la testadura no. 29: adilenne m., marcuzz de luna y moi alatriste

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La Testadura, una literatura de paso no. 29: " El experimento" por Adilenne M., "Así como si nada se pasea y se ríe" por Marcuzz de Luna y "Tarántulas" por Moi Alatriste.

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Page 1: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste
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Coordinación editorial:

Mario Eduardo Ángeles.

Consejo Editorial: Miguel Escamilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles, Jesús Reyes.

Agradecimientos especiales a la Facultad de Lenguas y Letras de la Universidad Autónoma de Querétaro, a Roxana Jaramillo, Diana Isabel Enríquez, Cristian Padi-lla, Tzolquín Montiel, Enrique Ibarra y David Morales.

Contacto:

[email protected]

[email protected]

México, Enero 2013.

Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus auto-

res. Cuida el planeta, no desperdicies papel.

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CONTENIDO

El Experimento

Adilenne M HP

Así como si nada

se pasea y ríe

Marcos de Luna

Tarántulas

Moi Alatriste

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Adilenne M. H. P.

(Querétaro, 1989)

Es egresada de la Facultad de Lenguas y

Letras de la Universidad Autónoma de

Querétaro. Asidua lectora y cinéfila, tra-

baja de momento en la apertura de un

blog y en la colaboración con otros blog-

gers. Ha publicado en diferentes medios

en la ciudad de Querétaro.

Page 6: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

El experimento

-¿Querés venir?

-¿Qué? –contesté yo completamen-

te aturdido.

-Que si querés venir a mi casa.

Me quedé unos segundos sopesando

la posibilidad. Sus labios carnosos y los

enormes ojos ambarinos distraían mi

mente que imaginaba todo un mundo de

posibilidades. Al final, con un leve movi-

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Page 7: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

miento de cabeza, asentí.

Todos acá en el barrio nos conoce-

mos hasta el color de los calzones (las

mamás tan indiscretas cuelgan la ropa

interior a la vista de todos). Pero cuando

llegó Diana las cosas comenzaron a

cambiar entre mis cuates y yo. Nos volvi-

mos unos puercos tratando de adivinar

las formas de Diana detrás de sus vesti-

dos largos y suéteres raídos. Cuando

salía para buscar una caja de tampones

o unos jitomates para la comida, la ob-

servaba desde la ventana de mi cuarto

en un segundo piso. Diana tenía un mes

La Testadura 2

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como máximo de haberse mudado al

apartamento de enfrente y su casa y

toda ella ejercían una curiosidad rayana

en el acoso. El día que llegó, tropezó

conmigo accidentalmente en el jardín y

me pidió mandonamente que le subiera

unas cajas. Cuando a los pocos segun-

dos me gritó ‘¡Movete, pues!’ supe que

era argentina. Ese día, (jamás lo olvida-

ré) traía unos shortcitos diminutos que

dejaban ver el comienzo de sus nalgas y

sus interminables piernas. Cuando ter-

miné de ayudarle me dijo su nombre y

me ofreció una limonada. Decliné y me

fui corriendo a mi casa. Enseguida me

La Testadura 3

Page 9: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

jalé la verga tan rápido que temí por mi

virilidad.

No había intercambiado ni una pala-

bra más con Diana, pero se había con-

vertido en tema frecuente para mí, aun-

que no viniera a colación. A Pepe y a

David los tenía hasta la madre de la

dichosa Diana, a la que no podían en-

contrarle ningún atractivo carnal.

-¡Pero wey, está bien pinche flaca!

-Además con sus ropas de abuelita…

no entiendo cómo es que te pone tan

caliente.

Comenzamos entonces una disputa

por ver quién tenía la suerte de verla en

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calzones, en shorts o en alguna otra

ropa que no fueran sus faldas largas y

suéteres. Al cabo de una semana y tras

haberla espiado por más de tres horas,

la vi salir de su casa en unos pantalones

deportivos pegadísimos y proseguí a

tomarle una foto con mi celular. A partir

de ese momento, los pendejos de Pepe

y David no pudieron evitar cogerse con

el pensamiento a Diana por lo menos

una vez al día.

Esa tarde estaba sentado afuera, en

los escalones de la puerta de mi casa,

fumándome un cigarro. Mis papás ha-

bían salido con mis hermanos a un par-

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Page 11: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

foto: Ada Ada (Facebook/2012))

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que y yo estaba castigado por mis malas

calificaciones en la prepa. Desde varios

días atrás hacia un calor insoportable

que invitaba a quedarse dentro de la

casa viendo la tele y con una coca en la

mano. Neciamente, me instalé a fumar-

me mi bachicha con la esperanza de ver

a Diana salir de su casa en falda o inclu-

so en ropa interior. Cuando creía que la

batalla estaba perdida, vi salir a mi mu-

sa de su hogar enfundada en unos

shorts de jean medio deslavados y una

camiseta mínima. Jamás creí que ella,

tan puritana como se vestía siempre,

tuviera semejantes trapos escondidos

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Page 13: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

en el clóset.

Pero entonces la vi caminar como en

cámara lenta, con los ojos fijos en mí. La

sorpresa me congeló en mi sitio y casi

no respiré hasta que la vi a veinte centí-

metros de distancia. Me sonrió y se sen-

tó a mi lado como si nos conociéramos

de toda la vida.

-Hóla.

-Hola.

-¿Qué hacés acá?

-Me fumo un cigarro. ¿Quieres uno?

-No, no, es malo para la profesión.

¿Te llamás Alfonso?

-¿Cómo lo sabes?

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Page 14: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

-¡Sos mi vecino!

Fruncí el ceño unos segundos mien-

tras la contemplaba. Ella me sonrió dé-

bilmente y miró hacia su casa.

-¿Trabajas?

-Soy modelo. Pero ahora estoy en

Servicio al Cliente. He venido por eso –

la miré. Me miró unos segundos, como

evaluándome y siguió-. Mi empresa está

desarrollando un proyecto y necesita-

mos conejillos de indias.

-Oh. ¿Y cómo entro yo en eso?

-¡Vos podrías ser un excelente cone-

jillo de indias! El experimento se hará

mañana al medio día en mi casa. ¿Que-

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Page 15: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

foto: Mo. Eduardo Ángeles

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rés venir?

-¿Qué?

-¿Que si querés venir a mi casa?

Moví la cabeza afirmativamente,

incrédulo ante mi buena fortuna. Ella se

despidió con un beso en la mejilla. Al

darse la vuelta me dijo que esperaba

encontrarme allí y que la puerta estaría

entreabierta para que pudiera entrar.

Admito que esa noche no dormí imagi-

nando mil escenarios que irremediable-

mente nos conducirían a su cama.

Me bañé y arreglé con más esmero,

rogando porque Diana no se fijara en los

hoyos de mi camisa. Faltaban cinco pa-

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Page 17: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

ra no ir a la escuela y mi familia se mar-

chó a sus respectivos destinos. Tras so-

pesar que no podía dejarla esperando ni

un minuto más, salí de mi casa sin ce-

rrar la puerta. Crucé la calle y me detuve

ante la puerta. Había una rendija míni-

ma que separaba el exterior del interior.

La empujé con la mano y cedió como si

fuera de papel. Cerré esta vez con segu-

ro y me di la vuelta. Frente a mí estaba

un letrero enorme.

Por favor, quítese lo zapatos.

Continúe donde le indican las flechas.

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Obedecí sin cuestionar las instruccio-

nes ni preguntarme dónde estaría Dia-

na. Un poco consternado, seguí hasta

un pasillo donde había varias flechas de

color azul y luego salí por la puerta que

daba al jardín trasero. Empezaba a sen-

tirme medio estúpido por dos razones:

caminaba siguiendo unas flechas que

parecían no llevar a ningún lado y por-

que no había rastro alguno de mi anfi-

triona. Llegué al final del jardín y vi una

especie de casita de madera. En la puer-

ta había una gran estrella de color azul.

Me acerqué cada vez más encabronado

y leí unas letras debajo de la estrella.

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Bienvenido

Giré la llave y oí un chasquido. Entré

tratando de ver algo, puesto que en la

casita no se veía aparentemente ningu-

na luz. Cerré tras de mí y entonces con-

templé una sola estancia cubierta de

velas. El piso estaba alfombrado de co-

lor púrpura y había varios cojines des-

perdigados por el suelo. Parecía que

alguien había estado allí antes que yo.

En medio había algo, una especie de

caja cubierta con una manta morada

con estrellas. Creí que se trataba de

algún truco barato de magia. Conforme

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Page 20: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

me acerqué a la caja, que era bastante

grande, vi un último papel. Me lo acer-

qué a los ojos y leí:

1.- Destape la caja con cuidado

2.- Póngase cómodo

3.- No derrame ningún liquido en la

alfombra

4.- Al terminar, coloque de nuevo la

manta y cierre la puerta.

Estaba a punto de largarme hecho

una furia. No entendía absolutamente

nada de lo que estaba pasando y tam-

poco entendía por qué Diana me había

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pedido que fuera a su casa para seme-

jante tontería. Pensé que tal vez todo

eso era una broma y que Diana estaría

grabándome escondida por ahí para

enseñarles el video a sus amigos. Cuan-

do ya estaba a punto de dar media vuel-

ta, oí un gemido. Parecía venir de aden-

tro de la caja. El corazón me latió con

fuerza y ya había llegado hasta la puerta

cuando lo volví a oír. Retrocedí. Tomé un

extremo de la manta y la halé de un solo

golpe. Solté una exclamación de sorpre-

sa y observé la caja sin saber qué hacer.

Se trataba de una caja de cristal

transparente. En su interior se hallaba

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Page 22: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

Diana tendida sobre unos cojines y con

la cabeza recargada sobre su mano.

Sonreía mordiéndose el labio. Su cabe-

llo castaño le caía por sobre los hom-

bros. Traía una falda rosada y una blusa

chiquita que apenas le tapaba los se-

nos. Al notar esto, sentí mi verga poner-

se firme. Ella se rió al darse cuenta y se

recostó en las almohadas. Vi sus brazos

extendidos por encima de la cabeza

mientras suspiraba y gemía quedamen-

te. Movió un poco las piernas, abriéndo-

las y cerrándolas una y otra vez con un

ritmo enloquecedor. Me moví un poco

para ver mejor y descubrí unas bragas

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Page 23: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

rosadas entre sus piernas. Sus labios

rozaban la piel en sus brazos como hace

un amante seductor. Sacó la lengua y se

la pasó por los labios al tiempo que me

miraba tan fijamente que sentí que me

atravesaba el cerebro. Aquel gesto hu-

biera puesto caliente a cualquiera. Puse

la mano sobre el cristal inútilmente,

como tratando de tocar su cara. Ella se

puso de rodillas mientras se acariciaba

los senos y soltaba gemidos. Se tocó los

pezones y se mordió los labios. Deses-

perado, traté de quebrar la caja con el

puño. Diana rió e hizo un gesto con la

mano que indicaba que eso estaba

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prohibido. Volvió a recostarse al tiempo

que se levantaba la blusa, dejando al

descubierto su vientre. Miré alrededor

buscando algún objeto con el que rom-

per la caja de cristal y tomar por la fuer-

za su cuerpo. Deslizó sus manos por

sobre las piernas quitándose la ropa y

los calzones. Detuve mi búsqueda y con-

templé su cuerpo aterciopelado. Las

manos pronto fueron hasta el sexo hú-

medo y contemplé extasiado como sus

dedos iban de aquí a allá con pequeños

toques. Aquello era como la mejor por-

nografía, pero no dejaba de ser distante:

la caja impedía que cualquiera se acer-

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cara al objeto del deseo. Sus dedos se

introdujeron en su carne una y otra vez,

mientras yo me desabrochaba el panta-

lón y procedía con mi tarea, ya sin poder

contenerme. Ella me vio y sus gemidos

se hicieron más intensos. Vi su cuerpo

moverse en espasmos, su vientre con-

traerse y su cara adoptar gestos de pla-

cer. Tras varios minutos, soltó gemido

tras gemido y vi como cada músculo se

contraía enloquecido. Entonces se detu-

vo abruptamente y sentí un líquido co-

rriendo en mi mano. Estaba tan caliente

que mi verga seguía parada. Ella se rela-

jó tras unos instantes y sonrió. Abrió los

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Page 27: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

ojos y volvió a taladrarme con su mirada

ambarina. Se levantó lentamente y acer-

có el cuerpo hasta el cristal. Sus pezo-

nes se aplastaron y endurecieron en

contacto con el frío material. Con una

sonrisa burlona, compuso un beso que

dejo su marca sobre la superficie, con

esos labios carnosos y perfectos. La

observé con el pulso acelerado.

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Marcos Luna Her-

nández

(Querétaro, 1983)

[email protected]

Artista visual (U.A.Q.), ha participado

desde el 2005 a la fecha, y de manera

muy dinámica, en diferentes exposi-

ciones tanto individuales como colec-

tivas.

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Así como si nada

se pasea y ríe

Así como si nada se pasea y ríe, a su

veinti-tantos aún sigue en el mar de la

divergencia... capturado por las trampas

de la codicia del pasatiempo, de la de-

mostración ocasional, él es; decadente

como brocha mal usada, gastada al

revés, intrusa y loca; así se describen los

mundos que inventa o trata de significar

en otro mar aún más hondo: el de su

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Page 31: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

propia cabeza de buey. Creer tener tan-

tos cambios, que cree tener el él, otro;

ahí sigue, observando, con la mente en

blanco, como los espacios que dibujas

con la vista, pupila y la niña de los pla-

ceres espaciales coloridos o turbios de

entender.

Yo en su lugar tomaría en armas al

sueño más vivido en RGB y me tomaría

un momento, escribiría un tractatus.

Como objeto principal, dormiría un rato,

me perdería en las cortinas de humo tan

habituales; por último hablaría con bu-

ba y terminaría hecho un jirón por nues-

tras risas…haciendo chistes sobre él, yo

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Page 32: La Testadura no. 29: Adilenne M., Marcuzz de Luna y Moi Alatriste

y los demás entes los llamados sapiens.

Moreno, el Pollo, Calixto o más… con

nombres raros y merecidos, historias sin

concluir o saludos sin sentido, intimida-

do por lo amorfo se rige por las leyes

físicas de atracción, repulsión y apropia-

ción del sentido espontáneo y entre

diente otra vaga cuestión y hambre.

Alguna vez comentamos una canción

y concluimos que no nos gustaba, esas

al estilo dada, dado por hecho y dado a

desear; descubrimos el buen ritmo ese

que en las venas te hace desear: enten-

der la naturaleza, la certeza del ser.

Sólo otro saludo y despedida en este

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ningún lugar como el más importante

amante del adiós, manos frías y delga-

das distraerán el momento y las pala-

bras que se han ido; ya no importa el

casual encuentro con el joven descono-

cido, que pasea y ríe, así como si nada.

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imagen: Pedro M. Serrot

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Moi Alatriste

(Guanajuato, 1987)

Lic. en comunicación y

periodismo por la

FCPS de la UAQ. Ha publicado artículos y

textos literarios en el Suplemento Panóp-

tico del Semanario Tribuna de Qro, en La

Charola Literaria y en diversas publicacio-

nes digitales.

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Tarántulas

Pero, ¿qué se supone que es esto?...

Alguien dijo hace poco que ya no hay

narración, sólo hiperrealismo,

yo lo creí al principio.

Trato de mirarte, examinarte

[cuidadosamente,

de imantar mi frente con tu aliento de

[media noche, para poder salir a la calle

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[con la certeza de que no sólo estos

[motivos tercos me mantienen atado a

[la vida.

Por eso recorro lentamente con la punta

[erecta de mi lengua

el borde de tus labios ensalivados por el

[beso, para después,

poder caminar en automático por los

[puentes derruidos,

y atravesar el acueducto de la vigilia.

Así de patético es 'el amor'.

Después de estudiar severamente tu

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[cuerpo, detenidamente tu piel,

no me cabe la menor duda de que no

[existes,

de que eres sólo en la medida en que yo

[asumo tu inconmensurable frialdad,

esa palidez indiferente de tu expresión

cuando es momento de intercambiar

[mundos internos,

y optas por platicarme de tu día, por

[hablar de tus amigos, y del clima.

Ya no puedo analizarte, ahora sólo

[puedo narrar tu ser.

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