la historia dentro de la historia. tlaxcala y la nación mexicana

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Estudios interdisciplinarios y espacios históricos ISBN: 978-607-9348-75-5 1 La historia dentro de la historia. Tlaxcala y la nación mexicana Gabriel Martínez Carmona El Colegio de México Introducción Este ensayo pretende dar cuenta de la construcción de un discurso alterno, que no es el de una historia de México, sino de una parte de él: el estado de Tlaxcala, cuyo pequeño territorio se ha mantenido casi intacto desde tiempos de la conquista. Tlaxcala no tuvo propiamente un discurso oficial hasta fechas recientes, pero ha sabido construirse una identidad que le ha caracterizado y que ha corrido paralela a la versión centralizadora. El discurso de la historia oficial del país y el de Tlaxcala, más consolidado el primero que el segundo, difieren en un aspecto de la historia que se considera fundacional y que por lo tanto repercute en ambas visiones: la conquista de México-Tenochtitlán por parte del ejército de la Corona española, con la participación de diversos grupos indígenas rivales de los mexicas, de entre los que destacaron los tlaxcaltecas. Habrá que decir que la visión predominante de la historia de México no ha sido una visión estática, sino que se ha ido construyendo a lo largo de casi doscientos años a partir de la independencia; sin embargo, ha creado una idea que tiene un origen bastante temprano y que si bien no podemos fechar con precisión, parece tener su origen en las primeras décadas posteriores a la independencia, a saber: al participar como aliados de los conquistadores españoles, los tlaxcaltecas traicionaron al imperio mexica, que en la historia “oficial” se ha considerado el imperio de los primeros mexicanos. Al parecer, la afirmación de que los tlaxcaltecas traicionaron a los primeros mexicanos, los hizo acreedores al apelativos de “traidores a la patria”. La idea de la traición tuvo una importancia tal para la construcción del nacionalismo mexicano, que permeó la sociedad mexicana al punto de que hasta la fecha es una idea que más o menos prevalece. Frente a esto, los tlaxcaltecas han forjado un discurso opuesto, que niega la idea de traición para afirmar que Tlaxcala fue

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Estudios interdisciplinarios y espacios históricos

ISBN: 978-607-9348-75-5

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La historia dentro de la historia. Tlaxcala y la nación mexicana

Gabriel Martínez Carmona El Colegio de México

Introducción

Este ensayo pretende dar cuenta de la construcción de un discurso alterno, que no

es el de una historia de México, sino de una parte de él: el estado de Tlaxcala,

cuyo pequeño territorio se ha mantenido casi intacto desde tiempos de la

conquista. Tlaxcala no tuvo propiamente un discurso oficial hasta fechas recientes,

pero ha sabido construirse una identidad que le ha caracterizado y que ha corrido

paralela a la versión centralizadora.

El discurso de la historia oficial del país y el de Tlaxcala, más consolidado el

primero que el segundo, difieren en un aspecto de la historia que se considera

fundacional y que por lo tanto repercute en ambas visiones: la conquista de

México-Tenochtitlán por parte del ejército de la Corona española, con la

participación de diversos grupos indígenas rivales de los mexicas, de entre los que

destacaron los tlaxcaltecas. Habrá que decir que la visión predominante de la

historia de México no ha sido una visión estática, sino que se ha ido construyendo

a lo largo de casi doscientos años a partir de la independencia; sin embargo, ha

creado una idea que tiene un origen bastante temprano y que si bien no podemos

fechar con precisión, parece tener su origen en las primeras décadas posteriores a

la independencia, a saber: al participar como aliados de los conquistadores

españoles, los tlaxcaltecas traicionaron al imperio mexica, que en la historia

“oficial” se ha considerado el imperio de los primeros mexicanos.

Al parecer, la afirmación de que los tlaxcaltecas traicionaron a los primeros

mexicanos, los hizo acreedores al apelativos de “traidores a la patria”. La idea de

la traición tuvo una importancia tal para la construcción del nacionalismo

mexicano, que permeó la sociedad mexicana al punto de que hasta la fecha es

una idea que más o menos prevalece. Frente a esto, los tlaxcaltecas han forjado

un discurso opuesto, que niega la idea de traición para afirmar que Tlaxcala fue

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cuna de la nación. Veremos aquí cómo es que ambos, pero sobre todo los

tlaxcaltecas han ido construyendo ese discurso de defensa y a la vez

autoconfirmación de su ser como entidad parte del Estado-nación mexicano.

El ensayo está dividido en dos grandes apartados. El primer apartado

plantea algunas características que históricamente hicieron de Tlaxcala un caso

especial del resto de las provincias de la Nueva España, que tienen su origen

precisamente en su participación en la conquista de México Tenochtitlán. El

segundo apartado se vale del anterior para plantear cómo fue que hasta años

recientes los tlaxcaltecas han afrontado el mote que el discurso nacionalista les

colocó, para crear una versión propia de su historia y por ende de la de México.

De un gobierno de indios a un gobierno de tlaxcaltecas en México

Para cuando el ejército español comandado por Hernán Cortés llegó a tierras

mesoamericanas, los que conocemos como tlaxcaltecas estaban organizados en

una serie de señoríos de origen mayoritariamente náhuatl y en menor medida

otomí. Hacia el siglo XII d.C., hubo un periodo de bonanza económica que permitió

que se consolidaran estos grupos culturales dentro de lo que actualmente es el

territorio del estado de Tlaxcala; hubo cuatro señoríos que destacaron a partir del

siglo XIV: Tepetícpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuiztlán. Para resistir amenazas

externas, tener mejor organización y control interno, los cuatro señoríos

establecieron una serie de acuerdos para confederarse. La organización política

de la confederación, al tiempo de la llegada del ejército español, se basaba en un

consejo supremo, integrado por caciques (tecuhtli) de los cuatro señoríos. La

organización tlaxcalteca fue llamada República por los españoles, y al consejo

supremo se le comparó con un Senado; ambas concepciones de la organización

política tlaxcalteca perduraron en buena medida.

Cuando se dio el primer enfrentamiento violento entre tlaxcaltecas y

españoles, éstos ya habían tenido una serie de batallas con otros indios de las

costas del golfo y del valle poblano-tlaxcalteca, por lo que su ejército estaba

integrado por un fuerte contingente de indios aliados. Tras varias batallas, en que

ambos ejércitos, español y tlaxcalteca, salieron diezmados, se concertó una

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alianza. “El hecho de que los españoles no hubieran tomado las cabeceras de los

principales señoríos significaba que la derrota tlaxcalteca no había sido total, por

lo que su rendimiento no debía ser incondicional. Ofrecieron a Cortés una alianza

amistosa para vencer a los de Tenochtitlan, pero esperaban respeto por aquello

por lo que sentían tanto orgullo: su libertad y su autonomía como nación”.1

La política imperial mexica había significado un impedimento para el

desarrollo de Tlaxcala, pues le habían bloqueado las salidas comerciales, le

arrebataron la mayoría de sus pueblos tributarios, cortando así su expansión, por

lo que la confrontación belicosa fue continua, aunque los mexicas nunca pudieron

someterlos. En el primer enfrentamiento en México-Tenochtitlán las fuerzas

españolas y sus aliados, salieron derrotados. Pero tras la promesa de entregar

parte de los territorios conquistados, se sumaron al contingente militar español al

menos 100,000 guerreros tlaxcaltecas, entre otros muchos aliados indios.

Finalmente la ciudad de México-Tenochtitlan cayó el 13 de agosto de 1521.

El cerco que el imperio mexica impuso a los tlaxcaltecas se había roto

definitivamente, y el precio a pagar por aliarse para derrotar a los mexicas fue

conservar la que se volvió una autonomía intocable, que quedaría sujeta a nuevas

reglas, con lo que su ancestral cultura sería penetrada por los principios

españoles. En primera instancia, los tlaxcaltecas juraron lealtad al rey de España

como suprema autoridad; no obstante, el respeto a la organización tradicional

indígena se combinó con formas de gobierno castellanas. La organización del

gobierno tlaxcalteca se basó en la formación de un cabildo como máxima

autoridad, junto con un gobernador indio y otro español.

Como una prerrogativa, los tlaxcaltecas dependían directamente del rey, y a esta alta instancia de gobierno tenían derecho de apelar sin que mediara ninguna otra autoridad de la península ibérica ni de la colonia novohispana. Esto es, Tlaxcala era una ‘población realenga’. Con base en las ordenanzas promulgadas por la Corona en 1545 se consolidó jurídicamente la organización político-administrativa y territorial de Tlaxcala, y, en lo sustancial, con esa misma estructura permaneció el resto del periodo

1 Ricardo Rendón Garcini, Breve historia de Tlaxcala, México, El Colegio de México, Fideicomiso

Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 32.

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virreinal, lo cual dio al pueblo tlaxcalteca una sólida cohesión, una prolongada permanencia y un alto grado de autonomía.2

Como consecuencia de su alianza con los españoles, los tlaxcaltecas

consiguieron tener un status privilegiados durante la época virreinal. Fue una de

las pocas ciudades de indios, con su gobierno completamente de caciques (lo que

se conoce como república de indios), y la Corona de Castilla le otorgó el título de

Muy noble y muy leal ciudad de Tlaxcala. El gobierno de Tlaxcala tuvo sus

peculiaridades y fue una anomalía en la generalidad de la etapa virreinal. A pesar

de ser una provincia que no quedó sujeta a ninguna jurisdicción más que a la del

virrey y la Audiencia, y de que estaba compuesta por una amplia mayoría

indígena, la nobleza tlaxcalteca no pagaban tributo, como prácticamente todos los

indígenas, sino que cubrían una cuota anual que se llamaba vasallaje.

Un episodio importante en la historia de Tlaxcala fue la participación de

gran número de guerreros tlaxcaltecas en las expediciones militares de los

españoles hacia el norte. Ante la necesidad de poblar el norte de la Nueva

España, el gobierno español intentó llevar un contingente de mil familias

tlaxcaltecas en 1560, pero el cabildo de Tlaxcala no aceptó, puesto que no estaba

claro el proyecto de colonización. Después de tres décadas, el virrey Luis de

Velasco II acordó con el cabildo de Tlaxcala la salida de cuatrocientas familias

tlaxcaltecas para contribuir al poblamiento y “civilización” de la Gran Chichimeca.

Se acordó que las familias se establecerían y tendrían autonomía política y

conformarían un gobierno propio con los mismos privilegios que los tlaxcaltecas

que se quedaron en el territorio. En realidad le costó mucho trabajo a los caciques

de las cuatro cabeceras poder reunir a la gente necesaria; al parecer no lograron

reunir a las cuatrocientas familias, pero las que finalmente salieron fundaron

poblaciones como Nueva Tlaxcala, o Tlaxcalilla, que aún conservan sus nombres.

En la segunda mitad del siglo XVIII hubo una serie de reformas políticas y

económicas en la Nueva España, provenientes de la península y que conocemos

como Reformas borbónicas. Con éstas, se reorganizó territorialmente la Nueva

España con el establecimiento del sistema de intendencias, en el que Tlaxcala fue

2 Rendón, Breve historia, p. 36.

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anexado a la intendencia de Puebla, como un partido de ella, por lo que perdió

todos los privilegios que la Corona le había otorgado y con los que había

funcionado durante cerca de doscientos años. El gobierno de Tlaxcala elevó una

serie de representaciones, primero a la Audiencia, luego al virrey y finalmente al

rey para que no fueran anexados a Puebla, y pudieran seguir conservando su

status de provincia aliada a la Corona. Después de una insistente gestión, lograron

que el rey reconociera los privilegios que sus antecesores le habían otorgado, por

lo que dentro del sistema de intendencias Tlaxcala se convirtió en un Gobierno

militar, sin ningún vínculo de sujeción a la intendencia de Puebla y dependiente

directamente del virrey.

Al comenzar la revolución de independencia, el cabildo de Tlaxcala, con el

respaldo de los caciques de los pueblos, ofreció nuevamente su apoyo al gobierno

virreinal y a la Corona, pues se opusieron a la entrada de las tropas de Napoleón

Bonaparte a la península y condenaron el movimiento insurgente de Miguel

Hidalgo.3

Al parecer, todos estos factores contribuyeron a que Tlaxcala fuera mal

vista al consumarse la independencia, e incrementó una especie de leyenda negra

acerca de la traición de Tlaxcala a la nación mexicana que, en parte, fue

promovida por los grupos emergentes económicamente en Tlaxcala. Cuando se

construyó el orden político de la nueva república, Tlaxcala se encontraba

empobrecida, con una elite indígena en decadencia y nuevos actores económicos

que llevaban décadas tratando de insertarse en los cargos políticos. Un sector

económicamente favorecido por los obrajes y la cría de ganado, provenientes de

cabeceras de segundo orden, y subordinadas al verticalismo político que

representaba el cabildo de la ciudad de Tlaxcala, intentaron separarse en varias

ocasiones a lo largo del siglo XVIII, sin conseguirlo. Por lo tanto, cuando se

3 Véanse los documentos: “Proclama de los tlaxcaltecas, invitando a los indios de la Nueva España

a resistir a Napoleón”; “El ayuntamiento de Tlaxcala ofrece todos sus recursos para combatir la revolución iniciada por el cura Hidalgo”; “Proclama de los caciques del Ayuntamiento de Tlaxcala contra la insurrección promovida por el señor Hidalgo”; “El gobernador de Tlaxcala, el 22 de octu-bre, da parte al virrey de que ha aprehendido a unos emisarios de Aldama, y la contestación de aquel”, en Hernández y Dávalos, Colección de documentos, tomo II, docs. 18, 73, 93 y 96, respec-tivamente; “Ofertas de la ciudad de Tlaxcala”; “¡Muera Bonaparte!”, en Guadalupe Nava Oteo, Ca-bildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, México, Secretaría de Educación Pública, 1973 (SepSetentas, 78)., pp. 151-155.

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debatía en el Congreso Constituyente si Tlaxcala podía ser o no un estado de la

nueva república, el principal enemigo de los tlaxcaltecas fueron los mismo

tlaxcaltecas. Los opositores enviaron varias representaciones al constituyente, con

la firme intención de que Tlaxcala fuera integrada a su vecino estado de Puebla.

Uno de los argumentos utilizados fue acusar a Tlaxcala por sus servicios a la

monarquía española, además solicitaban:

Ya no debe ser capital, ciudad ni pueblo, ni menos consentirse que abrigue en sus miserables guaridas la plebe más insolente, viciosa, holgazana e inmoral del mundo, los delincuentes más escandalosos que de todas partes allí se refugian para robar impunemente y asolar los caminos, ni las arbitrariedades más insufribles que se conocen. Sobre los escombros de tan infame pueblo, debe levantarse un monumento que diga: Aquí fue la traidora Tlaxcala que vendió su patria al extranjero y que ya no existe, para que no vuelva a cometer semejante parricidio.4

Finalmente, después de un largo debate, se publicó la Constitución federal

y allí Tlaxcala quedó con el status político pendiente; unos meses después se

declaró que no sería un estado más de la República, sino que tendría el status de

Territorio, y dependería directamente de la federación. Si en ese momento no fue

posible conservar su autonomía, al menos Tlaxcala mantuvo su integridad

territorial, frente a las ambiciones poblanas y de los disidentes dentro del territorio.

La vinculación que se le dio con respecto al poder central de la República se

asemejaba a su condición histórica de cerca de trescientos años como pueblo

“realengo”. No fue sino hasta la Constitución de 1857 que Tlaxcala logró obtener la

categoría de estado de la República.

Fue entonces el desarrollo histórico específico el que dio a Tlaxcala cierta

particularidad dentro de la Nueva España primero, y en la República después. La

profunda cercanía con los conquistadores españoles y posteriormente con el

gobierno de la Corona española fue crucial para mantener su autonomía de

gobierno, además de su integridad territorial, que ha permanecido casi intacta

hasta la fecha. Sin embargo, la misma verticalidad del gobierno creó un

descontento en varios grupos económicos emergentes, que no podían acceder a

4 “Bosquejo estadístico de la celebre ciudad de Tlaxcala y su territorio”, El Sol, (8 dic 1823).

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los cargos de gobierno. Este proceso se gestó durante el periodo virreinal y tuvo

su punto más alto en el proceso de independencia y formación del México

independiente. No tenemos las herramientas suficientes para afirmarlo, pero al

parecer la acusación de traición encajó a la perfección con el proceso de

formación del nuevo Estado-nación, y por lo que sabemos provino de los grupos

disidentes al interior de Tlaxcala. El adjetivo de traidores le vino bien a varios

grupos en el Congreso Constituyente, que no consideraban que Tlaxcala pudiera

ser un estado de la República, por lo que fue repetido al discutirse el status político

de Tlaxcala.5

Tlaxcala fue entonces acusada de traición y el adjetivo se consolidó a lo

largo del siglo XIX. No diremos que fue utilizado de manera permanente, pues

para eso es necesario un estudio detallado que cubra todo el periodo

independiente hasta fecha reciente, pero el adjetivo sigue vigente aunque ahora

su intensidad es casi nula, pues tanto el nacionalismo mexicano como la situación

de Tlaxcala se han modificado con el paso del tiempo. Veamos entonces cómo fue

que los tlaxcaltecas se han enfrentado a esa acusación.

La visión de los aliados. La construcción de la identidad histórica tlaxcalteca

En la década de los años cincuenta del siglo pasado, Desiderio Hernández

Xochitiotzin, un famoso pintor tlaxcalteca plasmó en el palacio de gobierno del

estado un mural de estilo similar a los murales de Diego Rivera. En ese mural

Hernández Xochitiotizin pintó la versión tlaxcalteca de la historia. El proyecto del

mural comenzó por una propuesta del entonces gobernador del estado Joaquín

Cisneros Fernández, con lo que podemos notar la relación entre el pintor y los

miembros del entonces joven Partido Revolucionario Institucional, que gobernó el

estado hasta fechas recientes.

No sabemos cuál fue el acuerdo final al que llegó el pintor y el gobernador,

pero sabemos que el resultado final fue un mural donde podemos ver la

interpretación de la historia según los tlaxcaltecas. En él, observamos la fundación

de lo que hoy es Tlaxcala, con la garza como su símbolo en lugar del águila y la

5 “Bosquejo”, El Sol (8 dic. 1823).

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serpiente mexica. La enemistad con éstos se manifiesta en la representación de

las guerras entre tlaxcaltecas y mexicas. El relato prosigue en el mural con la

llegada de Cortés, el enfrentamiento con las fuerzas españolas y la posterior

alianza para combatir a los mexicas. Es interesante cuando expone la escena de

la toma de México-Tenochtitlán, donde un tlaxcalteca está armado con una

espada y combate junto a un español armado con una lanza. Por otro lado, la idea

del mestizaje es representada por Hernández Xochitiotzin al pintar a una Malinche

embarazada, cuyo hijo con Hernán Cortés nacido en Tlaxcala le otorga al estado

el adjetivo de cuna del mestizaje y por tanto de la nación; a esto se suma la

representación del bautizo de los señores gobernantes tlaxcaltecas, lo que

representa que fueron los primeros en aceptar el mestizaje cultural, y el obsequio

de doncellas a los españoles.6 Por otro lado, se representa a Carlos V y los

privilegios que este les otorgó, así como la salida de las cuatrocientas familias al

lado de los conquistadores para fundar pueblos en el norte, lo que en suma nos

permite observar al menos dos aspectos fundamentales sobre cómo se ve la

historia de Tlaxcala: en primer lugar, en ésta los mexicas son vistos como los

eternos enemigos de los tlaxcaltecas, y en segundo lugar los españoles son

concebidos como sus grandes aliados, aquéllos que les permitieron vencer a su

rival mexica y cuya alianza les permitió seguir conservando su autonomía aunque,

como los demás pueblos que habitaban el territorio, fueron integrados a la

monarquía hispana.

Para finales de la década de los setenta, según relata Hernández

Xochitiotzin, el entonces candidato a la gubernatura a quien entonces apoyaba,

Tulio Hernández Gómez, le preguntó: “¿Qué haremos para contrarrestar esta

calumnia tan injusta y cobarde, que tanto nos cuelgan, especialmente en la ciudad

6 Respecto al bautizo de los señores de las cuatro cabeceras, la narración proviene del Lienzo de

Tlaxcala, que fue realizado por los tlaxcaltecas a sugerencia del Virrey Luis de Velasco para ser enviado al rey en la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, un estudioso del periodo afirma que los folios del Lienzo donde se trata el tema de los bautizos fueron añadidos posteriormente, pues ni en las cartas de relación de Cortés ni en la historia de Bernal Díaz del Castillo se menciona el hecho, lo cual difícilmente podría haberse pasado por alto. La hipótesis de Charles Gibson es que el hecho fue incluido en el Lienzo por Diego Muñoz Camargo, el primer cronista mestizo de Tlaxca-la, a petición de los principales tlaxcaltecas para reforzar su carácter de aliados. Charles Gibson, Tlaxcala en el siglo XVI, México, Gobierno del Estado de Tlaxcala, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 41-42.

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de México? Pues ya me dicen que seré gobernador de los traidores tlaxcaltecas”.7

La respuesta del pintor fue no menos interesante:

¿Cómo te llamas? Claro, todos tienen que llamarse José, o José María, Francisco, Luis […] Todos tenemos raíces católicas, inclusive españolas en relación con su nombre y aún con su apellido, pues muy poca gente tienen apellido indígena. Quizá hasta tengan raíces extranjeras. Nuestras raíces grecolatinas se las debemos a la alianza tlaxcalteca […] y son nuestras raíces mestizas […] ¡México es un país típicamente mestizo y Tlaxcala lo ha sido desde el siglo XVI!, con la alianza con Cortés y la culturalización franciscana.8

Al establecer la discusión, el entonces candidato argumentó que esa

afirmación no sería suficiente, a lo que Hernández contestó: “Díles: hombre, si

hablas castellano es por la alianza hispano-tlaxcalteca. Porque somos mestizos y

en eso los tlaxcaltecas, nuestros antepasados, tuvieron mucho en pro, en plan

positivo […] Colonizando y cristianizando”.9 Nuevamente, durante su campaña,

Tulio Hernández le comentó a Hernández Xochitiotzin que se necesitaba un

discurso con mayor fuerza y énfasis, para dejar en claro la importancia que

Tlaxcala tuvo para la construcción de la nación mexicana. El pintor le contestó:

“Hay que recordarles que los tlaxcaltecas conquistaron, junto con los españoles,

muchísimas tierras de la hoy nación mexicana […] Recordarles que los

tlaxcaltecas colonizaron el norte de la Nueva España –hoy el norte de México y el

sur de Norteamérica–, incluyendo en esta integración el sur: Guatemala, El

Salvador, Honduras”.10

La conversación establecida entre el pintor y el entonces candidato a

gobernador se concretó en la fiesta de la salida de las cuatrocientas familias

tlaxcaltecas a poblar el norte. El guión original de lo que se proyectó como una

representación de teatro de masas fue hecho por el mismo Hernández

Xochitiotzin, además de que contó con la colaboración del gobierno estatal,

7 Desiderio Hernández Xochitiotzin, “Escenificación de la salida de 400 familias de Tlaxcala”, en

Memoria. Coloquio de teatro de Tlaxcala, Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1996, p. 47. 8 Hernández, “Escenificación”, p. 47.

9 Hernández, “Escenificación”, p. 48.

10 Hernández, “Escenificación”, p. 48.

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particularmente de la Secretaría de Educación de la entidad. Puesto que la salida

de las cuatrocientas familias tuvo lugar el 6 de julio de 1591, para conmemorar los

cuatrocientos años, el mismo día del año 1981 se representó por primera vez la

salida. Sin embargo, se volvió necesario en la representación la explicación del

porqué de la salida de las cuatrocientas familias, lo que remitió a Hernández

Xochitiotzin a desarrollar un acto previo en la representación, que correspondería

a la alianza hispano-tlaxcalteca e incluso a la fundación de la cabecera de

Tizatlán, para ser presentado el año entrante. Así, la representación tuvo que ir

incluyendo pasajes de la historia tlaxcalteca anterior a la conquista, con el fin de

que fuera comprensible la salida de las cuatrocientas familias. La representación

se convirtió en un evento que se incluyó dentro de la agenda de la Secretaría de

Educación del Estado, como una fiesta cívica, a la que asistían los estudiantes de

escuelas públicas.

Ahora bien, debemos tomar en consideración que la salida de las

cuatrocientas familias tlaxcaltecas al norte de Nueva España, como señala

Hernández Xochitiotzin, tiene su razón de ser en la importancia de la alianza entre

españoles y tlaxcaltecas en la conquista de México-Tenochtitlán:

Es muy interesante el tema de la salida de las 400 familias tlaxcaltecas en el siglo XVI, pero creo que es más interesante el origen de esta representación. Constantemente, desde principios del siglo XIX e inclusive a través del liberalismo en boga, siempre se patrocinó el mito ¡de que los tlaxcaltecas fueron traidores a México! ¿Cuándo México aún no existía?

Este estigma en contra de nosotros, los tlaxcaltecas, esta leyenda negra que nos molesta constantemente y que se debe a la falta de información y conocimiento de nuestra historia nacional, nos ocurre con mucha frecuencia fuera de Tlaxcala e inclusive dentro de nuestra entidad, y es lanzada por personas que desconocen este pasaje de nuestra historia.

Los tlaxcaltecas no fueron traidores, ¡fueron patriotas que defendieron con gran valor a su tierra, a su nación, del imperialismo tenochca, mal llamado azteca!11

La afirmación de Hernández Xoxhitiotzin nos permite analizar varios

aspectos de lo que se ha considerado la traición tlaxcalteca. Por un lado, nos dice

11

Hernández, “Escenificación”, p. 47.

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que el mito de la traición tuvo lugar a principios del siglo XIX y que el entonces

liberalismo en boga se encargó de incrementar. Como señalamos arriba, parece

que una de las primeras acusaciones provino de pobladores de la misma Tlaxcala,

inconformes con la extrema verticalidad del ayuntamiento de la ciudad, y que

aprovecharon la coyuntura específica que significó el Congreso Constituyente de

1823-1824 para acusar de traidora a Tlaxcala. Por otro lado nos dice el muralista

que el liberalismo en boga se encargó de consolidar el mito. Aquí, debemos

remitirnos, más allá de los discursos políticos, a la historiografía misma, que en el

siglo XIX jugó un papel fundamental en la construcción de la idea de nación.12

No podemos aquí hacer un recuento de la historiografía de tintes

nacionalistas que abundó en el siglo XIX, pero podemos dar un ejemplo ilustrativo.

La obra que fue la máxima representante del intento del gobierno por crear una

historia nacional fue la enciclopedia publicada en 1880, México a través de los

siglos. Ésta, publicada en cinco volúmenes, fue dirigida por Vicente Riva Palacio, y

contó con la participación de una serie de personajes especializados en los temas

a tratar. Alfredo Chavero fue quien se encargó del primer volumen que

corresponde a la “Historia antigua y de la conquista”. Pese a que trata de integrar

a México en una historia unificada, la obra tiene la peculiaridad de que da a

conocer toda una serie de datos entonces recientemente descubiertos en archivos

y bibliotecas, sobre todo de la “historia antigua”, pues en esos momentos se

estaban explorando sitios arqueológicos. Veamos entonces qué dice Alfredo

Chavero sobre la postura que tomó Tlaxcala en el siglo XVI con respecto al ataque

español a México-Tenochtitlán:

Decidióse entonces enviar embajada a Tlaxcalla y proponer perpetua y firme alianza y olvido de los pasados agravios, a condición de unirse todos para expulsar a los españoles. Los señores de Tlaxcalla oyeron a los embajadores mexica y después los hicieron salir para deliberar. Cortés, a su vuelta, había cuidado de ajustar en toda forma alianza con los cuatro señores Maxixcazin, Xicotecatl, Tzihuacoaatl y Tlahuexolozin. Las bases del convenio eran: que le diesen socorro y ayuda de gente, armas y comida para hacer la guerra de México y que él les prometía, en nombre del rey de

12

Véanse los dos volúmenes de la colección Historiografía Mexicana, III. El surgimiento y IV. En busca, publicados por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

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España, darles Chololan con sus pueblos, partir con ellos todo lo que se conquistase y ganase, que ellos y sus sucesores quedarían para siempre libres de todo tributo y entregarles la fortaleza que en México se levantara. Natural era por lo mismo que los señores de Tlaxcalla rechazasen la alianza de los mexica, a pesar de que la defendió valerosamente el joven Xicoténcatl Axayacátzin, quien asistía al Consejo como jefe guerrero de los ejércitos del señorío. Por este motivo es general costumbre acusar a los tlaxcalteca de traidores. El error ha consistido en tomar por una sola patria la extensión que forma hoy nuestro actual territorio. En esa tierra había muchas nacionalidades, si así pueden llamarse, de razas diferentes y sin ningún punto de contacto entre sí, y en gran número otras, que aunque procedían de un origen común, constituían gobiernos separados y no pocas veces enemigos. Tlaxcalla no solamente era una nación completamente diversa de México, sino contraria constante e incansable de los pueblos del Anahuac. Llamar a su alianza con los españoles traición, sería lo mismo que decir traidora a España porque se ligó con los ingleses para combatir a las huestes de Napoleón, que eran como ella de la misma raza latina. Confesaremos sí que hubo gran torpeza; los tlaxcalteca debieron comprender que a la pérdida de los mexica era segura la suya y que las promesas de Cortés se desvanecerían como el humo, cuando triunfante conquistador no necesitara ya de ellos: bajo este concepto debemos dar la razón a Xicotencatl el mozo.13

Aunque en el fondo podemos notar una tendencia a ver la historia de

México como la que devino de la derrota de los antepasados mexicas, Chavero es

claro al decir que “es un error tomar por una sola patria la extensión que forma hoy

nuestro actual territorio”. El error que afirma Chavero sería en realidad tomar por

una sola nación la extensión del actual territorio, si nos atenemos a cómo definen

tanto Lomnitz como Tenorio los conceptos de patria y nación.

Otro aspecto interesante de la narración de Chavero es la comparación que

se hace de la alianza hispano-tlaxcalteca con la hispano-inglesa para combatir a

Napoleón. Pese a la similitud del origen racial latino entre Francia y España, se dio

la alianza latino-anglosajona para combatir a Bonaparte. En el momento que

Chavero escribió su capítulo para México a través de los siglos el tema racial

ocupaba un lugar importante en la discusión de los círculos intelectuales del

porfiriato; la influencia de la obra de Herbert Spencer es una constante en la obra

de autores mexicanos. Por otro lado, la esencia nacionalista del discurso de

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Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, México, UAM Azcapotzalco, INAOE, 2007, CD-ROM Tomo I, libro 5, capítulo IX.

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México a través de los siglos se hace manifiesta al reconocer que hubo una gran

torpeza en la decisión de los tlaxcaltecas de aliarse con los españoles, pues su

posterior sometimiento estaba garantizado.

Podemos decir entonces que en Tlaxcala ocurrió un proceso de

construcción de una identidad a lo largo de su historia particular. Siguiendo a

Collin, podemos decir que la identidad es subjetiva, relativa y situacional, y la

subjetividad misma de la identidad le otorga su carácter de estar socialmente

construida. La identidad “selecciona identificadores, diferenciadores y

jerarquizadores” que son constituidos por rasgos diacríticos que son arbitrarios de

por sí, es decir, que se seleccionan solo algunos actos y conductas como propios

y compartidos, mientras se desechan otros, sólo que con el tiempo y la reiteración,

se convierten en condicionantes de la conducta.14

Obviamente [el depositario material de donde se toman estos rasgos característicos] no radica en los sujetos privados y su individualidad. Es preciso buscar el material en un progreso común y este remite a la memoria histórica, que es y siempre será una memoria construida. Memoria que proporciona héroes, antihéroes, arquetipos y prototipos. En los procesos de construcción de la identidad social, la reflexión sobre el pasado ocupa un papel sustantivo. Los identificadores se eligen precisamente, de entre las conductas compartidas, y estas se vinculan y se justifican casi siempre en términos históricos.15

Así es como lo tlaxcaltecas, ayudados por figuras como Hernández

Xochitiotzin y diferentes gobernadores de la entidad construyeron una identidad en

contraposición a la identidad nacional, que generalizó la percepción de que

Tlaxcala había participado del lado español en la conquista de México-

Tenochtitlán y por lo tanto no había defendido a los primeros mexicanos.

En 1982, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (CONALITEG),

dependiente directa de la Secretaría de Educación Pública, imprimió monografías

de todos los estados de la República, que se convirtieron en valioso material de

consulta y desembocaron, 20 años después, en la producción de libros de texto

14

Laura Collin Harguindeguy, “Identidad regional y fronteras étnicas: la historia de la conquista según los tlaxcaltecas”, en Scripta Ethnologica, XXVIII (2006), p. 31. 15

Collin, “Identidad regional”, p. 31.

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regionales para cada entidad en las materias de historia y geografía. Este fue el

primer intento oficial de fomentar la historia tlaxcalteca en el estado y, al provenir

la iniciativa del gobierno federal, les permitía a los tlaxcaltecas ofrecer su versión

de la historia en contraste con la historia nacional. Tlaxcala. Antiguos volcanes

vigilan los llanos fue el nombre del primer libro de texto cuya autora fue Mercedes

Meade de Angulo, una historiadora local, pero que contó con la participación de

historiadores locales y de personalidades como Hernández Xochitiotzin. Al narrar

la primera incursión y derrota de los españoles en México-Tenochtitlán, Meade

nos dice:

Los españoles huyeron hacia Tlaxcala y en el camino murieron casi todos los aliados tlaxcaltecas que los acompañaban. A su llegada fueron bien recibidos. Allí pudieron reponerse de las heridas y además preparar minuciosamente la campaña con la que sitiarían y destruirían finalmente Tenochtitlán. Permanecieron en las casas de Xicohtencatl y Maxixcatzin, con los que Cortés celebró una alianza militar, haciéndoles muchas promesas si obtenía la victoria.

Los mexicas, mientras tanto, enviaban embajadores a todos los pueblos solicitando ayuda y alianza en contra de los españoles. Ofrecían a cambio perdónales el pago de tributos y devolverles propiedades. Pero ocurrió que la mayoría de los pueblos se alegraban de contemplar la desgracia de los aztecas, sus tradicionales enemigos. Conocedores de ese sentimiento, los jefes de Tlaxcala se reunieron y decidieron apoyar a los hispanos.16

Para Meade, la alianza no se llevó a cabo sino después de la primera

derrota española, pero en ésta ya había algunos aliados tlaxcaltecas. También

resulta interesante el modo cómo aborda la alianza: para cuando los mexicas

querían aliarse para combatir a los españoles, los demás pueblos estaban alegres

por ver derrotado al imperio mexica, que los tenía sometidos. La autora maneja

cautelosamente la alianza hispano-tlaxcalteca, sin entrar a la discusión de la

traición, pero es muy clara al afirmar que los pueblos, incluido Tlaxcala, estaban

hartos y veían con alegría la derrota de los mexicas. Así, con el proceso de

descentralización educativa que el gobierno federal llevó a cabo, se abrió una

oportunidad para que los tlaxcaltecas se hicieran de los recursos del sistema

16

Mercedes Meade de Angulo, Tlaxcala. Antiguos volcanes vigilan los llanos, México, Secretaría de Educación Pública, 1982, pp. 59-60.

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educativo nacional, para fomentar la versión de la historia en que sus antepasados

jugaban un papel diferente en la conquista de México-Tenochtitlán, cuyo actuar

fue crucial para el establecimiento de la nación mexicana y de su particular

autonomía histórica.17

Conclusiones

La visión tlaxcalteca de la historia ha estado en construcción de manera paralela a

la historia nacional, aunque no había tenido el apoyo del gobierno estatal sino

hasta mediados del siglo pasado. Tanto Hernández Xochitiotzin como un gran

número de personalidades que colaboraron con los gobernadores priístas del

estado, en la construcción de la identidad tlaxcalteca en contraposición a la

nacional por medio del discurso histórico, participaron de algo que Lomnitz llama

“ideología localista”:

El papel de la ideología es crucial en el proceso de construcción de las culturas de relaciones sociales y de los grupos de identidad en base a culturas íntimas.18 La cultura de relaciones sociales no es un idioma o una mitología que pueda considerarse como separada o separable de las culturas íntimas, por otra parte, las fronteras étnicas también suelen construirse sobre la base de culturas íntimas. Al mismo tiempo, y en forma llamativa, la cultura de relaciones sociales tiende a favorecer el punto de vista de la clase regional dominante: ello se debe a que dicha clase suele controlar los marcos de interacción en que se produce la cultura de relaciones sociales que corresponde a unos intereses de clase contrarios, en mayor o en menor medida, a los de la cultura íntima. A estas ideologías que tratan de la naturaleza y de la ubicación de una cultura íntima en la sociedad, las llamaremos “ideologías localistas”.19

La Representación de la salida de las cuatrocientas familias, así como el

mural de Hernández Xochitiotizin materializaron la ideología localista, y por ende

17

Alberto Arnaut Salgado, La federalización educativa en México: historia del debate sobre la cen-tralización y la descentralización educativa, 1889-1994, México, El Colegio de México, CIDE, 1998. 18

“Para evitar la confusión que se produce al hablar directamente de culturas de clase, propongo el concepto de ‘cultura íntima’ como el conjunto de las manifestaciones reales, regionalmente dife-renciadas, de la cultura de clase. La cultura íntima es la cultura de una clase en un ambiente regio-nal específico”. Lomnitz, “Conceptos para el estudio de la cultura regional”, en Las salidas del labe-rinto. Cultura e Ideología en el espacio nacional mexicano, México, Joaquín Mortíz, Planeta, 1995, p. 46. 19

Lomnitz, “Conceptos”, en, Las salidas del laberinto p. 53.

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plantearon una constante resistencia en contra de las ideologías de centralidad, es

decir, un discurso de historia nacional planteado desde el centro, como lo es la

historia oficial mexicana. Al reelaborar la relación entre Tlaxcala y el centro de

poder, en este caso la nación, la elite tlaxcalteca consiguió consolidar y fomentar

su ideología localista, la de una Tlaxcala como cuna de la nación, partícipe

trascendental del mestizaje y del poblamiento del norte de la entonces Nueva

España.20

Por otro lado es importante hacer énfasis en el medio como se construyó y

reprodujo el imaginario de la versión tlaxcalteca de la historia. Aquí el mural como

lenguaje visual presupone que los significados son creados y negociados dentro

de una comunidad que comparte un sistema público de símbolos. El mural de

Hernández Xochitiotzin se convirtió en una referencia obligada para la historia de

los tlaxcaltecas, por lo que dentro del imaginario social tlaxcalteca, muchos de los

pasajes pintados son dados por ciertos, lo que provee una justificación para la

conducta de los habitantes. La historia en México como nos dice Tenorio, nació

para ser primero exhibida y luego enseñada, dado el conjunto de sociedades

heterogéneas que conforman México, por lo que la narración de la versión

tlaxcalteca de la historia mediante el mural de Hernández Xochitiotzin ha jugado

un papel fundamental en la percepción de la historia tlaxcalteca.

Finalmente, sería la construcción de un discurso más abierto por parte de la

Secretaría de Educación Pública, con la ayuda de las secretarías estatales

mediante la política de descentralización educativa, sumado a la participación de

especialistas de varios estados de la república en la elaboración de los libros de

texto lo que permitiría, desde una perspectiva del centro, ampliar el horizonte de

los hechos históricos a versiones diferentes a las construidas a partir de la

necesidad de inventar y consolidar un discurso nacionalista de la historia de

México. Por otro lado, correspondería a los tlaxcaltecas, en especial a las elites

que conforman esa ideología localista, contribuir desde su trinchera a la

construcción de un discurso sobre la historia de Tlaxcala más acorde a las

20

Lomnitz, “El centro, la periferia y la dialéctica de las distinciones sociales en una provincia mexi-cana”, en Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México, México, Pla-neta, 1999, pp. 151-186.

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necesidades presentes a nivel local, y enmarcados en la inserción de la entidad en

el Estado-nación mexicano. Atrás debería quedar el trauma que provoca la

dicotomía entre conquistadores y conquistados, traidores y leales que sigue

determinando la historia y el devenir del Estado-nación mexicano, para ser

concebido como la nación heterogénea que es.

Fuentes utilizadas:

Hemerografía:

El Sol. El diario Político y Literario, 1823.

Bibliografía:

Arnaut Salgado, Alberto, La federalización educativa en México: historia del

debate sobre la centralización y la descentralización educativa, 1889-

1994, México, El Colegio de México, CIDE, 1998.

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Tlaxcala, Fondo de Cultura Económica, 1991.

Hernández Xochitiotzin, Desiderio, “Escenificación de la salida de 400 familias de

Tlaxcala”, en Memoria. Coloquio de teatro de Tlaxcala, Tlaxcala,

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Lomnitz, Claudio, “Conceptos para el estudio de la cultura regional”, en Salidas del

laberinto.

Lomnitz, Claudio, “El centro, la periferia y la dialéctica de las distinciones sociales

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Lomnitz, Claudio, “Ideologías comunitarias en el nacionalismo”, en Modernidad

indiana.

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18

Lomnitz, Claudio, Las salidas del laberinto. Cultura e Ideología en el espacio

nacional mexicano, México, Joaquín Mortíz, Planeta, 1995.

Lomnitz, Claudio, Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación

en México, México, Planeta, 1999.

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En línea:

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Alfredo Ávila (coord.), México, UNAM, tomo II, 2007 (consultado el 13

de mayo de 2013). http://www.pim.unam.mx/catalogos/juanhdzt2.html