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Anecdotas de una profesora de la ESO con humor y humanidad

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JOYAS DESCONOCIDAS

EN EL CORAZÓN DE LA ESO

Lourdes Baena Moreno5

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Ilustraciones

Carmelo López de Arce

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Dedicatoria

Dedico este libro a todos los alumnos, profesores y padres que protagonizaron estas anécdotas, de ellos he aprendido mucho de lo que llevo en mi mochila y que me ayuda a abordar cada nuevo día.

También se lo ofrezco a aquellos profesores a los que di cursos de formación que, muchísimas veces, al terminar las sesiones, venían a decirme que las ilustraciones con anécdotas de la vida real les ayudaban a reflexionar sobre su labor docente.

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A Emiliana Villaoslada, que tanto me ha aportado en la mirada hacia

el otro, verdadero ejemplo de «ayuda entre iguales» y que me ha animado a seguir con este proyecto.

A Mª Jesús Monedero, amiga y compañera, a la que agradezco todo lo que me ha enseñado casi sin darse cuenta.

A José Antonio Binaburu, que siempre me ha motivado para seguir en esto de la educación en valores y la convivencia, y que, con sus libros y su saber hacer, ha sido un referente para mí. Es un gran comunicador que te hace participe de lo que está exponiendo.

A mis compañeros de trabajo porque, al formar un equipo en el que lo que prima es la mejora de la labor docente y el educar entre todos, están construyendo un mundo mejor.

A Fernando, Esther y Asun con los que comparto y compartiré muchos de los sinsabores que en la Jefatura de Estudios se viven.

A esos padres, a esos padres que cada vez colaboran más con la escuela y que reconocen que educar es tarea de todos, y que valoran al profesorado y que dan las gracias por la labor que se hace con sus hijos y que nos dicen que tenemos el cielo ganado y que solicitan ayuda muchas veces y que...

A esos otros padres con los que todavía tenemos que trabajar para que remen con nosotros en la misma dirección.

A todos los que quieren dedicarse a esta bella profesión: ánimo y vocación de servicio porque aprenderán, darán mucho y recibirán más.

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Índice

1. La excursión entomológica acabó en la comisaría . 172. A votar, a votar, que es un deber ciudadano . 233. Miguelín y el AVE . 274. Landi y la terapia de grupo. 335. El Palancas y su moto. 376. El melones. 437. El ahorcado. 498. El maestro al que se le olvidó subir una planta (iba calentito). 539. El Gori (esto es lo más parecido a un animal que he visto yo matriculado). 5710. Raúl: todo un artista pornográfico. 6311. La visita del padre a Jefatura y lo malo que es esperar. 6912. Lucas, el maestro que pasaba hambre. 7513. Rafalín, el niño del avecrem. 7914. Adolfo, el que tenía que mascar chicle. 8715. La maestra nueva y todo lo que aprendimos con su incorporación. 9116. El Poti: todo un personaje . 9717. La excursión a Mercacórdoba y el «no hay pruebas». 10918. Le pega la moruna y tiene escolta . 11519. Pero ¿este chico está loco? 11920. La sesión de tutoría romántica y lo importante que es llamar antes de entrar. 12521. El condón de fresa. 12922. Ojito con los chaquetones; que guardan muchas sorpresas. 13323. Joyas desconocidas. 137 24. ¡Qué bien hueles, seño! 14525. Soraya, la Pescao, y viudita alegre. 151

Epílogo 157

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Presentación - Confidencia al lector

Las historias que en este libro se relatan se corresponden con acontecimientos ocurridos en el transcurso de mi profesión.

Los hechos fundamentales son ciertos; pero han sido ornamentados y disfrazados para construir los relatos y para que los protagonistas no puedan incomodarse con su publicación.

No he buscado impresionar ni tampoco he podido impedir que algunas de las escenas resulten dolorosas. La realidad supera la ficción.

Para ti docente, que espero que leas este libro, el objetivo es ayudarte, ponerte alerta ante situaciones que se te puedan presentar. Además pretende ser un reconocimiento a la gran labor que tantos docentes realizan y que. a veces, sólo a veces, la sociedad no reconoce en su justa medida.

Nuestro trabajo es muy diferente según sea la zona en la que se encuentre el centro en el que impartimos las clases y según sean los grupos con los que trabajamos.

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En general en los últimos años el quehacer diario ha cambiado mucho y exige una serie de cualidades y unos valores que hacen de esta profesión una de las más apasionantes y satisfactorias.

La mirada hacia delante y el saber que estos adolescentes rotitos con los que compartimos tantas cosas, son ahora padres de familia con un trabajo al que acuden con normalidad, militares amantes de su profesión, cajeras de supermercado con una familia normalizada, dependientas en unos grandes almacenes que atienden con agrado al público..., ciudadanos/as normales y competentes socialmente, nos hace verdaderamente importantes. La mirada hacia delante y el estar seguros de que en esa normalización hemos tenido algo que ver, hace que levantarte cada día para ir al Instituto sea un reto que merece la pena, que contribuye sin lugar a dudas a la mejora de nuestra sociedad.

Algunos quedaron en el camino; pero por no poder arreglarlo todo, no dejemos de hacer lo que está en nuestra mano.

Lourdes Baena Moreno. Córdoba, diciembre del 2011

Nota sobre la redacción del texto: En la transcripción de los diálogos se ha respetado, en lo posible, la manera de hablar de quienes intervienen y no se han marcado con ninguna señal gráfica aquellas palabras, numerosas, en las que hay incorrecciones y que se suelen considerar malsonantes.

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PRÓLOGO

Viernes 14:10, la mañana de trabajo se alarga para todos y el cansancio hace que estemos más nerviosos. P., un alumno de esos que

llaman «disruptivos», entra en el despacho tras una discusión

acalorada, una madre llama por teléfono para ver «cómo va lo de su

hija», un profe pregunta por qué no va la aplicación informática... En este mes de febrero también se producía un alineamiento de la luna, Venus y Júpiter, la diferencia es que en un centro, se alinean cada diez minutos situaciones complejas, sensibles, burocráticas, emotivas o triviales, con la particularidad de que son pequeños y grandes seres humanos los que demandamos la atención de otros, atención que esperamos que se nos dé con urgencia, atención que muchas veces es precisada por la falta de cariño que hemos tenido.

En toda esa maraña de relaciones sociales, donde convivimos cientos de personas con sentimientos forjados de esta o aquella manera, es donde desarrollamos nuestra profesión. Y es ahí donde una mirada tierna hacia lo humano puede abrir puertas a docentes, alumnado o familias para ver la realidad desde un lugar que permita nuestro crecimiento. Pues bien, esa mirada es la que aporta la lectura de este libro.

Este relato de momentos que van desde lo peligroso a lo hilarante, caminando por el cariño, la sorpresa o la osadía, es lo que nuestra

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compañera y amiga lleva en la mochila. Esto y otras muchas vivencias que la definen como una de aquellas personas a las que acercarse, porque seguro que algo se aprende de ellas. Estas palabras que nos regala son una muestra de cómo la creatividad puede enjugar un momento difícil, o cómo un atrevimiento nos puede llevar a dar un giro a una situación violenta. Atreverse a hacer algo distinto que regañar, amenazar o sancionar siempre abre una ventana a una solución más pacífica y reconciliadora que integre a todos los que en ella participan. Por eso, las situaciones que Lourdes nos revela, contienen la esencia de lo que ella misma es: creativa, amable, imaginativa y atrevida, capaz de salir de paseo con un esqueleto del laboratorio si con ello sus alumnos del PCPI aprenden nutrición... y sonriendo.

Pero ese libro también es más. Desde lo que cada cual llevamos dentro, con nuestra condición de docente, padre, alumno, madre, conserje, etc., con nuestras carencias personales más o menos asumidas y comprendidas, con nuestras grandezas también más o menos asumidas o comprendidas, estas narraciones nos ofrecen la posibilidad de empatizar con el profe en apuros, con el niño miedoso que fuimos o con la empollona a la que decían cosas...y reconciliarnos con todos ellos a medida que el relato nos enternece y recobra el pulso de lo humano, desde esa manera de mirar la realidad que la autora nos ofrece.

Es posible que el lenguaje coloquial que aparece en estos «bocados

de realidad», pueda sorprendernos, pero desde luego contribuye a que entendamos con toda precisión el contexto en el que Lourdes desarrolla su tarea. Contextos que muchas veces están salpicados por lo que la etiqueta conflictivo trae de la mano. Ella es capaz de darle un sentido positivo a esta etiqueta. “El conflicto forma parte de la vida”, dicen los teóricos. Pero luego hay que vivir esto para que de verdad

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podamos aprender, desenmascarando a aquellos que ven en estos

barrios «gente conflictiva» –por usar un calificativo suave.

El afecto, la humildad, la sencillez son las características de las personas que hay detrás de estas historias, atributos de los que Lourdes se alimenta y que ha sabido integrar en su tarea y en su vida. Bulla, chisme, jaleo, también nos habitan y entre ellas trabajamos, supongo que también se nos cuelan de vez en cuando...

Por último quiero resaltar el sentido de lo colectivo que la gestación de este libro vuelve a simbolizar. Son los alumnos y alumnas, sus familias, y el resto de personas que circulan por un centro las protagonistas, los que con sus ansias de crecer, dan vida a las narraciones. Son los docentes, desdeñados socialmente, por no ser

«productivos» a ojos del mercado-estado, los que se dejan la piel y las lágrimas con estos chicos. Y en este caso la autora y sus compañeros –entre los que me incluyo orgullosamente– conformamos un equipo poliédrico que pretende responder a realidades tan variadas como sugerentes. Y de ese espíritu colectivo renace el cariño hacia esta profesión.

A ella le gusta siempre repartir los méritos, apelar al sentido común, tener detalles humanos con quien pasa un mal trago y revalorizar el valor de la cooperación. Desde estas líneas, el boomerang de todo lo que nos deseas vuelve hacia ti. Gracias, Lourdes por dejar que nos asomemos a tus adentros un poco más. Ánimo, lectores, para asomarse a este balcón. Les aseguro que, sin duda, merecerá la pena.

Pedro Carlos Moreno Ferrari

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1.La excursión entomológica acabó en la comisaría

Ibrahim, Mustafá, Yousef, Alí, Yolanda, Pedro y otros 9 alumnos más

estaban muy contentos porque hoy era el día de la «excursión de los

bichos».

En el Ayuntamiento, en el centro de la ciudad, había una exposición temporal de insectos que merecía la pena visitar.

Los profesores fuimos previamente a verla y preparamos una serie de preguntas para que el aprovechamiento fuera mayor. Íbamos todos contentos a realizar esta salida porque, aunque el grupo era un poco difícil de llevar, a los profesores que trabajábamos con ellos nos tenían cierto respeto.

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Realizamos la visita y disfrutamos mucho porque las arañas, escarabajos-rinoceronte, insectos-palo y algunos más llamaron mucho su atención. Era verdaderamente bonita.

A media mañana, les dejamos un descanso de media hora para desayunar.

Estábamos todos juntos sentados en una plaza y dos de ellos nos preguntaron:

¿Maestros, podemos ir al kiosco a compran unas chuches? Vale; pero no tardéis que tenemos que volver andando y

estamos muy lejos.

Pasa media hora y no regresan, diez minutos más y no aparecen y, ya preocupados, les decimos a los otros:

Ya sabemos que ninguno tiene móvil, pero Pedro, déjame el tuyo para llamar a Ibrahim porque ya está bien, tenían que estar aquí ya y nos estamos preocupando.

Cuando marcamos el teléfono de Ibra, responde un señor que empieza a hacer preguntas:

¿Quién es usted? Pues soy una profesora del Instituto xxxx. ¿Por qué llama a este teléfono? Porque es el de Ibra, un alumno al que estamos esperando

porque, con otros dos, se fueron en un descanso de la excursión entomológica y no han regresado y estamos preocupados.

Señora, pues la excursión entomológica ha terminado en la comisaría.

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Sin salir de mi asombro, y bastante preocupada, acerté a decir:

¿Me puede dar la dirección para que me persone allí con el otro profesor para enterarnos de lo sucedido?

Pues nada, lo que pasó es que estos muchachitos (tres, de origen árabe), cuando fueron al kiosco, vieron a unas chicas (según ellos muy guapas) que entraban en un centro escolar y ¡para verlas más rato y más de cerca! se metieron en el centro.

Acababa de pasar lo del atentado islamista de Madrid y, cuando vieron entrar al centro a estos chicos árabes, con mochilas y tres juntos, cerraron las puertas y llamaron a la policía.

Al verse acorralados echaron a correr y fueron perseguidos por todo el centro de la ciudad por dos coches de policía que al final consiguieron detenerlos.

Cuando registraron sus mochilas y vieron que llevaban un estuche, un cuadernillo de clasificación de los insectos y una libretita de actividades rellena, no salían de su asombro al ver la que habían liado los nenacos estos con su feliz ocurrencia.

Los profesores, en la comisaría, dijimos que estos alumnos eran buenos estudiantes, que no se habían metido en ningún lío hasta la fecha, que no entendíamos cómo se les podía haber ocurrido comportarse así y que, por supuesto, iban a ser sancionados.

Los policías llamaron a los tutores de los chicos que fueron a recogerlos y nos dijeron que la única denuncia que constaba era la del centro al que habían entrado. Tras hablar con el Director de este centro, retiró la denuncia y todos estuvimos de acuerdo en que se habían exagerado las cosas.

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A la mañana siguiente, cuando llegamos al Instituto, todos los alumnos se habían enterado de lo que había pasado y creían que, gracias a los maestros, les habían soltao.

Nos saludaban a los dos profesores como si fuéramos héroes y la verdad es que, entre el mal rato que habíamos pasado y esta rara situación, nos sentíamos de lo más extraños. Sobre todo cuando entrábamos en clase y había un silencio sepulcral y atendían a todo lo que les decíamos.

No hablamos nunca del tema pero estaba siempre flotando en el ambiente.

El silencio duró poco; cuando pasaron un par de semanas volvimos a la normalidad, con el “venga fulanito empieza ya, menganito no te metas con Pedro …”

SE NOS QUITARON LAS GANAS DE MÁS EXCURSIONES

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2. A votar, a votar, que es un deber ciudadano

Era lunes, las 9:45 de la mañana, y acababa de empezar mi guardia.

El domingo en nuestro centro se había instalado una mesa electoral pues se habían celebrado elecciones.

Entra la conserje a la sala de profesores y dice con cara de asombro:

-Aquí se ha presentado una señora que dice que viene a votar, ¿qué hacemos?

- Que pase a hablar con la secretaria porque el Director está en clase.

- Pase, señora, pase que la va a recibir la secretaria porque el Director ahora mismo no puede atenderla.

Esa mujer morena, con un moño alto recogido con una pinza, con su bata de casa y sus pantuflas, entró al despacho y se oía decir:

- ¿Qué quería?- Pues mire usted, que vengo a votar porque ayer con los

chavales no pude, pero hoy que están en el colegio, pues vengo y voto.

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- Es que hoy no se puede ya votar porque ya está el recuento hecho y...

¿Cómo? (sube el volumen, manotea y se pone en jarras), ¿que yo no puedo votar?, esto qué es ¿racismo o qué?

Pero mire usted si... (no la dejaba hablar). Porque de nosotros no echa cuentas nadie, ya verás cómo

voto, claro que voto, como que me llamo Yolanda voto yo...

Eran las 10:15 y el volumen subía y la situación no mejoraba.

Pasé y le dije a la secretaria (pegándole una patada en la espinilla) : “Me parece que puede haber una solución”.

- ¿Ha traído usted el D.N.I y el sobre con el voto?- Claro que lo traigo, ya viene una preparada, pues estaría

güeno, que una sabe lo que hace falta pa votar, que semos pobres pero no tontos, que…

Saqué una urna de las que todavía no habían retirado, con su tapa y todo, y le dije:

- Pues ya está, vote usted.

Metió su voto en la urna y la acompañé hasta la puerta.

Fue todo el rato relatando: “¿Ves, ves como se podía?, y aluego dicen que no nus pongamos así, es que no pue ser: nus engañan, nus engañan siempre”.

¡QUÉ GUARDIA TAN DEMOCRÁTICA!

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3. Miguelín y el AVE

Nunca podré olvidar las conversaciones con Miguelín, la cantidad de veces que le reñí, lo que se enfadaba y el cariño que le teníamos todos.

Era muy guapo, muy moreno de cara, muy musculoso, y con un pelo castaño dorado que a ninguna chica dejaba indiferente.

Siempre estaba metido en pequeños líos y yo era su tutora. Hablaba mucho con él de sus delicados asuntillos en esta o aquella clase.

Una mañana, que estaba él muy enfadado porque la había tenido con un maestro que, según él, es que no le podía ver, bueno, pues para animarle un poco y como yo sabía que iba de ligoteo por la estación de tren le dije:

- ¿Qué, me han dicho, que eres famoso por la estación?27

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Se le cambió la cara, se puso blanco y me dijo:

- Pero, pero si me dijeron que lo habían borrado.

Yo no tenía ni idea de lo que hablaba pero, por su estado de nervios, parecía un asunto delicado.

Muy seria le dije:

- Pues no, parece que no, que eso era lo que pensaban pero no lo han hecho.

- Y, ¿qué puedo hacer, seño?- Cuéntame despacito cómo ocurrió todo y veré cómo te puedo

ayudar.- Pues, seño, que yo me pongo delante del AVE y, cuando

viene, me quito y allí hay cámaras y me han grabado y me han dicho (se refería a los guardas de seguridad de la estación) que eso es un delito y que si no lo hago más borran lo que tienen grabado y...

Estaba nervioso perdido y no paraba de hablar. Porque lo que no te he dicho, querido lector, es que otra de las características destacadas de Miguelín, es que se ponía muy nervioso y entonces le entraba una verborrea espantosa.

Le pregunté si su madre sabía algo de esto. Me dijo que no, llamamos a la casa en la que trabajaba y se presentó en diez minutos en el centro.

Le explicamos lo que había pasado y, asustada, agobiada, asombrada y mirando a su hijo con gran amor, no paraba de decirle : “Pero ¡hijo mío! ¿Es que te quieres matar?

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La orientadora trabajó con él y, en uno de los primeros estudios que se le hicieron, se concluía que era un amante del riesgo. Eso estaba bastante claro.

Miguelín era un chico huérfano, hijo de un padre alcohólico, que había vivido muchas situaciones de riesgo en el ambiente doméstico, que quería y quiere mucho a su madre y adora a su hermana. Era muy bueno y aprovechó todo lo que le ofrecimos para superar sus cojeras.

Hace un par de años le vi y ya es un hombre formal al que se le saltaron las lágrimas al verme, y a mí… a mí el corazón me dio un vuelco; y ese hombretón me abrazó fuerte y me dijo :

- ¿Te acuerdas de mí, seño?- Me acuerdo de ti, de tu genio, del pedazo de madre que

tienes, de tu hermana, del día que haciéndote una gracia te dejaron sin conocimiento y estuvimos todos sin respirar hasta que despertaste. Me acuerdo de tu amigo Sopi y de tus ligoteos. Y del AVE, también me acuerdo del AVE, que vaya sustos que nos dabas.

- Seño, (daba cosa oír a ese hombretón decir seño), ya soy más formal, me casé y tengo una niña preciosa y mi mujer... Ya volvía su verborrea de cuando se ponía nervioso.

- Bueno, que me alegro mucho de verte, que ahora trabajo en este Instituto y que, si necesitas algo, ya sabes.

Me preguntó por muchos profesores a los que llamaba con su nombre y su nombrete (el botas, el de los dedos gordos, la verruga…).

Se notaba que los recordaba con cariño, le dije cómo estaban todos y, después de darle un fuerte abrazo, me despedí de él porque tenía clase.

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Iba para el Instituto tan contenta, tan contenta que, cuando llegué a mi 1º de ESO, un alumno, que es muy cariñoso, me dijo: “Se nota seño que estás contenta”, y le contesté “Sí, es verdad que estoy contenta, es que tenía ganas de veros ya”.

Empecé mi clase como un día normal: “Venga, repasamos un poquito los tipos de gusanos”, como digo, una clase normal; pero sabía que lo que estaba haciendo era muy grande.

¿TE ACUERDAS DE MÍ SEÑO?

¡QUE COSAS TIENES MIGUELÍN, SIEMPRE ME ACORDARÉ DE TI Y DE TUS PARTICULARIDADES!

HAS TENIDO UNA GRAN INFLUENCIA EN MI TRABAJO

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4. Landi

y la terapia de grupo Aparentemente era un día como otro cualquiera y ya estaban trabajando todos, cada uno con sus fichas, y yo pasaba revisando su trabajo.

Estos eran la mayoría chicos, sólo dos alumnas, y de entre 15 y 17 años.

El pollo tenía un corpachón que para nada se correspondía con su madurez. ¡Era un niño! Había sufrido algún trauma que hacía que tuviera terrores nocturnos y se orinara en la cama (con 16 años), era muy sensible y se asustaba de muchas cosas: de los fantasmas, de los muertos, de la oscuridad..., pobrecito, lo pasaba bastante mal.

Sus compañeros lo querían mucho, pero, no sé por qué razón, a veces tenían mala idea con él. Esto es lo que pasó esta mañana que, sin venir a cuento, oigo: “El pollo, el pollo, pollo es el que se mea en la cama”.

Al pobre muchacho se le cambió la cara y estaba a punto de llorar.

Les digo a todos, muy, pero que muy enfadada:

- ¡Escuchadme! No, eso sí que no, no pienso consentir que os metáis con ningún compañero. Aquí, todos, pero todos sin excepción tenemos problemas gordos y no nos gusta que nos los aireen. Somos compañeros y no debemos hacernos daño.

Si él se hace pipí en la cama, a otro le pasa otra cosa y bastante desgracia tiene, para tener encima que aguantar que os metáis con él. Que no, que eso sí que no, que lo de tener mala leche e ir a hacer daño,

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se acabó. Me da igual quién haya sido porque va por todos, por los que empiezan y por los que ríen la gracia.

Yo los miraba a todos y veía que estaban muy serios (como me enfadaba pocas veces, tenía un gran efecto).

El Pollo se tranquilizó cuando vio que eso se había cortado de raíz, el Poti estaba colorado como un tomate (¡que encanto de chico, el Poti!) , pero Landi, Landi parecía que iba a explotar de un momento a otro y decía de forma repetida y muy excitado:

- Que yo lo voy a decir, que lo digo seño, que lo voy a decir…- Landi, tranquilízate, que tú no tienes que decir nada, que estés

tranquilo. Vamos a dejarlo ya, que ya está bien. ¡Que vaya clase que estamos pasando hoy!

Pero Landi no podía tranquilizarse y se puso de pie y dijo:

- Mi padre murió delante de mí. Yo dormía en la litera de arriba y él en la de abajo. Oí un golpe y era mi padre que se acababa de inyectar caballo y murió de una sobredosis.

Empezó a llorar como un crío chico y todos le abrazamos y yo le dije: “Nosotros somos compañeros y no te preocupes que esto no sale de aquí”.

¡APRENDIMOS UNA GRAN LECCIÓN… LA COMPASIÓN!

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5.El Palancas y su moto

El Palancas era un tipo singular, ¡pero singular!

Iba por el centro con su moto imaginaria, derrapando, haciendo curvas, frenando y acelerando, vamos ¡pa verlo!

Lo teníamos tan asumido que le decíamos:

- Palancas, que me vas a atropellar.- Palancas, aparca la moto que vamos a empezar la clase.

Ahora, eso sí, el Palancas nunca entraba al servicio con la moto.

- Tío, ¿me cuidas la moto?, que me jiño.

Cualquiera le decía al Palancas que no le cuidaba la moto, vamos se la cargaba gorda.

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¡Parecía irreal! ¡Qué situación tan disparatada!

Por mayo, sería por mayo porque ya hacía calor, nos llegó la noticia:

“Que el Palancas está en la UCI, que el Palancas se ha matao, que el Palancas se ha reventao el bazo...” Parecía que todo el Instituto estaba de luto.

El Palancas había cogido una moto que no era suya y se había dado esos paseos locos que acostumbraba a dar; PERO EN UNA MOTO DE VERDAD, DE LAS GRANDES, DE LAS QUE ACELERAN BIEN, y por las calles de la ciudad. ¡Casi se mata!

Todos los días nos daban el parte médico.

Algunos compañeros se pasaban horas y horas en el hospital. Aunque no podían entrar, preguntaban a los familiares y luego ya se iban para el barrio.

- Seño, pues ayer debía estar peor, porque a su agüela (al Palancas lo había criao su abuela, que era una santa mujer que tenía el cielo ganado porque lo que este niño le hizo pasa…) le dio un ataque y le tuvieron que poner una pastilla debajo de la lengua y…

- Seño, pues hoy parece que está mejor porque dice su agüela que ha abierto un poquito los ojos…

- Seño, parece que igual pa la semana que viene le bajan ya a planta…

- Seño, que le hemos visto y nos ha dicho que cómo están los maestros.

Tenía castaña, que, con lo que había pasado, preguntara que cómo estaban los maestros.

Pues muy bien, Palancas, muy bien y muy preocupados por ti.

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¡Que ya te decíamos que dejaras la moto; pero tú que no, coño todo el día en la moto montao...!

Como decían que el Palancas se había reventao el bazo, el interés por este órgano, desconocido para ellos, aumentó desmesuradamente y fueron muchas las consultas que en el Departamento de Ciencias se recibieron sobre este misterioso órgano que tanto había importunado al Palancas.

El hombre clástico del laboratorio se quedó sin bazo, órgano que era paseado de clase en clase:

- Seño, entonces el bazo qué era y dónde estaba.

La seño sacaba el bazo de la cartera y…

Pronto vino el Palancas a vernos. ¡Qué día! ¡Que alegría la de todos!

Vino con su abuela y pasó por todas las clases, y todos :

- Seño, seño, saca el bazo, que lo vea... porque, Palancas, el bazo está aquí y se señalaban en su cuerpo, y nos ha dicho la seño que... y tío menos mal que no te has matao y…

El Palancas no se pudo incorporar este curso a clase; pero para el curso siguiente estaba aquí de nuevo, y con su moto.

Ahora al sermoncito de “Palancas aparca la moto que vamos a empezar la clase”, añadimos “Palancas pero ¿es que no has aprendido lo peligrosísimas que son las motos?, venga, vamos, deja la moto ya”; y aparcaba su moto y se sentaba y sacaba su cuaderno y su libro y se ponía a trabajar; cuando tocaba el timbre cogía la moto otra vez y…

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NO OLVIDAREMOS NUNCA AL PALANCAS, A SU MOTO Y A SU BAZO, QUE HIZO QUE ESTOS CHICOS APRENDIERAN TANTO DE ESTE, HASTA AHORA, MISTERIOSO ÓRGANO.

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6. El melones

¡Qué malos son los móviles en la clase!; pero malos de verdad, por muchas cosas.

Seño, si no lo tengo, de verdad que no lo tengo.

Y ese móvil, con esa preciosa melodía sonando en las partes nobles del chaval.

Rubén, pon el móvil en silencio que de donde lo tienes no te lo voy a sacar yo.

Y se ríe, y se mete la mano ahí, y saca el móvil y lo pone en silencio y se ríe. Pues no sé yo qué gracia tiene esto.

Que mi madre me dice que me traiga el móvil por si me pasa algo.

Pero si aquí hay teléfono y, si hace falta…

Que mi madre no se fía y quiere que traiga el móvil.

Mejor no preguntarle de quién no se fía su madre.

Todavía me acuerdo de un día ¡Qué día aquel! Eli estaba bailando encima de la mesa y luego saltó de una mesa a otra y le digo:

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Eli ¿en tu casa no harás esto?

Sí seño, llama a mi mama y se lo preguntas.

No, Eli , no hace falta. Anda baja de ahí y vas a por un trapo para limpiar lo que has manchado.

Sí seño, si yo en mi casa frego todo y me gusta barrer y limpiar el polvo, pero lo que más me gusta es ver novelas.

¿Cuántas novelas ves?

Tres, seño, primero en tele 5, a luego paso al canal sur y, a la hora de la cena, La acorralada. ¿Tú no ves La acorralada, seño? Pues es mu bonita seño, y la Esmeralda es mu güena, pero Luis Francisco se porta mu mal con ella...

Bueno Eli, trae el trapo ya, que tenemos que empezar la clase.

Y pensaba yo ¿estas niñas no se harán un lío con tanta telenovela y no sabrán luego si es Luis Francisco o Felipe el que hace esto o aquello? Era general, todas las niñas veían sus tres novelas. Por eso yo les decía MILADIES y les gustaba mucho, porque les sonaba a tener mucha clase, mucha clase en estas telenovelas que formaban parte de su mundo paralelo.

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Bueno, a lo que iba: que los móviles tienen mucho peligro en una clase.

Íbamos a empezar la clase y se oye muy alto, pero que muy alto, a alguien cantando.

¿Quién canta?

Es Fernando, es el móvil de Fernando.

¿Cómo que el móvil?

Sí, seño, que lo pone en altavoz.

Fernando, apaga el móvil, por favor.

Seño, pero si el que me canta es el Melones.

Aunque sea el Melones. Le dices que estás en clase y lo apagas.

¡Melones, que apago porque la seño...!

Dile a la seño ¡que me la chupe!

¿Qué?, apaga ahora mismo el móvil que vamos, vamos ¡lo que hay que oír!

Seño, que el Melones te va a pedir perdón.

No, no, apaga el móvil, que ya hemos tenido bastante.

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Interviene otra vez el Melones desde la distancia:

Pues, dile a la seño que me la chupe y que me la rechupe.

Ahora mismo te mando a Jefatura; ¿te parece esto normal?

Ese Fernando, con ese cuerpo tan grande y tan deteriorado por el consumo de sustancias, con esos ojos tan hundidos y vidriosos, con esos tatuajes de expresidiario, se arrodilló delante de mí y me dijo:

Seño, por mi madre: no me eches otra vez (el día anterior había sido expulsado por una cosa similar).Tú te guardas el telefonito en tu batita, seño y del Melones ya ni hablamos, seño, que te lo prometo, pero no me eches otra vez.

Anda, anda, levántate, que pareces hasta bueno y dame el móvil y a trabajar que ya es hora.

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ASÍ ES COMO CONOCÍ AL MELONES. MENOS MAL QUE SÓLO FUE VÍA TELEFÓNICA PORQUE SUS INTENCIONES NO ME GUSTABAN NADA.

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7. El ahorcadoEran las tres de uno de estos días en los que por la tarde teníamos evaluaciones y, como a las cinco teníamos que volver al Instituto, iba yo con cierta prisa y bastante cansadilla, todo hay que decirlo.

Se me acercó corriendo un alumno, el Chupi.

Seño, seño, que tengo que hablar contigo urgente, que es muy urgente.

Voy a comer y a las cinco vuelvo porque tengo una evaluación, a las seis hablamos. Te veo aquí en conserjería.

Cuando llegué a las cinco, ya estaba allí, en la puerta, fumando como un carretero y dando paseos de un lado para otro nerviosito perdido.

¿No habíamos quedado a las seis?

Sí, seño; pero no podía esperar y me he venido ya, yo te espero aquí.

Debía de ser verdaderamente grave y urgente lo que tenía entre manos para encontrarse en este estado.

Cuando terminamos la evaluación, empezamos la entrevista en la que Chupi daba botes, pero botes.

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Tú tranquilízate un poco y me cuentas lo que te pasa, porque ya me tienes preocupada.

Pues seño, que el otro día me ahorqué.

¡¡¡¡¡¡QUÉ!!!!!!

Pues que me ahorqué, porque me dejó la Yoli y yo no puedo vivir sin ella y...

Y se bajó la bufanda que tenía puesta y allí estaba la marca de la soga.

Yo no había visto nunca una cosa semejante y me puse fatal, se me saltaron las lágrimas y, tras recuperarme, le dije:

¿Cómo has salido de esta?

Pues un cabrero que pasó por allí y me vio, llamó a urgencias y me cogió de las piernas y me levantó y… ¡Qué susto, seño, qué susto, casi me muero!

Sabrás que necesitas ayuda. ¿Has ido al psiquiatra?

Sí, sí. Me llevaron urgente y me tengo que tomar muchas pastillas y tengo que ir dentro de una semana.

Tú haces caso a todo lo que te diga el médico y, si te manda al psicólogo, vas y haces todo lo que te digan, que esto son cosas muy serias. Yo te conozco, y luego: que no me tomo las pastillas porque me dan sueño, que no voy al

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médico porque me he quedado dormido, que el psicólogo no me hace falta porque ya estoy bien, que... Y, cuando se te pase el susto otra vez, no te cuidas y corres peligro. Chupi, que hagas todo lo que te digan en el centro de salud, que te has salvado por los pelos.

Sí, seño, pero ¿por qué no me quiere la Yoli?.

Pues no lo sé; pero tú debes de quererte y de cuidarte. Y tu madre ¿cómo está ?

Pues ¿cómo va a estar, seño?, pues muy asustada, y se cree que estoy loco y no quiere dejarme solo y…

Yo hablaré con ella para asegurarme de que está pendiente de tu tratamiento. Mañana, a las 11, ven a hablar con la orientadora que yo le diré que es urgente para que te atienda pronto.

Bueno, que me tengo que ir porque tengo otra evaluación; pero tú mañana, a las 11, bajas a hablar con la orientadora y tu tratamiento a rajatabla, que te has salvado por los pelos. Hasta mañana Chupi, dame un beso y no nos pegues más estos sustos.

Y fui a la evaluación; pero la verdad es que estaba muy impresionada y se me venía a la cabeza una y otra vez la marca de la soga y…

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PUES SEÑO, QUE EL OTRO DÍA ME AHORQUÉ.

¡QUÉ SUSTO, SEÑO, QUÉ SUSTO, CASI ME MUERO!

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8. El maestro al que se le olvidó subir una planta (iba calentito)

Se trataba de un Instituto de Andalucía situado en una comarca muy conocida por sus buenos vinos y sus bodegas. Sí señor, buenos vinos los de esta tierra y buena cuenta daban de ellos algunos de los compañeros que venían con unas chapetillas que pa qué; había uno (muy simpático él) que se quedaba dormido en la mesa camilla y nada: que sonaba el timbre y el feliz hombre duerme que duerme. ¡Madre mía, si roncaba y todo!

Cuando le pidieron justificación de las faltas del trimestre, muy enfurecido dijo: “Si yo estaba aquí”.

Efectivamente, doy fe de que no faltaba ni una tarde a su siestecita en la mesa camilla.

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Le temía yo a las fechas próximas a la Navidad, por lo del anís y esas cosas. Vamos, que le veía yo cierto peligro a que en la sala de profesores pusieran turrones, mazapanes y anís, sobre todo anís.

No tardé mucho en darme cuenta de lo fundadas que eran mis alarmas.

Estaba yo haciendo un examen a los alumnos de COU (equivalente al 2º de Bachillerato actual), cuando entra en el aula el bello durmiente dando tumbos y pegando alaridos:

Hip,hip, señorita ,hip ¿qué se ha creído usted?, ¿qué pasa aquí?

No le entendía bien porque, en ese estado, pues ustedes verán. No se le entendía; pero acertó a decir que le había robado a sus alumnos y le había robado su clase y...

Me acerqué con cautela a un alumno y le dije:

Ve rápido a Jefatura de Estudios y les dices que vengan, que vengan rápido, que hay un profesor que ha entrado borracho en la clase y quiere pegar a la señorita, que es urgente, que la señorita está asustada, que estamos haciendo un examen…

No hizo falta que el alumno llegara a Jefatura; atraídos por el alboroto vinieron dos profesores, uno de ellos el Jefe de Estudios, y se llevaron al embriagado al que ¡SE LE HABÍA OLVIDADO SUBIR UNA PLANTA!

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Mientras tanto en la planta de arriba sus alumnos estaban tan tranquilos, no estaban preocupados porque creían que, como otras tardes, no había oído el timbre, que estaba en la mesa camilla. Se equivocaban.

El asunto trajo cola, con sanción al profesor y demás.

Los alumnos me decían: “¡Señorita, que susto hemos pasado!”, “¡anda que yo!”.

¡LO QUE HAY QUE VER!

¡QUÉ MALA ES LA NAVIDAD EN ALGUNOS INSTITUTOS!

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9. El Gori (esto es lo más parecido a un animal que he visto yo matriculado)

Cuando esta criaturita del señor apareció por la puerta, todo mi pequeño cuerpo se echó a temblar.

Tenía aspecto de animal salvaje, con unos ojos… con unos ojos muy turbios. Era muy pequeño, negrillo, con el pelo muy lacio, y tenía una mala leche que pa qué.

Su localización habitual era encima de algo o de alguien. Se subía encima de las mesas, de las sillas, de los armarios. Sí, que no es broma, que se subía encima de los armarios y de la gente también.

A los compañeros, por detrás y sin que se dieran cuenta, se les subía encima:

Seño, que el gori me ha trepao,

¿Cómo que te ha trepao?

Sí, seño, que se me sube aquí arriba (señalando los hombros) y me tira al suelo.

El apodo de Gori le venía que ni pintao. Siempre estaba castigado o expulsado; pero a él le daba igual. El día que venía era una pesadilla.

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Al conserje, a ese conserje tan amable con su barriguita cervecera, se la tenía jurada, se la tenía jurada de verdad.

Él quería entrar y salir a su antojo y, como él no le dejaba, pues le decía de todo:

Gordo, que parece que te has tragao a tu madre.

Gordo, que tú no podrás ni rilar con esa barrigota que tienes.

Gordo, que un día la vamos a tener.

Gordo, que pareces una aceituna.

Un día de otoño, que llovía a chaparrón, entró ese animal por la puerta, e hincándole al conserje el paraguas en la barriga, no paraba de reírse y decía “¡Ya está, gordo, ya está, ya tenemos la banderilla!”.

El pobre hombre, con ese dolor que tenía en su tripa, echó a correr detrás de él y, porque lo agarramos, si no, lo mata. “Que lo mato, que lo mato, que ese muchacho donde tiene que estar es en el zoológico”, decía, y llevaba toda la razón.

¡Qué animal!

Es que, no te he dicho querido lector, que el Gori tenía aspiraciones de banderillero y había que tener mil ojos cuando algo alargado estaba en su poder.

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En una ocasión se levantó y, sin ningún indicio previo, le clavó un boli bic cristal de color azul a una compañera en la cabeza. La pobre muchacha, que sangraba y tenía mucho dolor, me miraba y decía : “¡Ay seño, que me duele mucho, que me sale sangre, ay ,ay! y lloraba y lloraba”.

El Gori la miraba disfrutando de la situación y no se le vino a la cabeza otra cosa que decir: “Que tienes una cabeza muy gorda, pero que muy gorda”. ¡Qué hijo p..., qué desgraciao, qué malo, pero qué mala leche tenía este «niño»!

Lo único que le faltaba era dar bocados, ¡no!, que también los daba, lo sé por haberlo vivido en mis propias carnes.

En un recreo, estaba subido encima de un compañero, era lo normal en él, y le agarré del brazo para bajarle. Me pegó un bocado que me dejó marcadita una semana, y me miraba el muy c… y se reía, enseñando todos los dientes, y a mí me dieron ganas de arrancárselos, de arrancárselos todos. Será poco correcto, pero la paciencia tiene un límite y ya estaba bien con el animal este.

Todavía pienso que tenía que haberme vacunado contra la rabia.

La gota que colmó ya el vaso, y que le hizo desaparecer para siempre de nuestro centro, fue que un día, al decirle una señorita: “Pero ¿cómo eres tan malo siendo tan chico?”, cogió la mano de la seño, se la llevó a su bragueta, y le dijo: “Soy pequeño; pero más grande la tengo”.

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La señorita, absolutamente despavorida, se retiró inmediatamente, y llamó al Jefe de Estudios para que se lo llevara de su vista: “Pero ¡ya!, fuera de mi vista pero ¡ya!”, le decía al Jefe de Estudios, que vino rápidamente. Lo último que vimos de él fue la sonrisa, todos esos dientes que, milagrosamente, habían sobrevivido a mi bocao, todos esos dientes de chico malo, pero que muy malo.

Cuando ya fue expulsado, los compañeros nos contaron muchas cosas: que su madre lo había tenido que atar con una cadena a la pata de la cama, que si lo habían pillado fornicando con una tapia, y otro montón de lindezas que no sabíamos ya si eran verdad o fruto de la leyenda que semejante bicho había generado.

Este chico habrá terminado muy mal porque disfrutaba haciendo daño.

En toda mi carrera no he visto un caso igual.

QUE LO MATO, QUE LO MATO, QUE ESE MUCHACHO DONDE TIENE QUE ESTAR ES EN EL ZOOLÓGICO.

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10. Raúl: todo un artista pornográfico…

Esta es la historia de un muchacho, de su bloc de dibujo, y de lo importante que éste era para él. La calidad de los dibujos era excelente. Del contenido, mejor no mencionar mucho.

Raúl había cumplido varias condenas en el correccional y se le notaba.

Era muy inteligente, pero mucho, y cogía las cosas a la primera; pero pocas eran las cosas que le interesaban, todo era un rollo.

Tenía que estar trabajando y ocupado porque no se le ocurrían nada más que «buenas» ideas.

Con la mirada desnudaba a las niñas y ellas se asustaban mucho porque, cuando le decías algo, no era consciente de lo «salido» que estaba, bueno, saberlo sí lo sabía pero para él era algo bueno.

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¿Qué tiene de malo seño que la mire?, ¿es que se gasta?. Mira cómo a la Luci no la miro ni ná.

Luci, era una chica poco agraciada y poco desarrollada todavía.

A Raúl le gustaban «pechugonas».

No les decía nada, parece que en Alemania había aprendido bien la lección, igual en sus delitos había algún componente de este tipo, no lo sé.

Yo le decía Alemania al correccional y muchas veces, cuando se ponía con sus cosas:

Raúl, que no me gusta cuando vienes de Alemania.

¿Por qué, seño?

Pues por qué va a ser, porque vienes hablando alemán y a nosotros no nos gusta el alemán.

Otra de las características de Raúl, es que se pasaba todo el día cantando canciones carcelarias, como yo le decía. Acompañadas de palmoteos, estas canciones que hablaban de condenas, y de libertad, y de la droga, etc.; junto con su bloc de dibujo, iban siempre con él.

Que no, seño, que ésta no es carcelaria, que es romántica ¿Quieres que te la cante?

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No, Raúl, que tenemos que trabajar. Saca tu cuaderno y tu bloc.

Estábamos dando Anatomía humana, concretamente el aparato digestivo: que si los dientes tienen estas partes y son de estos tipos, que si la importancia de la higiene dental... Bueno, ahora dibujamos un diente con sus distintas partes y explicamos los tipos de dientes que existen.

Raúl, que estaba al final, y solo, dibujaba el diente en un pis pas y luego daba la vuelta al cuaderno y le daba sombreado y relieve y seguía con esas mujeres, que dibujaba todas abiertas de piernas, con todas sus partes al aire y ¡con un detalle!, con un detalle, que parecía que estaban allí tumbadas sobre el bloc de Raúl.

Cuando veía que me acercaba, daba la vuelta al cuaderno y se ponía con el diente.

Raúl, dibujas muy bien, es que eres un artista. Mira, igual te gustaría ser ilustrador de libros. Te voy a dar unas cartulinas para que nos dibujes distintas partes del cuerpo, láminas de las que hay en el libro para ponerlas en la clase, porque lo haces verdaderamente bien.

Estaba muy contento haciendo sus láminas y pasé a ver cómo las llevaba y, bueno, estaban fenomenal.

Ya había cogido confianza en su talento y me dice:

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Seño, pero a mí lo que me gusta es dibujar sin láminas, dibujo libre.

¿Ah si? y para qué dije nada: me sacó el bloc, le dio la vuelta, y me enseñó todas sus obras libres, todas de la misma temática y muy bien, pero que muy bien terminadas.

Me quedé asombrada de la calidad y detalle de sus dibujos y de la temática, siempre la misma.

Al verme esa cara de asombro, me preguntó:

¿Te gusta seño?.

(Después de recuperarme un poco de semejante sesión pornográfica…). Raúl, no me cabe ninguna duda de que tienes un gran talento, pero creo que ahora debes trabajar con otros temas.

RAÚL, NO ME CABE NINGUNA DUDA DE QUE TIENES UN GRAN TALENTO; PERO CREO QUE AHORA DEBES TRABAJAR CON OTROS TEMAS.

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11. La visita del padre a Jefatura y lo malo que es esperar

Era una temporadita ésta de aquellas en las que los profesores nos teníamos que multiplicar.

Una epidemia de gripe hizo que tuviéramos tres profesores enfermos a la vez, la conserje también de baja, y, los que quedábamos en el Instituto, estábamos para tirarnos de los pelos:

Que llaman a la puerta, que es el cartero.

Que en 1º A falta Mª Luisa.

Que en 2º B falta Eusebio.

Que acaba de llamar Juana, que tiene fiebre y no va a venir.

Que suena el teléfono.

Que...

Pasado un cuarto de hora, ya estaba todo medio organizado.

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Un profesor cuidaba para que dos cursos trabajaran un poco, o, por lo menos, para que no pasara nada grave en ninguno.

Con la puerta abierta, porque las clases eran contiguas, iba de una a otra y procuraba que estuvieran tranquilos.

Otro estaba en otra clase y había puesto a los alumnos a trabajar.

Al tercer profesor, que era una profesora, la señorita Manolita, un encanto de mujer a la que todos los alumnos querían mucho, le tocó el puesto peor de los que en este día se repartían: tenía que atender a los alumnos que expulsaban de clase y también atender a la puerta.

Bueno, pues allí estaba ella más o menos tranquila, cogiendo el teléfono y atendiendo a la puerta, cuando vinieron expulsados estos tres prendas, que venían pegando voces y diciendo de todo del profesor que los había expulsado:

Ese hijo de puta, la tiene tomada con nosotros. No hemos hecho nada, seño, que por mi madre te lo juro.

A todo esto venían escupiendo, pegando voces, habían arrugado el parte de expulsión. “Con esto, con esto me limpio yo el culo y…”.

Manolita consiguió que se sentaran en el aula y empezasen a escribir lo que había pasado.

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Tenéis que tranquilizaros porque así perdéis la razón (que no tenían ninguna). Venga, ahora lo leo yo y ya veremos lo que hacemos con el parte.

¿Con qué parte?. – el Cheo lo había hecho añicos y tirado al suelo.

Venga Cheo, recoge eso, que vas a empeorar las cosas.

En esto que llaman al timbre y Manolita les dice:

Venga haced eso, que cuando venga lo leo, que voy a ver quién llama a la puerta.

Pues era un padre, que venía muy enfadado a hablar con la Jefa de Estudios, porque a su hijo, que era buenísimo, lo habían expulsado y, con la chusma que había en este Instituto, lo que le faltaba por ver era que expulsaran a su niño.

Vamos, que voy al Ministerio o donde haga falta, que mi niño no va a pagar por lo que hagan otros sinvergüenzas.

Manolita le dijo:

Mire, es que la Jefa de Estudios está en clase, en veinte minutos acaba y le puede atender. Si quiere la puede esperar o viene dentro de un ratito.

No, la espero, la espero, que aluego se va y… porque me va a escuchar.

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Él no se había dado cuenta de que detrás de la puerta estaban el Cheo y compañía, que se cabrearon mucho y se dieron por aludidos con lo de la chusma.

El padre se sentó, y Manolita fue a atender a los muchachos que estaban haciendo su pliego de descargo.

En esto que llaman a la puerta otra vez.

Ahora vengo, que voy a abrir la puerta.

Cuando salió Manolita esos niños no eran criaturas, eran animales diciéndole al padre:

Maricón, si tienes cojones dinos a nosotros eso que le has dicho a la seño. Eso de la chusma, ¿que nosotros semos chusma?, tú lo que eres es un mariconazo, que no te atreves a decírnoslo a la cara.

El Cheo escupió en el suelo y le dijo al padre, que estaba muy colorado y fuera de sí :

Eso, eso es lo que hago yo a las gentes como tú. Que no hacéis más que tocar los cojones y…

Ese padre, ese padre, se tiró para él y se lió a puñetazos y a patadas, y los otros dos pintas le insultaban y le pegaban y allí se lió la gorda. Una ambulancia y la policía fueron el balance final.

El Cheo tenía dos costillas rotas, otro un ojo hinchado, el padre un ataque de nervios y…

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Anda, Manolita, para que luego digan que nuestra profesión no es «profesión de riesgo». De riesgo, y de paciencia, y de templanza y…

Qué te voy a decir, querido lector: que estuvimos dos semanas a tila y todos los niños nerviosísimos y los padres que venían a preguntar, y la prensa, y la Delegada, y compañeros que se solidarizaban con nosotros, y los sindicatos que se querían enterar de cómo había ocurrido y… y además los de las gripes no se habían recuperado, y no habían mandado a ningún sustituto, y la puerta y el teléfono y las fotocopias y nuestras clases y…

QUÉ PEDAZO DE MAESTROS, QUE NO COGIERON LA GRIPE, NI EL SARAMPIÓN, NI NADA DE NADA Y QUE CUANDO LLEGABAN A CASA LLEGABAN REVENTADOS!

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12. Lucas, el maestro que pasaba hambre

Don Lucas era un profesor que había venido nuevo este año y destacaba por su elegancia. Siempre iba con traje y corbata y con unos zapatos superbrillantes y eso, a las 8 de la mañana, tenía su mérito.

Yo daba clase después de él y como, en ese Instituto, por petición expresa de Jefatura, íbamos de una clase a otra (no podían estar solos ni un minuto porque podía pasar cualquier cosa), bueno, como decía, que como íbamos de una clase a otra, me cruzaba con él en la puerta de la clase.

Sería como noviembre o así y llevaba yo a clase una caja llena de cajas vacías de galletas, de pan de molde, de cereales, llevaba latas de guisantes, de atún, etc.

Buenos días, Lucas, ¿cómo están estos chicos hoy?

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Bien, bien, profesora, están bien.

Hasta luego.

Cierro la puerta y, nada más salir el profesor, viene Juanito y me dice:

Seño, pero ¿no te has dado cuenta de cómo te ha mirado?

No tenía ni idea de lo que quería decir.

No, hijo, bastante tenía con que no se me cayera la caja y la cartera, y con controlar que no se escapara nadie, de verdad que no sé a lo que te refieres.

Seño, que el maestro creía que las cajas de galletas estaban llenas y se le han salido los ojos de sus órbitas, que el pobre no lo puede disimular, que está muerto de hambre.

¿QUÉ? ¿QUÉ? ¿QUÉ ME ESTÁS DICIENDO?

Ya se lió la gorda:

Sí, seño, que te lo juro, que nos dice que las moléculas son como bocadillos de chorizo, y la corteza terrestre como una gran tableta de turrón, y no sé qué otra cosa como leche condensada… y se le hace la boca agua, cuando salimos p´al recreo con nuestros bocadillos. Sobre todo los de chorizo, seño, con los de chorizo se le saltan dos lagrimones.

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Es muy güeno, seño, y muy correcto con nosotros. Siempre nos trata bien y nos dice señoritas y caballeros. Fíjate, a nosotros, a nosotros nus dice señoritas y caballeros.

Pobrecico, a mí no me importaría darle un cacho de mi bocadillo, pero él no quiere que lo sepamos, seguro.

Seño, que el hambre es mu mala.

Este maestro, ¿dónde vivirá, seño? (preocupándose por él).

Juanito tiene mucha mala idea y el otro día, que teníamos clase con él antes del recreo, le dijo a su agüela que le preparara un bocadillo de chorizo, de estos que güelen mucho, y lo abrió delante del maestro y le dijo:”¿Quieres maestro?”, y el maestro con la boca echa agua el probe.

No Juanito, muchas gracias y que te aproveche. Guarda el bocadillo y lo abres en el patio, que se te pueden caer ruedas de chorizo por el camino.

Y sale Juanito de clase diciendo:

¡Qué lástima!, ruedas de chorizo, dice, si él las pillara… Este maestro tiene toda el hambre del África.

Juanito, mira que tienes mala leche, con lo güeno que es el maestro y las que le lías.

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En mitad de la clase le decía: “Maestro, los langostinos están güenos, ¿verdad?”. “Deben estarlo Juanito, deben estarlo. Ven, ven que vea tu cuaderno, que parece que te estás despistando un poco. Venga para acá, caballero”.

Y le decía caballero y todo, con la mala leche que tenía el Juanito.

Este maestro nunca se quedaba a ninguna comida de celebración del Instituto; sólo si invitaba la casa.

Se quedaba a cuidar el comedor y así comía en el centro. ¡Con unas ganas!

Cuando terminaban los niños de comer, cogía un papel de periódico y metía los filetes que se iban a tirar en papel de periódico y luego en una bolsa, y se lo llevaba a su casa.

Una compañera le regaló unos tupperware y le dijo:

Tenga Lucas, que tengo muchos trastos en mi casa y he pensado que le pueden servir, y así seguro que no se mancha la cartera.

Muchas gracias, señorita, muchas gracias. No tenía que haberse molestado.

Nunca hablaba de su familia, ni de su casa, sabíamos que venía de lejos porque, algunos días que no había comedor o terminaban las clases antes, nos ofrecíamos a llevarle a casa y contestaba.

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Muchas gracias, señora, pero es muy bueno caminar.

Y se iba caminando tranquilo.

Era un maestro que se veía muy digno y muy sencillo a la vez. Era muy educado y no se alteraba casi nunca. Corregía a los chicos con mucha templanza. Cosa que a mí me faltaba y, además, se notaba que amaba su profesión.

Aprendí mucho de él; le estoy muy agradecida, y no sé ni dónde está, ni dónde vive, ni si sigue trabajando. Espero que sí.

Nuestra profesión necesita a personas como Lucas.

ESE MAESTRO CON SU TRAJE Y SU CORBATA, CON SU CARTERA CON LOS TUPPERWARE, Y CON ESE AIRE TAN DIGNO Y EDUCADO Y ¡TANTA HAMBRE! , ME RECORDABA AL ESCUDERO DEL LAZARILLO DE TORMES.

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13. Rafalín, el niño del avecrem

Rafalín era un niño de talla pequeña, con las zapatillas rotas y muy trasto, muy trasto y charlatán.

Le gustaba mucho participar en clase y contaba muchas cosas suyas.

Cariñoso y generoso, no tenía maldad ninguna y siempre quería ayudarme en clase.

Seño, ¿borro la pizarra?

Sí, gracias Rafalín.

¿Te llevo la cartera?

No, gracias Rafalín, que hoy pesa muy poco.

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A él le gustaba que le llamáramos Rafalín.

Seño, es que Rafael parece que no soy yo.

Pues bueno, ya está, aquí apunto yo que tú eres Rafalín y no hay más que hablar.

Sus compañeros le tenían cariño; aunque a veces se metían con él.

Es que es muy pesao, seño y parece un crío chico. Mira lo que ha hecho seño.

Rafalín había hecho una papelerita con papel y la había pegado con fixo en el pupitre, de manera que en la mesa, que era para dos, en medio había puesto él su papelera y estaba super feliz porque sacaba punta al lápiz allí.

Un día llego a clase y está llorando desconsolado.

¿Qué te pasa Rafalín?

No podía hablar, ni me miraba, él llora que llora.

Pero Rafalín, que no es pa tanto, que eso es un pego (decían mucho pego).

Que la seño de sociales ya se ha cansao de la papelerita de su mesa y le ha dicho que quite ese tenderete que no pueden ni trabajar. Y así está, seño, que parece que se le ha muerto alguien.

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Pobre Rafalín, ¡qué disgustos se llevaba!

Otro día entro en clase y...

Bueno chicos, que hoy nos toca estudiar los hongos,¿quién sabe algo de ellos?

Eso es lo que hay en las pizzas, por encima.

A mi primo le picaba la espalda y le dijo el médico que tenía hongos de esos, y le mandó una crema para que se la untara.

A mí no me gustan los hongos, seño, me dan asco.

Pues hay hongos que están muy buenos y en algunos sitios los preparan muy bien.

-Seño, que no, que donde esté un filete con patatas o unos macarrones, que se quiten los hongos esos.

Vamos a hacer una cosa: cada uno me va a poner en un papel su comida favorita y yo, a lo largo de este mes, os cuento las propiedades nutritivas de esa comida ¿vale?

Se armó un alboroto espantoso y no se decidían: que si los macarrones, que el arroz amarillo de mi agüela, que si la tortilla de patatas.

Pero sólo una cosa, la que más os guste de todas.

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En esto que me dice Rafalín :

Seño, pues a mí lo que más me gusta es el avecrem.

¿El avecrem?

Seño, ¡está güenísimo!

Qué cara de asombro me vería, que creyó que no sabía lo que era.

Sí seño, eso que es cuadradito y viene liao en un papel de plata. Yo me lo como a bocaítos y me gusta un montón. ¿Quieres que mañana te traiga uno, seño, y lo pruebas?

No, muchas gracias, Rafalín. Pues ya sabes lo que tienes que poner tú: el avecrem.

EL AVECREM SEÑO, ES ESO QUE ES CUADRADITO Y VIENE LIAO EN UN PAPEL DE PLATA

YO ME LO COMO A BOCAÍTOS Y ME GUSTA UN MONTÓN ¿QUIERES QUE MAÑANA TE TRAIGA UNO, SEÑO, Y LO PRUEBAS?

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14. Adolfo, el que tenía que mascar chicle

Adolfo era un chico bastante raro, los compañeros decían que estaba loco; pero al centro no había llegado diagnóstico alguno.

Muy descuidado en el vestir, y con muchas heridas ya curadas por todo el cuerpo, parecía salido de un campo de concentración.

Todos se reían de él y un día tuvo una gran pelea.

Al hablar con él sobre lo que había pasado, se puso muy nervioso y se pellizcaba el muslo y se sacaba pellizquitos de piel con las uñas.

Adolfo, tranquilízate, que no pasa nada, vamos a bajar a hablar con la señorita Paula (la orientadora) y ya verás cómo te tranquilizas y te encuentras mejor.

Este chico, que se autolesionaba con frecuencia, fue derivado a Salud Mental y allí le mandaron un antipsicótico en chicles.

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Cuando mascaba se liberaba la medicina.

Al ver a Adolfo con algún signo de ir a perder el control le decía.

Adolfo, que masques.

Y los demás alumnos no comprendían por qué a Adolfo se le dejaba comer chicle y a ellos no.

Yo les decía: no todos somos iguales, él es un muchacho especial.

Y tan especial, seño, lo que tiene es una pedrá que no veas.

Seño, que no va al water porque dice que salen ratas por la taza, que le pueden comer la picha. ¡Joder que colgao está!

Bueno, vosotros a lo vuestro, a trabajar y no os metáis con él y ya está.

Adolfo se tranquilizó bastante con el tratamiento y, aunque seguía siendo rarillo, se podía sobrellevar.

Se juntaba con otro chiquito de otra clase, que era también un poco particular, y hablaban de sus cosas.

Sus conversaciones serían para verlas, pero allí se las entendían.

ADOLFO SE SACABA PELLIZQUITOS DE PIEL.

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LA SEÑO LE DECÍA : QUE MASQUES ADOLFO, QUE MASQUES.

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15. La maestra nueva y todo lo que aprendimos con su incorporación.

Seño, seño, que ha venido una maestra nueva.

Muy bien, pues portaos bien con ella para que no crea que sois unos sinvergüenzas, que vosotros, cuando queréis, os portáis bien y, si os ponéis en plan, sois bichos, pero bichos de los malos.

¿Te acuerdas, seño, cuando la Eli se cagó en tus muertos y te dijo que te saliera un cáncer en la pipa el coño?

Cómo no voy a acordarme, si eso no lo había oído yo en la vida.

Y tú, seño, que estabas de luto, pobrecita, que se te había muerto tu papa.

Me acuerdo, seño, de lo que le dijiste: “Pero niña, ¿cómo me deseas eso?, eso debe de doler un montón”.

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Y todos os echasteis a reír porque igual pensabais que la seño era tonta o algo así. Tonta no, lo que estaba era alucinada, alucinada de ver cómo os portabais.

¿Por qué os reís?.

Es que hablas, seño (con mucha guasa), con muchas eses, seños, con muchas eses.

Es que yo no soy de aquí, yo soy de Valladolid, mis padres eran andaluces, pero tuvieron que emigar allí para trabajar y allí me he criado yo, y por eso digo tantas eses (ponían cara de no saber dónde estaba Valladolid).

Mi papa también se tiene que ir a la uva, seño, y es que el trabajo está mu malo y por eso nus tenemos que ir a la uva, a la aceituna, o a lo que haiga, seño, eso es asín.

Pos yo me creía que eras mu chula, seño, y por eso me caías mal porque la gente chula me cae mu mal.

Bueno, yo por qué voy a ser chula si a mí me pagan por enseñaros y además yo tengo nueve hermanos, y he trabajado hasta limpiando wateres, por qué voy a ser chula yo ¡Vamos hombre, qué cosas tenéis!

Pues algunos maestros son mu chulos porque te dicen “siéntate aquí” y a mí no me gusta que me manden porque…

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Pero eso es lo que tiene que hacer el maestro ayudaros a trabajar para que aprendáis. Tenéis que daros cuenta de que para él lo más fácil es dejaros hacer lo que queráis; pero su deber…

Eso le digo yo, maestro tú siéntate en la mesa y nos dejas sin hacer ná, que nosotros no se lo decimos a nadie. Y se ríe y dice “venga, sacamos el cuaderno y el libro y lo abrimos por la página tal”. ¡Qué pesao que es el maestro!. Que los maestros ganáis mucho, seño, que tenéis güenos dineros y bueno, seño ¿cuánto gana un maestro? (qué interés tan enorme con nuestro sueldo).

Pues depende del tiempo que lleve trabajando, del puesto que ocupe; pero venga, vamos a trabajar y a ver si de esta clase salen muchos buenos maestros.

Já seño, te lo crees tú, como que yo voy a aguantar a unos niños tan sinvergüenzas como nosotros, que los aguante su madre que pa eso los ha parío…

No se puede estar más de acuerdo con esta sabia afirmación.

Venga, vamos ya a trabajar, que nos pilla el toro.

¡Qué estás tol día con el toro, seño, deja el toro ya, que eres mu pesá con el toro ese! ¡Qué seño, leche!

A veces era mejor estar un poco sorda porque era una detrás de otra:

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Seño, esos zapatos de vieja tan feos ¿dónde los has comprao?

Pues si vieras lo cómodos que son.

Serán cómodos, pero son de vieja, seño. A ti te pega, seño, ponerte unos zapatos…

Y empezaban a darte una nociones de estilo y moda mientras hacían su ficha y estaban tan contentas opinando sobre las mallas, o la camisa, o…

Pero, seño ¿no lo ves en la tele?, en Gran Hermano…

Es que yo no veo Gran Hermano.

Si eso lo ve tol mundo. Seño, tú eres mu rara –y, mirando a los demás, decía– será porque no es de aquí.

Me parece increíble que los chicos y chicas que tengo delante sean esos que conocí en septiembre.

¡Pero qué mala leche tenían algunos con los profesores nuevos!

La seño nueva se parece a Maritrini, seño, a la cantante que tiene la boca daleá.

Que se dice ladeá, que viene de que se va para el lado.

Eso será en tu barrio, seño, aquí es daleá.

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La Eli se la ha liao, seño que le ha dicho que no le salía del coño cambiarse de sitio. Ya sabes, que la Eli siempre está con su coño y con sus muertos en la boca.

Pues me parece muy mal lo que has hecho, Eli, y la seño nueva te habrá puesto un parte y con razón.

Que me ponga to los que quiera. Que me los paso yo por el coño.

Te tengo dicho que no hables así. Así nunca vas a parecer una señorita.

Pues peor es lo que le ha hecho la Yoli, que le ha dicho: Seño, en cuanto te he visto por la calle sabía que eras una maestra.

¿Sí? y ¿por qué, bonita, por qué lo sabías? ( ella pensando que sería por su clase, por su elegancia...).

Pues es mu fácil, seño, porque eres un vieja que va vestida como si jueras joven y además llevas una carpeta.

La seño se ha quedao planchá y es que la Yoli también se las trae.

Y estaba pensando yo: esta pobre mujer, sustituta, que tenía unos 50 años, habrá pensado: “Pero ¿dónde me han mandado a mí, Dios mío?”.

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UNA MAESTRA ES UNA VIEJA QUE VA VESTIDA COMO SI FUERA JOVEN Y ADEMÁS LLEVA UNA CARPETA.

COMO QUE YO VOY A AGUANTAR A UNOS NIÑOS TAN SINVERGÜENZAS COMO NOSOTROS, QUE LOS AGUANTE SU MADRE QUE PA ESO LOS HA PARÍO…

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16. El Poti: todo un personaje

¡Qué suerte tuve!, nada más repartirse las tutorías había resultado agraciada con el gordo.

El Poti seño, ya verás cómo es el Poti.

La lía mucho y ¡cualquiera le dice ná con lo animal que es!

Ese niño de 1º de ESO, corpulento y de metro ochenta, era el más desagradable, amenazante y cabezota de todo el Instituto.

El gordo, el gordo, me había tocado el premio gordo.

Poti sacaba el cuaderno y el libro cuando quería, cuando a él le salía de su reverendo y, como le dijeras tres o cuatro veces que se pusiera a trabajar, soltaba una retahíla de amenazas e insultos y él se quedaba tan pancho.

Que ya me tenéis harto, seño.

Que el día menos pensao la lío.

Que os van a roar los dientes a todos los maestros.

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Que le voy a prender fuego al Instituto.

Vamos a ver Poti, yo no sé si a ti te han consentido esto otras veces; pero que sepas que yo no pienso dejar que ningún alumno me insulte y me amenace. Estás expulsado de clase y ya haré yo un informe para que se tomen medidas contigo.

Informe, informe, y ¡esta tía!

Que a mí se me habla con respeto porque soy tu profesora y tu tutora y, aunque no lo fuera, todos tenemos que ser respetados.

¡Qué pesada la tía esta!, ¡Que no me comas la oreja!

Carlos, ve por favor a llamar al Jefe de Estudios y le dices que le llamo para que Poti salga de la clase.

Salía relatando, me dedicaba todo tipo de lindezas, que prefiero no recordar, y eso ¡ todos los días!

¡Pobre muchacho, qué herido estaba!. Debajo de todo ese discurso de fiera salvaje y maleducada, se veía claramente que había mucho dolor, pero mucho y nada digerido.

¡Cuánto quiero yo al Poti, ya un hombre, y a su madre!

Hace mucho que no sé de él, pero seguro que le va bien.

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Querido lector, poquito a poco fue cambiando mucho la relación maestra-alumno, y el trato personal que teníamos, y mejorando a pasos de gigante su comportamiento en todas las clases, y su trabajo.

Poti, venga ya, saca el cuaderno y el libro que vamos a trabajar.

¡Y esta ! ¡Será posible! ¿Por qué no me dejas tranquilo?

Una mañana, que había trabajado muy bien, se me ocurrió decir en clase:

Hoy, quiero daros una buena noticia: ayer recibí una carta de la Delegada de Educación en la que me felicitaba porque Poti había cogido el boli. Y eso ¡tiene su mérito!

Y ese Poti, con ese corpachón, esbozaba una sonrisa.

Poti, que me van a quitar la felicitación y el sueldo, venga vamos chicos que esta clase ya parece de un cole del centro.

Ya lo de rodar los dientes a los maestros y prender fuego al Instituto se había quedado atrás.

¡Cuántos recreos pasé con Poti! ¡Cuántas veces lloramos! ¡Cuántas veces reímos!

Seño, ¿qué te pasa hoy que tienes mala cara?

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¡Ese Poti interesándose por cómo me sentía!

Es porque no he dormido bien. ¿Tú duermes bien?

Algunas noches no, cuando me acuerdo de mis hermanos y de todo lo que está pasando mi madre y…

Bueno, pues ya ha llegado la hora de conocer a tu madre. Estaba esperando para poder decirle algo positivo y ya ha llegado el momento. Mañana he quedado con ella y quiero que cuando hablemos nosotras pases tú.

¡Mi vieja!, ¿va a venir mi vieja?, pero si está trabajando en una casa y…

Ya he hablado con ella y mañana, a las seis, cuando salga de la casa, viene para acá y tú también, cabezón, que eres un cabezón.

Una motivación muy importante para mejorar era, en Poti y, en muchos de estos chicos, el dar una alegría, no defraudar a su madre o a su abuela.

Cuando se quiere educar, reconducir, hay que agarrarse a lo que se pueda.

Hay que mirar a la persona en formación que tienes delante y, con cariño, siempre desde el cariño, mirar un poco con su mirada, con su dolor, pensando en las cosas que le gustan y, en la medida de lo posible, utilizar lo que ves para sacarlo a flote. Ya comentaré más

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adelante lo importante que fue, para que Poti siguiera mejorando, la revista TODO MOTOR.

El momento de la entrevista con la madre llegó y yo le relaté todo lo que habíamos pasado con su hijo, todos los recreos que, para no expulsarlo, cumplió de sanción, que estaba trabajando y se portaba mejor, pero que, en el centro, necesitábamos todo su apoyo porque quedaba mucho trabajo por hacer.

Recuerdo lo que me dijo como si hubiera ocurrido hace un rato.

Señorita, yo tengo cuatro hijos: dos en la cárcel, otro que no sé si está vivo o muerto. Todo por la asquerosa droga.

Este niño es el que me queda que no está echao a perder. Así que si usted ve que se dalea tiene mi permiso para partirle esta silla en la cabeza. Ahora mismo se lo firmo yo eso, ¿dónde hay que firmar? ¡Lo prefiero muerto que echao a perder!

No es necesario que me firme nada. Lo importante es que él sepa que estamos en el mismo lado y que vamos a hacer todo lo que sea necesario para que se haga un hombre como Dios manda.

Lola, la madre de Poti es una gran mujer, que quiere mucho a su hijo, que siempre colaboró con el centro, y que confiaba plenamente en lo que hicieran los maestros.

Yo no sé lo que hay que hacer, ustedes sí.

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Lola, a veces no, a veces se te pone un nubarrón que no veas, pero somos humanos y... ¡Qué lechugas!, que lo hacemos lo mejor posible.

El trabajo con Poti fue muy duro, cuatro años sin bajar la guardia ni un día.

Además, querido lector, tengo que decirte que Poti tenía muy buena salud y no faltó ni un día al Instituto en los cuatro años que estuvo allí.

Fue duro, muy duro, pero ¡ahí está!

Seño, ven que tu Poti se la está liando al de matemáticas.

Y allí iba yo, un día sí, otro también, y el de en medio, a tomar medidas, a trabajar con él otros chiquicientos recreos, a... Me enteré de que le gustaban mucho los coches, y a mí, no sé por qué, me enviaban a mi casa la revista TODO MOTOR.

Vaya por Dios, Poti, hoy que te he traído un regalo por lo bien que te estás portando estos días, y ahora resulta que no te lo puedo dar.

Seño, ¿qué es?

Pa regalos estoy yo ¡Qué disgustazo! Anda que como se entere tu madre de la que has liao.

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Seño que no, que no se lo digas a mi vieja. Es que ese maestro me grita mucho y se me cruzan los cables. Que no lo hago más.

A mí sí que se me van a cruzar los cables un día y voy a hacer lo que me dijo tu madre: coger la silla y verás. Pues nada, ya sabes lo que hay: pedir disculpas al maestro, una semana sin recreo, y la revista TODO MOTOR me la llevo otra vez a mi casa.

TODO MOTOR, TODO MOTOR. Seño, ¿estás segura de que es TODO MOTOR?

-Claro que estoy segura; pero hoy no la pienso ni sacar.

El resto de la semana no hubo ningún incidente más. Yo sabía por lo que era y, estaba pensando en esto el viernes, cuando se presentó Poti en la sala de profesores preguntando por mí.

Hola, Poti, ¿qué querías?

¿Puedo hablar contigo, seño?

Claro, dime.

Que no he liao ninguna más y que quiero saber si me piensas dar el TODO MOTOR algún día.

Espera un momentito que voy a hablar con tus profesores y…

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Yo ya sabía que no había habido ningún problema porque les había preguntado a todos. Hasta el de mates me dijo que había trabajado y que no se había portado mal.

Al ratito salí con la revista y me abrazó y me dio las gracias cuarenta veces.

¡Bendito TODO MOTOR que nos dio un respirito de una semana!

Son muchísimas las cosas que se me vienen a la cabeza de Poti, porque al final sacó el graduado con buenas notas y, el día de la graduación, su madre lloraba, reía, y nos daba las gracias a todos porque sabía que nos había dado el muchacho muchos quebraderos de cabeza.

Encontró trabajo enseguida y, claro, lo primero que hizo fue «sacarse un coche requetecani».

Serían mediados de octubre cuando noté que algo estaban tramando los de tercero.

Seño, que te vengas con nosotros al patio.

Bueno, vale; pero primero me tengo que tomar algo porque me he levantado a las 6. Enseguida salgo.

Todos sabían que iba a venir Poti, que había pedido permiso en el trabajo para venir a traerme un regalo, y allí se presentó con su paquete.

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Era un boli muy bonito, de marca, y en su cajita.

Seño, con mi primer sueldo, con mi primer sueldo te lo he comprao.

Muchas gracias Poti, es muy bonito. Es un precioso detalle.

ESTE NIÑO ES EL QUE ME QUEDA QUE NO ESTÁ ECHAO A PERDER. ASÍ QUE SI USTED VE QUE SE

DALEA TIENE MI PERMISO PARA PARTIRLE ESTA SILLA EN LA CABEZA.

AHORA MISMO SE LO FIRMO YO ESO, ¿DÓNDE HAY QUE FIRMAR?

¡LO PREFIERO MUERTO QUE ECHAO A PERDER!

BENDITO TODO MOTOR QUE NOS DIO UN RESPIRITO DE UNA SEMANA.

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17. La excursión a Mercacórdoba y el «no hay pruebas»

Los alumnos de mi tutoría de 4º de E.S.O fueron de visita a Mercacórdoba.

Yo no podía ir porque tenía muchas horas de clase y, como siempre que iban a algún lado, dediqué un rato a recordarles cómo se tenían que portar: que no pegaran voces, que no cogieran nada que no fuera suyo, que hicieran caso al maestro, que escucharan porque en todos los sitios se aprendían cosas interesantes...

El tiro me salió por la culata.

A la mañana siguiente, estaba yo en clase de 3º, cuando se acerca el delegado de clase, Antonio Jiménez.

Seño, ¿puede salir un momento?

Claro que puedo.

¿Por qué será que me imaginé que algo no había ido bien?

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Tengo que hablar con usted, pero es largo, ¿me puede esperar en el recreo en la sala de profesores?

Claro. Hasta luego Antonio.

Antonio era un buen delegado, que hacía de puente entre la clase y la tutora, que ayudaba a sus compañeros a reconocer que se habían pasado, que se anticipaba muchas veces a las situaciones.

Era una bellísima persona. En circunstancias muy difíciles había aprendido a asumir responsabilidades. Era muy querido por sus compañeros y tenía un sentido común y unas habilidades que le hicieron ganarse mi reconocimiento más sincero.

A la hora del recreo allí estaba esperándome y nos fuimos a una sala de visitas.

Señorita, es que tengo que contarte que en la visita a Mercacórdoba hubo un problema.

¿Qué pasó Antonio, qué paso?

No lo sabe nadie, no les pillaron, no se enteró el profesor; pero es que robaron cosas. Viniendo en el autobús me dijeron que te lo dijera yo, porque sabían que no estaba bien y que te ibas a enfadar mucho.

Mira que os lo dije: “No cojáis nada que no sea vuestro”. Tú les dices que ya me lo has contado y que lo trabajaremos en la sesión de tutoría.

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Algunos no lo podían evitar: eran ladronzuelos, y el quitarles esta fea y peligrosa costumbre no era cosa de un día.

Tú Antonio, has hecho muy bien diciéndomelo y ya verás como poquito a poco mejoran.

¿Tú crees, seño?

Claro que lo creo. Estoy segura, y además tienen mucha suerte de tenerte a ti como delegado.

Antonio bajó la cabeza y se fue para clase.

Estaban todos pendientes de mi reacción.

Buenos días Falu, ¿qué tal?

Muy bien, seño.

Y el Perdi, ¿cómo anda?

Antonio no me lo había dicho; pero si en esa clase había alguien amigo de lo ajeno esos eran Falu y Perdi.

En la clase de tutoría hablamos del tema.

Lo analizamos desde distintos puntos de vista :

a) La mala fama para el Instituto.

b) La responsabilidad de la persona que estaba trabajando allí.

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c) Lo fácil que era empezar a robar y lo que costaba dejar de hacerlo.

Todavía no me explico cómo pudieron salir de allí Falu y Perdi con una caja de gambas rebozadas congeladas y que no se enterara nadie.

Miré a Perdi y le dije “que no se repita, que no se repita más”.

Poniéndose de pie se tocó reiteradamente la barriga diciéndome: ”Seño, tú no te preocupes, que no hay pruebas”.

Así me enteré de lo que había habido en su casa para cenar: gambas rebozadas.

ERA UNA BELLÍSIMA PERSONA. EN CIRCUNSTANCIAS MUY DIFÍCILES HABÍA APRENDIDO A ASUMIR RESPONSABILIDADES. ERA MUY QUERIDO POR SUS COMPAÑEROS Y TENÍA UN SENTIDO COMÚN Y UNAS HABILIDADES QUE LE HICIERON GANARSE MI RECONOCIMIENTO MÁS SINCERO.

NO LO SABE NADIE, NO LES PILLARON, NO SE ENTERÓ EL PROFESOR; PERO ES QUE ROBARON COSAS.

SEÑO, TÚ NO TE PREOCUPES, QUE NO HAY PRUEBAS.

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18. Le pega la moruna y tiene escolta

Cómo iba yo a pensar que, sin hacer nada y sin aviso previo, me iban a pegar un buen guantazo por la calle, cerca del Instituto.

“Señora, que lleva una navaja”, –oía a lo lejos.

Con mi atuendo elegante, y sin importarme los taconazos que tenía, eché a correr y no paré hasta llegar al cole.

¡Qué susto más grande! ¡Qué taquicardia!

Una tila doble, por favor, hacedme una tila doble que me va a dar algo.

Todos los niños asomados y preocupados, pero ¿qué le pasa a la seño? Y yo allí, medio traspuesta, colorada como un tomate y

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maldiciendo a todos los muertos de la tiparraca que me había pegado.

¡Qué hostia, madre mía! ¡Qué dolor!

En cuanto recuperé el aliento y me recompuse un poco, subí para la clase y todo eran atenciones:

Seño, que yo te llevo la cartera.

Seño, ¿te traigo un vaso de agua?

Quien hable se entera, que la seño está mala.

Seño, porfa, cuéntanos lo que te ha pasao.

Un momentito, por favor, que es que me duele todo el cuerpo. Enseguida os lo cuento. Que venía por la calle y una mujer muy mayor y muy negrilla de cara, me ha pegado con todas sus fuerzas y casi me tira al suelo.

¿Cómo era seño, cómo era?

Muy chiquita y con un abrigo negro.

La moruna, seño, esa es la moruna. Está loca y pega a la gente.

Ya me he dado cuenta de que pega, de que pega bien. He oído a unos señores decir que había sacado una navaja; pero yo ya había echado a correr y ni me he parado

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siquiera. No me iba a parar a ver si repartían más. Yo hoy ya he cobrado bastante. Por suerte, no me ha pasado casi nada. Ya estaré yo más pendiente para cruzarme a la otra acera.

¡Cómo está la gente!

Empezó un debate sobre los locos que conocían y las posibles causas de sus locuras. Eran muchos y de muy distintas edades.

¡Chicos, que hay que cuidarse!

A partir de ese día, cuando salía a las tres, veía que venía detrás de mí Juanillo.

Juanillo,¿dónde vas?.

Pues ¿dónde voy a ir?, detrás de ti; para que no te pegue la moruna.

Pero, hombre, por Dios, no creo que me pegue más. Si yo la veo me echo a correr y me quito de en medio. Muchas gracias. Tú vete para tu casa que te estará esperando tu abuela.

¿DÓNDE VOY A IR?, DETRÁS DE TI; PARA QUE NO TE PEGUE LA MORUNA.

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19. Pero ¿este chico está loco?

Carlos era un chico bastante particular. Había que tener mucho cuidado con él porque se le podía ocurrir lo más disparatado y peligroso en cero coma.

Lo mismo se ponía a jugar con el cútex, que se encendía un mechero dentro del bolsillo del pantalón.

Carlos, las manitas encima de la mesa. Que las vea yo encima de la mesa.

En la cara le notaba cuando estaba tramando algo y yo le decía: “Carlos las manos”.

Esta señorita tiene rayos X en los ojos, –les decía a los compañeros.

¡Qué peligro de niño!

Se sentaba en clase delante de mí y, después de haber mirado todo lo que tenía encima de la mesa, empezaba la clase y no le quitaba el ojo de encima.

El muchacho, a veces, sólo a veces, tenía gracia.

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Seño, ¿tú eres pariente de Sherlock Holmes?.

¿Yo?, ¿por qué?

Porque todos los días me investigas lo que tengo en la mesa y me haces un interrogatorio para ver lo que tengo aquí o allá.

Pues no lo sé, creo que no. Yo me apellido Maragal López. Nada de Holmes.

No me cabe ninguna duda de que me tenía cariño.

Cariño el mío, y unas ganas de perderle de vista que paqué.

Nada, por más que le insistía, no se quedaba el muchacho en casa.

Carlos, esa tos que tienes suena muy mal, debías de cuidarte un poquito y quedarte un par de días en casa, que eso es lo mejor que hay para el catarro.

Al día siguiente a las ocho y media allí estaba Carlos, con su rollo de papel higiénico, que ponía encima de la mesa, y toda la hora sonándose mocos y poniendo los papeles sucios encima de la mesa y cogiendo el mechero.

¡Con lo calentito que tenía que estar este niño en su casa!

Una mañanita soleada teníamos programada una visita al Museo de Paleobotánica del Jardín Botánico y, como íbamos con pocos alumnos, el director y yo decidimos coger dos taxis.

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Dije: “Don Florencio, yo voy en éste, porque quiero tener cerca a Carlos”.

Carlos era un amante de las bolitas de papel. Siempre tenía alguna entre manos.

En principio, una bolita de papel no parece tener ningún peligro.

Pero, querido lector, hablando de Carlos nunca se podía saber.

Íbamos por una de las avenidas más céntricas de la ciudad, y el taxi a cierta velocidad, cuando Carlos decidió que la bolita de papel le estorbaba.

Sin previo aviso abrió la puerta del taxi porque de manera urgente tenía que tirarla.

El taxista pegó un volantazo para no darse con el coche de al lado, paró el coche y dijo: “¿Este chico está loco?”. Anda, que se vayan ustedes andando que yo a los locos no los llevo.

Me miró y me dijo: “¡Señora, que lo que tienen ustedes que aguantar tiene tela!”

No nos cobró. Se fue pitando y ni el polvo vimos.

Carlos estaba tan fresco, como si la cosa no tuviera que ver con él.

Le agarré de la mano como si fuera un niño chico y le dije que no liara ninguna más porque llamaba a la policía para que lo llevara a su casa.

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Los otros dos muchachos que venían en el taxi pasaron un susto terrible.

Seño, Carlos está como una cabra. ¿Has visto, seño?, el taxista le iba a pegar.

Y ganas me han dado a mí. Ahora que, como intentes soltarte de mi mano, te ato. Que te ato Carlos, que ya está bien.

¡ Qué bien viven los maestros!

ÍBAMOS POR UNA DE LAS AVENIDAS MÁS CÉNTRICAS DE LA CIUDAD Y EL TAXI A CIERTA VELOCIDAD, CUANDO CARLOS DECIDIÓ QUE LA BOLITA DE PAPEL LE ESTORBABA.

SIN PREVIO AVISO, ABRIÓ LA PUERTA DEL TAXI PORQUE, DE MANERA URGENTE, TENÍA QUE TIRARLA.

ANDA, QUE SE VAYAN USTEDES ANDANDO QUE YO A LOS LOCOS NO LOS LLEVO.

¡SEÑORA, QUE LO QUE TIENEN USTEDES QUE AGUANTAR TIENE TELA!

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20. La sesión de tutoría romántica y lo importante que es llamar antes de entrar.

Don Vicente, este maestro tan cumplidor con sus labores de tutoría, estaba detrás de los padres de Byron, para que vinieran a hablar con él.

Byron era un chico de Ecuador, cuyo nivel académico era muy bajo, que estaba en 2º de ESO y que trabajaba poco, pero poco.

Se daba la circunstancia de que varios hermanos estaban viviendo con una tita porque sus padres trabajaban fuera. Sólo venían a Córdoba cuando tenían el día libre.

La madre cuidaba en Montilla a unas personas mayores y el padre era el casero de una finca de Andújar.

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Sólo se veían cuando libraban los dos y, con la tita, los niños, y todo el jaleo que debía haber en la casa, los momentos de intimidad debían de ser escasos.

Tanto insistió Don Vicente en que era necesario que vinieran, que aquí estaban los dos en la sala de visitas hablando con el tutor.

Les dio detalles de su falta de trabajo, de las notas que tenía en las distintas asignaturas, de su escaso interés, de que algunos días llegaba a segunda hora porque se quedaba dormido, de que tenían que asegurarse de que trabajara y no faltara a clase.

Llegado este punto, el tutor se ausentó un momento para recoger en conserjería el parte de faltas de esta semana y decirles exactamente las faltas que había tenido.

La pareja se quedó allí tranquilita en la sala de visitas, recogidita y calentita, y debía de estar viviendo uno de los momentos de más intimidad del último mes.

Y claro, la carne es débil y pasó lo que pasó.

Cuando llegó Don Vicente con su parte de faltas y abrió la puerta, se encontró una escena demasiado romántica y una embarazosa situación.

Se excusó de nuevo, dijo haber olvidado algo y se vino a la sala de profesores para dejar tiempo a que los padres estuvieran más presentables.

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Cuando me contó lo sucedido, para que se tranquilizara y quitarle hierro a la situación le dije varias veces: “Pero, Don Vicente, ¿no sabe usted que se llama antes de entrar, que se llama antes de entrar?”.

Regresó a la sala de visitas y en un pis-pas terminó de darles la información que faltaba a los padres y se despidió de ellos sin poner fecha para una próxima reunión.

DON VICENTE: ¿NO SABE USTED QUE SE LLAMA ANTES DE ENTRAR, QUE SE LLAMA ANTES DE ENTRAR?

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21. El condón de fresa

Era una mañana de invierno bastante fría y salía yo del Instituto con mi chaqueta con capucha, de color rojo, y mi gorrito también colorado.

Acababa de coger la bicicleta y me disponía a pedalear hacia mi casa.

Estaba contenta porque era viernes y pensaba pasarme gran parte del fin de semana en el sofá, con una mantita, viendo alguna buena película.

Se me ocurría que parecía David el gnomo, o Caperucita Roja, con este atuendo tan particular.

En estos pensamientos me encontraba, cuando me llama un alumno: “Seño, seño, ven”.

¿Qué quieres Jesús?

Que te voy a decir lo que pareces, seño.

Pues no sé, ¿a qué te refieres?129

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Seño, un condón de fresa, lo que pareces es un condón de fresa.

Vaya, pues no se me había ocurrido semejante comparación. Que descanses, Jesús. Hasta el lunes.

¡Anda hijo! ¡Qué manera tan distinta de abordar el fin de semana!

Con el frío que hacía y pensando en estas cosas.

¿Qué ves? Pues lo que tienes en la cabecita.

Y es que algunos siempre están pensando en lo mismo.

SEÑO, UN CONDÓN DE FRESA, LO QUE PARECES ES UN CONDÓN DE FRESA.

Y ES QUE ALGUNOS, SIEMPRE ESTÁN PENSANDO EN LO MISMO.

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22. Ojito con los chaquetones; que guardan muchas sorpresas

Era un día frío de noviembre.

Juanillo, que era un chico desaliñado y poquita cosa, llevaba un chaquetoncillo muy fino.

Se puso casi al final de la clase y pegado a los radiadores.

Teníamos un examen de todos los aparatos relacionados con la nutrición.

Repartí el examen y, cuando ya estaban los chicos y chicas trabajando, me acerqué a interesarme por él.

Juanillo, ¿qué pasa? ¿tienes frío? y le toqué el chaquetoncillo para ver si estaba seco.

Juanillo, algunos días, llevaba la ropa mojada porque no se le secaba con tanta humedad y, como tenía poca, prefería venir con la camiseta mojada que quedarse en su casa.

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Allí en el Instituto se les trataba bien, tenían sus materiales, se les cuidaba, comían en el comedor, aprendían muchas cosas, y estaban más tranquilos que en su casa.

Teníamos unas camisetas de manga larga del Instituto, que dábamos a algunos chicos mientras se secaba su ropa.

Total, que le toqué el chaquetón y éste emitió un crujiente sonido.

En la parte derecha, chuletón del aparato digestivo y respiratorio.

En la izquierda, circulatorio y excretor.

Y ese Juanillo, que era un bicho, me miraba con una simpática cara como al que pillan robando chocolate.

Le quité del chaquetón todas las chuletas que tenía y se las grapé al examen.

Ya sabes la nota que tienes y ponte a estudiar para la recuperación.

Seño, tú me suspendes; pero, por favor, mira las chuletas, que es que están muy bien hechas.

Anda, anda, ¡será posible que me pidas que te mire las chuletas! Pues ya está, debido a tus méritos has sido nombrado «el chuletero mayor del reino».

Le hice el siguiente certificado:

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Siendo las 9 horas 30 minutos del día 27 de noviembre y, tras analizar con detenimiento los materiales aportados, Juan Heredia Santos es nombrado, en presencia de los compañeros de su clase CHULETERO MAYOR DEL REINO.

Para que conste firmo el presente certificado.

Fdo: Doña Joaquina Alcobendas, profesora de Ciencias Naturales y tutora del alumno.

En Córdoba a 27 de noviembre del 2000

¡Qué cosas tienes, seño!.

Guardó el documento con mucho cuidadito y se puso a estudiar.

¡Hay que ver qué cosas pasan!

LE TOQUÉ EL CHAQUETÓN Y ÉSTE EMITIÓ UN CRUJIENTE SONIDO:

EN LA PARTE DERECHA CHULETÓN DEL APARATO DIGESTIVO Y RESPIRATORIO.

EN LA IZQUIERDA: CIRCULATORIO Y EXCRETOR.

DEBIDO A TUS MÉRITOS HAS SIDO NOMBRADO «EL CHULETERO MAYOR DEL REINO».

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23. Joyas desconocidas

Todo empezó un día en clase cuando les comenté que íbamos a ir de excursión y que, para todos, era importante que nos fijáramos en los comportamientos que eran correctos, en que la gente respondía a nuestra presencia de una forma u otra según la imagen que dábamos...

Habíamos realizado varias excursiones al campo, pero estos alumnos, que vivían en un barrio marginal, estaban bastante aislados y pocas veces iban al «Centro» (como ellos decían).

Se trataba de normalizar sus comportamientos y de que dejaran de ir pegando voces por la calle, y de que no intimidaran con la mirada, y de que se tomaran un chocolate en una cafetería, y de que no se quedara mirando a todo el que pasara y de que…

Bueno, está clarito, como tutores vuestros lo que esperamos de vosotros es que todo lo que hemos aprendido en estas divertidas sesiones de tutoría se note

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en la calle, y limpitos, limpitos y arregladitos; pero sin exagerar .

Soraya, que yo te conozco y eres capaz de ponerte el vestido de la boda de tu prima.

La boda de la prima de Soraya había sido un acontecimiento que nos había tenido bastante distraídos, pero no un día ni dos. Varias semanas nos tuvo al trote con su vestido, con los zapatos, con el peinado, con la colonia que se iba a echar.

Seño, que mañana no vengo porque me voy al mercaíllo a buscar el vestido.

Soraya, pero ¿no puedes comprar el vestido por la tarde?

Si hombre p´a que me timen, yo lo compro to en el mercaíllo, que en las tiendas nus atracan y ¿tú no compras en el mercaillo, seño?

Pero Soraya, ¿cómo voy a ir al mercadillo si estoy aquí trabajando toda la mañana?

Pues hay unas cosas mu guapas pa ti, seño, y baratitas, que seguro que te quedan muy bien y... Ya empezaba con una de sus aficiones favoritas: el asesoramiento estilístico.

Bueno, Soraya, aprovecha y mira también los zapatos y demás para que no tengas que faltar más, que has mejorado mucho y no quiero que te quedes atrás.

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Tontería que dijera nada, porque el mercadillo fue visitado muchas veces por Soraya y su familia y, además de faltar, al día siguiente, cuando venía, nos informaba de lo que se había probado ella, y su hermana, y su mama y por qué su prima no se había comprado el traje aquel tan fino que le quedaba tan bien.

Es que era mu transparente seño y pa una novia eso no está bonito.

Bueno, por suerte, la prima ya se casó y vimos las fotos y especuló sobre cómo se quería casar ella y…

Tuvimos boda un trimestre entero.

A lo que iba: que preparábamos una excursión por el centro de la ciudad.

Íbamos a visitar los patios cordobeses, a trabajar sobre las utilidades de las plantas, a hacer una relación de las plantas de los patios que conocían y cómo las llamaban.

Y me dice Eli: “¿Con nosotros vas a ir al centro?, ¿no te da vergüenza seño?”

Y el Pollo apostilla: “¿Dónde vas con esta chusma?”

Y yo les conté que, aunque tenían que mejorar todavía muchas cosas, no había por qué avergonzarse de ir con ellos, y que había escrito una carta al Diario Córdoba en la que hablaba de ellos, y que creía que les iba a gustar leerla.

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Se titula Joyas desconocidas y está dedicada a vosotros.

La leyó Soraya, que en estas fechas estaba muy participativa y decía que le hacía mucha ilusión.

Tuve que explicarles varias veces que las joyas eran ellos y el porqué y, cuando ya se enteraron, dice Soraya: “Seño, pues le hago una copia para cada clase y la ponemos en todas, y les decimos que las joyas semos nosotros y...”.

¡Qué emoción y alegría la de estos chicos con esta carta !

JOYAS DESCONOCIDAS

Decía Juan Antonio Vallejo-Nágera, en su libro Concierto para Instrumentos Desafinados, que la sociedad, a veces arrincona a personas que parecen inservibles.

Pero ¿qué es eso de ser inservible?,¿ cuál es la vara de medir? :

¿CUÁNTO SABES?. Un ordenador puede acumular millones de datos y responder en un par de segundos a montones de preguntas.

¿CUÁNTO TIENES?. Hay muchos millonarios desgraciados, cuya vida, según ellos mismos han revelado, ha carecido de sentido; incluso algunos han acabado voluntariamente con su existencia.

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¿LA JUVENTUD ? He conocido jóvenes de 60 años y a adolescentes envejecidos y carentes de toda ilusión.

Podríamos seguir repasando otras muchas cosas de supuesto alto valor:

Poder

Popularidad

Cuerpo escultural

¿Qué es lo que hace entonces, que tu vida, la mía, la de otros, tenga más o menos valor?

Esta pregunta no tiene una respuesta única, pero, sin ninguna duda, uno de los atributos más valiosos del ser humano es la comunicación, la capacidad de compartir sentimientos, deseos, experiencias. Puede hacerse verbalmente, con un gesto, con una mirada.

Al comunicarnos hacemos sentir ilusión, alegría, transmitimos emociones.

Yo, que trabajo en un barrio golpeado por la pobreza y la deprivación cultural, he encontrado allí verdaderas joyas humanas, joyas desconocidas. Conocer a estas personas me ha afirmado por enésima vez en mi convicción de que es absurdo y estúpido mirar con superioridad a aquellos a los que el destino ha dado menos oportunidades que a nosotros.

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De ellos aprendo cada día nuevas cosas que no están en los libros y que dan un sentido más profundo a mi vida. Son cosas que tienen que ver con el valor intrínseco de las personas y que os invito a explorar.

Es todo un reto personal.

(publicada en cartas al director del Córdoba el 12 de enero del 2000)

Me entregaron a mí una fotocopia en grande con cosas dedicadas, dedicatorias que, aunque las habían escrito regular, desbordaban cariño y todavía las conservo.

Transcribo algunas tal y como ellos las pusieron:

“Naranjas, naranjas, limones, limones, que tengo una seño que vale millones”.

“Con cariño y pitorreo la hoja te estropeo. Cuando te acuerdes de mí vas a querer morir”.

“Para Lourdes con cariño de su alumno el flequi”.

“De canales para una buena profesora, un poco loca”.

“Qué te pongo, qué te pondré, sólo una cosa, recuérdame”.

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Y así todos y cada uno de ellos me escribieron algo bonito, con esa gratitud del que se siente valorado, y yo me emocioné, me emocioné mucho.

MUCHAS GRACIAS CHICOS.

EL CARIÑO Y EL RESPETO APUNTALAN LA AUTORIDAD MORAL Y AYUDAN A EDUCAR.

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24. ¡Qué bien hueles, seño!

Tuvimos reunión de Equipo Educativo y, tras analizar el comportamiento y el aprovechamiento de las clases, la tutora, la señorita Lucía, comentó que la clase tenía un serio problema de higiene.

La pobre mujer estaba embarazada y tenía el olfato muy desarrollado ¡Qué mareos le daban a Lucía!

No sé si será por el embarazo; pero yo lo paso fatal.

Todos los profesores estábamos de acuerdo en que había que hacer algo.

Me ofrecí para darles cuatro sesiones de higiene personal, con eso de ser de naturales parecía que podía hablar de los hongos de los pies, la caspa y otras cosas sin que pareciera muy lejano.

Siempre empezaba igual. “El olor es un importante componente de la imagen personal. Si esto no fuera así no se gastaría la gente el dineral que se gasta en colonias y desodorantes”.

Abría mi maletín y sacaba un montón de tipos de desodorantes:

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En crema, en spray, en roll on.

Luego diferentes tipos de champú: anticaspa, de uso frecuente, de marcas blancas. Distintos tipos de gel perfumado.

A continuación, les hablaba de la higiene bucal y salían a la palestra cepillos de dientes de distintos tipos, cepillitos interproximales, colutorios, pastas de dientes, spray refrescante del aliento.

Seguíamos hablando del lavado de la ropa, de en qué consiste, de los distintos programas de lavado, de los detergentes, de los activadores del lavado.

Señores, que las zapatillas también se lavan, y que existe el fungusol y los polvos para los pies de marcas blancas y los polvos de talco de toda la vida.

Salían del maletín todas estas cosas y además una bolsa especial para lavar zapatillas en la lavadora.

Caballeros y señoritas, miren las etiquetas de su ropa y pueden saber el tipo de tejido que es y cómo se lava y si el olor del sudor será más o menos intenso.

Algunas etiquetas parecen testamentos de lo largas que son.

¡Qué clase más divertida!, seño.

Me alegro mucho de que os guste, Almudena, y espero que sirva de algo. No quiero señalar a nadie; pero la

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higiene en la clase tiene que mejorar porque si no, cuando llegue mayo, no hay quien pare aquí.

La verdad es que en estas sesiones se portaron fenomenal y se notó, se notó bastante.

Como ya había roto el hielo sobre los olores y demás, se acercó Luisa y me dijo como quien dice un piropo muy grande:

¡Qué bien hueles seño!

A los pocos días llené un botecito chico de mi colonia favorita y se lo di .

Toma Luisa, que te he traido un regalo que sé que te va a gustar mucho.

Seño, ¿me puedo echar un poquito?

Claro Luisa, si es para ti.

Gracias seño. Que eres muy buena.

Me fui hacia la pizarra y empecé a escribir.

Venga, chicos, lo primero la fecha, ¿qué día es hoy?. Repaso de los componentes de la célula. Vamos, vamos, venga Jose Luis que te estamos esperando.

¡QUÉ CLASE MÁS DIVERTIDA! SEÑO.147

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NO QUIERO SEÑALAR A NADIE; PERO LA HIGIENE EN LA CLASE TIENE QUE MEJORAR PORQUE SI NO CUANDO LLEGUE MAYO NO HAY QUIEN PARE AQUÍ.

-¡QUÉ BIEN HUELES SEÑO!

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25. Soraya, la Pescao, y viudita alegre

Soraya era la chica más peliculera que he visto yo.

No veas, querido lector, lo que le gustaba montar un numerito. ¡Cada día un numerito!

Algunos de los espectáculos que nos montó fueron para grabarlos, para grabarlos y mear y no echar gota.

Yo alucinaba, pero alucinar, y algunos alumnos, los pobres, cuando me veían la cara que ponía me decían:

Seño, que la pescao está toa loca, que tiene una buena pedrá.

Pero pedrá gorda la que tenía esta niña.

Nadie sabía por qué le decían la pescao, y ella no se molestaba por tan maloliente nombrete y me decía: “Seño, que dejes a la pescao que haga un teatrillo”.

¿Teatrillo? ¿ teatrillo? ¡Para teatrillos estaba la cosa los viernes a última hora!

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Que yo no quiero que ese maestro sea mi tutor. Dónde se ha visto que una niña le cuente sus cosas a un hombre.

Tú se lo dices, se lo dices seño, que te he cambiao y que él hable con un niño y a mí que me deje.

El tutor del grupo y yo llegamos al acuerdo de hacer un cambalache para poder trabajar con ellos, y yo era la tutora de sus niñas y él de mis niños.

¡Qué cosas, pero qué cosas pasaban en este centro!

Seño, que quiero que me dejen salir a mi casa; pero no quiero que se entere Don Manuel porque apunta en un cuaderno cuándo tienes el periodo y a mí no me gusta que apunten eso.

Y era verdad. Don Manuel tenía apuntados los periodos de las niñas.

Doña Julia, es verdad, mire usted en la libretilla. Mire usted. Marta de 3º ESO A ha tenido 3 periodos este mes y además ¡Qué casualidad !, su amiga Teresa del B ha coincidido con ella en frecuencia y en el tiempo.

Se iban a su casa con la excusa de cambiarse y se daban un paseo por el barrio y, si se terciaba, se iban al mercaíllo y luego venían casi a la hora de salir, para comer en el comedor.

¡Qué cosas, pero qué cosas pasaban en este centro!

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Don Luis, el tutor del grupo, y yo también tutora (por el tema de las niñas), planteamos que, con motivo del día de la paz, podíamos hacer una actividad de juego de roles en la que cada alumno de los que participaban asumiera un papel. Que se metieran en la piel del otro.

El tema que íbamos a trabajar era la pena de muerte.

Don Luis empezó a repartir papeles:

Juanillo, tú vas a ser el condenado a pena de muerte que está en el corredor de la muerte.

Yolanda, tú la madre de Juanillo, que sufre por su hijo y que pide la abolición de la pena de muerte.

Manel Valderrama, tú serás de la Asociación Pro-derechos Humanos y tienes que defender el derecho a la vida.

Soraya, tú vas a ser la viuda del asesinado por Juanillo y tendrás que manifestar tu dolor.

El viernes, las dos últimas horas de clase las dedicaremos a la representación y posterior debate.

¡Qué viernes! ¡qué viernes! Fue de infarto.

A las ocho y media de la mañana se presentó Soraya, vestida de luto riguroso, asumiendo perfectamente el papel de doliente viuda y dando lástima a todo el que pasaba por su lado.

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Es que estoy muy mal, no lo puedo superar. Era mi vida. – y llora que te llora.

Pero Soraya, si hasta la una no eres la viuda.

A ella le daba igual, desde las ocho y media nos dio la castaña, pero bien dada, y ya llegó un momento en el que le dije al Jefe de Estudios:

Don Manuel, Soraya debe quedarse aquí en Jefatura porque tiene a todo el mundo revolucionado con lo del papel que va a hacer de viuda.

Salí a la puerta y la invité a pasar.

Quédate aquí con Don Manuel hasta que se te pase el disgusto.

Iba para clase alucinando de la que había liado «la viudita alegre» y deseando de todo corazón que el viernes terminara pronto.

La actividad empezó a la hora prevista pero tuvo que ser suspendida porque la viuda agredió al condenado y luego sufrió un ataque de ansiedad y lloró y lloró y…

¡Dios mío, qué viernes!

Cuando salimos para casa, el tutor y yo nos miramos y le dije: “¡Ve usted Don Luis cómo no había problema con esto de meterse en el papel!”.

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¡Qué disparate de día!

IBA PARA CLASE ALUCINANDO DE LA QUE HABÍA LIAO «LA VIUDITA ALEGRE» Y DESEANDO DE TODO CORAZÓN QUE EL VIERNES TERMINARA PRONTO.

¡QUÉ DISPARATE DE DÍA!

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Epílogo:

Buenos, malos, buenos momentos.

La vida de un profesor de instituto se asemeja al trazado de una montaña rusa. En ocasiones, un centro escolar discurre también a esa velocidad. De los buenos momentos, como un reconocimiento público o un premio, podemos pasar en un momento, y a una velocidad de vértigo, a la ingrata tarea – pero necesaria – de iniciar un protocolo de acoso escolar. Así es la profesión que hemos elegido.

En medio de estos vaivenes aparecen unas historias trufadas de momentos tiernos y divertidos que nos presenta Lourdes Baena, no exentas de instantes con la tensión propia de una profesional que se desvive por sus alumnas y alumnos.

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Habrá que reconocer que Lourdes no es sólo una gran profesional de la enseñanza. Es además una gran actriz que presta su tono y su acento para embelesar tanto a tirios como a troyanos. En nuestro caso a profesorado, a progenitores y, especialmente, a los sujetos esenciales de trabajo: nuestro alumnado.

Es la persona que mejor expresa en nuestro centro lo que es la empatía, percibiendo en todo momento lo que otros pueden sentir. Por eso, cuando transitamos por estas Joyas lo hacemos en estéreo porque en el fondo ella ha captado el volumen de sus representados llámense Lucas, el maestro digno y carpantero, o Rafalín, el de avecrem.

Los que trabajamos con ella sabemos de sus dotes como investigadora, conocemos su capacidad en el manejo de esos rayos X que tiene, tanto en los ojos, como en su sentido común. Para ella nada es invisible.

Al pasar tanto tiempo a su lado reconocemos su paso por el cuerpo diplomático, ¿cómo si no se satisface a una persona que viene a votar un día más tarde?. Pero igualmente reconocemos su humanidad, ¿cómo no podemos sentir compasión por el Pollo, el Landi, o cualquier otro?

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La autora de estas joyas es además una persona de firmes convicciones que no tiene reparo alguno en decir lo que piensa, aunque esa verdad duela. Eso le da un halo de honestidad que le permite ser respetada por todos los miembros de la comunidad educativa y reconocida públicamente, tal y como lo hizo la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía concediendo al IES Averroes el Premio Derechos Humanos 2011. Lourdes Baena, como Jefa de Estudios Preventiva, es uno de los factores claves para esta concesión.

A lo largo de estas veinticinco historias hemos disfrutado con la relajación que ella trasmite, con las aventuras narradas, y ¿por qué no?, con los sinsabores de una profesión que nos aporta buenos y, en ocasiones, malos momentos en este difícil pero precioso trabajo de formar a las generaciones venideras. Si los medimos en una balanza, ésta se inclina: buenos momentos.

Fernando Javier Romero Balsera

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CONTRAPORTADA

Lourdes Baena Moreno es docente de Enseñanza Secundaria desde hace casi 30 años. Ha sido y es Profesora-mediadora, tutora de convivencia, Jefa de Estudios Adjunta Preventiva y profesora de distintos cursos de ESO (entre ellos 1º y 2º de ESO, y PCPI 2).

Ha participado en numerosos foros para transmitir distintos conocimientos relacionados con la mediación, ayuda entre iguales, resolución de conflictos y la prevención como forma de aprender a ser más competente socialmente.

Pertenece a la Comisión Provincial de Convivencia de la Delegación de Educación de Córdoba. Es coordinadora del Programa Escuela Espacio de Paz del IES Averroes desde hace varios años. Ha colaborado con la Universidad de Huelva y con la de Córdoba para compartir sus conocimientos en asignaturas del currículum, y en el Máster en Educación para profesores de Secundaria.

Es docente por vocación y, desde una titulación inicial de Licenciada en Ciencias Biológicas, ha ampliado su formación para adaptarse a los nuevos retos que la profesión docente le ha planteado.

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Carmelo López de Arce es escultor, pintor, diseñador gráfico… pero sobre todo profesor de dibujo desde hace más de treinta años. Ha tenido el privilegio de ser compañero de Lourdes Baena y de ilustrar estas historias que tan bien conocemos.

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