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104 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Las islas surgieron del océano, primero como islotes aislados, luego los cayos se hicieron mon- tañas y las aguas bajas, valles. Más tarde las islas se reunieron para formar una gran isla que pronto se hizo verde donde no era dorada o rojiza. Siguieron surgiendo al lado las isli- tas, ahora hechas cayos y la isla se convirtió en un archipiélago: una isla larga junto a una gran isla rodeada de miles de islitas, islotes y hasta otras islas. Pero como la isla larga tenía una forma definida dominaba el conjunto y nadie ha visto el archipiélago, prefiriendo lla- mar a la isla isla y olvidarse de los miles de cayos, islotes, isletas que bordean la isla gran- de como coágulos de una larga herida verde. Ahí está la isla, todavía surgiendo de en- tre el océano y el golfo: ahí está y ahí estará. Como dijo alguien, esa tris- te, infeliz y larga isla estará ahí después del último indio y después del último español y después del último africano y des pués del úl- timo americano y después del úl ti mo de los cu- banos, sobre viviendo a todos los naufragios y eternamente bañada por la co riente del gol- fo: bella y ver de, imperecedera, eterna. Guillermo Cabrera Infante, Vista del amanecer en el trópico *** Esta página va aquí con su cesura de una línea en blanco, porque entre “ahí está” y “y ahí estará” ocurren, en la edición Mon- dadori (1987) de Vista del amanecer en el trópico, nada menos de 208 páginas. Así el autor enmarca su asunto entre dos desigua- les partes de un solo breve texto para pro- logar y epilogar las cien tensas y admirables “viñetas” que fijan o narran la historia de Cuba desde un alba a otra muy distante (en el tiempo, si no en la Geografía). La página está escrita desde un imagi- nario alto punto de vista, desde la perspec- tiva impuesta por el exilio y con una pro- sa sorpresivamente austera y casi solemne (pues la prosa de Cabrera Infante en sus grandes libros, Tres tristes tigres, La Habana para un infante difunto, Un oficio del siglo XX, Puro humo, etcétera, suele ser más barroca y gozosa), y al leerla reconozco otro matiz de la voz de Guillermo cuando me recitaba otra página (no suya) en un pub londinense. Y vaya de cuento: Con muy buena entonación inglesa (pues su tan notoria como profunda habanidad, intensificada por la nostalgia del exiliado, se complacía en matizarse de su adquirida ciudadanía en el swinging London), Guiller - mo se divertía imitando la voz tan chespi- rianamente british de John Gielgud para recitar un momento de The Tempest en que Calibán le “vende” a un náufrago la isla mági - camente gobernada por el sabio Próspero: “The isle is full of noises, songs and sweet airs, that give delight and hurt not; sometimes a thousand twangling instru- ments will hum about mine ears; and some- times voices, that, if I then had waked after long sleep, will make me sleep again; and then, in dreaming, the clouds, methought, would open and show ready to drop up upon me: that, when I Waked, I cried to dream again”. 1 Y Guillermo, allá en el pub londinense donde tomábamos un trago, añadía, tras una honda fumada al puro: —Sin duda entre los muchos pliegues de la rara por casi inexistente biografía de Sha- kespeare se esconde el dato de que William, cuando era guayabito, había, entre sus mu- chos oficios, ejercido el de marinero y ha- bía llegado a Cuba y escuchado bien las vo - ces y la voz de la más bella, la más vivible, y, ¡carajo!, la hoy más invivible de las islas del mundo. La página viva Vista de Cuba desde Guillermo Cabrera Infante José de la Colina 1 Es decir, según la traducción de Luis Astrana Ma- rín: “La isla está llena de rumores, de sonidos, de dul- ces aires que deleitan y no hacen daño; a veces un mi- llar de instrumentos bulliciosos resuena en mis oídos y a instantes son voces que, si a la sazón me he desperta- do después de un largo sueño, me hacen dormir nueva- mente. Y entonces, soñando, diría que se entreabren las nubes y despliegan a mi vista magnificencias prontas a llover sobre mí, a tal punto que, cuando despierto, llo- ro por soñar todavía”. Guillermo Cabrera Infante

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Page 1: La página viva Vista de Cuba desde Guillermo Cabrera Infante · Guillermo Cabrera Infante José de la Colina 1Es decir, según la traducción de Luis Astrana Ma-rín: “La isla

104 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

Las islas surgieron del océano, primero comoislotes aislados, luego los cayos se hicieron mon -tañas y las aguas bajas, valles. Más tarde lasislas se reunieron para formar una gran islaque pronto se hizo verde donde no era doradao rojiza. Siguieron surgiendo al lado las isli -tas, ahora hechas cayos y la isla se convirtió enun archipiélago: una isla larga junto a unagran isla rodeada de miles de islitas, islotes yhasta otras islas. Pero como la isla larga teníauna forma definida dominaba el conjunto ynadie ha visto el archipiélago, prefiriendo lla -mar a la isla isla y olvidarse de los miles decayos, islotes, isletas que bordean la isla gran -de como coágulos de una larga herida verde.

Ahí está la isla, todavía surgiendo de en -tre el océano y el golfo: ahí está

y ahí estará. Como dijo alguien, esa tris-te, infeliz y larga isla estará ahí después delúltimo indio y después del último español ydespués del último africano y des pués del úl -timo americano y después del úl ti mo de los cu -banos, sobre viviendo a todos los naufragios yeternamente bañada por la co rriente del gol -fo: bella y ver de, imperecedera, eterna.

Guillermo Cabrera Infante, Vista del amanecer en el trópico

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Esta página va aquí con su cesura de unalínea en blanco, porque entre “ahí está” y“y ahí estará” ocurren, en la edición Mon-dadori (1987) deVista del amanecer en eltrópico, nada menos de 208 páginas. Así elautor enmarca su asunto entre dos desigua -les partes de un solo breve texto para pro-logar y epilogar las cien tensas y admirables“viñetas” que fijan o narran la historia de

Cuba desde un alba a otra muy distante (enel tiempo, si no en la Geografía).

La página está escrita desde un imagi-nario alto punto de vista, desde la perspec-tiva impuesta por el exilio y con una pro -sa sorpresivamente austera y casi solemne(pues la prosa de Cabrera Infante en susgrandes libros, Tres tristes tigres, La Habanapara un infante difunto, Un oficio del siglo XX,Puro humo, etcétera, suele ser más barroca ygozosa), y al leerla reconozco otro matiz dela voz de Guillermo cuando me recitaba otrapágina (no suya) en un pub londinense.

Y vaya de cuento:Con muy buena entonación inglesa (pues

su tan notoria como profunda habanidad,intensificada por la nostalgia del exiliado,se complacía en matizarse de su adquiridaciudadanía en el swinging London), Guiller -mo se divertía imitando la voz tan chespi-rianamente british de John Gielgud pararecitar un momento de The Tempest en queCalibán le “vende” a un náufrago la isla mági -camente gobernada por el sabio Próspero:

“The isle is full of noises, songs andsweet airs, that give delight and hurt not;sometimes a thousand twangling instru-ments will hum about mine ears; and some-

times voices, that, if I then had waked afterlong sleep, will make me sleep again; andthen, in dreaming, the clouds, methought,would open and show ready to drop upupon me: that, when I Waked, I cried todream again”.1

Y Guillermo, allá en el pub londinensedonde tomábamos un trago, añadía, trasuna honda fumada al puro:

—Sin duda entre los muchos pliegues dela rara por casi inexistente biografía de Sha-kespeare se esconde el dato de que William,cuando era guayabito, había, entre sus mu -chos oficios, ejercido el de marinero y ha -bía llegado a Cuba y escuchado bien las vo -ces y la voz de la más bella, la más vivible,y, ¡carajo!, la hoy más invivible de las islasdel mundo.

La página vivaVista de Cuba desdeGuillermo Cabrera Infante José de la Colina

1 Es decir, según la traducción de Luis Astrana Ma -rín: “La isla está llena de rumores, de sonidos, de dul-ces aires que deleitan y no hacen daño; a veces un mi -llar de instrumentos bulliciosos resuena en mis oídos ya instantes son voces que, si a la sazón me he desperta-do después de un largo sueño, me hacen dormir nueva-mente. Y entonces, soñando, diría que se entreabren lasnubes y despliegan a mi vista magnificencias prontas allover sobre mí, a tal punto que, cuando despierto, llo -ro por soñar todavía”.

Guillermo Cabrera Infante