iraburu jose maria - de cristo o del mundo

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1 José María Iraburu De Cristo o del mundo Fundación GRATIS DATE Pamplona 2001, 2ª edición

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  • 1Jos Mara Iraburu

    De Cristoo del mundo

    Fundacin GRATIS DATEPamplona 2001, 2 edicin

  • 2Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundo

    Introduccin

    El Seor Jesucristose entreg por nuestros pecados

    para liberarnos de este perverso mundo presente,segn la voluntad de Dios, nuestro Padre,

    a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amn(G1,3-5).

    1. Verdades previas

    Ellos no son del mundo,como yo no soy del mundo (Jn 17,16)

    De Cristo o del mundoEl ttulo de esta obra sugiere una idea central: que los

    que son de Cristo no son del mundo, y que, por el con-trario, los que son del mundo no son de Cristo. Esta en-seanza de Jess (Jn 15,19; 17,14.16), como todas lassuyas, requiere cuidadosas explicaciones, que han dehacerse a la luz de la Sagrada Escritura y de la Tradicincristiana; y trae consigo muchas y muy importantes apli-caciones. A estudiar todo ello se dedica este libro.

    El cristianismo, como es obvio, siempre se ha realiza-do en el mundo secular, y lo ha hecho, al paso de lossiglos, en situaciones muy diversas. Sin embargo, la ac-titud fundamental de la Iglesia respecto del mundo hasido siempre la misma: la que en la Biblia y en la Tradi-cin halla su norma permanente. Y esta actitud funda-mental ante el mundo es la que pretendo afirmar, o si sequiere, recuperar.

    Por lo dems, en ese mismo espritu, y bajo la accindel Espritu Santo, se han producido, sin duda, desarro-llos homogneos, progresos notables hacia la verdadcompleta (Jn 14,26; 16,13). Pero junto a stos, se hanproducido tambin desviaciones herticas, sea porrigorismos excesivos o por mundanizaciones de diver-sas modalidades y justificaciones. Se trata en uno y otrocaso de falsificaciones del Evangelio, que hemos de co-nocer.

    Siempre en perspectiva histrica y a la luz de la teolo-ga espiritual, hemos de estudiar tambin aqu si la per-feccin evanglica que Cristo ofrece a los hombres esposible permaneciendo en el mundo, y hasta qu puntose ve facilitada por la renuncia al mundo, segn los con-sejos evanglicos de la pobreza, el celibato y la obediencia.

    Ms an, estudiaremos cmo esta renuncia al mundo, osi se quiere, esta diferenciacin del mundo, puede serms o menos realizada, no slo segn los diversos es-tados de vida, sino tambin segn las diferentes escuelasde espiritualidad.

    Algunas verdades fundamentalesComienzo por recordar brevemente algunas verdades

    fundamentales, que vamos a necesitar en todas las pgi-nas siguientes, y que en otros escritos ya he tratado conmayor amplitud y totalidad.

    Algunos de los temas de este estudio han sido ya consideradospor m ms ampliamente en Sacralidad y secularizacin (1996), ycon Jos Rivera (+1991), en la obra Sntesis de espiritualidad ca-tlica (19944 = Sntesis). Al final del presente estudio incluyo unaBibliografa, con los ttulos que son citados en el texto o que se hanempleado en su elaboracin.

    Los tres enemigos del ReinoLa perfeccin cristiana consiste (positivamente) en una

    transfiguracin completa del hombre en Cristo, que im-plica (negativamente) una renuncia a la vida segn lacarne, el mundo y el demonio. En esta continua conver-sin el elemento afirmativo y el negativo, posibilitndosemutuamente, van siempre unidos. Es la clave del miste-rio pascual: en Cristo, muerte y resurreccin; en noso-tros, participar de su cruz, para participar de su santavida nueva.

    Pues bien, la Revelacin suele tratar conjuntamentede los tres enemigos, aunque tambin habla de ellos porseparado. Cristo, por ejemplo, en la parbola del sem-brador, seala al mismo tiempo los enemigos de la Pala-bra vivificante: son el Maligno, que arrebata la semilla;la carne, es decir, la flaqueza del hombre pecador; y elmundo que, con sus fascinaciones y solicitudes, sofocalo sembrado en el corazn humano (Mt 13,18-23).

    El mismo planteamiento en San Pablo: Vosotros estabais muer-tos por vuestros delitos y pecados, siguiendo el espritu de estemundo, bajo el prncipe que manda en esta zona inferior, el esprituque acta ahora en los rebeldes contra Dios. Y tambin nosotrosprocedamos antes as, siguiendo las inclinaciones de la carne, cum-pliendo sus tendencias y sus malos deseos. Y as estbamos des-tinados a la reprobacin, como los dems (Ef 2,1-3). La idea esclara: vivir abandonado a los deseos del propio corazn (carne),seguir las pautas mentales y conductuales del siglo (mundo), yestar ms o menos sujeto al influjo del Prncipe de este mundo(demonio), todo es lo mismo.

    La carneLa carne, el hombre carnal, es el hombre, en alma y

    cuerpo, tal como viene de Adn: limitado, como criatu-ra, e inclinado al mal y dbil para el bien, como pecador.

    La gracia de Cristo, por la comunicacin del Espritu Santo, ha dehacer que los hombres carnales, animales, los que no tienen Es-pritu, vengan a ser hombres espirituales; que los hombres viejosse hagan nuevos; que los terrenos vengan a ser de verdad celestia-les; que los meramente exteriores, se hagan interiores; y, en fin, quelos hombres admicos, pecadores desde Adn, vengan a ser cristia-nos, animados por el espritu de Cristo (Sntesis 160-163).

    Pero el hombre carnal se aferra a sus propios modosde sentir, de pensar, de querer, de vivir, resistindose asal Espritu Santo, que quiere purificarle y renovarle to-dos esos modos en fe, esperanza y caridad. Ya se ve,pues, que sin la mortificacin de la carne, es imposible larenovacin en el Espritu (ib. 307-337).

    El demonioEl demonio, o mejor, los demonios, son los ngeles

    cados, que combaten en los hombres contra la obra del

    Benny Blanco

    Benny Blanco

    Benny Blanco

    Benny Blanco

  • 3Salvador. Por eso, cuando en el Padrenuestro pedimosla liberacin del mal, somos conscientes de que el malno es una abstraccin, sino que designa una persona,Satans, el Maligno, el ngel que se opone a Dios, y asu obra de gracia entre los hombres (Catecismo 2851)(Sntesis 291-306).

    El mundoVeamos, por fin, el significado de la categora bblica

    y tradicional de mundo. En el lenguaje cristiano, deriva-do de la Biblia, la palabra mundo (kosmos, mundus),tiene varias acepciones fundamentales. Las dos princi-pales son la de mundo-cosmos, la creacin, la obra bue-na de Dios, el conjunto de las criaturas, y el mundo-pecador, que es ese mismo mundo en cuanto inficcionadopor los errores y los pecados de los hombres. Otrasvariantes, sobre esas dos acepciones bsicas, irn apa-reciendo en el texto (+Pablo VI, 23-II-1977; Sntesis 338-360). El Catecismo de la Iglesia describe ampliamentelos dos conceptos:

    Mundo-cosmos: es la creacin divina, llena de bondad y her-mosura, una revelacin magnfica para llegar al conocimiento deDios (31-34, 282-301, 337-349).

    Mundo-pecador: Las consecuencias del pecado original y detodos los pecados personales de los hombres confieren al mundoen su conjunto una condicin pecadora, que puede ser designadacon la expresin de San Juan el pecado del mundo (Jn 1,29).Mediante extra expresin se significa tambin la influencia negati-va que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y lasestructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres(408). En efecto, desde el primer pecado, una verdadera inva-sin de pecado inunda al mundo; el fratricidio cometido por Canen Abel; la corrupccin universal, a raz del pecado; en la historiade Israel...; e incluso tras la Redencin de Cristo, entre los cristia-nos, el pecado se manifiesta de mltiples maneras (401).

    Por eso lo que la Palabra divina afirma del hombre,eso exactamente es lo que dice del mundo: que notiene remedio sin la gracia de Cristo, que no hay para lsalvacin sino en el nombre de Jess (Hch 4,12); quecomo todos nos hallamos bajo el pecado (Rm 3,9) todos se extravan igualmente obstinados, no hay unoque obre bien, ni uno solo (Sal 13,3), por eso el mun-do entero est en poder del Maligno (1Jn 5,19; +Ap13,1-8). Eso es lo que, con toda verdad y con todo amor,dice Dios a los hombres, al mismo tiempo que les ofreceun Salvador.

    El sigloEl siglo (ain, sculum) viene a tener en la Escritura

    un sentido semejante al de mundo (+Sant 4,4). Loshijos del siglo, que forman el mundo, quedan contra-puestos a los hijos de la luz (Lc 16,8; +Rm 12,2; 1Cor2,6; 3,18). Ahora bien, como en la mentalidad latina eltrmino mundus expresaba orden y belleza, en la tradi-cin de los Padres occidentales se usa ms el trminosculum para expresar el sentido peyorativo de mundo.

    No obstante, el trmino secular admite tambin, igual que el demundo-cosmos, un sentido bueno y positivo (+Mt 12,32). Y lomismo se diga de la ndole secular de las tareas o de las personas ocupaciones seculares, clero secular, institutos seculares.

    Para no alargar estas explicaciones, remito ya al contexto el sen-tido exacto de los trminos mundo y siglo, que aqu usaremos, ascomo el de sus derivados, por ejemplo, munda-nizado o seculari-zado.

    Tres combatientes aliadosYa hemos visto que demonio, mundo y carne luchan

    unidos contra el Espritu. Cada uno lo hace a su modo,y no se puede vencer a uno sin vencer a los otros dos.

    La carne y el mundo vienen a ser casi lo mismo: es,

    en uno y otro caso, el hombre, herido por el pecado,considerado personalmente (carne) o colectivamente(mundo). Y actan, por supuesto, en complicidad per-manente. De hecho, en cuanto la persona se despiertaespiritualmente y comienza a tender hacia la perfeccin,experimenta al mismo tiempo el peso de la carne y laresistencia del mundo. Antes, cuando no buscaba la per-feccin evanglica, carne y mundo le eran tan connatu-rales que apenas senta su carga y atadura. Pero ahoraadvierte, como dice el Vaticano II, que no se puede iradelante y hacia arriba sin llevar el peso de la cruz quela carne y el mundo echan sobre los hombros de los quebuscan la paz y la justicia (GS 38a).

    Mundo y demonio, por su parte, actan tambin nti-mamente unidos. Ya se nos ha recordado que el demonioes llamado en la Escritura el prncipe de este mundo(Jn 12,31), ms an, el dios de este mundo (2Cor4,4).

    Dice San Juan de la Cruz, escribiendo a un religioso, que el almaque quiere llegar en breve... a la unidad con Dios, y librarse de todoslos impedimentos de toda criatura de este mundo, y defenderse delas astucias y engaos del demonio y libertarse de s mismo, tieneque vencer los tres enemigos juntamente. El mundo es el enemigomenos dificultoso [sobre todo para un religioso, que ha renunciadoa l efectivamente]. El demonio es ms oscuro de entender; pero lacarne es ms tenaz que todos, y duran sus acometimientos mientrasdura el hombre viejo. Para vencer a uno de estos enemigos esmenester vencerlos a todos tres; y enflaquecido uno, se enflaquecenlos otros dos; y vencidos todos tres, no le queda al alma msguerra, y todas sus fuerzas quedan as libres para amar a Dios y alprjimo (Cautelas a un religioso 1-3).

    Aunque sea obvio, ya que estamos en ello, convendrrecordar que la lucha espiritual cristiana queda parali-zada cuando apenas se cree en la existencia real de susenemigos. Qu combate espiritual puede mantener aquelcristiano que no cree en el demonio, ni en la pecadoracondicin carnal del hombre, y que tampoco ve el mun-do como una estructura de pecado, que del pecado pro-cede y al pecado inclina?... Es un cristiano destinado aser vencido por el demonio, la carne y el mundo.

    Dejar el mundo para ser perfectoEl mundo es el enemigo menos dificultoso, se en-

    tiende, si de verdad se renuncia a l. En efecto, la renun-cia al mundo ha de ser realizada por todos los cristianosya desde el bautismo la antigua ruptura bautismal,apotaxis, respecto al siglo, y de un modo especial porlos religiosos, mediante su profesin de los consejos evan-glicos. Pero si no es real esa ruptura, el mundo entoncesdificulta enormemente la obra del Salvador, pues conlazos invisibles pero eficacsimos, contina sujetando ala persona a ciertos modos de pensar, de sentir y de ac-tuar, que hacen imposible la renovacin en el EsprituSanto.

    Por eso, cuando Cristo llama a la perfeccin evangli-ca, el primer consejo que da, el ms elemental y prima-rio, es ste: si quieres ser perfecto, djalo todo, y sgue-me (Mt 19,21). En estas palabras el Maestro ensea as lo ha entendido siempre la Tradicin cristiana que,vencido el mundo, por la renuncia a l, se debilita mu-cho la guerra de la carne y del demonio; y que as quedagrandemente facilitado el seguimiento de Cristo, en elque consiste realmente la perfeccin cristiana, es decir,la santidad.

    As pues, la vida segn los consejos evanglicos obe-diencia, pobreza y celibato libera del mundo en granmedida, y aunque en ella permanecen activos todava lacarne y el demonio como enemigos, como tentacin,su fuerza queda debilitada por la renuncia al mundo. Por

    Introduccin 1. Verdades previas

  • 4Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundo

    eso en la Iglesia los clsicos caminos de perfeccin secaracterizan por la renuncia mayor o menor al mundo.Este punto es importante y hemos de estudiarlo con aten-cin, considerando sus consecuencias en las diferentesvocaciones cristianas. Estudiaremos tambin cmo el mun-do puede ser dejado de hecho o slamente en el afecto.

    Ambiente actual pelagianoLa hereja de Pelagio monje de origen britnico (354-

    427), como tentacin al menos, es permanente, y enlas diversas pocas de la Iglesia se manifiesta con moda-lidades peculiares. Pensar, o mejor, sentir que el hombreno ha sido gravemente daado por el pecado original;estimar que su enfermedad espiritual no es tan grave, yque en todo caso no es mortal; considerar que puede elhombre realizarse a s mismo, sin necesidad de auxiliossobrenaturales, son convencimientos pelagianos, que hoyforman un estado de nimo difuso, tambin entre mu-chos cristianos. Tal actitud, por supuesto, daa la fe,impide la vida espiritual, paraliza el apostolado y, con-cretamente, hace imposibles las vocaciones sacerdotalesy religiosas.

    La frecuente vigencia del pelagianismo en nuestra po-ca ha sido sealada ltimamente por muchas autorida-des en el campo del pensamiento. Suele presentarse enforma de naturalismo tico, humanismo autnomo u otrosmodos de corte volun-tarista. En todo caso, la tendenciapelagia-na es un falso optimismo antropolgico, que exi-ge no ver la maldad del hombre y del mundo. O al me-nos, no reconocerla del todo en sus consecuencias espi-rituales. En ese marco mental se inscribe hoy la dismi-nucin o la prdida del sentido del pecado.

    El pecado del siglo es la prdida del sentido del pecado. Estaafirmacin la hizo Po XII hace medio siglo (Radiomensaje 26-X-1946). Y Juan Pablo II la hizo suya en la exhortacin apostlicaReconciliatio et pnitentia (2-XII-1984), en la que seala las causasde ese gravsimo fenmeno. La causa principal est, sin duda, enque, oscurecido el sentido de Dios, perdido este decisivo puntode referencia interior, se pierde el sentido del pecado. Tan difundi-do est ese espritu, que incluso en el terreno del pensamiento yde la vida eclesial algunas tendencias favorecen inevitablemente ladecadencia del sentido del pecado. Algunos, por ejemplo, tienden asustituir actitudes exageradas del pasado con otras exageraciones:pasan de ver pecado en todo a no verlo en ninguna parte (18)(+Sntesis 269-270).

    Pelagianismo y hombre carnalLos cristianos pelagianos, ms prximos a Rousseau

    que a Jess, afirman que el hombre en el fondo es bue-no; pero olvidan que tambin en el fondo es malo. Vo-sotros sois malos, dice el Seor (Mt 12,34; Lc 11,13).Ciertamente, el bien es ms connatural al hombre que elmal; pero no se debe ignorar que en el hombre admicohay una inclinacin tan persistente al error y al mal, queno puede ser corregida sin la gracia de Cristo (Sntesis232-234).

    Los cristianos pelagianos de hoy prefieren ignorar que el hom-bre pecador padece espiritualmente una enfermedad mortal, y quemorir, ciertamente, si no hace penitencia (Lc 13,3.5). Ellos pien-san ms bien: no estamos tan gravemente enfermos, ni necesita-mos medicinas fuertes y severos regmenes de vida; podemos hacerde todo, andar por el mundo como todos, y vivir sin tantos cuida-dos, como viven todos. stos tienden, pues, a trivializar el verda-dero mal del hombre, el pecado, y por eso prefieren no hablar depecado, no mencionar siquiera su nombre, sino emplear otras pala-bras que son ms tranquilizadoras: errores, fallos, enferme-dades de la conducta, actitudes inadaptadas, trastornosconductuales... Al parecer, si el pecado del hombre no es ms queeso, con un poco ms que progrese la medicina y la psicologa, lasociologa y el urbanismo, la poltica y la economa, el hombrepodr verse libre de todos sus males... (Sntesis 251).

    Pelagianismo y mundoEl falso optimismo pelagiano sobre el hombre da lugar

    a un falso optimismo pelagiano sobre el mundo. Los cris-tianos pelagianos de hoy tienen, sin duda, una dificultadinsuperable para reconocer la gravedad de los males mun-danos, su raz diablica, su incurabilidad al margen de lagracia del Salvador. El mismo trmino Salvador del mun-do (Jn 4,42) les resulta irritante, les parece una provo-cacin, una prepotencia presuntuosa, y desde luego loevitan. Y aunque no lo formulen quiz en forma explci-ta, ellos ponen la esperanza en muchas causas munda-nas, ms o menos contrarias a Cristo. Piensan, o mejorsienten, que esas causas pueden traer al pueblo la salva-cin. Y aunque una y otra vez se vean defraudados, cam-bian el objeto, pero persisten en sus vanas esperanzas.

    As se les pasa la vida. Y aunque cada noche la radio o la televi-sin viertan sobre ellos innumerables datos horribles, atrocidadesaqu, barbaridades all, da a da, y aunque cada maana, en eldesayuno, los diarios les abrumen con una infinidad de noticiasnefastas, nada podr apearles de su amargo optimismo pelagiano.Y es que aqu est la explicacin, pues no puede haber otra antesque volverse humildemente a Dios, esperando de l una salvacinpor gracia, o dicho de otro modo, antes que recibir a Cristo,prefieren negar las evidencias experimentales acumuladas duranteveinte, cuarenta siglos, a lo largo de toda la historia humana cono-cida. stos s que tienen en la humanidad la fe del carbonero!.stos, que dicen a veces querer apoyarse en los datos positivos dela experiencia, los nicos capaces de fundamentar conocimientoscientficos, en qu basan sus esperanzas sobre el mundo?... Leenlos peridicos? Oyen la radio? Mantienen abiertos los ojos y losodos en la calle, en la casa, en su lugar de trabajo?

    La dificultad actual para ver el mundo como peca-dor no es sino la dificultad actual de ver el hombrecomo pecador, ya que el mundo no es otra cosa sino elconjunto de los hombres pecadores, con su mentalidad,costumbres e instituciones. El optimismo sistemtico so-bre el mundo pase en l lo que pase es, pues, un efec-to de la mentalidad pelagiana de nuestro tiempo, que, ensu soberbia, rechaza la realidad profunda y universal delpecado original, que as como marca al hombre, marcaal mundo.

    Mediocridad mundana e idealismo evanglicoLa mediocridad, que es congnita al hombre carnal,

    le afecta profundamente en sus modos de vivir y actuar,pero an ms y antes en sus modos de pensar. As, con-cretamente, el hombre carnal y el cristiano pelagiano esun hombre eminentemente carnal estima, por un lado,que el hombre no es tan malo (tiene buen fondo), y porotro lado, cree que no est llamado a una alta perfec-cin (basta con que sea decente, con que no haga daosfsicos o econmicos a los otros). Y por lo que al mundose refiere, piensa igualmente que el mundo no es tanmalo (hay en l mucho de bueno), y que pretender quesea perfecto es una quimera (basta con que no haya guerray se pueda vivir).

    Como se ve, es la mediocridad en estado puro, tanto en la con-sideracin del mal como en la esperanza del bien perfecto. Paraquien no ve por los ojos de la fe, es decir, por los ojos de Cristo,todo lo que vaya ms all de la mediocridad en el perfeccionamien-to del hombre o del mundo es un extremismo, un idealismo impo-sible, que no merece la pena intentar, y que incluso puede serperjudicial y contraproducente.

    El cristianismo, por el contrario, vive una altsima es-peranza, fundamentada con toda certeza en la miseri-cordia omnipotente del Salvador. Est convencido de quetanto el hombre como el mundo presente estn en unasituacin simplemente espantosa; pero espera, con fir-msima esperanza, que pueden llegar con la gracia deCristo a una maravillosa perfeccin, sea cual sea su

  • 5situacin actual. El hombre puede-debe llegar a la santi-dad. El mundo puede-debe llegar a ser Reino de Dios.Ms an, sabe el creyente que finalmente se realizar sinfalta ese idealismo evanglico de Cristo, y que un da,sometidos todos los enemigos tambin la muerte, Dioslo ser todo en todas las cosas (1Cor 15,28).

    Los santos han visto siempre la condicin monstruosa del hom-bre y del mundo, y han comprendido que, en tanto que no sefinalizan plenamente en Dios, sino en la criatura, son una atroci-dad. Ellos ven que los hombres del mundo estn vacos, enfermos,ciegos, sordos, paralticos para tantos bienes y hundidos en tantosmales: estn muertos, estn locos. Pero tambin, y a la misma luz,los santos ven lo que Dios quiere y puede hacer con la humanidad,y lo que efectivamente hace ya en quienes se abren a la accinrenovadora de su gracia. San Juan de la Cruz, por ejemplo, sabe quelo que pretende Dios es hacernos dioses por participacin,sindolo l por naturaleza; como el fuego convierte todas las cosasen fuego (Dichos 106).

    Pesimismo y optimismoAntes nos referamos al ingenuo optimismo pelagiano.

    Pero la verdad es que los calificativos de optimista opesimista son tan ambiguos que, en la mayor parte delas ocasiones, apenas significan nada. Convendr, pues,que los dejemos discretamente a un lado. Optimismo ypesimismo, con demasiada frecuencia, son juegos depalabras. Pero con las palabras no conviene jugar.

    En todo caso, y sin que lo sentemos como preceden-te, se podra decir aqu que el cristianismo es muy pesi-mista acerca del hombre y del mundo abandonados asus propias luces y fuerzas, y sumamente optimista encuanto a las posibilidades reales que hombre y mundotienen de llegar a perfeccin con la gracia de Cristo. Deesa actitud viene el impulso apostlico hacia la conver-sin de la humanidad, y el trabajo esperanzado para latransformacin evanglica del mundo.

    Hombre y mundo son totalmente malos?Tanto el maleamiento del hombre admico como el del

    mundo secular no es, por supuesto, total, y a pesar dela evidente inclinacin al mal del hombre carnal y delmundo, persiste en ellos tambin una indudable capaci-dad de bien. Recordemos al respecto algunas formula-ciones clsicas de los tratados de gracia, que sintetizanla fe de la Iglesia. Son afirmaciones que se hacen nor-malmente acerca del hombre individual, pero son per-fectamente aplicables a la humanidad en su conjunto, esdecir, al mundo.

    El hombre [el mundo], en estado de pecado, no puede cumplir,sin la gracia, los preceptos de la ley natural, ni siquiera segn lasexigencias de la tica natural, durante un perodo largo de tiempo.

    El hombre, el mundo, no ha perdido la libertad, ni es capaz tanslo de cometer pecados; puede, con sus solas fuerzas naturales,realizar algunos actos moralmente buenos.

    Por otra parte, la gracia es absolutamente necesaria paratodo acto saludable [meritorio de vida eterna]; incluso para el co-mienzo de la justificacin (M. Flick - Z. Alszeghy, El Evangeliode la gracia 814).

    Pelagianismo y consejos evanglicosSi quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes y dalos a

    los pobres, y tendrs un tesoro en el cielo. Ven y sgue-me. Estas palabras de Jess han regido siempre en laIglesia toda investigacin sobre los medios para la per-feccin cristiana.Y tambin en nuestro estudio manten-drn continuamente su indiscutible primaca.

    Ahora bien, sin la humilde conciencia de la gran fragi-lidad de la carne, no se entiende la conveniencia de re-nunciar al mundo, y tanto en laicos como en religiosos,

    se producen formas falsificadas de espiritualidad cristia-na, dbiles y estriles. Del mismo modo, una visinpelagiana del mundo impide vivir la renuncia bautismal al espiritual en todos, material tambin en los religio-sos. Los cristianos, entonces, se mundanizan ms yms en mentalidad y costumbres, pierden la prctica dela vida cristiana, y finalmente pierden tambin la fe.

    La apotaxis tradicional del bautismo, por la cual el cristiano rom-pe con el mundo, apenas resulta inteligible para el cristiano actualpelagiano. Pero el rito litrgico, sin embargo, lo expresa claramente:El templo tiene una significacin escatolgica. Para entrar en laCasa de Dios ordinariamente se franquea un umbral, smbolo delpaso desde el mundo herido por el pecado al mundo de la vidanueva al que todos los hombres son llamados (Catecismo 1186).

    Escasez de vocacionesUna actitud pelagiana hace, pues, imposibles las voca-

    ciones sacerdotales y religiosas, pues nadie est dispues-to a renunciar al mundo para seguir y servir a Cristo. Dehecho, son bastantes las Iglesias locales de los pasesricos descristianizados que en treinta aos han visto dis-minuir el nmero de sus pastores en un tercio o inclusoen una mitad... Qu ha sucedido?... Y parece previsibleque en otros diez aos vean disminuir el nmero actualen un tercio o una mitad. En otro escrito me ocupo mslargamente de esta grave cuestin (Causas de la escasezde vocaciones); pero aqu har frecuentes alusiones aeste tema, pues, como veremos, la mundanizacin delos pases descristianizados es una de las claves princi-pales para entender la ausencia de vocaciones apostli-cas.

    Un ensayoEn este escrito, como ya sospecha el lector, voy a tra-

    tar simultneamente de varios temas, que estn muy re-lacionados entre s, y que se iluminan mutuamente. Aho-ra bien, hablar de varias cosas a la vez da lugar a pro-blemas metodolgicos no pequeos. Espero, sin embar-go, que ni los lectores ni el autor se pierdan por las pgi-nas que siguen.

    Lo que no espero es dar a mi estudio una equilibradaarmona temtica, o una correcta simetra entre las par-tes. Ser inevitable que trate de algunos aspectos de lascuestiones consideradas, y no de todos, pues no pocostemas sern omitidos en gracia a la obviedad o a la breve-dad.

    Un ensayo histricoLas diversas cuestiones clsicas de perfeccin cris-

    tiana a las que he aludido carne y mundo, preceptos yconsejos, pobreza espiritual y material, etc., si seconsideran desde un punto de vista estrictamente doctri-nal, pueden elucidarse con brevedad y aceptable exac-titud (+Sntesis).

    Sin embargo, estas doctrinas espirituales, al paso delos siglos, se han profesado con circunstancias y acen-tos muy diversos, de tal modo que slo una considera-cin histrica de las mismas podr hacernos captar lagenuina tradicin de la Iglesia, es decir, la plena verdadcatlica.

    Concretamente, en las diferentes pocas de la Iglesia se ha capta-do con diversos acentos la maldad del mundo presente, la peligro-sidad del mundo secular, y consiguientemente las ventajas de lavocacin religiosa o las dificultades del camino laical. Sin embargo,podemos y debemos buscar, ayudndonos a veces de una exploracinhistrica suficiente, cul es la verdad permanente que en estostemas ha de considerarse como doctrina de la Iglesia. Es indudableque, no obstante los cambios de circunstancias y de modos depensar, tambin en estas cuestiones la verdad de Cristo ha perma-

    Introduccin 1. Verdades previas

  • 6Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundonecido siempre enhiesta en la historia de la Iglesia. Ciertos erroreshan podido tener vigencia un tiempo en ciertas partes de la Iglesia.Pero nunca el error ha podido hallar acogida durable en la Iglesia,porque ella es columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15).Siempre la Iglesia ha condenado el pesimismo radical sobre el mun-do, que hara imposible la perfeccin cristiana en el matrimonioo la posesin de bienes; como siempre ha rechazado el optimismofalso de quienes han estimado que sea igual, en orden a la perfec-cin, el matrimonio o la virginidad, la posesin de bienes o la po-breza.

    Por otra parte, antes de iniciar estas exploraciones enuna poca, habr de hacer algunas sntesis histricas deintroduccin que, al tratar muy brevemente de temas hartocomplicados, podrn quiz simplificar un tanto las reali-dades aludidas. Espero, sin embargo, que a pesar de suobligada simplicidad, logren ser dibujos verdaderos de lacompleja realidad histrica.

    Naciones descristianizadasLas verdades doctrinales que ir exponiendo tienen,

    por supuesto, un valor universal. En cambio, a partir delRenacimiento, limito las consideraciones histricas alconjunto de naciones de Occidente, hoy descristianizadasen gran parte. Sin embargo, muchas de las considera-ciones sern vlidas para otras Iglesias, que viven situa-ciones semejantes; y al menos como aviso, sern vlidaspara todas.

    Pablo VI, en la introduccin de la encclica Ecclesiam suam (1964),describe las diversas situaciones en que la Iglesia se realiza hoy enla humanidad, y hace referencia tambin a aquella parte del mundoque ha recibido profundamente el influjo del cristianismo y lo haasimilado ntimamente por ms que a menudo no se d cuenta deque es al cristianismo a quien debe sus mejores cosas, pero luegose ha ido separando y distinguiendo en estos ltimos siglos deltronco cristiano de su civilizacin (5).

    De modo semejante Juan Pablo II, en la Redemptoris missio(1990), habla de la descristianizacin de pases cristianos, la dis-minucin de las vocaciones al apostolado, los antitestimonios defieles que en su vida no siguen el ejemplo de Cristo (36), haciendonotar que entre los pueblos paganos y aquellos otros que hacepoco recibieron la fe, en efecto, se da una situacin intermedia,especialmente en los pases de antigua cristiandad, ... donde gruposenteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o inclusono se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando unaexistencia alejada de Cristo y de su Evangelio (33).

    Doctrina de la graciaEn todos los temas de este estudio tiene tambin gran

    importancia el desarrollo de la doctrina sobre la graciade Dios y la libertad del hombre. ste, sin embargo, esun tema muy complejo (Sntesis 210-243); y aqu melimitar, en cada poca, a dar sobre l una referenciamuy breve, pero suficiente.

    El que pueda oir, que oigaNo hace falta ser profeta o vidente para prever que

    muchas verdades de este libro sern rechazadas por nopocos lectores, pues los errores contrarios tienen actual-mente una gran vigencia.

    En este sentido, pecan de cierta ingenuidad algunosamigos mos que, leyendo este escrito, me aconsejansuavizar algunos pasajes, de modo que determinadasexpresiones fuertes no dn excusa a algunos para recha-zar ciertas verdades importantes. Parecen ignorar, enprimer lugar, que los cristianos en los que ellos piensanno van a leer siquiera este escrito; circunstancia que nodebe ser ignorada. Y en segundo lugar, que de todos mo-dos han de rechazarlo, haya en l expresiones fuertes osuaves. Con mucho menos que esas expresiones conresolver, por ejemplo, una cuestin dudosa alegando elCatecismo de la Iglesia tienen bastante para rechazar

    inapelablemente un libro. As las cosas, sera prudenteechar agua al vino en atencin a los que de ningn modopiensan beberlo, ni solo ni con agua?

    Por otra parte y ste es un problema ms de fondo,sera cosa de examinar ms cuidadosamente si en la afir-macin de la verdad y en la negacin del error la suavi-dad actual guarda fidelidad a los modos bblicos y tradi-cionales. La suave cortesa con que hoy se enfrentan las raras veces que se enfrentan las enseanzas grave-mente contrarias a la doctrina de la Iglesia es, desde lue-go, diversa de la costumbre bblica y y de la tradicinsecular de la Iglesia. Casi podra decirse que es una ex-cepcin de los ltimos tres decenios en la historia cris-tiana. Ahora bien, en qu medida esta diversidad es unprogreso en la historia de la caridad eclesial o es msbien, aunque no lo parezca a primera vista, un retroceso,una infidelidad a la verdad y a la caridad? ste es untema interesante, y no poco importante, que quiz un dame conceda el Seor estudiar. En la duda, y mientras sehalle respuesta segura a esa pregunta, yo prefiero ate-nerme al ejemplo de Cristo y de sus santos. Y a la horade afirmar la verdad y de negar el error, no quiero alejar-me de ellos ni siquiera en la forma de hacerlo.

    2. Doctrinas no cristianas

    Todo el que venera a Dios y obra rectamentele es grato, sea de la nacin que sea (Hch10,35).

    Veamos cmo en diversos campos espirituales distin-tos de la Iglesia se ha considerado la posibilidad de laperfeccin del hombre en el mundo secular.

    En la cultura greco-romanaLa cultura griega desarroll muy diversas actitudes fi-

    losficas y espirituales, y tambin di lugar a escuelasde pensamiento en las que la perfeccin humana se po-na, de una u otra forma, en relacin con un distancia-miento del mundo presente, slamente afectivo o tam-bin efectivo. Siempre, en todo caso, estn convencidasde que el sabio no puede serlo ni puede vivir rectamente,si asimila sin discernimiento los modos de pensamientoy conducta vigentes en el mundo. Digenes, con un can-dil en la mano, busca un hombre, perdido entre unamultitud que ha falsificado y profanado la condicin hu-mana.

    Estoicismo. La sabidura profunda del estoico Mar-co Aurelio, por ejemplo no se logra tanto por una evita-cin del mundo, movimiento que implicara una ciertapasin, como por una ausencia total de pasiones(apathia). Puede el hombre sabio vivir entre los bienesde este mundo, siempre que su corazn se mantengaperfectamente libre de todo deseo, ansiedad, temor ovano gozo. El estoicismo, pues, suscita en los hombresuna disposicin a despegarse afectivamente de los bie-nes terrestres, que puede ser una preparacin a la renun-cia efectiva de los mismos; pero no exige sta propia-mente para la perfeccin.

  • 7Cinismo. Muchos testimonios concretos acerca delos cnicos nos hacen pensar que entre stos la renunciaa los bienes de este mundo era considerada como la puer-ta que daba acceso a una vida mejor. Es decir, una vidams libre, descondicionada de tantas ataduras de familiay estado social. Y ms feliz importante matiz eude-monista, ms exenta de las ansiedades y agobios quetrae consigo la posesin del mundo visible. Digenes secobija en un tonel, y al ver en la fuente que un mucha-cho bebe en el hueco de la mano, arroja su vaso.

    Pitagorismo. Pitgoras educaba a sus discpulos enuna separacin material del mundo, ensendoles a te-ner en nada el dinero, el prestigio social o el poder. Estoera lo que, segn Jmblico, haca posible ser libres delmundo y seguir a Dios (De pythagorica vita 28,137).La renuncia pitagrica a la vida mundana tena, pues, unclaro sentido religioso.

    Platonismo. Partiendo de un claro dualismo ontol-gico (alma/cuerpo, mundo superior-espiritual/mundo in-ferior-material, esfera de las realidades verdaderas/esfe-ra de las apariencias falsas), Platn ensea que la renun-cia al mundo visible abre el corazn del hombre a lacontemplacin del mundo invisible, en donde se halla laverdad y la perfeccin. As pues, la contemplacin, ypor tanto la perfeccin, se hace prcticamente imposi-ble al que est empeado en gozar, adquirir o conservarlos bienes terrestres (Fedon 66bcd, 79c).

    Cuando un hombre se abandona a la concupiscencia y al liber-tinaje..., todos sus pensamientos se hacen necesariamente morta-les, y l mismo, por lo tanto, viene a hacerse completamente mor-tal... Por el contrario, cuando un hombre ejercita principalmente sucapacidad de pensar en las cosas inmortales y divinas, es sin dudaabsolutamente necesario que, en la medida en que la naturalezahumana puede participar de la inmortalidad, pueda gozar de ellatotalmente (Timeo 90bc).

    La evasin del mundo que en Platn no parece ha deser necesariamente efectiva hace, pues, posible la con-templacin que asemeja a la divinidad cuanto esto esposible al hombre. En este sentido, puede decirse quetodas las corrientes diversas de la Utopa tienen en Pla-tn su primer terico. El mundo tpico, el existente en larealidad histrica, es irremediablemente malo y falso. Elhombre sabio no trata, pues, de mejorarlo, sino de sal-varse de l por un distanciamiento espiritual, que puedeverse favorecido por una separacin incluso material(Teheteto 176ab).

    Neoplatonismo. Aunque Plotino llev una vida de granausteridad asctica, la renuncia a los bienes de este mundoaparece en l ms como una manifestacin de su libertadinterior que como un medio necesario para llegar a ella.Plotino, fiel a los planteamientos platnicos, entiendeclaramente que la perfeccin del hombre est en pasarde la inmersin en lo mltiple a la unin contemplativa yamorosa del Uno. Esto implica, sin duda, una cierta fugamundi, pero esta fuga consiste no tanto en dejar la tie-rra, sino en seguir en ella viviendo la justicia y la santi-dad, en la prudencia (Enadas I,6,6). No es, en todocaso, ajeno al neoplatonismo el convencimiento de queuna cierta separacin material de los bienes creados fa-cilita la sabidura y la libertad espiritual.

    De hecho, Plotino so con fundar en la Campania una ciudadideal, que se regira por las leyes de Platn; pero muchas decepcio-nes le obligaron a desistir de su quimera.

    Religiones orientalesEl hindusmo. Dentro de esta palabra cabe un

    complejsimo mundo cultural y religioso, con doctrinasmuy diversas, que a lo largo de los siglos fluyen dentrode un general cauce comn, partiendo de los Vedas, li-

    bros sagrados iniciados quince siglos antes de Cristo.Simplificando mucho las cosas, se puede decir que elhindusmo, al mismo tiempo que alcanzaba intuicionesmuy altas sobre Dios que sin embargo nunca libraron alpueblo de sus mitologas politestas, fracas siempreen la concepcin del mundo, al carecer de nocin algunade creacin. Oscil siempre, as, entre una visin monistay pantesta, que identifica de algn modo el mundo conDios, y una negacin de la realidad del mundo visible.

    Para el objeto de nuestro estudio, aqu nos interesafijarnos ms bien en ciertas orientaciones ascticas, bas-tante comunes en los planteamientos del hindusmo. Lavida humana va progresando en espiritualidad a travs decuatro estadios sucesivos. El primero (Brahamaciarya)consiste en el estudio sagrado. El segundo (Garhastya)se da en la vida de familia, que es el templo principalhind, donde se realizan los principales ritos sagradosobligatorios. El tercero (Vanaprastha) consiste en la vidaeremtica, alejada del mundo secular. Y en el cuarto esta-dio (Sannyasa) es donde se alcanza la perfecta renunciainterior al mundo visible, es decir, la perfecta libertad yespiritualidad. En este ltimo y supremo estado, da ya lomismo que el sabio viva solo o en el mundo.

    El estadio primero es obligatorio para todo varn de casta supe-rior. El segundo obliga a todos los hindes. Los grados segundo ytercero, una vez cumplidos los deberes familiares, son altamenteaconsejables a los brahamanes y prncipes, que, en la prctica,pueden introducirse en esta vida superior de ascesis desde el estu-dio sagrado, sin pasar por la vida familiar.

    En el hindusmo, por otra parte, al mostrarse apenas viable lavocacin eremtica, se desarrolla ampliamente la ascesis mendican-te, a la que todos los hindes tienen acceso, aunque en un principioquedaba reservada a las castas superiores. De este modo, puedellegarse a ser sannyasi haciendo voto de renuncia al mundo, median-te un sacrificio por el que a un tiempo se celebran exequias por elalma, muerta al mundo, y se consagra la vida en el camino de lasantidad, caracterizado por una vida de contemplacin y ascesis.En la prctica, pues, la perfeccin viene unida en el hindusmo a estegnero de vida monstica, que renuncia al mundo secular.

    Budismo. Buda alcanza la perfecta iluminacin espi-ritual, despus de haber renunciado por completo a suaristocrtica vida mundana en el Nepal (hacia 520-480a.Cto.). En asctica soledad, a partir de la lectura delVedanta libros compuestos a partir del 800 a. de Cto., yque forman la ltima y la ms perfecta parte de los Ve-das, elabora, ms que una religin, un sistema tico-filosfico, que considera el mundo terrenal como unamiseria interminable, compuesta por una cadena de trans-migraciones que parece necesaria, pero que puede serrota por la meditacin y el yoga, por el pensamiento lci-do y la conducta recta, por el amor universal y la nega-cin de todo deseo mundano, as como por la humilderenuncia.

    Todo lo cual el hombre puede y debe hacerlo con suspropias fuerzas. En efecto, mientras el hindusmo intuyela divinidad, y est de algn modo abierto al mundo de lagracia divina, el budismo deja al hombre cerrado en suspropias posibilidades naturales. Por tanto, si la perfec-cin est en las fuerzas nicas del hombre, tendrn mu-cha importancia las circunstancias en que stas se ejer-citen. En efecto, ya Buda dividi en dos clases a susdiscpulos: laicos devotos, que viven con su familia en elmundo, y ascetas, que renuncian totalmente a la vidasecular. Para stos la perfeccin es fcil; para aqullos,difcil.

    Los monjes budistas, al principio, siguieron el estilo itinerante delos ascetas hindes, que no permanecan en un mismo lugar ms dedos o tres das; pero con el tiempo, sin abandonar del todo esamendicidad itinerante, se agruparon en cenobios, formando, bajoReglas de vida muy estrictas, un formidable orden monstico que,

    Introduccin 2. Doctrinas no cristianas

  • 8Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundoen pobreza, celibato y obediencia, viene a ser la fuerza que cohesionala vida de los pueblos budistas.

    Tambin el budismo ha experimentado con el paso delos siglos innumerables derivaciones y versiones distin-tas. El zen es una de las ms importantes. En todo caso,puede decirse que en l la perfeccin es imposible sinuna espiritual renuncia completa a los deseos munda-nos, la cual se ve sumamente facilitada por una separa-cin material de tipo monstico.

    Otras religiones orientales. En el siglo II despus deCristo, se va difundiendo por el mundo greco-romanouna serie de religiones orientales, que traen como pensa-miento de fondo un dualismo radical, no tanto ontolgi-co, al modo de Platn, que sigue un esquema espacial(superior/inferior, invisible/visible), sino ms bien tem-poral (mundo presente/futuro). La superacin liberadorade este mundo presente es realizada por estas religionesen clave fundamentalmente cultual; pero en algunas desus corrientes, como la procedente del dualismo maz-desta, va acompaada de una ascesis rigurosa de re-nuncia al mundo.

    Antiguo TestamentoLa Sagrada Escritura. Israel apenas conoce la bs-

    queda de la perfeccin espiritual por medio de la renun-cia al mundo visible. Los libros sagrados judos enseandesde el principio que el mundo es considerado por Dioscomo muy bueno (Gn 1,31), y que se lo ha entrega-do al hombre, para que dominndolo, goce de l (9,1-7).As, en el Antiguo Testamento, la prosperidad materialser una manifestacin de la predileccin divina y unaconsecuencia de la vida justa, es decir, del cumplimientode la Ley.

    Slo pueden apreciarse en las Escrituras antiguas cier-tas anticipaciones sobre el valor espiritual de la pobrezay de la renuncia a los bienes de este mundo: por ejemplo,la renuncia de Abraham a su tierra y a su pueblo, comocondicin de vida nueva (Gn 12,1); la experiencia li-beradora del xodo, en un desierto que lleva a la TierraPrometida; los pobres de Yahv (anawim) que, ajenos ala prosperidad del mundo, forman un pueblo humilde ymodesto, un resto, que pone su esperanza en el nombredel Seor (Sof 3,12-13). En todos estos casos, comocuando Judas Macabeo huye al desierto para no ceder ala vida mundana, que profana la Alianza (2Mac 5,27), larenuncia al mundo viene impuesta por las circunstancias,y aceptada con humilde fidelidad; pero no se presentacomo medio positivamente elegido en orden a una ad-quisicin ms fcil de la perfeccin.

    El esenismo. Los esenios se consideran los hijos dela luz, y entienden que, lo mismo que Israel hubo desepararse de los gentiles, ellos deben separarse del Israelapstata e impuro, y del culto profanado del Templo.Que se separen de la ciudad de los hombres inicuos,para ir al desierto, a fin de abrir all el camino de l(Regla de la comunidad 1 QS 8,13). No hay para ellosperfeccin sin separacin radical del mundo pervertido.Por eso ellos son los penitentes de Israel, que han aban-donado el pas de Jud y se han exiliado al pas de Da-masco (Documento de Damasco 6,5). El esenismo exi-ge, pues, un odio eterno hacia los hombres de perdi-cin, a los que deben abandonarse los bienes y ganan-cias de este mundo (Regla 9,21-23).

    San Juan Bautista. Juan, el ms grande de los pro-fetas de Israel, ms an, el mayor de los nacidos demujer (Lc 7,26-28), ha vivido desde nio una vida pe-nitente, sin beber vino ni licores (1,15), y abandonan-

    do el mundo secular, se ha adentrado despus en el de-sierto, en vida de oracin y penitencia. En efecto, existapor entonces entre los judos la conviccin de que elencuentro entre Israel y el Mesas sera en el desierto,lejos de el pecado del mundo.

    Y as fue. En la plenitud de los tiempos, se levantaJuan el Bautizador para anunciar al Mesas deseado porlos siglos. No lo hace en palacios y lugares importantes,ni tampoco vestido con telas delicadas, sino, por el con-trario, es en el desierto, fuera del mundo secular, y lle-vando l mismo una vida clibe y pobre, orante y extre-madamente austera, donde llama a penitencia al pueblojudo, para que pueda recibir al Salvador. Y es, efectiva-mente, en el desierto donde se produce el primer en-cuentro del Mesas con su pueblo (Mt 3,1-17; Mc 1,1-11; Lc 3,1-22).

    Por otra parte, los discpulos de Juan, adiestrados enayunos y penitencias, estuvieron entre los primeros yprincipales discpulos de Jess (Mt 9,14; Mc 2,18; Lc5,33).

    ResumenPartiendo de premisas filosficas, teolgicas y ascti-

    cas muy diversas, puede apreciarse en el conjunto de lossistemas aludidos una conviccin general de que el mundoterrenal est falseado, es engaoso, y dificulta o haceimposible la perfeccin espiritual del hombre. Para lo-grar, pues, la perfeccin humana es necesario un distan-ciamiento espiritual del mundo secular, que se ver faci-litado por una alejamiento material, el cual incluso serconsiderado necesario en algunos sistemas.

  • 9I Parte

    Jess y los apstoles

    Si quieres ser perfecto,djalo todo y sgueme (Mt 19,21).

    1. La doctrina de Cristo

    Ya hemos visto muy brevemente el pensamiento quesobre el mundo presente tienen algunos sistemas filos-ficos o religiosos. Pues bien, cules son las actitudesfundamentales de Cristo hacia el mundo? Qu enseaCristo sobre el mundo secular y sobre la situacin en lde los cristianos?

    Con amorNuestro Seor Jesucristo entra en el mundo-creacin

    impulsado por el amor divino trinitario, para coronar consu Encarnacin la obra grandiosa de la creacin, juntan-do ntimamente en s mismo al Creador y a las criaturas.Por l, por el Hijo, se hizo el mundo, y siendo l elesplendor de la gloria [de Dios] y la imagen de su subs-tancia, sustenta con su poderosa palabra todas las co-sas (Heb 1,2-3). Nadie, pues, como Cristo ha gozadotanto con la hermosura del mundo; nadie como l hacontemplado a Dios en el mundo creado, y ha entendidoen forma comparable que en l vivimos y nos move-mos y existimos (Hch 17,28).

    Y en cuanto al mundo-pecador, Jess es el Salvadormisericordioso, el que no viene a condenar sino a salvar(Jn 3,17); el que intenta hacerse, con gran escndalo delos justos, amigo de los pecadores (Mt 11,19), co-miendo y tratando con ellos; l es el que ama y salva a lamujer adltera, cuando todos pretendan apedrearla (Jn8,2-11). Ninguno de los hombres ha tenido la benigni-dad de Jess hacia los pecadores. Nadie ha tenido lafacilidad de Cristo para captar lo que hay de bueno enlos hombres en las personas, en los pueblos y cultu-ras: l, porque es la causa de todo bien, ve hasta elmnimo bien, hasta el que no pasa de intencin ineficaz,hasta el bien escondido en el mal, por ignoranciainculpable. Nadie ha tenido hacia el mundo-pecador unamor tan eficaz, tan sin lmites, hacindose l mismopecado (+2Cor 5,21) para quitar, finalmente, el pecadodel mundo.

    Con amor y con horrorEl horror de Cristo hacia el pecado del mundo no

    es apenas concebible para nuestra mente: slo podemos

    llegar a adivinarlo contemplando a Jesucristo en Getse-man o en la pasin del Calvario, donde el pecado delmundo le abruma y aplasta, hasta hacerle sudar sangre.Ese mal del mundo, que pasa en gran medida inadvertidoa los hombres, pues en l han vivido sumergidos desdesiempre, es para Cristo una atmsfera asfixiante y perver-sa, que llega a veces, cuando as lo dispone el Padre, allenarle de pavor y angustia.

    Cristo ve y entiende que las autoridades, en lugar de servir a sussbditos, los tiranizan y oprimen (Mc 10,42). En el mismo Pue-blo elegido, Cristo ve la generalizada profanacin del matrimonio,que ha venido a ser una caricatura de lo que el Creador desde elprincipio quiso que fuera (Mt 19,3-9). Ve, lo ve en el mismoIsrael, cmo una secular adiccin a la mentira, al Padre de la Menti-ra, hace casi imposible que los hombres, criaturas racionales, cap-ten la verdad (Jn 8,43-45); cmo el hombre, habiendo sido hecho aimagen de Dios, ha endurecido su corazn en la venganza y en loscastigos rigurosos, ignorando el perdn y la misericordia; cmoescribas y fariseos, los hombres de la Ley divina, han venido a seruna raza de vboras, unos sepulcros blanqueados, que nientran, ni dejan entrar por el camino de la salvacin (23,13-33);cmo, por la avidez econmica de unos y la complicidad pasiva deotros, el Templo de Dios se ha convertido en una cueva de ladrones(21,12-13)... Todo eso lo ve en el Pueblo elegido. Y todo eso no loven las autoridades, ni los sacerdotes, ni tampoco los telogos deIsrael.

    Por lo dems, Jesucristo casi nunca expresa el dolorque padece al estar inmerso en el pecado del mundo.Una vez, refirindose a la cruz, a su deseado bautismofinal, exclama: y cmo sufro hasta que esto se cumplaplenamente! (Lc 12,50). Pero podemos suponer ese n-timo sufrimiento al ver el dolor que a veces le causan,con su torpeza espiritual, sus mismos amigos ms nti-mos.

    En una ocasin le dice a Simn Pedro: Aprtate de m, Satans,que me escandalizas, pues no piensas en las cosas de Dios, sino enlas de los hombres (Mt 16,23). En otra ocasin, se le acerca aJess un pobre hombre, padre de un epilptico, y le pide que sanea su hijo, pues los apstoles lo intentaron sin conseguirlo. Y elSeor responde: Gente sin fe y perversa! Hasta cundo tendrque estar con vosotros? Hasta cundo os tendr que soportar?(Mt 17,17)...

    Y si as le hacan padecer sus amigos, gente, despusde todo, de buena voluntad, y que todo lo haban dejadopor seguirle, cmo le hara sufrir ver un da y otro, enlos que le rechazaban, hombres perdidos en la vanidad yel mal, fascinados por la criatura y olvidados del Crea-dor, mentes abiertas a la mentira y cerradas a la verdad,personas sujetas al mundo y a su Prncipe infernal, yamenazadas de perdicin eterna (+Jn 8,44). Con razndice San Zenn de Verona (+372?) que el Seor habiten un verdadero estercolero, esto es, en el cieno de estemundo y en medio de hombres agitados como gusanospor multitud de crmenes y pasiones (Trat. 15,2: ML11,443).

    Viendo una vez cmo Jerusaln le rechaza, y entendiendo cmoas la Ciudad elegida repulsa la salvacin y se atrae la destruccin,siente tanta pena que se echa a llorar (Lc 19,41-44). Est claro quea Cristo no le da lo mismo que el mundo-pecador le reciba o lerechace. Su amor inmenso a los pecadores le lleva a sufrir inmen-samente, cuando comprueba que vino a los suyos, y los suyos nole recibieron (+Jn 1,11).

    Con absoluta libertadRespecto del mundo presente, no experimenta Jesu-

    cristo ninguna avidez o ansiedad, ninguna fascinacin odeseo de triunfo, ningn temor al insulto, al desprecio oal fracaso. l, precisamente en cuanto Siervo del Altsi-mo, es perfectamente libre del mundo secular. Por esopuede ver su mentira y decirle la verdad. Por eso est asalvo del mundo y puede salvar al mundo.

    I Parte: Jess y los apstoles 1. La doctrina de Cristo

  • 10

    Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundo

    Las normas mentales y conductuales, tan estrictamenteimpuestas por el mundo sobre los hombres mundanos,no tienen sobre Cristo poder alguno. Ni siquiera tienensobre l influjo alguno las normas pseudoreligiosas de sutiempo; tampoco aquellas que los mismos varones jus-tos tienen por ms inviolables.

    Jess, por ejemplo, trata con la mujer con una libertad que resul-ta chocante para ella misma: Cmo t, siendo judo, me pides debeber a m, mujer samaritana?; y para los mismos discpulos: semaravillaban de que hablase con una mujer a solas (Jn 4,9.27).Entiende el sbado y acta en l de modos realmente escandalo-sos, lamentables e incomprensibles, en ese momento, para cual-quier judo piadoso (Mt 12,1-12). Profesa el celibato y la pobreza,y as lo exige a los apstoles, cuando el mundo civil y religiosoignora y desprecia esos valores. Desechando reducir la salvacin deDios slamente a los judos, predica un universalismo catlico,aunque sabe que suscitar las ms terribles iras de los judos (+Lc4,25-30). Y dejando de lado las normas ms elementales de la de-cencia, come y bebe con publicanos y pecadores (Lc 5,30)...

    No es Cristo, sin embargo, un hombre extravagante,que se distancia del mundo vigente por orgullo, o quemuestre hacia su pueblo, y concretamente hacia sus tra-diciones religiosas, una actitud de desarraigo o menos-precio. Por el contrario, desde nio est educado paracumplir todo lo prescrito por la Ley (+Lc 2,23-24.27.39); hace las obligadas peregrinaciones a Jerusaln,muestra una gran veneracin por el antiguo Templo,donde ensea todos los das (Lc 19,47), paga su tributo(Mt 17,24-27), y cela por su santidad, expulsando de la los comerciantes (21,12); reza los salmos, celebra laPascua y en todo se manifiesta respetuoso con la Leymosaica, que no viene a abolir, sino a perfeccionar (5,17).

    Por otra parte, la omnmoda libertad de Cristo respec-to del mundo se afirma no slo en criterios y costum-bres, sino incluso en el ritmo temporal de las activida-des. Los mundanos se rigen en su accin por las ocasio-nes del mundo, pero Cristo acta en referencia continuaal Padre celeste: su hora no es, pues, la que marca elreloj del mundo, y es, por as decirlo, extempornea.

    Se puede ilustrar esto que digo con una escena del Evangelio, enla que los parientes de Jess, que no acaban de creer en l, leexhortan a darse a conocer al mundo, realizando abiertamentealgunas de las obras que viene realizando en medios ms escon-didos. Jesucristo resiste esa incitacin, y les contesta: Para mtodava no es el momento; para vosotros, en cambio, cualquiermomento es bueno. El mundo no tiene motivos para aborreceros avosotros; a m s me aborrece, porque yo declaro que sus accionesson malas. Subid vosotros a esta fiesta, que para m el momento noha llegado an (Jn 7,1-8). La actividad de Cristo, al dependerexclusivamente del impulso del Padre en l, resulta as dis-crnicarespecto a la marcha del mundo. l piensa, habla, siente y actadesde Dios, con perfecta libertad del mundo. Por eso tiene poderpara transformarlo.

    Con toda esperanzaCristo ve el pecado del mundo, y sufre mucho con

    ello; pero se atreve, con una esperanza formidable, aintentar el remedio de esos males. Todo lo contrario delmundo, que no ve sus propios pecados, y cuando losve, piensa que son irremediables. Conoce el Salvador laomnipotencia de su propia gracia, la fuerza sanante desu Sangre redentora. Y por eso, conociendo mejor quenadie la condicin malvada del siglo, se entrega entero,de palabra y de obra, a quitar el pecado del mundo.

    Veamos esto con un ejemplo muy significativo. Cristo ve que elmatrimonio est en todas partes, incluso en el Pueblo elegido,horriblemente falsificado por el divorcio, y que ha venido a hacerseuna caricatura blasfema del plan del Creador. Ve tambin que atodos, judos y gentiles, les parece normal que el vnculo conyugalpueda quebrarse siempre y en todas partes ha sido as. Y, sinembargo, l afirma el matrimonio indisoluble con toda energa, ase-

    gurando que sa es la voluntad de Dios, y que por tanto se es unbien posible y debido. Pero, en un principio, hasta sus mismosdiscpulos reciben esta doctrina con reticencia: de ser as es prefe-rible no casarse (Mt 19,3-10). Y consigue Cristo, l solo, con lafuerza de su verdad y de su gracia, que al paso de los siglos, innu-merables millones de hombres y mujeres vivan con toda paz, sinque sean unos gigantes espirituales ese matrimonio verdadero,restaurado por l y slamente por l.

    Cristo ve el mal del mundo pecador, se guarda libre detoda complicidad con l, y lo que es ms an, procuracon eficacsima esperanza el remedio de los males delmundo. Eso que ha hecho con el matrimonio, lo ha he-cho o est dispuesto a hacerlo con todos los otros malesdel mundo secular, por muy arraigados que estn en lamentalidad y en las costumbres de los hombres, por muyinevitables que parezcan. Y es que l, y ningn otro, co-noce la verdadera naturaleza del hombre y la omnipo-tencia de la gracia divina. Realmente es Cristo, y solol, el Salvador del mundo.

    El mundo maloSabed que el mundo me ha odiado (Jn 15,18), dice

    Cristo, y aade, y me ha odiado sin motivo (15,25). Elmundo no siempre odia las consecuencias ticas y so-ciales del cristianismo, y en ocasiones, reconocindoloo no, las aprecia. El mundo odia precisamente a Cristo,la autoridad absoluta del Seor, la gracia de Cristo, lasalvacin del hombre como don de Dios. O lo que vienea ser lo mismo, el mundo odia a Cristo porque siendohombre, se hace Dios (Jn 10,33). Eso es lo que aborre-ce en Cristo.

    En efecto, el mundo se muestra como enemigo impla-cable del Salvador, y a los tres aos de su vida pblica,no lo asimila en forma alguna, y termina por vomitarloen la Cruz con repugnancia. En realidad el mundo odia aCristo y a su Palabra porque el Salvador da testimoniocontra l, de que sus obras son malas (7,7). Le odiaporque no se sujeta, sino que escapa a su dominio: Yono soy del mundo (17,9).Y por esas mismas razonesodia tambin a los cristiano: por esto el mundo os abo-rrece (15,19; +15,18-20).

    Segn eso, los cristianos habremos de aceptar siempre la perse-cucin del mundo sin desconcierto alguno; ms bien como un signoinequvoco de que Cristo permanece en nosotros, y como algo yaanunciado por l, es decir, como algo inherente a nuestra condicinde discpulos suyos. Ms an, habremos de recibir la persecucindel mundo como la ms alta de las bienaventuranzas (Mt 5,10-12).Y si el mundo se nos muestra favorable, habremos de considerar eldato con una gran sospecha: o es falsa esa benevolencia o es quenos hemos hecho cmplices del mundo, traicionando el Evangelio.

    Por lo dems, Cristo y los cristianos sabemos bienque, tras el odio del mundo, est el demonio, el Prncipede este mundo, vencido por el Salvador (Jn 12,31), el Pa-dre de la mentira, el Poder de las tinieblas, desenmasca-rado y espantado por aquel que es la Luz del mundo(Jn 1,9; 9,5).

    El ltimo Evangelio enfrenta continuamente a Cristo con Sata-ns, el Diablo, el Maligno, al que San Juan da tambin uncuarto nombre, el Prncipe de este mundo: por l quiere expresarque el mundo entero est puesto bajo el poder del Maligno (1Jn5,19; +Ap 13,1-8).

    El mundo efmeroNadie, hemos visto, ha sentido hacia la creacin visi-

    ble y hacia el mundo-pecador un amor tan grande y efi-caz como el de Cristo. Pero nadie como l, tampoco, hasido tan consciente de la relatividad efmera de los bie-nes del mundo, que estn intrnsecamente ordenadoshacia los bienes eternos.

  • 11

    Todas las realidades intramundanas, en efecto, habrn de sersiempre tomadas o rechazadas en funcin de las realidades futurasescatolgicas; ya que de qu aprovecha al hombre ganar todo elmundo, si pierde su alma? (Mc 8,36). No olvidemos, pues, queeste mundo es pasando, y que pasa rpidamente. Por eso el Seorreprocha al hombre mundanizado: Insensato, esta misma nochete pedirn el alma, y todo lo que has acumulado para quin ser?As ser el que atesora para s y no es rico ante Dios (Lc 12,20-21).

    El mundo valiosoEntindase bien aqu que Cristo, al hablar de la vani-

    dad del mundo y de su condicin efmera, en modo al-guno trata de quitar valor a lo mundano. Muy al con-trario: l ensalza y eleva lo mundano nada menos que ala condicin de medio para un fin eterno y celes-tial, lo que realza inmensamente su valor y dignidad.

    En este sentido, nadie como Cristo conoce el valor delas realidades temporales, y nadie se ha atrevido a inten-tar su perfeccionamiento con mayores esperanzas. Je-sucristo, en efecto, no se resigna a dejar este mundo ensu condicin miserable e indigna; no lo da por perdido,ni lo considera irremediable. l quiere hacer con la Igle-sia un mundo mejor, un mundo digno de Dios, transfi-gurado con la belleza y santidad del Reino. l tiene me-dios y fuerzas sobrehumanas para conseguirlo.

    Y por eso el Salvador enva los cristianos al mundocomo sal de la tierra, como luz del mundo (Mt 7,13-15), con una misin altsima, llena de amor y de inmen-sa esperanza. Con ellos va a seguir l obrando su salva-cin en la humanidad. Como el matrimonio y la familia,l va a salvar con los cristianos la cultura y las leyes, elpensamiento y el arte, la economa y la poltica, todo loque es humano. Los cristianos harn, lo dice el Seor,las obras que yo hago, y an mayores, porque yo voyal Padre, y desde el Padre les asistir siempre con elEspritu Santo (Jn 14,12.16).

    Alertas, vigilantes en el mundoPero, en conformidad con todo lo que hemos recor-

    dado, Cristo enva los cristianos al mundo encarecin-doles que tengan en el mundo muchsimo cuidado, quese mantengan orantes y vigilantes, para no caer en latentacin (Mt 26,41); es decir, para no ceder ante lafascinacin de lo efmero, y para no sucumbir ante lapersecucin del mundo. No podran entonces darcumpliento a su altsima misin, y ellos mismos se per-deran con los mundanos.

    La fascinacin del mundo secular no dice, de suyo,relacin al pecado del mundo, sino ms bien a la fragili-dad de la carne, que, por el pecado, debilita en el hom-bre su tendencia a la vida eterna, y hace morbosa suadiccin a los bienes visibles. Aunque tambin es ciertoque lo secular, cuando se hace mundo pecador o enemi-go, contrapuesto al Reino, tiende de suyo a desviar deDios el corazn del hombre.

    En este sentido, Cristo avisa a los cristianos para que la semilladel Reino, sembrada en sus corazones, no se vea sofocada por lasespinas del mundo secular, es decir, por las preocupaciones delmundo, las riquezas y los placeres de la vida (Mt 13,22; Mc 4,19;Lc 8,14). Es cierto que ni el matrimonio, ni la posesin de bueyeso de tierras, impiden acudir a la invitacin del Reino; pero tambines cierto que acuden ms fcilmente al convite del Seor los po-bres, que nada de eso tienen: los pobres, tullidos, ciegos y cojos,que no se ven retenidos por aquello de lo que carecen (Lc 14,15-21).

    Y aqu se sita la peligrosidad de las riquezas. Por eso dice elSeor, ay de los ricos! (6,24), pues conoce qu fcilmente seapegan a sus riquezas temporales, y vienen a faltar as al Eterno ya ese prjimo temporal necesitado, que quiz tienen a su misma

    puerta. El rico, penando en el otro mundo, habr de recordar, cuan-do no tenga ya remedio, que en ste recibi los bienes; en tanto queel pobre Lzaro en este mundo sufri los males, y en el otro gozapara siempre (16,19-26). De hecho, qu difcilmente entrarn enel reino de Dios los que tienen riquezas! (Mc 10,23). Para los quelas tienen, efectivamente, es difcil; pero es imposible para los queen ellas ponen su corazn, ya que no es posible servir a Dios y alas riquezas (Mt 6,24; +6,19-21).

    La persecucin del mundo pecador es el otro modofundamental de tentacin para los cristianos. Y previn-dola con toda certeza, Cristo enva a sus discpulos almundo como ovejas en medio de lobos. Por tanto, lesdice, sed prudentes como serpientes y sencillos comopalomas. Guardos de los hombres (Mt 10,16-17).

    Ya vemos pues, con todo esto, que, sea por la atraccin fascinan-te o por la persecucin continua, la peligrosidad del mundo es undato cierto de la fe. Y de ah vendr, como en seguida comprobare-mos, que Cristo conceda a sus discpulos dos vocaciones funda-mentales. 1.-A unos les llamar a vivir en el mundo, pero con todavigilancia y alerta espiritual, y 2.-a otros los llamar a dejar elmundo, con una ruptura ms o menos marcada respecto de lasformas de vida secular. Unos y otros, en formas diversas, estndestinados a transformar y salvar el mundo con el poder de Cristo.

    Cristo llama a todos a la perfeccinConociendo Cristo tan bien la debilidad de la carne, el

    poder del demonio, y el influjo tan grande y negativo delmundo, se atrever a llamar a todos los cristianos a laperfeccin, tambin a aquellos que viven en el mundo yno lo dejan, como hacen los religiosos?

    Cristo llama a todos los cristianos a la perfeccin, esdecir, a la santidad. Sin duda alguna, sea cual sea suestado de vida. Prolongando el mandato antiguo: Sedsantos, porque Yo soy santo (Lv 11,44; 19,3; 20,7; +1Pe1,15-16; Ef 4,13; 1Tes 4,3; Ap 22,11), Cristo dice a to-dos: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es per-fecto (Mt 5,48). Y la palabra de Cristo es eficaz: haceposible lo que manda. Lo que el Salvador dice por supalabra es anuncio de lo que quiere y puede obrar en loshombres por su gracia. Si l dice sed perfectos, esque l puede hacer que lo sean todos los que se abran asu gracia.

    Aristtoles deca, y con l Santo Toms (STh II-II,184,3) que todo y perfecto son iguales. Perfecta, per-facta, es una criatura hecha del todo, una criatura cuyasposibilidades se ven plenamente realizadas. Pues bien,podemos asegurarnos de esta voluntad de Cristo de san-tificar plenamente a todos los cristianos, considerandocmo en su evangelio presenta en formas totales los dosaspectos bsicos de la conversin cristiana, la muerte alhombre viejo, y el nacimiento al hombre nuevo.

    Abnegacin (cruz, morir). Las ms altas exhortacio-nes ascticas de Cristo van dirigidas muchas veces atodos, no a un grupo selecto de ascetas. Cristo deca atodos: El que quiere venir detrs de m, niguese a smismo, tome su cruz cada da y sgame. Porque quienquiere salvar su vida, la perder, y quien perdiere su vidapor mi causa, la salvar (Lc 9,23-24; +Mt 16,24-25; Mc8,34-35). Todos, pues, somos llamados a una abnegacintotal. Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos susbienes, no puede ser mi discpulo (Lc 14,33; +12,33).

    Caridad (resurreccin, renacer). La misma formula-cin de la ley suprema de Cristo: amar al Seor contodo el corazn (Dt 6,5; Lc 10,27) y al prjimo como lnos ama, est indicando una exigencia de totalidad, esdecir, una tendencia a la perfeccin. En efecto, todos loscristianos somos eficazmente llamados por Cristo a esatotalidad de un amor perfecto, que sea imagen del amordivino.

    I Parte: Jess y los apstoles 1. La doctrina de Cristo

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    Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundo

    Perfeccin de la vida ofrecida por CristoLa universalidad de esta llamada a la perfeccin pode-

    mos comprobarla tambin, en forma ms grfica y des-criptiva, considerando la vida perfecta que Cristo ofre-ce a todos sus discpulos. Nada menos que stos son losmandatos y consejos que el Seor les da:

    Oracin. Los cristianos, como pueblo sacerdotal, son hombresorantes, que acostumbran dedicar una parte de cada da inmediata-mente a Dios en la oracin (Mt 6,5-15), dndole gracias sin cesar (Lc18,1). Leen o escuchan con frecuencia la Palabra divina y otroslibros religiosos, y son asiduos a la fraccin del pan eucarstica (Hch2,42).

    Ayuno. Con frecuencia ayunan de alimentos o de otros bienesterrenales (Mt 6,16-18), queriendo as guardar libre el espritu yexpiar por los pecados.

    Limosna. Esta restriccin austera del consumo de mundo, leshace ms capaces para dar limosna, comunicando sus bienes confacilidad (Lc 6,38). Dan al que les pide, y no reclaman los prsta-mos que realizan (Mt 5,42; 6,2-3; Lc 6,35; 12,33).

    Pobreza y riqueza. No hay pobres entre ellos, cosa increbleentre mundanos (+Hch 4,32-34; 1Cor 16,1-4; 2Cor 8-9; Gl 2,10).Los cristianos, tambin en esto diferentes y mejores que los mun-danos, honran a los pobres, y si hacen un banquete los invitan conpreferencia (Lc 14,12-24; +Sant 2,1-9). Y es que consideran lapobreza una bienaventuranza (Lc 6,20), al mismo tiempo que seguardan con gran cuidado del peligro de las riquezas (Mt 6,19-21;Lc 6,24). Sabiendo que es imposible servir al mismo tiempo a Diosy a las riquezas (Mt 6,24), muchos de ellos lo dan todo, y siguen alSeor en la pobreza (Mt 19,16-23).

    Caridad. En el mundo los cristianos son reconocidos sobretodo por la caridad con que se aman (Jn 13,35), hasta el punto quede ellos puede decirse que tienen un corazn y un alma sola (Hch4,32). Como forma de este amor, practican entre esposos, entrepadres e hijos o entre amigos, la correcin fraterna (Mt 18,15-17;Lc 17,3). Y la caridad de Cristo, que les anima continuamente porel Espritu Santo, obra en ellos cosas que apenas seran crebles, sino las viramos verdaderamente realizadas. Por ejemplo, aman asus enemigos, no procuran su mal, ni hablan mal de ellos (Mt 5,43-48; Rm 12,20). En esto y en todo, no resisten al mal, sino que lovencen con la abundancia del bien (Mt 5,38-41; +1Tes 5,15). Imi-tando a Jess, que pudo defenderse de la Cruz y no lo hizo (Is 53,7;Mt 26,53-54; Jn 10,17-18; 18,5-11), ellos tambin, al menos siem-pre que no perjudique al bien comn, se dejan despojar (+1Pe 2,20-22; 1Cor 6,7).

    Por otra parte, su lenguaje es sencillo, no son charlatanes, yevitan las palabras ociosas (Mt 12,36; 5,33-37). Son, en fin, tancastos, que no slo evitan los acciones obscenas, sino que se guar-dan tambin de malos deseos y miradas (Mt 5,28).

    Todo esto da a los cristianos un estilo de vida muydistinto de la vida mundana, ms sapiencial, alegre yreligioso. Por eso tiene sentido preguntar, siquiera, siestos hombres nuevos, estn dentro o fuera del mundo,tienden eficazmente hacia la perfeccin evanglica? Porsupuesto que s: todos los que andan por el camino deCristo, sea cual sea su condicin o estado, llegan a laperfecta santidad. Los cristianos, pues, han de ser san-tos en el mundo o dejando el mundo, segn su vocacin.

    Santidad en el mundoEl Padre celestial introdujo a su Primognito en el

    mundo (Heb 1,6), y ste, Jesucristo, orando por susdiscpulos, le dice al Padre: No te pido que los saquesdel mundo, sino que los guardes del Malo. Ellos no sondel mundo, como yo no soy del mundo... Como t meenviaste al mundo, as yo los envo a ellos (Jn 17,15-16.18). Los cristianos, pues, que no han dejado el mun-do, estn en l porque a l les ha enviado Cristo. Cmono vern, pues, su estado de vida secular como un ca-mino de perfeccin? (+mi escrito, Caminos laicales deperfeccin).

    Para entender bien cmo Cristo concibe la santidad delos cristianos que se mantienen en el mundo, conviene

    recordar algunos rasgos importantes de su doctrina so-bre la perfeccin.

    La perfeccin cristiana es ante todo interior. En efec-to, el reino de Dios est dentro de vosotros (Lc 17,21).Es, pues, algo fundamentalmente interior, que puedeconsiguientemente vivirse dentro o fuera del mundo se-cular.

    No est tanto en abstenerse de comidas y bebidas (Mt 11,18-19;+ 9,14-15; Mc 2,18-20; Lc 7,33-34), ni en separarse de publicanosy pecadores (Mt 9,10-13; Mc 2,15-17; Lc 5,29-32), sino en vivirde la fe y la caridad. As, por ejemplo, cuando los judos le pre-guntan a Jess: Qu haremos para hacer obras de Dios? Respon-di: La obra de Dios es que creis en aqul que l ha enviado (Jn6,28-29). sa es la obra que Dios ms quiere de nosotros. Y, con lafe, la obra de Dios es amar con todo el corazn al Seor y alprjimo. Pero todo eso fundamentalmente es algo interior, que desuyo puede realizarse en cualquier estado de vida honesto.

    Es posible tener como si no se tuviera. Si el mundoes tan peligroso para el espritu como Cristo dice, cmopodrn los cristianos mantenerse en el mundo viviendosegn el Espritu divino? Esto, sin duda, es humanamenteimposible, pero Cristo lo hace admirablemente posiblepor su Espritu. En efecto: lo que es imposible a loshombres, es posible para Dios (Lc 18,27).

    Quiere Cristo asistir con su gracia a los cristianos seculares paraque disfruten del mundo como si no lo disfrutaran (1Cor 7,31),es decir, guardando libre el corazn para el amor a Dios y al prji-mo. Y ellos son, precisamente, los que ms disfrutan de la creacinvisible. Es el milagro de la santidad de los cristianos en el mundo.

    Austeridad y renuncias. Es posible, en efecto, tenercomo si no se tuviera. Pero este milagro se realiza si-guiendo las enseanzas de Cristo, segn las cuales loscristianos evitan con todo empeo un consumo excesi-vo del mundo, una avidez ilimitada de sus posesiones,diversiones y placeres, y huyen al mismo tiempo de todaocasin innecesaria de pecado. Ellos, siempre que seapreciso, estn dispuestos a renunciar a las aadidurasque sea, con tal de buscar el Reino de Dios y su santi-dad; y esto aunque suponga prdidas econmicas, pro-fesionales, afectivas o del orden que sea. Es decir, cual-quier renuncia a valores seculares, eventualmente exigi-da por la adquisicin de la vida eterna, han de hacerla loscristianos sin vacilar un momento, pues por la fe sabenbien que vale ms entrar en el cielo tuerto, manco o cojo,que ir al infierno entero (Mt 5,29-30; 18,8-9).

    Hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo.Su fin es la perdicin, su dios es el vientre, y su gloria est enaquello que los cubre de vergenza, y no aprecian sino las cosas dela tierra (Flp 3,18-19). Para stos, la perfeccin es desde luegoimposible; pero no por estar inmersos en el mundo, sino por ha-cerse amigos del pecado del mundo, convirtindose, por tanto, enenemigos de Cristo.

    Santidad renunciando al mundoLa santidad es primariamente gracia de Cristo, y por

    tanto slo secundariamente podr influir en la perfec-cin evanglica la circunstancia de vida del cristiano,pues en cualquier estado de vida honesto puede recibiresa gracia. Ahora bien, la gracia de Cristo quiere obraren el hombre suscitando en l una cooperacin libre. Ysta, segn ensea el mismo Cristo, se produce ms f-cil y seguramente en aqullos que, por la gracia de Dios,o bien se ven involuntariamente marginados del mundopor su pobreza, o bien renuncian al mundo por propiainiciativa, apartndose de todo el cmulo de sus condi-cionamientos negativos.

    Marginados del mundo: Bienaventurados los po-bres! (Lc 6,20). Ensea Cristo que a los pobres y pe-queos se revela el Evangelio salvador con especial cla-ridad (Mt 11,25; Lc 10,21); y que l ha venido ante todo

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    para evangelizarles a ellos (4,18). Los pobres, privadosdel mundo por su pobreza, acuden ms fcilmente alconvite evanglico (Lc 14,15-24).

    Renunciantes al mundo: Si quieres ser perfecto, d-jalo todo y sgueme... (Mt 19,21; Mc 10,21; Lc 18,22).Cristo, en efecto, ensea que por la renuncia a los bie-nes materiales, se alcanza un estado de vida ms favo-rable para la perfeccin espiritual. La santidad, sin duda,sigue siendo gracia siempre; ahora bien, l da a quieneselige la gracia de dejarlo todo, para seguirle ms libre yperfectamente (+Mt 19,12). Esa situacin especialmen-te idnea, se es el don que Cristo da, por ejemplo, a susntimos amigos, los apstoles, los cuales, para mejorseguirle, dejaron todo lo que tenan o todo lo que hubie-ran podido tener: casa, mujer, hermanos, padres o hi-jos (Lc 18,29).

    Dejar el mundo, por don de Cristo, constituye, pues,una situacin especialmente favorable para alcanzar laperfeccin de la caridad. sa es la situacin de quieneshan tomado han recibido la mejor parte, y nadiedebe perturbarles. Y si alguno lo intenta, el Seor le dir:Marta, Marta, t te inquietas y te turbas por muchascosas; pero pocas son necesarias, o ms bien una sola.Mara ha escogido la mejor parte, que no le ser arreba-tada (Lc 10,41-42).

    Disciplina eclesialQue Cristo, con toda certeza, llama a perfeccin a to-

    dos los cristianos se manifiesta tambin en lo que dispo-ne acerca de la excomunin. En efecto, Cristo, la santaVid, avisa: Todo sarmiento que en m no lleve fruto, [elPadre] lo cortar; y todo el que d fruto, lo podar, paraque d ms fruto (Jn 15,2). El cristiano incorregible,que se obstina en vivir en formas inconciliables con elespritu de Cristo, en determinadas condiciones, debeser apartado de la comunin de los santos: sea para ticomo gentil o publicano (Mt 18,15-17). Slo as cono-cer la gravedad de su situacin, y convirtindose, po-dr ser salvo en el da del Seor Jess (1Cor 5,5).

    2. La doctrina de los Apstoles

    En los apstoles, evidentemente, no vamos a encon-trar sino una prolongacin fiel de la doctrina de Cristo.Pero nos har bien escuchar concretamente sus ense-anzas, en las que podremos apreciar nuevos matices ydesarrollos. Por varias razones no incluyo aqu, sino enla VII Parte, la doctrina sobre el mundo que da San Juanen el Apocalipsis. En este libro sagrado hallamos, sinduda, la ms alta visin de la relacin Iglesia-mundo.

    El mundo creacinEl mismo mundo-creacin, aun conservando admira-

    bles rasgos de su original belleza, a los ojos del Apstol,queda envilecido por el pecado del mundo, y se oscu-rece en l ese esplendor de gloria, que tiene como obradel Creador. Por eso, justamente, toda la creacin es-pera con ansia la revelacin de los hijos de Dios. Ellaqued sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por

    causa de quien la someti, pero conservando una espe-ranza. Porque tambin la creacin ser liberada de la es-clavitud de la corrupcin, para participar en la libertadgloriosa de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que lacreacin entera, hasta el presente, gime y sufre doloresde parto (Rm 8,19-22).

    El mundo efmeroEl mundo pasa, y tambin sus codicias (1Jn 2,17).

    El tiempo es corto... y pasa la apariencia de este mun-do (1Cor 7, 29.31). Es necesario, pues, pensar en lascosas de arriba, no en las de la tierra (Col 3,2), y man-tener en aquellas la mirada del alma (2Cor 4,18)..

    Estas actitudes espirituales fueron tan poderosamente inculca-das por los Apstoles, que en algunos ambientes cristianos se pro-dujeron errores, por un exceso de escatologismo, que los mismosApstoles hubieron de moderar. Concretamente San Pablo denunciaque entre los de Tesalnica algunos hermanos andan difundiendo laconviccin de que el da del Seor es inminente, y que atenindo-se a esto, viven algunos entre vosotros en la ociosidad, sin hacernada (2Tes 2,2; 3,11).

    El mundo pecadorLa Escritura presenta al mundo entero prisionero del

    pecado (Gl 3,22). Por eso todo el mundo ha de reco-nocerse culpable ante Dios (Rm 3,19). Pues todo loque hay en el mundo las pasiones de la carne, la codiciade los ojos y la arrogancia del dinero, eso no viene delPadre, sino que procede del mundo (1Jn 2,16). Y preci-samente porque el mundo est bajo el dominio del peca-do (Gl 3,22; +1Cor 2,6; 2Cor 4,4), por eso todo lest bajo el poder del Maligno (1Jn 5,19).

    As las cosas, los que aman el mundo, y asimilansus pensamientos y costumbres, se colocan ms o me-nos, lo sepan o no, bajo el influjo del Padre de la Mentira,y por eso el Evangelio les queda encubierto: siendo en smismo tan claro y sencilla, sin embargo, resulta ininteligi-ble para aquellos cuya inteligencia ceg el dios de estemundo, a fin de que no brille en ellos la luz del Evangelio, dela gloria de Cristo, que es imagen de Dios (2Cor 4,4).

    Llamada general a perfeccinLos Apstoles llaman a todos a la perfeccin evang-

    lica. Ellos saben que los cristianos estn rodeados por elpecado del mundo, pero saben tambin que todos elloshan recibido una soberana vocacin de Dios en CristoJess (Flp 3,14), y que la voluntad de Dios es quesean santos (+1Tes 4,3; 1Cor 1,2; Ef 1,4). Dios, enefecto, ha llamado a los elegidos con una vocacin santay celestial (2Tim 1,9; Heb 3,1), y les ha destinado a con-figurarse a Jesucristo (Rm 8,29). Y frente a la omnipo-tencia de esta voluntad de la Misericordia divina, nadason las resistencias que el mundo pueda ofrecer.

    Partiendo de ese firme convencimiento, las normas yexhortaciones apostlicas son tales que trazan una ver-dadera via perfectionis para todos los fieles. Comoantes lo hemos visto en Cristo, podemos ahora compro-barlo en los Apstoles con unas pocas referencias.

    Los discpulos de Cristo han de orientar toda su vida para glori-ficar a Dios (1Cor 10,31), conscientes de que son un pueblo sacer-dotal, destinado a proclamar el poder del que os llam de lastinieblas a su luz admirable (1Pe 2,9).

    Ahora bien, para eso, deben leer frecuentemente las Escrituras(Col 3,16; 1 Tim 4,6), y deben orar sin cesar, continuamente (Rm1,9s; 12,12; 1Cor 1,4; Ef 1,16; etc.). De este modo, no son deudoresde la carne y del mundo, para vivir segn sus inclinaciones, sinosegn el Espritu divino, cuyas tendencias son otras: por tanto, nohagis lo que queris... Si vivimos del Espritu, andemos tambinsegn el Espritu (Gl 4,16-25).

    I Parte: Jess y los apstoles 2. La doctrina de los Apstoles

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    Jos Mara Iraburu De Cristo o del mundoHan de ver los cristianos en el afn de riquezas el origen de todos

    los males (1Tim 6,8-10). Y deben manifestar su desprendimientode los bienes terrenos no defendindose en pleitos, y prefiriendodejarse despojar, para imitar as a Cristo paciente (1Pe 2,20-22;1Cor 6,1-7); dando a los necesitados generosamente, para queno haya pobres en la comunidad (2Cor 8-9; Hch 4,32-33); huyendo de todo lujo y vanidad en los vestidos y adornos persona-les (2,9; 1Pe 3,3-6), as como todo exceso en comidas o gastos(1Tim 6,8); comunicando los bienes materiales con quienes com-parten unos mismos bienes espirituales (Rm 15,1-3; 1Cor 10,33;2Cor 8,13-14; Gl 5,13; Col 3,16; 1Tes 5,11); y, en fin, por otrosmedios semejantes.

    Los cristianos, teniendo la caridad mutua como supremo vn-culo de la perfeccin (Col 3,14), han de ser obedientes a los pa-dres y a toda autoridad, tambin a los jefes tirnicos (1Pe 2,18s; Ef6,5-8); ms an, han de ver a los iguales como a superiores (Flp2,3). Haciendo el bien a todos, sin cansarse (2Tes 3,13), debendevolver siempre bien por mal a los enemigos (1Tes 5,15). Y loscasados, si conviene, han de abstenerse peridicamente de la unincoporal para darse a la oracin (1Cor 7,5);

    Todos los fieles cristianos, por tanto, han de tender ala perfeccin evanglica, de modo que, dejando de sernios y carnales (1Cor 3,1-3; +13,11-12; 14,20; 1Pe2,2), se vayan transformando bajo la accin del Espritu(2Cor 3,18; Gl 4,19), y vengan a ser varones perfec-tos, a la medida de la plenitud de Cristo (Ef 4,12-13;+Heb 5,11-13).

    Santificacin y des-mundanizacinLos Apstoles comprenden desde el principio que la

    formacin de hombres nuevos cristianos, distintos ymejores que los hombres viejos y admicos, requiereque aqullos se despojen del hombre viejo y de susobras, y se revistan del nuevo, del Espritu de Cristo(Col 3,9-10). Y que esta transformacin tan profundasera imposible si los cristianos siguieran siendo munda-nos, o dicho de otro modo, si continuaran viviendo enesclavitud, bajo los elementos del mundo (Gl 4,3). Poreso, para venir a ser santos por la uncin del Santo(1Jn 2,20), es preciso que los cristianos queden perfec-tamente libres del mundo en que viven, en nada sujetos asus modos de pensar, de sentir y de vivir.

    En este sentido, J. M. Casab, un buen conocedor de la teologade San Juan, hace notar que en la espiritualidad jonica a ladesmundanizacin corresponde en trminos positivos participaren la santidad de Dios (La teologa moral de San Juan 228-229).

    Pues bien, esa santificacin que desmundaniza ha deser realizada por los discpulos de Cristo, segn la voca-cin que reciban, o bien viviendo en el mundo, o bienrenunciando al mundo.

    1. Santidad en el mundoCristo ha vencido al mundo (Jn 16,33). Y ha dado a

    los cristianos poder espiritual para que ellos tambin pue-dan vencer al mundo por la fe (1Jn 5,4). Todos los cris-tianos, pues, sea cual fuere su vocacin y estado, yadesde el bautismo, han sido arrancados de este per-verso mundo presente (Gl 1,4), es decir, han sido he-chos participantes de la naturaleza divina, huyendo dela corrupcin que por la concupiscencia existe en elmundo (2Pe 1,4). Todos, por tanto, pueden afirmarcon alegra: nosotros no hemos recibido el espritu delmundo, sino el espritu que viene de Dios (1Cor 2,12).

    En efecto, liberado por Cristo juntamente de los tresenemigos (Ef 2,1-3), bajo cuyo influjo viva, ahora elcristiano queda libre del mundo pecador, y le ama contoda sinceridad. Por eso entra en l como luz, como saly como fermento, intentando salvarlo con la gracia deCristo. Pero en modo alguno se hace cmplice del mun-do, por oportunismo ventajista o, peor an, por una se-

    creta fascinacin admirativa, pues, en tal caso, no tieneen s el amor del Padre (1Jn 2,15-16); ms an, sehace enemigo de Dios (Sant 4,4).

    Los cristianos, pues, no hemos de imitar al mundo presente,admirndolo y aprobndolo, ni siquiera en sus planteamientos ge-nerales; es decir, no hemos de dar nuestro consentimiento, en for-mas explcitas o tcitas, a sus dogmas y orientaciones. Por el con-trario, los Apstoles nos dicen: No os conformis a este siglo,sino transformos por la renovacin de la mente, es decir, segn lameta-noia radical de la fe, procurando conocer la voluntad deDios (Rm 12,2). Vivid, nos dicen, como extranjeros y peregri-nos en este mundo (1Pe 1,7; 2,11), y buscad los bienes de arri-ba, donde est Cristo sentado a la diestra de Dios; pensad en lascosas de arriba, no en las de la tierra (Col 3,1s). No podramostransformar en Cristo el mundo secular si, marcados por l, por susvaloraciones, tendencias y maneras, ignorramos el modelo celes-tial as en la tierra como en el cielo. De ah se sigue, pues, queno hemos de poner los ojos en las cosas visibles, sino en lasinvisibles; pues las visibles son temporales; las invisibles, eternas(2Cor 4,18). En efecto, el tiempo es corto... y pasa la aparienciade este mundo (1Cor 7,29.31).

    Liberados, pues, gracias a Cristo, del espritu del mun-do, y profundamente renovados por su Espritu, puedenlos cristianos alcanzar en el mundo la perfecta santi-dad. En Cristo pueden los fieles, ciertamente, conser-varse sin mancha en este mundo (Sant 1,27); puedendisfrutar del mundo como si no disfrutasen (1Cor7,31); pueden, en fin, probarlo todo, quedarse con lobueno, y abstenerse hasta de la apariencia del mal (1Tes5,21-23).

    2. Santidad renunciando al mundoContinuando nuestra exploracin de la mente de los

    apstoles, podemos, sin embargo, preguntarles: No sernecesario que a ese distanciamiento espiritual del mun-do se aada tambin una separacin material?

    En realidad, en los escritos de los Apstoles apenas seencuentran exhortaciones a salir del mundo en un senti-do fsico y social. Y no es difcil hallar la causa. La per-secucin del mundo es entonces tan dura, que cualquiercristiano est en situacin de decir con San Pablo elmundo est crucificado para m y yo para el mundo(Gl 6,14). Todava, pues, no es aconsejada en la Iglesiala separacin fsica del mundo como camino de per-feccin, y la separacin se plantea, y en trminos bien cla-ros, en trminos de distanciamiento espiritual. En todocaso como en seguida hemos de ver ms detenidamen-te, la virginidad y la pobreza voluntaria establecen, yaen el tiempo de los Apstoles, un modo cierto de separa-cin habitual del mundo, como ascesis ms favorable ala perfeccin. Y otro modo de separacin ha de darsetambin respecto de los cristianos infieles.

    No separacin material. Cada uno debe perseverar ante Diosen la condicin que por l fue llamado (1Cor 7,24). No es preciso,pues, salirse del mundo. Y aquellos que condenan el matrimonio,las posesiones o ciertos alimentos impuros, estn completamenteerrados, pues todo es ciertamente puro (Rm 14,20). Toda cria-tura de Dios es buena, y nada hay reprobable tomado con accin degracias, pues con la palabra de Dios y la oracin queda santificado(1Tim 4,4-5).

    Distanciamiento espiritual. No os unis en yunta desigual conlos infieles. Qu tiene que ver la rectitud con la maldad?, puedeunirse la luz con las tinieblas?, pueden estar de acuerdo Cristo conel diablo?, irn a medias el fiel y el infiel?, son compatibles eltemplo de Dios y los dolos? Porque vosotros sois templo de Diosvivo, segn Dios dijo: ... Salid de en medio de esa gente, apartos,dice el Seor, no toquis lo impuro y yo os acoger [Is 52,11](2Cor 6,14-17). Os digo, pues, y os exhorto en el Seor a que novivis ya como viven los gentiles, en la vanidad de sus pensamien-tos, obscurecida su razn, ajenos a la vida de Dios por su ignoran-cia y por la ceguera de su corazn. Embrutecidos, se entregaron a lalascivia, derramndose vidamente en todo gnero de impureza.

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    No es esto lo que vosotros habis aprendido de Cristo... Dejando,pues, vuestra antigua conducta, despojos del hombre viejo, vicia-do por la corrupcin del error; renovos en vuestro espritu, yvestos del hombre nuevo, creado segn Dios en justicia y santidadverdaderas (Ef 4,17-24).

    Separacin de los malos cristianos. sta s es urgida por losApstoles. As San Pablo: os escrib en carta que no os mezclaraiscon los fornicarios. No, ciertamente, con los fornicarios de estemundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idlatras,porque para eso tendrais que saliros de este mundo. Lo qu