la cristiandad, una realidad histórica - p. alfredo sáenz, sj

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  • 8/22/2019 La Cristiandad, una realidad histrica - P. Alfredo Senz, SJ.

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    ALFREDO SENZ, S. J.El P. Alfredo Senz, S. J. (1932), argentino, obtuvo en Roma el doctorado en Teologa, vive enBuenos Aires y es profesor de teologa, conferenciante y predicador. Pero quiz es sobre todoescritor: son muchas y excelentes sus publicaciones. La Fundacin GRATIS DATE ve altamenteenriquecido su Catlogo con sus obras.

    L a Cr i s t i a n d a d , u n a r e a l id a d h i s t r i ca

    Nadie puede entender nada del presente sino aquel que conoce el pasado. Esta obra deshace

    innumerables tpicos histricos falsos y da una descripcin excelente de la Cristiandad, de laCristiandad realmente formada en la historia por obra del Espritu Santo. La historia de la Iglesia,como la de Israel y ms todava, es una historia sagrada, que solamente a la luz de la fe puedeser realmente conocida. El P. Senz nos narra en este libro esa historia con gran lucidez yelocuencia, y el prlogo del P. Carlos Biestro queda a la altura de la obra.

    ndice

    Presentacin. Prlogo.Captulo 1. Cristiandad y Edad Media. -I. Las expresiones Edad Media y Cristiandad

    -1. La Edad Media. -2. La Cristiandad. -II. Races y prolegmenos histricos de la Cristiandad

    -1. Las races greco-latinas. -2. Las invasiones brbaras. -3. El Imperio Carolingio. -4. La segundaoleada de invasiones brbaras. -5. Del Imperio Otnico al Sacro Imperio Romano Germnico.-III. Los siglos propiamente medievales. -IV. Notas caractersticas de la Cristiandad medieval.-1. Centralidad de la fe. -2. Predominio del smbolo. -3. Sociedad arquitectnica. -4. poca juvenil.

    Captulo 2. La cultura en la Cristiandad. -I. El Renacimiento Carolingio. -II. La culturapopular. -III. Las fuentes de la cultura medieval.-1. La vertiente patrstica.-2. El aporte islmico y

    judo. -IV. Los tres niveles de la enseanza.-1. La enseanza primaria.-2. La enseanza secundaria.-3. La enseanza universitaria. -V. La Escolstica.-1. El primer perodo de la Escolstica.-2. Apogeo dela Escolstica.-3. La tercera generacin escolstica.

    Captulo 3. El orden poltico de la Cristiandad.-I. El Feudalismo y los lazos de fidelidad.-1.

    La gnesis de la institucin feudal.-2. La fidelidad recproca.-3. Proteccin y vasallaje.-4. El vnculorural y la universalidad. -II. Los Reyes y el Imperio.-1. Del feudo al Reino y al Imperio.-2. Laconsagracin del rey: un acto sacramental.-3. La misin del rey.-4. Las limitaciones del poder real.-III. La autoridad espiritual y el poder temporal.-1. Jalones histricos del problema.-2. Lo sacro y loprofano. -IV. Hacia un orden internacional. -V. Dos figuras arquetpicas de reyes.-1. San Luis, rey deFrancia.-2. San Fernando, rey de Castilla y de Len.

    Captulo 4. El orden social de la Cristiandad.-I. Los que oran.-1. La Edad Media: una pocareligiosa.-2. Cinco caractersticas de la religiosidad medieval.-3. El florecer de rdenes Religiosas.-4.San Bernardo, motor inmvil del Medioevo. -II. Los que trabajan. -1. El trabajo rural.-2. El trabajoartesanal.-3. La actividad comercial. -III. Los que combaten.-1. Historia de la Caballera.-2. Lasrdenes Militares.-3. La epopeya de las Cruzadas.-4. La literatura caballeresca

    Captulo 5. El arte de la Cristiandad. -I. La catedral, un microcosmos. -1. La catedral y lanaturaleza. -2. La catedral en la ciudad. -3. La catedral y la vida cotidiana. -4. La catedral, suma deartes. -II. Los constructores de la catedral. -1. Las fuentes inspiradoras del artista medieval. -2. Laobra de todo un pueblo. -3. Variedad de estilos dentro de la unidad. -III. La arquitectura de lacatedral. -1. El romnico. -2. El gtico. -IV. La escultura de la catedral. -1. Resurreccin ydesenvolvimiento de la escultura. -2. El Speculum Maius y los grandes temas de la esculturamedieval. -V. La luz y los colores de la catedral. -VI. La msica en la catedral. -VII. El teatro a partirde la catedral. -VIII. La literatura en relacin con la catedral. -1. De la literatura en latn a laliteratura en lenguas romances. -2. Carcter popular de la literatura. -3. La figura del Dante.Escolio.La admiracin de Rodin.

    Captulo 6. La post-Cristiandad. -I. Los grandes jalones de la modernidad. -1. ElRenacimiento. -2. La Reforma. -3. La Revolucin Francesa. -4. La Revolucin Sovitica. -5. Hacia unavisin sinttica: del Renacimiento a la Revolucin Sovitica. -6. Un ltimo proyecto: El Nuevo OrdenMundial. -II. Rehacer la Cristiandad. -III. Los posibles aportes de Hispanoamrica.

    Principales libros y artculos consultados.

    http://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-default.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/presentacion-prologo.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/presentacion-prologo.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-1.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-1.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-2.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-2.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-3.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-3.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-4.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-4.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-5.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-5.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-6.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-6.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/libros-arts-consultados.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/libros-arts-consultados.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/libros-arts-consultados.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-6.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-5.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-4.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-3.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-2.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-1.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/presentacion-prologo.htmhttp://www.gratisdate.org/nuevas/cristiandad/cristiandad-default.htm
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    Hubo un tiempo en que la filosofa del Evangelio gobernaba los Estados. Entonces aquella energa propia de la sabiduracristiana, aquella su divina virtud haba compenetrado las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, impregnandotodas las clases y relaciones de la sociedad; la religin fundada por Jesucristo, colocada firmemente sobre el grado de honor yde altura que le corresponde, floreca en todas partes secundada por el agrado y adhesin de los prncipes y por la tutelar ylegtima deferencia de los magistrados; y el sacerdocio y el imperio, concordes entre s, departan con toda felicidad enamigable consorcio de voluntades e intereses. Organizada de este modo la sociedad civil, produjo bienes superiores a todaesperanza. Todava subsiste la memoria de ellos y quedar consignada en un sinnmero de monumentos histricos, ilustres eindelebles, que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podr nunca desvirtuar ni oscurecer.

    Len XIII, Immortale Dei, 1885, 28.

    Presentacin del autor

    En el ao 1991 dict un curso sobre la Cristiandad a solicitud de la Corporacin de AbogadosCatlicos. Me pareci un ofrecimiento interesante ya que si bien pululan las monografas sobre laEdad Media, apenas s se ha intentado la exposicin de una visin panormica que incluya ladiversidad de los aspectos que caracterizan a dicho perodo. Me puse, pues, a bucear en laabundantsima literatura medievalista. Y de dicha lectura brot el curso, dictado en ochoconferencias, cada una de ellas desdoblada en dos.

    Ms all de mis expectativas, el curso fue seguido por un pblico numeroso, selecto,evidentemente interesado en los distintos temas que lo jalonaban. Durante el transcurso, yespecialmente al trmino del mismo, varios de los asistentes me preguntaron si no pensaba publicarlas ponencias. Mi respuesta, reiterada una y otra vez, fue negativa, ya que pensaba no haber dichonada original, ni tratarse de un trabajo de investigacin cientfica. En las conferencias eslabonabauna cita con otra, no declarando siempre su origen, como es normal en el estilo hablado. El nicomrito, si lo hubo, lo constitua la sntesis de todo lo ledo, y el abanico de temas que posibilitaba lacomprensin de lo que fue la Weltanschauung medieval.

    Pero hubo un hecho, quizs providencial, que me hizo revisar la decisin. Con ocasin de un retiroque estaba predicando en el Monasterio de San Bernardo a las Carmelitas de Salta, fui invitado acenar con un grupo de conocidos y amigos en la quebrada de San Lorenzo. All conversamos sobretemas muy diversos, explayndonos en la situacin actual y en lo que pareca esconderse tras lasinvocaciones al Nuevo Orden Mundial. A raz de esto ltimo, una joven all presente dijo, en un

    momento dado, poco ms o menos lo siguiente: Todos los que estn preocupados por el futuro dela historia expresan sus reservas frente a lo que al parecer se pretende introducir con el NuevoOrden Mundial. Por otra parte, se sigue denigrando, tanto en las conversaciones como sobre todo enlos manuales de historia, lo que fue y lo que signific la Edad Media. No sera interesante quealguien escribiese un libro sobre dicha poca, mostrando que es posible que el Evangelio logre dehecho impregnar una sociedad? Porque si no, pareciera que la idea de una sociedad cristiana es unapura utopa.

    Entonces, en ese preciso momento, decid en mi interior escribir este libro. Porque pens que,dado que dicha joven nada saba acerca del curso que yo haba dictado en Buenos Aires, ni delpedido que los asistentes al mismo me haban dirigido, por ella me hablaba Dios. Al menos, as creentenderlo. Esta es la razn por la cual Ud., estimado lector, tiene este volumen en sus manos.

    S, eso es lo que pretend al abocarme a su redaccin: mostrar cmo es posible la refraccintemporal del Evangelio, como fue de hecho posible la realizacin de una sociedad cristiana, a pesarde todos los defectos que la mancillaron. Una sociedad donde la cultura, el orden poltico, laorganizacin social, el trabajo, la economa, la milicia, el arte, fueron alcanzados por el influjo deAquel que dijo: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Hoy estamos lejos de esemundo, pero su recuerdo no slo suscitar nuestra nostalgia sino tambin el deseo de ir tendiendo auna nueva Cristiandad, esencialmente idntica a aqulla, si bien diversa en sus expresionesexteriores, dados los cambios evidentes que la historia ha ido produciendo a lo largo de los siglos.No ser eso lo que el Papa nos quiere decir al insistir una y otra vez en la necesidad de lanzarnos auna nueva evangelizacin? O cuando exhort al mundo de nuestro tiempo a abrir de par en parlas puertas al Redentor?

    Si en algo este libro puede contribuir a ello, el intento quedar plenamente logrado.

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    Prlogo

    P. Carlos BiestroEs sabido que Dios salva al mundo suscitando hombres e inspirando obras que contradicen al

    mundo con la defensa de aquellas causas que cada poca particular tiene por perdidas: el P. AlfredoSenz hace en este libro el elogio de la Cristiandad.

    Como va contra la corriente, este fruto de una profunda inteligencia y enorme capacidad detrabajo parecer a muchos una nueva muestra de la mentalidad oscurantista, que halla ms gustoen desenterrar fsiles que en ocuparse de las cuestiones actuales o imaginar el porvenir. Y sin

    embargo, es necesario considerar el tema de la Cristiandad porque quienes hoy tienen en sus manos(hasta donde ello es posible para los simples mortales) determinar el rumbo de las naciones,procuran instaurar un Nuevo Orden Mundial que parodia al Cristocentrismo Medieval. No sabemos sital empresa tendr xito esta vez la Escritura ensea que algn da, Dios sabe cundo, laHumanidad formar un solo rebao bajo el Mal Pastor, el Anticristo pero tenemos certeza delsignificado de la mala imitacin que el Nuevo Orden Mundial hace del orden temporal vigente en lossiglos cristianos: la parodia, en este caso, significa un reconocimiento inconsciente que lo ficticiorinde a algo autntico. La meta por la cual bregaron Papas, Obispos y Reyes tiene tanta actualidadhoy como siglos atrs.

    Cristo hace nuevas todas las cosas; su virtud regeneradora puede as trasponer a un planosuperior una nocin ya conocida por los paganos: la Idea Imperial. Esta expresaba la intencin dereunir a todos los hombres por medio de la religin, la cultura y los lazos de sangre. La familia

    humana reflejara as la unidad del cosmos, que por sus armonas se mostr a la reflexin de losfilsofos como una gran ciudad. Los esfuerzos ms conocidos para concretar esta aspiracin fueronrealizados por Alejandro Magno y Augusto.

    La unificacin religiosa planteaba una grave dificultad porque la ciudad antigua tena sus propiosdioses. Para resolver este problema, los grandes adalides que se propusieron obtener el cetro delmundo hicieron obligatorio el culto de la ciudad dominadora y del Emperador. Tal es el significado deJpiter Capitolino y del endiosamiento del Csar. La Providencia quiso que Pedro confesara porprimera vez la Divinidad del Seor en Cesarea de Filipo, donde se levantaba un templo en honor dela Autoridad Romana, para poner en evidencia el abismo que media entre el verdadero Dios hechohombre y los hombres que fingen una condicin divina. Pero debemos reconocer que los paganoshaban buscado mal algo bueno. Se haban equivocado en permitir que un hombre intentara subir alos cielos y asentar su trono sobre las estrellas; mas el recuerdo brumoso de los orculos primitivoslos llev a acertar cuando cifraron la salvacin de la Humanidad en la obra de un Pastor de pueblosque uniese en s, de modo misterioso, la naturaleza de Dios y del hombre. La Idea Imperial fue,pues, un elemento ms de la preparacin evanglica que puso a disposicin de la nacientesociedad cristiana los mejores logros de la civilizacin latina, en la cual haba aparecido la Iglesia.

    Todos aquellos bienes estuvieron, sin embargo, a punto de perderse para siempre: la filosofahaba desembocado en la desesperacin de alcanzar la verdad; la cultura consista en corromper yser corrompido; y el poder romano, erigido sobre la base firme de viejas virtudes campesinas yguerreras se desmoron por obra del desenfreno. El espectculo provoc la indignada denuncia deHoracio:

    Fecundo en culpas, nuestro siglo manchaEl hogar, las estirpes y las bodas;Y de esta fuente de maldad se ensancha,Fluyendo al pueblo ya la Patria toda.

    Para probar el carcter nico del Seor, San Pablo lanza a los cuatro vientos una afirmacin quetiene la fuerza de un mazazo: Resucit!. Tambin la Cristiandad sali de un sepulcro: ella dionueva vida a los huesos secos del fracaso pagano. De tal modo, la historia confirma la enseanza dela fe: al margen de Cristo, la vida humana corre hacia la perdicin, porque es imposible para la solacreatura detener el avance inexorable de la culpa y la muerte que reinan desde la Cada Original.Slo en el Seor las personas y las sociedades pueden alcanzar la salvacin.

    Debemos considerar el talante espiritual de aquel pequeo grupo de fieles enviados por el Seorcomo ovejas entre lobos y cuyo credo se convirti en el fundamento mstico de un nuevo ordentemporal. Su enseanza tiene plena vigencia. Bien sabemos que telogos de renombre afirman queno podemos mantener la actitud ingenua de los primeros cristianos, pero no hemos avanzado tantocomo para dejar atrs al sentido comn, y se nos ocurre que si somos cristianos del ao 2000, ellose debe a que durante veinte siglos ha habido una cadena ininterrumpida de hombres y mujeres quese han tomado la molestia de creer para que tambin nosotros llegsemos a aceptar lo que fuecredo por todos, siempre, en todas partes.

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    Los paganos encontraron sorprendente la negativa de la Iglesia a aceptar cualquier forma desincretismo: nadie poda llamarse con verdad discpulo de Cristo y dar culto a los dioses de Roma.Ese atrevimiento slo poda nacer de un nimo insolente, malvado. Tcito pens que los cristianoseran la hez de la tierra. Estall la persecucin vaticinada por el Evangelio, y al cabo de tres siglos sehizo evidente que una fuerza misteriosa haba sostenido a quienes haban mostrado una voluntadabsoluta de permanecer firmes en la fe, aun a costa de la vida.

    La sangre de los inocentes expi los crmenes ancestrales, y una vez que la tierra fue purificadade sus culpas, se hizo apta para recibir la simiente de la Palabra de Dios. Ella fue sembrada por losgrandes Obispos, quienes se levantaron como atalayas del pueblo que Dios les haba confiado.

    Escrutaron la Verdad Revelada, combatieron incansablemente las herejas, consideraron los grandesproblemas de su tiempo y se esforzaron por hallar soluciones. Se entiende que esto equivala apredicar la llamada verdad peligrosa, porque la luz del Evangelio provoca la irritacin del mundo.San Ambrosio excomulg al Emperador. responsable de la masacre de Tesalnica. San JuanCrisstomo denunci a la Emperatriz como una nueva Herodas. Soport intentos de asesinato,recibi malos tratos y muri semimrtir rumbo al destierro. Pero la Palabra de Dios no quedencadenada y descubri a quienes haban aceptado recibirla la posibilidad de un nuevo orden cuyoeje es Cristo.

    Junto al Mrtir y al Obispo, la tercera figura fundacional de una vida terrena informada por elEvangelio fue el Monje. La fe ensea que el hombre ha sido creado para ver a Dios y vivir en El. Muypocos piensan seriamente en estas cosas. Quienes huyeron a los valles solitarios y rinconesapartados no cometieron tal error: dejaron todo para encontrar el Todo, la Vida, por la que todo vive

    y cuya delicia es ensimismarse en nuestras almas para hacemos participes de su Secreto. EnFrancia los arquelogos descubren restos de fundaciones monsticas cada 25 kilmetros. Franciaestaba como atrapada en una red de oraciones. Entre el siglo V y el XVII fueron fundados enEuropa 40.000 monasterios.

    Aquella oracin traspas el cielo y permiti que la creatura sintonizara con el Creador. Y sloentonces el esfuerzo por restaurar el orden perdido dej de ser estril. El Seor construy la casa yguard la ciudad. Alrededor de las Abadas se formaron caseros, que con el paso del tiempo seconvirtieron en ciudades. La regla benedictina inspir leyes e instituciones de aquellos pueblos, queaprendieron a vivir en paz. Poco a poco apareci la forma cristiana de todas las cosas. Y si eladvenimiento del Evangelio permiti descubrir que el alma es naturalmente cristiana, de igual modo,la impregnacin de la poltica, la milicia, la especulacin filosfica y teolgica, el trabajo y el arte porla fe mostr que tambin el orden temporal es naturalmente cristiano. Bien sabemos que hubo

    numerosas falencias y miserias, pero ellas se debieron ala frgil condicin humana y no sonimputables al principio rector de esa estructura. Hasta donde la sociedad fue fiel al bautismo comn,produjo bienes superiores a toda esperanza, como dej dicho Len XIII.

    La Escritura ensea que el hombre en la opulencia no comprende. Cede con facilidad a laseduccin del mundo; su mirada se enturbia por el afn de posesin y dominio. Aspira a comenzardesde s mismo. Esta mala conversin se hace patente si atendemos a aquellas mismas causas quehicieron posible el surgimiento de la Cristiandad.

    En lugar de aquella voluntad absoluta de perder todo con tal de salvar el movimiento esencial dela vida humana hacia Dios, prevaleci una actitud de instalacin en el mundo. Surgi el burgus,enemigo irreductible del modo de vida cristiano. Con frecuencia cada vez mayor, las sedesepiscopales fueron entregadas a hombres duchos en la intriga y hbiles para los negocios. La misma

    decadencia afect a la vida monstica. Un estudio sobre 236 monasterios ingleses cuya ereccin tuvolugar entre el siglo X y el XIV revela que 14 fueron fundados en el siglo X. 33 en el XI, 143 en el XII,42 en el XIII, y slo 4 (menos del 2 %) en el siglo XIV. Enrique VIII fue la espada del Cielo: el Reysifiltico y su pandilla pudieron disolver la casi totalidad de los monasterios y apoderarse de aquellastierras porque la angurria de riquezas haba ocupado el vaco creado por el desinters hacia Dios.

    Este olvido de lo nico Necesario se reflej en el ms alto saber humano, la filosofa. Guillermo deOckham sent principios que cortan el camino por el que la mente va a Dios. Segn el lamentablefranciscano, nuestros conceptos son signos arbitrarios incapaces de permitirnos conocer las cosas ensu verdad:

    Stat rosa pristina nomine

    Nomina nuda tenemus.

    No en vano esta filosofa ha sido llamada nominalismo: al igual que en el Paraso, se trata de darel nombre a las cosas. Pero esta vez el hombre no se reconoce cooperador de Dios ni intentadescubrir la verdad que el Seor ha puesto en su obra, sino que excluye al Creador e interpreta lacreacin desde s y para s. La realidad debe estar en consonancia con los esquemas elaborados para

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    explicarla. Los versos que cierran la obra ms famosa de Umberto Eco: la rosa primigenia est en elnombre, tenemos los nombres desnudos expresan la coartada de quien ha cifrado la beatitud en elPoder: si nuestros conceptos son arbitrarios, entonces el hombre es el rbitro del mundo. Ello explicauna caracterstica asombrosa de los nuevos tiempos: la primaca de la accin sobre lacontemplacin; el destierro del que ve y la potestad de ordenar confiada al que hace, es decir, elpredominio del mediocre o del necio, quienes slo pueden dar palazos de ciego e inexorablementevan a parar y conducen a los dems al hoyo.

    Desde el siglo XIV hasta el presente la ideologa nominalista ha tenido un influjo cada vez mayorsobre la religin, la poltica y las ciencias. Y ahora la Historia ha terminado, nos dice Francis

    Fukuyama, al comunicarnos graciosamente la interpretacin de La Ciudad de Dios hecha por elDepartamento de Estado. La evolucin ideolgica de la Humanidad reposa en el punto omega: lademocracia liberal ya no halla serios adversarios en nuestro planeta e ingresamos as en el estadouniversal homogneo.

    Puede ser que desde el punto de vista de la dialctica hegeliana hayamos llegado a la pacificacintotal, pero si en lugar de sumergirnos en Hegel miramos alrededor nuestro, resultar innegable queaquella atmsfera particular de Dinamarca que tan desagradable impresin produjo en el jovenHamlet es agua de rosas en comparacin con el aroma que traen las tibias brisas de esta primaverade la Historia. Porque cuando han sido superados todos los conflictos internos del sistema, seagudiza al mximo la oposicin entre el sistema y la naturaleza humana.

    El hombre de nuestro tiempo vive idiotizado por la mentira y es vctima del robo sistemticocometido por los traficantes de naciones, pero la nota que con ms claridad muestra al estadouniversal homogneo como un arrabal del Infierno es el ataque prolijo contra la vida, denunciadoentre otros por el Cardenal Ratzinger: la guerra de los poderosos contra los dbiles, que respondepor completo a la lgica del pecado.

    Y tambin resulta lgico que el Nuevo Orden Mundial proponga una religin de muerte, ofrecidacomo una mstica humanitaria cuya finalidad es expandir las fronteras de la conciencia para obtenerla autorrealizacin. El hombre de Acuario puede construir su propia trascendencia porque el Dioscon el que busca establecer contacto es la energa primordial del cosmos, el fondo del que procedentodas las cosas y que llega hasta nosotros por evolucin ascendente. Para conquistar la cumbre delCarmelo, slo se requiere conocer los secretos de la mente, sin necesidad de la Encarnacin, lagracia y el latn, como en otras pocas ms atrasadas. Ahora bien, aunque sea enojoso hacer elpapel de aguafiestas, no podemos dejar de sealar los aspectos menos humanitarios de esta mstica:

    el Dios de la era de Acuario no es personal, se halla tan presente en nuestra alma como en un gato ouna piedra, y el glorioso trnsito desde esta vida hacia la felicidad de ultratumba es la abolicin delyo, su disolucin en el campo universal de energa ciega. La Nueva Era New Age es la viejagnosis que tent a nuestros primeros padres en el Edn, y tambin en esta oportunidad la bsquedade una falsa divinizacin conduce a morir de muerte.

    El proceso de apostasa de las naciones cristianas iniciado hace siete siglos ha favorecido laaparicin de falsos profetas. Quienes no quieren aceptar la verdad que los salvara, ensea elApstol, son entregados al poder engaoso de la mentira. Y la mentira tiene por instrumento aaquellos que, al decir de Jeremas, curan a la ligera la llaga de mi pueblo, exclamando: Paz, paz!,cuando no hay paz.

    De cuantos propalan fbulas impas y cuentos de viejas, segn la expresin de San Pablo, pocoshan influido tanto como Maritain para falsificar la relacin entre Cristo y el orden temporal: laCristiandad, dice, ya ha sido abolida histricamente; ahora debemos renunciar a ella como ideal ysustituirla por una nueva concepcin profanocristiana y no sacrocristiana de lo temporal. La ideadiscernida en el mundo sobrenatural a manera de estrella de este humanismo nuevo... no ser ya laidea del Imperio Sagrado que Dios posee sobre todas las cosas, ser ms bien la idea de la SantaLibertad de la criatura, unida a Dios por la gracia. Con todo, nos parece difcil que pueda recibir lagracia quien se obstina en rechazar a Cristo despus de haberlo conocido suficientemente.

    La atribucin de un carcter mesinico a la Democracia Universal niega al verdadero y nicoSalvador, e introduce solapadamente una nueva religin. El culto de un poder poltico cualquieraimplica la adoracin del Hombre, porque el Estado es una alta obra de nuestra razn prctica, y deeste modo entroncamos con la supersticin encargada de justificar el Nuevo Orden Mundial.

    Afortunadamente la actitud del P. Alfredo Senz se encuentra en las antpodas de este modo

    claudicante. El no ha sido fascinado por la riqueza, el confort, los progresos y las ilusiones de unacivilizacin que ignora voluntaria mente al Rey de Reyes y Seor de los Seores. El Autor de estelibro se transparenta en cada pgina de la obra no acepta convertirse en vendedor de religin parala sociedad de consumo a cambio de las treinta monedas de una vida burguesa, de cuyos horizontesest excluida la posibilidad del conflicto y la persecucin. Predica la verdad peligrosa quecontradice al mundo.

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    Y en la milicia a la que se ha entregado para que el Seor reine en las almas y tambin en lasociedad, encontramos algo caracterstico de los siglos cristianos: el espritu de la caballera. Este secifra en la decisin de no ceder ante el poderoso, porque quien defiende una causa aparentementeperdida se reconoce depositario y testigo de un valor espiritual que no puede traicionar. Y sta es lasalvacin del mundo, que mencionbamos en el comienzo de estas lneas: el Evangelio nos dice quelas tinieblas resisten a la Luz, pero el Seor naci y resucit de noche para dar a entender la victoriade su Luz sobre las tinieblas. Por ello, aun en la noche ms cerrada, el cristiano mantiene viva laesperanza de la aurora.

    Tal esperanza es la que ha hecho posible este libro, cuya lectura hace arder el corazn y nosinvita a ser como antorchas en el mundo para que nuestra vida se transforme en testimonio deaquella Luz por la que todo vive y cuya delicia es ensimismarse en nuestras almas para hacernospartcipes de su Secreto.

    Captulo I Cristiandad y Edad MediaHemos titulado esta primera conferencia Cristiandad y Edad Media. Trataremos de explicar en

    ella el sentido de ambas palabras, los hitos principales que jalonan su historia y las caractersticas dela Cristiandad medieval.

    I. Las expresiones Edad Media y Cristiandad

    Siempre es conveniente, antes de entrar en materia, delimitar los trminos que se van a emplear.Mxime que en este caso se trata de palabras muy vapuleadas por el uso y no siempre bienentendidas.

    1. La Edad Media

    Bien deca Rgine Pernoud, una de las medievalistas ms caracterizadas de la actualidad, que nohay casi da en el que no se tenga ocasin de escuchar frases tales como ya no estamos en la EdadMedia, eso es volver a la Edad Media o no tengas mentalidad medieval. Y ello en cualquiercircunstancia, ya se quiera sostener las banderas de la liberacin femenina, como defender ideas

    ecolgicas, o luchar contra el analfabetismo (Qu es la Edad Media?; ttulo original: Pour en finiravec le moyen ge, Magisterio Espaol, Madrid 1979, 44).

    Digamos de entrada que la misma denominacin de Edad Media no tiene propiamente sentidoalguno. Tomada en su acepcin etimolgica, supone una divisin tripartita del tiempo. Tratarase deuna edad intermedia entre otras dos edades, una pasada, la Antigedad clsica. Y otra futura, laModernidad. Si con eso se quiere decir que, cronolgicamente, es como un puente entre una edadque la precede y otra que la sigue, no se afirma con ello absolutamente nada. Qu poca no es unpaso entre la que la antecede y la que la contina? En ese sentido toda edad exceptuadas la queabre la historia y la que la cierra sera edad media. Y nosotros mismos, un da, seremos tambinmedievales para nuestros sucesores.

    Pero las cosas no son tan sencillas. Hay en la frmula una categorizacin muy determinada, de

    influjo hegeliano, segn parece insinuarlo la divisin tripartita de la historia, como prejuzgndoseque no habr jams otros perodos en el devenir histrico. La Edad Media resulta as una edad-vctima, entre otras dos edades, en una posicin de evidente inferioridad; ella incluira varios siglosde tinieblas despus de los siglos de luz que fueron los de la antigedad clsica, y antes de los siglosde plenitud que son los modernos, en continuo progreso hacia una consumacin intrahistrica.

    Segn se ve, la denominacin de Media para designar a la poca de la Cristiandad no esingenua ni inocente. Encierra toda una calificacin axiolgica. Cmo fue que se la denomin as? Elcalificativo lo impusieron los humanistas del Renacimiento, que consideraron a esa poca como unlapso de mera transicin entre dos perodos de gloria. En el entusiasmo que se despert entre ellospor los valores de la Antigedad clsica, fueron de una injusticia clamorosa para la poca queinmediatamente los precedi. La misma denominacin de gtico, que emplearon para caracterizarauno de los tipos de construccin medieval, no hace sino confirmar dicho menosprecio. Las

    catedrales del perodo de oro medieval fueron llamadas gticas, cosa de salvajes, de godos, debrbaros. Bien seala Daniel-Rops que como muchos de esos humanistas eran protestantes oprotestantizantes, los prejuicios religiosos escoltaban a los criterios estticos. Menospreciando unapoca que se haba inspirado totalmente en la enseanza de la Iglesia, lo que en el fondo pretendanera descalificar a la Iglesia Catlica (La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, Luis de Caralt,Barcelona, 1956, 11).

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    Caldern Bouchet, en un magnfico libro dedicado a la Edad Media, al que recurriremosfrecuentemente, seala que fue la burguesa la que logr imponer esta denominacin despectiva.Duea del dinero omnipotente, de las plumas venales y las inteligencias laicas, inund el mercadocon una versin de la historia medieval que todava persiste en el cerebro de todos los analfabetosilustrados (Apogeo de la ciudad cristiana, Dictio, Buenos Aires, 1978, 220).

    Tal es la idea que qued en el vulgo acerca de la Edad Media, idea hoy todava inculcada en losmanuales de historia y fcilmente aceptada por la generalidad. Nos han hecho creer, escribe R.Pernoud, para poner un ejemplo, que todas las mujeres eran entonces como la reina Fredegunda,

    cuya distraccin favorita consista en atar a sus rivales a la cola de un caballo al galope. Todo locual nos permite tildar unos tres siglos de tiempos brbaros, sin ms (Qu es la Edad Media?...87).

    Seala Daniel-Rops que tanto la frmula Edad Media como la idea que contiene, fuerontotalmente ignoradas por los hombres de ese tiempo. Nadie crea en aquel entonces que pudierandarse cortes dialcticos o parntesis en el curso de la historia. El hombre medieval tena un sentidode la filiacin, de la fidelidad, infinitamente mayor que el hombre moderno, vuelto ntegramentehacia el porvenir, y que admite espontneamente que una cosa o una institucin que aparezca en elfuturo valdr ms que su homloga de la hora presente; en la Edad Media suceda al revs: todolegado del pasado se consideraba respetable y ejemplar. Hasta el siglo XIV, la mayora de loseuropeos creyeron as que prolongaban la civilizacin antigua en lo que sta tena de mejor (LaIglesia de la Catedral y de la Cruzada... 10).

    Algo semejante afirma C. S. Lewis en un notable libro sobre la cosmovisin de la Edad Media. Adiferencia del hombre moderno, que cree incuestionablemente en el progreso indefinido, elhombre de aquella poca juzgaba que las cosas haban sido mejores en el pasado que en elpresente, sobre la base de que las cosas perfectas son anteriores a las imperfectas. El amor no esahora como en la poca de Arturo, afirmaba Chrestien de Troyes, autor del siglo XII, en una de susnovelas de caballera. Y sin embargo la literatura que de ese perodo nos queda no deja la sensacinde tristeza, de envidia, ni de pura nostalgia o melancola. La humildad se vea recompensada con losdeleites de la admiracin (cf. La imagen del mundo; Introduccin a la literatura medieval yrenacentista, A. Bosch Ed., Barcelona, 1980, 64-140).

    Algunos autores han llamado la atencin sobre un detalle interesante relativo a aquel respeto queel hombre medieval experimentaba por la antigedad. Era tal su aprecio por ella que relean supropia historia a la luz de los griegos y de los romanos. Cuando Eginardo, por ejemplo, secretario ybigrafo de Carlomagno, intent describir los rasgos fsicos y espirituales del gran Emperador,recurri con toda naturalidad a la semblanza fsica y espiritual que Suetonio hiciera de Augusto. Msde una vez Tito Livio y Salustio proporcionaron a los cronistas medievales las frases y colores conque describir un combate caballeresco o una gesta de cruzados. Suetonio y Tcito fueron los modelosde los historiadores cristianos. (Sobre este respecto, cf. C. S. Lewis, op. cit., 133-141).

    Dos reflexiones suscitan estos hechos. Ante todo que no fueron los llamados renacentistasquienes volvieron a descubrir la Antigedad. La Edad Media ya conoca y admiraba los tiemposclsicos. La diferencia es que aqullos iniciaron un movimiento de retorno a la antigedad pagana,mientras que los medievales la asumieron releyndola a la luz del cristianismo. Y la segundareflexin: la humildad histrica, que caracteriz a los medievales, estuvo en el origen de su inmensacapacidad creadora; a diferencia de los renacentistas, que se afanaron por imitar lo ms posible a

    los antiguos, los medievales, inspirndose en ellos, supieron encontrar acentos de verdaderaoriginalidad.La Edad Media fue, incuestionablemente, una poca romntica. Por eso, segn observa C. Dawson,

    no resulta extrao que su redescubrimiento, luego del menosprecio renacentista, fuese un logro delromanticismo. As como el Renacimiento signific el retorno a la antigedad y el resurgir de laliteratura clsica, de manera semejante el movimiento romntico tuvo su primer origen en la vueltaa la Edad Media y en el renacimiento de la literatura medieval. El redescubrimiento de la EdadMedia por los romnticos es un acontecimiento de no menor importancia en la historia delpensamiento europeo que el del helenismo que los humanistas llevaron a cabo. Signific unainmensa ampliacin de nuestro horizonte intelectual. Para Boileau y otros, la Edad Media constituasimplemente un claro en la historia de la cultura. No tuvieron ojos para la belleza del arte medievalni odos para la meloda del verso de la Edad Media. Los romnticos restauraron todo esto para la

    posteridad (Ensayos acerca de la Edad Media, Aguilar, Madrid, 1960, 251).El romanticismo es objetable desde diversos puntos de vista. Pero al menos posee esto en su

    haber: el redescubrimiento de la tradicin medieval, trovadoresca, aristocrtica y caballeresca.

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    2. La Cristiandad

    Tambin la expresin Cristiandad tiene su historia. El trmino apareci por primera vez en elsentido que hoy le damos hacia fines del siglo IX, cuando el Papa Juan VIII, ante peligros cada vezms graves y acuciantes, apel a la conciencia comunitaria que deba caracterizar a los cristianos.Hasta entonces la palabra slo haba sido empleada como sinnimo de doctrina cristiana oaplicada al hecho de ser cristiano, pero al superponerle aquel Papa el sentido de comunidadtemporal, proyect la palabra hacia un significado que sera glorioso.

    Fue, pues, a partir del siglo IX que la palabra entr a integrar el vocabulario corriente. Desde

    entonces se habl de la Cristiandad, de los peligros que se cernan sobre ella y de las empresasque alentaba. Ulteriormente, los Papas que se sucedieron en la sede de Pedro, al utilizar dichovocablo lo enriquecieron con nuevos matices. Gregorio VII introdujo la idea de que la Cristiandaddeca relacin a determinado territorio en que vivan los cristianos, de modo que haba Cristiandadall donde se reconoca pblicamente el Evangelio. Urbano II, al convocar la Cruzada, entendi queunificaba a la Cristiandad en una gran empresa comn, orientndola hacia un fin heroico. Pero fuesobre todo Inocencio III quien llev la idea de Cristiandad a su culminacin, al tratar de convertirlaen el sinnimo de una suerte de Naciones Unidas, sobre la base del reconocimiento de una mismadoctrina y una misma moral (cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, 39).

    Como se ve, la palabra y su contenido conocieron una historia enriquecedora. Segn Daniel-Rops,la Cristiandad encontraba su fundamento en el bautismo comn de quienes la integraban. Dondehubiera bautizados haba Cristiandad, o, al menos, el esbozo de una Cristiandad. Los desgarrosprovocados por los cismas o herejas no prevalecieron sobre esta idea bsica, hasta el punto dedestruirla. Cuando Bizancio se separ de la Santa Sede, por ejemplo, ello no impidi que los Papasayudasen a los griegos al verse stos amenazados por los turcos. Ms an: los grupos tan lejanos decristianos herejes perdidos en las entraas del Asia fueron considerados como hermanos por loscatlicos de Occidente; y as, en su momento, S. Luis entr en tratos, no slo polticos sino tambinreligiosos, con los mogoles, cristianos nestorianos (ibid. 40).

    La Cristiandad quiso heredar, si bien en un nivel ms elevado, la unidad del desaparecido ImperioRomano, sobre la base del cristianismo compartido. Lo cual deja entender y esto es fundamentalque no hay que confundir Cristiandad con Cristianismo. Cristianismo dice relacin con la vidapersonal del cristiano, con la doctrina que ste profesa. Cristiandad tiene una acepcin ms amplia,con explcita referencia al orden temporal. La Cristiandad es el conjunto de los pueblos que seproponen vivir formalmente de acuerdo con las leyes del Evangelio de que es depositaria la Iglesia.O, en otras palabras, cuando las naciones, en su vida interna y en sus mutuas relaciones, seconforman con la doctrina del Evangelio, enseada por el Magisterio, en la economa, la poltica, lamoral, el arte, la legislacin, tendremos un concierto de pueblos cristianos, o sea una Cristiandad.Para aclarar la idea: en la China actual, dominada por el ideario comunista, hay Cristianismo (porquehay cristianos individuales que viven en el herosmo de la fidelidad a pesar de la persecucin) perono hay Cristiandad (porque el orden temporal est all estructurado con prescindencia, o mejor,rechazo de los principios del Evangelio).

    Quin haba de regir a la Cristiandad? Desde el punto de vista espiritual, competa a la Iglesiasemejante misin. Sin embargo, debemos dejar bien en claro que as como no es lo mismo elCristianismo que la Cristiandad, tampoco lo son la Iglesia y la Cristiandad. La Iglesia es la depositariade la doctrina de Cristo y la santificadora del hombre a travs de los sacramentos, que comunican la

    gracia. La Cristiandad es la organizacin temporal sobre la base de los principios cristianos. Sin laIglesia, por cierto, no podra existir Cristiandad. En cambio, aunque no haya Cristiandad, no por ellola Iglesia deja de existir. Es fcilmente perceptible el peligro y la tentacin de confundir a la Iglesia,sociedad sobrenatural, con la Cristiandad, sociedad temporal iluminada por la doctrina de Cristo.Dicha confusin estuvo en el origen de las grandes luchas doctrinales e incluso polticas quesacudieron a la Edad Media. A ello nos referiremos en su momento. En vez de dejar que cada unaobrase en su mbito propio, surgi la tentacin de identificarlas, sea porque los jefes polticospretendieron manejar a la Iglesia, subordinndola a sus intereses terrenos, sea porque los dirigentesde la Iglesia se inclinaron a salir del plano espiritual para actuar indebidamente en el orden temporal(cf. Daniel-Rops, op. cit., 41-42).

    Cerremos este apartado con una ltima distincin. Si bien la Edad Media fue una poca deCristiandad, y lo fue por excelencia, es preciso dejar bien en claro que la Cristiandad no se identifica

    con la Edad Media. La Cristiandad es una vocacin permanente de la Iglesia y de los polticoscristianos. No siempre se podr realizar hic et nunc, por ejemplo en los pases comunistas, o inclusoen los pases liberales, mientras sigan siendo tales. Pero no por ello la Iglesia y los cristianos queactan en el orden temporal renunciarn definitivamente a dicho ideal. Durante las persecuciones delos primeros siglos, o tambin en el transcurso de las invasiones de los brbaros, que durarondcadas, los cristianos y sus jefes espirituales saban perfectamente, como es obvio, que estaban

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    lejos de vivir en un rgimen de Cristiandad y que ese rgimen era por aquel entonces irrealizable enlo inmediato. Sin embargo, en medio de las angustias y la sangre derramada, los mejores hombresde aquellos tiempos comenzaron a proyectarla. Fue precisamente en medio del torbellino de losbrbaros invasores que S. Agustn se abocara a escribir su gran obra De Civitate Dei, dondequedaron esbozados los principios estructurales de lo que, siete siglos despus, sera la Cristiandadmedieval.

    Tambin hoy la Iglesia, si bien vive en un rgimen a-cristiano o, como quera Pguy, post-cristiano, no puede renunciar para siempre al ideal de Cristiandad, que no es otra cosa que laimpregnacin social de los principios del Evangelio. Y si, por ventura, apareciese una nuevaCristiandad, sera sustancialmente igual a la de la Edad Media, aun cuando accidentalmentediferente, atendiendo, a la diversidad de condiciones que caracteriza a la poca actual encomparacin con aqulla, tanto en el campo econmico como social. Todo lo rescatable deber sersalvado. Pero el ideal sigue en pie.

    II. Races y prolegmenos histricos de la Cristiandad

    Antes de adentrarnos en el anlisis mismo de lo que fue la Cristiandad nos convendr considerarsus orgenes y sus momentos preparatorios. Porque la Cristiandad no apareci como resultado dedos o tres decretos sino que fue la concrecin de una aspiracin histricamente mantenida yacrecentada a lo largo de varios siglos. Como primera aproximacin y en lneas muy generalespodemos decir que surgi sobre los cimientos de un imperio pagano de la antigedad, el greco-romano. Se desarroll luego gracias a la influencia que sobre aqul ejerci la Iglesia, y ello a lo largode unos 500 aos durante los cuales el catolicismo fue siendo aceptado como la moral y la religinde la naciente Europa. Y no slo de Europa, ya que la Cristiandad rebasara los lmites del viejoImperio Romano que la vio nacer, extendindose hasta zonas donde nunca haba llegado laadministracin imperial.

    1. Las races greco-latinas

    Las ltimas races de la Cristiandad deben ser buscadas en el suelo de la cultura griega y de lacivilizacin latina. La civilizacin cristiana se erigi sobre la base de la ley romana, y la culturacatlica floreci embebida en la sabidura helnica. La civilizacin brota principalmente de la vidaactiva y la cultura de la contemplativa.

    Refirmonos ante todo al aporte griego. Al comienzo, los Padres de la Iglesia mostraron seriasvacilaciones en aceptar el contenido del pensamiento heleno, juzgando que con la buena nueva queera el Evangelio ya bastaba y sobraba. Los filsofos griegos eran considerados poco menos que comoheraldos del demonio. Pero luego dicho prejuicio comenz a ceder, y algunos Padres, sobre todo dela Escuela de Alejandra, se abocaron a la tarea de rescatar a Platn, Aristteles, los trgicos ypoetas griegos, ponindolos al servicio de la doctrina catlica. Clemente de Alejandra lleg aafirmar, no sin cierto atrevimiento, que no eran dos los testamentos sino tres, el AntiguoTestamento, el Nuevo Testamento y el Testamento de la filosofa griega (cf. Stromata VI, 17 ss: PG9, 380 ss). Quin es Platn sino Moiss que habla en griego? (Stromata I, 22, 148: PG 8, 896).De este modo, los Padres de la Iglesia constituyeron una especie de eslabn entre la Grecia clsica yla naciente Europa.

    Pero tambin el aporte griego llegara al Occidente medieval por intermedio del influjo de Bizancio.

    Los pueblos jvenes y semibrbaros de Europa nunca dejaron de contemplar con respeto yadmiracin el Imperio de Oriente, al que consideraban heredero y depositario no slo del ImperioRomano sino tambin de la cultura antigua. El prestigio que Constantinopla ejerci sobre la Europamedieval fue realmente extraordinario. Muchos de los elementos arquitectnicos de Bizancio seincorporaran a las iglesias romnicas, y tanto los mosaicos y tapices, como los esmaltes y marfilesde dicha procedencia, seran considerados por los occidentales como la expresin misma de labelleza.

    Por otra parte, el aporte romano. Los cristianos no pudieron dejar de leer sin emocin aquel textoproftico de Virgilio, donde el poeta de la romanidad, inspirndose en el mito de las cuatro pocas,creado por Hesodo, tras decir que, transcurrida la edad de oro, en que los hombres vivieron al modode los dioses, as como la de plata, que fue la del aprendizaje del cultivo de la tierra, y la de bronce,dominada por la raza de los guerreros, se haba llegado a la edad de hierro, en que los hombres slo

    se complacan en el mal, preanunciaba en su IV Egloga la anhelada salvacin: He aqu que renace,en su integridad, el gran orden de los siglos; he aqu que vuelve la Virgen, que vuelve el reinado deSaturno, y que una nueva generacin desciende de las alturas del cielo. Un nio va a poner fin a laraza de hierro ya traer la raza de oro.

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    Nacer bajo el consulado de Polion. Este nio recibir una vida divina y ver a los hroesmezclados con los dioses y se le ver con ellos; y gobernar el globo pacificado por las virtudes desu padre*. En correspondencia con la profeca de la famosa Sibila de Cumas, Virgilio habavaticinado una nueva era, un retorno a la edad primordial. ste es el Virgilio que los romanostransmitieron a los cristianos, el profeta de Cristo. Dante no se equivocara al escogerlo como guahasta el umbral del Paraso, es decir, hasta el umbral donde reina la Gracia.

    *Puede verse el texto completo de la Egloga, en su original latino y en su versin castellana de Carlos A. Senz, enGladius 4 (1985) 34-37.

    He ah uno de los aportes de Roma. Pero no fue el nico. Tambin le ofrend la llamada paxromana, tan alabada por S. Pablo. Gracias a la vigencia de la misma, el Evangelio estuvo encondiciones de viajar por las magnficas vas del Imperio, y en todas partes, desde Siria hastaEspaa, los apstoles de Cristo pudieron recurrir a una sola ley y hacerse entender en una solalengua. Era como si Dios, en sus inescrutables designios, hubiera ampliado las fronteras del Imperioa fin de disponer una vasta cuna para el cristianismo naciente. S. Len Magno lo expres de maneraexplcita: Para extender por el mundo entero todos los efectos de gracia tan inefable, prepar laDivina Providencia el imperio romano, que de tal modo extendi sus fronteras, que asoci a s lasgentes de todo el orbe. De este modo hall la predicacin general fcil acceso a todos los pueblosunidos por el rgimen de una misma ciudad (Hom. en la fiesta de los Stos. Apstoles Pedro y Pablo,en San Len Magno, Homilas sobre el ao litrgico, BAC, Madrid, 1969, 355).

    Un da este Imperio abrazara el cristianismo. Belloc llega a decir que la conversin del Imperio ala Fe no fue un episodio entre otros grandes episodios de la historia, ni un captulo ms de la misma.Fue la Cosa Determinante, una nueva creacin, en grado y en calidad, e incluso el acontecimientoms importante en la historia del mundo (cf. H. Belloc, La crisis de nuestra civilizacin,Sudamericana, Buenos Aires, 1966, 33 y 77).

    2. Las invasiones brbaras

    Aprovechando la senilidad y el resquebrajamiento del Imperio Romano, en el siglo V diversosgrupos comenzaron a infiltrarse, en algunos casos, en el mismo, o a invadir, en otros, las diversasregiones desguarnecidas que lo integraban. La mayor parte de ellos eran cristianos, si bien herejes,ya que adheran por lo general al arrianismo. Culturalmente primitivos, vean en el cristianismo noslo la religin del Imperio Romano, sino tambin el orden latino con toda su herencia de derechoy de civilizacin. No deja ello de ser curioso, ya que para los mismos romanos el cristianismo erarelativamente un recin llegado. Proceda del oriente helnico, su lengua madre era el griego y suexplicitacin teolgica haba sido principalmente obra de los Padres y Concilios orientales.

    Cul sera el resultado de semejante invasin? Acabaran los brbaros con los restos del Imperioo se asimilaran a l? El que mejor vio en medio de esta baranda fue San Agustn, uno de los msgrandes genios del cristianismo, quien dejara una huella indeleble en el pensamiento medieval.Cuando casi todos perdan la cabeza ante la desgracia generalizada, cuando el viril S. Jernimo nopoda contener su llanto al enterarse del saqueo de Roma, cuando los brbaros se lanzabanincontenibles a la invasin del Africa cristiana, e incluso cuando su propia sede de Hipona se veacercada por los vndalos, S. Agustn se puso a escribir una obra magistral, De Civitate Dei, dondeseal que no haba que desesperarse, ya que lo que conclua era un mundo en buena partedecrpito, y que se haca necesario levantar la mirada por sobre los estrechos horizontes de lo

    cotidiano, para considerar los hechos contemporneos a la luz de esa gran visin que va del Gnesisal Apocalipsis. La opcin que ahora se presentaba no era: o el Imperio o la nada, sino o con Cristo ocontra Cristo, o la Ciudad de Dios o la Ciudad del Mundo.

    As, pues, para el Aguila de Hipona, como lo llam la posteridad, los hechos ruinosos del momentono eran decisivos, sino anecdticos. Ms all del caos sangriento y de las invasiones sin sentido, loverdaderamente trascendente era poner los fundamentos de la Ciudad de Dios. Segn l, dos son losgritos que explican la historia: el grito de S. Miguel, Quis ut Deus?, y el grito de Satans, Nonserviam!, dos gritos que dividieron a los ngeles, y ulteriormente a los hombres, en dos grandesagrupaciones histricas, en dos ciudades, divisin que no pasa tanto por las fronteras geogrficascuanto por la actitud de los individuos y de las sociedades. Se trataba, pues, de ponerse a trabajaren pro de la Ciudad de Dios. El espritu de S. Agustn continu viviendo y dando frutos muchodespus que el Africa cristiana hubiese dejado de existir, contribuyendo a modelar el pensamiento

    del Cristianismo occidental como pocos lo han hecho.

    Algunos se han preguntado si Agustn fue el heredero de la vieja cultura clsica y uno de losltimos representantes de la antigedad, o ms bien el iniciador de un mundo nuevo y algo as comoel primer hombre medieval. Hay parte de verdad en ambas apreciaciones. S. Agustn es un puentepor el que pasa toda la tradicin antigua al mundo que se va gestando, si bien an en lontananza.

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    3. El Imperio Carolingio

    Ante el espectculo de la devastacin que llevaban adelante los brbaros, desde la lejana Bizancio,legtima heredera del viejo Imperio en ruinas, uno de sus grandes emperadores, Justiniano, lanzsus ejrcitos a la reconquista de Occidente, comenzando por Africa e Italia, las dos regiones que mshaban sufrido de parte de los invasores. Al comienzo fueron recibidos como liberadores, pero prontolos presuntamente liberados comenzaron a cambiar de opinin, no slo por la opresin fiscal con quefueron gravados, sino tambin porque en los bizantinos ya no vean ms a romanos, sino a griegos,que pretendan helenizar el Occidente, sobre todo a Italia, tan orgullosa de su herencia latina.

    Semejante desilusin hizo que los Papas comenzaran a volver sus ojos hacia los pueblos brbaros,para ver si por acaso alguno de ellos era capaz de tomar el relevo del antiguo Imperio hecho aicos.Pero antes de seguir adelante se impone una acotacin retrospectiva. Cuando los brbaros invasoresse fueron instalando en las tierras ocupadas o conquistadas, dado que, como dijimos, la mayor partede ellos eran arrianos, la Iglesia volc su propsito pastoral a la conversin de una tribu concreta, lade los francos, por ser casi el nico pueblo no contaminado por la hereja. No que fueran catlicos;eran paganos, y por tanto ms proclives a aceptar la verdad catlica que los arrianos. La experienciaenseaba que era ms fcil convertir a un pagano que a un hereje. Logrse as la conversin del jefefranco Clodoveo, y su ulterior bautismo, en 498 o 499, juntamente con su pueblo. Una especie denuevo Constantino, esta vez un Constantino brbaro.

    El poder franco no dej de irse acrecentando a lo largo de los siglos. Hasta que un descendiente deClodoveo, si bien alejado de l por varias centurias, Carlomagno, recibi en Roma, el da de Navidaddel 800, la corona de Emperador de los Romanos de manos del Papa Len III. La trascendencia delhecho fue inmensa ya que, segn dijimos ms arriba, desde que desapareci el Imperio deOccidente, los emperadores de Constantinopla, herederos de Augusto, se consideraban comolegtimos soberanos del antiguo mundo romano oriental y occidental, no habiendo dejado jamsde reivindicar dicho derecho. Pero ahora se daba una situacin inslita: adems del Papa en Roma ydel Emperador en Bizancio se eriga en Occidente un monarca, casi brbaro, con pretensionesimperiales. La cosa fue que el ascenso de Carlos signific algo as como la fundacin de un nuevoImperio, lo que implicaba mucho ms que una mera reparticin territorial. Carlos se iba perfilandocomo un nuevo Augusto, cuyo dominio en Occidente encontraba cierta legitimacin militar, a saber,su victoria y seoro sobre numerosas tribus brbaras. Segn era de prever, los bizantinos loacusaron de usurpacin. Se pudo esperar un choque, ya que las fronteras de los dos Imperios setocaban. Mas no fue as. En 809, si bien a regaadientes, Bizancio lleg a un acuerdo con

    Carlomagno. De este modo hubo de nuevo dos Imperios, el de Oriente y el de Occidente.Como se ve, la coronacin de Carlomagno en Roma fue un acontecimiento de enorme relevancia,

    constituyendo lo que podramos denominar el umbral de la Edad Media. Al recibir la corona imperialde manos del Papa, Carlomagno afirmaba no slo su propio poder sino tambin el origen espiritualdel mismo, con la intencin de establecer un orden nuevo. El Papado haba encontrado un cuerpo, elImperio se vea informado por un alma. No deja de ser sintomtico que el libro de cabecera delfundador de Europa fuese aquel De Civitate Dei de S. Agustn. (Para ampliar datos sobre este temacf. R. Caldern Bouchet, Apogeo de la ciudad cristiana... 112-114).

    Las metas que Carlomagno se propuso en su gobierno fueron tres. La primera, consolidar lareligin. De todos los que le sucedieron en el poder, Carlos fue el que estuvo ms penetrado delcarcter sacro de su misin, esforzndose por edificar el Imperio sobre dos pilares: la administracin

    eclesistica (buenos obispos) y la administracin imperial (buenos condes). Su grito de guerra lasllamadas aclamaciones carolingias fue: Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat! Serajustamente al son de ese grito que varios siglos despus los cruzados se lanzaran al combate enTierra Santa.

    La segunda meta brota de la primera: extender la civilizacin. Trataremos ampliamente de ello enla prxima conferencia. Y la tercera: instaurar la paz, la vieja pax romana vuelta ahora paxChristi in regno Christi (cf. al respecto G. de Reynold, La formacin de Europa. VI. Cristianismo yEdad Media, Pegaso, Madrid, 1975, 434-436).

    4. La segunda oleada de invasiones brbaras

    Mucho antes que Carlomagno subiera al trono, un pueblo, que por cierto no integraba el mundo

    llamado brbaro, haba conquistado en el siglo VII al Africa bizantina, la provincia ms civilizada ycristiana de occidente. Eran los rabes, quienes en buena parte acabaron con la floreciente Iglesiaafricana, gloria de la Cristiandad occidental y latina, que prcticamente desaparecera de la historia.En los primeros aos del siglo VIII, la invasin musulmana cubra casi por completo la Espaacristiana, extendindose luego hasta amenazar la misma Galia. La naciente cristiandad se habaconvertido en una isla, entre el Sur musulmn y el Norte brbaro.

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    Carlomagno haba logrado detener ambos peligros, tanto en la zona meridional como en la boreal.Pero, tras su muerte, se produjo una avalancha de pueblos, piratas o salteadores, quienesaprovechando el caos que se haba desencadenado a raz de la desaparicin del gran Emperador,tras poner pie en un territorio, terminaban conquistndolo e instalndose en l. Finalmente, y a costade penosos esfuerzos apostlicos, acabaran siendo ganados por el cristianismo y la civilizacin,convirtindose, tambin ellos, en forjadores de la nueva Europa que habra de salir del caos. Perohasta entonces, ya que estas conversiones recin tendran lugar a lo largo de los siglos X y XI, quaos terribles de incertidumbre, de angustia y devastacin debieron soportar las regiones de laEuropa central y occidental!

    Cules fueron esas tribus? Nombremos ante todo a los normandos, trmino que significahombres del norte. Eran pueblos paganos, oriundos de las regiones escandinavas (actualesDinamarca, Noruega y Suecia), que se instalaron en Irlanda y parte de Escocia, las costas deHolanda e Inglaterra meridional. Los suecos tomaran un rumbo diverso ya que, surcando el golfo deFinlandia, penetraran en la gran arteria fluvial del Dnieper, llegando hasta Nvgorod y Kiev, lasviejas ciudades de la Rus. Los descendientes de Carlomagno, por cierto muy inferiores a l, notuvieron el talento ni el coraje necesarios para equipar flotas capaces de enfrentar los giles esquifesde los vikingos. Sin embargo poco a poco los normandos fueron cambiando su actitud de piratasnmades por la de conquistadores, y, ya cristianos, comenzaron a establecerse en diversosterritorios de Europa occidental, como Normanda, Inglaterra e Italia del sur.

    Mas entonces apareci en lontananza un enemigo ms feroz, que provena de las estepas de los

    Urales, emparentado con los hunos, el pueblo magiar, al que los europeos, aterrorizados por susdepredaciones, llamaron hngaros, palabra de la que, segn algunos etimologistas, proviene eltrmino ogro. Pero aun ellos acabaran a la larga por aceptar el cristianismo a tal punto que elPapa coronara a su rey Esteban, quien sera santo. El antiguo Imperio de Carlomagno era ahora unasombra de lo que haba sido: un imperio sin la ley romana, sin las legiones romanas, sin la ciudad ysin el Senado.

    5. Del Imperio Otnico al Sacro Imperio Romano Germnico

    Si miramos las cosas desde el punto de vista de la gestacin de la Cristiandad, la coyuntura podaparecer desesperante. Pero no fue tal. Se trataba de hechos dolorosos, s, pero eran dolores departo, ya que de la confusin de estos siglos naceran los pueblos de la Europa cristiana. Por otra

    parte, los logros del perodo carolingio no se haban perdido del todo. Quedaba al menos el recuerdode esos tiempos gloriosos, y en cualquier momento podan ser retomados, acomodndose, porcierto, a las nuevas circunstancias.

    En medio del caos, la Iglesia busc al hombre adecuado, como siglos atrs haba puesto sus ojosen Clodoveo, y luego en Carlomagno. El ducado ms poderoso era el de Sajonia, cuyos integrantes,tras haber sido feroces paganos, eran ahora cristianos fervorosos, bajo la conduccin de un noblellamado Otn. Dicho prncipe era, por cierto, inferior a Carlomagno, no mostrando el mismo intersque aqul por instruirse, por civilizarse, sin por ello ser del todo inculto. Era, simplemente, unhombre de guerra. Montado sobre su caballo, con sus cabellos y su barba roja al viento, pareca unguerrero invencible. Las circunstancias de su vida fueron, con todo, muy semejantes a las deCarlomagno. Ms an, tuvo la voluntad expresa de llegar a ser un segundo Carlomagno, restauradordel Imperio que aqul haba fundado.

    Y as se hizo coronar Rey de Germanos en 938, bajo el nombre de Otn I. El joven prncipe, tuvoespecial cuidado en que la ceremonia se llevase a cabo en la ciudad que durante el gobierno deCarlomagno haba sido capital del Imperio, Aix-la-Chapelle Aachen, dicen los alemanes, Aquisgrn,nosotros, segn los solemnes ritos eclesisticos. Recuperaba as la tradicin carolingia, agregndoleel patriotismo tribal de los sajones, siempre sobre la base de una estrecha armona entre la Iglesia yla Corona. Invitado por el Papa, Otn se dirigira a Italia en 961 para recibir de manos del Pontfice lacorona imperial.

    A Otn I lo sucedi su hijo, Otn II, a quien aqul haba hecho casar con una de las hijas delemperador bizantino Romano II, la princesa griega Tefana, que llev a Occidente las tradiciones dela Corte Imperial del Oriente. El hijo nacido de esa unin, Otn III, pudo as reunir en su persona laherencia de las dos grandes vertientes del orbe cristiano, la bizantina y la occidental. Asesorado porsu preceptor Gerberto, quien luego sera Papa bajo el nombre de Silvestre II, tuvo el mrito de ircreando una conciencia europea integradora de los grandes valores sembrados aqu y all. En estesentido Otn III fue un digno continuador del espritu de Carlomagno, ya que durante su reinado lasgrandes tradiciones de las pocas anteriores se unieron e integraron en la nueva cultura de la Europapremedieval. No era todava, por cierto, el logro del ideal, pero el esbozo estaba dado: un Imperiocomo comunidad poltica de los pueblos cristianos, gobernado por las autoridades concordantes e

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    independientes del Emperador y del Papa. Deseando manifestar mediante un signo concreto sudecisin de empalmar con la vieja tradicin del Imperio Romano, Otn se dirigi a Roma, y trashacerse levantar un palacio sobre el monte Aventino, reasumi ntegramente el ceremonial de lacorte bizantina, tomando el nombre de Emperador de los Romanos.

    C. Dawson llega a decir que fue en este territorio intermedio donde reinaron los Otnidas, que seextenda desde el Loira hasta el Rin, donde naci en realidad la cultura medieval. Tal fue la cuna dela arquitectura gtica, de las grandes escuelas, del movimiento monstico, de la reforma eclesisticay del ideal de las cruzadas. Tal fue tambin la zona donde se desarroll el rgimen feudal, el

    movimiento comunal del Norte europeo y la institucin de la caballera. Fue all donde al fin se logruna admirable sntesis entre el Norte germnico, la doctrina sobrenatural de la Iglesia y lastradiciones de la cultura latina. (cf. C. Dawson, As se hizo Europa, La Espiga de Oro, Buenos Aires,1947, 368).

    No deja de ser paradigmtico que el sucesor de Otn el Grande fuese un santo, Enrique II,canonizado junto con su mujer Cunegunda.

    El tiempo no nos permite detallar los acontecimientos que se fueron sucediendo. Baste decir queinicialmente el Emperador fue Rey de Romanos. Pronto su Imperio recibirla el calificativo de sacro,y ms adelante de germnico. Sera el Sacro Imperio Romano Germnico, columna vertebral de laEdad Media propiamente dicha.

    Data asimismo de este perodo la aparicin de los diversos Reinos. S. Esteban de Hungra, como

    ya lo dijimos, recibi del Papa su corona. En Espaa, los seoros que no estaban en manos de losmusulmanes se fueron unificando, con la emergencia de grandes figuras como la del rey S.Fernando. En Sicilia, los antiguos normandos establecieron un reino cristiano con los Guiscard. Y enFrancia apareci una familia, la de los Capetos, que durante 300 aos la gobernaran, encontrandosu arquetipo en la figura de S. Luis.

    * * *Segn el P. Julio Meinvielle, as como con Pedro, Santiago y Juan, los tres apstoles del Tabor y

    del Huerto, smbolos de las tres virtudes teologales, se form alrededor de Cristo el ncleo esencialdel apostolado cristiano, del mismo modo, con Roma, Espaa y Francia, qued en sustanciaconstituida la Cristiandad.

    Roma, Espaa y Francia heredaron el genio de esos tres apstoles en la misin que de hecho les

    toc desempear en el curso de la historia del cristianismo. Roma es la Fe por ser la sede del apstolen favor del cual Cristo rog para que su fe no desfalleciese. Espaa es la Esperanza o Fortalezaporque, conquistada para Cristo por Santiago, hered el mpetu y ardor de este apstol, a quien Sto.Toms de Aquino, en su comentario al evangelio de S. Mateo, llama el principal luchador contra losenemigos de Dios. Francia es la heredera del apstol de la Caridad (cf. J. Meinvielle, Hacia laCristiandad, Adsum, Buenos Aires 1940, 54-55).

    Sin embargo, agrega Meinvielle, es preciso aludir tambin al papel de Alemania, que representa laVoluntad, el brazo secular, la espada al servicio de la Iglesia, como lo mostr con Otn el Grande yS. Enrique (cf. ibid. 69). Podramos asimismo incluir en este listado de naciones que influyeronparticularmente en la construccin de la Cristiandad a las Islas Britnicas, sobre todo por el papelcumplido por la potica Irlanda, de donde partieron numerossimos monjes para misionar el enterocontinente europeo. Y por qu no a la naciente Rusia, hija de los terribles vikingos, convertida en la

    persona de su prncipe S. Vladimir, quien se bautiz con su pueblo en el Dnieper, el ro que baa aKiev, su capital, aportando a la comunidad de naciones cristianas el amor a la Belleza filocalia, quesegn las crnicas haba sido para ese pueblo la razn inmediata de su conversin. Por desgracia elcisma, ya prximo, daara sensiblemente su pertenencia al gran edificio de la Cristiandad europea.

    G. Walsh ha sintetizado con perspicacia las diversas vertientes histricas que confluyeron en elMedioevo. Ante todo el logos griego, primero sospechado, como dijimos, pero luego asumido,principalmente por obra de los Padres de la Escuela de Alejandra. Luego el foro romano, que estuvotambin al comienzo distanciado del cristianismo, al que persigui cruelmente, para luegoconvertirse en la persona de Constantino, y ofrecer a la expansin de la Iglesia toda suinfraestructura. En tercer lugar la fuerza germana, que primero trajo la sangre con las invasiones,pero ulteriormente, gracias a la conversin de sus pueblos, produjo un S. Benito, un S. Isidoro, un S.Beda, y polticamente un Carlomagno y luego un Otn. Finalmente la fantasa cltica, inicialmente

    caracterizada por la pereza y la desidia, pero que luego se puso en movimiento con S. Patricio y losmonjes irlandeses, esa fantasa que creara el ideal de la bsqueda del Grial, y que aportara alOccidente su cuota de humor y el espritu caballeresco. La Edad Media sera as una sntesis de lagracia con la sabidura helnica, la eficiencia romana, la fuerza teutnica y la imaginacin cltica. (cf.G. Walsh, Humanismo Medieval, La Espiga de Oro, Buenos Aires, 1943, 27-65).

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    III. Los siglos propiamente medievales

    Decimos siglos propiamente medievales porque casi todo lo que hemos tratado hasta ahorapuede ser incluido en lo que hemos llamado la preparacin, la gestacin del Medioevo.

    Qu siglos abarca el Medioevo propiamente dicho? Para varios historiadores la Edad Mediacomenz con las Grandes Invasiones de los brbaros, es decir, a comienzos del siglo V, y termincon la toma de Constantinopla por parte de los turcos en 1453. Pero, segn bien observa Daniel-

    Rops, ello implicara englobar un milenio que comprende fases demasiado diferentes entre s comopara constituir un bloque histrico. Casi por instinto, nos sentimos inclinados a establecer en eselargo perodo evidentes distinciones. Cuando pensamos en las obras maestras del arte medieval, porejemplo, solemos referirnos a la parte central de dicho perodo, que va desde mediados del siglo XI amediados del siglo XIV. Cuando, por el contrario, evocamos la noche de la Edad Media II pensamosen la poca de descomposicin que sigui a Carlomagno.

    Si consideramos, pues, con ecuanimidad aquel presunto milenio de la Edad Media, advertiremosen l tres perodos bien diferenciados entre s: la poca de preparacin, los siglos de plenitud, y eldeslizamiento hacia la decadencia. El primero es el de los tiempos brbaros, el tercero coincide conla segunda mitad del siglo XIV y comienzos del XV. Daniel-Rops prefiere, y a nosotros nos parecemuy justo, circunscribir lo que propiamente fue la Edad Media a la parte central de aquel milenarioproceso, restringindola a los tres primeros siglos del segundo milenio, en que la historia alcanz una

    de sus cumbres. Y al titular su libro sobre la Edad Media La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, elautor quiso caracterizar a dicha poca por sus dos realizaciones ms notables.Pero el mismo Daniel-Rops seala una ulterior especificacin. En el interior de ese perodo ms

    esplendoroso tambin son advertibles diversos momentos. Al comienzo, en la segunda mitad delsiglo XI, la Cristiandad fue tomando conciencia del sentido preparatorio que haban tenido losesfuerzos realizados anteriormente; prodjose luego el despliegue del siglo XII, slido, sobrio yvigoroso; y finalmente se alcanz el culmen, en el siglo XIII, la poca de la ereccin de las grandesCatedrales, de la Suma Teolgica de Sto. Toms y del apogeo del Papado. Las diferencias entre esostres momentos son reales, y a veces los estudiosos los han opuesto entre s, o se han preguntadocul de ellos fue el ms fecundo, si el siglo XII o el siglo XIII, si el siglo de S. Bernardo o el de S.Francisco, si el siglo del romnico o del gtico. A juicio del historiador francs, dichas diferencias noprevalecen sobre la unidad de fondo. Por lo que juzga preferible atender ms a lo que ana esos

    momentos diferentes, a lo que mancomun a los hombres durante aquellos tres siglos en una mismay grandiosa cosmovisin, en la adopcin de los mismos principios, las mismas certezas, y las mismasesperanzas (cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada... 12-13).

    Con todo, la generalidad de los autores coinciden en ver en el siglo XIII el siglo de oro medieval.O. Dawson, por ejemplo, sostiene que nunca ha existido una poca en la cual el cristianismo hayaalcanzado una expresin cultural tan perfecta como en aquel siglo. Europa no ha contemplado unsanto ms notable que S. Francisco, un telogo superior a Sto. Toms, un poeta ms inspirado queDante, un rey ms excelso que S. Luis. Es evidente que hubo en aquel siglo grandes miserias. Perono lo es menos que en aquel entonces, en mayor grado que en ningn otro periodo histrico de lacivilizacin occidental, la cultura europea y la religin catlica realizaron una simbiosis admirable; lasexpresiones ms altas de la cultura medieval, sea en el campo del arte, como de la literatura o de lafilosofa, fueron religiosas, y los representantes ms eximios de la religin en aquel tiempo fueron

    tambin los dirigentes de la cultura medieval (cf. C. Dawson, Ensayos acerca. de la Edad Media...218-219).

    Algo semejante sostiene H. Belloc. En su opinin, el siglo XIII fund una concepcin del Estado quepareca inconmovible. Toda la sociedad se ordenaba de manera armnica, cada hombre se senta ensu lugar, la riqueza asuma una funcin menos odiosa e incluso noble, la propiedad estaba biendividida, y los trabajadores se vean protegidos por las garantas que les acordaban las corporacionesy las costumbres. El siglo XIII concluye fue el tipo de nuestra sociedad hacia el cual los hombresdespus de sus ltimos fracasos han vuelto la mirada y al que despus de todos nuestros errores ydesastres modernos tenemos que recurrir otra vez (H. Belloc, La crisis de nuestra civilizacin... 89-90).

    Refirindose ms concretamente a Francia escribe G. Cohen: No terminar jams nuestra

    exaltacin frente a la catedral ni terminaremos jams de dar gracias por ellas al siglo de San Luis, algran siglo, al siglo XIII (La gran claridad de la Edad Media, Huemul, Buenos Aires, 1965, 120).

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    IV. Notas caractersticas de la Cristiandad medieval

    Podemos sealar cuatro notas que especifican la Cristiandad de la Edad Media, y lacontradistinguen de otros perodos de la historia.

    1. Centralidad de la fe

    La sociedad medieval, a pesar de la clara distribucin de sus estamentos, de que hablaremos enotra conferencia, constituy un logrado esfuerzo por integrar todas las clases de la sociedad en la

    unidad de una sola fe. Lo que crea el aldeano, el mendigo y hasta el criminal, era lo que crea elEmperador y el Papa. Precisamente en esto se funda el comunista italiano Antonio Gramsci paraexplicar por qu la Iglesia logr formar en la Edad Media lo que l llama un bloque histrico:aquello que crea Sto. Toms era lo mismo que crea la viejita analfabeta, a pesar del diverso nivelde penetracin en el contenido doctrinal. El lenguaje comn de la fe, aprendido en el catecismo,colocaba al noble, al aldeano y al artesano en idntica relacin con Dios; y era dicho lenguaje el queestaba en el origen de la ciencia, del arte, de la msica y de la poesa. Desde el sacramento delmatrimonio hasta la consagracin del Emperador, la vida social estaba impregnada de espritureligioso.

    La fe era el centro de todo. Daniel-Rops ha explicitado esta afirmacin tan escueta. Si se tratabade la organizacin poltica, dice, sta era, en su sustancia, absolutamente inescindible de la fecristiana. Sobre qu reposaba, en efecto, el vnculo feudal que una al siervo con su seor sino

    sobre una frmula religiosa, sobre un juramento pronunciado sobre el Evangelio? Quin confera alEmperador ya los Reyes su carcter de vicarios de Dios sobre la tierra en lo que atae al ordentemporal, sino la consagracin litrgica?

    Y si se trataba de la vida social, era en ltima instancia el Cristianismo quien asignaba a cada unode los estratos de la sociedad su papel en la prosecucin del bien comn, as como el queproclamaba las exigencias de la justicia en la relacin entre artesanos y aprendices, entre seores yaldeanos.

    La misma actividad econmica no era independiente de la enseanza de la Iglesia, en su condenade la especulacin y la usura, y en el ejercicio de lo que se dio en llamar el justo precio.

    Asimismo en el orden domstico fue la Iglesia la que estableci firmemente el valor sacramentalde la familia, fundamento de la fecundidad, el mutuo amor y la indisolubilidad del matrimonio.

    Y precisamente por ser catlica, es decir, universal, la Iglesia despert tambin en la sociedad esaansia de expansin que tanto caracteriz a la Edad Media, tal cual se manifest no slo en el impulsoapostlico y misionero de las Ordenes Mendicantes sino tambin, y sobre todo, en aquella epopeya,nica en su gnero, y sostenida durante casi dos siglos, que fue la Cruzada.

    La fe constituy asimismo el basamento de la actividad intelectual, de la filosofa y del arte. Comodijo S. Bernardo, desde que el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros, habita tambin ennuestra memoria y en nuestro pensamiento (cf. Daniel-Rops. La Iglesia de la Catedral y de laCruzada, 98-99).

    Por supuesto que en la Edad Media se cometieron graves pecados, pero quienes as obrabantenan, indudablemente, el sentido del pecado, saban que ofendan a Dios. Entre los relatos de lapoca se incluye el caso de aquel Caballero del Barrilito que, cuando ya no pudo ms de blasfemias y

    de crmenes, se fue a buscar a un ermitao y recibi por penitencia la orden de llenar de agua unpequeo barril; durante semanas y semanas trat de llevar a cabo aquella orden, tan fcil, enapariencia, pero era en vano. Cuantas veces sumerga el recipiente en algn arroyo, inmediatamentese vaciaba. Slo el da en que el verdadero arrepentimiento hizo que cayera una lgrima de sus ojos,el barrilito se llen hasta desbordar. Ese sentido del pecado que encaminaba al confesionario a lospenitentes, era el mismo que lanzaba por los caminos de la peregrinacin a incontables arrepentidos,y que suministraba a los trabajos de las catedrales numerosos obreros voluntarios que buscaban asla purgacin de sus faltas. La sociedad medieval fue, pues, una sociedad anclada en la fe,teocntrica, que hizo suya la enseanza de S. Agustn acerca de lo que debe ser una ciudad catlica,fundada en el primado de Dios sobre todo lo que es terrenal. Aquellos hombres, escribe Dawson, notenan fe en s mismos ni en las posibilidades del esfuerzo humano, sino que ponan su confianza enalgo ms que la civilizacin, en algo fuera de la historia (As se hizo Europa ... 12). El fin ltimo dela existencia era suprahistrico, la contemplacin de Dios despus de la muerte, la visin beatfica.

    P. L. Landsberg lo expresa de otra manera: La vida del hombre medieval, afirma, estabatotalmente determinada en su estilo por una idea clara acerca del sentido de la vida, ese sentidocuya desaparicin hace la desgracia del mundo moderno; o, en expresin de Guardini, por elprimado del logos sobre el ethos, el primado del ser sobre el devenir (cf. P. L. Landsberg, LaEdad Media y nosotros, Revista de Occidente, Madrid, 1925, 43.48).

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    Es esta centralidad de la fe lo que explica el rechazo generalizado y casi instintivo de la hereja.Aquellos cristianos medievales no podan soportar las blasfemias de los herejes. Y no slo por lo queellas tienen de ofensa a Dios, sino tambin, aunque secundariamente, por sus consecuencias en elorden temporal. Dado que el entero rgimen sociopoltico descansaba sobre la fe, la hereja, ms allde ser un pecado religioso, apareca igualmente como un atentado contra la sociedad. Cuando losAlbigenses, por ejemplo, condenaban la licitud del juramento, estaban vulnerando los soportesmismos de la arquitectura social del Medioevo, que reposaba precisamente sobre la firmeza deaqul.

    Por cierto que no era el Estado quien tena la misin de pronunciarse sobre las verdades de la fe ylos errores de las herejas sino las autoridades de la Iglesia, en lo que estaban de acuerdo el poderespiritual y el poder temporal. As fue como se cre el tribunal de la Inquisicin. Hoy el comn de lagente se escandaliza de que haya existido una institucin semejante. Sobre ella habra mucho quedecir, pero contentmonos aqu con recordar lo que asevera Daniel-Rops, es a saber, que paracomprenderla se requiere ponerse en la perspectiva de la poca, cuando la sociedad aceptaba comoobvio lo que Sto. Toms enseaba desde la ctedra: Mucho ms grave es corromper la fe, que es lavida del alma, que falsificar la moneda, que sirve para la vida temporal (Summa Theologica, II-II,11,3,c.). Y por aquel entonces los gobiernos castigaban severamente a los falsificadores de moneda(cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada... 678-679).

    2. Predominio del smbolo

    En un excelente curso que el Dr. Flix Lamas dictara sobre la Cristiandad, se dice que la historia haconocido tres sistemas explicativos de la arquitectura social.

    Existieron, ante todo, sociedades fundadas en el mito, es decir, que hacan depender de talo cualmito sus valoraciones fundamentales, su concepcin de la vida del hombre y de su historia. Elloacaeci y de algn modo sigue acaeciendo sobre todo en Oriente, particularmente en la India.Seria injusto despreciar lisa y llanamente tales sociedades. Con frecuencia esos mitos fundacionales,a pesar de los errores que incluyen, no carecen de grandeza y armona, constituyendo verdaderossistemas potico-religiosos. Seala Lamas que posiblemente dicha dignidad sea explicable por laproximidad geogrfica de aquellas regiones con el territorio en que tuvo lugar la revelacin primitiva,y de donde parti luego la dispersin de los pueblos.

    Estn, asimismo, las sociedades fundadas en la razn. La primera de ellas apareci quizs conAristteles, cuya enseanza determin en Grecia el triunfo de la razn sobre el mito. Asimismo el

    Imperio Romano fue una sociedad racional que no hay que confundir con racionalista ya que allla razn se encarn en la organizacin social. De ah que el triunfo de la Roma imperial yuniversalista significase la victoria poltica de la razn, que al triunfar socialmente sobre el mito fuepreparando a los pueblos para recibir el misterio.

    Lo racional que vence a lo mtico entraa un autntico progreso. Porque el mito es esttico, noevoluciona; en cambio la razn, por tener que estar atenta a las mutaciones de lo real, implicaposibilidad de desarrollo, de profundizacin. El racionalismo, en cambio, en cuanto rebelin de larazn contra el misterio, significa un retroceso.

    Finalmente hay sociedades fundadas en el misterio. Siendo ste la explicitacin ms rica de lo real,de la verdad revelada, las sociedades que en l se basan sern ms perfectas. Histricamente laprimera sociedad que encarn el misterio en su tejido social fue la juda. Dios se manifest al puebloque haba escogido, estableciendo con l una alianza sobre la base de esa revelacin mistrica. Esasimismo una sociedad de este gnero la islmica, si bien en ella lo mistrico se mezcla con lomtico. Nos queda y ac arribamos al tema de nuestro especial inters la sociedad fundada sobreel misterio plenario, la Cristiandad. Pero, como bien concluye Lamas su agudo anlisis, dichasociedad no dej de lado la razn, sino que entabl un dilogo fecundo entre el misterio y la razn,buscando su armona. Y, podramos agregar nosotros, en cierta manera asumi tambin lo valederoque palpitaba en los antiguos mitos, acogiendo a veces su vocabulario, despegado, como es obvio,de los errores que poda encubrir.

    Como el misterio est inextricablemente unido con el mbito cultual, pudese afirmar que lacivilizacin medieval fue, esencialmente, una civilizacin litrgica, en el sentido lato del trmino, unacivilizacin del gesto y del smbolo.

    Sobre este tema nos ha dejado H. Huizinga reflexiones inspiradas*. El pensamiento simblico,

    dice, se presenta como una continua transfusin del sentimiento de la majestad y la eternidaddivinas a todo lo perceptible y concebible, impidiendo que se extinga el fuego del sentido mstico dela vida e impregnando la representacin de todas las cosas con consideraciones estticas y ticas. Enun mundo semejante cada piedra preciosa brilla con el esplendor de toda una cosmovisinvalorativa. Vvese en una verdadera polifona del pensamiento, en un armonioso acorde de smbolos.

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    El trabajo del humilde artesano se convierte en el eco de la eterna generacin y encarnacin delVerbo. Entre el amor terrenal y el divino corren los hilos del contacto simblico**.

    *Si bien Huizinga, holands protestante, a nuestro juicio no siempre ha captado bien el espritu de la Edad Media, sinembargo su honestidad intelectual le ha permitido saborear algunos de sus valores.

    **Cf. H. Huizinga, El otoo de la Edad Media, Revista de Occidente, Madrid, 1967, 317-322. Para una comprensin msacabada de este tema, nos parece fundamental la lectura de A. K. Coomaraswamy, La filosofa cristiana y oriental del arte,Taurus, Madrid, 1980, donde el autor ceilands, analizando las culturas tradicionales, seala que es propio de ellas el conferirsentido simblico aun a los utensilios profanos. Sus casas, vestidos y vehculos eran ms lo que significaban que lo que eranen s. Cf. mi extenso comentario a dicho magnfico libro en Mikael 27 (1981) 101-110.

    En la misma lnea Guardini ha dejado escrito: El hombre medieval ve smbolos por doquier. Paral la existencia no est hecha de elementos, energas y leyes, sino de formas. Las formas sesignifican a s mismas, pero por encima de s indican algo diverso, ms alto, y, en fin, la excelsituden s misma, Dios y las cosas eternas. Por eso toda forma se convierte en un smbolo y dirige lasmiradas hacia lo que la supera. Se podra decir, y ms exactamente, que proviene de algo ms alto,que est por encima de ella. Estos smbolos se encuentran por todas partes: en el culto y en el arte,en las costumbres populares y en la vida social... Segn la representacin tradicional, el mundo todotena su arquetipo en el Logos. Cada una de sus partes realizaba un aspecto particular de esearquetipo. Los varios smbolos particulares estaban en relacin unos con otros y formaban un ordenricamente articulado. Los ngeles y los santos en la eternidad, los astros en el espacio csmico, lascosas en la naturaleza sobre la tierra, el hombre y su estructura interior, y los estamentos y lasfunciones diversas de la sociedad humana, todo esto apareca como un tejido de smbolos que tenan

    un significado eterno. Un orden igualmente simblico dominaba las diferentes fases de la historia,que transcurre entre el autntico comienzo de la creacin y el otro tan autntico fin del juicio. Losactos singulares de este drama, las pocas de la historia, estaban en recproca relacin, e incluso enel interior de cada poca, cada acontecimiento tena un sentido (R. Guardini, La fine dellepocamoderna, Brescia, Morcelliana, 1954, 31-32.38ss).

    Por eso la sociedad medieval sinti la necesidad de expresarse poticamente, como lo hizo en susgrandes Sumas: la Teolgica de Sto. Toms, la Lrica de Dante, la Edilicia de las catedrales... Biendice R. Pernoud, que a diferencia de los modernos, que ven en la poesa un capricho, una suerte deevasin, y en el poeta un bohemio, un bicho raro, la gente de la Edad Media consider la poesacomo una forma corriente de expresin, como parte de su vida, algo tan natural como lasnecesidades materiales. Para ellos el poeta era el hombre normal, ms completo que el incapaz decreacin artstica (cf. R. Pernoud, Lumire du Moyen ge, Grasset, Pars, 1981, 250-251).

    3. Sociedad arquitectnica

    La respublica christiana de la Edad Media era un cuerpo de comunidades que, partiendo de lafamilia, pasaba por las corporaciones de oficios, defendidas ambas por los caballeros de espada, yculminaba en la monarqua, reflejo de la monarqua divina, que confera unidad al conjunto delorganismo social, sin herir sus legtimas pluralidades. Seala Landsberg que la clave que explica estavisin arquitectnica, tan propia del Medioevo, es la creencia de que el mundo es un cosmos, un todoconcertado con arreglo a un plan, un conjunto que se mueve serenamente segn leyes yordenaciones eternas, las cuales, nacidas del primer principio que es Dios, tienen tambin en Dios sureferencia final. Cuando Sto. Toms, el espritu ms grande de los que plasmaron la idea medievaldel mundo, quiso definir el propsito de la filosofa, dijo que su finalidad consista ut in anima

    describatur totus ordo universi et causarum eius (que en el alma se inscriba todo el orden deluniverso y de sus causas). El alma era considerada cual un microcosmos, y el orden del alma, unreflejo del orden del universo.

    Abundemos en esta idea tan rica. Dios es uno. Y al crear no puede no reflejarse en su obra. Poreso el mundo, que proviene del Dios uno, es en su conjunto macrocrosmos y microcosmos no slouna unidad sino tambin un universo, es decir, algo que se dirige hacia la unidad (versus unum). Enla concepcin medieval, fuera de Dios no haba cosa alguna que fuese un fin ltimo en s misma.Cada cosa serva a otra ms alta. As el mundo de los elementos inanimados, junto con el de lasplantas y animales, serva al hombre. A su vez, dentro del hombre, lo inferior serva a lo superior:por ejemplo la sensibilidad al entendimiento, los instintos a la razn. En el campo social existaasimismo una jerarqua duradera y slida hecha de seoros y servidumbres. Finalmente, lanaturaleza toda, comprendidos el hombre, el animal y el ngel, serva a la glorificacin del Ser

    Supremo que los haba creado a ellos ya su orden, los conservaba y los guiaba. Todos los seresglorificaban a Dios por su mera existencia y esencia, ya que en e