la reina pilar urbano caps 1 y 2

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    PTAZA & JANES

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    llste libro lrr,r,rlr. rr rlcscr rle la lleina rle Espaa: .(.)rilrr rrl. lnn r ur:rolt:s tntl (i()llltz('illl'' A .'sr lil'c se aplicr Pilar [Jrlralr0 rr rr[.lir rlr,.,ilr ,,,t'ir: rls s1r'visrirs rrr. rrrr'vl) r:orr s'Maiesta, rrrir srf,irr lr r, r' ,r,r;rr;r, y.medi'. s. t'ru rle acer.arse a ra Reini y. r.vrrrlirrrrr, r,r rr r,tt' t(' t'"gt('. rrest'rrrr'ir- a ra mujer: sofa,e G'er:ia y r,)srrrrrr. r,,*,,,,n 1,, ,Irir torrst'grrirlo pilar flrbano t:on La Reirut.l,o rrrr.r.olrvir:rtc. este libro en uir documcnto ex(:cPr:iorl r, rrrr lrr ll,.iii,rt'rt'tlt I'tt 'l' t'trr viteza,profirnclidacl y tar'i' ,,' gr.irr H(,rrrrl{, rl,1 lrrttt.t'' sit'tttrt'l'('()ll slr rt'.ri'at'ent, y en rrimara lx)r.soair. rrs r,rrrlrl,r,, rr,r.itlrrot'l:lrlts rlt su virlir. Arrrcllos timrs.lrirrrlr rir.rr!, ilr..rrrr, rli.r'r'll rrrisl'rr. sr r'r.rr:rr., y'.viazg' r:rl ,,,trrrrir, r,r r rri,,r,r,lrsllr'r.r,lrrir.guirsrilrygirrrrlrr.r.r.o,l)()r.()(:olllallrir.irl:ll.istr,,.. l,,lll,ur,rrl:"", t" t'ottrttitt'it'rlt. t'trrlo *lorlrvr r:slrlr lorl0 ror.gilril.,,. l,il rlrf lr l ,,lrt'tt) tlt.t.t'ilttt._Oll'os ntrr,lro. l.51i1 )rrr()s lrr'llrrr'('(.n (,slrs liigirrrrs. l,os rlr, lir,, ,r rrr,,.,,,,,,Ir.nr y 'l'ari:rrr. r'l rr.r l'r'y arsr:rrrirr. y. srrrr.r, rrlrr. r.r rr.r rr,,,i,, *, rcle Iispaa, .f ru ( lu.lrs I

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    La Reina Reina no ()s ulr lilr.o ris solr.r_rlrrl Sol.i;es el retrato en (:lrcrl)() y irlrrrir rlt rnr gr.rrr r.r,ina, una gran seora y lnrr l{r.ur rrrrr.jr.r.. ,ffiil[il||ruilililtil PLAZA & JANES

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    La Reina

    Pilar l]rbano

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    PI,AZA & JANES EDITORES, S, A.

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    E t-q" net gobiermtt, per.o .e!.nu.!.tt t't itn !tr' (tbi(t"rt(r j' !!u !\'n{t;pero... es k fft.{trt {!t.t{ {\tid{ rlel. trrrtr.

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    AGRADECIMItrI\TOSA Su Majestad la reina Sofa, que me dio su confianza ysu tiempo. Sin ella, yo no hubiese podido ni quericlo hacereste libro.A Su Majestad el rey Juan Carlos y a Su Majestad el reyconstantino II de Grecia, que me recibieron y me hablaronde la reina.A Su Alteza Real la princesa Irene de Grecia y a Su Alte_za serensima la princesa Tatiana de Radziwill, que me con-taron tantas pequeas y grandes cosas.A Laureano Lpez Rocl, Carmen lglesias, MontserratCaball, Carmen Alborch, Cristina Alberdi, Gustavo SurezPertierra y Federico Mayor Zaragoza, que me han facilita_do una valiosa informacin tle sus propias vivencias cerca

    de la reina.A las personas de la Casa de Su Majestad, que supieronhacerme inverosmiles huecos en la lrensima genaa ae tareina.A Amparo Zapatero, que fue discreta y eficaz intrpretecon alguno de lrris interlocutores.Y, como siempre, al lector que toma este libro en sus manosy me da la atencin de su lectura.

    La autora

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    Antiquam et quirite ruatrem.lVrncn,ro, Eneida

    Me lo acaban de advertir abajo, en el control, pero aunas me sorprende. No esperaba encontrrmela ah, de pron-to, en una revuelta del camino. Quieta en el arcn. Ms quequieta, inmvil. Piso levemente el freno. Pero llevo el cochemuy acelerado, as que meto doble embrague y reduzco atercera, a segunda... Tan azarada estoy -ms que nada,porque vengo endo varias seales rojas y blancas de pro-hibicin, con un 40 como una casa-, que deseara tragarmeen dos bocanadas toda la descarga de reprs del motor. Laaguja del velocmetro baja, desplomada, a 70, a 5O, a 2O...Respiro. Todava avarrzo un tramo ms, muy lentamente.Ella no se mueve. Me mira, de lejos, como si estuviese es-perndome. Cunto tiempo llevar ah? Ahora son las cin-co menos diez de la tarde. La ltz del sol de julio, cruda,blanca, casi cenital, platea su silueta y me la confunde conla arboleda. Siempre se me oldan las gafas de sol. Estare-mos a unos cien metros. Dudo si hacerie una seal con elr:laxon o con las luces. Una seal, para que sepa que la hevisto. Pero no me atrevo. Me parece que el solo runruneotlel motor, rompiendo el silencio de la siesta, es ya una in-jerencia en casa ajena. Ms: como cuando, en mis tiemposrlc colegiala, haca incursiones olisconas y temerarias por lazona de clausura de las monjas. Tambin ahora, rne sientoinvasora y forastera en un coto de privacidad improfanable,.y sin embargo indefensa. Esta impresin ya la he experi-nentado alguna ofrayez) recorriendo este mismo trayectorlc asfalto, por entre el bosque de pinos, de hayas y de en-

    l. Buscad a vuestra madre antigua.11

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    Pilar Ilrbanocinas que va desde el control de la Guardia Real, abajo, enSomontes, hasta el palacio de La Zarzuela.La idea de tocar el claxon o de hacerle un guio de lu-ces largas es ms bien para salir del desconcierto. No s niqu tengo que hacer yo, ni qu piensa hacer ella. Sigo acer-cndome despacio, fingiendo naturalidad, sin dejar de ob-servarla. Realmente es alta, esbelta y elegante. Majestuosa.Como una estatua de s misma.Cuando llego a donde ella est, detengo el coche. Me lla-man la atencin sus ojos, grandes y bellsimos. Y su mira-da suave, pero altiva. l{o pestaea. Me mira fijamente. Pien-so: "Est claro que, de las dos, es ella la que domina lasituacin." Apoyada en el volante, le sonro. Incluso inclinolevemente Ia cabeza, como un saludo. Espero. No hace ade-mn de nada. Sabiendo que no puede orme,le digo: "Qu!Haciendo autostop por tus dominios? O slo quieres cru-zar al otro lado? Bien... te cedo el paso, pero decdete deuna vez!" Y me acuerdo de algo que relata la reina Federi-ca de Grecia en sus Memorias: durante el crucero de lasfamilias reales a bordo rlelAgamemnon) todo funcionaba demaravilla, segn ella lo haba previsto. Todo, excepto unpequeo pero irresoluble problema: haba tantas reinas abordo, y eran tan correctas unas con otras, que, si coincidanal llegar ante una puerta, podan estarse all un largo rato,cedindose el paso recprocamente, sin querer cruzar nin-guna antes que las dems.Meto la primera y acelero con mpetu, para salir de unavez de tan estpido impasse. Y, justo en ese momento, lacierva se arranca en Lln salto inverosmil: una acrobaciahorizontal, atravesando la carretera de lado a lado. Veo sucabeza, sus lomos y sus patas, por los aires, a un palmo demi parabrisas. Y noto la estridencia metlica cuando mearaa todo el cap con sus pezuas traseras. En efecto, ahquedar la huella, como una cenefa extraa, de muy difcilcomprensin para eI tomador de mi seguro de vehculos.

    La ReinaSigo mi ruta, carretera arriba. Tengo audiencia con la rei-na. Sabe que me gustara escribir un libro sobre ella y haaccedido a recibirme. Nadie me ha dicho si sta va a ser laprimera de una serie de conversaciones, o si va a serla nica. Qz ni ellos rnismos 1o sepan. Su secretario, elcoronel Jos Cabrera, me ha dejado caer una advertenciamuy orientadora: .Conociendo a la reina, creo que de esteencuentro puede depender que cuentes o no cuentes con suayuda para tu libro. Es muy celosa de su intimidad. Si pisasun terreno en el que no admite que se inmiscuya nadie, lonotars enseguida: no te dir nada, pero cambiar de expre-sin, o hablar de otra cosa. Si logras que, sin sentirse for-zada, se te confe, entonces ella misma tendr inters encontarte tal, en aclararte cuI, en abrir sus cajitas y buscarlbtos, cartas...oMe hace gracia lo de "sus cajitas". En realidad, quieroescribir ese libro? No lo s. La reina, como personaje, meatrae. Provoca mi curiosidad. Me interesa. Y hace aos quevengo observndola de leios.Empez a interesarme durante un viaje al Pas Vasco.Aquel dificilsimo primer viaje, en febrero de 1981. AdolfoSurez acababa de dimitir. La presidencia del Gobiernoestaba vacante. ETA asesinaba con ms ensaamiento quenunca. Y los militares golpistas ultimaban los detalles de suasonada.Haba que echarle arrestos de valor a ese viaje de crni-r:a esquizoide. Esquizoide? S, porque mientras en Loyolavolteaban jubilosas y magnficas las campanas de todas lasiglesias saludando a los reyes, unas agresivas pintadas enlas paredes de Vitoria les decan fuera!, largo de aqu!, alr r:alle! Literalmente, Ercegeak, ka,mpora! Esqluizoide, s,l)orque en la plaza Moyua de Bilbao las muchedumbres lesirt:lrrnaban ondeando banderitas rojigualdas; pero a conti-rrrrirc:in, en Azkoitia, desplegaban enormes ikurrias, gri-lrrrrlo feroces Gora Euskadi TaAskatuta! Gora ETA! Esqui-zoitlc, insisto, porque lo presenci: unos vascos, en el vallerlr. Atxondo, demandaban al rey con voces broncas y gestos

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    l'ilrr I it'ltlohostiles )-,rrrrrnclo una veintena de herribatasunos, descamisados ybarbados, se alzan en sus asientos del gradero y, puo enirlto, inmviles, mirando al frente corrro iluminados' se po-

    nen a cantar el Eusko gudariak, de los viejos luchadoresvascos. Calla el rey. Un escalofro de tensin y de temorincierto nos estremece a todos. La reaccin es sbita. Lln-lrirne. Compacta. Dos, tres centenares de polticos, de todaslas "polticas,, all concertadas' rompen a aplaudir. Estallauna ovacin caliente y rnaciza como un pan. incesante yl.rabada como una cordillera. Dura... y dura... y dura... locuento mirando mi reloi: siete, nueve' diez, doce minutosde aplausos y aclamaciones! Cuando rod en la guillotina lat:abeza de Robespierre, Francia se frot las manos y aplau-cli durante cinco minutos. Si aquella ovacin marc un hitoen el registro de los delirios populares, esta de Gernika-pienso yo desde el balconcillo- es de Guiness- Claro que,mientras unos aplauden y vitorean al rey, los otros siguencon su Eusko gud'ariak, sacando pecho, y roncos ya de tan-to repetirlo. Es una batalla de voceS y sonidos, un parlamen-tarismo de manos y gargantas, un eiercicio de retrica su-dorosa, jadeante, tremenda.Pero no se le crispa el rostro al rey. Ni a la reina, senta-da a su lado, se le desvanece la sonrisa. Don Juan Carlos, enpie, firme, enhiesto como un mstil, le echa redaos, y do-rnina el encrespado temporal sin moYer un msculo. I)epronto, se arranca con un gesto de humor borbn: gira lacabezahacia los bronquistas de HB y, ponindose una manodetrs de la oreja, corno para or mejor, les dice: "Cantadms alto, hombre, que con tanto aplauso no se os oye!"El momento ms dramtico pasa inadvertido a casi to-dos. Yo lo capto gracias a rni alto emplazamiento: un aJ.u-te del Parlamento Foral, y Garaikoetxea, presidente -lehendakarl- del Go-bierno autonmico vasco.

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    Pilar LJ rllanodante rnlitar del rey, alarmado por la tensin que se estdesarrollando, se lllva la mano al cinto, y desabrocha lafuncla negra de cuero de su pistola reglamentaria' Algrriena su laclo,'un civil, le agarra la mano con fuerza' y le impi-de seguir... Me parece entender un apremiante de HB, justo en ese instante la reina de-senlaza sus manos- Respira hondo' Se relaia' Y entonces sque, de cartn piedra, nada' Que por qu lo s? Pues"'poaq.t." en ambos dorsos de esas manos veo las marcasptofrrrtAu. que han dejado ah sus propias uas-' I)esdeaqu arriba, a plomada vertical, hasta puedo contarlas: jun-to a las falanges, cinco pequeas ondas en una mano ycinco en la otra. Diez incisiones que dentro de un ratohabrn desaparecido, pero que ahora mismo estn ah'delatando un esfuerzo imponente de autocontrol. Y yotomo buena nota.

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    Ltt ltr'ittt

    I

    Van los reycs, en distitrt'os nx)mentos de ese misrno viaje' itunos cuarteles cle Basurto y de llasauri' Uno de policasnu"iorrut"r, y otro de guardias civiles' No s en cul de ellos'la reina quiere ver "e"I bar o Ia cafetera o la cantina' si tie-nen...>>. Se arma un poco cle relT relo' porque no est previstoensearlo. Y enreg,'ida se brinclan a traerle 'caf' t' unrefresco..''. Pero JIlu "o quiere tomar nada: "Slo me inte-resa ver cmo est: si hay barajas, domin, futboln' televi-sin...,, Despus, pide osi es posible conocer las casas de losgrrriur". itti, t, mujeres-, ms audaces Y sin remilgos:oVenga ust pot aqu, sora Reina' doa Sofa'" Y' en stas'la reina se asoma'a un patio de luces, al que dan los-trase-ros de esas y de otras viviendas de vecindad: balconcillos dehierro oxidado, bombonas naranja de gas butano' cajas'trastos, un inverosmil gallinero' un armario con el espejode luna roto, Lrna cofraila de escobones y fregonas colgan-i"r,y ropa tendida por todas partes'.Obserwa la reina que' enlos tendederos de I'as casas dbnde viven guardias civiles' haymuchas sbanas y colchas tenclidas' Se extraa' Pregrtnta'Una de las mujers levanta con remango la sbana que tie-ne ms a mano' deiando a la vista lo que hay debajo: cal-cetines, camisas y iu"tutottes verde-caza' del uniforme defaena. Ya saliendo, ella misma, con estupor' nos da la expli-"aclrt, .Tapan los uniformes' para que los vecinos no se-pan que ah vive un guardiu ioil"'!" Y yo sigo tomandobuena nota-Todava otro apunte de ese mismo viaje' Han sido jornadasmuy tensas. Los pescadore s arr&nttals de Fuenter-raba leshan formaclcl un rstico arco de honor con los remos en alto;pero las muieres de Ondrroa les han abucheado a gritos deGora ETA! Socialistas reputrlicanos' como Txiki Benegas'Ramn Rubial, Ricardo G'bamborenea' o incluso comtrnis-tas como Roberto Lertxundi, han sacado la cara por el rev;p""o "f abertzalismo joven y radical de EE y de HB ha blan-dido ctursimas pancrtas L rechazo al paso del coche azul

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    Pilar Urbanode los reyes, por las calles de Bilbao. Al atardecer del lti-mo da hay un acto religioso en Loyola, la de san Ignacio.Los reyes ocupan un sitial noble dentro del templo. Enfren-te, en otro, el obispo Jos Mara Setin. Fuera llueve. Lascampanas voltean su bronce provocando a los truenos. Den-tro, suena en el rgano un fragmento de La, Pasin segnsan Mateo, de Bach. Concluida la ceremonia, todo el mun-do se dispone a salir en cortejo con los reyes. Entonces, lareina hace una discreta seal con la mano a monseor Se-tin, para que se acerque al sitial de ellos. El obispo, reves-tido con su prpura y su sobrepelliz de encaje, va donde lareina. Ella le dice algo al odo. Regresa Setin a su solio.Toma el micrfono: ...Me pide su majestad Ia reina que per-manezcamos en nuestros asientos, hasta que termine estamaravillosa partitura de Bach. Hemos vido momentos deemocin y de tensin nada fciles; y a todos nos vendrnmuy bien unos minutos de serena meditacin."Segu

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    Pilar UrbanoSin embargo, no subo hoy a La Zarzttela porque tengaapalabrado un libro sobre la reina. Los reyes y las reinas nocreo yo que apalabren libros con nadie. Subo porque tengolo nico capaz de movilizar al periodista que lo es de veras.Exactamente, tengo una pregunta. Una muy buena pregun-

    ta: quin es la reina?Y voy flechada a buscar la respuesta.He cruzado un puentecillo de piedra. Al otro lado hay cua-tro soldados de la Guardia Real vestidos con traje caqui defaena y tocados con boina azul. Por el walkie-talkie handebido de advertirles de mi llegada. Se cuadran y me dan elpaso. A partir de ah arranca una empinada cuesta' en cur-va y contracurva muy cerradas, que lleva hasta palacio.Mientras aparco, echo una ojeada rpida alrededor. Loconoca, pero se me haba olvidado. l{o s por qu, estoslugares se oldan de una vez para otra. Est muy cuidadoel csped. Los rboles aqu arriba son abetos, secuoyas, cho-pos, sauces... Bl edificio, de ladrillo rojo sto, granito gris ypizarramarengo, sigue las sobrias lneas herrerianas. No haybalaustradas solemnes, ni escalinatas de piedra' ni escultu-ras de mrrnol, ni fuentes de aguas netnorosas, ni escudos dearmas en la fachada. Nada. Ni un adarme de ostentacin delabolengo. Slo extremando el concepto de palacio, se puedellamar palacio a este de La Zarzuela.El pabelln original es del xvIII, aunque la orden de cons-truirlo fue anterior: la dio el cardenal-infante don Fernan-do Jos, hermano {e Felipe IV. Aqu -lugar de matorrales yzarzas- se estrenaron las primeras piezas teatrales de ungnero, tpico espaol, que combina el recitado en prosa yel canto en verso: las zarztelas. Los reyes Carlos IV y Fer-nando VII lo utilizaban como pabelln de caza y recinto deesparcimiento. Durante Ia guerra cil de 1956, el palacetequed derruido casi por entero. En 1958, Franco mandreconstruirlo para que, llegado el da, fuese residencia delprncipe Juan Carlos.20

    La Reina

    Hay personal de servicio en eI zagun de la puerta: algncamarero con guantes y chaquetilla blanca, algn criado deIibrea, algn polica de paisano' algn encargado de proto-colo... Uno de los de librea, muy serio, amagando una incli-nacin de cabeza entre reverencial y condescendiente -ah,el seoro de los maYordomos!- me indica que le siga -"porfavor, doa Pilar..."- escaleras arriba.Me han hecho pasar a la zona de la reina. La antesaladonde espero es una pieza pequea -qu tendr?, trespor tres y medio?-, pero parece amplia y luminosa' Hayires sofs blancos, bajos y largos, de estilo funcional' Lasparedes estn tapizadas en tela a rayas finas de tonos ver-des tenues, del manzana al turquesa. Los cojines, a juego'Las luces halgenas, indirectas. Y, dando al jardn, un ven-tanal corrido a todo lo largo del muro. De ah viene la im-presin espaciosa. En una de las paredes hay un leo en"l q,." la reina, vestida con un traie rojo y blanco de fara-Iaes, como un clavel reventn, avarrz,a de frente, a lomosde una jaca enjaezada a la andaluza) err la romera delRoco. En una hornacina hay una pareja de danzantes tai-landeses en porcelana. En otra, un Rapto de Europa, ffiYestilizado, tambin de porcelana, en colores grises y azu-les. Libros de arte, sobre una mesa baja de metacrilato'Y, distribuidos por varias repisas de cristal, pequeos bibe-lots, copas de plata de alguna exposicin canina, y seisfotografas: en cuatro de ellas, aparecen don Juan Carlos odoa Sofa iugando con sus hijos, todava pequeos; lasotras dos son instantneas de los reyes con el papa JuanPablo II. Son fotos de hace veinte aos, y empiezan ya adecolorarse.Supongo que todo en esta salita ha sido elegido, y pues-to donde est, por la propia reina. As pues, si no renueva lasfotografas, si no las actualiza, sen porque le gustan sas'sas, y de esos aos' Pienso tambin que doa Sofa haquerido ofrecer a sus visitas dos imgenes de su espaoli-

    2t

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    Pilar llrbanozaci6rl. vestida de sevillana rociera; y ataviada con mantillablanca, privilegio pontificio exclusivo para las reinas espa-olas -o para las espaolas reinas?, lo para las reinas ca-tlicas?-, cuando acuden a una audiencia en el Vaticarro, trail portone di bronzo.S que la reina acaba de regresar de Londres, de la boda desu sobrino Pablo de Grecia, el hijo de los reyes Constantinoy Ana Mara. En ese ambiente familiar surge espontneo eltirn de los lazos de sangre, la remembrartza de las genea-logas... Sin embargo, aqu, en Espaa, queriendo o sinquerer, hemos orfanado a doa Sofa de todos sus parentes-cos de cuna. Se nos antojan historias extranjeras, demasia-do a desmano de nuestros intereses inmediatos, agua queno podemos acarrear a nuestro molino. Cuntos espaoles,ms por catetos que por chovinistas, creen que la historiauniversal empieza en Viriato y termina en Jesuln de Ubri-que! Y as vemos a la reina slo como consorte del rey, ymadre del prncipe de Asturias y de las infantas. Incluso, nofaltar quien piense: ..Pues, mira t por dnde, esta mujerhizo una buena boda."El mismo don Juan de Borbn -cuando surgieron pun-tillosos problemas de ritos y ceremonias, en vsperas de esaboda- desliz un comentario trurln, una pizca despectivo,sobre la recental dinasta griega. En efecto, iniciada por elprncipe dans Christian Guillermo Fernando Adolfo Jorge,que rein con el nombre de Jorge I, apenas si cuenta unsiglo.Pero era una broma ftil. Don Juan conoca perfecta-mente el regio pedigr de quien iba a ser su nuera. Los ochobisabuelos de doa Sofia eran de origen germano. Por el cos-tado paterno: Jorge Schleswig Hosltein Sondenburg Glcks-burg Hessen Kassel, prncipe de Dinamarca y primer rey delos helenos, y su esposa Olga Constantinovma Holstein Got-torp Romanow, gran princesa de Rusia, sobrina del zar Ale-jandro II; Federico III, de Hohenzollern, rey de Prusia y em-22

    La Reinaperador de Alemania, y su esposa la princesa de la Gran Bre-taa Victoria de Sajonia Coburgo Gotha, hija de la reina Vic-toria de Inglaterra. Por el costado materno, Ernesto AugustoII de Brunswick, duque de Braunschweig y de Lneburg,duque de Cumberland y de Tiviotdale, prncipe heredero(kronprinz) de Hannover, y su esposa Thlra de SchleswigHolstein Sondenburg Glcksburg, princesa de Dinamarca;Guillermo II, emperador de Alemania, y su esposa AugustaVictoria de Schleswig Holstein.Sus abuelos, por la rama paterna, fueron: Constantino I,rey de Grecia, y Sofa de Hohenzollern, princesa de Prusia,hija del emperador Federico III y hermana del kiser Gui-llermo II. Por la rama materna, Ernesto Augusto III, duquede Brunswick, prncipe heredero (kronprinz) de Hannover'y Victoria Luisa, princesa de Prusia, hija del kiser Gui-llermo II.Lo cual que Sofa, hija mayor de Pablo y Federica, reyesde Grecia, aparte otros nculos familiares de afinidad, estemparentada de modo directo, por consanguinidad, con losjefes de las casas reales de Blgica, Bulgaria, Inglatema,Rumana, Yugoslaa, Rusia, Espaa, Luxemburgo, Suecia,Alemania, Dinamarca, Noruega y l{olanda.Ciertamente, eI rbol genealgico de don Juan Carlos,ms que frondoso, resulta inextricable, si no se tiene socioexperto que ayude a rastrear las treinta y una generacionesde rigurosa y legtima agnacin varonil5 por las que la Casade Borbn llega hasta el actual rey de Espaa: es una mag-nfica incursin por la trama de un milenio, a partir de HugoCapeto, que en el ao 987 ocup el trono de Francia. No tie-ne vuelta de hoja que la Casa de Borbn es la ms ilustre yantigua de Europa. Aunque transitando por estas frondas,una se lleve Ia sorpresa de que, mucha agnacin varonil, ymucho trono macho, pero la Casa de Borbn tiene... norrl-bre de mujer, que de Beatriz de Borgoa lo tom en 1589.

    5. Agnacin: Del latn agnasci, agnatus, nacer cerca. Parentesco deconsanguinidad. Orden de sucesin, cuando son llamados, de varn en va-rn, los que descienden de un tronco comn.95

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    Pilar UrbanoPero, sin tantas averiguaciones, descendiendo desde losReyes Catlicos, Isabel I de Castilla (1451-l5oa) y Fernan-do V de Aragn (1452-1516), por las Casas de Borbn y deAustria hasta hoy, al rey Juan Carlos le salen diecisiete an-tepasados que fueron reyes de Espaa. Y ah no cuento a los

    luises de Francia. Esto lo ha tenido que decir alguna vez eIrey. "Hombre, s, yo sucedo a Franco, pero de quien soyheredero es de diecisiete reyes de mi familia."Pues bien: el rbol de ancestros varones de doa Sofa-en ese mismo tramo de tiempo, en lnea directa, y slo porla rama de su padre- no le va aLa zaga: diecisiete testas co-ronadas, a partir de Christian III de Dinamarca (1505-1559).Absorta en estas vainicas de dinastas y de tronos me encuen-tro, a punto de asomarme a la compleja historia de los Han-nover y de los Hohenzollern, Ios antepasados matemos de lareina, cuando suenan unos golpes suaves en la puerta.Entra un teniente coronel del E1'rcito del Aire. Sobrela gueruera azul plomo destacan los cordones dorados de laal.udanta. Da un leve taconazo y, ms que anunciar, me ad-vierte a media voz: .Viene la reina."

    ilDXY> MOY H ATATIA TOY AAOY/(Lema de la Casa Real de Grecia)

    SusciPere etfinire2(Lema de la Casa Real de Hannover)

    Se hace un silencio. La reina entra. Traspasa el umbralblanco de la puerta' mirndome- Viene seria, pero ensegui-da me tiende la mano y sonre. El saludo no puede ser nims llano ni ms neutro: .Buenas tardes' qu tal?" Tiene lavoz fuerte y grave, de contralto, como ahuecada en cuencode madera.Es una mujer grande y esbelta, ms alta y vigorosa de loque parece a distancia, o en la televisin. Pienso que es poresa dulzura suave que se adivina al fondo de sus ojos comovelada por una celosa, por lo que consigue no resultar im-ponente.Sin duda ninguna, en cuanto ella entra, se llena la es-tancia. Sin duda ninguna, en cuanto ella entra, se encien-de la luz.Conozco bien el aura nobilitas y sus fulgores: la aureo-la de la fama, el empaque del poder, el magnetismo de lacelebridad. Y he experimentado su irresistible atractivo,ante jefes de Estado, lderes polticos, toreros, bailarinas,banqueros, escritores, artistas, cantantes y actores de nom-bradia mundial... Pero esto de la reina es distinto. Esto queemana de la reina, as sin ms, con un simple y desperso-nalizado .qu tal?', debe de ser lo que llamamos realeza,o lo que no nos atrevemos a llamar majestad'Viste un traje de gasa estampada en tonos dorados, cas-

    Mi fuerza es el amor de mi Pueblo.Emprender y concluir.I.2.25

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    Pilar Urbanotaos y negros. Un brazalete repujado, en la mueca dere-cha. En la otra, el reloj. Alrededor del cuello, cayndolesobre el pecho, un trenzado de cadenetas de las que cuel-gan dos grandes mejillones de oro.Aunque el da es trrido, de calor agobiante,la reina lle-va medias. Medias oscuras, a juego con el vestido. Me pre-gunta si me molesta el aire acondicionado y, al decirle yoque no, descuelga un telfono, marca cuatro dgitos, y pide

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    Pilar Urbanoguerra contra Turqua. Se relacionaba con tanta soltura en elmundo de habla inglesa como en el de habla alemana, sin seruna mariposa social, y sin preocuparse ni poco ni mucho porbuscar novia. En 1955, siendo ya "un maduro', casi un empe-dernido soltern, se enarnor hasta la chifladura de Fhederika,una muchachita alemana *duquesa de Brunswick-LiiLneburgy princesa de Hannover- temperamental, apasionada, ale-gre y bulliciosa, que entonces slo tena dieciocho aos: ,.Unaedad ms propia de estar ante el pupitre que ante el altar delas velaciones", haba comentado Ernesto Augusto III de Han-nover, el,padre de la novia, despus de imponer a la pareja.Claro que tampoco se poda tener en el zagun demasia-do tiempo a un prncipe heredero, al diadokos, que debalevantar descendencia varonil para el trono de lfehde. Pa-blo tena tres hermanas: Helen, Irene y Katherine. Y doshermanos: Jorge y Alejandro. Ambos le haban precedido enel trono. Y ninguno de los dos haba tenido hijos varones.aEn todo caso, como Federica, la novia, era a la vez prin-cesa alemana e inglesa, y figuraba -aunque en el nmero54"- dentro del estricto "escalafn> de posibles heretleros dela corona britnica, fue preciso solicitar la venia aI reyde Inglaterra. Jorge VI, siguiendo lo dispuesto en el Acta deMatrimonios Reales de 1722, reuni en Sandringham a suConsejo Privado, y dio luz uerde a la peticin. El duque deKent sera su representante en la catedral de Atenas v en losfestejos de la boda, celebrada con galas y esplendor el g deenero de 1958.As pues, aquel 2 de noviembre de 1958, como el nio o lania que iba a venir al mundo poda llegar a sentarse algn

    4. Alejandro I rein brevemente, de 1917 a 1990, durante el exilio de su pa-drc Constantino I. Muri de una septicemia fulminante, causada por la mordedu-ra de un mono rhesus (Mucaca mulatta). Cinco meses despus, su esposa, laprincesa Aspasia (de soltera, Aspasia Manos) dio a luz a la hija pstuma del rey,que en su memoria se llam A.lejandra. En 1944 se cas con Pedro Il de Yugoslavia.28

    La Reinada en el trono griego, se guardaron las formalidades testi-ficales que marcaba el protocolo real para el momento delparto: en la casa de Psychico, aguardando "novedades" en elsaln de la planta principal, estuvieron el rey Jorge II,el primer ministro Ioannis Metaxas, Alexander Mercatis,jefe de la Casa del Rey, el alcalde de Atenas, Ambrosio Pli-tas, y el ministro de Justicia, Agis P. Tabacopoulos, como en-cargado del Registro Civil. Ellos, junto al propio prncipe Pa-blo, deban ser los primeros en testificar eI nacimiento. Allestaban tambin los padres de Federica: Ernesto Augusto IIIde Hannover, y Victoria Luisa de Prusia.Por telfono, desde la casa de Psychico, Metaxas puso enmarcha las reales ordenanzas para tal ocasin: una guarni-cin de artillera, dispuesta en el monte Lycabettos, dispa-r las veintiuna salvas de homenaje."Cuando naci mi hermarro Tino, Constantino -rne explicala reina-, dispararon ciento una. Yo no las cont, porquetena menos de dos aos -sonre-; pero se haca as, si el quenaca era un varn. l{o s por qu las disparaban desde elmontculo de Lycabettos. All no hay ningn destacamentomilitar. Slo un monasterio. Y de mi propio nacimiento, qupuedo decir...? Tengo que creerme lo que he odo en casa:que se me ocurri nacer, uffifl, el da de los muertos!; y quemi madre quera que me llamase Olga, en recuerdo de mibisabuela, Olga de Rusia,la mujer de Jorge I, el fundador dela dinasta griega. Pero la gente, la gente de la calle, encuanto oy las salvas, acudi a la casa de Psychico, gritan-do "Sofaaa, Sofaaa, Sofaaa!", porque en Grecia la cos-tumbre es poner el nombre de los abuelos.s No repetir el delos padres, ni irse hasta los bisabuelos. Y... con Sofa mequed!"

    5. Sofa, princesa de Prusia (18VO-1552), se cas con Constantino I deGrecia. Tuvieron seis hiios: Jorge, Alejandro, Helen, Pablo, Irene y Katheri-ne. Es la abuela paterna de Ia reina Sofa de trspaa.29

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    Pilar UrbanoAs habla la reina. Con esa expresidad, con ese grace-jo de giros populares. Se nota que no ha aprendido un cas-tellano acadmico, ni mucho menos cortesano. A medidaque transcurra la conversacin, ir constatando que ha to-mado los modos castizos de decir del rey, su marido, y de

    sus cuadas, las infantas Pilar y Margarita. Como cualquiermadre de hoy, ha incorporado a su vocabulario buena par-te de la jerga coloquial de sus propios hijos. Usa con espon-taneidad un batitrurrillo de locuciones muy de andar porcasa, como ..me da corte'>, "ni fu ni fa", "sal despendoladar,"me qued de un airer', "menuda horterada!"...Desde el primer momento le he pedido que me tutee.Pero ella lo toma como una deferencia amable, musita un"muchas gracias", y sigue usando el .ustedr. Ahora insisto,con el argumento de que "los reyes de Espaa pueden tuteara todo el mundo". Entonces, bajando lavoz y ya en tono msconfidencial, me dice: "No creas que a todo eI mundo. A mme resulta muy difcil hablarle de t a unLzaro Carreter:me da corte... Y hay gente que piensa que eso del tuteo escosa de horteras. En cambio, mis hijos, con todos sus ami-gos, t para arriba,y t para abajo..."Repasamos sus genealogas. Un primer comentario sorpren-dente y desmitificador: "Me interesa mucho ms fijar bienel pedigr de mis perros que el mo... De todos modos, des-de Jorge I,la familia real griega se apellida Grecia. Todo esode Schleswig Holstein Sondenburg Glcksburg... fuera,fuera! El rey Jorge los aboli. Ya no son apellidos: son slolugares de origen, alemanes y daneses. Mi apellido es Gre-cia. Y punto.>"No es uta boutade. Es Ia naturalidad de quien se muevepor esas frondas de los linajes de la prirpura cotno pedro porsu casa. Y cuando le pregunto si es tataranieta de la reina Vic-toria de Inglaterra, hace un gesto laxo, un leve encogerse dehombros, como quitndole trascendencia a la cosa:.Bueno, s,claro: la reina Victoria es tatarabuela de todo el mundo. Tam-50

    La Reinabin lo es de mi marido. 1, por la rama de Beatriz y yo por lade Victoria,las dos hijas de la reina."6Ni en su mirada ni en el tono de su voz percibo el menoralarde. Como si toda esa casta de reyes, zatres y emperado-res que viaja por sus venas no fuese para ella nada del otrojueves, nada de que ufanarse. Capto esa impresin y tomonota, porque la humildad es una rara orqudea, y ms entreesas personas singulares a quienes desde la cuna se les hadicho una y mil veces que ellos son distintos, que ellos estnpor encima del comn de los mortales, que ellos son de es-tirpe regia. En este momento recuerdo una ancdota fuerte,protagonizada por la reina Federica. Sucedi en 1947, duran-te la boda de Isabel de Inglaterra, entonces princesa' conFelipe,T prncipe de Grecia. Hablaban Federica y WinstonChurchill sobre Alemania, y la tikria ayuda militar de los in-gleses a Grecia en la ltima guerra mundial. De pronto, elpremier britnico, con tono acusador, le espet a la reina:oAcaso no era abuelo suyo el kiser?" Federica, que cono-ca al pie de la letra su ascendencia Guelph, por la que ha-ba nacido tan princesa de Gran Bretaa e Irlanda como deHannover, contest sin morderse la lengua, pese a estar in-vitada en Buckingham: "Depende de cmo se mire, sir. Des-de luego, el kiser era abuelo mo. Pero tambin la reina Vic-toria era mi tatarabuela. Y si en Inglaterra hubiese habidoLey Slica, hoy el rey de la Gran Bretaa sera mi padre." I

    6. Victoria I, reina de la Gran Bretaa (1819-1901)' tuvo nueve hijos, delos cuales cinco fueron mujeres: Alicia, Helena, l,uisa, Beatriz y Victoria. sta(1840-1901), emperatriz de Alemania por su boda con Federico III, fue madrede Guillermo II el kiser, padre de Victoria Luisa de Prusia, madre de Fede-rica reina de los helenos, madre a su vez de Sofa reina de Espaa.Beatriz, princesa de Gran Bretaa (1857-1944), fue madre de VictoriaEugenia, reina de Espaa, esposa del rey Alfonso XIII, padre de Juan deBorbn, padre a su vez de Juan Carlos rey de Espaa.7. Felipe de Edimburgo, nacido prncipe de Grecia, es hijo del prnci-pe Andreas de Grecia y de Alicia de Battenberg. Es nieto, pues, del rey Jor-ge I de Grecia.8. A Measure of Llnderstanding. Queen Frederica oJ the Hellenes,MacMillan, Londres. Versin espaola: Memorias de la Reina Federica,(1. del Toro Editor, Madrid, 1971.5l

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    Pilar UrbanoCiertamente, Federica clavaba su dardo dialctico justoen la diana de aquel momento histrico en que, por mor dela Ley Slica, se desmembraron las coronas de Hannover yde Inglaterra.El suceso me ha venido a la mente por contraste: no creo

    que tales cuestiones enciendan la sangre de esta reina conla que estoy charlando ahora, a media voz, sin prisas, y sinmirar el reloj. Para qu mirarlo, si no s de cunto tiempodispongo?Le he preguntado si se siente ms germnica, o ms dane-sa, o ms inglesa, o ms griega, o ms espaola... Y no hadudado al contestar: "La verdad? Yo me siento cien por ciengriega. Y, a la vez, cien por cien espaola... Qttiz, porqueme siento cien por cien mediterrnea. Cien por cien! Y cadada ms... Me gusta el aceite de oliva, las lechugas, el sol..."Rompe a rer. Extiende los brazos y, abandonando su pos-tura erguida, se recuesta muellemente en la butaca, comosi se imaginara en una playa. "Me encanta el sol! Soy mu-jer de verano: de mayo a octubre, revivo. Y porque tengo lacara ancha, de prusiana-rusa; que si no, ira como va mihermana lrene: con el pelo estirado y un moo aqu atrs."Con mmica de gestos rpidos y expresivos, coloca las ma-nos a ambos lados de la cabeza, simulando un peinado queacabase, muv prieto, en la nuca. "Un buen moo de gitana!"Han sido unos segundos de forrnidable espontaneidad.Enseguida, r,'uelve a entrelazar las manos, como si fueran uncestillo de dedos apretujados, apoyndolas muy quietas sobreuno de sus muslos. Trata de recomponer rpidamente la se-riedad anterior, y me mira -es curioso esto- como si se rein-corporase al trabajo, despus de un breve recreo. Todo en suactitud me indica que est a mi disposicin, esperando que yoreanude mis cuestiones. Lo que pasa es que... yo estoy toda-va rindome. No lo esperaba. Y me ha sorprendido con esearrebato mediterrneo, y stl canto al sol, a las lechu gas,y a lamujer rnorena de Julio Romero de Torres.52

    La ReinaVuelve a su nacimiento: "Nac por la tarde, casi de noche. Enalgn sitio he ledo que fue a las ocho y cuarto. En Greciase pone el sol antes que aqu, y en otoo anochece muypronto."Hasta el da del bautizo pas bastante tiempo. En Gre-cia no se hace inmediatamente: el nio tiene que ser unpoquito grandecito. Mi madrina fue la reina Elena, prince-sa de Montenegro, y reina de Italia por su matrimonio conVctor Manuel III. Y el padrino, mi to el rey Jorge II. All lacostumbre es que haya varios padrinos y madrinas, y norecuerdo quines eran los otros. Me pusieron una hilera denombres: Sofa Margarita Victoria Federica. Nosotros aqu,con nuestros hiios, hicimos lo mismo, slo que al final lesponamos "y de la Santsima Trinidad y de todos los santos".As quedbamos bien con todos!"Los abuelos.maternos de doa Sofa fueron una asombro-sa y excepcional centella de amor y entendimiento entredos familias enfrentadas desde haca muchos aos, y quemantenan las espadas en alto. Algo as como los Capule-to y los Montesco en la ficcin de Shakespeare. La enemis-tad entre los Guelph hannoverianos y los Hohenzollernprusianos vena de cuando Prusia, bajo Bismarck, invadiel reino de Hannover, en 1866. Y se mantuvo, pese a laboda entre Ernesto Augusto III, prncipe heredero de Han-nover, y Victoria Luisa de Hohenzollern, hija del empera-dor Guillermo II."Mi madre -cuenta la reina Federica- iba a visitar a supadre, el kiser, todos los 27 de enero, fiesta de su cumplea-os. Me llevaba a m porque, al ser yo una nia, la cosa te-na menos importancia poltica. Pero ni mi padre ni mishermanos nos acompaaban."Aludo a ello, y doa Sofa asiente: "Esa distancia sigui,a pesar de los resultados de las guerras mundiales y de to-dos los cambios en Europa. Nosotros no tuvimos ningncontacto con la familia prusiana, salvo con la abuela Victo-

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    Pilar Urbanoria Luisa. Y no es que hubiera algn motivo personal' Perono nos visitbamos, no nos escribamos, no nos tratbamos'De mi abuela Victoria Luisa me acuerdo perfectsimamen-te, porque ha vivido hasta 1980. Tena una salud de hierro,y muri a los ochenta y ocho aos. Era una mujer muy enr-gica, de gran personalidad, y de carcter fuerte' Viva enAustria, y siempre estaba muy morena, muy bronceada, enverano y en invierno, porque tomaba el sol escalando mon-taas. Me haca regalos: no comprados en tiendas, sino co-sas que ella tena: unas perlitas, Llna sortija con un cotaznde rubes... Pero del resto de la familia, nada. Bueno, cuan-do yo era un beb de dos meses, mis padres me llevaron aHolanda, para que me conociera el kiser, el 27 de enero de1959. l estaba exiliado en Huis Doorn, y all se reunieronlas familias de todas esas ramas, celebrando su ochentacumpleaos."Agrega algo sobre que aqulla sera no slo la ltimafiesta del kiser: tambin el ltimo cotilln de las realezaseuropeas, porque en ese mismo ao 1959 estallaba la Se-gunda Guerra Mundial.El 28 de octubre de 1940, al amanecer' las tropas italianasd"eI d.uce Mussolini invadieron Grecia por la frontera alba-na. Los soldados griegos repelieron la agresin con tal bra-vura que llegaron a penetrar en Albania. Hitler dio ordenentonces de atacar Grecia por Bulgaria. Pero enseguida,ante la resistencia de las guarniciones griegas, atrinchera-das en la llamada olnea Metaxas" -una versin helnica dela *lnea Maginot'-, el Estado Mayor alemn mand abriruna tercera brecha de ataque, por Yugoslavia, que se rindisin apenas combatir.Sostener la guerra en tres frentes a un tiempo era dema-siado esfuerzo para un pequeo pas con un pequeo ejr-cito. Las a.udas britnicas llegaron tarde y muy escasas' Vis-lrs las cosas a distancia de aos, me atrevera a decir que aChurchill le falt el instinto rnilitar, que en cambio a Hitler le14'

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    sobr, para ponderar el valor estratgico de tal enclave y enesa fase crucial de la contienda.El 11 de abril de I94l arteciaron los bombardeos noctur-nos sobre la ciudad de Atenas. En esos das, Federica escri-ba a sus padres una largusima carta, que iba redactandoa trozos, con fechas sucesivas' y que, leda ahora, tiene elsabor almendrado de la confidencia amarga entre una rnu-jer alemana y sus padres, alemanes tambin, y la emocinde una palpitante crnica de guerra.Arranca con unas palabras bien reveladoras de la incerti'dumbre del momento: .

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    Pilar Urbanocharnos. Primero, porque ni el Rey ni los herederos directos dela dinasta pueden caer prisioneros. Y luego, porque aunquePato y yo nos quedsemos, no podramos ayudar a nadie, pueslos alemanes ya se encargaran de irnpedirlo. Por otro lado,siempre han tratado de indisponer a Palo con Jorge, y es po-sible que le proclamaran Rey contra su voluntad. Es muy f-cil decir cosas en los peridicos. Pero, siendo hecho prisione-ro, cmo podra defenclerse? Durante el resto de su vida seraconsiderado, aqu, en su patria, y en el extranjero' como unQuisling cualquiera. iQue utilicen a otro para ese juego! [-.']Lleno de desesperacin, nuestro primer ministro [AlexanderKorizisl se ha suicidado. No hay manera de encontrar a unhombre que acepte la responsabilidad de formar Gobierno,en estas horas de gran peligro. En cuatro das hemos tenidocuatro gobiernos t...] El jueves, todos los miembros de la fa-milia real comulgaron,e llorando. Al ver llorar a Palo, me dicuenta del odio que tengo a Hitler. Qu derecho tiene a crearun Nuevo Orden mundial que nadie quiere? Por ese l{uevoOrden se destruyen las ciudades ms bellas y florecientes, yse siegan infinitas vidas humanas... Me ir con los nios y elresto de la familia, excepto Jorge y Palo, que saldrn de Gre-cia en el ltimo momento.>As sucede: en la medianoche del22 al 25 de abril de esemismo aio,794l, un hidroavin ingls Sunderland ameri-zado en la baha de Eleusis, con los motores en marcha y lashlices girando, aguarda para transportar hasta Creta a lafamilia real: la princesa viuda Aspasia y su hija Alejandra;la princesa Katherine,ro hermana de Jorge II y de Pablo; laprincesa Federica con sus hijos Sofa y Tino; el ya ancianoto Jorge -uncle Jacob le llaman en la intimidad-, hermanodel rey Constantino I, y su esposa Mara Bonaparte, psicoa-nalista y discpula de Freud. Inseparable del grupo familiar,miss Sheila MacNair, la niera escocesa. En el embarcade-

    9. Era Jueves Santo.10. Katherine era la sexta hija del rey Constantino I. Nacida en 1915,se llevaba veintitrs aos con su hermano mayor, Jorge II. En 1947 contra-jo matrimonio con sir Richard Brandam.56

    La Reinaro estn, para la despedida, el rey Jorge y el prncipe Pablo.Ellos no saben en ese momento cunto tiempo podrn re-sistir an en Grecia. Pero tendrn que salir apenas veinti-cuatro horas despus.El joven piloto aspira una bocanada de aire, antes de meter-se en la panza oscura del hidro. Le ha sabido a mar y a pe-trleo. Cierra de un golpe seco la carlinga. Echa una ojea-da al bies a su especial "pasaje". Se ajusta alrededor de lacabeza el elstico de las gafas. Se abrocha maquinalmenteel cinturn de seguridad, y empua la palanca de mando,mientras silba una triste meloda."Todo eso -interviene de nuevo la reina- se lo he odo con-tar a mi madre, a ta Katherine y a Sheila. Yo tena enton-ces dos aos y medio. S que nos bombardearon nada msllegar a Creta. Nos refugiamos en una trinchera, en unazanja en medio del campo. All mi madre me tapaba lasorejas, para que no oyese el ruido de las bombas, y me can-taba una cancin popular: beeee, beeee, black sheep.../ Al salirde la casa de Psychico, ella no haba pensado para nada enrecoger sus cosas personales, o en los objetos de ms valor.En atrsoluto. Nos fuimos con lo puesto y lo imprescinditrle,porque lo nico que le preocup fue prepararlo todo muyrpido, y ponernos a salvo cuanto antes. Eso siempre me haparecido admirable: mi madre dejaba en Atenas todo lo quetena, todo, incluido mi padre, pensando slo en nuestraseguridad, y sin volverse a mirar atrs..."En Creta se les unen Jorge II y Pablo. Permanecen todosjuntos quince das, refugiados en una cabaa, conviviendocon esas inevitables compaeras de carna de todas las gue-rras: las chinches y las pulgas.De Creta pasan a Egipto: Alejandra y El Cairo. Ah estn

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    Pilar Urbanohasta mediados de junio de 7941, cuando el gobierno del reyFaruk..invita' al rey de Grecia y a su familia a abandonar elpas. Volvern ms tarde, pero ahora viajan hacia Sudfri-ca en un vapor de pabelln holands, el Nieuut Amsterdam."A Tino y a m nos llevaban atados, con correas' con arne-ses, como a los perritos, para que no nos perdiramos porel barco.'Desembarcan en Durban' el gran puerto ballenero. Allles espera otro grupo familiar: la princesa Eugenia -hija deuncle Jacob y ta Mara- con su marido, el prncipe Dominikde Radziwill, y su hija Tatiana, que tiene ms o menos lamisma edad que Sofa. Luego, en ferrocarril, siguen hastaCiuclad del Cabo: un enclave remoto y seguro, donde losnios no oirn el estremecedor ulular de las sirenas de alar-ma, ni el estruendo de los bombardeos, y cuyo gobierno-por amistad con Gran Bretaa- se ha brindado a hospedar-les. Su anfitrin ser el primer ministro, general Smuts, JeanChristian Smuts Y, Por su delegacin, el gobernador gene-ral de Sudfrica, sir Patrick Duncan. Con todo, les aguardancinco aos de exilio sin un claro asentamiento..El rey Jorge II -me cuenta la reina- se estableci enLondres. Aspasia y su hija Alejandra se fueron con 1. Elgobierno griego en el exilio puso su sede en El Cairo. Su-pongo que por estar ms cerca de Creta y mejor comunica-dos con Londres. Adems, desde all se movan a todos lossitios donde hubiera colonia de griegos, para conseguir aru-das, dinero, voluntariado... Mi padre estaba unas veces enLondres, con el reJ, Y otras en El Cairo, con el gobierno.Viajaba sin parar de un lugar a otro. Mi madre iba a verlesiempre que poda, siempre que le prestaban un medio detransporte. Y luego vola con nosotros. La pobre, se cruzAfrica de arriba abajo no s cuntas veces en aviones deguerra. A mi padre le veamos poco, pero mi madre noshablaba de 1, nos enseaba fotos, nos lea sus cartas.-. Sequeran mucho, estaban muy enamorados, muy unidos."Es curioso, pero la reina, en todas estas evocaciones' nome habla para nada del paisaje. Y el paisaie dominante all,58

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    donde la inmensa frica se cae al mar, y se acaba la tierra,no es otro que el sobrecogedor abrazo interminable entre elocano Atlntico y el ocano ndico, ..el ms misterioso detodos los ocanos".11Se dira que a los nios, cuando son tan pequeos, elpaisaje les excede, o les resulta del todo natural, no reparanen 1. Se fijan ms en un aparador, en una silla alta, o en elgong de cobre que un criado haca sonar parsimoniosamen-te a la hora de comer.Entre la correspondencia de esa poca, hay una carta,fechada a22 de enero de 1942, desde Ciudad del Cabo, enla que Federica relata a su marido esta pequea ancdota:"El otro da ense dos fotos mas a Sofa, y le pregunt culquera. Seal una en la que estoy de frente, y dijo: "Quie-ro sta, porque aqu mam mira a Sofa." Al preguntarle porqu no quera la otra en la que estoy mirando a lo alto, con-test: "No la quiero porque ah ests mirando a pap"..." Locomento con la reina. Niega con la cabeza, y dice: ..No, no,no... No me acuerdo de hatrer dicho eso. A m, el saber quemis padres se queran tanto, no me daba celos. Al contrario:me daba seguridad! Despus del regalo de la vida, lo me-jor que pueden dar unos padres a sus hijos es eso: que lesvean unidos, enamorados... All, en Ciudad del Cabo, mepasaba ratos y ratos mirando una fotografa de mi padre...La verdad, de aquellos aos yo no conservo malos recuer-dos: no tuve una conciencia clara de la guerra; ni sensacinde soledad, en las ausencias de mi madre.,'Se ha quedado en silencio. Ha entornado los ojos, comosi quisiera atisbar algo perdido en el horizonte difuso de untiempo lejano. Ahora, como haciendo acopio de sinceridad,declara -y me da la impresin de que, igual que a m, se lodira al lucero del alba-: "Nada de soledad! Para m, aque-llos cinco aos de exilio fueron aos de felicidad. Aos de

    11. Fernando Pessoa, Oda martima. Antologa Potica. "El poeta esun fingidor.' Edicin y traduccin de Angel Crespo. Espasa Calpe, Madrid,1 989.

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    Pilar Urbanovida familiar. Aos de juegos. Aos de libertad. Aos sin pro-tocolos: pudiendo hacer lo que hacan los otros nios quebamos conociendo. Nos cambibamos de casa o de aloja-miento continuamente, y, por lo que yo le oa a mi madre,no creo que fuera para ir a mejor... Llegamos a vivir enveintids lugares diferentes. Ah, y con todo a cuestas! Peroaquello (ahora lo veo muy claro) tena dos ventajas: por unaparte, con tanto cambio, no nos aburramos; por otra, no nosapegbamos ni a los muebles, ni a las casas, ni a los barrios;y luego, al estar siempre haciendo maletas (yo haca tam-bin las de mis muecas), jugbamos a un juego perrnanen-te, un juego que dur los cinco aos: "Venga, vamos a ha-cer el equipaje, que nos volvemos a Grecia!" Y eso nosmantena viva la esperanza de volver. Sabamos que era unasituacin de paso. No nos habamos ido para siempre. Laguerra terminara algn da. Y nosotros podramos volver anuestra verdadera casa.>)A partir de ah, y como si devanase la madeja en una rue-ca, la reina empieza a tirar del hilo de la evocacin. Comien-zan a surgir imgenes sueltas, inconexas, deslavazadas, conese tono sepia y ese tornasol huidizo que tienen los recuer-dos: su primera vivencia consciente, su primer registro dememoria, me dice que es de cuando ella tena tres aos:.Fue en Egipto, en un hotel de Alejandra... El hotel MinaHouse. En el verano de 1941. Mi padre estatra bandose enla piscina. Yo, en eI borde, mirndole. l me deca que metirase al agua. Extenda sus brazos hacia m. Yo senta mu-cho miedo. l insista. Era un desafo muy nuevo para m.No olvidar nunca aquel salto, aquel tirn... Enseguida,estaba ya en el agua, entre los brazos de mi padre, y todobrillaba bajo el sol. Exactamente se es mi primer recuer-do vivo: agua fra, los brazos fuertes de mi padre, y una res-plandeciente claridad alrededor."Me he fijado en que, al pronunciar la palabra desafo,Iareina cargaba ah la expresin de su mirada. Incluso enfa-40

    La Reinatrzaba la efe y la i, marcando mucho el acento. Ms an: unavez dicha esa frase, alz el mentn, y se qued un par desegundos quieta as, como en pose estatuaria. Me gustarasaber por qu. Pero... no voy a preguntrselo a bocajarro.Tendr que dar algn rodeo. O esperar a que salga por ssolo. En una libretilla que he trado apunto esa palabra,desafio, que parece tener la virtud de un talismn. En todocaso, es una pista interesante: si me decidiera a escribir unlibro sobre la reina, debera arrancar de ah, de esa escenaen la piscina de Alejandra, porque se fue su primer instan-te de vida personalizada. Con un Jfo y con tn t. Y con undesafo por medio.El primer miedo? "En El Cairo. Me daban miedo las si-renas nocturtras que sonaban antes de los bombardeos. Eramuv estridente, y muy alarmante. Con las luces de la casaapagadas, mirbamos por la ventana los reflejos luminososde unos focos antiareos barriendo el cielo, as -con lamano derecha describe un imaginario arco en el aire-,como unas linternas muy potentes, para detectar la presen-cia de aviones. Los mavores se ponan nerwiosos. Tino y yocorramos asustados a la cama de mi madre, o a la de Shei-Ia... Ah, otro momento muy inquietante era cuando se po-nan todos junto a la radio, quietos, callados, serios, concara de preocupacin, para escuchar las noticias que dabala BBC. Lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Y aquellamusiquilla, Ia sintona, tr tat tat taf tatr...,,Tararea con perfecta entonacin la sintona de Ia BBC emi-tiendo para frica, en ingls, el boletn informativo News-reel. IncItso, a medida que rememora ntegro el ImperialEchoes de Arnold Safroni, va imitando el sonido de los ins-trumentos mus,icales. Yo nunca haba odo cantar a la rei-na. f{i mucho menos, imitar a una orquesta. Aplaudo, y ellase echa a. rer: "Qu cosas! Esa msica se me qued den-tro como si me hubieran gratrado un disco aqu, en el ce-rebro. Y la percepcin de que los adultos, escuchandoaquella voz del locutor de la radio, entendan algo que yono era capaz de entender."

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    Pilar Urbanoma Elisabeth,la hija de los prncipes Olga y Pablo de Yugos-laa, ojugando a hacer un monte con los edredones de las"u,''r,-qi" "ru' de color verde'. O de las historias aefr-ca qrre ls contaba el general Smuts, su anfitrin en Ciudaddel-Cabo: oEste general Smuts fue quien elabor el proyec-to de la carta de 10s Derechos Humanos. El invent el tr-mino British commonwealth of Nations. Y tambin a 1, pa-seando por las tierras de Muizenderg, en Ciudad del Cabo'se le ocurri ta idea de las Naciones Unidas' l luch, cuer-po a cuerpo contra los ingleses' a los que tanto quera, poria independencia de Sudfrica. Era un hombre magnfico'cuando vivamos en su residencia oficial, Tatiana, Tino y yonos levantbamos a las cuatro de la madrugadLpara ir a sucama a que nos oontase historias de tigres y leones y mo-nos... Y l (parece que le estoyviendo, con sus bigotes y superilla blanca) nos atenda como si fusemos unos persona-jes muy imPortantes."' A propsito e su prima, la princesa Tatiana de Rad-ziwill, y e Ciudad del Cabo, recuerda: "Tatiana y yo tena-mos cada una nuestra mueca; pero slo un carricoche parasacarlas de paseo. Nos pelebamos' tirando cada cual por sulado, a rr"* q.titt se lo quedaba. Y, claro, por nuest'ras peleasacababan discutiendo tambin nuestras madres, colno ocu-rre en todas las familias. Bueno, Tatiana y yo hemos sidosiempre muy amigas. ntimas. Antes de casarnos, despusde csarnos... Ella fue dama de honor en mi boda' Vive enPars, casada con un mdico, el doctor Jean Fruchaud' Nosvemos a menudo. Y todos los veranos vienen a Marivent'"Le he preguntado cundo detect por vez primera que sufamilia y ttu misma tenan un rango social por encima delcomn. Y si, por el hecho de haber nacido princesa, se sen-ta ms exigida que otras nias de su edad' Me explica que'desde muy pequea, la educaron "con mucho cario, perocon mucha disciplina": .Precisamente en El cairo tuvieronque sacarme una muela. Me anestesiaron un poco con ter;p"to -" dola la boca, a rabiar, y tena inflamada la meiillaLot rrt flemn. Sin embargo' tuve que ir con mi familia al

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    hipdromo, a las carreras' y estarme all quietecita, y sinlloriqueos. Entonces aprend lo que luego les ense a mishijos: aguantoformo!,Darme cuenta de que perteneca a la familia real? Muytemprano. Ya en Egipto, al ir a la catedral ortodoxa para losoficios religiosos de la Pascua, nos situaban en un lugarpreferente y destacado- Pero, sobre todo, fue al final delLxilio, en 1946, cuando los griegos votaron la restauracinde la monarqua: el gobierno de Atenas envi un destructora recogernos; los britnicos 15 nos ofrecieron tres avionesmilitars; la Armada egipcia dispar las salvas de ordenan-za, cuando zarpbamos del puerto de Alejandra"' Yo yatena ocho aos y me daba cuenta de que mi padre era al-guien especial: el. d'iad'okos, el heredero de la corona deGrecia."Han sonaclo unos golpecitos en la puerta' La reina gira ha-cia all la cabeza: .S?" Jos Cabrera se asoma y, sin fran-quear el umbral, avisa: oSeora, son ya las siete y cuarto'>,,'ugo el gesto de recoger mi bolso, la pluma y la libretillade notas; pero veo que la reina no se mueve de la tlutaca:.No te he contado que mi hermana Irene naci en Ciu-dad del Cabo. Mi madre me vena preparando: "Sabes, So-fa? vamos a tener otro nio. Pero no ser un mueco, sinoun nio de verdad." El padrino del bautismo fue el generalSmuts. Debo de tener una foto de aquel da, donde estamostodos."Tomo una nota rpida: fotos: cajitas!

    La reina habla ahora un poco ms deprisa' Tal vez quie-ra rematar un programa mental que ella misma se haya tra-zado para esta conversacin. Me han dicho que es unamujer rigurosa Y metdica."De aquella misma poca del exilio -contina- hay algu-I5. se refiere a las fuerzas areas britnicas, destacadas en Egipto bajoel mando del general Keith Park.

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    Pilar Urbanonas pequeas historias divertidas. Por ejemplo, cuando no-sotros, los nios, descubramos a los mayores haciendo dePap Noel. Pasamos una Navidad en el hotel Mina House, enEl Cairo, junto a las pirmides. All estaban ta Katherine, ysu amiga Mary AthinagenY, Que era una dama de la corte,pero joven. Nos decan todo el rato que Pap Noel iba a ve-nir. Yo me fui con mi hermano a otra habitacin y, de vezen cuando, mirbamos por la cerradura de Ia puerta, y vea-mos que eran ellas dos!! las que ponan los regalos juntoa rm abeto. Despus tuvimos que disimular, como si hubiesesido una sorpresa... Otra Navidad' al ao siguiente creo, enAlejandra, descubr que en un cuartito que haba debajo deuna escalera tenan guardados y escondidos los juguetes: unbarco para Tino, y el carricoche de la mueca para m.Tambin entonces hicimos la comedia... para no desilusio-nar a los mayores!

    ',Y no te he hablado de Sheila MacNair... La llambamosNursie. Yo la quera con locura. La adoraba. Y la adoro! Eramucho ms que una institutriz, mucho ms que una niera:pas todos los peligros y las incomodidades que le toc pasara mi familia, sin tener por qu, slo por cario. Y nos lo ha-ca todo, hasta lavarnos las ropitas. Durante el exilio, no s yoqu hubiese sido de m sin Sheila... En frica, y despus enGrecia, ella ha sido mi segunda madre. No me importa decir-lo: mi segunda madre. Es escocesa. Estuvo con nosotros hasta1950. Se fue para casarse con Harold Embleton, un pastorprotestante. Vivamos en Atenas, y mi padre ya era rey. El daque nos dej, ohhhhh, fue el primer gran desgarro de mivida. Llor sin consuelo. Yo tena doce aos, y jams habasufrido tanto por una separacin. Jams! Me cost tremen-damente. No exagero: fue mi primer drama afectivo, mi pri-mera experiencia de sufrimiento, de dolor moral."Lo que la reina no me cuenta es que' cuarenta y cinco aosclespus, con ocasin de la boda de la infanta Elena de Bor-bn y Jaime de Marichalar, Sheila estuvo en Sevilla,