la grafica del silencio

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1 La Gráfica del Silencio en Latinoamérica “...Nadie en el resto del planeta toma en serio a este inmenso pueblo lleno de tristeza, se sonríen cuando ven que tiene veintitantas banderitas cada cual más orgullosa de su soberanía, que tontería, dividir es debilitar...” (Los Prisioneros, Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos) º En una Latinoamérica que se dibuja por fragmentos, donde la idiosincrasia se pierde entre la mala lectura de la globalización y la inmediatez de la vida laboral, en donde la reflexión personal y el análisis de la contingencia social tienen cabida en una mínima porción de la población, se hace necesario plantear un lenguaje que pueda solventar e integrar las diferentes inquietudes socioculturales que no son atendidas por la inmediatez textual de la memoria, es decir, una simpleza en el mensaje para su rápida asimilación y comprensión que pueda generar una posterior reflexión y alimentar una posible nueva acción. Durante los años 80 se vivió en Chile un proceso de aculturación al momento de presentarse la invasión comercial norteamericana como tesis adyacente al modelo económico impuesto, frente a la antítesis chilena (idiosincrásica), yuxtapuesta una cultura sobre la otra, resultó una síntesis que se iguala a la supresión de la identidad cultural chilena o por lo menos su marginación del ideal deseable. Frente a la tensa realidad existente de aquellos años, se dieron movimientos artístico-sociales de avanzada que lograron calar en la conciencia colectiva. En los años siguientes y habiendo terminado las dictaduras sudamericanas se vive un proceso distinto, de revalidación cultural, si bien Chile es aparentemente el país con menos identidad cultural de la región, resulta ser un proceso colectivo de nuestro continente, se cambia la sensación de aculturación por la

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La Gráfica del Silencio en Latinoamérica

“...Nadie en el resto del planeta toma en serio a este inmenso pueblo lleno de tristeza, se sonríen cuando ven que tiene veintitantas banderitas cada cual más orgullosa de su soberanía, que tontería, dividir es debilitar...”

(Los Prisioneros, Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos)

º

En una Latinoamérica que se dibuja por fragmentos, donde la idiosincrasia se

pierde entre la mala lectura de la globalización y la inmediatez de la vida

laboral, en donde la reflexión personal y el análisis de la contingencia social

tienen cabida en una mínima porción de la población, se hace necesario

plantear un lenguaje que pueda solventar e integrar las diferentes inquietudes

socioculturales que no son atendidas por la inmediatez textual de la memoria,

es decir, una simpleza en el mensaje para su rápida asimilación y

comprensión que pueda generar una posterior reflexión y alimentar una

posible nueva acción. Durante los años 80 se vivió en Chile un proceso de

aculturación al momento de presentarse la invasión comercial

norteamericana como tesis adyacente al modelo económico impuesto, frente

a la antítesis chilena (idiosincrásica), yuxtapuesta una cultura sobre la otra,

resultó una síntesis que se iguala a la supresión de la identidad cultural

chilena o por lo menos su marginación del ideal deseable. Frente a la tensa

realidad existente de aquellos años, se dieron movimientos artístico-sociales

de avanzada que lograron calar en la conciencia colectiva. En los años

siguientes y habiendo terminado las dictaduras sudamericanas se vive un

proceso distinto, de revalidación cultural, si bien Chile es aparentemente el

país con menos identidad cultural de la región, resulta ser un proceso

colectivo de nuestro continente, se cambia la sensación de aculturación por la

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transculturación, en donde múltiples culturas convivieron y se retro-

alimentaron. Al abrirse las fronteras de los países latinoamericanos el choque

de culturas se va dando de a poco en las principales ciudades del continente,

pero por sobre todo del Conosur. En este fenómeno social y cultural la validez

de la palabra se hace conflictiva y el lenguaje escrito y hablado sólo puede

convivir con otras culturas en las esferas más altas, por lo cual los signos,

señas y gestos tienen mayor validez al momento de comunicarse y es

inevitable establecer que en dicho proceso la imagen cobra sentido y

proporción. Latinoamérica, sucursal forzada del “primer mundo” ha vivido una

rápida secuencia de sucesos dispuestos para poder situarla en el diálogo con

las culturas llamadas “primer - mundistas”, dentro de estos sucesos se

encuentran las formas y reformas educativas, la concepción heredada del

saber reificado del antiguo mundo como cultura principal y deseable, y un

modelo económico impuesto por un sistema comercial que gravita en los

intereses de los grandes capitales. La educación latinoamericana ha debido

dialogar con tales problemáticas, se le han impuesto modelos curriculares

ajenos, sin atender a la cultura de cada uno de sus países, obteniendo como

resultado tangible un crecimiento en el desinterés tanto por la cultura propia

como por las influencias extranjeras.

Los inicios de la humanidad están llenos de representaciones gráficas ya

que no existía una oralidad lingual articulada, estructurada, ni menos escrita,

y es curioso que hoy, después de miles de años de humanidad, en que se ha

intentado aunar un escenario mundial tan dispar en lo que a lenguas se

refiere, discutiendo acerca de la universalidad del inglés, el chino mandarín

como lenguaje de negocios, el esperanto como la lengua transversal, las

imágenes estén llamadas a cursar nuevos procesos reflexivos contingentes

debido a su lectura casi universal (entendiendo ciertas discrepancias

culturales entre oriente y occidente), las ciudades han tomado un rumbo

cosmopolita en el cual los metalenguajes son difusos, el natural choque de

culturas provoca sin excepción discrepancias respecto de las concepciones y

percepciones que se tienen de la realidad, Clifford Geertz, en su ensayo, “La

interpretación de las culturas”, habla de la validez de los simbolismos, de la

significancia que cada cultura les entrega, con sus diferentes acentos y tintes,

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tanto así como para que su estudio determine su identificación, Geertz hace

referencia también a que frente a la ignorancia de dichos simbolismos y

construcciones sociales, es muy difícil lograr una correcta interpretación

cultural, sin embargo, con el conocimiento del planeta como escenario, se

han desarrollado ciertos convencionalismos textuales, palabras como TAXI u

HOTEL, independiente de su etimología, se han desligado de su

conformación textual para convertirse en imágenes de lectura universal, los

símbolos de la paz o la Comunidad Europea, por otro lado, cobran identidad

propia y son fácilmente legibles tanto para oriente como para occidente y es

así como la composición de la imagen cobra un discurso.

Latinoamérica, un proceso heredado de verticalidad.

“Una mirada más reciente nos revela que los estados más modernos

latinoamericanos, es decir los poscoloniales, tuvieron elementos de

continuidad con la administración cultural europea; la tendencia centralista

predominó en nuestros países, incluso en aquellos que se declararon

federales. Además los grupos sociales predominantes desde el siglo XIX,

mantuvieron la segregación social y racial en los ámbitos de la política del

desarrollo de las instituciones “republicanas” y en la distribución de los bienes

no materiales de las sociedades nacionales. Por su parte, las clases

populares siguieron transitando por los márgenes del discurso modernizador

invocado por las elites. Incluso cuando surgen las primeras organizaciones

populares, teóricamente portadoras de propuestas alternativas, ellas han

tendido finalmente a repetir el discurso modernizador, sin hacerse cargo de

las especificidades de la cultura híbrida que las constituía como realidad

social” (R. Pinto, 2008, p 34).

Pinto, en una retrospectiva de nuestra herencia cultural, enuncia la

significancia que tiene para el proletariado, seguir la inducción vertical de la

estructura regente, y no resulta ser un tema de opciones, es una condición

inherente a una sociedad que se preocupa principalmente por vivir para el

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trabajo. Las capacidades individuales del humano han sido históricamente

delimitadas por el poder adquisitivo; herederos de una concepción

progresista europea, y consecuencia de aquella influencia, nuestras

costumbres relegadas a un contexto, más que otra cosa, pintoresco, han

visto todo su bagaje ser desechado por la imposición de un modelo evolutivo

que no obedece a la realidad histórica latinoamericana, lo vertiginoso de los

fenómenos político – económico – sociales han transgredido la sensibilidad

de los pueblos latinoamericanos, subyugándolos y reprimiendo sus posturas

culturales naturales. La herencia estructural colonizadora ha provocado el

choque de las reformas frente al organismo estatal, y más allá, cuando se

han pretendido mayores logros, la cicatriz de ésta misma herencia ha logrado

socavar sus intenciones, así sucedió con Córdoba, Argentina 1918, así

sucedió, finalmente, con la “Revolución Pingüina” en Chile 2006.

Los estados latinoamericanos se han visto sobrepasados por una economía

mundial que apetece el goce indiscriminado de todo tipo de materia prima,

predestinando la labor del individuo como ser pensante, a una condición de

“capital humano”. Latinoamérica fue innegablemente un centro de

intervención y experimentación tanto europea como estadounidense, y lo

sigue siendo en vista a la herencia vertical del poder expresada por Rolando

Pinto, y es que en este continente se han impuesto forzadamente procesos

de modernización adheridos a la experiencia histórica de Europa y la

consiguiente posmodernidad establecida en el discurso económico

norteamericano. Por lo cual cabe preguntarse si existe realmente la

posmodernidad latinoamericana, críticos como J Bruner, establecen la

necesidad de borrar el concepto de posmodernidad y redefinir la coyuntura

actual en el continente, así también establece Rolando Pinto en Chile, la

necesidad de establecer un currículo crítico, respecto de los contenidos y

estrategias, que nazca desde la propia cultura que se pretende educar. La

búsqueda de explotación material y humana por el primer mundo, se ha

disfrazado durante toda la historia latinoamericana, de un paternalismo

filántropo, para ello ha dispuesto audaces anzuelos capaces de establecer la

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inconexión que existe entre los habitantes del Conosur y su realidad

inmediata modificando los intereses de la población, suprimiendo inquietudes

auténticas por necesidades creadas en pro de la actividad comercial.

La evolución socio-económica de este continente ha sido forzada, y se ha

llevado desde un postcolonialismo a una modernidad que de acuerdo a los

cánones de referencia histórica, aún no culmina, sin embargo, en una

desesperación futurista de explotación natural, parecida al imaginario de

Terry Gilliam, se le ha impuesto una nueva connotación, un posmodernismo

sin que aún se logre entender a grandes rasgos de lo que se está hablando,

el individuo acata en virtud de la subsistencia y no cuestiona más allá de lo

que se le presenta al frente, si es que siquiera llega a verlo.

“La teoría de la posmodernidad podría verse, pues, como una forma más de

imperialismo cultural dada la confusión que establece en el sistema cultural

latinoamericano” (Francisco Villena, 2005, p3). Se trata de una teoría cuya

perspectiva es angloamericana y europea, de ahí que el uso de este término

pueda ser visto como la extrapolación de un fenómeno ajeno a la realidad

histórica y social del mundo latinoamericano. Nelson Osorio, en referencia a

la problemática de la existencia o no, de un período posmoderno en

Latinoamérica y observando la posibilidad de que el proceso llamado

modernidad no haya concluido aún en nuestro continente, establece el hecho

de “que el modelo de la modernidad haya evidenciado su incapacidad para

hacer efectivas las propuestas de igualdad, felicidad y libertad que están en

su origen no significa que estas aspiraciones deban ser desechadas con el

modelo”. Por otra parte Villena se cuestiona acerca de la existencia de la

posmodernidad y encuentra voces que sí establecen su condición.

Latinoamérica ya participa en el nuevo juego, según señala Emil Volek, que

se llama posmodernidad. En el proceso de cambio se rompen viejos

estereotipos: “Algunas tribus indígenas de México prefieren el rock a las

rancheras; algunos nómadas de la Amazonía comparan en video las

tradiciones comunes con sus hermanos; los otavaleños crean, de hecho, la

primera corporación internacional tribal”.

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Sí se puede apreciar que el continente ha entrado en diálogo con la

posmodernidad de los países más “desarrollados” y por lo tanto, sí se puede

hablar de una Latinoamérica posmoderna, pero sin olvidar la diferenciación

que define su realidad política, histórica y social, y que la separan del resto

de los países que está dentro de este juego económico. Los rasgos de esta

posmodernidad se basan en su relación de dependencia económica con

respecto a los núcleos de poder. Al margen de haberse concluido o no el ciclo

de la modernidad en Latinoamérica, el continente ya dialoga con la

posmodernidad y es parte de ella.

La educación latinoamericana, desfases intencionados.

Exceptuando lo que plantea Paulo Freire, con su “educación para la libertad”,

en nuestra región jamás se ha logrado establecer una perspectiva propia

acerca de la educación, ni siquiera en un aspecto tecnócrata de resultados

esperables, nuestras aulas han estado, desde un inicio colonial, cubiertas por

una amplia sábana controladora que no ha hecho más que menoscabar la

postura insurgente de un pueblo inquieto. Latinoamérica es un sector

conflictivo para la economía mundial, o por lo menos lo fue hace y durante

algún tiempo, las revoluciones de Chiapas, Sandinista, Cuba, los

movimientos sociales como en Chile el MIR, o ya en instancias más

avezadas, también en Chile y de formación netamente armamentista el

FPMR o en Perú el Sendero Luminoso, y como consecuencia de las

dictaduras, H.I.J.O.S., Madres de Plaza de Mayo, Agrupación de Familiares

de Detenidos Desaparecidos, etc. marcan, para esta región del mundo un

punto rojo de continuo conflicto, dicha insurgencia no puede ser más que el

resultante de un modelo impuesto, hegemonía dialéctica dijera Gramsci,

muñequeo entre las cabezas de poder y los oprimidos, que aunque por

momentos se mantenga en equilibrio, siempre desgasta, la reacción a

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ideologías extranjeras añadidas a los modelos de mercado imperantes en el

Conosur, contrapuesta a la mano oscura de los gobiernos de facto. La gran

mayoría de los anteriores movimientos citados, y muchos otros obviados en

virtud de avanzar en el tema se han conformado en las universidades, en

donde largamente se ha discutido acerca de los modelos educativos

reinantes en Latinoamérica, lugares en los cuales, a veces sin saberlo, el

debate gravita en el cuestionamiento de las realidades curriculares de los

países de la región.

En todos los inicios de reformas educativas latinoamericanas, como está

antes dicho, se ha chocado con la heredada verticalidad del poder, y sólo ha

sido posible, por lo menos en Chile, establecer cambios importantes como las

reformas educativas de Balmaceda, Frei Montalva y Ricardo Lagos, cuando

estas han venido desde el eje central, claro que dichas reformas, más allá de

su espíritu educativo, han subsidiado la posibilidad de un obrero con mayores

capacidades técnicas y quizás ciudadanos con algún tipo de fluidez en el

acceso a diferentes herramientas comunicativas, pero en ningún caso se ha

llegado a plantear una autonomía educativa, así como tampoco el Estado se

ha hecho responsable por asumir los quehaceres integradores al hablar de

un currículum que se preocupe más allá de los conocimientos tecnócratas,

mucho menos lo ha hecho en una educación política. Hoy cuando se habla

de descentralización, ya lo dice Rolando Pinto, se establece una

descentralización con elástico, en donde se les da a las Secretarías

Regionales Ministeriales cierta soltura financiera y algún tipo de autonomía,

sin embargo, deben comparecer ante un eje central.

En Latinoamérica no existen creaciones curriculares que atiendan a las

necesidades representativas de un pueblo que se ve cada día más opacado

por el bombardeo mediático y la globalización invasiva, es necesario y

urgente crear un currículum crítico que pueda establecer resortes sobre los

cuales impulsar un nuevo pensamiento reflexivo e instaurar y reposicionar el

espíritu latinoamericano que más que intereses personales, se mueve por el

bien común.

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Cristian Cox, en su ensayo “Valores y educación en Latinoamérica al iniciarse

el siglo XXI”, dice, “la educación es esencialmente formación moral y ésta se

funda en unos valores que derivan de los sentidos, convicciones y modelos

de excelencia que una sociedad o comunidad histórica quiere legar a la

nueva generación”.

A propósito de esto: “La sociedad del conocimiento y el propósito moral

(responsabilidad social por los demás y el medioambiente) se necesitan

mutuamente. Es fácil ver porqué el propósito moral no irá muy lejos sin

conocimiento, pero también estoy diciendo que la sociedad del conocimiento

literalmente no se sostendrá a sí misma sin cualidades morales. Esto no es

simplemente un juicio de valor: sustantivamente, la calidad técnica del

conocimiento y su uso serán superficiales si no van acompañados por

profundidad social y moral”. (Fullan, 2003 .p.11)

Si bien vivimos de modelos curriculares que no son propios de nuestra

región, muy por el contrario, en el afán etnocentrista son extraídos de los

países del “primer- mundo”, no se debe estancar el discurso en esto, se

subentiende, o por lo menos se encuentra implícito en el discurso

gubernamental chileno la intención de continuar con un estado desvinculado

de la educación publica, netamente subsidiario, y completamente ajeno a los

procesos socioeconómicos y culturales que se puedan suceder. Llevado a un

nivel más amplio, la intención del modelo económico neoliberal apunta

directamente a la privatización de la educación, a sabiendas de esto el

movimiento latinoamericano demandante de calidad educativa no ha cesado,

el problema mayor que enfrentan estos movimientos es su fragmentación o

mejor, su desvinculación, lo cual resta fuerza al discurso y pese a que se ha

logrado cohesiones las posturas, terminan teniendo un punto de ataque

económico, y muy pocos matices respecto a un cambio serio y responsable

en los procesos educativos curriculares. Gran razón de estas falencias en la

lucha por una educación más consciente crítica y justa, está representada por

el diálogo al que se llega en el momento de negociar, las cabezas de poder,

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desde su niñez han sido alimentados con relaciones de poder verticales, han

sido educados en Harvard, Yale, Oxford u otras universidades de excelencia

patronal, los jóvenes de las manifestaciones, los niños de la educación

secundaria, han tenido sus espíritus, pechos y cabezas llenos de ideas y

esperanzas, sin embargo cuando hay que hablar de dinero, es poco lo que

pueden hacer, no manejan estadísticas, datos duros y todas las cifras con

que las que se encontrarán al momento de negociar, al momento de

enfrentarse directamente al sistema económico - educativo. “Los logros de la

expansión, diversificación y mejoramiento de los sistemas educativos -lo que

nos gustaría denominar, retóricamente, las grandezas de la educación- son

obscurecidos por las miserias perversas de la educación latinoamericana. La

educación elemental y secundaria de la región continúa siendo segregada

por clases sociales: los pobres estudian en la escuela pública, y los sectores

medios y altos florecen educativamente en instituciones privadas”. (Carlos

Alberto Torres)

En los últimos años prácticamente todos los países de la región llevaron a

cabo reformas curriculares, con el objetivo de readecuar objetivos y

contenidos a los nuevos requerimientos de sus sociedades, impactadas de

manera similar por la globalización. Esta incluye, en el plano educativo, de la

mano de instituciones globales como UNESCO y el movimiento también

global de los derechos humanos, cuatro nuevos ámbitos de valores, que con

suficiente perspectiva histórica probablemente pasen a ser lo que distinga el

período del ‘cambio de siglo’ en este plano: derechos humanos, medio

ambiente, redefinición de las relaciones de género, diversidad y pluralismo

sociocultural. Estos fines buscados no obedecen necesariamente a la

realidad latinoamericana y lo que ellos establecen es la homogeneización de

los individuos, al mirar de cerca se puede establecer que no es más que otro

método de control establecido por los grandes organismos subsidiarios del

control social educativo. Freire dice: “los principales problemas de la

educación no son metodológicos o pedagógicos, sino políticos”. (Cristian

Cox, 2006)

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“Una comparación de los currículos de Argentina, Brasil y Chile en la segunda

mitad de los Noventa (Cox 2002), revela que ninguno incluye habilidades

específicamente ‘políticas’. Silencio tal vez sintomático de culturas

ciudadanas –las de nuestra región- que conectan débilmente o en forma muy

abstracta, el cultivo de hábitos democráticos en la vida cotidiana, con el

funcionamiento y desarrollo de las instituciones y procesos políticos a nivel

macro; que tienden sistemáticamente a privilegiar la participación en términos

de demandas y reivindicaciones al, o contra, el estado, en desmedro de la

actividad propia de los ciudadanos en la búsqueda e implementación de

respuestas a asuntos y problemas” (Cox, 2006)

El normalismo imperante en el siglo XX buscaba un sistema homogéneo

(ignorando en gran medida las diferencias en los sujetos pedagógicos), un

sistema donde hubiera un gran nivel de control, y por tanto aceptaba un

sistema de administración escolar altamente centralizado Dicha tendencia se

ha seguido marcando en el arquetipo oficial de la educación.

En nuestras aulas, y de acuerdo a nuestro sistema educativo, no se

implementan las reflexiones teóricas críticas respecto a la educación, y a

pesar de mostrarse con un espíritu constructivista, es sabido que

obedecemos mayormente a un paradigma conductista. Nuestra revisión

apunta a que esta falencia educativa de nuestro sistema, de no cambiar la

estructura curricular de la educación chilena, en donde se signifique al

estudiante y se le comprenda como un individuo activo y reflexivo, seguirá

siendo la utilización de talleres la única vía de cambiar el espíritu y la visión

de la educación chilena. Se puede colegir de lo anterior, y observando el

funcionamiento de la estructura socio – educativa en Chile, que es

precisamente aquel el camino por el cual se están cursando las actividades

relativas al proceso educativo, estableciendo pequeños espacios de

realización y grandes zonas de represión. Podría considerarse la vía

oportuna de suplir estas necesidades de libertad, día a día más silenciadas,

deben venir precisamente del empoderamiento docente, para poder

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desnaturalizar esta situación represiva que viene repitiéndose en casi todos

los colegios de la región.

“los educadores radicales argumentaron que los principales funciones de la

escuela son la reproducción de la ideología dominante, sus formas de

conocimiento y la distribución de la capacitación necesaria para reproducir la

división social del trabajo”. (Giroux, 1983)

La educación latinoamericana no puede seguir desligándose de su propia

médula e intentar reproducir arquetipos educativos ajenos y etnocentristas, la

educación en sí es el proyecto de cambio social más largo dentro de

cualquier tipo de intención, pero sin duda el más importante para que una

Latinoamérica independiente pueda levantarse y no perpetuar aún más ese

silencio que ha seguido avalando el enajenamiento social que los modelos

económicos han impuesto.

El discurso social bajo represión, y el quiebre de los movimientos

En los años 80, con Chile bajo el mando militar, se suscitaron variados

movimientos artístico culturales, en una especie de clandestinidad, Juan

Castillo junto a Lotty Rosenfeld, Diamela Eltit y Raúl Zurita crean el grupo de

Intervención C.A.D.A. generando propuestas callejeras de expresión de artes

visuales y performance, Alfredo Jaar Intervenía también los letreros

camineros con la frase “¿Es usted feliz?”, Pedro Lemebel y las Yeguas del

Apocalipsis irrumpían en universidades con performance poética, el

movimiento literario desarrollado principalmente por Enrique Lihn y Raúl

Zurita otra vez, metaforizaban acerca de la realidad chilena contingente

desde la ironía de Lihn o el pesimismo en las cebollas para la gente pobre de

Rodrigo Lira, y el grupo fotográfico AFI (Asociación de Fotógrafos

Independientes) discurseaba con fotografías denunciantes y censuradas en

las calles de Santiago. Todos estos movimientos, con la vuelta a la

democracia se fueron diluyendo, hoy existen desde una perspectiva histórica,

lo cual no necesariamente toma un tenor negativo, pero desde ese punto tan

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importante en la historia socio - política chilena, las calles se han ausentado

de proclamas de interés social, exceptuando ciertas efemérides como el día

del joven combatiente, el primero de mayo, once de septiembre o la

necesidad de mayores recursos para los estudios universitarios.

Nelly Richard ha escrito bastante acerca del tema de los 80 como fenómeno

artístico cultural, fue un momento que marca y evidencia espíritu libertario del

Conosur, para ella "marca el giro de una nueva sensibilidad cultural

fuertemente remecida por la violencia desestructuradora del aparataje

represivo y empeñada en reelaborar claves de pensamiento teórico - critico

que formulen una comprensión de los trastrocamientos de sentido que

pusieron la historia en crisis de inteligibilidad”.

Ésta década se vio marcada por el aparecimiento de nuevas voces, nuevos

discursos, desde la juventud rebelde hasta los más viejos y reflexivos, en

este plano la aparición de una banda de rock aportó de increíble manera, con

un mensaje social concienzudo y directo permitieron que hasta en el simple

llevar de la melodía la sociedad pensara acerca de las condiciones en las

cuales estaba inmersa y así lograron Los Prisioneros, poner la banda sonora

a la década de los 80.

La diferencia más importante, aparte de la existencia de un gobierno de facto,

que establece este movimiento, la enuncia Richard “otro rasgo que distingue

la producción crítica de los 80 en relación a los discursos anteriores,

concierne su puesta en escena de lo latinoamericano como clave

problematizadora de una cultura moldeada por el discurso europeo de la

colonización cultural”. Al plantearse desde una realidad compartida, el

discurso cobra fuerza y ve repercusiones en el gesto de otras

manifestaciones artísticas en los países vecinos, que sienten algún tipo de

representación y ronda cierto espíritu participativo, el movimiento de los 80 es

tan fuerte gráficamente hablando, que llega a finalmente generar una

campaña política en repudio al régimen militar, como nunca se había hecho

antes dicha campaña fue exportada y probada en otras realidades culturales.

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Ricardo Lagos Escobar en su campaña para la presidencia de Chile emuló

este formato, pero no funcionó como se esperaba, en términos de propuesta

artístico – crítica, si nos refiriéramos a Walter Benjamín estaríamos hablando

de una reproductibilidad técnica sin aura. Asunto que hasta hoy no ha

cambiado.

“Puño y Letra”, de Eduardo Castillo, revisa e investiga una perdida parte de

nuestra historia, durante los años 60 - 70 en Chile, se utilizó una estética

específica que hablaba de una unión latinoamericana, desde una perspectiva

Bolivariana, como un sueño o esperanza. En los ochenta en cambio, y

obviamente debido a la represión existente, ese discurso cambió se hablaba

ahora de una Latinoamérica agredida, las dictaduras habían marcado hondo

en las sociedades, la instauración de sistemas económicos, la presencia

armamentista en las calles, la reducción de las libertades personales, la

cultura del miedo y el silencio en gloria y majestad. Con la vuelta a la

democracia el discurso callejero logrado por los movimientos de los 80 se

extinguió, se desmoronó en virtud de una algarabía, justificada claro, pero

que no consideró que volver a la democracia era sólo una etapa del proceso,

la reconstrucción social y de conciencias era el proceso más largo y que en

contra de lo esperado, fue declinando cada día más, la sociedad se fue

fragmentando y lo más preocupante, disgregando, al igual que Latinoamérica

se convirtió en una sociedad funcional, trabajadora pero poco reflexiva, la

democracia se convirtió en un arma de doble filo, especialmente para las

esferas más pobres de la sociedad. Muchos de los artistas que evidenciaban

realidades sociales en las calles de los 80 se transformaron en los

intelectuales universitarios de los 90, enriqueciéndose y reflexionando desde

un punto de vista más vinculado al ostracismo que al diálogo abierto de los

70, las galerías se llenaron de intelectuales de la izquierda que hablaban dos

o más idiomas (muchos gracias a la beca Pinochet) y la poesía se vestía de

aforismos. Las calles se rayaron en los noventa de Aes anárquicas, y frases

del punk, una juventud sin identidad se tomó los lugares que en los años

anteriores se habían dispuesto para hablar de libertades restringidas.

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“Pasar de lo prohibitivo y castigador a lo permisivo y tolerante, haber

recuperado circuitos de acción y participación pública (universidades, la

prensa, la televisión, etc.), ser nuevamente actor de un debate pluralista,

obligan a nuevas estrategias de intervención”. (Richard, 1990)

Hoy en día aún no se logra enlazar la sensibilidad artística con la realidad

social de un modo útil para generar cambios en la magra sensación de

democracia que se vive, en donde el ser pobre es por decisión propia,

quienes han logrado cierto status se mecen suavemente sobre la siesta de la

tranquilidad económica y no existe ya una preocupación real sobre la cual

sentar las bases de un discurso reformativo en el cual la sociedad vea

reflejada una unificación de voluntades e intereses y pueda intentar cambiar

asuntos que se estima “no están bien” pero más allá de eso, “alguien debe

arreglar”. Las herramientas mediáticas de esta democracia no apuntan en

favor de un crecimiento homogéneo, en aspectos educacionales,

económicos, ni menos en lo artístico-cultural, se dirige específicamente a

separar aún más los estratos sociales que reniega, se alimenta de la brecha

lucrativa que define nuestras realidades, no permite la superación de la

pobreza como un onírico y esperanzado discurso, sólo establece que ser

pobre está mal y que adquiriendo bienes, tanto materiales e inmateriales, se

superará esa pobreza, recuerdo la campaña de BanIgualdad con una señora

sonriente que en sus manos porta unas bolsas con frutas, “es rico dejar de

ser pobre”, para ello se encuentra a disposición una variada gama de

posibilidades envueltas en tarjetas de crédito que entregan a la población una

sensación de poder elegir, tanto su destino, como la casa comercial que

solucionará su problema, dentro de esas elecciones, el no tomar una de

estas opciones comerciales, sitúa al pobre dentro de su pobreza y a la clase

media en una cultura mediocre y adquisitiva que encandilada con las

opciones y posibilidades que la democracia ofrece, no se preocupa por una

construcción social, aporta a su fragmentación y desvinculación, haciendo

hincapié en la negación del otro. El sistema económico actual, en conjunto

con la concepción que se tiene de democracia, emite discurso y contra-

discurso, es ambivalente, no permite el cuestionamiento y la reflexión, forman

parte y contraparte en un juicio colectivo inexistente, bloquean posibilidades

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de reforma e inducen, por un tubo a continuar consumiendo la variedad de

platos que el menú estatal y privado ofrecen.

La espiral del Silencio, oprimiendo minorías.

La Espiral del Silencio es una teoría de ciencias políticas y comunicación propuesta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann. La teoría principalmente declara que “es menos probable que un individuo dé su opinión sobre un determinado tema entre un grupo de personas si siente que es parte de la minoría, por miedo a la represión o aislamiento por parte de la mayoría” (Anderson 1996: 214; Miller 2005: 277).

Para no encontrarse aislado, un individuo puede renunciar a su propio juicio,

esta es una condición de la vida en una sociedad humana; si fuera de otra

manera, la integración sería imposible. Esa transacción es la que genera

diversidad, aceptación, comunicación, sin embargo genera también un roce y

desgaste, genera conflictos y ese renuncio cuando es extremo termina por

convertirse en una supresión de la cultura de aquel individuo, la situación de

vida en las capitales latinoamericanas han conllevado estos últimos años un

crecimiento en su demografía y han recibido gran número de extranjeros. La

situación de ciudadanos peruanos es un ejemplo local de lo que acontece en

muchas ciudades del mundo, los medios de comunicación locales no

atienden a las necesidades de peruanos, no hablan acerca de su situación de

hacinamiento, de la xenofobia que viven día a día, la espiral del silencio, es

ascendente y desde el silencio del individuo peruano en este ejemplo, al

silencio de toda una sociedad de consumo de medios que al no ver esta

realidad en las comunicaciones, simplemente la reniegan o la obvian. El

estudio realizado por Noelle-Neumann identificó tildes dentro de las políticas

oficiales de algunos gobiernos, manejando así la opinión popular, las

concepciones de lo que se entiende por positivo o negativo.

“Los medios de comunicación de masas son formas de comunicación

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unilaterales, indirectas y públicas. Contrastan, pues, de manera triple con la

forma de comunicación humana más natural, la conversación. Por eso los

individuos se sienten tan desvalidos ante los medios de comunicación. En

todas las encuestas en que se pregunta a la gente quién tiene demasiado

poder en la sociedad actual, los medios de comunicación aparecen en los

primeros lugares” (Noelle-Neumann, 1995)

En los hogares chilenos, muy acostumbrados a un televisor encendido gran

parte del tiempo, la publicidad es un integrante más de la familia, un

integrante silencioso e influyente que durante años ha logrado motivar el

consumo material y con ello aprovecharse del sistema económico de manera

simbiótica. La revolución bolchevique entendió muy bien el peso de la imagen

como elemento persuasivo y lo siguió utilizando luego en las campañas de la

segunda guerra mundial. La publicidad, creada idealmente por artistas,

encuentra un nicho gigante y se adecua de manera impresionantemente

cómoda a una sociedad que es incapaz de cuestionar sus finalidades tan

evidentes.

“Colores, tamaños, movimiento, proporciones, formas, son conceptos que

aparecen difusos ante el espectador que desconoce la técnica publicitaria y

los métodos desplegados en las imágenes que están en la retina de sus ojos,

pero que tienen un poderoso mensaje, un discurso que despliegan en

segundos y penetra en la mente”. (Luis Carlós).

Mediante los sistemas publicitarios la pasividad se ha impuesto en las vidas

de los ciudadanos latinoamericanos, los elementos publicitarios basados en

la fusión del mensaje e imagen, en compañía del bombardeo mediático han

puesto dentro de su subconsciente la necesidad inmediata del consumo y del

logro de metas económicas, los medios de comunicación, por otro lado, se

han encargado de validar el discurso publicitario y la conformación y

complicidad que existe entre estos dos gigantes comunicacionales han

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logrado desarrollar un arquetipo social dispuesto para eternizar el silencio de

nuestra sociedad, poca reflexión, discursos dispares, el aplacamiento de

nuestra cultura social por la imposición del modo de vida estadounidense,

han forzado un desconocimiento de nuestras propias raíces y una negación

de la propia cultura latinoamericana.

La Gráfica del Silencio.

Al igual que en el periodo independentista chileno se escribía “viva la patria”

en los muros con sangre Talavera, en nuestros días la frase que más se

encuentra en las calles es “Pico pal que lee”, o “Pico y zorra” u otras

consignas sexuales parecidas o de equipos de fútbol, de la misma manera en

que se proclamaba la felicidad de los chilenos al nacionalizar el cobre en

1971 pintando murales por las calles de Santiago, hoy encontramos

multiplicidad de firmas y colores ilegibles, sin algún tipo de contenido, así

mismo los escritos que se hayan en los muros no son leídos por los

transeúntes, sólo demoran quizás un segundo en ver algún Stencil, cuyo

contenido nulo no es capaz de generar algún tipo de reflexión, y por el

contrario, cuando estos si tienen contenido, su técnica los traiciona

imposibilitando que trasciendan.

En un país no lector, la más típica comparación con Argentina nos deja

muchos puntos abajo en relación a población lectora (hablando

porcentualmente), se han organizado campañas que favorezcan la lectura, la

promocionan, ya que se ha instaurado como uno de los logros a conseguir,

sin embargo las estrategias aplicadas al fomento de la lectura son las que

han fallado, no han logrado comunicar a la población la necesidad de leer,

algo funciona mal en la estructura utilizada para desarrollar estas campañas,

y es que no se ha atendido a una realidad contingente a todo el día estar

mirando diferentes tipos de pantallas, vivimos hoy la cultura de la imagen, por

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lo cual es ella la que debe encargarse de generar cambios positivos en las

actitudes de quienes las observan.

“afirmar que existe un discurso de la imagen, implica otorgarle a la imagen la

calidad de un lenguaje que se estructura con características y códigos

propios y que posee características que la habilitan para representar la

realidad” (Luis Carlós)

Nuestro continente, con el fin de producir lo más rápido posible, ha olvidado

las preocupaciones sociales y se ha consumido por completo en el sistema

económico imperante, por lo cual ya no se piensa, no se cuestiona ni se

critica, y es quizás el único momento de cuestionar cosas cuando se demora

el transporte público más de la cuenta, o cuando algo esta fuera de rutina.

Esta función productiva del individuo lo ha convertido en una herramienta

más del sistema neoliberal y le ha cedido a los medios de comunicación

poder absoluto por sobre sus decisiones o convicciones.

“Esto es especialmente importante cuando, en una situación de inestabilidad,

el individuo es testigo de una lucha entre posiciones opuestas y debe tomar

partido. Puede estar de acuerdo con el punto de vista dominante, lo cual

refuerza su confianza en sí mismo y le permite expresarse sin reticencias y

sin correr el riesgo de quedar aislado frente a los que sostienen puntos de

vista diferentes. Por el contrario, puede advertir que sus convicciones pierden

terreno; cuanto más suceda esto, menos seguro estará de sí y menos

propenso estará a expresar sus opiniones”. (Noelle-Neumann)

Según este mecanismo psicosocial “la espiral del silencio”, conviene ver a los

medios como creadores de la opinión pública, constituyen el entorno cuya

presión desencadena la combatividad, la sumisión o el silencio.

La gráfica del silencio, por otro lado es una propuesta que se refiere a

directamente graficar lo que se silencia, hablar de lo que se oculta tras la

cobertura mediática y estatal, la gráfica del silencio intenciona la búsqueda

reflexiva mediante el uso de la imagen y otras “grafías”.

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En las condiciones actuales, debido al desarrollo alcanzado por la ciencia y la

tecnología, un número considerable de imágenes se crean mediante potentes

graficadores y se intercambian mediante internet. De modo que la realidad

socio-histórica, con sus disímiles variables, determina en la imagen su

construcción, evolución, transformación y la manera de apropiación.

Por otro lado, toda esta herencia social, con relación a la imagen, es

aprehendida por el individuo, que al ser moldeado por la sociedad se

convierte en un portador individualmente particular de este contenido social

refractado en la imagen. La necesidad de establecer nuevos lenguajes es la

que hace que la imagen esté llamada a ser protagonista de los cambios

sociales, cambios que son generados por la insatisfacción colectiva.

Claramente en la realidad contingente a nuestros días, es necesaria una

nueva estrategia que pueda volver a conectar los discursos personales con

consignas generales capaces de presionar a los gobiernos para obtener lo

que la misma sociedad considera necesario. La labor de los intelectuales es

inmensa, los entes pensadores de la sociedad son capaces de potenciar este

cambio, y es labor de los jóvenes profesionales que se interesen en cambiar

la situación actual de negación problemática, armar las nuevas propuestas

gráficas destinadas a provocar el pensamiento, la reflexión y comunicación

de nuestra sociedad, situaciones como la educación en Chile y Latinoamérica

están siendo abordadas de manera comercial y empresarial, a sabiendas de

que la educación es el arma principal de defensa que tiene un ser humano.

La Gráfica del Silencio tiene su espíritu en generar la opinión pública seria y

el debate consciente en búsqueda de una sociedad más humana, capaz de

reflexionar y generar nuevos pensamientos y contrarrestar los efectos

mecanizadores de nuestra sociedad de libre mercado. Idealmente la gráfica,

por otra parte debiera ser inserta como política de comunicación dentro de las

nuevas propuestas educativas que nazcan del debate social, de la

preocupación por desarrollar una región autónoma y respetuosa de sus

orígenes, en virtud de una conversación global más válida y honesta. La

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aludida gráfica es también portadora de un valor didáctico porque favorece el

movimiento del discente hacia la búsqueda del conocimiento y promueve el

desarrollo del pensamiento lógico, flexible, amplio, profundo y reflexivo que

facilita el poder formular generalizaciones, trabajar con conceptos, y aplicar el

conocimiento que va adquiriendo con independencia, manifestaciones estas

de un aprendizaje desarrollador.

La apuesta aquí enunciada no apunta exclusivamente a la imagen, por el

contrario, pretende significarse en todo tipo de “grafos” desde la escritura

hasta las propuestas visuales digitales, para así, de alguna manera aunar las

voces alternas y fragmentadas de lo censurado, no ya por la fuerza, sino por

la llamada “espiral del silencio” e intentar desde la expresión máxima y

absoluta, que recorra todas sus vías posibles, atentar a favor un despertar de

la opinión pública y de la aceptación del otro, desarrollar el diálogo colectivo y

movimiento que busque solucionar la problemática social, como Henry Giroux

lo propuso, una resistencia en bloque a la situación socioeconómica, cultural

y educacional en Latinoamérica.

Una Latinoamérica que de tanto repetirse y copiarse, es hoy, una obra de arte

que se ha fragmentado y dicha fragmentación y repetición constante ha

llevado a una pérdida de su propia aura, sin embargo yacen en su espíritu

inquieto las necesidades de alzar la voz y no dejarse reprimir, vulnerar la

consigna de verdad única y restablecer las necesidades sociales en un marco

primordial que los gobiernos deben atender, sin miramientos netamente

políticos, en la búsqueda de seres más humanos, en donde ningún tipo de

persona se vea vulnerado gratuitamente, en donde la cultura arraigada de

sus propias entrañas se sienta participante y protagonista de los cambios que

le devienen, de un futuro brillante que debiera conocer por luz propia, y no a

la sombra de entes que pretenden la supresión de un pueblo destinado a

surgir. Latinoamérica ha sido sometida a normas extranjeras por el hecho de

entrar en un escenario capitalista, y es que no puede ser de otra manera,

aunque se hable de una modernidad inacabada, dialoga con los posmoderno,

por lo cual la posmodernidad influye directamente en nuestras naciones;

dicha influencia, como todo aspecto de un sistema neoliberal, tiende a

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suprimir las identidades, asignar números y hablar de la masa, sin respetar

las personalidades de los individuos, y si hablamos de educación, es lógico

pensar que dicha uniformidad se aplica también a la figura docente, suprimir

las individualidades de los profesores es relegar la profesión a entes

repetidores de esquemas previamente formados para nutrir una sociedad que

se ordena para que sea netamente funcional y no reflexiva, pretende

naturalizar el conocimiento etnocentrista como la única bandera real de lo

deseado.

La investigación educativa, por otra parte, juega un rol que puede ser nocivo

para el arquetipo social presente en la actualidad, por lo cual no está

planteada dentro de los intereses de nuestras políticas educativas, es

entendible entonces que la construcción de una identidad profesional docente

cuente con muchas trabas al momento de plantearse como una realidad, se

puede colegir entonces que la investigación educativa es el primer paso

necesario para una construcción conceptual de identidad docente, y es donde

radica el principal problema, sin una investigación de praxis, el sistema

seguirá generando una base firme de desconfianza hacia la labor de los

educadores, suprimiendo sus identidades y reificando el etnocentrismo,

manteniendo lejos la posibilidad de generar nuevas políticas educativas y por

lo mismo, imposibilitando la construcción de un currículum consciente y

propio que tenga en consideración las individualidades tanto de profesores

como de estudiantes.

Sumando los puntos expuestos en las páginas anteriores puede

establecerse, pero por sobre todo entenderse, que el continente latino ha sido

abusado por las grandes potencias, culturales y económicas desde su

descubrimiento, que ha sido desligado de su conformación inicial y pura, para

transformarlo en un ente de explotación y alienación y que si las costumbres

criollas latinoamericanas ya eran costumbres ajenas, por lo menos habían sido mezcladas con las propias y tuvieron una re-lectura u otro tipo de transculturación. La llegada norteamericana a Latinoamérica se impuso mediante las luces de colores y la comida rápida, mucha televisión y mucha ropa fina, mucha delgadez y gimnasios, muchas pastillas para desactivar la

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memoria y una velocidad de caída libre en la vida laboral.

Las sociedades latinoamericanas se han visto envueltas en una gran capa de silencio, tanto mediático como netamente político, los movimientos artístico – educativos adolecen de fuerza y vinculación. La ciudadanía cuestiona en un mínimo porcentaje su diario vivir y las injusticias de todo tipo que le subyacen, por otro lado los movimientos juveniles y alternativos que buscan entregar contra-información, son continuamente castigados por triquiñuelas del aparato ejecutor de lo justo, amparados en todo el peso de la ley, un peso inventado y que se sustenta sobre mentiras, subjetividades y necesidades creadas. Evidenciar dicho problema es imperante, graficar el silencio va más allá de rayar la muralla, se necesita un respaldo teórico, un sustento sobre el cual elaborar el discurso, una reflexión social transversal a fin de generar un nuevo pensamiento, un cambio desde nuestro sistema de educación y de relaciones sociales, cambiar la verticalidad de las relaciones de poder, asumir que se tiene una opinión valedera dentro de la sociedad y con ella contribuir a mejorarla, desde un punto de vista más humano y menos económico. Es por esto que debe trabajarse en conjunto, desde la gráfica simple y honesta de la calle, hasta la interpretación de la problemática intelectual, asunto que se basa radicalmente en la educación que los niños de nuestras sociedades están recibiendo, no es necesario seguir repitiendo la estructura social rígida en nuestros colegios, es primordial integrar a las artes como aspecto fundamental en la construcción de los individuos, sabido es que los niños comienzan sus vidas creando, graficando lo que ven, y debiese atenderse a esa honestidad la necesidad de salir de este manto sagrado que se ha impuesto por sobre los pensamientos y voluntades de los ciudadanos latinos, para ello debe trabajarse en conjunto, reflexionar, acercar esas reflexiones a la ciudadanía, para que los que puedan hacerlo no se queden simplemente en las sillas escribiendo libros, participar de la creación popular es comprometerse hasta el fondo, haciendo lo que a cada quien le compete, pero preocuparse sinceramente acerca de lo que aqueja y se silencia, el silencio rompe y zurce, pero jamás regenera.

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Fernando Herrera Saavedra

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www.flavors.me/fhs