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Número 27 JUSTICIA Y RECONCILIACIÓN El papel de la verdad y la justicia en la reconstrucción de sociedades fracturadas por la violencia Carlos Martín Beristain CARLOS MARTÍN BERISTAIN es médico y especialista en educación para la salud. Desde 1989 ha trabajado en El Salvador, México, Guatemala, y actualmente en Colombia, en programas de atención a personas y comunidades afectadas por la violencia, y apoyo a los grupos de derechos humanos. Fue asesor de salud mental del Proyecto de Reconstrucción de la Memoria Histórica y coordinador del informe Guatemala Nunca Más. Trabaja en la formación de profesionales de salud, personas voluntarias y cooperantes, en el área de salud mental y derechos humanos. Colaborador de Hegoa.

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Número 27

JUSTICIA Y RECONCILIACIÓN

El papel de la verdad y la justiciaen la reconstrucción de sociedades

fracturadas por la violencia

Carlos Martín Beristain

CARLOS MARTÍN BERISTAIN es médico y especialista en educación para la salud. Desde1989 ha trabajado en El Salvador, México, Guatemala, y actualmente en Colombia, enprogramas de atención a personas y comunidades afectadas por la violencia, y apoyo alos grupos de derechos humanos. Fue asesor de salud mental del Proyecto deReconstrucción de la Memoria Histórica y coordinador del informe Guatemala NuncaMás. Trabaja en la formación de profesionales de salud, personas voluntarias ycooperantes, en el área de salud mental y derechos humanos. Colaborador de Hegoa.

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CUADERNOS DE TRABAJO DE HEGOA es una publicación destinada a difundir los tra-bajos realizados por sus colaboradores/as, así como aquellos textos que por su interésayuden a la comprensión de los problemas del desarrollo y las relaciones internacionales.

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JUSTICIA Y RECONCILIACIÓNEl papel de la verdad y la justiciaen la reconstrucción de sociedadesfracturadas por la violenciaCarlos Martín Beristain

Cuadernos de Trabajo de HegoaNúmero 27Febrero 2000

D.L.: Bi-1473-91ISSN: 1130-9962Impresión: LANKOPI, S.A.

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ÍNDICE

Presentación 7

Justicia, verdad y reconciliación 9

Mirarse en el espejo de la verdad 9

¿Qué piensan las víctimas y sobrevivientes? 9

¿Cómo se reconcilia un país con su realidad? 11

Un balance de las comisiones de investigación 12

¿Hay relación entre verdad, justicia y reconciliación? 13

Asumir la verdad en sociedades fracturadas 15

Memoria contra el horror 17

Los mecanismos de la crueldad 17

La memoria retorcida 17

La justicia para rehabilitar a los victimarios 19

La impunidad como obstáculo para la reconciliación 21

Reconstruir el tejido social 23

Justicia para la convivencia 23

Atención a los procesos locales 24

La defensa de los derechos humanos 25

Reparación. Mitigar el daño 27

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I

II

III

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El futuro de la reconciliación 29

La justicia como memoria y prevención 29

¿Para qué sirven los juicios? 30

Abrir espacios para la reconstrucción 32

La reconciliación como proceso 33

Anexo 37

La reconstrucción del tejido socialUna guía de análisis 37

Notas bibliográficas 39

IV

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Los efectos de ésto son desastrosos: uno poco a poco se va aniquilando,muriendo, en una sociedad donde no es permitida la vida.Yo no he recuperado la vida. Y en particular, que se aniquilarontantas expectativas que habíamos tenido. La esperanza es que yo creoque no fue inútil ese gran sacrificio que soportaron.

Necesitamos saber lo que pasó. Estar seguros de que en algúnmomento murieron. Y esclarecer la responsabilidad de los autores.No se puede establecer venganza, pero sí que se siente el precedentepara que no vuelva a ocurrir.

(Testimonio, en ODHAG, 1998: IV: 483).

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En este trabajo se analiza el papel de la verdad yla justicia en comunidades fracturadas por laviolencia1. ¿Cómo se reconstruye una sociedad queha sido golpeada de manera brutal y qué papelpueden cumplir la verdad y la justicia en unproceso de reconstrucción del tejido social yreconciliación?

En las últimas dos décadas se han llevado a cabonumerosas experiencias de trabajo sobre la verdady la memoria colectiva de las violaciones de losderechos humanos, en sociedades que han vividodictaduras militares o guerras internas. Esasexperiencias fueron un intento de enfrentar dealguna manera el pasado y plantear nuevas basesde convivencia basadas en el reconocimiento delos hechos, el apoyo a las víctimas y la propuestade algunos cambios políticos. Sin embargo,tampoco han estado exentas de intentos demanipulación política por quienes tenían interés enla impunidad o seguían teniendo el poder decoacción sobre la sociedad.

La mayor parte de las veces se ha dado unconflicto entre la investigación de la verdad y la

necesidad de justicia. Sin embargo, la memoria dela violencia, que parecía haberse quedadorelegada a los grupos de víctimas, se hatransformado ahora en parte de una concienciageneralizada que reclama el respeto a losderechos humanos y la investigación de loscrímenes.

Éstas son algunas de las difíciles y complejascuestiones que se tratan de abordar aquí,repasando la experiencia de varios países que hansufrido dictaduras militares y guerras. Se haceespecial referencia al caso de Guatemala, dondedos proyectos de verdad y memoria colectiva sehan llevado a cabo en los últimos años, elproyecto REMHI2 que publicó su informeGuatemala Nunca Más en abril de 1998 y la CEH3

cuyos resultados fueron dados a conocer en suinforme La Memoria del Silencio en febrero de1999, y que han recogido la voz de las víctimasdescrito el genocidio y la persecución, desveladoalgunos de los mecanismos que hicieron posible elhorror y confrontado a la sociedad guatemalteca yal mundo con las terribles consecuencias que hatenido en la vida de la gente.

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PRESENTACIÓN

1 Dos versiones preliminares de este trabajo fueron presentadas en el Congreso Internacional contra la Impunidad, organizado por laFundación Myrna Mack de Guatemala (11-12 de junio 1999) y en el Seminario Internacional Verdad, Justicia y Reparación en Proce-sos de Paz o Transición a la Democracia, celebrado en Colombia (1, 2 y 3 de septiembre 1999), organizado por CINEP, Programa porla Paz, Fundación Social, Comisión Colombiana de Juristas y la Oficina de la Alta Comisionada para Derechos Humanos de NacionesUnidas. Una síntesis de este trabajo, en el contexto de una discusión más amplia sobre la reconstrucción del tejido social y el apoyoa las víctimas de la guerra, puede encontrarse en: Martín Beristain, et. al. (1999) Reconstruir el tejido social. Un enfoque crítico de laayuda humanitaria. Barcelona: Icaria.2 Proyecto de Reconstrucción de la Memoria Histórica, impulsado por la Iglesia Católica de Guatemala.3 Comisión de Esclarecimiento Histórico, auspiciada por la ONU como parte de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y la URNG.

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La primera parte de este trabajo trata de la relaciónentre la verdad, la justicia y la (re)conciliación4.Posteriormente se discute el impacto de laimpunidad y el valor de la memoria para desactivarlos mecanismos que han hecho posible el horroren muchas sociedades. La tercera parte incide en lareconstrucción del tejido social, la prevención y la

reparación. Por último, se discute el papel de lamemoria y la justicia para el futuro. En un anexose incluye una guía de preguntas sobre los temasabordados en el texto, con el objetivo de facilitarun análisis de la salud de diferentes alternativas enconflictos o procesos de transición política.

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4 Hablamos de (re)conciliación, para señalar que en ocasiones se trata de reconstruir relaciones que se rompieron a causa de la gue-rra o la violencia política, y en otras de construir nuevos espacios que anteriormente tampoco existían. En este sentido deben enten-derse las posteriores referencias al término reconciliación. Un resumen de las diferentes acepciones y significados del término puedeverse en el capítulo IV de este trabajo.

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Mirarse en el espejode la verdad

Tras la finalización de conflictos armados o dicta-duras, muchas sociedades se han planteado lanecesidad de conocer el pasado, para dar voz a lasvíctimas cuya experiencia había sido silenciada omanipulada y para que la sociedad entera, unabuena parte de la cual había vivido al margen deesas atrocidades, reconociera lo que había sucedi-do. Ese trabajo fue oficialmente encargado a Comi-siones de la Verdad que tenían que llevar adelanteuna investigación veraz sobre los hechos y un reco-nocimiento a las víctimas, proponiendo tambiénformas de reparación o de prevención de las atro-cidades en el futuro.

Estos intentos no han estado exentos de obstácu-los. Los detractores de esos procesos, quieneshan tenido graves responsabilidades en la violen-cia contra la población civil y, en general, la his-toria oficial de muchos países, ha tratado de pro-mover el reparto de responsabilidades entretodos, y recetar el olvido como la fórmula para lareconstrucción.

Sin embargo, la experiencia indica que es laamnesia la que hace que la historia se repita yque se repita como pesadilla. La buena memoriapermite aprender del pasado, porque el únicosentido que tiene la recuperación del pasado esque sirva para la transformación de la vida pre-sente (Galeano, 1996).

Para las poblaciones afectadas por la violencia lamemoria tiene no sólo un valor terapéutico colecti-vo, sino también de reconocimiento social y de jus-ticia, por lo que puede tener un papel preventivoa escala psicológica, social y política.

Sin embargo, la lucha por la verdad no es un cami-no fácil, está sometido a todas las contradiccionessociales. Según John Berger, la historia infundeesperanza a los desesperados y explotados queluchan por la justicia. En el mundo de los relativa-mente ricos, sin embargo, el olvido, se ha converti-do en la única e insaciable demanda de la historia.

¿Qué piensan las víctimasy sobrevivientes?

En los contextos de guerra y represión política, laspoblaciones victimizadas no han tenido la oportuni-dad de señalar a los culpables, obtener un recono-cimiento social de los hechos y de su sufrimiento, niuna reparación social basada en la justicia. Además,frecuentemente la memoria está atada por el miedo,la desvalorización social o incluso la criminalizaciónde las poblaciones afectadas. Todo ello conllevaefectos muy negativos en la identidad individual ysocial de los afectados, así como efectos socialesmás amplios derivados de la impunidad.

El primer obstáculo para la reconciliación es que lagente no puede reconciliarse con sus experienciassi no puede compartirlas con otros y darles unadimensión social, con lo que no puede hacerlas par-

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I. JUSTICIA, VERDAD Y RECONCILIACIÓN

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te de su vida. La gente que ha perdido a sus fami-liares quiere y necesita saber qué pasó con ellos, ydónde están sus cuerpos. En caso contrario se lesobliga a un duro proceso de duelo y a quedar exclui-dos de nuevos proyectos personales y colectivos.

En el caso de Guatemala, para las víctimas y fami-liares que se acercaron a dar su testimonio al pro-yecto REMHI, y posteriormente a la CEH, una delas principales motivaciones era el conocimiento dela verdad. Mucha gente se acercó para contar supropia historia que no había sido antes escuchaday para decir: créame. Esa demanda implícita dedignificación está muy ligada al reconocimiento dela injusticia de los hechos y a la reivindicación delas víctimas y los familiares como personas cuyadignidad trató de ser arrebatada. El caso de laComisión de Verdad y Reconciliación de Suráfrica5,muestra cómo esa necesidad de la verdad va másallá del hecho de que se haga una investigaciónrepresentativa de un conflicto, para ser parte de lasnecesidades individuales y familiares, de que sudolor sea reconocido, investigados los hechos ytenidas en cuenta sus demandas.

A pesar de confrontarse de nuevo con el dolor,dado que convocar el recuerdo y revelar hechostraumáticos es una experiencia dura, tambiénsaben que aquello a lo que están sometidos ensus vidas es intolerable. Para mucha gente el sólohecho de darle nombre a lo intolerable constitu-ye en sí mismo una esperanza, ya que cuando sedice que algo es intolerable, resulta inevitable laacción. Romper el silencio de los hechos, hablarde la experiencia, por amarga o dolorosa que sea,es descubrir la esperanza de que esas palabrasquizás sean oídas y luego, una vez oídas, juzga-dos los hechos (Berger, 1986).

En los testimonios recogidos por el proyectoREMHI, junto con la tristeza y el miedo, uno delos efectos que más aparecía entre las víctimasera el sentimiento de injusticia: nos hicieron másque a los animales. Las demandas más frecuentesrecogidas en los testimonios fueron el conoci-miento de la verdad, el respeto a los derechoshumanos y la lucha contra la impunidad. Tam-bién aparecieron otras demandas de reparacióncomo el resarcimiento y las exhumaciones parareconstruir los lazos con el pasado y los quemurieron6. Todo eso implica que para mejorar lasituación de las víctimas y, dado el impacto de laviolencia el propio clima social del país, se nece-sita asumir la verdad, luchar contra la impunidady apoyar a los sobrevivientes.

Entre los motivos para dar su testimonio también fuefrecuente la posibilidad de realizar investigacionessobre el paradero de sus familiares y exhumaciones.En la cultura maya, los muertos son consideradosparte de la comunidad y poseedores de otra formade vida. Por eso las exhumaciones constituyen, paramuchas personas, una posibilidad de restablecer enparte esos vínculos rotos por la violencia. Sin embar-go, es un hecho generalizado que en numerosas cul-turas, el conocer qué sucedió con sus familiares y eltener un lugar donde ir a velarlos está asociado conel cierre del proceso de duelo, aunque eso conllevetambién una mayor certeza de la muerte y la expre-sión de dolor por la pérdida y la impunidad en quehan quedado los hechos7. El entierro cierra el ciclode la muerte y permite a los sobrevivientes expresarla rabia e indignación hacia los autores (ODHAG,1988). Los rituales pueden ayudar también a recons-truir los lazos sociales y la solidaridad y a tener unamenor sensación de indefensión8.

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5 Hugo van der Merwe analiza los problemas que se dieron en la CVR por su metodología de trabajo que conllevó una selección detres casos representativos en la región de Duduza, y donde la historia de numerosas víctimas y familiares no fue escuchada, ni inves-tigados los hechos. Informe sobre el caso de Duduza en la CVR. Octubre/98 (in press).6 Entre la gente que se encontraba más golpeada por la tristeza por las pérdidas y el miedo, las demanda de verdad y justicia fue lamás importante. Entre quienes expresaron más la injusticia y cólera por lo sucedido, las demandas más frecuentes tenían que ver conla reparación (ODHAG, 1998).7 Por ejemplo, en el caso de Guatemala, en las familias que supieron de la muerte y que además pudieron hacer entierro, dominaba añosdespués, además de tristeza por la muerte, los sentimientos de injusticia y cólera por lo sucedido (Martín Beristain, González y Páez, 1999).8 Investigaciones con poblaciones indígenas que sufrieron masacres y desapariciones, como los mapuches en Chile, también encontra-ron, de forma similar, que las personas afectadas que habían podido recuperar los restos de sus familiares mostraban mayor agresivi-dad e irritabilidad, por haberse confrontado de forma más clara con la injusticia de la muerte. También constataron que la ausencia derestos había impedido realizar ritos y ceremonias, y había llevado a un mayor aislamiento social de los familiares de los desaparecidos(Perez, Basic & Duran, 1998).

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Pero además, detrás de muchas de esas demandasde verdad, en algunos casos no sólo hay necesida-des psicológicas sino también problemas prácticoscomo los derechos de sucesión o la propiedad dela tierra. En muchos países la violencia contra lapoblación civil ha dejado a las víctimas en unapeor situación económica y social, teniendo queenfrentar numerosos problemas como amenazas,sobrecarga familiar y enormes trabas burocráticaspara recobrar su tierra después del desplazamientoo sus derechos legales sobre propiedades y mediosde vida.

Tanto en el caso de Guatemala como en el de Surá-frica, otras muchas personas se acercaron a dar sutestimonio para pedir justicia y castigo a los culpa-bles, que en muchas ocasiones son victimariosconocidos en las comunidades. A pesar de que lamayor parte de las veces no hay ánimo de ven-ganza en las víctimas, la convivencia con los victi-marios sigue siendo un problema importante en laactualidad, ya que no se ha hecho justicia y ade-más, muchos de ellos han sacado ventaja social desu poder (dinero, tierra, etc.).

En la demanda de justicia hay por tanto implícitauna demanda de lograr unas nuevas bases para laconvivencia que no estén fundadas en la posesiónde las armas o el poder de coacción. La verdad yla justicia pueden ayudar a las víctimas del horrora reconstruir su vida y a promover cambios socia-les, como muestra el testimonio de Diana Ortiz,una monja estadounidense que trabajaba en Guate-mala y que fue secuestrada, violada y torturada en1990 por agentes del ejército bajo la dirección de“Alejandro” un oficial estadounidense, y que decla-ró hace un año ante la Comisión de DD.HH delCongreso de los Estados Unidos, donde pidió ladesclasificación de documentos de la CIA sobre laimplicación de EE.UU en Guatemala. Diana fueintroducida en un pozo donde había gente herida,ratas y cadáveres en descomposición, fue violadarepetidamente y obligada a acuchillar a un deteni-do. “Alejandro me recordó que mis torturadoreshabían grabado en vídeo algunas de las partes demi tortura que más me avergonzaron. Dijo que esasimágenes serían entregadas a la prensa si yo noperdonaba a mis torturadores. Logré saltar del vehí-culo y salir corriendo. Llevo nueve años luchandopor dejar de correr”.

Los familiares de muchas víctimas han entabladouna lucha para impedir que lo que ha desapareci-do, lo que se ha hecho invisible, caiga en la nega-ción de lo no vivido, desafiando así su existencia(Berger, 1986). Los familiares han tenido duranteaños “un ojo interno” que guarda a los desapareci-dos para que queden en parte protegidos parasiempre de la emboscada de la ausencia. Y eso“ojo interno” necesita ahora de la verdad y la justi-cia para convertirse en una conciencia pública.

El objetivo de este trabajo incesante de reconstruc-ción del tejido social es unir lo que la vida ha sepa-rado, lo que la violencia ha desgarrado. Este traba-jo se parece a la poesía que, según John Berger, nopuede reparar ninguna pérdida, pero desafía alespacio que separa.

¿Cómo se reconcilia un paíscon su realidad?

Una metáfora de Kafka dice: “Él tiene dos adversa-rios: el primero lo presiona desde atrás, desde suorigen. El segundo le bloquea el camino haciadelante. Lucha contra ambos. En realidad, el pri-mero lo apoya en su lucha contra el segundo pueslo quiere empujar hacia delante e, igualmente, elsegundo le presta su apoyo en su lucha contra elprimero ya que lo presiona desde atrás.” La prome-sa de futuro proclama que hay que olvidar, peroobliga a seguir viviendo en el pasado. Pero paraasumir el pasado como fuerza, y que no nos impul-se hacia un futuro que no queremos, el reconoci-miento del daño debe de ser público.

El problema no es que la memoria nos lleve a vivirmirando hacia atrás. Es precisamente al revés, elpresente es inmutable y está atado por el pasadoporque se teme el cambio. Y cuando no se dejaque se conozca la verdad es porque el sistema noestá muerto. Si se dejase, sería un indicador de sumuerte, como esos personajes de quienes seempieza a conocer una historia veraz cuando handesaparecido.

El pasado no es una carga de la que librarse decuyo peso muerto los vivos pueden o inclusodeben deshacerse en su marcha hacia el futuro. Elpasado no tira hacia atrás sino que nos presiona

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hacia delante. No sólo el futuro –la ola del futuro–sino también el pasado es visto como una fuerza yno como en casi todas nuestras metáforas, comouna carga que el hombre tiene que acarrear(Arendt, 1995).

Para Hannah Arendt hay tiempos históricos, rarosperiodos intermedios, en los que el tiempo estádeterminado tanto por cosas que ya no son comopor cosas que todavía no son. En la historia estosintervalos han demostrado en más de una ocasiónque pueden contener el momento de la verdad. Elintervalo entre el pasado y el futuro no es un con-tinuum sino un punto de fractura en el que lucha-mos para hacernos un lugar propio.

Muchos países, después de dictaduras o de la fina-lización de conflictos armados, se encuentran enuno de esos momentos. Entonces, cuando lamemoria de la violencia se convierte en una reali-dad tangible y en una perplejidad para todos, pasaa ser un hecho políticamente relevante. La memo-ria se está tratando de convertir en la concienciasobre el mundo y la realidad vivida, pero no esaún conciencia en el sentido moral, asumida comoparte de los valores de la reconstrucción.

Un balance de las comisionesde investigación

El trabajo de las Comisiones de la Verdad supusoen muchos países un nuevo marco para la espe-

ranza. Sin embargo, después se ha dado enmuchos lugares un desencanto que tiene que vertambién con las expectativas depositadas enellas9. A pesar de que incluyeran recomendacio-nes sobre la prevención de la violencia, desmili-tarización, etc. la mayor parte de las veces lasconclusiones no eran vinculantes, ni incluían ensu agenda el tema de la justicia. Por eso, su tareano ha sido la de transformar el aparato militar nihacer que los perpetradores acepten la verdad.Además de para reconocer el sufrimiento de lasvíctimas y esclarecer algunos casos, las comisio-nes sólo han podido aspirar a reducir el númerode mentiras que circulan sin que nadie las des-mienta (Ignatieff, 1999) y aumentar la credibili-dad de las víctimas. Nadie discute hoy en día, aexcepción tal vez del ejército salvadoreño, que enla masacre de El Mozote (1982) fueron asesinadospor el ejército centenares de personas, incluyen-do numerosos niños.

Las comisiones cuentan con muchas posibilidadesde éxito en aquellas sociedades que, como Suráfri-ca, han añadido a ese proceso de reconciliacióncon la verdad un sólido consenso político (debateentre acuerdo moral para purgar el pasado con unprudente cálculo político) (Ignatieff, 1999). En esecaso la Comisión era una alternativa intermediaentre la vía judicial y la investigación de la verdadpor una comisión independiente, en un contextode cambio político importante (terminar con elapartheid)10. Sin embargo, otros casos como en ElSalvador, con la promulgación inmediata de laamnistía, o el de Guatemala, con la ausencia de

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9 Según Hayner (1996) hay notables ejemplos de comisiones creadas casi completamente para beneficiar a la comunidad internacional,específicamente para el beneficio de aquellos donantes que apoyan al gobierno. Uno de esos casos es la comisión examinadora organi-zada por Idi Amin en Uganda después de sus tres primeros años de gobierno. A pesar de que documentó más de 300 desapariciones yreportó el involucramiento directo de las fuerzas de seguridad en estos abusos, ninguna de las recomendaciones fue implementada y lasprácticas del gobierno sólo empeoraron. Idi Amin deseaba una comisión con el fin de guardar las apariencias pero no con el fin decambiar. (Comisión de la Verdad: una visión global. En ODHAG. Metodología para una Comisión de la Verdad. Memoria del tallerinternacional. Arzobispado de Guatemala). 10 El compromiso para la creación de la CVR se alcanzó a última hora, por lo que tuvo que ser incluido al final de la nueva Constitu-ción casi como un anexo. Ese hecho revela las dificultades del trabajo sobre la verdad y justicia en una sociedad profundamente divi-dida, en la que una minoría blanca ejercía el poder y el apartheid frente a la mayoría de población negra, donde la violencia tuvo uncarácter masivo contra la población, y donde, en ese momento, se trataba de llegar a acuerdos basados en el diálogo y la presión polí-tica. Los límites a la amnistía puestos en práctica en Suráfrica incluían: la amnistía debía ser individual, no general; los solicitantes debí-an hacer una revelación completa de su participación en violaciones de los derechos humanos; deberían aparecer públicamente anteel Comité de Amnistía; límites en las fechas para la petición y criterios específicos del tipo de hechos que podrían ser objeto de indul-to. (Sooka, 1996). Según datos del Comité de Amnistía, de seis mil peticiones presentadas sólo setecientas fueron aceptadas por elComité, y de ellas sólo ciento treinta y seis se refieren a casos de violaciones de derechos humanos. Hasta el momento sólo 200 per-sonas han recibido amnistía. (Martin Coetzee en Congreso Internacional: Verdad y Justicia. Colombia, 1-2 de septiembre de 1999: 205).

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respuesta a las recomendaciones del REMHI y laCEH sobre resarcimiento, investigación de desapa-recidos o justicia, suponen serios obstáculos oficia-les para la reconciliación.

La mayor parte de las veces esas comisiones hantrabajado en un ambiente en el que los antiguosvictimarios seguían teniendo un grado importantede control del proceso político o planteaban ame-nazas de desestabilización respecto a la posibilidadde ser sometidos a la justicia. En América Latina, laexperiencia del trabajo sobre la verdad ha mostra-do la resistencia al cambio de los militares, comoen Chile o Argentina, que hizo que obligaran a losgobiernos electos a elegir entre la justicia y su pro-pia supervivencia. Los aparatos militares y policia-les han sobrevivido a las investigaciones con lalegitimidad minada, pero han conservado intacto supoder. Esa es una falsa reconciliación.

En el caso de conflictos armados internos, comorecientemente en El Salvador y Guatemala, la exis-tencia de bandos armados enfrentados puede hacerque en algunos casos incluso los grupos guerrille-ros tengan un cierto interés en una amnistía, o noreaccionen con claridad hacia los intentos por par-te del estado de amnistiar todos los delitos -inclui-dos los graves crímenes contra la población civil delos que ha sido responsable- para evitar posiblesacciones contra ellos. En esos contextos, los proce-sos de negociación política corren el riesgo de con-vertir el “proceso de paz” en un arreglo políticoentre “las partes” en lugar de un camino para lareconstrucción del tejido social, conllevando ade-más una pérdida de legitimidad política y contribu-yendo a la desesperanza.

¿Hay relación entre verdad,justicia y reconciliación?

Si la historia se convierte en pesadilla se debe aque el pasado se obstina en no serlo. La “elabora-

ción” del trauma supone reconocer que ha queda-do atrás, sustituir la simultaneidad psicológica poruna secuencia pasado-presente, ir desalojandopoco a poco el lastre del agravio y el resentimien-to que nos mantiene apegados a un ayer intermi-nable (Ignatief, 1999). Pero para ello es necesarioel recuerdo colectivo como una forma de recono-cer que los hechos ocurrieron, que fue injusto yque no se debe repetir (Jodelet, 1992).

Pero existen al menos dos verdades: una factual yotra moral, la verdad de las narraciones que cuentanlo que ocurrió y la de las narraciones que intentanexplicar por qué y a causa de quién, que suponenun juicio crítico y ético sobre los hechos. En muchospaíses se han dado pasos en la primera, aunque nose haya asumido oficialmente (por ejemplo, comoen el caso de Chile, Paraguay o Guatemala, dondeno se conoce el destino de los desaparecidos). Lasegunda, la verdad moral, requiere de todo un pro-ceso de asumir la verdad, un trabajo social, educati-vo y político para hacer “calar” esa verdad, en el quela mayor parte de los gobiernos ha perdido interés,o incluso lo consideran una amenaza, y sólo pare-cen estar comprometidos algunas organizacionessociales, iglesias y ONG.

El caso de Suráfrica o Guatemala ilustran cómomucha gente prefirió la crudeza de los hechos alsilencio, pero hay otros muchos que se han refu-giado en la falsa ignorancia. A pesar de lasdemandas de las propias víctimas para conocer laverdad, enfrentar los hechos y pedir responsabili-dades, frecuentemente desde el estado se planteala impunidad como el único horizonte posible11.Sin embargo, la impunidad no es inevitable. En elcaso de la Comisión de Verdad y Reconciliaciónde Suráfrica, los perpetradores debían presentarsea la Comisión voluntariamente y ser investigadospara poder acceder a un indulto individual quesería otorgado, o no, después de una evaluaciónpor el comité de Amnistía; en caso de no hacer-lo, serían llevados a la justicia penal para suinvestigación y eventual castigo.

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11 En muchos casos se han aprobado leyes, amnistías o indultos para los delitos o crímenes de guerra de las dos partes en conflicto.Sin embargo, esa categoría recogida en el Protocolo II de Ginebra se refiere a los delitos de sedición o rebelión y a violaciones rela-tivamente menores del derecho de guerra, no entrarían en él los crímenes de lesa humanidad ni el genocidio. En muchos casos, losregímenes dictatoriales han otorgado autoamnistías y leyes de punto final que han tratado de mantener un régimen de impunidad.

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En mi opinión no debemos considerar la cura-ción de Suráfrica como un hecho, sino como unproceso, y la comisión ha contribuido de for-ma magnífica a ese proceso porque ahora lasvíctimas de las atrocidades saben lo que lesocurrió a sus seres queridos y algunos de ellosse han mostrado magnánimos: han sido capa-ces de escuchar las confesiones de los agentesdel apartheid y han replicado que les perdo-nan. Por supuesto, otros tienen tanta amargu-ra que les resulta imposible olvidar el dolor deperder a quienes querían. Pero creo que, engeneral, la Comisión ha hecho un trabajomaravilloso y nos ha ayudado a alejarnos delpasado para concentrarnos en el presente y elfuturo. Nelson Mandela, 1998 (El País Sema-nal: 1158:26)

Pero además existen otras formas de sanción socialque pueden ayudar a la reconstrucción, tales comola separación de cargos, eliminación de prerrogati-vas, inhabilitación para ejercer cargos públicos, etc.para eliminar el poder de los responsables, promo-ver un nuevo espacio social para la reconstruccióny evitar los falsos procesos de reconciliación.

El pasado es tenaz, por la sencilla razón de queguarda muchas claves del presente. Cuando unpueblo se pregunta quién es se ve forzado a plan-tearse cómo pudo suceder eso y por qué se dejósometer. Eso supone confrontarse con la necesidadde asimilar experiencias brutales, o de lo contrariorefugiarse en la negación y la falsa ignorancia.

Pero cuando falta la justicia la verdad se niega fácil-mente. En el caso de El Salvador, a los cinco díasde presentarse el informe de la Comisión de laVerdad el presidente Cristiani otorgó una amnistía.Eso no sólo impidió el enjuiciamiento de numero-sos jefes militares responsables de atrocidades con-tra la población civil, sino que además disminuyó

mucho el impacto que el Informe hubiera tenidoen otras condiciones en la sociedad salvadoreña.

Según Ignatieff (1999), la justicia es esencial aun-que no se pueden esperar grandes resultados de losjuicios. Los procedimientos legales prueban loshechos de una manera incontestable. Aunque seasobre casos concretos o personas determinadas, lainvestigación de los hechos y la sanción posteriorsupone una prueba que no se puede negar. Pero lajusticia no siempre facilita la reconciliación porparte de los verdugos. Éstos reaccionan frecuente-mente justificando sus acciones e incluso amena-zando a la sociedad (...) Sin embargo, lo peor seríadejar sin castigo los crímenes, si no se rompe elcírculo de la impunidad las sociedades tienenlibre el terreno para entregarse a la negación.

La impunidad ayuda a los que tienen el poder aimponer una versión de la historia y un ordensocial de acuerdo a sus propios intereses. Méndez(1996) señala el falso dilema que frecuentemente seplantea con la supuesta elección entre perdón yolvido completos o el riesgo de reproducción de laviolencia, poniendo como ejemplo el proceso deHaití. El presidente de EE.UU, Jimy Carter ofrecióuna amnistía al General Rauol Cedras como unacondición para el retorno de la democracia en Hai-tí, una oferta hecha a pesar de la objeción expresadel líder democráticamente elegido, Jean-BertrandAristide. El Sr. Carter explicó entonces que le intere-saban menos las violaciones del pasado que evitar“las siguientes”. Sin embargo, al menos en Haití,cada autoamnistía de los militares sólo ha llevadoa nuevas interrupciones de la democracia y a nue-vas atrocidades. Aunque el alcance de la justiciapuede ser discutible12, no hay duda de que la impu-nidad está en la base de nuevas violaciones dederechos humanos.

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12 Zalaquett (1996) –un experto chileno en derecho internacional y partidario por otra parte de equilibrar la necesidad de justicia conlos esfuerzos responsables de reconstrucción– señala cómo en Rwanda, después de las masacres masivas a mediados de los 90 conmás de 500.000 muertos y potencialmente 100.000 perpetradores, hacer los juicios individuales era imposible y se llegó a discutir porqué no juzgar sólo a los que habían matado 50 personas o más. Eso supone que en lugares en donde la violencia ha tenido una for-ma masiva, involucrando a una parte importante de la población, no se puede renunciar a la justicia, pero hay que buscar modelos dis-tintos de expiación social, reconocimiento, reparación y prevención. También señala que en la ética de la responsabilidad (supuesta-mente no hacer justicia para calmar a los perpetradores y evitar más violencia) se asilan muchos para esconder su cobardía, hablan deresponsabilidad pero en el fondo es pacatería o pusilanimidad.

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Asumir la verdaden sociedades fracturadas

Asumir la verdad en sociedades fracturadas es elresultado de un proceso complejo. La publicaciónde informes sobre la verdad es sólo el primer paso.Pero cuando se ha empezado a romper el silencioes más probable que otros hechos y pruebas sevayan conociendo y ayuden a asumir la verdad. Apesar de que el origen de la filtración de los datosaún no está claro, la publicación (mayo, 1999) deciento ochenta y cinco fichas de personas desapa-recidas en Guatemala durante el gobierno de MejíaVíctores (1983), es una muestra de que la memoriaabre el camino a nuevas revelaciones, y éstas ayu-dan a confirmar la historia.

Sin embargo, en muchas sociedades fracturadaspor hechos traumáticos recientes, el compartirsobre el pasado provoca una polarización en lasactitudes hacia la sociedad, o al menos una acti-tud más negativa de la situación actual, dado queno puede obviarse el impacto de los hechos vivi-dos y las exigencias de justicia y reparación queno han sido escuchadas. La memoria puedeentonces hacer explícito un conflicto subyacentepara lograr un nuevo equilibrio social. Sin embar-go, en los países con un menor conflicto actualsobre los traumas del pasado, esta reevaluaciónse relaciona con una mejor imagen de la sociedad(Páez, Basabe y González, 1998).

El caso reciente del proceso contra Pinochet hapuesto de manifiesto cómo la justicia puede hacervisibles las fracturas sociales de una sociedad, eneste caso la chilena, y la necesidad de tomar medi-das para establecer unas nuevas bases de convi-vencia social y acabar con el periodo de más dediez años en que la capacidad de cambio de latransición política chilena ha estado secuestradapor el poder de coacción del ejército. En la actua-lidad, ese caso muestra no sólo la necesidad decambios en la sociedad que ayuden a cerrar lasheridas aún abiertas, sino la importancia de ladefensa de los derechos humanos en las políticas

de intercambio comercial y cooperación, donde losintereses económicos tratan de justificar el silenciosobre las atrocidades13.

Me asombra el tardío descubrimiento de talfractura y más aún la confusión de sus causas.Es evidente que en Chile existe una profundafractura social. Cómo podría ser de otra mane-ra en una sociedad que no conoce el paraderode 3000 de sus ciudadanos, que ha visto nega-dos sus derechos fundamentales, que ha sopor-tado el terror, la tortura, la injusticia, el asesi-nato de los opositores dentro y fuera de sus fron-teras, el exilio de cientos de miles, como unacalamidad a la que no había fuerza capaz deoponer resistencia y a la que no valía la penaoponerse porque tal calamidad se vestía con lacoraza de la impunidad eterna. Luis Sepúlveda,1998 (EL País, 24 dic./98:10 )

La distorsión de la memoria colectiva, y el no reco-nocimiento social de los hechos, tiene tambiénefectos en los supervivientes como una privatiza-ción del daño, una falta de dignificación de las víc-timas y una pérdida de apoyo por parte de las per-sonas más afectadas, que se encuentran así sinmarco social para darle un significado positivo a suexperiencia.

Por todo ello, si bien la verdad es un paso nece-sario, la idea de que la reconciliación dependesólo de la posibilidad de compartir la verdad delos hechos no es tan cierta. Primero porque senecesitan más pasos después para evitar que laverdad se quede sólo en una confirmación deldaño. Pero también porque las versiones de lahistoria (verdad moral) se adecuan a las necesi-dades del presente y están relacionadas por laidentidad de las personas y grupos (según Igna-tieff, lo que parece verdadero depende de lo quecreemos ser y, en algunos lugares, la identidad esdefinida, en gran parte, por lo que no somos:durante la guerra en Bosnia, para muchos, serserbio significaba ante todo no ser croata nimusulmán).

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13 Como ha puesto de manifiesto el reciente debate sobre las inversiones de empresas españolas en Chile, en donde diversos sectoreseconómicos y políticos cuestionaron la posibilidad de perseguir internacionalmente los delitos de lesa humanidad cometidos por el régi-men de Pinochet, en base a los posibles perjuicios que tendría en las exportaciones españolas y los intereses comerciales de empre-sas como Endesa.

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En las sociedades multiétnicas, es posible que des-pués de la guerra se dé un refuerzo de los atribu-tos asociados a la identidad de las víctimas. Esosmovimientos son respuestas normales en comuni-dades muy golpeadas por la violencia. Sin embar-go, el refuerzo de los estereotipos étnicos y la rigi-

dificación de la identidad (por ejemplo en basesolamente a una condición étnica) puede hacer que“el otro” se convierta en “enemigo”.

En muchos lugares, como recientemente Rwanda oKosovo, el miedo se ha convertido en un nuevofactor de cohesión de grupos que piensan que sólosi se mantienen juntos se pueden proteger en lanueva situación, y, de nuevo, en un obstáculo parala convivencia. Por ejemplo, se produce frecuente-mente un refuerzo de creencias de superioridad deun grupo sobre otro, promoviendo enfrentamientosentre personas o grupos que en muchas ocasionesnunca basaron sus relaciones en un pretendidocomponente étnico, como en el caso de Bosnia oRwanda (De Waal, 1994). En esos casos, la agresiónque mantiene la unidad de grupo no sólo se dirigehacia fuera, sino también hacia dentro con el obje-tivo de eliminar todo aquello que separe el indivi-duo del grupo.

Sin embargo, la reelaboración de sus múltiplesidentidades puede hacer que se tiendan puentesdonde en muchos casos hay abismos.

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1. En sociedades con grave polarización sobreel pasado;

2. Cuando no hay nuevos consensos socialesdespués de la guerra;

3. Si el nuevo marco de convivencia estáregentado por los antiguos actores o nuevasfuerzas excluyentes;

4. Cuando las comunidades existentes están muyconsolidadas en torno a su propia verdad;

5. Donde la identidad de un grupo se consoli-da por el miedo al otro.

La (re)conciliación es más difícil:

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Los mecanismosde la crueldad

Según Hannah Arendt, la terrible originalidad delos totalitarismos no se debe a que alguna “idea”nueva haya entrado en el mundo, sino al hecho deque sus acciones rompen con todas nuestras tradi-ciones, han pulverizado literalmente nuestras cate-gorías de pensamiento político y nuestros criteriosde juicio moral. Entender el totalitarismo no signi-fica perdonar nada, sino reconciliarnos con unmundo en el que cosas como éstas son posibles.

Las investigaciones sobre las violaciones masivasde derechos humanos no sólo son una memoria delas víctimas. En el caso de Guatemala, el InformeREMHI y de la CEH han desvelado parte de losmecanismos que han hecho posible la crueldad ysevicia extrema con que se dio la violencia contrala población civil. En ellos se analiza el papel cla-ve de los servicios de inteligencia en la conducciónde operaciones militares, masacres, ejecucionesextrajudiciales, desapariciones forzadas y torturas14.

Entre los mecanismos que hacen posible el horrorestá el sistema de formación de cuerpos militares,basado en el reclutamiento forzoso, un entrena-miento en la obediencia, fuerte control de grupo ycomplicidad en las atrocidades, y un racismo y des-

humanización de la población civil (son todos sub-versivos, son mierda). Los relatos sobre el refuerzode la crueldad, mediante ascensos o premios, quese recogen en esos informes, muestran claramenteel objetivo del entrenamiento y funcionamiento degrupo militar.

Ese sistema explica en gran medida el carácter tandestructivo que ha tenido la represión política enmuchos países. Pero también se manifiesta hoy endía en Guatemala en numerosas formas de violen-cia en la postguerra ya que, todavía en la actuali-dad, una parte de esa red se mantiene intacta. Elasesinato de Monseñor Gerardi, y las dificultadesde investigación del caso, ponen de manifiesto elimpacto de la impunidad en la actualidad.

A pesar de lo doloroso, la memoria de las atrocida-des es también una parte de la prevención de laviolencia en el futuro. En Guatemala, como en otrosmuchos países, del desmantelamiento de los meca-nismos que han hecho posible el horror dependeen gran medida que no se repita la tragedia.

La memoria retorcida

Sin embargo, hay muchos ejemplos en la historiade tendencias a reconstruir la memoria de una

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II. MEMORIA CONTRA EL HORROR

14 Según estas investigaciones, los oficiales y especialistas han sido los más involucrados en violaciones sistemáticas de los dere-chos humanos a lo largo de muchos años del conflicto armado, y los nombres de algunos de ellos aparecen señalados en el Infor-me Guatemala Nunca Más. Otros muchos no han podido ser conocidos aún por las limitaciones (acuerdo entre gobierno y URNGde no individualizar responsabilidades) del trabajo de la CEH, aunque serán seguramente publicados posteriormente por otrasorganizaciones.

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manera distorsionada, incluso responsabilizando alas víctimas. Por ejemplo, según algunas encuestas,la mayoría de la población alemana de más de 40años cree que los judíos fueron en parte responsa-bles del Holocausto (Daniel, 1992). Otra tendenciacomún puede ser el silencio (Sichrowsky, 1987). EnAlemania, después de la guerra, la actitud domi-nante fue el no hablar sobre ella o el no aceptarser juzgado por su pasado de participación con elnazismo. En el periodo posterior a la dictadurasalazarista en Portugal y la dictadura franquista enel Estado español, la reacción fue similar, mostrán-dose un silencio general sobre la participación acti-va en el régimen anterior15.

Frecuentemente las versiones oficiales plantean quees necesario “pasar la página de la historia parareconstruir la sociedad”. De esta manera, se tratade reconstruir sobre el olvido forzado, como si esehecho no tuviera ya consecuencias importantes enel propio proceso de reconstrucción. Sin embargo,detrás de la llamada al olvido hay en realidad unintento de los responsables de plantear su propiaversión de los hechos, donde predomina la evita-ción del recuerdo o su recuerdo convencionaliza-

do, cumpliendo, de esta manera, la función demantener una imagen coherente de sí mismos.Como en el caso de la guerra sucia en España(BVE, GAL...) para los responsables políticos lamemoria convencionalizada de la violencia tieneuna función defensiva pero no explica los hechos(eran tiempos duros).

Algunas de esas distorsiones se inician de maneradeliberada, como los intentos de reescribir la historiapor parte de regímenes totalitarios o dictaduras. Porejemplo, la Fundación Augusto Pinochet tiene unInstituto de Historia de Chile, con 27 centros portodo el país, que está elaborando una historia con-temporánea de acuerdo a sus propios intereses. Otrasveces pueden resultar de esfuerzos por esconder epi-sodios considerados vergonzosos. Por último, otrospueden ser cambios bienintencionados para propor-cionar un relato verdadero de hechos pasados.

Estos procesos de distorsión de la memoria inclu-yen múltiples mecanismos para convencionalizar elrecuerdo como culpar al otro, manipular las aso-ciaciones de los hechos, responsabilizar a las cir-cunstancias, etc.

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Omisión selectiva: Thomas Jefferson que escribió todos los hombres son creados iguales en la Declaraciónde Independencia era dueño de muchos esclavos.

Manipular las asociaciones de los hechos: los EE.UU16 tienden a ver el bombardeo de Hiroshima y Nagas-haki como un acto de respuesta al bombardeo de Pearl Harbour.

Exageración y embellecimiento: mientras el Ejército Rojo llevó un gran peso del triunfo aliado en lasegunda guerra mundial, el desembarco de Normandía ha sido el hecho magnificado.

Culpar al enemigo: el bombardeo alemán de Freiburg (y de Gernika) fue realizado por la Lufthwafe, perose culpó de ello al ejército francés (y al republicano, en el otro caso).

Responsabilizar a las circunstancias: atribuir la desaparición de las poblaciones indígenas de las Américas,durante la conquista española y portuguesa, a las enfermedades.

Enfatizar un hecho causal sobre los demás: las Cruzadas fueron un intento noble de garantizar los dere-chos de los peregrinos, obviando el fanatismo religioso y la conquista de territorios.

Etiquetaje social: la guerra de Portugal contra Angola, Mozambique, Guinea-Bissao, no fue una guerracolonial, sino la guerra de ultramar. Este etiquetaje social tiene efectos ideológicos y de justificación.

Identificarse con los vencedores: en Italia, existe un chiste muy popular que dice que cuando Mussolini sevió obligado a dimitir, los italianos fueron a la cama siendo fascistas y, al día siguiente, se despertaronantifascistas.

(Braumeister & Hastings, 1998 y Marqués, Páez & Serra, 1998)

Estrategias y mecanismos de distorsión de la memoria colectiva

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En otros casos, la distorsión de la memoria basadaen el silenciamiento tiene que enfrentarse tambiéna la voluntad de recuerdo de las víctimas. En elcaso de Chile, por ejemplo, esta especie de “cons-piración del silencio” ha jugado un rol ideológicoreal: la legitimación de la situación presente. Ladetención del exdictador Augusto Pinochet muestrala polarización que se ha mantenido a causa de ladesinformación, la justificación ideológica y la dis-torsión de la memoria de los crímenes contra lahumanidad cometidos por la DINA.

En muchos lugares el indoctrinamiento ideológicoha sido utilizado como una manera de hacer la gue-rra, por ejemplo mediante una mezcla de ideologíarígida, exaltación mesiánica y despersonalización delas víctimas. Y frente a las nuevas situaciones se dael fenómeno de la inversión psicológica en sus héro-es. Cuando se revelan las atrocidades cometidas porlíderes políticos y la gente que los apoyó se dacuenta que han sido criminales, es frecuente lanegación porque eso supone cuestionar la propiaidentidad. Los crímenes de guerra representan undesafío para la identidad moral colectiva y cuandoésta se ve amenazada se refugia en la negación. Sinembargo, aunque la mentira pública puede tratar deocupar el lugar de la memoria, también hay unamemoria privada y grupal que se le opone. La dis-tancia entre las dos puede provocar una crisis delegitimidad que sea la puerta para un cambio.

La justicia para rehabilitara los victimarios

La justicia puede hacer también que muchos res-ponsables de la violencia contra la gente salden

cuentas con su pasado. La posibilidad de dar sustestimonios bajo condiciones de seguridad y con-fianza, de reconocer la dignidad de las víctimas yparticipar en actividades de reparación social a lossobrevivientes, así como someterse a la sanciónsocial, son elementos clave para la reestructuraciónética y la reintegración social de los victimarios.

Según Sakespeare, en relación con el caso de ase-sinato en la tragedia Ricardo III, “todo hombre queintenta vivir a gusto intenta vivir sin ello” (sinenfrentarse a sus remordimientos), y esto se consi-gue fácilmente porque todo lo que hay que hacer esno iniciar nunca ese dialogo silencioso y solitarioque llamamos pensar, no regresar nunca a casa ysometer las cosas a examen (Arendt, 1995). La cues-tión sigue siendo si el proceso de reconciliarse consus experiencias, como la culpa y la vergüenza, esdecir, la rehabilitación psicológica, puede darse sinjusticia y sanción social

En el caso de Guatemala algunos victimarios seacercaron también a dar su testimonio aunque muypocos reconocieron su participación directa enatrocidades. Los efectos principales que mostrabanlos victimarios que testificaron fueron17: 1) afecta-ción y problemas de salud mental (personas muyafectadas, “traumatizadas” y alcoholizadas); 2) mie-do a la reacción social; 3) miedo a la reaccióninterna; 4) sentimientos de culpa o duda; 5) resen-timiento y sentimiento de haber sido utilizados.

Las situaciones anteriores muestran diferentes tiposde fisuras o crisis que llevaron a dar testimonio, yque por lo tanto pueden estar en la base de futu-ras revelaciones. Eso no significa que “todos” vayana estar así. Hay muchos militares y oficiales en losque sigue funcionando una disociación entre susactos y las consecuencias de los mismos que les

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15 Sólo veinte años después del fin de la dictadura, la época del franquismo ha sido objeto de numerosos ensayos y producciones cime-matográficas con un contenido crítico. Como muestra de ese silenciamiento y el recuerdo convencionalizado en función de su propiaposición política, recientemente, en 1999, el Partido Popular se negó a firmar una declaración conjunta, con el resto de los partidoscon representación parlamentaria, de rechazo al alzamiento franquista contra el régimen constitucional republicano que fue origen dela guerra civil española (1936-39). Algunas investigaciones señalan que la ideología tiene también un efecto no sólo sobre el tipo deacontecimientos que se recuerdan más, sino también sobre el grado de compartir sobre los hechos traumáticos del pasado. Por ejem-plo, en el caso de los recuerdos de la guerra civil española, la ideología de derechas actúa inhibiendo la comunicación y reflexiónsobre un hecho que por su impacto no puede ser negado. (Herranz, J.K. y Basabe, N., 1999).16 Mucho más recientemente, la invasión de Somalia (1992) tendió a plantearse como una respuesta humanitaria al problema del ham-bre, y la guerra y bloqueo económico de Irak (1993-...) como una ayuda al pueblo iraquí para librarse de un dictador, escondiendoen ambos casos los intereses económicos y geoestratégicos de EE.UU.17 El orden no tiene que ver con la frecuencia con que se dieron, el efecto más palpable era el miedo a la reacción interna.

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permite vivir sin aparente contradicción de una for-ma “normal”, y en la que la distorsión de la memo-ria les proporciona las excusas para vivir a espal-das de sus responsabilidades (justificarlo por lasituación, culpar al otro, olvidar selectivamentealgunos hechos, justificar ideológicamente su posi-ción, refugiarse en la obediencia, etc.).

Pero, a pesar de todas las dificultades, la experien-cia de otros países muestra cómo poco a poco seabren agujeros en ese muro de silencio. En 1995 elcapitán Alfredo Scilingo que ya no podía dormir sinalcohol o psicofármacos decidió hacer una confe-sión pública, diciendo que había echado al mar atreinta personas, y denunció que en aquellos añoshabían sido entre mil quinientos y dos mil los pri-sioneros políticos que la Marina argentina habíaenviado a hundirse en el mar y ser pasto de lostiburones. A mediados de 1998 el dictador argenti-no Jorge Videla fue a parar a la cárcel. No fue cas-tigado por genocidio sino por el robo de niñosnacidos en los campos de concentración de lasmujeres detenidas y que poco después de dar a luzserían asesinadas (Galeano, 1998).

Nada de esto, ni la crisis de Scilingo ni la inves-tigación sobre el robo de bebés, hubieran salidoadelante sin los movimientos sociales y las perso-nas que han estado comprometidas y obstinadasdurante años en la denuncia y la lucha contra laimpunidad. La memoria de las madres y abuelasha constituido aquello que Canetti llamó un cris-tal de la masa, es decir un pequeño grupo per-severante que ha mantenido viva esa memoria.Gracias a esos grupos, la memoria puede conver-tirse en algunas ocasiones en una memoria abier-ta, en una masa en red que atrae a todos haciael sentido de justicia. Cuando se llevó a cabo elproceso contra Klaus Barbie18 (apodado el carni-cero de Lyon) algunos vieron en el proceso algoinútil puesto que los hechos eran ya conocidospor la opinión pública o que la memoria delnazismo se planteaba artificialmente. Para otros,en cambio, el proceso contra Barbie constituía la

posibilidad de un retorno a la vida real, una lec-ción viviente de la forma en que una sociedadpuede retroceder de una manera bárbara (Jode-let, 1992). De la misma manera, en la actualidadel inicio del proceso contra Pinochet ha abierto lapuerta a reconocer el sufrimiento y las demandasde las víctimas, y constituye un paso para ajustarlas cuentas con el pasado y superar el secuestrode la transición chilena por el poder militar.

La recuperación personal y social de algunos vic-timarios tiene que ver no sólo con enfrentar supropia experiencia sino también con una dimen-sión de reparación social (declaraciones públicas,proporcionar información detallada que ayude ainvestigar casos, ayuda a los familias afectadas,tiempo de trabajo comunitario, así como someter-se a la justicia).

En el caso de Argentina algunos grupos de dere-chos humanos han señalado cómo los juicios pue-den hacer que los militares rompan de una mane-ra clara con su propio pasado. Según ellos, esa fal-ta de ruptura estaría en la base de que, a pesar delos límites puestos a la acción de la justicia con losindultos a la junta militar y la aplicación de la leyde obediencia debida, el aparato militar haya teni-do que enfrentar una gran crisis de legitimidad yrechazo social durante los últimos años, provenien-te de la identificación de cualquier miembro de lasfuerzas armadas con el pasado genocida.

El valor de la justicia para separar la responsabi-lidad individual de la colectiva es también impor-tante en comunidades que son colectivamenteculpadas de la violencia contra otras comunida-des. Según Méndez (1996), recogiendo unasdeclaraciones del juez Richard Goldstone, FiscalGeneral de los Tribunales Criminales Interna-cionales para la antigua Yugoslavia y Rwanda, elargumento es especialmente apropiado para lanecesidad de quebrar el ciclo de la violencia étni-ca, porque los procesos judiciales permitirían alas comunidades victimizadas distinguir entre los

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18 Teniente de las SS y jefe de la Gestapo en Lyon, se encargó de la represión antijudía y los “enemigos del Reich”. Apodado el carni-cero de Lyon por la crueldad de sus métodos, se hizo famoso por el caso de Jean Moulin (jefe de la resistencia francesa), a quienarrestó y torturó hasta la muerte. A pesar de que fue juzgado y condenado en rebeldía, fue posteriormente protegido por el CounterIntelligece Corps estadounidense. En 1984 fue detenido en Bolivia y extraditado a Francia donde fue juzgado por torturas y deporta-ción de más de seiscientas personas hacia los campos de exterminio.

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miembros ordinarios de los grupos rivales y losindividuos que manipularon esos miedos confines políticos.

La impunidadcomo obstáculopara la reconciliación

En ese contexto, la impunidad es un obstáculo parala reconciliación, a pesar de que muchas veces seplantea que es el precio de la paz. Por regla gene-ral, los gobiernos civiles, que han sucedido a lasdictaduras militares en América Latina, se estánlimitando a administrar la injusticia, defraudandolas esperanzas de cambio. Las leyes de la impuni-dad, obediencia debida, amnistía, etc. están todascortadas con la misma tijera. La sociedad enfermade miedo, dolor y desaliento necesita de una nuevavitalidad que la democracia prometió y no pudo ono ha sabido dar (Galeano, 1998).

Así las dictaduras han dejado su lastre al futuro.Según Sveass (1995) algunos de esos efectos de laimpunidad son:

• Amenaza la creencia en una sociedad demo-crática y es una continuación de la opresióny falta de libertad. En sociedades que han tra-tado de salir de periodos de dictadura o gue-rra, la impunidad amenaza el nuevo procesodemocrático. La imposibilidad de investigar ysancionar a los responsables de las violacio-nes y el rechazo a la demanda de justicia creadudas y miedo respecto a las propias ideas dedemocracia.

• Confunde y crea ambigüedad social. Falta derespeto a la ética y a la justicia. La impunidaddestruye la posibilidad de reconstruir unarelación ética entre la gente.

• La mentira y la negación son institucionalizadasy defendidas por la justicia del país. Por unaparte se dice que se lucha contra la violenciapero se protege a quienes la han ejercido ysiguen teniendo poder de coacción. La ley

defiende la mentira no permitiendo que la his-toria de las víctimas tenga un carácter público.

• La impunidad hace que la gente busque la jus-ticia por su cuenta. Cuando los procesos y lajusticia no son llevados adelante por las autori-dades, la gente puede ver que la ley no va adar repuesta a sus problemas y puede pasar ajustificar o llevar a cabo venganzas privadas.

• La impunidad estimula el delito. En palabrasde Galeano, premia el delito, induce a surepetición y le hace propaganda, y cuando esel estado el que viola o tortura sin rendircuentas a nadie se está emitiendo desde arri-ba luz verde para violar, torturar o matar. Lademocracia paga las consecuencias porquetiene que convivir con las formas de justifica-ción de la violencia, los mecanismos de con-trol social que perduran. La impunidad supo-ne un mecanismo educativo que rompe lasnormas sociales de convivencia y genera fre-cuentemente un refuerzo de las respuestasautoritarias que limitan las libertades.

• Invalida y niega lo que ha sido vivido, y limi-ta la posibilidad de una comunicación efecti-va entre los ciudadanos: traumas, barrerasentre grupos y dificultad de reconciliación. Lafalta de una verificación oficial de los aconte-cimientos pasados introduce dudas y escepti-cismo respecto a los testimonios recogidos.Reduce las posibilidades de un duelo y untrabajo colectivo. Al no hablar y no verificarhace que se mantengan los traumas colecti-vos, creando una barrera entre grupos de lamisma sociedad. El proceso de reconstruccióny reconciliación se vuelve mucho más difícil.

• La impunidad afecta a la creencia en el futu-ro y puede dejar a mucha gente excluida dela historia. La falta de reconocimiento oficialde la historia de las víctimas las excluye de lahistoria oficial del país. Supone un estanca-miento histórico que limita las posibilidadesde moverse hacia el futuro y crear una socie-dad juntos.

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Justicia para la convivencia

¿Qué papel tiene la justicia cuando la violencia haproducido una enorme destruccción y crisiscomunitarias? En el caso de Guatemala, Suráfricao Bosnia, la violencia política afectó también altejido comunitario, especialmente en las áreasrurales afectando la estructura social de las comu-nidades, las relaciones de poder y la cultura. Ade-más de la destrucción también fue muy evidenteuna profunda crisis con desconfianza y desestruc-turación comunitaria. Por eso, la justicia seenfrenta aquí al desafío de reconstruir las normasbásicas de convivencia y el respeto a los dere-chos humanos.

Distintas formas de justicia pueden ayudar a resta-blecer las bases de la convivencia. Por ejemplo, enel caso de Guatemala, en el derecho consuetudina-rio de la tradición maya los principios de la justiciay resolución de conflictos se basan en la amones-tación frente a una autoridad reconocida, la media-ción, subsanar la falta, reencauzar la conducta oretribuir los bienes. La justicia se rige entonces porel principio de la compensación y la reparación alos ojos de la comunidad (Dary, 1997). A pesar deque estos principios tradicionales fueron barridospor las prácticas belicistas del conflicto siguenestando presentes en muchas comunidades y cons-tituyen un conjunto de recursos para reestructurarla convivencia sobre nueva bases.

A pesar de esa destrucción, posteriormente tambiénse ha dado una recomposición de ese tejido social

que ha tenido como protagonista a las propias víc-timas y sobrevivientes. La denuncia de las violacio-nes y la búsqueda de justicia han contribuido aampliar el espacio de dichos grupos. Años después,en la mayor parte de los lugares se ha recuperadoel papel de las organizaciones sociales, líderes y,en alguna medida, de las autoridades tradicionales.Si bien ese proceso es lento, supone una esperan-za para el futuro.

Restablecer los mecanismos de justicia no sólo esimportante de cara a las violaciones de los dere-chos humanos que se han dado. También es unaforma de prevención y de ayudar a enfrentar losconflictos del presente, que la estela de la guerradeja como herencia. En los contextos de la post-guerra en Centroamérica hay amenazas que com-prometen ese futuro, como son los problemas dela tierra, mediatizados por el desarraigo de losdesplazados y refugiados, la reintegración socialde población civil y ex-combatientes, y la desmi-litarización. Por otra parte, la impunidad y la edu-cación en la violencia -se ha dado con el recluta-miento forzoso y la actuación paramilitar espe-cialmente-, la falta de cohesión social, la pobrezay regímenes cuestionados de propiedad, suponena menudo un conjunto de causas del recrudeci-miento de la violencia social (por ejemplo, enpaíses como El Salvador o Guatemala, pero tam-bién Suráfrica).

A pesar de la finalización de la guerra, todavía lagente puede tener miedo, especialmente en loscasos de convivencia con victimarios en las comu-nidades o frente a la reagudización de graves con-

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III. RECONSTRUIR EL TEJIDO SOCIAL

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flictos sociales. Esto muestra que las consecuenciasde la guerra se manifiestan a largo plazo y amena-zan el futuro de la convivencia, situando en prime-ra línea de la agenda de la postguerra, la impor-tancia de acabar con la impunidad y la necesidadde enfrentar los problemas como la exclusión polí-tica y las graves desigualdades sociales.

Atención a los procesos locales

La conmemoración de lo ocurrido permite darle unsentido y reconocimiento público, y es parte delcamino para asumir el pasado y reconstruir las rela-ciones sociales. Pero muchos de esos procesospueden ser muy diferentes según los lugares e his-torias locales del conflicto.

Cuando en el proyecto REMHI se empezaron arecoger testimonios en Chicoj, mucha gente quisodar a conocer su historia de forma pública, perotambién compartirla con otras comunidades con lasque se encontraban enfrentadas o distantes a con-secuencia de la guerra, como una forma de hacerun proceso de reconciliación local. En otros luga-res, hablar de lo que pasó llevó también a denun-ciar cementerios clandestinos, a realizar ceremoniascomo en Sahakok (Alta Verapaz), en donde losancianos soñaron una cruz en lo alto del cerrodonde habían quedado sin enterrar tantos de sushermanos. Veintiocho comunidades se organizaronpara llevar a cabo ese sueño. En la montaña, ade-más de sus restos, quedaron escritos entonces losnombres de novecientas dieciséis personas que lagente había ido recogiendo. La cruz en lo alto dela montaña no es sólo un recuerdo de los muertossino una sanción moral de las atrocidades.

Para muchas personas ese recuerdo supone tambiénuna forma de conciencia social y un estímulo para suvida. Esas formas de recuerdo colectivo no son sóloprocesos privados o de pequeños grupos. En lamedida en que conquisten el espacio público, pue-den ayudar a una sociedad a desprenderse de las for-mas de respuesta atadas a la espiral de la violencia.

La búsqueda de la verdad tiene también un impac-to en los procesos de duelo, por ejemplo condemandas de llevar a cabo exhumaciones que con-

firmen las circunstancias de la muerte, comorecientemente en Bosnia, Kosovo o Rwanda. Estasexhumaciones no pueden verse solamente comoun hecho político o práctico. El respeto a la memo-ria de los muertos y a la dignidad de los supervi-vientes debe formar parte de las distintas activida-des que impliquen enfrentar el dolor, expectativasde encontrar los restos o formas de conocer el des-tino de sus familiares. Las actividades como exhu-maciones, recogida de testimonios, etc. deben rea-lizarse teniendo en cuenta la participación de losafectados y comunidades y deben ser respaldadaspor leyes que faciliten los procedimientos, coordi-nen a los grupos e instituciones que participan.

Las memorias de los hechos traumáticos evocanemociones intensas en quienes dan sus testimonioso se encuentran más unidos a las víctimas. Muchasvíctimas pueden querer tanto recordar como olvi-dar, porque el recuerdo produce dolor (Thomp-som, 1988). Por parte de quienes recogen esos tes-timonios y memorias, se necesitan aptitudes y acti-tudes de escucha y respeto, así como tener encuenta un tiempo posterior de apoyo y no sólo loscriterios formales de tipo organizativo. Hay queponer atención a los procesos locales y respetar elritmo de las comunidades para que los procesoslegales y técnicos no se conviertan en un obstácu-lo más.

También el reconocimiento de las formas propiasde resolver los conflictos, a través del respeto a losderechos humanos y el derecho consuetudinario,forman parte de los mecanismos de reparación. Laconsulta, las formas propias de resolver los conflic-tos, o el mantenimiento de estructuras comunitariasde gestión del poder y la participación, han sidoparte de las formas colectivas de enfrentar la repre-sión y reconstruir la cotidianidad. Por ejemplo, enGuatemala en medio de la epidemia de lincha-mientos, en cuyo origen está la impunidad y lasestructuras de violencia generadas por la guerra,algunas comunidades han encontrado maneras dehacer justicia frente a la muerte.

En la comunidad de San Antonio un hombremató a otro. Pero allá no lo lincharon, sino quese reunieron para discutir qué hacer. La comu-nidad pensó mucho y decidieron que la personatenía que reparar el daño que había hecho. Ya

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no se podía dar la vida a Juan, así que la deci-sión fue que el hombre tenía que hacerse cargode las necesidades de la señora y los niños has-ta que ellos fueran ya mayores (Viaje a lamemoria, Carlos Martín Beristain, 1997)

La atención a los procesos locales debe ser tenida encuenta desde el momento de investigación de la ver-dad hasta las propuestas de reparación o reconci-liación. Según Van der Merwe (1998), en el caso deSuráfrica muchas víctimas pueden estar de acuerdoen que el apartheid fue el elemento central causan-te de su victimización, pero sus experiencias impli-can a diferentes actores locales cuyas responsabili-dades creen que deberían individualizarse.

Tener un contexto en el que su victimización per-sonal cobrara más sentido ayudó, pero no anuló lanecesidad de hacer frente a rencores personales ya las relaciones interpersonales afectadas por la vic-timización. Querían saber si su vecino, cuya impli-cación sospechaban, realmente trabajaba para (oestaba manipulado por) la policía. Ver diariamen-te a esa persona en la calle sin saber si debían salu-darla o no, era, por ejemplo, algo que alteraba suexistencia diaria, y, por tanto, una preocupacióninmediata para muchos de los entrevistados. Laprincipal preocupación de la CVR era, sin embargo,desenmascarar la implicación a más altos nivelesde estructuras políticas y de seguridad para desve-lar las grandes pautas de violación de derechoshumanos a nivel nacional (Van der Merwe, 1998),Cuando el tejido comunitario ha quedado destruidopor un largo periodo de conflicto, las sospechas, elmiedo y el resentimiento sobre acciones y vincula-ciones anteriores tienen que despejarse parareconstruir la red de relaciones interdependientes.

Sin embargo, en otras ocasiones el miedo puedehacer que la gente prefiera ser más reservada,especialmente cuando las condiciones que dieronorigen a la violencia siguen manteniéndose enparte. Por ejemplo, en el caso del proyecto REM-HI, con un fuerte componente de trabajo en lascomunidades campesinas, la gente quería que sepublicaran todos los nombres de perpetradores,pero en algunos casos los animadores recomen-

daron prudencia19 dada la gran cantidad de victi-marios que seguían teniendo poder de coacciónen las comunidades.

La defensade los derechos humanos

Además de las Comisiones de la Verdad, numerosasorganizaciones de derechos humanos y colectivos devíctimas, ONG e incluso agencias humanitarias estánhaciendo presión para que llevar a los responsablesde atrocidades ante los tribunales y restaurar el sen-tido de justicia como una forma de prevención.Muchas organizaciones de derechos humanos estáncomprometidas en la investigación de las violaciones,como un instrumento de defensa de las víctimas y deprotección frente a nuevas atrocidades. Algunas orga-nizaciones internacionales tienen redes de investiga-ción y publican informes con amplio eco interna-cional, como Amnistía Internacional o Human RightsWatch, pero la mayor parte de las veces se basan enel trabajo local de numerosas ONG que investigan lasviolaciones o siguen casos específicos.

Muchas de las Comisiones de la Verdad han vistotambién facilitada su labor por el trabajo previo decientos de personas y organizaciones en las quehan basado una gran parte de su trabajo posterior.Además, dichos grupos no actúan sólo después dela finalización de un conflicto o una dictadura, ayu-dando a sus propias sociedades a ser más cons-cientes de los problemas reales y los actores impli-cados. Aunque muchas veces tienen que hacer sutrabajo en condiciones precarias o de grave ame-naza, las organizaciones de países como México,Perú o Colombia han ayudado a tener una imagenmás crítica y real de las condiciones de violenciaque muchas veces son silenciadas.

Por ejemplo, en Colombia, la Comisión Trujillo queinvestigó una serie de matanzas ocurridas durantevarios años por parte de la fuerza pública, el narco-tráfico y el sicariato, fue un logro de las organiza-ciones de derechos humanos que participaron enuna comisión de investigación mixta (estado-ONG)

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19 Los animadores son catequistas o agentes de pastoral locales que constituyeron una red para animar a la gente a dar sus testimo-nios, entrevistaron a los testigos y sistematizaron la información de sus comunidades.

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en la que se pudieron esclarecer muchas circuns-tancias de los hechos. El gobierno tuvo que admi-tir la responsabilidad del Estado y resarcir a las víc-timas, lo cual fue un logro histórico en el país, apesar de que posteriormente el seguimiento delcaso haya sido un fracaso20.

En el caso reciente de las masacres en Argelia, lasorganizaciones de derechos humanos han aportadonumerosos datos sobre implicaciones gubernamen-tales en actos de violencia y atrocidades contra lapoblación civil que no han provenido únicamentede los grupos extremistas islámicos. Las organiza-ciones de familiares de desaparecidos han tenidoun papel muy relevante en varios países de Améri-ca Latina, pero también están planteando susdemandas de verdad y justicia en otros países enlos que esa práctica ha sido ocultada por losgobiernos, como en el caso de Marruecos. Envarios países de la Europa del Este se ha puesto demanifiesto una falta de ruptura con el pasado queestá teniendo implicaciones en la participación delos grupos de poder en prácticas mafiosas, como elnarcotráfico o tráfico de armas, junto con respues-tas autoritarias y militaristas a situaciones de con-flicto, como en el caso de los conflictos del Cáuca-so o los Balcanes.

La defensa de los derechos humanos supone tam-bién una acción preventiva, pero también un desa-fío para quien trata de intervenir en las situacionesde conflicto. En muchos casos la gente puede verque quien tiene oficialmente la misión de proteger-les puede estar más cerca de lo que se piensa dequien les agrede o carece de un compromiso realmás allá de las declaraciones políticas21.

La protección es una responsabilidad de los Esta-dos, pero en muchas ocasiones éstos se conviertenen la fuente principal de inseguridad. Entonces sehace necesario que otros actores la promuevan ypresionen para proteger a las poblaciones en peli-gro. Sin embargo, los mecanismos de asistenciahumanitaria de la ONU no incluyen la protecciónentre su mandato (salvo, en parte, el ACNUR). Enla práctica, lo que prevalece es un conjunto deONG y entidades gubernamentales e interguberna-mentales que hacen un seguimiento de la situaciónde derechos humanos, pero que no necesariamen-te garantizan la adecuada efectividad en su protec-ción. Para llevar a cabo este trabajo de protección,las ONG necesitan ampliar sus mandatos tradicio-nales y sus tipos de actuación, así como manteneruna relación fluida, conocimiento mutuo y claridaden la relación que se establece con otras ONGespecíficas de derechos humanos.

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20 La Comisión publicó su Informe final de la Comisión de Investigación de los sucesos violentos de Trujillo (caso 1007 de la CIDH) en 1995.Sin embargo, posteriormente los proyectos de reparación así como la investigación judicial no han continuado adelante, lo que ha supues-to nuevos conflictos sobre el seguimiento del caso, amenazas sobre testigos y familiares, y una denuncia, por parte de la Comisión Inter-congregacional Justicia y Paz que impulsó la investigación del caso, del acuerdo previo logrado ante la Comisión Interamericana de DD.HH. 21 El rechazo en Bosnia al papel jugado por la misión de Naciones Unidas UNPROFOR se basó entre otros hechos, en la falta de protec-ción frente a matanzas como la de Sbrenica, que contaba con despliegue de numerosos cascos azules, o la falta de interés en detener areconocidos criminales de guerra. El jefe de la misión de la OSCE en Kosovo (en 1999) William Walker, que denunció la masacre de dece-nas de civiles a manos de la policía serbia antes de la intervención armada de la OTAN y que se declaró sorprendido por un crimen así,era el embajador de Estados Unidos en El Salvador, en plena guerra el año 1989, desde donde se dirigía el apoyo al ejército salvadoreño.

1. Documentar bien el caso.2. Guardar la información en un lugar seguro y tratarla confidencialmente.3. Consultar las guías de la organización sobre la actuación en ese tipo de situaciones.4. Acudir a los expertos locales en materia de derechos humanos, que ofrezcan confianza, y pedir consejo

sobre actuación.5. Acudir, si es posible, a reconocidas organizaciones internacionales o regionales para enviarles información.6. Comunicar a las víctimas lo que es posible hacer y tener su aprobación. 7. Tener siempre en cuenta la seguridad de las víctimas y sus familias (evitar señalamientos, manejo de la

información, etc.).Amnistía Internacional

Actuación en caso de violaciones de derechos humanos

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El acompañamiento y presencia internacional esuna forma de trabajo preventivo, cuando el trans-gresor puede verse afectado por la presión interna-cional. La capacidad de protección de los observa-dores de ONG depende del grado de apoyo quepuedan conseguir de la opinión pública interna-cional y de los gobiernos; por tanto, su fuerza resi-de en el nivel de concienciación internacional sobrela protección de las poblaciones en peligro, y en sucapacidad de generar fricción entre gobiernos yopinión pública, y de confrontar a los gobiernoscon el respeto a las normas internacionalmenteaceptadas, de modo que aquellos no puedan sus-traerse a responder ante las violaciones. Por supues-to, cualquier presión sobre un gobierno se ve limi-tada en sus resultados cuando tal presión vaya con-tra sus intereses económicos o geoestratégicos (Egu-ren, 1997). Por ejemplo, Peace Brigades Internatio-nal (PBI) mantiene equipos de observadores-acom-pañantes internacionales en áreas de conflicto,siempre a petición local. Desde 1994, PBI mantieneun equipo en Colombia, donde se da un conflictoarmado interno desde hace varias décadas, y queregistra uno de los peores niveles de violaciones dederechos humanos en América Latina, realizandoactividades de acompañamiento, información, lobbyy apoyo a la reconstrucción del tejido social.

En los últimos años varias misiones de la ONU ode organizaciones como la OSCE, han puesto enmarcha equipos de observadores internacionales enpaíses en conflicto. Dichos observadores puedenejercer un papel preventivo, pero también estánsometidos más directamente a los criterios guber-namentales o las alianzas políticas. En el caso deKosovo, la salida de los observadores a primerosde marzo de 1999, como consecuencia de la pre-paración de la campaña militar de la OTAN, supu-so una indefensión total de la población kosovarfrente a los planes del ejército serbio que habíapreparado ya un despliegue de catorce mil solda-dos para llevar a cabo la limpieza étnica. Esosdesafíos a la presencia internacional por parte delrégimen serbio generaron muy pocas protestas de

los gobiernos occidentales (Smith y Drozdiak, W. ElPaís 21 abril/99).

Reparación.Mitigar el daño

Para la reconstrucción del tejido social no vale sóloasumir la verdad, también se necesitan de medidasactivas que ayuden a mejorar la situación de las víc-timas, mitigar el daño y proporcionar un resarci-miento económico y moral. Habitualmente se hablade “reparación psicosocial” con diferentes orienta-ciones: compensaciones económicas y educativas,proyectos de desarrollo, conmemoraciones y monu-mentos, etc.22 Sin embargo, la primera forma deresarcimiento es hacer que la gente pueda vivir sinmiedo. El reconocimiento de los hechos por losautores y de la responsabilidad del estado, así comolas acciones que ayuden a asumir la verdad comoparte de la conciencia moral de la sociedad, sonparte de la reparación de la dignidad de las víctimasy la mejora de la vida de los sobrevivientes.

Además, en la práctica apenas se ha realizado unavaloración de la lógica interna, concepciones yefectos de las acciones de reparación. Las formasde resarcimiento tienen que evitar profundizar lasdiferencias sociales o introducir nuevos conflictosen familias o comunidades.

En casos recientes como la masacre de Xamán enGuatemala (Cabrera et al. 1998) y Trujillo (Colom-bia, 1989-92), la gestión de las ayudas ha conlle-vado conflictos y ha estado orientada por criteriosde legitimación del Estado. Por ejemplo, enXamán, las ayudas generaron una diferenciaciónsocial que no existía antes de la masacre: las per-sonas que se involucraron en el proyecto comoobreros de construcción ganaban varias vecesmás que quienes seguían trabajando en el pro-yecto campesino cooperativo, lo que fue fuentede desmotivación y conflicto.

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22 Según la Comisión de DDHH de la ONU, la reparación debe cubrir la globalidad de los perjuicios que sufrió la víctima: medidasrelativas al derecho a la restitución (nivel previo), a la indemnización (compensaciones por los daños) y la readaptación (asistenciasanitaria o jurídica), medidas de reparación de carácter general (declaraciones oficiales, monumentos, homenajes, etc.) y garantías deque no se seguirán cometiendo violaciones de derechos humanos. El derecho a la reparación. E/CN.4/sSub.2/1996/18. Comisión deDerechos Humanos. Consejo Económico y Social de la ONU.

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Dichos conflictos no fueron sólo inducidos por laspolíticas estatales –como por ejemplo, ayuda huma-nitaria en malas condiciones, amenazas respecto lainvestigación judicial o intentos de incluir una esta-ción de policía en los primeros momentos– sinotambién por la falta de coordinación entre lasONG, con distintos criterios sobre los proyectosque afectaban a la misma población. En el caso deTrujillo, la lucha porque el Estado colombiano asu-miera la reparación a las víctimas de las masacresocurridas durante varios años también tuvo efectosparadójicos, ya que los familiares y ONG perdieronprotagonismo frente a las políticas gubernamenta-les. Eso conllevó problemas de corrupción y ges-tión de las ayudas, conflictos por las viviendas otor-gadas como reparación y una parálisis de los pro-yectos propios, como el apoyo psicosocial a losfamiliares y el parque-monumento, mientras losproblemas de seguridad para los familiares hanseguido siendo muy importantes.

Estos ejemplos ponen de manifiesto que las medi-das de reparación deben estar orientadas a aumen-

tar el poder de la gente sobre su propia vida, y noa inducir la legitimación de los responsables, ladependencia o el clientelismo político. Además,todas estas medidas compensatorias no pueden serdesgajadas de otras medidas necesarias como lasque tienen que ver con la memoria colectiva, elderecho a no seguir siendo amenazados o lasdemandas de verdad y justicia.

La participación de las poblaciones afectadas, sucapacidad de decisión, la claridad en los criterios yla equidad de los mismos, así como su reconoci-miento como contribución –no sustitución– a lanecesidad de justicia, suponen un conjunto deaspectos básicos que las acciones de reparacióndeberían tener en cuenta. A continuación se reco-gen algunas de las variables que ponen de mani-fiesto distintas lógicas internas de los procesos dereparación psicosocial. Éstos deberían estar regidospor una lógica de reconstrucción del tejido social yno por la lógica de control que es frecuente por

parte del Estado (ODHAG, 1998).

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Tener en cuenta el impacto local y las demandasreales de la gente.

Basado en valores de DD.HH.La restitución de la dignidad está presenteen cada acción.

Ayudar a enfrentar las consecuencias de laguerra/represión: responder a los problemas reales.

Apoyo a las formas de organización propias(no creación de nuevas estructuras ajenas a la gente,potenciar los sistemas propios).

Control de las ayudas por la gente. Sistemas de controlefectivo sobre la gestión. Evitar la corrupción.

Asumir una ética comprometida. Las personasque trabajan en los programas se identificancon el sufrimiento y la lucha por la dignidadde las víctimas.Capacidad de decisión sobre la reparación medianteconsejos colectivos o autoridades reconocidas.Aumentar la capacidad de organizacióny apoyo mutuo.

Aumentar el control social con las“ayudas” (militarización, etc.).

Desviar la atención de la justicia(compensaciones económicas para evitarla justicia).Memoria anónima (sin responsables)o imagen tópica de los hechos.

No se valora suficiente si las ayudasaumentan las diferencias sociales/agravioso provocan divisiones comunitarias.

Engaño, en ocasiones, con muchas de lasformas de ayuda (promesas incumplidas,ayuda de escasa calidad, etc.).

Aumento de la legitimación del Estado(populismo, clientelismo electoral,mantener la imagen frente a la presióninternacional, etc.).

Control de la ayuda y los procesosde “reparación” (aumento de ladependencia, trámites costosos,imposición sobre cómo utilizarlas ayudas, etc.).

Devolver la dignidad delas víctimas y sus familias.

Prevenir las causas paraque no se repita: valorde la memoria colectiva.

Reconstruir los lazosfamiliares y vecinales(tejido social).

Proporcionar seguridad yconfianza.

Restablecer la concienciamoral de la sociedad.

Rehacer los proyectosde vida (individualesy colectivos).

Reparar... ¿qué? Problemas frecuentes Reconstrucción en la logica del Estado tejido social

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La justicia como memoriay prevención

La impunidad, la distorsión de la memoria y el olvi-do tienen importantes consecuencias psicosocialespara el futuro. Las generaciones futuras, de una uotra forma, se ven afectadas por las experienciastraumáticas. Los hijos de supervivientes del Holo-causto, por ejemplo, se caracterizaban por unamayor ansiedad ante sucesos negativos, por unamayor preocupación por el tema de la muerte ypor experimentar una mayor ambivalencia ante laexpresión de agresión (Solomon, 1990).

Para las nuevas generaciones, el valor de la memo-ria de sus familiares y de los hechos de violencia

tiene gran importancia. Los hijos de los familiaresasesinados o desaparecidos necesitan entender supropia situación como parte de un proceso colecti-vo mayor que evite la estigmatización y reafirme suidentidad. En algunos países como Argentina, loshijos han creado incluso sus propias organizaciones(HIJOS) que no sólo se centran en la memoria desus familiares y la lucha contra la impunidad, sinoque trabajan con gran dinamismo en la defensa delos derechos humanos de una manera más ampliay comprometida. Con ese sentido más social,muchos familiares reafirman el valor de la memoriacolectiva transmitida a las nuevas generacionescomo una forma de aprendizaje, a partir de laexperiencia de sus antecesores, que evite la repeti-ción de la violencia que ellos sufrieron.

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IV. EL FUTURO DE LA RECONCILIACIÓN

Según Pennebaker, Páez & Rimé (1996) para promover que la memoria colectiva cumpla este papel:

1. Los hechos deben ser recordados de forma compartida y expresados en rituales y monumentos.

2. Debe insertarse en el pasado y futuro del grupo.

3. Explicar y aclarar lo ocurrido dentro de lo posible.

4. Extraer lecciones y conclusiones para el presente.

5. Darle un sentido y reconstruir lo ocurrido haciendo hincapié en los aspectos positivos para la identidad social.

6. Evitar la fijación en el pasado, la repetición obsesiva y la estigmatización de los sobrevivientes comovíctimas.

7. Más allá de la reconstrucción de los hechos, la memoria constituye un juicio moral que descalifica ética-mente a los perpetradores.

8. Si no se puede ayudar a esto, cuidado con no interferir los procesos de memoria colectiva con accioneso planteamientos distorsionadores.

El papel preventivo de la memoria

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Pero la reconstrucción de la memoria no puedeverse sólo como un proceso que mira al pasado.Esta ligada a los problemas del presente. En el casode Guatemala, por ejemplo, a pesar de haber trans-currido quince años desde los hechos denunciados,y haberse firmado los Acuerdos de Paz entre elgobierno y la guerrilla, la gente seguía teniendomiedo dado que quienes sacaron ventaja social dela guerra, así como los cuerpos represivos respon-sables de las atrocidades, todavía tenían poder.

El impacto de la distorsión de la memoria en el futu-ro puede verse también en la actual tendencia enAmérica Latina a la vuelta al poder de conocidosrepresores, el hecho de que líderes que en el pasa-do colaboraron con el nazismo o la represión estali-nista se erijan en representantes de nuevos naciona-lismos, la transformación con el paso del tiempo delos instigadores de la guerra en los “defensores de lapaz”23, o el resurgimiento en Europa del racismo y losmovimientos ultraderechistas. El siguiente texto, deuna canción de un grupo de música alemán “End-sieg”, “Victoria Final”, dedicada a la comunidad tur-ca, lo revela de una forma brutal.

Mastican ajo, vienen a Alemaniaa ensuciar todo lo que tocan.Metámoslos a la cárcelMetámoslos en los campos (de concentración)

(Baeza, 1994)

En otros casos, la situación de frustración por laimpunidad, o la falta de cumplimiento de las expec-tativas sociales en el proceso de la postguerra y loscambios políticos asociados a ella, han supuestonuevos problemas añadidos al impacto de las expe-riencias traumáticas de la guerra o al empeoramien-to de las condiciones de vida con la implantaciónde las políticas económicas neoliberales.

En los contextos de postguerra, la gran cantidad degente educada en la violencia a través del recluta-

miento o los grupos paramilitares supone un ries-go de que las consecuencias de la militarizacióntengan aún un impacto a más largo plazo, dada suinfluencia en los cambios de valores y patrones deconducta y el mantenimiento de redes de poder. Enmuchos países la violencia social (asaltos, homici-dios) ha aumentado después de una guerra.

Todo ello pone de manifiesto el riesgo de que serepitan las atrocidades del pasado y del presente, yla importancia de la memoria y la justicia como for-mas de prevención.

¿Para qué sirven los juicios?

Las guerras modernas que buscan ganar controlsobre el tejido social como una manera de destruiral enemigo, separan frecuentemente a los agresoresde la verdad de sus propios actos porque los asesi-natos, masacres o desplazamientos masivos elimi-nan a las víctimas y regalan a los vencedores unaverdad indiscutible. No hay nadie que recuerde alos vencedores que esas casas tuvieron otros dueñoso que en esa tierra otros enterraron a sus muertos.La victoria encierra al vencedor en un olvido que lelibra de la vergüenza y el remordimiento, senti-mientos imprescindibles para encontrarse con laverdad (Ignatieff, 1998).

Por eso las declaraciones públicas, o las actividadescomo exhumaciones, pueden ayudar a romper esaverdad indiscutible y poner las bases para una nue-va posición de las víctimas sin la cual no es posi-ble la reconstrucción del tejido social. En Guate-mala, a pesar del miedo de algunos a que esos pro-cesos de desenterrar los muertos –y la verdadsepultada con ellos– conllevase un riesgo de revan-cha, ha constituido un proceso por el que los vic-timarios han empezado a agachar la cabeza y lasvíctimas a levantar los ojos del suelo. Esa dignifica-ción de las víctimas supone un paso para un re-

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23 Hasta hace pocos años, esos militares habían ejercido dictaduras sangrientas, o habían participado en ellas como protagonistas deprimer plano, pero después se metieron en la contienda democrática con sorprendente eco popular. El general Ríos Montt, ángel exter-minador de los indígenas de Guatemala, encabezaba las encuestas cuando se prohibió su candidatura presidencial, y lo mismo ocurriócon el general Oviedo en Paraguay. El general Bussi, que mientras mataba sospechosos depositaba en los bancos suizos el sudor de sufrente, fue electo y reelecto gobernador de la provincia Argentina de Tucumán; y otro asesino uniformado, el general Bánzer, fue recom-pensado con la presidencia de Bolivia. Eduardo Galeano (1998: 84)

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equilibrio social que no esté mediatizado por lacapacidad de coaccionar que siguen teniendomuchos victimarios.

El objetivo de los tribunales es individualizar lasresponsabilidades dado que no se puede traspasarla culpa a las colectividades. Los juicios ayudan aconvertir la culpa en vergüenza puesto que lahacen pública y suponen una sanción moral sobrelos hechos y sus responsables. Pero la implicaciónde la propia sociedad es una condición para su efi-cacia interna. Según Ignatieff, para muchos alema-nes los juicios de Nuremberg fueron la típica justi-cia del vencedor, sólo cuando los tribunales alema-nes juzgaron los crímenes de guerra en los añossesenta el pueblo alemán se vio obligado a enfren-tarse con su responsabilidad en el Holocausto; losveredictos del tribunal alemán tuvieron mucha máslegitimidad.

Sin embargo, en muchos lugares los sistemas judi-ciales no ofrecen garantías mínimas y la impunidadse disfraza de burocracia y argucias legales. En esoscontextos, los procesos judiciales suponen tambiénun conjunto enorme de obstáculos que las víctimasy sus familiares tienen que enfrentar, desde probarlos hechos hasta identificar a los culpables, desdecumplir escrupulosamente los procedimientos len-tos y complicados hasta hacer frente a la complici-dad o el desprecio de victimarios, jueces y aboga-dos. En el caso reciente del juicio por la masacre

de Xamán en Guatemala, y a pesar de la evidenciade los hechos, la comunidad tuvo que hacer frentea las amenazas, estrategias de confusión y presiónsobre los testigos, trámites lentos y farragosos, cos-tos de tiempo y dinero para desplazamientos y dili-gencias, así como falta de imparcialidad en la con-sideración de las pruebas (FRMT, 1998).

En algunos casos se han puesto en marcha tribu-nales ad hoc, como en el caso del tribunal para laExYugoslavia o Rwanda. A pesar de su subordina-ción a mandatos específicos, la escasa representa-ción y contacto con las víctimas, su gran aparatoburocrático y las presiones de la política interna-cional que los condicionan, estos tribunales hansupuesto la primera prueba de la necesidad demecanismos de justicia internacional que ayuden aluchar contra la impunidad (Duffy, 1999).

Todo ello supone un largo y difícil camino paraobtener un reconocimiento de los hechos y unasanción social basada en la justicia. La decisión deiniciar o no determinados procesos judiciales escompleja, ya que no se pueden dar a los familiaresexpectativas que no sean realistas que puedan pro-vocar mayor frustración y un empeoramiento de susituación. Sin embargo, de la presión social y polí-tica y de la adecuada conducción legal de esosprocesos, depende que se vayan abriendo grietasen el muro de la impunidad al que se enfrentanmuchos países.

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1. Legal. Los responsables reciben una justa sentencia.

2. Moral, ya que es una demostración que la justicia es un principio válido (la diferencia entre el bien y elmal es restaurada por la postura pública oficial).

3. Sobre la Verdad. Hay una confirmación pública de las violaciones. Se acaba con y se desvelan los secretos.

4. Se da la posibilidad de una historia común. Puede empezar un nuevo proceso, con estas precondiciones,para una verdadera rehabilitación y reconciliación.

5. Los juicios son rituales públicos que cumplen una función de rito de paso de la dictadura a la democracia.

6. Algunos juicios ponen de manifiesto una crisis de legitimidad que conlleva cambios legales y políticos24.

Evaluando la importancia de los juicios:

24 Recientemente la inquietud de los militares chilenos a raíz de la orden de detención del general Pinochet y la posibilidad de nuevosjuicios por la participación de militares en un operativo denominado caravana de la muerte, ha llevado a que el jefe de la Marina Jor-ge Arancibia proponga crear un organismo para alcanzar un acuerdo sobre el tema de los detenidos desaparecidos durante la dicta-dura (El País, 19 junio/99: 10). En el caso del Tribunal sobre la ExYugoslavia, la mayor parte de los victimarios que se presentaronvoluntariamente lo hicieron después de que algunos de sus jefes fueran detenidos y declararan en el tribunal.

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Pero no se ajustan las cuentas con el pasado cele-brando los juicios sin más o asumiendo esa verdad.Hicieron falta millones de visitas de los niños ale-manes a los campos de concentración, miles depublicaciones o la proyección de una serie televisi-va Holocausto para provocar un ajuste de cuentasentre generaciones que aún no ha terminado (Igna-tieff, 1998). Ahora bien, ese ajuste de cuentas sólose produce cuando existe un discurso público quelo fomenta, cuando hay un reconocimiento públicode los hechos y se llevan a cabo acciones para quese asuma esa verdad como parte de una nuevaconciencia social.

La ética del recuerdo

Juicio a Klaus Barbie,jefe de la Gestapo de Lyon

La costumbre quería que, en mi país, un niñomuerto fuera sepultado en un sudario blanco,puesto que la blancura era símbolo de la ino-cencia y que toda muerte de un niño es unadesgracia para la humanidad. Es éste el men-saje que ustedes deben hacer resonar muchomás allá de nuestras propias fronteras. Esnecesario que llegue a África del Sur, allí don-de los niños están en prisión y en peligro, aloriente Medio, allí donde ellos están asustadosbajo las bombas, a la Argentina, allí donde lasMadres de la Plaza de Mayo reclamaron envano a los suyos. Nosotros nos iremos de estelugar tal como habíamos entrado. Después deunos días, ustedes soñarán, como los otros, enpartir de vacaciones. Pero, ¿por qué despuésde algunas semanas yo no puedo mirar de lamisma forma que antes a los niños que salende nuestras escuelas? Les pido entonces que,en sus agendas, en esta fecha del 3 de julio de1987, que será aquella de vuestra decisión,ustedes dejen una página en blanco, símbolode la pureza que tendrá vuestro juicio y,cuando alguien les pregunte, más tarde, elsignificado de esa página en blanco, ustedespuedan responder, simplemente: es el sudariode los niños de Izieu.

R. Dumas, abogado de la parte civil(en Jodelet, 1992).

Abrir espaciospara la reconstrucciónEl apoyo a las víctimas

La reconstrucción del tejido social es un procesoque necesita de la creación de espacios de partici-pación política y social. En muchos países, aún enmedio del miedo y la persecución, los grupos dederechos humanos y especialmente las mujeres, hantenido un papel muy importante en ese proceso.

Los programas de reconstrucción tienen que teneren cuenta la historia de las fracturas y el impactode la violencia en la sociedad a la que pretendenayudar. Si tomamos el ejemplo de la reintegraciónsocial de excombatientes se debe tener en cuen-ta el contexto al que retornan, el impacto y capa-cidad de acogida de su medio familiar y social. Ladesmilitarización no sólo significa entregar lasarmas y tener condiciones económicas para lareintegración, hay que enfrentar cambios en elmodo de ver la vida, en el manejo de las situa-ciones de conflicto, en los esquemas de relaciónviolenta de la guerra, en la reconstrucción de lapropia identidad (soldado/guerrillero-campesino)y las relaciones con la gente.

Es necesario tomar en consideración a las familiasafectadas pero también cambiar la actitud de laspoblaciones de acogida que han estado sometidasfrecuentemente a la propaganda militar y quepueden comportarse en relación a los estigmasétnicos o políticos. Por ejemplo, en los procesosde retorno de comunidades refugiadas desdeMéxico a Guatemala fue muy importante el traba-jo pedagógico realizado por organizaciones popu-lares, grupos de derechos humanos e iglesiaspara favorecer una actitud de acogida a los refu-giados, que eran considerados por el ejércitocomo población hostil y acusados de ser subver-sivos en muchas comunidades.

En el proceso de retejer relaciones sociales entregrupos cuya relación ha sido fracturada por la vio-lencia se necesita establecer mecanismos de diálo-go y colaboración que favorezcan: 1) el respeto yreconocimiento mutuo de las personas, culturas yformas de organización. 2) la colaboración en basea objetivos comunes (por ejemplo, servicios, activi-

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dades sociales, etc.). 3) la participación de los dife-rentes grupos, sin exclusiones, en las actividadesde encuentro o colaboración, buscando la afirma-ción personal y colectiva. 4) la búsqueda de espa-cios comunes, la ruptura de barreras físicas o psi-cológicas de forma recíproca, mediante un procesoque favorezca el restablecimiento de la confianza.5) la relación entre grupos etarios o sociales quetengan elementos de autoidentificación mutua, yque puedan contribuir a superar los estereotipossobre el otro grupo (por ejemplo, jóvenes).

Los programas de apoyo a las poblaciones afecta-das por la violencia deberían tener por objetivoestimular la iniciativa y responsabilidad de la pro-pia gente en sus asuntos. En ese contexto, el con-cepto de autoayuda hace referencia a cómo las per-sonas pueden mejorar su situación al compartir susnecesidades y problemas, aprender de las expe-riencias positivas de otros y apoyarse mutuamentepara cambiar.

Sin embargo, estos grupos de apoyo mutuo puedentambién constituir espacios sociales de encuentro ycrecimiento personal que no siempre se focalizanen las experiencias traumáticas. Por ejemplo, enBosnia, Marie Stopes International estableció unared basada en centros y grupos de autoayuda, enlas que la razón más importante para atender a lasmujeres no era la atención a sus problemas desalud mental sino el hecho de disfrutar de unosencuentros regulares en un sitio agradable para dis-cutir algunos asuntos propuestos por las mujerestales como: ¿es el marido el jefe?, ¿tienes que casar-te para tener un hijo?; mostrando, como en otrasguerras, que uno de los efectos psicosociales másnotables es el cambio de la forma de pensar de lasmujeres sobre ellas mismas (Jones, 1995).

De forma similar, en el contexto de la post-guerraen El Salvador la creación de algunos grupos demujeres, que han funcionado como grupos de apo-yo mutuo, estuvo motivada por la necesidad deresponder a la pregunta: ¿qué pasa con nosotrasdespués de la guerra? (Garaizabal y Vazquez, 1992).

Vuelvo a El Salvador, que se encuentra trespasos más allá del después de la guerra. Acudoa la llamada de mis ganas y la invitación deSandra, para apoyar a su grupo de mujeres. Seencontraron en la búsqueda de nuevos espacios

que guía los pasos de mucha gente que, comoellas, estuvo organizada en el FMLN. Se reunen,celebran, buscan, lloran, tratan de llenar decolor su nueva vida, en un país y un procesoque a veces no reconocen como suyo (Viaje a laMemoria, Carlos Martín Beristain, 1997).

A pesar de que el trabajo en grupos tiene un pro-fundo sentido dado el carácter social de las expe-riencias y del sentido comunitario de la reconstruc-ción, hay que evitar que se convierta en una nue-va forma de aislar a las personas o incidir en exce-so en la categoría de “afectados”. Los grupos cen-trados en una experiencia determinada pueden sermás útiles cuando: la experiencia ha sido vivida deforma colectiva; las personas no encuentran otroespacio social para compartir sus problemas y bus-car soluciones; la gente se puede beneficiar delintercambio entre iguales.

Desde una perspectiva comunitaria, en el caso deGuatemala el trabajo de reconstrucción de lamemoria (REMHI) se pensó también desde la pers-pectiva de apoyar a las víctimas y sobrevivientes aexpresar y enfrentar sus pérdidas. La metodologíade las entrevistas se diseñó para la recogida del tes-timonio, pero también como un espacio para elapoyo a la persona. Las comunidades estaban inte-resadas no sólo en cómo reconstruir sus historias,reivindicar a sus familiares o denunciar los atrope-llos que sufrieron, sino también en cómo la memo-ria podría ayudarles a reconstruir sus relacionessociales y comunidades rotas.

La reconciliacióncomo proceso

Las naciones no se reconcilian como pueden hacer-lo las personas, pero se necesitan gestos públicos ycreíbles que ayuden a dignificar a las víctimas,enterrar a los muertos y separarse del pasado. Losdirigentes políticos pueden influir en ese procesodifícil que lleva a la gente a saldar cuentas con unpasado colectivo doloroso.

Pero la reconciliación de una sociedad enfrentaday que ha vivido graves fracturas sociales o políticasno excluye el conflicto. En palabras de John Ber-

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ger, reflexionando sobre una fotografía de un gru-po de obreros detenidos en Turquía, saben quenunca ha habido en Anatolia un invierno sin nie-ve, un verano sin animales muertos por la sequía,un movimiento obrero sin represión.

En muchos lugares, tras la finalización de un con-flicto armado o una dictadura, los conflictos delpasado no han desaparecido. Sencillamente, hantomado una nueva forma. En algunos casos, el con-flicto afecta a casi exactamente los mismos temasque en el pasado, como la propiedad de la tierra, lamarginación de amplias capas de la población o lacuestión nacional. Lo que cambia es la forma en que“las partes” persiguen sus objetivos incompatibles.

Es necesaria una manera diferente de ver los pro-cesos de negociación política que tratan de terminarcon conflictos armados. Para algunos, se trata sola-mente de llegar a un acuerdo entre “las partes” entérminos que favorezcan la reinserción social deexcombatientes, beneficios políticos o cambiossociales. Para otros, la negociación es una manerade buscar la gobernabilidad de una región, desacti-vando el conflicto armado pero sin promover cam-bios sustanciales. Es necesaria una reconceptualiza-ción de dichos procesos como parte de un procesode reconstrucción del tejido social, de las organiza-ciones, grupos, luchas y esperanzas de la población.

Y en esa visión el respeto a los derechos humanosy la búsqueda de la paz no son dos cosas distintas,sino parte de un mismo proceso. Actualmente hayconflictos abiertos, como el de Argelia o Colombia,

en los que la tendencia dominante es pretendersacrificar la verdad y la defensa de los derechoshumanos con el argumento de facilitar la reconci-liación. Pero la marginación de los derechos huma-nos en las agendas de la paz corre el riesgo degenerar procesos viciados, basados en nuevosfenómenos de exclusión, con una herencia de nue-vas violencias y el mantenimiento de la impunidad.

La mayor parte de las veces la (re)conciliación esvista como la (re)construcción de algunas relacio-nes sociales destruidas por la violencia y la bús-queda de nuevas formas de organización política yconsenso social, pero no dice nada de las condi-ciones de vida que en muchos países sufren lasgrandes mayorías, excluidas social y económica-mente. Es así un concepto que conlleva distintossignificados, desde un sentido de cambio más per-sonal (orientado por un sentido religioso o ético),interpersonal, cultural o político.

Algunas víctimas pueden tener necesidad de unainteracción personal con el agresor, pedirle cuentasy el reconocimiento de su responsabilidad, o éstosnecesidad de disculparse ante sus víctimas. Si bienesos esfuerzos constituyen anhelos de humanizaruna relación, de negar las categorías y estereotiposque propiciaron las divisiones del pasado, no sontan generalizados como se piensa, y el hecho deque no se den no tiene por qué impedir el desa-rrollo de un proceso de reconciliación en términossociales o nacionales más amplios que permita res-tablecer la convivencia sobre la base del respeto alos derechos humanos.

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• Reconciliación como construcción de la comunidad, de relaciones vecinales, familiares, etc. desintegradas acausa del dolor, los recelos y el miedo.

• Reconciliación como la construcción de una ideología no racista, ni excluyente. Como un nuevo consensosocial de respeto a los derechos humanos que se expresa en cambios políticos.

• Reconciliación como promoción de entendimiento inter-cultural. Entre culturas cuya convivencia se ha vistodeteriorada, promoviendo la comprensión mutua, respeto y posibilidades de desarrollo.

• La reconciliación como conversión moral. De cambio personal, aceptación del otro y reconocimiento de lospropios errores, delitos, etc.

• La reconciliación como restitución de la integridad a las víctimas y un camino de reconstrucción psicosocialcon sus experiencias de sufrimiento y resistencia.

• Reconciliación como hacer cuentas con el pasado por parte de los víctimarios y responsables de las atrocidades.

• La reconciliación vista como un restablecimiento de la relación víctima-victimario.

(modificado de Van der Merwe, 1998)

Algunos sentidos de la reconciliación

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Para hacer ese camino se necesita voluntad políticapor parte de gobiernos y autoridades. Pero tambiénde la fuerza y coherencia necesarias para superarestereotipos y actitudes excluyentes entre distintosgrupos sociales o fuerzas políticas de oposición. Sinun cambio de cultura política no sólo disminuyenlas posibilidades de unir fuerzas que provoquencambios sociales, sino que se corre el riesgo denuevos procesos de confrontación y división quepueden afectar seriamente al tejido social25.

En palabras de Ignatieff, reconciliarse significa rom-per la espiral de la venganza intergeneracional, sus-tituir la viciosa espiral descendente de la violenciapor la virtuosa espiral ascendente del respeto mutuo.La reconciliación puede romper el círculo de la ven-ganza a condición de que se respeten los muertos.Negarlos es convertirlos en una pesadilla. Sin apolo-gía, sin reconocimiento de los hechos, el pasado nun-ca vuelve a su puesto y los fantasmas acechan desdelas almenas. Eso significa poder llorar a los muertos,compartir sus enseñanzas, ser conscientes de que laviolencia no devuelve la vida y devolver la honra delos muertos y desaparecidos a la lucha por la vida.

En el caso de Guatemala, como otras comisionesde la verdad, las recomendaciones del informeREMHI y de la CEH, constituyen todo un progra-ma para la reconstrucción y muchos grupos estántrabajando para que no queden sólo en un testi-monio de las víctimas. El proceso de reconstruc-ción exige tener en cuenta la memoria de las víc-timas del genocidio, y llevar adelante medidaspara mitigar o reparar el daño en lo posible,medidas que acaben con la impunidad, reformarlas fuerzas armadas, desmantelar los cuerpos deinteligencia militar, facilitar la participación políti-ca respetando las formas de organización propia,y difundir el contenido y conclusiones los infor-mes en la sociedad, así como medidas de redis-tribución de la riqueza, dado que la violenciaactual tiene raíces económicas y sociales.

Los grupos de derechos humanos, las organiza-ciones sociales, iglesias, etc. tienen un papelimportante en dar seguimiento y fortalecer el tra-bajo de reconstrucción del tejido social en lascomunidades fracturadas por la violencia. Laexperiencia del proyecto REMHI pone de mani-fiesto la importancia de asociar al trabajo derecuperación de la memoria, publicación deinformes, etc. un trabajo pedagógico y de acom-pañamiento posterior a las comunidades26.

En ese camino tiene un papel clave la defensa delos derechos humanos y la justicia. Para que esafuerza de la justicia sea posible tiene que habermuchos pequeños y enormes esfuerzos que leabran el camino, como este pequeño relato sobreHelen Mack y el coraje que esta tarea exige27.

Ella llevaba seis años ya luchando contra la impuni-dad, desde que mataron a Myrna ejercía una con-vicción inasequible al desaliento. Aunque el desalien-to le acecha cada día. Después de la condena deBeteta, la mano, ella quería ir a la cabeza. Y no estásola, le acompañan muchas voces y una muchedum-bre de silencios. Hoy llega a la Oficina de la ODHAG.Viene con un nuevo recurso, tal vez el número cin-cuenta o cien. Cada semana tiene que visitar el juz-gado para reclamar por los obstáculos que se inven-tan cada día y que han estado a punto de cerrar elcaso varias veces. Si en tres días no hace su reclamo,la burocracia le echa la llave para siempre. El abo-gado lee el recurso que ella trae hecho. A estas altu-ras Helen sabe bastante más que cualquier enteradoen leyes. Ella es experta en trabas, pero necesita sufirma para este enésimo recurso.

Después, saca un sobre del bolsillo con veinteestampillas. Pone una en cada hoja. Le sobran diez.

Para la próxima vez.

Claudia, que está a nuestro lado, le dice:

-No te canses, hazlo por nosotros.

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25 Un ejemplo de estos problemas en Guatemala han sido los conflictos en comunidades del Ixcán, donde la militarización y las divi-siones políticas entre la URNG y las Comisiones Permanentes llevó a mediados de los años 90 a divisiones comunitarias y conflictosviolentos que amenazaron la convivencia.26 En la actualidad, procesos de discusión parecidos se están dado en otros países que han sufrido atrocidades como el caso de SierraLeona, donde la Comisión de DDHH de la ONU y numerosas organizaciones sociales, religiosas y comunitarias del país están discu-tiendo propuestas de memoria colectiva y apoyo comunitario como parte de una estrategia propia de reconstrucción.27 Desde 1990 en que un comando del ejército asesinó a su hermana Myrna Mack, una reconocida antropóloga que realizaba investiga-ciones sobre la población desplazada por la violencia, Helen Mack se ha convertido en Guatemala en el símbolo de la lucha contra laimpunidad por su persistencia y su coraje en el seguimiento del proceso judicial y su lucha por la defensa de los derechos humanos.

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A continuación se presenta una síntesis de pre-guntas clave que se relacionan con diferentespasos del proceso de reconstrucción social des-pués de conflictos armados o dictaduras. Estaspreguntas no son un listado de aspectos inde-pendientes, sino un conjunto de propuestas dereflexión sobre la complejidad de esos procesos.De la respuesta positiva a algunas de ellas,depende el sentido que pueda tener la respuestaa otras. Globalmente constituyen un intento desintetizar algunas de las medidas necesarias parapromover la reconstrucción del tejido social ensociedades fracturadas por la violencia.

Verdad

¿Hay un reconocimiento de los hechos de violenciasufridos y del impacto que han tenido en las vícti-mas y la sociedad?

¿Se han dado en ese conflicto formas de violenciapoco reconocidas o no investigadas? ¿Qué efectohan tenido?

¿Tienen algunas víctimas necesidad de que se inves-tigue su caso concreto? Qué mecanismos se puedenimplementar (judiciales, comisiones, etc.).

¿Se ha hecho un trabajo pedagógico para que esaverdad sea asumida por los gobiernos, grupos deoposición o la sociedad?

Las víctimas y supervivientes

¿Tienen las víctimas los mismos tipos de necesida-des (por ejemplo, de apoyo económico, reconoci-miento, etc.)?

¿Se han puesto en marcha mecanismos de atencióna las diferentes víctimas y personas afectadas por laviolencia?

¿La consideración de “víctimas” es un estigma o esutilizada con fines políticos?

¿Se han expresado y reconocido el daño y las dis-tintas responsabilidades por los distintos gruposimplicados, como parte de la humanización delconflicto?

¿Hay espacios sociales donde se reconoce el dañoy se expresa el respeto a las víctimas?

¿Han sido escuchadas las demandas de justicia delas víctimas? ¿Qué mecanismos se han puesto enmarcha?

Justicia e impunidad

¿Ha existido investigación judicial efectiva y san-ción a los responsables de las distintas violaciones?

¿Qué medidas humanitarias pueden ayudar a dis-minuir el sufrimiento, el dolor o resentimiento dediferentes grupos implicados?

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ANEXO: LA RECONSTRUCCIÓN DEL TEJIDOSOCIAL. UNA GUÍA DE ANÁLISIS

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¿Qué tipo de sanción social puede plantearse paralos responsables de violaciones y restablecer unsentido de ética y justicia?

Reintegración social

¿Se han puesto en marcha medidas para la reintegra-ción social de los exmiembros de grupos armados?

¿Qué grupos o actores sociales pueden ayudar afavorecer una actitud social positiva que favorezcala reintegración?

Mecanismos de violencia

¿Se han reconocido públicamente y se han des-mantelado los mecanismos que han hecho posiblela violencia? (organizaciones armadas, estructurasde poder, grupos organizados o mafias).

Pasos que se han dado para contrarrestar la deshu-manización que conlleva la guerra (desprecio delotro, justificación ideológica, etc.).

Nuevos consensos políticos

¿Hay posibilidad de lograr nuevos consensos políti-cos después de finalizar la dictadura o el enfrenta-miento armado?

Si no hay posibilidad de acuerdo en los cambios, ¿esposible definir cuales son los valores/ética en quedebe basarse el nuevo proceso?

¿Hay límites a los cambios que provienen del poderde coacción de quien tiene el poder o las armas?

¿Los nuevos consensos propuestos, tienen elemen-tos que ayuden a integrar diferentes posturas oidentidades?

¿Los cambios propuestos van a conllevar una mejo-ra en la calidad de vida de la gente que vive encondiciones de marginación o exclusión social?

Nuevas luchas sociales

¿Se han abierto nuevos espacios para luchas socialesque ayuden a mejorar la vida de la gente?

¿Tienen espacio las diferentes expresiones políticas?

¿Hay nuevas formas de lucha que ayuden a recon-ducir la conflictividad social de una manera másconstructiva?

¿Hay cambios en las formas de organización basa-das durante la guerra en la obediencia, la rigidez oel autoritarismo?

(Re)conciliación

¿Se han puesto en marcha cambios que promuevanel respeto y reconocimiento mutuo de las personas,culturas y formas de organización?.

¿Hay problemas de convivencia como consecuenciade la violencia en el ámbito local?

Si algunos han ganado poder o posición social através de la violencia, ¿se han puesto en marchamecanismos para lograr un nuevo reequilibrio ysuperar la exclusión social?

¿Hay posibilidades de colaboración, en base a obje-tivos comunes, entre grupos o personas anterior-mente enfrentadas (por ejemplo, servicios, activida-des sociales, etc.)?

¿Se dan espacios o actividades de encuentro o cola-boración, que faciliten la afirmación personal ycolectiva? ¿Hay grupos que pueden favorecer eseproceso?

¿Es posible romper las barreras físicas o psicológicasde forma recíproca, mediante un proceso que favo-rezca el restablecimiento de la confianza?

¿Qué objetivos realistas se pueden esperar del pro-ceso de (re)conciliación que ayuden a aceptar lapluralidad, convivir con otros grupos -a pesar de lairritación o las diferencias- y manejar las nuevasformas de expresión de los conflictos?

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cuadernosde trabajo

lankoadernoak

0. Otra configuración de las relaciones Oeste-Este-Sur.SAMIR AMIN. Junio 1989. (AGOTADO)

1. Movimiento de Mujeres.Nuevo sujeto social emergente en América Latina y El Caribe.CLARA MURGUIALDAY. Octubre 1989. (AGOTADO)

2. El patrimonio internacional y los retos del Sandinismo 1979-89.XABIER GOROSTIAGA. Diciembre 1989.

3. Desarrollo, Subdesarrollo y Medio Ambiente.BOB. SUTCLIFFE. Enero 1990. (AGOTADO)

4. La Deuda Externa y los trabajadores.CENTRAL ÚNICA DE TRABAJADORES DE BRASIL. Mayo 1990.

5. La estructura familiar afrocolombiana. BERTA INÉS PEREA. Junio 1990.

6. América Latina y la CEE: ¿De la separación al divorcio?JOAQUÍN ARRIOLA y KOLDO UNCETA. Septiembre 1990. (AGOTADO)

7. Los nuevos internacionalismos. PETER WATERMAN. Mayo 1991.

8. Las transformaciones del sistema transnacional en el periodo de crisis.XOAQUIN FERNÁNDEZ. Septiembre 1991.

9. La carga de la Deuda Externa. BOB SUTCLIFFE. Mayo 1992.

10. Los EE.UU. en Centroamérica, 1980-1990¿Ayuda económica o seguridad nacional?JOSÉ ANTONIO SANAHUJA. Diciembre 1992.

11. Desarrollo Humano: una valoración crítica del concepto y del índice.BOB.SUTCLIFFE. Junio 1993. (AGOTADO)

12. El imposible pasado y posible futuro del internacionalismo.PETER WATERMAN. Noviembre 1993.

13. 50 años de Bretton Woods: problemas e interrogantes de la economía mundial.KOLDO UNCETA y FRANCISCO ZABALO. Septiembre 1994. (AGOTADO)

14. El empleo femenino en las manufacturas para exportación de los paísesde reciente industrialización. IDOYE ZABALA. Noviembre 1995.

15. Guerra y hambruna en África. Consideraciones sobre la Ayuda Humanitaria.KARLOS PEREZ DE ARMIÑO. Abril 1996.

16. Cultura, Comunicación y Desarrollo.Algunos elementos para su análisis.JUAN CARLOS MIGUEL DE BUSTOS. Mayo 1996.

17. Igualdad, Desarrollo y Paz. Luces y sombras de la acción internacionalpor los derechos de las mujeres.ITZIAR HERNÁNDEZ, ARANTXA RODRÍGUEZ. Julio 1996. (AGOTADO)

18. Crisis económica y droga en la región andinaLUIS GURIDI. Abril 1997.

19. Educación para el Desarrollo. El Espacio olvidado de la CooperaciónMIGUEL ARGIBAY, GEMA CELORIO, JUANJO CELORIO. Agosto 1997.

20. Un análisis de la desigualdad entre los hombres y las mujeres en Salud,Educación, Renta y DesarrolloMARIA CASILDA LASO DE LA VEGA, ANA MARTA URRUTIA. Octubre 1997.

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21. Liberalización, Globalización y SostenibilidadROBERTO BERMEJO GÓMEZ DE SEGURA.Bibliografía Especializada en Medio Ambiente y DesarrolloCENTRO DE DOCUMENTACIÓN HEGOA. Abril 1998.

22. El futuro del hambre.Población, alimentación y pobreza en las primeras décadas del siglo XXI

KARLOS PÉREZ DE ARMIÑO. Agosto 1998.

23. Integración económica regional en África Subsahariana.EDUARDO BIDAURRAZAGA AURRE. Octubre 1998.

24. Vulnerabilidad y Desastres. Causas estructurales y procesosde la crisis de ÁfricaKARLOS PÉREZ DE ARMIÑO. Julio 1999.

25. Políticas sociales aplicadas en América LatinaAnálisis de la evolución de los paradigmas en las políticas socialesde América Latina en la década de los 90IÑAKI VALENCIA. Octubre 1999.

26. Equidad, bienestar y participación: bases para construir un desarrollo alternativo.El debate sobre la cooperación al desarrollo del futuro.ALFONSO DUBOIS. Diciembre 1999.

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