inconsciente un dialogo freud y vygotsky

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Inconsciente: Es posible un dialogo entre Freud y Vigotsky? Alejandro H. González. Psicólogo. Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Resumen : El presente trabajo propone el entrecruzamiento entre la teoría Socio-histórica y el Psicoanálisis. Reconstruyendo, a partir de las postulaciones de Vigotsky, los conceptos de Represión, Proceso Primario y Formas de Funcionamiento Inconsciente. Rescatando aquellas aportaciones psicoanalíticas que pueden ayudarnos a comprender la constitución de la subjetividad. Abstract: This paper proposes the cross linking of the Socio-historical theory with Psychoanalysis. Reconstructing, from the statements of Vigotsky, the concepts of Repression, Primary Process and Unconscious Forms of Operating. Rescuing those psychoanalytic contributions that would help us understand the constitution of subjectivity. Por cierto que especular acerca de la forma en que hubieran sido las cosas si sus condiciones variaban, fue un extraordinario negocio para Spielberg y su saga “Volver al futuro”. Dudo mucho que me sea permitido en la comunidad científica realizar un ejercicio imaginario semejante. Pero, bien sabe quien haya agotado más de un artículo con pretensiones de cientificidad, que las hipótesis que abren las preguntas tales como aquella que inaugura este texto, no suelen ser más que una excusa para que el autor desarrolle sus propias ideas Ya en Golder – Gonzalez (2006) hemos intentado demostrar que de los hallazgos de Vigotsky acerca del Lenguaje Interior, indagados a través del fenómeno del Lenguaje Egocéntrico, se pueden extraer provecho al cotejarlos con aquellos descubrimientos hechos por Freud acerca de las formas de funcionamiento del Inconsciente. Dos de ellas (las más relevantes quizá) contenidas dentro del Proceso Primario. De allí se desprendían una serie de conclusiones que tenían que ver con la constitución del significado, el funcionamiento del lenguaje en su interacción a distintos niveles con el pensamiento, así como se proponía que es dable pensar más la complementariedad de ambas teorías que su oposición. Aunque cada una, en su desarrollo, hubiera sido aplicada a aspectos distintos de la actividad humana. Vigotsky

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Inconsciente: Es posible un dialogo entre Freud y Vigotsky? Alejandro H. González.

Psicólogo. Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).

Resumen : El presente trabajo propone el entrecruzamiento entre la teoría Socio-histórica y el

Psicoanálisis. Reconstruyendo, a partir de las postulaciones de Vigotsky, los conceptos de Represión,

Proceso Primario y Formas de Funcionamiento Inconsciente. Rescatando aquellas aportaciones

psicoanalíticas que pueden ayudarnos a comprender la constitución de la subjetividad.

Abstract: This paper proposes the cross linking of the Socio-historical theory with Psychoanalysis.

Reconstructing, from the statements of Vigotsky, the concepts of Repression, Primary Process and

Unconscious Forms of Operating. Rescuing those psychoanalytic contributions that would help us

understand the constitution of subjectivity.

Por cierto que especular acerca de la forma en que hubieran sido las cosas si sus condiciones

variaban, fue un extraordinario negocio para Spielberg y su saga “Volver al futuro”. Dudo

mucho que me sea permitido en la comunidad científica realizar un ejercicio imaginario

semejante. Pero, bien sabe quien haya agotado más de un artículo con pretensiones de

cientificidad, que las hipótesis que abren las preguntas tales como aquella que inaugura este

texto, no suelen ser más que una excusa para que el autor desarrolle sus propias ideas

Ya en Golder – Gonzalez (2006) hemos intentado demostrar que de los hallazgos de

Vigotsky acerca del Lenguaje Interior, indagados a través del fenómeno del Lenguaje

Egocéntrico, se pueden extraer provecho al cotejarlos con aquellos descubrimientos hechos

por Freud acerca de las formas de funcionamiento del Inconsciente. Dos de ellas (las más

relevantes quizá) contenidas dentro del Proceso Primario. De allí se desprendían una serie de

conclusiones que tenían que ver con la constitución del significado, el funcionamiento del

lenguaje en su interacción a distintos niveles con el pensamiento, así como se proponía que es

dable pensar más la complementariedad de ambas teorías que su oposición. Aunque cada una,

en su desarrollo, hubiera sido aplicada a aspectos distintos de la actividad humana. Vigotsky

parece haber quedado limitado a ser un psicólogo de la Educación. En tanto que las ideas de

Freud han encontrado su mayor desarrollo en la actividad clínica.

No obstante no fue del todo desarrollada en aquel libro la posibilidad de los cambios que

hubieran sufrido las teorías del genio austriaco de haber tomado contacto con las

postulaciones del ruso.

Es así que me atrevo a proponer la fantasía de que Freud hubiera conocido a Vigotsky, sus

hipótesis y su teoría completa. Y finalmente, las hubiera comprendido cabalmente.

Ciertamente en poco o nada hubiera sido modificado el dispositivo clínico del medico vienés.

El más eficiente de todos los dispositivos generados hasta la actualidad. Y cuando digo

eficiente no me refiero simplemente a la eliminación de alguna dolencia ya que la medicación

y otros artificios logran en ciertas oportunidades mejores resultados en aspectos que antes

eran territorios exclusivos del Psicoanálisis. Me refiero al método de (auto)indagación de

nuestra verdad. De aquella que nos constituye como amantes, amigos, padres, hijos,

hermanos, agentes de nuestros propios deseos y proyectos; actores de nuestros miedos e

inhibiciones. Portadores de nuestra individualidad y su conflictiva interacción con el mundo

que nos rodea.

Tampoco se hubieran visto modificados los descubrimientos acerca de las constelaciones que

desnudan la intimidad del mundo humano. Aunque Edipo se hubiera visto más determinado

por las circunstancias históricas y sociales. Pero ya sabemos que esta idea la desarrolló, en un

más allá de Freud, el propio Lacan. Sin embargo, en este caso con fundamentaciones

epistemológicas que difieren de aquellas que sostiene la corriente Vigotskyana.

Bien sabemos que ambos autores echaron luz sobre distintos aspectos del alma humana. Ello

puede hacer aparecer sus ideas como inconciliables. Aunque a nuestro entender se tratan de

territorios adyacentes con funcionamientos diferenciados. No obstante no deja de ser justo

señalar que una serie de concepciones epistemológicas se han convertido a lo largo de la

historia en un obstáculo insalvable a primera vista.

Freud fundamentó muchos de sus hallazgos con hipótesis de índole biologicista. Hipótesis

que sólo prestaron el servicio de permitir entrelazar en un conjunto, medianamente coherente,

los descubrimientos que iba realizando en la clínica. Al amparo de las corrientes filosóficas y

epistemológicas que rodeaban al sabio vienés, este fue tejiendo el entramado de sus hallazgos

sobre el friso que le ofrecían sus conocimientos médicos. Si hago hincapié en este tema es por

la relevancia que ha adquirido en las críticas hacia las ideas psicoanalíticas entre los

adherentes a la escuela socio-histórica. Aunque también creo que tiene relevancia por la

oposición que se presenta en este aspecto en las concepciones epistémicas de ambos genios.

No obstante, no sería justo dejar de señalar que el psicoanálisis actual, luego de las

revolucionarias innovaciones de Lacan, Aulagnier, Deleuze y Guattari –sólo para nombrar a

los más destacados- difícilmente sostenga una metáfora biológica, fuera de la historia y de la

influencia social, para dar cuenta de los hallazgos freudianos. El mismo Freud tuvo una

postura sociogénica –para ponerla en términos más agradables a la escuela fundada por

Vigotsky- aunque la adoptó de forma no sistemática y, por tanto, muchas veces contradictoria.

El origen de las constelaciones edípicas, la lucha entre el principio de realidad y el de placer.

La misma constitución de la represión. El origen del Yo y más claramente del Super-yo estan

en directa relación con las determinaciones sociales, pero estas compiten, en las teorías del

padre del psicoanálisis, con la preponderancia congénita.

Ahora bien, retornando a la fantasía que genera las presentes líneas, debo hacer una

introducción de las ideas de Vigotsky para la comunidad psicoanalítica. ¿En que consiste el

aporte del psicólogo ruso? Realmente es imposible limitarlo a un área restringida del

psiquismo. De hecho podríamos hablar de modificaciones de raíz en la concepción de la

psicología.

Aunque desgraciadamente la transmisión de su pensamiento sufrió los embates de los

cambios políticos que conmovieron los cimientos del mundo durante todo el siglo XX. Sus

ideas no obtuvieron difusión en occidente hasta principios de los años sesenta, cuando se

publica por primera vez fuera de la URSS, gracias a la intervención de Jerome Bruner,

Michael Cole, y otros psicólogos americanos. Digno es de notar que fue Luria quién proveyó

a este grupo de psicólogos de una versión resumida de “Pensamiento y Lenguaje”. Vigotsky

se encontraba prohibido en su tierra desde la época del estalinismo. Tratado como un

psicólogo con “prejuicios burgueses” sus obras fueron prohibidas y su difusión acallada.

Aunque sus hipótesis tienen el claro influjo del pensamiento marxista.

De esa tradición extrae la concepción de que la Conciencia es un atributo distintivo del ser

humano, que consiste en la posibilidad de constituir y preservar un saber acerca del entorno y

aún de si mismo, en el que el conocimiento no se funde con la situación particular del sujeto

respecto del objeto de conocimiento. Ello permite reconocer las cualidades propias del objeto

del conocimiento más allá de la conexión que tenga con las necesidades, deseos anhelos,

pesares, etc.. del sujeto cognoscente. Esta capacidad le brinda nuevas posibilidades a su

reconocimiento del mundo. El análisis, la síntesis, la abstracción de cualidades estables en la

realidad son fruto y origen de estas capacidades. El conocimiento de lo no aparente o, aún

más, lo que contradice aquello que nuestros sentidos perciben, aflora con el nacimiento de

esta cualidad psíquica.

Pero Vigotsky, que partió de esa concepción, descubrió que la psicología había abandonado la

tarea de explicar esa cualidad y sólo balbuceaba una descripción. Es más, por aquel entonces,

toda la comunidad “psi” (de la cual tampoco Freud escapó) consideraba a los procesos

conscientes como una capacidad heredada genéticamente cuyo asiento se encontraba en los

recovecos del funcionamiento cerebral. Inexplicados e inexplicables. Aún hoy, gran parte de

la comunidad científica continúa pensando a la Conciencia en esos términos. Le resulta casi

imposible tomar mayor distancia de la impresión subjetiva acerca de los procesos del pensar.

Y casi de la única forma en que puede conseguirlo es recurriendo a la ciencia natural, como lo

es la neurofisiología.

Debido al estado de situación con que se encontró, el genio ruso se propuso generar un

método que diera cuenta del origen de las cualidades más elevadas de la mente. En tal sentido

fundamentó sus hipótesis en las concepciones filosóficas a las que adhería: Marx y Engels, y

junto con ellos Spinoza y Hegel daban cuenta de un origen social e histórico de las

peculiaridades del humano. Los Procesos Psicológicos Superiores (PPS) –término tomado de

Stern- tenían su alfa en el devenir social del individuo, que dejaba de responder a las rígidas

leyes de la biología y comenzaban a moverse al ritmo que les dictaba la sociedad.

Vigotsky fue descubriendo que el acceso a tales procesos no es ni automático ni está

garantizado para todos. Es más, ni aún aquellos que alcanzan tal nivel de procesamiento

psíquico lo hacen en toda circunstancia y tiempo. Por el contrario la historia del pensamiento

consciente y del resto de los PPS (atención voluntaria, memoria lógica, percepción consciente,

etc..) es el fruto de la concurrencia de varios factores de construcción social. Que supone el

armazón de un entramado gregario. Pero este armazón no está regido por las mismas leyes

que dirigen el comportamiento del resto de la escala biológica. Por el contrario su

funcionamiento se encuentra profundamente modificado por radicales innovaciones. La

primera y más evidente es la que introduce el lenguaje. La palabra funciona como el medio de

interacción propio de la sociedad humana. La misma se interpone y modifica la relación del

individuo con sus congéneres y luego con la realidad natural. La dirige, la moldea, la

reestructura. Es un instrumento, pero uno de tal factura que modifica radicalmente a su

inventor. El hombre construye y es construido por los instrumentos de que se vale… O que se

valen de él.

El lenguaje es la herramienta del pensamiento que marca la diferencia. Pero, aún este, se

encuentra en relación genética con las herramientas de trabajo y con la conformación de los

grupos humanos. Es en ellos que encuentra su sustento y su origen. Así la relación del

individuo con el lenguaje estará atravesada –mediada, para utilizar la terminología

vigotskyana- por la relación con los otros. Y la relación con los otros está mediatizada por el

lenguaje. Doble mediatización que reproduce la realidad del entorno humano, fundada por la

principal modificación que sufre el contexto al convertirse de gregario en social: el trabajo. El

mismo supone una actividad de índole instrumental, es decir realizada a través de

herramientas, las cuales ya habían comenzado a utilizar nuestros predecesores biológicos pero

con un carácter inestable y no sistemático. Las prácticas desarrolladas en derredor de la

herramienta no quedaban asentadas en ella. En cambio en el hombre la experiencia de las

generaciones quedan acumuladas en los instrumentos de trabajo y las prácticas que convocan.

De forma tal que las generaciones posteriores nacen en un entorno en el que el legado de

conocimientos de sus antepasados los rodea y los determina. La experiencia trasciende al

individuo. Lo trasciende y lo determina.

Pero esta actividad mediatizada por la herramienta tiene otras peculiaridades que la destacan.

Una de ellas es la división de tareas dentro del grupo social. División que constituye el

funcionamiento grupal y, que al hacerlo, reconstruye la relación del individuo con sus propias

urgencias. Ya que la satisfacción de las mismas queda, de aquí en más, sujeta a la actividad

grupal. Por lo que el motivo de la acción (por ejemplo el hambre) queda subordinado al éxito

del grupo en el cumplimiento de sus objetivos (por ejemplo la caza). Este desplazamiento del

motivo (que no desaparece) hacia el objetivo grupal, surte efectos radicales en la relación del

individuo con sus propias necesidades y motivos, cuya relación deja de ser inmediata. Esta

mediación con las propias mociones instituye extraordinarias modificaciones en la

estructuración de la subjetividad. Basada en el modelo de las relaciones tempranas, en las que

el infante depende pura y exclusivamente de los cuidados de sus guardadores, el niño y el

humano adulto, dependerá de la comunidad para subsistir y cubrir sus necesidades. Las cuales

se multiplican y complejizan al compás de la mayor multiplicidad social. Transformando en

nuevas estructuras de motivación las simplezas de la necesidad. Anhelos, deseos, proyectos y

todo el cúmulo de motivos propios de los humanos constituyen el motor de su accionar. Pero

gran parte de esos motivos permanecen ocultos. Inexpresados. O expresados por medios que

ocultan su verdadera esencia.

La conciencia supone –como ya dijimos- la separación entre el sujeto cognoscente y el objeto

conocido (aunque este “objeto” sea él mismo, el propio individuo). Es decir para que nazca el

pensamiento consciente, es necesaria la ruptura del enlace natural entre el pensamiento y la

necesidad. La estructura de la Actividad humana (el trabajo) y el lenguaje son los que sientan

las bases de esta ruptura y división. Como veíamos, la necesidad ya no determina

directamente la conducta, sino que es el éxito grupal el que cumple el rol de la regulación del

comportamiento. Y el lenguaje actúa como intermediador de esta relación. Al crear el

lenguaje, la sociedad ha modificado radicalmente la relación del individuo con su entorno

perceptual. Generó un mundo sensorial que se sobreinscribe al que nos rodea y modifica

nuestra relación con él. Y las claves a través de las cuales el lenguaje logra esa ruptura las

encontramos en las cualidades inherentes al mismo tal como las describió Saussure en su

famoso Curso (1982).

La primera de ellas es su Arbitrariedad. Es decir que la relación del signo con su referente es

absolutamente casual y fuera de toda lógica de necesidad. Prueba palmaria de ello son las

diferentes designaciones que recibe un objeto en diferentes idiomas, y aún en la misma

lengua. Esto es, el vínculo natural entre la percepción y nuestro mundo interior –necesidades,

estados de ánimo, etc.- es reemplazada por una relación construida socialmente.

Con esta peculiaridad se encuentra relacionado el Carácter Inmotivado del signo. Es decir

aquella cualidad por la cual queda rota la relación natural entre la imagen sensorial y aquello

que representa en la mente del individuo.

La otra característica del signo lingüístico descripta por Saussure, es la de su carácter lineal.

Esto es, que todo signo se inscribe en una secuencia temporal sintagmática, compuesta por

diversos elementos: una frase se compone de varias palabras que se ordenan en el eje lineal de

la temporalidad. Este carácter, por tanto, supone el de la discrecionalidad. Es decir, el carácter

discreto, que hace desmontable la realidad en sus componentes integrantes. Los visibles y los

lógicos. Lo cual también introduce una modificación esencial en el pensamiento, ya que le

brinda la posibilidad de dividir una imagen en tantos elementos como sean posibles gracias al

tesoro del lenguaje. Vigotsky decía que, en virtud de la modificación que sufre en su

encuentro con el lenguaje, “la nube del pensamiento se transforma en una lluvia de palabras”.

Cualidad que permite establecer una relación analítica con el objeto pensado.

Todas estas características del lenguaje y los cambios que introducen en el pensamiento, no

sólo modifican la relación con el entorno –social y físico- sino que, también, transforman

radicalmente la relación del individuo consigo mismo. Pues el hombre comienza a verse a

través de este cúmulo de herramientas de la misma forma en que ve a los demás. Vuelve a sí

modificado por la forma en que se comporta y dirige así también por como percibe a los otros.

Comienza a tratarse a sí como trata a sus congéneres. La conciencia en el retorno a si mismo

se torna autoconciencia. Vigotsky demostró en las indagaciones llevadas adelante por Luria

entre el pueblo Uzbeco –primer estudio transcultural llevado adelante por la psicología- como

estas cualidades están sujetas, ligadas intrínsecamente a las condiciones socio-culturales.

La conciencia o pensamiento consciente es el fruto de esas transformaciones que sufren los

procesos psíquicos en su inserción social. La inmersión del individuo en un mundo

constituido por un entorno cultural particular determinará de forma radical su estructura

pensante. Pero este encuentro entre el pensamiento y el lenguaje, la constitución del

pensamiento verbal, no impera de forma homogénea Urbi et Orbi en el conjunto de procesos

psiquicos. Para que un pensamiento se pueda procesar al modo consciente debe en principio

encontrarse con el lenguaje. La palabra transforma la ley que lo rige. Y también su móvil.

Pero el lenguaje no en su simple función de significante de un referente objetal. Sino como

portador del significado, lo cual implica que no sólo es vehiculo de información lógica acerca

del referente. Sino que, y podríamos decir que sobre todo, es vector de instrucciones sobre la

forma de comportarse respecto del pensamiento. La primer instrucción será –tal como

propongo en el libro que precede a estas páginas- una fuerte restricción que puede

transformarse de la forma que sigue: “Amigo, las cosas no son como tu crees –deseas-. Son

como te son dichas”. Restricción que implica pérdida pero también ganancia. Perdida en

cuanto a la presunta independencia del pensar. Pero ganancia en cuanto a las nuevas

posibilidades que adquiere el pensamiento. La posibilidad de volver sobre si mismo. Ser “un

saber que se sabe a si mismo” al reconstruir sobre un nuevo plano las relaciones entre el

pensamiento y aquello que lo promueve. Al destruir sus rígidas relaciones naturales,

colocarlas dentro del campo de lo cognoscible y constituirlas en objeto de conocimiento

permite -quizá como indeseado subproducto del control externo del pensar- la recursividad

que aún puede ser crítica de los fundamentos impensados del pensamiento. El psicoanálisis ha

llevado al paroxismo dicho procedimiento. Justo sería mencionar que tal logro no hubiera sido

posible sin el prerrequisito de la recursividad.

Pero ni Vigotsky ni los otros componentes de la Troika1 expresaron nunca que los PPS logren

un dominio pleno y homogéneo. Por el contrario, Vigotsky formuló en más de una

oportunidad que el pensamiento verbal coexiste con otras formas que responden a otra

legalidad. Que la posibilidad de que el pensamiento encuentre la palabra y el significado que

1Del ruso troĭka, der. de troe, trío. Denominación con que se conoce al grupo inicial y central de la escuela Socio-histórica integrado por Alexander R. Luria, Alexis Leontiev y el propio Vigotsky.

expresen adecuadamente el motivo que lo originan, no está asegurada. Por el contrario,

muchas veces es difícil que así lo hagan. Este concepto está mucho más desarrollado por

Leontiev (1978) , cuando dice que la relación entre el pensamiento y el significado no es una

relación sencilla. Que el motivo que promueve el pensamiento no es “auto-parlante”. Que

muchas veces la relación entre el motivo –respetaremos la terminología de Leontiev- y el

significado es altamente compleja. Frecuentemente contradictoria, de forma tal que el

significado puede contradecir al motivo. Traicionarlo y derivarlo por meandros que lo

distancien de su cumplimiento. Tal el caso en que, por ejemplo, la generación del significado

buscara disciplinar al sujeto. Tornarlo dócil a la exigencias de la sociedad. Que justamente es

la gestora de los significados.

De forma tal que el acceso de un motivo a su procesamiento consciente, no es un acto natural

ni ineluctable. Por el contrario, las dificultades por las que debe atravesar nos hacen pensar

que, según está teoría, es un proceso sumamente complejo y por lo tanto no tiene el nivel de

asiduidad que otras escuelas tienden a darle. Pero por otra parte esa complejidad está sujeta a

que encuentre los significados adecuados a los motivos. Por lo tanto está atado a las

condiciones sociales de reparto de capital simbólico. Ligadas, a su vez a la situación histórica.

EN síntesis, desde esta perspectiva la conciencia sería una forma particular de pensamiento en

la que el pensador establece un vínculo mediado con el objeto de su pensar. Vinculo que

depende de la concurrencia de una serie de factores indispensables y cuyo origen pertenece al

ámbito social, una de cuyas funciones supone la modificación de los procesos psíquicos de

sus integrantes –que pagan un tributo en aras de la supervivencia- para amoldarlos a su

devenir. Esta modificación es la que promueve la regulación de la conducta a través de los

instrumentos del pensar, cuya más compleja manifestación es la del Significado. Este instaura

una legalidad en los procesos -que alcanza a regular- que inhibe el funcionamiento natural de

los mismos. Así consigue que exista una distancia entre lo pensado y el estado interno del

pensante. Logrando así que se filtren en el pensamiento cualidades de la realidad que se

encuentran más allá de la relación individual que se tenga con ella en un momento particular.

Este es el origen del pensamiento racional y todos sus derivados que se despliegan en la

medida en que se desarrollan los instrumentos del pensar.

Esta forma de pensar la conciencia es radicalmente diferente a la que Freud encontró entre las

teorías psicológicas de su entorno social. De forma tal que de haber conocido las ideas de

Vigotsky, el gran médico austriaco debiera haber modificado en principio su idea acerca de la

conciencia. Revisemos un poco la bibliografía del padre del psicoanálisis para ver cuales

fueron sus concepciones acerca de la misma.

En esta revisión encontraremos aspectos llamativos del pensamiento freudiano. En primer

término, él partía de una concepción innatista de la conciencia, idea acorde al legado

cartesiano. Desde el “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895/ 1950) hasta el

Abriss…(O “Esquema del Psicoanálisis” -1938/40) mantuvo la misma concepción lo cual no

debe asombrarnos, pues todas las corrientes de su época así lo hacían. Aunque desde aquel

entonces hasta la actualidad poco han cambiado las cosas. Salvo el Conductismo y su idea

simplista de determinación inmediata del psiquismo por la experiencia y la escuela

inaugurada por Vigotsky, el resto de las corrientes psicológicas, incluido el cognitivismo

-díscolo hijo de las teorías de Watson- tan de moda en la actualidad, mantienen una postura

biologista acerca del origen de la conciencia. La misma es un resultado directo de las

cualidades de constitución orgánica individuales. Fruto de la evolución de su cerebro.

Los pasajes -escasos en comparación a los dedicados al inconsciente- en que Freud intenta dar

cuenta de su concepción acerca del funcionamiento de la conciencia, dejan pocas dudas sobre

la concepción que el médico vienés tuvo en ese aspecto. Si revisamos lo último que escribió

sobre este tópico (el “Abriss…”) no dejará de sorprendernos la similitud de lo que allí plantea

con lo que Vigotsky denuncia en su discurso en el congreso PanRuso de 1924, como la mayor

falencia de la psicología en el estudio de la conciencia, esto es, el abandono de la posibilidad

de explicarla, y asumir únicamente una posición descriptiva en su estudio. Freud (1938/1940)

escribe: “Ahora pasamos a lo que es característico y único de eso psíquico, y aun, de acuerdo

con una muy difundida opinión, coincide con lo psíquico por exclusión de lo otro.

El punto de partida para esta indagación lo da el hecho de la conciencia, hecho sin

parangón, que desafía todo intento de explicarlo y describirlo. Y, sin embargo, sí uno habla

de conciencia, sabe de manera inmediata y por su experiencia personal más genuina lo que

se mienta con ello. Muchos, situados tanto dentro de la ciencia como fuera de ella, se

conforman con adoptar el supuesto de que la conciencia es, sólo ella, lo psíquico, y entonces

en la psicología no resta por hacer más que distinguir en el interior de la fenomenología

psíquica entre percepciones, sentimientos, procesos cognitivos y actos de voluntad.”. Vemos

que al final de la vida Freud conservó una concepción similar al conjunto de las escuelas

psicológicas (excepción hecha, por supuesto, de la corriente socio-histórica) referido al

concepto de Conciencia. Bien es cierto que el psicoanálisis es la ciencia del Inconsciente y tal

como es notorio, Freud no realizó grandes esfuerzos en comprender la conciencia. Su mayor

aporte ha sido el declarar la existencia de los procesos inconscientes, los contenidos que lo

colman y los aspectos centrales de la formación de la subjetividad en la más temprana

socialización. Así como sentar las bases de la práctica concreta que permite su más completa

y exhaustiva indagación. Pero resulta sumamente difícil aceptar que se pueda establecer el

funcionamiento de cualquier proceso que se defina por la ausencia de otro del que se

desconoce su naturaleza. Esto es, el inconsciente es la ausencia de conciencia (más allá de la

posterior metáfora lacaniana de “las dos escenas” que alude al mismo principio). Tal es su

sentido etimológico. Pero si no comprendemos en que consiste la conciencia, difícilmente

podamos comprender cuales son los efectos de su presencia. Por lo tanto también los de su

ausencia.

Así que intentaremos cotejar a la luz de las concepciones Vigotskyanas acerca de la

conciencia, las hipótesis vertidas por Freud en ese aspecto.

Tomaremos en primer término el siguiente párrafo de “El Yo y el Ello” (1923) que demuestra

que para Freud todo proceso psíquico (representación, pensamiento, deseo, sentimiento, etc.)

tiene como destino natural su manifestación en la conciencia. Y como corolario de tal

presupuesto deberíamos admitir que sólo por la interposición de fuerzas especiales se desvía

el camino de los contenidos psíquicos: “Nos basta recordar que en este punto interviene la

teoría psicoanalítica para declarar que, si ciertas representaciones son incapaces de

volverse conscientes, es a causa de una cierta fuerza que se opone a ello; sin esa fuerza

podrían volverse conscientes, lo que nos permitiría comprobar cuán poco difieren de otros

elementos psíquicos oficialmente reconocidos como tales. Lo que hace irrefutable a esta

teoría es que ha encontrado en la técnica psicoanalítica un medio que permite cancelar la

fuerza de oposición y llevar a la conciencia esas representaciones inconscientes. Al estado en

que se encuentran esas representaciones antes de ser llevadas a la conciencia, nosotros le

hemos dado el nombre de represión; en cuanto a la fuerza que produce y mantiene la

represión, decimos que la experimentamos, en el trabajo analítico, bajo la forma de

resistencia». Para aquellos que han comprendido todas las condiciones que ha demostrado la

escuela Socio-histórica que debe cumplir un pensamiento o representación para constituirse

en consciente, esta cita de Freud no puede menos que generar algunas apreciaciones. Por

ejemplo, que para que un contenido psíquico no se torne consciente (o susceptible de tal como

en el caso de la descripción psicoanalítica del Preconsciente) no es necesaria la oposición de

ninguna fuerza, con el sólo hecho de que no encuentre el significado adecuado, o que el

significado que la represente sea opuesto a la verdad del sujeto -por ejemplo que el deseo

sexual es “pecado”, que el temor a morir en batalla es “cobardía”, que un desposeído crea en

las promesas liberales, que los pobres padezcan de la opiácea creencia de que sus quejas por

los padecimientos terrenos los alejan del reino celestial, etc.- dicho contenido no es

susceptible de ser procesado al modo consciente. Ello depende evidentemente de factores

sociales, en el sentido del ámbito extenso de inserción individual, pero principalmente de

aquellos que se inscriben en la sociabilidad temprana -que refractan con su propio estilo

fuerzas sociales más abarcativas-. En todo caso este párrafo de Freud denuncia que él también

padecía de los mismos prejuicios que la psicología de aquel entonces, es decir que la

conciencia es el destino “natural” de todo proceso psíquico.

Por otra parte, en los Trabajos sobre Metapsicología de 1915, leemos que «[...] el hecho de

ser consciente, único carácter de los procesos psíquicos que nos viene dado de forma

inmediata, no es en modo alguno capaz de proporcionar un criterio de distinción entre

sistemas». Como vemos esta es una consideración absolutamente opuesta a la concepción

Vigotskyana para la cual la menos inmediata de todas las instancias psíquicas es la

conciencia. Aún más, para Freud el hecho de que los procesos internos se tornen conscientes

necesitan de su asociación al lenguaje (Representación palabra): «Ya he formulado en otra

parte la opinión que la diferencia real entre una representación inconsciente y una

representación preconsciente (idea) consistiría en que la primera se relaciona con materiales

que permanecen no conocidos, mientras que la segunda (la preconsciente) estaría asociada a

una representación de palabra. Primera tentativa de caracterizar lo inconsciente y lo

preconsciente sin basarse en sus relaciones con la conciencia. La pregunta "¿cómo algo

deviene consciente?” se puede reemplazar con ventaja por "¿cómo algo deviene

preconsciente?”. Respuesta: gracias a la asociación con las representaciones verbales

correspondientes. Estas representaciones verbales son huellas mnémicas: antes fueron

percepciones y, como todas las huellas mnémicas, pueden volver a ser conscientes. Antes de

abordar el análisis de su naturaleza, se nos impone una hipótesis: sólo puede volverse

consciente lo que ya ha existido en estado de percepción consciente y, aparte de los

sentimientos, todo lo que, proviniendo del interior, quiere devenir consciente, debe tratar de

transformarse en una percepción exterior, transformación que sólo es posible gracias a las

huellas mnémicas» (Freud 1915). De lo cual se desprende que él único atributo del lenguaje

que Freud toma en cuenta es el de su cualidad sensible, en tanto significante. Nada dice de las

modificaciones que introduce el lenguaje como portador de significados. Tampoco podríamos

pedirle tal cosa. Freud generó, con el material científico que tenía a su alcance una teoría

mínima acerca de la conciencia que le fuera funcional al desarrollo de sus investigaciones

sobre el padecer neurótico. Es sobre la indagación de este material y de la técnica desarrollada

que extrae justamente la conclusión acerca de la inscripción verbal de un contenido

consciente. Freud bien sabía que el acto de hacer consciente lo inconsciente era el del acto

analítico de poner en palabras aquello que permanecía en el “reino de las sombras”.

Esta situación muestra a las claras la oposición de paradigma: tanto en la teoría psicoanalítica

como en el resto de las concepciones innatistas, existe una aproximación de índole

introspectiva al fenómeno de la conciencia. No pueden tomar distancia de la concepción

intuitiva de la misma. La presunta inmediatez oculta la mediación. Quién se observa y cree

hacerlo de forma inmediata no es el individuo “natural”, desnudo y desprovisto de todo

dispositivo. Sino el que logra pensarse una vez que interpuso entre él y su pensamiento una

gruesa parafernalia de artilugios mancomunadamente construidos por los que le precedieron.

Pero de los que él se apropia, según su particular estilo. Estilo construido en la concurrencia

de una infinitud de singularidades, desde su peculiar entorno, hasta su irrepetible posición en

él.

Aquella situación es justamente la que actúa como disparador en Vigotsky para desarrollar su

postura que desde el principio buscó sea una perspectiva científica, es decir explicativa y no

meramente descriptiva, basando su estudio en las mediaciones que permiten establecer la

distancia que hace posible la objetividad.

Pues bien, Vigotsky indagó la conciencia como ningún otro antes. Y como muy pocos

después. Para ello partió de la convicción de la especificidad de los procesos denominados

superiores. En su estudio los desmenuzó, deconstruyó y reconstruyó, con inédita actitud

experimental. Descubrió y corroboró las legalidades que establecen su constitución. Le fue

ajena la tendencia, aún presente y eternamente empobrecedora, de simplificar los fenómenos

para sujetarlos al corsé del experimento positivista.

No obstante no distinguió –tarea que lo hubiera excedido- en la conciencia aquellos

contenidos de saber acerca de la naturaleza y acerca de las relaciones interpersonales o sobre

si mismo. Los primeros más predispuestos a la objetividad y a la asepsia –aunque siempre

iluminados en torno de un paradigma o epísteme particular-, en tanto que los últimos más

sujetos a intereses parciales, por lo tanto absolutamente expuestos a la contaminación, en su

misma gestación. Pero siempre disfrazados de “verdad” para poder contrabandear en ellos, sin

despertar la conciencia crítica, los particulares usufructos que ocultan. Antiguamente –y en un

particular “revival” actual (anunciado por Lacan)- el carácter sagrado de los textos bastaba

para cumplir esa misión. La “desinteresada” palabra del más allá, que dictaba las leyes y

aquello que cada cual debiera pensar de sí, dirigía con mano férrea las inquietudes personales.

Hoy los mecanismos son mucho más delicados. Basados en la absoluta certeza de nuestra

singularidad2, somos, como quizá nunca antes, atravesados por deseos preconstruidos que nos

“atrapan” en requerimientos muchas veces opuestos a nuestros intereses y nos someten a la

cadena productiva.

2 Hoy es tan habitual en la psicología que se remarque con particular énfasis el carácter individual y singular de las subjetivaciones, dandole al individuo un rol activisimo en la constitución de su subjetividad. Así, por ejemplo, el énfasis de señalar que la “Interiorización” construye una percepción pasiva del proceso socializador, se convirtió en “Apropiación” y otros términos similares. El psicoanálisis remarca cada vez más el carácter individual del pasaje por las estructuras fundantes. Si bien este énfasis muestra una mayor adecuación a la realidad, la insistencia con que se la remarca no deja de ser un requisito de los tiempos que corren, y el nuevo fetiche de la singularidad ha reemplazado al de la homogénea socialización.

Estas dos líneas del saber tienen sus propias reglas de constitución. Una de ellas da orígen al

conocimiento científico, al saber objetivo. En tanto que la otra se constituye en mecanismo de

construcción de subjetividad y surge del devenir social. Termina siendo la forma en que nos

comunicamos con nosotros mismos. En que el saber regula, no sólo nuestra conducta, sino

también parte de nuestro mundo interior. Que, si bien no es absolutamente construido por este

material, es ciertamente modelado con su auxilio.

La íntima conexión que hemos hallado entre el Lenguaje Interior y las formas de

funcionamiento del Inconsciente descriptas por Freud, son una acabada muestra del rol

modelizador que tiene el mundo del lenguaje en la constitución del más vasto e íntimo

mundo. Lacan descubrió la ligazón entre el descubrimiento freudiano y el mundo de la

palabra. Pero la tradición en la que sus teorías se inscriben difiere de aquellas que han guiado

el pensamiento socio-histórico. Quizá quede para otro texto el desarrollo de esta bifurcación.

A esta altura podemos considerar lícito abrir un interrogante, que pueda desarrollar de forma

más cercana la propuesta del título que inaugura estas líneas. A saber: esta diferencia en la

apreciación del mundo de la conciencia entre los dos autores que convocamos tendría alguna

repercusión en el edificio teórico de Freud.

En primer término siento la obligación de aclarar que no se trata de explicar una teoría por la

otra. Tal tarea sería imposible partiendo del hecho de que ambas abordan aspectos sumamente

diversos de nuestro “aparato anímico” o “psiquismo” (diferencia ya notoria en la nominación

de su objeto por ambas teorías). Ambas constituyen núcleos epistemológicos duros.

Irreductibles el uno al otro.

No obstante ambas acometen el estudio del mismo objeto. Aunque se trate de diferentes

facetas, este no deja de ser el aparato psíquico, mente, psiquismo o como se lo quiera

denominar. Por tanto se encuentran con fenómenos comunes. Con legalidades y ambientes de

constitución compartidas, etc..

No es extraño por tanto que los aportes de una escuela repercutan en la otra. Pero Vigotsky

conocía la producción de Freud. Aún con sus aciertos, prejuicios y posibles errores de

interpretación, el ruso tomó en cuenta la producción del fundador del psicoanálisis. No quiere

decir que la haya “superado” o mejorado. Bien decía Vigotsky que a diferencia de la

“psicología de las profundidades” de Freud –Tiefenpsychologie-, él construiría una

“psicología de las alturas”.

En tanto que Freud desconocía por completo los aportes de Vigotsky. Ignoraba plenamente

sus hipótesis. También su misma existencia. Y ninguna teoría psicológica de aquel entonces

se aproximaba mínimamente a las postulaciones revolucionarias de intelectual de Gomel. Por

tanto, las ideas de Freud acerca de la conciencia y de la constitución del pensamiento

consciente, transitaron los caminos clásicos.

Como por aquel entonces la conciencia era la más inmediata de todas las producciones

psíquicas accesibles desde…¡justamente la conciencia! -única forma de hacer ciencia- la

psicología no podía sino mostrar una descripción al menos simplista –si es que elegimos

evitar el mote de naif- de aquella. Y, como narciso, sólo puede verse a si misma en su

inmediatez, por lo que no podía dejar de considerarla como el todo de la vida anímica y

destino “natural” de toda producción psíquica. La derivación de cualquier contenido mental

por otros confines no podía sino constituir una señal del fallo o fruto de un artificio innatural.

Tal como hemos visto, la complejidad para que un contenido, cualquiera sea este, se torne

consciente es sumamente elevada. Esto hace que no se pueda dar por sentado el acceso a la

conciencia de aquello a lo que el individuo se encuentre expuesto. Para que ello ocurra debe

estar muñido de los instrumentos necesarios. Y que estos permitan un acceso real a la verdad

de aquello de que se trata. Bien sabemos que los referidos a cierta temática, son más bien

escasos.

Pero socialmente hay una gran presión para considerar que la conciencia es el único proceso

que guía nuestro accionar. No obstante existe una gran cantidad de estudios que demuestran lo

contrario, principalmente en la vida cotidiana de los individuos (Wegner 2002; Bargh, 2003,

1999, etc.). Y, más aún si se refiere a cuestiones de índole íntima, en aquellos casos en que las

relaciones interpersonales y el manejo de los propios impulsos no se encuentran

suficientemente formalizados. O cuya formalización deje fuera la “verdad” del sujeto.

Condición más que frecuente. Pero la sociedad ha forzado a los individuos a que actúen de

acuerdo a lo que les “dicta la conciencia”.

En el corpus freudiano, las cualidades que adquieren los contenidos inconscientes, a

diferencia de las que tienen los pensamientos conscientes o preconscientes, son fruto de un

“trabajo” especial del psiquismo individual para deformar los contenidos problemáticos y

lograr que estos encuentren su acceso a la conciencia burlando la censura. Se instaura esta

nueva instancia psíquica. Los contenidos psíquicos que no acceden a la conciencia en función

de tan complejo proceso tienen ciertas cualidades, que fueran desarrolladas a lo largo de la

obra de Freud.

Entre estas cualidades y las que exhibe el Lenguaje Interior hemos hallado particulares

concordancias. Señalando, por ejemplo, la equivalencia entre la “Condensación” con la

“Aglutinación de sentido” que Vigotsky encuentra en el Lenguaje Interior (LI de aquí en

más). El “Desplazamiento” se mostró idéntico al fenómeno verbal del “Influjo de Sentido”.

Máxime si tenemos en cuenta que Freud dice que dicha peculiaridad del contenido

Inconsciente se expresa con particular frecuencia en los contenidos verbales caídos bajo el

influjo de la deformación onírica.

La ausencia del Principio de Contradicción, es también una muestra de la ausencia de los

instrumentos mediatizadores del pensar. Tal como las carencias en la ordenación temporal.

Tal inadecuación al reconocimiento de las pautas de la realidad se exacerba en el imperio del

principio del Placer por sobre el de Realidad, situación que encontramos similar a la “Ley del

signo emocional común” descripta por Vigotsky (1930) en su ensayo sobre el Arte y la

Infancia. También señalamos como el autor ruso en un pasaje de Pensamiento y Lenguaje,

luego de criticar en ese sentido al genial inventor del Psicoanálisis, da un ejemplo en el que

justamente se pone en juego el placentero principio. Aunque, por otra parte, ya habíamos

aventurado la hipótesis de que durante los primeros años de crecimiento del niño coinciden,

justamente por su particular entorno social, el principio de placer y el de realidad.

Coincidencia a la que supusimos el individuo quiere siempre retornar y sólo abandona luego

de generar una estructura particular que compensa la enorme pérdida que esto genera.

Conjeturamos a su vez el emparentamiento con el “Complejo de Castración” lo que podría

suponer haber encontrado una respuesta a un enigma planteado por Barthes (1977), respecto

de la aparición en el niño de las estructuras lógicas y su relación a la resolución del Edipo.

Todas aquellas cualidades que encontramos en el L.I. y en el Inconsciente, se encuentran

profundamente emparentados con las cualidades de las formas imperantes en el pensamiento

regido por las cualidades de lo perceptual, propio de formas menos desarrolladas del discurrir

pensante. Son las cualidades sensibles y su relación con el estado interno del individuo las que

fijan el derrotero del pensamiento. Pero a diferencia del pensamiento de las otras especies

que se nos asemejan en estas vicisitudes, en nuestro caso con una complicación extra, debida

a las modificaciones que implica el nuevo entorno sensorial que nos rodea y en el que nos

hallamos sumergidos desde el primer intercambio con nuestro mundo: el lenguaje. Pero este

aún no en sus máximos rendimientos sino en sus más simples funciones. La referencia

objetiva –aunque aún sujeta a los vaivenes de sus cualidades sensibles- y el carácter discreto

con que nutre nuestro pensar. Gracias a estos el pensamiento puede realizar las novedosas

recombinaciones que tan profusamente han poblado las descripciones de las creaciones

oníricas y sintomáticas, con que a lo largo de su historia el psicoanálisis nos ilustró.

En la descripción de Vigotsky “La razón” o el “proceso secundario” sólo aparecen, y superan

los últimos vínculos “naturales” del pensamiento, cuando ejerce su particular imperio el

“Significado”. Material e instrumento elaborado colectivamente. Con todas las

determinaciones propias de la colectividad. Que logra dotar al pensamiento de la

“objetividad” de que esta provisto. Objetividad que en el caso de la ciencia encuentra alguna

posibilidad. Pero que en el de los discursos que regulan el devenir social siempre están

atravesados por los intereses de la subjetividad grupal, con sus estructuras de poder y sus

obstáculos epistemológicos y epistemofílicos (retomando a Pichon Riviere). Objetividad que

significa en todo caso, la ruptura del dominio “natural” de los procesos del pensar por las

parcialidades subjetivas. Pero que lejos está de garantizar el reconocimiento pleno y

“riguroso” de la realidad por parte del sujeto.

Ahora bien, cuales serán las cualidades del significado que le brindan la posibilidad de

expandir los límites –y claramente someterlo a otros- del pensamiento individual? ¿Como es

que la realidad en si misma no logra imponer sus cualidades de forma evidente y el

pensamiento debe recurrir al significado para atraparla? Es en este punto justamente en el que

más claramente se dividen las perspectivas entre las distintas corrientes. Ya no sólo de la

psicología, sino principalmente de sus fundamentos epistemológicos. Este es, a nuestro

entender, el concepto que marca la gran diferencia y la gran ventaja de la escuela fundada por

Vigotsky respecto del resto de las corrientes psicológicas.

Según la concepción del psicólogo ruso, la información que porta el significado ha sido

elaborada socialmente. Pero de una manera particular, propia de la especie humana. A través

de la Actividad principal del hombre, es decir la actividad productiva o el trabajo. Este tiene

la particularidad de ser una actividad social desde su origen. Generando todas las

peculiaridades que vimos al describir resumidamente los fundamentos de la concepción

Vigotskyana. Estas particulares circunstancias son las que dan nacimiento a la elaboración de

la información, ya no de forma individual, sino desde la perspectiva virtual del grupo. Ya la

información relevante no será únicamente la que une la realidad con el individuo, sino la que

tiene utilidad en el éxito de la tarea grupal. Se genera, por decirlo así, una perspectiva

supraindividual, virtual, desde la que se recopila la información. Esta información va a

“imponerse” a cada miembro del grupo. Aunque ella no sólo contiene la información acerca

del sector de la realidad de que se trata sino también las condiciones que permiten la

continuidad del grupo como tal. Muchas veces esa información, contradice lo que el individuo

“naturalmente” hubiera pensado, en su contacto directo, en “línea recta” con el objeto del

pensamiento.

Así como la sociedad, a través de los instrumentos de mediatización, regula y modifica los

procesos psicológicos, el significado, instrumento por excelencia del pensamiento más

elaborado introduce las más importantes modificaciones al pensar. Ya no solamente a través

de la información que porta, sino, y principalmente de la instrucción básica que transmite que

ya adelantáramos anteriormente, pero que por su relevancia repetiremos aquí: “las cosas no

son como tu crees; son como te son dichas”. Hasta Vigotsky toda la investigación acerca del

significado se había centrado únicamente en este como vector de información. Pero esto no

alcanza para comprender la profundidad de los cambios que introduce en el pensar. Ya que

los individuos modifican su particular relación con el pensar. Y de aquí en más adaptará su

pensar a lo que el grupo le demanda. Lo que primero fue amoroso cuidado, con el paso del

tiempo se tornó en extorsión. Para continuar perteneciendo al grupo el individuo debe resignar

su relación narcisista con el pensamiento. Cuando se instaura el significado, se establece una

particular ruptura con la omnipotencia del pensar. Ya el sujeto deja de ser el centro del

Universo y se convierte en “uno más”. Tuvo que someterse a las servidumbres del

significado. Pero estas servidumbres son, por otra parte, un instrumento liberador que, por

ejemplo, logra delatarse a si mismo.

Pero ese registro, instaura a su vez una prohibición allí donde comanda. La conciencia surge

de esa prohibición social. No estará permitido de ahora en más pensar –concientemente- el

mundo y pensarme a mi, exclusivamente desde mi perspectiva. Desde mis pulsiones y las

imágenes con las que ellas se asocian. Debo ver al mundo como este “es” visto. Debo

pensarme como soy pensado. Mi perspectiva se convierte en una mirada soterrada3. Y con ella

el pensar mis necesidades. Mi temor es cobardía. Mi deseo es codicia o pecado. Los

significados para pensarme y pensar al mundo me son provistos por la sociedad que antepone

sus intereses a los individuales. Salvo de aquellos que detenten el poder.

Es así que el significado muchas veces contradice el interés particular de los integrantes del

colectivo. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el significado, en esos casos

reprime la genuina manifestación del impulso. Lo condena a la deriva que lo instaura en el

pleno pensamiento perceptual.

Encontramos en este punto una pequeña corrección a un aspecto de la teoría de la represión en

Freud. En varios pasajes de su obra escribió que la censura impide a la representación-cosa la

sobrecarga que implica la representación palabra y es así como le impide la manifestación en

el sistema Cc.. Quizá en ningun otro pasaje esto fue más claramente expresado que en el

artículo de 1915 “Lo Inconsciente”: “Habremos de suponer que estas sobrecargas son las

que traen consigo una más elevada organización psíquica y hacen posible la sustitución del

proceso primario por el proceso secundario, dominante en el sistema Prec. Podemos ahora

expresar más precisamente qué es lo que la represión niega a las presentaciones

3 Existe un campo del discurso en que la mirada individual es alentada. En el arte el significado rinde su rigurosidad a la variabilidad individual. En él la precisión cede paso a las modificaciones de la perspectiva individual. La metáfora conquista el espacio y da lugar a la creación. Aunque la metáfora no sólo funciona en el arte. En el famoso texto de Lakoff-Johnson se da cuenta de como el pensamiento científico se nutre esencialmente de ella.

rechazadas en la neurosis de transferencia. Les niega la traducción en palabras(¡!!!!), las

cuales permanecen enlazadas al objeto. Una presentación no concretada en palabras o en un

acto psíquico no sobrecargado, permanece entonces en estado de represión en el sistema

Inc.” (Obviamente el subrayado y los signos de admiración fueron añadidos por mi).

Deducimos de esto que Freud resolvió la relación del Inconsciente con la palabra o con la

represión de la misma, dentro del esquema médico biológico con que abordó sus

descubrimientos. Así el conflicto se resuelve –según el edificio teórico del padre del

psicoanálisis- completamente por los “mecanismos” individuales: la censura, un mecanismo

propio de la constitución psiquica, reprime la asociación con palabras de las representaciones

que permanecerán así en Inconsciente. En tanto que en Vigotsky sería el entorno el que brinda

o no los significados que permitan el procesamiento consciente de los pensamientos. Es más

los pensamientos pueden estar asociados a las palabras que si esta no se asocia al significado

se tramitará en el claroscuro del L.I.: con cualidades que la acercan a la conciencia pero aún

así determinadas por las cualidades del pensamiento perceptual. El L.I. y todas las

formaciones del Inconsciente son una clara manifestación de ello.

De esta forma podríamos decir con Lacan que el Inconsciente esta conformado como

un lenguaje, pero un lenguaje en que el significado aún no completó de imponer plenamente

su ley. Aquella que prohíbe pensar solamente en base al modelo individual. Un lenguaje que

es principalmente una complicación añadida al mundo sensorial, que produce modificaciones

en el pensar. Pero modificaciones asociadas a las cualidades más sencillas de la lengua: la

referencia objetal, la discrecionalidad y el orden sintagmático. Es decir principalmente

aquellas características sensibles, que introducen los primeros cambios en nuestro psiquismo.

Como bien propone Bronckart (2000 -2003), la conciencia está asociada a aquellas

cualidades enunciadas por Saussure respecto del lenguaje: el carácter “discreto”, el

“arbitrario” y el “inmotivado”. Justamente tres cualidades que se perfilan por romper el

vínculo “natural” del pensamiento con lo pensado, estableciendo una lógica absolutamente

distinta, que genera un quiebre en el que se instala la influencia social. La historia de la

construcción cultural es justamente una progresiva modificación de la relación del hombre

con la “naturaleza”. Con la del entorno y con la propia.

En esto justamente reside, a nuestro entender, el mecanismo de la represión: de un

proceso común a todos los humanos en tanto se constituyan como tales. De la imposición del

Significado como fundamento de nuestro pensar. Reglando nuestra relación con el

pensamiento y por tanto con la “regulación de nuestra conducta”.

Poner en contacto estas dos corrientes de pensamiento puede brindarnos un gran

caudal de nuevas aproximaciones. El psicoanálisis ha evolucionado, se ha transformado y

aggiornó sus hipótesis, al vincular los grandes descubrimientos de Freud con las hipótesis

sociogénicas que se iban imponiendo en algunos ámbitos psi. Quizá, y es esta mi esperanza, el

diálogo fructífero de estas dos corrientes logre brindar un nuevo sustento a las ideas

psicoanalíticas y una apertura más completa a la estructuración de nuestra subjetividad para la

teoría socio-histórica.

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