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Page 1: La sofisticación de la [exclusión] en los barrios-ciudades de Córdoba, los nuevos ghettos del siglo XXI

LA SOFISTICACIÓ� DE LA [EXCLUSIÓ�] E� LOS BARRIOS-CIUDADES DE CÓRDOBA, LOS �UEVOS GHETTOS DEL SIGLO XXI

Santiago COSTA�TI�O Alejandro GIAMPIERI

María de los Ángeles LASA*

ABSTRACT

El presente escrito analiza, desde las propuestas teóricas de Loïc Wacquant y Emmanuel Levinas, el surgimiento, el desarrollo y las consecuencias del fenómeno relativo a los barrios-ciudades (o “los nuevos ghettos del siglo XXI”), surgidos como consecuencia del proceso de relocalización de villas de emergencia llevados adelante en la Ciudad de Córdoba desde el año 1995 hasta la fecha.

Palabras claves: ghettos urbanos; exclusión social; políticas de urbanización; villas miserias; planes sociales. I�TRODUCCIÓ�

Se afirma con frecuencia que las ciudades son el motor del crecimiento económico, pues contribuyen de modo crucial al incremento del producto interno bruto de los países, además de ser centros de educación, empleo, salud, innovación, actividad empresarial e inversiones. Sin embargo, y la realidad da cuenta de ello, en muchas ciudades una gran parte de la población vive en barrios marginales, población que sufre la carencia de servicios esenciales y la exposición a la violencia y la exclusión social.

En un intento por solucionar la problemática antedicha, los países más afectados comenzaron a aplicar, a partir de la década de 1970, programas de mejoramiento de asentamientos urbanos precarios. Desde entonces, las políticas públicas implementadas como respuestas al poblamiento informal (vivienda, mejoramiento de barrios pobres y fondos sociales, entre las más populares), constituyen el instrumento principal de acción sobre las necesidades habitacionales de los pobres1.

* Santiago D. Costantino es estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política en la Universidad Católica de

Córdoba. Alejandro L. Giampieri es Lic. en Ciencia Política y María de los Ángeles Lasa es Lic. en Relaciones Internacionales por la misma Universidad. El presente escrito, fue seleccionado primero en orden de mérito en el Concurso de Ponencias para estudiantes y egresados de las VI Jornadas Interdisciplinarias: acerca del

reconocimiento del otro en la cultura contemporánea (Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Católica de Córdoba, 6 y 7 de junio de 2008).

1 Para ampliar, cfr. ARRIAGADA, Camilo. Pobreza en América Latina: nuevos escenarios y desafíos de

políticas para el hábitat urbano, Santiago: CEPAL, 2002, pp. 37-43.

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Ahora bien, durante el neoliberalismo de los ’90, las políticas tradicionales urbanísticas con anterioridad mencionadas, se caracterizaron por su discontinuidad y por incrementar los niveles de pobreza e indigencia. A partir de entonces, y ante la constatación de que el avance de la urbanización y el aumento del gasto social no habían logrado solucionar los problemas de pobreza, se buscaron explicaciones alternativas a las imperantes. Es así como, en los últimos años, <<se ha ido reemplazando la tesis tradicional de que las ciudades importan pobreza (vía migraciones rurales), por otra donde la ciudad aparece produciendo pobreza>>2.

En esta línea de análisis, se enmarca la propuesta del reconocido sociólogo francés Loïc Wacquant. En uno de sus últimos escritos3, el autor intenta perfilar las formas socioespaciales que adquieren la exclusión y la marginalidad, al tiempo que concentra su análisis en identificar los procesos políticos y sociales que se encuentran en la base de esta “nueva pobreza urbana”, pobreza que supone una agudización de las desigualdades y una profundización de la miseria, incluso en el seno de las sociedades más ricas.

Será a partir de lo expuesto por Wacquant pues, que procederemos, en las presentes letras, al análisis de “los nuevos ghettos del siglo XXI” en la ciudad de Córdoba; al propio tiempo, pensaremos desde Levinas, los vínculos existentes entre los derechos humanos y la exclusión de esos rostros, esos otr@s.

EL CASO CORDOBÉS

La trayectoria de la pobreza urbana en Latinoamérica es, a menudo, analizada desde dos

perspectivas. La una, la perspectiva de la insuficiencia de ingresos; la otra, la de las necesidades básicas insatisfechas. La primera perspectiva, imputa la condición de “pobres” a las personas pertenecientes a hogares cuyo ingreso per capita es insuficiente para sustentar el costo de un estándar mínimo de consumo. La segunda, se resume en la asimilación de la pobreza con las carencias inherentes a ellas, tales como las deficiencias de tipo habitacionales, nutricionales, de acceso a la salud y a la educación4.

Sin embargo, las perspectivas antes mencionadas, no dan cuenta de dos elementos particularmente relevantes al momento de analizar aquello que entendemos por “los nuevos ghettos urbanos”. Por un lado, que los mismos se construyen en zonas urbanas y marginales, lejos de “donde puedan verse”; y por el otro, que la construcción del nuevo ghetto, no debe entenderse únicamente como la construcción de un lugar físico, sino también como la construcción de un espacio social y simbólico. Esto último implica, que de la residencia en espacios como éstos, se derivan cuantiosos estigmas sociales, estigmas que deciden, en gran medida (y desde afuera), quiénes son los habitantes de los ghettos. Es por esto que, como señala Wacquant, <<sus residentes están cada vez más desposeídos de producir sus propias identidades colectivas e individuales>>5.

En la ciudad de Córdoba, durante la gobernación de Ramón Mestre (1995-1999),

comenzó a ponerse en marcha el proceso de relocalización de villas de emergencia ubicadas en las zonas céntricas y pericéntricas, hacia áreas periféricas. Así, el mapa de la pobreza, abandonaba el centro y se trasladaba hacia la periferia. Demoliendo las últimas casitas indigentes del centro, se intentaba barrer con la imagen de pobreza que, durante décadas,

[http://www.cepal.org/publicaciones/xml/7/5637/lcl1429e.pdf, consultado el 23 de enero de 2008].

2 ARRIAGADA, Camilo. Pobreza en América Latina…, pp. 32-33. Lo destacado nos pertenece. 3 WACQUANT, Loïc. Parias urbanos. Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio. Bs. As.: Manantial,

1ª ed., 2ª reimp., 2007. 4 Cfr. ARRIAGADA, Camilo. Pobreza en América Latina…, pp. 7-8. 5 WACQUANT, Loïc. Parias urbanos. Marginalidad…, p. 42.

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había caracterizado a varios sectores céntricos de la capital provincial. Asimismo, las autoridades provinciales pretendían recuperar terrenos fiscales para venderlos a empresas inmobiliarias, como fue en el caso de la ex villa de emergencia El Posito (Av. Vélez Sársfield al 1100), cuyos habitantes fueron reubicados en Villa El Libertador, Residencial América y José Ignacio Díaz entre los años 1996 y 19976.

Las reubicaciones continuaron durante las dos administraciones del justicialista José Manuel De la Sota (1999-2007), pero fueron instrumentadas, a partir de 2004, mediante el programa Mi casa, mi vida, enmarcado en el Plan de nuevas viviendas dependiente del Ministerio de Solidaridad de la Provincia. Este plan, se propone la construcción de unas 12.000 viviendas, en áreas periféricas, y nucleadas en torno a verdaderas unidades urbanas con, al menos eso era lo prometido, servicios de agua, electricidad y gas, escuelas, comercios, etc. Al día de la fecha, se han conformado ya ocho barrios-ciudades; a saber: Ciudad Evita, Ciudad de mis sueños, 29 de mayo - Ciudad de los cuartetos, Ciudad de los niños, Ciudad

Obispo Angelelli, Ciudad Juan Pablo II, Ciudad Parque las Rosas y Ciudad Sol 2aciente, este último inaugurado el 29 de mayo de 2008 durante la administración del justicialista Juan Schiaretti.

Esta reorganización espacial, que incluye a las, no inocentemente llamadas ciudades, supone la ubicación de las mismas en la periferia del tejido municipal, <<lo que implica una desvinculación con la ciudad en términos de presencias y una exclusión de la pobreza en términos visuales>>7.

LOS GHETTOS URBA�OS Y SUS ROSTROS

La ghettificación de espacios urbanos marginales, es comprendida por Wacquant como

aquel proceso del tipo impuesto a los afroamericanos, a principios del siglo XX, en los Estados Unidos. Este tipo de ghettificación, supone <<la constitución socioespacial segmentada y paralela que cumple la doble finalidad de la explotación y el ostracismo de una categoría etnorracial limitada>>8. Según esta definición, pues, referirse a la ghettificación de los espacios urbanos en la ciudad de Córdoba, por ejemplo, es erróneo. En Córdoba, los “novedosos” barrios-ciudades, no tienen esa dimensión distintivamente racial que sí tiene la pobreza del ghetto en Norteamérica. Sin embargo, y bien lo advierte en este sentido Javier Auyero, existen

(…) diferentes maneras en las que el discurso dominante racializa a la población villera.

(…) Así, el villero, sea boliviano, paraguayo o provinciano (pero siempre, “no de aquí”)

termina siendo (construido como) el otro repugnante y nocivo. [En este sentido,] Las

reacciones de los vecinos de clase media frente al traslado de los “negros villeros”

–acusación que combina el estigma de clase, lugar y color– a zonas cercanas a sus

hogares, (…) nos permitirá ver cómo este discurso dominante se filtra en el entramado

6 Cfr. Las villas de la zona céntrica son historia, Córdoba: La Voz del Interior, edición online.

[http://www.lavoz.com.ar/06/12/31/secciones/grancordoba/nota.asp?nota_id=31936, consultado el 25 de enero de 2008].

7 BOITO, E. et al. Subjetividades y contextos de pobreza: indagación sobre los sentires vivenciados por los

actores involucrados en las políticas habitacionales de la ciudad de Córdoba, ponencia presentada ante las Jornadas Pre-ALAS, Bs. As., 23 al 25 de mayo de 2007. [http://ar.geocities.com/prealasbaires.foro2/violencia/Boito-Espoz-Ibanez.pdf, consultado el 26 de enero de 2008].

8 WACQUANT, Loïc. Parias urbanos. Marginalidad…, pp. 180-181.

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simbólico de la sociedad y se transforma en un sentido común (las más de las veces

racista)9.

La exclusión y la pobreza, ciertamente, no suponen la ghettificación. Pero en contra de

las primeras impresiones, hablar de la ghettificación de ciertos espacios urbanos y marginales de nuestro país (y de nuestra provincia), no es desacertada. En efecto, y tal como también lo reconoce Wacquant, el ghetto, puede caracterizarse no sólo como una formación racial deliberada, sino también como una formación culturalmente uniforme. En sus propias palabras, el ghetto <<puede caracterizarse como una formación socioespacial restringida, racial y/o culturalmente uniforme, fundada en la relegación forzada de una población negativamente tipificada (…) en un territorio reservado>>10.

A rasgos generales, los residentes de estos barrios, son víctimas de un penetrante estigma social. Conglomerados en áreas <<“irreductibles” y a las que no se puede ir (…) [son identificados como los habitantes] de pozos urbanos infernales repletos de privación, inmoralidad y violencia donde sólo los parias de la sociedad tolerarían vivir>>11. Así, la miseria se atrinchera o, lo que es peor… es atricherada.

Como se ha esbozado sucintamente en puntos previos del presente escrito, debe destacarse que los “barrios-ciudades” son criaturas de las políticas estatales en materia de vivienda, urbanismo y planificación. En efecto, y según el teórico francés, junto con las fuerzas de mercado, los Estados son los grandes productores y modeladores de desigualdad y marginalidad urbana.

Los Estados –afirma Wacquant–, no sólo despliegan programas y políticas

destinados a “enjugar” las consecuencias más evidentes de la pobreza y amortiguar (o

no) su impacto social y espacial. También contribuyen a determinar quién queda relegado,

cómo, donde y durante cuánto tiempo. Los Estados son grandes motores de estratificación

por propio derecho; y en ningún lado lo son tanto como en la base del orden

socioespacial12

.

Concluyentemente, pues, los Estados (en sus diversos niveles), marcan la diferencia:

como reparadores de la pobreza y la exclusión, o como generadores de la misma. Ahora bien, al preguntarnos por las causas de esta nueva marginalidad urbana, no

debemos enfocarnos exclusiva y restrictivamente en el Estado y sus políticas. Esquemáticamente, el régimen de marginalidad, también responde a la transformación de la esfera del trabajo. Es en este sentido que Wacquant advierte una doble mutación. La una, cuantitativa; la otra, cualitativa. La primera, involucra la eliminación de empleos semicalificados bajo la presión combinada de la automatización y la competencia laboral extranjera. La segunda, implica la degradación y la dispersión de las condiciones básicas de empleo, remuneración y seguridad social para todos los trabajadores, salvo, claro, para los “más protegidos”13.

En esta línea de análisis, el planteo de Marta Palacio, se nos antoja similar. La autora refiere, que durante los ’80 –y a partir de un poder otorgado por la tecnocracia–, se impone un discurso neoliberal globalizador, caracterizado por prácticas socioeconómicas que se justifican mediante una nueva y diferente valoración del trabajo: la “flexibilización laboral”.

9 Cfr. AUYERO, Javier. Claves para pensar la marginación. En ibidem, pp. 25-26. Lo destacado pertenece al

autor. 10 WACQUANT, Loïc. Parias urbanos. Marginalidad…, p. 43. 11 Ibidem, p. 178. 12 Ibidem, p. 175. 13 Cfr. ibidem, p. 176.

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En adelante –refiere la autora–, el trabajo se encuentra fragmentado, descalificado,

sin soportes institucionales públicos, subordinado al discurso de la competitividad y de la

lógica del mercado globalizado. Esto jaquea la ciudadanía total y social, basada en la

seguridad, en el puesto del trabajo asalariado y respaldada por el estado nacional14.

Hasta aquí, ambos planteos (más extensamente el de Wacquant, y el de Palacio), se

enfocan en las condiciones socio-económicas y culturales que sustentan y explican el proceso de la ghettificación. Pero, hemos de advertir, que el planteo de Marta Palacio es mucho más complejo y extenso, y se encuadra en una concepción antropológica cristiana delineada por el notorio filósofo Emmanuel Levinas. Habiendo esbozado ya, aunque sucintamente, algunas claves interpretativas para pensar en las causas y en las consecuencias de la nueva miseria urbana, nos cuestionaremos ahora, de la mano de Levinas, sobre la dignidad de aquellos rostros y la responsabilidad que nos cabe, a nosotros, como testigos de estos procesos inhumanos.

Cuando Levinas se pregunta si el liberalismo es capaz de satisfacer la dignidad del sujeto

humano, no hace más que cuestionar una tradición antropológica consolidada en Occidente a través del curso de los siglos, cuyo quid reside en la concepción de que, la autonomía del sujeto, es un a priori. Ahora bien,

(…) cuando Levinas se pregunta por el liberalismo, no está negando la libertad humana,

sino poniendo en entredicho tal interpretación de la libertad. (…) Así, (…) La libertad no

será entendida como arbitrio absoluto ni como aquello imborrable e irrecuperable,

atadura definitiva, sino la posibilidad sobrenatural dada al ser humano de “rescindir el

contrato por el cual libremente se ha comprometido”. [Con esto, pretende objetar] el

concepto de totalidad que domina la filosofía occidental, que ha sostenido una libertad

absoluta del individuo15.

Piénsese, ahora, en lo expuesto en el párrafo ut supra, mixturado con la lógica, ya

referida, de la economía capitalista. El resultado, es funesto. Los “derechos de los ciudadanos”, entre los que se encuentran una vida digna, quedan arrojados a la intemperie de la lógica del poder, quedando asimismo vulnerables y expuestos a los unilaterales intereses del capital.

Frente a lo planteado, Levinas señala <<una fisura de la identidad y del absoluto, una hendidura inconmensurable: la subjetividad, (…) [entendida] como hospitalidad que recibe al

Otr@, que está en relación asimétrica de proximidad con el rostro del otr@>>16. Así, la

propuesta del teórico se convierte en una experiencia de la hospitalidad, una ética del recibimiento del rostro del otr@ como filosofía primera, una proximidad en donde se constituye la conciencia moral17.

A esta relación con el rostro del otr@ podemos darle palabras, formas jurídicas, expresarla en libertades políticas y derechos cívicos, pero ninguna instancia agotará jamás esta experiencia de la piel y la mirada del otr@. En suma, el núcleo central de la propuesta de

14 PALACIO, Marta. Los derechos de l@s rostr@s. Pensando con Emmanuel Levinas la cuestión de los

derechos humanos. En SCHICKENDANTZ, C. (ed.). Crisis cultural y derechos humanos. Córdoba: EDUCC, 2004, p. 179.

15 Ibidem, pp. 180-181.

16 Ibidem, p. 181.

17 Cfr. ibidem, pp. 181-182.

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Levinas es que <<la libertad no es anterior al encuentro con el rostro del otr@>>18. La libertad,

en suma, ya no es más un a priori de la persona, sino que su subjetividad se constituye en el encuentro con el otro.

Lamentablemente, la realidad contemporánea nos demuestra que la lógica que vertebra el sistema liberal, es compartida por el “espíritu del capitalismo”, que en todo su discurso privilegia el interés por la propia supervivencia por encima del reclamo del rostro del otro. En este sentido, <<la historia reciente es un crudo relato de la tragi-comedia de la racionalidad instrumental por auto-justificar la violencia sobre el otro, el “diferente”, el que no es como yo, en nombre de los derechos de la libertad de todo individuo>>19

. El resultado lógico, es que

el individuo es mera “carne” despojada de todo aquello que lo transforma en “sujeto”,

(…) [y por ello], ya no tiene derechos. (…) Se lo puede torturar, dejar morir de hambre,

eliminar selectivamente, (…) abusarlo [y] explotarlo20.

Un rostro, es vestigio del Dios Creador del mundo. Un rostro, delata una singularidad única. Y es a partir de ese rostro, que se constituye lo humano que hay en mí y que se rompe el círculo egoísta y “enfrascado” de mi mismidad.

CO�SIDERACIO�ES FI�ALES

En 1965, fue publicada por primera vez A sangre Fría, la célebre novela del escritor

Truman Capote. El relato, refiere la historia de los cuatro integrantes de la familia Clutter, salvajemente asesinados en su casa de Kansas (Estados Unidos), en el mes de noviembre de 1959. Este trabajo, convirtió a Capote en el biógrafo de la sociedad de su país a inicios de los ’60, y así, años más tarde, Frederick R. Kart lo señalaba.

El caso Clutter fue, seguramente, el primero de los numerosos crímenes horribles,

aquellos asesinatos masivos que acompañaron a los asesinatos políticos... Quizá por

primera vez, Capote percibió cómo una sociedad se definía a sí misma en relación con sus

crímenes, con su capacidad para asesinar21.

Las sociedades capitalistas occidentales, casi cincuenta años después del asesinato de los

Clutter, siguen definiéndose a partir de sus crímenes. Ciertamente, no crímenes A sangre

Fría, pero sí crímenes tan crueles como la exclusión, el sometimiento a la miseria, la estigmatización y el hacinamiento en nuevos ghettos, llamados eufemísticamente en nuestra Provincia, “barrios-ciudades”.

Pensar detenidamente en la institucionalización encubierta de los “barrios-ciudades”, es realmente escalofriante. Supone, a nuestro entender, la puesta en marcha de un plan deliberado de “criminalización figurativa” de la pobreza. Los pobres, a través de una contención forzada cual presos, son hacinados y estigmatizados en cárceles y prisiones urbanas, tal vez no enrejadas materialmente, pero sí, simbólicamente. En estas cárceles sofisticadas, los presos sui generis del nuevo milenio, son confinados a (sobre)vivir apartados de “las otras voces” y de los “otros ámbitos”, obligados por un Estado cada vez menos social, pero cada vez más penal.

En un “barrio-ciudad”, el residente cuenta con todo. En los 23.730 m2 que conforman Ciudad de mis sueños (Córdoba capital), los vecinos disponen, además de las 565 viviendas, de un comedor para adultos; un comedor para niños; un centro comercial; una comisaría; un

18 Ibidem, p. 182.

19 PALACIO, Marta. Los derechos…. En SCHICKENDANTZ, C. (ed.). Crisis cultural…, p. 186.

20 Ibidem, p. 187.

21 CAPOTE, Truman. A Sangre Fría. Bs. As.: Sudamericana, 4ª ed., 2006 (1991), contratapa.

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centro de salud con médicos, enfermeras, trabajadores sociales, nutricionistas, odontólogos y psicólogos; un polideportivo; una cancha de fútbol; plazas; una escuela primaria; un jardín de infantes; una red de agua domiciliaria; red eléctrica; alumbrado público; red cloacal con planta depuradora y pavimento en una superficie cubierta de 36.263 m2. Alarmantemente, cada negocio, cada plaza y cada servicio prestado, se concede a los efectos de mantener, allá, lejos del centro y a donde nadie pueda verlos, a este grupo de rostros que, antes, caminaban por pasillos de villas miserias céntricas.

El 14 de junio de 2004, con motivo de la inauguración de Ciudad de mis sueños, el entonces Gobernador de la Provincia, José Manuel De la Sota pronunció en su discurso:

(…) Quiero decirles a las familias que el Ministerio de la Solidaridad les va a hacer

llegar un cuadernillo con los derechos y obligaciones de los habitantes de “Ciudad de Mis

Sueños” para que cada uno de ellos sepa qué es lo que debe hacer para que esto siga

siendo una hermosa ciudad y no se transforme en cualquier cosa. También vamos a

premiar el esfuerzo de todos ustedes. Todos los meses vamos a venir a inspeccionar “Ciudad de Mis Sueños”, si aquí no hay pintadas en las paredes, si no hay un foco roto, si

nadie arranca un árbol, si los juegos infantiles están bien cuidados, todos los meses el

Gobierno va a sortear dos bicicletas y dos electrodomésticos para todas las familias de

esta ciudad. (…) Pero así como vamos a premiar, no me va a temblar la mano para firmar la orden de desalojo de aquel que dañe viviendas, que perturbe la vida de este barrio, que

venga a sembrar violencia o discordia; esos mejor que no vengan22.

El extracto del discurso con anterioridad consignado, es el fiel reflejo de las

representaciones simbólicas que giran en torno a los nuevos parias urbanos y sus espacios en la sociedad. En primer lugar, se les confiere una ciudadanía limitada a los 23.730 m2 que conforman Ciudad de mis sueños, a través de un cuadernillo enviado por el Ministerio de Solidaridad –en otras palabras, se refunda la ciudadanía de “estos otros” a partir de la exclusión–. En esa carta de ciudadanía, en esa, la constitución de los parias, se consignan sus derechos y obligaciones. Dentro del ghetto, adquieren status legal. Fuera del ghetto, son carne desnuda. En segundo lugar, De la Sota insta a apegarse a las obligaciones, para que “esto siga siendo una hermosa ciudad y no se transforme en cualquier cosa”. El empleo del término ciudad, no es inocente. Pensar en una ciudad, es pensar en un grado importante de autogestión, y pensar en la autogestión, en un marco capitalista, es pensar en un grado elevado de auto referencia y auto suficiencia. Al emplear el término ciudad, los parias urbanos, no solo han sido excluidos socialmente, sino también, ahora, económicamente. Y finalmente, en el discurso del ex gobernante, se hace presente el rasgo más temible, aquello que define una política institucionalizada de ghettificación: la vigilancia y la mano dura, pero bajo formas encubiertas y, hasta diríamos, “legales”. El mecanismo de ghettificación sofisticada, no sólo supone el encierro, sino también, la vigilancia y el control, palabras que rememoran el, ya célebre escrito de Michel Foucault, Vigilar y Castigar. El nacimiento de la prisión.

Como es habitual, después de la inauguración y del discurso ante los “beneficiarios”, se sigue un proceso de progresiva desinversión social. Después del ingente esfuerzo por recluirlos, la disminución del gasto social acarrea una descomposición de la infraestructura del ghetto que, acompañada de altos índices de desempleo, facilita la generalización de la violencia pandémica y alimenta el envolvente clima de temor. A su vez, esto da lugar al florecimiento de economías informales dominadas, la más de las veces, por la venta y la comercialización de narcóticos23. La conclusión lógica, es el debilitamiento de los lazos

22 Ciudad de mis sueños, Gobierno de la Provincia de Córdoba, edición online. Lo destacado nos pertenece.

[http://www.cba.gov.ar/nota.jsp?idNota=77020, consultado el 27 de enero de 2008]. 23 WACQUANT, Loïc. Parias urbanos. Marginalidad…, p. 113.

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comunitarios y las solidaridades locales, que no hacen más que alimentar las percepciones despreciativas que ya, para entonces, la sociedad tiene desde hace tiempo.

Nadie, hoy, responde por esos rostros, por esos otr@s. Pero esos rostros sufren; claman; (nos) llaman. Por cada clamor no escuchado, se condena a un rostro más al ostracismo. Por cada rostro relegado, un cuerpo es desprendido de sus derechos y de su dignidad. Y por cada persona martirizada bajo diversas formas, en las trincheras del anonimato, habremos también matado, una vez más, a Jesucristo en la cruz.

*

BIBLIOGRAFÍA CO�SULTADA

– ARRIAGADA, Camilo. Pobreza en América Latina: nuevos escenarios y desafíos de

políticas para el hábitat urbano. Santiago: CEPAL, 2002, http://www.cepal.org/publicaciones/xml/7/5637/lcl1429e.pdf

– BOITO, E. et al. Subjetividades y contextos de pobreza: indagación sobre los sentires

vivenciados por los actores involucrados en las políticas habitacionales de la ciudad de

Córdoba, ponencia presentada ante las Jornadas Pre-ALAS, Bs. As., 23-25 de mayo de 2007, http://ar.geocities.com/prealasbaires.foro2/violencia/Boito-Espoz-Ibanez.pdf

– Gobierno de la Provincia de Córdoba. Sitio web: http://www.cba.gov.ar/

– La Voz del Interior. Córdoba: edición online, http://www.lavoz.com.ar

– PALACIO, M. Los derechos de l@s rostr@s. Pensando con Emmanuel Levinas la

cuestión de los derechos humanos. En SCHICKENDANTZ, C. (ed.). Crisis cultural y derechos

humanos. Córdoba: EDUCC, 2004, pp. 175-191.

– WACQUANT, Loïc. Parias urbanos. Marginalidad en la ciudad a comienzos del

milenio. Bs. As.: Manantial, 1ª ed., 2ª reimp., 2007.