la señora dalloway

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La Señora Dalloway Por Virginia Woolf

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LaSeñoraDalloway

Por

VirginiaWoolf

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LaseñoraDallowaydijoqueellamismacompraríalasflores.

PorqueLucyyalehabíahechotodoeltrabajo.Laspuertasseríansacadasdesusgoznes;loshombresdeRumpelmayeribanavenir.Yentonces,pensóClarissaDalloway,¡quémañana!—frescacomosifuesenarepartirlaaunosniñosenlaplaya.

¡Qué deleite! ¡Qué zambullida! Porque eso era lo que siempre habíasentido cuando, con un leve chirrido de goznes, que todavía ahora seguíaoyendo,habíaabiertodegolpelaspuertaventanasysehabíazambullidoenelaire libredeBourton.Quéfresco,quétranquilo,másqueahoradesdeluego,estabaelaireenlasprimerashorasdelamañana;comoelaleteodeunaola,elbesodeunaola, fríoy cortantey sin embargo (para losdieciochoañosquetenía entonces), solemne, sintiendo, como sentía allí de pie en la ventanaabierta,quealgoterribleestabaapuntodesuceder;mientrasmirabalasflores,losárboles,elhumoescapandoentresufronda,yalosgrajosvolandoarribayabajo; de pie y mirando hasta que Peter Walsh dijo: «¿Mirando a lasmusarañas?» —¿eso dijo?—. «Prefiero a los hombres antes que lasmusarañas» —¿eso dijo? Debió decirlo en el desayuno cuando ella habíasalidoalaterraza.PeterWalsh.VolveríadelaIndiaundíadeéstos,enjunioojulio,habíaolvidadocuándo,puessuscartaseranterriblementepesadas;eransusdichosloqueunarecordaba;susojos,sucortaplumas,susonrisa,sumalgenioy,unavezquemilesdecosassehabíandisipadocompletamente—¡quécosatanextraña!—unoscuantosdichoscomoéste,sobrelasmusarañas.

Se irguió un poco sobre el bordillo esperando que pasara el camión deDurtnall.Unamujerencantadora,pensóScropePurvis(que laconocíacomounoconocealosvecinosdeWestminster);teníaelnoséquédeunpajarillo,del arrendajo, verde azulado, ligera, vivaracha, aunque tenía cincuenta añoscumplidos, ymuy pálida desde su enfermedad.Ahí estaba ella encaramada,sinverlo,esperandoacruzar,bienerguida.

PorquedetantovivirenWestminster—¿cuántosañosya?…másdeveinte—sientes,aunenmediodeltráfico,oaldespertartedenoche,Clarissaestabasegurísima, una quietud particular, o mejor cierta solemnidad; una pausaindescriptible; un suspense (aunque eso podía ser del corazón, según decíanaquejado de gripe) antes de que el Big Ben diese la hora. ¡Ahora! El relojtronó.Primerounaviso,musical; luego lahora, irrevocable.Loscírculosdeplomosedisolvieronenelaire.¡Quélocosestamos!,pensócruzandoVictoriaStreet.PorquesóloDiossabeporquénosgusta tanto,porquélovemosasí,por qué lo inventamos, por qué construimos todo esto que nos rodea, y lodestrozamos para volverlo a crear de nuevo; pero si hasta los mismísimosmendigos,losmiserablesmásdesesperadossentadosenlosportales(bebensudestrucción) hacen lo mismo; y eso no lo pueden solucionar las leyes del

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Parlamentoyporunaymismarazón:amanalavida.Enlosojosdelagente,en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendoy el tumulto; en loscoches, automóviles, omnibuses, camiones, hombres-anuncio que van yvienendeunladoaotro;enlasbandasdemúsica;organillos;eneltriunfo,yen el tintineo y en el extraño canto de algún aeroplano que pasaba volandoestabaloqueellaamaba:lavida;Londres;estemomentodejunio.

Porque era junio. La guerra había terminado, salvo para gente como laseñora Foxcroft en la Embajada anoche, comiéndose las entrañas con suslágrimasporqueaqueljoventanbuenohabíamuertoyahoralaviejafincairíaa parar a manos de un primo; o como Lady Bexborough que inauguró latómbola, dijeron, con el telegrama en lamano, John, su predilecto,muerto;perohabíaterminado,graciasaDios—deltodo.Erajunio.LosReyesestabanen Palacio. Y por todas partes, aunque todavía muy temprano, había unmovimiento, un ritmo, de ponis que galopaban, de bates de cricket quegolpeaban;Lords,Ascot,Ranelaghyelresto,envueltoenlasuaveretículadelairegrisazuldelamañanaqueamedidaqueavanzabaeldía,losdesnudaríaydepositaríaensucéspedyensuscamposdecricket,alosponistroteros,cuyasmanos no hacían sino tocar el suelo para volver a saltar, y a los jóvenesincansables,lasjovencitasriéndose,ensusmuselinastransparenteslascuales,sinembargo,apesardehabersepasadolanochebailando,insistíanensacarapasear ahora a sus absurdos perros de lanas; e incluso ahora, a estas horas,discretasyancianasseñoronassalíanensusautomóvilesahacermisteriososrecados; los tenderos se afanaban en sus escaparates con sus diamantes ybaratijas, sus preciosos y viejos broches verdes mar con monturasdieciochescas para tentar a los americanos (¡hay que ahorrar y no comprarcosasalaligeraparaElizabeth!),ytambiénella,queadorabaaquelloconunapasiónabsurdayfiel,siendopartedeello—puessugentepertenecióalacorteallá en tiempos de los Jorges— ella también, aquella misma noche, iba adeslumbrarydespertaradmiración;adarsupropiafiesta.Pero¡quéextraño!alentrarenelparque,elsilencio,laneblina,elmurmullo,lospatosfelicesconsu lento nado, las aves embuchadas contoneándose, y ¿quién dirían que seacercaba, de espaldas al edificio del Gobierno, de lomás correcto, con susdespachosenunacarteragrabadaconelescudoreal? ¡NimásnimenosqueHughWhitbread!¡SuviejoamigoHugh!EladmirableHugh!

—¡MuybuenosdíasClarissa!—dijoHugh(excediéndoseuntanto,yaqueseconocíandesdeniños)—.¿Adóndevas?

—MeencantapasearporLondres—dijolaseñoraDalloway—.Laverdad,esmejorquepasearporelcampo.

Acababan de llegar —desgraciadamente— para ver al médico. Otrosveníanavercuadros,alaópera,apasearconsushijas;losWhitbreadvenían«a ver al médico». Infinidad de veces Clarissa había visitado a Evelyn

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Whitbreadenunsanatorio.¿EstabaEvelynotravezenferma?Evelynestababastante pachucha, dijo Hugh, dejando entender, con una especie demorisqueta o con un gesto de su cuerpo, muy bien vestido, masculino,sumamenteapuesto,perfectamentecuidado(siempreibacasidemasiadobienvestido, pero quizá no le quedaba más remedio dado su puestecillo en laCorte), que su esposa sufría alguna dolencia interna, nada serio, cosa queClarissaDalloway,viejaamigasuyacomoera,comprenderíasinpedirlequeledieramásdetalles.¡Claro!Claroquelocomprendía;quéfastidio;ysesintiómuyfraternalyalavezcuriosamentepreocupadaporsusombrero.Noeraelsombrero adecuado para esa hora de la mañana, ¿verdad? Porque Hughsiemprelehacíasentir,ahígesticulando,descubriéndose,untantoexagerado,y asegurándole que podía pasar por un niña de dieciocho años, y que porsupuestoqueiríaasufiestaesanoche,Evelyninsistiómuchoenello,loúnicoesqueposiblementellegaríaunpocotardedespuésdelafiestaenPalacioalaque debía llevar a uno de los chicos de Jim—siempre se sentía un pocoinsignificante al lado de Hugh; como una colegiala; pero con cierto apegohacia él, en parte por conocerlo desde siempre, pero también le resultababuenapersonaasumanera,aunqueaRichardlesacabadequicio,yencuantoaPeterWalsh,nuncalehabíaperdonadoquelegustara.

Seacordaba,unoporuno,delosescándalosquesearmaronenBourton—Peter furioso; Hugh, desde luego, no tenía nada que ver con él, aunquetampocoeratanimbécilcomoPeterdecía;noeraunsimplebodoque.CuandosuancianamadrelepedíaquedejaralacazaoquelallevaraaBath,lohacíasinrechistar;laverdadesquenoeranadaegoísta.Yesodeque,comoPeterdecía,noteníacorazónnicerebro,nadamásquelosmodalesylacrianzadeun caballero inglés, ésas eran cosas de su querido Peter en sus mejoresmomentos; y es que llegaba a ponerse inaguantable; llegaba a resultarinsufrible; pero una compañía adorable para dar un paseo en una mañanacomoésta.

(Junio les había sacado las hojas a todos los árboles. Las madres dePimlico daban de mamar a sus críos. Los mensajes pasaban de la flota alalmirantazgo. Parecía como si Arlington Street y Piccadilly caldearan elmismísimoairedelparqueyelevaransushojasconcalor,brillantez,enesasolascuyadivinavitalidadtantolegustabaaClarissa.Bailar,montaracaballo,lehabíaencantadotodoaquello.)

Porquebienpodíanllevarcientosdeañossinverse,ellayPeter;ellanuncale escribía y las cartas de él eran más secas que palos; y de repente se leocurría, si estuviese conmigo ahora, ¿qué diría? —algunos días, algunasimágenes se lo devolvían a la memoria, serenamente, sin la amargura delpasado; locualquizáera la recompensaporhaberse interesadopor lagente;volvían las imágenes enmediodeSt. James’sParkunabellamañana—por

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ciertoquesí.PeroPeter—pormuybonitoquefueraeldía,y losárboles, lahierbaylaniñitaderosa—Peternuncaveíanadadetodoesto.Seponíalasgafas, si ella se lo pedía, y miraba. Era el estado del mundo lo que leinteresaba;Wagner, lapoesíadePope,elcarácterde lagenteeternamente,ylosdefectosdesupropiaalma. ¡Cómola reñía! ¡Cómodiscutían!SecasaríaconunPrimerMinistroyrecibiríadepieenloaltodeunaescalera;lallamabalaanfitrionaperfecta(porculpadeesohabíalloradoensudormitorio),teníamaderadeperfectaanfitriona,decía.

Poreso,todavíahoyseencontrabaenSt.James’sPark,viendolosprosyloscontras, todavíahoy seguíapreguntándoseydiciéndosequehabíahechobien—yde hecho así era—enno casarse con él. Porque en elmatrimoniodebehaberciertalibertad,unpocodeindependenciaentrepersonasquevivendíatrasdíaenlamismacasa;Richardselodaba,yellaaél.(¿Dóndeestabaélestamañana, por ejemplo? En algún comité, nunca le pedía explicaciones.)PeroesqueconPetertodoteníaquecompartirse;habíaquehablarlotodo.Yesoeraintolerable.Yencuantoaaquellaescenaeneljardínjuntoalafuente,tuvo que cortar con él o si no se habrían destruido, ambos habrían acabadoarruinados, estaba convencida; así y todo, durante años, como una saetaclavada en el corazón, había cargado con el dolor y la congoja: y• luego elhorrordelmomentoenquealguienledijoenunconciertoquesehabíacasado¡conunamujerquehabíaconocidoenelbarco,decaminoalaIndia!Nuncaolvidaría todo aquello. Fría, desalmada, timorata, le decía. Nunca llegó acomprenderqué andababuscando.Peropareceque aquellas indias sí bobas,monas, tontinas delicadas.Y eso era derrochar su lástima. Sí, porque él erafeliz,segúnleaseguraba—perfectamentefeliz,aunquenuncahizonadadeloquehabíanhablado;suvidaenterahabíasidounfracaso.Elasuntotodavíalaenojaba.

Había llegado a la verja del parque. Se paró un momento y miró losomnibusesenPiccadilly.

Noseatrevíaaafirmardenadie,ahora,quefueraestooaquello.Sesentíamuy joven; al tiempo que inefablemente avejentada. Penetraba en todas lascosas como un cuchillo; y a la vez se quedaba fuera, observando. Tenía unperpetuosentir,almirarlostaxis,deestarfuera,lejos,muylejos,maradentroysola;siempretuvolaimpresióndequevivireramuy,muypeligroso,aunquesólo fuese un día. Y no es que se creyese lista, omuy fuera de lo normal.Cómo se las había arreglado en la vida con las cuatro cosillas que FräuleinDanielsleshabíaenseñado,noseloexplicaba.Nosabíanada;niidiomas,nihistoria, apenas si leía ya algún libro (salvo memorias, en la cama); y sinembargo a ella le resultaba absolutamente absorbente; todo esto; los cochesquepasan;ynosehabríaatrevidoaafirmardePeter,aafirmardeellamisma;soyesto,soyaquello.

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Su único don era conocer a la gente casi por instinto, pensaba ella,reanudandosupaseo.Silametíanenunahabitaciónconalguien,almomento,como un gato arqueaba el lomo, o ronroneaba. Devonshire House, BathHouse,lacasaconlacacatúadelaChina,enunaocasiónlashabíavistotodasiluminadas;yrecordabaaSylvia,Fred,SallySeton—talcantidaddegente;ybailandotodalanoche;y losvagonestraqueteandodecaminoalmercado;yvolverencocheacasaporelparque.Recordócómoenunaocasión tiróunchelínalSerpentines.Perotodoelmundorecordaba;loqueaellaleencantabaera esto, aquí, ahora, frente a ella; la señora gorda en el coche. ¿Acasoimportaba entonces, se preguntaba, caminando hacia Bond Street, acasoimportaba que tuviera que desaparecer completamente? Todo esto tenía quecontinuar sin ella; ¿le dolía; o es que no resultaba un consuelo creer que lamuerteeraelfinabsoluto?Pero,dealgunamanera,enlascallesdeLondres,en la corriente y la marea de las cosas, aquí, allí, ella sobrevivía, Petersobrevivía,vivíanelunoenelotro,yellaformabaparte,estabasegurísima,delos árboles de su casa, de aquella casa de ahí enfrente, fea, cayéndose apedazos; formabapartedegentea laquenuncahabíaconocido;yacíacomouna bruma entre la gente quemejor conocía, quienes la elevaban entre susramas como ella había visto que los árboles levantan la bruma, pero seextendía tanto, tan lejos, su vida, ella misma. Pero ¿qué andaba soñandocuando se fijó en el escaparate de Hatchards? ¿Qué es lo que trataba derecuperar?Quéimagendeunamanecerenelcampo,mientrasleíaenellibroabierto:

Notemasmásalardordelsol

Nialasairadasfuriasdelinvierno.

Estaedadtardíaenlaexperienciadelmundohabíacreadoentodosellos,hombres ymujeres, un pozo de lágrimas.Lágrimas y desconsuelos; valor yresistencia;unaguanteperfectamenterectoyestoico.Piensa,porejemplo,enlamujerquemásadmiraba,LadyBexborough,abriendolatómbola.

Ahí estaban los Placeres y paseos de Jorrock; ahí estaban Esponjaenjabonada, las Memorias de la señora Asquith y Caza mayor en Nigeria,todos ellos abiertos en el escaparate. Tantos libros que había; pero ningunoque pareciera del todo adecuado para llevárselo al sanatorio a EvelynWhitbread.Nadaquelesirvieradedistracciónyconsiguieraqueelaspectodeaquellamujermenuda,indescriptiblementeenjuta,parecieraporunmomento,al entrarClarissa, cordial; antes de empezar la acostumbrada e interminablecharla de dolencias femeninas. Cuánto lo necesitaba —que la gente semostraracontentaalentrarella,pensóClarissa,sevolvióycaminódenuevohaciaBondStreet,molesta,porqueeraestúpidotenerotrasrazonesparahacerlas cosas. Hubiera preferido ser una de esas personas como Richard, quehacíanlascosasporsímismas,mientrasqueella,pensó,esperandoacruzar,la

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mitad de las veces no hacía las cosas así, simplemente, por símismas;másbien para que la gente pensara esto o aquello, una perfecta idiotez, lo sabía(ahoraelpolicíalevantabalamano),porquenuncanadiesecreíaelcuentoniporuninstante.¡Ay!¡Sihubiesepodidovolveravivir!pensó,bajandodelaacera,¡sihubiesepodidoinclusotenerotrofísico!

Hubiera sido, para empezar,morena comoLadyBexborough, con tezdecueroarrugadoyunosojospreciosos.Hubierasido,comoLadyBexborough,pausadaymajestuosa;másbiencorpulenta;interesadaenlapolíticacomounhombre; con una casa de campo;muydigna,muy sincera.En lugar de eso,teníaunafiguraestrecha,comodepalillo,unacaritaridícula,picudacomoladeunpájaro.Tambiénesverdadqueteníabuenporte;teníabonitasmanosybonitospies;yvestíabien,teniendoencuentalopocoquegastaba.Peroahoraamenudo,estecuerpoquellevaba(separóamiraruncuadroholandés),estecuerpo, con todas sus cualidades, parecía no ser nada—nada en absoluto.Tenía la extrañísima sensación de ser invisible; de que no se la veía;desconocida; al no haber más posibilidades de casarse, ni de tener ya máshijos, nadamás que este discurrir asombroso y algo solemne, con todos losdemás,BondStreetarriba,serlaseñoraDalloway;yaniClarissatansiquiera;serlaseñoradeRichardDalloway.

BondStreetlafascinaba;BondStreetmuydemañanaenplenatemporada;sus banderas ondeando; sus tiendas; sin excesos; sin resplandor; un rollo detweed en la tienda donde su padre se había comprado los trajes durantecincuentaaños;unascuantasperlas;elsalmónencimadeuntacodehielo.

—Eso es todo —dijo, mirando la pescadería—. Eso es todo —repitió,parándose unmomento ante el escaparate de la guantería donde antes de laguerra,tecomprabasunosguantescasiperfectos.YsuviejotíoWilliamsolíadecir que a una dama se la conoce por los zapatos y por los guantes. Unamañanaamitaddelaguerra,sediolavueltaenlacama.Habíadicho:«Yahetenido bastante.» Guantes y zapatos; le apasionaban los guantes; pero a supropiahija,asuElizabeth,leimportabanuncominoambascosas.

Uncomino,pensaba,siguiendoporBondStreethastaunatiendadondeleguardabanlasflorescuandodabaunafiesta.AElizabethleinteresabasuperromás que nada. Toda la casa olía a brea estamañana. Pero bueno, mejor elpobreGrizzlequelaseñoritaKilman;¡mejormoquilloybreaytodolodemásquequedarse sentada, enjauladaenunahabitacióncerradaconunbreviario!Cualquiercosaantesqueeso,casidiríaella.Peropudieranosermásqueunafase,comodecíaRichard,comolasquepasantodaslaschicas.Podíaserquesehubieraenamorado.Pero¿porquéde laseñoritaKilman?Quehabíasidomaltratada, sinduda;unodebe ser toleranteconesascosas,yRicharddecíaqueeramuycompetente,queteníaunamenteconunsentidoverdaderamentehistórico.Detodasformas,eraninseparables.YElizabeth,supropiahija,ibaa

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comulgar; y en cuanto a cómo vestía, cómo trataba a la gente que venía aalmorzar,noleimportabaenabsoluto,yaquesegúnsuexperienciaeléxtasisreligiosoendurecíaa lagente (lasgrandescausas también);ensombrecíasussentimientos, pues la señoritaKilman haría cualquier cosa por los rusos, sedejaría morir de hambre por los austriacos, pero en la intimidad infligíaauténticas torturas, insensible como era, con su sempiterno impermeableverde.Añotrasañollevabaeseimpermeable;sudando;nuncapasabanmásdecinco minutos sin que te hiciera sentir su superioridad, tu inferioridad; lopobrequeera,loricoqueeras,lomalquevivíaensumiserablebarriada,sinuncojín,niunacama,niunaalfombra,nicosaparecida,carcomidasualmaconesaaflicciónquellevabaclavada,laecharondelcolegiodurantelaguerra—¡pobre,amargaydesgraciada!—Porquenoeraellaloqueunoodiaba,sinolaideadeella,quesindudaenglobabacosasqueleeranajenasalaseñoritaKilman;sehabíaconvertidoenunodeesosespectroscontralosqueunoluchaporlanoche;unodeesosespectrosqueseyerguenantenosotrosynoschupanlasangredemediavida,dominadoresytiranos;puessinduda,conotrolancede la fortuna, si los negros hubiesen tenido la supremacía y no los blancos,¡hubieraqueridoalaseñoritaKilman!Peronoenestavida.No.

Lemolestaba,sinembargo,llevaraestemonstruobrutalrevolviéndoseensuinterior.Oírelcrujidodelasramasysentirloscascosmachacandoelsuelodeaquelbosquecubiertodehojarasca,elalma;noestaryanuncasatisfecha,nicompletamente segura, porque en cualquier momento podía revolverse labestia,eseodioque,sobretododesdesuenfermedad,teníaelpoderdedarlelasensacióndequelaarañaban,dequeledañabanelespinazo;lecausabadolorfísicoyconseguíaqueelplacerenlabelleza,enlaamistad,enestaragusto,enseramadayenhacerdesucasaalgoencantador,temblara,sederrumbaraydoblara ¡como si verdaderamente hubiese un monstruo escarbando en lasraíces! ¡Como si toda la armadura de contento no fuesemás que egolatría!¡Esteodio!

¡Bobadas! ¡Bobadas!, gritaba para sus adentros, mientras empujaba elbatientedelapuertadeMulberry,lafloristería.

Entró,ligera,alta,muyerguida,yfuesaludadaalmomentoporlaseñoritaPym, con su cara de perro y lasmanos siempre rojas, como si las hubiesemetidoconlasfloresenaguafría.

Había flores: espuelas de caballero, flores de guisante, ramos de lilas; yclaveles, montones de claveles. Había rosas; había lirios. Sí—respiraba eldulce olor a tierra del jardín, mientras hablaba con la señorita Pym que ledebíafavoresyquepensabaqueerabuena,porquehabíasidobuenaconellahaceaños;muybuena,peroestabamásvieja,esteaño,moviendolacabezadeunladoaotroentreliriosyrosasymetiendolacaraconlosojoscerradosenlasmatasdelilaspararespirar,traseltumultodelacalle,elolordelicioso,la

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frescura exquisita. Y luego, al abrir los ojos, qué frescas estaban las rosas,como sábanas de encaje recién planchadas en su bandeja demimbre; y quéoscurosyserioslosclaveles,conlascabezasbientiesas;ytodaslasfloresdeguisanteabiertasensusmaceteros,consutintevioleta,blancocomolanieve,pálido—como si fuera al atardecer, cuando las jóvenes, con sus trajes demuselina,salenacogerrosasyfloresdeguisante,cuandoelespléndidodíadeverano, con su cielo azul, casi azabache, y claveles, calas y espuelas decaballeroyahaterminado;yeraesemomento,entrelasseisylassiete,cuandotodaslasflores—rosas,claveles,lirios,lilas—brillan;cadaunadelasfloresparece una llama que arde por su cuenta, suave y pura, en los arriatesbrumosos; y ¡cómo le gustaban las polillas blancogrís que en remolinosrondabanlosheliotropos,lasprímulasdelanoche!

Yasí,mientrasibarecorriendolosjarronesconlaseñoritaPym,eligiendo,bobadas,bobadas, sedecía, cadavezmás suavemente, comosi estabelleza,esta fragancia, este colorido y el hecho de que la señorita Pym la quisiera,confiara en ella, fueraunaolaquedejabaque la invadierapara así dominaraquel odio, aquelmonstruo, para dominarlo todo; y cuando la ola la estabaelevandomásymás—¡ay!¡Sonóundisparoenlacalle!

—¡Vaya con los automóviles esos!—dijo la señorita Pym,mientras ibahaciaelescaparateaecharunvistazoyvolvía,conunasonrisadedisculpaylasmanosllenasdefloresdeguisante,comosifueselaculpabledetodosesosautomóviles,detodosesosneumáticosdeautomóvil.

LaviolentaexplosiónquesobresaltóalaseñoraDallowayyquehizoquela señorita Pym se dirigiera al escaparate y se disculpase venía de unautomóvil que se había detenido junto a la acera, precisamente frente alescaparate de Mulberry. Los transeúntes que, cómo no, se pararon a mirarapenas tuvieron tiempo de ver un rostro de máxima trascendencia sobre latapiceríagrisclaro,antesdequeunamanomasculinacorrieralacortina,yyanosevionadasinounrectángulocolorgrisclaro.

Asíy todoal instante empezarona circular rumoresdesdeel corazóndeBondStreetaOxfordStreetporunlado,hastalaperfumeríadeAtkinsonporotro, deslizándose invisibles, inaudibles, comouna nube, decidida, comounvelo sobre una loma, y cayendo precisamente con algo de la sobriedadrepentina de la nube y con sumisma sobriedad, sobre unos rostros, que unmomento antes, estaban completamente alterados.Pero ahora elmisterio leshabrározadoconsuala;habránoídolavozdelaautoridad;elespíritudelareligión flotaba en el aire, con los ojos vendados y los labios abiertos. Peronadiesabíaquérostroeraelquehabíanvisto.¿EraeldelPríncipedeGales,eldelaReina,eldelPrimerMinistro?¿Dequiéneraeserostro?Nadielosabía.

Edgar J. Watkiss, con su tubería de plomo arrollada al brazo, dijo con

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claridadyburlonamente,porcierto:

—ElcochedelPriméMenistro.

Septimus Warren Smith, incapaz de cruzar, lo oyó. Septimus WarrenSmith,unostreintaaños,tezpálida,narizpicuda,consuszapatosmarrones,ysuabrigoraídoysusojoscastañostemerososqueprovocabantemorasuvezen los ojos de los desconocidos. El mundo ha levantado su látigo; ¿dónderestallará?

Todo había llegado a un punto muerto. Las vibraciones de los motoressonabancomounlatidoirregularquerecorreuncuerpodearribaaabajo.Elsol se volvió extraordinariamente caliente porque el automóvil se habíadetenidoanteelescaparatedeMulberry;lasancianasenlaplantasuperiordelosomnibusesabríansusnegrassombrillas;yaquíyallá,unasombrillaverde,o roja, se abría con su chasquido. La señora Dalloway, acercándose alescaparateconlosbrazosllenosdefloresdeguisante,asomósumenudacararosada, con gesto indagador. Todosmiraban el automóvil. Septimusmiraba.Unoschicosenbicicletadesmontarondeunsalto.Eltráficosedetuvo.Yahíseguía el automóvil parado, las cortinas corridas, con un curioso dibujoimpreso, como un árbol, pensó Septimus, aterrado por esta gradualconcentracióndetodas lascosasantesusojos,comosialgúnhorrorhubiesesubidoalasuperficieyestuvieseapuntodeinflamarsederepente.Elmundovibraba, temblaba y amenazaba con estallar en llamas. ¿Soy yo el que estáimpidiendo el paso?, pensó. ¿Acaso no lemiraban y señalaban?; ¿acaso noestabalastradoahí,clavadoenlaacera,poralgúnmotivo?Pero¿porqué?

—Vamos, Septimus, sigamos —dijo su mujer, una mujer menuda, degrandesojosenunrostroestrechoyanguloso;unachicaitaliana.

PerolapropiaLucreziaeraincapazdeapartarlavistadelautomóvilydeldibujodelárbolde lascortinas.¿Sería laReinalaqueestabaahí—laReinaqueibadecompras?

Elchófer,quellevabaunratoabriendoalgo,dándolevueltas,cerrándolo,ocupósuasiento.

—Vamos—dijoLucrezia.

Pero su marido, porque llevaban cuatro, cinco años de casados, dio unsalto,seagitóydijo:

—¡Bueno,vale!—enfadado,comosilohubieseinterrumpido.

Lagente tienequedarse cuenta; lagente tienequever.Lagente, pensó,mientrasmirabaalgentíoembelesadoporelautomóvil;alosingleses,consushijos,suscaballosysuropa,aquienesadmirabaenciertosentido;peroahoranoeranmásque«gente»,porqueSeptimushabíadicho«mevoyamatar»;una

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fraseespantosa. ¿Ysi lehubieranoído?Miróalgentío. ¡Socorro! ¡Auxilio!,queríagritarlesaloschicosdelacarniceríayalasmujeres.¡Socorro!Elotoñopasado,sinirmáslejos,enelEmbankment,ellaySeptimusestabanarropadosconelmismoabrigoy,comoSeptimusnohacíamásqueleerelperiódicoenlugardehablarconella,seloarrancósinimportarle,¡riéndoseenlasbarbasdel viejo que los vio! Pero el fracaso se esconde. Tendría que llevárselo aalgúnparque.

—Ahoravamosacruzar—dijoella.

Tenía derecho a su brazo, aunque fuera insensible.Él se lo daría, a ella,queera tansencilla, tan impulsiva,veinticuatroaños tansólo, sinamigosenInglaterra,quehabíadejadoItaliaporamoraél,untrozodehueso.

El automóvil, las cortinas corridas y su aire de reserva inescrutable,prosiguió hacia Piccadilly, y todavía seguía siendo el foco de todas lasmiradas,todavíaprovocabaenlosrostrosaambosladosdelacalleelmismooscuro aliento de veneración, ya fuese por laReina, el Príncipe o el PrimerMinistro,nadielosabía.Elrostro,loquesediceelrostro,sólolohabíanvistotres personas durante unos segundos. Incluso el sexo era objeto de disputa.Peronocabíadudadequelagrandezaestabasentadaahídentro;lagrandezapasabapor allí, oculta,BondStreet abajo, a cortadistancia, al alcancede lamano de la gente corriente que quizá estuviera ahora, por primera y últimavez, apuntodehablar con lamajestadde Inglaterra, el símbolopermanentedelEstado,quesedaráaconoceralosinvestigadorescuriososquecribenlasruinasdeltiempo,cuandoLondresseasólouncaminocubiertodehierbajosytodoséstosqueseapresuranporlaaceraestemiércolesporlamañananoseansinohuesosentrecuyopolvoaparezcanunascuantasalianzasdeboday losempastesdeorodeinnumerablesmuelaspicadas.Entoncessesabrádequiéneraelrostrodelautomóvil.

Probablemente sea laReina, pensó la señoraDallowaymientras salía deMulberry con las flores: la Reina.Y por un instante adoptó una postura dedignidadextrema,ahíparadajuntoalafloristeríabajoelsol,mientraselcochepasaba,parsimonioso,con lascortinascorridas.LaReinadecaminoaalgúnhospital;laReinainaugurandoalgunatómbola,pensóClarissa.

Eljaleoeratremendoparalahoraqueera.Lords,Ascot,Hurlingham,¿quépasaba? se preguntaba, porque la calle estaba bloqueada. La clase mediabritánica,sentadaalolargodelpisosuperiordelosautobusesconpaquetesyparaguas,sí, inclusoconpielesenundíacomoéste,pensóClarissa,eramásridículaymásinconcebibledeloqueunopudieraimaginar;yhastalaReinaestaba retenida; la propia Reina tenía el paso cortado. Clarissa se habíaquedado detenida en un lado de Brook Street; Sir John Buckhurst, el viejojuez, en el otro, con el coche entre los dos (Sir John había dictado la ley

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durante años y le gustaban lasmujeres bien vestidas) y entonces el chófer,asomándoseimperceptiblemente,dijoomostróalgoalagentedepolicíaque,trasdirigirleunsaludo,levantóelbrazo,empezóahacerseñasconlacabeza,apartó el ómnibus a un lado y el coche pasó.Lenta ymuy silenciosamente,prosiguiósucamino.

Clarissa lo adivinaba; Clarissa lo sabía, por supuesto; había visto algoblanco,mágicoyredondoen lamanodelsirviente,undiscoconunnombreinscrito,—¿elde laReina,delPríncipedeGales,delPrimerMinistro?—elcual,con lafuerzadesupropio lustre,sehabíaabiertopasocomounhierrocandente(Clarissaviocómoelcochesehacíamáspequeñoenlalejaníahastadesaparecer),parapoderarderentreloscandelabros,lasestrellascentelleantes,laspecheras,rígidasconsuadornodehojasderoble,HughWhitbreadytodossus colegas, los caballeros de Inglaterra, aquella noche en el palacio deBuckingham.TambiénClarissa daba una fiesta. Se estiró un poco; así iba aestarella,enloaltodelasescaleras.

Elcochesehabía ido,perohabíadejado traséluna tenueondaquefluíaporlastiendasdeguantes,lassombrereríasysastreríasaambosladosdeBondStreet. Durante treinta segundos todas las cabezas apuntaron en la mismadirección—la ventanilla. Mientras escogían un par de guantes—¿hasta elcodoomásarriba,colorlimónogrispálido?lasseñorasseinterrumpieron;alterminarlafrasealgohabíaocurrido.Enalgunoscasosalgotannimioquesuvibraciónnolapodíaregistrarningúninstrumentomatemático,pormuycapazqueéstefueradetrasmitirsacudidasyterremotoshastaChina;yesoqueeraimpresionantemente rotundoy a lavez emotivopor cuantoque su efecto sedejabasentirentodoelmundo;porqueentodaslassombrereríasysastreríaslos clientes, extraños entre sí, se miraron y pensaron en los muertos; en labandera; en el Imperio. En la taberna de una callejuela un alguien de lascolonias profirió insultos contra la Casa de Windsor, lo cual derivó enimproperios, jarras de cerveza rotas y una algarabía general que,singularmente,resonócomounecoalotroladodelacalle,hastallegaralosoídosde laschicasqueestabancomprando lenceríablanca,de lazosdesedapura,parasusbodas.Porquelaagitaciónsuperficialqueelcocheprovocabaasupaso,tocabayrasgabaalgomuyprofundo.

Deslizándose por Piccadilly el coche dobló por St. James’s Street.Unoshombresaltos,defísicorobusto,hombrestrajeados,consuschaquésylevitas,suspañuelosblancosypelopeinadohaciaatrás,queporrazonesdifícilesdedilucidar, estaban de pie en elmirador deWhite, lasmanos tras la cola delchaqué, vigilando, percibieron instintivamente que la grandeza pasaba anteellos, y la pálida luz de la presencia inmortal descendió sobre ellos, comohabíadescendidosobreClarissaDalloway.Inmediatamenteseirguieronmássicabe, retiraron sus manos de la espalda, y parecía que estuviesen en

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disposición de acatar las órdenes de su Soberano, hasta la misma boca delcañón, si fuera necesario, igual que sus antepasados lo hicieran en otrostiempos.Parecíaquelosbustosblancosylasmesitas,ensegundoplano,conalgunasbotellasdesodaencimaycubiertasdeejemplaresdelTatler,asentían;parecía que señalaban la abundancia de trigo y las casas de campo deInglaterra;yquedevolvíanel tenuemurmullode las ruedasdecoche,comolosmurosdeunagaleríahumildedevuelvenelecodeunsusurroconvertidoenvozsonoradebidoalafuerzadetodaunacatedral.MollPratt,arropadaensu chal y con sus flores sobre la acera, le deseó todo lo mejor al buenmuchacho (seguroqueeraelPríncipedeGales)yhubiera lanzadoalaireelpreciodeunajarradecerveza—unramoderosas—enmediodeSt.James’sStreet,detanalborozadaquesesentía,indiferentealapobreza,denoserporeloficialdepolicíaqueleteníaechadoelojo,frustrandoasílalealtaddeunavieja mujer irlandesa. Los centinelas en St. James’s hicieron el saludo; elpolicíadelaReinaAlejandraasintió.

Entretanto,unpequeñogruposehabíaformadoantelaspuertasdelpalaciodeBuckingham.Inquietosperoconfiados,pobregentetodosellos,esperaban.Mirabanelpalacio,donde labanderaondeaba;mirabanaVictoria,henchidasobre su montículo, admiraban sus gradas de agua en movimiento, susgeranios;escogíany señalabanentre losautomóvilesdelMall,primeroéste,luegoaquél;yseemocionabanasí,envano,conplebeyosquehabíansalidoapasear en coche; recordaban su tributo y lo guardabanmientras pasaba estecocheyluegoaquél;ytodoeseratodejabanqueseacumulaseelrumorensusvenas y que vibrasen los nervios en sus muslos al pensar en la realezadedicándoles una mirada; la Reina inclinándose; el Príncipe saludando; alpensaren lavidamaravillosaconferidaa losReyesporgraciadivina;en lascaballerizas y las excelsas reverencias; en la vieja casa de muñecas de laReina; en la PrincesaMaría, casada con un inglés, y el Príncipe—¡ah! ¡ElPríncipe!Separecíaextraordinariamente,segúndecían,alviejoReyEduardo,peroeramuchísimomásdelgado.ElPríncipevivíaenSt.James;peroacasovisitaraasumadrealgunamañana.

AsídecíaSarahBletchley,consubebéenbrazos,golpeandoelsueloconelpie,comosiestuviese juntoasuchimeneaenPimlico,perosinperderdevistaelMall,altiempoqueEmilyCoatesrecorríaconlamiradalasventanasdel palacio, pensando en las doncellas, las innumerables doncellas, losdormitorios, los innumerablesdormitorios.UnseñormayorconunterrierdeAberdeenyvarioshombresociososseunieronalgrupocadavezmásgrande.El pequeño señor Bowley, que alquilaba habitaciones en el Albany y queestabaselladoalaceraencuantoalosprofundosorígenesdelavida,aunqueesesellopudierarompersedemanerarepentina,inoportuna,sentimental,coneste tipo de cosas—pobresmujeres esperando que pase la Reina— pobresmujeres, niñitos bellos, huérfanos, viudas, la guerra—¡chist!—, el pequeño

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señorBowleyestaballorando.UnabrisapresumidacalentabalosfinosárbolesdelMall,loshéroesdebronce,dabavidaaunabanderaenelbritánicopechodelseñorBowley,quesequitóelsombreroalpasodelcocheentrandoporelMall y lo mantuvo en alto mientras el coche se acercaba, dejando que lasmadresdePimlicoseapretujarancontraél,bienerguido.Elcocheseacercó.

De repente, la señoraCoatesmiró al cielo.El ruidodeunaviónpenetróominosamenteenlosoídosdelamultitud.Ahíestaba,volandoporencimadelos árboles, dejando una estela de humo blanco que formaba rizos ytirabuzones,escribiendoalgo,¡deverdad!¡Haciendoletrasenelcielo!Todosmiraron.

El avión se dejó caer y volvió a subir en picado, hizo un lazo, siguióadelante, cayó, se elevó, dejando a su paso una espesa chorrera de humoblancoquecaracoleabay formabacurvasenel cielo,deletreandoalgo.Pero¿qué letras eran? ¿A C? ¿Una E, luego una L? Por un solo instantepermanecieronquietas;luegosefueronalterando,fundiendoyborrandoenelcielo,traslocualelaviónsealejóyempezódenuevo,enotrotrozodecielo,aescribirunaK,unaEy¿acasounaY?

—Blaxo —dijo la señora Coates, con voz tensa y asombrada, fija sumiradaenelcielo,yelniño,blancoytiesoensusbrazos,tambiénmiró.

—Kreemo —murmuró la señora Bletchley, como sonámbula. Con elsombrero en la mano, completamente inmóvil, el señor Bowley mirabafijamentealcielo.AlolargodetodoelMaf,lagentemirabaalcielo.Mientrasmiraban,elmundoenterosevolvióperfectamentesilenciosoyunabandadadegaviotascruzóelcielo,acaudilladaporunagaviotayluegoporotra,yenestesilencio extraordinario, en esta paz, en esta palidez, en esta pureza, lascampanasdoblarononceveces,alejándosesusonidoconlasgaviotas.

El avióngiró, siguióen línea rectaypicóexactamentedonde leparecía,ágil,libre,comounpatinador:

—EsoesunaE—dijolaseñoraBletchley.

Ocomounbailarín:

—Estoffee—murmuróelseñorBowley.

(Enéstas,entróelcocheporlaspuertasdelpalaciosinquenadiesefijaraenél) interrumpiendolaemisióndehumo,elaviónsealejómásymás,yelhumo se iba dispersando y adhiriendo a las amplias formas blancas de lasnubes.

Se había ido; estaba detrás de las nubes.Ni un ruido. Las nubes que sehabían unido a las letrasE,G oL iban sueltas y libres, como si estuviesendestinadas a volar de este a oeste para realizar una misión de la mayor

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importanciaquejamásseríadadaaconocer,ysindudaasíera—unamisiónde lamayor importancia.Entonces,de repente,comoun trensaliendodeuntúnel,elaviónsaliódelasnubesotravez,penetrandosusonidoenlosoídosdetodalagenteenelMaf,enGreenPark,enPicadilly,enRegentStreet,enRegent’sParkylaondadehumosecurvótrasélyelavióndescendióyvolvióa subir en picado, grabando una letra tras otra—pero ¿qué palabra estabaescribiendo?

LucreziaWarrenSmith,sentadajuntoasumaridoenunbancodelBroadWalkdeRegent’sPark,levantólamirada.

—¡Mira, mira, Septimus!—exclamó. Porque el doctor Holmes le habíadichoqueestimularaensumarido(quenopadecíanadaseriosalvoqueestabauntantopachucho)elinterésporlascosasqueocurríanasualrededor.

Asípues,pensóSeptimus,levantandolamirada,estánhaciéndomeseñas.Sinformalizarloenpalabras;esdecir,quenosabíaleerlotodavía;peroestababastante claro, estabelleza, estabelleza exquisita, y las lágrimas empañaronsusojosalmirarlasletrasdehumolanguideciendoydisipándoseenelcielo,yconfiriéndole,envirtuddesuinagotablecaridadyrisueñabondad,unaformatras otra de belleza inimaginable y mostrando su intención de entregarlebelleza, a cambio de nada, siempre, a cambio de una simple mirada, ¡másbelleza!Laslágrimascorrieronporsusmejillas.

Setratabadetoffee;estabananunciandotoffee,ledijoaReziaunamadecría.Juntasempezaronadeletrear:t…o…f..

—K…R…—dijo el ama y Septimus la oyó decir «ca erre» junto a suoído, profunda, suavemente, como un órgano suave pero con un tinte deaspereza en la voz, como la de una cigarra.Una aspereza que le raspaba elespinazodeformadeliciosaytrasmitíaasucerebrounasondasdesonidoque,tras el impacto, se quebraban.Quédescubrimiento tanmaravilloso—que lavozhumanaendeterminadascondicionesatmosféricas (porqueunodebesercientífico, ante todo científico) ¡pueda devolverles la vida a los árboles!Alegremente, Rezia puso la mano con toda su fuerza en su rodilla, de talmaneraquesesintiólastrado, transfigurado.Delocontrariosehabríavueltolococonlaanimacióndelosolmosbalanceándose,arribayabajo,contodassushojasencendidasyelcoloridoquevariabadeintensidad,delazulalverdedeunaolahueca,comolasplumasquecoronanaloscaballos,oalasdamas,tanorgullosasensubalanceo,tanespléndidas.

Peronosevolveríaloco.Cerraríalosojos;yanoqueríavernadamás.

Sin embargo, las hojas le llamaban; estaban vivas; los árboles estabanvivos. Y las hojas, al estar conectadas mediante millones de fibras con supropio cuerpo, ahí sentado, lo abanicaban arribay abajo; cuando la rama se

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estiraba, él también daba cuenta de ello. Los gorriones que revoloteaban,subían y luego se dejaban caer en las fuentesmelladas, formaban parte delcuadro; blanco y azul, y los trazos negros de las ramas. Los sonidoscomponíanarmoníasconpremeditación;losintervalosquelosseparabanerantanrelevantescomolossonidos.Unniñolloraba.Alolejossonóunabocina.Ensuconjunto,suponíaneladvenimientodeunareligiónnueva:

—¡Septimus!—dijoRezia.Lediounfuerterespingo—.Lagentesevaadarcuenta.

—Voyhastalafuenteyvuelvo—dijoella.

Porqueyanoaguantabamás.EldoctorHolmesdiríaquenoeranada.Sipor ella fuese, ¡mejor sería que estuviese muerto! Era incapaz de quedarsesentada junto a él cuando se quedaba así, con la mirada fija, sin verla yhaciendoque todofueseespantoso;elcieloy losárboles, losniños jugando,arrastrando sus carritos, con sus silbatos, cayendo al suelo; todos eranespantosos.Yélquenoqueríaquitarselavida;yellaquenoselopodíadeciranadie.«Septimushatrabajadodemasiado»—esoera loúnicoquelepodíadecirasupropiamadre.Amarlehaceaunosolitario,pensó.Noselopodíadeciranadie,nisiquierayaaSeptimusy,volviendolamiradaatrás,lovioahísentado, con su abrigo raído, solo, encorvado con la vista perdida. Y eracobardíaenunhombredecirque ibaaquitarse lavida,peroSeptimushabíaluchado;eravaliente;élnoeraSeptimusenestemomento.¿Queestrenabauncuellodevestido?¿Queestrenabasombrero?Élnuncasedabacuenta;yerafeliz sin ella. ¡Nada sin él la hacía feliz! ¡Nada!Él era egoísta.Así son loshombres. Porque él no estaba enfermo. El doctor Holmes decía que no lepasabanada.Extendiólamanoanteella.¡Vaya!Laalianzaselemovía—detanto que había adelgazado. Ella era la que sufría—pero no tenía a quiéncontárselo.

Lejos ya quedaba Italia, sus casas blancas y la habitación donde sushermanas se sentaban a hacer sombreros, las calles que todas las tardes sellenabandegentequeibadepaseo,quereíaacarcajadas,nocomoladeaquí,vivosamediasnadamás,¡arrebujadosensustumbonas,mirandounascuantasflores,feas,plantadasenunamaceta!

—Porque deberías ver los jardines deMilán—dijo en voz alta. Pero ¿aquiénselodecía?

No había nadie. Sus palabras se desvanecieron. Como se desvanece uncohete. Sus chispas, tras abrirse camino en la noche, se rinden ante ella, laoscuridaddesciende,seviertesobreelcontornode lascasasy las torres; lascolinasáridassesuavizanyprecisansuscontornos.Peroaunquesehanido,lanocheestárepletadeellas;desprovistasdecolor,carentesdeventanas,existenmás ponderadamente, entregan lo que la franca luz del día no consigue

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trasmitir—el desasosiego y el suspenso de las cosas agrupadas ahí en lastinieblas;apretujadasunascontraotrasenlastinieblas;desprovistasdelalivioqueelalbaaportacuando,lavandolasparedesblancasygrises,tocandotodosycadaunodeloscristalesdelasventanas,levantandolabrumadeloscampos,dejandoalavistalasvacaspardorojizas,quepastanapaciblemente,todoellovuelve,unavezmás,aagredira lavista;vuelveaexistir. ¡Estoysola;estoysola!gritó,juntoalafuentedeRegent’sPark(lamiradafijaenelindioconsucruz),porquequizáamedianoche,alborrarsetodosloslímites,elpaísvuelvea su aspecto primigenio, tal y como lo vieron los romanos, nuboso, comocuandodesembarcaron,quenilascolinasteníannombreniconocíanelcursodelosríos—ésaerasuoscuridad.Yderepente,comosihubiesesurgidounaplataforma y ella estuviesemontada encima, dijo que era su esposa, casadadesdehacíaañosenMilán,¡suesposa!y¡nunca!¡Jamásdiríaqueestabaloco!Dandoungiro,laplataformadescendió;yellafuebajando,bajando.Porqueélsehabríaido,pensó—sehabríaido,talerasuamenaza,aquitarselavida—¡atirarsedebajodeuncarro!Perono;ahíseguía;solo,sentadoenelbanco,consuabrigoraído,laspiernascruzadas,lamiradafija,hablandoenvozalta.

Los hombres no deben talar árboles. Hay un Dios. (Anotaba talesrevelacionesaldorsodelossobres.)Cambiaelmundo.Nadiemataporodio.Hazlo saber (lo anotó).Esperaba.Escuchaba.Ungorrión, encaramado en labarandilla de enfrente, canturreó: «¡Septimus, Septimus!», cuatro o cincovecesy,siguiócantando,sacandounaaunalasnotas,cantandoconvoznuevay también penetrante, con palabras griegas, cómo no existía el crimen y,acompañado por otro gorrión, desde los árboles de la pradera de la vida, alotroladodelríodondelosmuertoscaminan,quenohabíamuerte.

Ahí estaba su mano; allí, los muertos. Unas cosas blancas se estabanjuntando tras la barandilla de enfrente. Pero no se atrevía a mirar. ¡Evansestabadetrásdelabarandilla!

—¿Quédices?—dijoReziadepronto,sentándosejuntoaél.

¡Otravezmehaninterrumpido!Ellasiempreleestabainterrumpiendo.

Alejarsedelagente—debíanalejarsedelagente,dijoél(levantándosedeunbrinco),haciaallá,dondehabíasillasbajounárbolylaextensapendientedelparquesedejabacaercomounapiezade telaverdeconunanubeazulyrosa formándole un techado de tela muy en lo alto, y también había unamuralla de casas lejanas, irregulares, arropadas en la neblina, el tráficomurmuraba en círculos y, a la derecha, unos animales de color pardoasomabansuslargoscuellosporencimadelasempalizadasdelzoo,ladrando,aullando.Ahísesentaronbajounárbol.

—Mira—le imploróella, señalandounapequeñapandillademuchachosconpalosdecricket,unodeellos ibaarrastrando lospies, sevolteabacomo

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unapeonzayvolvíaaarrastrarlospies,comounpayasodemusic-hall.

—Mira —le imploró, porque el Doctor Holmes le había dicho que lehicierafijarseenlascosasreales,iraalgúnmusic-hall,jugaralcricket—,éseerael juego ideal—dijoelDoctorHolmes—,unbuen juegoalaire libre,eljuegoidealparasumarido.

—Mira—repitió.

Mira,loinvisiblelellamaba,lavozqueahoralecomunicabaaélqueeraelmásgrandedelahumanidad,Septimus,recientementellevadodelavidaalamuerte, elSeñorquehabíavenidoa renovar la sociedad,queyacíacomouna colcha, como unamanta de nieve tocada sólo por el sol, sin gastar, enconstante sufrimiento, el chivo expiatorio, el eterno sufridor, pero él no loquería,gimió,apartandoconungestodelamanoesesufrimientoeterno,esaeternasoledad.

—Mira—repitióella,porqueélnodebíahablarsoloestandoenlacalle.

—¡Ay!, mira —le imploró. Pero ¿qué había que mirar? Unos cuantoscorderos.Nadamás.

—¿Dónde queda la estación de Metro de Regent’s Park?; ¿podríanindicarle el camino alMetro de Regent’s Park?—inquirióMaisie Johnson.HabíavueltodeEdimburgohacíatansólodosdías.

—Poraquíno;¡porallá!—exclamóRezia,indicándolequeseecharaaunlado,portemoraquevieraaSeptimus.Losdosteníanunapintarara,pensóMaisieJohnson.Todoparecíamuyraro.Recién llegadaaLondresa trabajarconuntíosuyoquelehabíadadounempleoenLeadenhallStreetydepaseoahoraporRegent’sPark,aquellaparejasentadaenesassillas lediounbuensusto: la mujer, con aire de extranjera y el hombre con esa pinta tan rara,cuandofueraviejalosseguiríarecordandoyentresusrecuerdoschocaríaestepaseoporRegent’sPark,unapreciosamañanadeveranohacecincuentaaños.Porque sólo teníadiecinueveañosypor finhabíaconseguido loquequería.Venir a Londres; y qué raro era ahora todo, esta pareja a la que le habíapreguntadoelcamino,ylachicasehabíaasustadoyhabíahechoungestorarocon la mano y el hombre, él sí que parecía rarísimo, discutiendo, quizásseparándose para siempre; quizás; algo pasaba, estaba segura, y ahora, todaesagente (habíavueltoalBroadWalk), losestanquesdepiedra,y las florestímidas, los viejos y las viejas, inválidos la mayoría en sillas de ruedas,parecían,despuésdeEdimburgo,tanraros.YMaisieJohnson,alunirseaesegrupoquecaminabasinrumbo,queobservabadistraídamente—conelvientoenlacara—alasardillas,acicalándoseenlasramas,alosgorrionesbuscandomigajas de pan, a los perros en las verjas, ocupados unos con otros, al airelibreycálidoquedabaunpuntodedulzuraydecaprichoaesamiradafijay

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neutra con la que abordaban la vida—Maisie Johnson sintió sin duda queteníaquegritar ¡oh! (porqueaquel jovenallí sentado lahabía impresionado.Algopasaba,losabía).

¡Horror! ¡Horror!, quiso gritar. (Se había alejado de los suyos; la habíanadvertidodeloquepasaría.)

¿Por qué no se había quedado en casa?, gritó aferrándose al pomode labarandilladehierro.

Esachica,pensólaseñoraDempster(queguardabarestosdepanparalasardillasyqueamenudose llevabaelalmuerzoaRegent’sPark), todavíanotieneniideadenada;ycontodoleparecíamejorserunpocorobusta,unpocodesaliñada,unpocomoderadaensuspretensiones.Percybebía.Bueno,mejortener un hijo, pensó la señora Dempster. Lo había pasado mal, y no podíaevitarsonreírseanteunachicaasí.Tecasarás,porqueereslosuficientementeguapa,pensólaseñoraDempster.Cásate,pensó,yasíaprenderás.¡Sí,claro!Lo de guisar y eso. Cada hombre es como es. Pero quién sabe si hubiesetomado lamismadecisióndehaberlosabido,pensó laseñoraDempster,quenopudoevitareldeseodesusurrarleunaspalabrasaMaisie Johnson; sentirsobrelaarrugadapieldesurostroelbesodelacompasión.Porquehasidounavidadura,pensólaseñoraDempster.¡Quéesloquenolehabíaentregadoalavida! Rosas; buen tipo; y también sus pies. (Ocultó sus pies deformes ybulbososbajolafalda.)

Rosas,pensósarcásticamente.Tonterías,cariño.Porquedeverdad,conelcomer,elbeberylavidaencomún,losbuenostiemposylosmalos,lavidanohabíasidounlechoderosas,yesmás,excusodecirles,¡CarrieDempsternoestaba dispuesta a cambiar su suerte por la de unamujer deKentish Town,cualquiera que fuese! Pero piedad, imploraba; piedad por la pérdida de lasrosas.PiedadesloquelepedíaaMaisieJohnson,enpiejuntoalosarriatesdejacintos.

Pero ¡ay, ese aeroplano! ¿Acaso la señora Dempster no había deseadosiempre viajar al extranjero? Tenía un sobrino,misionero. Subió en picado.SiempresehacíaalamarenMargate,aunquesinperderdevistalacosta,perono soportaba a las mujeres que le tenían miedo al agua. Viró y fundió enpicado. Tenía el estómago en la boca. Arriba otra vez. Dentro va un buenchico, apostó la señora Dempster y el avión se alejó más y más,desvaneciéndose, deprisa, como una bala: elevándose sobre Greenwich contodossusmástiles;pasandoporencimadelislotedeiglesiasgrises,St.Paulylasdemás,hastaque,aunoyotroladodeLondres,seextendieroncamposypardos bosques donde los atrevidos tordos, de rápida mirada, saltabanaudazmente para atrapar al caracol y golpearlo contra una piedra, una, dos,tresveces.

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Elaeroplanosealejómásymás,hastaquesólofueunabrillantechispa;unaaspiración;unaconcentración;unsímbolo(asíleparecióalseñorBentley,quesegabaenérgicamenteelcéspeddesujardíndeGreenwich)delalmadelhombre;desudecisión,pensóelseñorBentley,rodeandoelcedro,deescaparde su propio cuerpo, de salir de su casa, con el pensamiento, Einstein, laespeculación,lasmatemáticas,lateoríadeMendel.Elaeroplanosealejócadavezmás.

Entonces,mientras un personaje andrajoso e insólito con una cartera decuero vacilaba de pie en la escalinata de la catedral de St. Paul, y porquedentro estaba ese bálsamo, esa gran bienvenida, todas esas tumbas conpendones ondeando en lo alto, trofeos de victorias conseguidas, no contraejércitos,pensabaelhombre,sinocontraesemolestoespíritudebúsquedadelaverdadquemehadejadoenestaprecariasituación,sinempleo;esmás,lacatedralbrindacompañía,pensó,teinvitaaperteneceraunasociedad;grandeshombrespertenecenaella;haymártiresquehanmuertoporella;porquénoentrar,pensó,ponerestacarteradecuerorepletadepapelesanteunaltar,unacruz,elsímbolodealgoquesehaelevadoporencimadetodabúsqueda,detodapregunta,detododiscursoconstruidoysehaconvertidoenpuroespíritu,sin cuerpo, espectral —¿por qué no entrar? pensó, y mientras vacilaba, elaeroplanosealejósobrevolandoLudgateCircus.

Eraextraño;estabasilencioso.Niun ruidoseoíaporencimadel tráfico.Parecía que nadie lo gobernara, que volara por su propia voluntad.Y ahoraalzándose curva tras curva, subió en línea recta, como algo que se elevarahacia el éxtasis, en puro deleite, y soltó una estela de humo blanco que,retorciéndose,escribióunaT,unaO,unaF.

—¿Qué miran? —dijo Clarissa Dalloway a la doncella que le abrió lapuerta.

Elvestíbulodelacasaestabafrescocomounacripta.LaseñoraDallowayse llevó lamanoa losojosymientras ladoncella cerraba lapuertayoía elrumordelasfaldasdeLucy,sesintiócomounamonjaquesehaapartadodelmundo y siente cómo la envuelven los velos familiares y las antiguasdevociones.Lacocinerasilbabaenlacocina.Oyóeltecleodelamáquinadeescribir.Erasuvidae,inclinándosehacialamesadelvestíbulo,sesometióadicha influencia, se sintió bendecida y purificada, diciéndose a sí misma,mientrascogíaelblocdelosrecadostelefónicos,cómomomentoscomoéstesonbrotesenelárbolde lavida,floresdeoscuridad,pensó(comosialgunapreciosa rosa hubiera florecido sólo para ella); nunca creyó enDios; y contantomásmotivo,pensó,cogiendoelbloc,unadebepagarporelloenlavidadiaria al personal de servicio, sí, a los perros y los canarios, y sobre todo aRichard, su marido, que era el fundamento de todo ello —de los alegressonidos, de las luces verdes, incluso de la cocinera que silbaba, porque la

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señoraWalkererairlandesaysepasabaeldíasilbando—unateníaqueusareste fondo secreto de momentos exquisitos para saldar su deuda, pensó,levantando el bloc,mientras Lucy permanecía en pie a su lado, tratando deexplicarle:

—ElseñorDalloway,señora.

Clarissa leyó en el bloc: «LadyBrutondesea saber si el señorDallowayalmorzaráconellahoy.»

—El señorDalloway, señora,me pidió que le dijera que no comería encasa.

—¡Caray! —dijo Clarissa. Lucy, tal y como esperaba, compartió sudesilusión(aunquenoelgolpe);sintiólaarmoníaentrelosdos;sepercatódela insinuación; pensó en el modo de amar de la clase media; pensótranquilamente en su dorado futuro; y, tomando la sombrilla de la señoraDalloway,lablandiócomosifueraunarmasagradaqueunadiosaabandonadespués de haberse comportado honrosamente en el campo de batalla, y lacolocóenelparagüero.

—Notemasmás—dijolaseñoraDalloway—.Notemasmásalardordelsol; porque la desagradable sorpresa de queLadyBrutonhubiera invitado aalmorzaraRichardsinella,comolaplantaenellechodelríoseestremecealsentirlaondadeunremo:talfuesutemblor,talfueelestremecimiento.

MillicentBruton,cuyosalmuerzosteníanfamadeserextraordinariamentedivertidos, no la había invitado. No es que unos vulgares celos la fueran aseparardeRichard.Peroletemíaaltiempoensímismo,yleíaenelrostrodeLadyBruton,comosifueraundiscotalladoenpiedraimpasible,quelavidaseacababa,cómoañotrasañoquedabarecortadasuparte;quépocopodíayadardesíelmargenquelequedaba,quépocopodíaabsorber,comoenlosañosjóvenes, los colores, las sales, los tonos de la existencia, de talmanera queClarissallenabalahabitaciónenlaqueentraba,yamenudosentía—justoenelmomentoenqueestabaapuntodecruzarelumbraldelasaladeestar—unmomentodequietudexquisita,comoelqueexperimentaunnadadorantesdezambullirseenelmarqueseoscureceyseiluminaasuspies,ylasolasqueamenazanconromper,aunquenohacensinorasgarlasuperficie,searrollan,seocultanyseincrustandeperlas,mientrassimplementevolteanlasalgas.

Pusoelblocsobrelamesadelvestíbulo.Lentamente,seencaminóalpisodearriba,lamanosobrelabarandilla,comosihubiesesalidodeunafiestaenla que un amigo primero y otro después hubieran reflejado su propia cara,hubieransidoecodesuvoz;comosihubieracerradolapuerta,hubierasalidoy se hubiera quedado sola, una figura solitaria contra la noche espantosa, omejor dicho, para ser exactos, contra la mirada penetrante de esta prosaica

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mañanadejunio;suave,paraalgunos,conelbrillodelospétalosderosa, losabía,y lo sentía,mientras sedetenía juntoa laventanadel rellanoque, asíabierta,dejabaentrarelbatirdelaspersianas,elladridodelosperros,dejabaentrar, pensó, sintiéndose repentinamentemarchita, avejentada, sin pecho, laalgarabía,elsoplo,elflorecerdeldíaalairelibre,alotroladodelaventana,fueradesucuerpoydesucerebroqueahoralefallaba,porqueLadyBruton,cuyos almuerzos tenían fama de ser extraordinariamente divertidos, no lahabíainvitado.

Como una monja que se retira o como un niño que explora una torre,subió, arriba, sedetuvoante laventana, llegóal baño.Allí estaba el linóleoverdeyungrifoquegoteaba.Habíaunvacíoalrededordelcorazóndelavida;una buhardilla. Las mujeres deben despojarse de sus ricos atavíos. Almediodíadebendesvestirse.Pinchólaalmohadilladealfileresydejósobrelacama su sombrero de plumas amarillo. Las sábanas estaban limpias,tensamenteestiradasenunanchoembozo,deladoalado.Sucamasevolveríacada vez más estrecha. La vela estaba a medio consumir y Clarissa estabaprofundamenteinmersaenlasMemoriasdelBarónMarbot.Sehabíaquedadoleyendo hasta tarde el pasaje sobre la retirada deMoscú. Como la Cámaradeliberaba hasta tan tarde, Richard insistió después de su enfermedad, quedebíadormirsinsermolestada.YdeverdadqueellapreferíaleerlaretiradadeMoscú. Él lo sabía. Así pues, la habitación era una buhardilla; la cama,estrecha;yallítumbada,leyendo,porquedormíamal,nopodíadespojarsedeunavirginidadconservadaatravésdepartos,unavirginidadquesepegabaaella como una sábana. Preciosa en la adolescencia, de repente llegó unmomento—porejemplo,enel río,bajo losbosquesdeClieveden—enque,debidoaalgunacontraccióndeestefríoespíritu,Clarissalehabíafallado.Ydespués en Constantinopla, y otra vez, y otramás. Sabía qué era lo que lefaltaba. No era belleza; no era inteligencia. Se trataba de algo central quepenetrabatodo;algocálidoquealterabasuperficiesyrompíaelfríocontactodehombreymujer, o demujeres juntas. Porque eso sí quepodía percibirlovagamente.Le dolía, sentía escrúpulos sacados deDios sabe dónde, o bien,eso creía, enviados por la Naturaleza (infaliblemente sabia); con todo, enalgunasocasioneseraincapazderesistirsealencantodeunamujer,nodeunaniña, de unamujer confesándole, comohacían amenudo, unmal paso, unalocura.Yyafueraporcompasiónoporsubelleza,oporqueellaeramayor,oporalgunacontingencia—comoun levearoma,ounviolínen lacasadeallado(tanextrañoeselpoderdelsonidoenciertosmomentos),ellasentía,sinlugar a dudas, lo que los hombres sienten. Sólo por un instante; pero erasuficiente. Era una súbita revelación, una especie de excitación como unsofocoquetratabasdecontenerperoconformeseextendíanotequedabamásremedioqueentregarteasumovimientoyteprecipitabashastaelfinalyallíteponías a temblar y sentías que el mundo se te acercaba hinchado con un

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significadosorprendente,conunaespeciedepresiónquetellevabaaléxtasis,porqueestallabaporlapielybrotabayfluíaconuninmensoalivioporfisurasyllagas.Yentonces,eneseprecisomomentohabíatenidounailuminación:laluzdeunacerillaqueardeenunaflordeazafrán,unsignificadointernoquecasi llegaba a verbalizarse. Pero la presión se retiraba; lo duro se volvíablando.Sehabía terminado, elmomento.Sobre el fondode talesmomentos(tambiénconlasmujeres),contrastaba(mientrasdejabaelsombrero)lacama,el Barón Marbot y la vela medio consumida. Mientras yacía despierta, elparquet crujió; la casa iluminada se oscureció de repente, y al levantar lacabeza sólo oía el clic del picaporte que Richard accionaba con la mayordelicadezaposible,ysubíalaescaleraencalcetines,yluego,lamayoríadelasveces,¡selecaíalabolsadeaguacalienteysoltabaunjuramento!¡Cómosereía!

Pero este asunto del amor (pensó, guardando la chaqueta), esto deenamorarsedelasmujeres.Porejemplo,SallySeton;surelaciónenlosviejostiemposconSallySeton.¿Acasonohabíasidoamor,afindecuentas?

Sesentabaenelsuelo—ésaera laprimera impresiónqueconservabadeSally —se sentaba en el suelo con las manos en las rodillas, fumando uncigarrillo.¿Dóndefuequeocurrió?¿EncasadelosManning?¿DelosKinlochJones?Enuna fiesta (aunquenosabíaconcertezadónde),porque recordabaclaramentehaberpreguntadoalhombreconelqueestaba:«¿Quiénesésa?»Yélselodijo,ylecomentóquelospadresdeSallynosellevabanbien(¡cuántolaescandalizóque lospadresdeunasepelearan!).Peroen toda lanochenopudo apartar la vista de Sally. Era una belleza extraordinaria, la clase debellezaquemásadmiraba,morena,ojosgrandes,conaquellagraciaque,porno tenerlo ella, siempre envidió—una especie de abandono, como si fueracapaz de decir cualquier cosa, de hacer cualquier cosa, un airemuchomásfrecuenteen lasextranjerasqueen las inglesas.Sally siempredecíaqueporsus venas corría sangre francesa, que un antepasado suyo había estado conMaríaAntonietayquelecortaronlacabeza,yquelehabíadejadounanilloconun rubí.Quizá fuera aquelveranoenqueSally sepresentó enBourton,completamenteporsorpresa,sinunpeniqueenelbolsillo,despuésdelacena,asustando de talmanera a la pobre tíaHelena que nunca la perdonó.En sucasasehabíaproducidounadiscusióntremenda.Literalmente,noteníaniunpenique aquella noche cuando recurrió a ellos—había empeñadounbrochepara hacer el viaje. Se había ido a toda prisa, en un arrebato. Se quedaronhablandohastaaltashorasde lanoche.Sally fuequien lehizodarsecuenta,porprimeravez,de loprotegidaque resultaba lavidaenBourton.Nosabíanadaacercadelsexo,nideproblemassociales.Enunaocasiónvioaunviejocaer muerto en un campo; había visto vacas que acababan de parir a susterneros. Pero a la tía Helena nunca le gustaron las discusiones, fueran deltemaquefueren(cuandoSally ledioaClarissaelWilliamMorris, tuvoque

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forrarloconpapeldeestraza).Sequedabansentadashorasyhorashablando,ensudormitoriodelúltimopiso,hablandodelavida,decómoibanareformarelmundo.Querían fundarunasociedadqueaboliera lapropiedadprivada,yllegaron hasta escribir una carta, aunque no llegaron amandarla. Las ideaseran de Sally, por supuesto, pero ella muy pronto adoptó ese mismoentusiasmo,leíaaPlatónenlacama,antesdeldesayuno;leíaaMorris;leíaaShelleyatodashoras.

ElvigordeSallyeraimpresionante,sucapacidad,supersonalidad.Comolo que hacía con las flores, por ejemplo. En Bourton siempre había unosjarronespequeñosyalargadosalolargodelamesa.Sallysalía,cogíamalvas,dalias—todogénerodefloresquenuncasehabíanvistojuntas—,lescortabalacabezaylasechabaenunoscuencosconagua,dondequedabanflotando.Elefectoeraextraordinario,alentraracenar,alacaídadelatarde.(Desdeluegoque la tíaHelena consideraba cruel tratar así a las flores.) En otra ocasión,olvidó suesponjay sepusoa correrdesnudapor elpasillo.Aquellaviejaysiniestradoncella,EllenAtkins, anduvogruñendo:«¿Y si algúncaballero lahubiera visto, qué?» De verdad, Sally escandalizaba. Era desaliñada, decíapapá.

Lo extraño, ahora que lo recordaba, era la pureza, la integridad de sussentimientos hacia Sally. No era como los sentimientos que tienes por unhombre.Eraunsentimientocompletamentedesinteresadoy,además,teníaunrasgoquesólopuededarseentremujeres,entremujeresapenassalidasdelaadolescencia. Era un sentimiento protector, por su parte; surgido de unaespeciedeconcienciadeuniónsolidaria,delpresentimientodequeeldestinolas iba a separar irremediablemente (siempre hablaban del matrimonio entérminos de catástrofe), y de ahí su postura de caballero andante, esesentimiento protector,muchomás fuerte en ella que en Sally. Y es que, enaquellosdías,Sallysecomportabacomounatotalinsensata;hacíalasmayoresidiotecesporpuroalarde;montabaenbicicletaporelparapetode la terraza;fumabapuros.Absurda,esoes loqueera,muyabsurda.Peroelencantoeraabrumador, al menos para ella, tanto que todavía recordaba aquellosmomentosenque,depieensudormitoriodelúltimopiso,con labotelladeaguacalienteen lasmanos,decíaenvozalta:«¡Ellaestábajoeste techo…!¡Estábajoestetecho!»

No,ahoralaspalabrasyanosignificabanabsolutamentenadaparaella.Nopercibíayanielecodesuantiguaemoción.Peroencambiosíseacordabadelosescalofríosqueleproducíalaemociónydecómosearreglabaelpeloenuna especie de éxtasis (ahora la antigua sensación empezó a regresar a ella,mientrassequitabalashorquillas,lasdejabasobreeltocador,searreglabaelpeinado), con las cornejas ascendiendo y descendiendo en la luz rosada delatardecer,ydecómosevestíaybajabalaescaleraycómosentía,alcruzarla

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sala,que«situviesequemorirahora,seríaelmomentomásdichoso».Asísesentía—comoOtelo,ylosentía,estabaconvencidadeello,contantafuerzacomoShakespearequisoqueOtelolosintiera.¡Ytodoporqueestababajandoacenar,conunsimplevestidoblanco,paraencontrarseconSallySeton!

Ella iba vestida de gasa color de rosa—¿era eso posible? En cualquiercaso, parecía todo luz, resplandeciente, como un pájaro o un etéreo plumónquehubieraentradoconunsoplodevientoysehubieseposadouninstanteenunazarza.Peronohaynadatanextrañocuandounaestáenamorada(y¿quéeraaquellosinoestarenamorada?)comolatotalindiferenciadelosdemás.LatíaHelenasimplementedesapareciódespuésdelacena;papáleíaelperiódico.Puede quePeterWalsh estuviera allí, así como la vieja señoritaCummings;JosephBreitkopf sí estaba, sin duda, porque venía todos los veranos, pobreviejo, a pasar semanas y semanas, y fingía enseñarle alemán a Clarissa,cuandoenrealidadsededicabaa tocarelpianoyacantarpiezasdeBrahmssintenervozparaelloenabsoluto.

TodoestonoeramásqueunpaisajedefondoparaSally.Depiejuntoalachimenea, hablaba, con esa voz tan hermosaque cuanto decía sonaba comouna caricia, dirigiéndose a papá, que había empezado a sentirse atraído, untantoencontradesuvoluntad(nuncapudoolvidarelhaberleprestadounodesus libros y encontrárselo empapado en la terraza), cuando de pronto decía«¡qué lástimaestar sentadosaquídentro!»,y salieron todosa la terrazay sepusieron a caminar de allá para acá. Peter Walsh y Joseph Breitkopfcontinuaroncon sucharla sobreWagner.EllaySally les siguieron,unpocorezagadas.Entoncesseprodujoelmomentomásexquisitodesuvida,alpasarjuntoaunahornacinadepiedraconflores.Sallysedetuvo;cogióunaflor;labesó en los labios. ¡Fue como si el mundo entero se hubiese puesto bocaabajo!Losdemásdesaparecieron;ahíestabaellaasolasconSally.Ytuvolaimpresión de que le habían hecho un regalo, bien envuelto, y que le habíanpedido que lo guardara, sin mirarlo —un diamante, algo infinitamenteprecioso,bienenvuelto,ymientrasandaban(paraalláyparaacá,paraalláyparaacá),ellaloabrióy,alhacerlo,lequemósuresplandor,larevelación,elsentimientoreligioso—yentonceselviejoJosephyPeteraparecieronfrenteaellas:

—¿Contemplandolasestrellas?—dijoPeter.

¡Fuecomofrotarselacaracontraunapareddegranitoenlaoscuridad!Fuedesagradable.Fuehorrible.

No por ella misma. Lo único que sentía fue lo mucho que ya estabasufriendoSally,maltratada;sintiólahostilidaddePeter;suscelos;sudecisióndeentrometerseensurelación.Todoestoloviocomoseveunpaisajealaluzde un relámpago—y Sally (¡nunca la admiró tanto!), no se dejó amilanar,

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invicta, dominó la situación. Se echó a reír. Le pidió al viejo Joseph que ledijeraelnombredelasestrellas,loquehizocongustoymuchaseriedad.Sequedóahíenpie,escuchando.Oyólosnombresdelasestrellas.

—¡Ay! ¡Pero qué horror! —dijo Clarissa para sus adentros, como sihubiesesabidodesdeelprincipioquealgoibaainterrumpirla,aamargarlesuinstantedefelicidad.

Sin embargo, fuemucho lo que llegó a deberle a PeterWalsh añosmástarde.Siemprequepensabaenélrecordabasuspeleas,surgidasporcualquiermotivo—quizáfueseporlomuchoqueClarissaapreciabasubuenaopinión.Le debía palabras: «sentimental», «civilizado»; con ellas iniciaba todos losdías de su vida, como si Peter montase la guardia para ella. Un libro erasentimental;unaactitudantelavidaerasentimental.«Sentimental.»Quizáellafuese«sentimental»porpensarenelpasado.¿QuépensaríaPeter,sepreguntó,cuandoregresara?

¿Que había envejecido? ¿Lo diría, o acasoClarissa vería a Peter pensar,cuando regresara, que había envejecido? Era cierto. Desde su enfermedad,Clarissahabíaechadomuchascanas.

Al dejar el broche sobre lamesa, tuvo un espasmo inesperado, como si,mientrasmeditaba,lasgarrasdehielohubierantenidoocasióndeclavarseenella.Todavíanoeravieja.Acababadecumplircincuentaydosaños;mesesymeses de sus cincuenta y dos años estaban todavía intactos. ¡Junio, julio,agosto! Todos ellos casi enteros, y, como si quisiera apurar la última gota,Clarissa (dirigiéndose al tocador) se zambulló en lo más profundo delmomento,lodejóplasmado,allí—elmomentodeestamañanadejuniosobrela que recaía la presión de todas las demás mañanas, viendo el espejo, eltocadory todos los frascos, concentrando todo su ser enunpunto (mientrasmirabaelespejo),viendoladelicadacararosadadelamujerqueibaadarunafiestaesamismanoche;lacaradeClarissaDalloway;desímisma.

¡Cuántosmillones de veces había visto su cara, y siempre con lamismaimperceptiblecontracción!Fruncióloslabiosalmirarseenelespejo.Eraparadarlesentidoasucara.Asíeraella:puntiaguda,afilada,definida.Asíeraenesencia cuando algún esfuerzo, una invitación a ser ellamisma, juntaba lasdiferentes piezas—sólo ella sabía cuán dispares e incompatibles—y así seconformaban,antelosojosdelmundo,enuncentro,undiamante,unamujerquesesentabaensusaladeestaryconstituíaunpuntodeencuentro,unaluzsindudaenalgunasvidasaburridas,acasounrefugioparalossolitarios;habíaayudadoajóvenesqueleestabanagradecidos;habíaintentadosersiemprelamisma,sinmostrarnuncasignoalgunodetodassusdemásfacetas—defectos,celos, vanidades, sospechas, como ésa de Lady Bruton que no la habíainvitado a almorzar; cosa que, pensó ella (peinándose al fin), ¡era de una

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bajezadescarada!Bueno,¿ydóndeestabasuvestido?

Susvestidosdenochecolgabanenelarmario.Clarissahundiólamanoenaquella suavidad, descolgó cuidadosamente el vestido verde y lo llevó a laventana.Lohabía rasgado.Alguienhabíapisado el bordede la falda.En lafiesta de la Embajada había notado que el vestido cedía en la parte de lospliegues. A la luz artificial el verde brillaba, pero ahora, al sol, se veíadescolorido.Ellamismaloarreglaría.Lascriadasteníandemasiadoquehacer.Selopondríaestanoche.Cogeríalassedas,lastijeras,el—¿cómosellama?— el dedal, claro, y bajaría al cuarto de estar, porque también tenía queescribir,ycuidardequetodoengeneralestuvieramásomenosenorden.

Quéraro,pensó,deteniéndoseenelrellanodelaescalerayensamblandoaquellaformadediamante,aquellapersonasingular,¡quéraroelmodoenqueunamadecasaconoceelmomentoquesuhogarestáviviendo,suauténticoestado de ánimo! Tenues sonidos se elevaban en espiral por el hueco de laescalera;elresbalardeunafregona; losgolpesdeunmartillo;deunamano;ruidocuandolapuertaprincipalseabría;unavozrepitiendounrecadoenlaplanta baja; el tintineo de la plata sobre una bandeja; plata limpia para lafiesta.Todoeraparalafiesta.

(Y Lucy, entrando en el cuarto de estar con la bandeja, puso losgigantescoscandelabrossobrelachimenea,elcofrecillodeplataenmedio,ygiró el delfín de cristal hacia el reloj. Iban a venir; iban a estar ahí; iban ahablarenel tonopulidoqueellasabíaimitar, lasdamasyloscaballeros.Deentretodosellos,suseñoraeralamásbella—señoradelaplata,delalencería,de la porcelana, porque el sol, la plata, las puertas fuera de sus goznes, loshombresdeRumpelmayer, todoello ledaba lasensación,mientrasdejabaelabrecartas sobre la mesa de marquetería, de algo logrado. ¡Mirad! ¡Mirad!decía,dirigiéndoseasusviejasamigasdelapanadería,dondehabíatenidosuprimer empleo, en Caterham, mientras se contemplaba con disimulo en elespejo.Ella eraLadyAngela atendiendoa laPrincesaMary, y fue entoncescuandoentrólaseñoraDalloway.)

—¡Oh,Lucy—dijo—, ¡québonitahaquedado laplata!—¿Yqué tal—dijo,mientrasvolvíaaponereldelfíndecristalenposiciónvertical—,quétalla obra de teatro anoche? ¡Ah, tuvieron que irse antes del final!—dijo—.¡Tenían que estar de vuelta a las diez! —dijo—. Así que no saben cómoterminaba—dijo—.Mala suerte, sin duda—dijo (sus criadas podían llegarmástarde,silepedíanpermiso)—.Esunapena,desdeluego—dijo,cogiendoel viejo almohadón raído que estaba enmedio del sofá y poniéndolo en losbrazosdeLucy;y,dándoleunleveempujón,gritó:

—¡Lléveselo!¡DéseloalaseñoraWalkerdemiparte!¡Lléveselo!

Lucysedetuvoalapuertadelcuartodeestar,sosteniendoelalmohadón,y

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dijo,muytímidamente,sonrojándose,sipodíaayudarlaacoseraquelvestido.

Pero, dijo la señoraDalloway, ya tenía bastante ella,más que suficienteconsuslaboresparahacersecargotambiéndeeso.

—Perogracias,Lucy,gracias,muchasgracias—dijolaseñoraDalloway,ysiguiódiciendogracias,gracias(sentándoseenelsofáconelvestidosobrelasrodillas, las tijeras, las sedas), gracias, gracias, siguió diciendo enagradecimientoa suscriadosengeneral,por ayudarlaa ser así, a ser loqueellaquería,atenta,generosa.Suscriadoslaapreciaban.Yestevestidosuyo—¿dónde estaba el descosido?—y ahora la aguja que tenía que enhebrar.Eraunodesusvestidosfavoritos,unodeSallyParker,casielúltimoquellegóaconfeccionar,quélástima,porqueSallysehabíaretiradoya,vivíaenEaling,ysi tengo unmomento libre, pensóClarissa (pero ya nunca lo tendría), iré avisitarla aEaling. Por cierto que era todo un personaje, pensóClarissa, unaverdadera artista. Tenía unas ideas un poco fuera de lo común, pero susvestidos nunca fueron raros.Los podías llevar enHatfield; en el Palacio deBuckingham.LoshabíallevadoenHatfield;enelPalaciodeBuckingham.

Elsosiegodescendiósobreella,lacalma,lasatisfacción,mientraslaaguja,juntando suavemente la seda, unía los pliegues verdes y los cosía, muylentamente,a lacintura.Lomismoque lasolas,queenundíadeveranosejuntan, se doblan y caen; se juntan y caen; y parece que el mundo enteroestuvieradiciendo«estoestodo»conmásymásgravedad,hastaqueinclusoel corazón que late en el cuerpo que está tomando el sol en la playa dicetambién«estoestodo».Notemasmás,diceelcorazón,confiandosucargaaalgún mar que suspira colectivamente por todas las penas, un mar que serenueva, que comienza a moverse, que se detiene y cae. Y sólo el cuerpoprestaatenciónalaabejaquepasa;alaolaquerompe,alperroqueladra,alolejos,ladrayladra.

—¡Diosmío! ¡El timbrede lapuerta!—exclamóClarissa,deteniendosulabor.Alerta,escuchó.

—La señora Dalloway me recibirá —dijo en el vestíbulo el hombreentradoyaenaños—.Sí,sí,amímerecibirá—repitió,echandoaLucyaunladoconmuchabenevolencia,ysubiendoporlasescalerasatodocorrer—.Sí,sí, sí —murmuraba mientras subía corriendo—. Me recibirá. Después depasarmecincoañosenlaIndia,Clarissamerecibirá.

—¿Quién puede…? ¿Qué puede ser…?—preguntó la señora Dalloway(pensandoqueeraindignantequelainterrumpieranalasoncedelamañana,eldíaqueibaadarunafiesta),aloírpasosenlaescalera.Oyóunamanoenlapuerta.Hizoungestoparaocultarsuvestido,comounavirgenprotegiendolacastidad,amparandosuintimidad.Ahoraelpicaportegiró.Ahoralapuertaseabrió, y entró… ¡pasó un segundo hasta que recordó cómo se llamaba, tan

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sorprendidaqueestabadeverlo, tancontenta, tan tímida, tanprofundamentedesconcertadadelavisitamatutinadePeterWalsh!(Nohabíaleídosucarta.)

—¿Qué tal, cómo estás?—dijo PeterWalsh, absolutamente tembloroso;cogiéndole ambas manos; besándole ambas manos. Ha envejecido, pensó,sentándose. No le voy a decir nada, pensó, porque ha envejecido. Me estámirando,pensó,alinvadirlederepentelavergüenza,aunquelehabíabesadolasmanos.Metiendolamanoenelbolsillo,sacóuncortaplumasgrandeyloabrióamedias.

Exactamenteelmismo,pensóClarissa;lamismamiradaextraña;elmismotrajeacuadros;sucaraunpocoalteradaparece,unpocomásenjuto,mássecoquizá,perotieneunaspectoestupendo,yelmismodesiempre.

—¡Quémaravillosovolverteaver!—exclamóella.Peterabriódeltodoelcortaplumas.Muypropiodeél,pensóClarissa.

Acababadellegaralaciudad,anochemismo,dijoél;tendríaquehaberseidoalcampoenseguida;y¿qué tal iba todo,cómoestaban todos—Richard,Elizabeth?

—Y qué es todo esto? —dijo, señalando el vestido verde con sucortaplumas.

Vamuybienvestido,pensóClarissa;sinembargo,amísiempremecritica.

Aquí está remendando su vestido; remendando su vestido como decostumbre, pensó; aquí ha estado sentada durante todo el tiempo que yo heestado en la India; remendando suvestido; entreteniéndose; yendo a fiestas;yendo y viniendo al Parlamento y todo eso, pensó, enojándosemás ymás,porquenohaynadapeorenelmundoparalasmujerescomoelmatrimonio,pensó; y la política; y tener un marido conservador, como el admirableRichard.Asíes,asíes,pensó,cerrandolanavajaconun«clac».

—Richardestámuybien.Richardestáenuncomité—dijoClarissa.

Entonces abrió las tijeras y le preguntó si le importaba que terminara loqueestabahaciendoconelvestido,porqueesanochedabanunafiesta.

—Alaquenopiensoinvitarte—dijo—.¡MiqueridoPeter!

Peroeradeliciosooírledecireso:—«¡miqueridoPeter!».Sinduda,todoeratandelicioso—laplata,lassillas;¡todoeratandelicioso!

¿Yporquénoibaainvitarlealafiesta?preguntóél.

Desdeluego,pensóClarissa,¡esencantador!¡Absolutamenteencantador!Ahorarecuerdolodificilísimoquemeresultótomarladecisión—y¿porquémedecidíalfinal,anocasarmeconél,sepreguntó,aquelhorribleverano?—.Pero¡cómoesquehasvenidoestamañana!—gritó,poniendolasmanosuna

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sobrelaotraencimadesuvestido.

—¿Recuerdas—dijo—,cómobatíanlaspersianasenBourton?

—Es cierto, batían—y recordó cómo desayunaba solo,muy intimidado,consupadre,quehabíamuerto;ynolehabíaescritoaClarissa.PeroélnuncasehabíallevadobienconelviejoParry,eseviejoquejicayflojucho,elpadredeClarissa,JustinParry.

—Amenudodesearíahabermellevadomejorcontupadre—dijo.

—Peroaélnuncalegustóningunodelosqueme…denuestrosamigos—dijoClarissa; yporpocono semuerde la lenguapor recordarle aPeter conestaspalabrasquehabíaqueridocasarseconella.

Naturalmente que quise hacerlo, pensóPeter; casime rompe el corazón,pensó;y sehundióen supena,que seelevócomouna lunavistadesdeunaterraza,horrorosamentehermosaenlaluzdeldíaquesehunde.Nuncadesdeentonces he sido más desgraciado, pensó. Entonces, como si de verdadestuviesesentadoallíconClarissaenlaterraza,seinclinóunpocohaciaella;adelantólamano;lalevantó;ladejócaer.Ahíestabalaluna,suspendidasobreellos.Aellatambiénleparecióestarsentadajuntoaélenlaterraza,alaluzdelaluna.

—Ahora pertenece aHerbert—dijo ella—.Yano voynunca por allí—dijo.

Entonces,talycomoocurreenunaterrazaalaluzdelaluna,cuandounapersona empieza a sentir vergüenza porque ya se aburre mientras la otrapermanece sentada ymuda, en completo silencio,mirando con tristeza a laluna,noleapetecehablar,mueveunpie,carraspea,sefijaenelanillodemetalde la pata de unamesa, juguetea con alguna hoja, pero sigue callado—esomismo hacía PeterWalsh ahora. Sí, porque ¿a qué venía esta referencia alpasado? pensó. ¿Por qué recordárselo de nuevo? ¿Por qué hacerle sufrir,despuésdehaberletorturadodemanerataninfernal?¿Porqué?

—¿Te acuerdas del lago?—dijoClarissa en un tono abrupto, apremiadaporunaemociónqueleatenazabaelcorazón, lecrispabalosmúsculosde lagargantayleprodujounespasmoenloslabiosaldecir«lago».Sí,porqueeraunaniñaechándolepanalospatos,entresuspadres,y,almismotiempo,unamujeradultaacercándoseasuspadresquepermanecíandepiejuntoallago,yellaibaconsuvidaenbrazos,unavidaque,mientrasseacercabaasuspadres,crecíamásymásentresusbrazos,hastallegaraserunavidaentera,unavidacompletaquedepositabaanteellosdiciendo:«¡Estoesloquehehechoconmivida! ¡Esto!» ¿Y qué había hecho con ella? ¿Realmente, qué?Ahí sentada,cosiendo,estamañana,encompañíadePeterWalsh.

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Miró aPeterWalsh; sumirada, atravesando todo aquel tiempoy aquellaemoción, le llegóvacilante; le tocóconsus lágrimas;y se fue revoloteando,comoelpájaroquetocaunaramayvuelveavolarparaalejarserevoloteando.Contodasencillez,seenjugólosojos.

—Sí—dijoPeter—.Sí,sí,sí—dijo,comosiClarissaestuvierasacandoalasuperficiealgoqueleresultabaverdaderamentedolorosoamedidaqueibasubiendo.¡Basta!¡Basta!deseabagritarPeter.Porquenoeraviejo;suvidanohabía acabado; de ningunamanera.Apenas pasaba de los cincuenta. ¿Se lodigoono?pensó.Lehabríaencantadodesahogarseycontárselotodo.Peroesdemasiadofría,pensó;cosiendo,consustijeras;DaisypareceríavulgaralladodeClarissa.Ymevaaconsiderarun fracasado,y losoysegún loentiendenellos, pensó; según lo entienden los Dalloway. Sí, sí, no le cabía la menorduda;éleraunfracasado,comparadocontodoesto—lamesademarquetería,ellujosoabrecartas,eldelfínyloscandelabros,latapiceríadelassillasylosviejos y valiosos grabados ingleses policromados— sí, ¡era un fracasado!Detestolacomplacenciadetodoesto,pensó;obradeRichard,nodeClarissa;salvoquesecasóconél.(Enesto,Lucyentróenlasala,trayendoplata,másplata, pero su aspecto era encantador, se veía esbelta y con gracia, pensó,mientras ella se inclinaba para dejar la plata.) ¡Y así han vivido todo estetiempo! pensó; semana tras semana; la vida de Clarissa; mientras que yo,pensó; y súbitamente todo tipo de cosas parecieron irradiar de su persona;viajes,paseosacaballo,peleas,aventuras,partidasdebridge,amores,¡trabajo,trabajo, trabajo! y sacó su cortaplumas sin el menor disimulo —su viejocortaplumas de cachas de cuerno que Clarissa juraría había conservadoduranteaquellostreintaaños—ycrispósumanosobreél.

Quécostumbretanextraordinaria,pensóClarissa;siemprejugandoconuncuchillo.Siemprehaciendoqueunasesintiesefrívola;sinnadaenlacabeza;unasimplecharlatanaatolondrada,comoPetersolíadecir.Peroyonovoyasermenos,pensó,y, tomando laagujadenuevo,convocó—comounareinacuyos guardias se hubieran dormido, dejándola sin protección (esta visita lahabía turbado—la había alterado), allí a la vista de cualquier paseante quequisieramirarla,tumbadaconlaszarzasalrededordesucuerpo—,convocóensu ayuda las cosas que ella hacía; las cosas que le gustaban; su marido;Elizabeth;ellamisma,endefinitiva,aquienPeterahoraapenasconocía;quetodasellasacudieranyvencieranalenemigo.

—Bueno,¿yquéhasidodetuvida?—dijo.Así,antesdelprincipiodeunabatalla, los caballos patean el suelo; sacuden la cabeza; la luz brilla en suscostados; curvan el cuello. De ese mismo modo, Peter Walsh y Clarissa,sentados el uno al lado del otro en el sofá azul, se desafiaban. Su fuerza yenergía piafaba en su interior de hombre.Reunía en torno a él todo tipo decosas procedentes de los lugares más dispares; alabanzas; su carrera en

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Oxford;sumatrimoniodelqueClarissanosabíaniunapalabra;cómohabíaamado;y,engeneral,elhabercumplidoconsuobligación.

—¡Millones de cosas! —exclamó, y, estimulado por la conjunción deenergías que se lanzaban a la carga en todas direcciones y le daban lasensación,terroríficayalavezextremadamenteexcitante,desertransportadoenvolandas,ahombrosdegentealaqueyanoveía,sellevólasmanosalafrente.

Clarissa,seguíasentada,muytensa;contuvoelaliento.

—Estoyenamorado—dijoPeter,peronoaella,sinoaalguienqueenlastinieblas se elevaba para que no pudieras tocarlo y te vieras forzado adepositarlaguirnaldaenlahierba,enlaoscuridad.

—Enamorado—repitió,dirigiéndoseahoraaClarissaDallowayenuntonomásbienseco—;enamoradodeunachicaenlaIndia—Peterhabíadepositadosuguirnalda.Clarissapodíahacerloquequisieraconella.

—¡Enamorado!—dijoClarissa. ¡Él, a su edad, con su corbatita de lazo,aplastadoporesemonstruo!Ytieneelcuellodescarnado;lasmanosrojas;¡yes seismesesmayor que yo! quisomirarle pero sumirada se volvió contraella;peroensucorazónsintió,peseatodo;estáenamorado.Tieneeso,pensó;estáenamorado.

Pero el indomable egotismo que constantemente derriba a cuantosenemigosseleenfrentan,elríoquediceadelante,adelante,adelante,aunquereconoce que quizá no hayameta alguna, y sin embargo adelante, adelante;este indomableegotismocargabasusmejillasdecolor; lahacíaparecermuyjoven;muyrosada;conunosojosmuybrillantes,mientrasseguíasentadaconsu vestido sobre la rodilla, y la aguja junto al borde de la seda verde,temblando un poco. ¡Estaba enamorado! No de ella. De alguna mujer másjoven,porsupuesto.

—¿Yquiénesella?—preguntó.

Ahora había que bajar aquella estatua de su pedestal y depositarla en elsuelo,entrelosdos.

—Unamujercasada,desgraciadamente—dijo—.LaesposadeunMayordelejércitodelaIndia.

Y,conunadulzuracuriosamenteirónica,sonrióalcolocarentanridículaposturaaaquellamujeranteClarissa.

(Detodosmodos,estáenamorado,pensóClarissa.)

—Tienedoshijospequeños—prosiguióPeter,muyrazonable—,unchicoyunachica;yhevenidoaconsultaramisabogados,porlodeldivorcio.

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¡Ahíestán!pensóél. ¡Haz loque teparezcaconellos,Clarissa! ¡Ahí lostienes!Y,segundoasegundo,leparecióquelaesposadelMayordelejércitodelaIndia(suDaisy)ysusdospequeñossevolvíanmásymásentrañables,bajolamiradadeClarissa,comosilehubieseprendidofuegoaunabolitagrisenunabandejaydeellahubiesesurgidounpreciosoárbolenelairesaladodesu intimidad (porque en algunas cosas nadie le entendía, ni compartía susentir,tanbiencomoClarissa)—desuexquisitaintimidad.

EsamujeradulabaaPeter;loengañaba,pensóClarissa;dandoformaalaimagenquesehacíadeella,laesposadelMayordelejércitodelaIndia,contresgolpesdecuchillo.¡Quéderroche!¡Quélocura!TodasuvidaPeterhabíasufridoengañosasí;primero,cuando leecharondeOxford; luegocuandosecasóconaquellachicadelbarcocuandoibaa laIndia;ahoralamujerdeunMayor—¡graciasaDiosqueellanoquisocasarseconél!Asíytodo,estabaenamorado;élsuviejoamigo,suqueridoPeter,estabaenamorado.

—Bueno, y ¿qué piensas hacer? —le preguntó. ¡Ah! los abogados yprocuradores, los señores Hooper y Grateley, de Lincoln’s Inn, iban aencargarse del asunto, dijo Peter. Y se puso a recortarse las uñas con elcortaplumas.

¡PoramordeDios,dejaenpazelcortaplumas!gritóparasusadentros,sinpodercontenersuirritación;eraesaestúpidamaneraquePeterteníadehacercasoomisodelasconvenciones,erasudebilidad,esenotenerlamásmínimaidea de los sentimientos de los demás lo que molestaba a Clarissa, lo quesiemprelahabíamolestado.Yahora,asuedad,¡quéestúpidoresultaba!

Todo eso ya lo sé, pensó Peter; sé lo queme espera, pensó, pasando eldedoporelfilodesunavaja,ClarissayDallowayytodoslosdemás;perolevoyadarunalecciónaClarissa—yenesto,antesugransorpresa,empujadode repente por esas fuerzas incontrolables, sin pie en el que apoyarse, sedeshizoen lágrimas; lloró; llorósin lamásmínimavergüenza,sentadoenelsofá,cayéndolelaslágrimasporlasmejillas.

YClarissasehabíainclinadohaciaél,lehabíacogidodelamano,lohabíallevado junto a sí, lo había besado.En realidad,Clarissa se encontró con lacaradePeterenlasuyasinquetuvieratiempodecontenerlasespadasdeplataquecomo lahierbade lapampaenplena tormenta tropical sealzaronen supecho y la tormenta, al amainar, la dejó con la mano de Peter en la suya,acariciándole la rodilla y, cuando al reclinarse se sentía tanextraordinariamenteagustoconél, tanalegre,sevioasaltadaporuntrueno:¡simehubiesecasadoconél,estaalegríahabríasidomíaeldíaentero!

Todo había terminado para ella.La sábana estaba estirada y la cama eraestrecha.Sehabíasubidosolaalatorreyloshabíadejadojugandoalsol.Lapuertasehabíacerrado,yallí,entreelpolvodelyesocaídoylabrozadelos

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nidosdelospájaros,quélejosestabalavista,conlossonidosquelellegabandébiles y fríos (fue una vez en Leith Hill, recordó), y ¡Richard! ¡Richard!gritó,comoundurmientequesedespiertaasustadoenlanocheyextiendelamanoenlaoscuridad,pidiendoayuda.Mehadejado;estoysolaparasiempre,pensó,cruzandolasmanossobrelarodilla.

PeterWalsh se había levantado, había cruzado la habitación y se habíaquedado de espaldas a la ventana, jugando con un pañuelo de colores.Dominante,secoytambiéndesolado,conlalevitaligeramentelevantadaporculpade esoshombros tandelgados; allí sonándoseviolentamente.Llévamecontigo, pensóClarissa impulsivamente, como si Peter estuviera a punto deemprender un gran viaje; y entonces, un instante después, fue como si loscincoactosdeunaobramuyemocionanteyconmovedorahubiesenterminado,comosihubiesevividotodaunavidaensutranscursoyhubiesehuido,comosihubiesevividoconPeteryahoratodohubieseterminado.

Eraelmomentodeponerseenmovimiento,ycomounamujerquerecogesuscosas,sucapa,susguantes,susprismáticosdeóperayselevantaparasalirdelteatro,selevantódelsofáyseacercóaPeter.

Yeratremendamenteextraño,pensóél,cómoellatodavíateníapoderpara,acercándosele con su tintineo y con su susurro, hasta qué punto ella teníapoder,cruzandohaciaél,parahacerquelaluna,queéldetestaba,seelevaraenBourtonsobrelaterrazaenelcieloestival.

—Dime,Clarissa—preguntó,cogiéndolaporloshombros—.¿Eresfeliz?¿Richard…?

Lapuertaseabrió.

—Aquí está mi Elizabeth —dijo Clarissa con emoción, un puntohistriónica.

—¿Quétal?—dijoElizabethacercándose.

LascampanadasdeBigBendandolamediahorasonaronentreellosconunvigordescomunal,comosiunjoven,fuerte,indiferenteydesconsiderado,estuviesedandoporrazosadiestroysiniestro.

—¡Hola, Elizabeth! —gritó Peter, metiéndose el pañuelo en el bolsillo,acercándoseaellarápidamente.Dijo—:adiós,Clarissa—sinmirarla,saliendorápidamentedelahabitación,bajócorriendolaescalerayabriólapuertadelvestíbulo.

—¡Peter! ¡Peter! —gritó Clarissa, siguiéndolo hasta el rellano—. ¡Mifiesta!¡Recuerdamifiestaestanoche!—gritó,levantandolavoz,obligadaporelrugidodelexterior,y,subyugadaporelruidodeltráfico,lascampanadasdetodoslosrelojes,suvozquegritaba—.¡Recuerdamifiestaestanoche!—sonó

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frágil,delgadaymuylejana,mientrasPetercerrabalapuerta.

Recuerdamifiesta,recuerdamifiesta,dijoPeterWalshmientrassalíaalacalle, hablando solo, rítmicamente, al compás del flujo sonoro, del sonidodirecto y diáfano de Big Ben dando la media. (Los círculos de plomo sedisolvieronenelaire.)¿Yestasfiestas?pensó;lasfiestasdeClarissa.¿Porquédaba ella estas fiestas? pensó. Y no es que la censurara, ni tampoco a estaefigiedehombre,vestidodelevita,conunclavelenlasolapa,queibahaciaél.Sólohabíaunapersonaenelmundoquepudieraestarcomoél,enamorado.Y ahí estaba, ese hombre afortunado, élmismo, reflejándose en la luna delescaparatedeunfabricantedeautomóvilesenVictoriaStreet.DetrásdeélseextendíatodalaIndia;llanuras,montañas;epidemiasdecólera;undistritodosveces el tamañode Irlanda;decisionesquehabía tomadoél solo—él,PeterWalsh; que ahora estaba enamoradopor primera vez en su vida.Clarissa sehabíaendurecido,pensó;ydepasosehabíavueltountantosentimental,segúnsospechaba,mirando los grandes coches que eran capaces de recorrer—…¿cuántasmillasporcadacuántosgalones?Porqueteníaciertainclinaciónporla mecánica; había inventado un arado en su distrito y encargado unascarretillasaInglaterra,perolosculissenegabanautilizarlas,detodolocualClarissanoteníanilamásremotaidea.

Lamaneraenquedijo—¡AquíestámiElizabeth!—lehabíamolestado.¿Porquéno—AquíestáElizabeth—,sencillamente?Noerauntonosincero.YaElizabethtampocolehabíagustado.(Todavíalosúltimostembloresdelapoderosavoz tonanteestremecíanel airea sualrededor; lamedia; tempranoaún;sólolasonceymedia.)Yesqueélentendíaalosjóvenes;losapreciaba.Siempre hubo alguna frialdad en Clarissa, pensó. Aun desde niña, siempresufrió una especie de timidez, que en la madurez se convierte enconvencionalismo,yentoncesseacabótodo,seacabótodo,pensó,mirandountantoatemorizadolasprofundidadesdelcristal,ypreguntándosesielvisitarlaa esas horas no la habría molestado; súbitamente avergonzado por habersecomportado como un estúpido; haber llorado; haberse dejado llevar por susemociones;habérselocontadotodo,comodecostumbre,comodecostumbre.

Comounanubequecruzaanteelsol,asícaeelsilencioenLondres;ycaesobre la mente. El esfuerzo cesa. El tiempo ondea en el mástil. Ahí nosdetenemos; ahí nos quedamos de pie. Rígido, sólo el esqueleto del hábitosostieneelcaparazónhumano.Dondenohaynada,dijoPeterWalshparasusadentros; sintiéndose vacío, totalmente hueco por dentro. Clarissa me harechazado,pensó.Sequedóahí,depie,pensando,Clarissameharechazado.

¡Ah!,dijoSt.Margaret,comounadamadesociedadqueentraensusalónalahoraenpuntoyseencuentraconquesusinvitadosyaestánallí.Nollegotarde. No, son exactamente las once ymedia, dice. Con todo, aunque tienetodalarazón,suvoz,comoeslavozdelaanfitriona,esreaciaaimponersu

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personalidad.Ciertopesarporelpasadolacontiene;ciertapreocupaciónporelpresente.Sonlasonceymedia,dice,yelsonidodeSt.Margaretsedeslizaenlosentresijosdelcorazónyseentierraencírculotrascírculodesonido,comoalgovivoquequiereconfiarse,dispersarse,quedar,conuntemblordeplacersublime,encalma—comolapropiaClarissa,pensóPeterWalsh,cuandobajalasescalerasalahoraenpunto,vestidadeblanco.EsClarissamisma,pensóPeter, con profunda emoción y con un recuerdo de ella extraordinariamenteclaro,aunqueintrigante,comosiestacampanahubieseentrado,añosatrás,enlahabitacióndondesehallabansentados,enunmomentodegranintimidad,yhubiese ido de uno a otro y, como una abeja con su miel, hubiese salido,cargadaconelmomento.Pero¿quéhabitación?¿Quémomento?Y¿porquése había sentido tan profundamente feliz cuando el reloj daba la hora?Entonces,mientras el sonido de St.Margaret iba languideciendo, pensó, haestado enferma, y el sonido expresó languidez y sufrimiento. El corazónrecordó;yelsúbitoestruendodelaúltimacampanadadoblóporlamuertequesorprendeenplenavida,yClarissacayóallídondeseencontraba,ensusaladeestar.¡No!¡No!gritóPeter.¡Noestámuerta!Nosoyviejo,gritó,echandoaandar por Whitehall, como si allí se le estuviera desvelando, vigoroso einterminable,sufuturo.

Élnoeraviejo,nireseco,niteníamanías;nadadeeso.Encuantoahacercaso a lo que decían de él —los Dalloway, los Whitbread y su círculo leimportabanunbledo—unbledo (aunqueeraciertoque tendríaque iraver,llegado el momento, si Richard le podía recomendar para algún empleo).Caminando a grandes zancadas, la mirada atenta, se fijó en la estatua delDuque de Cambridge. Lo habían echado de Oxford—cierto. Con todo, elfuturo de la civilización se encuentra en manos de jóvenes así; de jóvenescomo él era hace treinta años; con su amor por los principios abstractos;encargando que les manden libros desde Londres hasta las cumbres delHimalaya;leyendolibrosdeciencia,defilosofía.Elfuturoestáenmanosdejóvenesasí,pensó.

Unosgolpessecosyrepetidos,comoelmurmullodelashojasdelbosque,le llegó desde atrás, y con él llegó un susurro, un rítmico golpeteo que, alalcanzarle, redobló sobre sus pensamientos, marcando el paso, Whitehallarriba, al margen de su voluntad. Unos chicos de uniforme, con fusiles,desfilaban con la vista al frente, los brazos estirados, y en sus rostros unaexpresióncomolasletrasdeunaleyendaescritaalrededordelpedestaldeunaestatuadondesealababaeldeber,lagratitud,lafidelidad,elamoraInglaterra.

Desfilan, pensó PeterWalsh, empezando a seguirles el paso, muy bien.Peronoparecíanfuertes.Lamayoríaeranenclenques,muchachosdedieciséisaños,quemañanaprobablementeestaríandetrásdemostradoresconsacosdearroz y pastillas de jabón. Ahora, llevaban sobre sí, sin placer sensual ni

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preocupacionescotidianas,lasolemnidaddelacoronaquehabíanrecogidoenFinsbury Pavement para llevarla a la tumba vacía. Habían prestado sujuramento.Eltráficolosrespetaba;loscamionessedetenían.

Nopuedoaguantar su ritmo,pensóPeterWalsh,mientras avanzabanporWhitehall,yefectivamente,siguieronadelante,dejándoloatrás,dejandoatrásatodoelmundo,consumarchadecidida,comosiunasolavoluntadestuvieramoviendo brazos y piernas a un ritmo uniforme; y como si la vida, en suvariedad, en su descaro, estuviera enterrada bajo losas de monumentos ycoronasmortuorias,inyectada,medianteladisciplina,enuncadáverrígidoyaydemiradasinembargoatenta.Habíaquerespetarlo;sepodíareír;perohabíaquerespetarlo,pensó.Ahívan,pensóPeterWalsh,deteniéndoseenelbordillo;y todas las reverenciadas estatuas, Nelson, Gordon, Havelock, lasespectaculares imágenes negras de los grandes soldados se alzaban con lamiradaalfrente,comositambiénelloshubieranhechoelgransacrificio(PeterWalshpensóqueéltambiénhabíahechoelgransacrificio),comosihubierancaminado bajo las mismas tentaciones, hasta lograr al fin una mirada demármol.PeroésaeraunamiradaquePeterWalshnoqueríatenerpornadadelmundo. La respetaba en los jóvenes. Podía respetarla en muchachos. Noconocentodavíalosproblemasdelacarne,pensó,mientraslosmuchachosdeldesfiledesaparecíancaminodelStrand—todoloqueyohepasado,pensó,alcruzar la calle, quedándose de pie bajo la estatua deGordon, ese hombre aquiendechicohabíaidolatrado;Gordon,depie,solo,conunapiernaenaltoylosbrazoscruzados.PobreGordon,pensó.

YprecisamenteporquenadiesalvoClarissasabíaaúndesupresenciaenLondres,yporquelaTierra,despuésdelviaje,todavíaseleantojabacomounaisla,sesintióabrumadoporlairrealidaddeestarsolo,vivo,desconocido,alasonceymediaenTrafalgarSquare.¿Quéocurre?¿Dóndeestoy?¿Yporqué,afindecuentas,haceunolascosas?pensó,viendoahoraeldivorciocomoalgodeotromundo.Y lamente se lequedóplanacomouncenagal, ahogadoentres grandes emociones; comprensión; una vasta filantropía; y finalmente,comosi fueseel resultadode lasotrasdos,unplacer irrefrenable,exquisito;como si dentro de su cerebro otra mano estuviese tirando de cordeles,moviendopostigos,yél,sintenernadaquevercontodoello,seencontraraala entrada de interminables avenidas por las cuales podía vagar si quería.Hacíaañosquenosesentíatanjoven.

¡Habíaescapado!Eracompletamentelibre—comoocurrecuandoelhábitoserompe,ylamente,comounallamaquenadieatiza,seinclinaydoblahastaparecer que fuera a salir volando. ¡Hace años que nome siento tan joven!,pensó Peter, escapando (sólo durante una hora o así, por supuesto) de serprecisamente lo que era, y sintiéndose como un niño que sale corriendo decasa y ve, mientras corre, a su vieja niñera que saluda hacia la ventana

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equivocada. Pero es extraordinariamente atractiva, pensó mientras cruzabaTrafalgarSquareendirecciónaHaymarket,cuandoseacercóunajovenque,al pasar junto a la estatua deGordon, pareció, pensó PeterWalsh (sensiblecomoera), despojarse velo a velo, hasta quedar convertida en lamismísimamujer que él siempre había imaginado; joven, pero digna; alegre, perodiscreta;negra,perocautivadora.

Volviendo en sí y toqueteando furtivamente su cortaplumas, empezó aseguiraestamujer,aestailusión,queparecía,aundándolelaespalda,arrojarsobre él una luz que los vinculaba, que lo destacaba, como si el caprichosorugidodel tráfico lehubiese susurrado sunombrecon lasmanosahuecadas,pero no «Peter», sino su nombre íntimo, el que usaba en sus propiospensamientos.«Tú»,dijoella,sólo«tú»,ylodijoconsusblancosguantesyconsushombros.Enesto,el finoy largoabrigo,queelvientoalborotabaalpasarellaantelatiendadeDentenCockspurStreet,seabrióconenvolventedulzura,conternuratriste,comoladeunosbrazosqueseabrieranparaacogeralfatigado…

Peronoestácasada;es joven;bastante joven,pensóPeter,encuyosojosardiódenuevoelclavelrojoquelamujerllevaba,eseclavelquehabíavistocuandoellaseacercaba,cruzandoTrafalgarSquare,eseclavelque leañadíacoloraloslabios.Peroaguardóenelbordillo.Habíaciertadignidadenella.NoeramundanacomoClarissa;niricacomoClarissa.¿Sería,sepreguntóalreanudar ella su marcha, respetable? Ingeniosa, con la lengua ligera dellagarto,pensó(porqueunodebeinventar,permitirsepequeñasdistracciones),uningeniofríoytranquilo,uningeniopenetrante;sinalboroto.

La joven avanzó; cruzó;Peter fue tras ella.Molestarla era lo últimoquedeseaba. Y eso que, si ella se detuviera, él le diría «Vamos a tomarnos unhelado»,sí,esoes,yellacontestaría,conperfectasencillez,«Sí,cómono.»

Pero se interpuso más gente entre ellos, obstruyéndole el paso,impidiéndoleverla.Siguióadelante;ellacambió.Habíacolorensusmejillas;burlaensusojos;éleraunaventurero,temerario—pensó—ágil,atrevido,sinduda (recién llegado de la India como estaba) un bucanero romántico,indiferente a las malditas costumbres sociales, a las batas amarillas, a laspipas, cañas de pescar en los escaparates; indiferente también a larespetabilidad,a las fiestasdenocheya los refinadosviejosconsupecherablanca bajo el chaleco. Era un bucanero. Ella seguía andando, más y más,cruzandoPiccadillyyporRegentStreet arriba,pordelantedeél,y sucapa,susguantes,ysushombrosibancombinándoseconlosflecos,losencajesylasboasdeplumasdelosescaparates,creandoasíeseespírituderefinamientoycaprichoqueseescapabadelastiendasalaacera,comolaluzdeunalámparaquevaciladenochesobrelossetosenlaoscuridad.

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Risueñaydeliciosa,habíacruzadoOxfordStreetyGreatPortlandStreetyhabíadobladoporunadelascallejuelas,yahora,ahora,elgranmomentoseacercaba,porqueahoraaminorabaelpasoyabríaelbolso,yconunamiradaendirección a él, pero no a élmismo, unamirada que decía adiós, resumíatoda la situación, despidiéndola triunfalmente, para siempre, metió la llave,abrió la puerta y ¡desapareció!Y la voz deClarissa decíaAcuérdate demifiesta,Acuérdatedemifiesta,comounacanciónensusoídos.Eraunadeesassencillas casas rojas con unosmaceteros colgantes un poco vulgares.Habíaterminado.

Bueno,yamehedivertido;mehedivertido,pensó,alzandolamiradahacialostiestoscolgantesdepálidosgeranios.Ysehabíahechoañicossudiversión,porque había sido medio ficticia, como él muy bien sabía; inventada, estaescapadaconlamuchacha;inventada,comounoseinventalamejorpartedelavida,pensó—inventándoseasímismo;inventándolaaella;inventandoundivertimento exquisito, y algomás.Pero sí que era curioso, y a la vezmuycierto;todoestoqueunonuncapodríacompartir—hechoañicos.

Diomedia vuelta; recorrió la calle, buscando algún sitio donde sentarse,hasta que llegara la hora de ir a Lincoln’s Inn, al despacho de Hooper yGrateley. ¿Adónde podía ir? Poco importaba. Calle arriba, luego haciaRegent’sPark.Lostaconesdesusbotasenelsuelodecían—pocoimporta—;porqueeratemprano,muytempranoaún.

**

Y era una mañana espléndida, además. Como el pulso de un corazónperfecto, la vida latía directamente en las calles. No había vacilaciones,ningunaduda.Deslizándose,virandocondestreza,puntualmente,sinfallosniruido, allí, precisamente, a la hora exacta, el automóvil se detuvo ante lapuerta. La joven, con sus medias de seda, con sus plumas, evanescente,aunquenoleresultabaespecialmenteatractiva(porqueyahabíagozadoéldesus buenos momentos), bajó del coche. Admirables mayordomos, perroschow-chowleonados,vestíbulosembaldosadosconrombosblancosynegros,y blancas persianas ondeando al viento, Peter lo vio al pasar por la puertaabiertaydiosuaprobación.Unlogroespléndidoensuestilo,despuésdetodo,estaciudad,Londres;latemporada;lacivilización.Conunarespetablefamiliaangloindiaasusespaldas,quealmenosdurantelastresúltimasgeneracioneshabía administrado los asuntos de un continente (es extraño, pensó, elsentimiento que tengo al respecto, con su odio a la India, al imperio y alejército), había momentos en que la civilización, incluso de este tipo,despertaba en él cierto apego, como si se tratase de un objeto personal;momentos de orgullo por Inglaterra; por losmayordomos; los perros chow-chow;porlaschicasdeposiciónsegura.Esridículo,sinduda,ysinembargoahí está, pensó. Y losmédicos, los empresarios y lasmujeres competentes,

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todos atendiendo sus asuntos, puntuales, alertas, robustos, le parecíanabsolutamente admirables en todo punto, buenas gentes, a quienes unogustosamente confiaría suvida, compañeros en el arte devivir, dispuestos aayudarleauno.Porciertoque,entreunacosayotra,elespectáculoresultabamásquetolerable;asíquesesentaríaalasombraafumar.

AhíestabaRegent’sPark.Sí.DeniñohabíacaminadoporRegent’sPark—curioso,pensó,cómoelrecuerdodelaniñezseempeñaenregresar—quizásedebieraalhechodehabervistoaClarissa;porquelasmujeresvivenenelpasadomuchomásquenosotros,pensó.Seencariñancon los lugares;yconsus padres—unamujer siempre está orgullosa de su padre.Bourton era unlugar agradable, un lugarmuy agradable, pero nunca pude congeniar con elviejo,pensó.Unanochehubounaescena,unadiscusiónsobrealgunacosauotra,algoqueeraincapazderecordar.Política,seguramente.

Sí, recordaba Regent’s Park; el largo y recto sendero; a la izquierda, lacasita donde se compraban globos; en algún que otro lugar, una absurdaestatua con una inscripción. Buscó un asiento libre. No quería que lemolestaran (se sentía algo amodorrado) gentes preguntándole la hora. Unaanciananiñeragris,conunbebédormidoensucochecito—esoeralomejor;sentarsealotroextremodelbancodondeseencontrabalaniñera.

Es una chica rara, pensó, recordando repentinamente aElizabeth cuandoentró en la habitacióny se quedódepie junto a sumadre.Estaba crecidita;bastantegrande,noguapaexactamente;apuesta,másbien;yesoquenopuedetener más de dieciocho años. Probablemente no se lleve bien con Clarissa.«Aquí está mi Elizabeth» —ese tipo de cosas ¿por qué no «aquí estáElizabeth»sencillamente?—unintentodepresentarlascosascomoloquenoson,unaprácticahabitualenlamayoríadelasmadres.Confíademasiadoensuencanto,pensó.Exagera.

Elricoyagradablehumodelpurosedeslizófríoporsugarganta;conelhumoformóaros,quedesafiaronalaireunosinstantes;azules,circulares—aver si consigo hablar a solas con Elizabeth esta noche, pensó—, luegoempezaronavacilar,atomarformaderelojesdearena,yadesvanecerse;quéextrañasformastoman,pensó.Derepentecerrólosojos,levantólamanoconesfuerzo y arrojó lejos la pesada colilla de su puro. Un gran cepillo pasósuavemente por sumente, barriéndola con inquietas ramas, voces de niños,rumordepasos,gentemoviéndose,ymurmullodeltráfico,eltráficosubiendoy cayendo. Se hundió más y más en las plumas y plumones del sueño, sehundióyquedóenvueltoenelsilencio.

La niñera gris siguió haciendo puntomientras PeterWalsh, sentado a suladoenelextremocálidodelbanco,empezabaaroncar.Consuvestidogris,moviendosusmanosincansableperoapaciblemente,parecíaelpaladíndelos

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derechos de los durmientes, como una de esas presencias espectrales quesurgende lapenumbraen losbosquesdecieloy ramas.Elviajero solitario,ánimaenpenadelossenderos,fastidiodeloshelechosydestructordegrandesplantasdecicuta,allevantarlamiradasúbitamente,velagigantescafiguraalfinaldelcamino.

Ateo convencido, quizá, le sorprenden momentos de extraordinariaexaltación.Fueradenosotrosnoexistenadasalvounestadodeánimo,piensa;undeseodesolaz,dealivio,dealgoquenotuvieraqueverconestospigmeosmiserables,conestoshombresymujeresdeleznables,feos,timoratos.Perosiélescapazdeimaginarlo,significaqueexiste,dealgunamanera,piensaél,ymientras avanzapor el caminocon losojos fijos enel cieloyen las ramas,rápidamente los dota de feminidad; observa con asombro lo graves que sevuelven;conquésolemnidad,movidosporlabrisa,conunaoscuraoscilaciónde las hojas, reparten caridad, comprensión, absolución, y luego, alzándosebruscamente,disfrazansupiadosoaspectoconunalocaembriaguez.

Éstas son las visiones que generosamente ofrecen al viajero solitariograndes cornucopias repletas de fruta, o le murmuran al oído como sirenasalejándoseenlasverdesolasdelmar,osonarrojadasasurostrocomoramosderosas,osubenalasuperficiecomopálidascarasporlasquelospescadoressehundenenlasmareasafindeabrazarlas.

Éstassonlasvisionesqueincesantementesurgenalasuperficie,caminanalaveradelarealidad,ponensurostrodelantedeella;amenudoseimponenalviajero solitario y le quitan el sentido de la tierra, el deseo de regresar, y acambio ledanunapazgeneral, como si (esopiensa,mientras avanzapor elsenderodelbosque)todaestafiebredevivirfueselasencillezmisma.Ymilesdecosassefundenenunacosa;yestafigura,hechadecieloyramas,habíasurgidodelagitadomar(estáentradoenaños,másdecincuenta)comosesacade las olas una forma para que susmagníficasmanos derramen compasión,comprensión,absolución.Así,piensaél,ojalánovuelvanuncaalaluzdelalámpara;alasaladeestar;ojalánoterminenuncamilibro;nivacíenuncalapipa;nillamenuncaalaseñoraTurnerparaquequitelamesa;ojaláquepuedaseguircaminandohaciaestagranfiguraque,congestodelacabeza,mesubiráasusgallardetesymeharávolarhacialanadacontodoslosdemás.

Éstassonlasvisiones.Elviajerosolitarioprontosaledelbosque;yallí,alllegaralapuertaconlosojosentornados,posiblementeesperandosuregreso,con las manos en alto, con el blanco delantal ondeando al viento, hay unamujer entrada en años que parece (tan fuerte es esta dolencia) buscar, en eldesierto, a un hijo perdido; buscar un jinete aniquilado; ser la figura de lamadre cuyos hijos hanmuerto en las batallas delmundo.Y así,mientras elviajero solitario se adentra en la calle del pueblo donde lasmujeres, en pie,hacen punto y los hombres labran el huerto, el atardecer ofrece un aspecto

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siniestro; las figuras inmóviles; como si alguna augusta fatalidad, por ellosconocida,lesesperarasintemor,estuvieraapuntodebarrerlosyaniquilarloscompletamente.

Puertasadentro,entrelascosasordinarias,elaparador,lamesa,elalféizarconsusgeranios,derepentelasiluetadeladueña,inclinándosepararecogerel mantel, se vuelve suave con la luz, un adorable emblema que sólo elrecuerdo de los fríos contactos humanos nos impide abrazar. Coge lamermelada;laguardaenelarmario.

—¿Nadamásporestanoche,señor?

—Pero¿aquiéncontestaelsolitarioviajero?

Asípues, laanciananiñeraenRegent’sParkhacíapuntomientraselcríodormía. Y así también Peter Walsh roncaba. Se despertó muy de repente,diciéndose«Lamuertedelalma».

—¡Señor,Señor!—dijoparasíenvozalta,estirándoseyabriendolosojos—.Lamuertedelalma—laspalabras ibanunidasaalgunaescena,aalgunahabitación, a algún pasado que había aparecido en sus sueños. Fueroncobrando mayor claridad; la escena, la habitación, el pasado que habíaaparecidoensussueños.

Fue en Bourton aquel verano, al principio de los 90, cuando estaba tanapasionadamenteenamoradodeClarissa.Habíamuchísimagenteallí,riendoyhablando, sentados alrededor de unamesa después de cenar, y la habitaciónbañadaenunaluzamarillayllenadehumodetabaco.Hablabandeunhombrequesehabíacasadoconsucriada,uncaballeroquevivíaenlosalrededores,habíaolvidadosunombre.Sehabíacasadoconsucriadayselahabíatraídode visita a Bourton —una visita horrible, por cierto. Iba vestida conexageración,absurda,«comounacacatúa»,dijoClarissaimitándola,yhablabasinparar.Sinparar,sinparar.Clarissalaimitaba.Yentoncesalguiendijo—fueSallySeton—¿acasocambiabanuestrossentimientoselsaberqueaquellamujerhabíatenidounhijoantessecasarse?(Enaquellostiempos,enungrupocon hombres delante, este comentario era atrevido.) Ahora le pareció ver aClarissa,sonrojándoseintensamente,conunaespeciedeshockydiciendo:

—¡Oh,jamáspodrévolveradirigirlelapalabra!

Aloquetodoelgrupoahíenlamesareaccionóconincomodidad.Fueunasituaciónmuyviolenta.

Peter no le echaba en cara que le molestara puesto que, en aquellostiempos,unachicaconsueducaciónnosabíanadadenada,perofuesuactitudloqueledisgustó;tímida;dura;arrogante;puritana.«Lamuertedelalma.»Lohabíadichoinstintivamente, fijándoseenelmomento,comosolíahacer—la

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muertedelalmadeClarissa.

Todoelmundosepusonervioso;parecióquetodosseinclinaranantelaspalabrasdeClarissaparalevantarseconunaspectodistinto.VioaSallySeton,como una niña que ha hecho una travesura, inclinada, un tanto colorada,queriendohablarperoatemorizada,yesqueClarissaatemorizabaalagente.(EllaeralamejoramigadeClarissa,siempreenlacasa,unacriaturaatractiva,guapa,morena,confamaporaquelentoncesdesermuyatrevida;élsolíadarlepurosqueellasefumabaensucuarto,yhabíasidolaprometidadealguienobien se había peleado con su familia, y el viejo Parry les tenía la mismaantipatía tanto a él como a ella, cosa que suponía un gran vínculo entre losdos.)EntoncesClarissa,todavíaconsuairedeestarofendidacontodosellos,selevantó,seexcusóvagamenteysefue,sola.Alabrirlapuerta,entróaquelgran perro lanoso que perseguía a los corderos. Clarissa se lanzó sobre elanimalyloachuchóconfrenesí.EracomosileestuvieradiciendoaPeter—todoestabadirigidoaél,estabaseguro—«yaséque teheparecidoabsurdaporloquehapasadoconesamujer,pero¡miraahoraloextraordinariamentecariñosaquesoy!;¡miracuántoquieroamiRob!»

Siempre tuvieron esa extraña facultad de comunicarse sin palabras.Cuandoéllacriticaba,ellasedabacuentaenseguida.Entonceshacíaalgomuyevidenteparadefenderse,comoese jaleoconelperro—peroPeternuncasedejabaengañar;siempre leadivinaba las intencionesaClarissa.Ynoesquedijeranada,porsupuesto;selimitabaacallar,adoptandounaexpresiónseria.Asíescomoempezabansuspeleasmuchasveces.

Ella cerró la puerta. En seguida él se deprimió profundamente. Todoparecía inútil —seguir enamorado; seguir peleándose; seguir haciendo laspaces;ysefue,solo,avagarporloscobertizos,porlosestablos,amiraraloscaballos. (La finca era bastante humilde; los Parry nunca tuvieron muchodinero; pero siempre hubo palafreneros y mozos de cuadra—a Clarissa leencantabamontar a caballo—yunviejo cochero—¿cómo se llamaba?—yunaviejaniñera, laviejaMoodyoGoody,algoasí la llamaban,aquienunoiba a visitar a una pequeña habitación conmuchas fotos, muchas jaulas depájaros.)

¡Fueunanocheespantosa!Sepusocadavezmás triste,peronosóloporeso;portodo.Ynoeracapazdeverla;nopodíaexplicarle;nopodíaabrirlesucorazón. Siempre había gente alrededor—ella seguía como si nada hubieseocurrido. Esa era su parte diabólica, esa frialdad, esa dureza, algo muyprofundoenella,algoqueélhabíasentidoestamañanamientrashablabaconella;unaimpenetrabilidad.Asíytodo,biensabeDiosquelaquería.Teníaelextrañopoder deponerle a uno los nervios en tensión, de transformarlos encuerdasdeviolín,sí.

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Había llegado a la cena un tanto tarde, con la estúpida idea de hacerseechardemenos,ysehabíasentadoalladodelaviejaseñoritaParry—latíaHelena— la hermana del señor Parry que era la que supuestamente debíapresidir la mesa. Ahí estaba sentada, con su blanco chal de cachemira, lacabezaapoyadaenlaventana—unaancianaformidable,peroamableconél,porque Peter le había encontrado cierta flor insólita, y ella era una granbotanista,quehacíaexpedicionesalcampocongruesasbotasyunacajanegrapararecogerlasmuestrascolgadaalaespalda.Sesentóasuladoynopudohablar.Todoparecíadesfilaragranvelocidadanteél;simplementesequedósentadoahí,comiendo.Yentonces,amitaddelacenasepermitiólanzarunamiradahaciaelotroladodelamesa,dondeestabaClarissa.Estabahablandocon un joven, sentado a su derecha.Tuvo una súbita revelación. «Se casaráconesehombre»,dijoparasí.Nisiquierasabíacómosellamaba.

Porqueclaroquefueesatarde,esamismatarde,cuandoDallowaysehabíapresentado; yClarissa lo llamaba «Wickham»; ése fue el principio de todo.Alguien lo había traído y Clarissa había entendido mal su nombre y lopresentaba a todo el mundo como Wickham. Al final dijo: «¡Me llamoDalloway!» —ésa fue la primera imagen que Peter tuvo de Richard— unhombre joven y rubio, un tanto torpe, sentado en una tumbona y queexclamaba: «¡Me llamo Dalloway!» Sally se quedó con ello; de ahí enadelante,siemprelollamó«¡MellamoDalloway!»

En aquella época tenía súbitas revelaciones. Ésta en particular —queClarissa se casaría con Dalloway— era cegadora, abrumadora en esemomento. Había una especie de —cómo podía decirlo?— una especie defamiliaridad en su actitud hacia él; algo maternal; algo dulce. Hablaban depolítica.Alolargodetodalacenaestuvointentandoescucharloquedecían.

Recordaba que luego se quedó en pie junto al sillón de la vieja señoritaParry,enlasaladeestar.SeacercóClarissa,consusperfectosmodales,comounaauténticaanfitriona,yquisopresentarleaalguien,yhablabacomosinoseconociesen de nada, lo que le enfureció, y sin embargo, incluso en eso laadmiraba.Admirabasuvalentía,suinstintosocial,admirabasucapacidaddellevar las cosas a término. «La perfecta anfitriona», le dijo, palabras que laafectaronvisiblemente.

Pero lo había hecho a propósito: quería que acusara el golpe. Hubierahechocualquiercosaparahacerledaño,despuésdeverlaconDalloway.Yellale dejó. Entonces tuvo el presentimiento de que habían formado unaconspiracióncontraél—riendoyhablando—asusespaldas.Yallíestabaél,de pie junto al sillón de la vieja señorita Parry, como una talla demadera,hablandodeflorecillassilvestres.¡Nunca,jamáshabíapasadoportalinfierno!Se olvidó incluso de fingir que prestaba atención. Por fin despertó; vio a laseñorita Parry un tanto molesta, un tanto indignada, con sus ojos saltones

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clavadosenél.¡PocofaltóparaquegritaraquenopodíaprestaratenciónporestarenelInfierno!Lagenteempezóasalirdelahabitación.Losoyóhablardeirabuscarlosabrigos;dequeenelaguahacíafresco,yeso.Ibanapasearenbarcaporellagobajolaluzdelaluna—unadelaslocasideasdeSally.Laoyódescribirlaluna.Ytodossefueron.Lodejaronmuysolo.

—¿No quieres ir con ellos?—dijo la tía Helena, ¡pobre viejecita!, quehabíaadivinado.YsediomediavueltayahíestabaClarissadenuevo.Habíavueltoabuscarlo.Estabaabrumadoporsugenerosidad,subondad.

—Vamos,ven—dijoClarissa—.Estánesperando.

¡Nuncasehabíasentidotanfelizentodasuvida!Sinunapalabrahicieronlas paces. Bajaron andando hasta el lago. Tuvo veinte minutos de perfectafelicidad.LavozdeClarissa,surisa,suvestido(flotante,blanco,carmesí),suenergía, su espíritu de aventura; los hizo desembarcar a todos y explorar laisla; asustó a una gallina; se rio; cantó. Y en todo momento sabíaperfectamentequeDallowayseestabaenamorandodeella;queellaseestabaenamorandodeDalloway;peroesoparecíano tener importancia.Nadateníaimportancia. Se sentaron en el suelo y hablaron—Clarissa y él. Entraban ysalían cada uno de lamente del otro sin ningún esfuerzo.Ydespués, en unsegundo,seacabó.Cuandosesubíana labarca,Peterdijoparasusadentros«Secasaráconestehombre»,sombrío,sinresentimientoalguno;peroeraalgoobvio.DallowaysecasaríaconClarissa.

Dallowaylosllevóaremohastalaorilla.Nodecíanada.Pero,dealgunamanera,mientraslemirabanmarcharse,montadoenlabicicletapararecorrerveinte millas a través del bosque, irse por el sendero, saludar con la manohastadesaparecer,eraevidentequesentía,instintiva,tremendayfuertemente,todoaquello;lanoche;elamor;Clarissa.Élselamerecía.

Encuantoaél,eraabsurdo.SusexigenciasrespectodeClarissa(ahorasedabacuenta)eranabsurdas.Pedíacosasimposibles.Hacíaescenastremendas.Ella incluso lo hubiera aceptado, quizá, si hubiese sidomenos absurdo.Esopensaba Sally.Durante todo aquel verano, Sally estuvo escribiéndole largascartas; cuánto y cómo habían hablado de él, lo mucho que ella lo habíaalabado,¡cómoClarissarompióallorar!Fueunveranoextraordinario—todocartas,escenas,telegramas—llegandoaBourtondebuenamañana,haciendotiempo hasta que el servicio se levantaba; los horrorosos tête-à-têtes con elviejoseñorParryeneldesayuno;latíaHelenaimponenteperoamable;Sallyllevándoseloparacharlarconélenelhuerto;Clarissaenlacama,condoloresdecabeza.

La escena final, la terrible escena que a su juicio había sido la másimportantedetodasuvida(puedequeseaunaexageración,perobueno,asíleparecíaahora),ocurrióalastresenpuntodelatardedeundíamuycaluroso.

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Fue una nimiedad lo que la provocó—durante el almuerzo Sally dijo algosobre Dalloway y le llamó «¡Me llamo Dalloway!»; a lo que Clarissareaccionó inmediatamente y con esa forma tan suyade ruborizarse y espetómuysecamente:«Yaestábiendeesabromaquenotieneningunagracia.»Esofue todo; pero para Peter fue como si hubiera dicho: «Contigo sólo medivierto;conRichardDalloway tengounarelaciónmásprofunda.»Asíse lotomó.Habíapasadovariasnochesenvela.«Tienequeacabardeunamaneraodeotra»,sedijo.PormediodeSally, lemandóunanotacitándola juntoa lafuentea las tres.Conungarabato, lanotaconcluía:«Hasucedidoalgomuyimportante.»

La fuente estaba enmedio de una glorieta, lejos de la casa, rodeada dearbustosyárboles.YahíllegóClarissa,antesdetiempo,ysequedaronallídepie,separadosporlafuente,conelcaño(estabaroto)manandoaguasinparar.¡Cómo quedan las imágenes grabadas en la mente! Por ejemplo, el verdeintensodelmusgo.

Clarissanosemovía.«Dimelaverdad,dimelaverdad»,repetíaél.Peterteníalaimpresióndequelafrentelefueraaestallar.Ellaparecíaestarrígida,petrificada.Nosemovía.

«Dime la verdad», repetía él, cuando de repente el viejo ese, Breitkopf,asomó la cabeza, con el Times en la mano; se los quedó mirando,boquiabierto; y se fue. Ninguno de los dos se movió. «Dime la verdad»,repitió.Sintiócomosiestuviesemoliendoalgo físicamenteduro;ellaestabaimplacable.Eracomoelhierro,comoelpedernal, rígida.YcuandoClarissadijo:«Esinútil.Esinútil.Estoeselfin»—despuésdequeélhubieraestadohorashablando,conlasmejillasbañadasenlágrimas—,fuecomosilehubieradadounabofetada.Clarissadiomediavuelta,lodejó,sefue.

—¡Clarissa! —gritó—. ¡Clarissa! —pero ella jamás volvió. Habíaterminado.Élsefueaquellanoche.Nuncavolvióaverla.

Fueterrible,gritó,¡terrible,terrible!

Pesea todo,elsolcalentaba.Pesea todo,unosuperabalascosas.Peseatodo, la vida conseguía que los días se sucedieran. Pese a todo, pensó,bostezandoyvolviendoensígradualmente—Regent’sParkhabíacambiadomuypocodesdesuinfancia,salvoenlasardillas—peseatodo,esposiblequelavida tengasuscompensaciones,yentonces lapequeñaEllieMitchell,quehabía estado recogiendo guijarros para la colección que su hermano y ellateníanen la repisade lachimeneade sucuartode jugar,dejóunpuñadodeellosenlasrodillasdelaniñera,sepusoacorrerhastaqueacabóchocandodellenocontralaspiernasdeunaseñora.PeterWalshseechóareír.

Pero Lucrezia Warren Smith se decía: es perverso; ¿por qué tengo que

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sufrir?, sepreguntaba,al tiempoquecaminabaporelcamino.No;nopuedosoportarlomás,decía,despuésdedejarqueSeptimus,queyanoeraSeptimus,dijeracosasduras,cruelesyperversas,quehablarasolo,quehablaraconunmuerto,sentadoallí;yjustoenesemomentolaniñachocódellenocontrasuspiernas,secayódebrucesyseechóallorar.

Estolaconsolóalgo.Pusoenpiealaniña,lesacudióelpolvodelvestido,labesó.

Peroella,ellanohabíahechonadamalo;habíaamadoaSeptimus;habíasido feliz; había tenido un precioso hogar y allí seguían viviendo sus treshermanas,haciendosombreros.¿Porquéteníaquesufrir?¿Porquéella?

Laniñavolviócorriendojuntoasuniñera,yReziaviocómolaniñeralareñía, la consolaba, la cogíaenbrazos tras soltar su labordepunto,ycómoaquel señor tan agradable le dejaba el reloj para que jugara con la tapa deresorte y se consolara —pero ¿por qué tenía ella que pasar por estedesamparo? ¿Por qué no la dejarían enMilán? ¿Por qué esta tortura? ¿Porqué?

Algoborrososconlaslágrimas,elcamino,laniñera,elhombrevestidodegris,elcochecito, levacilabanen losojos.Sucruzeraversezarandeadaporaquelmalvadoverdugo.Pero¿porqué?Ellaeracomounpájaroquesecobijaenelhuecodeunahojadelgada,unpájaroqueparpadeaalsolcuandolahojasemueve;queseasustaporelcrujidodeunaramaseca.Estabadesamparada;estaba rodeada de enormes árboles, vastas nubes de un mundo indiferente,desamparada,torturada;y¿porquéteníaellaquesufrir?¿Porqué?

Frunció el ceño; dio una patada en el suelo. Tenía que volver junto aSeptimusporqueeracasilahoradeiraveraSirWilliamBradshaw.Teníaquevolverydecírselo,volver juntoaélqueestabaallí sentadoen la sillaverdebajo el árbol, hablando solo, o con ese hombremuerto, Evans, a quien ellasólo había visto una vez, un instante, en la tienda. Le había parecido unhombre agradable y tranquilo; gran amigo de Septimus, y lomataron en laguerra.Perocosasasílepasanatodoelmundo.Todoelmundotieneamigosquemurieronenlaguerra.Todoelmundorenunciaaalgocuandosecasa.Ellahabíarenunciadoasuhogar.Habíavenidoaviviraquí,aestahorribleciudad.PeroSeptimus se dejaba atrapar por espantosos pensamientos, cosa que ellatambiénpodíahacer, si se empeñara.Sehabíavuelto cadavezmásextraño.Decíaquehabíagentehablandodetrásde lapareddeldormitorio.LaseñoraFilmer lo veía raro.Además, también veía cosas—había visto la cabeza deunaviejaenmediodeunhelecho.Sinembargo,podíaserfelizcuandoquería.Fueron aHamptonCourt, en lo alto de un autobús, y fueron absolutamentefelices.Todaslasflorecillasrojasyamarillashabíanflorecidoentrelahierba,como lámparas flotantes, dijo él, y hablaron, charlaron y rieron, inventando

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historias.Derepente,dijo«Yahora,nosmataremos»,cuandoestabandepiealaorilladelrío,yéllomirabaconunamiradaqueyalehabíavistoensusojosalpasaruntrenounómnibus—comosialgolefascinaraynotóqueseibadesu lado y lo tuvo que agarrar por el brazo. Pero al volver a casa estuvoabsolutamentetranquilo—absolutamenterazonable.Intentabaconvencerladesuicidarse juntos;y le explicaba loperversaqueera lagente; cómo losveíainventar mentiras a su paso por la calle. Conocía todos sus pensamientos,decía;losabíatodo.Conocíaelsignificadodelmundo,decía.

Luego, cuando llegaron, Septimus casi no podía caminar. Se quedótumbadoenel sofáy lepidióque lecogiera lamanoparanocaerse ¡abajo,abajo!, gritó, ¡en las llamas! y vio caras que se reíande él, que le lanzabanhorriblesy asquerosos insultosdesde lasparedes,ymanosque lo señalabandesdedetrásdelbiombo.Ysinembargo,estabancompletamentesolos.Peroempezó a hablar en voz alta, contestando a la gente, discutiendo, riendo,gritando, excitándose mucho y haciéndola escribir cosas. Todo tonteríasintegrales; sobre la muerte; sobre la señorita Isabel Pole. Rezia no loaguantabamás.Queríaregresar.

Ahoraestabajuntoaélyveíacómomirabaalcielofijamente,sindejardemurmurar,crispandolasmanos.YesoqueeldoctorHolmesdecíaquenoleocurríanada.Entonces, ¿quéhabíapasado?¿porquéentonces sehabía ido?¿porqué,cuandosesentó juntoaél, ledioeseextrañosobresaltoy lamiróenfadado,porquéseapartó, leseñalólamanoylacogióylamiróconojosaterrados?

¿Acaso fue porque se había quitado el anillo de boda? «Mi mano haadelgazadomucho»,dijo;«lotengoenelbolso»,ledijo.

Septimus le soltó la mano. Su matrimonio había acabado, pensó,angustiado,aliviado.Lacuerdasehabíaroto;sesintiócrecer;eralibre,puestoquesehabíadecretadoqueél,Septimus,señordeloshombres,debíaserlibre;solo (ya que su mujer había tirado su alianza; ya que ella lo habíaabandonado),él,Septimus,estabasolo,llamadoacomparecerantelasmasasdeloshombresparaoírlaverdad,paraaprenderelsignificadoque,ahora,alfin, tras todos los pesares de la civilización —los griegos, los romanos,Shakespeare,Darwin, inclusoélmismo—, ibaa ser reveladoporenteroa…«¿aquién?»,preguntóenvozalta.«AlPrimerMinistro»,contestaronlasvocesque murmuraban por encima de su cabeza. El secreto supremo debía sercomunicado al Consejo deMinistros; primero, que los árboles están vivos;después, que no existe el crimen; después, amor, amor universal,murmuró,jadeando, temblando, llegando con dolor a estas profundas verdades querequerían, de tan profundas, de tan difíciles que eran, un inmenso esfuerzoparaexpresarlas,peroelmundoconellasresultabacambiadodeltodoyparasiempre.

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Nohay crimen; amor; repitióSeptimus, buscandouna tarjeta y un lápiz,cuandounSkyeterrierleolfateólospantalonesysesobresaltóconangustiosoterror.¡Elperroseestabaconvirtiendoenunhombre!¡Nopodíasoportareseespectáculo!¡Erahorrible, terrible,veraunperroconvertirseenhombre!Alinstante,elperrosealejó,trotando.

Los cielos son divinamente misericordiosos, infinitamente benignos. Lohabían absuelto, perdonado por su debilidad. Pero ¿cuál era la explicacióncientífica (porque, ante todo, hay que ser científico)? ¿Por qué podía ver atravésde los cuerpos, adivinar el futuro, cuando los perros se conviertan enhombres?Esprobablequefueraporlaoladecalor,operandosobreuncerebroal que los eones de evolución han dotado de sensibilidad. Científicamentehablando,lacarnesehabíaseparadodelmundo.Sucuerposehabíamaceradohasta el punto de quedarse con sólo las fibras nerviosas. Estaba extendidocomounvelosobreunaroca.

Sereclinósobrelasilla,agotadoperonovencido.Descansaba,esperando,antes de volver a interpretar con esfuerzo, con angustia, para la humanidad.Estabarecostadoagranaltura,sobreeldorsodelmundo.La tierrapalpitabadebajo. Unas flores rojas brotaban a través de su piel; sus hojas rígidassusurrabanjuntoasucabeza.Lamúsicaempezóatañerenlasrocasdeaquíarriba.Eslabocinadeunautomóvilahíenlacalle,murmuró;peroaquíarribaharesonadocomouncañonazo,derocaenroca,sehadivididoyhavueltoarestallarenbombazosqueseelevanentersascolumnas(quelamúsicafueravisibleeraundescubrimiento)ysehaconvertidoenunhimno,unhimnoenelqueseenlazaahoraelsonidodelcaramillodeunpastor(esunviejotocandolaflautajuntoalataberna,murmuró),elcual,sielniñoquedabaquieto,salíaenburbujasdelcaramilloperoluego,alelevarse,transmitíasuexquisitaquejamientraseltráficopasabapordebajo.Laelegíadeestemuchachosetocaenmedio del tráfico, pensó Septimus. Y ahora sube hasta las nieves, y llevacolgantes de rosas—las gruesas rosas rojas que crecen en la pared de micuarto,recordó.Lamúsicacesó.Yahaconseguidosupenique,dedujo,ysehaido a la tabernade al lado.Pero él seguía encaramado en su roca, comounmarineroahogadosobreunaroca.Measoméalabordadelabarcaymecaí,pensó.Mefuialfondodelmar.Heestadomuerto,ysinembargoestoyvivoahora,perodejadmedescansarenpaz, suplicó (unavezmásvolvíaahablarsolo—¡erahorrible,horrible!);y,comoocurreantesdedespertar,lasvocesdelospájarosyelsonidodelasruedaschocanychirríanenunaarmoníadispar,cobranmásymásfuerza,yelqueduermesesientearrastradohacialascostasdelavida,asíSeptimussesintióarrastradohacialascostasdelavida,conelsol cada vez más cálido, los gritos cada vez más fuertes, algo espantoso apuntodeocurrir.

Noteníamásqueabrirlosojos,perounlastrepesabasobreellos,untemor.

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Hizounesfuerzo;empujó;miró;vioRegent’sParkantesí.Largoshacesdesoljugaban con sus pies. Los árboles ondeaban, amenazaban. Damos labienvenida, parecía decir el mundo; aceptamos; creamos. Belleza, parecíadecirelmundo.Ycomoparademostrarlo(científicamente),dondequieraqueélmirase—alascasas,alasverjas,alosantílopesqueestirabanelcuelloporencima de la empalizada—, la belleza explotaba inmediatamente.Mirar unahoja que temblaba al paso del viento era una delicia exquisita.Arriba en elcielo, lasgolondrinas trazabanlazos,volabanhaciendocurvasyquiebros,seprecipitabandeun ladoaotro,girabanygiraban,perosiempreconperfectodominio,comosiestuvieransostenidasporelásticos;ylasmoscasquesubíanybajaban,elsoltocandoahoraunahoja,otradespués,burlón,deslumbrándolaconorosuaveenungestodebuenhumor;ydevezencuandounacampana(pudieraserlabocinadeuncoche),resonandodivinamenteenlasbriznasdehierba…Todoesto,aunsiendotranquiloyrazonable,aunestandoconstituidopor cosas ordinarias, era ahora la verdad; la belleza, eso era la verdad. Labellezaestabaentodaspartes.—Nollegaremosatiempo—dijoRezia.

Lapalabra«tiempo»rompiósucáscara;vertiósusriquezassobreél,ydesuslabioscayeronencapas,envirutasdemaderacomolasdelcepillodeuncarpintero,sinqueéllashiciera,palabrasduras,blancas,inmortales,yvolaronparacolocarseensuslugaresprecisos,enunaodaalTiempo;unaodainmortalalTiempo.Cantó.Evanscontestódesdedetrásdelárbol.Losmuertosestabanen Tesalia, cantaba Evans, entre las orquídeas. Allí esperaron hasta que laguerrahuboterminado,yahoralosmuertos,ahoraelpropioEvans.

—¡PoramordeDios,novengas!—gritóSeptimus.Porquenopodíamiraralosmuertos.

Pero las ramas se abrieron. Un hombre de gris efectivamente caminabahaciaellos.¡EraEvans!Peronohabíaensucuerpobarro;niheridas;nohabíacambiado.Debodecírselo almundo entero, gritóSeptimus alzando lamano(mientras el hombre muerto vestido de gris se acercaba), alzando la manocomo una colosal figura que ha lamentado el destino del hombre durantesiglos,solo,eneldesierto,lasmanosenlafrente,surcosdedesesperaciónenlasmejillas,yqueahoraveenelhorizontedeldesierto la luzque iluminayengrandecelafiguranegracomoelhierro,(ySeptimusmedioselevantódelasilla)y,conlegionesdehombresmuertostrasél,elgiganteenduelorecibeensurostro,porunmomento,todoel…

—Pero soy tan desgraciada, Septimus —dijo Rezia, intentando que sesentaradenuevo.

Los millones se lamentaban; durante siglos habían sufrido. Volvería acontarles dentro de unmomento, unmomento sólo, este alivio, esta alegría,estaalucinanterevelación…

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—Lahora,Septimus—repitióRezia—.¿Quéhoraes?

Aquel hombre hablaba, avanzaba, aquel hombre tenía que advertir supresencia.Losestabamirando.

—Te voy a decir la hora —dijo Septimus, muy despacio, muyadormiladamente, sonriendo misteriosamente al hombre muerto vestido degris.MientrasSeptimussonreíaahísentado,sonaronlasdocemenoscuarto.

Y eso es ser joven, pensó PeterWalsh al pasar junto a ellos. Tener unabronca horrorosa—la pobremuchacha parecía totalmente desesperada—enplenamañana.Pero¿porquélatenían?,sepreguntaba.¿Quélehabríadichoelhombre del abrigo para que ella tuviera ese aspecto? ¿En qué terriblecircunstanciasehabíanvistoenvueltoslosdosparaparecertandesesperados,en una espléndida mañana de verano? Lo gracioso de regresar a Inglaterradespuésdecincoañoseracómo,en losprimerosdíasalmenos, lascosas techocarancomosino lashubierasvistonunca;unosenamoradosdiscutiendobajounárbol,lavidadomésticadelasfamiliasenlosparquespúblicos.NuncahabíavistoLondrestanagradable—lasuavidaddelasdistancias;lariqueza;elverdor;lacivilización,despuésdelaIndia,pensó,mientrascaminabasobreelcésped.

Esta debilidad suya de dejarse llevar por las impresiones había sido lacausa de todos sus males, sin duda alguna. A su edad aún tenía, como unmuchacho, o incluso una muchacha, estos cambios de humor; días buenos,días malos, sin ninguna razón en particular, alegría ante una cara bonita,absolutatristezaalveraunaviejaaburrida.YdespuésdelaIndia,claro,unoseenamorabadetodamujerqueseencontraba.Habíaciertafrescuraenellas;hasta las más pobres seguramente vestían mejor que hace cinco años; a suparecer, nunca las modas habían sido tan favorecedoras; los largos abrigosnegros; la esbeltez; la elegancia; y además la deliciosa costumbre,aparentemente universal, del maquillaje. Todas las mujeres, hasta las másrespetables, tenían rosas en la cara, labios tallados a cuchillo, rizos de tintachina; había diseño, arte por todas partes; indudablemente, algún cambio sehabíaproducido.¿Enquépensabanlosjóvenes?,sepreguntóPeterWalsh.

Aquellos cinco años—de 1918 a 1923— habían sido, sospechaba,muyimportantes. La gente tenía otro aspecto. Los periódicos parecían distintos.Ahora,porejemplo,habíaunhombrequeescribíaabiertamente,enunodelossemanariosrespetables,sobreretretes.Estonosepodíahacerdiezañosatrás,escribir abiertamente sobre retretes en un semanario respetable.Ni tampocosacarunabarradelabiosounapolveraparamaquillarseenpúblico.Abordodel barco que lo trajo de vuelta a casa había muchos chicos y chicas —recordabaaBettyyBertieenparticular—queflirteabanabiertamente;laviejamadreahísentadaconsulabordepuntolosmiraba,fríacomounpepino.La

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chicaseempolvabalanariz,ahímismo,depie,delantedetodoelmundo.Yeso que no estaban prometidos; simplemente pasando un buen rato; sinresentimientosporpartedeningunodelosdos.Duracomolapiedra,esachica—Betty como se llame—peromuy buena gente sin duda. Sería una buenaesposacuandocumplieralostreinta—secasaríacuandoleconvinieracasarse;conunhombrericoyviviríaenunacasaenormecercadeManchester.

Y ¿quién era la que había hecho precisamente esto?, se preguntó PeterWalsh,metiéndose porBroadWalk—¿quién se había casado conun rico yvivíaenunacasagrandecercadeManchester?Alguienquerecientementelehabíaescritounacartalargayafectuosaapropósitode—hortensiasazules—.Y fue al ver las hortensias azules cuando se acordó de Peter y los viejostiempos—¡SallySeton,porsupuesto!FueSallySeton,laúltimapersonaenelmundoqueunohubieracreídocapazdecasarseconunricoyvivirenunacasaenormecercadeManchester;¡laindómita,laatrevida,larománticaSally!

Perode todoaquelviejogrupo, losamigosdeClarissa—losWhitbread,los Kindersley, los Cunningham, los Kinloch Jones—, Sally probablementeeralamejor.Porlomenostratabadetomarlascosascomodebíandetomarse.No se dejó engañar por Hugh Whitbread —el admirable Hugh— cuandoClarissaylosdemássepostrabanasuspies.

Todavía oía decir a Sally: «¿Los Whitbread? ¿Que quiénes son losWhitbread?Mercaderesdecarbón.Comerciantesrespetables.»

AHughlodetestabaporalgunarazón.Nopensabaennadaquenofuerasupropioaspecto,decíaella.DeberíahabersidounDuque.Seguroquesecasabaconunade lasPrincesas reales.Y,porsupuesto,Hughsentíael respetomásextraordinario,másnatural,mássublimeporlaaristocraciabritánicadetodaslas personas que Peter había conocido en la vida. Hasta Clarissa tuvo quereconocerlo. ¡Ay!, pero era tan simpático, tan generoso, dejó de cazar paracomplacerasuancianamadre…seacordabadeloscumpleañosdetodassustías,ycosasasí.

Para ser justos, había que reconocer que a Sally no la engañaban enabsoluto.UnadelascosasquerecordabamásclaramenteeraunadiscusiónenBourtonundomingoporlamañanasobrelosderechosdelamujer(estetemaantediluviano),cuandoSallyderepenteperdiólosestribos,estallóyledijoaHughqueél representaba todolomásdetestablede laclasemediabritánica.Le dijo que lo consideraba responsable de la situación en que se hallaban«esaspobresmuchachasdePiccadilly»—Hugh,elperfectocaballero,¡pobreHugh!¡jamássevioaunhombremáshorrorizado!Lohizoapropósito,segúnellamisma dijomás tarde (porque solían reunirse los dos en el huerto paraintercambiar impresiones). «No ha leído nada, no ha pensado nada, no hasentidonada»,todavíaahoraselooíadecirconaquellavoztanmarcadaque

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impresionabaalagentemuchomásdeloqueellamismacreía.LosmozosdecuadrateníanmásvidaqueHugh,decía.Eraelperfectoespécimendeescuelaprivada, decía. Ningún país salvo Inglaterra podría haberlo creado. Estabaverdaderamenteresentidaporalgunarazón; le teníaunarabiaespecial.Algohabíaocurrido—norecordabaelqué—enlasaladefumar.Lahabíainsultado—¿quizábesado?¡Increíble!PorsupuestoquenadiesecreíanadaencontradeHugh.¿Quiénpodría?¡BesaraSallyenlasaladefumar!SisehubiesetratadodeunaHonorableEdithodeunaLadyViolet,quizá;perotratándosedeSally,esa zarrapastrosa, sin un penique a su nombre y con un padre o unamadrejugándose el dinero enMonteCarlo, no. Porque de toda la gente que habíaconocido, Hugh era elmayor esnob—elmás obsequioso— pero no, no sepodíadecirquesearrastraraantelosdemás.Erademasiadopedanteparaeso.Unayudadecámaradeprimeraclaseeraloprimeroqueteveníaalamente:alguienquefuerasiguiéndolelospasosaunollevándolelasmaletas,alguienen quien se pudiera confiar paramandar telegramas… indispensable para laseñora de la casa. Y finalmente encontró su trabajo ideal: se casó con suHonorableEvelyn,consiguióunpuestoinsignificanteenlaCorte,cuidabadelasbodegasdelRey,sacababrilloalashebillasdeloszapatosimperiales,ibade un lado a otro con librea de calza corta y pechera de encaje. ¡Quédespiadadaeslavida!¡UnpuestoenlaCorte!

Sehabíacasadoconaquellamujer,laHonorableEvelyn,yvivíanporaquícerca, segúncreía (miró los imponentesedificiosquedominabanelparque),porque en una ocasión había almorzado en una casa que, como todas laspropiedadesdeHugh,teníaalgoqueningunaotracasapodíatenerjamás,porejemplo,armariosdelencería.Teníasqueiramirarlosdetenidamente, teníasquepasarunbuenratoadmirandoloquefuera:armariosdelencería,fundasdealmohada,mueblesantiguosderoble,cuadrosqueHughhabíaconseguidoporcasinada.PerolaseñoraHugh,enocasiones,estropeabalafunción.Eraunade esas oscurasmujeres pequeñas como ratones que admiran a los hombresgrandes.Eracasiinexistente.Peroderepente,decíaalgoinesperado,conmuymalaidea.Conservaba,quizás,losresabiosdelosgrandesmodalesdeantaño.Lacalefaccióndecarbónleresultabaunpocofuerte:cargabaexcesivamenteelambiente.Yasíseguíanviviendo,consusarmariosdelenceríaysuscuadrosdeviejosmaestrosysus fundasdealmohadabordadasconauténticoencaje,gastandoseguramentecincoodiezmilalaño,mientrasqueél,dosañosmayorqueHugh,andabasuplicandoalgúntrabajo.

Concincuentaytresañoscumplidos,tuvoqueirapedirlesquelometieraneneldespachodealgúnministro,queleconsiguierancualquierchapucilla,darclasesdelatínaniños,alasórdenesdealgúnchupatintasdeoficina,algoquele reportara quinientas al año; porque si se casaba con Daisy, aun con supensión, no podrían salir adelante conmenos. Seguro queWhitbread podíaconseguírselo; o quizáDalloway.No le importaba pedirle algo aDalloway.

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Erabuenagentedeveras;unpocolimitado;unpocodurodemollera;sí,perobuena gente de veras. Hiciera lo que hiciera, siempre actuaba de la mismamanerasensatayprosaica, sinelmenoratisbode imaginación, sin lamenorchispa de brillantez, pero con la inexplicable bondad de los de su clase.Debierahaber sidounhidalgo rural—lapolíticano era lo suyo.El entornoquemáslefavorecíaeraelespacioabierto,elestaralairelibre,concaballosyperros: qué bien se portó aquella vez que ese gran perro lanudodeClarissaquedóatrapadoenuncepoqueporpocolecortaunapatayClarissaporpocosedesmayóyDallowaylohizotodo:levendólapata,laentablilló,ledijoaClarissaqueno seportara comouna tonta.Esoera loquea ella legustaba,quizá—esoeraloquenecesitaba.«Bueno,querida,noseastonta.Sujetaesto,veabuscaraquello»,sindejardehablaralperrotodoeltiempo,comosifueseunserhumano.

Pero ¿cómo pudo tragarse todas esas vaciedades sobre poesía? ¿Cómopudo dejarle dictar ex-cátedra sobre Shakespeare? Con toda seriedad ysolemnidad,RichardDalloway se puso de patas comoun perrito y dijo queningún hombre decente debería leer los sonetos de Shakespeare porque eracomoescucharporelojodelacerradura(además,noerauntipoderelaciónquemerecierasuaprobación).Unhombredecentenuncadebierapermitirleasu mujer que visitara a la hermana de una esposa fallecida. ¡Increíble! Loúnicoquecabíahacereraapedrearleconalmendrasgarrapiñadas;fuedurantelacena.PeroClarissaselotragótodo;loencontrótanhonestodesuparte;tanindependiente; ¡yDios sabe si no pensó que era lamentemás original quehabíaconocido!

Éste eraunode losvínculos entreSallyy él.Habíaun jardínpor elquesolíanpasear,unlugarrodeadoporunmuro,conrosalesycolifloresgigantes;recordabaqueSallyarrancóunarosaysedetuvoparaalabarlabellezadelashojasdecolalaluzdelaluna(eraextraordinariocómotodoseleveníaalamente, cosas en las que no había pensado desde hacía años), mientras leimploraba —medio en broma, claro está— que se llevara a Clarissa parasalvarladelosHughs,losDallowaysytodoslosdemás«perfectoscaballeros»que iban a «ahogar su alma» (por aquel entonces, Sally escribía poesía araudales), a hacer de ella una simple dama de sociedad, a fomentar sumundanería.PerohayqueserjustosconClarissa.AlmenosnoibaacasarseconHugh.Teníaperfectamenteclaroloquequería.Todassusemocioneseransuperficiales. En el fondo era muy taimada: juzgaba mucho mejor lapersonalidad de la gente que Sally, por ejemplo, y además era puramentefemenina; con esa capacidad extraordinaria, capacidad femenina, que lepermitía crear un mundo propio allí donde se encontrara. Entraba en unahabitación;sequedabadepie,comoéllahabíavistoamenudo,bajoeldintelde una puerta, con unmontón de gente a su alrededor. Pero era Clarissa aquienuno recordaba.Ynoesque fuese llamativa;ni guapaen absoluto;no

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había nadade pintoresco en ella; nuncadecía nadaque fuese especialmenteingenioso…Sinembargo,allíestabaella;allíestaba.

¡No, no, no! ¡Yano estaba enamoradode ella!Simplemente, despuésdeverlaesamañana,entrelastijerasylassedas,preparándoseparalafiesta,sesentíaincapazdeapartarladesupensamiento;volvíayvolvíahaciaél,comocuandoeneltrenunviajerodormidosesacudeenelhombro;alapoyarse;yesonoeraestarenamorado,porsupuesto;erapensarenella,criticarla,volveraempezar,despuésdetreintaaños,atratardeexplicársela.Elcomentariomásobvioesqueeramundana,quelepreocupabademasiadomantenerelrango,lasociedady seguir prosperando en elmundo—cosaque era cierta de algunamanera: se lo había confesado en una ocasión. (Siempre conseguías quereconociera sus debilidades, si te tomabas lamolestia; era honesta). Lo queseguramente diría es que odiaba a las mujeres con aspecto de bruja, a losviejos carcamales, a los fracasados —como él, seguramente; opinaba quenadie teníaderechoaandarporelmundoencorvadoycon lasmanosen losbolsillos;quetodoelmundodebíahaceralgo,seralgo;yesasgentesdelaaltasociedad, esas duquesas, esas venerables y blancas condesas que unoencontraba en el salón de Clarissa, inefablemente distantes, según él, decuanto tuviera alguna importancia, representaban algo real para ella. LadyBexborough, dijo en una ocasión, se tenía erguida (y eso mismo hacíaClarissa;jamássedejabair,enningúnsentidodelapalabra;ibaderechacomounavela,untantotiesa,porcierto).Decíaqueaquellagenteteníaunaespeciedecorajeque,conlosaños,leresultabacadavezmásrespetable.EntodoestohabíaunabuenapartedeDalloway,claroestá;unabuenapartedeeseespíritudeserviciopúblico,deimperiobritánico,dereformatributaria,deespíritudelaclasegobernante,quehabíacrecidoenClarissa,comosueleocurrir.Coneldobledefacultadesquesumarido,ClarissateníaqueverlotodoatravésdelosojosdeDalloway,unadelastragediasdelavidamatrimonial.Conunamenteque se bastaba a sí misma, tenía que estar siempre citando las palabras deRichard, ¡como si uno no pudiera saber, hasta el mínimo detalle, lo queRichardpensabagracias a la lecturadelMorningPostpor lamañana!Estasfiestas,porejemplo,erantodasparaél,oparalaideaqueellateníadeél(parahacer justicia a Richard, habría sido más feliz dedicándose al campo enNorfolk).Convertíasucuartodeestarenunaespeciede lugarde reuniones;tenía especial talento para ello. En múltiples ocasiones, Peter había visto aClarissa coger a un joven tosco, retorcerlo, darle la vuelta, despertarlo yponerloenmarcha.Unnúmeroinfinitodegenteaburridasereuníaentornoaella,ciertamente.Peroalgunaspersonasextrañaseinesperadasaparecíanporallí;avecesunartista,avecesunescritor;bichosrarosenaquelambiente.Ydetrásdetodoelloseencontrabaaquellareddevisitas,dedejartarjetas,deseramable con la gente; ir corriendo de un lado a otro con ramos de flores,pequeños regalos; Fulanito o Menganita se iba a Francia: había que

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conseguirle una almohadilla; un verdadero derroche de su energía; todo esetráficointerminablequeorganizanlasmujeresdesuclase;perolohacíamotuproprio,porinstintonatural.

Curiosamente, Clarissa era una de las personas más radicalmenteescépticas que Peter había conocido, y posiblemente (era una teoría que élutilizabaparahacerseunaideaclaradeella,tantransparenteenunosaspectos,tan inescrutable en otros), posiblemente se dijera a sí misma: Puesto quesomosunarazacondenada,encadenadaaunbuquequesehunde(laslecturasfavoritas de cuando era niña eranHuxley y Tyndall,muy aficionados a esaclasedemetáforasnáuticas),puestoquetodoesunabromapesada,tomemosparte en ello; aliviemos los sufrimientos de nuestros compañeros de prisión(Huxleyotravez);decoremoselcalabozoconfloresyalmohadones;seamostandecentescomopodamos.Esosrufianes,losDioses,nosesaldrándeltodocon la suya—porque su idea era que los Dioses, que no perdían nunca lamínima oportunidad de hacer daño, de frustrar y echar a perder las vidashumanas,sedesanimabansitecomportabascomounadamaapesardetodo.EstafaseempezóinmediatamentedespuésdelamuertedeSylvia,esehorribleasunto.Vercómounárbolsecaeymataatupropiahermana(todalaculpalatuvoJustinParry,pornegligente),antetuspropiosojos—unachica,además,contodalavidapordelante,lamásdotadadeellas,siempredecíaClarissa—,erasuficienteparaamargarse.Mástarde,noestabatansegura,quizá;pensabaque no había Dioses; que nadie tenía la culpa, y por eso desarrolló estareligiónateadehacerelbienporelbienmismo.

Ydesde luegoquegozabade lavida inmensamente.Estabaensupropianaturalezadisfrutar(aunque,Diossabe,teníasusreservas;sóloeraunesbozo,pensabaélamenudo,loque,despuésdetantosaños,podíatrazardeClarissa).Contodo,nohabíaamarguraenella;niesesentidodevirtudmoralqueresultatan repelente en las mujeres buenas. Disfrutaba prácticamente con todo. SicaminabasconellaporHydePark,aquíunarriatedetulipanes,ahíunniñoenun cochecito, allá un pequeño drama que ella misma se inventaba sobre lamarcha. (Es muy probable que hubiera hablado con aquella pareja deenamorados si hubiese pensado que no eran felices.) Tenía un sentido de lacomedia que era verdaderamente exquisito, pero necesitaba gente, siempregente, para que este sentido se manifestara, con el inevitable resultado dedesperdiciarsutiempoenalmuerzos,cenas,enestasincesantesfiestassuyas,diciendo tonterías, cosas que no pensaba, mellando su agudeza mental,perdiendosuespíritucrítico.Sesentabaalacabeceradelamesa,tomándoseinfinitasmolestias con un viejo pelmazo que pudiera ser de alguna utilidadparaDalloway—conocíanalospersonajesmásespantosamenteaburridosdeEuropa—,osinoahíveníaElizabeth,yentoncestodoteníaquedejarlepasoaella.Estaba en el colegio, en esa etapade inexpresividad, la últimavezquepasóporallí,unachicadeojos redondos, tezpálida, sinningún rasgodesu

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madre,unacriatura callada, seria, queno reaccionabaantenada,quedejabaque sumadremontara todo un espectáculo con ella y luego decía «¿Puedoirmeya?»,comounacríadecuatroaños.«Seva»,explicabaClarissa,conesamezcladesonrisayorgulloquehastaelpropioDallowayparecíadespertarenella,«a jugaralhockey».YahoraseguramenteElizabethsehabíapuestodelargoya;locreíaunviejodesquiciado,sereíadelosamigosdesumadre.Puesbien, que así sea. La compensación de hacerse viejo, pensó Peter WalshsaliendoyadeRegent’sParkconelsombreroenlamano,erasolamenteesto:laspasionesmantienenlamismafuerzadesiempre,perosegana—¡alfin!—elpoderqueañadeel sabor supremoa laexistencia, elpoderdedominar laexperiencia,dedarlelavuelta,lentamente,alaluz.

Unaconfesiónterriblesinduda(volvióaponerseelsombrero),peroahora,a los cincuenta y tres años, ya no se necesitaba apenas a la gente. La vidamisma,cadaunodesusmomentos,cadagota,aquí,esteinstante,ahora,alsol,enRegent’sPark,erasuficiente.Demasiado,enrealidad.Unavidaenteraerademasiado corta para sacarle, ahora que uno había adquirido el dominio, laplenituddelsabor;paraextraerhastalaúltimaonzadeplacer,hastaelúltimomatiz de significado; y ambos eran mucho más sólidos que antes, muchomenospersonales.YaeraimposiblequeClarissalehicierasufrirmásdeloqueyalehabíahechosufrir.Durantehorasyhoras(¡ojaláunodigaestascosassinquenadielasoiga!),durantehorasydíasseguidosnohabíapensadoenDaisy.

Entonces,¿pudieraserqueestuvieraenamoradodeella,teniendoencuentala tristeza, la tortura, laextraordinariapasióndeaquellosdías?Eraunacosacompletamentedistinta—muchomásagradable—,puesahora,porsupuesto,laverdaderaqueellaestabaenamoradadeél.Yquizáésafuelarazónporlaque,cuandoelbarcozarpó,sintióunalivioextraordinario,ynodeseabaotracosasinoestarsolo;lemolestóencontrarsecontodossuspequeñosdetalles—puros, notas, una alfombra para el viaje— en su camarote. Si todos fuesenhonestos, dirían lo mismo: cumplidos los cincuenta, no se necesita a losdemás;nosetienenganasdeseguirdiciendoalasmujeresquesonbellas;estoes lo que dirían la mayoría de los hombres de cincuenta años, pensó PeterWalsh,sifuesenhonestos.

Pero estos sorprendentes ataques de emoción —romper a llorar estamañana—¿quésignificaban?¿QuéhabríapensadoClarissadeél?Queeraunnecio,seguro,ynoeralaprimeravez.Erancelosloquesubyacíaatodoello,los celos que sobreviven a todas las pasiones de la humanidad, pensó PeterWalsh, extendiendo el brazo con su cortaplumas en la mano. Había estadoviendo alMayor Orde, decía Daisy en su última carta; lo dijo con toda laintención,losabía;lodijoparadarlecelos;selaimaginabaarrugandolafrentemientrasescribía,pensándoseloquepodíadecirparaherirlo;ysinembargo,no tenía importancia; ¡estaba furioso! Todo ese follón de venir a Inglaterra

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paraconsultaralosabogadosnoeraparacasarseconella,sinoparaevitarquesecasaraconotrohombre.Estoeraloquelotorturaba,ésteeraelsentimientoque lo invadió al ver a Clarissa tan tranquila, tan fría, tan centrada en suvestidooloquefuese;dándosecuentadeloqueellapodríahaberleevitado,aquélohabíareducido:aundeleznableyachacosoborrico.Perolasmujeres,pensóPetercerrandosucortaplumas,nosabenquéeslapasión.Nosabenloquesignificaparaloshombres.Clarissaerafríacomountémpano:ahíestabaella,sentadaasuladoenelsofá,dejándosecogerlamano,dándoleunbesoenlamejilla.Yahíestabaél:habíallegadoalcruce.

Un sonido le interrumpió; un sonido frágil y vacilante, una voz queburbujeabasinrumbo,sinvigor,principionifin,yquecantabadébil,agudaycarentedetodosignificadohumano

iamfaamso

fusuituimu…

unavozsinedadnisexo,lavozdeunaviejafuentebrotandodelatierra;unavozquesalía,justoenfrentedelaestacióndemetrodeRegent’sPark,deuna alta forma temblorosa, como una chimenea, como una bomba oxidada,comounárbol,batidoporelvientoyprivadoparasiempredesushojas,quedejaqueelvientosubaybajeporsusramas,arribayabajo,cantando

iamfaamso

fusuituimu…

ysemece,crujeygimeenlabrisaeterna.

Atravésdetodoslostiempos—cuandolacalzadaerahierba,cuandoeraciénaga, a través de la era del colmillo y delmamut, a través de la era delamanecer silencioso— la vieja mendiga —llevaba falda—, con la manoderechaextendidayconlaizquierdaagarrándoseelcostado,insistíaencantarunacancióndeamor,deunamorquehaduradounmillóndeaños—cantaba—,amorqueprevalece,yhaceunmillóndeañosquehabíapaseadoconsuamante muerto hace siglos, canturreaba, en el mes de mayo. Pero en eltranscursodelostiempos,largoscomolosdíasdeveranoyconelúnicocolor,canturreaba,delfuegodelosásteresrojos,élsehabíaido;laenormeguadañadelamuertehabíasegadoaquellastremendascolinas,ycuandoporfinreposósu cabeza cana e inmensamente vieja sobre la tierra, convertida ahora ensimplescenizasdehielo,suplicóalosDiosesquedejaranasuladounramodebrezo púrpura, allí en su tumba, que acariciaban los últimos rayos del sol;porqueparaentonceselespectáculodeluniversohabríaterminado.

Mientras la vieja canción burbujeaba frente a la estación de metro deRegent’sPark,latierraseguíasiendoverdeyflorida;ytodavía,apesardeque

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brotabadeunabocatanruda,unsimpleagujeroenlatierra,fangosoademás,cubierto de raíces fibrosas y de hierbajos, todavía las burbujas de la viejacanción,empapandolasraícesnudosasdetiemposinfinitos,ylosesqueletosytambiénlostesoros,seguíanfluyendoenarroyosqueseperdíanporlacalzadaalolargodeMaryleboneRoadyendirecciónaEuston,fertilizando,dejandounamanchahúmeda.

Recordando todavía que en algúnmayo primitivo había paseado con suamante,estabombaoxidada,estaviejamendiga,conunamanoextendidapararecoger lasmonedas y la otra apoyada en el costado, seguiría ahí dentro dediez millones de años, recordando que en otros tiempos había paseado enmayo, allí donde ahora fluye el mar, no importaba con quién… Era unhombre,sí,unhombrequelahabíaamado.Peroeltranscurrirdelostiemposhabía empañado la claridad de ese viejo día demayo; las flores de pétalosbrillantes estaban ya canas y cubiertas de plata; y ya no veía, cuando lesuplicaba(comomuyclaramenteestabahaciendoahora)«mirabienmisojoscontusdulcesojos»,yanoveíalosojoscastaños,laspatillasnegrasnilacaraquemadaporelsol,sinounaformaacechante,unasombra,alaque,conesafrescuracomodepájarodelosancianos,seguíacantineando«dametumanoydejaque lacoja suavemente» (PeterWalshnopudopormenosdedarleunamonedaalapobrecriaturaantesdemeterseeneltaxi),«ysialguiennosve,¿qué importa?»,preguntaba;yconelpuñocerradocontra lacadera,sonreía,metiéndose el chelín en el bolsillo, y todos los ojos que la escrutabanparecieronborrarse,ylasgeneracionesquepasaban—laaceraestabaatestadade ajetreados individuosde clasemedia—sedesvanecieron como las hojas,para ser pisoteadas, para quedar empapadas, inundadas y convertidas enmantilloporeseeternomanantial…

iamfaamso

fusuituimu.

—Pobrevieja—dijoReziaWarrenSmith.

—¡Oh,pobredesgraciada!—dijomientrasesperabaelmomentodecruzar.

¿Ysillovíaporlanoche?¡Imagínatesitupadre,oalguienquetehubieraconocidoenotrostiemposmejores,pasaraporallíytevieseahí,depie,enelarroyo!¿Ydóndepasabalanoche?

Conánimo,casialegre,elhiloinvencibledesonidodiovueltasenelairecomoelhumodelachimeneadeunacabaña,ascendiendoentrelimpiashayasysurgiendocomounamatadehumoazulporentrelashojasmásaltas.«Ysialguiennosve,¿quéimporta?»

Como era tan desgraciada, durante semanas y semanas, Rezia había idodandosignificadoalascosasqueocurrían,yavecesestabacasiconvencidade

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quedebíapararalagenteenlacalle,siteníanbuenapintayparecíanamables,para decirles, simplemente, «soy desgraciada»; y esta vieja, en la calle,cantando «si alguien nos ve, ¿qué importa?», le hizo estar repentinamentesegura de que todo iba a salir bien. Iban a ver a Sir William Bradshaw;pensaba que este nombre sonaba bien; curaría a Septimus enseguida. Yentoncespasóun carrode cerveza, y los caballosgrises llevabanbriznasdepajaenlacola;habíacartelesdeperiódicos.Eraunsueñotonto,muytonto,elserdesgraciada.

Asípues,elseñorylaseñoraSeptimusWarrenSmithcruzaronlacalle,y¿esquehabíaalgoenellosquellamaralaatención,algoquehicierasospecharaalgúntranseúntequeahíhabíaunjovenquellevabaconsigoelmensajemásimportantedelmundoyqueera,además,elhombremásfelizdelmundoyelmás desdichado? Quizá anduvieran más despacio que otros y hubiera algovacilanteycansinoenel caminardeestehombre,peroquécosa tannaturalpara un empleado, que lleva años sin poner los pies en elWest End entresemanayaestashoras,quemirarinsistentementealcielo,miraraquí,alláyalo demás allá, como si Portland Place fuese una habitación donde hubieseentradoenausenciadelafamilia,conlaslámparasdearañaenvueltasengasa,yelamadellaves,allevantarunaesquinadelaslargascortinas,dejaseentrarlargoshacesdeluzpolvorientaquecaensobreunosextrañossillonesvacíos,yexplicasealosvisitanteslomaravillosoqueesellugar;quémaravillosopero,almismotiempo,quéextraño.

Por suaspecto,bienpodía serunempleado,perode losmejores,porquecalzababotasmarrones,susmanoserancultas,asícomosuperfil—superfilanguloso,nasón,inteligenteysensible—,peronoasísuslabios,porqueeranfláccidos;encuantoasusojos(comosuelenserlosojos),eranojossinmás:color avellana, grandes; así, en conjunto, el hombre era un casoindeterminado,niunacosaniotra;podíamuybienterminarconunacasaenPurleyyun automóvil, o seguir toda suvida alquilandopisos en callejuelaslaterales; era uno de esos hombres medio-cultos, autodidactas, cuya culturaprovieneíntegramentedelibrossacadosdebibliotecaspúblicas,leídosporlanoche,despuésdelajornadadetrabajo,porindicacióndeconocidosescritoresconsultadosporcorrespondencia.

Encuantoa lasdemásexperiencias, lassolitarias, lasquelagenteviveasolas, en sus dormitorios, en sus despachos, caminando por los campos ycallesdeLondres,éllastenía;habíadejadosucasasiendoaúnunmuchacho,por culpa de su madre: ella mentía; porque era la quincuagésima vez quebajaba a cenar sin lavarse las manos, porque no veía que un poeta tuvieraningún porvenir en Stroud. Así, tomando a su hermana pequeña comoconfidente,sefueaLondres,dejandotrasélunanotaabsurda,comolasquegrandespersonajeshanescritoyelmundoha leídomás tarde, cuandoseha

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hechofamosalahistoriadesusconflictos.

LondressehatragadomuchosmillonesdejóvenesllamadosSmith;nohaconcedidoninguna importanciaanombres tan raroscomoSeptimus,con losque suspadreshabíanpensado singularizarlos.Vivir enunapensión, enunabocacalledeEustonRoad,comportabaexperiencias—experienciasotravez—comoladetransformarunacaraendosaños:unainocentecaraovaladayrosaenotracontraídayenjuta.Perodetodolodicho,quéhubieranpodidodecirlosamigosmásobservadores,salvoloquediceunjardinerocuandoabrelapuertadel invernadero y se encuentra una nueva flor en su planta: Ha florecido;florecidoporvanidad,ambición,idealismo,pasión,soledad,valor,pereza,lassemillashabitualesque,revueltastodasellas(enunahabitaciónjuntoaEustonRoad),hicierondeélunhombretímidoytartamudo,ansiosodesuperarseasímismo,lehicieronenamorarsedelaseñoritaIsabelPole,quedabaleccionessobreShakespeareenWaterlooRoad.

¿Acaso no se parecía a Keats?, preguntaba ella; y reflexionaba sobre elmodo de aficionarlo a Antonio y Cleopatra y todo lo demás. Le prestabalibros,lemandabanotasyprendióenélunfuegodeésosquesóloardenunavez en la vida, sin calor, con una llama vacilante, de un rojo dorado,infinitamenteetéreaeinsustancialqueardíaporlaseñoritaPole,porAntonioy Cleopatra y por Waterloo Road. Él pensaba que era guapa, la creíaimpecablementesabia,soñabaconella,leescribíapoemasque,comoellanosabía de qué iban, corregía con tinta roja. Él la vio, una tarde de verano,caminandoporunaplazaconunvestidoverde.«Haflorecido»,podríahaberdichoeljardinero,sihubieseabiertolapuerta,sihubieseentrado,esdecir,silo hubiese hecho cualquier noche a esta hora, y lo hubiese encontradoescribiendo;lohubieseencontradorompiendoloquehabíaescrito;lohubieseencontrado terminando una obramaestra a las tres de lamañana y saliendodespués a callejear, a visitar iglesias, y ayunar un día, beber otro día,devorandoaShakespeare,aDarwin,LahistoriadelacivilizaciónyaBernardShaw.

Algoestabapasando,elseñorBrewerlosabía;elseñorBrewer,gerentedeSibleys & Arrowsmiths, subastadores, tasadores, agentes de la propiedadinmobiliaria;algoestabapasando,pensaba.Y,comoeramuypaternalconsusjóvenes empleados y tenía un alto concepto de la capacidad de Smith,profetizabaque,endiezoquinceaños,lesucederíaenelsillóndecuero,enlasala interior bajo la luz cenital, con las cajas de títulos de propiedad a sualrededor,«siconservasusalud»,dijoelseñorBrewer.Yéseeraelpeligro:Smithparecíadébil;leaconsejóelfútbol;leinvitabaacenary,cuandoestabaconsiderandolamaneraderecomendarloparaunaumentodesueldo,ocurrióalgo que vino a estropear gran parte de sus planes, algo que se llevó a susempleadosmáscualificadosy, finalmente—asídeentrometidose insidiosos

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sonlosdedosdelaGuerraEuropea—hizotrizasunaestatuadeyesodeCeres,cavóunhoyoenlosarriatesdegeraniosydestrozólosnerviosdelacocinera,enlacasadelseñorBrewer,enMuswellHill.

Septimus fue uno de los primeros en presentarse voluntario. Se fue aFranciaasalvarunaInglaterraqueconsistía,casiensuintegridad,enlasobrasde Shakespeare y en la señorita Isabel Pole paseando por una plaza con suvestidoverde.Alláenlastrincheras,elcambioqueelseñorBrewerdeseabaalaconsejarelfútbolseprodujoinstantáneamente:desarrollósuhombría,obtuvounascenso,despertóelinterés,inclusoelafectodesuoficial,llamadoEvans.Erancomodosperrosjugandosobrelaalfombrillafrentealachimenea,unode ellos entretenido con un papel, gruñendo, lanzando bocados al aire,mordisqueandodevezencuandolaorejadelperroviejo,mientraselotroyaceadormilado,parpadeandoanteelfuego,levantandounapata,dándoselavueltaygruñendodebuenas.Teníanqueestarjuntos,compartir,lucharelunoconelotro,discutirelunoconelotro.PerocuandoEvans(Rezia,quesólolohabíavistounavez, lo llamabaun«hombre tranquilo»,un robustopelirrojo,pocoexpresivo en presencia demujeres), cuando Evansmurió—inmediatamenteantesdelArmisticio,enItalia—,Septimus,lejosdemostrarningunaemociónodereconocerqueeraelfindeunaamistad,sefelicitóporsentirtanpocoyde forma tan razonable. La guerra le había enseñado. Era sublime. Habíapasadopor todoelespectáculo: laamistad, laGuerraEuropea, lamuerte, sehabía ganado un ascenso, todavía no había cumplido los treinta y estabadestinado a sobrevivir. En eso tenía razón. Las últimas bombas no cayeronsobre él. Las vio explotar con indiferencia. Cuando llegó la paz, estaba enMilán,alojadoencasadeuntabernero,conunpatiointerior,floresentiestos,mesitasalairelibre,hijasquehacíansombreros,yconLucrezia,lamenor,secomprometióuna tarde enque le sobrevino el pánico—pánicodenopodersentir.

Porqueahoraquetodohabíaterminado,quelatreguaestabafirmadaylosmuertosenterrados,tenía,sobretodoporlanoche,estosrepentinosataquesdemiedo.No podía sentir. Cuando abría la puerta del cuarto donde las chicasitalianas hacían sombreros, las veía, las oía; pasaban alambres por unascuentasdecoloresqueguardabanenunosplatillos,dabandiversas formasalas telasdebocací; lamesa estaba sembradadeplumas, lentejuelas, sedasycintas;lastijerasgolpeabanlamesa;peroalgolefaltaba:nopodíasentir.Losgolpes de las tijeras, las risas de las muchachas, la fabricación de lossombrerosloprotegían,ledabanseguridad,ledabanrefugio.

Pero no podía pasarse la noche sentado allí.Habíamomentos en que sedespertabaaaltashorasdelamadrugada.Lacamasecaía;élsecaía.¡Ay,lastijeras,lalámparaylasformasdelbocací!LepidióaLucreziaquesecasaracon él, a lamás joven de las dos, la alegre, la frívola, con esos deditos de

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artistaqueellaextendíaymostrabadiciendo:«Todoesgraciasaellos.»Seda,plumas,loquefuera,ledebíanlavidaaellos.

—El sombrero es lo más importante—decía Lucrezia cuando salían depaseojuntos.Todoslossombrerosqueveíapasar,losexaminaba;asícomolacapa, el vestido y el porte de la mujer en cuestión—. Mal vestida…,recargada…—criticaba Lucrezia, no con ensañamiento, sino más bien congestos impacientes de lasmanos, como los deunpintor que echa a un ladoalguna impostura explícita, evidente y bien intencionada; y luego, congenerosidad, pero sin dejar de ser crítica, aclamaba a la dependienta de unatiendaporsabervestirsumodestaropaconelegancia,oelogiaba,sinreservas,con conocimiento entusiasta y profesional, a una señora francesa que seapeabadesucoche,luciendopielesdechinchilla,túnicayperlas.

—¡Precioso!—murmuraba, dandoun codazo aSeptimusparaqueviera.Pero la belleza estaba detrás de un cristal. Ni siquiera el gusto (a Rezia legustabanloshelados,losbombones,lascosasdulces)leproducíaplacer.Dejósutazasobrelamesitademármol.Miróalagentedefuera,queparecíafeliz,reuniéndose en medio de la calle, gritando, riendo, discutiendo sin motivo.Peronopodíasaborear,nopodíasentir.Enelsalóndeté,entrelasmesasyloscamareros que charloteaban, aquel miedo espantoso le sobrevino: no podíasentir. Podía razonar, podía leer, a Dante, por ejemplo, sin dificultad (—Septimus,dejayaellibro—dijoReziacerrandosuavementeelInferno)podíasumar la cuenta; su cerebro estaba perfectamente; por tanto, tenía que serculpadelmundo—laculpadequenopudierasentir.

—Los ingleses son tan callados… —dijo Rezia. Le gustaba, decía.Respetabaaestos inglesesyqueríaconocerLondres, loscaballos inglesesylos trajes de sastrería, y también recordaba haberle oído comentar lomaravillosasqueeran las tiendasauna tíaquesehabíacasadoyvivíaenelSoho.

Bien pudiera ser, pensó Septimus,mirando a Inglaterra por la ventanilladeltrenalsalirdeNewhaven;bienpudieraserqueelmundomismocarecieradesignificado.

Enlaoficina loascendieronaunpuestodeconsiderableresponsabilidad.Estabanorgullososdeél;habíaganadomedallas.

—Ustedhacumplidoconsudeber,ydenosotrosdepende…—empezóelseñorBrewer;ynopudoacabar,embargadocomoestabaporlaemoción.SealojaronenunlugarestupendocercadeTottenhamCourtRoad.

En ese momento volvió a abrir a Shakespeare. Aquella preocupaciónjuvenil de la intoxicación del lenguaje —Antonio y Cleopatra— se habíaconsumidopor completo. ¡CuántodetestabaShakespeare a la humanidad, el

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ponerselaropa,eltenerhijos,lasordidezdelabocaydelabarriga!EstoselerevelabaahoraaSeptimus:elmensajeocultoenlabellezadelaspalabras.Lacontraseña secreta que cada generación trasmite, disimuladamente, a lasiguiente, es el aborrecimiento, el odio, la desesperación. Lo mismo cabíadecirdeDante.DeEsquilo(traducido),otrotanto.AhíestabaRezia,sentadaante lamesa,arreglandosombreros.Arreglabasombrerospara lasamigasdela señora Filmer; arreglaba sombreros por horas. Estaba pálida, misteriosa,comounlirio,ahogada,bajoelagua,pensó.

—Losinglesessonmuyserios—decía,abrazandoaSeptimus,poniendolamejillacontralasuya.

AShakespearelerepelíaelamorentrehombreymujer.Lacuestióndelacópulaleresultabaunaporqueríaantesdelfinal.PeroReziadecíaqueteníanquetenerhijos.Llevabancincoañoscasados.

FueronjuntoshastalaTorre,alVictoria&AlbertMuseum,semezclaroncon el gentío para ver al Rey inaugurar el Parlamento. Y ahí estaban lastiendas: sombrererías, tiendas de ropa, tiendas con bolsos de cuero en elescaparate, ante los cuales Rezia quedaba de pie, fascinada. Pero tenía quetenerunniño.

TeníaquetenerunhijocomoSeptimus,decíaRezia.PeronadiepodíasercomoSeptimus,tandulce,tanserio,taninteligente.¿AcasoellanopodíaleeraShakespearetambién?¿EraShakespeareunautordifícil?,preguntabaella.

Nosepuedetraerniñosaunmundocomoéste.Nosepuedeperpetuarelsufrimiento ni aumentar la raza de estos lujuriosos animales, que no tienenemocionesduraderas,sinosólocaprichosyvanidadesquelosllevanhaciaunlado,haciaelotro.

Septimuslamirabacortar,hacerformas,comoquienmiraaunpájarodarsaltitos y picotear en el césped, sin atreverse a mover un dedo. Porque laverdad (dejemos que ella la ignore) es que los seres humanos no tienen nibondad,nife,nicaridad,másalládeaumentarelplacerdelmomento.Cazanen manada. Sus manadas peinan el desierto y desaparecen en la selvachillando.Abandonanaloscaídos.Susrostrosestáncubiertosdemuecas.AhíestabaBrewerenlaoficina,consubigoteengominado,sualfilerdecoralenlacorbata, pañuelo blanco y sus emociones placenteras —todo frialdad yhumedad— sus geranios destrozados durante la guerra, los nervios de sucocinera destrozados; o Amelia Como se llame sirviendo tazas de té a lascincoenpunto,unapequeñaharpíaobscenadeburlonasonrisalasciva;ylosTomsylosBertiesconsuspecherasalmidonadasrezumandoespesasgotasdevicio. Nunca lo vieron dibujar retratos de ellos, desnudos y haciendobufonadas, en su libreta de apuntes. En la calle, los camiones pasabanrugiendojuntoaél;labrutalidadberreabaenloscarteles:hombresatrapados

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en lasminas,mujeresabrasadasvivas.Yenciertaocasión,unafilade locosmutilados,quealguiendecidiósacarahacerejerciciooexhibirlosparadivertiralpopulacho (que reíaabiertamente),desfiló saludandoy sonriendoalpasarjuntoaél,enTottenhamCourtRoad,cadaunodeellosmediodisculpándose,aunqueconairetriunfal,imponiéndolesudesesperadodestino.Y¿acasoibaélavolverseloco?

Alahoradelté,RezialedijoquelahijadelaseñoraFilmeresperabaunhijo. ¡Ellanopodíahacerseviejasin tenerhijos! ¡Estabamuysola,eramuydesgraciada!Lloró por primera vez desde que se casaron.A lo lejos la oyóllorar; looyóconprecisión,conclaridad;locomparóconlaspercusionesdeunpistón.Peronosintiónada.

Su mujer lloraba y él no sentía nada. Sólo que, a cada sollozo, tanprofundo,silenciosoydesesperado,sehundíaunpasomásenelpozo.

Finalmente,conungestomelodramáticoqueasumiómecánicamenteyconperfectaconcienciadesuinsinceridad,dejócaerlacabezaentrelasmanos.Yasehabíarendido.

Ahoraeranlosdemáslosquedebíanacudirensuayuda.Habíaquellamaralagente.Habíacedido.

No hubomanera de levantarlo. Rezia lometió en la cama. Llamó a unmédico, el doctor Holmes, el de la señora Filmer. El doctor Holmes loexaminó. No le pasaba nada, dijo el doctor Holmes. ¡Oh, qué alivio! ¡Quéhombretanamable,quéhombretanbueno!pensóRezia.Cuandoélsesentíaasí,dijoeldoctorHolmes,seibaalmusichall.Setomabaundíalibre,consumujer, y se iba a jugar al golf. ¿Por qué no probar un par de pastillas debromuro disueltas en un vaso de agua al acostarse? Estas viejas casas deBloomsbury, dijo el doctor Holmes toqueteando la pared, a menudo tienenunos hermosos paneles de madera, y los caseros cometen la locura deempapelarlos.Elotrodía,sinirmáslejos,cuandoibaavisitaraunpaciente,SirFulanodeTal,enBedfordSquare…

Asípues,nohabíaexcusa;nolepasabanadaenabsoluto,salvoelpecadoporelquelanaturalezahumanalohabíacondenadoamuerte:quenosentía.No se había inmutado cuandoEvansmurió, eso era lo peor; pero todos losdemás crímenes levantaban la cabeza, agitaban los dedos, gritaban y seburlaban, a los pies de la cama, a primeras horas de la madrugada, delpostradocuerpoqueyacíaconscientedesudegradación;sehabíacasadoconsumujersinamarla;lehabíamentido,lahabíaseducido,habíaultrajadoalaseñoritaPole,yestaba tanmanchadoymarcadodevicioque lasmujeresseestremecíancuandoloveíanenlacalle.Elveredictodelanaturalezahumanasobresemejantedespojoeralamuerte.

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El doctor Holmes volvió. Grande, lozano, apuesto, con sus botasrelucientes, mirándose en el espejo, lo echó todo a un lado —migrañas,insomnio, temores, sueños—, síntomas de nervios y nada más, dijo. Si eldoctorHolmesseveía tansólouncuartodekilopordebajode lossetentaydoskilosymedio,lepedíaasumujerotroplatodeporridgeparadesayunar.(Rezia aprendería a hacer porridge.) Pero, prosiguió, la salud depende enbuenamedidadenuestropropiocuidado.Interéseseporasuntosqueescapendelohabitual,búsquesealgúnhobby.AbrióellibrodeShakespeare,AntonioyCleopatra, loechóaun lado.Algúnhobby,dijoeldoctorHolmes,porque¿acasonodebíasupropiaexcelentesalud(yesoquetrabajabatandurocomocualquieraenLondres)alhechodequeencualquiermomentopodíaolvidarsede sus pacientes y dedicarse a los muebles antiguos? Pero ¡qué preciosapeineta,siVd.melopermite,llevabalaseñoradeWarrenSmith!

Cuando el maldito idiota volvió, Septimus se negó a verlo. ¿De veras?preguntó el doctorHolmes, con una afable sonrisa. Por cierto que tuvo quedarleunempujoncitoamistosoaestaencantadoramujercita,laseñoraSmith,parapoderpasaraldormitoriodesumarido.

—Así que estamos pasando por un bache, ¿no? —dijo afablemente,sentándosealaveradesupaciente.Porciertoquehabíahabladoconsumujerdesuicidarse.Unamuchachaestupenda,laseñora.Extranjera,¿verdad?Y¿noleibaadarestounaextrañaideadecómoeranlosespososingleses?¿Acasonoteníaunociertosdeberesparaconsuesposa?¿Noseríamejorhaceralgoenlugar de quedarse en la cama? Porque tenía en su haber cuarenta años deexperiencia, y Septimus podía confiar en su palabra: no le pasabaabsolutamentenada.Ylapróximavezqueviniera,esperabaencontraralseñorSmithlevantadoynocausándolepreocupacionesaesaencantadoramujercitaqueerasuesposa.

Enresumen,lanaturalezahumanaloperseguía:elbrutorepelenteconlasnarices sanguinarias.Holmes lo perseguía.El doctorHolmes venía a diario,conregularidad.Unavezquecaes,escribióSeptimusdetrásdeunapostal,lanaturalezahumanatepersigue.Holmestepersigue.Laúnicaposibilidadqueteníaneraescaparse,sinqueeldoctorHolmeslosupiera;aItalia—acualquiersitio,cualquiera,huyendodeldoctorHolmes.

PeroRezianoentendíaaSeptimus.EldoctorHolmeseraunhombremuyamable.SetomabamuchointerésconSeptimus.Teníacuatroniñospequeñosylahabíainvitadoatomarelté,ledijoaSeptimus.

Así pues, lo habían abandonado. El mundo entero clamaba: Mátate,mátate, hazlo por nosotros. Pero ¿por qué iba él a matarse por ellos? Lacomidaerabuena,elsolcalentaba,yesodesuicidarse,¿cómosehacía?¿conuncuchillodemesa, feamente,conríosdesangre?…¿chupandoel tubodel

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gas?Estabademasiadodébil,apenassipodíalevantarlamano.Además,ahoraqueseencontrabatansolo,condenado,abandonado,comoaquellosqueestánapuntodemorirensoledad,veíaciertolujoenello,unaislamientollenodesublimidad,unalibertadquelaspersonasquetienenrelacionesnuncapodíanllegaraconocer.Holmeshabíavencido,porsupuesto;elbrutodelasnaricesrojas había vencido. Pero ni el mismo Holmes podía tocar este últimoresquicio perdido en los confines delmundo, a este proscrito que echaba lavista atrás, hacia las regiones habitadas, que yacía, como un marineroahogado,enlacostadelmundo.

Fue en ese preciso instante (Rezia se había ido de compras) cuando seprodujo lagran revelación.Unavozqueveníadedetrásdelbiombosedejóoír.Evanseraelquehablaba.Losmuertosestabanconél.

—¡Evans,Evans!—gritóSeptimus.

ElseñorSmithestabahablandosolo,envozalta,gritóladoncella,Agnes,a la señora Filmer que estaba en la cocina—. ¡Evans, Evans! —decía élcuando entraba con la bandeja. Dio un brinco, ¡vaya que sí! y bajó lasescalerasalacarrera.

YReziaentró,consusflores,ycruzólahabitación,ypusolasfloresenunjarrón, sobre el cual el sol caía de lleno, y se echó a reír, dando brincosalrededordelahabitación.

Tuvoquecomprarle las rosas,dijoRezia,aunpobrehombrede lacalle.Perocasiestabanyamuertas,dijo,arreglándolas.

Asíquehabíaunhombreahíafuera;Evansseguramente;ylasrosasque,según Rezia, estaban medio muertas, habían sido recogidas por él en loscampos deGrecia. La comunicación es salud; la comunicación es felicidad.Comunicación,masculló.

—¿Qué estás diciendo, Septimus? —preguntó Rezia aterrada, porqueestabahablandosolo.

MandóaAgnesque fuera corriendoapor el doctorHolmes.Sumarido,dijo,estabaloco.Apenaslaconocía.

—¡Bruto!¡Bruto!—gritóSeptimusalver lanaturalezahumana,esdecir,aldoctorHolmes,entrarenlahabitación.

—Pero¿quéestodoesto?¿Diciendotonteríasparaasustarasumujer?—dijoeldoctorHolmesdelmodomásamigablequeexista.Peroibaadarlealgoparadormir.Ysiteníandinero,dijoeldoctorHolmes,mirandolahabitaciónconironía,nodebíandudareniraHarleyStreet;sinoconfiabanenél,dijoeldoctorHolmes,yanotanamablecomoantes.Eranexactamentelasdoce;lasdoce en el Big Ben, cuyas campanadas viajaron por toda la parte norte de

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Londres,seconfundieronconlasdeotrosrelojes,semezclaronsutilmenteconlas nubes y con el humo hastamorir en las alturas, entre las gaviotas—lasdocedabancuandoClarissaDallowaydejabasuvestidoverdesobrelacamaylosWarrenSmithibanandandoporHarleyStreet.Lasdoceeralahoradelacitaque leshabíandado.Probablemente,pensóRezia,ésaera lacasadeSirWilliamBradshaw,conelautomóvilgrisenlapuerta.(Loscírculosdeplomosedisolvieronenelaire.)

Y por cierto que era el automóvil de Sir William Bradshaw: bajo,poderoso, gris y con simples iniciales entrelazadas en la chapa, como si lapompa de la heráldica fuese incongruente, ya que este hombre era la ayudaespectral,elsacerdotedelaciencia;ycomoelcocheeragris,asítambiénparaarmonizarconsusobriasuavidad,habíaunmontóndepielesgrisesymantasgris plateado, para que la señora pudiese esperar sin pasar frío. Porque amenudo Sir William se desplazaba a noventa kilómetros o más, en plenocampoparavisitaralosricos,alosafligidos,quepodíanpermitirsepagarloselevadísimoshonorariosqueSirWilliammuyapropiadamentecobrabaporsusconsejos.LadyBradshawesperabaconlaspielessobrelasrodillasduranteunahoraomás,recostándose,algunasvecespensandoenelpaciente,yotras,cosaexcusable, en el muro de oro que aumentaba minuto a minuto mientrasesperaba; el muro de oro que aumentaba entre ellos y todas las penas yansiedades(lashabíallevadoconvalor;habíantenidosusmásysusmenos),hasta que se veía flotar en un manso océano donde sólo soplan brisasperfumadas;respetada,admirada,envidiada,sinapenasnadamásquedesear,aunque lamentaba estar tan gruesa; grandes cenas todos los jueves para loscolegas de profesión; de vez en cuando la inauguración de una tómbolabenéfica;lossaludosalaRealeza;demasiadoescaso,pordesgracia,eltiempoquepasabaconsumarido,cuyo trabajonoparabadeaumentar;unhijoqueestudiabaconéxitoenEton;tambiénlehubieragustadotenerunahija.Yesoquenolefaltabatarea:fundacionesbenéficasinfantiles,cuidadospermanentesparalosepilépticos,ylafotografía,porquesihabíaunaiglesiaenconstruccióno en franco deterioro, sobornaba al sacristán, conseguía la llave y tomabafotografías,queapenassipodíandistinguirsedeltrabajodelosprofesionales.Todoellomientrasesperaba.

Por su parte, Sir William Bradshaw ya no era joven. Había trabajadomucho;sehabíaganadosuposiciónporpuraysimplecompetencia(erahijode un tendero); amaba su profesión; era todo un personaje en losacontecimientos sociales, hablaba bien —todo lo cual le había dado unaspecto, para cuando le concedieron el título nobiliario, de pesadumbre yfatiga (el caudal de clientes era tan incesante y tan onerosos lasresponsabilidadesylosprivilegiosdesuprofesión),unafatigaque,juntoconsuscanas,incrementólaextraordinariadistincióndesupresenciayleconfiriólareputación(sumamenteimportantecuandoseatiendencasosnerviosos),no

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sólodefulminantedestrezaydeprecisióncasiinfalibleeneldiagnóstico,sinotambiéndesimpatía, tacto,comprensióndelalmahumana.Lovioencuantoentraron en la habitación (se llamabanWarren Smith); estuvo seguro en elprecisoinstanteenquevioalhombre:erauncasodeextremagravedad.Eraun caso de total desmoronamiento, de total desmoronamiento físico ynervioso,con todos lossíntomasenestadoavanzado,segúnevaluóendosotres minutos (apuntando las respuestas a las preguntas, murmuradasdiscretamente,enunatarjetarosa).

¿CuántotiempollevabaeldoctorHolmesocupándosedeél?

Seissemanas.

¿Prescribióunpocodebromuro?¿Dijoqueno lepasabanada?Sí, claro(¡estosmédicosdecabecera!pensóSirWilliam.Pasabalamitaddesutiempoenmendandosusdesatinos.Algunoseranirreparables).

—¿SedistinguióustedmuchoenlaGuerra?

Elpacienterepitiólapalabra—guerra—entonointerrogativo.

Otorgaba significado a las palabras de tipo simbólico.Un grave síntomaqueapuntarenlatarjeta.

—¿LaGuerra?—preguntóelpaciente.¿LaGuerraEuropea?,¿esapequeñaagarradadecolegialesconpólvora?¿Quesisehabíadistinguido?Deverdadquelohabíaolvidado.EnlaGuerrapropiamentedichahabíafracasado.

—Sí, prestó sus servicios con la máxima distinción—aseguró Rezia aldoctor—;obtuvounascenso.

—¿Y tienenelmásaltoconceptodeusteden laoficina?—murmuróSirWilliam, echando una ojeada a la carta del señor Brewer, redactada entérminos muy generosos—. ¿Así que no tiene nada de qué preocuparse,problemaseconómicos,nada?

Había cometido un crimen horrendo y la naturaleza humana le habíacondenadoamuerte.

—He…He…—empezó—.cometidouncrimen…

—Nohahechonadamaloenabsoluto—leaseguróReziaaldoctor.Sielseñor Smith tenía la bondad de esperar, dijo Sir William, hablaría con laseñora Smith en la habitación contigua. Su marido estaba muy gravementeenfermo,dijoSirWilliam.¿Habíaamenazadoconsuicidarse?

Oh,sí,sí,gritóella.Peronolodecíaenserio,dijo.Porsupuestoqueno.Sóloeracuestióndereposo,dijoSirWilliam;dereposo,reposoyreposo;unlargoreposoencama.Habíaunencantadorsanatorioalláenelcampodondeatenderíanperfectamenteasuesposo.¿Separadodeella?preguntóRezia.Por

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desgracia,sí;laspersonasaquienesmásapreciamosnonosconvienencuandoestamos enfermos. Pero no estaba loco, ¿verdad? Sir William dijo que élnunca hablaba de «locura», sino que lo llamaba «carecer del sentido de laproporción».Peroasumaridonolegustabanlosmédicos.Senegaríaairallí.En pocas palabras y con amabilidad, SirWilliam le explicó el estado de lacuestión. Había amenazado con suicidarse. No tenían alternativa. Era unacuestión legal. Estará en la cama en una casa grande, en el campo. Lasenfermeraseranadmirables.SirWilliamlovisitaríaunavezporsemana.SilaseñoraWarrenSmithestabaseguradequenoteníamáspreguntasquehacer—élnuncametíaprisaasuspacientes—volveríanjuntoasumarido.Noteníanadamásquepreguntar,porlomenosaSirWilliam.

Asípues, regresaron juntoalmásdignoelementodelgénerohumano;elcriminal enfrentado a sus jueces; la víctima abandonada a su suerte en lasalturas;elfugitivo;elmarineroahogado;elpoetadelaodainmortal;elSeñorque había ido de la vida a la muerte; regresaron junto a SeptimusWarrenSmith, sentado en el sillón bajo la luz cenital, la vista clavada en unafotografíadeLadyBradshawconsuvestidodeCorte,mascullandomensajessobrelabelleza.

—Hemostenidonuestrapequeñacharla—dijoSirWilliam.

—Dicequeestásmuyenfermo—exclamóRezia.

—Noshemospuestodeacuerdosobrelaconvenienciadesuingresoenunsanatorio—dijoSirWilliam.

—¿UnodeesossanatoriosdeHolmes?—preguntóSeptimusconsorna.

Aquelindividuocausabaunaimpresióndesagradable.PorquehabíaenSirWilliam,queerahijodeuncomerciante,unrespetonaturalhacialosmodalesyelvestir,queaqueldesaliñoofendía;yademás,yconmayorprofundidad,habíaenSirWilliam,quenuncahabíatenidotiempoparalalectura,unrencorhondamentearraigadoencontradelagenteculta,queentrabaensuconsultaeinsinuabaquelosmédicos,cuyaprofesiónesunatensiónconstantesobrelasmáselevadasfacultades,nosonhombrescultos.

—En uno de mis sanatorios, señor Warren Smith —dijo—, donde leenseñaremosadescansar.

Yunacosamás.

Estaba convencido de que cuando el señorWarren Smith se encontrababien,seríalaúltimapersonadelmundocapazdeasustarasumujer.Perohabíahabladodesuicidarse.

—Todostenemosnuestrosmomentosdedepresión—dijoSirWilliam.

Una vez que caes, repetía Septimus para sus adentros, la naturaleza

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humanasecebaenti.HolmesyBradshawtepersiguen.Peinaneldesierto.Selanzangritando a la espesura salvaje.Te aplican el tormentodel potroy lasempulgueras.Lanaturalezahumanaesimplacable.

—¿Le daban ataques alguna vez?—preguntó Sir William, con el lápizsobrelacartulinarosa.

Esoeraasuntosuyo,dijoSeptimus.

—Nadie vive sólo para sí—dijo SirWilliam, echando una mirada a lafotografíadesumujerenvestidodeCorte.

—Ytieneustedunabrillantecarrerapordelante—dijoSirWilliam.Ahí,sobre la mesa, estaba la carta del señor Brewer—. Una carreraexcepcionalmentebrillante.

Pero,¿ysiconfesaba?¿Ysicomunicara?¿Ledejaríanmarcharentonces,Holmes,Bradshaw?

—Yo…yo…—balbuceó.

Pero¿cuálerasucrimen?Nolorecordaba.

—¿Sí?—instóSirWilliam.(Peroseestabahaciendotarde.)

Amor,árboles,noexisteelcrimen…¿cuálerasumensaje?

Nolorecordaba.

—Yo…yo…—balbuceóSeptimus.

—Intente pensar en usted lo menos posible —dijo Sir Williamamablemente.Realmente,noestabaencondicionesdeandarporahí.

¿Había algomásquedesearanpreguntarle?SirWilliam se encargaría detodo (murmuró aRezia) y le daría noticias entre las cinco y las seis de esamismatarde.

—Déjelotodoenmismanos—dijo,ysedespidiódeellos.

¡Nunca, jamásReziahabíasufridosemejanteangustiaensuvida!¡Habíapedido ayuda y la habían abandonado! ¡Sir William Bradshaw los habíatraicionado!Noeraunbuenhombre.

Sólo el mantenimiento de ese coche debe costarle bastante dinero, dijoSeptimuscuandosalieronalacalle.

Reziaseagarróasubrazo.Loshabíanabandonado.Pero¿quémásqueríaella?

**

A sus pacientes les concedía tres cuartos de hora; y, si en esta ciencia

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rigurosa que se ocupa de lo que, a fin de cuentas, no sabemos nada —elsistema nervioso, el cerebro humano—, el médico pierde su sentido de laproporción,fracasaentantoquemédico.Salud,debemostenerla;ylasaludesproporción; de talmanera, cuando un hombre entra en tu consulta diciendoqueesCristo(undeliriocomún)yquetieneunmensaje,comoasísueleser,yamenaza, como a menudo ocurre, con suicidarse, invocas la proporción,mandas reposo en cama, reposo en soledad, silencio y reposo, reposo sinamigos, sin libros, sinmensajes; un reposo de seis meses; demodo que elhombrequeentrabaconcuarentaysietekilossalíapesandosetentayseis.

Laproporción,proporcióndivina, ladiosadeSirWilliam,laadquirióSirWilliamabasedepatearseloshospitales,depescarsalmón,detenerunhijode LadyBradshaw enHarley Street, que también pescaba salmón y sacabafotografíasqueapenassipodíandistinguirsedeltrabajodelosprofesionales.GraciasalcultoqueSirWilliamlerendíaalaproporción,prosperabanosóloél sino que hacía prosperar a Inglaterra, recluía a sus locos, prohibía lanatalidad,penalizabaladesesperación,impedíaquelosineptospropagasensusopinioneshastalograrqueellostambiénparticiparandeeseconceptosuyodela proporción—el suyo, tratándose de hombres, el deLadyBradshaw si setrataba de mujeres (ella bordaba, hacía punto, pasaba cuatro de cada sietenoches en casa con su hijo), de tal manera que no sólo lo respetaban suscolegasylotemíansussubordinados,sinoquelosamigosyconocidosdesuspacientes le estaban profundamente agradecidos por insistir en que estosproféticos Cristos y Cristas, que vaticinaban el fin del mundo o eladvenimientodeDios,debíanbeberlecheenlacama,talycomomandabaSirWilliam. Sir William, con sus treinta años de experiencia en esta clase decasos,ysuinstintoinfalible:estoeslocura,aquellocordura;suconceptodelaproporción.

Pero laProporción tieneunahermana,menos sonriente,más formidable,unaDiosa que incluso ahora está entregada—en el calor y las arenas de laIndia, en el barro y fango de África, en los alrededores de Londres,dondequieraque,enpocaspalabras,elclimaoeldiablotientealoshombresaapartarsede este credoverdaderoque es el de estaDiosaque incluso ahoraestáentregadaaderribartronos,adestrozarídolos,ycolocarenlugardeéstossupropioseverosemblante.SellamaConversiónysecebaenlavoluntaddelosdébiles,yaque legusta impresionar, imponer,adorarSuspropiosrasgos,estampados en las caras del populacho.EnHydeParkCorner, subida enunbarril,sededicaapredicar;sevisteconunsudarioblancoycaminacomounpenitente disfrazada de amor fraterno, por fábricas y parlamentos; ofreceayuda,perodeseapoder;apartabrutalmentedeSucaminoalosdisidentesyalos insatisfechos; otorga Sus bendiciones a aquellos que,mirando a lo alto,sumisamentecaptandeSusojoslaluzquelespertenece.Estaseñoratambién(ReziaWarrenSmithlohabíaadivinado)morabaenelcorazóndeSirWilliam,

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aunque oculta, como suele estarlo, bajo algún disfraz plausible, bajo algúnnombrevenerable:amor,deber,sacrificio.CómotrabajabaSirWilliam,cuántoseesforzabaenrecaudarfondos,propagarreformas,crear instituciones.Perolaconversión,Diosaexigente,prefierelasangrealosladrillos,ysecebadelomás sutilmente en la voluntad humana. Lady Bradshaw, por ejemplo. Hacequinceañosestuvoasumerced.Noeranadatangible;nosehabíaproducidoninguna escena, ninguna ruptura; solamente el lento hundimiento de suvoluntad, como anegada de agua, en la de sumarido.Dulce era su sonrisa,rápidasusumisión;lacenaenHarleyStreet,deochoanueveplatos,condiezoquinceinvitadosdeprofesionesliberales,erasuaveycivilizada.Sóloqueamedida que la velada avanzaba, un levísimo aburrimiento, o quizáincomodidad, un tic nervioso, una vacilación, un tropiezo y una especie deconfusiónindicaban—locualeraverdaderamentedolorosodecreer—quelapobre señoramentía.Hubouna época, hace tiempo, en queLadyBradshawpescabaelsalmónlibremente,ahora,raudaenservir lasansiasdedominioydepoderquedeformatanservililuminabanlosojosdesumarido,seencogía,seempequeñecía,serecortaba,retrocedía,mirabaahurtadillas,demodoque,sinsaberexactamentequéera loquehacía laveladadesagradableycausabaesta presión en la cabeza (que bien podía imputarse a la conversaciónprofesional o también a la fatiga de un granmédico cuya vida, según decíaLady Bradshaw, «no le pertenece a él, sino a sus pacientes»), resultabaverdaderamentedesagradableyporellolosinvitados,cuandoelrelojdabalasdiez, respirabanelairedeHarleyStreet inclusoconalivio,unalivioque lesnegabaasuspacientes.

Ahí en la habitación gris, con los cuadros en la pared y el valiosomobiliario,bajolaclaraboyadevidrioesmerilado,tomabanplenaconcienciadelagravedaddesustransgresiones:encogidosenlossillones,mirabancómo,en beneficio suyo llevaba a cabo una curiosa gimnasia con los brazos,extendiéndolosyrecogiéndolosbruscamentehacialascaderas,parademostrar(sielpacienteeraobstinado)queSirWilliameradueñodesuspropiosactos,cosa que el paciente no era.En este punto losmás débiles se derrumbaban,sollozaban, se rendían; otros, animados porDios sabe qué locura, llamabancondenadofarsanteaSirWilliam,ensupropiacara;poníanenteladejuicio,conmásatrevimientosicabe,alavidamisma.¿Porquévivir?,preguntaban.SirWilliamcontestabaque lavida erabuena.SindudaLadyBradshawconsus plumas de avestruz colgaba encima de la repisa de la chimenea, y encuantoalosingresosdesumarido,pasabandelasdocemilalaño.Peroconnosotros, protestaban, la vida no ha sido tan espléndida.Estaba de acuerdo.Carecíandelsentidodelaproporción.¿YsidespuésdetodonohubieraDios?Seencogíadehombros.Enresumen,vivirodejardevivir¿esasuntonuestro?Pero estaban equivocados. Sir William tenía un amigo en Surrey dondeenseñabanloqueSirWilliamreconocíacomoundifícilarte:elsentidodela

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proporción.Allíhabía,además,afectofamiliar,honor,valentía,yunabrillantecarrera.TodasestascosasteníanenSirWilliamBradshawunsegurodefensor.Sifallaban,lequedabaelamparodelapolicíaydelbiendelasociedadque,segúnrecalcabacongranserenidad,seencargaríanalláenSurreydequeesosimpulsos asociales, nacidos sobre todo de la falta de buena sangre, fueranmantenidosbajocontrol.Yentonces salíade suescondrijoymontabaen sutronoesaDiosa,cuyapasiónconsistíaenaplastartodaoposición,enestamparindeleblemente su imagen en los santuarios de los demás. Desnudos,indefensos, los exhaustos, los carentes de amigos recibían la impronta de lavoluntad de SirWilliam.Atacaba, devoraba. Encerraba a la gente. Era estamezcladedecisiónydehumanidadlaqueatraíahaciaSirWilliamelapreciodelosfamiliaresdesusvíctimas.

PeroReziaWarrenSmithgritaba,caminandoporHarleyStreet,quenolegustabaesehombre.

Cortandoy rebanando, dividiendoy subdividiendo, los relojesdeHarleyStreet mordisqueaban el día de junio, aconsejaban sumisión, apoyaban laautoridad y señalaban a coro las supremas ventajas del sentido de laproporción, hasta que el montículo del tiempo quedó tan mermado que unrelojcomercial,colgadosobreuna tiendadeOxfordStreetanunció,alegreyfraternal, como si fuese un placer para los señores Rigby y Lowndes darinformacióngratis,queeralaunaymedia.

Si se miraba hacia arriba, se daba uno cuenta de que cada letra de susapellidos sustituía a cada una de las horas; inconscientemente, uno quedabaagradecido a Rigby y Lowndes por darle a uno la hora ratificada porGreenwich. Y esta gratitud (así cavilaba HughWhitbread, detenido ante elescaparate de la tienda), más tarde llevaba, con naturalidad, a comprar enRigby y Lowndes calcetines o zapatos.Así cavilaba. Era su costumbre.Noprofundizaba. Rozaba superficies; las lenguasmuertas, las vivas, la vida enConstantinopla,París,Roma;montara caballo, tiroalblanco, jugaral tenis,eso fue en otros tiempos. Las malas lenguas afirmaban que ahora montabaguardia en el palacio deBuckingham, conmedias de seda y librea de calzacorta,sibiennadiesabíaquéesloqueguardaba.Perolohacíaconextremadaeficiencia. Llevaba cincuenta y cinco años navegando con la crema de lasociedad inglesa.HabíaconocidoaPrimerosMinistros.Seestimabaquesusafectos eran profundos. Y si bien era cierto que no había participado enningunodelosgrandesmovimientosdelmomentoniocupadoningúnpuestoimportante, también lo eraque sedebían a él unaodoshumildes reformas:una, la mejora de los albergues de beneficencia; otra, la protección de losbúhos en Norfolk; las muchachas del servicio tenían motivos para estarleagradecidas; y su nombre al pie de las cartas al Times, pidiendo fondos,haciendo llamamientosalpúblicoparaproteger, conservar, limpiar labasura

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de las calles, eliminar humos y acabar con la inmoralidad en los parques,imponíarespeto.

Ymenudoporteque tenía,detenidoallíunmomento (mientrasel sonidodelamediahorasedesvanecía)amirar,conairecríticoymagistral,calcetinesyzapatos;impecable,rotundo,comosicontemplaseelmundodesdelaalturay sus ropas fuesen acordes con ello; pero también se daba cuenta de lasobligaciones que la grandeza, la riqueza y la salud conllevan, y seguíapuntillosamente,inclusocuandonoeraabsolutamentenecesario,laspequeñascortesías, las trasnochadas ceremonias, que daban a su carácter un toqueespecial, algo a imitar, algo por lo que recordarlo, porque nunca iría aalmorzar —por ejemplo—, con Lady Bruton, a quien conocía desde hacíaveinteaños,sinllevarleenlamanounramodeclaveles,ysinpreguntarlealaseñoritaBrush,secretariadeLadyBruton,porsuhermanodeSudáfrica,cosaque, por alguna razón, molestaba sobremanera a la señorita Brush, carentecomoeradecualquierencantofemenino,porquerespondía:«Gracias, levanmuybienlascosasenSudáfrica»,cuandoenrealidadestabaenPortsmouthyleibamuymaldesdehacíaseisaños.

Porsuparte,LadyBrutonpreferíaaRichardDalloway,quellegóalmismotiempo.Enefecto,coincidieronenelportal.

LadyBrutonpreferíaaRichardDalloway,porsupuesto.Estabahechodematerialmásfino.PeronoleshabríapermitidoavasallarasupobrecitoHugh.Nunca olvidaría su amabilidad —de verdad que había sido especialmenteamable—, aun cuando no recordaba exactamente en qué ocasión. Pero sí,especialmenteamable.Detodosmodos,ladiferenciaentreunoyotrohombrenoesmucha.Ellanuncalehabíaencontradosentidoalhechodedespedazarala gente, como hacía Clarissa Dalloway, despedazarla y volver a pegar lospedazos; al menos no cuando una tenía sesenta y dos años. Recibió losclavelesdeHughconsusonrisatristeydura.Noibaavenirnadiemás,dijo.Loshabía engañadoconesta invitaciónparaque la ayudaran a resolverunadificultad…

—Perovamosacomerprimero—dijo.

Yasí, conbatientedepuertas, empezóunexquisitovaivén silenciosodedoncellas con delantales y cofias blancas, doncellas no por necesidad sinoporque formanpartedelmisterioomejordelgranengañoque lasdamasdeMayfairpracticandeunaymediaadoscuando,conungestodelamano,cesaeltráficoysurgeensulugarestaprofundamentira,lacomidaenprimerlugar,quenadiepaga;yluegolamesaqueparececubrirsecomoporvoluntadpropiade vidrio y de plata, demanteles individuales, de cuencos de fruta roja, defiletesderodaballocubiertosdesalsaoscura,depollostroceadosnadandoensus cazuelas; el fuego arde todo color y fiesta y con el vino y el café (que

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nadie ha pagado) nacen visiones alegres en ojos preocupados; ojos ante losqueahoralavidaesmusicalymisteriosa;ojosencendidosahoraparaobservaranimados los claveles rojos que Lady Bruton (cuyos gestos eran siempreduros) había depositado junto a suplato, de formaqueHughWhitbread, enpaz con el universo entero y almismo tiempo completamente seguro de sucategoría,dejósutenedorydijo:

—¿Nocreesqueresultaríanencantadoressobretuencaje?

A la señorita Brush le molestaba intensamente esta familiaridad. Loconsiderabaunmaleducado,cosaquehacíareíraLadyBruton.

LadyBrutoncogiólosclavelesylossujetódemanerauntantorígida,unademán parecido al del General que sostenía el rollo de pergamino en elcuadro detrás de ella. Se quedó inmóvil, en trance. ¿Qué era ella, ahora, labisnieta del General? ¿La tataranieta? se preguntó Richard Dalloway. SirRoderick, Sir Miles, Sir Talbot… eso era. Era impresionante cómoconservaban el parecido las mujeres de esa familia. Ella misma debería dehabersidogeneraldelosDragones.Richardhubieraservidoasusórdenesconilusión; leprofesabaelmáximorespeto; leencantabanesas ideas románticassobrelasviejasseñorasdebuenporte,debuenacuna,ylehabríagustado,consubuen talantedesiempre, traerseaalgunos jóvenesexaltadosqueconocía,paraalmorzarconella,¡comosiunelementocomoellapudierahabersecriadoentregenteexaltadadeesetipoquepasaneltiempotomandoté!ConocíabienlatierradeLadyBruton;conocíaasugente.

Habíaunaparra,quetodavíadabafruta,bajolacualLovelace,oHerrick,unouotro—ellanuncaleíaunapalabradepoesía,peroasíibalahistoria—sehabíasentado.Mejoresperarunpocoantesdeplantearles lacuestiónque lateníapreocupada(sobresiapelaralpúblicoonoy,encasoafirmativo,enquétérminos, etcétera),mejor esperar hasta que se hayan tomado el café, pensóLadyBruton;ydejólosclavelesjuntoasuplato.

—¿CómoestáClarissa?—preguntóbruscamente.

Clarissa siempre decía que Lady Bruton no la apreciaba. Es más, LadyBrutonteníafamadeinteresarsemásporlapolíticaqueporlaspersonas;famadehablarcomounhombre;dehabertenidoalgoqueverconunturbioasuntoenlosañosochenta,queempezabaamencionarseahoraenalgunasMemorias.Ciertamente, en su sala de estar había una alcoba donde se encontraba unamesa, encima de la cual se encontraba una fotografía del General TalbotMoore,hoyfallecido,quienhabíaescritoallí(unanoche,enlosañosochenta)en presencia de Lady Bruton, con su conocimiento, quizá consejo, untelegramadando la orden de avanzar a las tropas británicas, en una ocasiónhistórica.(Conservabalaplumaycontabalahistoria.)Así,cuandodecíaensutono casual «¿CómoestáClarissa?», losmaridos teníangrandesdificultades

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paraconvencerasusesposas,eincluso,porfielesquefueran,ellosmismosloponíansecretamenteenduda,delinterésdeLadyBrutonporlasmujeresquefrecuentemente interferían en la vida de sus maridos, les impedían aceptardestinos en el extranjero, y a las que había que llevar a la costa, en plenoperíodo de sesiones, para cuidarse la gripe. A pesar de ello, su pregunta«¿CómoestáClarissa?»,lareconocíansiemprelasmujerescomounaseñaldebuena voluntad, de una compañera casi callada cuyas expresiones (quizámediadocenaen todaunavida) reconocíanciertacamaradería femeninaquediscurríapordebajodelosalmuerzosmasculinosyuníaaLadyBrutonyalaseñoraDalloway,queraravezseveían,yquedabanlaimpresión,cuandoenefecto llegaban a verse, de indiferencia y aun de hostilidad, en un singularvínculo.

—Me encontré a Clarissa en el parque esta mañana —dijo HughWhitbread,metiendolacucharaenlacazuela,ansiosodehacerestepequeñoalarde,porquelebastaballegaraLondresparaencontrarseatodoelmundoala vez; pero lo dijo con codicia, era el hombre más codicioso que habíaconocido nunca, pensó Milly Brush, que observaba a los hombres conimplacable rectitud, y era capaz de eterna devoción, sobre todo a las de supropio sexo, ya que era nudosa, seca, angular, y totalmente desprovista deencantofemenino.

—¿Sabéisquiénestáenlaciudad?—preguntóLadyBruton,acordándosederepente—.Nuestroviejoamigo,PeterWalsh.

Todos sonrieron. ¡Peter Walsh! Dalloway se ha alegrado sinceramente,pensóMillyBrush;yWhitbreadsólopensabaensupollo.

¡Peter Walsh! Los tres —Lady Bruton, Hugh Whitbread y RichardDalloway—se acordaron de lomismo: lo apasionadamente quePeter habíaestadoenamorado,cómohabíasidorechazado,cómosehabíamarchadoalaIndia, el fracaso que había sufrido, el lío que había formado con su vida; yRichardDallowayleteníaungrandísimoaprecioasuqueridoyviejoamigo.MillyBrushsediocuentadeeso;viociertaprofundidadenelcolordelosojoscastañosdeRichard; loviodudar,pensar, loque le interesó,puesDallowaysiempre la interesaba, porque ¿qué estaría pensando—se preguntaba— dePeterWalsh?

Que PeterWalsh había estado enamorado de Clarissa; que iba a volverdirectamenteacasadespuésdelalmuerzoparaveraClarissa;quelediría,conestaspalabras,quelaamaba.Sí,esoibaadecirle.

MillyBrushhubierapodidoenamorarse,algunavez,deestossilencios;yDalloway era una persona de quien siempre podías fiarte, y tan caballerosoademás.Ahora,asuscuarentaaños,LadyBrutonnoteníamásquehacerungesto con la cabeza, o girarla un poco bruscamente para que Milly Brush

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captase la seña, por muy profundamente sumergida que estuviera en susreflexiones de espíritu libre, de alma incorrupta a la que la vida no podíaengañar,porquelavidanolahabíadotadodenadaquetuvieseelmásmínimovalor:niunrizo,sonrisa,labio,mejilla,nariz;nadaenabsoluto.LadyBrutonnoteníamásquemoverlacabeza,yPerkinsrecibíalaordendeapresurarseaservirelcafé.

—Sí, Peter Walsh ha vuelto —dijo Lady Bruton. Era algo vagamentehalagador para todos. Había vuelto, maltratado, fracasado, a sus costasseguras. Pero ayudarlo, reflexionaron, era imposible: algo fallaba en sucarácter.HughWhitbreaddijoqueunosindudapodíamencionarsunombreaFulanitodeTal.Fruncióelceñoconaire lúgubre,consecuentemente,ante laidea de las cartas que tendría que escribir a los jefes de despachosgubernamentalesrespectode«miviejoamigoPeterWalsh»,ydemás.Peronoserviríadenada—nadadefinitivo—,porculpadesucarácter.

—Problemasconunamujer—dijoLadyBruton.Todoshabíanintuidoqueeso era lo que había en el fondo del asunto—. Sin embargo —dijo LadyBruton, ansiando dejar el tema—, oiremos la historia completa de boca delpropioPeter.

(Elcafétardabamuchoenllegar.)

—¿Lasseñas?—murmuróHughWhitbread.Einmediatamenteseprodujoun fino oleaje en la marea gris del servicio que hervía alrededor de LadyBrutondíasí,díano,recogiéndola,interceptándola,envolviéndolaenunfinotejidoquerompíalosgolpes,mitigabalasinterrupciones,yextendíaportodala casa deBrookStreet una fina retícula donde las cosas quedaban alojadasparaserrecogidasconprecisión,instantáneamente,porelcanosoPerkins,quellevabatreintaañosconLadyBrutonyqueenesemomentoanotabalasseñas;se las entregó a Hugh Whitbread, que sacó su libreta, alzó las cejas y,deslizándolas entredocumentosde lamayor importancia, dijoque le diría aEvelynqueloinvitaraaalmorzar.

(EstabanesperandoaqueelseñorWhitbreadterminaraparaservirelcafé.)

Hugh era muy lento, pensó Lady Bruton. Estaba engordando, observó.Richardsiempremanteníasumejorforma.Seestabaimpacientando; todosuser,estabapreparándose—deformatajante,innegable,dominante—,dejandodeladotodasestaspreocupacionesinnecesarias(PeterWalshysuslíos),paraabordaresteasuntoqueacaparabasuatención,ynosólosuatención,sinoesafibraqueconstituíasualma,estaparteesencialdesusersinlacualMillicentBrutonnoseríaMillicentBruton:eseproyectodeorganizar laemigraciónalCanadádejóvenesdeambossexos,defamiliasrespetables,yasentarlosconbuenas posibilidades de prosperar. Exageraba. Quizá hubiese perdido susentido de la proporción. La emigración no era, para los demás, el remedio

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evidente,laideasublime.Paraellosnosuponía(paraHugh,niparaRichard,nisiquieraparalafielseñoritaBrush)laliberacióndel intensoegotismoqueuna mujer fuerte, marcial, bien alimentada, de buena cuna, de impulsosdirectos,sentimientosrectosyconpocacapacidaddeintrospección(abiertaysencilla: ¿por qué no podía ser todo el mundo abierto y sencillo?, sepreguntaba),sientebullirensuinterior,pasadayalajuventud,yquetienequeconcentrarsobrealgúnobjeto:puedeserlaEmigración,laEmancipación;perosea lo que fuere, este objeto alrededor del cual la esencia de su alma sederrama a diario se vuelve inevitablemente prismático, reluciente, medioespejo,mediopiedrapreciosa;avecescuidadosamenteocultoparaevitar lasburlas de la gente, otras orgullosamente expuesto. En pocas palabras, laEmigraciónsehabíaconvertido,engranparte,enLadyBruton.

Pero tenía que escribir. Y una carta al Times, solía decirle a la señoritaBrush,lecostabamásqueorganizarunaexpediciónaSudáfrica(locualhabíahecho durante la guerra). Después de una mañana batallando, a base deempezar, romper el papel, volver a empezar, solía sentir la futilidad de sucondición femenina como en ninguna otra ocasión y recurría conagradecimiento al recuerdo de Hugh Whitbread, que poseía —nadie podíadudarlo—elartedeescribircartasalTimes.

Unsertandiferenteaella,contaldominiodellenguaje,capazdepresentarlas cosas tal y como a los editores les gustaba verlas presentadas; teníapasiones que no se podían calificar simplemente de codicia. LadyBruton amenudoreservabasujuiciosobreloshombresendeferenciaaesamisteriosaconcordiaqueellos,peronolasmujeres,manteníanconlasleyesdeluniverso.Sabíancómopresentarlascosas,sabíanloquesedecía;poreso,siRichardlaaconsejaba y Hugh escribía la carta, estaba segura de no equivocarse. Asípues, dejó queHugh se comiera el soufflé, se interesópor la pobreEvelyn,esperóhastaqueestuvieronfumandoyentoncesdijo:

—Milly,¿teimportaríairabuscarlospapeles?

LaseñoritaBrushsalió,volvió,pusounospapelessobrelamesa,yHughsacó supluma estilográfica, su estilográfica deplata, que llevaba cumplidosveinte años de servicio, dijo desenroscando el capuchón.Estaba en perfectoestado;selahabíaenseñadoalosfabricantes:nohabíarazón,dijeron,porlaque tuvieraqueestropearse; locualdecíamuchoen favordeHughyde lossentimientosquesuplumaexpresaba(asíloentendióRichard),mientrasHughempezóaescribircuidadosamenteletrasmayúsculasconuncírculoalrededor,en el margen, reduciendo así, maravillosamente, el desbarajuste de LadyBruton a la sensatez, a la gramática que el editor del Times, pensó LadyBrutonalavistadetanmaravillosatransformación,debíarespetar.Hugheralento.Hugherapertinaz.Richarddecíaqueeraprecisocorrer riesgos.Hughproponíamodificacionesendeferenciaalossentimientosdelagente,que—

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dijo,untantocáusticoantelasrisasdeRichard«debíanserconsiderados»,yleyóenvozalta«cómo,enconsecuenciaopinamosqueelmomentooportunoha llegado… la superflua juventud de nuestra población en constantecrecimiento… lo que debemos a los caídos…», frases que Richardconsiderabapajaytonterías,peroinofensivassindudayHughsiguiótrazandosentimientos por orden alfabético, de la mayor nobleza, sacudiendo de suchaleco la ceniza del puro, repasando de vez en cuando todo lo que habíanprogresadohastaque,finalmente,leyóenaltoelborradordeunacartaque—Lady Bruton estaba segura— era una obra de arte. ¿Era posible que suspropiasideassonaranasí?

Hughnogarantizabaqueeleditorfueseapublicarla,peroibaaalmorzarconciertapersona.

A loqueLadyBruton,que raravezprodigabagestosgarbosos, semetiótodoslosclavelesdeHughenelescotey,abriendolosbrazosdeparenpar,lollamó «¡Mi PrimerMinistro!» No sabía qué habría hecho sin ellos dos. Selevantaron. Y Richard Dalloway se acercó como de costumbre, a echar unvistazoalretratodelGeneral,porqueteníalaintención,encuantotuvieraunratolibre,deescribirlahistoriadelafamiliadeLadyBruton.

YMillicentBrutonestabamuyorgullosadesufamilia.Peropodíaesperar,podíaesperar,dijo,mirandoelcuadro.Conelloqueríadecirquesufamilia,demilitares, administradores, almirantes, habían sido hombres de acción quecumplieronconsudeber;yelprimerdeberdeRichardera supaís,pero sinduda que era un rostro interesante, dijo ella; y todos los papeles estaban adisposición de Richard en Aldmixton, en cuanto llegara el momento; elgobiernolaborista,queríadecir.«¡Ah,lasnoticiasdelaIndia!»,gritó.

Yentonces,mientrasestabandepieenelvestíbulocogiendo losguantesamarillosdelcuencoqueestabasobrelamesademalaquitayHughleofrecíaa laseñoritaBrush,conunamásque innecesariacortesía,algunaentradadeteatro que él no iba a usar o algún que otro obsequio, cosa que ella odiabadesdelomáshondodesucorazón,lahacíaenrojecersevivamente,RichardsevolvióhaciaLadyBruton,conelsombreroenlamano,ydijo:

—¿Te veremos en nuestra fiesta esta noche?—ante lo queLadyBrutonrecobró la magnificencia que la redacción de la carta le había echado portierra. Puede ser que vaya, y puede que no. Clarissa tenía una energíamaravillosa.LasfiestasaterrorizabanaLadyBruton.Porotraparte,seestabahaciendovieja.Esodejabaentender,enpieantelapuerta,guapa,muyerguida,mientras su chow-chow se estiraba tras ella y la señoritaBrush desaparecíaentrebastidoresconlasmanosllenasdepapeles.

YLadyBrutonsubió,lentaymajestuosaasuhabitación,setumbó,conelbrazo apoyado en el sofá. Suspiró, dio un ronquido, no es que estuviera

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dormida,sóloabotargadaypesada,comouncampodetrébolesalsoldeestecálido día de verano, con las abejas zumbando aquí y allá, y lasmariposasamarillas.SiemprevolvíaaesoscamposdeDevonshire,dondehabíasaltadopor los arroyos con Patty, su poni, conMortimer y Tom, sus hermanos. Yhabía perros, y había ratas, y su padre y su madre, en el césped bajo losárboles, con el servicio de té, y los arriates de dalias, las malvarrosas, lagrama; y ellos, pequeños monstruos, ¡siempre inventando maldades!,volviendo a escondidas por entre los arbustos para que no los vieran, todospringados de barro, después de hacer alguna barrabasada. Y ¡las cosas quesolíadecirlaniñeraalavistadesusvestidos!

¡Ay!cómoseacordaba…EramiércolesenBrookStreet.Yaquellostipostanamables,RichardDalloway,HughWhitbreadhabíansalidoconestecalora la calle, cuyo ruido llegaba hasta ella, tumbada en el sofá. Tenía poder,posiciónsocialydinero.Habíavividoen lavanguardiadesu tiempo.Habíatenidobuenosamigos;habíaconocidoaloshombresmáscapacesdesuépoca.El murmullo de Londres subía hasta ella, y su mano, descansando en elrespaldodelsofá,secerrósobreunbastóndemandoimaginario,comoelquesus antepasados hubieran podido blandir, y con el bastón parecía, aunabotargada y pesada, quemandara batallones enmarcha hacia Canadá, y aestos buenos hombres que caminaban por Londres, ese territorio suyo, esetrocitodealfombra,Mayfair.

Sealejabandeellamásymás,unidosaellaporunhilofino(yaquehabíanalmorzadoconella)que iba estirándosey estirándose,volviéndose cadavezmás fino a medida que iban caminando por Londres; como si tus amigosquedaranunidosatucuerpodespuésdehaberalmorzadoconellos,unidosporunhilofinoque(seestabaadormeciendo)sevolvíadifusoconelsonidodelascampanasdandolahoraollamandoamisa,comoelhiloúnicodeunaarañaquesemancharadegotasdelluviay,lastrado,terminacediendo.Asísequedódormida.

Richard Dalloway y HughWhitbread dudaron al llegar a la esquina deConduit Street, en el preciso instante que Millicent Bruton, tumbada en elsofá, dejaba que el hilo se rompiera: empezó a roncar. Vientos contrarioschocaban en la esquina. Se quedaron mirando un escaparate; no deseabancomprarohablar,sinosepararse,sóloque,convientoscontrarioschocandoenlaesquina,conesaespeciedelapsodelasmareasdelcuerpo,mañanaytarde,dosfuerzascuyoencuentroformaunremolino,hicieronunapausa.Uncarteldeperiódicovolóporlosaires,conelegancia,comounacometaalprincipio,luego se detuvo, giró, vibró.Unvelo de señora quedó colgando.Los toldosamarillostemblaban.Lavelocidaddeltráficomatutinoseatenuaba,yalgunascarretas aisladas traqueteaban despreocupadas por unas callesmedio vacías.EnNorfolk,cuyorecuerdomediovolvíaalamemoriadeRichard,unsuavey

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tibio viento echaba los pétalos hacia atrás, llenaba las aguas de confusión,ondulabalashierbasenflor.Lossegadores,quesehabíantumbadoadormirbajounossetosparadescansarladuratareadelamañana,abrieroncortinasdehojas verdes, apartaron temblorosas bolas de perifollo para ver el cielo: elcieloestival,azul,diáfanoyardiente.

Consciente de estar mirando una jarra jacobina de doble asa, y de queHughWhitbreadadmirabaconcondescendencia,dándoselasdeentendido,uncollar español cuyo precio pensó en preguntar, por si le gustara a Evelyn,Richardseguíaaletargado;eraincapazdepensarodemoverse.Lavidahabíaechadoallíaquellospecios:escaparatesllenosdebaratijasmulticolores,yunosequedabadepie,paralizado,conelletargodelosviejos,mirando.PuedequeEvelynWhitbread quisiera comprar ese collar español—pudiera ser. Teníaquebostezar.Hughibaaentrarenlatienda.

—¡Buenaidea!—dijoRichard,siguiéndole.

Dios sabe que no quería andar comprando collares con Hugh. Pero haymareasenelcuerpo.Lamañanase juntacon la tarde.Transportadocomosifueraunafrágilchalupaenaguasprofundas,muyprofundas,elbisabuelodeLadyBrutonysusmemoriasy tambiénsuscampañasenAméricadelNortenaufragaron y se hundieron. Y Millicent Bruton también. Se hundió. ARichard le importabaunbledo loquepasaracon laEmigración,conaquellacarta, si el editor la publicaba o no. El collar extendido colgaba de losadmirablesdedosdeHugh.Que se lodiera a una chica, si es que tienequecomprarjoyas,acualquierchica,cualquieraquepasaraporlacalle.Porquelainutilidad de esta vida impresionaba aRichard con fuerza: comprar collarespara Evelyn. Si hubiera tenido un niño, habría dicho: Trabaja, trabaja. PeroteníaasuElizabeth:adorabaasuElizabeth.

—Me gustaría ver al señor Dubonnet —dijo Hugh con su tono seco ymundano.Resultabaqueese talDubonnet tenía lasmedidasdelcuellode laseñoraWhitbreado,loqueeramásextrañoaún,conocíasusgustosencuantoajoyeríaespañolayelnúmerodepiezasqueposeíaenesalínea(Hughnolorecordaba).TodoelloleparecíatremendamenteextrañoaRichardDalloway.PorqueélnuncalehacíaregalosaClarissa,salvounapulserahacedosotresaños, y no había tenido mucho éxito. Ella nunca se la ponía. Le dolíaacordarsedequenuncaselaponía.Entonces,comoelhilodeunaarañaque,despuésdeoscilaraquíyallá,seenganchaaunahoja, lamentedeRichard,saliendo de su letargo, se fijó ahora en su esposa, Clarissa, a la que PeterWalshhabía amado tan apasionadamente;yRichardhabía tenidode repenteunavisióndeellaahí,enelalmuerzo;deélmismoconClarissa;desuvidajuntos;yentoncesseacercólabandejadejoyasviejasy,tomandoprimerounbroche, luego un anillo, preguntó ¿cuánto vale esto?», pero dudaba de supropio buen gusto. Quería abrir la puerta del cuarto de estar y entrar

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ofreciendoalgo:unregaloparaClarissa.Pero…¿qué?Hughvolvíaaestardepie.Erainefablementepomposo.Francamente,despuésdetreintaycincoañoscomprando en esa tienda, no iba a tolerar que lo despachara un simplemuchachoquenosabía loquehacía.PorqueDubonnet,segúnparecía,habíasalido, y Hugh no pensaba comprar nada hasta que el señor Dubonnet sedignara aparecer; a lo que el joven se sonrojó y se inclinó con la cortesíahabitual.Todoeraperfectamentecorrecto.Sinembargo,Richardhubierasidoincapazdedecir eso, ¡ni aunque le fuera lavidaenello!Porquéestagenteaguantabaesamaldita insolencia,noleentrabaenlacabeza.Hughseestabaconvirtiendo en un asno insufrible.RichardDalloway no podía soportar susmodales más de una hora. Y levantando el sombrero hongo a modo dedespedida, Richard dobló la esquina de Conduit Street; deseoso, sí, muydeseosoderecogeresehilodearañaquelouníaaClarissa.Ibaairdirectoaella,aWestminster.

Peroqueríavolverconalgoentrelasmanos.¿Flores?Sí,flores,porquenosefiabadesugustoparaeloro;cualquiertipodeflores,rosas,orquídeas,paracelebrar lo que era, se viera como se viera, un acontecimiento; aquello quesintióporClarissacuandohablabandePeterWalshenelalmuerzo;yesquenuncahablabandeello,nunca,desdehacíaaños,habíanhabladodeello;cosaque,pensó,agarrandosusrosasrojasyblancas(unramograndeenvueltoenpapeldeseda),eselmayorerrordelmundo.Llegaelmomentoenquenosepuede decir; uno es demasiado tímido para decirlo, pensó,manoseando susseis o doce peniques sueltos en el bolsillo, emprendiendo el camino haciaWestminster con su gran ramo de rosas pegado al cuerpo, para decirsencillamente,conestaspalabras(pensaraloquepensaradeél),entregándolelasflores:«Tequiero.»¿Porquéno?Realmenteeraunmilagro,sipensábamosenlaguerrayenlosmilesdepobresmuchachos,contodalavidapordelante,enterrados a tropel, medio olvidados ya; era un milagro. Aquí estaba élcaminandoporLondresparairadecirleaClarissa,conestaspalabras,quelaquería.Algoquenosedicenunca,pensó.Enparte,esporpereza;enparte,esportimidez.EncuantoaClarissa,eradifícilpensarenella;salvoenprontosdememoria, comoenel almuerzo, cuando lavio con todaclaridad; toda suvida juntos. Se detuvo en el cruce; y lo repitió —porque era sencillo pornaturaleza, y formal, porque se había dedicado a la naturaleza y a la caza;porqueerapertinazytozudo,porquehabíasidoeldefensordelospisoteadosyhabía seguido su instinto en la Cámara de los Comunes; porque se habíamantenidoensusencillez,aunquealavezsehubieravueltounpococallado,un tanto rígido—Richard repitió que era unmilagro que se hubiera casadoconClarissa.Unmilagro, su vida había sido unmilagro, pensó, dudando sicruzarono.Lehervíalasangredeveraestascriaturillasdecincooseisañoscruzandolacallesolas,enplenoPiccadilly.Lapolicíadeberíadehaberparadoel tráfico enseguida. No se hacía ilusiones sobre la policía de Londres. En

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realidad, estaba reuniendo pruebas sobre sus deficiencias. Y aquellosvendedoresambulantes,aquienesseprohibíaquemontaransustenderetesenlacalle;ylasprostitutas,DiosSanto,ellasnoteníanlaculpa,nitampocolosjóvenes, sino nuestro detestable sistema social, etcétera; y eso era lo quepensaba, se veía que lo pensaba, mientras gris, tozudo, elegante, limpio,caminabaporelparqueparairadecirleasumujerquelaquería.

Yseloibaadecirconestaspalabras,encuantoentraseenlahabitación.Porque es una verdadera lástima no decir nunca lo que uno siente, pensabamientrascruzabaGreenParkyobservabacomplacidocómosetumbabanalasombradelosárboles,familiasenteras,familiaspobres;niñosdandopatadasal aire, mamando leche, bolsas de papel tiradas por ahí, que podían serfácilmente recogidas (si la gente se quejaba) por uno de esos gruesoscaballerosenlibrea;porqueRichardopinabaquetodoslosparques,todaslasplazas, durante losmeses del verano, deberían estar abiertos a los niños (lahierba del parque lucía y se apagaba, iluminando a las pobres madres deWestminster y a sus bebés que andaban a gatas, como si alguien estuviesemoviendounalámparaamarillapordebajo).Peroquépodíahacerseporunasvagabundascomoaquélla,pobrecriatura,apoyadasobresucodo(comosisehubiese tirado al suelo, libre de ataduras, para observar con curiosidad,especular con descaro, considerar los cómos y porqués, sin pudor, con loslabiossueltos,conhumor),élnolosabía.Llevandosusflorescomounarma,RichardDalloway se acercó a ella, observándola pasó decidido a su lado, yaunasíhubotiempoparaquesaltaraunachispaentreellos:ellaserioalverloyélsonrióconbuenhumor,considerandoelproblemadelavagabunda;ynoporque fueran a hablarse en la vida. Pero sí iba a decirle a Clarissa que laquería, con estas palabras. En tiempos, había sentido celos de PeterWalsh,celosdeClarissayél.Sinembargo,ella lehabíadichoamenudoquehabíahechobienennocasarseconPeterWalsh;loque,conociendoaClarissa,eraevidentemente cierto; ella necesitaba apoyo. Y no es que fuese débil, peronecesitabaapoyo.

EncuantoalpalaciodeBuckingham(comounaviejaprimadonnafrentealpúblico,todadeblanco),noselepuedenegarciertadignidad,consideró,nitampocodespreciaraquelloque,despuésdetodo,representaparamillonesdepersonas (unpequeñogentíoesperabaante laverjaparaversaliralRey)unsímbolo, pormuy absurdo que sea; un crío con una caja de ladrillos podríahaberlo hecho mejor, pensó, mirando el monumento a la Reina Victoria (aquien recordaba con sus gafas de concha, pasando en su coche porKensington), su blanco montículo, su hipervalorada maternidad. Pero legustabasergobernadoporeldescendientedeHorsa;legustabalacontinuidadysentirquesetrasmitíanlastradicionesdelpasado.Eraunagranépocalaquelehabíatocadovivir.Deverdadquesuvidamismaeraunmilagro;sí,nolecabíalamenorduda:ahíestaba,enlomejordesuvida,caminodesucasaen

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WestminsterparadecirleaClarissaquelaquería.Estoesfelicidad,pensó.

Es esto, dijo al entrar en Dean’s Yard. El Big Ben empezaba a sonar,primero el aviso, musical; después, la hora, irrevocable. Los almuerzos tehacenperderlatardeentera,pensó,alllegarasupuerta.

ElsonidodeBigBeninundóelcuartodeestardeClarissa,sentada,muydisgustada,antesuescritorio;preocupada,disgustada.Eralapuraverdadqueno había invitado a Ellie Henderson a su fiesta, pero lo había hecho apropósito. Y ahora, la señoraMarsham le escribía: «Le había dicho a EllieHendersonquelepreguntaríaaClarissa,porlomuchoqueElliedeseabair.»

Pero ¿por qué tenía ella que invitar a sus fiestas a todas las mujeresaburridasdeLondres?¿PorquéteníaqueintervenirlaseñoraMarsham?Yahíestaba Elizabeth, encerrada todo este rato con Doris Kilman. No podíaimaginar nada más nauseabundo. Rezando a estas horas con esa mujer. Elsonidodelacampanainundabalahabitaciónconsuondademelancolía,queremitió y se recompuso para caer una vez más, y en ese momento oyó,distraída,algoquemanipulaba,querascabalapuerta.¿Quiénpodíaseraestashoras? ¡Tres! ¡Dios Santo, las tres ya! En efecto, con avasalladora fuerza ydignidadelrelojdiolastres;yyanooyónadamás;peroelpicaportegiróy¡ahí estabaRichard! ¡Qué sorpresa!Ahí entrabaRichard, entregándole unasflores. Le había fallado una vez, en Constantinopla; y Lady Bruton, cuyosalmuerzos tenían fama de ser extraordinariamente divertidos, no la habíainvitado.Leestabaofreciendounasflores—rosas,rojasyblancas.(Peroéleraincapazdedecidirseadecirlequelaquería,noconestaspalabras.)

Peroquéencanto,dijo, cogiendo las flores.Comprendió,comprendió sinque él hablara; ella era suClarissa.Laspuso enunos jarrones encimade lachimenea. Qué bonitas son, dijo. Y ¿ha sido divertido?, preguntó ¿Habíapreguntado por ella Lady Bruton? Peter Walsh había regresado. La señoraMarsham le había escrito. ¿Debía invitar a Ellie Henderson? Lamujer ésa,Kilman,estabaarriba.

—Perovamosasentarnoscincominutos—dijoRichard.

Todo parecía tan vacío. Todas las sillas estaban contra la pared. ¿Quéhabíanhecho?¡Ah!Erapara la fiesta.No,nosehabíaolvidadode la fiesta.Peter Walsh había vuelto. Sí, sí, había estado con él. Y va a conseguir eldivorcio,estabaenamoradodeunamujerdeporahí.Nohabíacambiadoenlomásmínimo.Yahíestabaella,arreglándoseelvestido…

—PensandoenBourton—dijoClarissa.

—Hugh estaba en el almuerzo—dijoRichard. ¡Ella también se lo habíaencontrado! Bueno, pues se estaba volviendo absolutamente insufrible.ComprándolecollaresaEvelyn;másgordoquenunca;unasnoinsufrible.

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—Yseme ocurrió de repente «Hubiera podido casarme contigo»—dijoClarissa, pensando en Peter sentado allí, con su corbatita de lazo, con esecuchilloqueabríaycerraba—.Igualquesiempre,yasabes.

Estuvieron hablando de él durante el almuerzo, dijo Richard. (Pero eraincapazdedecirlequelaquería.CogiólamanodeClarissa.Estoesfelicidad,pensó.)HabíanestadoescribiendounacartaalTimesparaayudaraMillicentBruton.Hughcasinovalíaparanadamásqueeso.

—¿Y qué tal nuestra querida señorita Kilman? —preguntó él. Clarissaencontrabalasrosasabsolutamentepreciosas;primeroestabantodasapiñadas,ahora,pordecisiónpropia,empezabanasepararse.

—Kilman llega en el momento que terminamos de almorzar —dijo—.Elizabethsesonroja.Seencierran.Supongoqueestánrezando.

¡Señor!No le gustaba eso. Pero estas cosas van pasando si uno les dejaseguirsucurso.

—Con un impermeable y un paraguas—dijoClarissa.Richard no habíadicho—Tequiero—;perolacogíadelamano.Estoesfelicidad,esto,pensó.

—Pero por qué tengo yo que invitar a mis fiestas a todas las mujeresaburridas deLondres?—dijoClarissa—.Y si la señoraMarshamdiera unafiesta,¿invitabaellaasusamigas?

—PobreEllieHenderson—dijoRichard,eramuyextrañolomuchoqueaClarissaleimportabansusfiestas,pensó.

Sinembargo,Richardnoteníaniideadelaspectoquedebíatenerunasala.Ahorabien…¿quéesloqueibaadecir?

Siellasepreocupabaporestasfiestas,nolepermitiríadarlas.¿LehubieragustadohabersecasadoconPeter?Peroteníaqueirse.

Tenía que salir, dijo levantándose. Pero se quedó parado un momento,como si estuviese a punto de decir algo; y ella se preguntaba…¿qué? ¿Porqué?Estabanlasrosas…

—¿Algúncomité?—preguntóella,mientrasRichardabríalapuerta.

—Losarmenios—contestóél;oquizádijera—:losalbanos.

Yexisteciertadignidadenlagente;ciertasoledad;inclusoentremaridoymujer un abismo, y eso hay que respetarlo, pensó Clarissa, mirando cómoabría la puerta, porque es algo de lo que una no quiere desprenderse, nitampoco quitárselo, en contra de su voluntad, al marido, sin perder laindependencia,laautoestima:algoque,alfinyalcabo,notieneprecio.

Elvolvióconunaalmohadayunacolcha.

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—Unahoradereposoabsolutodespuésdelalmuerzo—dijo.Ysefue.

¡Típicodeél!Seguiríadiciendo«Unahoradereposoabsolutodespuésdelalmuerzo»porlossiglosdelossiglos,porqueunmédicolohabíamandadoenalgunaocasión.Eratípicosuyoeltomaralpiedelaletraloquelosmédicosdijeran;erapartedesuadorableydivinasencillez,quenadieteníahastaesepunto, que le hacía dedicarse a sus asuntosmientras Peter y ella perdían eltiempo peleándose. Ya estaba a mitad de camino de la Cámara de losComunes,desusarmenios,oalbanosdespuésdedejarlaenelsofá,mirandosus rosas. Y la gente diría: «Clarissa Dalloway es una consentida.» Leimportabanmuchomássusrosasquelosarmenios.Hostigados,expulsadosdela existencia, tullidos, helados, víctimas de la crueldad y la injusticia (se lohabíaoídodecirunaymilvecesaRichard)…perono,nosentíanadaporlosalbanos¿oeranlosarmenios?Encambio,leencantabansusrosas(¿acasonoera estouna ayudapara los armenios?), lasúnicas floresquepodía soportarver cortadas. Pero Richard ya estaba en la Cámara de los Comunes, en sucomité,despuésdeayudarlaaresolvertodassusdificultades.Bueno,no;pordesgraciaesonoeraverdad:noseparóaescucharlasrazonesparanoinvitaraEllieHenderson.Clarissaactuaría,porsupuesto,segúnlosdeseosdeRichard.Puesto que le había traído la almohada, se tumbaría…Pero…, pero… ¿porqué se sentía de repente, sin ninguna razón a su alcance, desesperadamentedesgraciada?Comounapersonaquehubieraperdidounaperlaoundiamanteen la hierba y apartara las grandes hojas con sumo cuidado, aquí y allá, ybuscaraenvanodeunladoaotro,hastaquealfinatisbaelobjetojuntoalasraíces…,asíibaClarissadeunacosaaotra.No,nofueSallySetonlaquedijoqueRichardnuncallegaríaaserMinistroporqueteníauncerebrodesegundacategoría (el asunto le volvía a la memoria); no, no era eso lo que leimportaba; ni tampoco tenía que ver conElizabeth yDorisKilman; esto noeranmásquehechos.Eraunsentimiento,unsentimientodesagradableenotromomentodeldía,algoquePeterhabíadicho,combinadoconalgunadepresiónpropia, en su dormitorio, cuando se quitaba el sombrero; y algo de lo queRicharddijosehabíaañadidoaello.Pero¿quéera?Estabansus rosas. ¡Susfiestas!¡Esoera!¡Susfiestas!Amboslahabíancriticadoconmuymalafe,sehabíanburladodeellamuyinjustamente,porlodesusfiestas.¡Esoera!¡Esoera!

Bueno, ¿cómo iba a defenderse? Ahora que sabía de qué se trataba, sesentíaperfectamentefeliz.Ellospensaban,oalmenosPeterpensaba,queelladisfrutaba imponiéndose, que le gustaba estar rodeada de gente famosa,ilustresapellidos;enresumen,queerasimplementeunaesnob.Bueno,puedequePeterpensaraeso.Richardsolamenteconsiderabaunatonteríaporsuparteque le gustara toda esa excitación, sabiendo que era perjudicial para sucorazón.Erainfantil,pensabaél.Peroambosseequivocabancompletamente.Loqueaellalegustabaera,sencillamente,lavida.

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—Esporesoquelohago—ledijo,envozalta,alavida.

Comoestabatumbadaenelsofá,enclaustrada,aislada,lapresenciadeesacosaquesentíacomoalgotanobvioadquirióconsistenciafísica:convestidoshechos de los sonidos de la calle, soleada, de cálido aliento, susurrante,agitandolaspersianas.PerosupongamosquePeterledijera:«Sí,sí,perotusfiestas…¿quésentidotienentusfiestas?»Entonces, todoloquepodríadecirsería(ynoesperabaquenadielocomprendiera):Sonunaofrenda,quesonabahorriblementevago.Pero¿quiéneraPeterparaconcluirquelavidanoeramásqueunsimplenavegar?Peter,siempreenamorado,siempreenamoradode lamujerequivocada.¿Enquéconsistetuamor?podíapreguntarleClarissa.Yyasabíasurespuesta:queeralomásimportantedelmundoyqueningunamujerpodríaentenderlojamás.Muybien.Pero¿acasoalgúnhombrepodíaentenderloqueellaqueríadecir?¿Conlavida?NopodíaconcebirquePeteroRichardsetomaranlamolestiadedarunafiestasinrazónalguna.

Pero profundizando más, por debajo de lo que la gente decía (y esosjuicios…¡quésuperficiales,quéfragmentariosson!),centrándoseahoraensupropiamente,¿quésignificabaparaellaestacosallamadavida?¡Ay!Eramuyextraño. Aquí estaba Fulano de Tal, en South Kensington, otro allá enBayswater,yotromásen—pongamos—Mayfair.Ysesentíacontinuamenteafectadaporlaexistenciadeestaspersonas;sentíaeldesperdicio,ysentíalalástima,yqueríaquepudieranjuntarse todos;yesoes loquehacía.Eraunaofrenda:combinar,crear;pero¿paraquién?

Unaofrendaporamora laofrenda,quizá.Encualquiercaso,ésteera sudon.Ningunaotracosateníalamenorimportancia:nopodíapensar,escribir,ni siquiera tocar el piano. Confundía a los armenios con los turcos, leencantaba tener éxito, odiaba la incomodidad, tenía que ser apreciada, decíatonteríasamares,ysienestemomentolepreguntaranquéeraelEcuador,nosabríadecirlo.

De todos modos, que los días se sucedieran uno tras otro: miércoles,jueves, viernes, sábado, que te despertaras por lamañana, que vieras el sol,pasearasporelparque,teencontrarasaHughWhitbread,quedespuésentraraPeter de repente, luego las rosas, así era suficiente. Después de todo, ¡quéincreíbleeralamuerte!Todotienequeacabar,ynadieenelmundollegaríaasaber hasta qué punto había amado todo esto, hasta qué punto, a cadainstante…

Lapuertaseabrió.Elizabethsabíaquesumadreestabadescansando.Entrócon mucho sigilo. Se quedó completamente quieta. ¿Es que algún mongolhabíanaufragadoenlacostadeNorfolk(comodecíalaseñoraHilbery)ysehabríamezcladoconlasmujeresDalloway,unoscienañosatrás?PorquelosDalloway por lo general eran rubios y de ojos azules; Elizabeth, por el

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contrario,eramorena,deojosachinadosenuncutispálido,misteriooriental;yeradulce,considerada,tranquila.Deniña,habíatenidounperfectosentidodelhumor.Sinembargo,ahoraqueteníadiecisieteaños—elporqué,Clarissano lo entendía en absoluto—, se había vuelto muy seria, como un jacintoenvueltoenunavainaverdebrillante,concapullosapenastintados,unjacintoalquenolehadadoelsol.

Se quedó muy quieta y miraba a su madre, pero la puerta estabaentreabierta y fuera se encontraba la señorita Kilman, Clarissa lo sabía; laseñoritaKilmanconsuimpermeable,escuchandotodoloquedijeran.

Sí,laseñoritaKilmanestabadepieenelrellanoyllevabaunimpermeable,pero tenía sus razones. En primer lugar, era barato; en segundo lugar, teníamásdecuarentaañosy,afindecuentas,novestíaparaagradar.Además,erapobre, pobre hasta la degradación. De lo contrario, no andaría aceptandotrabajosdepersonascomolosDalloway,delagenterica,alaquelegustabaseramable.ElseñorDalloway,laverdadseadicha,habíasidoamable.PerolaseñoraDalloway,no.Habíasidosimplementecondescendiente.Procedíadelaclasemásdespreciabledetodas:delosricos,conunbarnizdecultura.Teníancosas caras por todas partes: cuadros, alfombras, montones de criados.Consideraba que tenía perfecto derecho a cualquier cosa que los Dallowayhicieranporella.

Lahabíanengañado.Sí,lapalabranoeraningunaexageración,porque¿noesciertoqueunachica tienederechoaalgodefelicidad?Puesellanohabíasidofeliznunca,porsertantorpeytanpobre.Yluego,justocuandoparecíaqueteníaunaoportunidadenlaescueladelaseñoritaDolby,estallólaguerra.Nunca había sido capaz de decir mentiras. La señorita Dolby pensó que laseñoritaKilmanestaríamásagustoconpersonasquecompartieransuopiniónacerca de los alemanes. Tuvo que irse. Cierto que la familia era de origenalemán —el apellido se escribía Kiehlman en el siglo dieciocho—, peromataronasuhermano.Laecharonporquenoquisofingirquecreíaquetodoslos alemanes eran unos malvados. ¡Pero si tenía amigos alemanes! ¡Si losúnicos días felices de su vida los había pasado enAlemania!Y después detodo,podíadarclasesdehistoria.Habíatenidoqueaceptarloqueledieran.ElseñorDallowaylahabíaconocidocuandotrabajabaencasadelosFriend.Lehabíapermitido(yesoeraverdaderamentegenerosoporsuparte)darclasesdehistoriaasuhija.Tambiénledabaclasesdeculturageneral,yeso.Entonces,DiosNuestroSeñor la visitó (y en este punto, siempre inclinaba la cabeza).Había visto la luz hace dos años y tresmeses.Ahora ya no envidiaba a lasmujerescomoClarissaDalloway;lascompadecía.

**

Lascompadecíaydespreciabadesdelomáshondodesucorazón,allíde

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pieenlablandaalfombra,mirandoelviejograbadodeunaniñapequeñaconmanguito.Mientrashayaestos lujos,¿quéesperanzahabíadequemejoraranlas cosas? En lugar de quedarse tumbada en un sofá —«Mi madre estádescansando», había dicho Elizabeth— tendría que haber estado en unafábrica,detrásdeunmostrador;¡laseñoraDallowayytodaslasdemásseñorasfinolis!

Amargada e indignada, la señorita Kilman había entrado en una iglesiahace dos años y tres meses. Había oído al Reverendo Edward Whittakerpredicar,alosniñoscantar;habíavistocómolaslucessolemnesdescendían,yentonces,ya fuerapor lamúsicaopor lasvoces (ellamisma,cuandoestabasola, por la noche, encontraba consuelo en el violín; pero el sonido eradesgarrador: no tenía oído), los sentimientos ardientes y turbulentos quehervíanysaltabanenellasehabíanapaciguadomientrasestabasentadaallí,yhabía llorado copiosamente y había ido a visitar al señor Whittaker a sudomicilioparticulardeKensington.EralamanodeDios,dijoél.ElSeñorlehabía mostrado el camino. Así pues, ahora, en cuanto los sentimientosdolorosos de indignación hervían en su interior, ese odio hacia la señoraDalloway,eseresquemorencontradelmundo,pensabaenDios.PensabaenelseñorWhittaker.A la rabia le sucedía lacalma.Unadulce savia llenaba susvenas, sus labios seentreabríany,depieenel rellanocomouna formidablefigura,consuimpermeable,mirócondecididaysiniestraserenidadalaseñoraDalloway,quesalíaconsuhija.

Elizabeth dijo que había olvidado sus guantes. Era porque la señoritaKilman y su madre se odiaban. No podía soportar verlas juntas. Subiócorriendoaporsusguantes.

Pero la señorita Kilman no odiaba a la señora Dalloway. Volviendo susojosdecolorgrosellasobreClarissa,observandosucaritarosada,sudelicadocuerpo, su aire de frescura y de elegancia a la última, la señorita Kilmanpensaba: ¡Estúpida! ¡Boba! ¡Tú no has conocido pena ni placer; hasdesperdiciado tu vida en nimiedades! Y surgía en ella entonces unpoderosísimo deseo de vencerla, de desenmascararla. Si hubiese podidoderribarla,esolahabríaaliviado.Peronosetratabadelcuerpo,eraelalmaysuburla loquequeríasometer,hacerlesentir sudominio.Sipudierahacerlallorar, si pudiera destruirla, humillarla, hacerla caer de rodillas gritando:¡Tienes razón! Pero ésta era la voluntad deDios, no de la señoritaKilman.Seríaunavictoriareligiosa.Yasíerasumirada:fulgurante.

Clarissaquedóverdaderamenteescandalizada.¡Yéstaesunacristiana,estamujer!¡Estamujerlehabíaquitadoasuhija!¡Ella,encontactoconpresenciasinvisibles!¡Pesada,fea,vulgar,singracianidulzura,conoceelsignificadodelavida!

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—¿Se lleva usted a Elizabeth a los Almacenes? —preguntó la señoraDalloway.

La señorita Kilman contestó que sí. Se quedaron de pie. La señoritaKilman no pensaba ser amable. Siempre se había ganado el pan. Susconocimientos de historiamoderna eran extremadamente profundos. De susescasos ingresos conseguía ahorrar algo para las causas en las que creía,mientrasqueestamujernohacíanada,nocreíaennada,educabaasuhija…Yaquí estaba Elizabeth —el aliento un tanto entrecortado—, la hermosamuchacha.

Así que se iban a los Almacenes. Y era extraño, mientras la señoritaKilman seguía ahí de pie (y bien plantada que estaba, poderosa y taciturnacomounmonstruoprehistórico,acorazadopara laguerraprimigenia),cómo,segundoasegundo, la ideaque teníadeellaseempequeñecía,cómoelodio(hacia las ideas, no hacia la gente) se desmoronaba, cómo perdía sumalignidad, su tamaño, y volvía a ser, segundo a segundo, simplemente laseñoritaKilman,consuimpermeable,aquien,bienlosabeDios,Clarissa lehubieragustadoayudar.

Antetalreduccióndelmonstruo,Clarissaseechóareír.Despidiéndose,sereía.

Juntas,laseñoritaKilmanyElizabeth,sefueronescalerasabajo.

Enun súbito impulso, conviolenta angustia, porqueestamujer le estabaquitandoasuhija,Clarissaseasomóalabarandillaygritó:

—¡Recuerdalafiesta!¡Recuerdanuestrafiestaestanoche!

PeroElizabethyahabíaabiertolapuertadelacalle;pasabauncamión;nocontestó.

¡Amoryreligión!pensóClarissa,volviendoa lasaladeestar, temblandopor todaspartes. ¡Quédetestables,quédetestablesson!PorqueahoraquenoteníadelanteelcuerpodelaseñoritaKilman,lasubyugaba—laidea,estoes.Las cosas más crueles del mundo, pensaba, viéndola torpe, irritada,dominante,hipócrita,escuchando tras lapuerta,celosa, infinitamentecruelycarente de escrúpulos, con un impermeable, en el rellano; amor y religión.¿Habíaintentadoalgunavezconvertiraalguien?¿Acasonodeseabaquetodoelmundo fuese símismo?Ymirópor laventana,a laviejadeenfrentequesubíalasescaleras.Quesubalasescalerassiquiere,quesedetenga;yluego,tal y como Clarissa a menudo la había visto hacer, que llegue hasta sudormitorio,abralascortinasydesaparezcadenuevoenelinteriordelacasa.En ciertomodo, una respetaba eso: esa ancianamirando por la ventana, sinsaberquelaestánobservando.Habíaalgosolemneenello…peroelamorylareligiónlodestruirían,sealoquesea,laintimidaddelalma.LaodiosaKilman

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lodestruiría.Ysinembargo,eraunavisiónqueledabaganasdellorar.

Elamortambiéndestruía.Todoloqueerabueno,todoloqueeraverdadseiba.PorejemploPeterWalsh.Unhombre, encantador, inteligente, con ideasacerca de todo. Si querías saber algo acerca de—pongamos— Pope, o deAddison,osimplementedecirtonterías,quéaspectoteníalagente,cuáleraelsignificadode las cosas,Peter lo sabíamejor quenadie.EraPeter el que lahabía ayudado; el que le había prestado libros. Pero había que ver a lasmujeresquehabíaamado:vulgares, triviales,banales.HabíaqueveraPeterenamorado:ibaaverladespuésdetodosestosaños,y¿dequéhablaba?Deélmismo.¡Quépasióntanhorrible!,pensó.¡Quépasióntandegradante!,pensó,recordandoaKilmanyasuElizabethquecaminabanhacialosalmacenesdelaCooperativaMilitar.

BigBendiolamedia.

Quécosa tanextraordinaria,quéextraño, sí,quéconmovedor,elvera lavieja (habían sido vecinas durante tantísimo tiempo) retirarse de la ventana,como si estuviese ligada a ese sonido, a esa cuerda. Gigantesco como era,guardabaalgunarelaciónconella.Abajo,abajofuedescendiendoeldedo,másymás,hastaelcentrodelascosascorrientes,haciendoqueelmomentofuesesolemne. Se vio obligada —así lo imaginaba Clarissa— por ese sonido, amoverse, a irse,pero…¿adónde?Clarissa intentó seguirlacuandosedio lavueltaydesapareció,ytodavíapudovislumbrarsugorrablancamoviéndosealfondo del dormitorio. Ella seguía allí, moviéndose al otro extremo de lahabitación. ¿Por qué tantos credos, rezos e impermeables? ya que—pensóClarissa—ahíestáelmilagro,ahíestáelmisterio,esaanciana,queríadecir,alaqueveíairdelacómodaaltocador.Aúnlaveía.YelmisteriosupremoqueKilmanpodíadecirquehabíaresuelto,oquePeterpodíadecirhaberresuelto,aunque Clarissa no creía que ninguno de los dos tuviera la menor idea decómo resolverlo, era sencillamente éste: aquíhabíaunahabitación; allí otra.¿Acasolareligióneracapazderesolvereso,oquizáelamor?

Elamor…Enéstasentróelotroreloj,elquesonabasiempredosminutosdespuésdeBigBen,arrastrandolospies,conelregazollenodecachivaches,que tiró al suelo como si Big Ben estuviese encantado con su majestad,dictando las leyes, tan solemne, tan justo, pero tenía que acordarse de todaclasedecosillasademás—laseñoraMarsham,EllieHenderson,copasparaelhelado— toda clase de cosillas que llegaron como una riada, saltando ydanzando,alecodeesetoquesolemnequeyacíacomounlingotedeoroenelmar. La señoraMarsham, EllieHenderson, copas para el helado. Tenía quetelefonearinmediatamente.

Voluble,ruidoso,elrelojretrasadosonó,entrandoalecodelBigBen,conel regazo llenode trastos.Golpeado, rotoporel asaltode loscoches,por la

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brutalidad de los camiones, por el avanzar entusiasta de miles de hombresangulosos, de vistosasmujeres, por las cúpulas y agujas de los edificios deoficinas y los hospitales, los últimos vestigios de ese regazo lleno decachivaches parecieron quebrarse, como la llovizna de una ola exhausta, ycaersobreelcuerpodelaseñoritaKilman,quesehabíadetenidoenlacalleunosinstantesparadecir«Eslacarne».

Era lacarne loquedebíacontrolar.ClarissaDallowaylahabía insultado.Eso sí que se lo esperaba. Pero no había triunfado: no había dominado lacarne.Feaytorpe,ClarissaDallowaysehabíareídodeella;yhabíaresucitadosusdeseos carnales,porque lemolestaba tener ese aspecto frente aClarissa.Tampocopodíahablarcomolohabíahecho.Pero¿porquédesearparecerseaella?¿Porqué?DespreciabaalaseñoraDallowaydesdelomáshondodesucorazón. No era seria. No era buena. Su vida era un tejido de vanidad yengaño.YsinembargoDorisKilmanhabíasidovencida.Esmás:pocolefaltóparaecharseallorarcuandoClarissaDallowayseriodeella.«Eslacarne,eslacarne»,murmuró(pueseracostumbresuyahablarenalto),enunintentodedominar este sentimiento turbulento y doloroso, mientras caminaba porVictoriaStreet.LerogabaaDios.Nopodíaevitarserfea,nopodíapermitirsecomprarropacara.ClarissaDallowaysehabíareído…peroseconcentraríaenotra cosa hasta llegar al buzón. Por lomenos tenía a Elizabeth. Pero iba apensarenotracosa;pensaríaenRusia;hastallegaralbuzón.

Québiensedebeestarenelcampo,dijomientrasluchaba,talycomoselohabía indicadoel señorWhittaker,contraeseviolento resentimientohaciaelmundo que la había despreciado, que se había mofado de ella, la habíarepudiado,empezandoconestavergüenza:elcastigodesuodiosocuerpoqueresultaba insoportable a la vista de la gente. Se peinara como se peinara, lafrentelequedabacomounhuevo:calva,blanca.Nohabíaropaquelesentarabien.Compraseloquecomprase.Yparaunamujerestosindudasignificabanotenertratoalgunoconelsexoopuesto.Jamásseríalaprimeraparaninguno.Últimamente,leparecíaavecesqueexceptuandoaElizabeth,sólovivíaparalacomida,susconsuelos,sucena,suté,subolsadeaguacalienteporlanoche.Perounadebíaluchar,vencer,tenerfeenDios.ElseñorWhittakerhabíadichoque ella estaba ahí para algún propósito. Pero ¡nadie sabía a costa de quésufrimiento!Señalandoel crucifijo, éldijoqueDios lo sabía.Pero¿porquétenía ella que sufrir mientras otras mujeres, como Clarissa Dalloway, selibraban? El conocimiento llega a través del sufrimiento, dijo el señorWhittaker.

HabíarebasadoelbuzónyElizabethyahabíaentradoeneldepartamentoasépticoyoscurocomoeltabacodelosalmacenesdelaCooperativaMilitaryella seguía mascullando para sus adentros lo que el señor Whittaker habíadichodelconocimientoquesealcanzaatravésdelsufrimientoydelacarne.

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«Lacarne»,murmuró.

¿Quédepartamentoquería?,dijoElizabethinterrumpiéndola.

—Enaguas—contestóbruscamente,ysemetióenelascensorsinvacilar.

Subieron.Elizabethlaguiabadeunladoaotro;laguiabamientrasseguíaabstraída,comosifueseunaniñacrecida,unaparatosobarcodeguerra.Ahíestabanlasenaguas:marrones,decorosas,arayas,frívolas,sólidas,ligeras,yella escogió, en su abstracción, portentosamente, y la dependienta que laatendíapensóqueestabaloca.

Elizabeth se preguntaba, mientras hacían el paquete, qué pensaba laseñoritaKilman.Teníanque tomar el té, dijo la señoritaKilman recobrandosussentidos,sobreponiéndose.Tomaronelté.

Elizabeth se preguntaba si era posible que la señorita Kilman tuvierahambre. Era esamanera de comer que tenía, de comer con intensidad, paraluegomirar,unayotravez,alabandejadepastelesazucaradosenlamesadeallado,yluego,siunaseñorayunniñosesentabanyelniñocogíaelpastel,¿esqueeso lemolestabaa la señoritaKilman?Puessí, semolestaba.Habíadeseado ese mismo pastel, el de color rosa. El placer de comer era casi elúnicoplacerpuroquelequedaba,¡yhastaenesosequedabainalbis!

Cuandolagenteesfeliz,tieneunareservaalaquerecurrir,lehabíadichoa Elizabeth, mientras que ella era una rueda sin neumático (le gustaba esaclasedemetáforas),sacudidaportodaslaspiedras…Esodecía,undíaquesequedódespuésdelaclase,depiejuntoalachimenea,consubolsadelibros—lallamabasu«carteradecolegial»—,unmartesporlamañana,despuésdeterminar la clase. Y también hablaba de la guerra. Después de todo, habíagentequenopensabaquelosinglesestuvieransiemprelarazón.Habíalibros.Habíadebates.Habíaotrospuntosdevista.¿LegustaríaaElizabethirconellaa escuchar a Fulanito de Tal? (un viejo de aspecto verdaderamenteextraordinario). Después, la señorita Kilman la llevó a cierta iglesia deKensington y tomaron el té con un clérigo. Le había prestado libros. Elderecho, la medicina, la política, todas las profesiones están abiertas a lasmujeresde tugeneración,decía la señoritaKilman.Peroen loqueaella serefería,sucarreraestabaabsolutamentearruinada,y¿eraculpasuya?PorDiosbendito,dijoElizabeth,no.

SumadreentrabadiciendoquehabíallegadounacestadeBourtonysilaseñoritaKilmanquerríaunasflores.ConlaseñoritaKilmansiempreeramuy,muyamable,perolaseñoritaKilmanapretujabalasflorestodasjuntasenunramo y era incapaz de mantener cualquier conversación ligera, y lo queinteresabaa la señoritaKilmanaburría a sumadrey lasdos se encontrabansiempremuyadisgustojuntas:laseñoritaKilmansehinchabayparecíadelo

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másvulgar,perolaseñoritaKilmaneratremendamentelista.Elizabethnuncahabía pensado en los pobres. Ellos vivían con todo lo que necesitaban: sumadre tomabael desayunoen la cama todos losdías,Lucy se lo subía a suhabitación; y le gustaban las mujeres mayores porque eran Duquesas ydescendientesdealgúnLord.PerolaseñoritaKilmandijo(unodeesosmartespor lamañana, unavez terminada la clase): «Mi abuelo tenía una tiendadepinturasenKensington.»LaseñoritaKilmaneramuydiferentedecualquieraqueconociese;hacíaqueunasesintiesetanpequeña.

LaseñoritaKilmantomóotratazadeté.Elizabeth,consuaireoriental,sumisterioinescrutable,semanteníaperfectamenteerguidaensuasiento;no,noquería nadamás.Buscó sus guantes—sus guantes blancos.Estaban bajo lamesa.¡Ah,peronopodíairse!¡LaseñoritaKilmannoladejabamarchar!¡Esajoven,queeratanbella!¡Esaniña,alaqueamabadeverdad!Sugranmanoseabrióycerrósobrelamesa.

Peroahorayaseestabaaburriendo,sintióElizabeth.Ydeverdadqueteníaganasdeirse.

PerolaseñoritaKilmandijo:—Todavíanoheterminado.

Entalcaso,naturalmente,Elizabethseesperaría.Peroelambienteestabauntantocargadoaquí.

—¿Vasairalafiestaestanoche?—preguntólaseñoritaKilman.Elizabethsuponíaque sí; sumadrequeríaque fuese.Nodebíadejar que las fiestas laabsorbieran,dijolaseñoritaKilmanmientrastoqueteabaelúltimopedazodepastelillodechocolate.

No legustabandemasiado las fiestas, dijoElizabeth.La señoritaKilmanabrió la boca, adelantó ligeramente la barbilla y engulló el último trozo depastelillodechocolate,luegoselimpiólosdedosyrevolvióeltédesutaza.

Estaba a punto de partirse en dos. La angustia era espantosa. Si pudieseatraparla, si pudiese agarrarla, si pudiese hacerla absolutamente suya parasiempre y luego morir, eso era todo lo que quería. Pero estar ahí sentada,incapaz de pensar ni de decir nada, viendo cómoElizabeth se volvía contraella, ver cómo incluso a ella le resultaba desagradable, era demasiado; nopodíasoportarlo.Losgruesosdedossereplegaron.

—No voy nunca a las fiestas —dijo la señorita Kilman, con el solopropósito de retener a Elizabeth—. La gente nome invita a las fiestas—ysabía, al decir esto, que su egotismo era la razón de su fracaso; el señorWhittaker la había puesto en guardia, pero ella no podía remediarlo. Habíasufridoterriblemente—.¿Porquéibanainvitarme?—dijo—.Soyvulgar,soytriste—sabíaqueeraestúpido.Peroeratodaesagentepasandoporallí,gentequellevabapaquetes,queladespreciaba,laquelehacíadeciresascosas.Pese

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a todo, ella eraDorisKilman.Tenía su carrera.Eraunamujer que se habíaabiertocaminoenlavida.Suconocimientoenmateriadehistoriamodernaeramásquerespetable.

—Nome compadezco amímisma—dijo—.Compadezco a…—queríadecir«a tumadre»,perono,nopodía,aElizabethno—compadezcomuchomásaotraspersonas.

Comounapobrecriaturaalaquehanllevadohastaunapuertaporalgúnmotivo desconocido, y se queda ahí, impaciente por marcharse al galope,Elizabeth Dalloway seguía sentada en silencio. ¿Iría a decir algo más laseñoritaKilman?

—Nome olvides del todo—dijo Doris Kilman. Su voz temblaba. Y almomento,aterrorizada,lapobrecriaturasealejóalgalopehastaelfinaldelapradera.

Lamanazaseabrióycerró.

Elizabethvolviólacabeza.Seacercólacamarera.Habíaquepagarencaja,dijoElizabeth,ysemarchó,arrancándole—asílosintiólaseñoritaKilman—lasmismísimasentrañas,estirándolasatravésdelasalamientraslacruzaba,yfinalmente,conunúltimogiro,saludómuyeducadamenteconlacabezaysefue.

Sehabíaido.LaseñoritaKilmansequedósentadaantelamesademármolentre los pastelillos, sacudida una, dos, tres veces por espasmos desufrimiento. Se había ido.La señoraDallowayhabía triunfado.Elizabeth sehabíaido.Labellezasehabíaido;lajuventudsehabíaido.

Yasí sequedó,ahíen lamesa.Se levantó,anduvocon torpezaentre lasmesitas, casi dando tumbos, alguien la alcanzó con la enagua que se habíadejado,yseperdió,seperdióentrebaúlesespecialmentepreparadosparaquelos llevaran a la India. A continuación, llegó a la sección de artículos parareciénnacidos, anduvoentre todas lasmercancíasdelmundo,perecederasyperdurables, jamones, drogas, flores, papel y artículos de escritorio, oloresvariopintos,unasvecesdulces,otrasamargos,vagando;yseveíaasívagando,con el sombrero ladeado, el rostro muy colorado, en un espejo de cuerpoentero;yporfinsalióalacalle.

La torre de la catedral deWestminster se alzaba ante ella, lamorada deDios.EnmediodeltráficoestabalamoradadeDios.Contenacidad,sedirigióconsupaquetehaciaaquelotrosantuario, laAbadía,donde, levantandoantesu cara sus manos en forma de tienda de campaña, tomó asiento junto aaquellos que tambiénbuscaban cobijo, los variopintos creyentes, despojadosahoradesurangosocialycasidesusexo,lasmanoslevantadasanteelrostro.Peroencuantolasretiraban,instantáneamentesevolvíanhombresymujeres

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inglesesdeclasemedia,devotos,deseososalgunosdeellos,deverlasfigurasdecera.

Pero la señorita Kilman mantuvo la tienda de campaña ante su cara.Abandonadaunmomento,acompañadaelsiguiente,nuevoscreyentesllegaronde la calle para sustituir a los transeúntes, y ella seguía, mientras la gentemiraba la iglesiaypasabaarrastrando lospies juntoa la tumbadelSoldadoDesconocido, seguía cubriéndose los ojos con los dedos, intentando, en esadoble oscuridad—porque la luz en la Abadía era incorpórea—, elevar susaspiraciones por encima de las vanidades, de los deseos, de lasmercancías,intentandodeshacersetantodelodiocomodelamor.Letemblabanlasmanos.Parecía estar luchando. Y sin embargo, para otros Dios era accesible y elcaminohaciaÉlresultabaapacible.ElseñorFletcher,funcionariojubiladodeHacienda,laseñoraGorham,viudadelfamosoConsejeroReal,seacercabanaÉl con toda sencillez y, una vez terminadas sus oraciones, se reclinaban ygozaban de lamúsica (el órgano sonaba con dulzura), y veían a la señoritaKilman al otro extremo del banco, rezando, rezando…, y, como ellos aúnestaban en el umbral de su infierno, compartían su sentir, la veían comounalma que vagaba por su mismo territorio; un alma hecha de sustanciainmaterial;nounamujer,unalma.

PeroelseñorFletcher teníaque irse.Tuvoquepasar juntoaellay,dadoque iba pulcro y aseado como un figurín, no pudomenos que sentir ciertalástima por el desaliño de la pobre mujer: el pelo suelto, su paquete en elsuelo.Nolodejópasarinmediatamente.Sinembargo,alquedarsemirandoasu alrededor, a los mármoles blancos, las vidrieras grises y los tesorosacumulados(porquesesentíamuyorgullosodelaAbadía),eltamañodeesamujer, su robustez y su fuerza—mientras seguía ahí, cambiando de vez encuando las rodillasdepostura (tanrigurosoeraelcaminohaciasuDios, tanfuertes sus deseos)— lo impresionaron, como ya habían impresionado a laseñora Dalloway (no pudo quitársela de la cabeza en toda la tarde), alReverendoEdwardWhittakerytambiénaElizabeth.

Y Elizabeth estaba esperando el autobús en Victoria Street. Era tanagradableestaral aire libre.Pensóquequizáno teníaporquévolveracasaenseguida.Era tanagradableestar tomandoelaire.Asípues, ibaa tomarunautobús. Y ya empezaba, ya, ella ahí con su ropa de impecable corte, yaempezaba… La gente empezaba a compararla con los álamos, con eldespuntar del alba, los jacintos, los ciervos, el agua viva y los lirios; y esohacía de su vida una pesada carga, porque antes prefería que la dejasentranquilaparahacerloquequisieraenelcampo,peroelloslacomparabanconlos lirios, y tenía que asistir a fiestas, y Londres resultaba muy sosocomparadoconlavidaenelcampo,solaconsupadreylosperros.

Los autobuses pasaban con rapidez, se paraban, arrancaban de nuevo:

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llamativascaravanaspintadasderojoyamarillo.Pero¿cuáldeellosteníaquecoger?Nole importaba.Claroqueno ibaadarseprisa.Tenía tendenciaa lapasividad.Eraexpresión loque lehacía falta, aunque susojos eranbonitos,achinados,orientalesy,comodecíasumadre,conesoshombrostanbonitosysuerguidoporte,siempreresultabaencantadora.Además,últimamente,sobretodoporlanoche,cuandodemostrabainterésporalgo—porquenuncaparecíaentusiasmada—, estaba casi guapa,muy señorial,muy serena. ¿Qué andaríapensando?Todosloshombresseenamorabandeella,yestabaverdaderamenteharta.Y lacosaestabaempezando.Sumadre sedabacuenta: loscumplidosestaban empezando. El hecho de que a Elizabeth no le interesaramás—laropa, por ejemplo—preocupaba a veces aClarissa, pero quizá no fuera tangrave, considerando todos esos hámsters y cachorros a los que procurabaprotegerdelmoquillo,yademásledabaciertoencanto.YahoraestaextrañaamistadconlaseñoritaKilman.Bueno,pensabaClarissaaesodelastresdelamadrugada mientras leía al Barón Marbot porque no podía dormir, esodemuestraquetienesucorazoncito.

Depronto,Elizabethdiounpasoalfrenteysinproblemaalgunosubióalautobús,delantede todoelmundo.Tomóunasientoenelpisodearriba.Laimpetuosa criatura —un pirata— arrancó con violencia, con un salto;Elizabeth tuvo que sujetarse a la barandilla para recomponerse, porque sindudaeraunpirata:imprudente,sinescrúpulos,marchandosinpiedad,girandopeligrosamente, agarrando con audacia a un pasajero, o ignorando a unpasajero,escurriéndose,arrogante,comounaanguila,y—luegolanzándoseatodavelaWhitehallarriba.YacasoElizabethpensóunasolavezenlapobreseñoritaKilman,quelaamabasincelos,paraquienellahabíasidounciervoenlibertad,unalunaenelprado.Erafelizdeserlibre.Elairefrescoeratandelicioso. Tan cargado que estaba el ambiente en los almacenes de laCooperativaMilitar.Yahoraeracomomontaracaballo,algalope,Whitehallarriba; a cada movimiento del autobús el precioso cuerpo enfundado en lachaquetapardareaccionabacomoeldeunjinete,comounmascaróndeproa—porquelabrisaladespeinabaligeramente—;elcalordabaasusmejillaslapalidezde lamaderapintadadeblanco,ysusbonitosojos,sinotrosojosenque fijarse,miraban hacia adelante, vacíos, brillantes, con la fija e increíbleinocenciadeunaescultura.

Era esa insistencia en hablar constantemente de su propio sufrimiento loque hacía de la señoritaKilman una persona tan difícil. Y ¿tenía razón? Siparticiparencomitésydedicarhorasyhorasdesu tiempodiariamente (casinunca lo veía cuando estaba en Londres) suponía alguna ayuda para lospobres,supadrelohacía,Diossabequesí,siesoeraloquelaseñoritaKilmanqueríadecircon lodesercristiano;peroeramuydifícilafirmar talcosa.Legustaría ir un poco más lejos. ¿Un penique más, hasta el Strand? ¿Sí?Entonces,ahívaelpenique.IbaarecorrerelStrand.

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Legustaba lagente enferma.Y todas lasprofesiones están abiertas a lasmujeresdetugeneración,decíalaseñoritaKilman.Asíquepodíasermédico.Podíasergranjera.Losanimalesseponenenfermosamenudo.Podíatenermilacresde terrenoygentea susórdenes. Iría avisitarlosa suscasas.EstoeraSomersetHouse.Unapodíasermuybuenagranjera,cosaque,curiosamente—aunque la señorita Kilman fuera parcialmente responsable de ello—, sedebíacasiporcompletoaSomersetHouse.Tanespléndido,tanserio,esegranedificio gris. También le gustaba la sensación de ver trabajar a la gente. Legustabanesasiglesias,comoformasdepapelgris,plantándolecaraalfluirdelStrand.EstazonaerabastantediferentedeWestminster,pensó,apeándoseenChanceryLane.Era tan seria, era tan activa.En suma, le gustaría tener unaprofesión. Le gustaría ser médico, granjera, posiblemente entrar en elparlamentosiloconsiderabanecesario…TodoellodebidoalStrand.

Los pies de esa gente ocupada en sus actividades, lasmanos colocandopiedra sobre piedra, las mentes eternamente ocupadas no en palabreríastriviales(compararalasmujeresconlosálamos,cosabastantesugerente,peromuy tonta), sino en pensar en los barcos, los negocios, las leyes, laadministración; y todo era tan señorial (estaba en el Temple), alegre (ahíestaba el río), piadoso (ahí estaba la iglesia), que le hizo tomar la firmedecisión,dijerasumadre loquedijese,desergranjeraomédico.Claroque,desdeluego,eraalgoperezosa.

Ymásvalíanohablardelasunto.Parecíatantonto.Eralaclasedecosasque a veces ocurrían cuando una estaba sola: edificios sin nombre dearquitecto,masasdegentequeregresabadelaCityyqueteníamáspoderquelosclérigossolterosdeKensington,máspoderquecualquieradeloslibrosquela señorita Kilman le había prestado, para estimular aquello que yacíaadormecido, torpey retraídoenel sueloarenosode lamente,paraabrirunabrechaenlasuperficie,comounniñoquedeprontoestiraralosbrazos;quizáerasóloeso,unsuspiro,unestiróndebrazos,unimpulso,unarevelación,quetieneefectopermanenteyqueluegovuelveacaerenelsueloarenoso.Teníaqueirseacasa.Teníaquevestirseparalacena.Pero,¿quéhoraera?¿Dóndehabíaunreloj?

EnfilólamiradaFleetStreetarriba.CaminóunpoquitohacialacatedraldeSt. Paul, tímidamente, como alguien que entra de puntillas, explorando denocheunacasaextraña,alaluzdeunavela,temerosodequeeldueñoabraderepente la puerta de su dormitorio y le pregunte qué andaba buscando;tampoco se atrevía a alejarse por las callejas raras, por las bocacallestentadoras, como tampoco se hubiera atrevido en una casa extraña a abrirpuertasquepudieranserlasdealgúndormitorio,odecuartosdeestar,oqueabrierandirectamentealadespensa.PorqueningúnDallowaybajabaalStranda diario; ella era una pionera, una extraviada que, confiada, se había

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aventurado.

En muchos aspectos, pensaba su madre, era extremadamente inmadura,comounaniñatodavía,apegadaalasmuñecas,alaszapatillasviejas;unbebéabsoluto,yesoeraencantador.Peroclaro,porotro lado,habíauna tradicióndeserviciopúblicoen la familiaDalloway.Abadesas, rectoras,directorasdeescuela,dignatarias,enlarepúblicadelasmujeres—sinqueningunadeellasfuerabrillante—,esofueron.PenetróunpocomásendirecciónaSt.Paul.Legustaba la afabilidad, hermandad y maternidad de este tumulto. Le parecíabueno. El ruido era tremendo; de repente tronaron unas trompetas (losdesempleados), por encima del tumulto; música militar; como si la genteestuviesedesfilando;ysinembargo,sihubiesenestadomuriéndose,sialgunamujerhubieseechadosuúltimosuspiro,ycualquieraqueestuviesemirando,alabrirlaventanadelcuartoenelqueaquellamujeracababaderealizareseacto de suprema dignidad, hubieramirado a Fleet Street, a ese tumulto, esamúsicamilitarlehabríallegadotriunfante,consoladora,indiferente.

No se trataba de algo consciente.Nohabía en ello reconocimiento de lafortunaodeldestinodeuno,yporesamismarazónprecisamente,inclusoparalos que estaban deslumbrados contemplando los últimos temblores de laconcienciaenelrostrodelosmoribundos,eraconsolador.

Elolvidodelagentepuederesultarhiriente,suingratitudcorrosiva,peroestavoz, fluyendosinfin,año trasaño, loabsorbería todo,sea loquefuere:estapromesa,estecamión,estavida,estaprocesión;losenvolveríaatodosyselosllevaríaacuestas,comoelhieloenelrudocaudaldeunglaciaratrapaunaesquirladehueso,unpétaloazul,unosrobles,ylosarrastraconsigo.

Pero era más tarde de lo que pensaba. A su madre no le gustaría queestuvieravagandosoladeestamanera.DiomediavueltayvolvióalStrand.

Unsoplodeviento(apesardelcalor,hacíabastanteviento)corrióunfinovelo negro sobre el sol y sobre el Strand. Los rostros se difuminaron, losautobusesderepenteperdieronsubrillo.Porque,aunquelasnubeserandeunblancomontañoso, comoparaqueauno leapeteciese sacarlesdurasastillasconunmachete,conampliasladerasdoradas,pradosdejardinesdecelestialesplaceresensusflancos,yaunqueteníantodoelaspectodelocaleshabitadosdispuestospara lacelebracióndeuncongresode losdioses sobreelmundo,habíaunperpetuomovimientoentreellas.Seintercambiabanseñalescuando,como si estuvieran siguiendo un plan previamente trazado, de pronto unacumbre se encogía, luego todo un bloque de tamaño piramidal que habíamantenido su posición sin alterarse, avanzaba hacia el centro, o solemneencabezabalaprocesiónhaciaunnuevoanclaje.Pormuyfijosquepareciesenensuspuestos,descansandoenperfectaunanimidad,nadaeramásfresco,máslibre, más superficialmente sensible que la superficie blanca como nieve o

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bañada de oro; cambiar, quitar, desmantelar el solemne montaje erainmediatamenteposible;y,apesardelagravefijeza,delaacumuladarobustezy solidez, proyectaban sobre la tierra luz en un momento, oscuridad en elsiguiente.

Con tranquilidad y competencia, Elizabeth Dalloway se montó en elautobúsdeWestminster.

Idas y venidas, guiños, señales, eso era la luz y las sombras que ahoravolvíangrislaparedyamarillochillónlosplátanosyluegopintabaelStrandde gris y los autobuses de amarillo chillón, eso pensaba Septimus WarrenSmithtumbadoenelsofádelcuartodeestar;mirandocómoelorolíquidoseencendíayapagabaenlasrosasyenelpapeldelasparedesconlaasombrosasensibilidad de un ser vivo. Fuera, los árboles arrastraban sus hojas comoredesporlasprofundidadesdelaire;elsonidodelaguaestabaenlahabitaciónyatravésdelasolasllegabanlasvocesdeunospájarosquecantaban.Todoslos poderes vertían sus tesoros sobre su cabeza y sumano estaba ahí en elrespaldodelsofá,talycomolahabíavistoalbañarse,flotando,enlacrestadelasolas,mientrasalolejosenlacostaoíaalosperrosladraryladraralolejos.Notemasmás,diceelcorazónenelcuerpo;notemasmás.

No teníamiedo.En todomomento, laNaturalezaconunguiñodivertidocomoaquelpuntodoradoquesemovíaporlapared—allí,allí,allí—indicabasu decisión de mostrar —blandiendo sus plumas, sacudiendo sus trenzas,echando sumanto al vuelo de un lado a otro, con hermosura, siempre conhermosura,yacercándoseparamusitarentresusmanoshuecaslaspalabrasdeShakespeare—susignificado.

Rezia, sentada a la mesa, manoseando un sombrero, lo miraba; lo veíasonreír.Estabacontentopues.Peronopodíasoportarverlesonreír.Aquellonoeraunmatrimonio;unmaridonoteníaporquétenersiempreaquelaspectotanraro, siempreconsobresaltos, riéndose, sentadohora trashoraensilencio,oagarrándolaydiciéndolequeescribiera.El cajónde lamesaestaba llenodeaquellos escritos: la guerra, Shakespeare, grandes descubrimientos; que lamuerte no existía. Últimamente, se había puesto excitadísimo sin motivoalguno(ytantoeldoctorHolmescomoSirWilliamBradshawdijeronquelaexcitacióneralopeorquelepodíapasar),yagitabalasmanos¡gritandoquesabía la verdad! ¡Lo sabía todo! Ese hombre, su amigo que había muerto,Evans,habíallegado,decía.Estabacantandodetrásdelbiombo.Ellaanotabaloqueéldecía.Algunascosaseranmuyhermosas;otraseranpurastonterías.Ysiempresedeteníaamedias,cambiandodeopinión,queriendoañadiralgo,oyendoalgonuevo,escuchandoconlamanoenalto.Peroellanooíanada.

Yenunaocasiónencontraronalachicaquelimpiabalahabitaciónleyendounodelospapelesacarcajadas.Fuealgohorroroso.PorquehizoqueSeptimus

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se pusiera a gritar contra la crueldad humana: cómo se despedazan unos aotros. Los caídos, decía, los despedazan. «Holmes nos persigue», decía, einventabahistoriassobreHolmes:HolmescomiendoporridgeHolmesleyendoa Shakespeare —y se echaba a rugir de risa o de rabia, porque el doctorHolmesparecíarepresentaralgohorrorosoparaél.«Lanaturalezahumana»,lollamaba.Yademásestabanlasvisiones.Sehabíaahogado,solíadecir,yyacíasobre un risco con las gaviotas chillando por encima de él. Se asomaba alrespaldo del sofá amirar las profundidades delmar.O bien oíamúsica. Enrealidad,noeramásqueunorganilloounhombregritandoenlacalle.«¡Québonito!», solía gritar, y las lágrimas empezaban a caer por susmejillas, queparaellaeralomáshorribledetodo:verqueunhombrecomoSeptimus,quehabía combatido, que era valiente, lloraba. Y ahí se quedaba tumbado,escuchando,hastaquedeprontogritabaquesecaía,¡quesecaíaenlasllamas!Dehecho,ellamirabasihabíallamasenalgúnsitio,tanrealqueeratodo.Peronohabíanada.Estabansolosenlahabitación.Eraunsueño,ledecíaella,yasílo tranquilizaba al fin, pero ella también se asustaba a veces. Suspiró,poniéndoseacoser.

Sususpiroeratiernoyencantador,comoelvientoquesaledelbosquealatardecer.Dejabalastijeras,sevolvíahacialamesaparacogeralgo.Unligeromovimiento,unlevetintineo,unosgolpecitosoriginaronalgoahíenlamesadonde estaba sentada, cosiendo. Con los ojos entornados, él adivinaba susilueta borrosa, su menudo cuerpo negro, su cara y sus manos, susmovimientoshacialamesa,cogiendounabobinaobuscando(teníatendenciaaperder lascosas) laseda.Estabahaciendounsombreropara lahijacasadadelseñorFilmer,quesellamaba…Habíaolvidadosunombre.

—¿CómosellamalahijacasadadelseñorFilmer?—preguntóSeptimus.

—SeñoraPeters—dijoRezia.Temíaquefuesedemasiadopequeño,dijo,sosteniéndoloanteella.LaseñoraPeterseraunamujercorpulenta;peronolecaíabien.SóloporquelaseñoraFilmerhabíasidomuybuenaconellos—.Meregalóunasuvasestamañana—dijo.Reziaqueríahaceralgoparademostrarque estaban agradecidos. Había entrado en la habitación la otra noche y seencontróallíalaseñoraPeters,queloscreíafuera,escuchandomúsicaenelgramófono.

—¿Deverdad?—preguntóSeptimus.¿Habíapuestoelgramófono?Sí;selo había comentado entonces; se había encontrado a la señora Petersescuchandomúsicaenelgramófono.

Empezó,conmuchocuidado,aabrir losojos,paraversienefectohabíaun gramófono allí. Pero las cosas reales, reales de verdad, eran demasiadoexcitantes.Debíatenercuidado.Noqueríavolverseloco.Empezómirandolasrevistasdemodaenelestanteinferior,luegopocoapocoelgramófonoconsu

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verde trompeta. Nada podía ser más exacto. Así, echándole valor, miró elaparador, lafuentedeplátanos,elgrabadodelaReinaVictoriayelPríncipeConsorte, la repisade la chimenea, conel jarrónde rosas.Ningunadeestascosassemovía.Todasestabaninmóviles;todaseranreales.

—Tienemalalengua,esamujer—dijoRezia.

—¿AquésededicaelseñorPeters?—preguntóSeptimus.

—Ah, pues… —dijo Rezia, tratando de recordarlo. Le parecía que laseñora Filmer le había comentado que trabajaba para alguna empresa—.AhoramismoestáenHull—dijo.

—¡Ahoramismo!—dijoconsuacentoitaliano.Ellamismalohabíadicho.Septimussepusolamanoamododevisera,paranovermásqueuncachitodelrostrodeReziaalavez,primerolabarbilla,luegolanariz,luegolafrente,porsiacasotuviesealgunadeformidadoalgunahorrorosaseñal.Perono,ahíestaba ella, perfectamente natural, cosiendo, con los labios fruncidos queponen las mujeres, esa expresión que invariablemente tienen cuando estáncosiendo. Pero no había nada horrendo en ella, se aseguró, mirando porsegunda vez, y por tercera vez, el rostro deRezia, susmanos, porque ¿quéhabía de aterrador o de repugnante en ella, ahí sentada a plena luz del día,cosiendo?LaseñoraPetersteníamalalengua.ElseñorPetersestabaenHull.¿A qué entonces rabiar y profetizar? ¿Por qué huir, atormentado y exilado?¿Por qué las nubes habían de hacerle temblar y sollozar? ¿A qué buscarverdades y entregar mensajes, cuando Rezia estaba sentada, prendiendoalfileres en la delantera de su vestido y el señor Peters estaba en Hull?Milagros,revelaciones,angustias,soledad,caera travésdelmar,precipitarseabajo,abajo,alasllamas,todohabíadesaparecido,porqueteníalasensación,mientrasmirabaaReziarematandoelsombrerodepajadelaseñoraPeters,deunacolchadeflores.

—EsdemasiadopequeñoparalaseñoraPeters—dijoSeptimus.

¡Eralaprimeravezdesdehacíadíasquehablabacomoantes!Porsupuestoquesí:absurdamentepequeño,dijoella.PerolaseñoraPeterslohabíaelegido.

Septimusseloquitódelasmanos.Dijoqueeraunsombreroparaelmonodeunorganillero.

¡QuéalegríasellevóReziaconesto!Hacíasemanasquenosereíantantojuntos,desternillándoseenprivadocomolagentecasada.LoquequeríadeciresquesilaseñoraFilmerhubieseentrado,olaseñoraPeters,ocualquiera,nohabríanentendidodequéseestabanriendoSeptimusyella.

—¡Hala!—dijoella,poniendounarosaenlacintadelsombrero.¡Nuncasehabíasentidotanfeliz!¡Nuncaenlavida!

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Pero esto era todavíamás ridículo, dijo Septimus.Ahora la pobremujerparecíauncerdodeferia.(NuncanadielahizoreírtantocomoSeptimus.)

¿Quéteníaensucajadecostura?Teníacintasycuentasdecollar,borlas,flores artificiales. Lo volcó todo sobre lamesa. Él empezó a juntar coloresdispares porque, aunque era un desastre con lasmanos, aunque era incapazhasta de hacer un paquete, tenía en cambio un ojo prodigioso, y amenudoacertaba,algunasvecesresultabaabsurdo,claro,perootrasmaravillosamenteacertado.

—¡Vaatenerunsombreroprecioso!—murmuróSeptimus,tomandoestoyaquello,Reziaarrodilladaasulado,mirandoporencimadesuhombro.Ahoraya estaba acabado, esto es, el diseño; ahora teníaque coserlo ella.Pero conmucho,muchocuidado,dijoél,demaneraquequedaraexactamentecomoéllohabíahecho.

Asípues,sepusoacoser.Cuandocosía,pensóél,hacíaunruidocomoelde un cazo de agua en el fogón: burbujeando, murmurando, siemprehacendosa,pellizcandoypinchandoconsusdeditosfuertesyafilados,laagujadestellando, siempre recta. El sol ya podía entrar y salir, ir de las borlas alpapelde lapared,queélesperaría,pensaba,estirando lospies,mirándoseelcalcetín caído en el pie al otro extremo del sofá, esperaría en este lugarcaliente, en esta bolsa de aire en calma, al que se llega a veces al salir delbosque,alatardecer,cuando,debidoaunhoyoenelsuelooaquelosárbolesestándispuestosdeunaparticularmanera(unodebesercientíficoporencimadetodo,científico),elcalorformaunabolsayelairegolpealamejillacomoelaladeunpájaro.

—Yaestá—dijoRezia, dándole vueltas al sombrero con la punta de losdedos—.Asíestábienporahora.Luego…sufrasesedeshizoenburbujasygoteó,¡plic,plic,plic!,comouncomplacidogrifomalcerrado.

Era maravilloso. Nunca había hecho nada que le hiciese sentirse tanorgulloso.Tanrealqueera,tanconsistente,elsombrerodelaseñoraPeters.

—Míralo—dijo.

Sí,ellasiempreseríafelizcontemplandoesesombrero.Habíallegadoaserél mismo en ese momento, se había reído en ese momento. Habían estadosolosyjuntos.Siemprelegustaríaesesombrero.

Septimuslepidióqueseloprobara.

—Pero, ¡si seguroquevoyaestar rarísima!—exclamóella,corriendoalespejoymirándoseporunlado, luegoporelotro.Yentoncesse loquitódegolpe, porque se oyó a alguien llamando a la puerta. ¿Sería Sir WilliamBradshaw?¿Habríamandadoyaaporél?

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¡No!Noeramásquelachiquillaconeldiariodelatarde.Loquesiempreocurría, ocurrió entonces, lo que pasaba todas las noches de su vida. Lachiquillasechupabaelpulgar,enelumbraldelapuerta;Reziasearrodillaba;Rezia lehacía carantoñasy labesaba;Rezia sacabaunabolsadedulcesdelcajónde lamesa.Porqueasíocurría siempre.Primero louno, luego lootro.Asíloconstruíaella:primerolouno,luegolootro.Bailando,saltando,dandovueltas y vueltas a la habitación. Él cogió el periódico. Surrey ha perdido,leyó.Habíaunaoladecalor.Reziarepitió:Surreyhaperdidos;habíaunaolade calor, y las frases entraban en su juego con la nieta de la señoraFilmer,ambasriendo,charloteandoalmismotiempo,enmediodesujuego.Élestabamuycansado.Estabacontento.Seibaaacostar.Cerrólosojos.Peroencuantodejódever,lossonidosdeljuegosehicieronmásymásextrañosytenues,ysonabancomolosgritosdegentequebuscasinencontrar,yquesealejamásymás.¡Lohabíanperdido!

Volvióensíaterrado.¿Quéveía?Lafuentedeplátanossobreelaparador.Allínohabíanadie(Reziasehabíallevadoalaniñaacasadesumadre;erahora de irse a la cama). Eso era: quedarse solo para siempre. Esa fue lacondena pronunciada en Milán cuando entró en la habitación y las viorecortando formas en tela de bocací con sus tijeras: quedarse solo parasiempre.

Estaba solo, con el aparador y los plátanos. Estaba solo, vulnerable enaquellacumbreinhóspita,tumbado,peronoenlacimadeunacolina,noenunrisco,sinoenelsofáde lasaladeestarde laseñoraFilmer.Encuantoa lasvisiones, los rostros, las voces de los muertos, ¿dónde estaban? Había unbiombofrenteaél,conjuncosnegrosygolondrinasazules.Ahídondeanteshabíavistomontañas,dondehabíavistocaras,dondehabíavistobelleza,habíaunbiombo.

—¡Evans!—gritó.Nohuborespuesta.Elchillidodeunratón,oelrocedeuna cortina: ésas eran las voces de losmuertos. Le quedaban el biombo, lapaladelcarbón,elaparador.Teníapuesqueenfrentarsealbiombo,alapaladecarbón,alaparador,peroReziairrumpióenlahabitación,charlando.

Había llegadounacarta.Todos losplanessehabíanalterado.Al final, laseñoraFilmernoibaapoderiraBrighton.NohabíatiempoparaavisaralaseñoraWilliams,yReziapensabaqueeraverdaderamentemuy,muymolesto,cuando de repente vio el sombrero y pensó que… quizá… podría hacer unpequeño…Suvozfueapagándoseensatisfechamelodía.

—¡Maldita sea!—gritó (los juramentos de Rezia eran una broma entreellos): se había roto la aguja. Sombrero, niño, Brighton, aguja. Rezia se lomontaba;primerounacosa,luegolaotra,seloibamontandomientrascosía.

QueríaqueSeptimusledijerasicambiandolarosadesitiohabíamejorado

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el sombrero. Estaba sentada en un extremo del sofá. Eran perfectamentefelices ahora, dijo ellade repente, dejandoel sombrero.Sí, porqueyapodíadecirlecualquiercosa.Podíadecircualquiercosaquelepasaraporlacabeza.Eso fue casi lo primero que había sentido con él, aquella noche en el café,cuandollegóconsusamigosingleses.Habíaentrado,untantotímido,mirandoasualrededor,yselehabíacaídoelsombrerocuandofueacolgarlo.Deesosíque se acordaba. Sabía que era inglés, aunque no uno de los inglesescorpulentos que su hermana admiraba, porque siempre fue delgado, aunqueconuncolormuyfresco,yconsugrannariz,susojosbrillantes,sumaneradesentarse un poco encorvado, le pareció, se lo había dichomuchas veces, unhalcón joven, aquella noche que lo vio por primera vez, cuando estabanjugandoaldominó,yélentró:unjovenhalcón;peroconellasiempreestuvomuy amable. Nunca lo había visto desmadrado o borracho, sólo sufriendoalgunas veces por esta terrible guerra, pero aun así. cuando ella entraba, loolvidabatodo.Cualquiercosa,cualquieraquefuese,cualquierproblemillaqueellatuvieraconsutrabajo,cualquiercosaqueseleocurrieseselodecía,yéllo comprendía enseguida.Ni con su familia era lomismo.Comoeramayorque ella y tan inteligente —¡qué serio era, empeñado en que leyera aShakespeare, cuando era incapaz de leer un cuento para niños en inglés!—,comoteníamuchísimamásexperiencia,podíaayudarla.Yellatambiénpodíaayudarloaél.

Peroahoraestesombrero.Yluego(seestabahaciendotarde)SirWilliamBradshaw.

Sequedóconlasmanosenlacabezaajustándoseelsombrero,alaesperade que Septimus dijera si le gustaba o no, y mientras seguía ahí sentada,esperando, lamiradabaja, él sentía lamentedeRezia, comounpájaro,quecaía de rama en rama, hasta posarse, siempre muy correctamente; leía sumente, mientras seguía ahí sentada, en una de esas posturas relajadas queadoptabacon todanaturalidad,y si él decía algo, ella le contestaba conunasonrisa, como un pájaro que se posara firmemente en la rama, con toda lafuerzadesusgarras.

Peroélseacordaba.Bradshawhabíadicho:«Laspersonasaquienesmásapreciamos no nos convienen cuando estamos enfermos.» Bradshaw habíadicho que debían enseñarle a descansar. Bradshaw había dicho que debíansepararse.

—«Debía»,«debía»,¿porqué«deben»?¿QuépoderteníaBradshawsobreél? «¿Con qué derecho Bradshawme dice a mí lo que «debo»» hacer?—exclamó.

—Es porque hablaste de suicidarte—dijo Rezia. (Gracias aDios, ahorapodíadecirlecualquiercosaaSeptimus.)

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¡Así que estaba a su merced! ¡Holmes y Bradshaw lo perseguían! ¡Labestiade lasnarices rojasolisqueabapor todos los rincones! ¡Yseatrevíaadecirleloque«debía»hacer!¿Dóndeestabansuspapeles,lascosasquehabíaescrito?

Le trajo sus papeles, las cosas que había escrito, cosas que ella habíaescritoparaél.Lasechóatropelsobreelsofá.Lasmiraronjuntos.Diagramas,dibujos,pequeñoshombresymujeresblandiendopalosamododebrazos,conalas—¿eranalas?—enlaespalda,círculostrazadosconmonedasdeunchelíny de medio chelín, los soles y las estrellas, precipicios zigzagueantes conmontañerosescalandoencordadas,exactamentecomotenedoresycuchillos,trozosdemarconpequeñascarasrisueñas,saliendodeloquepudieranserlasolas: elmapa delmundo. ¡Quémalos! gritó.Ahora sus escritos: losmuertosque cantan detrás de los arbustos de rododendros; odas al tiempo;conversaciones con Shakespeare; Evans, Evans, Evans, sus mensajes delmundo de los muertos; no taléis los árboles; decídselo al Primer Ministro.Amoruniversal:elsignificadodelmundo.¡Quémalos!gritó.

PeroReziapuso lasmanossobre lospapeles.Algunoseranmuybonitos,pensó.Losibaaliar(noteníasobres)conuntrozodeseda.

Aunqueselollevaran,dijo,seiríaconél.Nopodíansepararlosencontradesuvoluntad,dijoella.

**

Aplanando losbordes, juntó lospapeles ehizoelpaquete casi sinmirar,sentadajuntoaél,cerca,pensóSeptimus,comositodossuspétalosestuviesenalrededordeella.Eraunárbolenflor,yentresusramasasomabalacaradeunlegislador, que había alcanzado un santuario donde no temía a nadie; ni aHolmes, ni a Bradshaw; un milagro, un triunfo, el último y más grande.Titubeante, la vio montar la impresionante escalera, lastrada con Holmes yBradshaw,hombresquenuncapesabanmenosdesetentaydoskilosymedio,quemandabanasusmujeresalostribunales,hombresqueganabandiezmilalañoyhablabandelaproporción;quediscrepabanensusveredictos(Holmesdecíauncosa,Bradshawotra),ysinembargoeranjueces;queconfundíanlavisiónconelaparador;quenoveíannadaclaro,ysinembargomandaban,sinembargoinfligían.ElloseranalosqueReziahabíavencido.

—¡Ya está! —dijo ella. Los papeles estaban liados. Nadie andaríahurgandoenellos.Ibaaguardarlos.

Y,dijo,nadadebíasepararlos.SesentójuntoaSeptimusylollamóporelnombredeaquelhalcónocuervoque,comoeramaliciosoygrandestructordecosechas,eraprecisamentecomoél.Nadiepodríasepararlos,dijo.

Entonces se levantópara ir al dormitorio a hacer el equipaje, pero al oír

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vocesenelpisodeabajo,pensóquequizáeldoctorHolmeshubierallegadoybajócorriendoparaimpedirquesubiese.

Septimus la oyó hablar con el doctor Holmes en el rellano. —Queridaseñora,hevenidocomoamigo—decíaHolmes.

—No,noledejaréveramimarido—dijoella.Septimuslaveía,comounagallinita, con las alas extendidas cortándole el paso al doctorHolmes. PeroHolmesinsistió.

—Querida señora, permítame…—dijoHolmes, apartándola (Holmes eraunhombrefornido).

Holmesestabasubiendo.Holmesibaaabrirlapuertadegolpe.Holmesibaadecir:«¿Muertodemiedo,eh?»Holmesibaaatraparlo.Perono;Holmesno;Bradshawno.Se levantóvacilante, y saltando literalmentedeunpie aotro,consideróelbonitocuchillodelaseñoraFilmer,limpioyconlapalabra«pan»grabadaenelmango.Ah,peronosedebíaestropearunacosaasí.¿Elgas?Yaeratardeparaeso.Holmesseacercaba.Navajasdeafeitarsíquepodíahaber,peroRezia,quesiemprehacíacosasasí,lashabíametidoenelequipaje.Sólolequedabalaventana,lagranventanadelapensióndeBloomsbury;elasuntopesado,molestoyuntantomelodramáticodeabrirlaventanaytirarse.Erasuideadetragedia,nolasuyaniladeRezia(porqueellaestabadesulado).AHolmesyBradshawlesgustabaestaclasedecosas.(Sesentóenelalféizar.)Peroesperaríahastaelúltimomomento.Noqueríamorir.Lavidaerabella;elsol caliente. ¿Simplemente seres humanos? Un viejo que bajaba por lasescalerasde enfrente sedetuvoy se le quedómirando.Holmes estaba en lapuerta.«¡Yotelodaré!»,gritó,ysetiróconfuerza,conviolenciaalaverjadelpatiodelashabitacionesdelaseñoraFilmer.

—¡Elmuycobarde!—gritóeldoctorHolmes,abriendolapuertadegolpe.Rezia corrió a la ventana, vio, comprendió. El doctor Holmes y la señoraFilmerchocaronelunocontraelotro.LaseñoraFilmersequitóeldelantalyletapólosojos,eneldormitorio.Hubomuchotrajíndesubidasybajadasporla escalera.EldoctorHolmesentró,blancocomouna sábana, temblandodepiesacabeza,conunvasoenlamano.Teníaqueservalienteybeberalgo,ledijo (¿Quéera?Algodulce),porquesumaridohabíaquedadohorriblementemutilado y no iba a volver en sí, no debía verlo, debía ahorrarse cuantossufrimientospudiera,tendríaquepasarporeltragodeljuzgado,pobremujer,tanjovenella.¿Quiénlohubieradicho?Unimpulsorepentino,nadieteníalamásmínimaculpa(ledijoalaseñoraFilmer).Yporquédemonioslohizo,eldoctorHolmesnoteníaniidea.

Le parecía,mientras bebía aquella cosa dulce, que estaba abriendo unasventanasalargadas,saliendoaciertojardín.Pero¿dónde?Elrelojdabalahora—una, dos, tres: qué sensato era el sonido, comparado con todos estos

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golpetazos y murmullos; como el propio Septimus. Se estaba quedandodormida.Peroelrelojsiguiósonando—cuatro,cinco,seis—yparecíaquelaseñora Filmer, agitando su delantal (¿no pensarían traer el cuerpo aquí,verdad?), formabapartedeese jardín,oqueeraunabandera.Rezia, enunaocasión, había visto una bandera que lentamente ondeaba desde su mástil,cuandoestuvoconsutíaenVenecia.Asísesaludabaaloshombresmuertosen combate, y Septimus había estado en la Guerra. De sus recuerdos, lamayoríaeranfelices.

Sepusoelsombreroycorrióentrecamposdetrigo—¿dóndepodíaser?—hastallegaraunacolina,enalgúnsitioaorillasdelmar,porquehabíabarcos,gaviotas,mariposas;estabansentadosenunaroca.EnLondrestambién,allísesentaban y, medio entre sueños, llegaron a sus oídos por la puerta deldormitorio ruidos de lluvia, susurros, movimientos entre el trigo seco, lacaricia del mar, eso era al menos como ella los oía, huecos en su conchaarqueada,yasílehablaban,comoenunmurmulloaellatumbadaenlacosta,derramada,comosifueranfloresquevuelanenunatumba.

—Estámuerto—dijo, sonriéndolea lapobreviejaque lavelabaconsussinceros ojos azul pálido fijos en la puerta. (¿No pensarían traer el cuerpoaquí, verdad?) Pero la señora Filmer dijo bah, bah, bah, quitándoleimportanciaalasunto.¡Oh,no,no,no!Yaseloestabanllevando.¿Acasonodebíandecírselo?Los casadosdeberían estar juntos, pensó la señoraFilmer.Perohabíaqueseguirlasinstruccionesdeldoctor.

—Déjela dormir —dijo el doctor Holmes, tomándole el pulso. Vio sucorpulenta silueta recortada en negro contra la ventana.Así pues, ése era eldoctorHolmes.

Unodelostriunfosdelacivilización,pensóPeterWalsh.

Es uno de los triunfos de la civilización, mientras sonaba precisa yestridentelasirenadelaambulancia.Conagilidadyprecisión,laambulanciacorría hacia el hospital, después de recoger almomento y conhumanidad aalgún pobre diablo; alguien que se ha dado un golpe en la cabeza o que hacaído enfermo, atropelladoquizáhacíaunminuto en algunode esos cruces,como le podía ocurrir a uno mismo. Eso era la civilización. Le llamaba laatención, de regreso de oriente, la eficacia, la organización, el espíritucomunitario de Londres. Todos los carros y vehículos, motu proprio, seapartabanparadejarpasaralaambulancia.Quizáfuesemorboso,oquizámásbien conmovedor, el respeto que le demostraban a esa ambulancia con lavíctima en su interior—hombres muy ocupados que volvían a casa a todaprisa,recordandosinembargo,instantáneamente,asupaso,asumujeroquizápensaban que bien podrían haber sido ellos los que se encontraran allí,tumbados en una camilla, con un médico y una enfermera… Bueno, pero

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pensar se volvía morboso, sentimental, en cuanto uno empezaba a evocarmédicos, cadáveres; un pequeño rescoldo de placer, una especie de deseoincluso,anteesaimpresiónvisual,leadvertíanaunodenoseguiradelanteconestaclasedecosas—fatalesparaelarte,fatalesparalaamistad.Cierto.Ysinembargo, pensó Peter Walsh, cuando la ambulancia doblaba la esquina,aunque la sirena alta y ligera se oía por la calle siguiente y aún más allá,mientras cruzaba Tottenham Court Road, sonando sin parar, ése es elprivilegiodelasoledad;enlaintimidad,unopuedehacerloquequiera.Unopuedellorarsinadieleve.Habíasidosudesgracia—estasusceptibilidadsuya— en la sociedad anglo-india: el no llorar en el momento adecuado, nitampocoreír.Llevodentroalgo,pensó,depiejuntoalbuzóndecorreos,queahora podría hacerme llorar. ¿Por qué?, sabrá Dios. Por la belleza,probablemente, y por el peso del día que, empezando con aquella visita aClarissa,lohabíadejadoexhaustoconsucalor,suintensidad,yelgoteo(¡plic,plic, plic!) de una impresión tras otra en esa bodega donde se encontraban,profunda,oscura,ynadie lo sabránunca.Enparteporeso,poreste secreto,inviolableyabsoluto, lavida lehabía resultadoun jardíndesconocido, llenode esquinas y recovecos, sorprendente, sí; de verdad que le cortaban larespiración estos momentos; y ahí mismo, mientras seguía de pie junto albuzónenfrentedelMuseoBritánico, le llegabaunodeesosmomentos, todoconvergíaenunsolopunto:estaambulancia,lavidaylamuerte.Eracomosisevierachupadohaciauntejadomuyaltoporestearrebatodeemoción,yelresto de su persona, como una playa blanca salpicada de conchas, quedaradesnudo, Había sido su desgracia en la sociedad anglo-india, estasusceptibilidadsuya.

Enunaocasión,Clarissa,unavezque iban juntosenunautobúsaalgúnsitio,Clarissatanimpresionable,almenossuperficialmente,desesperadaunasveces, de excelente humor otras, toda viva en aquel tiempo, y tan buenacompañía,conesasuhabilidadparadescubrirgenterara,nombres,pequeñasescenas insospechadasdesde loaltodelautobús,porque tenían lacostumbredeaventurarseporLondresytraerbolsasllenasdetesorosdelmercadodelacalle Caledonian —Clarissa tenía una teoría por aquel entonces— teníanmontones de teorías, siempre teorías, como las que tienen los jóvenes. Eraparaexplicar el sentimientode insatisfacciónque tenían:denoconocer a lagente,denoserconocidos.Porque¿cómoibanaconocerse?Teveíastodoslosdías, y de repente dejabas de hacerlo durante seis meses, o años. Erainsatisfactorio—en eso estaban de acuerdo— lo poco que uno conocía a lagente. Pero ella decía, sentada en el autobús que subía por ShaftesburyAvenue, que se sentía en todas partes; no «aquí, aquí y aquí», tocando elrespaldodelasiento,sinoentodaspartes.Clarissamovíalasmanos,subiendoporShaftesburyAvenue.Ellaeratodoeso.Asíque,paraconocerlaaellaoacualquiera, había que buscar a la gente que los complementaba, incluso los

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lugares.Teníaextrañasafinidadesconpersonasalasquenuncahabíadirigidolapalabra:conunamujerenlacalle,conunhombredetrásdeunmostrador,inclusoconárbolesograneros.Aquelloterminabaenunateoríatrascendentalque,conel terrorqueella le teníaa lamuerte, lepermitíacreer,odecirquecreía (a pesar de lo escéptica que era) que, dado que nuestra apariencia, lapartedenosotrosqueseve,es tanmomentáneaencomparacióncon laotra,nuestra parte invisible, que se extiende por todos lados, la invisible podríasobrevivir, podría ser recuperada a lo mejor en alguna parte de tal o cualpersona,einclusopodríaserquemerodeaseenalgunoslugares,comounalmaenpena,despuésdelamuerte.Quizá,quizá.

Recordando esa larga amistad de casi treinta años, la teoría de Clarissaresultabaválidahastaciertopunto.Pormuybreves,fragmentadosyamenudodolorosos que hubieran sido sus encuentros, y aun con sus ausencias y lasinterrupciones(estamañana,porejemplo,entróElizabeth,comounapotrancade piernas largas, hermosa y boba, justo cuando iba a ponerse a hablar conClarissa), el efecto que tenían sobre su vida había sido inconmensurable.Habíaciertomisterioenello.Tedabanunasemilla,aguda,intensa,incómoda:elencuentroensí,quetantopodíaserdolorosocomonoserlo;ysinembargo,enlossitiosmásinsospechados,florecía,seabría,esparcíasuaroma,sedejabatocar, catar, te dejaba mirar a tu alrededor, sentirlo en su plenitud ycomprenderlo, después de llevar años perdido. Así es como Clarissa habíallegadoaél;abordodeunbarco;enelHimalaya;evocadaporlascosasmásdisparatadas (como Sally Seton, ¡ganso generoso y entusiasta!, que seacordabadeélalverhortensiasazules).Lehabíainfluidomásquecualquierotra persona.Y siempre de estamanera, apareciéndose ante él sin desearlo,fría, señorial, crítica; o bien arrebatadora, romántica, trayendo con ella uncampoinglésosucosecha.Casisiemprelaveíaenelcampo,noenLondres.Escenatrasescena,enBourton…

Había llegado a su hotel. Atravesó el vestíbulo, con sus montículos desillas y sofás rojizos, sus plantas de hojas puntiagudas y aspecto marchito.Cogiósullavedeltablero.Lajovenleentregóunascuantascartas.Subió.Casisiempre la veía en Bourton, a finales del verano, cuando pasaba allí unasemana o incluso quince días, como solía hacerse en aquellos tiempos.Primero,sequedabaenloaltodeunacolina,conlasmanosenelpelo,consucapa ondeando al viento, señalándolos, gritándoles: veía el río Severn ahíabajo. O bien en el bosque, poniendo el agua a hervir, muy torpe con susmanos; el humo haciendo reverencias, dándoles en la cara; su carita rosadaasomandoentreelhumo;pidiéndoleaguaaunaviejaquevivíaenunacabaña,que salía a la puerta para verles alejarse. Siempre estaban caminando; losdemás iban en coche. Le aburría el coche, ningún animal le gustaba, salvoaquelperro.Recorríanmillas enteraspor la carretera. Interrumpía lamarchaparaorientarseyleindicabaelcaminodevueltacampoatravés;ynoparaban

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dediscutir,hablabandepoesía,hablabandelagente,hablabandepolítica(ellaera radical entonces); nunca se fijaba ennada, excepto cuando se detenía, ycomentabaexcitadalavistadeunpaisajeodeunárbol,yleobligabaaquelomirase;yreanudabanlamarcha,atravesandocamposdemaleza,elladelante,con una flor para su tía, sin cansarse nunca pese a lo delicada que era; yllegaban a Bourton al caer la tarde. Entonces, después de la cena, el viejoBreitkopfabríaelpianoyseponíaacantarsinpizcadevoz,yellossehundíanen los sillones, tratandodeno reírse,pero siempreacababan sucumbiendoyrompíanareír,reír,areírsesinmotivo.ElviejoBreitkopf,supuestamente,nodebía darse cuenta. Luego, a la mañana siguiente, se ponían a juguetear,revoloteandocomonevatillas…

¡Anda!¡Cartadeella!Elsobreazul;yésaerasuletra.Ytendríaqueleerla.¡Otro de esos encuentros, seguramente doloroso! Leer la carta suponía unesfuerzo inmenso. «Quémaravilloso había sido verle. Tenía que decírselo.»Esoeratodo.

Peroestacarta lopusonervioso.Lemolestaba.Hubierapreferidoquenoselahubieseescrito.Despuésdeloquehabíaestadopensando,eracomouncodazo en las costillas. ¿Por qué no lo dejaba en paz?Después de todo, sehabíacasadoconDallowayyhabíavividofelizasuladotodosestosaños.

Estos hoteles no son propicios al consuelo. Ni mucho menos. Unsinnúmero de gente había colgado el sombrero en esas perchas. Hasta lasmoscas,pensándolobien, sehabíanposadoantesen lasnaricesdeotros.Encuantoa la limpieza, tanevidentequelechocabacomounabofetada,noeralimpieza,sinomásbiendesnudez,frigidez;algonecesario.Unamatronaáridahacíasurondaalamanecer,olfateando,espiando,mandandoalasdoncellasdenarizazulquefregaran,fregaranyfregaran,comosielpróximovisitantefueraunpedazodecarnequehubieraqueservirenunafuenteperfectamentelimpia.Para dormir, una cama; para sentarse, un sillón; para lavarse los dientes yafeitarse,unvaso,unespejo.Loslibros,lascartas,labatadesaparecíanenlaimpersonalidad de los muebles de la habitación, como impertinenciasincongruentes. Y fue la carta de Clarissa la que le hizo ver todo esto.«Maravilloso volver a verte. Tenía que decirlo.» Peter dobló el papel y loapartó;¡nadaleinduciríaavolverloaleer!

Paraqueesacartalellegaraantesdelasseis,tuvoquesentarseaescribirlanadamás irse él, ponerle el sello ymandar a alguien a echarla. Era, comosuele decirse, típico de ella. Le había afectado su visita. Había sentido ymucho; por unmomento, cuando le besó lamano, ella había lamentado, lehabíaenvidiadoincluso,yposiblementehabíarecordado(lovioensumirada)algoqueélhabíadicho:quecambiaríanelmundosisecasabaconél,quizá;ysin embargo esto es lo que había; madurez, mediocridad; y luego con suindomable vitalidad se forzó a olvidarlo todo, porque tenía un hilo de vida

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cuyafuerzaélnohabíavistoenningunaotrapersona,ensuresistencia,ensuenergía para superar los obstáculos y para seguir triunfalmente adelante. Sí,pero seguro había reaccionado justo cuando él salió de la habitación. Iba asentirporéluna terrible lástima, ibaapreguntarsequépodíahacerellaparaproporcionarle algún placer (cualquier cosa menos la única eficaz), y se laimaginabaconlaslágrimasenlasmejillas,sentándosealescritorioparasoltaresa única línea que Peter iba a encontrarse como saludo a su regreso…«¡Maravillosovolveraverte!»Yerasincera.

PeterWalshyasehabíadesatadoloscordonesdelasbotas.

Peronohubierasidounéxito,sumatrimonio.Lootro,afindecuentas,eramuchomásnatural.

Era extraño; era verdad;mucha gente lo sentía. PeterWalsh, a quien nohabíaidomalenlavida,quehabíadesempeñadoadecuadamentelostrabajoshabituales,eraapreciado,peroseleconsiderabauntantoexcéntrico,sedabaciertaimportancia,eraextrañoqueéltuviera,sobretodoahoraquesucabelloeragris,ciertoairedesatisfacción,ciertoairedealgoescondido.Estoeraloque lohacía atractivopara lasmujeres, a quienesgustaba la ideadequenofuesetotalmenteviril.Habíaalgofueradelocorrienteensupersona,odetrásdesupersona.Puedequefuesesuaficiónaloslibros,puesnuncaveníaavertesinecharmanodel libroqueseencontraraencimade lamesa(ahoramismoestabaleyendo,conloscordonesarrastrandoporelsuelo);oquizáporqueerauncaballero,cosaquesemanifestabaensumaneradevaciarlascenizasdesupipa, dándole golpecitos, y por supuesto en sus modales con las mujeres.Porqueeraverdaderamenteencantadorymuyridículolofácilqueleresultabaacualquierchicasindosdedosdefrentemanejarloasuantojo.Ellaeralaquecorríaelriesgo.Esdecir,aunquetuvieseeltratomásfácildelmundo,yconsubuen humor y buena educación verdaderamente resultaba una compañíafascinante, era sólo hasta cierto punto. Ella decía algo… pues no, no; él sedabacuentadesufalsedad.Notolerabaaquello;no,no.Yluegoeracapazdegritar, de hacer todo tipo de contorsiones ante alguno de esos chistes dehombres.Eraelmejorjuezdelacocinaindia.Eraunhombre.Peronolaclasedehombrealquedeberespetarse,locualeraunalivio;noeracomoelMayorSimmons,porejemplo;nienlomásremoto,pensabaDaisycuando,apesardesusdoshijospequeños,solíacompararlos.

Se quitó las botas. Se vació los bolsillos.Al sacar su cortaplumas, se lecayóunafotografíadeDaisyenlaveranda;Daisytodadeblanco,conunfox-terrierenlasrodillas;muyagradable,muymorena;lamejorquehabíavistodeella. Había sido, a fin de cuentas, tan natural todo; mucho más que conClarissa.Sinproblemas.Sinmolestias.Sindesafíosniescarceos.Todovientoen popa. Y esa muchacha morena, adorable y hermosa, en la veranda,exclamaba (la estaba oyendo): ¡Naturalmente, naturalmente que se lo daría

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todo!,gritaba(nosabíaquéeraladiscreción),¡todoloquequisiera!,gritaba,corriendohaciaél,sinimportarlequiénpudieraestarmirando.Yesoquesóloteníaveinticuatroaños,ycondosniños.¡Vaya,vaya!

Nocabíadudadequesehabíametidoenunbuenlíoasuedad.Ypensabaen ello cuando se despertaba en mitad de la noche. ¿Supongamos que secasaban?Para él, todo sería perfecto, pero ¿y para ella?La señoraBurgess,una buena persona y nada chismosa, con quien se había sincerado, pensabaqueesteviajesuyoaInglaterra,conelostensiblepropósitodeconsultarasusabogados, podría llevar a que Daisy recapacitara, a que pensara en lasconsecuencias.Setratabadesuposiciónsocial,dijolaseñoraBurgess;delabarrera social; de renunciar a sus hijos. Un buen día, se convertiría en unaviuda con un pasado a sus espaldas, vagando por los suburbios o, másprobablemente aún, promiscua (ya sabes, dijo, qué aspecto tienen esasmujeres, tanpintadas).PeroPeterWalshlequitó importanciaa todoeso.Notenía intención de morirse todavía. En cualquier caso, tenía que tomar unadecisiónporsímisma;sersupropiojuez,pensó,paseandoencalcetinesporsuhabitación, alisando su camisa de etiqueta, pues bien podía ir a la fiesta deClarissa,oquizáfueseaunconcierto,oquizásequedaseenelhotelaleerunlibrosubyugantequehabíaescritounhombrequeconocióenOxford.Ysisejubilaba,esoesloqueharía:escribirlibros.SeiríaaOxfordyhurgaríaenlaBodleian.La hermosamuchachamorena y adorable corría en vano hacia elextremodelaterraza,envanolesaludabaconlamano,gritabaenvanoqueleimportabaunbledo loquedijera lagente.Ahíestabaelhombrealquemásadmirabaenelmundo,elperfectocaballero,elfascinante,eldistinguido(ysuedadno tenía lamenor importanciapara ella), paseandoencalcetines enunhotel de Bloomsbury, afeitándose, lavándose, acariciando, mientras cogíafrascosydejabanavajas,suideadehurgarenlaBodleianybuscarlaverdadsobre un par de temas que le interesaban. Y hablaría con quien quisiera ycomeríaalahoraquelevinieraengana,yfaltaríaalascitas;ycuandoDaisyle pidiera—y lo haría—un beso, y le hiciera una escena por no estar a laaltura de la situación (pese a que la quería de verdad)…en pocas palabras,seríamuchomejor,talycomolaseñoraBurgessdecía,queseolvidaradeél,osimplementelorecordaratalycomoeraenagostode1922,comounafigura,de pie en la encrucijada al atardecer, que se vuelve más y más remota amedida que el charrete se aleja, llevándosela segura y atada en el asientotrasero,aunquesusbrazosabiertostodavíalellamen;ymientrasellavecómola figura mengua hasta desaparecer, sigue gritando que sería capaz decualquiercosaenelmundo,cualquiercosa,cualquiercosa,cualquiercosa…

Nunca supo lo que pensaba la gente. Cada vez le resultaba más difícilconcentrarse. Se quedaba absorto; se metía en sus propias preocupaciones,unas veces arisco, otras alegre; dependiente de las mujeres, distraído, dehumorcambiante,cadavezmásincapaz(esopensabamientrasseafeitaba)de

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comprenderporquéClarissanopodíasencillamentebuscarlesunalojamientoy ser amable conDaisy,presentarla.Yenese caso élpodría…¿Qué?Nadamásquevagaryperdereltiempo(enesemomento,enefecto,estabaocupadoenordenarvarias llavesypapeles), saltara loquesalieraycatar sabores…,estarsolo,enunapalabra,serautosuficiente;peroclaro,eramásdependientequenadie(seabrochóelchaleco);ésahabíasidosudesgracia.Eraincapazdemantenersealejadodelosclubsdondeloshombressereunían,legustabanloscoroneles,legustabaelgolf,legustabaelbridgey,sobretodo,eltratoconlasmujeres, la delicadeza de su compañía, así como su fidelidad, su audacia ygrandezaenel amor, locual, aunque tenía sus inconvenientes, leparecía (elrostro moreno, bello y adorable aparecía por encima de los sobres) tanabsolutamenteadmirable,unaflortanespléndidaquecrecíaenlomásaltodelavidahumana,ysinembargoeraincapazdeestaralaalturadelasituación,conesa invariable tendenciasuyaaver lascosasmásalláde lasapariencias(Clarissa le había dejado un hueco permanente), y a cansarse con muchafacilidad de la devoción silenciosa y desear variedad en el amor, aunque sepondríafuriososiDaisyamaseacualquierotro,¡furioso!Yesqueeraceloso,incontrolablementeceloso,portemperamento.¡Sufríaauténticostormentos!Yahora, ¿dónde estaba sunavaja; su reloj; sus sellos, su cartera, y la cartadeClarissaquenoibaavolveraleerperoquelegustabarecordar,ylafotografíadeDaisy?Yahora,acenar.

Estabancomiendo.

Sentadosenlasmesaspequeñasalrededordejarrones,bienvestidosunos,otros no, con sus chales y sus bolsos a su lado, con su aspecto de falsacompostura,yaquenoteníancostumbredecenartantosplatos;ytambiéndeconfianza, porque podían pagar la cuenta; y de cansancio, porque habíanpasado el día entero recorriéndose Londres de arriba a abajo, comprando,haciendo turismo; con su curiosidadnatural, pues levantaban lamiradaparamirarcuandoentróelapuestocaballerodelasgafasdeconcha;consubuenavoluntad, porque habrían estado encantados de hacerle cualquier pequeñofavor, como prestarle un horario o suministrarle alguna información deutilidad;consudeseo,latiendoensuinterior,empujándolessubterráneamente,de establecer algún tipo de punto en común, aunque sólo fuese un lugar denacimiento (Liverpool, por ejemplo), amigos comunes o que se llamasenigual; con susmiradas furtivas, silencios extraños y que luego abandonabanpara volver súbitamente al aislamiento y la alegría familiar; allí estabancenandocuandoelseñorWalshentróytomóasientoenunamesitajuntoalacortina.

Noesquedijeranada,porque,alestarsolo,únicamentepodíahablarconelcamarero;erasumanerademirarlacarta,deseñalarconeldedounvinoenparticular,detenerseerguidoenlamesa,dedisponerseconseriedadynocon

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glotonería,acenarloqueleganóelrespetodelospresentes,unrespetoalquenopodíaaludirexpresamentedurantegranpartedelacena,peroquenopudomenosquenotarseen lamesadondeestabansentados losMorris, cuandoalfinalde lacenaoyerondeciralseñorWalsh«PerasBarlett».Cómosepodíahablarconesamoderaciónyalavezconfirmeza,conlaseguridaddequienconoceyejercesusderechos,basadosenlajusticia,eraalgoqueniel jovenCharlesMorris,nielviejoCharles,ni laseñoritaElaine,ni laseñoraMorrissabían. Pero cuando dijo «PerasBarlett», sentado a sumesa, solo, sintieronquePeterWalsh contaba con ellos en algunabatalla; que era el defensordeunacausaqueinmediatamenteseconvirtióenlasuyapropia,detalformaquesus ojos se cruzaron en un guiño de comprensión y cuando entraron todosjuntosenelsalóndefumar,resultóinevitableunapequeñacharlaentreellos.

No hablaron de temas profundos, sólo comentaron que Londres estabaatestadodegente,quehabíacambiadoenlosúltimostreintaaños,queelseñorMorris prefería Liverpool, que la señora Morris había ido a la exposiciónfloral deWestminster y que todos habían visto al Príncipe de Gales. Y sinembargo,pensóPeterWalsh,ningunafamiliaenelmundopodíacompararseconlosMorris,ningunaenabsoluto;ylasrelacionesentreellossonperfectas,lesimportanunbledolasclasesaltas,lesgustaloquelesgusta,yElaineestáhaciendo prácticas para encargarse del negocio familiar, el chico haconseguido una beca para estudiar en Leeds, la señora mayor (que tieneaproximadamente sumismaedad) tiene treshijosmás en casa, y tienendosautomóviles, pero el señorMorris todavía remienda las botas los domingos;soberbio, absolutamente soberbio, pensó Peter Walsh, balanceándoseligeramenteconsucopadelicorenlamano,entrelospeludossillonesrojosylosceniceros,muyagustoconsigomismo,porque losMorris loapreciaban.Sí,apreciabanaunhombrequehabíadicho«PerasBarlett».Loapreciaban,losentía.

IbaairalafiestadeClarissa.(LosMorrisseretiraron,perosevolveríanaver.) Ibaa ir a la fiestadeClarissaporquequeríapreguntarleaRichardquéestaban haciendo en la India, los ineptos conservadores. ¿Yqué había en lacarteleradeteatro?¿Quémúsica…?Ah,sí,ymerochismorreo.

Porqueéstaeslaverdaddenuestraalma,pensó,denuestroser,quehabitalosmaresprofundoscomounpezyvanadandoentreoscuridades,colándoseentre las matas de gigantescos hierbajos, por espacios moteados de sol,adentrándose más y más en las tinieblas, la frialdad, la profundidad, loinescrutable;de repentesaltaa lasuperficieyseexhibenadandoen lasolasrizadas por el viento; es decir, tiene una imperiosa necesidad de rozarse,rascarse, animarse con chismorreos. ¿Qué proyectos tenía el gobierno —RichardDallowaylosabría—respectodelaIndia?

Como era una nochemuy calurosa los chicos-sandwich pasaban con los

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cartelesqueproclamabancongrandesletrasrojasquehabíaunaoladecalor,habían sacado unas sillas de mimbre a la escalinata del hotel, y ahí unoscaballeros indiferentes fumabanybebíanasorbos.PeterWalshsesentóallí.Uno podía imaginarse que el día, el día de Londres, no hacía más queempezar.Comounamujerque sehubiesequitadoelvestidoestampadoyeldelantal blanco para vestirse de azul y perlas, el día semudaba, se quitabacosas, sacaba lagasa, sevestíadenochey,conelmismosuspirodeeuforiaqueunamujer exhala al tirar sus enaguas al suelo, él también se sacudía elpolvo, el calor, el color; el tráfico menguaba; los automóviles, tintineando,velocescomoflechas,sustituíana lapesadezde loscamiones;yaquíyallá,entre ladensa frondade lasplazas, colgabauna intensa luz.Dimito,parecíadecir laúltima tardemientraspalidecíayseapagabasobre las techumbresylasprominencias,moldeadasypuntiagudas,dehoteles,depisosybloquesdetiendas, me apago, empezaba a decir, desaparezco, pero Londres no queríahacerlecaso,yapuntabasusbayonetashaciaelcielo, ladetenía, laobligabatomarparteensujolgorio.

Porque, desde la última vez que PeterWalsh visitara Londres, se habíaproducido la gran revolución del cambio de horario de verano del señorWillett.Lastardeslargaserannuevasparaél.Eraestimulante,másbien.Puesmientraslosjóvenespasabanconsuscarteras,contentísimosdeverselibres,yorgullosos también, en su inconsciencia, de pisar esta famosa acera, unaespeciedealegría,barata,deoropelsisequiere,peroeuforiaafindecuentas,encendía sus rostros.Y también iban bien arreglados:medias rosas, bonitoszapatos.Ahorapasaríandoshorasenelcine.Losperfilaba,losrefinaba,laluzazulamarillentodelatardecer;yen lashojasde lasplazascobrabaunbrillopálido y lívido: parecían como remojadas en aguamarina, las hojas de unaciudad sumergida. Se quedó pasmado ante la belleza; y le daba ánimostambién,yaque,mientras losanglo-indiosquehabían regresadosesentabanpor derecho propio (conocía a montones de ellos) en el Oriental Club,repasando biliosamente la ruina del mundo, ahí estaba él, más joven quenunca;envidiandoalosjóvenesporelveranoqueestabanpasandoytodoeso,y sospechando—era más que una sospecha, gracias a las palabras de unamuchacha,a la risadeunacriada—cosas intangiblesa lasquenosepuedeponerlamanoencima—,quesehabíaproducidouncambioenesapirámidedondetodoseacumulaba,queensujuventudlehabíaparecidoinconmovible.Lahabíantenidoencimacontodasufuerza;loshabíaaplastado,sobretodoalasmujeres,comoesasfloresqueHelena,latíadeClarissa,solíameterentreunashojasdepapelsecantegrisconeldiccionariodeLittréencima,cuandosesentababajo la lámparadespuésdecenar.Yahabíamuerto.HabíasabidodeellaporClarissa,quelecontóquehabíaperdidolavisióndeunojo.Parecíatan adecuado —una de las obras de arte de la naturaleza— que la viejaseñoritaParryseconvirtieraencristal.Moriríacomounpájaroenunahelada,

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agarrada a su rama. Pertenecía a otra época, pero como era tan entera, tancompleta, se quedaría para siempre de pie en el horizonte, blanca como lapiedra, eminente, como un faro marcando una etapa por la que se hubierapasadoeneltranscursodeesteaventuradoylargoviaje,estainterminable—(tanteóbuscandounamonedaparacomprarelperiódicoyleeralgosobrelospartidos de Yorkshire y Surrey; había entregado esa moneda millones deveces;Surreyhabíaperdido,unavezmás)—esta interminablevida.Pero elcricketnoerasólounsimplejuego.Elcricketeraimportante.Nopodíadejardeenterarsedelosresultadosdelcricket.Leyóprimerolosresultadosdelospartidosenlasnoticiasdeúltimahora,luegoleyólodelcalordeaqueldía,yluego lanoticiadeunasesinato.Elhaberhechocosasmillonesdeveces losenriquecía,aunquetambiénlesdesgastabalasuperficie.Elpasadoenriquecía,y laexperiencia,yelhaberqueridoaunaodospersonas,adquiriendoasíelpoderdelquecarecenlosjóvenes:irporelatajo,hacerloqueaunolegusta,sinimportaruncominoloquedigalagente,iryvenirsingrandesesperanzas(dejó su periódico sobre la mesa y se alejó), cosa que, pese a todo (fue abuscarsuabrigoysusombrero),noeraexactamenteaplicableaél,almenosnoestanoche,puesahíestabaél,dispuestoparairaunafiesta,asuedad,conlaseguridaddequeibaavivirunaexperiencia.Pero¿qué?

Labelleza, encualquier caso.No la crudabellezaqueperciben losojos.Noerabellezapuraysimple—BedfordPlaceque llevabaaRussellSquare.Eralarectitudyelvacío,desdeluego;lasimetríadeunpasillo;perotambiénventanasiluminadas,elsonidodeunpiano,ungramófono;unasensacióndeunafuentedeplacerocultaqueemergedevezencuando,alveratravésdelaventana sin cortinas, la ventana abierta, grupos de gente alrededor de lasmesas, jóvenes que caminan en círculos lentamente, conversaciones entrehombres y mujeres, criadas mirando pasivamente hacia la calle (extrañoscomentarios los suyos, una vez terminado el trabajo),medias a secar en losalféizares, un loro, unas cuantas plantas. Qué absorbente es esta vida,misteriosa e infinitamente rica.Y en la granplaza donde los taxis corríanygiraban tan deprisa, había parejas paseando sin rumbo, demorándose,abrazándose,encogidosbajoladuchadeunárbol;esosíqueeraemocionante;tansilenciosos,tanabsortos,queunopasabadelargodiscretaytímidamente,como si se tratase de alguna ceremonia sagrada que resultaría impíointerrumpir.Erainteresante.Yasísiguióenelfragoryelresplandor.

El viento le abrió el abrigo ligero, y con unos andares de indescriptibleidiosincrasia,ligeramenteencorvadohaciaadelante,caminó,conlasmanosala espalda y los ojos todavía un poco como los del halcón; caminaba porLondres,haciaWestminster,observando.

¿Esquetodoelmundocenabafuera?Aquí,uncriadoestabaabriendolaspuertas para darle paso a una anciana dama, con zapatos de hebilla y tres

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plumasdeavestruzenelpelo.Seabríanlaspuertasparaquesalieranseñorasenvueltas, comomomias, en unos chales con vistosas flores, señoras con lacabezadescubierta.Yderespetablescasasdecolumnasestucadas,atravesandolos pequeños jardines fronteros, salíanmujeres, ceñidas en ligeros vestidos,conpeinetasenelpelo (despuésde subircorriendoavera sushijos);habíahombres esperándolas, con sus abrigos abiertos al viento y el motor enmarcha.Todoelmundosalía.Contodoeseabrirdepuertas,eldescensoylasalida,parecíaqueLondresenteroestuvieseembarcándoseenpequeñosbotesamarradosalembarcadero,balanceándoseenelagua,comosilaciudadenterasefuesedecarnavalporlasaguas.Whitehallestabacubiertodehielo,plateadoa martillo como estaba, parecía que hubiera arañas patinando encima, yalrededorde las farolasdaba la impresióndequevolarandiminutasmoscas;hacía tanto calor que la gente hablaba parada en la calle. Aquí, enWestminster,habíaunjuezprobablementejubilado,firmementesentado,alapuertadesucasa,todovestidodeblanco.Unanglo-indio,probablemente.

Yaquí,elescándalodeunasmujerespeleándose,mujeresborrachas;aquí,nadamásqueunpolicíaycasasquesecernían,casasaltas,casasconcúpulas,iglesias,parlamentos,ylasirenadeunbarcodevaporenelrío,ungritohuecoyneblinoso.Peroéstaerasucalle,ladeClarissa;lostaxisdoblabanveloceslaesquina,comoelaguaquerodealospilaresdeunpuenteysevuelveajuntar,le parecía, porque transportaban a la gente que iba a su fiesta, la fiesta deClarissa.

Elfríocaudaldeimpresionesvisualeslefallabaahora,comosielojofueseunatazarebosantequedejaracaerelsobranteporsuscostadosdeporcelana,sin registrarlo. El cerebro debía despertar ya. El cuerpo debía despertar ya,entrando en la casa, la casa iluminada, con la puerta abierta, donde losautomóviles estaban detenidos y de los que se apeaban unas mujeresbrillantes: el alma debe templarse para resistir lo que venga. Abrió la hojagrandedesucortaplumas.

Lucybajó lasescalerasa todocorrer,despuésdepasarun instantepor lasaladeestarparaestirarunmantel,paraenderezarunasilla,paradetenerseunmomento y sentir que cualquiera que entrase notaría lo limpio, reluciente ymaravillosamentecuidadoqueestabatodo,cuandovieranlapreciosaplata,losatizadoresdebronce,lasnuevasfundasdelossillonesylascortinasdechintzamarillo;loinspeccionótodo;oyóunruidodevoces;lagenteestaballegandoparalacena;¡teníaqueirsevolando!

Iba a venir el PrimerMinistro, dijoAgnes; eso es lo que les había oídodecirenelcomedor,dijomientrasentrabaconunabandejallenadevasos.¿Esqueimportaba,esqueimportabalomásmínimounPrimerMinistrodemásodemenos?No tenía lamenor importancia a estas horas de la noche para laseñora Walker, en medio de los platos, cacerolas, sartenes, del pollo en

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gelatina, las heladeras, el pan rallado, los limones, las soperas ymoldes depudding que, por mucho que fregasen en el office, parecían acumulárseletodosencima,amontonarseenlamesadelacocina,enlassillas,mientraselfuego ardía y rugía, y eso que la cena aún estaba por servir. Lo único quesentía era que un PrimerMinistro demás o demenos no tenía ni pizca deimportanciaparalaseñoraWalker.

Lasseñorasyaestabansubiendo,dijoLucy;lasseñorasestabansubiendo,unaporuna,laseñoraDallowaycerrandolamarchaycasisiempremandandoalgúnrecadoparalacocina:«FelicitenalaseñoraWalker»,dijounanoche.Aldía siguiente darían un repaso a los distintos platos: la sopa, el salmón; elsalmón, la señoraWalker lo sabía, salió un poco crudo, porque siempre seponíanerviosaconelpuddingyelsalmónselodejabaaJenny;asíocurría:elsalmónsiempre salíaunpococrudo.Perocierta señora rubiaconalhajasdeplata había preguntado por la entrada, según dijo Lucy, si de verdad estabahecha en casa. Sin embargo, era el salmón lo que preocupaba a la señoraWalker,mientrasdabavueltasyvueltasalasfuentes,abríaycerrabalasllavesdetirodelacocina;yentoncesseoyóunacarcajadaprocedentedelcomedor,unavozquehablaba,yluegootracarcajada:loscaballerossedivertíancuandolasseñorassehabíanido.Eltokay,dijoLucyentrandoatodocorrer,elseñorDalloway había mandado traer el tokay de las bodegas del Emperador, eltokayImperial.

Lollevaronatravésdelacocina.Porencimadelhombro,LucyinformódeloencantadoraqueestabalaseñoritaElizabeth;nopodíaquitarlelosojosdeencima,consuvestidorosa,luciendoelcollarqueelseñorDallowaylehabíaregalado. Jenny tenía que acordarse del perro, el fox-terrier de la señoritaElizabeth que, como mordía, hubo que encerrarlo, y podría necesitar algo.Jenny tenía que acordarse del perro. Pero Jenny no iba a subir con toda lagentequehabíaporlacasa.¡Yahabíauncocheenlapuerta!Sonóeltimbre…¡yloscaballerosqueseguíanenelcomedor,bebiendotokay!

**

Por fin,yaestaban subiendoalpisodearriba; éstoseran losprimeros,yahora irían llegando cada vez más deprisa, así que la señora Parkinson(contratada para las fiestas) dejaría entreabierta la puerta del vestíbulo, y elvestíbulosellenaríadecaballerosesperando(sequedabandepie,esperando,alisándose el cabello), mientras las señoras se quitaban las capas en lahabitacióndelpasillo;ahíesdondelasayudabalaseñoraBarnet,laviejaEllenBarnet,quellevabacuarentaañosconlafamilia,queveníatodoslosveranosparaayudaralasseñoras,recordabaalasmadresdecuandoeranniñasy,aunconmuchasencillez,lesdabalamano;decía«milady»muyrespetuosamente,aunque traslucía en ella cierta sorna almirar a las señoritas, y con un tactoespecialayudabaaLadyLovejoy,queteníaalgúnproblemaconsucorpiño.Y

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no podían pormenos que pensar, Lady Lovejoy y la señorita Alice, que elhaberconocidoalaseñoraBarnetlesconferíaunciertoprivilegioenmateriadetocador:—treintaaños,milady—,informólaseñoraBarnet.Lasjóvenesnose pintaban los labios, decía Lady Lovejoy, cuando pasaban unos días enBourton, antaño. Y la señorita Alice no necesitaba lápiz de labios, decía laseñoraBarnet,mirándolaconcariño.Allísentadaenelguardarropa,laseñoraBarnet se quedaba atusando las pieles, alisando los mantones españoles,ordenando el tocador, y sabiendo perfectamente, a pesar de las pieles y losbordados, cuáles erandamasy cuálesno.Simpáticaviejecita, dijo la señoraLovejoysubiendoporlasescaleras,laviejaniñeradeClarissa.

Entonces,LadyLovejoysepreparó.

—Lady Lovejoy y la señorita Lovejoy —le dijo al señor Wilkins(contratado para las fiestas), que tenía un estilo admirable al inclinarse yerguirse;seinclinóyseirguió,yanuncióconperfectaimparcialidad—.LadyLovejoy y la señorita Lovejoy… Sir John y Lady Needham… la señoritaWeld… el señorWalsh—su estilo era admirable; su vida familiar debe serirreprochable, salvoqueparecía imposiblequeun ser con labiosverdososymejillasafeitadashubierapodidocaerenelerrordetenerhijoscontodassusmolestias.

—¡Encantadísimadeverte!—dijoClarissa.Se lodecíaa todoelmundo.¡Encantadísimadeverte!Estabainsoportable:efusiva,hipócrita.Eraungraveerror haber venido. Debería haberse quedado en casa leyendo, pensó PeterWalsh,porquenoconocíaanadie.

Oh,Dios,ibaaresultarunfracaso;unabsolutofracaso,sentíaClarissaenlomásíntimo,mientrasLordLexhamsedisculpabaporsumujer,quesehabíaresfriadoen la recepciónen los jardinesdelPalaciodeBuckingham.EstabaviendoaPeterporel rabillodelojo, criticándola, allí, enaquel rincón.¿Porqué,afindecuentas,hacíaellaesascosas?¿Porquébuscabamontañasyseponía de pie, empapada, en medio del fuego? ¡Así se consumiera! ¡Asíquedara reducida a cenizas! ¡Cualquier cosa antes que esto! ¡Más le valía aunoblandirsuantorchaytirarlaalsueloquereducirseyapagarsecomounaEllie Henderson cualquiera! Era extraordinario cómo Peter la ponía en eseestadoconsóloapareceryquedarsedepieenunrincón.PeterconseguíaqueClarissasevieraasímisma:exagerada.Eraunaidiotez.Peroentonces,¿porquéhabíavenido, si era sólopara criticar? ¿Porqué siempre tomarynuncadar?¿Porquénoarriesgarseaexponersupropiopuntodevista?AhoraPeterse alejaba, y ella tenía que hablar con él. Pero no se le iba a presentar laocasión.Asíeralavida:humillación,renuncia.LoquedecíaLordLexhameraque suesposanoquisoponerse laspielesen la recepciónen los jardinesdePalacio porque «querida, vosotras las señoras sois todas iguales»: ¡LadyLexhamteníaalmenossetentaycincoaños!Eradeliciosocómosemimaban

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elunoalotro,esaviejapareja.DeverdadqueapreciabaalviejoLordLexham.Creíadeverdadquesufiestateníaimportancia,ylaponíaenfermasaberquetodo estaba saliendo mal, que todo estaba decayendo. Cualquier cosa,cualquierexplosión,cualquierhorroreramejorquecuandolagenteseponíaapasear sin rumbo, formandogrupitos en los rinconescomoEllieHenderson,sinsiquieratomarselamolestiademantenerseerguidos.

Suavemente, el viento hinchó la cortina amarilla con todas las aves delparaísoyparecióquehubieseentradounaleteoenlasala,confuerza,yqueluegosehubieseretirado.(Lasventanasestabanabiertas.)¿Habíacorriente?sepreguntó EllieHenderson. Era propensa a enfriarse. Pero no importaba queaparecieseestornudandomañana;eranlaschicasconloshombrosdesnudosenquienesestabapensando,yaquehabíasidoeducadaapensarenlosdemásporunancianopadre,uninválido,quefuevicariodeBourton,peroahoraestabamuerto;ysusresfriadosnuncaleafectabanalpecho,nunca.Eralaschicasenquienesestabapensando, las jóvenescon loshombrosdesnudos,yaqueellamisma siemprehabía sidomuypoquita cosa, con su pelo escasoy su perfilseco; aunque ahora, a los cincuenta años cumplidos, estaba empezando abrillar con tenue luz, purificada hasta la distinción por años de abnegación;perooscurecidadenuevo,parasiempre,porsusdesesperantesbuenasmanerasde señora bien, por su pánico, cuya causa eran unos ingresos de sólotrescientaslibrasysuindefensión(noeracapazdeganarniunpenique);ellolahacía tímidaycadaañomás incapazde tratar congentebienvestidaquehacíaestaclasedecosastodaslasnochesdelatemporada,consólodecirasuscriadas «me pondré esto y aquello», mientras que Ellie Henderson salíacorriendotodanerviosaycomprabaunasfloresrosasbaratitas,mediadocena,y luego se echaba un chal por encima de su viejo vestido negro. Porque suinvitaciónalafiestadeClarissahabíallegadoenelúltimomomento.Laideano la hacía demasiado feliz.Tenía como la impresión de queClarissa habíapensadonoinvitarlaesteaño.

¿Y por qué tenía que invitarla? No había razón alguna, salvo que seconocían desde siempre. En realidad, eran primas. Pero, como es natural,habían ido separándose, Clarissa estaba tan solicitada. Para ella era unacontecimientoesodeiraunafiesta.Eraunregaloelmerohechodeverlaspreciosasropas.¿YaquéllanoseríaElizabeth,yacrecida,conelpeinadoalaúltimamoda y el vestido rosa?Y eso que no podía tenermás de diecisieteaños.Eramuy,muyhermosa.

Pero parecía que las muchachas ya no vestían de blanco en su primerasalida,comosolíanhacerlo.(TeníaquerecordarlotodoparadecírseloaEdith.)Laschicas llevabanvestidosrectos,perfectamenteceñidos,conlafaldamuyporencimadelostobillos.Nolessentababien,pensó.

Asípues,conmalavista,EllieHendersonestirabaunpocoelcuello,yno

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esqueaellaleimportaraelnoteneranadieconquienhablar(apenasconocíaa nadie allí), porque le parecía que todos eran tan interesantes: políticos,posiblemente, amigos deRichardDalloway; sino que fue elmismoRichardDallowayquiénpensóquenopodíadejarquelapobrecriaturasiguieraenpiesoladurantetodalavelada.

—Bueno, Ellie, ¿cómo te va la vida?—dijo Richard, con su particularcordialidad.EllieHenderson, poniéndosenerviosa, sonrojándoseypensandoque era extraordinariamente amable por su parte acercarse para hablar conella,dijoque,realmente,habíamuchamásgentesensiblealcalorquealfrío.

—Sí, es verdad —dijo Richard Dalloway—. Sin duda. Pero ¿qué máspodíaunodecir?

—Hola,Richard—dijo alguien, tomándolo por el codo, y…Dios santo,ahíestabaelbuenodePeter,elbuenodePeterWalsh.Estabaencantadísimodeverle,¡verdaderamenteencantado!Nohabíacambiadonada.Yenéstassepusieronacaminarjuntos,cruzandolasala,dándosepalmaditaselunoalotro,como si no se hubieran visto desde hacía tiempo, pensó Ellie Henderson,viéndolosalejarse,convencidadeconocerelrostrodeesehombre.Unhombrealto,demedianaedad,ojosmásbienbonitos,moreno,congafasyciertoairedeJohnBurrows.SeguroqueEdithloconocería.

La cortina con su bandada de pájaros del paraíso volvió a hincharse. YClarissalovio,vioaRalphLyonecharlaparaatrásyseguirhablando.Asíque¡noresultabaunfracasodespuésdetodo!Todoibaairbienahora,sufiesta.Habíaempezado.Sehabíainiciado.Perolasituacióntodavíaestabapendientedeunhilo.Teníaquequedarseenpieahíporelmomento.Parecíaquellegabamuchagentedegolpe.

El coronel y la señora Garrod… El señor Hugh Whitbread… El señorBowley… La señora Hilbery… Lady Mary Maddox… El señor Quinn…,entonabaelseñorWilkins.Clarissalesdirigióseisosietepalabrasacadaunoysiguieronadelante,entraronalossalones;entrabanenalgo,noennada,yaqueRalphLyonhabíaechadolacortinaparaatrás.

Y sin embargo, en lo que a ella se refería, era demasiado esfuerzo. Noestaba disfrutando de la fiesta. Se parecía demasiado a… una personacualquiera,ahídepie;cualquierapodíahacerlo;aunasí,admirabaunpocoaesapersonacualquiera,nopodíadejardepensarqueeraellaquien,a findecuentas, había hecho que todo aquello tuviera lugar, que esto marcaba unaetapa,esteposteenelqueteníalaimpresióndehaberseconvertido,pues,porextraño que pareciese, se había olvidado del aspecto que tenía, aunque sesentíacomounaestacaclavadaenloaltodesuescalera.Cadavezquedabaunafiesta teníaestasensacióndeseralgoajenoasímismaydequetodoelmundoera irrealenunsentido,muchomás realenotro.Enparte,pensó, se

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debíaalaropadesusinvitados,queenpartesesalíandesuestilohabitual,enpartealambientede fondo; sepodíandecircosasquenosepodíandecirdeningunaotramanera,cosasquerequeríanunesfuerzo;eraposiblellegarmásalfondo.Peronoparaella;todavíano,almenos.

—¡Encantadísima de verle! —dijo. ¡Querido viejo Sir Harry! Esteconoceríaatodoelmundo.Yloqueresultabatanextrañoeralasensaciónqueuna teníamientras subíanpor las escalerasuno trasotro, la señoraMountyCelia,HerbertAinsty,laseñoraDakers…¡Oh,yLadyBruton!

—¡Cuántoteagradezcoquehayasvenido!—dijo,ylodecíasinceramente.Era extraña la sensación que una tenía allí, en pie, al verles pasar y pasar,algunosmuyviejos,algunos…

¿Quién?¿LadyRosseter?Pero¿quiénpodíaseresaLadyRosseter?

—¡Clarissa!—¡Esavoz!¡EraSallySeton!¡SallySetondespuésdetantosaños! Como una aparición, saliendo de la niebla. Porque no era así, SallySeton,cuandoClarissaagarrabalabotelladeaguacaliente.¡PensarqueSallySetonestababajoestetecho!¡Yconesteaspecto!

Unaencimadelaotra,inhibidas,riendo,salieronunascuantaspalabrasendesorden: pasabaporLondres, se enteróporClaraHaydon, ¡quéocasióndeverte!Asíquemeheplantadoaquí,sininvitación…

Una podía dejar la botella de agua caliente con toda compostura. Habíaperdidoellustre.Peroeraextraordinariovolveraverla,másvieja,másfeliz,menos encantadora. Se besaron en unamejilla, luego en la otra, junto a lapuertade la salitadeestar,yClarissa sevolvió, con lamanodeSallyen lasuya,viosussalonesllenos,oyóeltronardelasvoces,violoscandelabros,lascortinasondeandoalvientoylasrosasqueRichardlehabíaregalado.

—Tengocincohijosenormes—dijoSally.

Eraelegotismomáspuroysimple,lapretensión—quenisiquieratratabadeesconder,dequehabíaquepensarenellaprimero,yClarissalaamabaporsertodavíaasí.

—¡Nomelopuedocreer!—gritó,estremeciéndosedepiesacabezaanteelrecuerdodelpasado.

Pero ¡lástima! Wilkins la requería; Wilkins pronunció, con una voz deimponenteautoridad,comositodoslospresenteshubierandeseramonestadosylaanfitrionaapartadadelafrivolidad,unnombre:

—ElPrimerMinistro—dijoPeterWalsh.

¿El Primer Ministro? ¿De verdad era él? Ellie Henderson se maravilló.¡VayaunchismeparacontárseloaEdith!

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Unonosepodíareírdeél.Tansencilloqueparecía.Podíasestardetrásdeun mostrador y haberle comprado unas galletas… Pobre hombre, todoataviadodeencajesdorados.Y,laverdadseadicha,cuandohizosurondadesaludos, primero con Clarissa, y escoltado luego por Richard, lo hizo muybien. Intentaba parecer alguien. Era divertido verlo. Nadie lo miraba.Simplementeseguíanhablando,aunqueestabaperfectamenteclaroquetodoseran conscientes (lo sentíanhasta lamédulade loshuesos) del pasode estamajestad;deestesímbolodeloquetodosrepresentaban:lasociedadinglesa.La vieja Lady Bruton, también demuy fino aspecto, muy gallarda con susencajes, remontó la corriente y se retiraron a un cuartito que enseguidaempezóaserespiado,custodiado,yunaespeciedeagitaciónymurmulloseextendió,abiertamente,comounaonda:¡elPrimerMinistro!

Dios,Dios,¡elesnobismodelosingleses!pensóPeterWalsh,depieenelrincón. ¡Cómo disfrutaban acicalándose con encajes de oro y rindiendopleitesía! ¡Ahí! Ése debía ser—por Júpiter que lo era— HughWhitbread,husmeandopor el recinto reservado a los grandes, un tantomás gordo,máscano,¡eladmirableHugh!

Siempre parecía estar de servicio, pensó Peter, un ser privilegiado peroreservado,atesorandosecretosporlosqueseríacapazdedarlavida,aunquesólo se tratase de un chismorreo sin importancia que hubiese salido de uncriadodelaCorteyquemañanaestaríaentodoslosperiódicos.Éstaseransusnimiedades,laclasedejuguetitosconlosquehabíajugadohastacriarcanas,hasta el bordede la vejez, gozandodel respetoy el afectode todos losquetuvieronelprivilegiodeconocer a este tipodehombre inglésdecolegiodepago.ErainevitablequeunoseinventaracosasasírespectodeHugh;éseerasu estilo, el estilo de aquellas admirables cartas que Peter había leído en elTimesamilesdemillasmaradentro,ylehabíadadograciasaDiosporestarlejos de esa charlatanería, aunque sólo fuese para oír los chillidos de losbabuinosylaspalizasquelosculispropinabanasusmujeres.UnjovendetezverdeolivadealgunauniversidadpermanecíaobsequiosamentedepiejuntoaHugh.A él lo protegería, lo iniciaría, le enseñaría a salir adelante. Nada legustabamásqueprodigar favores, hacerque el corazónde lasviejasdamaspalpitase con la alegría de verse apreciadas en su avanzada edad, en suaflicción,creyéndoseyamuyolvidadas,peroaquíestabaelqueridoHughquese acercaba a él y se tiraba una hora hablando del pasado, recordandonimiedades, alabando el bizcocho hecho en casa, aunque Hugh bien podíacomerbizcochoconunaDuquesacualquierdíadesuvida,puesbastabaconmirarloparaimaginarqueprobablementeemplearabuenapartedesutiempoen ese placentero quehacer. Los que todo lo juzgan, los que siempre secompadecen de todo, podrían disculparle. Peter Walsh no tenía piedad.Malvados los hay, y ¡Dios sabe que los canallas que son ahorcados poraplastarle lossesosaunamuchachaenuntrenhacenmenosdaño,contodo,

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que Hugh Whitbread y sus favores! Había que verlo ahora, de puntillas,avanzandocomosibailara,haciendozalemas,enelmomentoenqueelPrimerMinistro y Lady Bruton salían, dando a entender a todos los presentes queteníaelprivilegiodedeciralgo,algoprivado,aLadyBrutonencuantopasara.Ellasedetuvo.Moviósugrancabezayavieja.Seguramenteleestaríadandolas gracias a Hugh por alguna muestra de servilismo. Ella tenía a suspelotilleros, pequeños funcionarios de la administración del gobierno quecorreteabandeunladoaotrohaciéndolepequeñasdiligencias,acambiodelascuales les invitabaaalmorzar.PeroLadyBrutoneraun remanentedel siglodieciocho.Eraunbuenelemento.

Y ahora Clarissa daba escolta a su PrimerMinistro a través de la sala,contoneándose, chispeando, con el carácter señorial que le conferían suscanas.Llevabapendientesyunvestidodesirenaverdeplata.Ondeandosobrelas olas y trenzándose el pelo, parecía tener todavía ese don: el de ser, deexistir, de reunirlo todo a su paso; se volvió, se enganchó el echarpe en elvestidodealgunamujer,lodesenganchó,rio,todoconlamásperfectasolturayelairedeunacriaturaflotandoensuelemento.Perolaedadlahabíarozado,comounasirenaqueadviertaensuespejoelsolponienteenunatardecermuyclaro sobre las olas. Había un aliento de ternura; su severidad,mojigatería,imperturbabilidadsehabíancaldeadoya,ymostrabaensupersona,mientrasdespedía al hombre grueso de dorados encajes, que hacía lo que podía—yojalá lo consiguiera— para parecer importante, una dignidad inefable; unacordialidadexquisita;comosiestuvieradándolealmundoenterosusmejoresdeseos,yahora,hallándoseyaenelmismísimobordeyextremodelascosas,tuviese que retirarse. Esto es lo que Clarissa le hizo pensar a PeterWalsh.(Peroélnoestabaenamorado.)

Verdaderamente,pensóClarissa,elPrimerMinistrohabíasidomuyamablealacudir.Además,alatravesarlasalaconél,conSallyallí,yPeter,yRichardencantado, con toda esa gente un tanto propensa, quizá, a envidiarla, habíasentido esa intoxicación del momento, esa dilatación de los nervios delcorazón mismo, hasta tal punto que éste pareció estremecerse, elevarse,ponerseenpie…Sí,peroalfinyalcaboestoera loqueotrossentían;puesaunqueleencantabaestaimpresiónysentíasuhormigueoysuescozor,estasapariencias,estostriunfos(elbuenodePeter,porejemplo,quelaconsiderabatanbrillante),teníanciertovacíodentro;estabanaunadistanciaprudente,noenelcorazón;ybienpodríaserqueestuvierahaciéndosevieja,elcasoesqueyanolasatisfacíancomoantes.Ydepronto,viendoalPrimerMinistrobajarlasescaleras,elbordedoradodelcuadrodeSirJoshuasdelaniñapequeñaconmanguitole trajoel instantáneorecuerdodelaKilman;Kilman,suenemiga.Eso era satisfactorio; eso era real. ¡Ay, cuánto la odiaba! Apasionada,hipócrita,corrupta;contodoesepoder;laseductoradeElizabeth;lamujerquehabía entrado a hurtadillas para robar y deshonrar (Richard diría: ¡qué

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tontería!).Laodiaba:laamaba.Eraenemigosloqueunaquería,noamigos,noa la señora Durrant ni a Clara, Sir William y Lady Bradshaw, la señoritaTruelock y Eleanor Gibson (a quien vio subir). Que la buscaran si queríanverla.¡Ellaestabapendientedesufiesta!

Ahíestabasuviejoamigo,SirHarry.

—¡QueridoSirHarry!—dijo acercándose al viejoy simpáticopersonajequehabíapintadomásmaloscuadrosqueelrestodelosacadémicosdetodoSt. John’sWoods (en sus cuadros siempre había ganado, en pie junto a lascharcas al atardecer, absorbiendo humedad, o expresando, dado que teníacierta habilidad para los gestos, con una pata delantera levantada y lacornamenta enarbolada, «elExtraño se acerca»; todas sus actividades, cenarfuera,iralascarreras,estabanfundadasenelganadoabsorbiendohumedadenlascharcasdelatardecer).

—¿De qué se ríen?—le preguntó Clarissa. Porque Willie Titcomb, SirHarryyHerbertAinstyseestabanriendotodos.Perono.SirHarrynopodíacontarle a Clarissa Dalloway (por mucho que la apreciase; la considerabaperfectaensuestiloylaamenazóconpintarla)sushistoriasdemusic-hall.Letomóelpeloapropósitodesufiesta.Echabaenfaltasubrandy.Estoscírculos,dijoSirHarry,erandemasiadoparaél.Perolaapreciaba,larespetaba,apesarde su maldito y difícil refinamiento de clase alta, que le impedía pedirle aClarissaDallowayquesesentaraensusrodillas.Yaquíllegabaeseerrabundocapricho,esavagaluminaria, laviejaseñoraHilbery,extendiendosusmanosalcalorde larisadeSirHarry(sereíadelDuquey laLady)que,cuandolaoyó en el otro extremode la sala, pareció tranquilizarla con respecto a algoqueaveceslapreocupabasisedespertabademadrugadaynoqueríamolestara la criada para que le hiciera una taza de té: la seguridad de que debemosmorir.

—Noquierencontarnossushistorias—dijoClarissa.

—¡QueridaClarissa!—exclamólaseñoraHilbery.Cuántoseparecíaasumadreestanoche,dijo,cuandolavioporprimeravezenunjardín,paseandoconunsombrerogris.

Entonces, los ojos de Clarissa se llenaron literalmente de lágrimas. ¡Sumadre,paseandoeneljardín!Losentíamucho,peroteníaqueirse.

PorqueallíestabaelprofesorBrierly,quedabaconferenciassobreMilton,hablandoconelpequeñoJimHutton(queeraincapaz,inclusoparaunafiestacomoésta,deconjuntarchalecoycorbataodeevitartenerelpelodepunta),yaunaestadistanciapodíaapreciarqueseestabanpeleando.PorqueelprofesorBrierlyeraunbichoraro.Contodosaquellostítulos,honores,cátedrasqueloponíanamuchadistanciade losescritorzuelos,sedabacuentaal instantede

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cuándo un ambiente era hostil a su extraña personalidad, a su prodigiosaerudición y timidez, a su encanto invernal, sin cordialidad, a su inocenciamezclada con esnobismo. Se estremecía si se daba cuenta, por el cabellodespeinado de una señora, o las botas de un joven, de la presencia de unsubmundo, sin duda digno de crédito, de rebeldes, de jóvenes ardientes, defuturos genios, y daba a entender, con un ligero gesto de la cabeza, unrespingo—¡uf!— el valor de la moderación, del estudio superficial de losclásicos para ser capaces de comprender a Milton. El profesor Brierly(Clarissa lo veía) no estaba precisamente de acuerdo con el pequeño JimHutton (que llevaba calcetines rojos porque los negros los tenía en lalavandería)respectodeMilton.Clarissalosinterrumpió.

ClarissadijoqueleencantabaBach.AHuttontambién.Éseeraelvínculoquelosunía,yHutton(unpoetamuymalo)siempretuvolaimpresióndequelaseñoraDallowayera,condiferencia,lamejordelasgrandesseñorasqueseinteresaban por el arte.Resultaba extraño lo estricta que era. Enmateria demúsica, era puramente impersonal. Era un tanto pedante. Pero ¡tanencantadoraque resultaba!Sabíahacerdesucasaun lugaragradable,denoserporloscatedráticos.AClarissaseleestabaocurriendopillarloporbandaysentarloalpiano,enlahabitacióndeatrás.Yesquetocabadivinamente.

—Pero…¡elruido!—dijoella—.¡Elruido!

—Esseñaldeléxitodeunafiesta—ytrasinclinarlacabezacortésmente,elprofesorseretirócondelicadeza.

—LosabeabsolutamentetodosobreMilton,todo—dijoClarissa.

—¡Nomediga!¿Enserio?—dijoHutton,quepodíaimitaralprofesorentodo punto: el profesor hablando de Milton, el profesor hablando demoderación,elprofesorretirándosecondelicadeza.

Pero tenía que hablar con aquella pareja, dijo Clarissa, Lord Gayton yNancyBlow.

Y no es que ellos precisamente contribuyeran de manera perceptible alruido de la fiesta. No estaban hablando (de manera perceptible), mientraspermanecíandepie,unoalladodelotro,juntoalascortinasamarillas.Prontose irían juntos; y nunca teníanmucho que decir en cualquier circunstancia.Miraban,esoeratodo.Erasuficiente.Parecíantanlimpios,tansanos,ellaconunafrescuradealbaricoquehechadepolvosypintura,mientrasqueél,lavadoyrefrotado,conlosojosdeunpájaro,nohabríabolaqueselepasara,nigolpequelesorprendiera.Golpeaba,saltaba,conprecisión,sobreelpropioterreno.Las bocas de los ponis temblaban al extremo de sus riendas. Tenía sushonores, monumentos ancestrales, pendones colgados en la iglesia, en susfincas.Teníasusdeberes;susarrendatarios;unamadreyhermanas;sehabía

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pasado el día entero enLord’s, y eso era de lo que estaban hablando—delcricket, de los primos, del cine— cuando llegó a su lado. Lord Gayton laapreciabaunpotosí.YlaseñoritaBlow,otrotanto.EsqueClarissateníaunosmodalesencantadores.

—¡Es angelical… es delicioso que hayáis venido!—dijo. Le encantabaLord’s; leencantaba la juventud,yNancy,vestidaaenormespreciospor losmejores artistas de París, estaba ahí de pie, mirando, como si su cuerpohubiesesacado,puraysimplemente,motuproprio,unvolanteverde.

—Queríaquehubierahabidobaile—dijoClarissa.

Porquelosjóvenesnosabíanhablar.Y¿porquéhabríandehacerlo?Gritar,abrazarse, bailar, llegar despiertos al amanecer, llevarles azúcar a los ponis,besar y acariciar el hocico de unos chow-chows adorables; y después,corriendoyzumbando,zambullirseynadar.Pero losenormesrecursosde lalengua inglesa, el poder que confiere, a fin de cuentas, para trasmitirsentimientos(asuedad,ellayPetersehabríanpasadolaveladadiscutiendo),noibaconellos.Ibanasolidificarsejóvenes.Seríansumamentebuenosconlagentedelafinca,perosolos,quizáuntantoaburridos.

—¡Quélástima!—dijo—.Hubieraqueridoquehubiesebaile.

**

¡Eraextraordinariamenteamablequehubieranvenido!Pero,¿cómohablardebaile?Las salas estaban a rebosar.Ahí estaba lavieja tíaHelena, con suchal.Pordesgraciadebíadejarlos,aLordGaytonyaNancyBlow.AhíestabalaviejaseñoritaParry,sutía.

Porque la señorita Parry no habíamuerto: la señorita Parry estaba viva.Teníamásdeochentaaños.Subíapor lasescalerasdespacio,conbastón.Lacolocaronenunasilla(Richardsehabíaocupadodeello).Siemprelellevabana gente que había estado enBirmania en los años setenta. ¿Dónde se habíametidoPeter? Solían ser tan amigos.Y es que, en cuanto semencionaba laIndia,oinclusoCeylán,susojos(sólounoeradecristal)adquiríanlentamenteprofundidad, se volvían azules, veían, no a los seres humanos —no teníatiernosrecuerdos,niorgullosasilusionessobreVirreyes,Generalesomotines—eranorquídeasloqueveía,puertosdemontaña,yasímismatransportadaalomoporlosculisenlosañossesenta,atravesandopicossolitarios;otambiénseveíabajandoaarrancarorquídeas(unasfloressorprendentes,nuncavistasanteriormente) que pintaba en acuarelas; una indomable mujer inglesa,inquieta cuando la guerra la molestaba, por ejemplo, cuando estalló unabombaante sumismapuerta, arrancándolade suprofundameditación sobrelasorquídeasysobresupropia figuraviajandopor la Indiaen lossesenta…PeroaquíestabaPeter.

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—VenahablardeBirmaniaconlatíaHelena—dijoClarissa.

¡Yesoquenohabíahabladonimediapalabraconellaentodalavelada!

—Hablaremosmástarde—dijoClarissa,llevándolojuntoalatíaHelena,consuchalblanco,consubastón.

—PeterWalsh—dijoClarissa.

Esonosignificabanada.

Clarissalahabíainvitado.Erafatigoso,eraruidoso;peroClarissalahabíainvitado. Así que había venido. Era una lástima que vivieran en LondresRichard yClarissa, aunque sólo fuese por la salud deClarissa, hubiera sidomejorqueviviesenenelcampo.PeroaClarissasiempre lehabíagustado lavidadesociedad.

—HaestadoenBirmania—dijoClarissa.

¡Ah! No podía resistirse a recordar lo que Charles Darwin habíacomentado acerca del librito que ella había escrito sobre las orquídeas deBirmania.

(ClarissateníaquehablarconLadyBruton.)

Sindudaqueyahabíacaídoenelolvido,su librosobre lasorquídeasdeBirmania,peropasóportresedicionesantesde1870,ledijoaPeter.Ahorasíque se acordaba de él.Había estado enBourton (y él la había abandonado,recordóPeterWalsh,sinmediarpalabra,enlasaladeestar,aquellanochequeClarissalohabíainvitadoairconellaaremar).

—Richardlopasómuybienalmorzandoensucasa—dijoClarissaaLadyBruton.

—Richardme prestó una ayuda incalculable—contestó Lady Bruton—.Meayudóaescribirunacarta.Ytú,¿cómoestás?

—¡Oh, perfectamente! —dijo Clarissa. (Lady Bruton detestaba que lasesposasdelospolíticosestuvieranenfermas.)

—¡YahíestáPeterWalsh!—dijoLadyBruton(porquenuncasabíadequéhablar con Clarissa, aunque la apreciaba. Tenía muchas cualidades, peroClarissayellano teníannadaencomún.HubierasidomejorqueRichardsecasaraconunamujerconmenosencanto,quelehubieraayudadomásensutrabajo. Había perdido su oportunidad en el gobierno)—. ¡Ahí está PeterWalsh! —dijo, dándole la mano a ese agradable pecador, ese tipo tancompetente que debería de haberse labrado una reputación, pero que no lohabía hecho (siempre por culpa de sus problemas con las mujeres), y porsupuesto,alaviejaseñoritaParry.¡Esaviejadamatanmaravillosa!

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LadyBruton se quedó junto a la silla de la señorita Parry, un granaderofantasmalrevestidodenegro,einvitóaPeterWalshaalmorzar;cordial,perosin conversación, sin recordar nada de la flora o fauna de la India. Habíaestado allá, por supuesto; había vivido bajo el mandato de tres Virreyes;estimaba que algunos indios civiles eran personas insólitamente correctas;pero ¡qué tragedia!… ¡el estado en que encontraba la India! El PrimerMinistro acababa de hacerle algunos comentarios (la vieja señorita Parry,arrebujada en su chal, no tenía elmenor interés por los comentarios que elPrimerMinistroacababadehacerle),yLadyBrutonqueríaconocerlaopiniónde Peter Walsh, puesto que estaba recién llegado del centro de losacontecimientos; ibaaarreglarunencuentroconSirSampsonyél,puesporciertoquelequitabaelsueño,lalocuradelasituación,laperversidadpodríadecirse,siendolahijadeunmilitar.Yaeraunavieja,ynovalíaparamucho.Perosucasa,suscriados,subuenaamigaMillyBrush—¿seacordabadeella?—estabanallía sudisposición,por si…bueno,por sipodíanserdealgunaayuda, en resumidas cuentas. Y es que Lady Bruton nunca hablaba deInglaterra, sino cómo esta isla de hombres, esta querida, queridísima tierracorría por sus venas (sin que hubiera leído a Shakespeare), y si alguna vezhubomujercapazdeponerseelcascoydispararlaflecha,capazdeacaudillaralastropasenunataque,gobernarconindómitajusticiaahordasdebárbarosy yacer desnarigada bajo un escudo en una iglesia o convertida en unmontículo de hierba en cierta primigenia ladera, esa mujer era MillicentBruton. Privada por su sexo, y también por culpa de algún engaño, de lafacultadlógica(leresultabaimposibleescribirunacartaalTimes),concebíaelImperiocomoalgosiemprealalcancedelamano,yhabíaadquirido,graciasasupactoconaquellaacorazadadiosa,suerguidaprestancia,larobustezdesucarácter, de manera que era imposible imaginársela, ni aun en la muerte,separada de la tierra o vagando por unos territorios en los que, de algunaformaespiritual,labanderadeInglaterrahabíadejadodeondear.Dejardeseringlesa,aunentrelosmuertos…¡no,no!¡Imposible!

Pero ¿era esa mujer Lady Bruton? (a quien antes conocía). ¿Era esehombre PeterWalsh, encanecido?, se preguntaba Lady Rosseter (que habíasidoSallySeton).ÉsaerasindudalaviejaseñoritaParry,laviejatíaquesolíaestar tanenfadadacuandoellapasabaalguna temporadaenBourton. ¡Nuncaseleolvidaríaaquellavezquesepusoacorrerdesnudaporelpasillo,yquelamandóllamarlaseñoritaParry!¡YClarissa!¡Oh,Clarissa!Sallylacogióporelbrazo.

Clarissasedetuvojuntoaellos.

—Pero no puedo quedarme—dijo—. Volveré luego. Esperadme—dijo,mirandoaPeterySally.Queríadecirquelaesperasenhastaquetodaesagentesehubieseido.

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—Volveré —dijo, mirando a sus viejos amigos, Sally y Peter, que seestabandandolamano,ySally,sindudarecordandoelpasado,sereía.

Perosuvozestabadesprovistadesuantiguariquezaarrebatadora;susojosnobrillabancomosolíanhacerlo,cuandofumabapuros,cuandocorríaporelpasillopara irabuscarsuesponja,completamenteencueros,yEllenAtkinspreguntaba:¿Ysiloscaballerossehubierantopadoconella,qué?Perotodoelmundolaperdonaba.Robóunpollodeladespensaporqueleentrabahambrepor la noche; fumaba puros en su dormitorio; se dejó un libro de valorincalculableen labarca.Pero todoelmundo laadoraba (salvopapá,quizá).Erasucalor,suvitalidad:pintaba,escribía.Lasviejasdelpueblonuncahabíanolvidado,hastalafecha,preguntarlepor«suamigadelacaparojaqueparecíatan lista». Acusó aHughWhitbread, precisamente a él (ahí estaba su viejoamigoHugh,hablandoconelembajadorportugués),debesarlaenlasaladefumarparacastigarlapordecirquelasmujeresdeberíantenerderechoalvoto.Los hombres vulgares lo tenían, decía ella. Y Clarissa recordaba tener queconvencerladenodenunciarloenlasoracionesdefamilia,cosadelaqueeracapaz,dadasuaudacia,sutemeridad,sumelodramáticaaficiónaserelcentrode todo y a provocar escenas. Clarissa pensaba entonces que la cosa iba aacabarenunaterrible tragedia;sumuerte;sumartirio…Enlugardeello,sehabíacasado,demanerabastanteinesperada,conunseñorcalvoconunagranfloren lasolapa,propietario, segúndecían,devarias fábricasdealgodónenManchester.¡Yteníacinconiños!

Peteryellasequedaronjuntos.Estabanhablando:parecíaalgotannormalqueestuvieranhablando.Seguramentecomentaríanelpasado.Conellosdos(inclusomás que con Richard), Clarissa compartía su pasado; el jardín; losárboles; elviejo JosephBreitkopfcantandoaBrahmssinvoz;elolorde lasesteras.Sally siempre formaríapartedeesto, así comoPeter.Pero teníaquedejarlos.AhíestabanlosBradshaw,quenolecaíanbien.

Tenía que acercarse a Lady Bradshaw (vestida de gris y plata,balanceándosecomounleónmarinoenelbordedesuacuario,ladrandoalasduquesasparaconseguirinvitaciones,latípicaesposadelhombretriunfador),teníaqueacercarseaLadyBradshawydecirle…

PeroLadyBradshawseleadelantó.

—Llegamosescandalosamentetarde,queridaseñoraDalloway;apenasnosatrevíamosaentrar—dijo.

YSirWilliam,muydistinguidoél,consuscanasyojosazules,dijo:sí,nopudieronresistirsealatentación.EstabahablandoconRichard,probablementedeeseproyectodeleyquequeríanquelaCámaradelosComunesaprobara.¿PorquéelmerohechodeverlohablarconRichardlaespeluznaba?Teníaelaspectodeloqueera,deungranmédico.Unhombreabsolutamentedeprimer

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orden en su profesión, muy poderoso, un tanto gastado. Porque había quepensarenlaclasedecasosqueselepresentaban:personasenlamásprofundadesgracia, gente al borde de la locura, maridos y esposas. Tenía que tomardecisiones sobre cuestiones de impresionante dificultad.Con todo…, lo quesentía era que no le gustaría que SirWilliam la viese desgraciada. No; esehombreno.

—¿CómolevaasuhijoenEton?—lepreguntóaLadyBradshaw.

Precisamente ahora acababa de tener las paperas, con lo que no habíapodidopresentarsealexamendeingresoalbachillerato.Supadreestabamáspreocupadoqueélmismo,creíaella,«porquenoesmásqueunniñogrande»,dijo.

ClarissamiróaSirWilliam,queestabahablandoconRichard.Noparecíaunniño,nienlomásremoto.

En una ocasión, había ido con alguien a pedirle consejo. Él se habíaportado perfectamente, con mucha sensatez. Pero, ¡Dios santo! ¡Qué aliviocuandosaliódenuevoa lacalle!Recordabaquehabíaunpobredesgraciadosollozandoenlasaladeespera.PeronosabíaquéteníaSirWilliam,loqueledisgustaba de él exactamente. Sólo queRichard estaba de acuerdo con ella,«noleagradabasugusto,suolor».Peroeraextraordinariamentecompetente.Estaban hablando de ese proyecto de ley. Sir William estaba mencionandoalgúncaso,bajandolavoz.Teníarelaciónconloqueestuvocomentandosobrelosefectostardíosdeltraumapsíquicoquesufríanloscombatientes.Habíaquetenerloencuentaenelproyectodeley.

Bajando la voz, arrastrando a la señora Dalloway al refugio de unafeminidadcomún,unorgullocomúnporlasilustrescualidadesdelosmaridosypor su triste tendencia a trabajar en exceso,LadyBradshaw (pobregansa,unanopodíatenerlemanía)murmuró:«justocuandonosíbamos,mimaridorecibióuna llamada, un casomuy triste.Un joven (es loqueSirWilliam leestá contando al señor Dalloway) se había suicidado. Había estado en elejército».¡Oh!pensóClarissa,enmediodemifiesta,estálamuerte,pensó.

Siguió adelante hasta el pequeño cuarto donde el PrimerMinistro habíaestadoconLadyBruton.Quizáhubieraalguienahí.Peronohabíanadie.Lassillas aún conservaban la impronta del PrimerMinistro y LadyBruton, ellavuelta hacia él con deferencia, él sentado con solemnidad, con autoridad.HabíanestadohablandodelaIndia.Nohabíanadie.Elesplendordelafiestasederrumbó,tanextrañoqueeraentrarallísola,consusgalas.

¿QuiénlesmandabaalosBradshawhablardelamuerteensufiesta?Unjoven se había suicidado. Y se ponían a hablar de ello en su fiesta; losBradshawhablabandelamuerte.Sehabíasuicidado,pero¿cómo?Siemprelo

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experimentaba en carne propia, cuando le daban la noticia, de primeras, desopetón,deunaccidente;suvestidoseinflamaba,elcuerpoleardía.Sehabíatirado por la ventana.El suelo: arriba como el rayo; atravesando su cuerpo,penetrantes,hirientes,seclavaronlosroñosospinchosdelaverja.Ahíquedóél,conungolpeseco,seco,secoenelcerebro,yluegounahogodetinieblas.Asílovio.Pero¿porquélohabíahecho?¡YlosBradshawhablandodeelloensufiesta!

En cierta ocasión, Clarissa había tirado un chelín al lago de Serpentine,nada más. Pero él lo había tirado todo. Ellos seguían viviendo (tenía quevolver:lossalonesseguíanabarrotados,seguíallegandolagente).Ellos…(sehabíapasadoeldíapensandoenBourton,enPeter,enSally),ellosllegaríanaviejos.Habíaunacosaquesíimportaba;unacosa,envueltaenpalabrasvanas,desfigurada, oculta en su propia vida, abandonada diariamente en lacorrupción, en lasmentiras, en las palabras vanas y esto es lo que él habíaconservado.Lamuerteeradesafío.Lamuerteeraunintentodecomunicarse,yaquelagentesientelaimposibilidaddellegaralcentroque,místicamente,selesescapa;laintimidadseparaba;elentusiasmosedesvanecía;unaestabasola.Habíaunabrazoenlamuerte.

Peroestejovenquesehabíasuicidado…¿sehabíalanzadoconsusecreto?«Si llegase la muerte ahora, sería absolutamente feliz», se había dicho a símismaenunaocasión,bajandolasescaleras,vestidadeblanco.

Ytambiénestabanlospoetasypensadores.Ysiestejovenhubieratenidoesa pasión, y hubiera visitado a Sir William Bradshaw, un gran médico,aunqueobscuramentemalignosegúnella,sinsexonilujuria,extremadamenteeducadoconlasmujeres,perocapazdealgúnultrajeindescriptible—violarelalma, eso era—, si este joven lo hubiera visitado y SirWilliam lo hubieseestampado así, con su poder, ¿no podría haber dicho (lo sentía ahora deverdad):Lavidasehaceinsoportable,hacendelavidaalgoinsoportable,loshombresasí?

Y además (lo había sentido esta misma mañana), estaba el terror; lasobrecogedora incapacidad, depositada en tusmanospor tuspropiospadres,esta vida, para que la vivas hasta el final, para que camines por ella conserenidad; había en lo más hondo de su corazón un miedo espantoso. Aunahora,bastanteamenudo,siRichardnohubieseestadoahíleyendoelTimespara que ella pudiese encogerse como un pájaro y revivir poco a poco,lanzandoenunrugidoesadeliciainconmensurable,frotandopalocontrapalo,seguramente habría muerto. Había escapado. Pero ese joven se habíasuicidado.

Dealgunamaneraerasudesastre,sudesdicha.Erasucastigo:vercómosehundían y desaparecían aquí un hombre, allí una mujer, en esta profunda

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oscuridad, mientras se veía obligada a estar aquí de pie con su vestido denoche.Había intrigado; había robado.Nunca fue del todo admirable.Habíadeseadoeléxito,LadyBexboroughytodolodemás.YenunaocasiónhabíacaminadoporlaterrazaenBourton.

Extraño; increíble; nunca había sido tan feliz. Nada parecía tener lasuficiente lentitud; nada podía durar demasiado. Ningún placer podíacompararse, pensó, enderezando las sillas, colocando un libro en el estante,conestehaberterminadoconlostriunfosdelajuventud,haberseperdidoenelprocesodevivirparaencontrarlo,conunadeliciosasacudida,aldespuntarelalba,alcaereldía.Muchasveceshabíaido,enBourton,cuandotodosestabancharlando, a mirar el cielo; o lo había visto entre los hombros de la gentedurantelacena,enLondrescuandonopodíaconciliarelsueño.Seencaminóhacialaventana.

Habíaalgodeellamisma,pordescabelladaquefueralaidea,enestecielocampestre, este cielo de Westminster. Separó las cortinas; miró. ¡Oh! Pero¡quésorprendente!¡Enlahabitacióndeenfrentelaviejalamirabafijamente!Se iba a la cama.Y el cielo. Será un cielo solemne, había pensado, será uncielo crepuscular, que aparta sumejilla conbelleza.Pero ahí estaba: pálido,comodeceniza,cruzadoporunasrápidasnubes,grandesydeshilachadas.Eranuevo para ella. Debe de haberse levantado viento. Se iba a la cama en lahabitacióndeenfrente.Erafascinantemirarla,moviéndosedeunladoaotro,esa anciana, cruzando la habitación, acercándose a la ventana. ¿La vería aella?Erafascinante,conlagentequetodavíareíaygritabaenlasaladeestar,miraraesaancianaque,muysilenciosa,seibasolaalacama.Ahoracerrabalapersiana.El relojempezóasonar.El jovensehabíasuicidado;perono locompadecía;conelrelojdandolahora,una,dos,tres,nolocompadecía,contodoloqueestabapasando.¡Ahora!¡Laviejadamahabíaapagadolaluz!Lacasaenteraestabayaaoscuras,contodoloqueestabapasando,repitió,ylaspalabras acudieron a su mente: No temas más al ardor del sol. Tenía queregresarjuntoaellos.Pero¡quénochetanextraordinaria!Dealgunaforma,sesentíamuycercadeél,deljovenquesehabíasuicidado.Sealegrabadequelohubierahecho;quelohubieratiradotodoporlabordamientrasellosseguíanviviendo.Elrelojsonaba.Loscírculosdeplomosedisolvieronenelaire.Peroteníaqueregresar.Teníaqueacudiralareunión.DebíavolverjuntoaSallyyPeter.Yentróalsalóndesdeelcuartopequeño.

—Pero¿dóndeestáClarissa?—dijoPeter.Estabasentadoenel sofáconSally. (Después de tantos años, era realmente incapaz de llamarla «LadyRosseter»)—. ¿Dónde se hametido estamujer?—preguntó—. ¿Dónde estáClarissa?

Sally supuso, y lo mismo Peter, que había personalidades importantes,políticos,alosqueniellaniélconocían,salvodevista,porlaprensagráfica,

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yconquienesClarissadebíaseramable,darlesconversación.Estabaconellos.YesoqueRichardDallowaynoestabaenelgobierno.¿Quenolehabíanidobienlascosas,segúnSally?Encuantoaella,raravezleíalaprensa.Avecesveía que semencionaba su nombre. Pero bueno, ella llevaba una vidamuysolitaria, en la selva,comodiríaClarissa, entregrandesmercaderes,grandesindustriales,hombres,enresumidascuentas,quehacíancosas. ¡Ella tambiénhabíahechocosas!

—¡Tengocincohijos!—ledijo.

¡Señor,señor,cómohabíacambiadoSally!Ladulzuradelamaternidad,suegotismo también. La última vez que se vieron, recordaba Peter, había sidoentre las coliflores, a la luz de la luna, las hojas estaban «como broncerugoso»,habíadichoella,consudisposiciónliteraria,yhabíacogidounarosa.Sallyselohabíallevadoacaminardeunladoaotroaquellanoche,despuésdela escena junto a la fuente; Peter iba a coger el tren demedianoche. ¡Santocielo,yhabíallorado!

Ése era su viejo truco, abrir una navajita, pensó Sally, siempre abrir ycerrarunanavajitacuandoseponíanervioso.Habíansidomuy,muyamigos,ellayPeterWalsh,cuandoestabaenamoradodeClarissayseprodujoaquellaescena horrible y ridícula por Richard Dalloway en la comida. Sally habíallamado«Wickham»aRichard.¿Porquéno llamarle«Wickham»? ¡Clarissasepusocomounafuria!YlaverdadesqueClarissayellanohabíanvueltoaversemásdecincooseisvecesacaso,enlosúltimosdiezaños.PeterWalshsehabíamarchadoa la India;ellahabíaoídovagosrumoressegún loscualesaPeter le había idomal en sumatrimonio, no sabía si tenía hijos y no se lopodía preguntar porque ya no era el mismo de antes. Parecía más bienencogido,peromásamable,pensóSally,y le teníaverdaderoafecto,porqueestaba vinculado con su juventud, y todavía conservaba el pequeño libro deEmilyBrontëquePeterlehabíaregalado.¿Noesciertoquepensabadedicarseaescribir?Enaquellostiempospensabaescribir.

—¿Hasescritoalgo?—lepreguntóSally,altiempoqueextendíalamano,sumanofirmeybienformada,sobrelarodilla,ungestoqueélrecordaba.

—¡Niunapalabra!—dijoPeterWalsh.Sallyseechóareír.

Todavíaeraatractiva,aúneratodounpersonaje,SallySeton.Pero¿quiéneraeseRosseter?Llevabadoscameliaseldíadesuboda,esoestodoloquePetersabíadeél.«Tienenmilesdecriadosymillasenterasdeinvernaderos»,le escribió Clarissa, o algo parecido. Sally reconoció que así era con unacarcajada.

—Sí, tengo diez mil al año —aunque no recordaba si eso era antes odespués de pagar los impuestos, pues su marido—, al que tengo que

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presentarte—dijo—,tevaacaerbien—dijo,seencargabadetodoeso.

YesqueSally,entiempos,estabasiempreenlasúltimas.HabíaempeñadolasortijaqueMaríaAntonieta lehabíaregaladoasutatarabuelo—¿lohabíadichobien?,lepreguntóPeter—parapagarseelviajeaBourton.

Oh, sí, Sally se acordaba; aún la conservaba, esa sortija de rubíes queMaríaAntonietahabía regaladoa su tatarabuelo.Nunca teníaunpeniqueenaquellostiempos,eiraBourtonsiemprerepresentabaungastoenorme.PeroBourtonhabíasignificadomuchoparaella:lahabíamantenidocuerda,segúncreía, debido a lo desgraciada que había sido en su casa. Pero todo esopertenecíaalpasado,todoeraelpasado,dijo.YelseñorParryhabíamuerto;ylaseñoritaParryaúnvivía.¡Habíasidoelmayorsustodesuvida!,dijoPeter.Estaba completamente convencido de que habíamuerto.Y la boda, suponíaSally, todo un éxito. Y esa joven tan hermosa, tan segura de sí misma eraElizabeth,allí,juntoalascortinas,vestidaderosa.

(Eracomounolmo,eracomounrío,eracomounjacinto,pensabaWillieTitcomb. ¡Ah, cuántomás agradable sería estar en el campo y hacer lo quequisiera!Estabaoyendoaullaralpobreperro,Elizabethestabasegura.)NoseparecíaennadaaClarissa,dijoPeterWalsh.

—¡Oh,Clarissa!—dijoSally.

LoqueSallysentíaerasencillamenteesto.LedebíaaClarissamuchísimascosas.Habíansidoamigas,nosimplesconocidas,sinoamigas,ytodavíaveíaaClarissa todadeblanco,yendopor la casacon lasmanos llenasde flores:hastahoy,lasplantasdetabacosiemprelehabíanrecordadoBourton.Pero—¿lo entendía Peter?— le faltaba algo. Le faltaba… ¿el qué? Tenía encanto,tenía un encanto extraordinario. Pero, con franqueza (y tenía aPeter por unviejo amigo, unverdadero amigo…¿acaso importaba la ausencia?…¿acasoimportabaladistancia?Amenudohabíadeseadoescribirle,perohabíarotolacarta, y aun así sentía que él comprendía, porque la gente comprende sinnecesidaddedecirnadaloqueunoentiendealhacerseviejo,yellaeravieja,había estado esa misma tarde en Eton visitando a sus hijos, que teníanpaperas), con toda franqueza, ¿cómo pudo Clarissa hacer una cosa así?CasarseconRichardDalloway,undeportista,unhombrequenoseinteresabamásqueporlosperros.Literalmente,cuandoentrabaenlahabitación,olíaaestablos.Ydespués…¿todoesto?,dijohaciendoungestoconlamano.

Hugh Whitbread pasaba por allí, sin rumbo, con su chaleco blanco,sombrío,gordo,ciego,pasandode largoante todo loqueveía, salvoante laautoestimaylacomodidad.

—Anosotrosnovaareconocernos—dijoSally,ydeverdadnotuvovalorpara…¡ConqueéseeraHugh,eladmirableHugh!

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—Y¿aquésededica?—lepreguntóaPeter.

Enceraba las botas del Rey, o contaba botellas en Windsor, le contestóPeter. ¡Así que Peter todavía tenía esa afilada lengua suya! Y ahora, Sallydebíasersincera,dijoPeter.Esebeso,eldeHugh.

En los labios, le aseguróSally, en la sala de fumar, una tarde.Acudió aClarissadirectamente,enfurecida.¡Hughnohacíacosasasí!,dijoClarissa,¡eladmirable Hugh! Los calcetines de Hugh eran, sin excepción, los máspreciososquehubieravistojamás.Yahora,sutrajedenoche.¡Perfecto!Y…¿teníahijos?

—TodoelmundoenestesalóntieneseishijosenEton—lecontestóPeter,menosél.El, gracias aDios,no teníaninguno.Nihijos,nihijas, ni esposa.Bueno,puesnoparecía importarle,dijoSally.Parecíamásjoven,pensóella,quecualquieradeellos.

Perofueunaestupidezenmuchosaspectos,casarsedeesamanera:

—Era una boba absoluta —dijo, pero añadió—: nos lo pasamosestupendamente—pero¿cómofue?,sepreguntóSally;¿quéqueríadecir?,yquéraro resultabaconocerlesinsabernadade loque lehabíaocurrido.¿Lodecíapororgullo?Eramuyprobable,porquedespuésdetododebíaresultarlehumillante (aunque era un tipo raro, una especie de duende, para nada unhombre corriente), debía de sentirsemuy solo, a su edad, sin una casa, sinningúnsitioadonde ir.Teníaque iraverlesyquedarseallísemanasenteras.Claro que iría; le encantaría pasar una temporada con ellos, y así fue comosalióeltema.Durantetodosestosaños,losDallowaynohabíanidounasolavez. Los habían invitado una y otra vez. Clarissa (porque era Clarissa, porsupuesto) no quería ir. Y es que, dijo Sally, Clarissa era una esnob, en elfondo; había que reconocerlo, una esnob.Eso era lo que se interponía entreellas,estabaconvencida.Clarissapensabaqueellasehabíacasadofueradesuclase, ya que se había casado—Sally lo tenía a gala— con el hijo de unminero.Cadapeniqueque teníanse lohabíanganadoapulso.Depequeñito(suvoztembló),habíacargadograndessacos.

(Ypodíaseguirasíhorasyhoras,pensóPeter;elhijodelminero,lagentequepensabaquesehabíacasadoconalguienquenoeradesuclase,suscincohijos,y¿quéeralootro?…plantas,hortensias,jeringuillas,rarísimasazucenasquenuncaflorecenalnortedelcanaldeSuez,peroella,conunjardineroenlosalrededoresdeManchester,teníaarriatesenteros,¡arriatesenteros!Bueno,puesdetodoestoquesehabíalibradoClarissa,conlopocomaternalqueera.)

¿Deverdadqueeraunaesnob?Síqueloera,enmuchosaspectos.¿DóndesemetíaClarissatodoestetiempo?Seestabahaciendotarde.

—Pues sí —dijo Sally—, cuando me enteré de que Clarissa daba una

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fiesta,penséquenopodíadejardevenir,que teníaquevolveraverla(ymealojoenVictoriaStreet,alavueltadelaesquina,prácticamente).Asíquemepresentésinmás,sininvitación.Pero…—murmuró—anda,dime.¿Quiénesésa?

Era la señora Hilbery, buscando la puerta. Pues ¡qué tarde se estabahaciendo!Además,murmuró,amedidaquelanocheavanzaba,amedidaquela gente se ibamarchando, una se encontraba con viejos amigos, lugares yrincones tranquilos y las vistas más preciosas. ¿Sabían —preguntó— queestabanrodeadosporunjardínencantado?Luces,árboles,maravillososlagoscentelleantes,yelcielo.¡Nadamásqueunascuantaslucesdecolores,lehabíadichoClarissaDalloway, en el jardín de atrás! Pero ¡era unamaga! Era unparque…Ynosabíacómosellamaban,aunquesabíaqueamigoseran,amigossinnombre,comocancionessinletra,siemprelasmejores.Perohabíatantaspuertas,lugarestaninesperados,quenoencontrabaelcaminodesalida.

—LaviejaseñoraHilbery—dijoPeter;pero¿yésadeallí,esaseñoraquelleva toda lanochedepie juntoa la cortina, sinhablar?Conocía sucara, larelacionabaconBourton.¿Noeralaseñoraquesolíacortarropainteriorenlamesagrandedelaventana?¿NosellamabaDavidson?

—Ah,sí.ÉsaesEllieHenderson—dijoSally.Clarissaeraverdaderamentedura con ella. Era prima suya,muy pobre.Y es queClarissa era realmenteduraconlagente.

Un tantodurasíqueera,dijoPeter.Aunasí,dijoSallyconesaemociónsuya,conunarrebatodeeseentusiasmoquetantolegustabaaPeter,aunqueahoraleasustabaunpocoloefusivaquellegabaaponerse,¡quégenerosaeraClarissaconsusamigos!Yquérararesultabaesagenerosidad,hastaelpuntodeque,porlanocheoeldíadeNavidad,alhacerrecuentodelasbendicionesrecibidas,poníaesaamistadenprimer lugar.Eran jóvenes: esoera.Clarissateníauncorazónpuro,esoera.Peterlaconsideraríasentimental.Puesloera.PorqueSallyhabíallegadoapensarqueesoeraloúnicoquemerecíalapenadecir: lo que uno sentía. La inteligencia era estúpida. Uno debía decirsencillamenteloquesentía.

—Pero yo—dijo PeterWalsh—no sé lo que siento. Pobre Peter, pensóSally.¿PorquénoveníaClarissayhablabaconellos?Esoesloqueéldeseabaconimpaciencia.Sallylosabía.NohabíadejadodepensarenClarissa,nadamásqueenClarissa,yestabatoqueteandosunavajita.

La vida no le había resultado sencilla, dijo Peter. Sus relaciones conClarissanohabíansidosencillas.Habíaechadoaperdersuvida,dijo.(Habíansidotanamigos,SallySetonyél,queeraabsurdonodecirlo.)Unonopodíaenamorarse dos veces, dijo. Y ¿qué podía decir ella? De todos modos, esmejorhaberamado(perolaconsideraríasentimental,solíasermuyincisivo).

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Tenía que venir aManchester a pasar una temporada con ellos.Muy cierto,dijoPeter.Todoestoesmuycierto.Leencantaríairapasarunatemporadaconellos,encuantoterminaseconloqueteníaquehacerenLondres.

Y Clarissa le había querido más a él de lo que nunca había querido aRichard,Sallyestabasegurísimadeello.

—¡No, no, no! —dijo Peter (Sally no debería haber dicho eso, ibademasiado lejos).Esebuenhombre…allí estaba,alotroextremode la sala,charlando sin parar, elmismode siempre, el buenodeRichard. ¿Conquiénestaba hablando, preguntó Sally, ese hombre tan distinguido? Claro, comovivíaenlaselva,teníaunacuriosidadinsaciableporsaberquiéneralagente.PeroPeternolosabía.Nolegustabasupinta;probablementeseríaunministrodel gobierno.De todos ellos, dijoPeter,Richard le parecía elmejor, elmásdesinteresado.

—Pero ¿qué ha hecho?—preguntó Sally. Servicio público, suponía ella.¿Yeranfelicesjuntos?preguntóSally(ellaeraextremadamentefeliz);porque,según reconocía,nosabíanadadeellos, sólosacabaconclusiones,quees loquesuelehacerse,pues¿quépuedeunasaberdelagente,inclusodeaquéllaconlaqueunoviveadiario?,preguntó.¿Acasonosomostodosprisioneros?Había leídounaobrade teatromaravillosa, sobreunhombreque rascaba lapareddesucelda,yteníalasensacióndequeestoeraaplicablealavida:unosededicabaa rascar lapared.Cuandoseveíadesesperadapor las relacioneshumanas (lagenteeramuydifícil), amenudose ibaal jardíny las flores ledabanunapazqueloshombresylasmujeresnuncaleproporcionaban.Perono;aélnolegustabanlascoles;preferíaalossereshumanos,dijoPeter.Porciertoquelosjóvenessonhermosos,dijoSally,mirandoaElizabethcruzarlasala.¡QuédiferenteeradeClarissaasuedad!¿Quéleparecíaaél?Elizabethno despegaba los labios. Nomucho, aún no, reconoció Peter. Era como unlirio, dijo Sally, un lirio al borde de un estanque. Pero Peter no estaba deacuerdoenquenosupiéramosnada.Losabemostodo,dijo;almenos,élsí.

Pero de estos dos,musitó Sally, estos dos que se acercaban ahora (y deverdadqueteníaqueirse,siClarissanoveníapronto),estehombredeaspectodistinguido y su mujer, de aspecto más bien vulgar, que habían estadohablandoconRichard,¿quépodíaunosaberdeunaspersonasasí?

—Puesquesonunosdetestablescharlatanes—dijoPeter,echándolesunavagaojeada.HizoreíraSally.

PeroSirWilliamBradshawseparóenlapuertaparamiraruncuadro.Sefijóenelángulo,buscandoelnombredelgrabador.Sumujer tambiénmiró.SirWilliamBradshawseinteresabamuchoporelarte.

Cuando uno era joven, decía Peter, uno era demasiado exaltado para

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conocera lagente.Ahoraqueunoeraviejo, cincuentaydosañosparamásseñas(Sallyteníacincuentaycinco,físicamente,dijo,porquesucorazóneracomo el de unamuchacha de veinte); ahora que uno eramaduro, entonces,dijo Peter, uno podía mirar, uno podía comprender, y uno conservaba lacapacidaddesentir.Esoesverdad,dijoSally.Cadaañoquepasaba,ellasentíacon más profundidad, más pasión. Iba en aumento, dijo Peter,desgraciadamentequizá,perounodeberíaalegrarseporello:aumentabaensuexperiencia. En la India había una persona. Le gustaría hablar de ella conSally.LegustaríaqueSallylaconociese.Estabacasada,dijo.Teníadosniñospequeños. Tenían que ir todos a Manchester, dijo Sally, Peter tenía queprometérseloantesdequesefueran.

—Ahí está Elizabeth —dijo Peter—, no siente ni la mitad de lo quenosotrossentimos,todavíano.

—Sinembargo—dijoSally,mirandoaElizabethacercarseasupadre—,sevequesequierenmucho—SallylosentíaporlamaneraenqueElizabethseacercabaasupadre.

YesquesupadrehabíaestadofijándoseenellamientrashablabaconlosBradshaw, y se había preguntado ¿quién es esa preciosa muchacha? Y derepente sediocuentadequeera suElizabethyqueno lahabía reconocido,¡estaba tan encantadora con su traje rosa! Elizabeth había sentido que lamirabamientrasellaestabahablandoconWillieTitcomb.Asíqueseacercóaélysequedaronjuntos,ahoraquelafiestacasihabíaterminado,mirandoalagentequeseiba,ylossalonesqueseibanquedandocadavezmásvacíos,concosasabandonadasporelsuelo.HastaEllieHendersonseiba,casilaúltimadetodos,aunquenadie lehabíadirigido lapalabra,peroqueríaverlo todoparacontárselo a Edith. Richard y Elizabeth se alegraron de que acabase, peroRichardestabaorgullosodesuhija.Yesoquenopensabadecírselo,peronopudopormenosquedecírselo.Lahabíamirado,dijo,ysehabíapreguntado¿quiénesesapreciosamuchacha?¡Erasuhija!Esolahizofelizdeveras.Perosupobreperroestabaaullando.

—Richardhamejorado.Tienesrazón—dijoSally—.Voyairahablarconél. Le daré las buenas noches. ¿Qué importa la inteligencia —dijo LadyRosseter,levantándose—comparadaconelcorazón?

—Ahoravoy—dijoPeter.Perosequedósentadounmomentomás.¿Quéesesteterror?¿Quéesesteéxtasis?,sepreguntó.¿Quéesesto,quemellenadetanextraordinariaexaltación?

—EsClarissa—dijo.Sí,porqueallíestaba.

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