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En el siglo XIII, en plena expansión comercial de la Europa medieval, los comerciantes italianos crearon la ciudad de Caffa a orillas del mar Negro, en tierras de los tártaros (la actual Ucrania). Durante décadas, los tártaros intentaron expulsar a los europeos, pero con poco éxito. Sin embargo, todo cambió en 1346 cuando una epidemia de peste golpeó toda la región: a los enfermos se les ponía la piel amoratada, fallecían con rapidez entre fiebres súbitas y pútridos bubones (inflamaciones que crecían deformes en sus ingles y sus axilas). Un cronista italiano consideraba que los europeos se contagiaron por culpa de la barbarie de los tártaros: Los tártaros, agotados por aquella enfermedad pestilencial y derribados por todas partes como golpeados por un rayo, al comprobar que perecían sin remedio, ordenaron colocar los cadáveres sobre las catapultas y lanzarlos a la ciudad. Así pues, los cuerpos de los muertos fueron arrojados por encima de las murallas, por lo que los cristianos no pudieron ocultarse ni protegerse de aquel peligro. Pronto se infectó todo el aire y se envenenó el agua, y se desarrolló tal pestilencia que apenas consiguió escapar uno de cada mil”. Hay quien piensa que aquel fue el primer caso de guerra bacteriológica de la historia, aunque hoy sabemos que la realidad fue bien distinta: hoy sabemos que la enfermedad era producida por el bacilo Yersina Pestis, que se encuentra en las pulgas de las ratas, por lo que cuando dicha pulga picaba a una persona, o esta sufría algún corte en la piel de materiales contaminados, el bacilo se transmitía. Dicho de otro modo: ni la enfermedad se transmitía por el aire ni los muertos la propagaban. Lo que sí sabemos que sucedió es que, aterrados por la propagación de la epidemia, algunos comerciantes se echaron a la mar para escapar de una muerte segura. Lo que no imaginaban aquellos “desertores” era que en las bodegas de sus barcos y en los pliegues de sus ropas acarreaban la infección en forma de pulgas y ratas infectadas, que provocarían una expansión sin precedentes de la primera epidemia global que conoció Occidente. LA PESTE NEGRA De la ciudad al campo La peste bubónica se extendió enseguida por Europa siguiendo las rutas comerciales. En julio de 1347 llegó a Constantinopla, y en otoño ya había cubierto toda Asia Menor. Un temible ejército de bacterias, ratas y pulgas se asomaba a las costas mediterráneas desembarcando en las grandes ciudades portuarias, que actuaban como epicentros, amplificando la infección y dispersándola de nuevo. Génova, Venecia, Marsella, Mallorca... la peste saltaba de un puerto a otro y, desde ellos, se propagaba hacia el interior, transportada por una muchedumbre que abandonaba despavorida las ciudades. Solo Islandia y Finlandia, escasa población y comercio, consiguieron eludirla. Estimar el número de muertes que causó la peste es tarea difícil, pues en la Edad Media no se contabilizaban los datos con la misma eficacia que hoy día. Algunos historiadores hablan de la muerte de un tercio de la población, aunque en algunas regiones muy afectadas la mortalidad llegó al 60%. Teniendo en cuenta que la población europea era entonces de unos 80 millones de habitantes, el número de muertos tuvo que ser terrible sea cual sea el porcentaje de muertos. Expansi n de ó la epidemia

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Page 1: LA PESTE NEGRA Expansi n de la epidemia...LA PESTE NEGRA De la ciudad al campo La peste bubónica se extendió enseguida por Europa siguiendo las rutas comerciales. En julio de 1347

En el siglo XIII, en plena expansión comercial de la Europa medieval, los comerciantes italianos crearon la ciudad de Caffa a orillas del mar Negro, en tierras de los tártaros (la actual Ucrania). Durante décadas, los tártaros intentaron expulsar a los europeos, pero con poco éxito. Sin embargo, todo cambió en 1346 cuando una epidemia de peste golpeó toda la región: a los enfermos se les ponía la piel amoratada, fallecían con rapidez entre fiebres súbitas y pútridos bubones (inflamaciones que crecían deformes en sus ingles y sus axilas).

Un cronista italiano consideraba que los europeos se contagiaron por culpa de la barbarie de los tártaros:

“Los tártaros, agotados por aquella enfermedad pestilencial y derribados

por todas partes como golpeados por un rayo, al comprobar que

perecían sin remedio, ordenaron colocar los cadáveres sobre las

catapultas y lanzarlos a la ciudad. Así pues, los cuerpos de los muertos fueron arrojados por

encima de las murallas, por lo que los cristianos no pudieron ocultarse

ni protegerse de aquel peligro. Pronto se infectó todo el aire y se

envenenó el agua, y se desarrolló tal pestilencia que apenas consiguió

escapar uno de cada mil”.

Hay quien piensa que aquel fue el primer caso de guerra bacteriológica de la historia, aunque hoy sabemos que la realidad fue bien distinta: hoy sabemos que la enfermedad era producida por el bacilo Yersina Pestis, que se encuentra en las pulgas de las ratas, por lo que cuando dicha pulga picaba a una persona, o esta sufría algún corte en la piel de materiales contaminados, el bacilo se transmitía. Dicho de otro modo: ni la enfermedad se transmitía por el aire ni los muertos la propagaban.

Lo que sí sabemos que sucedió es que, aterrados por la propagación de la epidemia, algunos comerciantes se echaron a la mar para escapar de una muerte segura. Lo que no imaginaban aquellos “desertores” era que en las bodegas de sus barcos y en los pliegues de sus ropas acarreaban la infección en forma de pulgas y ratas infectadas, que provocarían una expansión sin precedentes de la primera epidemia global que conoció Occidente.

LA PESTE NEGRA

De la ciudad al campo

La peste bubónica se extendió enseguida por Europa siguiendo las rutas comerciales. En julio de 1347 llegó a Constantinopla, y en otoño ya había cubierto toda Asia Menor. Un temible ejército de bacterias, ratas y pulgas se asomaba a las costas mediterráneas desembarcando en las grandes ciudades portuarias, que actuaban como epicentros, amplificando la infección y dispersándola de nuevo. Génova, Venecia, Marsella, Mallorca... la peste saltaba de un puerto a otro y, desde ellos, se propagaba hacia el interior, transportada por una muchedumbre que abandonaba despavorida las ciudades. Solo

Islandia y Finlandia, escasa población y comercio, consiguieron eludirla.

Estimar el número de muertes que causó la peste es tarea difícil, pues en la Edad Media no se contabilizaban los datos con la misma eficacia que hoy día. Algunos historiadores hablan de la muerte de un tercio de la población, aunque en algunas regiones muy afectadas la mortalidad llegó al 60%. Teniendo en cuenta que la población europea era entonces de unos 80 millones de habitantes, el número de muertos tuvo que ser terrible sea cual sea el porcentaje de muertos.

Expansi n de óla epidemia

Page 2: LA PESTE NEGRA Expansi n de la epidemia...LA PESTE NEGRA De la ciudad al campo La peste bubónica se extendió enseguida por Europa siguiendo las rutas comerciales. En julio de 1347

Para ello no solo valía con arrepentirse, sino que algunas personas creían que había que mortificar el cuerpo, por lo que se golpeaban en público con hierros hasta sangrar abundantemente.

Finalmente, aterrorizados por lo ocurrido e incapaces de entender por qué la Peste Negra se había extendido, muchos religiosos acusaron a los judíos de haber envenenado las aguas de la ciudad para expandir la epidemia (algo que hoy sabemos que no era científicamente posible). Resulta difícil saber cuántas matanzas fueron dirigidas contra la población judía, pero sin duda fueron numerosas.

Relajaci n de la moraló

La certeza de la muerte inspiró a muchos a disfrutar de la vida, pues esta podía acabar en cualquier momento. Era el nacimiento de una nueva filosofía de vida: frente al sentimiento de Tempus Fugit (“la vida es breve”), se practicaba el Carpe Diem (“disfrutar del momento que se está viviendo, pues puede ser el último).

* * *

En resumen, la peste mejoró las condiciones de vida del pueblo llano, empobreció a la nobleza y vació los campos. Pero más allá de eso, afectó a las costumbres, a la religión y a la política, haciendo tambalearse los pilares del mundo medieval. Nunca antes, y tampoco nunca después, una enfermedad tuvo tal efecto.

Hambre y guerras

La epidemia fue terrible, pero solo fue el primero de los problemas con los que tuvieron que lidiar los europeos. Las numerosas muertes dejaron muchas tierras abandonadas (en Alemania, hubo regiones en las que desaparecieron el 40% de los pueblos), lo que se traducía en falta de alimentos para los supervivientes, lo que dibujaba un panorama desolador que muy bien podría encajar en una película postapocalíptica.

El abandono de las tierras repercutió negativamente en la situación de la nobleza, cuya principal riqueza consistía en el cultivo de sus tierras por parte los siervos, pero que ahora necesitaban contratar jornaleros para que recogieran la cosecha. En las ciudades pasó algo similar, y la burguesía se vio en la necesidad de contratar ayudantes para poder mantener en marcha sus negocios. Como había poca población, nobles y artesanos compitieron por los trabajadores que habían sobrevivido a la epidemia, ofreciendo excelentes sueldos.

Sin duda, esto mejoró el nivel de vida de la gente común, pero trajo una inesperada consecuencia: la guerra. Y es que, para compensar la pérdida de recursos, la nobleza se volcó en la guerra. ¿Y eso por qué? Primero, porque durante una

guerra se podía justificar aumentar los impuestos, pero también porque el botín de guerra y la conquista de nuevas tierras permitía a los nobles (al menos a los que vencían) mantener su elevado nivel de vida.

El arte del buen morir

El hombre medieval podía explicarse de tres formas el ataque de una epidemia como la de la peste. Desde un punto de vista científico, acudiendo a la teoría errónea de la corrupción del aire; desde un punto de vista divino, entendiéndola como un castigo de Dios por sus pecados, y desde un punto de vista humano, culpando a algún grupo social marginal de una conspiración o envenenamiento. La interpretación científica dio resultados a tratamientos bastante inútiles, pero sin duda curiosos, como llevar ropa perfumada o quemar maderas olorosas para alejar los vapores de la enfermedad.

La idea del castigo de Dios era la más generalizada, y derivó en una religiosidad extrema dominada por la culpa. Las personas de la Edad Media pensaban que todo ocurría por la voluntad de Dios todopoderoso. Por lo tanto, en los años posteriores a la peste crecieron las donaciónes para la construcción de iglesias. Hubo una obsesión con la idea de la muerte y con limpiar los pecados para poder entrar en el Cielo.

Traje de unmédico contrala peste negra.

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ACTIVIDADES

Tras haber leído el texto, responde a las siguientes cuestiones. Recuerda revisar lo que has leído.

1) ¿En qué región del mundo se originó la Peste Negra?2) ¿Los tártaros lograron contagiar a los europeos empleando sus propios cadáveres para

transmitir la enfermedad?3) ¿Es verdad que la Peste Negra solo afectó a las ciudades con puerto? ¿Por qué?4) Algunas regiones de Europa no sufrieron la epidemia, ¿fue cuestión de suerte o se debió a

alguna causa?5) En Londres había por aquellos años una población de 30 000 personas, y aunque no fue una

de las localidades más atacadas por la epidemia, hubo numerosas muertes. ¿Sabrías calcularcuántos murieron debido a la Peste Negra?

6) ¿Por qué la Peste Negra, que no afectaba a las plantas, acabó provocando falta de alimentos?7) ¿Qué razón llevó a los nobles a ofrecer buenos salarios a cambio de trabajar sus tierras?8) Una vez acabada la epidemia, ¿hubo consecuencias para la nobleza? ¿Y para la gente

común?9) ¿Qué soluciones ofrecieron los médicos de la Edad Media a la epidemia? ¿Fueron útiles?10) ¿Cómo interpretaban las personas medievales la epidemia desde un punto de vista religioso?

¿A quiénes se culpó de la epidemia?