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"La Doctrina Social de la Iglesia frente al actual modelo de desarrollo económico en la sociedad de América Latina" Prof. Dr. Eugenio Yáñez Universidad Adolfo Ibáñez Chile Índice Primera Parte: VER I.- Realidad socioeconómica de América Latina en la actualidad II.- ¿Estamos peor o mejor que hace 40 años? Nuestro continente en la época de: a) Medellín (1968) b) Puebla (1979) c) Santo Domingo (1992) d) Aparecida (2007) III.- ¿Existe un solo modelo o varios modelos económicos en América Latina? 1) Economía de Libre Mercado / capitalismo “salvaje” 2) Economía de Mercado 3) Economía Social de Mercado 4) Economía “socialista” de mercado / colectivismo

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Page 1: "La Doctrina Social de la Iglesia frente al actual modelo de desarrollo económico en la sociedad de América Latina"

"La Doctrina Social de la Iglesia frente al actual modelo de

desarrollo económico en la sociedad de América Latina"

Prof. Dr. Eugenio Yáñez

Universidad Adolfo Ibáñez

Chile

Índice

Primera Parte: VER I.- Realidad socioeconómica de América Latina en la actualidad II.- ¿Estamos peor o mejor que hace 40 años? Nuestro continente en la época de: a) Medellín (1968)

b) Puebla (1979)

c) Santo Domingo (1992)

d) Aparecida (2007)

III.- ¿Existe un solo modelo o varios modelos económicos en América Latina?

1) Economía de Libre Mercado / capitalismo “salvaje”

2) Economía de Mercado

3) Economía Social de Mercado

4) Economía “socialista” de mercado / colectivismo

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2  

Segunda Parte: JUZGAR I.- Efectos de la injusticia social: pobreza y desigualdad

1) Teológicas: a) La naturaleza caída del hombre

b) El bien y el mal van de la mano. Parábola del trigo y la cizaña

c) Dios, aunque nunca es causa del mal, lo permite

2) Filosóficas

a) Antropológicas:

- visión sesgada del hombre: homo faber, homo

economicus, ser esencialmente egoísta

- ambivalencia (codicia, ambición afán de poder),

- libre albedrío

- El hombre se equivoca: conciencia laxa, imprudencia

b) Éticas:

- La codicia

- Mentalidad economicista

- Mentalidad “liberal”

3) Económicas

a) Aplicación de una economía colectivista

b) Aplicación de un modelo económico capitalista (salvaje)

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4) Sociales a) Creciente deterioro de la familia:

- Hogares monoparentales

- Hijos fuera del matrimonio

- Baja tasa de nupcialidad

- Conductas disruptivas: violencia intrafamiliar

- Paternidad ausente

- Leyes de divorcio

- Matrimonio homosexual

II.- Causas de la prosperidad

1) Teológicas: el hombre está llamado a trabajar la tierra

2) Filosóficas:

Antropológicas:

a) inclinación natural a ser más personas (ser y tener);

iniciativa privada; inclinación natural al bien

Éticas:

a) amor al trabajo bien hecho

3) Económicas: Desarrollo; crecimiento económico sostenido y

sustentable; economía (social) de mercado

4) Sociales: familias bien constituidas

III. ¿Propone la DSI algún modelo económico en particular?

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IV. Doctrina Social de Ia Iglesia y la Economía Social de Mercado 1) Afinidades

2) Algunos juicios del Magisterio Universal sobre una ESM

a) Juan Pablo II

b) Benedicto XVI

Tercera Parte: ACTUAR I. Necesidad de conocer, promover, profundizar y aplicar la

DSI 1.- ¿necesita la Iglesia recurrir a sistemas o ideologías para responder a su

vocación de amor por los más pobres y necesitados?

II. Rol del clero

1) Seguir privilegiando el Anuncio por sobre la Denuncia

2) “Acercamiento” y/o acompañamiento al mundo empresarial (político,

académico, económico)

3) Seguir poniendo el acento en la personas y no en las estructuras

III. Rol de los laicos: discípulos y misioneros de Jesucristo 1) Discípulos y misioneros de Jesucristo

2) Coherencia de vida

IV. Rol de algunas instituciones:

1) Universidades Católicas

2) Asociaciones de empresarios católicos

3) Sindicatos cristianos

4) Partidos políticos de inspiración cristiana (Democracia Cristiana)

Reflexiones finales

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5  

Introducción

Quiero en primer lugar agradecer al CELAM y a la Fundación Konrad

Adenauer por invitarme a compartir con ustedes algunas reflexiones en

torno a la DSI y el modelo económico en América Latina. Subrayo la

expresión “algunas reflexiones”, pues un tema tan amplio y profundo como

este, es imposible de abordar en su totalidad en 30 minutos. En

consecuencia, es imposible desarrollar todos los aspectos mencionados en

el índice.

En segundo lugar quiero expresar que es para mí un honor y un

privilegio poder exponer este tema ante esta audiencia. Lo hago con temor

y temblor, pues no soy economista, ni experto en Doctrina Social de la

Iglesia (DSI). Sólo soy un laico, que ama a su Iglesia y se preocupa por la

realidad política, social y económica, tratando de ser fiel al mandato

evangélico desde la docencia e investigación académica (en el ámbito de la

filosofía, especialmente la ética y la antropología).

Deseo precisar, en tercer lugar, que para efectos de esta ponencia he

privilegiado el Magisterio Regional, especialmente los Documentos de

Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Pero también he utilizado

como fuente el Magisterio Universal. He incluido algunas reflexiones

personales, siempre, espero, a la luz de la DSI.

Metodológicamente he utilizado el clásico esquema del Cardenal

belga Joseph Cardijn (1882- 1967)1, utilizado posteriormente por Pío XI u

Juan XXIII, del Ver, Juzgar y Actuar.

                                                            1 Durante la Primera Guerra Mundial, Cardijn fue hecho prisionero por los alemanes; en la cárcel escribió lo que luego sería « EL MANUAL DE LA JUVENTUD TRABAJADORA, en donde propone el método: Ver, Juzgar y actuar. En 1915 formó”La Juventud Sindicalista”, junto a tres jóvenes trabajadores: Fernando Tonnet, Pablo Garcet y Santiago Meet. Durante muchos años estuvieron trabajando, formando equipos de

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Primera Parte: VER

I.- Realidad socioeconómica de América Latina en la actualidad Son muchos los índices que se deberían considerar a la hora de hacer un

análisis socioeconómico. Por razones de tiempo nos concentraremos en

dos, que me parecen tienen directa relación con el tema económico, a

saber: la pobreza y la desigualdad.

II.- ¿Estamos peor o mejor que hace 40 años? Nuestro continente en la época de:

a) Medellín (26 de agosto – 7 de septiembre de 1968) Los obispos nos decían en Medellín que “La Iglesia de América Latina,

dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente,

experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos,

actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su

Señor. La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad,

testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno

de la misión salvífica encomendada por Cristo. En 1970 había en América

Latina aproximadamente un 45% de pobres y grandes niveles de

desigualdad, especialmente en las áreas de salud, acceso a la educación,

ingresos. A ello había que sumar grandes niveles de exclusión social,

particularmente de los sectores campesino e indígenas. Tan dramática era

la situación política, social y económica de nuestro continente que nuestros

obispos denuncian la miseria que asola y “margina a grandes grupos

                                                                                                                                                                                     jóvenes trabajadores, visitando a los trabajadores, ayudando a las muchachas obreras, dándoles a conocer su dignidad humana y el respeto que debe merecer la clase trabajadora. El 21 de septiembre de 1924, realizaron el “PRIMER CONGRESO DE LA JUVENTUD OBRERA DE BELGICA”. Ahí quedó plasmada la existencia real de ese movimiento. José Cardijn fue nombrado Asesor Nacional de la Organización. En 1925 fue reconocido el movimiento con el nombre oficial de JUVENTUD OBRERA CRISTIANA (JOC). Pablo VI lo consulta y lo nombra cardenal en 1965. A su muerte el Papa dirá: “Es uno de los hombre que más han trabajado en este siglo por la Iglesia y por las almas

 

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humanos. Esta miseria como un hecho colectivo, es una injusticia que

clama al cielo”, injusticia que procede de una “violencia institucionalizada”

(Documento Final 16).

b) Puebla (27 de enero – 13 de febrero de 1979) Once años más tarde en Puebla los obispos denunciaban el escándalo de la

“creciente brecha entre ricos y pobres” y como “el lujo de unos pocos se

convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas” (Documento

Final, 28). Denunciaban además, “la situación de inhumana pobreza en que

viven millones de latinoamericanos”, considerándola como el más

“devastador y humillante flagelo” ¿Cuántos pobres había en esa época?

Según datos de la CEPALC la cifra ascendía a un 46,3% (cifra de1980). La

causa o una de las causas de la pobreza es según los obispos la aplicación

de una “economía de mercado libre” que ha “acrecentado la distancia entre

ricos y pobres”.

c) Santo Domingo (12 – 18 de octubre de 1992) Hasta la realización de la Cuarta Asamblea General del Episcopado

Latinoamericano en Santo Domingo la pobreza había aumentado a un

48,4% de pobres (dato de 1990), que en términos absolutos representan

204 millones. Afortunadamente esta cifra descendió a 43,8% en 1999,

equivalente a 215 millones de pobres. La desigualdad sigue siendo una

herida abierta en el continente.

d) Aparecida (9 – 14 de mayo de 2007) Si bien es cierto, en la época de Aparecida la pobreza había descendido a

un 34,1%, gracias al crecimiento económico impulsado por una economía

de mercado, si bien los obispos no condenan este modelo económico, nos

advertían (en la línea de las Asambleas anteriores) que “la economía liberal

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de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues

siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez

más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes

naturales”. Hay que destacar que a diferencia de las asambleas anteriores,

los obispos están frente a un nuevo escenario, a saber, la globalización:

“conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la

competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de

poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos físicos y

monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo

que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados

e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente

nuestro continente y que mantienen en la pobreza a una multitud de

personas. La pobreza hoy es pobreza de conocimiento y del uso y acceso a

nuevas tecnologías. Por eso, es necesario que los empresarios asuman su

responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la

superación de esta nueva pobreza”.

Tras Aparecida la pobreza y la desigualdad sigue disminuyendo. Según la

CEPALC el 2008 la pobreza alcanzó un 33,2%, lo que equivale a 183

millones de pobres. En 2010 descendió a un 31,4%, cifra que incluye un

12,3% de personas en estado de indigencia. En términos absolutos estamos

hablando de 177 millones de pobres, de los cuales 70 millones son

indigentes. El cálculo para el 2011 es también a la baja con un 30,4%, lo

que equivale a 174 millones de pobres. Según este mismo informe

Argentina, Brasil, Honduras, México y Perú han reducido en los {últimos

años ostensiblemente los índices de desigualdad.

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BALANCE Si nos atenemos estrictamente a las cifras de pobreza y desigualdad,

parece ser que estamos mejor que antes, y ello se debe en gran parte,

según la CEPALC al crecimiento económico proveniente de la aplicación de

un modelo de economía de mercado, principalmente impulsado por el sector

privado y, después por políticas públicas, lo cual no obsta para afirmar que

pese a este crecimiento sigue manteniéndose todavía altos niveles de

pobreza y desigualdad

III.- ¿Existe un solo modelo o varios modelos económicos en América Latina? Me parece difícil hablar de un solo modelo económico. Si podríamos afirmar

que existe una preminencia del mercado, pero este en cuanto es un

mecanismo asignador de recursos, puede organizarse de diferente modo.

Así tenemos por ejemplo una:

1) Economía de Libre Mercado / capitalismo “salvaje”

2) Economía de Mercado

3) Economía Social de Mercado

4) Economía “socialista” de mercado / colectivismo

Si consideramos a estos modelos desde la lógica puramente económica, es

decir, desde sus mecanismos, pareciera ser que no hay grandes

diferencias. La diferencia entre uno y otro sería que los partidarios de una

economía libre de mercado postulan la necesidad de tanto mercado como

posible, y tanto Estado como necesario. Los otros plantearían tanto Estado

como posible, y tanto mercado como necesario. Pero tras estas propuestas

concretas, hay un fundamento antropológico y ético muy diferente. El

fundamento antropológico de un “capitalismo salvaje” (Juan Pablo II) es la

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“creencia” de que el hombre es un ser esencialmente egoísta que actúa

siempre guiado por su propio interés, y que cada vez que logra sus fines

esta “automáticamente” cooperando al bien común, en consecuencia la

economía no requiere necesariamente de un ente regulador como el

Estado. Basta con la “mano invisible” (Smith). En una economía social de

mercado, como veremos más adelante, el hombre es un ser ambivalente.

En economía “socialista” de mercado, este es un “mal necesario”. Se parte

de la base que el hombre es un homo economicus y/o homo faber, parte de

un sistema mayor, negándole de este modo, la iniciativa privada.

Segunda Parte: JUZGAR I.- Efectos de la injusticia social: pobreza y desigualdad En nuestro continente gran parte de la pobreza y la desigualdad tiene su

causa en la injusticia social, sin embargo, se debe afirmar que no toda la

pobreza se debe a la injusticia de unos pocos hombres, en contra de

muchos. Ella también es producto del fracaso personal (alcoholismo,

drogadicción, separaciones, etc.).

¿Por qué el hombre causa un mal o daño a otros hombres, como por

ejemplo, explotándolo económicamente o simplemente no dándole lo que le

corresponde? Varias son las razones y se ubican en diferentes niveles

1) Teológicas: Me limitaré a exponer sucintamente las causas, pues parto de la base

que son por todos ustedes conocidas.

a) La naturaleza caída del hombre. Sabemos que por causa del

pecado original el hombre no sólo es expulsado del paraíso, sino

además, pierde los dones preternaturales. Por su libertad es capaz de

hacer el mal.

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b) El bien y el mal van de la mano. Parábola del trigo y la cizaña (San Mateo 40, 13-24). Sabemos también que el bien y el mal van de

la mano y sólo al fin de los tiempos podrás ser separados, con el

triunfo del bien. En clave filosófica es lo que Maritain llamaba la “ley

del doble progreso contrario” (Filosofía de la Historia). c) Dios, aunque nunca es causa del mal, lo permite

Si la persona humana es el agente de la historia, pero ésta, no se hace en

cierto sentido, sin Dios, ¿no deberíamos pensar que Dios es también la causa

del mal? El mal no es ni querido ni causado por Dios. Él es totalmente

inocente, pues aunque conoce el mal, no lo causa. “La certeza fundamental,

la roca inconmovible a la cual debemos aferrarnos en esta cuestión del mal

moral, es la inocencia absoluta de Dios”2. Siguiendo la doctrina del Aquinate

Jacques Maritain afirma: a) Dios no es causa y bajo ningún respecto, ni

directa ni indirectamente del mal moral3; b) la causa primera de la falta de

gracia viene de nosotros4. Dios no puede ser causa del mal porque el mal es

ausencia de bien, privación de ser, el mal es “una nada que corroe el ser.

Cuando razonamos en la línea del mal, razonamos en la línea del no ser,

porque el mal no es ser, el es solamente vacío o carencia de ser, negación y

privación”5

Dios no es causa del mal moral, pero lo conoce debido a su conocimiento

divino (ciencia de visión)6. ¿Por qué Dios permite el mal? Según el mismo

Maritain esta es una de las preguntas más difíciles de resolver. Para nuestro

autor el problema del mal ha ido adquiriendo una importancia creciente en la

conciencia humana, primeramente porque “la conciencia del hombre se ha ido

                                                            2 Dieu et le permission du mal, DDB, parís, 1963, pág. 11.  3 Deus nullo modo est causa pecatti, neque directe, neque indirecte. Véase también, Suma de Teología, I-II, 79, I.  4 Defectus gratiae prima causa est ex nobis 5 Véase Dieu et la permission du mal, ref. Dada, pág. 16.  6 Véase la crítica a Lautremont quien afirma que Dios no conoce el mal. 

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haciendo cada vez más sensible a la dignidad de la persona humana y a los

ultrajes que le infiere el mal. El segundo factor es que, simultáneamente con

ese sentido más vivo de la dignidad humana, el hombre ha ido descubriendo

cada vez con más claridad, tanto en profundidad como en extensión, las

dimensiones del mal, de la injusticia, de la crueldad, de toda clase de

crímenes presentes en la historia”7 A medida que se ha ido desarrollando este

proceso, “el problema del mal ha ido adquiriendo una importancia cada vez

más trágica para la conciencia humana”8 Si esto es así, ¿entonces, por qué

Dios lo permite? Una primera razón se explica por la disimetría entre el bien y

el mal, que en pocas palabras “consiste en que todo lo que concierne a la

línea del bien se plantea en términos de ser; mientras que todo lo que

concierne a la línea del mal, todo lo que concierne a la línea del mal como tal

se plantea en términos de no-ser, de nada o de anonadación”9 Otra razón es

que Dios permite el mal, pues del mal siempre se puede sacar el bien10. En

este sentido, nos dice, además, que “no se puede condenar la historia. Sería

tan poco sensato de parte de un cristiano el condenar los tiempos modernos,

como de parte de los racionalistas (que no se privan de hacerlo) condenar la

edad media. Un principio espiritual erróneo da frutos inevitables: hay que

revelar ese principio, confesar esas pérdidas (…). Hay, unidas a males

verdaderos, adquisiciones humanas que tienen un valor sagrado, puesto que

se producen dependientemente del gobierno providencial: hay que reconocer

esas ganancias”11.

Una tercera razón es que Dios respeta la libertad de la criatura. Una vez

fijado el plan divino desde la eternidad, este es inmutable. Pero no queda

fijado así no más, sino que tiene en cuenta la libre caída del hombre, que Dios

                                                            7 Ibid., ref. dada, pág. 11 8 Ibid, pág. 11  9 Breve tratado acerca de la existencia y lo existente, DDB, París, 1949, pág. 113. 10 Véase Humanismo Integral (1936), Carlos Lohle, Buenos Aires, 1960 Pág. 102 11 Jacques Maritain, Religión y Cultura, Editorial del Pacífico, Santiago 1975, pág. 101. 

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contempla en su eternidad. De este modo, el hombre entra en el plan eterno,

no para modificarlo, pues esto sería absurdo, sino que entra por su facultad

de decir no.

2) Filosóficas

Antropológicas: a) Visión sesgada del hombre: homo faber, homo economicus, ser esencialmente egoísta. Una de las razones por la cual un hombre es

capaz de negarle a otro lo que en propiedad le corresponde emana de una

visión sesgada de su naturaleza, ya sea porque se le considera un mero

homo faber, es decir, una parte al servicio del todo (el sistema o el Estado),

o un homo economicus, o sea un ser productor: tanto produces, tanto vales.

De este modo, en ambos casos, el hombre es un objeto y no un sujeto del

trabajo y/o de la economía. Juan Pablo II fue muy claro en denunciar el error

antropológico que reduce al hombre a su aspecto material cuando afirma

que “no podemos olvidar que la historia reciente ha mostrado que cuando,

al amparo de ciertas ideologías, se niegan la verdad sobre Dios y la verdad

sobre el hombre, se hace imposible construir una sociedad de rostro

humano. Con la caída de los regímenes del llamado "socialismo real" en

Europa oriental cabe esperar que también en este continente se saquen las

deducciones pertinentes en relación con el valor efímero de tales ideologías.

La crisis del colectivismo marxista no ha tenido sólo raíces económicas,

como he puesto de relieve en la Encíclica Centesimus annus (n. 41), pues la

verdad sobre el hombre está íntima y necesariamente ligada a la verdad

sobre Dios”. (Discurso Inaugural de Juan Pablo II, Santo Domingo, 11).

En la mencionada Centesimus annus el pontífice afirma que “el error

fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Efectivamente

considera a todo el hombre como un simple elemento y una molécula del

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organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al

funcionamiento del mecanismo económico-social” (N° 13).

La naturaleza esencialmente egoísta del hombre la encontramos en la

famosa cita de Adam Smith: “It is not from the benevolence of the butcher

the brewer, or the baker that we expect our dinner, but from their regard to

their own interest. We address ourselves, not to their humanity, but to their

self-love, and never talk to them of our own necessities, but of their

advantages12 (La Riqueza de las Naciones, Capítulo 2, 1776)

b) Ambivalencia: hacer el bien y el mal indistintamente El hombre posee virtudes y defectos, fortalezas y debilidades. Nuestra

naturaleza nos inclina al bien, pero podemos hacer el mal. Dado nuestro

carácter ambivalente podemos proceder en el ámbito económico guiados

por el egoísmo, pero también por la solidaridad. La economía social de

mercado, por ejemplo, reconoce esta condición ambivalente. Al incorporar

en su estructura las imperfecciones y debilidades humanas considera como

propio de nuestra naturaleza el afán desmedido de lucro y el egoísmo.

Para evitar las nefastas consecuencias de este proceder, si bien no puede

evitarlo, si intenta limitarlo asignándole al Estado el rol de controlar, corregir

y ordenar el quehacer económico. Pero una tal economía también considera

que se puede corromper el quehacer estatal. En política también se puede

promover "lo malo" y evitar "lo bueno", lesionando gravemente el Bien

Común. De este modo al mismo tiempo que se afirma la necesidad del

Estado de Derecho y el Estado Social, se demarcan sus límites.

                                                            12 “No de la benevolencia del carnicero, del cervecero, del panadero, sino de sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad, sino apelamos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas”) (“No de la benevolencia del carnicero, del cervecero, del panadero, sino de sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad, sino apelamos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas” 

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d) libre albedrío

Privilegio la expresión “libre albedrío” para distinguirla de “libertad”. Juan

XXIII, distinguía entre ambas. El hombre es capaz de hacer el mal porque

posee libre albedrío, es decir, la capacidad de elegir entre diferentes

alternativas o la posibilidad de autopdeterminarse, vale decir, ser él el dueño

de sus actos. El libre albedrío, no garantiza, sin embargo, el actuar bien.

Cuando la voluntad no se deja guiar por el bien que le presenta la

inteligencia, puede tomar malas decisiones. En la perspectiva de Juan XXIII,

la libertad no sólo es ausencia de coacción, sino la facultad humana de legir

bien entre diferentes bienes.

e) El hombre se equivoca: conciencia laxa, errónea, imprudencia Juan Pablo II denuncia sin ambages nuestra época marcada por una

conciencia autopoeitica o “creadora”, es decir, que ella se convierte en sí

misma en la medida del actuar. Ante la radicalización subjetivista del juicio

moral (veritatis splendor 32) basta a la persona actuar en conciencia, es

decir, en coherencia con sus principios, que naturalmente pueden ser

falsos. Esta actitud desemboca en una crisis en torno a la verdad (idem).

Éticas:

a) La codicia Milton Friedman el más insigne representante de la escuela de Chicago se

preguntaba: “¿Qué tipo de sociedad no está basada en la codicia? El

problema de las organizaciones sociales es como estructurar un sistema

bajo el cual la codicia hará el menor daño posible; el capitalismo es ese

sistema.” (Entrevista con Phil Donahue 1979). Friedman propone un sistema

legal que limite lo menos posible la codicia. En virtud de ello, “el único deber

social de las empresas es generar ganancias” (The social Responsibility of

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business is to increase its Profits, New York Times Magazine 1970). La tan

mentada responsabilidad social de la empresa, es para este economista un

sin sentido13.

b) Mentalidad economicista

Los Obispos en Aparecida hacen referencia a esta mentalidad

economicista, y/o sobrevaloración del “mercado” y su consiguiente

influencia en la cultura: “La ciencia y la técnica, cuando son puestas

exclusivamente al servicio del mercado, con los únicos criterios de la

eficacia, la rentabilidad y lo funcional, crean una nueva visión de la realidad.

Así se han ido introduciendo, por la utilización de los medios de

comunicación de masas, un sentido estético, una visión acerca de la

felicidad, una percepción de la realidad y hasta un lenguaje, que se quiere

imponer como una auténtica cultura” (N° 45).

Esta mentalidad economicista alcanza sus más altas cumbres en los

planteamientos del economista Gary Becker, premio nobel de economía

1992. Justamente este galardón le fue concedido por "haber extendido el

dominio del análisis microeconómico a un amplio campo del

comportamiento y la interacción humanos, incluyendo comportamientos no

mercantiles". Si antes, con Gramsci se decía que “todo es política”, hoy

tendríamos que decir con Becker, “todo es economía”. Ella se ha convertido

en una “ciencia imperialista”, según la expresión de otro premio nobel,

George Stigler (1982). Según Becker, nada escapa al ámbito de la economía,

esta especie de ciencia de la conducta humana, en cuanto ordenada a la

                                                            13 En la ya legendaria película de Oliver Stone, Wall Street, su protagonista Gordon Gekko proclama: “La cuestión es que la codicia (a falta de una palabra mejor) es buena, es necesaria y funciona (…). La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución (…). La codicia salvará no sólo a Teldar Paper, sino a esa otra empresa que va mal y se llama Estados Unidos…” ( Wall Street, 1987).  

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asignación de recursos o a la adquisición de bienes. En su conocida obra The

economics approach to human behavior afirma que ha llegado a la

convicción de que el enfoque económico es tan general que resulta

aplicable a cualquier comportamiento humano. Así el matrimonio, los hijos,

la delincuencia, el aborto, el problema de las drogas, la natalidad, la

discriminación la donación de órganos, etc., debe ser analizado y resuelto

desde este prisma. Dicho de otro modo, todos estos problemas pueden ser

solucionados si aplicamos principios económicos, como por ejemplo, el

costo y beneficio, y no de otra índole, como morales o políticos. Si llevamos

su teoría de la elección racional al ámbito del matrimonio, este no es más

que un contrato que implica costos y beneficios. Sacrificar la independencia

y asumir compromisos (psicológicos, emocionales y económicos) es uno de

los costos. El beneficio estribaría en la compañía, en el placer recibido, en la

oportunidad de especializar el trabajo en el hogar, etc. Si una vez hecho el

cálculo racional se llega a la conclusión que son mayores los costos a los

beneficios, podría ser más ventajoso para ambos establecer una relación

prematrimonial, pues esta forma de convivencia es una inversión en

información sobre ellos. Contrario sensu, si ambos maximizan sus

beneficios y minimizan los costos de esta transacción y deciden casarse y

formar una familia, ésta es según Becker una pequeña empresa (se

estructura a partir del costo-beneficio en cuanto a tiempo y dinero). Si

aumentan, por ejemplo, los ingresos de la familia, los padres invertirán más

tiempo y dinero en la educación de sus hijos. Estos, a su vez, deben ser

considerados como bienes de consumo, puesto que al igual que otras

mercancías, generan satisfacciones y poseen un precio, por ejemplo,

medido en el tiempo y en los bienes asociados a su educación. En este

análisis se puede considerar también el costo de oportunidad de la madre. A

medida que ella es más exitosa o gana más dinero, el costo de tener un hijo

es mayor. En consecuencia no convendría tener más hijos. Pero por

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ejemplo, en algunos países subdesarrollados, donde los hijos son unidades

productivas que aumentan el ingreso familiar, convendría tener hijos. El

enfoque utilitarista que subyace a esta visión es evidente. Él afirma

claramente que “todo el comportamiento humano puede considerarse como

realizado por participantes que maximizan su utilidad a partir de un conjunto

estable de preferencias”. Becker parte de la base que la racionalidad práctica es

la búsqueda interesada del propio bienestar, por lo tanto toda acción es siempre

interesada y/o egoísta. Habida cuenta de que cómo afirma Lionel Robbins (un

precursor de la elección racional), la economía “es por esencia distinta a la

ética”, pues ella “opera con hechos susceptibles de comprobación y la ética

con valoraciones y obligaciones”, la “economía es neutral respecto de los

fines, no puede pronunciar una sola palabra acerca de la validez de los

juicios finales de valor”.

Ha habido, no obstante, otro grupo de exitosos economistas y académicos

que ha creído que no todo es economía, y que ella debe estar al “servicio

de la humanidad”. Esta es la diferencia entre una economía libre de

mercado con (correcciones sociales) y una economía social de mercado.

Müller-Armack afirmó en reiteradas oportunidades que existen cosas mucho

más importantes que la economía, como la familia, la religión, la comunidad,

la ética, el Estado, lo estético, en resumen, la humanidad.

Otro rasgo de esta mentalidad economicista, se refleja en la tendencia actual de

reducir la felicidad a bienestar económico como por ejemplo los estudios de

Richard Layard14, que en palabras sencillas reflejarían que a mayor ingreso

económico, mayor nivel de “felicidad”.15

                                                            14 Véase Richard Layard, La Felicidad. Ediciones Taurus, Buenos Aires 2005. 1515 Estos mismos estudios muestran sin embargo, que a mayor nivel de ingresos, menor es el grado de satisfacción. Esta demostración es a nuestro juicio de sentido común. 

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19  

Cabe señalar que esta mentalidad economicista, o sea, medir todo en

términos económicos o de costo beneficio, sin espacio para la gratuidad,

también se ha ido apoderando de los pobres. La felicidad estaría en la

posibilidad de comprar, consumir y desechar.

Digamos a modo de colofón que, frente a las crisis económicas se debe

evitar en medida de lo posible, la tan arraigada creencia, casi un dogma, de

que las crisis económicas se solucionan con “más economía”. Desde la

economía social de mercado podemos decir, que muchas veces las crisis

económicas se superan, no con más “economía”, si no con mas humanidad.

¿Qué significa esto? Primero un profundo conocimiento del hombre, y

segundo, poner siempre a la persona humana en el centro del proceso

económico. Dicho de otro modo, hay que humanizar la economía.

c) Mentalidad liberal

La mentalidad liberal está unida con la mentalidad economicista, que no es

otra cosa que hacer de la libertad un principio supremo y exento de

cualquier norma o regulación. Ser libre es carecer de obstáculos que me

impidan hacer lo que quiera, es pura ausencia de coacción. En América

Latina se ha ido enquistando esta forma de entender la libertad. La simple

experiencia nos muestra que una libertad que no se acompaña de la verdad

y/o responsabilidad, termina en libertinaje, es decir, en el uso desordenado

de la libertad.

La mentalidad liberal se proyecta en el mundo político, al proponer un

Estado mínimo o guardián (liberalismo político). En el ámbito de lo público,

en la pretensión de sacar a Dios de la vida pública, negando toda

trascendencia (liberalismo de la razón como lo llamaba León XIII en si

encíclica Libertas, 1888). En el orden económico, se traduce en una

“economía de libre mercado” o capitalista (salvaje), que no acepta

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20  

regulaciones estatales, pues es dirigida por la famosa “mano invisible” de

Smith.

3) Económicas

En líneas generales la DSI desde León XIII en adelante viene criticando y

denunciando al marxismo y al liberalismo en sus vertientes económicas.

Benedicto XVI afirmaba en Aparecida: “tanto el capitalismo como el

marxismo prometieron encontrar el camino para la creación de estructuras

justas y afirmaron que éstas, una vez establecidas, funcionarían por sí

mismas; afirmaron que no sólo no habrían tenido necesidad de una

precedente moralidad individual, sino que ellas fomentarían la moralidad

común. Y esta promesa ideológica se ha demostrado que es falsa. Los

hechos lo ponen de manifiesto. El sistema marxista, donde ha gobernado,

no sólo ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y

ecológicas, sino también una dolorosa opresión de las almas. Y lo mismo

vemos también en Occidente, donde crece constantemente la distancia

entre pobres y ricos y se produce una inquietante degradación de la

dignidad personal con la droga, el alcohol y los sutiles espejismos de

felicidad. Las estructuras justas son, como he dicho, una condición

indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un

consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la

necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso

contra el interés personal” (Aparecida) En este contexto, la aplicación de una economía colectivista o centralmente

planificada, demuestra que este tipo de economías no genera riqueza ni

crecimiento económico, sino más bien pobreza, no sólo porque pone el

acento en la distribución o igualdad, sacrificando la libertad, sino porque

anula las potencialidades humanas, como por ejemplo, la iniciativa. Del

Page 21: "La Doctrina Social de la Iglesia frente al actual modelo de desarrollo económico en la sociedad de América Latina"

21  

mismo modo, la aplicación de un modelo económico capitalista (salvaje)

genera desigualdad.

Me parece importante distinguir entre un “capitalismo salvaje” y una

“economía de mercado”, y más aún, una “economía social de mercado”. El

juicio crítico de la DSI se dirige a una “economía libre de mercado”, al

“capitalismo liberal” que al decir de Puebla es claramente opresivo (Puebla,

N° 92), o al “capitalismo salvaje” (Centesimus annus 8), o sea, un mercado

sin límites o regulaciones, pero no al mercado en sí mismo, pues éste es

solo un mecanismo de asignación de recursos. “El libre mercado es una

institución socialmente importante por su capacidad de garantizar

resultados eficientes en la producción de bienes y servicios” (Compendio

347). Las advertencias de la DSI se dirigen a los límites del mercado. Así

queda de manifiesto, por ejemplo, en Santo Domingo: “conscientes de que

se está gestando un nuevo orden económico mundial que afecta a América

Latina y el Caribe, la Iglesia desde su perspectiva está obligada a hacer un

serio esfuerzo de discernimiento. Tenemos que preguntarnos: ¿hasta dónde

debe llegar la libertad de mercado? ¿Qué características debe tener para

que sirva al desarrollo de las grandes mayorías?” (Conclusiones 194).

Siguiendo la “Centesimus annus”, responden que “es lícita la libre actividad

de los individuos en el mercado. Esto no significa que el mercado pueda

ofrecer todos los bienes que requiere la sociedad ni que ésta pueda pagar

muchos bienes necesarios. La economía de mercado debe tener en cuenta

estos límites. Por eso las enseñanzas del Santo Padre señalan la necesidad

de acciones concretas de los poderes públicos para que la economía de

mercado no se convierta en algo absoluto a lo cual se sacrifique todo,

acentuando la desigualdad y la marginación de las grandes mayorías. No

puede haber una economía de mercado creativa y al mismo tiempo

socialmente justa, sin un sólido compromiso de toda la sociedad y sus

actores con la solidaridad a través de un marco jurídico que asegure el valor

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22  

de la persona, la honradez, el respeto a la vida y la justicia distributiva, y la

preocupación efectiva por los más pobres. (Conclusiones, 2.2.8. Nuevo

orden económico, 195). A mayor abundancia: “los ajustes económicos,

aunque puedan ser beneficiosos a largo plazo, al frenar la inflación y

estabilizar la economía, suelen producir un grave deterioro del nivel de vida

de los pobres. Por eso, el Estado está obligado en la medida de lo posible,

pero sincera y generosamente, a compensar los costos sociales de los más

pobres” (Conclusiones 196)

Como hemos dicho, una economía libre de mercado o capitalista no genera

pobreza, pero si desigualdad como un efecto natural de la aplicación de sus

principios económicos. Una economía de mercado, puede generar costos

sociales muy altos, si no se deja regular. En una genuina Economía Social

de Mercado esto no sucede, pues como lo ha demostrado la experiencia

alemana, se logra un equilibrio entre igualdad y libertad.

4) Sociales: el deterioro de la familia La disolución de la familia en América Latina es un fenómeno que va in

crescendo. Cada día más nacen hijos fuera del matrimonio, cada día más

se separan más matrimonios, cada día más existen más hogares

monoparentales. La violencia intrafamiliar es pan de cada día, las leyes de

divorcio facilitan el quiebre de los matrimonios. También observamos una

paternidad ausente. Todos estos problemas traen aparejados fenómenos de

pobreza y desigualdad. Leyes que permiten el matrimonio homosexual

también atentan contra la familia.

II. Causas de la prosperidad Preguntémonos también por la causas de la prosperidad

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23  

1) Teológicas: el hombre está llamado a trabajar la tierra, a producir y

transformar la naturaleza para ponerla a su servicio. El trabajo es de este

modo, primero medio de realización humana y luego medio de subsistencia.

Desde León XIII en adelante (Rerum novarum) la DSI viene subrayando el

carácter personal y necesario del trabajo. Desde otra perspectiva, podemos mencionar el análisis hecho por Max

Weber en su obra “La Ética Protestante o El Espíritu del Capitalismo” (Die

protestantische Ethik und der 'Geist' des Kapitalismus), en donde plantea,

aludiendo especialmente al calvinismo, que el enriquecimiento sería una

señal de predestinación a la salvación eterna. Esta idea habría sido un claro

factor de prosperidad económica.

2) Filosóficas: a) Antropológicas: inclinación natural a ser más personas (ser y

tener); iniciativa privada; inclinación natural al bien Nos dice Benedicto XVI que “es un grave error despreciar las capacidades

humanas de controlar las desviaciones del desarrollo o ignorar incluso que

el hombre tiende constitutivamente a ‘ser más’” (Caritas in veritate 14). Para

ser más, requiere de cierto tener, como por ejemplo, lo suficiente para poder

cubrir las necesidades básicas. El hombre está llamado naturalmente al

progreso como un imperativo para “hacer, conocer y tener más para ser

más” (Caritas in veritate 18)

b) éticas: amor al trabajo bien hecho

Siguiendo a Juan Pablo II en su discurso a la CEPALC en Chile en 1987

digamos que “Las causas morales de la prosperidad son bien conocidas a lo

largo de la historia. Ellas residen en una constelación de virtudes:

laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad,

ahorro, espíritu de servicio, cumplimiento de la palabra empeñada,

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24  

audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho. Ningún sistema o estructura

social puede resolver, como por arte de magia, el problema

de la pobreza al margen de estas virtudes; a la larga, tanto el diseño

como el funcionamiento de las instituciones reflejan estos hábitos

de los sujetos humanos, que se adquieren esencialmente en el proceso

educativo y conforman una auténtica cultura laboral” (N° 9). Yo agregaría a

esta lista la puntualidad.

3) Económicas: Desarrollo, crecimiento económico sostenido y sustentable / economía social de mercado

Benedicto XVI siguiendo la tradición del Magisterio nos indica que “el

desarrollo ha sido y sigue siendo un factor positivo para sacar de la miseria

a millones de personas” (Caritas in veritate 21). Aunque la DSI distingue

claramente entre desarrollo y crecimiento económico, ella tiene una visión

positiva de la economía y reconoce su importancia en la vida humana: “el

objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento

progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual

es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del

hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no

puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios.

Al contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común,

no es una condición suficiente para la realización de una auténtica felicidad

humana (Compendio 334. Véase también Pontificio Consejo Justicia y Paz,

2005). Como proponía Paulo VI la Iglesia aspira al desarrollo de “todo el

hombre y de todos los hombres” (Populorum Progressio), lo cual implica

hacer pasar al hombre de condiciones de vida menos humanas, a

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25  

condiciones más humanas (idem). Esto no se logra, sin embargo, sin

crecimiento económico.

.

4) Sociales: familias bien constituidas Así como las familias rotas o en crisis son también causa de la pobreza,

las familias bien constituidas es un factor muy importante por ejemplo en

la superación de la pobreza. En mi país se han hecho interesantes

estudios comparativos en los que se demuestra que hogares bien

constituidos salieron más rápidamente de la pobreza, que aquellos

monoparentales o con graves conductas disruptivas. No es necesario ser

sociólogo o psicólogo para darse cuenta de que en aquellos hogares

unidos por el amor es más fácil emprender tareas comunes.

III. ¿Propone la DSI algún modelo económico en particular? En múltiples documentos y encíclicas los Papas nos han señalado que la

“Iglesia no tiene modelos para proponer”, ni “soluciones técnicas que ofrecer

y no pretende ‘de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados’”

(Caritas in veritate). Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden

nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo

de todos los responsables que afronten los problemas concretos en todos

sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales que se relacionan

entre si" (centesimus annus 43). Esto no significa, sin embargo, que ella se

desentienda de la "cuestión social"; por el contrario, ofrece una gran

cantidad de orientaciones ético-sociales para la vida económica que

concuerdan con una economía social de mercado. De la independencia de

la Iglesia frente a la política, economía o cultura no se puede deducir que

ella sea neutral o que no diga absolutamente nada frente a los diversos

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26  

sistemas económicos, políticos y sociales. Ella como "Madre y Maestra"

(Juan XXIII) y "experta en humanidad" (Paulo VI) ofrece una serie de

principios éticos a fin de consagrar un recto y justo ordenamiento social y

económico. La Iglesia “tiene una misión de verdad que cumplir todo tiempo

y circunstancia a favor de la sociedad a medida del hombre, de su dignidad

y vocación” (Caritas in veritate 10)

Sin desconocer este hecho, me parece que a partir de Juan Pablo II la DSI

da un paso de mayor concreción en lo económico y nos entrega

orientaciones hacia una Economía Social de Mercado, según la experiencia

alemana.

IV. Doctrina Social de Ia Iglesia y la Economía Social de Mercado 1) Afinidades

Entre la economía social de mercado y la Doctrina Social de la Iglesia existe

gran afinidad, y por ende, este modelo no sólo constituye un sistema

aceptable para los cristianos, sino también una auténtica "opción por los

pobres". Para fundamentar esta tesis expondremos algunos principios

comunes, entre los que se cuentan, la concepción del hombre, la libertad, la

justicia social, la propiedad privada, la competencia económica y el

principio de subsidiariedad. Es menester sin embargo, exponer antes los

rasgos esenciales de la economía social de mercado, para poder apreciar

en su justa medida la citada afinidad.

El origen de la economía social de mercado y la Doctrina Social de la Iglesia

es similar, si se considera que ambas constituyen una respuesta a los

problemas de su tiempo. Primero fue la crítica al paleoliberalismo, después

la prosecución de objetivos éticos, y en tercer lugar la justicia social como

meta de la economía. Se debe poner de manifiesto que aunque los padres

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27  

de la economía social de mercado, Alfred Müller-Armack, Ludwig Erhard,

Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow, Franz Böhm, Walter Eucken, no eran

católicos sino evangélicos encontramos en sus escritos referencias

implícitas, y en algunos casos explícitas a la Doctrina Social de la Iglesia.

Así por ejemplo Müller-Armack enuncia: "nosotros tenemos en la última

década una gran cantidad de intentos que desarrollan normas para nuestra

vida en sociedad proveniente del ámbito protestante como de la Iglesia

Católica. Menciono aquí el documento publicado por el Consejo de la Iglesia

Evangélica `la cuestión de la propiedad en la responsabilidad social', y la

más reciente Encíclica del Papa `Mater et magistra'". Más aún, reconoce el

aporte que implica para la sociedad los principios de la Doctrina Social

Católica. Anton Rauscher por su parte señala que la "economía social de

mercado, como se desarrolló en la República Federal de Alemania, coincide

con la Doctrina Social de la Iglesia"16. A mayor abundancia, en la Revista

ORDO (la "Biblia" de los representantes de la economía social de mercado)

encontramos también algunas referencias explícitas a la Doctrina Social de

la Iglesia. En este contexto, afirma Wilhem Röpke que la Iglesia católica “ha

puesto los fundamentos sobre los que ha crecido la cultura occidental y ha

enseñado ciertos principios, que si se dejan de cumplir rebajan esta

cultura”17. Y agrega que «es necesario destacar, a partir de Mater et

magistra el estrecho parentesco entre los lineamientos que entrega la

encíclica y el mundo ideal que proponen los ‘neoliberales’”18.

Veamos ahora las afinidades

1.- LA CONCEPCION DEL HOMBRE.

                                                            16 Véase Anton Rauscher, Gibt es für die Soziale Marktwirtschaft eine Zukunft? En: Die Kirche und die Welt (La Iglesia y el mundo), Tomo II, Würzburg, 1988 17 W. Röpke, «Die Enzyklika ‘Mater et Magistra’ in marktwirtschaftlicher Sicht» (La encíclica Mater et magistra desde la perspectiva económica), en Walter Hoch, (ed.), Wilhelm Röpke, Wort und Wirkung, ref. dada, pág. 310.  18 Ibidem, pág. 316. 

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28  

Un aspecto clave para la valoración de un sistema económico es la

concepción del hombre que subyace a este modelo. De esta concepción

derivan principios sociales, éticos, políticos y económicos que aportan

criterios suficientes para la organización de la sociedad. En una economía

social de mercado el hombre es, para decirlo con una formula ya conocida,

"autor, centro y fin de toda la vida económica". Uno de sus rasgos

esenciales es su sólida base antropológica. Ella se sustenta en una visión

del hombre en cuanto persona, es decir la dignidad humana es el criterio

fundamental por el cual se miden las relaciones económicas. En última

instancia ella sirve valores supraeconómicos. Alexander Rüstow sostiene:

"nosotros somos de la opinión de que existen interminables cosas que son

más importantes que la economía: familia, comunidad, estado, todas las

formas de integración social de la humanidad, además de lo religioso, lo

ético, lo estético, en pocas palabras lo humano, lo cultural. Todos estos

grandes sectores de lo humano son más importantes que la economía", o

para decirlo con Müller-Armack: "la medida de la economía es el hombre. La

medida del hombre es su relación con Dios". Por último cabe destacar que

esta visión realista del hombre, hace que se rechace cualquier ideología,

basada en una imagen desfigurada o simplemente falsa del hombre, como

por ejemplo el marxismo.

2.- LA LIBERTAD.

La libertad se encuentra en el centro de la Doctrina Social de la Iglesia

como de la economía social de mercado. Ambas consideran la libertad

como un aspecto esencial del hombre. La relación entre libertad y

economía fue un tema de permanente reflexión para sus representantes,

como evidencia esta cita de Erhard: "para mi la libertad es un todo e

indivisible. Desde mi punto de vista la libertad política, la libertad económica

y la libertad humana representan una compleja unidad. No es posible

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29  

arrancar una parte sin derrumbar la totalidad". Se puede afirmar que La

economía social de mercado es una economía de la libertad, porque ofrece

la posibilidad a los individuos de emprender sus propias actividades y

empresas. "Los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia

y sus premisas antropológicas prejuzgan un orden económico libre". Sin

embargo, a la vez que se garantiza la libertad, se la limita. El hombre a

través de su libertad debe utilizar sus capacidades en la prosecución de sus

fines, pero esto no puede ser a costa de los demás. Su libertad se acaba

entonces allí donde comienza la del otro.

3.- LA JUSTICIA SOCIAL.

La justicia social es un principio central en la economía social de mercado.

Para sus representantes el mercado y el ámbito social son inseparables.

Ambos planos deben estar totalmente integrados, esto significa tomar todas

las medidas tendientes a la mantención, ensanchamiento y profundización

de la justicia social. El Estado tiene un importante rol en la política

económica y social, por lo tanto, tiene el deber de garantizar la justicia

social, la que bajo esta perspectiva significa no sólo una justa distribución

de la riqueza, sino que cubre un horizonte mucho más amplio. El Estado

debe repartir en la misma forma tanto los derechos como las obligaciones,

que él a sus ciudadanos concede o bien respectivamente exige.

4.- LA COMPETENCIA ECONOMICA.

El Magisterio Social de la Iglesia considera la competencia económica, en

razón de la primacía de la iniciativa privada frente a la intervención estatal,

como un importante e irremplazable instrumento de la economía. No

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30  

obstante advierte que ella no puede ser aceptada como único instrumento

de las relaciones económicas. En atención a este punto previene contra la

competencia desenfrenada. Se reconoce además sus consecuencias

positivas y se previene ante las peligrosas consecuencias de su eliminación.

Las consecuencias positivas de la competencia consisten en la promoción

del desarrollo y en la recompensa del esfuerzo humano. Frente a las

amargas experiencias del dirigismo económico durante el nacional

socialismo, los representantes de la economía social de mercado ponen

especial énfasis en el rol de la competencia. Ella puede operar realmente

sólo si se cuenta con un orden económico que la asegure, pero a su vez

que la limite. De este modo la competencia es una condición esencial para

su funcionamiento, correspondiéndole principalmente la función de impedir

la concentración del poder económico. Ella por si sola no es suficiente, por

ello el Estado debe adoptar medidas que tiendan a su protección y control

de su realización, como por ejemplo en la República Federal Alemana, la

"Ley contra la restricción de la competencia" aprobada el 27.7. 1957. De

este modo el Estado no puede renunciar a promover una activa política de

competencia. Anton Rauscher afirma que entre el "neoliberalismo de

Eucken y las afirmaciones sobre la competencia en la encíclica

Quadragesimo Anno 1931 hay sorprendentes paralelos".

5.- LA PROPIEDAD PRIVADA.

Una economía social de mercado no puede funcionar sin el reconocimiento

de la propiedad privada. El Magisterio Social de la Iglesia ha reconocido

siempre el derecho a la propiedad privada, pues constituye un derecho

natural, que garantiza la libertad y el desarrollo del hombre en la sociedad.

La ética de la propiedad en la Doctrina Social de la Iglesia se compone de

dos polos, a saber: el derecho a la propiedad como un derecho natural y el

destino universal de los bienes. La mejor forma de garantizar el destino

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universal de los bienes es a través de la propiedad privada. Los

representantes de la economía social de mercado acentúan

particularmente el primer polo, es decir el derecho a la propiedad, pero no

hacen referencia específica al destino universal de los bienes. Sin embargo

admiten que la propiedad privada no se encuentra en oposición con el

destino universal de los bienes, y reconocen que sobre ella grava una

"hipoteca social".

6.- EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD.

Entre los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia cabe

mencionar el principio de subsidiariedad. Tanto la economía social de

mercado como el Magisterio de la Iglesia afirman claramente que la libertad

en la sociedad se encuentra en peligro si ésta carece de dicho principio. Allí

donde el principio de subsidiariedad no determina la estructura de la

sociedad, se pone en peligro la dignidad humana, y la sociedad corre el

peligro de convertirse en totalitaria. Este principio constituye un principio

democrático, contra las pretensiones totalitarias. En su clásica definición en

Quadragesimo anno 79, el Papa dirige su mensaje contra las concepciones

totalitarias y colectivistas. Una economía social de mercado no se concibe,

si no es en un orden de libertad, pues en un sistema carente de libertad,

donde no se tiene opción de elegir entre diferentes alternativas políticas, se

posee sólo escasas posibilidades de decidir en el plano económico. No hay

economía social de mercado sin democracia.

2) Algunos juicios del Magisterio Universal sobre una ESM a) Juan Pablo II

En las encíclicas sociales no encontramos referencias explícitas sobre ella.

La única alusión expresa que conocemos hasta el momento se encuentra

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32  

en la alocución del Papa Juan Pablo II con ocasión de la presentación de

credenciales del nuevo embajador alemán ante la Santa Sede, Hans

Joachim Hallier, el 8 de Noviembre de 1990. En su alocución el Santo Padre

destacó el éxito de este sistema económico, que ante todo se construyó

teniendo en cuenta a los sectores más débiles. En Centesimus annus

encontramos una alusión implícita: "en algunos países y bajo ciertos

aspectos, después de las destrucciones de la guerra, se asiste a un

esfuerzo positivo por reconstruir, una sociedad democrática inspirada en la

justicia social, que priva al comunismo de su potencial revolucionario,

constituido por muchedumbres explotadas y oprimidas. Estas iniciativas

tratan, en general, de mantener los mecanismos de libre mercado,

asegurando, mediante la estabilidad monetaria y la seguridad de las

relaciones sociales, las condiciones para un crecimiento estable y sano,

dentro del cual los hombres, gracias a su trabajo, puedan construirse un

futuro mejor para si y para sus hijos. Al mismo tiempo se trata de evitar que

los mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la vida

social y tienden a someterlos a un control público que haga valer el principio

del destino común de los bienes de la tierra" (19).

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Chile en Abril de 1987 afirmó frente a

los representantes del mundo económico en la CEPALC que "!los pobres no

pueden esperar!", es decir aquellos seres que padecen una "pobreza y

marginalidad indescriptiblemente concretas". Nos invitó además a descubrir

"tras el lenguaje conciso de cifras y estadísticas, el rostro viviente y doloroso

de cada persona, de cada ser humano indigente y marginado".

Recordándonos la opción preferencial por los pobres exhortó a superar el

"drama de la extrema pobreza". Este enorme desafío moral debe traducir

en el plano económico en una práctica efectiva de la solidaridad, porque

aquellos "que nada tienen no pueden aguardar una especie de rebalse de

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prosperidad generalizada de la sociedad". "!Sed solidarios por encima de

todo!", agregó el Santo Padre, y de este modo exhortó una vez más a

construir una "economía de la solidaridad", es decir un orden económico en

donde el hombre sea el sujeto y fin de la economía. En efecto, Juan Pablo II

en numerosas ocasiones utilizó la expresión economía de la solidaridad.

Ahora bien, cuando se lee lo que ella implica, estamos en presencia de un

modelo de economía social de mercado.

En virtud de lo expuesto, podemos afirmar que la Doctrina Social de la

Iglesia acepta una economía social de mercado. Con esto no estoy diciendo

que sea el único modelo compatible con ella. Cualquier ordenamiento

económico que contenga en su estructura los principios fundamentales que

la consagran como una economía al servicio del hombre puede ser

considerado como un modelo aceptable, lo cual tampoco implica que el

cristiano deba aceptar o sentirse satisfecho con cualquier modelo

económico. Siguiendo a Walter Friedberger podemos decir que la economía

social de mercado es la que se encuentra más cercana a la Doctrina Social

de la Iglesia.

b) Benedicto XVI

Benedicto XVI sigue el surco labrado por su predecesor. En Caritas in

veritate encontramos claras alusiones a una economía social de mercado,

cuando alude a la economía, al rol del mercado de la justicia, etc.

Tercera Parte: ACTUAR

I. Necesidad de conocer, promover, profundizar y aplicar la DSI

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34  

Se preguntaba Benedicto XVI en Aparecida: “¿Cómo puede contribuir la

Iglesia a la solución de los urgentes problemas sociales y políticos, y

responder al gran desafío de la pobreza y de la miseria?” (Aparecida)

Ella puede contribuir a través de la aplicación de la Doctrina Social de la

Iglesia que “constituye una invaluable riqueza, que ha animado el testimonio

y la acción solidaria de los laicos y laicas, quienes se interesan cada vez

más por su formación teológica, como verdaderos misioneros de la caridad,

y se esfuerzan por transformar de manera efectiva el mundo según Cristo.

Innumerables iniciativas laicales en el ámbito social, cultural, económico y

político, hoy se dejan inspirar en los principios permanentes, en los criterios

de juicio y en las directrices de acción provenientes de la Doctrina Social de

la Iglesia” (Aparecida N° 99, f). Pero para ello es menester primero conocer

la DSI. Son muchas las ocasiones en que los pontífices han llamado la

atención sobre la necesidad de conocer y estudiar con seriedad la DSI (cfr.

discurso inaugural de Puebla) y de la “urgencia de sensibilizar a los fieles”

en el conocimiento y aplicación de la DSI.

Nuestro continente requiere de laicos comprometidos que desde sus

propias actividades (políticos, economistas, empresarios, académicos,

gobernantes) propongan soluciones a la luz de la DSI, pero insistimos una

vez más, ello no será posible si no se posee un profundo conocimiento de la

DSI y la más íntima convicción de la necesidad de aplicar sus principios.

Dicha necesidad fue embrionariamente planteada ya en la primera

asamblea de Obispos realizada en Rio de Janeiro en 1955.

1.- ¿Necesita la Iglesia recurrir a sistemas o ideologías para responder a su vocación de amor por los más pobres y necesitados? Juan Pablo II nos recordaba en su discurso inaugural de Puebla que la

Iglesia “no necesita pues recurrir a sistemas e ideologías para amar,

defender y colaborar en la liberación del hombre (III, 2). En este mismo

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35  

sentido Benedicto XVI nos dice que “la doctrina social de la Iglesia responde

a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es ‘caritas in veritate in re

social, anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad’” (Caritas N°

6). En síntesis, la Iglesia no necesita ni del marxismo, aún en sus versiones

más “edulcoradas”, ni del liberalismo o neoliberalismo para cooperar en la

superación de la pobreza y la desigualdad. Tampoco requiere del

ecologismo o ecología profunda (cfr. Juan Pablo II, Evangelium vitae y

Benedicto XVI, Caritas in veritate 48).

II.- Rol del clero La Gaudium et spes nos recuerda en su famoso número 42 que “la misión

propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o

social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta

misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden

servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley

divina. Más aún, donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y

de lugar, la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho, debe crear, obras

al servicio de todos, particularmente de los necesitados, como son, por

ejemplo, las obras de misericordia u otras semejantes”. Los obispos en

cuanto “maestros de la Verdad”, la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre

la misión de la Iglesia y verdad sobre el hombre, como nos lo recuerda Juan

pablo II en sus discurso inaugural de Puebla, deben preocuparse por todo el

hombre y todos los hombres, aunque con un amor de predilección por los

más pobres.

1) Privilegiar el anuncio por sobre la denuncia Acá quisiera hacerme cargo de una crítica que viene desde fuera y

generalmente de sectores hostiles a la Iglesia. Se nos dice que la DSI tiene

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un tono quejumbroso, que (casi) siempre ve la parte negativa y no reconoce

lo positivo. Su tono pastoral es más bien pesimista.

Si bien, formalmente hablando el anuncio está por sobre la denuncia,

pareciera ser que materialmente considerada, la denuncia es mayor que el

anuncio, como por ejemplo lo advertimos en el documento final de Puebla.

Las “alegrías” van del número 17 al 26, y las “angustias” del 27 al 50.

2) “Acercamiento” y/o acompañamiento permanente al mundo empresarial (político, económico, académico)

La relación entre la Iglesia y los empresarios ha sido compleja y llena de

desencuentros. A partir de Marx el empresario es estigmatizado como un

ave de rapiña, que sólo busca el lucro y explota a sus trabajadores. La

Iglesia en cierta medida también ha compartido esta visión. La prudencia y

la justicia muestran la necesidad de orientar a los empresarios, y de es

modo, cooperar a la humanización de la economía. Ello es posible.

Benedicto XVI nos dice: “La doctrina social de la Iglesia sostiene que se

pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de

sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad

económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico

no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una

actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser

articulada e institucionalizada éticamente”.

3) Seguir poniendo el acento en la persona y no en las “estructuras”. No existe pecado social, si no hay primero un pecado personal. El mercado

en sí mismo no es cruel. Crueles son aquellos que aprovechan este

mecanismo para lucrar injustamente o explotar a los más necesitados. Es

decir, el mal no está en las estructuras, sino en el corazón del hombre.

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En este sentido nos dice la exhortación apostólica ecclesia in America

(1999) que “como los pecados y las virtudes sociales no existen en

abstracto, sino que son el resultado de actos personales, es necesario tener

presente que América es hoy una realidad compleja, fruto de las tendencias

y modos de proceder de los hombres y mujeres que lo habitan” (13)

Desde Paulo VI en adelante, la DSI viene insistiendo que las causas del

subdesarrollo no son principalmente materiales o económicas, sino más

bien éticas, y precisamente una de ellas es la falta de solidaridad. Para

decirlo con Paulo VI una de las causas es “la falta de fraternidad entre los

hombres y entre los pueblos” (Populorum progressio N° 66).

En este contexto, nos parece importante seguir poniendo el énfasis en la

persona del pobre, que no es sólo el pobre material. Este último no sólo

carece de bienes materiales, sino además, de bienes espirituales como la

amistad. Según cifras del Programa de las naciones Unidas para el

Desarrollo (PNUD) en mi país el 42% de los pobres se sienten solos.

Según un informe del PNUD (2011) en Chile “no sólo las capacidades

materiales o tradicionalmente atendidas (como necesidades básicas y

salud) están mal distribuidas, también lo están las que pueden considerarse

no materiales (como vínculos y proyecto de vida). Ello puede verse, por

ejemplo, en la distribución, según estratos socioeconómicos, de la

percepción de soledad y la definición personal de metas y proyectos de

vida”.

En consecuencia, los más pobres en Chile no sólo cuentan con menos

recursos materiales, sino que además presentan mayores niveles de

soledad, menor calidad y cantidad de relaciones sociales y menores

posibilidades de forjar un proyecto de vida que los haga felices. Por

ejemplo, frente a la afirmación “frecuentemente me siento solo”, el 14% del

grupo ABC1 (los más ricos) respondió afirmativamente, mientras que en el

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grupo E (los más pobres) este porcentaje fue 3 veces más elevado,

alcanzando un 42%. Los más pobres en mi país no sólo son más pobres

materialmente, sino que son más pobres emocionalmente. Es la nueva cara

de la desigualdad.

III.- Rol de los laicos: discípulos y misioneros de Jesucristo ¿Por qué en un continente con cerca de un 80% de católicos19, entre ellos

presidentes de la república, políticos, economistas, académicos,

empresarios, etc., subsiste todavía tanta injusticia social. ¿Tenemos alguna

cuota de responsabilidad en esta situación? Ciertamente que sí. Juan pablo

II constataba amargamente: “Sin embargo se comprueba que la mayor parte

de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a

la Iglesia. Se sienten católicos, pero no Iglesia. Pocos asumen los valores

cristianos como un elemento de su identidad cultural y por lo tanto no

sienten la necesidad de un compromiso eclesial y evangelizador. Como

consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la

ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no

son guiados por criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se

                                                            

19 La mayor parte de la población de América Latina se considera católica en mayor o menor grado, (exceptuando Cuba, en donde el catolicismo se extiende a poco más de la mitad de la población). El país con mayor cantidad de católicos en el mundo es Brasil (139,5 millones).

Los países con mayor número de católicos de América Latina, de mayor a menor porcentaje, son los siguientes: Brasil, Colombia, Paraguay, México, Argentina, Venezuela, Ecuador, Puerto Rico, El Salvador, Chile, Costa Rica, Perú, Bolivia.

 

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da entre la fe que dicen profesar y el compromiso real en la vida” (Juan

pablo II, cf. DP 783) (N° 96).

IV.- Rol de algunas instituciones: 1) Universidades Católicas

Me parece que el rol de las universidades católicas en la superación de la

pobreza y la desigualdad no se ha valorado lo suficiente. De ellas egresan

cientos de estudiantes que directamente o indirectamente influyen en el

desarrollo del país.

¿Cuál es la formación que se les está dando a los futuros economistas,

empresarios o gerentes de empresa? ¿Se les imparte durante su carrera

ramos de teología y filosofía o DSI, como nos pide la ex corde eclessiae.

Hice un estudio muy artesanal y revise las mallas curriculares de 1520

universidades católicas de Latinoamérica. Revisé si se les impartía en las

carreras económicas asignaturas de filosofía, como ética o antropología. De

las 15, sólo 6 impartían ramos de antropología, y 3 no impartían ramos de

ética.

2) Asociaciones de empresarios católicos En muchos de nuestros países existen asociaciones de empresarios

católicos y/o cristianos, que inspirados en la DSI, se preocupan por la

justicia social. ¿Por qué esta preocupación no se advierte tan claramente

en la práctica?

3) Sindicatos cristianos

                                                            20 Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panama, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.  

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¿Qué pasa con los sindicatos católicos o de inspiración cristiana? ¿Cuál es

su presencia hoy en día a nivel sindical? ¿Qué pasa con la DSI a nivel de

los trabajadores? ¿Por qué existe un predominio del sindicalismo de

izquierda?

Hay que revitalizar los sindicatos cristianos como lo plantea Benedicto XVI

en caritas in veritate N° 25.

4) Partidos Políticos de inspiración cristiana (Democracia Cristiana) Al igual que con los sindicatos de inspiración cristiana cabe preguntarse qué

ha pasado con los partidos políticos de inspiración cristiana. ¿Por qué han

perdido fuerza e incluso credibilidad en nuestro continente? ¿Qué tan fieles

han sido al Magisterio de la Iglesia Católica, no sólo en materias

económicas, políticas o sociales, sino también en aquellas llamadas

“valóricas”?

Reflexiones finales Tratando de responder “telegráficamente” a la pregunta planteada

implícitamente en el título de esta ponencia, a saber, ¿cuál es la actitud de

la DSI frente al o los modelo económicos en América Latina?, respondemos

con Juan Pablo II: “Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir

quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el

capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que

tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo

que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la

vía del verdadero progreso económico y civil?

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La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un

sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la

empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente

responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad

humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva,

aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa»,

«economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por

«capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito

económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga

al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular

dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la

respuesta es absolutamente negativa.

La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo

fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer

Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los

países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz

de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran

miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países

elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada

y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más,

existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista,

que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera

condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía

su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado” (N°42).

Avanzando a un nivel de mayor concreción, la DSI ofrece claras

orientaciones que se enmarcan dentro de una ESM. Si bien esta, no es un

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orden económico católico, y tampoco es susceptible de ser identificada con

la Doctrina Social de la Iglesia, no se puede desconocer como ya hemos

visto, que presenta una clara afinidad con ella, es decir, cumple en gran

medida las exigencias de un sistema económico inspirado en principios

cristianos. La responsabilidad del laico cristiano no se debe limitar sólo a su

aceptación, sino que a nuestro juicio debe colaborar responsablemente a su

profundización y desarrollo. Ella constituye para el cristiano un modelo

aceptable, no sólo porque una de sus metas sea la superación de la

pobreza, sino también porque permite la creación, mantenimiento y

realización del Bien Común, a través de la exitosa combinación de justicia

social con crecimiento económico. Desde esta perspectiva la ESM,

constituye una auténtica opción por los pobres.