la nostalgia de los muertos 3

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capitulo 3

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Recuerdo el día que nació nuestro hijo, tus lagrimas revelaron que te enamoraste de él cuando lo viste, de-

biste ver tus ojos, eran de un padre orgulloso ¿A dónde se fue aquél orgullo? Dime.

Aún tenía en la mente todo lo que había pasado hace una hora en la cuota de peaje de la carretera que salía de la ciudad de México, a pesar de sólo haber transcurrido unas cuantas horas, había visto más cadáveres que los que llegué a ver en mis tiempos de guardia como enfermero del hospital de traumatología, estaba manejando una camioneta de la fuerza especial federal, y me encontraba cercano a la central de autobuses del norte de la ciudad, durante mi trayecto ya no me encontré con más de los infectados, comencé a sospechar que sólo saldrían en la noche, eso me tranquilizo un poco.

Esos pequeños momentos en que tu mente puede mantenerse quieta durante una crisis, son vitales, lo aprendí en mis años en emergencias, y éste no iba a ser diferente, este momento me ayudó a comenzar a trazar un plan, primero tenía que saber qué era lo que estaba pasando, tenía que encontrar a tu madre y a mi familia y si estaban vivos llevarlos a un lugar seguro, y si no, por lo menos saber si no se convirtieron en esas espanto-sas cosas, parecía un plan bastante simple, y hasta algo inocente, pero no podía pensar en algo más.

El tiempo en la carretera se vive de manera diferente, pareciera que sabes que avanzas hasta que notas el cambio del paisaje, tiene un sabor muy especial, y aunque sabía a amargura y muerte, me dio tiempo para repasar lo que había vivido hasta ese momento: la central de Guadalajara, el primer y segundo retén y mis palabras cuando pensaba en cómo sacar al difunto padre y su familia de ese infierno.

Pero hubo algo que llamó mi atención y con estas experiencias había notado ¿por qué, cuando me encontraba solo, te recuerdo con tanta me-lancolía? Y al estar con personas siempre te maldigo, ¿Es que acaso no te amé? ¿Qué tanto valía nuestro amor? Para que tenga que llorarte en silen-cio, y al mismo tiempo ser un cínico que maldice tu nombre y que espera verte en el infierno ¿De quién te enamoraste? ¿Por qué cada vez que me encuentro sólo, recuerdo momentos hermosos? ¿Quién era para ti? Seguí manejando, traté de buscar en la guantera de la camioneta algunos ciga-

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rrillos, no encontré ninguno.

Al acercarme hacia la central de autobuses, pude notar como existían diversos puntos de resistencia de las fuerzas especiales, todos tenían signos de batalla y los supervivientes al ver el vehículo, me hacían señas para que les brindara mi ayuda, pero no podía, no tenía alimento o armas, si iba a ayudarlos, tenía que encontrar algún centro comercial donde poder meter a una buena cantidad de gente, y que tenga suficiente alimento, para todos ellos, pero había salido de la ciudad hacía algún tiempo y no recordaba dónde habría uno. Por el momento tenía que seguir mi camino.

Pude notar que no existían muchos cadáveres en las calles, a pesar de que me habían dicho que esto era un campo de batalla, cuando los super-vivientes que conocí abandonaron la ciudad. Esto llamó mi atención, y me hizo pensar que algo o alguien se los había llevado. Llegué a una pequeña tienda de 24 horas, estaba cerrada y no se veía movimiento en el interior, puse la primera velocidad a la camioneta y me acerqué despacio, antes de bajar del automóvil, volteé hacia ambos lados, todo estaba tranquilo, me quité el saco y la corbata, abrí la puerta de la camioneta y caminé hacia la entrada de la tienda, las calles estaban vacías, solo papeles y zapatos habían quedado de la batalla de anoche.

Intenté abrir la puerta, pero no se podía, la jalé varias veces pero no con-seguía nada, así que tome un bote de acero que servía para tirar la basura, y lo lancé contra la puerta, pero sólo logré que el cristal se quebrara un poco, tenía que conseguir alimento y agua si quería realizar el viaje hasta la casa de tu madre, además de ayudar a las personas que había dejado en los puntos de resistencia, tomé de nuevo el bote y me disponía a lanzarlo cuando la voz de una mujer me detuvo.

-¡Espera! ¿¡Qué no sabes lo que estás haciendo!? Si rompes esa puerta se activará la alarma de la tienda, y vendrán esos engendros.

Era una chica, bastante común, un poco robusta, cabello negro sujetado por una pinza, iba vestida de jeans, playera negra y una chamarra gruesa de cuero café, en sus manos tenía un hacha manchada de sangre, parecía que ya llevaba tiempo corriendo.

-Lo siento, no lo pensé, pero no he visto a ninguno de esos malditos, no creo que estén cerca - le dije

-No te confíes nunca, apenas se escondieron, los desgraciados se lleva-ron los cadáveres que estaban en la calle, y por el momento la ciudad está

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tranquila, pero sé que están escondidos- me dijo en tono firme.

-Pero necesito alimento, y he visto que hay varios supervivientes por esta zona.

-¿Tú no eres de aquí, verdad? –Dijo en tono sarcástico –cuando todo esto comenzó nos dimos cuenta de que era cada quien por su lado, los pocos que ayudaban a los demás eran los primeros en ser devorados, vi como un hombre mordía a sus hijos en la espalda para arrancar la piel de sus huesos, no pienses en ayudarlos, nadie debería de pensar en ayudar a alguien.- me lo comento muy seria.

-¿Pero entonces que vamos a hacer? Quedarnos viendo como la gente que aún sigue estando bien se pudre de hambre, eso no es una opción- le dije enérgico

Ella no contestó, sólo se me quedo viendo, algo llamó su atención y volvió a dirigirme la palabra.

-¿Esa camioneta es tuya? – Me preguntó.

-Por el momento sí ¿Por qué lo preguntas? –la miré fijamente.

-Si me ayudas y me llevas a la avenida de los Insurgentes te ayudaré a entrar a la tienda y que lleves comida, yo también necesito un poco ¿Qué dices?

-¿No, que no querías ayuda ni ayudar a nadie? – le dije maliciosamente.

-Es un trato, sólo eso, los dos obtenemos algo a cambio, tengo que ir a buscar a mis hermanos menores a su escuela, en Insurgentes, yo vine hasta acá porque estaba con unas amigas de la escuela, pero todo se fue al carajo- finalizó.

Acepté el trato, ella asentó con la cabeza, y me dijo que la siguiera, en-tramos a una pequeña callejuela detrás de la tienda, subió a un contenedor de basura y se metió por una pequeña ventana que tenía el establecimiento, con una seña me indicó que la siguiera, así que lo hice, subí al contenedor y entré al almacén de la pequeña tienda, al estar dentro busqué a la chica, la encontré mirando un estante en donde estaban varias cajas.

-Esta comida parece estar bien- me dijo.

En el acto tomó una de las cajas, la bajó lentamente, estaba sellada con plástico, en su interior habían sopas y cremas enlatadas, les quitó un poco el polvo, pero nos dimos cuenta que la caja era demasiado grande para

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que pasara por la estrecha ventana por la cual habíamos ingresado. Nos dimos a la tarea de buscar algo para llevarnos la comida, sólo encontré una mochila que al parecer pertenecía a un empleado, al abrirla solo encontré ropa y un par de tenis, los saqué y coloqué dentro varias latas, pero algo me faltaba: agua.

Con mucho cuidado abrimos la puerta del almacén, no había nadie en la tienda, ni siquiera uno de los caídos, entramos a la tienda con un poco más de confianza, la chica sólo revisaba los estantes, agarrando toda clase de comida chatarra, yo tomé un sándwich de jamón del refrigerador, lo abrí con cuidado, ya se había despertado mi hambre, me disponía a morderlo, cuando vi que mi compañera estaba tratando de forzar la caja registradora. Deje mi alimento a un lado y le hablé.

- ¡Oye! ¿En verdad crees que necesitas dinero en un momento como este?

Ella no respondió, sólo soltó la caja, nos miramos, seguí en la búsqueda de agua, encontré las botellas en uno de los refrigeradores; las botellas aún estaban frías ya que no se había cortado la energía eléctrica, y todo parecía funcionar. Abrí una botella, y comencé a beber, mientras lo hacía volteé de nuevo hacia mi compañera, ella ahora guardaba en la mochila pequeños pastelillos, pero noté que detrás de ella, se encontraba un pequeño estuche de primeros auxilios, dejé de beber.

-Oye, toma ese botiquín que está detrás de ti- ella obedeció y lo guardo en la mochila.

Seguimos con nuestra tarea de recoger provisiones, cuando un golpe brusco en la puerta nos espantó, era uno de los infectados que golpeaba la puerta, de manera torpe chocaba su cara contra la puerta de la tienda. Lo miramos durante un rato, preparados para correr, pero al ver que la puerta resistía, seguimos nuestra tarea pero un poco más apresurados.

-Creí que ellos sólo aparecían de noche- comenté.

-No son vampiros, amigo – contestó la chica divertida.

Pero al primer infectado, se le unió otro, rápidamente ya no eran dos sino cuatro, ya comenzaban a mover la puerta con bastante violencia, la chica gritó, recogimos la mochila, que ya estaba bastante pesada, al darnos media vuelta, escuchamos como la puerta de la tienda cedía ante los infectados, la alarma no tardó en sonar, y ya estaban en camino los demás desgraciados.

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Entramos de nuevo al almacén, cerramos la puerta, ayudé a la chica a subir de nuevo hacia la pequeña ventana, ya estando afuera, ella pidió que le pasara la mochila, así lo hice levanté la pesada mochila pero al momento de que ella la tuvo en sus manos, grito y una expresión de dolor se hizo presente, uno de los caídos estaba mordiéndola en la pierna, entre el ajetreo muchas de las cosas que habíamos guardado cayeron al suelo, entre ellas el hacha de la chica. Ya no pensé en recoger las cosas dentro del almacén, sino en ayudarle a ella. Salí por la ventana, tomé el hacha, y la clavé en la cabeza del agresor.

Cuando vi que estaba muerto, me acerque a la chica, para revisar su herida.

-¿Cómo te llamas?- Le dije.

-Alicia - me dijo llorando.

-Alicia, escúchame vamos a salir bien de esto – le dije, mientras ella so-llozaba.

Regresé para tomar la mochila, los monstruos dentro de la tienda aún no podían romper la puerta, así que entré, recogí lo más que pude de los insu-mos y salí de ahí, estaba bajando de nuevo de la ventana, mi pie derecho no había ni tocado el piso, cuando sentí como uno de esos malditos me caía encima, yo me estaba defendiendo, pero el desgraciado tenía mucha fuerza, Alicia sólo gritaba, pero no gritaba porque estuviera preocupada por mí sino porque se acercaban otros infectados.

-¡Esto está mal, está mal!- Grité.

A mi agresor lo comenzó a ayudar otro infectado, comenzaba a sentir fuertes tirones mis brazos, en verdad los hijos de puta querían devorarme, y a Alicia no le iba mejor, los infectados la estaban golpeando, mientras rasgaban sus ropas, ella sólo lloraba y suplicaba que no la matarán; No podíamos terminar así, en mi agonía pude conectar una patada a un infec-tado, la cosa me soltó por un momento lo que me permitió tomar el hacha del suelo, para darles muerte a los cabrones esos, me dio tanto gusto ver su sangre en el pavimento, sentía la adrenalina, maté a los que estaban atacando a Alicia, con ellos me tardé un poco más, termine de golpearlos con el hacha hasta que su cara sólo fue pedazos de carne y piel.

Tomé entre mis brazos a la chica, y corrí hacia la camioneta, recordé a la madre que antes había intentado salvar, Alicia no podía terminar así, no así, ella no. Finalmente llegamos a la camioneta, subimos rápidamente. Para

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nuestra fortuna la camioneta arrancó sin problemas, puse marcha atrás, ya no era un terreno seguro, y esas cosas, se movían incluso de día.

Huimos de ahí nos acercamos a los puntos en donde momentos atrás yo había visto algunos supervivientes, ahora sólo quedaban algunos infectados, ¿Qué tan rápido habían llegado estos hijos de puta? El auto, a pesar de los golpes sufridos, todavía podía cubrir un largo trecho del camino, Alicia ya se había calmado un poco, aunque su pierna seguía sangrando, recordé el alcohol que había tomado del botiquín de la tienda, lo tomé de la mochila.

-Escucha Alicia, antes de todo esto, yo era un enfermero, la herida que tienes no es profunda, pero necesito limpiarla porque no sabemos qué es lo que contagie la enfermedad por lo cual todos están comportándose así, voy a ponerte alcohol en la pierna, será rápido, pero no puedo asegurarte nada con ese moretón en tu ojo.

Alicia me miró con desconfianza y recelo, tomó una de las mangas de mi saco, y lo mordió, al verla en esa actitud, terminé de rasgar su pantalón y vacíe la mitad del contenido en la pierna de la chica, ella apretó los dientes y ahogó un grito, yo, con una pequeña gasa limpié la sangre y la herida, mejor que la que tenía yo en el brazo izquierdo. Por lo menos, íbamos des-cubriendo poco a poco que la enfermedad no se contagiaba a través de las mordidas de los infectados.

Seguimos nuestro camino hasta que finalmente llegamos a Insurgentes, pero nuestro paso se veía interrumpido por un montón de autos chocados y abandonados, incluso el Metro bus se había impactado, no era posible seguir en camioneta, lo dudé un poco, no podíamos arriesgarnos de forma tan estúpida, pero ese camino, según recuerdo, era el más corto hacia mi destino, además le había prometido a Alicia que la llevaría hasta la escuela donde estaban sus hermanitos. Bajamos del auto, después de estar un rato sin hacer nada, Alicia se mantenía cerca de mí, por si la herida en su pierna la hacía caer. Caminamos un trecho pequeño.

-Ahí está la escuela de mis hermanos- me dijo Alicia, mientras señalaba con la mano derecha en dirección de una puerta de madera.

Nos acercamos a la puerta, con cierta discreción, ya habíamos estado cerca de la muerte, y no queríamos arriesgarnos, además Alicia no se en-contraba del todo bien, necesitábamos encontrar rápido a sus hermanos y salir de ahí. Entramos, no esperábamos encontrar a nadie.

-Lo más probable es que se hayan escondido, sólo tenemos que encon-

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trarlos, la escuela es pequeña y –ella no termino la frase.

Ante nosotros el cadáver de una mujer era devorado por un arsenal de infectados infantiles, que al vernos comenzaron a gritar y chillar, de entre los salones comenzaron a salir más y más niños infectados, todos ellos con signos de violencia y sangre.

Alicia echó a correr hacia el pasillo del edificio de la escuela, yo la seguí, corrimos lo más rápido que pudimos, yo volteé para saber si nos seguían aquellos bastardos, eran más rápidos, gritaban y chillaban de manera horrible.

Alicia gritaba el nombre de sus hermanitos.

-¡Misael! ¡Ernesto! –Gritaba con desesperación.

Seguíamos corriendo, subimos a un segundo piso, yo volteé para todos lados, hasta que pude ver un pequeño armario de escobas, lo abrí, pero Alicia me detuvo.

-¡No vamos a escondernos! ¡Quiero llevarlos a casa con mamá! –me gritó

A mi lado había un pequeño salón, tomé las bancas y con ellas hice una pared que cerraba las escaleras, los pequeños infectados se amontonaron, no podía dejar que todo terminara aquí, entré de nuevo al salón para saber si había algo, nada sólo cuadernos y cadáveres de maestras, el olor a ca-dáver casi me hacía vomitar, pero retomé la compostura regresé con Alicia que ya estaba desesperada y estaba en un estado de pánico, la abracé.

-Hay que seguir corriendo –le dije.

Tomé su mano y seguimos subiendo las escaleras hasta un tercer piso, ya no había para donde correr, la desesperación de nuevo llegó a mi cora-zón cuando escuché que los pequeños bastardos ya habían derrumbado el obstáculo que coloqué con las bancas, Alicia me miraba y gritaba que hiciera algo, pude notar una ventila, subí como pude y quité la reja.

-¡Métete aquí! ¡Ven!- Grité.

Alicia no entendía, la ayude a subir y poco a poco fue entrando a la ventila, cuando por fin entró a la estrecha comunicación, puse de nuevo la reja en la entrada de la ventila, ella grito y lloro.

-Silencio, espera aquí, no puedes perderte aquí, no te dejare morir aquí, no de nuevo.

Bajé con el hacha en la mano, vi como esos bastardos iban subiendo, acompañados ahora de unos infectados adultos, esos desgraciados no

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se iban a detener, ni yo tampoco, tengo que salir vivo, tengo que sacarnos vivos de esto; ¿Amor estás viendo esto?

Continuará…gritó

A mi lado había un pequeño salón, tomé las bancas y con ellas hice una pared que cerraba las escaleras, los pequeños infectados se amontonaron, no podía dejar que todo terminara aquí, entré de nuevo al salón para saber si había algo, nada sólo cuadernos y cadáveres de maestras, el olor a ca-dáver casi me hacía vomitar, pero retomé la compostura regresé con Alicia que ya estaba desesperada y estaba en un estado de pánico, la abracé.

-Hay que seguir corriendo –le dije.

Tomé su mano y seguimos subiendo las escaleras hasta un tercer piso, ya no había para donde correr, la desesperación de nuevo llegó a mi cora-zón cuando escuché que los pequeños bastardos ya habían derrumbado el obstáculo que coloqué con las bancas, Alicia me miraba y gritaba que hiciera algo, pude notar una ventila, subí como pude y quité la reja.

-¡Métete aquí! ¡Ven!- Grité.

Alicia no entendía, la ayude a subir y poco a poco fue entrando a la ventila, cuando por fin entró a la estrecha comunicación, puse de nuevo la reja en la entrada de la ventila, ella grito y lloro.

-Silencio, espera aquí, no puedes perderte aquí, no te dejare morir aquí, no de nuevo.

Bajé con el hacha en la mano, vi como esos bastardos iban subiendo, acompañados ahora de unos infectados adultos, esos desgraciados no se iban a detener, ni yo tampoco, tengo que salir vivo, tengo que sacarnos vivos de esto; ¿Amor estás viendo esto?

Continuará…