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La religión ante la Tercera República Reflexiones sobre la violencia, religión y monarquía Tomo I José Cantón Rodríguez

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La religión ante la Tercera República

Reflexiones sobre la violencia, religión y monarquía

Tomo I

José Cantón Rodríguez

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Título: La religión ante la tercera república tomo I Autor: © José Cantón Rodríguez ISBN: 978–84–8454–700–6 Depósito legal: A–1081–2008 Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 33 C/. Cottolengo, 25 – San Vicente (Alicante) www.ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87 C/. Cottolengo, 25 – San Vicente (Alicante) www.gamma.fm [email protected]

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

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Índice

Introducción ..................................................................................................................... 5 1. El cristianismo en la ciudad antigua .......................................................................... 11 2. La recepción grecorromana del cristianismo ............................................................. 25 3. Economía, política y religión en la Edad Media........................................................ 67 4. La religión en el Estado Moderno (siglos XVI-XX)................................................ 117 5. La inflexión de la función ideológica de la religión: Siglos XVII-XX.................... 255

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Introducción El presente trabajo es una readaptación de uno anterior en el que desarrollaba la idea

de una similitud o analogía entre los escritos evangélicos y la sociedad industrial teniendo por denominador común un deseo de mejora o perfeccionamiento tanto del hombre como de las cosas. Las cartas paulinas y la reflexión y estrategias de la sociedad llamada del conocimiento o de mejora continua de nuestros días –unidas y relacionadas en la historia política europea– tendrán en común el esfuerzo por distanciarse de prácticas, hábitos, creencias y leyes tradicionales. Esto quiere decir que la idea o noción de mejorar o perfeccionar las cosas y la situación social de las ciudades, de las familias o de las personas no ha sido algo privativo de la producción industrial, sino que la encontramos como uno de los principales factores del cambio social y, por lo mismo, como motor de la Historia. Su expresión más antigua y universal en todas las culturas sería la producción y difusión de mitos y leyendas relacionando la realidad cotidiana con la imaginada o creada, origen de las variadas religiones y de los múltiples sistemas de reflexión política y filosófica. También, este deseo de mejora lo encontraremos en la aparición y desarrollo de los movimientos sociales ya sea en forma lenta y pacífica como son los movimientos migratorios, el comercio y el intercambio de conocimiento científico, técnico, artístico o literario –como el que representa el Renacimiento– o rápidos y violentos como las conquistas, las revueltas sociales, las colonizaciones y las revoluciones militares.

El deseo de mejorar el rendimiento del capital y el trabajo productivo individual para cubrir la demanda de necesidades –en éste último caso por el grado de conocimientos y especialización– son señalados por Adam Smith como el origen de la vida económica y de la riqueza de las naciones. Asimismo, el concepto e implicaciones antropológicas –con sus proyecciones sociales y políticas– de mejora social lo encontramos en la base de la teoría de Herber Spencer al hacer hincapié en el valor y perfeccionamiento progresivo del individuo frente a la tradición societaria continental europea y, en particular, de la francesa. Pero para que tenga lugar la libre concurrencia o competencia, la primera condición necesaria será la existencia de unas reglas de reciprocidad compartidas, un lenguaje o códigos de comunicación, de significado y objetivos comunes. La articulación y ejercicio de estas reglas comunes es lo que se identifica con la noción de igualdad. Una igualdad entendida tanto en su expresión formal –sustentada en los hábitos tradicionales o consuetudinarios o articulada en un derecho positivo– como en su contenido universal –basada en la propia unidad y universalidad antropológica humana– pero sin ser identificable con el igualitarismo o la uniformidad que hacen más hincapié en sus aspectos técnicos, culturales o folclóricos, jurídicos, instrumentales, laborales, lingüísticos o religiosos. Si faltara alguno de los dos elementos –libertad o igualdad, tal como la entendemos– o se presentara algún tipo de deficiencia en alguno de ellos, el conflicto entre el yo y los otros estaría asegurado. Esta noción y búsqueda de la libertad e igualdad parece ser el principal motor de la historia en un constante movimiento que encontramos en todos los pueblos y culturas por mejorar su situación y suerte en cualquier ámbito de la vida. Por ello, el modo y origen de toda relación de poder, acción o comportamiento que tenga por objeto monopolizar, controlar, reglamentar, gestionar, ordenar y orientar todo sentimiento de identidad, los impulsos o deseos de libertad e igualdad será un objeto preferente de la

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Introducción

antropología política (Lewellen, 1994) y, en general, de sus múltiples especialidades y orientaciones, aunque se concreticen académicamente a través de múltiples enfoques y disciplinas.

Otra circunstancia que aparece reiteradamente en el tiempo y en el espacio y vinculada tanto a la reflexión religiosa como política y económica es la constatación de la limitación de los recursos naturales hasta llegar a la extrema pobreza o, lo que es lo mismo, la desigual distribución de los recursos disponibles. La pobreza será un factor determinante y condicionante de cualquier modelo organizativo, desde las simples familias hasta las naciones pasando por las organizaciones intermedias o las empresas. De hecho, tanto la literatura religiosa como la ciencia económica surgirán como una constatación y reflexión sobre la pobreza o la escasez. El deseo de mejora por una parte y, por la otra, la constatación de la pobreza, nos llevará a otro factor, constitutivo mismo de la vida en sociedad, como es el mundo del trabajo, es decir, el esfuerzo físico e intelectivo así como el impulso volitivo, afectivo o emocional para hacer frente a las múltiples constricciones y necesidades de la vida. En este sentido, el mundo del trabajo no es interpretado en su significación restrictiva, como son las relaciones contractuales entre trabajador y empresario, sino más bien bajo una perspectiva amplia o antropológica, es decir, por mundo del trabajo entendemos todas aquellas estrategias y regulaciones creadas por los hombres para vivir o sobrevivir de la mejor forma posible conforme a unos referentes dados. Será en relación a este enfoque como surge un tercer elemento, como es el concepto de valor, que será objeto de consideración común tanto por las creencias religiosas, por los filósofos como de los incipientes economistas. En este sentido, los valores –materializados en tierras, recursos naturales, capital, artefactos, mercancías, intercambios (plusvalías), ideas, creencias, conocimientos, comportamientos o sentimientos– no existirán por sí mismos, sino cuando entran en contacto o en relación con el hombre en sociedad, cuando existe una necesidad y demanda de estos bienes y existe una oferta para cumplimentar esta necesidad o demanda, sustentada una y otra, además, en el grado de desarrollo político y moral y el nivel de conocimiento científico y tecnológico alcanzado.

Junto a lo anterior, el deseo de mejorar el comportamiento o rendimiento de algún artefacto, la propia situación del individuo en un grupo, ya sea de gran tamaño o pequeño, y su papel en el mismo –su contribución en trabajo y recompensas adscritas– son todos ellos factores impensables fuera de la cultura, la cual ordena y establece la posición del individuo respecto a la organización y al todo social. Hábitos, costumbres o normas consuetudinarias, leyes positivas, principios y preceptos organizativos, creencias, cosmogonías, esperanzas, temores y miedos –ya sean reales, inducidos, simbólicos o imaginados– todo ello se entrelaza en el curso del tiempo para establecer cierto orden social y domesticar o canalizar el conflicto, dando origen a una estructura social o cultura dada, articulada a través de múltiples organizaciones, ya sean reales como familias, gremios, hordas, clanes, ciudades, corporaciones, naciones, iglesias, estados o simbólicas o ideales, como son principalmente las representaciones totémicas y las creencias y que, en muchos casos, impulsarán, organizarán y regularán el comportamiento humano. La historia política de la Europa Moderna desde el siglo XVI a nuestros días cabría interpretarse como una continua lucha o conflicto de competencias entre la Iglesia y el Estado absoluto –las monarquías– en su disputa competitiva por hacerse con el espíritu y el trabajo de los hombres. Las repúblicas salidas de las dos grandes guerras del siglo XX cabría interpretarse como la superación de esta disputa saliendo vencedor el ciudadano frente a la Iglesia y al modelo de Estado monárquico del pasado.

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En la medida en que tiene lugar la supervivencia de una sociedad de clase, serán excluidas, sustraídas o refractarias a la lógica de la libre competencia ciertas instituciones, creencias, lenguas, funciones, actividades o tareas monopolizadas de algún modo por los diversos sistemas tradicionales. Ello explicará el que algunas instituciones, hábitos, comportamientos, teorías, ideas o creencias pasen inadvertidas por ser consideradas como pertenecientes a lo ordinario de la vida cotidiana. Sin embargo, serán las mismas ideas que compartieron también las gentes de hace varios siglos o milenios. Las ideas suelen ser muy frágiles, pero su misma fragilidad hace posible su transmisión y su permanencia en el tiempo haciéndolas más resistentes que los muros de piedra. Los muros con el paso del tiempo se erosionan, se degradan y finalmente se caen. Pero las barreras y los muros psicológicos o culturales permanecen en el tiempo, muchos de ellos construidos por los hombres prehistóricos, por culturas rudimentarias o de transmisión oral para satisfacer ciertas necesidades; pero habiendo desaparecido tales necesidades, los muros permanecen entre nosotros mantenidos por un continuo proceso de legitimación. Cómo es posible que algunas ideas, hábitos, instituciones o comportamientos primitivos y muy rudimentarios como el recurso a la agresión –a imitación de los animales– o de naturaleza feudal como la misma noción de monarquía –ambas unidas y articuladas por la creencia religiosa– permanezcan aún entre nosotros será el objeto de este trabajo.

Lo anterior hace también necesario la consideración del hecho y la creencia religiosa, tanto por su vocación de orientar el comportamiento como porque su ausencia –al aparecer entrelazado lo religioso, la violencia y lo político– haría inabordable e incomprensible la historia política de las grandes civilizaciones. Con lo cual saldremos también al paso sobre el papel de la religión en la sociedad, limitándonos en todo caso a las religiones abrahámicas y, en particular, haciendo especial referencia al cristianismo. Como bien han expresado las autoridades eclesiásticas católicas con ocasión de la redacción de una frustrada constitución de ámbito europeo, la religión –en este caso el cristianismo– ha formado y forma parte de la tradición histórica, es decir, política, del mundo occidental. Lo cual no deja de ser una obviedad y en la cual también incidiremos. Pero es solo la mitad de la verdad. La otra mitad es que la historia del mundo Occidental y, en particular, la historia europea, tal como ha llegado a nuestros días, no se ha construido con exclusividad gracias a la religión, sino principalmente a pesar, en conflicto y en contra de las raíces cristianas de la vida en sociedad. Con ello ofrecemos algunas pistas de reflexión tanto para situar en su lugar el hecho religioso como para orientar un posible enfoque en futuros planes educativos, a fin de no confundir el estudio de la religión, las prácticas religiosas concretas o las ideas y los sentimientos religiosos con los resultados políticos o la función que la religión ha venido desempeñando en el curso del tiempo en las diversas culturas.

En este sentido, uno de los objetivos propuestos es el prolongar la visión y la mirada del joven más allá del Instituto, del Liceo, de la familia, de los amigos, del taller, de la empresa y más allá de la creencia religiosa o la adhesión a alguna idea política; y, sobre todo, más allá de los juegos que ofrecen las nuevas tecnologías para que éstas sean también –y principalmente– utilizadas en su formación como ciudadano. Aunque sin perder nunca de vista que las tecnologías de la información –al igual que los libros– no son más que herramientas y no deben –ni pueden– suplir la función y el papel del maestro y del profesor –en particular el de secundaria– como núcleo y pilar no solo de cualquier modelo o proyecto educativo, sino también y principalmente como expresión del grado de civilización alcanzado por una cultura o un modelo político (Steiner-Ladjali, 2005).

Diversos y reiterados acontecimientos dramáticos –domésticos e internacionales– han hecho que el fenómeno de la violencia en sus diversas ramificaciones y

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Introducción

manifestaciones pase a formar parte de políticas sobre su erradicación y represión, tanto la intrafamiliar, la juvenil, la interclasista e internacional. Dar alguna pista para reflexionar sobre ello es algo ineludible, pues el ejercicio de la violencia ha sido la compañera de viaje de toda construcción material, jurídica, social, simbólica y religiosa –acompañándonos aún de alguna u otra forma– y solo una aproximación desapasionada y desinteresada a la misma podrá hacer que con el paso del tiempo pueda quedar limitada a los textos históricos, a la literatura o a las representaciones plásticas, artísticas o cinematográficas. Reflexionar sobre ello se hace necesario en un momento en que se están dando y expansionando suficientes rasgos de una visión neoconservadora de la vida política española y, en algunos aspectos, también de la internacional, tal como lo desarrolla el Manifiesto o Convocatoria por Occidente (marzo 2006) de Marcello Pera con su visión distorsionada, idealizada y simplista de lo que ha sido la historia política europea. Como Presidente del Senado italiano, Marcello Pera vendrá a compartir con las autoridades eclesiásticas católicas su preocupación por el laicismo, es decir, la iniciativa de diversos países de sacar a Dios de la vida pública. Por ello, en el presente trabajo me he interesado en la función adscrita a Dios en la vida pública en la historia política europea y, por extensión, también en los territorios donde los europeos llevaron a su Dios.

En primer lugar, el propósito de estas reflexiones será el señalar las múltiples facetas que pueden integrar y contener los diversos proyectos e impulsos políticos de mejora, pero sin inventar ni crear fábulas o personajes de ficción, ya que la misma realidad histórica y cotidiana es mucho más rica y variada que cualquier construcción fantasiosa. En segundo lugar, y directamente relacionado con lo anterior, esta obra tendrá que ser necesariamente limitada –casi expuesta como una instantánea y a vista de pájaro, o quizás a una distancia más alejada aún– pero, en la medida de lo posible, he procurado señalar los autores, la bibliografía más accesible o algunas páginas web o direcciones puntuales de internet que puedan completar la información o conocimiento sobre alguna cuestión; porque el propósito no es ni puede ser el ofrecer una información especializada o exhaustiva sobre las múltiples cuestiones que aparecen. Eso sería obra de especialitas en las respectivas materias, desbordando las posibilidades de cualquier trabajo individual y, en particular, sería algo que nos alejaría de nuestro enfoque y objetivos. Aunque los hechos, personajes, autores y fechas que aparecen sean las indispensables para situar temporalmente nuestras reflexiones y, al mismo tiempo, facilitar una posterior búsqueda para completar o aproximarse a cualquier cuestión que haya despertado cierta curiosidad o interés.

Y, finalmente, el conjunto de estas reflexiones está construido sobre dos ejes, el singular-general o sincrónico, es decir, la relación entre lo sincrónico o individual, lo estatal, lo internacional y universal, señalando la progresiva e irreversible relación entre todos los países y culturas en todos los órdenes de la vida, contribuyendo o desarrollando un posible contenido a la idea de la alianza de civilizaciones propuesta en noviembre del 2004 por el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. El alcance del concepto de alianza nos sugiere la existencia de un acuerdo y la unidad de acción internacional frente a algo o alguien. Lo cual facilita y nos permite investigar sobre este algo o alguien y hacernos las siguientes preguntas: ¿Quiénes han sido en el pasado y lo son en el presente los que engañan, perjudican y llevan la amenaza, el sufrimiento y la muerte a los hombres y a los pueblos? ¿Quiénes son los que amenazan la paz? Entre otros ejemplos cabría preguntarse por la naturaleza de los procesos de conversión –según países y asuntos– de los herejes de ayer en terroristas de hoy. Y lo mismo cabría decir respecto a la función de los predicadores, apologistas o publicistas de ayer y los medios de

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comunicación de hoy, capaces de crear por aclamación popular tiranos, reyes, emperadores, dictadores o santos. El segundo eje está construido sobre los contenidos diacrónicos de la cultura, desde los referentes de identidad singulares de un individuo o colectividad, hasta los atributos de universalidad de los hombres, materializados en sus propias culturas. En este sentido, se propone considerar las creencias, las fantasías y los sentimientos que vienen formándose y consolidándose en el curso del crecimiento y la necesidad de separarlos del orden jurídico, político y económico tanto en el ámbito individual, local, estatal como internacional.

En el orden externo o internacional su consecuencia básica sería la referida aproximación entre culturas y civilizaciones en todos los órdenes de la vida. En el orden interno español se propone hacer también lo que exigimos a los demás en la esfera internacional –repensar la función y alcance de creencias, tradiciones y leyes– en este caso, repensar la aparición y redacción de la Constitución española de 1978 y la necesidad de volver a pensar, diseñar y proclamar la Tercera República Española.

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1. El cristianismo en la ciudad antigua La necesidad de supervivencia material, la relación del hombre con la naturaleza y la

forma en que ésta contribuya a su mantenimiento será una de las primeras cuestiones políticas u organizativas que se planteen en el conjunto de la literatura político-religiosa de la antigüedad. Los primeros relatos de la historia de Israel están relaciones con las constricciones generales de la vida, circunstancias que aún comparten muchos pueblos en la actualidad y que, de hecho, conformará la historia política y económica europea. La escasez, el hambre y la falta de pastos darían lugar a un continuo enfrentamiento entre los pastores de Abrahán y los de Lot, debiendo de separarse ambas tribus con sus mujeres, animales y pertrechos y adentrarse en tierras de Egipto, tierra de promisión, tal como era el Valle del Nilo1. Esta tierra era recordada por la abundancia de comida2, forjándose desde entonces la esperanza de una tierra de promisión en su bagaje cultural. O, dicho de otro modo, por una parte, el sufrimiento y los conflictos originados por la pobreza y la escasez y, por la otra, el tener conocimiento de la existencia de otras tierras ricas en pastos, daría lugar a la aparición del mito de una tierra prometida, en un intento e impulso de esperanza de pasar de la incertidumbre de la vida nómada a la estabilidad sedentaria de los núcleos urbanos, tal como se vislumbra en el Código de la Alianza, apareciendo la cultura del Nilo como un continuo referente del pueblo de Israel3. Una atracción por este territorio que aún persiste en nuestros días a través del turismo en esta región procedente del Estado de Israel. Diversos flujos migratorios serían dispersados en tiempos de Ramsés II y continuados por su hijo Menephtah I, enfrentándose de nuevo a las gentes que utilizaban la depresión natural del Vadi Natrum, al noroeste del Delta del Nilo. Estos pueblos serían nuevamente atacados por Menephtah I, en cuya tumba de Tebas (Estela de Israel) se grabaría tales incursiones armadas conmemorando su victoria y en cuya tumba se hace mención al pueblo de Israel en los siguientes términos: "Aniquilado y carente de cereales". Más tarde, Ramsés III volvería a enfrentarse a las migraciones del norte y una vez más serían "pasados a cuchillo un gran número", escenas representadas en los muros de su templo funerario en Medinet Habu. Solo se salvaría el pueblo de los filisteos a los que establecería a modo de pueblo tapón en la franja costera que va desde Gaza hasta el Monte Carmelo para la seguridad de sus fronteras. A este territorio lo llamarían Palestina. Según se relata en el libro del Éxodo, las razones del faraón para expulsar, reprimir o mandar ejecutar a los varones hebreos recién nacidos sería el distinto modelo reproductivo entre los egipcios y los hebreos. Los egipcios venían limitando la natalidad frente a los hábitos de los pueblos pastores y recolectores, tal como era el hebreo, que imitaban el modelo reproductivo de la naturaleza siguiendo el mandato divino4, es decir, el tener todos los hijos posibles –Dios castigará a Onán por depositar la semilla fuera de su lugar de germinación– y luego que fuera la propia naturaleza quien decidiera la supervivencia de unos u otros o la muerte 1 Génesis, 42, 1-3 y 47; Heródoto: Historia, Libro II c. V. 2 Ex. 16, 3. 3 Ex. 19, 20; Is.19,1ss; Is. 30, 1ss; Da.11,42-43; Oseas, 11,1. La lluvia y el Nilo que fertilizan los campos serán interpretados como obra de Dios para mantener a sus criaturas (Salmos, 64, 10). Para la generalidad de los estudiosos de la historia de las religiones y, sobre todo, para los egiptólogos, el cristianismo sería incompresible tanto sin la aportación del judaísmo como sin el concurso de la cultura egipcia. 4 Génesis, 9, 7.

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El cristianismo en la ciudad antigua

prematura de las mujeres. Al conocer ya el varón su capacidad reproductora, las diosas de la naturaleza –las abundantes diosas madres o de la fertilidad de la Edad del Reno– desaparecerán siendo sustituidas por las representaciones fálicas de los dioses masculinos como expresión totémico-simbólica de su capacidad reproductora5. Con ello también desaparecería la función social y atributos de las mujeres pasando en los tiempos históricos bíblicos a ser consideradas un elemento más de los bienes raíces como los árboles, los animales o las tierras convirtiéndose en diosas de la fertilidad, en el botín más preciado de la guerra, en vírgenes de los templos, en objeto de intercambio y en objeto sexual de huéspedes y viajeros. Tal era el valor de la reproducción de los pueblos pastores y recolectores que los hombres castrados no podían pertenecer al pueblo de Dios6 convirtiéndose la función reproductora de la mujer en un imperativo social más fuerte que el tabú del incesto –tal como protagonizaran las hijas de Lot7– por el cual hasta se perdía el bien más sagrado como era el derecho de mayorazgo o primogenitura8. Estas prácticas reproductivas nos mostrarán la primera gran diferencia entre una cultura más desarrollada y evolucionada como era la egipcia y los hábitos de los pueblos nómadas que vivían del pastoreo, como era el hebreo, donde la función de las mujeres no iba mucho más allá que la del ganado en la aportación de bienes para el grupo o clan familiar. Frente a esta diferencia en la tasa de natalidad, el faraón temía que algún día los judíos pudieran unirse a sus enemigos, y este gran número formar un ejército, vencer y robar a los egipcios. A esta misma dinastía del Imperio Nuevo pertenecerá el faraón Horembeb que vendría a expresar en su legislación la preocupación por los campesinos y los pobres, instando a los funcionarios y recaudadores de impuestos, bajo la amenaza de severos castigos, no abusar de ellos, ni oprimirlos, ni embargar sus medios de vida, ni del grano preciso para vivir. Este ethos de comportamiento respecto a la recaudación fiscal pasaría a otras múltiples comunidades y pueblos del entorno, también recogido por los evangelistas9 y asumido y seguido por las primeras comunidades cristianas a través de la comunidad de bienes y de la práctica de la caridad.

Desde este peregrinar del pueblo de Israel por territorios desconocidos, todos los cataclismos debidos bien a la hostilidad de los fenómenos naturales, a los agregados humanos o contingencias políticas serán proyectados y predicados de los dioses y desde éstos pasarán y se extenderán a las creencias y construcciones religiosas de la generalidad de los pueblos, en particular aquellas procedentes de la tradición asiro-babilónica, egipcia y abrahámica. De hecho, los relatos bíblicos –como toda construcción literaria compleja y de vocación totalizadora– funcionarán a modo de test proyectivo cuya interpretación alegórica o parabólica nos darán el nivel del desarrollo cultural, intelectual y moral de los individuos y de los pueblos en su lucha por la vida. El Éxodo vendría a recoger el predicado multifacético de los dioses primitivos, dadores y origen de males y bienes, siendo esta cualidad el presupuesto de la idea monoteísta, incluso con la utilización de recursos literarios y lingüísticos semejantes donde, por ejemplo, la definición que hace de sí mismo el Dios de Moisés se superpone a la definición que también diera de sí misma mucho antes la diosa Neit para expresar el 5 Marija Gimbutas: Dioses y diosas de la vieja Europa: 7000-3500 a.c. Ediciones Istmo, Madrid, 1991. 6 Deut. 23, 1. 7 Génesis, 19, 30ss. La representación más exacta de este pasaje bíblico corresponde a Orazio Lomi Gentileschi: Lot y sus hijas (hacia 1621) del museo Thyssen Bornemisza (Madrid). 8 Génesis, 49, 3-4; Deut. 21, 17. 9 Lucas, 3, 13-14.

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origen eterno de su existencia, identificada posteriormente con Isis y cuyos atributos serían predicados a su vez de Atenea por parte de los griegos10. Tanto la Biblia como los textos de la literatura de Qumrám11 vendrían a recoger las instituciones y las prácticas de los pueblos de la Edad del Bronce como eran, entre otras, la esclavitud; la ley del talión; la venganza de sangre; la tortura, la lapidación y las mutilaciones; los sacrificios humanos a los dioses para obtener su perdón, ayuda o la fertilidad de las mujeres y los campos; la utilización de las mujeres –como objeto sexual y reproductivo– los niños y el ganado como botín de guerra, previo aniquilamiento de los varones. En el mismo decálogo la mujer viene a asimilarse al esclavo, al buey o al asno como propiedades del varón que no deben desearse. Tanto el cristianismo como el Islam vendrían a mitigar estas prácticas, aunque cada una de ellas con estrategias diferentes. El cristianismo predicará el consuelo y la inhibición en este mundo, dando una solución venidera y futura en la otra vida. El Islam, junto a la misma idea anterior, pondrá el énfasis en la noción de la misericordia de Dios y de su ejercicio en este mundo y de los hombres entre sí. Por su parte, el cristianismo, en contraposición a los monoteísmos anterior y posterior, añadiría la tradición y mentalidad egipcia y homérica así como el gusto helenístico y romano por el endiosamiento de los humanos y, en particular, de los héroes, profetas y gobernantes.

Los profetas, jueces y reyes israelitas ya no serán simples mortales, sino héroes, enviados, delegados o hijos de Dios para conducir y salvar a su pueblo. Su apoyatura religiosa evangélica la encontramos, entre otros tantos versículos, en Mateo 10, 5-15, donde Jesús envía a los Apóstoles a predicar su palabra, dándoles la facultad de ejercer la magia, con la potestad de curar enfermedades, limpiar leprosos, resucitar muertos y lanzar demonios. Asimismo, tendrían que hacer una opción por la pobreza y vivir de su predicación, asegurándoles que la casa o ciudad que no les diera cobijo o amparo serían sometidas a un castigo más severo que lo fueron Sodoma y Gomorra. De este modo, el ejercicio de la magia, del engaño, el vivir del trabajo de los demás, la intolerancia y la inducción al miedo serían los hábitos de comportamiento que Jesús infunde a sus discípulos o apóstoles. Este modelo de comportamiento tendría su mayor grado de implantación con las órdenes mendicantes de la Alta Edad Media, siendo Santiago Apóstol su prototipo más popular, adoptado durante el régimen feudal como patrón de España. Así, el tránsito del politeísmo al monoteísmo no sería más que un tránsito político y organizativo, una técnica de supervivencia12. Es decir, la misma técnica que entenderán, con excepción del Derecho romano –respetuoso con los diversos sentimientos e identidades humanas o politeístas– tanto el régimen feudal y señorial como las monarquías, los absolutismos y las dictaduras que habrían de venir, al asociar e identificar el monoteísmo religioso con la unidad y concentración del poder político.

Otra de las cuestiones más relevantes en el peregrinar por tierras de Egipto sería el origen de la formación del monoteísmo hebreo (Assmann, 2001). En este sentido, las personificaciones divinas de los pueblos errantes no podían adoptar el antropomorfismo e imaginería artesanal y arquitectónica propia de los pueblos urbanos, tal como era el egipcio, cuya cultura había divinizado a la naturaleza –los astros, animales, plantas, la tierra y el agua– e, incluso, en algunas cuestiones la había trascendido. A ello habría que 10 Jan Bergman: Ich bin Isis: Studien zum memphitischen Hintergrund der griechischen Isisaretalogien. Uppsala: Universitetet, Stockholm, Almqvist & Wiksell, 1968. 11 Florentino García Martínez: Textos de Qumrán Edición y traducción de F. G. Martínez, Editorial Trotta, Madrid, 1992. 12 Hegel: Fenomenología del espíritu, 1807.

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El cristianismo en la ciudad antigua

añadir el encuentro de un pueblo errante con un Dios también errante, Único y Creador del universo, el cual había sido expulsado del panteón oficial egipcio con la muerte de Amenophis IV. El sentido gregario de la unidad como técnica de supervivencia vendría a facilitar el tránsito de lo diverso, de la disgregación o divergencia en objetivos o fines, del politeísmo, hacia el logro de una sola meta o finalidad como era la búsqueda de una tierra de promisión, algo tenido, deseado y compartido por todos y cada uno de los miembros del Pueblo de Israel. La propia fragilidad y dependencia del hombre respecto a un entorno desconocido y hostil le hará concebir un estado de dependencia y subordinación a la suerte, al azar, al destino o a los dioses, facilitando la aparición de ciertos sentimientos de humildad y dependencia hacia esta voluntad desconocida. Unas vivencias sentimentales y mentales que más tarde serán desarrolladas a través de conceptos teológicos como son las nociones de predestinación y gracia divina y que serán los principales objetos de discusión y divergencia entre los reformadores evangélicos y la Iglesia romana.

Los diversos movimientos de liberación serían reiteradamente sofocados por las legiones romanas, donde sobresale la crucifixión de unos dos mil cabecillas por Quinctilius Varus, gobernador de Siria, el mismo año del nacimiento de un nuevo Mesías: Jesús de Nazaret. No obstante las continuas derrotas, éstas no infundirían desesperanza alguna, pues estas calamidades de Israel serían interpretadas como voluntad de Dios para probar y corregir a su pueblo, cuyos testimonios literarios aparecen reiteradamente tanto en la Biblia como en la literatura encontrada en las ruinas de Khirbet Qumrán13. Tras la muerte en la cruz de un nuevo predicador, originario de Nazaret14, algunos judíos, bien sabeos, masboteos, mandeos, baptistas, asideos, nazareos, esenios, sadocitas o simpatizantes de sus doctrinas, extendieron la idea y el rumor de que entre los revoltosos recientemente crucificados se encontraba el Mesías o Libertador que estaban esperando, formándose desde entonces otra nueva versión judía político-religiosa con aquellos que afirmaban tal cosa: la secta de los nazarenos y la de los ebionitas –de ebion, pobre– no solo por una manifestación real de pobreza y desinterés por las cosas del mundo, sino dando a esta pobreza y actitud un contenido subjetivo de santo y de ser grato y amigo de Dios, asumiendo el evangelio de Mateo como referente religioso-literario de este rumor popular. La atribución a uno de los tantos revoltosos o alborotadores recién crucificado, conforme al Derecho romano, de ser el Mesías esperado –aún no identificado con Dios– representará en la Historia política de Occidente la incorporación de una mentalidad primitiva, casi ya desaparecida en esta época del Imperio, pero que surgirá y volvería a tener actualidad ocasionalmente frente a ciertos acontecimientos excepcionales15.

Con los evangelistas, el poder y la arbitrariedad de los dioses cosmológicos –distantes, imprevisibles, impersonales y abstractos– se predica y se traslada tanto a la autoridad y voluntad indeterminada de los gobernantes como a las consecuencias derivadas de las analogías con la naturaleza. Por ello, el sacrificio y la muerte, el morir y el renacer serán las vías cristianas de salvación16, es decir, de volver a nacer de algún 13 4Q504 Col II, V, VI. 14 Juan 19, 19; Hechos 2, 22 y 24, 5; B. Taanit. 27 b. En Lucas (1, 26) se describe Nazaret como una ciudad, sin embargo, en Juan (1,46) se hace referencia a este lugar como insignificante. Las diversas fuentes históricas y religiosas judías no recogen el nombre del Nazaret de la época en toda la región de Galilea, dándose por supuesto que no pasaría de ser un asentamiento de varias familias nómadas. 15 E.P. Sanders: Jesus and Judaism, 1985; Arnaldo Momigliano: Contributions à l’histoire du judaïsme, 2002. 16 1Cor 15, 37ss La visión de la muerte será la idea más reiterativa y frecuente de la imaginería y literatura religiosa, sobre todo de los imagineros y místicos del XVII, al ser la muerte natural y las catástrofes políticas algo cotidiano. Esta idea evangélica sería recogida por María Jesús de Ágreda en su carta de 9 de abril de 1654.

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modo y en algún lugar, a imitación de los ciclos cósmicos, atmosféricos y vegetales, ya que de ellos dependía la vida en la tierra. Así lo transmite Juan, tomando como símil el grano de trigo que tiene que marchitarse, pudrirse y morir en la tierra para poder renacer y producir mucho fruto.

A ello habría que añadir, desde el punto de vista jurídico y de comportamiento, la obediencia debida y absoluta hasta la muerte tanto a la autoridad política como a la autoridad paterna, que serán unas actitudes comunes compartidas tanto por el despotismo Oriental como Occidental. Y, desde el punto de vista religioso-filosófico, cabría señalar tanto el estoicismo tardío de Séneca como el pensamiento neopitagórico de Filón de Alejandría, coetáneo del tenido por Mesías, que venía a definir y a identificar el logos, la palabra creadora o la idea como un elemento sobrenatural perteneciente al mundo de los eones o las ideas, tenidos por elementos intermedios entre Dios y los hombres. De este modo volvería a retomarse la doctrina de Heráclito de Éfeso sobre el origen de todos los seres, identificando el logos por un permanente movimiento materializado en las personas como principio y devenir del mundo. Según el docetismo gnóstico, el Mesías no sería más que uno de los eones, un logos procedente del mundo de las ideas que habría tomado una apariencia humana, tal como aparece en el Evangelio de Felipe o en la disputa entre Simón el Mago y los Apóstoles17 en su competencia por hacerse con los conocimientos y atributos mágicos, ya que los Apóstoles tenían supuestamente la facultad que les transmitiera Jesús de resucitar a los muertos18, de curar milagrosamente y hacer huir a los demonios del cuerpo de los poseídos19. Por ello, frente a las creencias de los gnósticos de que el cuerpo humano está formado por elementos o materiales terrenales y, por lo tanto, sería corruptible con la muerte, los Apóstoles no podían tener la facultad de devolver la vida a los muertos disponiendo solo de los eones o espíritus. Frente a los gnósticos, Ireneo de Lyón (130-202) distinguirá diversas sustancias que conforman el cuerpo humano retomando las cartas paulinas y los mismos Evangelios para defender la incorruptibilidad de la carne y la salvación de los hombres en el otro mundo tanto en cuerpo y, sobre todo, en espíritu ya que el alma individual es interpretada como una sustancia eterna de la divinidad.

Por otra parte, la circuncisión era una de las prácticas judías más rechazadas por el resto de los pueblos, por ello Pablo la degradará como valor testimonial y, por lo mismo, tipificará la circuncisión como un rito ajeno e independiente a un comportamiento recto, debido o ejemplar de las personas entre sí. Una cuestión tratada particularmente en el Concilio de Jerusalén del año 52 dando lugar, de este modo, a un primer distanciamiento entre judíos y judeocristianos. Frente al valor de los ritos externos, Pablo trasladará este valor a la creencia, a la fe20, algo más abstracto y universal que no solo no chocaba con las manifestaciones rituales religiosas de otras culturas sino que, además, podía ajustarse a la subjetividad de todos y cada uno de los individuos. Por lo que los comportamientos y prescripciones derivadas del Derecho romano y las particularidades e identidades territoriales, nacionales, culturales, religiosas, sexuales y personales tendrían que desaparecer y ser suplantadas por la unidad y uniformidad de la fe en Jesucristo21.

Las cartas paulinas y, en particular, la primera a Timoteo, viene a recoger el 17 Hechos, 8, 9ss. 18 Lucas, 7, 12-15; Juan 11, 1ss. 19 Hechos, 5, 12ss. 20 Gálatas, 5. 21 Gálatas, 3 22-28.

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pensamiento latino tardío epicúreo y estoico al que se añade e integra con las creencias judeocristianas, rechazando la ostentosidad, el lujo, la mentira y el amor al dinero, todo ello visto como fuente de males sociales; unos consejos dirigidos especialmente a los predicadores y propagadores de las enseñanzas cristianas –a la naciente estructura eclesiástica– debiendo prestar particular interés y dirigir su palabra a los pobres, siguiendo los preceptos del pueblo de Israel y, en general, toda la tradición de la cultura egipcia. Sin embargo, tanto la ayuda a los pobres como su control a través de esta ayuda se configuraría con el tiempo en uno de los rasgos del Antiguo Régimen22; así, desde el punto de vista religioso, socorrer a los pobres será un instrumento de salvación; desde el punto de vista psicológico, de reclutamiento, afiliación o conversión y, desde el punto de vista político-social, unas monedas, una limosna o un pedazo de pan imponían la obligación de reconocimiento, de lealtad y de obediencia de los pobres hacia la clase superior, en tanto que para ésta última, la usurpación y la ingratitud será ley de comportamiento23. De este modo, Lampedusa vendrá a expresarnos la afición de monarcas y alta aristocracia a las obras de caridad y ayuda a los pobres, pero sin que esta ayuda pasara de ser una simple imagen de ostentación de la riqueza y consolidación de un orden político basado en la desigualdad de clase. Estos serán unos hábitos no solo imperantes en Occidente, sino también propios de los despotismos orientales y vigentes en particular en los países de tradición musulmana, donde las máximas magistraturas –monarcas o presidentes– sustentarán orgánicamente los distintos procedimientos administrativos de ayuda y asistencia social, tenidos como principal mecanismo de sometimiento de las clases populares.

Pero si en algo se distingue el cristianismo del resto de las creencias de la época, siendo una de sus notas distintivas, será la introducción de la cultura de la muerte en el circuito simbólico-social, político y económico, a imitación del sacerdocio egipcio. La necrofilia y todo lo relacionado con la muerte, el negocio de la muerte, el orar y pagar –indulgencias– por los muertos en su tránsito a la otra vida y por los pecados en la vida presente, el endiosamiento de los héroes y gobernantes muertos supondrá por parte del cristianismo una línea de continuidad entre la vida y la muerte, donde la muerte venía a representar el tránsito a la verdadera vida. Frente al resto de las culturas limítrofes de la antigüedad como las semíticas fenicia y hebrea que ponían mayor énfasis en los valores y sentimientos vitales que en la muerte, el cristianismo vendría a poner el acento en el sacrificio, en el dolor y en la muerte como paso previo y necesario y garantía para pasar a la verdadera y definitiva vida ante el anuncio de la inminente llegada del Reino de los Cielos24. A ello habría que añadir la particular ruta cristiana a través de la Tebaida y del desierto de Nitria (Delta del Nilo) donde Antonio Abad transmitió a las gentes el culto y las técnicas de embalsamiento y enterramiento de los muertos, al creer en la resurrección de los muertos con sus cuerpos conforme profesaban los egipcios y otros pueblos del Asia menor, transmitidas, entre otras, por las sectas de los fariseos que vendrían a engrosar las filas cristianas. Estas creencias se incorporarían a Occidente a través de las religiones mistéricas y extendidas a toda la cuenca mediterránea por la facilidad con que los romanos incorporaron a su panteón a las divinidades de los pueblos conquistados, incluidas las egipcias como son el caso de Isis y Osiris. 22 Stuart Wolf: Los pobres en la Europa moderna, 1989. 23 El Gatopardo, octubre, 1860. 24 Mateo, 4, 17.

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Asimismo, la diosa frigia Cibeles –Magna Mater– sería también incorporada al panteón romano en tiempos del consulado de Claudio Marcelo tras presagiar los oráculos sibilinos que su culto daría la victoria a los romanos frente a los cartagineses, tal como llevaría a efecto Cornelius Scipio, el Africano (202 a. C.) en las proximidades de Zama Regia, actual Djama er Rih al sur de Túnez. La diosa-madre Cibeles personificaba la reproducción de la vida y el sostenimiento de la agricultura tomando los atributos más primitivos de la antigua diosa Rea. Cibeles también ejercía su poder sobre todos los animales salvajes de la tierra a los que transmitía sus órdenes con un látigo con pequeños salientes de hueso, y con los cuales generalmente se la representa. Con este látigo de salientes hirientes también se flagelaban en las celebraciones los sacerdotes galos, encargados de su culto. Estos sacerdotes se hacían eunucos voluntariamente a fin de no repetir la infidelidad de Atis, primer sacerdote de Cibeles, tenido por el dios de la vegetación con el sobrenombre de papas, nombre frigio de padre y al que la diosa castigaría convirtiéndolo en un pino. El hijo de Cibeles, el rey Midas, se encargaría de establecer el culto a su madre junto a Zeus, dios supremo del Olimpo, pero cuya ambición al expresar su deseo de convertir en oro todo lo que tocase y su imprudencia al inclinarse a favor de un dios –Apolo– frente a otro –Marsias– le llevaría a la desesperación y finalmente al suicidio.

Estas construcciones mitológicas y sus correspondientes proyecciones narrativas se confundirán con la propia mentalidad y el afán de conquista y la ambición romana por someter a otros pueblos, junto a los intereses comerciales y el odio visceral de M. Porcio Catón, el Censor, hacia los cartagineses, haría que los dioses, a través de los oráculos, expresaran el estado de opinión de la clase militar y de la aristocracia romana. Su victoria frente a Aníbal (146 a. C.) y poco después frente a los Íberos (133 a.C.) pondría fin a un mundo bipolar a favor de los romanos en toda la cuenca mediterránea. Los métodos políticos de Catón serían pragmáticos y utilitarios, como el expolio, la aniquilación física o venta como esclavo del enemigo político; psicológicos, como su elocuencia en el uso de la lengua latina; su honestidad personal en la defensa radical de la tradición romana y su aversión y rechazo de todo lo extraño; e historiográficos, como el cambiar los anales o narraciones históricas anuales por contenidos y temas al margen del tiempo, lugar o contingencias particulares. De este modo, los hechos acaecidos o históricos pasarían a ser interpretados, deformados en un sentido u otro, falsificados, negados, defendidos o inventados, pasando a la historiografía posterior y, en particular, a través de los apologistas cristianos. O, dicho de otro modo y llegando hasta nuestros días, a usar la historia como instrumento político, a favor o en contra de algo o de alguien. Sin embargo, al mismo tiempo que Roma hacía extensivo su Derecho a todos los pueblos sometidos, dada su mentalidad supersticiosa y sus tradiciones adivinatorias mágicas a través de algunos elementos, Roma también incorporaría a su vez a todos los dioses y creencias de estos pueblos para evitar cualquier castigo divino –como le ocurriría al rey Midas– tal como más tarde haría Constantino y cuyas creencias y supersticiones hoy superviven, de algún modo u otro, en las tradiciones religiosas populares, tanto de la Iglesia católica romana como de la Iglesia católica ortodoxa oriental.

Este proceso en el cambio de actitudes, desde el pragmatismo y el realismo judío, romano y helenístico hasta culminar en una inhibición generalizada –retraimiento o rechazo, resistencia, aceptación y asimilación– de las gentes ante lo político, favorecido por la extensión del cristianismo será, en general, el que aparezca en el curso del tiempo, tanto a nivel individual como colectivo, ante cualquier catástrofe política sobrevenida a un

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grupo social, tal como sucedería, por ejemplo, con los aborígenes americanos frente a los conquistadores cristianos. Por esta razón, la mayor exposición y desarrollo místico, teológico y literario que hace Pablo en defensa de la fe, lo haría en su carta a los Hebreos (Hb. 11), un pueblo guiado por su incredulidad, por su pragmatismo y un sentido común, más basado en la experiencia de los comportamientos humanos que por una fe ciega o pueril25. A pesar del pragmatismo que refleja Pablo26 a propósito de su distanciamiento de la ley antigua por ser ya ineficaz e inservible ante la nueva situación ocasionada por la invasión romana, la asimilación y aceptación de los hábitos de otros pueblos, el cristianismo vendría a introducir al mismo tiempo una separación y distanciamiento con el realismo tradicional judío, haciendo de una catástrofe política el fundamento de la fe cristiana. Sobre este asunto volveremos en el epígrafe dedicado a la cuestión judía.

Sin embargo y, en contraposición a los judíos, ante los mismos acontecimientos indeseados e indeseables, los minim –los judeocristianos– negarán la realidad de este mundo y situarán el mundo verdadero en otro lugar al cual se accede tras la muerte. Y, en todo caso, el pacto entre Dios y los humanos y el perdón de los pecados tendrían que llevarse a cabo a través de la muerte27, incluida la sangre de Jesús28, utilizando en tales argumentos el símil y analogía de un testador cuyo testamento solo adquiere vigencia después de la muerte del mismo. De este modo, la negación de la vida, el sufrimiento y la muerte –redactado y expresado con mayor vehemencia, radicalidad e imaginación en los textos y evangelios apócrifos y, en particular, en la traducción etiópica del Apocalipsis de Pedro– como expresión de los ciclos vitales, se constituyen en la condición necesaria y la vía cristiana de salvación, a imitación de los ciclos cósmicos, atmosféricos y vegetales de los pueblos pastores y recolectores29 que aparecen y desaparecen regularmente con las estaciones del año.

Podemos remontarnos al estado de opinión expuesto en los evangelios para resaltar la ambigüedad del cristianismo y su función ideológica en el desarrollo cultural, jurídico y político de un mundo intolerante y violento. Tomando como referentes algunos de sus versículos, podemos resaltar la ejemplaridad del buen ladrón que nos transmite Lucas (23,39). La supuesta bondad evangélica del ladrón reside en su fe, en su creencia de que uno de sus compañeros en el Calvario era el Hijo de Dios. Desde el punto de vista cristiano, la fe hace bueno al ladrón, independientemente de que fuera un ladrón o un salteador de caminos. Por esta misma razón podemos encontrar en el santoral y en la historiografía católica a muchos ladrones, bandidos y sátrapas pero que engrosarán las filas de ejemplares creyentes; y no por antigua esta práctica ha dejado de estar vigente, pues el compartir una fe o la pertenencia a una familia, a una corporación, organización o partido siempre facilitará una excusa o apoyatura o, al menos será una eximente, cuando no una justificación jurídica, política y moral ante la comisión de alguna trasgresión por muy grave que fuera. Sobre el esquema del buen ladrón vendría a configurarse toda la historia política del estado moderno de Oriente y Occidente donde los clanes familiares y posteriores clases gobernantes –como monopolizadoras de las armas– justificarán y canalizarán su propia ambición y prácticas criminales a través de la fe o credulidad en un fin superior a la propia vida de las personas. Sobre ello 25 Johannes Pedersen: Scepticisme israélite F. Alcan, Paris 1931. 26 Hebreos, 7, 18. 27 Hb. 9, 15-17. 28 Hb. 10, 19. 29 1Cor. 15, 35-58.

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volveremos más adelante. La doctrina de los evangelistas y de buena parte de los Padres de la Iglesia, tanto

griegos como latinos, contendrá una contradicción de consecuencias históricas determinantes, ya que predicaban una actitud activa y militante para la inacción y la inhibición ante cualquier cuestión relacionada con asuntos sociales y la organización política. La única actividad cívica permitida será el pago de impuestos, siguiendo el precepto evangélico de dar a Dios lo que de Dios y al César lo que es del César ya que, según Tertuliano, nadie puede servir a dos señores pues, ¿Qué tienen de común la luz (el cielo) y las tinieblas (el mundo)? Ello vendría a significar que en un mundo pobre y mísero, iletrado, rudimentario y fuertemente dividido en estamentos y clases sociales, el cristianismo vendría a actuar a modo de ideología política favorecida por la expansión del Imperio durante la paz augusta. Algo de lo más funcional que hubiera podido obtener una creencia para la supervivencia y su expansión. En su vertiente estrictamente religiosa recogerá también gran parte del mitraismo. Todas estas corrientes de pensamiento ya venían predicando la universalidad del hombre y que, junto al fuerte sentimiento mesiánico típico del judaísmo, daría lugar a un conjunto de doctrinas de contenido despreciativo de los bienes terrenales, dirigidas particularmente a los pobres, a las víctimas y desheredados de la fortuna y en contra de los ricos30. Siglos después, esta faceta y visión de las escrituras se vendrían a convertir en el principal soporte religioso y recurso literario de un nuevo Pablo, como fuera Lutero, que se enfrentaría al papado y a la degradación moral y política de su época sin más instrumentos que las cartas paulinas y a una distinta lectura del Cristo de los Evangelios y la vida de los Apóstoles, vista e interpretada a través de la obra de san Agustín, para quien la salvación eterna de unos u otros ya estaría definida por Dios desde la eternidad en su teoría de la predestinación.

Asimismo, los primeros cristianos seguirán las cosmogonías de la antigüedad haciendo que los dioses o los demonios pudieran intervenir en los conflictos humanos a través de alguna institución mediadora –profetas, augures, sacerdotes, místicos, monarcas o cualquier otra– como religión continuadora de las religiones mistéricas, la cábala, del gnosticismo, neoplatonismo (Plotino, Porfirio, Jámblico), del mitraismo zoroástrico y del maniqueísmo. La doctrina de Zoroastro o mazdeísmo surgirá en el siglo VI a. de C. siendo adoptada poco después por los partos (posteriores persas). Zoroastro será identificado con Er por Clemente de Alejandría –contemporáneo de Jesús– que Platón desarrolla31 al tratar sobre la muerte, la resurrección y la preferencia del comportamiento justo en este mundo.

Al igual que el judaísmo y el cristianismo, el mazdeísmo hará su aparición en un mundo violento por definición, donde la gloria, la fuerza y la riqueza del kurios (amo o señor), del rey y de los ricos tenía su razón de ser en la miseria, en la ruina, en el dolor, en la desolación y en la muerte de multitud de pueblos y gentes, como producto de la guerra, del robo y saqueo de los bienes materiales y de la mano de obra barata como eran la esclavitud y la servidumbre. Esta última persistiendo nada menos que en Europa hasta principios del siglo XX en forma generalizada en la Rusia cristiana prerrevolucionaria. Zoroastro aparece en medio de un júbilo universal, por lo cual sería perseguido por los magos y los sacerdotes ante el temor de que pudiera poner en cuestión el universo mítico-simbólico existente. Nació en el seno de una familia modesta. Abandonó la casa paterna para ocuparse de los pobres. A la edad crítica para poder entablar disputas y 30 Mt, 11,5; 19,21ss; Mrc. 10, 23ss: Lc, 4,18; 6, 24; 16, 19-25; 18, 25; Juan 12,8; Cor.2,8-9; Gál. 2,10; 1Tim. 6, 7-10; Sant. 5, 1-6. 31 República, Libro X, 614b-621d.

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juicios, al igual que en la literatura semítica32 –a los treinta años– recibió, elegido por Dios, las revelaciones de los arcángeles que le revelaron los procedimientos para dominar y entender el mundo, en particular el cultivo de plantas y la cría de animales, en su inmenso deseo –semejante al de todos los pueblos pastores y recolectores– de un próximo asentamiento en un territorio fértil y estable. Se retiró al desierto. Venció las tentaciones del demonio. Su comportamiento moral estaba regido por la verdad, la franqueza, la claridad u objetividad, la actividad reflexiva y una actitud activa hacia el exterior. Cree y posee fe en el bien y en la bondad de los hombres y de las cosas, ama la paz y practica la mansedumbre. En Zoroastro se darán las luchas internas para vencer las tentaciones y comprender y conocer el origen del mal (drug) y de los malvados que impiden la cría de ganado y, por consiguiente, dificultan y entorpecen la prosperidad y la felicidad de las gentes. El bien, el pensamiento, el espíritu y la luz se identifican y son inmortales, siendo la expresión de un dios único. El mal, la ignorancia y las tinieblas serían una misma cosa y serán perecederas. Este dios debía de suscitar la destrucción y muerte del mundo malvado conocido y su lugar ser ocupado por el principio del bien.

Más tarde el mitraísmo recogería las dos notas más significativas del mazdeísmo como son la rectitud moral activa y militante, pragmática y utilitarista y la creencia en un dios único como principio del bien y de la luz, simbolizado en el sol, la luna y las estrellas. Por eso Dios (Mithra) lo ve y lo conoce todo. En Mithra se daría simultáneamente el principio del bien y del mal y el principio del universo. Mithra es la luz y la verdad. Es Dios de la vida y de la muerte. Mithra ofrecerá la resurrección del espíritu en el otro mundo como compensación o premio del sufrimiento en esta vida. Pero para ello sería preciso practicar la purificación, la mortificación y la sencillez. Sus fieles se considerarán hermanos entre sí y los encargados del culto permanecerán solteros. Sus sacramentos o comuniones y ritos de iniciación o bautismo se llevará a cabo con los elementos más ricos y preciados de los pueblos nómadas del desierto y por la generalidad de los agregados humanos urbanos: al agua, el vino, la miel, el pan, como símbolos materiales de la abundancia, fecundidad y felicidad. En esta época se produciría un lento tránsito en el uso de elementos sacrificiales a los dioses, desde los sacrificios animales y humanos –tanto niños, adolescentes, adultos o ancianos– ya sean como enemigos o como víctimas propiciatorias para asegurar la fertilidad de la tierra. Pero al extenderse las prácticas de estos ritos a la generalidad de las gentes, que no poseían esclavos, ni prisioneros de guerra, ni ganado, debían necesariamente de sacrificar a miembros del grupo, algo que chocaba con los sentimientos ordinarios de las gentes en todos los tiempos y culturas, por lo que las religiones mistéricas, surgidas en asentamientos y en los núcleos urbanos, producirían el tránsito en el uso de elementos procedentes del campo, algo adoptado, igualmente, por el cristianismo; más tarde el Islam volvería a prescribir el sacrificio de animales, incluidos los camellos, lo que nos dará una clave para inferir que su doctrina y revelaciones tenía por destinatarios a todas las clases sociales por igual por lo que, a diferencia del cristianismo, sin que desarrollara una preferencia de salvación por los pobres.

El mitraismo llegará a Europa a través de dos corrientes y períodos distintos. La moral mitraísta –pragmática, utilitaria y de actitud militante– y sus creencias serían aceptadas de buen grado por las legiones de Pompeyo y Craso, donde el dios iraní Mitra ya presidirá desde su santuario los campamentos romanos. La imagen de Mitra será representada como dios invicto en el momento de vencer al toro como símbolo de la lucha 32 Textos de Qumrán 1Q28a Col I; Lucas, 3, 23.

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entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, extendiéndose su culto por todo el Imperio, declarándolo protector de Roma, festejando su nacimiento el 25 de diciembre. Su poder será tal que solo Mitra será capaz de dar movimiento a las estrellas fijas y, por lo mismo, ser responsable del solsticio de invierno o nacimiento de Helios, el sol invencible, identificado por los romanos con el mismo Dios ya que, como predicaban tanto paganos como cristianos, el sol, los astros y las estrellas se presentaban como obra de Dios y, por lo mismo, participaban de su misma naturaleza divina pasando los astros a ser identificados con el mismo Dios. Las representaciones del dios Argos como Avis Juniana cuya función era cuidar y vigilar a Juno, esposa de Júpiter –el dios de dioses– a través de sus atributos de que nada se oculta a su vista –un dios que todo lo ve– y su permanente vigilancia, tanto de día a través de sus ojos faciales –el sol y la luna– como de noche cuando duerme, a través de una multitud de ojos –las estrellas– y su representación en forma de ave, pasarían finalmente a la iconografía de las creencias paleocristianas. Los cultos, simbolismos y festividades en honor a Mithra serían suplantados progresivamente por el nacimiento del Dios de los cristianos hacia mediados del siglo IV33. Su incorporación al calendario al uso será obra de Dionisio Filocalo pero ahora, junto al sol invencible y el nacimiento de Mithra, se agregará también la celebración del Dios de los cristianos34.

La segunda corriente sería a través del maniqueísmo o doctrina de Manes donde se insertará el conflicto entre las concepciones orientales y occidentales sobre la naturaleza de Cristo. Manes nació a principios del s. III, de padres persas emparentados con una de las casas principescas, en uno de los crisoles de religiones: Babilonia. Sus doctrinas están contenidas en “El gran evangelio de Alfa y Tau”, en el “Libro de los misterios”, seguido por San Agustín, así como en una abundante correspondencia epistolar. Su predicación se extendería por todo el imperio de los sasánidas, y desde Egipto hasta la India. Manes pertenecía a la secta de los mendeanos o seguidores de Juan el Bautista, tenido por el verdadero profeta, seguidor de Jesucristo, e identificándose él mismo como la voz de Jesús35. De la experiencia y observación del comportamiento ambiguo de los hombres y de la propia naturaleza y, tras el estudio de las diversas creencias religiosas, recogería de cada una aquello que le pareció lo más significativo y valioso y, entre éstas, figuraría nuevamente el dualismo zoroástrico, compuesto desde la eternidad por el principio del bien o de la luz y el principio del mal o de las tinieblas. Una guerra cruel estalló entre los dos mundos cuando una chispa de luz cayó sobre la tierra o la materia, y deseosa ésta de asemejarse a la luz iniciaría la lucha. Entonces, el Principio del Bien creó al hombre como instrumento que ayudara al restablecimiento del orden constituido inicialmente, pero el hombre no tuvo fuerzas en tal empresa y quedaría atrapado en la materia o en el mundo, como expresión o manifestación del mal. Esta chispa divina o de luz quedaría atrapada en la materia –es decir, en el hombre– y cuya luz o espíritu quedará libre tras la muerte y se dirigirá a uno de los principios buenos –el cielo– o malos –el infierno– según sus obras en la tierra. Esta será una narración mítica con fuertes paralelismos con la leyenda de Prometeo, al robar el fuego a los dioses, como propiedad y atributo divino, para entregárselo a los humanos. El maniqueísmo predicará la existencia de dos almas o inclinaciones en los humanos –una buena y otra mala– y, según la que predomine en la tierra, así irán las dos juntas al cielo o al infierno. Es decir, el maniqueísmo haría especial 33 Jules François Toutain: Les cultes païens dans l’Empire romain. E. Leroux, Paris, 1911. 34 A. Momigliano y Otros: El conflicto entre paganismo y el cristianismo en el siglo IV, 1989. 35 Los teólogos alemanes Richard A. Reitzenstein (1861-1931) y D. Wilhelm Bousset (1865-1929), entre otros, asociarán definitivamente estas corrientes iraníes con la aparición del cristianismo.

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El cristianismo en la ciudad antigua

hincapié en la explicación dualista de la existencia terrenal del bien y del mal, pero conexionadas o no entre sí según las diversas corrientes. La iraní presentaba una separación infranqueable, pero no así las corrientes egipcias, caldeas o asirias transmitidas por Jámblico (siglo II) y los neoplatónicos de las que más tarde asumiría el cristianismo que culminarían en San Agustín.

El Mitraísmo se extendería por todo el Imperio romano, desde su origen indoeuropeo36 hacia el Occidente europeo, el Norte de África hasta llegar a la China. Las legiones romanas y los comerciantes introducirían el maniqueísmo a lo largo del Danubio, a través del cual se extendería por toda Europa donde alcanzaría su máximo apogeo entre los siglos XII y XIV. Sin embargo, las teorías maniqueas quedarían relegadas de dos formas. La primera, a través de la matanza y exterminio de aquellos que las profesaban, ya desde la misma formación de la Iglesia primitiva a través de Teodosio el Grande, por las disposiciones de los Concilios de Toledo –contra los judíos en particular– y más tarde por parte de Simón de Montfort al servicio del papado (Inocencio III), tanto para combatir a los más directos competidores del cristianismo romano –a los Bons homes, cátaros o albigenses– en el Mediodía francés y como medio de satisfacer sus propias ambiciones37. De este modo las creencias religiosas serían utilizadas como cobertura ideológica en las prácticas guerreras y criminales de la época como principal mecanismo político, bien para hacerse con los territorios y propiedades ajenas, tal como se desarrollará en particular con la dinastía carolingia en Francia, bien para favorecer el centralismo político como hicieran los Reyes Católicos y las sucesivas monarquías en España. Y, la segunda, ya que los que profesaban tales creencias no podían ser destruidos en su totalidad por las armas, muchas de sus ideas serían asumidas, integradas y reelaboradas por el cristianismo en un lento proceso de depuración, homogeneización, sistematización y monopolización, algunas de las cuales volverían a hacer su aparición en la literatura renacentista con Marsilio Ficino (1433-1499).

El epicureísmo, el neopitagorismo y el estoicismo junto a otras corrientes de pensamiento, serán el contexto intelectual de los siglos I y II donde se fragüe el cristianismo primitivo. Se recogerá el dualismo zoroástrico entre el cielo y la tierra, entre el mundo terrenal y el ultraterreno, entre la carne y el espíritu, lo puro y lo impuro. Dios será concebido como una entidad incognoscible y ajena al mundo conocido. El mal se asociará a la materia y a la carne y el bien al espíritu. El neoplatonismo desarrollará todos estos conceptos asociando definitivamente el mundo de las ideas a la verdad, a la belleza, a la eternidad o inmortalidad. El cristianismo aparecerá entre estas corrientes de pensamiento y la esperanza mesiánica del judaísmo durante la etapa de los emperadores adoptivos (siglos I y II de nuestra era), una época en que predominaban las prácticas democráticas de participación asamblearia –siguiendo el modelo de ekklesía griega– y el politeísmo, la libertad de culto y el respeto o libre circulación de todas las ideas o corrientes religiosas. Séneca, Epicteto, Antíoco de Escalón y Cicerón serán los principales referentes intelectuales de los Padres de la Iglesia. Pero lo que para el mundo helenístico no pasaba de ser una de las muchas reflexiones o especulaciones filosóficas de las clases acomodadas, la doctrina cristiana que recibían los catecúmenos daría lugar a un estado de opinión y a unas actitudes de comportamiento de rechazo a todo lo relacionado con la exaltación y la continuación de la vida; los cristianos renunciaron a la participación 36 Hermann Oldenberg: Die Religion des Vedas. Stuttgart-Berlin, 1923. 37 Cauvin, 1974; Mestre, 2001; Lambert, 2001; Ávila, 2005; Musquera, 2006.

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política, social y militar, despreciarán la posesión de bienes, el cuerpo y sus necesidades más elementales, renunciando también al matrimonio, haciéndose muchos de ellos voluntariamente eunucos, a semejanza del resto de los sacerdotes o encargados del culto de las divinidades de la antigüedad; sus actitudes de comportamiento social y político serían de retraimiento, de sumisión y obediencia a la autoridad ante la percepción y creencia de un inminente Apocalipsis o fin de los tiempos. El Evangelio de San Juan o Apocalipsis será el más relevante referente religioso y artístico de toda la Edad Media europea así como de los aborígenes americanos tras la colonización hispano católica que popularizarán la Virgen del Apocalipsis con los atributos que aparecen reseñados, favorecidos por unos tiempos donde las catástrofes políticas y las guerras de conquista y resistencia hacía inminentes y creíbles los relatos bíblicos.

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2. La recepción grecorromana del cristianismo

Una de las civilizaciones axiales, según de definición de Shmuel N. Eisenstadt38

será el cristianismo, una creencia desarrollada desde los textos evangélicos, versión griega de buena nueva por recoger los tenidos por testimonios y relatos de la encarnación y muerte del Dios de sus seguidores. Su formulación y desarrollo corresponderá a los judíos helenizados a través de la literatura latina donde autores cristianos como Ambrosio o Jerónimo sentirán una especial predilección por el pensamiento de Cicerón. Los evangelistas y las cartas paulinas recogerán el pensamiento, sentimientos y creencias semíticas más tradicionales; y, en contacto con la gnosticismo de la cultura egipcia y judía, las tradiciones orales de la literatura hindú sobre el origen y organización del mundo, de las cosas y de los hombres entre sí, sobre todo el tipo de relación entre los sexos y la función social adscrita a las mujeres, junto a la literatura profética y apocalíptica de los oráculos sibilinos helenísticos y los ritos mistéricos, todo ello conformará una nueva religión popular con el cristianismo. Por ejemplo, no habrá una cuestión tratada por los evangelistas, en las cartas paulinas y, en general, en toda la literatura cristiana de los siglos I y II que no estén contenidos en los preceptos hinduistas de los Libros de Manú (siglo II a.C. aprox). Incluso aparecerá una de las cuestiones nucleares que precipitarían las reformas luteranas como era la redención de los pecados39.

Asimismo, la nueva corriente de pensamiento emulará parte de las doctrinas cínicas, epicúreas, estoicas (Panecio de Rodas, Séneca), cirenaicas, del neopitagorismo, del gnosticismo (Filón de Alejandría, Orígenes) y más tarde del neoplatonismo (Plotino, Proclo, Calcidio, Porfirio, Jámblico). El denominador común de todas estas escuelas sería el establecimiento de un sistema de conocimiento, la crítica de una vida guiada por la entrega desordenada a los placeres terrenales, poner en ridículo las supersticiones y las creencias sobre la estrecha relación entre dioses y humanos, donde los hombres aparecen sometidos a una voluntad indeterminada y caprichosa de los dioses, incluyendo la retórica dialogada o polemista de la época. Desde el punto de vista de la historia político-social y organizativo, habría que interpretar la aparición y expansión del cristianismo como una facción judía colaboracionista con el Imperio –tras un primer momento de resistencia, sumisión e integrismo carismático– frente a la permanente resistencia política del judaísmo tradicional40. El cristianismo vendrá a romanizar y a helenizar el judaísmo, es decir, a universalizarlo, a democratizarlo y a vulgarizarlo frente al elitismo de las religiones mistéricas, dando a conocer a los pequeñuelos aquellas cosas que se ocultan a los sabios y a los prudentes del siglo41; y tanto en el sentido doctrinal como pragmático o actitud ante las constricciones de la vida –ya que el

38 The origins and diversity of axial age civilizations, 1986. 39 Leyes de Manú, Libro Octavo, epíg. 318. 40 Geza Vermes (1977): Jesús el judío. Los evangelios leídos por un historiador. Muchnik Editores, Barcelona, 3ª ed. 1984. 41 Mateo 11, 25.

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esperado Apocalipsis final no se producía- como organizativo tras la prohibición de la enseñanza en la Escuela ateniense a mediados del siglo VI.

No obstante, el cristianismo ortodoxo y católico vendría a desarrollar un sincretismo religioso, incorporando ciertas tradiciones dualistas zoroástricas y gnósticas, en particular, el rechazo del cuerpo visto e interpretado como envoltorio del espíritu o verdadero ser. Asimismo, aparece un cierto rechazo de las mujeres por su capacidad de atracción y apego a la materialidad representada en las relaciones sexuales, así como cierto elitismo donde el verdadero conocimiento vendría a distinguir a los pocos que habían alcanzado la luz y la gran masa que vivían en las tinieblas y entregados a las necesidades de la vida cotidiana. De este modo el cristianismo inicial vendría a introducir un plan de calidad, de perfección, de santidad42 a través de una serie de cambios, innovaciones y adaptación del judaísmo y del helenismo a la mentalidad del ciudadano medio de la época, pero sin desprenderse de las creencias que representaban la cosmogonía bíblica y la mentalidad de los judíos nazarenos y ebionitas –con la valoración del espíritu eterno frente a la caducidad del cuerpo, el rechazo de los bienes terrenales, del dinero y del placer– hasta llegar a sedimentar el núcleo de una nueva religión a través de los apologistas y de los denominados Padres de la Iglesia.

Las creencias y los conflictos teológicos como expresiones de las mentalidades de los pueblos se convertirán en excusas o coartadas de los conflictos políticos y territoriales entre Oriente y Occidente. Cada una de las regiones vendrá a representar a las distintas clases sociales del Imperio. Occidente era más proclive a identificarse como intercesora entre los dioses y los humanos, por lo cual defendieron la encarnación o naturaleza divina de Cristo, siguiendo tanto la propia tradición romana de endiosamiento de emperadores y de personajes relevantes como la tradición homérica y bíblica de la relación entre dioses, semidioses, héroes y humanos. Por su parte, las poblaciones periféricas y pobres del Imperio que, como los arrianos, solo veían en Cristo a un simple hombre mortal adoptado por Dios como un Hijo del hombre, pero sin asimilarse a Dios y, por lo mismo, tenido por un profeta y un modelo a seguir, conforme vendrían a mantener las iglesias sabatistas –como los paulicianos, armenios, maronitas, kurdos y abisinios– a medio camino entre el judaísmo y el cristianismo. Más tarde, y entre las disputas teológicas entre Occidente y Oriente y que el propio Profeta criticará, el Corán asumirá la diversidad de comportamientos y creencias de la península arábiga, recogiendo nuevamente la doctrina de un solo Dios, volviendo de este modo a la tradición profética bíblica, de un Dios Único, Universal e Incognoscible y sin producir siquiera una teología negativa, teniendo a Jesús y a María –el caso de María será semejante al mantenido por la Iglesia anglicana– por personajes ejemplares, pero distantes y ajenos a la idea de Dios. El Corán expresará reiteradamente la imposibilidad de que Dios se mezclara con los humanos y pudiera tener un hijo. En defensa de sus escritos, Mahoma alegará que Dios es lo suficientemente universal y libre para no dar la exclusividad de su palabra a los judíos o a los cristianos. La palabra de Dios es libre y no puede ser exclusiva de unos en detrimento de otros43. Sin embargo, al igual que hicieran antes los judíos y los cristianos, los textos coránicos serían monopolizados e imponiendo, a su vez, una idea sobre la naturaleza de Dios y su relación con los 42 Mt. 5, 48; 1Tim. 6, 17-20; 2Tim.3, 16-17; 1Ped.1, 14-15; 2Co. 7, 1; Rom. 12, 2. 43 Corán, 57, 29.

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humanos y de éstos entre sí. La idea sobre la libertad de la palabra de Dios volvería a aparecer con los reformadores evangélicos del XVI frente al absolutismo papal y en el XVII con la Revolución Puritana inglesa, haciendo flexible y extensible la noción de libertad e igualdad a todos los aspectos de la vida, más allá de su dimensión estrictamente religiosa.

Junto a ello, vendría a contribuir a su expansión el paralelismo que existía entre el peso social que tanto el Derecho musulmán como el cristianismo daban a ciertos comportamientos y a las representaciones rituales, donde la noción de pureza no hacía una distinción entre su dimensión jurídica y religiosa, entre delito y pecado. Aunque dentro de los límites históricos y culturales del momento, Mahoma –al igual que Pablo– haría también un esfuerzo por distinguir los hábitos y prácticas supersticiosas44 de los actos que expresan un comportamiento humano recto. La rápida expansión y aceptación del Islam en la Península Ibérica sería facilitada por la permanencia popular del arrianismo frente al politeísmo trinitario adoptado por las tribus visigóticas. La conversión de Recaredo a finales del siglo VI en la península Ibérica, la ocupación de Roma por los ostrogodos de Teodorico y la dominación de la Galia por los pueblos francos, relatada en este caso por san Gregorio de Tours (538-594), supondrá la continuidad de la cultura y tradiciones romanas con la instrumentalización mágica del poder político de los pueblos bárbaros conforme ya lo venía ejerciendo la Iglesia romana a través de los llamados Padres de la Iglesia. Ahora, el derecho hereditario, la crueldad en todas sus formas, la ignorancia y las supersticiones de los pueblos visigóticos y francos se canalizarían a través de las creencias y los relatos de los mártires cristianos, sustituyendo la voluntad desconocida, arbitraria y la violencia de los dioses paganos por la acción del Dios de los cristianos45. Desde este momento, toda actividad política sería ahora inseparable de los sentimientos y creencias religiosas, donde la credulidad, las supersticiones y las actividades mágicas de los pueblos bárbaros encontrarán su forma de expresión y canalización en el cristianismo.

El culto al sol –dador de luz y calor– será una constante que aparecerá en las grandes civilizaciones de la antigüedad, como la egipcia, fenicia, china, japonesa, griega, romana, escandinava, germana o las del continente americano como la maya, la azteca o la inca. Para Platón el sol será también origen de la luz que hace posible el conocimiento. Justino Mártir recogería el hábito de los primeros cristianos de descansar y reunirse festivamente el día del culto al dios Helios, el sol, el domingo46. Estos hábitos serían recogidos por Constantino estableciendo (321) el venerable día del Sol como día para el descanso semanal, a excepción de ciertas faenas agrícolas que no debían de esperar a fin de aprovechar el favor de los dioses para con los hombres, pasando con posterioridad tanto la disposición como el argumento a formar parte del Código de Justiniano (534).

La persistencia en el imaginario popular sobre la divinidad de la naturaleza tendrá una de sus máximas expresiones místicas en san Francisco de Asís, llegando hasta el 44 Corán, 2, 185. 45 Gregorio de Tours será el historiador que mejor supo transmitir la asimilación de las creencias cristianas por los pueblos francos transfiriendo el culto a la personalidad o al pensamiento de los tenidos por santos hacia el culto a sus huesos convertidos en reliquias, cuya costumbre permanecerá como un rasgo distintivo de la Iglesia romana hasta nuestros días. 46 Apología, 1, 66-67.

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Renacimiento con el dominico calabrés Campanella. Asimismo, se usará la naturaleza como soporte idílico donde se ubica la relación amorosa entre el hombre y la mujer, tal como se expresa en el manuscrito Les Amours de René d’Anjou (1409-1480) que el rey de Nápoles, Aragón y Jerusalén compone y regala a su esposa Jeanne de Laval con ocasión de su boda. En nuestros días tendrán su máxima expresión en una concepción postradicional de Dios, en los movimientos evangélicos, sincretistas, plurales, autónomos y musicales de la Nueva Era –New Age– así como en las tarjetas postales de cariz religioso y en los correos electrónicos, acompañados de mensajes correspondientes a la cultura esotérica y de realización personal, donde la grandiosidad y belleza de la naturaleza y las diversas formaciones geológicas y atmosféricas se asocian a la grandiosidad de Dios.47 Según culturas y momentos, la naturaleza será obra de la divinidad o pasará ella misma a identificarse con la divinidad que, según el comportamiento de los humanos, así perjudicará o ayudará a unos u otros. Chamanes, brujos, magos, profetas o sacerdotes se encargarán, a través de los rituales mágicos, de inclinar la balanza en un sentido u otro según sus necesidades y circunstancias. A ello habría que añadir la mitología germánica y eslava que, tras la paulatina disolución del Imperio romano, vendrían a reforzar la tradición romana y helenística con la mentalidad mágica y supersticiosa de los pueblos indoeuropeos y nórdicos, más apegados a la expresión formal de los ritos religioso-políticos como fueron, en su caso, los burgundios, los merovingios, los francos y los visigóticos.

Quizá la antinomia mitraísta más relevante incorporada a la tradición cristiana sea la noción de alma o espíritu inmortal, como chispa de luz inmortal que no pertenecía a este mundo, pero transitaba por él, por lo que no podía estar sujeta a las leyes naturales de causas y efectos como el resto de las cosas y los seres naturales; esta idea sería asumida por Tomás de Aquino dando lugar a su noción de libre albedrío. La noción de libre albedrío sería la respuesta teológica frente a la herejía de los cátaros, seguidores del dualismo zoroástrico –que también profesaba San Agustín– que defendían un origen distinto del bien y del mal, de Dios y del Demiurgo, de la luz y la oscuridad o las tinieblas, de la verdad y la falsedad o apariencias. El bien y el mal serían la expresión de fuerzas contrapuestas, a semejanza de las cosmogonías politeístas. Para defender el monoteísmo cristiano sería necesario predicar un único origen del mundo, un origen necesario y bueno y la maldad y calamidades que se presentaban en el mundo serían achacables o predicables del mal uso que hacía el hombre de su libertad. Éste sería un principio teológico también recogido por la tradición musulmana48. Obviamente, para la creencia religiosa todos los males tendrían su origen en la maldad de los hombres, en su desobediencia al poder político –generalmente en forma de monarca como tutor y defensor de unas creencias frente a otras– como delegado de Dios en la tierra, incluidas las catástrofes naturales o climáticas; por ello, cuando éstas se presentaban, eran interpretadas como respuesta de Dios a los pecados de los hombres. Sobre ello volveremos en el epígrafe siguiente.

Pablo de Tarso (aprox. 5-67), el judío más romanizado, nos dará la clave del tránsito del judaísmo al cristianismo ya que, al rechazar los judíos las genealogías donde Pablo viene a insertar en la tradición bíblica el origen, la vida y la misión de Jesús, no 47 En www.temakel.com puede consultarse las diversas expresiones y simbologías sagradas atribuidas a los fenómenos geológicos y naturales. 48 Corán, 4,78.

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tendría más remedio que predicar el evangelio a los gentiles49 convirtiéndose en el responsable y principal divulgador del Evangelio50. Durante su prisión en Roma con ocasión del conflicto de competencias con Simón el Mago en la manipulación y control mágico de los demonios –sabiendo próxima su muerte– vendría a asociar al Cristo de los nazarenos con el hijo de Dios51 tomándolo por referente en la obediencia, sumisión y muerte como medio de alcanzar la vida eterna. En segundo lugar, desde el punto de vista metodológico o teoría del conocimiento, Pablo vendrá a indicarnos la superioridad del conocimiento y de las leyes obtenidas a través del espíritu sobre el inmovilismo que supone la letra de la ley escrita en piedra52 en referencia a las tablas de Moisés. Por ello, Pablo exhortará a los cretenses53 el apartarse de las disquisiciones legislativas y limitarse a llevar una vida sencilla y un comportamiento recto unos con los otros. De este modo, Pablo vendría a seguir el pensamiento helenístico, genuinamente aristotélico, que señalaba que la razón nos dice que las leyes escritas no pueden ni deben conservarse inmutables en el tiempo. Escribir las leyes en piedra –en alusión a su vocación de intemporalidad y eternidad y de resistencia al cambio– será una constante de todo conservadurismo político y la hipótesis necesaria de la distorsión profesional del jurista, de los amantes y traficantes de leyes, tal como se presentaban los escribas y los fariseos. En este sentido, el desarrollo normativo y doctrinal del cristianismo en el curso del tiempo supondrá una cierta trascendencia de las leyes contenidas en el Pentateuco54, del mismo modo que estos últimos serían a su vez una superación de la rigurosidad y salvajismo del Código de Hammurabi.

El afán y el celo proselitista de los evangelistas, con Pablo pasará a ser militante dando lugar a que lo religioso se deslizara hacia lo político y el uso de la intolerancia y la violencia como respuesta a cualquier desviacionismo religioso. Pablo se presenta a sí mismo como un hebreo, hijo de hebreos y observador irreprensible de la ley judaica55, celoso de las tradiciones de sus padres56, como un blasfemo, perseguidor y opresor57 que participaría activamente en la lapidación y muerte de Esteban58. Asimismo, Pablo pondrá en duda y restará valor a la manifestación ritual de ciertos actos externos como eran, por ejemplo, la comida sagrada a los dioses, la prohibición de ciertos alimentos, la circuncisión y la actitud ante el matrimonio por parte de los nazarenos, ebionitas y encratitas, rechazando todo ello como signo de identidad cristiana y éstos, a su vez, rechazarán las doctrinas de Pablo tenido por hereje, quedando limitados al evangelio de Mateo (Saban, 2001; Piñero, 2007). Pablo vendrá a alegar que los cristianos no deberían ser condenados por el incumplimiento de sus festividades59 o por no seguir los hábitos culinarios de los judíos. Siguiendo los hábitos romanos, Pablo60 insistirá en la idea de que habría que comer de todo ya que todo lo que se vende en la plaza procede de la tierra que es obra de Dios, haciendo más hincapié en el comportamiento hacia los demás 49 Hch. 13, 44ss. 50 1Tim. 1, 11; 2Tim. 4, 2; Hch. 10, 42. 51 Filipenses, 2, 6ss. 52 2Corint. 3, 6-8. 53 Tito, 3, 9. 54 Sobre todo con relación a los libros del Éxodo y del Levítico. 55 Filp.3, 5-6. 56 Gál. 1, 14. 57 1Tim. 1, 13. 58 Hch. 7,56. 59 Mateo, 12, 10-12; Col. 2, 16ss. 60 Cor. 10, 25-26.

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que en los ritos religiosos, tal como aparecía, por ejemplo, en Mt. 15, 17-20. Los hábitos culinarios y sociales por motivos religiosos permanecerán aún hoy entre judíos y musulmanes haciendo una distinción entre lo puro e impuro, no consumiendo o haciendo uso de ciertos productos o elaborados con ciertos requisitos tradicionales –los de origen animal y referente a la sangre61– como, por ejemplo, los distinguidos por una certificación kosher para los judíos o halal para los musulmanes. E, incluso, extendiéndose esta prohibición de la tradición ortodoxa judía a la confección de tejidos62. La cultura cristiana también seguirá en nuestros días este criterio pero no por motivos religiosos –salvo algunos grupos tradicionales como los Testigos de Jehová respecto a la sangre– sino como garantía de cumplir una elaboración o fabricación sujeta a unas normas mínimas de calidad y de protección de la salud pública, aunque conservando también el rechazo a ciertos alimentos, no por motivos religiosos sino por simples hábitos tal como sucede, por ejemplo, con la langosta63 –los saltamontes– como alimento vinculado a las clases pobres que aún se conserva en diversas regiones del Magreb y Oriente Medio.

Con Pablo aparece uno de los primeros intentos por extender y universalizar y, al mismo tiempo, a predicar y a tener por exclusivo y monopolizar un producto cultural de gran consumo social como es la expresión de la capacidad humana de imaginación, fabulación, identificación, asociación, ilusión, de creación, invención y de simbolización así como el constante y universal sentimiento de esperanza en el mantenimiento y mejora del entorno vital. Es decir, sus referentes religiosos del Dios bíblico –reforzado por la tradición apocalíptica evangélica– vendrá a hacerlos extensivos a la universalidad de la cultura romana, dando por resultado una doctrina político-religiosa de naturaleza idealista, violenta, católica o totalitaria64. No por casualidad Pablo predicará su doctrina hierocrática de gobierno a los romanos65, centro del poder político del Imperio, en cuyos versículos tendrán su apoyatura dogmático-religiosa las monarquías, los absolutismos, totalitarismos y autoritarismos que habrían de venir ya que todas las creencias y teorías de la antigüedad, incluida la romana, el poder político encarnado en los gobernantes lo hacían depender de la disposición y voluntad de los dioses. Por esta razón, el negarse los cristianos a reconocer a los dioses romanos, sería como negar o despreciar la existencia e identidad del mismo Imperio o, en términos jurídico-penales, el peor crimen que hombre alguno pudiera cometer. No obstante, los cristianos también compartirán este estado de opinión respecto al origen sagrado de los gobernantes por lo que las persecuciones de los cristianos por los gobernantes se vendría a interpretar como un designio o voluntad de Dios. Por lo que su presentida muerte estando prisionero en Roma y los sufrimientos de los cristianos perseguidos serán interpretados como voluntad de Dios para alcanzar la salvación eterna66. 61 Gn.9, 4-6. 62 Así lo ha informado el diario Maariv respecto a la ropa confeccionada con lana y lino por parte de la empresa española Zara, quebrantando el principio de sh’tanz sobre la distinción religiosa entre lo puro e impuro tipificándolo en este caso como un producto híbrido o impuro (EFE-El Universal, Jerusalén, 21 de mayo de 2007). En lugar de expresar la posibilidad y necesidad tecnológica de efectuar esta combinación de fibras a fin de lograr un tejido de calidad y ajustado a las condiciones climáticas de la zona y, en todo caso, etiquetar convenientemente las prendas indicando su composición para quien no desee comprarlas, los portavoces de Zara se disculparon por no haber tenido en cuenta esta circunstancia prometiendo subsanarla. 63 Mateo, 3, 4. 64 Rom. 1, 17-18. 65 Rom. 13. 66 Filp. 1, 28.

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Pablo asumirá la idea platónica y la antinomia babilónica de las apariencias67 negando realidad a este mundo y situando el mundo verdadero más allá de la muerte. Una idea recogida también más tarde por el Islam68. Asimismo, en varias de sus cartas nos dirá que no aprendió el Evangelio por ningún tipo de adoctrinamiento, sino por revelación o, lo que es lo mismo, a través de sus experiencias, vivencias y recepción de la cultura oral en el crisol de religiones como eran los núcleos urbanos de Oriente Medio. Con el concepto de revelación, Pablo quería resaltar y hacer hincapié en la distinción y especificidad del cristianismo y su desvinculación del resto de las creencias y tradiciones culturales, incluso, contraviniendo la propia voluntad de Jesús, el judío que había limitado y restringido su mensaje a su pueblo69 y que, en algún caso, también recogerá Pablo70. Por ello, Pablo combatirá y pondrá mayor énfasis en su enfrentamiento a los cristianos helenísticos de la región de Fenicia, en particular frente a los habitantes de Damasco y, ante los hebreos, tipificando y predicando de Moisés ser un profeta o un enviado de Dios frente a la superioridad cristiana que supone la encarnación y el tránsito por este mundo del mismo Dios en la persona de Cristo. No obstante, el cristianismo sería interpretado tanto por sus coetáneos en este primer período de formación literaria y doctrinal –como en el caso de Celso– como por autores posteriores como un grave desviacionismo político, jurídico y religioso respecto a la cultura romana y helenística.

Del conflicto entre las culturas mayoritarias, incluidas las tradiciones de los dioses domésticos o los del lugar de origen o pertenencia aún vigentes y las de nueva aparición como en este caso el paleocristianismo, vendría a derivar en el curso tiempo la aparición de respuestas psicopatológicas, fanáticas o de afirmación personal siendo sus protagonistas los que históricamente vengan a conformar mayoritariamente el santoral cristiano-católico. En este caso la figura de Pablo vendría a ser el ideal de cualquier modelo organizativo totalitario, donde el fin u objeto de una misión se identifica en toda su extensión con las creencias, ideas, prejuicios, deseos, comportamientos y actividad de sus miembros. Por ello, no le importaría poner ante un peligro indeterminado, pero seguro, su propia vida ante el cumplimiento de su misión evangelizadora71 y enviar al infierno a los desobedientes e incrédulos72. Éste será el modelo de comportamiento de múltiples hazañas heroicas que más tarde vendría a teorizar Bernardo de Claraval –San Bernardo– para sus caballeros templarios, cuyos principios vendrían a compartir la mentalidad y las actitudes de comportamiento de reyes, príncipes, señores y bandidos.

El cristianismo recogerá, entre otras, una de las instituciones y prácticas más ancestrales de la antigüedad como era la venganza de sangre –practicado aún en nuestros días en países o zonas de integrismo abrahámico– es decir, extender la responsabilidad penal de una acción individual a todo el clan familiar de pertenencia; desde el punto de vista teológico la venganza de sangre daría lugar al mito del pecado original y su transmisión a todo el género humano73; y, desde el punto de vista evangélico y doctrinal, el complejo del Sinaí, a través del Levítico, será recogido por 67 1Cort. 13, 12. 68 Corán, 3, 186. 69 Mt, 15, 24. 70 1Cor. 5, 12-13. 71 Hch. 20, 20-24. 72 Hb. 3, 18-19. 73 Ex.20, 4-6; Rom. 5, 12ss.

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Jesús74 dando origen a un poder unipersonal e intolerante que prodigará la muerte a todo desviacionismo social, tal como lo predica Pablo a los romanos75 donde el resultado y el salario del pecado es la muerte, siendo la vida eterna el fruto de la santidad y la obediencia. Una creencia religiosa que pasará a la tradición de la jurisdicción medieval para ser aplicada por los reyes a través del iura majestatis, donde el delincuente, hereje o enemigo político perdería su vida y toda su hacienda y extendiendo, por lo mismo, la responsabilidad penal a todo el clan de pertenencia; o, en su defecto, y en caso de pertenecer el enemigo político a una línea hereditaria monárquica y no convenir su destrucción física, ser sometido a ceguera y a castración para impedir la existencia de herederos. Asimismo, éstas serían una de las más reiteradas exhortaciones de Mahoma a sus seguidores, prometiendo la felicidad en el Paraíso como premio a la obediencia76. Por ello, siguiendo el mismo argumento de la venganza de sangre, predicada desde la desobediencia de Adán77, los evangelistas interpretarán que el sacrificio de un dios tenido por universal abarcará, igualmente, a todo el género humano78.

Por ello, siguiendo el mismo argumento de la venganza de sangre, predicada desde la desobediencia de Adán79, los evangelistas interpretarán que el sacrificio de un dios tenido por universal abarcará, igualmente, a todo el género humano80. Asimismo, los evangelistas81 recogerán y continuarán también con uno de los mitos más extendidos de la antigüedad como era la tríada o representación de los tres dioses mayores, asumiendo e incorporando así a la nueva literatura religiosa las cosmogonías helenísticas, la tradición egipcia de los reyes-dioses y reyes-sacerdotes, incluida la independencia y supervivencia del alma o espíritu de los hombres de las tradiciones indoeuropeas incluyendo las culturas egipcia y el hinduismo.

Con la incorporación del cristianismo a las instituciones romanas se vendría a consolidar jurídicamente una religión creada a medida de las clases gobernantes, donde éstas serán las transmisoras de los deseos u órdenes divinas, siguiendo la tradición legislativa de la antigüedad, como el Código de Hammurabi, los Vedas, la Biblia –incluidos los Evangelios– o el Corán, entre otros, muy próximo al personaje de Krishna, octava encarnación de Visnú. En el personaje de Arjuna –como representación de los hombres– tendremos la primera expresión literaria contra la guerra, lamentándose por tantas pérdidas de vidas y destrucción inútil de amigos y parientes, pero Krishna –un dios inmortal, solo vulnerable por el talón, a semejanza de Aquiles o al grado de inmunidad que Dios concede al hombre frente a Satanás82– en su condición de Dios y disfrazado de auriga conduciendo su carro, ordena al hombre la destrucción del enemigo, dando como argumento que la vida sensible solo existe en las apariencias –puro neoplatonismo y cristianismo– y que, por lo mismo, los hombres no pueden ser muertos, que su espíritu sobrevive, empujándole a la batalla –para cumplir sus objetivos o misión, a pesar del dolor y el sacrificio que ello supone– en los siguientes términos: El 74 Mt. 15, 13. 75 Rom. 6, 21-23. 76 Corán, 48, 16. 77 Gén. 3,3; Rom. 5,12ss. 78 Efes. 3, 1-7; 1Pedro, 2, 24; Rom. 10, 12. 79 Gén. 3,3; Rom. 5,12ss. 80 Efes. 3, 1-7; 1Pedro, 2, 24; Rom. 10, 12. 81 Luc. 3, 21; Mt. 1, 18; Jn. 14, 26; Efes. 4, 30. 82 Gén. 3, 15.

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José Cantón Rodríguez

que dice: ¡He matado a un hombre! El que piensa: ¡Ay, me han matado! Ambos no saben nada. ¡La vida no puede matar, ni ser muerta! ¡No! Como aquél que se despoja de sus vestidos usados. Y cogiendo otros nuevos, dice: Estos serán los que lleve hoy. Así, el espíritu deja fácilmente su hábito de carne y se dispone a heredar una nueva residencia. Y yo te digo, pues, que las armas no arranca la vida. ¡Y debes hacer lo que te incumbe, dándote cuenta de quién eres, y sin temblar!83

En general, las creencias religiosas representarán en la historia política de las culturas indoeuropeas –donde se incluye el cristianismo– la más acabada teoría ecológica de la asociación simbiótica con el poder político con la aparición del Estado Moderno y en sus diversas modalidades como pudieran ser el parasitismo, el mutualismo, el comensalismo, la depredación y la competencia y que se desarrollarán en el curso del tiempo con diversa incidencia según épocas y países. La introducción de la religión como argumento político competitivo podríamos situarlo en la relación epistolar del romano helenístico Celso y el cristiano Melitón de Sardes ante el emperador Marco Aurelio, el primero en contra de las actitudes sociales de los cristianos y el segundo exaltando sus comportamientos. Tras ellos vendría a desarrollarse una extensa literatura apologética cristiana protagonizada por los denominados Padres de la Iglesia, tanto de la Iglesia Oriental como Occidental. Esto significará histórica, política y psicológicamente que en la inducción a la obediencia y al miedo se producirá la síntesis del deber jurídico con la devoción o creencia religiosa, predicando el origen divino del poder político y, a su vez, el poder político protegiendo a los cristianos frente a otras creencias, siguiendo el modelo primitivo del Antiguo Testamento84. El uso político del miedo será uno de los rasgos distintivos del régimen estamental y señorial, también señalado por el Profeta85, conformándolo y regulándolo a través de los códigos penales a través de lo que en el curso de los procesos revolucionarios vendría a denominarse la asociación entre el trono y el altar –o del sable y el hisopo, según la tradición francesa– y con particular vigencia aún en los países de tradición islámica.

Al relatar las doctrinas atribuidas a uno de los últimos revoltosos crucificados, tenido e identificado con un nuevo Mesías, los escritores neotestamentarios darán por supuesto o conocidas las instituciones y prácticas de la época. Es decir, para transmitir y hacer comprensivas las nuevas doctrinas, se utilizarán los hábitos y comportamientos de la época y usarlos en forma de analogías, símiles o parábolas que conformarán la palabra de Dios, dada a conocer por Jesús, un hijo o enviado de Dios ya que, como dicen los mismos evangelistas, nadie ha visto o conocido al mismo Dios86. Por ejemplo, la mentalidad primitiva87 y la práctica judicial de amputación de las extremidades corporales serán utilizadas en diversas parábolas, donde sería preferible perder en este mundo una mano, un pie o un ojo objeto de tentación y pecado que ser arrojado entero al infierno por toda la eternidad88. Estas serán unas ideas que también recogerá el Islam89 pero sin la determinación detallista y cruenta de los Evangelios. Esta faceta del cristianismo tendrá su punto culminante durante la Baja Edad Media y, en particular, en 83 El Canto del Señor en el Bahagavad Gita del Mahabarata o La gran guerra de los Bharatas. 84 Éxodo, 22, 20. 85 Corán, 9, 124. 86 Mt. 11, 27; Jn. 1, 18. 87 Platón: El Banquete. Discurso de Sócrates. 88 Mt.5, 29-30; Mt.18, 8-9. 89 Corán, 24-24.

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La recepción grecorromana del cristianismo

el siglo XIII que representará el siglo de mayor esplendor de los dogmas y creencias cristianas que se desarrollarán con la escolástica. A partir de este siglo vendría a recogerse los diversos comportamientos merecedores de los tipos penales más crueles, despiadados y despreciativos para con la vida de las gentes ya que conforme al dualismo zoroástrico incorporado al cristianismo se daría un valor absoluto al alma con desprecio del cuerpo, por lo que todo desarrollo y práctica política y jurídica de la época estaría subordinada y orientada a la salvación del alma como último fin que habrían de sustentar y alcanzar los humanos en su paso por este mundo. De este modo el cristianismo facilitará teológica, políticamente y jurídicamente la introducción de lo que en el siglo XX se conocerá y se vendría a denominar terrorismo de Estado -pasando por la inseguridad jurídica y la arbitrariedad y crueldad penal del Antiguo Régimen- tanto como medio de salvar las almas de los súbditos cristianos como instrumento de mantener el poder político frente a los enemigos. Estas prácticas estarían sustentadas doctrinalmente tanto en la noción maniquea aplicada a la dualidad de cuerpo y alma, reforzada por san Agustín, como en el generalizado temor al purgatorio y un miedo difuso e indeterminado a las penas del infierno. Por ello, siguiendo los consejos evangélicos, convirtiendo las comparaciones analógicas y los símiles literarios en tipos penales, toda persona en conflicto con la justicia sería sometida a la amputación de miembros y a la tortura a través de los procedimientos más crueles e imaginativos, bien como castigo o como medio de que confesara sus pecados, faltas o crímenes. Estas prácticas darían lugar a dos grandes consecuencias, una inmediata y otra remota o a largo plazo. La primera, que los acusados, aún siendo inocentes, prefirieran declararse culpables antes de someterse a suplicio, con las consecuencias que ello implicaba. Y, la segunda, que durante los siglos siguientes los caminos y ciudades europeas estuvieron llenas de pobres, tullidos o tarados físicos ya que ambas condiciones se reforzaban mutuamente. Y ello en un modelo económico donde la salud y las condiciones físicas del aparato locomotor eran las condiciones mínimas necesarias para trabajar y sobrevivir. Y, además, junto a una representación simbólico-religiosa cristiana de ver en todo manco, tuerto, cojo o deformado físico un castigo divino o de interpretar cualquier discapacidad psíquica grave -de fácil constatación empírica- como una posesión diabólica. A ello habría que añadir en este mismo siglo de exaltación de la fe cristiana -al mismo tiempo que de enfermedades y pobreza extremas- los arrebatos de locura colectiva y la expansión de las campañas militares o cruzadas a Tierra Santa; incluidas las cruzadas infantiles francesas y alemanas, para que la inocencia de los niños pudieran remediar ante Dios las graves ofensas cometidas por los cruzados adultos promovidas en la Abadía de Cluny, pasando estos acontecimientos a configurar una de las mayores catástrofes colectivas de la historia política europea.

La cultura greco-romana o helenística disponía de abundantes deidades femeninas, todas ellas relacionadas con la existencia y la reproducción de la vida en la Tierra frente a los dioses masculinos que, de una u otra forma, representaban las conquistas, la destrucción y la guerra. Entre las diosas romanas más relevantes destacan Juno, con sus diversos sobrenombres, como protectora de los matrimonios y la maternidad; su nombre tomará el mes de junio al representar la explosión de la naciente vida representada en las recolecciones y los frutos del campo en el comienzo del calor del verano. La diosa Ceres protegerá la agricultura y a Diana se la encomienda la protección de la naturaleza silvestre, los bosques y la caza. Venus representa la primavera y la atracción que hace posible la fecundidad y la reproducción de la vida. Minerva protegerá el conocimiento,

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