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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA José Félix Tezanos TEMA 1 INTRODUCCIÓN GENERAL. ¿QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA? 1. LA SOCIOLOGÍA. QUÉ ES Y SUS PROBLEMAS DE DEFINICIÓN. Siendo una de las ciencias actuales más populares, fuera de los círculos de los especialistas no hay ideas claras sobre qué es la Sociología, lo que provoca que esta disciplina, a diferencia de otras ciencias y profesiones, tenga que ser explicada. Ello se debe a dos razones principales: por tratarse de una ciencia muy reciente (s. XIX), por lo que aún no ha tenido tiempo para desarrollarse, y porque se ocupa de algo sutil, casi imperceptible: lo social. En una primera y básica definición, la Sociología es el resultado de aplicar procedimientos propios del método científico al estudio de los fenómenos sociales, es decir, que mediante la aplicación de unas teorías y técnicas de investigación estudia, explica e intenta predecir las relaciones sociales y los procesos de interacción en el ámbito de las estructuras sociales. 2. IMÁGENES ACTUALES SOBRE EL SOCIÓLOGO Y LA SOCIOLOGÍA Partiendo de las ideas de Augusto Comte respecto a la Sociología, en la que creía ver una “nueva religión” de la era industrial, la asociación de imágenes entre el sociólogo y el sacerdote, el médico o el profeta es un tópico al que se ha recurrido con frecuencia. De hecho, reúne los dos tipos de imágenes que los sociólogos suelen tener de sí mismos coincidiendo con su interpretación de la sociedad: o bien como profeta, asumiendo el paradigma del conflicto social (una sociedad dinámica sometida a continua mudanza), o bien como sacerdote, asumiendo el paradigma del consenso (una realidad estática donde prevalece el consenso frente al conflicto). Las discrepancias entre los propios sociólogos explica en parte el desconocimiento de la Sociología por la mayor parte de los ciudadanos. 3. ELEMENTOS PARA LA COMPRENSIÓN DE LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA Frecuentemente, las más duras críticas sobre esta disciplina proceden del propio campo de los que se dedican a ella, pues entre los sociólogos 1

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICAUNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

José Félix Tezanos

TEMA 1

INTRODUCCIÓN GENERAL. ¿QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA?

1. LA SOCIOLOGÍA. QUÉ ES Y SUS PROBLEMAS DE DEFINICIÓN.

Siendo una de las ciencias actuales más populares, fuera de los círculos de los especialis-tas no hay ideas claras sobre qué es la Sociología, lo que provoca que esta disciplina, a diferencia de otras ciencias y profesiones, tenga que ser explicada. Ello se debe a dos razones principales: por tratarse de una ciencia muy reciente (s. XIX), por lo que aún no ha tenido tiempo para desarrollarse, y porque se ocupa de algo sutil, casi imperceptible: lo social.

En una primera y básica definición, la Sociología es el resultado de aplicar procedimien-tos propios del método científico al estudio de los fenómenos sociales, es decir, que me-diante la aplicación de unas teorías y técnicas de investigación estudia, explica e intenta predecir las relaciones sociales y los procesos de interacción en el ámbito de las estructu-ras sociales.

2. IMÁGENES ACTUALES SOBRE EL SOCIÓLOGO Y LA SOCIOLOGÍA

Partiendo de las ideas de Augusto Comte respecto a la Sociología, en la que creía ver una “nueva religión” de la era industrial, la asociación de imágenes entre el sociólogo y el sacerdote, el médico o el profeta es un tópico al que se ha recurrido con frecuencia. De hecho, reúne los dos tipos de imágenes que los sociólogos suelen tener de sí mismos coincidiendo con su interpretación de la sociedad: o bien como profeta, asumiendo el paradigma del conflicto social (una sociedad dinámica sometida a continua mudanza), o bien como sacerdote, asumiendo el paradigma del consenso (una realidad estática don-de prevalece el consenso frente al conflicto). Las discrepancias entre los propios sociólo-gos explica en parte el desconocimiento de la Sociología por la mayor parte de los ciuda-danos.

3. ELEMENTOS PARA LA COMPRENSIÓN DE LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA

Frecuentemente, las más duras críticas sobre esta disciplina proceden del propio campo de los que se dedican a ella, pues entre los sociólogos actuales persiste una importante diversidad de percepciones sobre la naturaleza y el papel que la Sociología puede cum-plir. Sin embargo, muchas de las críticas y defectos que se achacan a la Sociología y a los sociólogos son características a casi todos los grupos científicos: cuantitofrenia, jergas es-pecializadas... Lo que sí es cierto es la existencia de diferentes enfoques metodológi-cos y una creciente diversidad de los campos de especialización, lo que hace difí-cil ofrecer una visión de conjunto de la disciplina.

Por fortuna, el abandono de la obsesión por las definiciones y la superada pretensión por construir una gran teoría sociológica que lo explicase todo, ha dado lugar a una atención creciente por los problemas sociales concretos e inmediatos, incluso mediante enfoques microsociológicos que han llevado al sociólogo a las mismas fronteras de la Sociología, pues no siempre es fácil diferenciar en determinados enfoques la Sociología de la Econo-

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mía o la Psicología, compartiendo por ello métodos propios de otras ciencias sociales.

Toda esta indefinición conceptual, metodológica y de delimitación ha llegado a crear en-tre los sociólogos una conciencia de crisis, propiciando una tendencia hacia el autoanáli-sis y dando lugar a que en muchos casos la Sociología se haya acabado convirtiendo en el propio objeto de la Sociología, en un círculo cerrado de auto-observación.

4. LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA

La crisis de la Sociología radica, pues, en su eventual incapacidad para lograr su adecua-da comprensión y aceptación social, es decir, para demostrar su utilidad. En ese pro-ceso explicativo se abren los siguientes interrogantes:

¿Cuándo aparece? Al hilo del surgimiento y desarrollo de la sociedad industrial.

¿Por qué aparece? Porque se dieron las condiciones de madurez adecuadas: desa-rrollo de la sensibilidad hacia lo social y condiciones de libertad intelectual.

¿Cómo surge? En la evolución de las ciencias sociales: primero la Ciencia Política de la Religión y la Moral, después la Ciencia Económica y a continuación la Sociología.

¿Para qué? Para enfrentarse de un modo científico con la problemática social.

¿Con qué orientación surgió? En los supuestos y planteamientos del método cien-tífico.

Se hace evidente, pues, que para la correcta comprensión de la Sociología se debe dar cuenta tanto de su razón de ser contextual de desarrollo histórico, como de su razón de ser sustantiva en tanto a su contenido y finalidad, haciendo hincapié en los siguientes puntos:

1. Precisar el papel que juega lo social en la evolución del hombre.

2. Comprender las características del período histórico en que aparece desde la doble perspectiva de cambios sociales y de aparición de nuevas mentalidades.

3. Aclarar el gado en que los procedimientos científicos pueden resultar aplicables al es-tudio de la realidad social.

La Sociología forma parte de las Ciencias Sociales, y aunque comparte parte de su campo con otras ciencias, cuenta con un campo temático específico, lo social, y unos enfo-ques metodológicos particulares. Para constituirse como ciencia, además, tuvieron que darse unos requisitos constitutivos previos: unos elementos externos histórico-so-ciales a partir de los cuales fue posible el desarrollo de una nueva rama del saber, y otros de evolución interna: desarrollo de una problemática específica diferenciada de otras ciencias, desarrollo de grandes teorías sociológicas y paradigmas interpretativos, delimi-tación de problemas específicos concretos del orden social, y la conexión de estas orien-taciones con perspectivas de investigación científica.

Tras todo ello llegamos a la conclusión de que lo que la Sociología necesita es ser expli-cada y no simplemente definida. En lo que podría ser una primera y básica definición de consenso entendemos la Sociología como el resultado de aplicar, en un contexto históri-co determinado, procedimientos de conocimiento propios del método científico al estudio de los fenómenos que acontecen en la esfera de lo social, fenómenos que deber ser sus-ceptibles de comprobación y medición empíricos a partir de marcos teóricos interpretati-vos y conceptos analíticos adecuados.

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HOMBRE Y SOCIEDAD

1. LA NATURALEZA DE LO SOCIAL

El hombre es un ser social, y no puede entenderse sin la sociedad, en la cual siempre ha vivido como un hecho natural formando parte de su realidad más íntima e inmediata. Por ello, el concepto de un hombre fuera de la sociedad no es aceptable, pues mediante la socialización se adquieren un conjunto de pautas y patrones de conducta social sin los cuales los seres humanos se verían reducidos a una condición diferente a la humana.

Sin embargo, la importancia que lo social ha tenido en la evolución humana, con un pa-pel decisivo en el proceso de hominización, contrasta con su tardío descubrimiento como campo de estudio (s. XIX). Una explicación resalta la realidad tan obvia de nuestra inmer-sión en una compleja red de grupos primarios en los distintos ámbitos de la vida social, tal que, como señaló Ralph Linton, lo último que descubriría un habitante de las profun-didades marinas fuera tal vez el agua. Una explicación más racional señala que la refle-xión sobre lo social no se pudo producir hasta que no se desarrollaron los métodos cientí-ficos y se evidenció la realidad de la sociedad civil como entidad distinta y con vida pro-pia al margen del Estado, hecho que se produjo en el momento histórico de la revolución industrial.

Intentando clarificar cuál es la naturaleza de lo social, Nisbet señaló que los problemas de la Sociología son los que se refieren a la naturaleza del vínculo social, en tanto fuerzas que permiten a los seres humanos mantenerse unidos en las moléculas sociales. Theodo-re Abel, por su parte, se refirió a lo social como al misterio que la Sociología pretendía desvelar, como el núcleo atómico respecto a la Física, la vida a la Biología o la conciencia a la Psicología.

La indagación por lo social muestra dos campos de acción en la Sociología: el de la está-tica social en tanto a sus componentes estructurales, y el de la dinámica social en tanto a los cambios y transformaciones de dicha estructura, aunque también se puede avanzar en el estudio del vínculo social a través de los distintos elementos que lo compo-nen.

2. EL PAPEL DE LO SOCIAL EN EL DESARROLLO HUMANO

Una vez constatado que el hombre es un ser que vive en sociedad, la cuestión central es-triba en dilucidar el papel que juega la dimensión social en la naturaleza humana. Par-tiendo de que la evolución dibuja una línea de creciente complejización de los sistemas, con una clara tendencia a la agregación, es decir, a la unión en conjuntos más amplios y complejos como una premisa propia de la vida, Kingsley Davis no dudó en afirmar que el surgimiento de las formas societales constituyó uno de los grandes pasos de la evolución humana.

Teniendo presente la importancia que a lo largo del proceso de evolución ha tenido la ca-pacidad de adaptación al medio a fin de aumentar las posibilidades de sobrevivir, algu-nas especies lograron esa adaptación precisamente merced a su sociabilidad. En la es-pecie humana esta condición no sólo consistió en un requisito para la supervivencia, sino que se convirtió en un elemento decisivo de su conformación como especie, a tal punto que, como señaló Perinat, los elementos que constituyen la sociabilidad fueron adqui-riendo una preponderancia decisiva, erigiendo al medio social como una condición nece-saria para el despliegue biológico normal del individuo. Se concluye, pues, una perspecti-va “coevolucionaria” entre los factores biológicos y culturales en el proceso adaptati-vo de la especie humana, interactuando ambos en la evolución de los atributos humanos.

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Los sociobiólogos han puesto énfasis en el papel desempeñado por la herencia genéti-ca en la dinámica de lo social como el verdadero motor de la sociabilidad, es decir, como transmisor de la cultura. Edward Wilson señaló que el parentesco juega un papel pri-mordial en la estructura del grupo, apuntando al fenómeno del altruismo como uno de sus frutos. En base a ello, Hamilton elaboró el concepto de coeficiente de parentesco como la fracción de genes mantenida por la descendencia común: a mayor coeficiente, mayor componente de solidaridad colectiva y mayor la disposición al altruismo.

Mientras que la Sociobiología hace hincapié en el aspecto biológico del fenómeno social, el resto de Ciencias Sociales destacan la significativa influencia de la acción cultural so-bre los aspectos biológicos. Schwartz y Ewald estudiaron la selección de pareja como prototipo de la influencia del ámbito cultural sobre el biológico, de tal modo que por cau-sas culturales algunas combinaciones genéticas son excluidas o potenciadas. Downs y Blelbtreu, por su parte, subrayaron cómo determinadas costumbres y pautas culturales desempeñan un papel primordial en la circulación genética y por tanto en la evolución biológica del hombre, incluso, como afirmó Ashley Montagu, en el desarrollo de sus ras-gos físicos.

Es de destacar que en las especies sociales las mutaciones genéticas cuentan con ma-yores probabilidades de consolidarse, tanto por la posibilidad de un mayor grado de in-tercambios grupales, como por una rápida segregación grupal del individuo mutado, el cual, aislado en un territorio diferenciado, tendrá más posibilidades de consolidar su mu-tación. Tanto este punto como todo lo expuesto nos llevan a reconocer la importancia de-cisiva de las interrelaciones entre el hecho biológico y el hecho social.

3. LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE COMO SER SOCIAL

Se considera que la concepción del hombre como ser social se origina en la clásica defini-ción de Aristóteles (384-322 a.C.): animal político por naturaleza (zoon politikón), añadiendo que el que vive aislado de la polis sin necesidad de ella o es un bruto o es un Dios. La apostilla conlleva un matiz vital en la consideración social del hombre: su di-mensión cultural en tanto miembro de una sociedad organizada.

La Teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-82) acudió a la comprensión de la evolución del hombre como ser social al delimitar sus dos dimensiones: la idea de equili-brio ser vivo-naturaleza mediante la adaptación al medio, y el proceso de evolución como producto de una dinámica constante de adaptaciones y desadaptaciones, sobre to-do a través de las mutaciones genéticas. Aunque el origen de éstas aún no está claro, lo cierto es que sitúan a nuevos individuos y especies en ambientes específicos, de modo que en el proceso evolutivo se ha ido produciendo una permanente selección natural de especies según su mayor o menor dotación biológica de adaptación al medio.

Si bien el hombre puede considerarse en parte como resultado de factores de azar (mu-taciones genéticas, cambios geológicos, alteraciones climáticas...), no puede explicarse sin admitir un conjunto de innovaciones y autorregulaciones adaptativas básicamente en virtud de su condición social. En base a ello, el hombre puede ser considerado como fruto de un doble proceso de evolución biológica y evolución social.

Este proceso de coevolución biológica y social del hombre se sitúa en un contexto tem-poral muy dilatado (el Australopithecus dista cuatro millones de años), y un análisis de sus condiciones físicas originarias nos indica que parecía una especie destinada a des-aparecer. Sin embargo, aquellos homínidos supieron hacerse fuertes desde debilidad físi-ca y sobrevivieron, fundamentalmente en virtud de su carácter social, desarrollando y transmitiendo entre sí un depósito común de conocimientos y técnicas al que se denomi-na cultura. Sociedad y cultura son, pues, las claves que nos permiten comprender la adaptación al medio y la propia naturaleza del ser humano a través de la hominización. Tal es así que, como señala Linton, lejano queda el día en que en nuestra especie los grupos organizados, y no sus individuos aislados, llegaron a ser las unidades funcio-

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nales en la lucha por la existencia.

La cultura es para el hombre como un ambiente artificial creado por él mismo, como si de una segunda naturaleza humana se tratara añadida a su naturaleza física originaria, que ha ido enriqueciéndose a lo largo de la historia y transmitida a todo individuo a tra-vés de un proceso de socialización y aprendizaje. En ese sentido, los conceptos de cul-tura y sociedad se hacen inseparables, pues la sociedad es un agregado organizado de individuos y la cultura es la forma en que se comportan según su modo de vida, y a tra-vés de ellos el hombre llega a ser lo que es. Desde esa perspectiva, y tras todo lo ex-puesto, se comprende que Ely Chinoy no dudara en afirmar que un individuo aislado es una ficción filosófica.

4. RASGOS CARACTERÍSTICOS DE LO HUMANO

En el desarrollo humano, lo social supone la introducción de un principio de auto-regula-ción y de producción autónoma de ambientes artificiales que han permitido una mejor adaptación al medio, haciendo de la sociedad el contexto en que se hace posible lo hu-mano. Sin embargo, la cultura y la sociedad humana presentan unas características dife-rentes a las de otras especies también sociales (termiteros, enjambres...), pues lo que di-ferencia sustancialmente al hombre es su libertad para actuar, propiciando la coopera-ción y la creatividad.

La mejor comprensión de nuestra realidad presente debería partir del estudio de las pro-toculturas elementales de primates, pasando por las formas de organización social de los diferentes homínidos y el comportamiento social de algunas comunidades primitivas de tribus nómadas. Tras ese examen se observa que las sociedades humanas han ido evolu-cionando poco a poco a lo largo de los años, acumulando conocimientos y experiencias en su esfuerzo permanente por dar una respuesta grupal al reto de la adaptación al me-dio.

Otras de las cualidades importantes del hombre es su capacidad hacedora y creativa. Aunque otras especies también realizan determinadas construcciones, el hombre puede efectuar trabajos y tareas mucho más complejas y progresivamente perfeccionadas mer-ced a dos capacidades específicas: un cerebro para pensar y una mano para manipular, en cuya conjunción se encuentran las claves de nuestra evolución como especie, a tal punto que algunos estudiosos han hablado de una auténtica cultura de la mano.

Es importante destacar que la invención de útiles y herramientas no fue un acto indivi-dual, sino una tarea social y grupal, dado que éstas se hacen y utilizan en grupo, y las técnicas para emplearlas y perfeccionarlas se encuentran depositadas en el acervo co-mún de las sociedades humanas a través de la cultura. Por todo ello, la mano y el ce-rebro junto a la cultura y la sociedad pueden ser considerados como los cuatro piná-culos sobre los que ha sido posible la evolución humana.

Así, pues, mediante su capacidad grupal de trabajo y de acción, los hombres han logrado alterar poco a poco su relación originaria con la naturaleza, controlándola y readaptán-dola mediante herramientas y utensilios a la medida de sus necesidades. En esa tarea el hombre también se ha ido remodelando a sí mismo como especie social, en un largo proceso evolutivo de desarrollo cultural a través de un proceso creativo resultado de la capacidad expresiva de la libertad humana (Teoría sobre la productividad de Carlos Ma-rx).

George Herbert Mead subrayó cómo, de manera paralela a la complejidad del proceso de maduración del sistema nervioso humano, se ha producido una paralela complejidad del sistema social, haciéndose necesario el desarrollo del lenguaje verbal como forma específicamente humana de comunicación ante la necesidad derivada de procesos tan largos de socialización. La diferenciación funcional proporcionada por el lenguaje produce no sólo un tipo enteramente distinto de individuo, sino también una sociedad diferente.

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La tendencia a la agrupación puede considerarse como una característica general de la vida. No existe ningún organismo que pueda permitirse existir en completo aislamien-to, pues, aún en diferentes niveles de autonomía, todos están ligados en su medio o si-tuación social general, en un complejo de interacciones sociales del cual depende su existencia. La dificultad radica en determinar si existe una forma específicamente hu-mana de lo social, pues la conformación social de los hombres ha acabado influyendo en su propia evolución, a tal punto que lo social ha pasado a ser parte de la propia natu-raleza humana. En esa línea, Edward Wilson señala que los homínidos sufrieron dos va-riaciones adaptativas sucesivas: la adaptación a la vida en campo abierto con el con-sumo de semillas, y a continuación la captura de grandes mamíferos, que requirió un au-mento de la mentalidad y organización social. En ese punto, el cambio mental y social lle-gó a depender más de la propia reorganización interna que como respuesta al ambiente circundante, concluyéndose que en el ser humano la evolución social había adquiri-do su propio motor.

A pesar de las notables lagunas existentes aún sobre la evolución humana, se puede afir-mar que la nueva especie, denominada humana, fue el resultado de un doble proceso de adaptación: de la especie al medio a través de los sistemas sociales, y del individuo a la sociedad por medio de la cultura, de tal modo que ésta aparece como el verdadero elemento explicativo del carácter social humano y conformador de la personalidad huma-na.

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TEMA 3

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA

1. EL CONTEXTO SOCIAL DE LA SOCIOLOGÍA

Durante un extenso período de tiempo los hombres vivieron en comunidades bastante estables, generación tras generación. Sin embargo, el siglo XVIII marcó el desarrollo de una serie de cambios de todo orden que dieron lugar al inicio de una nueva era histórica. Teniendo como origen el Renacimiento y la Ilustración, y tras el influjo de la Revolución li-beral en Inglaterra y de la Revolución francesa, el siglo XIX se inició bajo el signo de una nueva era de la razón, de los derechos humanos y del pensamiento científico y secular.

La Revolución Industrial condujo, de esta manera, al inicio de un nuevo ciclo histórico, que a la par que puso en marcha enormes recursos productivos bajo los dictámenes de la nueva ciencia de la Economía, dio lugar a una transformación radical del orden so-cial. Millones de seres humanos cambiaron de residencia, de forma de trabajo, de estilos de vida, de costumbres y de ideas, pero la mayoría hacinándose en los barrios proletarios en unas condiciones penosas de vida y de salubridad. Algo fallaba en aquel nuevo con-texto social, y en poco tiempo la cuestión social se convirtió en un foco de atención priori-tario.

Al ser lo social el verdadero armazón de lo humano, todo cambio socio-cultural hace tam-balearse, de una u otra manera, la misma base de la estructura de nuestra realidad vital. Por ello, tantos y tan intensos cambios sociales dieron lugar a una auténtica conmo-ción en las conciencias y en las formas de vida colectiva, situando a millones de hombres ante nuevas formas de experiencia social: falta de arraigo, crisis de las viejas concepcio-nes familiares y gremiales, difusión de nuevas mentalidades, sacralización del viejo or-den, crecimiento desmesurado de la población y la urbanización, aparición de nuevas cla-ses sociales, especialización laboral y división del trabajo... No es extraño que en esa co-yuntura histórica de grandes y profundas transformaciones sociales surgiese la Sociolo-gía como ciencia autónoma.

2. LA ACUÑACIÓN DE UN NUEVO CONCEPTO: LA SOCIOLOGÍA

En 1839 Augusto Comte propuso públicamente calificar a la nueva ciencia como Socio-logía, poniendo la primera piedra a la nueva rama del saber, la cual surgió en el curso de una especialización progresiva de los saberes sociales: primero surgió la Política con el desarrollo del Estado Moderno, luego la Economía bajo la Revolución Industrial, y por úl-timo la Sociología en un intento de descubrir las relaciones sociales globales mediante el estudio de los procesos de estructuración y desestructuración de la sociedad, todo ello con un espíritu secular y científico propio de la nueva época: sin prejuicios, con objetivi-dad, rigor y método.

Comte entendía la Sociología como una rama del conocimiento en la que estaba implícita una clara vocación de transformación del orden social, de la que participarían casi todos los padres fundadores de la nueva ciencia. Sin embargo, su planteamiento como “ciencia de las ciencias” y culminación de todo el edificio científico, presentándola como una doctrina concreta, casi como una nueva religión, no dejó de crear polémica y hasta rechazo por gran parte de la comunidad científica, aunque explicase que la supuesta “culminación” también implicaba su dependencia al desarrollo del resto de las disciplinas científicas.

Por otra parte, Comte creía que el desarrollo de la humanidad se producía según la “ley de las tres etapas”: teológico-ficticia, metafísico-abstracta y científico-positiva, y que a medida que se acercaba al tercer estadio más se evidenciaba su doble movimiento de or-

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ganización y reorganización, de modo que la Sociología venía a mitigar las crisis de un desarrollo espontáneo imprevisto, haciendo posible la previsión y guiando la acción.

3. LOS COMPLEJOS TIEMPOS HISTÓRICOS DE LA SOCIOLOGÍA

Ya a principios del siglo XX la mayoría de sociólogos habían olvidado el supuesto carác-ter profético del que Comte habían intentado impregnar la nueva ciencia, decantándose por derroteros mucho más prácticos y concretos, en un ejercicio de autoanálisis que buscaba garantizarse un objeto específico que la diferenciara de las otras ciencias, aún a riesgo de caer en el hecho de que la Sociología se convirtiese en el objeto de la Sociolo-gía.

La autocrítica y el autoanálisis, en un continuo fundarse y refundarse durante casi un si-glo, llevaron a denominar a la Sociología la “ciencia de la crisis”, dada la continua crisis en la que parecía moverse, aunque se debería admitir que, habiendo nacido de la crisis, quizás una cierta situación crítica constituya el contexto necesario en el que encuentra los estímulos más importantes para su reflexión y desarrollo.

A lo largo de todo un siglo, pues, los observadores externos a la Sociología se han sor-prendido de algunas de sus peculiaridades:

Tendencia a formular grandes síntesis teóricas y explicaciones globales, prestando poca atención a ámbitos más limitados y concretos de la realidad social.

Pretensión de muchos sociólogos a “partir de cero”, provocando la ausencia de un trabajo teórico acumulativo propio del ámbito científico al que aspira la Sociolo-gía.

Tendencia a considerar vigentes y actuales los textos de los padres fundadores.

Solapamiento entre planos temporales y analíticos, es decir, a catalogar con análisis pretéritos problemas de situaciones actuales

Tendencia de muchos sociólogos a ser especialistas en todas las ramas de saber.

Nula diferenciación entre historia de la Sociología y la propia teoría sociológica vigen-te.

El objeto de la investigación y el sujeto investigador tienden a mezclarse y confundir-se.

Una buena parte de los sociólogos siguen malgastando su tiempo en disputas termi-nológicas en la obsesionada búsqueda de definiciones formales.

A modo de conclusión, la Sociología debe desprenderse de la Sociología como problema y afrontar un quehacer científico capaz de ocuparse de los problemas de la sociedad.

4. SOCIOLOGÍA Y PRE-SOCIOLOGÍA

El interés por el ámbito social es tan antiguo como la civilización occidental, incluso hasta Platón y Aristóteles, pero el mero interés no es condición suficiente para el desarrollo de una ciencia: habría que precisar cuándo se autonomizó de los ámbitos político, moral y religioso, y, a su vez, cuándo se orientó por un enfoque propio de una metodología científica.

La Sociología no cuenta con fechas precisas de ninguno de estos eventos. Aunque Com-te planteó en 1822 la necesidad de una ciencia positiva de lo social a la que denominó Física Social, y en 1839 Sociología, ninguna de estas fechas determina un antes ni un después sino sólo dos eventos en un desarrollo largo y difuso. De hecho, Comte entendía la Física Social como el complemento último a las físicas terrestre y animal, completando una verdadera filosofía positiva humana capaz de hacer olvidar las explicaciones teológi-cas o metafísicas, definiendo la Física Social como la ciencia que tenía como objeto el

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estudio de los fenómenos sociales con el mismo espíritu que los astronómicos y físicos, es decir, como sujetos a leyes naturales invariables. Por supuesto, esta visión pone en entredicho las fechas anteriores sobre la fundación de la Sociología tal y como se ha en-tendido posteriormente, incluso autores de la talla de Marx o Durkheim jamás llegaron a utilizar dicha denominación por su manifiesta vinculación inicial a la obra de Comte.

Previamente al desarrollo del método científico, numerosos autores habían hecho obje-to de su atención a los fenómenos sociales, pero siempre desde enfoques reflexivos o meramente enunciativos: Herodoto, Aristóteles, Ib Jaldún, Hobbes, Spinoza... pero en to-das las aproximaciones faltaba una sistemática propia, es decir, una definición de un ob-jeto de estudio específico y los enfoques de una metodología científica.

Una vez desarrollado el método científico, se hizo necesaria la delimitación del objeto específico de estudio, paso que se dio con la diferenciación entre las esferas política y social, es decir, entre el estado y la “sociedad civil”, concepto éste último que vino de la mano de la emergencia de nuevos e influyentes grupos sociales, con nuevas clases so-ciales y nuevas formas de organización social y económica. Por todo ello, la aparición de la Sociología no puede divorciarse del complejo contexto de referencias históricas asocia-das a la emergencia de la sociedad burguesa.

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TEMA 4

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍALOS PADRES FUNDADORES

1. LOS PRECURSORES DE LA SOCIOLOGÍA

En el siglo XIX se produjeron un conjunto de circunstancias históricas que hicieron posi-ble la aparición y desarrollo de la Sociología como ciencia autónoma en base a una cre-ciente demanda de atención a lo social. En ese contexto se sitúan sus padres fundadores, cuya influencia sigue siendo muy considerable a causa de que muchos de los problemas que plantearon continúan vigentes: los problemas de la sociedad industrial; dicha situa-ción propicia la actual confusión entre lo que es la historia del pensamiento filosófico y su realidad actual, pues a falta de un nuevo modelo de sociedad con una nueva generación de pensadores, su estudio sigue siendo base imprescindible para comprender qué es la Sociología.

Aunque Comte consideraba a la Sociología como culminación de todo el pasado intelec-tual de la humanidad, lo cual la conectaba con todo el pensamiento acumulado, de un modo más específico Gurvitch destacó la existencia de una presociología en los filóso-fos sociales que concedían gran importancia a la observación empírica y desinteresada de la realidad social, aunque aún sin un ámbito de estudio determinado ni metodologías científicas adecuadas. Entre ellos, Martindale observa los primeros antecedentes entre los sofistas griegos, en tanto estudiaban al hombre como ser social en función su la lengua, religión, arte, literatura y política. Desde esa época, se puede destacar a:

– Herodoto, por sus descripciones sobre usos y costumbres sociales.– Aristóteles (384 a.C.), definición de hombre social y distinción de clases y grupos

sociales.– Arquímedes, desde la metodología, en la síntesis entre experimentación y matemá-

ticas.– Ibn Jaldun (1332-1406), por sus estudios comparativos entre las culturas mediterrá-

neas.– Juan Bautista Vico (1668-1744), por su teoría de la evolución cíclica de la historia.– Mostesquieu (1689-1744), estudios de instituciones y procesos sociales y tipos

ideales.– Hobbes (1588-1679), delimitación de la Física Social como parte de la Filosofía cien-

tífica.– Spinoza (1632-1677), por su intento de explicación racional de los fenómenos socia-

les.– Leibniz (1646-1716), en la distinción entre sociedad civil y Estado.– Fichte (1762-1814), en la distinción entre sociedad civil y Estado.– Adam Smith (1723-1790), en el desarrollo de la Economía Política clásica.– Adam Ferguson (1726-1816), división del trabajo, teoría del conflicto y clases socia-

les.– John Millar (1735-1801), en el desarrollo de la Economía Política clásica.– Francis Bacon (1561-1626), por su influencia positivista y empirista.– David Locke (1632-1704), por su influencia positivista y empirista.– David Hume (1711-1776), por su influencia positivista y empirista.– George Berkeley (1685-1753), por sus principios generales de atracción entre per-

sonas.– Turgot (1727-1781), por sus teorías sobre el progreso y el conflicto.– Concordet (1743-1794), intento de trazar las leyes naturales de la evolución y pro-

greso.– John Malthus (1766-1834), fundador de la demografía y evolución de la población.– Quetelet (1796-1874), que acuñó el término de Física Social en sus estudios estadís-

ticos.

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2. SAINT-SIMON

En Claudio Enrique de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), recae el honor de ser considerado el precursor más directo de la Sociología y quizás su auténtico padre fun-dador. Poseedor de una cultura enciclopédica, condujo una vida fuera de medida, y curio-samente casi todas sus aportaciones intelectuales se produjeron a partir de los cuarenta y cinco años, cuando se encontraba en la pobreza más absoluta, después de dilapidar su fortuna, haber estudiado todo tipo de disciplinas y haberse implicado en un sinfín de aventuras.

Convencido de que el orden social en crisis del viejo régimen podía ser reconstruido so-bre bases racionales y científicas, Saint-Simon planteó la necesidad de constituir una ciencia de la sociedad basada en una filosofía positiva, a la que denominó Fisiología So-cial. Su gran objetivo era reorganizar la sociedad sobre las bases de la ciencia y la indus-tria, para alcanzar una sociedad sin clases por el camino de la renovación ético-religiosa. La planificación económica, el desarrollo industrial, la organización de una sociedad equi-tativa y productiva, y la desaparición de los Estados nacionales, con un nuevo sistema político en una Europa unida, hacen de Saint-Simon uno de los más fructíferos precurso-res de nuestra época.

4. AUGUSTO COMTE

Augusto Comte (1798-1857) está considerado el padre de la Sociología, tanto por ha-ber acuñado el término como por realizar su primera propuesta sistemática. En cuanto a su vida, sus biógrafos hablan de su vida atormentada y carácter dogmático, destacando sus siete años de colaboración con Saint-Simon, del que se separó borrascosamente, y en los que sin duda se gestó gran parte de la nueva ciencia.

La idea básica de Comte era que todas las ciencias formaban una jerarquía, una gran pirámide construida de acuerdo a la propia complejidad de los fenómenos estudiados, y en cuya cúspide se encontraba la Ciencia de la Sociedad, la “ciencia de las ciencias”, la última en surgir puesto que previamente había sido necesario el desarrollo de las de-más, y que venía a remediar los problemas del hombre y la sociedad. La exaltación de ese papel de la Sociología llevó a Comte a considerarla como la nueva religión laica de la humanidad, donde la nueva religión era el positivismo, la divinidad la humanidad, y sus sacerdotes la élite de sociólogos que emprenderían la reorganización social universal.

Uno de los puntales básicos del pensamiento comtiano fue la Ley de los tres estadios, una interpretación de la evolución de la humanidad en función del progreso interconecta-do del conocimiento, la realidad social y el desarrollo del individuo:

a) Etapa teológica. Sociedades agrícolas, cuya unidad básica era la familia. Los fenó-menos se explican por seres o fuerzas sobrenaturales. En política prevalece la doctri-na de los reyes, organización militar de la sociedad, autoritarismo y fuerte control so-cial.

b) Etapa metafísica. Se afianza la autoridad civil y el Estado frente al poder espiritual. Los fenómenos se explican recurriendo a entidades e ideas abstractas. En política prevalece la doctrina de los pueblos, cuyos derechos hace iguales a todos los hom-bres.

c) Etapa positiva. Sociedad industrial, la inteligencia humana se libera de mitos y ata-duras, entrando en el estadio de la positividad racional.

Una característica de su obra es su sentido práctico, pues, según él, se trataba de lle-gar a un conocimiento de las leyes naturales que permitieran anticipar el curso de los he-chos para evitar, o al menos mitigar lo más posible, las crisis de un desarrollo espontáneo imprevisto.

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En cualquier caso, las aportaciones concretas de Comte al conocimiento de la estructura social y a los procesos de cambio son muy limitadas y esquemáticas, y desde el punto de vista metodológico apenas aportó más que la reivindicación global del método positivo. Sus pretensiones de crear una ciencia, pues, fueron más un deseo que una realidad, de modo que abrió un camino pero fueron otros los que empezaron a transitar por él.

4. EMILIO DURKHEIM

Emilio Durkheim (1858-1917) inicia propiamente la historia de la Sociología, pues no se limitó a hablar de la nueva ciencia ni de sus posibilidades, sino que hizo Sociología me-diante investigaciones concretas y el desarrollo de reglas y procesos de investigación específicos.

Los acontecimientos políticos de la época propiciaron en Durkheim una preocupación re-currente por los temas de solidaridad social, sobre todo en base a la relación indivi-duo-sociedad. Para él, la sociedad no es la mera suma de individuos, sino una realidad por sí misma, con sus propias leyes y previa a los individuos concretos que la constitu-yen, de tal modo que la fusión de almas individuales genera un ser con una individuali-dad psíquica de un nuevo género. Esta realidad colectiva no sólo tiene entidad propia, actuando distinto a como lo harían sus miembros aisladamente, sino que también propi-cia que el hombre sea lo que es, pues el hombre es hombre en la medida en que está ci-vilizado, y despojado de cuanto la sociedad le aporta quedaría reducido a la condición animal. En la identificación y explicación de ese “factor social” sitúa Durkheim la razón de ser de la Sociología.

Durkheim definió la Sociología como la ciencia que se ocupa de los hechos socia-les, definiéndolos como aquellas maneras de obrar y sentir exteriores e impuestas al in-dividuo, es decir, realidades que éste se encuentra formadas y que son parte de la supre-macía de la sociedad sobre sus miembros. Es necesaria la combinación de muchos indivi-duos para instituir un hecho social nuevo, definiendo Institución como el conjunto de to-das las creencias y formas de conducta instituidas por la colectividad. La Sociología, pues, se redefine como la ciencia que estudia la génesis y funcionamiento de las instituciones, quedando así delimitado el objeto de estudio durkheimiano de la Sociolo-gía: los hechos sociales y las instituciones.

En el terreno político-social, Durkheim observó la conexión entre tres movimien-tos del siglo XIX: la crisis de las ideas religiosas, la aparición de la Sociología y el auge del socialismo, definiéndose partidario de un socialismo encaminado a lograr la regene-ración de la sociedad a partir de los principios morales de una Sociología científica, es de-cir, no reducido a una simple cuestión de salarios sino como reorganizador del cuerpo so-cial en su conjunto. Para ello, Durkheim apostaba por una Sociología que aportaba un co-nocimiento metódico y riguroso para la solución científica de los problemas sociales, de los cuales el principal no era el económico, sino el del consenso y la aceptación de la su-perioridad moral de la sociedad.

Su labor fue ingente. En el terreno social, estableció la división entre solidaridad mecá-nica y orgánica (comunidades y asociaciones), introdujo el concepto de anomia, desa-rrolló la idea de institución social, los conceptos de cultura y sociedad, y construyó diver-sas tipologías. En el metodológico, consideró la necesidad de tratar los hechos socia-les como cosas, es decir, como realidades observables y cuantificables, abandonando la obsesión por la conceptualización y proponiendo el acercamiento a los problemas me-diante aproximaciones progresivas, partiendo de estudios sobre los puntos más acce-sibles. Con todo este material proporcionado por Durkheim, la Sociología pudo por fin empezar a andar.

5. CARLOS MARX

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Carlos Marx (1818-1883) es una de las mayores figuras intelectuales de la historia, y sin duda una de las que ha llegado a alcanzar una mayor influencia práctica en el plano polí-tico y cultural. Gran polemista y estudioso incansable, fue sobre todo un gran agitador, un promotor de nuevas ideas y un abanderado de los nuevos ideales socialistas, además de profeta, activista, líder político e intelectual que abordó cuestiones relacionadas prác-ticamente con todas las ciencias sociales.

Su pobre opinión de Comte le impidió la utilización del término Sociología, acuñado por éste y relacionado en un principio con la visión comtiana de la sociedad, pero nadie duda de su posición como uno de los padres fundadores de la nueva ciencia e inspirador de una de sus principales corrientes: la dinámica social como fruto del conflicto y anta-gonismo, en contraste con la visión de la dinámica social como fruto del orden y armonía social.

Marx desarrolló una teoría concreta del devenir social a partir del análisis de los procesos de producción económica, y en su obra culminante, El Capital, intentó desvelar la lógica y dinámica del sistema de producción industrial-capitalista. Numerosos sociólogos, como Schumpeter, Gurvitch o Bottomore, no dudaron en reconocer en sus obras el enorme valor de las aportaciones marxistas, pero apuntando su arrogancia al pretender ser la Sociología misma, o un sistema sociológico completo y definitivo, ob-viando las limitaciones propias de toda teoría sociológica frente a la extraordinaria com-plejidad de la vida social.

Marx desarrolló sus investigaciones en torno a dos grandes temas interrelacionados:

a) El descubrimiento de la ley económica de la sociedad moderna capitalista.b) Los procesos específicos de conflictos de clase.

Con el estudio y la relación de ambos pretendía descubrir la estructura y el funciona-miento de los sistemas de producción a través de la dinámica histórica generada por los antagonismos y conflictos de clases que engendraban.

Marx situó sus estudios en dos planos interdependientes:

1. Los hombres concretos. Aunque no consideraba a la sociedad como un ente al margen del individuo, sí la entendía como el lugar donde los hombres desarrollaban su verdadera naturaleza y el marco en el que se producían las interacciones socia-les, al punto de que afirmó que no era la conciencia del hombre la que determinaba su ser, sino el ser social de éste lo que determinaba la conciencia.

2. Los procesos históricos, de los cuales concluyó que el motor de su evolución era un conjunto de procesos sociales específicos, concepción que se denominó mate-rialismo dialéctico o histórico (en contraposición al idealismo dialéctico de Hegel, que veía el motor en las ideas), determinando que ese motor o factor principal que daba lugar a la génesis del cambio y la dinámica social era el conflicto de clases.

A modo de resumen, Marx concluyó que el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. Al llegar a una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la socie-dad chocan con las relaciones de producción existentes, es decir, que chocan con las re-laciones de propiedad vigentes, de modo que estas relaciones pasan de ser relaciones de desarrollo a trabas para ese desarrollo, abriendo una época de revolución social. Al cam-biar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa su-perestructura erigida sobre ella.

Marx fue un sociólogo de un tipo determinado: sociólogo-economista, convencido de que no es posible comprender a la sociedad moderna sin referirse al funcionamiento del sistema económico si se descuida la teoría de su funcionamiento.

6. MAX WEBER

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Max Weber (1864-1920) es uno de los padres fundadores con mayor influencia en la So-ciología actual, ocupándose de tantos temas y cuestiones distintas que presenta dificulta-des para ser sistematizado, careciendo de una teoría general o idea central de pensa-miento y estudio, posibilidad que rechazó al considerar que no podía existir una explica-ción cerrada y acabada capaz de reproducir con fidelidad la extraordinaria complejidad de la realidad.

Su amplísima producción, desde estudios metodológicos a históricos, pasando por la sociología de la religión y los económicos de su obra cumbre “Economía y Sociedad”, es-tá alentada por un permanente diálogo intelectual con Marx, a quien, junto con Nie-tzsche, consideraba las figuras más influyentes de su época. Sin embargo, aunque am-bos coincidieron en atribuir un carácter prevalente al estudio del capitalismo, Marx en-fatizó los factores económico-materiales, mientras Weber se inclinó al ámbito de las ideas y creencias.

Una síntesis de las ideas de Weber, en contraposición a las de Marx, son las siguien-tes:

― Rechazo de las grandes teorías y explicaciones unicasuales.― Intento de aunar criterios de las ciencias de la cultura con las ciencias naturales.― Distinción entre los planos de poder económico y político, las ideas de los intereses.― Visión neutra del capitalismo, de tendencia a una racionalización económica.― Visión de las clases sociales y el conflicto de clases no sólo en términos económicos,

sino también ideológicos y culturales.― Las relaciones entre la infraestructura económica y la ideológica no son unívocas ni

unidireccionales, sino bidireccionales y dependientes.

Weber llegó a la refutación empírica del materialismo histórico de Marx, exponien-do las conexiones de las religiones con la economía y la estructura social de su sociedad, todo ello en base a un dato concreto: el capitalismo se extendió con más auge en los paí-ses protestantes que en los católicos, dándose un mayor porcentaje de protestantes en-tre los propietarios y puestos directivos de las empresas. Weber estableció que los ele-mentos que definían el “espíritu del capitalismo” se correspondían con la ascesis profe-sional puritana cristiana, y concluyó la importancia decisiva del factor religioso en la gé-nesis del capitalismo occidental, es decir, que el criterio económico no bastaba y era ne-cesario considerar también los valores y las ideas en la explicación de los procesos socia-les.

En cuanto a sus propuestas metodológicas, Weber reivindicó la dimensión científica de la Sociología, pero reconociendo la especificidad de los fenómenos sociales, siempre sujetos a la subjetividad humana. Para ello propuso un enfoque que calificó método comprensivo, en un intento de abarcar e integrar los ámbitos de lo objetivo (relaciones causales) y lo subjetivo (dimensión significativa) en una perspectiva histórica concreta (marco de referencia).

Weber definió la Sociología como una ciencia que pretende entender e interpretar la acción social, para explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Para ello, con-taba con las siguientes herramientas:

― La acción, definida como una conducta humana, sea un obrar u omitir, siempre que el sujeto le asocie un sentido subjetivo. En ese sentido, una acción social queda definida como una acción cuyo sentido subjetivo del sujeto radica en la conducta de otros sujetos, orientando en base a ésta el desarrollo de su propia acción.

― La relación social, como una conducta plural recíprocamente referida y orientada en virtud a esa reciprocidad, es decir, relaciones plurales recíprocamente significati-vas.

― La interpretación causal. Una interpretación causal correcta de una acción con-creta implica que el motivo y su desarrollo externo hayan sido conocidos de un mo-do certero y comprendidos con sentido en su conexión. Si falta esta adecuación de sentido no nos encontraremos ante una interpretación causal correcta, sino ante

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una posibilidad estadística no susceptible de comprensión.

― Los tipos, como marcos de referencia o modelos de ordenación de la realidad, sien-do el modelo conceptual básico para entender las acciones sociales. Weber distin-guió:

–Tipos puros o ideales, en un intento de ordenación racional de la realidad.–Tipos promedio, a través de los cuales establecer una catalogación o clasifica-

ción de lo que ocurre en la realidad.

Weber no intentó, pues, descubrir y transmitir verdades absolutas, sino orientaciones úti-les sobre las más diversas cuestiones sociológicas, acumulando conocimientos, aportan-do hipótesis y sugiriendo propuestas metodológicas.

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TEMA 5

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

1. ¿QUÉ ES LA SOCIEDAD?

Las sociedades de nuestros días son sociedades de masas, enormemente complejas y dinámicas, aunque el salto se ha producido en una sola generación ya que hasta hace muy poco tiempo sólo una minoría de la población vivía en las grandes ciudades. Por ello, se hace necesario el estudio de la sociedad, básicamente desde dos enfoques: la es-tructura social por un lado, y los procesos y relaciones sociales entre sus partes por otro.

A modo de resumen, podemos afirmar que en toda sociedad existen diversos tipos de grupos sociales, distintas clases sociales, diferentes formas o modelos de compor-tamiento social y modos estandarizados de relación, así como un conjunto de Institu-ciones sociales que cumplen funcione específicas. Atendiendo a esta disección de la so-ciedad, la Sociología se ocupa de estudiar su estructura, sus cambios y sus problemas, a través de unas técnicas de investigación aplicadas a una serie de hipótesis y formulacio-nes teóricas.

2. LA ESTRUCTURA SOCIAL

Basado en la convicción de que la realidad no es un caos, el pensamiento occidental se orienta a la observación del orden de las cosas, intentando descubrir la conformación re-gular y ordenada, estructurada, de la realidad. En ese sentido, el concepto de estruc-tura implica básicamente tres elementos: idea de un conjunto, la existencia de unas partes que lo componen, y una disposición ordenada de relaciones o posiciones entre ellas.

En toda sociedad humana, incluso en las más simples y primitivas, puede identificarse una estructura social, de la que se han formulado diferentes definiciones. Entre otras, destacan:

― El organicismo, identificando cada parte de un supuesto “organismo” social con las de un organismo viviente.

― El funcionalismo. Según Talcott Parsons, si un sistema social es un sistema de procesos de interacción entre actores que desempeñan roles, la estructura social queda definida como las relaciones mutuas entre los roles de dichos actores.

Las ideas comúnmente aceptadas que están en la base de la definición del concepto de estructura social son básicamente cuatro:

1. La estructura social es entendida como una red o sistema de relaciones sociales regulares y pautadas, que prevalecen a los individuos concretos. Es decir, que mien-tras los individuos son prescindibles y reemplazables, la estructura permanece esta-ble.

2. Los contenidos de las estructuras sociales son esquemas de acción pautadas, es decir, que vienen socialmente dadas y responden a uniformidades ordenadas so-cialmente.

3. Las estructuras sociales implican distintas formas estandarizadas de relaciones de ordenamiento, distancias sociales, jerarquías y dependencias entre grupos e indivi-duos.

4. La estructura general de una sociedad está formada por un conjunto de subes-tructuras interconectadas entre sí de muy diversos modos: económica, de poder, de clases...

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Aunque la estructura social hace referencia a los elementos más permanentes e invaria-bles de los social, también están sometidas a procesos de cambio histórico según sus so-ciedades van evolucionando. Por ello, su carácter dinámico tiene relación directa con el concepto de cambio social: la estática social (estructura) frente a la dinámica social (pro-ceso).

3. LOS GRUPOS SOCIALES

La sociedad está formada por una tupida red de grupos sociales, en los que todos los individuos se encuentran implicados en diferente grado, y que constituyen las células básicas de la sociedad, lo que hace del grupo social la realidad más inmediata y cen-tral para la Sociología. Sin embargo, a pesar de su peso actual los padres fundadores apenas les prestaron atención, más preocupados por los grandes problemas y procesos globales, centrándose en la dicotomía individuo-sociedad. La primera formulación seria de los grupos primarios vino de la mano de Charles H. Cooley (1864-1929), pero su auge tuvo que esperar a la década de los años treinta con las investigaciones de Elton Mayo.

No se debe confundir los grupos sociales con las categorías sociales (individuos que re-únen las mismas características: profesores, jóvenes...) ni con los agregados estadísti-cos (individuos que pueden ser clasificados de acuerdo a algún atributo: lectores del ABC, fumadores de Fortuna...), pues no tienen más sentido que el clasificatorio o estadís-tico. Cuando nos referimos a grupos sociales están implícitas las siguientes característi-cas:

Son unidades sociales con unos contornos delimitados y características precisas. Su elemento definitorio fundamental es la unión continuada de personas por algún ti-

po de relación social a través de ciertos intereses, valores o propósitos comunes. Nos son espontáneos, sino que se caracterizan por contar con cierta estabilidad. Existe un sentimiento de pertenencia, y sus miembros se identifican como tales. Pueden ser identificados desde fuera como grupo. Tiene la virtualidad de influir u orientar la conducta y opiniones de sus miembros.

Los grupos sociales pueden ser clasificados de acuerdo a un gran número de criterios, pero la más significativa es la que distingue entre grupos primarios y secundarios.

Los grupos primarios

Se trata de la más universal forma de asociación, al punto que están presentes en todos los ámbitos de la sociedad, definiéndose como una cierta cantidad de personas que se comunican a menudo entre sí, durante cierto tiempo, con un intenso sentido de con-ciencia grupal, y lo suficientemente pocas para que cada una de ellas pueda comunicarse con todas las demás personalmente, cara a cara, proporcionando a sus miembros un conjunto de gratificaciones personales, psicológicas y emocionales.

Sometidos en la actualidad a gran cantidad de investigaciones empíricas, se han demos-trado sus importantes funciones sociales en tres órdenes de razones:

Erigiéndose en elementos fundamentales de socialización, interiorización y re-fuerzo de los patrones culturales.

A nivel metodológico, se trata de entidades manejables y abarcables, constituyendo verdaderos microcosmos sociales que reflejan y contienen a escala reducida mu-chos de los rasgos y características de las sociedades globales.

Se les considera el paradigma de la buena práctica de lo social, y el mejor mar-co de religamiento social, de comunicación humana y de práctica de la solidaridad, compensando a sus miembros muchos de los sinsabores y frustraciones originados en las grandes organizaciones sociales. Por ello, numerosos analistas le han recla-mado su condición de “dimensión óptima” de lo social.

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Homans observó que el proceso de decadencia histórica de las civilizaciones se encuen-tra ligado al fracaso en organizar las formas de la sociedad-básica a gran escala, conclu-yendo que una civilización, para poder mantenerse, debe preservar entre los grupos que componen su sociedad y la dirección central, algunas de las características del grupo, aún cuando sea a una escala mucho más extensa.

Los grupos secundarios

Son el modelo que se corresponde a las organizaciones a gran escala, con relaciones sociales impersonales y reguladas en diferentes grados y formas; los vínculos suelen ser contractuales; cuentan un alto grado de división y diferenciación de tareas y roles; y pre-dominan los procedimientos formalizados y burocráticos. Los principales son las organi-zaciones formales, las clases sociales y las entidades sociales macroscópicas.

En la realidad concreta, se produce un complejo entramado de relaciones entre grupos primarios y secundarios, cuyas formas de interacción se superponen y entre-mezclan. En ese sentido, hay quienes observan continuidad entre ambos grupos, seña-lando que los secundarios son la evolución de los primarios, de tal modo que a medida que un grupo crece sus relaciones van evolucionando de primarias a secundarias.

También hay quienes, vertiendo toda la importancia en el primario, consideran el secun-dario una ficción, originada únicamente a “sensu contrario” del primario. De acuerdo a esto, la unidad de estos grupos secundarios se consigue sólo por medios simbólicos: por ejemplo, una nación es una nación sólo porque sus individuos lo creen así.

4. LAS INSTITUCIONES SOCIALES

Como referencia, Durkheim definió la Institución como el conjunto de todas las creen-cias y formas de conducta instituidas por la sociedad, es decir, todas aquellas prácticas sociales que se siguen de un modo irreflexivo sin necesidad de justificación.

Dado que la característica fundamental de las instituciones sociales es que cumplen funciones, y que para que una sociedad se constituya como tal es necesario que cuente con un mínimo de requisitos funcionales, las sociedades originarias se dotaron para ello con un conjunto de instituciones sociales específicas:

Sistemas de reproducción y socialización de los individuos, a través de la institu-ción de la familia con la colaboración de las instituciones educativas.

Estructuras económicas y de división del trabajo, a través de instituciones econó-micas.

Sistema de poder y uso legítimo de la fuerza, a través de las instituciones políti-cas.

Sistema de creencias y valores, a través de las instituciones ideológicas y expre-sivas, como la Iglesia y las religiones.

Las instituciones sociales no son compartimentos estancos, sino piezas de un entramado social complejo, y a través de los continuos procesos de interacción de las instituciones sociales básicas surgen otras instituciones y formas de articulación social, como las cla-ses sociales. Por ello, cuando se habla de instituciones sociales se está hablando en rea-lidad de la estructura social, a través del prisma del cumplimiento de unas funciones so-ciales específicas.

La familia

La familia es la institución social básica y uno de los grupos primarios fundamenta-les, cumpliendo un gran número de funciones sociales insustituibles. Habiendo existido en todas las sociedades conocidas, se la ha considerado la institución social univer-

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sal. Sin embargo, aún siendo notable su gran diversidad de manifestaciones, todas han contado con una serie de elementos comunes: una relación conyugal, un sistema de filiación, un lugar de habitación común, y un patrimonio o conjunto de bienes y recur-sos comunes.

La familia, tal como la hemos llegado a conocer, es el resultado de una larga evolu-ción social, y sus formas cambiantes se explican por los continuos procesos de transfor-mación de los sistemas sociales. En ese sentido, la dinámica evolutiva de las sociedades ha ido ligada al afianzamiento de formas de relación monogámicas, a decir de algunos antropólogos originariamente matriarcales (paleolítico y neolítico), que fueron evolucio-nando hacia el modelo patriarcal al hilo de las civilizaciones agrarias de la Antigüedad: familias autosuficientes, a modo de microsociedades.

Desde entonces, la dinámica de las transformaciones socio-económicas han ido paulati-namente configurando la familia hacia un nuevo modelo de familia nuclear: sólo los dos cónyuges con cada vez menos hijos, de tal modo que, sobre todo con el desarrollo del Estado del Bienestar, se están observando nuevas readaptaciones en las funcio-nes de la familia, propiciado que las características tradicionales de la familia estén cambiando:

Reducción progresiva de sus funciones, cobrando importancia otras instancias sociales (guarderías, residencias de ancianos) y “grupos de pares” (de la misma edad) que han asumido parte de ellas, desembocando en distintos tipos de conflic-tos generacionales.

Cambios en su concepción, sobre todo a causa del notable crecimiento de los ho-gares de una sola persona o con la presencia de sólo uno de los padres, así como por las posibilidades de la fecundación in vitro, que pueden propiciar familias de sólo un padre.

Desarrollo de un nuevo modelo más igualitario y abierto de estabilidad conyugal, basado en la libre voluntad de los cónyuges a partir de la independencia económica y laboral de ambos, sobre todo desde la masiva incorporación de la mujer al trabajo.

Las relaciones de poder y autoridad

Junto a la familia, las relaciones de poder y autoridad constituyen uno de los ámbitos fundamentales de plasmación social institucional, desde el más suave de una madre so-bre su hijo, hasta el inflexible e irrenunciable de un Estado sobre sus ciudadanos. De he-cho, no sólo existe algún sistema o tipo de autoridad en todo agregado social, como des-tacó Nisbet, sino que el mantenimiento de relaciones de interacción durante un cierto tiempo siempre acaba desembocando en relaciones de dependencia y subordinación.

A nivel político, la evolución de las sociedades humanas ha ido acompañada de unos complejos procesos de articulación de las relaciones de poder y autoridad, las cuales se han ido traduciendo en distintas formas de organización política, desde la más elemental de una aldea hasta la de un Estado. A nivel socio-económico, éstas también han ido entretejiendo un conjunto de posiciones sociales mutuamente interdependientes, de las que ningún individuo que viva en sociedad puede sustraerse: en la familia, en la escuela, en el trabajo...

Una característica de las relaciones de poder y autoridad humanas es que están institu-cionalizadas, es decir, que existen unos mecanismos por los que el poder puede adquirir-se, ejercerse, delegarse y renunciar a él. Dicha institucionalización de las relaciones de poder y autoridad se ha traducido en distintas instancias de organización específi-cas, como la institución de la propiedad privada y los diferentes órganos políticos: Parla-mentos, Tribunales...

Las formas y maneras en que se producen las relaciones de poder y autoridad en las sociedades son tan variadas como éstas, y en cada caso sus mecanismos operan de ma-nera diferente, produciéndose una interdependencia de elementos que influyen po-

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derosamente en la actuación y aceptación de las relaciones de poder, sobre todo en base a las propias características personales del individuo: su liderazgo, costumbres, sumisión, expectativas...

Max Weber definió el poder como la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aún contra toda resistencia. Sin embargo, la dominación o auto-ridad es definida como la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo de-terminado, descansando en diversos motivos de sumisión. Los motivos por los que se obedece son muy diversos, pero suelen apoyarse en motivos jurídicos, es decir, en su “le-gitimidad”. Los motivos de legitimidad son tres, según sea el tipo de dominación o empleo de la autoridad, y aunque es posible identificar los tres modelos en la sociedad actual, en realidad responden a contextos históricos y sociales específicos:

1. Dominación legal. La obediencia se produce según ordenaciones impersonales y objetivas estatuidas legalmente por personas específicamente designadas para ello, estando todos sometidos a un orden impersonal y preciso de reglas y procedimien-tos: por ejemplo, un negociado administrativo burocrático.

2. Dominación tradicional. Se basa en obedecer y aceptar las autoridades instituidas por las tradiciones mediante vínculos personales de fidelidad, como la institución pa-triarcal.

3. Dominación carismática. Descansa en la autoridad ejercida por una personalidad de dotes excepcionales, al que se obedece por sus cualidades extraordinarias.

5. LAS CLASES SOCIALES

La forma de nucleamiento institucional más importante es la que tiene que ver con la de-sigualdad, agrupando a los seres humanos en distintas clases sociales con distintos ni-veles de acceso a los bienes y servicios, y distintos grados de influencia política y social.

La diferenciación de posiciones no viene dada por una lógica natural según las cualidades personales, sino básicamente por desigualdades de carácter social asociadas a las distintas formas de organización de la sociedad. Por ello, la desigualdad debe ser enten-dida como un fenómeno de carácter histórico y cultural, pues las distintas influen-cias culturales han dado lugar a los distintos modelos de estratificación: de castas, escla-vistas, estamentales...

La desigualdad ha evolucionado también en su intensidad, desde una leve desigual-dad coyuntural en las primitivas sociedades nómadas, hasta su auge con la aparición de las sedentarias, cuya mayor posibilidad de acumulación de recursos se tradujo en nota-bles diferencias de riqueza, enraizándose en el entramado social a medida que las socie-dades se iban desarrollando y complejizando con un mayor grado de especialización de funciones.

El sistema de desigualdad social que ha merecido una mayor atención ha sido el siste-ma de clases occidental, cuyo impacto político en la historia reciente de Occidente ha sido enorme: movimiento obrero, anarquismo, marxismo, Estado del Bienestar..., a tal punto, que Marx llegó a afirmar que la historia de la humanidad era la historia de la lu-cha de clases.

Estructura de clases y Estratificación social

Sin embargo, la falta de consenso ha llevado a la distinción de dos conceptos: clase so-cial y estrato social, es decir, estructura de clases y estratificación social, dado que la palabra clase cuenta con varios significados según el contexto. Como ya señaló Osso-wski, se trata de un concepto cargado de importantes connotaciones políticas, ideológi-cas y emocionales, casi siempre asociado a alguna teoría social específica. De hecho, el concepto de clase social se encuentra específicamente vinculado a contextos históricos socio-económicos muy precisos del mundo occidental, lo cual ha propiciado que el refe-

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rente sociológico general de los sistemas de desigualdad sea conceptualizado con el tér-mino más general de estratificación social, en el que la clase social o estructura de clases no expresaría más que una de sus diversas variantes, en sociedades concretas y contextos históricos precisos.

En los términos de esa distinción, Sorokin definió la estratificación social como la di-ferenciación de una determinada población en clases jerárquicas superpuestas, en base a una distribución desigual de deberes y derechos, destacando tres modelos de estratifi-cación: económica, política y ocupacional, que venían a coincidir con el triple criterio de estratificación propuesto por Weber, económico, ideológico y cultural, el cual rei-vindicó la autonomía y especificidad propios de cada uno de los ámbitos.

Para Weber los elementos básicos de la estratificación social son la clase (orden económico, las clases), el status (orden social, los estamentos) y el poder (orden políti-co, los partidos), cuyo complejo análisis global aconseja su estudio delimitando diversos aspectos de la estructura social. El concepto de estratificación social supone la considera-ción de un conjunto muy variado de factores sociales vinculados a situaciones de desi-gualdad.

Clase social y Estrato social

Aunque inicialmente el término clase social es flexible y genérico, aplicable a realidades muy diversas sin prejuzgar ninguna idea ni valoración concreta, lo cierto es que ha adqui-rido unas connotaciones teóricas y políticas bastante precisas.

Originariamente, las “clasiss” romanas eran grupos de referencia económica donde los individuos aparecían ordenados según su riqueza, lo que llegó a connotar ideas de rango y posición social. Sin embargo, aunque Ossowski observa alguna referencia en Spi-noza, el concepto de clase social en el sentido actual del término se gesta entre los si-glos XVIII-XIX vinculado a la dinámica del proceso de evolución social, según los siguientes postulados:

1. La subsistencia humana se basa en la producción como actividad social básica.2. La evolución de los sistemas de producción supuso una división creciente del trabajo.3. La división del trabajo implicó a su vez la existencia de distintos papeles sociales.4. Toda división del trabajo implica atribución de papeles entre individuos que suponen

el establecimiento de determinadas relaciones sociales (subordinación, dependen-cia...).

5. La posición relativa de distintos grupos sociales implica división de la sociedad en cla-ses.

A partir de esta perspectiva, podemos afirmar que las clases sociales están formadas por grandes grupos sociales cuyas posiciones en la sociedad vienen definidas por el pa-pel que desempeñan en las relaciones de producción en un momento histórico determi-nado. Respecto a sus cualidades, Bottomore destaca que no son invariables, sino un ar-tificio o producto humano sometido a cambios de carácter histórico, y que, en general, se trata de grupos económicos en un sentido notablemente exclusivo.

Puesto que las clases vienen condicionadas por las relaciones sociales, y éstas a su vez varían según la organización social de producción, su análisis no puede desvincularse de una consideración global de la sociedad, sobre todo de su dimensión política. Así, Lenski las definió como grupos con una posición de poder tal que les permite una distribución ventajosa de los excedentes de producción. Marx irá más allá, afirmando que el fac-tor fundamental que determina la desigualdad estriba en el poder de explotar el tra-bajo ajeno, vinculando la historia humana a la historia de cómo el hombre ha ido organi-zando sus relaciones.

La evolución de lo sistemas productivos conlleva un conjunto de caracterizaciones en la estratificación social que dan lugar a distintos modelos o pirámides de estratificación social, cuyo estudio refleja su evolución en las diferentes etapas de la sociedad indus-

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trial.

En el estudio de la sociedad de clases, Ossowski formuló tres postulados sobre ellas:

a) Forman un sistema reducido de grupos del orden más elevado en la estructura social.

b) Su división es en base a las posiciones sociales vinculadas con el sistema de privile-gios.

c) La pertenencia de los individuos a una clase es relativamente estable.

Como complemento a los postulados, Ossowski formuló cuatro características de las clases:

1. La disposición vertical de las clases, de acuerdo a un sistema de desigualdades.2. La diversidad de intereses de las clases estables.3. La conciencia de clase entre los individuos.4. El aislamiento de clases, llegando a la separación en la vida social.

En cuanto a las relaciones entre clases, éstas pueden ser:

― De ordenación, según alguna magnitud de clasificación.― De dependencia, que pude ser orgánica en el sentido de complementariedad ha-

bitual, o negativa, es decir, que los éxitos de una constituyan los fracasos de otra.

Mientras que el concepto de clase implica referentes de posición social más precisos (cla-se obrera, burguesa...), el de estrato social cuenta con referentes más laxos (estrato alto, medio, medio-alto...), siendo desarrollado por un grupo de sociólogos que cuestio-nan la concepción de clases sociales basada exclusivamente en factores económicos (vi-sión monista), pretendiendo con ello difundir una perspectiva más amplia y plural en la consideración de los factores determinantes de la estratificación social, por ejemplo, sustituyendo el enfoque clase social-situación económica por la trilogía clase-status-po-der. La aceptación de estos tres elementos estratificadores da lugar a tres posibles interpretaciones:

― La prevalencia de uno u otro factor puede dar lugar simultáneamente a distintos sis-temas de estratificación social de base política.

― La estructura de clases entendida como la resultante de la influencia conjunta de los tres factores, económico, status y político, considerando también el ideológico.

― Se puede considerar a un factor como el fundamental, y que en él se reflejen a su vez los otros dos de manera dependiente. En esa perspectiva se sitúan los funcio-nalistas, considerando el factor status como el elemento fundamental de estratifi-cación, de modo que las posiciones sociales se fundarían en el prestigio y la conside-ración social.

En base a todo ello, se puede afirmar que la teoría de los estratos sociales se funda-menta y apoya en las siguientes instancias:

La idea de complementariedad entre las clases según sus cometidos económicos. La idea de la funcionalidad social de la división del trabajo. La teoría de la estratificación por el status, desarrollada por Weber. La realidad empírica de los comportamientos sociales estratificacionales actuales .

La confluencia de factores muy diversos ha propiciado que ya no se considere correcto hablar de una sola teoría sobre los estratos sociales, sino de un conjunto diverso de enfoques, de modo que las teorías de las clases y de los estratos como modelos analíti-cos alternativos tiende a quedar un tanto desdibujada. El punto de diferenciación más sustancial entre ambas teorías consiste en el componente objetivo o subjetivo:

Las clases sociales están conformadas básicamente a partir de factores objeti-vos, haciendo referencia a una determinada ubicación en el sistema social, es decir, situándonos en el plano de la objetividad social.

Los estratos sociales son vistos preferentemente a partir de factores subjetivos,

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basados en cómo los demás aprecian y ordenan las posiciones, es decir, que nos sitúa en el plano de la subjetividad recíproca.

Las diferencias entre ambos conceptos no son sólo cuantitativas, sino de fondo, implican-do incluso visiones distintas del orden social:

Visión antagónica y conflictiva de los análisis de clase. Visión armónica y de escalonamiento complementario en los análisis de estratos.

La teoría funcionalista de la estratificación social se originó en los trabajos de Kingsley Davis y Wilbert Moore (1954), que partiendo del postulado de que no existe ninguna sociedad sin alguna forma de estratificación, concluyeron que la necesidad de estratificación que sufre toda sociedad se origina en la necesidad de distribuir a to-dos sus individuos en la estructura social, para lo cual se ve obligada a gestionar un conjunto de retribuciones e incentivos en base a su prestigio y estimación que motiven a las personas más cualificadas a ocupar esos puestos, originando de ese modo una cierta cantidad de desigualdad institucionalizada.

En cuanto a los mecanismos que gestionan los criterios con que se atribuyen los rangos de los puestos sociales, Davis y Moore determinaron lo siguiente:

El rango de los puestos de mayor importancia para la sociedad viene determinado por la función social. Suelen ser de “funcionalidad única”, requiriendo un talento muy especial, cuya escasez de aspirantes exige que cuenten con altos incentivos.

En los puestos que requieren sólo competencia y conocimientos, el amplio nú-mero de aspirantes garantiza su ocupación con personas de talento suficiente, que al requerir largos y costosos procesos de preparación son adecuadamente recom-pensados.

En el resto de los puestos, se sigue la máxima de que si un puesto es fácilmente ocupado no precisa ser recompensado ampliamente.

Aunque la estratificación social sea vista por los funcionalistas como algo inevitable, so-ciólogos como Barber opinan que cuenta tanto con relaciones funcionales como disfun-cionales, siendo fuente así de conflictos como de armonía, pues en la práctica se com-prueba que no siempre son aprovechados todos los talentos, dando ello lugar a im-portantes hostilidades y conflictos que originan un debilitamiento de la motivación para participar y del sentimiento de integración de ciertos sectores sociales.

6. LOS ROLES SOCIALES

En sociedad, todas las personas tienden a actuar en determinados contextos sociales de acuerdo a las pautas concretas de comportamiento propias del rol que en ese ins-tante desempeñan. Por ello, se asume el concepto de la persona como actor social, y la expresión rol se relaciona con el papel que desempeña en un momento dado en la obra representada sobre el escenario de la sociedad.

Cada actor social puede representar sucesivamente diferentes papeles, es decir, dife-rentes roles según el contexto (profesor, padre, esposo...), de tal modo que el de-sempeño de cada rol le orienta en su comportamiento al implicar determinadas formas de actuar, y a la inversa, todo el mundo espera y prevé que los demás individuos se adapten a las distintas características de los roles que representan ante ellos en un mo-mento concreto. En realidad, cada rol implica un set de roles relacionados a distintos ni-veles: el rol de profesor implica el rol docente con alumnos, rol de colega con otros maes-tros, rol de intelectual en su rama...

El concepto de rol implica un determinado esfuerzo de ajuste por parte del actor social para adaptarse en cada momento a un papel determinado, lo cual puede desembocar en cierta conflictividad entre las características de los diferentes roles. De hecho, cuando más activa es una persona más roles asume, aumentando su riesgo de afrontar conflic-

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tos de roles que entran en colisión entre sí: inspector fiscal y contribuyente, policía y padre de un hijo delincuente... Aunque la mayoría de estos conflictos se resuelven coti-dianamente de modo inconsciente, los más graves pueden dar lugar a distintos tipos de trastornos psicológicos.

Los roles están caracterizados básicamente por cinco rasgos:

Son modos de comportamiento estandarizados socialmente establecidos. Enmarcan una serie de normas implícitas en el papel de cada rol: ser “buena” ma-

dre... Todos forman parte de un círculo social de relaciones: catedrático, profesor,

alumno... Definen campos de acción legítima, es decir, competencias propias de actuación. Forman parte de un sistema de autoridad, implicando deberes y obligaciones.

Los roles son, pues, modos de conducta institucionalizados socialmente que asumen una entidad propia en la estructura de la sociedad, al margen de los individuos concre-tos que los ocupen. De hecho, como observó Nisbet, existe una serie de roles-tipo, bá-sicos o standard, que se pueden identificar en todas las sociedades: patriarca, juez, sa-bio, guerrero...

Toda posición social conlleva dos caras: rol y status, de modo que cada rol lleva apare-jado un status específico. Sin embargo, mientras que el rol hace referencia a las obli-gaciones que conlleva el desempeño de una posición social, el status hace referencia a los derechos y prestigio social que lleve aparejados quien desempeñe dicho papel.

Al igual que un actor social puede desempeñar un número apreciable de roles, también puede pertenecer a diversos grupos de status, de tal modo que el status final depen-derá del rol predominante, o bien de una resultante conjunta de todos ellos.

Mientras que en las sociedades más elementales el status generalmente es un status adscrito en base a las circunstancias personales de los individuos, las sociedades com-plejas están más abiertas a los status adquiridos por la valía de las personas, es decir, que en éstas el status se adquiere básicamente por lo que se hace y no por el papel que se desempeña.

7. PROCESOS SOCIALES Y FORMAS DE INTERACCIÓN SOCIAL

Los procesos sociales

Los procesos sociales constituyen las relaciones que los seres humanos establecen con los demás por medio de un conjunto de formas de interacción estandarizadas, las cuales vinculan y orientan su acción en grupos e instituciones sociales. Es decir, que los procesos sociales son formas tipificables y repetitivas de interacción social con las cuales las personas organizan y orientan sus conductas en las diferentes instancias gru-pales e institucionales que constituyen el entramado de la sociedad.

Siendo la sociedad una realidad dinámica, tanto en su dimensión global como en su plas-mación cotidiana, los procesos sociales se relacionan con el aspecto dinámico de lo social, pues las maneras en que se conducen los hombres están sometidas a continua evolución.

Para algunos teóricos sociales las relaciones sociales estandarizadas constituyen la verdadera realidad de lo social, puesto que sin ellas no existiría sociedad sino un gru-po de individuos aislados. Subordinación, competencia, partidismo, representación... re-sulta relevante señalar que se encuentran los mismos tipos de relación en grupos sociales muy diferentes: la subordinación, por ejemplo, es tan esencial en un ejército como en una confesión religiosa.

La casuística de interacción social es tan amplia que resulta difícil tipificarla, pues presen-

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ta tal variedad y riqueza de matices que no es fácil encasillarlos en clasificaciones. La óp-tica dualizadora, por ejemplo, presenta el siguiente:

Procesos sociales conjuntivos. Tienden a reforzar la integración social: coopera-ción, acomodación y asimilación.

Procesos sociales disyuntivos. Tienden a distanciar las personas, debilitando la in-tegración y la solidaridad: conflicto, oposición y competencia.

Uno de los esquemas clasificatorios más difundidos corresponde a la consideración conjunta de dos grandes criterios a modo de un eje de coordenadas: el activismo-pa-sividad (eje vertical) y la integración-desviación (eje horizontal), de tal modo que las for-mas de interacción se representan como posiciones dentro de un continuo de gradacio-nes:

Procesos de integración activa, a través de los cuales las personas contribuyen al logro de fines sociales colectivos de una manera activa: cooperación, determinadas formas de competencia no disfuncional y el intercambio.

Procesos de integración pasiva. Los lazos sociales no son puestos en cuestión pe-ro sin darse una orientación activa de la conducta: conformismo, acomodación y asi-milación.

Procesos de desviación activa. Posiciones de desviación o modificación de las iner-cias sociales: resistencia, oposición y conflicto, en menor grado disentimiento e inno-vación.

Procesos de desviación pasiva. Mecanismos de retraimiento y aislamiento.

Sin embargo, un esquema bidimensional no puede recoger toda la complejidad de la rea-lidad, pues no todos los procesos sociales tienen una orientación y una significación clara en el continuo integración-desviación, como la competencia, en la que los sociólogos dis-tinguen tanto síntomas funcionales como disfuncionales.

Los procesos de comunicación

En los procesos de comunicación se produce uno de los más altos grados de interac-ción entre individuo y sociedad, de ahí la importancia que cobra el estudio de la estruc-turación lingüística del comportamiento interhumano, la cual implica elementos de contextualización social, de definición de las situaciones y de simbolización muy diversos y complejos, todo ello a través tanto del lenguaje verbal como del paralenguaje o gestualización.

La comunicación se realiza siempre en el marco de un contexto comunicativo preci-so, en el que han intentado profundizar distintas corrientes sociológicas, como el interac-cionismo simbólico y la etnometodología.

El interaccionismo simbólico sitúa la comprensión de los procesos de comunicación a partir del concepto de situación social, que abarca tanto las condiciones objetivas del contexto comunicativo como la propia definición subjetiva de ésta por parte de los acto-res sociales (valores, deseos, actitudes...). La importancia de esta concepción subjetiva de la situación por parte de los individuos fue formulado por William Isaac Thomas en su teorema de Thomas: si los hombres definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias.

George Herbert Mead puso el énfasis en el papel desempeñado por el gesto como ele-mento de señalización recíproca en la conducta social, entendiéndolo como un elemento de transición desde la acción al lenguaje. Así, en los procesos de comunicación intervie-nen distintos elementos codificados cuyo significado es conocido dentro de su comu-nidad de discurso, donde cada uno de los actores actúa guiado por gestos y formas de comunicación que le hacen saber el comportamiento que los otros esperan de él. En este caso, la sociedad ejerce de ese “otro generalizado” actuando como una influencia im-portante en la conducta de los individuos.

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En definitiva, como han señalado Gerth y Mills, el contexto que da significado a las pa-labras es tanto social y conductual como lingüístico. Tanto es así, que cuando internaliza-mos los gestos de otros lo que hacemos es internalizar ciertos rasgos claves de una si-tuación interpersonal, incorporando a nuestra persona los gestos que nos indican lo que el otro espera y requiere de nosotros, y al mismo tiempo la imagen que tenemos de no-sotros mismos.

La etnometodología, por su parte, ha intentado fijar la atención de la Sociología en la vida cotidiana, procurando desvelar la “otra” estructura de la vida social, una estructura de reglas y comportamiento conocido y tácito que hacen posible una interacción social estable: ademanes, gestos, distancias de interlocución, latiguillos del lenguaje, posturas... Para los etnometodólogos, lo que cohesiona el mundo social es, precisamente, toda esa densa estructura de entendimientos tácitos.

Por otro lado, Erving Goffman entiende la interacción social como un proceso gra-dual y escalonado que va desde la “indiferencia educada” hasta el “encuentro”, es decir, que abarca desde el repertorio de las “normas del cruzarse” y estar con otros sin prestar-les atención, hasta gestos de reconocimiento y saludos. Para Goffman, la interacción implica:

Un proceso comunicativo de intercambio de información. Una disposición corporal que abarca un lenguaje simbólico corporal: gestos, vesti-

dos... Un conjunto de posiciones o disposiciones mutuas: subordinación, apertura, eva-

sión...

Goffman puso especial énfasis en subrayar los componentes de expresividad no ver-bal en los procesos de comunicación mediante los cuales los actores sociales se presen-tan frente a los demás con la intención de definir la percepción que éstos tengan de ellos. A esta puesta en escena Goffman la definió fachada, y cuenta con los siguientes ele-mentos:

El medio o trasfondo escénico: mobiliario, decorado, ambiente, utillaje... La apariencia, que informa sobre el status: uniformes, insignias, tocados, perfu-

mes... Los modales o estímulos que intentan reforzar el rol: ademanes, modales, tono...

En definitiva, podemos concluir que a través de todos los elementos que intervienen en los procesos de comunicación se proyecta una parte importante, aunque a veces poco perceptible, de la realidad social.

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TEMA 6

CULTURA, PERSONA Y SOCIEDAD

1. CULTURA Y SOCIEDAD

La sociología basa sus estudios en el carácter repetitivo y regular de lo social, es decir, que los comportamientos humanos (pautas de conducta, formas de organización...) se producen en sociedad conforme a una determinada lógica y un cierto orden. Uno de los conceptos fundamentales para entender la naturaleza de lo social es el concepto de cultura, tan vinculado al concepto de sociedad que no pueden existir de un modo in-dependiente: la sociedad no puede existir sin la cultura, y la cultura sólo existe dentro de la sociedad.

La cultura es el rasgo distintivo de lo humano, y la respuesta a por qué el hombre ha sobrevivido logrando adaptarse al medio en un largo proceso de evolución. Ya Her-skovits definió el hombre como un “animal constructor de cultura”, constituyendo la cul-tura la parte del ambiente hecha por el hombre, integrando para él el ambiente na-tural en que se encuentra, el pasado histórico de su grupo y las relaciones sociales que tiene que asumir. Así mismo, Downs y Bleibtrév definieron la cultura como “el nicho ecológico del hombre”, y Linton como “la herencia social de la humanidad”.

En tanto ser biológico, el hombre hereda unos determinados rasgos físicos junto a una gran capacidad de aprendizaje con la que irá interiorizando, mediante el proceso de so-cialización, no sólo las características y el sentido de lo que entendemos por hombre, sino también todo el componente social de su herencia grupal, es decir, la cultura. Por ello, la socialización fue definida por Bernard S. Phillips como el proceso mediante el cual los individuos desarrollan una personalidad como resultado de los conte-nidos de una cultura, y de un modo implícito, como el medio por el cual una cultura es transmitida de una generación a otra.

Así pues, la cultura se aprende mediante un proceso de socialización, el cual en-seña a los individuos los patrones de comportamiento que una sociedad ha ido desarro-llando a través de su historia, así como la composición y significado de los diferentes ro-les sociales con que cuenta. La gran diversidad de culturas y patrones culturales mues-tra hasta que punto la personalidad humana es moldeada e influida por el con-texto cultural en que se desarrolla.

Lo que hace posible el estudio científico de los procesos de socialización y de interacción en la cultura es precisamente su carácter repetitivo de acuerdo a unas pautas relativa-mente predecibles. Como subrayó Kluckhohn, una definición de socialización es la posi-bilidad de predicción de la conducta de un individuo en situaciones definidas, conside-rándolo socializado cuando se comporta igual que los demás en la ejecución de las ruti-nas culturales.

Por todo lo señalado, el concepto de cultura se constituye en una herramienta meto-dológica de gran utilidad para situar y precisar la verdadera naturaleza y contenido de lo social, de modo que, a decir de Linton, el trabajo del sociólogo se debe iniciar en el estudio de las culturas o formas características de las diferentes sociedades.

En la práctica, los conceptos de cultura y sociedad tienden a ser utilizados como tér-minos equivalentes. Pero, mientras que el concepto de cultura presenta diferentes face-tas y contenidos, pudiendo identificársele un componente socio-estructural, un referente conductual y una base material, el concepto de sociedad es mucho más global e inclusi-vo, resultando mucho más difícil separar los contenidos de los continentes, es decir, lo conceptual de lo físico. Por ello, ambos conceptos deben ser considerados como co-tér-minos, es decir, como conceptos íntimamente imbricados y complementarios en

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función de que el énfasis se ponga en función de los contenidos (cultura) o de los conti-nentes (sociedad) de lo social.

2. EL CONCEPTO DE CULTURA

Aunque en lenguaje común se suele identificar a la cultura con determinados conoci-mientos y aficiones, este término es utilizado por los científicos sociales con un significa-do mucho más concreto y específico. Sin embargo, lejos de la unanimidad Kroeber y Kluckhohn llegaron a inventariar más de 150 definiciones.

La primera definición moderna de cultura la dio Tylor en 1871, identificando la cultura como aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la mo-ral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad. Es decir, que en el concepto de cultura Tylor distinguió dos vertientes: la de su perspectiva evolutiva y su conexión con el con-cepto de sociedad.

Bronislaw Malinowski, por su parte, se refirió a la cultura como el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de consumo, por el cuerpo de normas que rige los diversos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres: un vasto aparato, en parte material, en parte humano y en parte espiritual, con el que el hombre es capaz de superar los problemas concretos que lo enfrentan, sobre todo en ba-se a sus necesidades orgánicas como ente biológico y la continua hostigación del am-biente natural que lo rodea. Es decir, que en el concepto de cultura destacó tres ver-tientes: que la teoría de la cultura debe basarse en el hecho biológico humano, que con ella el hombre crea un ambiente secundario, y que su rasgo esencial es la organi-zación de los seres humanos en grupos permanentes.

Ralph Linton propuso una definición más concreta: la cultura como la configuración de la conducta aprendida y los resultados de dicha conducta, en tanto compartida y transmitida por los miembros de la sociedad. Herskovits se refirió a la cultura como la parte del ambiente hecho por el hombre, proporcionando una definición simultánea y paralela de sociedad: una sociedad se compone de gentes, y el modo en como se com-portan es su cultura.

Recapitulando, se puede afirmar que la cultura enmarca los siguientes rasgos:

Es una característica específica de los seres humanos, pues el hombre es el único ser capaz de crear y transmitir una cultura humana.

Es el factor fundamental de la sociabilidad humana, y sólo se puede desarro-llar en sociedad, dando a los individuos identidad de pertenencia a una comunidad.

No es innata al hombre, sino adquirida por medio de procesos de socialización y aprendizaje, precisando del establecimiento social de sistemas de transmisión cultural.

Está articulada institucionalmente por medio de pautas culturales que tien-den a conformar la personalidad de los individuos con los papeles que desempeñan.

Hace posible una mejor adaptación del hombre al medio “recreando” un ambien-te propio en el que, paradójicamente, queda atrapado. Es decir, que el hombre es al tiempo artífice y esclavo de sus propias creaciones culturales.

Los inventarios y clasificaciones de los componentes y contenidos de una cultura son muy numerosos, dependiendo de las diferentes culturas. Ralph Linton, por ejemplo, los dividió en:

Elementos materiales: productos de la artesanía, de la industria... Elementos cinéticos: las conductas manifiestas. Elementos psíquicas: conocimientos, actitudes y valores.

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Johnson, refiriéndose sólo a elementos no materiales de la cultura, los dividió en:

Elementos cognitivos: conocimientos teóricos y sistemas de conocimiento. Creencias: cuerpo de convicciones que no pueden ser objeto de verificación. Valores y normas: modelos de conducta pautados y principios que los orientan. Signos: señales y símbolos que orientan las conductas, principalmente el lenguaje. Formas de conducta no normativas: gestos, ademanes, posturas...

3. CULTURA Y PERSONALIDAD

Dado que para la Sociología es importante determinar el influjo real de lo socio-cultural en la personalidad de las personas, se deben clarificar los siguientes conceptos:

El concepto de individuo es genérico, y hace referencia a cualquier ser humano.

El concepto de temperamento se refiere a los caracteres diferentes de los distintos individuos según sus propias inclinaciones innatas de carácter biológico.

El concepto de personalidad define los contornos sociales estereotipados por la cultura, es decir, las formas más típicas de comportarse de una determinada cultura.

Toda cultura influye en determinados contornos de la personalidad ejerciendo una fuerte presión en los individuos, que tienden a comportarse según unas determinadas personalidades que reflejan las características estereotipados de dicha cultura, como lo demuestra la existencia de estereotipos nacionales. Como significaron Kardiner y Linton, cada cultura tiende a crear una personalidad básica-tipo formada por el con-junto de características de la personalidad concordantes con el “orden total de las institu-ciones” de una sociedad.

Es importante delimitar la relación entre personalidad y estructura social, pues aunque la acción de los individuos en cualquier situación es personal, como afirmó Inke-les, en su mayor parte refleja determinadas influencias del contexto social. El concepto de personalidad, pues, debe considerarse como un elemento destacado para el estudio de lo social. Stephan Spitzer, sin embargo, señaló que dicha relación puede ser vista desde dos perspectivas: la personalidad como un producto de la estructura social, o bien ésta como un producto de las características de la personalidad de sus miembros, evidenciándose con los condicionantes de ambos enfoques la íntima interdependencia de ambos conceptos.

Entre los que valoraron la influencia de los factores de la personalidad sobre la estructura social, destaca el estudio de Riesman sobre las correspondencias entre de-terminados “caracteres sociales” típicos y las distintas fases de evolución demográfica junto al desarrollo económico de las sociedades.

Por otro lado, en toda cultura se plasman ciertas formas estandarizadas de compor-tamientos sociales-tipo. Como ya destacó Kardiner, en toda sociedad existen deter-minadas experiencias y necesidades comunes a todos los hombres, así como deter-minadas formas institucionalizadas de enfrentarse a ellas, las cuales se podían dividir en instituciones primarias (familia, grupo propio, lactancia, destete...) e instituciones secundarias (tabúes, ritos, religión...).

Dada la moldeabilidad del ser humano, siendo un producto de la cultura, se podría llegar a la conclusión de que las estructuras básicas de personalidad son limitadas. Sin embar-go, la experiencia empírica demuestra que, a pesar de que la mayoría se adapta con cierta comodidad a las pautas establecidas, siempre hay grupos e individuos no adaptados ni integrados culturalmente, pudiendo afirmarse lo siguiente:

a) Existen más clases de variación en los tipos de personalidad que los que se establecen en algunas clasificaciones esquemáticas.

b) Se dan distintos tipos de ajuste y acomodo a las pautas culturales dominan-tes.

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c) Existen bastantes tipos de desarreglos de personalidad, sobre todo a causa del desempeño simultáneo de roles en conflicto, lo cual llega a producir “incertidum-bres” de conducta, comportamientos inesperados y perturbaciones de personalidad: anomias, agresividades, pasividades...

Se evidencia, pues, que la idea de ajuste absoluto a los patrones culturales no es real, en gran medida porque en nuestro tiempo la cultura absolutamente homogénea no existe, sino más bien una cultura predominante y un haz de culturas secundarias, de modo que los individuos reciben influencias de ambientes culturales diferentes y, a veces, contrapuestos.

Quizás por todo ello, en la actualidad el concepto de influencia cultural ha entrado en cierta crisis, pasando a considerarse más el concepto de pluri-cultura. Ese creciente pluralismo cultural, con sus conflictos de patrones culturales, propicia que muchos individuos empiecen a sentir que carecen de unos criterios de orientación claros, motivo por el cual Riesman observó la emergencia de nuevos tipos de personalidades, muy dúctiles y dirigidas “por los otros”, con un fuerte deseo de adaptación a los criterios ma-yoritarios. En ese sentido, es de destacar una importantes tendencias culturales gru-pales, como las nuevas tribus urbanas juveniles, así como la interinfluencia de tradicio-nes culturales de raíz histórica y geográfica muy diferente propiciada por el masivo au-mento de los procesos migratorios.

En resumen, y para concluir, se puede afirmar que a la cultura se debe el grueso del con-tenido de cualquier personalidad, pero que las personalidades individuales (tipos psicoló-gicos) no pueden explicarse completamente sobre la base de las influencias culturales, dada la interacción de factores extraordinariamente múltiples y variados sobre el perfil de la personalidad.

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TEMA 7

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES

1. ETOLOGÍA Y SOCIOLOGÍA

La reflexión sociológica se inicia con la pregunta sobre qué diferencia al hombre de otras especies, y ya Comte en su “Curso de Filosofía” expresa la importancia de la compara-ción racional entre las sociedades animales y humana, sobre todo en base al ca-rácter natural de las principales relaciones sociales, así como por el interés sociológico por conocer los caracteres de las primeras instituciones sociales humanas. En ese senti-do, Engels incluso llegó a juzgar imposible que el hombre descendiera de un antepasado que no fuera sociable.

A pesar de notables reticencias históricas (religiosas, ideológicas...), el hombre no pue-de ser considerado como el único ser social, evidenciándose un vínculo que lo man-tiene unido a la lógica global de lo social. La aceptación de este hecho ha contribuido a la actual popularidad y difusión de la Etología, ciencia que se ocupa del estudio de los comportamientos y costumbres o hábitos de los animales, sobre todo a raíz de una serie de llamativos y sorprendentes resultados en algunas recientes investigacio-nes sobre la vida social de los grandes monos, incluyendo notables intentos de socializa-ción y aprendizaje de primates.

A su vez, la aplicación de perspectivas metodológicas de la Etología en el estudio de la realidad social y biológica del hombre han causado un considerable impacto popular, so-bre todo a partir del desarrollo de la Sociobiología originado en los estudios de Edward Wilson y David Barash, quienes la definen como el estudio sistemático de las bases biológicas de todo comportamiento social, y cuya pretensión consiste en reencontrar ese cordón umbilical que mantiene unido al hombre a la lógica global de lo social.

Sin embargo, la irrupción de la Etología y la Sociobiología ha despertado recelo en cír-culos sociológicos en defensa del campo de especialidad científico propio de la Sociolo-gía frente a sus supuestas pretensiones de absorción disciplinar, propiciándose una situa-ción de clara desconfianza ante las perspectivas abiertas por las nuevas plataformas ana-líticas.

2. EL DEBATE SOBRE EL CONTINUO SOCIAL

En el recelo mostrado por los sociólogos frente a etólogos y sociobiólogos ante la pretendida colaboración entre biología y sociología, se traslucen las propias necesida-des históricas de la Sociología para alcanzar un desarrollo autónomo y diferenciado fren-te a otras disciplinas, además de arrastrar la negativa influencia durante el siglo XIX de cierto descrédito a causa de los ingenuos planteamientos del organicismo spenceriano. A pesar de todo, se hace innegable la peculiar ambivalencia de las relaciones entre Biología y Sociología.

En la oposición histórica generalizada para aceptar la tesis de la continuidad de las formas sociales, Freud observa una resistencia psicológica defensiva, señalándola como una de las tres grandes ofensas históricas al narcisismo de la humanidad: la cosmológica, infligida por Copérnico al retirar a la Tierra del centro del Universo; la psicológica, por Freud y el psicoanálisis al demostrar que el Yo no es completamente soberano; y la biológica, infligida por Darwin al demostrar que el hombre proviene del mono, ofensa que ahora se amplifica al entender el origen no sólo en el terreno biológico, sino también en el social.

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Otro factor de resistencia frente a la tesis del continuismo social radica en la antipatía que parecen producir ciertas teorías sobre la evolución de las organizaciones socia-les de los homínidos, como por ejemplo la denominada “hipótesis del cazador”. En efecto, la práctica social de la caza debió jugar un papel fundamental en todo el proceso de hominización, sobre todo en el desarrollo de la organización social. Sin embargo, su práctica habitual junto a la necesaria defensa del territorio, acabó gestando un compo-nente social fuertemente agresivo y violento que es la base de la “hipótesis del mono asesino”, lanzada por Dart y enfatizada por Robert Ardrey, quien llegó a afirmar que el hombre es hombre y no un chimpancé porque durante millones de años de evolución ha matado para sobrevivir. Ello unido a las prácticas de canibalismo, los sacrificios humanos y la sangrienta práctica de la guerra como el único ser vivo que la lleva a cabo organiza-damente dentro de su especie, propician la presentación de la evolución humana co-mo especialmente sangrienta y violenta.

La antipatía que despiertan las teorías anteriores, así como la resistencia inconsciente a profundizar en los orígenes biológicos del hombre, caen en la falacia de obviar una gran cantidad de estadios intermedios en la evolución humana, cuyo análisis per-mitiría conocer mejor los orígenes de las formas de lo social. Así, un buen número de es-tudios (Washburn, Devore...) resaltan las diferencias entre las sociedades de humanos y primates, pero en términos de las sociedades modernas y no respecto a ciertas socie-dades muy primitivas llegadas hasta hoy (los Küng, tribu tasaday, tasmanos...), sin com-prender que el verdadero salto es el que se establece entre las comunidades de simios más desarrolladas y el conjunto de comunidades de homínidos desaparecidas: oreopithe-cus, australopithecus, homo habilis... Y es que, mientras el homo sapiens suma unos cien mil años, es ridículo obviar que todos ellos abarcaron más de cuatro millones de años, resultando difícil establecer comparaciones entre hombre y mono sin contar con informa-ción precisa sobre sus longevas etapas intermedias.

Dado que para los humanos la sociedad es parte constitutiva de su propia realidad, a tal punto que sin su aportación cultural éstos no serían concebidos como tales, una de las pretensiones iniciales de la Sociología consistía en fijar barreras diferenciadoras entre las sociedades humanas y las de animales. Sin embargo, en la actualidad el desarrollo de los estudios etológicos está permitiendo profundizar en distintos tipos de relacio-nes sociales animales, así como en las distintas funciones que puede cumplir la socia-bilidad, propiciando que las antiguas barreras empiecen a aparecer mucho más difumina-das. Como ha señalado Philip Slater, si asumimos una definición limitada de sociedad, es decir, una vida grupal con una rudimentaria socialización y comportamientos conforma-dos en base a los otros miembros del grupo, habremos de admitir que la mayoría de los primates viven en sociedades.

Aunque existen comportamientos sociales bastante comunes, los tipos de agrupa-mientos sociales son muy diversos, y la tradicional distinción de tres grandes catego-rías en las formas de sociabilidad animal (según las formas de apareamiento, núcleos fa-miliares y manadas o rebaños) no deja de ser una distinción aleatoria que pierde gran parte de su sentido ante el ingente número de subvariedades clasificadas. Sin embargo, Edward Wilson distingue cuatro arquetipos básicos en la evolución social: las colo-nias de microorganismos e invertebrados, los insectos sociales, los mamíferos humanos y los humanos.

3. LAS SOCIEDADES ANIMALES

Las sociedades de insectos

Las sociedades superiores de insectos constituyen uno de los tipos de sociedades anima-les más antiguas, presentando formas de organización social muy sofisticadas, con una rígida división del trabajo que se traduce en la existencia de distintos tipos de indivi-duos físicamente diferenciados entre sí, con su propio sistema de comunicación, con ca-pacidad para construir edificaciones complejas, e incluso para cultivar algunas varieda-

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des de hongos.

Sin embargo, se trata de sociedades básicamente estáticas, en las que no existen márgenes significativos de variación en el comportamiento de los individuos, que actúan de un modo casi mecánico, aceptando su subordinación tiránica al todo social. Lo social es, pues, morfológico, y la diferenciación de papeles sociales se basa en la diferen-ciación biológica de los individuos, actuando la sociedad a nivel global como si fuese un gran organismo vivo.

Aunque, según Marcel Sire, las sociedades de insectos presentan puntos comunes con las humanas, debemos concluir que mientras éstas se basan en lo automático y lo orgá-nico, las de los vertebrados se basan en la evolución psíquica, constituyendo formas de organización social distintas. A pesar de admirar su antigüedad y capacidad de adapta-ción, Maeterlink no dudó en calificarlas como sociedades feroces y siniestras, y una ejemplificación aberrante de a dónde puede conducir la rigidificación de las or-ganizaciones sociales.

Las sociedades de animales vertebrados

El instinto social en los animales vertebrados difiere por completo del de los insectos. Es-tos animales, especialmente los primates, están vivamente orientados hacia la sociabili-dad, pero sus sociedades no están estructuradas con tanta rigidez, los individuos man-tienen márgenes amplios de independencia y libertad, y las jerarquías no vienen dadas por rasgos morfológicos diferenciados, sino a través de procesos de afirmación en-tre individuos iguales.

Los estudios recientes sobre sociedades de primates muestran su complejidad y varia-ción. Respecto a los babuinos, Washburn y Devore observaron el carácter marcada-mente adaptativo de la forma de vida grupal, al punto que cada tribu cuenta con un territorio y recursos propios (refugios, agua, alimento...) y las actitudes de sus miembros se hallan coordinadas en todas las etapas de la vida. Ese carácter vital de la sociabilidad es explica el carácter emocional de los vínculos sociales, determinando la desapari-ción progresiva de los miembros menos gregarios.

Intentando reflejar su complejidad, Umberto Melotti distinguió al menos siete grados de vida social, o formas de organización social, y cuatro tipos fundamentales de sociedades: arborícolas del bosque, terrícolas de la sabana, terrícolas de las zonas ári-das y los grandes primates (gorilas y chimpancés), las más evolucionadas y con mayor variabilidad. El conjunto de los estudios permiten establecer algunos rasgos comunes en las sociedades de monos:

Territorialidad, pues cada sociedad se desarrolla en ámbitos geográficos concretos. Autorregulación demográfica, manteniendo las dimensiones grupales por exclu-

sión de elementos jóvenes, que se ven obligados a fundar nuevas colonias. Diferenciación de lazos sociales y de estructuras de dependencia. Jane Beck-

man Lancaster distinguió entre las jerarquías generales de dominación, los lazos entre madres e hijos, y los lazos entre machos y hembras.

Relaciones afectivas entre individuos del mismo sexo: grupos de compadres, camarillas... siendo frecuentes los enfrentamientos y rivalidades entre estos su-bgrupos.

Diferenciación de papeles por sexo y edad, e incluso por función en el desarrollo de ciertas actividades, como por ejemplo la caza.

En clara diferenciación con las sociedades de insectos, en las sociedades de primates se aprecia el extraordinario papel de lo individual. Al contar con un amplio margen de autonomía, el desarrollo de los sentimientos de individualidad propicia frecuentes tensio-nes de competencia y confrontación, garantizando un considerable dinamismo social interno, incluso con cierto grado de desorden, al punto que se ha definido sus socie-dades como una combinación de rígidas obligaciones y un conjunto de movimientos de-

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sordenados.

En esa línea, precisamente la amenaza permanente del desorden es lo que imprime a la sociedad su carácter complejo y vivo, en continua reorganización permanente. Esta combinación de organización, desorden y libertad individual es la que ofrece la posi-bilidad de cambio e innovación social, auspiciando la evolución sociocultural de la so-ciedad. De hecho, las posibilidades de experimentación individual se trocan a menu-do en experiencias sociales nuevas, que se transmiten al resto de la sociedad si se de-muestra su utilidad.

4. LOS ORÍGENES DE LA SOCIEDAD HUMANA

Durante bastantes años los sociólogos han venido insistiendo en ahondar las diferencias cualitativas entre sociedades humanas y animales, incluso Wossner llegó a definir el campo de los social humano en virtud de sus diferencias con el animal. Sin embargo, re-cientes descubrimientos arqueológicos vienen a cuestionar la concepción de la “in-teligencia” como barrera diferenciadora verdaderamente cualitativa, y Thorpe proporciona en sus estudios argumentos y datos que muestran la inexactitud de las con-cepciones tradicionales.

A pesar de estos avances, aún son muchos los interrogantes que se plantean en cuanto al origen y desarrollo de la evolución social humana, sobre todo dadas las gran-des lagunas en el conocimiento de las etapas del proceso de hominización, lagunas com-prensibles si tenemos en cuenta que este proceso está estimado en varios millones de años. En cualquier caso, la tendencia de sociólogos y antropólogos ha sido establecer una barrera cualitativa en torno al concepto de cultura, es decir, que la capacidad de te-ner, hacer y transmitir la cultura viene a ser considerada como el verdadero rasgo diferenciador entre las sociedades animales y las humanas, permitiendo además delimitar sus campos científicos específicos.

En cuanto al tiempo y manera en que surgen las culturas humanas, Bonner manifestó su convicción de que todos los cambios evolutivos fueron relativamente gradua-les, y que podemos encontrar la simiente de la cultura humana desde los primeros pasos de la evolución biológica. Para algunos analistas, la continuidad del proceso socio-cultural descansa en ciertos paralelismos importantes: la habilidad de los primates para manipular objetos, su capacidad para comunicarse, y su capacidad para implicarse en ac-ciones concretas, propiciando la cooperación. Sin embargo, permanece en penumbras el modo en que se produce el desarrollo de estas potencialidades, existiendo una “fronte-ra de vacío” a partir de la cual se sitúa, un tanto abruptamente, la aparición de la reali-dad socio-cultural humana.

Aunque algunos antropólogos señalan ese momento en la aparición del homo sapiens junto al desarrollo del lenguaje verbal, numerosos lingüistas han insistido en las abismales diferencias entre el lenguaje humano con cualquier forma de comunicación animal, mientras que algunos psicólogos sociales han añadido su matiz afirmando que el lenguaje verbal fue una necesidad derivada de procesos tan largos de socialización, es decir, una consecuencia de lo más dilatado del proceso de dependencia e inmadurez psi-co-motora de los niños.

Nuevos estudios sobre la complejidad y riqueza de los sistemas de comunicación en el mundo animal (Lancaster) muestran que en las comunidades de monos existe un complejo sistema de comunicación, del que se han identificado 36 sonidos diferenciados. Sin embargo, a pesar de su sofisticación para expresar su estado emocional, ape-nas tienen capacidad de comunicación respecto a su entorno físico. La importancia de es-te tema ha llevado a que varios investigadores hayan intentado enseñar a hablar a chim-pancés y gorilas con relativo éxito (Keith y Hayes, Gardner, Premack...), aunque lo más significativo ha sido constatar la capacidad de estos animales para inventar nuevos términos a partir de la combinación de los ya enseñados. Por otro lado, entre los estu-dios sobre las diferencias y similitudes entre hombre y mono destaca el de Jorge Saba-

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ter Pi, quien enumeró un conjunto de capacidades conductuales básicas del chim-pancé también compartidas por el hombre, así como un inventario bastante amplio de la utilización de herramientas por los chimpancés.

A la luz de todos estos datos, las comparaciones entre los simios actuales y las socieda-des más primitivas de los humanos contemporáneos distan bastante de poder ser pre-sentados como verdaderas “simas insalvables”. Siendo una evolución de millones de años, nos encontramos ante una línea de puntos en la que la falta de algunas piezas no nos impide prefigurar las líneas maestras de todo el proceso. Parece, pues evidente que existe una imbricación importante entre los procesos de evolución fisiológica y de evolución socio-cultural. Como afirmó Mostovici, si nuestra anatomía desciende de la de los primates, lo mismo debe suceder con nuestro cuerpo social.

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TEMA 8

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

1. EL TRÁNSITO DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

Nos corresponde ahora profundizar en el contexto en que surgió la Sociología, cuyo desa-rrollo se encuentra estrechamente conectado a la emergencia y dinámica de la sociedad industrial, en el marco histórico entre la Revolución Francesa y la Revolución In-dustrial.

Al igual que la Revolución Francesa fue la expresión política de las necesidades surgidas por el derrumbe del viejo orden social, los procesos de desarrollo de la Revolución In-dustrial (s. XVIII-XIX) fueron el resultado de un conjunto muy amplio de cambios, a tal punto que puede hablarse de ella como de un “fenómeno social global”. La canti-dad de elementos que aparecen implicados es tan considerable, que algunos analistas como T. S. Ashton han manifestado sus reparos ante la expresión de revolución indus-trial, no sólo porque el proceso no fue en absoluto repentino sino progresivo y paulatino, sino porque además al aspecto industrial deberían añadirse el sociocultural, el intelectual y el tecnológico.

El proceso de transición desde la sociedad estamental a la industrial requirió, no obstan-te, de unos requisitos previos de índole económica, tecnológica y social:

Innovaciones tecnológicas en herramientas y aperos del campo, así como la apa-rición de nuevos métodos de explotación más fructíferos en agricultura y ganade-ría.

La revolución agrícola hizo posible que cada vez menos personas produjeran más recursos alimenticios, lo que propició la acumulación de importantes excedentes.

Aumento del crecimiento demográfico. Un número creciente de personas se traslada del campo a las ciudades incrementando la fuerza de trabajo potencial no agrícola.

El crecimiento de los núcleos urbanos concentraba un gran número tanto de mano de obra como de consumidores, propiciando la emergencia de nuevos sec-tores sociales (clases medias, técnicos, obreros...), así como obligaba al desarrollo de sistemas educativos acordes a las nuevas necesidades sociales e industriales.

Potenciación de transportes y comunicaciones, lo cual facilitó el transporte de mercancías aumentando los intercambios y potenciando los mercados.

Nuevas formas de fabricación a gran escala, sustituyendo los pequeños talleres artesanales gremiales por unidades de producción mayores con acusada división del trabajo, lo cual, como señaló Adam Smith, permitió un considerable aumento de la cantidad de mercancías que era capaz de realizar el mismo número de perso-nas.

Revolución en la utilización de fuentes de energía, lo cual agudizó el desarrollo de la fábrica frente al viejo taller gremial, aumentando su producción y reduciendo los costes.

Desarrollo de un sistema monetario ágil y moderno, que ante la creciente acu-mulación de capitales colaboró en el desarrollo de las prácticas de inversión e inter-cambio.

El proceso de transición desde la sociedad estamental a la industrial requirió, además, de unas circunstancias específicas de índole no económica:

Influencia de factores religiosos en la mentalidad económica. Como destacó Weber, existía una relación importante entre la génesis del capitalismo occidental y

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el calvinismo, hecho ya observado por sir William Petty respecto al poderío económi-co holandés del s. XVII, los cuales consideraban el trabajo como un deber para con Dios.

Existencia de un contexto ideológico e intelectual propicio. Los análisis de Weber subrayaron cómo determinados elementos ideológicos colaboran en la diná-mica interna de determinados sistemas económicos, sobre todo, en la compleja dia-léctica de superación de resistencias, tensiones y rupturas ideológicas y políticas que supuso la revolución industrial y la aparición del Estado moderno. Este proceso, donde las relaciones económicas se liberan de las antiguas relaciones estamentales, se produce en una doble vía:

El orden político se independiza del orden moral y religioso. Con Maquiave-lo, el Estado cobra nuevas funciones: desarrolla burocracias, establece ejércitos profesionales y consolida mercados nacionales propiciando el desarrollo del nuevo orden económico.

Una profunda revolución intelectual reclama e impulsa la libertad del espíritu, así como inspira el desarrollo del espíritu científico. Las relaciones entre revolución industrial, desarrollo científico y liberalismo confluyen en un florecimiento intelec-tual que llevará a denominar el s. XVII como el siglo de los genios: Cervantes, Shakespeare, Bacon, Kepler, Maquiavelo, Galileo, Descartes, Pascal, Newton, Spino-za... Por ello, algunos analistas como John V. Net sostienen que fueron el pensa-miento y la libertad, y no las instituciones o el desarrollo económico, la fuerza prin-cipal que impulsó la revolución científica.

Concurrencia de factores ideológicos y culturales. El marco de la filosofía ilu-minista abarcó una serie importante de factores ideológicos y culturales: humanis-mo, protestantismo, racionalismo y espíritu burgués, los cuales moldearon el talante de la época, caracterizado por un gran optimismo, fe en el progreso histórico y en la razón humana.

2. LAS CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

El proceso de transición entre dos modelos de sociedad tan diferenciados como la tradi-cional y la industrial se caracterizó por la intensidad y diversidad de los procesos de cam-bio: ideológicos, científicos, demográficos, sociológicos, tecnológicos... de modo que el cambio social constituye tan sólo un aspecto más del proceso global de transfor-mación.

Aunque los cambios pueden ser analizados de muy diversa manera, según Giddens po-demos señalar los siguientes rasgos del cambio de la sociedad tradicional a la in-dustrial:

Paso del reparto autoritario del trabajo a un nuevo orden basado en la libertad labo-ral.

Paso de una sociedad estamental cerrada a una sociedad libre de mercado labo-ral.

Paso de producir en base a las necesidades locales a la producción a gran escala. Paso del carácter agrario al carácter urbano ligado al comercio y la manufactu-

ra. Escisión poder político-económico en comercio-industria por un lado y Estado por

otro. Paso de vínculos fidelidad-servidumbre personalistas a sistema de relaciones im-

personal. Paso de un sistema desigual y autoritario a un sistema con igualdad de oportunida-

des.

Las diferencias tan notables entre ambos modelos de sociedad han sido objeto de un tra-tamiento conceptual diferenciado. En ese sentido, F. Tönnies interpretó el proceso como un ciclo de cambio de un período caracterizado por el predominio de las formas socia-

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les propias de un modelo de comunidad, a otro caracterizado por las formas de asocia-ción:

a) El concepto de comunidad connota vínculos personales y afectivos, motivaciones morales y altruistas, predominio de la cooperación, convivencia perdurable e íntima. Es un organismo vivo, cohesionado por el afecto y el consenso, la armonía y el es-píritu de concordia. Es la esfera del derecho natural y de los derechos humanos y sociales.

b) El concepto de asociación está ligado a las relaciones impersonales, con motiva-ciones racionales e interesadas. Es un ente artificial regido por la competitividad y el egoísmo, donde las interacciones sociales no son fines en sí, sino medios para ob-tener otros fines. Los hombres están juntos aisladamente; priman las convenciones, el afán de lucro, las desigualdades y la ostentación de las riquezas y el poder. Es la esfera del derecho mercantil, donde el valor de las cosas está en función de su precio. Prima el escepticismo y la paz es entendida como resultado de las conven-ciones y el “miedo recíproco”. Su principio regulador es el mercado, cuya lógica impone modos de relación cada vez menos naturales y más racionales, sometidos al intercambio impersonal.

En definitiva, el tránsito de la comunidad a la asociación suponía la modificación de los vínculos sociales primarios (mientras el hombre “vive” en sociedad, se dice que “es-tá” en asociación), por lo que, coincidiendo con gran parte del pensamiento sociológico, Tönnies orientó su esfuerzo a sentar las bases de lo que podía entenderse como la “buena sociedad”, ligando esta imagen a la idea de comunidad, y reaccionando con una crítica severa ante la lógica social que reducía toda la sociedad a la condición de un mercado. Incluso entre las primeras generaciones de sociólogos se llega a sugerir que Comte y Durkheim aludían a lo social sólo en el sentido comunal. Sin embargo, en torno a este concepto hay que diferenciar dos visiones: el pensamiento conservador, que encuentra en la idea de la comunidad tradicional un baluarte contra los vientos revolucio-narios, y el nuevo pensamiento sociológico, que veía en él la imagen de la buena so-ciedad, más estable e integrada.

Al margen de la confección de conceptos diferenciados, lo cierto es que la transición des-de la sociedad tradicional a la sociedad industrial supuso un cambio sustancial en los modelos sociales globales. Como afirmó Friedmann, la revolución industrial supuso no sólo máquinas y productos, sino una nueva cultura y una nueva visión del mundo.

3. PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

Los aspectos más característicos de la sociedad industrial constituyen áreas de refe-rencia básicas en el estudio sociológico, pues son la base de algunas de las más impor-tantes vivencias sociales. Así, Raymond Aron describió la sociedad industrial como aquella donde la industria es la forma de producción característica, con empresas de una gran acumulación obrera, radicalmente separada de la familia y con compleja división tecnológica del trabajo; constituidas como una gran acumulación de capital en perma-nente expansión, su orientación básica se dirige al logro de la máxima producción y efi-ciencia mediante la renovación instrumental y organizativa en base a los progresos de la ciencia.

Atendiendo a los elementos de cambio social en las estructuras tradicionales, se pueden esbozar las siguientes dimensiones básicas de emergencia de la sociedad indus-trial:

a) Implantación hegemónica de la fábrica y la máquina en el sistema de pro-ducción. La invención de la máquina de vapor por James Watt en 1769 supuso una de las mayores revoluciones de nuestra era, tanto en el sentido mecánico como por el empleo del vapor, desplazando las fuentes de energía tradicionales (muscular, animal e hidráulica).

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La máquina dio lugar al desarrollo de un sinnúmero de innovaciones tecnológicas, produciendo gran cantidad de mercancías con mano de obra poco especializada, lo que abarató los costes, propició una mayor competitividad en el mercado, y cuyos mayores beneficios actuaron como un poderoso estímulo a la inversión.

b) Expansión de una creciente división del trabajo. La mecanización y creciente complejización de los sistemas productivos se tradujo en una especialización de ta-reas y oficios rutinarios, con pérdida de la “visión de conjunto”. Ello afectó a la rela-ción laboral: los trabajos se hicieron más impersonales, y los vínculos laborales pasa-ron a regirse por las leyes del mercado sólo a través del vínculo salarial. Los trabajos se hicieron más inseguros y fluctuantes, con clara tendencia a separar el trabajo de la vida familiar.

c) Implantación de nuevos valores sociales y económicos, y nuevas pautas de conducta. Las nuevas leyes económicas marcantilizaron todos los elementos que in-tervienen en el sistema de producción en términos monetarios, organizándolo según la ley del mínimo coste y máximo beneficio. La Economía, nueva disciplina indepen-dizada de la Política, es objeto de importantes teorizaciones: Adam Smith, Adam Fer-guson, John Millar...

Los valores del nuevo orden económico (racionalidad, rentabilidad, inversión, responsabilidad, puntualidad...) se harán presentes todo lo social, influyendo en el comportamiento de los ciudadanos, a tal punto, que David Apter definió la moderni-zación como un “proceso de difusión de valores y roles de tipo industrial en medios no industriales”. Wilbert Moore señaló los cambios de valores como condición funda-mental para la transformación económica, y Kerr, Dunlop, Harbison y Myers des-tacaron que si bien la cultura tradicional condiciona el proceso industrializador, la in-dustrialización acaba por imponer sus propios moldes culturales, lo que experimenta-rá con menos dificultades si ésta ya cuenta con alguna de sus características: siste-ma de familia nuclear, estructura social de igualdad en base a la capacidad, valores éticos y religiosos favorables a la ganancia económica, y un sistema legal que proteja los derechos de la propiedad.

d) Aparición de nuevos sistemas políticos. El proceso de industrialización implicó necesidades políticas, como la delimitación precisa de los mercados, sobre todo de los mercados nacionales. Los nuevos sistemas políticos tuvieron que reunir ciertos requisitos de estabilidad, a fin de generar confianza para las grandes inversiones in-dustriales no rentables a corto plazo, sobre todo potenciando obras de infraestructu-ra básica. Debían estar dotadas de flexibilidad para adaptarse a las nuevas exigen-cias económicas, y lo suficientemente firmes para remover la resistencia de los re-ductos del viejo orden.

e) Nuevos perfiles de estratificación y del conflicto de clases. La emergencia de la clase burguesa frente a la clase trabajadora originó nuevas formas de conflicto social de una intensidad y características desconocidas. Las duras condiciones de tra-bajo y vida de las clases obreras señalarán el desarrollo de una especial sensibilidad social en las grandes barriadas fabriles, con las condiciones apropiadas para el surgi-miento de fuertes movimientos sindicales que plantearán un conflicto de una es-pecial proyección política, impregnada por profundas aspiraciones de cambio del sis-tema de producción.

f) Intensificación generalizada de los procesos de cambio social y de movili-dad. Junto a procesos de cambio como la urbanización y el crecimiento demo-gráfico, la industrialización supuso también cambios notables en las estructuras y sistemas de relación, pasándose de una sociedad estable a una sociedad en cam-bio permanente. Los principales ámbitos de movilidad que impulsaron el cambio fueron geográficos (éxodo rural, urbanización), profesionales (paso del orden gre-mial a la homogeneización indiferenciada en el primer industrialismo, y después a una creciente diversificación y especialización) y sociales (movilidad de clase y me-joras en las condiciones de vida).

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La sociedad post-industrial o tecnológica avanzada

La concurrencia de todos estos procesos dotó a la sociedad industrial de un importante componente de dinamismo interno, que junto a la acumulación de cambios durante las últimas décadas ha ido dando lugar a la emergencia de un nuevo tipo de sociedad: la sociedad post-industrial o sociedad tecnológica avanzada. Los cambios se detec-tan en:

Modificaciones importantes en los sistemas productivos merced al impacto de las nuevas tecnologías y la creciente utilización de robots industriales.

Transición de una economía productora de mercancías a otra productora creciente-mente de servicios, y uso creciente de sistemas automáticos de trabajo en ese sec-tor.

Una complejización de las estructuras de clase. Una nueva expresión del poder basado en la habilidad técnica y la educación como

modo de acceso a él, y a cuya cabeza o élite se encuentran los científicos.

4. LA CUESTIÓN SOCIAL Y LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA

En todo este complejo contexto se daban las condiciones necesarias para que surgiera y se desarrollara la Sociología, las cuales crearon una presión real tan fuerte a través de procesos sociales y económicos, que casi de necesidad tenía que formarse una ciencia de su tipo. Así, pues, la Sociología surgió a partir de determinadas condiciones inte-lectuales y en el contexto de una situación social precisa. La incidencia de los fac-tores intelectuales, sin embargo, se operó a través de una doble vía:

Los que contribuyeron al desbloqueo del mundo tradicional, propiciando un clima de apertura y libertad, con fe en la fuerza de la razón como instrumento de conoci-miento.

Los propios de reflexión sobre la “cuestión social”, en virtud a las consecuencias del proceso de industrialización y de transformación de la sociedad.

La dinámica de la industrialización manifestó pronto su problemática en una do-ble vertiente: la originada por la implantación de nuevas formas de organización del trabajo industrial, y todo el conjunto de problemas surgidos de las emergentes “socieda-des de masas”.

La “cuestión social”, es decir, la sensibilización por la situación social de los sectores que vivían y trabajaban en peores condiciones, se convirtió pronto en referencia para to-do el pensamiento social. Según Dahrendorf, después de un período de exaltación opti-mista se empezó a comprobar que el sistema industrial también generaba contradiccio-nes, conflictos y problemas sociales, detectándose ya entre 1820-30 los primeros signos de escepticismo.

Según Tony J. Watson, las principales contradicciones específicas consecuencia del desarrollo industrial son las siguientes:

1. La necesidad productiva de instalar gran cantidad de trabajadores en un mismo lugar de trabajo creó el contexto para el desarrollo del sindicalismo y la acción clasis-ta.

2. La “extensión” de los principios liberales que allanaron las dificultades del orden feu-dal dio lugar a la acumulación de crecientes demandas de libertad política.

3. Tensiones causadas por la necesidad de control del empresario y las aspiraciones de mayor independencia e iniciativa de los sectores más cualificados de los trabajado-res.

4. La contradicción entre la necesidad de los métodos racional-burocráticos de or-ganización del trabajo, y la posibilidad de que su rigidez acabe implicando cierta ine-ficacia.

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5. La conveniencia de la división del trabajo en aras a una mayor eficacia de la pro-ducción tiende a generar en el obrero alienación, falta de estímulos y de motiva-ción.

6. Los nuevos valores sociales, como el individualismo, la racionalidad y la compe-tencia, afrontan el riesgo de provocar anomia y relaciones sociales impersonales.

7. El aumento del nivel económico puede generar ciertos problemas de desmotivación.

8. Las cuestiones relacionadas con los límites del crecimiento y la desigualdad.

A todas estas contradicciones habría que añadir las siguientes problemáticas:

Las consecuencias del aumento demográfico y la obligada urbanización. La problemática de las condiciones laborales. La contradicción entre modernización tecnológica y la política de pleno empleo. Los conflictos causados por la persistencia de restos de la sociedad tradicio-

nal. Los desequilibrios entre regiones o países ricos y pobres. Los deterioros medioambientales y la explotación de los recursos natura-

les...

La Sociología, pues, surgió en un contexto histórico y social preciso, íntimamente unida con la aparición de los problemas sociales, y desde Comte vivirá bajo el mis-mo telón de fondo: “la gran crisis social” en torno al binomio orden-desorden social. Como afirmó Nisbet, el colapso del viejo orden liberó los diversos elementos de poder, riqueza y status consolidados desde la Edad Media, los cuales, dislocados por la revolu-ción industrial, recorrerán dando tumbos el paisaje político europeo durante el s. XIX, re-gistrando la historia del s. XX esfuerzos prácticos por volver a consolidarlos.

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TEMA 9

LA ACTIVIDAD DE LOS SOCIÓLOGOS

1. LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO SOCIOLÓGICO

Antiguamente, los reyes y gobernantes acudían a los oráculos en busca de respuestas a sus incertidumbres y proyectos; en la actualidad, los políticos y empresarios acuden a los sociólogos. Ello explica las grandes expectativas en torno a sus pronósticos y análi-sis: presionados por un lado para obtener de ellos las orientaciones precisas que se de-sea obtener, duramente criticados cuando no proporcionan los resultados apetecidos, su quehacer no puede substraerse de dichas expectativas y demandas concretas generadas desde la sociedad, viéndose obligados a realizar un gran esfuerzo de objetividad en sus investigaciones.

Se hace necesario empezar por aclarar cuáles son las verdaderas posibilidades y lí-mites del conocimiento sociológico, partiendo de que se trata de una labor científi-ca que debe inspirarse en principios de objetividad y rigor. Su grado de desarrollo actual, así como las herramientas analíticas y los procedimientos de investigación de que dispo-ne, permiten alcanzar unos límites concretos que los propios sociólogos deben fijar con claridad y sinceridad.

Una de las precisiones previas es la delimitación general del campo temático, proce-diendo a una clarificación de los marcos en los que se debe situar la labor de los sociólo-gos. En ese sentido, como subrayó George Simmel, sus orígenes comtianos propiciaron, en base a las pretensiones de considerar la Sociología como la síntesis de todos los sabe-res humanos, que todo lo que no fuera ciencia de la naturaleza tenía que ser ciencia de la sociedad. De ese modo, y siendo la última ciencia en aparecer, se le fueron adscribiendo aquellos problemas que no encajaban en otras disciplinas.

Los esfuerzos fundacionales por definir la Sociología, con interminables discusiones con-ceptuales, fueron derivando hacia perspectivas de investigación cada vez más prácticas. La evolución hacia temas concretos y específicos permitió ir trazando fronteras y marcos de especialización más precisos, y en nuestros días la Sociología es entendida co-mo una más de las Ciencias Sociales, consciente de su básica interdependencia de otras disciplinas.

Pero obviar el tema de la definición no resuelve todas las cuestiones relacionadas con la delimitación de la Sociología, como clarificar su papel y alcance, precisar su relación con ideologías y valores, e incluso su naturaleza científica. En ese sentido, la Sociología tiene un objeto tan sutil y complejo que hace difícil la predicción científica, máxime cuando el sociólogo es al tiempo observador y actor de sus estudios, y que los seres humanos, en virtud de su libertad, pueden modificar en cualquier momento el sentido de las prediccio-nes.

2. LA ACTIVIDAD DE LOS SOCIÓLOGOS

Los problemas actuales de la actividad sociológica no son sólo de índole temática o meto-dológica, sino que se extienden a su propia comprensión e identificación como tarea social específica, pues los ciudadanos suelen desconocer el qué y el para qué de la So-ciología.

Tradicionalmente, el papel social y ocupacional de los sociólogos se ha visto muy centra-do en las esferas de la actividad docente e intelectual. Como señaló Betty Yor-burg, a principios de los ochenta (EEUU) el 85% de los sociólogos se dedicaban a la en-señanza en Escuelas Superiores y Universidades. En la actualidad se están observando

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más perspectivas laborales en la esfera social, y el abanico de trabajos “no docentes” se ha ido abriendo ampliando. Sin embargo, la ausencia de un elemento efectivo ligado a la Sociología propicia que, a pesar del esfuerzo continuo (EEUU) por crear papeles prácti-cos de sociólogos en lo que se ha denominado “Sociología aplicada”, la cantidad de so-ciólogos comprometidos en tareas sociológicas aún sea escaso, y resulten significativas las amplias polivalencias en las labores de su proyección ocupacional actual.

En cualquier caso, la emergencia de nuevas incertidumbres y problemáticas sociales ha dado lugar a que se difunda una nueva conciencia sobre la necesidad de intensificar los estudios sociológicos, de tal modo que el desarrollo de la Sociología se encuentra vincula-do a la propia dinámica de la complejización social.

Lógicamente, sus perspectivas varían bastante de unas sociedades a otras en fun-ción de su grado de institucionalización y de las demandas específicas concretas. Espa-ña, por ejemplo, no contó con carrera universitaria de Sociología hasta los años setenta, y en 1983 un 34% trabajaba en la Administración Pública, un 26% en el sector pri-vado y un 14% en educación. Sin embargo, en la actualidad se detecta un considerable desarrollo, habiendo aumentado el número de sus Facultades e incrementándose su demanda laboral.

Los campos de trabajo concreto en los que los sociólogos pueden plasmar su actividad laboral son básicamente cuatro:

1. La enseñanza, con la apertura de nuevas Facultades de Sociología y el desarrollo universitario, con demanda creciente de docentes cualificados, así como en estudios medios y la implantación de áreas de Ciencias Sociales en la Enseñanza Secundaria.

2. Las Administraciones Públicas. En los cuerpos técnicos de la Administración, bien en ámbitos específicos de Sociología, bien en estadísticas sociales o en gabinetes so-ciológicos de atención a sectores marginados.

3. La investigación sociológica. Auge tanto en investigación básica (centros públicos y universidades) como aplicada (organismos públicos, CIS), así como en empresas privadas (sondeos de opinión, encuestas electorales, preferencias de consumo).

4. La empresa privada. Gabinetes de estudio y asesorías, estudios de imagen, relacio-nes públicas, relaciones laborales, así como en entidades no gubernamentales (ONGs).

Así mismo, en la actualidad se observa una potenciación de las organizaciones profe-sionales de sociólogos (Colegio Nacional de Licenciados en Ciencias Políticas y Sociolo-gía, Federación Española de Sociología), plataformas de encuentro (congresos, simpo-sios), y una mayor proliferación de publicaciones sociológicas especializadas (REIS, RIS...), aunque empieza a preocupar el creciente paro laboral de muchos sociólogos re-cién licenciados, dado la capacidad limitada de ser absorbidos por las diversas entidades y empresas.

3. ¿CIENTÍFICOS O DIVULGADORES?

Uno de los problemas actuales de la Sociología consiste en su “aplicabilidad práctica”, es decir, en concretar la forma en que se produce el enlace entre teoría e investiga-ción empírica. En ese sentido, un estudio de Ken Menzies sobre los artículos sociológi-cos publicados en la década de los 70, demostró lo siguiente:

Existencia de un amplio pluralismo teórico. Una difícil conexión entre teoría e investigación. Escasez de referencias a investigaciones actuales en los libros de texto Desfase entre los enfoques teóricos de los libros de texto y los utilizados en la prác-

tica.

Aunque en la actualidad existe un crecimiento de los estudios aplicados, es importante observar el componente de pluralidad de enfoques con que opera la Sociología frente

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a las dificultades para el progreso de la teoría sociológica. Como demuestra Mar-tin Slattery, a pesar del esfuerzo de todos los sociólogos sólo se ha conseguido desarro-llar unas cuantas teorías específicas o ideas-base, presentando en su estudio un escaso inventario de cincuenta de ellas. Con ello se evidencia que la Sociología es una ciencia que aún se está perfilando y delimitando sus objetos de estudio.

En suma, los problemas de delimitación con otras disciplinas, las dudas de aplicación del método científico a “lo social”, y la ambigüedad y controversias de su objeto, todo ello explica el recurso a explicar la Sociología a partir del contexto de su génesis y el método de definirla a través del trabajo de los propios sociólogos. Queramos o no, la búsqueda de su objeto y explicación sigue siendo parte integrante de la Sociología.

La labor de los sociólogos, en cualquier caso, sigue abarcando un haz de referencias temáticas extraordinariamente amplio, dando lugar a que la sistematización de las fuentes de la Sociología resulte una tarea bastante compleja. Así, el sociólogo se encuen-tra con un campo de referencias bibliográficas muy extenso, además de con una amplia gama de aportaciones, tanto históricas como procedentes de otras ramas científicas conexas. Todo ello implica que la labor intelectual de los sociólogos deba con-tar en nuestros días un fuerte componente de amplia erudición.

Quizás la labor de los sociólogos actuales debería orientarse a buscar un equilibrio en-tre las utópicas y ambiciosas aspiraciones de las etapas fundacionales, y la triviali-dad representada por los actuales sociólogos-divulgadores, capaces de disertar sobre todo lo divino y lo humano en cuantos medios de difusión se ponen a su alcance presen-tando sus juicios u opiniones como verdaderos axiomas científicos.

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TEMA 10

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA

1. GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE LOS MODOS DE CONOCIMIENTO

Dado que el nacimiento de la Sociología se produjo en función de la aparición y desarrollo del método científico, se hace necesario un análisis de la génesis y evolución histórica de la ciencia a fin de delimitar con exactitud el propio concepto de Sociología.

Entre los que retrotraen la aparición de la ciencia a los orígenes más remotos del hom-bre (scientia significa aprender, y eso existe en los organismos más simples), y los que la sitúan en los antiguos imperios de Oriente (babilonios y egipcios), Friedrichs la liga a la aparición del lenguaje, durante la evolución del primate, pues con él se pudieron esta-blecer por primera vez conceptos susceptibles de compartirse y ser transmitidos de ge-neración en generación.

Sobre la evolución de la ciencia desde su origen, Piaget estableció ciertos paralelismos entre el desarrollo científico y los procesos del desarrollo mental del niño, así como, a decir de Madeleine Grawitz, un niño comprende mejor la física aristotélica (lo al-to, lo bajo, el aire, el fuego) que la física moderna. En ese sentido evolutivo, la ciencia muestra una historia de continuidad y acumulación desde su aparición que, sin em-bargo, no debe hacernos confundir las diferentes formas y esfuerzos históricos de conoci-miento con la ciencia moderna.

En las sociedades cazadoras y recolectoras todos sabían de todo, y el grupo en su con-junto tenía en depósito todos los conocimientos, aplicándolos sin mayores especializacio-nes. Pero la escasez de caza a causa de las glaciaciones propició la emergencia de las sociedades agrarias, donde el desarrollo de conocimientos sobre el cultivo artificial (fertilidad, ciclos naturales), la crianza en cautividad, el almacenamiento y el perfecciona-miento de aperos, herramientas y ajuares, desembocaron en una significativa división del trabajo con la aparición de diferentes especialidades artesanas, cada una de las cuales fue desarrollando conocimientos técnicos que permanecían depositados en su propio colectivo artesanal.

Un salto importante en la evolución de las sociedades agrarias fue la progresiva acumu-lación de excedentes en pocas manos, propiciando la consolidación de poderes po-líticos y la emergencia de diferentes grupos sociales. Surgió así una clase ociosa cu-yas riquezas le permitían vivir sin trabajar y que podía dedicarse a tareas de gobierno, la guerra o la contemplación, dando origen a unas nuevas figuras sociales de sabios, filó-sofos y pensadores dedicados al cultivo del conocimiento: arte, arquitectura, astronomía, medicina...

Tras los imperios asirio, babilónico y egipcio, fue posiblemente en Grecia donde todos estos conocimientos alcanzaron un mayor desarrollo. Sin embargo, el predominio de concepciones muy negativas sobre el trabajo físico, propio de esclavos y siervos, unido a que el conocimiento era considerado una cuestión exclusiva de seres libres y pri-vilegiados que amaban la sabiduría y buscaban el conocimiento por el conocimiento, más allá de cualquier aplicación práctica, propició que todos estos conocimientos fueran patrimonio de unos grupos muy exclusivos y apenas se aplicaran a los procesos pro-ductivos.

El declive de la cultura griega y la decadencia de Roma desembocaron en una Edad Me-dia donde las escuelas de conocimiento prácticamente desaparecieron, y a pesar de al-gunos nuevos inventos concretos (imprenta) y una paulatina acumulación de conoci-mientos (monasterios), los progresos sufrieron un cierto estancamiento. Durante mu-chos años sólo una minoría muy reducida se ocupó de la reflexión bajo la supervisión de

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una Iglesia celosa de velar por la estricta ortodoxia de los conocimientos (Servet, Bruno).

Hasta el s. XVII y la obra de Galileo aún existía separación entre el conocimiento teórico y su aplicación práctica, y no se contaba con una noción clara sobre cómo investigar y profundizar en el conocimiento. Faltaba una concepción moderna sobre el proceder cien-tífico: estaban por establecerse los presupuestos fundamentales del método cien-tífico.

2. EL DESARROLLO DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Ante el reto del conocimiento abrazado por el hombre durante miles de años, el método científico viene a sellar el final de un largo recorrido y a inaugurar una nueva etapa. Co-mo recordó Bertrand Russel, mientras el arte y la religión existen desde hace ochenta mil años, la ciencia se inicia con Galileo hace trescientos años, y sólo los ciento cincuenta últimos han resultado más explosivos para la Humanidad que los cinco mil de cultura precientífica.

Una peculiaridad es la extraordinaria contemporaneidad de la ciencia, pues cual-quier científico de los últimos tres siglos tendría la impresión de que el 80-90% de los co-nocimientos globales existentes se han producido durante su vida, concentrándose en ésta el 80-90% de los científicos que hayan existido jamás. Es decir, que el crecimiento exponencial del número de científicos y la acumulación de conocimientos está resultan-do vertiginoso.

Puesto que no se puede aplicar el carácter de ciencia a cualquier tipo de saber, se hace necesario delimitar la ciencia de otras formas de conocimiento. En ese sentido, Cohen y Nagel han señalado las principales maneras de llegar a creencias estables:

Método de la tenacidad: creer en algo porque siempre se ha creído en ello. Método de la autoridad: creer en algo apelando a una fuente muy respetada. Método de la intuición: creer apelando a proposiciones evidentes por sí mismas. Método científico: independiente de nuestros deseos y voluntad, progresa sobre

resultados obtenidos de acuerdo a criterios que permiten que todo sea puesto a prueba.

Es decir, que para la ciencia el conocimiento no es una cuestión de tenacidad, de autoridad o de intuición, sino de método, y en él se sitúa la distinción entre el saber científico y el no científico. De hecho, lo que caracteriza a la ciencia actual no es su pre-tensión de alcanzar un saber verdadero, sino la aspiración a obtener un saber rigu-roso y contrastable. Como afirmó Karl Popper, la ciencia no persigue la meta ilusoria de que sus respuestas sean definitivas, antes bien, su avance se encamina hacia una fi-nalidad infinita: descubrir incesantemente problemas nuevos. En la misma línea, según Mario Bunge la ciencia no pretende ser verdadera ni, por tanto, final, cierta e incorregi-ble, como hace la mitología, sino que sólo afirma: ser más verdadera que cualquier otro modelo no científico, que es capaz de probar empíricamente sus verdades, y que es ca-paz de descubrir y corregir sus deficiencias.

La verdadera superioridad de la ciencia sobre otras formas de conocimiento estriba, pues, en que parte de unos determinados enfoques metodológicos que permiten un tipo de conocimiento práctico, acumulativo y perfectivo, es decir, que permita co-rregir errores. Así, según Giddens las diferencias entre las prácticas científicas y las pro-pias de la magia y la religión son que éstas atañen los sucesos de la naturaleza a fuerzas personales (dioses, espíritus, demonios), que no aceptan ni la verificación, ni el debate, ni la crítica en sus formulaciones, y que siempre implican aspectos ceremoniales ajenos a la realidad científica.

Sin embargo, a pesar de estas diferencias con otras formas de conocimiento la ciencia no partió de cero, sino que se desarrolló sobre un acervo de informaciones diversas que constituyen el “conocimiento ordinario”, diferente del conocimiento científico, y

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que según Bunge puede provenir de alguna de las siguientes direcciones:

Conocimiento técnico: conocimientos especializados de artes y oficios. Protociencia: trabajo cuidadoso de observación y experimentación sin objeto teoré-

tico. Pseudociencia: creencias y prácticas que pretenden ser ciencias sin serlo ni reunir

las condiciones metodológicas (alquimia, zahoríes, espiritismo, psicoanálisis).

3. LA CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA MODERNA

Existen variadas definiciones de ciencia según los diversos aspectos que abarca su con-cepto, partiendo de la “ambigüedad proceso-producto”, es decir, que la ciencia es tanto la labor que realizan los científicos como el cuerpo de conocimientos adquiridos mediante dicha labor. A ello podríamos añadir la ciencia como institución social es-pecífica, como concepción o manera de enfrentarse a la realidad, o incluso refe-renciar a todas las tareas propias de la actividad científica. Así, Merton destacó los significados siguientes:

1. Conjunto de métodos que certifican el conocimiento: la ciencia como proceso.2. Depósito de conocimientos acumulados: la ciencia como resultado.3. Valores y costumbres que gobiernan las actitudes científicas: ciencia como

“ethos”.4. Cualquier combinación de lo anterior.

Como conclusión, podemos consensuar que lo que caracteriza y define a la ciencia no son sólo unos contenidos específicos, sino un talante determinado de enfrentarse con el problema del conocimiento y de la transformación de la realidad mediante el desarrollo de una metodología precisa y rigurosa que denominamos método científico.

Que la ciencia sea tipificada como una forma de conocimiento actual no significa que parta de cero, sino que es el producto de una acumulación cultural (metalurgia, ma-temáticas, astronomía, alquimia, botánica, arquitectura, transportes...) que ha hecho po-sible el desarrollo del conocimiento científico. Sin embargo, el ritmo del desarrollo fue desigual, y a períodos de intenso avance siguieron largas etapas de estancamiento. Con frecuencia se ha destacado que el camino seguido por la ciencia es el mismo que el del comercio y la industria, y tal fue así que no alcanzó un verdadero impulso hasta que no se puso en marcha la revolución industrial, un momento histórico en que ambos procesos se aceleraron.

3. CIENCIA Y SOCIEDAD

La ciencia encontró su impulso en un ambiente social específico a partir del siglo XVII, con las condiciones culturales del Renacimiento y la era de la Razón: racionalismo, empirismo, contexto político y condiciones de libertad y progreso intelectual, sin prejui-cios ni limitaciones. Así, ese surgimiento en un contexto social concreto impregnó la evo-lución de la ciencia de unas orientaciones prácticas, vinculándola a las condiciones de las que surgió y al modelo de sociedad que impulsó. Es decir, que la ciencia dejó de per-seguir el saber por el saber para indagar predicciones y previsiones prácticas aplicables a todos los órdenes sociales: producción, salud, condiciones de vida, aprovechamiento de recursos naturales...

Las necesidades económicas del nuevo orden industrial estimularon la aplicación de los nuevos descubrimientos científicos al sistema productivo, buscando producir más por procedimientos cada vez más racionales, en un intenso proceso de interacción entre ciencia, tecnología y economía, y por tanto, sociedad. La concurrencia del pensamiento ilustrado y los aires de libertad de la Revolución Francesa, junto al nuevo espíritu burgués capitalista, dieron paso a una época de grandes inventos y descubrimientos, y a tal punto la ciencia y el progreso tecnológico han llegado a impregnar el proceso produc-tivo y la vida social, que no en vano nuestra época ha sido denominada la era de la

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Ciencia.

Liberado de las cortapisas filosóficas (Grecia y Roma) y religiosas (Edad Media), la Ilustra-ción difundió la convicción de que el progreso científico y económico podía llevar a la hu-manidad a solucionar la mayor parte de sus problemas y carencias, al punto que el orden social y político se ponen a su servicio en búsqueda de ese objetivo. De ese modo, la ciencia se institucionaliza, es decir, que la ciencia y la labor de los científicos pasa a convertirse en una de las actividades normales y cada vez más importantes de la socie-dad. Esta institucionalización se ha desarrollado a lo largo de tres etapas:

1. Siglos XVII-XVIII. Se ocupan de la ciencia individuos de la aristocracia y sectores acomodados a partir de sus propios recursos o a través de sociedades gestionadas por ellos.

2. Siglo XIX-1940. Desarrollo de departamentos científicos en la Universidades y difu-sión de laboratorios promovidos por las grandes industrias. Movilización de recursos públicos y empresariales hacia la profesionalización de la actividad científica.

3. 1940-2000. Tras la II Guerra Mundial se produce una movilización de grandes recur-sos económicos y humanos bajo la iniciativa de los poderes públicos. Todo lo que concierne a la ciencia (decisiones de qué se investiga y sus aplicaciones) se convierte en una cuestión de poder, implicando a la evolución concreta de la propia sociedad.

5. LOS PRESUPUESTOS DE LA CIENCIA

Aunque en otras épocas se dieron las condiciones culturales apropiadas para el desarro-llo de la ciencia, lo cierto es que no surgió hasta que las condiciones culturales se auna-ron con unas condiciones económicas y sociales determinadas en la Europa del Renaci-miento.

Según Joseph Needham, además de la evolución a través de influencias árabes de un “simbolismo antropocéntrico” hacia un genuino interés por la “naturaleza objetiva”, el elemento fundamental que permitió el nacimiento de la ciencia moderna en Europa y no en China fue el desarrollo de un espíritu mercantil, calculador y práctico, a tra-vés del Renacimiento, la Reforma, el capitalismo y la manufactura industrial. Según él, sólo una cultura mercantil podía lograr algo que no logró una civilización agraria burocrá-tica (China): llevar al punto de fusión las disciplinas de las matemáticas y el conocimiento de la naturaleza.

Según Farrington, a pesar de que el pensamiento presocrático se caracterizó por una concepción materialista más práctica, en la Grecia clásica la ciencia no se desarrolló por:

La concepción aristotélica de compartimentación de saberes, que mantuvo se-parados los saberes orientados a satisfacer las necesidades técnico-prácticas, consi-deradas una actividad menor propia de siervos y esclavos, de los orientados al cono-cimiento de las primeras causas y principios, considerados como la “sabiduría” legí-tima y propia de hombres libres. Esta concepción se consolidó gracias a otras cir-cunstancias sociales, como la concepción negativa del trabajo asociada al régi-men esclavista.

La barrera mito-religiosa, protegida por la institución sacerdotal, cuya concepción mitológica de la naturaleza, cuajada de un denso entramado de dioses al que los di-rigentes consideraban la base del orden social, no daba cabida a su estudio racional.

Así pues, se hacía necesaria una nueva concepción de la actividad económica y del trabajo como tareas libres y dignificadas para que se produjera una relación directa en-tre los ámbitos de los saberes prácticos y los teóricos. Sin embargo, cada investigador ha destacado distintas combinaciones de los factores o valores culturales que contribuyeron primordialmente a la formación de la ciencia y el espíritu científico. Así, Alfred Whi-tehead destacó el desarrollo de las matemáticas, la creencia en un orden determinado

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en la naturaleza y el influjo del racionalismo. Salustiano del Campo, por su parte, dis-tinguió el racionalismo, el empirismo, la creencia en la legalidad, el pragmatismo, el as-cetismo científico, el escepticismo frente a la autoridad y la tradición, y el individualismo.

Una de las primeras condiciones para el desarrollo de la ciencia fue la convicción en la existencia de un orden racional en la naturaleza, rechazando las arbitrarias inter-pretaciones míticas, es decir, el convencimiento de que los hechos naturales se encuen-tran relacionados casualmente entre sí y acaecen de acuerdo a ciertas leyes regulares, las cuales son, además, susceptibles de investigación y estudio mediante la obser-vación empírica científica, y cuya búsqueda es el objeto básico de la ciencia a fin de pre-decir y prever los acontecimientos. En ello colaboró fundamentalmente el desarro-llo de las matemáticas o “lenguaje en que está escrito el libro de la naturaleza”, como expresivamente sentenció Galileo.

Otra de las condiciones básicas que propició el desarrollo de la ciencia fue la difusión de la nueva mentalidad burguesa, basada en la racionalidad, la cuantificación, el control, el cálculo, un afán de medida y orientación al lucro, y que a raíz de la Revolución France-sa se constituyó como nuevo tipo social hegemónico. Ese espíritu burgués condujo a una potenciación en el desarrollo del conocimiento científico en función de criterios racionales e intereses mundanos, es decir, vinculando definitivamente la teoría a la práctica.

6. LAS CARACTERÍSTICAS DEL MÉTODO CIENTÍFICO

El método científico ha sido descrito de muchas maneras, aunque si bien todos los cientí-ficos describen con más o menos detalle sus estudios y teorías, muy pocos se preocupan de describir los supuestos generales que orientan sus métodos científicos. Esta aparen-te desatención a los problemas del método contrasta con su carácter nuclear en el edificio científico, pues, como recuerda Mario Bunge, “donde no hay método no hay ciencia”.

A pesar de su papel prevalente, algunos de sus aspectos han sido objeto de cierta polé-mica. Paul Feyerabend, por ejemplo, observando que no existe una sola regla que no sea infringida en una ocasión u otra, considera que la idea de que la ciencia pueda y deba regirse según unas reglas fijas no es realista, pues implica una visión limita-da del talento de los hombres y de sus circunstancias y motivaciones, siendo además una idea viciada al representar unas barreras que reducen nuestra humanidad al limitar nuestra libertad.

A pesar de Feyerabend, el método científico constituye la columna vertebral de toda ciencia, y según Bertrand Russell consiste en observar aquellos hechos que permiten al observador descubrir las leyes generales que los rigen: observación y deducción. Así, describirá el proceso de la investigación científica en tres etapas: observación de los hechos significativos, sentar hipótesis intentando explicarlos, y deducir consecuen-cias de las hipótesis que puedan ser puestas a prueba por la observación.

Como Robert Merton ha subrayado, el método científico comparte tanto prescripcio-nes técnicas como morales, es decir que contempla:

a) Un conjunto de procedimientos técnicos que cumplen la función de suministrar predicciones empíricas y lógicamente coherentes, los cuales no son algo cerrado y fijo, sino que han ido evolucionando desde los orígenes de la ciencia hasta nuestros días.

b) Un conjunto de principios y normas morales que inspiran (o deberían inspirar) el quehacer científico subyaciendo en todo el desarrollo de la ciencia (ethos científi-co), proporcionando al método prescripciones morales en tanto se cree que es co-rrecto y bueno. Dicho ethos de la ciencia incluye un conjunto de cuatro imperativos institucionales:

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1. Universalismo, pues la ciencia apela a criterios preestablecidos y debe perma-necer abierta sin prejuicios personales, sociales, religiosos, tradicionales...

2. Comunismo o principio de comunidad, en tanto que todos los hallazgos de la ciencia deben considerarse patrimonio común de la sociedad.

3. Desinterés, pues los científicos deben guiarse por la vocación del conocimien-to, la curiosidad y la preocupación altruista.,

4. Escepticismo organizado, considerando provisional cualquier hipótesis hasta que no haya sido sometida a criterios empíricos y lógicos de validación.

Llegados a este punto, podemos completar una imagen de la ciencia como sigue:

Convicción de la existencia de un orden lógico en la realidad. Convicción de que dicho orden puede ser conocido empíricamente. Existencia de un ethos científico específico en tanto orientación moral. Un conjunto de procedimientos técnicos para la obtención empírica de información.

Los procedimientos forman parte de los procesos de investigación concretos de cada campo científico, variando de una ciencia a otra, por lo cual se han formulado distintas propuestas metodológicas según cada campo de conocimiento. De un modo general, pa-ra Bunge los pasos principales de la aplicación del método científico son los si-guientes:

1. Enunciar preguntas, bien formuladas y verosímilmente fecundas.2. Arbitrar conjeturas, fundadas y contrastadas con la experiencia.3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.5. Someter a contrastación dichas técnicas para comprobar la fe que merecen.6. Interpretar los resultados de la contrastación.7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas.8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas.9. Formular los nuevos problemas originados por la investigación.

El objetivo final al que apuntan todos estos procedimientos científicos es obtener una se-rie de proposiciones generales de carácter teórico susceptibles de comprobación empíri-ca. Estas pretensiones se traducen en las dos dimensiones de la ciencia:

a) Dimensión empírica, nace de la reacción intelectual contra los métodos lógicos o abstractos de conocimiento, ante la necesidad de fundamentar positivamente los saberes.

b) Dimensión teórica, que deriva de la necesidad de dar coherencia, sistematicidad y claridad a los conocimientos adquiridos de un modo experimental. Richard Runder señaló que el sistema no es un mero adorno de la ciencia: es el mismísimo cora-zón de la ciencia, subrayando que es un ideal científico el dar una explicación or-ganizada del universo, conectando y haciendo encajar en relaciones lógicas los con-ceptos y enunciados que incorporan todo el conocimiento adquirido. Tal organiza-ción es necesaria para dos funciones fundamentales: explicación y predicción.

Esta doble dimensión de la ciencia ha querido ser puesta en relación con una cierta in-terpretación dual de la naturaleza humana: la lógica-sensorial y la racional, como si la primera la aportase la naturaleza y la segunda el hombre. Sin embargo, las dos di-mensiones de la ciencia son inseparables, pues la orientación teórica de las ciencias es uno de sus rasgos definitorios, mientras que la verificación empírica es una exigencia inexcusable.

Conviene destacar que la verdad de la ciencia está en los hechos, y no en la mera coherencia de las construcciones teóricas que dan cuenta de ellos, pues mientras que los sistemas interpretativos los construimos nosotros, la realidad tiene su propia dinámica. Por ello, las teorías se introducen cuando estudios realizados previamente revelan un sis-tema de uniformidades empíricas, aunque en la práctica se superpongan el proceso de recogida de información y la selección de datos relevantes.

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El proceso real de investigación comienza con el llamado “método de las hipótesis”, es decir, inventando hipótesis a modos de respuesta a un problema en estudio y some-tiéndolas luego a contratación empírica. Dichas hipótesis pueden surgir de muchas maneras (experiencia, intuición, deducción...), pero deben reunir determinados re-quisitos de claridad, simplicidad y contrastabilidad.

Es preciso señalar que la misma lógica global del método científico, con su continua veri-ficación, propicia que el corpus de conocimiento científico se encuentre sometido a un proceso permanente de renovación, crítica y autocrecimiento. Por su carácter no dogmático y escéptico, el método científico tiene a organizar la labor científica como un proceso autocorrectivo, basado en el postulado de que no hay nada indudable y de que la ciencia no aspira a obtener un saber absoluto y definitivo, sino distintas aproxima-ciones perfectibles al conocimiento de la realidad.

7. LA “FALSABILIDAD” COMO CRITERIO DE DEMARCACIÓN CIENTÍFICA

La distinción entre ciencias y no ciencias, así como la diferenciación entre ciencias empíricas y no empíricas, continua siendo un tema insoslayable. Así, Hempel subrayó que mientras las ciencias empíricas (ciencias naturales y ciencias sociales) pretenden ex-plorar los acontecimientos del mundo mediante metodologías diversas, las ciencias no empíricas, (lógica y matemática pura), muestran unas proposiciones sin referencia esen-cial a datos empíricos.

Sin embargo, dicha distinción ha chocado con objeciones. En primer lugar, con la pre-tensión de la mayoría de las ciencias de conjugar sus componentes teóricos y empíricos, en relación a la aspiración de Galileo de traducir la naturaleza al lenguaje de las matemáticas; es decir, que todas las ciencias “empíricas” también cuentan con un área “no empírica”.

Por otra parte, tras una primera etapa de fuerte crítica del positivismo a los enfoques ló-gico-abstractos del pensamiento, el desarrollo del neopositivismo lógico (empirismo lógico) propició cierta rehabilitación de los modos lógico-formales de análisis, incorporan-do la necesidad de una explicación teórica a sus comprobaciones empíricas. Wittgens-tein y el Círculo de Viena insistirán, entonces, en que el criterio de distinción entre ciencia y no ciencia estribaba en el “tener sentido” de los enunciados que constituyen la ciencia, dando inicio a la búsqueda de un criterio de significatividad empírica que descalificase los enunciados metafísicos. Sin embargo, aunque los enunciados empírica-mente significativos son verificables y los no significativos no, pronto se llegó a la conclu-sión que la irrealizabilidad técnica de verificación no bastaba para descalificar un enun-ciado.

Así las cosas, las dificultades de aplicación del criterio de verificabilidad dio lugar al desarrollo de tres enfoques alternativos para solucionar el problema de la de-marcación:

1. Construcción de un lenguaje empirista al que deben traducirse todos los enuncia-dos empíricamente significativos (definiciones operacionales del objeto de estu-dio).

2. Exigir que los enunciados empíricamente significativos fueran “confirmables, aun-que no verificables” (exigencia de apoyo en alguna observación).

3. Buscar un criterio de método empírico y no un criterio de enunciados empírica-mente significativos (clarificación de la naturaleza del método científico).

Así, mientras los dos primeros enfoques no iban más allá de lo planteado por Galileo o Newton, el tercero exigía una clarificación del método científico. En ese sentido, Karl Po-pper observó que en las ciencias empíricas el científico construye hipótesis que luego contrasta con experimentos, es decir, que se caracterizan por un método inductivo, el cual no proporcionaba un criterio diferenciador apropiado entre ciencias empíricas y especulaciones metafísicas. De modo que, en busca de un criterio que garantizase que

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los postulados de la ciencia representan un mundo de experiencia posible, propuso un método deductivo para contrastar una teoría según cuatro criterios:

1. Comparación lógica de las conclusiones de una teoría, sometiendo a contraste la coherencia interna del sistema.

2. Estudio de la forma lógica de la teoría, determinando si es una teoría empírico-científica o bien una tautología.

3. Comparación con otras teorías, determinando si constituiría un adelanto científi-co.

4. Contrastar la teoría con un carácter deductivo por medio de la aplicación em-pírica, comparando los resultados con otras aplicaciones prácticas y experimen-tales. Si las conclusiones se verifican (resultan ser aceptables), la teoría pasará con éxito las contrastaciones, es decir, que no habremos encontrado motivos pa-ra desecharla. (de momento). En caso contrario, si las conclusiones han sido fal-sadas, entonces la teoría de la que se han deducido es también falsa.

Popper propuso entonces los tres requisitos de un sistema teórico empírico:

1. Ser sintético, representando un mundo no contradictorio, sino posible.

2. Debe ser un sistema que se distinga de otros sistemas semejantes.

3. Debe satisfacer el criterio de demarcación, es decir, no ser metafísico. Puesto que este criterio debe admitir enunciados que no puedan verificarse pero deben ser susceptibles de contraste por la experiencia, para Popper el criterio de demarcación que se debe adoptar no es el de la verificabilidad, sino el criterio de la falsabili-dad de los sistemas, es decir, que sean susceptibles de una selección en un senti-do negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas, de tal modo que no debe aceptarse ningún postulado que no pueda ser sometido a pruebas de contraste o falsación que permitan determinar si es cierto o falso.

El criterio de falsabilidad de Popper se orienta a intentar extirpar teorías falsas, en-contrando sus puntos débiles para rechazarla por medio de la experimentación. Por ello, según Popper, el descubrimiento de los casos que confirman una teoría significan muy poco si no hemos intentado encontrar refutaciones y fracasado en el intento.

8. LOS PARADIGMAS CIENTÍFICOS

La teoría de Thomas Kuhn sobre los paradigmas científicos proporciona una interpreta-ción bastante sugerente sobre la manera en que se produce el desarrollo de las ciencias. Para Kuhn, las ciencias maduras funcionan a partir de paradigmas establecidos, en cuya defensa y desarrollo trabaja toda la comunidad científica, y su evolución se pro-duce como una sucesión de períodos de tradición paradigmática eslabonados por ruptu-ras no acumulativas.

Kuhn basa su interpretación en identificar la función de la ciencia no tanto en la exi-gencia de alcanzar conocimientos, como en la necesidad de mostrar pruebas de su progreso. En ese sentido, en el período anterior a la existencia en vigor de un paradig-ma, con gran número de escuelas en competencia, las pruebas del progreso son difíciles de encontrar. Sin embargo, a partir de unas realizaciones y prácticas aceptadas y compartidas por la generalidad se inicia un período de “ciencia normal” en el que la comunidad científica se aplicará a perfeccionar y desarrollar un paradigma concreto.

Así, Kuhn definirá el paradigma como lo que los miembros de una comunidad científica comparten, al tiempo que recíprocamente definirá una comunidad científica como un grupo de científicos que comparten un paradigma. En sentido estricto, un para-digma es:

Un logro científico: incluye una teoría y aplicaciones de los resultados experimen-tales.

Un logro abierto: deja aún por hacer todo género de investigaciones.

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Un logro aceptado: admitido por un grupo que ya no rivalizará entre sí.

Para Kuhn, los paradigmas proporcionan a la comunidad científica un cuerpo “seguro” de concepciones y procedimientos, sistematizados en los libros de texto. Es decir que, según esta interpretación, la educación de los científicos se produce de manera dogmá-tica, pues no se orienta a estimular la búsqueda de novedades sino a provocar la adhe-sión al paradigma establecido.

Según Kuhn, el carácter funcional de los paradigmas es relevante, pues el progreso de la ciencia no resulta eficaz mediante un trabajo realizado abiertamente al azar. Algo debe decirle al científico hacia donde mirar y qué buscar, y ese algo es el paradigma. La tarea de los científicos, pues, no es descubrir lo desconocido, sino obtener lo conocido, perfeccionando los paradigmas establecidos. Según este concepto, los preconceptos y la resistencia al cambio juegan en la práctica real del mundo científico un papel central.

Los grandes cambios científicos se producen, según Kuhn, como rupturas totales con los paradigmas establecidos, representándose la evolución científica con el paso de un paradigma a otro tras cierta etapa de crisis por la acumulación de anomalías en el pa-radigma vigente. Las revoluciones científicas suponen, pues, episodios de desarrollo no acumulativo por medio de los que un paradigma es reemplazado por otro nuevo e in-compatible, y de las cuales ejemplos relevantes son los representados por Einstein, New-ton y Copérnico. De ese modo, Kuhn proporciona una imagen casi darwiniana de la manera en que se produce el desarrollo científico: la selección, a través de la pugna, del mejor camino para la práctica de la ciencia futura, cuyas etapas sucesivas se van a ca-racterizar por un aumento de la articulación y la especialización.

Sin embargo, la evolución científica no se percibe como un proceso de rupturas revolu-cionarias, sino como una acumulación constante de conocimientos. Kuhn lo explica me-diante una interpretación casi generacional y biológica de las revoluciones, de tal modo que los científicos educados en un paradigma se mantendrán tenazmente en él ca-si de por vida. Como afirmó Max Planck, una verdad científica no triunfa por el convenci-miento de sus oponentes, sino porque éstos llegan a morir y son reemplazados por una nueva generación.

Según Kuhn, otra característica es la invisibilidad de las revoluciones científicas, en el sentido de que todo el progreso científico anterior es reinterpretado desde la perspecti-va del nuevo paradigma, permitiendo presentar el desarrollo de la ciencia como un pro-ceso acumulativo coherente. Ese carácter exclusivo de los paradigmas permite a los científicos ignorar la obra que han rechazado, de tal modo que al recibir el nuevo para-digma la comunidad científica se adhiere a la idea de que los problemas resueltos con él lo han sido para siempre.

En una posición intermedia entre Popper y Kuhn se encuentra Imre Lakatos, para quien el progreso de la ciencia no se corresponde con el estricto estereotipo de revoluciones paradigmáticas de Kuhn, ni con los pormenorizados esfuerzos de falsación de teorías de Popper, proponiendo recurrir a la idea de los “programas de investigación”, de tal modo que las revoluciones científicas consisten en que un “programa de investiga-ción” reemplaza a otro superándolo de un modo progresivo.

Para Lakatos, la unidad básica de estimación no debe ser una teoría aislada, ni siquiera una conjunción de teorías, sino más bien un “programa de investigación” basado en un “centro firme” aceptado provisionalmente como irrefutable y una amplia heu-rística positiva según un plan preconcebido. Así, un programa de investigación pue-de ser revisado, perfeccionado o eliminado, pero deberá mantenerse mientras su desa-rrollo teórico anticipe su desarrollo empírico, es decir, mientras continúe prediciendo cier-tos hechos con cierto éxito. De ese modo, según Lakatos, una teoría científica no vendrá determinada por la comprobación aislada de su mera falsabilidad, sino por la existencia de otra que tenga una mayor capacidad predictiva y explicativa.

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9. EL LUGAR DE LA SOCIOLOGÍA EN EL CONJUNTO DE LOS SABERES

El surgimiento de la Sociología se sitúa en el mismo curso evolutivo que dio lugar a una profunda revolución en la estructura tradicional de los saberes, cuya dinámica propició un progresivo proceso de diferenciación: la aparición del Estado Moderno au-tonomizó la Política como saber específico diferenciado de la Moral y la Religión; a su vez, la configuración del nuevo orden económico gestó el ámbito diferenciado de la Eco-nomía respecto de la Política, para finalmente la sensibilización de la problemática social dar lugar a la Sociología como una nueva esfera de saber diferenciada de la Economía.

Este proceso de diferenciación de saberes constata que un mismo objeto de estudio (el hombre viviendo en comunidad) puede ser motivo de una diferenciación progresiva de esferas de atención, tanto a causa de la tendencia a la complejización y diversifica-ción de la evolución intelectual humana, como por la propia dinámica política, económica y social que hizo aparecer focos temáticos de atención específica.

Desde sus orígenes, pues, la Sociología consistió en un intento de aplicar los esque-mas de análisis científico al plano de la realidad social humana, dando origen a la continua disputa sobre la adecuación entre objeto y método, es decir, en dilucidar si realmente se puede aplicar un método científico a la compleja y sutil realidad social. Esta disputa no es banal, pues, al fin y al cabo, lo que caracteriza a las ciencias no es el objeto sino el método, y en su resolución reside la propia consideración del la Sociolo-gía como ciencia.

Según un criterio de clasificación tradicional de las ciencias, se distingue entre:

Ciencias empíricas. Ciencias naturales: Física, Química, Biología.. Ciencias sociales: Sociología, Política, Antropología, Economía, Historia...

Ciencias no empíricas: Lógica y Matemática pura.

Sin embargo, no existe un acuerdo general sobre el lugar donde debe trazarse la lí-nea divisoria. Así, a veces se sitúa a la Psicología como ciencia natural y otras como so-cial; ciencias tan clásicas como la Física se disgregan en una perspectiva experimental y otra teórica cercana al modelo matemático; se debate sobre la cientificidad de la Medici-na, el grado de desarrollo teórico de la Biología, el grado de experimentalidad de la Astro-nomía...

Se hace evidente que el mundo científico no puede ser objeto de generalizacio-nes simplificadoras, ni puede ser reflejado en todas su complejidad mediante clasificacio-nes esquemáticas. En ese sentido, las posibles dificultades de ubicación de la So-ciología proceden de su doble perspectiva: la del método científico (qué método y de qué forma utiliza) y la del objeto (qué aspecto o aspectos de lo social estudia).

Para concluir, podemos afirmar que la Sociología es una ciencia que debe ser situada en el campo de las Ciencias Sociales, que intenta establecer la validez de sus cono-cimientos sobre datos empíricos, y que presenta ciertas dificultades para la aplica-ción de métodos experimentales a su campo de estudio, así como para establecer predic-ciones con un alto grado de exactitud.

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TEMA 11

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA

1. EL CARÁCTER CIENTÍFICO DE LA SOCIOLOGÍA

La Sociología se caracteriza por la pretensión de aplicar el método científico a su objeto de estudio. Dado que en la actualidad no existe consenso entre los sociólogos sobre la forma en que se debe aplicar este método, esta aspiración metodológica se enfrenta a dos problemas: la heterogeneidad de enfoques científicos entre sociólogos, y la dificultad para efectuar predicciones válidas sobre comportamientos en los que intervie-nen seres libres.

Frente a la pretensión de los teóricos por mantener un principio de unidad en el método científico, se presenta la necesidad de dar cabida a la diversidad de ámbitos de estudio. En ese sentido, Mario Bunge distingue entre el método general de la ciencia, que es único, y los métodos especiales de las ciencias particulares, con su pluralidad de objetos y técnicas específicas. Así, el método científico se presenta como un modo de tra-tar problemas intelectuales en general, aplicable a todos los ámbitos del conocimiento, en los que subyace como base esencial, mientras que la naturaleza del objeto de estudio dicta los posibles métodos especiales de su investigación específica.

El dilema para determinar el carácter científico de la Sociología estriba, pues, en el criterio más o menos restrictivo que se siga al especificar los contenidos de ese método general que toda ciencia debe acatar. En ese sentido, se hace necesario una serie de precisiones:

La necesidad de cautela frente a algunas visiones ingenuas sobre la validez abso-luta de determinados aspectos del método científico. En la actualidad los hombres de ciencia han empezado a plantearse sus limitaciones, y determinadas formas de en-tender la ciencia bajo un patrón único empiezan a encontrarse desfasadas en mu-chas aspectos.

La diversidad de paradigmas que actúan simultáneamente en la sociología con-temporánea dan lugar a una gran diversidad de metodologías. Al no haber alcanzado un único paradigma compartido propicia que el desarrollo científico de la Sociología se produzca de manera distinta a otras disciplinas.

La formulación de un método científico con un alto nivel de abstracción por al-gunos teóricos excluye a la Sociología como ciencia, pues impide su traducción a la investigación sociológica. En ese sentido, el desarrollo científico de la Sociología pasa más bien por el desarrollo de metodologías particulares adecuadas a los objetos de estudio.

La amplitud y diversidad del objeto de la Sociología constituye una dificultad adicional a la hora de dilucidar las posibilidades y límites de la Sociología como disci-plina científica, pues resulta difícil descubrir su campo central y específico de estudio. La Sociología se constituye en una realidad plural, y esta pluralidad es consustancial a la Sociología.

La respuesta a la pregunta sobre qué tipo de ciencia es la Sociología depende de la manera en que se entienda el comportamiento social humano, pero a la resolución no contribuye su realidad plural, la cual ha propiciado la existencia de distintas escue-las, con esquemas de análisis diferentes y atención preferente en distintos aspectos de la realidad social.

Nicholas Abercrombie, por ejemplo, ilustra dicha problemática subrayando que si la So-ciología convencional observa al hombre determinado por las estructuras sociales, enton-ces se podrá interpretar que la Sociología es una ciencia, con métodos y procedimientos

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similares a cualquier ciencia natural; sin embargo, si le ve como un ser creativo cuyo comportamiento social se origina en su conciencia, entonces la Sociología no puede ser entendida como una disciplina científica en el mismo sentido que la Física.

Por todo ello, Alfred Schutz ha insistido en reclamar una estructura particular para las construcciones de las ciencias sociales, en virtud de la particular estructura de significatividad de que está dotado el comportamiento humano, pues mientras un espe-cialista en ciencias naturales realiza “construcciones” sobre objetos o entes para los cua-les su propio ámbito no significa nada, el especialista en ciencias sociales debe realizar “construcciones” de pensamiento sobre las “construcciones” de sentido común propias del ser humano que orientan y determinan su conducta, es decir, que realiza construc-ciones sobre construcciones, lo cual requiere de unos recursos metodológicos especí-ficos adecuados.

Schutz llegará más allá, y partiendo del supuesto general del método científico, afirmó que los recursos particulares elaborados por las ciencias sociales para comprender la rea-lidad social son más adecuados que los de las ciencias naturales para descubrir los princi-pios generales que gobiernan todo conocimiento humano.

Berger y Luckmann también reclamaron una concepción específica de la Socio-logía en tanto se ubica junto a las ciencias que tratan del hombre en cuanto hombre, constituyéndose en una disciplina humana que debe desenvolverse en diálogo perma-nente con la historia y la filosofía, pues su objeto de estudio es la sociedad como parte del mundo humano, hecho por hombres y habitado por hombres.

Dentro del propio ámbito de la Sociología persiste una doble línea de interpretación:

La Sociología como ciencia natural, en tanto se ocupa de un objeto de estudio que es natural, forma parte de la naturaleza y constituye una “realidad dada” y ob-jetiva.

La Sociología como ciencia humana, en tanto su objeto se constituye en el pro-ceso de comprensión, es decir, sobre el investigador en tanto actor y sobre su in-vestigación como acción creadora. Pero, ¿cómo investigar aspectos aún no elucida-dos?

Como vemos, una de las singularidades de la Sociología es que el hombre es a la vez el sujeto y el objeto de la investigación, lo que propicia la proyección de fuertes componentes de subjetividad y significatividad.

Para afrontar el cometido de situar a las ciencias del hombre en el conjunto de sistema social de las ciencias, Jean Piaget diferenció distintos tipos de ciencias del hombre:

Ciencias nomotéticas. Intentan establecer leyes: Psicología, Sociología, Econo-mía...

Ciencias históricas. Intentan reconstruir las manifestaciones históricas de la vida social.

Ciencias jurídicas. Se ocupan del componente normativo de las sociedades. Disciplinas filosóficas. Las más difíciles de clasificar, con más planos de referen-

cia.

Dicha clasificación muestra el conglomerado que constituyen las “ciencias humanas”, to-das ellas con diferentes modos de aproximación al método científico. Pero las difi-cultades epistemológicas y metodológicas no son exclusivas de las ciencias del hombre, ni todas ellas muestran las mismas dificultades. Por ello, se deben considerar los si-guientes puntos:

Ninguna ciencia puede aislarse del sistema global de ciencias, pues a pesar de sus diferencias, hay unos supuestos metodológicos subyacentes a todas ellas.

La diferenciación tan radical que a veces se establece entre las ciencias humanas y las naturales se produce a partir de una presentación inexacta y exagerada de unas y otras, lo cual condujo a fabricar distinciones forzadas entre los dos méto-

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dos.

Creciente tendencia actual al incremento de “intercambios” e influencias mu-tuas entre las distintas disciplinas, “naturalizando” las ciencias del hombre y “huma-nizando” las naturales. Así, los conceptos de una ciencia se van extendiendo al trabajo de otra, como la Biología se nutre de elementos de la Química y la Física, o la Sociología de la Estadística, la Cibernética, la Física, y ahora por enfoques de la So-ciobiología.

Dado que lo que define realmente a un ciencia no es el objeto sino el método, parece cierto que en lo social se producen las circunstancias imprescindibles y míni-mas de regularidad y de conexión casual entre los fenómenos y procesos sociales co-mo para poder aplicar a su estudio la metodología científica.

En resumen, aunque la discusión sobre el carácter científico de la Sociología se sitúa en el marco general de las ciencias, no debe plantearse sólo en el terreno metodológico, sino que debe verse desde la perspectiva de la lógica de la investigación científica. Aún así, mientras la discusión metodológica permanece abierta incluso entre los propios so-ciólogos, y el mismo estatuto de la Sociología sigue marcado por el escepticismo entre la comunidad científica, en los círculos sociológicos más dinámicos prevalecen los intentos por evidenciar el carácter científico de la Sociología por la vía práctica de las investigaciones y de los resultados antes que por la vía de la argumentación metodológica.

2. POSIBILIDADES Y DIFICULTADES DE LA SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA

Numerosos sociólogos se han preocupado de inventariar y detallar todas las objeciones sobre la correcta aplicación de la metodología científica al campo de lo social, así como sus componentes de ambivalencia e incertidumbre. Las principales objeciones son:

Una primera impresión negativa. La constante reproducción en manuales y libros de las numerosas objeciones metodológicas de la Sociología, así como el continuo debate sobre su carácter científico, con frecuencia suelen producir una primera im-presión de una ciencia metodológicamente confusa y a la defensiva.

La incertidumbre metodológica. La pretensión en algunos círculos sociológicos de subsanar las objeciones mediante la práctica de las investigaciones con una gran di-versidad de metodologías, propicia a su vez el uso de técnicas particulares bastante atípicas, reflejando las dudas metodológicas de muchos sociólogos. Mario Bunge se-ñaló que la incertidumbre metodológica es una “manifestación típica” de la práctica experimental en las primeras etapas de toda ciencia, y que las discusiones metodoló-gicas sólo parecen animadas en ellas, pues después la mayoría de científicos parecen desentenderse, adoptando una actitud de ensayo y error en sus reglas de investiga-ción.

La desproporción de magnitudes. Autores como Andreski han insistido en las di-ficultades que se derivan de la desproporción de magnitud y longevidad entre el ob-jeto a estudiar y el agente investigador, planteándose un problema práctico de abarcabilidad. Ello obliga a que los sociólogos se apoyen habitualmente en infor-mes de segunda mano que no pueden comprobar directamente, dotados de un alto grado de incertidumbre que arroja dudas de contrastabilidad y fiabilidad sobre los datos obtenidos.

Falta de unidades de medida. Como observó Jean Piaget, el objeto de la Sociolo-gía presenta una gran “resistencia a las medidas” por la falta de unidades generales de medida adecuadas, bien porque aún no se han podido constituir, bien por que la estructura social no presenta caracteres propiamente numéricos.

La complejidad de la sociedad humana. Maurice Duverger observó que “las so-ciedades humanas no se sujetan por completo al análisis científico”, sobre todo en base a la existencia de un “misterio del hombre” que nunca llegará a ser enteramen-

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te penetrado.

Pronósticos inexactos. Tanto Horton y Hunt, como Goode y Hatt, destacan los cambios constantes que experimentan los fenómenos sociales, especialmente el comportamiento humano y su habilidad para trastornar cualquier pronóstico, lo cual parece destacar cierta imposibilidad de formular pronósticos exactos de la con-ducta social.

Nomenclatura confusa. Muchos críticos echan de menos en la Sociología una no-menclatura tan clara y precisa como en otras ciencias, pues la perciben como vaga y confusa, además de ir habitualmente acompañada de un fuerte bagaje emocional.

Resistencia y recelo social. Se detectan resistencias sociales para la obtención y aceptación de los conocimientos científicos sobre lo social, sobre todo en tanto la gente tiene recelos y se resiste a todas las ideas nuevas.

Retraso experimental. Según Lazarsfeld, la Sociología está actualmente en la si-tuación de la Física hace cuatrocientos años, y tardará otros tantos en reunir y cote-jar los datos sociales antes de obtener resultados apreciables, instante en que apare-cerán los Einsteins de la Sociología y desarrollarán todo su potencial científico predic-tivo gracias a la inestimable labor acumulativa. Hasta Newton reconoció la impor-tancia de ésta al afirmar que “si vi a mayor distancia, es porque me elevé sobre los hombros de gigantes”.

Carencia de resultados. Aunque toda ciencia se orienta a lograr conocimientos con fines prácticos, hasta la fecha la Sociología cuenta con pobres resultados. Sin embar-go, Merton ha advertido la diferencia de edad entre disciplinas, pues percibir la dis-tancia entre ellas sería guardar sus proporciones: la Física actual cuenta con miles de millones de horas-hombre de investigación constante y acumulativa más que la So-ciología. Así, aunque a una ciencia se la puede juzgar por sus resultados, es de justi-cia reconocer su bagaje, pues sería como si un niño comparara sus bíceps con los de sus mayores.

Frente a todas estas objeciones, persiste una confianza generalizada en la validez del método científico, llegando a considerar que las objeciones al carácter científico de la So-ciología forman parte de un debate ya superado. Así, Harry Johnson recuerda que la So-ciología reúne las características de toda ciencia: es empírica, teórica, acumulativa y ava-lorativa.

3. PROBLEMÁTICA DE LA CAUSACIÓN SOCIAL. PROBABILISMO, DETERMINISMO Y PREDICCIÓN.

Los principios invariables en la realidad social

Dado que uno de los presupuestos de toda ciencia es la convicción en la existencia de un determinado orden natural, su meta no puede ser otra que la de descubrir los princi-pios que regulan sus relaciones de causa-efecto, permitiendo prever y predecir los acon-tecimientos. Sin embargo, en Sociología se plantean serias dudas respecto a la posibi-lidad de descubrir unos principios invariables y cognoscibles en la causalidad social, en base a:

La problemática predicción del comportamiento de seres humanos libres. Su estudio por seres también humanos, proyectando a los análisis una alta subjeti-

vidad. La imposibilidad de realizar comprobaciones experimentales en estudios so-

ciológicos, dificultad compartida con otras disciplinas como la Astronomía y la Geología.

El gran número de variables inmersas en la compleja realidad social. El hecho de que la realidad social se encuentra en continua transformación y

modificación, no siempre siguiendo una lógica evolutiva paulatina y lineal.

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La hecho de que el objeto y el observador son también sujetos activos libres que pueden alterar en su dinámica práctica cualquier pronóstico.

La peculiaridad humana propicia que cualquier pronóstico sociológico sea, en sí mismo, un factor nuevo que influye en la realidad social, alterándolo en un sentido u otro.

Teorema de Thomas: cuando los individuos definen las situaciones como rea-les, son reales en sus consecuencias (ejemplo del banco con rumores de quie-bra).

Paradoja de la profecía suicida: aunque una previsión sea correcta en fun-ción de los datos con que se realizó, los seres humanos pueden alterar el orden de los acontecimientos para evitarla, sobre todo en caso de previsión catastrófi-ca.

Max Horkheimer y los procesos sociales

Desde otra perspectiva, Max Horkheimer formuló ciertas objeciones a la posibilidad de una predicción social exacta, negando que los procesos sociales sean producto de la li-bertad humana, sino las resultantes del ciego actuar de fuerzas antagónicas. Es decir, que aún admitiendo que los procesos sociales se producen por la intervención de personas, en realidad son experimentados como un acontecer ineludible e inde-pendiente, tal y como si de acontecimientos naturales se tratase.

En ese sentido, Horkheimer sostuvo que la evolución de la humanidad conducirá a un mayor control de los hombres sobre los procesos sociales, a medida que la socie-dad vaya tomando medidas que la lleven a constituirse como sujeto racional. Así, la posi-bilidad de predicción no depende sólo del refinamiento de los métodos y la preparación de los sociólogos, sino también del desarrollo estructural de la sociedad misma.

En clara inversión analítica con respecto a las ciencias naturales, Horkheimer afirmó que la predicción se vuelve tanto más fácil cuanto menos está subordinado su objeto a la me-ra naturaleza y más a la libertad humana, basada en sus decisiones al dictamen racio-nal. En esa línea, Karl Popper llegó a reclamar una mayor idoneidad científica para las ciencias sociales en base a la creencia de que las situaciones sociales concretas son en general menos complicadas que las situaciones físicas concretas, merced precisamente a su elemento de racionalidad.

Causación social, probabilismo y determinismo

Tradicionalmente, el tema de la causación social ha sido objeto de un tratamiento bas-tante escéptico, sobre todo a raíz de la tendencia a identificar el análisis causal en gene-ral con el determinismo, lo cual ha propiciado una visión diferenciadora entre ciencias naturales (deterministas, en tanto capaces de captar la legalidad fija del orden natural y hacer predicciones) y ciencias sociales (no deterministas, en tanto sólo pueden compren-der y explicar lo pasado pero no prever lo que acontecerá).

En ese sentido, conviene detallar previamente la evolución de la causalidad como con-cepto científico, partiendo de que, según Mario Bunge, contempla tres aspectos distin-tos:

1. Vínculo causal, tanto como conexión en general como conexión causal particular.2. Principio causal, como ley o causa que produce el efecto de causación.3. Determinismo causal, la doctrina que postula la validez universal del principio

causal.

El concepto científico de causalidad aparece relacionado a las leyes del movimiento de los cuerpos y su aplicación a la dinámica. Por ello, el concepto de causalidad física fue dotado desde el principio de una connotación determinista, reduciendo todos los fenómenos físicos a procesos mecánicos, es decir, que todo efecto procedía forzosa-

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mente de una causa.

Sin embargo, la propia evolución de la Física ha obligado a la sustitución progresiva del sentido restringido del principio de causalidad por otro mucho más amplio, a fin de dar cabida en él sus propios avances: principio de indeterminación (Heisen-berg), teoría de la relatividad (Einstein), planteamientos de Plank, concepto de campo, el elemento probabilista y el azar, antimateria, mecánica cuántica... Todo ello, unido a la demostrada influencia de las condiciones de observación sobre el objeto observado, así como las manifiestas limitaciones de los instrumentos de medida, han contribui-do a quebrantar la forma newtoniana del determinismo clásico y a evidenciar las propias limitaciones de la Física. Y si el principio del “libre albedrío” rige para el electrón, ¿quién puede negar que existe para el hombre? Si la propia Física tiene limitaciones, ¿có-mo negárselas a la Sociología?

Estamos, pues, ante una nueva idea de causalidad planteada en términos de pro-babilidad, ya que el hecho de que las relaciones deban ser definidas en términos de probabilidad no significa que el análisis causal no siga siendo una de las aspiraciones fun-damentales de la ciencia. Conviene recordar que la ciencia no aspira el conocimiento ab-solutamente exacto en términos matemáticos, sino al más exacto y riguroso de los cono-cimientos posibles. En ese sentido, Bertrand Russell recordó que toda ciencia está domi-nada por la idea de aproximación, y que toda medida científica se da siempre con un margen probable de error.

Así, pues, la evolución científica en su conjunto ha situado en una nueva perspectiva la discusión sobre el carácter científico de la Sociología, dado que con los nuevos términos de probabilidad el principio de causalidad también es aplicable a las Ciencias Sociales, y en consecuencia la cientificidad de la Sociología queda planteada como una cuestión de grado, pues quizás su margen de error siga siendo aún superior al de otras ciencias.

En definitiva, podemos afirmar que la Sociología se orienta a indagar las estructuras de relación y ordenación de los fenómenos sociales, a partir de la convicción de que existe una determinada legalidad social que puede ser objeto de investigación y estudio de acuerdo a los procedimientos y reglas del método científico.

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TEMA 12

TEORÍA E INVESTIGACIÓN EMPÍRICA EN SOCIOLOGÍA

1. LA DIMENSIÓN TEÓRICA Y EMPÍRICA EN LA SOCIOLOGÍA

Según Hans Zetterberg, el modelo general de actuación investigadora se inició con el supuesto de que existía un orden en los hechos físicos, el cual se descubrió a tra-vés de la observación al constatar la regularidad de sus manifestaciones; a su vez, estas regularidades se formularon en leyes científicas, y las leyes se combinaron y relacionaron en teorías que fueron la base de la tecnología de nuestro tiempo. En el terreno socioló-gico, se constata que los fenómenos sociales se producen de acuerdo a ciertas leyes y pautas regulares, y el papel de la Sociología consiste en investigar y descubrir dichas le-yes sociales.

Los rasgos que definen a la ciencia son su finalidad práctica y el método objetivo y racio-nal. Esta doble perspectiva, teórica y empírica, constituye el fundamento de toda ciencia: las teorías deben basarse en hallazgos empíricos y verificables, y toda investiga-ción empírica debe desarrollarse en el marco de una teoría. Lo que validará el carácter científico de la Sociología será, pues, su capacidad para desarrollar teorías verificables, basadas en hallazgos empíricos y que tengan una utilidad práctica.

Sin embargo, el desarrollo de teorías sociológicas cuenta con dos obstáculos: las difi-cultades metodológicas en base a la parquedad de herramientas, y el cómo articular teó-ricamente los complejos hechos sociales. Este doble frente de dificultades puede afron-tarse mediante una concepción dialéctica de los hechos sociales, cuyos postula-dos son:

1. Los hechos no son datos estáticos, sino dinámicos y dialécticos.2. Los hechos no deben entenderse como algo dado, cerrado y definitivo, sino como

momentos de un proceso.3. La realidad de los humanos consiste en modificar constantemente el orden de lo da-

do, para construir una existencia dinámica y dialéctica, es decir, histórica.4. Un hecho social no es sólo lo que muestra en un instante de nuestra observación,

sino también todas las posibilidades implícitas en su dinámica y aún no ex-plicitadas.

5. La característica fundamental del ser humano es su capacidad para actuar como sujeto, es decir, para ser libre y creativo, desafiando y cambiando el orden exis-tente.

6. La capacidad de transformar el orden dado forma parte de la realidad social, que engloba tanto lo existente, como los procesos de cambio y sus potencialida-des.

Todas estas dificultades evidencian por qué la disputa metodológica continúa tan acti-va entre sociólogos, desarrollándose numerosas investigaciones sin planteamientos de hipótesis previas ni encuadre teórico adecuado. El acople entre dimensión teórica y em-pírica permanece bloqueado, con una notable incomunicación entre sociólogos teó-ricos y empíricos. De hecho, la tradicional atención a la dimensión teórica se explica, según John Rex, por los imperativos lógicos de toda construcción científica, sus necesida-des prácticas de empezar a funcionar y de acotar un campo temático propio. Es decir, que la clarificación de los problemas de la investigación sociológica es de orden metodo-lógico, y consiste en distinguir los problemas de la observación empírica de los pro-blemas de la construcción teórica.

En cuanto a la construcción teórica, el problema que se plantea es qué tipo de teoría es posible en la Sociología actual. En la línea de los grandes maestros, que se inclinan por la elaboración de una “gran teoría” sociológica, Talcott Parsons señala que ésta debe

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darse en el marco de un “sistema teórico”, es decir, en el seno de un cuerpo de con-ceptos generalizados, lógicamente interdependientes, y de referencia empírica. Por ello, el esfuerzo fundamental para desarrollar la Sociología debe ser un esfuerzo teórico, pues a raíz de que la Sociología madure como ciencia será posible una utilidad práctica de alto nivel.

Robert Merton coincidirá en la necesidad de un desarrollo teórico, pero postulará las “teorías de alcance intermedio”, entre las limitadas hipótesis de la rutina sociológica diaria y las grandes teorías globales. Se trata de teorías menos imponentes, pero más inmediatas y mejor fundadas, que permiten unificar y sistematizar muchas hipótesis y uniformidades empíricas acumuladas de un modo disperso. Según Merton, lo importan-te es saber qué es lo que realistamente se pude hacer en el actual estado de desarrollo de los conocimientos sociológicos, pues el problema reside en dar destino a nuestros es-casos recursos, de tal modo que la Sociología progresará a medida que centre su inte-rés en producir teorías intermedias.

La disparidad de criterios sobre cómo entender la tarea teórica nos evidencia cierta tendencia a identificar la teoría sociológica con cualquier generalización o reflexión teórica, de tal modo que el concepto de teoría tiende a utilizarse en Sociología con ma-yor laxitud que en otras ciencias. En ese sentido, Paul Lazarsfeld estableció algunos cri-terios y dimensiones que deben reunir las teorías: establecer conceptos funda-mentales, definir las manipulaciones de que van a ser objeto, establecer conclusiones y verificarlas empíricamente. Más restrictivo, Johan Galtung señaló que las teorías de-ben reunir: generalidad, amplitud, evaluación de hipótesis, formalización, axiomatiza-ción, relación con otras teorías, predecibilidad, comunicabilidad, reproducibilidad y fecun-didad. Sin embargo, en la actualidad la mayor parte del quehacer práctico de los sociólo-gos se realiza bajo imperativos mucho más relativos, modestos e inmediatos, con una dimensión teorética poco significativa, etiquetando como teorías a diversos esque-mas clasificatorios, problemas, ideas, generalizaciones, previsiones e interpretaciones, que deberían considerarse como “reflexiones analíticas”.

La dificultad teorética en Sociología se muestra también en las compleja pluralidad de campos de trabajo, que Morris Ginsberg llegó a clasificar en seis grandes tipolo-gías, con posibilidades de predicción muy diversas, basadas en informaciones empíricas de diferente valor y obtenidas por métodos completamente distintos.

Por otra parte, la equiparación del trabajo teórico sociológico con el de otras ciencias presenta graves dificultades, sobre todo debido a los grandes problemas de “simboli-zación” y “cuantificación” de los datos sociales en términos matemáticos. En ese sen-tido, Raymond Boudon prevé un desarrollo considerable de la metodología matemáti-ca en las ciencias humanas, en base al desarrollo de las propias matemáticas, de la in-vestigación empírica, de los instrumentos de medida, de las técnicas y procedimientos específicos de cada investigación y de la enseñanza, entre otras causas.

El proceso de investigación sociológica debe conjugar la interrelación mutua en-tre teoría e investigación empírica propias de la lógica científica, pues la investiga-ción empírica estimulada por consideraciones teóricas puede hacer surgir nuevos aspec-tos teóricos que, a su vez, llevarán a posterior investigación, y así indefinidamente:

a) Formulación de hipótesis que establezcan algún tipo de relación causal entre fe-nómenos y procesos sociales. Deben ser claras, específicas y factibles de com-probación empírica, y serán más valiosas cuanto más contenido teórico conten-gan, ayudando a prever y predecir hechos futuros.

b) Verificación de la hipótesis, mediante:1. Definición de sus partes y componentes.2. Verificación de dichas partes sometiéndolas a pruebas de falsación.3. Verificar y comprobar que los hechos casan con la hipótesis.4. Formulación de un principio o ley sociológica.

La fase de verificación es quizás la más compleja al encontrarse sometida a impera-

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tivos técnicos, aunque las limitaciones técnicas no han impedido que un buen número de sociólogos hayan realizado investigaciones muy fructíferas utilizando procedimientos analíticos muy diversos. En cualquier caso, en el hilo conductor de todas estas fases y es-tudios rige el criterio de intentar conjugar las dos dimensiones básicas e imprescindibles de la investigación científica: la teórica y la empírica.

2. EL PLURALISMO TEÓRICO DE LA SOCIOLOGÍA

Aunque Thomas Kuhn formuló sus tesis sobre los paradigmas científicos y cómo éstos son desplazados por nuevos paradigmas mediante las revoluciones científicas, él mismo se sorprendió ante el número y alcance de los desacuerdos entre científicos sociales, con controversias casi endémicas sobre sus fundamentos, haciéndosele patente la caracteri-zación de la Sociología como disciplina teóricamente plural o de carácter polipara-digmático.

Dado que la Sociología no posee un paradigma común y compartido, se plantea la duda sobre si se encuentra aún en fase de maduración hacia su consecución, o bien si la plura-lidad teórica forma parte de la misma lógica interna del quehacer sociológico. En ese sentido, Robert Friedrichs señaló que, difiriendo de Kuhn, quizás las comunidades cien-tíficas deban aceptar un pluralismo básico como estilo de vida apropiado para el espíri-tu científico, al igual que el pluralismo ciudadano y religioso ha representado una res-puesta cívica apropiada frente a la naturaleza repetitiva de las revoluciones sociales. En cualquier caso, una ciencia social quizá deba admitir una dimensión paradigmática mayor que una ciencia natural, dado que entre los científicos sociales y su objeto de es-tudio existe una interacción mucho más íntima que entre los científicos naturales y los fe-nómenos físicos. En efecto, los fenómenos sociales pueden verse condicionados por la imagen que el científico social ha interiorizado con respecto a la naturaleza de su activi-dad, es decir, que el científico social soporta el paradigma añadido en cuyos términos se ve a sí mismo, y que podría denominarse un pluralismo a nivel de “autoimagen”, pues cada sociólogo cuenta con el suyo propio.

Esta conformación plural de la Sociología radica ya en sus propios orígenes, donde se observó la necesidad de construir complejos sistemas teóricos a fin de equiparar y di-ferenciar la nueva disciplina de otras ciencias. Tal fue así, que al siglo XIX se lo ha deno-minado el “siglo de los sistemas sociológicos”, con casi tantos como sociólogos. Ello propició no sólo que se diferenciara de otras disciplinas, sino que también se diferenciara internamente en escuelas distintas, enfrentadas y rivales.

En la actualidad, la formación de los sociólogos continúa produciéndose en el contexto de una clara imagen de pluralismo, e incluso se detecta cierta vocación por defender y pre-sentar tal pluralismo como una de las características fundamentales de esta disci-plina, considerándolo, no como un elemento de subdesarrollo disciplinar, sino como un rasgo de la singularidad de su propio objeto de estudio. Como observa Robert Mer-ton, las diversas orientaciones teóricas resultan eficaces para enfrentarse con distintos tipos y aspectos de los problemas sociales, dado que la pluralidad de cuestiones, es-tudiadas mediante diferentes perspectivas y desde diferentes enfoques, origina una diversidad de teorías sociológicas frecuentemente complementarias más que contradictorias.

Algo que Robert Nisbet consideró un rasgo diferenciador respecto a las ciencias natu-rales radica en la peculiar característica de considerar la historia teorética de la So-ciología en un mismo plano de significatividad, equiparando las teorías más actua-les a las originarias o las clásicas, lo que origina que los profesores consideren que el es-tudiante deba conocer con detalle todas las principales corrientes teóricas a fin de poder realizar sus propias valoraciones y fraguarse sus propios criterios. Ello conlleva dos pro-blemas: ciertos efectos desorientadores si el estudiante no se sitúa en la perspectiva temporal adecuada que envuelve cada teoría, y un problema práctico en tanto es difícil ofrecer una visión general común de la Sociología a través del conocimiento preciso de

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todos sus diversos antecedentes.

Todo ello nos lleva a preguntarnos por los límites y extensión del pluralismo socioló-gico, pues parece apreciarse que no tiene más límites que los que impone el desarrollo del quehacer práctico. Así, Walter Wallace diferenció once enfoques diferentes, Ken Menzies inventarió dieciocho, y no faltan quienes consideran que sólo existen dos blo-ques paradigmáticos: la Sociología del consenso (funcionalismo) y la Sociología del conflicto (marxismo), observándose tanto partidarios de la tendencia poliparadig-mática como de la monoparadigmática.

En la búsqueda de la identidad de la Sociología, hay quienes observan la pluralidad teóri-ca como algo secundario, señalando a los instrumentos o sistemas metodológicos co-mo sus elementos de identidad. Así, Bordieu, Chamboredon y Passeron no dudan en afirmar que lo único que aúna a Marx, Weber y Durkheim es la pertenencia de sus in-vestigaciones a la ciencia sociológica, esgrimiendo la aplicación de los principios funda-mentales de la teoría del conocimiento sociológico como la única herramienta capaz de vincular autores cuyas oposiciones doctrinales ocultan un acuerdo epistemológico.

En la búsqueda de un marco paradigmático o corpus teórico integrado, George Ritzer reivindicó la interpretación de Kuhn del concepto de paradigma como “matriz discipli-nal”, es decir, como un paradigma que comprenda un abanico de subparadigmas, pro-clamando la existencia de un paradigma sociológico metateórico. Así, diferenció cua-tro niveles de realidad social en un eje de coordenadas entre los continuos objetivo/sub-jetivo y macroscópico/microscópico, englobando un paradigma sociológico integra-do:

Niveles de la realidad so-cial

Paradigmas sociológicos

Nivel Macro-subjetivoNivel Macro-objetivo Paradigma de los hechos sociales

ParadigmaSociológicoIntegradoNivel Micro-subjetivo Paradigma de la definición social

Nivel Micro-objetivo Paradigma de la conducta social

Sin embargo, la propuesta de Ritzer no recoge todo el pluralismo de la Sociología ac-tual, y su imagen paradigmática integrada no ofrece otra cosa que proporcionar la simple descripción de un campus profesional común a los principales enfoques teóricos.

Permanece la duda, pues, sobre si la inexistencia en Sociología de un corpus teóri-co integrado se corresponde con un rasgo coyuntural de la Sociología contemporánea, o bien un componente constitutivo que suscita dudas sobre su cientificidad. En ese senti-do, Salvador Giner ha sugerido que aceptar la dualidad de la naturaleza humana, ra-cional y afectiva, conlleva reconocer el carácter plural a la Sociología, pues ésta posee un doble enraizamiento en ambas esferas: en la racional, que hace posible la ciencia, la cuantificación y el tratamiento objetivo de la experiencia; y en la afectiva, que nos pro-porciona un saber vivencial y credencial sobre esa experiencia en formas estéticas y mo-rales.

Quizás, como señala John Urry, no se trate tanto de debatir el carácter científico de la Sociología en los términos paradigmáticos que apunta Thomas Kuhn, como de debatir si dichos términos son los adecuados para determinar dicha cuestión.

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TEMA 13

LA SOCIOLOGÍA Y LOS VALORES

1. EL DEBATE SOBRE LA SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA LIBRE DE VALORES

Los criterios metodológicos generales de toda ciencia imponen a la Sociología la diferen-ciación de dos planos: los hechos objetivos y las opiniones o criterios. Pero, frente a la exigencia científica de una inequívoca disposición a la objetividad, la Sociología arras-tra una clara vocación de reconstrucción y consolidación del orden social que a menudo ha puesto en entredicho su cientificidad. Ello se evidencia en la compleja dialéc-tica entre el objeto y el sujeto en la investigación sociológica, es decir, entre el sociólogo como observador y como parte de lo observado, lo cual propicia riegos de subjetividad y de deformación.

Para paliar o contrarrestar dichos riesgos se han sugerido ciertos mecanismos autoco-rrectores, es decir, propuestas metodológicas orientadas a garantizar la máxima objeti-vidad. Alfred Schutz, por ejemplo, acentuó la necesidad en el sociólogo de distinguir en-tre el científico, distanciado y racional, y el ciudadano, emocional e involucrado. Sin embargo, esta posibilidad de desdoblamiento de personalidad resulta problemática, no sólo porque la objetividad e imparcialidad del científico no vienen garantizadas “per se”, sólo por desempeñar en un momento dado ese papel, sino porque los prejuicios y ele-mentos valorativos pueden penetrar en el mundo científico de muchas formas, no siem-pre suficientemente explicadas.

La discusión sobre la relación de la Sociología con los valores arranca del postulado de la “neutralidad valorativa” de Max Weber, que, como señala Alvin Gouldner, se ha convertido en un “mito de grupo”, en base a que los sociólogos actuales aluden a co-sas muy diferentes al concebir una ciencia como libre de valores. Sin embargo, Weber no lo planteó en el sentido de que se obviase el aspecto valorativo, sino de que en toda ex-posición se distinguiera claramente entre las cuestiones objetivamente empíricas y las valoraciones personales, en una separación de esferas que catalogó como de “ho-nestidad intelectual”.

En esa línea, Gouldner catalogó la dualización hechos-valores como un desgarro de la realidad: una mala solución a la dialéctica histórica entre las dos actitudes tradiciona-les del pensamiento occidental: la razón y la fe. Ello le llevó a plantear dos reflexiones:

La adopción de una Sociología exenta de valores, basada en un método racional y objetivo, propiciaría consecuencias negativas: antes de Hiroshima, también los físicos hablaban de una ciencia libre de valores, algo que ya no resulta tan ve-rosímil.

El desarrollo de la “Sociología comprometida” y la práctica de tomar partido por determinados agentes sociales alertan sobre las consecuencias negativas de ciertas formas exageradas de compromiso, dado que los sociólogos deben dar su adhesión básica a valores, no a facciones.

Los criterios morales, por tanto, deben jugar un papel en el desarrollo de toda ciencia, y la cuestión estriba en determinar los límites de esa relación, algo no exento de com-plejidades y matices.

Llegamos a la conclusión de que, como señala Jürgen Habermas, una Sociología libre de valores descansa en un “dualismo de hechos y decisiones”, es decir, en diferenciar el plano de los hechos del de los juicios, el conocer del valorar, dado que los juicios de valor jamás podrán asumir la forma de enunciados teoréticos. Sin embargo, la separación de ambos ámbitos no siempre es posible ni aparece tan delimitada, pues los valores pueden influir de muchas y muy diversas maneras en el proceso investigador. Como afirma Robert Merton, el investigador también tiene sus valores, tácitos o explíci-

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tos, que influyen desde en la elección del objeto de estudio hasta en la forma y alcance de la investigación, pasando por excluir aquellos cursos de acción que violen sus propios valores. Por ello, se ironiza que el sociólogo con frecuencia sólo ve lo que quiere ver y es-tá ciego para lo que no quiere ver.

Sin embargo, la confianza existente en la alta capacidad depuradora garantizada por la correcta aplicación del método científico propicia que algunos sociólogos, como Ralf Dahrendorf, no consideren como problemática la incidencia de los valores en la Sociolo-gía. Aunque se acepta su influencia en la selección de problemas o en la formulación de hipótesis, se considera que ni los valores ni el proceso reflexivo del científico deci-den sobre la validez de las teorías e hipótesis, pues en este punto sólo cuenta la consideración empírica.

Dado que los valores pueden influir por mecanismos muy sutiles, el dilema reside en có-mo lograr que la investigación se desarrolle con escrupulosa objetividad, y al mismo tiempo queden explicitados los posibles juicios de valor. En ese sentido, Gunnar Myrdal opina que los prejuicios no pueden eliminarse simplemente “apegándose a los hechos”, pues los datos son a menudo más susceptibles de ser influidos por tenden-cias prejuiciadas que los propios pensamientos. Lo importante es tomar conciencia del modo latente u oculto en que pueden influir los prejuicios, y adoptar una serie de caute-las y “métodos lógicos” que permitan conocer y purgar su influencia mediante el cuidado escrupuloso del proceso investigador. Esta escrupulosidad, sin embargo, no debe llevar hacia un nihilismo moral, pues abocaría la Sociología a una ciencia absolutamen-te desinteresada y sin ninguna proyección práctica.

En suma, la Sociología debe afrontar dos aspectos básicos y complementarios: la necesidad de una práctica investigadora lo suficientemente objetiva como para evitar la deformación ideológica, y ser lo bastante explícita y transparente como para que sea po-sible identificar los elementos valorativos o ideológicos. En la correcta concurrencia de ambos extremos se evitará la conversión de la Sociología en una mera ideología, y que-dará a salvo el legítimo compromiso práctico de los sociólogos con la sociedad.

2. EL COMPROMISO DE LA SOCIOLOGÍA

De toda lo expuesto se deduce que una de las dimensiones fundamentales de la proble-mática sociológica es el modo de entender su compromiso práctico. Entre una So-ciología absolutamente neutra y una Sociología alineada con una ideología, el dilema consiste en situar las fronteras en las que puede ser situado legítimamente el quehacer sociológico.

Aunque ya Durkheim estableció como primera regla de su método sociológico la inde-pendencia de toda la filosofía y teorías ideológicas, a las cuales el sociólogo no debía re-conocer ningún valor científico, el sociólogo debe asumir ciertas responsabilidades añadidas:

Como científico, el sociólogo debe practicar la moral de la objetividad; sin embar-go, es obvio que el científico social debe asumir un compromiso metaprofesio-nal o metateórico orientado a garantizar y defender un determinado contexto so-cio-político en el que sea posible el libre ejercicio del quehacer científico, y por tanto sociológico.

Dado que la Sociología, como toda ciencia, debe tener una proyección y un sentido práctico, el modo de ejercerlo es prestando su apoyo a ideales pragmáticos.

El carácter dinámico de los hechos confiere al ámbito sociológico un carácter dialécti-co muy especial. Por ello, el sociólogo debe ser capaz de trascender la inmedia-tez de lo dado, y saber interpretar la dinámica de los procesos situándolos en una perspectiva histórica de largo alcance para dotar a la realidad de un significado potencial.

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La responsabilidad del sociólogo no se acaba en su práctica profesional, sino que, co-mo agente social, se extiende lógicamente a su condición de ciudadano.

Paulatinamente, la idea de compromiso ha ido penetrando en la Sociología contempo-ránea, y uno de las posiciones más destacadas es la de quienes reclaman la práctica metodológica de la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en la posición del que está siendo estudiado, como la única forma de dotar de significación a la investigación.

Algunos sociólogos sostienen que no es suficiente con afirmar la vocación práctica de la Sociología, sino que lo decisivo son la forma y las garantías en que ésta se produzca. En ese sentido, Tom Bottomore determinó que las preocupaciones fundamentales de la Sociología deben ser: criticar las teorías sociales, investigar las desigualdades en la estructura social, y examinar el carácter de los movimientos sociales contestatarios. De ese modo, la Sociología sería al mismo tiempo teórica, empírica y política.

La aplicación práctica de los resultados científicos de la Sociología también ha encontra-do dificultades respecto a las estructuras de poder establecidas, entablando una singular y difícil dialéctica que comprende dos dimensiones: la política, en tanto al propio juego y reparto del poder, y la socio-profesional, en tanto a las posibilidades del sociólogo para desarrollar su actividad sociológica.

Para finalizar, Gouldner recordará que un elemento fundamental en la aspiración a co-nectar la teoría y la práctica es el componente organizativo de la Sociología, pues los teóricos sociales no pueden tener verdades sobre la sociedad sin tener verdades sobre sí mismos. Y no pueden tener verdades sobre sí mismos sin saber cómo organizarse para el fomento del discurso racional, y sin aplicar este conocimiento.

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TEMA 14

OBJETO Y TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

1. LOS GRANDES TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

Dado el carácter dinámico del objeto de la Sociología, su desarrollo corre paralelo a la emergencia de nuevas problemáticas sociales, de modo que los grandes campos y te-mas de atención sociológica continúan en un período de desenvolvimiento, e irán evolucionando con el tiempo en su continuo ajuste a las realidades sociales con-cretas.

Desde su gestación, una de las principales problemáticas de la Sociología ha consistido en la delimitación de un campo temático específico comúnmente aceptado. Ello ha presentado dos clases de dificultades: las originadas respecto a las disciplinas de las que la Sociología se desagregó, al haberse originado a partir de un conglomerado de ciencias sociales poco diferenciadas inicialmente, y respecto a las especialidades so-ciológicas más desarrolladas, dada la tendencia progresiva hacia la especialización. Así, las dificultades más destacables para la delimitación de un campo temático común serían:

Aunque la tesis habitual es que la Sociología vino a llenar un hueco en el conjunto de saberes, originado por la insuficiencia de la Economía para ocuparse de la “cuestión social”, también existen tesis distintas. Según Paul Lazarsfeld, el papel de la Socio-logía consistió en llenar los espacios vacíos del mapa intelectual, formándose a partir de los campos temáticos desechados por otras disciplinas. Es el punto de vista de quienes consideran que lo propio de la Sociología es el matiz social que introduce en la consideración de cualquier tema concreto, de modo que no existiría una So-ciología, con un contenido temático específico, sino un conjunto diverso de so-ciologías.

Aceptado el origen de la Sociología a partir de la Economía, y que además recibió in-fluencias de otras ciencias (Filosofía, Historia, Estadística, Biología...), una gran difi-cultad para definir su campo temático reside en la diversidad de influencias na-cionales, con diferentes tradiciones culturales y circunstancias socioeconómicas, de modo que en cada país recibió un tipo de influencias específicas que la desarrolló con matices propios, propiciando un aspecto más de su carácter plural.

Otra fuente de discrepancias para aceptar un objeto temático común en Sociología radica en las distintas orientaciones dadas en las diferentes etapas de su de-sarrollo. Así, mientras el período fundacional se caracterizó por ambiciosas preten-siones globalizadoras, desarrollando amplios y complejos sistemas teóricos, una se-gunda etapa reorientó los trabajos sociológicos hacia metas más realistas y objetos de estudio más concretos, paralelo a la progresiva institucionalización y profesionali-zación de la Sociología, y en la actualidad se observa una acusada tendencia hacia la especialización, traduciéndose en la formalización de comunidades profesionales de especialistas. Es decir, que en lugar de converger en un objeto, la especializa-ción propicia la divergencia.

Por último, el hecho de tener que compartir la sociedad como objeto general de estudio con otras disciplinas sociales plantea dos problemas: que la delimi-tación del campo temático propio implica la delimitación del de las demás ciencias sociales, y la obligación de establecer relaciones y vías de mutua influencia con ellos.

Todas estas dificultades llevaron a Huntington Cairms a considerar que, hasta que los sociólogos no se pongan de acuerdo en la definición del objeto de su estudio, no queda otro recurso que suponer que la Sociología es aquello que hacen los que se dicen sociólo-gos. Desde una perspectiva más reflexiva, Alex Inkeles propuso tres criterios concre-

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tos:

Criterio histórico. Consiste en delimitar el objeto de la Sociología en base a los problemas centrales que por tradición histórica más han preocupado a la Sociología, haciendo especial énfasis a lo expresado por los padres fundadores. Sin embargo, ello puede derivar en un mero recurso a un criterio de autoridad, desembocando en una concepción petrificada y desfasada de la Sociología que obvia el carácter diná-mico del decurso histórico.

Este criterio plantearía, además, una nueva dificultad a causa de las discrepancias entre los sociólogos respecto a quienes deben ser considerados como padres funda-dores, pues entre los cuatro propuestos por Inkeles y los veinticuatro de Timothy Raison se abre un amplio abanico de sociólogos ilustres, raramente coincidentes en sus apreciaciones. Por tanto, la visión que ofrece Inkeles de la Sociología, en virtud a las coincidencias entre los cuatro padres fundadores por él elegidos, es a todas luces parcial y limitada. Como puso de manifiesto Nel Smelser, el pluralismo teórico de la Sociología da lugar a una diversidad de ópticas respecto a los temas a considerar, propiciando la aparición de un buen número de escuelas según los métodos emplea-dos en describir su campo de estudio.

Criterio analítico. Delimitar el objeto de la Sociología de acuerdo a lo que nos su-giera un análisis lógico-racional de la problemática social. Sin embargo, en su aplica-ción este recurso resulta inviable, dado que en la práctica cada sociólogo puede construir su propio esquema temático según su propio enfoque teórico particular, abocando de nuevo al pluralismo temático.

Criterio empírico. Delimitar el objeto de la Sociología en base a los problemas que preferentemente preocupan a los sociólogos contemporáneos. Esta imagen práctica de lo que hacen los sociólogos en su actividad profesional concreta puede captarse desde varias instancias:

― Clasificaciones de la Sociología provenientes de diversas fuentes documen-tales. Destacan la Clasificación de la Sociología de Durkheim (1909), ac-tualizada en el “Année Sociologíque” (1925), ya algo desfasada, que divide a la Sociología en siete capítulos con diversos subcapítulos; y la Clasificación de la Sociología del “American Journal of Sociology”, de diez capítulos con diversos subcapítulos.

― Clasificación de la Sociología según el contenido de los libros de texto. Así, Inkeles se refirió a la Sociología enumerando doce temas fundamentales en los que, según un estudio de Hornell Hert, coinciden la mayoría de los manuales.

― Clasificación de la Sociología según el contenido de las publicaciones. De acuerdo a ello, William Dobriner la clasificó en cuatro áreas temáticas: los sis-temas de relación, las instituciones sociales, la organización social y los siste-mas societarios. También destaca la clasificación de la publicación “Sociologi-cal Abstracts”, la cual recoge y ordena de acuerdo a criterios clasificatorios internacionales el contenido temático de todas las publicaciones que realizan los sociólogos.

― Clasificación de la Sociología según los temarios de los Congresos Interna-cionales de Sociología. Éstos proporcionan unos elementos de juicio muy rele-vantes sobre la manera en que se está produciendo en la práctica la actividad de los sociólogos, reflejando las principales áreas de actividad investigadora, así como lo que los sociólogos enseñan en los centros docentes.

Sin embargo, el criterio de definir el campo temático en base a lo que hacen los sociólogos nos remite a debatir hasta qué punto son plenamente autónomos pa-ra regular su actividad. Como observa Richard Ofshe, los sociólogos nunca han tenido el poder necesario como para implementar los experimentos sociales que a ellos les hubiera gustado realizar, los cuales son seleccionados por las grandes entidades y grupos de interés que los financian. Por ello, lo que realmente hacen los sociólogos en la práctica no tiene por qué coincidir con lo que los soció-logos consideran más prioritario. Esta dependencia financiera es uno de los

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mayores peligros para el desarrollo de la “imaginación sociológica”. Es decir, que el criterio empírico sólo reflejaría la “Sociología posible”, excluyendo la “Socio-logía necesaria”.

2. MACROSOCIOLOGÍA Y MICROSOCIOLOGÍA

El escaso éxito de los intentos clasificatorios propicia cierta impresión de que la labor de los sociólogos se desarrolla generalmente en torno a una casuística poco sistematizada, lo que ha intentado solucionarse mediante su delimitación en grandes campos de referencia. En esa línea, Pitirim Sorokin diferenció entre la Sociología general (subdivi-dida en estructural y dinámica) y ciertas sociologías especiales, mientras que Morris Ginsberg dividió la Sociología entre estructura social, control social y cambio social.

Sin embargo, el gran criterio clasificatorio con más éxito corresponde al de Georges Gur-vitch, quien diferenció entre Macrosociología y Microsociología. Según él, los ingre-dientes más elementales de la realidad social son las manifestaciones de sociabili-dad, es decir, las múltiples maneras de estar ligados por el todo, que, aunque se trata de manifestaciones dependientes de la macrosociología, son fenómenos sociales totales en escala microsociológica. De ese modo, macrosociología y microsociología repre-sentan dos modos de aproximación al fenómeno de la sociabilidad: si el análisis está bien realizado, la una conduce a la otra.

En realidad, la distinción entre macro y microsociología tiene más bien un valor clasifi-catorio que analítico, y así se expresa Duncan Mitchel, quien lo adopta por la conve-niencia de distinguir entre el estudio de las sociedades totales y el estudio de los aspec-tos a pequeña escala de la vida social. En consecuencia, podemos decir que:

La Macrosociología comprende las actividades orientadas a estudiar y comparar las sociedades globales, así como sus principales aspectos a través de sus aspectos glo-bales: instituciones sociales, estratificación, clases sociales, familia, sistema político...

La Microsociología se orienta al estudio de los grupos sociales (pequeños) y las agrupaciones de tales grupos, o los ámbitos inmediatos en que se desenvuelven: es-cuela, empresa, pequeñas comunidades...

Dado el carácter inmanejable e inabarcable de las sociedades globales, el sociólogo no puede pretender empezar por el estudio de realidades tan amplias, viéndose obligado a iniciar su tarea investigadora abordando aspectos concretos y delimitados. Por ello, el análisis microsociológico ha sido visto como insoslayable, dado que la dinámica de cual-quier explicación causal debe ser micro-situacional, en base a que, en definitiva, cual-quier macrocondición produce sus efectos sobre las situaciones concretas de los actores. Así, el “manejable” análisis microsociológico estaría encaminado a inscribirse en el marco macrosociológico, al cual se llegaría irremediablemente a partir del primero. La distinción entre macro y microsociología queda reducida, pues, a una cuestión de grado y de óptica.

En realidad, a nivel de investigación empírica la distinción entre macro y microsociología es irrelevante, dado que ambas se encuentran asociadas como se acaba de exponer, o bien en ambos casos se encuentran orientadas, una hacia la confección de “grandes teorías globales” (macro), adoptada por la corriente metodológica holística (enfo-que objetivo-estructural de la sociedad), y la otra hacia “teorías de alcance medio” (micro), adoptada por la corriente metodológica individualista (enfoque subjetivo-simbólico).

También ambos enfoques han sido víctimas de diversas críticas. De los enfoques macro-sociológicos se ha afirmado que dan lugar a una formulación tan vaga y general de las hipótesis que resulta imposible su verificación, suponiendo una interpretación prede-terminada de la configuración real de la sociedad. De los microsociológicos, que no per-miten situar adecuadamente los análisis en sus contextos sociales, dando lugar a la para-doja de una “sociología sin sociedad”.

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3. LA SOCIOLOGÍA Y OTRAS CIENCIAS SOCIALES

El hecho de compartir el mismo objeto general de estudio propicia que las relaciones de la Sociología con las demás ciencias sociales observe una dialéctica peculiar. Por una parte, las fronteras entre ellas no son siempre fáciles de trazar, y por otra algunas disci-plinas sociales ya se han desgajado del tronco común de la Sociología, aunque aún sea difícil diferenciar lo que conservan de común y de específico.

En general, las conexiones entre las distintas ciencias sociales ha atravesado dos perío-dos. El primero o fundacional fue de un gran esfuerzo por marcar enfáticamente las fronteras, delimitando objetos de estudio en búsqueda de un reconocimiento en el edifi-cio científico. En la actualidad la tendencia se ha invertido, constatándose el énfasis en señalar los puntos de conexión, con intercambio de técnicas, complementariedad de en-foques y la práctica de estudios multidisciplinares.

La Clasificación de las Ciencias Sociales también ha sido objeto de diversas versio-nes. Georges Gurvitch, por ejemplo, las clasificó del siguiente modo:

Ciencias Sociales particulares (vertical). Ciencias que estudian los diversos as-pectos de la vida social dentro de un mismo grupo:

Particulares de morfología social: Geografía humana y Demografía. Particulares específicas: Economía, Ciencia Política, Sociología del derecho,

de la religión, de la moral y del arte..

Ciencias Sociales globales (horizontal). Ciencias que estudian las diversas cate-gorías de grupos sociales:

Sociología de los grupos elementales. Estudian los grupos sociales aislados en medio de grupos más vastos: Sociología de los partidos, de los grupos intermedios en general, de las ciudades, de las comunidades...

Sociología de las colectividades. Estudia los grupos sociales complejos que constituyen conjuntos más o menos autónomos: Etnología, Historia...

Sociología general. Estudia todos los grupos sociales en todas las comunida-des: sociología general histórica, del conocimiento, filosofía de la historia...

Por su parte, Cazenueve, Akoun y Baile han propuesto su propia clasificación:

1. Instrumentos de análisis: Matemáticas, Estadística, Informática, Lenguas Vivas...

2. Disciplinas auxiliares, aquellas que pueden dar o recibir aportaciones: Filosofía, Historia, Geografía, Economía, Ciencia Política, Derecho, Psicología y Lingüísti-ca.

3. Disciplinas sociológicas: Sociología, Etnología, Psicología de los Pueblos, Psiquia-tría social, Psicología social y Demografía.

Para concluir, sólo reafirmar el postulado de que la Sociología no es la ama, ni la sirvien-ta, sino la hermana de las restantes ciencias sociales.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICAUNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

INDICE

TEMA 1. Introducción general. ¿Qué es la Sociología? 1

TEMA 2. Hombre y Sociedad. 3

TEMA 3. Los orígenes de la Sociología. 7

TEMA 4. El desarrollo de la Sociología. Los padres fundadores. 11

TEMA 5. La sociedad, objeto de estudio de la Sociología. 17

TEMA 6. Cultura, persona y sociedad. 29

TEMA 7. Sociedades humanas y sociedades animales. 33

TEMA 8. La Sociología y la sociedad industrial. 37

TEMA 9. La actividad de los sociólogos. 43

TEMA 10. El método científico y el surgimiento de la Sociología. 47

TEMA 11. La Sociología como disciplina científica. 57

TEMA 12. Teoría e investigación empírica en Sociología. 63

TEMA 13. La Sociología y los valores. 67

TEMA 14. Objeto y temas de estudio de la Sociología. 71

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