conclusión,pues, está clara: poco puede hacerse paraevitar o refrenar –pero tampoco para animar–un movimiento de legitimidad política que,

como el nacionalista, se había relacionadofrecuentemente con una exacerbación senti-mental de lo históricamente peculiar. O, dichode otro modo, la Modernidad política ha depasar inevitablemente por el nacionalismo.

Desde el prisma de la filosofía política el plan-teamiento de Gellner resulta demasiado rígidoy estrecho; en principio, otorga una importan-cia radical a las estructuras sobre los indivi-duos, que se encuentran encadenados a losprocesos sociales. También es reducida sualusión a los pensadores de fines del XVIII yprincipios del XIX –los primeros teóricos de lanación y del sentimiento nacional–, a los quereiterativamente les quita importancia. Gell-ner subraya, por el contrario, la inexorabilidadde la expresión nacionalista, orillando paraello la relevancia de factores de otro tipo en laconformación de los vínculos políticos. De ahíque, a nuestro juicio, la versión sociológicaque ofrece Gellner se nos antoja unilateral. Esfácil admitir que la evolución del sistema eco-nómico y social, así como del cultural, poseenimplicaciones mutuas y condicionan el surgi-miento de cierto tipo de nacionalismo, peropor sí mismos no sirven para explicar global-mente el fenómeno. Gellner consigue escapara algunas críticas a través de su peculiar ta-xonomía del nacionalismo, pero sus explica-ciones no sirven para matizar la afirmación defondo: las sociedades modernas deben arras-trar, precisamente si quieren progresar, conlas reivindicaciones nacionalistas como con-secuencia de su propio proceso evolutivo.

Pero ¿por qué Gellner piensa que el naciona-lismo sólo se explica en el marco de las so-ciedades industrializadas? En las sociedadesde cazadores y recolectores no existía comu-nidad política que hiciera posible la estructu-ración de las manifestaciones culturales entérminos de poder. Las sociedades agrariaspudieron organizarse políticamente pero sebasaban en una diferenciación social que im-pedía el surgimiento de lazos en el seno de

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una misma cultura. Con la llegada de las so-ciedades de tipo democrático se concilió laorganización estatal pero, al mismo tiempo,el sistema económico exigía la homogeneidadeducativa y, por lo mismo, cultural. De ahí quelas nuevas sociedades se organizaran esta-talmente pero a través de expresiones cultu-rales comunes.

Gellner no ofrece en ningún momento un aná-lisis detallado de lo que entiende por culturay esta es una de las deficiencias más eviden-tes de su estudio. Sin embargo, en bastantesocasiones aparece relacionado con la pecu-liaridad idiomática. De este modo, el autorsostiene la argumentación clásica de los par-tidarios del nacionalismo del siglo XIX, deesos pensadores cuya influencia, anterior-mente, había negado. Asimismo se sitúa enuno de los problemas principales que plan-tea la globalización. Lo que resulta claro ensu planteamiento es la vinculación de la cul-tura y la política en la sociedad contemporá-nea, negando la influencia de la sociedad civily de los cuerpos intermedios en la conforma-ción de la identidad individual y colectiva delos ciudadanos.

Siguiendo con el hilo de la argumentación,podría concluirse que sobre la base del pro-ceso de homogeneización cultural dirigido es-tatalmente se llegaría a una etapa en la quela industrialización se hubiera impuesto inter-nacionalmente y, a la postre, las sociedadesen el futuro acabarían unificándose. Aunqueesto sería la conclusión más obvia de la lec-tura del libro, Gellner advierte que no lo con-sidera posible porque no puede profetizarsela desaparición de peculiaridades culturalesque exijan, de nuevo, el reconocimiento insti-tucional de un Estado propio.

La nueva edición que ofrece Alianza tiene laventaja de incluir una extensa y valiosísimaintroducción de John Breully, profesor de laLondon School of Economics, donde desarro-lló su carrera el mismo Gellner. En ella se ex-plica la principal aportación de Gellner. Eneste sentido, pese a las insuficiencias de suanálisis, Gellner fue el pionero en el estudiodel fenómeno del nacionalismo desde unaperspectiva sociológica. Ésta se nos ha reve-lado débil y reducida, pero no debemos porello minusvalorar el esfuerzo del autor porofrecernos una visión peculiar. De hecho, ensu polémica con E. Kedourie se pone de ma-nifiesto una disyuntiva en la comprensión delnacionalismo. Si para Gellner lo decisivo sonlos factores sociales y económicos, para Ke-dourie lo son los ideológicos y filosóficos. Talvez la investigación integral sobre el naciona-lismo esté todavía por hacer y consista, precisamente, en la unión de esas dos pers-pectivas.

A modo de conclusión no nos resistimos aañadir algunas consideraciones metodológi-cas. Gellner lleva a cabo una investigaciónpreparada y asentada sobre hechos históri-cos contrastables pero no se mantiene atadoa la mera descripción de lo fáctico. Tal vez enla mezcolanza de la descripción neutral y ladeducción de leyes de la evolución históricaresida su principal fallo. De cualquier forma,para cualquiera que desee en la actualidadcomprender el nacionalismo y saber haciadónde se dirige la investigación este libro hade ser una referencia inexcusable sobre todoporque ha marcado gran parte del desarrolloposterior de la teoría académica sobre la na-ción y el nacionalismo.

José María CARABANTE

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Buena parte de los ensayos salidos de la im-prenta suelen ir precedidos de una adverten-cia del autor al lector, no en el sentido deadmonición, sino de estricto prólogo y cortésorientación a la lectura. Algunos autores sen-cillamente se ahorran el trámite, yendo direc-tamente al meollo del asunto que de estamanera se presenta a sí mismo ante el pú-blico sin más palabras. He aquí una cuestión–ironías o paradojas aparte– no de principios,mas sí de estilo, maneras y tradiciones, deuna elección, en suma, que atañe a los méto-dos del discurso.

Rosa María Rodríguez Magda, en la introduc-ción del libro Inexistente Al Ándalus, cumpleperfectamente con esta diligencia haciendosaber así al lector que el ensayo que tieneentre manos es en gran medida la continua-ción de un trabajo anterior salido de la mismamano, La España convertida al Islam (Áltera,Madrid, 2006). Continuación no significa ne-cesariamente segunda parte, ni tampoco unaversión corregida y aumentada del volumenprecedente. En este caso, expresa la profun-dización y ampliación, en el espacio y en eltiempo, del análisis ya avanzado de un fenó-meno descomunal y dramático, el cual, cons-tituyendo uno de los problemas más serios denuestro presente –y como no podría ser deotro modo–, viene de lejos. Nos referimos,claro está, a la presión del Islam sobre Españay sus circunstancias, sin olvidar las conviven-

cias, connivencias y confabulaciones asocia-das a la misma.

La investigación llevada a cabo en La Españaconvertida al Islam transitaba, digámoslo así,sobre la epidermis del suceso: la alianza defacto consumada en forma de “progresismoislamista” –o “islamoizquierdismo”– en la Es-paña contemporánea, hecha explícita, paramayor efectismo y crudeza, en la conversiónreligiosa (amén de política) a la causa delIslam por parte de grupos de españoles can-sados de Occidente y enemigos de la tradi-ción judeo-cristiana que la inspira desde suorigen, pero, sobre todo, españoles hostiles aEspaña como realidad nacional. El “estupor”,según expresión de la propia autora, produ-cido al comprobar cómo semejante transfor-mismo cultural progresaba entre nosotros consuma naturalidad, directamente proporcionala su peligrosidad e impunidad, invitaba, enefecto, o mejor, emplazaba, a una indagaciónmás extensa acerca de las raíces de unas fal-sedades y falsificaciones que pretenden pasarpor verdades y hechos probados.

El resultado de esta pesquisa intelectual seofrece ahora a la información y conocimientodel lector interesado. “Justificación” y “raíces”no quieren decir, en el contexto apuntado, “razones”, pues, el montaje del “Legado Anda-lusí”, urdido por la “historia oficial” y sostenidopor la subvención y la corrección política, re-

Al final, por una utopíaInexistente Al Ándalus. De cómo losintelectuales reivindican el IslamROSA MARÍA RODRÍGUEZ MAGDAPremio Internacional de Ensayo Jovellanos, 2008Nobel, Oviedo, 2008

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bosa enredos y mentiras, tergiversaciones y so-lapamientos, traiciones y venganzas, pero ensu argumento escasean la evidencia de laprueba, la lealtad y el buen juicio.

Sabemos ahora lo que nos ha pasado y nospasa. Sin embargo, ¿qué pasará próximamenteen el interior de nuestras frágiles fronteras, enlas anestesiadas sociedades europeas, si nohay diques y refuerzos que contengan la riadamusulmana? ¿Qué puede ocurrir, si los princi-pios, valores y modo de vida que vienen con-formando la trayectoria del viejo continente, seconvierten al (en) Islam? No es la primera vezque acontecen descalabros parejos. La caídadel Imperio romano y de Constantinopla, asícomo el descenso a los infiernos que supuso laeclosión de los nacionalismos, el nacional-so-cialismo, el socialismo, el fascismo, y el comu-nismo en las últimas centurias, componenterribles capítulos de un historia de la infamiaen la que la civilización y la cultura europeasfueron sometidas y doblegadas por tribus bár-baras de todo género, a menudo con la pasivi-dad, cuando no la condescendencia, de losavasallados.

El odio y la violencia (inherentes al expansio-nismo y al afán de dominación) unidos a lafalta de amor propio (de patriotismo y valorciudadano) y al resentimiento hacia unomismo, siempre han producido fatales resul-tados. Una muestra: ser atacado por el ban-dido y no sólo no defenderse, sino abrirle laspuertas y caer rendido a sus pies. Un casomás: requerir o convocar miserablemente lapresencia del invasor, adular al tirano o, sinmás miramientos ni vergüenzas, invocar la ac-ción del verdugo.

“¡Osama, mátanos!”. Semejante soflamaobscena podía leerse en varias ciudades deEuropa poco después de los atentados terro-ristas del 11-S. No era ésta una broma maca-bra, ni una boutade cosecha del 68, ni siquierauna inocente provocación o gamberrada juve-

nil. Aquello iba en serio, y todavía tendríamosque ver y escuchar cosas peores. Y no sólo bar-baridades pintadas en muros y voceadas enlas esquinas. También redactadas en boletinesoficiales y proclamadas en comunicados deinstituciones públicas apacentadas.

¿Qué es lo que sucede, entonces, cuando laservidumbre voluntaria se alía con la Sumi-sión? Europa, ya lo hemos dicho, ha sido se-ducida en el pasado con cantos de sirena quele condujeron al hundimiento y al naufragio,así como hipnotizada (¡y encantada!) por elefecto embriagador de cantinelas utopistas;totalitarias todas ellas, sin excepción. Mas,debe añadirse que en los momentos decisivos(a veces en el último momento), ha sabidosobreponerse a sí misma y derrotar al infame.

Pues bien, ¿es ahora Europa más fuerte queentonces; está hoy más crecida y orgullosa desí misma que ayer; protege en este instante conmayor vigor que antes sus bienes y valores; de-fiende sus fronteras con mayor determinación;sabe en este preciso momento distinguir entrelos verdaderos aliados y los velados o notoriosenemigos? ¿Estamos, en fin, en el final de lautopía o en el esplendor de la seducción de unanueva/vieja utopía que puede conducirnos alfinal de nuestra civilización, a un fin final?

¿Catastrofismos? ¿Exageraciones? ¿Crispa-ción… por parte de quien da la voz de alarma,hoy como ayer, ante la presencia masiva demoros en la costa que desembarcan en nues-tras playas no siempre con buenas intencio-nes? El gran conocedor del islamismo y elOriente Medio, Bernard Lewis, a la vista de losdatos demográficos, los movimientos migra-torios, las estrategias de los gobiernos afec-tados y las propias declaraciones de líderesislámicos, previno a la parroquia desde el dia-rio alemán Die Welt (28 de julio de 2004) conun anuncio breve a la vez que escalofriante:Europa será musulmana a finales de estesiglo. ¿Barruntos de islamófobo? El colabo-

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racionista y el felón, no hay en esto sorpresa,tienen la veterana afición de matar al mensa-jero cuando las noticias no le agradan, no leconvienen o le ponen en evidencia.

En fechas recientes, el arabista español Se-rafín Fanjul (rara avis en un gremio universi-tario que da grima) ha publicado una serie devolúmenes en los que denuncia la historiamágica de Al Ándalus propagada (populari-zada, vulgarizada, folclorizada) entre nosotros,por fieles de raza, conversos y compinches,cuyos mismos títulos (o subtítulos), sitúan sinrodeos el centro de asunto: el paraíso de lastres culturas, la “civilización musulmana deEspaña”, no son más que un mito (Al-Ándaluscontra España. La forja del mito (Siglo XXI,2000) y una quimera (La quimera de Al-Án-dalus, Siglo XXI, 2004).

Rosa María Rodríguez Magda, quien con granhonradez intelectual hace constar la deuda deInexistente Al Ándalus para con los trabajosprevios de Fanjul, sitúa la cuestión en términosde utopía: literalmente hablando, lo que noestá o no ha existido en ningún lugar. La dife-rencia entre ambos tratamientos trasciende,con todo, el plano terminológico. Rosa MaríaRodríguez Magda es filósofa y no ha preten-dido, en consecuencia, ensayar un libro másde historia sobre el nacimiento e impacto deuna leyenda. Su contribución se dirige más biena la disección intelectual y a la crítica de lamala conciencia, las falsas creencias, los bajosfondos doctrinarios y el cimiento ideológico-po-lítico que sustentan el mito, la quimera y la uto-pía agazapados tras la etiqueta “Al Ándalus”.

¿Qué es, pues, el inexistente Al Ándalus? Ve-amos la respuesta de Rodríguez Magda: “Unaidealización que, por un lado, manipula la historia y, por otro, se convierte en la utopíacon la que muchos pretenden reinventar un islamismo amable y, algunos, otro inquietan-temente radical” (pág. 10). Cierto. Pero ¿quié-nes son esos “muchos” y esos “algunos”? La

autora, desgarrando el velo de la ignorancia yla ambigüedad que ciegan al bobo y al necio,sigue el rastro del delito.

La “causa” del inexistente Al Ándalus la enar-bola un “contexto heterogéneo y altamenteideologizado”. He aquí una sucinta nómina: losliteratos encuentran un terreno exótico de re-creación; los políticos, un modelo retroactivode la alianza de civilizaciones; el nacionalismoandaluz, un mito fundacional; los adalides delo políticamente correcto, un modelo de mes-tizaje para hacerse perdonar el imperialismocultural de Occidente; ciertos historiadoresprogresistas, un modo de oponerse a lo quedenominan panhispanismo reaccionario; elmundo árabo-musulmán, uno de sus hitos his-tóricos; y, en fin, el integrismo islamista, unomás de los agravios que habría que saldar conuna nueva conquista (pág. 35).

“Inexistente Al Ándalus”. El viejo Al Ándalusemerge ahora de nuevo, renovado, “como unautopía edulcorada, buenista” (pág. 17), mate-rializado en forma de lobo con piel de cordero,venido no siempre de desiertos lejanos, sino amenudo criado y alimentado en territorio na-cional, en las mezquitas y barrios marginalesde las ciudades, pero, asimismo, en los cen-tros de enseñanza, en los medios de comuni-cación y aun… en las más altas esferas delPoder. ¿Qué esperábamos? ¿Qué nos espera?

“De cómo los intelectuales reinventan elIslam”. Europa, la vieja Europa, en plena de-cadencia y desintegración, encamina lospasos hacia su propia aniquilación, hacia sufinal. Y total, por nada. Por una fantasía de poetas e intelectuales que dan motivos, “razo-nes” y justificaciones al ocupante y al suplan-tador.

Europa raptada por Oriente. Otra vez. Caminodel final. Al final, por una utopía.

Fernando R. GENOVÉS

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Pocas veces encontramos un libro que reúnade modo tan equilibrado una muy sólida do-cumentación con una crítica constructivasobre las luces y las sombras de la luchacontra la financiación del terrorismo desdelas Naciones Unidas. Luis Miguel Hinojosa,Catedrático de Derecho Internacional Públicoy Relaciones Internacionales de la Universi-dad de Granada, lleva con esta obra a unareflexión sosegada pero muy necesaria sobreeste asunto, infelizmente de actualidad.

El tema del libro le lleva de modo ineludible arealizar un recorrido sobre el concepto de te-rrorismo, o más bien, sobre la dificultad paraalcanzar una definición unánimemente acep-tada, ya que todos los esfuerzos chocan siem-pre con resistencias de diferentes países.Incluso resuelto el escollo principal posteriora la segunda Guerra Mundial, los movimientosde liberación nacional, y finalizada la GuerraFría, ha habido que esperar hasta que se pro-dujeran unos hechos especialmente dramáti-cos para comenzar a vislumbrar una cierta luzal final del túnel.

Los atentados del 11-S marcan un antes yun después en la condena al terrorismo in-ternacional. Se ha pasado de condenas individuales a atentados concretos, a con-denas generales. El Consejo de Seguridad deNaciones Unidas lo ha calificado claramentecomo una amenaza para la paz y la seguri-

dad internacionales, aunque por desgraciase sigue sin alcanzar una noción general deterrorismo. El autor incide en que ahora seda importancia, no sólo a no fomentar el te-rrorismo de modo activo, sino a esa obliga-ción, hasta ahora más difusa, de no tolerarloy perseguirlo. Por desgracia, esta segundacara de la persecución del terrorismo tieneaún un largo camino que recorrer.

La lucha contra la financiación del terrorismoes una cuestión muy reciente y relacionada engran medida con el fenómeno de la globaliza-ción. La flexibilidad del mercado financiero in-ternacional hace necesaria una colaboraciónorganizada de todos los países para poder ras-trear y perseguir de modo eficiente los fondosque las organizaciones terroristas dedicanpara sufragar sus actividades delictivas. Lafalta de una noción concreta y universal de te-rrorismo es algo que ha incidido también enesta tardía articulación de la cooperación in-ternacional. Por desgracia, existen sistemas alternativos de transferencia de fondos utiliza-dos por los terroristas y que se encuentran almargen de las entidades bancarias tradicio-nales, ya que funcionan sobre la base de laconfianza a través de una red de contactospersonales y están adquiriendo gran relevan-cia, al ser difícilmente perseguibles. El autorcita en concreto el Hawala, originado en India,pero empleado en todo el sudeste asiático ycuyas ventajas son los menores costos de

La financiación delterrorismo y lasNaciones UnidasLUIS M. HINOJOSA MARTÍNEZEditorial Tecnos, Madrid, 2008. 240 páginas

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operación, rapidez, poca documentación, másconfiabilidad, y el hecho de que es menos bu-rocrático que el sistema financiero formal. Lasinstrucciones se dan por teléfono, fax o e-maila los corresponsales y los fondos son recibidosa domicilio en un plazo de 24 horas.

Hinojosa examina con atención el terrorismode Estado, tanto el financiado o realizado di-rectamente por un Estado y del cual es res-ponsable jurídicamente, como el llevado acabo por grupos privados, que debe ser per-seguido por los Estados a fin de evitar que suterritorio sea utilizado para preparar los aten-tados o lograr apoyo económico; como pasabacon Al Qaeda en Afganistán, donde tenía ins-talados campos de entrenamiento y gozaba dela protección del gobierno talibán. Dedica unapartado muy importante a la relación exis-tente entre el crimen transnacio-nal organ-zado, el blanqueo de dinero y la financiacióndel terrorismo, e insiste en la necesidad deuna cooperación penal transnacional, puesmuchos delitos atraviesan las fronteras. Casicon ironía, señala que los métodos para blan-quear dinero son prácticamente infinitos, tan-tos como la imaginación humana puedaproducir. Hinojosa añade con acierto que, sibien la obtención de fondos se hace en oca-siones por medios lícitos, su destino lo con-vierte en abiertamente ilícito.

El capítulo tercero del libro, sin duda el másinteresante y que puede generar mayor discu-sión, aborda directamente y sin tapujos lalucha contra la financiación del terrorismo enNaciones Unidas, mencionando como instru-mento esencial el Convenio Internacional parala Represión de la Financiación del Terrorismode 1999, que entró en vigor en 2002 y que,según el autor, “supera la dinámica sectorialque había presidido la cooperación interna-cional en este terreno, y contiene algunas novedades interesantes que complican signi-ficativamente la subsistencia económica delas organizaciones terroristas”.

Con el fin del enfrentamiento bipolar, surgenlas llamadas “sanciones inteligentes”, dirigi-das contra actores no estatales y encamina-das a evitar los efectos perniciosos que laaplicación de sanciones de carácter más ge-neral podrían producir sobre la población civil–mencionando la experiencia negativa delprograma Petróleo por Alimentos en Irak–. Elllamado Comité 1267 del Consejo de Seguri-dad de Naciones Unidas (CSNU) es el encar-gado de su aplicación. El autor repasa condetalle el proceso de articulación de dichassanciones y encuentra en ciertas partes, comola creación de las listas de individuos sospe-chosos, que el procedimiento empleado “ca-rece de las más elementales salvaguardas delos derechos individuales” y “se pueden habercometido algunos errores de gravísimas con-secuencias para las personas afectadas”. Lascríticas no terminan aquí, ya que la salida dela lista hasta finales de 2006 sólo podían pe-dirla los Estados –y además cada Estadotenía derecho de veto sobre la entrada y lasalida de personas de la lista– si el Estado nola pedía por razones políticas o de simpledesidia, el particular se encontraba total-mente desprotegido. Sólo gracias a la presiónde algunos países occidentales se pergeñó unsistema por el que los afectados podían en-viar sus solicitudes directamente a un órganosubsidiario del CSNU. El autor apoya las ac-tuaciones de Naciones Unidas y opina que“en circunstancias excepcionales, el Consejode Seguridad puede decidir el estableci-miento de sanciones contra individuos, a tra-vés de un procedimiento lesivo para losderechos fundamentales recogidos en el artí-culo 14 del Pacto Internacional de DerechosCiviles y Políticos, de acuerdo con los poderesque la Carta le otorga, si considera que ello esimprescindible para el mantenimiento de lapaz y la seguridad internacionales”. Alerta, sinembargo, que se puede producir una desvir-tuación cuando las medidas pasan a ser per-manentes o indefinidas y las personas nopueden conocer ni de qué son acusadas, ni

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contar con medios para defender su inocen-cia. Entonces, según opina el autor, puedenvolverse ilegítimas.

Otro aspecto reseñado es la limitada eficaciade las sanciones económicas contra indivi-duos y sociedades terroristas, por la malaidentificación de éstos en muchos casos, yque la ausencia de colaboración de las auto-ridades en otras ocasiones, disminuye su efec-tividad. Por otro lado, la falta de mediosmateriales y personal formado para esta labor,por parte de Estados que no siempre contro-lan su propio territorio, no ayuda en absoluto.

El apartado dedicado al estudio pormenori-zado de la Resolución 1373 (2001) del CSNU,aprobada tras los atentados del 11-S y a laque considera un texto normativo, le lleva aplantear las competencias legislativas del Con-sejo de Seguridad y su alcance y límites jurí-dicos, políticos y prácticos; así como lacuestión del control judicial y la aplicación de

sanciones en caso de incumplimiento; todasellas cuestiones muy debatidas por la doctrinajurídica.

Todo el trabajo se encuentra sazonado de ju-gosas notas a pie de página, que aportan unacantidad ingente de información relevante, yde comentarios que hacen comprensibles allector no especializado los complejos meca-nismos que explica. Asimismo, hace constaral final un apartado de conclusiones y pro-puestas, en el que sigue en la línea general dela monografía de escrutar y desmenuzar la re-alidad y proponer soluciones.

En suma, es un libro completo que dota al lec-tor de un conocimiento crítico sobre el terro-rismo y le permite hacerse una opinión propia,contando siempre con la posibilidad de dirigirsedirectamente a las fuentes para discutir cual-quier aspecto en el que no se esté de acuerdo.

José Luis LÓPEZ VALENCIANO

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En los últimos meses se han publicado algu-nos libros sobre los horrores del comunismoen la antigua Unión Soviética. Recuerdo es-pecialmente dos de ellos: Yo escogí la liber-tad y El niño 44. El primero son las memoriasde Víctor Kravchenko, un ucraniano nacido en1905 que conoció el idealismo de la Revolu-

ción y luego asistió al genocidio de la colec-tivización del campo, las purgas en el PCUS,el culto a la personalidad de Stalin, el fracasode la industrialización y la incompetencia mi-litar ante la invasión alemana; Moscú le envióa Estados Unidos como miembro de una co-misión que seleccionaba material militar y allí

Los nuestrosSERGUÉI DOVLÁTOVEditorial Áltera. Barcelona, 2008, 160 páginasTraductor: Ricardo San Vicente

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desertó en abril de 1944. El niño 44 es unanovela escrita por el británico Tom Rob Smithen la que se describe la investigación de uncrimen en los años 50, al final del estali-nismo. Ambos son estremecedores, como loson Koba el temible, de Martin Amis; Stalin ylos verdugos, de Donald Rayfield; El doctorZhivago, de Borís Pasternak, y Un día en lavida de Ivan Denisovitch, de Alexandr Solzhe-nitsyn. Todos ellos conmueven hasta las lá-grimas ante tanto sufrimiento, por muchotiempo que haya transcurrido desde la aper-tura de los gulags y el fin de la NKVD.

La peculiaridad de Los nuestros es su recursoal humor y al sarcasmo para describir la vidade las personas que formaban el HombreNuevo creado por el socialismo soviético. Ellibro es una colección de relatos escritos porSerguéi Dovlátov centrados sobre los miem-bros de su familia.

El traductor, Ricardo San Vicente, explica enel prólogo a la edición, que Dovlátov perte-necía “a la espléndida pandilla de jóvenesescritores que surgió en los 60 al calor deldeshielo, tras la muerte de Stalin, y que prác-ticamente se esfumó –emigró, enmudeció yse disolvió en alcohol– en los 70. De entreaquellos poetas, narradores e intelectualesleningradenses que ignorando la cultura ofi-cial decían vivir en Píter (Petersburgo) pocosquedan hoy”. El autor emigró con su mujer ysu madre a Estados Unidos, donde por finpublicó su obra. Ésta apareció en la URSSsólo al comenzar la perestroika.

A través de los abuelos, los primos, los tíos yla madre de Dovlátov se conoce el régimensoviético. Todos ellos son personas encerra-

das en una prisión tan opresiva como ab-surda: envidias, rencillas, prohibiciones, chi-vatos, pobreza… Las viviendas compartidas,la desesperación que llevaba a beber hastaperder el sentido, el absurdo del régimen, lacensura, aquí adquieren otro aspecto distintoal ya conocido, más rutinario y menos cruel.

Dovlátov escribe con frases cortas, sin adjeti-vos ni oraciones subordinadas, una escriturasimple, pero nada sencilla que produce retra-tos, descripciones y diálogos de mucha fuerza.Poco más se puede escribir sobre el libro,breve y sorprendente, salvo reproducir algunasde estas frases para recomendar su lectura:

– “Los hermanos mayores se interesaban por laliteratura, el arte. El menor, Leopold, ya desdepequeño siguió otro camino, mucho más pro-metedor. Leopold se dedicaba al trapicheo”.

– “Ahógame (…). Estoy harto de esta vida. Nocreo que el comunismo se pueda construiren un solo país. Me he deslizado hacia el lo-dazal del trotskismo”.

– “La vida había hecho de mi primo hermanoun delincuente. Creo que tuvo suerte. Si no,se hubiera convertido, sin duda, en un altofuncionario del partido”.

– “Como es sabido, en nuestra prensa sólolas erratas dicen la verdad”.

– “Desde mi más temprana infancia, mi edu-cación fue políticamente tendenciosa. Mimadre, por ejemplo, despreciaba profunda-mente a Stalin”.

Pedro FERNÁNDEZ BARBADILLO

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Vencer el miedoMi vida contra el terrorismoislámico y la inconscienciade OccidenteMAGDI ALLAMEdiciones Encuentro, 2008, 222 páginas

El Magdi Allam de Vencer el miedo es un ciu-dadano italiano de origen egipcio, ‘musulmán’laico no practicante, periodista (vicedirector deldiario Corriere della Sera) y amenazado demuerte por el fanatismo islamista que denun-ciaba y denuncia en sus artículos y colabora-ciones mediáticas. Hoy, pocos años despuésde que viera la luz esta obra, Allam siguesiendo el mismo periodista italiano de origenegipcio amenazado de muerte por el islamo-fascismo. También continúa siendo un laico,pero ya no es ni se define como musulmán: elpasado marzo ingresaba públicamente en laIglesia Católica al recibir el Bautismo oficiadopor el mismo Papa Benedicto XVI. Asumía elnuevo nombre de Magdi Cristiano Allam. Así,Vencer el miedo, obra publicada en Italia en2005 y en España este mismo año con el sub-título “Mi vida contra el terrorismo islámico y lainconsciencia de Occidente”, resulta una es-clarecedora lectura que conviene encarar en sudebido contexto: el de las reflexiones de un va-liente ‘musulmán’ laico no practicante, en ten-sión permanente ante la sanguinariairracionalidad totalitaria que expanden paladi-nes de su misma fe (y a los que combate) y la“inconsciencia”, relativismo y desarme moralde buena parte de la sociedad occidental en laque vive.

Al igual que Ayan Hirsi Ali, Robert Redecker ytantísimos otros, Magdi Cristiano Allam no dis-fruta de una vida normal. Se lo impiden las

amenazas de los fanáticos. Tanto, que el pe-riodista no ha podido presentar su libro esteaño en Madrid tal y como tenía previsto. Tuvoque conformarse con una vídeo-conferenciadespués de que el Ministerio de Interior espa-ñol le informara de que no era capaz de ga-rantizar su integridad física durante su estanciaen nuestro país...

El autor comienza este breve ensayo autobio-gráfico rindiendo homenaje a “los mártires dela libertad”. Tipos como Adel, Ali, Mahdi y AbdelAmir, policías iraquíes que dieron su vida ha-ciendo frente a los terroristas durante la his-tórica jornada electoral del 30 de enero de2005. Como destaca el autor, la derrota delislamismo en Irak “se traduce en un éxito paratodos nosotros, por ser el lugar elegido comoprimera línea de frente de la guerra santa deOsama bin Laden”.

Los recuerdos de la infancia y adolescencia deAllam, a orillas del Nilo, se encuentran muylejos de las bombas, el acoso y las amenazas.Gracias a la generosidad de un acaudaladoitaliano residente en El Cairo –para quien tra-bajaba su madre–, cursó sus primeros estudios en las Misioneras Combonianas. Pos-teriormente continuó sus clases en los Sale-sianos, etapa en la que su madre partió aArabia Saudita para cuidar de una princesasobrina del rey Fahd. Allí la madre de Allamabrazó el fundamentalismo wahabita... y con

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éste vinieron el velo, los vestidos largos y lastúnicas hasta los pies. Tras su jubilación, sumadre se retiró en Medina, segunda ciudadsanta del islam, donde se encuentra la tumbade Mahoma. Allam comprobó hasta qué puntohabía llegado el extremismo de su madrecuando, durante una visita a Medina, viendofotos de su infancia, observó que en las de suetapa escolar su madre había recortado las si-luetas de las religiosas –a las que en su mo-mento estaba muy agradecida–. A la preguntadel autor de por qué las había recortado, sumadre le recordó la norma; y ya se sabe, “nose discute sobre las prescripciones religiosas,lo que es haram es haram. Está prohibido ybasta” (los no musulmanes tienen prohibidala entrada al perímetro de la mezquita).

El Egipto que rememora, el de las décadas cin-cuenta y sesenta bajo la dictadura socialistade Nasser, es un país vitalista, familiar, socia-ble y moderno. No recuerda a las mujeres convelo por las calles, tal y como hoy pasean seisde cada diez mujeres, sino las minifaldas desus primas, quienes, como tantas otras jóve-nes de la época, seguían los cánones de lamoda occidental. A diferencia de hoy, el velolo llevaban las fellaha (campesinas) y lo ha-cían por tradición cultural.

Pese a que como dice el autor “el Islam en elque nací y crecí es un crisol en el que se amal-gaman lo sagrado y lo profano”, a los quinceaños experimentó en su propia carne el giroque iba camino de imponerse en Egipto. Losservicios secretos fueron a buscarle. ¿El mo-tivo? Su novia era judía. Pese a que ni él sabíade la condición religiosa de aquella mucha-cha, los agentes le interrogaron durante horasen un calabozo. Aquel penoso incidente lemarcó profundamente, y ya desde entonces sepropuso abandonar el país. El encontronazose produjo un día después de la Naksa (“elDerrumbe, la Decadencia”), la derrota de laguerra de los árabes contra Israel en 1967.Aquel desastre dio alas a los integristas, que

iniciaron el proceso de islamización de todo elmundo árabe y musulmán. En Egipto, el here-dero de Nasser, Anwar al-Sadat, ex militantede los Hermanos Musulmanes, se alió con losfanáticos islámicos. Construyó miles de nue-vas mezquitas que controlaban los integristas,liberó a los Hermanos Musulmanes de la cár-cel... y fue asesinado en 1981 por un terro-rista islámico.

Allam mantiene que no ha conocido al islamradical hasta su llegada a Italia. En 2003, du-rante un viaje al Irak liberado, le comunicandesde Italia las amenazas que Hamas ha ver-tido sobre él por condenar los atentados delos kamikazes palestinos. Debe regresar in-mediatamente. Constata que tales amenazastan sólo han podido desencadenarse graciasa informaciones desde Italia, donde los Her-manos Musulmanes se encuentran muy acti-vos. En 2005, un italiano converso al islam,secretario general de la Unión de las Comuni-dades Islámicas de Italia (UCOII) –organiza-ción referente del islam en Italia, pese a quecomo Allam demuestra se encuentra estre-chamente vinculada a los Hermanos Musul-manes– le señala como “enemigo del Islam”durante un debate. Una acusación que entreoccidentales no tiene más trascendencia, dela mano de un islamista, “en el ámbito de lajurisprudencia islámica, ortodoxa, integrista oextremista, se traduce automáticamente poruna condena a muerte”.

Se trata de la reedición de la misma condenaque el presidente de la UCOII le formuló en2003, personalmente y en árabe, antes deun debate televisivo en el que el líder islá-mico se mostraría ante las cámaras como unmoderado. “El sentimiento del miedo es laverdadera arma de los integristas”, sentenciaAllam. El autor lanza una “vibrante llamadapara que no se meta todo en el mismo saco,no se generalice, no se imaginen al Islam y alos musulmanes como un bloque monolítico,integrista, inmutable”. Diferencia entre los in-

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tegristas y los musulmanes laicos como él–tal y como él se entendía entonces–, ade-más de establecer otra diferencia en el planoteológico: las diferentes interpretaciones delCorán negando al integrismo su patente enel islam.

Allam advierte de la expansión del islamismoradical en las sociedades occidentales. Hoycontrolaría la mayor parte de las mezquitas,aunque con el matiz de que serían una mi-noría los ‘musulmanes’ quienes se acercan aellas. Se rebela ante organizaciones como laitaliana UCOII, a quienes se otorga la capa-cidad de interlocución como representantesdel islam ante los Estados, porque no repre-sentan a la mayoría de musulmanes. En de-finitiva, advierte frente a la “ignorancia ysuperficialidad” de nuestras sociedades “quehacen el juego a los sembradores del odio”.

Sirva de ejemplo una anécdota reseñada eneste libro. Un buen día de 2004, ocho mili-tantes antisistema de la organización CampoAntiimperialista se presentan en la sede de sudiario con la intención de propinarle una pa-liza... En lugar de echarlos, desde el periódicose llegó a un acuerdo con ellos para que aban-donaran sus instalaciones a cambio de reali-zar una entrevista. Situaciones como las que adiario observamos desde nuestras casas al verinformativos donde se denomina ‘resisten-cia’ a terroristas islámicos que pretenden la desestabilización de Irak. La dis-tin ción entre terroristas y liberadores, segúnsean las víctimas desgraciadas o, direc -tamente, la legitimación de los mismos san guinarios atentados. Latente, el antiame -ricanismo que ha dado cobertura a Bin Ladeny compañía equiparando guerra y terrorismo(naturalmente, tal y como recuerda Allam, algomuy diferente a lo que sucedió durante la in-tervención en Kosovo).

Allam advierte cómo los islamo-fascistas seestán aprovechando de las garantías de nues-

tras democracias para hacerse con el controlde “gran parte” de las mezquitas y organiza-ciones islámicas. El multiculturalismo, que tanalegre como irresponsablemente se promueveen buena parte de Occidente, favorece el des-arrollo del integrismo, que aprovecha nuestrasgarantías y se parapeta en ese mismo multi-culturalismo para zafarse de los deberes.Ahora bien, Magdi Allam advierte que el ene-migo en esta guerra “es también el europeoautóctono”, el que, al compartir de la mismamanera el antiamericanismo y el antijudaísmo,“ha terminado por simpatizar y estrechar vín-culos con el terrorismo islámico”. También se-ñala que otro de los grandes errores de losgobiernos occidentales reside en atribuir alislam, erróneamente, coordenadas religiosaspropias de nuestra civilización: la comunitari-zación, la clericalización y la ‘mezquitación’ delislam. Asimismo, advierte de la equivocaciónen que se ha caído en el enfoque político a lahora de enfrentarse al terrorismo islámico. Noestaríamos ante una amenaza reactiva porculpa de Occidente, sino a un fenómeno de“naturaleza agresiva”. Por último, apunta alflanco abierto en este combate por la “divisiónpolítica”, con el denominado movimiento pa-cifista como protagonista: promotor de la teo-ría del terrorismo reactivo y de la retiradaunilateral en Irak (favoreciendo la imposiciónde una tiranía teocrática).

Pese a que el autor comprende buena partede las críticas que se vierten hacia el islam,Allam continúa recalcando que esta religiónno es un bloque “monolítico” y que existen yhan existido reformadores proclives a unislam ilustrado. Así, cita multitud de ejemploscomo Averroes, Khayr al-Din al Tunisi, MamadAbduh, Quisim Amin y contemporáneos comoAbdulkarim Soroush, Shirin Evadí, AminaWadud o Qatar Abdel Hamid al-Ansari. Con-cluye que el terrorismo islámico sólo será de-rrotado “cuando pierda el consenso en elinterior mismo de los países musulmanes”.“Así, mientras en Italia y en otras partes de

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Occidente se hacen esfuerzos para construirnuevas mezquitas y el Estado busca deses-peradamente una representación islámica ala que conferir un poder religioso y regalarleel dinero público, en todos los países musul-manes se ha intensificado la ofensiva guber-namental para exigir la clausura de miles delugares de culto sospechosos”. Por ello abogapor un islam controlado por el Estado, ya quesin control “termina a merced de integristas oterroristas”. Para conseguirlo el autor proponela estrategia de “promover” la consolidaciónde un ‘Islam’ moderado y laico.

Vencer el miedo concluye con sendas cartasabiertas a la escritora Oriana Fallacci y al pro-pagandista Tariq Ramadan (a quien reprochasu doblez y contradicciones). En la misiva di-rigida a Fallaci, desde el respeto y la admira-ción, se evidencia el complicado procesointerior del autor. Agradece la contribución al“rearme civil” de la autora italiana, pero nocomparte “la tesis que ve al islam como unbloque monolítico, con un alma integrista yque permanece invariable en el tiempo”. Di-ferencia entre la ideología o interpretación ex-

tremistas y las personas, los musulmanes quedisfrutan de una “vivencia sustancialmentelaica” como la suya entonces. Cristiano Allamse niega en estas páginas a aceptar, como ledecía Fallacci, que él no fuera un verdaderomusulmán... No lo acepta, y equipara estaafirmación como intelectualmente simétrica alas acusaciones de los integristas. Sin em-bargo, tras su conversión hemos podido com-probar que Cristiano Allam ha rectificado deraíz su discurso. El mismo día de su bautismo,Allam publicaba una carta explicando su con-versión al cristianismo, aclarando que “mimente se ha liberado de una ideología que le-gitima la mentira y la disimulación, la muerteviolenta que conduce al homicidio y al suici-dio, la ciega sumisión y la tiranía, y he podidoadherirme a la auténtica religión de la Verdad,de la Vida y de la Libertad”. En definitiva, que“más allá de la contingencia de los fenóme-nos extremistas y del terrorismo islámico anivel mundial, la raíz del mal está inscrita enun Islam que es fisiológicamente violento ehistóricamente conflictivo”. Lo dijo sin miedo.

Miguel GIL

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Europa y la FeHILAIRE BELLOCEd. Ciudadela, Madrid, 2008, 238 págs.

Ahora que Europa está inmersa en un debatesobre su propia identidad, es más necesarioque nunca conocer la historia del continente ysu civilización. Hay quienes, de forma negligentealgunos e intencionada otros, pretenden ocul-

tar algunos de los elementos que han integradola cultura común europea. Muchos mitos y tó-picos sobre la historia de Europa y su relacióncon el cristianismo que han quedado fijadoscomo verdades indiscutibles, no lo son tanto.

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Es frecuente, por ejemplo, escuchar que loscristianos tuvieron la culpa de la caída del Im-perio Romano, o que los bárbaros, portado-res de una serie de virtudes cívicas y morales,crearon la auténtica civilización europea. En-tonces, ¿estas afirmaciones son verdaderas?¿O responden a intereses espurios por partede ideologías contrarias al cristianismo?

La corrección política ha dificultado un debatehonesto sobre esta cuestión, y tampoco se haplantado cara a esta impostura con la sufi-ciente convicción y profundidad teórica. Perohay honrosas excepciones. Desde el catoli-cismo intelectual de Hilaire Belloc, Chestertono J.R.R. Tolkien hasta la elegancia argumen-tativa y discursiva de C.S. Lewis, muchos au-tores se han esforzado en presentar susargumentos con rigor y convicción.

De todos ellos, Belloc destacó por el esfuerzominucioso y exhaustivo con el que demostróla falsedad de los tópicos sobre los vínculosentre Europa y el cristianismo que algunoshan querido establecer como el paradigmadominante. Resultado de esta empresa es Eu-ropa y la Fe, donde demuestra el papel de laIglesia en la historia de Europa, como eje ver-tebrador de la civilización continental y lasconsecuencias que tuvo la ruptura de estacultura común.

Europa y la Fe inicia su recorrido en Roma ydestaca la importancia que el cristianismotuvo en el Imperio. Si éste entró en una fasede decadencia y de crisis, no fue por culpa dela Iglesia. Las teorías anticatólicas olvidan quefueron los cristianos los que sentaron lasbases para que germinasen muchas de lasideas modernas, como la dignidad del ser hu-mano o la separación entre las religiones y elEstado.

La Iglesia admitió a voluntarios de todas lasclases sociales y razas, por lo que pudo su-perar el orden cerrado y auto-referenciado

sobre el que descansaba Roma. Se convirtióen uno de los pilares del Imperio y de la civi-lización europea. Cuando se desintegró el Im-perio, la Iglesia pudo preservar su legado, loque contrasta con la visión extendida por elprogresismo y que culpa al cristianismo deuna Edad Oscura sólo superada por el Rena-cimiento, inspirado en las culturas paganas.

Aquellos que defienden la influencia benéficade los pueblos bárbaros en la cultura europeano mencionan que el respeto por la mujer noformaba parte de su cultura, y mucho menosla formación de sociedades libres. Eran es-clavistas agrupados en pequeñas bandas quetampoco introdujeron nuevas ideas o siste-mas filosóficos, y mucho menos, la leyendaaventurera y romántica que caracterizó a Europa. Algo que C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien defendieron con enorme rigor y solvencia aca-démicos.

Tampoco es cierto que los bárbaros penetra-sen en el Imperio con la intención de hacerlodesaparecer. Las fuerzas militares auxiliarescon las que sirvieron al Imperio siempre man-tuvieron su lealtad, porque era el único mediode vida que conocían. Además, a medida quela autoridad imperial desaparecía paulatina-mente por motivos internos, las tareas de gobierno recayeron en los jefes militares, mu-chos de los cuales eran bárbaros. De estaforma los poderes locales fueron concen-trando el poder de gobierno, lo que generótambién un vago sentimiento nacional.

Uno de los aciertos del libro consiste en ex-poner de acuerdo a criterios geoestratégicosel papel del Imperio Romano. Éste sólo tuvouna frontera común con otra civilización equi-valente en términos de poder económico y mi-litar. Las ideas sobre la ley y el gobierno seimpusieron de forma tan aplastante en el Me-diterráneo occidental que más allá de la fron-tera o limes con Persia sólo había un vacíocivilizacional. Y en el seno de la civilización ro-

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mana la Iglesia ejerció como el único orga-nismo subsidiario del Imperio.

También existe la opinión de que las herejíasfueron el antecedente de la libertad ideológicay de la separación entre Iglesia y Estado, pero¿es verdad que fueron el germen del relati-vismo moral y del multiculturalismo que tantoles gusta a los progresistas? En absoluto. Silos herejes destacaron por algo fue porqueconsideraban que su verdad era la única vá-lida, por lo que cualquier doctrina debía sertransformada en función de ese criterio. Lasherejías no fueron una vuelta a la verdaderaesencia del cristianismo, como algunos de-fienden. Belloc demuestra la fidelidad sustan-cial de la Iglesia a su mensaje inicial.

Gracias a la fidelidad de la Iglesia a su men-saje original permaneció uno de los rasgosdistintivos de Occidente, la idea de la inmor-talidad del alma. Se fijó así un vínculo entre lafilosofía helénica y el monoteísmo judeo-cris-tiano. De esta forma, “la doctrina de la inmortalidad es el signo distintivo de la inte-ligencia y voluntad superiores, especialmenteen contraste con el débil panteísmo y las ne-gaciones asiáticas. Por doquier acompaña ala salud y la decisión” (pág. 118).

Una de las partes más interesantes de Europay la Fe es la referencia a Britannia durante laEdad Oscura. El autor se encarga de refutar laidea comúnmente extendida del aislamientode Britannia a partir del siglo V, a manos delas invasiones bárbaras. Tras la marcha de lastropas romanas y la desaparición de los sis-temas judicial y fiscal la isla se dividió en pequeños reinos de influencia cristiana ycelta, junto a cortes teutónicas. A la larga losreinos cristianos se impusieron a los reinospaganos, lo que permitió recuperar Britanniapara Europa.

Gracias a su cultura común, Europa pudo re-sistir el asedio de sus enemigos. El cristia-

nismo, el espíritu de aventuras y el desarro-llo de la mentalidad militar y de cruzada per-mitieron que la civilización europea sobre -viviese a la invasión islámica y las incursionesnórdicas. En última instancia, esto dio lugaral feudalismo, que permitió mantener todoaquello digno de ser conservado, entre lo quedestaca la verdad, transmitida a través de lasleyendas.

Las Cruzadas también merecen una atenciónespecial. Este esfuerzo geoestratégico permi-tió contener en su origen una peligrosa ame-naza para Occidente, y explorar espaciosdesconocidos en diversos ámbitos del saber:arte, medicina, geografía, náutica, ciencia…de este modo, dicho esfuerzo fue muy posi-tivo a juicio del autor, porque “el solo hechode recorrer tantas tierras, el solo hecho de vertantos lugares, tantos hombres, expandió yrompió las murallas de la mente de la EdadOscura” (pág. 184).

Para Belloc la estructura de la cultura euro-pea permitió hacer frente a las amenazas, aveces mediante aventuras idealistas. “Todoslos europeos somos y seremos una unidad.Desde el instante en que algo amenaza nues-tra ética común, lo encaramos. Hemos olvi-dado la amenaza exterior; pero puedesobrevevenir” (pág. 94). Es más, la superiori-dad militar de Europa ha sido siempre evi-dente: “Salvo condiciones muy excepcionales,un ejército civilizado que cuente con prepara-ción, disciplina y conocimiento de las tradi-ciones guerreras, siempre concluirá pordominar una horda” (pág. 95).

Pero también existe un momento especial-mente amargo en la historia europea: la Re-forma. Tuvo su origen como consecuencia deldescontento con los poderes temporales. Fuela rápida sucesión de novedades lo que debi-litó el orden inmutable y cerrado en sí mismodel medievo. Lo que subyace en la Reforma esuna reacción de los lugares bárbaros y aisla-

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dos de la influencia romana y cristiana. Másque una reafirmación frente a la Iglesia Cató-lica se trata de una reacción contra lo que Eu-ropa significa.

Nunca ha sido tan necesario recuperar la ver-dadera unidad de la civilización europea.Cuando Europa se cuestiona constantementesu identidad hay que recordar que fue unaidea comúnmente aceptada la que ha permi-tido que pueda resistir ante los enemigos desu libertad. Por eso, el libro de Belloc se con-

vierte en una lectura obligada, para poder co-nocer una mirada distinta sobre Europa.

¿Cuántas aventuras humanas que han que-dado grabados como ejemplos de audacia y lacreatividad pudieron tomar forma gracias a lacivilización europea? Sin duda, Belloc respon-dería que una gran parte. Por eso, “Europa vol-verá a la Fe, o perecerá. La Fe es Europa. YEuropa es la Fe”.

Mario RAMOS VERA

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