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1 Sesión sobre Represión y solidaridad Seminario sobre Movimientos Sociales La Autonomía y la Solidaridad contra la Represión La represión política, al ser una acción unilateral del Estado para contener a quienes lo ponen en cuestión mediante la imposición del miedo y la violencia, se ha convertido actualmente en un recurso cada vez más común de la Sociedad del Poder ante la crisis económica, política y social que está viviendo. En este sentido, la generalización de la represión de los dominadores para mantener su poder contra los que resisten y luchan, pero también en lo cotidiano de nuestro trabajo, escuela y barrio, está resultando en la desmovilización, desarticulación y fragmentación de movimientos, comunidades y barrios. Ante esto es necesario hacer una discusión sobre la Represión, ver cómo se está manifestando, qué características tiene, hacia quiénes se dirige y qué impacto está teniendo sobre los movimientos, luchas y resistencias, encaminada a hacer “un espacio, no sólo de denuncia de la represión vivida sistemáticamente en nuestros espacios de lucha, sino un punto de partida para discutir, a partir de esas experiencias, cómo inhibir y organizarnos contra este embate del Estado” (GLS, 2008). Para esto, es preciso cuestionar lo que significa la justicia del Estado y sus leyes, esa parte del sistema de dominación que le da legalidad a la explotación, el despojo, el desprecio y la represión, y que en los últimos años se ve como prioridad en la lucha contra la represión. De este modo, el Estado nos impone su dinámica para forzar a las luchas sociales y los colectivos a que entren en un espacio donde las reglas del juego las decide este, con los abogados, el delito, la pena, la fianza y la cárcel. Por tanto, si la vemos como la única opción, seguiremos condenados a la derrota, con una lucha exclusivamente de reacción y respuesta. Por otro lado, hacer una recuperación de las experiencias represivas del 68 hasta la actualidad nos puede permitir conocer cómo es que han ido cambiando las formas de implementarla, pero sobre todo cuáles han sido las políticas organizativas que han hecho los movimientos y luchas contra la represión. Todo esto para tratar de configurar, desde nuestros espacios, una lucha contra la represión que la inhiba, la enfrente y donde la solidaridad se convierta en parte constituyente de nuestras formas de hacer política.

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La Autonomía y la Solidaridad contra la Represión-GLS

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Sesión sobre Represión y solidaridad Seminario sobre Movimientos Sociales

La Autonomía y la Solidaridad contra la Represión

La represión política, al ser una acción unilateral del Estado para contener a quienes lo ponen en cuestión mediante la imposición del miedo y la violencia, se ha convertido actualmente en un recurso cada vez más común de la Sociedad del Poder ante la crisis económica, política y social que está viviendo. En este sentido, la generalización de la represión de los dominadores para mantener su poder contra los que resisten y luchan, pero también en lo cotidiano de nuestro trabajo, escuela y barrio, está resultando en la desmovilización, desarticulación y fragmentación de movimientos, comunidades y barrios. Ante esto es necesario hacer una discusión sobre la Represión, ver cómo se está manifestando, qué características tiene, hacia quiénes se dirige y qué impacto está teniendo sobre los movimientos, luchas y resistencias, encaminada a hacer “un espacio, no sólo de denuncia de la represión vivida sistemáticamente en nuestros espacios de lucha, sino un punto de partida para discutir, a partir de esas experiencias, cómo inhibir y organizarnos contra este embate del Estado” (GLS, 2008). Para esto, es preciso cuestionar lo que significa la justicia del Estado y sus leyes, esa parte del sistema de dominación que le da legalidad a la explotación, el despojo, el desprecio y la represión, y que en los últimos años se ve como prioridad en la lucha contra la represión. De este modo, el Estado nos impone su dinámica para forzar a las luchas sociales y los colectivos a que entren en un espacio donde las reglas del juego las decide este, con los abogados, el delito, la pena, la fianza y la cárcel. Por tanto, si la vemos como la única opción, seguiremos condenados a la derrota, con una lucha exclusivamente de reacción y respuesta. Por otro lado, hacer una recuperación de las experiencias represivas del 68 hasta la actualidad nos puede permitir conocer cómo es que han ido cambiando las formas de implementarla, pero sobre todo cuáles han sido las políticas organizativas que han hecho los movimientos y luchas contra la represión. Todo esto para tratar de configurar, desde nuestros espacios, una lucha contra la represión que la inhiba, la enfrente y donde la solidaridad se convierta en parte constituyente de nuestras formas de hacer política.

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El Estado y su Justicia

Rechazamos toda legislación –privilegiada, autorizada, oficial y legal- y toda autoridad e influencia, aunque puedan

emanar del sufragio universal, pues estamos convencidos de que sólo pueden desembocar en ventajas para una minoría

dominante de explotadores. Mijail Bakunin, Escritos de Filosofía Política

Uno de los pasos que consideramos importante dar para lograr configurar formas de resistir y enfrentar a la represión en la actualidad, es tratar de romper con la ilusión de la ley y el sistema de Justicia, en el sentido de seguir pensando que nos pueden traer beneficios o mejoras, ya que es vital que veamos que están hechos para dominar. Saber que, como la ley abarca todos los aspectos de la vida, fue creada para regularla e inmovilizarla, y al mismo tiempo permite a los Estados dar legalidad y un sostén aparente a la dominación y la explotación. En resumidas cuentas, las leyes están hechas en beneficio del propio Estado y los Capitalistas. La represión y la ley son para controlar, dominar, pero también para crear una ilusión donde se presenta este mundo, por medio de la violencia, como el único modo de que se organice la sociedad; se nos quiere hacer creer que esta es la única opción de vida. Pero no sólo eso; en la actualidad las leyes se aplican según los propios intereses de la Sociedad del Poder; una ley se pone en marcha según les convenga, y al mismo tiempo, cuando se trata de reprimir a los movimientos, es válido dejar de aplicar una ley, omitirla o cambiarla con tal de encarcelarlos por años. Por eso podemos decir que vivimos en un Estado de Excepción permanente que configura una guerra civil legal, como lo plantea Agamben, es “un <<estado de la ley>> en el cual, por un lado, la norma esta vigente pero no se aplica (no tiene “fuerza”) y. por otro, actos que no tienen valor de ley adquieren <<fuerza>>”; en este sentido, “se presenta como una técnica de gobierno y… deja salir a la luz su naturaleza de paradigma constitutivo de orden jurídico” que “permite la eliminación no sólo de los adversarios políticos sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables en el sistema político” (Agamben, 2004). Sin embargo, lo más crudo del sistema, de este Estado de Excepción permanente, llega contra los que se insubordinan, cuando te opones y lo cuestionas, por lo que tenemos que configurar nuestra lucha tomando en cuenta esto, porque el que la detención de un compañero sea ilegal o que los protocolos de Derechos Humanos firmados por México prohiban el abuso y la brutalidad policíaca, no garantiza que se detenga la represión o que salga libre el compañero. Para pensar la lucha contra la represión desde otra perspectiva, consideramos importante darle otra mirada a la Justicia del Estado y sus leyes, ya que si los miramos como instrumentos de la dominación

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en tanto son creados por y en beneficio de los que tienen el poder, esto nos puede permitir no darle tanta centralidad ni esperanzas, como tampoco creer que es nuestra única opción al enfrentar la represión, que un proceso legal, una resolución judicial, el pago de una fianza, etc. nos resuelve por si sola todas las implicaciones de una represión. Ya que detrás del delito, la pena, de la prisión, están personas, familias y colectivos, que mediante la represión y las leyes, el Estado busca negar, objetualizar, clasificar y cuantificar. Al mantenernos dentro de la fantasmagoría del Estado nos metemos en su tiempo y su espacio, lo cual nos pone en desventaja en una lucha contra la represión. Esto no quiere decir que dejemos en las cárceles a los compañeros, ni que se descarte crear un equipo de abogados como un frente más para inhibirla, simplemente que si tenemos la capacidad de cuestionar todo el sistema judicial y penitenciario es posible que nosotros seamos los que decidamos cómo y de qué forma llevaremos a cabo un proceso legal y cómo es que se dará la lucha dentro y fuera de las prisiones. La represión política Partimos de la idea de que la represión que se padece en la vida cotidiana y en los espacios de lucha es algo sistemático; es decir, no se sufre sólo por los que están organizados ni por pertenecer a algún colectivo o movimiento, sino que la puede vivir cualquiera, es una forma de control y contención. Pero además, el Estado ha implementado políticas y estrategias que tienen un carácter policiaco y militar: entre

1968-2008, la política y estrategia del Estado configura coyunturas de guerra sucia, en un devenir de permanente Guerra de Baja Intensidad, hasta llegar a una situación actual consecuente con lo que los zapatistas han denominado La Cuarta Guerra Mundial que el capital ha desplegado contra la humanidad toda, y que ha generado escenarios de guerra civil en México si consideramos el saldo en miles de muertos, encarcelados, torturados, desaparecidos, despojados de sus tierras-territorios, represiones policíacas y militares violentas, además del saldo en muertos por enfermedades curables, desnutrición, por contaminación, y ya tendríamos que contabilizar a los muertos a causa del malestar de la cultura autoritaria y deprimente del capitalismo (Sandoval, 2008).

Ante esto, podemos reconocer que la represión tiene diferentes formas de manifestarse pues “el que una persona sufra prisión política no depende tanto de lo que haga a nivel individual, sino que depende principalmente de cómo le sirve al Estado su encarcelamiento para reprimir a una comunidad, a una lucha o a una colectividad…” Lo cual quiere decir que

no se trata de golpes represivos separados unos de otros para disolver o desmovilizar momentáneamente, sino de una estrategia que pretende reducir al movimiento popular a la resignación… La represión forma parte de un esquema amplio de exterminio

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permanente y constante… Algunos de sus efectos son el miedo y la desesperanza ya sea individual o colectiva (Arenas y Gutiérrez, 2008).

Lo anterior da lugar a que la discusión sobre lo que significa la represión y sus implicaciones se complejice y da la posibilidad de ampliar las formas de combatirla e inhibirla; de esta manera no tenemos que esperar a ver presos, golpeados o asesinados, ya sabemos que el peligro está latente en todo momento, por lo que tenemos que estar desactivándola permanentemente; así, no es sólo desde los colectivos y movimientos donde se puede configurar una estrategia contra la represión, sino que tenemos que pensarla también desde la cotidianidad, lo cual ya no involucra únicamente a los militantes, sino a las propias familias, comunidades y barrios. Y si además somos conscientes de que “la acción represiva es unilateral, la decide el régimen cuando considera que está en peligro su sistema de dominio. (Entonces) la idea de actuar con cautela para ´evitar la represión´ es una aberración…” (porque) “la única forma de ´evitar la represión` es no poner en peligro el sistema de dominación” (ORPC, 1985). Nuestra posición frente a la estrategia represiva del Estado debe ser con otra perspectiva, algo así como lo que están experimentando en Oaxaca donde:

No rehúyen la lucha. Son militantes de la transformación. Pero hacen cuanto pueden para dar a su rabia sentido constructivo y evitar la violencia. Saben que da pretexto a las autoridades para la represión y reconocen su esterilidad. Si uno es el fuerte, resulta innecesaria; si es el débil, puede ser suicida, contraproducente o inútil (Esteva, 2008).

A largo plazo la lucha contra la represión tiene que estar dirigida a la construcción y generalización de procesos autonómicos y autogestivos que pongan en cuestión la reproducción del Estado y el capitalismo; pero a corto plazo, cuando ya tenemos encima represiones como la de Atenco y Oaxaca y la estamos viviendo sistemáticamente en nuestros espacios de lucha, es cuando nos encontramos con el obstáculo de no saber qué hacer y entonces entran “el miedo, el protagonismo, los celos, la rivalidad, el prestigio revolucionario, el sentimiento de culpa, (que) se manifiestan en la cotidianidad del militante político que sufre el trauma provocado por la represión directamente sobre su persona o indirectamente, y ello influye en las formas de hacer política” (Sandoval, 2008) Junto con la situación de que “la misma inmediatez, que se vive como una demanda externa a la que hay que responder con urgencia, suele ser un factor desorganizador del colectivo al que se le demanda solidaridad. Y esto mucho más allá de la voluntad de los activistas” (Zibechi, 2004).

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En la actualidad estamos en un momento critico al no saber cómo revertir la represión, ante lo cual pensamos que podemos tomar en cuenta dos aspectos: uno, hacer nuestro trabajo político en silencio, crecer, construir y fortalecer nuestra organización sin andar exhibiéndonos, esto como un medio para que cuando la tengamos que enfrentar se pueda dar la lucha en otros términos logrando que no nos desarticule y que quien se ponga a la defensiva y se debilite sea el Estado. Y el segundo es ya no pensar la solidaridad sólo como una acción de reacción y respuesta, ni como algo externo a la cotidianidad de nuestro movimiento, sobre todo si sabemos que la represión está latente, hacerle caso a la incertidumbre, no para inmovilizarnos sino para ver el peligro y tratar de desactivarlo. Peligros que se generan por la decisión del Estado de reprimir cuando sus intereses se afectan o cuando se paran sus planes; peligros que nosotros mismos producimos llegando a ponernos en riesgo, al exponernos, facilitando la represión, así, nuestros saberes sobre la represión deben servirnos para ubicar con que la facilitamos; peligros previos a la represión, como las campañas mediáticas para ilegitimar una lucha; durante el propio contexto represivo con provocadores, infiltrados y radicales gobiernistas, estos últimos que sin ser pagados por el Estado les facilitan la tarea; O peligros posteriores como cuando grupos de izquierda que no tiene un proyecto propio se han aprovechado de los contextos represivos, ven con una actitud utilitarista el hecho de que haya presos para tratar de ganarse prestigio, para reclutar militantes o como plataforma política para entrar al poder. Grupos como estos son los que contribuyen a obstruir el trabajo de solidaridad, porque ven a los presos y a los agredidos como botín político usándolos para su beneficio, ya sea para negociar espacios dentro de la clase política o para sacar dinero. Por lo que uno de los trabajos que pueden servir en la propia lucha contra la represión tiene que ser desactivar y denunciar a estas organizaciones para que no sigan estorbando en el trabajo anti-represivo. La violencia y el miedo que provoca la represión, busca ocupar todos los aspectos de la vida para ponernos a la defensiva, desmovilizarnos y fragmentarnos. Esta lógica la podemos observar claramente con la prisión, que está hecha para aislar, controlar, desorganizar y romper con la vida, puesto que abarca no sólo el tiempo en que se está encarcelado, sino también cuando se sale de prisión, en el que el/la compañerx tiene que soportar un proceso legal, y en muchos casos tuvo que pagar fianza. Además, quedará marcado para toda su vida como alguien que estuvo preso, y hasta se llega al grado que el/la compañerx deja de participar en el movimiento, ya sea por estar enfrentando un jucio, por presiones familiares o por decisión propia. Por todo esto vemos que una estrategia contra la represión tiene que tener una mirada en el largo plazo, con un proyecto de construcción de

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autonomía y autogestión que nos permita enfrentar la represión en otros términos. Y en el corto plazo, ante lo que ya estamos viviendo, pensar cómo desde donde se reproduce nuestra vida y estamos luchando promover, posibilitar el involucramiento de nuestras familias, comunidades y barrios; ver de qué manera afrontar lo jurídico y la prisión para no perder nuestra autonomía, pero que esto tampoco implique que los compañeros se queden presos; y hacerle caso a nuestro sentimiento de incertidumbre para que nos advierta del peligro y no le facilitemos la tarea al Estado. La acción solidaria para inhibir la represión Pensar sobre la solidaridad debe estar dirigida en ir viendo cómo podemos responder a la represión para que no tenga los efectos que el Estado quiere, implica ir pensando desde ahora y no esperar a que nos llegue el golpe que nos desarticule y desmovilice, para sólo entonces ver como se responde a la represión; se tiene que volver permanente el trabajo de ubicar los elementos que sirvan para saber si viene y de qué manera, con la intención de inhibirla. Y poder entender que la lucha contra la represión y la solidaridad, en tanto son parte de nuestro hacer político, es posible desde allí plantear un cuestionamiento global al sistema, al mismo tiempo que no debe ser “derivada de los hechos represivos mismos y de la secuela –alto a la violencia, presentación de los prisioneros, libertados, etc.-” tenemos que pensar “primero y principalmente [en] la lucha contra la política legitimadora de la represión. La lucha contra al represión primero, previo al acto represivo, debe impedir que ilegitimen la acción revolucionaria,” se trata de lograr “dificultar el ejercicio de la represión, transformar sus efectos para que se reviertan en contra del régimen” (ORPC, 1985). Al mismo tiempo tenemos que reconocer que la lucha contra la represión se ha vuelto ineficaz o está teniendo un impacto mínimo, por lo que ante las nuevas estrategias represivas del Estado los movimientos tenemos que pensar en una nueva dinámica de lucha y solidaridad, partiendo de que en todas partes la estamos viviendo con diferentes niveles de violencia. Por lo que es preciso entender la solidaridad como la construcción de relaciones y vínculos desde donde estamos y desde lo que hacemos, para generar proyectos autónomos y autogestivos que nos permitan poner en cuestión la reproducción del estado de cosas actual. Entender que la “la solidaridad se basa en la acción. Acción que hunde sus raíces en el proyecto propio de uno que se lleve adelante coherentemente y dignamente” (Porcu, 2007). Esto para romper con la idea de que la solidaridad y la lucha contra la represión es hacer actividades por el sentimiento de culpa que genera que compañeros estén presos, sean golpeados, hostigados, desparecidos

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o asesinados; iniciativas que la mayoría de las veces no contribuyen ni a que los compañeros se sientan acompañados, ni a su liberación o a contener la represión. Ni tampoco pretender que ser solidario es ver dónde se está reprimiendo para andar de lugar en lugar, de plantón en plantón, de marcha en marcha, en una especie de turismo solidario, donde lo que en realidad se busca es ganar prestigio y protagonismo dejando de lado el construir una lucha contra la represión que la inhiba y la supere. Hay que tener presente “desde dónde se hace solidaridad: si desde las necesidades del emisor o del receptor” (Zibechi, 2004). Pero la problemática de las marchas y plantones, esta también en que son una respuesta que los gobiernos ya están esperando, son una reacción automática de los movimientos a lo largo de la historia y han significado una apuesta, así como puede funcionar los gobiernos puede simplemente ignorar la presión política. En este sentido, desde los propios contextos represivos debemos tener la capacidad, la disposición y la autocrítica, de ir cambiando nuestras formas de enfrentar la represión cuando veamos que están siendo ineficaces. Ante esto, uno de los primeros aspectos que vemos importante tomar en cuenta es que la solidaridad y las acciones contra la represión resultan siempre desgastantes para los movimientos, del mismo modo que “suele ser muy difícil acertar con los caminos a recorrer, ya que existe la tentación de abandonar las tareas del día a día para encarar los compromisos solidarios. Así las cosas, la demanda de solidaridad tiende a ser sentida como externa –y lejana- a la cotidianeidad de los movimientos” (Zibechi, 2004). Lo anterior debido a que cuando se da la represión, durante un momento hay un crecimiento en la organización, en la movilización e incluso se incorporan compañeros, pero al final resulta una lucha y solidaridad coyuntural, ya que cuando la intensidad de la resistencia se va desgastando viene la desarticulación y desmovilización, muchas veces por estar destinando todos los esfuerzos en el combate a la represión se descuidan nuestros proyectos de construcción de autonomía de largo plazo. Esta experiencia la vivimos durante la represión del 28 de mayo de 2004 los colectivos libertarios de Guadalajara; en los primeros meses siguientes al golpe represivo se dio un crecimiento del movimiento, muchas movilizaciones e iniciativas, nos hicimos tan visibles que era fácil que compañeros se incorporaran a los colectivos o hicieran nuevos (colectivo Sacco y Vanzetti, Acción directa, RATA, Morgan, etc.). Pero la problemática llego cuando la resistencia contra la represión se comenzó a desgastar con el pasar de los meses, al estar dedicando todo nuestro tiempo a la liberación de los presos dejamos de lado la construcción de un proyecto propio y la formación política que en el largo plazo provocó que la mayoría de los compañeros que se habían involucrado durante esta coyuntura se fueran deslindando.

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Si logramos entender que la solidaridad es “una relación dialéctica, un término de libertad y un medio de lucha” como dicen los libertarios griegos, que es una acción directa por la transformación que se nutre de la lucha por un mundo nuevo que cada quien estamos creando en donde estamos y de una relación de apoyo mutuo y acompañamiento de los diferentes que estamos resistiendo e insubordinándonos, entonces seremos conscientes que siempre estará configurándose en función de nuestras necesidades y capacidades. Seguramente este documento termine sin resolver cómo resistir a la represión, cómo inhibirla y combatirla; pero si al menos logramos darle otra mirada podremos ir creando en lo cotidiano de nuestros espacios de lucha, formas de hacer ineficaz la represión y de generar acciones de solidaridad que sigan poniendo en cuestión al Estado y el Capitalismo. Esto, por supuesto, sin olvidar que tenemos una necesidad no resuelta ante los golpes represivos de los últimos años, meses y días: la liberación y presentación de los presos y desparecidos, la reorganización y rearticulación de los movimientos que vivimos la represión y no la hemos superado; y reparar el agravio por nuestros muertos.

GLS Febrero de 2009

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Bibliografía Giorgio Agamben. Estado de Excepción, Argentina, Adriana Hidalgo

Editora, 2003. Gloria Arenas y Eugenia Gutiérrez. La ruta de la represión (apuntes para

una historia de la persecución política en México). Primera parte: la prisión política (1990-2008), México, octubre de 2008.

GLS. Contra la Represión, la Organización Autónoma, Guadalajara, México, septiembre de 2008.

Gustavo Esteva. La APPO, ¿de nuevo?, México, febrero de 2009. Mijail Bakunin. Escritos de Filosofía Política, España, Alianza Editorial,

1990. ORPC. La izquierda ante la represión y el autoritarismo estatal, México

1968-1985, México, 1985. Pierleone Porcu. “Solidaridad Revolucionaria” en Motín, publicación de

la CNA- Buenos Aires, No. 6, enero-febrero de 2007. Rafael Sandoval. Ante la represión, la organización autonómica,

Guadalajara, México, 2008. Raúl Zibechi. La solidaridad, tan difícil, Argentina, 2004. Solidarios anarquistas, antiautoritarios y libertarios de Grecia. La

solidaridad como desinteresada relación por la transformación radical de la realidad, Grecia, 2008.