jameson - arquelogias del futuro -- comentarios

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pensamiento 68 / El Viejo Topo Arqueologías del futuro una charla de Fredric Jameson transcripción de Irene Fortea y Garikoitz Gamarra redric Jameson (Cleveland, Ohio, 1934) es uno de los teóricos más influyentes de esa cosa extraña que llamamos postmodernidad. En 1984 publicó un pequeño ensayo titu- lado El postmodernismo: la lógica cultural del capitalismo tardío, que revolucionó la forma en que hasta entonces se había mirado el fenómeno postmoderno. En él Jameson vincu- laba abiertamente la nueva cultura postmoderna con las grandes transformaciones socioeconó- micas del capitalismo global y con la nueva fase de hegemonía norteamericana en el planeta. Poseedor de un saber enciclopédico que recorre tanto la alta cultura como la cultura de masas, su último libro, Archeologies of the Future, es una reflexión sobre la utopía política a través de la ciencia ficción, género del que es un amante incondicional. Para hablar de su libro pasó por Madrid, y esto fue lo que dijo: F Me gustaría hacer, más que nada, un breve resumen del libro. Hay algunas secciones especialmente arduas o más técnicas que sólo voy a mencionar de pasada. Trataré sim- plemente, por tanto, de dar una imagen general de todo el libro, sin entrar en detalles. Cuando se escribe un libro sobre utopías se debe empe- zar por responder a dos cuestiones iniciales: antes de nada, cuál es su función política y en segundo lugar, qué es lo que uno está haciendo o cómo responde o tiene en cuenta los prejuicios contra la utopía por parte del antiutopismo con- temporáneo, así como los sentimientos contra las utopías en general: las “resistencias” a la utopía, la “crítica” [en cas- tellano en el original]. En primer lugar centrémonos en el contenido político: Hoy día es muy apropiado plantearnos qué ha sucedido cuando, desde [al menos] la señora Thatcher, se dice que “no hay alternativa al capitalismo”. Cualquier forma de política genuina debe empezar hoy por refutar esta afirma- ción y tiene que, de algún modo, proyectar una alternativa a este sistema; si no, no se tratará de un discurso verdade- ramente político. En la base de las opciones políticas que yo considero no válidas está la política reformista. Quizá no debería decir eso en este país pero… me refiero a que los aspectos más lamentables de la socialdemocracia ilustran aquello a lo que me estoy refiriendo: las políticas reformistas no son una verdadera forma de política, sirven sólo para reforzar el sistema. De cualquier modo, y al margen de lo que penséis al respecto de esta cuestión, creo que sólo los utopistas proponen una verdadera alternativa al sistema: la utopía es, de hecho, un intento de imaginar una auténtica alterna- tiva al sistema, y hoy día éste es el genuino espacio para la política, mucho más de lo que jamás lo ha sido. Se podría decir que en esta sociedad es más fácil imagi- nar el fin del mundo que el fin del capitalismo, con lo cual la utopía nos permite ver lo lejos que estamos de imaginar el fin del capitalismo. Al respecto del segundo aspecto de la cuestión, el tema del antiutopismo al que nos referíamos antes, me parece que desde la guerra fría y, particularmente, en la guerra fría, las utopías se imaginaban siempre como formas de política que conducían inevitablemente a dictaduras: así Stalin y su

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JAMESON - Arquelogias del futuro -- Comentarios

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  • pensamiento

    68 / El Viejo Topo

    Arqueologas del futurouna charla de Fredric Jameson

    transcripcin de Irene Fortea y Garikoitz Gamarra

    redric Jameson (Cleveland, Ohio, 1934) es uno de los tericos ms influyentes de esacosa extraa que llamamos postmodernidad. En 1984 public un pequeo ensayo titu-lado El postmodernismo: la lgica cultural del capitalismo tardo, que revolucion la

    forma en que hasta entonces se haba mirado el fenmeno postmoderno. En l Jameson vincu-laba abiertamente la nueva cultura postmoderna con las grandes transformaciones socioecon-micas del capitalismo global y con la nueva fase de hegemona norteamericana en el planeta.Poseedor de un saber enciclopdico que recorre tanto la alta cultura como la cultura de masas,su ltimo libro, Archeologies of the Future, es una reflexin sobre la utopa poltica a travs de laciencia ficcin, gnero del que es un amante incondicional. Para hablar de su libro pas porMadrid, y esto fue lo que dijo:

    F

    Me gustara hacer, ms que nada, un breve resumen dellibro. Hay algunas secciones especialmente arduas o mstcnicas que slo voy a mencionar de pasada. Tratar sim-plemente, por tanto, de dar una imagen general de todo ellibro, sin entrar en detalles.

    Cuando se escribe un libro sobre utopas se debe empe-zar por responder a dos cuestiones iniciales: antes de nada,cul es su funcin poltica y en segundo lugar, qu es lo queuno est haciendo o cmo responde o tiene en cuenta losprejuicios contra la utopa por parte del antiutopismo con-temporneo, as como los sentimientos contra las utopasen general: las resistencias a la utopa, la crtica [en cas-tellano en el original].

    En primer lugar centrmonos en el contenido poltico: Hoy da es muy apropiado plantearnos qu ha sucedido

    cuando, desde [al menos] la seora Thatcher, se dice queno hay alternativa al capitalismo. Cualquier forma depoltica genuina debe empezar hoy por refutar esta afirma-cin y tiene que, de algn modo, proyectar una alternativaa este sistema; si no, no se tratar de un discurso verdade-ramente poltico.

    En la base de las opciones polticas que yo considero novlidas est la poltica reformista. Quiz no debera decireso en este pas pero me refiero a que los aspectos mslamentables de la socialdemocracia ilustran aquello a loque me estoy refiriendo: las polticas reformistas no sonuna verdadera forma de poltica, sirven slo para reforzar elsistema. De cualquier modo, y al margen de lo que pensisal respecto de esta cuestin, creo que slo los utopistasproponen una verdadera alternativa al sistema: la utopaes, de hecho, un intento de imaginar una autntica alterna-tiva al sistema, y hoy da ste es el genuino espacio para lapoltica, mucho ms de lo que jams lo ha sido.

    Se podra decir que en esta sociedad es ms fcil imagi-nar el fin del mundo que el fin del capitalismo, con lo cualla utopa nos permite ver lo lejos que estamos de imaginarel fin del capitalismo.

    Al respecto del segundo aspecto de la cuestin, el temadel antiutopismo al que nos referamos antes, me pareceque desde la guerra fra y, particularmente, en la guerra fra,las utopas se imaginaban siempre como formas de polticaque conducan inevitablemente a dictaduras: as Stalin y su

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    relacin con el Gran Hermano... Y pienso que esto es an loque ocurre en muchos lugares [cuando se habla de utopa].

    La idea [ms extendida] es que una poltica utopistasiempre acabar siendo una poltica de la violencia. Con-secuentemente, hoy da se propone que renunciemos aestas polticas absolutistas de la utopa y volvamos a las for-mas ms modestas de las polticas reformistas. Lo que tra-dicionalmente ha representado una visin esencialmenteanticomunista de la utopa [la crtica antiutopista de laguerra fra] hoy se ha transformado. Ahora, los formatospolticos por los que se opta, ms por la izquierda que porla derecha, son de polticas antiestado, formas de polticaque identifican la utopa con el estado. Esta posicin es ge-neralizada y est presupuesta en los debates polticos con-temporneos de la izquierda; para ser exactos, ms que unmarxismo versus anarquismo, lo que nos encontramossera algo as como una poltica de estado frente a la alter-nativa anarquista. Desde mi punto de vista este es un pro-blema fundamental para una izquierda que, en este mo-mento es, como he dicho, predominantemente anarquistaen sus tendencias antiestado y que tiende a asociar, por

    tanto, la utopa con el marxismo y con el estado. No pretendo decidir esta cuestin esta misma noche,

    pero pienso que es una cuestin poltica actual y absoluta-mente crucial. La solucin que propongo [en el libro] no esnecesariamente una solucin utopista, una solucin esta-talista, pero, an as, creo que debemos tomar una po-sicin anti-antiutopista; quizs sea una posicin menoscelosa con la utopa [que el utopismo clsico] pero que evitacaer en brazos del antiutopismo generalizado. Habramucho ms que decir, de cualquier modo, sobre el temapoltico y sobre la cuestin del antiutopismo.

    Mi libro est dividido en dos secciones fundamentales.En la primera trato la utopa como una forma, en la otracomo un contenido. Es muy difcil separar completamenteambos aspectos pero lo que me gustara mostrar es que sise observa la utopa en tanto que forma debe de ser con-templada en un modo no representacional. Las utopastratan [desde este primer punto de vista] ms sobre la difi-cultad de imaginar la utopa que sobre una visin certeradel mundo perfecto.

    Estamos, en algn sentido, constreidos por una enorme

  • dificultad para imaginar el futuro, de tal modo que la uto-pa debe empezar por mostrarnos [simplemente] que todaslas imgenes del futuro son proyecciones de este sistema,que no podemos imaginar el futuro; esta es la primera lec-cin. Sobre nuestro encierro en este sistema, hay razonesde sobra que explican por qu es tan difcil para nosotrosimaginar algo distinto a lo que [de hecho] existe. Los traba-jos utopistas en la actualidad tienden a sealar esta cues-tin; no tratan de representar una sociedad perfecta, tratande representar nuestra dificultad de imaginar una.

    La utopa es, esencialmente, un cumplimiento de de-seos Wish fulfilment, un concepto central en este libro:un cumplimiento de deseos colectivos [(un deseo colectivoy un cumplimiento, a su vez, colectivo: a collective wish-ful-filment]. Representa la emergencia a la superficie de estosdeseos inalcanzables que todos nosotros, todos en estasociedad, tenemos al respecto de la colectividad. En elcumplimiento de los deseos la utopa expresa esa profundaausencia de comunidad, este anhelo de comunidad, algoque en la sociedad individualista actual echamos demenos. Pero el problema es que cada uno imagina estecumplimiento de forma diferente, cada uno refleja [en suspropias utopas] su posiciones ideolgicas, la posicin declase individual, etctera y eso significa que cuando pre-sento un dibujo de mi sociedad ideal, aun sabiendo quesigue expresando el impulso utpico [compartido], nosiempre resulta necesariamente atractivo para el resto de lagente y quizs, de hecho, puede resultarles repulsivo.Consecuentemente, las utopas exitosas tienen que repre-sentar este deseo utpico y no las especificidades del mis-mo, no el contenido de mi deseo individual. Aqu estoysiguiendo a Freud en sus escritos sobre el creador y el en-sueo, los cuales tratan de la cuestin del cumplimiento dedeseos en literatura.

    Otro aspecto fundamental sobre el deseo es que nunca serealiza. El cumplimiento del deseo es, por definicin, ima-ginario. Los ejemplos que quiero dar como ilustraciones deesto no los tomar en este caso de la literatura utopistasino, por ejemplo y en primer lugar, de los cuentos dehadas. Este probablemente lo conozcis. Es el del pescadory el pez mgico:

    El pescador captura al pez mgico y ste le promete cum-plir tres deseos si le deja marchar. As que el pescador sepone muy contento, pero como es la hora de la comida ytiene hambre, dice: Ojal tuviera unas salchichas. Sumujer se enfada con l porque ha malgastado el deseo, asque dice: Ojal te salieran esas salchichas por la nariz. Eltercer deseo es obvio: quitrselas de la nariz. En definitiva,

    esta fbula muestra algo bsico al respecto de la dialcticade la utopa y del cumplimiento utpico del deseo.

    Hay una novela de Ursula K. Le Guin, que no s si laconocis, el ttulo en ingls es Lathe of heaven [La Ruedaceleste]. Es una novela esplndida. En esta novela hay mu-cho respecto del tema del cumplimiento del deseo propiode la utopa, especialmente en la figura del hroe de lanovela; todos los sueos del hroe se realizan pero, a la vez,con el cumplimiento del deseo se ve modificado todo el sis-tema del mundo y, desgraciadamente, en su realizacintodos sus deseos se vuelven antiutpicos. Por ejemplo,desea que se resuelva el problema de la superpoblacinmundial, as que se despierta una maana [de este sueoredentor] y nota que el mundo, efectivamente, parece dife-rente: se da cuenta de que ha habido una plaga que ha ma-tado a la especie humana. As que los deseos se cumplenpero de un modo inesperado. Creo que las utopas hoy, taly como demuestran este tipo de relatos, tienen que teneren cuenta esta ambigedad del cumplimiento del deseo, elmodo en el que los deseos poseen esta doble cara positivay negativa (de bien y mal: good and evil)

    pensamiento

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  • El tercer ejemplo est sacado de un texto de Proust queno voy a leer, pero tiene que ver con su gran amor. Proustimagina que ella le escribe una carta confesndole el amorque siente por l [el amor que l deseara ver correspondidoen esta carta]. Y se imagina la carta, qu es lo que la cartadebera decir, cada palabra, cada detalle... Pero de repente,se detiene, al darse cuenta de que: si alguna vez recibo unacarta de mi amada no podra ser sta, no podra ser la queme estoy imaginando aqu porque la he escrito yo mismo.

    En definitiva, en todos estos ejemplos nos encontramoscon la cuestin de que la realizacin del deseo utpicopuede resultar utpica unas veces y otras distpica. Lasmejores utopas recientes son, a mi parecer, las que man-tienen ambos aspectos en equilibrio.

    Ahora me gustara pasar a hablar desde el punto de vistadel contenido [seccin 2 del libro], la perspectiva ms evi-dentemente poltica.

    Las descripciones de las [distintas] utopas siempre lashacen aparecer en forma de oposiciones. La problemticade las utopas actuales tiene que ver con estas oposiciones,con estas opciones utpicas opuestas. Voy a ilustrar estepunto.

    Hay muchos ejemplos, pero empezar hablando del tra-bajo. Me parece que una de las formulaciones utopistasactuales al respecto del trabajo tiene que ver con el paroestructural (ese elemento estructural que hace que muchaspersonas en todo el mundo no vayan a encontrar jams untrabajo). Una de las formulaciones al respecto sera, enton-ces, la del pleno empleo universal. Esa es una de las posibi-lidades pero, en otra tradicin utopista, y es una tradicinmuy fuerte y anterior al propio Marx, la meta absoluta de lautopa sera la eliminacin del trabajo: no que todo elmundo tenga trabajo, sino que nadie tenga que hacerlo,que todo el mundo carezca de trabajo. Por ello, cualquierformulacin actual de la utopa tiene que tener en cuentaestas formas aparentemente contradictorias de la utopa alrespecto del trabajo.

    Del mismo modo, podemos tomar en consideracin lacuestin de los objetos [en tanto que bienes de consumo].Podramos considerar que [en el pasado], particularmenteen los sesenta, la gente era muy optimista sobre las posibi-lidades de las utopas de la abundancia, en las cuales todoel mundo puede disfrutar de la abundancia en un alto nivelde la produccin [la superproduccin]. Pero hoy recu-rrentemente nos encontramos casos de lo que podramosllamar utopas franciscanas, utopas basadas en la reeduca-cin del deseo para el rechazo del derroche y el fetichismode la mercanca [Commodification and Consumption], uto-

    pas basadas en una forma de austeridad franciscana, noautntica pobreza pero tampoco derroche. De este modo,aqu tenemos de nuevo dos posiciones [aparentementeopuestas] y ambas muestran un profundo reflejo de uncomn impulso utpico.

    Un tercer ejemplo podra ser el de la ciudad y el campo.Por un lado, tenemos las utopas pastorales del mundorural: las comunas con su ideal de aislamiento en pueblospequeos y autoabastecimiento y, por otro lado, las utop-as de la gran ciudad; no dira de la superpoblacin pero sde la poblacin masificada: multitudes annimas en mo-vimiento, todo tipo de cosas sucediendo todo el tiempo...Ambas son sistemas utpicos tan inconmensurables comonecesario es tomarlos en cuenta, y ambas son expresionesprofundas del [mismo] impulso utpico.

    Habra una parte ms tcnica de esta seccin que voy aeludir. Pero, en resumen, la respuesta [a estas aparentescontradicciones o aporas] no es una sntesis de estas dosopciones sino una suerte de unin de los opuestos. Aun-que creo que, definitivamente, no voy a continuar con estacuestin; podis mirarlo en el libro es demasiado com-plicado.

    Entonces, cmo se est abordando la cuestin en estemomento? [cmo son las utopas actuales?]. Hoy la idea esque una utopa propiamente dicha no tiene que represen-tar una sociedad perfecta sino que presenta el acto de ima-ginar una sociedad perfecta (), representa el deseo utpi-co en lugar del cumplimiento de la utopa. Y esto ocurre enun tipo de sociedad en la que nos podemos encontrar condistintos grupos en busca de distintos tipos de utopa.Volvemos aqu, por tanto, al uso poltico de la cuestin.

    Hay un pasaje muy interesante de Habermas en el quehabla sobre la crtica del progreso de Benjamin. Benjaminentiende el progreso como la forma en que, tanto la clasemedia occidental (burguesa) como el stalinismo, coloni-zan el futuro, con una lgica similar a la del imperio cuan-do se hace con sus colonias. Con esto se viene a decir que,aunque tratemos de pensar el futuro, el sistema est ya ahantes de nada: l [el sistema, el presente] conoce ya el futu-ro [antes que nosotros]. De este modo, Habermas interpre-ta la filosofa de la historia de Benjamin como un intento, yeste es su trmino, de interrumpir o romper con la conti-nuidad entre presente y futuro.

    Benjamin no era un utopista; an as, aplicar sus catego-ras al presente tema puede resultarnos muy til. Podra-mos considerar que la funcin poltica de la utopa consis-te precisamente en interrumpir y/o romper nuestras ideasheredadas al respecto del futuro: romper ese futuro prefa-

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  • bricado. Incluso aunque no se acepten los trminos de unavisin utpica particular, es central para una forma de po-ltica genuina luchar, antes que nada, por la interrupcin yruptura de ese futuro falsificado.

    Mi posicin en este libro es que actualmente nos resultamuy difcil hacer poltica porque no podemos imaginar elfuturo excepto en los trminos del sistema. Sin embargo, loque propongo es que no tenemos que aceptar los trminosde esta o aquella utopa, no necesitamos suscribirnos pol-ticamente a esta o aquella utopa, porque la autntica fun-cin de la utopa no es presentar un programa poltico sinoromper /interrumpir el futuro y abrirlo para nosotros denuevo.

    Gracias, esto es todo lo que quera comentaros. Ahorapodemos pasar al turno de preguntas.

    Turno de preguntas con el pblico asistente

    Desde una perspectiva marxista Por qu la necesidad deredimir el concepto de utopa? Si consideramos el ManifiestoComunista y su crtica del socialismo utpico parece queMarx habra dejado clara la crtica insalvable al utopismosocialista. Marx critica la concepcin abstracta de la socie-dad presente en los utopistas frente a su idea de la sociedadcomo un sistema dinmico, siempre en movimiento, unaespecie de organismo vivo, como muestra en Das Kapital.Esta necesidad actual de redimir la utopa parece nacida decierta desesperacin poltica (y esto no pretende ser una cr-tica contra ti sino una evaluacin general de la situacinpoltica).S, pero es que estamos en una situacin desesperada.Marx y Engels, ambos, fueron grandes lectores de Fourier,nunca olvidemos esto. Engels compar a Fourier con He-gel. Debemos pensar la crtica de Marx al socialismo utpi-co en el interior del Manifiesto Comunista y en su propiocontexto (y no creo que tengamos que discutir esta cues-tin). Estoy de acuerdo con todo lo que has dicho, peroestamos en una situacin en la cual la imaginacin popu-lar se encuentra colonizada por los media, por la media-polis de la informacin del propio capitalismo. Y es esencialatender a esa situacin, a esa situacin desesperada. Yo leolas utopas exactamente en este sentido.

    No creo que los usos de la utopa sean los mismos en cadasituacin histrica, que en toda situacin histrica, sin alter-nativa, la utopa tenga una nica funcin. Quizs esto puedesea muy radical, frente a lo que se sola pensar al respecto deque el problema del materialismo histrico era que no tenaciencia poltica, que era esencialmente un sistema econ-

    mico y que fue sta la razn de que diera pie a todas aque-llas formas polticas aberrantes y destructivas. Hoy me pare-ce que la ausencia de ciencia poltica en unos pocos estadoses algo positivo, es un elemento de peso ms que una debi-lidad. Y creo que las utopas actuales ms interesantes queestoy presentando en mi libro son aquellas que hacen unadistincin radical entre la organizacin econmica, lainfraestructura, y la organizacin cultural, o que reflejan ladiferencia entre las dos. Este tipo de literatura utpica estapareciendo precisamente despus de que todo lo que se hadado en llamar cultura de la diferencia (el eslogan de la dife-rencia) haya penetrado de un modo sobresaliente en la pol-tica. Y es que aquel antiutopismo que mencion antes tienetambin en la base de su modo de expresarse esta mismacultura de la diferencia; el antiutopismo actual expresa elmiedo de que en una utopa todo sea estandarizado, de quetodas las diferencias sean destruidas Y esto es algo evi-dente, que tambin podamos encontrar volviendo a la gue-rra fra y su miedo al comunismo. Pero, precisamente, si unosepara la cuestin de la infraestructura de la de la superes-tructura, si separa la cuestin de lo econmico de lo cultu-ral, esto ya no es exactamente lo mismo [que aquella utopasupuestamente estandarizadora que representaba el marxis-mo como sistema total].

    El marxismo parece proyectar [exclusivamente] una orga-nizacin de la infraestructura, una organizacin de la eco-noma y la produccin, pero si imaginamos una utopa eneste sentido, se vislumbrar un sistema global donde laeconoma est organizada sobre un modelo vlido en elcual las diferentes comunidades poseen sus propios tiposde cultura, con sus propios absolutos y sus propias im-genes utpicas. As que hay modos de ajuste: no tomandoel marxismo simplemente como un sistema o una teora aaplicar, sino considerndolo como el lugar adecuado paraejercer el derecho de las ambiciones utpicas an existen-tes al respecto de un firme tipo de transformacin de lainfraestructura para reconciliar eso con la cultura de ladiferencia en un nivel superestructural. Sin embargo, lasactuales polticas de la diferencia al uso no tienen en cuen-ta la dinmica econmica del capitalismo.

    Esto necesitara tal vez una respuesta ms larga, pero

    Es imposible la utopa en un sistema capitalista que nosea el mismo regreso violento, destructivo? Estaba pensan-do en la fbula de la superpoblacin y en los deseos impl-citos... me pregunto acerca del terrorismo que hoy se mani-fiesta en las Repblicas ex-soviticas, donde convergen nacio-nalistas que quieren tomar el poder tras el antiguo comunis-

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    72 / El Viejo Topo

  • mo y terroristas que estn actuando frente al terrorismo deestado. Esa utopa y distopa () Qu piensa de eso?Evidentemente, el nacionalismo es una profunda expre-sin del impulso utpico. An no he dicho que en el co-mienzo de este libro divido la discusin en dos tipos. A unlado tenemos las utopas conscientes: estas pueden ser tex-tos, pueden ser comunidades utpicas, pueden ser actosrevolucionarios; esto es, un programa utpico puede creartextos utpicos, revoluciones y aquello que se ha dado enllamar comunidades intencionales grupos de personasque se separan de la sociedad y crean su propia comunidadutpica. Pero las expresiones conscientes de la utopa, losintentos de poner las utopas en prctica, de algn modo semezclan con un impulso utpico que, a la vez, est siendoinconscientemente reprimido. El impulso utpico es, pre-cisamente, sobre lo que Ernst Bloch trabaj en su obra [Elprincipio esperanza].

    Estos impulsos utpicos no tienen efectos polticos, y silos tienen, son desastrosos. As por ejemplo (slo para em-pezar con lo ms simple), se podra pensar que tras la in-dustria farmacolgica se esconde el deseo utpico de uncuerpo eterno; en una aspirina o en un laxante encontrar-amos expresiones inconscientes de este anhelo de un cuer-po eterno (y, de hecho, la realidad simblica sera un modoya de transformar tu cuerpo). Pensando en trminos polti-cos diramos que cualquier cosa organizada alrededor deuna comunidad, alrededor de la colectividad, expresa undeseo utpico reprimido, porque el elemento central de lautopa es la colectividad. Sin embargo, todas las formas deexpresin de estos impulsos son siempre formas degrada-das y dan pie a colectividades utpicas de tipo racista: elnazismo era un movimiento utopista y el nacionalismo es,seguramente, uno de los movimientos utpicos ms pro-fundos. Pero cuando realizan sus propsitos, estos grupospolticos dan a luz slo verdaderas perversiones de aquelimpulso, cayendo en las polticas del resentimiento del tipoanti-extranjeros, polticas xenfobas Podramos, de otromodo, decir que el nacionalismo es una fuerza utpica queproduce efectos sin ambiciones utpicas. De cualquiermodo, todas las formas de socialismo han hecho uso par-cialmente de la fuerza del nacionalismo en servicio de unavisin utpica no nacionalista.

    Por lo tanto creo que, evidentemente, en estos lugares elnacionalismo es esta fuerza que est siendo usada porvarios grupos. Pero la cuestin es cmo y para qu. La cues-tin es que, pasando ya al tema de Al Qaeda, el xito de losmovimientos islmicos de los movimientos de la Yihadha sucedido gracias a que el socialismo en aquellos pases

    fue destruido. No hay alternativa socialista en el mundorabe; la religin es la nica opcin de resistencia frente aoccidente y a los americanos; En Iraq, por ejemplo, el rgi-men Baaz, financiado por los americanos, masacr y des-truy al partido comunista, por lo que no queda alternati-va socialista en Iraq. En Afganistn los propios afganoscometieron un gran error al eliminar la posibilidad delsocialismo. As pues, la fuerza de estos grupos religiososreside en que son, actualmente, la nica alternativa deresistencia frente a occidente para sus poblaciones, de re-sistencia frente a lo que ellos ven como la dominacinamericana e inglesa. Pero esto no es, en realidad, ningunaalternativa al capitalismo. Bin Laden es un gran hombre denegocios y un multimillonario. An cuando en esta situa-cin se pudieran dar las bases de un escenario revolucio-nario, ninguna verdadera revolucin acontecera; [losmovimientos de la Yihad islmica] no pueden ser una avan-zadilla utpica porque no incluyen lo econmico. Sonantioccidentales pero no anticapitalistas.

    Si te he entendido: hoy no se dan las condiciones objetivaspara una revolucin pero s se dan las condiciones objetivaspara el pensamiento utpico. Sera una situacin similar ala que se daba en la primera mitad del siglo XIX en la mayorparte de los pases de Europa?S, eso es correcto. Pero podramos tambin hablar de losaos sesenta. Tenemos el peso de las nuevas formas de pol-tica, especialmente en el movimiento antiglobalizacin

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  • Luis Salas Rodrguez

    El deseo llamado utopa Frdric Jameson (2009). Arqueologas del futuro: el deseo llamado utopa y otras aproximaciones de ciencia ficcin. Madrid: Akal.

    No cabe duda que Frdric Jameson es una figura singular. Pri-mero, es un marxista norteamericano, y ms aun, de Ohio, que no por ser tambin la cuna de Edison, los hermanos Wright y un gran centro industrial deja de ser the midwest. Sin embargo, como intelecto de izquierda, Jameson no encaja dentro del bien cultivado y conocido clis radical de la academia estadounidense: no atempera su marxismo con psicoanalismo (por ms que sea un gran lector de Freud y Lacan), tampoco con postestructuralismo (por ms que se le tenga por el ms afrancesado de los pensado-res de su pas) y sera injusto etiquetarle de postmoderno (por ms que haya escrito las nicas cosas imprescindibles dedicadas a este tema). Famoso por ser portador de un saber enciclopdico que recorre tanto la alta cultura como la de masas, por pasearse con sobrada familiaridad por las ms variadas tradiciones literarias, y pese a que puede que haya escrito el ms hermoso e importan-te libro sobre T.W. Adorno de los ltimos treinta aos, no habra que encasillarlo dentro de los estudios culturales, la crtica litera-ria o la cultural. Mucho menos es Chomsky, en cuanto no es dado a la intervencin pblica concientizadora. Y es que, de alguna manera, Jameson se las ha arreglado para ser al mismo tiem-po algo ms y algo menos que todo eso: cuenta con una extraa habilidad para mantenerse apartado de todas las modas pero no lo suficiente como para perdrselas, para conservar un bajo per-fil que lo reivindica como pensador riguroso y casi de culto sin que ello necesariamente signifique pasar desapercibido para el mainstream intelectual global.

    Si se considera que su estilo es difcil y poco dado a las concesio-nes, esta cualidad resulta todava ms curiosa. Pero sobre lo que no debera perderse la pista es que no slo se trata de un autor que, como se dijo, se asume marxista (nada extraordina-rio despus de todo, en tiempos de crisis como estos, cuando

    hasta Soros y Thomas Friedman recomiendan leer Marx), sino que ha llegado a plantear que el marxismo es el horizonte intras-cendible, infinitamente expandible y potencialmente capaz de subsumir todos los proyectos crticos y emancipadores conoci-dos, todo lo cual s constituye un anatema para la sensibilidad poltica hegemnica, sobre todo y aunque parezca paradjico no lo es la de izquierda.

    No obstante, altisonancias de este tipo no han convertido a Jame-son en un jacobino acadmico, lugar que de buena gana ocupa iek, en especial dada su notoria atraccin por la escena pop (y un poco tambin Badiou, aunque no necesariamente por las mismas razones). Para la mayora de sus crticos marxistas el problema es ms bien lo contrario: les resulta demasiado light, e inclusive, hay quienes ponen en duda sus credenciales para con-siderarlo marxista. Para Eagleton, por ejemplo, se trata poco ms o menos de un buen escritor que aliment su fama limando del marxismo sus aristas ms irritantes, mientras que para otros de un eclctico oportunista (valga la redundancia) poco origi-nal aunque lo suficientemente petulante como para pretenderse crtico de cualquier doctrina a fin de trascenderla utilizando sus mismos supuestos. As pues, finalmente, aunque a estas altu-ras resulta difcil pasarlo por alto, su recepcin ha resultado siendo limitada, circunscrita casi exclusivamente a quienes, siguiendo a la Escuela de Frankfurt o a Lukcs, se interesan por los siempre sospechosos temas ligados a la superestructura, es decir, alguien que puede ser interesante leer un domingo o en un seminario de literatura comparada pero nunca fundamental dentro de la biblioteca bsica de un izquierdista que se precie de tal, el cual dar prioridad en su formacin a un montn de otros tpicos ms urgentes y realistas, ligados por ejemplo al Esta-do, al Partido o las amenazas del Imperialismo Internacional

  • antes que a las disquisiciones de un acadmico pequeo-burgus (y adems gringo!) sobre el extraamiento cognitivo, la inter-pretacin y la abstraccin como forma de pensamiento.

    Pero como ha ocurrido en otros casos, esta recepcin parcial no necesariamente habla de las limitaciones de Jameson tanto como de los criterios de la mayora de sus crticos marxistas o no en cuanto a lo urgente y lo importante. Para decirlo de una vez, con seguridad no estamos hablando del ms riguro-so en el uso de las categoras de Marx ni tampoco de quien ms lo cita, claramente no es el ms carismtico de sus voceros y hasta es cierto que algunas de sus reflexiones conducen a aporas, son contradictorias o complican antes que explicar. No obstante, el tema de fondo pasa por saber si tiene sentido evaluar sus apor-tes en base a estos criterios, no porque no sean importantes (el ltimo al menos), sino porque este tipo de evaluaciones por lo general alimentadas de prejuicios, medias lecturas y pseudorri-gurosidad son las que han hecho de la tradicin materialista ms rica y potente un atolladero de oportunismo reformista e inconsecuencias de todo tipo.

    Aslas cosas, dos caractersticas resultan especialmente notables en la obra de Jameson. La primera es esa especie de coherencia de largo alcance que hace pensar que, de algn modo, las ltimas obras ya estaban contenidas en las primeras. Y la segunda, que en condiciones normales resultara contradictoria con lo ante-rior, es su sentido de anticipacin. Sin embargo, si hubiera que utilizar dos palabras para describir su empresa terica y divi-dirla cronolgicamente, stas seran ms bien cierre y apertura. En cuanto a la primera, Jameson se ha ocupado sistemtica-mente de dar cuenta de este perodo singular de la historia en el que la conformacin definitiva de un mercado planetario ha terminado envolvindolo todo, constituyendo un espacio interior que en algunos momentos llama capitalismo tardo, pero la mayor de las veces y de manera ms conocida, postmo-dernidad. Es de esta poca y temtica que datan sus clebres trabajos como El posmodernismo o la lgica cultural del capitalismo avanzado, y una serie de artculos e intervenciones inspirados en los anlisis econmicos y la sociologa histrica de Ernest Mandel, Fernand Braudel y Giovanni Arrighi, como Cultura y capital financiero y El ladrillo y el globo: arquitectura, idea-

    lismo y especulacin con la tierra, as como tambin su poco conocido texto sobre Adorno llamado Marxismo tardo (FCE; 2010) donde fundamenta poltica y tericamente buena parte de la perspectiva planteada. Muy en resumen, para Jameson, lo propio de la postmodernidad y/o el capitalismo tardo (aquello que Fukuyama llam fin de la historia), es decir, las coorde-nadas histricas desde las cuales debemos pensar, es un pathos claustrofbico: el de un orden planetario acaecido finalmente y consolidado tras la cada de los socialismos reales y el triunfo neoliberal, donde no existe ya un locus externo al cual apelar en la medida en que todos han sido barridos o asimilados por las fuerzas visibles o no del mercado global y sus agentes.

    No obstante, hay un segundo tema que, aunque permanentemen-te aparecer en la obra de Jameson, slo ahora con Arqueologas del futuro: el deseo llamado utopa y otras aproximaciones de ciencia ficcin (2009) lo hace de manera definitiva y por peso propio: el de la utopa. Y es que en efecto, desde Marxismo y forma hasta Una singular modernidad, era el nico tpico jamesoniano no merecedor de tratamiento exclusivo. Con la sola excepcin de La poltica de la utopa publicado en la New Left Review de marzo de 2004, el tema siempre surga como complemento o a propsito de otra cosa, como en Las semillas del tiempo a propsito de Chavengur de Platanov o en Documentos de cul-tura, documentos de barbarie a propsito de Walter Benjamin, Ernst Bloch y el debate sobre la ideologa. Ser de hecho en este artculo donde Jameson ordene el tema utpico en base a la discusin de dos puntos claves: por un lado, la inevitable polmica utopismo/anti-utopismo; y por el otro, siendo tal vez el ms importante de los dos, el que se relaciona con la identi-ficacin del momento utpico propiamente. A este respecto, y dando implcitamente forma histrica a la clebre distincin blochiana entre utopa abstracta y utopa concreta, realiza un mapeo de los momentos y circunstancias en los cuales surge la utopa, planteando su tesis sobre la emergencia de lo utpi-co en las pocas estacionarias (en los tiempos de la calma que preceden a la tormenta: Moro antes de la Reforma de 1517; Bouganville antes de la Revolucin Francesa; Bellamy y Morris a finales del siglo xix, etc.) y su aggiornamiento en los perodos propiamente revolucionarios o de cambios.

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  • El deseo/Salas Rodrguez

    El salto adelante de Arqueologas del futuro con respecto a La pol-tica de la Utopa partir de una profundizacin de esta ltima problemtica. As pues, la obra se divide en dos partes: una pri-mera, El deseo llamado utopa, donde se realiza una lectura de lo utpico en cuanto forma; y una segunda, Hasta donde alcanza el pensamiento, donde se le aborda en cuanto contenido. Difcil como resulta separar tanto en la prctica como en la teora una cosa de la otra, la divisin pareciera tener un sentido analtico preciso: plantear que las utopas tratan ms sobre la facultad y la dificultad de imaginar un mundo distinto que sobre una visin certera de mundos perfectos. Y es que, como seala Jameson en la introduccin, no es slo y tal vez ni siquiera principalmente la invencible universalidad del capitalismo la que deba ponerse hoy en cuestin, pues:

    lo devastador no es la presencia de un enemigo sino la creencia universal no slo de que esta tendencia es irreversible, de que las alternativas histricas al capitalismo se han demostrado inviables e imposibles, y que ningn otro sistema socioeconmico es conce-bible, y mucho menos disponible en la prctica. Los utpicos no slo ofrecen concebir dichos sistemas alternativos; la forma utpica es en s una meditacin representativa sobre la diferencia radical, la otredad radical, y sobre la naturaleza sistmica de la totalidad social, hasta el punto de que uno no puede imaginar ningn cambio fun-damental de nuestra existencia social que antes no haya arrojado visiones utpicas cual sendas chispas de un cometa.

    Si conservar la forma utpica es para Jameson la primera tarea de los movimientos radicales, llenar de contenido dicha forma pasar de la utopa abstracta a la concreta es seguramente la ms difcil. Sin duda, es ac donde todos los temores retornan y los anti-utopismos comienzan a tomar sentido, pues o bien la utopa se vuelve un imperativo totalitario aplicado a sujetos imperfectos y frgiles, o bien una solucin liberal adaptada a los intereses de todo pblico y, por tanto, sin ninguna utilidad (al menos no-ideolgica). En busca de repuesta al respecto, Jameson recurre a todo un arsenal de referencias provenientes de la ciencia ficcin (ese arte de imaginar el futuro) poniendo a prueba la mxima empirista no hay nada en la mente que no haya estado antes en los sentidos en la medida en que hasta nuestras imaginaciones ms desatadas parecieran no ser ms

    que collages de experiencias, compuestos de fragmentos y tro-zos del aqu y el ahora: cuando Homero se form la idea de la Quimera nos recuerda Alexander Gerard, no hizo ms que unir en un solo animal partes correspondientes a distintos animales: cabeza de len, cuerpo de cabra y rabo de serpiente. En el plano social, esto significa que nuestra imaginacin sue-le ser rehn de nuestro modo de produccin y quiz de todos los restos del pasado que dicho modo de produccin conser-va (oprimiendo como una pesadilla el cerebro de los vivos). Sugiere que, en el mejor de los casos, la utopa puede servir al fin negativo de hacernos ms conscientes de nuestro aprisio-namiento mental e ideolgico, y que por lo tanto las mejores utopas son aquellas que ms ampliamente fracasan.

    Pero esta conclusin pesimistatiene la virtud de plantear de reverso otra, urgente a efectos de lo que debe ser una polti-ca radical hoy. Y es que entonces, la funcin poltica de la utopa puede devenir en algo ms potente: en la interrupcin de nues-tras ideas heredadas al respecto del futuro, en el rompimiento con la imagen de ste como un pliegue o pronstico de lo que ya existe. Aqu, incluso aunque no se acepten los trminos de una visin utpica particular, es central para una forma de polti-ca revolucionaria luchar, antes que nada, por la interrupcin y ruptura del futuro falsificado y colonizado por el pasado y el presente:

    Mi posicin en este libro es que actualmente nos resulta muy dif-cil hacer poltica porque no podemos imaginar el futuro excepto en los trminos del sistema. Sin embargo, lo que propongo es que no tenemos que aceptar los trminos de esta o aquella utopa, no nece-sitamos suscribirnos polticamente a esta o aquella utopa, porque la autntica funcin de la utopa no es presentar un programa poltico sino romper/interrumpir el futuro y abrirlo para nosotros de nuevo.

    Los lectores de Arqueologas del futuro encontrarn un texto a muchos ratos complejo, que supone un cmulo de referen-cias no comunes y que tal vez se pierde en ms de una ocasin. Por otra parte, la importancia de lo planteado y el hecho de ser en buena medida una recopilacin de artculos publicados en distintas revistas, hace que se extraen algunos textos impor-tantes de corte ms argumentativo que expositivo. Esto ltimo,

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  • sin embargo, tal vez sea un hecho deliberado: Jameson no es un utpico y tampoco tiene exactamente una teora sobre la utopa. Aunque suene redundante y fcil, es precisamente un arquelogo de la misma, un gegrafo de sus fuentes, un explo-rador de sus tendencias. Por todas estas razones, por lo dems y para concluir, resulta un libro estimulante e incluso pudie-ra decirse que hasta divertido, un gesto que se agradece en medio de tanta literatura aburrida, intrascendente y circular como el tiempo en que les ha tocado vivir.

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