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La misericordia: El rostro de Dios I. Lectura 34,6 El Señor pasó delante de él proclamando: Señor, Señor, Dios compa- sivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad; 7 que mantiene su misericordia por mil generaciones, que perdona la culpa, el delito y el pecado, pero nada deja impune pues castiga la culpa de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación”. (Ex 34,6-7)

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Page 1: La misericordia: El rostro de Dios · El rostro de Dios I. Lectura “ 34,6 El Señor pasó delante de él proclamando: Señor, Señor, Dios compa- sivo y misericordioso, lento a

La misericordia:

El rostro de Dios

I. Lectura “34,6 El Señor pasó delante de él proclamando: Señor, Señor, Dios compa-

sivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad; 7 que

mantiene su misericordia por mil generaciones, que perdona la culpa, el

delito y el pecado, pero nada deja impune pues castiga la culpa de los

padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta

generación”.

(Ex 34,6-7)

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Para leer con profundidad la Palabra

1. Fíjate en el contexto:

Seguramente has escuchado mu-

chas veces la historia de Moisés.

Fue el gran caudillo y liberador de

Israel al que guió incesantemen-

te a pesar de todas las dificulta-

des. Probablemente la prueba más

dura para él y para todo el pueblo

tuvo lugar cuando, mientras Moi-

sés estaba en oración delante de

Dios en el monte Sinaí, el pueblo

se construyó un becerro de oro al

que adoró como si fuera su Señor

(Ex 32, 1-35). De este modo, Israel

fue gravemente infiel al Dios vivo

y ya no merecía seguir siendo el

pueblo escogido.

Pero Moisés tenía una profunda

amistad con el Señor, de modo

que muchas veces pidió por su

pueblo, hasta que logró que sea

perdonado. En medio de una in-

tensa experiencia de Dios, Moisés

emocionado le pide al Todopode-

roso: ¡Muéstrame tu gloria! (Ex

33,18). Dios le hace saber que na-

die puede ver su rostro y seguir

con vida (Ex 33,20), sin embargo,

con gran condescendencia y amor

pasa delante de Él pronunciando

su nombre y permitiéndole cono-

cer y gustar sus atributos. El texto

que ahora meditamos es precisa-

mente esta respuesta de Dios en

la que le deja conocer a Moisés su

corazón lleno de misericordia.

2. Fíjate en el texto:

A continuación reflexionamos so-

bre algunos puntos fundamenta-

les de la manifestación de Dios a

Moisés:

• El Señor, el Señor: Se trata del nombre sagrado de

Dios (YHWH). Como ya había he-

cho en la zarza ardiente, el Todo-

poderoso pronuncia su nombre

ante Moisés, dándole a conocer su

ser más profundo y poniéndose a

su disposición.

• Dios compasivo y misericordioso: Estos dos atributos de Dios apa-

recen frecuentemente juntos en la

Biblia. Compasivo (rahûm) signi-

fica lleno de capacidad de perdo-

nar. Misericordioso (hanûm) lite-

ralmente significa lleno de gracia,

capaz de pasar por alto las deudas

ante la petición del deudor.

• Lento a la cólera: Literalmente quiere decir “largo de

nariz”. La expresión se refiere a la

manifestación del rostro enojado,

que se vuelve rojo hasta la punta

Page 3: La misericordia: El rostro de Dios · El rostro de Dios I. Lectura “ 34,6 El Señor pasó delante de él proclamando: Señor, Señor, Dios compa- sivo y misericordioso, lento a

de la nariz. Que Dios sea “largo de

nariz” significa que la cólera no

llena rápidamente su rostro, que

es paciente, que soporta las caídas

de los suyos por amor.

• Rico en amor y fidelidad: Amor (hesed) significa aquí amor

lleno de misericordia y bondad

mientras que fidelidad (emet) que puede ser traducido también

como verdad, significa estabili-

dad, firmeza solidez. Dios es rico

en amor misericordioso y su amor

es además estable, firme, nunca

cederá.

Como puedes ver, las caracterís-

ticas que Dios da de sí mismo a

Moisés son esencialmente rasgos

de misericordia. Es verdad que

Dios es también justo, que el pe-

cado no le da igual y que tiene

consecuencias, que son represen-

tadas por el castigo hasta la cuarta

generación del v. 7. Sin embargo,

su misericordia es infinitamente

más grande, pues dura no cuatro,

sino mil generaciones. Es la ma-

nera del autor de explicar que la

misericordia de Dios es siempre

más grande.

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II. Meditación Para poder aplicar este texto a nuestras vidas te propongo las siguientes preguntas:

1. ¿Qué rostro me he

hecho de Dios?

Moisés sabe que no puede ver directamente el rostro de Dios.

Sin embargo, cuando pasa delante de él, el Señor proclama ante

el liberador del pueblo las características de su ser. Es como si

el Señor “le contara” a Moisés cómo es su rostro. Y le describe

un rostro lleno de misericordia y ternura. Y yo, ¿qué rostro me

he hecho de Dios? ¿Es el rostro de un Padre misericordioso o

de un juez castigador que está a la caza de mis errores para

condenarlos?

2. ¿Soy lento

a la cólera?

Entre los rasgos que el Señor da a Moisés está el de ser lento

a la cólera, es decir, que no se enoja fácilmente con su pueblo,

que les tiene paciencia. Seguramente has experimentado esta

paciencia divina muchas veces. Y tú ¿eres también paciente y

lento para enojarte? ¿pierdes la paz fácilmente? ¿te llenas de

ira rápidamente contra tu hermano sin pasar por alto la más

pequeña falta? Tenemos mucho que aprender de la misericordia

de Dios.

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LO QUE DICE LA IGLESIA

“Paciente y misericordioso” es

el binomio que a menudo apare-

ce en el Antiguo Testamento para

describir la naturaleza de Dios.

Su ser misericordioso se constata concretamente en tantas acciones de

la historia de la salvación donde su bondad prevalece por encima del

castigo y la destrucción.

Los Salmos, en modo particular, destacan esta grandeza del proce-

der divino: « Él perdona todas tus culpas, y cura todas tus dolencias;

rescata tu vida del sepulcro, te corona de gracia y de misericordia »

(103,3-4). De una manera aún más explícita, otro Salmo testimonia los

signos concretos de su misericordia: « Él Señor libera a los cautivos,

abre los ojos de los ciegos y levanta al caído; el Señor protege a los

extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los

justos y entorpece el camino de los malvados » (146,7-9). Por último,

he aquí otras expresiones del salmista: « El Señor sana los corazones

afligidos y les venda sus heridas. […] El Señor sostiene a los humildes

y humilla a los malvados hasta el polvo » (147,3.6). Así pues, la mise-

ricordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta

con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre

que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio

hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene

desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de

ternura y compasión, de indulgencia y de perdón.

(Francisco, Misericordiae Vultus, n. 6)

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III. Contemplación Para la contemplación te propongo que en silencio, delante del Señor

repitas lentamente y en voz baja muchas veces el versículo 36 del texto

que hemos meditado hoy:

Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad.

Repítelo como recordando la experiencia

de Moisés ante quien Dios pasó pronun-

ciando estas palabras. Repítelo pensado

en nuestro Señor Jesucristo, rostro de la

misericordia del Padre. La idea es que de-

jando fluir los afectos del corazón, forjes

con claridad en tu interior la seguridad de

que Dios es misericordia y ternura, cerca-

nía y perdón.

IV. Acción En grupo trabajamos las siguientes preguntas:

• En nuestras comunidades ¿Se conoce a Dios como Padre misericordioso o se lo ve más bien

como juez castigador e implacable?

• ¿Comprendemos que la misericordia y la jus-

ticia son dos aspectos complementarios y no

contradictorios del ser de Dios?

• ¿En nuestras vidas, la misericordia de Dios es considerada solo como una idea abstracta o la

vivimos como una realidad concreta en la que

Dios revela su amor?

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V. Oración

Oremos a dos coros con el salmo 86, uno de los tantos salmos que alaban la

misericordia de Dios:

Inclina tu oído, Señor, escúchame,

que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo;

salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,

que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo,

pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y cle-

mente,

rico en misericordia con los que te

invocan.

Señor, escucha mi oración,

atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,

y tú me escuchas.

No tienes igual entre los dioses, Señor,

ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán

a postrarse en tu presencia, Señor;

bendecirán tu nombre:

«Grande eres tú, y haces maravillas;

tú eres el único Dios».

Enséñame, Señor, tu camino,

para que siga tu verdad;

mantén mi corazón entero en

el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;

daré gloria a tu nombre por siempre,

por tu gran piedad para conmigo,

porque me salvaste del abismo pro-

fundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan

contra mí,

una banda de insolentes atenta con-

tra mi vida,

sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y mi-

sericordioso,

lento a la cólera, rico en piedad y leal,

mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,

salva al hijo de tu esclava;

dame una señal propicia,

que la vean mis adversarios

y se avergüencen,

porque tú, Señor, me

ayudas y consuelas.

(Sal 86)

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La Palabra confirmada por los santos

Santa Faustina, apóstol de la misericordia de Dios

Santa Faustina nació en Polo-

nia, el 25 de agosto de 1905. Fue

la tercera de ocho hermanos en

una familia pobre y humilde,

pero rica en fe y espiritualidad.

Desde pequeña tuvo inclinación

por la vida religiosa y, después

de muchas complicaciones por

su difícil situación económica,

logró entrar al convento de las

hermanas de Nuestra Señora de

la Misericordia.

A partir de 1931, nuestra santa tuvo una serie de experiencias espiri-

tuales muy profundas en las que nuestro Señor le pedía que propagara

la confianza en su divina misericordia. Como medios para difundir esta

hermosa devoción, Jesús le pidió varias cosas: que pintara una imagen

suya según la visión que había tenido (imagen del Señor de la Misericor-

dia), que promueva la coronilla de la Divina Misericordia, que difunda la

fiesta de la Divina Misericordia y en general que ayude a todas las almas

a confiar plenamente en la misericordia divina.

Además Sor Faustina nos ha dejado su diario, en el que recoge hermosos

textos sobre la misericordia de Dios. Entre ellos encontramos este hermoso

fragmento: “En mi vida interior, con un ojo miro hacia el abismo de miseria

y de bajeza que soy yo, y con el otro hacia el abismo de Tu misericordia”.

Dios quiera que podaos como Sor Faustina descubrir el rostro de Dios,

lleno de misericordia y bondad.