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9 esús Díaz de León nació en la ciudad de Aguascalientes el 1 de noviembre de 1851. 1 Pro- bablemente era hijo ilegítimo de algún miembro bien conocido de la sociedad local, que no quiso recono- cerlo y prefirió darlo en adopción. La le- yenda cuenta que un buen día apareció en una cuna, a las puertas de la casa del doctor Rafael Díaz de León, un exgobernador del estado que tenía una posición económica desahogada. Díaz de León recogió al pequeño y lo bautizó con sus apellidos. 2 El haber sido acogido en el seno de una familia pudiente le permitió a Jesús Díaz León recibir una instrucción en toda forma, e incluso emigrar a Guadalajara, donde fue alumno del seminario del ar- zobispado y después del Liceo de Varo- nes. Al término de sus estudios prepara- torios ingresó a la Escuela de Medicina JESÚS GÓMEZ SERRANO Departamento de Historia / UAA J de esa ciudad. Según cuenta uno de sus biógra- fos, Díaz de León publicó por entonces algunos peque- ños trabajitos, que anuncian muy bien los temas a los que consagraría la mayor parte de su fecunda vida: “El calor animal”, “La vacuna” y “La vida fisiológi- ca y la vida psíquica”. Trabajos que no eran desde luego el resultado de grandes inves- tigaciones originales, pero que hacen evi- dente el deseo del joven estudiante de me- dicina de extender al gran público los be- neficios de la ciencia. 3 En enero de 1876 Jesús Díaz de León obtuvo su título de médico ciruja- no y regresó a Aguascalientes, donde al mismo tiempo abrió su consultorio y un gabinete en el que se consagró al estudio de todos los temas que le interesaban. Se casó el 19 de febrero de 1881 con Ángela Bolado Macías, hija de José Bolado, un personaje de la localidad que se distin- Notas sobre el diletantismo científico y cultural de Jesús Díaz de Leon 1 La fecha de su nacimiento ha sido establecida por Francisco Javier Fernández, quien cotejó el acta de bautizo en el Archivo Parroquial de Aguascalientes. 2 Estos y otros detalles sobre las circunstancias del nacimiento de Díaz de León me fueron confiados por el profesor Alejandro Topete del Valle en conversación privada. 3 Véase el artículo de Francisco Sosa originalmente publicado en La juventud literaria en noviembre de 1888 y reproducido en El Republicano, 2 de diciembre de 1888.

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esús Díaz de Leónnació en la ciudad deAguascalientes el 1 denoviembre de 1851.1 Pro-bablemente era hijo ilegítimode algún miembro bien conocido dela sociedad local, que no quiso recono-cerlo y prefirió darlo en adopción. La le-yenda cuenta que un buen día aparecióen una cuna, a las puertas de la casadel doctor Rafael Díaz de León, unexgobernador del estado que teníauna posición económica desahogada.Díaz de León recogió al pequeño ylo bautizó con sus apellidos.2

El haber sido acogido en el seno deuna familia pudiente le permitió a JesúsDíaz León recibir una instrucción en todaforma, e incluso emigrar a Guadalajara,donde fue alumno del seminario del ar-zobispado y después del Liceo de Varo-nes. Al término de sus estudios prepara-torios ingresó a la Escuela de Medicina

JESÚS GÓMEZ SERRANO

Departamento de Historia / UAA

J de esa ciudad. Segúncuenta uno de sus biógra-

fos, Díaz de León publicópor entonces algunos peque-

ños trabajitos, que anuncianmuy bien los temas a los que consagraría lamayor parte de su fecunda vida: “El caloranimal”, “La vacuna” y “La vida fisiológi-ca y la vida psíquica”. Trabajos que no erandesde luego el resultado de grandes inves-tigaciones originales, pero que hacen evi-dente el deseo del joven estudiante de me-dicina de extender al gran público los be-neficios de la ciencia.3

En enero de 1876 Jesús Díaz deLeón obtuvo su título de médico ciruja-no y regresó a Aguascalientes, donde almismo tiempo abrió su consultorio y ungabinete en el que se consagró al estudiode todos los temas que le interesaban. Secasó el 19 de febrero de 1881 con ÁngelaBolado Macías, hija de José Bolado, unpersonaje de la localidad que se distin-

Notas sobre el diletantismo científico y cultural deJesús Díaz de Leon

1 La fecha de su nacimiento ha sido establecida por Francisco Javier Fernández, quien cotejó el acta de bautizo enel Archivo Parroquial de Aguascalientes.2 Estos y otros detalles sobre las circunstancias del nacimiento de Díaz de León me fueron confiados por el profesorAlejandro Topete del Valle en conversación privada.3 Véase el artículo de Francisco Sosa originalmente publicado en La juventud literaria en noviembre de 1888 yreproducido en El Republicano, 2 de diciembre de 1888.

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guió, entre otras cosas, por haber sidouno de los principales impulsores delLiceo de Niñas.

Políticamente hablando, Díaz deLeón formaba parte del grupo porfirista,cuyo liderazgo a nivel local se disputa-ron siempre Rafael Arellano Ruiz Espar-za y Alejandro Vázquez del Mercado.Díaz de León se mantuvo a la sombradel segundo, el cual fue gobernador delestado entre 1887 y 1895, y luego otravez entre 1903 y 1911. La protección deVázquez del Mercado le valió a Díaz deLeón ser diputado al congreso local envarias ocasiones (como propietario en1877-79, 1889-91, 1891-93 y 1901-03,y como suplente en1885-87 y 1887-89),a más de ser una especie de diputado fe-deral suplente perpetuo, pues en ochoocasiones integró la planilla oficial.

Podría decirse que Díaz de León en-cabezó a nivel local el partido de los letra-dos, un pequeño grupo de médicos y abo-gados que ocupaban diversas posiciones enla administración pública y que, en formabastante ilusa, creían que a base de máxi-mas positivistas y de latinajos podían con-trolar los designios del gobierno, cuandoen realidad sólo sirvieron para darle un airede respetabilidad al régimen. Este partidode los letrados era una mala copia del parti-do científico, que encabezaba en la ciudadde México José Yves Limantour, el pode-roso ministro de Hacienda.4

Curiosidad insaciable

Como una muestra del temprano interésque tuvo Díaz de León por las investiga-ciones científicas, puede señalarse que en1878, cuando tenía apenas 27 años de edad,el Ministerio de Fomento lo distinguió porhaber participado en la Exposición deAguascalientes con una muestra de opio“recolectado en los sembrados de adormi-deras que al efecto mandó hacer en algu-nos jardines”. Un año antes había ingresa-do al Instituto de Ciencias del Estado encalidad de catedrático de filosofía. Despuésimpartiría también, entre otras, las cátedrasde raíces griegas, latín e historia natural.En 1878 formó parte del grupo de maes-tros fundadores del Liceo de Niñas.

En 1888 anunciaba la publicación deun estudio crítico sobre el Cantar de losCantares, obra que después, para el asom-bro de propios y extraños, daría al públicobajo la forma de una edición heptalingüe.5

Éste y otros trabajos sobre la filosofía yla historia judías le dieron fama como“el hebraísta más distinguido de México”.6

En 1891 le fue encomendada la organi-zación de una exposición de bellas artes,que se celebró con bastante éxito, conla participación de Contreras, Jara,Izaguirre, Velasco y otros muchos de losmás destacados artistas de la época.Ese mismo año publicaría una pequeñapero útil historia de la exposición.7

4 Jesús Gómez Serrano, Aguascalientes en la historia,Tomo I/Vol. II, pp. 371-455.5 Todos estos datos están tomados de la nota biográfica de Díaz de León ya citada. También puede consultarse conprovecho el opúsculo de Manuel Gómez Portugal, Dr. Jesús Díaz de León. Perfil biográfico, pp. 1-17.6 Corinne A. Krause, Los judíos en México. Una historia con énfasis especial en el periodo de 1857 a 1930, p. 84.7 Jesús Díaz de León, La Exposición de Bellas Artes en Aguascalientes correspondiente al XXIX certamen celebrado por elEstado.

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A partir de entonces, casi no hubocampo del saber que no despertara la ávi-da curiosidad de nuestro médico. En elInstituto de Ciencias llegó a ofrecer unciclo de conferencias sobre el volapük, queera una especie de lenguaje universal quesegún el decir de la prensa local habíaconquistado en todos lados un gran nú-mero de adeptos. Díaz de León afirmabaque el volapük era “un idioma tan senci-llo y tan bien combinado como el meca-nismo de un aparato” y que pronto seconvertiría en “el lazo de comunicaciónentre todos los hombres, de cualquiernacionalidad que sean”.8

Pero le interesaban mucho más lascuestiones pedagógicas. Como buen li-beral, creía que en la instrucción públicaestaba la respuesta a muchos de los pro-blemas que afligían a los mexicanos. Poreso dedicó varios años a la preparaciónde folletos y libros destinados al públicoescolar. En 1892, por ejemplo, publicóun pequeño opúsculo sobre La enseñan-za moral en las escuelas de párvulos. Al añosiguiente envió a la imprenta una Diser-tación sobre la importancia de el estudiode la agricultura en los establecimientos deinstrucción pública, que antes había leídoen una de las sesiones de la Sociedad deGeografía y Estadística, de la cual era unode los miembros más activos.

Publicó también unas Nociones ele-mentales de agricultura, obra que com-prendía una síntesis de todos los conoci-mientos modernos sobre la materia y queestaba enriquecida con un índice

alfabético de voces técnicas. El libro fuebien recibido por la prensa nacional, quelo calificó de interesante y útil. El Mer-curio llegó a decir que no sólo los escola-res lo encontrarían interesante, sino quetambién los labradores hallarían en él sa-bias recomendaciones.9

El éxito alcanzado con esta obra,que fue publicada en 1896 por la casa dela viuda de Charles Bouret, una de lasmás afamadas en la época, animó a Díazde León a continuar en esa línea. En 1898envió a la imprenta La huerta y el jardín,que se anunciaba como continuación delas Nociones y como un segundo momen-to de una trilogía que fue después com-pletada con La selva y el prado. Estos dosúltimos volúmenes aparecieron tambiéncon el sello editorial de la viuda de Bourety fueron bien acogidos por pedagogos yhacendados. En 1907 se decía que lasNociones se habían adoptado ya como li-bro de texto en algunas escuelas y liceos.Muy al margen de esta obra, Díaz deLeón publicó en 1897 sus Lecciones decosas, pequeño opúsculo prologado porel pedagogo Ricardo Gómez, según elcual el libro era “utilísimo para el maes-tro e indispensable para el niño”. Estetrabajo, que estaba enriquecido con se-tenta ilustraciones, tenía la pretensión deser una introducción a la enseñanza delas ciencias naturales.

La obra de divulgación que dejómás satisfecho a Díaz de León fue elCurso de Raíces Griegas, publicada porprimera vez en los talleres del propio

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8 El Fandango, 26 de febrero de 1889.9 Cfr. El Campo, 10 de junio de 1895, y El Republicano, 21 de abril de 1895.

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autor en 1892. Este libro no se limitabaa enlistar las voces griegas que eran deuso común en el castellano, como lo ha-cían la mayor parte de los tratados cono-cidos, sino que ofrecía además reglas dederivación, elementos de gramática y unestudio completo de los sufijos, prefijosy desinencias. El libro contenía tambiénuna lista con más de 800 voces griegas“que entran en la formación de las pala-bras de origen helénico” y algunas defi-niciones de las voces que aparecían conmayor frecuencia en el lenguaje técnicoy en el común. Por eso, y no sin justasrazones, el Curso de Raíces Griegas fuerápidamente adoptado como libro de tex-to en muchos de los liceos e institutos deciencias del país. En junio de 1896, al

dar la noticia de que el Instituto Cientí-fico y Literario de Durango lo había con-vertido en texto de lectura obligada, uncomentarista externaba su confianza deque “antes de dos años sea el texto de raí-ces griegas en todos los colegios de la re-pública”.10 Díaz de León publicó des-pués, en 1900, un Curso de Raíces Lati-nas, que según él era un “complementonecesario al Curso de Raíces Griegas”, peroque no logró ni de lejos el mismo éxitode librería.

Los temas didácticos no agotabanla curiosidad ni el afán de divulgaciónde nuestro médico. Ya señalamos, porejemplo, que en alguna época se dedicóa cultivar opio, seguramente con el finde analizar sus propiedades curativas.

10 El Instructor, junio de 1896.

El Instituto de Ciencias de Aguascalientes.

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Un interés similar lo llevó a publicar, en1896, sus Apuntes para una carpologíahigiénica y terapéutica, obra que resumíasus observaciones sobre la adormidera yotras plantas. Después se interesó tam-bién por la psicología, siguiendo en esteterreno el enfoque fisiologista, que esta-ba de moda en la época. Sus lecturas yreflexiones sobre esta materia fueroncompendiadas en una obrita que titulóEl cerebro y sus funciones. Principios depsicología basados en la anatomía de loscentros nerviosos, y que fue publicada enla imprenta de su propiedad en 1897.Algunos años después, en 1904, publi-caría un curioso Índice de los batracios quese encuentran en la República Mexicana,prueba de que prácticamente ningúncampo del saber era ajeno a la avidez in-telectual del doctor Díaz de León.

La filosofía y la historia también lle-garon a interesarle, como lo acreditan susartículos sobre diversos aspectos de lasantiguas civilizaciones. Le preocupabanen particular los temas relacionados conla religión, aunque se acercó a ellos conel espíritu del sabio, con la curiosidad delque lee para aprender y no para refutar yreafirmar así las propias convicciones.Su formación era católica y tradicional,pero su cosmopolitismo y erudición en-ciclopédica le ayudaron a no caer enel dogmatismo. Cuando en 1895 publi-có un Bosquejo sobre la filosofía esotéricade las religiones en la antigüedad, dejóen claro que su móvil no era el prose-litismo, sino la convicción de que aunlos temas ajenos a la propia culturamerecían el interés del moderno hombrede letras. Por lo demás, no será inútil

recordar que esa convicción era bastanteextraña en la época, dominada por elanalfabetismo generalizado y el provin-cianismo cultural.

Una mención especial merecen susApuntes para el estudio de la higiene enAguascalientes, que escribió en colabora-ción con su gran amigo, el doctor Ma-nuel Gómez Portugal, y que se publica-ron en la Memoria de la gestión guber-namental del periodo 1887-1891, elprimero de los cuatro que cubrió elgobernador Vázquez del Mercado.La inclusión de ese amplio estudio enun informe oficial de actividades resultaextraña, pero se explica por la marcadainfluencia que ejercían los autores sobreel jefe del ejecutivo y, además, por elhecho nada desdeñable de que el libroen cuestión fue hecho en la imprentade Díaz de León.

Alejandro Vázquez del Mercado

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En estas mismas páginas, se inclu-ye una reproducción facsimilar de la obra,una de las más importantes que publicóDíaz de León. Digamos tan solo que,gracias a la gran cantidad de observacio-nes estadísticas, demográficas, sociológi-cas, económicas y de otros muchos ór-denes que proporciona, estos Apuntes si-guen siendo una verdadera mina de oropara todos los historiadores interesadosen el estudio de la época porfiriana.Muchas de las opiniones de Díaz de Leónresultan anacrónicas, pero siguen ilus-trando, mejor que cualquier otro docu-mento conocido, el clima intelectual dela época y sobre todo las opiniones quetenía la inteligentsia sobre la problemá-tica local.

Otro ejemplo de la dirección queseguían los empeños de Díaz de León esla Sociedad Didascálica de Emulación paralas Ciencias, las Letras y la InstrucciónPública, que fundó en 1886 junto conManuel Gómez Portugal, José Herrán,Melquíades Moreno y Rodrigo Espinoza,entre otros.11 Era una “corta agrupaciónde amigos del progreso”, de la cual lo másmemorable es el petulante nombre, pesea que en sus estatutos se asentaba quetendría por fines el cultivo de las cien-cias y las letras, “el perfeccionamientomoral e intelectual de sus miembros”, elestudio de la organización dada al ramode instrucción pública en “los países másaventajados, para proponer las mejorasque puedan adaptarse a nuestras condi-

ciones sociales”, la preparación de ensa-yos sobre temas científicos y pedagógi-cos y la recolección de “datos relativos ala historia de Aguascalientes”.12 Lo mis-mo que tantas otras, esta SociedadDidascálica nació gracias al entusiasmode su fundador –Díaz de León-, peropronto vino a menos, sin dejar obra nihuella y sin haber logrado siquiera orga-nizar un par de reuniones.

El Instructor

Durante las dos últimas décadas del si-glo XIX, animada por una filosofía posi-tiva y liberal, la prensa literaria deAguascalientes vivió sus momentos másfértiles e interesantes. Además, con fre-cuencia intentó convertirse en “científi-ca”, mutación que se lograba gracias ala inclusión en sus páginas de artículosde divulgación. El Instructor, un periódi-co mensual fundado por Jesús Díazde León en 1884, sería el más logradoejemplo de esta mezcla entre el génerocientífico y el literario.

Aunque Díaz de León no se pro-puso imitarlos servilmente, tenía muy ala mano las experiencias de algunos desus predecesores, que fundaron gacetillasque se decían consagradas en exclusivaa la difusión de conocimientos útiles,obtenidos mediante los modernos mé-todos experimentales. Genaro Vergara,

11 El Republicano, 14 de febrero de 1886.12 Los estatutos de esta sociedad y la relación de sus miembros fundadores se publicaron en El Instructor, abril de1886.

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por ejemplo, publicó en 1868 el sema-nario llamado El Compás, que pese a lasubvención oficial de que gozó no logróaparecer más que unas pocas veces.13

Poco después, en julio de 1871, comen-zó a circular El Labriego, que pretendíadifundir entre la clase de los propietariosagrícolas conocimientos de carácter prác-tico. Su aparición fue saludada con cier-to optimismo por El Republicano, sema-nario que constataba que los redactoresde El Labriego usaban “el lenguaje mesu-rado que conviene a todo escritor públi-co”14 . Su caso es muy parecido al de ElGeopónico Moderno, un periódico de agri-cultura y horticultura cuyo número pros-pecto apareció en diciembre de 1874.Harden Cooper, su redactor, decía tenerla intención de formar “un libro de con-sulta para toda clase de hacendados y la-bradores, y para los que se dedican a lacría de animales, siendo al mismo tiem-po de utilidad para las familias en su vidadoméstica”.15

En realidad, fue El Instructor el úni-co periódico de carácter científico publi-cado en Aguascalientes que pudo echarraíces y conquistar el favor de un buennúmero de lectores.16 Apareció por pri-mera vez en mayo de 1884 y no dejó depublicarse hasta mediados de 1907. Du-rante esos larguísimos 23 años, su direc-tor y principal animador fue Jesús Díaz

de León, para quien esta empresa con-quistó la admiración, casi la veneraciónde sus paisanos. El Instructor, que sinduda fue la mayor de las obras de unhombre tenaz como pocos, se anunciabacomo periódico “consagrado a la difu-sión de las ciencias físicas y naturales, dela lingüística, filología y literatura clási-ca”. Quería colocarse a la altura del espí-ritu de la época y pretendía llevar al ho-gar, a las escuelas, al taller, al bufete y alas bibliotecas “las bases de una instruc-ción adecuada a cada sección social”.Aspiraba, además, a “educar al niño, ilus-trar a la mujer, fomentar el amor al estu-dio y a la virtud, popularizar las cienciasy dar a conocer sus aplicaciones más im-portantes y recientes en las artes y la in-dustria”.17

Con el correr del tiempo, el pro-grama de El Instructor se fue afinando.En abril de 1892, luego de recordar quela empresa había merecido en sus oríge-nes el apoyo de Francisco G. Hornedo yJosé Bolado, gobernador el primero y pre-sidente de la Junta de Instrucción el se-gundo, Díaz de León reconocía que laexperiencia lo había aleccionado y que lalectura de publicaciones similares a lasuya le había permitido contemplar nue-vos horizontes. Díaz de León menciona-ba, entre otras, la Revue Scientifique,el Journal de la Jeuneusse, el suplemento

HOGARES Y FAMILIA EN LA SUBDELEGACIÓN DE AGUASCALIENTES, 1792

13 Alejandro Topete del Valle, Efemérides aguascalentenses, publicadas en El Sol del Centro, 9 de agosto de 1983.14 El Republicano, 30 de julio de 1871.15 El Republicano, 15 de diciembre de 1874.16 Desde el punto de vista de la influencia ejercida por el positivismo en los medios intelectuales de provincia, esinteresante la valoración que propone Francisco Javier Fernández Martínez en su artículo “La prensa erudita enAguascalientes. El caso del periódico El Instructor”, pp. 47-51.17 El Instructor, mayo de 1884.

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de Scientific American y la Revista Cientí-fica Cubana¸ publicaciones que segúndecía le habían ayudado a redefinir suplan de trabajo.

Las pretensiones de El Instructor,ahora, se inscribían cabalmente en elcampo de la divulgación: publicitar losavances de las distintas ciencias, ofrecercierto “recreo literario”, fomentar “el cul-tivo de los clásicos” y de manera muyprincipal “servir a la causa del desenvol-vimiento de la pedagogía en nuestro país,puesto que este ramo tan importante enel progreso humano ha llamado entrenosotros a las puertas de la edad científi-ca”. Aunque no abandonaría del todo “losestudios serios”, Díaz de León anuncia-ba su intención de “consagrar la mayorparte de nuestro periódico a la difusiónde los conocimientos más importantesbajo el punto de vista práctico de los prin-cipales ramos científicos industriales”.18

Un poco después, nuestro médicodecía, no sin cierto orgullo, que las me-tas habían sido alcanzadas. El Instructorestaba convertido, gracias al tesón de suseditores, en uno más de los “humildesobreros” que levantaban “la grandiosaobra de la moderna civilización”. Desdeel punto de vista científico, lossuscriptores de la revista podían estarcontentos, pues tenían a la mano “unaserie de obritas completas”, tales comolas Raíces Griegas y los Elementos de Bo-tánica, del propio Díaz de León, y otrasen proceso de publicación, como los Ele-mentos de Mecánica, que se debía a la plu-

ma de José Herrán, amigo de Díaz deLeón y miembro del cuerpo de redacto-res de El Instructor.

En cuanto a la parte literaria, “siem-pre buscamos lo que hay de más bello enla literatura antigua”, decía el director dela revista, y citaba a guisa de ejemplo sutraducción directa del hebreo del Cantarde los Cantares. De todas formas, reco-nocía que “no es el medio en que vivi-mos el más fácil para ensanchar la circu-lación de un periódico científico”: losartículos especializados, por ejemplo losdedicados a problemas lingüísticos, “noson para el paladar poco educado aún dela multitud”. Sin embargo, eran alenta-doras “la acogida que tienen esos traba-jos entre la parte escogida de nuestra so-ciedad y la benevolencia con que se mi-ran nuestros afanes en todas las socieda-des cultas de Europa”.19

Esa “benevolencia”, como decíaDíaz de León, era muy importante paralos redactores de El Instructor. Las comu-nicaciones llegadas del extranjero eransiempre publicadas en primera plana, congrandes caracteres, como si constituye-ran la parte más importante de la revista:salutaciones, nombramientos y avisos decanje provenientes prácticamente de todoel mundo civilizado. No se puede negarque había en Díaz de León un mal disi-mulado deseo de notoriedad.

Gracias a su periódico y a la dili-gencia con la que lo hacía llegar a cuantasociedad científica conocía, recibió unsinfín de títulos y cargos honorarios, que

18 El Instructor, abril de 1892.19 El Instructor, mayo de 1893.

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él mismo se encargaba de dar a conocer asus quizá envidiosos lectores. Academiasmexicanas, estadounidenses, salvadore-ñas, inglesas, francesas, italianas, españo-las, portuguesas, austriacas, indostánicas,bávaras, indias y hasta africanas, lo con-virtieron en uno más de sus miembroshonorarios. Claro está que muchas deesas sociedades carecían en realidad deméritos científicos o literarios, pero aDíaz de León esta circunstancia atenuan-te de su prestigio no parecía importarle.Esgrimía con entusiasmo sus títulos ycondecoraciones, como queriendo pon-derar ante sus amigos y enemigos máspróximos lo mucho que valía.

Quizá él era el primero en no creerque Aguascalientes, un oscuro rincón dela provincia mexicana, hubiese parido ungenio de su talla, aunque su vanidad separapetaba detrás de su ciertamente noinsincero afán de divulgación. Más allá–decía– del “reconocimiento de tantassociedades”, cuya importancia no se ne-gaba, el verdadero afán de El Instructorera llevar la luz del saber a los que care-cían de ella, “enseñar al que no sabe” yrasgar las ominosas tinieblas de la igno-rancia. Y, en un arranque de lirismo queera mucho más la expresión de un buendeseo que la constatación objetiva de unarealidad, los redactores de El Instructordeclaraban que “nuestro público es el delos desheredados de las riquezas de laciencia, para ellos escribimos y estamosmuy contentos con el papel que nos he-mos señalado en el escenario de la vida”.20

Pero ésta era una afirmación que ni sus

propios autores podían tomar en serio:el verdadero público de El Instructor, susmuy pocos lectores, se contaban entre losmiembros más privilegiados de la socie-dad, aquellos que por su riqueza, sus via-jes y su cultura podían tener algún inte-rés en el diletantismo científico de Díazde León y sus amigos.

Nuestro médico sabía que su em-presa, para subsistir, necesitaba ganar lasimpatía de los poderosos. Su periódicobien podía no leerse, y a pesar de elloseguir apareciendo con toda regularidad,pero no podía granjearse la animadver-sión de los políticos, porque entonces sequedaría sin mecenas, y en ese momentosin dinero ni recursos para seguirpublicándose. Por eso, lo mismo que lamayor parte de los hombres instruidosde su época, Díaz de León llegó a ocuparnumerosos cargos públicos, y por esotambién procuró siempre la amistad degobernadores, senadores, diputados yartistas.

En Aguascalientes, su más entusias-ta protector, y quizá también uno de susmás fervientes y decididos admiradores,fue Alejandro Vázquez del Mercado.Durante alguna época, incluso, el todo-poderoso gobernador del estado llegó afigurar como secretario de redacción deEl Instructor. Además, la composición delconsejo de redacción del periódico reve-la lo importante que era para Díaz deLeón la fusión de talento y poder: juntoa sus amigos Alberto M. Dávalos, JoséHerrán, Manuel Gómez Portugal e Ig-nacio Ríos e Ibarrola, que formaban una

20 El Instructor, mayo de 1896.

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parte sustantiva de la intelectualidad lo-cal, aparecen hombres como Jesús F.Contreras, Justo Sierra y Juan de DiosPeza, cuyos méritos artísticos o literariosnadie discutía, pero que eran tambiénpersonajes de la vida nacional.

Sin embargo, a pesar de la existen-cia de este consejo, y de la presencia en élde hombres talentosos, El Instructor se fueconvirtiendo con el paso de los años enuna especie de cuader-no de notas de su di-rector. Pareciera quetodos, salvo el doctorDíaz de León, hubie-ran perdido el entu-siasmo. Nuestro mé-dico continuó vacian-do en su revista los re-súmenes obtenidosde sus muy dispareslecturas. Trabajabamucho –ni quien lodude–, pero sus afanesadolecían las más delas veces de ciertainocua superficialidad.Se interesó en muchí-simos campos del sa-ber, pero en ninguno hizo aportacionesdignas de memoración. Era un divulga-dor, un divulgador infatigable y tesone-ro que mantuvo con vida durante 23 añosuna revista que pocos compraban y quemenos todavía leían.

Jesús F. López, director de El Fan-dango y autor además de numerosas obri-tas de literatura, fue uno de los muy con-tados periodistas que se puso a escribirsobre El Instructor en términos serios; sus

comentarios rebasaron el nivel del hala-go fácil y ritual, para situarse en el de lasopiniones inteligentes. Reconocía Lópezque los méritos de este periódico eranmuchos y que gracias a ellos había logra-do conquistar en el escenario de la pren-sa nacional un lugar de privilegio, peroadvertía también que la empresa encabe-zada por Díaz de León tropezaba con fre-cuentes y serios escollos.

En primer lugar,aunque todos coinci-dían en que era nece-sario difundir el sabercientífico entre lasmasas, había que de-cir que El Instructorera un producto paralas élites ilustradas:“vemos con senti-miento que muy po-cas son las personasque en este Estado loleen”, afirmabaLópez. Además, pesea que las materias tra-tadas por el periódi-co “son muy a propó-sito para instruir a las

masas”, había que lamentar que la abyec-ción de esas mismas masas, su gran igno-rancia, las mantuviera alejadas del afánde divulgación de Díaz de León y susamigos.

Había que reprochar también a losredactores de El Instructor el que sus es-critos y “sus estudios sobre asuntos ver-daderamente útiles” parecían tender mása granjearles cierto prestigio que a “di-fundir la instrucción en nuestro pueblo”.

Ejemplar del Periódico científico El Instructor.

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Era cierto que el periódico estaba a dis-posición de quien quisiera comprarlo, enmuchos quioscos y al alcance de casi cual-quier bolsillo, pero era menester dar unpaso adelante: obsequiarlo a los artesa-nos, llevarlo hasta sus talleres, leerlo casien voz alta. Finalmente, y con ello JesúsF. López ponía el dedo en una de las lla-gas que más lastimaban a los mexicanos,se recordaba que la felicidad de una na-ción no podía fincarse en su siempre cor-to número de sabios, sino en la circuns-tancia muy deseable de que una buenaparte de la población fuese dueña de unainstrucción siquiera mediana. Ello, des-de luego, no significaba ignorar los mé-ritos de El Instructor: era simplementeseñalar sus límites.21

Pese a todo, hay que insistir enque El Instructor fue la única publicaciónaguascalentense destinada a la difusiónde la ciencia y las letras que logró ciertorelieve a nivel nacional. Hubo otras mu-chas revistas, pero todas pecaron de efí-meras, cuando no también de intrascen-dentes. El propio Díaz de León, por ejem-plo, editó El Campo, un periódico quince-nal “destinado a la difusión de las cienciasagrícolas y sus ramos anexos” que por des-gracia no pudo mantenerse con vida sinodurante algo más de un año. Díaz de Leóncompartía con sus coetáneos una fe casimágica en las virtudes del saber científico,gracias al cual se desvanecerían “los erroresque la rutina y la ignorancia transmiten deuna generación a otra”.

Para el editor de El Campo, la agri-cultura no tendría futuro sino a condi-ción de aliarse con los descubrimientosde la ciencia. Nuestros propietarios agrí-colas, decía, viven “entre la oscuridad delpasado, con su rutina, su inacción y susprivilegios, y la luz del progreso que traenlos avances de la ciencia y de la indus-tria”. Había que sumarse cuanto antes alos que de manera franca optaban por elsaber positivo, objetivo y demostrable.22

El Campo quería ampliar el número delos instruidos, quería llevar a las escuelasy los hogares las todopoderosas certezasconquistadas por la ciencia. Sin embar-go, pese a que la aparición de este perió-dico fue saludada con cierto entusiasmo,Díaz de León pronto cejó en su empeñoy se vio obligado a dar cabida en El Ins-tructor a los materiales relacionados conla agricultura.

Rara avis

Jesús Díaz de León fue en su medio unaflor extrañísima. Aún ahora no es deltodo clara la razón por la cual se interesóen temas tales como la filosofía antiguay la civilización hebrea. Es muy posibleque ni siquiera sus más íntimos amigosse tomaran la molestia de leer sus escri-tos; para ellos, Díaz de León era un ge-nio loco, un hombre sometido alimperio indescifrable de su demonio in-terior. En 1894, cuando publicó sus

21 Jesús F. López, Pot Pourri. Colección de artículos literarios y humorísticos; morales, filosóficos, críticos, biográficos.Discursos, peroraciones, viajes, costumbres, revistas, novelas, dramas, comedias, soliloquios teatrales, pp. 57-59.22 Todo esto en el número prospecto de El Campo, correspondiente al 19 de febrero de 1895.

NOTAS SOBRE EL DILETANTISMO CIENTÍFICO Y CULTURAL DE JESÚS DÍAZ DE LEÓN

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Apuntes para una tesis sobre la inmortali-dad del alma, los críticos se limitaron aalabar de manera convencional el traba-jo. Enrique de Olavarría y Ferrari, editorde El Renacimiento, un periódico litera-rio que gozaba de gran prestigio a nivelnacional, dijo simplemente que la obrademostraba que su autor era un “verda-dero sabio” y que era una lástima que unpersonaje tan interesante fuese “casi ig-norado” en los medios intelectuales de lacapital del país. El mismísimo EzequielA. Chávez, coterráneo y amigo personalde Díaz de León, en el prólogo que pre-paró para la segunda edición de los Apun-tes, se limitó a alabar la erudición y elconcienzudo espíritu de nuestro médi-co. Sin embargo, no había en dicho pró-logo ningún comentario inteligente, nadaque delatara una lectura atenta o siquie-ra una rápida revisión del texto.

No se equivocaban los que habla-ban del carácter infatigable de Díaz deLeón y de “su amor ardientísimo al tra-bajo intelectual”. Tampoco mentíancuando lo convertían en “uno de los es-critores mexicanos más fecundos”, nicuando aludían a su persistente deseo de“vulgarizar” el saber científico. Este últi-mo fue sin duda uno de los rasgos dis-tintivos de la producción de Díaz deLeón. No escaseaban en México loshombres de ciencia, aunque había quelamentar que la mayor parte de ellos secontentaban con atesorarla. Díaz deLeón, en cambio, creía que era necesariocompartir con “la juventud estudiosa” ycon la sociedad en general los conoci-

mientos acumulados por la ciencia.23

A ello dedicó muchos años de su vida.Sin embargo, sus críticos ignoraban

que Díaz de León vivía en una pequeñaciudad de la provincia mexicana y quetodas sus producciones habían sido da-das a luz en un medio indiferente y hastahostil. A Díaz de León los aguasca-lentenses le dispensaban un trato respe-tuoso y distante, pero no cálido; desper-taba esa curiosidad que nace de lo inex-plicable, de lo que se tiene por raro e in-asible a la vez que por cercano. Tenía ad-miradores, protectores y quizá tambiénalgunos pocos amigos, pero no tenía lec-tores. ¿Y qué puede haber más descora-zonador para un hombre que se dedicaen cuerpo y alma al estudio que carecerde interlocutores? Este radical aislamien-to, insistimos, es otro más de los rasgosdefinitorios de la vida de Díaz de León:nos lo pinta como un hombre dotado conuna enorme fortaleza espiritual, capaz deasumir hasta sus últimas consecuenciaslo que él mismo hubiera definido comosu “misión” literaria.

23 El Republicano, 2 de diciembre de 1888.

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21

El Cantar de los Cantares de Salomón, segunda edición, Aguascalientes, Imprenta de J.

Trinidad Pedroza e hijos, 1891.

La Exposición de Bellas Artes en Aguascalientes, correspondiente al XXIX certamen celebra-do por el Estado, México, José J. López impresor, 1891.

Curso de Raíces Griegas, Aguascalientes, imprenta de Jesús Díaz de León, 1892.

La Enseñanza moral en las escuelas de párvulos. Primer periodo, Aguascalientes, Imprenta

Políglota, 1892.

(Con la colaboración del Dr. Manuel Gómez Portugal) Apuntes para el estudio de la higiene enAguascalientes, en Alejando Vázquez del Mercado, Memoria que sobre los diversos ramosde la administración pública presenta a la H. Legislatura el ciudadano…, gobernador cons-titucional del Estado de Aguascalientes, por el período del primero de diciembre de 1887 a30 de noviembre de 1891, Aguascalientes, Tipografía de Jesús Díaz de León a cargo de

Ricardo Rodríguez Romo, 1892, pp. 177-248.

Disertación sobre la importancia de el estudio de la agricultura en los establecimientos deinstrucción pública, por el doctor…, leída el día 6 de septiembre, en la Sociedad de Geogra-fía y Estadística, Aguascalientes, Tipografía de J. Díaz de León a cargo de RicardoRodríguez Romo, 1894.

Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma, Aguascalientes, Tipografía de Jesús

Díaz de León a cargo de Ricardo Rodríguez Romo, 1894.

Compendio de Etnología General, segunda edición, Aguascalientes, Tipografía de JesúsDíaz de León a cargo de Ricardo Rodríguez Romo, 1895.

Bosquejo sobre la filosofía esotérica de las religiones en la antigüedad. La civilización aria.Rama, edición de El Instructor, Aguascalientes, Tipografía de Jesús Díaz de León a cargode Ricardo Rodríguez Romo, 1895.

Nociones elementales de agricultura, París, Casa de la viuda de Charles Bouret, 1896.

Apuntes para una carpología higiénica y terapéutica, Aguascalientes, Tipografía de Jesús

Díaz de León a cargo de Ricardo Rodríguez Romo, 1896.

Lecciones de cosas, Aguascalientes, 1897.

Obras del doctorJesús Díaz de León

(Ordenadas de acuerdo al año de su publicación)

1.1.

2.1.

3.

4.1.

5.1.1.1.1.1.

6.1.1.1.

7.1.

8.1.

9.1.1.

10.

11.1.

12.

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22

El juego y sus consecuencias, bajo el punto de vista de la familia y de la sociedad, ensayopublicado en El Instructor, julio y agosto de 1897, y también en la Revista Nacionalde Letras y Ciencias.

El cerebro y sus funciones. Principios de psicología basados en la anatomía de los centrosnerviosos, Aguascalientes, Imprenta de Ricardo Rodríguez Romo, 1897.

La huerta y el jardín, París, Librería de la viuda de Charles Bouret, 1899.

El libro del hogar, París, Librería de la viuda de Charles Bouret, 1899.

Curso de Raíces Latinas, Aguascalientes, Imprenta de Ricardo Rodríguez Romo, 1900.

Índice de los batracios que se encuentran en la República Mexicana arreglado por eldoctor…, Aguascalientes, Imprenta de Ricardo Rodríguez Romo, 1904.

Disertación sobre los plantíos de ornato, leída en la Sociedad Científica Antonio Alza-

te, México, 1904.

El problema moral en la educación de la mujer, discurso leído la noche del 28 de abril

de 1908 en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, México, 1908.

Las armonías cósmico-sociales. Breves reflexiones, sobre algunas leyes de dinámica socialen sus analogías con los fenómenos astronómicos y biológicos, disertación leída en la

Alianza Científica Universal, México, 1907.

Estudio filológico acerca de Jeremías, leído en una de las sesiones de la Alianza Cientí-fica Universal, México, 1908.

Concepto de indianismo en México. Estudio presentado por el Dr… en nombre de laSociedad Indianista Mexicana, México, Tipografía de la viuda de F. Díaz de Leónsucs., 1911.

Formación de las voces españolas de origen sánscrito, fundándose en el valor de las letrasde los alfabetos, trabajo presentado en el Primer Congreso Científico Mexicano, ce-

lebrado por la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, del 9 al 14 de diciembre de1912

La nomenclatura de las ciencias naturales, trabajo leído en el Primer Congreso Cien-

tífico Mexicano…, México, 1912.

Los orígenes del alfabeto, disertación leída en la sociedad científica “Antonio Alzate”

el 6 de mayo de 1913.

Lamentaciones de Jeremías. Traducción analógica del hebreo por el doctor…,Aguascalientes, Imprenta de Ricardo Rodríguez Romo, 1913.

La Biblia y la astronomía, s.p.i.

13.1. 1.

1.

14.1.

15.

16.

17.

18.1.

19.1.

20.1.

21.1. 1.

1.

22.1.

23.1. 1.

1.

24.1. 1.1. 11..

25.1

26.1.

27.1.

28.

1.

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23

Fuentes

Hemerografía

El Campo (1895)El Fandango (1889)El Instructor (1884, 1892-1896)El Republicano (1871, 1874, 1886, 1888, 1895)El Sol del Centro (1983)

Bibliografía

DÍAZ DE LEÓN, Jesús, La Exposición de Be-llas Artes en Aguascalientes correspondiente alXXIX certamen celebrado por el Estado, México,José J. López Impresor, 1891.

FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Francisco Javier,“La prensa erudita en Aguascalientes. El casodel periódico El Instructor”, en Investigacióny ciencia, Órgano de divulgación científicade la UAA, número 22, enero-junio de 2000,pp. 47-51.

GÓMEZ PORTUGAL, Manuel, Dr. Jesús Díazde León. Perfil biográfico, Aguascalientes, s.p.i.,1889.

GÓMEZ SERRANO, Jesús, Aguascalientes enla historia, Tomo I-Volumen II, México, Insti-tuto Mora-Gobierno del Estado deAguascalientes, 1988.

KRAUSE, Corinne A., Los judíos en México.Una historia con énfasis especial en el periodo de1857 a 1930, México, Universidad Iberoame-ricana, 1987.

LOPEZ, Jesús F., Pot Pourri. Colecciónde artículos literarios y humorísticos; mora-les, filosóficos, críticos, biográficos. Discursos,peroraciones, viajes, costumbres, revistas, nove-las, dramas, comedias, soliloquios teatrales,Aguascalientes, Imprenta de El Águila, 1897,tomo II.

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