la noche de tlatelolco elena poniatowska

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La noche de Tlatelolco es el libromás popular sobre el movimientoestudiantil del 68 en México y de lamasacre en la Plaza de las TresCulturas.La noche del 2 de octubre de 1968,la plaza de las tres culturas se pintode rojo, de cabellos adheridos aladoquín, de zapatos de jóvenes quecorrian sin dirección para librarse delas balas, ¡qué ingenuos!, todoestaba planeado para aniquilarlospor revoltosos, por revolucionarios,por pensar tan comunista. Losmilitares y paramilitares delBatallón Olympia tenian todo

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rodeado para que ningunoescapara, tanto fue así que losmismos soldados resultaban heridosen la carnicería.La escritora Elena Poniatowska sedio a la tarea de reunir un mosaicode voces de estudiantes, soldados,profesionistas, padres y madres defamilia, maestros, vecinos de laUnidad Nonoalco-Tlatelolco yreporteros.Las primeras páginas estándedicadas a fotografías (sin elcrédito de quienes las tomaron):desde la riña entre las pandillas deLos Ciudadelas y Los Araña, frente

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a la Preparatoria Isaac Ochotorena;culminando con el Día de Muertos ylos rezos por los asesinados, que sellevó a cabo ante la mirada de lossoldados, en la Plaza de las TresCulturas.Publicado por primera vez en 1971,este testimonio colectivo ha sido elprimer acercamiento al 68 paramuchos jóvenes.

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Elena Poniatowska

La noche deTlatelolco

Testimonios de historia oral

ePUB v1.1GosubUSK 5.09.12

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Título original: La noche de TlatelolcoElena Poniatowska, 1971.

Editor original: gosubUSK (v1.0)ePub base v2.0

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A Jan1947-1968

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Agradecemos a Rosario Castellanossu poema escrito especialmente paraeste libro. Los poemas de José EmilioPacheco, José Carlos Becerra, JuanBañuelos, Eduardo Santos, fueron lasprimeras protestas de artistas quesiguieron al ejemplo de Octavio Paz.Margarita García Flores, entonces(1968) Jefe de Prensa de laUniversidad, nos prestó algunas de susvaliosas «Noticias Universitarias», dela Dirección General de Información dela ÚNAM. Finalmente agradecemos atodos los que nos dieron su nombre y sutestimonio.

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Todo comenzó con una bronca estudiantil entredos pandillas, los Ciudadelos y los Arañas, que

se pelearon frente a la Preparatoria conalumnos de la Vocacional 2 del IPN.

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Los estudiantes de la Preparatoria 7 bloqueanla avenida de la viga y apresan a dos policias. El

bazucazo a la puerta de la prepa indignó alestudiantado.

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¡Nunca se habían visto en Méxicomanifestaciones espontáneas de esa

envergadura!

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¡La época de oro, la más hermosa delMovimiento Estudiantil se dio entre agosto y

septiembre!.

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En una de las primeras grandesmanifestaciones, la del 27 de agosto, reunió a

300 mil personas. Llevaban pancartas, losmuchachos volanteaban; nunca creímos que senos unieran espontáneamente tantos y tantos…

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Los ferrocarrileros en 1958 estuvieron solos.Nosotros no.

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Los obreros si participaron con nosotros en elMovimiento Estudiantil y pedían la libertad desus líderes, de Vallejo encarcelado desde hace

once años y de los presos políticos…

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En las brigadas, recolectando dinero llegamos ajuntar de mil a dos mil pesos diarios, y

repartíamos 600 mil volantes.

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Ciudad Universitaria era el refugio de losestudiantes. Allí realizaban sus asambleas,

imprimían sus volantes, guardaban supropaganda.

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En CU pintaron todo: a los mingitorios lespusieron los nombres de los jefes de policía;

las aulas se llamaron Camilo Torres y CheGuevara, y letreros que advertían: «Hoy todoestudiante con vergüenza es revolucionario».

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Hubo muchas niñas popis que participaron,muchas ricas de la Iberoamericana y de la

Facultad de Filosofía y Letras que estudian unacarrera porque «la cultura es una monada».Pero a la hora de los cocolazos de portaban

valientes: ayudaron a sus compañeros, llevabanpropaganda y volantes en el coche de su papá…

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Nos posesionamos de muchos camiones…Nos servían de casa y sobre todo de tribuna…Sentados en sus techos, en lugar del equipaje,

participábamos en las manifestaciones…

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En aquella época todos nos aplaudían.

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Las marchas en México habían sido, cuandomucho de 15 mil manifestantes. Pero ¡600 mil

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personas de todos los sectores de la poblacióny sobre todo de jóvenes! ¿Cuándo se había visto

algo semejante? En «El Angel» de laIndependencia se nos unieron muchos

contingentes.

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¡Entramos al Zócalo! ¡Estaban repicando lascampanas de catedral! Dos estudiantes de

medicina subieron con el permiso del padreJesús Pérez y también encendieron todas las

luces de la fachada. Todo el mundo aplaudía sinparar.

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Había que desacralizar el Zócalo y lo logramostres veces… Por primera vez después decuarenta años una multitud de ciudadanosconscientes de sus derechos, una multitud

indignada se hacía oír frente al balcónpresidencial, en la Plaza de la Constitución.

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«Hay que restablecer la paz y la tranquilidadpública. Una mano está tendida; los mexicanos

dirán si esa mano se queda tendida en elaire…» El presidente de la República, 1o. de

agosto de 1968.

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«La ocupación militar de la CiudadUniversitaria, ha sido un gesto excesivo de

fuerza que nuestra casa de estudios nomerecía». El rector Javier Barros Sierra, 19 de

septiembre de 1968.

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En agosto comenzaron las agresiones, elprofesor e ingeniero Heberto Castillo fue

salvajemente golpeado: desaparecieronnumerosos muchachos, hubo varios encuentros

sangrientos entre ganaderos y estudiantes.

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Nadie sabe de la inmensa soledad de un jovenentre los quince y veinte años.

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Los soldados avanzaban a bayoneta caladacomo en la películas…

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Los muchachos del Politécnico de extracción

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Los muchachos del Politécnico de extracciónhumilde y campesina siempre fueron muybravos: entre ellos los granaderos hicieron

muchas victimas y en la cárcel la mayoría delos jóvenes presos son del Poli…

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Fueron muchas madres de familia a lasmanifestaciones: las mismas que después iríana la Cámara de Diputados para protestar por la

muerte de sus hijos.

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Los camiones del Poli eran como nuestra casa,nuestro refugio. Adentro nos sentíamos

seguros. Además cada vez que la gente veía uncamión del Poli, se hacía bolita a su alrededor.

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Recibíamos a los granaderos con cohetones ybombas molotov. Ese era nuestro poderoso

arsenal.

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Señor Presidente, ¿Cómo puede ofrecer laamistad a los pueblos de la tierra, cuando no la

tenemos aquí?.

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Surgió el símbolo que pronto cubrió la ciudad,aun se coló en los actos públicos, la

Televisión: la V de Venceremos, hecha con losdedos por los muchachos al marchar en las

manifestaciones, pintadas después enautobuses, bardas…

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Nos formaron a todos con las manos en altopara cachearnos.

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A las 5.30 horas de la tarde, cerca de 5 milpersonas se reunieron en la Plaza de las Tres

Culturas de Tlatelolco para escuchar a losoradores del Consejo Nacional de Huelga…

Había mujeres, niños, ancianos sentados en elsuelo…

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Junto a la vieja Iglesia de Santiago deTlatelolco, se reunió confiada una multitud que

media hora más tarde yacería desangrándosefrente a las puertas del Convento que jamás se

abrieron para albergar a niños, hombres ymujeres aterrados por la lluvia de balas…

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Quemar camiones, secuestrarlos siempre hasido uno de los puntales de las luchas

estudiantiles… Es la única forma que tenemosde protestar contra el Gobierno; la única formade que se de cuenta de que existimos, y de que

tenemos nuestras exigencias…

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Nos formaron a todos con las manos en alto y alos que estaban greñudos los apartaban. Aun

muchacho lo hincaron y le trozaron losmechones con la bayoneta. Pensé que a mihermano Ignacio lo iban a pelar porque es

artista y anda greñudo.

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Yo estas cosas las veía en\1«\2»\3en laTelevisión. Nunca creí que las vería en realidad.

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«Ahí les va su despedida»… Y nos golpearoncomo si estuvieran quebrando piñatas.

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«¡Al Consejo Nacional de Huelga lo vamos apasar por las armas por traición a la Patria!»…

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¡Cuidado, no muevas la camilla, la herida estáen el vientre!.

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Quedaron tirados en el suelo entre girones deropa y plantas machucadas muchos zapatos,sobre todo de mujer: mudos testigos de la

desaparición de sus dueños.

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Los tanques permanecieron muchos días enTlatelolco… Aquello parecía un campo de

batalla…

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Quinientas mujeres fueron a la Cámara deDiṕutados a pedir que saliera el ejército deTaltelolco. Portaban cartelones protestando

por el allanamiento de morada.

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Mientras tanto, en todas parte había unaromería de gente buscando a sus muertos o a

sus heridos. Sólo en la Tercera Delegación nosmostraron 30 cadáveres. En las Cruces y en los

hospitales había más..

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¿Quién ordeno esto? ¿Quién pudo ordenaresto? Esto es un crimen.

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En vez de meter a los bandidos explotadores ala cárcel, México mete a su juventud.

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El doctor Eli de Gortari, profesor universitario,y el editor Manuel Marcué Pardiñas, exdirector

de Politica, revista de oposición…

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Tres líderes del Consejo Nacional de Huelga:Cabeza de Vaca, de la Escuela de Agricultura deChapingo, Félix Lucio Hernández Gamundi, del

Politécnico y Luis González de Alba, deFilosofía y Letras de la UNAM.

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La Nacha de pelo largo, el escritor JoséRevueltas con su barbita a la Ho Chi Minh,

frente a ellos El Che, Antonio Rodríguez, LaTita, El Búho, Eduardo Espinoza del valle, en

una audiencia…

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El 2 de noviembre, día de los muertos,depositamos cempasuchil y veladoras en la

Plaza de las Tres culturas… Muchos soldadosnos vigilaban pero de pronto se prendieron

miles de veladoras y surgieron gentes de entrelos arboles que comenzaron a rezar por sus

hijos masacrados el 2 de octubre en Tlatelolco.

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Primera parte.Ganar la calle

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ÚNETE PUEBLO, NO NOSABANDONES, ÚNETE PUEBLO.PUEBLO, NO NOS ABANDONES,ÚNETE PUEBLO.

• Mantas en la manifestación del 13de agosto de 1968.

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Son muchos. Vienen a pie, vienenriendo. Bajaron por Melchor Ocampo,la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo,muchachos y muchachas estudiantes quevan del brazo en la manifestación con lamisma alegría con que hace apenas unosdías iban a la feria; jóvenesdespreocupados que no saben quemañana, dentro de dos días, dentro decuatro estarán allí hinchándose bajo lalluvia, después de una feria en donde elcentro del tiro al blanco lo serán ellos,niños-blanco, niños que todo lomaravillan, niños para quienes todos losdías son día-de-fiesta, hasta que eldueño de la barraca del tiro al blanco

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les dijo que se formaran así el uno juntoal otro como la tira de pollitos plateadosque avanza en los juegos, click, click,click, click y pasa a la altura de losojos, ¡Apunten, fuego!, y se doblan paraatrás rozando la cortina de satín rojo.

El dueño de la barraca les dio losfusiles a los cuicos, a los del ejército, yles ordenó que dispararan, que dieran enel blanco y allí estaban los monitosplateados con el azoro en los ojos,boquiabiertos ante el cañón de losfusiles. ¡Fuego! El relámpago verde deuna luz de bengala. ¡Fuego! Cayeronpero ya no se levantaban de golpeimpulsados por un resorte para que los

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volvieran a tirar al turno siguiente; lamecánica de la feria era otra; losresortes no eran de alambre sino desangre; una sangre lenta y espesa que seencharcaba, sangre joven pisoteada eneste reventar de vidas por toda la Plazade las Tres Culturas.

Aquí vienen los muchachos, vienenhacia mí, son muchos, ninguno lleva lasmanos en alto, ninguno trae lospantalones caídos entre los piesmientras los desnudan para cachearlos,no hay puñetazos sorpresivos nimacanazos, ni vejaciones, ni vómitos

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por las torturas, ni zapatos amontonados,respiran hondo, caminan seguros,pisando fuerte, obstinados; vienencercando la Plaza de las Tres Culturas yse detienen junto al borde donde laPlaza cae a pico dos o tres metros paraque se vean las ruinas prehispánicas;reanudan la marcha, son muchos, vienenhacia mí con sus manos que levantan lapancarta, manos aniñadas porque lamuerte aniña las manos; todos vienen enfilas apretadas, felices, andan felices,pálidos, sí, y un poco borroneados perofelices; ya no hay muros de bayonetasque los rechacen violentamente, ya nohay violencia; los miro a través de una

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cortina de lluvia, o será de lágrimas,igual a la de Tlatelolco; no alcanzo adistinguir sus heridas, qué bueno, ya nohay orificios, ni bayonetazos, ni balasexpansivas; los veo nublados pero síoigo sus voces, oigo sus pasos, pas, pas,pas, paaaaas, paaaaaas, como en lamanifestación del silencio, toda la vidaoiré esos pasos que avanzan; muchachasde mini con sus jóvenes piernasquemadas por el sol, maestros sincorbata, muchachos con el suéteramarrado a la cintura, al cuello, vienen apie, vienen riendo, son muchos, vienencon esa loca alegría que se siente alcaminar juntos en esta calle, nuestra

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calle, rumbo al Zócalo, nuestro Zócalo;aquí vienen; 5 de agosto, 13 de agosto,27 de agosto, 13 de septiembre, el padreJesús Pérez echó a vuelo las campanasde catedral para recibirlos, toda la Plazade la Constitución está iluminada;constelada con millares de cempasúchil,millares de veladoras; los muchachosestán en el corazón de una naranja, sonel estallido más alto del fuego deartificio, ¿no que México era triste? Yolo veo alegre, qué loca alegría; subenpor Cinco de Mayo, Juárez, cuántosaplausos, la Reforma, se les unentrescientas mil personas que nadieacarrea, Melchor Ocampo, Las liornas,

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se remontan a la sierra, los bosques, lasmontañas, Mé-xi-co, Li-ber-tad, Mé-xi-co, Li-ber-tad, Mé-xi-co, Li-ber-tad,Mé-xi-co, Li-ber-tad, Mé-xi-co, Li-ber-tad.

E. P.

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No es que yo me «metiera» alMovimiento Estudiantil; ya estabaadentro desde hace mucho. Entiéndeme,yo soy del Poli; allá tengo mi casa; alláestán mis cuates, los vecinos, eltrabajo… Allá nacieron mis hijos. Mimujer también es del Poli. ElMovimiento lo traemos dentro desdehace muchos años. ¡Aquí no hayimprovisación, ni «puntada», ni «buenaonda», ni nada! No se trata de eso. Setrata de defender todo aquello en quecreemos, por lo que siempre hemosluchado y antes de nosotros nuestrospadres y los padres de nuestrospadres… Provenimos de familias de

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obreros, de gente que siempre hatrabajado, y trabajado duro.

• Raúl Álvarez Garfa, físicomatemático de la ESFM. Profesorde la Escuela Nacional de CienciasBiológicas del IPN, delegado anteel CNH, preso en Lecumberri.

MÉ-XI-CO-LI-BER-TAD - MÉ-XI-CO-LI-BER-TAD - MÉ-XI-CO-LI-BER-TAD

• Coro en las manifestaciones.

Yo le entré al Movimiento Estudiantil

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porque un día, sin más, llegaron losgranaderos a la Escuela de Bellas Artescon perros policía y cadenas y sellevaron a todo mundo preso, así, fíjate,con la mano en la cintura. ¡Y el INBA nisiquiera había dicho abiertamente siapoyaba o no al Movimiento! (Yo creomás bien que no ¿eh?). A muchosactores, esta invasión arbitraria nos hizotomar conciencia y resolvimos unirnos alos estudiantes y ayudarlos, pero deveras, no sólo yendo a lasmanifestaciones agarrados del brazo ogritando en los mítines… Entoncesconstituimos una brigada de actores deteatro.

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• Margarita Isabel, actriz.

ÚNETE-PUEBLO - ÚNETE-PUEBLO -ÚNETE-PUEBLO - ÚNETE-PUEBLO

• Coro en las manifestaciones.

La decisión que podíamos tomar no erameternos dentro del Movimiento sinoquedarnos o salimos. Desde un principiotuvimos una conciencia más o menosclara de lo que iba a suceder —larepresión, las detenciones masivas, lasmacanizas no se hicieron esperar—,

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entonces se presentó la alternativa. O«le haces al clandestino», que significatomar un boleto de avión o de tren o delo que sea y largarte, o te quedas en laciudad a ver de a cómo te toca… Todosestábamos en nuestras escuelas, Raúl enFísico-Matemáticas, yo en Filosofía, yhabíamos participado anteriormente encuestiones estudiantiles. Por ejemplo,los problemas concretos de mi escuelaeran: la Prepa Popular, los rechazados,la libertad de Vallejo, los planes deestudio y otros de tipo académico, laindependencia del Colegio dePsicología, etcétera. Desde 1967 era yoel presidente de la Sociedad de

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Alumnos pero ahora ya soy vitalicio…A partir del 26 de julio, todo cambió…Yo no soy el mismo; todos somos otros.Hay un México antes del MovimientoEstudiantil y otro después de 1968.Tlatelolco es la escisión entre los dosMéxicos.

• Luis González de Alba, delegado dela Facultad de Filosofía y Letras dela UNAM ante el CNH, preso enLecumberri.

«Hacerle al clandestino» significa nohacer nada.

• Gilberto Guevara Niebla, delegadode la Facultad de Ciencias de la

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UNAM ante el CNH, preso enLecumberri.

Pienso que la fuerza y la importancia delMovimiento Estudiantil se la dio larepresión. Más que ningún discursopolítico, el hecho mismo de la represiónpolitizó a la gente y logró que la granmayoría participara activamente en lasasambleas. Se decretó que en cadaescuela habría paros y allí mismo surgióla idea de las brigadas y de los comitésde lucha en cada Facultad. Losbrigadistas eran muchachos y muchachasde la base estudiantil que realizabantodo tipo de actividades, desde

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recolectar dinero hasta hacer mítinesrelámpago en la calle, en los barriosmás alejados, en las coloniasproletarias. Las grandes manifestacionesfueron una de las armas políticas máseficaces del Movimiento.

• Carolina Pérez Cicero, estudiantede la Facultad de Filosofía y Letrasde la UNAM .

Nunca se habían visto en Méxicomanifestaciones espontáneas tan grandesy tan extraordinariamente vivas comolas estudiantiles. Hubo una, creo, deapoyo a la Revolución Cubana, hace

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muchos años, pero no tuvo esaenvergadura. En realidad, elMovimiento Estudiantil sacudió a lasociedad mexicana y por eso el gobiernoempezó a tener tanto miedo.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,de la ESIME del IPN delegado ante elCNH, preso en Lecumberri.

Las marchas en México, habían sido,cuando mucho, de quince milmanifestantes. Pero ¡seiscientas milpersonas de todos los sectores de lapoblación, y sobre todo de jóvenes!¿Cuándo se había visto algo semejante?

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¿Cómo lo iba a aguantar el gobierno?Con razón se le botó la canica.

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Quería de laFacultad de Ciencias de la UNAM ,preso en Lecumberri.

No era tolerable que una verdaderamultitud que oscilaba entre trescientas yseiscientas mil personas desfilara porlas principales avenidas de México, elPaseo de la Reforma, Juárez, Cinco deMayo, llevando mantas y pancartas quese mofaban del «principio deautoridad». Había que aplastar laprotesta estudiantil que hacía

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tambalearse el statu quo, el PRI, elsindicalismo charro, la «momiza».

• Eduardo Valle Espinoza, Búho,delegado de la Escuela Nacional deEconomía de la UNAM ante el CNH,preso en Lecumberri.

Al marchar por las calles como lohicimos, en cierta forma vengábamos atodos los estudiantes de la provincia quefueron reprimidos antes que nos tocara anosotros; a los estudiantes de Puebla, deTabasco, de Chihuahua, de Sinaloa, deGuerrero, de Sonora, y, en cierto modo,los atropellos cometidos en Morelia, enHermosillo, en Monterrey.

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• Ernesto Hernández Pichardo, de laEscuela Nacional de Economía dela UNAM .

SOLDADO, NO DISPARES, TÚTAMBIÉN ERES EL PUEBLO

• Manta en la manifestación del 27de agosto.

La población de México consta hoy porhoy de cuarenta y ocho millones dehabitantes mal repartidos sobre unterritorio de dos millones de kilómetroscuadrados. Su tasa de crecimiento

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demográfico es de 3.6% al año (almenos esto es lo que dice el maestroLoyo) y, como cada año es mayor, en1990 habrá en nuestro país noventamillones de habitantes. El setenta porciento de ellos tendrán menos de 23años.

Esto viene a cuento porque creo quelos jóvenes campesinos, los obreros ylos estudiantes tienen pocasperspectivas dignas de vida, porque lasfuentes de trabajo se crean en beneficiode intereses particulares y no de lacolectividad. Se nos dice continuamente:«Ustedes son el futuro del país». Pero senos niega sistemáticamente cualquier

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oportunidad de actuar y participar en lasdecisiones políticas del presente…Nosotros queremos y PODEMOSparticipar ahora, no cuando tengamossesenta años…

• Gustavo Gordillo, delegado de laEscuela Nacional de Economía dela UNAM ante el CNH.

¡PUEBLO, NO NOS ABANDONES -ÚNETE PUEBLO!

• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

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Yo no entré al Movimiento; ya estaba yoadentro creo desde que nací. Ése es mimedio, es el aire que respiro y para míel Movimiento significaba defender micasa, mi mujer, mis hijos, miscompañeros.

• Ernesto Olvera. Profesor dematemáticas de la Preparatoria 1de la UNAM , preso en Lecumberri.

¡PRESOS POLÍTICOS LI-BER-TAD!¡PRESOS POLÍTICOS LI-BER-TAD!

• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

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El Movimiento Estudiantil de 1968 nonació en ese mismo año; no surgió asínomás por generación espontánea. Susdemandas habían sido planteadasanteriormente por innumerablesorganizaciones políticas revolucionariasy por importantes grupos estudiantiles.La libertad a los presos políticos es enMéxico una demanda tan vieja como elfenómeno mismo. También la lucha porderogar el artículo 145 que se refiere ala disolución social y porquedesaparezca el cuerpo de granaderos. ElMovimiento de 1968 recogió todas estasdemandas y no sólo se pronunció por la

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solución de su pliego petitorio sino quese hizo el vocero de las demandas mássentidas por los estudiantes, lostrabajadores y los intelectuales deMéxico.

Antes, en muchas partes del país, losestudiantes habían encabezado a todo elpueblo en luchas cuyo contenido generaltiene mucha relación con el Movimientode 1968. Los más importantesmovimientos de este tipo son los dePuebla en 1964, Morelia en 1966,Sonora y Tabasco en 1967… Junto a loanterior las manifestaciones desolidaridad con Cuba, Vietnam y laRepública Dominicana, movilizaron a

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grandes grupos de estudiantesprincipalmente de la ciudad de México,y la conciencia de la opresión de otrospueblos elevó el nivel de su politizacióny los hizo conscientes de su propiafuerza. Ejemplos de esto son la luchaestudiantil en Morelia, durante los añosde 1961 y 1963; el movimiento por lareforma universitaria en Puebla en 1962;la huelga de la UNAM en 1966; lasconstantes huelgas estudiantiles porreivindicaciones económicas yacadémicas realizadas en diversaspartes del país (dentro de las quedestacan las Normales Rurales); elmovimiento de los estudiantes de la

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Escuela de Agronomía de CiudadJuárez, Chihuahua, que fue apoyado porel resto de las escuelas de agronomía ypor los estudiantes del IPN, y muchasotras luchas estudiantiles.

Yo no creo que estas luchas esténaisladas las unas de las otras. Por elcontrario, creo que podemos decir que apartir de la huelga nacional de abril de1956, se abrió en México un proceso deascenso de las luchas estudiantiles. ElMovimiento Magisterial de 1958, elFerrocarrilero de 1958-1959 y lasmanifestaciones de solidaridad conCuba, fueron hechos que impulsarendicho proceso, que tiene un punto

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culminante precisamente el 1968.Probablemente el MovimientoEstudiantil espera ahora el «relevo» delmovimiento obrero y de las luchascampesinas.

• Pablo Gómez, de la EscuelaNacional de Economía de a UNAM ,de las Juventudes Comunistas,preso en Lecumberri.

Cada año los peces [PC], lospescaditos, organizan dosmanifestaciones siempre igualitas; unapor Cuba y otra por Vietnam. Se juntanfrente al Teatro Xola, o van alHemiciclo a Juárez, pegan unos cuantos

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gritos, unos cuantos «¡Vivas!», muypoquitos «Mueras», cargan sus tresmantitas, y a las ocho de la noche, con lamisma puntualidad con la queempezaron su manifestación, doblan susmantitas, guardan sus pancartas, y seregresan a sus casas. ¡De ahí no pasan!¡Yo no voy porque son rete desabridas!

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIA-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DI

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• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

Los ferrocarrileros, en 1958, estuvieronsolos. Nosotros no.

• Luis González de Alba, del CNH.

PUEBLO, ABRE YA LOS OJOS

• Cartel en la calle.

Se trata de un conflicto muy distinto alde mayo en Francia. En México no hubo

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prácticamente reivindicacionesescolares o académicas; sólo peticionespolíticas; liberación de presos políticos,disolución del cuerpo de granaderos,destitución del alcalde de la ciudad[sic], del jefe de la seguridad…

¿Puede hablarse de sólidastradiciones democráticas cuando dehecho no hay más que un partidopolítico? ¿Cuándo en las cámaras no seadmiten candidatos de otro partido osólo se aceptan algunos para dar laengañosa apariencia de una oposición?¿Y qué decir de la sólida tradición del«tapado», o sea el misterio que elpresidente en el poder y sus consejeros

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guardan hasta el último momento paraanunciar a través del Partido Oficial, elPRI, quién debe ser candidato a lapresidencia? Todo el mundo sabe enMéxico que el tapado, en ocasioneshasta ese momento poco conocido, seconvierte en unas cuantas semanas en elhombre más dotado, el más capaz, y suefigie se repite en todas las bardas, entodas las pancartas, en foquitos con loscolores de la bandera nacional, enanuncios luminosos —de frente, deperfil, de tres cuartos—, sus siglas, lasiníciales de su nombre se estampan entodos los cerros, rapan los montes enforma casi indeleble; cicatrices,

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estigmas en la tierra. Se desperdicianmillones de pesos en esta propagandapara que la masa ignorante y crédulaengulla las virtudes excepcionales delcandidato propuesto por el PRI. ¿Quépueden hacer los partidos de oposiciónante este avasallamiento, ante las sumasestratosféricas? O aliarse, o hacer unamodesta propaganda, algunos discursosque se traga el viento…

Estos trucos políticos, estas trampasson los que hastiaron a los jóvenesestudiantes que encuentran frente a ellostodas las puertas cerradas y todos lospuestos asegurados para los políticosdel PRI, a menos de que «se alínien» y

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«entren a la cargada».

• Prof. M. Mayagoitia, Carta a LeMonde, 7 de octubre 1968.

¡NO QUEREMOS OLIMPIADA!¡QUEREMOS REVOLUCIÓN!

• Exhortación estudiantil en algunosmítines.

¡ABAJO LA MOMIZA!

• Grito estudiantil.

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Es indudable que, con sus desmanescallejeros e intraescolares, losestudiantes universitarios y politécnicosdieron motivo para una intervención delas autoridades policíacas. Los atracosestudiantiles se repetían con frecuencia.Las advertencias y aun las amenazaspúblicas sobre posibles castigos habíanperdido valor y efectividad. Ladisciplina interna en las escuelas eraprácticamente nula. Obviamente, el«triunfo» estudiantil que motivó larenuncia del rector Ignacio Chávezprovocó dentro de la Universidad

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Nacional una densa y demagógicaatmósfera que hacía dominar la implícitapero operante política de «al estudiantela razón, aunque no la tenga». Muchosde nosotros, recordamos cómo unministro de la Suprema Corte deJusticia, que a la vez era presidente enturno de la Junta de Gobierno de laUniversidad, Lic. José Caso Estrada,había declarado —refiriéndose al grupode fósiles y gangsteriles líderesuniversitarios— que a los vencedores(el vencido era el rector Chávez)históricamente siempre se les otorga unpremio. El premio en este caso debíaser, de hecho, el control de la

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Universidad. Las nuevas autoridadesuniversitarias tenderían —indiscriminadamente— a congraciarsecon el sector estudiantil. La ReformaUniversitaria se anunciaba como unapanacea y los aprendices de brujocalentaban probetas y calderos, hacíansus mágicas mixturas, proclamaban lademocracia con base estudiantil, hacíanllamados a los jóvenes para que éstosdieran sus luces en programas deestudios, proyectos de mejoramiento,selección de profesores y directores.Hasta se llegó a plantear: «¿Por qué nohabría de ser rector un estudiante?».Toda regla disciplinaría se consideraba

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de antemano como antipedagógica.Había que ser comprensivos,condescendientes, dóciles ante unajuventud cuyos posibles defectos odesorientación eran sólo resultado delos pecados y aturdimientos de losviejos. Había que pagar cristianamentenuestras culpas. Sonaba la hora delarrepentimiento. Los padres tienen loshijos que se merecen. Mea culpa, meaculpa, mea culpa.

• Gerardo Hernández Ponce,maestro de la Preparatoria número2 de la UNAM .

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Mi papá toda la vida se la pasadiciéndome que él fue muy buen hijo yeso… Entonces yo me pongo a pensar:¡Caray!, ¿qué, yo soy un ser raro oneurótico, o qué? En su afán de crearnosarquetipos, los adultos nos presentanunas formas abstractas totalmenteperfectas y, ¡zas!, se corta lacomunicación. Yo me pongo a pensar:Caray, mi jefe, según él, todo lo hizobien, y yo, según él, todo lo hago mal.Por eso yo tengo mala comunicación conmi papá por más que lo intento. Cuandomi jefe empieza con su «Yo, a tu

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edad…» y las arañas, me dan ganas deecharme a dormir.

• Gustavo Gordillo, del CNH.

Los jóvenes están enojados. Tienenderecho a construir su mundo. Estájustificado su furor. Hay quereconocerlo con humildad y esto es sólouna forma de purgar nuestros defectos ydeficiencias. Nuestra herencia es mala,nuestra actitud hacia la vida pésima.Hemos engendrado una juventudrebelde, incomprendida, sin un presentey un futuro libres y soberanamenteelegidos. Tendríamos nosotros mismos

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que rejuvenecer, implorar que se nosaceptara, cubrir nuestras canas y arrugascon afeites; entrar en la onda; ocultarnuestro jadeo tras los primeros pasos deun nuevo baile. Aparentar comprensión,arrepentimiento y, sobre todas las cosas,maniobrar para mantener el puesto o depreferencia mejorarlo. La popularidad yla aceptación entre los jóvenesconstituye el más profundo y vehementedeseo. Hay que lograrlo pero ¿cómo?

• Pedro Tamariz, maestro de laEscuela Erasmo CastellanosQuinto.

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—Oye tú, greña brava, ¿qué no te dipara la peluquería?

• Juan López Martínez, padre defamilia.

Cada uno se encierra en su medio. Losadultos ven cualquier cosa de lajuventud como una agresión a susprincipios y a sus bases morales. Así seexplica ese ilógico ataque, por ejemplo,a las melenas. ¿Qué tienen que ver lasmelenas con la decencia o qué tienenque ver con que uno sea malo o sea

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bueno? A mí me da mucho gusto andarcon la melena larga y no por eso voy aser homosexual o femenino o qué se yo.Los adultos quieren centrar en lalongitud del pelo el sexo o la decencia.

• Gustavo Gordillo, del CNH.

Mis «rucos» consideran que susprincipios son inmutables.

• Gabriela Peña Valle, de la Facultadde Filosofía y Letras.

¿Por qué andas tan rabona? Además, nosabes sentarte. Yo me moriría antes que

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usar una falda así.

• Mercedes Fernández de Cervantes,madre de familia.

¡Ciento cincuenta pesos por esa falda!¡Pero si no tiene ni treinta centímetrosde largo!

• Elsa Treviño de Zozaya, madre defamilia.

¿Por qué no mejor sales en cueros?

• Sofía Arrechiga de Toscano, madrede familia.

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La Universidad Nacional y el InstitutoPolitécnico crecen arrolladoramente. Lapoblación escolar en ambasinstituciones sobrepasa ya —en términosrelativos— los límites alcanzados encualquier otra parte del mundo. Elrendimiento académico señala cifrasdesconsoladoras y la calidad yproductividad politécnicas yuniversitarias no pueden ser de más bajonivel.

Claro que esta situación —que siguesiendo vigente y aún empeora— nopuede ser la resultante de una sola ybien definida causa. Son muchas ycomplejas y si se enumeran algunas no

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se intentan jerarquizar ni limitar:prostitución como actividad pública yvía eficaz de control gubernamental,obrero y campesino; malos alumnos ypeores maestros, falta de acción yejemplaridad en la familia; carencia deuna profunda vida intelectual;inexistencia de partidos políticosatractivos y promotores de actitudescívicas independientes; desigualdadessociales con miseria y riqueza extremase insultantes; inexorable dependenciacolonial que penetra, envilece ydistorsiona todos los aspectos denuestro desarrollo; la imagen hiriente deun panorama internacional caótico,

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injusto y sangriento.En resumen, un complejo ámbito en

donde no hay claridad, en donde lo pocopositivo es lento e insuficiente. Laesperanza siempre superada por losestigmas de una realidad dolorosamentepresente y desoladora. Esto ha sido y esel alimento de cada día para jóvenes yviejos. ¿Qué podemos esperar denuestros jóvenes? ¿Qué nos atrevemos aexigirles? ¿Qué estamos dando yrecibiendo los viejos?

Por supuesto que el MovimientoEstudiantil de 1968 en México estabadesorientado y su estallido nos pareciódesproporcionado al incidente callejero

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que le dio origen. Pero ¿quién no estabadesorientado? ¿Cuál es la verdad quedebe prevalecer? ¿Qué es lo queofrecemos y qué es lo que pedimos? Sino podemos encontrar pronto un buencamino, hay por lo menos algo quedebemos afirmar con total honestidad:tragedias como la del 2 de octubre en laPlaza de las Tres Culturas en Tlatelolcovienen a engrosar la venda en los ojos ya ensangrentar la falta de esperanza.

• Pedro Ramírez Arteaga, profesorde Filosofía de la Universidad deHermosillo, Sonora.

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Mis viejos son unos asnos solemnes, ymis maestros también.

• Vera Pomar Bermúdez, de laEscuela de Odontología de laUNAM .

En los únicos momentos en que me llevobien con mis papas es cuando vamos alcine, porque entonces nadie habla.

• Victoria Garfias Madrigal, de laFacultad de Ingeniería de la UNAM .

Ahora te das cuenta de por qué soy

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hippie.

• Eduardo Parra del Río, hippie.

A mí me encanta la juventud de hoy, sumoda, sus canciones, su libertad, su faltade hipocresía, su manera de enfrentarseal amor y de vivirlo. Prefiero a losBeatles que a Beethoven. ¿Cómocomparar «I'll be mine» de John Lennon,«The fool on the hill» de Paul MeCartney con los románticos de miépoca? Yo viví sentada en el blancodiván de tul de Agustín Lara, con mi piechiquito como un alfiletero descansandoen un cojinete; me cantaban, «Mujer,

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mujer divina» y el hastío era pavorrealque se aburría de luz por la tarde. No séqué hubiera dado porque me dijeran envez de «y te has vuelto medrosa ycobarde», «See you later, alligator, aftera while crocodilo», y porque lasrupturas se limitaran a:

Bye bye lovebye bye happinessHello lonelinessI think l'm gonna cry.

• Luz Fernanda Carmena Ochoa,madre de familia.

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Nosotras éramos unas mosquitasmuertas, unas «quiero y no puedo»;cuando nos gustaba un muchachofingíamos que no; la vida transcurríaentre zozobras, recaditos, correveidiles,puntapiés debajo de la mesa, sainetes,«No metas la pata» y componendas de atres por cinco. Todo lo hacíamos aescondidas y yo tengo la sensación dehaber vivido así, a escondidas; lograndolo que deseaba a hurtadillas comocuando niña robaba la mermelada de laalacena de las conservas y cerrababruscamente el armario con el terror de

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que alguien me hubiera visto… Por esome gusta la vida de los jóvenes; prefieromil veces la vida de mi hija a la que yollevé. Sé que mi hija no me dicementiras.

• Yvonne Huitrón de Gutiérrez,madre de familia.

Yo soy hijo de obreros. En la noche, mispadres están demasiado cansados parahablar. Comemos. Nos dormimos. Conquienes hablo es con los «ñeros» en laNocturna.

• Elpidio Canales Benítez,mandadero de Ayotla Textil.

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Ni siquiera entre sí hablan mis papás.En mi casa no se usa platicar. ¿Por quéhabían de hablar con nosotros?

• Hermelinda Suárez Vergara, delsalón de belleza Esperanza.

En la casa, tenemos tele.

• Rodolfo Nieto Andrade, de laVocacional 1 del IPN.

¿Comunicarme con mis jefes? ¿Quémamadas son ésas?

• Javier Garza Jiménez, de la Escuela

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de Ciencias Políticas de la UNAM .

En el Poli yo nunca oí términos como«momiza» , «fresiza», «onderos» ydemás monerías. Nunca se nos habló dela generación «sandwich», la de lospadres aplastados entre sus hijos y suspropios padres como una rebanada dequeso de puerco. Quizá en la UNAM seemplee este lenguaje, pero a mí meparecen más bien términos deintelectuales o de pequeños grupos quequisieron acercarse al Movimiento,estar «in». Nosotros hablamos a purasgroserías, eso sí, empleamos más bien el

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lenguaje de los albañiles cuandodiscutimos entre nosotros.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Preveíamos los cocolazos, lasdetenciones masivas, estábamospreparados para la cárcel, bueno, más omenos, pero no previmos la muerte.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

¡LIBERTAD-VALLEJO-LIBERTAD-VALLEJO! ¡LIBERTAD-VALLEJO-LI-

• Coro en la manifestación del 13 de

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agosto.

Durante el Movimiento, cuando losgolpes se habían sucedido uno tras otro,ya había compañeros desaparecidos,muchos encarcelados, las asambleasdisminuían, muchos desertaban, habíatanques y bayonetas en donde quiera, yahabía sucedido lo del Casco de SantoTomás —el choque más sangriento ymás pavoroso antes de Tlatelolco—, losestudiantes llevaban a sus heridos a laEscuela Superior de Medicina para queno se los arrebataran y desaparecieranlos granaderos y los soldados; ese día

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me entró la murria. De pronto pensé: «Yyo ¿qué estoy haciendo aquí?»… Aquíestoy ahora, tirado en mi cama, viendohacia el techo y de pronto he decididoque no me importa si se inicia o no eldiálogo con el gobierno, si alguien llegaa oponerse a él con argumentosabsurdos, si corren a Cueto o salen lospresos; tú estás lejos y ni siquieraestarás enterada de lo que aquí sucede; yyo podría estar contigo, ser como tú,llevar una vida dedicada a mi profesión,concentrarme en un área reducida queconocería a fondo; me preocuparía porlas últimas investigaciones ydescubrimientos que se publican en las

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revistas especializadas… Ese día, sentíderrumbarse las áreas de mi vida que enlos últimos años habían sido másimportantes.

• Luis González de Alba, del CNH.

¡Ya estuvo bueno de agarrarnos de susperritos! Todo porque queremos lo quedice la Constitución, que nos permitanprotestar, que todos puedan ir a laescuela, que se acabe la pobreza, comola que se ve en los pueblos a que noslleva mi mamá.

Después de lo de Tlatelolco, miscuates y yo vamos a llevar piedras y

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palos y si encontramos un granadero oun soldado solo, le «arriamos».

• Rodolfo Torres Morales, niño deonce años, 1er. año de secundaria.

Para mí esto ha sido el horror de darmecuenta cómo puede la civilizaciónpermitir algo semejante: Tlatelolco, lamuerte, lo irracional, la prisión, y, porotra parte, darme cuenta de la fuerza quepuede uno sacar de una misma por elamor a un hombre.

• Artemisa de Cortar, madre defamilia.

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¡Es triste tener que morir tan joven! ¡Sino te hubieras metido de agitador,ahorita estarías libre y tranquilo!

• Un oficial al delegado por laEscuela de Chapingo ante el CNH,Luis Tomás Cervantes Cabeza deVaca, en el Campo Militar número1.

MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉX1CO-LIBERTAD-MÉXICO-LI-

• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

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Yo soy de la UNAM y allá se maneja unlenguaje académico, de grupo. Aquí laeducación es clasista. Ya desdechamaco siempre he andado en pandilla,con los hijos de los trabajadores de mipapá, que es ingeniero y cuando salía abrigadas yo me hacía entender, pero muypronto noté que los muchachos, deCiencias Políticas por ejemplo, comoPaco Taibo, al entrar en contacto con lagente del pueblo, sobre todo alprincipio, hablaban de lucha de clases,de bienes de producción en manos de laburguesía, la clase en el poder y otrasmadres, y nadie los entendía. No había

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comunicación. Al contrario, selevantaba un muro de desconfianza. Lomismo pasaba con Humanidades. Lasmuchachas de Filosofía regresaban delas brigadas todas monas, todassonrientes y nos decían: «Compañeros,hoy fuimos a ver a los obreros y fueretebonito, retemocionante. Les dimossu volante: Toma obrero, toma obrero,toma obrero». Los obreros decían: «¿Yahora éstas qué se traen?». Y losestudiantes les parecíamos mediopayasitos, si no es que pendejitos. Yofui testigo de que el lenguaje fuecambiando, o mejor dicho, de quefuimos encontrando un lenguaje común,

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y ésta es la experiencia más bonita quesaqué del Movimiento… Poco a poco elpueblo nos empezó a enseñar su modode hablar y los aplausos nos indicabanque nos entendíamos. Empezamos aconocer México y su triste realidad.Todo esto lo vivíamos diariamente en labrigada. Una vez, en un mercado por ellado de Ixtapalapa, fuimos a«volantear». Después me tocó hablar yal terminar una viejita, pero viejitaviejita, me dio unos pesos liados en unpañuelo o en un trapito. A mí meconmovió mucho y le devolví el dineroporque a ella le hacía más falta que anosotros, pero toda la vida recordaré su

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mano arrugada, el pañuelo arrugado, elrostro ruquito volteado hacia mí… Enotra ocasión los de Físico-Matemáticasy los de Ciencias hicimos un mitin enXochimilco, Todos estábamosconmovidos ante la respuesta de lagente. ¡Juntamos a seis mil!

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

Nosotros decidimos recurrir a lo únicoque sabemos hacer: actuar. Dijimos:«Vamos a tratar de hacerle comprendera la gente qué es el Movimiento, qué

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quieren los estudiantes, cuáles son losseis puntos, vamos a demostrar que noson vándalos ni salvajes». ¿Cómo?:actuando. Desde el primer momento elgrupo de Teatro de Bellas Artesdecidió: «No nos podemos quedar conlos brazos cruzados. Hay que hacerlepublicidad al Movimiento». Entoncesfuimos a la Lagunilla, a la Merced, aJamaica, a todo ese tipo de mercados,además de organizar brigadas a plazas,parques públicos, dos o tres fábricas(eso sí, muy poquitas), cafés, fondas, yallí sin más ni más nos soltamoshablando con la gente. También en loscamiones de pasajeros, en los tranvías,

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en los trolebuses, comenzábamos ahablar en voz alta, de modo que la gentenos oyera. Hacíamos «encuentros»,¿ves?, happenings. Por ejemplo yollegaba a un puesto de periódicos ypedía un periódico y al instante llegabatambién una señora muy nice, muyburguesa con sus aretitos, su collarcitode perlitas, de esas que hacen sumercado cada quince días, y que no erasino otra compañera actriz. Ella tomabaun periódico del estante y decía en vozalta como tanta gente que comenta algoal comprar un periódico:

—Estos locos estudiantes toda lavida haciendo nada más borlotes, miren

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nada más, y una que vive tan tranquila ytan pacíficamente en México sin metersecon nadie. A ver ¿qué es lo que quieren?Molestar, nada más. Mo-les-tar, eso es.Para mí que son comunistas, eso es loque han de ser.

Entonces yo, con mis botas y miminifalda, me le ponía al brinco:

—Señora, me va usted a tener queaclarar qué es lo que está diciendoporque está diciendo estupideces, fíjese,¿cómo la ve?

Y yo alzaba la voz. Entonces ella mela alzaba más. Y yo la alzaba más aúnhasta que acabábamos a gritos. Seempezaba a juntar la gente porque un

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pleito a todo el mundo le interesa, ¿no?,y además se ponía la cosa tan al rojovivo que parecía que iba a habercachetadas y de hecho llegó a haberlas.Siempre al principio cundía el silencioen nuestro público, hasta que de repente,cuando menos lo sentían, empezaban atomar parte y un señor decía:

—Oiga señora, esta muchacha tienerazón, fíjese, tiene razón porque usted noconoce ni los seis puntos que estánpidiendo los estudiantes. Son éstos yéstos y éstos y éstos…

Y este señor no era actor ni nada.Pasaba por allí y se detuvo porqueseguramente estaba también sufriendo en

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carne viva el problema estudiantil porequis razón. Entonces dejábamos hablaral compañero, que no sabía que eranuestro compañero, y muchas veces losespontáneos que intervinieron estabanmucho más politizados que nosotros yhacían una labor mucho más eficaz. Casisiempre todo el mundo acababa a favormío y a «la catrina» le iba de la patada;la corrían, pinche vieja rota, sáquese deaquí, usted qué sabe, pinche rota, y lapobre actriz salía por piernas siempre.Resulta que en realidad ella pensabacomo nosotros pero era la mártir delhappening.

• Margarita Isabel, actriz.

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¿Sabes?, las brigadas eran la vida delMovimiento. La gente iba a lasmanifestaciones por las brigadas. ¿Porqué seguía toda la gente a losestudiantes? Por las brigadas, porqueantes habíamos «volanteado» en loscamiones, los trolebuses, los mercados,los grandes almacenes, los talleres, lasesquinas en las que hacíamos mítinesrelámpago y nos pelábamos hechos lamocha apenas olíamos un granadero…¡Jijos, cómo me acuerdo yo de lasbrigadas!

• Salvador Martínez de la Roca,

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Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

Yo empecé a trabajar en el Movimientoa partir de agosto. Me hice amigo delrepresentante de la Vocacional 7 ante elCNH, me nombraron jefe de una brigadade dieciséis chavos: diez hombres y seismujeres: la brigada «Che Guevara», unabrigada a toda madre. Hacíamos pintas,mítines relámpago, recolectábamosdinero en los camiones, en la calle, enlos mercados. Yo pocas veces estaba enla Vocacional 7, siempre fuera, debrigada. No, yo no soy estudiante, perosoy joven; era yo comerciante, vendía

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ropa, pero me atrajo mucho elMovimiento Estudiantil, su pliegopetitorio, la posibilidad de que cesara larepresión policiaca y la arbitrariedad enque vivimos todos. La primera vez quehicimos un mitin fue en el mercadogrande de Tacuba. Logramos juntar tresmil personas y como enfrente está la 9a.Delegación fuimos atacados por lospolicías y todos los comerciantes seencargaron de repeler el ataque conpalos y piedras, jitomatazos yromanitazos (la romanita es unalechuga). Esto nos emocionó un chorro.

• Antonio Careaga García, vendedorde ropa.

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La calle se ganó cuando entramos alZócalo el martes 13 de agosto, porquese rompió un tabú… Todos decían quenunca llegaríamos al Zócalo.

• Salvador Martínez de la Roca, Pinodel Comité de Lucha de la Facultadde Ciencias de la UNAM .

CHE CHE CHE GUEVARA CHE CHECHE GUEVARA CHE CHE CHE GUE-

• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

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Una manifestación sin policías es unamanifestación pacífica.

• Manifiesto publicado en El Día, el12 de agosto de 1968 y firmadopor el Consejo Nacional de Huelgay la Coalición de Maestros deEnseñanza Media y Superior Pro-Libertades Democráticas.

Ya habíamos hecho una manifestacióndel sur hacia el centro, otra del nortehacia el centro. Ahora —en esta terceramanifestación— teníamos que llegar alcorazón mismo de la vida del país alZócalo. Teníamos que entrar a una delas plazas más imponentes del mundo

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(¡hasta De Gaulle se emocionó!) y gritarbajo los balcones, ese balcón al que seasoma el presidente y se expone a lapública veneración sólo en fechashistóricas. Teníamos que gritarle a lafigura paternalista, al dador de la vida,al gran Tlatoani, a nuestro papacito, aDios, todas nuestras exigencias, todanuestra indignación, todos los insultosque se nos venían a la cabeza. ¿Por quéno? No en balde habían destrozado lapuerta de San Ildefonso con su bazukazo—400 años de madera viva, tallada,hermosa—, no en balde habían ocupadoescuelas, golpeado estudiantes, maestrosy transeúntes al parejo, no en balde

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habían tomado las universidades deMichoacán, de Puebla, de Sonora, deTabasco, y aplastado las demandas deSinaloa, Durango, Nuevo León… Porprimera vez una multitud indignada, unamultitud de ciudadanos conscientes desus derechos, se hacía oír.

• Luis González de Alba, del CNH.

LOS PROFESORES REPROBAMOSAL GOBIERNO POR SU POLÍTICADE TERROR

• Manta de la Coalición deProfesores de Enseñanza Media ySuperior Pro-LibertadesDemocráticas en la manifestación

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del 13 de agosto.

ÚNETE-PUEBLO - ÚNETE-PUEBLO -ÚNETE-PUEBLO-ÚNETE-PUEBLO-

• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-

• Coro en la manifestación del 13 deagosto.

LIBROS SÍ - BAYONETAS NO

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• Cartel en la manifestación del 13de agosto.

AL HOMBRE NO SE LE DOMA, SELE EDUCA

• Cartel en la manifestación del 13de agosto.

Llegó la manifestación del 13 de agosto,todo México estaba enterado y sabía desu realización por medio de lasbrigadas. La manifestación resultó elmayor éxito político obtenido hasta esedía. Esperábamos cincuenta mil gentes y

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el Zócalo se llenó con doscientascincuenta mil. En ese mitin, el CNHfinalizó diciendo: «Volveremos alZócalo y vendremos el doble queahora». Esta afirmación implicaba unaobligación para nosotros los brigadistas.El trabajo sería duro y desde luego lasbrigadas aumentaron enormemente.Empezaron a salir grupos de doscientosa cuatrocientos estudiantes. Losmaestros se nos juntaron y nosacompañaban, aunque ya desde antes lohacían, y esto nos daba confianza yresponsabilidad. En las escuelas nosorganizábamos en la siguiente forma: alterminar las asambleas nos reuníamos en

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tres salones y nos poníamos de acuerdosobre los lugares a que debía dirigirsecada brigada, nos repartíamos los botespara recolectar el dinero y lapropaganda que necesitábamos. Esinteresante señalar que para esos días serepartían aproximadamente seiscientosmil volantes diarios y juntábamos de mila dos mil pesos diarios. Además en losmítines relámpago ya no sólohablábamos nosotros, sino queinvitábamos al pueblo a tomar lapalabra. Con su lenguaje claro, franco ydecidido, nos decían que estaban connosotros. Ésa fue la época de oro delMovimiento —del 12 al 27 de agosto—.

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Una vez hasta habló un locutor bienfregón en un mitin relámpago en laAvenida Juárez. Claro que yo lo traíaagarrado del cinturón, pero dijo: «Yoestoy de acuerdo con el Movimiento,porque es humano», y quién sabe quétanto. Yo ni le puse mucha atención,porque no trago a los locutores. Despuésal bajarlo de la camioneta —porquedesde el techo estábamos hablando—, ledije: «Ahora que ya dijiste tu sarta debabosadas, ahora azótate con cienpesos». Y nos dio los cien chuchos.

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

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SAL AL BALCÓN, HOCICÓN - SALAL BALCÓN, HOCICÓN - SAL ALBALCÓN, HOCICÓN - SAL ALBALCÓN, BOCÓN

• Coro o «porra» injuriosa en lamanifestación del 13 de agosto, ala que asistieron entre 250 y 300mil manifestantes en el Zócalo.

Cuando terminó la manifestación del 13,de todas las bocacalles salía gente conbanderas, muchachos y muchachas que

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doblaban las mantas, las extendían entredos como si fueran sábanas, guardabancarteles y se subían a los camiones desus escuelas, ya atestados, para regresara la guardia en las azoteas, a la tortaentre las tres y las cuatro de la mañana,los tacos a las volandas en una taqueríade Insurgentes, el café caliente, la risa,la felicidad que da el triunfo. Todoséramos felices… No sé por quéapagaban el alumbrado público, ynosotros regresábamos del Zócalo aoscuras y recorríamos Juárez, laReforma, guiándonos por la luz de losfaros de los coches… ¡Era magnífico!¡Era un sueño! ¡Reíamos! Relatábamos

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anécdotas, contábamos puntadas de unosy de otros.

• Luis González de Alba, del CNH.

Yo creo que si en alguna de las vecesque fuimos al Zócalo, el Presidente saleal balcón y le hace frente a la multitud, apesar de las porras injuriosas, losinsultos, la violencia, los «muera»,habría logrado dividir y se hubieraganado a muchos compañeros. Losjóvenes son mucho más dúctiles de loque se cree y les hubiera impresionadoeste gesto. Aquí en México los gestosson siempre significativos; la mano

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tendida, la bandera a media asta,etcétera. Pero le faltó salir al balcón. Yosiempre sostendré que al presidente loaconsejan sus peores enemigos.

• Leonor Vargas Patrón, maestranormalista.

En vez de decir que el rencor no anidaen su pecho y las ofensas no le hacenmella ¿no hubiera sido mejor hablarles alos estudiantes desde su balcón?

• Alicia Sarmiento de Gómez, madrede familia.

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Después de pasarnos todo el día en unabrigada, me daba risa y coraje regresara CU y asistir a una asamblea para oírlos piques entre grupos y ver que loscuates tardaban cinco horas en sacar unapinche resolución. Nosotros salíamos abrigadas y nos dábamos en la madre conla raza. Los teóricos no salían abrigadas; se quedaban encerradoscotorree y cotorree nomás perdiendo eltiempo. Hablaban, por ejemplo, de lospresos políticos. Nosotros, losbrigadistas comenzamos a entender loque eran los presos políticos cuando nos

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empezaron a perseguir sin queestuviéramos haciendo nada ilegal… Anivel de base, todos éramos amigos:Poli, UNAM, Chapingo. Pero en el CNH,que maoístas, que trotskos, queespartortas, que los «peces» [PC], ¡quédesmadre! Yo era de la base y sé quenosotros hubiéramos aceptado eldiálogo con el que fuera y el CNH, no,que no se podía aceptar el diálogo conningún funcionario que estuviera en larepresión. ¡Si el gobierno entero era larepresión! En las asambleas seaventaban peroratas de más de una horasobre Althusser, Marx y Lenin pero nodecían lo que a la raza le interesaba.

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Qué vamos a hacer mañana. ¡Purasjaladas! Estaban derrotados porprincipio porque eran teóricos y se lapasaban explicándonos por qué elgobierno no podía resolver el pliegopetitorio. ¡Y es que en la UNAM, haycada escuelita! En Ciencias Políticas,esa pinche escuelita, hay muchospriístas. Allí los chavos piensan que vana ser diplomáticos, diputados y quepueden llegar hasta a ser presidentes.¡No me lo diga, sírvamelo! En laFacultad de Derecho, todos sonpresidentes en potencia. Eso sí, en losprimeros años son chavos muyrevolucionarios, pura pantalla; manejan

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un lenguaje que olvídate, que latecnocracia, la humanización de laciencia, el-arte-la-ciencia-la-técnica-al-servicio-del-pueblo, y demás madres.En esos años tienen una formaciónmarxista leninista a muerte y al final noson más que unos pinches burócratasporque ni en Economía ni en Derecho nien Ciencias Políticas, ni en Filosofía yLetras ni en Humanidades van a resolverproblemas concretos del país…Dirigentes con esa formación hablabanmucho y yo tenía ganas de darles hastapor debajo de la lengua, porque meparecía que tenían un papel negativo enel Movimiento.

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• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

Yo vivo en Ciudad Sahagún y todos losdías vengo en camión de segunda,México-Teotihuacán-Otumba-Apan-Calpulalpan y ramales, y salgo de micasa a las cinco de la mañana para estara las siete en la Vocacional 1, la queestá en Peluqueros y Orfebrería. Todoslos días mis papas me dan doce pesospara mis camiones, cinco de ida y cincode vuelta —porque el de primera cuestaseis cincuenta— y dos para movilizarmeaquí en la ciudad. Cuando por primera

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vez me enteré del MovimientoEstudiantil fue porque no pude presentarpruebas finales de matemáticas, física,química, taller de electrónica, dibujo,tecnología y demás y me dio hartocoraje porque sabía mis materias.¡Huelga! Cerraron la escuela. Penséregresar pronto —porque todo estosucedió la segunda semana de agosto—pero mi papá no me dejó venir deSahagún: «¡Muchachos revoltosos!». Yami jefe había oído por radio que erapuro revoltijo. No me dio para lospasajes y ni modo. Todos mis amigosfueron a los mítines de la Vocacional,murieron dos y de mi salón —segundo

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de Vocacional— metieron como acuatro a la cárcel, entre ellos a Luna quenos contó después que a él le tocaronmuchos garrotazos… Mi papá me dijo:«¡A mí todo me ha costado demasiadotrabajo para que tú vayas a México aandar de vago!». Mi papá es obrero dela Constructora Nacional de Carros deFerrocarril.

• Andrés Montano Sánchez,estudiante de Ciencias Físico-Matemáticas de la Vocacional 1.

Es difícil que el gobierno dé solución alas demandas. El gobierno siempre ha

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dicho: «No nos presionen yconcederemos las demandas que ademásnos parecen justas». Esto mismo lesdijeron a los médicos en 1965«Regresen a sus hospitales, atiendan asus enfermos —es criminal no atender alos enfermos—, y como tienen razón ensus peticiones de elevación de salarios,cuando estén ustedes otra vez en suspuestos, les aumentaremos su salario».Volvieron al hospital y ¿qué pasó? Losdirigentes fueron encarcelados, huboceses, despidos en masa, vigilanciapoliciaca y mayor control de loshospitales. ¿Y Vallejo? Si levanta suhuelga de hambre puede que salga libre.

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¿Y la huelga de hambre en diciembre de1969 en Lecumberri? Si la suspendensaldrán los presos por los disturbios de1968. Pero nada de presiones, nada depresiones. El gobierno no actúa bajopresión, el gobierno nada concede si sehacen mítines, manifestaciones…Paciencia, paciencia, y entonces quizásí… puede que… a lo mejor… Elgobierno sabe ser generoso con los queesperan… ¿No es eso lo que lesaconsejan a los que quieren hacercarrera política? Aguante amigo,aguante… Apechugue con todo…Aguante, aguante…

• Isabel Sperry de Barraza, maestra

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de primaria.

El Gobierno de la República está en lamejor disposición de recibir a losrepresentantes de los maestros yestudiantes de la UNAM, del IPN y deotros centros educativos vinculados alproblema existente, para cambiarimpresiones con ellos y conocer enforma directa las demandas queformulen y las sugerencias que hagan, afin de resolver en definitiva el conflictoque ha vivido nuestra capital en lasúltimas semanas y que ha afectado enrealidad, en mayor o menor grado, a

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todos sus habitantes.

• Luis Echeverría, Secretario deGobernación, 22 de agosto de1968.

A LA OPINIÓN PÚBLICA:Los doscientos cincuenta mil

estudiantes y maestros en huelga por laconsecución de nuestro pliego petitoriode seis puntos, hemos conocido de lainiciativa del Poder Ejecutivo pararesolver este conflicto que tanto afecta atodo el país y en especial a nosotros losestudiantes y maestros.

Confiamos en que ahora el diálogo

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público en el que desde un principiohemos insistido no sea de nuevorehuido, y que para ello el PoderEjecutivo designe a los funcionarios queconsidere competentes para llevarlo acabo con los únicos representantes delos estudiantes y maestros: ConsejoNacional de Huelga y Coalición deMaestros de Enseñanza Media ySuperior Pro-Libertades Democráticas,respectivamente.

A la mayor brevedad posible, elGobierno de la República tiene laobligación de solucionar este problemay para ello debe fijar lugar, fecha y horapara iniciar las pláticas con la única

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condición de que sean públicas.[Firman muchas escuelas

tecnológicas del IPN, la 2, la 3, la 4, la6, la 7, las Vocacionales 1, 2, 4,etcétera, muchas escuelas de la UNAM,la Universidad Iberoamericana, LaEsmeralda, el Conservatorio, la Escuelade Periodismo Carlos Septién García, laAcademia Mexicana de la Danza delINBA y finalmente la UniversidadVeracruzana.]

• El Día, 23 de agosto de 1968.

—¿Qué una llamada telefónica puedeconsiderarse diálogo público?

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• Discusión de cinco horas en elseno de una Asamblea del CNH y labase en el Auditorio de Filosofía yLetras.

DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GODIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-

• Coro en las manifestaciones.

Hace cincuenta años que el gobiernomonologa con el gobierno.

• Roberto Escudero, delegado de laFacultad de Filosofía y Letras ante

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el CNH.

En las sesiones, los universitarios sesentían obligados a politizar a lospolitécnicos. Explicaban tendenciasfilosóficas, tácticas revolucionarias,métodos de convencimiento. Nohablaban de la próxima manifestaciónsino de Lenin, Marcuse, la pugna chino-soviética, el imperialismo y otros temasque ponían a la mayoría de losdelegados al borde del estallido. Lospolitécnicos querían obtener lasatisfacción de las demandas, eso y nadamás, y los universitarios, sobre todo el

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ala de Humanidades, querían demostrarque el gobierno era rígido, reaccionarioy que la tarea del CNH era hacerle ver alMovimiento Estudiantil esta realidad yenfrentarlo a ella.

• Gustavo Gordillo, del CNH.

Ya no tenía nada que hacer, entré a mirecámara, me desvestí y tomé un libropara leer un rato. La cama erademasiado blanda y tardé en calentarme,porque no encontré la maldita piyama.Abrí El hombre unidimensional y lleguéhasta la página cinco. Con lo que mehabía aburrido Eros y civilización y

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ahora tener que leer otro libro deMarcuse, todo porque a Díaz Ordaz sele había ocurrido hablar de «losfilósofos de la destrucción…».

• Luis González de Alba, del CNH.

Bien concretito.

• Petición, que se hizo famosa, delfísico-matemático Raúl ÁlvarezGarín, del IPN, que se desesperabaante las interminablesdisquisiciones del ala deHumanidades, Ciencias Políticas yDerecho de la UNAM .

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—¿Por qué llegaste tan tardeanteanoche?

—Porque hicimos una pinta.—¿En dónde pintaron?—En el Palacio…—¿En el Palacio de Hierro?—No, allí no.—Entonces, ¿en cuál palacio?—En Palacio.—¿En Palacio Nacional?—Sí.—¡Por Dios!, ¡están locos de

remate! ¡Los pueden matar! ¿Qué lespasa? Están totalmente virolos…

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—Somos inmortales… Además todolo tenemos rebién estudiado, la hora,quién echa aguas, el coche andando, lacantidad de pintura, tú olvídate mi viejaque pa' pintas, somos expertazos.

—Ay, no es cierto, no te creo. Pero¿quién les dijo que hicieran eso?

—Por ai, por ai…—Y anoche, ¿qué hiciste? También

llegaste tardísimo…—¡Ah!, anoche fuimos al Capri…—¿Al Capri? ¿A qué?—Por puntada. Es una tumba

aquello, puros muertos haciendo que sedivierten, puras calacas brindando y unpinche show del año del caldo,

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gachísimo… íbamos con tres cuentos ynos pelamos Oswald, Javier y yo sinpagar la cuenta. Se lo merecen portarados…

—Ay Jan, se están muriendomuchachos, hay desaparecidos, sucedencosas muy graves y tú una noche hacesuna pinta y a la otra vas al Capri y tesales sin pagar. ¿Qué les pasa? Deveras, están locos…

—No mana, así es esto. ¡Son ondasque nos entran!

• Jan Poniatowski Amor, estudiantede la Preparatoria Antonio Caso.

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Un estudiante de 19 años de edad —LuisGonzález Sánchez— perdió la vida amanos de un policía, el 17 de noviembrede 1968, por el delito de sersorprendido pintando propaganda delMovimiento en una pared, cerca delPeriférico.

• Excélsior, 18 de noviembre de1968.

Yo nunca he pensado realmente enZapata como en un símbolo estudiantil,un emblema. Zapata ya está integrado a

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la ideología burguesa; ya se lo apropióel PRI. Quizá por eso, en un principio,en nuestras manifestaciones escogimosal Che. ¡El Che nos unía también a todoslos movimientos estudiantiles delmundo!… Tampoco pensamos jamás enPancho Villa. ¡Ése ni siquiera nos pasópor la cabeza!

• Claudia Cortés González,estudiante de Ciencias Políticas dela UNAM .

CHE-CHE-CHE-GUEVARA-CHE-CHE-CHE-GUEVARA-CHE-CHE-CHE-

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• Coro en las manifestaciones.

Cuando la URSS invadióChecoslovaquia me sentí flotar en elaire. ¿En quién poder creer ahora?

• Óscar Hidalgo Estrada, estudiantede la Facultad de Derecho de laUNAM .

LIBROS SÍ, GRANADEROS NO

• Manta en la Manifestación delSilencio, viernes 13 de septiembrede 1968.

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Había que llegar al Zócalo; teníamosque desacralizar el Zócalo, y lologramos, tres veces.

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

ÉSTOS SON LOS AGITADORES:IGNORANCIA, HAMBRE Y MISERIA

• Manta en la Manifestación delSilencio, viernes 13 de septiembrede 1968.

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Cuando empezó el Movimiento, lascinco escuelas en apariencia másradicales eran: Ciencias Políticas,Economía, Filosofía, Colegio de Méxicoy Chapingo… En el CNH losllamábamos «los acelerados»… Perotodos los del Poli, eso sí, estabanaceleradazos.

• Gustavo Gordillo, del CNH.

En física, todo está sujeto siempre acomprobación. Ninguna teoría es jamásdefinitiva. Y ustedes chavos se la pasan

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diciendo pinchemil cosas como si fueranverdades absolutas; «que estamoshaciendo la Revolución», «que la claseobrera está con nosotros», puras jaladasque la raza no cree… Ustedes los delCNH, nomás la riegan…

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

El Movimiento despertó grandessimpatías sobre todo en la clase media,porque la masa estudiantil, sobre todo lade la Universidad, provieneprincipalmente de la clase media.

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• Francisco Rentería Melgar,economista.

El apoyo fuerte lo podían dar lostrabajadores de los gremios másimportantes del país y hacia ellosenfocamos nuestras baterías.Diariamente se daba a los brigadistas laconsigna: «ir a la clase obrera», pero alacercarnos a ella chocamos frontalmentecon la muralla del sindicalismo charro,que impedía la movilización de lostrabajadores. Entonces nos dispusimos acambiar esa realidad y a impulsar laorganización de los obreros en gremiosindependientes.

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• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Los obreros no saben nada. Trabajan dela mañana a la noche, eso es todo. Leene l Esto, cuando leen, pero nada depolítica. ¿Por qué tenía que interesarlesel pliego petitorio?

• Carlota López de León, maestranormalista.

Lo que pasa es que los obreros son bienreaccionarios.

• Rebeca Navarro Mendiola, deFilosofía y Letras de la UNAM .

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¿Para qué andarnos con cosas? ¿Por quéno decir sinceramente que fracasamoscon los obreros?

• Heberto Portilla Posada, estudiantede Ciencias Políticas de la UNAM .

¡Son unos pesados! ¡Qué facha politizarobreros!

• Raquel Núñez Ochoa, de laUniversidad Iberoamericana.

No se puede romper el controlgubernamental en fábricas y sindicatos.

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• Florencio López Osuna, delegadode la Escuela Superior deEconomía del IPN ante el CNH,preso en Lecumberri.

Los obreros tienen horas fijas, turnosestablecidos, ¿cómo van a ir a mítines?¿Y los campesinos? ¿En qué se vienen?¿Qué, los va a acarrear el PRI para quevayan al Zócalo con los estudiantes aabuchear al presidente?

• María Salazar de Obregón, madrede familia.

Yo soy obrero, era empaquetador; hacía

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paquetes de dulces en la fábrica dechocolates Sanborn's. Me llamo FélixSánchez Hernández y tengo veintinueveaños. Desde su inicio, me gustó elMovimiento, bueno, me llamó laatención. Conocí a Cabeza de Vaca y avarios más y ellos me invitaron a ir a lasmanifestaciones y fui a la mayoría ycooperé repartiendo volantes, tanto en lafábrica de chocolates como en la calle.Los obreros fueron a algunasmanifestaciones pero en formaindividual —a título personal, si ustedquiere—. En total éramos comoquinientos. Fuimos a la del Silencio yantes a la del 27, caminamos desde

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Tacubaya —porque la fábrica está enBenjamín Hill— hasta Chapultepec yallí nos unimos para marchar hacia elZócalo por todo el Paseo de la Reforma.En la manifestación del 27 me tocó ircon los electricistas y éramos más omenos como seiscientos, más los amigosque fueron incorporándose a medida queíbamos avanzando. Muchos obrerossimpatizaban con el Movimiento peromuchos no se atrevían a manifestarlo,por miedo a las represalias, por apatía,por dejadez, porque salimos muycansados del trabajo, pero sobre todopor miedo a perder el trabajo. Elsindicato de la fábrica de chocolates

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Sanborn's es blanco. A esa fábricallegaba propaganda del Movimiento y serepartía entre los mismos obreros.

Yo no sé lo que voy a hacer cuandosalga libre. No podre regresar a lafábrica. A mi cuñada la corrieronporque dijeron que nos reuníamos lostres, mi esposa, mi cuñada y yo parapedir mejor sueldo y causarle problemasa la empresa. Yo ganaba treinta y dospesos diarios y entraba a trabajar a lascinco y medía de la mañana y salía a lasdos de la tarde.

No sé por qué estoy en Lecumberri.Soy obrero y por esta condición miúnica posible participación en el

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Movimiento Estudiantil fue prestarsolidaridad con mi presencia en actospúblicos de los estudiantes en que fuicomo espectador, a la manifestación del27 de agosto, y a la manifestaciónsilenciosa del 13 de septiembre. ¿O a lomejor me detuvieron porque en variasocasiones visité a un paisano mío delestado de Oaxaca, preso en la crujía Ndel penal de Lecumberri, el señorJustino Juárez? Cuando me enteré por laprensa de que estaba preso, como esamigo lo vine a visitar. Ahora sé que lasautoridades del penal entregan copia delas listas de visitas de los presospolíticos a la policía Judicial y Federal

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de Seguridad, que las usan para enviaramenazas a las familias de los presos, ycomo ocurrió en mi caso, para detenerarbitrariamente a algunos e imputarlescualquier delito.

El día primero de octubre de 1968salí a trabajar como era mi costumbre. Alas doce cuarenta y cinco del díaentraron a la fábrica cuatro individuosvestidos de civil con pistola en mano yde inmediato empezaron a golpearme y ajalones me sacaron del local. Lespregunté quiénes eran y a dónde mellevaban y respondieron con golpes,mientras uno me ataba las manos a laespalda. Violentamente y a empellones

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me metieron a un automóvil y una vezdentro me vendaron los ojos con untrapo y con otro me amordazaron. Esteultraje fue presenciado por miscompañeros de trabajo y puedopresentar varios testigos del hecho. Enla comandancia de la Policía JudicialFederal fui desvestido, golpeado, medieron toques eléctricos, se me despojóde todos mis objetos personales y losagentes me dijeron que yo iba a ver aJustino Juárez «para recibir órdenes».Me aplicaron toda clase de torturas y meamenazaron para que yo firmara ladeclaración:

—Mira pendejo, ya llegaste aquí con

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nosotros, así es que tienes que decir quesí, aunque no hayas hecho nada. Tienesque declararte culpable porque todos losque llegan aquí se van al bote, lo hayanhecho o no. Tienes que firmar o tematamos.

Ni siquiera supe el contenido de loque declaré. El 9 de octubre de 1968ingresé al Penal de Lecumberri y desdeentonces estoy aquí.

• Félix Sánchez Hernández, obrerode la fábrica de chocolatesSanborn's, preso en Lecumberri.

MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-

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LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LI-

• Coro en las manifestaciones.

México es un país con diez millones dehambrientos y diez millones deanalfabetos. Sólo una camarilla que estáen el poder impone su verdad y su ley.Nos rige la ley de los líderes «charros»,la de los banqueros, la de losindustriales, la de los políticos que sehan enriquecido con la Revolución. ¡Ypara colmo, tenemos que aguantar a susrepresentantes estudiantiles,asociaciones como la FNET en el Poli,

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como el PEFIy el MURO en laUniversidad! Hay que acabar con estosorganismos apócrifos.

• José Tayde Aburto, agrónomo, dela Escuela Nacional de Agriculturade Chapingo, preso en Lecumberri.

Durante el mes de agosto, en la carreteraque conduce a Topilejo, un autobús dela línea que llega a ese pueblo se volcó.Del accidente resultaron varios muertosy heridos. La empresa permisionariadueña de los autobuses se dispuso, comotradicionalmente lo había hecho, a pagarsimplemente una indemnización de

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quinientos a dos mil pesos a cadafamilia de los muertes. Sin embargopara entonces el gran movimientopopular que conmovía a la ciudad deMéxico y a gran parte del país ya sehabía reflejado hasta en aquel remotopueblito de la Sierra del Ajusco. Sushabitantes, indignados, se dispusieron apelear, y empezaron a apoderarse de lasunidades de transporte de la líneaexigiendo su modernización; que sereparara el camino que lleva al pueblo yque se elevara el monto de laindemnización para los familiares de losmuertos y heridos. Al iniciarse laspláticas con la empresa, el delegado de

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la CNC representaba a los habitantes deTopilejo, pero como los dirigentes de lacentral campesina charra y corrupta sonverdaderos lacayos del poder oficial, latraición no se hizo esperar. El delegadoempezó a dar largas al asunto, coludidocon la empresa. Entonces el pueblo,reunido en asamblea, resolvió recurrir alos estudiantes. Fueron a exponer suproblema a la Escuela Nacional deEconomía de la UNAM, y, tras discutirlobrevemente, los estudiantes decideronayudar en todo lo posible a Topilejo. Sepusieron al servido de los campesinoslos autobuses de la Universidad paraque cumplieran el servicio de transporte

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que había sido suspendida; estudiantesde enfermería, de agricultura, de trabajosocial y de medicina empezaron a darorientaciones sobre sus especialidades,ya que establecieron en Topilejo uncampamento: «El Soviet». Dieronconferencias y pláticas a la poblaciónsobre los derechos que les asistían ypara entonces la Asamblea del pueblohabía resuelto desconocer al delegadode la CNC como su representante, ynombrar una nueva comisión para laspláticas en la que participabanestudiantes. Así presionada, la empresatuvo que retroceder y prometió pagarcinco mil pesos de indemnización por

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cada muerto; pero no aceptó cambiar lasunidades, lo cual significaba quecontinuarían los accidentes. Las pláticasse suspendieron temporalmente.Mientras esto sucedía, cientos debrigadas llegaban a todos los pobladosde la zona prestando sus servicios a loscampesinos. Ellos, por su parte,correspondían con el afecto de la gentesencilla. Allí se confundían lossentimientos fraternales de unos y otros,que días antes parecían tan separados.Un anhelo común los aliaba: la luchacontra las injusticias. Al mezclarse enesa forma con la población, losestudiantes reafirmaban su fe en la causa

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por la que peleaban y se disponían conmás bríos a trabajar para conseguir eltriunfo. El CNH había resuelto dar sucompleto apoyo a Topilejo y para losprimeros días de septiembre la empresase vio obligada a ceder, pagando unaindemnización de veinticinco mil pesosa cada familiar de los muertos así comoa cambiar las unidades de transporte.Las autoridades por su parte, aceptaronreparar el camino a Topilejo. Así sealcanzó un triunfo muy significativo. Deigual manera, y para sellar este pacto,los contingentes campesinos de Topilejosiempre estuvieron presentes en losmítines estudiantiles organizados a lo

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largo del Movimiento.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

El único contacto real que tuvimos conel campesinado fue Topilejo, y Topilejono se puede considerar zona rural o«campo», puesto que queda a menos detreinta kilómetros del D. F.

• Raúl Reséndiz Medina, estudiantede Ciencias Políticas de la UNAM .

En una ocasión estudiantes de la ESIME yotras escuelas del Politécnico, alenterarse de que habían sido arrestados

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doscientos locatarios de los mercadosen la delegación de la Villa, sedirigieron hacia allá a organizar un mitinpara exigir que se les dejara en libertad.A pesar de que se les trató de intimidarcon la presencia de granaderos, semantuvieron firmes hasta que lasautoridades tuvieron que ceder y liberara los comerciantes. Así demostraban losestudiantes que estaban cumpliendo ycumplirían con el compromiso quehabían adquirido con el pueblo… Apartir de ese momento, muchostrabajadores empezaron a simpatizar conla causa estudiantil, porque vieron quelos estudiantes también se preocupaban

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por ellos y los incluían en su lucha.

• Florencio López Osuna, del CNH.

NADA CON LA FUERZA, TODO CONLA RAZÓN

• Manta en la manifestación del 27de agosto.

OBRERO, DESTRUYE TUSINDICATO CHARRO

• Manta en la manifestación del 27de agosto.

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No es cierto que los estudiantesestuvieran solos, y que los obreros noles echaran ni un lazo. Hubotrabajadores de la Comisión Federal deElectricidad que hicieron público suapoyo en un manifiesto el 13 deseptiembre de 1968, en Excélsior;también el Grupo de SindicatosIndependientes se adhirió, como loatestigua El Día, el 13 de septiembre de1968, a la grandiosa lucha estudiantil.Encabezaba la lista de firmantes OthónSalazar, por el MovimientoRevolucionario del Magisterio; también37 sacerdotes mexicanos (y ellos sedicen obreros de Cristo) se hicieron

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solidarios del actual despertar de lajuventud, en El Día, el 11 de septiembrede 1968. ¿Y el Sindicato deTrabajadores de la Universidad deNuevo León? ¿Y los pasantes de losHospitales General, Juárez, de la Mujer,Maternidad Isidro Espinosa de losReyes de la SSA y del Hospital de laSCOP? ¿Y los médicos residentes detantos hospitales? ¿Y el SindicatoRevolucionario de Trabajadores de laFábrica de Loza «El Ánfora», que apoyólos seis puntos estudiantiles, asesoradopor el Lic. Armando Castillejos, ahoraencarcelado? ¿Y la ComisiónOrganizadora de Telefonistas?… Todos

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ellos patentizaron en una u otra forma suapoyo al movimiento, y, aunque no selogró llegar a la gran masa obrera, estasadhesiones constituyen en cierta formaun triunfo de los estudiantes en 1968.

• Ernesto Olvera, profesor dematemáticas de la Preparatoria 1de la UNAM .

A mí me parece que en Topilejo seinició uno de los capítulos másestimulantes que se dieron a lo largo denuestra lucha.

• Esther Fernández, estudiante deCiencias de la UNAM .

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En Villa Jiménez, Michoacán, y ante eldirector general de la Conasupo, elcampesino Francisco Ambriz dijo quelos ejidatarios rechazan los escándalosestudiantiles y expresó que si losjóvenes no quieren estudiar, que se dé alos trabajadores del campo los millonesde pesos que se invierten en educación yque ellos prefieren desperdiciar, pues enel campo lo que hace falta es dineropara la construcción de obras. FranciscoAmbriz habló en el acto de entrega delos graneros del pueblo, propiedad de suejido, en el municipio de Zacapú.

• Revista de la Universidad, sábado

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24 de agosto de 1968, «Relaciónde los Hechos»; julio, agosto,septiembre, octubre 1968,volumen XXIII, número 1.

Uno de los factores en el actualMovimiento es el afán de los jóvenespor remediar injusticias. El problemadebe atacarse no con represión sino conorientación y canalizando los ímpetusjuveniles. El movimiento no estádirigido contra el gobierno, sino contralos actos de algunos funcionarios que sehan excedido en sus funciones.

• Ifigenia M. de Navarrete, directorade la Escuela Nacional de

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Economía, en Anatomías,programa de televisión organizadopor Jorge Saldaña en el queparticiparon Heberto Castillo,Víctor Flores Olea, FranciscoLópez Cámara, Iñigo Laviada,transmitido el miércoles 21 deagosto de 1968.

Ya no más porras injuriosas, olvídensede los insultos y de la violencia. Nolleven banderas rojas. No carguenpancartas del Che, ¡ni de Mao! ¡Ahoravamos a llevar las figuras de Hidalgo, lade Morelos, la de Zapata, pa' que nodigan! ¡Son nuestros Héroes! ¡VivaZapata! ¡Viva!

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• Consigna del CNH.

ÚNETE PUEBLO-ÚNETE PUEBLO-ÚNETE PUEBLO-ÚNETE PUEBLO

• Coro en la manifestación del 27 deagosto.

—Yo llevo la bandera roja…—No, yo la llevo…—La llevamos todos.Caminamos con una gran bandera

roja al frente. El Paseo de la Reformaestaba atascado a todo lo ancho porautos y camiones. En los techos la gente

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gritaba, aplaudía, reía, lloraba también.En el Ángel, la gente se había pescadode la columna para subir lo más alto ypoder ver. ¡Era un verdadero racimohumano!, como dicen los cronistas delos periódicos. En el Caballito, también;la clásica imagen de los muchachitos,papeleros, chicleros, vendedores debilletes de lotería, sentados a horcajadassobre Carlos Quinto, jalándole la cola,las orejas al Caballito. A donde voltearauno veía un mar de cabezas, manos enalto que aplaudían, éramos bien felices.

EL-PUEBLO-AL-PODER-EL-PUEBLO-AL-PODER-EL-PUEBLO-AL-PODER-

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En la Avenida Juárez también habíachorrocientas gentes aguardando; losturistas que salían de los hoteles seveían azorados y luego se pusieron aaplaudir; en San Juan de Letrán ya nocabía ni un alfiler en la banqueta —lloraban unas mujeres, yo creo que eranmaestras—, todo el mundo aplaudía sinparar; pero en cuanto doblamos laesquina para entrar a Cinco de Mayo,como que se me paró el corazón; todaslas campanas de Catedral echadas avuelo y todas las luces de esta plaza tanhermosa, esta plaza que es lo que másamo en mi ciudad, todas las lucesencendidas. ¡Esto es una quimera! Me

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decían: «¡No llores babosa!», pero meescurrían lágrimas de felicidad.

• Elena González Souza, estudiantede la Facultad de Medicina de laUNAM .

La anterior manifestación había sidomuy grande, alrededor de un cuarto demillón, y con todo no habíamos llenadoni la mitad de la gigantesca plaza que esel Zócalo; ahora estaba totalmente llenoy aún faltaban la mitad de loscontingentes, pues Filosofía iba enmedio. Avanzamos hasta quedar frente aPalacio Nacional. Al voltear hacia la

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calle de Guatemala, mucho más cercana,noté que también salía gran cantidad degente con rumbo a Lecumberri: un mitinfrente a la cárcel. Eran las diez de lanoche; durante cuatro horas o más habíaestado entrando gente al Zócalo.

• Luis González de Alba, del CNH.

Nosotros estábamos en Lecumberri,oyendo. Eran como quinientos, loscuales frente a la puerta principalechaban porras: LIBER-TAD-A-LOS-PRESOS-POLÍTICOS. Gritaban:UNAM, POLI, CHAPINGO, pero sobretodo: LIBERTAD-A-LOS-PRESOS-

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POLÍTICOS-LIBERTAD-A-LOS-PRESOS-POLÍTICOS. LIBERTAD-A-LOS-PRESOS-POLÍTICOS-LIBER-TAD-A-LOS-PRESOS-POLÍTICOS,

Nosotros tratábamos de contestarles;echábamos porras también. ElMovimiento nos entusiasmaba. Esemismo día entró una comisión demuchachas de Ciencias a la direccióndel penal y de la dirección llamaron aVíctor Rico Galán, que habló con ellas.Nos mandaron un saludo. Ese mitin porla libertad de los presos políticos síhabía sido organizado, pero una vezvino todo el CNH, una «acelerada» dealgunos y nos gritaban desde la calle:

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«¡Compañeros estamos con ustedes!¡Compañeros estamos con ustedes!». Alas dos de la mañana. Tocaban loscláxons de los coches, un escándalo atodo dar. Nosotros sentíamos un granapoyo de afuera. Desde nuestras celdasseguíamos todos los actos delMovimiento, sus triunfos, y nos dabanmuchas ganas de estar libres —bueno,ésas siempre las tengo— paraparticipar, ir a las manifestaciones. ¡Erare-mala suerte, re-mala suerte! Yopensaba: «¡Ese Movimiento va paraarriba!». Nuestros mensajes se leyerondos veces en el Zócalo: una el 27 deagosto, y otra cuando Vallejo mandó

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también una carta…Yo estoy preso desde el 26 de julio

de 1968. Me arrestaron después de lamanifestación a favor de la RevoluciónCubana en el hemiciclo a Juárez. No nosagarraron allí mismo, sino en el CaféViena —creo que ya no existe— quequedaba en Insurgentes frente al Cine delas Américas… Nos llevaron a losseparos y de los separos a la crujía N,en Lecumberri…

• Arturo Tama Escalante, Facultad deDerecho de la UNAM , dirigente dela CNED, preso en Lecumberri.

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A mí también me metieron al tambo el27 de julio, al otro día de los primeroscamorrazos. Se hicieron dos mítines muygrandes frente a Lecumberri y nosimpactaron mucho. Aunque no podíamosoír claramente los gritos aislados quedaban afuera, sí percibíamos las porras,que nos impresionaron un chorro:«LIBERTAD PRESOS POLÍTICOS,LIBERTAD PRESOS POLÍTICOS».Esto nos dio mucho ánimo. Yo pensé:«Vamos a salir libres. Afuera estánluchando como nunca». Entonces nopodíamos imaginar que antes y después

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del 2 de octubre no sólo no saldríamossino que entrarían los compañeros quenos echaban porras tras las murallas deLecumberri… Claro, en esos meses,también agarraron a muchos compañerospero nosotros estábamos más o menosconfiados. Saldríamos todos. Teníamosque salir. Pero después del 2 de octubrese perdió la esperanza, de salir, no laotra… Ahora estamos estudiando aquíadentro, y aunque tenemos diferenciaspolíticas no estamos divididos. Alcontrario, hacemos estudios conjuntos.Se imparten doce clases: Una de alemán(con disco), otra de inglés que da Zama,otra de francés (con disco), Luis

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González de Alba nos da literaturaespañola, Raúl Álvarez Garín, FélixGamundi y Pino matemáticas, Unzueta,economía política, el Búho (MiguelEduardo Espinoza Valle) geografía,Saúl, el Chale, historia universal yahora vamos a empezar un círculo sobreEl Capital, un seminario al que tambiénviene el Pino(Salvador Martínez de laRoca).

• Félix Goded Andreu, estudiante dearquitectura de la UNAM , miembrode las Juventudes Comunistas,preso en Lecumberri.

A mí me agarraron por baboso y por no

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hacerle caso a mi mujer. Yo fui juntocon Gerardo Unzueta y Arturo Marbán el27 de julio a rescatar las oficinas delPartido Comunista (Mérida no. 186),ocupadas por la policía. Pensamos quesi apelábamos a la Constitución saldríanlos policías. Pero los que salimosfuimos nosotros, rumbo a Lecumberri.Nos agarraron y nos apresaron conargumentos armados. De ahí en adelante—el trayecto que han recorrido muchos—, la crujía H, y luego la J, crujía dedelincuentes sexuales, hasta llegar a laC, en la que estamos muchos de lospresos políticos… Los otros están en laM.

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• Eduardo de la Vega Ávila, miembrodel PC, preso en Lecumberri.

No tratamos de llevar los problemaspolíticos a la vida diaria de la cárcel.

• Luis González Sánchez, de lasJuventudes Comunistas, preso enLecumberri.

Nosotros no somos nada puritanos, nadamochos —nada de beatos de izquierda—. Somos gentes a quienes les encantagozar de la vida… Lo que pasa es quearrastramos famitas de momiasanteriores; momias del PC que nacieron

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envueltas en vendas, tutancámenessolemnes.

• Eduardo de la Vega Ávila, del PC.

El más grosero de la crujía junto con elPino —y eso ya es mucho decir, porqueal Pino no hay quién le gane— es De laVega, del PC. ¡Hasta a las clases dealemán va, para que le enseñen alburesen ese idioma, por si se echa unviajecito a Alemania!

• Pablo Gómez, de la Escuela deEconomía de la UNAM .

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Fuimos interrogados por un agentenorteamericano y dos mexicanos. Nospreguntaron concretamente:

—¿Son miembros del PartidoComunista?

—¿Son miembros de las JuventudesComunistas?

—¿Tienen visa a los EstadosUnidos?

—¿Tienen parientes en los EstadosUnidos?

—¿Qué relación tienen con laCNED?

Este interrogatorio nos lo hicieron a

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mí, a Arturo Zama, a Rubén Valdespino,a Pedro Castillo, a Salvador Pérez Ríos(que salió luego, sería por lacoincidencia) y a William Rosado, elpuertorriqueño.

• Félix Goded Andreu, de lasJuventudes Comunistas.

En el Zócalo, el 27 el líder SócratesCampos Lemus pidió que se quedara unaguardia. Se encendieron hogueras,fuimos a comprar tortas para laguardia… Los de la guardia se pusierona cantar La Adelita, corridos, el deCananea, hasta que llegaron los tanques.

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• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

Hemos sido tolerantes hasta excesoscriticados, pero todo tiene un límite y nopodemos permitir ya que se sigaquebrantando irremisiblemente el ordenjurídico, como a los ojos de todo elmundo ha venido sucediendo.

• Gustavo Díaz Ordaz, IV InformePresidencial al Congreso de laUnión, primero de septiembre de1968.

A la mañana siguiente del 27 de agosto

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—quinientos mil ciudadanos, ¿teimaginas?, parados bajo el PalacioNacional— se les avisó a los burócratasque tenían que asistir al acto dedesagravio que el gobierno ofrecía allábaro patrio, no a Luis González deAlba, ¿eh?, sino al lábaro patrio [a LuisGonzález de Alba, le dicen el Lábaro].Como los muchachos encendieron lasluces de Catedral y echaron a vuelo suscampanas cuando la manifestaciónentraba al Zócalo y se izó una banderarojinegra en el asta central, la prensautilizó estos «delitos» paralambisconear al gobierno y se quedó conun palmo de narices cuando fueron

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inmediatamente desmentidos por lamitra y el CENCOS que declararon que elderecho canónico no consideraba unsacrilegio echar a vuelo las campanas niencender las luces de Catedral. Además,el sacerdote de guardia Jesús Pérezaclaró que los muchachos le habíanpedido permiso para subir a tocarlas yque se los había dado; en cuanto a labandera, se dejó una banderita mediofurris, de algodón, y al día siguienteamaneció una rojota de satín, nuevecita.¡Qué casualidad! Con todo y todo seorganizó el acto de desagravio. Si laobligada asistencia a las ceremoniasoficiales —bajo pena de perder el

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empleo o por lo menos un día de sueldo— es tolerada con disgusto por lostrabajadores al servicio del Estado, estanueva exigencia les cayó de la patada.No en vano había pasado ya un mes delucha y manifestaciones, un mes de gritarsin temor lo que se piensa sobre estosdemocráticos procedimientos. Losburócratas fueron a la ceremonia depurificación cívica, pero no con laactitud deseada por el gobierno sino quesalieron de los ministerios y de lasoficinas públicas al grito de: «Somosborregos, nos llevan… beee… beee…No vamos, nos llevan, no vamos, nosllevan, beee, beee, beee». Iban balando,

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fíjate nomás, y gritando desde loscamiones: «¡Somos borregos!». Susbalidos se oyeron en todas las calles.«Beee… Bee…». Se vaciaron losburócratas. ¡Qué ondón más padre! ¡Quépuntada se botaron! «Somos borregos».Y eso que se suponía que iban a apoyarel desagravio.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

El gobierno cree que en México sóloexiste una opinión pública: la que loaplaude, la que lo lambisconea. Peroexiste otra: la que critica, la que no creeen nada de lo que dice, y otra más aún,

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la del importamadrismo, la que no sabede promesas, la que no se ha encauzado,la indiferente, la que nadie ha sabidoaprovechar, y que es, a pesar de suincredulidad e incluso de su ignorancia,una opinión libre.

• José Fuente Herrera, estudiante dela ESIME del IPN.

La raza está acelerada.

• Ernesto Hernández Pichardo, de laEscuela Nacional de Economía dela UNAM .

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INSCRIPCIONES GRATIS PARAGRANADEROS EN LOS CURSOS DEALFABETIZACIÓN.

• Manta en la manifestación.

—Yo no cargo a Venustiano, túllévalo.

—¿Y quién ordenó esta pancarta?—El Comité de Lucha, pero yo no lo

cargo…—Mujer, no hay que ser…—No lo cargo, y no lo cargo…—¡A ver acáaaaaa! ¡Otro brigadista

que cargue a Venustiano Carranza!

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• Hugo Peniche Aviles, estudiante dela Escuela Wilfrido Massieu.

—¡A mí me tocó a Pancho Villa!

• Josefina Ondarza López, de laEscuela Nacional de ArteDramático.

La Escuela de Físico-Matemáticaspropuso al CNH una gran manifestaciónen absoluto silencio para demostrarnuestra capacidad de disciplina ycontrol. Los delegados de Humanidadesy de Chapingo querían intentar unamovilización obrera, pero era difícil

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conseguirla dentro de las circunstanciasactuales. Sin embargo, yo insistí.Siempre alego. Siempre insisto.

• Luis Tomás Cervantes Cabeza deVaca, agrónomo, delegado de laEscuela de Agricultura deChapingo ante el CNH, preso enLecumberri.

—Oye, yo no entendí por qué BarrosSierra le aplaudía al presidente en laCámara, si está con nosotros y elpresidente no resolvió ninguno de losseis puntos…

—Y ¿qué querías que hiciera,tarado, que se metiera los dos dedos en

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la boca y que chiflara?—No, pero, pues, que no

aplaudiera…—¿En dónde crees que vivimos?

Todas las cámaras de televisión loestaban enfocando… Además elpresidente sí dijo que iba a iniciarse unaauscultación pública del artículo 145 aver si se deroga…

—Vas a ver a donde nos lleva ladichosa auscultación.

—Bueno, algo es algo dijo un calvo.—Mira, el día que algún diputado se

levante en la Cámara y diga: «Señorpresidente no estoy de acuerdo con loque acaba de decir…».

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—No tendrá más remedio quesuicidarse después…

—Oye, pero ¿por qué aplaudió elrector?

—¡No te digo! ¿Qué no ves que alláadentro hasta los escaños aplauden,hasta los sillones en que se acomodanlos dips aplauden?

• Conversación grabada entre dosestudiantes de la Escuela WilfridoMassieu.

UNIVERSIDAD NACIONALAUTÓNOMA DE MÉXICOLLAMADO A LOS UNIVERSITARIOS

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La situación actual de laUniversidad, casi sobra decirlo, esdelicada en extremo. Desde hace variassemanas se suspendieron las laboresdocentes, cuando estábamos terminandolos cursos del bachillerato y cuando, enel nivel profesional, el segundo semestreiba a menos de la mitad de su avance.Esa interrupción, aunada al uso debienes y servicios de la Universidadpara fines que no son estrictamenteuniversitarios, no sólo ha perjudicado alos alumnos, sino que ha quebrantadogravemente a la propia casa de estudiosal desviarse, e impedirse en gran parte,el cumplimiento de las funciones que

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nos encomienda la ley y que constituyennuestra obligación ante el pueblomexicano.

Ahora bien, nuestras demandasinstitucionales, contenidas en ladeclaración del Consejo Universitariopublicada el pasado 18 de agosto, hanquedado satisfechas, en lo esencial, porel ciudadano Presidente de la Repúblicaen su último informe. Cierto es que aúnfalta el esclarecimiento de algunosaspectos jurídicos importantes enrelación con la autonomía; pero ello selogrará por las vías y con los métodosmás adecuados.

• El rector, Javier Barros Sierra,

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«Llamado a los Universitarios»,Universidad Nacional Autónoma deMéxico Ciudad Universitaria, 9 deseptiembre de 1968.

Un día llegamos a los caldos Zenón arepartir propaganda. Era de las primerasveces en que iba yo a «volantear» perolas compañeras dizque ya teníanexperiencia y sabían organizarse: unasle hablaban a la gente, otras repartíanpropaganda, otras echaban aguas, otranos esperaba al volante del carro, con elmotor andando, ¿ves? La jefa de brigadanos dijo:

—Bueno, Cecilia, tú te bajas a los

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caldos y te pones a echar vidrio y túOfelia, te sientas en una mesa y pides uncaldo para despistar y tú, Margarita, tequedas en la banqueta y a la gente quevaya entrando a los caldos le das unvolante…

—Órale pues…Yo me bajé y veo frente a los caldos

dos coches parados llenos de gente,Dije: «Uy qué padre. Les reparto de unavez a estos compañeros». Meto lacabeza por la ventanilla, así toda mona,¿ves?, y les digo:

—Compañeros, lean atenta, deteniday detalladamente esto porque es laconsigna para mañana ¿eh? y no vayan a

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faltar —y entonces me dice un señor:—Bueno, de una vez deme cinco,

porque somos cinco…—Sí, cómo no, tome.—Oiga, ¿no me da el «bonchecito»?En el momento en que me pidió el

«bonchecito», pensé: Para qué todo ¿no?Pensé: Querrá ayudar. Pero me entró elcuscus porque volteo y veo un antenónen el techo como los que traen los radio-taxis y dije:

—¿No será agente? ¡Ah, chispas!Por si las dudas eché a correr. Y que

les chiflo a las demás y se suben todas ami coche y que nos arrancamos y quenos empieza a seguir el coche, que era

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amarillo, bueno, pero así, echándonosde plano el carro encima. Yo traía midatsuncito, es un datsun 67, pero ellosandaban en un último modelo… Yo erala que manejaba porque la cuata quedejamos en el volante creyó que lavolanteada iba a tardar mucho y lababosa se bajó a comprar unos chicles yallí la dejamos… Iba corriendo lo másque podía en el datsun cuando en esopasa un muchacho guapísimo, en uncarro rojo divino, que a mí se meolvidaron los agentes nomás de verlo,¿ves?, y entonces yo dije: «Se me haceque éste es estudiante, aunque sea de laLasalle», y que le empiezo a hacer señas

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de que nos seguían y todo, y pensé:«Aquí, además de salvarnos de losagentes hasta romance, tú», grandesseñas y todo, y el muchacho también mehacía señas de que qué pasaba y cuandome di cuenta, ya se me habían cerradolos agentes, pero el muchacho se habíaparado valientemente junto a nosotras.Yo dije: «Este chico va a resolver elproblema», ¿ves? Y que se baja y mepregunta:

—¿Qué pasa?—Ay compañero, se me hace que

estos agentes…Y que se acercan los agentes y se

voltean y le dicen al muchacho:

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—¡Qué bueno que nos ayudócompañero porque esta señorita no sequería parar!

Y me dice el muchacho:—A ver, identifiquese…—What you mean identifiquese?…Era también agente, fíjate, pero

como era guapo nunca nos lohubiéramos imaginado, ¿ves? ¡Quéplancha! Total que se despidió de ellos,ya los había ayudado a atraparnos y sefue.

• Margarita Isabel, actriz.

Cada quien abandonó su ostracismo,

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olvidó sus problemas personales y sedio un ambiente muy padre de muchocompañerismo; todos se trataban comohermanos. Antes a los grupos «JoséCarlos Mariátegui» y «MiguelHernández», de la Facultad de Filosofíay Letras —como eran de filiaciónmarxista—, nos miraban tanto losdemócratacristianos como la gente queno participaba en la política, como abichos raros, casi casi como enemigos,como alborotadores, agitadores,exterminadores de la sociedad. Perodespués del bazukazo a la Prepa 1, enlas reuniones y en las asambleas todosllegaron a unificarse y a trabajar juntos.

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No digo que se hayan acabado lasdiferencias políticas, pero los objetivosinmediatos eran los mismos: lucharcontra la represión para lograr elrespeto de las libertades democráticas.

• Carolina Pérez Cicero, de laFacultad de Filosofía y Letras.

¡MUERA CUETO Y SU PERROMENDIOLEA!

• Cartel en la Facultad de Ciencias.

—¿Y su conferencia?

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—No señor Acevedo Escobedo, yome voy a la Silenciosa… —Pero ustedtiene que dar su conferencia. Ya haypúblico esperándolo. Mírelos en lasbutacas…

—No señor. Invito al público a lamanifestación… Esa que sea miconferencia. La del Silencio, ésa sí quees buena onda…

—Pero esto no es posible. Elpúblico vino a la conferencia no a unamanifestación…

—Mire señor Acevedo Escobedo, alos que no quieran irse, mejor cuéntelesusted una de vaqueros… ¡Yo me pelo!

• Conversación entre José Agustín y

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Antonio Acevedo Escobedo, Jefedel Departamento de Literatura delINBA en la Sala Manuel M. Ponce,el 13 de septiembre de 1968,durante la serie «Los narradoresante el público».

POLI UNAM UNIDOS VENCERÁN.POLI UNAM UNIDOS VENCERÁN

• Coro en la manifestación del 27 deagosto de 1968.

¿Te acuerdas de la noche del bazukazo?,creyeron que íbamos a correrle a lostanques pero nel, les aventamos hasta

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los zapatos.

• Leonardo Ávila Pineda, de laEscuela de Odontología de laUNAM .

¡Híjole, yo pensé que en esta ciudadtodos estaban muertos, que nadie nospelaría y mira cuántos se nos unen!¡Estos azules ya ni la amuelan!, ¿vistecómo vienen pertrechados? ¡Ni queestuviéramos en guerra! ¡Qué tipos!¡Con qué gusto me echaría a uno deellos! ¡MUERA CUETO Y SU PERROMENDIOLEA! ¡MUERA CUETO Y SUPERRO MENDIOLEA! ¡MUERA

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CUETO Y SU PERRO MENDIOLEA!Camínale, ¿qué te pasa?, andas todochueco, no me salgas con lo de tumacanazo, ¡a todos nos has restregado tumacanazo!

• Eulogio Juárez Méndez, de la ESIQIE

del IPN.

¿Qué van a hacer? ¿Derrocar algobierno? A poco, a poco. ¿A poco sesienten tan cabroncitos?

• Un oficial a unos estudiantes en laFederal de Seguridad.

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¿Por qué caminará Chuy tan encorvado?Parece ruco. Ah, si no es Chuy, Chuydesapareció cuando tomaron la Prepa.

• Servando Hernández Cueto, de laESIME del IPN.

A mí esos mierditas del MURO me hacenlos mandados.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

ÚNETE PUEBLO, NO NOSABANDONES, ÚNETE PUEBLO, NO

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NOS…

• Coro en la manifestación del 27 deagosto de 1968.

… Y la cuata esa ¿por qué llora? Queestá nerviosa, óyeme los nerviosos a sucasa, aquí nada de traumitas personales.Que su hermano. ¿Qué le pasó a suhermano? Pues dile que se calme, que nova a pasar nada, que aquí estamos todosjuntos, dile eso a la compañera, díselo atodos los compañeros…

• Leonardo Bañuelos Tovar, de laEscuela Luis Enrique Erro.

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AL PUEBLO:

El Consejo Nacional de Huelgaconvoca a todos los obreros,campesinos, maestros, estudiantes ypueblo en general, a la

GRAN MARCHA DEL SILENCIO

En apoyo a los seis puntos denuestro pliego petitorio:

1. Libertad de todos los presospolíticos.

2. Derogación del artículo 145 delCódigo Penal Federal.

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3. Desaparición del cuerpo degranaderos.

4. Destitución de los jefes policíacosLuis Cueto, Raúl Mendiolea y A.Frías.

5. Indemnización a los familiares detodos los muertos y heridos desde elinicio del conflicto.

6. Deslindamiento de responsabilidadesde los funcionarios culpables de loshechos sangrientos.

En la que exigiremos la solucióninmediata y definitiva por parte delPoder Ejecutivo a nuestras demandas.

Reiteramos que nuestroMovimiento es independiente de la

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celebración de los XIX JuegosOlímpicos y de las fiestas cívicasconmemorativas de nuestraIndependencia, y que no es enabsoluto intención de este Consejoobstruir su desarrollo en lo másmínimo. Reafirmamos, además, quetoda negociación tendiente a resolvereste conflicto debe ser pública.

La marcha partirá a las 16 horasdel día de hoy, viernes 13, del MuseoNacional de Antropología e Historia,para culminar con un gran mitin en laPlaza de la Constitución.

Ha llegado el día en que nuestrosilencio será más elocuente que las

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palabras que ayer callaron lasbayonetas.

• Desplegado en El Día, 13 deseptiembre de 1968.

El helicóptero seguía volando casi al rasde las copas de los árboles. Finalmente,a la hora señalada, a las cuatro, se inicióla marcha en absoluto silencio. Ahora nopodrían oponer ni siquiera el pretexto delas ofensas. En el CNH habíamosdiscutido muchísimo. Unos delegadosdecían que de hacerse la manifestaciónno podría ser silenciosa porque lequitaría combatividad. Otros, que nadie

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guardaría silencio. ¿Quién se sientecapaz de controlar y llevar callados avarios cientos de miles de muchachosescandalosos acostumbrados a cantar,gritar y echar porras en cadamanifestación? ¡Es una tarea imposible ysi no lo logramos el CNH mostrarádebilidad! Por eso los más jóvenesllevaron esparadrapo en la boca. Ellosmismos lo eligieron: los unos a los otrosse pusieron la tela adhesiva sobre loslabios para asegurar su silencio. Lesdijimos: «Si alguno falla, fallamostodos».

Salíamos apenas del Bosque,habíamos caminado sólo unas cuadras

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cuando las filas comenzaron aengrosarse. Todo el Paseo de laReforma, banquetas, camellones,monumentos y hasta los árboles estabancubiertos por una multitud que a lo largode cien metros duplicaba el contingenteinicial. Y de aquellas decenas y despuéscientos de miles sólo se oían lospasos… Pasos, pasos sobre el asfalto,pasos, el ruido de muchos pies quemarchan, el ruido de miles de pies queavanzan. El silencio era másimpresionante que la multitud. Parecíaque íbamos pisoteando toda la verborreade los políticos, todos sus discursos,siempre los mismos, toda la demagogia,

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la retórica, el montonal de palabras quelos hechos jamás respaldan, el chorro dementiras; las íbamos barriendo bajonuestros pies… Ninguna manifestaciónme ha llegado tanto. Sentí un nudo en lagarganta y apreté fuertemente losdientes. Con nuestros pasos vengábamosen cierta forma a Jaramillo, a su mujerembarazada, asesinados, a sus hijosmuertos, vengábamos tantos años decrímenes a mansalva, silenciados, tipogánster. Si los gritos, porras y cantos deotras manifestaciones les daban unaspecto de fiesta popular, la austeridadde la silenciosa me dio la sensación deestar dentro de una catedral. Ante la

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imposibilidad de hablar y gritar como enotras ocasiones, al oír por primera vezclaramente los aplausos y voces dealiento de las gruesas vallas humanasque se nos unían, surgió el símbolo quepronto cubrió la ciudad y aun se coló alos actos públicos, a la televisión, a lasceremonias oficiales: la V de«Venceremos» hecha con los dedos,formada por los muchachos al marcharen las manifestaciones, pintada despuésen casetas de teléfonos, autobuses,bardas. En los lugares más insólitosbrotaba el símbolo de la voluntadinquebrantable, incorruptible, resistentea todo, hasta a la masacre que llegó

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después. Aún reciente Tlatelolco, la Vcontinuó apareciendo hasta en lasceremonias olímpicas, en las manos delpueblo.

• Luis González de Alba, del CNH.

Pueblo Mexicano:Puedes ver que no somos unos

vándalos ni unos rebeldes sin causa,como se nos ha tachado conextraordinaria frecuencia. Puedes dartecuenta de nuestro silencio.

• Volante en la manifestación del 13de septiembre.

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¿Sabes?, me gustaron, me cayeron bien,por hombrecitos. Muchos teníanesparadrapo en la boca, casi todosparecían gatos escaldados con sussuéteres viejos, sus camisas rotas perotan decididos. Les eran simpáticos a lagente que estaba en las banquetasviéndolos, y muchos, además deaplaudirles, se les unían y cuando no seles daba propaganda la pedían, e inclusoel público se ponía a repartir de manoen mano. Nunca había visto antes unamanifestación tan vasta, tan de a deveras, tan hermosa. Toma, te traje unosvolantes.

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• Paula Amor de Poniatowski, madrede familia.

El día que se programó la Silenciosa sepensó que un compañero de la Facultadde Derecho era el indicado para hablarsobre la ilegalidad einconstitucionalidad del 145 y como amí me tocó ser representante ese día meeligieron para hablar. Todos losrepresentantes de Leyes ante el CNH —éramos cinco compañeros y yo—,formábamos la Comisión encargada delestudio del artículo 145. Ilusamentecreíamos que el gobierno nos iba a darel diágolo, yo así le digo, porque así nos

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decían los granaderos cuando nos dabande culatazos y de macanazos: «¡Tengansu diágolo, tengan su diágolo!». Por esopensamos que debíamos estarpreparados para una discusión legal,pero oh, hete aquí que nos dieron unagolpiza ilegal y antidemocrática y eldiálogo se quedó en un monólogo dedieciséis años de cárcel a los que estoycondenada y 1 987 387 pesos quesolamente que me paguen a 100 milpesos por kilo de los que peso, y peso110 kilos, solamente así, podré pagarporque si no, ¿con qué ojos mi divinotuerto, mi divino dientón?… ¡Ah bueno!,pero te estaba yo contando de la

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Silenciosa. El 13 de septiembre día delos Niños Héroes leí en el Zócalo undiscurso dando los antecedentes delnacimiento del 145, su desarrollo, sureforma y el por qué debía ser derogado.Todos me felicitaron y al bajar delcamión de donde había hablado, mecargaron con grandes trabajos; unaseñora me dio una torta y otra unamoneda de las Olímpicas, de ésas de a25 pesos.

• Roberta Avendaño Martínez, Tita,delegada de la Facultad de Leyesde la UNAM , ante el CNH, presa en laCárcel de Mujeres.

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Yo dejé mi carro en la Calzada de laMilla, junto al Museo de Antropología,y mi mamá se quedó adentro y nosfuimos a la manifestación y cuandoregresé ya no había carro, ni mamá.

• Regina Sánchez Osuna, estudiantede la Academia de DanzaMexicana.

A mí me destrozaron el coche; llantas,parabrisas, vidrios, todo hecho cisco. Lepedí a un señor que le avisara a Manuel.Se vino de CU, yo creo que en

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helicóptero porque llegó en tressegundos. Estaba lívido. Él creía que yoestaba adentro del coche.

• Marta Acevedo, madre de familia.

Oye, Cabeza ¿y por qué no te callascomo en la Silenciosa? Llevas mediahora hablando de lo mismo.

• Un delegado, a Luis TomásCervantes Cabeza de Vaca, en elseno del CNH.

El Movimiento Estudiantil no es obra dedelincuentes ni tiene propósitos de

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subversión del orden institucional. Loslíderes estudiantiles están dispuestos aentablar un diálogo con las más altasautoridades del país.

• Ing. Heberto Castillo, Anatomías,Mesa redonda organizada por JorgeSaldaña, 21 de agosto de 1968.

«El silencio es más fuerte».

• Cartón de Abel Quezada. Excélsior,14 de septiembre de 1968.

El temor quedaba atrás, la confusión, losrumores, los conflictos internos. Losmismos maestros exclamaban con gusto

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que debíamos olvidarnos de la «retiradaestratégica». Ese triunfo lo cambiabatodo. Nos habíamos enterado de que elgobierno calculó que la manifestaciónno pasaría de diez mil personas; el CNHpensó que serían ciento cincuenta mil; y,rebasando los cálculos más optimistas,la asistencia fue de trescientos milmanifestantes.

Todas las mil pequeñas dificultadesque cada miembro del CNH tenía en supropia escuela desaparecieron. Nohabía que pedir a los alumnos queasistieran en mayor número a lasasambleas. Volvían solos. Nuevamentese abrían perspectivas. Se iniciaban

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debates, se trataban temas candentes.Una medida, una sola medida habíalevantado y reestructurado elMovimiento, porque no hacía falta sinouna cosa: devolver la confianza ennuestras propias fuerzas y encontrar unsentido, un propósito a las tareasconcretas, al trabajo común. Y esto selogró con la manifestación silenciosa.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

No puede tratarse de una conspiraciónen contra de las autoridades. Lacapacidad organizadora de los jóvenesse ha demostrado; los estudiantes se han

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unificado y se han hecho merecedores deser atendidos en todas aquellasdemandas que sean justas.

• Víctor Flores Olea, Anatomías,mesa redonda organizada por JorgeSaldaña, 21 de agosto de 1968.

CARTA DE UNA MADRE A SUHIJO GRANADERO

Hijo mío:Acabo de enterarme por medio de la

prensa de tus últimas hazañas; esverdaderamente conmovedor el saberque tú, querido hijo, nacido de missagradas entrañas, hayas entregado tu

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vida para beneficio de la patria de unamanera tan desinteresada.

No sabes el susto que me llevé alobservar los diarios; pensé en losgraves peligros en los que te visteinmiscuido, todo por tu amor a DíazOrdaz. Los salvajes estudiantespudieron haber maltratado con sucabezota tu bonito fusil. Tengoentendido que algunos son tan brutos queson capaces de estrellar su carota contratu macanita, que con tanto cariño cuidas.

Si no fuera por tu padre, que fuedevorado por los tiburones al tratar deescapar de las Islas Marías, en estosmomentos correría a felicitarte. Sin

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embargo, creo que desde el cielo ha deestar observando tu excelente conducta ydesde allá abogará ante todos los santospara que te cuiden en tu peligrosaprofesión.

Esperando sigas matando con igualsaña a estudiantes y maestros se despidede ti tu querida madre.

«La Poquianchis mayor», Cárcel deMujeres, Santa Marta Acatitla.

• Volante recogido en lamanifestación del 27 de agosto, yleído en la Sala Manuel M. Ponce,durante la serie «Los narradoresante el público», el 6 deseptiembre de 1968, en el INBA.

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En el primer mitin que hicimos enTlatelolco, el sábado 7 de septiembre,habló una compañera —era la primeravez que hablaba fuera de su escuela— yse refirió frente a veinticinco milasistentes a una frase de Díaz Ordaz ensu informe del 1º de septiembre: «…tendré que enfrentarme a quienes tienenuna gran capacidad de propaganda, dedifusión, de falsía, de perversidad…».

La compañera respondió que contodo gusto cambiaría esa gran capacidadque mencionaba Díaz Ordaz por la queel gobierno posee y utiliza. «Sin dudarloun momento cambiaríamos nuestrosmegáfonos portátiles por la radio y la

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televisión nacionales; nuestrosmimeógrafos de escuela por lasrotativas de los grandes diarios;nuestros botes de lata, (que el pueblollena de dinero para comprar papel ytinta —y ésas son nuestras armas: elpapel y la tinta—) por los recursoseconómicos del Estado»… Tambiéngritó: «¿Cómo es posible que cientoochenta periodistas que queríanprotestar por la invasión a laUniversidad y las injurias al rectoraceptaran que sus propios diariosrechazaran su protesta hasta comoinserción pagada?…».

• Florencio López Osuna, del CNH.

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Otra muestra del poder de nuestrapropaganda fue la gran cantidad deperros que soltamos con mantas en ellomo que decían: «Libertad a los presospolíticos», «Muera Cueto» y otras masfuertes.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

También descubrimos que un nuevomedio venía a aumentar nuestra temiblecapacidad de propaganda. Los alumnosde aeronáutica del Politécnico y los deCiencias-Químicas de la UNAVI

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descubrieron uno de globos que al llegara cierta altura dejaban caer supropaganda, miles de volantes, sobre lascabezas y en las aceras de México.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Nuestra propaganda fueron las bardascon pintas estudiantiles (al día siguienteamanecían con la pintura gris usada porla policía para cubrirlas), pero nosotrosle encimábamos otra mano de pintura yotra vez el letrero: «Muera Cueto» o«Libertad Pesos Políticos»; los letrerosen los costados de los camionesurbanos, en los tranvías; hasta en el

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techo de los camiones (allí era másdifícil despintarlos porque se tardabanmás en darse cuenta que llevaban unletrero encima), en el flanco de lostrolebuses, en cualquier muro decualquier esquina de la ciudad. Inclusocuando el Departamento del DF borrabalos letreros, quedaban manchones yéstos en cierta forma, tambiénprotestaban. Las pintas, los volantesmimeografiados y nuestros pulmonesfueron nuestra prensa.

• Ernesto Hernández Pichardo, de laEscuela de Economía de la UNAM .

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Todos dicen un chorro de mentiras paralucirse. Son más largos que la cuaresma.

• Carlos González Guerrero,estudiante de la UniversidadLasalle.

Los estudiantes —tanto los de la UNAMcomo los del IPN, como los deChapingo, del Colegio de México,etcétera—, no tienen más que unaconsigna: «el apoyo al rector, laprotección al rector, el apoyo al rector».Su solidaridad es estremecedora. Pero a

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ellos ¿quiénes los apoyaron a la hora dela verdad? ¿Acaso no los han dejadosolos?

• Isabel Sperry de Barraza, maestrade primaria.

CORRIDO DE LA POPULAR TITAPopular entre la «grilla» era la Titala mujer que la UNAM idolatrabaademás de ser valiente era gorditay hasta el mismo director la respetabay se oía, que decían aquellos que

tanto la querían:

Que si la Tita se fuera de Leyes

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los leguleyos le irían a llorarAy mi Tita por Dios te lo pidoque de Leyes no te vayas a olvidar.

Y si acaso nos truenan a todosque con tus chistes nos vayas a calmarAy mi Tita, por Dios te lo pidode los abogados no te vayas a olvidar.

Y si acaso te amuela un granaderoy si Cueto te quiere macanearno te olvides por Dios mi gorditaque Derecho no te puede abandonar.

Con mucho cariño y respeto para lavoluminosa Tita.

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Éste es un corrido que me hizo unode los muchachos antes de que elejército tomara CU. Se canta con músicade «La Adelita»… ¿Por qué fui popularen el Movimiento? Porque decían:«¿Quién va a la conferencia de prensa?»«Tita, Tita, que vaya Tita». Se hacía porvotación y yo salía porque a todos lescaía bien. Acordábamos conanterioridad sobre qué base íbamos ahablar en la conferencia de prensa ycada uno contestaba a las preguntas quele parecían de su competencia. Yo nuncasentí a Marcelino Perelló como unavedette. Creo que su propia brillantez

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era lo que hacía que él causara impacto;su propia inteligencia hacía que élacaparara la atención de los que loescachaban. Yo siempre admiré sulucidez…

En el CNH privaba un ambiente dejuventud, con su irresponsabilidad, susjuegos, sus bromas, sus chistes. Todaslas noches unos compañeros deEconomía me llevaban chocolates ydulces dizque para cohecharme; paraque votara por las proposiciones de sufacultad; ésta era una forma de guasearconmigo…

• Roberta Avendaño Martínez, Tita,delegada de la Facultad de Leyes

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ante el CNH.

Los estudiantes no pueden hacer nada sidetrás de ellos no hay quien los mueva;quien los apoye económicamente. Porejemplo ¿quién les da el sonido para susmítines? ¿Los magnavoces?… En 68:¿de dónde salieron los volantes? De laImprenta Universitaria. Todo loorganizaban en CU —CU era de ellos, elpapel, las máquinas de escribir, lasaulas, los esténciles, la tinta; la pintura,en fin, todo… ¡Todo salió de CU!

• Ángel García Cevallos, padre defamilia.

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¡Qué no me vengan con cuentos! Si hayporquería en el gobierno también lahubo en el otro bando: el de losestudiantes y las adultos que losrespaldaban, todos jugándole al héroe, ya la mera hora exponiendo sólo a losilusos, echando por delante a losjovencitos… En México todavía privauna criminal inconsciencia. Yo soymadre de familia y siempre me asombróla actitud de los profesoresuniversitarios… AI igual que losjóvenes parecía encantarles el relajo…

• María Fernanda Vértiz de Lafragua,madre de familia y maestra de

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primaria.

Más que motivos en mi participación enel Movimiento Estudiantil Popular de68, son fines y valores presentes los queme condujeron a unirme y que sintetizoen este breve coloquio de un maestro aun alumno en el inicio del Movimiento:«… He aprendido tanto de ti en esto deser hombre, que mi mejor respuesta esapoyar tu lucha, que ahora es nuestra ycontinuarla hasta el final».

• Doctor Fausto Trejo, profesor dePsicología de la Facultad deFilosofía y Letras de la UNAM ,miembro de la Coalición de

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Maestros, preso en Lecumberri.

Criticar al César no es criticar a Roma.Criticar a un gobierno no es criticar a unpaís.

• Carlos Fuentes, al reporteroGuillermo Ochoa, Excélsior 4 demarzo de 1969.

A pesar de que el CNH estaba compuestopor jóvenes nuevos, con pocaexperiencia política, a pesar de lo largoy lo repetitivo de las sesiones, elConsejo Nacional de Huelga logró ser elúnico canal de expresión de todos los

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estudiantes. Creo que esto es unaexperiencia muy grande para todos losestudiantes porque el CNH rompió conlos moldes anteriores, con todas lasformas de organización que existíanhasta entonces —la FNET, por ejemplo— y otras, y rompió no sólo con lascorruptas sino con las anquilosadas, lasmomias, las sociedades de alumnos,etcétera. Toda esta dirección verticalque pesaba sobre los estudiantes —lafamosa pirámide de la que tanto se hablaen economía— se convirtió en unanueva forma de organización en que losestudiantes sí participaban… Se hizotabula rasa con la pirámide… Todos los

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estudiantes eran el CNH. Además lodecían: «¡Nosotros somos el CNH!¡Nosotros somos el CNH!».

• Pablo Gómez, estudiante de laEscuela de Economía de la UNAM yde las Juventudes Comunistas.

E l CNH era terriblemente aburrido, sediscutían muchas cosas absurdas, perotenía chispazos fantásticos. Por ejemplo,los doscientos diez o doscientoscuarenta delegados y la base se pasabandiscutiendo horas y horas y horas si elMovimiento Estudiantil erarevolucionario o no; discusiones

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promovidas por trotskos eizquierdizoides. Romeo propuso unavez, por ejemplo, un paro obrero de unahora, a nivel nacional, bueno, en elDistrito Federal, paro que se efectuaríade 1 a 2, y cuando se le dijo que siemprehabía paros a esa hora en todas lasfábricas, porque era la hora de comer,dijo que no importaba, que así seaseguraba el éxito… Eran tan largas lasasambleas que de repente se aprobabansesiones de chiflidos y ruidos paradespertar a la raza. Había de doscientosdiez a doscientos cuarenta delegados,para que no predominara ningún grupopolítico. El diez por ciento era de

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militancia política y el noventa porciento era gente independiente, y estegrupo de gente era el que le daba suscaracterísticas populares al Consejo, suoriginalidad, su fuerza…. El contenidopolítico no se lo daban las palabras sinolas actitudes. Yo ya no creo en laspalabras. Los priístas usan un lenguajerevolucionario, emplean términos muyavanzados, y sin embargo un campesino,sin palabras, sin lenguaje, con su solaactitud, es más revolucionario que todosnosotros juntos.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

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Los cuatro líderes del Movimiento eranRaúl Álvarez Garín de Físico-Matemáticas del IPN y Sócrates CamposLemus, de Economía del IPN, MarcelinoPerelló de Ciencias de la UNAM yGilberto Guevara Niebla, también deCiencias de la UNAM. De los cuatro, losmás accesibles eran Sócrates yMarcelino. Los otros dos que traté unpoco eran hoscos, broncos,autosuficientes. Guardaban lasdistancias, y Raúl, sobre todo eratajante. ¡Ésas eran las apariencias!…Pero, para caer en una perogrullada, las

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apariencias engañan. ¿Quiénes quedan ala larga? A la hora de la verdad¿quiénes dieron la medida? Raúl yGilberto… Los otros dos no valen.Marcelino fue una vedette y Sócrates,pues… todo el mundo sabe ya lo que es.

• Luis González de Alba, del CNH.

En el CNH, cuando le llegaba a uno elturno para hablar —después de unaespera de dos horas— y tomaba lapalabra, ya hasta se le había olvidado auno para qué la había pedido.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,de la ESIME del IPN, delegado ante el

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CNH.

Nunca en el Movimiento Estudiantilhubo una organización másrepresentativa y nunca una que todos losestudiantes sintieran como suya. Losmuchachos no apoyaban a uno o dosfigurones sino que se sentían partícipes,no eran objeto sino sujeto. Ellos eran losque decidían y así lo sintieron, porquelas decisiones más importantesrecayeron sobre ellos. Por ejemplo,cuando el ejército ocupó CU, losestudiantes de la UNAM estabandispersos. Sin embargo las brigadas que

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funcionaban en CU siguieron trabajandoafuera e hicieron volantes y manifiestoscon una orientación determinada y labase siguió luchando.

• Pablo Gómez, de la Escuela deEconomía de la UNAM y de lasJuventudes Comunistas.

El 18 de septiembre el ejército tomó laCiudad Universitaria sorpresivamente.Cuando empezaron a pasar los tanques ytransportes de paracaidistas rumbo alsur, el teléfono no cesó de repiquetear:«Gracias, señora, no se preocupe… Sí,señor, vamos a evacuar… Señora, nos

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pondremos a salvo, gracias… Señorita,le agradecemos su atención… Graciascompañero… Cómo no, compañera…».Total, en todas las Escuelas yFacultades recibimos el aviso de que elejército venía para CU, pero nadie sepreocupó por sacudir al CNH, queacababa de iniciar su reunión haciéndoleuna severa crítica a los delegadosausentes y a los impuntuales. Cuando yaestaban en las puertas de la UNAM losprimeros tanques un muchacho corrióhasta el auditorio de Medicina y,pasando por encima de los cuates que leexigían su pase de delegado, entró hastala sala de sesiones e hizo el anuncio

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estrepitosamente. El Consejo entero seindignó: «¡Bastante molesto es empezarla noche con sólo unos cuantosdelegados para que, además, ni siquierase pueda trabajar en paz y sininterrupciones!». El mensajero salióestupefacto. Los delegados siguieronhablando pinchemil cosas. Diez minutosmás tarde entró otro compañero quiencon toda calma informó:

—Aquí abajo, en el estacionamientode la Facultad se están acomodando lostanques y los transportes ligeros de losparacaidistas. Si quieren salir, apúrense,yo ya me voy…

• Luis González de Alba, del CNH.

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Durante los quince días de la ocupaciónde CU por el ejército se quedó encerradaen un baño de la Universidad unamuchacha: Alcira. Se aterró. No pudoescapar o no quiso. Al ver a lossoldados, lo primero que se le ocurriófue encerrarse con llave. Fue horrible.Uno de los empleados que hacen lalimpieza la encontró medio muerta,tirada en el mosaico del baño. ¡Quincedías después! Ha de haber sidoespantoso vivir así, hora tras hora,tomando sólo agua de la llave dellavabo. Se la pasó entre los lavabos ylos excusados —allí dormía, tirada en

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ese pasillo, en el piso de mosaico— yse asomaba por una mirilla para ver alos soldados recargados en sus tanques,bostezando, o recostados adormiladosen los yips… ¡Era tal su terror quenunca se movió del baño!

• Carolina Pérez Cicero de Filosofíay Letras de la UNAM .

Después de que los soldados me dieronel balazo en CU el 19 de septiembre de1968 —me lo dieron en el fémur y porpocos milímetros me rompen la femoral—, estuve dos meses internado en elhospital 20 de Noviembre y jamás traté

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abiertamente el tema de mi herida, nisiquiera con otros muchachos que mevisitaban porque se decía que había«orejas» y «chivatos» en todas partes yreinaba un ambiente de temor, deabsoluta desconfianza.

• Víctor Vállela, escritor, miembrodel Pen Club.

Aquella primera represión desató otras,completamente insensatas que partieronen dos la opinión nacional: acá loshombres del poder y la gran propiedad;allá los estudiantes, los profesores, losintelectuales y buena parte del pueblo.

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• Ricardo Garibay, «Salir delAgujero, La Hora Cero»,Excélsior, 27 de septiembre de1968.

Abomino la pasividad e indiferencia,porque las identifico con la complicidade irresponsabilidad. Formamos laCoalición de Maestros de EnseñanzaMedia y Superior Pro-LibertadesDemocráticas, al ejemplo de los jóvenesen su Consejo Nacional de Huelga.Siempre tendré presente la pregunta queme hizo mi hijo momentos antes de unade las grandiosas manifestaciones delMovimiento Estudiantil: «¿Y qué no vas

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a estar con tus alumnos en estamanifestación?».

• Doctor Fausto Trejo, de laCoalición de Maestros, preso enLecumberri.

A Armando y a mí nos cogieron el 18 deseptiembre en CU cuando fuimos pornuestra hija. Un militar reconoció a mimarido, lo apartó, llamándolo por sunombre: «¡Armando Castillejos!». Y nossepararon. Bueno, separaron a todos loshombres de todas las mujeres y aArmando y a mí nos consignaron comodirigentes del Movimiento Estudiantil,

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con el cual no tuvimos nada que ver,salvo el desplegado que publicó elSindicato El Ánfora en que declarabapúblicamente su apoyo al pliegopetitorio estudiantil. Mi marido essecretario del Sindicato. En realidad,con quien tenemos que ver es con elMovimiento Obrero ya que llevamos 26años de trabajar directamentevinculados con los obreros, y hemospodido darnos cuenta hasta qué gradoestán mediatizados y cómo se lesdificulta la lucha. Lo único que hemoshecho Armando y yo a lo largo denuestra vida es explicar a los obreroscuáles son sus derechos —siempre

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dentro de la legalidad— porque si nosaben cuáles son, ¿cómo van a poderdefenderlos? Por esto, cada uno tenemostrece delitos del fuero federal y seisdelitos del común; nos pusieron dosprocesos diferentes y tenemos másdelitos que cualquiera de los presospolíticos… El 24 de diciembre de 1968salí yo en las listas que aparecieron enlos periódicos entre los que iban aliberar ese mismo día y a pesar de quees un día atareado para los funcionariospor ser víspera de Navidad, ese mismodía hubo una contraorden y yo fui laúnica que no salí. Cuentan las malaslenguas que Fidel Velázquez intervino

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personalmente para que yo no saliera…Yo trabajé en la Secretaría del Trabajoy después de diecinueve años, medespidieron. Era auxiliar del grupo 13de Petróleos en la Junta Federal deConciliación y Arbitraje, puesto al quellegué por escalafón y me despidieronpor ser esposa de Castillejos. Esto melo dijo personalmente SalomónGonzález Blanco:

—Señora, yo admiro a su esposopero consideramos que es enemigo delgobierno. Por lo tanto, si usted quiereseguir aquí, la vamos a trasladar aGuaymas.

Yo le dije que no tenía por qué irme

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a Guaymas. Luché y hasta en la SupremaCorte perdí la demanda de trabajodespués de todas las instancias. ¡No lesimportó diecinueve años de trabajo y deesfuerzo ya que en esos diecinueve añossiempre ayudé a los trabajadores!

Cuando esto pasó, en 1962 me fui atrabajar al despacho de mi esposo perola lucha era para nosotros cada vez másdifícil porque aun sindicatos de sesentay tantos trabajadores como el de lalaminadora Xalostoc tampoco lo pudoregistrar Armando. La Secretaría delTrabajo y el Departamento del Distritoson los que dicen qué sindicatos seregistran y con eso tienen el control de

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todas las organizaciones obreras. ¡Asípuede usted pelear ante todas lasinstancias legales, no le dan a usted elregistro! Es uno de los cuellos debotella que tiene el gobierno paracontrolar completamente el MovimientoObrero.

Como mi marido jamás aceptóproposiciones ¡y vaya que se lashicieron! para vender una huelgaentonces lo consideraron una personapeligrosa. Armando inició además unacampaña durísima contra FidelVelázquez y contra los sindicatosblancos y esto no se lo perdonan ni loslíderes charros ni el gobierno que tiene

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en ellos sus principales apoyos. Ésta esla razón verdadera de nuestroencarcelamiento.

• Lic. Adela Salazar Carbajal deCastillejos, litigante en asuntosobreros, presa en la Cárcel deMujeres.

A mí me detuvieron tres veces, laprimera el 18 de septiembre. Yo bailabaen el Ballet Folklórico de la UNAM yhabía ido a un ensayo y por cierto traíamis zapatillas de ballet. Yo era delComité de Lucha de la Facultad deDerecho, tenía la Comisión de Finanzas,pero andaba con unas compañeras que

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nada tenían que ver con el Movimiento,ni siquiera con la Universidad y nosdetuvieron a todas juntas y nos tuvieronhasta las tres de la mañana en laexplanada frente a la Rectoría. Junto amí estaba una muchacha francesaembarazada que se sentía muy mal. Ellay su marido eran turistas; habían ido a laUniversidad a conocerla y a pesar deello, la francesa embarazada duró tresdías conmigo en Lecumberri. Tambiénhabía dos muchachas de Tamaulipas quefueron con sus novios a bailar al«Altillo» y al ver pasar los tanques y elejército quisieron ir a ver qué suceda.Las dejaron entrar con los novios pero

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ya no las dejaron salir y ellas decíanhasta cómicamente: «Ahora sí nos van acasar nuestros papas porque van a creerque nos fuimos con los novios». Unabailarina de ballet clásico, decía junto anosotras: «Esto hay que tomarlo concalma, hay que relajarse, calmamuchachas, calma» y comenzó a hacersus ejercicios de yoga. En CU detuvierona quien quisieron y no respetaron anadie. Vi pasar al secretario particulardel rector, licenciado Noguerón seguidopor un soldado con bayoneta y le dije:«Pero licenciado, ¿a usted?». Y él merespondió: «Esto es un error, Nachita,pronto se resolverá». De la explanada

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nos llevaron a Lecumberri a cuarenta ytres mujeres y nos tuvieron en el turnode mujeres porque las demás cárcelesestaban llenas: el Campo Militar número1, la jefatura, la Cárcel de Santa Marta,la Procuraduría General de laRepública, etcétera. Como no habíacamas para nosotras nos tuvieron en elcomedor sentadas sobre las mesas deconcreto hasta el otro día con un fríohorroroso. Allí me di cuenta que connosotras estaba una anciana que decíaera hermana de un magistrado de laCorte, que ¿por qué la tenían allí?Nosotras teníamos un ánimo excelenteporque era la primera vez que nos

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detenían; nuestra preocupación erannuestros compañeros; que a ellos no leshicieran nada. Hicimos una colecta entrenosotras y les compramos latas de lecheNestlé y cigarros para mandárselos ycreyendo que nos escuchaban nosdedicamos a cantarles y a echarlesporras para que tuvieran ánimos ysupieran que no estaban solos, pero nopensamos un solo instante que no podíanoírnos porque estaban en otras crujíasmuy lejos… Nos sentíamos valentísimasy en ese momento alguien gritó: «¡Unratón!», y todas, las cuarenta y tres almismo tiempo, nos trepamos a las mesasde cemento. ¡Cómo cupimos, no lo sé,

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pero lo que sí recuerdo es que no lapasamos mal y que esos días no fueronmalos, lo malo vino después!

• Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, delComité de Lucha de la Facultad deLeyes de la UNAM , presa en laCárcel de Mujeres.

Mas la situación presenta ahora unanueva fase; estoy siendo objeto de todauna campaña de ataques personales, decalumnias, de injurias y de difamación.Es bien cierto que hasta hoy proceden degentes menores, sin autoridad moral;pero en México todos sabemos a quédictados obedecen.

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• El rector, Ing. Javier Barros Sierra,texto de su renuncia a la H. Juntade Gobierno de la UNAM , el 23 deseptiembre de 1968.

El viril documento cívico que constituyela renuncia del rector no deja lugar adudas sobre la índole de las presionesominosas y externas al ámbitouniversitario que la motivaron.

• Declaración del CNH, 25 deseptiembre de 1968.

La renuncia del rector es un acto decivismo sólo comparable al de Octavio

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Paz renunciando a la Embajada deMéxico en la India, semanas después,porque no podía representar a ungobierno que asesina a su pueblo.

• Luis González de Alba, del CNH.

Los problemas de los jóvenes sólopueden resolverse por la vía de laeducación, jamás por la fuerza, laviolencia o la corrupción. Ésa ha sidomi norma constante de acción y el objetode mi entrega total, en tiempo y energías,durante el desempeño de la rectoría.

• El rector, Ing. Javier Barros Sierra,texto de su renuncia a la H. Junta

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de Gobierno de la UNAM , el 23 deseptiembre de 1968.

Todas las escuelas estaban convencidasde que no había otro camino de soluciónque el diálogo público. Esto eraindiscutible. La corrupción no habíalogrado penetrar al Consejo y lasmaniobras gubernamentales fueronprevistas y eludidas a tiempo. Elpresidente jugó su última carta hablandodesde la más alta tribuna del país paraamenazar con la represión total, y nosurtió el efecto esperado. Ahora sólo lesquedaba a los funcionarios hacer a unlado las vías tradicionales tan conocidas

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por el gobierno mexicano; seenfrentaban a un movimiento que no sepodía corromper ni desvirtuar. Tampocoentendían que no hubiera personajes dela política nacional patrocinando ydando directrices tras bambalinas.¿Acaso no tenía trasfondo el pliegopetitorio? ¿Sólo se pedía la solución delos seis puntos? El gobierno no lo podíacreer y seguía buscando conjuras yfantasmas. Un régimen acostumbrado aldoble juego de las insinuaciones, nuncaa las exigencias rotundas y claras, notenía la capacidad para comprender loshechos que sorpresivamente leestallaban en la cara, ni poseía los

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instrumentos adecuados y la flexibilidadpolítica necesaria para responder de susactos honestamente ante toda lapoblación fuera de las salas de losministros donde tantas luchas justas sehan apagado.

• Luis González de Alba, del CNH.

¡VACUNE A SU GRANADERO!

• Pancarta en una manifestación deLos agachados, de Rius, «Númeroespecial de los cocolazos. Dejulio-agosto-septiembre y octubrequién sabe si tambor».

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¡VIVAN LAS CUBANAS!

• Pancarta en una manifestación deLos agachados, de Rius.

¡Cueto para presidente!Mariles pa’ Secretario de la Defensa(Personal)¡Corona del Rosal pa embajador enAndorra del Norte!¡Mendiolea Cerecero para el INBA!O sea ¡la pura vida!

• Rius, Los agachados, «Númeroespecial de los cocolazos».

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El gobierno nunca quiso el diálogopúblico sino pláticas de recámara. Ynosotros no podíamos transigir: ELDIÁLOGO TENÍA QUE SERPÚBLICO. Por eso al MovimientoEstudiantil de 1968 no pudocorromperlo el gobierno.

• Marcia del Río Capistrán,estudiante de Odontología, de laUNAM .

Las cárceles se llenaban de nuevospresos cuando una de nuestras

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principales demandas era la libertad delos presos políticos.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

A las once de la noche, cuando seterminaba en el Zócalo la ceremoniaoficial repetida en cada pueblo y encada ranchería del país, dimos el gritode independencia en la CU y en el Polien medio de un júbilo desbordante. EnCU lo dio Heberto… En la explanadahabía puestos de fritangas, de aguasfrescas, confeti, serpentinas; parecíakermesse, se vendían flores, sombreritos

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de cartón, y se celebraban«matrimonios». La avenida Insurgentes,toda encendida de colores, salpicada defocos y de gritos se convirtió en unaromería, en una feria popular… Mástarde, la Procuraduría General de laRepública guardaría nuestras actas dematrimonio, típicas de cualquier feria,como pruebas de cargo en contranuestra, para demostrar que noshabíamos constituido en autoridades concapacidad para celebrar matrimoniosciviles, cometiendo así un nuevo delito yun desacato a nuestra Constitución…¡De pura chiripada yo no me casé!

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

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¡Eran casorios de a mentiritas! ¡Ojalá yhubieran sido de a de veras!

• Cuca Barcón de Narváez,estudiante de la Facultad deMedicina de la UNAM .

En el mitin del 21 de septiembre de laUnidad Tlatelolco, constantementellegaban refuerzos a los granaderos,pero no les faltaron a los estudiantesporque muy cerca se encuentran laschorrocientas escuelas politécnicas delCasco de Santo Tomás. Hasta ellasllegaba el ruido de las explosiones de

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gases y los disparos de armas de fuego.Había centenares de intoxicados por losgases y muchos heridos por bala perolos estudiantes y los vecinos de launidad no se daban por vencidos. Ya denoche las señoras seguían calentandoagua en sus estufas y buscando botellasde refresco para llenarlas con cualquierlíquido inflamable y arrojarlas junto conpiedras, botes, latas, trozos de madera,ladrillos, basura.

Un capitán de la dirección detránsito lanzó a los hombres que tenía asu cargo —todos ellos disfrazados deciviles— contra los curiosos que sedetenían, como siempre cuando hay un

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borlote. Los alumnos del Casco de SantoTomás rompían el cerco para auxiliar asus compañeros de la vocacional 7;muchos de los numerosos vehículos quefueron usados para cercar la zona por lapolicía fueron incendiados con bombasmolotov. Por ambas partes aumentaba elnúmero de los participantes. ¡Hasta losniños de la Unidad, desde las azoteas,aventaban piedras y querían pelear!

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

La población de la vocacional 7 esfundamentalmente de gente de la Unidad

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Tlatelolco y de chicos del rumbo deTepito y de la Lagunilla. Todos, o lagran mayoría, éramos gente queapoyábamos al Movimiento. Antes desalir a repartir volantes en los camiones,en los mercados, en las escuelas y enotros lugares, los muchachos pasabandiariamente a nuestras casas a dejarvolantes y a informar cómo estaba lasituación. Había además unaorganización de padres de familia y devecinos que apoyaban decididamente alos muchachos. Esto les consta a losgranaderos. Se dieron cuentaperfectamente que eran los vecinos deTlatelolco o las madres de todos estos

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muchachos los que estaban dispuestos adefenderlos. En dos ocasionesanteriores los estudiantes y la gente deTlatelolco hicieron salir destapados alos granaderos.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga, habitante del edificioChihuahua de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.

Con los granaderos era una lucha azteca,a pedradas. No era un problema dearmas de fuego porque no traían más quemacanas y cosas de esas. Por ejemplo,en Zacatenco, muchas veces quisieronentrar los ganaderos solos y no

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pudieron… Tenía que venir el ejército.Por eso, a partir del 23 de septiembre,los empezaron a armar con fusiles M-1.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Los camiones del Poli le sirvieron demucho al Movimiento. En un camión delPoli te sentías en tu casa.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

En mis tiempos a una bola de vagos ymalvivientes no solía llamárselesestudiantes.

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• Pedro Lara Vértiz, sastre.

Soy de provincia y soy de origencampesino. Tengo veinticinco años y hevisto compañeros de mi edad morircomo nacieron: fregadísimos. Mi familiavino por hambre al Distrito Federal. Alprincipio nos arrimamos con unas tías enuna vecindad por Atzcapotzalco. Mipadre era albañil. Desde la primariacomencé a trabajar en una fábrica deoxígeno; después me animé a entrar auna secundaria; tenía muchos deseos deingresar al Poli, pero sin palancas, sincentavos pues ¿cómo? No conocía a

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nadie. Cuando llega uno de fuera así es:casi no habla con nadie. Yo era un tipo aquién no le gustaba oír cosas de política.Lo que necesitaba era salir avante conmi familia, quitarla de padecer lo que yohabía visto y se me quedó grabado:cómo trataban a ni madre cuando iba alavar y todo eso. Había casas donde envez de pagarle le decían: «Llévate estacomida»; yo veía claramente cómo ledaban las sobras. Claro, con hambretiene uno que aguantar lo que sea pero amí me daba rabia. Por fin entré al Poli.Trabajaba en las noches, estudiaba porla tarde y así llegué a la Superior. En elPoli me alejé de cualquier organización;

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todo tipo que formaba una sociedad meparecía malo. Yo era un autómata deltrabajo y de la escuela y fuera de ellonada me interesaba. Dejé de ir muchotiempo a mi tierra y al regresar vi quelas condiciones en que vivían y vivenhasta la fecha mis familiares seguíansiendo exactamente iguales y me entrómucha desesperación. Bueno, ladesesperación me entró a los doce añoscuando empecé a trabajar en la fábricade oxígeno. El representante de lossindicatos blancos, de la CTM, llegabanada más a cobrar y para todo decía:«Está bien, señores». Corría a todo elque pidiera cosas que le corresponden

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al obrero. Todo esto me hizo reflexionary cuando vi que el MovimientoEstudiantil cobraba forma dije: «A estosí me meto». Me sentía ya hecho y dije:«Ojalá y se logre algo». Yo no penséque el Movimiento fuera político sinoque iba más allá; en primer lugar todoseran jóvenes, todos tenían coraje y todosestaban dispuestos a jugársela… Ensegundo lugar, los conceptos erandistintos; se pedían cosas concretas, yyo no sentí que se estaba engañando anadie… ¡Nunca sentí que me movía enun ambiente de mentira o de simulacióncomo sucedía en la fábrica, en lasrelaciones entre la CTM y los obreros!

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• Daniel Esparza Lepe, estudiante dela Escuela Superior de Ingeniería(ESIME), del IPN.

Los camiones del IPN jugaron un papelmuy importante en la lucha. Todos nossentíamos más seguros, más confiados;eran al final de cuentas nuestroscamiones. A nada se trató con tantocuidado como a nuestros camiones.Además tenían un poder de atracciónincreíble; bastaba llegar en un camiónguinda-blanco a una colonia para queautomáticamente se reunieran a sualrededor centenares de gentes.Nosotros íbamos en ellos a las colonias

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obreras: San Bartolo Naucalpan, LaPresa, Santa Clara, Netzahualcóyotl,etcétera; eran mítines muy bonitos.Cuando llegaba un camión del Poli yotro de la UNAM y se juntaban en elcentro o en cualquier lugar de la ciudadpara hacer un mitin, las gentes se subíana los camiones improvisados en tribunay hablaban, criticaban al Movimiento, sesolidarizaban con él, lo consideraban supropio movimiento, su propia lucha. Unavez llegamos en tres camiones del Polipara hacer un mitin en la PlazaGaribaldi. Teníamos un megáfono muygrande y lo llevábamos en la parte dearriba de uno de los camiones, en la

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parrilla o canastilla, creo que le llaman,y en cuanto entramos con los camiones ynos echamos un «güelum», losmariachis callaron, subieron al camión-tribuna y hablaron de sus problemas, desu apoyo al Movimiento. Fue un mitinnumeroso que duró más de una hora. Enotro mitin, en la zona industrial Vallejo,cogieron una brigada de cerca dedoscientos compañeros. Iban encamiones del Poli. Unos pudieronescapar pero a ciento veinte de ellos selos llevaron a la Procuraduría con todoy los camiones. Los muchachos salierona los dos o tres días; fueron de lasprimeras detenciones que la policía

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hacía después del 26 de julio, pero loschavos salieron. Los que sí no salieron,los que no nos devolvieron fueron loscamiones y vaya que lo sentimos.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

El 23 de septiembre antes de quetomaran la vocacional los de la Montadaestaba un camión de granaderos frente ala voca 7, y un compañero que acababade salir de la cárcel se acercó con unbote recolector y con propaganda alcamión. Como pensamos que le podíanpegar, todos rodeamos el camión, pero

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se nos pusieron los ojos cuadradoscuando vimos que los granaderosestaban cooperando y recibían lapropaganda. Nos acercamos a platicarcon ellos y un compañero le hizo unaentrevista a un cabo con un magnavoz debaterías para que todos oyeran y elgranadero dijo que a ellos les dabantreinta pesos por cada estudiantegolpeado que llevaban a la cárcel. Dijotambién que él tenía un hijo en la prepa5; que estaba en contra de las decisionesde Cueto, Mendiolea y GDO; que élhacía lo que le mandaban porquenecesitaba mantenerse, así como a sufamilia, y que si nosotros le dábamos

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trabajo y le pagábamos el mismo sueldoque ganaba como granadero él lodejaría. También dijo que esas regalíasque les tocaban por cada estudiante sedebían a que hubo un intento de renunciaen masa y que para evitarlo lesofrecieron más lana. Luego otrosgranaderos le entraron a la plática yunos a otros se quitaban la palabra. Noscontaron que la policía puso una cuotaespecial por cada miembro del CNH quecapturaran. Éstos son los granaderos delcuartel de Victoria, allí donde está laSexta, entre Victoria y Revillagigedo…El granadero que habló era un hombremás bien maduro y no tenía cara de palo,

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como suelen tenerla todos.

• Antonio Careaga, vendedor de ropa.

En todos los países del mundo, lajuventud es una etapa transitoria; unlapso que sólo abarca algunos años.Pero aquí se es joven y se es«estudiante» según el antojo y decretopersonal de cada individuo. Losprivilegios del estudiante no tienen fin.Por ejemplo Espiridión o Esperón oEspanten o Aspirina o como se llamaraese escolapio que se permitió encabezarel movimiento contra el doctor Chávez(que entre otras cosas es mi cardiólogo)

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llevaba quince años de estudiar en laUNAM y todavía no se recibía de fósil.¿Es eso ser estudiante?

• Clemencia Zaldívar de Iglesias,madre de familia.

Yo detesto a los estudiantes porquedetesté ser estudiante… Me salí de laUniversidad porque no aprendía nada.Los maestros no iban, en el salón nocabía un alfiler, junto a mí, un cuate quedizque tomaba apuntes hacía tantas faltasde ortografía que me dieron ganas depegarle. «¡Lárgate a parvulitos!, ¿quédiablos haces aquí?».

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• Antonio Mereles Zamorano, exestudiante de Medicina.

El ataque al Casco de Santo Tomás, elmartes 24 de septiembre, no nos hallócompletamente desprevenidos, como alos universitarios, porque muchos díasantes habíamos tomado precauciones.Almacenamos bombas molotov,resorteras, piedras, palos, cohetones,cohetes —realmente logramos juntar unabuena cantidad de bombas molotov— yaccionábamos los cohetones por mediode una especie de cerbatana, un carrizoo un tubo largo —haga de cuenta unapequeña bazuka. No hacían daño, no

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podían herir a nadie, pero sí estallabanmuy fuerte en el aire; su estampidodesconcertaba a los granaderos y losasustó durante varias horas. Asípudimos mantenerlos a raya, por lomenos hasta la llegada del ejército. Elenfrentamiento con los granaderos seprodujo a las seis de la tarde; a esa horacomenzamos y se prolongó hasta elanochecer cuando entró el ejército.Llegó la policía montada; trajeron armasde fuego y pronto se oyeron los disparoscontra los edificios. Los edificioscercanos fueron bombardeados congases lacrimógenos y de ellos salieronhombres, mujeres y niños que fueron

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aprehendidos. ¿Qué culpa tenían ellos?Lo que fue muy dramático y nos indignóa todos es que llevamos a nuestrosheridos a la Escuela Superior deMedicina y poco después la ocuparonlos granaderos. «¡La cosa está quearde!», gritó un muchacho al pasar juntoa mí.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

Los estudiantes no sirven para nada.Cuando el gobierno los reprimecontestan con gritos y piedras. Siempregritan pero nada más. Se necesitan

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armas.

• Cleofas Magdaleno Pantoja Segura,campesino de Míxquic.

Los estudiantes tienen razón, pero anosotros nos perjudica que quemencamiones, porque luego tenemos que ircaminando al trabajo.

• Guillermo Puga Quiroz, obrero dela fábrica Ayotla Textil.

Quemar camiones siempre ha sido unatradición en las luchas estudiantiles. Esuna manera de enfrentarse al gobierno,

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fregarlo.

• Ernesto Ramírez Rubio, estudiantede la ESIME, del IPN.

Agarramos camiones porque es lo únicoque se tiene a mano… Además loscamiones no son del pueblo, son de lospermisionarios.

• Eduardo Razo Velázquez, de laVocacional 9.

El 25 de septiembre, en que ya tenían laVocacional 7 los de la Montada, llegóun campesino con ropa muy humilde que

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llevaba cuatro hondas y las empezó arepartir allí en Manuel González. Allímismo les enseñó a varios compañerosa hacer más hondas y los entrenó; todosse pusieron a entrenar con las hondas. Elmismo 25, en la tarde, se programó unamanifestación que iba a salir de laglorieta de Peralvillo rumbo al Zócalo.Después de organizarla comenzamos acaminar y a los cien metros nos atacaronlos granaderos. Entonces los que traíanhondas y estaban retirados las usaronpor primera vez. El de mejor punteríaera el campesino. Vimos que entrecuatro granaderos tenían a una muchachaencima del techo de un carro. El

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campesino se dedicó a tirarles con lahonda y les dio a los cuatro. A unmuchacho de la prepa 3 le pegaron conuna bomba lacrimógena en la quijada yse la quebraron. Cuando lo vimos noslanzamos a luchar cuerpo a cuerpocontra los granaderos, porque éramosmás, cinco contra uno, pero cuandoestábamos luchando nos dimos cuentaque traían marrazos, y entoncesretrocedimos y de las ventanas de unedificio los vecinos de Tlatelolcoempezaron a aventar agua, sillas, traposencendidos, desperdicios, lo que fuera.Corrimos hasta la Vocacional 7 y comoallí estaban posesionados los de la

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Montada tuvimos que refugiarnos en elpuente que está a un lado de laVocacional 7.

• Fernando Obregón Elizondo,estudiante de la ESIQIE del IPN.

Yo no recibí educación en ningunaescuela porque mis padres no pudierondármela, pero si la educación queimparten ahora es la de los estudiantes,entonces prefiero no haber ido a laescuela. Nunca he oído a gente másirrespetuosa, más grosera y más malhablada.

• José Álvarez Castañeda, pesero en

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el trayecto Diana Zócalo.

Ahora estudiar es sinónimo de echarrelajo.

• Trini, costurera.

Yo siempre les doy en los «altos»cuando me piden. Me gusta ver suscaritas jóvenes en la ventanilla de micoche. Les doy un peso, tres pesos, elsuelto que tenga a mano… Por lo menoslos estudiantes son más guapos, másexpresivos que los colocadores.

• Marta Zamudio, cultora de belleza.

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Una noche que estábamos de guardia enla Vocacional 7 oímos los enfrenones deunos carros y salimos a asomarnos. Erancinco carros. Bajaron muchachos comode diecinueve o veinte años conametralladoras que dispararon contratoda la fachada de la escuela, elauditorio, las ventanas de los salones…Se supone que estos cuates eran delMURO.

• Mario Méndez López, estudiantede la ESIME del IPN.

La buena vida, chavo…

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• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

En un mitin en Atzcapotzalco un policíasubió a hablar; dijo que él era unhombre con dignidad, se quitó eluniforme y lo pisoteó. Luego nos pidiódinero para irse a su tierra. Estaballorando de coraje.

• Julián Acevedo Maldonado,estudiante de la Facultad deDerecho de la UNAM .

El 23 de septiembre, en un carro sin

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placas llegaron en la noche trespersonas; dos de ellas no hablabanespañol. Se identificaron comoreporteros de la televisión francesa.Querían fumar la situación de laVocacional 7, el estado en que habíaquedado. Platicamos con ellos y elComité de Lucha acordó que sí, y losfranceses filmaron los talleressaqueados, los tornos, los vidrios rotos,los destrozos, el impacto de las balas enlos muros, las huellas de bala e inclusolas de sangre. Filmaron todo y nosdieron mil pesos para el Movimiento.

• Alejandro Macedo Ortiz, de laESIME del IPN.

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Jamás paso por una Vocacional; prefierodar un rodeo de cuatro cuadras. Tengocincuenta años, soy archivista, hacetreinta años que trabajo y una noche,nomás porque sí, unos muchachos se meecharon encima y me arrancaron lamitad del vestido. ¡Los estudiantes sonunos salvajes! Creen que la ciudad es deellos; piensan que tienen todos losderechos y se sienten impunes.

• Margarita Mondada Lara,bibliotecaria.

Sabíamos que la policía usaba grupos de

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pandilleros y malvivientes que al gritode «¡Vivan los estudiantes!», cometíanatropellos contra la población. EnCoyoacán algunos vagos muy bienidentificados, Los Conchos, quemabancamiones y maltrataban a los pasajeros ychoferes. Se asaltaban comercios y sevejaban transeúntes, todo en nombre delMovimiento; pero los engañados eranmuy pocos… ¿Por qué? Porque esastácticas no eran nuevas para la policía nidesconocidas para la población. Decualquier forma, aun quienes aceptabanque estos desmanes los pudierancometer los estudiantes, les parecíanexcesos hasta cierto punto justificados:

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el lenguaje ruin y las intrigas que desdela Cámara de Diputados se utilizabancontra la Universidad, en ese momento,no podían tener una respuesta mesuradade parte de los jóvenes. Pero en generalse supo distinguir muy bien entre losactos de los estudiantes, por exaltadosque fueran, y las francas provocacionese intentos de desprestigiar urdidos porla policía.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

PUEBLO, ABRE YA LOS OJOS

• Cartel en la Facultad de Ciencias.

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A mí me rompieron mi vitrina apedazos, la lapidaron, pero ahora ya noestoy seguro si fueron los estudiantes ofueron agentes disfrazados deestudiantes.

• Marcelo Salcedo Peña,comerciante.

JUÁREZ, ¿QUÉ HACEMOS?

• Cartel en el muro de la Facultad deCiencias, de la UNAM .

HAY QUE ODIAR CON AMORREVOLUCIONARIO

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• Che Guevara, citado en un cartel enel muro de la Facultad de CienciasPolíticas.

LIVERTAD A LOS PRESOSPOLÍTICOS

• Letrero en una barda de la AvenidaCopilco.

Los universitarios son los futurosburgueses de la República Mexicana.Entonces, ¿qué se traen?

• Pedro Magaña Acuña,restaurantero.

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La violencia se extendió por toda laciudad. Las medidas represivas sevolvieron contra sus autores: la policía.El gobierno había prendido la chispa yel fuego se extendía.

• Luis González de Alba, del CNH.

Estamos cerrando todos los días mástemprano por culpa de los estudiantes.

• Everardo López Sánchez,abarrotero.

¿Qué se han creído estos mozalbetes? Lo

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primero que yo les pediría son suscalificaciones.

• Yolanda Carreño Santillán, cajerade la farmacia El Fénix.

Todo es culpa de la minifalda.

• Leopoldo García Trejo, empleadode Correos.

A los estudiantes y en especial a algunosgrupos de preparatorianos y escuelasvocacionales, se les llamó la atención endiversas ocasiones tanto por su malcomportamiento dentro de camiones de

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transporte público como por suinjustificable conducta con lostranseúntes en las aceras de susescuelas. A una gran cantidad depúblico en el DF, le consta la conductaatrabiliaria, irrespetuosa y en muchoscasos ofensiva de ciertos gruposestudiantiles. También en diversasocasiones se les advirtió directamente através de los periódicos que la policíano podría en forma indefinida dejarpasar los pleitos callejeros y lasagresiones al público y a las víasgenerales de transporte. Hay querecordar, por ejemplo, los sucesos entrelas prepas de la zona de Tacubaya: las

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pedradas y los golpes. Si la policía nointervenía había condena por parte delpúblico y si la policía intervenía lacondenaban los estudiantes.Independientemente de que se pueda ono condenar la participación policiacaen el pleito de las escuelas en laCiudadela, era inevitable que tarde otemprano, los pleitos estudiantilestuvieran como consecuencia losdesagradables sucesos de la segundaquincena de julio de 1968. Lo anteriorno quiere decir que justifique losucedido el 2 de octubre enTlatelolco… Es cierto que un niño o unjoven que se porta indecorosamente

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merece reprensión y hasta castigo, perotampoco puede usted romperle en lacabeza a su hijo de diez años una silla ygolpear hasta matarlo simplementeporque en un momento de berrinche o dehisteria el chamaco le dio a usted unapatada en la espinilla.

• Marcos Valadez Capistrán,ingeniero constructor, maestro enla Escuela Preparatoria MaestroJosé Vasconcelos.

Me acababa de regalar Marili un retratobellísimo que tengo del Che Guevaramuy grande y muy bonito, ¿ves?, perodebe haber estado borracha cuando me

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lo dio porque dizque le habían ofrecidodoscientos dólares por él, en serio, es lalocura el retrato… Entonces lo puse allíen la cabecera de mi cama y que llegami mamá, tú, y me dice:

—Oye Macarela, hazme favor deacompañarme al super porque tengo quecomprar quién sabe qué cosas y no sécuanto —¿ves?… Y yo entonces le dije:

—No, mamá porque no le he rezadoal Che…

—Qué cosa, ¿qué cosa estáshablando tú?

Se lo dije yo nada más así de onda,¿ves?, de broma, porque además estabaen piyama… Entonces entra a mi

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recámara y ve el cuadro del Che:—¡Ay qué cosa tan horrible, ese

hombre tan sucio, cómo tienes a esehombre tan sucio en el lugar de lossantos… Hija, cámbialo, cámbialo…

—Mira mamá yo no me meto con tussantitos que tienes en tu cabecera y ésoslos que no tienen cara de mariguanos,tienen cara de amujerados, así unascaras horribles tus santitos… Yo no memeto con ellos. Te suplico que túrespetes a mi santito…

—¡Ay no, qué horror! Lo que te vatraer eso. Quítalo, es un asco, ay quécosa tan fea… Y en las barbas ha detener piojos.

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Así, ¿ves?, bueno, pero mi mamáexaltadísima. Mi mamá no es ningúnmonstruo, mi mamá es el símbolo de lamayoría de las mamas de la clase media,desgraciadamente. Le tiene horror alcomunismo. Cuando le hablé delMovimiento Estudiantil y delestudiantado, yo no sé qué imaginó,porque me decía: «¿Por qué no losmandan a Moscú para que adoren aldiablo?». La clase humilde pues nisiquiera sabe qué es el comunismo, nisiquiera que existe Moscú, pero mimamá es típica clase media. Fíjate,cuando mi mamá supo que yo habíaestado en Tlatelolco me dijo: «Sí, yo sé

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que tú eres capaz hasta de dejarte matarcon tal de enterrarme un colerón…» ¡Yademás convencida!, ¿ves? Y luego mihermana, comentando lo del Movimientome dice: «Óyeme Margarita, ven, quierohablar contigo, tú andas en esas cosasdel Movimiento, dime una cosa, para míque el Movimiento es de izquierda, ¿no?…». Pero así, sabiéndoselas todas ypescándome, ¿me entiendes?, con lasmanos en la masa… Así como piensanmi mamá y mi hermana piensa lamayoría de la gente.

• Margarita Isabel, actriz.

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En general al público, o por lo menos alsector que yo frecuento, le simpatizó elpliego petitorio conteniendo los seispuntos de los estudiantes. Pero tengo queconfesar que nos ha extrañado que losestudiantes no hablen nunca de losproblemas académicos, de la actitud desus familias ante sus malos resultadosescolares y de la carencia total deautocrítica por la falta de disciplina y detrabajo que, a mi juicio, caracterizadesde hace muchos años a la granmayoría estudiantil.

• Manuel Lozano Heredia, profesorde la Preparatoria número 2.

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Varios estudiantes que pedían dineropara el Movimiento Estudiantil, dieronuna violenta golpiza al empleadoAntonio de la Concha Valdez de 20 añosde edad. Según explicó el agredido, logolpearon porque sólo dio un peso, apesar de que llevaba más dinero en subolsillo. Lo recogió la Cruz Roja en lascalles de San Ildefonso, frente al HotelColoso.

• Sábado 24 de agosto de 1968,Revista de la Universidad«Relación de los Hechos», julio,agosto, septiembre, octubre 1968.Volumen XXIII, número 1.

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El MURO, grupo fascista con influenciade la CIA, se especializa enintervenciones a mano armada… Agrupaa varios miles de estudiantes que actúanimpunemente y se escudan en la UNAM.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

En un mitin relámpago, una de lasestudiantes, María Elena Andrade,empezó a hablar de la agresión constantedel gobierno, y de que los soldadosmataban a los estudiantes, porque yahabía pasado lo del Casco de SantoTomás. Una mujer, con su mandado delbrazo y un niño de la mano, que había

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estado oyendo con el rostrocompungido, de pronto se enojó y lequitó la palabra:

—Por culpa de los estudiantes, lossoldados están reclutados y yo no puedover a mi marido desde hace quincedías… Por su culpa, los soldados estánacuartelados. ¡Y yo eso sí le digo,señorita, mi marido no es de los quematan! Es soldado pero él no es de losque matan. ¡Líbrenos Dios! Él quieremucho a sus hijos y por ellos no mataríaa muchachos.

Esa señora estaba encinta y jalófuertemente del brazo a María Elena:

—Usted dirá lo que sea pero mi

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marido no le hace mal a nadie, porqueeso sí, lo conozco desde hace muchotiempo y es gente honrada… Eso sí,somos pobres pero honrados. ¡Y ahoritava usted a gritar aquí mismo en elmercado lo contrario de lo que dijoantes; va usted a decir que los soldadosson gente honrada y que mi marido no hamatado a nadie porque yo soy su esposay se lo puedo decir y si usted quieredecir que mi marido ha matado aalguien, ahorita mismo nos lo decimos,pero las dos, y a ver de a cómo nos toca!

—Espérese, señora, la invito atomar un caldito…

—No, qué caldito; ahorita me

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detienen las vecinas a mi muchacho yvamos a ver de a cómo nos toca.

—Señora, por favor contrólese.¡Olvídate! Allí la que tuvo que salir

corriendo fue María Elena, estudiante dePsicología, por cierto, porque lascomadres la empezaron a insultar yMaría Elena se llevó un susto de lapatada.

• María Alicia Martínez Medrano,directora de Guarderías Infantiles.

El PRI no dialoga, monologa.

• Jan Poniatowski Amor, de laPreparatoria Maestro Antonio

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Caso.

Toda la noche, tirado en el pasillo en CUdonde dormía, oía yo el ruido delmimeógrafo imprimiendo volantes.

• Luis González de Alba, del CNH.

Muchos no sentían el Movimiento y lousaban para echar por allí una bola detraumitas y eran revolucionarios deescuelita y la chingada… Creían ver enel Movimiento, la Revolución, pero enrealidad, desde su principio, elMovimiento fue pequeño-burgués.

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• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

En la Unidad Tlatelolco hubo unmovimiento popular que surgióefectivamente de padres y de madres yhermanos y niños, chiquillos de seis,siete, ocho, nueve años que como uno desus juegos llegaban a marchar con unrifle de madera o un palo de escoba aguisa de rifle y pasar marchando delantede los granaderos y los soldados que yadesde antes del 2 de octubre estaban allípuestos para lo que sucediera. Desde losencuentros entre los estudiantes y la

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policía nos vigilaban constantemente.Los niños se subían a las azoteas de losedificios o gritaban desde las ventanas:«Pinches granaderos» y los adultoscoreábamos: «Asesinos». Muchos de losniños participaron activamente en losmítines anteriores.

• Lorenza González Soto, habitantede la Unidad Tlatelolco.

Hay ya ejemplos de chiquillos de diez,once, doce años que saben muy bien loque significa luchar por la libertad delpueblo. Por ejemplo, recuerdo muy biena la mini brigada Carlos Marx de la

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escuela Nacional de Economía,compuesta por una niña y cuatromuchachitas del Colegio Madrid, todasellas extraordinarias, vivaces, valientes,decididas y de la gente más brava de suescuela…

Yo creo que el Movimientorepercutió en los niños en tal forma quesi se puede confiar en este país esprecisamente porque en él hay unainmensa cantidad de niños. En lasgeneraciones que vivieron elMovimiento desde las aceras, viendopasar a sus hermanos mayores, tomadosde la mano de sus padres en las propiasmovilizaciones, los que oyeron relatos

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de los días de terror, o los sintieron ensu carne, en ellos está la revolución. Elgobierno de este país deberá tenermucho cuidado con aquellos que en1968 tenían diez, doce o quince años.Por más demagogia que se les inocule,por más droga que se les aseste, ellosrecordarán siempre en lo más íntimo desu mente, las golpizas y los asesinatosde que fueron víctimas sus hermanos…Recordarán —por más que el gobiernose empeñe en hacérselos olvidar—, quede pequeños sufrieron la ignominia delos garrotazos, las bombas lacrimógenasy las balas.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, del

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CNH.

El 23 de septiembre como a las tres dela tarde llegaron seis camiones degranaderos —trescientos granaderos— atomar la Vocacional 7. Todas lasbrigadas que andaban trabajando enTlatelolco regresaron a la Vocacional adefenderla. Las señoras de la Unidadnos llevaron medias para hacer hondas.Los granaderos lanzaron bombaslacrimógenas. Entonces mi brigada yotros cincuenta muchachos más nossalimos de la Vocacional y, rodeándolahasta quedar atrás de los granaderos, los

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atacamos y corrieron para ManuelGonzález, por donde venían cuatrocamiones de estudiantes de laVocacional 9 y el equipo de fútbolamericano de la misma. En ese tiempolos granaderos sólo traían macanas,navajas, escudos, cascos protectores,marrazos, rifles para lanzar gaseslacrimógenos. Cuando los muchachos delos camiones vieron que veníamoscorreteando a los granaderos se bajarona ayudarnos, y los del fútbol que veníanequipados se dedicaron a ladearlos. Lesdimos en toda la madre a toditos.Cuando los golpeábamos nos pedíanperdón: «Nosotros no tenemos la culpa.

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Tenemos que cumplir con nuestrotrabajo». Los desarmamos, les quitamostodo lo que traían. Desnudamos a diezde ellos. Los dejamos en los puroscalzones. Se veían bien cotorros. Nuevede los muchachos que participaron,salieron con heridas de marrazo…Dejamos ir a los granaderos y nosregresamos a la Vocacional, porque nopudimos agarrar sus camiones, pues yase los habían llevado. En la cocina de laVocacional, muchas señoras de launidad, nos hicieron comida a todos.

• Antonio Careaga, vendedor de ropa.

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Imagínate lo que hubiera sucedido sirealmente la Unidad Tlatelolco llega aconsolidarse como un núcleo derebeldía, digamos un centro de guerrillaurbana. No estábamos en condicionespara que eso sucediera pero quizá elgobierno lo pensó así y decidió acabarcon ello. El gobierno estabaperfectamente enterado de laparticipación efectiva del pueblo, ya node un grupo estudiantil con relaciones detrabajo o de estudio, como puede ser laUniversidad o el Politécnico, sino de ungrupo de población de México que

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estaba apoyando como tal a unmovimiento de estudiantes. Por estoalego que el gobierno eligióperfectamente el lugar para descabezaral Movimiento. Nosotros caímos en laratonera más perfecta de una manerairresponsable porque desde el 2 deoctubre, con la aprehensión de losmuchachos, el terror y la represión,naturalmente se vino atrás elMovimiento y se desconectaron lasbases completamente. La base de losestudiantes nunca ha vuelto a lucharcomo antes.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

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Lo más vergonzoso que ha logradoTlatelolco es amedrentar a los jóvenes.

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

Después de muchas experienciaspositivas, después de que la genteempezaba a sentir que podía influir en lapolítica, discutir decisiones, participar,darse cuenta que los acontecimientospodían depender de su acción y nosimplemente caerles desde arriba —como del cielo— vino el golpe brutaldel 2 de octubre y hubo un sentimiento

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tremendo de impotencia, de fracaso.Pero el saldo del Movimiento, con todoy los muertos, la barbarie y el terror, espositivo porque la gente ha empezado avivir sabiendo qie TODO es político, y,aunque las condiciones no permiten uraactividad política abierta, hay muchosque trabajan.

• Carolina Pérez Cicero, deFilosofía y Letras de la UNAM .

Las mujeres le dieron al Movimientomuchas de sus características decombatividad. Recuerdo a algunascompañeras: Mira de la Wilfrido

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Massieu, Tita y Nacha de Derecho,Bertha de Medicina, Mari Carmen,Evelia, Betty de Ciencias, Consuelito,Marivilia y Adriana de Preparatoria,Marcia, por supuesto, miles más. Enverdad, miles más y como grupo lasmaravillosas muchachas de enfermeríadel Poli, las de Ciencias Biológicas, lasde Medicina de la UNAM, etcétera.

En la toma del Casco, lascompañeras de enfermería se portaroncomo verdaderas valientes. Lo Adelitales salió espontáneamente, del corazón.Curaron a los compañeros heridos, lossacaron del Casco, los atendieron sinimportarles el peligro.

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Todas ellas se han ganado, a base devalor y compañerismo, un lugarpreponderante en el Movimiento…

En una ocasión nos avisaron porteléfono que la porra había tomado unaPrepa. Inmediatamente organizamos a ungrupo grande de estudiantes de CU paraque fueran a ver lo que sucedía. En elcamión de Economía se sentaron cuatromuchachas de mi escuela. Les ordené:

—Bájense inmediatamente. Sólovamos a ir hombres.

Indignadas, me contestaron que elChe admitía mujeres en la guerrilla yque me fuera inmediatamente al diablo.Yo les insistí y ellas, aparentemente,

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accedieron a bajarse del camión. Memetí a la escuela y, luego, subínuevamente al camión y emprendimos lamarcha. Llegamos a la Prepa comotrescientos muchachos y… cuatromuchachas en el camión de Economía,sentadas en la parte de atrás donde no seveían muy fácilmente. Por fortuna nopasó nada y regresamos en santa paz aCU.

En el último discurso de lamanifestación silenciosa cometí un errordel que hoy me arrepiento. Incluí unafrase por demás impropia: «No lloremoscomo mujeres lo que no supimosdefender como hombres». Al día

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siguiente de la manifestación, al llegar ami escuela estaban dos brigadas demuchachas esperándome. Me pasé horasexplicándoles, entre gritos y justasreclamaciones, que era en sentidometafórico la tal cita. Después medisculparon amablemente y a los dosdías me llevaron un riquísimo pastel quelos de la brigada de guardia devoramoscon algunos otros compañeros.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

Una vez en una manifestación querodearon los granaderos y los soldados,

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los muchachos se pusieron furiosos,¿ves?, porque nos tocaba como a veintegranaderos por piocha, o casi, casi.Además no fueron en los acostumbradoscamiones azules sino en camiones delínea. Me parece que la manifestacióniba a ser en el Auditorio de la UnidadCultural del Bosque. Cuando losmuchachos vieron que no se podía hacernada por el despliegue de fuerzas tandesmesurado dieron la consigna:«Vámonos a CU… Nos vamos ahorita aCU y hacemos asamblea… Pídanleaventón a la gente». Yo iba en mi cochesola con Marili y naturalmente nospidieron aventón:

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—¡Órale, a CU, allá nos dejan yregresan por otros compañeros!

—Órale…Como a la cuarta vuelta, unos

muchachos nos advirtieron:—Rápido porque dicen que el

ejército va a ir a CU.—¿Otra vez?—Es un rumor.Dije: ¡En la torre! ¡Rápido, rápido,

rápido! Yo venía voladaza porInsurgentes Norte, ya casi a la altura deSan Ángel, y un camión de líneaadelante me estorbaba; no me dejabapasar y yo le pitaba y le pitaba y lepitaba, ¿ves?, y el camión que andaba

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como a setenta u ochenta, no se hacía aun lado. Entonces me dio tanto corajeque se me viniera cerrando que le toco:«Ta, ta, ta, ta, ta», y en eso que seasoman unos tipos por las ventanillas, yera un camión de granaderos, fíjate. Nosdio un susto tan horrible que dimosvuelta, así, en U, sobre la mismaavenida, te lo juro, y ya no sabíamos siir para la izquierda, para la derecha,todo el mundo me daba órdenes y totalque me salí por una callecita cerca delClub France a la Universidad y ya fue elúltimo aventón que dimos, porque casime da taquicardia. Nos quedamos en CU,en una asamblea de Filosofía. ¡Ah!,

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cállate, creo que en la segunda vueltadel centro a CU, que se me va acabandola gasolina, tú, y me dicen losmuchachos a quienes les estaba dandoaventón: «No te preocupes compañera,ahorita resolvemos tu problema», y quese bajan y que se trepan a un carrazo queiba pasando, ¿ves?, y le dicen al señor,un señor muy elegante, así como de 50años, ves, con canitas:

—Se detiene tantito, por favorcompañero…

(Yo creo que era Agustín Legorreta).—Ay no, no, no, no hay que ser, yo

no he hecho nada… Yo estoy conustedes muchachos…

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(O a lo mejor era Juan SánchezNavarro).

—No, no, no le vamos a hacernada… Usted párese tantito, nomáspárese tantito…

Quién sabe de dónde sacaron unatripita y le quitaron toda la gasolina alcoche y se la pusieron al mío y al pobreseñor lo dejaron allí botado… ¡Ay, sí,eran relindos los muchachos!

• Margarita Isabel, actriz.

¿A dónde van los estudiantes cuandosalen? ¿A dónde van los de la UNAM,los del Poli cuando terminan su carrera?

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A la iniciativa privada o al gobierno. O,¿acaso van a algún otro lado? Entonces,¿qué iban a demandar los quemanifestaban? ¿Qué pedían? ¿Quéquieren, si de todos modos tarde otemprano pasarán a formar parte delestablishment al que se oponen?

• Heriberto Alarcón Pimentel,industrial.

Ninguna mujer de la clase media seatreve a retar a la institución mínima: lade su familia. Entonces, ¿cómo va aretar a las grandes instituciones?

• Elias Padilla Ruvalcaba, sociólogo.

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Yo creo que pase lo que pase, tarde otemprano todos van a dar al PRI…Entonces, ¿para qué tanto brinco estandoel suelo parejo?

• Gonzalo Carranza Rojo, dueño deun garaje.

La mayoría de las niñas que van aFilosofía y Letras pertenecen a lapequeña burguesía… Es gente que nuncaha tenido problemas económicos yestudia una carrera así como podríatomar clases de pintura o de historia delarte. Para ellas la cultura es una monada.

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Pero durante el Movimiento muchas delas que viven en el Pedregal, en LasLomas, en Polanco, daban dinero, iban alas manifestaciones, «volantearon» enlas calles, y había una gran cantidad deniñas popis y niños popis —porque laFacultad de Filosofía y Letras es una delas más popis de la Universidad— quepintaron paredes y jalaron muy parejo.A partir del mes de agosto, cuando losd e l CNH y otros decidieron quedarsepermanentemente en CU, las muchachasles llevaban comida, ropa, y en suscoches transportaban gran cantidad devolantes y el papel para losmimeógrafos, que es muy pesado. Como

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había un ambiente de discusión políticaadquirieron una visión distinta de larelación entre gobernantes y gobernados.El Movimiento politizó a mucha gente.La Ibero, que es la «fresiza» en sumáxima expresión, también hizo pintas,repartió volantes y asistió a lasmanifestaciones, a pesar de losmacanazos. Yo creo que el MovimientoEstudiantil nos hizo mucho bien a todos.

• Carolina Pérez Cicero, de laFacultad de Filosofía y Letras de laUNAM .

¿Cuántas de las que andaban desfilando

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han hecho una revolución interna?¿Cuántas le han dicho a sus papas?:«Papá, mamá, les presento a miamante». A ver, ¿cuántas? ¿Cuál es susentido de libertad? A ver, ¿por qué nohan hecho una manifestación en contrade sus propios prejuicios?

• Parménides García Saldaña,escritor «de la nueva onda».

A nivel personal, el problema políticorepercutió directamente en cada uno denosotros. Hubo hijas que se pelearoncon sus padres; se desbarataronmatrimonios pero también surgieron

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otros; se puso en tela de juicio toda lavida anterior y cada quien adquirió unanueva perspectiva, una nueva manera deenfrentarse a la vida. Entonces yo estabacasada con Roberto Escudero,representante de la Facultad de Filosofíay Letras ante el CNH; esperábamos unhijo y el Movimiento influyó mucho ennosotros.

• Carolina Pérez Cicero, deFilosofía y Letras de la UNAM .

El sector de los maestros constituyó lafracción más moderada del Movimiento,pero hombres como el ingeniero

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Heberto Castillo considerado como unode los buenos técnicos mexicanos,estimadísimo por los estudiantes, eldoctor Eli de Gortari, autor de LaLógica Dialéctica, libro de texto entodas las universidades de AméricaLatina, muy respetadointernacionalmente por sus trabajos, degran prestigio entre los filósofos, autorde la colección Problemas Científicos yFilosóficos que edita la UNAM, elfamoso escritor José Revueltas —uno delos hombres más puros de México, comodice Octavio Paz—, Manuel MarcuéPardiñas editor de la Revista ProblemasAgrícolas e Industriales y fundador y

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editor de Política, una revista deconsistente oposición al régimen através de varios años, el doctor FaustoTrejo, doctor en Psicología y muyquerido entre los estudiantes, le dieronal Movimiento prestigio y fuerzamoral… Apoyaron a los estudiantes,pero trataron siempre de moderar susimpulsos, sus «aceleradas».

• Ana Márquez de Nava, maestranormalista.

HO-HO-HO-CHI-MINH, DÍAZORDAZ, CHIN, CHIN, CHIN, HO-HO-HO

• Voces en la manifestación del 1o.

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de agosto.

BOCÓN, SAL AL BALCÓN, ¿DÓNDEESTÁ TU MANO TENDIDA?

• Grito estudiantil encabezado por unsector del Comité de Lucha de laFacultad de Leyes, de la UNAM .

Cuando todo granaderosepa leer y escribirMéxico será más grande,más próspero y más feliz.

• Canción estudiantil en lamanifestación del 27 de agosto.

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¡ES CORONA DEL ROSAL…EMBOTELLADOOOOOO!

• (Las canciones o los refranes sebasaron siempre en anuncioscomerciales de radio o televisión).

DÍAZ ORDAZ, BUEY; DÍAZ ORDAZ,BUEY; DÍAZ ORDAZ., BUEY; BUEY,BUEY.

• Coro en la manifestación del 27 deagosto.

FIDEL SEGURO, A LOS YANQUISDALES DURO FIDEL SEGURO, ALOS

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• Coro frente a la EmbajadaNorteamericana.

En las manifestaciones se contaba elnúmero de los primeros muertos quehubo; los de las vocacionales, los de laPreparatoria 3 y mientras caminábamosíbamos contando: uno, dos, tres, cuatro,cinco, seis… así hasta llegar aveinticinco o treinta y al finalgritábamos: «¿Quién los mató?». «DíazOrdaaaaaz».

• Ana Ignacia Rodríguez. Nacha, delComité de Lucha de la Facultad deLeyes de la UNAM .

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Una vez como a la una de la mañanatenía yo un hambre espantosa y salí atres cuadras de la casa a una tortería,¿ves?, llegué con el tortero y le dije dequé quería mis tortas, y en eso entró unaseñora y dijo:

—Fíjese que ahorita acabo de verque se llevaron unos policías a unosestudiantes… ¡Ay, a ver si ya se acabaesto porque yo no puedo dejar salirtranquila a mis hijas, nomás de pensarque los estudiantes andandesenfrenados!…

Pensé: «Desenfrenados pero no

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detrás de sus hijas, pinche vieja, que siestán como usted…», y entonces meagarré con la señora, ¿ves?, pero lagorda me mandó rápidamente a volar,cogió sus tortas y se fue. Pero fíjate queel tortero se picó y se quedódefendiendo a la señora y la virtud delas señoritas. Yo me dije: «Chance yhasta a los torteros paso a politizar…»¿Te imaginas qué genial una brigada detorteros? Total que estaba yo discute ydiscute cuando vi que dos señores queestaban en una mesa de junto meescuchaban muy atentamente, pero asícon demasiada atención. Entonces dije,no, mejor pago y le jalo, pero cuando

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pagué se salieron ellos volados y alsalir yo, lo primero que veo al atravesarla puerta es a los dos señoresrecargados en la pared como esperando.

Pensé: «A lo mejor creen que yoando chacualoqueando» y empecé acaminar y ellos detrás de mí. No mehablaban: «Señorita, que la acompaño»,no me decían nada, «Mamacita, queestás muy buena», nada, nomás iban trasde mí, tras de mí, y entonces que meecho a correr y se echan ellos a correr yque me paro en seco y se paran en seco,que camino despacio y ellos despacio,así discretona la cosa, ¿ves?, detrás demí, entonces al llegar a la esquina de la

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calle pegué una carrera pero espantosa,llegué y me metí a mi edificio voladazay cerré, ¡y derecho a mi departamento!, ycomo a los cinco segundos oí que seabría la puerta del edificio, pero estospobres nunca se imaginaron que se ibana topar con tantos departamentos porquepor fuera parece que son tresdepartamentos, ¿ves?, pero entras y esun laberinto como de las películas deAntonioni, así como para volverse loco,son cuarenta departamentos. Tocaron enun departamento, no les abrieron, enotro, les aventaron una chancla, puesimagínate a las dos de la mañana,tocaron en otros, gritos y sombrerazos,

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total que se fastidiaron y se fueron,¿ves?, pero fue un susto horrible, en lanoche, imagínate qué onda, pues noaguantaba nada…

• Margarita Isabel, actriz.

La segunda vez me detuvieron el 6 deoctubre en un departamento en dondevivía —cerca de la SCOP— con unamigo doctor y su mujer. Allí meagarraron los agentes sin orden deaprehensión y me dijeron que su jefeCueto quería hablar conmigo. Mellevaron a la Secreta y entonces sí measusté mucho y en el trayecto lo único

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que preguntaba era: «¿Dónde están misamigos?», y me dijeron: «¡Cállese!», yme dieron una bofetada. Entonces yotenía veintidós años y había terminadoleyes y estaba haciendo mi tesis.Participaba en un seminario desociología. Allí en la Jefatura loprimero que vi fue a mis amigos, eldoctor y su esposa. Apenas llegué, lespreguntaron:

—¿La reconocen?—Sí, es ella.Entonces los soltaron. Allí conocí a

Cueto y a Mendiolea. Cuando entré a sudespacho me dijo Cueto:

—¿Usted es la famosa Nacha?

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—Bueno, soy Nacha pero no soyfamosa.

Duré siete días sola en una celda enlos separos, para mí los días máshorribles de todos los que he vividoporque estaba totalmente incomunicada.Una compañera me gritó desde unacelda, pero no la vi jamás: «¡No dejesque te saquen porque estos cabrones lassacan en la noche prometiéndoles quelas van a dejar libres y las violan!». Nodormí ante el temor de que me pudieransacar. Me dejaron tres díasincomunicada en los separos y al cuartome comenzaron a interrogar.

• Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, del

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Comité de Lucha de la Facultad deLeyes de la UNAM .

Ya eran las once. Llegamos al edificiodonde vivimos. La puerta estaba abiertay le dije a Eli que teníamos quequejarnos con la dueña de ese descuidoporque ya una vez nos habían saqueadoel departamento. Entró primero Ana —nuestra hija de dos años—, luego yo ydespués Eli. Subió Ana un par deescalones y ahí estaba un tipo sentado enla escalera y al acercarnos le dijo a Eli:

—Buenas noches, maestro.Eli le respondió:—Buenas noches.

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Lo único que hizo fue tomar a Eli delbrazo y decirle:

—Maestro, me lo llevo.Yo le pregunté:—¿Por qué? ¿A dónde?No respondió, se limitó a torcerle el

brazo a Eli y a empujarlo hasta lapuerta. (Esta gente está muy entrenada ypuede inmovilizarte sin que tú te descuenta ni cómo ni a qué hora). En tresminutos lo jaló hasta la puerta deledificio y allí, como si bajara de unárbol o no sé de dónde, salió otro tipo yentre los dos lo pescaron del cinturónpor atrás y lo mantuvieron prácticamentecargado sin que pudiera tocar el piso.

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Como no tenían identificación ni decíana dónde iban ni nada, comencé a gritarpidiendo auxilio. Yo llevaba unasombrilla en la mano y en medio de midesesperación me lancé contra uno delos tipos y se la estrellé en la cabeza.Entonces soltó a Eli, me cogió y meaventó contra la pared del edificio.Cuando me vio en el suelo, la niña fuehacia su papá y el otro tipo la azotócontra el pavimento. Mi primeraimpresión fue: «¡Ya le partió lacabeza!». En ese momento grité comoloca y se acercó un coche Galaxie —queyo no había visto—. Pensé que eraalguien que venía a ayudarnos, pero

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otros hombres se bajaron. Recuerdo atres, quizá eran cuatro. Dejaron lasportezuelas abiertas y con gran rapidez,Dios mío, lo empujaron hacia el coche ylo aventaron adentro y él lo último quealcanzó a gritar fue: «Avisa a losamigos». Arrancaron rapidísimo yentraron por la Avenida EjércitoNacional. Comencé a correr tras elcoche y a tratar de alcanzarlo, ¡cómo loiba a alcanzar!, y ya se veía que algunasgentes se habían asomado por lasventanas, pero nadie ayudó. Un señorsalió de alguna puerta y me gritó:«¡Señora, su hija!». Entonces me acordéque la niña se había quedado tirada y me

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regresé… Ya iba muy lejos el coche…Unos vecinos me ayudaron a levantar ala niña y a recoger el portafolio de Eli,todos los papeles tirados, y la ropalimpia que yo llevaba. Una vecina mehizo pasar a su departamento y comoestaba llorando me dio un calmante. Meacordé que debía llamar por teléfono yle hablé a un matrimonio amigo nuestroy recuerdo que lo único que pude decirfue: «¡Se lo llevaron!». Entonces elamigo me contestó:

—Quédate en tu casa, no salgas,vamos para allá.

La vecina me ayudó a cargar a laniña y las cosas y subimos al

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departamento. Prendí todas las luces yabrí las ventanas. Me acerqué al balcóny tuve el impulso de aventarme. Me sentísola, sin saber bien qué había pasado,sin entender. Y Ana estaba cogida de mifalda llorando y creo que de una ciertamanera eso me hizo reaccionar. Yoestaba embarazada de dos meses. Ahíme quedé en el balcón hasta quellegaron los amigos. No quería estardentro del departamento. Cuando oí eltimbre, dejé a la niña sola y bajé a abrir.Subimos. No podía hablar. No podíaexplicarles lo que había pasado. Sóloacertaba a repetir: «¡Se lo llevaron! ¡Selo llevaron! ¡Se lo llevaron! ¡Se lo

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llevaron! ¡Se lo llevaron!». Me dieronun café. Después fueron a llamar a losniños mayores que estaban en el cineChapultepec. Entraron todos los niños,se abrazaron a mí y sólo decían: «¿Quévamos a hacer?».

Eli está preso desde el 18 deseptiembre de 1968.

• Artemisa de Gortari.

De los Comités de Lucha no hubo ningúnaprehendido en esos días y de losdoscientos delegados del CNH sólo doscompañeros fueron detenidos, y esodebido a una delación. El 25 de

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septiembre a las nueve de la noche, unode los delegados por la EscuelaSuperior de Economía del Poli, LuisJorge Peña, se encontraba en eldepartamento que un amigo le habíaofrecido, «por si lo llegas a necesitar».Ayax Segura Garrido en quien nadieconfiaba mucho debía estar en ladirección de Peña a las seis de la tarde,pero como se retrasó, Peña empezó ainquietarse. A las siete se decidió adejar el departamento, pero como ni élni prácticamente ningún miembro delCNH habían vivido en situaciones querequieren clandestinidad y desconfianzaabsoluta, no lo hizo con la suficiente

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rapidez. La ingenuidad de las medidastomadas por muchos de nosotros sólo seconcibe pensando en que nuncahabíamos creído seriamente que elgobierno las haría necesarias. Noestábamos acostumbrados. A las nuevede la noche, Peña seguía en el mismodomicilio, angustiándose, acompañadoúnicamente por un muchacho de quinceaños hermano del dueño deldepartamento. Tocaron a la puerta y fuea entreabrirla, desconfiado. De un golpeentraron quince hombres armados conmetralletas. Cuando se toparon con losmuchachos, uno de quince años y el otrode veintiuno, preguntaron:

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—¿Dónde está Jorge Peña?No se les ocurrió que fuera uno de

los dos muchachos que tenían enfrente.Buscaban a un peligroso agitadorprofesional y se encontraron con un niñoy un joven de lentes que aparentabamenos de veinte años. Ninguno de ellospodía ser el que repartía armas y dineroa l CNH. Empezaron a golpearlos y avaciar cajas de libros; buscaban portodas partes sin importarles lo quedestruían: había que encontrar las armas.

—¡Levanten las manos!Al cachearlos y vaciar sus bolsillos,

apareció la licencia de manejar de Peña.Por eso lo identificaron.

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Entre los libros arrojados al sueloestaba uno del Che.

—Ah, ¿conque libros del Che? ¿Porqué lees esto?

—Me lo piden en la escuela. EstudioCiencias Políticas.

Por lo visto, la policía no estáenterada de que tanto los libros del Checomo de Marx, Lenin y Trotsky ocualquier otro se venden en todas laslibrerías. Un tomo de pastas rojas atrajola mirada de otro policía que exclamótriunfante mientras lo levantaba:

—Y esto, ¿qué es?—Pues véale el título: El sistema

monetario de 1820 a 1920.

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Sólo las pastas habían resultadorojas. Lo dejó caer sin comentarios.

Los dos muchachos fueronconducidos a los separos de laDirección Federal de Seguridad. Allílos interrogatorios estaban orientadoshacia un objetivo definido y obvio:saber qué ministros de Estadofinanciaban el Movimiento y cómo seobtenían las supuestas armas. ComoPeña no aceptó que ministro algunoparticipara en el Movimiento, losagentes empezaron a preguntarle enparticular por el secretario de lapresidencia: Emilio Martínez Manautou.Su tirada era que Peña firmara una

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declaración involucrando a este ministrocomo el que aportaba el dinero yconseguía las armas.

• Florencio López Osuna, EscuelaSuperior de Economía del IPN,delegado ante el CNH.

El viernes 20 fui a la Procuraduría y allíme dijeron que no me preocupara por suintegridad física; que Eli estaba bien,pero no me dijeron dónde. Entonces,como leí en el periódico que losdetenidos estaban en la Jefatura, fui paraallá. La Plaza de Tlaxcuaque era unhervidero de granaderos. En la puerta

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nos detuvieron a Rebeca y a mí:—¿Qué quieren? ¿A dónde van?—¡Quítese! Tengo cita con el

general Mendiolea.Yo estaba desesperada y dispuesta a

entrar a como diera lugar. Como elgranadero no nos dejaba pasar loamenacé:

—Si no me deja pasar, ya verá cómole va con su general.

Pienso que el tipo me vio tandecidida que me creyó o recapacitó enlos problemillas que pudiera tener.Subimos por el elevador hasta el cuartopiso, donde una bola de policías noscerró el paso:

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—¿A dónde van? ¿Qué quieren?Volví a decir mi mentira:

—Déjenme pasar, que tengo unacita…

A la fuerza nos metimos en unapuerta abierta que, para fortuna nuestra,resultó ser la antesala al despacho delgeneral. Una vez dentro, nos dejaron demolestar porque yo seguía repitiendocon mucha seguridad que tenía una cita.Allí nos quedamos paradas esperandoque nos recibieran. De pronto salió unseñor de baja estatura, grueso y sin peloque discutía muy enojado con unperiodista: «¡Usted ha dicho en superiódico que yo soy un asesino! Ahora,

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¡demuéstremelo!».El periodista arguyó:—No, si siempre hemos sido

grandes amigos…El general le respondió:—¿Ah sí? ¿Desde cuándo?Siguieron alegando hasta que el

general se volvió a meter a su privadocon todo y el periodista que lo seguía.Cuando salieron de nuevo, yo creo quese aprovechó para poner punto final a ladiscusión porque se acercó y mepreguntó:

—¿Qué se le ofrece?—Soy la esposa de Eli de Gortari.

Ya con eso sabrá usted a lo que vengo…

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—No señora, no tengo idea…—Quiero ver a mi esposo, que está

aquí.—Señora, eso es imposible.—General, usted aquí es Dios y si

usted lo ordena se puede…No dijo ni una palabra más. Dio

media vuelta y desapareció en suprivado. Le dije a Rebeca: «De aquí nonos movemos. Sólo que nos saquencargando». Esperamos una media horamás y cuando volvió a salir vino haciamí y dijo:

—Señora, va usted a ver a sumarido, pero nada de mensajes.

Nos bajaron a los Servicios

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Especiales, que son como de película degángsters, con toda la crema y nata delos agentes: puros hombres en mangasde camisa jugando con fichas, dominó oquién sabe qué sería y todos con carashorribles de malhechores, de matones.Había tanto humo que podía separarsecon las manos. En las paredes vi fotosde asesinos buscados y un pizarróncubierto de instrucciones paradeterminados agentes… Allí nosquedamos sentadas como tres horasesperando a que nos trajeran a Eli. Yoquise hablar por teléfono para avisar ala casa que no se preocuparan y uno delos tipos me dijo:

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—De aquí no pueden salir porqueestán detenidas…

Francamente me asusté:—Bueno y ahora ¿por qué?Se limitó a responder:—Por orden de mi general…Regresé con Rebeca y le dije:—Pues fíjate que estamos detenidas

¿qué te parece? Pobre Hira ¿cómoavisarle lo que pasa?

(Hira es el hijo mayor de Eli y nosestaba esperando afuera).

Más tarde tuve que ir al baño y nimodo. Un tipo me acompañó hasta elbaño de mujeres donde me advirtió queno intentara escapar. Le dije:

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—No sé por donde, si no soymosquito.

En seguida le pregunté:—No me va a seguir hasta adentro

¿o sí?—No, aquí la espero… No se tarde

o veo la manera de sacarla de allí.Regresé a la sala de los Servicios

Especiales donde Rebeca me esperabamuy asustada. Veinte minutos más tardeun tipo dijo en voz muy alta:

—¡Ahí viene mi general!Rápido, como por arte de magia, los

agentes guardaron las fichas, tiraron loscigarros, se pusieron los sacosacomodándose las pistolas, arreglaron

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las sillas y medio desapareció el humo.El general entró discutiendo algo convarios hombres y pasó de largo sinhacernos el menor caso. Yo pensé:«Bueno ¿qué no nos vio? ¿Habrácambiado de opinión? Yo de aquí no memuevo hasta no ver a Eli».

Entró a un despachito donde discutiócon un detenido, salió y entonces sedirigió a mí:

—Ahora se lo traen, señora,acuérdese, nada de mensajes o sequedan detenidas.

Le respondí:—General, usted sabe lo que esto

significa para mí… Muchas gracias.

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La cara se le puso como jitomate yme dijo:

—No diga eso, señora.Nos llevaron al despachito de donde

minutos antes había salido y un capitán yvarios agentes de la Secreta, queseguramente eran los mandamases deallí, nos invitaron a sentarnos. A loscinco minutos trajeron a Eli. ¡Dios mío!me quedé paralizada. Tenía una barbade 72 horas, una expresión de angustiaterrible, todo el traje arrugado. Lo quemenos esperaba era vernos, porque cadavez que sacaban a alguien de los sótanosdonde estaban detenidos era paragolpearlo. Eli oía los gritos de los que

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torturaban y tal vez pensó que a él ya letocaba. Cuando nos vio, nos abrazócomo si no nos hubiera visto en años.

—¿Cómo entraron?Todo esto delante de los tipos. Nos

preguntó cómo estábamos todos, quéhabía pasado con Ana, de la queguardaba una imagen terrible. Procurétranquilizarlo diciéndole que estábamosbien, que sólo él nos faltaba y quepronto terminaría esa pesadilla. Desdela casa llevé una camisa limpia para quese cambiara y le pregunté a uno de losagentes si se la podía poner. Quería vertambién si lo habían golpeado. ¡Quétonta! No sabía que cuando los golpean

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lo hacen en las partes blandas ygeneralmente no dejan huella. Nunca meimaginé que en todo ese tiempo nohubiera comido nada. Un teniente leofreció un tehuacán y lo bebió con unansia increíble. No había tomado aguadesde el da 18… Nos dejaron hablarfrente a ellos durante veinte minutos ylos desperdiciamos hablando de purastonterías por los nervios, el estupor.Después el teniente que lo había traídonos dijo que lo sentía mucho pero que lavisita había terminado. Nos despedimoscon miles de recomendaciones porambas partes y prometiéndole queregresaríamos al día siguiente (a ver si

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nos dejaban verlo de nuevo). Pero no lovi sino hasta el domingo 22, un poquitoantes de que lo trasladaran en una«Julia» a Lecumberri.

• Artemisa de Gortari.

A Luis Jorge Peña lo agarraron el 25 deseptiembre. Al día siguiente, 26 deseptiembre, la casa donde se encontrabaenfermo el delegado por Chapingo, LuisTomás Cervantes Cabeza de Vaca, fuerodeada por agentes de la DirecciónFederal de Seguridad. Luis Tomás novivía en la casa, sino en un ala enconstrucción. Sólo dos personas

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conocían la dirección de la casa JorgePeña y Ayax Segura Garrido. Losagentes se dirigieron al sitio exactodonde debía estar Cabeza de Vaca: elala en construcción, pero en esemomento, Cabeza estaba en la casa,comiendo. Fue arrestado junto con otrosdos muchachos familiares de laspersonas que lo hospedaban. Salíanpolicías con metralletas hasta de losmaizales que rodean la casa, la cual seencuentra en las afueras de la ciudad.Fue aprehendido con todo este aparatode seguridad y una vez en los separos dela policía pasó por las mismas torturasque Luis Jorge Peña, con un solo

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cambio; el ministro al que debíadenunciar ahora no era MartínezManautou sino el de Agricultura,profesor Juan Gil Preciado.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

El mayor se me acercó y me puso uncapuchón de una tela gruesa como lona,pero su tejido dejaba pasar algunosrayos de luz de los focos. El capuchónme cubría toda la cabeza hasta el cuello,cerrándolo a la altura de la garganta. Medoblaron los brazos y me ataron lasmanos por la espalda.

Nuevamente escuché aquella voz

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ronca que me increpaba:—¿Quién es tu sucesor en el

Consejo Nacional de Huelga?—No lo sé, no tengo idea.—Ahorita te vamos a refrescar la

memoria. Aquí hablas o te mueres.—¡Traidor, hijo de puta! A ver ¿qué

quieren cabrones? ¿Qué es lo que andanbuscando?

—Queremos que se respete nuestraConstitución.

—Mira cabroncito, no se haganilusiones. La Constitución la manejamosnosotros. ¿Quién les daba las armas?

—No tenemos armas; nuestromovimiento no es armado, es un

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movimiento democrático y legal,nuestras armas son la Constitución y larazón.

—No te hagas pendejo, tú portabasarmas. Ya lo dijeron Ayax, Sócrates yOsuna.

—Mienten, yo nunca he portadoarmas.

—Es mejor que digas la verdad y talvez salves la vida.

Era tentadora la oferta, pero yo nodecía otra cosa que no fuera la verdad.Sentía que mi vida estaba perdida y,dijera lo que dijera, si tenían orden dematarme, de todos modos lo harían.

El mayor llamó a uno que seguro era

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sargento porque le dijo:—Sargento, refrésquele la memoria

a este hijo de la chingada, traidor, quenos quiere hacer comunistas, mientras yomando por el pelotón de fusilamiento.

Ya no me importaba, estabadispuesto a morir; no podía traicionar amis compañeros, no debía ni ensuciar nitraicionar la lucha, lucha justa, limpia,hermosa. No podía traicionarme a mímismo, tenía que luchar hasta donde lasfuerzas me alcanzaran. Saqué coraje deflaqueza y me preparé para lo peor.

Los pasos del soldado se acercarony un golpe de su mano empuñada seestrelló en mi estómago al tiempo que

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preguntaba:—¿Quién les da el dinero?—El pueblo, en colectas populares.—¡Mientes, desgraciado! ¿Cuánto

les da Gil Preciado?—Nada, absolutamente nada.—Lo que pasa es que te tienen

amenazada la vida. Si nos dices quiénles da el dinero nosotros teprotegeremos. ¿Cuánto les ha dadoMadrazo?

—Ni Gil Preciado ni Madrazo niningún otro político nos da dinero. Eldinero nos lo da el pueblo.

—Pero te llevas bien con GilPreciado.

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—Ni con él ni con ningún político.A todos los odio por igual.

Otro tremendo golpe en el estómago.—¿Quiénes formaban las columnas

de choque en Tlatelolco?Esta pregunta me extrañó mucho

porque era la primera vez que oía algosobre el 2 de octubre. Respondí:

—No sé nada, estoy preso desde el27 de septiembre.

Más golpes, ahora en los testículos.Un intenso dolor hizo que se medoblaran las piernas y caí al suelo.Ahora ya no eran golpes sino patadas entodo el cuerpo.

—¿Conoces a Heberto Castillo?

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—No, nada más de vista.—¿En dónde está?—No sé.Más golpes en los testículos, en el

estómago, en los muslos. Yo gritaba dedolor, de impotencia, de coraje y laslágrimas brotaban de mis ojos. Laspreguntas continuaban una tras otra,atropelladas.

—¿Conoces a Eli de Gortari? ¿AMarcué Pardiñas? ¿A Fausto Trejo?¿Cuánto les daba Marcué? ¿Qué hacíaDe Gortari en el Consejo? ¿De qué líneaes Trejo? ¿Te llevó Heberto a LaHabana? ¿Cuál es la consigna?

—No, no los conozco. Marcué no da

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nada. No conozco Cuba. ¡No sé nada!Los golpes se combinaron con

toques eléctricos en los testículos, en elrecto, en la boca. Y más preguntas.

—¿Qué relaciones tenías con RaúlÁlvarez?

—Las mismas que con cualquierotro compañero del Consejo.

—¿Qué planes tenían Guevara y tú?—Ninguno, lo trataba muy poco.—¿Y con Sócrates?—Tampoco. Lo traté más que a

Guevara, pero nunca supe de ningúnplan.

Más torturas, golpes, toqueseléctricos. Seguían increpándome:

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—A Tayde sí lo conoces ¿verdad?¿No te has fijado que siempre anda muyarregladito, con muy buena ropa? ¿Sabesque los traicionó, que el dinero se lo daGil Preciado?

Me dio coraje oír esas calumnias:—Tayde es mi compañero de

escuela y nunca le he conocido unatransa. Además lo conozco hace más decuatro años.

• Luis Tomás Cervantes Cabeza deVaca, del CNH.

Yo no tenía la menor simpatía por elMovimiento Estudiantil; su pliego

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petitorio siempre me pareció absurdo:«Destituir a Cueto». ¿Para qué?, sisiempre lo reemplazarían con otro igual.Cada uno de los puntos era ingenuo…Pero la barbarie del castigo, la saña delas autoridades en contra de los jóvenes,la desproporción absoluta entre la culpay la represión me hizo cambiar… Elgobierno ha logrado ahora convertirlosen héroes.

• Héctor Mendieta Cervantes, doctoren Neurología.

Hacia la media noche al salir de unagraduación junto con Jesús Bañuelos

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Romero, Fernando Palacios y otromuchacho, caminábamos por las callesde Gorostiza rumbo a nuestrosdomicilios cuando desde una camionetaunos sujetos nos gritaron, al tiempo quenos apuntaban con sus pistolas:

—Deténganse, hijos de su pinchemadre; no corran, tenemos orden de tirara matar.

Ante esas amenazas nos detuvimos;rápidamente bajaron de la camioneta sindejar de apuntarnos y nos pidieronidentificación. Al cerciorarse de queéramos estudiantes, uno de ellos, conaventones y golpes, nos subió a lacamioneta diciéndonos que nos iban a

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matar «porque éramos estudiantes». Unavez en marcha, los tipos nos siguieronamenazando. Después supimos que eranagentes. Iban diciéndose entre ellos.«Ahorita los vamos a desaparecer, lesvamos a dar en la madre, los vamos aechar al canal del desagüe». Cada vezque preguntábamos a dónde nos llevabannos golpeaban y nos decían que nos ibana matar. Luego llegamos a la Jefatura dePolicía del DF, nos bajaron de lacamioneta a empujones y golpes, tantode los agentes como de soldados que seencontraban allí en gran número. Fuimosconducidos a los Servicios Especiales.Nos encerraron en un cuarto lleno de

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desperdicios en el cual pasamos toda lanoche.

Al encontrarnos en esa situación loúnico que nos preguntábamos unos aotros era: «¿Por qué nos habrán detenidosi no hemos hecho nada?».

Al otro día, en la mañana del 4 deoctubre, un agente entró al cuarto y comole preguntáramos por qué nos habíandetenido nos dijo que era una «razzia».Y que saldríamos apenas llegara su jefe.Con eso nos calmamos un rato, perodespués de las nueve de la mañana losmismos agentes que nos detuvieron, conotro más, entraron al cuarto. Lesvolvimos a preguntar.

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—¿Por qué nos detuvieron? ¿De quése nos acusa?

A lo que contestaron:—Por feos, hijos de su pinche

madre, por eso están aquí, cabrones.Y se volvieron a ir, dejándonos

encerrados.Como a las once o doce del mismo

día regresaron. Al entrar, uno de ellos,al parecer el jefe, preguntó a los demásagentes cuál de nosotros era elcabecilla. Un agente me señaló,diciendo:

—Ése me gusta para cabecilla delgrupo, por ser el más alto.

El jefe dijo:

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—Tráiganmelo a la oficina.Me llevaron golpeándome y

jalándome de los cabellos. El jefe de losagentes me preguntó:

—¿Quién les paga por andarhaciendo esto?

Le contesté que no sabía de qué meestaba hablando.

—¡Cómo que no, hijo de tu pinchemadre!

Acto seguido volvió a preguntar lomismo, pero ahora quería que yoaceptara los cargos.

—¿Quién les paga por andarquemando tranvías?

Dijo tener testigos de que yo había

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participado en la quema de un tranvía enla calle de Zaragoza. Yo ni conocía lacalle de Zaragoza, todavía no la conozcoy así se lo dije.

Me regresaron al mismo cuarto yllamaron a Jesús Bañuelos. Cuandoregresó me dijo que le habíanpreguntado lo mismo y que lo habíangolpeado. Luego llegaron nuevamentelos agentes al cuarto; nos exigieron queles entregáramos todos nuestraspertenencias —nunca las volvimos a ver— y se retiraron.

Ya entrada la tarde de ese mismo 4de octubre, me volvieron a llamar a laoficina y el mismo jefe de agentes me

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dijo:—¿Usted se llama José Luis Becerra

Guerrero?—Sí —le contesté.—¿Vive en la calle de Gorostiza?—Sí.—¿De modo que usted no andaba en

la quema de tranvías?—No —le respondí.—¿A usted le dicen Pepito el

Diablo?—No.—¿Cómo se llama usted?—José Luis Becerra Guerrero.—¿Si se llama José Luis Becerra

Guerrero cómo no le van a decir Pepito

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el Diablo?Cada vez que no aceptaba lo que él

decía me golpeaban él y los cuatroagentes. Le pregunté que si sólo porqueme llamaba José Luis me tendrían queapodar como él quería. Entonces mevolvieron a golpear en la cabeza y en elestómago con unas macanas y me dieronde patadas en las espinillas. El jefe,viendo que me negaba a todas lasacusaciones que me hacía, les ordenóque me dieran una «calentadita» paraver si así me seguía negando. Meregresaron al cuarto y me obligaron adesvestirme, me siguieron golpeando ysacaron un aparato de fierro en forma de

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macana con el cual me dieron choqueseléctricos en varias partes del cuerpoprincipalmente en los testículos, elestómago y la cara al mismo tiempo queme decían:

—¿Conque no quieren policías nigranaderos? Pues, chinguense, hijos desu puta madre.

No recuerdo cuánto tiempo meestuvieron golpeando; sólo me acuerdoque me decían que tenía que aceptar queandaba en la quema de tranvías y que, sino, me seguirían golpeando hastahacerme aceptar, al fin que no importabaque me mataran, «pues uno más o menosni quién lo note, si sólo sirven para

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andar de alborotadores quemandotranvías». Me dejaron tirado en el suelocasi inconsciente.

• José Luis Becerra Guerrero,estudiante, preso en Lecumberri.

Usted no es como Morelos, siervo de lanación; usted es gato de GDO.

• Luis González de Alba, del CNH, alJuez del Juzgado Sexto.

Empezaron los toques eléctricos en lostestículos, el «pocito» de agua sucia enel que lo sumergen a uno hasta estar a

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punto de perder el conocimiento; lastorturas por cansancio muscular, porcrisis nerviosa, los golpes en todomomento.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Pedro tenía un rostro tan doloroso quecasi no lo reconocí por la intensidad queel sufrimiento había impreso en susrasgos.

• Francisco Gutiérrez Zamora, padrede familia.

A todos los detenidos se les preguntó si

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conocían al ingenien Heberto Castillo y,obviamente, por tratarse de una personaprestigiada, la mayoría contestó que sí.Sobre esta base —cuando aprehendierona Heberto—, la Procuraduría dio comoprueba de culpabilidad el hecho de quese le mencionara en más de doscientasdeclaraciones. En todos los casos depersonas más o menos conocidas, delCNH o de la Coalición, se empleó elmismo procedimiento de múltiples«referencias» a falta de pruebasconcretas de los supuestos «delitos» quese les atribuye.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

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Ya entrada la tarde del mismo 4 deoctubre, después de que me habíangolpeado, regresaron los agentes alcuarto. Nos volvieron a torturar,hicieron que limpiáramos y laváramos elcuarto en que nos encontrábamos. En unaesquina había un montón de basura,puros desperdicios, y estaba manchadopor los vómitos que nos provocaron lastorturas. Estaban ahí detenidos junto connosotros otros jóvenes que también eranestudiantes y que no conocíamos. Nosdieron un bote con agua y un trapo aJesús Bañuelos, Fernando Palacios y amí para que limpiáramos el cuarto;después nos hicieron limpiar y trapear

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toda la oficina, no exactamente laoficina sino la parte de afuera —creoque era donde pasaban lista a todos losagentes—, allí nos hicieron limpiartodos los lockers. Mientraslimpiábamos, cada agente que llegabapreguntaba: «¿Y ésos que estánlimpiando?». Y le decían: «Sonestudiantes».

—¿Ah sí? ¿A ver si es cierto queson muy cabrones?

Y nos golpeaban en las costillas altiempo que decían:

—¿No que muy cabrones? Sólo enbola se creen los amos, ¿verdad?, pero aver ahorita que están solos, pónganse al

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brinco. Tengan, por pendejos, hijos desu pinche madre.

Y nos pegaban en el estómago y enlas costillas. Esto se repetía con cadaagente que llegaba. Preguntaba por quéestábamos allí, le decían que por serestudiantes y nos golpeaban siempre,por lo regular en las costillas.

Como a las seis de la tarde mevolvieron a llevar a la oficina y el jefeme dijo:

—Creo que después de lacalentadita que te dieron ahora sí vas ahablar, ¿verdad, hijo de la chingada?

Le contesté que ya le había dichoque yo no participé en ninguna quema de

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tranvía. Añadí:—Ustedes me quieren acusar de eso

sólo por ser estudiante.Me callaron y me golpearon con una

macana en brazos y piernas y con lasmanos abiertas me pegaban en los oídosy en el estómago y me decían: «¿Conquemuy cabroncito? A ver si es cierto». Meenseñaron una declaración ya redactadaen la cual decía que yo habíaparticipado junto con Jesús Bañuelos R.,Fernando Palacios V., RaymundoPadilla S. y Fernando Borja en la quemade un tranvía. Los dos últimoscorresponden a dos amigos que jugabanen mi mismo equipo de fútbol y los

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sacaron de mi agenda. La supuestaquema de un tranvía había ocurrido en lacalle de Gorostiza esquina con JesúsCarranza el día 2 de octubre como a lasseis y media de la noche, según ladeclaración que me enseñaron, lo cuales completamente falso. Sin embargo amí me detuvieron un día después como alas doce de la noche. Luego supe que niel día 2 ni el 3 ni ningún otro día hubotranvía alguno quemado en dichaesquina.

• José Luis Becerra Guerrero,estudiante.

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El 8 de octubre como a las seis de latarde —más o menos calculo la hora—fueron a mi celda, la 18, unos tipos. Seabrió la ventanilla y me ordenaron:«Acércate». Oí una voz: «Celda 18,Gamundi del CNH». Era la voz deSócrates. En la madrugada me sacaronpara interrogarme:

—¿Conoces a Sócrates?—No.La respuesta del militar fue ésta:—No te hagas pendejo. Sócrates

dijo que te conocía y te reconoció en la18.

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¿Qué iba yo a contestar? Nada. Estoocurrió con otros muchos compañeros.Los reconoció de celda en celda. Elpeor de los casos es el de unacompañera de la Normal Superior.Sócrates la había visto una o dos vecesal visitar la Normal. Lo llevaron a ver alas compañeras detenidas en el Campo.Cuando pasó la muchacha dijo:

—La conozco.—¿De dónde?—La vi una vez en el CNH.—¿Sabes su nombre?—No, no lo recuerdo; solamente la

vi una o dos veces en el CNH.Hasta el militar se indignó:

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—Pendejo, si no estás seguro, ¿porqué hablas? No es cierto, no laconoces…

Y se siguió de largo. Gracias a esemilitar, la muchacha salió libre ochodías después.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

En tanto se fabrican enormes ymonstruosos expedientes a centenares deluchadores dé izquierda, inocentes, y seles retiene en la cárcel, la clasedominante no ha tenido empacho enpermitir que en los últimos cuarenta

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años de «estabilidad» ¡hayan quedadoimpunes, según Alfonso Quiroz Cuarón,más de 51 000 homicidios y casi 200000 robos denunciados! Pero la«criminalidad» tiende a concentrarse enpocos, en la misma forma que la riqueza,en nuestros regímenes económicos.

• Comentario de Fernando Carmona,licenciado en Economía, a lasdeclaraciones del criminalista,doctor Alfonso Quiroz Cuarón.

Después de Tlatelolco/2 de octubre hahabido una rápida tecnificación de loscuerpos represivos; los granaderos usanescudos, garrotes, máscaras y sustancias

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químicas modernas; se modernizantambién los cuarteles; los viejosmosquetones son sustituidos por riflesautomáticos y en Ciudad Sahagún hancomenzado a fabricarse los tanques«antimotín».

• Fernando Carmona, Licenciado enEconomía.

Todos cantábamos en el Campo Militarnúmero 1, desde La Internacional, apesar de que los del Partido Comunistala han convertido en su propiedadprivada o casi, hasta canciones decrítica social. Había dos muy populares;

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una que decía:El señor Cuauhtémoc estaba muy

contentole importaba madre todo su

tormento,y otra más; con música de El Santo.

En la calle de Insurgentesque chinguen a su madre los agentes.

La Marsellesa también era popular.Inclusive en un momento llegamos acantar en coro los versos de la calle deInsurgentes. Pero se presentó un tenientea decirnos que el Campo Militar no eraun burdel y que si no entendíamos que yanos habían dado en la madre, puesto quetodavía seguíamos con nuestras

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groserías. Nos callamos como un díamás o menos; después seguimoscantando, sólo que eliminarnos la quehabía provocado tanto enojo. Enrealidad cantar nos levantaba la moral ynos distraía aliviándonos un poco losdías difíciles por los que pasábamos.

En el otro sentido, podemos decirorgullosamente que sólo muy pocos«cantaron» como el gusano de Sócrates.Pero no dijeron la verdad, mentiras ymás mentiras, sólo mentiras ydelaciones, «columnas, armas, políticosresentidos». En suma, estúpidasapreciaciones personales, de muy bajacalidad política, y que sólo sirvieron

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para justificar el asesinato de Tlatelolcoy para apoyar la versión del gobierno.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

Se repitieron las torturas ahora con másencono, más prolongadas. Yo merevolcaba como víbora chirrionera,lloraba, me quejaba, gritaba, mentabamadres. Cesaron los tormentos y elsoldado me dijo: «¡Ni se haganilusiones! ¡Cerdos comunistas! Sifallamos nosotros aquí cerquita tenemosa los gringos». Tirado en el suelo, nadamás oía y me quejaba, no soportaba el

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dolor en los testículos, en el estómago,en las piernas; respiraba muyfatigosamente, toda la carne metemblaba, el corazón se me quería salirdel cuerpo y la boca la tenía seca,tremendamente seca. Escuché cuandoalguien dijo:

—Mi jefe, está listo el pelotón.Ya no reaccioné ante este estímulo.Una voz con ironía dijo:—Como eres una blanca palomita

que no quiere decir nada, no nos quedamás remedio que cumplir órdenessuperiores. ¡Llévenselo!

Unas manos me tomaron por lasaxilas y me levantaron; apenas podía

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sostenerme en pie, y alguien me dijo:—¿Quieres ver a tus compañeros

por última vez? Aquí los tenemos atodos.

—Sí, los quiero ver, llévenme conellos, nada más me quitan el capuchónpara verles la cara.

—No. Aquí no vas a hacer lo que túquieras sino lo que nosotros digamos.

Salí dando traspiés, caminandocomo ciego, unas manos me sostenían delos brazos para evitar que me cayese;me llevaban casi en vilo; finalmente meamarraron a un poste y me dijeron:

—Aquí tenemos a Sócrates.Yo no lo veía, simplemente lo

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escuché decir:—Contéstales, diles la verdad.—¿Qué quieres que les diga? Si ya

dije lo que tenía que decir.Luego se oyó una voz que terciaba:—Dile cómo te hemos tratado…—Cabeza, no tengo de qué

quejarme, me han tratado bien. MiraCabeza, el dinero entraba por CienciasBiológicas del Poli y por la Facultad deCiencias de la UNAM. Allí pasaba eldinero Madrazo.

—Del único dinero que tengoconocimiento es del que nos daba elpueblo por medio de las colectas de lasbrigadas y del que cada delegado daba

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en representación de su escuela al CNH;cien pesos por escuela…

—No maestro, ese dinero noalcanzaba. Se gastaba mucho en pintas,en pancartas, en propaganda.

—Yo nunca tuve conocimiento deotra entrada de dinero.

—¿Sabes que la Tita es policía?¿Qué transó por cincuenta mil pesos yque por eso anda libre?

—No, no, Sócrates, no sé nada y sitú lo sabías ¿por qué no lo denunciasteen el Consejo y lo dices aquí? ¿Qué tepasa? Mejor cállate.

De nuevo terció otra voz apenasperceptible y Sócrates me preguntó:

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—¿Recuerdas el contacto que teníascon Genaro Vázquez?

Al oír esta pregunta frente al pelotónde fusilamiento se me fue la sangre hastalos talones. Nunca he sabido de dónde lasacó ni con qué fin me la hizo, puesjamás tuve contacto con GenaroVázquez. Pero sí sabía que era un líderque el gobierno buscaba. Sorprendido lecontesté:

—Mientes, yo no he tenido contactocon ningún Genaro.

—Sí, aquel chaparrito de bigote contipo de veracruzano…

—No mientas, no nos quieras hundir,mejor cállate. No sé nada, entiéndelo,

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nada.—Es que nos van a matar…—Sí, nos van a matar.De nuevo oí la voz que intervino:—Llévense a Sócrates y fusílenme a

éste.

• Luis Tomás Cervantes Cabeza deVaca, del CNH.

En las colectas públicas que hacían lasbrigadas se juntaba dinero de amontones. Además las escuelas notenían más gastos que comprar papel ytinta y dar de comer a las brigadas deguardia.

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• Estrella Sámano, de la Escuela deCiencias Políticas, de la UNAM .

Cualquier muchacho que hayaparticipado, aunque sea mínimamente,en el Movimiento, sabe que nuestroprincipal gasto era papel, papel portoneladas, y los desplegados que de vezen cuando sacaba el Consejo. Vamos aver el asunto por partes: primero losgastos del CNH. ¿Cuáles podían ser? Losvolantes los sacaban las escuelas, no elConsejo, así que el único gasto de ésteera el pago de los desplegados. EnExcélsior un cuarto de plana cuesta tresmil pesos. Pon que sacáramos dos

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desplegados a la semana, que ya esmucho, son seis mil pesos. ¿De dóndesalían? Cada escuela tenía fijada unacuota diaria de cien pesos (que porcierto era una lata cobrar) cien pesosmultiplicados por ochenta escuelashacen ocho mil pesos diarios, y nonecesitábamos más que seis a la semana.Por eso es que el cobro de las cuotastenía poca importancia. ¿Y los cienpesos que cada escuela debía dar? Pero,por favor. Una Facultad de tamañoregular, como Filosofía, sacaba muchomás que eso entre sus puros alumnos,entre los asistentes a las asambleasdiarias; etcétera. Dale todas las vueltas

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que quieras y no hay otros gastos; papely tinta. Teníamos los mimeógrafos de lasescuelas, la imprenta Universitaria, laimprenta del Poli, las cafeterías. ¡Ah,por cierto!, otro gasto era la comida,pero ésta salía de las cafeterías, quesiguieron funcionando todo el tiempo yque son muy buen negocio. Claro queentonces no lo era tan bueno porque sele daba de comer a mucha gente, pero ala gran mayoría se le vendía la comida,a menos que se tratara de las guardiasnocturnas de la Facultad o de algunasbrigadas muy trabajadoras. Piénsale yno encontrarás los fabulosos gastos.Para serte sincero, podíamos haber

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sacado diez veces más pero ¿para qué?

• Luis González de Alba, del CNH.

Por otra parte, en el aspecto político, sepretendía desprestigiar al Movimientocon una vieja táctica de la policía:tergiversar objetivos haciéndoloaparecer como fomentado por agentessubversivos al servicio de «interesesoscuros». Simultáneamente se ocultanlas causas reales del malestar social yse invocan causas ficticias o mágicascomo la «habilidad» para engañar a lagente «incauta», principalmente a losestudiantes que les gusta alborotar y

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«echar relajo» con «cualquier» pretexto.En esta ocasión no les fue posible a lasautoridades usar la tesis de «la conjuracomunista» pues era totalmente increíbledada la magnitud del Movimiento, y enesas condiciones prefirieron fabricarsorpresivamente una versión «nueva»:los dirigentes intelectuales delMovimiento se encontraban en un grupode «políticos resentidos» que actuabanpor despecho tratando de «crearproblemas al régimen». Los nombres deErnesto P. Uruchurtu, Carlos Madrazo,Humberto Romero, Braulio Maldonadoy otros ex funcionarios cobraronactualidad al ser involucrados en las

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«declaraciones» de algunos de losdetenidos. La dirección intelectual, laprocedencia del dinero, y los «finesinconfesables», consistentes en «integrarun partido para derrocar al régimenactual», fueron atribuidos a estosindividuos.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Una vez que me leyeron la declaraciónelaborada por ellos, el jefe de losServicios Especiales me dijo que si nola firmaba le iba a pesar a mi familia;que ya sabían dónde vivían, quiéneseran mis padres y dónde trabajaban.

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Como todavía me seguían golpeando yal oír esas nuevas amenazas, me viobligado a firmar esa declaración.Después nos bajaron a los separos juntocon otros noventa detenidos y fuimosencerrados en una galera para 15detenidos. Brotaban aguas negras de lascoladeras y excusados; no había ni luz niventilación y cada dos horas éramosempapados por los agentes queutilizaban una manguera especial.Debido a las condiciones en que nosencontrábamos, varios estudiantessufrieron enfermedades y crisisnerviosas al grado de desmayarse. Asípermanecimos durante una semana.

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• José Luis Becerra Guerrero,estudiante.

—Antes que tú morirán dos más.Oí las dos descargas y los dos tiros

de gracia y se me llevó a que palparados cuerpos inertes… Después mesujetaron de nuevo y pusieron la pistolajunto a mi cabeza haciendo un disparo.Luego dijeron: «No vale la penamatarlo… Castrémoslo…». Después dehaberme dado lo que ellos llaman«calentada» se me inyectó en lostestículos una sustancia anestésica y seme hizo un simulacro de castraciónrompiéndome el escroto con una navaja

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o bisturí, cicatriz que aún conservo.Todo esto fue en la noche del 2 deoctubre de 1968, hasta las seis de lamañana del día 3… Todo por no quererhacer declaraciones en contra delMovimiento Estudiantil Popular ni en micontra; declaraciones que serían unaserie de mentiras en contra de la luchademocrática de nuestro pueblo. El día 3de octubre a las siete de la mañana fuinuevamente traído a la cárcel deLecumberri, en donde se me incomunicóen las peores condiciones, sin dejarmesalir siquiera a hacer mis necesidades,las que tenía que hacer en un bote deveinte litros que jamás fue limpiado en

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los 28 días de incomunicación. No veíani a los carceleros. No tenía ni cobija nicolchón. Se me tuvo con unaalimentación precaria consistente en unvaso de atole en la mañana y otro en latarde, que me depositaban en unapequeña abertura en la puerta de micelda… Todo lo anterior, como ustedsabe, es contrario a los derechoshumanos y a nuestra propia Constitución.

• Luis Tomás Cervantes Cabeza deVaca, del CNH.

La primera vez que vi a Cabeza, cuandolo llevaron de la H a la M, me

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impresionó horriblemente. Hasta percibí—dentro de mí misma— su dolor físico,como cuando notas que alguien hasufrido mucho, aunque no te lo diga. Noes que se viera amolado, es que todo élera un dolor andando…

• Artemisa de Gortari.

En el Campo Militar número 1, paradosobre la litera podía ver una franja depasto, dos o tres metros de alfalfa y lamuralla con puestos de vigilancia. A laderecha, la muralla formaba una esquinadonde habían sembrado maíz; unospájaros negros y grandes, tal vez

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cuervos, se posaban sobre las cañassecas. Me acosté con la cabeza hacia lapuerta, vi el cielo recortado en laventana y me acordé de Wilde: «Esecuadrito azul que es el cielo de lospresos». Por primera vez en muchotiempo, lloré. Después me acostésiempre con los pies hacia la puerta.

• Luis González de Alba, del CNH.

Un día, en el Campo Militar, medespertaron como a las diez de lamañana los sonidos —ya conocidos—que las rejillas de las celdas producenal abrirse. Alguien pasaba celda por

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celda examinando compañeros a travésde los pequeños hoyos que tenían encada una de las puertas. Creo que lesllaman mirillas. Sucio, con el pelolargo, sin lentes, muy delgado, habíalogrado pasar por todas lasidentificaciones sin que mereconocieran. Ye había dado todos misdatos falsos y ni tan siquiera me habíanmolestado después de la primera noche.Sólo alguien que me conociera más omenos bien podría reconocerme. Llegómi turno y la rejilla de la celda se abrió;me ordenaron ponerme de pie y así lohice. Pasaron unos cuantos segundos ydetrás de la puerta alguien me dijo que

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diera unos pasos hacia atrás; otropequeño lapso y otra orden: junto a lapared. En un susurro alguien dijo afuera:«Celda 13, CNH» con una voz que creíreconocer y mirándome con unos ojosque me eran familiares, aunque la faltade mis anteojos me restaba una granvisibilidad, Sin embargo no puderecordar de quién era la voz ni los ojosintuidos a través de las rejillas.

Me senté nuevamente en la literametálica. Allí estaba cuando escuchéinsistentemente mi apellido: «Valle,Valle, Valle, Valle». Era el compañerode la celda de enfrente; me levanté y através de la hoja de lámina le pregunté:

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«¿Qué quieres?». Me dijo que con eldedo empujara la placa de lámina quetapaba la rejilla, ya que estaba sinseguro y la podría abrir. Empujé con eldedo la placa y, a través de mi rejilla, elespacio del pasillo y su rejilla lepregunté qué era lo que quería. Mepreguntó:

—¿Sabes quién es el que teidentificó?

—No.Mi compañero respondió una sola

palabra:—Sócrates.No era necesario que dijera más y

los dos cerramos la rejilla.

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El primer día que llegué aLecumberri, a la hora del rancho de latarde, vi a Sócrates Campos Lemus. Consólo verlo me encendí y me le fuiencima. Guevara me detuvo y meconvenció de que me calmara; no era elmomento de darle mayores armas algobierno con un escándalo entre losdetenidos. Ya habría tiempo de aclarartodas las cosas. Comprendí que teníarazón. Pero sigo pensando que Sócratestendrá que pagar sus crímenes algún díay quienes se los van a cobrar serán losestudiantes que traicionó desde el día 2de octubre de 1968.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, del

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CNH.

Cuentan que a un muchachito apodado ElPirata —siempre muy chiveado él, muycorto— cuando los agentes lepreguntaron por Sócrates, que qué hacíaSócrates, contestó todo cabizbajo:

—Yo no sé lo que hacía; ando muymal en historia.

• Salvador Martínez de la Roca,Pino, del Comité de Lucha de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

Yo soy de la sierra de Hidalgo, deZacualtipán y mi papá es maestro. Se

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llama Homero. Desde abuelos y tíosviene esa costumbre de los nombresgriegos. Por eso a mí me pusieronSócrates.

• Sócrates Amado Campos Lemus,de la Escuela de Economía del IPN,delegado ante el CNH, preso enLecumberri.

A mí ya no me importa nada, a mí queme lleve el diablo.

• Jesús Valle Baqueiro, de la Escuelade Odontología de la UNAM .

Yo ¿Yago? Yo ¿Judas? Yo ¿de la CIA?

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Yo ¿agente del gobierno? Yo ¿delator?Yo ¿traidor? Lo que pasa es que comouna serie de gentes no tienen lasuficiente madurez para denunciar alverdadero culpable: el gobierno, elsistema, escogen a un chivo expiatorioentre los mismos estudiantes. Es muchomás fácil atacar a una persona, andarcon que «yo no fui, tú fuiste… no, fueél… El de más allá cantó, lo sé deoídas, no lo vi pero me lo contaron,aquél propuso… Éste se rajó, noaguantó, no aguantó ni tres minutos, noque no fui yo, fue Teté», y demásactitudes infantiles, que analizarprofundamente qué fue nuestro

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Movimiento, a dónde íbamos, en quéfallamos. En vez de esto, se fomentandivisiones estúpidas, grupitos que jamásvan a llegar a nada, conflictos entre elPC, los maoístas, los trotskos, losespartacos, odios ¿sabía usted que en lamisma crujía M cada uno tiene su cocinapor separado y no se hablan sino que sedetractan, se calumnian, se aíslan? Hastaen las vecindades el ambiente es mássolidario… Estas gentes dicen que yodelaté, que yo «marqué» en el CampoMilitar número 1, que yo estaba ligadoal gobierno… Mire, cuando se vino elMovimiento Estudiantil yo ya teníamuchos años de militancia y de prestigio

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entre los estudiantes. Yo era una de lascabezas más visibles del CNH. Hablé encasi todas las manifestaciones. EnTlatelolco cuando empezó la balacerayo fui el que trató de detener a la gente;agarré el micrófono y grité: «¡No corran,cálmense!». De esto hay cientos detestigos… A mí me esposaroninmediatamente: «Tú eres Sócrates». Apartir de ese momento se corrió la vozde que yo andaba reconociendo a miscompañeros en Tlatelolco, en el CampoMilitar número 1. En efecto me pusieronenfrente a muchos compañeros. Losagentes me preguntaban:

—¿Quién es éste?

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—No sé.Se lo puede confirmar a usted

Federico Emery. Cuando le vi les dije alos agentes:

—No sé, no sé, no, no, éste no es, elotro tenía bigote y era más bajito…

No había manera de quedarsecallado, el silencio también puede seruna denuncia, había que tantearlos, ganartiempo. Yo Trataba de torearlos,respondía: «Pues no sé, no meacuerdo… Usaba lentes… Teníabarba… Era güero…». En el CampoMilitar estaban más de sesentacompañeros del CNH. Si yo los marco,se quedan los sesenta. No marqué a

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ninguno. Ahora ¿por qué me llevaban losagentes a hacer esto? Obviamenteporque como era uno de los líderes másvisibles del CNH, conocía a todos losque andaban en el Movimiento. ¿Sabíausted que me agarraron en Tlatelolcoantes que a ningún otro dirigente delCNH?

Yo tenía más de doscientascincuenta direcciones de muchachoscuando tomaron CU porque nosotrospensamos que si tomaban el Poli,teníamos que seguir coordinados parapoder trabajar. Si los hubiera delatadoestuvieran aquí todos los miembros delCNH y no gente inocente, y por gente

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inocente me refiero a la base; a muchosque eran simplemente activistas y sededicaron a «volantear» y no gente quecomo nosotros actuamos y tuvimosresponsabilidades en la direcciónpolítica del Movimiento.

• Sócrates Amado Campos Lemus,delegado de la Escuela deEconomía del IPN ante el CNH.

Yo no me atrevería a juzgar a unmuchacho a quien han torturado.

• Roberta Avendaño, Tita, delegadade la Facultad de Leyes ante elCNH.

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Yo no sé lo que haría en su lugar… Nopuedo ni pensarlo. No aguanto el dolorfísico.

• Clementina Díaz Solórzano, de laFacultad de Filosofía y Letras de laUNAM .

¡Basta ya de porquería!

• Alfredo Valdés Macías, de la ESIME

del IPN.

Veamos eso de las delaciones. ¿Ustedcree que no hubo muchos que«cantaron»? Usted cree que un

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muchacho que jamás ha pasado por unasituación semejante, loco de terror portodo lo que ha visto, presa de unnerviosismo incontrolable, expuesto auna tensión constante, sujeto a torturas, aamenazas no sólo a él sino a su familia¿usted cree que no «canta»? ¿Loconsidera usted un coyón, un asco, undelator? ¡Hombre! Es una víctima de lascircunstancias. ¡Por favor que nojueguen a los héroes quienes no lo son!

• Sócrates Amado Campos Lemus,delegado de la Escuela deEconomía del IPN ante el CNH.

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Sólo anécdotas, esto es lo que relatantodos. «Yo estaba en casa de Antoniocuando…» «A mí me agarró en la torrede Ciencias…» «Salí destapado y vi alejército…». Pero nadie es capaz deemitir una idea. ¿Por qué estabanluchando? ¿Qué querían? ¿Destruir?¿Insultar? ¿Darse en la madre?¿Fregarse?… Pues la regaron bien ybonito…

• Beatriz Urbina Gómez, de la ESIQIE

del IPN.

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¿Tlatelolco? Pero si siempre ha sido unmoridero…

• Francisca Ávila de Contreras, deochenta años, habitante de la callede Neptuno cerca del Puente deNonoalco-Tlatelolco.

Cuentan que los antepasados, losantiguos, hicieron allí una gran matanza,allí en el mero Tlatelolco, regaron hartasangre, por eso es un lugar maldito…Cuentan que fueron los aztecas perovaya usted a saber cuál es la meraverdad… Durante muchos años nadie se

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quiso ir a vivir allá…

• Elisa Pérez López, «pedestal» en eltemplo espiritualista del «MedioDía».

Me fui a Taxco, Guerrero, a pasar laNavidad con mi madre. Somos sietehermanos; yo soy la menor, mi papámurió cuando yo tenía catorce años. Mimamá no me viene a ver porque tengouna hermana que está enferma y no lapuede dejar sola. Desde que estoy presa,la he visto una vez, el 10 de mayopasado que vino a México.

Regresé al DF el día 1o. de enero y

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el 2 me fui a la UNAM porque como mehabían soltado pensé que ya no medetendrían. Fui a la Facultad, allí busquéa Tita y no la encontré y le dije a unamigo: Antonio Pérez Sánchez, El Che,que participó muy poco en elMovimiento y contra quien no habíaorden de aprehensión que me diera unaventón al departamento de Coyoacán,no al de la SCOP, donde viví con misamigos el doctor y su esposa…Estábamos viendo un ajedrez que mimamá me regaló —porque mi mamá sededica a la platería— cuando oímos quealguien abría la puerta con llave. Yopensé que eran o Mirna o Tita, una de

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mis dos amigas, las únicas dos quetenían llave pero entraron ocho tiposarmados apuntándonos: «¡Arriba lasmanos!». Inmediatamente uno de ellosles ordenó a los demás: «¡Cateen estedepartamento; que no quede un rincónsin revisar!». A mi amigo El Che loestaban confundiendo con Escudero.Agarraron libros de Marx, PrensasLatinas, boletines de la URSS y todo loque creyeron era propagandasubversiva. Nos subieron a un coche,nos vendaron los ojos. A mí mevendaron primero que a él y después élme contó que uno de los agentes mepreguntaba: «¿Qué ves? ¿Cara o Cruz?»

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y me apuntaban con la pistola. No sé porqué lo harían, creo que porque sonsádicos estos tipos. «Ahora, a ver,pongan su V de la Victoria». «¿Quépasó? ¿No se van a sus guerrillas?».Hicimos un recorrido de más o menosuna hora tirados en el suelo del carro ynunca supimos a donde estaba la casapor encontrarnos vendados. Allí nostuvieron en el suelo tirados y como a lastres de la mañana nos retrataron defrente, de perfil, de tres cuartos,etcétera. Estábamos totalmentedeslumbrados por los flashes. Ya al otrodía nos comenzaron a interrogar; quequién nos daba el dinero, las armas,

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etcétera. .—¿Qué a usted le dio Madrazo

cincuenta mil pesos?Y me enseñaban un comprobante que

según ellos yo había firmado. ¡Ah!,cuando me secuestraron en mi casaencontraron un casco de la Fuerza AéreaMexicana que me había regalado uncapitán paracaidista porque en el año de63, yo fui paracaidista del SocorroAlpino con un grupo de muchachas.Entonces me decían: «El casco queencontramos es de un capitán queustedes mataron» y que como yo era deGuerrero tenía que tener nexos conGenaro Vázquez Rojas y yo no tengo ni

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el honor de conocerlo ni como simplepaisano. Al otro día, al Che y a mí nosllevaron a otra casa y allí nosencontramos a Tita que habíansecuestrado también la noche anteriordel 2 de enero de 1969. Allípermanecimos creo que seis días en uncuarto sin movernos, vigiladas poragentes que se turnaban constantemente ycuando nos sacaban al baño nos poníanunas capuchas para que no pudiéramosver nada. Eso sí nos dieron muy bien decomer y como al sexto día llegó otrodetenido y nos enteramos más tarde queera Rodolfo Echeverría.

De esa casa nos trasladaron

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vendadas en una camioneta y en eltrayecto nos decían: «¡Ya se van a irlibres, muchachas, no se preocupen; lasvamos a dejar en un parquecito!», y yoles decía y les decía: «Lo único que meimporta es que le avisen a mi mamá, porfavor». Detuvieron la camioneta y nosdijeron a Tita y a mí: «¡Quítense lavenda!» y al quitárnosla, efectivamentevimos un parquecito, el parquecito queestá frente a Lecumberri. Allí en elTurno de Mujeres estuvimos cuatro díasy al quinto nos trasladaron —el 15 deenero— a la Cárcel de Mujeres. Ya aquíse nos dictó el auto de formal prisión,que es otra violación a la Constitución

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porque el término constitucional es desetenta y dos horas y nosotras yaestábamos en una cárcel donde sólovienen las que están bien presas y asínos lo ponen en la boleta cuandollegamos: BIEN PRESAS.

• Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, delComité de Lucha de la Facultad deLeyes.

¿Había línea dura en el CNH? Sí, duracontra la transa, la demagogia, la grilla,contra las pláticas de recámara, lapolitiquería del gobierno, los regañospaternales de Díaz Ordaz, contra la

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política represiva del régimen, contratodo esto: duro y seguido. Y tambiénduro con la movilización, con elprincipio del diálogo público, con elpliego petitorio, y, más tarde, contra laclaudicación y la traición de Marcelinoy demás dirigentes. Duro contra quienesauspiciaron y apoyaron la políticaderrotista del Consejo después del 2 deoctubre, contra quienes permitieron quelas pláticas con Caso y de la Vega sesiguieran celebrando cuando ya notenían ningún sentido y sólo eran partede la demagogia del régimen, durocontra los que fueron —los veintiuno delConsejo— a que el procurador los

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regañara y les explicara cómo habíanestado las cosas, (y todavía le dieran lasgracias por su valiosa orientación),prestándose al chantaje.

También contra éstos, duro y decontinuo. Si a esto le llaman línea dura,claro que había línea dura. Pero si loque quieren es dar a entender unenfrentamiento armado, ESO NO. Nohabía armas en el Consejo, nadieesperaba la insurrección armada ni larebelión. Aquí ya no había línea dura.Cuando el provocador Ayax SeguraGarrido propuso que el Consejo tomaraalgunos rasgos de militarización, fuerepudiado y se hizo inmediatamente

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sospechoso a ojos de todo mundo, sinexcepción. Éste es un pequeño detalledel ambiente que privaba en el CNH.

Nuestras armas eran la Constitución,nuestras ideas, nuestras movilizacioneslegales y pacíficas, nuestros volantes ynuestros periódicos. ¿Qué todas estasarmas eran duras? Claro que lo eran. Eneste país todo lo que signifiquemovilización espontánea del pueblo ylos estudiantes, organización popularindependiente y crítica real al despóticogobierno que padecemos, es duro. Éstaera la línea dura del CNH y hoy,esencialmente, sigue siendo válida lalínea dura.

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• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

Escucha

el rumor escuchalas cadenas que lleva el torrente

oye, mirael terror cabalga en aras de bayoneta

Acércate amor mío, no temas, yapasará.

Nos cubrieron con lazos de dolornos robaron el lenguaje de los astros

No temas ya llegará la auroraEn la negritud se volcó la imagen

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nos rompieron los cráneosy mis cabellos bañan la simiente

Estréchate ya pasará el fríoSe crecieron las negras raícesSerpiente verdesmeraldaformada de cristal de gritosNos negaron el silencio

y nos acogotaron con sus voces

Ya pasará amor mío no temas

• Eduardo Santos, de la Facultad deComercio de la UNAM . Revista dela Universidad, Volumen XXIII,número 1, septiembre de 1968.

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Con Ayax también tuvimos problemas.Como a los tres días de declarada lahuelga en la ESIME llegó a una asambleamatutina, se presentó como instructor detalleres o de educación física de laVocacional 7 —no recuerdo bien lo quedijo que hacía— y nos dijo que teníamucha experiencia en esas cosas dehuelgas, que como maestro del Institutoquería ayudarnos. Nos propuso queformáramos un grupo de choque; «seríacomo el departamento de defensa de suComité de Huelga».

—Ustedes díganme quiénes quierenformar parte de este cuerpo de choque yyo los entreno. Seguramente dentro de

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poco tratarán de golpearlos, deagredirlos y deben estar preparados. Lapolítica de ustedes debe ser la ley delTalión: ojo por ojo diente por diente. Site pegan, pega, si te matan, mata… —Ése fue su consejo. Lo corrimos delauditorio y la asamblea le prohibióvolver por ahí. No volví a saber de élsino en el Campo Militar número 1cuando me informaron que Ayax meacusaba de querer organizar grupos dechoque.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

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Algunas noches, cuando me duermo,siento como que un muro de bayonetasse va estrechando alrededor de la litera.

• Florencio López Osuna, del CNH.

Yo trabajo en el rastro; bueno,trabajaba; vendía vísceras, tripas y esascosas en un mercado. Sé destazar ytodo… Se me ocurrió ir a ver cómo sequemaba un tranvía y me paré abobear… Por eso estoy aquí, de veras,por eso. Hoy me doy cuenta que es muyalto el precio de mi curiosidad por

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detenerme en las calles de Estaño eInguarán a ver quemarse el tranvía,porque nunca imaginé que ése solohecho fuese suficiente para que se meacusara de haber cometido tantosdelitos. En la Jefatura de Policía adonde me llevaron me golpearon hastaque se les hizo bueno. Hasta meamenazaron de muerte para que aceptarahaber participado en el MovimientoEstudiantil, para que aceptara haberagredido a los agentes de la autoridad.Nada de esto es cierto, en cambio sí esverdad que fui incomunicado duranteocho días, que no me dejaron ver a misfamiliares y que ni siquiera sé qué cosa

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es un defensor. Sí, firmé unadeclaración, a base de golpes yamenazas. Era una declaraciónprefabricada en la que reconocía habercometido hechos a los que soy ajeno.Cuando me llevaron a «ratificarla» notuve cerca de mí abogado alguno…Hasta ahora sé cuáles son mis derechosporque me han quitado la venda de losojos mis compañeros de la crujía, peroni siquiera sabía lo que era un defensorde oficio, una diligencia, uninterrogatorio. Nunca entendí lo que medijeron en la diligencia por mi totaldesconocimiento de lo que se me dijo,puesto que es un lenguaje técnico que

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desconozco. Yo soy un hombreignorante. Ahora, en la crujía me hanayudado a escribirles a los señoresmagistrados del tribunal, pero solojamás hubiera podido hacerlo. Lo únicoque puedo afirmar es que me hicieronratificar una declaración falsa e ilegalobtenida a base de violencia. Así comoel mío hay quince casos de inocentespresos por el Movimiento Estudiantil;quince aquí en la Crujía C, y dos, oquizá más en la Crujía M, donde estánlos churreros Félix Rodríguez y AlfredoRodríguez Flores, obreros de laChurrería de México que agarraron el23 de septiembre en Zacatenco, el día

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del Casco de Santo Tomás, nomásporque iban pasando… Así como yo, yatienen dos años sin juicio, sin sentencia,y sin tener nada que ver con elMovimiento.

• Manuel Rodríguez Navarro,trabajador, preso en Lecumberri.

Hechos que serían graves en unasociedad civilizada, nosotros losmiramos con indiferencia y hasta comonormales. No hay barras, sindicatos ocolegios de abogados que discutan elasunto. Tal vez sus miembros seanempleados de bancos, burócratas o

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litigantes que temen sufrir represalias ensu ejercicio profesional.

• Manuel Moreno Sánchez,«Complejo Antijuvenil. Novelas,Crímenes y Errores», Excélsior, 5de mayo de 1959.

El día 2 de octubre de 1968 salí de mitrabajo a las 5.30 horas P.M. junto conmi ayudante, pues ejerzo el oficio detornero mecánico, y me dirigí a midomicilio situado en Estaño 15 coloniaMaza, zona postal 2, donde tomé misalimentos como a las seis de la tarde.Estaba comiendo cuando escuché ruidocomo de cohetes, (luego supe que se

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trataba de armas de fuego) y queprovenía de la Unidad Tlatelolco.

Salí a la calle para saber lo queocurría y desde la calzada de la Villame di cuenta que el ejército teníarodeada la Unidad y que los soldadosiban armados con ametralladoras yfusiles y que había tanques. En mitrayecto crucé por la calle de ManuelGonzález, donde los soldados detenían atodos los transeúntes, sin ningún motivo,solamente por su apariencia de jóvenes.Me preguntaron: «¿Qué cosa haces túaquí?», y me pidieron midocumentación. Como yo no llevabaninguna, con ese pretexto me detuvieron

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y presentaron con un oficial que mepreguntó: «¿A qué te dedicas?». Yo ledije que era trabajador.

—La madre, éste es estudiante,fórmelo ahí.

Me colocaron contra un auto negro,recargado con las manos y los piesabiertos. Ahí me esculcaron y megolpearon sin ningún motivo. Cómo veusted, fui detenido sin mediar máselemento en mi contra que haber pasadopor las cercanías del lugar de Tlatelolcoy porque les pareció a los militares queyo tenía aspecto de estudiante. Así fuecomo se inició toda la serie de hechosque me tienen todavía en prisión.

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Terminado el registro, los soldadosnos llevaron a los jóvenes detenidos alpie de un camión del ejército, donde noshicieron quitarnos los zapatos. Una vezdescalzos nos formaron recargados conlas manos contra el camión y abiertoslos pies y empezaron a golpearnos conel canto de la mano, a pisarnos los piesdescalzos y a golpearnos en lostestículos. Y nos cortaron el pelo.

Fuimos ultrajados por los militares,violando los derechos que nos asisten eneste país. Yo creo que ni a los peorescriminales se les trata de ese modo.Posteriormente llegó una camionetapánel con granaderos y los soldados se

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formaron en dos hileras, de manera quenosotros los detenidos teníamos quepasar por en medio. Al ir pasando, lossoldados nos daban. Yo recibí unculatazo en el costado izquierdo y ungolpe con el cañón del fusil en el labiosuperior, que me abrió una herida.Fuimos metidos a la camioneta aempellones. En el trayecto fueronsubidos más detenidos y nos hallábamosamontonados, casi asfixiados. Al llegara la Jefatura de Policía nos llevaron alsótano y después nos condujeron alsegundo o tercer piso. En el trayecto, ungran número de granaderos y agentes nosgolpearon gritando: «¡Pinches

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estudiantes, hijos de su puta madre, porsu culpa no hemos dormido durante unasemana!», y nos golpearon a patadas, ytambién con sus cascos y sus macanas,mientras nos seguían insultando.

Rendimos nuestra declaraciónpreparatoria ante el Ministerio Público.Yo firmé, pero quiero hacer constar quese dejó un espacio en blanco al final dela hoja, y cuando lo vi de nuevo, notéque se había falsificado mi documento.La falsificación consistió en poner unagregado en el que yo aceptaba haberestado en Tlatelolco, haber disparadouna pistola Llama, calibre 38 y quevacié dos cargadores sobre las personas

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que asistieron al mitin de Tlatelolco ytiré la pistola a la Plaza.

—¡Señor magistrado, yo desearíasaber qué castigo merecen lasautoridades que falsifican unosdocumentos tan importantes como unadeclaración que compromete a unapersona inocente y qué manera tengo deprobar que todo eso es mentira!…Además, en la propia Jefatura dePolicía, todos los detenidos fuimosfichados y sin más averiguaciones unagente dijo que me pusieran en la ficha:«Agitador comunista». También se noshizo la prueba de la parafina… Llevo enLecumberri dos años sin haber tenido la

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oportunidad de defenderme.

• Antonio Morales Romero torneromecánico, preso en Lecumberri.

Esto mismo sucedió con ServandoDávila Jiménez y con Alfonso SaúlAlvarez Mosqueda, también víctimasdel poder judicial. Como lo dice muybien Servando Dávila Jiménez: «Llenarlas cárceles de jóvenes ciudadanosestudiantes y no estudiantes, dictándolesun auto de formal prisión sin basejurídica alguna, lanzándoles calumniasimaginadas por algún policía de segundacategoría, significa atentar gravemente

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contra el orden jurídico y social delpaís, independientemente de que noexime al régimen de la responsabilidadque tuvo en los hechos».

• Manuel Rodríguez Navarro, obrero,preso en la cárcel de Lecumberri.

A cada instante, en la fría celda de laprisión militar donde me incomunicaron,volvía a mi memoria la imagen de aquelcompañero muerto, a quien vi serarrastrado escaleras abajo en el edificioChihuahua. Su recuerdo, como el deotros muchos caídos en la lucha, lejosde atemorizarnos nos alienta a continuar

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luchando por la victoria. Ésta, como yafue demostrado en las gloriosas jornadasdel 68, pertenecerá en definitiva alpueblo, y como parte de él, a todosnosotros.

• Pablo Gómez, de la EscuelaNacional de Economía de la UNAM ,de las Juventudes Comunistas.

La cárcel política es una verdaderaescuela de revolucionarios.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

¿Qué pasa afuera? ¿Cómo están todos?

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• Manuel Marcué Pardiñas,periodista, preso en Lecumberri.

A mí me incomunicaron en la PrisiónMilitar. La celda de Sócrates quedabafrente a la mía. Nos sacaban de lasceldas y nos interrogaban en un cuartitoespecial. Una noche escuché queregresaba Sócrates de un interrogatorioy lo traían dos oficiales. Uno caminabaal lado de Sócrates, y otro, por lo quepude oír, quedó un poco atrás. Leabrieron la puerta de su celda y en esemomento Sócrates le dijo al oficial quelo conducía:

—¡Ah, se me olvidaba, le di otra

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metralleta (no me acuerdo si dijo que aCabeza de Vaca o a Peña)… Se mehabía olvidado decirlo…

El otro oficial desde el corredordonde se había quedado rezagadopreguntó:

—¿Qué dice?Encerraron a Sócrates en su celda y

un oficial le dijo al otro:—Bueno, pues vámonos.

• Pablo Gómez, de la EscuelaNacional de Economía de la UNAM ,de las Juventudes Comunistas.

Hay un maestro, un gran economista, un

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intelectual que siempre se la juega y seporta bien a la hora de la verdad: donJesús Silva Herzog. El 9 de mayo de1969, cuando le hicieron un homenajepor sus cincuenta años de maestro, en unbanquete en la hacienda de Los Morales,lleno de discípulos y de maestros y deexpertos en economía, pero sobre todolleno de personajes gubernamentales (elingeniero Norberto Aguirre Palancaresasistió en representación del Presidentede la República, Gustavo Díaz Ordaz),don Jesús se levantó de su asiento paraagradecer el homenaje que se lebrindaba y en su breve discurso pidió lalibertad de los maestros y estudiantes

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presos.

• Manuel Marcué Pardiñas,periodista.

Habíamos llegado a la crujía N unos dosmeses antes, éramos unos «fresas» comopresos políticos; cantábamos mucho, nopor nostalgia, tampoco por alegría, sólopor el gusto de hacerlo, creo que ésa esuna característica de un preso «fresa»:cantar casi todas las nochesacompañado de una guitarra. Al parecereso le da mucho «sabor carcelario» alas noches en prisión. Nosencontrábamos permanentemente

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«acelerados» y es fácil entender el porqué: agosto y septiembre de 1968 fuerondos meses muy intensos para México; yono me sentía al margen de eso. Noticiasy más noticias llegaban, volantesintroducidos subrepticiamente a lacárcel en brassieres y zapatos eranpasados de mano en mano produciendoexclamaciones de lo más variado entrelos presos políticos que ocupábamos enaquel entonces la crujía N. «Este pinchegobierno se va a chingar connosotros…» «Vamos a mandarles unacarta a estos cuates para que no semareen…» «Qué madriza le ponen aquía Díaz Ordaz…».

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No era para menos, la crujía N erau n tutti frutti político: maoístas,trotskistas, guevaristas y la más recienteremesa: veintidós comunistas y cuatrosin partido. Cualquiera se da cuenta deque ésa es una mezcla explosiva, perosin embargo había un ambiente derespeto y solidaridad entre nosotros.Fuimos recibidos con cariño y amistadpor Rico Galán, «los trotskos» y todoslos presos políticos anteriores a los delMovimiento, eso nunca lo podremosolvidar.

Una tarde encerraron en sus crujías atodos los presos comunes, toda la cárcelquedó en silencio y a la expectativa.

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Pronto supimos a qué se debía, seempezó a escuchar un rumor provenientede la calle, poco a poco aumentaba deintensidad. «¡Vienen por nosotros!»,gritó un compañero; sí, ahora loescuchaba mejor; claramente oí:«Libertad presos políticos… Libertadpresos políticos… ¡LIBERTADPRESOS POLÍTICOS!». Sentí que seme ponía la cara como «carne degallina»; de pura desesperación apretélos puños y todos empezamos a gritar:«Goya… Goya… cachún cachún ra ra,cachún, cachún ra ra, Goooya…Universidad! ¡Goya… Goya… cachúncachún ra ra, cachún cachún ra ra…

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Goooya, Universidad!». Grité tan fuerteque me dolió la garganta, nos quedamosen silencio y a manera de respuestaclaramente se escuchó desde la calle:«¡MUERA DÍAZ ORDAZ! ¡MUERADÍAZ ORDAZ!». Sentí que necesitaballorar de alegría y coraje, pero no lohice por vergüenza ante miscompañeros. Me sentía parte de los quenos gritaban desde la libertad y toda ladesesperación que me producían losmuros y las rejas que me separaban deaquellos a los que sentía profundamentemíos salía por mi garganta en gritos derespuesta, era necesario que ellostambién nos oyeran, que supieran que no

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por estar presos dejábamos de estarjunto a ellos. Yo era —como ahora losoy— parte de ellos, parte separada porlas rejas, pero al fin y al cabo uno deellos.

Los periódicos, los noticieros deradio y televisión y nuestros familiares,principalmente éstos, se convirtieron ennuestros canales de información.Recuerdo que había compañeros queeran verdaderos especialistas ennoticieros, sabían en cualquier momentoen qué estación se podía escuchar unboletín informativo. De esta manera,cuando aquel 13 de septiembre de 1968todos queríamos estar al tanto de nuestra

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manifestación, no era necesariomantener durante una hora la radio en la«guapachosa y cosquilleante RadioooAAAAAA… IIIIII… Canal Tropical»,simplemente bastaba con presentarse ala celda de uno de estos diligentescamaradas para que con la solapresencia se activara un extrañomecanismo interno que hacía que nuestrohombre-agencia-noticiosa nos pusiese altanto de todo lo relacionado con lamanifestación. Creo que ni Díaz Ordazestaba tan bien informado.

El 2 de octubre de 1968 no estaba deservicio en nuestra crujía el sargentoMares, un viejo buena gente que no nos

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encerraba a las diez de la noche comohabía ordenado el director del penal;consecuentemente nos «apandaron»(encerraron) cuando se dio el toque desilencio. Estábamos ya dormidos loscuatro presos que ocupábamos la celdanúmero 3 cuando escuché: «De la Vega,señor De la Vega…», era una voz quetrataba de pasar inadvertida para losdemás, palabras dichas casi en secreto.Al sentarme en la litera oí que abrían lapuerta y vi entrar a un celador:

—Oiga, señor De la Vega, ¿estádespierto?

—Sí, dígame.—Le vengo a avisar que están

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matando a muchos estudiantes enTlatelolco.

—¿Qué?—Que se armó la bronca en

Tlatelolco y mataron a muchosestudiantes.

—¿Quién se lo dijo?—Me enteré ahorita que venía a una

suplencia, nomás no le vaya a decir anadie que yo le vine a avisar, porque mecorren.

—Muchas gracias, descuide.Me quedé pensando que no valía la

pena despertar a mis compañeros decelda para informarles de algo que a míme parecía uno de tantos y tantos

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rumores que llegaban hasta nosotros,además, NO PODÍAN matar a losmuchachos en un mitin al cual todos ibanpacíficamente, eso NO PODÍA ocurrir.Volví a dormirme.

A las siete de la mañana del 3 deoctubre salí a formarme como todos losdías; no bien salí de la celda cuando caíen un mar de confusión, eran todos loscamaradas de la crujía que secomunicaban unos a otros lo que yatodos conocemos. Cuando me lo dijeronme sentí culpable por no haber creído ami espontáneo informante, por no habergritado en ese momento: ¡SALGANDESPIERTEN!

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Y bien, así me enteré de lo queocurrió en la Plaza de las Tres Culturasaquel 2 de octubre de 1968 a las seis dela tarde. Siento que después de esa fechano soy el mismo de antes; no podríaserlo.

• Eduardo de la Vega y de Avila,miembro del Partido Comunista.

Agarramos por el Periférico. Por lasventanillas de atrás vimos un poco delBosque de Chapultepec. «Mira, estamosen Chapultepec», luego los focos decolores de la Montaña Rusa, el aviso enla primera cima para advertir que no

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saquen la cabeza, y abajo en la carreteralos letreros indicativos que señalan lapróxima desviación… Luego Palmas,Molino del Rey… «Mira bien la calle—me dijo Pablo en voz baja—, porquequién sabe cuando vuelvas a verla».Entramos al viaducto congestionada porel tráfico de esa hora; las calles sehicieron más oscuras, más pobres.Pasamos un puente y nos detuvimos antela puerta principal de Lecumberri.

• Luis González de Alba, del CNH.

Las paredes de mi celda son planchas defierro unidas con remaches.

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• Eli de Gortari, filósofo, preso enLecumberri.

Al caer preso yo había sufrido unproceso terrible: ocho meses de huir, deesconderme, de vivir aislado, solo y mialma, de no ver a mis amigos ni a misseres queridos con la frecuencianecesaria para sentirme medianamentesatisfecho en mi necesidad de dar yrecibir afecto. No acepté salir del paísporque entendía, entiendo, que mi luchaestá aquí. Tenía prendas de dignidad enla prisión que no podía abandonar sinmenoscabo de la mía. Así que decidíluchar por la liberación de todos mis

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compañeros presos y caí preso.

• Heberto Castillo, de la Coaliciónde Maestros, preso en Lecumberri.

El día 3 de enero de 1969, a las 11horas fui detenido en el interior de laCárcel Preventiva, por un pelotón de lavigilancia sin que éste tuviese orden deaprehensión alguna. Me encontraba enese penal en calidad de defensor delprocesado Gerardo Unzueta Lorenzana.A las 13 horas del mismo día fui llevadoal patio del penal, en donde me hicieronsubir a un coche ocupado por unosdesconocidos, los que resultaron ser

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agentes de la Dirección Federal deSeguridad. Me vendaron los ojos y mesecuestraron llevándome a un hotel delcual desconozco ubicación y nombre.

En ese hotel fui amenazado,intimidado, insultado y golpeado por noaceptar declarar lo que dicha policíaquería. Después de permanecer parte deldía y la noche en ese hotel metrasladaron a una casa ubicada fuera delos límites de la ciudad de México. Mevendaron y tiraron en el piso del cocheen que me transportaban. Ahí estuvecuatro días incomunicado y secuestradocon una vigilancia policiaca muyestrecha. A los cuatro días me llevaron a

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otra casa, en la misma forma que la vezanterior. Al día siguiente, es decir, el 8de enero de 1969, me cambiaron de estaúltima casa a la Cárcel Preventiva delDF. Está por demás decir que esteúltimo traslado lo hicieron en la mismaforma que en las veces anteriores.

El 10 de enero fui declaradoformalmente preso junto con otroscompañeros, con Antonio PérezSánchez, Salvador Ruiz Villegas,Roberta Avendaño y Ana IgnaciaRodríguez, quienes sufrieron las mismasvejaciones cuando fueron detenidos ysecuestrados. Se nos declaróformalmente presos y acusados de 10

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delitos y sentenciados a 16 años decárcel el pasado 12 de noviembre. Estoes en síntesis el episodio de una parte demi vida como revolucionario.

• Rodolfo Echeverría Martínez,miembro del PC, preso enLecumberri.

—¿Me pueden llevar al baño?Me pusieron en la cabeza una como

capucha (después vi que era una fundasucia) y a tientas y a tropezones mellevaron. En cuando me sentí sola mequité la funda y la venda. Era unreducido, sucio y pobreto WC que no

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tenía ninguna ventana ni nada que mepudiera dar un indicio de dónde estaba.Me vi al espejo y me dije: «Ahora sí, yate pescaron y te arruinaste Titita». Comoel agente tocó en la puerta me volví acolocar mi venda y mi funda y salí. Elagente me llevó de nuevo a la primerahabitación y otro agente me dijo:

—¿No quiere acostarse?—No gracias.—Ándile, hay un catre.—Un catre —dije— ¡no me aguanta!—Sí como no, mire tiéntelo.Lo toqué y aunque no me pareció

muy seguro me acosté. Empecé a oír queabrían paquetes y uno de ellos me dijo:

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—¿No quiere una galletita?—Bueno…Y a tientas tomé una y me la comí

debajo de la funda. Al poco rato otro medijo:

—¿No quiere un café?—No gracias.—Ándele.—Bueno, ya que insiste.Me dijo:—Párese y quítese la venda.Me paré y me quité la venda, y así

sin previo aviso y sin pose me tomaronfotos de perfil y de frente. Vi que miscuidadores eran tres, uno joven como de21 o 22 años, El Güero, hijo de un

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capitán de grupo, otro moreno, gordito ymuy conocedor del ambienteuniversitario, en especial de Medicina,posiblemente antiguo jugador de «futamericano» y otro señor ya grande comode cincuenta años que guisaba rico ElCapi. Volví a tenderme en el catre, medieron una cobija y a dormir se ha dichohasta las nueve de la mañana quedesperté.

• Roberta Avendaño Martínez, Tita,delegada de la Facultad de Leyesante el CNH.

Uno empieza a saber lo que es un

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gobierno, se da cuenta de lo que es,cuando este gobierno lanza los tanques ala calle.

• Alfonso Salinas Moya, de laEscuela de Odontología de laUNAM .

—¿Dices que el gobierno nos ayudará,profesor? ¿Tú conoces al gobierno?

—Les dije que sí.—También nosotros lo conocemos.

Da esa casualidad. De lo que nosabemos nada es de la madre delgobierno.

Yo les dije que era la Patria.

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• Juan Rulfo. «Luvina», en El llanoen llamas, Fondo de CulturaEconómica.

En la cárcel hemos conocido lasolidaridad en su verdadera dimensión;estudiantes, maestros y distintaspersonas constantemente nos lamanifiestan. Personalmente me sientoorgulloso y agradecido de la actitud demis compañeros de la Facultad deCiencias. No han dejado un momento demanifestarnos su presencia en distintasformas. A lo largo de dos años creo quenunca me he sentido realmente«separado» de mis compañeros.

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• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Leo mucho. Tomo apuntes. He leído, porejemplo, el México: riqueza y miseriade Alonso Aguilar y Fernando Carmonay recogí unos datos pavorosos, queademás se refieren al año de 1967… Sisólo fuera por esto, tendría sentidonuestra lucha, por estas cifras queofrecen una imagen desgarradora denuestro país. Mire: más de un millón depersonas que sólo hablan dialectosindígenas; alrededor de 2 millones decampesinos sin tierra; más de 3 millonesde niños de 6 a 14 años que no reciben

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ninguna educación; 4.6 millones detrabajadores que, entre 1948 y 1957,pretendieron internarse ilegalmente enlos Estados Unidos; cerca de 5 millonesde mexicanos que andan descalzos yaproximadamente 12.7 millones que engeneral no usan zapatos; más de 5millones de familias cuyo ingresomensual es inferior a mil pesos;alrededor de 4.3 millones de viviendasy 24 millones de personas que en ellasviven, que carecen del servicio de agua;más de 8 millones que no comen carne,pescado, leche o huevos; y más de 10millones que no comen pan; casi 10millones de trabajadores no agremiados;

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cerca de 11 millones de analfabetos.¿Para qué más datos? Éstos bastan paradarnos cuenta de qué pobres somos ycómo se necesita luchar.

• Ernesto Olvera, profesor deMatemáticas de la Preparatoria 1de la UNAM .

Estoy convencido de que el futuro deeste país pertenece a jóvenes de migeneración.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Culpar de manera contundente al

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gobierno mexicano es quizá nuestratendencia más natural y fácil. Todaacción de mano dura que llega a losextremos resulta siempre condenable.Aun en el supuesto de que alguien seaculpable y merecedor de una reprimendao de un severo castigo, nada justifica elconvertirlo en mártir. El martirologioexculpa al más criminal. Convierte alacusado en acusador y al juez y alejecutor en criminales.

• Fernando Madero Hernández,maestro de la Preparatoria 1 de laUNAM .

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¿En dónde están ahora los 21 delConsejo Universitario que resolvieronapoyar el pliego petitorio estudiantil, losque estimularon a los jóvenes, losrespaldaron buscando más bien supopularidad personal, los que losobligaron en cierta forma a jugar alhéroe? ¿No están acomodadísimos en elrégimen, en ese mismo régimen quecriticaban y que ayudaban a losmuchachos a impugnar? ¿Acaso nosalieron agradecidos del despacho delProcurador del Distrito porque él losorientó y les ayudó a interpretar

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adecuadamente los sucesos de 1968?Según los 21, las sabias palabras delProcurador coadyuvaban a encauzar a lajuventud universitaria.

• Nicolás Hernández Toro, de laFacultad de Ingeniería de la UNAM .

El licenciado Carlos Pinera renuncióayer al puesto de subdirector de lapenitenciaria de Santa Marta Acatitla,que desempeñó durante año y medio.

El licenciado Pinera fue designadodirector general de la Oficina deRelaciones Públicas de la UniversidadNacional Autónoma de México.

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• Excélsior, «Nuevo Director deRelaciones en la Universidad»,sábado 9 de noviembre de 1968.

¿Es culpable la clase intelectual de todolo ocurrido? En el fondo sí es culpable,del mismo modo que fueron culpableslos pensadores y los intelectuales de laIndependencia, de la Reforma y de laRevolución de 1910. Ellos son los quepiensan, los que se informan, los queenseñan, los que transmiten las ideasfilosóficas, los conocimientos y lascorrientes del pensamientocontemporáneo. La lucha de todos losintelectuales del mundo actual contra la

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desigualdad, la injusticia la rigidez delos sistemas autoritarios, la enajenacióndel hombre.

• Fernando Benítez José EmilioPacheco, Carlos Monsiváis,Vicente Rojo. Editorial de «LaCultura en México», número 350,para el 30 de octubre de 1968,Siempre!

He venido a ver a los presos políticos yseguiré viniendo cuantas veces me dejenentrar. ¿Me estoy enfrentando algobierno, pregunta usted? Si alguien medice y me comprueba que estoycometiendo algún delito, seré el primero

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en reconocerlo pero nunca he sabido quesea delito visitar presos, hombresprivados de su libertad y sometidos ahumillaciones, vejaciones ysufrimientos… Dije una misa el 2 deoctubre por los muertos de Tlatelolco,en Cuernavaca, y pedí que el 12 dediciembre, día de la Virgen deGuadalupe, se leyera una homilía que leenvié a todos los párrocos hablandosobre el acontecimiento nacional de lainjusticia y falta de comprensión que secomete para con los presos queestuvieron involucrados en los sucesosdel conflicto estudiantil del año pasado.

No ha habido resolución del caso

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hasta ahora y desde antes de ayernoventa presos están en huelga dehambre.

Solidaricémonos, hermanos, comocristianos, ante el sufrimiento ydesesperanza de nuestros hermanos: lospresos mismos, sus padres, susfamiliares y sus compañeros.

Tomemos conciencia de nuestracomún responsabilidad en la promocióno en la decadencia del bien común.Todos somos responsables, en efecto, yno podemos permanecer indiferentes yexcusarnos ante el sinnúmero de abusosen la administración de la justicia,abusos que se hacen más notorios

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cuando se trata de los débiles ymarginados económica, social opolíticamente.

Tales abusos han engendrado yengendran muchas inconformidades,particularmente entre los jóvenes.

• Conversación con el doctor SergioMéndez Arceo, Obispo deCuernavaca, frente a la cárcel deLecumberri, en diciembre de1969, reproducida en Siempre!,número 863, para enero 7 de 1970.

Le escribí a José Revueltas pidiéndolelos nombres de los presos políticos paraque los párrocos rueguen por ellos. Por

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lo menos, esto sirve para crearconciencia, una conciencia nacional.

• Doctor Sergio Méndez Arceo,Obispo de Cuernavaca.

Puedo declararles a ustedes que en todami actuación me ha movido elconvencimiento de que no puedoabandonar a mis hermanos los hombressin dar un signo válido de que elcristiano en cuanto tal debe condenarcualquier forma de injusticia,particularmente cuando la injusticia sehace institución, y se impone aun a losmismos hombres que la cometen.

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Llevamos años de tolerar muchasinjusticias en nombre del mantenimientodel orden, de la paz interior, delprestigio exterior.

• Doctor Sergio Méndez Arceo,«Mensaje de Navidad, 1969»,trasmitido por radio desdeCuernavaca.

Cuando me aprehendieron yo ya teníados meses de estar trabajando en laEscuela Felipe Rivera —que está sobreAvenida Central casi esquina con Vértiz— y fue allí donde me agarraron el 2 deenero de 1969 a las dieciocho horas. Alllegar a la esquina en compañía de un

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alumno me sentí tomada con fuerza porun brazo e inmediatamente lanzada alinterior de un carro azul plúmbagodonde ya me esperaban otros cuatrotipos jóvenes y con apariencia regular(lástima de juventud sin ideales), uno meapuntaba con una pistola y el otro teníapreparada la cacha de la pistola. Meimagino que pensaban que iba a oponerresistencia, yo les dije que no pero quesoltaran a mi alumno porque también aél trataban de subirlo al carro; losoltaron y arrancamos luego luego. Mevendaron los ojos y aunque traté deimaginar por donde íbamos, no pudesaberlo. En un momento dado pararon el

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carro y se bajó el agente que llevaba yoa la izquierda y en su lugar subió otrotipo al que le dije: «Conque Guerlain,no?», porque me olió a ese perfume; élme contestó que no me hiciera lapendeja y que cooperara ya que así meiría mejor. Ya antes los otros agentes mehabían dicho: «Ya ves, fue tu amigaNacha, la que nos dijo donde estabas».

—¿Ah sí? —Contesté—, qué raroporque hace un mes que ella está enTaxco.

Este tipo volvió a insistir en que eraella la que me había denunciado y quedónde estaba.

—Puesto que ella me denunció

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ustedes deben de saber.—¿Y dónde está el carro del Rojo?

(otro delegado del CNH).—No sé.—Como no, si aquí traes la llave…En efecto era la llave pero yo ya no

traía el carro, el Rojo tenía otra llave.—¿Dónde vive el Rojo?—Pues no sé, creo que cerca de la

UNAM.—¿Dónde está Barragán? (otro

representante al CNH de mi Facultad).—No sé.—¿Y Cecilia Soto?—No sé.—Coopera y te irá bien.

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—Pues creo que se fue a Cuernavacapero no estoy segura.

Así por el estilo, sin golpearme perocon algunas palabras altisonantes. Mesiguió interrogando un rato hasta que sebajó y uno de los agentes que estabaadelante se empezó a burlar. «Pon tu Vde la Victoria ahora, a ver». Yo lerespondí: «¡Qué fácil es burlarse de lagente cuando no puede defenderse!¿Verdad?». Se calló. Al poco rato subióotro agente y arrancó otra vez el carro.Por cierto que habíamos estado paradosen la calle pues yo oía el ruido deltráfico y recuerdo que me conservé muyerguida en el asiento pensando que quizá

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alguien me vería y por lo tanto, meayudaría. Al arrancar, rayaron con lasalpicadera a otro carro queseguramente estaba estacionado, cosaque les pareció muy graciosa y se rierona carcajadas.

Ya para entonces había yo tomadoconciencia de mi situación y sentía unpequeño dolor o punzada o qué sé yo enla boca del estómago, pienso que eramiedo, sin embargo, creo que micomportamiento siguió siendo normal.Pedí un cigarro y fumé, despacio,repitiéndome mentalmente: «Calma, nopueden hacerte nada», y hasta lespregunté de broma si tiraba la ceniza en

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el cenicero grande o sea el suelo oalguno me la tiraba por la ventanilla.

• Roberta Avendaño Martínez. Tita,delegada de la Facultad de Leyesante el CNH.

Di por qué, dime Gustavodi por qué, eres cobarde,di por qué no tienes madre.Dime Gustavo por qué.

• Canción estudiantil en lamanifestación del 27, de agosto,basada en un comercial difundidopor radio y televisión.

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No es cierto que quisiéramos volar lostableros del Estadio Olímpico osabotear las Olimpiadas. En primerlugar, ¿por qué lo hubiéramos hecho?¿Con bombas molotov?

• Enrique Hernández Alatriste, de laFacultad de Odontología de laUNAM .

¿Cuál es el sentido de Tlatelolco? ¿Adónde nos llevó nuestro Movimiento?¿Estamos mejor o peor que antes? Estasinterrogantes podré contestárselas

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dentro de cinco años.

• Alejandro López Ochoa, de laFacultad de Ingeniería de la UNAM .

Claro que había cuates que decían quehabía que aprovechar las Olimpiadas, lacantidad de público para exponernuestros problemas y claro que nosotrosteníamos conciencia de ser la notadisidente, la mancha que estropea laimagen, como cuando el presidente va aun pueblo y entre las mantas de«Bienvenido» y «Muchas Gracias»aparece una que dice: «No tenemosagua, no tenemos luz». Nosotros éramos

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la voz discordante dentro del coro delos elogios pero de allí a querersabotearlo todo, ¡hay un largo trecho! ¡Yde allí a lograrlo hay otro más aún! Esmás, dentro del montón de chavos —porque había unos cuantos entendidospero los demás no eran sino montoneros— la desunión y la inconsciencia llegó atal grado que después del 2 de octubrehubo muchos cuates, mucha raza, que sino asistió a los Juegos cuando menos losvieron por televisión. ¡Y esto a mí merevuelve el estómago! Pensar quepodían ver los actos sobre el cadáver delos compañeros muertos y sobre losmiles de desaparecidos que sabíamos

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encarcelados pero de los que noteníamos seguridad. ¡Y allí estaban lostarados aplaudiéndole al sargentoPedraza! ¡Qué aguante el de la raza!

• Vicente Saldaña Flores, de la ESIME,del IPN.

¿Cómo es posible que el gobiernoconsiderara un «gravísimo peligro» a unpuñado de muchachos y muchachas?Resulta ridículo sobre todo si se sabeque el gobierno cuenta con un aparato derepresión poderosísimo y ejerce uncontrol casi absoluto sobre los mediosde información ¿Qué peligro, qué

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«gravísimo peligro» no puede controlarel gobierno actual? Yo creo que el únicoque no puede controlar es el de supropia conciencia porque si losmiembros del gobierno tuvieran la razóny gobernaran como se debe no letemerían a nada ni necesitaríanescudarse en la fuerza ni en la injusticiapara sostenerse… Además gran parte dela población es pasiva, entonces, ¿qué?¿Qué se traen? Llevan todas las deganar.

• Ernestina Rojo González, de laFacultad de Leyes de la UNAM .

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El que detenta el poder está siempreobligado a ser el más generoso.

• José Ignacio Barraza, de la Facultadde Leyes de la UNAM .

Si el Movimiento Estudiantil logródesnudar a la Revolución, demostrar queera una vieja prostituta inmunda ycorrupta, ya con eso se justifica…

• Esteban Sánchez Fernández, padrede familia.

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Nosotros no tuvimos nexos con elMovimiento Estudiantil más que lapublicación de apoyo que hizo elsindicato de El Ánfora al Movimiento.Los dos: Armando y yo somos maestrospero de Secundaria y fuimos delMovimiento de Liberación Nacionaldonde estuvieron desde LázaroCárdenas hasta González Pedrero —creo que todos los intelectuales deizquierda de México estaban allí— perosiempre pertenecimos a la base, nunca alos puestos directivos hasta que todos loabandonaron cuando la OLAS y

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entonces nos quedamos y trabajamosporque consideramos que su orientaciónera nacionalista y sus postulados erancorrectos. En ese momento noaprehendieron a nadie. Esperaron hasta1968 para aprehendernos a nosotros…

• Lic. Adela Salazar Carbajal,litigante en asuntos obreros.

Me han acusado de ser agente delgobierno… Mira, una vez se atacóduramente a uno de mis compañeros,representante también de la Facultad deLeyes ante el CNH y que pertenecíaademás al Partido Comunista, por haber

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votado dentro del CNH en un sentidodistinto al sentir de la asamblea, perocomo al exaltarse los ánimos en vez dehacer una referencia en particular sedecía «los representantes», yo, muyofendida, interrumpí la discusióndiciéndoles que no pensaran que eramuy bonito el ser representante, ni quecreyeran que me sentía feliz viviendocomo nómada y sin dinero, en fin,renuncié, pero la asamblea entera sevolcó a gritos: «No es en contra de tiTita! ¡No es en contra tuya, Tita, noqueremos que renuncies! ¡Tita, Tita,Tita, Tita!». Y no me dejaron salir, asíque continué muy satisfecha pero con

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algo de coraje… Ahora después de dosaños en la cárcel, de una condena dedieciséis años, todavía se me pregunta sisoy agente… Yo también podríapreguntar si es posible tener ladesfachatez de acusarme… Aquí dondeestoy hay muchos testigos que puedendar testimonio; mujeres con pechosllagados por quemadas de cigarrodurante un interrogatorio o bien concáncer en el bajo vientre a consecuenciade los golpes dados y alguna másviolada con la promesa de una prontalibertad, amén de otras que sufrenhemorragias, y pensar, que estos ¡hijosde perra!, querían hacerme pasar por

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uno de ellos… Porque sí, Elena, lospropios agentes fomentaron este rumor,y los estudiantes lo creyeron o por lomenos, no lo desmintieron… Una de lasrazones es que permanecí libre hasta el2 de enero. No me agarraron en CU el 18de septiembre a pesar de mis ciento diezkilos que jamás pasan desapercibidos, yno me agarraron el 20 de septiembre,día en que les cayeron a unosmuchachos, ahora presos en Lecumberri,en la casa que dejé veinte minutos antesde que a ellos los pepenaran. ¿Por esosoy agente del gobierno?

El sábado 11 de enero de 1969, mellamaron del «Turno de Mujeres» en

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Lecumberri a «Defensores» y meencontré con mi papá; ese día de verasme sentí mal, pues mi papá estabamuy… como diré… era una mezcla demiedo y coraje, no sabía si consolarmeo regañarme, pero por primera vez visus ojos llenos de lágrimas y me sentí elser más miserable. Al poco rato —porque no dejan entrar más que a unfamiliar— apareció mi mamá llorando.Yo hasta le había mandado con una delas celadoras del Turno de Mujeres unacarta donde le decía que no se apurara,que yo estaba muy bien, pero ni modo,ya estaba ahí. Los consolé como pude acada uno por separado y se fueron. Por

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la tarde me trasladaron a la Cárcel deMujeres donde estoy desde entonces. Mimamá murió el 24 de noviembre, haceun año, nomás tengo a mi papá que vienemiércoles y domingos a verme. Mispapas son apolíticos y nunca entendieronpor qué vine a dar aquí. Mi mamá semurió sin entender y mi papá, pues tratade darse ánimo… Yo no creo justa lasentencia, ni siquiera elencarcelamiento, no somos, pese a loque el gobierno diga, delincuentes;somos gente joven que luchó por unideal, el de que las leyes no sean sóloadmiradas y consideradas como unas delas más revolucionarias del mundo sino

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que se cumplan sin distingos; el de quelos funcionarios no sean tan corruptos yno abusen de su autoridad; el ideal deque un pueblo tenga derecho como su leylo establece de enjuiciar a susfuncionarios, en fin, de que existarealmente la democracia y la justiciapara todos. Creo que el presidentecuando toma posesión dice algo asícomo: «… que el pueblo medemande…». Me consta que en elZócalo llegó a haber unas setecientasmil gentes demandándole y no contestó,perdón, sí contestó pero a través de susgranaderos que nos golpearon. ¡Quizáme sentencien a otros dieciséis años por

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esto que el gobierno considerará uninsulto, pero qué importa si ya seré tanvieja cuando cumpla la primerasentencia, que dieciséis años más!, ¡yaqué! Además si los primeros me losecharon gratis, porque antes ni siquieraesto había dicho, siquiera que me losechen por algo, aunque tampoco esto quedigo, es delito alguno!…

• Roberta Avendaño, Tita, delegadade la Facultad de Leyes ante elCNH.

VALLEJO-VALLEJO-¡LIBERTAD!-VALLEJO-LIBERTAD-VALLEJO

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• Coro en la manifestación del 13 deagosto de 1968.

LÍDER HONESTO IGUAL A PRESOPOLÍTICO.

• Cartel en la Facultad de CienciasPolíticas de la UNAM .

Desde su detención en 1959 cuandoencabezaba el movimiento ferrocarrileroque aspiró a crear un sindicalismoindependiente, Vallejo ha venidopadeciendo sucesiva y conjuntamentecastigos judiciales y públicos

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reservados al oposicionista que no haentendido la teoría de la componenda yel arreglo. El artículo 133 del CódigoPenal Federal, que intenta tipificar eldelito de disolución social, le fueaplicado con helado rigor extremo, lomismo que otras variadasconfiguraciones (pretendidamentelegales) de la misma idea oficial:discrepar es traicionar; disentir, así seade un modo legítimo, legal y público, eshacerse merecedor de todo el peso de larepresión… Porque tan grave es laanticonstitucionalidad de las razonesoficialmente dichas para justificar elprolongado encarcelamiento de Vallejo

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y Campa, como la indiferencia pública,la consumada indiferencia de la inmensamayoría hacia el fenómeno de los presospolíticos.

Una cosa se corresponde con la otra:la notoria despolitización del mexicanose identifica plenamente con su evidenteamoralidad, con la irremediable desidiaque le provoca la mera idea deindignarse ante cualquier forma deinjusticia. Despolitizar no es sóloconvencer a todos los ciudadanos de lainutilidad de preocuparse por losasuntos públicos, de la inexorabilidadde todas las decisiones al margen decualquier posible intervención de la

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voluntad colectiva. Despolitizar no esúnicamente volver la tarea de laadministración de un país asunto mágicoy sexenal, resuelto a través de una puradeliberación íntima: tambiéndespolitizar es privar de signos morales,de posibilidad de indignación a unasociedad. Es aniquilar la vida moralcomo asunto de todos y reducirla alnivel de problema de cada quien: esdecir, la muerte de la moral social y elestímulo a la moralidadpequeñoburguesa, hecha de la necesidadde prohibir, nunca, como en el caso dela verdadera moral, de la capacidad deelegir.

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• Carlos Monsiváis, «La Cultura enMéxico», núm. 322, para abril 17de 1968, Siempre!

…encontré sobre la mesa de mi oficinauna de tus cartas en la que me cuentas detu visita a Vallejo y a Campa. ¡Quévergüenza y qué gran pena! Tiende uno aolvidar mucho de lo que más lastima,rodeándose de una especie de gransilencio que de repente se llena deruidos. Este magnífico y egoísta silenciocon el que nos protegemos y nosolvidamos. Cómo es posible quepodamos vivir tan «confortablemente»solos, tan bien protegidos, tan

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indiferentes. Me duele enormementeimaginar la pequeña figura de Vallejo ensu limpia celda, tomando leche como ungato, esperando a que un día pueda saliry volver a… ¿a qué? A una calle y a ungrupo de hombres que lo verán concierta curiosidad pero con fundamentalindiferencia. ¿Qué va a hacer cuandosalga? ¿Cómo va a vivir? ¿A quién va aamar? ¿Cómo va a trabajar? Me espantaaún más esto que el imaginarlo en lacárcel bebiendo leche.

• Guillermo Haro, astrónomo, cartade Armenia, 22 de julio de 1970.

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Dos literas de concreto de una de lasprimeras celdas de la crujía C estánatascadas de cascaras de limón; dosliteras de concreto con grandes cerrosde limones muertos. El olor esfuertísimo; hostiga el olor de la huelgade hambre que desde hace cuarenta díasrealizan 87 presos políticos. De los 87que empezaron sólo quedan 65 en lascrujías M, N, y C… 15 presos hansufrido convulsiones, muchos están en laenfermería; a los tres días de huelgaencontraron a Eli de Gortari desmayadoen su celda —el doctor le prohibió

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continuar: Eli es diabético —, pero lopeor no fue la huelga de hambre sino elatraco del que fueron objeto los 115presos políticos en Lecumberri por partede los reos de delito común el 1o. deenero de 1970. Los 68 presos de laCrujía C (donde está el mayor númerode estudiantes) padecieron dos horas deasalto por parte de los reos de delitocomún que armados con varillas, tubos,botellas y objetos punzocortantes losgolpearon, además de dejarlos ya nodigamos sin una cobija, sin un libro. Lomismo sucedió con los 50 presospolíticos de la M donde el atraco duró45 minutos. Rafael Jacobo García, preso

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político, padre de ocho hijos, trató decerrar las rejas de la Crujía N ymientras lo lograba recibió navajazos,golpes, hasta puñaladas en el cuerpo, enla cara y sobre todo en las manos y enlos brazos además de una fractura en elcráneo y otra en el maxilar. RafaelJacobo es un hombre fuerte, uncampesino, miembro de la CCI. A sulado, Isaías Rojas trató de defenderlo dela turba de presos comunes que seagolpaban contra los barrotes y tambiénresultó herido, cortado de la cara y delas manos. Los presos políticosmalheridos, golpeados, aterrados,debilitados por la huelga de hambre que

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comenzó el día 10 de diciembre (esdecir que llevaban 24 días a base deagua de limón y azúcar) se refugiaron enla crujía N. Los reos de delito común sellevaron los limones, no dejaron ungramo de azúcar, rompieron,azotándolos, los botellones de aguaelectropura. ¿A quién le va a interesarun limón? ¿A quién si no a hombres quehan recibido la orden de romper lahuelga de hambre? Además el saqueo yase había completado: los manuscritosdel doctor Eli de Gortari, los deleminente escritor José Revueltas, loslibros de «los intelectuales de la M», lascobijas, las ropas, los radios, los

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relojes, las máquinas de escribir, lacorrespondencia, las fotos familiares,los documentos personales, las parrillas,los colchones, los catres, almohadas,trastes, pocillos, todo fue violentamentearrebatado: sillas, estantes compradosallí mismo en Lecumberri porque sefabrican, en el departamento decarpintería, todo aquello juntado contanto trabajo durante un año y meses decárcel, todo lo que había «entrado»después de tanto solicitar permisos; elpobre patrimonio de cada preso fuereducido a la nada en un cuarto de hora.Allí dentro de las celdas mismas (la deDe Gortari, por ejemplo) los reos

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hicieron una pira con los libros. Eracomo volver a entrar a la cárcel, volvera empezar con la cadena de obstáculosmateriales, los objetos de la vidacotidiana que se han acumulado a travésde meses: primero el catre, después lacolchoneta, la cobija, los trastes, laparrilla… Pero incluso, esto, la pérdidade las posesiones de cada quien, noimporta al lado de la pérdida de la vida,de la amenaza de muerte. ¿Quién lesgarantiza a nuestros presos por sus ideaspolíticas, a nuestros jóvenes estudiantesque están terminando su carrera allímismo en Lecumberri, que el día demañana no habrá otro acto de

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vandalismo provocado por lasautoridades? En la noche del lo. deenero de 1970 muchos de los presos pordelitos del orden común estuvieronrondando hasta la madrugada por lascrujías en grupos de 20 o 30 con susvarillas, sus palos de escoba, sus tubos;el «orden», la «seguridad» quedó enmanos de los drogadictos de la F, de loshampones, de los asesinos que, dueños yseñores de los pasillos y galeras, no seretiraron del redondel (pasillo querodea al Polígono y a dondedesembocan todas las crujías) sino hastalas nueve de la noche del día siguientecuando los de «afuera», los familiares

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angustiados por la vida de esposos,padres e hijos presionaron para que lanoticia se colara mal que bien en losperiódicos.

Según testigos, el que abrió la crujíade los drogadictos, la F, y los azuzópara que fueran a asaltar a los«políticos», fue el subdirector del penal:Bernardo Palacios Reyes.

• La Garrapata, no. 40, E.P., 16 defebrero de 1970.

La única oposición real al gobierno seencuentra perseguida o «aquí en lacárcel»[…] El país ha cambiado de la

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democracia liberal de hace treinta añosa formas de gobierno cada vez másopresivas. El abogado del Tribunal dela Haya, F. Jacoby, declaró al llegar aFrancia que las garantías individualesestaban seriamente amenazadas enMéxico y calificó al gobierno deprefascísta.

• Documento elaborado por lospresos políticos y leído porGilberto Guevara Niebla, eldomingo 18 de enero de 1970, dosdías antes de levantar la huelga dehambre, al cumplir 1000 horas dehuelga de hambre, del 10 dediciembre de 1969 al 20 de enerode 1970, a las cuatro de la tarde.

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…Y me lleno de furia y pienso cómo sepuede vivir sin ser furioso. Cómo se lepuede entrar a la política mexicana yretenerte y modularte y repartirsonrisitas y quedar bien con todo elmundo y lograr puestecitos opuestezotes. No estoy de acuerdo con lasdeclaraciones periodísticas de misamigos; que el hombre de ciencia debeintervenir en la política. Sé lo quequieren decir. Piensan que intervenir enla política es ocupar puestos, serinfluyente, tener éxito. Eso no espolítica, eso es estiércol, es sermercader en el más vil sentido. A que no

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le entran a la política de oposición, a lapolítica que no da puestos seguros, a laque pone en peligro tu vida y tu libertad.Claro que no se le puede pedir a unhombre, a otro hombre, que sesacrifique. Pero tampoco que nos vengana señalar como deber sacrosanto ynecesario el participar en «nuestra»política priísta. No hay en ello nadanoble, nada desinteresado, nada honesto.Y si uno le entra por pura convenienciapersonal, por lo menos ser discreto, serun honrado bandolero, no tratar de hacercomulgar a los demás con ruedas demolino. Nuestro deber como científicoses simplemente tratar de hacer buenos

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científicos, ayudar a los jóvenes, formarcuadros competentes, hacer verdaderapolítica aunque esto implique —y loimplica— estar peleado a muerte conlos «políticos» burócratas. Claro que elno cortejar a los «políticos», el no estarbien con ellos, dificulta la tarea. Pero enel fondo lo mismo da…

No es cierto que puedas ser un buenpolítico cuando dejas de ser un buenmédico. No es cierto que es preferibleser presidente de Chalchicomula que unmediocre ginecólogo. Si no puedeshacer bien una cosa que durante añoshas aparentado amar, no podrás hacerninguna otra cosa mejor que la primera.

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Lo contrario es mentira, es la pruebamás contundente de tu fracaso íntimo, detu verdadera mediocridad. Pero, claro,existe el sagrado derecho de ser tanmediocre o tan pendejo como se quierao como se pueda y estoindependientemente de todos los éxitoso las glorias aparentes.

• Guillermo Haro, astrónomo, cartade Armenia, 28 de julio de 1970.

Yo siento que vivo ya una vida desegunda mano.

• Paula Iturbe de Ciolek, madre de unestudiante muerto.

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Y ahora, ¿qué voy a hacer yo de todoeste tiempo que será mi vida?

• Carlota Sánchez de González,madre del estudiante muerto por unpolicía por pintar una barda, elsábado 16 de noviembre de 1968.

Todo esto en la noche, en la madrugada,Tlatelolco, madres queriendo saber, sinentender la pesadilla, sin querer aceptarnada, buscando como animalesbrutalmente heridos a la cría: «Señor,¿dónde está mi hijo? ¿A dónde se loshan llevado?». Y finalmente suplicando:

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«Por favor señor, se lo rogamos dénossiquiera una seña, un indicio, díganosalgo…».

• Isabel Sperry de Barraza, maestrade primaria.

A un muchacho le ganaron los nervios.Ya estaba grande. Desde que lo subieronen la pánel venía llorando: «Mi mamá…quién le va a avisar y quién sabe qué yquién sabe cuánto». Un soldado le hizoplática: «No te preocupes, tú sales…».«No, no voy a salir… Me van a matar ymi mamá se va a morir…». No, quequién sabe qué, que quién sabe cuánto.

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Hasta que se aburrió el soldado: «¡Ahusted tan grandote y tan chillón! ¿Paraqué anda metiéndose entonces en estosrelajos si anda luego de chillón?».

• Ignacio Galván, estudiante de laAcademia de San Carlos y deltaller de cerámica de la Ciudadela.

El ritmo de vida disminuyeextraordinariamente. Son los díasinterminables de Macondo. Y nuestroespacio, nuestro mundo, nuestro cosmos,se vuelve microcosmos. Toda la escalade nuestra perspectiva empequeñece. Lacelda que me parecía minúscula,

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estrecha, crece y crece. El torreón, aescasos diez pasos de ni cama es unlugar de reunión, un observatorio; desdearriba se ven las casas y hasta losautomóviles. Y los atardeceres. Vamosal torreón. Hay quienes incursionan porel jardín que ganamos hace un año, laspequeñas grandes conquistas. Todo aescala. Cuando llegué me contaron queuno de los triunfos fundamentales habíaconsistido en no pasar lista a las siete dela mañana y a las ocho de la noche. Granconquista en verdad, para nuestropequeño mundo. Después los policíasfueron desalojados del torreón y lacrujía circular nos dio un horizonte de

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libertad de doce metros de diámetro.La celda al principio aplasta. Yo

desperté al segundo día de recluido conuna sensación horrible de asfixia. Losmuros sucios, malolientes estaban tancerca de mí que se metían en mi cerebro,me aplastaban la conciencia como parahacerme entender que la reclusión físicaimplica necesariamente la reclusiónmental. Entendí que mi único mundo, micosmos estaba dentro de mí.

• Heberto Castillo, de la Coaliciónde Maestros.

Se espera a los padres, al amigo o a la

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novia, a la esposa o a los hijos, es partede la lucha contra los muros queimpiden una comunicación personal y lasatisfacción de necesidades afectivas ymateriales. Pero también se espera larevista, los periódicos y las noticias denuestro medio social y político; es lalucha contra los muros que quisieranapartarnos del mundo que inspiranuestras inquietudes y por las quellegamos aquí; también se espera laaudiencia, la sentencia; el absurdo queaguarda a cada quien comoconsecuencia natural de un sistemaigualmente absurdo. Los padres son losque más resienten esta clase de espera y

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la llegada de una injusta sentencia comola coronación y respuesta a susolidaridad y esfuerzo, a su lucha porlograr la libertad del hijo, los haceenvejecer terriblemente. En realidad,ellos también han estado presos.

Pero no todo es esperar o pensaraunque haya mucho de esto. Poco a pococada uno va comprendiendo que esnecesario seguir luchando; que lo que sepretende con el encierro es separarnosno sólo físicamente de una actividadpolítica sino también de aniquilarnos. Aveces esta conciencia es sólo instintiva;el instinto de conservación que opera enel cuerpo y en el espíritu, y desde la

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resistencia luchamos contra la movida;hacemos deporte para estar sanos, casitodos lo hacemos —es la lucha contra elatronamiento físico—, cantamos —hayquienes han compuesto canciones muybonitas—, pintamos, escribimos,leemos; es la lucha contra los quepretenden negarnos la posibilidad decrear. Hay depresiones, crisis naturalesy cambios… Todos hemos cambiadomucho; hemos tenido que madurar encircunstancias muy difíciles. Conozcocasos realmente sorprendentes depersonas que nada tenían que ver con elMovimiento Estudiantil y para quienesera muy difícil explicarse muchos

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fenómenos de la política, del gobierno yde la sociedad y por ello han aprendidoa leer y a escribir… Para los estudiantesque eran miembros de unarepresentación además de la falta de unadisciplina, han tenido que enfrentar otroproblema: la mistificación, ladeificación que llega de fuera. Senecesita mucha imparcialidad paravencer este obstáculo en el proceso delos cambios personales. En fin, puededecirse que se logra trabajar una vez quese han resuelto interrogantes que, aunquealgunos con resistencia, tarde otemprano llegamos a plantearnos…

Yo era un joven muy activo fuera,

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dirigente de mí escuela, al ingresar alpenal tenía 21 años y muchasilusiones…

• Romeo González Medrano,miembro del Comité de Lucha dela Facultad de Ciencias Políticas ySociales. Detenido el 18 deseptiembre de 1968, preso enLecumberri.

La cárcel aísla en el sentido de que sepierde mucho a la gente de fuera. De misamigos, ya muchos se casaron, se fuerona su tierra —ya todo pasó— han hechonuevas amistades, tienen nuevosintereses y a todos los siento más

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lejanos. Claro, cuando vienen a vermeiniciamos la conversación basándonosen algún amigo común, pero ya no es lomismo. «Hace mucho que no lo veo…»«Quién sabe qué se habrá hecho…». Lagente se ha perdido de vista. ¿YEnrique? ¿Cómo le fue a Pedro? ¿YClemente? ¿Y Lisandro? Ya nadiesabe… Ya no es lo mismo. Como quetodo pasó hace muchísimos años…

• Roberta Avendaño Martínez, Tita,delegada de la Facultad de Leyesante el CNH.

Hay días en que «se me revela» —como

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dice la gente—, se me revela mucho elCuec (Leobardo López Arreche, pero ledecían el Cuec porque son las inícialesdel Centro Universitario de EstudiosCinematográficos, donde trabajaba). Loveo parado junto a mí, recargado en unode los muros de la iglesia de SantiagoTlatelolco… El Cuec era un tipoespecial, distinto a los demás. Llevabael pelo largo, la barba larga; tomómuchísimos rollos de película delMovimiento, pero muchísimos. Los hade tener la Judicial, la Federal deSeguridad, la Procuraduría, qué sé yo…Con la rapidez con que se entusiasmaba,así mismo caía también en el pozo de la

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angustia. Recuerdo que una vez, en unaasamblea, pidió la palabra, y dijo:«¿Saben compañeros, saben cómovamos a volver a las calles? (Entre lamanifestación del 27 de agosto y la del13 de septiembre hubo muchasdetenciones, muchas calumnias en losperiódicos, una represión tremenda, unagran desorientación en el seno mismodel CNH; además el tono del informe deDíaz Ordaz y sus amenazas —acompañadas por tanques y bayonetas—eran contundentes). Miren compañeros,yo sé cómo vamos a volver a lascalles… ¿Saben cómo vamos a contestarlos golpes? Con flores, con amor y

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flores… El 13 de septiembre estaremosde nuevo en la Reforma, con flores,compañeros; si nos reprimen lesaventaremos flores, flores a los tanques.El pueblo nos espera en las ventanas delos edificios, entre los capacetes de losautomóviles, en el techo de los camionesy de las azoteas, y nosotros saldremoscon algo nuevo. Si los soldados tienenfusiles nosotros tenemos amor y muchasflores»… Naturalmente, su moción no seaprobó, pero así era el Cuec, así era él,y a mí me hubiera gustado llevarleflores, amor y flores, el día de sumuerte.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

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Me gusta octubre; es el mes del año quemás me gusta. El aire es tan transparenteque la ciudad se arrellana como en unacuna de montañas, las callesdesembocan en los volcanes morados,azul oscuro, afelpado de pronto —comosi pudiera yo extender la mano, tocarlosy mi mano se hundiera en lomosaborregados, tibios, calientes bajo el solde octubre; un sol que todavíacalienta… Desde aquí no se ve nada,sólo barrotes verdes con las púas queregresan hacia nosotros, sólo la láminaverde de las celdas cerradas. Pero huelea octubre, sabe a octubre —ahora en

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1969—, y trato de pensar que esteoctubre nuevo se llevó al de 68, antes deque todos muriéramos —porquenosotros también morimos un poco— enla Plaza de las Tres Culturas.

• Ernesto Olvera, profesor deMatemáticas de la Preparatoria 1de la UNAM .

En la madrugada, a veces, cuandoempieza el día, me da por recordarTlatelolco, recordar a los muertos. Losrepaso mentalmente —al menos los quesalieron en los periódicos— en elOvaciones, porque ése leí; dieciocho

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cadáveres en la Tercera Delegación;Leonardo Pérez González, era maestrodel Poli, Cornelio Caballero Garduño,de la Prepa 9, Ana María Regina, laedecán tan bonita, José IgnacioCaballero González, el niño de treceaños sacado de un departamento, del615 del Chihuahua, Gilberto OrtizReynoso de la ESIQIE… y tantos más,tantos cuerpos más tirados en la plaza…¿Quiénes eran? ¿Qué serían ahora? ¿Quéhubieran hecho de estar vivos?

• Ceferino Chávez, de las JuventudesComunistas, preso en Lecumberri.

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Un régimen que se ensaña contra susjóvenes, los mata, los encierra, les quitahoras, días, años de su vidaabsolutamente irrecuperables, es unrégimen débil y cobarde, que no puedesubsistir.

• Isabel Sperry de Barraza, maestrade primaria.

Sí, pensamos en Tlatelolco, pero noscuesta mucho trabajo hablar de ello.Personalmente Tlatelolco me trastorna.Recuerdo cómo veíamos desde la

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tribuna la plaza convulsionada, lascorrientes de gente que intentaban huir yno podían, los remolinos que se hacíanen el centro de la explanada, los murosde bayonetas que yo no podía ver… Yono entendía nada. Disparaban hacia latribuna. Como que los que estaban abajocreían tirarnos a nosotros y les tiraban alos del guante blanco. ¡Fue un desmadrepavoroso! Después, cuando nosencerraron, recuerdo los orificios que seabrían en el techo, el yeso que nos caíaencima, el terror y la muerte que cubríanla Plaza. Sabes, la verdad, no me gustahablar de Tlatelolco; es más, nopuedo… Así es que dispénsame… no

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puedo… No puedo con Tlatelolco…Aquí en Lecumberri hablamos de ello lomenos posible, por salud mental.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Para mí, lo único que le dio sentido a laOlimpiada fue el comportamiento delBlack Power, el puño negro en el aire,el puño negro en el aire de los atletas,Tommie Smith, John Carlos, Lee Evans,Harry Edwards. Los campeones negrosal usar su triunfo en el deporte comoarma política impresionaronprofundamente a los espectadoresmexicanos y esto aunque en forma

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indirecta le sirvió a nuestroMovimiento.

• Samuel Bello Duran, estudiante deOdontología de la UNAM .

El Tibio Muñoz, el que ganó la medallade oro pertenecía a la Prepa IsaacOchoterena que peleó contra lasVocacionales 2 y 5. ¡Qué paradoja! Eldía 22 de julio, cuando los granaderosintervinieron con sus gases y susmacanas, habría de ser el principio delMovimiento Estudiantil de 68.

• Pedro Bolaños, padre de familia.

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—Te traje fabada…—¡Ay abuela, estoy malo del

estómago!(Entra Gilberto Guevara con una

gorra de lana que según Luis y Raúl ySaúl el Chale, no se quita jamás. Laabuela le tiende los brazos).

—¡Mi Guevara!Lo abraza un largo rato. Es la

clásica abuelita de los cuentos paraniños; gordita, dulce, el pelo blanco, unabolita de ternura.

—¿Decías que estás malo delestómago Raúl?

—¡Ay, abuela es que aquí todos losdías comemos de día de fiesta!; el

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molito negro de los domingos, el pipián,la paella, los chiles en nogada, lafabada, la cochinita pibil ¡La familia nosva a matar! Tengo el estómago hechopuré.

• Conversación de Raúl ÁlvarezGarín con su abuelita.

El viernes 4 de octubre de 1968 al salird e Excélsior, donde había ido a ponerun desplegado de protesta por lamatanza de Tlatelolco, la policía agarróal escritor Juan García Ponce. Losoltaron a las cuatro horas después delas acostumbradas vejaciones. Quizá lo

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confundieron con el líder del CNHMarcelino Perelló, porque Juan tambiénanda en silla de ruedas. Quizás seproponían amedrentarlo. Juan GarcíaPonce pertenece a la Asamblea deIntelectuales y Artistas que el viernes 16de agosto de 1968 se solidarizó con elMovimiento Estudiantil; ha escrito, haparticipado, ha firmado manifiestos,hizo pública su indignación. Dice: «Loque importa es que ahora salgan losmuchachos —hay tantos golpeadosbrutalmente— no lo que a mí me pasó…No podemos tolerarlo…». Y más tardeañade: «¡Jamás volveremos a vivir díasasí!».

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• Conversación con Juan GarcíaPonce, para el número 802,noviembre 6 de 1968, de Siempre!

La cárcel es el lugar más ruidoso delmundo. Los patios siempre están llenos,salvo el domingo después de que sale lavisita a las cuatro de la tarde. Entoncesse vacía el patio y todos nos encerramosen nuestra celda: el carcelazo. Pero sino, a las seis y treinta de la mañanacuando toca la banda empieza un ajetreode los mil demonios. La corneta toca«alevante», la corneta toca «a rancho»,la corneta toca para romper filas, lacorneta toca a las nueve para que

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sepamos que son las nueve: las nuevesignifica «defensores». ¡Luego otra veza las once! ¡A la una para el rancho! Alas cuatro pasa la banda de nuevo por elredondel —es ese círculo alrededor delPolígono— para el parte de las cuatro.Es como pasar lista; decir cuántos hayde población. Ese parte lo firma Raúlque es el jefe de la crujía C. A las ochootra vez la banda —cornetas y tambores—, puros instrumentos dados al quesoque emiten unos sonidos que se te ponela carne de gallina —bueno no es paratanto—, y a las diez tocan silencio…¿Sabes? El silencio es lo que más cala,porque entonces empieza la guardia

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nocturna, los vigilantes que gritan en lasmurallas: «¡Alerta!» cada cuarto dehora… En la noche te zumban en losoídos todos los gritos del día:«población: 61, Bajas 0, Altas 01»,¡Población! ¡Población! ¡Población!¡Población!… los cantidos de losvendedores que van de crujía en crujía,el redoble de los tambores en elredondel, el chirrido de cualquier fierrocontra las rejas, el golpe de tu propiapuerta de hierro y entonces se te viene lacárcel encima; toda su herrumbre, suspúas, el sonido oxidado de las ruedas delos carritos en que vienen los perolesdel rancho: guisado, frijoles, atole,

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frijoles, guisado, frijoles, guisado, caldocon trozos de carne y huesos, algunasverduras, atole, peroles, peroles… Creoque yo quepo en uno de esos peroles…

• Luis González de Alba, del CNH.

Aquí hay un preso que se llama MarioHernández —le decimos El Chamacoporque es el más joven de toda la crujíaC. Tiene 67 años y es uno de los tiposmás queridos y respetados de la C…¡Ése sí, es la antimomia! Es un tipofenomenal y además guisa muy bien.

• Eduardo de la Vega Ávila, del PC.

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«Defensores» es un cuarto largo conbancas y mesas de cemento.

• Arturo Martínez Nateras,Secretario General de la CNED

(Central Nacional de EstudiantesDemocráticos), preso enLecumberri.

Un joven es siempre una incógnita.Matarlo es matar la posibilidad delmisterio, todo lo que hubiera podido ser,su extraordinaria riqueza, sucomplejidad.

• José Soriano Muñoz, maestro de laEscuela Wilfrido Massieu.

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Matar a un joven es matar la esperanza.

• Cristina Correa de Salas, maestrade primaria.

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Casi nadie tiene reloj. De loscompañeros que me tocan para la cocina«colectiva» ninguno. Excepto yo.Algunos me preguntan para qué quieroreloj en la cárcel. Aquí no hay horas.Sólo la mañana, la tarde y la noche. Y eltiempo se contrae. Dicen los presos: undía muy largo, de lunes a sábado; y unochiquitito, pequeñito que es el domingo.

• Heberto Castillo, de la Coaliciónde Maestros.

En octubre todavía hay flor de calabaza,hongos, huitlacoche que dejan los mesesde lluvia y que tanto le gustan a

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Eduardo. Empiezan las verdolagas, loschilacayotes, los quentoniles. Se lospreparo en la casa, y siempre tengo laesperanza de que la «mona» no loscucharee demasiado al hacernos pasarpor el registro.

• María Elena Rodríguez de De laVega.

Todos estamos solos, es unaperogrullada. Pero pocos saben de lainmensa soledad de un joven entre losquince y los veinte años.

• Georgina Rubio de Marcos,maestra de primaria.

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Por último, deseo decir lo siguiente: Talvez nosotros no pertenezcamos a esacalidad de hombres como RicardoFlores Magón, Filomeno Mata yValentín Campa, armados entre otrascosas de un maravilloso estoicismo,pero es indudable que su ejemplo nosalienta constantemente.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

¡Claro que he ayudado a miscompañeros! Incluso creo que logré pormedio de una entrevista que me hizoMercedes Padrés que es una gente muy

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linda: que regresaran al D.F. los queandaban prófugos, muriéndose casi,escondidos en el monte. El Toto,Sostenes Torrecillas es uno de ellos. ElToto pesaba ciento doce kilos y regresópesando setenta y tantos, muy mal, muymal. Está deshecho. Era del CNH, de laEscuela de Medicina Homeopática yanduvo escondido, durante meses, enesteros, en el monte, comía raíces o nocomía y tiene delirio de persecución.Creía que lo iban a matar. Me hancontado otros compañeros que no puedeni atravesar la calle; lo tienen queagarrar entre dos. Si se revienta unallanta por poco y se desmaya. Cualquier

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ruido lo saca fuera de quicio. Él y otrosmuchachos leyeron este artículo en elque yo afirmaba que no pasaría nada siregresaban y por eso se reincorporaronnuevamente. Ahora el Toto está mejor;salió adelante, y lo mismo sucede conotros muchachos que sufrierontremendamente.

• Sócrates Amado Campos Lemus,del CNH.

Y otra cosa también de sumarísimaimportancia. Creo que antes no habríapodido amar a mi novia como ahora laamo. Es muy bonito, no sé por qué, pero

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el caso es que así lo siento. Éstos soncambios muy bonitos que en mí se hanoperado. En mí y en todos, desde luego.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

Además, el vivir encerrado entre cuatroparedes, como ninguna otra cosa leenseña a uno a amar intensamente,profundamente la libertad.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

Después de veinticinco meses deprisión, somos más fuertes como seres

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humanos y estamos convencidos que enúltimo término no hay hombres quemerezcan, por muy criminales que sean,vivir enjaulados como animales.

• Artemisa de Gortari.

Y es que en Américaestá ya en flor la gente nuevaque pide peso a la prosay condición al versoy quiere trabajo y realidaden la políticay en la literatura.

• José Martí.

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Primer curso de alfabetización paraAmérica Latina.

La libertad es el sujetoEl verbo es el fusilLa muerte es el complemento.

• Anónimo del siglo XX.

Gusanos pululan por calles y plazasy en las paredes están salpicados los

sesos…Rojas están las aguas, están como

teñidasy cuando las bebimoses como si bebiéramos agua de

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salitre.

Golpeábamos, en tanto, los muros deadobe,

y era nuestra herencia una red deagujeros.

Con los escudos fue su resguardo,pero ni con escudos puede ser

sostenida su soledad.

Hemos comido palos de colorín,hemos masticado grama salitrosapiedras de adobe, lagartijas,ratones, tierra en polvo, gusanos…

Comimos la carne apenas,sobre el fuego estaba puesta.,

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Cuando estaba cocida la carne, de allíla arrebataban, ,

en el fuego mismo, la comían.

TODOS¡Han aprehendido a Cuauhtémoc!¡Se extiende una brazada de príncipes

mexicanos!¡Es cercado por la guerra el tenochca,es cercado por la guerra el tlatelolca!

SOLISTAEl llanto se extiende, las lágrimas

gotean allí en Tlatelolco¿A dónde vamos?, ¡oh amigos! Luego,

¿fue verdad?

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Ya abandonan la ciudad de México:el humo se está levantando; la niebla

se está extendiendo.Motelhuihtzinel Tailotlacall Tlacotzinel Tlacatecuhtli Oquihtzin

Llorad, amigos míos,tened entendido que con estos hechos,hemos perdido la nación mexicana.¡El agua se ha acedado, se acedó la

comida!Esto es lo que ha hecho el Dador de

la vida en Tlatelolco.

Y todo esto pasó con nosotros.Nosotros lo vimos,

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nosotros lo admiramos.Con esta lamentosa y triste suertenos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos,los cabellos están esparcidos.Destechadas están las casas,enrojecidos tienen sus muros.

TODOS¡Es cercado por la guerra el tenochca,es cercado por la guerra el tlatelolca!

• Textos escogidos, para surepresentación, por los estudiantespresos de la Crujía C deIeccumberri, de la Visión de losvencidos. Relaciones indígenas

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de la conquista, traducidos detextos nahuas por Ángel MaríaGaribay K. UNAM , Biblioteca delEstudiante Universitario.

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Segunda parte.La noche de Tlatelolco

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Es necesario dejar constancia de nuestroindignado asombro por esa noche deTlatelolco que presidieron la barbarie,el primitivismo, el odio y los mássiniestros impulsos.

• Francisco Martínez de la Vega,«¿Hacia dónde va nuestro país?»,El Día, 8 de octubre de 1968.

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MEMORIAL DE TLATELOLCOLa oscuridad engendra la violenciay la violencia pide oscuridadpara cuajar el crimen.Por eso el dos de octubre aguardó

hasta la nochepara que nadie viera la mano que

empuñabael arma, sino sólo su efecto de

relámpago.

¿Y a esa luz, breve y lívida, quién?¿Quién es el que mata?

¿Quiénes los que agonizan, los quemueren?

¿Los que huyen sin zapatos?

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¿Los que van a caer al pozo de unacárcel?

¿Los que se pudren en el hospital?¿Los que se quedan mudos, para

siempre, de espanto?

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al díasiguiente, nadie.

La plaza amaneció barrida; losperiódicos

dieron como noticia principalel estado del tiempo.Y en la televisión, en el radio, en el

cineno hubo ningún cambio de programa,ningún anuncio intercalado ni un

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minuto de silencio en el banquete.(Pues prosiguió el banquete).

No busques lo que no hay: huellas,cadáveres

que todo se le ha dado como ofrendaa una diosa,

a la Devoradora de Excrementos.

No hurgues en los archivos pues nadaconsta en actas.

Más he aquí que toco una llaga: es mimemoria.

Duele, luego es verdad. Sangre consangre

y si la llamo mía traiciono a todos.

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Recuerdo, recordamos.Ésta es nuestra manera de ayudar a

que amanezcasobre tantas conciencias mancilladas,sobre un texto iracundo, sobre una

reja abierta,sobre el rostro amparado tras la

máscara.Recuerdo, recordemoshasta que la justicia se siente entre

nosotros.

Rosario Castellanos.

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En su mayoría estos testimonios fueronrecogidos en octubre y en noviembre de1968. Los estudiantes presos dieron lossuyos en el curso de los dos añossiguientes. Este relato les pertenece.Está hecho con sus palabras, sus luchas,sus errores, su dolor y su asombro.Aparecen también sus «aceleradas», suingenuidad, su confianza. Sobre todo lesagradezco a las madres, a los queperdieron al hijo, al hermano, el haberaccedido a hablar. El dolor es un actoabsolutamente solitario. Hablar de élresulta casi intolerable; indagar,horadar, tiene sabor de insolencia.

Este relato recuerda a una madre que

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durante días permaneció quieta,endurecida bajo el golpe y, de repente,como animal herido —un animal a quienle extraen las entrañas— dejó salir delcentro de su vida, de la vida misma queella había dado, un ronco, un desgarradogrito. Un grito que daba miedo, miedopor el mal absoluto que se le puedehacer a un ser humano; ese gritodistorsionado que todo lo rompe, el ayde la herida definitiva, la que no podrácicatrizar jamás, la de la muerte delhijo.

Aquí está el eco del grito de los quemurieron y el grito de los que quedaron.Aquí está su indignación y su protesta.

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Es el grito mudo que se atoró en milesde gargantas, en miles de ojosdesorbitados por el espanto el 2 deoctubre de 1968, en la noche deTlatelolco.

E. P.

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ENCABEZADOS DE LOSPRINCIPALES DIARIOS DE LACAPITAL EL JUEVES 3 DEOCTUBRE DE 1968

EXCÉLSIOR:Recio Combate al Dispersar el

Ejército un mitin de Huelguistas. 20Muertos, 75 Heridos, 400 Presos.Fernando M. Garza, director de Prensade la Presidencia de la República.

NOVEDADES:Balacera entre Francotiradores y el

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Ejército en Ciudad Tlatelolco.Datos Obtenidos: 25 Muertos y 87

Lesionados: El Gral. Hernández Toledoy 12 Militares más están heridos.

EL UNIVERSAL:Tlatelolco, Campo de Batalla.

Durante Varias Horas Terroristas ySoldados Sostuvieron Rudo Combate.29 Muertos y más de 80 Heridos enAmbos Bandos; 1 000 Detenidos.

LA PRENSA:Muchos Muertos y Heridos; habla

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García Barragán.Balacera del Ejército con

Estudiantes.

EL DÍA:Criminal Provocación en el Mitin de

Tlatelolco causó SangrientoZafarrancho. Muertos y Heridos enGrave Choque con el Ejército enTlatelolco: Entre los heridos están elgeneral Hernández Toledo y otros docemilitares. Un soldado falleció. Elnúmero de civiles que perdieron la vidao resultaron lesionados es todavíaimpreciso.

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EL HERALDO:Sangriento encuentro en Tlatelolco.

26 Muertos y 71 Heridos.Francotiradores dispararon contra elEjército: el General Toledo lesionado.

EL SOL DE MÉXICO (Matutino):Manos Extrañas se Empeñan en

Desprestigiar a México.El Objetivo: Frustrar los XIX

Juegos. Francotiradores Abrieron Fuegocontra la Tropa en Tlatelolco.

Heridos un General y 11 Militares; 2Soldados y más de 20 civiles muertos en

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la peor refriega.

EL NACIONAL:El Ejército tuvo que repeler a los

Francotiradores: García Barragán.

OVACIONES:Sangriento Tiroteo en la Plaza de las

3 Culturas. Decenas de Francotiradoresse enfrentaron a las Tropas. Perecieron23 personas, 52 lesionados, mildetenidos y más vehículos quemados.

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LA AFICIÓN:Nutrida Balacera provocó en

Tlatelolco un Mitin Estudiantil.

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Todos los testimonios coinciden en quela repentina aparición de luces debengala en el cielo de la Plaza de lasTres Culturas de la Unidad habitacionalNonoalco-Tlatelolco desencadenó labalacera que convirtió el mitinestudiantil del 2 de octubre en latragedia de Tlatelolco.

A las cinco y media del miércoles 2de octubre de 1968, aproximadamentediez mil personas se congregaron en laexplanada de la Plaza de las TresCulturas para escuchar a los oradoresestudiantiles del Consejo Nacional deHuelga, los que desde el balcón deltercer piso del edificio Chihuahua se

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dirigían a la multitud compuesta en sugran mayoría por estudiantes, hombres ymujeres, niños y ancianos sentados en elsuelo, vendedores ambulantes, amas decasa con niños en brazos, habitantes dela Unidad, transeúntes que se detuvierona curiosear, los habituales mirones ymuchas personas que vinieron a darseuna «asomadita». El ambiente eratranquilo a pesar de que la policía, elejército y los granaderos habían hechoun gran despliegue de fuerza. Muchachosy muchachas estudiantes repartíanvolantes, hacían colectas en botes conlas siglas CNH, vendían periódicos ycarteles, y, en el tercer piso del edificio,

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además de los periodistas que cubrenlas fuentes nacionales habíacorresponsales y fotógrafos extranjerosenviados para informar sobre los JuegosOlímpicos que habrían de iniciarse diezdías más tarde.

Hablaron algunos estudiantes: unmuchacho hacía las presentaciones, otrode la UNAM, dijo: «El Movimiento va aseguir a pesar de todo», otro del IPN:«… se ha despertado la concienciacívica y se ha politizado a la familiamexicana»; una muchacha, queimpresionó por su extrema juventud,habló del papel de las brigadas. Losoradores atacaron a los políticos, a

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algunos periódicos, y propusieron elboicot contra el diario El Sol. Desde larampa del tercer piso vieron cómo hacíasu entrada un grupo de trabajadores queportaba una manta: «Los ferrocarrilerosapoyamos el Movimiento ydesconocemos las pláticas RomeroFlores-GDO». Este contingente obrerofue recibido con aplausos. El grupo deferrocarrileros anunció parosescalonados desde «mañana 3 deoctubre en apoyo del MovimientoEstudiantil».

Cuando un estudiante apellidadoVega anunciaba que la marchaprogramada al Casco de Santo Tomás

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del Instituto Politécnico Nacional no seiba a llevar a cabo, en vista deldespliegue de fuerzas públicas y de laposible represión, surgieron en el cielolas luces de bengala que hicieron quelos concurrentes dirigieranautomáticamente su mirada hacia arriba.Se oyeron los primeros disparos. Lagente se alarmó. A pesar de que loslíderes del CNH desde el tercer piso deledificio Chihuahua, gritaban por elmagnavoz: «¡No corran compañeros, nocorran, son salvas!… ¡No se vayan, nose vayan, calma!», la desbandada fuegeneral. Todos huían despavoridos ymuchos caían en la plaza, en las ruinas

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prehispánicas frente a la iglesia deSantiago Tlatelolco. Se oía el fuegocerrado y el tableteo de ametralladoras.A partir de ese momento, la Plaza de lasTres Culturas se convirtió en uninfierno.

En su versión del jueves 3 deoctubre de 1968 nos dice Excélsior:“Nadie observó de dónde salieron losprimeros disparos. Pero la gran mayoríade los manifestantes aseguraron que lossoldados, sin advertencia ni previoaviso comenzaron a disparar.

…Los disparos surgían por todoslados, lo mismo de lo alto de un edificiode la Unidad Tlatelolco que de la calle

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donde las fuerzas militares en tanquesligeros y vehículos blindados lanzabanráfagas de ametralladora casiininterrumpidamente…” Novedades, ElUniversal, El Día, El Nacional, El Solde México, El Heraldo, La Prensa, LaAfición, Ovaciones, nos dicen que elejército tuvo que repeler a tiros el fuegode francotiradores apostados en lasazoteas de los edificios. Prueba de elloes que el general José HernándezToledo que dirigió la operación recibióun balazo en el tórax y declaró a losperiodistas al salir de la intervenciónquirúrgica que se le practicó: «Creo quesi se quería derramamiento de sangre ya

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es más que suficiente con la que yo ya hederramado». (El Día, 3 de octubre de1968).

Según Excélsior “se calcula queparticiparon unos 5 000 soldados ymuchos agentes policiacos, la mayoríavestidos de civil. Tenían comocontraseña un pañuelo envuelto en lamano derecha. Así se identificaban unosa otros, ya que casi ninguno llevabacredencial por protección frente a losestudiantes.

«El fuego intenso duró 29 minutos.Luego los disparos decrecieron pero noacabaron».

Los tiros salían de muchas

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direcciones y las ráfagas de lasametralladoras zumbaban en todaspartes y, como afirman variosperiodistas, no fue difícil que lossoldados, además de losfrancotiradores, se mataran o hirieranentre sí. «Muchos soldados debieronlesionarse entre sí, pues al cerrar elcírculo los proyectiles salieron portodas direcciones», dice el reporteroFélix Fuentes en su relato del 3 deoctubre en La Prensa. El ejército tomóla Plaza de las Tres Culturas con unmovimiento de pinzas, es decir llegó porlos dos costados y 5 mil soldadosavanzaron disparando armas automáticas

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contra los edificios, añade FélixFuentes.

«En el cuarto piso de un edificio,desde donde tres oradores habíanarengado a la multitud contra elgobierno, se vieron fogonazos. Alparecer, allí abrieron fuego agentes dela Dirección Federal de Seguridad y dela Policía Judicial del Distrito.

«La gente trató de huir por elcostado oriente de la Plaza de las TresCulturas y mucha lo logró pero cientosde personas se encontraron a columnasde soldados que empuñaban sus armas abayoneta calada y disparaban en todossentidos. Ante esta alternativa las

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asustadas personas empezaron arefugiarse en los edificios pero las máscorrieron por las callejuelas para salir aPaseo de la Reforma cerca delMonumento a Cuitláhuac.

«Quien esto escribe fue arrolladopor la multitud cerca del edificio de laSecretaría de Relaciones Exteriores. Nomuy lejos se desplomó una mujer, no sesabe si lesionada por algún proyectil o acausa de un desmayo. Algunos jóvenestrataron de auxiliarla pero los soldadoslo impidieron».

El general José Hernández Toledodeclaró después que para impedir mayorderramamiento de sangre ordenó al

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ejército no utilizar las armas de altocalibre que llevaba (El Día, 3 deoctubre de 1968). (Hernández Toledo yaha dirigido acciones contra laUniversidad de Michoacán, la de Sonoray la Autónoma de México, y tiene a sumando hombres del cuerpo deparacaidistas calificados como lastropas de asalto mejor entrenadas delpaís). Sin embargo, Jorge Avilés,redactor de El Universal escribe el 3 deoctubre: «Vimos al ejército en plenaacción; utilizando toda clase dearmamentos, las ametralladoras pesadasempotradas en una veintena de yips,disparaban hacia todos los sectores

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controlados por los francotiradores».Excélsior reitera: «Unos trescientostanques, unidades de asalto, yips ytransportes militares tenían rodeada todala zona, desde Insurgentes a Reforma,hasta Nonoalco y Manuel González. Nopermitían salir ni entrar a nadie, salvorigurosa identificación». («Se Luchó aBalazos en Ciudad Tlatelolco, Hay unNúmero aún no Precisado de Muertos yVeintenas de Heridos», Excélsior,jueves 3 de octubre de 1968.) MiguelÁngel Martínez Agis reporta: «Uncapitán del Ejército usa el teléfono.Llama a la Secretaría de la Defensa.Informa de lo que está sucediendo:

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'Estamos contestestando con todo lo quetenemos…' Allí se veían ametralladoras,pistolas 45, calibre 38 y unas de 9milímetros». («Edificio Chihuahua, 18hrs.», Miguel Ángel Martínez Agis,Excélsior, 3 de octubre de 1968).

El general Marcelino GarcíaBarragán, Secretario de la DefensaNacional declaró: Al aproximarse elejército a la Plaza de las Tres Culturasfue recibido por francotiradores. Segeneralizó un tiroteo que duró una horaaproximadamente…

»Hay muertos y heridos tanto delEjército como de los estudiantes: Nopuedo precisar en estos momentos el

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número de ellos.»—¿Quién cree usted que sea la

cabeza de este movimiento?»—Ojalá y lo supiéramos.[Indudablemente no tenía bases para

inculpar a los estudiantes.]»—¿Hay estudiantes heridos en el

Hospital Central Militar?»—Los hay en el Hospital Central

Militar, en la Cruz Verde, en la CruzRoja. Todos ellos están en calidad dedetenidos y serán puestos a disposicióndel Procurador General de la República.También hay detenidos en el CampoMilitar número 1, los que mañana seránpuestos a disposición del General

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Cueto, Jefe de la Policía del DF.»—¿Quién es el comandante

responsable de la actuación delejército?

»—El comandante responsable soyyo». (Jesús M. Lozano, Excélsior, 3 deoctubre de 1968, «La libertad seguiráimperando». El Secretario de Defensahace un análisis de la situación).

Por otra parte el jefe de la policíametropolitana negó que, como informóel Secretario de la Defensa, hubierapedido la intervención militar en CiudadTlatelolco. En conferencia de prensaesta madrugada el general Luis CuetoRamírez dijo textualmente: «La policía

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informó a la Defensa Nacional en cuantotuvo conocimiento de que se escuchabandisparos en los edificios aledaños a laSecretaría de Relaciones Exteriores y dela Vocacional 7 en donde tiene serviciospermanentes. Explicó no tenerconocimiento de la injerencia de agentesextranjeros en el conflicto estudiantilque aquí se desarrolla desde juliopasado. La mayoría de las armasconfiscadas por la policía, son defabricación europea y corresponden amodelos de los usados en el bloquesocialista. Cueto negó saber quepolíticos mexicanos promuevan enforma alguna esta situación y afirmó no

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tener conocimiento de que ciudadanosestadunidenses hayan sido aprehendidos.En cambio están prisioneros unguatemalteco, un alemán y otro que porel momento no recuerdo». (ElUniversal, El Nacional, 3 de octubre de1968).

Los cuerpos de las víctimas quequedaron en la Plaza de las TresCulturas no pudieron ser fotografiadosdebido a que los elementos del ejércitolo impidieron («Hubo muchos muertos ylesionados anoche», La Prensa, 3 deoctubre de 1968). El día 6 de octubre enun manifiesto «Al Pueblo de México»publicado en El Día, el CNH declaró:

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«El saldo de la masacre de Tlatelolcoaún no acaba. Hasta el momento hanmuerto cerca de 100 personas de lascuales sólo se sabe de las recogidas enel momento; los heridos cuentan pormiles…». El mismo 6 de octubre elCNH, al anunciar que no realizaríanuevas manifestaciones o mítines,declaró que las fuerzas represivas«causaron la muerte con su acción a 150civiles y 40 militares». En Posdata,Octavio Paz cita el número que el diarioi n g l é s The Guardian, tras una«investigación cuidadosa», consideracomo la más probable: 325 muertos.

Lo cierto es que en México no se ha

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logrado precisar hasta ahora el númerode muertos. El 3 de octubre la cifradeclarada en los titulares y reportajes delos periódicos oscila entre 20 y 28. Elnúmero de heridos es mucho mayor y elde detenidos es de dos mil. A las cerohoras aproximadamente dejaron deescucharse disparos en el área deTlatelolco. Por otra parte, los edificioseran desalojados por la tropa y cerca demil detenidos fueron conducidos alCampo Militar número 1. Cerca de mildetenidos fueron llevados a la cárcel deSanta Marta Acatitla, en esta ciudad. Lazona de Tlatelolco siguió rodeada porefectivos del ejército. Muchas familias

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abandonaron sus departamentos contodas sus pertenencias después de sersometidas a un riguroso examen yregistro por parte de los soldados.Grupos de soldados de once hombresentraron a los edificios del conjuntourbano a registrar las viviendas. Alparecer, tenían instrucciones de catearcasa por casa.

Hasta ahora el número de presos quecontinúan en la cárcel de Lecumberripor los acontecimientos de 1968 es de165.

Posiblemente no sepamos nunca cuálfue el mecanismo interno quedesencadenó la masacre de Tlatelolco.

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¿El miedo? ¿La inseguridad? ¿Lacólera? ¿El terror a perder la fachada?¿El despecho ante el joven que seempeña en no guardar las aparienciasdelante de las visitas?… Posiblementenos interroguemos siempre junto conAbel Quezada. ¿Por qué? La noche tristede Tlatelolco —a pesar de todas susvoces y testimonios— sigue siendoincomprensible. ¿Por qué? Tlatelolco esincoherente, contradictorio. Pero lamuerte no lo es. Ninguna crónica nos dauna visión de conjunto. Todos —testigosy participantes— tuvieron queresguardarse de los balazos, muchoscayeron heridos. Nos lo dice el

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periodista José Luis Mejías («Mitintrágico», Diario de la Tarde , México, 5de octubre de 1968): «Los individuosenguantados sacaron sus pistolas yempezaron a disparar a boca de jarro eindiscriminadamente sobre mujeres,niños, estudiantes y granaderos…Simultáneamente, un helicóptero dio alejército la orden de avanzar por mediode una luz de bengala… A los primerosdisparos cayó el general HernándezToledo, comandante de losparacaidistas, y de ahí en adelante, conla embravecida tropa disparando susarmas largas y cazando a losfrancotiradores en el interior de los

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edificios, ya a nadie le fue posibleobtener una visión de conjunto de lossangrientos sucesos…». Pero la tragediade Tlatelolco dañó a México mucho másprofundamente de lo que lo lamenta ElHeraldo, al señalar los gravesperjuicios al país en su crónica(«Sangriento encuentro en Tlatelolco», 3de octubre de 1968). «Pocos minutosdespués de que se iniciaron loscombates en la zona de Nonoalco, loscorresponsales extranjeros y losperiodistas que vinieron aquí paracubrir los Juegos Olímpicos comenzarona enviar notas a todo el mundo parainformar sobre los sucesos. Sus

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informaciones —algunas de ellasabultadas— contuvieron comentariosque ponen en grave riesgo el prestigiode México».

Todavía fresca la herida, todavíabajo la impresión del mazazo en lacabeza, los mexicanos se interroganatónitos. La sangre pisoteada de cientosde estudiantes, hombres, mujeres, niños,soldados y ancianos se ha secado en latierra de Tlatelolco. Por ahora la sangreha vuelto al lugar de su quietud. Mástarde brotarán las flores entre las ruinasy entre los sepulcros.

E. P.

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Recorrimos un piso tras otro y en lasección central del Chihuahua, norecuerdo en qué piso, sentí algo chiclosobajo mis pies. Volteo y veo sangre,mucha sangre y le digo a mi marido:«¡Mira Carlos, cuánta sangre, aquí hubouna matanza!». Entonces uno de loscabos me dice: «¡Ay, señora, se notaque usted no conoce la sangre, porquepor una poquita que ve, hace usted tantoescándalo!». Pero había mucha, muchasangre, a tal grado que yo sentía en lasmanos lo viscoso de la sangre. Tambiénhabía sangre en las paredes; creo quelos muros de Tlatelolco tienen los porosllenos de sangre. Tlatelolco entero

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respira sangre. Más de uno se desangróallí porque era mucha sangre para unasola persona.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

El 2 de octubre murió de un balazo en laPlaza de las Tres Culturas el profesorLeonardo Pérez González, maestro deVocacional, miembro de la Coalición deMaestros de Enseñanza Media ySuperior Pro-Libertades Democráticas.

• Abelardo Hurtado, profesor de laEscuela Nacional de Biología delIPN.

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El día de ayer, 2 de octubre, fuicomisionado, poniendo bajo mi mando ados secciones de caballería compuestasde sesenta y cinco hombres, cada unapertenecientes al 18 y 19 Regimiento deCaballería, para trasladarme a la UnidadTlatelolco, yendo todos vestidos depaisanos e identificados como militarespor medio de un guante blanco, yproteger las dos puertas de acceso aledificio denominado Chihuahua de dichaUnidad, confundiéndose con los ahípresentes que se habían reunido sinsaber para qué motivo. Posteriormenteal lanzamiento de una luz de bengala,como señal previamente convenida,

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deberíamos de apostarnos en ambaspuertas e impedir que entrara o salierapersona alguna.

• Ernesto Morales Soto, CapitánPrimero de Caballería del 19Regimiento, comisionado en elBatallón Olimpia, al mando delCoronel Ernesto Gómez Tagle,Acta no. 54832/68 ante elMinisterio Público.

Son cuerpos, señor…

• Un soldado al periodista JoséAntonio del Campo, de El Día.

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Yacían los cadáveres en el piso deconcreto esperando a que se losllevaran. Conté muchos desde laventana, cerca de sesenta y ocho. Losiban amontonando bajo la lluvia… Yorecordaba que Carlitos, mi hijo, llevabauna chamarra de pana verde y en cadacadáver creía reconocerla… Nuncaolvidaré a un infeliz chamaquito comode dieciséis años que llegaarrastrándose por la esquina deledificio, saca su pálida cara y alza lasdos manos con la V de la victoria.Estaba totalmente ido; no sé lo que

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creería, tal vez pensó que quienesdisparaban eran también estudiantes.Entonces los del guante blanco legritaron: «Lárgate de aquí, muchachitopendejo, lárgate, ¿qué no estás viendo?Lárgate». El muchacho se levantó yconfiado se acercó a ellos. Ledispararon a los pies pero el chamacosiguió avanzando. Seguramente noentendía lo que pasaba y le dieron enuna pierna, en el muslo. Todo lo querecuerdo es que en vez de brotar achorros, la sangre empezó a salirmansamente. Meche y yo nos pusimos agritarles como locas a los tipos: «¡No lomaten!… ¡No lo maten!… ¡No lo

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maten!». Cuando volteamos hacia elpasillo ya no estaba el chamaco. No sési corrió a pesar de la herida, no sé si secayó, no sé qué fue de él.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

El helicóptero disparaba y empecé a oírtiros en el cielo. Tiraban a lo bestia. Poreso se incendió el edificio Chihuahua,por los tiros que provenían delhelicóptero.

• Estrella Sámano, estudiante.

La Plaza de las Tres Culturas es una

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explanada situada en alto; se sube a ellapor varias escalinatas y, por un costado,está cortada a pico para dejar aldescubierto las ruinas prehispánicasrecientemente restauradas. Sobre lasruinas fue construida en el siglo XVI unapequeña iglesia: Santiago deTlatelolco…

• Luis González de Alba, del CNH.

Desde la tribuna donde estábamos seveían las gorras azules de losferrocarrileros.

• Graciela Román Olvera, estudiantede la Facultad de Medicina de la

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UNAM .

Yo estaba repartiendo propaganda yjuntando dinero para el CNH cuando lastres luces verdes salieron por detrás dela iglesia. Una señora que buscabasuelto en su bolsa para darme searrinconó. Le dije: «No se espante, esuna provocación, no se espante». Variaspersonas pasaron corriendo y tambiénles grité: «No corran, son salvas, sonsalvas, no corran». De pronto pasó uncompañero y le llamé la atención: «¿Adónde vas? Hay que calmar a la gentepara que no corra» y que se devuelve

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como un autómata y que se va hacia elcentro de la Plaza y me di cuenta que yano regresó y dije: «Híjole, éste ya noregresó».

• José Ramiro Muñoz, estudiante dela ESIME del IPN, tercer año de lacarrera de Ingeniería Mecánica.

Cuando me di cuenta de que elhelicóptero bajaba peligrosamente sobrela Plaza de las Tres Culturas yametrallaba a la gente —se veían rayasgrises en el cielo— me quedé tanasombrada que dije: «No, esto no esverdad, es una película, esto sólo Io he

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visto en el cine. ¡No son balas deverdad!». Seguí caminando, como ida,como loca hasta que la gente me detuvo.

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

Desde entonces no puedo ver unhelicóptero sin que me tiemblen lasmanos. Muchos meses después de habervisto —y eso, desde mi coche— alhelicóptero disparar sobre la multitud,no pude escribir a mano de tanto que metemblaba…

• Marta Zamora Vértiz, secretaria.

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Dos helicópteros que manteníanvigilancia desde el aire sobre eldesarrollo del mitin estudiantildescendieron y sus tripulantesdispararon contra los tiradores que seencontraban en las azoteas de losedificios.

Se sabe que el copiloto de una deesas naves resultó con un balazo en elbrazo, cuando un francotirador le hizovarios disparos desde el edificioChihuahua. La nave se alejó rumbo alAeropuerto Internacional rápidamente.

• «Hubo muchos muertos ylesionados, anoche», La Prensa, 3de octubre de 1968.

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Podría reconocer al hombre que ibadisparando desde el helicóptero de locerca que pasó.

• Ema Bermejillo de Castellanos,madre de familia.

Cuando comenzó el tiroteo la gente seabalanzó por las escaleras de la Plazaque están situadas precisamente enfrentedel edificio Chihuahua gritando: «ElConsejo, el Consejo». Se dirigían a lasescaleras del edificio con el únicopropósito de defender a los compañeros

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dirigentes. Allí, los grupos de agentessecretos apostados en las columnas deledificio comenzaron a disparar contra lamultitud, rechazándola a balazos.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Yo no entendía por qué la genteregresaba hacia donde estabandisparando los tipos de guante blanco.Meche y yo —parapetadas detrás delpilar— veíamos cómo la masa de gentevenía gritando, ululando hacia nosotros,les disparaban y se iban corriendo, y depronto regresaban, se caían, se iban,venían de nuevo y volvían a caer. Era

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imposible eso, ¿por qué? Era una masade gente que corría para acá y caía y seiba para allá y volvía a correr hacianosotros y volvía a caer. Pensé que lalógica más elemental era que se fueranhacia donde no había balazos; sinembargo regresaban. Ahora sé que lesestaban disparando también de aquellado.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

Las unidades del ejército se desplegaronen torno a la multitud como pinzas y enpocos minutos todas las salidasestuvieron cerradas. Desde el tercer

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piso del edificio Chihuahua, lugar dondese había instalado la tribuna, nopodíamos ver estas maniobras y elpánico nos parecía inexplicable: los doshelicópteros que sobrevolaban la Plazacasi desde el inicio del mitin habíantomado una actitud hostil y provocadoravolando a muy baja altura y en círculoscada vez más cerrados, luego habíanlanzado las bengalas, una verde y otraroja; al caer la segunda se inició elpánico y los miembros del Consejotratamos de detenerlo: ninguno denosotros veía que el ejército avanzababajo la tribuna. La multitud frenó degolpe al encontrarse frente a las

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bayonetas y retrocedió de inmediato:parecía una ola avanzando hacia elextremo opuesto de la Plaza; perotambién allí estaba el ejército; desdearriba vimos cómo la ola humanaempujaba hacia otro costado. Fue loúltimo: el tercer piso ya estaba tomadopor el Batallón Olimpia. Aún sinentender por qué corría y de golperetrocedía aquella multitudincontrolable, los últimos quequedábamos junto al micrófono, alvolver el rostro, encontramos loscañones de las ametralladoras. Elbarandal fue ocupado por el BatallónOlimpia y a nosotros, con las manos en

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alto y de cara a la pared, se nos prohibióestrictamente voltear hacia la Plaza; almenor movimiento recibíamos unculatazo en la cabeza o en las costillas.Cerrada la trampa se inició el asesinatocolectivo.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

ACTA NÚM. 54832/68

DECLARA UN LESIONADO.—EN LACIUDAD DE MÉXICO, DISTRITOFEDERAL, siendo las 21.30 veintiunatreinta del día Tres de Octubre de 1968,

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mil novecientos sesenta y ocho, elpersonal que actúa se trasladó yconstituyó legalmente al HospitalCentral Militar, Sala de Emergencia,Cama 28, veintiocho en donde se tuvo ala vista al que en su estado normal dijollamarse ERNESTO MORALES SOTO,protestando y advertido en los términosde ley, por sus generales manifestóllamarse como queda escrito, ser de 35treinta y cinco años de edad, Viudo,católico, con Instrucción, CapitánPrimero de Caballería del EjércitoMexicano, originario de Xicotepec deJuárez, Estado de Puebla y condomicilio en esta Ciudad en el Campo

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Militar Número UNO y sobre los hechosque se investigan, DECLARÓ: —Que elde la voz presta sus servicios comoCapitán Primero de Caballería, del 19Regimiento, destacamentado en laCiudad de Múzquiz, Estado de Coahuila,comisionado actualmente en esta Ciudaden el Batallón Olimpia al mando delCoronel ERNESTO GÓMEZ TAGLE,con funciones específicas de preservarel orden público durante el desarrollode los Juegos Olímpicos, que el día deayer fue comisionado, poniendo bajo sumando dos secciones de Caballería,compuesto de 65 sesenta y cincohombres, pertenecientes al 18 y al 19

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Regimiento de Caballería, para que setrasladaran a la Unidad Tlatelolco,yendo todos vestidos de paisanos eidentificados como militares por mediode un guante blanco y protegieran lasdos puertas de acceso al edificiodenominado Chihuahua de dicha Unidad,confundiéndose con los ahí presentes,que se habían reunido sin saber para quémotivo, que posteriormente allanzamiento de una luz de bengala, comoseñal previamente convenida debería deapostarse en ambas puertas e impedirque entrara o saliera persona alguna, quedespués de lanzada la señal mencionada,empezaron a oírse gran cantidad de

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disparos que provenían de la parte altadel edificio mencionado así como de losventanales y dirigidos hacia laspersonas que se encontraban reunidas,las que trataban de protegerse junto a losmuros del edificio y algunas de ellasintentaban introducirse, que encumplimiento a las órdenes recibidas, lagente al mando del declarante disparó alaire para dispersar a la gente, hechosque ocurrieron aproximadamente a las16.40 diez y seis horas con cuarentaminutos, que uno de los disparos queprovenían de la parte alta del edificio,lesionó al dicente en el brazo derecho,por lo que uno de sus elementos dio

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aviso a su Superior, el cual ordenó quefuese trasladado el dicente al Hospitalen que actualmente se encuentra, ya queperdió el conocimiento, no dándosecuenta qué haya ocurridoposteriormente, que debido a que eldicente desconoce el nombre de lascalles no le es posible precisar por quécalles se encuentren las entradas aledificio Chihuahua e ignora quién hayadisparado y cuántas personas hayanresultado lesionadas, que de momento estodo lo que tiene que decir y previalectura de lo actuado lo ratifica yestampa la huella digital de su pulgarizquierdo para constancia, por

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encontrarse imposibilitado para firmar.—FE DE LESIONES.—El personal queactúa e instituido nuevamente en la cama28 de la Sala de Emergencia delHospital Central Militar en donde setuvo a la vista al que dijo llamarseERNESTO MORALES SOTO, al que seDA fe: que presenta las siguienteslesiones; Herida por proyectil de armade fuego en cara anterior de cododerecho de un centímetro de diámetro,irregular, orificio de salida con lasmismas características de doscentímetros por dentro del borde externoy sobre cara posterior del codo, lo queproduce probable fractura.—Lesiones

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que por su naturaleza no ponen enpeligro la vida y tardan en sanar más dequince días.—Previstas y sancionadasen la parte SEGUNDA del artículo 289del Código Penal Vigente.— NoHospital. Mismas lesiones que secorroboran y describen en el certificadoexpedido por el C. Médico ALFREDONEME DAVID cuyo original se tiene ala vista y se anexa a las presentesactuaciones… DAMOS FE…CÚMPLASE… SE CIERRA YAUTORIZA LO ACTUADO… DAMOSFE…

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EL C. AGENTE DEL M. PÚBLICOLIC. GERMÁN VALDEZ MARTÍNEZ

T. DE A.ALBERTO LÓPEZ ISLAS

T. DE A.LÁZARO RODRÍGUEZ MORALES

Se inicia una descarga más intensa quecualesquiera de las otras, que seprolonga más, más y más. Ésta es larepresentación del genocidio, en sujusta, dolorosa dimensión. Sesenta y dosminutos de fuego nutrido hasta que los

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soldados no soportan el calor de losaceros enrojecidos.

• Leonardo Femat, «Cinta sonora querelata el drama». La noche deTlatelolco, Siempre!, no. 799 16de octubre de 1968.

Yo salí de la Universidad con un grupode compañeros. Llegamos a la Plaza delas Tres Culturas y comenzó a lloviznar.Se formaron contingentes y yo iba conuna pancarta de mi escuela que decía:«Facultad de Derecho, Presente». Habíaotras: «La sangre de nuestros hermanosno habrá sido derramada en vano». Yoestaba sentada en las gradas frente al

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Chihuahua cuando vi las luces debengala y en unos cuantos segundosempecé a oír lo que más tarde supe erael tableteo de las ametralladoras. Elcompañero en la tribuna dijo: «¡No semuevan, calma, siéntense!». Y yo mesenté con mi pancarta; no la solté. Nocreí o no me di cuenta de la gravedad delo que estaba pasando y seguí allíagarrando mi pancarta hasta que uncompañero me gritó: «¡Tira esa cosa!»porque con la pancarta era yo un blancoperfecto. La aventé y corrí junto conTita. Corrimos hacia un costado de lasbanderas, las asta-banderas en la Plazade las Tres Culturas, sobre un lado de la

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Vocacional 7 y allí nos agachamos Titay yo tratando de protegernos. Oíentonces a una muchacha que pedíaayuda: «Mamacita, mamacita,ayúdenme…». También oí cosas como:«Mi bolsa, mi bolsa, ¿dónde está mibolsa?». En un momento dado brincamosesos muritos prehispánicos y caímos enunas especies de fosas. Yo me caí ysobre de mí cayeron otras gentes. Seoían gritos, ayes de dolor, lloridos yentonces me di cuenta que la balaceracontinuaba cada vez con más intensidad.Tita y yo salimos corriendo haciaManuel González y los soldados nosgritaban: «¡Jálenle, jálenle!». En el

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momento en que salimos pasó unVolkswagen blanco que ya iba lleno deestudiantes y nos gritaron: «¡Súbanse!».No sé si nos llamaron por nuestrosnombres: «¡Nacha! ¡Tita, súbanse!» yuna de las cosas cómicas es quetampoco sé cómo logramos entrar en esecarro ya atestado de estudiantes. De allífuimos todos por Paseo de la Reformahacia República de Cuba y allí Tita sebajó porque era muy conocida y fácil dedistinguir. Se lo decíamos. «Por tuvolumen, te pueden reconocer a unkilómetro de distancia». Yo regresé enel mismo carro con dos compañeros deFísico-Matemáticas del Poli, —pero no

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sé sus nombres— para ver si podíamosencontrar a algunos compañeros que nosabíamos qué suerte habían corrido. Losmuchachos se estacionaron en laAvenida en que está RelacionesExteriores, pero no sé su nombre porqueyo no soy de aquí, soy de Taxco,Guerrero; se bajaron: «Tú quédate en elcoche» y yo me quedé solaesperándolos, pero a medida que pasabael tiempo me iba poniendo muynerviosa; los tiros no cesaban, alcontrario, llegaban ambulancias con suhorrible sirena, pasaban más y mássoldados, tanques, soldados armadoshasta los dientes. Frente a mí se

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estacionó una ambulancia y en esemomento subieron a un muchacho contoda la cabeza ensangrentada; una masasanguinolenta. Yo lo vi a una distanciade tres o cuatro metros y sentí un vuelcoen el estómago. Después pasó un tropelde gente que gritaba: «¡Se estáquemando el edificio Chihuahua!».Levanté la vista y vi humo. Se cayó uncable de alta tensión; toda la gente quepasaba junto al Volkswagen gritaba,entonces me dio miedo y salí del cochecomo desesperada y me fui corriendo.Debo haber corrido mucho tiempo sinnotarlo porque cuando volteé ya estabayo en el Sanborn's de Lafragua. Allí me

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detuvo un conocido y me dijo: «¿Qué tepasa?». Entonces me di cuenta que habíayo estado llorando porque tenía toda lacara manchada por el rímel; todo se mehabía corrido; bueno estaba yo mal, mal,mal. Allí me hicieron que tomara uncafé: «cálmate, cálmate, cálmate, porfavor»; me lo trajeron a la puerta porqueyo estaba temblando y a la puertasalieron varios muchachos más. Loúnico que pude decirles es: «Estánmatando a los estudiantes». De allí, ello;mismos me fueron a dejar a undepartamento en la Avenida CoyoacánNo. 1625 donde yo vivía con Tita y conotra amiga.

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• Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, delComité de Lucha de la Facultad deLeyes, UNAM .

Nunca pensamos que el 2 de octubrehubiera agresión por parte del gobiernoporque días antes hubo un mitin enTlatelolco y en la mañana varios delCNH —los más inteligentes y los máspreparados— yo nunca digo nombres¿eh? fueron a la Casa del Lago a hablarcon Caso y de la Vega y nosotrospensamos que ya existía una especie detregua tácita puesto que ya había visosde que se llegaría a un acuerdo. Por lotanto programamos el mitin y desistimos

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de la marcha al Casco de Santo Tomásocupado por el ejército para que no sepensara en una provocación y esto seanunció casi inmediatamente en latribuna… No, yo no estaba en la tribuna;me quedé en la explanada con Nacha…Pero pues nos resultó el tiro por laculata…

• Roberta Avendaño, Tita, delegadade la Facultad de Leyes de laUNAM , ante el CNH.

Había mucha sangre pisoteada, muchasangre untada a la pared.

• Francisco Correa, físico, profesor

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del IPN.

Protegía mi nuca con las manosentrecruzadas; la mejilla y el estómago ylas piernas estampadas en el suelo de lahabitación. Yo era el último de entre lasfilas. Estaba casi pegado a la puerta deentrada al departamento. Los estallidosde armas de todas clases me hicieronreaccionar y les pedí a los compañerosde piso que se corrieran lo suficientecomo para permitirme aprovechar lamínima protección que brindaba lapared lateral que dividía la primeraparte del departamento donde nos

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encontrábamos. Escuchaba por lapuerta:

—¡Aquí Batallón Olimpia, nodisparen, aquí Olimpia!

Mis compañeros de suelo hicieronlo que les pedía y logré colarme hacia lapared. Allí estuve no sé cuánto tiempopensando, pensando, pensando:

«Hijos de puta, hijos de mala madre,perros asesinos».

No hablábamos, sólo una que otrafrase del mismo tipo que mispensamientos saltaba en elimpresionante «silencio» lleno de balasque nos envolvía. Había perdido misanteojos.

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Dos o tres sollozos de algúncompañero o compañera se escucharony recuerdo haber oído —o tal vez loimaginé—: «No llores, este momento noes para llorar, no es para lágrimas: espara grabárselo a fuego en lo másprofundo del corazón y recordarlo paralos momentos en que tenga que pagarloquien deba pagarlo». Quizá lo soñé.

En algún momento la tormenta debalas amainó. A rastras nos recogimosen dos habitaciones que tenía eldepartamento en su parte posterior. Enel trayecto vi a varios compañeros delCNH, tenían miradas extrañas. No eraterror, ni tan siquiera miedo; era un

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brillo de odio reconcentrado, unido alsuplicio de la impotencia. Nosintrodujimos en el pequeño dormitorio.

Una vez dentro, se desató una nuevagranizada de balas. Nuevamente nostendimos en el suelo, pero ahora estabamojado, con una capa de agua, y nosempapamos las ropas. Con el avance dela noche empezó a hacer frío. Dentro delmúltiple estallido de balas, se escuchóun disparo anormalmente fuerte, enseguida empezó a llover. Nospreocupamos un poco más, con el fuertedisparo se había cimbrado el edificio.Dos palabras lo dijeron todo: «Unatanqueta».

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• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

¿Me está saliendo mucha sangre?

• Pablo Berlanga, a su madre RafaelaCosme de Berlanga.

No era posible dejar de correr. Lasbalas nos pasaban por todos lados.Corríamos dos o tres metros a cubierto ytres o cuatro al descubierto. Las balassuenan muy parecido al despegue de unjet. No había manera de dejar de correr.Oíamos cómo los vidrios de lastienditas de la planta baja del Chihuahua

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explotaban y corrimos justo a laescalera donde nunca debimos habernosparado nuevamente. Ya abajo, a pesarde que yo seguía diciendo majaderíasme acordé de la gran cantidad de amigosy compañeros que había en el mitin ytuve una contracción en el estómago.Recordé nombres, caras. Al llegar a esecubo de la escalera por donde antessubía y bajaba la gente del CNH queestaba en la tribuna me encontré aMargarita y a Meche y me dijerondesesperadas: «María Alicia, nuestroshijos están en el cuarto piso». Porprimera vez sentí que podría hacer algoque valiera la pena entre tanta confusión

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y tanto dolor, sentí una impotencia brutaly les dije: «Yo las acompaño». Elmuchacho que me salvó la vida alaventarse sobre mí y tirarme al suelo dela tribuna cuando los primeros balazos,seguía como mi abrigo, como mi capa,como mi suéter. No sé quién es. Tengouna memoria fotográfica pero no registréla cara de este muchacho… Intentamoslas tres subir la escalera y en el primerdescanso apareció otro muchacho. Ya lohabía visto en la tribuna del tercer pisodel Chihuahua hablar familiarmente convarios compañeros. Me impresionóporque tenía la muñeca izquierda heriday un pañuelo blanco cubriéndole la

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mano y me dijo:—Maestra, no se vaya, esto va a ser

muy breve.Yo iba a bajar porque vi a unas

amigas en la explanada. Me tomó delantebrazo y muy correctamente me ayudóa subir. Yo emocionada ante otroestudiante héroe me dejé llevar.Entonces Mercedes gritó: «Señor, mishijos están allá arriba». Margarita lasecundó y yo me quedé viéndolo ypensando que el heroísmo de losmuchachos es a veces así, increíble.Muchas horas después supe que era unode los asesinos que habían copado laescalera para que no escaparan los del

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CNH. Me reconoció. No nos dejó subir.Nos regresó. Recuerdo que una oleadade gente nos empujó y nos arrastró hastala mera punta del Chihuahua, mientrascontinuaban los disparos desde losedificios. Una muchacha gritaba:«¡Asesinos, asesinos!». La abracé, tratéde calmarla pero ella gritaba cada vezmás fuerte, hasta que el muchacho queiba detrás de mí la sacudió. En esemomento me di cuenta de que a ella lefaltaba todo el pabellón de la oreja ysangraba. La gente seguíaamontonándose para que le tocara unpedacito de techo, nos apretujábamos;yo sentía que estaba en medio de una

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gran multitud o en una lata de conservas.Me fijé en la punta del zapato café deuna mujer. Una ráfaga de metralla pasórociando el lugar en donde estábamos.Vi el impacto de una bala a unos cuantoscentímetros del zapato. La mujer dijonada más «¡ay!» y otra voz le respondió:«Tienes que hacer un esfuerzo. Caminaporque es peor que te quedes heridaaquí». Todos empezamos a caminar y viun datsun rojo, manejado por unamuchacha. A ella le dio una bala; la vicaer sobre el volante y escuché elclaxon que se quedó pegado… Elmuchacho me repetía: «No veas, noveas». Seguimos corriendo hacia uno de

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los edificios atrás del Chihuahua…

• María Alicia Martínez Médrano,directora de guarderías.

Entonces oí cosas como: «Guanteblanco, guante blanco, no disparen».Después otros que gritaban:«Necesitamos aquí el radio, el radio,que no disparen para acá, avisen porradio». Eran gritos desesperados. Losgritos venían de abajo de nosotros o seadel tercer piso y de arriba, o sea delquinto o sexto piso: «¡BatallónOlimpia!» y empezaron a sonar lossilbatos esos, tiu, tiu, tiu… «Batallón

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Olimpia, formados para acá». Y luegooí nada más: «H 8 y el 14»… «8 ¿estántodos?»… «14 ¿quiénes faltan del 14?».Después gritaron: «¿Qué ya salierontodos los del elevador?» y de nuevo lossilbatitos tiu, tiu, tiu, tiu, «BatallónOlimpia, Batallón Olimpia, aquí,Batallón Olimpia, contesten». Siguierondurante mucho tiempo los gritosangustiosos de policías: «¡No tiren, lamano blanca, son de la mano blanca!».Esto da una idea de que la cosa fueabsolutamente caótica por un lado y quepor otro adquirió una magnitud querebasó totalmente el control de susorganizadores. Lo que sí puedo asegurar

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es que obviamente todo estabapreparado, el gobierno sabía lo que ibaa hacer. Se trataba de impedir cualquiermanifestación o brote estudiantil antes ydurante las Olimpiadas. Las luces debengala fueron la orden de tirar y sedisparó de todas partes y los supuestosfrancotiradores —y te lo digo, porquelos que estuvimos allí y lo vimospodemos decirlo con toda conciencia sintemor a equivocarnos— losfrancotiradores eran parte de laorganización gubernamental.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

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El gobierno dijo: «Acaben con esto,pero ya». No contó con que losgranaderos, los soldados, los agentes,tienen iniciativa propia, y mucha.

• Roberta Ruiz García, maestra deprimaria.

Hubo un agente a quien le entró el cus-cus y disparó. Por eso se desató todo.

• Luis Argüelles Peralta, estudiantede la ESIME, Cuarto año deGeología.

Cientos de personas vieron que desde el

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tercer piso del Chihuahua, luego dedetener a los que ahí se encontraban, losagentes con guante blanco empezaron adisparar sobre los asistentes al mitin ytambién contra la tropa que se acercaba.Inmediatamente después, en cuanto lossoldados respondieron al fuego, losagentes se cubrieron tras el barandal deconcreto de la tribuna mientrasencañonaban a los prisioneros quecontinuaban de pie y con las manos enalto, totalmente descubiertos. Primero eltiro de los soldados daba en el techo;pero conforme la tropa avanzaba sobrela plaza el tiro bajaba y las esquirlassaltaban ya de la pared. Entonces se

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ordenó a los prisioneros que se tiraranal suelo y cuando arreció el fuego sobreel Chihuahua, los individuos del guanteblanco, que esporádicamente seidentificaban como Batallón Olimpiaempezaron a gritar a coro para hacerseoír durante lo más nutrido del tiroteo:«Batallón Olimpia, no disparen». Comoel fuego era cada vez mayor yempezaban a oírse las descargas de lostanques y sus ametralladoras de altopoder, iniciaron la búsqueda de unwoki-toki con verdadera desesperación.El que al parecer iba al mando delbatallón dio la orden de no dispararmás. Se oían gritos de «Ya no dispare

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nadie, busquen un woki toki». En losúltimos disparos habían reconocido elestampido de los «fijadores»; bombasde bajo poder arrojadas por los tanquespara abrir muros y permitir los disparosde la infantería. Con el guante o pañueloblanco en la mano izquierda pasabancontinuamente arrastrándose sobre loscodos; no tenían al parecer manera decomunicarse con la tropa que abajodisparaba contra todo. A nosotros sólonos extrañaba el que se tardaran tanto enasesinarnos.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

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Perdimos de vista a Reyes y oí un gritode mi hermano: «¡No me sueltes!». Nosagarramos de la mano fuertemente. Mefui hacia la derecha, tratando de llegaral jardín donde están las ruinas. Muchosestaban allí intentando esconderse de laterrible balacera que venía de todasdirecciones. El impacto de losproyectiles se imponía sobre los otrossonidos y una lluvia de fragmentosproducidos por las piedras de las ruinasbajo el impacto de las balas se batíasobre nuestras cabezas. Todavía teníafirmemente agarrada la mano de mihermano a pesar de que había personasque se habían interpuesto entre nosotros

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y traté de jalarlo hacia mí. Algunosestudiantes entre nosotros habían caído,unos muertos, otros heridos. A mi ladoestaba una muchacha que había sidotocada en la cara por una balaexpansiva. ¡Qué horror! Todo el ladoizquierdo de su cara había sido volado.

Los gritos, los aullidos de dolor, loslloros, las plegarias y el continuo yensordecedor ruido de las armas, hacíande la Plaza de las Tres Culturas uninfierno de Dante.

• Diana Salmerón de Contreras.

¡Un médico, por favor, por piedad, por

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lo que usted más quiera! ¡Un médico,por Dios!

• Olga Sánchez Cuevas, madre defamilia.

¡No dejan entrar a las cruces! Llegaronaullando como locas. Las detuvieron; lespidieron que apagaran su sirena, su luz.

• Berta Cárdenas de Macías,habitante de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.

¡Les dije a todos que la plaza era unatrampa, se los dije! ¡No hay salida! ¡Másclaro lo querían ver! Les dije que no

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había ni por donde escapar, que nosquedaríamos todos encajonados allí,cercados como en un corral. ¡Se los dijetantas veces, pero no!

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

Amo el amor.

• Botón hippie encontrado en laPlaza de las Tres Culturas.

Jalé el brazo de mi hermano: «Julio,¿qué te pasa?». Lo volví a jalar, sus ojosestaban muy tristes y entreabiertos y

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pude oír sus palabras: «… Es que…».No pude pensar en nada. El

tremendo apretujamiento de la gentehacía difícil oír. Después pensé que sihubiera sabido, si me hubiera dadocuenta de que Julio ya estabamuriéndose, hubiera hecho algodescabellado en ese mismo momento ylugar.

Más tarde algunos de los soldadosque habían disparado a los edificios querodean la Plaza se nos acercaron. Elolor a pólvora era insoportable. Poco apoco la gente nos hizo un lugar para queme pudiera acercar a Julio: «Hermano,contéstame».

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—Debe estar herido —me dijo unamujer—. Afloje su cinturón.

Cuando aflojé su cinturón, mi manose hundió en una herida. Después en elhospital supe que había sido tocado tresveces; una en el estómago, otra en elcuello y otra en la pierna. Estabamuriéndose.

• Diana Salmerón de Contreras.

¡Ya basta! ¿A qué horas se va a acabaresto?

• Pedro Díaz Juárez, estudiante.

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Hermanito, ¿qué tienes? Hermanito,contéstame.

• Diana Salmerón de Contreras.

El fuego sobre el Edificio Chihuahuaalcanzó tal magnitud que, cerca de las19 horas comenzó a incendiarse granparte del edificio.

Durante largo tiempo se prolongó elsiniestro. Las llamas alcanzaron del pisodiez al trece y muchas familias tuvieronque salir de la zona, en medio delintenso tiroteo, cargando a sus pequeños

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y arriesgándose a ser heridos. Así,vimos a muchos otros caer heridos porlas balas.

• Jorge Avilés R., reportero.«Durante Varias Horas Terroristasy Soldados Sostuvieron RudoCombate», El Universal, 3 deoctubre de 1968.

Hermanito, háblame… ¡Una camilla, porfavor! Hermanito, aquí estoy… ¡Unacamilla!… ¡Soldado, una camilla parauna persona herida!… Hermanito, ¿quéte pasa?… Hermano, contéstame… ¡Unacamilla!

• Diana Salmerón de Contreras.

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Varios cadáveres en la Plaza de las TresCulturas. Decenas de heridos. Mujereshistéricas con sus niños en los brazos.Vidrios rotos. Departamentos quemados.Las puertas de los edificios destruidas.Las cañerías de algunos, rotas. Devarios edificios salía agua. Y las ráfagasaún continuaban.

• «Se Luchó a Balazos en CiudadTlatelolco, Hay un Número aún noPrecisado de Muertos y Veintenasde Heridos», Excélsior, 3 deoctubre de 1968.

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Ahora que Julio y yo estábamos juntospude levantar la cabeza y miraralrededor. Mi primera impresión fue lade las personas que estaban tiradas en laPlaza; los vivos y los muertos seentremezclaban. Mi segunda impresiónfue que mi hermano estaba acribillado abalazos.

• Diana Salmerón de Contreras.

Quien esto escribe fue arrollado por lamultitud, cerca del edificio deRelaciones Exteriores. No muy lejos se

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desplomó una mujer, no se sabe silesionada por algún proyectil o a causade un desmayo. Algunos jóvenes trataronde auxiliarla, pero los soldados loimpidieron.

• Félix Fuentes, reportero, «Todoempezó a las 18.30 Horas», LaPrensa, 3 de octubre de 1968.

—¡Soldado, una camilla, soldado!—¡Cállate y échate si no quieres

dos! —contestó el «heroico Juan», comolos llama el presidente. Insistí e insistí.De pronto se acercó un estudiante demedicina:

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—¡Este muchacho necesita serllevado a un hospital, rápido! —le dijoal soldado.

—Cállate, hijo de la chingada.Todos los que miraban se unieron y

empezaron a gritar: «Una camilla».Se improvisó una camilla con

algunos tubos y un abrigo, pero elestudiante de medicina que nos ayudófue detenido.

• Diana Salmerón de Contreras.

En unos minutos aquello era un infierno.El rugido de las armas eraensordecedor. Los cristales de los

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departamentos volaban hechos añicos yen el interior las familias, locas deterror, trataban de proteger a sus hijosmás pequeños.

• Jorge Avilés R., redactor, «DuranteVarias Horas Terroristas ySoldados Sostuvieron RudoCombate», El Universal, 3 deoctubre de 1968.

¡Lucianito está allá adentro!

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

—¡Déjenme ir con él, soy su hermana!

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Entonces me dieron permiso deseguir a la camilla. Subí con mi hermanoa la ambulancia militar.

• Diana Salmerón de Contreras.

ÚNETE-PUEBLO - ÚNETE-PUEBLO –ÚNETE-PUEBLO-ÚNETE-PUEBLO-

• Coro en manifestaciones.

Hermanito, ¿por qué no me contestas?

• Diana Salmerón de Contreras.

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Empecé a ver todo nublado, no sé si porlas lágrimas o por el agua que caía.Presenciaba la matanza a través de esacortina de lluvia, pero todo lo veíaborroso, ondulante, como misfotografías en la emulsión, cuandoempiezan a revelarse… No veo bien, noveo. Moqueaba, sorbía mis mocos,sacaba fotos sin ver, el lente salpicadode agua, salpicado de lágrimas…

• Mary Mc Callen, fotógrafa deprensa.

Allí me encontré (en la pared de laiglesia) con los compañeros de

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Excélsior, un redactor y un fotógrafo. AJaime González le habían quitado sucámara por la fuerza. El redactor decía:«Soy periodista», pero un soldado lecontestó: «Mucho gusto… pero meimporta poco, siga contra la pared». AJaime González le hirieron una mano deun bayonetazo para quitarle la cámara.

• «Cómo vivieron la refriega losfotógrafos», versión de RaúlHernández, fotógrafo de La Prensa,La Prensa, 3 de octubre de 1968.

Antes de entrar a la ambulancia militar,un «estudiante» que había visto en laUNAM se me acercó:

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—Tu bolsa, por favor…—¿Para qué?El soldado que me acompañaba

también se sorprendió:—¿Quién eres tú?Un signo en la mano del seudo-

estudiante lo convenció:—Ah, ¿eres de ellos?Era un agente-estudiante. Le di mi

bolsa. La registró y me la devolvió.Todavía no sé por qué me la pidió.

En el hospital lo llevaron adentro yesperé horas para conocer el resultadode la operación. En una de susapariciones un enfermero preguntó a lasmujeres que como yo, esperaban:

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—Un muchacho de traje azul, ¿conquién vino?

—Conmigo… Aquí, aquí, conmigo,sí, sí.

Me llevó a identificar el cadáver deJulio y a firmar los papeles necesarios.

Cuando estábamos velando a Julio lasolidaridad de sus compañeros me llegómuy profundamente. Todos losmuchachos de la Vocacional número 1vinieron a la casa tan pronto comosupieron de la tragedia. Habíanrecolectado unos quinientos pesos. Mihermana les dijo que no necesitábamosel dinero, que era mejor usarlo para elMovimiento. «No», dijeron todos «tu

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hermano es el Movimiento. Toma losquinientos pesos».

Julio tenía 15 años, estudiaba en laVocacional número 1 que está cerca dela Unidad Tlatelolco. Era la segunda vezque asistía a un mitin político. Él meinvitó a ir ese día. La primera vez,fuimos los dos juntos a la granmanifestación silenciosa. Julio era miúnico hermano.

• Diana Salmerón de Contreras.

Me voy a morir. Me duele. Estoy segurode que me voy a morir. Lo supe desde elmomento en que los policías me

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pusieron la pistola en el pecho y noshicieron levantar las manos. Pensé:«Aquí se acabó todo… A lo mejor yame tocaba». Los disparos se escuchabanabajo y era una agitación de los mildemonios. Cuando nos pidieron que nospusiéramos boca abajo y nos seguíanapuntando, me arrepentí de no haberhecho algo más serio en la vida. Hice unbalance breve de lo vivido hasta ahora yde pronto sentí el balazo. Aquí estoy enTlatelolco, hoy 2 de octubre, tengoveinticuatro años. Me está saliendomucha sangre. Aquél también se estádesangrando. Hace un rato se movía,ahora ya no. ¿Por qué no se mueve?

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¡Hijos, me duele! Sin embargo, no sentínada, pero nada, cuando me dieron.Hasta me moví y aquí vine a caer.¡Cómo corren todos! Y yo que no puedoni jalar esta pierna hacia mí. No veo niun maldito camillero, no se oye nada conestas ametralladoras. Si me muero mededicará la mitad de su columna, a lomejor toda la columna. Yo le pasé losdatos para la «O» que le hizo a Luis H.de la Fuente. Me gustó. Le salió muybonita, China. ¿Quién le pasará misdatos?

• Rodolfo Rojas Zea, reportero de ElDía.

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Vi la sangre embarrada en la pared.

• Luz Vértiz de López, madre defamilia.

A mí no me agarraron en Tlatelolco,quizá sea suerte o podamos llamarle eldestino, la ciencia de vivir o no sé qué;pero ahí se vio cómo en unos cuantosminutos o en unas cuantas horas podíaextinguirse toda una vida que uno hallevado bien o mal; una vida que seacaba en esa acción brutal ejercidacontra el pueblo de México: Tlatelolco.A mí me agarraron y me metieron preso,pero después, no cuando Tlatelolco.

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Nosotros todavía jalábamos a la gente,la calmábamos: «Es una provocación,no corran, no se asusten, es peor, nocorran, nos van a ir sacando despacio»;pero la gente, como ya había tenidovarias experiencias, no respondía alllamado de los compañeros ni de nadie.Fue una estampida general, porque, almismo tiempo que se oyó el primerdisparo, ¡jijos!, que salen todas lasdescargas. Vi caer a varios compañerosy yo con el ansia de ayudarlos hasta quese puso más fuerte la balacera y noquedó más remedio que tratar desalvarse. Hubo varios chiquillos que sino murieron de bala, murieron

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aplastados en el tumulto. Los soldadosya estaban rodeando la parte trasera dela Vocacional número 7, y vi que lagente se aventaba de los cubosprehispánicos para abajo; era unalocura, se atropellaban unos a otros;gritos, llantos, señoras con niños enbrazos, trabajadores, estudiantes,ferrocarrileros, chamaquitos. Lossoldados avanzaban, como en laspelículas, con la bayoneta calada;agachados, caminaban unos cuantosmetros y luego se parapetaban detrás delos coches; desde ahí disparaban haciael edificio Chihuahua. Me asombró oírel tableteo de una ametralladora. Me di

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cuenta y esto es un punto muyimportante, de que cuando comenzó adisparar la ametralladora, doscompañeros, un muchacho y unamuchacha de plano alzaron las manospara entregarse y no sé si los soldadosestaban drogados o qué, pero hubo unadescarga brutal contra ellos. Otroscompañeros que presenciaron estodieron gritos de terror; no podían hacerotra cosa más que gritar porque notenían con qué defenderse. Cerca deellos estaba la ametralladora disparandodirectamente contra el edificio;continuamente botaban los casquillos delas balas y la desesperación era absoluta

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porque nadie, ninguno de nosotros,podía hacer nada…

Yo pude guarecerme casiinmediatamente porque una señora abrióo cometió el error de entreabrir supuerta y todos nos arrojamos sobre esapuerta y nos metimos; éramos comosesenta y cinco en ese cuarto deledificio San Luis Potosí. Oíamos elobstinado tableteo de la ametralladora yempezó una auténtica guerra de nervios:una señora se desmayó, la dueña de lacasa descontrolada, la desesperación delos compañeros de no poder defenderse,de no tener algo con qué contestar ymuchos cuates, que yo creí bastante

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recios, comenzaron a llorar; variascompañeras los calmaban. Porcoincidencia, unos momentos antesencontré a mi hermana en la bola; dejétodo, la jalé de los pelos y no la volví asoltar. Mi hermana es más luchadora queyo, más atrabancada, en eso me rebasó yestaba tan indignada que no podía dejarde decir groserías… Del departamentono podíamos salir, al menos hasta que secalmara el fuego. La señora de la casaestaba preocupada porque sus hijos nollegaban, nosotros estábamos ocupandoel lugar de sus hijos. A las dos o treshoras llegaron y se tranquilizó.«Muchachos, ahora el problema es cómo

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van a salir». Pensamos: Bueno, aquí hayvarias señoras, que salgan ellas con losmuchachos. Entonces dejamos allí todolo que pudiera identificarnos comoestudiantes, porque en aquellosmomentos era mayor delito serestudiante que asesino. Mi hermana y yosalimos acompañando a una señoracomo a las tres de la mañana. La dueñade la casa se portó a todo dar. Toda lagente que vive en Tlatelolco jaló parejo.También en el mitin del 21 deseptiembre apoyaron a los estudiantes.Los habitantes de muchos edificios de launidad les arrojaban agua hirviendodesde las ventanas a los granaderos; en

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fin todos defendían Tlatelolco. Por eso,ellos sintieron en carne propia lo del 2de octubre.

• Daniel Esparza Lepe, de la ESIME

del IPN.

Todos nos sentíamos impotentes. En laotra acera del Paseo de la Reforma metocó ver compañeros —muchachitos dedoce, trece, catorce años— que tratabande lanzar piedras hacia el otro lado dela avenida; tal vez eran de Prevocacional y lloraban por lo que estabapasando; querían hacerle frente a lasituación; lloraban de rabia. Entonces

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me acerqué a uno de ellos y le dije:«Oye, así no vas a conseguir nada. Unabala es más rápida que una piedra.Cálmate mejor porque aquí de un balazote acaban, Y tú con una piedra nisiquiera les llegas hasta allá». Elcompañero reaccionó y me dijo:«Tienes razón». Se bajó de la barda y sefue. Un señor iba gritando: «¡Asesinos,cobardes, asesinos…!». No iba heridosino que lo llevaban arrastrando porquequería regresarse a la Plaza. Una familia—creo que eran chinos— seencaminaba, todos en bola, hacia laPlaza de las Tres Culturas. Nadie losentendía pero la gente se apartaba para

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dejarlos pasar porque estaban llorando.Cuando llegué a mi casa, una compañeratambién de allí de donde vivo queríairse a Tlatelolco a buscar a su mamá quehabía ido al mitin con su hermano máschiquito…

• José Ramiro Muñoz, de la ESIME

del IPN, tercer año de IngenieríaMecánica.

¡Y Lucianito está allá adentro!

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

Junto al párpado, le empezó a salir un

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hilito de sangre…

• Blanca Vargas de Ibáñez, madre defamilia.

Llegué cuando ya había empezado labalacera. Mucha gente pasó corriendo ami lado y oí decir a una muchacha: «Haymuchos muertos, hay muchosmuertos…». Entonces enloquecí.Empecé a gritar. Todo estaba sitiado. ¿Ysi yo me arrastro no podré entrar a laPlaza de las Tres Culturas? Unasmujeres me detenían; se hizo una bolitade mirones…

—Déjenla pasar, déjenla pasar, está

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buscando a su hijo. Su hijo está allá.Apenas gritando horrores podía

mantenerme en pie… Junto a mídiscutían:

—Ella tiene razón, si su hijo estáallá…

—Pero si no es nada más mi hijo:son los hijos de todos ustedes…

Llegaban más soldados. De prontouna de las mujeres que me había estadooyendo sacó de bajo su abrigo unabotella de leche vacía —ahí la tengo enla alacena todavía— y me dijo: «Tomeusted, de algo le ha de servir».

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

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Las escenas de dramatismo soninenarrables. El pavor reflejado en losrostros, los lamentos de los heridos queeran sacados del lugar y el fuegograneado se repetían una y otra vez. Lagente, que a varias cuadras de distanciapresenciaba los hechos, estabaenardecida. No sabían si responsabilizara las autoridades de lo que estabapasando, pero gritaban denuestos a todomundo. Los ciudadanos, víctimas delnatural shock nervioso por los hechosperdieron la compostura y trataron deavanzar hacia la zona del tiroteo; huboque dispersarlos con gas lacrimógeno, a

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las 21.15 en la esquina de Allende yNonoalco.

• Jorge Avilés R., redactor, «DuranteVarias Horas Terroristas ySoldados Sostuvieron RudoCombate», El Universal, 3 deoctubre de 1968.

Mi padre murió poco tiempo después deque muriera Julio. Como resultado delchoque tuvo un ataque al corazón. Era suhijo único, el menor. Repetía muchasveces: «Pero ¿por qué mi hijo?…». Mimadre sigue viviendo, quién sabe cómo.

• Diana Salmerón de Contreras.

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En la ceja tenía una cortada tremendaque le bañaba de sangre todo el rostro.Le dije de chiste: «¿Qué te subiste a unring de box?». Y se soltó llorando, creoque por la conmoción, porque siempreha sido un muchacho sereno, aguantador.

• José Merino Gasca, ingeniero,padre de familia.

¿Quién? ¿Quién ordenó esto?

• Pablo Castillo, estudiante de laUniversidad Iberoamericana.

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¡Esta balacera es la que más ha durado!¡La de Santo Tomás fue un juego!

• Juan Medina Castro, estudiante dela ESIQIE del IPN.

Yo estaba en el edificio Aguascalientes(de lujo) que se encuentra junto a laVocacional número 7 en la UnidadNonoalco y desde que se oyeron losprimeros disparos, y como si se hubieradado una orden, todos los habitantes deeste edificio optaron por permanecer enla sala de sus departamentos, acostados

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en el suelo. Apenas se inició el tiroteo,—eran, creo, las 6 y 15— el portero deledificio se fue a esconder al sótano y nosalió de ahí sino hasta cuatro horasdespués. En el séptimo piso, uningeniero como de cincuenta añosrecibió un tiro en el hombro derecho, ylo traía totalmente destrozado. Alparecer la herida fue producida por unabala expansiva. Se hizo un llamadotelefónico a la Cruz Roja pero en sulugar acudieron dos soldados armadoscon ametralladoras. Ya no volvimos asaber del ingeniero. La angustia y ladesesperación se reflejaban en losrostros de los habitantes de todo el

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edificio. Apenas amainaba el fuego,trataban de comunicarse con el esposo,la esposa, los hijos o parientes ausentespara informarles del estado en que seencontraban y para advertirles que nodebían intentar venir a la Unidad porquetodo individuo que pretendía entrar osalir era detenido.

Comentaban los hechos pasados ycon palabras amargas se referían a laprensa nacional «que nunca informó delos hechos reales de los sucesos». Enconcreto hablaron del caso del tenienteUriza Barren que mató a dos policías ogranaderos «antimotines». Decían:«Todos los periódicos dijeron que el

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teniente había disparado contra lospolicías porque habían golpeado a sumadre, pero los habitantes de Tlatelolcosabemos que actuó así porque le faltaronal respeto a su hermana. Los periódicosnunca dijeron eso…».

Yo no sé si será cierto —correntantas versiones—, pero algo muy gravedebieron hacerle al teniente UrizaBarrón para que desenfundara la pistolay matara.

El agua se acabó y las reservas dealimentos escasean por momentos.Como una muestra de solidaridad, loshabitantes se repartieron las reservas ensus despensas. Los que tienen el mayor

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número de hijos y nada en la despensafueron abastecidos por sus solidariosvecinos. Los pequeños lloraban y losmás grandecitos miraban con asombro asus padres.

• Alfredo Cervera Yáñez, estudiantede la Facultad de Comercio yAdministración de la UNAM .

A nosotros nos han acusado de ser losricos del movimiento; lo que pasa es quecon esas brigadas tan grandes (algunasde doscientos estudiantes, subidos ennuestros camiones para poder visitardiferentes puntos de la ciudad) cada

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grupo de diez muchachos llevabasiempre una urna para colectaseconómicas y, como la gente siemprecooperaba, cada una traía por lo menoscincuenta pesos.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

Agarraron a un muchacho con una urnade las usadas por los Comités de Luchapara colectar fondos y los oficialesbuscaban al miembro del CNH que se lahabía encargado. Nos pusieron a todosen fila y nos fueron iluminando la cara,uno a uno frente a él, para que nos

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reconociera: «¿Es éste?… No. ¿Y éste?… No. ¿Éste?… No». Uno a uno fuimospresentados con él. «¿Éste?… No.¿Éste?… No». No reconoció a ninguno.El oficial se enojó; lo golpeó muy fuertey le espetó: —¿Así que tú dabas clasesde guerrillas, pendejo?

—No, daba clases de álgebra y dematemáticas; tiene poco que ver con lasguerrillas. Respondió con orgullo. Suactitud me emocionó.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

Cuando oí al compañero de la urna,

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sentí que no todo andaba mal, quetodavía faltaba mucho para que nosderrotaran. Al rato, pasaban ya de lasonce, se inició otra vez la balacera.

• Luis González de Alba, del CNH.

Los francotiradores no se conformaroncon rociar de proyectiles a mujeres,niños y gente del pueblo que habíaasistido al acto y comenzaron a dispararcontra elementos del ejército y lapolicía que rodeaban ya la plaza paraimpedir que se efectuara unamanifestación rumbo al Casco de SantoTomás.

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Al caer heridos los primeroselementos del ejército y policías se diola orden de contestar el fuego y seentabló una de las más espantosasbalaceras que haya padecido lametrópoli. A pesar de la enérgica acciónde los soldados y policías, losfrancotiradores continuaban haciendoblanco entre aterradas mujeres, niños ygente del pueblo que corría por todoslados.

• «Hubo muchos muertos ylesionados, anoche», La Prensa, 3de octubre de 1968.

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La sangre de mi hija se fue en loszapatos de todos los muchachos quecorrían por la plaza.

• Dolores Verdugo de Solís, madrede familia.

Volteé el cadáver boca arriba. Tenía losojos abiertos. Estaba empapado. Lecerré los ojos. Pero antes, en el blancode los ojos le vi unas minúsculas floresde agua…

• Luisa Herrera Martín del Campo,maestra de primaria.

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Vi a un niño de once o doce años que depronto se incorporó un poquitito —niñoal fin— y una bala le atravesó toda lamejilla. Él venía acompañando a suhermana. Estábamos todos tirados en elsuelo de la explanada, como nos lohabían ordenado los soldados, pero esteniño levantó la cabeza. Su hermana dedieciséis años se puso a gritar histérica:«¡Mi hermano está herido!», pero lossoldados y los compañeros le dijeronque si se paraba le podía pasar lomismo. No lo atendieron sino hasta queterminó todo. ¡Con una herida de estetamaño y esperar dos o tres horas! Me

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imagino que murió, porque serían lasonce cuando nos sacaron y nos llevaronhasta detrás de la iglesia.

• Esther Fernández, de la Facultad deCiencias de la UNAM .

¡Muy bajo, están tirando muy bajo! ¡Muybajo! ¡Agáchense!

• Un oficial del ejército.

¡Alto! ¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego!¡Alto!

• Voces en la multitud.

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¡No puedo! ¡No soporto más!

• Voz de mujer.

¡No salgas! ¡No te muevas!

• Voz de hombre.

¡Cérquenlos! ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Cérquenlos,cérquenlos les digo!

• Una voz.

¡Estoy herido! Llamen a un médico.¡Estoy…!

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• Una voz.

Parece que ya se va a calmar…

• Una voz.

La Plaza de las Tres Culturas era uninfierno. A cada rato se oían descargas ylas ráfagas de las ametralladoras y delos fusiles de alto poder zumbaban entodas las direcciones.

• Miguel Salinas López, estudiantede la Facultad de Comercio yAdministración de la UNAM .

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También se reportó que muchaspersonas habían resultado heridas alpenetrar las balas por las ventanas.

Mientras esto ocurría, RobertoLegorreta reportó a nuestra redacciónque se había iniciado un incendio y quealcanzaba a varios departamentos deledificio Chihuahua, principal centro dela acción.

Reyes Razo a su vez informó que enel piso 12 del edificio Tamaulipas unhombre había muerto en uno de lospasillos. También otro estaba sin vidaen el edificio San Luis Potosí.

A las 19.35 horas, los bomberos sepresentaron a sofocar los incendios

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dentro del edificio Chihuahua, quealcanzaban a departamentos localizadosen tres pisos. Constantemente reportabantambién numerosos heridos tantomilitares como civiles, entre los que seencontraban numerosas mujeres.

• «26 Muertos y 71 Heridos.Francotiradores Dispararon contrael Ejército; el General Toledo,Lesionado», El Heraldo, 3 deoctubre de 1968.

Tenía yo sangre en la orilla de loszapatos, en la bastilla del vestido.

• Eugenia Leal Lima, estudiante de laFacultad de Medicina de la UNAM .

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La mayoría de los cadáveres estaban deespaldas, hinchándose bajo la lluvia,pero había rostros boca arriba. Parecíanflores pisoteadas, iguales a las floresenlodadas, machucadas, de los jardinesdel edificio Chihuahua.

• Pilar Marín de Zepeda, maestra deprimaria.

Son cuerpos, señor…

• Un soldado al periodista JoséAntonio del Campo, de El Día.

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¡Agáchate, te digo! ¡Nos van a matar!

• Voz de hombre.

Vi a un soldado pecho a tierra con surifle, blanco de miedo. No se atrevía adisparar y nos pedía que no nosmoviéramos porque si veían algúnmovimiento disparaban hacia nuestradirección y le disparaban a él también.

• Esther Fernández, estudiante de laFacultad de Ciencia de la UNAM .

Los dedos están pegados en los gatillos.Algunas balas dan en el blanco. Le

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disparan a todo lo que se mueve.

• Santiago Ruiz Saíz, estudiante de laFacultad de Ciencias de la UNAM .

¡Sanidad! ¡Oficial! ¡Tenemos un herido!

• Una voz en la multitud.

¡Agarra a ese hombre! ¡Hazlo que suelteesa chingadera!

• Voz de hombre.

Un niño de cinco o seis años que corríallorando, rodó por el suelo. Otros niños

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que corrían junto a él huyerondespavoridos pero un chiquito como deseis años se regresó a sacudirlo:«Juanito, Juanito, levántate». Lo empezóa jalonear como si con eso fuera areanimarlo: «Juanito ¿qué te pasó?».Seguramente no sabía lo que es lamuerte, y no lo iba a saber nunca,porque sus preguntas ya no se oyeron,sólo un quejido, y los dos pequeñoscuerpos quedaron tirados sobre elasfalto, el uno encima del otro. Yo lo vitodo. Quería arrastrar al pequeño hastala zanja donde me encontraba. Le gritévarías veces pero como las balassilbaban por todas partes no me atreví a

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ir por él. Me limité a gritarle: «¡Niño,niño, ven acá, niño!», pero estabademasiado ocupado en revivir a suamigo. ¡Hasta que le dio la bala! Sé quesoy un cobarde, pero sé también que elinstinto de conservación esterriblemente egoísta.

• Jesús Tovar García, estudiante deCiencias Políticas de la UNAM .

¡Con cuidado, con cuidado, la heridaestá en el pecho!

• Un camillero.

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¡Si te mueves, yo sí que te voy a dar…!

• Un militar.

Y el olor de la sangre mojaba el aireY el olor de la sangre manchaba el

aire.

• José Emilio Pacheco, sobre lostextos nahuas traducidos por elPadre A. M. Garibay.

—¡Le dije que no se fuera hasta allá!¡Métase abajo del camión!

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• Un soldado al estudiante AlbertoSolís Enríquez de la Vocacionalnúmero 1.

Uno de los soldados se tropezó y cayójunto a nosotras. Nos quedamos tiradasen el suelo porque algún compañerogritó: «¡Al suelo! ¡Al suelo!».Estábamos en la explanada frente alChihuahua. Los soldados veníancorriendo como en una práctica militar yuno de ellos se acercó al que se tropezó:

—No tires, tírales al aire, hombre.No son criminales; si son muchachos, noles tires, al aire hombre, al aire, tira alaire…

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Gracias a esos dos soldadossentimos confianza y nos levantamos.Corrimos delante de ellos y nos metimosal edificio 2 de Abril en donde nosquedamos dos horas y media que a mí seme hicieron como sesenta…

• María Ángeles Ramírez, estudiantede la Escuela de Antropologíadependiente de la SEP.

Corrimos todos y brincamos una bardade dos metros de alto más o menos.Todas las chamacas y señoras quebrincaban se caían y nosotrosprocurábamos no atropellarlas a la hora

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de pasar, pero ni quién las levantara oayudara. Sálvese quien pueda. Habíamuchos zapatos tirados, muchos zapatosde mujer… Se me grabó uno con unacorreíta. Seguí corriendo hasta que metopé con tres o cuatro soldados. A mí y ami hermano y a otras diez o quincepersonas nos empujaron hacia la plantabaja de un edificio, no sé cuál, opuestoal Chihuahua. Vimos cómo de todaspartes salían más soldados. Intentamossubir al primer piso de ese edificio, quees uno de los más grandes que hay, perolos soldados nos ordenaron: «No semuevan»… Nos hablaron de buen modo.Seguro lo estaban haciendo para

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protegernos porque ya se oía el fuegocerrado y el ruido de las ametralladoras.Les preguntamos si nos podíamos ir ynos dijeron que no, que allí nosquedáramos. Pensamos que si no nosveían, no buscarían a nadie y poco apoco nos colamos hasta el primer pisodel edificio. Los soldados estabanocupados abajo. Tocamos a la puerta deun departamento y luego a otro y a otro yninguno abría. Esperamos allí sentadosen el suelo del primer piso del edificio.Como a las siete, o siete y cuarto, oímoslos protectores de fierro de las botas,los estoperoles de los soldados en laplanta baja y dos muchachos bajaron a

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preguntarles si ya podían salir y lesdijeron que sí. Los muchachos nosgritaron que ya, y todos salimos.Entonces los soldados en vez dedejarnos ir, nos registraron, nos pidieronidentificaciones y nos formaron allí. Alprimero que llamaron fue a mi hermano.

—A ver tú, ven para acá.Y lo empezaron a golpear.

• Carlos Calvan, estudiante deBiblioteconomía de la UNAM .

…Pero las visiones aisladas sonimpresionantes: mujeres cosidas a laaltura del vientre por las balas de las

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metralletas; niños con la cabezadestrozada por el impacto de losdisparos de alto poder, pacíficostranseúntes acribillados; ambulantes yperiodistas caídos en el cumplimientode su labor cotidiana; estudiantes,policías y soldados muertos y heridos…quizá la visión más sobrecogedora fue lade numerosos zapatos ensangrentadosque se desparramaban en el área, comomudos testigos de la desaparición de susdueños.

• José Luis Mejías: «Mitin Trágico»,Diario de la Tarde, México, 5 deoctubre de 1968.

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Tocamos en todas las puertas deledificio 2 de Abril y nadie abrió. Unaseñora que vivía en Tlatelolco y habíaido con su niña por el pan se pusohistérica y empezó a gritar. Quisimosayudarla y pasamos un papelito pordebajo de la puerta de un departamentoque decía: «Dejen entrar a una señoracon su niña». Contestaron con otropapelito: «No podemos, tenemosmiedo». Así, textual. Perdí el papel,bueno, ni pensé en guardarlo. Creo quecontestaron para que dejáramos degolpear las puertas porque Lina y yoestábamos golpeando muy muy fuerte.No sé de dónde nos salieron tantas

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fuerzas; yo creo que del terror.

• María Ángeles Ramírez, estudiantede la Escuela de Antropologíadependiente de la SEP.

Subimos al primer piso y tocamos a lapuerta de algunos departamentos sinobtener respuesta. Entonces subimos alpiso siguiente y así sucesivamente,íbamos sube y sube, desesperados ynadie nos abrió. Oíamos el golpe de lostacones de las botas de los soldados quevenían tras de nosotros. Entonces meparé frente a la puerta de undepartamento y grité: «¡Dejen entrar a

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mi esposa con los niños, por lo menos!».

• Ramón Oviedo, ingeniero geólogodel Instituto Mexicano delPetróleo.

En el departamento donde estábamosescondidos había chavos comiéndosesus credenciales.

• Genaro Martínez, estudiante de laEscuela de Economía de la UNAM .

Los soldados me ayudaron a salir con mihija embarazada y mi nieta de cuatroaños.

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• Matilde Galicia, de setenta años.

En ese momento me dio un beso parainfundirme valor y me dijo con vozsuave pero muy firme: «¡Muévete!». Metomó de la mano cuando vio que estabaengarrotada por el miedo. «¡Órale,muévete, no tienes nada!». Traté deavanzar. «¡Arrástrate…! ¡No te puedesquedar aquí!». Las balas nos pasabanpor todos lados. Entonces él se aventó alsuelo y empezó a jalarme como quienjala a un bulto…

• Magdalena Salazar, estudiante dePsicología de la UNAM .

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Tengo seis hijos. Pepe, Sergio,estudiante de Biología a quien ledecimos Pichi, Miguel Eduardo quetodos conocen por El Búho, Chelo, laúnica mujer, y los cuates, Rubén yRogelio, los dos que no tuvieron parteactiva en el Movimiento. Eduardo encambio es del CNH. A las tres de latarde, Chelo y Sergio se prepararon parair a la manifestación. Los acompañabasu padre Cosme Valle Miller, mimarido. Me quedé arreglando la casa. Alas ocho regresó mi hija. Tocó. Traía suropa toda desgarrada y sus rodillasestaban ensangrentadas. Al abrir la

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puerta y verla en ese estado, lo primeroque le pregunté fue:

—¿Qué pasa, Chelo?—Nos dieron, mamá, nos dieron.Apenas podía hablar. Nunca había

oído su voz tan entrecortada.—¿Y tus hermanos?Hacía veinte días que no veíamos a

Eduardo porque como era del CNHandaba escondido. Me contestó llorandoque la tropa había tomado la Plaza delas Tres Culturas, que el helicópterohabía balaceado a los manifestantes yque los agentes que traían un guanteblanco en la mano disparaban sin ver aquién. A ella le tocó ver a un agente de

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seguridad dispararle a tres niños quehabían quedado rezagados, tres niños decuatro a seis años, porque la mamállevaba a uno más pequeño en brazos yse adelantó. Chelo andaba con mimarido. El le dijo: «Agáchate, Chelo, sino te van a matar». Tirada en el suelo searrastró y esto le quemó la cara; seraspó toda una mejilla. «Las balasllovían como granizo, mamá». Logróllegar a una barda cercada por alambresatrás del Chihuahua. Allí vio por últimavez a su papá que estaba ayudando a lagente a encontrar una salida. Él le indicóque corriera y a partir de ese momentolo perdió. Salió a la calle y ya en la

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avenida encontró a un soldado que ledijo:

—No te vayas a volver a meterporque te matan…

Chelo quería regresarse para buscara su papá, a Sergio, a Miguel, perosiguió caminando y encontró a unosseñores que llevaban su carro repleto deestudiantes. El conductor sacó diezpesos y le dijo:

—Toma un auto…Dice que vio muchos coches

particulares retacados de muchachos. Separaban en la avenida a recogerlos, yarrancaban a toda velocidad para que nofueran a intervenir los soldados.

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Chelo se fue hasta la fábrica dondetrabajan Rubén y Rogelio y le dijo aRogelio:

—Nos han pegado, hermano.Rogelio la trajo a la casa. Allí

esperamos a los demás. Sólo llegó mimarido:

—¡Han tomado a todo el CNH! AEduardo lo vi asomarse por el balcóndel tercer piso…

—¿Y Sergio?—Se regresó a buscar a Eduardo.Yo esperé toda la noche sentada

junto a la ventana —vivimos en launidad habitacional Loma Hermosa—,porque pensé que podrían llegar

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escondiéndose, con temor a que lossiguieran. Pensé: «Tengo que estaralerta para abrirles la puerta apenaslleguen». Pero no, llegaron. Estuve todala noche frente a la ventana tratando depercibir algún movimiento, oír algo, veralgo. Pero nada. ¡Cuántas veces abrí lapuerta que da al pasillo creyendo oír unruido!

• Celia Espinoza de Valle, madre defamilia, maestra de primaria.

Acomodamos al estudiante en el pisodel coche y lo escondimos debajo deuna manta. Hasta me senté atrás

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poniéndole los pies encima paradisimular. Antes traté de lavarle laherida, pero nos cortaron el agua en todala unidad. ¡Ni agua, ni luz! Mi muchachase sentó adelante, mi marido ibamanejando y lo que más me preocupódurante el trayecto en que lo sacamos deTlatelolco es que no lo oía respirar, nole oía ni el resuello. Por fin, lo dejamosen su casa… Después mi marido sacó aotro muchacho; lo escondió en la cajuelapero esta vez él fue solo, no fueran asospechar algo los soldados. Cada vezque pasábamos, los soldados detenían elcoche y nos pedían nuestrascredenciales para certificar que

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vivíamos en Tlatelolco…

• Isabel Montaño de la Vega,habitante de la unidad Nonoalco-Tlatelolco.

¿Quién se salvó? ¿Se salvaron losmuchachos? ¿Están todos? ¿Se salvóMarta? ¿Viste a Juan? ¿Quién vio porúltimo a Juan?

• Rosalía Egante Vallejo, estudiantede Biología de la UNAM .

Dice la mamá de Concha, que Concha sellevó sus libros de escuela, que así sefue a la manifestación, con sus libros y

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sus cuadernos y que llevaba su suéterazul…

• Ernestina de la Garza, estudiante deMedicina de la UNAM .

Las puertas de los elevadores estabanagujeradas. Sólo un arma de alto poderpudo tener la fuerza para perforarlas así.Las habían atravesado a plomazos comoatravesaron tantos cuerpos indefensos.

• Roberto Sánchez Puig, estudiantede la Vocacional 1.

Miré los estanques; los vi con mucha

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curiosidad. Con razón les dicen espejosde agua. Pensé: ¡Todavía ayer en lamañana, los niños jugaban, chapoteabanen estos estanques!… ¡Todavía ayer viun globero en el jardín de San Marcos!Vine al tercer piso del Chihuahua el díaanterior para ver cómo iba a quedar elsonido porque a mí me tocaba hablar anombre de la Unión Nacional deMujeres Mexicanas… ¡Todavía ayerhabía hombres que leían el periódicosentados en las bancas!… ¡Quéestúpida, pero qué estúpida soy! Cuandovi las tres luces de bengala detrás de laiglesia, pensé: «¡Qué padre! Estosmuchachos son bien padres. En cada

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acto inventan algo nuevo. ¡Esto nos va atocar con juegos pirotécnicos!». Mepareció como de feria, como de juego.Las luces artificiales siempre las asociauno a la fiesta. A pesar de la tensión yde la presencia del ejército, en losmítines siempre hubo un ambiente defiesta, saludos, abrazos, apretones demano, quihubo cómo vas, ahí nosvidrios, órale no andes echando novia,quihubo, apúrate, cómo te ha ido,hombre, no seas sacón, ¿has visto aLuis?, su mamá anda rete apurada… Vilas luces desde el descanso de laescalera. Salían a la altura de la iglesia,a cinco o seis metros arriba de la cruz.

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• María Alicia Martínez Medrano,directora de guarderías.

Era un mitin como cualquier otro de losmuchos que habíamos hecho. Informes,análisis, directivas y orientaciones delConsejo y risas, chiflidos, porras,aplausos y gritos de los asistentes. Lasnoticias se recibían ávidamente y conaplausos. En la tribuna, representantesde numerosas organizaciones solicitabanhacer uso de la palabra para trasmitirsus saludos, plantear sus problemas yunirse públicamente al Movimiento. Esedía llegaron representantes de losmédicos de ocho hospitales que estaban

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en huelga de apoyo a nuestros seispuntos, representantes de variossindicatos pequeños; de sociedades depadres de familia, de maestros deprimaria, de organizaciones femeniles,de ferrocarrileros, de campesinos… Noera posible que hablaran todos,solamente se leían mensajes y cartas,telegramas y saludos y se anunciaban lasnuevas organizaciones que se adheríanal Movimiento.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

La sangre que me había salpicada lacamisa era roja, rojísima y ahora que me

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veía de nuevo se había vuelto café…Pensé: A lo mejor no es cierto, a lomejor lo soñé…

• Cristina Fernández Ríos,trabajadora social.

¡Aguas! ¡Aguas! ¿Qué no me oyes? Pormás que lo sacudí, no me contestó.Entonces eché a correr.

• Antonio Llergo Madrazo, de nueveaños, habitante de la UnidadNonoalco-Tlatelolco.

En el momento en que estábamos al piede la escalera pasó una chica muy joven

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cubierta con un gran impermeableoscuro, temblando de miedo. Estamuchachita no gritaba, no hablaba,emitía unos sonidos muy raros, como sigruñera. Siguió caminando y también aella le dispararon a los pies pero en vezde alejarse se aventó hacia dondeestaban los balazos, por lo tanto haciadonde estábamos nosotras y lo único quese nos ocurrió fue jalarla y echarla atrásde nosotras y seguir gritando al pie de laescalera. Ella empezó a murmurar: «Mevoy al edificio Guerrero… Necesitoirme al edificio Guerrero… Necesitoestar en el edificio Guerrero…». Yo ledije:

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—No te vas a ningún lado, te quedasaquí…

Se paró detrás de nosotras. Yosentía cómo temblaba, tiritaba, pero node frío, de miedo y no dejaba de gruñir.Nosotras seguíamos gritándoles a lostipos que copaban la escalera:«¡Déjennos pasar! ¡Nuestros hijos estánen el cuarto piso! ¡Allí tengo midepartamento! ¡Déjennos subir!¡Nuestros hijos pueden estar lastimados!¡Nuestros hijos están solos! ¡Déjenos,señor! ¡Han de estar muertos de miedo!¡Quizá estén heridos! ¡Ayúdenos porfavor! ¡Queremos verlos! ¡Por favor!¡Nuestros hijos! ¡Súbannos ustedes

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mismos al cuarto piso y si no encuentrana nuestros hijos, allí mismo nos dan untiro!». Entonces el agente de guanteblanco comandante de esa seccióndecidió que o de veras nos daban allímismo un tiro o nos dejaban pasar contal de ya no oír nuestros gritos y nuestroschillidos. Ordenó: «¡Qué suban esasputas, esas quién sabe cuánto!». Nosescoltaron dos agentes. Obviamente enese momento quienes tenían más miedo,eran ellos mismos; era tal su espanto quecuando yo abrí, temblando, la puerta demi casa, uno de la mano blanca que nosescoltaba cerró la puerta bruscamente yme dijo: «Mire tal por cual, aunque vea

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a sus hijos muertos, no grite». No era unconsejo tierno y cariñoso, era unaamenaza porque tenía su pistola en miespalda. Entramos y fue horrible porquevimos el departamento vacío, vacío,lleno de humo, de caliche, el pisocubierto de tierra, las paredes conagujeros, las cosas caídas, todo movido.A pesar de la recomendación tantoMargarita como yo gritamos y entoncessalió del baño la cara de mi muchacha yme dijo: «Los tengo en el baño, señora».Para esto, ya era tal el terror de lospolicías que nos acompañaban que nosgritaron: «¡A gatas!». Nos encerraron enel baño y catearon la casa, mi muchacha

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fue con ellos. En el baño nos sentamosen el suelo a abrazar a los niños ytambién se sentó en el suelo del baño lamuchachita que habíamos pescadoabajo, la del gran impermeable, queprobablemente no era de ella. Cuando selo quitó, sacó un fajo de propaganda ylos nervios de esa criatura fueron tantosque dejó caer un bote de colecta delCNH y el dinero rodó por todo el bañoprecisamente en el momento en que lospolicías estaban cateando la casa. Teimaginas la angustia que todos, hasta losniños, sentimos en ese momento. Sihabían oído, ésa sería la prueba absolutade que todos estábamos con el

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Movimiento. Nos agarró una talindignación a Margarita y a mí que sincontenemos le dijimos:

—Pero niña idiota, sólo a ti se teocurre traer esto. ¿Por qué no lo tirasteallá abajo?

Y la niña que estaba como pasmadanos contesta con una ingenuidadincreíble:

—Pero ¿cómo? Si el dinero es delConsejo Nacional de Huelga. Si eldinero es del Consejo Nacional deHuelga ¿cómo voy a tirarlo?

Le quitamos la envoltura del CNH albote de Mobil-oil, lo abrimos y sacamosel dinero. La niña lloraba:

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—Pero es que yo no puedo tocareste dinero porque es dinero delMovimiento… Si es dinero del ConsejoNacional de Huelga, ¿Cómo? ¿Cómo?

—Mira, no importa de quién sea eldinero. Yo te lo voy a guardar y despuéslo voy a reponer al Movimiento…

Y sin hacerle caso le vaciamos elbote. Era una gran cantidad de veintes,creo que en total catorce pesos. Enmedio de la matazón, de las balas, delincendio, de las fugas de gas, de lastuberías perforadas, de las sirenas de lascruces que nos ponían los nervios depunta, a esta niña lo único que leimportaba era preservar su bote del

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CNH. También le prendimos un cerillo asu propaganda porque ella no teníaconciencia de lo que significaba en esemomento tener volantes en las manos.

Oímos que alguien metía una llaveen la cerradura del baño y le dabavuelta:

—¡Ya se fueron, señora!Era mi muchacha.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

Corrimos detrás de un edificio y alguiendestapó un pequeño tobogán en forma dehongo que daba a un cuarto de lámina.

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Ya había gente cuando caímos dentro deese cuartito y después llegaron muchosmás… Tenía respiraderos entre el niveldel piso y la tapadera y una aberturacomo una rejita. Al lado del tobogán pordonde resbalamos había una escalera.Quedé muy cerca de ella. Me acuerdo deuna ametralladora que disparaba sindescanso. Todos guardábamos así comomucho silencio. No teníamos fuerza parahablar. Pensé en los muchachos queestaban en el tercer piso y me losimaginé a todos muertos. Recordé carasque me habían sonreído, saludos, genteque me había hablado. Por unos minutoscesó el fuego y oímos correr, oímos

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pisadas de dos o tres muchachos;seguramente se escondieron en eldesnivel de la escalera que está cercadel hongo. Una voz les dijo: «Vengan,yo los saco». Todos los ruidos se oíanallí adentro. El cuarto estaba en unaoscuridad impresionante. Sentí que lavoz que llamaba a esos muchachos losiba a traicionar, los iba a matar. Y sí, enseguida la voz cambió de tono:

—¡Sal cabrón, es tu oportunidad!—No, no salgo —dijo el muchacho

——, no salgo, me va a entregar.Seguramente el de la voz se fue

porque oí que corrían y ya no supe más.Te voy a decir una cosa muy curiosa. En

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esos momentos aprendí a distinguirpasos de muchachos, de mujeres, deniños. Los vas registrando y después,cuando oyes caminar a la gente, teacuerdas de esos momentos y distingues:«Son pasos de mujer, son pasos dehombre, son pasos de niño». ¡Quéchistoso, el hombre camina más rápidoque la mujer, pero la mujer lo hace conmás energía y a los muchachos se lesoye casi volar cuando corren! Cesaronmomentáneamente los disparos y oímosmuy cerca los pasos rápidos de unamujer. Empezó a golpear la puerta de undepartamento y a gritar un nombre y lerespondió una niña aterrorizada:

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—No, no puedo abrir, no está mimamá…

—Yo soy tu mamá. Ábreme.—No, tú no eres mi mamá. Mi mamá

no está y no puedo abrir…Alguien dijo en el cuarto oscuro,

como queriendo trasmitirle supensamiento: «Ábrele, niñita». Y laseñora respondió:

—Si no me abres, te voy agolpear… Ábreme estúpida.

En ese momento se reanudó el fuegoy algo estalló en el techo del cuarto. Unmuchacho tocó el techo y dijo: «Estoquema. Hay que salirse porque vamos aquedar como pollos rostizados». Y se

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entabló una discusión sobre si salíamoso no. Me acuerdo con ternura de quehabía una señora que estaba allí con sustres hijos y dos hijas. Ellos le pedíanque saliera con las hijas. Ella lesrespondió que no, que no los dejaríanunca a ellos. Un niño como de un añose puso a llorar. Nos dolió mucho elllanto de ese niño. Todos queríamossacarlo de allí y ponerlo fuera depeligro. Hubo ideas ingenuas como la desalir y entregarlo a un soldado o que unamujer saliera con él, porque el niño ibacon su papá y el papá sollozaba y decía:

—Pónganlo fuera de peligro. A míno me importa lo que me pase.

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Por fin el más sensato de todosnosotros dijo que era una estupidez saliren ese momento, pues cualquier balapodía alcanzamos. Cuando oí al niño,me entró la onda del miedo. De prontosientes que todo tu cuerpo eshipersensible y que la piel se te estira,se te apergamina y no sabes cómo, nosabes por qué, la boca te sabe a pólvora,la lengua de pronto también te sabe apólvora, de pronto te crispas y de prontote ablandas. Luego sientes lo que puedeser la nada, el vacío, el dejar deexistir… creo que el miedo es eso. Depronto te entra frío, sientes la velocidaddel aire encerrado en un cuarto

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subterráneo, y piensas en tus amigos enla Plaza, en el mitin y no sabes sireconciliarte con Dios para pedirle queestén vivos, que no les pase nada porfavor; y como en una película como encámara lenta, aunque hagas fuerzas parano pensar, para no debilitarte, se terepiten las caras de ellos, su pelo,escenas de fraternidad, sus chistes, su…no se…

• María Alicia Martínez Medrano,directora de guarderías.

Tengo un amigo periodista del NouvelObservateur, Jean Francis Held, él sí

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estaba en el tercer piso, en la tribuna, yvio a tipos muy muy jóvenes con guantesblancos que disparaban así nomás sobrela multitud y en el interior del edificioChihuahua y se dijo: «¡Pero realmente aestos estudiantes les patina!». Heldestuvo en Vietnam, en Israel; se quedóestupefacto: «Nunca he visto dispararasí sobre una multitud». Los muchachosque él creía estudiantes lo hicieronguarecerse en un departamentoenteramente ocupado por la policía. Losmuchachos de guante blanco entrabancontinuamente a ese departamento y oyódecir a uno de ellos: «Hace veinticuatrohoras que recibimos la orden de venir

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aquí con algo blanco en la mano, sinpapeles y con nuestra pistola».

Desde un recodo de la iglesia deSantiago Tlatelolco vi que en unmomento dado llegaron los tanques ytomaron la Plaza de las Tres Culturasbloqueando todas las entradas. Paraentonces la llovizna se convirtió en unchubasco. Llovía a cántaros, eran lassiete de la noche y cuando apareció elagua pensé: «ya no vamos a oír labalacera»; pero continuaba la balaceraen medio del ruido de la lluvia… Yatenía tres cuartos de hora mojándome yse me ocurrían detalles totalmenteridículos. Me decía a mí misma: ¡Achis,

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mañana voy a tener el pelo demasiadochino por la lluvia y no podré peinarme!También me fijé en que se me habíaperdido la hebilla de mi zapato y pensé:¿En dónde? ¿En qué momento se mehabrá caído? Hasta me puse a mirar a lolejos; a tratar de ver si la encontraba.Por esto te digo que me ocupaba decosas ridículas y al mismo tiempo lomiraba todo. Recuerdo también el hechode que los aviones cruzaban por elcielo, aviones estilo Panamerican, deesos que van a Nueva York, sabes, y medecía: Dios mío, los pasajeros no se dancuenta de lo que sucede aquí abajo.Nadie en el mundo podría hacerles creer

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que aquí están masacrando gente. Almismo tiempo me decía: ¡Ah, quécontenta estaría yo de ir en ese avión!Por mi cabeza pasaban todos estospensamientos que te demuestran hastaqué punto es fuerte la vida…

• Claude Kiejman, corresponsal deLe Monde, autora del libro:Mexico, le pain et les jeux.

¿Quién cobrará esta deuda de sangre?¿Quién vengará a nuestros muertos?

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

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Del edificio 16 de Septiembre era dedonde más se disparaba. Los estudiantesefectuaron poco después un mitin enprolongación de San Juan de Letránesquina con la calle de Sol pidiendo alpúblico que los apoyara.

• Raúl Torres Duque, MarioMunguía, Ángel Madrid, LuisMayen, José R. Molina, SilvianoMartínez C. y Mario Cedeño R.«Sangriento Tiroteo en la Plaza delas Tres Culturas. Decenas deFranco Tiradores se enfrentaron alas Tropas. Perecieron 23personas; 52 Lesionados y másVehículos Quemados», Ovaciones,3 de octubre de 1968.

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Antes, a las 20.45 horas, atrás deledificio de Relaciones Exteriores, elejército tenía detenidos como a 400muchachos, quienes eran obligados apermanecer en cuclillas. Otros 100estaban en los transportes militares.

Tras la iglesia de Santiago habíatambién varios centenares de detenidos.Frente al ala derecha del edificio deRelaciones, una zanja cuadrada donde seencuentran las ruinas aztecas, estabatotalmente atestada de detenidos, entreellos un periodista de una agenciaextranjera.

Del edificio de RelacionesExteriores a las 20.20 horas sacaron a

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todos los empleados que se encontrabandentro del inmueble presas de pánico. ElEjército los protegió en su salidaactuando como en maniobras de guerra.

El fuego de la ametralladoraapostada en el edificio del ISSSTE y defrancotiradores instalados en otrosedificios contiguos era contestado porlos soldados con ametralladoras FA, M-1 y 30 M2.

• «sangriento Tiroteo en la Plaza delas Tres Culturas», Ovaciones, 3de octubre de 1968.

Ya no oigo el tracatraca de la

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ametralladora… Ya no oigo los gritos;de hecho ya no oigo nada más que unruido de cadenas que se arrastran en micabeza… ¡A lo mejor al de laametralladora ya se lo llevó la chingada!… ¡A todos nos va a llevar la chingada!¡Al mundo entero se lo va a llevar lachingada! Y a mí ya no me importa,porque yo después de esto, ya no creo ennada…

• Gerardo García Galindo, de laESIME del IPN.

Varias metralletas nos apuntaban. Antesde salir con las manos en la nuca, me

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despedí de un compañero del CNH y ledeseé suerte. Fuimos saliendo uno a uno.En el quicio de la puerta se quedarondos hombres armados con metralletas yotros dos se metieron al departamento.Empezamos a amontonarnos en eldescanso de las escaleras. Nosadvirtieron que no habláramos, que nobajáramos las manos por ningún motivo.Al salir, los hombres armados nosrevisaban y nos cacheaban,empujándonos después hacia la pared.

Yo tenía las ropas empapadas ymucho miedo. Estaba temblando; llenode vergüenza traté de no temblar, sinlograrlo. Un compañero atrás de mí me

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tocó el hombro con su codo y me dijo:«No tiembles mano, no se lo merecen».Inmediatamente me controlé y dejé detemblar.

Uno a uno, con los brazos en la nuca,nos fueron trasladando a undepartamento del tercer piso.

—Aquí, Batallón Olimpia, baja conun prisionero.

• Eduardo Valle Espinoza, Búho, delCNH.

A mí me detuvieron en el tercer piso,donde estaba la tribuna del mitin.Cuando terminó el tiroteo, ya de noche,

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nos fueron llevando uno por uno al pisoinferior. No había luz en todo el edificioy estaba inundado. Yo no sabía por qué,pero por lo que otros compañeros hanplaticado, los calentadores de aguafueron perforados. Ya sabes que lasparedes de los departamentos delChihuahua son de plástico. La primeraorden al entrar al departamento fue:«¡Quítense los zapatos, hijos de lachingada!», y nos hicieron arrojarlos enlo que debía ser una cocina, no sé conqué fin. Toda la cocina o lo que fuera,estaba llena de zapatos de hombres ymujeres. A otros compañeros losdetuvieron en un departamento superior

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donde habían buscado refugio y fueronllevados a ese piso, el segundo, hastamucho más tarde, cuando ya nos habíansacado a nosotros. Ellos relatan lomismo; se encontraban con eldepartamento oscuro, los mueblesarrinconados y una cocina llena dezapatos. Cuando nos sacaron de allí, nosllevaron a la planta baja. Al llegar yo,ya había gran cantidad de muchachosamontonados: todos descalzos y con lospantalones bajados, la mayoría sincamisa y muchos sólo con trusa. Pensarque lo hacían para impedir queescapáramos es ridículo. Tal vez sólopara humillarnos. Cuando me leyeron

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los veinte delitos de que estoy acusadole hice notar al secretario del juzgadoque faltaba un delito en mi lista: faltas ala moral en la vía pública por andar encueros. El chiste no le hizo gracia.

• Luis González de Alba, del CNH.

Mientras ocurría el tiroteo, todos losintegrantes del Consejo Nacional deHuelga fueron detenidos, entre losvarios centenares que fueron llevados alCampo Militar número 1.

Algunos de los miembros delConsejo de Huelga fueron desnudados.

• «Se Luchó a Balazos en Ciudad

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Tlatelolco, Hay un Número aún noPrecisado de Muertos y Veintenasde Heridos», Excélsior, jueves 3de octubre de 1968.

De un departamento en el tercer piso, encuanto se vieron las luces de bengala enel cielo, automáticamente salió una nubede agentes de guante blanco que cayeronencima de todos los que estaban en latribuna y los tiraron al suelo.Arrastrándolos, los metieron a undepartamento. Nadie que no fuera de lapropia policía podía defenderse.

• Arturo Fernández González, de laESIQIE, del IPN.

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Algunos muchachos tenían una pistolacalibre 22, pero qué se puede hacer conuna pistolita del 22 ante la M-1reglamentaria… De haber tenido unapistola, yo la disparo, era tal misensación de rabia y de impotencia antela matanza… Supongamos que en unaunidad habitacional en la que: vivenmiles de personas, como en Tlatelolco,se encuentran cuarenta armas, entreaficionados a la cacería y deportistas,etcétera; pues realmente el arsenal esmuy pequeño. Aunque hubiera veinterifles de calibre 22, ¿qué es esto ante elarmamento del ejército y de la policía?

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• Dionisio Santana, habitante de laUnidad Nonoalco-Tlatelolco.

Cualquier estudiante que llevara unapistola, de maje la conserva. Entre máspronto la tirara, mejor.

• Hesiquio de la Peña, de la ESIME delIPN.

Ante la puerta central del edificioChihuahua, desnudos y con las manossobre las paredes, ciudadanosidentificados por el ejército comooradores del mitin que esta tardedisolvieron violentamente eran

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vigilados por los militares.En la escalinata del Chihuahua, a los

lados del cadáver de su madre, dosniños no mayores de seis añossollozaban. Se hablaba de una niña decuatro años con una bala en el pecho.Reporteros de varias agenciasnoticiosas contaron veinte cadáveres deciviles. El ejército seguía, a las 21.50,controlando Ciudad Tlatelolco.

• Salvador Pérez Castillo, estudiantede la ESIME, del IPN.

Allí se veían ametralladoras, pistolas45, calibre 38 y unas de 9 milímetros.

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• Miguel Ángel Martínez Agis,reportero, «Edificio Chihuahua, 18hrs.», Excélsior, 3 de octubre de1968.

Vimos al ejército en plena acción;utilizaban toda clase de armamentos, lasametralladoras pesadas empotradas enuna veintena de yips, disparaban haciatodos los sectores controlados por losfrancotiradores.

• Jorge Avilés R., redactor, «DuranteVarias Horas Terroristas ySoldados Sostuvieron RudoCombate», El Universal, 3 deoctubre de 1963.

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Muchos soldados debieron lesionarseentre sí, pues al cerrar el círculo losproyectiles salieron en todasdirecciones.

• Félix Fuentes, reportero, «Todoempezó a las 18.30 horas», LaPrensa, 3 de octubre de 1968.

Por momentos la confusión era tangrande, que las fuerzas del ordenparecían ametrallarse unas a otras…

• Philippe Nourry, «Desencadenadoen circunstancias misteriosas elsangriento tiroteo se prolongó todala noche», Le Figaro, París, 4 de

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octubre de 1968.

Ninguno de nosotros hizo uso de ningunaarma de fuego, contrariamente a lo quese nos imputa.

• De un Manifiesto suscrito en lacárcel de Lecumberri v por 57estudiantes presos, publicado en ElDía, 17 de octubre de 1968.

Sócrates A. Campos Lemus declaró alos periódicos el día 6 de octubre que enuna reunión del CNH en la Facultad deCiencias de la UNAM se acordó elestablecimiento de «columnas de

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seguridad»; que eran cinco columnas deseguridad bajo los mandos siguientes:Guillermo González Guadardo, JesúsGonzález Guadardo, SóstenesTordecillas, Raúl Álvarez y FlorencioLópez Osuna. Que estas columnas enrealidad eran grupos de choque. Quecada una de estas columnas o grupos dechoque estaba integrada por unresponsable o comandante y seismiembros armados. Que solamenteconoce los nombres de algunos de losmiembros que integraron dichascolumnas y que son: José Nazar,Canseco, Cantú, Palomino y otraspersonas. Que la finalidad de la

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formación de estas columnas fue la dedar seguridad a las personas queconcurrieron al mitin de Tlatelolco, ypara que en cuanto llegaran losgranaderos o los soldados a disolver elmitin, abrir el fuego en contra de ellos,particularmente en contra de los gruposen donde se sospechaba que estaban losmandos tanto de los granaderos comodel ejército. Que para tal objetivo seproveyó a las columnas mencionadas dearmas de fuego, recordando que sehabían conseguido a través de elementosde la Escuela de Agricultura deChihuahua, 20 pistolas calibre 38; dosrifles calibre M-1, dos metralletas

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calibre 22, un rifle calibre 30.06 y dospistolas 0.45.

Cualquier persona en sus cincosentidos se da cuenta que sería absurdopretender enfrentarse al ejército o a lapolicía con un arsenal tan ridículo.

• Félix Hernández Gamundi, del CNH.

Gilberto lo dijo en el Campo: Nosotrossiempre estamos armados con nuestrosideales. El 2 de octubre no teníamosotras armas. Sólo anhelos e ideas que,para el gobierno, son más peligrosas quelas balas. Una bala mata a un hombre.Una idea revolucionaria despierta a

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cientos o a miles de personas.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

En los edificios que circundan la Plazade las Tres Culturas de Nonoalco-Tlatelolco, el ejército encontrócincuenta y siete armas de fuego, dos mildoscientos cartuchos y otros equipos demateriales de guerra.

Este material fue abandonado encasas-habitación, azoteas y otrosdiversos sitios por quienes el miércolesúltimo, en criminal acto, dispararoncontra la multitud desde el edificioChihuahua, obligando al ejército y

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elementos de la policía a intervenir.El impresionante arsenal fue

mostrado anoche a los periodistas en elCampo Militar número 1, en presenciade uno de los profesores que fuerondetenidos aquella noche sangrienta,Ayax Segura Garrido, quien reconocióalgunas de las armas.

Las armas encontradas son: tressubametralladoras, catorce rifles, cincoescopetas, cuatro carabinas y treinta yuna pistolas de diversos calibres y untotal de 2 200 cartuchos.

Se encontró además una máquinarecargadora de cartuchos, una balanzapara pesar pólvora, un crisol para fundir

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plomo, dos juegos de baquetasarticuladas, un embalador, un calibradorde cascos, unos prismáticos y un radioportátil, marca Motorola, receptor ytransmisor.

• «Arsenal Recogida en los EdificiosCercanos a la Plaza de las TresCulturas», El Nacional, 7 deoctubre de 1968.

Ayax nos explicó que en el CampoMilitar le habían mostrado unafotografía de su esposa e hijos paraobligarlo a declarar lo que los militaresdeseaban. Yo creo que es cierto.

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• Luis González de Alba, del CNH.

El régimen actual cree que cuando sehabla de revolución hablamos de tomarlas armas; eso lo cree en la mismamedida en que para combatir hace loque nos atribuye: se lanza a lasubversión.

• José Revueltas a Margarita GarcíaFlores, «La Cultura en México»,no. 381, 29 de mayo de 1969,Siempre!

EJÉRCITO, LAS AULAS NO SON

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CÚARTELES

• Manta en el mitin del 2 de octubrede 1968.

El General José Hernández Toledodeclaró después que ordenó al ejércitono utilizar las armas de alto calibre paraimpedir mayor derramamiento desangre; esto lo publicó El Día, el día 3.¡Qué tipo! Lo único que faltó fue queinterviniera la Fuerza Aérea con dos otres bombitas sobre la Plaza de las TresCulturas, porque en el Chihuahua hayhuellas de bazukazos y muchos de loscuates que estuvieron en el mitin vieron

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que los tanques disparaban.

• Juan Manuel Sierra Vilches,estudiante de la Facultad deComercio y Administración de laUNAM .

El punto de vista del gobierno mantienecomo único argumento para demostrar laparticipación de «francotiradores», elhecho de que el general HernándezToledo resultara herido en las«acciones» de ese día. Sin embargoexisten algunos detalles significativosque destruyen ese argumento. En primerlugar, el general Toledo fue herido porla espalda, y si consideramos que en el

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momento de ser alcanzado por la bala seencontraba junto a la Secretaría deRelaciones Exteriores, encaminándosehacia la Plaza de las Tres Culturas, sededuce que el disparo provino de suretaguardia, probablemente de entre suspropios hombres o bien de alguno de loshelicópteros que en ese momentocolaboraban a la masacre ametrallandodesde el aire a la multitud inmovilizaday acorralada. En segundo lugar, refuerzaesta hipótesis el hecho de que el calibrede la bala empleada corresponde a unfusil AR 18, arma novedosa empleadacasi exclusivamente por la infantería demarina de los Estados Unidos en la

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guerra de Vietnam. Por otra parte,aunque todavía no se conocen conexactitud las circunstancias en queresultó herido el general Toledo, lasuposición de que los disparos partierondesde algún edificio cercano, y el hechode que no se conozca quién o quiénesdispararon, obliga a pensar en uno ovarios tiradores especializados,seguramente bien entrenados, capaces deasegurar sus disparos desde el primermomento y con la retaguardiaperfectamente cubierta. Todos losdepartamentos de los edificios cercanosa la Plaza fueron registradoscuidadosamente por el ejército y la

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policía y no se encontraron armas deltipo señalado. Lo anterior concuerdacon el hecho de que los agentes delBatallón Olimpia dispararon tambiénsobre las tropas que se acercaban o queestaban en la Plaza en esos momentos.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

El Batallón Olimpia, que participó enlos acontecimientos de Tlatelolco,estaba formado por soldados y oficialesjóvenes, elementos de las policíasJudicial de Distrito, Judicial Federal,Dirección Federal de Seguridad yPolicía Fiscal de la Federación.

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• Valerio Ortiz Gómez, licenciado.

Llegamos tarde y nos quedamos frente ala tribuna, abajo en la explanada. Comoestábamos cerca vimos a muchosmiembros del CNH. Un orador dijo quehabían pensado ir al Casco de SantoTomás, pero que como había muchossoldados, esta marcha no se iba a hacer.«Ahora, se van todos a sus casas. ¡Nadade provocaciones! ¡Todos, en calma, asu casa!». A mí hasta me pareció muycorto el mitin. De pronto se vio una luzde bengala en el cielo y todos volteamoshacia atrás a verla, y cuando miré de

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nuevo hacia la tribuna vi a unos hombresde guante blanco junto a los oradores.Los oradores gritaron por el magnavoz:«No corran, son salvas», pero uno deguante blanco tiró hacia la gente o hacialos soldados que estaban detrás denosotros. Entonces cundió el pánico y lagente empezó a correr. «¿Por quécorren?». Cuando me di cuenta, estabadetrás de un pilar de esos grandes quesostienen al edificio Chihuahua. Yo nocorrí porque no sentí miedo sino coraje.Mi hija fue la que me empujó hacia elpilar. Allí nos quedamos atrás,resguardándonos mi hija y yo… Enrealidad yo fui al mitin para

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acompañarla porque mis nietos ya van ala prepa y ellos asistieron a variosmítines. Cuando empezaron a oírse losdisparos vi que los muchachos sedejaban caer de una barda para abajo,unos encima de otros. ¡La aplastada quese habrán dado! Las ráfagas deametralladora barrían toda la explanaday unos jóvenes desde un comercio, unaflorería o tienda de regalos —hequerido ir a verla, pero se siente feo—empezaron a gritarnos: «¡Métanse,señoras!». Como no lo hicimos, porqueyo “seguía asida al pilar, llena decoraje, un muchacho salió y me cargó,jalándome por la espalda, con su brazo

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alrededor de mi cuello, hasta la tiendaesa, pero hubo otra ráfaga deametralladora e inmediatamente sentí ungolpecito muy pequeño en la pierna yempecé a sangrar. Era una esquirla debala explosiva que, si me ha alcanzadola pierna, se la lleva. Uno de los jóvenesse quitó su camisa, la hizo tiras y mevendó la pierna arriba de la rodilla. Yono sentía nada de dolor. Sólo sentíacómo me salía la sangre, pero un hilitonada más. Mi hija estaba junto a mí y losjóvenes le dijeron:

—Hay que sacar a su mamá porqueestá herida.

En la tienda había como cien

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personas entre niños, jóvenes y señoras,todos tirados en el suelo. Nosotrastambién nos tiramos al suelo. A las doshoras de estar allí protegiéndonos —yoya sentía la pierna dormida—, entraronlos soldados por la parte de atrás delcomercio, esa tienda que está en la partebaja del edificio Chihuahua, nosamenazaron con los rifles y todos lesrogaron que no tiraran porque habíaniños y señoras. Entonces los soldadoshicieron que nos levantáramos ya atodos nos esculcaron. Por eso nos dimoscuenta de que ninguno de los que estabanallí traía arma. No había una sola arma.Los soldados nos sacaron de la tienda y

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nos separaron: hombres y mujeres. En,ese momento mi hija le dijo a un cabo:

—Mi mamá está herida.—Voy a traer una camilla.Yo les dije:—Puedo andar.Me fui caminando hasta la

ambulancia.Cuando llegamos a la Cruz Roja, no

había soldados pero a los diez minutosya habían tomado la Cruz y los médicosestaban muy enojados: «¡Los soldadosno tienen por qué estar aquí!». Lossoldados empezaron a tomarledeclaraciones a la gente y a retenerla. Eldoctor después de ponerme muchas

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vendas, me dijo:—Váyase usted por las escaleras.

No tiene usted por qué declarar nada. Sisigue usted aquí la pueden detener…Mañana va usted a ver a un médico paraque la cure. Por de pronto así está bien.Ya le desinfecté la herida…

El médico estaba enojado y otrostambién por la invasión de los militaresen la Cruz Roja… De la Cruz, nosfuimos mi hija y yo a la casa, y en losdías sucesivos me dio muchaindignación leer en la prensa que losestudiantes iban armados y provocaronla represión del ejército. Yo digo que esmentira que los estudiantes trajeran

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armas, porque en un comercio en el queéramos como cien personas ningunotraía armas.

• Matilde Rodríguez, madre defamilia.

Mira qué pasa allá; le tiran a todo.

• Una voz en la multitud.

—Déjenme salir. ¡Quiero salir!—¡Échese! ¡Échese le digo!

• Voces recogidas en una grabadoraen Tlatelolco, el 2 de octubre porLeonardo Femat.

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Yo estas cosas las veía en Combate enla televisión. Nunca creí que las veriaen la realidad.

• Matilde Rodríguez, madre defamilia.

En la ambulancia iban seis. A mí no medejaban subir. Un médico altote, ¡cómose le graban a uno las cosas en esemomento!, me dijo: «¡Usted no estáherida. Déjele el lugar a los heridosporque hay muchos y muy graves!».Pero, como no pensaba dejar sola a mimamá, me quedé parada fuera de la

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ambulancia de la Cruz. Entonces llegóotro médico y le rogué:

—Por favor, déjeme ir con ella adonde la lleven. Me siento en un rincóncualquiera hasta atrás… Por favor —yoya estaba llorando—, ocuparé el menorespacio posible.

Entonces el médico me dijo:—Váyase hasta el fondo y no se

mueva, pero píquele, súbase rápido,súbase pero ya…

Me hinqué en un rincón. En laambulancia iba una muchacha con losdedos desprendidos por un balazo. Ellamisma nos dijo que iba a hacer unallamada telefónica y un soldado le

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disparó. Otro joven acostado en una delas camillas iba quejándoseterriblemente. Me pedía un calmantepero yo no soy enfermera ni nada y melimité a tomarle la mano. Tenía una balaen el estómago. Otro iba boca abajo.Tenía un bayonetazo en la espalda y éseya estaba más para allá que para acá. Mimamá pudo viajar tranquila a pesar de laherida en su pierna. Y así salimos deTlatelolco.

En la Cruz Roja, a mi mamá lametieron rápidamente a la sala decuraciones. Me quedé observando todo.Llegó un soldado herido en una pierna ylo devolvieron o tal vez él quiso irse

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puesto que la Cruz no es hospital militar.Permanecí afuera un rato, pero noaguanté la angustia y entré a la sala decuraciones, a buscar a mi mamá, y loque me sorprendió es que en todos loscubículos —todos estaban abiertos,todos tenían las cortinas descorridas, nohabía tiempo que perder, nadie sepreocupó de que lo vieran o no lo vieran—, todos o la gran mayoría de losheridos que alcance a ver estaban bocaabajo y tenían heridas en la espalda, enlos glúteos, en la parte trasera de laspiernas. Quiere decir que a todos lestiraron por detrás, por la espalda. Yocreo que iban corriendo y así los

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cazaban. Incluso la herida de mi mamáes en una pierna, pero atrás.

• Ana María Gómez de Luna, madrede familia.

Los cuerpos de las víctimas quequedaron en la Plaza de las TresCulturas no pudieron ser fotografiadosdebido a que los elementos del ejércitolo impidieron, y amenazaron a losfotógrafos con despojarlos de suscámaras si imprimían alguna placa.

• «Hubo muchos muertos ylesionados anoche», La Prensa, 3de octubre de 1968.

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Llegaron los de la Cruz Roja y tocaron:—¿Hay heridos? ¿Dónde están sus

heridos? —gritaron.Abrimos la puerta Meche y yo, y no

sé qué nos pasó al ver al señor deblanco batido en sangre —soy esposa demédico y estoy acostumbrada a versangre porque además estudié hastasegundo de Medicina—; en ese instantenos pusimos a llorar y a gritar con loscuatro niños colgados de nuestrasfaldas:

—Queremos irnos. Usted o nos sacao nos saca o nos saca o nos tiramos porel balcón.

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El de la Cruz Roja intentó calmarnospero no hubo forma.

—Señor, sáquenos de aquí,sáquenos de aquí…

Nos vio tan desesperadas quedecidió sacarnos.

—Bueno, lo que yo puedo hacer esentregarlas a los soldados.

Nuestros alaridos fueron peores. Losniños también gritaban:

—¡Cómo con los soldados, si estánmatando a la gente!

—No, con los soldados es mejor.Vénganse conmigo.

Rápidamente tomamos una maleta enla que pusimos puros piyamas, después

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nos dimos cuenta. Para esto habíamostenido un problema con una de las niñasde Meche, Ceci, a quién le empezó derepente una urticaria muy fuerte. Cadavez que se oían balazos a la niña le salíamás urticaria, como verdugones. La niñano lloraba, se pegaba simplemente a mivestido y gimoteaba. Bajamos. La plantabaja estaba plagada de soldados. Elambulante se acercó a un grupo y le dijoa un soldado:

—Oiga mi cabo, háblele al coronel.Se fue el cabo y en eso se escuchó

una balacera. Entonces los soldados nosaventaron contra la pared y noscubrieron haciendo valla. Junto a

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nosotros, además de la muchacha delbote del CNH, había dos chamaquitasmuy jóvenes que de ahí en adelante senos pegaron. Cuando paró la balacera,llegó el que supongo que es coronel, y elambulante le dijo:

—Oiga, mi coronel, a estas señorashay que sacarlas porque, si no, al ratovamos a tener que sacarlas en camilla.

El coronel contestó:—¿Usted qué anda viendo viejas

histéricas?… ¡Vaya a recoger heridos!Soltó unas palabrotas. Como el

ambulante no se movía, el coronel legritó:

—¡Déjese de recoger viejas

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histéricas y vaya por sus heridos! ¿Quéno me oyó?… ¡Y ustedes, señoras,vuelvan a su departamento!

Los cuatro niños empezaron a llorar.—Pues no señor, aquí nos mata

usted pero no volvemos aldepartamento. Mire usted, hemos vistocómo matan a la gente, hemos vistocómo la asesinan, mire la sangre,mírela…

Empezamos de nuevo con nuestrogriterío, los cuatro niños llorando; enfin: panorama de histeria, fácil deimaginar. Entonces dijo el coronel: Esque les hago un favor regresándolas a sudepartamento. ¿Qué no ven que si las

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entrego con los granaderos, como es miobligación, las van a cachear, se las vana llevar a la cárcel? Mejor regrésense asu departamento…

—No regresamos al departamento.Aquí mátenos, haga lo que le dé la ganapero no regresamos al departamento.

Entonces la niña Cecilia, que fue laque creo nos salvó, me dice:

—Margarita, ¿dónde están losmuertos? No quiero ver a los muertos —y siguió con una voz muy dulce—. Noquiero ver a los muertos, cuandopasemos cerca de los muertos, ¿me tapasla cara Margarita?

No sé cómo se me ocurrió decirle:

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—Si no eran balas, m’híjita, erancohetes. Tú has oído los cohetes, ¿no?

Entonces el coronel nos dijo:—Bueno, vénganse, las voy a sacar.Un soldado tomó la maleta y

salimos: las tres mujeres, los cuatroniños y las dos muchachitas que se noshabían pegado. El coronel nos atravesótoda la explanada para dejarnos sobreNonoalco. Al llegar les dijo a otrossoldados que estaban allí:

—Las señoras salen.Cruzamos la calle que estaba

cercada de granaderos y uno de ellosnos gritó:

—¿A dónde van? Regrésense…

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Se cerró el cerco. Entonces les dijoMeche:

—¿Cómo que regrésense? Siaquéllos nos corren y ustedes nosregresan pues ni modo que nosquedemos aquí.

Otro le avisó:—Las sacaron los soldados.Se abrió el cerco de los granaderos

y nos dejaron pasar. Eran como las oncede la noche cuando llegamos a la casa yya habían empezado a juntarse losalumnos de Antropología y los maestrospara buscar a sus compañeros.Inmediatamente se organizaron enbrigadas. Nos pusimos a hacer listas de

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los que faltaban y no había regresado mihijo mayor.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

Estaban los enfermeros de la Cruz Rojaatrás del convento, seleccionando a losheridos para llevárselos; apartándolosde los muertos —los veíamos porqueestaban frente al Chihuahua— y en unmomento dado los tiros los alcanzarontambién a ellos y delante de nosotroscayó una enfermera y cayó también unode los enfermeros. Eso lo vimosnosotros. Fue una cosa de lo másdesagradable e incluso la indignación

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del personal de la Cruz Roja eratremenda.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

Reyes Razo reportó poco después de las20.15 horas que un ambulante de la CruzRoja, identificado como AntonioSolórzano, había sido alcanzado por lasbalas y se le recogía en mal estado.Horas más tarde fallecía en la CruzRoja.

• «26 Muertos y 71 Heridos;Francotiradores Dispararon Contrael Ejército; el General Toledo,Lesionado», El Heraldo de

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México, 3 de octubre de 1968.

Informó además la Cruz Roja que a las21.45 horas dejó de presentarse en ellugar de los hechos, debido a que gruposde granaderos impedían la salida de susambulancias. Se dijo a la institución queesos granaderos habían sido apostadospara proteger el hospital e impedir quealgunos lesionados lo abandonaran.

Doctores, comandantes, ambulantesy personal de la benemérita instituciónprotestaron ante lo que llamaron unainvasión incorrecta e impedimento desus labores. Dijeron que se estaban

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violando los acuerdos de Ginebra, enlos que se establece que la Cruz Roja esuna institución neutral.

• «Lista Parcial de Muertos yHeridos en la Refriega»,Novedades, 3 de octubre de 1968.

La Cruz Roja, que había suspendido elservicio de emergencia hacia las 21horas, por instrucciones de la Jefaturadel Estado Mayor de la DefensaNacional, lo reanudó a las 23.30 horascuando varias ambulancias partieronhacia la zona de Tlatelolco.

Se explicó que la suspensión se

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debió a la necesidad de evitar lapresencia de «intrusos en la sala deemergencia» y para que las autoridadesinterrogaran a los heridos.

• «Se Luchó a Balazos en CiudadTlatelolco», Excélsior, 3 deoctubre de 1968.

Una ambulancia. Por favor, comocompañero, una ambulancia.

• Oriana Fallaci, al reportero deExcélsior, Miguel Ángel MartínezAgis. «Oriana Fallaci, FamosaReportera Herida a Tiros»,Excélsior, 3 de octubre de 1968.

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Mi novio y yo subimos las escalerashasta la azotea, unos diez pisos, y no meacuerdo que me haya costado ningúnesfuerzo. Oí caer gente en la escalera yya en la azotea vi a un chamaco decatorce o quince años que corríaadelante de nosotros entre los cuartos deservicio y lo ensartaron con unabayoneta.

• Enriqueta González Cevallos,maestra normalista.

En el Servicio Médico Forense… lasautopsias mostraron que la gran mayoríade las víctimas murieron… a

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consecuencia de heridas por bayoneta…Otros por disparos de armas de fuegohechos a corta distancia… Tres casosllamaron la atención de los médicos; unniño de aproximadamente 13 años quemurió a consecuencia de una herida debayoneta en el cráneo… El segundo, unaanciana que sucumbió tras de recibir unbayonetazo por la espalda… El tercercaso, una jovencita que presentaba unaherida de bayoneta en el costadoizquierdo. La lesión nacía en la axila yterminaba en la cadera…

• «Penosa Identificación de lasVíctimas», El Universal, 4 deoctubre de 1968.

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La bayoneta —arma para el invasor—¿quién la ordenó contra nuestros hijos?

• Manta de la Vocacional 7 en lamanifestación del 27 de agosto.

Ambulancias de las cruces roja y verdey del hospital central militar comenzarona entrar, por varias callessimultáneamente, a Ciudad Tlatelolco.Esto fue pasadas las 20.30 horas.

Los soldados siguen cargando abayoneta calada, según informantesdignos de crédito, contra todo grupomayor de diez personas.

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Un reportero de AMEX vio cuando,sobre las 19.00, un estudiante fuederribado por un militar con un golpe defusil y ultimado a bayonetazos. Ocurriólo anterior en la esquina que forman lascalles de Allende y Nonoalco.

• Margarita García Flores, Jefe dePrensa de la UNAM .

La presencia del ejército se produjocuando el mitin estaba por concluir ycuando un líder había pedido a lamultitud que «era conveniente suspenderla manifestación que estaba planeada enel Casco de Santo Tomás».

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• Félix Fuentes, reportero, «Todoempezó a las 18.30 horas», LaPrensa, 3 de octubre de 1968.

Hubo escenas tan tremendas como lasiguiente que vio el reportero cuandoestaba parado en el tercer piso de unode los edificios: un hombre gritó: «Mihijita está en su corralito», y corrió alinterior del departamento. Lo vimoscuando cayó de un balazo en el pecho;poco después sacaríamos a la niñaindemne y la entregamos a la madre queparecía sonámbula, víctima de untremendo shock nervioso.

• Jorge Avilés R., redactor,

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«Tlatelolco Campo de Batalla,Durante Varias Horas Terroristas ySoldados sostuvieron RudoCombate», El Universal, 3 deoctubre de 1968.

—¿Por qué me pega, si ya le enseñe micredencial de estudiante?

—Sí, por eso mismo te pego, hijo dela chingada.

Francamente sentí miedo porquenunca nadie me había golpeado así. Legrite a mi hermano, pero no me contestóy después me preguntó ese soldado —ungüero de ojos rasgados— que dóndeestaban las armas. Le dije que no tenía

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arma. Él y otro soldado me arrinconaroncontra la pared con las manos en lanuca, junto a muchos otros cuates que yahabían agarrado y estaban cacheando.Entonces el soldado güero le dijo a otro:

—Si alguno de éstos se mete, lepegas un balazo.

Opté por recargarme en la pared ypensé que no tenía caso moverme.

• Ignacio Galván, estudiante de laAcademia de San Carlos y delTaller de Cerámica de la Ciudadela.

Lo vi como nunca antes. Vi sus manosmuy blancas, como de cera, con las

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venas azules, su barba de candado quesiempre le pedí que se dejara:«¡Déjatela, déjatela!», porque lo hacíaverse mayor que sus veintiún años, visus ojos azules muy sumidos en suscuencas (él siempre ha tenido unaexpresión triste) y sentí su cuerpo tibiojunto al mío. Los dos estábamosempapados por la lluvia y porque nostiramos al suelo tantas veces en el agua,y sin embargo yo sentía su brazo cálidosobre mis hombros. Entonces porprimera vez desde que andamos juntosle dije que sí, que cuando nos dejaransalir los soldados que me llevara con él,que al cabo y al fin, nos íbamos a morir,

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sí, tarde o temprano y que yo queríavivir, y que ahora sí, le decía que sí, sí,sí quiero, sí te quiero, sí, lo que túquieras, yo también quiero, sí, sí, ahorayo soy la que quiero, sí…

• María del Carmen Rodríguez,estudiante de Letras Españolas enla Universidad Iberoamericana.

En el momento en que lo empezaron agolpear oí que mi hermano Ignacio mellamaba y le pregunté a uno de lossoldados:

—¿Por qué lo golpea? El también esestudiante.

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Y el soldado me dijo:—Bueno, pues, ¿qué quieres que

haga? Pasa tú a defenderlo…Cuando me dijo esto, hasta me dio

risa:—¿Con qué lo defiendo?—¡Pásale para acá, hijito!Pasé, el soldado me agarró. Yo traía

en la chamarra un escudo del circosoviético. Me preguntó qué era eso:

—Es del circo soviético.No dijo nada y siguió con su

interrogatorio:—A ver, hijito, ¿qué andabas

haciendo aquí en el mitin?No le contesté. Me dijo:

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Arrodíllate.Sólo puse una rodilla.—No, no arrodíllate bien, hijito… Y

alza las manitas.Luego luego pensé: Bueno, este

cuate va a hacer que le pida perdón, ¿oqué?

—¿A dónde te gustaría una patadita?¿Aquí en las costillitas?

—No mano, pues allí me vas adesgraciar todo…

Cuando menos me lo esperaba, queme suelta la patada en la boca delestómago. Después me dio un culatazoen la espalda; me doblé. Me levantó delos cabellos. Cuando nos doblábamos

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nos levantaban de los cabellos, culatazoen el estómago, en el pecho, en laespalda, en los hombros, bueno, nosdaban, ya no sentíamos lo duro sino lotupido. Nos gritaban: «Ahora sí, paraque no nos llamen asesinos»… Uno deellos que por lo visto era el jefe, lesordenó a unos que estaban paradosnomás viendo:

—Órale, ¿pos qué esperan?Sólo a los que éramos estudiantes

nos pegaron, y con los que más seensañaban era con los de la UNAM y conlos del Poli. Al registramos nos sacaronpropaganda de las bolsas:

—¿Por qué tienen eso?

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—Nos la acaban de dar ahorita…—No, tú la andas repartiendo…Si los cuates pedían clemencia: «No,

no, ya no me peguen», pues más lespegaban.

Nos formaron a todos con las manosen alto y a los que estaban greñudos losapartaban. A un muchacho lo hincaron yle trozaron mechones con la bayoneta.Pensé que a mi hermano Ignacio lo ibana pelar porque es artista y anda greñudo.Nos dijeron que nos uniéramos a la filacon los demás:

—Ahí les va su despedida.Y nos golpearon como si estuvieran

quebrando piñatas.

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• Carlos Galván, de la Escuela deBiblioteconomía y Archivología dela UNAM .

¡Han agarrado a todo el ConsejoNacional de Huelga!

• Andrés Pérez Ramírez, estudiantede la ESIME.

Se reían: «¿Conque eres estudiante,no?». Me dieron un culatazo tan brutalque sentí que me privaba, pero entonceshubo una reacción en mí, porque penséque si me caía allí, ya no me iba alevantar: «Me van a matar» y algo muy

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fuerte hizo que me repusiera. Dentro demí yo decía: «¿Pues por qué voy a morirasí?». Lo que yo quería era ver a mihermano para decirle un adiós. Estoydispuesto a morir porque sé que todosnos tenemos que morir, pero no así, enesa forma. «A ti, llegando, te vamos aquemar el pelo con gasolina», medijeron. Nos subieron a las camionetaspánel de los granaderos y ya en la pánel,el sargento, bien enojado, nos ibadiciendo a mí y a otros compañeros:

No, ya ven, en vez de que estuvierantomando un cafecito con sus padres ocon la novia andan aquí en estosrelajos… Pero sus padres tienen la

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culpa porque en vez de reprenderlos lesdan ánimos. «Sí, vete al mitin, sí, vete,como no, ve hijito».

Ellos son los que tienen la culpa.Ahora que sus líderes los saquen, a vercómo le hacen…

Yo no podía ver por dónde nosllevaban. El sargento seguía cotorree ycotorree. Lo que más le enojaba era que:«Por culpa de ustedes desde hace dosmeses nos tienen acuartelados. A ver,ustedes tan chamacos». Se acaloraba amedida que iba hablando hasta que nosgritó: «Y esto nomás es el principio,hijos de la chingada. Ahorita van a verlo que es bueno en el Campo número 1».

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Nos echó un discurso larguísimo;que estábamos pendejos si creíamos queíbamos a tumbar al gobierno porqueellos también tenían ametralladoras.Alegaba: «¿Nosotros qué les hacemos?¿Por qué nos ofenden? Nos gritan:¡Asesinos!… A nosotros nos paga elgobierno; tenemos que defenderlo. Porlo que hubo en la Universidad, nosquitaron un día de sueldo». Tambiéndijo que si había un mal gobierno, hastaellos serían los primeros en entrarle a unmovimiento así. Decía todo estomientras la pánel iba caminando, peronosotros no sabíamos a dónde nosllevaban. Se estacionaron como tres

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minutos y fue cuando notamos que estabatodo oscuro y que se veían purosárboles. Creí que nos iban a ordenar quenos bajáramos, pero nelazo; se subieronotros dos granaderos, arrancó la pánel yentre ellos comenzaron a platicar.Nosotros estábamos amontonados, biengolpeados todos, siempre con las manosen la nuca, y así llegamos al CampoMilitar número 1, que está junto alToreo de Cuatro Caminos. Noqueríamos descender; estábamos todosciscados; nos bajaron a empujones y unavez en el Campo, un teniente coronel nosdijo:

—Por favor, señores, bajen las

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manos, aquí están entre caballeros…

• Ignacio Galván, de la Academia deSan Carlos.

Hago un llamado a los padres de familiapara que controlen a sus hijos, con el finde evitamos la pena de lamentar muertesde ambas partes; creo que los padresvan a entender el llamado que leshacemos.

• General Marcelino GarcíaBarragán, Secretario de la DefensaNacional. Jesús M. Lozano,reportero, «La Libertad SeguiráImperando, El Srio. de la Defensahace un Análisis de la Situación»,

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Excélsior, 3 de octubre de 1968.

Nos hicieron pasar a todos en grupo —creo que éramos más de quinientos enese recodo delante de la iglesia deSantiago Tlatelolco— y nos ordenaronponer nuestras manos tras de la nuca ycaminar hasta el frente de la iglesia. Enese momento un coronel nos pidió quenosotras las mujeres tiráramos nuestrosparaguas si es que los teníamos y quelos hombres se quitaran sus cinturones.Todos aventamos estas prendas y nosdejaron ahí parados mucho tiempo. Alcabo de una hora la gente comenzó a

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cansarse y algunos se sentaron en elsuelo sin pedir autorización. Gracias aDios estaban entre nosotros dosvendedores ambulantes de cacahuates,también detenidos, y nos acabamos sumercancía porque ya teníamos hambre.Eran las nueve de la noche y habíallovido mucho.

La gente se puso a platicar entre sí, apreguntarse por qué; hablaban de larepresión y de sus problemas y cuandose dieron cuenta de que yo era extranjerame dijeron: «A usted seguramente la vana dejar salir, pero a nosotros nos van adetener». Y todos comenzaron a darmesu número de teléfono y me indicaron

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que sólo dijera, al descolgar la bocina:«Pablito está bien… Paco está bien,Marisa está bien, Juan está bien, Rosaestá bien, Eduardo está bien». Nosdimos muy bien cuenta que habíamuchos muertos y gran cantidad deheridos porque se tardaron mucho enrecogerlos. Más tarde, a las tres de lamañana, oí a un médico militar decir quehabía más de setenta muertos hasta esemomento y añadió: «… Y sin duda haymás».

• Claude Kiejman, corresponsal deLe Monde.

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¡Y a mí no me desaparecen el cadáverde mi hijo, como se lo han hecho aotros! ¡A mí no me lo hacen! Aunqueesté muerto, aunque este entre losmuertos, ¡yo lo quiero ver!

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

Cerca de las dos horas de hoy, losfamiliares de dos muertos del edificioChihuahua se negaban a entregar loscuerpos a las ambulancias que lossolicitaban.

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• Raúl Torres Duque, MarioMunguía, Ángel Madrid, LuisMayen, José R. Molina, SilvianoMartínez C. y Mario Cedeño R.,«sangriento Tiroteo en la Plaza delas Tres Culturas», Ovaciones, 3de octubre de 1968.

Estábamos bloqueados en la Iglesia deSantiago en el costado oriente, el Cuec:Leobardo López Arreche —me damucho coraje su muerte— y yo. Ahí nosquedamos hasta las cinco de la mañanaen que nos llevaron a Santa MartaAcatitla al dormitorio 4… A las seis dela tarde del 3 de octubre pasaron unosagentes a reconocer a los detenidos y a

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las ocho ya estábamos en el CampoMilitar número 1. Allí estuvimosincomunicados trece días. A mí meaislaron totalmente, lo cual agradecímucho, porque me pone nerviosoplaticar. Es mejor estar solo, piensas. Aotros, la soledad les afecta. Yo nunca heestado solo tanto tiempo como para queme afecte… Trece días después delCampo Militar número 1, entré a lacrujía H, en Lecumberri.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Supe que el director de Santa MartaAcatitla dijo que ya no le mandaran más

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presos, que ya no le cabían, que endónde los iba a meter… Aquí vinieronsetecientos estudiantes; ya no hallaban nidónde ponerlos. Cuatro o cinco díasantes del 2 de octubre desocuparon eldormitorio 4, lo cual demuestra que larepresión en la Plaza de las Sepulturasestaba planeada con toda alevosía yventaja… ¡Y a pesar de eso, ya notenían cupo para tanto muchacho!

• Demetrio Vallejo, cárcel de SantaMarta Acatitla.

Se llevaron los muertos quién sabe adónde.

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Llenaron de estudiantes las cárcelesde la ciudad.

• José Carlos Becerra, «El espejo depiedra».

Nunca antes lo había visto llorar y meimpresionó su rostro de prontoenvejecido, los ojos rojos como lasangre —la sangre se le había subido alos ojos —, las bolsas bajo los ojos, lasojeras moradas en este amanecer queolía a pólvora… Yo creo que lloró todala noche sin que yo me percatara bien abien de ello, o sin que lo quisieraaceptar… Bien que oí sus sollozos

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atragantados, pero por pudor, porvergüenza se los achaqué a otro. Eranlas cinco de la mañana; miré los espejosde agua; ahora los soldados parecíanrehuirnos, pasaban delante de nosotroshaciendo como que no nos veían. Lamañana se veía limpia, clara, como loson en octubre. Lo miré de nuevo. Leescurrían gruesos goterones por susarrugas ya muy marcadas. «Cálmate,papá, no llores. Cálmate».

• Elba Suárez Solana, estudiante deCiencias Políticas.

No, no voy a dar ninguna entrevista,

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ninguna, no después de lo que me pasó;me han disparado, me han robado mireloj, me dejaron desangrarme ahí en elsuelo del Chihuahua, me negaron elderecho a llamar a mi embajada…Quiero que la delegación italiana seretire de los Juegos Olímpicos; es lomenos que pueden hacer. Mi asunto va air al Parlamento, el mundo entero se va aenterar de lo que pasa en México, de laclase de democracia que impera en estepaís, el mundo entero. ¡Qué salvajada!Yo he estado en Vietnam y puedoasegurar que en Vietnam durante lostiroteos y los bombardeos (también enVietnam señalan los sitios que se van a

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bombardear con luces de bengala) haybarricadas, refugios, trincheras,agujeros, qué sé yo, a donde correr aguarecerse. Aquí no hay la más remotaposibilidad de escape. Al contrario. Yoestaba tirada boca abajo en el suelo ycuando quise cubrir mi cabeza con mibolsa para protegerme de las esquirlasun policía apuntó el cañón de su pistolaa unos centímetros de mi cabeza: «No semueva». Yo veía las balas incrustarse enel piso de la terraza a mí alrededor.También vi cómo la policía arrastrabade los cabellos a estudiantes y a jóvenesy los arrestaban. Vi a muchos heridos,mucha sangre, hasta que me hirieron a

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mí y permanecí tirada en un charco demi propia sangre durante cuarenta ycinco minutos. Un estudiante junto a mírepetía: «Valor Oriana, valor». Lapolicía jamás atendió a mi petición:«Avísenle a mi embajada, avísenle a miembajada». Todos se negaron hasta queuna mujer me dijo: «Yo voy a hacerlo».

He llamado a mi hermana que salehoy en avión, he llamado a Londres, aParís, a Nueva York, a Roma. Hoy en lamañana cuando me llevaron a rayos Xunos periodistas me preguntaron quehacía en Tlatelolco: ¿Qué hacía, Diosmío? Mi trabajo. Soy una periodistaprofesional. Tuve contacto con los

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líderes del Consejo Nacional de Huelgaporque el Movimiento es lo másinteresante que sucede ahora en su país.Los estudiantes me hablaron el viernes ami hotel y me dijeron que habría un granmitin en la Plaza de las Tres Culturas elmiércoles 2 de octubre a las cinco de latarde. Como no conocía la Plaza y séque es un centro arqueológico pensécombinar las dos cosas. Por eso fui.Desde que llegué a México me llamó laatención la lucha de los estudiantescontra la represión policiaca. Measombran, también las noticias en susperiódicos. ¡Qué malos son susperiódicos, qué timoratos, qué poca

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capacidad de indignación! ¡QuéOlimpiadas ni qué nada! Apenas me dende alta en este hospital, me largo.

• Oriana Fallaci, corresponsal deL’Europeo, en su cuarto delHospital Francés.

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Minutos después de iniciado elencuentro los teletipos comenzaron aenviar a todo el mundo cables sobre lossucesos —visiblemente abultados—causándose un daño irreparable eincalculable para el país.

• «26 Muertos y 71 Heridos,Francotiradores Dispararon Contrael Ejército; el General Toledo,Lesionado», El Heraldo deMéxico, 3 de octubre de 1968.

Pasó una hora más. Las luces de losedificios se habían apagado y ya no seveía un alma en las ventanas. Sí, habíauna mujer que extrañamente limpiaba

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sus vidrios en el cuarto piso. Más tardesupe que muchos departamentos estabanllenos de refugiados tendidos en el pisoen la oscuridad. Ante nosotros, en laexplanada, pasaban más prisioneros,sobre todo jóvenes, las manos detrás dela nuca, empujados por soldados que lesdaban de culatazos en los riñones.Algunos muchachos estaban totalmentedesvestidos y los retuvieron desnudossobre las terrazas que forman los techosde los edificios. La Plaza de las TresCulturas estaba cubierta de heridos ymuertos, de los cuales varios eran niños.Ya casi no tenía miedo. Sólo pensabaque sería absurdo morir así. Éramos

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tantos los que nos decíamos esto en elmismo instante.

• Claude Kíejman, corresponsal deLe Monde.

Los desnudaron contra las paredes,muchachos y muchachas, y desnudos losmetieron a las «julias» y a lascamionetas pánel para llevarlos alCampo Militar número 1.

• Rodrigo Narváez López, de laFacultad de Arquitectura de laUNAM .

Yo hubiera querido matar al tipo, por lo

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menos cercenarle los dedos que apoyabasobre el gatillo de la ametralladora. Eltracatracatraca de la ametralladora seme metió en la cabeza. Durante díascaminé por las calles y sólo oía eltracatracatraca de la ametralladora.

• Jaime Macedo Rivera, estudiantede Odontología de la UNAM .

Detrás de la iglesia de SantiagoTlatelolco

treinta años de paz más otrostreinta años de paz,más todo el acero y el cemento

empleado para lasfiestas del fantasmagórico país,

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más todos los discursossalieron por boca de las

ametralladoras.

• José Carlos Becerra.

Nos quedamos así sentados a esperar, ya las diez de la noche volvieron los tirossin que se supiera muy bien desde dóndetiraban. Tuve la impresión quedisparaban detrás de la iglesia y enotros edificios más lejanos, no sé si enel 20 de Noviembre o en el 16 deSeptiembre, y allí estábamos nosotrostodos a descubierto. Hubo entonces otromomento de pánico porque las balas

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podían pegarnos mucho más fácilmentefrente a la iglesia que en el recodoanterior. Las mujeres se aterrorizaron ycomenzaron a llamar a gritos, a pedirque les abrieran la puerta de la Iglesiapara poder refugiarse en el interior:«Ábranos la puerta de la iglesia, nos vana matar, nos van a herir… Ábranos…Nosotros también somos mexicanos». Lapuerta no se abrió jamás. Yo tambiéntuve mucho miedo porque pensé que,puesto que el ejército le estabadisparando a la gente, no había razónalguna para que no nos tirara a nosotros.Se ha hablado mucho de francotiradores.Quizá los hubo, pero no vi a nadie

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disparar desde las ventanas ni vi gruposque pudieran hacer creer que había unnúcleo guerrillero en Tlatelolco. Perocomo tiraban en todos sentidos, en todasdirecciones, podíamos muy bien resultarheridos. Vi muchachos con guanteblanco que circulaban librementedelante de la policía y del ejército, y poreso mismo me fijé en ellos.

Había miles de personas: ocho mil odiez mil, no sé; resulta difícil dar unnúmero pero no vi a nadie tratar dedeshacerse de su pistola, si es que latenía. Quizá en los edificios hubo genteque cuando se vio atacada tomó su fusilo su pistola, eso sí es posible, ¿no

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hacemos lo mismo ante un ladrón o anteuna agresión?, pero no había realmentegente armada en el interior de losedificios de Tlatelolco. El hecho de quetantos soldados murieran se explica porel movimiento mismo que los militaresllevaron a cabo; una maniobraenvolvente que hizo que todos sedispararan entre sí.

Este segundo tiroteo duró hasta lasonce de la noche más o menos, y nosquedamos frente a la fachada de laiglesia casi hasta las tres de la mañana.A esa hora nos ordenaron poner denuevo las manos sobre la nuca y noscondujeron al interior del antiguo

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convento al lado de la iglesia. Allí nosamontonaron como animales y la genteseguía diciendo que los iban a detenerde todas todas pero que yo comoextranjera podría salir. Le dije a unmédico militar que entró a vernos:

—Yo estoy aquí por azar. Venía aLa Linterna Mágica, al teatro de losFerrocarrileros, que está a la vuelta.Allí tenía yo cita con un familiar. ¿Notendría usted la amabilidad de avisar ami casa para que no se preocupen?

Le dije también que era periodista yque pensaba que no estarían muycontentos de que yo lo hubierapresenciado todo. También le pedí que

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hablara a la Embajada de Francia y mecontestó que no era necesario avisar ami embajada y que él hablaría a mipariente —cosa que hizo, debo aclararlo—, porque también creo que gracias a suintervención salí de Tlatelolco a lassiete de la mañana.

Al salir, pasamos por el otro lado dela iglesia y allí me di cuenta que aúnquedaba mucha, pero mucha gente.Pensaba que nosotros éramos todos losdetenidos; pero cerca de un estanque oespejo de agua vi que había aún másgente detenida. El médico militar meguiaba. Aún a esa hora se oían tiros detiempo en tiempo, un poco por todas

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partes. La avenida Nonoalco estaballena de tanques, pero en las otras callesla circulación parecía totalmente normaly como la Plaza de las Tres Culturas ysus alrededores estaban sumidos en laoscuridad, seguro que la gente quepasaba no podía sospechar que cincomil, diez mil personas aguardabanencajonadas. Un amigo mío vino a laSecretaría de Relaciones Exteriores abuscar a alguien que había ido al mitin.Le dijeron que ya no había nadie, quetodos se habían regresado a sus casas yno se dio cuenta en lo absoluto de lo queestaba pasando.

Cuando subí al vehículo militar, me

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pareció increíble cómo todo volvía a lavida normal. Era como si lo deTlatelolco no hubiera existido. Elhombre al volante me preguntaba dóndedeseaba ir; había transeúntes a nuestrolado que ni siquiera nos volteaban a ver,cláxons, taxis, ciclistas, todo como sinada hubiera pasado.

• Claude Kiejman, corresponsal deLe Monde.

La normalidad, la tranquilidad de lavida de afuera, fue para mí una bofetada.

• Elvira B. de Concheiro, madre defamilia.

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Al salir de Tlatelolco, todo era de unanormalidad horrible, insultante. No eraposible que todo siguiera en calma. Sinembargo la vida ha seguido como sinada y es que somos tan mugres, tanpendejos. Íbamos en el taxi y a la alturade Bellas Artes vimos un trolebúsquemándose y la bola de mirones que seponen siempre que pasa algo. Entoncesme agarró una especie como de ataquede histeria y empecé a gritar: «¡Estánmasacrando a la gente en Tlatelolco!» yquién sabe qué y el del taxi se asustó yarrancó y nos dijo que si volvíamos ahacer eso nos bajaba a la cuadra

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siguiente.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

En el coche, yendo hacia la casa de esaschicas que fuimos a dejar, Margarita seencontró en un alto a un vendedor deperiódicos y desde la ventanilla lo tomópor la camisa y le preguntó:

—¿El periódico dice algo de lamatanza que está sucediendo enTlatelolco?

—No señora, no dice nada, ni lo vaa decir. ¿Qué cree que en el periódicovan a decir eso?

—Pues entonces tú tienes la

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obligación de decírselo a cuanta genteveas…

Y sacó la cabeza de la ventanilla yse puso a gritar: «Están masacrando a lagente… Es un asesinato vil!». Esto loestaba gritando en el cruce de Tacuba ySan Juan de Letrán, sin haberse dadocuenta que detrás del periodiqueroestaban cuatro o cinco soldadoscercando a un trolebús que se estabaincendiando en la esquina… Son cosasinútiles ¿verdad?, pero que endeterminado momento no se puedendejar de hacer. Fue imposible controlara Margarita. Yo la comprendo porque yoya tenía a todos mis hijos conmigo y ella

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no.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

Yo me fui a sentar a mi casa y pensé:¡Mañana el pueblo se levanta en armas!¡Mañana que se enteren, empieza laRevolución! Y cuando vi que todoseguía igual que nadie se movía, fue elshock más grande de mi vida.

• Enrique Vargas, estudiante de laESIQIE, del IPN.

¿Qué va a pasar ahora, mano? ¿Qué va a

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pasar?

• Eulogio Castillo Narváez,estudiante de la Vocacional 1.

Lo inexplicable de lo sucedido en laPlaza de las Tres Culturas es loexplicable de la necesidad de dominiode una clase en el poder. Mas disponerde interpretaciones lógicas deTlatelolco no es aminorar el mundoirracional que ha desatado. Másirracional que la matanza surge el deseode establecer que no sucedió, que no hayresponsabilidad ni la puede haber.

• Carlos Monsiváis,

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«Aproximaciones y Reintegros»,«La Cultura en México», no. 453,14 de octubre de 1970, Siempre!

Después, Emery me contó que tambiénestaba en la Plaza cuando entró elejército. Le dispararon muy cerca y lesoltaron varias descargas con verdaderasaña, pero de un salto cayó junto alcadáver de un muchacho. Le siguierondisparando pero todas las balas iban adarle al cadáver.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Abrí la puerta de la casa.

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—¿Y Carlitos?—No ha llegado. No sabemos nada.Entonces comenzó la peor noche de

mi vida.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

Arriba, en la tribuna, el desconciertopronto se convirtió en desesperación.Todo fue claro entonces: aquello era unaagresión traicionera. El BatallónOlimpia nos encañonó con sus armas. Yabrió fuego a mansalva contra lamultitud que corría allá abajo. El ruidode los fusiles y las ametralladoras,mezclado con los gritos de la multitud y

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de nosotros mismos, se hizoensordecedor.

—¡Arriba, arriba! —gritamosalgunos, mientras corríamos buscandouna salida en aquella amplia terraza deltercer piso del Chihuahua, desde dondelos oradores habían hablado.

Al fin, un departamento sirvió depasajero refugio para unos cuantos.Otros, con peor suerte que la nuestra, yahabían caído bajo el fuego asesino, oestaban a punto de caer.

El ejército hacía fuego en todasdirecciones. Dentro del departamentoera imposible caminar erguido. Lasbalas se incrustaban en la pared después

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de romper cristales y cortinas. Pedazosde yeso y de otros objetos llovían portodas partes, golpeándonos.

En ese departamento, en el quintopiso del Chihuahua, me agarraron losagentes.

• Pablo Gómez, estudiante deEconomía de la UNAM .

En el décimo piso de un edificio deTlatelolco que desemboca a Constantinovi el cadáver de un hombre, muerto deun balazo en la cabeza… Bajé corriendopara dar aviso y en esa misma calleencontré a una muchacha que me dijo

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que se llamaba Georgia Henríquez.Lloraba. Fue a Tlatelolco por purapuntada y resultó herida de bala en lapierna izquierda. «Andaba de curiosa».Creo que pudo hablar por teléfonoporque su familia la recogió y se lallevó en un coche, pero voladaza…Todos los que estaban en Tlatelolcotrataban de comunicarse con susparientes para no caer en manos de lossoldados… Entonces me dio miedoavisar. El cuate éste ya estaba bienmuerto.

• Manuel Pacheco Hinojosa,estudiante de Filosofía y Letras, dela UNAM .

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Vi una mancha de sangre en la pared deenfrente, una mancha grande queescurría. Acerqué la mano, la puseencima de la mancha, y la retirépegajosa, toda pegajosa. Entonces, sentí,no sé por qué, ganas de vomitar.

• Sofía Bermúdez Calvillo,estudiante de Comercio yAdministración de la UNAM .

¿Quién ordenó esto? ¿Quién pudoordenar esto? Esto es un crimen.

• Una voz en la cinta grabada porJuan Ibarrola desde la línea de

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fuego.

Los culatazos todavía los aguanto, yo loque no tolero son los escupitajos.

• Mauricio Sabines Cándano,estudiante de la Vocacional 1.

¡Contra la pared, hijos de la chingada,ahorita les vamos a dar su revolución!

• Un «Mano Blanca» a variosmiembros del CNH.

¡No voltees o te vuelo la cabeza! ¡Novoltees! ¡La cara contra la pared!

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• Un «Mano Blanca» a Luis Gonzálezde Alba, del CNH.

¡Échese, échese le digo!

• Cinta grabada por Juan Ibarrola.

Hay varios impactos de bala en eledificio de la Secretaría de RelacionesExteriores. Las oficinas no pudieron serdesalojadas completamente. Sóloalgunos empleados del turno vespertinopudieron salir del edificio, ayudadospor policías y soldados.

La única precaución que se pudo

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tomar fue apagar las luces del edificio.Los empleados que no pudieron salirpermanecieron retirados de losventanales y para contestar las llamadastelefónicas se arrastraban en el suelo. Elmotociclista de la secretaría deRelaciones Exteriores Manuel Landín,resultó herido de un balazo.

• Adolfo Alanís, funcionario de laSecretaría de RelacionesExteriores, informó a la AgenciaNoticiosa AMEX.

Del departamento 615 del edificioChihuahua, en Tlatelolco, fue sacado unniño de 15 años muerto de un balazo en

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la cabeza.

• Agustina Román de Falcón,habitante de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.

—Levántese, señora…La mujer hizo un esfuerzo sin

lograrlo.—¿Qué es usted paralítica? —le

pregunté.—No, no, no sé qué es lo que me

pasa en las piernas, no las puedo mover.—La voy a ayudar a levantarse…—¡Ay, joven, mejor no!… Me siento

tan mal. Estoy toda desarreglada, mire

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cómo me quedó la falda… No me vea…—No se preocupe, no la veo… Eso

es lo de menos señora. Usted no sepuede quedar aquí… Trate, yo no laveo…

La anciana intentó hincarse, intentóestirar una pierna… Entonces se las vi,todas ensangrentadas hasta arriba de lasrodillas.

—¡Señora, tiene usted las piernasquemadas por las esquirlas! ¡Voy a ir abuscar a un camillero! ¡Una camilla paraun herido!

Sólo entonces la señora empezó allorar. Tenía más de sesenta años.

• Ricardo Esteves Tejada, estudiante

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de la Facultad de Medicina de laUNAM .

Yo pertenezco al Cuarto Batallón deInfantería, mi grado es el de sargentosegundo y estoy bajo las órdenes delcoronel Ramón Arrieta Bizcarra. A las19 horas aproximadamente recibíórdenes de subirme a un camión militarque me trasladó a la Unidad Tlatelolco.Cuando llegó el camión me bajé paraentrar a la Unidad pero no me acuerdopor dónde. Cuando iba caminando, oívarios disparos de arma de fuego queprovenían de lo alto de varios edificios,en contra mía y en contra de los demás

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elementos de mi unidad, y traté dezigzaguear junto con mis compañeros,pero cuando iba corriendo se me salióun tiro del fusil que llevaba y me lesionéel pie derecho. Posteriormente merecogió una ambulancia que me trasladóal Hospital Central Militar… Todo estoconsta en el Acta número 54832/68, enla Dirección de Investigaciones.

• Jesús Marino Bautista González,Sargento Segundo con domicilioen el Campo Militar del CuartoBatallón de Infantería.

La mujer lloraba a sollozos comopedradas.

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• Carlos Lemus Elizondo, empleadode una zapatería «Canadá».

A mí me da mucho coraje cuando oigodecir que los estudiantes saquearon loscomercios, las tiendas, losestablecimientos abandonados delEdificio Chihuahua. Ellos no fueron losque se dedicaron al pillaje, en cambiolos agentes de guante blanco y algunossoldados bien que rompieron aparadoresy se llenaron las bolsas. Puedocertificarlo porque yo lo vi.

• Angelina Rodríguez de Cárdenas,madre de familia.

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Alberto se fue con Emilio, su amigo, almitin. Se quedaron en una esquina de laexplanada escuchando a los oradores,viendo a la gente. Incluso había niñosque andaban en su bicicleta, y otros quese correteaban, seguramente, habitantesde la Unidad. Parecían ignorar a losoradores, o no eran motivo suficientepara suspender sus juegos, susdiversiones. Alberto y Emilio llegarontemprano. Se dieron cuenta de que yahabían instalado el equipo de sonidoporque lo estaban probando comosiempre se hace: «Atención, uno, dos,tres, probando, probando… Atención,

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uno, dos, tres, probando, probando…».Pasó un rato y como se estabanaburriendo hasta pensaron: «Mejor yavámonos». De pronto se desató labalacera y todos los manifestantes seaventaron al suelo. Emilio quedó encimade Alberto; así se tiraron los dos.

Cuando cesó el ruido de losdisparos, Alberto le dijo a su cuate:«Levántate, vámonos, pesas mucho,levántate Emilio, ¡vámonos!». Albertose incorporó y entonces el otro rodó enel suelo, muerto.

A Alberto ni le iba ni le venía lapolítica. Ahora es tal su shock, suindignación ante el balazo a su amigo,

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ante la muerte en Tlatelolco que quiereintervenir en política, organizar actos,protestar.

• Gabriela Silva de Guerrero, madrede familia.

Bajo las pancartas, las mantasensopadas por la lluvia, había doscadáveres.

• Rosario Acevedo, estudiante dePsicología de la UNAM .

…Que las víctimas de la última nochesean curadas, devueltas a sus hogares,

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que se les pida, con la libertad,perdón…

• María Luisa Mendoza, escritora,periodista, habitante del edificioCuauhtémoc de la UnidadNonoalco-Tlatelolco.

…¿Sabes?, los soldados disparabancontra toda ventana por la que seasomara la gente… Por eso cuandoMargarita se asomaba a buscar aCarlitos, eran ráfagas de balazos haciala ventana del departamento… Despuésse puso una mascada oscura sobre elpelo rubio casi platino y pudo asomarsecon más tranquilidad.

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• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

Muchos habitantes de Tlatelolcoquisieron organizar brigadas deSalvamento, pero su actuación fue bienprecaria por la falta de seguridad en quenos encontrábamos todos… De vez encuando volvían a escucharse disparos.

• Cecilia Carrasco de Luna, habitantede Tlatelolco.

A la Tercera Delegación llegaron en lamadrugada cuatro cadáveres más queaumentaron el número de catorce a

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dieciocho en dicha comisaría. Han sidoidentificados Leonardo Pérez González,empleado de la SEP; CornelioCaballero Garduño de la Prepa 9;Gilberto Ortíz Reynoso de la ESIQIE;Luis Contreras Pérez, José IgnacioCaballero González, Ana María ReyesTouché. Llegó además un niño de trece ocatorce años con herida de bala, que fuesacado del departamento 615 deledificio Chihuahua. En el HospitalRubén Leñero se habló de cuatromuertos, uno de los cuales fue aventadofrente al hospital desde un auto.

• Ovaciones, 3 de octubre de 1968.

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Aproximadamente quince mil balas dedistintos calibres han sido disparadasdurante los acontecimientos armados enNonoalco-Tlatelolco.

• Un oficial.

Es notoria la buena calidad de lascentenas de bombas molotov lanzadaspor los manifestantes, a diferencia deanteriores ocasiones.

• Un oficial.

Después de esto yo me doy de baja del

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ejército. Esto se pone cada vez peorpara los dos bandos. Desde quetomamos CU el problema se agravóconsiderablemente. Quién sabe dóndevayamos a parar.

• Un teniente del Cuerpo deParacaidistas.

La situación es muy difícil. No podemostirar a todos lados porque la orden escontestar el fuego únicamente. Desdeque estamos aquí nos han disparadocontinuamente y con armas de gruesocalibre… La vida es difícil, sabe usted,y hay que ganársela. Desgraciadamente

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hay que cumplir la orden porque sidamos un paso atrás nos matan a lotarugo nuestros propios compañeros.

• Un sargento del 19 Batallón deInfantería.

Aquí sólo nos movemos y nos disparan.Hay francotiradores. Necesitamos quemanden un convoy de ambulanciasciviles para ver si los dejan pasar. Quevengan con las sirenas abiertas paramostrar que son ambulancias.

• Miguel Ángel Martínez Agis,reportero, «Edificio Chihuahua: 18hrs.», Excélsior; 3 de octubre de1968.

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Soldados armados con ametralladorasdisparan a todo aquello que se mueve,sobre todo en las ventanas de losedificios cercanos. Un piquete desoldados arrebató de nuestras manos aun hombre de sesenta años herido en elbrazo. Se lo llevaron quién sabe adónde. A nosotros esto nos indignó.

• Lorenzo Calderón, Alfonso GarcíaMéndez, Vicente Orozco, vecinosde la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.

Las palabras serenas, la advertencia:«Se informa a los compañeros que la

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manifestación programada ha sidosuspendida. Repetimos. No habrámanifestación al Casco. Ésta ha sidosuspendida. Dentro de unos momentosnos separaremos todos, porque no va ahaber marcha al Casco de SantoTomás», las porras espontáneas de unamultitud tensa pero pacífica, seenfrentaron repentinamente a ráfagas deametralladoras y bayonetas homicidas.

Ese lenguaje no lo hablábamos.Nuestra palabra había sido siempre otra.Cuando la lucha adquirió caracteresnacionales, nuestras banderasirrumpieron más de una vez en elZócalo, para exigir libertad política,

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cese de la represión, derecho de huelgaefectivo, libertad para los presospolíticos.

Estábamos unidos y teníamos razón.La respuesta pudo ser afirmativa;

pero entre la solución de las demandas yla represión asesina, el gobiernoescogió esta última.

• Pablo Gómez, estudiante deEconomía de la UNAM .

La Tercera Delegación está rodeada depolicías; no se puede entrar pero seacerca mi marido, pregunta por uno deellos porque Se acordó que entre sus

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pacientes del ISSSTE había unencargado de esa delegación. Lo llaman,reconoce a mi marido y éste le explicaque estamos muy nerviosos porquenuestro hijo fue al cine Tlatelolco y notenemos noticias de él; que sabe que hayunos cadáveres en la delegación yquiere que le permita pasar a verlos.

—Bueno, voy a ver si puedo.Al rato sale y dice.—Bueno, pues pásenle, pásenle…Al verme tan alterada, llorando, el

policía añade:—No, pase usted solo, doctor, usted

que está acostumbrado.Mi marido regresó pálido:

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—¿Qué pasa? ¿Está el niño allí?—No, no está…—¿Viste bien? —le dije.—¡Hombre, cómo de que no,

vámonos!Salimos y afuera nos dijo que contó

veintidós cadáveres tirados en el suelo.Después en el periódico publicaron quehabía veinte. Él vio a una mujerembarazada. Se acercó a cerciorarse siel niño estaba vivo y entonces elestudiante de Antropología que nosacompañaba le hizo notar: «Pero,maestro, murió hace más de cincohoras». «Me di cuenta de eso —me dijomi marido—, cuando me acerqué a

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tocarla pero en el momento mismo tuveesa reacción instintiva». A la una de lamañana intentamos de nuevo entrar enTlatelolco; sólo se podía llegar por ellado de Reforma y uno de los policíasque estaban en la esquina frente alCuitláhuac nos dijo:

—Se llevaron a muchos al CampoMilitar número 1…

Nos fuimos para allá y nos negaronque hubiera alguien. Tanto en la puertaprincipal como en las puertas lateralesdel Campo Militar los soldados nosdecían: «No hay nadie aquí, no haynadie aquí, no hay nadie aquí…».

• Margarita Nolasco, antropóloga.

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El (Hospital) Leñero informó que eraliteralmente imposible para la gente quedeseaba ver a sus allegados, pasar alinterior del nosocomio, pues la policíalo estaba impidiendo.

• «Lista Parcial de Muertos yHeridos en la Refriega»,Novedades, 3 de octubre de 1968.

Se llevaron los muertos quién sabe adónde.

Llenaron de estudiantes las cárcelesde la ciudad.

• José Carlos Becerra.

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El teniente coronel y otros oficialesempezaron a contar hasta el 60 parameternos a los dormitorios. Yo fui el 60y detrás quedó mi hermano. A él lopasaron a otro dormitorio con otrossesenta. Nos hicieron desfilar de uno enuno; iban anotando el nombre de cadaquien; empezaron a tomar edades, casitodos éramos jóvenes, aunque había unseñor con su esposa y su hija, cuatromuchachos, tres extranjeros —meimagino que camarógrafos, porque traíanaparatos de cine y grabadora—, y treschamacas, de los trece a los quince

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años, que estaban muy asustadas.Los dormitorios constan de dos filas

de literas; quince camas de cada lado,pero literas dobles de hierro, o sea quecaben sesenta chavos. Fui el primero enentrar y le pregunté a un soldado queestaba allí barriendo —era un presomilitar— dónde estaba el baño y loprimero que hice fue romper enpedacitos mi credencial y echarla alexcusado porque me habían dicho quelos más perjudicados iban a ser losestudiantes. En el dormitorio todos nospusimos a platicar, y yo, como soy muynervioso escuchaba una plática aquí,otra allá; iba de grupo en grupo.

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Metieron a una señora que gritabahistérica porque había dejado a susniños: «Mis hijos están encerrados en elcarro, mis hijos están encerrados en elcarro, mis hijos se quedaron encerrados,dejé a mis hijos, mis, hijos…». Entró unteniente coronel y nos dijo:

—Por favor, señores, guarden orden.Aquí no les va a pasar nada. Que cadaquien se acomode en una litera.

La señora seguía gritando. El oficialle dijo que por favor se controlara, quea las mujeres las iban a mandar a laenfermería… Entonces las que sepusieron a llorar fueron la esposa y lahija del señor y también las tres

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muchachas que aún tenían sus libros. Lespregunté de qué escuela eran y dijeronque de una academia, no recuerdo cuál.Un gordito que iba con su novia laabrazó pero a todos los separaron: a laesposa, a las tres muchachas, a la novia.

—Por favor, las damas tienen quepasar a la enfermería.

El esposo pidió explicaciones y eldel ejército le dijo algo así —norecuerdo bien en qué palabras— que porfaltas a la moral. «Aquí no puedenquedarse». No queriendo, colgándose desus familiares y llorando, se las llevarona la enfermería en donde tenían a lasmujeres.

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Al rato regresaron los oficiales apreguntar que quiénes eran los que ibancon la señora y con las señoritas y lossacaron. También sacaron a losextranjeros. De ellos ya no supimosnada. Les preguntamos a los soldados:

—¿Qué ya nos irán a sacar anosotros?

Nomás se rieron.—¿No van a venir por nosotros?—Sí, cómo no, van a venir a darles

su calentada.Uno de los soldados presos me dijo:—Ahorita les van a traer colchones.Yo se lo creí, pero lo que nos dieron

fueron cartones que sólo alcanzaron para

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unos cuantos. Nos formaron y nosgritaron:

—Ahí les va su box spring.Pero a mí ya no me tocó. En los

lockers que estaban junto al bañoencontramos periódicos, historietas,libros de primaria. Agarramos los librosde primaria de almohada y losperiódicos como si fueran colchón. Laprimera noche no pude dormir por losgolpes. Como a las doce de la noche unsubteniente gordo y de bigotes entró aplaticar con nosotros. Le preguntamosqué nos iban a hacer y cuándo nos iban asoltar.

—No se preocupen, porque si

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ustedes no tienen nada que ver con elMovimiento no les va a ir mal ni los vana consignar; pero a los que sí van apasar por las armas, por traición a lapatria, es a los del Consejo Nacional deHuelga…

Entraron otros oficiales y noslevantamos todos creyendo que nos ibana sacar, pero sólo venían a pasar lista yse fueron. Como a las cuatro de lamañana vi que abrieron la puerta yaventaron a otros seis muchachos.Venían más golpeados que nosotros.Uno traía toda la sangre amortajada dellado izquierdo de la cara y tenía el ojototalmente cerrado; los otros venían

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mojados, descalabrados y sin zapatos;los habían desnudado y estuvieroncuatro horas así, con las manos en altobajo la lluvia, y después —cuando labalacera rompió las tuberías allá enTlatelolco— los encerraron en un cuartoque se iba llenando de agua. Todosempezamos a relatar lo que nos habíapasado. A la mayoría los robaron; aunos, los soldados les quitaron suscosas, a otros, los agentes secretos, atodos les quitaron dinero en efectivo.Unos decían que los policías los habíantratado muy bien, que ésos no les habíanpegado, que los que les habían pegadoeran los del ejército, y otros decían lo

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contrario, que los del ejército los habíantratado muy bien y los de la policía no.Por eso creo que a nosotros nos fuepeor, porque nos tocó el ejército y lapolicía; los dos nos golpearon. A lassiete de la mañana nos formaron parapasar lista y como a las diez unosoficiales y los mismos presos militaresencargados de los peroles y de repartirel desayuno nos formaron a todo lo largodel dormitorio y pasamos uno por uno aagarrar nuestro plato y un pocillo. En lanoche vinieron los del MinisterioPúblico. Nos preguntaron en qué escuelaestudiábamos, pusimos la huella digitalde los dos pulgares, nos tomaron

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fotografías de frente y de perfil, total,nos ficharon y cuando terminaron nosencerraron de nuevo:

—Pueden pasar a seguirdescansando.

• Carlos Galván, de Biblioteconomíade la UNAM .

En el Campo Militar número 1 negabantodo. Como a las dos de la mañana nosparamos a preguntar en una de laspuertas laterales —creo que es la puerta3— una de las que están más atrás,insistiendo: «No hombre, por favor, siestán aquí… Ustedes saben que están

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aquí… Pueden enviarles un recado…Por favor, dígannos que están aquí»…Nada, nada, nada, los soldados negados.Además cada vez que se acercaba uncarro, los soldados cortaban cartucho yapuntaban. De pronto llegó un carromilitar y bajó un hombre vestido de civilque dijo:

—Soy del Batallón Olimpia, corrana esa gente porque ahí vienen los demás.

Entonces uno de los soldadosordenó:

—Se van de aquí inmediatamente…—¿Por qué nos tenemos que ir, si

estamos en la calle?Entonces nos apuntan con el rifle y

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nos dicen:—Por esto.Nos subimos al carro y nos fuimos.

Ahora sé que traían más muchachospresos y no querían que nos diéramoscuenta. De allí nos fuimos a laProcuraduría y nos informaron que aldía siguiente como a las ocho de lamañana empezarían a salir listas. Comoeran más de las cuatro de la mañanadecidimos regresar a la casa y esperarlas horas que faltaban.

A las seis de la mañana, el chicotodavía no había regresado a casa, nosabíamos nada. Lo único que sabía esque no estaba entre los muertos porque

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habíamos recorrido las Cruces,pasábamos una foto del niño y con ésalo buscaban entre los muertos y losheridos. Además mi marido estaba encontacto con otros médicos. Entonces, sino estaba entre los muertos ni entre losheridos, temía que estuviera preso. A lassiete de la mañana regresé al CampoMilitar; que no tenían a nadie, medijeron. A las ocho de la mañana nospresentamos de nuevo en laProcuraduría a buscar listas, y nada. Enla Procuraduría decían que no tenían anadie, en el Campo Militar que no teníana nadie, en la Federal también decíanque no tenían a nadie. ¡Resulta que en

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ningún sitio tenían a nadie! Entoncesregresamos a la casa para dejar informede a dónde íbamos a ir; habíamospensado en la Secretaría de la Defensa,y me recibió mi hija diciéndome que unchamaco habló diciendo que mi hijoestaba oculto en un departamento vacíodel edificio Chihuahua. Corrimos alChihuahua y con la excusa de que Mechequería ver cómo había quedado su casa,enseñó sus papeles y entramos mimarido, Meche y yo. Serían las nuevecuando llegamos al Chihuahua. Estaballeno de soldados pero, con todo,empezamos a tocar de puerta en puerta;no sabíamos en qué departamento y

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tocamos a todos, un piso tras otro. Yogritaba: «Carlos, Carlitos, Carlitos¿dónde estás?». Me empecé adesesperar: «Contesta Carlos,contéstame Carlitos, yo soy… Soy yo,Carlitos…». Me seguían tres o cuatrosoldados pero ya no me importaba nada;pensé que tenerlo vivo ya era unaganancia.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

El descontrol de Margarita fue muygrande, enorme. Nos pasamos toda lanoche buscando al niño, y ya el colmode la histeria —podemos decir— fue al

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día siguiente, después de que nosavisaron por teléfono que el niño estabaen uno de los departamentos en eledificio Chihuahua, no sabíamos cuál.Entonces presencié escenas terribles queno sólo eran de Margarita sino de muchagente, de muchas madres que buscaban asus hijos, algunos muy pequeños, hastade dos años, otros, como el deMargarita, ya de Secundaria, yMargarita, ya fuera de sí, iba puerta porpuerta gritando: «¡Carlitos, soy yo!¡Ábreme!». Era kafkiano. Obviamente,el niño no le hubiera abierto.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

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…Las carreras angustiosísimas de seresindefensos que trataban de ponerse asalvo de las balas, el grito mudo de loscientos de detenidos, el heroísmo de loshabitantes de Nonoalco-Tlatelolco,ayudando, dando cafés, vendandocabezas, protegiendo a los heridos aún acosta de su propia vida y finalmente, enla mañana gris, carente de agua la llave,con la noche del insomnio encima… unamadre… una madre gritando:«¡Carlitos!» por pasillos y escaleras,sollozando en busca de su hijo ypreguntando por él.

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• María Luisa Mendoza, escritora yperiodista habitante del edificioCuauhtémoc de la UnidadNonoalco-Tlatelolco.

En la mañana, como a las cinco,empezamos a organizamos toda lafamilia. Mi marido se fue a lasprocuradurías, Pepe a las delegaciones,Chelo y yo a las Cruces, a loshospitales, a los anfiteatros, a dondehubiera heridos o muertos. Los cuates,Rubén y Rogelio, salieron a su trabajo aesperar a que nos comunicáramos conellos. En la Cruz Roja me preguntaronque si tenía valor para bajar al anfiteatro

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que está en los sótanos. (La Cruz Rojaqueda en Ejército Nacional, frente aSears). Yo respondí:

—¿Usted cree que una madre notiene valor para hacerlo?

Un encargado me acompañó.Bajamos por un elevador. Mi hija sequedó: «Espérate aquí». Ya en lamorgue, el encargado presionó un botóny empezó a jalar las gavetas. Salió unaprimera gaveta en la que había elcadáver de un joven como de diecisieteaños, su tez ya estaba amoratada. Comole faltaba parte del rostro, traté deidentificarlo por medio de su dentaduray de los lunares que tienen en la cara

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todos mis hijos. A este cadáver sólo lequedaba la mandíbula y unos cuantosdientes. Al verlo me dio la impresión deque era el Pichi, porque yo los veía atodos como si fueran míos; en cadacadáver creía reconocer a uno de mishijos, pero para cerciorarme abrí lospedazos de labios que le quedaban yexaminé sus dientes y no eran, porquePichi tiene los dientes de enfrente muyseparados y éstos estaban muy juntos yel mayor los tiene incrustados en oro…Me sacaron otros cadáveres traídos deTlatelolco, pero ninguno era. Muchoseran de señoras, pero no me fijé tanto,puesto que yo buscaba hombres. Sólo

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recuerdo a una como de 45 años con elpelo teñido de rojo y una blusa colornaranja.

Subimos de nuevo y le pregunté alencargado a dónde podría seguirbuscando.

—Vaya usted a Traumatología, deBalbuena.

Durante el trayecto Chelo y yo nohablamos una sola palabra. EnTraumatología no había sino heridos yno me dejaron verlos. Además ningunocorrespondía a la descripción que yodaba. Desesperada, volví a preguntardónde podría haber más cadáveres y medijeron que en el Rubén Leñero, pero

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que allí no me iban a dar ningunainformación porque todos estaban encalidad de detenidos. Después supe quehabía cincuenta y ocho estudiantesheridos. No había muertos. A unmuchacho agente del Ministerio Públicole di los retratos de mis hijos y regresó adecirme:

—No, no están allí. Ninguno separece a las fotos.

En todas partes era una romería degente buscando a sus muertos o a susheridos. Me trasladé a la TerceraDelegación, cerca de la Lagunilla. Alllegar estaban las calles llenas de humo,como si hubiera mucha neblina y era

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porque se estaba quemando un camión ydespedía una gran cantidad de humo.Pregunte a los policías si se podía entrara la Tercera Delegación y uno de ellosme contestó que sí:

—Entre, para que le sirva deescarmiento.

Entonces me formé porque teníamosque hacer cola. Pasábamos de cinco encinco. Le dije a mi hija:

—Chelo, espérame, tú no entres.Caminé por un pasillo y llegué a un

cuarto muy frío; lo sentí más frío que elde la Cruz Roja. Allí lo primero que vifueron siete cadáveres como de doce aquince años, pero estos niños ya estaban

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identificados. Por eso estaban separadosdel grupo. Como era la primeraimpresión así que recibía, creí que nadamás ésos eran los cadáveres, pero misojos empezaron a recorrer el cuarto y vitres planchas de piedra y arriba estabantres cadáveres de tres ferrocarrileroscon la cabeza deshecha por balaexpansiva. Los reconocí por el paliacateamarrado al cuello y por la camisa demezclilla azul. Abajo de ellos estabanlos demás cadáveres. Lo primero que vifue a una mujer que iba a dar a luz y elfeto se le estaba saliendo porque lasbalas expansivas le habían deshecho elvientre. Más tarde pregunté a Cosme mi

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marido: «¿Cómo pueden quedar así?»«Porque es bala expansiva», contestó.Un poco más lejos descubrí a la edecánmorena, de pelo largo, muy bonita, consu cara muy serena, el pecho deshecho,como floreado, todo lo rojo lo teníaabierto y sentí que ella seguramentetenía más frío que yo porque me quité elsuéter y se lo aventé. Estaba desnuda delvientre para abajo y me dio mucho dolorque estuvieran sus partes así, a la vistade todos. Había otros cadáveres —docemás—, todos amontonados, purosferrocarrileros y le pregunté al policía:

—Bueno, ¿y por qué purosferrocarrileros? ¿Y los estudiantes?

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—Ésos no llegaron aquí.—Entonces, ¿dónde están?—Pos vaya al Campo Militar

número 1.Allá mismo, en la delegación, un

teniente coronel a quien le preguntécómo podría entrar al Campo Militarnúmero 1 me dijo:

—Es inútil, señora, no vaya, allí nole darán razón de nada. Es inútilacercarse.

Salí trastornada de la delegación,porque fue muy duro; camine, caminé,creía que estaba soñando un sueño queme producía frío, y seguí caminando porla lateral de todo el Paseo de la

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Reforma recargándome en las paredes.Ni siquiera veía a Chelo, no la sentíasiquiera caminar junto a mí. Nohablamos. Ella no me preguntó nada. Dela Reforma anduvimos hasta la casa.Fueron llegando, Cosme:

—Nada.Mi hijo Pepe:—Nada.Espere quince días para tener

noticias. Recuerdo que me pasaba largashoras en la ventana esperando. Yo sentíanáuseas. Estaba débil y desesperada. Yyo soy una mujer fuerte. Durante quincedías no comí formalmente por el estadode ánimo en que me encontraba. En

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realidad, casi nadie comía; sólolíquidos. Jamás nos volvimos a sentar ala mesa. A los quince días encontré aPichi en la cruja H de Lecumberri y losoltaron por falta de méritos. A Eduardolo localizamos cuando le informaron ami hijo Rogelio en su trabajo que estabaen el Campo Militar número 1. ¡Estabavivo! A lo mejor quedé traumada, peroes bien difícil no estarlo. Cuandotrasladaron a Eduardo a Lecumberri, fuicon su novia a verlo. Sólo nos dejabanpasar unos minutos a una de las dos a laH, y ella me dijo:

—Vaya usted, señora.Todo lo que nos había pasado me

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dio mucho valor porque ver a Eduardoen Lecumberri bajar por la escalera dela crujía como un topo, cogiéndose delos barandales y reconociéndome sólopor la voz, pues le grité: «¡Eduardo,aquí estoy!», es algo que jamás olvidaré.Bajaba así cogido del barandal, porquelo habían golpeado tremendamente yporque no tenía lentes. Sólo la voz loguiaba. Desde los cuatro años ha tenidoque usar lentes, ve muy poco, son lentesde mucho aumento, cristales muygruesos, por eso todos le dicen: el Búho.

RejasJunta más las rejas carcelero,no las dejes de juntar,

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que por más que las juntaresnunca podrás atraparlas ansias de libertad.Te sugiero que tambiénpongas rejas hacia el cielo,no sea que el pensamiento vueley te cause sinsabores.

Una mañana cuando leí que llevabana operar a GDO de su Ojo, le hice unepigrama:

Los doctores se preocupande dar luz al que la quita.¿No sería más convenientedarle tantita cicuta?

Le voy a traer mis versos, no paraque los publique ni nada, sino para que

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me diga si están bien. Ponga mi nombre,póngalo, después de lo que vi, ¿qué másme podría pasar? ¿Qué más me podríanhacer a mí si ya tienen a mi hijo preso?

• Celia Espinoza de Valle, maestrade primaria y madre de familia.

Llevaron cadáveres al Campo Militarnúmero 1. Un amigo contador fue por elcadáver de su mamá y le dijeron que selo daban a condición de que firmara quesu mamá era una peligrosa agitadora.Firmó todo. Todo. Su mamá era unaancianita que estuvo en Tlatelolco, porpura casualidad.

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• María de la Paz Figueroa,contadora pública.

La Delegación de Tacuba —Novena—reportó haber recibido el cadáver de unestudiante, Guillermo Rivera Torres, de15 años, de la Vocacional 1. Afirmó elagente investigador en turno que el jovenfue trasladado aún con vida al HospitalCentral Militar, donde murió, yposteriormente el cadáver fue llevado alanfiteatro de esa agencia investigadora.

Por su parte, la Tercera Delegacióninformó a las 2.10 horas, que el númerode cadáveres que había recibido hastaesa hora ascendió a 18.

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También se informó allí que habíansido ya identificados los cuerpos deLeonardo Pérez González, empleado deEducación Pública; Cordelio GarduñoCaballero, alumno de la Preparatoria 9;Gilberto R. Ortiz Reinoso, del cuartoaño de la Escuela Superior de IngenieríaQuímica; Luis Contreras T., José IgnacioCaballero González, empleado de 36años y Ana María Touchet.

La Cruz Roja reportó tener 4muertos: dos muchachos, el ambulanteAntonio Solórzano García y una señora.

El puesto de socorro de Balbuenareportó muerto a Cecilio León Torres,recogido en las cercanías de Tlatelolco.

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A las 23 horas había en el anfiteatrode la Tercera Delegación 14 cadáveres,llevados allí por ambulancias de lasCruces Roja y Verde. Entre ellos seencuentran tres mujeres: una joven deunos 23 años; una señora de unos 35 queestaba encinta y otra mujer, de unos 40años. Hay dos hombres quesobrepasaban los 30 años y nuevecadáveres parecen pertenecer aestudiantes. Sólo se podía identificar atres o cuatro de esos muertos, pero hastano realizar los trámites legales no sedará a conocer ningún nombre, indicó elagente investigador (después fueronllevados cuatro más).

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Por su parte, la Secretaría de laDefensa Nacional reportó muerto alcabo Pablo Pinzón Martínez, del 44Batallón de Infantería.

Hasta las 0.45 horas de hoy, losinformes recabados por nuestrosreporteros indicaban un total de 25personas muertas y más de 70 heridasdurante los trágicos sucesos deTlatelolco.

• «Lista Parcial de Muertos yHeridos en la Refriega»,Novedades, 3 de octubre de 1968.

MUERTOS:

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Cruz Roja: Manuel Telésforo LópezCarballo, Antonio Solórzano Gaona ytres desconocidos, una señora deaproximadamente 55 años y dos jóvenesde 18 y 25 años, aproximados.

Hospital Central Militar: CaboPedro Gustavo López Hernández.

Rubén Leñero: Carlos BeltránMaciel o desconocido. Éste fue arrojadodesde un coche a las puertas delHospital.

Balbuena: Cecilio de León Torres.Tercera Delegación : 18 cadáveres

de personas que no fueron identificadas.

• «sangriento Encuentro enTlatelolco», El Heraldo de

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México, 3 de octubre de 1968.

Las ambulancias de la Cruz Rojanúmeros 3, 4, 6 y 9, así como la 71 de laCruz Verde y otra del Instituto Mexicanodel Seguro Social, recogieron ayer porla noche de la Plaza de las Tres Culturasa 14 personas muertas, quienespresentaban heridas causadas por armasde fuego.

Las mismas quedaron en el anfiteatrode la Tercera Delegación, a reserva deque sus parientes las identifiquen.

Al parecer, fueron víctimasinocentes de los disparos, que hicieron

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grupos de francotiradores profesionales,que desde el edificio Chihuahua de laUnidad Nonoalco-Tlatelolco dispararoncontra cualquier persona.

Solamente 5 de ellos fueronidentificados. Los nombres de losmuertos identificados son: Ana MaríaRegina Teucher, como de veinte años deedad, estudiante del primer año deMedicina, no se sabe si del Politécnicoo de la UNAM; otro es Gilberto ReinosoOrtiz, como de 24 años, estudiante delPolitécnico, quien cursaba el cuarto añode Ingeniería Química Industrial;Cornelio Caballero Garduño, de laPreparatoria 9; Luis Contreras López y

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José Ignacio Caballero González, de 36años.

Los otros cuerpos no llevabanninguna identificación.

Hospital MilitarEl Hospital Central Militar reportó a

las 24 horas un muerto, el soldado PabloPinzón Martínez, quien recibió unproyectil en la región occipital izquierdaque salió por la región temporalderecha. Se trata al parecer de una balaexpansiva calibre 38. Pertenecía al 44Batallón de Infantería.

• «29 Muertos y más de 80 Heridosen Ambos Bandos; 1,000Detenidos», El Universal, 3 deoctubre de 1968.

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La edecán se llamaba Regina; era muyguapa, muy joven y llevaba ese uniformea rayas que les pusieron a todas.

• Socorro Lazcano Caldera, maestrade primaria.

Había belleza y luz en las almas de esosmuchachos muertos. Querían hacer deMéxico la morada de la justicia y laverdad. Soñaron una hermosa repúblicalibre de la miseria y el engaño.Pretendieron la libertad, el pan y elalfabeto para los seres oprimidos y

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olvidados y fueron enemigos de los ojostristes en los niños, la frustración en losadolescentes y el desencanto de losviejos. Acaso en algunos de ellos habíala semilla de un sabio, de un maestro, deun artista, un ingeniero, un médico.Ahora sólo son fisiologías interrumpidasdentro de pieles ultrajadas. Su caída noshiere a todos y deja una horrible cicatrizen la vida mexicana. .

No son, ciertamente, páginas degloria las escritas esa noche, pero nopodrán ser olvidadas nunca por quienes,jóvenes hoy, harán mañana la crónica deestos días nefastos. Entonces, tal vez,será realidad el sueño de los muchachos

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muertos, de esa bella muchacha,estudiante de primer año de medicina yedecán de la Olimpiada, caída ante lasbalas, con los ojos inmóviles y elsilencio en sus labios que hablabancuatro idiomas, Algún día una lámparavotiva se levantará en la Plaza de lasTres Culturas en memoria de todosellos. Otros jóvenes la conservaránencendida.

• José Alvarado, «Luto por losmuchachos muertos», Siempre!,no. 799, 16 de octubre de 1968.

Se presento muerto el joven Antonio

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Solórzano, de quien se dijo erasocorrista de la Cruz Roja, aunque enlos momentos de recibir las lesiones quele costaron la vida no se encontraba enlabores de socorro; igualmente fueronpresentados muertos una mujerdesconocida de unos 55 años, un jovende entre 17 y 22 años al parecerestudiante, y otro desconocido.

• «La Situación Estudiantil. LosBalazos Partieron del EdificioChihuahua, dice Cueto. Informóque Tres Agentes del ServicioSecreto Resultaron TambiénHeridos, dos de Ellos Graves», ElDía, 3 de octubre de 1968.

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Por otra parte, las informacionessuministradas por la Cruz Roja indicanque allí fueron atendidos 54 lesionados;de éstos cuatro fallecieron y sólo seidentificó al ambulante de 36 años deedad, Antonio Solórzano Gaona, quiencayó en cumplimiento de su deber. Sedisponía a recoger a uno de los heridoscuando fue tocado por una ráfaga deametralladora.

• «Francotiradores Abrieron FuegoContra la Tropa en Tlatelolco.Heridos un General y 11 Militares;2 Soldados y más de 20 CivilesMuertos en la Peor Refriega», ElSol de México (matutino), 3 deoctubre de 1968.

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Regina, la edecán, tenía novio. ¿Sabes?,su papá es un médico creo que de origenalemán. Por eso Regina aprendió tantosidiomas, por su papá. Y por eso laescogieron como edecán. ¡Ese díaandaba feliz!

• María Inés Moreno Enríquez,estudiante de la UniversidadIberoamericana.

La Cruz Roja reportó tener 46 heridos,casi todos de balas y algunos de ellosmuy graves. Informó además, que cuatropersonas que fueron llevadas lesionadas

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murieron en el hospital. No han sidoidentificados.

• «Se Luchó a Balazos en CiudadTlatelolco. Hay un Número aún noPrecisado de Muertos y Veintenasde Heridas», Excélsior, 3 deoctubre de 1968.

Al día siguiente y en los días sucesivosla inseguridad creció notablemente.Había miles de personas desaparecidasy no se tenía ningún tipo de noticiasacerca de ellas. Los rumores alarmantesy contradictorios enardecían los ánimosy provocaban estados de tensiónextrema. En los hospitales se producían

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aglomeraciones durante todo el día, lagente revisaba una y otra vez las listasde heridos, recorría los anfiteatros a finde reconocer los cadáveres y pasabanhoras enteras en las puertas de lascárceles y las oficinas judicialesesperando la lista de los detenidos. Alambiente de angustia se agregaba laindignación producida por la represión yagravada por la insolencia con que losfuncionarios policíacos trataban a losque se les acercaban a preguntar por susallegados. Ya desesperados, después deonce días de no saber absolutamentenada de, Raúl, mi marido y yo pusimosun desplegado en el periódico, dirigido

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al Procurador General de Justicia de laRepública Mexicana.

• Manuela Garín de Álvarez,matemática y profesora de lasFacultades de Ingeniería y Cienciasde la UNAM .

Una mujer descalzacubierta la cabeza con un rebozo

negroespera que le entreguen a su muerto.22 años, Politécnico:un hoyo rojo en el costadohecho por la M-1

• Juan Bañuelos.

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No quisiéramos vernos en el caso detomar medidas que no deseamos, peroque tomaremos si es necesario; lo quesea nuestro deber hacer, lo haremos;hasta donde estemos obligados a llegarllegaremos.

• Gustavo Díaz Ordaz, Presidente dela República, Cuarto InformePresidencial, 1o. de septiembre de1968.

Recuperar lo que se perdió en lassombras de esa noche de Tlatelolco esvital para el país. Volver los soldados alos cuarteles; vaciar las cárceles de

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prisioneros y purgar el ánimo es elmandato de esta hora negra. Nadie ganaen esta contienda en la que naufragaMéxico.

• Francisco Martínez de la Vega,«¿Hacia dónde va nuestro país?»,El Día, 8 de octubre de 1968.

Todos creíamos que íbamos a salir a lassetenta y dos horas y nos empezamos adesesperar cuando no nos soltaron. Allípasamos diez días con sus noches. Delos nervios, del miedo, yo dormía reteque mal. Había un señor a quien le tocóuna litera en la mera entrada —este

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señor trabajaba en la Pepsi-Cola— ycomo casi no dormía me contó que luegoen las noches, como a las tres de lamañana, pasaban unos oficiales con unalámpara de mano, de litera en literabuscando a uno del Consejo. Meimagino que como ya nos tenían fichadosa todos, entonces les llevaban nuestrasfotos a los que ya habían aprehendidodel Consejo y me imagino que lespreguntaban: «A ver, dinos, ¿a quiénconoces de éstos de aquí? ¿Quiénesestán metidos en esto?». En una ocasiónnos metieron a todos al baño y apagaronlas luces del dormitorio, nada másquedó la luz del baño donde estaban los

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oficiales y empezaron a llamarnos de auno por uno y el oficial preguntó:

—¿A ti dónde te agarraron?—No, pues en Tlatelolco…—¿Y qué andabas haciendo allá?—No, pues fui al mitin…—¿A qué horas te agarraron? ¿Antes

o después de la bala cera?—No… pues… este… después.—¿Ya te hicieron la prueba de la

parafina?—No.—Ándale, ya vete a dormir… Te la

vamos a hacer mañana. Deberíanhabértela hecho como a todos los demás.

Y así nos fueron pasando de a uno

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por uno. Pero después se rumoraba queallí atrás, donde estaba oscuro, estabaSócrates que andaba viendo a ver sireconocía a alguno. Cuando pasábamosal baño, uno de los oficiales nosagarraba la cara, nos volteaba de unlado, luego de otro, y cuando entró unmaestro de la Vocacional 5, a ése sí, aél lo detuvieron: “A ver, maestro,espérese tantito…

—Sí —le dice el oficial—, tú eresde la Coalición de Maestros…

—No —contestó—, no sé nada…—Bueno, ¿has ido a alguna

manifestación, a algún mitin?—Sí, sí he ido.

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—¿Y te has encontrado allí acompañeros?

—Sí, pues es una cosa muy naturalque se encuentre uno a compañeros.

—¿Y cómo sabes si alguno de esoscompañeros no te delató?

—No, pues no sé nada… Tal vez seauna equivocación.

—Bueno, pues ya vete a descansar ysi en el transcurso de la noche escuchastu nombre es mejor que vayas haciendotu rezo, porque a los de la Coalición losvan a tronar.

Entonces el maestro fue a darle a uningeniero que estaba allí un retrato de suchamaca y le dijo que si le sucedía algo

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que por favor avisara a su casa. Luegonada más se acostó a descansar. Perodespués cada vez que abrían la puertatodos nos parábamos a ver. Él seguía ensu litera descansando para tratar decontrolarse.

• Ignacio Galván, de la Academia deSan Carlos.

Comprendo que el gobierno no podíapermitir bajo ningún concepto que losdisturbios estudiantiles prosiguieranestando tan cerca las Olimpiadas. Losojos del mundo estaban puestos enMéxico. ¡Había que detener a los

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estudiantes a como diera lugar, pasara loque pasara! En Europa, muchos turistasempezaron a cancelar sus reservaciones;los estudiantes comprometían con susbravatas y sus motines los JuegosOlímpicos, querían aprovechar unaOlimpiada de carácter internacionalpara sus fines personales, sus peticionesabsolutamente locales. La presencia decorresponsales extranjeros siempre alacecho de periodismo sensacionalista yamarillista los azuzó, les dio alas. Aellos tenían que demostrarles que eranmuy «machos»; invitarlos a presenciarmanifestaciones, hacerlos participar ensus mítines… Comprendo muy bien la

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acción del gobierno mexicano y en sulugar quizá no hubiera tenido másremedio que hacer lo mismo.

• Daniel Guían, director de SegurosMarítimos, visitante francés en lasOlimpiadas.

Y uno, alarmado y dolido intensamentepor los sangrientos sucesos repetidos enel conflicto estudiantil no puede menosque preguntarse si hay compromisodiplomático, si hay evento deportivo quevalga la muerte de mexicanos; y si puededesenvolverse una fiesta de pacifismocuando golpea la violencia cruenta.

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• Alberto Domingo, «La cruentacólera tuvo su festín», Siempre!,no. 799, 16 de octubre de 1958.

Lo que pasa es que los estudiantesquerían robarle cámara a la Olimpiada.

• Lola d’Orcasberro, visitante deFrancia a las Olimpiadas.

Si están matando estudiantes para quehaya Olimpiada, mejor sería que ésta nose realizara, ya que ninguna Olimpiada,ni todas juntas, valen la vida de unestudiante.

• Un atleta italiano, miembro de la

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Delegación Italiana a los XIXJuegos Olímpicos, Ovaciones, 3de octubre de 1968.

Todo se preparó con tanto cuidado, segastó tantísimo dinero, no se haescatimado detalle alguno; hasta en losboletos para cada evento deportivoprevalece el buen gusto; los letrerosindicativos, los folletos y programas, loscarteles, el diseño de los trajes de lasedecanes, de los anuncios, hasta de losglobos; la puntualidad con la que severifica cada evento, la magníficaorganización, por eso duele y duelemucho que los XIX Juegos Olímpicos

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estén teñidos de sangre.

• Beatriz Colle Corcuera,especialista en artes gráficas,dibujante.

Desatada la balacera, el ejército actuócomo si estuviera sofocando unlevantamiento armado, no un mitinestudiantil. Las aprehensiones rebasaronel millar y medio y el trato a losdetenidos fue más desconsiderado yduro: muchas personas —de uno y deotros sexos— fueron desnudadas,arrojadas contra la pared, mantenidaslargo tiempo en pie y con los brazos en

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alto. Una fotografía de un matutino deljueves 3 muestra a un grupo de soldadosque, sonrientes, cortan el cabello a unjoven detenido, en acto tan injustificadocomo vejatorio.

• Alberto Domingo, «La cruentacólera tuvo su festín», Siempre!,no. 799, 16 de octubre de 1968.

La ropa sucia se lava en casa. Losestudiantes querían lavar la suya frente alos delegados olímpicos del mundoentero y aprovechar su presencia parainmiscuirlos en la política interna delpaís.

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• Douglas Crocker, conservador demuseo, visitante norteamericanoen las Olimpiadas.

Nosotros nunca dijimos que queríamosboicotear la Olimpiada. El 14 deseptiembre el oficial mayor deGobernación, en un escrito, nos hizosaber que en el caso de que nuestraintención fuera amenazar con actos quepudieran impedirla o estorbarla, elgobierno haría uso de los recursoslegales de que dispone para que laOlimpiada pudiera efectuarse. Nosotrossiempre declaramos que no estábamosen contra de la Olimpiada. Incluso el 29

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de agosto hicimos un manifiesto que sepublicó el 30, en El Día, diciendo quenuestro Movimiento no tenía relaciónalguna con la próxima Olimpiada y queno deseábamos entorpecer una actividadde carácter internacional.

• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

En una ocasión, cuando ya estábamosagotados (ya te hemos platicado que lassesiones del CNH duraban hasta diezhoras), Ayax Segura Garrido sacó unmanifiesto y propuso su publicaciónpara el día siguiente. Dijo que suescuela lo pagaría. Pedimos que lo

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leyera —no olvides que eran las cincode la mañana— y, en cuanto escuchamoslas primeras frases lo dimos poraprobado. El texto se refería a unacuerdo anterior del CNH que ya sehabía discutido y aprobado semanasantes. Se trataba de señalar ante laopinión pública que no estábamos contrala celebración de los Juegos Olímpicos.Pero el manifiesto de Ayax añadía quebarreríamos la ciudad, serviríamos deguías, lavaríamos vidrios y lustraríamoszapatos, o casi. Esa parte fue la que nose leyó. Y no se leyó porque yo me paréy dije: «Compañeros, ese manifiesto loaprobamos hace tres semanas, no vamos

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a discutirlo otra vez. Que salga». Y quesale. Que lo voy leyendo al otro día,impreso en los periódicos y se mepusieron los pelos de punta. Llegué a laasamblea decidido a recibir una paliza.Y la recibí. ¡Pues claro que la recibí!Los muchachos estaban indignados y conjusta razón. Primero pensé en inventaralguna mentira, alguna justificación;pero finalmente me decidí porplaticarles cómo había estado la sesióndel Consejo y cómo habíamos aprobadosemejante barbaridad. Si me creían,bien, y si no pues ni modo. Después deoírme quedaron conformes con miautocrítica.

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• Luis González de Alba, del CNH.

Nosotros no estábamos en contra de laOlimpíada en cuanto a fenómenodeportivo, pero sí en cuanto a fenómenoeconómico. Somos un país demasiadopobre y la Olimpiada significaba unasangría económica irrecuperable pormás que se dijera lo contrario. LópezMateos contrajo ese compromiso confines exhibicionistas que nocorrespondían para nada a nuestrarealidad.

• Gustavo Gordillo, del CNH.

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Será interesante… concentrar todas lasfilípicas que recibieron, de consejeros ytutores naturalmente oficiosos, losestudiantes que manifestaron susinconformidades. Esos serenísimos yregañones adultos, tan partidarios delorden indiscriminado impuesto porrepresiones violentísimas, tanconmovedoramente saturados de unpatriotismo sublime, han olvidado, comoera de esperarse, reconocer la actituddel movimiento estudiantil y de susapaleados y agredidos directores, anteel compromiso olímpico. Atentos aseñalar errores, excesos y su docilidadante «oscuros intereses extranjeros»,

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esos impecables Catones han pasado poralto la actitud juvenil, de treguaolímpica, para no hacerla deirresponsables «aguafiestas».

• Francisco Martínez de la Vega, (Enla esquina), «La serenidad de losInconformes», El Día, 23 deoctubre de 1968.

El gobierno sensible a las presiones de2 5 , 0 0 0 businessmen y técnicosnorteamericanos presentes en Méxicodecidió reaccionar empleando la manofuerte. No pensó que corría el riesgo devaciar el estadio al llenar las cárceles.

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• Albert Paul Lentin, Le NouvelObservateur, lunes 7 de octubrede 1968.

¿Qué, así se dialoga en México? ¿Abalazos? ¡Por lo visto Pancho Villasigue haciendo de, las suyas!

• Andrew Fulton, comerciante,visitante norteamericano a los XIXJuegos Olímpicos.

Yo estimo que el diálogo se estableció yque el señor Presidente de la Repúblicacontestó en su informe a todos los seispuntos planteados por el llamado CNH e

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incluso tocó otros temas de interésbásico y de gran trascendencia.Seguramente el más importante de elloses el de la reestructuración de laeducación superior en México.

Así es que el diálogo se estableció ydesde la más alta tribuna de México enmedio de gran solemnidad y con elmayor público posible —en loinmediato y a través de la televisión y laradiodifusión y después por la prensanacional— el señor Presidente intervinoen el diálogo en la forma ya conocida,contestando a todos los puntosplanteados.

• Luis Echeverría Álvarez, Secretario

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de Gobernación, «Declaracionesdel Secretario de Gobernación: ElDiálogo con los estudiantes loestableció Díaz Ordaz en suInforme del 1o. de septiembre»,Rubén Porras Ochoa, La Prensa, 3de octubre de 1968.

¿Murieron líderes del CNH enTlatelolco? Eso es lo peor, la genteinocente.

• Álvaro Monroy Magaña, ebanista.

Para aquellos que creían sinceramenteen un avance serio de las institucionesdemocráticas y que solamente veían

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ciertas omisiones y errores en el sistemapolítico y social de México, los sucesosde Tlatelolco los llevaron a una revisióncompleta de sus valores fundamentales.

• Elena Quijano de Rendón, maestranormalista.

Un muchacho que andaba descalzo lepreguntó a uno de los soldados presosen el Campo Militar número 1 que si notenía unas chanclitas y él le consiguióunas botas, pero le pidió mucho dinero.Entre todos nos cooperamos paracomprarle las botas a ese muchacho queno tenía un centavo. Entonces él nos

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dijo:—Compañeros, en agradecimiento a

todos ustedes les voy a bailar el JarabeTapatío.

Nos pusimos a tararear: Tarará,tarará, tararara, tarará, tarará, tararara,tarará, tarará, tararara, tarará, tarará,tarará… Y él bailaba allí el zapateado.

• Ignacio Galván, de la Academia deSan Carlos.

La prueba más evidente de que existeuna profunda crisis educativa es quetodos nuestros gobernantes, que en sugran mayoría son egresados de centros

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de enseñanza superior, son ineptos eignorantes.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

«Pues yo nada más fui por curioso».«Pues yo nada más fui por curioso».¡Estúpidos, es lo único que saben decir!¡Ya ven, por andar de curiosos, a dóndevinieron a dar!

• Un oficial a los sesenta detenidosdel dormitorio en el CampoMilitar número 1.

Como nos estaban tomando las huellas

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digitales y éramos muchos me puse aplaticar con un soldado. Él alegaba:

—No, ya ven, ustedes no saben ni aqué le tiran. ¿A poco les gustaría tenerun régimen como el del Che Guevara?¿A poco les gustaría el Che Guevara pa’presidente?

—Pues no.Yo, por no perjudicarme, le daba

por su lado. Pensé: De buey me pongo adiscutir con éste.

—No, pues ustedes están mal. ¿Porqué quieren al Che Guevara pa’presidente?

Pensé: Pues este señor se ve que nosabe que el Che Guevara ya se murió.

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Por lo visto a los soldados, no lesenseñan nada.

• Carlos Galván, de Biblioteconomíade la UNAM .

¡Fíjate nomás qué onda la de estoscuates! ¡Les hicieron la prueba deparafina hasta a los muertos!

• Ramón Ceniceros Campos,estudiante.

En realidad hubo pocas protestaspúblicas después del 2 de octubre.Posiblemente las silenciaron. O la gente

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estaba aterrada. El 3 de octubre losmaestros y alumnos asistentes al mitin enTlatelolco pusieron un desplegado enExcélsior en el que decían quesolamente podían hacer patente su másprofunda indignación como sereshumanos, que los únicos responsablesde los hechos eran las fuerzas públicastanto uniformadas como disfrazadas yque no había habido provocación algunapor parte de los ciudadanos asistentes:estudiantes, obreros, campesinos,familias y pueblo en general. Tambiénen el Excélsior, el 4 de octubre, elBloque de Pasantes en Paro de losHospitales declararon que se sumaban a

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la indignación popular por esteinjustificable atentado en contra delpueblo reunido pacíficamente enTlatelolco, y reafirmaron su decisión decontinuar en paro total e indefinidocomo apoyo al Consejo Nacional deHuelga hasta la completa resolución delconflicto… El 5 de octubre, también enExcélsior, la Asamblea de Intelectuales,Artistas y Escritores protestó… Pero elConsejo Nacional de Huelga habíaquedado debilitado en su estructuraorgánica y manifestaba ya clarossíntomas de descomposición política. Lapolicía perseguía y agredía a los que«estaban libres». Por estas razones, la

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indignación y el descontento popular nopudieron ser canalizados en accionespolíticas de respuesta. Después de queel Consejo decretó unilalateralmente «latregua olímpica» numerosos sectorescombatientes quedaron aislados y fueronatacados duramente por las autoridades,prácticamente sin posibilidades dedefensa. Total: ¡un desmadre!

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

La masacre del 2 de octubre fue«justificada» por todos los sectoresgubernamentales, los más impúdicos con

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ruidosas declaraciones públicas y losotros con un profundo silencio cómplice.No se oyó ni, una voz oficial de protestapor el asesinato de estudiantes salvo,fuera del país, la renuncia de OctavioPaz a la Embajada de México en laIndia.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

No creo que las imágenes puedanmentir… He visto noticieros,fotografías…

• Octavio Paz.

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Tengo la impresión de que la gente fuetomada totalmente por sorpresa y quequedó como petrificada, La gente aún nocomprende de qué se trataba. ¿Por qué?¿Qué es lo que había debajo? ¿Quién esel responsable?

Lo que más me llamó la atención esque ocho días después los JuegosOlímpicos se inauguraran como si nadaen medio de una calma al menosaparente… Lo que en cualquier otro paísbastaría para desencadenar una guerracivil, aquí no ha trascendido más allá delos días de tensión que siguieron a

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Tlatelolco.Estoy tan aterrada ante Tlatelolco

que a veces me pregunto si es verdad.No hago un juicio moral sobreTlatelolco, lo único que puedo decir esque no entiendo. ¿Por qué? No entiendotampoco por qué se guarda silencio.Personalmente, por lo que he podidover, creo que el sistema tiene grandesfallas. Un día, un profesor de laUniversidad me dijo: «No olvide jamásque aquí, todos somos funcionarios».Por lo visto todos están metidos en elsistema y creo que éste es uno de losproblemas de México.

• Claude Kiejman, corresponsal de

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Le Monde.

¡Ay, pues ni modo!

• José Vázquez, expendedor de lamiscelánea La Norteñita.

¡Ah, y otra cosa! Al último, a la hora enque estábamos todos formados para quenos sacaran, nos dijo un sermón el jefedel lugar; nos dijo que le diéramos lasgracias al general Marcelino GarcíaBarragán que porque no quería él quesufrieran tantos, que esto que habíapasado nos sirviera de escarmiento para

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que no nos volviéramos a meter en estoslíos y que ahí era nuestra casa: «Cuandogusten pueden venir a jugar futbol,pueden venir aquí a hacer ejercicio, éstaes su casa», y quién sabe qué tanto. Peropues ¿quién va a querer ir a jugar alládespués de lo que ha pasado? Luegoluego todos aplaudieron —la mayoría,seguro, para salir del Campo Militar—,pero yo no aplaudí y detrás de mí estabaun muchacho que me dio la mano y medijo: «Muy bien hecho, así se hace, megusta que no seas como los borregos».

—No tengo por qué aplaudir porquelo que dice él, allá él; yo no estoy deacuerdo.

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Y no estoy de acuerdo porque novoy con sus ideas: a mí me gusta muchola libertad. En las canciones que hagohablo de la libertad. Estoy resignado, sí,pero siempre tengo esperanza de haceralgo, aunque en la mayoría hable delpuro fracaso, del sufrimiento que hay enla vida. También de lo que me acuerdo,ya cuando veníamos en el carro; unosvenían todavía vacilando y un muchachose enojó: «No vengan echando relajoporque nos van a regresar». Estos cuatesvenían muy contentos, pero la mayoríaestábamos espantados; salimos muydesmoralizados de ahí.

• Ignacio Galván, de la Academia de

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San Carlos.

La única respuesta organizada provinodel combativo Bloque de Pasantes enParo de los hospitales más importantesde la ciudad. Naturalmente, la represiónse concentró sobre los sectores quecontinuaban luchando. El día 12 deoctubre el Bloque de Pasantes deMedicina anunció que la Secretaría deSalubridad había decretadosuspenderles el pago de las becas a losmédicos que se encontraban en huelga;paralelamente la policía perseguía a losdirigentes del Bloque y se hallaban

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desaparecidos varios de ellos, entreotros Mario Campuzano.

• Félix Lucio Hernández Gamundi,del CNH.

Entre algunos profesores y estudiantesse produjo una reacción de azoramientototal.

• Doctora Paula Gómez Alonso.

Desde el cuartelazo de VictorianoHuerta en contra de Madero, en 1913, nohabía sucedido nada que nos desfiguraratanto como Tlatelolco/2 de octubre,

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nada que nos manchara a ese grado, quenos revolcara, que nos llenara la bocade sangre, la sangre de nuestros muertos.

• Isabel Sperry de Barraza, madre defamilia.

Yo no estoy de acuerdo con losestudiantes, pero francamente, algobierno se le fue la mano.

• Jorge Olguín Andrade, empleadode banco.

El 2 de octubre volvimos a nacer. Esedía también, decidimos cómo vamos a

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morir: luchando por la justicia y lademocracia verdaderas.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Después de Tlatelolco soy otro, no sé simejor o peor. Bueno o malo, así comome dejó Tlatelolco, así voy a morir.

• Manuel Cervantes Palma,estudiante de la ESIQIE, del IPN.

No importa el tiempo que yo viva, a míno se me van a olvidar jamás las horasde Tlatelolco.

• Luis Gutiérrez Lazo, estudiante de

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la ESIQIE del IPN.

A mí no me interesaba la política; ahorasí, porque tengo coraje.

• Enrique Zúñiga Flores, estudiantede la Vocacional 9.

Y además, ya que tantas veces pedimosserenidad a los estudiantes, pedirlaahora, insistentemente a las autoridades.Un país entero fue herido en Tlatelolco.

• Francisco Martínez de la Vega.«¿Hacia dónde va nuestro país?»,El Día, 8 de octubre de 1968.

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Para eso, al día siguiente volver alChihuahua fue así como… como… nosé, una cosa así… nebulosa que yotodavía no puedo precisar; volver a midepartamento ametrallado, revuelto,todavía con el olor a pólvora, consoldados en la puerta, con policías quete están cuidando, que te revisan todo loque llevas y por otro lado con el suelomanchado de sangre por todas partes…

Pues… estoy viviendo otra vez enTlatelolco porque ya se taparon losagujeros, porque ya se pintó, ya estátodo otra vez muy bonito y ahora nadiese acuerda de nada… Al contrario,

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todos los días recibimos unos mensajespreciosos diciendo que tenemos que ir amanifestar en contra de los estudiantes ala Secretaría de Educación y a pedirconcretamente que cierren las escuelasque hay en Tlatelolco que son unaamenaza para la sociedad.

• Mercedes Olivera de Vázquez,antropóloga.

Los empleadosMunicipales lavan la sangreen la Plaza de los Sacrificios.

• Octavio Paz.

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Nunca hemos llorado tanto como en esosdías, sí, nosotras las mujeres. Como siquisiéramos lavar a fuerza de lágrimastodas las imágenes, todos los muros,todas las aristas, todas las bancas depiedra manchadas de sangre deTlatelolco, todas las huellas de loscuerpos desangrándose en losrincones… Pero es mentira que lasimágenes se lavan a fuerza de lágrimas.Allí siguen en la memoria.

• Perla Vélez de Aguilera, madre defamilia.

En los días siguientes se convirtió en

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una obsesión para nosotras ir aldepartamento de Mercedes parafregarles la paciencia a los soldados.Íbamos con cada embajada que… que…bueno; que ahora venimos a esto, queahora a lo otro. Les teníamos verdaderorencor. Los veíamos leyendo y lespreguntábamos muy amablemente: «¡Ah!¿Pero qué ustedes saben leer?».

Una de las veces en que bajamos ahablar por teléfono los vimos haciendocola en la caseta de teléfonos que estáen la esquina del edificio y les dijimosen esa misma forma muy amable perotambién muy majadera:

—¿Qué los civiles podemos usar

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esto o está reservado únicamente paralas fuerzas del orden público?

Y nos contestaron, quizá sin pescarla ironía, que nosotros tambiénpodíamos usar el teléfono. Hicimosnuestra cola y frente a nosotras hablóuno de ellos y de pronto nos hizo sentirque los soldados también eran hombres,porque decía algo así como: «Mira, mividita, no puedo ir, no sé cuándo saldréde aquí… Anda, pónmelo al teléfono;anda, que me diga algo». Se conoce quele pusieron al teléfono a un niño porquele preguntó: «¿Cómo has estado? ¿Tehas portado bien? Habla tu papi…» ylas tonterías que decimos todos.

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Entonces nos volteamos a ver Meche yyo y como que descubrimos que erangente igual a nosotros, porque enTlatelolco el 2 de octubre dieron laimpresión de no serlo.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

Yo ya no quiero vivir en Tlatelolco,aunque lo remocen, aunque lo limpien,háganle lo que le hagan. Regrese y hagade cuenta que el paladar se me llenó desangre; caminé por la explanada con elsabor caliente y salado de la sangre delos muertos atorado en la garganta… Yasé que la sangre se seca, se ennegrece,

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pero para mí se ha colado en losintersticios de la piedra de la Plaza delas Tres Culturas, está yairremediablemente incrustada en lapiedra, en el tezontle. Fíjese, hasta eltezontle me parece sangre magullada…Por eso no puedo vivir aquí… Dimosuna vuelta mi hija y yo y me ibadiciendo: «Mira mamá, aquí estaban lostanques», «mira, aquí cayeron», «yaresanaron los muros», «el elevadorsirve…». Le contesté: «Hija, yo nopuedo con Tlatelolco, vámonos yvámonos lejos».

• Catalina Ibarrola de Cabrera,habitante de la Unidad Nonoalco-

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Tlatelolco.

El paisaje mexicano huele a sangre.

• Eulalio Gutiérrez, PresidenteProvisional de México, designadopor la Convención deAguascalientes del 1o. denoviembre de 1914 al 20 de enerode 1915.

¡Bendito sea Dios que compré midepartamento aquí en este Nonoalco-Tlatelolco! No lo voy a dejar nuncaaunque me venga a sacar el generalMarcelino García Barragán lleno de

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entorchados y de bazukas. Este es mipedazo de aire y es mi trinchera… Oyeno, no, mi trinchera no, mejor no digasmi trinchera porque van a creer quetengo aquí un arsenal de bombas y degranadas y fíjate nomás, ¡en mi cocina nisiquiera los cuchillos cortan!

• María Luisa Mendoza, periodista.

LOS POBRES DE LA PARROQUIAFui con los curas franciscanos de la

parroquia de Tlatelolco y les dije quevenía en nombre de un grupo de madresde los muchachos muertos y heridos del2 de octubre y queríamos una misa de

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difuntos precisamente ahí y me dicen:—Lo siento mucho pero no tenemos

quien oficie misa ese día. Estamoscompletos.

—Mire usted nosotros ponemosnuestro padre, pero quisiéramos hacer lamisa aquí el 2 de noviembre porque,pues, aquí murieron nuestros muchachos.

Entonces me contestan:—Es que tampoco tenemos tiempo.—Pues será la única iglesia en

México que tiene todo el tiempocubierto, porque usualmente lo que lesfalta son curas para llenar el…

—No, es que aquí tenemos todo eltiempo cubierto.

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—Bueno, no necesita ser misa,pueden ser maitines o lo que ustedesquieran, pero algo en honor de nuestrosmuertos.

—Pues lo siento, no podemos hacernada.

—Entonces permítannos hacer unaltar de muertos en una esquina de laiglesia.

—Lo sentimos… Tampoco.—Bueno es que este grupo de

madres quiere venir a poner un altaraquí. Nosotras hemos intentadodisuadirlas, pero quieren hacerlo a todacosta. Si algo pasa el 2 de noviembre,ustedes van a tener la culpa.

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—Lo sentimos. No podemos.—Bueno, pues si no pueden yo les

voy a traer a las madres, que son todascristianas, porque yo no soy católica, yustedes se lo explican a ellas, porque sino van a decir que esto es cosa míaporque yo no soy católica. Luego dicenque uno habla mal de los curas, así es deque es mejor que ustedes, les expliquensus razones.

—Bueno, tráigamelas y nosotrosvamos a convencerlas.

Al día siguiente vamos como treintapersonas en total; dos madres de dosmuertos, los hermanos de los muertos,otros familiares, varios estudiantes. Los

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llevamos con el prior franciscano y lesempieza a contar que no tenía tiempo yque era imposible que en un templocomo Santiago Tlatelolco se permitieralevantar un altar; que las veladorasensuciaban la pared, que la pared teníacuatro siglos, en fin, el cuento desiempre. Los que íbamos preparadospara discutir nos quedamos calladosporque una de las madres empezó conuna especie de queja, como un gritoquedo y luego fuerte que nos enchinó elcuero a todos. Dijo que hasta la Iglesiales volteaba la espalda, que era elcolmo que ni siquiera un pobre rezoquisieran darle a su hijo y como que el

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franciscano se condolió un poco:—No puedo decirles una misa

especial, pero solemos decir cuatromisas a lo largo del día por los pobresde la parroquia, y estos muchachos, siustedes quieren, pueden serconsiderados como los pobres de laparroquia.

Dijimos que sí, que encantadas quefueran considerados como pobres de laparroquia.

—Entonces tienen ustedes que anotaren un sobre el nombre del pobre y meterun peso de limosna.

Como ya estábamos furiosas con laactitud de los padres anotamos los

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nombres de los muertos y pusimos unpeso dentro de cada sobre, ni un centavomás. Anotamos exclusivamente losnombres de los muertos que aparecieronen los periódicos —34 muertos—, entremujeres, estudiantes y niños, sin añadirlos cadáveres identificados de los quehablaron todos los periódicos…Desgraciadamente nunca se ha logradoestablecer la lista completa de losmuertos del 2 de octubre en Tlatelolco.

Llevamos una esquela a todos losperiódicos para que se publicara el 2 denoviembre. Decía que recordábamoscon profundo dolor a los muertos del 2de octubre y dábamos sus nombres. Eso

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era todo. Los directores de losperiódicos —porque hasta ellos se llegóde una u otra manera— rechazaron laesquela.

El 2 de noviembre una mujer de ojosclaros, que tiene mucha valentía, seacercó con uno de los franciscanos deSantiago Tlatelolco y le dijo que susindicato le había dado una corona demuertos para su hijo y que le gustara ono, la iba a poner, pasara lo que pasara.No hizo más que recargarla en la paredcuando salió gente hasta debajo de laspiedras y empezó a prender veladoras.Se hicieron altarcitos esparcidos a lolargo y a lo ancho de la Plaza de las

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Tres Culturas, con flores y veladoras.Yo llegué con mis cempasúchil y vi quehabía granaderos armados hasta losdientes, no solamente en la Plaza sino entoda la Unidad. ¡Coches estacionadosfrente a Relaciones Exteriores estabanllenos de agentes secretos! Unoscaminaban con su wokí-toki. En el suelohabía varias tarjetas que eran ofrendas alos muertos: «A los mártires deTlatelolco, criminalmente masacrados».Vimos una cruz de zacate muy bonita dela Unión de Mujeres que decía: «Anuestras mártires, octubre 2», y tambiénjunto a la cruz, una cartulina grande conel dibujo de un muchacho ensartado en

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una bayoneta.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

Me han matado a mi hijo, pero ahoratodos ustedes son mis hijos.

• Celia Castillo de Chávez, madre defamilia a los estudiantes en laexplanada de la CiudadUniversitaria, el 31 de octubre de1968.

El día 8 de diciembre que llevamos aenterrar a Jan, mi madre, al salir, mirópor la ventanilla del coche en ese lentoviaje de regreso que ya no la llevaba a

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ninguna parte y vio un helicóptero en elcielo —todos lo oímos. Nunca olvidarésu rostro y la voz de su miedo:

—Un helicóptero. ¡Dios mío!,¿dónde habrá una manifestación?

• E. P.

A mí me dio miedo ese helicóptero querasgaba nuestras cabezas. Me pareció unave de mal agüero.

• María Elena Cervantes, maestra deprimaria.

Unos cuatro mil estudiantes y padres de

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familia se reunieron hoy a las 17.15 enla Plaza de las Tres Culturas enTlatelolco, para iniciar su manifestaciónal Casco de Santo Tomás.

Carros blindados, ligeros de asalto(tanquetas) del ejército patrullaban lazona de la Plaza de las Tres Culturas.

Agentes de la policía Federal,Judicial del Distrito Federal y delServicio Secreto, también se encuentranen esta zona a la expectativa.

La tensión entre estudiantes ypolicías vestidos de civiles esmanifiesta, pero hasta el momento no seha presentado ninguna intervención ovisos de violencia por ambas partes.

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• Comunicado de Prensa.

Eran las 6.10 de la tarde cuando unhelicóptero lanzó unas luces de bengalaverdes. El ejército avanzó y cerró todaslas salidas.

• Raúl Álvarez Garín, del CNH.

Cuatro bengalas verdes lanzadas a las18.10 fueron la señal para queelementos del Batallón Olimpia,vestidos de civil, iniciaran el fuego estatarde contra estudiantes y obreros quemanifestaban en Ciudad Tlatelolco.

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• Margarita García Flores, Jefe dePrensa de la UNAM .

Sobrevolaban la iglesia doshelicópteros. Vi que del cielo bajabanunas luces verdes. Automáticamenteescuché un ruido clásico de balazos…La balacera se hizo nutrida yautomáticamente apareció el ejército…

• Rodolfo Martínez, fotógrafo deprensa «Cómo vieron la refriegalos fotógrafos», La Prensa, 3 deoctubre de 1968.

No se espanten, no corran, es una

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provocación, no se vayan compañeros,calma compañeros, no corran, calmacompañeros…

• Eduardo Espinoza Valle, Búho, delCNH.

Son cuerpos, señor…

• Un soldado al periodista JoséAntonio del Campo, de El Día.

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CRONOLOGIA

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CRONOLOGIA BASADA EN LOSHECHOS A QUE SE REFIEREN LOSESTUDIANTES EN SUSTESTIMONIOS DE HISTORIA ORAL.

JULIO

Lunes 22Alumnos de la Vocacional 2 del IPN

y de la Preparatoria Isaac Ochoterena,incorporada a la UNAM, se enfrentanunos contra otros. El origen del conflictoes confuso; se habla de que loscausantes fueron pandillas quehabitualmente se encuentran en la

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Ciudadela, precisamente llamados «losciudadelos» y «los araña». Los hechosocurren en la Preparatoria IsaacOchoterena cuyo plantel sufre daños.

Viernes 26.Tienen lugar dos actos públicos: uno

organizado por la FNET para protestarpor la intervención que un grupo depolicías efectuó en la Vocacional 6; otroorganizado por agrupaciones deizquierda para celebrar la fechasimbólica de la Revolución Cubana. Laprimera manifestación —según susorganizadores— transcurrió en perfectoorden, salvo un incidente en el

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Monumento a la Revolución, cuando ungrupo trató de introducirse paradesviarla por la Avenida Juárez. Lamanifestación continuó hasta SantoTomás, donde un grupo de estudiantesinvitó a los presentes a trasladarse alZócalo con el objeto de hacer máspatente su protesta. Éstos llegaron por laAvenida Hidalgo, continuaron por SanJuan de Letrán y Madero. Fue en lascalles de Palma y Madero en donde tuvolugar el primer encuentro con la policía.A partir de este momento la luchaempezó a generalizarse por todo elprimer cuadro de la capital. Segúnvarios estudiantes, entre ellos Luis

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González de Alba, de la Facultad deFilosofía y Letras, por una extraña ycuriosa coincidencia, ¿o seriacasualidad?, había piedras en los botesde basura, esperando a un almacaritativa que hiciera uso de ellas.¿Desde cuándo los capitalinos tiranpiedras en los basureros?

Sábado 27.Eduardo de la Vega Ávila y otros

miembros del Partido Comunistaprotestan por el allanamiento de lasoficinas de su Comité Central, llevado acabo el día anterior. Él y suscompañeros son arrestados en las

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oficinas del PC, en Mérida 186, y desdeentonces están presos.

Domingo 28.En la Escuela Superior de Economía

del IPN se discute con los representantesestudiantiles de la UNAM y del IPN laposibilidad de un movimiento de huelgahasta que sean satisfechas las siguientesdemandas:

—Desaparición de la FNET, de la«porra» universitaria y del MURO.

—Expulsión de los alumnosmiembros de estas agrupaciones y delPRI.

—Indemnización a los estudiantes

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heridos y a los familiares de losmuertos.

—Excarcelación de todos losestudiantes detenidos.

—Desaparición del cuerpo degranaderos y demás policías derepresión.

—Derogación del artículo 145 delCódigo Penal.

Lunes 29.Los estudiantes de la Preparatoria 7,

bloquean la avenida de la Viga yapresan a dos policías. En Nonoalco-Tlatelolco también los estudiantes de laVocacional 7 capturan camiones y

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bloquean las principales avenidas. LaPreparatoria 1 acuerda hacer un paroindefinido en solidaridad con elMovimiento. Igual actitud asumen lasvocacionales 2, 4 y 7.

Bazukazo a la Escuela Preparatoriade San Ildefonso. Queda totalmentedestruida la puerta, obra maestra de artebarroco. Hay muchos heridos entre losestudiantes de las Vocacionales 2 y 5, ydetenciones masivas. El secretario de laDefensa, Marcelino García Barragán,declara: «El ejército hizo acto depresencia a las 0.40. De inmediatoprocedieron a acordonar toda la zona ydetuvieron a los estudiantes, la mayor

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parte de los cuales estaban lesionados.Hacia las dos de la mañana el ejércitohabía dominado totalmente la situación».El licenciado Echeverría, secretario deGobernación, declara, en unaconferencia de prensa dada a las 3.30 dela mañana: «Las medidas extremasadoptadas se orientan a preservar laautonomía universitaria de los interesesmezquinos e ingenuos, muy ingenuos,que pretenden desviar el caminoascendente de la Revolución Mexicana.El camino ascendente de la RevoluciónMexicana que tanto irrita a esosingenuos se entorpece con la agitación ylos disturbios. México se esfuerza por

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mantener un régimen de libertades quedifícilmente se encuentra en otro país, encontraste con lo que ocurre en lasdictaduras de cualquier signo político, oen las naciones en que impera el caos yla violencia. La CNED fue la que planeólos acontecimientos».

Alfonso Coronal del Rosal, Regentede la Ciudad, declara en una entrevistaen el Departamento del DF, a losdirigentes de la FNET: «Todos hemosreconocido que hay muchos elementosagitadores que no son estudiantes. Leshe manifestado que nosotros somos losprimeros que reprobamos siempre queun policía o un granadero penetre en los

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planteles educativos. Lo tienenterminantemente prohibido y lo tendrán;el gobierno no tiene el menor interés enlastimar los sentimientos de losestudiantes que desean que sus escuelassean respetadas por la policía». (Hayque recordar que la poderosa FNET[Federación Nacional de EstudiantesTécnicos], está controlada en gran partepor el PRI y que su acción mediadora ysus tentativas de división fueroncondenadas por el CNH).

AGOSTO

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Jueves 1o.Mano tendida: El presidente de la

República declara en Guadalajara:«Hay que restablecer la paz y latranquilidad pública. Una mano estátendida; los mexicanos dirán si esa manose queda tendida en el aire. Me handolido en el alma esos deplorables ybochornosos acontecimientos. Noahondemos más las diferencias, dejemosde lado el amor propio, en lainteligencia de que me incluyo,naturalmente, yo».

Lunes 5.Dos profesores del IPN, en asamblea

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general, aprueban la creación delComité de Profesores del IPN ProLibertades Democráticas, cuya finalidadserá que la ciencia y la cultura seimparta ante hombres libres. Exige,además, la inmediata libertad deprofesores, alumnos, ciudadanos;derogación del artículo 145 del CódigoPenal; castigo a los responsables de larepresión; desaparición del cuerpo degranaderos; respeto a los planteleseducativos. Esta asamblea repudió a laFNET por instigar la división entre losestudiantes.

Jueves 8.

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Formación del CNH con las escuelasde la UNAM, del IPN, las Normales, elColegio de México, Escuela deAgricultura de Chapingo, la UniversidadIberoamericana, la Universidad Lasalley las universidades de provincia. ElCNH lanza el pliego petitorio de los seispuntos.

Martes 13.Primera gran manifestación al

Zócalo, en la que participan 150 milpersonas entre estudiantes del IPN, de laUNAM, Normales, Chapingo, maestros ypúblico en general. La marcha se iniciaen el Casco de Santo Tomás hasta el

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Zócalo. La Coalición de Maestrosencabeza la manifestación, que seefectúa ordenadamente. Se pide lalibertad de Vallejo, libertad de lospresos políticos y hay gritos de «¡Líderhonesto igual a preso político!».

Jueves 15.El Consejo Universitario apoya las

demandas de los estudiantes, a través deuna comisión de 21 personas. Según unadeclaración del Doctor Ricardo Guerra(Siempre! número 793, 4 de septiembrede 1968) ésta es una sesión histórica enla vida de la UNAM.

Viernes 16.

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Mítines relámpago, brigadas para«volantear», etcétera. La Asamblea deArtistas e Intelectuales se integra alMovimiento.

Jueves 22.El licenciado Luis Echeverría,

secretario de Gobernación, propone un«diálogo franco y sereno quedesembocará en el esclarecimiento delos orígenes y el desarrollo de estelamentable problema».

El CNH pide que sea público: frentea la prensa, la televisión, la radio.

Viernes 23.Profesores y estudiantes vuelven a

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insistir en que aceptan el diálogo con laúnica condición de que lasconversaciones sean transmitidassimultáneamente por la radio y latelevisión y en presencia de periodistas.Sugieren que las conversaciones serealicen en el Auditorio Nacional, laexplanada de la Ciudad Universitaria, enla de Zacatenco o en cualquierinstalación de ambas unidadeseducacionales, incluidas la Vocacional5 y el Casco de Santo Tomás.

Sábado 24.El Sindicato Mexicano de

Electricistas declara: «Estamos de

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acuerdo con los estudiantes cuandorechazan cualquier infiltración extraña(sea cual sea su tendencia) como en elcaso de la CIA, que trata de crear el mitode que México está saturado decomunistas». En su declaración, el SMEcalifica de urgente necesidad que«autoridades y auténticos estudiantes sinintransigencia inicien las pláticas».

Martes 27.Gran manifestación. 300 mil

personas marchan del Museo deAntropología al Zócalo. Los jóvenesllevan retratos de Juárez, Villa, Zapata,Hidalgo, Ernesto Guevara y Vallejo.

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Sócrates Campos Lemus, pide que eldiálogo público con el gobierno seefectúe el día primero, día del InformePresidencial, en el Zócalo, a las diez dela mañana. Se iza una bandera rojinegraen el asta del Zócalo. Propone tambiénque se quede una guardia. A la una de lamadrugada, fuerzas del ejército, de lapolicía y de los bomberos desalojan elZócalo.

Miércoles 28.Numerosos burócratas son llevados

al Zócalo para un acto organizado por elDepartamento del Distrito Federal endesagravio a la bandera.

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Jueves 29.El ingeniero y profesor Heberto

Castillo, de la Coalición de Maestros,declara, después de haber sido golpeadosalvajemente: «La agresión que sufrí esun grave error de quienes laordenaron… yo no tengo más armas quelas ideas… debe restablecerse lavigencia de la Constitución».

SEPTIEMBRE

Domingo 1o.El Presidente de la República,

Gustavo Díaz Ordaz, rinde su Cuarto

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Informe de Gobierno. Declara: «Lacultura es el fruto magnífico de lalibertad…», lo cual también dijo en laUniversidad de Guadalajara en 1964.

Sábado 7.Mitin de 25000 personas en

Tlatelolco, convocado por el CNH.

Lunes 9.El rector pide el regreso a clases.

Dice: «En su Informe el Presidenterespondió satisfactoriamente a lasdemandas estudiantiles».

Viernes 13.GRAN MANIFESTACIÓN DEL

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SILENCIO

Domingo 15.El ingeniero Heberto Castillo da el

Grito de conmemoración de laIndependencia en la explanada de laCiudad Universitaria. También hay unacelebración en el IPN.

Martes 17.E l CNH acepta el diálogo escrito y

profusamente difundido, pero elMovimiento se ha convertido en unaauténtica lucha social del pueblo, quebusca no sólo protestar, sino restablecerlos derechos que consagra laConstitución.

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Miércoles 18.El ejército invade la Ciudad

Universitaria.

Jueves 19.Protesta el rector, ingeniero Javier

Barros Sierra: «La ocupación militar dela Ciudad Universitaria, ha sido un actoexcesivo de fuerza que nuestra casa deestudios no merecía».

Martes 24.El ejército entra al Casco de Santo

Tomás, después de una larga y durabatalla campal entre estudiantes ypolicías. Hay numerosos heridos,

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muertos, y detenciones.

OCTUBRE

Martes 1o.El CNH rechaza el regreso a clases.

El ejército sale de la CiudadUniversitaria. El CNH anuncia un granmitin en la Plaza de las Tres Culturas enla Unidad habitacional de Nonoalco-Tlatelolco.

Miércoles 2.TLATELOLCO.

Sábado 5.

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Declaraciones de Sócrates A.Campos Lemus, que involucra en elMovimiento a políticos y a intelectuales.

Miércoles 9.Conferencia de algunos miembros

d e l CNH en la Casa del Lago,dependiente de la UNAM. Nada demanifestaciones o conflictos durante la«tregua olímpica» del 12 al 28 deoctubre.

Sábado 26.Son liberados 67 estudiantes

detenidos en el Campo Militar número1.

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Jueves 3.Primer mitin en la UNAM. La madre

de un estudiante muerto habla delante de7000 personas.