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JOHN A. SYMONDS. Renaissance in italy. vol 1 (1875-1886) El Renacimiento del saber: Los hombres del Renacimiento “En todos los campos abiertos al hombre de talento, el nacimiento tenía siempre menos importancia que las dotes naturales, pues en Italia las barreras y los grados sociales del feudalismo no habían existido nunca, o habían sido derribados y confundidos durante las batallas de los siglos XII y XIII. Los tronos de los tiranos estaban llenos de hijos de curas y de capitanes surgidos del pueblo bajo. La clase gobernante de las repúblicas estaba formada por hombres forjados a sí mismos en el comercio; y en ellas era soberano, por lo menos de nombre, el popolo. Consecuencia de ello era que los hombres se valorasen universalmente por lo que ellos mismos demostraban ser; y así, fue desarrollándose en Italia una aristocracia de genio y de carácter, en una época en que el resto de Europa ofrecía aún rarísimos exponentes de individuos surgidos del anónimo. Como en la antigua Grecia, la nación en Italia era menos importante que la ciudad, y dentro de ésta tenía el talento personal un peso arrollador. La historia italiana del Renacimiento se resume en las biografías de hombres más grandes que su pueblo, de déspotas mentales que absorben en sí mismos sus fuerzas. El medio intelectual y moral creado por multitudes personalidades cultivadas y centradas en sí mismas era necesario para el desarrollo de aquel espíritu inteligente y sutil, penetrante y elástico, que formaba la fuerza motriz del Renacimiento. La obra realizada por Italia para el mundo, en esta época, no fue tanto la obra de una nación como la de una pléyade de hombres poderosos, fue menos el triunfo colectivo y espontáneo de un potente pueblo, que la suma de los esfuerzos individuales estimulados por el acicate de las actividades libres, por un anhelo de fama. Se echa de ver ya en el mismo punto de partida del movimiento renacentista. Los italianos no tienen una épica nacional: su Divina Comedia es el poema del hombre individual. Petrarca eleva el cultivo del hombre por sí mismo al rango de un ideal y se propone mover el mundo a través de su estudio, proyectando la luz de su espíritu por todo el vacío de la circunferencia y haciendo del pensamiento un poder”. “La cultura, en el más alto y amplio sentido de la palabra: he aquí lo que la Italia renacentista logró y transmitió a Europa; y esta cultura exige, por parte de los hombres que laboran en ella, el pleno desarrollo de la personalidad. La alta formación de la individualidad italiana hizo que estos hombres fuesen los primeros en romper las cadenas de la servidumbre medieval, para convertirse en los apóstoles del humanismo en el mundo moderno. Podrá lamentarse que sus energías se dispersasen en difundir el saber y en depurar el estilo, en vez de concentrarse en la creación de obras maestras nacionales. En vano buscaremos entre los

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JOHN A. SYMONDS. Renaissance in italy. vol 1 (1875-1886)

El Renacimiento del saber: Los hombres del Renacimiento

En todos los campos abiertos al hombre de talento, el nacimiento tena siempre menos importancia que las dotes naturales, pues en Italia las barreras y los grados sociales del feudalismo no haban existido nunca, o haban sido derribados y confundidos durante las batallas de los siglos XII y XIII. Los tronos de los tiranos estaban llenos de hijos de curas y de capitanes surgidos del pueblo bajo. La clase gobernante de las repblicas estaba formada por hombres forjados a s mismos en el comercio; y en ellas era soberano, por lo menos de nombre, el popolo. Consecuencia de ello era que los hombres se valorasen universalmente por lo que ellos mismos demostraban ser; y as, fue desarrollndose en Italia una aristocracia de genio y de carcter, en una poca en que el resto de Europa ofreca an rarsimos exponentes de individuos surgidos del annimo. Como en la antigua Grecia, la nacin en Italia era menos importante que la ciudad, y dentro de sta tena el talento personal un peso arrollador. La historia italiana del Renacimiento se resume en las biografas de hombres ms grandes que su pueblo, de dspotas mentales que absorben en s mismos sus fuerzas.

El medio intelectual y moral creado por multitudes personalidades cultivadas y centradas en s mismas era necesario para el desarrollo de aquel espritu inteligente y sutil, penetrante y elstico, que formaba la fuerza motriz del Renacimiento. La obra realizada por Italia para el mundo, en esta poca, no fue tanto la obra de una nacin como la de una plyade de hombres poderosos, fue menos el triunfo colectivo y espontneo de un potente pueblo, que la suma de los esfuerzos individuales estimulados por el acicate de las actividades libres, por un anhelo de fama. Se echa de ver ya en el mismo punto de partida del movimiento renacentista. Los italianos no tienen una pica nacional: su Divina Comedia es el poema del hombre individual. Petrarca eleva el cultivo del hombre por s mismo al rango de un ideal y se propone mover el mundo a travs de su estudio, proyectando la luz de su espritu por todo el vaco de la circunferencia y haciendo del pensamiento un poder.

La cultura, en el ms alto y amplio sentido de la palabra: he aqu lo que la Italia renacentista logr y transmiti a Europa; y esta cultura exige, por parte de los hombres que laboran en ella, el pleno desarrollo de la personalidad. La alta formacin de la individualidad italiana hizo que estos hombres fuesen los primeros en romper las cadenas de la servidumbre medieval, para convertirse en los apstoles del humanismo en el mundo moderno. Podr lamentarse que sus energas se dispersasen en difundir el saber y en depurar el estilo, en vez de concentrarse en la creacin de obras maestras nacionales. En vano buscaremos entre los poetas del Renacimiento el parigual del Dante. El Orlando Furioso desmerece mucho al lado de la Divina Comedia y todas aquellas obras del saber que nuestros antepasados consideraban como el non plus ultra del refinamiento en la cultura, se hallan hoy relegadas al desvn de una erudicin desplazada o de una agudeza literaria que ha perdido ya su sentido. Hoy, que los dones de la cultura, con tantas fatigas arrancados por lo espritus de los siglos XV y XVI, se han convertido en patrimonio comn de Europa, no siempre resulta fcil explicar la grandeza mental de los italianos de aquella poca. Pero no reconoceramos su verdadero mrito sin no comprendisemos que, precisamente con esta concentracin de su genio en la tarea del renacimiento del saber, conferan los ms perdurables beneficios a la humanidad. No es posible imaginar lo que habra sido del mundo moderno, si la nacin italiana no hubiese consagrado entonces sus energas a la restauracin de las humanidades.

Italia, en cambio, tena la misin de absorber una cultura fenecida. Era su vocacin resucitar la Antigedad, reunir de nuevo los productos del pasado clsico y mezclarlos con el espritu medieval para engendrar as lo especficamente moderno. Era indispensable que los hombres a quienes esta obra estaba encomendada se distinguiesen tanto por la vastedad de su inteligencia, por la variedad de sus conocimientos, por la viveza de su simpata y por su sensitiva susceptibilidad, como por el completo desarrollo de alguna de sus facultades.

No es el menos extraordinario de los fenmenos de esta poca la mezcolanza y confusin de influencias clsicas y medievales, cristianas y paganas.

Esta reverencia por los hombres de la Antigedad se mantuvo a lo largo de la Edad Media, dando vida a mitos que cautivaban la imaginacin de las gentes y creaban en la conciencia popular el presentimiento de la nueva poca que se acercaba.

Con el Renacimiento, esta devocin por el pasado convirtise en una verdadera devocin

Hay que tener en cuenta que lo que daba su profunda importancia al renacimiento clsico era la emancipacin de la razn, subsiguiente al descubrimiento de que las mejores dotes del espritu haban sido disfrutadas por las naciones de la Antigedad. Se revel en toda su fuerza secular de atraccin un ideal de vida distinto del impuesto a la Edad Media por la Iglesia. Se conceda un valor nuevo a los deseos y a las miras, a los goces y a las actividades del hombre, considerado como un miembro noble de la vida universal, y no como una malsana excrecencia del mundo que l ayudaba a corromper. Haba nacido ya, en vez del servicio claustral de la Imitatio Christi, aquella idea de la comunin, por medio del conocimiento, con un Dios manifiesto en sus obras y en el alma del hombre, que forma la religin indestructible de la ciencia y la razn. El intelecto, despus de haber yacido mudo y como hechizado durante una larga noche, en que los pensamientos parecan pesadillas y el movimiento sonambulismo, reanudaba su marcha, interrogaba a la naturaleza y gozaba del placer de una energa desfogada. Sin dejar de ser cristianos (pues los principios morales del cristianismo son el patrimonio inalienable de la humanidad), los hombres del Renacimiento atrevanse a ejercer de nuevo su capacidad de pensamiento con la misma intrepidez con que antes de ellos lo haban hecho los griegos y romanos. Ms an, la resurreccin de una facultad perdida, permitales pensar ahora libremente y sin que nada empaase su mirada. El espritu clsico tocaba sus frentes como el dedo de un dios que infundiera vida a los muertos.