itinerario del paganismo en la cristianizacion de …

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ITINERARIO DEL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACION DE AMERICA Gabriel Guarda, O. S. B. Monasterio de Las Condes a conquista de América abocó nuevamente a la misión cristiana con un hecho ya conocido en su historia: la conquista espiritual de un mun- do pagano. Tratárase de los desarrollados sistemas religiosos de los imperios az- teca o incaico o de las primitivas concepciones de los pueblos peri- féricos a aquellos, de hecho, el misionero debía enfrentar arraigadas creencias aborígenes que de algún modo era necesario llegar a sus- tituir por el Evangelio. ¿Qué métodos debía usar para llevar a cabo esta empresa? Se ha explicado críticamente (1) cómo, sobre el modelo de los apóstoles de la Iglesia primitiva, el misionero llevó a la práctica su tarea estudiando previamente la psicología del indio, acomodándose luego a su idiosincrasia, para aplicar en se- guida una variada gama de métodos propiamente tales: captación de la benevolen- cia, presentación atractiva de la nueva fe, remoción de obstáculos, promoción huma- na del indio, formas, en fin, persuasivas, con sus interesantes variantes de acción vertical o capilar. Más allá del análisis de estas facetas, nos interesa aquí seguir el desarrollo de una línea -no la única- de la cristianización de América. En el estudio de la evangelización del Perú -y el hecho es válido para todo el cantinente- se ha destacado cómo el misionero reaccionó inicialmente ante la ta- rea, encarándola de dos maneras diferentes: "o se afana por conocer las costumbres y la civilización de los neófitos para encauzar el trabajo apostólico en lo posible den- tro de ellas, respetando su substrato primitivo que no constituyese impedimento" o inculca al indio su propia mentalidad como camino "aparentemente más fácil y se- guro de conversión (2). Ambas tesis fueron llevadas a la práctica con variedad de resultados y a su vez se sintetizaron en una intermedia: "predicar el cristianismo conservando en lo posible (1) Pedro Borges, O.F.M., Métodos misionales en la cristianización de América. Siglo XVI. C.S.LC., Madrid 1960. (2) Fernando de Armas Medina, Cristianización del Perú (1532-1600). Escuela de Es- tudios Hispanoamericanos, Sevilla 1953.

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ITINERARIO DEL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACION

DE AMERICA

Gabriel Guarda, O. S. B.Monasterio de Las Condes

a conquista de América abocó nuevamente a la misión cristiana con un

hecho ya conocido en su historia: la conquista espiritual de un mun-

do pagano.

Tratárase de los desarrollados sistemas religiosos de los imperios az-

teca o incaico o de las primitivas concepciones de los pueblos peri-

féricos a aquellos, de hecho, el misionero debía enfrentar arraigadas

creencias aborígenes que de algún modo era necesario llegar a sus-tituir por el Evangelio.

¿Qué métodos debía usar para llevar a cabo esta empresa?

Se ha explicado críticamente (1) cómo, sobre el modelo de los apóstoles de

la Iglesia primitiva, el misionero llevó a la práctica su tarea estudiando previamente

la psicología del indio, acomodándose luego a su idiosincrasia, para aplicar en se-

guida una variada gama de métodos propiamente tales: captación de la benevolen-

cia, presentación atractiva de la nueva fe, remoción de obstáculos, promoción huma-

na del indio, formas, en fin, persuasivas, con sus interesantes variantes de acciónvertical o capilar.

Más allá del análisis de estas facetas, nos interesa aquí seguir el desarrollode una línea -no la única- de la cristianización de América.

En el estudio de la evangelización del Perú -y el hecho es válido para todoel cantinente- se ha destacado cómo el misionero reaccionó inicialmente ante la ta-

rea, encarándola de dos maneras diferentes: "o se afana por conocer las costumbresy la civilización de los neófitos para encauzar el trabajo apostólico en lo posible den-

tro de ellas, respetando su substrato primitivo que no constituyese impedimento" o

inculca al indio su propia mentalidad como camino "aparentemente más fácil y se-guro de conversión (2).

Ambas tesis fueron llevadas a la práctica con variedad de resultados y a su vez

se sintetizaron en una intermedia: "predicar el cristianismo conservando en lo posible

(1) Pedro Borges, O.F.M., Métodos misionales en la cristianización de América. Siglo XVI.C.S.LC., Madrid 1960.

(2) Fernando de Armas Medina, Cristianización del Perú (1532-1600). Escuela de Es-tudios Hispanoamericanos, Sevilla 1953.

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la estructura de la civilización autóctona". En otras palabras, entre un sí y un no,

nuevamente el cristianismo frente al paganismo -como antes frente a Roma- optaríapor un sí condicional, un sí, pero. .. El aprovechamiento de la religiosidad natural

del indígena como fundamento para arraigar hondamente la nueva confesión, la ab-

sorción cristiana del substrato religioso pagano, con sus garantías y riesgos, es 1:1

línea que aquí intentaremos estudiar acompañando su proyección en el espacio y el

tiempo, a través de sus alzas y bajas.

EL "BAUTISMO DE LO BAUTIZABLE"

Fuera de la acción espontánea y práctica de los conquistadores, que aparecen"bautizando precipitadamente adoratorios y antiguos santuarios aborígenes a medida

que van penetrando en las tierras descubiertas, la Corona, con sus instrucciones, le-

yes y reales cédulas y las autoridades eclesiásticas, obispos, sínodos, el mismo Pon-

tífice, a través de diversos conductos, tienden líneas y señalan directrices que con-

forman un criterio que a su vez orienta la acción del principal agente de la cristia-

nización: el misionero. Son muchísimas las disposiciones tendientes a establecer una

continuidad, tanto en campos más lejanos y vastos como los del gobierno político o

civil, hasta los más restringidos y próximos, concernientes directamente al ámbitoreligioso. Así como los monarcas ordenan a virreyes y gobernadores respetar las an-

tiguas leyes propias de los indios mandando gobernarlos por ellas, es la misma Co-

rona la que en 1570 envía cuestionarios y encuestas para el conocimiento de los ritos

y creencias antiguas, a fin de renovar los métodos misionales; se ha dicho que a par-

tir de 1580, "quisiera o no, el misionero ya no tenía más remedio que aca:tar la de-

cisión real y respetar el substrato indígena dentro del cual se veía obligado a de-sarrollar su labor" (3).

El "bautizar lo bautizable" del antiguo mundo pagano y el asumirlo al cris-

tianismo, en la práctica se diversificó según el ámbito propio de cada actividad.Desde el inicio de la instrucción y educación, como agentes de evangelización, es

en la esfera de la cultura donde el fenómeno parece hacerse primeramente más ma-nifiesto.

Luego de llegados los franciscanos a México se habían percatado de que las

indios "criaban a los muchachos y a las muchachas en los templos y allí les discipli-

naban y enseñaban la cultura de los dioses y la sujeción a la república"; el mismo

procedimiento usaban, según BIas Valera, los Incas, que al conquistar nuevas re·

giones trasladaban al Cuzco, con sus hijos, a los caciques últimamente sometidos, afin de enseñarles religión y costumbres de los vencedores y propagarlas al hacerlos

volver a sus tierras. Ante estos ejemplos, los misioneros adoptaron rápidamente el

sistema. Gracias al apoyo de Cortés luego se confían al convento franciscano de Mé-

xico alrededor de un millar de seleccionados jóvenes indios; en los lugares desprovistos

de misioneros se previno su envío a cualquier sacerdote o seglar que cuidase de sucristiana educación. Existencia efímera tuvieron los colegios para niñas, destinadas

(3) Armas, o.c. 77.

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EL PAGANISMOEN LA CRISTIANIZACIONDE AMERICA 113

al apostolado femenino, aunque el audaz esfuerzo, excepcional en la época, en misión

de infieles, merece ser destacado.

Sobre el precedente de los colegios prehispánicos, a los colegiales se les ins-truía en la religión y en una formación literaria básica que comprendía lectura es-

critura y música; mientras en algunos se enseñaban oficios manuales en otros se

administraba un complemento cultural más profundo (4). Ejemplo de los frutos deesta institución y de su derivación apostólica son las variadas manifestaciones artís-

ticas que enderezan por cauce cristiano tendencias religiosas existentes.

Las representaciones teatrales paganas luego son adaptadas admirablementeal fin primario de la colonización. Garcilaso de la Vega, el gran escritor mestizo,

señala cómo en el Perú los jesuitas compusieron comedias para los indios "porque

supieron que las representaban en tiempo de los reyes Incas y porque vieron quetenían habilidad e ingenio" (5). En el terreno de los hechos, fray Toribio de Bena-

vente -Motolinia- llega a montar en Tlascala un drama de proporciones descomu-

nales ,intitulado "La Conquista de Jerusalén" con actuación de 800 actores, 1000

músicos y 80.000 espectadores. Los autos sacramentales subsistirán Con brillo en Mé-

xico a fines del siglo XVIII (6) Y se cree que los del XVI fueron el precedente de

su implantación por los jesuitas en Japón (7). Las representaciones se adaptan ad-

mirablemente al medio en que se ejecutan: en la del "Hijo Pródigo", en el Cuzco,

en el banquete del padre de familia lucen criollo charqui, maíz sancochado, mazor-

cas, chicha, humitas, porotos, paltas, papas y maní y, en vez del célebre cabrito, una

tierna llama (8). La participación indígena no se limita a una actitud pasiva; dotado

de ingenio y gusto, el indio escribe obras mientras se pule admirando las obras delos clásicos. El caballero Boturini admirará en México en el XVIII las comedias es-

critas por los naturales en honor de la Virgen de Guadalupe y el bachiller Bartolomé

Alba, del clero secular, sería el primer traductor al Nahuatl de obras de Lope de

Vega, entre ellas nada menos que "El Gran Teatro del Mundo" (9).

Así como en el teatro, en la música se aplica con éxito la absorción cristiana

de las formas gentílicas. Los cantos antiguos son aprovechados "para servir a la

catequesis como la Iglesia lo estiló con solemnidades paganas en los tiempos primiti-vos". Fray Bernardino de Sahagún -autor de una Psalmodia chrístiana y sermonario

en lengua mexicana ordenada en cantares o Psalmos para que canten los indios en

los areitos que hacen en las iglesias- escribe en 1533 que así como estos habían

aprendido el culto a sus dioses "cantando hymnos y haciendo charos en presencia

de ellos, para meterles las verdades evangélicas se les han dado cantares de Dios yde sus Sanctas" (10).

(4)(5)

(6)

(7)

(8)

(9)

(10)

Borges, a.c. 398.Garcilaso de la Vega, Los comentarios reales de los Incas, Ed. H. H. Urteaga, l,Lima 1918, 158.Cfr., Documentos para la Historia de la Cultura en México, en Boletín del Archiu)General de la Nación, XVIII, México 1947, 135.Constantino Bayle, S.J., El culto del Santísimo en Indias. C.S,LC., Madrid 1951, 430.Cito Bayle, a.c. 440.Constantino Bayle, S.J., El clero secular y la evangelización de América. C.S.LC.,Madrid 1950, 282.a.c., Prólogo. Cfr. Bayle, El culto ... , 416.

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También en el Incario existían a la llegada de los españoles Yaravíes -cantos

religiosos- fuera de los épicos y guerreros; vislumbrando el valor de esta tradiciónmelómana, los misioneros se sirven inmediatamente de ella con fines apostólicos (11),

Como la música, pintura, escultura y arquitectura surgen de la fusión revestidas de

inconfundible personalidad. Sin desmedro de su valor artístico específico, todas es-

tas expresiones sirven a la implantación del cristianismo; cada una de estas ramas

del arte es ya conocida del indio y el contacto con el blanco sólo abre una coyun-

tura nueva en sus posibilidades de expresión. Dibujo y pintura son fomentados pró-

digamente "porque los indios se mueven mucho por pinturas y muchas veces más

que con muchos sermones" (12). Ha sido destacada la indianización de los modelosiconográficos cristianos en todas las tierras de América, así como que en la arqui-

tectura se crean ricas formas nuevas, muy vivas y siempre populares (13). Se ha

podido decir recientemente que frente al aristocratizante arte europeo de los siglos

XVI a XVIII, en América hispanoportuguesa "el arte colonial se hizo más y más

popular a medida que la mencionada catequesis lograba penetrar con mayor fuerza

en el alma de los feligreses, sin distinguir raza ni condición social (14).

EN LA ESFERA RELIGIOSA

Pasando de este tipo de manifestaciones a otras más directamente aprove-

chables para la cristianización, por pertenecer de lleno al ámbito religioso, los da-

tos son aún más abundantes y significativos.

En determinadas creencias aborígenes el misionero encontró contactos que,

aunque derivaran de orígenes divergentes, podían coincidir en algún punto con el

cristianismo. Si usó las analogías con mesura, no las dejó sin explotar; si era deli-

cado aprovechar a granel la existencia de bautismos, confesiones y comuniones prac-

ticados por los indígenas en su gentilidad, menos lo era ciertamente asumir al cris-tianismo el sentido de las hermosas oraciones antiguas, los cantos y danzas cultuales,

algunos mismos ritos. Misioneros hubo que para designar a Dios usarían el nombre

que los indígenas reservaban para determinada divinidad (15). La costumbre de los

bailes como expresión cultual -tan popular en el norte de nuestro país y de tan

notable parentesco bíblico- arranca igualmente de la religiosidad prehispánica. Lla-mábanse estos bailes en México Mitotes y existían con variantes también en el Perú;

Fray Francisco Toral, primer obispo de Yucatán ya prescribía oficialmente a sus

curas que la doctrina cristiana fuese "lo primero que se les de por escripto para

( 11) Armas, o.c. 416.(12) Cito Armas, o.c. 444.(13) León Lopetegui, S. J. y Félix ZVbillaga,S. J., Historia de la Iglesia en la América Es-

pañola desde el descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX. México, América Cen-tral, Antillas. B.A.C., T. 248, pp. 420 Y 642. Cfr. Armas, o.c. 597.

(14) Leopoldo Castedo, "Algunas constantes de la Arquitectura Barroca Andina". EnBoletín del Centro de Investigaciones Estéticas. Universidad Central de Venezuela 4,Caracas 1966, 64.

(15) Cfr. Borges, o.c. 147, 140 Y 149.

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114 GABRIEL GUARDA

También en el Incario existían a la llegada de los españoles Yaravíes -cantos

religiosos- fuera de los épicos y guerreros; vislumbrando el valor de esta tradici6n

mel6mana, los misioneros se sirven inmediatamente de ella con fines apost6licos (11).

Como la música, pintura, escultura y arquitectura surgen de la fusi6n revestidas deinconfundible personalidad. Sin desmedro de su valor artístico específico, todas es-

tas expresiones sirven a la implantaci6n del cristianismo; cada una de estas ramas

del arte es ya conocida del indio y el contacto con el blanco s610 abre una coyun-

tura nueva en sus posibilidades de expresi6n. Dibujo y pintura son fomentados pr6-

digamente "porque los indios se mueven mucho por pinturas y muchas veces más

que con muchos sermones" (12). Ha sido destacada la indianizaci6n de los modelosiconográficos cristianos en todas las tierras de América, así como que en la arqui-

tectura se crean ricas formas nuevas, muy vivas y siempre populares (13). Se hapodido decir recientemente que frente al aristocratizante arte europeo de los siglos

XVI a XVIII, en América hispanoportuguesa "el arte colonial se hizo más y más

popular a medida que la mencionada catequesis lograba penetrar con mayor fuerza

en el alma de los feligreses, sin distinguir raza ni condici6n social (14).

EN LA ESFERA RELIGIOSA

Pasando de este tipo de manifestaciones a otras más directamente aprove-

chables para la cristianizaci6n, por pertenecer de lleno al ámbito religioso, los da-tos son aún más abundantes y significativos.

En determinadas creencias aborígenes el misionero encontr6 contactos que,

aunque derivaran de orígenes divergentes, podían coincidir en algún punto con el

cristianismo. Si us6 las analogías con mesura, no las dej6 sin explotar; si era deli-

cado aprovechar a granel la existencia de bautismos, confesiones y comuniones prac-

ticados por los indígenas en su gentilidad, menos lo era ciertamente asumir al cris-

tianismo el sentido de las hermosas oraciones antiguas, los cantos y danzas cultuales,algunos mismos ritos. Misioneros hubo que para designar a Dios usarían el nombre

que los indígenas reservaban para determinada divinidad (15). La costumbre de los

bailes como expresión cultual -tan popular en el norte de nuestro país y de tannotable parentesco bíblico- arranca igualmente de la religiosidad prehispánica. Lla-

mábanse estos bailes en México Mitotes y existían con variantes también en el Perú;

Fray Francisco Toral, primer obispo de Yucatán ya prescribía oficialmente a sus

curas que la doctrina cristiana fuese "lo primero que se les de por escripto para

( 11) Armas, o.c. 416.( 12) Cit. Armas, o.C. 444.(13) León Lopetegui, S. J. y Félix ZVbillaga, S. J., Historia de la Iglesia en la América Es-

pañola desde el descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX. México, América Cen-tral, Antillas. B.A.C., T. 248, pp. 420 Y 642. Cfr. Armas, o.c. 597.

(14) Leopoldo Castedo, "Algunas constantes de la Arquitectura Barroca Andina". EnBoletín del Centro de Investigaciones Estéticas. Universidad Central de Venezuela 4,Caracas 1966, 64.

(15) Cfr. Borges, o.C. 147, 140 Y 149.

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bailar; y sabida y cantada en el baile muchas veces, podrán darles otras cosas sanc-

tas y devotas en su lengua para bailar" (16).

Materia delicada era sin duda el mantenimiento de determinados ritos. Fray.Juan de Torquemada, como Sahagún, terciaron en la cuestión suscitada al respec-

to (17). Sin embargo también aquí hubo absorción oficial de ritos paganos; tal es

lo que pasó con las antiguas costumbres funerarias observadas por los naturales del

incario. La idea de otra vida latía en ellos y esto fue sin duda la causa que deter-minó a la Iglesia a asumirlos en su liturgia. El P. José de Acosta hacía notar al

respecto que "comúnmente creyeron los indios del Perú que las ánimas vivían des-

pués de esta vida y que los buenos tenían gloria y los malos pena y así en persua-dirles estos artículos hay poca dificultad" (18).

Al fallecer un familiar los aborígenes acopiaban alimentos, vestidos y objetos

junto a su cuerpo y al observar la liturgia católica de los primeros días de noviembre,

reaccionaron vivamente al ver que los cristianos, como ellos, cuidaban caritativa-

mente de sus deudos; "vayamos, pues, nosotros también a la iglesia, argüían, y lle-

vemos de comer a nuestros muertos" (19). Los misioneros calificaron la costumbre

como inofensiva y aprovecharon su profundo sentido. Los concilios limenses y los

sínodos episcopales reglaron la forma que debía guardarse, advirtiendo "que procu-

ren los sacerdotes dar a entender a los indios que las ofrendas que en la Iglesia se

ponen en las sepulturas no son comida ni bebida de las ánimas, sino de los pobres

y de los ministros". El 11 concilio de Lima (1567-68) es testigo de las ofrendas in·

dígenas en las iglesias el día de la conmemoración de los fieles difuntos: los natu-

rales seleccionaban alimentos preparados que en vida habían sido del gusto de sus

familiares y los depositaban con gran recogimiento en sus sepulturas.

Parece ser que respecto al ritual de los sacramentos la Iglesia fue cautelosa enasimilar las prácticas antiguas; sin embargo, no faltaron proyectos ni ejemplos de

realización en determinados detalles. Fray Jerónimo de Mendieta proponía que en

el bautismo administrado a los niños mexicanos se les impusieran solemnemente las

insignias usadas en los bautismos paganos practicados antes por los mismos indios,

aplicándolas "al espiritual y verdadero significado"; el arco que se daba a los niños

como símbolo de virilidad, podía significar ahora fortaleza y lucha espiritual y la es-

coba entregada a las niñas, símbolo de su quehacer doméstico, las virtudes cristianas

del hogar (20).

En cuanto a la administración de algunos sacramentos, cabían determinadas

adaptaciones en lo externo. En la confesión se admitió desde luego el uso del nemo-

técnico procedimiento indígena de los quipos como sistema práctico para el exacto

(16) Cit. Bayle, El culto .. " 418.(17) Cfr. Demetrio Ramos, Dos aspectos de la influencia de los cronistas de la Nueva Es-

paña en el Nuevo Reino de Granada. Ponencia al XXXV Congreso Internacional deAmericanistas, México 1962.

(18) }oseph De Acosta, S.}., Historia Natural y Moral de las Indias. Ed. E. O'Gorman,Fondo de Cultura Económica, México 1962, 227.

(19) Francisco de Avila, De priscorum HuamchiriellSium origine et institutis. Ed. H. Ga-lante, Madrid 1942, 409.

(20) Borges, a.c. 147,

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116 GABRIEL GUARDA

recuerdo de sus faltas (21); en México, a pedido de un confesor, los indios se pre-

sentan con las suyas, si cabe el término, ilustradas. Motolinia acota que después deproponer el procedimiento, "no lo dije a sordos, porque luego comenzaron tantos a

traer sus pecados escritos que tampoco me podía valer, y ellos con una paja apun-

tando y yo con otra ayudándolos, se confesaban muy brevemente"; el apóstol co-

mentaba que "de esta manera hubo lugar a confesar a muchos porque ellos lo traían

todo tan bien señalado con caracteres y figuras que poco más era menester pregun-tarles de lo que allí traían escrito o figurado" (22).

Más fácil, en cambio, resultaba la absorción de formas externas en la liturgia,

hecho en el cual jugaba la fascinación que sobre el indígena ejercía la solemnidadde las ceremonias. Una natural percepción de lo sagrado les hacía muy sensibles

para captar la unción con que el sacerdote celebraba los ritos, y los concilios -sobre

todo el III limense (1582-83) - al velar por este punto, no hacían sino hacerse eco

de un hecho sobradamente conocido. Se operaba dentro de una profunda penetra-

ción de la idiosincrasia nativa, producto ya de larga práctica misionera y la mejor

prueba de su acierto derivó del interés con que los nuevos feligreses participaban

precisamente en la liturgia (23).

Expresión favorita dentro de este campo fue el de las grandes festividades

de Pascua, Navidad, Corpus Christi o la Exaltación de la Cruz, que alcanzaron en

el continente características relevantes. Al carácter festivo del día se sumaban las

procesiones, rito ya conocido en el paganismo, que explica sobradamente el porquéde su popularidad en América. Es por esto que Corpus Christi fue la fiesta que acaso

pasó a ser más expresiva dentro del calendario de la época virreinal; coincidían ade-

más en ella, por parte de la Iglesia, en virtud de su misma institución por Urbano

IV (1261), el carácter de fiesta popular, con las frondosas expresiones del barrocoindiano de los siglos XVI a XVIII.

Garcilaso describe cómo en el Cuzco la celebraban los indios con ritos ex-

ternos semejantes a los conocidos en su gentilidad: "traían todas las galas, ornamen-

tos e invenciones que en tiempo de los reyes Incas usaban en la celebración de sus

mayores fiestas", cada provincia pasaba cantando "en su propia lengua particularmaterna y no en la general de la costa, por diferenciarse las unas naciones de las

otras. .. llevaban sus atambores, flautas, caracoles y otros instrumentos rústicos y

musicales ... " cada nación traía el blasón de su linaje de donde se preciaba des-

cender y máscaras de león, cabezas de animales, alas de aves, divisas y guirnaldas

de oro; marchaban "haziendo grandes ademanes, fingiéndose locos y tontos". Es no-

table el entronque que se establecía entre el cristianismo y el rito antiguo, contexto

en el que aquellos distintivos del linaje cobran una nueva dimensión. El mismo au-

tor, testigo y actuante en estas fiestas, señala que los cantos eran "en loor de Dios

Nuestro Señor, dándole gracias por la merced que les había hecho en traerlos a su

verdadero conocimiento" y se hacían "con grandissimo contento como gente ya des-

(21) Armas, o.c. 327.(22) Cit. Mariano Cuevas, S.J., Historia de la Iglesia en M{xico. Il, El Paso, Texas. Ed.

Revista Católica, 1928, 206.(23) Cfr. Borges, o.c. 422 y Lopetegui, o.c. 413.

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EL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACIONDE AMERICA 117

arraigada de las vanidades de su gentilidad pasada" 23 bis). Fuentes del año 1617

señalan que en Corpus participaban en todo el país los pairanes, danzantes de cier-

tas antiguas fiestas paganas y en México los indios de Xochimilco e Ixtapalapan des-

plegaban su arte de flores y yerbas olorosas tapizando calles previamente cubiertas

con arena humedecida y apisonada (24). En las reducciones jesuíticas del Paraguay

los guaraníes alineaban al paso del Santísimo los productos de su arte e industria,

los animales de la selva, sus flores y frutos en homenaje al Creador. En las mismas

misiones se había introducido en la liturgia de todas las fiestas el perfume de lasiglesias, por costumbre aborigen (25). Corno resumiendo la actitud seguida en todosestos casos, el P. Acosta citaría concientemente la actitud tradicional de la Iglesia;

refiriéndose a las formas externas de la gentilidad decía "generalmente es digno de

admitir que lo que se pudiere dejar a los indios de sus costumbres y usos ... es bien

dejallo y, conforme al consejo de San Gregario Papa, procurar que sus fiestas y re-

gocijos se encaminen al honor de Dios y de los Santos cuyas fiestas celebran ... " (26).

Puede ser ilustrativo revistar la actitud adoptada en torno al sol, general-mente objeto principal de la piedad indígena y signo admirablemente manifestativo

de la divinidad benéfica; ya al recomendar a la benevolencia de los mexicanos a

Zumárraga, su primer obispo, con su hueste de misioneros, Carlos V (1543) tocaba

el punto, presentándolos para que les dieran a entender "cómo el sol y la luna y

otras criaturas suyas que os agradan a quienes algunos engañados suelen servir y

reverenciar, son ministros suyos, por El criados para ejecutores de su voluntad, parala buena gobernación y conservación de este mundo ... " (27). Resumiendo, de dos

maneras distintas resolvió la Iglesia el asunto: o explica su carácter de mera crea-tura, o lo sustituye por el verdadero Dios, reclamando para El los honores divinos

antes tributados a aquél. La primera vimos esbozada por el Emperador; la segunda lo

será por el Papa.

En el primer caso los misioneros no tuvieron más que acudir a la Escritura;

la prueba no sólo hacía rodar al sol, sino hacía carambola en todo el sagrado firma-

mento indiano, pues de una meditación del Génesis se concluía que a una "el cielo, y

el sol y la luna y las estrellas y el fuego y el aire y los pescados y asimismo la tierra

y las piedras y los árboles y los animales y las aves" no eran más que creaturas quederivaban su origen del único Creador y que, carentes de entendimiento, eran inca-

paces de ser divinidad. Esto último explicaba igualmente el III Catecismo de Lima

al decir "esos cielos tan grandes y tan hermosos, ese sol tan resplandeciente, esa lunatan clara, esas estrellas tan alegres y tan concertadas.. .es Dios el que hizo todo

eso" (28). Si la presentación abstracta de estas ideas en pláticas y sermones resul-

taba árida, se salpimentaba con explicaciones prácticas: el P. Gonzalo Lucero trans-

(23 bis) Garcilaso, a.c. 61.(24) Cuevas, o.c. III, 479. Cfr. Bayle, El clero. '. 286.(25) Guillermo Furlong, S.J., Misiones y sus pueblos guaraníes. Imprenta Balmes, Buenos

Aires 1962, 220. Cfr. Zuretti, Juan Carlos, Historia eclesiástica argentina. Ed Huar-pes Buenos Aires 1945, 54.

(26) Acosta, o.c. 318.(27) Cedulario indiano recopilado por Diego de Encinas. Ed. Instituto de Cultura Hispá-

nica, Madrid 1945, IV, 222.(28) Cito Borges, a.c. 156; Cfr. p. 272.

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118 GABRIEL GUARDA

portaba consigo una esfera que, en el momento oportuno armaba ante la expectaciónde los naturales, solventando con dos movimientos los escondidos mecanismos delcielo empíreo. Más ingeniosa aun dentro de esta línea resulta ser la solución de

Pedro Sánchez de Aguilar, como se solía decir entonces, estrellero, que al día si-

guiente de un eclipse, premunido de dos naranjas y una vela encendida revelaba

los misterios astrales dejando a los indios "admirados y muy contentos y risueños ycorridos de su ignorancia".

La otra actitud frente al sol fue la de asumir su significación como expresión

de la divinidad. Siendo su culto prácticamente general, la Iglesia, que había recabadopara Cristo los honores rendidos en la antigua Roma al sol invictus, no debía vacilar.

Paulo IV, efectivamente, por una bula datada en 1558 ordenó "Que los días que los

yndios por sus antiguos ritos dedicaban al sol, y a sus ydolos, se reduzcan en honor de

el verdadero Sol Jesu Christo, y de su Santíssima Madre y más santos en los que la

yglesia zelebra sus festividades" (29). Los jesuitas luego cristianizaron en el Perú las

fiestas paganas del sol y el repetido Garcilaso, después de describir la pompa con que

en el Cuzco se habían celebrado sus fiestas rituales refiere cómo sobre los tonos de

los ailli, que lo ensalzaban, el maestro de capilla de la Catedral compuso piezas para

órgano, con el entusiasmo de los indios al ver "que con sus cantos y bailes solem-nizasen los españoles las fiestas del Señor Dios nuestro" (30).

En las procesiones de Corpus en Chiclayo desfilan en 1650 ciertas alegorías

representando "el cielo empíreo, el sol y la luna", encarnados en indios "con jeroglí-

ficos y el adorno natural" (31) Y tanto en la Catedral del Cuzco como en iglesias de

México, Santo Domingo u Arizona aparecen pinturas de zodíacos en las que todauna simbología astrológica relacionaba los luminares con "el Sol de Justicia, Cristo"

(32). En algunas iglesias de Guanajuato, en cambio, en la representación de la Tri-

nidad mientras el Hijo era representado por el cordero y el Espíritu Santo por lapaloma, en el lugar del Padre aparecería un sol (33). El artífice indígena expresaba

el misterio, según su mentalidad, en la forma más significativa.

Un punto especial merece finalmente lo relacionado con el uso del espacio

sagrado. Se ha observado cómo la religión cristiana, que pudo en otras partes puri-

ficar y destinar a su propio culto los templos paganos y las mezquitas árabes, muy

poco partido podía sacar de aquellas moles de piedra y tierra, con escaso espacio. aprovechable (34); casos aislados en México y Yucatán indicarían el aprovecha-~iento del antiguo espacio cultual cuando era posible; ciertos templos mayores,

además, no sólo era difícil, sino inconveniente sustituirlos. Sin embargo todo conspiró

(29) Balthasar de Tobar, Bulario indico. Ed. M. Gutiérrez de Arce. Escuela de EstudiosHispanoamericanos, Sevilla 1954, 1, 325.

(3D) Garcilaso, a.c. 61 Cfr. Armas, o. c. 421.(31) Diego de Córdoba Salinas, Crónica franciscana de las provincias del Perú. Ed. L.

Gómez Canedo, Washington 1957, 176.(32) Cfr., Erwin Walter Palm, Los monumentos arquitectónicos de La Española. Ciudad

Trujillo, Santo Domingo, 1955, n, 147 sq. Cfr. José de Mesa y Teresa Gisbert, LaPintura Cuzqueña. Instituto de Arte Americano, Buenos Aires 1962. 91 sq.

(33) Gloria Grajales Ramos, "Influencia indígena en las artes plásticas de México colo-nial". En Anales del Instituto de Arte Americano, Buenos Aires 1953, VI, 79.

(34) Cuevas, a.c. 1, 206.

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EL PAGANISMOEN LA CRISTIANIZACIONDE AMERICA 119

para que en el terreno práctico se optara generalmente por el reemplazo total. Al

atender este punto, Carlos V en una cautelosa cédula de agosto de 1538 recomen·

daba que se procediera a las demoliciones "con aquella prudencia que convenga,de manera que de derriballos no resultase escándalo entre los naturales y derribados

proveais que de la piedra de ellos se tome para hacer iglesias y monasterios" (35);

los bienes dotales de los monumentos, dentro de la misma línea, se debían invertir

en ornamentos y de sus rentas, sustentar los clérigos de las respectivas iglesias. Es

sintomático que el I Concilio limense ordenara que purificado el lugar se edificase

en él una cruz o una ermita; de dos dominicos -los Padres Pedro Guerrero y Jordánde Santa Catalina, se dice que cada uno levantaron 160 iglesias en lugares ocupadosantes por santuarios idolátricos (36).

Se establecía así de hecho, incluso en el caso de la necesaria destrucción, to-

da una cadena de motivaciones que ataba el nuevo espacio sagrado con el antiguo.

No solo en México -donde la Catedral más grande del continente se alza sobre el

antiguo gran teocaUi de Tenochtitlán o el santuario de los Remedios de Cholula sobrela gran pirámide- sino en el Perú -recordar Santo Domingo del Cuzco, sobre el co-

ricancha o templo del sol o el santuario de Guadalupe sobre otro dedicado a la

luna- se observa como constante la construcción de iglesias sobre los sitios de anti-

guos adoratorios aborígenes (37).

Como un ejemplo simbólico de bautismo de un lugar concreto y esencial-

mente pagano y de su asimilación al centro del culto cristiano -doblemente signifi-

cativo, además, por la categoría de quien lo realiza- merece citarse el practicado por

D. Francisco Marroquín, primer obispo de Guatemala al visitar en 1538 Tecpán,

la antigua capital indígena: admiró allí el prelado la bella piedra de obsidiana, fe-

tiche principal del pueblo cakchiquel que, habiendo ocupado siempre el puesto de

honor en la antigua ciudad, encontrábase ahora arrinconada. De inmediato el obispo

la consagra colocándola como ara en el altar mayor del nuevo pueblo (38).

A un lado el análisis de la conciliación de los procedimientos misionales con

la libertad del indio -resuelto por los teólogos coetáneos-, la Iglesia se presentaen todos estos actos como consciente de que los símbolos religiosos paganos podían

ser utilizados por Dios como preparación del Evangelio. Con aguda penetración

sus ministros parecen descubrir, velado por supersticiones y abyecciones que era

necesario exorcizar, un recóndito concepto acerca de un Ser Supremo, existente en

el fondo del alma indígena, conocimiento inequívocamente puesto por el único Dios."Aunque las tinieblas de la infidelidad tienen oscurecido el entendimiento de aque-

llas naciones, argumentaban, en muchas cosas no deja la luz de la verdad y razón

algún tanto de obrar en ellos; y así comúnmente sienten y confiesan un SupremoHacedor de todo .,. a éste hacían adoración y era el principal que veneraban,

mirando al cielo..... El misionero debía dirigirse a los indios como el apóstol en

el Areópago, hablándoles de un Dios adorado pero no conocido: "es muy semejante,

(35) Ibídem 1, 204. Cfr. Borges, o.c. 283.(36) Borges, a.c. 299.(37) Armas, a.c. 440.(38) Carmelo Sáenz de Santa María, S.J., El licenciado don Francisco Marroquín, primer

obispo de Guatemala (1499-1563). Ed. Cultura Hispánica, Madrid 1964, 53.

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120 GABRIEL GUARDA

decía el P. Acosta, a lo que refiere el libro de los Actos de los Apóstoles haberhallado San Pablo en Atenas, donde vio un altar intitulado Ignoto Deo, al Dios

no conocido, de donde tomó el apóstol ocasión de su predicación diciéndoles 'al

que vosotros veneráis sin conocerle, ése es el que yo os predico' y así al mismo modo

-concluía- los que hoy predican el Evangelio a los indios no hallan mucha difi-

cultad en persuadirles que hay un Supremo Dios y Señor de todo y que éste es elDios de los Cristianos" (39).

LA SUPERVIVENCIA PAGANA

Lo expuesto podría sugerir un éxito inmediato y definitivo, por decirlo de

una vez, triunfal, del proceso de la cristianización de América.

Para desvanecer falsas ilusiones conviene advertir que hasta ahora se ha

presentado uno solo de sus aspectos. Se caería en un simplismo y se despojaría a

aquel proceso de uno de sus mayores méritos si se creyera que consistió precisa-

mente en la sola aplicación automática de una receta garantida. Si toda obra viva

de cristianización parece deber llevar en sí un germen de dinamismo que excluyeex natura rutinas y sistemáticas repeticiones, en Hispanoamérica los métodos apos-

tólicos y su oportuna adaptación a cada realidad concreta debían necesariamente

diversificarse según la idiosincrasia propia de cada pueblo, región geográfica, orden

religiosa, autoridad eclesiástica, acción de conquistadores y colonizadores, variedad

de tiempos o dificultades halladas. Gran parte de su desarrollo, de la legislación

positiva que lo orientó, debía depender en la práctica de la apreciación de sus re-

sultados sin dejar de mano los negativos. Era obvio que la implantación de una

nueva religión en un ámbito geográfico de las dimensiones de América no impli-caba la constitución inmediata de una cristiandad perfecta y el desaparecimiento

automático de las creencias antiguas. Ni los conquistadores, ni los misioneros, ni

mellOS la Corona, fueron tan ilusos como para no percatarse de esta realidad. En

el momento mismo en que Cortés, vehemente, sustituía por cruces los primeros

ídolos con que topaba, su capellán lo sujetaba arguyendo "paréceme ser que en

estos pueblos no es tiempo para dejalles la Cruz y esto que se les dijo, hasta que

tengan más conocimiento de nuestra fe ... " (40). La reflexión es significativa: al

querer aplicarse el más sabio de los procedimientos misioneros -usar de los ele-

mentos paganos como vehículo natural para la introducción del cristianismo- ya

se contaba con que en el remedio iba implícito el virus del mal que se pretendía

quitar; como también que dependería de los ulteriores cuidados del médico sabio

y de la debilidad o fortaleza del cuerpo tratado el deseado estado de completa

salud. La experiencia de repetidas recaídas, junto con mostrar a los misioneros quela constitución espiritual de sus neófitos era naturalmente feble y requería cons-

tantes cuidados, los persuadió en la idea de que su trabajo necesariamente debía

ir para largo. Dentro de un cuadro regular de avance, son frecuentes en la cristia-

(39) Acosta, a.c. 219.(40) Cito Cl,levas,a.c. 1, 137.

Page 12: ITINERARIO DEL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACION DE …

EL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACION DE AMERICA 121

nizaclOn de América, hasta finales del seiscientos, las supervivencias o rebrotes de

paganías: examinaremos en seguida algunas de sus formas características, en cuanto

siempre disfrazadas bajo apariencias de piedad.Al comentar la concesión hecha a los mexicanos en el sentido de conservar-

les, ya cristianizados, sus paganos mitotes, Cervantes de Salazar acotaba que "se

les ha permitido para darles contento, estos bailes, con que, como cantaban ala-

banzas al demonio canten alabanzas a Dios, pero ellos -agregaba- son tan incli-

nados a su antigua idolatría, que si no hay quien entienda bien la lengua, entre

las sacras oraciones que cantan mezclan cantares de su gentilidad y para cubrir

mejor su desviada obra comienzan y acaban con palabras de Dios, interponiendo

las demás gentílicas, abaxando la voz para no ser entendidos y levantándola en losprincipios y fines ... ".

En la esfera del tiempo sagrado serpenteaban escondidas las paganías. Fran-cisco de Avila, perito en detectarlas, delataba cómo ciertos indios del Perú, pam

no ser descubiertos en sus ritos supersticiosos, hacían coincidir la celebración de

sus antiguas fiestas con las del calendario cristiano. Era la peor interpretación que

se podía hacer del método antes estudiado, en este punto preciso, auspiciado por

el mismo Pontífice. "En hazer las fiestas de los ydolos referidos con toda solemnidad

de danc;as y cantos -dice este informante- han usado de un artificio diabólico,

guP, ha sido hacerlas en la fiesta de Corpus Xpi, en la fiesta de la advocación del

Pueblo, en las Pascuas y días más solemnes, dando a entender a su cura que seholgaban por la fiesta de la Yglesia ... ".

En su gentilidad, de hecho, el incario había celebrado grandes fiestas que

venían a coincidir con Corpus o Pentecostés, época la más apropiada para la obser-

vación de determinadas estrellas o constelaciones. En 1611 se descubría que, efec-

tivamente, en algunos puntos del Perú, los neoconversos subintroducían la de raimi,

en honor del sol, en la del Cuerpo de Cristo, que Garcilaso, después de describirla

celebrada con idénticos esplendores rituales que en la antigüedad revelaba "ha

habido y hay entre los indios que parecen celebrar nuestra fiesta del Corpus Christimucha superstición de celebrar la suya antigua de intiraimi" (42).

El espacio sagrado tampoco podía quedar libre del peligro. Motolinia refier3

cómo "dende a poco tiempo vinieron a decir a los frailes cómo escondían los indios

los ídolos y los ponían en los pies de las cruces o en aquellas gradas debajo de laspiedras, para allí hacer ver que adoraban la Cruz y adorar al demonio ... " (43). yel citado Avila, que los naturales de Huarochirí -Perú- celebraban anualmente en

un Ecce Hamo y en cierta imágen de la Virgen a los ídolos Hauayhuay y Champi-

moca "de manera que la Ymagen de Nuestra Señora representaba al ydolo muger y

el Ecce Horno al ydolo varón, y los tenían en el altar mayor de un pueblo, donde

los adoraban no como lo que representaban formalmente, sino como a dichos ydolos"(44). En 1547, en fin, se descubrían en Lampas otras fiestas idolátricas bajo apa-

riencia de la patronal del pueblo y en Huamachuco se llegaba hasta ocultar tras el

(41) Cito Bayle, El clero.. " 289.(42) Cito Bayle, El culto. ", 284. Cfr. Armas, o.c. 588.(43) Cito Cuevas, o.C. 1, 185; Cfr. 202 y Borges, o.c. 289.(44) Cit. Bayle, El clero... , 290. Cfr. Borges, O.c. 289.

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1221 GABRIEL GUARDA

altar mayor el ídolo Guamansiai y -lo que es extremo- otros en el pie del osten-sorio (45).

Baluarte de estas supervivencias era la solapada actividad de los hechiceros.

Así como los había adoradores ortodoxos del antiguo panteón indiano, la supersti-

ción y la magia tendían a querer apropiarse de los poderes sobrenaturales de la

nueva religión; en esta perspectiva retenían elementos antiguos asimilando noveda-

des. Los hechiceros del Perú, así, frecuentemente acompañaban sus ritos con fórmu-

las cristianas -invocaciones a Jesús, uso de agua bendita, de cruces, etc.- sobre

todo en la cura de enfermedades; en otras ocasiones defenderán el derecho de

honrar sus dioses así como los cristianos las imágenes (46).

CONSECUENCIAS POSITIVAS

A la luz de estos datos -y son bastantes abundantes- podría pensarse que

la misión de América, en su esfuerzo de adaptación y absorción de la religiosidad

indígena había ido demasiado lejos, transado acaso con la idolatría.

Conviene dejar desde ya en claro que no sólo no pensó en semejante abomi-

nación, sino que, en el momento de aclarar posiciones, fijó inequívocamente la suya

sin claudicaciones ni atenuantes. Las campañas contra la idolatría fueron muy cui-

dadas y eficaces; las idolatrías, como hoy sus modernos sustitutos, habían sido una

constante en el historial del desarrollo y extensión de la Iglesia y en sí, pese a los

caracteres alarmantes con que se presentó entonces en determinados focos, se la

atacó en todas partes con las armas más inteligentes y variadas. La Iglesia no sedesentendió entonces -como posteriormente a la revolución de la Independencia-

de la urgente atención del cristianismo indígena y de la pureza de la devoción

popular, abandonándolos a su propia suerte y permitiendo que derivaran en lassupersticiones y fetichismos que hoy la esmaltan en numerosas expresiones. La con-

secuencia positiva de las supervivencias paganas dentro del aprisco determinaría en

buena parte el buen celo apostólico de los pastores y la vigilancia comedida de sus

rebaños. La razón de la agilidad y dinamismo que un examen atento de la misión

hispanoamericana permite ver aun en vísperas de la Independencia, parece estribar

en buena parte en esta constante revisión, de enfrentamiento de métodos pastoralescon sus resultados prácticos.

Sorprende ya en pleno siglo XVI esa agilidad para encarar el problema que

nos preocupa, a medida que se ve aparecer por primera vez en el campo tan afano-samente sembrado. A fines de aquella centuria, a fuerza de trabajos, se consigue

que el rebrote idolátrico amaine, para luego volver a arreciar a principios de la si-

(45) Bayle, El culto ... , 284.(46) Borges, a.c. 449. Sobre estas prácticas en Chile. Cfr. Julio Vicuña Cifuentes, "Mitos

y supersticionesrecogidos de la tradición oral chilena. En Revista Chilena de Histo-ria y Geografía. XIII, Santiago 1915, 415 sq. y Armas, a.c. 581.

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EL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACION DE AME RICA 123

guiente (47). Centra este período el descubrimiento de un foco en el Perú, donde

el Arzobispo de Lima D. Bartolomé Lobo Guerrero auspicia a partir de 1615 una

organizada campaña. El virrey Príncipe de Esquilache comunicaba al monarca cuatroaños más tarde que durante aquel lapso se habían requisado en total 10.722 ídolos,

fetiches y amuletos. Así como para la valoración de esta suma conviene aclarar que

la calidad y tamaño de tales objetos era mísera y que "mientras los misioneros des-truían ídolos, los indios fabricaban otros" (48); era consolador constatar correlativa-

mente que hechiceros e idolatrías eran delatados por indios piadosos, que en estecaso salían del trance con su fe doblemente probada.

Las campañas, después de evangelizados, vinieron a tener para los indios el

carácter de una esmerada misión, con los beneficios que siempre tal método pastoral

trae consigo y así como se empleó mano dura contra los ídolos, no se hizo lo propio

con sus adoradores: la Santa Sede había concedido desde 1573 a los obispos de Amé-

rica facultades extraordinarias para absolver a los neo conversos del pecado de ido-

latría y para la persuasión de los "dogmatizadores" se creó en el Cercado de Lima

una casa de reclusión donde los aludidos estaban "ocupados y enseñados". En el

virreynato de Nueva España se les recogía en conventos para su instrucción (49).

Desechada la actuación del Santo Oficio por no tener jurisdicción sobre losindios, se creó expresamente una institución llamada Visita de Idolatrías, verdadera

misión ambulante que actuaría aún hasta el siglo XVIII (50). Los ministros, citando

las Escrituras, predicaban que los hombres, al mirar las obras de Dios "no atinaron

al autor y artífice sino que el fuego o el viento, o el aire presuroso o el cerco de las

estrellas, o las muchas aguas, o el sol, o la luna creyeron que eran dioses y gober-

nadores del mundo... porque por la propia grandeza y hermosura que tienen lascriaturas se pueden bien conjeturar qué tal era el Creador de todas"; estas palabras

de Sabiduría, como otras de Job, servirían de "argumentos maravillas y eficaces para

convencer el grande engaño de los idólatras infieles que quieren más servir y reve-

renciar a la criatura que al Creador" (51). Aun en el S. XVIII, desaparecidos los

ídolos destructibles, quedaban los grandes fenómenos naturales y los accidentes de

la creación. El P. Arriaga proponía un apostolado con enseñanza "de las causas de

las fuentes y de los ríos y cómo se fraguaban los rayos de las nubes y se congelan lasaguas y otras cosas naturales", es decir, una respuesta razonada a todo el animismo

indígena y por ello mismo el que lo enseñare no debía ser cualquiera, sino "ha me-

nester saber bien ... " (52). Muchos agentes, preparados y activos, eran necesarios

para el cuidado de la viña y se señalaba que el mal rebrotaría "en los campos malcuidados ... por falta de brazos". Es muy realista el informe que sobre su diócesis

daba, todavía en la decimosexta centuria, don Diego Vásquez de Mercado, obispo de

Yucatán:"Si se mira la gran muchedumbre de gente que tiene esta Provincia, sana y

(47) Pedro Sánchez de Aguilar, Informe contra idolorum cultores del obispado de Yucatán.1613, Mérida (México) 1937 y Pablo José de Arriaga, S. J., Extirpación de la ido-latría en el Perú, Lima 1621. Cfr. Borges, a.c. 296.

(48) Armas, a.c. 583 y 588.(49) Bayle, El clero ... , 291. Cfr. Armas, a.c. 576 y 574.(50) Cfr. Borges, o. c. 295, Armas, 575, Cuevas, 111, 235 Y Lopetegui, 11 293.

(51) Acosta, a.c. 222.(52) Arriaga, a.c. 22.

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124 GABRIEL GUARDA

entera en la verdad y sinceridad de la fe católica -comunicaba al Rey- es muy po-quito lo que hay dañado, y casi nada con algunas idolatrías que luego se descubren,

castigan y enmiendan, y si se mira el gran aparejo que la tierra trae consigo por su

mucha aspereza, braveza y montuosidad, no hay que espantarse de las que hay, sinodar gracias a Dios que sean tan pocas" (53).

Al parecer, a fines del período virreinal, el paganismo aparece dominado en

el ámbito de Hispanoamérica. Sus restos, sitiados en refugios inofensivos, junto con

evitar en los misioneros un peligroso sesteo sobre sus laureles, no impedía en la jo-

ven cristiandad un efectivo florecimiento. Viajeros independientes, como por ejemplo

el sabio Hipólito Ruiz, testimonian, por lo menos en el virreinato perulero, una

religiosidad próspera, con catequesis constante, activa participación litúrgica y efi-ciente organización pastoral (54).

LA DECADENCIA MISIONAL

No es éste el lugar indicado para abordar el fin que tuvo este estado de cosasen las guerras de la Independencia. Su compleja problemática requeriría un estudio

muy cumplido que no es del caso emprender en estas breves líneas. Las destructorascampañas bélicas desatadas con la virulencia propia de este tipo de situaciones, el en-

volvimiento del indígena en la refriega, el atropello de la legislación proteccionista

que hasta entonces lo había favorecido, con la consecuente ruptura del equilibrio

social y económico, abandono y final repliegue al primitivismo; la solicitación en-

gañosa por parte de ambos bandos de su concurso, la general mortandad; la inevita-

ble participación activa del clero primero en dichos bandos y en las banderías de

partido después; su ulterior eclipse por falta de vocaciones, la suspensión de todaactividad pastoral y el inherente rebrote de las supersticiones, la desviación, en fin,

de la atención de la jerarquía, enzarzada en interminables competencias con los go-

biernos liberales, con ser entre otras, cada una en sí causales suficientes como para

hacer vacilar el éxito de cualquier empresa apostólica, en el caso concreto de His-panoamérica, la acción conjunta de todas ellas debió significar, en buen romance, un

verdadero cataclismo.Será necesario sin duda achacar a una profunda vitalidad el que determinadas

partes de la airosa construcción, si bien desgreñadas, aún libraran indemnes; en todo

caso, sin distinguir hoy suficientemente las proporciones del fenómeno y la prolon-gación de sus efectos en el tiempo, se caería en el fácil riesgo de mirar fuera de la

justa perspectiva los efectos de la misión en la época en que ella se ejerció con ca-racteres propiamente tales, libre de agentes perturbadores de carácter extrínseco,

como serían los anotados. La intervención de las guerras de la Independencia, en re-

lación al proceso que nos ocupa, hizo el efecto de la inserción de una pieza ajena

al sistema, especie de gran cuña clavada, que interceptó bruscamente el ritmo de su

( 53) Cuevas, o.c. I1, 33.(54) Hipólito Ruiz y Pavón, Relaown histórica del viage a los reynos del Perú y Chile

(1777-1788) Madrid 1952, 1, 335.

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EL PAGANISMO EN LA CRISTIANIZACION DE AMERICA 125

cauce orgánico, desvirtuando la dirección normal de su desenvolvimiento y frustran-

do la madurez de sus últimos frutos, precisamente los más próximos a nosotros.

Olvidando que el paso desde entonces no ha sido recuperado en el regularavance del proceso evangelizador, muchas veces opinantes improvisados han acha-

cado a los antiguos métodos misionales las anomalías que hoy desfiguran la religio.

sidad popula! de nuestras masas. Aparte de los prejuicios y del frecuente descuido

que existe frente a los hechos según una sana confrontación histórica, se olvida ade-

más el juego de los mecanismos y leyes naturales en el fenómeno religioso, cual sería

en este caso tanto el hecho de la gradación en lo sagrado desde lo propiamente tal

al fetichismo, como el que no conviene juzgar un acto religioso por su punto termi-nal, sino por su origen.

Las reminiscencias paganas observadas en distintos puntos de Hispanoamérica

y la floración general de fetichismos, animismos y supersticiones en el siglo XX, no

parecen ser de ninguna manera causa suficiente para inculpar la misión de los siglos

XVI, XVII Y XVIII de fracaso, sin tener presente el largo y sostenido desastre delXIX, el rebrote de aquellas anomalías fuera del ámbito pastoral y del control de la

Iglesia, la ulterior postura marginada de ésta frente a las expansiones sencillas de la

religiosidad popular hasta llegar hoy a su casi total divorcio.Pareciera que una visión de conjunto del proceso en sus fases culminantes

puede bosquejar una perspectiva más amplia, permitiendo admirar los valores de

una misión que, adelantándose al tiempo y a lo ejecutado posteriormente en otros

continentes de misión, fue capaz de establecer una cristiandad con sus modalidades

propias, en la cual no hay que olvidar que tanto el nativo como el blanco se sintieron

a gusto, en una Yglesia muy suya, adaptada y sencilla. Las causas de los posibles

retrocesos de esta misión, en la materia que nos ocupa, ya habían sido vaticinadas

agoreramente por sus más activos ministros desde el siglo XVI; el Arzobispo Mon-

túfar, de México, o el P. Aniaga, en el Parú, por vía de ejemplo, las atribuían a ladimensión excesiva del campo pastoral y a la "falta de enseñanza y doctrina" (55);

en relación al posible receso a la superstición, los múltiples autores de obras sobre el

asunto profetizaron igualmente los peligros que se cernían sobre la grey, si ésta era

abandonada. Sobre el estudio de la complejidad psíquica del indio hoy se ha po-

dido determinar su propensión al culto no de una, sino de dos religiones yuxtapues-

tas (56) Y en el caso concreto de sus expresiones de piedad, que mientras el misio-nero vigilante pudo hacer luz en aquel contrastado claroscuro, el peligro disminui-

ría; sería su casi total extinción lo que con el tiempo dejaría en tinieblas aquel

luminoso cristianismo, apagando la pureza de la religión y sus manifestaciones visibles.En todo caso es fácil apreciar que muchas facetas del desarrollo histórico de la mi-

si6n de América, por su trascendente modernidad, pueden servir para una reflexión

sobre los aciertos y desaciertos de la misión cristiana, siempre tan actual en estastierras.

(55) Armas, o.c. 599. Cfr. Borges, o.c. 530, 31 Y 50.(56) Borges, o.c. 521; Armas, 593; Lopetegui, 1, 587; Bayle, El culto ... , 419.