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  • IZET SARAJLIC: LA POESA EN ACTO

    JUAN OCTAVIO PRENZ UNIVERSIDAD DE TRIESTE

    Hamaoo;

    , u tremendo y estpido paso atrs! A comien-zos del siglo XVI, el sultn Bayazit haca un i a los sefarditas expulsados de Espaa para que

    vinieran a habitar su territorio. Declaraba que, deste-rrando a los hebreos de Espaa, el rey Fernando em-pobreca su propio pas y enriqueca de este modo el Imperio turco. Y as, en Sarajevo, por ms de cuatro siglos, hebreos y bosnacos que haban aceptado la re-ligin del Islam convivieron sin problemas, como su-cedi, adems, con serbios y croatas. Recuerdo en tan-tas estancias en Sarajevo haber compartido el caf tur-co en el bar de un serbio donde convergan creyentes que venan de la sinagoga y de la mezquita. La comu-nicacin y la alegra no slo eran posibles sino que definan un modo civilizado y espontneo de convi-vencia. An hoy amigos musulmanes, judos, serbios que no han renunciado a la dignidad (los hay y no pocos), croatas, albaneses, siguen compartiendo el es-caso pan que les queda y participan en la defensa de la ciudad. Esto es Sarajevo. De all no vino la violencia, pero tampoco vino, tan sencillamente, como quieren hacernos creer, de los otros pueblos yugoslavos, que durante casi medio siglo convivieron en paz y se inte-graron mutuamente. No est mal recordar, en estos momentos en que el mundo se ha poblado de mins-culos tacticistas y estrategas, la responsabilidad que les cabe a las potencias que se apresuraron a sancionar la disgregacin de la vieja Yugoslavia. No aenor es la responsabilidad de tantos ricos emigrados que compi-tieron en estimular y armar a los ultranacionalistas y llenar la ex-Yugoslavia de mercenarios. Los valores ms altos que reivindica la mentada civilizacin europea son elementos concretos de la vida cotidiana de Sarajevo, pero el Occidente hipcrita se ejercita en una deliberada miopa.

    Hablar de la poesa de Izet Sarajlic', con trminos y planteos propios de los tiempos de paz, me parece-ra, por lo menos, una actitud sospechosamente in-moral y cnica. Desgranar el verso, viviseccionar me-tforas, transitar las posibilidades del lenguaje y mil cosas ms son tareas posibles en tiempos de paz, pero secundarias, por no decir intiles, en tiempos de gue-rra. Otras son las preocupaciones y la potica de

    ' Izet Sarajlic, POESAS ESCOGIDAS, traduccin de Ana Cecilia Prenz y J. O. Prenz, Concepcin, Chile, Edit. Alas, 1993.

    Sarajlic: " Yo pertenezco / a los que consideran / que del lunes / se debe hablar el lunes / el martes po-dra ser ya / demasiado tarde. / Naturalmente que es difcil / escribir poesa en el stano / mientras arriba / vuelan las granadas. / Hay algo ms difcil an: / no escribirla" (del poema "Teora de la distancia"). Tan sencillo y, sin embargo, tan complejo: la poesa como una necesidad y un reducto ltimo del hombre. Tam-bin ste es un tema hermoso para desarrollar crticamente en tiempos de paz. Quiero agregar otro ejemplo, esta vez de seres que se improvisaron poetas en situaciones extremas: durante la ltima dictadura militar en Argentina, desaparecidos y prisioneros de-jaron testimonios concentrados en pocos versos. Igual-mente lo hicieron tantas madres de plaza de Mayo. Es decir, hasta personas cuyo contacto con la poesa ha-ba sido hasta entonces escaso o nulo acudan a la for-ma potica para lanzar su ltimo mensaje. Llegarn tiempos mejores en que podremos hablar, con tanto de aparato crtico y presuncin universitaria, sobre es-tas cosas. Hoy tengo prisa de decir algunas cosas en las que no podra distinguir si estoy hablando del poeta, de su poesa o del horribr comn.

    Tengo la suerte de conocer y ser amigo de este fe-nmeno increble y estupendo que es Izet Sarajlic desde hace muchos aos. Es un poeta que rescata de la realidad cotidiana la circunstancia potica, y esto con las palabras ms llanas y necesarias, tan llanas y nece-sarias que jams quieren llamar la atencin sobre s mismas. Si no fuera casi una hereja, dira (no te mo-lestes, lector, por estas cacofonas inofensivas) que en l es como si las palabras no existieran. En tiempos de guerra puede escribir una poesa de urgencia que, sin quedarse en la mera inmanencia, trasciende, as como en tiempos de paz pudo escribir versos trascendentes sin perder jams la inmanencia. Pienso que todo esto ltimo tiene que ver con un toque de atencin: no hacernos olvidar jams la presencia del hombre "de carne y hueso" (el hombre, simplemente, no el hroe ni el santo) como lo quiere Unamun. Estamos en ese lmite (que se convierte en centro) donde la palabra y la accin, la palabra y la vida cotidiana constituyen un acto indisoluble: todo se hace necesario y nada mera-mente funcional. Profesin de fe, necesidad, ltimo reducto del hombre, o miseria tal vez, la poesa sigue siendo, en la guerra, lo que era para Sarajlic en la paz,

    Espejo de paciencia 1995 n O . 1 , 2 1

  • IzET SARAJLIC! LA POESA EN EL ACTO

    slo que ms pobre, pero, paradjicamente, ms rica por esta conciencia que la redimensiona: " Mu-chacho / que slo restes vivo; / en cuanto al arte, / que era todo para m, / el arte, creme, es algo / absoluta-mente insignificante" (del poema "Al atardecer").

    En otras latitudes y otros tiempos, Borges reivindi-caba para Pedro Henrquez Urea "el magisterio de una presencia". Son trminos que me parecen adecua-dos tambin para Izet Sarajlic. Creo que, con Sarajlic, la palabra recupera su utilidad y servicio elemental, todo esto en un todo nico con su poesa y su vida cotidiana, la grande vida cotidiana, que puede, como en las circunstancias lamentables de nuestros das, ser horrorosa.

    En estos ltimos tiempos hemos intercambiado algunas cartas y un par de veces tuve la suerte de comunicarme por telfono. La dificultad de comu-nicacin ha hecho que, a menudo, Izet se sintiera abandonado, como trasciende de sus cartas. S por amigos europeos que no es as, aunque cualquier atencin es nfima frente a su drama y el de sus coterrneos. A pesar de la intervencin de algunos amigos, se niega a abandonar a Sarajevo. A travs de nuestro comn amigo Sidran, el clebre guio-nista de Pap en viaje de negocios, supe, durante su breve estancia en Trieste, que Izet colabora estre-chamente con las organizaciones internacionales que se ocupan de los chicos de Sarajevo.

    Por estar, en buena parte, ligadas a las vicisitudes de su libro, publicado en Chile, me parece oportuno poner a disposicin del lector algunas cartas de Izet. Cualquier comentario al respecto sera obvio.

    Simblicamente sin fecha, la misma editorial ha publicado Imagen blica de Sarajevo, su ltimo ciclo potico. Poesas suyas figuran tambin en mis dos an-tologas: Poetas contemporneos de Yugoslavia, Lima, Ed. Meja Baca, 1977, y Poesa yugoslava contempornea, Buenos Aires, Lar, 1984. Poemas suyos fueron publi-cados tambin en la revista de la Casa de las Amricas, de La Habana.

    Dos cartas de Izet Sarajlic

    Sarajevo, 19.6.1993

    Querido Juan Octavio, queridos todos: Olvido poco a poco mi escaso italiano; olvido

    todo, porque yo mismo soy un olvidado. Es extra-o cmo el mundo se comporta con nosotros que hemos sido, de todos los ex yugoslavos, los ms abiertos hacia el mundo. Sarajevo est casi toda destruida. Yo vivo con mis hermanas desde hace ya

    medio ao. Que me han bombardeado el aparta-mento, que est destruido en su mayor parte, qui-zs lo sepas ya. Creo habrtelo escrito; tambin que fui herido en las piernas y en la cabeza. Por lo que se refiere a las heridas, estoy bien (incluso no me disgusta que en mi frente se vean cicatrices de ocho centmetros), pero mi alma aulla cada da hasta el cielo, pero salvo estos sufrimientos es como si a mi alrededor nadie me oyera. Seguramente me ha trai-cionado tambin Lata, y yo, ya en mi Imagen blica de Sarajevo (la segunda edicin aparece en estos das) inclu un poema, "Junto a mi libro chileno", escri-to en junio del ao pasado. La carta de ustedes, que recib hace algunos meses, signific un poco de luz en esta oscuridad. Ilumname ms seguido!

    Te quiere y los quiere Tuyo y de ustedes

    Izet Sarajlic

    La carta que sigue me lleg por el correo militar de la ONU.

    Sarajevo, 29 de agosto de 1993

    Seguimos viviendo sometidos a todas las humilla-ciones de esta guerra. Hoy, digamos, he comido el pri-mer tomate despus de 17 meses; carne o salchichas, ya ni las imaginamos. La luz, cuando viene, slo al-canza para iluminar el corredor, y no el propio, pues la mayora vivimos en apartamentos ajenos, con familias enteras. No tengo, lamentablemente (y me parece que en este sentido soy un escritor muerto) ninguna noti-cia de tantos amigos poetas del mundo. He odo que, en Munich, Enzensberger est haciendo algo por m (qu?), pero slo he odo. Hoy tengo una cajetilla de cigarrillos y me siento algo mejor. Y he podido llevar hasta el tercer piso once baldes de agua. Nikolai Tjonov, en 1942, en Leningrado no tena estos pro-blemas. Seguramente nada ha pasado con mi-tu libro chileno. Y con tanta esperanza lo he esperado. Si has recibido algunas de mis anteriores cartas, seguramen-te te he escrito que ya en agosto del ao pasado he publicado Imagen blica de Sarajevo. En estos das apa-recer la segunda edicin, que se ha demorado por falta de electricidad. No me alegra, porque ya no hay nada que me alegre. De los pensamientos negros me salva slo mi nieto, que ya ha pasado la mitad de su vida (tiene ahora dos aos y medio) en guerra. T no oyes los francotiradores que disparan sin cesar en la vecina calle Trieste (es decir tu calle; he aqu un tema para una poesa tuya) mientras nosotros esperamos el noticiero de las 19 para saber cuntos somos de me-

    Espejo de paciencia 1995 n O 122

  • JUAN OCTAVIO PRENZ

    nos hoy. Yo he perdido tantas personas queridas que familia, uno de los raros extranjeros (perdona por esta ya no s con quin festejar en el futuro (cul?) el ao palabra) en quien pienso siempre, nuevo. No s cmo te enviar esta carta, pero si algu-na vez la recibes debes saber que t eres, junto con tu Tuyo

    Izet Sarajlic

    IzET SARAJLIC

    CAMBIO DE DOMICILIO

    Mis amigos con cada vez mayor frecuencia cambian de domicilio.

    Le pas tambin a Alfonso Gatto.

    Hasta ayer viva en la romana calle Margutta.

    Ahora habita en el cementerio de Salerno.

    Este es el peor de los veintiocho domicilios que hasta ahora ha cambiado.

    Mejor era incluso aqul de los tiempos de Mussolini: Alfonso Gatto, Crcel Central, Milano.

    Espejo de paciencia \^^5 ' n Q 123

  • IzET SARAJLIC: LA POESA EN EL ACTO

    POESA A LA GLORIA DE SOFA ANDREIEVA TOLSTOI

    Ella preparaba la mesa cuando caan Gorki o Fet. Ella se preocupaba de su fiebre y de su paz. Estaba all para que nadie no deseado invadiera su mundo. Ya bastante dolor tena l con ser Len Tolstoi.

    El era el dios que atraves la tierra slo para describir los anhelos de Bolkonski, la tristeza de Maslov.

    El dios, en verdad, trabaj y produjo ms que toda una Unin de Escritores.

    Pero a la cabeza de esta Unin llamada Len Tolstoi estaba tambin ella, que aprobaba los manuscritos y sugera los ttulos y que, durante todo ese tiempo, jams se quej de nada.

    Ella fue su ministerio del interior personal. Lo cuidaba de las habladuras innecesarias si alguno de

    los suyos se casaba. Ordenaba sus manuscritos, completaba lo no escrito, zurca

    sus calcetines, velaba por l.

    Me inclino ante su recuerdo.

    (YSNAIA POLIANA, 61711968)

    Espejo de paciencia' 1995'*n0 124

  • JUAN OCTAVIO PRENZ

    ANTE LA VITRINA CON LOS LIBROS DE MIS AMIGOS

    Aqu estn ordenados como en mi corazn, pero se acuerdan cuando, no como libros, pasaban un tiempo en mi casa?

    T, Pablo, te acuerdas? T, Misha, te has olvidado?

    Esto es algo que nunca podr aprobarles, amigos: demasiado se han encerrado entre las cubiertas de los libros

    Para qu est el timbre de mi puerta sino para que all se abandone vuestra mano?

    Qu esperan entonces? Salgan de sus libros! Llamen!

    OTRA VEZ SABRA

    Demasiado poco he gozado con las lluvias primaverales y las salidas del sol.

    Demasiado poco me he endulzado con las viejas poesas y los paseos a la luz de la luna.

    Demasiado poco me he embriagado con el vino de la am.istad aunque no hubo pas en la tierra donde yo no haya tenido por lo menos dos amigos.

    Demasiado poco tiempo he separado para el amor a cuya disposicin puse todo mi cuerpo.

    Otra vez sabra gozar mucho ms la vida. Otra vez sabra.

    (TRADUCCIN: ANA CECILIA PRENZ Y J. O. PRENZ.)

    Espejo de paciencia * 1995 n O 125