la cartografía de las ciudades históricas

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    068 Revista ph Instituto Andaluz del Patrimonio Histrico n. 77 Monogrfico febrero 2011 pp. 68-73

    La cartografa de las ciudades histricas: entre la realidad y el proyectoEduardo Mosquera Adell, Escuela Tcnica Superior de Arquitectura, Universidad de Sevilla

    La cartografa como fuente de informacin para la investigacin patrimonial

    Desde el reconocimiento de que las ciudades son un cualificado escenario de la vida, y que constituyen realidades patrimoniales de especial trascendencia, se ha efectuado una aproximacin a sus cartografas. Unos instrumentos grficos que, por un lado, forman parte del propio patrimonio de las ciudades, pero que constituyen una herramienta indispensable para el conocimiento y para cualquier actividad de investigacin, de proteccin y, en general, de gestin patrimonial sobre nuestras ciudades histricas.

    Recorriendo bsicamente los ltimos cinco siglos de forma diacrnica, se considera la temtica tanto dentro de una perspectiva internacional, como en el seno de la propia evolucin de la cartografa urbana en la cultura hispnica, poniendo nfasis en el mbito andaluz. Se hace asimismo particular hincapi en el progreso de las tcnicas grficas, hacia visiones cada vez ms precisas y racionalizadas, basadas en proyecciones ortogonales.

    La aproximacin a la cartografa funcional para el control y gobierno de la ciudad heredada y para la definicin de la ciudad proyectada, en la perspectiva de su crecimiento y desarrollo, recorre un ciclo cultural que tiene en la Ilustracin unos logros especialmente relevantes. Se suman tambin los factores, aun ms contemporneos, derivados de la aparicin de las modernas disciplinas urbansticas y el empleo de la cartografa con nuevos matices e intencionalidades, tambin patrimoniales. La cartografa termina entonces por reflejar con mayor intensidad el cambio social, considerando cuestiones como el inters empresarial, el desarrollo del turismo y otras dinmicas que inciden en el tratamiento de las ciudades histricas.

    El trabajo patrimonial requiere del beneficio de un conocimien-to riguroso. La actividad investigadora vinculada a su sustancia histrica o cultural se nutre de mltiples recursos, muchos de los cuales tambin constituyen, por s mismos, patrimonio. Nuestras ciudades histricas no slo son realidades basadas en complejos artificios identificados por la agrupacin y convivencia de inmue-bles, en forma de edificaciones y espacios libres, o de bienes mue-bles asociados o contenidos, todos ellos testimonio de los tiempos, de los episodios fsicos que las han modelado diacrnicamente. Tambin esas ciudades incluyen en su condicin y en sus valores patrimoniales mltiples asociaciones y manifestaciones inmate-riales. La suma de todo ello las reivindica como cualificados esce-narios de la vida.

    Dentro de ese rico acervo se encuentra un patrimonio de carcter documental que conviene subrayar por sus posibilidades para el trabajo patrimonial. Se trata de la cartografa de las ciudades his-tricas, un documento indispensable para el conocimiento y para cualquier actividad de investigacin, de proteccin y, en general, de gestin patrimonial sobre ellas.

    De entrada, su aprecio se basa en su utilidad como herramienta directa de conocimiento. Ello es debido a su elaboracin, median-te diferentes estrategias grficas y de acompaamiento literario, que han insistido en mostrarnos -con diversa precisin- la forma y estructura de las ciudades, de sus elementos constitutivos, de sus nombres... Pero tambin han resultado especialmente ejemplares en cuanto interpretaciones de una realidad que nos aportan valo-res y significaciones de lo urbano, de una forma relevante. Puede decirse que estas cartografas tienen la capacidad de determinar muy seriamente nuestra percepcin global de lo urbano, en estre-cha relacin con la imagen que proyectamos del pasado, desde nuestras coordenadas culturales contemporneas. Pero tambin nos ensean a leer de otra forma nuestros escenarios cotidianos.

    En consecuencia, han condicionado nuestros juicios, y por ello es importante entender su papel, profundizar en su cualidad. Una premisa fundamental es que las representaciones cartogrficas de las ciudades se han efectuado insistente y secularmente, pero para muy distintas finalidades y bajo muy diferentes ideas de ciudad.

    Palabras claveArquitectura / Cartografas / Ciudades histricas / Investigacin / Paisaje / Patrimonio cultural / Planos / Urbanismo / Vistas de ciudades

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    1. Mapa de la ciudad de Caracas (1772). Fuente: Ministerio de Cultura. Archivo General de Indias. MP-VENEZUELA, 174

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    La creciente intensidad manifestada en la difusin de ideas, tex-tos e imgenes, en el desplazamiento de personas y mercancas, a partir de la salida del mundo medieval, se tradujo en el auge de la cartografa en sus distintas escalas, desde la representacin del conjunto entonces conocido de continentes y ocanos, hasta lle-gar al nivel de lo urbano. Por lo que respecta a este ltimo paso, se dio la combinacin de la imagen creativa de una ciudad concreta, inslita, junto a la produccin de repertorios que, bajo patrones comunes, permitan un viaje a distintos puntos del globo, donde las ciudades concentraran fama y excelencia a partir de un parti-cular modo de mostrarse. Unos elencos figurativos que en general alentaron la preferencia por las vistas de ciudades a lo largo de mucho tiempo. Convivieron con frmulas hbridas entre la vista y el plano de ciudad, basadas en imgenes oblicuas, visiones eleva-das, a vista de pjaro (terminologa comn a otras lenguas: i.e. vu doiseau, o birds-eye view), que empleaban la perspectiva, ge-neralmente caballera, para definir la posicin de edificios y viales, o se deformaban en aproximaciones a una cnica, mediante una ligera convergencia de las lneas de su soporte horizontal.

    La representacin de Venecia de Jacopo deBarbari (1500) es un exponente de esa imagen creativa, densa e impar, dentro de una copiosa dinasta donde abundar la seriacin y la imitacin. En coor-denadas ms prximas encontramos opciones bien alejadas entre s. El conocido plano de Madrid del portugus Pedro de Teixeira (1656) insiste en la ciudad como un hecho edificatorio compacto, donde el entorno que lo acompaa subraya su singularidad. Mientras que una representacin ms selectiva, como la de la capital cordobesa recogida por el cannigo Jos Vzquez Venegas, apuesta por mostrar nicamente determinados referentes urbanos, de base arquitectni-ca: defensas, puente, arquitectura de iglesias y conventos (GARCA ORTEGA; GMIZ GORDO, 2010: 39-40).

    Los planos topogrficos definidos ortogonalmente, en cuanto plantas urbanas, tardaron en imponerse a las representaciones iconogrficas de las ciudades, salvo en determinadas instancias. Surgieron frecuentemente como cartas, insertas por lo comn en libros, frente a las vistas de ciudades. Ejemplo crucial fue el plano de Roma de Leonardo Bufalini (1551), donde aparecen numerosas plantas de destacados edificios de distintas pocas, subrayando ese inabarcable patrimonio edificado. A pesar de su novedad, con-vivi con las cartografas romanas en perspectiva de Lafrry (Spe-culum romanae magnificentiae de 1555), o de Tempesta (1593), por recordar algunas muy influyentes.

    El legado de Bufalini se actualiza y ampla conceptual y formal-mente en la detallada y elocuente Pianta Grande di Roma de Giambattista Nolli (trazada entre 1736 y 1748, ao de su publi-cacin). En ella se realiza la indicacin de las plantas de los prin-cipales edificios, fundiendo el espacio pblico con los interiores de los edificios, que quieren hacerse permeables. La idea de espa-cio arquitectnico se infiltra y simultneamente se expande por toda la ciudad. Nolli emblematiza la dimensin arquitectnica de las ciudades1, anuncia el nfasis ilustrado por la precisin de las

    imgenes urbanas, una idea extendida en las representaciones del siglo XVIII de ilustradores, cartgrafos, arquitectos e ingenieros.

    Aunque en la Espaa ilustrada sobresalen nuevos instrumentos de la Administracin que emplean la cartografa, como son las Respuestas generales del Catastro del Marqus de la Ensenada (1749-1756), las visiones esquemticas de poblaciones y los pre-dios cercanos, por tanto de base territorial, no eluden una repre-sentacin urbana de corte naf, pero eficaz a sus propsitos. El At-las geogrfico del Reyno de Espaa e Islas Adyacentes de Toms Lpez (1758) combina esa inercia con representaciones de planos de ciudad, como la de Oviedo, de planta detallada y minuciosa, anticipadora de criterios visibles un siglo despus en importan-tes cartografas urbanas posteriores, como las de Francisco Coello en el Atlas de Espaa y sus posesiones de Ultramar (1847-1870), para complementar el Diccionario geogrfico-estadstico-hist-rico de Espaa y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz.

    Pero el proceso no fue estrictamente lineal. As, Isaac Basire, en 1745 y para su plano de Gibraltar (Plan of the Town and Fortifi-cations of Gibraltar, exactly taken on the Spot in the Year 1738: For Mr. Tindals Continuation of Mr. Rapins History of England), armoniza una planta rigurosa de la ciudad, morfolgicamente n-tida, con la peculiaridad de emplear la vista oblicua para el Pen, defensas y muelles, reforzando por la distincin grfica tridimen-sional su impronta fsica.

    matIces Para eL goBIerno de La cIudad Heredada

    Sin embargo, en este mezclado panorama, la proyeccin vertical ortogonal, ms racional, aparece definida y empleada convencio-nalmente para expresar una comprensin ms ajustada de aspec-tos dimensionales y posicionales: escala, distancia, altura, etcte-

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    ra, que deben estar perfectamente controlados. Al tamao de la edificacin, la latitud del viario y la precisa posicin de las cosas, se les suele agregar adems el manejo de informacin detallada del nomencltor urbano. Lo que nos permite dilucidar de un vista-zo la funcionalidad de algunos espacios y mbitos urbanos.

    La solucin vertical diferencia estudiadamente, por ejemplo, lo construido frente a los vacos urbanos del viario; realza el ver-de (huertas, paseos, jardines) y los cauces; distingue el sistema defensivo con las murallas, sus torres y puertas. Suele resultar llamativo el habitual elenco de convenciones, por ejemplo, para representar la arquitectura religiosa, cementerios

    La idea de conocimiento volcado a la cartografa, flota no solo en la identificacin de hitos urbanos de la ciudad habitada. En el caso de Mrida, el plano de Moulinier y Vicq nos muestra cmo la presencia de la arqueologa, de los bienes arqueolgicos, define la periferia urbana, le otorga una cualidad. Los grandes edificios p-blicos romanos (teatro, anfiteatro, circo) o el acueducto de San Lzaro son realidades disponibles, que forman parte de la ciudad. Aunque todava est lejos el tiempo de su patrimonializacin, de su integracin plenamente activa en un discurso urbano.

    El conocimiento es una llave en el gobierno de la ciudad. El Mapa de Coelho de la ciudad de Sevilla, levantado para el asistente Pa-blo de Olavide y grabado por Joseph Amat en 1771, combina la re-presentacin de manzanas, huertas y viales, con una esquemtica figuracin de numerosos edificios, e incluso elementos del ahora llamado mobiliario urbano.

    Ocurre que la esencia laberntica de la ciudad alberga un caudal considerable de edificios, que debe desbrozar la cartografa. Otor-gndoles una carga icnica, se individualizan y asumen un papel en el largo listado que flanquea en ambos extremos al plano. La ima-gen de Sevilla aparece enmarcada y sostenida entre dos poderosas columnas tipogrficas, expresivas de su detalle, de su entraa arqui-tectnica y funcional, hecha esencialmente de hitos de repercusin pblica colectiva, de instancias propias de unos modos de vida del Antiguo Rgimen, en pronto redimensionamiento y desaparicin2.

    Y este progreso de la cartografa topogrfica setecentista se emplea con un especial acento cuando se dedica a los puertos y los espacios portuarios. Caminos, puentes, obstculos geogrficos, a pesar de su mayor abstraccin, ven reforzado su protagonismo. Los materiales del proyecto ilustrado de ciudad se reconocen, en definitiva, en la imagen urbana. Materiales que son base de las polticas urbanas so-bre la ciudad heredada y lo son para el despliegue de nuevos esce-narios urbanos: nuevas poblaciones, arsenales, ciudades factora

    La cIudad Proyectada

    La ciudad, como la sociedad contempornea que emerge, se en-cuentra en evolucin: en las cartografas se refleja un instante de

    la vida urbana, pero a menudo se acompaa de trazados proyec-tados, del destino que se puede atisbar.

    Es muy importante para el trabajo patrimonial, por cuanto per-mite observar el grado de apoyo o de diferenciacin del proyecto respecto a la base urbana existente y, por tanto, la estima de la operatividad de la trama heredada.

    Existe toda una tradicin cartogrfica al respecto, que arranca del siglo XVI y se patentiza en su perfeccionamiento en las dos cen-turias siguientes. Hay que referirse a los planos de las ciudades hispanas fundadas en el Nuevo Mundo y Filipinas. El trascendente hecho fundacional y su repercusin en la cartografa nos recuerda el trazado de estas ciudades: el empleo de la cuadrcula, con las cuadras como receptoras de la edificacin, liberando en el centro la plaza de armas, y creciendo hacia los cuatro puntos cardinales salvo impedimento de un accidente geogrfico.

    Basta contemplar el plano de Caracas, conservado en el Archivo General de Indias, para apreciar la radical importancia de la trama de la cuadrcula y su flexibilidad para asumir el crecimiento. Las representaciones de Buenos Aires, desde el loteo inicial del siglo XVI, abundan en la trama como determinante de la futura ex-pansin, de un crecimiento al que en el siglo XVIII o XIX no se le ponen lmites. Es la cartografa de la previsin de una prolongada dinmica de cambio, que nos trae el problema de los tiempos de las ciudades y su capacidad para transformarse.

    La trama no siempre se plantea como algo ligado a un crecimiento abierto. A menudo, como en la vieja Espaa (por ejemplo, la nueva poblacin en la isla de Tabarca), se pusieron lmites a este modo de produccin de ciudad: las peruanas Trujillo y Lima, San Juan de Puerto Rico y tantos puertos en el entorno caribeo lo requirieron, entre otros casos. Esto expresa una condicin urbana muy precisa, derivada de situaciones geoestratgicas tensadas, por ejemplo.

    Un caso ms cercano de representacin ilustrada de la ciudad pro-yectada es el de la nueva poblacin de San Carlos, en la gaditana Isla de Len. La cartografa expresa la ciudad en construccin, un detalle de importancia en una carta naval del notable cartgrafo Vicente Tofio, al detenerse especialmente en determinados m-bitos urbanos. Por ejemplo, indica textualmente: Poblacin de S. Carlos proyectada. Y de algunos de los elementos destaca, mar-cando la importancia de la situacin actual y su proyeccin, que se encuentran en proceso de ejecucin:

    2. Iglesia, empezada su fbrica [] 9. Cuarteles de Batallones, em-pezados [] 11. Darsena y Caos, empezados [sic]. Todo un docu-mento grfico de la progresiva ocupacin de los terrenos ordenados.

    Pero no siempre nos encontramos con actos fundacionales, con su hacerse, con su crecimiento. Las cartografas urbanas nos plantean tambin la reforma urbana con sus mltiples instrumentos y me-canismos, exponentes de su riqueza, de su patrimonio urbanstico.

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    2. Plano de la ciudad y afueras de Jerez de la Frontera. Formado por la Sociedad Elctrica Moderna. 1908. Fuente: Coleccin Carmelo Castillo3. Moulinier y Vicq. Plano de la Ciudad de Mrida. S/f. Fuente: Coleccin particular4. Plano de la Plaza y Castillo de Almera en que se demuestran las tres Bateras y camino cubierto que se propone para la Defenza y cubrir el Frente de su Marina [Material cartogrfico] / por D. Felipe Crame, 1740. Fuente: Espaa. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas, MPD,36,455. Wagner& Debes (Leipzig): Mlaga. Fuente: BAEDEKER, 1913: 380-381

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    Un caso andaluz extremadamente interesante es el del redimen-sionamiento de Almera por retraccin. Esta circunstancia exigi el trazado de nuevas murallas al interior de la primitiva cerca, mermada su poblacin, para garantizar una mejor defensa de la ciudad en sus nuevos lmites. Las cartografas del XVII, de Juan de Oviedo, arquitecto e ingeniero vinculado a dicho menester, o del XVIII, de Felipe Crame, son claramente explcitas.

    Acontecimientos sobrevenidos, como el terremoto de Lisboa de 1755, determinaron el nuevo trazado de la Lisboa pombalina. Las cartografas de Eugenio dos Santos y Carlos Mardel nos permi-

    ten vislumbrar el cambio urbano que se registrara en la Baixa o el Bairro Alto, empleando cuidadosamente un tratamiento cro-mtico diferenciado: lo existente, lo que desaparece y lo nuevo proyectado.

    El urbanismo del XIX nos leg una cuidada manera de cartogra-fiar los procesos urbanos, haciendo hincapi en su naturaleza. Por ejemplo, resulta clsico acudir a John Nash y su diseo renovador para la londinense Regent Street (1811-25), donde se atiende espe-cialmente a representar la afeccin al parcelario del nuevo trazado.

    La moderna urbanstica, con su proverbial pragmatismo, afronta la cuestin de la cartografa no slo con la debida precisin grfi-ca. Ildefonso Cerd, padre de la Teora General de la Urbanizacin, en su Proyecto de Reforma y Ensanche asume el tratamiento destacado de lo existente, aunque indiferenciado en s mismo, por el empleo de una trama uniforme. Son momentos para pensar bsicamente en el carcter de las nuevas estructuras urbanas.

    nuevas esPecIfIcIdades

    La idea contempornea de ciudad y los mecanismos para su ges-tin y rentabilizacin evolucionaron velozmente. Basta recordar el desarrollo de la Urbanstica y el tiempo del Arte Cvico, con el modo de cartografiar de Werner Hegemann, o de Camillo Sit-te para la ciudad histrica, hasta el ms evolucionado de Martin Wagner. Por ello, las cartografas que entren en escena a partir de ese momento sern el resultado de nuevas especificidades, de nuevas formas e intereses de conocimiento.

    As, se producen notables cartografas municipales o de empresa: redes de alcantarillado y suministro de agua, alumbrado pblico, pa-vimento y acerado, lneas de electricidad, lneas de transporte apa-recen de una forma determinante. Vectores de la nueva calidad de la vida urbana emergen de esta manera en las cartografas. Es el caso de la Sociedad Elctrica Moderna, que en 1908 traza un notable y detallado plano de la capital jerezana y sus alrededores. En l se pone nfasis en ofrecer abundantes datos e informaciones grficas y es-critas. Pero sobresale el inters por mostrar el progreso de una nueva infraestructura asociada a la electrificacin. El plano especifica las lneas de los tranvas, indicando las del proyecto aprobado, como de inmediata construccin. Mientras que parte del proyecto ser de construccin posterior y asimismo existen otras lneas en estudio.

    En una sociedad evolucionada, sus ciudades son objeto de atrac-cin del turismo. Algunas empresas editoras de guas tursticas cuidarn especialmente los mapas y planos de ciudades que las ilustren. Es importante porque se maneja una cartografa rigu-rosa. Debe decirse que en esto los planos que publica Baedeker son ejemplares; su cartografa est definida con la conveniente manifestacin de los objetivos e informaciones recomendables a un turista culto, dentro de dicho destino. La ciudad aparece por lo tanto marcada por el destacado de diversos elementos.

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    6. Vicente Tofio de San Miguel. Plano del Puerto de Cdiz. Levantado por el brigadier de la Real Armada V T SM Director de las Academias de Guardiamarinas. AO MDCCLXXXIX. Fuente: Coleccin particular 7. Plano de la ciudad de Buenos-Ayres. Fuente: S/f. Archivo del Servicio Histrico Militar, Madrid. Ref. n. 6.267, hoja 1/Pb. 10-27

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    En primer lugar, el hecho del viaje es determinante. Tomemos una ciudad martima como Mlaga (BAEDEKER, 1913: 380-381), los lugares de arribada (puerto, estacin de ferrocarril, carreteras) y los de estancia, como los hoteles, se combinan con la visita: ante todo el viario, jardines y, por supuesto, los monumentos. Por lo tanto, la ciudad muestra otros elementos. Presente y pasado se entremezclan, y potencian el sesgo que la marca turstica de las ciudades adquiere, donde el patrimonio obtiene un protagonismo, sin olvidar a la ciudad como teatro cartografiado del beneficio empresarial.

    Es interesante hacer el ejercicio de comparacin de estas carto-grafas con una estudiada expresin de nuestros hechos urbanos como es el trabajo del arquitecto Jrgens. Las cartografas de Oskar Jrgens nos hablan de muchas ciudades andaluzas3 que, en varios casos, apenas en 1923, trascendan de sus viejos lmites amurallados.

    El marcado de edificios singulares, el cuidado en el dibujo de los espacios pblicos, revela un grafismo de xito prolongado en el tiempo. El arquitecto Pons Sorolla lo aplic todava en algunos planos relativos a ciudades histricas hasta los aos sesenta del siglo XX, incluso arquitectos posteriores lo hicieron al delimitar conjuntos histricos.

    Tras Jrgens, los derroteros de la urbanstica espaola, de la mano de Csar Cort o de Gustavo Fernndez Balbuena nos llevan a un rediseo cartogrfico capaz de expresar la moderna operativa del planeamiento urbanstico previo a la guerra civil. Con Fernndez Balbuena asistimos a la aplicacin de cartografa de temprana base patrimonial a una ciudad histrica como Ciudad Rodrigo.

    Unos aos antes, en el giro del siglo XIX al XX, conviene sealar, se haban elaborado los planos de poblacin por parte del Instituto Geogrfico y Estadstico. Se trata de unos planos que permiten definir con bastante precisin las alteraciones a que se ha some-tido el conjunto de la trama con realineaciones, aperturas, ocu-paciones de vas pblicas, etc. Son especialmente indicados para precisar la evolucin de nuestras ciudades, no ya en trminos de mancha de crecimiento, segn la cartografa del urbanismo mo-derno post-Atenas, sino en la microescala, parcela a parcela, que requiere el planeamiento que se destina a proteger el patrimonio.

    Hablando algo de nuestras cartografas cotidianas, decir que los planos parcelarios de urbana y de rstica son recientes. Se parte con las anotaciones de los aos treinta, avances de los cincuenta y planos parcelarios generalizados a partir de los aos setenta, ejecutados con precisin variable. Son tambin un instrumento cartogrfico indispensable para leer la evolucin de nuestras ciu-dades histricas, ms acelerada en algunos momentos de lo que pudiera pensarse.

    El urbanismo zonal de manchas, de origen citado anteriormen-te, ha producido otra imagen de las cartografas que hablan del

    cambio urbano, de las acciones que posibilitan el desarrollo ur-bano. Son las cartografas derivadas del planeamiento expansivo, el propio de hacer ciudad, una tarea siempre inacabada, como el propio progreso en la manera de representar nuestras ciudades y su complejidad cultural, que es particularmente exigente respecto al planeamiento que se mide con la gestin patrimonial. Quiz en nuestra rbita cultural haya sido el Laboratorio de Urbanismo de Barcelona, con el impulso de Manuel Sol-Morales, quien ha alentado la reflexin sobre las modernas cartografas de nuestras ciudades y territorios heredados.

    Pero hoy, ms que nunca, mantienen su actualidad aquellas ob-servaciones de Michel Foucault: en la percepcin de las implan-taciones, de las delimitaciones, del perfilamiento de los objetos, de los grficos, de las organizaciones, de los dominios, lo que se haca aflorar eran los procesos por supuesto histricos- del poder. La descripcin espacializante de los hechos del discurso desemboca en el anlisis de los efectos de poder que estn ligados a ellos (FOUCAULT, 1978: 118). En el fondo, las cartografas deben estar llamadas a trazar otros despliegues ms compartidos de la cultura de nuestras ciudades.

    notas

    1 Su eco se traslada hasta la mirada sobre la ciudad histrica y la produccin de la Tendenza, o el concurso de Roma Interrotta (1978).2 Nos referimos al hecho de que, por ejemplo, en 1767 ya se ha expulsado a la Compaa de Jess de las siete casas que, especificadas en el plano con los n-meros que van del 70 al 76, posean en la ciudad. Es decir, cuatro aos antes de la edicin del documento cartogrfico.3 Incluye Crdoba, Granada, Sevilla, Mlaga, Cdiz y Algeciras. Es decir, seis de un total de veintisiete que selecciona de toda Espaa.

    Bibliografa

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