la comprensión hermenéutica en la investigación educativa
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Análisis de las características generales, definiciones, técnicas más importantes, punto nodal, procedimientos, ventajas, desventajas y su aplicación en educaciónTRANSCRIPT
La comprensión hermenéutica en la investigación
educativa
Por José Nava Ortiz
Introducción
Mientras que las ciencias naturales buscan explicar y controlar (Erklären) las leyes del
mundo físico mediante procesos estructurados en forma rígida, normativa o como un canon
llamado “métodos cuantitativos” que tiene su fundamento en la filosofía positivista, las
ciencias sociales buscan interpretar y comprender (Verstehen) los motivos internos de la
acción humana, mediante procesos libres, no estructurados, sino sistematizados, a los que
inapropiadamente se les llama “métodos cualitativos”, por la resonancia positivista,
pudiendo llamarse “procesos cualitativos”, que han dado origen a diversos enfoques
hermenéuticos como el fenomenológico, del Dasein, de la comprensión del sentido, el
neokantiano, el lingüístico, etc., que tienen su fuente en la filosofía humanista, y que han
facilitado el estudio de los hechos históricos, sociales y psicológicos del ser humano,
soslayados en un tiempo por los métodos positivistas.
Estos “procesos cualitativos”, que se preguntan ¿cómo se interpretan los motivos de la
acción humana? y ¿cómo se comprende lo interno y subjetivo del hombre?, han dado
respuesta a las cuestiones fundamentales referidas al origen y sentido de la comprensión
humana, las cuales han tenido un desarrollo intelectual importante desde el siglo XIX, a
raíz de la complejidad que caracteriza a la sociedad postindustrial, lo que ha dado origen a
diversas escuelas y corrientes hermenéuticas como son: a) Las ciencias del espíritu de
Wilhelm Dilthey, b) La Sociología Comprensiva de Max Weber, c) La Formación de
Conceptos y teoría de las Ciencias Sociales de Alfred Schütz, d) El Lenguaje como Medio
de la Experiencia Hermenéutica de Hans-Georg Gadamer, e) La filosofía del Lenguaje de
Ludwig Wittgenstein y f) La Intencionalidad y Explicación Teleológica de Henrik von
Wright, que constituyen hoy en día los pilares de la interpretación y comprensión
hermenéutica, como procesos cualitativos que pueden constituir una base para la
investigación educativa.
Estas escuelas, corrientes y enfoques, se abordan bajo una mirada descriptiva y
comprensiva, es decir, integradora, con el propósito de apoyar a los interesados en conocer
su filosofía y aplicaciones en los procesos educativos, ya que la era del conocimiento y de
la globalización económica vuelven indispensables para saber cómo mejorar la calidad
educativa y el desarrollo humano, tareas en que los educadores estamos comprometidos. A
continuación se resumen su origen histórico, la necesidad social a la que responden, las
características generales, definiciones, técnicas más importantes, punto nodal,
procedimientos, ventajas, desventajas y su aplicación en educación, a través de los
siguientes apartados:
Problematización, caracterización, técnicas más importantes y conclusiones.
1. Problematización
1.1 Origen histórico
De acuerdo a Ferraris (2002; p. 11), la hermenéutica nació con la mitología griega como un
ejercicio informativo y comunicativo de Hermes, el mensajero de los dioses, quien ejerció
la tarea de llevar y traer amonestaciones, anuncios o profecías entre los hombres y los
dioses, convirtiéndola en una actividad práctica, en contraposición a un sistema filológico,
como hoy los entendemos (1) .
Otros autores como Reynolds-Wilson (1968; p. 5), sitúan su origen más allá de la época
griega, ubicándola en la era Helenística (siglo III a. C.), cuando surgió como sistema
filológico dirigido a estudiar las leyes etimológicas, gramaticales, históricas y lexicológicas
de las lenguas, papel que asumió la Biblioteca de Alejandría, el gran acervo bibliográfico
del Egipto, el que –según testimonios antiguos– tuvo de 200,000 a 490,000 volúmenes,
aunque cada uno sólo contuviese una tragedia ática o un diálogo de Platón. La necesidad de
recoger y corregir los manuscritos, para verificar con la mayor certeza posible su versión
original, excluyendo interpolaciones y corrupciones, llevó al florecimiento del primer
método de la hermenéutica denominado Método histórico-gramatical, que tuvo a su
exponente más célebre en Aristarco de Samotracia (217-143 a. C.), quinto bibliotecario del
Museo, quien en la corrección de los poemas homéricos elaboró el principio básico de este
método, según el cual, en la lectura del corpus de los escritos de un autor es donde se
resuelven las dificultades de su interpretación. Por otro lado, hacia el año 525 a. C., surgió
en Pérgamo otro método de la hermenéutica relacionado con los Sofistas y después
recuperado por los Estoicos, el llamado Método de interpretación alegórica, caracterizado
por adaptar a la mentalidad de la época, mediante alegorías (o metáforas), los textos de la
tradición.
Ambos métodos, dice Szondi (1975; p. 17), se vincularon al problema de la historicidad,
donde la interpretación gramatical apuntó a lo que en algún tiempo pretendía decirse y
quería conservarse o sustituirse por la expresión verbal devenida históricamente en un
nuevo signo, acotado a una glosa (explicación de textos oscuros). Mas, como dijo Dilthey
(1900; p. 10), por nuestros prejuicios modernos llegamos a considerar como más
“adecuado” y “racional”, al Método histórico-gramatical por cuanto no era alegórico,
momento que la hermenéutica empezó a padecer por el embate del positivismo.
Hay que advertir agrega Szondi, que la filología (sensus litteralis) y la alegoría (sensus
grammaticus), no fueron fases sucesivas del mismo desarrollo histórico de la hermenéutica
que hayan pasado del mito al logos y del logos a la episteme, sino que sólo ilustran el doble
propósito que ha dominado a esta actividad desde sus orígenes.
1.2 Necesidad social a la que responde
Como menciona Ferraris (2002; p. 19), al posesionarse la cultura hebrea dos siglos antes de
Cristo de los métodos creados por la koiné helenística, originó que los problemas
planteados en la interpretación de la Sagrada Escritura fueran diferentes a los estimulados
por la lectura de los clásicos (literatura griega), debido a que la inspiración divina de los
poetas griegos era diferente a la de los profetas hebreos, ya que el pueblo hebreo afrontó la
interpretación de la Sagrada Escritura como dogma (significado unívoco), al considerarlas
un dictado directo de Dios, cuyo valor veritativo no sólo cultural es superior a la literatura
helénica, por más que el mundo de los poemas homéricos tuviese un valor canónico similar.
Fue esta visión teológica la que condujo al empleo de la exégesis (explicación e
interpretación de textos, sobre todo sagrados) como la técnica prominente de la era
Patrística (s. II a. C.–II d. C.), que luego se extendió a la etapa Escolástica (s. V–XIII d. C.)
y al Renacimiento tardío (s. XIII–XV d. C.), caracterizada, como dice Ebeling (1959), por
“algunos elementos míticos, de una historia en cuyo proceso se tomaba parte y cuya
interpretación debía recordarse. El punto focal consistía, pues, en la interpretación
concreta, lo más literal posible, de la Ley” (p. 53). Este modelo de significado unívoco o
de interpretación literal de la Ley, generó un proceso de interpretación lineal, que en
términos hermenéuticos debía resolverse. Fue así como surgió el exponente de la
complementariedad, llamado Filón de Alejandría (20 a. C.-50 d. C.), quien al interpretar la
Sagrada Escritura conjuntó la filología griega y la tradición hebraica, partiendo de su
sentido literal e histórico hasta llegar a la determinación de su sentido unívoco, que fue de
tipo alegórico. De este modo, filología y alegoría se trataron como niveles diferentes pero a
la vez complementarios, donde el sentido último, que era el teológico, se lograba
comprendiéndolo en el marco de un acto de fe (Ferraris, 2002; p. 19).
Con la llegada del cristianismo surgieron nuevos retos para la hermenéutica por la ruptura
que introdujo el Nuevo Testamento, ya que la predicación de Cristo, si bien era una
novedad que ya se había anunciado en las profecías del Antiguo Testamento, ahora se
requería mostrarlas como evidencia de lo dicho; a esto se debe que el Método de
interpretación alegórica intensificara su utilización no sólo como el relato de la vida de
Cristo, sino como la legitimación de la Iglesia, de la jerarquía eclesiástica y el destino de la
humanidad. Fue entonces (s. V d. C.), cuando la hermenéutica tuvo dos vertientes de
interpretación: de tipo alegórico-aristotélica, en la Escolástica y el Renacimiento, asociada
a la filosofía idealista y humanista y filológico-platónica, a partir de la era moderna y la
época contemporánea, asociada a la filosofía materialista y positivista, cuya hegemonía fue
prevaleciendo con los aportes del racionalismo de Renato Descartes (s. XVI), del
empirismo de J. Locke (s. XVII), del positivismo de Augusto Comte (s. XVIII), del
utilitarismo de J. S. Mill (s. XIX), del pragmatismo de W. James y Ch. Sanders Peirce (s.
XIX en adelante), cuyas aportaciones, según los representantes de la teoría crítica (T. W.
Adorno, J. Habermas, etc.), han respondido a una misma razón: la razón instrumental. Así,
frente al predominio de la filosofía positivista en Europa del siglo XIX y adelante, se fue
fraguando sobre todo en Alemania, una tendencia anti-positivista de la ciencia, de donde
emergió la filosofía humanista y de ésta una nueva hermenéutica, interesada en rescatar la
comprensión de los rasgos “internos” del hombre, relegados por el canon positivista.
Mardones y Ursúa (1994; p. 22), afirman que entre las figuras más destacadas de este
movimiento están Droysen, Dilthey, Simmel, Max Weber, los neokantianos de la Escuela
de Baden, Windelband y Rickert y fuera de Alemania, Collingwood en Inglaterra y Croce
en Italia, unificados todos ellos por su rechazo al monismo metodológico que pretendió
universalizarse (pretensión conocida como Unidad de la Ciencia), en las demás ciencias
(históricas, sociales, del espíritu). Los diferentes nombres que ha adoptado el método o
canon positivista y frente al cual la hermenéutica ha respondido con energía son: método
científico, positivista, lógico, racionalista, causalista, verificacionista, objetivista, empirista,
analítico, etc., compuestos de pasos fijos, entre los cuales están la: observación, predicción,
explicación, generalización y control, como única vía para la obtención de la veracidad y
conocimiento del hombre sobre la naturaleza física.
La respuesta de los pensadores de la filosofía humanista a este canon, fue dirigir su mirada
hacia la teoría del conocimiento o epistemología, para desarrollar nuevas formas de
investigación científica que dieron origen a los llamados “métodos cualitativos” (mejor
dicho, “procesos cualitativos”), dentro de los cuales están las distintas escuelas, corrientes y
enfoques de la hermenéutica, en los cuales se ha apoyado la investigación educativa para
llevar a cabo las tareas de interpretación y comprensión de los datos “internos” y
“subjetivos” de hechos como los históricos, las posturas ideológicas, las motivaciones
psicológicas, la cultura y el interés cognoscitivo o fin último, que mueve a la acción
humana y que constituyen el objeto de estudio de la comprensión hermenéutica. Hechos no
manipulables empíricamente (como los positivistas), sino derivados del corpus filológico,
alegórico y del contexto histórico, social y cultural en que surgen.
En general la filosofía humanista y en particular la comprensión hermenéutica han
respondido a la necesidad trascendente de hacer prevalecer la comprensión humana sobre la
objetivación natural. Necesidad que se acrecentó a partir del siglo XIX por el predominio
positivista, convirtiéndose en una necesidad social de comprender con “lecturas” críticas o
develadoras lo interno, oculto, confuso o denegado por la razón instrumental. Por ello, los
hermeneutas que se alzaran contra ese predominio insensible, dijeron en voz de Droysen
(1858) lo siguiente:
“...el ser humano expresa su interioridad mediante manifestaciones sensibles y toda
expresión humana sensible, refleja una interioridad. No captar, por tanto, en una
manifestación, conducta, hecho histórico o social esa dimensión interna, equivale a no
comprenderlo” (2) .
2. Caracterización
2.1 Características generales
La hermenéutica es una técnica, un arte y una filosofía de los métodos cualitativos (o
procesos cualitativos), que tiene como característica propia interpretar y comprender, para
desvelar los motivos del actuar humano.
La realidad subjetiva, metafísica y psicológica del hombre seguía ahí, a pesar de su
negación por las ciencias naturales. Por ello, los procesos hermenéuticos de conducir,
comunicar, traducir, interpretar y comprender los mensajes y significados no evidentes de
los textos (libros) y contextos (historia, cultura, política, religión, filosofía, sociedad,
educación, etc.) del ser humano emergieron con gran resolución y sin importarles la
exigencia positivista-cuantitativa de “rigor científico”, desde Droysen hasta nuestros días,
sin olvidar que algunos hermeneutas se han preocupado por su “sistematización metódica”,
como sucedió con Dilthey y Weber.
Así, lo que ha caracterizado a las diversas escuelas, corrientes y enfoques de la
hermenéutica ha sido su compromiso de conducir mensajes de un texto a un lector, como lo
hizo Hermes; de comunicar un mensaje de un sujeto a otro, como lo hace el maestro o el
padre de familia a sus pupilos; de traducir y volver inteligible un mensaje de un interlocutor
a otro, como el intérprete de otra lengua y, finalmente, de comprender o hacer comprensible
el significado y fin de un texto o un contexto entre personas, sustrayéndolos del
positivismo, permitiendo recuperar el sentido de la existencia humana.
2.2 Definiciones
Hay diversas concepciones filosóficas, históricas y sociales, en las que se inscribe la
hermenéutica, que han dado origen a enfoques como el fenomenológico, el del Dasein*, el
de la comprensión del sentido, el neokantiano, el lingüístico, etc., que se resumen a
continuación junto con sus autores y definiciones.
2.2.1 Enfoque fenomenológico
W. Dilthey, fundador de la Fenomenología del espíritu sustentada en la historia, es decir, en
el estudio de los procesos internos referidos al conocimiento de la realidad histórico-social
dice:
“... la historia es la diversidad en despliegue de las formas humanas de vida, diversidad
que radica en la fuerza genética de la naturaleza humana y que se presenta en la existencia
por la acción de las diversas condiciones geográficas, climáticas y sociales de vida. La
doctrina del desarrollo extrae luego todas las consecuencias de la conciencia histórica”
(Dilthey, 1978; p. 5).
En otra obra agrega lo siguiente:
“De aquí nace la diferencia entre nuestra relación con la sociedad y con la naturaleza. Las
situaciones en la sociedad nos son comprensibles desde dentro; podemos reproducirlas,
hasta cierto punto, en nosotros, en virtud de la percepción de nuestros propios estados, y
acompañamos con amor y odio, con apasionada alegría, con todo el juego de nuestros
afectos, la contemplación de la imagen del mundo histórico. La naturaleza es muda para
nosotros. Sólo el poder de la imaginación vierte sobre ella un vislumbre de vida e
intimidad. Pues en cuanto somos una sola cosa con un sistema de elementos corporales en
interacción, ninguna conciencia interna acompaña al juego de esa acción recíproca. Por
esto también puede tener para nosotros la naturaleza la expresión de una sublime calma”
(Mardones y Ursúa, 1994; p. 69).
2.2.2 Enfoque del Dasein (3)
K. Jaspers (1985; pp. 7-8), creador del enfoque hermenéutico del Dasein y fundador de la
filosofía de la existencia, que es una forma de interpretación y comprensión de lo interior
del ser humano, como su existencia y conciencia plena de ese hecho desde la
autorreflexión, libre de convencionalismos, dice al respecto:
“La llamada filosofía de la existencia es sólo una forma de la filosofía: de la filosofía una y
primigenia. Sin embargo, no es casual que existencia se haya convertido por el momento,
en la palabra caracterizadora. Subraya lo que constituye la tarea –desde hace mucho casi
olvidada– de la filosofía: sorprender a la realidad en su surgimiento originario y
aprenderla del mismo modo que yo me aprendo en mi obrar interno mediante la
autorreflexión... Existencia es una de las palabras que se emplean con el fin de designar la
realidad, según el acento que le dio Kierkegaard: todo lo esencialmente real para mí solo
en cuanto yo soy yo mismo. No estamos ahí meramente, sino que nuestro existente* no es
confiado como lugar y como cuerpo de la realización de nuestro surgimiento originario”.
2.2.3 Enfoque de la comprensión del sentido
Un siguiente concepto de la interpretación y compresión hermenéutica lo ofrece M. Weber
(1992) en la siguiente cita, referida a las finalidades de la interpretación y su abordaje
mediante los procesos del método científico y los métodos humanista:
“Toda interpretación, como toda ciencia en general, tiende a la ‘evidencia’. La evidencia
de la comprensión puede ser de carácter racional (y entonces, bien lógica, bien
matemática) o de carácter endopático: afectiva, receptivo-artística... Y hay evidencia
endopática de la acción cuando se revive plenamente la ‘conexión de sentimientos’ que se
vivió en ella” (p. 6).
Una acción con sentido es comprendida no sólo por medios psicofísicos, sino además, por
medios intelectuales como sucede con los históricos y sociales; observación que permitió a
Weber fundar la Sociología comprensiva, empleando para ello procesos positivistas (como
el uso de pasos fijos en los modelos ideales) y procesos de la naciente ciencia social
(retomada posteriormente por Durkheim), a través de la cual planteó el estudio de dos tipos
de fenómenos humanos: los racionales, apegados a las reglas de las ciencias naturales y los
endopáticos, pertenecientes al estudio de los aspectos internos del sujeto como sus
emociones, afectos, gustos, arte, cultura, etc., que posibilitaron a la hermenéutica la
ampliación de su campo de estudio.
2.2.4 Enfoque neokantiano
La escuela neokantiana dio un giro a la corriente histórica de Droysen y Dilthey al
introducir el concepto de teoría del conocimiento (Enkenntnistheorie), que en el siglo XIX
dice Gadamer (1993; pp. 280 y 309), produjo no sólo la disolución de la filosofía hegeliana
que sustentaba la correspondencia natural e inmediata entre el logos y el ser, en la medida
que Hegel argüía que la razón estaba en todo, incluso en la historia. Ahora, de cara a la
teoría del conocimiento y su crítica a la filosofía apriorística de la historia, entró en el
campo de la crítica neokantiana que planteaba el rechazo a la pretensión de una
construcción racional de la historia del mundo y de un conocimiento histórico de la
experiencia.
En este momento ya los neokantianos intentaban implicar a la ciencia del espíritu en la
renovación de la filosofía crítica, pero Dilthey, fundador de esa ciencia, rechazó al
criticismo neokantiano por considerarlo un retroceso al sujeto epistemológico. Nuevamente
aquí, la hermenéutica incorporó los elementos de la epistemología neokantiana en su
proceso de interpretación-comprensión, sin guardar necesariamente una identidad directa
con ella.
2.2.5 Enfoque lingüístico
Gadamer es uno de los seguidores del enfoque hermenéutico centrado en la lingüística,
conocido también como el lenguaje como experiencia hermenéutica. Los postulados de este
enfoque señalan que el ponerse de acuerdo con el otro es lo más importante y dicho acuerdo
se logra mediante el lenguaje. El contexto lingüístico y su medio de operación: la acción
comunicativa a través del habla constituye hoy en día el enfoque más importante de la
hermenéutica actual.
Al respecto, Gadamer (1993) afirma:
“Ya en el análisis de la hermenéutica romántica hemos podido ver que la comprensión no
se basa en un desplazarse al interior del otro, a una participación inmediata de él.
Comprender lo que alguien dice es, como ya hemos visto, ponerse de acuerdo en la cosa,
no ponerse en el lugar del otro y reproducir sus vivencias. Ya hemos destacado también
cómo la experiencia de sentido que tiene lugar en la comprensión encierra siempre un
momento de aplicación. Ahora consideraremos que todo este proceso es lingüístico. No en
vano la verdadera problemática de la comprensión y el intento de dominarla por arte –el
tema de la hermenéutica– pertenece tradicionalmente al ámbito de la gramática y de la
retórica. El lenguaje es el medio en el que se realiza el acuerdo de los interlocutores y el
consenso sobre la cosa” (pp. 461-462).
Para Gadamer, la comprensión hermenéutica se concibe y se da a través del lenguaje. Este
hecho debería hacer pensar a los educadores que la escuela es un espacio privilegiado de
acción comunicativa centrada en el lenguaje; sin embargo, la comprensión humana al
parecer no es alcanzada, de ahí sus resultados.
Gadamer (1993; p. 378), promotor del enfoque lingüístico o del lenguaje como experiencia
hermenéutica, agrega que ésta tiene tres momentos y son: la subtilitas intelligendi o
comprensión, la subtilitas explicandi o interpretación y la subtilitas applicandi o aplicación,
incorporada durante el pietismo (4) .
Para Vico, el sensus communis es el sentido de lo justo y del bien común que vive en todos
los hombres.como tercer componente. Estos tres momentos contribuyen a la comprensión,
por lo cual resulta ser significativo que los tres reciban el nombre de subtilitas, esto es, que
se comprendan menos como un método disponible que como un saber hacer que requiere
de una particular finura del espíritu.
Estos tres elementos, junto con la construcción social de los aprendizajes y la acción
comunicativa, conforman un movimiento mundial en educación, conocido con nombres
como la sociología comprensiva de M. Weber, el constructivismo de L. Vygotsky y J.
Piaget y la acción comunicativa de J. Habermas. Aportaciones que constituyen la
plataforma del modelo educativo actual, llamado globalmente constructivista-
comunicativo, mediante el cual se llevan a cabo cotidianamente ejercicios de comprensión
hermenéutica en las comunidades de aprendizaje, cuyo contexto es el aula y el lenguaje,
pero quizás haga falta clarificar más sus procedimientos, a fin de mejorar su empleo y por
ende, la calidad educativa.
2.3 Escuelas y corrientes
Las seis escuelas más importantes enunciadas en la introducción, que apoyan a la
hermenéutica para llevar a cabo sus procesos de interpretación y comprensión, provienen
en su mayoría de la era Moderna (s. XIX en adelante) y son:
- Ciencias del espíritu de Wilhelm Dilthey.
- Sociología comprensiva de Max Weber.
- Formación de conceptos y teoría de las ciencias sociales de Alfred Schütz.
- Lenguaje como medio de experiencia hermenéutica de Hans-Georg Gadamer.
- Filosofía del lenguaje de Ludwig Wittgenstein.
- Intencionalidad y explicación teleológica de Henrik von Wright.
No hay que olvidar que dichas escuelas y corrientes surgieron como reacción opuesta al
predominio del positivismo, de ahí que no adopten una estructura con los pasos típicos de
los métodos positivistas. Por lo que a continuación se resume de cada una su origen, objeto
de estudio, características y procedimientos.
2.3.1 Ciencias del Espíritu de W. Dilthey
a) Origen
Las denominadas “ciencias del espíritu” nacieron en Europa a finales del siglo XIX cuando
estalló la polémica entre las ciencias naturales y las ciencias del espíritu (Mardones y
Ursúa, 1994; p. 54). Esto llevó dice Dilthey (1833-1911), alumno de Ranke, a fundamentar
la historia y las ciencias del hombre, descubriendo que la teoría de la ciencia no había
hecho justicia a la peculiaridad de dichos estudios, por lo que se abocó a fundar las ciencias
del espíritu, como el estudio “del medio en que el hombre está inserto” y que permite captar
los hechos “desde dentro”.
b) Objeto de estudio
Las ciencias del espíritu y las demás ciencias del hombre que abarcó la investigación de
Dilthey fueron: la metafísica, que subsistió en el espíritu europeo hasta el siglo XIV gracias
a su alianza con la Teología. De la religión, agrega el autor, surgieron el derecho y la moral;
y en el siglo XVII, sobre la ciencia llegada a su madurez por influencia del humanismo y la
Reforma, resurgieron la historia, la teología, la psicología, la antropología (Dilthey, 1978a;
pp. 11, 13 y 123). La filosofía, el arte, la religión y la pedagogía son ciencias del espíritu
que fueron fundamentadas (Dilthey, 1978b; pp. 67, 261, 303, 321).
Para otros autores, como Gadamer (1993; pp. 74, 124, 218), existen otras ciencias que
recibieron los beneficios del aporte de Dilthey como la estética, sustentada en estudios
previos de Kant; la educación (Bildung), que Hegel había fundamentado ya; a finales del
siglo XIX, el resurgimiento de la hermenéutica como disciplina auxiliar de la teología y la
filosofía, y la psicología, que tomó fundamentos de todas las ciencias del espíritu
(Gadamer, 1992; p. 35).
c) Características
Dilthey (1980; pp. 40-42), observó que la Lógica de J. S. Mill gozaba de una gran
influencia en las ciencias, al grado de englobarlas en dos grandes grupos: las ciencias
naturales (lógica, matemáticas, física, etc.) y las ciencias del espíritu (todas las demás), por
lo que se preguntó si debieran separarse los hechos de la vida espiritual, de los de la
psicofísica humana y así sucesivamente. Fue entonces que inició la formulación de una
teoría que caracterizara a cada uno de los hechos del conocimiento humano, mediante una
visión de totalidad que no se limitara a lo espiritual, dando origen a las ciencias humanas y
sociales ahora conocidas.
Por más que Dilthey defendiera la autonomía epistémica de las ciencias del espíritu,
comenta Gadamer (1993; p. 36), lo que se llama método en la ciencia moderna, es en todas
partes una sola cosa que se acuña de manera ejemplar en las ciencias naturales, de ahí que
no exista un método propio de las ciencias del espíritu, pero cabe preguntarse como
Helmholtz: ¿qué peso tiene aquí el método?
d) Procedimientos
No obstante que las ciencias del espíritu no cuentan con métodos propios, agrega Gadamer
(1993; p. 37), están muy lejos de sentirse inferiores a las ciencias naturales. Helmholtz
destacó que la memoria, la autoridad y el tacto psicológico, constituían parte de sus
procedimientos. En el caso del arte –dijo–, predominaba el sentimiento artístico y la
inducción artística y para el conocimiento histórico, el método inductivo, ya que en la
historia no hay leyes, sino una sumisión voluntaria a hechos prácticos. Sus planteamientos
fueron poco convincentes para los demás.
Fue el concepto de formación el que adquirió preponderancia y validez como el elemento
con el que proceden las ciencias del espíritu. La formación dice Gadamer (1993; p. 39),
pasó a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto de cultura y designa en primer
término el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades
naturales del hombre. Hegel habla de “formarse” y de “formación” precisamente cuando se
acoge a la idea kantiana de las obligaciones para consigo mismo. Pero, cuando en nuestra
cultura nos referimos a la palabra “formación” (Bildung), se trata de algo más elevado y
más interior: el modo de percibir que procede del conocimiento y del sentimiento de toda la
vida espiritual y ética de la persona y que se derrama armoniosamente sobre su sensibilidad
y carácter. Aquí, “formación” no quiere decir sólo cultura, esto es, desarrollo de
capacidades y talentos, sino reconstruir al hombre y su ser en sí.
Los procedimientos principales de esta escuela se resumen de la siguiente forma:
· Los procesos de memorización, de autoridad y del tacto psicológico fueron parte de las
formas de intervención de las ciencias del espíritu, más no todas.
· En el caso del arte los sentimientos y la inducción artística fueron algunos de los
procedimientos empleados, pero como complemento de otras técnicas.
· Fue la formación (Bildung) del ser humano, la técnica principal que aportaron las ciencias
del espíritu, entendiendo por formación la transformación del ser.