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LA REVOLUCIÓN DE 1904. ÍNDICE: I - INTRODUCCIÓN. II – ANTECEDENTES. A – PACTO DE LA CRUZ B – PERÍODO ENTRE 1897 Y 1902 C – APARICIO SARAVIA D – ELECCIÓN DEL PRESIDENTE BATLLE Y ORDÓÑEZ E – JOSÉ BATLLE Y ORDÓÑEZ F – PERÍODO DEL 01 DE MARZO AL 31 DE DICIEMBRE DE 1903 III – URUGUAY A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. IV – ANTECEDENTES INMEDIATOS. A – EL INCIDENTE DE RIVERA B – ÚLTIMAS GESTIONES PARA MANTENER LA PAZ V – LAS OPERACIONES. A – ESTADO DE LAS FUERZAS AL COMIENZO DE LAS OPERACIONES B – PRIMEROS ENCUENTROS: ENERO – MARZO C – SITUACIÓN POLÍTICA LUEGO DE DOS MESES DE LUCHA D – REORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO BLANCO DE RIVERA A TUPAMBAÉ E – LAS ÚLTIMAS OPERACIONES DE TUPAMBAÉ A MASOLLER F – LA BATALLA DE MASOLLER G – EL FIN DE LA GUERRA VI – CONCLUSIONES. BIBLIOGRAFÍA.
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LA REVOLUCIÓN DE 1904. I – INTRODUCCIÓN. La Historia está jalonada por hechos, relacionados entre sí y que se condicionan
unos a otros, en una interacción que les brinda significado y los hace inteligibles para
las generaciones posteriores. Pero estos hechos que se trasmiten a través del tiempo
reciben su interpretación y toman su colorido de sus relatores, lo que le da
irremediablemente una subjetividad en la que se debe hallar, por el camino del medio,
los hechos más aproximados a la verdad.
Y esta aseveración que hacemos anteriormente, se da con toda realidad cuando
se empieza a investigar nuestra Historia Nacional para llegar a una versión objetiva de
los hechos que la jalonaron a través del tiempo en la vida institucional del Estado.
Desde el principio de la misma, según hemos podido apreciar en las sucesivas
sesiones que constituyen este ciclo, dos grandes corrientes se han enfrentado en
busca del poder, que permitiera a sus hombres aplicar idas que, aunque surgidas de
diferentes bases no difirieron más que en la divisa de quien pretendía llevarlas a cabo.
Blancos y colorados, colorados y blancos, compartieron la responsabilidad de
nuestra historia por todo el Siglo XIX, llegando al filo de su finalización a un pacto de
compromiso que puso fin a una guerra sangrienta y que constituye el antecedente
inmediato del tema que hoy hemos de desarrollar, siendo éste por tanto nuestro punto
de partida. Atrás dejamos todas las divisiones, enfrentamientos, rencillas y guerras,
para hurgar en la historia del último gran enfrentamiento entre orientales en nuestra
vida como Estado.
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II.- ANTECEDENTES.
A .- PACTO DE LA CRUZ.
El 18 de setiembre de 1897, los delegados de las dos partes en conflicto
firman en Montevideo el que fuera conocido como Pacto de La Cruz, y que pone fin a la
guerra civil entre el Gobierno y las fuerzas del Partido Nacional, que desde el 05 de
marzo de 1897 estaban enfrentados. El mismo es firmado por los Doctores Pérez, Mac
Eachen, Campisteguy, Varela y Pereira como representantes del gobierno legal del
Presidente Juan Lindolfo Cuestas y los Doctores Juan José de Herrera, Aureliano
Rodríguez Larreta, Eustaquio Tomé y Carlos A. Berro por los revolucionarios. El
intermediario que lleva a cabo las negociaciones es el Doctor José Pedro Ramírez.
Este acto que establecía, como ya hemos visto, la pacificación del país,
incorporando una serie de reivindicaciones de las partes en lucha que coadyuvarían al
mantenimiento de la armonía entre los Partidos Colorado y Blanco, introducía en sí
mismo un nuevo elemento de discordia. Por él, en su Artículo 3° se acordaba: “El
Poder Ejecutivo, en libre uso de sus facultades constitucionales declara que el
nombramiento de Jefes Políticos a que procederá una vez aprobado este Pacto,
recaerá en ciudadanos que por su significación y demás cualidades personales,
ofrezcan a todos las más serias y eficaces garantías”. Esto que en la letra fría parece
algo lógico, más aún, redundante, ya que es de suponer que todo gobierno cuando
realiza nombramientos para cargos públicos busca ajustarse a los principios indicados;
es sin embargo, de una tremenda significación, no sólo por lo que en él dice sino por lo
que tras él se esconde. Recordemos: el Jefe Político era el representante del Poder
Ejecutivo en el Departamento correspondiente, pero su influencia era tal, que el hecho
de su designación significaba un factor fundamental, decisivo, en el resultado de las
elecciones que allí se realizaran, ya que ponía en sus manos todos los medios de
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poder del territorio, constituyéndose en un amo que respondía solamente a sus propios
intereses o a los de su Partido. O sea que el hecho de tener un Jefe Político de
determinada fracción, en la práctica significaba que todas las acciones, decisiones y
representantes de ese Departamento respondieran al Partido.
Esta circunstancia hizo que se utilizara este sistema como forma de lograr, sin
una modificación de la Constitución que regía desde 1830, la coparticipación en el
Poder de las dos grandes corrientes tradicionales, lo que no había sido previsto por la
mencionada norma fundamental y que ocasionara tantos problemas al país durante 70
años.
Así, tras el Artículo 3° del Pacto de La Cruz, se esconde una nueva componenda
que, tratando de subsanar los errores de dicha Constitución, dé al Partido de minoría la
posibilidad de influir en la conducción política del país; por ello, por arreglo confidencial
se concuerda en designar los Jefes Políticos de Maldonado, Treinta y Tres, Rivera, San
José, Flores y Cerro Largo en acuerdo con el Directorio del Partido Nacional, o que en
la práctica como expresábamos anteriormente no era otra cosa que dividir al país entre
los dos Partidos, con un Gobierno Nacional ejercido por el Presidente de la República y
un Gobierno Sectorial (de esos seis Departamentos) ejercido por el mencionado
Directorio y por el caudillo blanco Aparicio Saravia desde “El Cordobés”. En el mismo
arreglo confidencial se establecía que en ninguno de esos seis Departamentos podrían
actuar tropas del Gobierno.
Ya este agregado al Pacto de La Cruz tenía en sí, como decíamos
anteriormente, la simiente de los problemas que habrían de surgir tan pronto accediera
a la Presidencia de la República una persona que, como decía Aparicio Saravia, no
fuera “el más mansito”. Y esto ha de suceder cuando en 1903 sea designado para tal
cargo José Batlle y Ordóñez, ungido con los votos de los miembros de su Partido y de
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los de un sector de blancos disidentes encabezados por Eduardo Acevedo Díaz como
veremos oportunamente.
B.- PERÍODO ENTRE 1897 Y 1902.
Luego de la Paz de 1897, el Partido Nacional, en minoría en la Asamblea
General, tuvo, lógicamente, importante intervención en el desarrollo de las actividades
políticas. Así, el 10 de febrero de 1898, Juan Lindolfo Cuestas, quien desempeñaba
interinamente la Presidencia desde el asesinato de Idiarte Borda, y había llegado a la
paz con los blancos, da un golpe de estado para evitar la elección de Tomás
Gomensoro, candidato “colectivista” quien pese a no reflejar los intereses populares,
contaba con serias posibilidades de ser elegido por ser mayoría en la Asamblea los
miembros de su Partido, como resultado de la política de “influencia directriz” aplicada
por el Presidente Julio Herrera y Obes. Para este golpe de estado, Cuestas contó con
el decidido apoyo del Partido Nacional, que hacía sentir su peso como decíamos arriba.
Es de destacar que este lapso entre guerras no fue tiempo de paz, sino de preparación
para la guerra. El Partido Colorado, que detentaba el poder por intermedio de Cuestas,
se encontraba obligado por el Pacto de La Cruz. Mientras que este Partido estaba
atomizado, lo que se pondrá en evidencia en las elecciones presidenciales de 1903, el
Partido Nacional se hallaba unido detrás de Saravia, y continuaba adquiriendo armas,
instruyendo personal y preparando sus fuerzas en los Departamentos de su
administración.
Pese a esto, en general podemos decir que las relaciones interpartidarias fueron
buenas durante el Gobierno de Cuestas, pero a medida que se aproximaba el final del
período de éste, las cosas van empeorando de todo punto de vista.
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C.- APARICIO SARAVIA.
Si el Partido Nacional era influyente, dentro de él el personaje dominante era el
ya mencionado Aparicio Saravia. Saravia era uno de los trece hijos del primer
matrimonio del brasileño Francisco (Don Chico) Saraiva. Hace sus primeras armas a
los catorce años en las tropas de Lanza Seca durante la Revolución de Timoteo
Aparicio donde obtiene el grado de Cabo. En 1875, durante la Revolución Tricolor sirve
en las tropas de Angel Muñiz junto con sus hermanos Gumersindo y Chiquito
consiguiendo el grado de Alférez al finalizar la misma. En 1876, a los veinte años, se
casa con Doña Cándida Día, prima hermana del General (Goyo-Geta) Suárez. Durante
los primeros años de la década del ´90 acompaña a su hermano Gumersindo en su
movimiento revolucionario en el Brasil, y a la muerte de éste es nombrado General
continuando su acción hasta 1895.
Durante el período entre guerras de 1897 y 1904, Saravia es la figura máxima
del Partido Nacional, del cual el Presidente Honorario y Jefe Superior Militar, y a quien
consulta, se solicita directivas, y se mantiene constantemente informado de todos los
asuntos que se tramitan por éste.
Es Saravia quien decide en todas las innúmeras situaciones tirantes que se
dieron en este período.
D.- ELECCIÓN DEL PRESIDENTE BATLLE Y ORDÓÑEZ.
El Presidente Juan Lindolfo Cuestas había accedido a la Presidencia de la
República el día 25 de agosto de 1897 y con posterioridad a su golpe de estado, fue
electo Presidente Constitucional, debiendo finalizar su mandato el 01 de marzo de
1903.
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A mediados de 1902, el Presidente Cuestas lanza la candidatura para próximo
titular del Poder Ejecutivo, de su Ministro de Gobierno don Eduardo Mac Eachen.
Paralelamente aparecen las candidaturas, dentro de las filas del Partido Colorado, de
don José Batlle y Ordóñez y del Doctor Juan Carlos Blanco, inclinándose la mayoría del
Partido Colorado dentro del Poder Legislativo a favor del Señor Batlle y Ordóñez y del
Señor Mac Eachen.}
El Partido Nacional, que no podía pensar en alcanzar la victoria con un
candidato propio, apoyaría a uno de los candidatos colorados, aquel que como
decíamos fuera “el más mansito”, y que sería indiscutidamente el ganador de los votos
blancos, ya que estos contaban con 37 votos en el Poder Legislativo.
Por ello no proclamó ningún candidato, pero publicó un manifiesto en el que
expresaba que los votos en la Asamblea se inclinarían hacia aquel ciudadano que
contemplara en mejor forma las aspiraciones del Partido.
Cuando casi se estaba por dilucidar la elección presidencial, el Partido nacional,
a excepción de 8 legisladores que encabezados por Eduardo Acevedo Díaz apoyan a
Batlle y Ordóñez, se inclina hacia la persona del Doctor Juan Carlos Blanco, pero no
obstante ello, no llegan a reunir los 45 votos necesarios para el triunfo.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, los legisladores del Partido
Colorado llegan a un acuerdo que los unifica sobre uno de los dos candidatos de la
mayoría: Batlle y Ordóñez o Mac Eachen.
Llevado a votación triunfa el Señor Batlle y Ordóñez, debiendo por lo tanto todos
los legisladores colorados votar por él.
Posteriormente el Partido Nacional se vuelca hacia el señor Mac Eachen en
primer término, pero finalmente se decide por el Señor Enrique Anaya.
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El 01 de marzo de 1903 se realiza la elección, resultando triunfador el candidato
de la mayoría colorada Batlle y Ordóñez sobre Enrique Anaya en las cifras de 55 votos
contra 23, estos últimos dados por la mayoría del Partido Nacional.
Ante este resultado, y habiendo triunfado el candidato más combatido por el
Directorio del Partido Nacional, este órgano emite un comunicado que expresaba: “El
Partido Nacional, fiel a sus tradiciones y a su bandera acepta la nueva situación, y
para prestarle su concurso o combatirla ,sólo espera sus actos”.
Era este manifiesto, una clara amenaza al Gobierno por parte del Partido
Nacional.
E.- JOSÉ BATLLE Y ORDÓÑEZ.
José Batlle y Ordóñez nació en Montevideo, tan sólo tres meses antes que su
futuro enemigo Saravia, en mayo de 1856. Hijo del General Lorenzo Batlle c, quien
fuera Presidente de la República de 1868 a 1872, fue educado en forma esmerada,
incluso en la Universidad y realizó un viaje de varios meses a Europa.
Se desempeñó como periodista político oponiéndose al Gobierno de Máximo
Santos, tomando parte activa en la Revolución del Quebracho. En 1886, funda el Diario
“El Día” que usará en lo sucesivo como expresión de su ideal. Combatió la Revolución
Blanca de 1897, por entender que iba más contra el Partido Colorado que contra Idiarte
Borda.
F.- PERÍODO DEL 01 DE MARZO AL 31 DE DICIEMBRE DE 1903.
Si como decíamos anteriormente, la situación se deterioraba con Cuestas, a
partir de la asunción de Batlle las relaciones entre blancos y colorados entraron en un
cuesta abajo del que no se podría salir ya, y que llevaría al país nuevamente a la
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guerra. Ya en 1901, había dicho Batlle con respecto a la situación vigente: “la política
de contemplaciones con el Partido Nacionalista había cesado, que los actos de
deferencia para con ese Partido no podían repetirse cuando no se recibían sino
agresiones injustificadas” y que es necesario lograr “la reconquista de los
Departamentos y el fin del estado anormal que divide a la República en dos fracciones
casi en dos países, uno colorado y otro blanco”.
Y es así que, una vez instalado el Gobierno legal, llega el primer enfrentamiento
originado a raíz de lo que los blancos entendían era un incumplimiento del Pacto de La
Cruz.
Al designar los Jefes Políticos de los Departamentos del acuerdo, Batlle nombró
en dos de las seis Jefaturas a ciudadanos blancos, que no respondía al Directorio sino
que eran de la fracción política disidente que le había apoyado en las elecciones
pasadas y que era encabezada por Eduardo Acevedo Díaz desde el Diario “El
Nacional”. Asimismo, designó como integrante de su Ministerio a un miembro de la
misma línea. Los designados eran: Romeu en el Ministerio, y los Jefes Políticos eran
Yarza en Cerro Largo, Bero en Treinta y Tres, Muñoz en Maldonado, Arias en San
José, Bosch en Flores y Gil en Rivera, los dos últimos del grupo que no aceptaba la
resolución de la mayoría, y todos ellos designados sin la intervención del Directorio del
Partido Nacional. Al respecto, Batlle expresaba que su Gobierno no era el signatario del
Pacto de La Cruz, y que no se encontraba obligado por los acuerdos confidenciales
que en el mismo se hubieran realizado, esto en concordancia con su intención
manifiesta de terminar con la anormal situación del país en los político.
El 16 de marzo, el Partido Nacional, que evidentemente ya se venía preparando
para la acción, mediante una proclama signada por el caudillo Aparicio Saravia, se
declara en Revolución contra el Gobierno Nacional.
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Pese a esta declaración, ambas partes en conflicto evitan las acciones militares,
comenzando de inmediato las gestiones de mediación a cargo de José Pedro Ramírez,
el mismo que había logrado el Acuerdo de Paz en 1897, y el 22 de marzo de 1903 se
logra un Pacto que es conocido con el nombre de “Nico Pérez”, por el cual, se
restablece la paz. El “Pacto de Nico Pérez” es un paréntesis de tranquilidad logrado al
transar ambas partes en sus pretensiones, pero que igualmente mantiene latente las
causas del conflicto. Por él se acuerda que la designación de los Jefes Políticos de
cinco de los Departamentos blancos serían realizadas en conjunto con el Directorio, y
que el restante (San José) se designaría un ciudadano blanco pero sin la intervención
del Directorio. Este acuerdo tendría validez solamente durante la Presidencia de Batlle
y Ordóñez.
El movimiento de marzo de 1903, pese a ser incruento y de corta duración, dejó
varias enseñanzas y conclusiones: demostró la posibilidad que tenía el Partido
Nacional de reunir en muy poco tiempo, un ejército enorme para la época y el país (casi
14.000 hombres fueron reclutados por Saravia en seis días); puso en evidencia la
debilidad del Gobierno ante las fuerzas revolucionarias; dejó pendientes los problemas
que enfrentaban ambas fracciones; y obligó a ambas partes a realizar un esfuerzo para
armarse con vistas al próximo e inevitable enfrentamiento, con evidente ventaja para el
Gobierno por su mayor disponibilidad de recursos económicos.
El período que separa la finalización de este movimiento y el comienzo de la
Revolución de 1904, está signado por: la desconfianza y el recelo por parte de los
nacionalistas y la desconformidad del Gobierno por la situación en que había quedado
luego del mismo.
Saravia con el transcurso del tiempo se vuelve más agresivo y adopta medidas
para que su tropa se arme lo más rápidamente posible. Para ello, dispone que su
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Parque de Guerra, internado en el Brasil, se acerque todo lo que pueda a la línea
fronteriza, no sin antes hacerle las más serias recomendaciones a su Jefe, Coronel
Juan Francisco Pereyra, para que realizase esta operación en el mayor secreto.
Mientras tanto, como decíamos, el Poder Ejecutivo comienza a realizar una serie
de movimientos tendientes a fortalecer su posición, y para ello comienza a adquirir
armamento, a instruir y crear Unidades y militarizar Unidades de Policía, buscando
además, lograr la unión dentro del Partido Colorado, que se encontraba dividido, a
efectos de presentar un frente común al enemigo tradicional.
Con todo este clima de pre-guerra, sólo era necesario que surgiera un incidente
para que el conflicto estallara, y éste se produce en Rivera en los primeros días del
mes de noviembre de 1903.
III.- URUGUAY A PRINCIPIOS DEL S. XX.
En 1903, el país había sufrido una profunda transformación. En el plano
económico, las exigencias del mercado internacional europeo y los intereses del
comercio y de la banca montevideana, obligaban a una reestructuración de la vida
rural. En las postrimerías del Siglo XIX, se habían cerrado los tradicionales mercados
de Antillas y el Brasil. Aparecían , en su lugar, con carácter estimulante, los mercados
europeos, donde la agropecuaria uruguaya había obtenido ya, éxitos significativos en
las Exposiciones Internacionales de Londres (1862), Viena (1873) y París (1889). Pero
esto mercados exigían una nueva preparación de los ganados y un nivel superior en
calidad de las carnes para la industria frigorífica, así como también planteaban la
mejora de nuestras lanas. El esfuerzo de los grandes pioneros de la ganadería, como
Jackson, Drable, Stirling, Young, Ordoñana y otros, había abierto el camino para
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futuras superaciones que ahora encontrarían su justo estímulo y aprovechamiento en la
producción de carnes para la exportación en frío y congelado y la ulterior
comercialización del vellón.
La instalación de plantas frigoríficas y la nueva corriente de exportación pecuaria
apresuraron la transformación del agro, incrementándose la importación de
reproductores seleccionados y valorizándose la tierra, se difundió el uso de alambrado
de los campos, consolidándose el sentido de la propiedad; cobró nuevo desarrollo la
especulación en base a fincas y reses. Asimismo, la vinculación del campo con el gran
mercado internacional se hizo tanto más estrecha ya que la vía férrea inglesa acercaba
los productos al gran puerto de embarque ultramarino que era ya Montevideo, mientras
la agropecuaria enfrentaba una creciente demanda de su producción.
Como es natural esta nueva circunstancia económica (a la que se sumaban
otros factores políticos y demográficos que analizaremos a continuación) provocó un
cambio importante en la condición social de los pobladores del campo.
Por una parte, la aparición de hombres nuevos como propietarios de estancias,
organizados ya con el sentido de empresas económicas capitalistas, venía a suplantar
a los antiguos hacendados criollos arruinados por la revolución y la competencia de la
nueva producción pecuaria, para la cual no tenían el apoyo del crédito ni vínculos
eficaces en el juego de la comercialización. Estos nuevos estancieros encaran la
explotación de sus estancias como negocio, y no como un modo de vida, ya que la
mayor parte de las veces no residen permanentemente en sus campos, sino en la
ciudad donde operan en estrecha relación con la banca, los círculos financieros y
diplomáticos y los ambientes de la alta sociedad burguesa como el Jockey Club (1888)
y el Club Uruguay (1878) principalmente. Son en realidad apéndices del creciente
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capitalismo industrial y financiero de la ciudad en el campo, que queda, desde luego,
condicionada a estos intereses.
En segundo término, la crisis de la estancia patriarcal agobia al pequeño
productor y al bracero rural. La nueva estancia con criterio de empresa, invierte
capitales, fijo y semoviente, de alto valor y busca, lógicamente, el máximo provecho;
por lo demás recurre al peón asalariado y procura desenvolverse con el menor número
posible de trabajadores, prefiriéndolos incluso solteros, o si casados sin otorgar
vivienda para la producción. Los medianeros, aparceros, los “agregados” con sus
familias, todo el conjunto de los vasallos, por así decirlo, del hacendado-señor de la
vieja estancia patriarcal, es desarraigado y comienza el éxodo hacia la ciudad y hacia
los pueblos, hacia los cuarteles, la policía, los oficios urbanos; pero muchos se refugian
en rancheríos, a los flancos de las estancias, en picadas o cruces estratégicos, a vivir
de las tareas de zafra o del contrabando, formando los trágicos “pueblos de ratas”.
Pero también incidían otros factores: la extensión de la agricultura, con las
chacras suburbanas y las colonias de inmigrantes. Desde 1860, italianos, vascos,
principalmente franceses-suizos y españoles, éstos en menor grado habían impulsado
la explotación agrícola en colonias o chacras. Con ello se incorporaba un nuevo estilo
vital a la campaña. Los “gringos”, pacíficos, conservadores, ahorrativos, infatigables,
sorprendían al altivo espíritu criollo, imprevisor y mano abierta, amigo del juego y de las
actitudes estéticas en las rudas tareas pecuarias y en las épicas “patriadas”. La
incomunicación y el choque eran inevitables: y así en la hora de la revolución, la gran
mayoría de los agricultores y sus hijos-uruguayos de primera generación tomaron
partido por la divisa colorada del Gobierno que se les aparecía protectora de un orden y
representante de una sociedad que eran su garantía y mercado naturales.
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Así, al filo de 1904 moría la sociedad tradicional campesina y el viejo estilo
criollo, mientras un nuevo orden social pugnaba por abrirse cauce en la ciudad capital.
Montevideo finisecular (roto desde tiempos del Coronel Latorre el antiguo recinto
amurallado), había extendido a lo largo del antiguo Camino Real, entonces calle 18 de
Julio hasta el Cordón y bordeando la bahía hasta Capurro y la Aguada, las manzanas
de sus barrios, en un desarticulado y nervioso movimiento al que no era ajeno por
cierto el juego de la especulación. Rodeaban al centro – ahora cada vez más extendido
sobre el eje de la “ciudad nueva” como se denominó al trayecto de la Plaza
Independencia a la calle Ejido – los suburbios de la costa, los arrabales del Sur,
poniendo su toque de abigarramiento social y étnico, desde el viejo “Guruyú” al itálico
“Palermo”. Allí nace un nuevo tipo social, hijo del inmigrante, que encuentra en la
industria de los talleres gráficos, de la construcción, del transporte y en el comercio, su
ocupación primordial. Su formación intelectual reconoce su origen en las férreas
convicciones anarquistas y socialistas de la II Internacional y difundidas por la popular
Editorial Sempere de Barcelona. Muchos se incorporaron a los clubes seccionales del
sector popular del Partido Colorado, atraídos por la prédica de Batlle y Ordóñez contra
el “colectivismo” de Julio Herrera y Obes, representante máximo del patriarcado
burgués y doctoral del “centro” de la ciudad; otros cuyos padres hacen fortuna en el
comercio, superando resentimientos y agrandando ambiciones, buscarán el camino de
las aulas universitarias en pos del preciado espaldarazo social del doctorado, y se
entroncarán algunos, por el matrimonio incluso, con familias de arraigo -de apellido de
lustre- pero venidas a menos en la crisis de 1890, y se incorporarán, repudiando sus
antecedentes plebeyos, al ala conservadora del partido del Gobierno.
De aquí que, al comienzo de la revolución, Saravia fuera respaldado por la gran
mayoría del elemento humano del campo, en lo que sería el último gran aliento de esta
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clase que desaparecería para dar paso a la empresa y a la agricultura y al nuevo
estrato social ciudadano. Es por eso que un historiador colorado ha escrito que a
Saravia le respondía toda la campaña, lo que se demuestra en las elecciones para
electores de senadores realizadas el 26 de noviembre de 1900 en Treinta y Tres,
Tacuarembó, Flores, Rivera, Río Negro y Rocha, en que vencen los blancos incluso en
los Departamentos colorados.
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IV - ANTECEDENTES INMEDIATOS.
A – EL INCIDENTE DE RIVERA.
Muy difícil resulta el buscar entre el cúmulo de hechos que se suceden en
estos dos últimos meses de 1903 descritos en el gran volumen de obras referentes al
tema, para poder eliminar el sentimiento partidario de los escritores, y llegar a la
versión más aproximada a la verdad, ya que estos hechos y sus consecuencias, por
aparecer como causa de la Guerra Civil, tratan de ser justificados por cada sector y así
demostrar que la culpa de la lucha fue de su opositor.
El origen de este incidente se remonta a uno de los pocos
derramamientos de sangre ocurridos en el movimiento de marzo de 1903. Durante el
mismo, una fuerza de brasileños, comandados por Joao Francisco Pereyra de Souza,
llegaron hasta la ciudad de Rivera destruyendo dos diarios dirigidos por exiliados de
Río Grande y dio muerte a varios hombres que trataron de detenerlos. De la
investigación realizada por el Gobierno a través de Travieso, investigador de la Policía,
resultó la requisitoria de detención de un tal Gentil Gómez, quien era hermano del
Coronel Ataliva Gómez, Intendente de Santa Ana.
En la tarde del domingo 01 de noviembre, luego de un alboroto durante la
ceremonia de izamiento de las nuevas campanas de la iglesia, fueron arrestados varios
integrantes de una Banda Militar brasileña; en el curso de los disturbios, hizo su
aparición en Rivera el requerido Gómez quien fue detenido. Los soldados de la Banda
brasileña que estaban sobrios volvieron a Santa Ana, recogieron armas y liderados por
sus Oficiales y el Coronel Ataliva Gómez volvieron a la línea exigiendo la libertad de
todos los detenidos. El Jefe Político, perteneciente al Partido Nacional de nombre
Carmelo Cabrera, accedió a la libertad de los soldados, no así, a la de Gentil Gómez.
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Ante esta negativa su hermano insistió en que para la noche lo pusieran en libertad o
vendría a la cabeza de sus fuerzas a llevárselo.
Ante la amenaza de conflicto, Cabrera telegrafió a Montevideo de la siguiente
manera: “Noviembre 1° de 1903 – A Presidente de la República – En este momento
recibo nota conminatoria de Intendente de Livramento que se entregue a su hermano
Gentil aprehendido hoy. Antes de las 12 de la noche, contesto como es natural que o
entregaré el preso, Gómez está en la línea con un Regimiento de Caballería de Línea y
un numeroso pueblo armado. Un breve tiroteo que hemos sostenido ha costado cuatro
bajas según el parte que acabo de recibir del Comandante de Guardia de Cárcel. Sin
armas, y escaso de municiones me sostendré hasta que pueda. Formáronse cantones
de voluntarios. Espero órdenes de V. E. – Carmelo S. Cabrera, Jefe Político Rivera”.
Alrededor de las 2000, el Coronel Gómez entró en Rivera y comenzó el
tiroteo. Cabrera telegrafió a Batlle: “Brasileños rompieron fuego sobre mis fuerzas ,
estos avanzan, tengo heridos”. De Batlle a Cabrera: “Retírese hacia interior país
trayendo Gentil Gómez si es posible”. Otro de Batlle: “Diga si necesita ayuda
Regimientos de Caballería”. En respuesta de éste, Cabrera telegrafió: “Trataré de
sostenerme retirándome al interior cuando no pueda resistir, repúto necesario auxilio
Regimientos”.
Ante esto, el Presidente telegrafió al Coronel Cándido Viera en
Tacuarembó: “ Póngase Ud. Inmediatamente en marcha sobre Rivera en protección
Jefe Político Señor Carmelo S. Cabrera con Regimientos 4° y 5°”.
Afortunadamente, hay quienes dicen que ante fuertes presiones de los
propios nacionalistas locales, el Sgto. 1° Ernesto Bruno, quien estaba encargado de la
custodia de Gentil, huyó junto con éste hacia Livramento, retirándose entonces la gente
del Coronel Ataliva y desapareciendo la amenaza.
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Cabrera estaba furioso, y a las 1230 telegrafió a Batlle: “La guardia que
debió custodiar a Gómez a quien pensaba remitir con el Coronel Leleu a Tacuarembó
huyó al Brasil con el preso durante un nuevo tiroteo. No puedo ser jamás el jefe de
hombres sin honor como estos en quienes tuve la desgracia de fiar. Ruego en
consecuencia a S. E., se sirva aceptar la renuncia indeclinable del puesto con que me
había honrado”, pero el Presidente no aceptó su renuncia.-
En un principio Batlle temió que la incursión brasileña fuera un pretexto
para una revolución de Joao Francisco y lo nacionalistas en combinación, acerca de la
cual había advertencias frecuentes. Por ello realizó una serie de movimientos
defensivos y envió a su Ministro Martín C. Martínez a recabar de Alfonso Lamas,
Presidente del Directorio del Partido Nacional las seguridades de que no existía ningún
tipo de movimiento, lo que obtuvo.
El 2 de noviembre la calma volvió lentamente.
El Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño aseguró a Montevideo
que se estaban tomando medidas para evitar la repetición de los “desagradables
sucesos”, y el Coronel Gómez fue destituido como Intendente de Livramento.
Pero mientras tanto, ¿qué ocurría con los Regimientos que habían
quedado en Rivera?.
Esta pregunta se la formuló Alfonso Lamas a Martín Martínez el 03 de
noviembre, y agregó, que el Partido Nacional había aceptado el Pacto de Nico Pérez
por interpretar que no se enviarían unidades del Ejército a los Departamentos blancos y
a menos que fueran retirados los Regimientos una vez concluido el incidente fronterizo,
”La militarización de Rivera” significaría la guerra. Martínez, que ya había interrogado a
Batlle a esta respecto, contestó que el Presidente no había hecho tal promesa. Este
había explicado a José Pedro Ramírez, en el momento del Pacto, que no haría
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promesas que limitaran su derecho a introducir tropas en los Departamentos
nacionalistas, “aún cuando no tenía entonces, y así se lo significó al doctor Ramírez
confidencialmente, el propósito de llevar fuerzas a dichos Departamentos”. Además,
Lamas debía saberlo, puesto que Batlle había informado a Martínez que él mismo
había dicho a Lamas lo conversado con José Pedro Ramírez, el mismo día en que
Lamas regresó de Nico Pérez. Lamas reconoció ante Martínez que Batlle lo había
puesto al tanto, pero, según explicó, hacia el 28 de marzo, día que vio a Batlle, el
ejército nacionalista, que el 27 había aprobado formalmente el Pacto, se estaba
desconcentrando. Y era por ello, demasiado tarde para cambiar la interpretación que
los nacionalistas había hecho del Pacto de Nico Pérez.
Ocurrió que el 27 de marzo cuando se iba a ratificar la paz, circuló el
rumor en el ejército nacionalista que Batlle proyectaba enviar tropas a los
Departamentos nacionalistas. Por ello ante requerimiento telegráfico, Ramírez se
apersonó personalmente al Presidente y obtuvo la declaración que transcribíamos más
arriba pero al telegrafiar la noticia, y en su ansiedad por la paz, usó los siguientes
términos: “Celebré conferencia con Presidente sobre Departamentos nacionalistas, con
resultado completamente satisfactorio, pero todo eso, como lo indicó, en forma
puramente confidencial y sin que eso sea objeto del Pacto ya convenido y de otros
compromisos cualesquiera …”En esas palabras ...” con resultado completamente
satisfactorio … ”los nacionalistas entendieron un compromiso incondicional por parte
de Batlle en ese sentido.
Así en noviembre existían dos interpretaciones de este acuerdo
confidencial. Decía Batlle; “De la manera más terminante dije al Doctor Ramírez que
me reservaba la facultad de enviar fuerza pública donde la creyese necesaria o
conveniente y que no admitía ninguna limitación de esa facultad. Lo que dije al Doctor
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Ramírez, y él debe recordarlo, fue que no enviaría la fuerza pública a los
Departamentos de administración nacionalista para modificar situaciones electorales, y
además que, por el momento, no la enviaría a ninguno de ellos porque ya había
resuelto colocar los Regimientos en otros lados. Pero agregué que esta última
declaración no debía tomarse ni como la sombra de un compromiso. Alfonso Lamas, a
su vez, no estaba conforme con la versión que había dado Batlle de la conversación
sostenida: ”… si bien el Señor Presidente me manifestó varios días después de hecha
la paz que no aceptaba la imposición que por intermedio del Doctor Ramírez le hizo la
Asamblea Militar Nacionalista en Nico Pérez, dijo también con toda precisión y sin
salvedades de tiempo que no enviaría fuerzas a los Departamentos administrados por
nacionalistas”. O sea que se llegó a un descuerdo básico: los nacionalistas
consideraban que Batlle les había dado la seguridad de que nunca enviaría tropas a los
Departamentos por ellos administrados; Batlle consideraba que no era así. Por
desgracia, no había versiones taquigráficas o, al menos, notas de las conferencias que
Batlle tuvo con Ramírez y con Lamas.
B – ÚLTIMAS GESTIONES PARA MANTENER LA PAZ.
Saravia, mientras tanto, consideraba tener una inflexible promesa de Batlle, en el
sentido de que no enviaría tropas a los Departamentos nacionalistas, y su compromiso
de mantener la paz era mientras se cumplieran las bases del Pacto de Nico Pérez. El
país estaba una vez más en una situación de difícil equilibrio político, como lo señalaba
en ese entonces “El Siglo”.
El 14 de noviembre, Batlle licencia a los Guardias Nacionales, agregados a los
Regimientos que estaban, a medio camino de la frontera.
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Pese a esta delicada situación que se vivía, los líderes de ambos Partidos
aparecía más preocupados con las elecciones a celebrarse en 1904, que con la guerra,
y así lo manifestaban en declaraciones públicas, pero las Unidades causantes del
diferendo seguían en su ubicación y los acontecimientos se precipitaban.
El 13 de diciembre, el Directorio del Partido Nacional, se entrevistó con Aparicio
Saravia en “El Cordobés” y a su regreso, el diario publicaba un explosivo editorial
acusando a Batlle, de ser “la negación de la tranquilidad pública . . . un gobierno
revolucionario, un enemigo declarado de la concordia y de la coparticipación de los
Partidos en la cosa pública”.
Batlle en esta oportunidad se encontraba en una posición militarmente mucho
más fuerte que en marzo y no estaba dispuesto a ceder. Tenía preparado un plan de
guerra para el caso que tuviera que usarlo. El Ejército sería puesto sobre aviso,
preparado para caer sobre los grupos militares nacionalistas locales antes de que
pudieran abandonar sus respectivos Departamentos. Si el plan resultaba, el ejército de
Saravia nunca podría reunirse. Así le comunicaba al Coronel Pablo Galarza: “Sin
producir alarma alguna esté V.S. pronto para marchar a primera orden. Recibirá simple
orden de marcha, lo hará inmediatamente y a marchas forzadas sobre el Departamento
de Flores, a fin de evitar reuniones de los blancos, tiroteándolos fuertemente si se
encuentra cualquier resistencia. En caso que el telégrafo se interrumpiera y notara V.S.
movimiento de nacionalistas que le diesen la convicción de haberse producido un
movimiento subversivo ponerse en marcha como se le indica más arriba, recorriendo el
Departamento de Flores hasta San José, incorporando todas las fuerzas de Soriano
que esperen y arreando todas las caballadas buscando salir, si posible es, atrás de
ellos sobre el Departamento de Florida, donde hay encontrará al General Muñiz a
órdenes de quien continuará”. Pero Batlle quería que la guerra, si tenía que venir
22
viniera de los blancos. Los nacionalistas, que interceptaban las comunicaciones del
Gobierno y que habían descifrado sus claves, tenía conocimiento de estas órdenes.
Así, el 17 de diciembre, el Jefe Político de Rivera, Carmelo S. Cabrera advirtió a Lamas
que el Gobierno había impartido órdenes militares, y el 24 del mismo mes escribía:
“Puedo asegurarle que los Regimientos tienen órdenes de buscar establecerse en
Corrales para esta al abrigo de un golpe de mano al lado del Brasil y en situación de
operar en un momento dado en el Departamento o sobre Rivera”.
Igualmente, Saravia comenzó a tomar medidas preparándose para la guerra, y
sus hijos comenzaron a pasar armas desde el Brasil desde el 22 de diciembre. Hizo
que los Jefes Militares del Partido se reunieran en su estancia, para una fiesta de
Navidad, pero en realidad analizaron la situación, elaboraron planes de guerra y
quedando sobre aviso volvieron a sus Departamentos de origen a esperar órdenes.
En Montevideo, corrió el rumor en círculos del Gobierno que, si no se retiraban
los Regimientos de Rivera, la mayoría de los Oficiales de Saravia declararía la guerra
el 01 de enero. El éxito de las tentativas de Lamas para lograr que Batlle retirara las
Unidades significaría guerra o paz. El 31 de diciembre, reelecto Presidente del
Directorio, Lamas trasmitió al Presidente de la República que “el Partido Nacional,
consideraba violado el Pacto de Nico Pérez con la permanencia de los Regimientos 4°
y 5° de Caballería en el Departamento de Rivera y que su retiro se imponía porque de
otra manera la guerra civil era inevitable e inminente”.
Batlle estaba en una disyuntiva, la demanda de los nacionalistas que el Gobierno
retirara tropas de una parte de su propio territorio, parecería monstruosa en el
extranjero y haría que la revolución tropezara con dificultades para encontrar apoyo en
la Argentina y Brasil. La guerra podría resolver el problema de la unidad colorada al
congregar la masa partidaria alrededor de él mismo. Hasta aquí todo favorecía a la
23
guerra. Pero frecuentemente la guerra resulta diferente a lo previsto, algunas
circunstancias ajenas pueden estropear los mejores planes. Pero tenía más
importancia la enormidad de la decisión: Batlle había dicho en Paysandú, que la peor
de las paces era mejor que la mejor de las guerras.
¿Cómo podía él, que se oponía a la pena de muerte para los asesinos, que se oponía a
las corridas de toros por el derramamiento de sangre, presenciar la matanza de miles
de hombres en la lucha?. Antes que pudiera autorizar la guerra, debía convencerse que
había hecho todo lo posible para salvar la paz; por eso, contestó que no retiraría los
Regimientos de Rivera, pero que aseguraría la promulgación de una ley que les
impidiera votar allí, votando los Oficiales y Sub-Oficiales con boleta de ausente en
Tacuarembó que era donde estaban destinados.
En previsión que esta nueva propuesta sería rechazada, Batlle emitió órdenes
de movilización. El General Benavente se puso al frente del Ejército del Norte y el
General Justino Muniz, el viejo caudillo blanco analfabeto de Cerro Largo, que odiaba a
Saravia y que había comandado los Ejércitos del Gobierno en 1897, fue a Montevideo
en busca de instrucciones.
El Cuartel General de Saravia en Melo, estaba lleno de solicitudes de órdenes
emanadas de los militares nacionalistas. Telegrafió a Lamas: “Corren noticias
alarmantes. Ignorando todo solicito informes telegráficos”. Lamas contestó: “El
Gobierno toma precauciones porque dice haber visto movimientos sospechosos en
ciertos Departamentos. Creemos que todo volverá a la calma. Conviene esperar para
iniciar gestiones con ventaja”.
La víspera de Año Nuevo, el Gobierno inició en envió de tropas al interior, la
Policía comenzó a seguir los pasos de conocidos líderes militares nacionalistas.
24
Estos no pensaban quedarse en sus casas esperando y quedar atrapados. El
Directorio necesitaba tiempo para que los revolucionarios se reunieran y para que la
presión surtiera efecto en Batlle. Lamas avisó a Martín C. Martínez que la oferta de
Batlle era inaceptable, Saravia insistía en que se retiraran los Regimientos de Rivera.
El Presidente hizo un nuevo ofrecimiento, estaba dispuesto ahora a retirar a un
Regimiento y patrocinar la legislación electoral para neutralizar el segundo.
El 01 de enero de 1904 se produce el primer derramamiento de sangre,
resultado de los movimientos de grupos blancos y de la acción policial, en Estación
Cardozo (Tacuarembó), una reyerta entre guardias civiles y un grupo de
aproximadamente veinte hombres armados con divisa blanca, resultando un muerto y
tres heridos en cada partida.
En Paysandú se produce un asalto a una Comisaría y en Treinta y Tres un grupo
comandado por Basilicio Saravia (hermano del General) se tiroteó con una partida
blanca sin consecuencias.
Pero todavía no se estaba viviendo una situación de guerra.
Recién el 02 de enero los sucesos se hacen graves. A primera hora el Gobierno
impartió la orden siguiente a todos los Comandantes Militares: “Órdene V.S. que en los
Departamentos que dependen de V. S. se reúnan inmediatamente las divisiones,
deshaciendo grupos y reuniendo caballadas y comunique cualquier novedad”. Los
nacionalistas del interior consideraron esto como un equivalente a una “declaración de
revolución” del Gobierno contra ellos. Saravia dio la orden de movilizarse pero evitar
choques y además ordenó a su hermano traer las armas escondidas en el Brasil.
Lamas rechazó la segunda oferta de Batlle, pero hizo una contrapropuesta. Si
los dos Regimientos eran retirados de Rivera, los nacionalistas no harían cuestión
alguna porque votaran en otros lugares, Batlle declaró haber quedado estupefacto ante
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esta sugerencia que los nacionalistas permitirían que él hiciera votar fraudulentamente
a los hombres en otros sitios. También podría haber otra insinuación en el ofrecimiento:
si los colorados permitían que los blancos ganaran las elecciones de 1904 en los seis
Departamentos nacionalistas, ellos dejarían que los colorados ganaran en los
restantes. En otras palabras, el Directorio se mostraría propicio a una revolución del
acuerdo de 1901.
Un arreglo podría no ser una mala salida. Batlle había sostenido siempre que un
acuerdo era mejor que la guerra. También podría solucionar el problema que Batlle
enfrentaba, de la unidad colorada, la necesidad de ganarles a los partidarios de Herrera
y Obes y de Tajes, puesto que un acuerdo haría por él lo que había hecho por Cuestas:
su sector del Partido Colorado conservaría todas las bancas legislativas y el grupo
anterior a 1897 quedaría excluido. Si hiciera un acuerdo podría retirar los Regimientos
sin que el desplazamiento alterara el temple electoral colorado, pues no habría lucha
electoral. Batlle dijo a Martín C. Martínez que avisara a los nacionalistas que, si
renovaban el Acuerdo de 1901, retiraría los dos Regimientos de Rivera, pero no
negociaría de ejército a ejército; si estallaba la revolución la aplastaría por la fuerza.
A las 10 de la mañana del 02 de enero se reunió el Directorio del Partido
Nacional y decidió negociar, pero no avisaron a Saravia de su intención sino que le
alertaron que saldrían en corporación para conferenciar con él pero que deseaban que
“esto no perjudique operaciones que las extremas medidas del Gobierno impongan en
Usted”. Ese mismo día a las 0830 se producía el alzamiento de Tranqueras y se
volaban los puentes ferroviarios.
El 03 de enero, mientras el Doctor Rodríguez Larreta viajaba en ferrocarril hacia
Melo para entrevistarse con Saravia, llegaban a Montevideo telegrafiadas pro el
General Benavente, las noticias del alzamiento en Rivera; y Batlle obtenía las noticias
26
que estaba esperando; la revolución había estallado, ahora podía comenzar las
operaciones.
Inmediatamente se telegrafió a Muniz, que estaba en Nico Pérez: “Revolución
estalló Tranqueras. Puede operar de acuerdo a instrucciones recibidas”, y al Coronel
Galarza: “Cumpla las instrucciones recibidas reforzándose convenientemente para
evitar todo percance”, ambos telegramas iban firmados por Batlle y Ordóñez.
En Maldonado, el caudillo nacionalista Juan José de Muñoz había recibido
órdenes de reunirse con Saravia “evitando todo encuentro con el enemigo”. Tropas del
gobierno al mando del Coronel Ruprecht bloqueaban el camino, Muñoz se abrió paso,
había ocurrido el primer choque.
El 09 de enero por la mañana se volvió a reunir el Directorio Nacionalista
con la respuesta de Saravia a la última propuesta llevada por Rodríguez Larreta y que
aquel había aceptado en principio, solicitando no se le llamara acuerdo. Por intermedio
de Martín C. Martínez se envió la noticia a Batlle. Este le contestó que era “demasiado
tarde”; había hecho la propuesta para evitar una revolución, pero la revolución ya había
estallado. Negociar en ese momento sólo serviría para provocar una guerra peor más
adelante. Martínez abrumado renunció a su cargo de Ministro de Hacienda. Era la
guerra.
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V. – LAS OPERACIONES.
A – ESTADO DE LAS FUERZAS AL COMIENZO DE LAS OPERACIONES.
EJÉRCITO DEL GOBIERNO (PARTIDO COLORADO).
En la época que asumió la Presidencia Don José Batlle y Ordóñez, el 01 de
marzo de 1903, la institución armada esta organizada así: Ministerio de Guerra y
Marina, Estado Mayor del Ejército, Academia General Militar, Tribunales Militares,
Parque Nacional y el Ejército, compuesto de la siguiente forma:
- La Escolta del Gobierno, integrada por 50 lanceros al Servicio del Presidente de
la República, cuyas guardias cubrían, haciendo además el servicio de escolta en
los días de recepciones oficiales; usaban sable y carabinas.
- Las armas estaban compuestas de: Infantería, armada con fusil Mauser español-
brasileño calibre reducido. La Caballería armada de carabina del mismo sistema
y sable. La Artillería de campaña con cañones, 6 Canet y 12 Bange, y armados
los artilleros de carabina. La Artillería de la Fortaleza del Cerro armada de fusil
Mauser español-brasileño. La Artillería Guardia del Parque Nacional con 6
piezas Canet. Más tarde en el mismo año se introdujeron 6 máquinas
ametralladoras ”Colt”, cuyo manejo estaba a cargo de la Guardia del Parque.
- La Infantería se componía de 5 Batallones de 400 plazas, de cuatro Compañías,
con 100 plazas cada una, sumando en total 2.000 hombres, entre Clases y
Soldados.
- La Caballería la formaban 6 Regimientos de 300 plazas, de tres Escuadrones, (a
excepción del 3°. 4° y 5°, que tenían dos escuadrones) con 100 plazas cada
uno, total 1.700 entre Clases y Soldados.
- La Artillería de campaña la componía un Regimiento de tres Baterías de 6
piezas cada una, total 300 plazas entre Clases y Soldados.
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En resumen: nominalmente, el Ejército tenía 4.210 hombres entre Clases y
Soldados, pero en realidad existían 3.900, efectivo que no tuvo variación hasta el 01 de
enero de 1904 al estallar la Revolución.
Al comenzar la Revolución ser procedió a realizar la movilización, convocando a
la Guardia Nacional Móvil, formándose al efecto en todo el país Cuerpos de Infantería,
que quedaron de guarnición en las localidades y de Caballería compuestos de varios
Escuadrones, los que salieron inmediatamente a campaña. En Montevideo, el 04 de
enero ser formaron 9 Unidades Policiales y 16 Batallones de Guardias Nacionales de
400 plazas cada uno. En el Departamento de Canelones se formaron 6 Cuerpos de
Guardias Nacionales.
Con respecto a las Unidades de Guardias Nacionales sus efectivos variaban
según la importancia de la población del departamento o región en donde se
reclutaban, divididos por escuadrones, cuyos efectivos también variaban según el
prestigio de sus Comandantes. Estos Cuerpos armados a fusil Mauser-Daudeteau
(calibre 6.5), Remington (calibre 11), todos de un tiro, pasaron algunos a engrosar a los
dos principales Ejércitos y otros permanecieron de guarnición en las localidades.
En los primeros días de enero de 1904 algunas de las Unidades del Ejército de
línea operaron aisladamente, siendo después distribuidas para formar la base de los
Ejércitos del Norte y del Sur del Río Negro.
Ejército del Norte: comandado por el General Manuel Benavente, cuenta
inicialmente con el Batallón 1° de Cazadores, 1 Compañía del 3° de Cazadores, 1
Sección de Artillería, 1 Grupo de Ametralladoras, y los Regimientos 4° y 5° de
Caballería. Este Ejército que el 06 de enero tiene un efectivo de 3.000 hombres, llega al
25 de abril a los 7.300 hombres, y a fines de junio al hacerse cargo del Comando el
General Justino Muniz alcanza a los 8.300.
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Ejército del Sur: constituido inicialmente por el Batallón 2° de Cazadores, 2
Compañías del 3°, 4° y 5° de Cazadores, 1 Sección de Artillería, 1 Grupo de
Ametralladoras, y los Regimientos 1°, 2°, 3° y 6° de Caballería. El efectivo de este
Ejército se incrementa rápidamente, pasando de 2.073 al 09 de enero a 6.855 el 15 del
mismo mes.
Los efectivos mencionados son los que tenían las unidades al momento de su
incorporación al Ejército, según las listas de Revista del Archivo del Estado Mayor del
Ejército, cuyos efectivos variaron notablemente en el transcurso de la campaña, por las
bajas en las acciones de guerra, enfermos que requerían hospitalización y las
deserciones en las filas de las unidades de Guardias Nacionales.
EL EJÉRCITO REVOLUCIONARIO (PARTIDO NACIONAL).
El Ejército nacionalista estaba formado primeramente por 12 Divisiones y Escuadrones
independientes cuyo efectivo variaba de acuerdo con el prestigio de cada uno de sus
respectivos Jefes.
Las Compañías urbanas, guardias de cárceles de los Departamentos de Rivera, Cerro
Largo, Treinta y Tres, Maldonado, y Flores se fusionaron en las fuerzas revolucionarias.
Inicialmente, la concentración de los elementos blancos se efectuó en la ciudad de
Melo, habiéndose reunido en los primeros días de enero aproximadamente 6.000
hombres que acampaban a orillas del Conventos. El 07 de este mes comienza su
desplazamiento hacia el sur, alcanzando hacia mediados del mismo un efectivo de
alrededor de 15.000 hombres. Diez días después, por diversos fraccionamientos este
efectivo queda reducido a la mitad, existiendo diversas partidas operando en todo el
territorio del país.
30
El Ejército nacionalista tuvo hasta abril de 1904 una organización irregular, contando
con 12 Divisiones y algunas otras fuerzas independientes que marchaban en el
conjunto desligadas de aquellas. A partir de la incorporación del Coronel Lamas la
situación cambia radicalmente, reglamentándose la organización de la fuerza,
estableciéndose las tropas de combate, su composición, los diversos Servicios, la
organización de los Comandos y fijándose además un sistema de identificación por
medio de un Reglamento de Insignias.
En lo que respecta al armamento del Ejército este fue siempre sumamente
escaso e insuficiente para los efectivos que mencionábamos anteriormente.
Así, según lo expresado por F. Gutiérrez en su libro “Tupambaé”, el 05 de junio de
1904, el Ejército contaba con 5.650 armas de fuego de varias clases y sistemas
(Fusiles Remington, Mauser, carabinas Mauser, Winchester, Remington Mauser
modelo 71de bala de plomo, Mauser de un tiro de bala de acero).
En agosto, llegaron la Ejército por el litoral argentino 2 piezas de artillería y 2
ametralladoras.
Con respecto al origen del armamento pesado a que hacíamos referencia, Enrique
Rodríguez Herrero en su libro “Campaña Militar de 1904” establece que al finalizar la
guerra, al procederse al desarme de los revolucionarios en el Paso del Rubio Benigno
del Olimar, del 09 al 15 de octubre de 1904, entregaron 2 cañones Krupp que tenían
grabados la siguiente inscripción: “Ejército Nacional – República Argentina”, los que
fueron recibidos por el entonces Teniente 2° Alfredo R. Campos.
Hemos podido observar en general cómo estaban compuestas y organizadas ambas
fuerzas y el armamento de que disponían.
Es de destacar esto último, ya que Batlle, con motivo del movimiento de marzo de 1903
compró rápidamente armas en Europa, el cual lo empleará en esta campaña.
31
Aparicio Saravia por su parte desde 1897, compraba y almacenaba armas, estando su
Parque como ya lo vimos en Brasil. El Ejército nacionalista tenía una gran variedad de
armas individuales, pero que no alcanzaban para la totalidad de sus fuerzas, siendo
esto una constante preocupación del Comando del Ejército blanco: obtención de
armamento y munición.
B – PRIMEROS ENCUENTROS ENERO A MARZO.
Como relatábamos anteriormente, desde el 01 de enero de 1904, ambas
partes en conflicto comenzaron los movimientos tendientes a colocarse en una
situación ventajosa para el primer enfrentamiento.
Las tropas gubernistas pusieron en aplicación el plan de guerra señalado,
buscando evitar la concentración de las tropas revolucionarias, y al mismo tiempo,
enviaron en busca de Saravia a un Ejército a cuyo frente se puso el General Justino
Muniz. Así, en la noche del 31 de diciembre de 1903, se procedió a la citación de los
últimos elementos que aun no habían sido convocados y en las primeras horas del 01
de enero comenzó el movimiento por ferrocarril de las tropas hacia Nico Pérez,
estación terminal en esa época de las líneas hacia el noreste. Entre esas tropas se
movilizaban los Batallones 2° y 4° de Cazadores, una Sección de Artillería con dos
piezas Canet, un grupo de Ametralladoras Colt, todo al mando del Coronel Sebastián
Buquet. Llegados a Nico Pérez asumió el mando el General Muñiz quien ya se
encontraba allí con una tropa integrada entre otros por el Batallón de Cazadores N° 3 y
Escuadrones de Guardias Nacionales. Inmediatamente Muniz comenzó su progresión
hacia Cerro Largo en busca del Ejército blanco.
Mientras tanto, en el resto del país ocurrían encuentros sin importancia entre las
fuerzas del Gobierno en cumplimiento de su plan, y las partidas blancas que
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marchaban hacia sus puntos de reunión; así se producen los encuentros del Paso de
Calatayud (04 de enero) sobre el Arroyo Porongos en el Departamento de Flores, de
Paso de Sosa del Aiguá (04 de enero) en el Arroyo de ese nombre entre los
Departamentos de Maldonado y Lavalleja, encuentro de San José (04 de enero) en las
inmediaciones de los corrales de abasto de esa ciudad, encuentro de Palo a Pique (06
de enero) en el Río Olimar Chico en el Departamento de Treinta y Tres y el de
Manguera Azul (08 de enero) en la Sierra de Polanco próximo al Cerro Mangrullo al
norte del Departamento de Lavalleja.
Aparicio Saravia por su parte, al frente de un ejército de 6.000 hombres, armado
solamente a medias, había salido de Melo con rumbo al sur el 07 de enero, el mismo
día que salía desde Treinta y Tres hacia el norte para unirse al grueso, la columna que
inicialmente formara Juan J. Muñoz en Maldonado y que dejara dicha ciudad el 04 de
enero sosteniendo el encuentro de Paso de Sosa con las fuerzas del Coronel Guillermo
Ruprecht. A dicha fuerza se le habían unido las Divisiones de Francisco Saravia y
Bernardo Berro, alcanzando un efectivo de 3.000 hombres. Esta columna se volvería a
encontrar con el Coronel Ruprecht en el encuentro de Manguera Azul ya citado. El día
09 de enero, las fuerzas coloradas que en ese momento tenían un efectivo de unos
1.250 hombres, habían dejado pocos kilómetros atrás Santa Clara de Olimar, cuando
sus avanzadas se encontraron con la vanguardia del ejército blanco, comandadas por
Francisco Saravia, desarrollándose un combate de escasa entidad que la historia
registra como el combate de la Ternera, en el cual no se produjeron bajas en ninguno
de los dos bandos.
Esa misma noche, Muniz que continuaba con su plan de alcanzar a Saravia y
presentar combate, fue alertado por dos partidarios colorados que las fuerzas blancas
eran muy superiores en número a las suyas y que con seguridad sería derrotado en
33
caso de un combate; quienes así lo aconsejaban eran Cesáreo y José Saravia,
hermanos del caudillo nacionalista, que anteponían su amor a la divisa al amor
fraternal. De inmediato Muñiz comienza su retirada nuevamente hacia Nico Pérez
donde esperaba recibir refuerzos prometidos desde Montevideo por el Presidente
Batlle.
Ahora se le presentaba a Saravia la oportunidad de destruir de un solo golpe a
todo el Ejército del Sur cuando aun estaba en formación, y para ello contaba con la
columna que, bajo el mando de Juan J. Muñoz, venía avanzando desde Treinta y Tres,
para que cortara la retirada colorada, encerrando dicho ejército entre ambas fuerzas
blancas. Pero Muñoz progresaba muy lentamente sin razón aparente, por lo que no
llegó a tiempo a la Cuchilla Grande por la que se desplazaba Muniz, perdiéndose una
clara oportunidad de obtener una decisiva victoria.
La retirada de Muniz fue muy rápida, marchando toda la noche del 09 y todo el
día 10 sin detenerse, llegando al atardecer al Arroyo de Las Pavas, donde lo alcanzan
las fuerzas blancas de vanguardia produciéndose un tiroteo. Nuevamente se emprende
la precipitada retirada siempre hostigado por las tropas enemigas, alcanzando en la
tarde del 11 Nico Pérez, el 12 Estación Illescas y el 13 las costas del Arroyo
Mansavillagra.
En Montevideo, las primeras noticias que se tuvieron de Muniz fue su mensaje
del 11 de enero. No era el esperado parte de victoria. Muniz retrocedía a Nico Pérez en
busca de refuerzos. Batlle le telegrafió diciendo que le enviaría 7.000 hombres, que
eran los refuerzos a que nos referíamos anteriormente.
Por eso, cuando Muñiz alcanza el Mansavillagra, los primeros elementos de
esos refuerzos, el 5° de Cazadores, están desembarcando en la Estación de igual
nombre. Durante la retirada se le han ido agregando nuevas unidades, entre ellas el 2°
34
de Caballería encabezado por el Coronel Pablo Galarza, hombre que se caracterizaba
por su pasión partidaria que le llevaba a vestir totalmente de rojo.
Mientras tanto, Saravia había perseguido a Muniz hasta Mansavillagra, pese a la
deficiencia de armamento de sus tropas. Pero para el 14 de enero el Ejército del Sur
tenía alrededor de 9.000 hombres y estaba en condiciones de darse vuelta y presentar
batalla a su enemigo, lo que sucede en Masavillagra, primer combate de guerra, y en el
cual las ametralladoras del Gobierno causaron daños revolucionarios: Muniz se
apoderó de una parte del ya limitado arsenal de Saravia y entonces fue este el que tuvo
que huir. Su vapuleado ejército, perseguido por Muniz tuvo que enfilar nuevamente a
sus conocidos pagos de Cerro Largo, bajo la presión de las tropas coloradas,
sucediéndose los combates de Illescas el 15 de enero, Paso de Santa Rita en las
puntas del Yí el 16, Paso de Las Palmas el 17.
Muñiz demostró su alegría en su telegrama a Montevideo: “En Mansavillagra
completa derrota del enemigo”. El ejército de Saravia podía moverse con rapidez, los
hombres habían pasado la vida a caballo, el ejército apenas tenía alguna impedimenta.
El desplazamiento de los blancos estaba dirigido hacia el Norte, aparentemente hacia
el Paso Ramírez sobre el Río Negro, y tras él iba Muniz. Pero Saravia no ignoraba que
del otro lado del paso, las vanguardias del Ejército del Norte al mando del General
Benavente aguardaban su llegada. Por ello, cercano ya a dicho Paso, realiza un brusco
cambio de la dirección de progresión, dirigiéndose hacia el este, hacia Melo. Muniz, con
su empecinamiento de seguir al ejército blanco, había perdido una buena oportunidad
de enviar fuerzas siguiendo la Cuchilla Grande adelantándose a Saravia y encerrándolo
en una gigantesca pinza.
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Los encuentros, generalmente favorables a los colorados, se suceden en la
retirada de los nacionalistas, el 18 en el Paso del Gordo del Cordobés, el 19 en el Paso
Canané del Arroyo Tarariras.
El 21 de enero, mientras el ejército de Muñiz es detenido en el Paso del Sauce
del Conventos, los blancos derrotados hasta el momento desfilan en la ciudad de Melo.
En las inmediaciones de Melo, Saravia divide sus tropas en tres columnas, dirigiendo
dos de ellas hacia el Brasil (en las cuales incluyó a los heridos y a parte del personal
desarmado) y manteniendo el grueso a sus órdenes, con él que se dirigió hacia el sur.
Las tropas de Muñiz persiguieron las columnas que se dirigían al Brasil, no
percatándose que el grueso se les escapaba intacto hacia Treinta y Tres. Es debido a
este error que Muñiz telegrafía a Montevideo: “Sigo la persecución de los insurrectos
que marchan en tres columnas rumbo a la frontera y que continuaré hasta disolverlos”.
El Día anunciaba: “La guerra, como guerra de batallas, ya está concluída”.
Pero El Día estaba equivocado, Saravia superó en astucia a Muniz, le eludió y le
dejó muy atrás. Durante días el gobierno no supo el paradero de Aparicio. Cuando lo
supieron, grande fue su sorpresa al ver que se había desplazado mucho hacia el sur,
peligrosamente cerca de Montevideo. Muñiz, con la caballada exhausta tras la
persecución, estaba acampado cerca de la frontera brasileña. El otro ejército
importante del gobierno se encontraba al norte del Río Negro. El Ministro de Guerra,
General Eduardo Vázquez, estaba en el campo de operaciones. Todo lo que había
entre Saravia y Montevideo era el ejército del General Melitón Muñoz.
Melitón Muñoz, un viejo pintoresco, otro de los caudillos analfabetos de épocas
pasadas, había sido un vigoroso guerrero en su juventud y por muchos años caudillo
indiscutido del partido colorado en el Departamento de Canelones. Su ejército se
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componía en su mayor parte de paisanos del lugar, que por su característica nunca
habían sido considerados buenos combatientes para acciones de caballería.
Muñoz propuso defender el Paso de Fray Marcos sobre el Río Santa Lucía, a
unos 80 kms. de Montevideo. Batlle, una vez más haciendo un buen uso del ferrocarril,
envió un refuerzo de 2.000 hombres a San Ramón, la estación más cercana a Fray
Marcos. Batlle también dispuso que el Ejército del Norte se dirigiera a Tacuarembó en
las cercanías de la vía férrea para el caso de que Saravia, detenido en el Santa Lucía,
doblara hacia el oeste en busca del Río de la Plata para recibir armas y hombres desde
la Argentina.
Pero Muñoz cometió un grave error, ya que buscando una mejor posición en el
terreno se colocó al sur del Paso, con la intención de tener el obstáculo a su favor, pero
al hacer esto colocó a la vez el río entre sus fuerzas y el ferrocarril por donde habría de
recibir los refuerzos desde la capital. En la mañana del 31 de enero comenzó la batalla;
Saravia consiguió aislar a Muñoz de sus refuerzos fácilmente, y vadeando el río en un
paso cercano con parte de sus fuerzas, atacó a las fuerzas gubernistas desde dos
frentes, poniendo en fuga a sus enemigos tras sólo media hora de combate. Los
blancos se apoderaron de la artillería de su enemigo y de sus ametralladoras. Estaban
a sólo unas decenas de kilómetros de Montevideo.
Batlle tuvo conocimiento de la derrota por boca del propio Muñoz, que estaba tan
cerca de Montevideo que le llamó por teléfono. Montevideo se encontraba amenazada
seriamente. El Gobierno temía que Saravia coordinara su ataque con una revuelta
nacionalista dentro de la ciudad, por lo que los políticos blancos se encontraban dentro
de la misma fueron arrestados. Se reclutaron hombres en las calles, se les incorporó a
la Guardia Nacional, se les destinó a defender la ciudad; la fuerza policial fue enviada
con ellos al frente establecido alrededor de la capital. Batlle reagrupó sus fuerzas.
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Telegrafió al Ministro de Guerra, desplazándolo por ferrocarril hasta el litoral y desde
allí por barco hacia Montevideo. Era peligroso que hiciera todo el viaje en tren porque
Saravia podía tenderle una emboscada.
Pero Saravia no atacó; ante sus Jefes expuso que no era conveniente sitiar
Montevideo, ya que los ejércitos colorados estaban todos fuera de Canelones, y todos
utilizando las diversas vías del ferrocarril, convergirían rápidamente sobre la capital,
pudiendo quedar los sitiadores a su vez, como sitiados; además su ejército carecía de
armas y municiones que deberían llegar a Buenos Aires, y por otra parte, se
vislumbraban grandes días de lluvia y si se internaban en Canelones, el Río Santa
Lucía, desbordado les iba a hacer de “ratonera”. Por todo esto, Saravia avanzó
inicialmente hacia Florida y luego hacia San José, reuniendo caballada y esperando el
momento oportuno para dirigirse al litoral norte para recibir las armas y municiones que
el Directorio de Guerra, instalado en Buenos Aires y presidido por Aureliano Rodríguez
Larreta le enviaría.
En este momento, es importante resaltar el apoyo que en forma oficiosa el
Gobierno del Presidente Roca de la Argentina, prestaba a los revolucionarios. A parte
de la libertad de movimientos que gozaban los blancos residentes en ese país para
realizar compras de material de todo tipo destinado a la revolución, los nacionalistas
recibieron material del Ejército Argentino (dicen las crónicas que entre el material
rendido luego de la paz los colorados recibieron cañones con la inscripción “Ejército
Argentino”). Otra forma en que se manifestó la intervención argentina se evidenció
durante el período en que los nacionalistas amenazaron la cuidad de Montevideo; en el
momento culminante del pánico provocado por Fray Marcos, De María, embajador
argentino pidió que un buque de guerra de su país atracara en el puerto y luego reunió
al cuerpo diplomático, al parecer tenía la intención de provocar una intervención
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extranjera conjunta para poner término a la guerra; el alejamiento de Saravia puso fin a
cualquier justificativo inmediato de intervención, pero se conservó un residuo de pánico
que podía dar a la Argentina la oportunidad de romper con el Gobierno de Batlle y
reconocer a los revolucionarios.
Durante este período crítico para el Gobierno, la estrategia blanca pareció estar
dando sus frutos, los mismos que se habían obtenido durante 1897: que el prolongar la
guerra provocara un descontento popular tan grande, incluso en las filas del propio
partido gobernante, que llevara al Presidente a buscar una fórmula de paz que pudiera
ser aceptada por los revolucionarios. Pero Batlle no era Borda, y estaba decidido a
permanecer en su puesto y a derrotar a su enemigo. Por ello tomó una serie de
medidas políticas tendientes a: debilitar la oposición colorada y evitar el aflujo de
fondos a las arcas nacionalistas. En este último aspecto es de destacar que después
de Fray Marcos se aprobó en una sesión secreta de la Cámara, la Ley de Interdicción,
en virtud de la cual se autorizaba al Ejecutivo a inmovilizar los bienes de los partidarios
de la revolución. Batlle puso cientos de nombres en la lista de interdicción, para evitar
que llegaran fondos a Saravia. Era la primera vez que en una guerra civil uruguaya se
intentaba una violación tan despiadada – a juicio de los nacionalistas – de los derechos
de propiedad.
Del punto de vista militar la preocupación más inmediata de Batlle era impedir
que Saravia cruzara el Río Negro y concretara su reunión con los hombres y armas que
estaban a punto de salir de Argentina. Una vez más confió a Muniz la misión de atrapar
a Saravia. Este, de San José marchó hacia Arroyo Grande, y de allí al Río Negro
donde llegó el 15 de febrero encontrando los pasos crecidos; Saravia no podía esperar
que bajaran, par entonces Muniz le habría alcanzado. El contingente de Argentina
había cruzado desde Monte Caseros. El General blanco simuló dirigirse nuevamente
39
hacia el sur, y en la momentánea duda que asaltó a los dirigentes colorados sobre lo
que haría a continuación, volvió sobre sus pasos cruzando el Río Negro cerca de Paso
de los Toros antes de la llegada de Muniz.
Pero este le andaba cerca, y le va a alcanzar en el Paso del Parque del Río
Damián, donde pese a los avisos de su retaguardia sobre la cercanía de las tropas
coloradas, Saravia se dejó sorprender durante la operación de vadeo del mencionado
curso de agua el 02 de marzo. Muniz no se preocupó por planear una batalla, se limitó
a caer con sus hombres sobre las tropas blancas en un ataque frontal. Esto fue lo que
permitió a los blancos pasar el río, pero al precio del sacrificio de su retaguardia y la
pérdida de su arsenal. Pero los revolucionarios todavía no estaban a salvo. Los vados
que habían adelante estaban demasiado crecidos. Saravia inspeccionó el terreno,
retrocedió, volvió a cruzar el Damián a menos de legua y media del ejército victorioso
de Muniz y, a toda marina, se dirigió hacia el este en busca del seguro Departamento
de Rivera.
Muniz no sospechó que Saravia lo había eludido. Envió otro telegrama de
victoria a Batlle: había recuperado gran parte del material perdido en Fray Marcos, 12
carros de munición, un cañón, el enemigo tenía 100 muertos y 300 heridos; él había
perdido 70 hombres, por desgracia los caballos estaban agotados y por el momento no
podía perseguir al enemigo. Hasta el 12 de marzo, diez días después, el Gobierno no
se dio cuenta que Saravia estaba a salvo en Rivera.
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C – SITUACIÓN POLÍTICA LUEGO DE DOS MESES DE LUCHA.
La victoria de Paso del Parque no dio la tranquilidad a Batlle; la situación
política se complicaba cada vez más al crecer las presiones tendientes a obtener la
firma de un tratado de paz. Ante una gestión realizada por una Comisión encabezada
por el Arzobispo de Buenos Aires el Presidente contestó: “Yo no tengo la paz. Está en
el campo de los que han arrancado del quicio de la legalidad en que reposaba”. La
guerra seguiría pero, ¿por cuánto tiempo podría sofrenar Batlle a la opinión en favor de
la paz?. Los legisladores colorados habían apoyado hasta ahora la posición del
Presidente de oponerse a una paz negociada, pero era imprevisible cuánto habrían de
mantener ese apoyo. La situación política de Batlle no era totalmente firme por la
oposición que se manifestaba dentro de su propio partido y que era liderada por el
Doctor Herrera y Obes y el General Máximo Tajes. Así, del mismo modo en que se
había negado a entregar el mando del ejército a generales colorados (Muniz era blanco
y a Benavente no lo había dejado intervenir en ninguna operación importante), Batlle se
negó a introducir en su Gobierno a los líderes colorados anteriores a 1897. En lugar de
ampliar su gabinete lo había reducido. Serrato se había encargado de la cartera de
Hacienda de Martín C. Martínez, sin abandonar el Ministerio de Fomento. Campisteguy,
el Ministro de Gobierno, estaba en uso de licencia, parecía estar enfermo de los
nervios, pero los más enterados creían que se había opuesto a Batlle en relación a la
Ley de Interdicción.
Cuando “El Día” afirmó que la falta de demostraciones publicas en favor de la
paz probaba que la opinión pública deseaba la continuación de la guerra, “El Siglo” se
arriesgó a ser clausurado por el censor al señalar que la razón por la cual no habían
demostraciones era que el Gobierno las había prohibido.
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D – ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO BLANCO DE RIVERA A
TUPAMBAÉ.
Mientras tanto el ejército blanco en Rivera aprovechaba la falta de acción
enemiga para rehacerse luego del golpe sufrido. Los hombres y las armas que habían
entrado de Argentina se incorporan y se recibe un embarque de armas provenientes
del Brasil. Además se incorpora a la revolución el Coronel Gregorio Lamas, un soldado
profesional que hasta ese momento ocupara la dirección de la Academia General
Militar y que se transformaría en Jefe de Estado Mayor del ejército saravista, dándole la
organización y método que hasta entonces le había faltado.
Los colorados mientras tanto se mantenían estáticos; Muniz todavía agotado
después de Paso del Parque, y Benavente, que con el Ejército del Norte se encontraba
en Tambores, a 155 kms. de Rivera, fue retirado hacia Paso de los Toros pro la falta
de decisión de Batlle de hacer entrar en combate un ejército comandado por un general
colorado.
El 23 de marzo el ejército blanco, en mejores condiciones que nunca desde
el comienzo de la guerra salió de Rivera y se dirigió a Cerro Largo.
Durante los últimos días de marzo y primeros de abril recrudecen en
Montevideo las presiones en pos de la paz. Se realizan múltiples gestiones, entre ellas,
una de gran peso llevada a cabo por los principales miembros de la Asociación Rural.
De ella surgió una Comisión integrada por el Doctor Nin y el Coronel Mascareñas,
Presidente y Secretario del Congreso Ganadero, quienes realizaron un muy serio
esfuerzo para lograr un acuerdo, pero el mismo fracasó, como era previsible, porque la
decisión del Gobierno y del Partido nacional de lograr una paz que eliminara o
mantuviera respectivamente la situación previa a la guerra, eran incompatibles.
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En su movimiento hacia Cerro Largo el ejército blanco encontró nuevamente
el obstáculo del Río Negro que estaba crecido, solucionando el problema mediante la
construcción de un puente en el Paso de Carpintería que le permitió pasar el curso de
agua sin problemas a una velocidad de 350 caballos por hora; el movimiento prosiguió
hasta Melo.
Con los blancos en Melo, los colorados concibieron un nuevo plan que les
podría dar finalmente la victoria decisiva que estaban buscando. Muniz presionaría
desde el norte obligando a Saravia a desplazarse hacia el sur, donde el ejército de
Benavente lo bloquearía obligándolo a presentar batalla. Pero cuando Saravia
comienza su movimiento hacia el sur, Muniz no cumple su misión; en lugar de obligar a
aquel a quedar frente a Benavente, vacila. El anciano no parece en condiciones de
comandar un ejército importante, en especial, es incapaz de reagrupar sus tropas
después de la batalla. Por otra parte, la perspectiva de hacer que Benavente entrara en
batalla tenía inquieto a Batlle, porque había oído que los amigos del General residentes
en Montevideo le habían escrito para decirle que Batlle lo estaba haciendo pasar por
tonto. Esta información había llegado al Presidente junto con advertencias respecto a
conjuraciones de colorados y nacionalistas disidentes contra su vida, y Batlle temía que
Herrera y Obes estuviera detrás de las cartas enviadas a Benavente.
Saravia resolvió el problema de Batlle. El caudillo no quería presentar batalla
a Benavente. Había partido de Melo hacia el sur, hacia Minas; de allí cambió de
dirección y se dirigió hacia el noroeste, a Treinta y Tres. Esto significaba que se
movilizaba hacia Muniz, y este como siempre ocurría cada vez que se presentaba la
ocasión de atrapar a Saravia, sacudió su letargo y tomó velocidad.
Muniz atrapó a Saravia en otro cruce de un río, en el Paso de los Carros sobre
el Río Olimar. En esta oportunidad Saravia evitó los errores de Paso del Parque, hizo
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que su ejército atravesara el Paso ordenadamente y luego retrocediera hacia Cerro
Largo. Este nuevo fracaso de Muniz hizo que Batlle otorgara el mando del Ejército del
Sur al Coronel Pablo Galarza, encargando a Muniz del mando de un ejército más
pequeño, del este, que se formaría cerca de Montevideo.
La lenta movilización de Saravia hacia el suroeste no careció de objetivo. Su
propósito era que las fuerzas gubernistas se desviaran del litoral, para que los
revolucionario pudieran desembarcar su mayor cargamento de armas de la guerra en el
extremo noroeste el Uruguay. Su estratagema resultó. El Directorio de Guerra había
hecho cruzar las armas hasta Santa Rosa del Cuareim (Bella Unión), un pequeño
puerto situado al norte del país. Abelardo Marquez, ex Jefe Político de Rivera estaba a
cargo de su transporte hacia Cerro Largo, marchando siempre pegado a la frontera con
Brasil, pronto para en caso de ser atacado por fuerzas enemigas, buscar la protección
de la línea, dejando las armas en poder de amigos allende la misma. Pero en Bella
Unión le alcanza el Doctor Carlos Berro, quien en nombre de la Junta de Guerra le
ordena que ataque la ciudad de Salto con lo que conseguiría uno de los principales
objetivos revolucionarios: una capital provisional y la oportunidad para que Argentina
confiriera a la Revolución los derechos de beligerancia. Pero el ataque fracasa y pone
en peligro su misión, ya que le obliga a separarse de la protección de la frontera,
permitiendo que las fuerzas coloradas al mando del Coronel Feliciano Viera le
sorprendieran en Guayabos, a seis leguas de Tambores, despojándolo de todo su
cargamento, 1.700 fusiles y 250.000 cartuchos.
Nuevamente el Directorio de Guerra debió extremar sus recursos para adquirir
una nueva partida de armas que reemplazara el perdido por Marquez, el que una vez
reunido fue enviado a Concordia, frente a Salto, para su pasaje a territorio uruguayo.
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Las fuerzas gubernistas, entonadas por la victoria de Viera buscaban su
oportunidad. En el sur, el ejército ahora comandado por el Coronel Galarza estaba
acampado junto al Arroyo Pablo Páez, cinco leguas al norte de Santa Clara; tenía
menos de 6.500 hombres, ya que durante la Jefatura de Muniz, se habían registrado
muchas deserciones. En el norte, Benavente, acampado en Bañado de Rocha en
Tacuarembó, estaba impaciente por partir hacia el este; Batlle, como siempre vacilaba
en hacerle luchar. Después de numerosas órdenes y contraórdenes, Benavente perdió
la paciencia: “En una palabra, Señor Presidente, después de tantas direcciones a
seguirse sírvase vuestra excelencia decirme categóricamente dirección a seguir”. Por
último, Batlle, dejó que Benavente fuera hacia Saravia. Luego lo hizo retroceder hasta
Balado de Rocha y ordenó que el ejército se trasladara a Florida en el sur. Saravia en
lugar de huir, se movilizaba hacia Galarza. Batlle quería que el ejército de Benavente
estuviera cerca de Montevideo en caso de que Saravia atacara.
El desastre de Abelardo Marquez había sido ocultado a las fuerzas blancas,
pero no tardarían en conocerlo, y entonces, a menos que se hiciera algo comenzaría a
desertar. El nuevo embarque de armas del Directorio de Guerra estaba en camino. En
esta ocasión iría todo el ejército revolucionario a buscarlo. Saravia reunió a sus Jefes
de División y bosquejó el panorama. Era muy improbable que los revolucionarios
pudieran llegar hasta el litoral sin tropezar con un ejército del Gobierno. ¿Debían los
revolucionarios dirigirse hacia el oeste y atacar a Benavente?. ¿Debían atacar al
Ejército del Sur?. Saravia dejó que sus Comandantes pensaran que el viejo Muñiz, no
el belicoso Galarza mandaba esas fuerzas y consiguió la respuesta que quería, se
presentaría batalla al Ejército del Sur.
Galarza con su ejército aun no completamente reacondicionado se colocó en
el camino de los blancos ocupando la Sierra de Tupambaé y el vecino Arroyo Tarariras.
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Allí comenzó la batalla, el 22 de junio, las cargas de caballería se enfrentaron a las
ametralladoras y la artillería. Se combatió durante dos largos días. Al final del segundo
día el 20% de los efectivos de ambas partes había resultado muerto o herido.
En la mañana del tercer día Saravia celebró una reunión con sus Jefes
Divisionarios. Muchos estaban dispuestos a rendirse, pero Saravia pensaba de otro
modo. Había combatido por largo tiempo en luchas de gauchos y sabía que Galarza no
estaba en mucho mejores condiciones que él mismo y que tendría que retroceder hacia
Nico Pérez en busca de refuerzos, por eso concibió que un pequeño grupo de sus
fuerzas acosara las fuerzas coloradas en su movimiento, simulando perseguirlas,
mientras el grueso de los revolucionarios escaparía hacia el norte. Saravia mismo
comandaría las fuerzas simulando perseguir a las tropas gubernistas en retirada. Era
peligroso porque si Galarza se daba cuenta de que eran sólo un puñado de hombres
daría media vuelta, y atacaría, capturaría a Saravia y daría así fin a la Revolución. Pero
Galarza cayó en la trampa y Saravia lo hostilizó todo el camino hasta Nico Pérez.;
luego se dirigió al galope hacia su ejército que, una vez más, estaba a salvo en Cerro
Largo.
Ambas partes se atribuyeron la victoria, y aunque el resultado militar había
sido indeciso el plan de Saravia de atravesar las líneas coloradas y dirigirse hacia el
litoral a recibir el material había fracasado.
El plan de operaciones del Gobierno consistía ahora en que Benavente
nuevamente en el norte, bloqueara los Pasos sobre el Río Negro, encerrando a Saravia
en Cerro Largo, y que Galarza le destruyera. Pero Benavente se oponía a
esta estrategia que había fracasado en forma repetida, y quería que se dejara a los
blancos pasar al norte donde su ejército les estaría esperando y los destruiría. Pero
nuevamente la desconfianza de Batlle con respecto a Benavente pudo más que la
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validez de las ideas presentadas por este. ¿Qué pasaba si Herrera y Obes había
corrompido al General y este dejaba que los blancos alcanzaran el litoral?. Por ello, le
ordena que se limite a bloquear los Pasos, lo que provoca la renuncia de Benavente,
quien es sustituido por Muniz.
E – LAS ÚLTIMAS OPERACIONES DE TUPAMBAÉ A MASOLLER.
Inmediatamente después de Tupambaé se desarrollan nuevas tratativas
de paz que culminan nuevamente en fracaso, así como fracasa el plan de mantener a
Saravia encerrado en Cerro Largo. Muniz no pudo bloquear todos los pasos sobre el
Río Negro y los blancos lo cruzaron por un nuevo puente construido por el Comandante
Carmelo Cabrera en Picada Osorio, aguas abajo del Pueblo de Mazangano. El Ejército
de Galarza, con el cansancio de Tupambaé, partió hacia Cerro Largo, pero hacia el 17
de julio este confesó a Batlle que no podría alcanzar a Saravia debido al estado de su
caballada y a las numerosas deserciones.
Bordeando la frontera Saravia se dirigió hacia el norte; Muniz intentó
cortarle el camino, pero sus tropas le respondieron con reticencia, y así cuando Saravia
llegó a Rivera las fuerzas enviadas a interceptarlo, comandada por el Coronel
Rodríguez simplemente no llegó a tiempo porque éste no quería alcanzar a los
revolucionarios. La verdad era evidente, Saravia había atravesado las líneas del
ejército de Muniz, precisamente lo que Batlle había temido que Benavente dejara hacer
al caudillo blanco. Saravia está ahora camino al litoral, nuevas armas y nuevas
esperanzas. Los revolucionarios se apoderaron de un tren en el empalme de Isla
Cabellos, en el Departamento de Artigas, y en él aparecieron delante de Santa Rosa
del Cuareim donde recibieron más de 1:300.000 proyectiles, casi 2.000 fusiles y lo más
importante, tres cañones y tres ametralladoras. Los intentos realizados por la
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diplomacia uruguaya para obligar a las autoridades argentinas a que impidieran la
llegada del material a los revolucionarios resultaron infructuosos.
Batlle preparó su respuesta al éxito de Saravia. El ejército de Galarza en
un notable movimiento, fue enviado de Nico Pérez a salto, vía Montevideo en un día. Al
día siguiente, el 22 de agosto, Batlle confió al Ministro de Guerra, General Vázquez la
embarazosa misión de aceptar la renuncia de Muniz. Vázquez mismo (no había ningún
otro en que pudiera confiar) tendría que tomar el mando del Ejército del Norte.
El 23 de agosto se materializa nuevamente la intervención del Doctor Nin
y el Coronel Mascarenhas ante el General Saravia llevando una propuesta de paz del
Presidente Batlle, por la cual este aceptaba dar tres o cuatro Jefaturas Políticas al
Partido Nacional, con la condición de que la designación sería realizada directamente
por el Ejecutivo sin intervención del Directorio y de que los Departamentos no podrían
ser fronterizos. Pero Saravia pensaba que el Gobierno había cedido mucho después de
Tupambaé, y que cedería aun más después de otro Tupambaé y que el ejército
nacionalista estaba en este momento en condiciones de hacerlo. Por ello, rechazó el
ofrecimiento gubernamental, aunque en privado expresó a su hijo Nepomuceno que
tenía intención de llegar a Rivera antes de hacer la paz.
Los blancos se desplazaron hacia Rivera por la misma ruta por
donde había llegado. El Ejército del Norte, acampado junto a la vía ferroviaria en
Tacuarembó y Rivera, tendría que batirse en retirada para evitar el encuentro con la
ahora bien armada fuerza revolucionaria. El Ejército del Norte nunca había librado una
batalla. El General Vázquez, su nuevo Comandante, llegó el 27 de agosto y recibió de
Muniz 7.500 hombres pobremente armados. Batlle ordenó a Galarza que salieran con
su ejército de Salto y corriera en ayuda el Ejército del Norte.
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Vázquez movilizó su ejército en dirección al oeste, hacia el Río Arapey,
para encontrarse con Galarza. En lugar de ver a Galarza presenció con sus propios
ojos la movilización de Saravia hacia el este. Batlle prefería que Vázquez no se topara
con Aparicio, por lo que le telegrafió el siguiente mensaje, para que su mensajero lo
llevara al campo a su Ministro de Guerra: “Conviene que le deje proceder a Galarza
con la mayor independencia posible. Se me ocurre que si Aparicio viniera al sur
dejándolo a usted atrás y no pudiera usted servirse de Ferrocarril Central por estar
interceptado, tal vez el camino más corto para buscarle la vuelta sería que se
trasladase con su ejército a la estación del ferrocarril en el Arapey, para tomar desde
allí el ferrocarril hasta Paysandú y de allí a Montevideo por el río. Podría sin embargo
tomar otro camino si lo considerase más conveniente”.
El telegrama de Batlle con la insinuación de que Vázquez se apartara del
camino de Saravia y dejara que Galarza efectuara la persecución se envió a la una de
la mañana del 01 de setiembre. Tardaría varios días en llegar al Ejército del Norte. El
peso de la decisión recaía en Eduardo Vázquez, soldado veterano y hombre valiente.
Sólo cinco días antes se había hecho cargo de un ejército lleno de disensiones como
Ministro de Guerra; sabía que una victoria de Saravia o, otro Tupambaé, significaría la
paz con condiciones impuestas por Saravia. Pero si permitía que éste se le escapara
para hacer un desfile frente a Montevideo, la causa del Gobierno resultaría igualmente
perjudicada.
El 31 de agosto, Vázquez, informa a Batlle. El Ejército del Norte estaba
cerca de la Cuchilla Negra, sobre el límite de Rivera. “Mis descubiertas me dan
conocimiento del enemigo. Yo marcharé sobre él en la forma que me sea posible”. La
suerte estaba echada. Las fuerzas blancas y coloradas se iban a enfrentar con el
destino en la decisiva Batalla de Masoller.
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F – LA BATALLA DE MASOLLER.
Cuando el ejército de Saravia se aproximó a Masoller, el Jefe de la vanguardia,
Coronel Basilio Muñoz hijo, recibió la orden de avanzar para pasar antes que el
enemigo por esa región rumbo a Rivera, ya que se preveía que éste intentaría tomar
las fuertes posiciones de los cercos dobles de piedra que salen de Masoller por la
Cuchilla de Haedo.
Según relata Nepomuceno Saravia, hijo del General, en su libro “Memorias de
Aparicio Saravia”, “en la noche del 31 de agosto el General durmió en mi carpa y me
participó su plan: él no deseaba dar el combate, sino llegar a Rivera para realizar la paz
que en la noche anterior en la reunión con el Coronel Mascarenhas se le había
ofrecido”.
O sea que esta cita, es coincidente con lo ya expresado anteriormente, e indica
la voluntad de Saravia de eludir el combate, cosa que hubiera logrado si la vanguardia
hubiera cumplido su misión. Pero ésta no se desprendió a tiempo del grueso, perdiendo
en esta maniobra un tiempo precioso, que sumado a la lentitud de su progresión hizo
que en la mañana del 01 de setiembre el grueso amaneciera junto a la vanguardia.
Es así que en la noche del 31 de agosto al 01 de setiembre la vanguardia del
ejército gubernista, con dos Regimientos de línea y 5 unidades de tropa de la Guardia
Nacional, ocupara todas las posiciones que no logró la vanguardia blanca.
El ejército revolucionario venía por la Cuchilla de Belén hacia el este con el
propósito de tomar la Cuchilla Negra en el marco divisorio de Masoller; de allí arranca
la Cuchilla de Haedo hacia el sur, enmarcada por un doble cerco de piedra que va
rumbo al Cerro del Lunarejo; a pocas cuadras al sur de Masoller, y desde los cercos
de piedra nace otro cerco que se dirige al oeste, dejando al sur el Camino de la
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Horqueta. Enseguida, se eleva el Cerro de los Cachorros; allí el terreno es pedregoso,
abrupto, con caídas en aguadas profundas.
El Ejército Gubernista tomó posiciones buenas, con amplio espacio de maniobra
a su retaguardia; la vanguardia se parapetó en los dobles cercos de piedra de la
Cuchilla de Haedo, el centro y la izquierda colorados se ubicaron al norte del Cerro de
los Cachorros y sus reservas al sur.
El ejército blanco, apoyado desde la Cuchilla de Belén, y mirando hacia el sur y
hacia el este, debería combatir de frente a los cercos de piedra, de frente al Cerro de
los Cachorros y tratar de introducir una cuña por el espacio existente entre la
vanguardia y el centro de su enemigo, con el fin de separarlos, siendo ésta la única
maniobra que por las características del terreno era lógica. Las fuerzas que formarían
la cuña sufrirían fuegos desde dos ángulos.
La batalla comenzó a las tres de la tarde siendo la artillería Canet colorada,
ubicada en el Cerro de los Cachorros la que abre fuego, extendiéndose pronto a toda la
línea.
Basilio Muñoz que se encuentra sobre el camino con su vanguardia y a unos dos
kilómetros de la Casa Masoller, al galope y por escuadrones, toma el valle de la
Cañada de la Horqueta y avanza hacia el Cerro de los Cachorros. Recibiendo fuego de
artillería y fusilería, continúa su avance hacia el Cerro mencionado, hasta que un
zanjón profundo le impide el paso. Haciendo pie a tierra la vanguardia prolonga la
izquierda nacionalista.
De la reserva surge la división de Gabino Valiente, que con un efectivo de 1.000
hombres y en tres columnas, busca el claro que se ha producido entre la vanguardia y
el grueso del ejército gubernista, amenazando los flancos de ambos. Es nuevamente el
terreno que detiene los escuadrones y permite la llegada del Jefe del 3° de Caballería,
51
con un Escuadrón, la Escolta y las fuerzas de 5° de Caballería que con ayuda de la 9°
Brigada (Coronel Klinger) detiene momentáneamente el movimiento, cerrando la
brecha existente hasta la llegada de elementos de la reserva colorada, medio batallón
del 1° de Cazadores, luego el 6° de Cazadores (reserva de la derecha) y más tarde la
División Salto que llegaba al campo de batalla dando continuidad al frente y
malogrando la maniobra de la división de Gabino Valiente, que después de luchar
bravamente se retira dejando muchas plazas sobre el campo, entre ellos a su propio
Jefe.
Por otra parte, la derecha nacionalista, ante el empuje de la 6° Brigada cede
terreno, permitiendo luego de larga lucha, que la 5° Brigada llegue al cerco de piedras.
El centro por su parte sufre fluctuaciones sin mayor importancia. Luego de tres horas
de lucha, nuevamente la iniciativa la tomaron los nacionalistas, que con dos divisiones
de la reserva cargan la izquierda gubernista para desbordarla, obligando a la 6°
Brigada que ocupaba el cerco de piedras a replegarse ante las cargas sucesivas y la
falta de munición, pero apoyada por la 10° Brigada y el Batallón Policial de la reserva
reconquistan sus posiciones.
En el momento que las alas del dispositivo nacionalista avanzaba, Saravia que
estaba en la primera línea es herido de gravedad, siendo las últimas horas de la tarde
del 01 de setiembre. Pese a que se pretendió ocultar este hecho, la noticia se propagó
rápidamente en las fuerzas blancas, cundiendo de inmediato la desazón y la
desorientación entre los hombres y sus Jefes. La herida de Saravia significó
prácticamente el fin de la batalla, con el triunfo gubernista.
De esta batalla, a la que ambos ejércitos llegaron obligados por las
circunstancias, podemos extraer varias conclusiones:
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- Durante la mañana del 01 de setiembre, ninguno de los dos ejércitos hizo nada,
dejando por la falta de decisión y comando, que su adversario tuviera completa
libertad de acción.
- El ejército nacionalista fue empleado en forma fragmentaria, no haciendo uso de
su gran superioridad numérica, con lo que las cargas de Basilio Muñoz primero,
y de Gabino Valiente luego, fueron sacrificios inútiles que estaban destinados al
fracaso, pero que de haberse realizado en forma conjunta y coordinada podrían
haber producido buenos resultados.
- Estos errores, sumados al azar que hizo que Saravia resultara herido de muerte
a las 17:40 de ese 01 de setiembre, dieron a los colorados esta victoria que
significó a muy breve lapso el fin de la guerra.
G – EL FIN DE LA GUERRA.
La herida de Saravia trajo aparejada la inmediata pérdida de
cohesión en las fuerzas revolucionarias. Saravia había sido el único general de
la revolución, y los hombres habían ido a luchar a sus órdenes, no al mando de
algún otro General. Instintivamente los revolucionarios se desplazaron hacia el
norte, en dirección al Brasil, fuera del camino de Vázquez y del ejército de
Galarza, a punto de llegar.
Saravia fue llevado al Brasil a la estancia de la madre, de Joao
Francisco. El Doctor Lusich, eminente médico de Montevideo que servía a los
Revolucionarios trató salvar su vida pero todo fue en vano y el caudillo blanco
murió pocos días después de su herida.
Mientras tanto su ejército ya difícilmente podía ser catalogado de
tal. Nadie había tomado la responsabilidad de la marcha hacia Brasil, y, una vez
53
allí los hombres comenzaron a desertar. Los Jefes Divisionarios se reunieron,
trataron de designar un Comandante en Jefe y no lograron ponerse de
acuerdo; Joao Francisco logró que aceptaran un triunvirato provisorio. Bajo este
mando colectivo las fuerzas blancas regresaron al Uruguay por Rivera,
indecisos acerca de lo que debía hacerse; pero en cuanto cruzaron la
frontera comenzaron las deserciones de divisiones enteras, por lo que volvieron
a Brasil. Reingresaron a la Patria por Aceguá en Cerro Largo, y allí Basilio
Muñoz, el único del triunvirato que aún estaba nominalmente al mando, tomó la
amarga decisión que ninguno de los otros Comandantes podía decidirse a
adoptar. Basilio Muñoz inició las negociaciones para solicitar la paz. El 10 de
setiembre llegaron a Rivera emisarios de los revolucionarios que presentaron a
las autoridades gubernamentales del lugar una solicitud de armisticio para ser
trasmitida al Presidente Batlle.
A partir de allí y por espacio de unas dos semanas se extendieron
las conversaciones que culminarían con la firma de la que se conocería como
Paz de Aceguá, que se concretó el 24 de setiembre de 1904. La fórmula de
pacificación incluía:
- Amnistía general.
- Legalidad electoral: dependiendo los acuerdos de la deliberación de las
Comisiones Directivas de los Partidos.
- Levantamiento de las interdicciones.
- Acatamiento a las autoridades legales por las fuerzas levantadas en armas
contra ellas.
- Entrega real y efectiva por esas fuerzas de todas las armas y parque al
señor Coronel Galarza.
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- Incorporación al ejército de los Jefes y Oficiales amnistiados.
- Una Comisión nombrada de acuerdo entre del Gobierno y los insurrectos
distribuirá la suma de $ 100.000 entre los Jefes, Oficiales y Soldados de
las fuerzas insurrectas.
- El Gobierno incluirá entre los asuntos de la convocatoria extraordinaria,
la reforma de la Constitución, quedando el poder legislativo en completa libertad
para decretarla o nó y sancionar en el primer caso las reformas que juzgue
conveniente.
- No serán perseguidos como autores de delitos comunes las personas
que hayan cobrado impuestos por cuenta de la insurrección.
La guerra había terminado, el Gobierno sin hacer concesiones, era el neto
vencedor y estaba cosechando los frutos de la victoria.
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VI – CONCLUSIONES.
La guerra de 1904 presenta una apremiante conjetura: ¿qué habría
ocurrido si Saravia no hubiera sido herido la primera tarde de Masoller?. La versión
nacionalista fue que Vázquez había preparado telegramas a Batlle en que anunciaba
que tendría que retirarse si los revolucionarios atacaban el segundo día. Batlle, años
después afirmó: “La insurrección estaba vencida, con Saravia o sin Saravia. Había
llegado el momento esperado en que las fuerzas del gobierno tuvieran más
movilidad que ella por la falta de caballos en el país”.
No se sabe que habría ocurrido si Saravia no hubiera muerto, pero es
de suponer que se habría arribado a una paz de compromiso como la que terminó
con anteriores movimientos similares y que, como señalábamos al comienzo,
llevaban en si la simiente de nuevos problemas. La muerte del caudillo blanco y la
subsiguiente disolución y derrota de los revolucionarios dio la oportunidad al
gobierno de imponer condiciones de paz a la vez que le daban un dominio absoluto
del país, reducían a la oposición a una situación tal que sólo por la vía de las
elecciones podría tener la oportunidad de acceder al poder.
Como todo hecho de la historia, como todo hecho de armas, la
Revolución de 1904 nos permite extraer conclusiones y enseñanzas en diferentes
aspectos:
En el aspecto Militar:
- La campaña destacó una vez más la ventaja que un Ejército organizado y
bien equipado posee sobre una tropa irregular, aun cuando esta tenga
superior moral.
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- El Gobierno hizo un muy buen uso de los medios disponibles,
fundamentalmente del ferrocarril, lo que le permitió realizar desplazamientos
de tropas rápidos, de volumen considerable y a grandes distancias.
- En toda revolución sólo dos combates pueden ser catalogados de batallas,
Tupambaé y Masoller, todos los demás fueron encuentros más o menos
sangrientos pero de escaso volumen. Y si estas dos batallas se dieron fue
porque Saravia lo quiso, enfrentando a fuerzas comandadas por jefes que
hacía poco se había hecho cargo. Cuando el jefe blanco no quiso combatir,
logró siempre superar en astucia a sus adversarios, logrando eludirlos sin
grandes pérdidas. Esto nos permite concluir que Saravia no era un brillante
jefe en batalla abierta, pero en cambio era un gran conductor de guerrillas.
En el aspecto Político:
- Terminó con la política de coparticipación, concretada en la práctica de los
convenios o pactos, y colocó al partido de la mayoría en el goce que le
otorgaba la ley de elecciones de 1898 sin la limitación de compromisos sobre
las Jefaturas Políticas.
- Pero igualmente la guerra resaltó la necesidad de una modificación
constitucional que contemplara la coexistencia de los partidos en el gobierno.
- Afirmó al Partido Colorado en el poder y dentro de éste la figura de José
Batlle y Ordóñez se ubicó como máxima autoridad, brindándole el apoyo que
le permitió dirigir al país directa o indirectamente por más de dos décadas,
imprimiéndole a la política el sello de su personalidad.
- El Partido Nacional perdió en la Revolución el único elemento que mantenía
su cohesión: Aparicio Saravia. Muerto éste el Partido se atomizó, perdiendo la
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única ventaja que tenía sobre su adversario que por el contrario salió
fortalecido y unificado de la contienda.
En el aspecto Social:
- Con la muerte de Aparicio Saravia desapareció el último de los grandes
caudillos gauchos, capaz de arrastrar tras de sí por su sola presencia, miles
de hombres dispuestos a dar la vida por él. Con su muerte desaparece pues
un tipo social que contribuyó a la formación de nuestra nacionalidad y que al
mismo tiempo fue origen de todas las tribulaciones que caracterizaron la
historia de nuestro país en el siglo XIX, muchas veces como instrumento en
las manos de los “doctores”.
- La Revolución de 1904 fue el último hálito del gaucho, hombre rudo,
aguerrido, valiente, acostumbrado a la vida independiente, a la libre
disposición de los recursos, y a quien el alambramiento de los campos, la
afirmación de la propiedad privada rural que había comenzado con Latorre,
había ido circunscribiendo al trabajo asalariado en las estancias o a los
poblados “de ratas” en las márgenes de los caminos.
- Pese a que se ha pretendido hacer aparecer la Revolución de 1904 como una
guerra entre el proletariado urbano dirigido por Batlle y los terratenientes
feudales de Saravia, no es tan fácil realizar una división tal, ya que entre los
colorados encontramos a los Justino Muniz, y entre los blancos a los Gregorio
Lamas, que desmienten tal aseveración. La guerra fue una lucha de Partidos,
a la cual concurrieron concomitantemente todos los elementos sociales,
económicos y políticos que la caracterizaron.
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En el aspecto Económico:
- Como señalábamos al referirnos a la situación del Uruguay al comienzo del
siglo XX, una nueva clase de propietarios de estancias estaba cambiando la
fisonomía de la explotación agropecuaria, y estas empresas en que las
estancias se convertían, necesitaban de un ambiente de tranquilidad y de
respeto a la propiedad privada, contra lo que las revoluciones y guerras
civiles atentaban. La Revolución de 1904 marca el fin de estos movimientos y
el comienzo de un período de estabilidad en la campaña que se extiende
hasta el presente.
Hemos llegado al fin de este trabajo sobre la Revolución de 1904,
un enfrentamiento entre orientales en el que no existieron grandes diferencias
ideológicas, en la que los colorados luchaban, según sus expresiones, por el
Gobierno legal, por legalidad sin pactos, por elecciones sin acuerdos, y en la que
sus adversarios no lucharon contra esos ideales sino, más bien, para tener la
seguridad de que esos ideales se harían realidad bajo auspicios favorables. Una
guerra civil que al decir del Doctor Alberto Eirales: “ … Fue la única de nuestra
historia, que no dejó ni odios, ni rencores y que aseguró al país la época de paz” que
disfrutó por tanto tiempo.
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BIBLIOGRAFÍA:
- “Memorias de un médico” – Doctor Alberto Eirale
- “Campaña militar de 1904” – Enrique Rodríguez Herrero
- “Memorias de Aparicio Saravia” – Doctor Nepomuceno Saravia García
- “Aparicio Saravia” – Manuel Galves
- “José Batlle y Ordóñez” – Milton I. Vanger
- “Batlle y Saravia” – Washington Reyes Abadie
- “Saravia en la Revolución de 1904” – Ramón P. González
- Historia uruguaya “Aparicio Saravia” – C. Enrique Mena Segarra
- “Historia Nacional” – Shurmann Pacheco – Coligan Sanguinetti
- “Historia Nacional” – Alfredo Traversoni
- Monografías y Trabajos Históricos – I.M.E.S.