la libertad como consecuencia fundamental de la naturaleza humana

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La Libertad como Consecuencia Fundamental de la Naturaleza Humana Por Alexis López Tapia A propósito del tema de las Libertades de Conciencia y Expresión, el Presidente de las Juventudes del Partido por la Democracia, Cristián Bossay, me hizo llegar en Febrero del 2000, una invitación para exponer a los jóvenes militantes de dicho partido, las razones que nos motivaron a realizar en Chile, en abril de ese año, el "Primer Encuentro Ideológico Internacional de Nacionalidad y Socialismo", evento ante el cual, las Juventudes del PPD deliberaron para adoptar una posición. "En mi presentación, si se me permite, quisiera no obstante no referirme a dicho evento más que de modo indirecto, y sí ahondar en un muy particular análisis de lo que -desde mi perspectiva- constituye el fondo de la cuestión, es decir, el análisis de estas Libertades, desde la específica concepción ideológica del Movimiento que presido (1)".

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El año 2000, las juventudes del PPD me invitaron a exponer sobre la Libertad de Expresión, en relación al Encuentro Ideológico que realicé ese año. Esta fue mi presentación:

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La Libertad como Consecuencia Fundamental de la Naturaleza Humana

Por Alexis López Tapia

A propósito del tema de las Libertades de Conciencia y Expresión, el Presidente de las Juventudes del Partido por la Democracia, Cristián Bossay, me hizo llegar en Febrero del 2000, una invitación para exponer a los jóvenes militantes de dicho partido, las razones que nos motivaron a realizar en Chile, en abril de ese año, el "Primer Encuentro Ideológico Internacional de Nacionalidad y Socialismo", evento ante el cual, las Juventudes del PPD deliberaron para adoptar una posición.

"En mi presentación, si se me permite, quisiera no obstante no referirme a dicho evento más que de modo indirecto, y sí ahondar en un muy particular análisis de lo que -desde mi perspectiva- constituye el fondo de la cuestión, es decir, el análisis de estas Libertades, desde la específica concepción ideológica del Movimiento que presido (1)".

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1.- Las Libertades de Conciencia y Expresión desde la perspectiva Jurídica

Resulta sumamente curioso el hecho de que al iniciar el Tercer Milenio, la mayoría de las Legislaciones del Planeta consideren la Libertad de Conciencia como uno de los pilares del ordenamiento jurídico, y que -no obstante-, la discusión respecto a sus fundamentos y alcances sólo se haya enmarcado en el ámbito extenso, pero no menos particular, del análisis filosófico y jurídico.

Ello queda de manifiesto al revisar los conceptos que emanan de la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo Artículo 18 establece: "toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".

Este principio ha sido refrendado por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que agrega: "este derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección". Por tanto, los mencionados instrumentos jurídicos reconocen los derechos a la libertad de pensamiento, a la libertad de conciencia y a la libertad de religión, los que "derivan de la dignidad inherente a la persona humana" (Considerando 2º del Preámbulo del Pacto); y son expresión de un "reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana" (Considerando 1º del Preámbulo de la Declaración Universal). Lo anterior, porque de acuerdo con el artículo 1º de la Declaración Universal, los seres humanos están "dotados de razón y conciencia", de modo que estos derechos no existen por concesión estatal, menos de mayorías políticas circunstanciales: son anteriores en jerarquía jurídica a todo poder establecido.

Estos derechos resultan, entonces, tan esenciales a la condición humana, que ni siquiera "en situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y cuya existencia haya sido proclamada oficialmente", se puede autorizar la suspensión de su ejercicio, como lo establece expresamente el Artículo 4º del Pacto.

En el caso que nos ocupa, los compromisos específicos del Estado de Chile en esta materia, derivan del texto expreso de la "Declaración Universal de Derechos Humanos", a la cual el Estado chileno no sólo adhirió sino, aún más, contribuyó a establecer, y del "Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos", que el mismo Estado suscribió, ratificó y promulgó como ley de la República, el 30 de noviembre de 1976. A mayor abundamiento, la reforma constitucional de 1989, estableció que tales tratados y pactos internacionales, poseen rango de norma constitucional.

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Como se puede apreciar, las concepciones jurídicas que mencionamos establecen que estas libertades son inherentes a la persona humana, y que por ello resultan inalienables y -al menos desde una perspectiva jurídica-, imposibles de escindir de la propia persona, puesto que precisamente su pleno ejercicio es lo que otorga dicho estatus.

Dicho de otro modo, al impedirse el ejercicio de las Libertades de Conciencia y Expresión -entre otras-, cesa automáticamente la calidad de persona desde una perspectiva jurídica. De este modo, el ser humano privado de dichas libertades no puede ser sujeto de acción jurídica, puesto que inmediatamente deja de ser persona.

Podríamos añadir a lo anterior, el hecho de que en Occidente existe una larga tradición ético-teológica en relación a la Libertad. Particularmente, uno de los fundamentos teológicos de la cristiandad es la noción de "libre albedrío", cuestión que durante los siglos XVII, XVIII y XIX fue ampliamente debatida por los herederos del Renacimiento, y cuyas conclusiones generales bien pueden resumirse en la famosa sentencia cartesiana "cogito, ergo sum", "pienso, luego existo", cuestión sobre la que volveremos más adelante.

Recientemente el propio Papa Juan Pablo II ha confirmado la importancia teológica del libre albedrío, al sostener que al infierno se llega por opción, y no por predeterminación.

Ahora bien, realizadas estas precisiones, quisiéramos no obstante situarnos en una perspectiva diferente a las ya precisadas, y que esperamos permita comprender varios de los aspectos que nos han motivado a realizar el Encuentro que amerita esta presentación.

2.- Las Concepciones Materialistas y su negación de la Libertad

Señalábamos en un comienzo, que nos parecía curioso el hecho de que la discusión en torno a las Libertades inherentes a la persona humana, estuviesen mayoritariamente restringidas a un marco filosófico-jurídico.

Ello, porque a nuestro entender, hay una dimensión fundamental que ha sido sistemáticamente ignorada, cuando no francamente rechazada en el debate de estos conceptos. Nos referimos a la dimensión biológica del ser humano, cuestión que -a priori- podría parecer un contrasentido cuando de lo que se trata -aparentemente- nada tiene que ver con nuestra estructura biológica. Pero basta realizar un estudio superficial de algunas muy actuales discusiones, para comprender que este ámbito del análisis tiene una relevancia que va más allá de lo que habitualmente percibimos.

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A modo de ejemplo, algunos casos sintomáticos: El Mercurio publica el pasado sábado 19 de febrero, un artículo reproducido de The Washington Post, titulado: "Violencia: en el cerebro podría estar la respuesta", y señala en la bajada: "Un reciente estudio vincula una menor cantidad de materia gris en un sector del cerebro con la predisposición a la violencia en las personas. La investigación conmocionó a los científicos que buscan causas fisiológicas para las actitudes antisociales, pero advierten que es demasiado pronto para elaborar técnicas que permitan reconocer a los individuos propensos a la violencia".

Por otra parte, estudios realizados en Europa y EE.UU. han tratado de comprobar que ciertas conductas intrínsecas, estarían determinadas genética y/o hormonalmente. Es el caso del estudio realizado en ratones, sobre una hormona que controlaría las conductas maternales. Al suprimirse su circulación, las madres abandonarían todas las conductas asociadas con la maternidad, y sus crías morirían de hambre. El estudio sugiere que dichos efectos podrían ser homologables en el caso del Ser Humano, y que ello explicaría algunos casos anómalos de madres que desatienden a sus hijos.

Como último ejemplo y sin entrar en mayores detalles, queremos mencionar el llamado "Proyecto Genoma", que pretende desarrollar un mapa completo del genotipo humano. Se señala que este "mapa", permitirá predecir la probabilidad de que ciertas enfermedades genéticas se manifiesten en la vida de una persona, así como la tendencia a desarrollar determinados cuadros psicológicos asociados a patrones genéticos.

En los EE.UU., y sin que el llamado mapa se encuentre aún completo, ya hay una fuerte discusión en torno al uso que ciertas empresas estarían dando a la información genética de sus empleados, utilizándola para rechazar postulaciones a trabajos, o bien, para despedir a los trabajadores que el estudio determine como propensos a desarrollar ciertas enfermedades. Al respecto, el gobierno norteamericano pretende establecer una enmienda constitucional que prohiba el uso de esta información.

No queremos discutir aquí la validez de estos experimentos y estudios o de sus conclusiones, sino llamar la atención hacia dos cuestiones que nos parecen fundamentales para el análisis que estamos presentando.

La primera cuestión que cabe preguntarse cae en un ámbito jurídico: si los resultados de estos estudios son verdaderos, ¿con qué criterio legal podrá condenarse, por ejemplo, a una persona que cometa un crimen, si se comprueba que posee "una menor cantidad de materia gris", y que -por lo tanto-, su conducta violenta está predeterminada?, de igual modo, ¿cómo podría culparse a una madre que abandona a sus hijos, porque por algún motivo no desarrolló la "hormona maternal"?, o -finalmente-, ¿cómo se podría condenar a un asesino en serie, si su estructura genética determinó el desarrollo de un cuadro sicótico al llegar a cierta edad?

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Lo segundo que surge es un cuestionamiento ético-filosófico: Si estos estudios confirman que parte o la totalidad de nuestra naturaleza está determinada, ¿sobre qué base podría sostenerse que las Libertades de Conciencia y Pensamiento son inherentes a la persona humana?

¿Cómo podría sostenerse la noción de "libre albedrío" si nuestras conductas estarían premo-deladas? ¿De qué Libertad se estaría hablando, si ella sólo sería una ilusión que cubriría nuestra Esclavitud biológica?

Queda claro entonces, que la discusión sobre la definición de la Naturaleza Humana no es un tema menor dentro del análisis de las Libertades que mencionamos. Todo lo contrario. Es precisamente el fundamento de estas Libertades.

Por ello, resulta absolutamente necesario comprender que nada se saca negando nuestra dimensión biológica. Muy por el contrario. Ha sido el reiterado rechazo de la Filosofía y el Derecho a integrar esta dimensión, lo que ha permitido a los Científicos explotar a sus anchas el vacío que genera esta negación en la legislación y la jurisprudencia internacional, y -de hecho-, ello ha llevado a la posibilidad de que las corrientes científicas materialistas, se encuentren a punto de generar una concepción biológica que destronará -más temprano que tarde-, los actuales fundamentos ético-filosóficos del orden jurídico internacional.

La estructura científica materialista, nació precisamente del resultado del debate sobre "Libre Albedrío y Determinismo" que resumíamos en la sentencia cartesiana: "Cogito, ergo sum". Cuando Descartes fijó esta noción, quedó abierta la posibilidad de que un día -día que está hoy demasiado cerca-, el materialismo pudiera finalmente establecer un dominio absoluto sobre el Ser Humano.

La distinción cartesiana entre Mente y Cerebro (o sea, entre cuerpo y mente), es el fundamento de esta posibilidad.

Para los materialistas clásicos y sus herederos ideológicos (marxistas, capitalistas, liberales y conservadores), los cerebros son determinados objetos biológicos cuyas propiedades producen los comportamientos que observamos, y los estados de pensamiento o intención que inferimos de esos comportamientos.

La mente, según la postura dominante en la filosofía occidental -el denominado "materialismo de estado central"-, puede ser sencillamente reducida a cerebros. Los hechos mentales (pensamientos, emociones, etc.), son causados por hechos cerebrales. Las tesis modernas acerca de estas cuestiones apuntan a establecer un cartesianismo descarado. Un deus ex machina dualista sin apelación. Esta postura es la de gran número de neurocientíficos apegados al reduccionismo, y es la postura que apoya, casi sin ambages, el actual sistema político-cultural en Occidente.

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En el centro de esta cuestión, y para no ahondar más en ejemplos, está la noción de que el Ser Humano (mente) es ajeno a la Naturaleza (cuerpo).

Para estas tesis somos Mente y Cuerpo, separados, escindidos, divididos y -por cierto- controlados y determinados por nuestros genes, nuestras neuronas o, tal vez, nuestro músculo cardíaco.

Esto es correlativo a la tesis de que la ética y la filosofía son ajenas a nuestra dimensión biológica ¡aunque sus concepciones estarían determinadas por esta!

Ustedes podrán ver entonces, que la discusión sobre la Libertad de Pensamiento y Conciencia -desde esta perspectiva- no tiene ningún fundamento. Para el materialismo, somos esclavos de nuestros genes, aún más, de nuestras "cadenas" de ADN.

Si todos los efectos tienen causas, entonces, ¿qué podemos entender por Libertad en el mundo material y causal? Si -como sostienen las tesis materialistas que hemos venido comentando- cualquier elección es consecuencia de un estado mental en el momento de la opción, y si los estados mentales son parte de una cadena natural de causación procedente de condiciones anteriores, entonces, ¿se es realmente libre?

Como puede fácilmente deducirse, si estas premisas fuesen ciertas, entonces todos los planteamientos jurídicos y éticos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y de nuestra propia Constitución Política serían, a lo menos, falsos e inaplicables, ya que no tendrían sustento más que en el ilusorio ámbito "mental" de unos pobres sujetos controlados y determinados por sus procesos metabólicos.

De allí que como primera gran conclusión debamos sostener que, si se pretende debatir respecto a este tema en profundidad, lo primero que debemos establecer es una estructura conceptual común, que permita superar esta aparente paradoja entre nuestra "naturaleza jurídica" y nuestra "naturaleza biológica". Es precisamente aquí donde queremos presentar nuestra primera posición.

3.- Nuestra Biología nos hace Libres

Las tesis materialistas que comentábamos anteriormente, han tenido su más moderna expresión en la llamada "Sociobiología". Esta disciplina es el resultado de todo el conocimiento acumulado desde los Neodarwinistas de finales del siglo XIX, hasta sus más modernos herederos conceptuales, entre los que destaca Richard Dawkins, autor de "El

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Gen Egoísta", libro de texto en Evolución de gran parte de las universidades norteamericanas.

Sin embargo, desde mediados de la década del '60, una nueva escuela de pensamiento científico se originó en dicho país. Uno de sus precursores fue el biólogo Gregory Bateson, padre de la Cibernética de 2º Orden y de la llamada Escuela de Palo Alto, en California. Paralelamente, en Inglaterra, un investigador independiente, James Lovelock, realizó el aporte más substancial a la moderna Teoría Sintética de la Evolución, al desarrollar la tesis de que nuestro planeta es un Organismo Vivo, un "gran animal", al que bautizó como Gaia, nombre de esta moderna teoría. Por su parte, también en esa época, en Chile dos investigadores comenzaron a realizar una serie de experimentos y proposiciones sumamente vanguardistas. Nos referimos a Humberto Maturana y Francisco Varela, el primero, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Ciencias.

Esta nueva corriente, denominada "Nueva Biología", representa la respuesta más formidable a las tesis del materialismo clásico, y sus conclusiones apenas si comienzan a ser comprendidas e integradas en el discurso científico y público internacional.

Para la "Nueva Biología", no existe la clásica separación entre "Mente" y "Cuerpo". Su visión es holística, integradora y contraria al reduccionismo. No obstante, la "Nueva Biología" nos obliga a comprender al Ser Humano en su totalidad, la que evidentemente incluye su dimensión biológica, pero, al contrario que en las tesis materialistas, sus conclusiones sostienen que precisamente es nuestra naturaleza biológica la que nos hace libres. Ello queda de manifiesto al comprobar dos hechos fundamentales: primero, que la Evolución opera en la especie humana a través de la Cultura, o -en otras palabras-, que son las ideas las que nos permiten adaptarnos; y -segundo-, que desde el mismo momento en que el ser humano comenzó a evolucionar culturalmente, se "liberó" de las cadenas de la Evolución puramente Biológica.

Estas premisas surgieron por primera vez, como conclusión derivada del estudio de la naturaleza de la vida.

Maturana y Varela, entre otros, llegaron a la conclusión de que la vida pertenece a un tipo de fenómenos que sólo puede definirse de acuerdo a su capacidad de autorganización. Esta propiedad la llamaron "autopoiesis", y es una pieza clave para comprender el porqué de nuestra naturaleza. Cuando se comenzó a estudiar el modo en que los organismos autopoiéticos se relacionan con el entorno, y con otros organismos, se avanzó hacia una dirección no contemplada por el materialismo clásico. Resultó que las propiedades de cualquier ser vivo, no están totalmente determinadas por las estructuras que los componen. Es la ahora famosa sentencia de que "el todo es más que la suma de las partes".

Dicho de otro modo, la causalidad tenía un límite, ya que a partir de los componentes de un organismo autopoiético resultaba imposible predecir la totalidad de sus conductas.

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Ciertamente, el acoplamiento estructural de las especies filogenéticamente más primitivas resulta bastante menos flexible que en especies modernas, pero en general, la condición básica de la vida es que escapa de las reglas y límites de los componentes que la generaron.

Ello significa que en general, los grados de "libertad" biológica aumentan a medida que se avanza en el árbol filogenético de la vida. Mientras más "moderna" es una especie en términos evolutivos, menor es el grado de restricción que le imponen sus estructuras materiales. El caso límite (por ahora) es el Ser Humano. No sólo el hecho de que al menos desde hace 400 mil años la cultura reemplazó a la selección natural, sino además, que el propio sistema nervioso generó un nivel donde no operan directamente las variables fisiológicas -la Mente-, permitió comprender por primera vez que la Libertad Humana tenía una base mucho más "material" que su simple formulación jurídica o filosófica.

Lo importante es que en esta concepción, no hay ninguna necesidad de separar "Mente" y "Cuerpo", porque desde una perspectiva autopoiética -autoorganizada-, ambos son inseparables. En otras palabras, la "Mente" no es "algo" como el Cerebro o las Neuronas, sino que es el resultado directo de la existencia del Ser, y por ello, inseparable del proceso que la origina, así como este proceso de su resultado. Esta constatación puede resultar incluso de perogrullo, todos comprendemos que nuestra "Mente" no es "algo" que podamos separar de nuestro "Cuerpo" como quien dona un riñón para transplante. Sin embargo, hasta que la "Nueva Biología" estableció científicamente esta afirmación, los materialistas clásicos podían hablar impunemente de "Mente" y "Cuerpo" como "cosas" separadas, y de allí, señalar que estábamos "determinados" por nuestra naturaleza.

De este modo, la "Nueva Biología" rescata y valida la intrínseca indivisibilidad del hombre y la naturaleza, y a la vez, permite comprender y resolver de una vez por todas la discusión de si somos "determinados" o tenemos verdaderamente "libre albedrío".

En este planteamiento, somos Libres precisamente porque ello es intrínsecamente fundamental en la naturaleza humana, y es esta propia naturaleza la que nos otorga dicha libertad. Esta naturaleza dice relación con aspectos puramente biológicos, neurológicos y psicológicos, pero se extiende directamente al ámbito social, cultural, lingüístico e histórico, entre otros.

Somos una totalidad en relación a otras totalidades, en el marco de nuestras sociedades, culturas, lenguajes, tradiciones, e historias, como individuos, familias, comunidades, culturas, naciones y Estados. Ello es la clave de nuestra unidad fundamental como especie, y la explicación de nuestras diferencias adaptativas, que son la manifestación de nuestros propios espacios de libertad evolutiva. Allí radica por ende, el fundamento ético de la defensa de nuestra diversidad, y la supremacía del respeto a la diferencia por sobre las concepciones universalistas y totalitarias de la política, la economía, la cultura, la educación y el lenguaje.

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Si llevamos estas conclusiones al ámbito filosófico, queda claro entonces que la Legislación sobre las Libertades humanas está en lo cierto en sus afirmaciones, pero, desde nuestra perspectiva, deberá integrar estas modernas concepciones a sus postulados si verdaderamente quiere amparar en Derecho la fundamental diversidad y unidad del ser humano.

De lo expuesto fluyen contundentemente algunas proposiciones centrales, que contrastaremos en la última parte de este breve ensayo.

a) Por definición y de acuerdo a nuestra naturaleza, la Libertad de Conciencia y Pensamiento abarca todas las ideas y conceptos que el ser humano pueda generar. Si se pretendiese negar la posibilidad a una sola persona, en cualquier parte del mundo, de elaborar pensamiento, no sólo se negaría la propia naturaleza de dicha persona, sino que además se estaría atentando contra la propia evolución de la especie.

b) Como resulta imposible escindir las ideas de la persona que las elabora, no puede condenarse a nadie por lo que piensa, ya que al hacerlo se condenaría de igual modo lo que "es", es decir, su propia naturaleza como ser humano.

c) No hay modo alguno en que ciertas ideas puedan ser "prohibidas", sin que a la vez ello implique "prohibir la existencia" de quienes piensan. Dado que el pensamiento es intrínseco de la naturaleza humana, prohibir éste es atentar contra aquella.

d) Finalmente, estos conceptos permiten afirmar que sólo la legislación que penaliza conductas tiene validez, si lo que se desea defender es la dignidad inherente a la persona humana.

Cualquier legislación que pretenda penalizar parte o el todo de conceptos, proposiciones, hipótesis o teorías, resulta fundamentalmente contraria a los Derechos Humanos, porque atenta contra nuestra propia naturaleza como individuos y como especie.

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4.- El Nuevo Orden Mundial: Un sistema Materialista Totalitario contrario a la Libertad

Lo que hemos venido comentando, adquiere real magnitud al comprobar que, precisamente hoy día, una columna del diario La Tercera, reproduce un artículo publicado en el diario español El País, el pasado 27 de febrero, titulado "Haider: las palabras son hechos", del filósofo y director de la revista MicroMega, Paolo Flores d'Arcais.

El autor sostiene que:

"Al intervenir en el caso Haider, Europa ha establecido definitivamente que, en democracia, el consenso electoral es un principio importantísimo, pero el segundo. El primero y fundamental en cambio, es el principio de respeto a los valores ético-políticos que todas las democracias enarbolan en las constituciones"...

"Significa que, en democracia, el consenso electoral, el principio de la mayoría, es importante. Sí, pero no fundamental en el sentido etimológico de la palabra. Es la técnica ineludible del funcionamiento de las instituciones, pero su fundamento está en otra parte: en el respeto a los derechos civiles de las minorías, en el rechazo a cualquier xenofobia, en el antifascismo. Sobre estos dos valores no hay mayoría que aguante: una mayoría que los rechace es, desde luego, mayoría, pero está ya fuera de la democracia"...

"No se juzga a Haider por su acción como socio del Gobierno. Aparentemente, se trata de un inadmisible "proceso de intenciones". "En realidad, es el reconocimiento necesario de que, en política, las palabras son hechos. Y hay que tratarlas en consecuencia"...

"Europa ha decidido que palabras de este tipo no son opiniones, sino hechos. Y como tales, sancionables, sin esperar a acciones ulteriores. Y que, por lo tanto, el simple acceso al Gobierno de un líder y de una fuerza política que ha cometido tales hechos constituye ya un hecho que viola el tratado de Amsterdam y los valores que están en la base del solemne pacto por el que se está construyendo la Europa de las democracias".

Como se puede apreciar, este filósofo llega a la formulación más clara de la pretensión del sistema para proscribir ciertas ideas. Al transformar la palabra -logos-, en hecho -facto-, funde y confunde el Ser con el Hacer.

Ahora bien, como vimos, el pensamiento -logos-, es inherente a la naturaleza humana, biológica y jurídicamente hablando. De su proposición fluye -además-, que nuestra naturaleza determinaría nuestro accionar. Como vimos, esto es determinismo de la peor ralea.

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Con este criterio podríamos entonces juzgar y condenar a un hombre porque en un arrebato de odio, pensó en matar a otro. También podríamos juzgar y condenar a un chamán de las selvas amazónicas, porque a través del pensamiento envió un maleficio de muerte a su enemigo. Por cierto, quienes vayan al estadio deberán cuidarse mucho de lo que gritan... las palabras son hechos, y ciertamente, los hechos que se gritan en un estadio ameritan la prisión de la mayoría de los asistentes.

En el caso en cuestión, la pretensión hegemónica del sistema llega a absurdos inconcebibles: se nos quiere hacer aceptar que la democracia posee una serie de criterios anteriores y predominantes sobre su ejercicio: esto es, sobre la libre elección de los representantes. De este modo surge la pregunta que encabeza el artículo mencionado: ¿Son legítimas las decisiones de las mayorías, aunque se opongan a los valores que dan vida a la democracia?

La cuestión de fondo que esta pregunta trasunta es: ¿son legítimos los pensamientos aunque se opongan a la democracia?

Como el propio autor se encarga de señalar, esta es una vieja disputa teórica: ¿Es soberano el pueblo o son soberanos los valores en que se fundamenta la democracia?

Si lo correcto es lo segundo, entonces deberíamos revisar toda la concepción que dio origen a la propia democracia a partir del Derecho Natural.

Efectivamente, fue la interpretación del "Vox populi, vox Dei", la voz del Pueblo es la voz de Dios, lo que legitimó el surgimiento y la validez ética de las primeras democracias modernas a partir de las Monarquías y el Feudalismo. Aún más, nuestro continente y nuestro país obtuvieron su independencia apelando precisamente a este principio.

No obstante, siguiendo a Flores d'Arcais, nada de esto sería válido, o más bien, sólo sería válido si el resultado final fuese un sistema democrático.

Por ello nos parece interesante preguntar con qué legitimidad existen monarquías en España o Inglaterra, las que -pese a ser constitucionales-, no representan estructuralmente sistemas verdaderamente democráticos.

De igual modo, podríamos preguntar si es verdaderamente democrático un país en que el grado de abstención en las elecciones supera el 50%, y donde los candidatos son elegidos por algo más de la mitad de la mitad de los electores. O si un país con un partido gobernante desde hace medio siglo puede considerarse una democracia... lo mismo para un país con únicamente dos partidos políticos.

Finalmente, ¿qué podríamos decir de un país donde un gobernante rige durante medio siglo, y cada vez resulta "democráticamente" reelecto por la amplia mayoría de los electores?

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A mayor abundamiento, qué podríamos decir entonces del Documento de los Provinciales Latinoamericanos de la Compañía de Jesús, titulado "Neoliberalismos en América Latina", en que se sostiene: "El Neoliberalismo, tal como se entiende en América Latina, es una concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado hasta convertirlo en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano inteligente y racional"... "Este mercado absoluto no acepta regulación en ningún campo. Es libre, sin restricciones financieras, laborales, tecnológicas o administrativas".

Los Jesuitas deberían tener cuidado al pensar que el Neoliberalismo es un modelo totalitario. Efectivamente, siguiendo a Flores d'Arcais, la Compañía de Jesús podría ser condenada por estas palabras... porque constituirían hechos, hechos contrarios al modelo hegemónico establecido, del cual el Neoliberalismo es el primus inter pares.

Si no nos creen continúen leyendo.

Resulta evidente que la actual proposición del Nuevo Orden Mundial no contempla resolver estas cuestiones. Lo único importante para este modelo es que no haya pensamientos contrarios a su hegemonía, ¡menos si los sostiene la iglesia! ¡menos si se transforman en partidos políticos que se le opongan!, y por cierto, ¡muchísimo menos si hay pueblos que se manifiesten contrarios a sus prerrogativas!

Como sostiene el escritor disidente norteamericano de origen judío, Noam Chomsky, en "Democracia y el Nuevo Orden Mundial": "Los contornos de este mundo fueron delineados por la Embajadora ante las Naciones Unidas, Madeleine Albrigth"... "Ella informó al Consejo de Seguridad, que estaba dudando de una resolución dictada por Estados Unidos acerca de Irak, sosteniendo que "Estados Unidos seguirá actuando de manera multilateral, cuando podamos, y unilateral cuando tengamos que hacerlo".

El escritor agrega: "Haga su juego como quiera, pero en el mundo real "se hace lo que nosotros decimos", como expresaba el presidente Bush".

Como ejemplo de esta "real politik" señala: "Las guerras terroristas promovidas y organizadas por Washington se dirigieron en gran medida contra la iglesia que (en Centroamérica) se había atrevido a adoptar "la opción preferencial por los pobres", y, por lo tanto, tenía que enseñársele las lecciones habituales por desobediencia criminal.

Casi no sorprende que esa horripilantes década (los '80), se iniciara con el asesinato de un arzobispo y terminara con la matanza de seis líderes intelectuales jesuitas, en ambos casos, por fuerzas armadas y entrenadas por Washington". ¡Ciertamente las palabras son hechos!, ¡los Jesuitas debieron pensar y hablar con mayor cuidado, sobre todo si para Estados Unidos ellos eran Comunistas!

Sin embargo, Chomsky señala que el problema existía aún antes de que el término "comunista" se volviera disponible para etiquetar a los heréticos.

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Ya en fecha tan temprana como 1787, en los debates sobre la Constitución Federal, James Madison observó que: "En Inglaterra, en este día, si las elecciones fueran abiertas para toda clase de gente, la propiedad de los dueños de tierras estaría insegura. Pronto se haría una "Ley agraria". Para parar semejante injusticia "nuestro gobierno debe asegurar los intereses permanentes del país contra la innovación", estableciendo pesos y contrapesos para "proteger la la minoría de los opulentos contra la mayoría".

De este modo, asistimos a la formulación final de las tesis del determinismo materialista: no somos libres porque estamos condicionados por nuestros genes, y jamás seremos verdaderamente libres, porque el poder mundial siempre determinará los límites máximos a los que pueda llegar el pensamiento.

Como sostenía Walter Lippmann en sus ensayos progresistas sobre la democracia norteamericana:

"En Estados Unidos, sus pobladores son "entrometidos e ignorantes extraños" que pueden ser "espectadores" pero no "participantes en acción". La "Gran Bestia", como Alexander Hamilton llamaba a la temida y odiada Opinión Pública, "tiene que ser domesticada o enjaulada, si el gobierno quiere asegurar "los intereses permanentes del país"".

Además, queda pendiente la tarea de desentrañar qué o quienes determinarían aquellos pensamientos que fuesen políticamente correctos, y con qué criterios interpretarían tal o cual proposición.

Dado que en el tema de las interpretaciones en Chile tenemos de sobra -basta mirar las "interpretaciones de la Ley"-, ciertamente esto quedaría al arbitrio absoluto de quienes detentan el poder, como efectivamente ocurre.

Así, el día de mañana deberemos no sólo hablar con cuidado, sino además pensar con cuidado.

A "alguien" o a "algo", se le puede ocurrir que cierta proposición teórica, cierta hipótesis, cierto concepto o cierta palabra atenta contra el orden establecido... sin importar si una iglesia apoya éticamente dicha propuesta, sin importar si un partido político legalmente constituido la sustenta, sin importar si una enorme mayoría del pueblo la respalda. Las ideas serán hechos, y las ideas peligrosas para el sistema serán hechos penalizables por el sistema.

Lamentablemente para quienes sostienen estas proposiciones, estamos absolutamente convencidos de que nuestra propia naturaleza nos otorga la Libertad... y no podemos renunciar a lo que somos, por lo que no podemos renunciar a ser libres.

Nuestra lucha es por la libertad del Ser Humano en su más amplio grado, y por la Vida en todas sus manifestaciones.

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La Libertad de Expresión nunca ha consistido en estar de acuerdo con lo que la autoridad de turno, la ideología dominante o la historia oficial pretenden implantar. Todo lo contrario.

La Libertad de Expresión es una conquista de todos quienes a lo largo de la historia han combatido contra la imposición de criterios autoritarios.

Es un logro de todos los que han luchado contra las miradas unidireccionales, las proscripciones impuestas por la fuerza, los intentos de prohibir pensar... en síntesis, contra los tabúes que se arrastran desde nuestros remotos orígenes tribales.

Porque -lo hemos dicho en otra parte-, la historia de la Conciencia es diminuta en relación al tiempo que nuestra especie ha sido inconsciente, y los siete mil años de historia escrita no dan cuenta de los setenta mil años de prehistoria oral, ni de los setenta millones de años desde la aparición de los primates.

Y por eso, lo peor que podemos hacer al ingresar en el Tercer Milenio es, a la diminuta fogata de la conciencia que hemos logrado encender en estos siete mil años de historia escrita, apagarle algunos tizones porque su luz nos molesta.

Pretender proscribir el pensamiento por decreto es -en la actual fase evolutiva de la humanidad- un acto más bestial, más inconsciente, más criminal y de mayor ignorancia, que lo que probablemente realizaron nuestros antepasados al exterminar a los Neanderthales.

Gregory Bateson sostenía: "los procesos políticos no son sino fenómenos biológicos, ¿pero qué político sabe esto?", por lo cual, ante el intento de prohibirnos pensar, reunirnos y asociarnos, sólo podemos señalar que nuestra naturaleza nos hace libres, y que no renunciaremos nunca a la libertad porque nunca podremos renunciar a lo que somos.

Esta es nuestra Política, como se verá, una cuestión biológica... Pero, ¿qué político de los que quieren proscribirnos sabe esto?

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Notas:

Santiago de Chile de la Nueva Extremadura, 28 de Febrero del 2000. - Presentado por el autor en la Sede del Partido por la Democracia, por invitación de la Directiva de las Juventudes del PPD. Las Juventudes del Partido por la Democracia (PPD), fueron las únicas que no se manifestaron en contra de la realización del "Primer Encuentro Ideológico Internacional de Nacionalidad y Socialismo", en abril del 2000.