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Geografía e Historia 3º TEMA 5 LA EUROPA DEL SIGLO XVII 1. Un siglo de crisis. El siglo XVII está considerado como un siglo de grave crisis a todos los niveles: económico, demográfico, político, bélico y social. Europa, China, la India, el Imperio Turco… todo el mundo conocido pasó por una dura prueba, en especial después de que el siglo XVI fuera bastante provechoso. Aunque no todos los estado sufrieron la crisis con la misma intensidad. 1.1 Crisis demográfica. El siglo XVII tuvo una climatología muy dura, con una bajada media de las temperaturas de casi dos grados y inundaciones y sequías constantes. Los historiadores le suelen llamar a este periodo la Pequeña Edad de Hielo. Los cambios fueron tan intensos que la agricultura se vio muy afectada, perdiéndose cosechas enteras, ya que la técnica era muy atrasada y no podía afrontar el cambio climático. No sólo dejó de producirse excedente, sino que a menudo no había suficiente alimento para la población, por lo que las hambrunas fueron constantes y provocaron una mortalidad y una reducción de la natalidad enormes. Esto se vio agravado por las distintas epidemias que afectaron el continente europeo (y otros también) y las innumerables guerras y conflictos sociales, que no solo segaban vidas directamente, sino que implicaban que mucha mano de obra (cientos de miles en los distintos ejércitos) no trabajara produciendo alimento, la destrucción de enormes superficies que no pueden dedicarse al cultivo y que los estados priorizaran el gasto militar en lugar de invertir en ayudar a su población. Ante esto, muchos decidieron emigrar a las colonias europeas en otros territorios, especialmente en América, donde la conflictividad era menor y las oportunidades de ganarse la vida eran mucho mayores. Entre guerras, hambrunas, epidemias y emigración, Europa perdió en total varios millones de habitantes, con muy pocas excepciones, como Inglaterra. 1.2 Un siglo de guerras. No fue una gran novedad en la historia de Europa, pero el siglo XVII estuvo plagado de guerras. En general los motivos (a veces excusas) eran dos: las luchas entre los católicos y protestantes, y las guerras entre naciones por aumentar su poder, riqueza y territorios. La guerra más importante fue la Guerra de los Treinta Años, que no solo implicó la muerte de decenas de miles de soldados, sino que provocó la muerte de millones de civiles no combatientes, un sinnúmero de saqueos, la paralización del comercio y la producción y, a veces literalmente, el agotamiento de los recursos de los países implicados, que fueron prácticamente todos. 1.3 El comercio atlántico. Durante el siglo XVI el control del comercio a través del océano Atlántico lo tuvieron los españoles y portugueses, pero en el siglo XVII ya participaban activamente Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas (Holanda). La intensidad www.labibliotecadeninive.com 1

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Geografía e Historia 3º TEMA 5

LA EUROPA DEL SIGLO XVII

1. Un siglo de crisis. El siglo XVII está considerado como un siglo de grave crisis a todos los niveles: económico, demográfico, político,

bélico y social. Europa, China, la India, el Imperio Turco… todo el mundo conocido pasó por una dura prueba, en especial después de que el siglo XVI fuera bastante provechoso. Aunque no todos los estado sufrieron la crisis con la misma intensidad.

1.1 Crisis demográfica. El siglo XVII tuvo una climatología muy dura, con una bajada media de las temperaturas de casi dos grados y

inundaciones y sequías constantes. Los historiadores le suelen llamar a este periodo la Pequeña Edad de Hielo. Los cambios fueron tan intensos que la agricultura se vio muy afectada, perdiéndose cosechas enteras, ya que la técnica era muy atrasada y no podía afrontar el cambio climático. No sólo dejó de producirse excedente, sino que a menudo no había suficiente alimento para la población, por lo que las hambrunas fueron constantes y provocaron una mortalidad y una reducción de la natalidad enormes.

Esto se vio agravado por las distintas epidemias que afectaron el continente europeo (y otros también) y las innumerables guerras y conflictos sociales, que no solo segaban vidas directamente, sino que implicaban que mucha mano de obra (cientos de miles en los distintos ejércitos) no trabajara produciendo alimento, la destrucción de enormes superficies que no pueden dedicarse al cultivo y que los estados priorizaran el gasto militar en lugar de invertir en ayudar a su población.

Ante esto, muchos decidieron emigrar a las colonias europeas en otros territorios, especialmente en América, donde la conflictividad era menor y las oportunidades de ganarse la vida eran mucho mayores. Entre guerras, hambrunas, epidemias y emigración, Europa perdió en total varios millones de habitantes, con muy pocas excepciones, como Inglaterra.

1.2 Un siglo de guerras. No fue una gran novedad en la historia de Europa, pero el siglo XVII estuvo plagado de guerras. En general los

motivos (a veces excusas) eran dos: las luchas entre los católicos y protestantes, y las guerras entre naciones por aumentar su poder, riqueza y territorios.

La guerra más importante fue la Guerra de los Treinta Años, que no solo implicó la muerte de decenas de miles de soldados, sino que provocó la muerte de millones de civiles no combatientes, un sinnúmero de saqueos, la paralización del comercio y la producción y, a veces literalmente, el agotamiento de los recursos de los países implicados, que fueron prácticamente todos.

1.3 El comercio atlántico. Durante el siglo XVI el control del comercio a través del océano Atlántico lo tuvieron los españoles y portugueses,

pero en el siglo XVII ya participaban activamente Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas (Holanda). La intensidad

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de este comercio aumentó, dejando en un segundo plano el comercio en el Mediterráneo y en el Báltico, gracias al comercio con las colonias en América, África y Asia.

La demanda de productos europeos por parte de las colonias era tanta, que cambió las formas de producción. Por una parte aparecieron las manufacturas, grandes talleres con docenas de trabajadores, y el trabajo a domicilio, en el que las familias campesinas fabricaban diversos productos para su venta en las épocas del año que no permitían trabajar la tierra.

Los principales productos con los que se comerciaba a través del Atlántico eran algodón, azúcar, especias, metales preciosos, sedas, maíz, madera, patatas y esclavos africanos.

2. La monarquía absoluta. Durante el siglo XVI los reyes fueron aumentando su autoridad hasta que en el siglo XVII su poder era absoluto, por

lo que hablamos de monarquía absoluta, en la que el rey tiene todos los poderes del estado: el legislativo (hacer las leyes), el ejecutivo (gobernar) y el judicial (impartir justicia), y por tanto él dirige el ejército, la administración, la diplomacia y la hacienda.

Todos los súbditos debían obedecerle en todo momento, sin más derechos. La monarquía se justificaba por la autoridad divina, es decir, el poder del rey proviene de Dios, y sólo a él está por encima del monarca. De esta manera sus órdenes deben ser seguidas por todos, y desobedecer al rey no solo es un delito contra el Estado, es un pecado contra Dios. Quien justificaba esto era el clero, tanto católico como protestante, para así, según ellos, mantener el orden divino. Por eso decimos que es una monarquía de derecho divino.

El Estado se centraliza, todas las decisiones pasan por el gobierno central que dirige el rey y las personas de su confianza, limitando la capacidad de decisión de los distintos territorios que forman cada Estado. No existe ninguna institución que controle al rey, que habitualmente ni convoca a los parlamentos.

La monarquía absoluta no modifica la estructura social estamental, los nobles siguen siendo el principal grupo privilegiado. Pero para aumentar su propia influencia, los reyes nombran nuevos nobles entre las personas de su confianza, los llamados cortesanos, para dirigir parte de la administración del Estado. Esta administración, la burocracia, crece en personal, los funcionarios reales, para desarrollar las decisiones del monarca.

Los monarcas europeos consideraban que aumentando su poder, mejoraban a sus reinos, así que quieren mostrar ese poder mediante el lujo sin medida: palacios, arte, fiestas… Dado que el mejor ejemplo de monarca absoluto es

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Luis XIV de Francia, llamado el Rey Sol, el mejor ejemplo de este lujo fue el Palacio de Versalles, una residencia del rey cerca de París con un lujo y una ostentación difícilmente igualables.

Económicamente, la economía de la monarquía absoluta es intervencionista, el Estado dirige la economía directamente, y también mercantilista. El mercantilismo es una doctrina económica que defiende que la riqueza de un país se basa en la cantidad de metales preciosos que tiene, dado que las monedas se hacen con ellos. Por tanto, para acumular la mayor cantidad de metales preciosos, los estados deben producir mucho para exportar mucho (y recibir oro y plata a cambio), e importar lo menos posible, ya que al pagar se pierde oro y plata. Por eso los reyes fomentaron el comercio con las colonias, e incluso crearon compañías comerciales junto con inversores privados, para gestionar este enorme negocio.

3. Los inicios del parlamentarismo: las revoluciones inglesas. El hecho de que los reyes ignoraran los parlamentos, instituciones donde los nobles y las ciudades podían tener

algo de influencia, provocó tensiones en varios estados. Algunas estallaron en revueltas y revoluciones, que enfrentaron a los parlamentaristas (partidarios del poder de los parlamento) con sus reyes. Esto tuvo especiales consecuencias en Inglaterra y también en las Provincias Unidas.

Entre 1642 y 1649 estalló el conflicto en Inglaterra que acabó en una auténtica guerra civil ante la política cada vez más absolutista del monarca. Se enfrentaron el rey Carlos I, de la familia Estuardo, contra los parlamentaristas que dirigía Oliver Cromwell, un carismático líder. Finalmente vencieron los parlamentaristas, y llegaron incluso a juzgar y condenar al rey Carlos I por traidor, ejecutándolo públicamente, para proclamar así una República que dirigió Cromwell con mano de hierro.

En 1660, con Cromwell ya fallecido, se restableció la monarquía con Carlos II, hijo del anterior rey. Se acordó que se crearía un nuevo sistema, llamado monarquía parlamentaria, en que tanto el rey como el Parlamento compartían el poder. Lo más destacado de esta etapa, que aún existe hoy en los sistemas democráticos, es la institución del habeas corpus, que prohibe que cualquier ciudadano sea detenido arbitrariamente, teniendo que ser liberado en un plazo breve a no ser que un juez lo indique.

Su sucesor y hermano Jacobo II fue de nuevo depuesto en 1689 por otra revolución que lo acusaba de ser católico y un déspota, por lo que el trono pasó a su yerno Guillermo III, de la familia de Orange. Guillermo era holandés, un país donde ya existía una monarquía parlamentaria, de la alta nobleza y protestante, por lo que encaja con lo que pedían los revolucionarios. Este rey estableció en Inglaterra la división de poderes (legislativo para el Parlamento, ejecutivo para el rey y judicial para los tribunales), aceptó someterse al control del Parlamento y juró fidelidad a la Bill of Rights, una declaración de derechos que todos los ciudadanos de Inglaterra tenían y nadie podía desobedecer.

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4. Los conflictos europeos. 4.1 Las causas de los conflictos. En la Historia raramente existen acontecimientos con una

sola causa; lo más frecuente es la multicausalidad. Los conflictos del siglo XVII europeo se dieron por la acumulación de varias causas religiosas, sociales, y políticas.

Las causas religiosas las encontramos en la formación de dos bloques religiosos, al norte de Europa predominan los estados protestantes y al sur los católicos que siguen las indicaciones de la Contrarreforma. No será hasta el fin del siglo que empiecen a plantearse realmente que la convivencia y la tolerancia religiosa pueden existir.

Las causas sociales las encontramos en las luchas por el poder de la aristocracia privilegiada, cuyo poder se basa en la agricultura y la tierra, contra la burguesía, cuya riqueza se basa en las manufacturas y el comercio. Los nobles tenían privilegios y los principales cargos políticos y militares, mientras que la burguesía quería alcanzar esa situación y no podía. Como todo estaba relacionado, en los territorios protestantes del norte de Europa predominaba la burguesía, mientras que en el sur católico, la nobleza tenía más poder. Lo social y lo religioso van de la mano.

Las causas políticas son similares a otros siglos. Los distintos países buscan tener una mayor influencia en Europa y ser la potencia hegemónica. Hasta el siglo XVII la hegemonía la tenía la casa de Habsburgo española, habitualmente aliada con sus primos los Habsburgo alemanes, pero nuevas potencias están apareciendo y pretenden alcanzarla: Francia, Inglaterra, Provincias Unidas, Suecia, Dinamarca. De nuevo podemos ver que frente a los Habsburgo católicos, la mayoría de estos países (excepto Francia) son protestantes.

A un nivel más político, se enfrentaban también dos modelos de estado: los imperios supranacionales como el de los Habsburgo españoles, que reinaban sobre belgas, italianos, castellanos, aragoneses o italianos, frente a los estados nacionales como Francia, Suecia o las Provincias Unidas. Al final, todos estos conflictos sirvieron para consolidar la monarquía absoluta, puesto que aprovechando la guerra, los reyes se hicieron con el poder total en sus territorios.

4.2 La Guerra de los Treinta Años. De todos los conflictos del siglo, el más importante fue la Guerra de los Treinta Años, que entre 1618 y 1648

enfrentó a la práctica totalidad de los estados europeos. Todo comenzó dentro del Sacro Imperio Alemán, cuando los nobles bohemios (checos) protestantes se opusieren al emperador alemán Fernando por ser católico. Ante esta rebelión, el emperador pidió ayuda a su sobrino el rey de España, que intervino para defender al catolicismo y el poder de la familia Habsburgo.

Tras algunos años, los protestantes del imperio pidieron ayuda Dinamarca, reino vecino y también protestante, que aliada con Inglaterra y las Provincias Unidas, intervinieron contra el bando de los Habsburgo. Pese a las victorias iniciales de los católicos, la entrada de Suecia en el bando protestante hizo que la guerra se alargara hasta casi un empate.

Temiendo verse rodeada por los dos imperio Habsburgo (el alemán y el español), Francia en 1635, pese a ser una monarquía católica, entró en el conflicto apoyando al bando protestante, declarándole la guerra a España. Esto demuestra que a menudo la religión era una excusa para la guerra, y que los intereses políticos y estratégicos de cada estado eran la verdadera causa. La guerra se extendió durante varios años más, con algunos años de tregua intermedios, afectando a todos los territorios europeos.

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Finalmente los Habsburgo no pudieron derrotar a la alianza de tantos países y se vieron obligados a firmar la Paz de Westfalia, asumiendo su derrota, en 1648.

4.3 Las consecuencias de la guerra: la Paz de Westfalia. Una guerra tan larga y que implicó a las mayores potencias del continente, fue devastadora para todos los

implicados. Murieron alrededor de cuatro millones de personas, siendo la inmensa mayoría de ellos civiles: 3.300.000 muertos no combatientes. Esto provocó un descenso demográfico muy grande, especialmente en el Sacro Imperio Alemán, y que muchos europeos huyeran, emigrando a otros países europeos por las persecuciones religiosas e incluso a América.

El desgaste económico arruinó al continente, no solo por los gastos militares, sino también por las destrucciones de ciudades y campos, y por los saqueos llevados a cabo por los soldados, a lo que hay que sumar las malas cosechas por el clima. La capacidad de producción económica de Europa se desplomó.

Políticamente, la Paz de Westfalia cambió el panorama europeo. Los Habsburgo alemanes y españoles entraron en decadencia, perdiendo la hegemonía, que ostentó Francia desde entonces, la gran beneficiada del conflicto, que junto con Suecia ganó territorios a costa de los Habsburgo. Las Provincias Unidas y Suiza se independizaron finalmente, ganando los estados que configuraban el Sacro Imperio ayer autonomía f r e n t e a l p o d e r d e l emperador.

Se configura así un nuevo equilibrio entre las potencias europeas, donde Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas llevarán el liderazgo, poniendo fin a las guerras de religión. Debido al ascenso de los estados nacionales, los imperios supranacionales empezaron a decaer.

5. La decadencia del imperio hispánico. El siglo XVII fue el momento en que el poderoso imperio de los Austrias españoles entró en decadencia,

convirtiéndose en una potencia de segunda fila al final del mismo. Ya hemos visto algunas causas de esto en las derrotas militares, pero los factores no son solo externos, también existían numerosos problemas dentro de la monarquía española.

Tras la muerte de Felipe II, le sucedieron Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Estos monarcas habitualmente se desentendieron de las tareas de gobierno, delegándolas en sus validos, ministros favoritos del rey que controlaban todo el gobierno, que utilizaron su poder a menudo en propio beneficio, fomentando la ineficacia y la corrupción, favoreciendo las intrigas y conspiraciones palaciegas. El más conocido estos validos fue el conde-duque de Olivares, favorito del rey Felipe IV.

El descontento por las políticas autoritarias, las malas cosechas y las frecuentes guerras (y derrotas) provocaron que muchos territorios de la monarquía se rebelaran, como fue el caso de Nápoles, Cataluña, Andalucía… Además de

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la guerra constante de Flandes, el caso más grave fue el de Portugal, que en 1640 se separó definitivamente del trono español.

5.1 Crisis económica. Las posesiones en América generaban grandes cantidades de metales preciosos, pero se gastaron en mantener la

costosa política exterior con el mantenimiento de grandes ejércitos. A menudo ni la riqueza llegada de las colonias fue suficiente, y la monarquía debía pedir préstamos enormes a banqueros extranjeros. Se declararon varias bancarrotas (imposibilidad de cubrir los gastos y deudas).

Esto se vio acompañado de una gran inflación generalizada (subida de los precios), por lo que la mayoría de la población vivía en la pobreza, debiendo además pagar los impuestos del estado y las rentas de los propietarios de las tierras.

5.2 Crisis demográfica. Las malas cosechas, la agricultura atrasada, las continuas

guerras y la emigración a América provocaron un descenso de población en España, especialmente en Castilla, que profundizó la crisis de la monarquía. Esto se vio agravado por disparates como la expulsión de los moriscos (población de origen musulmana) en 1609 por Felipe III. Esta minoría había sido perseguida y discriminada, llegando a veces a rebelarse (como en las Alpujarras en el siglo XVI, así que su expulsión dejó un enorme vacío de mano de obra en el de la península: unos 270.000 fueron expulsados de Castilla y Aragón.

5.3 Crisis social. La principal fuente de riqueza era la tierra, y estaba en manos de los estamentos privilegiados, se consolidó la

mentalidad rentista, en que el modelo social a alcanzar era el rico propietario de tierras que no las tenía que trabajar, solo cobrar sus rentas. Entre los nobles se extendía la idea de que trabajar era algo deshonroso, pues ellos no tenían que hacerlo y lo consideraban inferior. Incluso lo hidalgos, nobles de bajo rango y habitualmente sin ninguna riqueza, se negaban a trabajar, como se ve en la novela El Lazarillo de Tormes.

La aspiración de la burguesía, grupo rico pero sin los privilegios de la nobleza, era alcanzar esa situación. Comprar tierras y vivir de las rentas, sin tener que trabajar. Por eso los modelos con mayor iniciativa económica, artesanal o comercial, como el holandés y el inglés, no se extendieron entre la burguesía castellana, y no se mejoró la capacidad productiva ni la economía, que necesitaba urgentes inversiones y mejoras. el trabajo no estaba bien visto.

El grupo más numeroso eran los campesinos, cada vez más pobres por el aumento de rentas e impuestos. Los artesanos y comerciantes medios se arruinaban porque no podían competir con los productos extranjeros y por la subida de los precios. Y la propia mentalidad rentista hizo que trabajar fuera algo humillante, a veces más que la propia mendicidad.

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