huizinga johan - el otoÒo de la edad media

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Page 1: Huizinga Johan - El OtoÒo De La Edad Media

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El otofio de la Eda, Alianza Universidad p '.;$ - -

Page 2: Huizinga Johan - El OtoÒo De La Edad Media

Johan Huizinga

de la Edad Media Estudios sobre la forma de la vida y del espiritu durante 10s siglos XIV y xv en Francia y en 10s Paises Bajos

Versi6n espafiola de Jose G ~ O S

Alianza Editorial

Page 3: Huizinga Johan - El OtoÒo De La Edad Media

Titulo original: Herbst des Mittelalters

Primera edicion espafiola: 1930 Undkcima reimpresion en "Alianza Editorial" 1994

Reservados todos 10s derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del CCjdigo Penal vigente, podrin ser castigados con penas de rnulta y privation de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientifica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorizacion.

O Johan Huizinga O Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A,, Madrid, 1978, 1979. 1981,

1982, 1984, 1985,1988,1989, 1990, 1993, 1994 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15,28027 Madrid; telef. 741 66 00 ISBN: 84-206-2220-6 Depdsito legal: M. 1.688-1994 Impreso en LaveI. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain

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A la Facultad de Filosofia de la Universi- dad Eberhard Karl de Tubinga, dedico este libro en testimonio de gratitud por el Doctorado Honormio qzEe me otorgo'.

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INDICE

Pr6logo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

1 . El tono de la vida ....................................... 2 . Anhelo de una vida mis bella ........................... 3 . La concepci6n jerirquica de la sociedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 . El ideal caballeresco .................................... 5 . El suefio del heroism0 y del amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 . Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos . . . . . . . . . . . . 7 . La significaci6n politica y militar del ideal caballeresco ...... 8 . La estilizaci6n del amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 . Las formas del trato amoroso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

10 . La imagen idilica de la vida .............................. 11 . La imagen de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 . El espiritu religioso y su expresi6n pllstica . . . . . . . . . . . . . . . 13 . Los tipos de religiosidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 . La emoci6n y la fantasia religiosas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 . La decadencia del simbolismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

...... 16 . El <crealismou y 10s llmites del pensamiento figurado

17 . Las formas del pensar en la vida prictica .................. 18 . El arte y la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 . La sensibilidad estetica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 . La imagen y la palabra, I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 . La imagen y la palabra, I1 ................................. 22 . El advenimiento de la nueva forma ........................

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L A NECESIDAD de entender mejor el arte de 10s hermanos van Eyck y sus seguidores y de ponerlo para el10 e n conexidn con la uida de su tiempo, f ie el origen de este libro. E n el curso de la inves-

tigacidn resultd, empero, otro cuadro, m h amplio en muchos aspectos. Era evidente que 10s sigkos XZV y X V en Francia y en 10s Paises Balos son mucho mds apropiados para darnos-una idea del final de la Edad Media y de las tiltimas formas en que se manifiesta la cultura medie- val que para poner ante nuestros ojos el despertar del Renacimiento.

Nuestro espiritu trata de conocer con predileccidn 10s "origenes" y 10s "comientos". Las promesas que ligan una kpoca con la siguiente pa- rkcennos la mayoria de las veces mds importantes que 10s recuerdos que la enlazan con la anterior. Asi fue posible que se buscasen con tanta insistencia 10s gkrmenes de la cultura rnoderna en la cultura medieval, que se llegase a dudar de la exactitud del concepto de Edad Media y aun pudiese parecer que esta kpoca n o habia sido apenas otra cosa que la germinacidn del Renacimiento.

Pero el morir y el nacer van tan paso a paso en la historia como en la naturaleza. Seguir el declinar de las formas sobremaduras de la cul. tura no es de menor entidad -ni en mod0 alguno menos cautivante- que obseruar el nacimiento de las nuevas. N o sdlo seremos mds jwtos con artistas como 10s van Eyck, sino tambikn con poetas como Ewtache Deschamps, con historidgrafos como Froissart y Chastellain, con ted- logos como Jean Gerson y Dionisio "el Cartujo"; e n suma, con todo$ 10s representantes del espiritu de esta Lpoca, no considerdndolos como iniciadores y heraldos de lo venidero, sino como la expresidn acabada del inmediato pretkrito.

El autor tenia, en la kpoca en qice escribid este libro, menos con- ciencia que hoy del peligro que puede haber en comparar las secciones

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12 Prdlogo

de la historia con lar estaciones del aiio. Ruega, por ende, que se tome el tttulo sdlo como una expresidn figurada que pretende sugerir el tono del conjunto.

Leyden, noviembre de 1923.

La nueva edicidn presenta algunas ampliaciones y correcciones.

Leyden, septiembre de 1927.

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Capitulo 1

EL TON0 DE LA VIDA

C UANDO el mundo era medio milenio rnis joven, tenian todos 10s sucesos formas externas mucho rnis pronunciadas que ahora. Entre el dolor y la alegria, entre la desgracia y la dicha, pa-

recia la distancia mayor de lo que nos parece a nosotros. Todas las experiencias de la vida conservaban ese grado de espontaneidad y ese caricter absoluto que la alegria y el dolor tienen a h hoy en el espiritu del nifio. Todo acontecimiento, todo acto, estaba rodeado de precisas y expresivas formas, estaba inserto en un estilo vital ri- gido, pero elevado. Las grandes contingencias de la vida -el naci- miento, el matrimonio, la muerte- tomaban con el sacramento res- pectivo el brillo de un misterio divino. Pero tambiCn 10s pequeiios sucesos -un viaje, un trabajo, una visita- iban acompaiiados de mil bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades.

Para la miseria y la necesidad habia menos lenitivos que ahora. Resultaban, pues, rnis opresivas y dolorosas. El contraste entre la enfermedad y la salud era rnis seiialado. El frio cortante y las noches pavorosas del invierno eran un ma1 mucho rnis grave. El honor y la riqueza eran gozados con rnis fruici6n y avidez, porque se distin- guian con rnis intensidad que ahora de la lastimosa pobreza. Un traje de ceremonia, orlado de piel, un vivo fuego en el hogar acom- pafiado de la libaci6n y la broma, un blando lecho, conservaban el alto valor de goce que acaso la novela inglesa ha sido la rnis perse- verante en recordar con sus descripciones de la alegria de vivir. Y todas las cosas de la vida tenian algo de ostentoso, per0 cruelmente pdblico. Los leprosos hacian sonar sus carracas y marchaban en pro- cesi6n; 10s mendigos gimoteaban en las iglesias y exhibian sus defor- midades. Todas las clases, todos 10s drdenes, todos 10s oficios, podian

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14 El otoiio de la Edad Media

reconocerse por su traje. Los grandes sefiores no se ponian jam& en movimiento sin un pomposo despliegue de arnlas y libreas, in. fundiendo respeto y envidia. La administracibn de la justicia, la

venta de mercancias, las bodas y 10s entierros, todo se anunciab..: ruidosamente por medio de cortejos, gritos, lamentaciones y m~sica . El enamorado llevaba la cifra de su dama; el compaficro de armas o de religibn, el signo de su hermandad; el subdito, 10s colores y las armas de su sefior.

El mismo contraste y la misma policromia imperaban en el aspect0

externo de la ciudad y del campo. La ciudad no se diseminaba, como nucstras ciudades, en arrabales descuidados de fibricas aisla- das y de casitas de carnpo uniformes, sino que se erguia rotunda, cercada por sus muros, con sus agudas torres sin numero. Por altas y ponderosas que fuesen las casas de piedra de 10s nobles o de 10s comerciantes, eran las iglesias las que dominaban con sus eminentes masas petreas la silueta de la ciudad.

Asi como el contraste del verano y el invierno era entonces mPs fuerte que en nuestra vida actual, lo era tambien la diferencia entre la luz y la obscuridad, el silencio y el ruido. La ciudad moderna apenas conoce la obscuridad profunda y el silencio absoluto, el efecto que hace una sola antorcha o una aislada voz lejana.

Por virtud de estc universal contraste, de esas formas multicolores, con que todo se imponia a1 espiritu, emergia de la vida diaria un incen- tivo, una sugesti6n apasionante, que se revela en 10s fluctuantes senti. mientos de ruda turbulencia y ispera crueldad, pero t a m b i h intima emocibn, entre 10s cuales oscila en la Edad Media la vida urbana.

Habia un sonido que dominaba una y otra vez el rumor de la vida .cotidiana y que, por multiple que fuese, no era nunca confuso y lo ele. vaba todo pasajeramente a una esfera de orden y armonia: las cam- panas. Las campanas wan en la vida diaria como unos buenos espiri- tus monitorios, que anunciaban con su voz familiar, ya el duelo, ya la alegria, ya el reposo, ya la agitaci6n; que ya convocaban, ya exhorta- ban. Se las conocia por sus nombres: la gruesa Jacqueline, la campana Roelant. Se sabia lo que sipificaba el tocarlas y el re~icarlas. Y, a

pesar de 10s excesivos repiques, nadie era nunca sordo a su voz. Con ocasi6n del "ituperado desafio entre dos ciudadanos de Valenciennes, clue en 1455 puso cn una tensi6n cxtraordinaria la ciudad y toda la

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1. El tono de la vida 15

corte de Borgoiia, estuvo repicando mientras dur6 la lucha la gran rampana, laquelle fait hideux a oyr, dice Chastellain I. Sonner I'effroy; faire I'effroy quiere decir repicar la campana de alarma 2. CuPn ensor- decedor debe de haber sido el repique de todas las campanas de todas las iglesias y conventos de Paris, desde la maiiana hasta la noche -e incluso durante toda la noche- con ocasi6n de haber sido elegido un Papa que iba a poner fin a1 cisma, o porque se habia firmado la paz entre el Borgoiibn y el Armagnac3.

TambiCn las proce~ioncs deben de haber sido de un efecto honda- mente conmovedor. Si 10s tiempos estaban revueltos, y esto pasaba con frecuencia, tenian lugar muchas veces a diario, e incluso una semana detris de otra. Cuando las lamentables discusiones entre las Casas de Orleins y de Borgoiia acaban provocando la guerra civil y el rey Car. 10s VI toma en 1412 la oriflama para combatir con Juan Sin Miedo a 10s Armagnac, que se habian hecho traidores a la patria contrayendo una alianza con Inglaterra, se ordena que se celebren en Paris proce siones todos 10s dias, mientras el rey se encuentre en territorio ene- migo. Estas procesiones duran desde fines de mayo hasta bien entrado julio, siempre con distintos grupos, brdenes o gremios, siempre reco- rriendo distintos trayectos y con distintas reliquias: les plus piteuses processions qui oncques (nunca) eussent d t t veues de aage de hornme. Todos marchaban en ellas descalzos y con el estbmago vacio, 10s seiio- res del Parlamento exactamente lo mismo que 10s mis pobres ciuda- danos. Todo el que podia llevaba un cirio o una antorcha; entre 10s asistentes, siempre muchos niiios pequeiios. Hasta de las aldeas que rodeaban a Paris acudian 10s pobres campesinos con 10s pies desnudos. Y el que no iba en la procesibn, la contemplaba: en grant pleur, en grant lermes, en grant devotion. Ahora bien, durante todo aquel tiem- po 1Iovi6 copiosa y fuertemente 4.

1 Oeuvres de Georges Chastellain, ed. Kervyn de Lettenhove, ocho voldmenes. Bruselas, 1863-66, 111, pig. 44.

2 Chastellain, 11, pdg. 267; Me'moires d'olivier de la Marche, ed. Beaune et d'Arbaumont (Soc. de I'histoire de France), 1883-88, cuatro vol6menes, 11, pig. 248. 3 Journal d'un bourgeois de Paris, ed. A. Tuetey (Publ. de la Soc. de l'histoire

de Paris, Dec. n6m. 111) , 1881, p9gs. 5-56. 4 Journal d'un bourgeois, pigs. 20-24; cf. Journal de Jean de Roye, dite Chronique

Scandaleuse, ed. B. de Mandrot (Soc. de I'hist. de France), 1894-96, dos vols. 1, pig. 390

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16 El otoiio de la Edad Media

Habia ademlis las entradas de 10s principes, preparadas con toda la ingeniosa habilidad artistica de que entonces se disponia. Y habia ejecuciones capitales con una ininter~umpida frecuencia. El cruel in- centivo y la emoci6n grosera que emergian del cadalso eran un im- :

portante elemento en el sustento espiritual del pueblo. Para 10s crime nes mis horribles habia inventado la justicia castigos pavorosos. Un joven incendiario y asesino fuk colocado, en Bruselas, con una cadena , que podia girar en un anillo en torno a un poste, en medio de un circulo de montones de ramas encendidas. El joven se ofrece a si mismo como ejemplo, en conmovedoras palabras dirigidas a1 pueblo: et tellement fit attendrir les coeurs que tout le monde fondait en lar- mes de compassion. Et fut sa fin recommandde (famosa) la plus belle que l'on auait oncques vue6. Messire Mansart du Bois, un Armagnac que fue decapitado en Paris en 1411, en la kpoca de la terrorifica do- minaci6n borgofiona, no s610 otorga su perd6n a1 verdugo, que se lo pide conforme a la costumbre, sin0 que llega a rogarle que lo bese. Foison de peuple (multitud de gente) y avoit, qui quasi tous ploroient ri chaudes larmes 6. Con frecuencia eran 10s sacrificados grandes, seiiores, y entonces gozaba el pueblo de la satisfaccibn por el rigor de la justicia y la grave advertencia sobre la mutabilidad de las grandezas terrenales, mAs vivamente que contemplando ninghn ejemplo pintado ni danza alguna de la muerte. La autoridad se cuidaba de que nada faltase para que fuese acabada Ia impresi6n del especticulo. Ostentando 10s sig nos de su grandeza, recorrian aquellos sefiores el fatal camino. Jean de Montaigu, gand maitre d'h8tel del rey, victima del odio de Juan Sin Miedo, se dirige a1 cadalso sentado en lo alto de una carreta y precedido de dos trompeteros; lleva su traje de ceremonia: gorro, jub6n y calz6n corto, mitad blanco, mitad rojo, y eapuelas doradas en 1- pies; y con las espuela~ doradas qued6 colgando del patibulo el cad& ver dccapitado. El rico can6nigo NicolPs d'orgemont, victirna en 1416 de la venganza de 10s Armagnac, fue paseado por Paris en un carro de la basura, con un gran manto violeta y una gorra del mismo color, para asistir a la decapitaci6n de dos cornpafieroc-, antes de ser encar.

6 Chastellain, III, pAg. 461, d. v, pig. 403. 6 Jean Juvenal des Ursins, 1412, ed. Michaud et Poujoulat, Nouvelle coZZectiot8

des me'moires, 11, pig. 474.

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1. El tono de la vida 17

celado 61 mismo por el resto de su vida: au pain de doleur et d eaue d'angoisse. La cabeza de maftre Oudart de Bussy, que habia obtenido por la violencia un puesto en el Parlamento, fue desenterrada por

. orden expresa de Luis XI y expuesta a la pGblica contemplacibn en la plaza del mercado de Hesdin, con una gorra escarlata y forrada de pieles, selon la mode des conseillers de parlament, y una poesfa expli- cativa. El rey mismo escribe horribles ingeniosidades sobre este caso 7.

Mis raras que las procesiones y las ejecuciones eran las predicacio- nes de 10s misioneros, que venian de tiempo en tiempo para sacudir a1 pueblo con su voz. Nosotros, lectores de peribdicos, apenas podemos representarnos el poderoso efecto de la palabra hablada sobre un espi- ritu ingenuo e ignorante. El hermano Ricardo, predicador popular, predicb, en 1429, en Paris diez dias sucesivos. Hablaba desde las cinco hasta las diez o las once de la mafiana en el cementerio de 10s Inocen- tes, bajo cuyas galerias estaba pintada la dlebre "Danza de la muer- te", vuelta la espalda a las fosas comunes, en las cuales yacian amon. tonados y rebasando de la arcada 10s crineos, a la vista del pfiblico. Cuando despuks de su d6cimo sermbn anuncib que era el bltimo, por. que no habia obtenido permiso para mPs, les gens grands et petiz plou. roient si piteusement et si fondement (hondamente), comme s'ib veissent (viesen) porter en terre leurs meilleurs antis, et lui aussi. Cuando, por fin, abandona Paris, uee el pueblo que aGn predicari el domingo en Saint Denis. En grandes tropeles -acaso seis mil perso- nas en total, dice el bourgeois de Paris- salen el shbado por la tarde de la ciudad para asegurarse un buen puesto, y pasan la noche en el campo 8.

Tambikn a1 franciscano Antoine Fradin le fue prohibido predicar en Paris, porque clamaba contra el ma1 gobierno de la nacibn. Pero justamente por esto le amaba el pueblo, que le guardaba dia y noche en el convent0 de 10s cordeliers. Las mujeres montaban la guardia, prestas sus municiones de cacharros y piedras. Al pregbn de que aque- lla vigilancia quedaba prohibida, la multitud se echa a reir: lel rey

7 Journal d'un bourgeois, pigs. 6-70. Jean Molinet, Chronique, ed. Buchon, Coll. de chron. nat., 1827-28, cinm vols., 11, pig. 23. Lettres de Louis XI , ed. Vaesen. Charavay, de Mandrot (Soc. de l'hist. de France) 1883-1909, 11 vols., 20 abril 1477, VI, pig. 158; Chronique scandaleuse, n, pig. 47; idem Interfiolations, 11, pag. 364.

8 Journal d'un bourgeois, pig. 294-7.

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18 El otoiio de la Edad Media

no sabe nada de esto! Cuando, por ultimo, Fradin tiene que aban- donar la ciudad, desterrado, el pueblo le da escolta, crians et soupirans moult fort son departement (partida) 9 .

Cuantas veces llega para predicar el dominico San Vicente Ferrer salen a recibirle, cantando sus alabanzas, el pueblo, la magistratura, el clero y hasta 10s obispos, y prelados de todas las ciudades. Viaja con un numeroso trope1 de partidarios, que hacen procesiones con flage- laciones y cinticos todas las tardes, despuks de la puesta del sol. En cada ciudad se suman a kl nuevos tropeles. San Vicente se ve obligado a regular cuidadosamente la manutenci6n y el hospedaje de todos sus acompaiiantes, nombrando maestres de alojamiento a 10s varones mis integros. Viajan con kl numerosos sacerdotes de diversas 6rdenes para ayudarle a tomar la confesi6n y asistirle en el servicio de la mi- sa. Le acompafian algunos notarios, para dar fe de 10s juicios de con- ciliaci6n que el santo predicador promueve y corona con &xito en todas partes. Alli donde predica es necesario un valladar de madera para protegerle con su skquito de la presi6n de la muchedumbre, que quisiera besarle la mano o el hibito. Los talleres permanecen silen- ciosos mientras el predica. S610 raras veces dejaba de hacer llorar a su auditorio; y cuando hablaba del juicio final y de las penas del infier. no, o de 10s dolores del Salvador, prorrumpian siempre, tanto el como sus oyentes, en tan gran llanto, que necesitaba permanecer en silencio mucho tiempo, hasta que el llanto se calmara. Los arrepentidos se arrojaban a1 suelo delante de todos 10s presentes, para confesar con IQgrimas sus grandes pecados lo. Cuando el cklebre Olivier Maillard predic6, en 1485, 10s sermones de Cuaresma en Orledns, treparon tan. tas personas a 10s tejados de las casas, que el pizarrero emple6 sesenta y cuatro dias en 10s trabajos de reparaci6n 11.

Es el mismo estado de Qnimo de 10s reviuals angloamericanos y del Ejercito de Salvaci6n; per0 intensificado hasta lo infinito y con una publicidad mucho mayor. No se debe ver en la descripci6n de la in- fluencia de Ferrer una piadosa exageracibn de sus bibgrafos. El seco

0 Chron. scand., 11, pigs . 70-72. 10 Vita auct. Petro Ranrano 0 . P . (1455). Acta sanctorum Apr., t . r, 494 y sigs. 11 J . Soyer, Notes pour servir d I'histoire litte'raire. Du succt3 de la prkdication

de frBre Oliuier Maillart d Orldans en 1485, Bulletin de la saciCtd arche'ologique et historique de I'Orldanais, t . xvIrr, 1919, segdn la Revue historique, t . cxxx~, pig. 351.

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I. El tono de la vida 19

y prosaic0 Monstrelet describe casi del mismo mod0 el efecto que provoc6, en 1428, en el norte de Francia y en Flandes, con sus pre- dicaciones cierto hermano Tomis que se hacia pasar por carmelita, pen, que fud desenmascarado mis tarde como un impostor. Tambikn a dl salia a recibirle la magistratura, mientras 10s nobles llevaban de las riendas su muk. Tambidn por 61 dejaban muchas persofias - entre ellas sefiores, que Monstrelet llama por sus nombres- su casa y su semidumbre, para seguirle a todas partes. Los ciudadanos mas dis- tinguidos adornaban el alto p6lpit0, que erigian para 61, con 10s tapid ces mPs costosos que podian encontrar.

Junto a la Pasi6n y 10s Novisimos era, ante todo, la condenaci6n del lujo y de la vanagloria el tema con que 10s predicadores populares conmovian tan profundamente a su auditorio. El pueblo, dice Mons- trelet, estaba agradecido y era afecto a1 hermano Tomis, ante todas las cosas, porque flagelaba la pompa y la ostentacibn, y, en especial, porque abrumaba de reproches a la nobleza y a1 clero. Este predica- dor, cuando se aventuraban a introducirse entre sus oyentes damas distinguidas, con su elevado tocado, solia azuzar contra ellas a 10s mo- zalbetes, con la exclamaci6n: au hennin, au hennin! (y con la prome- sa de las indulgencias, afirmaba Monstrelet), de tal suerte, que las mujeres no se atrevieron a seguir llevando hennins (altos tocados) durante todo aquel tiempo, y llevaban cofias, como si fuesen beguinas, Mais ct Pexemple du lyme~on, dice el sencillo cronista, lequel quand on passe prks de luy retrait ses comes par dedens et quand il ne ot (oye) plus riens les reboute dehors, ainsy firent ycelles (ellas). Car en

assez brief terme aprds que ledit (el dicho) prescheur se fzist ddparty du pays, elles mesmes recommenckrent comme devant et oublitrent sa doctrine, et reprinrent petit d petit leur vie1 estat (ostentacibn), tel au plus grant qu'elles avoient accoustumC de porterlz.

Tanto el hermano Ricardo como el hermano Tomis hacian encen- der piras de objetos de lujo y vanidad, como sesenta aiios despuks las hizo arder Florencia ante Savonarola en enorme cantidad y con pCrdidas irreparables para el arte. En Paris y el Artois se repitieron durante 10s aiios 1428 y 1429, con naipes, tableros de juegos, dados, prendas de tocado y toda clase de objetos de adorno, que aportaban

19 Enguerrand de Monstrelet: Chroniques, ed. DouCt d'Arq. (Soc. de Phist. do France), 1867-72, seis vols. N; pigs. 302-506.

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20 El otofio de la Edad Media

gustosos hombres y mujeres. Estas piras fueron durante el siglo xv, tanto en Francia como en Italia, un elemento frecuentemente repetido de la gran emoci6n que causaban 105 predicadoresl3. Era la forma ceremonial en que se habia encarnado el arrepentimiento y la aver- si6n a la vanagloria y a 10s placeres; era la estilizaci6n de una vehe- mente emocibn, en un act0 colectivo y solemne, pues aquellos ticm- pos propendian en todo a la creaci6n de formas estilizadas.

Es necesario penetrar con la iniaginaci6n en toda cqta susceptibili dad del espiritu, en toda esta sensibilidad para las l5,grimas y para el arrepentimiento, en toda esta excitabilidad, si se quiere apreciar el colorido y la intensidad que tenia la vida,

Un duelo oficial hacia entonces sobre el individuo la misma impre- ~ i 6 n que una calamidad phblica. Cuando el entierro de Carlos VII, el pueblo se desbord6 totalmente de emoci6n a1 ver el fhnebre corte- jo: todos 10s funcionarios de la corte vestus de dueil angoiswux (pa- voroso), lesquelz il faisoft moult piteux veoir, et de la grant tristesse et courroux qu'on Eeur veoit porter pour la mort de leur dit maistre, furent grant pleurs et tamentacions faictes parmy tout Iadicte mlle. Iban en el cortejo seis pajes del rey sobre caballos totalmente reves- tidos de terciopelo negro: et Dieu scet (sabej le doloreux et piteux dueil qu'ilz faisoient pour leur dit maistre. El pueblo referia, lleno de emocibn, c6mo de pesar uno de aquellos mozos no habia comido ni bebido nada en cuatro diasl4.

Pero no es solamente la emocibn provocada por un gran duelo, o por un serm6n fogoso, o por 10s misterios de Xa fe, la que tiene por consecuencia u n desbordamiento de ligrimas. TambiCn se vertia un mar de lrigrimas en todaq las solemnidades profanas. U n enviado del rey de Francia a Felipe el Bueno prorrumpe varias veces en llanto durante su discurso. A1 despedirse el joven Juan de Coimbra de la corte de Borgofia, todos lloran en voz alta, y lo mismo a1 saludar Fe- lipe el Bueno a1 delfin y a1 encontrarse 10s reyes de Francia y de Ingla- terra en Ardres. Todos, vieron a Luis XI vrrter lsgrimas a su entrada en Arras, y en la Cpoca de su estancia como principe heredero en la

13 Wadding: Annales Minomm, x, pig. 72; K. Hefele, Der h . Bernhardin von Siena und die franziskanische Wanderpredigt in Italien, Freiburg, 1912, pigs. 47-80.

34 Chron. scand, I , p6g. 22, 1461; Jean Chartier: Hist. de Charles V l l , ed. D. GO- def~oy, 1661, pig. 320.

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1. El tono de la vida 21

corte de Borgoiia le describe Chastellain sollozando y llorando repe- tidas veces 15. Esta~ desaipciones exageran, naturalmente. Puede com- parhrselas con el " t~dos 10s ojos, quedaron arrasados en ligrimas" de un periodista. En la descripcidn del Congreso de la Paz de Arras, en 1435, hace Jean Germain caer a tierra a 10s oyentes, entre suspiros, sollozos y gemidos, ptesa9 de emoci6n, a1 escuchar 10s conmovedores discursos de 10s embajadores 16. No habri sido asi seguramente; per0 el obispo de Chglons decia que asi debia Vr. En la exageracibn se ve el fondo de verdad. Sucede lo mismo que con 10s mares de IAgri- mas de 10s sensibleros del siglo XVIII. Llorar era distinguido y bello. Y, ademh, ~quien no conoce la intensa conmoci6n -haqta llegar a 10s estremecimientos y las ligrimas- que abn hoy puede provocar la pomposa entrada de un principe, aunque tste nos sea indiferente? Esta ficil emotividad se colmaba entonces de una veneracibn semi- rreligiosa por la pompa y la grandeza y se abria curso en sinceras ligrimas.

Quien no vea la diierencia de excitabilidad existente -entre el sigIo xv y nuestro tiempo, puede comprenderla por otro pequeiio ejemplo sacado de una esfera distinta de la de las ligrimas: la de la cdlera. Probablemente es dificil para nosotros representarnos un juego mis pacific0 y sosegado que el ajedrez. Pues bien, La Marche dice que en el ajedrez surgen discusiones et que le plus saige y pert patience 17. Una rifia entre 10s hijos del rey qobre el tablero del ajedrez seguia siendo en el siglo xv un motivo de historias tan corriente como en las novelas carolingias.

La vida diaria ofrecia de continuo ilimitado espacio para un ardo- roso apasionamiento y una fantasia pueril. Nuestras inveqtigaciones histdricas sobre la Edad Media, que prefieren beber todo lo posible en 10s documentos oficiales, por desconfianza hacia las crdnicas, incu- rren con ello muchas veces en un peligroso error. Los documentos nos

16 Chastellain, III, pigs. 36, 98, 124, 125, 210, 238, 239, 247, 474; Jacques du Clercq: Memoires (1448-1467), ed. de Reiffenberg, Bruselas, 1823, cuatro vols., IV, pbg. 40; 11, pigs. 280, 355; 111, pgg. 100; Juvenal des Ursins, pzigs. 405, 407, 420; Molinet, ~ I I , pigs. 36, 314. .

16 Jean Germain: Liber de virtutibus Philippi duck Burgundiae, ed. Kervyn de Lettenhove, Chron. rel. d l'hist. de la Belg. sous la dom. des ducs de Bourg. (Coll. des chron. belges), 1876. 11, pgg. 50.

17 La Marche, I, fig. 61.

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dan escasa nolicia de la diferencia en el tono de la vida que nos separa de aquellos tiempos, y nos hacen olvidar el vehemente pathos de la vida medieval. De todas las pasiones que la colman de color, mencionan loq documentos, por lo regular, s610 dos: la codicia y la belicosidad. @uitn no se ha admirado frecuentemente de la vehe. mencia y la obstinaci6n casi inconcebibles con que la codicia, el espi- ritu bklico y la sed de venganza se destacan en 10s documentos judi- ciales de aquel tiempo? S610 en conexi6n con el general apasionamiento que inflamaba todas estaq esferas de la vida, resultan estos rasgos ad- misibles y explicables para nosotros. Para comprender con justeza aquellos tiempos son, pues, indispensables 10s cronistas, por superfi- ciales que puedan ser y por frecuentemente que yerren en lo tocante a 10s hechos.

La vida sep ia ostentando en mPs de un respecto el color de la 1e- yenda. Si lo? cronistas de la corte, varones distinguidos y eruditos, que conocian de cerca a sus principes, no aciertan a ver ni a describir a aquellas serenisimas personas de otro mod0 que en una forma arcaica, hieritica, cuAn grande tiene que haber sido el mAgico brillo de la realeza para la ingenua fantasia popular. Pondremos un ejemplo de aquel tono legendario, tomado de la obra hist6rica de Chastellain: El joven Carloq el Temerario, todavia conde de Charolais, llega de Sluis a Gorkum y oye alli que su padre, el duque, ha confiscado su pensi6n y todos sus beneficios. Chastellain describe c6mo el conde refine en su presencia a toda su comitiva, hasta 10s pincheq de cocina, y comw nica a todos su infortunio en un discurso conmovedor, en el cual atestigua su veneracih por su padre, su cuidado por el bienestar de 10s guyos y su amor por todos ellos. A 10s que tienen recursos propios les invita a afrontar con 61 su destino; a 10s que son pobres 10s deja en libertad de partir, y si un dia oyen que la suerte del conde ha mejorado, "retornad entonces, y encontrar6is todos libres vuestros puestos, y sereis bien venidos a mi, y yo os recompensar6 por la pa- ciencia que habeis mostrado por amor mio". -Ems oyt-l'on voix tevm et Earmes espandre et clameur ruer par commum accord: nous tous, nous lous, monseigneur, uivrons auecques uous et mourrons-la. Pro- fundamente conmovido acepta Carlos sus manifestaciones de fidelidad:

18 Entonces se les oy6 levantar la voz y derramar 1Igrimas y desbordarse en un clamor iininime: todos, todos nosotros, monsefior, viviremos y moriremos con vos.

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1. El tono de la vida 23

Or viuez doncques et souffrez; et moy je souffreray pour v o w premier que uous ayez faute lo. Entonces se le acercan 10s nobles y le ofrecsn todo lo que poseen, disant l'un: j'ay milk, l'autre: dix mille, l'autre: fay cecy, j'ay cela Pour mettre pour v o w (para daros) et pour a t t m dre tout vostre aduenir. Y todo continu6 su marcha habitual y no hubo por ello ninguna gallina de menos en la cocinaeo.

El colorido del cuadro es, naturalmente, de Chastellain. No sabe- mos hasta qu6 punto estiliza su relato lo sucedido realmente. Pero lo importante es esto: que ve a1 principe en las sencillas formas de la balada popular, que el caso estA completamente lleno para 61 de 10s mo- vimientos m& primitivos de una fidelidad mutua que se exteriorlza con &pica simplicidad.

Mientras que el mecanismo de la administraci6n y de la hacienda pliblicas ya habia tomado, en realidad, mPs complicadas formas, la politica se proyecta en el espiritu del pueblo encarnada en figuras in- dividuales, simples y fijas. Las ideas politicas, en medio de las cuales se vive, son Ias de la canci6n popular y las del libro de caballerias. Se reducen, por decirlo asi, 10s reyes de la Cpoca a un nGmero limi- tad0 de tipos; cada uno de 10s cuales responde mAq o menos a un motivo de canciones o aventuras: el principe noble y justo, el principe engaiiado por malos consejeros, el prfncipe vengador del honor de su estirpe, el principe amparado en la desgracia por la fidelidad de 10s suyos. Los ciudadanos de un Eqtado del liltimo period0 de la Edad Media, que soportan pesadas cargas y carecen de voz en la administraci6n de 10s fondos pdblicos, viven en una desconfianza per. manente, dudando de si qe derrochan sus dineros o si se emplean para el provecho y utilidad del pais. Esta desconfianza de la administra- ci6n pdblica se traduce en la idea mhs simple de que el rey esti ro- deado de consejeros codiciosos y astutos, o de que el derroche y la prodigalidad de la corte tienen la culpa de que le vaya ma1 a1 pais. De esta suerte es como las cuestiones politicas se reducen para el pue- blo a 10s hechos tipicos de la leyenda. Felipe el Bueno sabia hablar el lenguaje comprensible para el pueblo. Durante 10s festejos de La Haya en 1456, y para cauqar impresi6n sobre 10s holandeses y 10s frisones,

19 Vivid y sutrid, pues; en cuanto a mi, sufrirc5 por vosotros, antes de que paqfis necesidad.

29 Chastellain, IV, p9g. 333 y sig.

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que podian creer que le faltaba dinero para apoderarse del obispa- do de Utrecht, manda exponer en una c h a r a contigua a la sala de 10s caballeros treinta mil marcos de plata en costosos recipientes. Todos pueden pasar a contemplarlos. Pero, ademris, se traen de Lila do8 cajas de caudales con doscientos mil leones de oro, y se permite sopesarlas . . . ; per0 el esfuerzo es van0 zl. $abe imaginar una mez- cla mPs pedag6gica de crCdito pdblico y especticulo de feria?

La vida y conducta de 10s principes tiene ademis rnuchas veces una d i m e n i h de fantasia que nos recuerda a 10s califas de Lns mil y una noches. En medio de las empresas politicas friamente calculacias obran muchas veces con una impetuosidad terneraria que pone en peligro su vida y su obra por un simple capricho personal. Eduardo I11 se juega su vida y la del principe de Gales y la prosperidad de su pais, por atacar a una flota de buques mercantes espaiioles, en castigo cle algunas p i ra ter ia~2~. A Felipe el Bueno se le mete en la cabeza casar a uno de sus arqueros con la hija de un rico cervecero de Lila. Como el padre se opone y el Parlamento de Paris, interviene en el asunto, interrumpe sfibitamente el duque, ardiendo en furor, 10s importantes negocios de Estado que lo retenian en Holanda, y emprende en plcl~a Semana Santa un peligroso viaje por mar desde Rotterdam a Sluis, para imponer su capricho 23. Otra vez, llcno de una c6lera insensata a causa de una disputa con su hijo, 5c escapa a caballo y en sccrcto de Bruselas, como un escolar fugitivo, y se extravia de noche en el bos- que. Cuancio regresa, toca la cspinosa tares dc traerlo a su vitla habi- tual a1 caballero Philippe Pot. El diestro cortcsano encuentra las pa- labras justas: Bonjour, monseigneur, bonjour, qu'est cecy? Faites-vnus du roy Artus maintenant ou de Messire Lnncelot?21.

El mismo duque nos hace una impresi6n de cdlila cuando, a1 hacerse cortar el pelo a1 rape, como le habian prescrito 10s m&dicos, ordena que todos 10s nobles hayan de imitarlc, y da a Pedro de EIagenbach el encargo de despojar de su cabellera a todo noble que encuentre sin la- par25. 0 el joven rey Carlos VI de Francia, c~lando contempla, dis-

21 Chastellain, In, pBg. 92. 22 Jean Froissart: Chroniques, ed. S . Luce et G. Raynaud (Soc. de I'hist. de Fran-

c e ) , 1869-1899, 11 vols., (s61o hasla 1385) , IV pigs. 89-93. 23 Chastellain, 111, p8gs. 85 y sig. 24 Ibid., 111, pig. 279. 2s La Marche, 11, p5g. 421.

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trazado y montado con u n amigo en u n mismo caballo, la entrada de su propia prometida, Isabel de Baviera, y en medio de las apreturas de la gente recibe unos palos de 10s encargados del orden28. Un poeta censura que 10s principes nombren consejero Aulico o ministro a su buf6n, como fu6 nombrado Coquinet, le fou de Bourgogne27.

La politica no esti rncerrada todavia en 10s limiteq de la burocracia y del protocolo. El principe puede sustraerse a ellos en todo momento para buscar en otra parte la linea directriz de su conducta. Asi, por ejemplo, 10s principes del siglo xv buscan repetidamente en 10s nego- cios de Estado el consejo de 10s ascetas visionarios y de 10s predica- dores exaltados. Dionisio el Carlujo y San Vicente Ferrer actuaron de consejeros politicos. El ruidoso predicador Olivier hiaillard estaba iniciado en las mAs secrctas negociaciones entre las cortes, de 10s prin. cipes28. De esta suerte, habia un vivo elemento de exaltaci6n religio- sa en la alta politica.

A fines del siglo XIV y comienzos del siglo xv, a1 alzar la vista para contemplar el elevado especticulo de la vida y del destino de 10s prin- cipes, 10s espiritus deben de haberse sentido mAs poseidos que nunca par la idea de que se desarrollaban allf, en una sangrienta esfera ro- mAntica, desnudas y cabticaq tragedias, llenas de 10s mis emocionantes derrumbamientos de la majestad y la grandeza. En el rnismo mes de septiembre de 1399, en que el Parlamento ing1i.s se reunia en West- minster para escuchar la decla~acibn de que el rey Ricardo 11, venci- do y hecho prisionero por su primo Lancaster, habia renunciado a1 trono, e~taban reunidos ya en Maguncia 10s principes electores de Ale- mania para deponer tambikn a su rey, Wenceslao de Luxemburgo, de espiritu tan vershtil y caprichoso, y tan incapaz de reinar, conio su cu- iiado inglds, con la sola diferencia de que no tuvo un Fin tan trigico. Wenceslao siguiG siendo largos aiios rey de Bohemia, per0 a la deposi- cibn de Ricardo siguib su misteriosa muerte en la prisibn, que trae a la memoria el asesinato cle su bisabuelo Eduardo 11, setenta afios ante$ tNo era la corona una funesta prerrogativa llena de peligros? En el

20 Jt~vennl des Ursins, pig . 379. 27 Martin Le Franc: Le Champion des dames, en G. Doutrepont, La lilldrature

fran~aise rl la c o w des ducs de Bourgogne (Bibl. d u XVe sitcle, t . vrrr), Paris, Cham.. pion, 1909, pig . 304.

28 Acta sanctorzun Apr., t . I, psg. 496; A. Renaudet: PreWforme et htrmanisme a Paris, 1494-1517, Paris, Champion, 1916, pig. 163.

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tercer gran reino de la cristiandad un demente estaba en el trono, Carlos VI, y el pals fue asolado a1 punto por una feroz lucha de par- tidos. En I407 estalM la rivalidad entre las Casas de Orleans y de Borgoiia, convirti6ndose en una p6blica hostilidad. Luis de Orleins, hermano del rey, cay6 bajo 10s golpes de 10s asesinos que habia paga. do para ello su primo el duque de Borgoiia, Juan Sin Miedo. Doce aiios despu6q, la venganza: en 1419 fue asesinado a traici6n Juan Sin Miedo, con motivo de la solemne entrevista en el puente de Monte- reau. Los asesinatos de estos dos principes, con su secuela de ven- ganzas y luchaq sin fin, han impreso un sello de odio sombrio a la historia de Frnncia durante un siglo entero. El espiritu popular ve todas las desdichas que experimenta Francia a la luz de aquel gran motivo dramitico. No acierta a comprender a6n otras causas que la$ personales y pasionales.

A todo esto hay que aiiadir todavia 10s turcos, los, cuales avanzan cada vez m8s amenazadores, y pocos aiios antes, en 1396, han aniqui. lado en Nicirpolis el magnifico ejkrcito de caballeros franceses que habia partido descuidado, bajo el mando del mismo Juan de Borgo. iia, entonces a6n conde de Nevers. Y la cristiandad estA desgarrada por el gran cisma, que dura ya un cuarto de siglo: doq que se llaman papas, cada uno de ellos apasionadamente convencido de su legi timidad y reconocido por una parte de 10s paises occidentales. Y cuando el Concilio de Pisa de 1409 fracasa vergon7osamente en su intento de restablecer la unidad de la Iglesja, son tres 10s que luchan por la d ig nidad papal. Le pappe de la Lzine llamaba la voz pGblica en Fran- cia a1 obstinado aragon6s Pedro de Luna, que se sostuvo en Avignon bajo el nombre de Benedicto XIII. (No habrii tenido este pappe de la Lune una resonancia medio de locura par2 el pueblo sencillo?

En aquellos siglos erraba, pues, por las cortes rn5g de un rey des- tronado, casi siempre pobre de medios y rico en planes, rodeado del brillo del Oriente maravilloso, de donde procedia. Armenia, Chipre, la misma Constantinopla.. . Figuras todas d d cuadro de la rueda de la fortuna, en el cual caen dando tnmbos los reyes con sus cetros y coronas. No se contaba entre ellos Renk de Anjou. Aunque era un rey sin corona, le iba perfectamente en sus ricos clominios de Anjou, en Provenza. Sin embargo, en nadie podia verse encarnada con mi3 nitidez la veleidad de la fortuna de 10s principes que en este principe de la casa de Francia que habia perdido repetidas veces las ocasiones

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mds propicias, que habia aspirado a las coronas de Hungria, Sicilia y Jerusaltn, y que no habia cosechado otra cosa que descalabros, pe- nosas fugas y largoq cautiverios. Aquel rey poeta sin trono, que se complacia en las poesias pastorales y en el arte de la miniatura, tiene que haber sido de una frivolidad profundamente arraigada; de otro modo, le hubiese curado su suerte. Despuks de haber visto morir a casj todos sus hijos, la hija que le qued6 tuvo un destino que super6 in- cluso a1 suyo en sombria pesadumbre. Margarita de Anjou, mujer llena de espiritu, ambiciirn y pasibn, se habia desposado a 10s dieci. sCis aiios con el rey de Inglaterra Enrique VI, que era imbkil. La cor- te inglesa era un infierno de odio. En ninguna parte estaban tan arraigados en la? costumbres politicas como en Inglaterra la descon- fianza hacia 10s parientes del rey, la acusaci6n contra 10s servidores poderosos de la corona, 10s asesinatos secretos y de jugticia, causados por el afAn de seguridad y el partidismo. Largos aiios vivi6 Marga- rita en aquella atm6sfera de persecucibn y de terror, hasta que entr6 en el estadio de la violencia plltblica y sangrienta la gran disensibn de familia entre 10s Lancaster, la casa de su esposo, y 10s York, la de sus numerosos e inquietos primos. Entonces perdi6 Margarita su coro. na y suq propiedades. Las fluctuaciones de la guerra de las Dos Rosas la hicieron pasar por 10s mds espantosos pcligros y por las mds amar- gas necesidades. Oculta, por hltimo, en una hospederia de la corte de Borgoiia, le hizo por su propia boca a Chastellain 2\ el cronista de la corte, un conmovedor relato de su infortunio y dc sus malandanzas: de c6mo habia tenido que confiarse con su hijito a la compasibn de un salteador de caminos; de c6mo una vez en misa habia tenido que pedir una moneda para la oErenda a un arquero escods, qui demy d dur (contra qu voluntad) et ci regret luy tira un gros dlEscosse (mo- neda escocesa) de sa bourse et te luy presta. El buen historiador,

conmovido por tanta cuita, le dcdic6 como consuelo un Temple de Bocace, aucun petit traitk de fortune, prenant pied sur son incons tance et de'ceveuse (engaiiosa) nature. Creia, con arreglo a la acre- ditada receta de aquellos dias, que nada podria confortar a la atribu- lada princesa mejor que una 16gubre galeria de desdichas principescas.

29 Chastehin, IV, p6g. 3C0 y sig.; VII, pig. 75; cf. Thomas Basin: De rebus gestis Caroli V I I , et Lud. X I , historiarum l ibri XZI, ed . Quicherat (Soc. de ['hist. de Fran. ce), 1855-1859, 4 vols., I, pAg. 158.

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Ninguno de 10s dos podia sospechar que aim esperaba a Margarita lo peor: en 1471 fueron derrotados definitivamente en Tewkesbury 10s Lancaster, su 6nico hijo cay6 en la batalla o h e asesinado desputs de ella, su esposo fue muerto secretamente y ella misma pas6 cinco aAos en la Tower, para ser vendida, en ultimo tkrmino, por Eduardo I V a Luis XI, a1 cual hubo de ceder la herencia de su padre, el rey R e d , como prueba de gratitud por su liberacibn.

Si 10s principes autinticos pade~ian semejantes destinos, @mo no habia de prestar fe un ciudadano de Palis a 10s cuentos de coronas perdidas y de destierros, con que a veces trataban de despertar el inte- r& y la compasi6n algunos vagabundos? En 1427 aparecib en Paris una banda de gitanos, que se hacian pasar por penitentes, ung duc et ung conte et dix hommes tous b cheval. El resto, ciento veinte perso- nas, tuvo que permanecer fuera de la ciudad. Decian ser de Egipto. El Papa les habia impuesto, como penitencia por su apostasia de la fe cristiana, siete aiios de peregrinaci6n, sin dormir en ningfin lecho. Habian sido, a1 decir de ellos, aproximadamente mil doscicntos; pero su rey y su reina y todos 10s demis habian rnuerto por el camino. Por linica ayuda habia ordenado el Papa que todos 10s obispos y abades les diesen diez libras torncsas. Los parisienses acudieron en grandes masas a contemplar aquel pequefio pueblo extraiio y se dejaron decir la buenaventura por las mujeles, que hicieron pasar el dincro de las bolsas de las buenas gentes, a las suyas propias par art rnagicque ou autrement 30.

Una aureola de aventura y de pasi6n rodcalca la vida cle 10s princi- pes, mas no era solamente la fantasia popular la que le prestaba este colorido. El hombre modern0 no se hacc, por lo regular, idea de la desenfrenada extravagancia e inflamabilitlntl del espiritu mctlicval. Quien sblo buscase informaci6n cn 10s documentos oficiales, conside- rados con justicia como las fucntes mis seguras para el conocilniento de la historia, podria hacerse de este trozo tie la historia mcdicval una imagen que no se diferenciaria en nada csencial de una dcscripci6n de la politica de ministros, y cmbajadores en cl siglo XVIII. Pero en se- mejante imagen faltaria un elemento importante: cl colorido chillbn de la pasibn violenta, que animaba tanto a 10s pucblos como a 10s prin- cipes. Sin duda existe modernamente en la politica un elcmento pa-

So Journal d'rcn bourgeois, pig. 219.

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1. El tono de la vida 29

sional; per0 tropieza con mis trabas e impedimentos, excepci6n hecha de 10s dias de revolucibn y de guerra civil; va encarrilado de cien maneras por el con~plicado mecanismo de la vida social. En el siglo xv se desborda la pasibn espontinea en tal medida, que salta una y otra vez por encima de la propia conveniencia y del dlculo. Si esta pasi6n va de la mano con ei sentimiento del poder, como en 10s principes, entonces obra con doble vehemencia. Chastellain exprcsa perfectamente esta idea i n su estilo solemne: "No es maravilla, dice, que 10s princi- pes se encuentren con frecuencia en hostilidad unos con otros, puisque les princes sont hommes, et leurs ajfaires sont haulx et a g w (elevados y espinosos), et leurs natures sont subgettes ci passions maintes comntc d haine et envie, et sont Eeurs coeurs way habitacle d'icelles (des pas- sions) ti cause de leu7 gloire en rkgner" 31. {No es esto aproximada- mentc lo mismo que ISurckhardt ha llamado "el pathos dc la do- minaci6nW?

Quien quisiera escribir la his,toria de la casa de Borgoiia tendria que hacer resonar una y otra vez, como tcma de su relato, un motivo de venganza, ncgro como un catafalco, que en cada acci6n de guerra o de paz dejase en el lector el gusto amargo de su espiritu lleno de 16gu- bre sed de venganza y de orgullo desatado. Seria seguramente muy ingenuo tornar a la opini6n harto simple, que se hizo sobre esa hiy toria el mismo siglo xv. No es posible, naturalmente, derivar de la cadena de venganzas reciprocas de Orleins y Borgoiia, las dos ramas de la casa de Valois, la total oposicibn de poderes de que brot6 la secular contienda entre Francia y 10s Habsburgos. Pero debiera recor- darse mds frecuentemente de lo que suele succder, a1 indagar las cau. sas generales politicas y econ6micas, que para los, contempordneos, tanto 10s espectadores como aquellos que eran actores del gran litigio, era la venganza el momento esencial que regia las acciones y log destinos de 10s principes y de 10s paises. Felipe el Bueno es en prii mera linea, para ellos, el vengador, celluy qui pour uengier I'outraige fait sur la personne d u duc Jehan soustint la gherre seize ansaa. Como una sagrada misi6n la tomb Felipe sobre si: en toute criminelle et mortelle aigreur, il tireroit d la vengeance d u mort, si auant que Dieu luy vouldroit permettre; et y mettroit corps et dme, substance et pays

31 Cl~astellain, rn, pdg. 30. 32 La Marche, I, pig. 89.

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30 El otoijo de 13 Edad Media

tout en l'auenture et e n la disposition de fortune, plus re'putant oezlure salutaire et agre'able iL Dieu de y entendre que de Ir lais~er33. Con gran severidad se reproch6 a1 dominico que predicG cn 1419 la o:a- ci6n fhnebre del duque asesinado, haberse atrevido a rccordar el deber cristiano de no vengarse. La Marche presenta las, cosas como si el deber de honrar y vengar a1 muerto hubiese sido la mcta de las aspi. raciones politicas de 10s propios dominios del duque 34: todas las clases sociales de sus dominios clamaban con 61 venganza, dice 35.

El Tratado de Arras, de 1485, que debia traer aparentementc la pa2 entre Francia y Borgoiia, comienza con las sanciones por el asesinato de Montereau: fundar una capilla en la iglesia de Montereau, donde habia estado enterrado primeramente Juan, capilla en la c u d debia cantarse un requiem diario por toda la ctcrnidad; lunclzr unn car- tuja en dicha ciudad; poner una cruz en el mismo puente e n que habia tcnido lugar el hecho; pagar una misa en la iglesia de 10s car- tujos de Dij6n, donde estaban sepultados 10s duques de Borgoiia". Pero esto era s610 una parte de la total s,anci6n y vergiienza phblicas que exigi6 el canciller Rolin en nombre del duque; habia, ademis, no s610 en Montereau, sino tambidn en Roma, Gante, Paris, Santiag;~ de Compostela y JerusalCn, iglesias con capitcles y con inscripciones de piedra que debian relatar el hecho 37.

Una necesidad de Penganza, revestida de formas tan prolijas, time que haber dominado complelamente el espiritu. Y el pueblo tam- poco hubiese podido comprender nada de la politica de sus prin- cipes mejor que estos simples motivos primitikos del odio y la ven4 ganza. La adhesi6n a 10s principeq tenia un caricter de impulsividad infantil; era un espontineo sentimiento de lealtad y compafierismo. Era una supervivencia del viejo y fuerte sentimiento que unia a 10s

33 Con toda insistencia, por penosa y fatal que fuese, trataria de vengar a1 muerto, hasta donde Dios quisiera permitirselo; y pondria en ello el cuerpo y el alma, sus riquezas y su pals; todo lo entregarfa a la vtntura y a1 capricho de la fortuna, repotando obra saludable y agradable a Dios mis el entender en ello qne el dejarlo.

34 Chastellain, I, pigs. 79-82; Monstrelet. 111, pig. 361. 35 La hfa~che. I, pig. 201. 3% El Tratado y demis en La Marche, I, pAg. 207. 37 Chastellain, I, pig. 196.

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1. El tono de la vida 3 I

auxiliares juramentados con el demandante y a 10s hombres de gue- rra con su seiior, y que se inflamaba, rotas, las hostilidades, con una pasi6n que lo olvidaba todo. Era un sentimiento partidista, no un sentimiento politico. La 6ltima Edad Media es la Cpoca de las gran- des luchas de partidos. En Italia se consolidan 10s partido8 ya en el siglo XIII, en Francia y en 10s Paises Bajos aparecen por todas partes en el siglo xrv. Todo el que estudie la historia de aquel tiempo ha de quedar qorprendido en mis de una ocasi6n ante la falta de funda. mento suficiente con que la moderna investigacidn hist6rica deriva de causas econ6mico-politicas esas luchas partidistas. Los antagonis- t.10~ econ6micos, que se les da por base, son construcciones puramente esquemAticas, que no pueden sacarsc de las fuentes con la mejor volun- tad del mundo. Nadie pretende negar la existencia de causas econ6. micas en estas agrupaciones de partido; per0 el insatisfactorio resub tado con que se han explicado hasta hoy autoriza a preguntar si para la explicaci6n de la lucha de 10s partidos en la hltima Edad Media no ofreceria por el momento mAs ventajas un punto de vista psicol6- gico-politico que el econ6mico-politico.

Lo que realmente sobre el origen de 10s partidos, resulta de lag fuentes, es poco mAs o menos lo siguiente. En la 6poca puramente feudal vense por todas partes pequeiias guerras locales, en que no cabe descubrir otro motivo econ6mico que la envidia del uno por 10s bieneq del otro. Sin embargo, no s61o por 10s bienes ajenos, sino con no menos vehemencia por el propio honor. El orgullo de familia y la sed de venganza, la lealtad apasionada por parte de 10s s,hbditos, son entonces impulsos perfectamente primarios. Mas a medida que se extiende y consolida el poder del Estado, se polarizan en cierto rnodo todas estas guerras de familia en el sentido del poder central y se concentran en partidos, 10s cuales no conciben la causa de su antagonism0 mis que partiendo de la base de la solidaridad y del honor colectivo. {Vemos mis profundamente dentro de Ias causas, cuando postulamos antagonismos econ6micos? Cuando un sagaz con- temporineo declara que no era posible descubrir razones fundadas del odio entre jibosos y bacalaos en HolandaS8, no basta encogerse de~~ectivamente de hombros y tratar de ser mis avisados que 61. No

08 Basin. 111, pig. 74.

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hay de hecho una soIa explicaci6n satisfactoria de por quC 10s Eg- mond han sido bacalaos y 10s Wassenaer jibosos. Pues 10s antagonis- mos econ6micos que caracterizan a sus, familias s610 son el product0 de su posicidn frente a1 principe, como afectos a este o aquel par- tido 39.

La vehemencia con que podia actuar la emoci6n causada por la adhesi6n a 10s principes se lee en cada prigina de la historia de la Edad Media. El poeta del milagro de Mariquita de Nymwegen nos presenta a la perverv tia de Mariquita riiiendo y medio matindose primero con las vecinas, por causa de la lucha cntre Arnoldo y Adol- fo de Geldern, y dindose mris tarde muerte, de rabia, a1 saber que el viejo duque es librado de su cautiverio. Este poeta trata de poner en guardia contra 10s peligros de la partiscap. Escoge para ello un ejemplo extremo: un 4uicidio por partidismo. Ejemplo exngerado, sin duda, per0 prueba, sin embargo, del caricter apasionado que atribuia el poeta a1 sentimiento de partido.

Pero tambitn hay ejemplos mis consoladores. Los regidores de Ab- beville hacen repicar a media noche las campanas, porque ha llegado un mensajero de Carlos de Charolais con el ruego de que se ore por la curaci6n de qu padre. Los espantados ciudadanos afluyen a la iglesia, encienden cientos de cirios y se pasan Ilorando, de rodillas o echados en el suelo, la noche entera, mientras las campanas siguen repicando 40.

Cuando el pueblo de Paris, que en 1427 es todavia angloburgun- dista, qabe que el hermano Ricardo, que tan intimamcnte le habia conmovido hacia bien poco con sus predicaciones, es un Armagnac,

30 Una interpretaci6n como Csta n o implica en absoluto el desconocim~ento de 10s factores econ6micos, ni mucho menos; pues ha de formularse necesariamente

como una protesta contra la interpretaci6n econ6mica d e la historia, segdn cabe demostrar con la siguiente cita de Jaures: Mais il n'y a par seulement dans I'his- toire des luttes de classes, iI y a aussi des luttes de partis. J'entends qu'en dehors des affinitis ou des antagonismes economiques il se forme des groupentents de pas- sions, des intdrtts d'orgueil, de domination, qui se disputent la surface d c l'his- toire et qui diterminent de trbs vastes tbranlements. Histoire de la rCvolution francaise, IV, plig. 158.

40 Chnstellain, IV, 201; c f . mi estudio Ui t d e voorgeschiedenis van ons na-

tionaal besef, e n De Gids, 1912, I . (Ahora e n T ien Studien Haarlen, 1926.)

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que trata de ganar a las ciudades secretamente para su causa, le mal- dice por Dios y por todos 10s santos. En lugar de Ia moneda de estafio con el nombre de Jesils, que 61 les ha dado, toman la cruz de San Andrks, q u e es la enseiia del partido borgoii6n. Vuelven incluso a jugar a 10s dados, contra 10s cualeg tanto habia tronado el hermano Ricardo, e n despit de l a y (a despecho de 61). afirma el ciudadano de Paris 41.

Pudiera creerse que el cisma entre Avignon y Roma, que no tenia ninguna raz6n de ser dogmitica, no podia despertar tampoco nin- guna pasi6n religiosa, 9, en todo caso, no podia despertarla en aque- 110s pais,es que estaban rnuy alejados de 10s dos centros en que finica- mente se conocia a ambos Papas por sus nombres y que no habian sido alcanzados directarnente por la escisi6n. Pero lo cierto es que tambitn en ellos se concierte inmediatamente el cisma en una Qspera y viva cuestibtl de partidos, e incluso en una oposici6n como la de cre-

yentes e infieles. Cuando Brujas se pasa del Papa de Roma a1 de Avignon, abandonan numerosas gentes 5u casa y su ciudad, su pro- fesi6n o su prebenda, para poder vivir, como pide su partido, en Lieja o en otro territorio fie1 a Urban04~. Antes de la batalla de Rosebeke, en 1382, dudan 10s jefes del ejCrcito franc& si deben des- plegar o no contra 10s insurrectos flamencos la oriflama, la bandera real consagrada, que s610 puede ser utilizada en una guerra santa. La decisi6n es: si, puesto que los flamencos son urbanistas, o qea, infie- les43. El escritor y agente politico francts Pierre Salmon no logra encuntrar, con ocasi6n de su visita a Utrecht, ninghn sacerdote que quiera dejarle celebrar sus pascuas, pour ce qu'ils disoient que je estoie scismatique et que je crioie en Benedict Pantipape; de tal suerte que tiene que confesar 61 s,olo en una capi!la, como si lo hiciese ante un saceldote, y oye la misa en la cartuja 44.

La intensidad del sentimiento partidista y de la lealtad a 10s prin- cipes era aumentada todavia por el poderoso efecto sugestivo que ejercian todos 10s signos de partidos, colorcs, emblemas, divips, san-

41 Journal d'un bourgeois, pAg. 242; c f . Monstrelet, IV, pAg. 341. 42 Jan \an Dixmrrde, ed. Lambin. Iprks, 1839, pig. 283. 43 F'roissarL, ecl. Luce, XI, pAg. 52. 44 ~ l l i n ~ o i ~ e s de Pzrrre le Fruictier dit Snltnon, Buchon, 3e. sup@. de Froissart,

xv, pig. 22.

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tos y seiias; 10s cuales se sucedian de cuando en cuando en pintoresca mutacibn, preiiados las mis veces de sangre y de muerte, per0 siendo tambikn en ocasiones sefiales de cosas mis gratas. Cerca de unas dos mil personas salieron a recibir en 1380 a1 joven Carlos VI cuando hizo su entrada en Paris, vestidas todas igual, mitad de verde, mitad de blanco. Por tres veces se vi6 en 10s aiios 1411-1413 a todo Paris sdbitamente adornado con diversos distintivos: gorros color violeta obscuro, con la cruz de San Andres, gorros, blancos, y luego otra vez violeta. Los llevaban incluso 10s clkrigos, las mujeres y 10s niiios. Du- rante el imperio del terror ejercido por 10s borgoiiones en Paris, en 1411, eran excomulgados 10s armagnacq todos 10s domingos a repique de campanas. Se adornaban las imigenes de 10s santos con la cruz de San AndrPs y se afirmaba incluso que algunos sacerdotes no que- rian hacer en la misa ni en el bautismo el signo de la cruz recto, como habia sido crucificado el Sefior, sino que lo hacian oblicuo 45.

La ciega pasidn con que el hombre medieval se entregaba a su par- tido, a su seiior e igualmente a sus propios negocios era tambien en parte una forma de expresi6n de aquel inconmovible, petreo sentido del derecho, que le era propio, de aquella incontrastable certidumbre de que todo act0 exige una pogrera sanci6n. El sentido de la jus- ticia era todavia pagano en sus tres cuartas partes. Era necesidad de venganza. La Iglesia habia tratado, ciertamente, de endulzar 10s usos juridicos, impulsando a la mansedumbre, a la paz y a1 caricter con- ciliador; per0 el sentido del derecho propiamente dicho no se habia modificado por ello. Al contrario, qe habia hecho aim mis extremado, incorporando a la necesidad de sanci6n el odio a1 pecads. Mas el pecado era con harta frecuencia, para aquel vehemente espiritu, aque- 110 que hace el enemigo. El sentido de la justicia habia ido extre- mindose poco a poco, hasta llegar a ser un p r o saltar del polo de un birbaro concept0 del ojo por ojo y diente por diente, a1 polo de la aversidn religiosa por el pecado. Simultineamente se sentfa rnis y mis la urgente necesidad de que el Estado castigase con rigor. El sentimiento de inseguridad, el exagerado temor, que implora del po- der pJblico en toda crisis una politica terrorista, se habia hecho crb-

45 Chronique du religieux dc Saint Denis, ed . Bellagnet (Coll. des documents inddites), 1839-1852, 6 vols., I, pig. 34; Juvenal des Unins. pAginas 342, 467-471. Journal d'un bourgeois, p6gs. 12, 31 y 44.

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nico en la hltima Edad Media. La idea de que hay que purgar todo crimen fu6 retrocediendo paulatinamente, para convertirse en una supervivencia casi idilica de antigua ingenuidad, a medida que se consolidaba la idea de que el crimen significa a1 mismo tiempo un peligro para la sociedad y un ataque a la majestad divina. De eqta suerte fuC el final de la Edad Media una 6poca de florecimiento em- briagador de una justida minuciosa y cruel. No se paraba mientes ni un momento en si el malhechor habia merecido su castko. Se ex- perimentaba la mAs intima satisfacci6n ante 10s actos ejemplareq de justicia, que practicaban 10s principes por si rnismos. De tiempo en tiempo iniciaban las autoridades campaiias de rigurosa juqticia, ya contra 10s ladrones y bandoleros, ya contra las brujas y encantado- res, ya contra la sodomia.

Lo que nos sorprende en la crueldad de la administracibn de jus- ticia en la hltima Edad Media, no es una perversidad morbosa, sino el regocijo animal y gtosero, el placer de espectAculo de feria que el pueblo experirnenta con ella. Las gentes de Mons compran un capi- tin de bandidos, por un precio sumamente elevado, s610 para darse el placer de descuartizarlo, dont le peuple fwt p l w joyeux que si un nouveau corps sainct estoit ressuscite'46. Durante la prisi6n de Maxi- miliano en Brujas, en 1488, se levanta el potro sobre un alto estrado en la plaza del mercado, a la vista del rey prisionero; y el pueblo no cesa de ver el tormento que sufren 10s miembros del Ayuntamiento sospe- chosos de traicibn, y retrasa la ejecucibn implorada por ellos, s610 para saborear una y otra vez nuevos tormentos 47.

Los extremos anticristianos a que conducia justamente la mezcla de fe y sed de venganza quedan probados por la costumbre reinante en Inglaterra y Francia de negar a1 condenado a muerte, no sblo el vi5- tico, sin0 tambien la confesi6n. No s,e queria salvar sus almas, se queria aumentar aim la angustia de la muerte con la certeza de las penas del infierno. En van0 orden6 en 1311 el Papa Clemente V que se administrase a1 menos el sacramento de la Penitencia. El idealista politico Philippe de MPziCres insisti6 de nuevo en ello, primer0 cer- ca de Carlos V de Francia, luego cerca de Carlos, VI. Pero el canciller Pierre d'orgemont, cuya forte ceruelle, dice MgziCres, es mis traba-

48 Molinet, 111, pig. 487. 47 Molinet, 111, pligs. 226, 211, 283-287; La Marche, rrr, p5gs. 289-302.

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josa de volver que Ia rueda de un molino, se opuso, y Carlos V, e.1 prudente y pacific0 monarca, declar6 que mientras 61 viviese no seria modificada la costumbre. S6lo cuando la voz de Jean Gerson se uni6 a la de Mkzicres, formulando cinco dificultadeq u objeciones en con- tra del desafuero, orden6 por edicto real del 12 de febrero de 1397, que se concediese la confesibn a1 condenado. Pierre de Craon, a cuyos esfuerzos fue de agradecer la resoluci6n, erigi6 junto a1 patibulo de Paris una cruz de piedra, donde 10s minoristas podian asistir a 10s criminales 48. Per0 el antiguo uso no desapareci6 abn de las costum- bres de1 pueblo. Todavia, poco despuCs de 1500, tuvo el obispo de Paris, Etienne Ponchier, que renovar la constituci6n de Clemente V. En 1427 es ahorcado en Paris un joven noble que se habia hecho salteador de caminos. En la ejecucih, un distinguido funcionario, tesorero mayor del regente, da escape a su odio contra el condenado impidiendo que se le conceda la confesibn que pide. Injuriindole, sube detris de kl las escaleras. le golpea con un bast6n y apalea tam- bikn a1 verdugo, porque exhorta a la victima a pensar en la salvacibn de su alma. El verdugo, espantado, se da prisa . . . la cuerda se rom- pe, el desdichado criminal cae del cadalso, se rompe las piernas y las costillas y tiene que subir asi una vez mis las e s ~ a l e r a s ~ ~ .

En la Edad Media faltan todos esoq sentimientos que han hecho timido y vacilante nuestro concept0 de la justicia: la evidencia de la semiirresponsabilidad, la idea de la falibilidad del juez, la concien- cia de que la sociedad tiene su paite de culpa en 10s crimenes dei individuo, la cuesti6n de si no se le puede corregir, en vez de hacerlo padecer. 0 mejor dicho, acaso no faltaba un obqcuro sentimiento de todo eso, per0 se concentraba ticitamente en un espontzineo irnpulso de misericordia y de perdbn, que ~rescindiendo de la cuIpa irrumpe sbbitamente con mucha frecuencia, en medio de la cruel satisfaccibn por la justicia ejecutada. Mientras que nosotros imponemos con vaci- lacibn y con conciencia a media? de nuestra propia culpa penas muy

48 Clementis V constiluliones, lib. v, tit . 9, cap. I , Joannis Gersonii Opera mp- nia, ed . L. Ellies Dupin, ed. 11, Hagae Cornitis, 1728, 5 vols., 11, fig. 427; Or- donnances des sois de France, torno vm, pPg. 122; N. Jorgx Philippe de Mizitrer et la croisade au X I V e siecle (Bibl. de I'EcoIe des hautes ttudes, fax. 110) 1896, pPg. 438; Religieux de S . Denis, 11, pig. 533.

49 Journal d'un bourgeois, pigs. 223-229.

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mitigadas, la Edad Media s610 conoce 10s dos extremos: la plenitud del castigo cruel o la gracia. En la concesi6n de ksta se pregunta mu- cho menos que ahora si el' culpable la merece por razones especiales; toda culpa, incluso la mi? evidente, puede obtener completa remi- si6n de su pena en todo momento. En la prictica del p e r a n no siempre daba el implso decisivo la pura misericordia. Es asombrosa la ecuanimidad con que 10s contemporineos relatan c6mo la inter- vencidn de deudos poderosos procura a un criminal lettres de rtmis- sion. No obstante, las mis de estas cartas no les valen a elevados transgresores de la ley, sjno a pobres gentes del pueblo que no han tenido un abogado de peso 50.

El contraste direct0 de crueldad y misericordia impera tambiCn en las costumbres y no s610 en la administracibn de la justicia. Por un lado, la mis espantosa dureza contra los, desventurados e imposibili- tados; For el otro, la mis ilimitada ternura, el mas intimo sentimiento de afinidad con 10s pobres, 10s enfermos y 10s dementes como alin hoy las conocemos, en uni6n con la crueldad, por la literatura rusa. El gusto por las ejecuciones va siempre acompaiiado y resulta hasta cierto punto justificado por un sentimiento de justicia intensamente satisfecho con ellas. Por el contrario, en la increible dureza espon- tinea, en la carencia de ternura, en la burla cruel y en la alegria del ma1 ajeno, con que se contempla la desgracia de 10s miseros, falta incluso este elemento del sentimiento de justicia satigecho. El cro- nista Pierre de Fenin concluye su relato del fin de una cuadrilla de bandidos con estas palabras: et faisoit-on grand riste, pour ce que c'estoient tous gens de poure estat 51.

En Paris se concierta en 1425 un esbatement (diversi6n) de cuatro ciegos armados que luchan por un cochinillo. El dia antes recorren con sus armaduras la ciudad, precedidos de un gaiter0 y de un hom- bre con un gran estandarte en que esti pintado el cochinillo b2.

Velizquez nos, ha conservado las figuras conmovedoramente tristes

60 Jacques du Clercq, IV, pig. 265. Petit-Dutaillis: Documents nouueaux sur Ies moeurs populaires et le droit de vengeance d a m les Pays-Bas au X V e sikcle (Bibl. du X P c siiclej l'aris, Champion, 1908, piig. 7 , 21.

61 Picrre de Fenin (Petitot, Coll. de mCm, va), pag. 593; cf. su cuento del loco asesinado, pig. 619.

52 Journal d'un bourgeois, pig. 204.

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de aquellas enanas que en su tiempo estaban todavia en honor como bufonas en la corte de Espaiia. Estas enanas eran una diversi6n favo- rita en las cortes del siglo xv. En 10s artificiosos, entremets de las gran- des fiestas de la corte exhibian sus artes y su deformidad. Madame d'Or, la rubia enana de Felipe de Borgoiia, era universalmente cono- cida. Se la hizo luchar con el acr6bata Hanss3. En las nupciaa d,e Carlos el Temerario y Margarita de York, celebradas en 1468, se pre- senta madame de Beaugrant, la naine de mademoiselle de Bourgogne, vestida de pastora y montada en un le6n dorado mayor que un caballo. El le6n puede abrir y cerrar las mandibulas, y canta una can- cioncilla de bienvenida. La pequeiia pastora es ofrecida a la duquesa como presente y pueqta sobre la mesas4. No conocemos quejas por la suerte de aquellas mujercillaq pero si partidas de cuentas que nos dicen mis todavia sobre ellas. Estas partidas nos informan de que una duquev hizo sacar a una de aquellas enanitas de la casa paterna, de que el padre o la madre vinieron y la trajeron, de que la visita- ban luego de cuando en cuando y recibian una propina: au $ere de Belon la Folle, qui estoit venu veoir sa fille.. . tTornaba el padre a casa alegre y honrado por el papel que desempeiiaba su hija en la corte? El mismo afio entregaba un cerrajero de Blois dos collares de hierro, uno pour attacher Belon la Folle et l'autre pour mettre au col cEe la cingesse (mona) de madame la duchessem.

C6mo eran tratados, 10s enfermos mentales, puede juzgarse por una noticia relativa a1 tratamiento de Carlos VI, el cual gozaba, como rey, de cuidados que contrastaban favorablemente con lo que otros ha- bian de soportar. Para lavar a1 pobre demcnte no se sabia imaginar nada mejor que espantarle por medio de doce hombres pintados de negro, como si 10s diablos viniesen a buscarlc ".

Hay, $in embargo, en la dureza de aquellos tiempos un cierto <grad0 de ingenuidad que hace morir en nuestros labios el juicio condena-

53 Jean Lefevre de Saint-Remy: Chronique, ed. F. Xlorand (Foc. de ['Hut. de

France), 1876. 2 vols., 11, pig. 168; Laborde: Les ducs de Bourgogne, Eludes suv les lettres, les arts et l'indwtrie pendant le XVe sidcle, Paris. 1849-1853, 3 vols., 11, pig. 208.

54 La Marche. 111, p;lg 135; Laborde, 11, pig. 325. 55 Laborde, Irr, pigs., 355-398. Lr Moyen-age, xu, 19C7, p.iys. 193 0 1 . 56 Juvenal des Ursins, pig. 438, 1405; pero cf. Re[. de S . D ~ n i s , Ilr, pig. 349.

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torio. En medio de una epidemia pestifera que castig6 a Paris, pro- ponen 10s duques de Borgofia y de Orleans celebrar una c o w d'amour para distraer a las gentes". En una pausa de la cruel matanza de armagnacs en 1418, funda el pueblo de Paris, en la igleqia de San Eustasio, la Hermandad de San Andrks; cada sacerdote o seglar lleva una corona de rosas ,-ojas; la iglesia estl completamente llena de ellas y huele comnze s'il fust lava d'eau rose 58. Cuando se terminaron, final- mente, 10s procesos de brujeria, que en 1461 castigaron a Arras como una plaga del infierno, festejaron 10s moradores de la ciudad el triun- Eo de la justicia con u n concurso de representaciones de folies mora- listes. Primer premio, un lirio de plata; cuarto premio, un par de

capones. Las victimas torturadas habian muerto hacia tiempo 59.

Tan abigarrado y chilldn era el colorido de la vida, que era com- patible el olor de la sange con el de las rosas. El pueblo oscila, como un gigante con cabeza de nifio, entre angustias infernales y el mAs infantil regocijo, entre la dureza rnis cruel y una emoci6n sollozante. Vive entre 10s extremos de la negacidn abs,oluta de toda alegria terre- na y un afin insensato de riqueza y de goce, entre el odio sombrio y la mis risuefia bondad.

Del lado luminoso de aquella vida ha llegado poco hasta nosotros. Parece como si la clara dulzura y serenidad del alma del siglo xv se hubiese refugiado en su pintura y 5e hubiese concentrado en la pu- reza transparente de su sublime mdsica. La risa de aquella raza ha muerto; su despreocupada alegria y su natural complacencia en la vida siguen viviendo tan s610 en la canci6n popular y en la farsa. fistas bastan para afiadir a nuestra nostalgia de las bellezas perdidas

de otros tiempos el anhelo de go7ar la meridiana claridad del siglo de 10s van Eyck. Pero quien se sume realmente en aquel ticmpo nece- sita con frecuencia hacer esfuerzos para no dejar de ver su aspect0 luminoso, pues fuera de la esfera del arte reina por todas partcs la obscuridad. En las arnenazadoras advcrtencias de 10s predicadores, en el cansado suspirar de la alta literatura, en la mondtona informacih de las crdqicas y de 10s documentos, se percibe el grito dc 10s pccados saturados de color y el lamento de la miseria.

57 Piaget: Romania, xx, pig. 417 en xxxr, 1902, pigs. 597-603. 58 Iournal d'un bourgeois, pig. 95. 5:) J R C ~ I I C S du Clercq, 111, pig. 262.

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Los tiempos posteriores a la Reforma ya no han vuelto a ver 10s pecados capitales de la soberbia, la ira y la avaricia en la purphea plenitud y en la deqvergonzada osadia con que circulaban entre la humanidad del siglo xv. iAquella desmesurada soberbia de Borgofial La historia entera de aquella familia, desde el act0 de bravura caba- lleresca en que echo raiccs la fortuna ascendente de Felipe I, pasando por 10s amargos celos de Juan Sin Miedo y la negra sed de venganza por su muerte, pas,ando luego por el largo estio de aquel otro Mag- nifico, Felipe el Bueno, hasta llegar a la demente obstinacibn en que sucumbe el siempre ambicioso Carlos el Ternerario, tno es el poema de la soberbia heroica? Sus dominios eran las tierras de mis intensa vida en Occidente: Borgoiia, prefiada de fuerza como qu vino, la coli- r i p e Picardie, el rico y ivido Flandes. Son las mismas tierras en que florecid la magnificencia de la pintura, de la escultura y de la mhica, y en que imperaba el mas fogoso dere~ho de kenganza y se extcndia entre 10s nobles y 10s habitantes de fas ciudades la mis violen~a barbarie so,

No hay ninglin ma1 de que aquella epoca tenga miq conciencia que de la codicia. Pueden oponerse la soberbia y la avaricia como 10s pe- cados de la kpoca antigua y de la kpoca moderna, respectivamente. La soberbia es el pecado del periodo feudal y jerirquico, en que la propiedad y la riqueza son todavia poco mdviles. El sentimiento de poder no coincide todavia con la riqueza en primer lugar y simple- rnente; es m9s personal. El poder necesita, para qer reconocido, ma- nifestarse por medio de un gran derroche: numeroso skquito de leales, costosos adornos e imponente apariencia de 10s poderosos El sentimiento de ser mis que otro hombre es alimentado continua- mente por la idea feudal y jerirquica en forma viva: por medio del homenaje y pleitcsia rendidos de hinojos, de 10s honores, solemnes y de la pompa mayestitica, todo lo cual reunido hace sentir la supe- rioridad como algo muy esencial y justificado.

La soberbia es un pecado simbblico y un pecado teoI6gico. Sus raices penetran profundamente en el suelo de toda concepcibn de la vida y del universo. Superbia fue la raiz de todo mal. La soberbia de Lucifer fuC el principio y la causa de toda perdici6n. Asi lo vio San

60 Jacques du Clercq, passim; Petit Dutaillis: Documents, etc., pig. 131.

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1. El tono de la vida 4 1

Agustin y asi ha seguido siendo en el pensamiento de 10s que han venido despuks: la soberbia es la fuente de todos 10s pecados que de ella brotan como de su raiz y su tronco 81.

Pero junto a la sentencia de la Escritura que apoyaba esta inter- pretacibn: A superbia initium sumpsit omnis perditicsz, habia otra sentencia: Radix o n ~ ~ r i u m nzalorum e ~ t cuptdztasG3. Fundindose en ella, se podia considerar t a m b i h la codicia como la raiz de todo mal. Pues por cupiditas, que como tal no tiene pues,to en la serie de 10s pecados capitales, se entiende en este texto aunrilia, como se dice en otra lecci6n del mismo 64. Y parece como si aproximadamente desde el siglo XII haya la convicci6n de que la avaricia desenfrenada es la que pierde a1 mundo dcsalojando a la soberbia de su puesto de pri- mero y m& fatal de 10s pecados en la estimacibn de 10s espiritus. La antigua primacia teol6gica de la superbia es ahogada por el caso siem- pre creciente que atribuye toda la miseria de 10s tiempos a la avaricia cada vez mayor. iCbmo ha maldecido el Dante la cieca cupidigia!

La codicia carece del carkter simbblico y teol6gico de la soberbia. Es el pecado natural y material, la pasibn puramente terrenal. Es el pecado de aquel period0 en que la circulaci6n del dinero ha trans- formado y desligado dc sus trabas tradicionales las condiciones en que 5e despliega el poder. La apreciaci6n del valer personal se torna una operacibn aritmktica. Hay un espacio mucho mayor para la satisfac- ci6n de 10s apetitos mis desenfrenatlos y para la acumulaci6n de teso- ros. Y estos tesoros no tienen todavia csa impalpabilidad fantasnd que el credit0 modern0 ha prestado a1 capital; sigue siendo el rubio oro mismo el que figura en el primer plano de la fantasia. Y el em- pleo de la riqucza no tiene todavia el carrictcr automritico y mecinico de la continuada imposici6n de capitales; la satislaccibn qigue resi- diendo en 10s mis vehementes extremos de la avaricia y la prodiga- lidad. En la prodigalidad contrae matrimonio la codicia con la anti- gua soberbia. Rsta seguia viva y robusta: la idea jcrirrluica, fcuda!, no

habia perdido a h nada de su vigor; el placer de la potnpa y la mag-

81 Hugo de San Victor: De fruclibris carnis et spiritus, hligne, crxxvl, pig. 997. 62 Tobias, 4, 14. Toda perdici6n toma s o principio de la soberhia. 83 I Timoteo, 6, 10. 1.a codicia cs la raiz de todos 10s males. 64 Petrus Damiani: Ep'st . , lib. I, 15; hiigne, cxr.rv, pig. 234, id. Contra philar-

gyriam ib. CXLV, pig. 533; Pseudo-Eernardus: Liber de modo bene vivcndi, 44-45. Migne c~xxxv, p6g. 1.266.

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nificencia, del boato y el fausto, conservaba el color purpfireo de la sangre.

Justamente la uni6n con una soberbia primitiva es la que da a la avaricia o codicia de la 5ltima Edad Mcdia esa espontaneidad, ese apasionamiento, esa desesperach, que parecen haber perdido por completo 10s tiempos posteriores. El protestantismo y el Renacimiento han prestado a la codicia un valor Ctico, legalizdndola como un estimulo htil del bienestar general. El estigma que pesaba sobre ella fuC des- vanecihdose a medida que se iba encomiando con menos entusiasmo la negaci6n de todos 10s bienes terrenos. En la filtima Edad Media, por el contrario, podia el espiritu percibir el contraste puro y sim- ple entre el pecado de la codicia y la caridad o la pobreza voluntaria.

A traves, dc la literatura y las cr6nicas de aquel tiempo, desde el refrin hasta el tratado de picdad, resuena por todas partes el acre odio a 10s ricos, el clamor contra la codicia de 10s grandes. Hay a veces como un obscuro prescntimiento dc la lucha de clases, expresado por 10s medios de la indignaci6n moral. En esta esfera pueden darnos la justa sensaci6n del tono de la vida en aquella +oca tanto 10s do- cumentos como las fuentes narrativas, pues en todos 10s document05 de 10s proceso* brilla la mAs desvergonzada codicia.

En 1436 se interrumpc el culto divino durante veintid6s dias en una de las iglesias mis concurridas de Paris, porque el obispo no quiso consagrar de nuevo la iglesia ante? de recibir determinada suma d r dos mendigos que habian profanado la iglesia, hacikndose a consecuen- cia de una riAa un rasguiio del que brot6 sangre, y 10s pobres no tenian la suma. El obispo Jacques du Chstelier pasaba por ung homme tris ?ompeux, conuoicteux (codicioso) plus mondain que son estat ne re-

queroit. Pero bajo su sucesor, Denys de Moulins, pas6 en 1441 una coTa parecida. Esta vez no se pudo sepultar ni hacer procesiones du- rante cuatro meses en el cementerio de 10s Inocentes, el mbs celebre y mis solicitado de Paris, porque el obispo pedia por ello mis de lo que la iglesia podia dar. De este obispo se Ice: homme tras pou (poco) piteux a quelque personne, s'zl ne recevoit argent ou aucun don qua le vnul~ist (lo valicse) et pour vray on disoit qu'il auait plus de cin- guante proccs en Porlement, car de lui n'avoit on rien sans pr0cd.s 65.

65 Journol d'un bourgeois, pigs. 325, 343, 357; en la nota. 10s pasajcs justifi- cativos de 10s registros del Parlamento.

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1 . El tono de la vida 43

Es necesario seguir la historia de 10s "nuevos ricos" cte aquel tiempo -de una familia D'Orgemont, por ejemplo- en toda la baje7a de su tacafieria y obstinacibn en pleitear, para comprcncler el oclio vio- lento del pueblo, la iracundia de 10s predicadores y de 10s poetas, que se vertian incesantcmentc sobre 10s ricose6.

El pueblo no sabe ver su propio destino y 10s acontecin~ientos de aquel tiempo de otro mod0 que como una sucesi6n continua de mala administracidn y rapacidad, guerras y latrocinios, carestia, miseria y pestilencias. Las formas crbnicas que solia tomar la guerra, la continua agitacih de las ciudades y del canlpo por toda clase de gente peligrosa, la eterna amenaza de un procedimiento judicial duro y poco digno de confianza y, ademits, de todo esto, la opresi6n del temor a las penas del inficrno, del terror a los diablos y a las brujas, daban pibulo a un sentimiento de inseguiidad general, que era muy adccuado para teAir de negro el fondo c!e la vida. No era solarnente la vida de 10s humildes y de 10s pobres la quc transcurria en medio de esta inseguridad. Tam- b i h en la vida de la nobleza y de la magistratura qe hacen casi regla 10s mis duros cambios de destino y 10s peligros permanentes. El picardo

Mathieu d'Escouchy es uno de 10s muchos historiadores que cuenta el siglo xv. Su crbnica, sencilla, precisa c imparcial, llcna de la usual veneracibn por el ideal caballere$co y por la tradicional tendencia mo- ralizadora, nos hace sospechar en 151 nn honrado escritor, quc con- sagraba sus dotes a1 trabajo concienzudo del historiador. Pero iquC imagen de la vida del autor nos traza el editor de esta obra histdrica, fundindose en 10s documentos! Mathieu d'Escouchy comicnza su carrera de magistrado como consejero, regidor, jurado y preboste de la ciudad de Perona entre 1440 y 1450. Desde un principio se le en- cuentra en" una especie de contienda con la fatnilia del procurador de dicha ciudad Jean Froment, contienda que se ventila en repetidos proce4os. Unas veces es el procurador quien persigue a D'Escouchy por falsificaci6n y homicidio; otras veces por excbs et attemptnz (por ex- cesos y atentados) . El preboste, por su parte, amenaza a la viuda de

66 L. Mirot: Les d'orgemont, leur origine, leur fortune, etc. (Bibl . du X V c sid- cie) Paris, Champion, 1913; P . Champion: Fran~ois Villon, sa vie el son temps, idem, Paris, Champion, 1913, 11, pig. 230 y sigs.

67 Mathieu d'Escouchy: Chronique, cd. G . du Fresne de Beaucourt (Soc. de l'Hist. dk France), 1863-1864, 3 vols. I, pigs. 4-23.

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44 El otofio de la Edad Media

su enemigo con una pesquisa por magia, de la cual es sospechoqa. Pero la mujer sabe procurarse un mandamiento, por virtud del cual D'Es- couchy tiene que poner su pesquisa en las manos de la justicia. El aqunto pasa a1 Parlamento de Paris, y D'Escouchy es reducido por primera vez a prisibn. DespuCs de Csta le encontramos otras seis vecea preso como acusado, y una vez, prisionero de guerra. Se trata todas las veces de cas,os uiminales graves y mis de una se ve entre pesadas cadenas. Esta cornpetencia de acusaciones mutuas entre las fanlilias Froment y D'Escouchy es interrumpida por un violento encuentro, en el rual el hijo de Froment hiere a 1)'Escouchy. Ambos toman a precio facinerosos para matars,e uno a otro. Cuando esta larga contienda ha desaparecido de nuestra vista, surgen nuevos choques. Esta vez es he- rido el preboste por un monje. Nuevas acusaciones, y en 1461, traslado de D'Escouchy a Nesle, como sospechoso de hechos criminales, a lo que parece. Todo esto no le impide, sin embargo, hacer carrera. Llega a ser baile, preboste de Ribemont, procurador del rey en San Quintin; es elevado a la nobleza. DespuCs de nuevas heridas, reclusiones y mule tas, lo encontramos en el servicio militar. En 1465 lucha en MontlhCry por el rey contra Carlos el Temerario, y es hecho prisionero. De una campafia posterior torna agotado a su casa. Entonces contrae matri- rnonio. Pero esto no significa para t l el comienzo de una vida tran- quila. Lo encontramos acusado de falsificacibn de sellos, conducido preso a Paris comme larron et murdrier (ladr6n y asesino) , enzarzado en una nueva contienda con un regidor de Compikgne, obligado por el tormento a confesar una culpa, y desestimada su apelacih, conde- nado, rehabilitado, condenado de nuevo, hasta que desaparece de 10s documentos la huella de esta existencia de odio y de persecuci6n.

Sicmpre que indagarnos 10s destinos de las personas mencionadas en las fuentes de aquel tiempo surge la imagen de una vida igualmcnte

turbulenta. Leanse, por ejemplo, 10s detalles reunidos por Pierre Champion sobre todos aquellos a quienes Villon ha hecho un legado o ha mencionado en su testamento"; o las notus de Tuetey a1 diario del ciudadano de Paris. Siempre son procesos, crimencs, disensiones y persecuciones sin cuento lo que encontramos. I' se trata de la vida de

88 P . Champion: Franpis Yillon, sa uie et son temps. (Bib[. du X l c s ik l e ) Paris. 1919, 2 vols.

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1. El tono de la vida 45

toda clase de gentes, sacada a luz de 10s documentos judiciales, eclt. siisticos, etc. Cr6nicas como la de Jacques du Clercq, que es una mera colecci6n de crimenes, o el diario del ciudadano de Metz, Philippe de Vigneulesag, pueden darnos una imagen demasiado negra de aquel tiempo. Las mismas lettres de r&mission, que ponen ante nuestros ojos la vida diaria con tan viva exactitud, iluminan exclusivamente el lado malo de la vida, puesto que sblo hablan de delitos. Pero cualquier muestra, tomada a1 material que se quiera, no hace sino robustecer nuestras mis sombrias imdgenes.

Es un mundo malo. El fuego del odio y la violencia se eleva en altas Ilamaradas. La injusticia es poderosa, el diablo cubre con sus ne- gras alas una tierra liigubre, y la humanidad espera para en breve el tkrmino de todas las cosas. Pero esta misma humanidad no se con- vierte. La Iglesia luclla, 10s predicadores y poetas claman y amonestan. Todo en vano.

69 Ed. H. Michelant: Bibl. des lit. Vereins ru Stuttgart, t. xxw, 1852

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Capitulo 2

ANHELO DE UNA VIDA MAS BELLA

T ODA kpoca suspira por u n mundo mejor. Cuanto mds profunda es la desesperacidn causada por el ca6tico presente, tanto mas intimo es este suspirar. Hacia el fin de la Edad Media es una

amarga melancolia el tono fundamental de la vida. El matiz d e resuel-

ta alegria de la vida y firme confianza en la propia energia, que alienta en la historia del Renacimiento y a travCs del movimiento de la ilustracidn, apenas se percibe en la esfera de la vida franco-borgo- iiona del siglo xv. <Era entonces la vida realmente mis dcsdichada que en otras Cpocas? A veces se creeria asi. Dondequiera que se busque, en la tradici6n literaria de aquel tiempo, en 10s historiadores, en 10s poetas, en 10s sermones, en 10s tratados religiosos, e inc lao en 10s documentos, casi no parece haberse conservado en ellos otra cosa que el recuerdo de las disensiones, del odio y la maldad, de la codicia, la rudeza y la mise- ria. Y uno se pregunta: les que no podia complacerse aquella Cpoca en otra cosa que en la crueldad, la soberbia y la intemperancia? <Es que no cabe encontrar por ninguna parte en ella una dulce jovialidad y una tranquila dicha de vivir? Es cierto que toda kpoca deja en la tradici6n mis huellas de su dolor que de su dicha. Son 10s infortunios 10s que pasan a la historia. Una instintiva convicci6n nos dice, sin embargo, que la suma total de dicha de vivir, serena alegrfa y dulce tranquilidad, que fuC otorgada a 10s hombres, no puede diferenciarse en un period0 mucho de la de otro. Y el brillo rie la dicha que gozd la 6ltima Edad Media no se ha extinguido aim por completo; sigue viviendo en la canci6n popular, en la m6sica, en 10s tranquilos hori- zontes del paisaje y en 10s graves rostros del retrato.

Sin embargo, en el siglo xv no era todavia costumbre, y casi po- driamos decir que pecaba contra el buen tono, loar en alta voz la vida

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2. Anhelo de una vida m6s bella 47

y el mundo. El que consideraba con gravedad el curso diario de las cosas y expresaba luego su juicio sobre la vida, ~nicamente solia men- cionar el dolor y la desesperacibn. Veia el tiempo acercindose a su Ein y todas las cosas terrenas inclinindose a su ruina. El optimismo, que empezari a brotar en el Renacimiento, para alcanzar su kpoca de florecimiento en el siglo XVIII, era desconocido todavia a1 espiritu fran- c& del siglo xv. {Qut hombres son 10s que por primera vez hablan de su propio tiempo llenos de esperanza y de satisfaccibn? No 10s poetas, ni mucho menos 10s pensadores religiosos, ni tampoco 10s hombres de Estado, sino 10s eruditos, 10s humanistas. Es el gozo que produce la sabiduria antigua, hallada de nuevo, el que arranca por primera vea a 10s espiritus exclamaciones de j6bilo ante el presente. Se trata de un triunfo de naturaleza intelectual. La conocida exclamaci6n de U1- rico de Hutten, 0 saeculum, o literae! juvat vivere! -job siglo, oh literatura, qu t dicha vivirl- se interpreta las mris de las veces en un sentido demasiado amplio. Es mucho mAs el hombre de letras que el hombre pura y simplemente, quien se regocija. Podriamos citar toda una serie de exclamaciones anilogas sobre el esplendor de la kpoca, procedentes del comienzo del siglo xvl; per0 no hariamos sino repetir la experiencia de que se refieren casi exclusivamente a la cultura intelectual restaurada y de que no son en mod0 alguno manifestacio- nes ditirimbicas del placer de vivir en toda su plenitud. El mismo sen. tido de la vida que tienen 10s humanistas se halla moderado a6n por el antiguo desvio piadoso del mundo. Mejor que por las palabras de Hutten, citadas con demasiada frecuencia, puede llegarse a conocer este sentido por las cartas de Erasmo, de 10s alrededores del aiio 1517; algo mPs tarde ya no, pues pronto decae en Erasmo el optimismo que le habia arrancado aquellos tkrminos entusiastas.

"No soy, verdaderamente -escribe Erasmo a Wolfgang Fabricio Ca- pito, a principios de 1517 tan apasionado de la vida, sea porque ya he vivido bastante para mi gusto- he entrado ya en 10s cincuenta y un afios- sea porque no vea en esta vida nada tan magnifico o tan agradable, que compense el perseguirlo, para aquel a quien la fe cristiana ha enseiiado a ueer verdaderamente que a aquellos que han practicado aqui la piedad en la medida de sus fuerzas les espera

1 Allen, n6m. 541; Amberes, 26 de febrero de 1517; cf. nurns. 542, 566, 862 y 967.

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48 El otoiio de la Edad Media

una vida n~ucho mis feliz. Con todo, me placeria a la saz6n volverme un poco rnis joven, pcro s610 porquc veo llegar una edad de oro, p r dccirlo asi, en el porvenir inmediato." Erasmo describe a continua- cidn la uni6n de todos 10s principes de Europa quc sc inclinan a la paz (para 61 tan cara) y prosigue: "Esto me mueve a esperar firmcmente

que no s610 la honradez de las costurnbres y la picdad cristiana, siuo tambikn una depurada y autbntica literatura y una muy hermosa ciencia, en parte revivirin, en parte se desplegarrin, de un modo nue. vo." Gracias a la proteccih dc 10s principes, bien cntcndido. "A su

piadoso espiritu debemos el ver a aqnellos cspiritus gloriosos despertar y lcvantarse por todas partes como a m a seiial clada, conjurindose

mutuamente para restaurar la buena literatura" (nd wst i tz imdns opti. mas literas) .

Lo anterior cxpresa claramente dc quC indole era el optimismo clel siglo xvr. El sentimiento bisico del Renacimicnto y del Humanismo es algo muy distinto del inmodcrado gore de la vida, que se considera habitualmcnte como el tono funclamcntal del Renacimiento. Ida ah- , maci6n de la vida que hace Erasmo es timida y un poco aFcctada, y, sobre todo, muy intelectual. Esto no obstante, es una voz que en el siglo xv a6n no habia sido oida fuera de Italia. En Francia y en 10s do- minios de Borgoiia, 10s espiritus prefiercn, hacia 1400, aplicar gruesos calificativos a la vida y a la Ppoca, y cosa notable (aunque no sin paralclos; piinsese en el byronismo) cuanto mis apegados estin a la

vida mundanal, tanto mhs negro es s11 honor. Aquellos que prestan su rnis vigorosa expresidn a la profunda nwiancolia, propia dc la gpoca, no son en primera linea 10s que se han retirado definitivaniente del mundo, refugiindose en el claustro o en el estudio. Son, ante todo, 10s cronistas y 10s poetas de moda en las cortes, 10s que, con su carencia dc cultura superior y en su incapacidad para sacar de la Eruici6n dcl concept0 una perspectiva de mejoramiento, lamentan una y otra vez las flaque~as seniles del mundo y dudan de la paz y de la justicia. Nadie ha repetido tan infinitamente como Eustache Des- champs la queja de que han abandonado el mundo todas las cosas buenas.

2 Germanae, que aqui no puede traducirse por "germana" ni "alemana".

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2. Anhelo de una vida mis bella

Temps de doleur et de temptation, Aages de plour, d'envie et de tourment, Temps de langour et de dampnacion, Aages meneur pr2s d u definement, Temps plains d'orreur, qui tout fait faussement, Anger menteur, plain d'orgueil et d'envie, T e r n p ~ sanz honeur et saw umy jugement, Aage en tristour qui abrege la vies .

E n este tono ha compuesto por decenas sus baladas, variaciones mont~tonas, insipidas, sobre el mismo ingrato tema. Es forzoso que haya imperado una inlensa melancolia enire las clases sociales supe- ~iorcs; de otro modo, no hubiese consentido la noblela a su poeta favorito que repitiese con tanta frecuencia aquellas lamentaciones:

Toute Eiesse deffaut, Tous cueurs ont p i n s par ~ ~ 4 u t Tristesse et merencolie 4.

Jean Meschinot canta tres cuartos de siglos despues de Deschamps exactamente cn el mismo tono:

0 n~iserable et t r b dolente vie!. . . La gcerre auons, mortaliti, famine; Le jroid, le chaud, le jour, la nuit nous mine; Puces, cirons et tant d'autre verminc Nous guerruyent. Bref, miserere rlomine Nor mechans corps, dont le viure est tris court 6.

3 Tiempo de dolor y de tentacibn, -Edad de Itanto, de envidia y de tormento, - Tietnpo de relajaci6n y de perdicibn, - Edad que se acerca a su fin, - Tiempo lleno de horror, que todo lo hace locamente. - Edad engaiiosa, llena de orgul!o y de envidia, - Tiempo sin honor y sin verdadero juicio, - Edad de duelo que abre, via la vida. Eustache Dcschanlps: Oeuvres compl.?tes, ed. De Queux de Saint-Hilai-

re et G. Raynaud (Soc. des anciens textes fran~ais), 1878-1903, 11 vols.. n6m. 31 (I,

pig. 113) ; cf. nhms. 85, 126, 152, 162, 176, 248, 366, 375, 356, 400, 933, 936, 1.195, 1.196, 1.207, 1.213, 1.239, 1.240, etc.; Chastcllain, I, figs. 9, 27: IV, 5, 56; VI, 206,

208, 219, 295. Alain Charticr: Oeuvres, ed. A. Duchesne, Paris, 1617, pig. 262; Ala- nus dc Rupe: Sermo, 11, pig. 319 (B. Alanus rediuivus, ed. J . A. Coppenstein. Nii- poles, 1642) .

4 Toda a lqr ia desaparece. - han tornado por asalto todos 10s corazones - la

tristeza y la mekmcolia. Descharnps, d m . 562 (IV, pig. 18).

5 Cirons, aradores, aricnidos productores de la sarna. Guerrayet~t, hacen la guma.

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50 El otoiio de la Edad Media

Tambith Pste expresa una y otra vez la amarga convicci6n de que todo va ma1 en el mundo: la justicia ha desaparecido, 10s gran- des expolian a 10s humildes, y 10s humildes se expolian unos a otros. Su hipocondria lo conduce, seg6n su propia afirmacibn, a1 borde mis- mo del suicidio. He aqui c6mo se describe a si mismo:

Et je, le pourwe escrivain,

A u cueur (corazdn) triste, faible e t vain, Voyant de chascun le d u d ,

Soucy me tient en sa main;

Toujours ler larmes d I'oeil,

Rien fors nrourir je ne vuei le .

Todas las manifestaciones del sentido de la vida, que tienen las personas principales, testimonian una necesidad sentimental de abrir el alma a la melancolia. Casi todos declaran que solo han visto mise- rias, que es menester estar preparado para cosas peores y que no qui- sieran recorrer otra vez el camino de la vida pasada. Moi doulorreux homme, nnt en eclipse de tenbbres en espesses bruynes de lamentation; asi se presenta Chastellain a si mismo 7. Tant a souffert La Marche, es la divisa que ha escogido el poeta y el cronista de Carlos el Teme- rario, poeta y cronista que encuentra en la vida un gusto amargo y cuyo retrato nos muestra esos rasgos duros que atraen nuestra mirada en tantas figuras de aquella tpoca 8.

Apenas ha habido en aquel tiempo una persona cuya vida haya estado tan llena de gloria terrena y de niagnifica voluptuosidad, ni tan coronada de kxito, como la de Felipe el Bueno. Y, sin embargo, tam- biPn se apodera de kl ese hastio de la vida, que es propio de la kpoca. Cuando le notifican la muerte de su hijo, de un aiio de edad, dice:

6 Ultimo verso: no quiero n ~ i s que morir. A, dc la Borderie: Jean Mesclrinot, sa v ie et ses oeuvres, Bibl. de ['Ecole des chartes, 1.~1, 1895, pdgs. 227, 280, 305, 310, 312, 622, etc.

7 Chastellain: I, p6g. 10. Prolague, cf. Complainte de fortune, vm, pig. 334. 8 La Marche: I, picg. 186; IV, pig. 89; H. Stein: Etude stir Olivier d e la Marche,

historien, poele et diplomate (Mem. couronne's, etc., de I'Acnd. royale de Belg., t. XLIX) Bruselas, 1888, frontispicio.

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2. Anhelo de una vida mls bella 51

"iOjali me hubiese dado Dios morir tan pequeiiol Entonces si que yo me hubiese considerado feliz" 9.

{No es notable que en esta tpoca confluyan en la palabra melan- colia las significaciones de tristeza, cogitabunda taciturnidad y fanta- sia? Hasta este punto parecia cernirse necesariamente en la melancolia toda ocupaci6n grave y seria del espiritu. Froissart dice de Felipe de Artevelde que se queda pensativo a1 recibir una noticia: quant il eut nerancoliet une espasse, il s'auisa qu'il rescriproit aus commissaires dou roi de France10, etc. Deschamps dice de una cosa que excede en fealdad a todo lo que se puede imaginar: "No hay ningun pintor tan "merencolieux" que fume capaz de pintarla" 11.

En el pesimismo de estos hombres saturados, decepcionados, has- tiados, hay un elemento religioso, per0 muy dtbil. En su hastio de la vida interviene tambien, seguramente, la esperanza del pr6ximo fin del mundo, reavivada en todos 10s espiritus con amenazadora inminen- cia y encendida fantasia por el nuevo florecimiento de las predicacio- nes de las brdenes mcndicantes. Los tiempos sombrios y confusos, la plaga crbnica cie la guerra, eran muy a prop6sito para robustecer aquella idea. En 10s ultimos afios del siglo XIV parece haber existido la creencia popular de que nadie habia sido recibido en el Paraiso desde el gran cisma de Occidente 12. La aversibn producida por la Yana y engafiosa vida de la corte bastaba para hacer madurar la idea de decir adibs a1 mundo. Sin embargo, el sentimiento de depresibn que exteriorizan casi todos 10s servidores de 10s principes y casi todos 10s cortesanos, apenas tiene contenido religioso. Las ideas religiosas han matizado ligeramente, a lo sumo, el general hastio de la vida. Esta insistencia en denigrar la vida y el mundo esti muy lejos de ser la manifestaci6n de un autkntico sentimiento religioso. El mundo, dice Deschamps, es como un viejo infantil: en un principio era inocente; durante largo tiempo ha sido sabio, justo, virtuoso y valiente.

9 Monstrelet. N, pQg. 430. 10 Cuando hubo "melancolizado" -meditado- un rato, decidib contestar por

escrito a 10s comisarios del rey de Francia. 11 Froissart, ed. Luce, x, pig. 275; Deschamps, n6m. 810 (N, pig. 327) ; d. Les

Quinre joyes de mariage (Paris. Marpon et Flammarion), pig. 64 (quinte joye); Le liwe messire Geoffroi de Charny, Romania, xxv~, 1897. pig. 399. 12 Johannis de Varennis responsimes ad capitula accusationurn, etc., § 17; en

Gerson, Opera, I , pig. 920.

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El otoiio de la Edad Media

Or est laches, chetis et moIz, Vieux, convoiteus et ma1 padant;

Je ne voy que foles et folx.. . 13

La fin s'approche, en verite'. . . Tout va mal. . . 14.

No es s610 hastio de la vida, sino tambikn miedo a la vida, un retroceder temeroso ante la vida, ante 10s inevitables dolores quc la xonlpaiian, una actitud deI espiritu como la que tienen tambiCn por base las concepciones budistas de la existencia, medrosa aversi6n a 10s trabajos de la vida diaria, horror a la pobreza, a la enfermedad y a la cejez. Este miedo a la vida es compartido asi por 10s cstragatlos como por aquellos que nunca han sufrido las tentaciones del mundo, por haber siempre retrocedido timidamente ante Ia vida.

Las poesias de Deschamps rebosan este misero menosprecio de la vida. Dichoso aquel que no tiene hijos, puesto que 10s nifios pcquefios

5610 son griteria y fetidez, trabajo y preocupacibn. Han de ser vestidos, calzados, alimentados y cstrin siempre en peligro de cacr o de lasti- rnarse. Se ponen enfernios y mueren, o crcccn, ); se haccn nlalos y son reducidos a prisi6n; todo trabajos y disgustos, sin que ninguna diclia compense 10s cuidados, esfuerzos y dispendios de la educaci6n. Y no hay mayor desdicha que tener hijos ma1 formados. El poeta no lcs dedica una sola palabra de amor; el monstruoso tiene ma1 corazbn, hace decir a la Escritura. Diclloso tambikn aqurl que permanccc ckiibc, pues vivir con una mujer nlala es malo, y una buena ha de temerse continuamentc el perdcrla. No sb10 la desdicha se evita, pues, sino tam- b i h la dicha. En la vejez no ve el poeta nlris que maldad y axn, la lan~entable decadencia corporal y espiritual, la ridiculez y repugnancia. Y el hombre envejcce pronto; Ia mujcr, a 10s treinta aiios; el val.;in, a 10s cincuenta, y 10s sesenta aiios son el limite normal de SLI vida ' 5 .

l a Ahora es cobarde, ruin y dkbjl, - Vjcjo, cudicioso y maldiciente; - Yo no veo mds que locas y locos.

14 Deschamps, n6m. 95 (I, phg. 203). 15 Deschamps: Le mil-air de nzaringe, rx, pigs . 25, 69, 81, nhm. 1.004 ( v h e p i .

gina 259) ; ademds, 11, pigs. 8, 183-185; 111, pbgj. 39, 373; vrr, pig. 3; IX, pig. 209, etc.

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2. Anhelo de una vida mis bella 53

Cuin lejos esti aqui de la pura idealidad con que el Dante ha descrito en su Conuiuio la dignidad del noble anciano

Una tendencia piadosa -que en Deschamps no encontramos ape- nas- puede, hasta cierto punto, elevar las consideraciones por encima de u n temor a la vida, como &te, aunque como sentimiento funda- mental siga siendo mas sensible la renuncia pusilinime que la verda- dera piedad. Hasta en 10s mis graves elogios de una vida santa resuena con frecuencia esta mera negacibn en mayor medida que una genuina koluntad de santificatibn. Cuando el irreprochable cand le r de la Universidad de Paris, Jean Gerson, lumbrera de la teologia, escribe para sus hermanas un discurso sobre la excelencia de la virginidad, figuran entre sus argumentos una larga serie de sulrimientos y dolores que van unidos con el matrimonio. U n ~narido puede resultar bebe- cior, o derrochador, o avaro. 0, si es bueno, puede haber una mala cosecha, o una peste, o un naufragio pueden arrebatarle todos sus bienes. iQu6 trabajos no da el embarazo y cuintas mujeres mueren de parto! (Y tiene la madre que cria a su hijo nunca suefio tranquilo, ni alguna dicha y alegria? Los niiios pueden nacer deformes o resultar ind6ciles; el marido puede morir y la mujer quedar viuda en la poblcza y la nliseria 17.

El m8s profundo abatimiento ante las niiserias terrenales es el sen- timiento con que se considera la realidad cotidiana, tan pronto corno la infantil alegria de la vida o el ciego gozar ceden el paso a la con- Gderaci6n ~neditativa. iD6nde esti el nlundo mis bello tras el cual necesariamcnte suspira toda bpoca?

La nostalgia de una vida m8s bella ha visto dclante de si cn todo tiempo tres caminos que se dirigen hacia la rneta lejana. El primero ha conducido por lo regular fuera del mundo: es el carnino de la ncgaci6n de Cste. La vida mis bella s610 parece ser ascquible en cl mis alli, s610 puecie ser un desprendimiento de todo lo terrenal; todo inter& prodigado en este mundo no hace sino retrasar Ia vcrdadcra sdvaci6n. En toda cultura superior se ha recorrido este camino. El cristianismo lrzbia impreso tan poderosamente en 10s espiritus esta aspiracibn -co-

16 Conviviu lib., IV, caps. 27, 28. 17 Discours de I'excellence de virginitd, Gcrson: Opera, HI, pAg. 382; cf. Dio-

nysius Cartusianus: De vanitate mundi, Opera amnia, c u m et lobore monachorunr sacr. urd. C o l t . , Alonst.-clii T o ~ m n c i , 1LT;G-1'313, 4 1 vols. xssrs, p i g . 472.

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nlo contenido de la vida individual y como base de la cultura- que durante largo tiempo impidi6 casi por completo se intentase el segun- do camino.

En segundo camino es el que conduce a1 mejoramiento y perfec- , cionamiento del mundo. La Edad Media apenas ha conocido esta as- piraci6n. El mundo era para ella tan bueno y tan malo como podia ser; es decir, todas las cosas, puesto que Dios las ha querido, son buenas; 10s pecados de 10s hombres son 10s que tienen a1 mundo en la miseria. Aquella edad no conoce ninguna aspiraci6n ronsciente a1 mejoranlien- to y a la reforma de las instituciones sociales o politicas como resortes del pensamiento y de la acci6n. Practicar la virtud en la esfera propia de cada cual es lo 6nico que puede aprovechar a1 mundo; y aun en esto t s el verdadero fin la otra vida. Incluso alli donde se crea efectivamentc una nueva forina social, se considera en principio esta creaci6n con10 I:n restablecimiento del buen orden antiguo o como una supresi6n tle abusos, conseguida mediante una especial delegaci6n del poder poi- parte de la autoridad. La implantaci6n consciente de formas considera- das realmente como nuevas es rara, incluso en el activo t~abajo lrgis- lativo, que conoci6 la monarquia francesa desde San Luis y que imitaron cn sus dominios hereditarios 10s duqucs de Borgofia. Pcio totlavia no he dan cuenta, o se la dan apenas, de que en este trabajo se l l a a a cabo una efectiva evoluci6n de la organizacibn del Estado hacia iolmas nxis adecuadas. Publican ordenanzas o instituyen autoridades, polque asi lo cxige su misi6n inmediata de promover el bien general; no poiclue >e aspire conscientemente a un determinado porvenir politico.

Nada ha contribuido tanto a extender el sentimiento de temor a la vida y de desesperanza ante 10s tiempos venideros como csa ausencia de una firme y general voluntad de hacer mejot- y mris dichoso el mun- do. Y el mundo, por su parte, tampoco prornetia cosas mejores. Quien anhelaba algo mejor y, sin embargo, no podia renunciar a1 mundo con todas sus magnificencias, s610 tenia, por tanto, la desesperaci6n. No 1

veia en ninguna parte esperanza o regocijo. A1 nlundo le qucdaba scilo breve ticmpo de vida y lo que le esperaba en 61 era calamitoso.

Cuando, por el contrario, se emprende el camino del mejoramicnto positivo del mundo, comienza una nueva edad, en que el horror a la vida cede el paso a1 Animo y a la esperanza. Es el siglo X V I I I el que por primera vez se da verdadera cuenta de esto. El Renxiniiento dcbe su

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enkrgica afirmacibn de la vida a otras satisfarciones. Onicamente el siglo XVIII eleva a dogma capital la pcrfectibilidad del hombre y de la sociedad, y las aspiraciones sociales y econbmicas del siguientc siglo s610 han perdido la ingcnuidad del anterior, pero no el rinirno ni el cptimismo.

El tercer camino que se dirige hacia un mundo mris bello contluce a travts del pais de 10s sueiios. Es el camino mPs c6modo; pero mar- chando por 61, se permanete sieinpre a la misma distancia dc la meta. Puesto que la realidad terrena es tan dcsesperantemente lan~entable y la negacibn del mundo tan dificil, demos a la vida un bello colorido ilusorio, perdihdonos en el pais de 10s ensueiios y de las fantasias, que velan la realidad con el kxtasis dcl ideal. Basta un sencillo tcnia, u n solo acorde, para hacer sonar la fuga capaz de elevar 10s corazones; basta dirigir 10s ojos a la dicha soiiada de un pasado mris bello, a su heroismo y a su virtud, o bien a la jubilosa claridad dc la vida y del goce de la naturaleza. La cultura literaria se ha edificado entera, desde la Antigiiedad, sobre estos pocos temas: el tema de 10s htrocs, el tcnia de la sabiduria, el tema bucblico. La Edad Media, el Renacimicnto y 10s siglos XVIII y xrx, todos juntos, no hacen apenas mPs quc modular nuevas variaciones de la antigua tonada.

Pero tes que este tercer camino hacia una vida mPs bella, cl huir de la dura realidad'para acogerse a una bella ilusicin, sblo es cosa de la cultura literaria? Seguramente es mPs. AEecta, exactamentc como las -

otras dos direcciones, a la forma y a1 contenido de la vida social misma, y con tanta mits fuerza cuanto mris primitiva es la cultura.

El efecto que las tres actitudes espiritualcs mencionadas producen sobre la vida real es muy distinto. El contact0 mPs estrecho y mis con- tinuo entre la labor de la vida y el ideal tiene lugar alli donde la idea misma apunta hacia el mejoramiento y el perfeccionamiento del niundo. Entonces se derraman la fuerza y la confianza alentadoras en la labor material y se llena de energia la realidad inmediata. A la vez que se realiza la propia misibn en la vida, se aspira a alcanzar el ideal de un mundo mejor, El motivo alentador es, si se quiere, un sueiio de felici- dad. Hasta cierto grado tiende toda cultura a realizar en el mundo real un mundo soiiado, transformando la organizacibn de la sociedad. Pero mientras que en otros casos s610 se trata de una transformacibn espi- ritual, de instituir una perfeccibn imaginaria frente a la ruda realidad,

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en este caso es el objeto del suefio la realidad misma, que se quiere transformar, purificar y mejorar. El mundo parece marchar por el buen camino hacia el ideal, cuando el hombre act6a progresivamente. La forma ideal de la vida parece no estar muy lejana de la forma de la existencia activa. Hay s610 un breve espacio entre la realidad y el suefio. Cuando se tiene bastante con aspirar a la producci6n mis rica y a la distribuci6n de 10s bienes mis equitativa posibles; cuando el con- tenido del ideal es el bienestar, la libertad y la cultura, se piden rela- tivamente pocas cosas a1 arte de vivir. El hombre ya no siente la nece- sidad de darse tono de noble, o de htroe, o de sabio, o de refinado cortesano.

Muy distinta es la influencia que ejerce sobre la vida real la primera de las tres actitudes, la de la ngaci6n del mundo. La nostalgia de una cterna salvaci6n nos hace indiferentes a1 curso y a la forma de la txistcncia terrenal, puesto que lo 6nico que debe cultivarse en ella es la virtud. Se dejan ser conio son las formas de la vida y de la sociedad, per0 tendiendo a penetrarlas de moralidad trascendental. Gracias a esto no resulta pura negacibn y rcnuncia el desvio del mundo en la comuni- dad terrenal, sino que se refleja tambikn en una labor fecunda y en una misericordia eficaz.

~ C 6 m o actha ahora, sobre la vida, la terccra actitud, el anhelo de una vida mis bella en el scntido de u n ideal sofiado? Convirtiendo las formas de la vida en formas artisticas. Pero no es solamente en las obras de arte, en cuanto tales, en donde esta actitud da expresi6n a su ideal; esta actitud ennoblece y embellece la kitla misma y llena la vida social de juegos frivolos y de formas ceremoniosas. Justamente cn cste caso es cuando se hacen a1 arte personal de vivir las mis elevadas peticioncs; peticiones a que s610 puede responder una c'lite, haciendo de la vida un juego lleno de artificio. La imitacidn dei hkroe y del sabio no es cosa para todo el mundo; decorar la vida con colores heroicos o idilicos es bn gusto costoso y que por lo regular s610 se satislace de un moclo muy deficiente. La aspiraci6n a realizar el ideal en las formas mismas de la sociedad tiene como uitium originis un caricter aristocrhtico.

Con esto nos hemos acercado a1 punto de vista desde el cual vamos a considerar la cultura de la ultima Edad Media: el einbellecimicnto de la vida aristocritica con las formas del ideal, la luz artificial del romanticismo caballeresco proyectindose sobre la vida, el munclo en-

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mascarado con el magnifico traje de la Tabla Redonda. La distancia entre la forma de la vida y la realidad es sumamente grande; la luz rs falsa y ofuscante.

El anlielo de una vida bella pasa por ser el rasgo mis caracteristico del Renacirniento. Reina en kste la mis perfecta armonia en la satis- faccibn de la sed de tclleza, asi en la obra de arte como en la vida misma. El arte sirve a la vida y la vida a1 arte como nunca habia su- cedido antes. Pero tambikn en este punto se ha trazado con excesivo rigor el limitc entre la Rclad Media y el Renacimiento. La pasi6n por revestir de belleza la vida misma, el arte de vivir refinadamente, el des- pliegue inulticolor de un ideal de vida, todas estas cosas son muy ante- riores a1 Quattrocento italiano. Los motivos de embellecimiento de la vida que utilizan 10s florentinos no son otra cosa que antiguas formas medievales. Lorenzo de Medici rinde el mismo honienaje quc Carlos el T e m e r a ~ i o a1 antiguo ideal caballeresco, considerado por anibos como la forma nobk dc la vida. Lorenzo llega incluso a ver en Carlos su modelo en cierto respecto, a pesar del aire bdrbaro, aunque magnifico, de este htimo. Italia ha descubierto nuevos horizontes de belleza para la vida, ha dado un nucvo tono a &a; pero aquella actitud que se considera habitualnlente como caracteristica del Renacimiento, a saber, la aspiracibn a clevar la propia vida a una forma del arte, no ha sido en mod0 alguno iniciada por cl Renacimiento.

El gran corte en la manera cle concebir la belleza dc la vida cac mis bien entre el Renacimiento y la Edad Moderna. El salto sc da alli doncie comienzan a separarse el arte y la vida; donde se empieza a no gozar el arte en medio de la vida, como una noble pane de la dicha lnisina de vivir, sino fuera de la vida, como algo altainente ve- nerablc a que cl honlbrc s610 dcbe volverse en momentos de elevacicin o de reposo. El antiguo tluaiismo, que separaba a Dios y el mundo, re- torna en otra forma: como la separacibn dcl arte y de la vida. Queda trazada un raya por en medio de 10s goces de la vida. Rstos se han dividido dcsde cntonces en dos mitades, una inferior y otra superior. Para el hombre medieval cran todos ellos pecaminosos; ahora pasan todos por licitos, pero su dignidad ktica cs distinta, segun su mayor o menor cspiritualidad.

Las cosas clue pueden haccr de la vida un goce siguen siendo las mismas. Ahora, conlo antes, son la lectura, la musica, las artes plisticas,

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10s viajes, la contemplaci6n de la naturaleza, el deporte, la moda, las vanidades sociales (Ordenes militares, cargos honorificos, reuniones) y 10s transportes de 10s sentidos. El limite entre 10s inferiores y 10s supe- riores parecc estar actualmente, para la mayoria, cntre la conte~nplacihn tie la naturaleza y el deporte. Pero este lirnite no es fijo. A la corta o a la larga, y, en todo caso, por ser el arte de la h e r / L corpo~al y del valor, serri contado universalmente el deporte entre 10s goces superio- res. Para el hombre medieval, el lintite yacia, en el r~iejor de 10s casos, inrnediatamente despui.s de la lectura; incluso el placer de Psta s61o podia santiEicarse por la aspiraci6n a la virtud o a la ciencia, y en la m6sica y las artes plisticas sc reconocia cxclusivamcnte como bueno el servicio que prestan a la religibn. El placer era en si pecaminoso. El Renacimiento se emancip6 de esta negaci6n del goce de la vida colno algo en si pecaminoso, sin encontrar por otra parte una nueva divisi6n entre placeres superiores e inleriores. El Renacintiento queria gozar despreocupadamente la vida entera. La moderna distincibn es el resul- tad0 de ese compromiso entrc el Renacimiento y el puritanism0 en que descansa la actitud moderna del espiritu. Ha habido una mutua capi- tulaci6n, por la cual se reserv6 el primero la salvaci6n de la belleza y el segundo la condenaci6n del pecado. El puri tanimo riguroso seguia condenando, a1 igual de la Edad Media, la esfera integra de la belleza de la vida, como mundanal y pecaminosa en el fondo, a no ser que adopte formas expresamente religiosas y se santifique poniendose a1 servicio de la fe. S610 despuPs que declin6 la concepci6n puritana del universo recobr6 el terreno la sensibilidad renacentista para todos 10s placeres de la vida, e incluso mds terreno que antes; pues dcsde el si- glo XVIII existe la propensi6n a ver de suyo en lo natural un elemento del bien moral. Quien ahora tratase de trazar la linea divisoria entre 10s placeres superiores y 10s placeres inferiores de la vida, en la forma que nos dicta nuestra conciencia moral, no sepalaria el arte del placer sensible, ni la contemplaci6n de la naturaleza de la cultura del cuerpo, ni lo espiritual de lo natural, sino tan s610 10s goces egoistas, menti- rosos y vanos, de 10s puros.

Hacia el final de la Edad Media, cuando empezaba a agitarse un espiritu nuevo, seguia siendo siempre posible en principio la antigua elecci6n entre Dios y el mundo: la total repudiaci6n de toda la mag- nificencia y belleza de la vida terrena o un temerario echar mano a

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todo, con pdigro de perder el aima. La belleza del mundo se torn6 dobleniente incentiva a1 reconocerse su pecaminosidad. Quicn se cntre- gaba a ella, la gozaba con una pasi6n sin limites. Pero aquellos que no podian prescindir de la belleza y, sin embargo, no querian entre- garse a1 mundo, tenian que ennoblecer la belleza. Podian para ello santificar el grupo entire del arte y de la litcratura, en donde la ad- miraci6n constituye la esencia del placer, ponikndolo a1 servicio de la fe. Y aunque de hecho era el placer del color y de la linea lo que ani- maba a 10s amantes de 10s cuadros y de las miniaturas, su santo asun- to quitaba a ese placer el sello de la pecaminosidad.

Pero lqu6 pasaba con la belleza cuando time contenido pecami- noso? La divinizaci6n del cuerpo en el deporte caballeresco y en la moda cortesana, la soberbia y la ambicih de cargos y de honores, el engafioso e insondable abismo del amor, @mo podia ennoblecerse y sublimarse todo esto, que la fe habia conclenado y repudiado? Aqui venia ese camino intermedio que conduce a1 pais de 10s sueiios, revis- tiCndolo todo con la bella apariencia de antiguos ideales imaginaries.

El intenso cultivo de la belleza de la vida en las formas de un ideal heroic0 es el rasgo que enlaza la cultura franco-caballcresca, desde el siglo XII, con el Renacimiento. El amor a la naturaleza era todavia demasiado ddbil para que fuese posible rendir con plena fe culto a la belleza de las cosas terrenales, en su desnudez, como habia hecho el espiritu griego. La idea del pecado era demasiado poderosa y s610 en- cubrikndola con la veste de la virtud podia cultivarse la belleza.

Toda la vida aristocritica de la dltima Edad Media -piknsese en Francia y en Borgofia, o en Florencia- es el intento de representar un sueiio, siempre el mismo sueiio, el sueiio de 10s antiguos heroes y sabios, del caballero y la doncella, de 10s pastores sencillos y satisfechos de la vida. Francia y Borgoiia siguen representando la pieza en el estilo antiguo; Florencia compone sobre el tema dado un nuevo y mis her- moso especticulo.

La vida de nobles y principes se ha elevado hasta sus miximas po- sibilidades expresivas. Todas las formas de la vida se han convertido en misterios, por decirlo asi, ornados de colores y galas, disfrazados de virtudes. Los sucesos de la vida y las emociones que provocan en nosotros se presentan en el marco de bellas y gratas formas. Sk bien, sin embargo, que nada de esto es especifico de la 6ltima Edad Media;

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s t que esto germina ya en 10s estadios primitivos de la cultura, clue puede encontrarse t a m b i h en China y en Bizancio y que no se extin- gue con la Edad Media, como prueba el Rey-sol.

La corte es el lugar donde con mPs plenitud pueden desplegarse las formas estiticas de la vida. Es sabido cuinta importancia concedian 10s duques de Borgoiia a todo lo que se referia a1 esplendor y brillo de su corte. Despues de la gloria guerrera, dice Chastellain, es el brillo de la corte la primera cosa en que se pone la mira y cuya regulaci6n y buen orden son de suma necesidadls. Olivier de la hfarche, el maestre de ceremonias de Carlos el Ternerario, escribib, a requerimien. tos del rey Eduardo IV de Inglaterra, su tratado sobre el esplendor de la corte del duque, recomendando a1 rey que imitase aquel modelo cie vida ceremoniosa y de etiqueta l9. De Borgofia heredaron 10s Habsburgos la vida de corte pomposa y bella y la trasplantaron a Es- paiia y Austria, cuyas cortes han sido su baluarte hasta estos, 6ltimos tiempos. La corte de Borgofia era universalmente celebrada con10 la rnis rica y la mejor ordenada de todas2*. Principalmente, Carlos el Temerario, un hombre con el rnis riguroso espiritu de disciplina y regularidad, y que, sin embargo, no dej6 detris de si mPs que desorden, tenia una verdadera pasi6n por la vida sometida a formas fijas. La antigua ilusi6n de que el principe mismo oyese y juzgase a1 punto las quejas de 10s pobres y de 10s humildes fue realizada por 61, revistiendola de la rnis bella forma. Dos o tres veces por srmana daba, desputs de !a comida, una audicncia phblica, en la cual podia acerciirselc y expo- nerle sus peticiones cualquiera. Todos 10s nobles de su casa debian estar presentes y ninguno osaba faltar. Separados cuidadosamente con- furme a su rango, permanecian sentados a ambos lados del paso libre que conducia a la elevada silla del duque. Arrodillados a sus pies esta- ban 10s dos rnaitres des requestes, el audiencicr y un sccretario, que leian 10s memoriales y 10s despachaban como les ordenaba el principe. DetrL de unas balaustradas, que rodeaban la sala, permanecia en pie

1s Chastellain, v, pig. 364. 19 La Marche, N, pig. c x ~ v . La antigua traduccidn holandesa de su Estat de la

maison du duc Charles de Bourgogne, en Matthaeus, Analecta, I, pigs. 357-494. 20 Christine de Pisan: Oeuvres pottiques, ed. M . Roy (Soc. des anciens texte;

franpzis) 1886-1896, 3 vols., I, pig. 251, nrim. 38; Leo uon Rozmitals Reise, ed. Schmeller (Bibl. d . lit. Vereins ru Stuttgart, t . VII) 1844, pigs. 24-149.

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2. Anhelo de una vida m6s bella 61

el personal inferior de la corte. Era por su aspecto, dice Chastellain, une chose magnifique et de grand 10s; per0 10s forzados espectadores se aburrian bravamente, y 61 mismo duda de 10s buenos resultados de esta manera de hacer justicia, que era una cosa no vista por 61 en la corte de ninghn otro principe de su tiempo 21.

Tambikn las diversiones habian de tomar la misma forma bella en la corte de Carlos el Temeral-io. Tournoit toutes ses manikres et ses moeurs d sens une part d u jour, et auecques jeux et ris entremeslk se delitoit en beau parltr et en amonester ses nobles a uertu, comme En orateur. Et en cestuy regart, plusieurs fois, s'est brouue' assis en u n hautdos pare' et ses nobles deuant luy, lu ou il leur fit diverses remono- trances selon les divers temp; et causes. Et toujours, comme prince et chef sur tous, fut richement et magnifiquement habitut sur tous les autres 22. Este arte conscicnte de vivir es, a pesar de sus forrnas rigi- das e ingenuas, un verdadero y perfecto Renacimien~o. Lo que llama Chastellain su haute magnificence de coeur pour estre uu at regardd cn singulidres choses es el rasgo mas caracteristico del hombre rena- centista, segun Burckhardt.

Las ordenanzas relativas a la organizaciirn jerirquica de la corte son de una exuberancia rabelesiana, cuando tratan de las comidas y de la cocina. La mesa de Carlos el Temerario, con todos sus servidores -panetien, trind~antes; escanciadores, maestres de cocina- cuyas iun- ciones estaban reguladas con una severidad casi liturgics, semejaba la representacibn de un grande y grave especticulo. La corte entera comia en grupos de diez, en departanlentos separados, servidos y atendidos como el sefior, todo cuidadosamente ordenado conforme a1 rango y a la clase. Todo estaba tan bien regulado, que todos estos grupos podian saludar despuks de comer y en el momento oportuno a1 duque -que aim estaba sentado a la mesa- paur luy donner glotre 23.

21 La Marche, IV, pBg. 4 y sigs.; Chastellain, v, p8g. 370. 22 Chastellain, v, pAg. 368. Procuraba con todos sus actos y por todos 10s medios

dedicar a conversaciones graves una parte del dia,' y alternando con juegos y risas. deleitabase en el buen decir y en exhortar a sus nobles a la virtud, como un orador. Y con esta intenci6n, muchas veces, veiasele sentado en un rico sill6n de alto res- paldo, con sus nobles delante de 61, hacihdoles diversas advertencias seglin las di- versas ocasiones y circunstancias. Y siempre, como principe y seiior de todos, fuC WAS rico y magnificamente vestido que todos 10s demh. 23 La Marche, IV, Estat de la maison, pAg. 34 y sigs.

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En la cocina (imaginese aquella cocina de heroes con sus siete fogo- r:es gigantescos, que es el linico resto conservado hasta hoy del palacio ducal de Dijdn) estP sentado el cocinero de servicio en un sillbn situado entre el fog6n y 10s distintos servicios, desde el cual puede contemplar €1 departamento entero. En su mano debe tener una gran cuchara de madera "que le sirve para dos fines: primero, para probar las sopas y !as salsas; segundo, para empujar a 10s pinches de cocina a hacer su obligacidn, y si es necesario, para golpearlos mis de una vez". En raras ocasiones, por ejemplo, cuando llegan las primeras trufas o el primer zrenque nuevo, se presenta el cocinero a servirlo en persona, con una antorcha en la mano.

Para el grave cortesano, que nos las describe, son todas estas cosas sacros misterios, de 10s cuales habla con respeto y con una especie de pedanteria escolistica. Cuando yo era paje -dice La Marche- era a6n demasiado joven para entender de cuestiones de priskance y ceremo- nia124. La Marche plantea a sus lectores importantes cuestiones de jerarquia y de etiqueta, para darse el gusto de resolverlas con su rnaduro tacto. {Por qut. asiste el cocinero y no el pinche de cocina a la comida del seiior? 2De quk mod0 debe ser nombrado el cocinero? {Quien debe representarle en caso de ausencia, el hateur (encargado de 10s asados) o el potagier (encargado de la sopa) ? A csto respondo -dice el sabio ~ar6n-: cuando en la corte de un principe debe ser nombrado un cocinero, deben ser llamados, uno detris de otro, 10s maitres d'hdtel, 10s escusiers de cuisine y todos aquellos que estin empleados en la cocina, y el cocinero debe ser nombrado por eleccidn solemne, verificada por cada uno bajo juramento. Y a la segunda cuestibn: ni el hateur, ni el potagier pueden representarle, sino que el sustituto del cocinero debe ser nombrado igualmente por elecci6n. {Por quk 10s panetiers y 10s escanciaclores ocupan, respectivamente, el primero y segundo rangos, por encima de 10s trinchantes y de 10s cocineros? Porque sus cargos se refieren a1 pan y a1 vino, cosas santas, glorificadas por la dignidad del sacramento 2j.

Como se ve, existe una efectiva relacibn entre la esfera de ideas de la fe y la de la etiqueta cortesana. No cabe insistir bastante en que

24 La hlarche, I, phg. 277. 25 La Marche, rv, Estat de la maison, pigs. 34, 51, 20, 31.

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aquel aparato de bellas y nobles formas de vida alberga un elemento liturgico que ha ele>ado el valor de las mismas a una esfera cuasi- ~eligiosa. S610 este elemento puede explicar la extraordinaria importan- cia que no s610 en la ultima Edad Media se ha concedido siempre a todas las cuestiones de jerarquia y de ceremonial.

En el antiguo i m ~ c r i o ruso, antes de 10s Romanow, la lucha por precedencia de lugar cerca del trono condujo a la creaci6n de un de- partamento fijo de la administracibn del Estado. Los Estados occiden- tales de la Edad Media no conocen esta forma; per0 tambitn en ellos representa un gran papel la envidia causada por dicha precedencia. Ficil seri amontonar 10s ejemplos. Pero aqui s610 tratamos de hacer intuitiva la exornaci6n de las formas de la vida hasta que se convierten en un be110 y grato juego y la multiplicaci6n de las mismas hasta que terminan en un vacuo despliegue. Valgan 10s siguientes ejemplos. La forma bella puede en ocasiones impedir totalmente la acci6n adecuada. lnmediatamente antes de la batalla de CrPcy, practican cuatro caba- lleros franceses un reconocimiento del orden de batalla de 10s ingleses. El rey, que espera lleno de impaciencia sus informes y cabalga Icnta- mente por el campo, dctiene su caballo a1 verles regresar. Los cuatro caballeros se adelantan a travCs de las gentes de guerra apiliadas, hasta llegar a1 rey. ''&$.~t hay de nuevo, sefiores mios?", pregunta Pste. Los caballeros se contemplaron mutuamente sin decir palabra, pues ninguno de ellos qucria hablar antes que sus camaradas. Y el uno decia a1 otro: "Seiior, decid, hablad a1 rey, yo no hablart antes que vos". Asi dis- cutieron un momento, porque ninguno queria par honneur ser el pri- inero en hablar. Hasta que el rey se lo orden6 a uno de ellosZ6. Mucho mis a6n tuvo que disminuir la idoneidad de la forma bella en el caso de messire Gaultier Rallart, cheualier du guet de Paris en 1418. Este jefe de policia no acostumbraba nunca a hacer la ronda sin ir precedido de tres o cuatro musicos que soplaban alegremente; de suerte que el pueblo decia que aquel jefe iba como advirtiendo a 10s malean- tes: huid, que voy 27. Este caso no es un caso aislado. En 1465, vemos de nuevo que el obispo de Evreux, Jean Balue, hace la ronda nocturna en Paris con clarinetes, trompetas y otros instrumentos de mdsica qui

26 Froissart, ed. Luce, 111, pig. 172. 27 Journal d'un bourgeois, 5 218, pig. 105.

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n'estoit pas acoustume' de faire ri gens faisans guet 28. Incluso en el cadalso eran observados rigurosamente 10s llonores debidos a1 rango y a la clase. El cadalso del connitable de Saint Pol estP ricamente ador- nado con lirios marchitos; el almohad6n para orar y el paiio para 10s ojos son de terciopelo carmesi, y el verdugo es un individuo que no ha ejecutado nunca a nadie, privilegio algo dudoso para el condenado 29.

El rivalizar en cortesias y atenciones, que ha tomado en la actuali- dad un caracter de cosa propia de la pequeiia burguesia, estaba extra- ordinariamentc desarrollado en la vida de corte del siglo xv. Se consi- deraba entonces como insoportable afrenta propia no dar a 10s supe- riores el puesto que les correspondia. Los duques de Borgoiia respetan, con minuciosa exactitud, la primacia de sus reales parientes de Francia. Juan Sin Miedo tribut6 en todo tiempo a su joven nuera, Michelle de France, exagcrados honores; la llamaba Madame, se arrodillaba siem- pre sobre el suelo ante ella y quiso servirla, lo que ella, sin embargo, no quiso nunca consentir 30. Cuando Felipe el Bueno oye que su primo, el delfin, ha reiiido con su padre y huido a Brabante, interrumpe el asedio de Deventer, que era el preludio de una expedicibn para la con- quista de Frislandia, y regresa corriendo hacia Brusclas, para dar la bienvenida a1 rcgio huksped. Cuanto mas se acerca el encuentro, tanto mas rivalizan ambos sobre cud de 10s dos se adelantari a1 otro en punto a rendirle honores. Felipe siente gran temor de que el dellin cabalgue a su encuentro; para evitarlo galopa a rienda suelta y envia mensajero tras mensajero, rogando a1 delfin que le espere alli donde se encuentre. Si el hijo del rey viniese personaimente a su encuentro, se volveria, le jura, y retrocederia tanto, que no lo encontraria en ninguna parte, pues otra cosa se convertiria en burla y en verpiienza para 61, el duque, y le scria recordada eternamente por el xnundo entero. Prescin- diendo modestamente de la pompa habitual, entra Felipe en la ciudad de Bruselas, desmonta presuroso ante el palacio y entra en 61 corriendo ripidamente. Entonces divisa a1 deifin, que ha dejado con la duquesa su aposcnto y sale en el patio a su encuentro i s n 10s brazos abiertos. En el act0 descubre cl viejo duque su cabezs, se postra de hinojos un

2s CIzronique scazdoleuse, I , pig. 53. 29 Slolinet, I, p5g. 184; Basin, 11, pig. 376. 80 Alienor de Poitiers: L a hhoneurs de la cour, ed. La Curne dc Sainte Pala-

ye, MCnmircs s w L'at:ciennc chcvaleri, 1781, 11, phg. 201.

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momento y se adelanta luego presuroso. La duquesa retiene a1 delfin para que Cste no dk un paso, y el delfin trata de impedir en van0 que el duque se arrodille y, luego, de conseguir no menos en van0 que se levante. Ambos lloran de emoci6n, dice Chastellain, y con ellos todos 10s presentes.

Durante la estancia entera de este huisped, que pronto habfa de convertirse como rey en el peor enemigo de su casa, se supera a si mis- mo el duque en una obsequiosidad china. Llimase a si y a su hijo: de si meschans gens; expone desnuda a la lluvia su cabeza, sobre la que pesan sesenta aiios; ofrece a1 delfin todos sus dominios3l: Celuy qui se humilie deuant son plus grand, celuy accroist et multiplie son honnerrr enven soy-mesme, et de quoy la bonte' mesme luy resplend et tedonde en face 3?. Con estas palabras concluye Chastellain el relato de c6mo el conde de Charolais se resiste tenazmente a usar antes de la comida el aguamanil en compaiiia de la reina Margarita de lnglaterra ! de su hijo. Los nobles se pasaban el dia entero hablando de ello; el caso fu6 expuesto a1 viejo duque y Cste hizo a dos nobles defender el pro y el contra de la actitud de Carlos. El sentimiento feudal del honor era aim tan vivo, que se encontraban significativas, bellas y gra- tas estas cosas, en apariencia insignificantes. zC6m0, si no, comprender que las mutuas deferencias se prolongasen regularmente durante un cuarto de hora? 55 Cuanto mis tiempo se rehusaba, tanto mis edifi- (ados quedaban 10s circunstantes. Aquel a quien se debe besar la mano, la oculta para escapar a ese honor. La reina de Espaiia oculta de este modo su nlano ante el joven archiduque Felipe el Hermoso; Cste espera alg6n tiempo, hasta que la ocasi6n es favorable, y entonces coge inespe- radamente la mano y la besa. Y toda la grave corte de Espaiia se echa a reir, pues la reina ya no contaba con ello M.

Todas las espontineas delicadezas del trato social se encuentran cuidadosamente sometidas a formas. EstP rigurosamente prescrito q u i damas de honor han de ir de la mano. Y no s610 esto, sino tambiCn si

31 Chastellain, 111, pdgs. 196-212, 290, 292, 308; IV, pigs. 412-414, 428; Alienor de Poitiers, pigs. 209-212.

3' Y sit bonrlad le rcsplandece y rezuma en el rostro. 33 A!knor C!C Poitiers, p5g. 210; Chastellain, jl, pig. 312: Juvenal des Ursins,

pig. 409. La Marche, I, pig. 278; Froisart, I, pigs. 16-22, etc. 3: ?Jo:inet, v, pig, 192-194.

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la una ha de invitar a ello o no a la otra. Esta invitacibn, el hacerle seiias o llamarse (hucher) para ir juntas, es un concept0 tkcnico para la vieja dama de honor que nos describe el ceremonial de Borgoiia 36. La formalidad de no querer dejar partir a un huCsped, que se despide, es llevada hasta el rnis fastidioso extremo. La esposa de Luis XI pasa unos dias como invitada de Felipe de Borgoiia. El rey ha fijado un dia determinado para su regreso, per0 el duque se resiste a dejarla partir, sin hacer caso de 10s ruegos suplicantes del sCquito de la reina, ni del temor que estremece a ksta misma ante la idea de la cdlera de su es- poso 3'3. Goethe dice: "No hay ninghn signo externo de cortesia que no tenga una profunda raz6n de ser moral". Virtue gone to seed, ha llamado Emerson a la cortesia. Acaso no se pueda atirmar con plena justicia que esta razbn moral era sensible alin en el siglo xv; mas segu- ramente lo era el valor estktico que cabe encontrar entre 10s dos extre- mos del franco y sencillo testimonio de afecto y las secas formas de trato social.

De suyo se comprende que esta minuciosa exornaci6n de la vida tenga, ante todo, su sede en las cortes de 10s principes, en las cuales hay tiempo y espacio para ello. Pero tambikn invade las esferas infe- riores de la sociedad, como prueba ya el hecho de que sea justamente entre la pequeiia burguesia (prescindiendo de las cortes mismas) donde mis se han conservado aquellas formas hasta nuestros dias. El repetido obligar a tomar un poco rnis de un plato o manjar, el animar a que- darse un poco mis, el negarse a pasar delante, han desaparecido en su mayor parte, durante 10s liltimos cincuenta aiios, de las formas del trato social practicadas entre la alta burguesia. En el siglo xv se encurn- tran estas formas en pleno florecimiento. Pero a la vez que son obser- vadas del mod0 mis mcticuloso, la sitira las hace objeto de su burla vivaz. La iglesia es el principal escenario de bellos y porfiados testimo- nios de cortesia. En primer tkrmino, en la offrande. Nadie quiere ser el primer0 en poner su limosna sobre el altar.

"Passez - Non feray - Or avant! Certes si ferez, ma cousine, -Non feray -Huchez no voisine (Ilamad a nuestra vecina) , Q'elle doit mieux devant offnr.

35 Alienor de Poitiers. pdg. 190; Deschamps, ~x, pig. 109. 36 Chastellain, v, pAgs. 27-33.

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2. Anhelo de una vida mls bella

-Vous ne Ie deuriez souffrir." Dist la voisine; "n'appartient A moy: offrez, qu'd vous n e tient Que li prestres ne se delivre" ST.

Cuando por fin se ha adelantado la mris respetable, protestando humildemente de no hacerlo mis que para poner tkrmino a la discu- ~ibn, &a se renueva a1 besar el pacificale (la paix), tablilla de madera, plata o marfil que en la idtima Edad Media pasaba de boca en boca en la misa, despuis del Agnus Dei, en lugar de darse el beso de pazss. El paso de la paix de mano en mano, entre las personas principales, con la cortks resistencia a besarlo primero, habia degenerado en una larga y aburrida perturbacibn del culto divino.

Respondre doit la juene fame: -Prenez, je n s prendray pas, dame. -Si ferex, prenez, douce amie. -Certes, je ne le prandray nzie (no lo tomare) ; L'en me tendroit (me tendrian) pour une sole. -Baillez da~noiselle Marote (dadlo a la sefiorita Marote). -Non feray, Jhesucrist m'en gart. Portez ic ma dame Ermagart. -Dame, prenez. - Saincte Alorie, Portez la paix a la baillie (mujer del hailc) . -Nan, mais d la gouuemeresse 30.

Rsta la toma finalmente. Incluso un santo var6n que ha mucrto Fara el mundo, como San Francisco de Paula, tiene por deber suyo hacer tambitn estas cortesias, las cuales son consideradas por sus pia- dosos adoradores como signos de una verdadera humildad, de donde resulta que a6n no habia desaparecido por completo de estas formali- ciades el contenido Ctic040. La significaci6n de las mismas resulta,

a7 Quc 9610 por causa vuestra tienc que esperar el cura. Deschamps, rx, Lc miroir de nzariage, pigs. 109-110. 38 Varios ejemplares de estas "paix", en Laborde, 11, ndmeros 43, 45, 75, 126,

140, 5.293. 39 Deschamps, ib., pig. 300, of. +III , p6g. 156 baliade rlilnl. 1.462; Xiolinet, V,

pig. 195. Les cent nouvelles nouvelles, ed. Th. Wright, 11, pigina 123; cf. Ixs Quinze joyes de rnariage, phg 185.

40 Proceso de canonizacibn en Tours. Acta Sanctorum Apr., t. 1, pig. 152.

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por lo demis, sumamente clara, si se tiene en cuenta el hecho de que eran el reverso de isperas y tenaces discusiones por obtener en la iglesia la misma preferencia que tan cortksmente se trataban de imponer unos y otros41. Eran la bella y loable negacidn de una soberbia noble o burguesa a6n vivamente sentida.

La misa entera se habia convertido de este mod0 en una especie de minuk, pues a la salida se repetia la discusihn. El rivalizar era tntonces para dejar la derecha a 10s superiores, o la delantera a1 cruzar un paso o atravesar una calle. A1 llegar a casa era obligado -como pide aim la costumbre espaiiola- invitar a todos 10s acompafiantes a enuar en ella, a beber algo, lo que 10s demis debian rechazar con toda cortesia; entonces era forzoso acompaiiarles un poco mis, todo. entre corteses resistencias 43.

Todas estas bellas formas tienen algo de emotivo, cuando se con- sidera que brotan de la denodada lucha de una raza violenta y apasio- nada con su propia soberbia e ira. Con frecuencia fracasa la negaci6n formal del orgullo. Una y otra vez irrumpe la ispera rudeza a travks de aquellas formas decorativas. Juan de Baviera estA de huesped en Paris. Los grandes seiiores dan fiestas en las cuales el obispo electo de Lieja les gana a1 juego todo su dinero. Uno de 10s principes no aguanta mris, y exclama: "Diablo, <quC sacerdote es kste? <C6mo? 2Va a ganarnos todo nuestro dinero?" A lo cual replica Juan: "Ni soy sacerdote, ni tengo necesidad de vuestro dinero." Y tomindolo, lo arroja por todas partes. Dont y pluseurs orent grant mervelle de sa grant liberaliteit 43. Hue de Lannoy golpea a otro con un guante de hierro, mientras yace de rodillas ante el duquc, para acusarle. El car-

41 AnAlogas discusiones, causadas por cuesliones de rango, habia entre la no- bleza holandesa, a las cuales ya se habia referido W. Moll: Kerkgeschiedenis van

Nederland uoor de heruorming, Utrecht. 1864-69, 2 partes (5 fragmentos), 11, 5, *- gins 284, y se encuentran extensamente descritas en H. Obreen: Bydragen voor Vaderlandsche Geschiedenis en Oudheidkunde, X 4 , prig. 308. Igualmente para Bre- taiia, en H. du Halgouet: Mdmoires de la Socie'ti d'Histobe et d'ArchCologie de Bretagne, IV, 1923.

42 Deschamps, IX, pigs. 111-114. 43 Por lo cual varios se admiraron grandemente de su gran liberalidad. Jean

de Stavelot: ~trronique, ed. Borgoet (Coll . de chran. belges) 181, pAg. 96.

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denal de Bar llama a un predicador, ante la vista del rey, embustero y perro vulgar 44.

El sentimiento formal del honor es tan fuerte, que una faIta contra la etiqueta hiere como una ofensa mortal -lo mismo que a h hoy en muchos pueblos orientales- porque echa por 10s suelos la bella Ilusi6n de una vida ~ r o p i a elevada y pura, ilusi6n que sucumbe siem- pre ante la desnuda realidad. Es para Juan Szn Miedo causa de una vergiienza inextinguible el que Capeluche, el verdugo de Paris, que con gran pompa se cruza a caballo con 61, le haya saludado como si fuese un simple caballero y haya rozado su mano; solamente la muerte del verdugo puede borrar esta afrenta 45. En el banquete de gala que se da el dia de la coronacih de Carlos VI, en 1380, Felipe de Borgoiia sikntase por la fuerza entre el rey y el duque de Anjou, en el puesto que le corresponde como doyen des pairs. Sus respectivos skquitos in- tervienen ya con voces y amenazas, para decidir la discusi6n por la violencia, cuando el rey la acalla, accediendo a1 deseo del borgoii6n 46.

Ni siquiera en las graves circunstancias de la vida de campaiia se toleran las faltas contra las formas. El rey de Inglaterra toma a ma1 que L'Isle Adam se presente ante 61 con un traje demasiado sencillo (blanc gris) y le mire a la cara47. Un jefe del ejkrcito inglks manda :!1 parlameritario de la asediada Sens que vaya primer0 a1 barbero a afeitarse

El fastuoso orden de la Corte dc Borgoiia, encomiado por todos 10s contemporAneos4D, s610 adquiere su verdadera significaci6n junto a1 caos que solia reinar en la corte francesa, que era mucho mis antigua. Deschamps se lamenta, en una serie de baladas, de la n~iseria de la vida de la corte, y sus lamcntaciones signilican ya algo n ~ i s que las usuales molestias de la vida del cortesano, de las que hablare-

44 Pierie de Fcnin, pig. 607; Journal d'un bourgeois, pdg. 9. 45 Asi Juvenal des Ursins, pig. 543, y Thomas Basin, I, phg. 31. El Journal d'un

bourgeois, pig. 110, da otla raz6n de la pena de muerte, e igualmente Le livre des trahisons, ed. Kervyn de Lettenhove (Chron. rel. a I'hist. de BeIg. sous les ducs de Bourg.) 11, pig. 138 1.

46 Rel. de S . Denis, I , pig. 30; Juvenal des Ursins, pig. 341. 47 Pierte de Fenin, pig. 606; hfonstrelet, IV, pig. 9. 49 Pierre de Fenin, pig. 604. 49 Christine de l'isan, I, p5g. 251, niini. 5s; C l ~ ~ i s ~ c l l , ~ ~ n . v, p'igs. 364 y sig ; Roz-

t~litnls Reise, pigs. 24-149.

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mos ulteriormente. Mala comida y ma1 alojamiento, continuo ruido y confusibn, maldiciones y disputas, envidias y burlas y es la corte un cenagal de pecado, una boca del infierno ". A pesar de la sacra veneracibn por la monarquia y del orgul!oso despliegue de grandiosas ceremonias, se ha perdido el decoro mis lamentablemente que nunca, incluso en las ocasiones mis solemnes. En el sepelio de Carlos VI, en Saint Denis, en 1422, surgen violentas discusiones entre 10s monjes de la abadia y el gremio de 10s henouars de Paris sobre el traje de ceremonia y 10s ricos pafios con que esti guarnecido el atahd. Cada uno de 10s partidos afirma tener derecho a ellos, y tiran de ellos, y casi llegan a las manos, hasta que el duque de Bedford pone el litigio en las manos de la justicia, et fut le corps enterrk 51. El mismo caso se repite en 1461, en el entierro de Carlos VII. Cuando ha llegado a la Croix aux Fiens, en el camino de Saint Denis, se niegan 10s henouars, despuCs de un cambio de palabras con 10s monjes de la abadia, a seguir llevando el cadaver del monarca, si no se les pagan die2 libras parisienses, a las cuales afirman tener derecho. Abandonan el atafid en medio del camino y el f~nebre cortejo permanece dete- rlido largo tiempo. Ya van 10s ciudadanos de Saint Denis a realizar la piadosa tarea, cuando el grand e'cuyer promete pagar a 10s henouars de su propio bolsillo y puede proseguir el cortejo, para llegar a la iglesia cerca de las ocho de la noche. Inmediatamente desputs de la inhumaci6n surge una nueva disputa sobre el traje de ceremonia entre el propio grand e'cuyer del rey y 10s monjes52. AnPlogos tumul- ms por la posesibn de 10s utensilios de una solemnidad entraban, por decirlo asi, en el programs. Hasta la perturbaci6n de la forma se habia convertido en una forma 53.

La publicidad ilimitada que todavia en el siglo XVII era de pre- cepto en todos 10s sucesos importantes de la vida real, es causa de que falte con frecuencia todo orden justamente en las mayores solem-

60 Deschamps. I, ndms. 80, 114, 118; 11, nlims. 256, 266; xv, ndmeros 800, 803; v, ndms. 1.018, 1.024, 1.029; vlr, ndm. 253; x, n6ms. 13, 14.

51 Relato an6nimo del siglo xv en el lourn. de Pinsf. hist., N, pAg. 363; d. Ju- venal des Ursins, phg. 569; Religieux de S. Denis, VI, pig. 492.

62 Jean Chartier: Hist. de Charles VII, ed. Godefroy. 1661, pig. 318. 6% Entrada del delfin como duque de Bretafia en Rennes, en 1532, en Th. Go-

defroy. Le che'rnonial frantois, 1649, pig. 619.

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nidades. En el banquete de la coronaci6n, en 1380, es la congesti6n de invitados, sirvientcs y cspcctadores tan grande, que es menestcr clue 10s dos servidorcs de la corona destinados a estc Ein, el condestable y el mariscal de Sancerre, hagan a caballo circular Ias fuentes6J. Cuando Enrique V I de Inglaterra Cue coronado rey en Paris, en 1431, se introduce tumultunsanlcnte el pueblo en la gran sala de palacio, desde las primeras horas de la mallana, para contetnplar el especticulo y ver dc atrapar y comer a hurtadillas aigo. Los micnlbros del Parla- rnento y de la Universiclari, el pre'v8t des marchands y 10s regidores apenas pueden alcan~ar la sala del banquete a travbs dcl gcntio, y cuando, por fin, estdn en clla, encuentran las mesas destinadas a ellos ocupadas por toda claae dc mcnestrales. Se intcnta alejar a Cstos: mais quant on en faisoit lever ung ozc d e w , il s'en asseoit V I ou VIIZ d'autre costt s". En la consagraci6n de Luis XI, en 1461, se cierra y vigila previsora y oportunamente la catedral de Reims, de suerte que no hay en la iglesia rnls personas que aquellas que pueden caber c6modamente en el coro. Pero Cstas sc colocan en el altar mayor, donde tiene lugar la uncibn, de tal forma, que 10s prelados que asis- ten a1 arzobispo 'apenas tienen espacio para moverse y 10s principes de la sangre se encuentran oprimidos en sus sitialesG6.

La iglesia de Paris no podia soportar sino a regafiadicntes el ser tanto tiempo (hasta 1622) sufragrinea del arzohispado de Sens. Se hacia notar a1 arzobispo de todos 10s modos posibles que no se queria saber poco ni mucho de su autoridad y se apelaba a la exenci6n otor- gada por el Papa. El 2 de febrero de 1492 habia celcbrado la misa en Nuestra Scfiora de Paris el arzobispo de Sens con asistencia dcl rey. Antes de que Cste hubiese abandonado aim la iglesia, se retira el arzobispo, dando la bendici6n a1 pueblo. A1 mismo tiempo se le presenta la cruz; pero dos can6nigos avanzan con un gran trope1 de servidores de la iglesia,'echan mano a la cruz y la destrozan, desco- yuntan la mano a1 portador y promueven un gran tumulto, en el cual arrancan 10s pelos a 10s servidores del arzobispo. Este trata de aplacar la contienda; pero sans lui mot dire, uinrent PrBs de lui; Lhui-

64 Rel. de S. Denis, I, pig. 32. 63 Journal d'un bourgeois, pig. '277. 66 Thomas Basin, 11, pig. 9.

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llier (el dein de la catedral) lui baille d u coude (da con el cocio) duns l'estomac, les autres rompirent le chapeau pontifical et les cor- dons d'icelluy (kste). El otro can6nigo persigue al arzobispo disant plusieurs injures en luy mectant le doigt au visage, et prenant son bras tant que dessira son rochet, et n 'ewt estt que n'eust mis sa main au devant, l'eust frappt au visage 57. Por todo ello se inco6 un proceso que dur6 trece aiios 58.

Aquel espiritu apasionado y violento, duro y ficil llanto a la vez, continuamente fluctuando entre una sombria desconfianza del inundo y la fruicibn de su belleza multicolor, no podia vivir sin someterse a las mis rigurosas formas. Era necesario hacer entrar las emociones en un sdido marco de formas contrastadas. De este mod0 se dotaba a la vida de un orden, a1 menos, por regla general y se convertian las vivencias propias y ajenas en un be110 especticulo para el espfritu. Se gozaba del patbtico brillo que tienen el dolor y la dicha a la luz del arte. Para una pura expresi6n del espiritu faltaban aun 10s medios. S610 el dar forma estktica a las impresiones proporciona aquel alto grado de expresi6n que pide el tiempo.

No pretendemos decir, naturalmente, que hayan nacido con sente- jante significaci6n aquellas formas de la vida, sobre todo, las que se refieren a las grandes, viejas y sagradas solemnidades del nacimien- to, el matrimonio y la muerte. Aquellos usos y ceremonias brotaron de la fe y del culto primitives. Pero el sentido originario que les diera el ser era ignorado hacia largo tiempo, y en su lugar se habian lle- nado las formas con un nuevo valor estktico.

El revestimiento de la emoci6n con una forrna sugestiva alcanzB su mb alto desarrollo en el luto. Eran ilimitadas las posibilidades de exagerar pomposamente el dolor, que constituyen el polo opuesto de la exaltacih hiperb6lica de la alegria en las desmesuradas solemni- dades de la corte. No vamos a hacer una extensa descripci6n de todo aquel 16gubre aparato de trajes negros de toda aquella magnificencia de funerales, que seguian a1 fallecimiento de un principe. No son

67 Dicibndole varias injurias, metikndole el dedo por la cara y tirandole tanto del brazo que le rompi6 el roquete; y si no hubiese sido porque puso la mano de- lante (el arzobispo) , le hubiese golpeado en la cara.

58 A. Renaudet, PrLrCforme et humanisme d Paris, pig. 11, s e g h las actas del proceso.

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algo peculiar a la Edad Media; las monarquias siguen viviendo en el dia de hoy y tambiCn es prueba de ello el coche fhnebre de 10s burgueses. La sugesti6n del negro, con que a la muerte de un prin- cipe se vestian, no s610 la corte, sino tambitn 10s magistrados, 10s pemios y el pueblo, debe haber influido poderosamente, por contras- te, en la policroniia de la vida de las ciudades medievales. Las honras funebres tributadas a Juan Sin Miedo asesinado fueron dispuestas con el evidcnte propbsito de causar un gran efecto, en parte politico. El sequito de guerreros con que sale Felipe a1 encuentro de 10s reyes de Francia y de Inglaterra es algo esplkndido, con sus dos mil ban- derines negros, con sus estandartes y pendones negros, de siete varas de largo y las franjas de seda negra, todos con armas bordadas o pintadas en oro. Los sitiales, el coche de viaje del duque, han sido pintados de negro con ese motivo59. Durante el solemne encuentro tie todos en Troyes, arompaiia Felipe a las reinas de Francia y de Inglaterra vestido con un traje de luto, de terciopelo, cuya capa desciende hasta el suelo por encima del lomo de su caballo 60. Toda- xia bastante tiempo despuCs va de negro, no sblo kl, sino tambikn eu skquito 61.

Una excepci611, en medio de todo aquel negro, refucrza a veces la impresibn. Mientras la corte entera, incluso la reina, va de negro. el luto del rey de Francia es rojoe2. Y en 1393 vieron con asombro 10s parisienses c6mo iba todo de blanco el cortejo f6nebre del rey de Armenia, Lebn de Lusignan, muerto en el destierro 63.

No cabe duda de que el negro cubria con frecuencia un gran dolor sincero y vehemente. El horror a la muerte, el arraigado senti- miento del parentesco, la intima adhesidn a1 seiior, hacian del falleci- miento de un principe u n suceso verdaderamente conmovedor. Y cuando ademis '-corn0 en el asesinato del duque de Borgoiia, en el afio 1419- se habia herido el honor de una estirpe orgullosa y se hacia de la venganza un deber sagrado, bien podia la exaltada exte- riorizaci6n del dolor y la pompa estar acorde con la impresidn experi-

59 De Laborde: Les ducs de Bourgogne, I , pigs. 172-177. 60 Liwe des trahisons, pig. 156. 61 Chastellain, I, pig. 188. 02 Alienor de Poitiers: Les honneurs de la cow, psg. 254. a3 Re1 de S. Denis. 11, pfig. 114.

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mentada por el Animo. Chastellain se ha dejado seducir por la estetica en el prolijo relato de esta muerte. En su estilo retbrico, grave y pesado, inventa el largo discurso con que el obispo de Tournay pre- para lentamente a1 joven duque, que se encuentra en Gante, antes de darle la terrible nueva, y las solemnes lamentaciones del propio Felipe y de su esposa, Michelle de France. Pero no cabe dudar del nScleo de su relato: el ataque de nervios que la noticia produce en el joven duque, el desmayo de su esposa, la enorme confusidn de la corte, 10s grandes gritos de dolor de la ciudade4. TambiCn tiene trazas de verdad el relato que Chastellain hace de las muestras de dolor de Carlos el Temerario a la muerte de Felipe el Bueno. El golpe era en este caso menos fuerte; el viejo duque declinaba hacia mucho tiempo, -convertid0 casi en un nifio. Por otra parte, la inte- ligencia entre 61 y su hijo habia sido en 10s dtimos afios todo rnenos cordial, de suerte que el mismo Chastellain hace la obser- vaci6n de que causaba asombro ver a Carlos llorar, gritar, retorcerse las manos y echarse a1 suelo junto a1 lecho mortuorio, et ne tenoit dgle, ne mesure, et tellement qu'il fit chacun s'esmerveiller de sa de'mesure'e douleur. TambiCn en la ciudad de Brujas, donde muri6 el duque, estoit pitid de oyr toutes mani2res de gens crier et plorer et faire leurs diuerses lamentations et regrets

Es dificil determinar hasta d6nde llega en estos y anAlogos relatos el estilo cortesano, que estima indicado y bello hacer una hiperb6lica descripci6n del dolor, y cuil es la profundidad de la emoci6n ver- daderamente viva que era propia de la epoca. Hay ciertamente en esta forma un considerable elemento de primitivismo: el llorar sonora- mente a1 muerto, que se torn6 forma en las plafiideras y arte en 10s plourants, que prestan una expresi6n surnamente conmovedora a la escultura funeraria de aquel tiempo, es un elemento primitivo de la cultura.

La uni6n de primitivismo, vehemente sensibilidad y bella forma, es perceptible tambiCn en el gran temor que causa la necesidad de romunicar la noticia de una muerte. A la condesa de Charolais, en- cinta de Maria de Borgoiia, le ocultan largo tiempo la muerte de

64 Chastellain, I, pig. 49; v, pAg. 240; cf. La Marche, I, pAg. 201; Monstrelet, 111,

pAg. 958; Lefkvre de S. Remy, I, pig. 380. 435 Chastellain, V, p6g. 228; cf. w, pgg. 210.

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su padre. A Felipe el Bueno, que languidece postrado, no se atreven a comunicarle ning6n fallecimiento que pueda conmoverle, de suerte que Adolfo de Cleve no puede llevar luto por su esposa. Cuando, sin embargo, el duque "lleg6 a tener barruntos" de la muerte de su canciller Nicolis Rolin (Chastellain usa la expresih: avoit estC en vent un peu de ceste mort ) , pregunta a1 obispo de Tournay, que le visita en su lecho de enfermo, si es verdad que ha muerto el canciller. "Monsefior -dice el obispo- en verdad que esti muerto, pues es viejo y esti quebrantado y ya no puede vivir m9s." 'Dea! -dice el duque- no pregunto eso; pregunto si esti mort de mort et trespasse'." "Ah, monsefior -dice de nuevo el obispo- no ha muerto, pero esti paralizado de un lado, lo mismo que si estuviese muerto." El duque se irrita: "Vechy merveilles! (todo eso son cuentos), dime claramente si ha muerto." S610 entonces dice el obispo: "Si, es verdad, monsefior; ha muerto, efectivamente" 66. Esta singular manera de co- municar la noticia de una muerte, {no responde mis bien a una antigua forma supersticiosa que a la mera consideraci6n a un enfer- mo, a1 cual semejante vacilaci6n no podia' hacer mis que irritar? Pertenece a la misma esfera de ideas que inducia a Luis XI a no volver a servirse nunca de aquellas ropas que llevaba en el mo- mento en que le alcanzaba una mala noticia, ni del caballo que montaba entonces, y que le hizo incluso talar toda una parte del bosque de Loches, donde le fue comunicada la muerte de su hijo recien nacido G7. M. le chancellier -escribe el 25 de mayo de 1483- je vous mercye des lettres etc. mais je uous pry que ne m'en envoye's plus par celluy qui les m'a aporte'es, car ie luy ay trouvt le visage !erriblement change' depuis que je ne le vitz (vi), et vous prometz par ma foy qu'il m'a fait grant pew; et adieuss.

Cualesquiera que seam 10s tab6s que puedan ocultarse en 10s usos lelacionados con el. duelo, el valor cultural vivo en Cstos consiste en que prestan a1 dolor una forma, haciendo de el algo bello y eleva- cio. Dan a1 dolor ritmo, elevan la vida real a la esfera del drama !. le calzan coturnos. En una cultura primitiva -pienso, por ejemplo, en la irlandesa- forman todavia un todo 10s usos relacionados con

60 Chastellain, 111, phg. IV, pigs. 213-216. 67 Chronique scandaleuse, interpol., 11, pig. 332. 08 Lettres de Louis XI , X, pig. 110.

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76 El 0t0fi0 de la Edad Media

el duelo y las lamentaciones pokticas ante el cadher. Pues bien, tam- poco es posible comprender el duelo de la corte en la epoca borgo- fiona si no se le considera como emparentado con la elegia. La p o m p f h e b r e muestra en forma bella c6mo el aEectado permanece impo- tente ante el dolor. Cuanto m8s elevado sea el rango, tanto m8s heroi- cos deben scr 10s testimonios de dolor. La reina de Francia dcbe permanecer un aiio entero en la habitaci6n en que se le ha comu- nicado la muerte de su esposo. Para las princesas bastan seis semanas. Cuando se cornunic6 la muerte de su padre a madame de Charolais, Isabel de Borbbn, &a asiste primer0 a 10s funerales en el castillo de Couwenberg y permanece despuks seis semanas en su cuarto, echada en la cama, apoyada en almohadones, per0 con barbette, gorro y capa. El cuarto esta? todo revestido de negro; en el suelo se extiende, en lugar de una'blanda alfombra, un gran paiio negro; y una gran antecimara estai tapizada igualrnente de negro. Las damas de la no- bleza s61o permanecen en la cama seis semanas por su nlarido y nueve dias por su padre o su madre; en este caso, el resto, hasta !as seis semanas, permanecen sentadas junto a1 lecho y sobre el gran paiio negro. Por el hermano mayor se guardan seis semanas de cuarto, per0 no se permanece en el lech06~. Se comprcnde, pues, que en una kpoca que tenfa en honor tan alto ceremonial, se repitiese siem- pre, como una de las peores circunstancias cnncurrentes en el asesi- nato de 1419, que Juan Sin Miedo hubiese sido enterrado sencilla- mente en jubbn, calzones y zapatosT0.

Cuando la emoci6n es asi tratada y revestida de formas bellas, ficilmente se picrde. En la tendencia a dramatizar la vida hay un resto de "entre bastidores", en que desaparece el pathos noblemente manifestado. Hay una separaci6n ingenua entre la "ostentaci6n" y la vida real, que se revela significativamentc en la obra de la antigua dama de honor, Alienor de Poitiers, la cual venera toda esta ostenta- ci6n como si se tratase de elevados misterios. Despuks de describir el fastuoso duelo de Isabel de Borbbn, aiiade: Quand Madame estoit

69 Alienor de Poitiers: Les honeurs de la c o w , pap. 254-256. 70 Lefbvre de S. Remy, 11, pig. 11; Pierre de Fenin, pigs. 599-608; hionstrelet,

nr, pig. 347; Theod. Pauli: De rebus actis sub ducibus Burgundiac compendium, ed. Kervyn de Lettenhove (Chron. rel. d l'hist. de Belg. sous la dom. des dues de Bourg., t . 111, pig. 267).

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2. Anhelo de una vida ma's beUa 77

en son particulier, elle n'estoit point toujours couche'e, ni en une ~hambre. La princesa recibe con esta ostentacibn, per0 s610 como una Eorma bella. Asi dice Alienor tambih: "Es menester llevar por un esposo vestidos de luto durante dos afios, a1 menos si no se contrae nuevo matrimonio." Justamente las clases mis altaq 10s principes de mds nombre, contraian rapidamente con gran frecuencia nuevo matrimonio: el duque de Bedford, regente de Francia durante la mi- noridad de Enrique VI, lo cdntrajo ya a 10s cinco meses.

Junto a1 duelo ofrece el parto un ancho campo para la mis severa pompa y para una gradacibn jeriirquica en el mod0 de hacerlo p6blico. Ante todo, ~ igen colores determinados. El verde -que toda- \ia en el siglo XIX era el color habitual para el lecho burguks-- y el ca!entador de la ropa, eran en el siglo xv privilegio de la reina y de !as princesas. La cinlara en que da a luz la reina de Francia es de seda verde. Ni siquiera las condesas podian tener la chambre verde. Las telas, Ins pieles y el color de cubiertas y colchas estin rigurosa- mente prescriptos. En la mesa auxiiiar dispuesta en la dmara de Isabel de Borbbn arden continuamente dos grandes cirios en cande- labros de plata, pues 10s postigos s610 se abren a 10s catorce dias. Pero 10 mlis digno de nota son 10s lechos de respeto, que permanecen ~acios, como las carrozas en el entierro del rey de Espaiia. La joven madre yace en una couchette delante del fuego y la niiia Maria de Borgoiia, en una cuna en el cuarto de 10s nifios; pero ademis hay en la cdmara dos grandes lechos entre un artistic0 conjunto de cortinas verdes, hechos y abiertos como para dormir en ellos, y en el cuarto de 10s niiios otros dos grandes lechos, todos en verde y violeta, y otro gran lecho ademis en una antecimara o chambre de parement, que esd toda guarnecida de raso color carmesi. Esta tapiceria habia zido regalada a Juan Sin Miedo por la ciudad de Utrecht y la crima- ra se llamaba por ello la chambre d'Utrecht. En las solemnidades del Lautismo sirven 10s lechos para fines ceremoniales. ".

La estktica de las formas de la vida se revelaba ya cn el aspect0 cotidiano de la ciudad y del campo. La rigurosa jerarquia de las telas, 10s colores y las pieles encerraba a las distintas clases so~iaies en un marco externo, que realzaba y protegia el sentimiento de dig-

71 Alienor de Poitiers, p%gs. 217-245; Laborde. 11, pAg. 267, inventario de 1420.

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78 El otoiio de la Edad Media

nidad. La estktica de las emociones no se limitaba a las solemnes alegrias y doiores del nacimiento, el matrimonio y la muerte, en n_ue el espectPculo estaba impuesto por las ceremonias necesarias. Todo hecho moral era visto con gusto dentro de una forma bella y pbblica. Este elemento se da en la admiraci6n hacia la humildad y las morti- ficaciones que el santo se impone a si mismo y tambikn hacia el arrepentimiento del pecado, como, por ejemplo, la mout belle con- trition de ses pCchCs de Agnes Sore172. Se estiliza toda actitud vital. En lugar del modern0 afin de ocultar y borrar las relaciones intimas, impera la tendencia a convertirlas en una forma y en un espectAculo para 10s demis. De este mod0 tiene tambien la amistad en la vida ael siglo xv su forma bella. Junto a la antigua hermandad de sangre y hermandad de armas, que estaban en honor tanto entre el pueblo como en 10s circulos de la nobleza 73, se conoce una forma de amistad sentimental que se expresa por medio de la palabra mignon. El mignon de 10s principes es una instituci6n perfectamente regulada, que se mantiene durante el siglo xvx y una parte del XVII. Es la rela- cidn de Jacobo I de Inglaterra con Robert Carr y George Villiers. Tambikn Guillermo de Orange en la abdicaci6n de Carlos V debe ser visto desde este punto. "Lo que gust&" s610 se comprende cuando en la conducta del duque frente a1 supuesto Cesario se tiene presente rsta forma determinada de amistad sentimental. La relacibn es consi- derada como paralela a1 amor cortesano. Sy n'as dame ne mignon, dice Chastellain74. Pero falta en absoluto todo indicio que lo ponga en una misma linea con la amistad de 10s griegos. La publicidad con que se trata la amistad mignon en una kpoca que tanto temia el crimen nefandum hace callar toda sospecha. San Bernardino de Siena pone por modelo a sus compatriotas italianos -entre 10s cuales estaba rnuy difundida la sodomia7"Francia y Alemania, que no la cono- cen. S610 a un principe muy odiado se le achaca un trato ilicito con su favorito oficial; asi a Ricardo I1 de Inglaterra con Robert

72 Continuador de Monstrelet, 1449 (Chastellain, v, pig. 3671). 73 Cf. Petit Dutaillis: Documents nouveaux sur les rnoeurs populaires, etc., pb-

gina 14; La C~irne de S. Palaye: MCinoires sur L'ancienne chevalerie, I, pig. 272. 74 Chastellain: Le Pas de la mort, VI, pbg. 61. 75 Hefele: Der h. Bemardin v. Siena, etc., pig. 42. Sobre la persecuci6n de la

sodomia en Vrancia, Jacques dl1 Clercq, 11, pigs. 272, 282, 337, 338, 350; 111, pig. 15.

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2. Anhelo de m a vida mis bella 79

de Vere76. Habitualmente es una relaci6n inocente que honra a1 favorecido y que este confiesa. Commines cuenta 61 mismo c6mo d~s - hut6 el honor de ser distinguido por Luis XI con su real favor, hasta el punto de ir vestido como el rey77. Pues 6ste es el signo permanente de la relacicin. El rey tiene siempre un mignon en titre, que va vestido con 10s mismos trajes que 61 y en el cual se apoya m las recepciones78. Con frecuencia son dos amigos de la misma edad, per0 de distintr, rango, 10s que se visten igual y duermen en un mismo cuarto y a veces en una misma cama 59. Una de estas insepa- rables amistades es la que existe entre el joven Gaston de Foix y su hermano bastardo -la cual tiene un trigico fin- o entre Luis de Orleans (entonces todavia de Turena) y Pierre de Craonso, o entre el joven duque de Cleve y Jacques de Lalaing. Del mismo mod0 tienen las princesas una arniga de confianza que se viste como ellass1 y es llamada mignonne.

Todas las bellas formas estilizadas de la vida, que no podian menos de elevar la ruda realidad a una esfera de noble armonia, eran parte del gran arte de vivir, sin tener una cristalizaci6n inme- diata en el arte en sentido estricto. Las formas del trato social con su amistosa apariencia de espontineo altruism0 y solicit0 respeto del prbjimo, el fausto y la etiqueta cortesanas con su hierPtica majestad y su gravedad, el jubiloso embellecimiento del matrimonio y del parto, todo esto h'a pasado con toda su belleza, sifi dejar huellas directas en el arte ni en la literatura. El medio de expresibn que las une no es el arte, sino la moda. Ahora bien, la moda esti en general tnucho mis cerca del arte, de lo que quiere conceder la estktica aca- dkmica. Como medio de destacar artificialmente la belleza y el movi-

76 Thomas Walsingham: Historia Anglicana, 11, 148 (Rolls series ed. H . T . Ri- ley, 1864) . En el caso de Enrique I11 de Francia no cabe dudar del caricter culpable del mignon; per0 esto es a fines del siglo XVI.

77 Philippe de Commines: Me'moires, ed. B. de Mandrof (Coll. d e textes pour s m i r d l'enseignement de l'histoire) 1901-03. dos vols., I, pigina 316.

78 La Marche, 11, pig. 425; Molinet, 11, pigs. 29-280; Chastellain, w, pig. 41. 79 Les cent nouvelles nouuelles, 11, p i g . 1. Froissart, ed. Kervyn, XI, pag. 93. 80 Froissart, id., ib., XIV, pig. 318. Le livre des faits de Jacques de Lalaing, pigs.

29-247 (Chastellain, vm) ; La Marche, I, pig. 268; L'histoire d u petit Jehan de Saintri, cf . 47.

81 Chastellain, w, pig. 237.

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miento del cuerpo esti intimamente enlazada con una de las artes, la danza; pero tambih en otros puntos linda en el siglo xv con el arte la esfera de la moda, o digalnos mejor, la del vestido, mucho mis estrechamente de lo que propendemos a figurarnos. Y no es s610 porque el uso corriente de joyas y el trabajo metilico del traje de guerra introduce en el vestido un elemento direct0 de arte industrial. La moda comparte con el arte propiedades escnciales: el estilo y el ritmo son para ella tan indispensables como para el arte. La dltima Edad Media ha dado en el vestido continua expresibn a una caniidad de estilo vital, de la que hoy dia, incluso la solemnidad de una co- ronaci6n, no es m8s que un pilido reflejo. En la vida diaria indicaban las diferencias en pieles y colores, gorra y caperuzas, el orden riguroso de las clases sociales, las ostentosas dignidadcs, el estado de alegria y de dolor, las delicadas relaciones entre 10s amigos y 10s enamorados.

La estktica de todas las relaciones de la vida habia llegado hasta la mis extremada expresih. Cuanto nlPs elevado era el valor de belleza y de moralidad de una de estas relaciones, tanto niejor podia convertirse en puro arte su expresi6n. La cortesia y la etiqueta s610 pueden exteriorizarse en la vida misma, en el traje y en el adorno. El duelo, por el contrario, tenia ademis de dsta otra gran posibilidad de expresi6n en una forma de arte duradera y poderosa: el monu- mento funerario. El valor cultural del duelo fuk incrementado por sus relaciones con el culto divino. Pero todavia era mis rico el flore- cimiento estktico de estos tres elementos de la vida: el valor, el honor y el arnor.

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Capitulo 3

LA CONCEPCION JERARQUICA DE LA SOCIEDAD

C UANDO a fines del siglo w r r I se enlpezaron a considerar las formas

medievales de la cultura como nuevos y verdaderos valores vita- les o con otras palabras, a1 empezar el romanticismo, lo primcro

que se percibi6 en la Edad Media fuC la caballeria. El romanticismo ha propendido a identificar pura y simplemente la Edad Media y la epoca caballeresca. Veia, ante todo, en aquklla penachos que se inclinaban. Y por paradbjico que hoy suene, tenia razbn en cierto lespecto. Un estudio mis profundo nos ha ensefiado, ciertamente. que la caballeria s610 es una parte de la cultura de aquel periodo, quc la evolucih politica y social transcurre en su mayor parte fuera de aquella forma. El periodo del verdadero feudalismo, en que florece la caballeria, se cierra ya en el siglo XIII. Lo que sigue es aquel periodo de la Edad Media en que 10s factores dominantes en el Estado y en la sociedad son el poder mercantil de la burguesia y el poder finan- ciero de 10s principes, que descansa en el anterior. Los hombres actuales nos hcmos acostumbrado, y con razbn, a mirar mucho mis hacia Gante y hacia Augsburgo, mucho mis hacia el capitalismo na- ciente y las nuevas formas del Estado, que hacia la noblcza, cuyo poder estaba "quebrantado" ya en todas partes, en unas mis, en otras menos. La misma investigacibn histbrica se ha hecho democritica desde 10s dias del romanticismo. Repctidas veces ha de sorprender, p e s , a todo el que estC acostumbrado a ver la liltima Edad Media en su aspect0 econbmico-politico, que las fuentes mlsmas, y principal- rrlcnte las fuentes narrativas, concedan a la nobleza y a su actividad un lugar mucho mayor del que responde a nuestras ideas. Esto vale no s610 para la 6ltima Edad Media, sino incluso para el siglo XVII.

Flindasc ello cn que la forma noble de la vida conservb su

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82 El otoiio de la Edad Media

imperio sobre la sociedad hasta mucho tiempo despues de haber per- dido la nobleza su preponderante significacibn como estructura social. En el espiritu del siglo xv sigue la nobleza ocupando, sin duda alguna, el primer puesto como elemento de la sociedad. Su significacibn era cstimada por 10s contemporiineos con exceso, asi como la de la bur- guesia lo era con defecto. Los contemporineos no ven que las verdaderas fuerzas motrices de la evoluci6n social no residen en la vida y en la actividad de una nobleza guerrera, sino en otra parte. Por consi- guiente -se did- el yerro esti en 10s mismos contemporineos y en el romanticismo, que seguia sin critica su visibn de las cosas, mientras que la moderna investigacibn hist6rica es la que ha puesto a la luz las verdaderas caracteristicas de la vida en la ultima Edad Media. Esto es exacto, tratindose de las caracteristicas de la vida politica y ccon6mica. Mas para comprender la vida de la cultura, tiene el valor de una verdad la ilusi6n en que 10s contemporineos viven. Incluso en el caso de que la forma noble de la vida no hubiese sido sin0 un barniz de la vida, entraria en las tareas indeclinables de la historia comprender la vida con todo el brillo de aquel azur.

Pero la nobleza ha sido mucho mAs que un mero barniz. La idea de la organizacibn de la sociedad en "estados" penetra en la Edad Media todas las especulaciones teolbgicas y politicas hasta sus Oltimas fibras. Esta idea no se limita, en absoluto, a la consabida ~rinidad: clero, nobleza y tercer estado. El concept0 de estado no s610 tiene mis valor, sino tambikn una significacion mucho mas amplia. En general, se considera como un estado toda agrupa&n, toda fun- cibn, toda profesion, hasta el punto de haber podido existir junto a la divisi6n de la sociedad en tres estados otra divisih en doce 1.

Pues estat u ordo es algo que implica la idea de una entidad querida p r Dios. Las palabras estat y ordre abrazan en la Edad Media un gran numero de agrupaciones humanas que son muy heterogkneas para nuestro mod0 de pensar: 10s estados en el sentido de nuestras dases sociales, las profesiones, el estado de matrimonio junto a1 estado de solteria, el estado de pecado westat de pichii-, 10s cuatro estats de corps et de bouche de la corte: panetiers, escanciadores, trinchan- tes y maestres de cocina, las Ordenes sacerdotales -presbitero, diicono,

1 Deschamps, 11, pig. 226; d. A. F. Pollard: The Evolution of Padiarnmt, Lon- dres, 1920, pigs. 58-80.

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3. La concepci6n jeriirquica de la sociedad 83

subdiicono, etc-, las drdenes monisticas, las Ordenes militares. Lo que para el pensamiento medieval da unidad a1 concept0 de "estado" o de "orden" en todos estos cam, es la creencia de que cada uno de estos grupos representa una instituci6n divina, es un 6rgano en la arquitectura del universo, tan esencial y tan jerirquicamente res- petable como 10s Troilos y las Dominaciones celestiales de la jerar- quia angdlica.

En la bella imagen que las mentes se forjaban del Estado y de la sociedad adjudicabase a cada uno de 10s estados su funcibn, respondiendo, no a su probada utilidad, sino a su santidad o a su brillo exterior. Era, pues, posible lamentar la degeneraci6n del clero o la decadencia de las virtudes caballerescas, sin rebajar por ello lo mPs minimo en la imagen ideal. Los pecados de 10s hombres pueden impedir la realizaci6n del ideal; dste sigue siendo, empero, base y norma del pensamiento colectivo. La imagen medieval de la sociedad es estitica, no dinimica.

Bajo una curiosa apariencia ve la sociedad de sus dias Chastellain, el historibgrafo iulico de Felipe el Bueno y Carlos el Temerario, cuya nutrida obra es tambiCn en este punto el mejor espejo del pensa- miento de su Cpoca. Aqui tenemos un hombre criado en las llanuras de Flandes, que tenia, por tanto, ante sus propios ojos las mis brillantes manifestaciones del poder de la burguesia, y que, sin em- bargo, deslumbrado por el brillo externo de la fastuosa vida de Borgofia, considera el valor y las demis virtudes caballerescas como la fuente de todo el poder del Estado.

Dios ha creado el pueblo bajo para trabajar, para cultivar el suelo, para asegurar por medio del comercio la sustentaci6n permaqente de la sociedad; ha creado el clero para 10s ministerios de la fe, y ha creado la nobleza para real~ar la virtud y administrar la justicia, para ser con 10s actos y las costumbres de sus distinguidas personas el modelo de 10s demPs. Las mAs altas funciones del Estado: la defensa de la Iglesia, la propagaci6n de la fe, el amparo del pueblo contra la opresibn, el foment0 del bienestar general, la lucha contra la violencia y la tirania, la consolidacibn de la paz son adjudicadas todas por Chastellain a la nobleza. La veracidad, la valentia, la moralidad y la dulzura son, por otra parte, sus cualidades. Y la nobleza fran-

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cesa, dice este exaltado panegirista, responde a esta imagen ideal 2.

En la obra entera de Chastellain se advierte que el autor ve, efectiva- mente, 10s sucesos de su tiempo a travks de ese cristal de color de rosa.

El escaso aprecio hecho de la burguesia proviene de que no se habia corregido con arreglo a la realidad el tipo bajo el cual se ima- ginaba a1 tercer estado. Era un tipo simple y tajante, como una estam- pa de calendario o un bajorrelieve, que representase 10s trabajos del aiio: el esforzado labrador, el laborioso menestral, el atareado merca- der. La figura del poderoso patricio, que desalojaba de su pucsto a la misma nobleza; el hecho de que dsta se alimentase continuamente de la sangre y el poder de la burguesia, no tenian puesto en aquel tip0 lapidario, como tampoco lo tenia la Eigura del belicoso hcrmano de gremio y su ideal de libertad. En el concepto del tercer estado permanecieron unidos hasta la Revoluci6n francesa la burguesia y el proletariado. Alternativamente pasaba a1 primer termino de la ima- ginaci6n la figura del pobre labrador o la del rico y ocioso habi- tante de la ciudad3; per0 el concepto del tercer estado no lleg6 a ser definido por su verdadera funci6n econ6mico-politica. Un progra- ma de reformas del aiio 1412, debido a un monje agustino, puede pedir en serio que se obligue a todo residente en Francia, que no pertenezca a la nobleza, a ejercer un oficio o a trabajar en el campo, o que sea expulsado del pais4.

S610 asi es comprensible que un hombre como Chastellain, cuya susceptibilidad para las ilusiones morales iguala a su ingenuidad poli- tics s610 reconozca a1 tercer estado algunas virtudes de esclavos, con- j~aradas con las altas cualidades de la nobleza. Pour venir au t i en

membre, qui fait le royaume entier, c'est Pestat des bcnnes vzilcs, des marchans et des gens de labeur, des quels ils ne convient jaire si longue exposition que des autres, pour cause que de soy il n'est gaires (apenas) capable de hautes attributions, parce qu'il est au degre'

2 Chastellain: Le miroir des nobles horrmw en Franct; 1.1, pl:ginn 2%. i'spo- sition sur ueritd ma1 prise, VI, pig. 416. L'entrPe du TOY L o p en nouveau ~ i g n e . VII, pig. 10. 3 Froissart, ed. Kervyn, xm, pig. 22; Jean Germain: Liber ds vwtutibus ducis

Burg., p ig . 109; Molinet, I, pig. 83; 111, pig. 100. 4 Monstrelet, 11, pig. 241.

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3. La concepci6n jerairquica de la sociedad 85

servile. Su virtud estriba en la humildad y la laboriosidad, en la lidelidad a1 rey y la solicitud por tener satisfechos a sus sefiores 6.

Acaso esta completa ceguera para un futuro de libertad y de poder de la burguesia haya contribuido a 10s 16gubres juicios que hacen sobre 10s tiempos Chastellain y sus correligionarios, que s61o de l a ~ob lcza esperaban la salud.

Chastellain llama secamcnte vilains incluso a 10s mks ricos mora- dores de las ciudadese. No tiene el menor sentido del honor burguCs. Felipe el Bueno tenia !a costumbre de abusar de su poder para casar a sus archers -que eran en su mayoria nobles de clase inferior- o a atros servidores de su casa, con las viudas o las hijas de ricos bur- gueses. Los padres casaban a sus hijas tan pronto como podian, para escapar a estos compron~isos. Una viuda volvib a casarse por la misma causa dos dias despuks del entierro de su marido 7. Cierta vez tropezci cl duque con la obstinada resistencia de un rico cervecero de Lila, que no queria entregar a su hija para un enlace semcjante. El duque hace poner a la joven en lugar scguro. El padre, ofendido, se traslada con todo lo que posee a Tournay, para salir del dominio del duque y poder cxponer sin trabas su causa a1 Parlamento de Paris. Sb10 cosecha cui- dados y trabajos. Enfcrma de pesar, y el fin de la historia -que es sumamente caracteristico del natural impulsivo de Felipeg y que no hace honor a 6ste con arreglo a nuestras ideas- es que el duque de- kuelve la hija a la madre, que se dirige a 61 implorante; pero s61o otorga el perd6n hacikndolas objeto de burla y humillaci6n. Chastellain, que no se arredra de censurar a su seiior, tiene, sin embargo, todas sus simpatias para el duque; para el padre ofendido no encuentra otras palabras que "ce rebelle brasseur rustique", "et encore si meschant vilain" 8 .

En su Temple de Bocace, hueca y ret6rica galeria de glorias y dcs- dichas aristocriticas, no admite Chastellain a1 gran financier0 Jacques Coeur, sin unas palabras de justificacicin, mientras que el repulsivo Gilles de Rais encuentra acceso a ella, a pesar de sus espantosos cri-

6 Chastellain, vrr, pigs. 13-16. 6 Chastellain, 111, phg. 82; IV, pig. 170; v, pigs. 279-309. 7 Jacques du Clel-cq, 11, pigs. 245, cf. phg. 339. 8 Vkace supra, phg. 22. 0 Chastellain, xu, pigs. 82-89.

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menes, por la simple circunstancia de su elevada cuna lo. En otro lugar considera Chastellain innecesario mencionar 10s nombres de 10s ciuda- danos del tercer estado que cayeron en la gran lucha por la posesidn de Gante 11.

A pesar de este menosprecio del tercer estado, hay en el mismo ideal caballeresco, y en el cultivo de las virtudes y el cumplimiento de la misi6n adjudicadas a la nobleza, un doble elemento menos soberbio de desdkn aristocriitico por el pueblo. Paralelamente a la burla llena &e odio y de desprecio de que se hace objeto a 10s villanos, como se ve por la canci6n flamenca llamada "Canu6n del miserable" y por 10s Proverbes del vtlain, fluye en la Edad Media una corriente opuesta de compasi6n por el pobre pueblo, que lo pasa tan mal.

"Si fault de faim perir les innocens Dont les gram loups font chacun jour uentre'e, Qui amassent a milliers et a cem Les faulx tresors; c'est le grain, c'est la ble'e, Le sang, les os qui ont la terre arde Des povres gens, dont leur esperit crie Vengence Dieu, ud a la seignourie.. ." 12.

Son siempre 10s mismos tonos quejumbrosos; el pobre pueblo, fla- gelado por las guerras, esquilmado por 10s funcionarios, vive en la escasez y en la miseria; todos se nutren del villano. Las pobres gentes sufren pacientemente: le prince d e n s ~ a i t riens; y si alguna vez -povres Erebis, poure fol peuple- grufien e injurian a la autoridad, el sefior 10s reduce de nuevo, con una sola palabra, a la quietud y a la raz6n. Bajo !a impresidn del lamentable estrago e inseguridad que la guerra de 10s Cien afios trajo paulatinamente sobre todo el pais, hay en Francia una explosidn de quejas: el villano saqueado, expoiiado y maltratado por las tropas amigas y enemigas, despojado de sus animales de labor, ex-

10 Chastellain, VII, pags. 90 y sigs. 11 Chastellain, 11, pig. 345. 12 Asi perecen necesariamente de hambre 10s inocentes - Con quienes llenan

a diario EU vientre lw grandes lobos - Que amontonan a miles y a aentos - Los falsos tesoros: el grano, el trigo,-La sangre, 10s huesos que han arado la tierra - De las pobres gentes, cuyo espiritu clarna- Venganza a Dios y "ay, de 10s sefiores"... Deschamps, nitm. 113, I, pAg. 230.

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3. La concepcidn jerlrquica de la sociedad 87

pulsado de su casa y de su granja. Las quejas en esta forma no tienen fin. Salen de 10s grandes eclesiAsticos, de espiritu reformista, que viven en torno de 1400: de Nicolis de Clemanges en su Liber de lapsu et reparatione justitiae 13; de Gerson en el valiente y conmovedor serm6n politico que sobre el tema Vivat rex predic6 en el palacio de la reina cn Paris, el 7 de noviembre de 1405, para 10s regentes y la corte. "Le pauvre homme n'aura pain d manger, sinon par advanture aucun peu de seigle ou d'orge; sa pauvre femme gerra, et auront quatre au six petits enfans au fouyer, ou au four, qui par aduanture sera chauld; damanderont du pain, crieront ci la rage de faim. La pauvre mtre si n'aura que bouter es dens que un peu de pain ou il y ait du sel. Or, deuroit bien suffire cette mistre: viendront ces paillars que chergeront t o u t . . . tout sera prins, et happk; et querer qui paye 14. Jean Jouve- nel, obispo de Beauvais, expone entre amargas quejas la miseria del pueblo a 10s Estados generales de Blois en 1433 y de Orleins en 1439 l6. Juntamente con las quejas de 10s otros estados sobre sus propias dificultades, encukntrase el tema de la miseria del pueblo, en la forma de un diilogo polkmico, en el Quadriloge inuectif de Alain Chartier 1%

y en el Debat du laboureur, du prestre et du gendarme, de Robert Gaguin l7, inspirado en aqukl. Los cronistas no pueden evitar el volver

1s N. de Clemanges, Opera, ed. Lydius, Leiden, 1613, pig. 48, capftolo u. 1.1 "El pobre hombre no tendrd pan que comer, sino por ventura un poco de

centeno o cebada; su pobre mujer habrP dado acaso a luz y tendrin cuatro o seis nitios pequciios junto a1 hogar o junto a1 homo, que por ventura estari caliente. pedirPn pan, gritardn rabiosos de hambre. La pobre madre no tendri quk poner entre sus dientes, si no es un poco de pan en que hay algo de sal. Bien deberia bastar esta miseria; pero vendrin esos canallas que cargarin con todo.. .. todo serP puesto en un bulto y arrebatado, y buscad a1 que paga." En iraducci6n latina: Gerson, Opera, N, piginas 583-622; el texto francCs ha sido editado en 1824; las palabras citadas en D. H. Carnahan: T h e Ad Deum vadit of Jean Gersm, University of Illinois studies in language and litcrature, 1917, nr, nam. I, phg. 13; vkase Denifle et Chatellain. Chartularium Univ. Park, N,

ndmero 1.819. 16 En H. Denifle: La guerre de cent Ans et la ddsolation des dglises, etc., en

France, Paris, 1897-99, 2 vols., I, pigs. 497-513. 1% Alain Chartier: Oeuvres, ed. Duchesne, pig. 402. 17 Rob. Gaguini Epistolae et orationes, ed. L. Thuasne (Bibl. litt. de la Renais-

sance, t. 11) , Paris, 1903, 2 vols., 11, p ig . 321-350.

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88 El otofio de la Edad Media

insistentemente sobre este tema; su asunto lo traia consigo 18. Molinet compone una Resource du petit peuple Is, el grave Meschinot repite una y otra vez las advertencias ante el abandon0 y miseria del pueblo:

0 Dieu, voyez du c m m u n I'indigence, Pouruoyez - y b toute diligence; Las! par faim, froid, paour et misere tremble. Sil a pecht! ou commis nt!gligence. Encontre vous, il demande indulgence. N'est-ce Pit2 des biens que L'on lui enable? I1 n'a plus bled pour porter au molin, On lui oste draps de laine et de lin, L'eaue, sans plus, lui demeure pour boire 20.

En un cuaderno de reclamaciones que fue entregado a1 rey con ocasi6n de la reuni6n de 10s Estados en Tours el aiio 1484, toman las quejas incluso el caricter de una disertaci6n politica21. Pero todo se reduce a una compasi6n perfectamente estereotipada y negativa. No hay nada de programs; no hay ninguna idea de reforma social bien meditada, y asi es cantado el mismo tema por La Bruy*re, por Fenel6n, hasta bien entrado el siglo XVIII, pues las quejas de Mirabeau, padre, l'ami des hommes, dicen poco de otras cosas, aunque en ellas ya resuena el tono de la resistencia naciente.

Era de esperar que 10s panegiristas del ideal caballeresco de la hltima Edad Media estuviesen de acuerdo con el pueblo en dar estos testimo- nios de compasibn. Asi lo exigia el cumplimiento del deber caballeresco

18 Froissart, ed. Kervyn, xrr, pig. 4; Le livre des trahisons, piginas 19-26; Chas- telain, r, pig. xxx; m, pig. 325; v, pigs. 260, 275. 525; vir, pigs. 466-480; Thomas Basin, passim, espeualmente I, pAgs. 44, 56. 59, 115; cf . La complainte du povre commun et des povres laboureurs de France (Monstrelet, vr, pigs. 176-190).

10 Les Jaicts et dictz de messire Jehan Molinet, Jehan Petit, 1537, f. 87 vso. 20 "Oh Dios, ved la pobreza de mi pueblo, - Proveed a ella con toda difigen-

cia; - Ah, tiembla de hambre, de frio, de miedo y de miseria. - Si ha perado o incurrido en negligencia - Contra vos, os pide perdbn. - <No dan listima 10s bienes que le arrebatan? - Ya no tiene trigo que llevar a1 molino, - Le quitan 10s vestidos de lana y de lino, - Agua, nada mb , le queda para beber." Balada 19, en A. de la Borderie, Jean Meschinot, sa vie et ses oeuvres, Bibl. de I'Ccole des chartes, LVI, 1895, pig. 296; d. Les Lunettes des princes, ib., pigs. 607-613. 21 Masselin: Journal des Elats GCntraux de France tenus a Tours en 1484, edi-

cidn A. Bernier (Coll. des documents intdits) pig. 672.

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3. La concepci6n jera'rquica de la sociedad 89

de proteger a 10s dkbiles. Implicita igualmente en la esencia del ideal caballeresco e igualmente estereotipada y te6rica es tambikn la idea de que la verdadera nobleza s610 descansa en la virtud y de que en el fondo todos 10s hombres son iguales. La importancia hist6rico-cultural de estos dos sentimientos es evaluada en ocasiones con exceso. Se con- sidera el reconocimiento de la verdadera nobleza, la nobleza de cora- 2611, como un triunfo del Renacimiento, y se hace constar que Poggio expresa estas ideas en su De nobilitate. Se oye frecuentemente aquel riejo igualitarismo de tono revolucionario del when Adam delved and Eve span, where was then the gentleman?, de John Ball. Y se figura uno que la nobleza se estremecia a1 oir estas palabras.

Ambas ideas eran, hacia ya largo tiempo, lugares comunes en la misma literatura cortesana, como tambikn lo eran en 10s salons del ancien rkgime. La idea de la verdadera nobleza, la del corazhn, naci6 de la exaltaci6n del amor cortesano en la poesia de 10s novadores, y se redujo siempre a una consideraci6n moral sin efectos sociales.

Dont vient a t o w souveraine noblesce? Du gentil cuer (coraz6n) , park de nobles mours. . . . Nulz n'est villains se du cuer ne lui muet 22.

La idea de la igualdad habia sido ya tomada por 10s Padres de la Iglesia a Cicer6n y a SCneca. San Gregorio Magno habia enseiiado ya a la naciente Edad Media el Omnes namque homines natura aequales sumus. Esta sentencia habia sido repetida con 10s mis diversos acentos y matices, sin aminorar la efectiva desigualdad. Pues para el hombre medieval estaba el punto centric0 de la idea en la cercana igualdad ante la muerte, no en una inasequiblemente lejana igualdad en la vida. En Eustache Deschamps la encontramos en claro enlace con la idea de la danza de la muerte, que era para la bltima Edad Media un consuelo de la injusticia del mundo. Es Adin mismo quien habla asi a su descendencia:

22 Nadie es villano, si no le sale del coraz6n. Deschamps, VI, ndmero 1.140. phg. 67. La unidn de la idea de la igualdad con la de la nobleza de corazbn halln certera expresi6n en las palabras de Ghismonda a su padre Tancredo, en el pri- mer cuento del cuarto dia, en el Decamerone, de Boccaccio.

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El otoiio de la Edad Media

Enfans, enfans, de moy, Adam, venuz, Qui aprts Dieu suis peres premerain (primero) Crde de h i , tour estes descendur Naturelment de ma coste et d'Evain; Vo mere fut. Comment est l'un villain Et I'autre prant le nom de gentillcsce De vous, freresf Dont vient tele noblesce? Je ne le stay, se ce n'est des vertus, Et les villains de tout vice qui blesce; Vous estes tuos d'une pel revestus.

Quant Dieu me fist de la boe ou je fus, Homme mortel, faible, pesant et vain, Eve de moy, il nous crea tour nu%, Mais I'esperit nous inspira a plain Perpetuel, puis eusmes soif et faim, Labour, dolour, et enfans en tristesce; Pour noz pechiez enfantent a destresce Toutes femmes; vilment estes contuz, Dont vient ce nom: villain, qui les cucrs blesce? Vous estes tous d'une pel reuestuz.

Les roys puissam, les contes et les dus, Li gouverneur du peuple et souverain, Quant ilz noissent, de quoi sont ilz vestuz) D'une orde pel. . . . Prince, pensez, sanz avoir en desdain Les povres gens, que la mort tient le frain 23.

23 Hijos mios, hijos mios, nacidos de mi, AdAn, - Que soy despub de Dios el primer padre, - Creado por El; todos habeis salido - Por modo natural de mi costilla y de Eva; - Esta fuC vuestra madre. &dm0 es el uno villano - Y el otro toma el titulo de gentilhdmbre, - Entre vosotros, hermanod tDe ddnde viene esta nobleza? - Yo no lo se, si no es de las virtudes - Y 10s villanos de todo vicio que hiere; - Todos vosotros estfris revestidos de una misma piel.

Cuando Dios me cre6 del cieno en que estaba, - Hombre mortal, debil, torpe y vano, - Eva de mi, nos cred enteramente desnudos; - Pero nos infundid generosamente el eapiritu - Inmortal; entonces tuvimos hambre y sed, - Tra- bajos, dolores e hijos con afliccidn; - Por nuestros pecados paren con angustia - Todas las mujeres; vilmente sois coacebidos. - iDe tldnde viene este nombre, villano, que hiere 10s corazones? - Todos vosotros estiis revestidos de una mis- ma piel.

Los reyes poderosos, 10s condes y 10s duques, - El conductor del pueblo y el

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3. La concepci6n jerirquica de la sociedad 91

En el sentido de esta ideologia hay apasionados panegiristas del ideal caballeresco, que a veces refieren de propbit9 10s actos de 10s hCroes del pueblo, para mostrar a la nobleza "que a veces aquellos que tienen por villanos, estin animados de la mayor valentia"24.

Pues Cste es el fundamento de todas estas ideas: la nobleza estP llamada a proteger y purificar el mundo mediante el cumplimiento del ideal caballeresco. La vida recta y la recta virtud de la nobleza son 10s medios de salvaci6n para 10s malos tiempos; el bien y la paz de la Iglesia y de la monarquia, el imperio de la justicia, dependen de e l l a~2~ . La guerra ha entrado en el mundo con Cain y Abel, y desde entonces se ha ramificado entre el bien y el mal. Empezarla no es bueno. Por eso se ha instituido el muy noble y muy distinguido estado de la nobleza: para proteger y defender a1 pueblo, que es ordi- nariamente el mPs castigado por la plaga de la guerra, y para devol- verle su tranquilidad26. Dos cosas hay -se dice en la vida de uno de 10s mis puros representantes del ideal caballeresco de la lllltima Edad Media, Boucicaut- puestas en el mundo como dos pilares, por la voluntad de Dios, para sostener el orden de las leyes divinas y hu- manas; sin ellas, el mundo s610 seria confusi6n; estos dos pilares son la caballeria y la ciencia, chevalerie et science, qui moult bien con- viennent ensemble27. Science, Foy et Chevalerie son 10s tres lirios de Le Chapel des fleurs de Eis, de Philippe de Vitri; representan 10s tres estados; la nobleza estzi llamada a proteger y amparar a 10s otros dos 28. La equiparaci6n de la nobleza y la dencia, que se revela tambikn en la indinaci6n a reconocer a1 titulo de doctor 10s mismos derechos que

dxrano, - Cuando nacen, zde qu6 estin vestidos? - De una suda piel. . . . Prin- ape, pensad, sin tener desdh - Por las pobres gentes, que la muerte lleva lag riendas. Deschamps, vr, pAg. 124, n h . 1.176.

24 Molinet, 11, pigs. 104-107; Jean Le Maire de Belges: Les chansons de Na- mur, 1507.

25 Chastellain: Le miroir des nobles hommes de France, vr, piginas 203, 211, 214. 26 Le Jouvencel, ed. C . Favre et L. Lecestre (Soc. de I'hist. de France), 1887 89.

2 vols., I, pBg. 13. 27 Livre des faicts du mareschal de Boucicaut, Petitot: Coll. de d m . , vr,

pAg. 375. 28 Philippe de Vitri: Le chapel des fleurs de lis (1335), ed. A. Piaget, RO-

mania, xxkrl, 1898, pAg. 80 y sigs.

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92 El otoiio de la Edad Media

a1 titulo de caballero, atestigua el alto valor rno~al del ideal caballe- resco. Hay en ella la veneracibn de una voluntad y un arrojo supe- riores, junto a la de una ciencia y una capacidad superiores. Se siente la necesidad de ver a 10s hombres elevados a una potencia superior, y se trata de dar a esta necesidad la expresi6n de dos formas fijas y equi- valentes de consagrarse a una tarea vital superior. Pero de estas dos formas tenia el ideal caballeresco una influencia mucho miis general y poderosa, porque en 61 se unian con el elemento &ico tantos ele- mentos estkticos, que resultaba comprensible para todo espiritu.

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Capitulo 4

EL IDEAL CABALLERESCO

L A IDEOLOC~A de la Edad Media esti penetrada en todas sus partes por creencias religiosas. De un mod0 analog0 esti embebida del ideal caballeresco la ideologia de aquel grupo que vive en

la esfera de la corte y de la nobleza. Las mismas creencias religiosas son puestas a1 servicio de este ideal; el hecho de armas del arcingel San Miguel f u t la prerniire milicie et prouesse chevaleureuse qui oncques {ut mis en exploict; el arca'ngel es el antepasado de la caba- Ileria; como milicie terrienne et cheualerie humaine, es la sucesora te- rrenal del ejtrcito de 10s ingeles en torno al trono del Seiior 1.

Ahora bien, las altas esperanzas puestas en el cumplimiento de 10s deberes de la nobleza tconduccn a la concepci6n de ideas politicas exactas acerca de lo que compete a Csta? Ciertamente conducen a la idea de una aspiraci6n a la paz universal, fundada en la concordia de 10s reyes, la conquista de Jerusalkn y la expulsi6n de 10s turcos de Europa. El incansable proyectista Philippe de Mkzitres, que soiiaba con una Orden militar que superase el antiguo poder de templarios y hospitalarios, ha elaborado en su Songe du uieil pelerin un plan que parecia garantizar la salud del mundo en un porvenir inmediato. El joven rey de Francia -la obra esti escrita alrededor de 1388, cuando aun se ponian grandes esperanzas en el desdichado Carlos VI- puede concluir fa'cilmente la paz con Ricardo de Inglaterra, que es tan joven y tan inocente de la antigua lucha como t l mismo. Ambos deberian tratar personalmente de esta paz, refirikndose mutuamente las maravi- llosas revelaciones que le habian anunciado a 61 -a MCzitres- y pres- cindiendo de todos 10s pequeiios intereses que podrian resultar un

1 Molinet, I, pigs. 16-17.

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94 El otoiio de la Edad Media

obsticulo, si las conversaciones fuesen confiadas a eclesiisticos, juris consultos o generales. El rey de Francia podria renunciar a algunas ciudades y aldeas limitrofes. En cuanto se hubiese concluido la paz, deberia prepararse la cruzada, poner tbrmino a todas las disputas y contiendas y reformar la tiyPnica administracibn de 10s dominios. Un concilio ecum&nico debe excitar a 10s principes de la cristiandad a marchar a la guerra, en el caso de que no bastare la predicacibn, para convertir a 10s tirtaros, turcos, judios y sarracenosz. Probablemente se hablaba a h de aquellos desmesurados planes en las amigables con- versaciones que tenian lugar entre MCzitres y el joven Luis de OrlePns, en el convent0 de 10s Celestinos de Paris. Tambikn OrlePns vivia entregado a aquellos sueiios de paz y de cruzada, aunque con mis mezcla de politica prictica e interesada 3.

La imagen de la sociedad humana, sostenida por el ideal caballe- resco, da a1 mundo una coloraci6n peculiar, una coloraci6n, sin em- bargo, que no quiere acabar de adherirse. Cualquiera que se tome de 10s conocidos cronistas franceses de 10s siglos x ~ v y xv, el agudo Froissart, 10s secos Monstrelet y D'Escouchy, el grave Chastellain, el cortesano Olivier de la Marche, el campanudo Molinet, todos ellos, con excepcibn de Commines y de Thomas Basin, empiezan con enfa- ticas declaraciones de que escriben para ensalzar la virtud caballeresca y 10s hechos de armas gloriosos 4; pero ninguno logra conseguirlo por completo. Chastellain es el que mhs se acerca. Mientras Froissart, autor 61 mismo de un hiperromhtico retoiio de la Cpica caballeresca, Mtliador, saborea en su espiritu una prouesse ideal y gram apertises d'armes, su pluma de periodista dcscribe continuas traiciones y cruel- dades, astutas codicias y violencias, en suma, una profesi6n de las armas que se ha convertido total~nente en cuesti6n de ganancias. Mo- linet olvida repetidamente su propcisito cal~alleresco y reproduce 10s sucesos clara y sencillamente -si se prcscinde de su estilo y su len- guaje- sin recordar sino de cuando en cuando el noble y clevado

2 N. Jorga: Pkilifipe de MCriPres, pig. 469. 3 L. c., pbg. 506. 4 Froissart, ed. Luce, I, pigs. 2-3; hfonstrelet, I, pig. 2; D'Escouchy, I, pig. 1 ;

Chastellain, I, pr6logo; 11, pAg. 116; VI, pig. 266; La hlarche, I, ~ 5 g . 187: Molinet, I, pig. 17; 11, pQg. 54.

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4. El ideal caballeresco 95

m6vil que se habia propuesto. Mis superficial a6n es la tendencia caballeresca en Monstrelet.

Es como si el espiritu de estos escritores -un espiritu superficial, digAmos10 -emplease la ficci6n caballeresca como u n correctivo de la incomprensibilidad que su tiempo tenia para ellos. Era ista la dnica forma en que podian colnprender de alg6n mod0 10s sucesos. En reali- dad, tanto la guerra con10 la politica de su tiempo eran extremada- mente informes, faltas, en apariencia, de toda congruencia. La guerra era, las m8s de las veces, un proceso a6nico de incursiones y correrias aisladas y diseminadas sobre un gran territorio; la diplomacia, un instrumento muy complicado y deficiente, regido en parte por ideas tradicionales muy genericas y en parte dominado por una confusi6n inextricable de pequeiias cuestiones juridicas. Incapaz de descubrir en nada de esto una verdadera evoluci6n social, la historiografia se apo- derb de la ficci6n del ideal caballeresco, para reducirlo todo por medio de ella a un hermoso cuadro de honor de principes y de virtud de caballeros, a un lindo juego de nobles reglas, y crear, por lo menos, la ilusi6n de un orden. Si se compara este criterio histbrico con la visi6n hist6rica de un escritor del rango de Tucidides, resulta un punto de vista extraordinariamente mezquino. La historia se convierte en una seca relaci6n de hechos de armas bellos, o aparentemente tales, y de solemnes negocios de Estado. (Quiknes son, pues, desde este punto de vista, 10s fieles testigos de la historia? Los heraldos y 10s reyes de armas, dice Froissart; ellos son 10s que estin presentes en aquellos nobles acontecimientos y 10s que deben juzgarlos oficialmente; ellos son 10s entendidos en cuestiones de honor, y el honor es el motivo de que se escriba la historia 5. Los estatutos del Tois6n dc Oro ordenaban que se consignasen 10s hechos de armas caballerescos. Lefevre de Saint Remy, llamado Toison &Or, o el heraldo Berry, pueden ser llanlados 10s prototipos del historiador-rey de armas.

Como ideal de una vida bella tiene el ideal caballercsco un caricter muy peculiar. Por su esencia es un ideal estktico, hecho de fantasia multicolor y sentimentalidad elevada. Pero quiere ser un ideal moral, y el pensamiento medieval s610 podia concederle un puesto noble

6 Lefbvre de S. Remy, 11, pig. 249; Froissart, ed. Luce, 1, PAS. I ; cf. Le d ibn t

des hirauts d'armes d e France e t d'Angleterre, edicibn L. Pannier et P. Meyer (Soc. des anciens textes fran~ais), 1887, pigina I .

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ponikndolo como ideal de vida en relaci6n con la piedad y la virtud. Pero en esta funci6n &ica fracasa siempre la caballeria, que es arras- trada hacia abajo por su origen pecaminoso. Pues el n6cleo del ideal sigue siendo la soberbia embellecida. Chastellain ha comprendido esto perfectamente, cuando dice: "La gloire des princes pend e n orgueil et e n haut p6rit emprendre 6; toutes principales puissances conviengnent e n u n point estroit qu i se dit orgueil" 7. De la soberbia estilizada y sublimada ha nacido el honor, norte de la vida noble. Mientras en las capas sociales medias e inferiores -dice Taines- constituye el interks el resorte mis importante, es el orgullo el gran m6vil de la aristocracia: or, parmi les sentiments profonds de l'homme, il n'en est pas qui soit plus propre ci se transformer e n probitk, patriotisme et conscience, car I'homrne fier h besoin de son propre respect et, pour I'obtenir, il e ~ t tent6 de le mtriter". Taine tiene, indudablemente, la inclinaci6n a ver la aristouacia con demasiados buenos ojos. La ver- dadera historia de las aristocracias nos presenta por todas partes un cuadro en el cual la soberbia se compagina muy bien con el egoismo mis desvergonzado. No obstante, las palabras de Taine son exactas como definici6n del ideal aristocrstico de la vida. Es una definicion emparentada con la que da Burckhardt del sentimiento renacentista del honor. "Es la enigmfitica mezcla de conciencia y de egoismo, que le quecla a1 hombre moderno, aun cuando haya perdido por su culpa, o sin ella, todo lo dernis, la fe, el amor y la esperanza. Este sentimiento del honor es compatible con un gran egoismo y grandes vicios y es capaz de enormes errores; per0 tambikn puede adherirse a 61 todo lo que haya quedado de noble en una personalidad, y sacar de esta fuente nuevas fuerzas" 9.

La ambici6n personal y el anlor a la gloria, que tan pronto son manifestaciones de un elevado sentimiento del honor, como parecen brotar de una innoble soberbia, son, seg6n Jacobo Burckhardt, las cualidades caracteristicas del hombre dcl Renacimiento lo. Burckhardt opone a1 honor y a la gloria particulares de 10s distintos estados, que

6 Consiste en el orgullo y en correr grandes pelignos. 7 Chastellain, v, phg. 443. 8 Les origines de la France contem;bosaine. I.a r:'volvtion, I , p,:gil~a 190. 9 Die Kultur der Renaissance in Italien, x, 11, pig. 155. 10 L. c., I, pigs. 152-165.

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4. El ideal caballeresco 97

animaban aim a la sociedad genuinamente medieval fuera de Italia, el honor y la gloria comunes a1 gPnero humano, a 10s cuales aspira desde Dante el espiritu italiano, bajo la intensa influencia de las ideas de la antigiiedad. Este punto parkceme scr uno de aquellos en que Burck- hardt ha juzgado demasiado grande la distancia entre la Edad Media y el Kenacimiento, encre la Europa occidental e Italia. El amor a la gloria y la ambici6n del Renacimiento es, en su medula, la ambici6n caballeresca de las kpocas anteriores y de origen francks; es el honor de clase, ensanchado en sus limites, libre del sentimiento feudal y fe- cundado con ideas antiguas. El deseo apasionado de ser apreciado por la posteridad es tan poco desconocido a1 caballero cortesano del siglo xIr y a1 soldado mercenario y tosco, francks o alemin, del siglo XIV,

como a1 pulido espiritu del Quattrocento. Las estipulaciones para el combat des trente (27 de marzo de 1351), entre messires Robert de Beaumanoir y el capitin inglks Robert Bamborough, son cerradas por este ultimo con las siguientes palabras: "Y asi haremos que se hable de ello en 10s tiempos venideros, en las salas de 10s palacios, en las plazas p6blicas y en 10s demis lugares del mundo 11. Chastellain, que es perfectamente medieval en su estimacibn del ideal caballeresco, da, sin embargo, cabal expresi6n del espiritu del Renacimiento cuando dice:

Ilonneur semont (exhorta) toute noble nature D'nirner tout ce qui noble est en son estre (ser) . Noblesse aussi y adjoint sa droiture 12 (Iwnratlez)

En otro lugar dice que el honor era mis raro a 10s judios y a 10s paganos y era tomado entre ellos mis rigurosamente, porque lo obser- vaban tan s610 por 61 mismo y en la esperanza de ser loados en la tierra, mientras que 10s cristianos han recibido el honor por medio de la fe y de la luz, en la esperanza de una recompensa celestial 18.

Ya Froissart reconiicnda la valentia sin ninguna motivaci6n reli- giosa o expresamente etica, sino por la gloria, por el honor y -enfant terrible como es- por hacer carrera 14.

11 Fruissart, ed. Luce, IV, pig. 112; Bamborough, llamado tambiCn Bemhro. Brembto, es desfigurado y convevtirlo por Froissart en B~mdebourch.

12 Le Dit de Vdritd, Chastellain, VI, pig. 221. 13 Le liure de la paix, Chastellain, VII, pig. 367. 14 Froissart, ed. Luce, I, pig. 3.

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La aspiraci6n a la gloria caballeresca y a1 honor esti unida inse- parablemente con un culto de 10s hCroes en que se confunden 10s ele- mentos medievales y 10s renacentistas. La vida caballeresca es una vida de imitaci6n. Tritese de 10s htroes de la Tabla Redonda o de la Antigiiedad, la diferencia es poca. Alejandro habia entrado por com- pleto en la esfera de las ideas caballerescas ya en la Cpoca del floreci- miento de 10s libros de caballeria. La esfera de la fantasia antigua no se habia separado a l n de la Tabla Redonda. El rey Rent ve en abigarrada mezcla, en una poesia, 10s sepulcros de Lanzarote, Ctsar, David, Htrcules, Paris y Troilo, todos adornados con sus respectivas armas 15. La caballeria misma pasaba por romana. Et bien entretenoit, se dice de Enrique V de Inglaterra, la discipline de chevalerie, comme jadis faisoient ies Rommains 16. El creciente clasicismo introduce algo de claridad en la imagen histbrica de la Antigiiedad. El noble por- tugues Vasco de Lucena, que traduce a Quinto Curcio para Carlos el Temerario, le explica -como ya habta hecho Maerlant siglo y medio antes- que le presenta un Alejandro autentico, el cual pone fin a las patraiias con que han desfigurado su historia todas las usualesl7. Sin embargo, nunca es mis fuerte el designio de ofrecer a 10s principes un modelo que imitar, y en pocos principes es tan consciente como en Carlos el Temerario el deseo de igualar a 10s antiguos con grandes y brillantes hechos. Desde la nifiez habiase hecho leer las hazafias de Gawain y de Lanzarote; mis tarde gan6 la supremacia la Antigiiedad. Antes de acostarse leianle regularmente unas horas les haultes histoires de Rommela. Los que mis le placian eran 10s heroes de la Anti- giiedad: CPsar, Anibal y Alejandro, les quelz il vouloit ensuyre (seguir) et contrefaire 19. Todos 10s contemporineos de Carlos han concedido gran importancia a la deliberada imitacibn de estos hQoes como resorte de sus actos. I1 disiroit grand gloire -dice Commines- que estoit ce qui plus le mettoit en ses guerres que nuEEe autre chose; et eust bien uoulu

15 Le cuer d'amours kpris. Oeuvres du roi RenJ, ed. De Quatrebarbes, Angers, 1845, 4 vols., t. IU, pig. 112. 16 Lefkvre de S. Remy, n, pig. 68. 17 Doutrepont, pig. 183. 1s La Marche, 11, pdgs. 216-334. 19 Ph. Wielant: Antiquitis de Flandre, ed. De Smet (Corp. chron. Flandriae,

IV), pig. 56.

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ressembler u ses anciens princes dont i l a estt tant parld aprts leur mort 20. Ghastellain le vi6 cuando tradujo por primera vez en la prictica esta elevada sensibilidad para las grandes acciones y para 10s bellos gestos de 10s antiguos. Fu t ello en ocasibn de su primera entrada como duque en Malinas, el aiio 1467. Tenia que castigar alli un levan- tamiento. La causa Labia sido indagada y tratada judicialmente con todas las formalidades, siendo uno de 10s promotores condenado a muerte y el otro a destierro perpetuo. El cadalso se levanta en la plaza del mercado, y el duque toma asiento frente a el. El culpable ya se ha hincado de rodillas, y el verdugo desnuda la espada, cuando Carlos, que habia mantenido hasta entonces secret0 su prop6sit0, exclama: "iAltol Quitale la venda y aylidale a levantarse".

Et m e parcus de lors -dice Chastellain- que le coeur luy estoit e n haut singulier propos pour le temps a venir et pour acqukrir gloire et renommke en singulidre oeuvre 21.

El ejemplo de Carlos el Temerario es apropiado para hacernos in- tuitivo c6mo ya tiene sus raices en el ideal caballeresco el cspiritu del Renacimiento, el anhelo de una vida bella en el sentido de la Antigiie- dad. Si se compara a Carlos con el virtuoso italiano resulta que s610 hay una diferencia de grado en cuanto a erudici6n y gusto. Carlos leia sus clisicos en traducciones, y la forma de su vida es a6n g6tico- f lamigera.

La misma Eusi6n del elemento caballeresco y el renacentista revela el culto de 10s nueve caballeros de la fama, Ees neuf preux. Este grupo de nueve heroes, tres paganos, tres judios y tres cristianos, procede de la esfera de la Cpica caballeresca; donde primer0 se encuentra es en 10s Voeux d u paon de Jacques de Longuyon, alrededor de 131232 .

La elecci6n hecha delata la estrecha conexi6n con el romanticismo ca- ballaresco: Htctor, CCsar, Alejandro; Josut, David, Judas Macabeo; Art&, Carlomagno y Godofredo de Bouillon. Eustache Deschamps toma la idea de su maestro Guillaume de Machaut y le dedica nume-

20 Commines, I, pAg. 390, cf. la anecdota en Doutrepont, pig. 185. 21 Y me pareci6 desde entonces que su coraz6n alimentaba altos y singiilara

prop6sitos para el tiempo por venir y para adquirir gloria y fama con obras singulares. Chastellain, v, phgs. 316-319.

22 P. Meyer: Bull. de la soc. des anc. t e x t s f ~ a n ~ a i r , 1883, paginas 45-54.

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rosas poesias23. Probablemente ha sido tambih kl quien satisfizo la necesidad de simetria, tan caracteristica del espiritu de la dltima Edad Media, poniendo frente a 10s nueve preux nueve preuses, Para ello sac6 algunas figuras clitsicas, en parte bastante extraiias, de Jus- tino y otras fuentes: entre ellas Pentesilea, Tomyris, Semiramis, y desfigur6 la mayor parte de 10s nombres para hacerlos femeninos. Pe- ro esto no impidi6 que la idea encontrase eco, y asi se encuentran en 10s posteriores, como Jouvencel, 10s preux y las preuses juntamente. Se les encuentra dibujados en tapices y se inventan armas para ellos; en la entrada de Enrique VI de Inglaterra en Paris, el atio 1431, van las dieciocho figuras delante de 61 24.

CuPn viva seguia estando la idea en el siglo xv y adn despues queda probado por el hecho de que se la parodiase: Molinet da rien- da suelta a su caprichoso humor en unos nueve preux de gourman- d i s e 2 5 . Todavia Francisco I se vestia alguna que otra vez a l'antzque, para representar a uno de 10s preux 26.

Pero Deschamps ha ampliado la idea de otro mod0 que no s610 compietindola m n pendpnts femeninos. EnlazG con su tiempo el culto a la virtud de 10s antiguos heroes y traslad6 el culto a la es- fera del naciente patriotismo militar francks afiadiendo a 10s nueve, como dkcimo preux, un contemporiineo y cornpatriota: Bertrand du Guesclin27. Tambikn esa idea tuvo &xito. Luis de Orleans hizo aiia- dir en la gran sala de Coucy la imagen del vaiiente connitable como

23 Deschamps, ndms. 12, 93, 207, 239, 362, 403, 492, 652. I, pirgs. 86-99; 11,

p;lgs. 29-69; x, pigs. xxxv, LXXVI y sip. 24 Journal d'un bourgeois, pig. 274. Cervantes 10s conoce a h 1lam;lndolos "to-

dos 10s nueve de la fama", Don Quijote, I, 5. En Inglaterra son conocidos como the nine worthyes hasta el siglo XVII, cf. John Coke (1551)' T h e debate between the Heraldes, ed L. Pannier et P. Meyer: Le ddbat des hdrauts d'armes, pig. 108. § 171; R. Burton: The Anatomy of Melancholy, 111, pig. 173 (ed. Londres, 1886). Thomas Heywood escrihi6 The exemplasy Lives arid me,:aorabIe Acts of Nine the most Worthy Women of the W m l d : three Jews, three Gentiles, three Christians, en que derra la serie la reina Isabel.

25 Molinet: Faictx et Dictz, f. 151. 26 La Curne de Sainte Pelaye, 11, pig. 88.

27 Deschamps, nlim. 206; 239, 11, pigs. 27, 69, ndm. 312; 11, pig. 324; Le lay du tris ban connestable B . du Guesclin

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dCcimo preux 28. Orleins tenia sus buenas razones para consagi ar especial cuidado a la memoria de Guesclin: habia sido sostenido sobre la pila bautismal por el connitable y este le habia puesto ademis una espada en la mano. Como dCcima en la serie femenina se espe- raria a Juana de Arco, y en efecto, se hizo el intento de elevar!a a tal grado. Luis de Laval, cuya abuela Juana habia tenido por esposo en su segundo matrimonio a Du Guesclin y cuyos hermanos habian asistido a la doncella de O r l e i n ~ ~ ~ , encarg6 en 1460 a su capellin, Sebastiin Mamerot, que escribiera una historia de 10s nueve hkrccs y heroinas, con Du Guesclin y Juana de Arco, como decimos miern- bros de la serie. Por desgracia, faltan ambos en el manuscrito que se conserva de la obra 80. NO se encuentran seiiales de que la idea hubie- se tenido Cxito, en lo referente a Juana de Arco. El culto de 10s he- roes militares y nacionales, que se inicia en Francia en el siglo xv, se fija, en primer lugar, en la figura del valiente y calculador guerre- ro bret6n. Mis de un general, que habia combatido junto a Juana o contra ella, ocupa en la fantasia de 10s contemporineos un puesto mucho mayor y mis honroso que la aldeanita de DomrCmy. Muchos hablan de ella sin emoci6n o sin respeto, mis bien como una curiosi- dad. Chastellain, que sabia trocar maravillosamente sus sentimientos borgoiiones por una patktica lealtad francesa, cuando venia bien, com- pone un mysttre sobre la rnuerte de Carlos VII. En C1 aparecen todos 10s caudillos que habian combatido por Carlos contra 10s ingleses, semejando una galeria de heroes, y recitan una estrofa que indica sus hazaiias. Entre ellos estin Dunois, Jean de Bueil, Xaintrailles, La Hire y toda una serie de otros menos conocidos 31. Hace6 la rnisma impresibn que una serie de generales napole6nicos. Pero la Doncella ialta.

Los principes borgoiiones guardaban en las cimaras de sus teso- ros toda una serie de rominticas reliquias de heroes: una espada de San Jorge, adornada con sus armas; una espada que habia perteneci-

28 S. Luce. La France Pendant la guerre de cent am, pdg. 231; Du Guesclin dixitme preux.

29 Vease su carta a su madre y abuela, del 8 de junio de 1429, en Quicherat: Procts, f. 105-115.

30 M. Lecourt: Romania, t. xxxvn, 1908, 529-539. 31 La mort du roy Charley V I I , Chastellain, VI, pig. 440.

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do a messire Bertrdn de Claiquin (Du Guesclin) ; un diente del ja- bali de Garin el Lorenb , el salterio donde aprendia San Luis cuando era nifio 33. En todo esto conffindense intimamente las esferas de la fantasia caballeresca y de la fantasia religiosa. Un paso mis y nos encontramos con la clavicula de Livio recibida solemnemente, como si fuese una reliquia, por el Papa Le6n X33.

El culto tributado a 10s hCroes en la 6ltima Edad Media tiene su forma literaria en la biografia del perfecto caballero. A veces son figuras que sc han convertido en legendarias, como Gilles de Trazeg- nies. Las mis importantes son, sin embargo, las de contemporineos como Boucicaut, Jean de Bueil, Jacques de Lalaing.

Jean le Meingre, llamado habitualmente el Mare'chal Boicicaut, habia servido a su pais en dificiles coyunturas. En 1396 habia esta- do con Juan Sin Miedo en Nic6polis, donde el ejCrcito de caballeros franceses, que habia partido irreflexivamente para expulsar de Eu- ropa a 10s turcos, fuC aniquilado por el sultin Bayaceto. En 1415 fuC hecho de nuevo prisionero en Azincourt y muri6 seis afios desputs en el cautiverio. Un admirador habia escrito sus hazaiias. en 1409, vi- viendo t l todavia y sobre la base de muy buenos inforrnes y docu- mentos 84; per0 no, sin embargo, como un trozo de historia contempo- r h e a , sin0 como la imagen del caballero ideal. La realidad de aque- Ila vida agitada desaparece detris de la bella apariencia de la imagen caballeresca. La espantosa catistrofe de Nicbpolis s610 tiene escaso relieve en el Livre des faicts. Boucicaut es pintado como el tip0 del caballero leal, piadoso y a la vez culto, cortesana y literariamente. El desprecio de la riqueza, que ha de ser caracteristico del auttntico ca-

82 Laborde, 11, pig. 242, ndm. 4.091; 138, ndm. 242; idem, p5g. 146; nlim. 3.343; pig. 260, ndm. 4.220; pig. 266, n6m. 4.253. El salterio fuC adquirido durante la guerra de sucesi6n espailola por Joan van den Berg, comisario de 10s Estados generales en Belgica, y se encuentra ahora en la biblioteca de la Universidad de Leyden. Espadas de Tristin, de Ogier el Danes y de Wieland el Herrero se en- cuentran igualmente en Francia, Inglaterra e Italia; V. H. Jenkinson: The jewel3 lost in the Wash., History VIII, 1923, pig. 161; J. Loth, L'dpe'e de Tristrin, Cornptes rendus de I'Acad. des Inscr. et Belles-Lettres, 1923, pig. 117; G. Rotondi en Ar- chivio stosico Lombardo, XLIX, 1922.

83 Burckhardt: Kultur der Ren., 110, pig. 246. 84 Le liure des faicts d u mardchal Boucicaut, ed. Petitot, Coll. de mdmoires,

I serie, tomos VI-vrr.

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ballero, brota de ias palabras del padre de Boucicaut, que no quiere ni aumentar ni disminuir su patrimonio: si mis hijos son honrados y valientes -dice- tendran bastante; y si no son dignos de nada, verguen- za seria dejarles tanto 35. La piedad de Boucicaut es rigurosamente pu- ritana. Se levanta muy temprano y pasa tres horas en oracidn. Por prisa y ocupaciones que teliga, oye de rodillas dos misas todos 10s dias. LOS viernes va de negro; 10s domingos y 10s dias de fiesta hace a pie una peregrinacidn, o se hace leer vidas de santos o historias des vaillans trespmsez, soit Romains ou autres, o sostiene piadosos coloquios con otras personas. Es moderado y sencillo; habla poco y las mas de las veces sobre Dios, 10s santos, la virtud o la caballeria. T a m b i h ha in- culcado a todos sus scrvidores la devoci6n y la decencia y les ha qui- tad0 la costumbre de maldecir 36. Es un celoso defensor del noble y casto culto a la mujer; honra a todas por una y funda la Orden de L'tcu verd ri la dame blanche, para defensa de las mujeres, lo que le atrajo las alabanzas de Cristina de Pisan 37. En Gknova, adonde fuC en 1401, para indinar a1 Gobierno en favor de Carlos VI, respondid cierta vez cortksmente a las reverencias de dos damas con que se encontr6. "Monseigneur", le dijo su escudero, "qui sont ces deux femmes ri qui vous auez si grans reverences faictes" "Huguenin, dit-il, je ne scay". Lors luy dist "Monseigneur, elles sont filles communes". "Filles communes, dist-il, Huguenin, j'ayme tlop mieulx faire reve- rence ri dix filles communes que avoir failly ri une femme de bien"38. Su lema dice: Ce que vous vouidrez, intencionadamente misterioso,

como conviene a un lema. {Alude Boucicaut a la entrega de su vo- luntad a la dama a quien habia consagrado su lealtad, o debe verse en el lema una general indiferencia frente a la vida, como s610 se la esperaria en tiempos muy posteriores?

Con tales colores de piedad y continencia, sencillez y fidelidad se pintaba entonces la bella imagen del caballero ideal. El verdadero Boucicaut no respondia a eila en todos sentidos; per0 jc6mo esperar

36 La liv7e des faicts., VI, pig. 379.

36 Ib., VII, pigs. 214, 185, 200-201. 37 Chr. de Pisan: Le ddbdt des deux amants, Oeuvres poitiques, 11, pig. 96. as Antoine de la Salle: La salade, chap. 3, Paris, M. Le Noir, 1521, f . 4 vso.

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otra cosa? La violencia y la codicia, tan frecuentes entre 10s de su cla- se, no eran tampeco desconocidas por aquella noble figura30.

El caballero modelo es visto, sin embargo, otras veces a una luz muy distinta. La novela biogrifica sobre Jean de Bueil, llamada Le Jouvencel, fuC escrita aproximadamente medio siglo despues que la vida de Boucicaut, y esto explica en parte las diferencias de visi6n. Jean de Bueil habia combatido como capitin bajo la bandera de Juana de Arco y habia tomado parte posteriormente en el levanta- miento de la Praguerie (1440) y en la guerra du bien public, murien- do en 1477. Caido en desgracia ante el rey, incitb, por el afio de 1465, a tres de sus servidores a componer una relaci6n de su vida, intitula- da Le JouvenceE~O. A1 contrario de la vida de Boucicaut, en la cual se alberga bajo la forma hist6rica un espiritu novelesco, el Jouuencel presenta en forma novelesca rasgos reales, a1 menos en Ia primera parte. El hecho de que el resto de la obra se convierla en una novela pedestre, depende probablemente de la pluralidad de autores. Apare- cen alli la terrorifica incursi6n de las bandas de soldados franceses en territorio suizo, el aiio de 1444, la batalla de Santiago del Birs, en que encontraron sus Term6pilas 10s labradores del cant6n de Basilea, revestido todo con la vana pompa de una trillada historia de amores pastoriles.

En fuerte contraste con ello traza la primera parte del Jouvencel un cuadro estricto y sincero de la realidad de la guerra en aquellos tiempos, como apenas se puede encontrar en ninguna otra parte. Por lo demis, tampoco estos autores hablan de Juana de Arco, de la cual su seiior habia sido, sin embargo, hermano de armas. Son exclusiva- mente las hazaiias de este su seiior las que ellos glorifican. El anciano debe de haberles descrito muy bien, sin embargo, sus hechos de ar- mas. AnGnciase aqui el espiritu militar de Francia, que producird mAs tarde las figuras del mousquetaire, del grognard y del poilu. El propbito caballeresco s610 se delata a1 comienzo, que estimula a 10s j6venes a conocer por la obra la vida de las armas y les previene contra la soberbia, la envidia y la codicia. En la primera parte del Jouvencel faltan tanto el elemento piadoso como el elemento de 10s

39 Le livre des cent ballades, ed. G . Raynaud (Soc. des anciens textes francais), pag. LV.

Le Jouvencel, I , pag. 25.

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amores de Boucicaut. Lo que encontramos es la miseria de la guerra, $us privaciones y monotonia y el juvenil denuedo de soportar fatigas y resistir peligros. El alcaide de un castillo reline a la guarnici6n y cuenta s610 quince caballos, pencos enflaquecidos y la mayoria sin herraduras. Monta sobre cada caballo a dos hombres, per0 tainbiCn la mayoria de 6stos sun tuertos o lisiados. Para poder mejorar 10s ves- tidos del capitin, se trata de apresar la ropa del enemigo puesta a secar. Una vaca robada es corttsmente devuelta a1 capitfin enemigo, cuando tste viene a buscarla. En la descripci6n de una expedicibn nocturna por 10s camps Ilegamos a respirar el aire y el silencio de la noche *I. En el Jouvencel se ve el trhnsito del tipo caballeresco a1 ti- po del militar nacional. El hCroe del libro deja ir libres a 10s pobres prisioneros, con la condici6n de que sean buenos franceses. Llegado a las altas dignidades, siente el heroe la nostalgia de aquella vida de libertad y de aventuras.

Un tip0 semejante, reaIista, de caballero (que por lo demis, co- mo ya se ha dicho, no se sostiene en la obra misma hasta el final) no logr6 producirlo a6n la literatura borgoiiona, mucho mPs anticuada, mucho mPs solemne y dominada por el pensamiento feudal que la puramente francesa. Jacques de Lalaing es junto a1 Jouuencel una curiosidad anticuada, escrita s e g h el cliche de 10s antiguos caballeros andantes como Gillon de Trazegnies. El libro sobre 10s hechos de este venerado heroe borgofi6n habla m;is de romPnticos torneos que de la guerra real 42.

La psicologia del espiritu guerrero acaso no haya encontrado, ni antes ni despuCs, expresi6n tan sencilla y exacta como en las siguien- tes palabras del Jouuencel43: "C'est joyeuse chose que In guerre.. . O n s'entr'ayme tant a la guerre. Quant o n voit sa querelle bonne et son sang bien combatre, la larme en uient d l'ueil. I t uient une doul- ceur au cueur de Eoyaultt et de pitit de veoir son amy, qui si vaiL lamment expose son corps pour faire et accomplir Ile commandement de nostre createur. Et puis on se dispose d'alier mourir ou vivre auec luy, et pour amour ne l'abandonner point. Eu cela vient une de'lecta-

41 Le Jouwencel, I , pdg. 25. 42 Le liure d m faits du bon chevalier Messire Jacques de Lalaing; edicibn Ker.

vyn de Lettenhove, Chastellain, Oeuwres, VIII.

43 11, pig. 20.

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tion telle que, qui ne l'a essaiid, il n'est homme qui sceust dire quel bien c'est. Pensez-vous que honzme qui face cela craigne la mort? Nennil; car il est tant reconfortt?, 11 est si ravi, qu'il ne scet 06 il est. Vraiement il n'a paour de rien" 44.

Esto podria haberlo dicho tan bien un soldado modern0 como un caballero del siglo XV. No tiene ya nada que ver con el ideal ca- balleresco en si. Reproduce el fondo sentimental del puro espiritu guerrero: el tremulo salir del estrecho egoism0 a la excitacibn del pe- ligro de muerte, la honda emocibn por la valentia del camarada, la alegria de la lealtad y de la abnegacibn. Esta primitiva excitacibn as- cktica es la base sobre la cual se construyb con el ideal caballeresco una noble fantasia de perfeccibn viril, estrechamente emparentada con la kalokagathia griega, una esforzada aspiraci6n a una vida bella, enkrgico motor de una serie de siglos ... y tambikn miscara tras de la cual podia ocultarse un mundo de codicia y de violencia.

44 Cosa grata, la guerra.. . [Se quieren tanto unos a otros en la guerral Cuan- do se considera justa la propia causa y se ve combatir bravamente a la propia raza, las lhgrimas vienen a 10s ojos. El coraz6u leal y pindoso siente la dulzura de ver a1 amigo que expone valientemente su cuerpo por ejecutar y cumplir ei mandato de nuestro Creador. Y despues se hace el prop6sito de morir o vivir con 61 y por amor de no abandonarle. En todo esto sientese un deleite que quien no lo haya experimentado no sabe decir que bien representa. &re& que quien hace esto teme la muerte? En mod0 alguno; porque esti tan confortado, esti tan entusiasmado, que no sabe d6nde esti. Verdaderamente, no tiene miedo de nada.

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Capitulo 5

EL SUEfiO DEL HEROISM0 Y DEL AMOR

S IEMPRE que se profesa en toda su pureza el ideal caballeresco p6nese el centro de gravedad en el elemento asc6tico. En la Cpoca de su primer florecimiento emparej6se este ideal

sin violencia, e incluso por necesidad, con el ideal monistico: en las 6rdenes militares de la Cpoca de las Cruzadas. Como en realidad im- ponia a1 ideal renovadas y crueles decepciones, fuk retirindose aqutl mis y mis a la esfera de la fantasia y en ella sigui6 conservando 10s rasgos de noble ascetismo, que raras veces eran visibles en medio de las realidades sociales. El caballero andante, como el templario, esti libre de lazos terrenos y es pobre. Este ideal del noble guerrero desposeido, dice Wiliiam James, domina a6n sentimentally i f not practically, the military and cristocratic view of life. W e glorify the soldier as the man absolutely unincumbered. Owning nothing but his bare life, and wil- ling to toss that u p at any moment when the cause commands him, he is the representative of unhampered freedom i n ideal directionsl.

Las conexiones del ideal caballeresco con elevados elementos de la conciencia religiosa -!a compasi6n, la justicia, la tidelidad- no son, pues, en mod0 alguno, artificiosas o superficiales. Pero no son ellas las que hacen de la caballeria la forma de la vida bella ?car' iEo~fiu, por excelencia. Ni tampoco las raices inmediatas que tiene en la belicosidad masculina hubiesen podido elevarla a ello, si el amor de las mujeres no hubiese sido el fuego ardiente que prestaba el calor de vida a aquel complejo de sentimientos e ideas.

El profundo caricter de ascetismo, de denodada abnegacibn, que

1 Mr. J;:!r~es: T h e ua~ieties c;f religious experience, Gifford lectures, 1901-02, Londres, 1903, pig. 318.

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es propio del ideal caballeresco, estii en estrecha conexi6n con la base critica de esta actitud vital, siendo quizi tan s610 la traducci6n moral de un deseo insatisfecho. No s610 en la literatura y en las ar- tes plisticas encuentra el deseo de amor su reduccibn a forma, su es- tilizacibn. La necesidad de dar a1 amor un estilo noble y una noble forma encuentra en las formas de la vida misma un ancho carnpo don* desplegarse: en el trato cortks, en 10s juegos de sociedad, en las diversiones y deportes. TambiCn en todo esto se sublima continua- mente el amor y se torna romintico. La vida respira en ello el aire de la literatura, mas en conclusibn Csta lo aprende todo de la vida. En el fondo, la visibn caballeresca del amor no ha aparecido en la literatura, sino en la vida. El motivo del caballero y de la frouwe (dama) amada se daba en las circunstancias reales de la vida.

El caballero y su dama, el hCroe por amor, he aqui el eterno y principal motivo romhntico, que en todas partes surge y ha de surgir siempre de nuevo. Es la mis inmediata traduccibn de la pasi6n sen- sible en una autonegacibn Ctica o cuasi-ktica. Radica inmediatamente en la necesidad de mostrar el valor, exponerse a peligros y acreditar la fuerza de padecer y de dar la sangre, todo por su dama: impulso que conoce todo mozo de diecis& afios. La exteriorizacibn y el cum- plimiento del deseo, que parecen inasequibles, son reemplazados y su- perados por la heroicidad por amor. Por eso se plantea en seguida la muerte como alternativa del cumplimiento, asrgurindose por ambas partes, digimoslo, asi, la satisfacci6n.

Pero el sueiio de la heroicidad por amor, que llena y arrebata el coraz6n, crece y se desarrolla como una planta exuberante. El prime- ro y simple tema ha hecho pronto su efecto; cl espiritu pide nuevas representaciones del mismo tema. Y la pasi6n misma impone colores mis intensos a1 sueiio del sentimiento y la renunciacibn. La heroici- dad ha de consistir en librar o salvar a la xnujer adorada del mis inminente de 10s peligros. Con esto se aiiade a1 motivo primitivo un incentivo rnis intenso. Primero es el sujeto rnismo quien quiere su- frir por su dama; per0 pronto sobreviene el deseo de salvar del su- frimiento a la misma deseada. tAcaso, en el Eondo, habr i que reducir siempre la idea de la salvaci6n a la salvaci6n de la doncellez, o sea. a1 alejamiento de otro y a la conservaci6n de la dama para el propio caballero? En todo caso queda con esto dado el mis alto motivo er6-

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5. El suefio del herofsmo y del amor 109

tico-caballeresco: el joven hCroe que libra a la doncella. Aunque el enemigo sea a veces un cindido dragbn, siernpre resuena en el fondo el motivo sexual. VCase la verdadera ingenuidad con que se expresa, por ejemplo, cn el cuadro bien conocido de Burne-Jones. Justamente por la castidad del cuadro delata en Cl la figura moderna de la joven la primitiva iAlspiraci6n sensual.

La liberacidn de la doncella es el motivo romintico mPs primiti- vo y siempre nuevo. Parece imposible que una teoria de 10s mitos, hoy anticuada, haya visto en 61 la reproducci6n de un fen6meno de la naturaleza, cuando todo el mundo puede comprobar diariamente la espontaneidad de la idea. En la literatura podrzi a veces evitarse, durante una Cpoca, como efecto de una repetici6n exagerada; per0 el motivo renace siempre en nuevas formas, por ejemplo, en el roman- ticism~ de 10s cow-boys del cine. Y en la ideologia personal del amor fuera de la literatura sigue siendo siempre, sin duda alguna, igual- mente intenso.

Es dificil determinar hasta quk punto se revelan en la idea del amante heroico las visiones masculina y femenina del amor. <Es la Eigura del que sufre por amor la imagen de si mismo, qut quiere ver el varbn, o es voluntad de la mujer que se muestre asi? MAS proba- blemente lo primero. Por lo general, en las representaciones del amor como forma de la cultura se expresa casi exclusivamente la concep- cibn masculina, a1 menos hasta estos hltimos tiempos. La visi6n que del amor tiene la mujer permanece siempre velada y oculta; es un profundo y delicado secreto. Y ni siquiera necesita de la romjntica exaltaci6n hasta lo heroico, pues con su caricter de entrega y su in- quebrantable nexo con la maternidad, elkvase por si misma sobre la esfera de er6tico-egoista, sin fantasias de valentia y sacrificio. Si falta en su mayor parte la expresi6n del amor femenino, no es sblo porque la literatura haya sido creada por el hombre, sino tainbikn porque para la mujer es mucho menos indispensable lo literario en el amor.

La figura del noble salvador, que sufre por su amada, es en pri- mer ttrmino la imagen del varbn tal y como quiere verse a si mismo. La tensi6n de su suefio de libertador se intensifica tan pronto como aparece desconocido y s610 es conocido despuCs de su heroicidad. En esta obscuridad del hkroe hay con toda certeza un motivo romhntico, nacido de la idea femenina del arnor. En la integral apoteosis de la

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110 El otoiio de la Edad Media

fuerza y del Pnimo viriles, bajo la forma del comba tiente a caballo, confluyen el anhelo femenino de honrar la fuerza y la soberbia fisica del var6n.

La sociedad medieval ha cultivado este motivo romintico-priml- tivo con una insaciabilidad juvenil. Mientras que las formas superio- res de la literatura se han refinado, dando a1 deseo una expresibn mis etkrea y reservada o mis ingeniosa y picante, renutvase la novela de caballerias una y otra vez, conservando en medio de su refundicibn del caso romintico, repetida sin fin, un incentivo que no siempre nos resulta comprensible. Nos parece que aquellos tiempos eran ya dema- siado crecidos para complacerse en tan infantiles fantasias y que el Mdiador de Froissart o el Perceforest, ultimos retoiios de las aventu- ras caballerescas, eran anacronismos ya cn su tiempo. Pero no lo eran, como tampoco lo es hoy en dia el folletin. S610 que nada de esto es pura literatura, sin0 -por decirlo asi- artes aplicadas. Es la necesidad de modelos para la fantasia er6tica la que mantiene viva y renueva siempre esta literatura. En pleno Renacimiento rerive en las novelas de Amadis. Cuando en la segunda mitad del siglo XVI

puede asegurarnos De la Noue que las nove!as de Amadis eran causa de un esprit de vertige en la raza, que habia pasado por la escuela del Renacimiento y el I-Iumanismo, jcuPn grande tiene que haber si- do la sensibilidad romintica en la generacibn totalmente indisdpli- nada de 14001

La seduccibn del amor romintico no se experimenta s610 en la vida, sino tambikn en 10s juegos y en 10s especdculos. Hay dos for- mas en las cuales puede presentarse este juego: Ia representacibn dra- mitica y el deporte. En la Edad Mcdia es esta segunda forma mucho mis importante. El drama contenia, principalmente, otra materia, una materia sagrada; solo por excepciirn trata tambien el caso romintico. Por el contrario, el deporte, y en primer tkrmino el torneo, eran, en la Edad Media, dramiticos en sumo grado y a la vez tenian un sello intensamente erbtico. El deporte conscrva en todos 10s tiempos este elemento dramdtico y erbtico; en un actual campeonato de remo o de futbol hay valores afectivos propios del torneo medieval, en un n6mero mucho mayor de lo que acaso se imaginan equipos y espec- tadores. Pero mientras que el deporte modern0 ha retrocedido hacia una simplicidad y belleza naturales, casi griegas, es el torneo medie-

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5. El sueiio del herofsmo y del amor 111

val, o a1 menos el del ultimo period0 de la Edad Media, un deporte de ropaje pesado y sobrecargado de ornamentacibn, en el cual se ha trabajado y dado forrna tan deliberadamente a1 elemento dramatic0 y romhntico, que cumple, por regla general, la funci6n del drama.

La dltima Edad Media es uno de esos periodos terminales, en que la vida cultura! de 10s altos circulos sociales se ha convertido casi integramente en un juego de socicdad. La realidad es aspera, dura y cruel; por ende, se Ia somete a1 bello sueiio del ideal caballeresco y se edifica sobre este el juego de la vida. Se juega bajo la mascara de Lanzarote. Reina una enorme insinceridad consigo mismo, cuya de- tonante falscdad s6lo puede ser soportada gracias a que hay una leve ironia que salpica la mentira dicha a si propio. En toda la cultura caballer'esca del siglo xv impera un equilibrio inestable entre la gra- vedad sentimental y una ligera ironia. Todos esos conceptos cabalie- rescos de honor, fidelidad y noble amor, son tratados con perfecta seriedad; pero, de cuando en cuando, hay un momento en que la ri- sa descompone el gesto rigido. Tenia que ser Italia el punto donde aquel estado de Pnirno se convirtiera, por primera vez, en parodia consciente: en el Morgante, de Pulci, y en el Orlando innamorato, de Boiardo. E incluso en la propia Italia logra de nuevo la victoria el sentimiento romPntico-caballeresco: pues en Ariosto deja plaza la descarada mofa a un maravilloso elevarse por encima de las burlas y veras, en el cual ha encontrado la fantasia caballeresca su mPs clisica expresi6n.

&6mo podria, pues, dudarse de la seriedad del ideal caballercs- co en la sociedad francesa de 1400) En el noble Boucicaut, el tip0 li- terario del caballero ejemplar, es el fondo romintico del ideal caba- lleresco tan fuerte alin como el que rnAs. El amor -dice- es quien con m9s fuerza hace brotar en 10s corazones juveniles el entusiasmo por las nobles luchas caballerescas. R1 mismo sirve a su aama en las antiguas formas llenas de cortesania: Toutes servoit, toutes honnoroit pour l'amour d'une. Son parler estoit gracieux, courtois et craintif devant sa dame 8.

Entre la literaria actitud vital de un hombre como Boucicaut y la amarga realidad de su carrera reina un contraste casi incomprensi-

2 Le livre des faits, pag. 398.

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112 El otoiio de la Edad Media

ble para nosotros. Habia intervenido como Eigura activa y pasiva en 10s acontecimientos politicos m9s duros de su tiempo. En 1388 hace su primer viaje politico a Oriente. Para que el viaje le resultase mls corto, emprende con dos o tres de sus hermanos de armas, con Phi- lippe d'Artois, su senescal y cierto Cresecque, una defensa poktica del noble amor fie1 que conviene a1 perfecto caballero: Le livre des cents ballades 3. Bien, lpor quC no? Pero siete afios mls tarde, despuks de haber corrido, como mentor del joven conde de Nevers (mis adelan- te Juan Sin Miedo), la irreflexiva aventura caballeresca de la expedi- ci6n guerrera contra el sultin Bayaceto; despuks de haber vivido la rspantosa catlstrofe de Nicbpolis, en que perdieron la vida sus tres anteriores compaiieros de poesia y en que la juventud de la nobleza francesa, hecha prisionera, fuk ejecutada ante sus ojos, <no era de suponer que se habria enfriado el entusiasmo de un grave guerrero por aquel juego cortesano, por aquella ilusi6n caballeresca? Nos pa- rece que debia de haber aprendido a no seguir viendo el mundo a travks de aquel cristal de color de rosa. Pero no hay tal. TambiCn des- puks sigue consagrado su espiritu a1 culto de la antigua caballeria, como atestigua su fundaci6n de la Orden de la dame blanche a Pes- cu verd, para la defensa de las mujeres oprimidas, con la cual tom6 posici6n en el be110 pasatiempo de la disputa literaria entre el ideal severo y el ideal frivol0 del amor, que agitaba desde 1400 el circulo de la corte francesa.

El mod0 entero de expresarse el amor noble en la literatura y en la vida social nos parece con frecuencia insoportablemente soso y ridicule. Tal es la suerte de toda forma romitntica usada como ins- trumento de la pasi6n. En la labor de 10s muchos, en las poesias ar- tificiosas, en las descripciones de 10s torneos costosamente dispuestos, ya no resuena la pasibn: &a s610 sigue viviendo en la voz de una mi- noria, de 10s verdaderos poetas. Pero la significaci6n que todo esto ha tenido como adorno de la vida, romo expresi6n de afectos, aunque fuese algo inferior en el sentido literario o como krte, s610 puede me- dirse infundihdole de nuevo la misma pasibn viva. {De quk sirven, a1 leer las poesias amorosas y las descripciones de 10s torneos, todos 10s conocimientos y la mPs viva representacih del detalle histdrico,

a Ed. G. Raynaud: SocMtC des anciens textes frangais, 1905;

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5. El sueiio del heroismo y del amor 113

sin el mirar claroscuro de 10s ojos, bajo el vuelo de las cejas y las estrechas frentes, que volvieron a1 polvo hace ya siglos y que han sido un dia, mhs importantes que toda la literatura superviviente en mon- t6n de escombros?

Hoy s610 un destello casual puede permitirnos recanocer clara- mente la signilicaci6n pasional de estas formas de la cultura. En el poema Le uoeu du hlron, dice Jean de Beaumont, a quien aguijan para que haga voto de luchar como caballero:

Quant somrnes 2s tavernes, de ces fors v i m buvant, Et ces dames del& qui nous vont regardant, A ces gorgues polies, ces colids tirant, Chi1 ctil uair resplendissent de biaute' souriant, Nature nous spmont d'auoir coew dbirant, . . . Adonc conquerons-nous Yaumont et Agoulant Et li outre conquierrent Olivier et Rollant. Mais, p a n t sommes as camps sus nos destriers courans, Nos escus d no col et nos lansses bais(s)ans, Et le froidure grande nous ua tout engelant, Li membres nous effondrent, et derri2re et devant, Et nos ennemis sont envers nous approchant, Adonc uorridmes e s t ~ e en u n chdier si grant Que janzais ne fussions veu tant ne p a n t 4.

"Helas -escribe Philippe de Croy desde el campamento de Car- los el Temerario delante de Neuss- oc sont dames pour nous entre- tenir, pour nous amonester de bien faire, ne por nouh enchargier em- $rinses, devises, uolets (pafiuelos para la cabeza), ne guimpes (velos para la garganta) " 6.

4 Cuando estamos en las tabernas, bebiendo aquellos vinos tan fuertes, - Y junto a las damas, que nos contemplan, - con sus tersas gargantas, con sus seductores collares, - Con sus ojos carnbiantes que resplandccen con una belleza sonriente, - Entonces impdlsanos la naturaleza a tener un coraz6n hazaiioso, - Entonces vencemos unos a Jaum6n y Agulitn (dos paganos de la novela de Aubremont) - Y otros vencen a Oliveros y a Roldin. - Pero cuando estamos en el campo sobre nuestros veloces corceles. - Los escudos pendientes del cuello y la8 lanzas en ristre bajas, - Y el intenso frio nos va helando totalmente, - Y 10s miembros se nos quebrantan, asl los anteriores como 10s posteriores. - Y loa enemigos se nos van acercando, - Entonces quisidramos estar en una cueva tan honda, - Que no fuhemos vistos nunca, ni poco ni mucho." Les vocux d u h h o n , vs. 354-371, ed. Soc. des bibHophiles de Mons, ndm. 8, 1839.

6 Carta del conde de Chimay a Chastellain, Ocuwes, vnr, pbg. 266. Cf. tambidn

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114 El otorio de la Edad Media

Y Joinville, el cruzado e historiador de San Luis, cuenta que, en la batalla de Mansurah del Nilo (1250), le dijo el conde de Sois- sons, en medio del fragor: "Sefior senescal, hagamos chillar a esta caterva de perros; pues, por 10s clavos de Cristo, aun hablaremos 10s dos de este dia en 10s cuartos de nuestras damas". Asi pues, tambikn 10s piadosos cruzados se enardecian pensando en sus damas y en el favor que otorgan a1 valiente.

En el hecho de llevar el velo o la ropa de la mujer amada, que conserva el olor de su cabello o de su cuerpo, revPlase el momento er6tico del torneo caballeresco con toda la transparencia posible. En la excitacihn del combate, regalan las damas un adorno tras otro, de suerte que a1 terminar el especticulo se encuentran en sus asientos sin nada a la cabeza e incluso sin mangas O. Esta situaci6n da un asun- to de hondo incentivo a un poema rimado de la segunda mitad del siglo XIII, "De 10s tres caballeros y la camisa" 7. Una dama cuyo es- pow no gusta de la lucha, aunque por lo demis es un hombre lleno de nobleza y dulzura, envia su camisa a 10s tres caballeros que la sir- ven por amor, para que la lleven como cota de armas, sin coraza ni mis protecci6n que el yelmo y glebas, en el torneo que organizari su marido.

El primer0 y el segundo caballero no se atreven a tanto. El ter- cero, que es pobre, toma la camisa por la noche en sus brazos y la besa apasionadamente. En el torneo aparece con la camisa como cota de armas, sin coraza debajo. La camisa queda desgarrada y teiiidil con su sangre y 61 gravemente herido. Su extraordinaria valentia cau- sa admiration y se le otorga el premio; la dama le consagra su cora- zhn. Mas ahora pide el amado la reciprocidad. Devuelve a la dams la camisa ensangrentada, a fin de que ella la lleve tal como esti sobre sus vestidos en el banquete que cierra el torneo. Ella la abraza tier- namente y aparece con la ensangrentada vestidura. La mayoria In censura, el esposo queda perplejo, per0 el narrador pregunta: <curit de 10s dos amantes hizo mis por el otro?

Commines, ed. J. Calmette, 1924 (Les classiques de I'histoire de France au Moyen Age) I, pig. 59.

0 Perceforest, en Quatrebarbes. Oeuwes du roi RenC, n, pig. XCN.

7 Des trois chevaliers et del chainse, por Jacques de Baisieux, ed. Scheler, Trouvt+es belges, I, 1876, pAg. 162.

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5. El sueiio del heroism0 y del amor 115

La esfera de pasi6n dentro 6nicamente de la cual tenia toda su significaci6n el torneo, explica la resuelta guerra que la Iglesia hizo desde antiguo a esta costumbre. Los torneos eran de hecho mo- tivo de casos sensacionales de adulterio; como por ejemplo, aquel del aiio 1389 de que dan testimonio el monje de San Dionisio y, fun- dindose en su autoridad, Juvenal des Ursinss. El derecho can6nico habia prohibido desde antiguo 10s torneos. Introducidos en un prin- cipio como preparacibn para la guerra leemos en 10s cinones que habian llegado a ser un abuso intolerableo. Los moralistas 10s censu- raban 10. Petrarca preguntaba pedantescamente: lD6nde se lee que Ci- cerbn y Escipi6n hayan mantenido torneos? Y el burgues se encoge de hombros: prindrent (eligieron) par ne sCay quelle folle entreprin- se champ de bataille, dice el ciudadano de Paris de un famoso tor- neo 11.

El mundo de la nobleza, por el contrario, concede a todo lo que significa torneo y competencia entre caballeros una importancia que Cl mismo no adjudicari a1 modern0 deporte. Era uso muy antiguo erigir un pequeiio monument0 conmemorativo en el lugar donde se habia sostenido u n duelo famoso. Adin de Bremen conoce uno situado en el limite de Holstein y Wagrien, donde un guerrero ale- min habia dado antafio muerte a1 campe6n de 10s wendasl2. El si- glo xv seguia erigiendo semejantes monumentos conmemorativos en recuerdo de 10s duelos caballerescos famosos. Cerca de Saint Omer recordaba la Croix Ptlerine la lucha entre Hautbourdin, bastardo dc Saint Pol, y un caballero espaiiol en la Cpoca del renombrado Paso honroso de la Pe'lerine. Medio siglo despuCs se puso en marcha Ba- yardo para ir en peregrinacibn a aquella cruz antes de un torneola. Las decoraciones y 10s vestidos usados en el Pas d'armes de la Fontaine des Pleurs fueron consagrados solemnemente a Nuestra Amada Se-

8 Rel. de S. Denis, I, pig. 594 y sigs.; Juvenal des Ursins, pig. 379. S Entre otros, 10s prohibe el Sinodo lateranense de 1215; de nuevo el Papa

Nicolig 111 en 1279; v, Raynaldus: Annales ecclesiastici, 111 (=Baronies, xxn), 1279, XVI-xx; Dionysii Cartusiani Opera, xxxvr, pig. 206.

10 Deschamps. I, pig. 222, ndm. 108; I, pig. 223, ndm. 109. 11 Journal d'un bourgeois de Paris, pigs. 56, 59. 12 Adin de Bremen: Gesta Hammaburg. eccl. pantificum, lib. n, cap. I.

18 La Marche 11, pig. 119, 144; D'Escouchy, I, pigs. 2451-2473; Molinet, 1x1,

pigina 460.

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116 El otoiio de la Edad Media

fiora de Boulogne y colgados en la iglesia una vez terminado el festi- val 14.

La lucha deportiva de la Edad Media diferhciase del atletismo giego y del moderno, como ya hemos indicado mis arriba, por su mucha menor naturalidad. Para aumentar la tensi6n causada por la Incha, dispone del incentivo del orgullo y del honor aristocriticos y del efecto de la pompa erbtico-romintica y artistica. EstP sobrecargada de ornamentacibn y magnificencia, demasiado llena de una fantasia multicolor. Es, ademPs de un juego y de un ejercicio corporal, litera- tura aplicada. Los deseos y 10s sueiios del coraz6n poCtico buscan una representaci6n dramitica, una satisfacci6n espectacular en la vi- da misma. La vida real no era bastante bella; era dura, cruel y pCrfida. En la vida del cortesano y en la carrera militar habia poco espacio para el sentimiento de bravura por amor. Pero el alma estP llena de el, quiere experimentarlo y se crea una vida mPs bella en un costoso juego. El elemento de la verdadera bravura es, ciertamente, de no menos valor en el torneo caballeresco que en el pentathlon. Justamente su expreso caricter er6tico determinaba una sangrienta actitud. A lo que mris se aproxima el torneo en sus motivos es a las contiendas de la antigua Cpica hind6; tambih en el Mahibhgrata es la lucha por la mujer el pensamiento central.

Las imigenes con que se revestia aquella lucha pertenecian a1 mundo de las novelas del rey Art6s; en el fondo, eran las imigenes infantiles del cuento, la aventura soiiada, con su alteraci6n de las dimensiones en gigantes y enanos y entretejida con el sentimentalis- mo del amor cortesano.

Para un pas d'armes del siglo xv se realiza un caso romPntico inven- tado. El centro es una decoracibn de novela con sus nombres corres- pondientes: la fontaine des pleurs, Parbre Charlemagne. Se construye expresamente el pozol6. Durante todo un aiio un caballero desco- nocido abre el primer0 de cada mes delante del pozo una tienda, en la cual estP sentada una dama (es s610 una imagen) que sujeta un unicornio que lleva tres escudos. Todo aquel caballero que toque uno de 10s escudos o lo haga tocar por su herald0 se obliga a sostener un

14 Chastellain, VIII, pAg. 238. 16 La Marche, I, pAg. 292.

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5. El sueiio del heroism0 y del amor 117

duelo determinado, cuyas condiciones se describen minuciosamente en rxtensos chapitres, que son a la vez carta de cita y orden de la lucha 18. El escudo debe ser tocado a caballo, por lo cual 10s caballeros encuen- tran siempre caballos a su disposici6n. 0 bien esto: en la Emprise du dragon detiknense cuatro caballeros

en una encrucijada; ninguna dama puede pasar esta encrucijada sin un caballero que rompa dos lanzas por ella, o sin entregar una pren- da 17. El infantil juego de prendas no es, efectivamente, otra cosa que una variedad menor del mismo juego primitivo de la lucha y el amor. Vkase cuin claramente atestigua este parentesco un precept0 como el siguiente articulo de 10s Chapitres de la Fontaine des pleurs; quien en la lucha sea arrojado a tierra tiene que llevar durante un aiio entero un brazalete de oro con una cerradura, si no encuentra a la dama que tiene la llavecita correspondiente y puede librarle, ofreci&ndolc 61 sus servicios. Otras veces, el caso se funda en un gigante que es hecho prisionero por un enano, con un irbol de oro y una dame de l'isle cele'e; o en un noble chevalier esclave et seruiteur a la belle giande a la blonde perruque, la plus gande du monde 18. El ser el caballero desconocido es una ficci6n establecida; llimase Ze blanc chevalier; lc chevalier mesconnu, le chevalier la pe'lerine, o se presenta incluso como un hCroe de novela, llamindose el Caballero del Cisne o llevando las armas de Lanzarote, Tristin o Palamedes Is.

Las mis de las veces flota sobre el caso un hilito de melancolh como se ve por el simple nombre de la Fontaine des pleurs. Los escudos son uno blanco, otro violeta y otro negro, sembrados de ligrimas blan- cas que se derraman de compasi6n por la Dame de pleurs. En la Emprise du dragon aparece el rey Renk vestido de luto -no sin raz6n- porque ha tenido que despedirse de su hija Margarita, que ha llegado a reina de Inglaterra. El caballo es negro y lleva una guaidrapa de luto; la lanza es negra; el escudo es negro con ligrimas de plata.

16 Le livre des faits de Jacques de Lalaing, en Chastellain, vm, pigs. 188 y sic. 17 Oeuvres du roi Rent!, I , pig. LXxV. 18 La Marche, 111, pig. 123; Molinet, v, pig. 18. lD La Marche, 11, pigs. 118, 121, 122, 133, 341; Chastellain, I, pig. 256; VIIb

phgs. 217, 246.

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118 El otoiio de la Edad Media

Tambiin en el Arbre-Charlemagne son 10s escudos negros y violetas y estAn recubiertos de lagrimas doradas y negras 20.

No siempre, sin embargo, tienen 10s colores esta entonaci6n tan 1Slgubre. El insaciable amigo de la belleza, que es el rey R e d , monta en otra ocasi6n la Joyeuse garde cerca de Saumur. Durante cuarenta dias celebra fiestas en el palacio de madera de la J q e u s e garde con su esposa e hijas y con Jeanne de Laval, que habia de ser mis adelante su segunda esposa. Para ella esti preparada secretamente la fiesta. El palacio ha sido edificado, pintado y tapizado expresamente para ista. Todo en rojo y blanco. En su Pas d'armes de la berg2re estP todo dispuesto en estilo pastoril; 10s caballeros y las damas van de pastores y pastoras, con cayado y zampoiia, todo en gris, con oro y plataal.

20 La hiache, 11, p5g. 173, I, pRg. 285. Oeuvres du roi Rend, I, pig. Lxxv. 21 Ccuores dtc roi Rc;,L:, r, p8g. LXXXVI; 11, p8g. 57.

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LAS ORDENES MILITARES Y LOS VOTOS CABALLERESCOS

E L GRAN JUEGO de la vida bella tomada como un sueiio de

nobleza de iinimo y de fidelidad no dispone tan s610 de la iorma del torneo. Tiene una segunda forma, no menos

importante: las Ordenes militares. Aunque no seria fiicil demostrar la existencia de un nexo directo, no puede ser dudoso para nadie que estC algo familiarizado Lon 10s usos de 10s pueblos primitivos, que las raices de las Ordenes niilitarcs, como las del torneo y las de la misma ceremonia de armarse caballuo, se remontan a 10s usos religiosos de un lejano pa5ado. El espaldn~nzo es un rito de pubertad, modificado Ctica y socialmente; es la entiega de las armas a 10s j6venes guerreros. El torneo es como tal algo muy antiguo y lleno un dia de significaci6n religiosa. ].as 6rdcnes militares no pueden separarse de las sociedades de varbnes, clue existcri en 10s pueblos en estado de naturaleza.

Aqui no podrinos I K I C L I m.is que suponer este nexo como una tesis no prolada. No tr.~tan~os, cn cl'ecto, de confirmar una hip6tesis e tne lbgica, sin0 de p i e r a lit tista el valor ideol6gico de la caballeria, en la plenitud de su cvoluci611. tQuifn negara, pues, que en este valor quede aim algo de lus eleniu~tos primitivos?

En la idea de las Orclenes niil~tarcs es, sin embargo, tan fuerte el elemento cris~iano, que tanil>ii.n podria ser en sf convincente una explicaci6n sobre bases exclusiva~~lente eclesiiisticas y politicas, pura- mente medievales, si no supiksemos quc hay alin por debajo de ellas, como fundamento explicativu, fe~iGlr~cnos paralelos, primitivos y uni- versalmente difundidos.

Las primeras Ordenes militares, las trcs grandes Ordenes de Tierra Santa y las tres Ordenes espafiolas, eran la mris pura encarnaci6n del

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120 El otofio de la Edad Media

espiritu medieval, una uni6n del ideal monastic0 con el caballeresco, nacida en aquel tiempo en que se habia tornado maravillosa realidad la lucha contra el Islam. Estas Ordenes fueron desarroll8ndose, hasta convertirse en grandes instituciones politicas y econbmicas, en inmen- sos complejos de fortunas y potencias financieras. Su utilidad politica llegb a relegar a segundo ttrmino tanto su caricter religioso como el elemento caballeresco, y su saturaci6n econbmica absorbi6 a su vez su utilidad politica. Cuando 10s templarios y 10s sanjuanistas florecian y actuaban en la propia Tierra Santa, llenaba la caballeria una efectiva funcibn politica y las Ordenes militares eran, por decirlo asi, organi- zaciones de clase o estado, poseedoras de una gran importancia.

Mas en 10s siglos XIV y xv la caballeria era principalmente una forma superior de vida. En las 6ltimas Ordenes militares habia vuelto, por ende, a1 primer ttrmino el elemento de juego noble, que estaba encerrado en su medula. No quiere esto decir que se hubicsen con- vertido meramente en un juego. En la intenci6n seguian estando llenas de elevadas aspiraciones morales y politicas. Pero &as son puros sueiios e ilusiones, vana forja de planes. Aquel idealista tan notable, que es Philippe de Mkzi&res, ve el medio Salvador de 10s tiempos en una nueva Orden militar que llama la Orden de la Passion En ella quiere recibir a todas las clases sociales. Por lo demas, ya las grandes 6rdenes de las cruzadas habian utilizado la participacibn de gentes no pertenecientes a la nobleza. La nobleza debe suministrar el gran maestre y 10s caballeros; el clero, 10s patriarcas y sus sufraghneos; 10s burgueses deben ser 10s hermanos, y 10s villanos y artesanos 10s sir- vientes o fiimulos. La Orden representaria, pues, una intirna compe- netraci6n de 10s "estados" con el gran fin de combatir a 10s turcos. Los votos serian cuatro. Dos de ellos, 10s antiguos votos que compnrtian 10s monjes y 10s caballeros de hhbito: el de pobreza y el de obediencia. Pero en lugar del celibato absoluto pone Philippe de Mtzikres la cas- tidad conyugal, pues queria que estuviese permitido el matrimonio por las razones pricticas de exigirlo asi el clinia oriental y de que la Orden resultaria mis deseable. El cuarto voto, desconocido para las 6rdenes anteriores, es la summa perfectio, la suprema perfeccibn moral de la persona. En la imagen multicolor de una Orden militar con-

1 N. Jorga: Phil. de M b i h s , pig. 348.

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6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos 121

fluian, pues, todos 10s ideales, desde 10s planes politicos hasta la aspi- raci6n a salvarse.

En la palabra ordre habian llegado a confundirse una multitud de significaciones, desde la mis elevada santidad hasta la mis vulgar ca- maraderia. Significaba tanto "estado" o clase social como el sacramento del Orden y las Ordenes monisticas y militares. Prueba de que, en

efecto, la palabra ordre, en la significacidn de Orden militar, sep ia teniendo algo de valor eclesikstico o religioso, es el hecho de que tambidn se empleaba en su lugar la palabra religidn, la cual podria creerse limitada a las Ordenes monisticas. Chastellain llama a1 Tois6n de Oro une religion, como si fuese una Orden monistica, y habla siempre de ella con la misma gran veneraci6n con que hablaria de un misterio sagrado2. Olivier de la Marche llama a un portuguks un chevalier de la religion de A y s 3 . Pero no solamente 10s respetuosos temores del pomposo Polonio Chastellain atestiguan la significacidn piadosa del Tois6n de Oro; en todo el ritual de la Orden ocupan un lugar preponderante el coro y la misa, y 10s caballeros se sientan en sillas de coro y las iiestas en memoria de 10s miembros difuntos celt- branse en el rnis riguroso estilo de la Iglesia.

No es maravilla, pues, que se considerase la pertenencia a una Orden militar como un fuerte lazo sagrado. Los caballeros de la Orden de la Estrella, del rey Juan 11, estkn obligados a renunciar, si les es posible, a las demis Ordenes a que puedan pertenecer 4. El duque de Bedford quiere imponer la orden de la Jarretera a1 joven Felipe de Borgoiia, para ligarlo de un mod0 firme a Inglaterra; per0 el borgoiidn advierte que quedaria sujeto para siempre a1 rey de In

glaterra y sabe declinar cortksmente el honor 5. Cuando mis tarde Carlos el Temerario acepta y hasta lleva la ~arretera, Luis XI ve en ello una infraccibn del tratado de Perona, que prohibia a1 duque contraer una alianza con Inglaterra sin el consentimiento del rey 6.

Yuede considerarse la costumbre inglesa de no aceptar Ordenes extran-

2 Chastellain, 11, pig. 7; IV, pig. 233, cf. 269; W pig- 154. 3 La hlarche, I, pig. 109. 4 Estatutos de la Orden en Luc d'Ach6ry: Spicikgium, xu, pig. 750. 5 Chastellain, 11, pig. 10. 8 Chronique scandaleuse, I, pig. 236.

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122 El otoiio de la Edad Media

jeras como una supervivencia tradicional de la idea de que la Orden obliga a ser fie1 a1 principe que la otorga.

A pesar de este aire de santidad, debe de haberse tenido en 10s drculos cortesanos de 10s siglos xv y XVI la impresicin de que todas estas bellas formas de las nuevas Ordenes militares eran consideradas por muchos como un van0 pasatiempo. <Para quk, si no, las expresas y repetidas afirmaciones de que todo se endereza a fines superiores y mPs importantes? Felipe de Borgofia, el noble duque, ha fundado su Toison &or, dice el poeta Michault Taillevent:

Non point pour jeu ne pour esbatement, Ahis d la fin que soit attribu.de Loenge (alabanza) ct Dieu trestout premi2renzent (lo primer0 de todo) E t aux bons gloire et haulte renomm.de 7.

Tambien Guillaume Fillastre promete en el pr6logo de su obra sobre el Toisbn de Oro explicar su significacibn, a fin de que se vea c6mo la Orden no es una vanidad, ni cosa de escasa importancia. Vuestro padre, le dice a Carlos el Temerario, "n'a pas comme dit est, en vain instituke ycelle ordre"8.

Era necesario subrayar 10s elevados propbsitos, si se queria conquistar para el Toisbn de Oro el primer puesto que deseaba la ambicibn de Felipe. Fundar Ordenes militares se habia convertido desde la mitad del siglo XIV en una verdadera moda. Cada principe habia de tener su Orden; incluso las altas casas de la nobleza no se quedan a la zaga en esto. Ahi estA Boucicaut con su Orden de la Dame blanche b Z'escu verd, para la defensa del amor cortCs y de las mujeres oprimidas. Ahi estA el rey Juan con sus Chevaliers Nostre Dame de la Noble Maison (1351), 11amada habitualmente por su insignia la Orden de la Estrella. En la Noble Casa de Saint Ouen, cerca de Saint Denis, tenian una table d'onneur, a la cual debian tomar asiento en las solemnidades 10s tres principes mAs valientes, 10s tres bannerets 135s valientes y 10s tres caballeros mis valientes. Ahi estP, ademPs, Pierre de Lusignan con la Orden de la Espada, que exigia a sus miembros una vida pura y leg

7 Le songe de la thoison &or, Collection de pobies, romans, chroniques, etc., des X V e et X V I e siecles.

8 Fillastre: Le premier volunze de la Toison &or. Paris, 1515, £01. 2.

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6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos 123

colgaba del cue110 el significativo simbolo de una cadena de oro, cuyos eslabones tenian la forma de una S, que queria decir silence. Amadeo de Saboya fund6 la Anunciata; Luis de Borbbn, el Escudo de Oro y el Cardo; Enguerrand de Coucy, que habia aspirado a una corona im- perial, la Corona invertida; Luis de OrlePns, la Orden del Puerco. Espin; 10s duques bPvaros de Holland-Hennegau tenian su Orden de San Antonio con la cruz en T y la campanilla, que llama la atenci6n en numerosos retratos 9.

La fundaci6n de estas Ordenes tenia lugar muchas veces para cele brar un suceso importante, como fuk para Luis de Borb6n el retorno despuks de haber sido prisionero de guerra de 10s ingleses; otras veces tenian una significaci6n politica accesoria, como, por ejemplo, el p o w epic de Orleins, que volvia sus p6as contra Borgoiia; en otras prepon- dera muy fuertemente el caricter piadoso, que siempre era tomado en cuenta como, por ejemplo, en la iundacibn de una Orden de San Jorge en el Franco Condado, cuando Filiberto de Miolans rcgres6 de Orientc con reliquias de aquel santo; a veces, en fin, no es la Ortlcn casi nada mis que una vulgar hermandad para la protecci6n mutuil, como la del Galgc, que fundaron en 1416 10s nobles del ducado c!e Iiar.

Si el Toisbn de Oro super6 a todas las demhs 0rtlc11c.s nuevas, no cs dificil de encontrar la raz6n de ello. Reside en 1;1 t.iqueza de 10s borgohones. Acaso contribuyeran tambikn el singular boato de que se rode6 a la Orden y la feliz eleccibn del simbolo. En un principio, a1 pensar en el Tois6n de Oro, shlo se imaginirba el vellocino de la Cblquida. La leyenda de Jasiin em ut~iveranloictltc conocida; Froissart la hacc narrar por un pastor eri unx p;~storcla It'. I'cm Jashn, como hCroe de leyenda, era sospechoso. Ilat)!n la11;rdo a I:I le;rlr;~d, y este tema era propio para que se hicicsen tlcs;~gtxdablcs alusioncs a la politica de Borgoiia frente a Francia. A k i n C;li;~i~ier dccia:

A Diczc et aim gens cIetrslrrLles Est menterie et ttrchivorr, Pour ce n'est poittt mis ir la table

0 Boucicaut, I, p5g. 501; Jorga, Ph. de Alt.'zit.ras, pdgs. 83, 4338: ~on~nni : ; . xx-:I,

p8gs. 3951, 3961; Deschamps, XI, pig. 28; Oeuvres d u ? u i I ierd , I, l~ilg. xr; Xl~ms- trelet, v, pig. 449. . . 10 Froissart: Poe'sies, ed. A. Scheler (Acad. royale de Relgique) 1870-72, S rols.,

I , pig. 341.

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El otofio de la Edad Media

Des preux l'image de Jason Qui pour emporter la toison De Colcos se ueult parjurer. Larrecin ne se peult celerl l .

Pero Jean Cermain, el sabio obispo de Chalons y canciller de la Orden, llamd la atenci6n de Felipe sobre la pie1 de cordero que Gede6n extendi6 para que descendiese sobre ella el rocio del cielo 12. FuB 6 t a una idea singularmente feliz, pues la pie1 de cordero de Gede6n era uno de 10s simbolos mAs acertados de la concepci6n de JesJs en el seno de Maria. De esta suerte releg6 el heroe biblico a1 pagano como patrdn del Toisdn de Oro, hasta el punto de poder afirmar Jacques du Clercq que Felipe deliberadamente no habia elegido a Jas6n, porque 6ste habia faltado a la lealtad 13. Gedeonis signa llama un poeta panegirista de Carlos el Temerario a la Orden 14; per0 otros, como el cronista Teodorico Pauli, siguen hablando tambikn del Vellus Ja- sonis. El sucesor de Jean Germain como canciller de la Orden, el obispo Guillaume Fillastre, super6 afin a su predecesor, descubriendo en la Sagrada Escritura otros cuatro toisones: el de Jacob, el del rey Mesa de Moab, el de Job y el de David, respectivamentel6. Cada uno de 10s seis toisones representaba, seghn 61, una virtud, y a cada uno de 10s seis quiso dedicarle un libro. Esto era, sin duda alguna, demasiado; Fillastre hacia figurar a las ovejas pintas de Jacob como simbolo de la justicia 1%; habia tomado sencillamente todos 10s pasajes en que la Vulgata emplea la palabra vellus, prueba notable de la fle- xibilidad de la alegoria. No parece que su idea haya encontrado acogida duradera.

11 A Dios y a las gentes detestable - Es la mentira y la traicsn, - Por ew, no es colocada en la mesa - De 10s fweux la h a g e n de J d n , - Que poi traer el vellocino - De Colcos se hizo perjuro. - El latrocinio no se puede ocultar. Alain Chartier: La ballade de Fougkres, pAg. 718. 12 Judicum, 6, 37. 1 l a La Marche, IV, pig. 164; Jacques du Clercq. 11, pAg. 6. Cf. tambih Le songe

de la Toison d'or, de Michault Taillevent. 14 Liber Karoleidos, vs. 88. (Chron. rel. d i'hist. dc Belg. sow la dom. des ducs

de Bourg.) UI.

15 GCn, 30, 32; 2 Rey. 3, 4; Job. 31. 20; Salmo 71, 6. 16 Guilaume Fillastre: Le second volume de la toison d'ur, Paris, Franc. Reg-

nault. 1516, fol. 1, 2.

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6. Las drdenes militares y 10s votos cal?allerescos 125

El boato y las fiestas solemnes del Toison de Oro han sido descrito~ con bastante frecuencia; mencionarlos aqui no haria sin0 afiadir nueva materia a lo ya dicho en el capitulo segundo sobre el boato de la vida de corte. Hay, sin embargo, en 10s usos de la Orden un rasgo que merece ser puesto de relieve, porque delata muy expresamente el caricter de un juego primitive y sagrado. Ademis de 10s caballeros cuenta la Orden con funcionarios: el canciller, el tesorero, el secretario y el rey de armas con un estado mayor de heraldos y poursuiuants. Este 6ltimo grupo, encargado especialmente del servicio en el noble juego caballeresco, lleva nornbres simb6licos. El rey de armas se llama Toison &or, asi, por ejemplo, Jean Lefkvre de Saint Remy, e igual- mente NicolPs de Hames, el jefe calvinista de la pequefia nobleza de 10s Paises Bajos en el aiio 1565, cuando con el habito de la Orden toma parte en Bruselas en las demostraciones contra el Gobierno. Lo3 heraldos llevan nombres de paises: Charolais, Zelanda. El primer poursuiuant se llama Fusil, por el pedernal de la cadena de la Orden, emblema de Felipe el Bueno. Los nombres de 10s demis tienen una resonancia romintica, como, por ejemplo, Montreal; con frecuencia son nombres de virtudeq como Perstutrance, o estan tornados a1 elemento aleg6rico del Roman de la Rose, como, verbigracia, Humble Requeste, Doulce Penste, Ltal Poursuite. Estos poursuiuants son bautizados so- lemnemente, en las grandes fiestas, con estos nombres por el Gran Maestre, que 10s rocia con vino. El mismo les cambia tambikn el nombre a1 elevarlos a un rango superior 17. LOS votos impuestos a la Orden militar solo son una forma colectiva fija del voto caballeresco personal de llevar a cab0 alg6n act0 heroico. Este es acaso el punto en que mejor pueden reconocerse 10s origenes del ideal caballeresco. Quien se sienta inclinado a considerar como una mera ocurrencia la conexih entre el espaldarazo, el torneo, las Ordenes militares y cicrtos usos primitivos, hallari en el voto caballeresco el carPcter bPrbaro tan en la superficie, que ya no es posible la duda. Son verdaderos survivals, cuyos fen6menos paralelos se encuentran en el watam de la India antigua, en el nasoreismo de 10s judios y -acaso mPs directamente

17 La Marche, 111, pig. 201; IV, pig. 67; Lefkvre de S. Remy, 11, pig. 292; el ceremonial de estos bautizos en NicolPs Upton, herald0 de Hunfredo de Glocester: De ojficio militari, ed. E. Bysshe (Bissaeus) Londres, 1654, lib. I, cap. XI, @g. 19.

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126 El otoiio de la Edad Media

que en ninguna otra parte- en las costumbres de 10s normandos en su epoca legendaria.

Pero tampoco se trata aqui del problema etnolbgico, sino de la cuesti6n de saber quC valor tenian 10s votos en la vida espiritual de la lZltima Edad Media. Tres valores son posibles. El voto caballeresco puede tener una significacibn 6tico-religiosa, que lo coloca en la misma linea de 10s votos eclesiisticos; o su contenido y su significaci6n pueden ser de una naturaleza erbtico-romintica; o finalmente, puede el voto haber degenerado en un juego de corte sin mayor significacibn que la de un pasatiempo. De hecho se dan unidos estos tres valores. La idea del voto oscila entre la suprema consagraci6n de la vida a1 servicio del mPs elevado ideal y la mis vana burla en el jocoso juego de sociedad, que se mofa del denuedo, del amor y de 10s intereses del Estado. El juego es el elemento que prepondera; 10s votos llegaron a tornarse en su mayor parte un ornato de las fiestas cortesanas. No obstante, siguen enlazados siempre con las mis graves empresas btlicas: con la invasibn de Eduardo I11 en Francia, con el plan de cruzada de Felipe el Bueno.

Podemos decir aqui lo mismo que de 10s torneos: si el romintico aparato de 10s Pas d'armes nos parece insipid0 y desgastado, no nos hacen menor impresi6n de vanidad y falsedad 10s votos "del faisAn", "del pavo real", "de la garza real". A no ser que tambitn aqui nos acordemos de la pasi6n que ha llenado todo esto. Es el sueiio de la bella vida, tan exactamente como lo han sido las fiestas y las formas de la vida florentina de un Cbsimo, un Lorenzo y un Giuliano. Pero en Italia se depur6 en una belleza eterna, mientras que aqui se ha disipado su encanto con 10s hombres que lo soiiaron.

La sintesis de ascetismo y erotismo que hay en el fondo de la figura del heroe, que libra a la doncella o vierte su sangre por ella -motivo central del romanticismo de 10s torneos- revklase bajo otra forma. casi mAs directa, en el voto caballeresco. El caballero De la Tour Landry habla en las Instrucciones para sus hijas de una extraiia Orden de nobles y damas amantes que en su juventud habria existido en Poitou y en otras partes. LlamPbanse Galois et Galoisesl8, y tenian

18 Quiere decir personas que llevan una vida de placer, cf. gale = rdjouissance, gale7 = darnuser.

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6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos 127

tine ordonnance moult sauvaige, cuyo precept0 mis importante era el de llevar en verano vestidos de pieles y gorras forradas con Cstas y encender el fuego en la chimenea, inientras que en invierno no debian llevar mis que un traje sin pieles, sin capa, ni ningdn otro abrigo, como tampoco sombrero, guantes ni manguito, por mucho frio que hiciese. En invierno de~parramaban tambiin hojas verdes por el suelo y ocultaban la chimenea con ramas verdes, y en la cama s610 podinn tener una delgada manta. DiEicil es ver en estos extravios -tan extia. fios, que no puede haberlos inventado el autor- otra cosa que una intensificacihn ascktica del incentivo sexual. Aunque en conjunto no son completamente claros y con mucha probabilidad estPn fuertemente exagerados, s610 un espiritu totalmente desprovisto de conocimientos etnol6gicos podia considerar todo esto como la invenci6n de un viejo charlath 19. El primitivo carBcter de 10s Galois y las Galoises es subra- yado ademis por la regla de su Orden, que dice que un hombre casado debe entregar a1 Galois que sea su huesped su casa entera y su mujer, mientras t l mismo va en busca de su Galoise; y si no lo hace asi le serviri de gran afrenta. Muchos miembros de la Orden habian muerto

de frio, seg6n el caballero De la Tour Landry: Si doubte moult ( y temo mucho) que ces Galois et Galoises qui moururent en cest etat et en cestes amouretes furent martirs d'amours 20.

Hay todavia otros ejemplos que delatan el caricter primitivo del voto caballeresco. Asi, por ejemplo, la poesia que describe 10s votos que Roberto de Artois indujo a hacer a1 rey Eduardo I11 de Inglaterra y a sus nobles, para emprender la guerra contra Francia: Le voeu du he'ron. Es ksta una narracibn de escaso valor histbrico, per0 el espiritu de birbara rudeza que habla en ella es muy apropiado para hacer vex cuPl es la esencia de 10s votos caballerescos.

El conde de Salisbury estA sentado en el banquete a 10s pies de su dama. Cuando le llega el turno de hacer un voto, ruega a su amada que le ponga un dedo sobre el ojo derecho. "Tambitn dos", responde

19 Probablemente alude a esta Orden tambien Deschamps en el Envoi de la balada a la Orden amorosa de la hoja (frente a la de la flor), ncmero 767, IV,

pig. 262; cf. 763: Royne sur fleurs en vertu demourant. Galoys, Dannoy, Mornay, Pierre ensement De Tremoille.. . vont loant.. . vortre bien qui est grant, etc.

20 Le livre d u cheualier de la Tour Landty, ed. A. de Montaiglon. (Bibl. elze- virienne), Paris, 1854. pigs. 241 y sigs.

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ella, y cierra el ojo derecho del caballero, oprimikndolo con dos dedos. Belle, est-il bien clos?, pregunta aqukl. Oyl (st), certainement. "Pues bien -dice Salisbury-, hago voto a Dios Omnipotente y a su duke Madre de no abrir este ojo, cualesquiera que Sean las molestias y dolores que me cause, antes de haber encendido la llama de la guerra en el pais enemigo, Francia, y haber combatido contra 10s manes del rey Felipe":

Or aviegne qu'auiegne, car il n'est autrement. -Adonc osta son doit la puchelle au cors gent, Et li iex clos demeure, si que virent la gent 21.

En Froissart puede comprobarse la realidad que reflejaba este mob tivo literario. Froissart cuenta que ha visto, en efecto, seiiores ingleses que se habian cubierto un ojo con un trapo, en cumplimiento del voto de mirar s610 con un ojo hasta haber llevado a cab0 heroicidades en Francia 22.

Esta rudeza primitiva se expresa todavia con mAs fuerza -en el mismo Voeu du he'ron -en el voto de Jehan de Faukemont, que no quiere perdonar convent0 ni altar, mujer encinta ni niiio, amigos ni parientes, por servir a1 rey Eduardo. A1 final tambien la reina, Felipa de Hainaut, pide permiso a su esposo para hacer un voto.

Adonc, dict la roine, je sai bien, que piecho Que m i grosse d'enfant, que mon corps senti I'a. Encore n'a il gaires, qu'en mon corps se touma. Et je voue et prometh d Dieu, qui me crka.. ., Que la li fruis de moi de mon corps n'istera, Si m'en arks menCe au pais par de-ld Pour avanchier le ueu que uo cmp vouC a; Et s'il en uodh isir, quant besoins n'en sera, D'un grant coutel &achier li miens corps s'ochira, Serai m'asme Perdue et li fruis perira!23.

21 Voeu du hkron, ed. Soc. des bibl. de Mons, pig. 17. Ahora, venga lo que venga, pues no es de otro modo. - Entonces quit6 su dedo la jovea de cuerpo gentil, - Y el ojo permaneci6 cerrado, de suerte que toda la gente lo vi6.

22 Froissart, ed. Luce. I, pAg. 124. 23 Pues bien, dijo la reina, yo s t bien que hace tiempo -Que estoy encinta

de un hijo, pues lo he sentido ya dentro de mi. - Aan no hace nada que se volvi6

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6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos 129

Un silencio estremecido de espanto acoge aquel voto de maldicibn. El poeta s610 dice:

E t p a n t li rois I'entent, moult fornaent I'en pensa, Et disk certainement nu1 plus nel uocrera24.

El cabello y la barba, en todas partes depositarios de una potencia migica, tienen .una especial significaci6n en 10s votos de la Edad Media. Benedicto XIII, el papa de Avignon, encerrado efectivamente en esta ciudad, jura no cortarse la barba, como seiial de su dolor, antes de haber recuperado la libertad25. Cuando el jefe Lumcy hace el mismo voto hasta no haber vengado a1 conde de Egmont, nos encon- tramos con el lZltimo retoiio de una costumbre que habia tenido en un lejano pasado una significaci6n religiosa.

El sentido del voto es, por regla general, el de imponerse una pri- vacihn, como estimulo para apresurar 'la ejecuci6n del hecho prometido. La mayorfa de las veces es una privaci6n en 10s placeres de la mesa. El primer caballero recibido por Felipe de Mkzieres en su Chevalerie de la Passion fuC un polaco que no habia comido ni bebido sentado hacia nueve aiios26. Bertrand du Guesclin hace ficilmente votos de kstos. Una vez recibe el reto de un guerrero inglks: Bertrand declara en nombre de la Santisima Trinidad no tomar sino tres sopas de vino hasta no haber combatido con el retador. Otra vez no puede comer carne ni desvestirse antes de haber tomado Montcontour. 0 incluso no puede comer nada antes de haber chocado con 10s ingleses27.

dentro de mi cuerpo. - Y yo voto y prometo a Dios, que me cre6..., - Que este fruto mio no saldri de mi cuerpo, - Si antes no me habeis llevado a1 pals del otro lado - Para cumplir el voto de que habeis hecho promesa; - Y si quiere salir antes de que sea tiempo, - Me matare con un pan cuchillo de acero, - Se perderl mi alma y pereced aquel fruto.

24 Y cuando el rey la oye, lo piensa muy gravemente - Y dice: ciertamente, ninguno mls h a d un voto.

26 Rel. de S. Denis, nr, plg. 72. Harald Harfagri hace el voto de no cortarse el cabello antes de haber conquistado toda Noruega. Haraldm saga Hawagra, cap. 4; cf. Voluspa, 33,

20 Jorga: Ph. de Mhidres, pig. 76. 27 Claude Menard: Hist. de Bertrand du Guesclin, pigs. 39. 55, 410, 488; La

Curne, I, pAg. 240. Lutero habla a h de 10s votos supersticiosos de 10s soldadoa de su tiempo, Tischreden, ed. de Weimar, 11, d m . 2.753 b, pAgs. 632-3.

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Un noble del siglo XIV no tenia conciencia, naturalmente, del sen- tido migico que hay en el fondo de estos ayunos. Para nosotros este fondo se denuncia asimismo inuy clararnente en el frecuente empleo de cadenas como sefiales de voto. El 1 de enero de 1415 el duque Juan de Borbbn, desirant eschiuer (esquivar, evitar) oisiuett, pensant y acque'rir bonne renomme'e et la grcice de la trks-belle de qui nous sommes serviteurs, hace el voto de llevar en la pierna izquierda, 61 y otros quince caballeros y escuderos, todos 10s domingos, durante dos aiios, una cadena de oro 10s caballeros y de plata 10s escuderos, como si fuesen prisioneros, si no encuentran antes a dieciskis caballeros que quieran combatir con 61 y su compaiiia cn una lucha a pie y ri outran- ce 28. Jacques de LalrlJlng encuentra en Amberes, el aiio 1445, a un caballero siciliano, Juan de Bonifacio, que ha llegado allf con10 che- valier auentureux desde la corte aragonesa. Lleva en la pierna izquierda un hierro como el que. llevan 10s esclavos, pendiente de una cadena de oro, emprise en seiial de que quiere luchar 29. En la novela de Petit Jehan de Saintre' lleva el caballero Loiselench dos aros de oro, uno en el brazo y otro en la pierna, sujetos, cada uno, a una cadena tambikn de oro, hasta que encuentre un caballero que le "libre" de su empresa 30. Pues asi es como se dice: dilivrer; se pone la mano en el signo cuando se hace pour cheualerie; se le arranca cuando se hace por la vida. Ya La Curne de Sainte Palaye advierte que exactamente el mismo uso existia, segdn Ticito, entre 10s antiguos chattesl. Tam- biCn estaban emparentadas con las empresas de 10s caballeros de la ~ l t i m a Edad Media las cadenas que llevaban 10s penitentes en sus peregrinacioncs y aquellas que echaban sobre si mismos 10s piadosos ascetas.

Lo que nos permiten ver de todo esto 10s cklebres votos solemnes del siglo xv, 10s Voeux du Faisan en las fiestas dadas por Felipe el Bueno en Lila el aiio 1454, como preparacih de la cruzada, no es mucho mas de una bella forma cortesana. No es que hubiese perdido

28 Douet d'Arq: Choix de Pitces inkdites rel. au rkgne de Charles VI (Soc. de I'hist. de France, 1863) I, p8g. 370.

29 Le liure des jaits de Jacques de Lalaing, cap. xvr y sigs.; Chastellain, vnr, pigina 70.

30 Le petit Jehan de Saintrk, cap. 48. 31 Germanin, cap. 31; La Curne, I, pig. 236.

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6. Las 6rdenes militares y 10s votos caballerescos 131

nada de su fuerza la costumbre espontinea de hacer un voto, en un momento de necesidad apremiante o de intensa emoci6n. Esta cos- tumbre tiene tan hondas rakes psicol6gicas, que no esti ligada ni a la cultura, ni a la fe. Sin embargo, el voto caballeresco como forma cultural, como costumbre elevada a la dignidad de un ornato de la vida, vive su hltima fase en la pomposa prolijidad de la corte de Borgoiia.

El tema de la acci6n es, innegablemente, muy antiguo. Se hacen 10s votos en el momento del banquete y se jura sobre un ave, que es puesta sobre la mesa y luego comida. TambiCn 10s normandos conocen esos votos que tratan de superarse unos a otros y son pronunciados en la embriaguez que sigue a un banquete. Una de las formas consiste en poner la mano en un jabali, que es introducido vivo en la sala, antes de servirloaz. Incluso esta forma se ha conservado hasta la Cpoca borgoiiona: el faisPn de la cClebre fiesta de Lila es un faisin vivo a3. Los votos se hacen a Dios y a Nuestra Sefiora, a las damas y a1 ave. No parece aventurado suponer que la Divinidad no es en este caso quien recibe primitivamente 10s votos; de hecho hay muchos que s610 hacen voto a las damas y a1 avea4. En las privaciones que suelen imponerse hay poca variacibn. La mayoria se refieren a1 comer o al dormir. Este caballero no puede dormir el sibado en una cama, antes de haber vencido a un sarraceno, ni puede detenerse catorce dias se- guidos en una ciudad. Aqukl no puede tomar 10s viernes aliment0 animal, antes de haber tocado el pend6n del Gran Turco. Otro mnontona un act0 de ascetismo sobre otro: no puede llevar coraza, ni beber vino en sibado, ni dormir en cama, ni sentarse a la mesa, y tiene que llevar un traje de pelo. Describese tambiCn exactamente el mod0 y manera en que se llevari a cab0 la heroicidad prometida36.

tQuk hay de serio detrAs de todo esto? Cuando messire Philippe Pot hace el voto de llevar su brazo derecho libre de toda armadura en la expedicibn contra 10s turcos, manda el duque consignar bajo el voto -registrado por escrito-: Ce n'est pas Ie plaisir de mon tr2s re-

82 IEeimskxingla: Olafssaga Tryggvasonar, cap. 35; Weinhold: AItnordisches Leben, pig. 462. 33 La Malrhe, 11, p6g. 366. 3* La Marche, 11, pigs. 381-387. 35 La Marche, 1. c.; D'Escouchy, 11, pigs. 166, 218.

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doubte' seigneur, que messire Philippe Pot uoise (viaje) en sa compa- gnie ou saint voyage qu'il a vout, le bras d b a ? n ~ t ; mazs il est content qu'il uoist auec lui arm& bien et soufisamment ainsi qu'il appartient (como es debido)36. Evidentemente no se contaba con un peligro serio. El voto del propio duque causa general emoci6n 37.

Algunos hacen votos cautamente sometidos a condiciones, las cuales son testimonio a la vez del prop6sito serio y del contentarse con las bellas aparienciasss. A veces acercanse ya 10s votos a formulillas que son un pilido resto de ellos39. Cierto elemento ir6nico no falta ni siquiera en el terrible Voeu du he'ron. Roberto de Artois ofrece a1 rey -que no es presentado aqui como menos belicoso- la garza real, con- siderada como la mis medrosa de las aves. Asi que cuando Eduardo ha hecho su voto, todos se rien. Jean de Beaumont, en cuya boca pone el Voeu du htron las palabras ya citadas 40, que descubren con iina ironia el caricter er6tico de 10s votos hechos bebiendo y bajo las miradas de las damas, hace sobre la garza real, seg6n otra narracibn, el cinico voto de servir a aquel sefior de quien pueda esperar mis riquezas y bienes, lo cual hace reir a 10s seiiores ingleses 41. Cuil tiene que haber sido el tono de la mesa, a pesar de toda la solemnidad con que fueron hechos 10s Voeux du faisan, revtlase en el hecho de que Jennet de Rebreviettes pudiese hacer el voto de casarse a1 regresar de Oriente si antes de la expedici6n no obtiene el favor de su dama, con la buena primera mujer o doncella que tenga veinte mil coro- nas. . . sc elle veult 42, Sin embargo, partc el misnlo Rebrevieties como povre escuier a la aventura y lucha contra 10s moros en Ceuta y Gra- nada.

Asi ridiculiza la hastiada aristocra~ia su propio ideal. DespuCs de haber adornado y pintado o revestido de una forrna plistica, con todos 10s medios de la fantasia, del arte y de la riqueza, su sueiio apasionado de' una vida bella, se da cuenta de que la vida no es realmente tan bella y se echa a reir.

80 D'Escoi~chy. 11, pig. 189. 37 Doutrepont, fig. 513. 38 Ib., phgs. 110 y 112. 39 Chastellain, 111, pig. 376. 4 0 Supra, pig. 113. 4 1 Cl~ronique de B e r m (Molinier, nhm. 3.103), en Kervyn, Froissart, n, phg. 531. 4 2 D'Escouchy, 11, pAg. 220.

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Capitulo 7

LA SIGNIFICACION POLITICA Y MILITAR DEL IDEAL CABALLERESCO

ANA ilusibn, aquella pompa caballeresca, aquella moda y todo aquel ceremonial! Juego tan bello como engaiioso. La ver- dadera historia de la 6ltima Edad Media -dice el investi-

gador que persigue en las actas y documentos oficiales la evolucibn del Estado y de la economia- tiene poco que ver con el falso Rena cimiento caballeresco, viejo barniz medio descascarillado. Los hombres que hacian la historia no eran, ciertamente, soiiadores, sin0 politicos y comerciantes muy frios y calculadores, ya sean principes, nobles, prelados o burgueses.

Y lo eran, ciertamente. Pero la historia de la cultura debe intere- sarse tanto por 10s sueiios de belleza y por la ilusibn de una vida noble, como por las cifras de poblaci6n y de tributacibn. Un histo- riador venidero que estudiase la sociedad actual, fijandose en el desarrollo de 10s Bancos y del comercio, en 10s conflictos politicos y militares, podria decir a1 final de sus estudios: he encontrado muy poca m6sica; notoriamente ha tenido en esta Cpoca la m6sica escasa significaci6n para la cultura.

Asi sucede, hasta cierto punto, a 10s que escriben la historia de la Edad Media a base de 10s documentos politicos y econ6micos. Por lo demis, pudiera ser que el ideal caballeresco -tan artificioso como era y tan desgastado como estaba- haya ejercido siempre sobre la historia purarnente politica de la ultima Edad Media una influencia mas pode- rosa de lo que nos figuramos generalmente.

El encanto de la forma noble de la vida es tan grande, que hasta 10s burgueses se someten a ella en cuanto pueden. Nos figuramos a ~ O S heroes flamencos, Jacobo y Felipe de Artevelde, como hombres

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autenticos del tercer estado, orgullosos-de su burguesia y sencillez. Ea todo lo contrario. Felipe de Artevelde vivia con un boato principesco; hacia tocar la mltsica todos 10s dfas delante de su casa; a la mesa haciase servir en vajilla de plata, como si fuese el conde de Flandes; vestia de escarlata y menu vair como un duque de Brabante o un conde de Hainaut, y se paseaba a caballo como un principe, precedido del banderin desplegado, en que campeaban sus armas, una marta y ires sombreros de platal. ~QuiCn mPs moderno para nosotros que aquel magnate del dinero en el siglo xv, Jacques Coeur, el excelente financier0 de Carlos VII? Pues si hemos de dar fe a la biografia de Jacques de Lalaing, tenia el gran banquero vivo interts por la anti- cuada caballeria andante del heroe de Hainaut 2.

Todas las formas superiores de la vida burguesa en la Edad Mo- derna descansan en la imitaci6n de las formas nobles de la vida. Lo mismo que la costumbre de coger el pan con la servilleta y que la misma palabra serviette tienen su origen en la pompa cortesana de la Edad Medias, son tambidn 10s mPs burgueses regocijos en la vispera de una boda, retoiios de 10s grandiosos entremets de Lila. Para com- prender plenamente la significacidn histbico-cultural del ideal caballe. resco, habria que seguirle la pista hasta el tiempo de Shakespeare y de Molihre, e incluso hasta el gentleman moderno.

Aqui s610 se trata, sin embargo, de indagar la repercusi6n de este ldeal sobre la realidad de la Gltima Edad Media misma. (DejPronse dominar de hecho la politica y la guerra por las ideas caballerescas? Sin duda, si no en sus excelencias, en sus yerros. Asi como 10s trAgico9 descarrios de hoy se deben a la locura del nacionalismo y a la soberbia de la cultura, 10s de la Edad Media brotan de ideas caballerescas mP3 de una vez. iNo radica en un rasgo caballeresco el motivo de la crea- cidn del nuevo Estado de Borgofia, yerro maxim0 que Francia podia cometer? El rey Juan, cabeza perturbada por la caballeria, regala el ducado en 1863 a su hijo menor, que habia resistido junto a C1 en Poitiers, mientras el mayor huia. Asimisrno, la idea consciente que habia de justificar ante 10s espiritus contemporineos la ulterior

1 Froissart, ed. Luce, X, pigs. 240, 243. 2 Le livre des faits de Jacques de Lalaing, Chastellain, vm, pdginas 156-1131. a La Marche, IV, Estat de la Maison, pigs. 34, 47.

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7. La significaci6n polftica y militar del ideal caballeresco 135

politica anti-francesa de Borgoiia es la venganza por lo sucedido en Montereau, la defensa del honor caballeresco. SC bien que todo esto puede explicarse por una politica calculadora e incluso de amplias miras; mas ello no impide que 10s contemporineos apreciasen el valor y la apariencia de 10s hechos del aiio 1363 como un caso de bravura caballeresca regiamevte recompensada. El Estado de Borgoiia es, en su rApido desarrollo, una obra maestra de talent0 politico y de dlculo lrio y consciente de sus fines. Pero lo que podria llamarse la idea de Borgoiia, vistese siempre con las formas del ideal caballeresco. Los sobrenombres de 10s duques, Sans pew , le Hardi; el Qui qu'en hongne, reemplazado en Felipe por le Bon, son todos deliberadas invenciones de la literatura cortesana, para presentar a 10s principes a la luz del ideal caballeresco 4.

Habia, ademzis, una gran aspiraci6n politica indisolublemente ligada a1 ideal caballeresco: la cruzada, JerusalCn. JerusalCn representaba, en efecto, la mis alta idea politica que 10s principes de Europa, en aquel tiempo, tuvieron siempre delante de sus ojos y que 10s impuld a obrar asi antes como despubs. Para la cristiandad de 10s siglos XIV y xv cxistia una cuesti6n de Oriente de la mayor urgencia: la defensa contra 10s turcos, que ya habian tomado Andrin6polis (1378) y aniquilado el reino de 10s servios (1389). En 10s Balcanes estaba el peligro. La primera y mAs necesaria polftica de Europa no pudo, sin embargo, deshacerse a6n de la idea de la cruzada. S610 acertaba a ver el pro- blema turco como una secci6n de la grande y sagrada empresa en que habian fracasado sus antecesores: la liberaci6n de JerusalCn.

Ahora bien, en este pensamiento radicaba en primer tCrmino el ideal caballeresco. Podia y debia ejercer sobre 1-21, en efecto, una in- fluencia singularmente viva. El contenido religiose del ideal caballe- resco encontraba en 61 su mis elevado aliciente; la liberaci6n de JerusalCn no podia ser otra cosa que una santa y noble empresa de caballeria. Justamente por haberse hecho sentir en tan grande medida el ideal religioso-caballeresco en la apreciaci6n de la politica oriental, puede explicarse hasta cierto grado el escaso Cxito de la lucha contra 10s turcos. Las expediciones, que exigian ante todo un cilculo exacto

4 Wase mi ensayo W i t de voogeschiedenis van ons nationaal besef, De Gids, 1912, I. (Ahora, en Ticn Studitn, Haadem, 1926).

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y una preparacidn paciente, eran proyectadas y llevadas a cab0 en un estado de sobreexcitacidn, que no podia conducir a ponderar tranqui- lamente lo asequible, sino a confeccionar un plan novelesco, que, o habia de resultar infecundo, o podia tornarse fatal. La cadstrofe de Nicdpolis en 1396 habia demostrado lo peligroso que era orgaliizar ima expedicidn contra un enemigo muy belicoso, en el viejo estilo de las expediciones caballerescas a Prusia o a Lituania, donde sblo se trataba de dar muerte a un par de pobres paganos. 2Quitnes eran 10s que trazaban 10s planes de las cruzadas? Soiiadores domo Philippe de Mkzih-es, que consagr6 su vida a ellos, y fantaseadores politicos, de 10s cuales era uno Felipe el Bueno, a pesar de todos sus astutos cilculos.

Todos 10s reyes consideraban la liberacibn de Jerusalkn como un cieber de su vida. En 1422 yace moribund0 Enrique V de Inglaterra. El joven conquistador de Ruin y de Paris es arrebatado en mitad de su obra, que habia sumido a Francia en la ruina. Los mCdicos le dicen que apenas le quedan dos horas de vida. Hacen su aparicibn el confesor y otros sacerdotes. Se leen en voz alta 10s siete Salmos Penitenciales. Cuando resuenan las palabras Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion, ut adificentur muri Jerusalem 4 el rey manda hacer alto y dice que su designio habia sido, despues de restablecer la paz en Fran- cia conquistar Jerusalen, se ce eust dtt! le plaisir de Dieu son csbateur de le laisser viure son aage. Y una vez dicho esto hace .acabar la lectura de 10s Salmos y muere a1 poco ratoe.

La cruzada habiase convertido hacia largo tiempo en un pretext0 para cobrar impuestos especiales, Felipe el Bueno hizo amplio uso de esta oportunidad. No obstante, su plan no garece haber sido s610 una hipocresia dictada por la codicia 7. Se tiene mis bien la impresihn de una mezcla de seria aspiracibn y de ambicibn de asegurarse con este plan altamente provechoso, y a1 mismo tiempo altamente caballeresco, una gloria mayor, como Salvador de la cristiandad, que la de 10s reyes de Francia y de Inglaterra, superiores a 61 en rango. Le voyage de Turquie era un triunfo que no se jugaba. Chastcllain se esfuerza por hacer resaltar ante todo que el duque pensaba seriamente en el.. . Pero

5 Ps. 50, 19 (51, 20) . 6 Monstrelet, IV, pig. 112; Pierre de Fenin, pig. 363; Lefhvre de Saint Remy, Ir

pig. 63; Chastellain, I, pig. 331. 7 V. J. D. Hintzen: De Kruistochtplannen van Philip den Coede, 1918.

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7. La dgnificaci6n politica y militar del ideal caballeresco 137

habia graves dificultades: la ocasi6n no estaba madura todavia; las gentes influyentes meneaban la cabeza cuando oian que el principe queria emprender a su edad una expedicih tan peligrosa, pues peligra- rian tanto 10s dominios como la dinastia. A la vez que el Papa enviaba la bandera de la Cruz que Felipe recibia lleno de veneraci6n en La Haya y desplegaba en solemnes procesiones; a la vez que se recogian en la fiesta de Lila, y despuks de ella, 10s votos referentes a la expedi- ci6n; a la vez que Joffroy de Toisy estudiaba en 10s puertos de Siria y Jean Chevrot, obispo de Tournay, dirigia las colectas y Guillaume Fil- lastre ya tenia preparada su arnladura y todos sus demis pertrechos y hasta se habian adquirido barcos para la expedicibn, reinaba un vago presentimiento de que no se la llevaria a cab0 8. El propio voto del duque resultaba tambibn bastante conditional: partiria cuando 10s do- minios que Dios le habia confiado para regirlos estuviesen en paz y seguridad 9. -

Las expediciones militares ampliamente preparadas y ruidosamente anunciadas, de las cuales nada o muy poco se sabe, parecen haber sido tuscadas en este tiempo como reclarno politico, prescindiendo del ideal de la cruzada. Asi, por ejemplo, la cruzada inglcsa contra Flandes (1383); ia expedici6n de Felipe el Atrevido contra Inglaterra (1387), para la cual anclaba en el pucrto de Sluis la magnifica flota, presta a hacerse ;L la mar; la expedicibn de Carlos VI contra Italia (1391).

Una forma muy singular de ficci6n caballeresca con el fin de recla- mo politico, era el duelo entre principes, sicmpre anunciado y nunca realizado. H e expuesto en otro lugar c6mo las disensiones entre 10s Estados eran consideradas todavia en el siglo xv como una lucha de partidos, como una querelle personal 10. La causa, a que se sirve, es IIamada la querelle des Bourguignons. <QuC mPs natural sino que 10s principes la diriman por si mismos, como se preconiza aiin hoy en la politica de cafd? De hecho estaba siempre a la orden del dia esta solu- cibn, que respondia tanto a un sentido juridic0 primitivo como a la fantasia caballeresca. Cuando se leen 10s extensos preparativos para 10s duelos entre principes; dddase si todo ello ha sido s6lo un be110 juego

8 Chastellain, HI, pAgs. 6, 10, 34, 77, 118, 119, 178, 334; IV, $gs. 125, 128, 171, 431, 437, 451, 470; v, pig., 49.

9 La Marche, 11, pig. 382. 10 De Gids, 1912, I , Uit de voorgeschiedenis van ons nationaal besef.

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de consciente hipocresia -una vez mis la nostalgia de una vida bella- o si 10s principescos campeones han esperado realmente la lucha. Lo fijo es que 10s historiadores de aquel tiempo toman la cosa tan en serio como 10s mismos belicosos principes. En 1383 encarga Ricardo I1 a su tio Juan de Lancaster de concertar un tratado de paz con el rey de Francia y de proponer como medio adecuado un duelo entre ambos reyes, o entre Ricardo y sus tres tios, y Carlos y 10s suyosll. Mons- trelet dedica gran espacio, a1 comienzo de su crbnica, a1 reto hecho a1 rey Enrique IV de Inglaterra por Luis de Orleinslz. En el fogoso y deslumbrante espiritu de aquel OrlePns, en el cual habia lugar para ia devocibn ardiente, el gusto artistic0 y 10s ideales imaginarios de la lucha caballeresca y del amor cortesano, junto con la dtbauche, el cinis- mo y las artes migicas, bien puede haber sido semejante lucha un pro- yecto apasionante. Y lo mismo cabe decir del espiritu pomposo de Felipe el Bueno. El es, una vez mis, quien desarrolla el tema del mod0 mAs impresionante, con todos 10s medios de su riqueza y de su amor por la magnificencia. Hunfredo de Glocester fuC el retado por 61 en noble forma (1425). En el reto se indica claramente el motivo: pour h i t e r effusion de sang chrestien et la destruction du peuple, dont en mon cuer ay compacion,. . . que par mon corps sans plus ceste querelle soit menbe d fin, sans y aler avant par uoies de guerres, dont il conven- droit mains gentilz hommes et ault~es, tant de vostre ost comme du mien, finer leurs jours pitezcsement 13. Dispdsose todo lo necesario para la lucha: se confeccionaron la costosa armadura y 10s magnificos vesti- dos que debia llevar el duque; se fabricaron tiendas, estandartes y banderas y cotas de armas para 10s heraldos y poursuivants, sembrado todo de armas de 10s dominios ducales, el eslab6n y la cruz de Juan AndrCs. Felipe estaba en training: tant en abstinence de sa bouche comme en prenant painne pour luy mettre en alainne l4. Ejercithbase

11 Rymer: Foedera, 1x1, tercera parte, pig. 158 = VII, pAg. 407. 12 Monstrelet, I, p&g. 43 y sigs. 13 Para evitar efusi6n de sangre cristiana y la destruccidn del p~ieblo, por el

cual siento piedad en mi coraldn. Para poner fin a esta disputa por mi cuerpo (= por mi mismo) sin mis, ni acudir a la via de la guerra, por la cual acabarian

de un modo lamentable sus dias muchos nobles y otros, tanto de vuestro ejCrato como el mio. Monstrelet, IV, pig. 219.

14 Tanto abstenikndose de boca como esforzindose por entrenarse. Pierre de Fenin, pigs. 626-7; Monstrelet, IV, pig. 244; Liber de Virtutibus, pig. 27.

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7. La significaci6n politica y militar del ideal caballeresco 139

diariamente en su parque de Hesdin, bajo la direccibn de expertos maestros de armas Is. Las cuentas dan noticia de 10s gastos hechos para todo esto, y todavfa en 1460 podia verse en Lila la costosa tienda que LuC confeccionada para aquella ocasi6n16. Pero del duelo no se sabe nada.

Esto no impidi6 que mis tarde, en la contienda sostenida por Lu- xemburg~ con el duque de Sajonia, desafiase de nuevo a kste a singular combate, ni que en la fiesta de Lila, cuando tenia casi sesenta afios, dijese en su voto que con gusto estaba dispuesto a combatir corps d corps con el Gran Turco, si a Cste le placiall. Encukntrase una resonancia de esta encarnizada belicosidad de Felipe el Bueno en una pequefia narraci6n de Bandello, seg6n la cual cost6 gran trabajo hacerle desistir de un duelo con uno de sus nobles por una cuesti6n de honor 18.

Esta forma se mantiene a h en la Italia del alto Renacimiento. Fran- cisco Gonzaga reta a C6sar Borgia a singular combate, queriendo librar con la espada y la daga a Italia del temido y odiado enemigo. La inter- venci6n del rey de Francia, Luis XII, evita el duelo y el caso concluye con una reconciliaci6n conmovedora l9. Incluso Carlos V ha hecho repetidas veces y en toda forma la propuesta de dirimir la contienda con Francisco I por medio de una lucha personal: primero, cuando Francisco, vuelto de su cautiverio como prisionero de guerra, rompi6 su palabra en opini6n del emperador; y otra vez en 1536 20. El conde palatino Carlos Luis ret6 en 1674, no ciertamente a1 mismo rey de Francia, sino a Turena, per0 su act0 se incorpora dignamente a la serie m'.

16 L e f h e de Saint Remy, rr, pig. 107. 16 Laborde, I, pigs. 201 y sigs. 17 La Marche, 11, pigs. 27, 382. 18 Bandello, I, nov. 39: Filippo duca di Durgogna si mette f u w di proposito a

grandissimo periglio. 19 F. von Bezold: Aus dem Briefwechsel der Markgrafin Isabella von Este-

Conzaga, Archiv. f . Kulturgesch, VIII, pdg. 396. 20 Papiers de Granvelle, I , pigs. 360 y sigs.; Ranke: Reformation, edici6n de la

Academia, IV, (1925) , 22; Baumgarten: Geschichte Karls V, 11, pig. 641; Fueter: Geschichte des europaischen Staatensystems 1492-1559, pig. 307; cf. Erasmo a Ni- colis Beraldo, 25 de mayo de 1522, dedicatoria de De ratione conscribendi epistolas, Allen, v, nltm. 1.284. 21 Erdmannsdorffer: Deutsche Geschichte, 1648-1740, I , 595.

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Un verdadero duelo que se acerca bastante a1 duelo entre principes tuvo lugar en Bourg en Bresse el aiio 1397. Alli cay6 por mano del caballero Gkrard dlEstavayer el famoso caballero y poeta Othe de Grandson, un gran sefior, acusado de complicidad en el asesinato del "Conde Rojo", Amadeo VII de Saboya. Estavayer combati6 como campe6n de las ciudades del cant6n de Vaud. El caso produjo una inaudita impresi6n 22.

Tanto el duelo judicial como el espontheo vivian con especial vigor en las costumbres y en el mod0 de pensar justamente de 10s paises bor- gofiones y del belicoso Norte de Francia. Altos y bajos le rendian ho- menaje, considerPndolo como el verdadero mod0 de resolver las cues- tiones. Semejantes conceptos tenian en si y por si poco que ver con el ideal caballeresco; eran mucho mPs antiguos. La cultura caballeresca prest6 a1 duelo cierta forma social y un general acatamiento. Pero tam- biCn se hace honor a1 duelo fucra del circulo de la nobleza. Cuando la contienda no tiene lugar entre gentes nobles, se la ve en seguida en toda la rudeza de la Cpoca, y 10s caballeros mismos gozan doblemente del especticulo cuando su c6digo del honor no se roza para nada con 61.

Extremadamente notable y hasta asombroso es en este respecto el inter& que mostraron 10s nobles y 10s historiadores por un duelo judicial entre dos ciudadanos de Valenciennes, que tuvo lugar el aiio 145523. Una cosa semejante era algo muy raro que no habia sucedido hacia un siglo. Los de Valenciennes querian a toda costa que tuviese lugar, pues se trataba para ellos de mantener un antiguo privi- legio; pero el conde de Charolais, que administraba 10s dominios por ausencia de Felipe (que estaba en Alemania), no queria consentirlo y aplazaba la realizaci6n de un mes para otro, mientras las dos pates, Jacotin Plouvier y Mahuot, eran sostenidos como costosos gallos ingle- ses. Mas tan pronto como estuvo de regreso el viejo duque, de su viaje a la corte del emperador, qued6 decidido que debia celebrarse el duelo. Felipe quiso asistir en persona a dl; s610 por esto eligi6, en su viaje de Brujas a Lovaina, el camino de Valenciennes. Ahora bien, mientras que

22 A. Piaget: Romania, XIX, 1890, Oton de Granson et ses poesies. 23 Chastellnin, 111, pigs. 38-49; La Marche, 11, pig. 406 y siss ; D'Exoc~thy, rr,

phg. 300 y sigs.: Corp. chron. Flandr., III, pAg. 525; Pctit Dutaillis: Docunrer:s nos-

ueaux, p5gs. 113, 137. Sobre una forna de duelo judirial. nparenternente ir.olensi\a, Deschamps, IX, p h ~ . 21.

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7. La significacibn politica y militar del ideal cabdleresco 141

10s espiritus prendados de la caballeria, como Cliastellain y La Marche, no logran dar una sola vez una impresicjn de realidad en sus descrlpcio- nes del solemne Pas d'armes de caballeros y nobles, con todo su des- pliegue de fantasia, dan aqui una imagen de la realidad, vista con 10s ojos mPs penetrantes. Aqui aparece en escena, por debajo de la magni- fica hopalanda de oro y dibujo granate, el rudo flamenco que era Chastellain. Ni un solo detalle de la moult belle serinzonie se le escapa; describe exactamente las vallas y 10s bancos en circulo, todo alrededor.

Las pobres victimas tienen ambas a su lado a sus maestros de armas. Jacotin, como demandante, aparece primero, descubierta la cabeza, con el pel0 cortado muy corto, y muy pilido. EstP cosido dcntro de un traje de cordobiin de una pieza, sin nada debajo. DespuCs de algunas piado- sas genuflexiones y de saludar a1 duque, que se sienta detris de un enrejado, aguardan 10s contendientes que terminen 10s preparativos, sentados frente a frente en dos sillas revestidas de negro. Los seiiores que hay a la redonda hacen en voz baja sus observaciones sobre las perspectivas del combate. Nada se les escapa; Mahuot se puso blanco romo la nieve a1 besar el Evangelio. Entran dos criados y frotan con tocino a 10s campeones desde el cue110 hasta 10s tobillos. El cuero de Jacotin absorbe en seguida la grasa, lo que no sucede a Mahuot: <para quiCn serA favorable este signo? Ambos se frotan las manos con ceniza y toman az6car en la boca. Entonces se les traen las mazas y 10s escudos, sobre 10s cuales estPn pintadas figuras de santos, que besan. Sostienen 10s escudos con la punta hacia arriba y llevan en la mano une banne- rolle dli devotion, una cinta con una jaculatoria.

Mahuot, pequefio de estatura, empieza la lucha sacando arena con la punta de su escudo, para arrojarla a 10s ojos de Jacotin. Sigue una Euriosa lucha a mazazos, que termina con la caida de Mahuot. El otro Ee arroja en el act0 sobre 61 y le mete ia arena, por la boca y por 10s ~jos , per0 Mahuot consigue coger entre sus dientes un dedo de su ene- migo. Para librarse, Cste le aprieta con el pulgar en la cjrbita, y, a pesar de sus voces de gracia, le retuerce el brazo hacia atrPs y salta sobre su espina dorsal, para rompkrsela. Moribund0 grita Mahuot en vano, pi- diendo confesi6n y exclamando: 0 monseigneur de Bourgogne, je uous uy si bien semi en uostre guerre de Gand! 0 monseigneur, pour Dieu, le vous prie mercy, sauvez-moy la vie!. . . Aqui se interrumpe el reIato

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de Chastellain; faltan algunas hojas. Mas por otros sabemos que el medio muerto Mahuot fuk colgado por el verdugo.

{Ha cerrado Chastellain la descripci6n, despuks de haber narrado tan vivazmente estas repugnantes crueldades con una noble considera- ci6n caballeresca? La Marche lo ha hecho asi: refiere la vergiienza que se apoder6 despuks de la nobleza, por haber presenciado tambikn una cosa semejante. Y por eso, dice el incorregible poeta de la corte, hizo Dios seguir un duelo caballeresco, que transcurri6 inofensivamente.

Donde resalta mis daramente el conflict0 entre el espiritu caballe- resco y la realidad es en 10s casos en que el ideal caballeresco trata de hacerse valer en plena verdadera guerra. Este ideal puede haber dado forma y fuerza a1 espiritu bklico, pero lo cierto es que sobre el arte de la guerra ejercia por lo regular un efecto mis pernicioso que favorable, p u q sacrificaba las exigencias de la estrategia a las de la belleza de la vida. Los mejores generales, y hasta 10s reyes mismos, expbnense repe- tidamente a 10s peligros de una romintica aventura guerrera. Eduar- do 111 arriesga su vida en un temerario ataque a una nave espaiiola 24.

Los caballeros de la Orden de la Estrella, del rey Juan, han de jurar no huir nunca en la batalla mPs que cuatro "Orientes"; de otra manera deben morir o entregarse - singular regla de juego que, s e g h Frois- sart, cost6 en seguida la vida a noventa caballeros~~. Cuando en 1415, antes de la batalla de Azincourt, marcha Enrique V de Inglaterra a1 encuentro de 10s franceses, por equivocaci6n pasa de largo una tarde por el pueblo que sus aposentados le habian sefialado para pernoctar. El rey, comme celuy qui gardoit le plus les cerimonies d' honneur trts loable, acababa de ordenar que 10s caballeros enviados de exploraci6n se quiten la armadura, a fin de que a1 regresar no estuviesen expuestos a la vergiienza de retroceder yendo en traje de guerra. A1 ver, pues, que 61 mismo habia ido en esa forma demasiado lejos y no podia retroceder dignamente, hizo noche en el mismo lugar adonde habia llegado y mand6 a la vanguardia que avanzase tambikn hasta 61 26.

Durante el consejo celebrado con motivo de la gran invasidn £ran- cesa en Flandes, el aiio 1382, op6nese continuamente el espiritu caba-

24 Froissart, ed. Luce, n: pigs. 89-94. 25 Froissart, IV, pigs. 127-8. 20 Lefbvre de S. Remy, I, pig. 241.

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lleresco a las exigencias de la estrategia. Se nous querons (buscamos) autres chemins que le droit,. . . nous ne monsterons (mostraremos) pas gue nous soions droites gens d'armes27, es lo que se aduce contra 10s consejos de atacar por rodeos inesperados, que dan un Clisson y un Coucy. Lo mismo sucede con motivo de un desembarco de 10s franceses en la costa inglesa cerca de Dartmouth, el aiio 1404. Guillaume du ChAtel, el primer0 de 10s jefes, quiere caer por el flanco sobre 10s ingleses, que se han protegido haciendo una trinchera en la arena. Pero el sire de Jaille dice que 10s defensores son un trope1 de villanos y que seria una vergiienza no atacar de frente a semejantes adversarios; y estimula a 10s demris a no tener miedo. Estas palabras hieren a Du ChPtel en lo vivo: "Le~os estri del coraz6n de un bret6n el tener miedo; asi es que llamark a la fortuna insegura a la liza, aunque preveo antes la muerte que el triunfo". Y haciendo, ademhs, el voto de no pedir gracia, ataca y cae 1-21 mismo, mientras sus tropas son completamerite derrotadas28. En la expedici6n contra Flandes es siempre un gran conflict0 pasar a la vanguardia; op6nese encarecidamente a ello un caballero que estd encargado del mando de la retaguardia 29.

La aplicaci6n mris genuina del ideal caballeresco a la guerra consistia en las aristias (heroicidades) estipuladas entre dos campeones o entre grupos de igual n6mero. El caso mds conocido es el famoso combate de 10s treinta, sostenido el afio 1351 cerca de Ploermel, en Bretafia, entre treinta franceses mandados por Beaumanoir y un grupo de ingleses, ~Jemanes y bretones. Froissart lo encuentra extraordinariamente bello; pero, sin embargo, observa a1 final: Li aucun le tenoient d protce, et li aucun d outrage et grant 0utrecuidance3~. Un duelo del aiio 1386 rntre Guy de la Tremoille y el gentilhombre inglks Pierre de Cour- tenay, que debia servir para probar la superioridad de 10s ingleses o de 10s franceses, fu6 prohibido por 10s regentes franceses de Borgoiia y de Berry, e impedido ya en 10s dltimos momentos31. Esta forma

27 Froissart, XI, pig. 3. 28 Rel. dc S . Dcnis, 111, phg. 175. 20 Froissart, XI, psgs. 24 y sip.; v1, psg. 156. 80 Los unos lo tenian por proeza y 10s otros por ultraje y gran descomedimiento.

Froissart, N, pigs. 110, 115. Otros cornbates anilogos, por ejernplo, Molinier: Sour-

ces, IV, n6m. 3.707; Molinet. N, pig. 294. 31 Rel. dc S. Denis, I, pig. 392.

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inhtil de atestiguar la valentia es reprobada tambitn por Le Jouvencel, en el cual -como hemos hecho resaltar- deja ya plaza el caballero a1 modern0 capitin. Cuando el duque de Bedford ofrece una lucha de doce contra doce, el autor del Jouvencel hace responder a1 jefe franc&: "Hay un proverbio universal que dice que no se debe hacer nada a instigaci6n del enemigo. Nosotros estamos aqui para arrojaros de vuestra posicibn, y esto nos da ya bastante trabajo". Y es rechazado el reto. En otro pasaje prohibe el Jouvencel uno de estos desafios a uno de sus oficiales, con la declaracibn de que no daria nunca su con- sentimiento para una cosa semejante - declaraci6n que repite a1 final. Estas son cosas prohibidas. Quien pide un duelo semejante quicre quitarle a otro algo, su honor, por atribuirse a si mismo una gloria vana y de escaso valor, mientras por otra parte descuida el servicio de w rey y de la cosa phblica 32.

Todo esto suena como una voz de 10s nuevos tiempos. No obstante, la costumbre de 10s desafios entre ambos frentes subsisti6, pasada la Edad Media. Se conocen la Sfida di Barletta, la lucha entre Bayardo y Sotomayor el aiio 1501; la lucha entre BreautC y Lekkerbeetje en el erial de Vught, el aiio 1600, durante la guerra por la libertad de 10s Paises Bajos, y la lucha de Luis de la Kethulle contra un gran caba- llero albanks, delante de Deventer, el aiio 1591.

El interts estrattgico y la tictica son casi siempre incompatibles con las ideas caballerescas. La idea de que ni siquiera una batalla campal es otra cosa que una lucha por el derecho, sometida a condiciones honradamente estipuladas, tiende a prevalecer una y otra vez; mas raramente encuentra oido frente a las evidentes exigencias de la gue- Ira. Enrique de Trastamara quiere a toda costa batirse con el enemi- go en campo abierto. Para ello renuncia generosamente a la favorable posici6n que ocupa, y pierde la batalla de Nijera (o Navarrete). Un ejercito inglCs propone en el aiio 1333 a 10s escoceses que desciendan de su posicibn favorable a la Ilanura, para poder combatir unos con otros. El rey de Francia, no encontrando paso para librar Calais, pro- pone cortbsmente a 10s ingleses que seiialen donde quieran un campo de batalla. Guillermo de Hainaut va todavia mis lejos: hace a1 rey de Francia la proposici6n de concertar un armisticio de tres dias, para

sa Le Jcuvencel, I, pig. 209; 11, pfigs. 99, 103.

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construir durante este tiempo un puente, mediante el cual puedan 10s ejtrcitos ponerse a mutuo alcance y sostener una batalla33. En todos estos casos fub rechazado el ofrecimiento caballeresco, obteniendo la primacia el inter& estratkgico, como incluso hace Felipe el Bueno, que ha de sostener una dificil lucha con su caballeresco honor un dia que rechaza por tres veces la batalla que tres veces le es ofrecidas*.

Si el ideal caballeresco tenia que ceder de este mod0 ante 10s inte- reses reales y efectivos, no por ello faltaban ocasiones bastantes de revestir de belleza la guerra. Toda una borrachera de orgullo puede manifestarse en la manera multicolor y jactanciosa de equiparse para la guerra. En la noche anterior a la batalla de Azincourt, ambos ejtrcitos, que se encuentran frente a frente en la obscuridad, fortalecen :u espiritu con mdsica de trompetas y clarines, y todos se lamentaban profundamente de que 10s franceses no tuviesen bastante pour eulx resjouyr y se sintiesen por ello menos animososs5.

Hacia fines del siglo xv aparecen 10s lansquenetesS6, con grandes tambores a1 mod0 oriental. El tambor representa justamente el trin- sito del periodo caballeresco a1 periodo militar moderno, con su son nada musical, per0 fuertemente hipn6tico. Es un elemento en la meca- nizaci6n de la guerra. Por el 1400 esti todavia en pleno florecimiento la sugesti6n de belleza y de juego, que ejerce la emulaci6n personal en ei honor y en la gloria. Con las enseiias que se llevan en el yelmo y con 10s escudos de armas, con las banderas y con la variedad de las armas defensivas y ofensivas, adquiere la guerra un caricter individual y se apropia un elemento deportivo. Durante todo el dia dyense las llamadas de 10s distintos sefiores, como rivalizando en una manifesta- cidn de orgullo37. Antes y despuCs del choque imprimen su sello a1 juego 10s espaldarazos y 10s ascensos: 10s caballeros son ascendidos a bannerets, cortando la punta de su banderin38. El celebre campa- mento de Carlos el Temerario delante de Neuss esti erigido con toda la solemne pompa de una corte. Algunos seiiores se han hecho lcvantar

33 Froissart, I, pig. 65; II', pig. 49. 11, p6g. 32. 34 Chastellain, 11, p5g. 140. 33 hfonst~.det, III, p5g. 101; Lefhvre de S. Remy, I, pig. 247. 36 Molinet, 11, picgs. 36, 48; 111, pAgs. 98, 433; IV, pig. 372. 37 Froissart, 111, piig 187; XI, phg. 22. 38 Chastellain, 11, 374.

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-par plaisance- una tienda en forma de castillo, con galerias y jardines alrededor 39.

Cuando se consignaban las acciones de guerra, habfan de insertarse en el marco de las ideas caballerescas. Queriase hacer por razones t6c- nicas una distinci6n entre lo que era una batalla y lo que era un r-ncuentro, pues todo choque debia tener su puesto y su nombre fijos en 10s anales de la fama. Asi dice Monstrelet: Si. fut de ce jaur en avant ceste besongne appellte [a rencontre de Mons en Vimeu. Et ne fu declairte d estre bataille, pour ce que les parties recontrtrent l'un Yautre aventureusement, et qu'il n'y avoit comme nulles bannikres des- ploikes 40. Enrique V de Inglaterra bautiza solemnemente su gran triun- fo con el nombre de batalla de Azincourt, pour tant que toutes batailles doiuent porter le nom de la prochaine forteresse oiL elks son faictes 41.

El pernoctar sobre el campo de batalla pasaba por ser la seiial indis- cutible del triunfo '2.

La valentia personal del principe en el campo de batalla era a veces un poco espectacular. Froissart describe una lucha que tuvo lugar en Calais entre Eduardo I11 y un hidalgo franc& con tdrminos que hacen sospechar que se trat6 de todo menos de una cosa seria: Ld se combati li rois ci monsigneu~ Ustasse moult longuemenl et messires Ustasse ci lui, et tant que il les faisoit moult plaisant veoir43. Por idtimo rindese el franc& y el caso concluye con una cena que da el rey en honor de su prisionero. En el encuentro de Saint Richier, Felipe de Borgoiia hace llevar a otro su magnifica armadura; la raz6n es el peligro, aunque diga que lo hace asi para probarse mejor a si mismo como un guerrero cualquiera44. Cuando 10s j6venes duques de Berry y de Bretaiia si- p e n a Carlos el Temerario en su guerre du bien public, llevan, seg6n

39 Molinet, I, pig. 65. 40 Y desde aquel dia fuC llamado este hecho de armas el encuentro de Mons de

V. Y no fuk considerado romo una batalla, porque las partes 6610 se encontraron casualmente; y las banderas que se desplegaron y nada fueron una misma cosa. Monstrelet, N, pig. 65.

41 Ib., 111, pAg. 111; Lefhvre de S. Remy, I, pAg. 259. 42 Basin, MI, pig. 57. 4s Alli luch6 el rey muy largo tiempo con el seiior Ustam y &te wn kl, y de

tal suerte que era un gusto verles. Froissart, N, pig. 80. 44 Chastellain, r, pig. 260; La Marche, I, pAg. 89.

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le refirieron a Commines, falsas corazas de saten con clavillos dorados '9 La mentira brota por todas las aberturas del traje de gala de 10s

caballeros. La realidad da un continuo mentis al ideal. Por eso se refugia Cste d s y mis en la esfera de las letras, las fiestas y 10s juegos. S610 alli podia mantenerse la ilusi6n de la bella vida caballeresca. Alli se esti entre 10s miembros de la casta para la cual Gnica y exclu- sivamente tienen validez todos estos sentimientos.

Es asombroso c6mo fracasa la caballerosidad en el act0 mismo en que tiene que hacerse valer frente a 10s no valorados como iguales. Tratindose de las clases inferiores, falta toda necesidad de elevaci6n caballeresca. El noble Chastellain no tiene la menor comprensi6n para el obstinado honor burguks del rico cervecero, que no quiere dar a su hija a1 soldado del duque y pone en peligro su vida y sus bienes por resistir a kste 4'3. Froissart narra sin una sola muestra de respeto c6mo Carlos VI quiso ver el cadaver de Felipe de Artevelde: @and on l'eust regard6 une esparse on le osta (quit6) de la et fu pendus ci un arbre. Veld le darraine (Gltimo) fin de che (aquC1) Philippe d'Artevelle 47. El rey mismo no se avergiienza de dar un puntapit! a1 cadaver, en le traitant de vilain 48. Las abominables crueldades de 10s nobles con 10s ciudadanos de Gante en la guerra de 1382, cuando devuelven a la ciudad cuarenta marineros despuks de haberlos muti- lado y haberles sacado 10s ojos, no aminoran un momento la pasi6n de Froissart por la caballeria4Q. Chastellain, que saborea con fruici6n las heroicidades de Jacques de Lalaing y de sus iguales, menciona sin ninguna simpatia el denuedo de un desconocido mozo de molino gantCs que os6 atacar solo a Lalaing". La Marche dice con cierta ingenuidad de las heroicidades llevadas a cab0 por un gant6s del pueblo, que hubiesen sido de importancia si se hubiese tratado de un homme de bien 51.

Pero prescindiendo de esto, la realidad obliga de todos 10s modos

45 Cornmines. I, pig. 55. 46 Chastellain, 111, pig. 82 y sigs. 47 Froissart, IX, pig. 220; XI, pig. 202. 48 MS. de la Cr6nica de Oudenarde, Rel. de S. Denis, I, pag. 2291. 49 Froissart, XI, pig. 58. 50 Chastellain. 11, 259. 51 La Marche, 11, pig. 324.

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posibles a 10s espiritus a negar el ideal caballeresco. La estrategia habia acabado hacia largo tiempo con 10s combates en forma de torneo. La guerra de 10s siglos XIV y xv trabajaba con emboscadas y sorpresas; era una guerra de incursiones y asaltos de bandidos. Los ingleses habian introducido la costumbre de que 10s caballeros desmontasen antes de la batalla y 10s franceses la imitaron 52. Eustache Deschamps dice bur- lonamente que sirve para impedir la huida63. La lucha por mar es pavorosa -dice Froissart- pues alli no se puede escapar n i huir 54.

La insuficiencia del ideal caballeresco como principio militar se pre- senta con extraordinaria ingenuidad en el DCbat des hirauts d'armes de I;mnce et d'rlngleterre, un tratado del aiio 1455, aproximadamente, en el cual se discute en forma de diilogo sobre la primacia de Francia o de Inglaterra. El heraldo inglks pregunta a1 franc& por qu& su rey no sostiene una gran flota, como el de Inglaterra. El heraldo franc& responde que no la necesita, y, ademis, que la nobleza francesa estima la guerra terrestrc mis que la guerra por mar, por varias razones: car il y a danger et perdicion de vie, et Dieu scet quelle pitic! quant il fait une tourmente, et si (ademis) est la maladie de la mer forte (dificil) d: endurer ci plusieurs gens. Item, et In dure vie dont il fault

viure, qui n'est pas bien consonante d: noblesse5" Aunque en medida todavia escasa, anunciase ya la artilleria con las modificaciones que ha de imponer en lo futuro a la guerra. Hay una ironia del destino casi simb6lica en el hecho de que la flor y nata de 10s caballeros andantes, ci la mode de Bourgogne, Jacques de Lalaing, perdiese la vida por un tiro de caii6n68.

La noble carrera militar tenia su aspecto financiero, que era con- fesado con frecuencia muy sinceramente. CatIa hoja de la historia de las guerras en la ultima Edad Media nos da a entender lo mucho que importaban 10s prisioncros de consideracihn, por el inter& del rescate. Froissart no deja de indicar curintas ganancias saca el autor

82 Chastellain, I, pig. 28: Commines, I, pig. 31; cf. Petit Dutaillis en Lavisse, Histoire de Frmce, IV 2, pig. 33.

53 Deschamps, IX, pig. 80; cf. vs. 2.228, 2.295; xr, pig. 173. 54 Froismrt, 11, pig. 37. 55 LC debut des hdrauts d'armes, s§ 86, 87, pig. 33. 56 Livre des faits, en Chastellain, vm, pig. 2522 y Xnt.

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7. La significacirjn politica y militar del ideal caballeresco 149

de una sorpresa coronada por el Cxito57. Per0 ademis de las ventajas directas de la guerra representan tambikn un gran papel en la vida de 10s caballeros las pensiones y las rentas y 10s cargos de gobernador. El ascenso es reconocido abiertamente como un objetivo. Je suis uns

poures horns qui desire mon auancement, dice Eustache de Ribeumont. Froissart relata sus itinumeros faits diuers de la guerra caballereka. cntre otras cosas, como ejemplo para aquellos valientes qui se de'sirent (deseen) auanchier par armes 5S.

En Deschamps hay una balada en que 10s caballeros, escuderos y sargentos de la corte de Borgoiia aparecen ansiosos de que llegue el dia de la paga. La balada tiene este estribillo:

Et quant uenra (vendri) le tresorier? 69

Chastellain encuentra la cosa mis natural y justa del mundo que quien aspira a la gloria terrena sea avaro y calculador, fort ueillant et cntendant a grand somme de deniers, soit en pensions, soit en rentes, soit en gouuernemens ou en pratiquessO. Y, en efecto, ni siquiera el noble Boucicaut, que pasaba por un espejo de caballeros, parece haber estado libre de cierta codicia 61. Commines valora a cierto noble como un gentilhomme de uingt escuza2.

Por entre la sonora exaltaci6n de la guerra caballeresca resuena aqui y all& la repulsa consciente del ideal caballeresco: unas veces de un modo directo, otras veces de un mod0 irbnico. Los mismos nobles reconocian a veces la miseria pomposamente disfrazada y la falsedad de semejante vida de guerra y de torneos s3. No es asombroso que se hayan encontrado 10s dos espiritus sarcisticos, que no tenian para la caballeria nada mis que burla y menosprecio: Luis XI y Philippe de Commines. La descripci6n que hace Commines de la batalla de Mont-

57 Froissart, ed. Kervyn, XI, pig. 24. 5s Froissart, IV, pig. 83; ed. Kervyn, XI, pAg. 24. 69 Deschamps, IV, nirm. 785, pig. 289. 60 ~ h a s t e ~ ~ a i h . v, pig. 217. 61 Le songe ve'ritable, Me'm. de la Soc. de i'hrst. de Paris, t . XVI~, pAg. 325, en

Raynaud, Les cent ballades, pig. N .

62 Commines, I, p5g. 295. 63 Lizvrs messires Geoffroy de C h a r y , Romania, xxvr.

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lCry es, en su realismo, perfectamente moderna. NO hay en ella bellas heroicidades, ni un curso tan dramzitico como imaginario, sino tan s610 el relato de un continuo ir y venir, con sus vacilaciones y temo- res, referido todo con un ligero sarcasmo. Parece causarle alegria a Commines el poder hablar de una huida vergonzosa o del valor que crece tan pronto como ha pasado el peligro. Raramente usa la palabra honneur, y trata a tste aproximadamente como si fuese un ma1 nece- sario. M o n aduis est que s'il eust uoulu s'en aller ceste nuyt, il e w t bien faict.. . Mais sans doubte, ta oh il auoit de I'honneur, il n'eust point uoulu estre reprins de couardise (acusado de cobardia). Incluso cuando habla de encuentros sangrientos se buscaria vanamente la ter- minologia caballeresca: no conoce la palabra bravura o la palabra caballerosidad 64.

{HabrLt heredado Commines ese espiritu de seca sobriedad de su madre Margarita de Arnemuiden, que era seelandesa? Es en un todo lo mismo que si en Holanda hubiese muerto prematuramente el espiri- tu caballerescq a pesar de Guillermo IV de Hainaut, aquel noble aven- turero, mientras que justamente el Hainaut, con el cual estaba unida aqutlla, ha sido siempre el pais genuino de la nobleza caballeresca. En el combat des trente futi el mejor, del lado inglts, cierto Crokart, anteriormente a1 servicio de 10s sefiores de Arkel. Este Crokart habia reunido con la guerra una gran fortuna: cerca de 60.000 coronas y una cuadra con treinta caballos. Ademis habia adquirido fama de gran bravura, de suerte que el rey de Francia le prometib armarle caballero y la mano de una dama distinguida, si queria hacerse franc& &I volvib sin embargo, con su gloria y con sus riquezas a Holanda y empez6 a hacer en ella gran ostentacibn. Pero 10s sefiores holandeses sabian exactamente quitn era y no hicieron caso de 61, por lo cual regred de nuevo a1 pais en que se sabia apreciar mejor la gloria caballeresca 66.

Cuando Jean de Nevers se prepara a emprender el viaje a Turquia, en que va a encontrarse con una Nic6polis, el duque Alberta de Ba- viera, conde de Holanda, Zelanda y Hainaut, dice, s e g h Froissart, a

64 Cornmines. I, pigs. 36-42, 86, 164. 63 Froissart, IV, pdgs. 70, 302; cf. ed. Kervyn de Lettenhove, Bruselns, 1863-1877.

26 vols., v, pig. 513.

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7. La significaci6n polltica y rnilitar del ideal caballeresco 151

su hijo Guillermo: Guillemme, puisque tus as la voulenld de voyaguer et aler en Honguerie et en Turquie et qukrir les armes sur gens et pays qui oncques riens ne nous fourfirent, ne nu1 article de raison tu n'y as d'y aler fors que pour la uayne gloire de ce monde, laisse lean de Bourgoigne et nos cousins de France faire Eeurs emprises, et fay la tienne d part toy, et t'en va en Frise et conquiers nostre htri- tage 6e.

De todos 10s dominios del duque de Borgoiia fut la nobleza de Holanda, con mucho, la peor representada en 10s votos hechos para la cruzada en la fiesta de Lila. Cuando despuCs de la fiesta se reco- gieron adn por escrito mPs votos en 10s diversos dominios, todavia salieron del Artois 27, de Flandes 54 y del Hainaut 27, per0 de Holanda s610 salieron cuatro y aun kstos formulados de un mod0 muy condicional y circunspecto 67.

La caballeria no habria sido el ideal de vida de varios siglos, si no hubiesen existido en ella altos valores para la evolucidn de la sociedad, si no hubiese sido necesaria social, etica y esttticamente. Justamente en la I;ella exageracidn se ha puesto una vez la fuerza de este ideal. Es como si el espiritu medieval, en su sangriento apasio- namiento, s610 pudiese ser encarrilado colocando muy alto el ideal; y asi lo hizo la Iglesia, y asi lo hizo el espiritu caballeresco. Without this violence of direction, which men and women have, without a spice of bigot and fanatic, no excitement, no efficiency. W e aim above the mark to hit the mark. Every act hath some falsehood of exaglgEr- ation in it 68.

Sin embargo, cuanto mis poseido esti un ideal de cultura por la aspiraci6n a las mis altas virtudes, tanto mayor es la discrepancia

' 66 Guillermo, pueato que es tu voluntad viajar e ir a Hungria y Turquia y buscar la lucha con gentes y paises que nunca nos han hecho mal, ni tienes n i n g h motivo razonable para is alli, fuera de la vanagloria de este mundo, deja a Juan de Borgoiia y a nuestros primos de Francia llevar a cab0 sus empresas, y lleva td a cabo la tuya, y ve a Frislandia y conquista nuestra herencia. Froisart, ed. Kervyn, xv, pig. 227.

67 Doutrepont: Ordonnance du banquet de LilIe, Notices et extraits des mss. de la bibliothbque nationale, t. XLI; 1923, I. Comdnmente nombribase tambih un sustituto.

6s Emerson: Nature, ed. Routledge, 1881, pigs. 230-31.

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152 El otoiio de la Edad Media

entre la forma de la vida y la realidad. El ideal caballeresco, con su contenido todavia medio religioso, sdo podia ser profesado por una Cpoca capaz de cerrar 10s ojos a la fuerza de las realidades, por una tpoca susceptible de las mayores ilusiones. La cultura moderna, que entonces empezaba a desplegarse, obliga pronto a la antigua forma de la vida a renunciar a las aspiraciones demasiado altas. El caballero pasa a ser el gentil homme franc& del siglo XVII, que todavia conserva cierto n6mero de conceptos dictados por el espiritu de clase y por el honor, pero que ya no se hace pasar por un campe6n de la fe, por un defensor de 10s dCbiles y oprimidos. En lugar del tip0 del gentilhombre franc& aparece luego -m& moderado y refinado- el gentleman, que procede, por consiguiente, del antiguo caballero. En las sucesivas transformaciones del ideal ha caido siempre la csscara, que significaba simplemente la mentira.

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Capitulo 8

LA ESTILIZACION DEL AMOR

D ESDE que 10s trovadores provenzales del siglo XII entonaron la melodia del deseo insatisfecho, fueron cantando 10s violines de la canci6n de amor cada vez rnis alto, hasta que s610 un Dante

pudo tocar con pureza el instrumento. Uno de 10s cambios de rumbo rnis importantes, llevados a cab0

por el espiritu medieval, es el que se verific6 cuando este espiritu desarroll6, por primera vez, un ideal de amor con un tono funda- mental negativo. T a m b i h la Antigiiedad habia cantado, ciertamente, 10s anhelos y 10s dolores del amor; per0 en el languidecer de amor, (no se veia entonces propia y exclusivamente una demora e incentivo cie la segura satisfaccibn? Y en las historias de amor de la Antigiiedad, ~rigicamente terminadas, no da el tono las rnis de las veces la inase- quibilidad del objeto amado, sino la cruel separaci6n de 10s amantes ya unidos por la muerte, como en las historias de Ckfalo y Procris y de Piramo y Tisbe. El sentimiento de dolor no radica en la insatis- facci6n erbtica, sino en el trPgico destino. S610 el amor cortks de 10s trovadores ha convertido en lo principal la insatisfacci6n misma. Cre6se entonces una forma del ideal er6tico que era susceptible de recoger y albergar predominantemente un contenido Ctico, sin renun- ciar por ello a todo nexo con el amor natural a la mujer. El noble culto de la mujer, sin esperanza de ser correspondido, habia brotado del amor carnal. El amor se convirti6 en el campo en que habia de florecer toda perfecci6n estCtica y moral. Seg6n la teoria del amor cortks, el noble amante se convierte en virtuoso y puro por obra de ru amor. El elemento espiritualizante va preponderando en la lirica cada vez mris. Finalmente, el amor tiene por efecto un estado de santa ciencia y piedad: la uita nuoua.

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154 El otofio de la Edad Media

A esto tenia que seguir un nuevo cambio de rumbo. En el dolce stil nuouo del Dante y de sus contemporineos habiase llegado a algo definitivo. Petrarca vacila ya entre el ideal del espiritualizado amor cortes y la nueva inspiracibn de la Antigiiedad. Y desde Petrarca hasta Lorenzo de Mtdicis la canci6n de amor recorre en Italia el camino a la inversa, hacia la sensualidad natural, que llenaba a 10s admirados modelos antiguos. Se abandon6 de nuevo el sistema del amor cortCs, tan artificiosamente construido.

En Francia, y en 10s paises que estaban sometidos a la influencia del espiritu francts, transcurrieron las cosas de otro modo. La evolu- ci6n del ideal erdtico, desde el momento supremo del florecimiento de la lirica cortesana, es en estos pafses menos simple. Siguen en vigor las formas del sistema, per0 llenindose de un nuevo espiritu. Aun antes de que la Vita nuoua descubriese la eterna armonia de una pasi6n espiritualizada, habia animado el Roman de la Rose muchas formas del amor cortCs con un nuevo contenido. Durante dos siglos, la obra de Guillaume de Lorris y de Jean Clopinel (o Chopinel) 1 de Meun, empezada antes de 1240 y terminada en 1280, no s610 ha domi- nado por completo las formas del amor aristocrAtico, sin0 que, con su enciclopedica riqueza en digresiones sobre todos 10s asuntos posibles, ha sido ademis el tesoro adonde iban a buscar 10s profanos cultivados lo mis vivo de su desarrollo espiritual. No puede apreciarse bastante el hecho de que la clase dominante de todo un perfodo concentre de este mod0 su conocimiento de la vida y su erudici6n en el marco de una ars amandi. No ha habido ninguna otra Cpoca en que el ideal de la cultura temporal haya estado tan intimamente unido con el amor a la mujer como desde el siglo XII a1 XV. Todas las virtudes cristianas y todas las virtudes sociales, el desarrollo entero de las formas de la vida, encontribanse insertas en el marco de un amor fiel, por obra del sistema del amor cortes. La concepci6n er6tica de la vida, ya sea en su mis antigua forma puramente cortes, ya en la forma en que se encarna en el Roman de la Rose, puede ponerse en el mismo plano que la Escolistica de la misma Cpoca. Ambas represen- tan la misma grandiosa aspiraci6n del espiritu medieval: abarcar desde un solo punto de vista todo lo que entra en la vida.

1 De este mod0 quiere restablecer el nombre el liltimo editor del Roman de la Rose, E. Langlois.

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8. La estiIizaci6n del amor 155

En la policromia de las formas del amor concentrbe la aspiraciirn entera a la belleza de la vida. Quien veia la belleza en el honor y en el rango; quien queria adornar su vida con la pompa y el esplendor; en suma, quien buscaba la belleza de la vida en la sober- bia, acababa siempre por tener la evidencia de la vanidad de estas cosas. En el amor, por el contrario, es fin y esencia el goce mismo de la belleza para todo aquel que no se haya despedido de toda dicha terrena. En el amor no se trataba de dar belleza a la vida por medio de nobles formas, para subrayar la pertenencia a una clase social mPs alta; en dl residian la mis profunda belleza y la m9s ele- vada dicha, esperando solamente las galas del color y del estilo. Cuanto respiraba alguna belleza -una flor, una armonia- podia contribuir a crear esa forma de la vida llamada amor.

La aspiraci6n a estilizar el amor era m6s que un juego vano. Era la violencia de la pasi6n misma la que impulsaba a la sociedad de la 6ltima Edad Media a dar a su vida erdtica la forma de un be110 juego, sometido a nobles reglas. De no querer entregarse a una ruda barbarie, era necesario encajar 10s sentimientos en formas fijas. En las clases inferiores quedaba la domesticaci6n de la licencia abando- nada a la Iglesia, que cumplia su misi6n como una Iglesia puede

hacerlo: bien y ma1 a1 mismo tiempo. En la aristocracia, que se sentia en este punto independiente de la Iglesia, por poseer un poco de cultura profana, formdse con el ennoblecimiento de la er6tica misma un freno para el desenfreno. La literatura, la moda y las formas del trato fueron las que ejercieron una influencia normativa sobre su vida erdtica.

0, por lo menos, daban cuerpo a la bella apariencia, con arreglo a la cual se teni I ilusibn de vivir. En el fondo, tambidn en las clases superiores resultaba la vida erdtica extraordinariamente ruda. Las costumbres diarias eran de una descarada franqueza, que han per- dido posteriores tiempos. El duque de Borgoiia hace preparar 10s cuartos de baiio de Valenciennes para 10s invitados ingleses, a quienes espera en esta ciudad: pour eux et pour quicongue auoient de famille, uoire bains estoris @rovistos) de tout ce qu'il jaut au mestier (oficio) de Vinus, ci prendre par choix et par election ce que on dksiroit

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mieux, et tout aux frais d u duc2. Muchos le reprochaban a su hijo Carlos el Temerario su gazmoiieria, dicikndole que no convenia a un principe 3. Entre las diversiones mecinicas del palacio de recreo de Hesdin mencionan las cuentas ung engien (ingenio) pour moullier les dames e n marchant par dessoubz *.

La rudeza, sin embargo, no es s610 un fracas0 del ideal. Lo mismo que el amor ennoblecido, tambiCn la licencia tenia su estilo propio, c incluso un estilo muy antiguo. Puede llamarse el estilo epitalgmico. En la'esfera de las ideas er6ticas hereda una sociedad refinada, como la del fin de la Edad Media, tantos motivos primitives, que 10s estilos er6ticos o compiten o se mezclan. Raices mucho mis antiguas que el estilo del amor cortks y una significacibn igualmente vital tenia la forma primitiva de la erbtica, que transfigura inclnso el comunismo sexual, y que, si bien habia sido despojada de su dignidad cultural de misterio sagrado por la cultura cristiana, se mantenia, no obstante, igualmente viva.

El aparato epitilimico, con sus risas desvergonzadas y sus simbo- lismos filicos, habia constituido en otro tiempo toda una parte de 10s ritos sagrados de las fiestas nupciales. Esponsales y nupcias habian sido entonces una misma cosa: un gran misterio que se concentraba en la uni6n carnal. Luego habia venido la Iglesia a reclamar para si !a santidad y el misterio, reducihdolos a1 Sacramento del matrimonio can6nico. Las ceremonias concomitantes del misterio, el cortejo nupcial, 10s cPnticos y 10s gritos de jhbilo, fueron abandonados por ella a la parte profana de las bodas. Pero en ella pervivian despojadas de su caricter sagrado y practicadas con la m&s lasciva licencia, que la Iglesia era impotente para impedir. No habia modestia cristiana capaz de ahogar el cPlido grito de la vida dc Hymeneo: iOh, hime- neo! No habia espiritu puritan0 capaz de hacer desaparecer de las costumbres la desvergonzada publicidad de la noche de bodas, que aim el siglo XVII conoce en pleno florecimiento. S610 ha roto con esta costumbre la moderna sensibilidad individualista, que quisiera rodear de silencio y obscuridad lo que pertenece a dos solos.

2 Chastellain, N, pig. 165. 3 La Marche, 11, phg. 3502. 4 Basin. 11, pAg. 224.

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8. La estilizaci6n del amor 157

Si se rccuerda quc a ~ i n en el afio 1641, en las bodas del joven principe de Orange con Maria de Inglaterra, no faltaron 10s practical jokes, para hacer casi imposible a1 novio, un muchacho todavia, la consumaci6n del matrimonio, no causari asombro la licenciosa alegria con que solian celebrarse las bodas de principes y de nobles hacia 1400. El obsceno regocijo con que describe Froissart las bodas de Carlos VI con Isabel de Baviera, o el epitalamio que dedicd Descharnps a Ant6n de Borgoiia, son testigoss. Las Cent nouuelles nouvelles hablan -sin encontrar en ello nada extraordinario- de una pareja de novios que se casaron en la misa de alba y despuks de un ligero desayuno se fueron en seguida a la cama k Todas las bromas referen- tes ya a las bodas, ya a la vida er6tica en general, eran consideradas como adecuadas tanlbih para ser referidas en presencia de damas. Las Cent nouuelles nouuelles se presentan -aunque no sin cierta iro- nia- como gloriewe et tdifiant euure, como narraciones moult plai- sants d raconter en toute bonne compagnie. Noble homme Jean Reg- nier, un grave poeta, escribe una balada lasciva a petici6n de Madame de Bourgogne y de todas las damas y damiselas de su corte 7.

Es claro que todas estas cosas no eran estimadas como vulneracio- nes del alto y rigido ideal del honor y de las conveniencias sociales. Hay aqui una contradiccihn que no puede explicarse declarando hip6- critas las nobles formas y la mucha gazmoiieria que la Edad Media revela en otra esfera. Tampoco es la impudencia un desencadena- rniento saturnal de 10s instintos. Todavia mis absurdo seria conside- rar las obscenidades epitakimicas como un signo de decadencia, de aristocritico sobrerrefinamiento. Las anfibologias, las indecencias y las alusiones lascivas esthn en su propio terreno en el estilo epitalAmico, donde tienen la mis alta antigiiedad. Todas ellas resultan compren- sibles cuando se ve en ellas su fondo etnolbgico, 10s restos del sim- bolismo filico de la cultura primitiva, atenuados y convertidos en formas del trato social; o sea, un misterio desvalorado. Lo que habia unido la santidad del ritual con la mis desenfrenada alegria de vivir,

5 Froissart, IX, pigs. 223-236. Deschamps, vrr, n6m. 1.282. IJ Cent nouuel[es nouueiles, ed. Wright, 11, pig. 15; cf. I, pig. 277; 11, pigs. 20.

168, etc., y Quinze joyes de mariage, passim. 7 Pierre Champion: Histoire poitique du QuinziCme Sikcle, Paris, 1923, torno I,

pig. 262; Deschamps, VIII, pig. 43.

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cuando atin no estaban trazados por la cultura 10s limites entre las burlas y las veras, sblo podia seguir siendo admitido como broma picante y diversi6n incentiva en una sociedad cristiana. En directa contradicci6n con la piedad y la cortesia mantenianse en 10s usos nupciales las representaciones sexuales con toda su fuerza y vivacidad.

Si se quiere, puede considerarse como un brote silvestre del tronco del epitalamio el g6nero entero c6mico-erbtico: el cuento, la farsa, la canci6n. El nexo con aquel origen habiase perdido, sin embargo, hacia ya mucho tiempo, surgiendo un g6nero literario independiente: el efecto c6mico se convirti6 en fin aut6nomo. Onicamente la indole de la complicidad sigue siendo la misma que la del epitalamio; des- cansa por completo en la alusi6n simb6lica o la representacihn de las cosas sexuales bajo la imagen de algtin oficio. Casi todos 10s oficios y actividades tenian formas que se prestaban a la metdfora erbtica, exactamente lo mismo que ahora. Es palmario, sin embargo, que en 10s siglos xrv y xv habian de ser el torneo, la caza y la mtisicaa 10s que suministrasen ante todo la materia. Teniendo presente esta cate- goria de metiforas debe considerarse la manera de tratar las historias de amor bajo la forma de pleitos juridicos, como 10s Arrestz d'amour 9.

Habia ademis otra esfera que gozaba de singular predilecch para revestir el tema er6tico: la religiosa. La expresi6n de las cosas sexuales en el lenguaje de 10s actos religiosos era empleada en la Edad Media con extraordinaria libertadlo. En las Cent nouvelles nouvelles repi- tese incansablemente el uso equivoco de palabras como bCnir o con- fesser o el juego de palabras de saints y seins. Dentro de una modali- dad mds refinada, esta alegoria er6tico-religiosa se desarrolla hasta convertirse en una forma literaria especial. El circulo poCtico del deli- cado Carlos de Orlehs cubria el amor desgraciado con las formas del ascetismo mondstico, de la liturgia y del martirio. Aludiendo a la r e ciente reforma de la Orden de San Francisco, hacia 1400, lldmanse Les amoureux de Pobseroance. Es como una replica ir6nica a la sacra gravedad del dolce stil nuovo. La tendencia profanadora es reparada a medias por la intima profundidad del amoureusen sentir.

8 Deschamps, vr, pig. 112, n6m. 1.169, La kcon de musique. 9 Deasiones judiciales en cosas de amor (ante el procurador del Parlamento

Martial d'tluvergne, 1430-1508, imitados a6n por La Fontaine). l o Cf. tambih Lehmann: Parodie im Mittelalter, Munich. 19n, pigs. 147 y sip.

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8. La estilizaci6n del amor

Ce son: ici les dix commandemens Vray Dieu d'amours . . .

Asi profana Carlos de OrlePns 10s diez mandamientos. 0 incluso el juramento sobre 10s Evangelios:

Lors m'appella, el me fist les mains mettre Sur ung livre, en me faisant promettre Que feroye fiaria) loyaument mon devoir Des points d'amour 11.

De un amante muerto, dice:

Et fay espoir que brief ou (en el) paradis Des amoureux sera moult haul: mk, Comme mmtir et trks honnort! saint.

Y de la propia amada muerta:

r a y fait I'obseque de ma dame Dedens le moustier amourcux, Et le service pour son ame A chant6 penser doloreux. Mains sierges de sorrpirs pitevx Ont estd en son luminaire, Aussi, fay fait la tombe fairz De regrets. . . 12.

En la poesia verdaderamente sentida, L'amant rendu cordelier d e l'observance d'amour, que desaibe extensamente la entrada de un amante desconsolado en el monasterio de 10s mirtires del amor, esti elaborado hasta en el dltimo detalle el leve efecto c6mico que pro- metia el disfraz religioso. LNO es como si la er6tica hubiese tenido que buscar, incluso por un camino perverso, el contact0 con lo sagrado. que habia perdido hacia tanto tiempo?

11 Charles de Orleans: Pahies complttes. Paris, 1874, dos vols., I, p@. 12. 42. 12 Ib., pig. 88. He hecho las exequias de mi dueda - En la Iglesia del amor, -

Y el semido (divino) por su a h a - Ha cantado pensamientos dolorosoa. - Muchos cirios de suspiros lastimeros - Ha habido para iluminarla. - Tambikn he hecho h a m la tumba - De nostalgia.. .

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Para ser cultura, la erbtica tenia que buscar a toda costa un estilo, una forma que la mantuviese dentro de ciertos limites, una expresibn quc la encubricse. Incluso alli donde desdeiib una Eorma semejante y descendib desde una dcsacreditada alegoria a la dcscrip- cibn directa y desembozada de la vida sexual, siguib sicndo estilizada sin pretenderlo. El gbnero entero, que es friciln~ente considerado como naturalismo erbtico por un espiritu burdo, el gPnero en que 10s varo- nes no sc agotan nunca y las mujeres son dbciles en todo momento, es una ficcibn romintica, tan exactamente como el mris noble amor cortCs. @LIC sino romanticismo es la cobarde omisibn de todas las complicaciones naturales y socialcs del amor y el encubrimiento de todo lo que hay de falaz, de egoista y de trrigico en la vida sexual con la bella apariencia de un goce imperturbable? TanlbiCn iinpcra en este caso el gran impulso que da origen a la cultura: el anhelo de una vida bella, la necesidad de ver la vida mPs hermosa de lo que la presenta la realidad, de donde nacc el csluerzo por someter la vida erbtica a la forma de un deseo imaginario, exagerando ahora su lado animal. Un ideal de vida: el ideal de la incontinencia.

La realidad ha sido en todos 10s tiempos peor y mris ruda de lo que la veia el refinado ideal literario del amor, per0 tambibn mris pura y mPs fina de lo que la prescntaba la erbtica vulgar, que pasa habitualmente por naturalismo. Eustache Deschamps, que es un poeta de vocacibn, suele descender hasta la mAs licenciosa plebeyez en nu- merosas baladas cbmicas, en las cuales se presenta hablando en su propio nombre. Pero 61 no es el hCroe efectivo de aquellas escenas indecentes; y en medio de ellas encontramos de sdbito una delicada poesia en que propone por modelo a su hija la. bondad de su difunta madre 13.

Como fuente de la literatura y de la cultura tenia que perma- necer siempre en segundo tCrmino este genero epitalimico entero, con todos sus brotes y ramificaciones. Tiene, en efecto, por tema la mPs extremada y plena satisfacci6n; es erbtica ~nniediata. Pero lo que puede servir como forma y ornato de la vida es la er6tica mediata,

13 Deschamps, VI, pig. 82, ndm. 1.151; vease, por ejemplo, v, pig. 132, ndm. 926; IX, p8g. 94, c. 31; VI, pig. 138, n6m. 1.184; XI, pdg. 18, n6m. 1.438, y XI, plginas 269, 286 1.

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8. La estilizaci6n del arnor 161

cuyo tema es la posibilidad de la satisfaccibn, la promesa, el deseo, la privacidn, la cercania de la dicha. En Csta se pone la mas alta satisfacci6n en lo que no se expresa y se la reviste con todos 10s ligeros velos de la esperanza. Sdo por esto es ya la er6tica mediata mucho mis susceptible de vida y abarca una esfera mucho mis amplia. No s610 conoce un amor en tono mayor o con la mascara riente, sino que es tambiCn capaz de traducir 10s dolores del amor en belleza y posee, por ende, un valor vital infinitamente superior. Puede recoger 10s elementos morales de la fidelidad, de la fortaleza, de la noble dulzura y unirse de este mod0 con otras direcciones que tienen tam- biCn por objetivo un ideal de perfeccibn, sin limitarse a1 mero ideal del amor.

En perfecta consonancia con el espiritu general de la ultima Edad Media, que pretendia encerrar el pensamiento entero, con todos sus matices, en un sistema y una forma plistica, ha dado el Roman de la Rose a toda la cultura er6tica una forma tan rica, multicolor e integral, que ha sido, por decirlo asi, un tesoro de leyendas, enseiian- zas y liturgia profana. Y justamente lo que hay de hibrido en el Roman de la Rose, obra de dos poetas de naturaleza y de ideas total- mente distintas, lo hizo todavia mis aprovechable como Biblia de la cultura er6tica: cabia encontrar en el textos del sentido mis diverso.

Guillaume de Lorris, el primer0 de 10s dos autores, a6n habia prestado homenaje a1 antiguo ideal cortesano. De Cl procede el ameno plan y la clara y amable fantasia que anima el conjunto. El tema es el tan frecuente de un suefio. El poeta ve c6mo parte Cl mismo en las primeras horas de una mafiana de mayo, para ir a escuchar a1 ruisefior y a la alondra. El camino lo conduce a lo largo de un rio hasta 10s muros del misterioso jardin del amor. En 10s muros ve reproducidas las imdgenes del odio, la traici6n, la necedad, la codicia, la avaricia, la melancolia, la mojigateria, la pobreza, la en- vidia y la vejez: las cualidades anticortesanas. Dame Oiseuse (la Ociosidad), la amiga de Dtduit (el Recreo), le abre la puerta. Dentro dirige Liesse (la Alegria) la danza. El dios del Amor danza con la Belieza en un corro en que toman parte la Riqueza, la Dulzura, la Franqueza, la Courtoisie y la Juventud. Mientras el poeta se ha pues- to a admirar 10s capullos de rosa que ve junto el pozo de Narciso, el dios del Amor lo hiere con sus flechas: Beaute', SimpJesse, Courtoi-

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sie, Compagnie y Beau-Semblant. El poeta se' declara servidor del amor (homme lige). Amour le cierra el coraz6n con una llave y le revela 10s mandamientos, 10s males y 10s bienes del amor. EspCrance, Doux-Penser, Doux-Parler, Doux-Regard son 10s nombres de estos idtimos.

Bel-Accueil, el hijo de la Courtoisie, le invita a acercarse a las rosas; pero entonces llegan 10s guardianes de la rosa, Danger, Male- Bouche, Peur y Honte y le expulsan. Con esto empieza la complica- ci6n. Raison desciende de su aka torre para conjurar a1 amante; Ami le consuela; Venus despliega sus artes contra Chasteti; Franchise y PitiC lo devuelven a Bel-Accueil, que le permite besar la rosa. Pero Male-Bouche lo cuenta de nuevo. Jalousie llega corriendo y se levanta un fuerte muro en torno de las rosas. Bel-Accueil es encerrado en una torre. Danger y sus compaiieros guardan las puertas. Con una lamen- taci6n del amante termina la obra de Guillaume de Lorris.

Entonces aparecib Jean de Meun, probablemente bastante tiempo desputs, y llev6 a fin la obra en una continuad611 mucho mris extensa. El curso ulterior de la acci6n, el ataque y la conquista del castillo de la Rosa por Amour, con todos sus aliados, las virtudes cortesanas, y tambitn Bien Celer y FauxSemblant, es casi anegada en un mar de digresiones, consideraciones y narraciones, con las cuales ha hedm el segundo poeta una verdadera enciclopedia de la ob'ra. Pero lo mris importante de todo es que habla un espiritu de una falta de pre- kenciones, de una frialdad esceptica y de una dureza cinica como raras veces lo ha producido la Edad Media, y un poeta, ademis, que maneja como pocos la lengua francesa. El ingenuo y risuefio idea- lismo de Guillaume de Lorris qued6 obscurecido por el desilusionismo de Jean de Meun, que no creia en fantasmas, ni en encantos, ni tampoco en el amor fie1 ni en la honestidad femenina, que tenia sentido de 10s problemas patol6gicos y que pone en boca de Venus, Nature y Genius, la defensa mis audaz de la s~nsualidad de la vida.

Como Amor teme sucumbir con su ejkrcito, envia a Franchise y a Doux-Regard, para pedir ayuda a su madre Venus, la cual presta oido a su llamamiento y corre a su encuentro sobre su carro tirado por palomas. Amor le comunica el estado de las cosas, y ella jura no soportar nunca mis que ninguna mujer sea casta, e incita a Amor

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8. La estilizacidn del amor 163

para que preste el mismo juramento respecto de 10s hombres. Todo el ejtrcito jura con ellos.

Entretanto est5 Nature ocupada en su fragua, con su labor: la conservacidn de las especies y la eterna lucha con la muerte. Lamtn- tase amargamente de que entre todas las criaturas s61o el hombre infringe sus mandatos y se abstiene de la procreaci6n. Desputs de la larga confesidn en que Nature expone asi sus obras a Genius, su sacer- dote, tste se dirige por orden de aquklla a1 ejtrcito del Amor, para lanzar en 61 la maldici6n de Nature sobre aquellos que desprecian sus mandatos. Amor reviste a Genius con una casulla, le pone un anillo y una mitra y le da un biculo. Venus, riendo ruidosamente, le da en la otra mano un cirio encendido:

Qui ne fu pas de cire vicrgc.

La excomunidn es introducida a una con la condenacibn de la virginidad, en atrevidos simbolos, que vienen a parar a un singular misticismo. iEl infierno para aquellos que no observan las leyes de la naturaleza y del amorl Para los demis las floridas praderas en que apacenta sus blancas ovejas el Hijo de la Virgen, en que las ovejas pacen con eterno placer flores y hierbas que brotan sin cesar.

Cuando Genius ha arrojado dentro de la fortaleza la luz cuya llama hace arder el mundo entero, comienza la lucha final en torno a la torre. Venus misma arroja tambikn su antorcha; entonces huyen Honte y Peur, y Bel-Accueil permite a1 amante coger la rosa.

En todo esto se vuelve a poner con plena conciencia en el centro el motivo sexual y se le reviste en la forma de un misterio tan inge- nioso, mis adn, de tanta santidad, que no era posible un reto mas ciescarado a1 ideal de vida de la Iglesia. En su tendencia completa- mente pagana puede considerarse a1 Roman de la Rose como un paso hacia el Renacimiento. En su forma externa parece genuinamente medieval. ~ Q u k m;is medieval que la personificaci6n de las pasiones y de las manifestaciones del amor llevada hasta el ultimo extremo? Las figuras del Roman de la Rose, Bel-Accueil, Doux-Regard, Faux-Sem- blunt, Male-Bouche, Danger, Honte, Peur, e s t h en un mismo plano con la representacidn genuinamente medieval de las virtudes y de 10s pecados en forma humana: alegorias, o algo mis que kstas, mitologe-

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mas semicreidos. ~D6nde esti, empero, el limite entre estas representa- ciones y las ninfas, 10s sitiros y 10s espiritus, despertados a nueva vida por el Renacimiento? Bstos son tornados de otra esfera, mas su valor jmaginativo es el mismo, y el porte de las figuras de la rosa recuerda a veces las figuras vestidas de flores por la fantasia de Botticelli.

En el Roman de la Rose, se expone, pues, el sueiio del amor en una forma artificiosa y, sin embargo, llena de pasibn. La extensa ale- goria daba satisfacci6n a todas las exigencias de la fantasia medieval. Sin las personificaciones no hubiese podido el espiritu expresar ni sen- tir por si mismo las pasiones. El vario colorido y la linea elegante de aquella incomparable comedia de marionetas, era necesario para for- mar un sistema de conceptos er6ticos con 10s cuales poder entenderse mutuamente. Usibanse las figuras de Danger, Nouvel Penser y Male Bouche como si fuesen 10s conceptos corrientes de una psicologia cien- tifica. El tema fundamental mantiene a lo largo del poema el tono apasionado. En lugar del pilido culto tributado a una dama casada, que 10s trovadores habian elevado hasta las nubes, como objeto inase- quible de una linguida veneracibn, aparece de nuevo el mis natural de 10s motivos er6ticos: el vehemente incentivo del secret0 de la vir- ginidad, simbolizada en la rosa, que s610 puede alcanzarse por medio de la constancia y de la habilidad.

En teoria, el amor del Roman de la Rose seguia siendo cortesano y noble. El jardin de la alegria de vivir s610 es accesible a 10s elegidos, y lo es s610 por medio del amor. Quien quiere pisarlo ha de estar libre de odio, deslealtad, vulgaridad, codicia, avaricia, envidia, vejcz e hi- pocresia. Pero las virtudes positivas que ha de oponer a todo esto prueban que el ideal ya no es ktico, como en el amor cortks, sino pura- mente aristocritico. Son la despreocupaci6n, la sensibilidad para el placer, la jovialidad, el amor, la belleza, la riqueza, la dulzura, la fran- chise y la courtoisie. Estas virtudes ya no representan un ennobleci- miento de la persona producido por el resplandor de la Amada, sino medios eficaces de ganar a ksta. Ni tampoco es ya el culto -aunque sea falso- de la mujer lo que anima la obra, sino que en su lugar aparece- a1 menos en el segundo poeta, Jean de Meun- un irbnico desprecio de su flaqueza, desprecio que tiene su origen en el caricter sensual de este amor.

A pesar de su gran imperio sobre 10s espiritus, no pudo el Roman

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de la Rose suprimir por completo la antigua concepci6n del amor. Junto a la exaltaci6n del flirt manteniase tambitn la idea del amor puro, caballeresco, fie1 y abnegado, que era un elemento esencial del ideal caballeresco de la vida. En el circulo de pintoresca y exuberante vida aristocritica, que rodeaba a1 rey de Francia y a sus tios 10s duques de Berry y de Borgoiia, habiase convertido en un tema de disputas cor- tesanas la cuestibn de cuhl de las dos concepciones del amor es prefe- rible para el verdadero noble: la de la autCntica courtoisie, con su linguida lealtad y su honesto culto tributado a una dama o la del Roman de la Rose, en que la lealtad 9610 era un medio a1 sewicio de la caza de la dama. El noble caballero Boucicaut habiase convertido con sus compaiieros en el abogado de la fidelidad caballeresca, duran- re un viaje a Oriente en el aiio 1388, y habiase hecho mPs corto el tiempo de la expedicibn componiendo el Liure des cent ballades. La decisi6n entre el flirt y la lealtad es dejada a 10s beaux-esprits de la corte.

M h honda gravedad hay contenida en las palabras con que al- gunos aiios desputs intervino en la disputa Cristina de Pisan. Esta valiente defensora del honor y de 10s derechos de la mujer se dirige a1 dios del Amor en una epistola pottica que encierra las quejas de las mujeres por todos 10s engaiios y todas las ignominias que imperan en el mundo de 10s hombres 14. Cristina rechaza con indignacibn la doc- trina del Roman de Ea Rose. Algunos estuvieron de acuerdo con ella; pero la obra de Jean de Meun sigui6 teniendo, como habia tenido, un ejkrcito de apasionados defensores y panegiristas. Siguibse, pues, una disputa literaria, en la cual tomaron la palabra numerosos partidarios y adversarios de la poetisa. Y no eran campeones de poca monta 10s que preferian la rosa. Muchos varones prudentes, hombres de ciencia y profundos eruditos ponian el Roman de la Rose tan alto -asi lo ase- gura el preboste de Lila, Jean de Montreuil-, que casi le tributaban honores divinos (paene ut colerent) y preferirian perder la camisa antes que aquel libro.

No es ficil para nosotros comprender el estado de espiritu a que

14 Christine de Pisan: L'Epistre au dieu d'amours (Epistola a1 dios del amor). La poesia se presenta como una epistola del propio Cupido, Oeumes podtiques, ed. M . Roy, 11, pig. 1.

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respondia esta exaltada defensa. Pues sus partidarios no eran unos frivolos jovenzuelos de la corte, sino altos y graves funcionarios, en parte incluso eclesiisticos, como el mencionado preboste de Lila, Jean de Montreuil, secretario del delfin y mis tarde del duque de Eorgo- iia, que mantuvo correspondenaa sobre este asunto, en epistolas pod- ticas y latinas, con sus amigos Gontier y Pierre Col, y estimulaba a 10s demis a tomar sobre si la defensa de Jean de Meun. Lo mPs singular es que este circulo que se erigi6 asi en campe6n de aquella abigarrada y exuberante obra medieval, es el mismo en que se cultivan 10s prime- ros girmenes del humanism0 franc& Jean de Montreuil es el autor de un gran nlimero de epistolas ciceronianas, llenas de giros, ret6rica y vanidad humanistas. &1 y sus amigos Gontier y Pierre Col estaban en correspondencia con el grave te6logo reformista Nicolis de Clk- manges.

Es seguro que Jean de Montreuil tomaba en serio su posicibn li- teraria. "Cuanto mPs profundizo -escribe a un desconocido juriscon- sulto que habia combatido el Roman- la significacion de la honda y famosa obra del maestro Jean de Meun, tanto mis me asombra tu desaprobacion". 21 por su parte, la defenderi hasta exhalar su dt imo aliento, y como 61 hay muchos que servirPn a la causa con sus escri- tos, su voz y su mano 15.

Y como para probar que en aquella disputa sobre el Roman de la Rose habia en conclusi6n algo mas que una mera p a t e del gran juego de sociedad, que era la vida cortesana, tomb, por fin, la palabra un var6n que cuanto decia lo decia animado por la mds elevada mora- lidad y por la doctrina mis pura, el dlebre teologo y canciller de la Universidad de Paris, Jean Gerson. En la tarde del 28 de mayo de 1402. fecha en su biblioteca un tratado contra el Roman de la Rose. Es una respuesta a la impugnaci6n de una obra anterior de Gerson por Pie- rre Col l6, y no era la primera obra que dedicaba Gerson a1 Roman. Este libro le parecia la mPs peligrosa de las pestes, la fuente de todas las inmoralidades, y consideraba su deber combatirlo aprovechando todas las ocasiones. Repetidas veces sale a la liza contra el pernicioso

15 Joh. de Monasteriolo: Epistolae, Martkne et Durand: AmpZ. Collectio, 11,

pigs. 1.409, 1 AZl, 1.422. 16 Piaget: Etudes rommes dtdides a Gaston Paris, pAg. 119.

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8. La estilizaci6n del amor 167

influjo du uicieux romant de la rose". Si tuviese un ejemplar -dice- clue fuese el linico y valiese mil libras, antes preferirfa quemarlo que venderlo para su publicaci6n.

Gerson toma la forma de su alegato a su propio adversario: una visibn alegbrica. Cuando se despierta una mafiana, siente que su co- raz6n se le escapa, mcjyennant les plumes at les eles (alas) de diverses pensees, d'un lieu en autre, jusques d la court saincte de crestientd. En &a encuentra a Justice, Conscience y Sapience, y oye d m 0 Chastetd acusa a1 Fol amoureux, es decir, a Jean de Meun, que la ha expulsado de la tierra con todos sus hijos. Sus bonnes gardes son justamente las figuras malas del Roman: Honte, Paour, et Dangier le bon portier, qui ne oseroit ne daigneroit ottroyer neb un vilain baisier ou dissolu regart ou ris attraiant ou parole Eegiere 18. La Castidad arroja a1 rostro del Fol amoureux una serie de reproches: hace difundir por medio de la maldita vieja la doctrina de comment toutes jeunes filles doivent vendre leurs corps tost et chierement sans paour et sans uergoigne, et qu'elles ne tiengnent compte de decevoir ou parjurer; se burla del ma- trimonio y de la vida monAstica; desvia toda la imaginaci6n hacia 10s placeres carnales, y, lo peor de todo, confunde por boca de Venus, de Nature, e incluso de Dame Raison, la idea del paraiso y 10s misterios cristianos con la del goce de 10s sentidos.

Aqui era donde acechaba, en efecto, el peligro. La gran obra con su mezcla de sensualidad, cinismo burlesco y simbolismo elegante des- pertaba en 10s espiritus un misticismo sensual que habia de parecerle

17 Gerson: Opera, 111, pig. 597; id., Gonsidiralions sur S t . Joseph, ru, pig. 866; Sertno contra luxuriem, 111, pigs. 923, 925, 930, 968. 18 La verguenza, el temor y el guardiin de la virtud, el buen portero, que no

se hubiese atrwido ni dignado aprobar ni siquiera un vulgar beso, ni una mirada deshonesta, ni una sonrisa seductora, ni una palabra ligera. - Sobre la significa- d6n de Dangier 70 se ha llegado, todavta a la unanimidad. La palabra se deriva de dorninarium, y originariamente quiere decir, por tanto, "dominacibn". ~Poder de inspecci6n. por consiguiente, de 10s padres, etc.? A esto se opone el que las demds alegorias (verguenza, temor, etc.) encarnan cualidades de la doncella, re- presentada por la rosa. Por ende, Dangier deberia significar mis bien "dominio de sf mismo". Hemos elegido "guardiin de la virtud", porque posteriorrnente ya no se entendid Dangier como una cualidad interna, sino que ae la exterioriz6 como un guardidn; esto se ve, entre otros lugares, en la 27 y la 37 de las Cmt nouveller nouvelles, y acaso tambiCn en la d t a anterior.

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a1 grave te6logo un abismo de pecado. ~ Q u b no habia osado afirmar Pierre Col, el adversario de Gersonl S610 el mismo Fol amoureux puede juzgar del valor de esta pasi6n desenfrenada. Quien no la conoce, solamente la ve en un espejo y la oye pronunciar palabras obscuras. Col aplica, pues, a1 amor terrenal las sagradas palabras de la Epistola a 10s Corintios, para hablar de el como lo hace el mistico de su exta- sis. Osa declarar que el Cantar de 10s Cantares, de Salombn, fut com- puesto en alabanza de la hija de Fara6n. Aque!los que han difamado el Roman de la Rose habrian doblado su rodilla ante Baal. La natu- raleza no quiere que un hombre baste a una mujer, y el genio de la naturaleza es Dios. MAS a h , osa incluso interpretar torcidamente a San Lucas, 11, 23, para probar con el Evangelio mismo que 10s 6rga- nos sexuales de la mujer, la rosa del Roman, habian sido sagrados en otro tiempo. Y lleno de confianza en todas estas blasfemias, invoca a 10s defensores de la obra, a una multitud de testigos, y amenaza a Gerson con la caida en un amor insensato, como les pas6 a otros te6- logos ante 61.

El poder del Roman de la Rose no fut quebrantado por el ataque de Gerson. En 1444 ofrece un can6nigo de Lisieux, Estienne Legris, un Rkpertoire d u Roman de la Rose, hecho por su propia mano, a Jean Lebegue, secretario de la CPmara de Cuentas de Paris 19. Todavia a fines del siglo xv puede declarar Jean Molinet que era frecuente oir sentencias del Roman de la Rose empleadas como refranes populares 20.

I31 mismo se siente llamado a ponerle a1 Roman entero un comentario moralizador, en el cual el pozo del comienzo del poema se convierte en el simbolo del bautismo, el ruiseiior que llama a1 amor en la voz de 10s predicadores y tedlogos y la rosa en el propio Jeshs. Clement Marot ha modernizado aun el Roman e incluso Ronsard se sirve toda- via de las figuras aleg6ricas Belacueil, Fausdanger, etc. 21.

Mientras aquellos dignos eruditos sostenian su polemica literaria, encontraba la aristocracia en dicha disputa un motivo bien venido de solemnes conversaciones y pomposas diversiones. Boucicaut, elogiado

10 Bibl. de I'.2cole des chartcs, LX, 1899, pAg. 569. 20 E. Langlois: Le Roman dc la Rose (Socidtt dcs anciens testes frnnpis) 1914,

t . I , Introduction, pig. 36. 21 Ronsard: Amours, ndm. CLXI.

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por Cristina de Pisan, por mantener a6n el antiguo ideal de la caba- lleresca fidelidad amorosa, encontr6 acaso en las palabras de la poetisa el motivo para fundar su Orden de l'ecu verd d: la dame btanche, des- tinada a la defensa de las mujeres desgraciadas. Pero Boucicaut no po- dia rivalizar con el duque de Borgoiia y su Orden fuC obscurecida muy pronto por la grandiosa Cour d'amours fundada el 14 de febrero de 1401 en el Hotel d'drtois, de Paris. Era Cste un sal6n literario brillan- temente inaugurado. Felipe el Atrewido, duque de Borgoiia, el viejo y calculador hombre de Estado, cuyo pensamiento no se presumiria preocupado de pemejantes cosas, habia solicitado del rey, junta- mente con Luis de Borbhn, que organizase la corte de amor, para dis- traerse durante la epidemia de peste que reinaba en Paris, pour pas- ser partie d u tempz plus gracieusement et affin de trouver esueil (des- pertar) de nouvelle joye (a1egria)Zz. La corte dc amor se iundaba en las virtudes de la humanidad y de la fidelidad, ti l'onneur, loenge et recommandacion et service de toutes dames et damoiselles. Los nume- rosos miembros estaban adornados con 10s titulos mis pomposos: 10s dos fundadores y Carlos V1 eran Grands conservateurs; entre 10s Con- seruateurs estaban Juan Sin Miedo, su hermano Antbn de Brabante, su hijo pequeiio Felipe. Hay un Prince d'amour, Pierre De Hauteville, natural del Hainaut. Luego existen Ministres, Auditeurs, Chevaliers d'honneur, Conseillers, Chevaliers trdsoriers. Grands Veneurs, Ecuyers d'amour, Maitres des requites, Secretaires, en suma, una imitaci6n de todo el aparato de la corte y del gobierno. Se encuentran junto a 10s principes y a 10s prelados tambidn burgueses y eclesiisticos inferiores. Las funciones y las ceremonias estaban exactamente reguladas. La rorte de amor semejaba un Parlamento. Los miembros se dedicaban a tratar glosas en todas las formas de verso conocidas: ballades couron- ndes ou chapeltes, chansons, sirventois, complaintes, rondeaux, lais, wirelais, etc. Se sostenian debates en forme d'amoureux procds, pour diffdrentes opinions soustenir. Las damas adjudicaban 10s premios y estaba prohibido hacer poesias que atacasen el honor del sex0 femeni- no.

~ Q u t genuinamente borgoiiones son este pomposo proceder, estas

22 A. Piaget: La cour amoureuse ditc de Charles VI , Romania, XX, p5g. 417, Xxx~, pig. 599; Doutrepont, pig. 167.

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graves formas de diversi6n elegantel Es sorprendente y, sin embargo, explicable que la corte profese el ideal riguroso de la noble fidelidad. Pero quien a e a que 10s 700 miembros conocidos en 10s quince afios aproximadamente, durante 10s cuales se oye hablar de aquella socie- dad, eran sinceros partidarios de Cristina de Pisan, y, por tanto, ene- migos del Roman de la Rose, como Boucicaut, se encontrari en con- tradicci6n con 10s hechos. Lo que se sabe de las costumbres de un An- t6n de Brabante y de otros grandes seiiores 10s presenta como poco autorizados para convertirse en defensores del honor femenino. Uno de 10s miembros, cierto Regnault d'Azincourt, es el organizador del rap- to de la joven viuda de un tendero, preparado en gran estilo -veinte caballos y un sacerdote- per0 frustrado23. Otro miembro, el conde de Tonnere, hizose culpable de un delito an8logo. Y como para pro- bar concluyentemente que todo se reducia a un be110 juego de socie- dad, hasta 10s mismos adversarios de Cristina de Pisan, en su polCmica literaria sobre el Roman de la Rose, se cuentan entre 10s miembros de la corte: asf Jean de Montreuil, Gontier y Pierre Co1".

23 Leroux de Linq: Tentative de rapt, etc., en 1405. Bibl. de l'cole des chartes, segunda serie, 111, 1846, pAg. 316.

24 Piaget: Romania, xx, pig. 447.

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Capitulo 9

LAS FORMAS DEL TRATO AMOROSO

P OR LA LITERATURA llegamos a conocer las formas del amor en aquella Cpoca. Mas para representirnoslas, es menester que 10 hagamos en Ia vida misma. Habia todo un sistema de

formas prescritas para llenar una vida juvenil de porte aristocrdtico. lCuintos signos y simbolos del amor han ido abandonando poco a poco 10s siglos posterioresl En lugar del amor se tenia entonces toda la m~lltiple mitologfa personal del Roman de la Rose. No cabe duda de que Bel-Accueil, Doux-Penser, Faux-Sernblant y las demis figuras del Roman han vivido en la fantasia y no s610 en 10s productos directos de la literatura. Habia ademis todo el delicado simbolismo de 10s colores del vestido, de las flores y de 10s adornos. El simbolismo ,dc 10s colores, que a6n hoy no estP completamente olvidado, ocupaba un lugar muy importante en la vida amorosa de la Edad Media. Quien no lo conocia suficientemente, encontraba una guia en Le blason des couleurs, compuesto alrededor de 1458 por el heraldo Sicilia 1, puesto en verso en el siglo XVI y ridiculizado por Rabelais, no tanto por des- precio del asunto como porque acaso pensaba 61 mismo escribir algo semejante 2.

Cuando Guillaume de Machaut se encuentra por primera vez con su amada desconocida, queda embelesado a1 ver que lleva ademis de En vestido blanco una cofia de tela azul celeste, con papagayos verdes, p e a el verde es el color de un amor nuevo, y azul, el de la fidelidad.

1 En Le Trhor des Pisces rares ou inidites, editado en 1860 por H. Cocheris, que ha desconocido por completo la relacibn entre la primitiva obra de Sicille y una adici6n posterior.

2 Oeuvres de Rabelais, ed. Abel Lefranc, c. a. I, Gargantda, c 9, pig. 96.

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MAS tarde, cuando ha pasado el hermoso periodo de su amor de poeta, sueiia que el retrato de su amada, que esti colgado sobre su lecho, vuelve la cabeza, y que ella estri vestida completamente de verde, p i nouvelletk signifie. Entonces compone una balada recriminatoria:

En lieu de bleu, dame, vous vestex uert 3.

Los anillos, 10s velos, todas las joyas y presentes del Amor tenian su funci6n especial, con sus misteriosas divisas y emblemas, que dege- neraban frecuentemente en 10s mis artificiosos jeroglificos. El delfin sale a1 palenque en 1414 con un estandarte, en el cual se veian borda- das en oro una K, un cisne (cygne) y una L 4, que significaban el nom- bre de una dama de honor de su madre Isabel, que se llamaba la Cas- sinelle. Rabelais se burla todavia un siglo despuks de 10s glorieux de court et tramporteurs de noms, que indican en sus divisas espoir por medio de una sphere, peine por medio de pennes d'oiseaux, melancho- lie por medio de una ancolia (ancholie) 5 . Coquillart habla de una

Mignonne de I~aulte enlreprise (de gran deuuedo) Qui pwte des devises cf tas 6.

Habia, ademPls, 10s juegos de sociedad, de asunto amoroso, como Le roi qui ne ment, Le chaste1 d'arnours, Ventes d'amour, Jeux d ven- dre. La joven dice el nombre de una flor u otra cosa; el galin ha de compoiler sobre 61 una rima que contenga un cumplido:

Je vous vens la passerose, -Belle, dire ne vous ose (no me atrevo a deciros) Comment Amours vers vous me tire, Si l'apercevet tout sanx dire 7 .

3 Guillaume de Machaut: Le Livre du Voir-Dit, ed. P . Paris (Sociktk des bi- bliophiles francois, 1875). p9gs. 82, 213. 214, 240, 299, 309, 318, 347, 351.

4 Juvenal des Ursins. pig. 496. 6 Rabelais: Garganttia c. 9. 6 Coquillart: Droits nouveaux, I, pig. 111. 7 Por eso debCis ad~ertirlo 5610 por vos misma. Christine de Pisan, I, piginas

187 y siguientes.

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9. Las formas del trato arnoroso 173

El Chaste1 d'amours era un juego anilogo de preguntas y respues- tas, tomando por base las figuras del Roman de la Rose:

Du chaste[ d'Amours vous demant @regunto) : Dites le premier fondernent! -Amer loyaument. Or (Ahora) me nommez Ie mestre mur @aredes maestras) Qui joli le font, fort et sew! (seguro) -Celer (callar) sagement, Dites moy qui sont li crenel (almenas) . Les fenestres et li carrel! (sillares) -Regart atraiant. Amis, nornrnez moy le porlier! -Dungier mauparlant. Qui est la clef p i le puet deffermer? (pueda abrirlo) -Prier coul-toisement 8.

Desde 10s dias de 10s trovadores ocupaba un gran espacio en las conversaciones de la corte la casuistica del amor. dsta constituye, por decirlo asi, el ennoblecimiento de la curiosidad y de la maledicencia por medio de una forma literaria. En la corte de Luis de Orleans son animadas las comidas -ademis de beaulx livres, dits, ballades- por demandes gracieuses 4 que se proponen ante todo a1 poeta para que las resuelva. Un grupo de damas y caballeros viene a ver a Machaut con una serie de partures (disputas) d'amours et de ses aventures 10. hlachaut habia defendido en su Jugement d'amour la tesis de que Ia dama que pierde por la muerte a su amador es un caso menos lamen- table clue el amador de una amada infiel. Toda cuesti6n de amor estB discutida de este mod0 con arreglo a normas rigurosas. Beau stre, 2qut prefeririais?, que se dijese algo malo de vuestra amada y vos su- pieseis que os era fiel, o que se hablase bien de ella y vos descubrieseis que no lo era? A lo cual el alto concept0 formal del honor y el deber riguroso que tenia el arnador de velar por la buena fama de su ama- da, exigian la siguiente respuesta: Dame, j'aroie plus chier que Ten

8 E. Hoepffner: Fl-age und Antwortspiete in der franz. Litel-atur des 14 Jahrh., Zeifschrift f . ioman. Philologie, xxxmn, 1909 . pigs. 695. 703.

9 Christine de Pisan: Le dit de la rose, 75; Oeuvres podtiques, n, pig. 31. 10 Machaut: Remtde de fortune, 3.879 y sigs. Oeuvres, ed. Hoepffner (Soc. des

anc. textes frangais) 1908-11, dos vols., XI, p5g. 142.

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oi'sse bien dire et y trouuasse mal. Una dama es abandonada por su primer amador; lobra infielmente si toma otro que sea mhs fiel? ~Puede volverse, por fin, hacia un nuevo amor un caballero que ha perdido toda esperanza de ver a su dama, porque la tiene encerrada un marido celoso? Si un caballero se desvia de su amada, para entre garse a una dama de elevada alcurnia, y rechazado por bsta, pide de nuevo a aquklla su gracia, iadmite el honor de Csta que le perdone? l1 Desde esta casuistica s610 hay un paso a tratar las cuestiones de amor por cornpleto en forma de proceso, como hace Martial d'Auvergne en 13s Arrestz d'amour.

Todas estas formas del trato amoroso nos son conocidas Gnicamen- tr For su cristalizaci6n en la literatura. Su verdadero terreno era la vida real. El c6digo de 10s conceptos, las reglas y las formas cortesanas no servian exclusivamente para hacer poesias a base de ellas, sin0 tambibn para aplicarlas en la vida aristocritica o, a1 menos, en la con- versaci6n. Es, sin embargo, muy dificil percibir con verdad la vida efcctiva de aquel tiempo a travks de 10s velos de la poesia, pues a6n alli donde se describe lo mis exactamente posible un amor real, se describe, a pesar de todo, desde el punto de vista del ideal corriente, con el aparato tCcnico de 10s conceptos er6ticos usuales y con la estili- zaci6n del caso literario. Asi sucede con la larga y prolija narraci6n del amor entre un viejo poeta y una Mariana del sTg10 xxv, Le Livre du Voir-Dit (suceso verdadero) , de Guillaume Machaut 12. Debia de te- ner Cste m9s de sesenta afios cuando Peronelle d7Armenti&res 13, joven de unos dieciocho afios, perteneciente a una distinguida familia de Champaiia, le envi6 el aiio 1362 su primer rondel, en el cual ofrecia su coraz6n a1 famoso poeta, desconocido de ella, a la vez que le roga- ba empezase con ella una correspondencia pobtico-amorosa. El pdxe poeta, achacoso, ciego de un ojo, atormentado por la gota, se inflan~a a1 punto. Responde a1 rondel de ella y empieza un intercambio de

11 Christine de Pisan: Le liwc des trois jugements; Oeuvres pottiques, 11,

pigina 111. 12 Le Iiwe du Voir-Dit, ed. P . Park, Sociktt! des bibliophiles franpis, 1875.

La hip6tesis de que la obra de Machaut no tiene por fundamento la historia de un amor real (Hanf, Zeitschri/t ftir roman. Philologie, xxrr, pig. 145) carece dc todo fundamento. 1s Un castillo cerca de Chateau Thieny.

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9. Las formas del trato amoroso 175

cartas y poesias. Peronelle estP orgullosa de estas sus relaciones litera- ria$ sobre las que en un principio no guarda secret0 alguno. Quierr quc el escriba todo su amor con arreglo a la verdad, incluyendo sus cartas y poesias. El cumple esta tarea con degria: "je feray, d vostre gloire et loenge, chose dont il sera bon rntrnoire" 14. Et mon trts-dous cuer -escribe a ella- v o w estes couwecit (enojada) de ce que nous auons si tart (tarde) comencit? -&mo hubiese podido ella antes?- par Dieu aussi suis-je (con mis razdn) ; mais ves-cy le remtde; menom si bonne vie que nous porrons, en lieu et en temps, que n o u rec~nz- pensons le temps que nous avons perdu; et qu'on parle de nos amours jusques a cent ans cy apris, en tout bien et en toute honneur; car s'il y auoit mal, uous Ie celeriis a Dieu, se vous poviks (lo ocul- tariais a Dios [mismo], si pudieseis) 15.

Lo que era entonces compatible con un amor honesto nos lo en- seiia la narracidn en que Machaut inserta las cartas y las poesias. El poeta obtiene a ruegos suyos el retrato pintado de su amada, a1 que trlbuta veneraci6n como su Dios sob~e la tierra. Lleno de angustia par sus quebrantos fisicos ve acercarse el pr ima encuentro, y su dicha es irreprimible cuando ve que su aspecto no causa aversi6n a su javen amada. esta se pone a dormir --o a hacer que duerme- en el regazo de 61, bajo la sombra de un cerezo, y le otorga a6n mayores fawre;. Una peregrinacih a Saint Denis y la Feria del Lendit les deparan ocasidn de pasar juntos algunos dias. Un mediodia de mediados de junio estPn todos muertos de cansancio por el ajetreo y el calor del sol. En la ciudad rebosante encuentran albergue en casa de un hom- bre, que les cede un cuarto con dos camas. En una de ellas se echa la cuiiada de Peronelle para pasar la siesta en el cuarto a obscuras. En la otra se echa con su camarera la propia Peronelle, que obliga a1 timi- do poeta a acostarse entre ambas. Bste permanece tendido y callado como un muerto, por miedo a despertarla. Ella, cuando despierta, le manda que la bese. A1 acercarse el tkrmino del pequeiio viaje y ad- vertir ella la afliccidn de 61, le permite, como despedida, ir a despertar- la. Y aunque kl sigue hablando tambikn en esta ocasidn de onneur y de onnestt no resulta claro de su relato, bastante sincero, quk es lo que

14 Voir-Dit, carta XI, pig. 20. 15 Voir-Dit, carta xxvlr, pig. 203.

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ella pudo haberle rehusado todavia. Ella le da la iurea llavecita de su honor, su tesoro, para que kl lo guarde cuidadosamente; per0 lo que aGn habfa que guardar s610 podia ser su honestidad ante 10s hom- bres 16.

Mis dicha no le fuk otorgada a1 poeta, y a falta de otras perso- nales experiencias, llena la segunda'mitad de su libro con intermina- b l e ~ referencias a la mitologia. Por Gltimo, ella le comunica que sus relaciones deben tener un fin, manifiestamente con vistas a su matri- monio. Ill resuelve, sin embargo, seguir amindola y venerindola siem- pre, y cuando ambos hayan muerto, el espiritu de t l pedirh a Dios poder seguir llamando Toute-belle a1 alma glorificada de ella.

Tanto respecto de las costumbres como de 10s sentimientos, nos ensefia Le Voir-Dit m9s que la mayor parte de la literatura er6tica de aquel tiempo. En primer ttrmino, las extraordinarias libertades que aquella muchacha podia permitirse, sin llamar la atencibn. Luego, la ingenua intrepidez con que todo, hasta lo m9s intimo, se desarrolla en presencia de otras personas, ya sea la cuiiada, ya la camarera, ya in- cluso el secretario. Cuando 10s amantes estan juntos bajo el cerezo, se le ocurre a1 secretario un gracioso ardid. Pone una hoja verde sobre la boca de Peronelle y dice a Machaut que debe besarla. Cuando Cste se atreve, por Gltimo, aquCl quita la hoja y el poeta roza la boca de la joven 17. No menos notable es la compatibilidad de 10s deberes amoro- sos con 10s religiosos. No hay que tener demasiado en cuenta el hecho de que Machaut perteneciese a1 estado eclesihstico, como canhigo de la iglesia de Reims. Los votos menores, que bastaban en aquel tiempo para el canonicato, no eran demasiado imperiosos en la exigencia del celibato. Tambitn Petrarca era canhigo. Tampoco es nada extraor- dinario escoger una peregrinacibn para un rendewous. Las peregrina- ciones eran muy preferidas para las aventuras amorosas. La de Machaut y Peronelle fut llevada a cabo, prescindiendo de esto, con gran serie- dad, t r b deuotement 18.

16 Voir-Dit, pdgs. 26, 96, 146, 154 y 162. 17 El beso con una hoja como aislador encuentrase tambitn en otras partes;

ct. Le grand gardc derrilre, estr. 6. W. C. C. Byvanck: Un PoCtc inconnu de la Socidtd d e Fran~ois Villon, Pnrfs, Champion, 1891, phg. 27. CP. la expresibn: no pone hoja delante de la boca.

18 Voir-Dit, pdga. 143-144.

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9. Las fomas del trato amoroso 177

En un encuentro anterior oyen juntos la misa, sentado Cl detris de ella:

. . . Quan on dist: Agnus dei. Foy que je doy d Saint Crepais (por San Crispin) Doucement me donna la pais, Entre deux pilers du mowtier (ilesia) Et fen (de la paz) avoie bien mestier (menester) Car mes cums amoureur estoit Troublis, quant si tost se partoit (cuando parti6 tan rApidamente) 19.

La paix era la tablilla que pasaba de mano en mano para ser be- sada en lugar del beso de paz de boca en boca20. Aqui tiene, natural- mente, el sentido de que Peronelle le ofreci6 sus propios labios. a1 la espera en el jardin recitando su breviario. A1 entrar en la iglesia para empezar una novena, hace interiormente el voto de componer cada uno de 10s nueve dias una nueva poesia a la muy amada, lo que no le impide hablar de la gran devoci6n con que reza21.

No debemos imaginarnos en todo esto frivolidad ni profanaci6n conscientes. Guillaume de Machaut es, en dltimo tkrmino, un poeta grave y de espiritu elevado. Es algo casi incomprensible para nosotros la ingenuidad con que se injertaban en la vida diaria las pricticas re- ligiosas en 10s dias anteriores al Concilio de Trento. Pronto tendremos que decir mis todavia sobre esto.

El sentimiento que emana de las cartas y de la descripci6n de este caso amoroso hist6rico es un sentimiento poco intenso, pedestre, ligeramente afectado. Su expresi6n resulta encubierta por el gran f i - rrago de las consideraciones reflexivas y por el revestimiento de fan- tasias y suefios aleg6ricos. Hay algo conmovedor en la ternura con que el viejo poeta, a la vez que describe la grandeza de su dicha y la bon- dad de Toute-belle, no se da cuenta de que Csta no ha hecho en defi- nitiva mis que jugar con 151 y con su coraz6n.

De la misma kpoca, aproximadamente, que el Voir-Dit de Machaut procede otra obra que podia servir de rkplica en cierto respecto: Le liure du chevalier de la Tour Landry pour Penseignernent de ses fi-

le Vok-Dit, pig. 110. 20 Vease supra, pig. 65. 21 Voir-Dit, pigs. 70, 98.

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lles22. Es una obra procedente de la esfera de la nobleza, como la novela de Machaut y Peronelle dlArmenti&res. Si &a transcurre en Champaiia y en Paris y sus alrededores, el caballero de la Tour Landry nos transporta a1 Anjou y a1 Poitou. Este caballero no es un viejo poe- ta que ama, sino un padre bastante prosaico que cuenta a la buena de Dios recuerdos de sus aiios mozos, andcdotas e historias, pour mes filles aprandre a roumancier, o como nosotros diriamos: para ensefiarles las formas sociales en 10s negocios de amor. Pero la enseiianza no resulta nada romintica. La tendencia de 10s ejemplos y amonestaciones, que el solicit0 gentilhombre expone a la consideracih de sus hijas, es mis bien la de ponerlas en guardia ante 10s peligros de un flirt romintico. Guardaos de las gentes facundas, que estin siempre a punto, con faulx regars longs et pensifs et petits soupirs et de merveilleuses contenances (gestos) affecltes et ont plus de paroles ci main que autres gensza. No seiis demasiado bendvolas. Su padre le habia llevado siendo muy jo- ven a un castillo, para que trabase conocimiento con la hija del duciio, con vistas a un enlace deseado por ambas partes. La jovcn le habia re- cibido con excepcional afectuosidad. Para saber lo yue habia dentro de ella habl6 con ella sobre toda clase de cosas. La conversaci6n reca- y6 sobre 10s prisioneros y el joven hizo un digno cumplido: Ma demoi- selle, il uaudroit mieulx cheoir (escoger) a estre uostre prisonnier que ci tout plain d'autres, et pense que uostre prison ne seroit pas si dure

comme celle des Angloys. Si (y) m e respondit, qu'elle auoyt vue na- gaires cel qu'elle uouldroit bien qu'il jeust son prisonnier. Et (y) lor$ je luy demanday se elle luy feroit male prison, et elle ne dit que nen. nil (de ninguna manera) et qu'elle le tandroit (trataria) ainsi chzer comme son propre corps, et je lui dis que celui estoit bien eureux d'auoir si doulce et si noble prison. Que uous dirai-je? Elle auoit assez de lan- gaige et lui sambloit bien (y parecia), selon ses parolles, qu'elle sauoit assez, et si (y ademis) auoit l'ueil (10s ojos) bien uif et legier. A1 des- pedirse le rog6 por dos o tres veces que volviese pronto, como si le conociese ya de largo tiempo. Et quant nous fumes partis, mon seigneur de ptre m e dists: Que te sambEe de celle que t u as ueue. Dy m'en ton

22 Le lime du cheualier de la Tour Landry, ed. A. de Montaiglon (Bibl. eke- virienne) 1854. 23 Pigina 245.

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9. Las formas del trato amoroso 179

avis. Pero el entusiasmo, demasiado solicit0 de ella, le habfa quitado todo deseo de intimar mas. Mon seigneur, elle m e samble belle et bon- ne, maiz je ne luy seray plus de prks que je suis (no trataria de co- nocerla mas de lo que ya la conozco), si vous plaist. El enlace quedd en suspenso y el ca allero tuvo, naturalmente, motivos para no deplorarlo mis tarde 24. A 4 alogo~ recuerdos, tornados directamente de la vida, que nos ponen en claro c6mo se adaptaban las costumbres a1 ideal, con, por desgracia, sumamente raros en 10s siglos de que hablamos aqui. iListima que el caballero de la Tour Landry no nos haya contado al- 80 mas a611 de su vida! Lo preponderante son tambiCn en 61 las con- sideraciones generales. Fiensa, en primer lugar, en un buen matrimo- nio para sus hijas. Y el matrimonio tenia poco que ver con el amor. Hay un extenso debat entre 61 mismo y su mujer sobre lo permitido del amor, le fait d'amer par amours. a1 opina que una muchacha pue- de, en ciertos casos, amar honestamente; por ejemplo, e n esperance de mariage. La mujer es opuesta. Una muchacha es preferible que no se enamore, ni siquiera de su novio. Esto no hace mas que apartarla de la verdadera piedad. Car j'ay ouy dire d plusieurs, qui auoient dste arnoureuses e n leur juenesce (juventud), que quant elles estoient a l'eglise, que la pensde et la merencollie leur faisoit plus souvent penser ri ces estrois (intimos) pensiers et deliz (delicia) de leurs amours que ou (al) seruice de Dieu23, et est Val-t d'amours de telle nature que quant E'en (se) est plus au divin office, dest tant comme (a saber, cuindo) le prestre tient nostre seigneur sur l'autel, lors leur venoit plus de menus pensiers26. Con esta profunda observaci6n psicol6gica podian estar de acuerdo Machaut y Peronelle. pero, lqu6 diferencia, por lo demis, en el mod0 de ver las cosas el poeta y el caballero1 Por otra parte, tc6mo se compagina este rigor con el hecho de que el padre relate repetidas veces, para enseiianza de sus hijas, historias que por su contenido obsceno figurarian mejor en ias Cent nouvelles nouvelles?

Justamente la escasa conexi6n entre las bellas formas del ideal del amor cortCs y la realidad del noviazgo y del matrimonio era causa de que el elemento del juego ,de la conversaci&n, del pasatiempo literario,

21 P5gina 28. 25 La frase es totalmente ildgica (fiensde . . . fait penser . . . Q fiemiem); entien-

dase asi: cn ninguna parte tan frecuenternente como en la iglesia. 2.9 Piginas 249, 252-254.

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180 El otoiio de la Edad Media

pudiese desplegarse tanto mis sin trabas en todo lo concerniente a la vida amorosa refinada. El ideal del amor, la bella ficci6n de lealtad y abnegacibn, no tenia plaza en las consideraciones harto materiales con gue se contraia matrimonio, y, sobre todo, matrimonio noble. S610 podia vivirse en la forma de un juego encantador o regocijante. El torneo presentaba el juego del amor romPntico en su fonna heroica. El ideal pastoril suministraba su forma idilica.

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Capitulo 10

LA IMAGEN IDILICA DE LA VIDA

S OBRE la forma caballeresca de la vida gravitaban demasiados ideales de belleza, virtud y utilidad. Considerindola con un seco sentido de la realidad, como hace, por ejemplo, Com-

mines, resultaba toda la famosa caballeria a l p perfectamente indtil y falso, una deliberada comedia, un ridiculo anaaonismo; 10s verdaderos impulsos que inducen a 10s hombres a obrar y que deter- minan la suerte de 10s Estados y de las sociedades estaban fuera de sus dominios. Si la utilidad social del ideal caballeresco se habia debilitado ya extremadamente, todavia era peor con el aspect0 ktico, la reali- zacidn de la virtud, a que aspiraba tambih dicho ideal. Vista desde una vida consagrada a1 espiritu y a la verdad, era toda aquella nobleza puro pecado y vanidad. Pero mls aim: ya desde el punto de vista puramente esctiptico fracasaba el ideal. Podia negarse, en efecto y en todos 10s sentidos, la misma belleza de aquella forma de vida. Aunque la vida caballeresca pudiera parecer muchas veces deseable a 10s bur- gueses, lo cierto era que la nobleza sentia un gran cansancio y hastio. El bello juego de la vida cortesana era demasiado pintoresco, demasiado falso, demasiado engorroso. ~Fuera, aquella vida tan penosa como artificial! lVolvamos a la simplicidad y tranquilidad segurasl

Dos caminos habia para abandonar el ideal caballeresco: el de la vida real, activa, el del modern0 espiritu de investigacidn y el de la negacidn del mundo. Pero este dltimo se dividia como la Y de Pit&- goras: la linea capital era la de la autkntica vida espiritual, la linea lateral se mantenia a1 borde del mundo con sus goces. El anhelo de una vida bella era tan fuerte, que incluso alli donde se reconocia la vanidad de la vida de corte y de lucha y la necesidad de abandonarla, parecia abierta una salida para salvar la belleza de la vida terrena,

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182 El otoiio de la Edad Media

para realizar un sueiio todavfa mis dulce y mis luminoso. La antigua ilusi6n de la vida pastoril seguia brillando como una promesa de dicha natural, con todo el esplendor que irradiaba desde Te6crito. La mPxima felicidad parecia posible sin lucha, huyendo simplemente de la rivalidad, llena de odio y de envidia, por un vano honor y una vana jerarquia, huyendo simplemente del lujo y la pompa recargados y opresivos y de la guerra cruel y peligrosa.

El elogio de la vida simple era un tema que la literatura medieval habia tomado ya de la Antigiiedad. No es idCntico a la egloga; tritase mis bien de una manifestacih positiva y una manifestaci6n negativa del mismo sentimiento. La primera es la Cgloga, en la cual se presenta la antitesis positiva de la vida cortesana; la manifestacidn negativa es la huida de la corte, el elogio de la aurea mediocritas, la negaci6n del ideal de la vida aristocritica, ya se busque refugio en el estudio, en la soledad o en el trabajo. Ambos motivos entremCzclanse, empero, con- tinuamente. Sobre el tema de la inanidad de la vida cortesana habian escrito ya en el siglo xu Juan de Salisbury y Walter Mapes sus tratados De nugis carnalium. En la Francia del siglo x v encontr6 su expresi6n cldsica en una poesia de Felipe de Vitry, obispo de Meaux, que era ambas cosas, m&ico y poeta, y es celebrado por Petrarca: Le Dit de Franc Gontier La fusi6n con la egloga es perfecta:

Soubz feuille vert, sur herbe delitable Les ru bruiant et prex clere fontaine Trouvay fichee une borcle portable, Zlec mcngeoit Gontier o dame Helaync Fromage frais, Iact, buwe fromoigee, Craime, matton, pomme, nois, prune, poire, Aulx et oignons, escaillongne froyee Sur wouste bise, au gros sel, pour mieulx boire 2.

Despues de la comida se besan et bouche et nez, @lie et bien barbue.

1 Piaget: Romank, XXVII, 1898, pAg. 63. 2 Bajo la fronda verde, sobre la hierba deleitable, - Junto a un arroyo rui-

doso y cabe una clara fuente - Enrontrk puesla una cabaiia transportable; - Alli comia Gontier con su mujer Helena - Queso fresco, leche, manteca caseosa, - Crema, queso de nata, manzana, nuez, ciruela, pera. - Ajo y cebollas, chalote - extendido sobre nna corteza, con aal gruesa, para beber mejor.

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10. La imagen icUica de la vida 183

Luego se va Gontier a1 bosque para cortar un irbol, mientras Dame Helayne se va a lavar la ropa:

J'oy Gontier en abatant son arbre Die mcrcier dc so vie sdre: "Ne yay -dit-il- que sont pilliczs de marbre, Pommeaux lubn t s , mum vestuc dc pnincture; Je n'ay paour de traison tissue Soubz beau semblant, ne qu'empoisonnd soye En uaisseau d'or. Je n'ay la tcste nuc Deuant thirant, ne genoil qui s'i ploye. Verge d'ussier jamais ne me deboutc, Car jusques h nc m'espent convoitisc, Ambicion, ne lescherie gloute. Labour me poist en joieuse franchise; Moult fame Helayne et elle moy sans faille, Et c'est assez. De tombel n'avons curd'. Lors je dys "Las! serf de court ne vault maille, Mais Franc Gontier vault en or lame pureJ'3.

Esta fut para las generaciones inmediatas la expresi6n clisica del ideal de la vida sencilla, con su seguridad e independencia, con 10s goces de la dorada mediania, de la salud, del trabajo y del amor conyugal natural y sin complicaciones.

Eustache Deschamps cant6 el elogio de la vida sencilla y del apar- tamiento de la corte en un gran n6mero de baladas. Entre otras, hace una fie1 imitaci6n del Franc Gontier:

En retournant d'une court souveraine Oir j'auoie longuement sejournt!, En un bmquet, desruc unc fontaine

3 Oi a Gontier a1 abatir el Arbol - Dar gacias a Dios por au vida segura: - "No s&decia--lo que son columnas de mArmol, - Pomos brillantes, muros reves- tidos de pinturas; - No tengo miedo a una traicibn tramada - Bajo un semblante amistoso, ni ser envenenado - En vajilla de oro. No descubro la cabeza - Dclanrc de ningdn tirano, ni doblo la rodilla. - No me rechaza jam& la vara de ninghn portero, - Pues no me emptrja hasta alli la codicia, - La ambicidn, ni la Avida glotonerfa. - El trabajo me sustenta en alegre libertad; - Mucho amo a Helena y ella a mi sin falsla, - Y esto es bastante. De la tumba no nos cuidamos." - En. tonces dije: " ~ A h l Un siervo de la corte no vale un cuarto, - Pero el libre Gontier vale tanto como una piedra preciosa m oro."

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El otoiio de la Edad Media

Trouvd Robin le franc, enchapeli, Chapeauls de flcurs avoit cilx afubM Dessus son chief, et Marion sa drue ... 4.

Deschamps ensancha el tema, burlindose de la vida guerrera y de la caballeria. Con sencilla gravedad Iamenta la miseria y la crueldad de la guerra; no hay estado peor que el del guerrero; 10s siete pecados capitales son su obra cotidiana; la codicia y la vanagloria son la esencia de la guerra:

. . . je we i l mmer &or en avant

Estat moim, c'est mon oppinion, G u m e laissier et v h en labourant. Guerre mener n'est que dampnacion 6.

0 rnaldice burlescamente a aquel que queria desafiarle, o se hace prohibir expresamente por su dama el desaifo que le imponen por ella 8.

Pero las mAs de las veces campea el tema de la aurea mediocritas por sf solo:

Je ne requier a Dieu fors qu'il me doint En ce monde Iui sewer et low, Vivre pour moy. cote entiere ou pourpoint, Aucun cheval pour mon labour porter, Et que je p u k e mon estat gouverner Moiennement, en grace, sanx envie, Sanx trap avoir et sanx pain demander, Car au jour d'ui est la plus seure vie7.

4 Sombrero de flores lucia - aobre su c a b , y Mari6n, su muy quaida. Des- champs. n6m. 375, nr pig. 1. 6 Quiero vivir desde ahora en adelante - En el estado medio, &a es mi deci-

si6n. - Dejar la g u m a y vivir como labrador. - Hacer la guerra no es mAs que una perdici6n. Deschamps, I, pAg. 161, ndm. 65: cf. I, ?Ag. 78, n6m. 7; pAg. 175, n6mero 75:

6 Deschamps, d m s . 1.287, 1.288, 1.289; vn, pig. 33; cf. n6m. 178, I, psg. 313. 7 No pido a Dios sin0 que me d6 - Poder servirle y loarle en este mundo. -

Vivir para mi; un traje entero o un jubbn. - Un caballo para ayudarme en el trabajo. - Y que pueda mantenerme - En la medinfa, alegn, ain envidk, - Sin tener demasiado ni pedir pan, - Pues &ta es hoy la vida m h segura. Des- champs, ndm. 240, 11, pAg. 71; cf. nfim. 196, 11, pAg. 15.

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10. La irnagen idflica de la vida 185

El deseo de gloria y el afin de lucro sblo traen desdichas, mientras que el pobre estii contento y es feliz, y vive sin cuidados y largo tiempo:

. . . Un ouwier et unr powcs chartow Va mauvestux, deschirex et deschauk Mais en ouwant prant en grC ses travaulx Et liement fait son euwe fenir. Par nuit dort bien; pour ce uns telx cuers lolaulx Voit quatre rays et leur regne fenir a.

La idea de que el sencillo trabajador sobrevive a cuatro reyes le kgrada tanto a1 poeta, que la repite varias vecesg.

El editor de las poesias de Deschamps, Gaston Raynaud, supone que todas las poesias de esta tendencia 10, por lo general las mejores que ha compuesto Deschamps, proceden de su liltima Cpoca, cuando despojado de sus empleos, abandonado y decepcionado, ve la vanidad de la vida cortesana 11. Tratariase, pues, de una renuncia. iNo podria tratarse mis bien de una reaccibn, de un fen6meno de cansancio? A mi parecer, es la nobleza misma la que, en medio de su vida de pasi6n y de exuberancia galopante, pide y premia estos productos de un poeta de cimara, que prostituye otras veces sus dotes para satisfacer 10s mis groseros deseos de reir de aqublla.

Hacia el 1400 es el circulo de 10s primeros humanistas franceses el que desarrrolla m9s aim el tema del menosprecio de corte, coincidiendo en parte con el partido reformista de 10s grandes concilios. El mismo Pierre d'Ailly, gran te6logo y politico de la Iglesia, compone como rtplica a1 Franc Gontier una poesia en que traza la imagen del tirano en su vida de esclavo llena de terrores 12. SUS correligionarios utilizan

8 Un trabajador y un pobre carretero - Va ma1 vestido, deshanapado y des- caizo, - Pero trabajando cobra afecto a su trabajo - Y lleva a cabo alegrementc su labor. - De noche duerme bien; por eso uno de estos honrados corazones -Vc fenecer cuatro reyes y su reinado. Deschamps, n6m. 184, I, pAg. 320.

B Deschamps, ndm. 1.124, ndm. 307; VI, pig. 41; 11, p9g. 213, Lai de franchise. 10 Cf., ademis, Deschamps, ndms. 199, 200, 201, 258, 291, 970, 976, 1.017,

1.018, 1.021, 1.201, 1.258. 11 Deschamps. XI, pig. 94. 12 Romania, xxvrr, 1898, pig. 64.

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186 El otofio de la Edad Media

para lo mismo la forma recitn resucitada de la epfstola latina; asi, por. ejempo, Nicolhs de Clemanges 1s y su corresponsal Jean de Mon- treuill4. A este circulo pertenecia el milants Ambrosio de Miliis, aecretario del duque de OrlePns, que escribib a Gontier Col una epis- tola literaria en que un cortesano pone en guardia a un amigo que quiere entrar a1 servicio de la corte 15. Esta epistola, caida en el olvido, fut traducida por Alain Chartier, el famoso poeta Pulico, o apareci6, a1 menos en traduccibn, bajo su nombre y con el titulo Le Curial '6.

Este Curial fue mis tarde traducido de nuevo a1 latin por el huma- nista Robert Gauguin 17.

En forma de un poema aleg6ric0, de la indole del Roman de la Rose, trata el tema cierto Charles de Rochefort. Su L'abuzd en cour fuC atribuido a1 rey RendY Jean Mechinot dice como todos sus precursores:

La court est unc mw, dont sourt Vaguw d'orgueil, d'enviq orages.. . Ire esmcut debuts ct outrages, Qui les nefs jettcnt souvent bas; Traison y fait son personnagc. Nagc aultrc part pour tes cbats 19.

Todavia en el siglo XVI no habia perdido su incentivo el antiguo #:ma 20.

La seguridad, la tranquilidad y la independencia son las buenas

18 N. de Clemanges: Opera, ed. 1613. Epistolae, ndm. 14, phg. 57; ndm. IS. pig. 72; ndm. 104, pig. 296.

1 4 Joh. de Monasteriolo: Epistolae, Marthe et Durand: Ampl. Collectio, 11,

c. 1398. 15 Ib.. c. 1459. 16 Alain Chartier: Oeuvres, ed. Duchesne, 1617, pig. 391. 17 V. Thuasne, I, pAg. 37; rr, phg. 202. 18 Oeuvres du Roi Rent, ed. Quatrebarbes, N, pig. 73; cf. Thuasne, 11, pig. 204. 19 La corte es un mar, en el que se levantan - Olas de orgullo, tempestades

de envidia.. . - La ira suscita disputas y agravios, - Que con frecuencia hacen zozobrar las naves; - La traici6n representa en ella su papel. - Nada hacia otra parte para regocijo tuyo. Mechinot, ed. 1522, f. 94; en La Borderie, Bibl. de I'Ev. des Chortes, LVI, 1895, pig. 313.

20 Cf. Thuasne, 1. c.. pig. 205.

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10. La imagen idilica de la vida 187

cosas por las cuales se quiere huir de la corte, para llevar, en cambio, una vida sencilla de trabajo y de dorada mediania en el seno de la Naturaleza. En esto estriba el aspecto negativo del ideal. El aspecto positivo no reside, empero, tanto en las alegrias del trabajo y de la sencillez mismas, cuanto en 10s gratos goces del amor a1 natural.

La tgloga es por es2ncia algo mis que un mero gtnero literario. No persigue la descripci6n realista de la vida pastoril con sus goces sencillos y naturales, sino la imitatio de la misma. Reina la idea imaginaria y convencional de que la naturalidad inalterada en el amor se encuentra en la vida pastoril. Ya tsta se queria huir, si no en la realidad, a1 menos en el ensuefio. Una y otra vez hub0 de servir el ideal pastoril de medio salvador para librar a 10s espiritus de la tirantez de un amor exageradamente dogmatic0 y formalista. Todos ansiaban desprenderse de las opresivas ideas de la fidelidad y la vene- raci6n caballerescas, del aparato multicolor de la alegoria. Pero tam. bikn de la rudeza, del afiin de l uao y de 10s pecados sociales de la vida er6tica real. Un amor sereno y simple y ficilmente satisfecho, en medio de 10s goces inocentes de la Naturaleza, tal parecia ser la buena suerte reservada a Robin y Marion, a Gontier y Helayne. Ellos eran 10s dichosos, 10s dignos de envidia. El villano cien veces despre- ciado lleg6 a ser el ideal.

Pero la filtima Edad Media es tan genuinamente aristocratica y se encuentra tan inerme frente a una ilusih, que la pasi6n por la vida en el seno de la Naturaleza no logra llevar a un entrgico realismo, sino que su acci6n se limita a exoxnar de un mod0 artificioso Ias costumbres cortesanas. Cuando la nobleza del siglo xv juega a 10s pastores y las pastoras, es todavia muy escaso el contenido del juego en autkntico culto de la naturaleza y entusiasmo por la simplicidad y el trabajo. Cuando Maria Antonieta ordeiia y hace manteca tres siglos despuks en el Trianbn, el ideal esti lleno ya de la gravedad de 10s fisi6cratas; la naturaleza y el trabajo ya se han convertido en las gram des divinidades durmientes de la Cpoca, a pesar de lo cual todavfa hace de ellas un juego la cultura aristocr8tica. Cuando hacia 1870 la juventud intelectual rusa se desparrama entre el pueblo para vivir como aldeanos entre aldeanos, el ideal se ha convertido en algo amar- gamente grave. Y aun entonces result6 la realizaci6n una ilusi6n.

Hubo una forma poPtica que representa el trinsito de la egloga

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188 El otoiio de la Edad Media

propiamente dicha a la realidad, la serranilla, poesia breve que canta la ficil aventura del caballero con la muchacha campesina. En ella encontr6 la franca er6tica una forma fresca y elegante, que se elevaba por encima de la obscenidad, conservando, sin embargo, todo el in- centivo de lo natural. Cabria comparar con ella muchos esbozos de Guy de Maupassant.

El sentimiento s610 es genuinamente eglbgico, sin embargo, cuan. do el amador mismo se siente a la vez pastor. Con esto desaparece todo contacto con la realidad. Todos 10s elementos de la concepci6n corte- sana de la vida son simplemente traducidos en estilo pastoril. Un luminoso pais de ensueiio encubre el deseo con un vapor de sones de Clautas y de cantos de aves. Es una mdsica jovial, a cuyos gratos soni. dos desaparecen las penas del amor, 10s suspiros y 10s lamentos, el dolor de 10s desdeiiados. En la Cgloga retorna la er6tica a1 contacto con el goce de la naturaleza, que le era indispensable. De este rnodo es como la Cgloga se torn6 el campo en que se desarrolla la expresidn literaria del sentimiento de la naturaleza. En un principio no se pre- ocupa todavia de descubrir las bellezas de la naturaleza, sino de piritar 10s fPciles goces del sol y del verano, de la sombra y de las frescas aguas, de las flores y de las aves. La observaci6n y la pintura de la naturaleza vienen sblo en segundo lugar. El designio capital sigue siendo el ensueiio amoroso. S610 como accesorios presenta la poesia pastoril muchos rasgos de gracioso realismo. La descripci6n de la vida del campo en una poesia como Le dit de la pastoure, de Cristina de Pisan, inaugura un gdnero.

Una vez que la buc6lica ha conquistado su puesto de ideal corte- sano, se convierte en una miscara. Todo puede vestirse con el traje pastoril. MCzclanse las esferas de la fantasia idiiica y del romanticismo caballeresco. Un torneo se desarrolla con la vestidura de un juego de pastores. El rey Rent mantiene un Pas d'armes de la berghe.

Los contemporineos parecen haber visto realmente algo sincero en esta comedia. Chastellain adjudica a la vida pastoril de RenC un puesto entre las Merueilles du monde:

yay un roi de Ckil lc V u dmenir berger Et sa fernmi. gentilk De se mesmc mestier,

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10. La irnagen idilica de la vida

Portant la pannetitre, La houlette et chappeau, Logeans sur la bruy&e Aupr2s de leur trouppeau 80.

Otras veces sirve la Cgloga para prestar una vestidura poPtica a una sPtira politica totalmente calumniosa. No hay obra de arte mPs sin- gular que el largo poema pastoril Le Pastoralet 31, en el cual un parti- dario de 10s borgoiiones narra de un mod0 muy gracioso el asesinato de Luis de OrlePns, para disculpar el crimen de Juan Sin Miedo y desfogar todo el odio de Borgoiia contra el duque de Orleiins. LRonet es el nombre pastoril de Juan, Tristifer el de Orleins. La fantiistica danza y el no menos fantPstico adorno de flores e s t h desaitos de un mod0 muy peculiar. Xncluso la batalla de Azincourt es descrita bajo una veste idllica 82.

En las fiestas de la corte no falta nunca el elemento idilico. Resui- taba singularmente apropiado para las mascaradas que como entremets prestaban esplendor a 10s banquetes y era ademis particularmente empleado en las alegorias politicas. La imagen del principe como pastor y del pueblo como su rebaiio habiase impuesto ya a1 espiritu por otro lado: en las descripciones de la forma primitiva del Estado hechas por 10s padres de la Iglesia. Como pastores habian vivido 10s patriarcas. La justa autoridad, tanto temporal como espiritual, no era un imperar, sino un apacentar.

30 A un rey de Sicilia - Vi convertirse en pastor - Y a el y a su noble mujer - Del mismo oficio - Llevando la cesta del pan, - El cayado y el sombrero. - Vi- viendo en el b r e d - Con su rebaiio. Recdlections des mmmreilles. Chastellain, VII,

p8g. 200; 6. la desaipci6n de Joutes de Saint Zngleuert, citada por Kervyn, Frois- sart, xw, pig. 406. 31 Le Pastoralet, ed. Kervyn de Lettenhove (Chron. re1 d I'hLt. de Belg. sour

la dom. des ducs de Bourg.) 11, pAg. 573. En esta mezda de forma pastoral e in- tenci6n politica encuentra el poeta de Le Partoralet su paralelo nada menos que en Ariosto, el cual dedica su dnica composici6n bucblica a la defensa de su pro- tector, el cardenal Hip6lito de Este, con motivo de la conjuracidn de Albertino Boschetti (1506). La causa del cardenal apenas era mejor que la de Juan Sin

Miedo, ni la actitud de Ariosto mas simpdtica que la del desconocido borgoii6n. VCase G. Bertoni: L'Orlando furioso e la n'nascenza a Ferrara. M6dena. 1919, p6- ginas 42, 247.

32 PAgina 215 1.

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El otoiio de la Edad Media

Seigneur, tu es de Dieu bergin;' Garde ses bestes loyaument, Mels les en champ ou en vergier Mais ne les perds aucunement, Pour ta peine auras bon paiement En bien le gardant, et se non, A male heure reGus ce nom 83.

En estos versos de las Lunettes des princes de Jean Meschinot no se trata de una descripcibn propiamente idilica. Pero tan pronto como se intentaba pintar de un mod0 nitido algo semejante, emborronibase el cuadro por sf mismo. Un entrenzcts de las bodas de Brujas el afio 1468 glorificaba a las princesas anteriores como las nobles bergieres qui par cy devant (en otro tiempo), ont este pastoures et gardes des brebis de pardeta (Paises Bajos)3? Una representacibn dada en Va- lenciennes, con motivo del regreso de Francia de Margarita de Austria el afio 1493, mostraba c6mo el pais salia de su desolacibn, le tout en bergerie 35.

La 4gloga politica sirvi6 aim en 1648 de forma a un especticulo De LeeuwendalersS6, compuesto por Vondel para festejar la paz de West- falia. La imagen del principe pastor resuena tambidn en el cantar de Guillermo:

Oirlof myn arme schapen Die syt in groter noot, Uw herder sal niet slapen, A1 syt gy nu verstroyt 87.

83 Meschinot: Les Lunettes des princes, en La Borderie, I. c., pdg. 606. 8.1 La Marche, 1x1, phgs. 135, 137; cf. Molinet: Recollection des merueilles; sobre

la cautividad de Maximiliano en Brujas: Les tnoutons detentc~ent - En son pare le bergier. - Faictz et dictz, f . 208 vso. 85 Molinet, N, pig. 389. 38 Die L&~~enta[er. 37 Una antigua traducci6n alemana de todo el Grril!e~ino de Nos3a11 encuhtrase

en Fr. L. v. Solfau: Histor. Volksliedtr, 2, ed., Leipzig, 1845, pAgs. 430 y sigs.; en ella dice la estrofa citada en el texto:

Permiso a mis pobres ovejas, Que aqui estan en gran necesidad. Vuestro pastor no debe dormir. Aunque estbis vosotras, pues, desparramadas.

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10. La imagen idilica de la vida 191

Hasta en la guerra real se juega con la fantasia idilica. Las bom- bardas de Carlos el Temerario delante de Granson se llaman le berger et la berghe. Porque Ios franceses dicen burlhdose que 10s flamencos no son m8s que unos pastores ineptos para el oficio de la guerra, Felipe de Ravestein sale a1 campo con veinticuatro nobles, vestidos de pastores con cayado y zurr6n 38.

En las escenas de 10s pastores de BelCn en las representaciones de 10s misterios entraban, como era muy natural, motivos idflicos, per0 la santidad del asunto prohibia en este caso toda alusi6n a1 amor y 10s pastores habian de aparecer sin pastorasaD.

Exactamente como el amor fiel y caballeresco y las ideas del Roman de la Rose suministraron la materia para una elegante contienda lite- raria, se convirti6 tambiCn el ideal pastoril en objeto de una disputa semejante. TarnbiCn ern este caso saltaba la mentira demasiado a la vista y era menester que se la ridiculizase. iCuin poco se asemejaba la vida hiperb6licamente artificiosa y pr6digamente multicolor de la aristocracia de la liltima Edad Media a aquel ideal de sencillez, libertad y fiel amor sin cuidados en medio de la naturaleza! Sobre el tema de Franc Gontier de Felipe de Vitry, tipo de la sencillez de la Edad de Oro, habianse compuesto variaciones sin cuento. Todos dedaraban apetecer la comida de Franc Gontier sobre el cCsped y a la sombra junto a Dame Helayne, con su menti de queso, manteca, nata, man- zanas, cebollas y pan moreno, con su grato trabajo de lefiador, su espiritu de libertad y su exenci6n de cuidados:

Mon pain est ban; ne faut que nulx me vcste; L'eaue est saine qu'a booire sui enclin, 3.3 ne doubte ne tirant nc venin40.

A Dios quisierais encomendaros. Su santa palabra, Como piadosos cristianos vivimos. Debe aqui pronto ser cumplida.

3s Molinet, I, p9gs. 190, 194; 111 phg. 138; cf Juvenal des Ursins, pig. 382. 39 V. Champion: Histoire poltique du XVe s ikle , n, p6g. 173. 40 Mi pan es bueno; nadie necesita vestirme; - Sana ea el agua que apetezm

beber; - No temo tirano ni veneno. Deschamps, n, pdg. 213. Lay de franchise; d. Chr. de Pisan, Le dit de la Pastoure, Le Partoralet, Roi R e d , Regnault et Jehan- neton, Martial d'Auvergne, Vigilles du roi Charles VZZ, etc.. etc.

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192 El otofio de la Edad Media

A veces se olvidaba un poco el papel. El mismo Eustache Des- champs, que canta reiteradamente la vida de Robin y Marion y las alabanzas de la sencillez natural y de la vida laboriosa, deplora que la corte baile a1 son de cornarnusa, cet instrument des hommes bes- tiauIx41. Pero era menester la finura mucho m8s honda y el agudo escepticismo de un Frangois Villon para ver hasta el fondo toda la falsedad de aquel bello sueiio. lQu6 burla m8s cruel hay en su balada Les contrediz Franc Gontierl Cinicamente opone Villon la vida des- cuidada de aquel campesino ideal, con su comida de cebollas, qui causent for alaine, y su amor bajo las rosas, a la comodidad del gordo can6nigo que goza de la vida descuidada y del amor en un cuarto bien tapizado, junto a1 fuego de la chimenea, con un buen vino y un lecho blando. {El pan moreno y el agua de Franc Gontier? Tous les oyseaulx d'ici en Babiloine no podrian sujetar a Villon una sola maiiana a se- mejantes manjares a.

Lo mismo habfa pasado con el bello suefio del ideal caballeresco. Tenia que sentirse la falsedad y rnentira de las dernis formas en las cuales pretendid la vida er6tica convertirse en cultura. Ante la tor- menta de la vida real no pudieron resistir, ni el fanitico ideal de la noble y casta fidelidad caballeresca, ni la refinada voluptuosidad del Roman de la Rose, ni la grata y duke fantasia de la Cgloga. La tor- menta soplaba por todos lados. Por el de la vida espiritual resuena la maldici6n sobre todo lo que sea amor, el pecado que pierde a1 mundo. En el fondo de la brillante copa del Roman de la Rose ve el moralista el poso amargo. "{De d6nde -exclama Gerson-, de d6nde 10s bastardos, de d6nde 10s infanticidios y 10s abortos, de d6nde el odio y envenenamiento de cdnyuges?" "

Por el lado de las mujeres resuena otra acusaci6n; todas estas for- mas convencionales del amor son obra masculina. Aun alli donde son idealizadas resulta la cultura er6tica total y exclusivamente una obra del egoismo masculino. cQu4 otra cosa son las infamaciones siempre repetidas contra el matrimonio y las debilidades de las mujeres, sus infidelidades y su vanidad, sino el manto que cubre el egoisrno mas-

41 Deschamps, n6m. 923, cf. XI, pig. 122. 42 Villon, ed. Longnon, pig. 83. 4 Gerson: Opera, 1x1, pig. 302.

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10. La imagen idilica de la vida 193

culino? A todas estas infamaciones s610 respondo, dice Cristina de Pisan: "No son las mujeres quienes han hecho estos libros" 44.

No hay, en efecto, ni en la literatura erdtica, ni en la literatura piadosa de la Edad Media, apenas una huella de authtica compasi6n por la mujer, por su debilidad y por 10s peligros y dolores que le depara el amor. La ~ompasi6n habiase hecho formal en el imaginario ideal caballeresco de la liberaci6n de la doncella, donde s61o era propiamente incentivo sensual y satisfacci6n de la vanidad masculina. DespuCs de haber enurnerado todas las debilidades de las mujeres en una sitira de finos colores pilidos, promdtese el autor de las Quinze joyes de mariage descrlbir la postergaci6n de las mujeres46, pero no lo hace. Para encontrar la expresi6n de un sentimiento delicado y femenino es menester Hegar a la poesia de la propia Cristina:

Doulce chose est quc mariagc, Je fe puis bien par moy prouvcr . . .4a.

Pero qud dibilmente suena la voz de una sola mujer frente a1 coro de burla en que armoniza el vulgar desenfreno con la predicaci6n moral. Pues s610 existe una pequeiia distancia entre el menosprecio de las mujeres en las homilias y la ruda negaci6n del amor ideal por la sensualidad prosaica y el cinismo de taberna.

El bello juego del amor, como forma de vida, fuC jugado, pues. en el estilo caballeresco, en el genero buc6lico y en la artificiosa alegoria de la rosa, y aunque resonaba por todas partes la negaci6n de todos estos convencionaIismos, sus formas conservaron, sin embargo, su valor vital y cultural hasta mucho despuks de la Edad Media. Pues formas con las cuales se cubre el ideal del arnor, hay s610 unas pocas en todos 10s tiempos.

44 L'epistre au dieu d'amours, Ir, pAg. 14. 45 Quinze joyes de mariagc, pAg. 222. 46 Oeuvres podtiques, I, pAg. 237. n h . 26.

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Capitulo 11

LA IMAGEN DE LA MUERTE

o HAY ~ P O C A que haya impreso a todo el mundo la imagen de la muerte con tan continuada insistencia como el siglo xv. Sin cesar resuena por la vida la voz del Memento mori. En

su Guia de la vida para uso de 10s nobles, exhorta asi Dionisio Cartu- jano: "Y cuando se eche en la cama considere que, asi como se echa en la cama, muy pronto echarin otros su cuerpo en la tumba" l. TambiCn la fe habia inculcado pronto y gravemente la idea continua de la muerte; per0 10s tratados de piedad de la primera Edad Media s610 llegaban a manos de aquellos que ya por su parte se habian apar- tad0 del mundo. S610 desde que se desarrollir la predicaci6n para el pueblo, con el auge de las Ordenes mendicantes, redoblaron las ex- hortaciones hasta convertirse en un coro amenazador que resonaba por el mundo con la vivacidad de una fuga. Hacia el final de la Edad Media vino a sumarse a la palabra del predicador un nuevo gCnero de representaci6n plistica, que encontsaba acceso a todos 10s circulos de la sociedad, especialmente bajo la forma del grabado en madera. Estos dos medios de expresidn, poderosos, pero macizos y poco flexibles, la predicaci6n y el grabado, podian expresar la idea de la muerte en una forma muy viva, pero tambikn muy simple y directa, tosca y estridente. Cuanto habia meditado sobre la muerte el monje de las kpocas anteriores se condens6 entonces en una imagen extremadamente primitiva, popular y lapidaria de la muerte, y en esta forma fuk expuesta la idea verbal y plisticamente a la multitud. Esta imagen de la muerte s610 ha podido recoger verdaderamente un

1 Directorium vitae nobilium, Dionysii opera, t. XXXVII, pAg. 550, torno xxxrm,

pPgina 358.

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11. La imagen de la muerte 195

elemento del gran complejo de ideas que se'mueve en torno a la muerte: el elemento de la caducidad de la vida. Es como si el espiritu medieval en su ultima Cpoca no hubiese sabido contemplar la muerte desde otro punto de vista que el de la caducidad exclusivamente.

Tres temas suministraban la melodia de las lamentaciones que no se dejaba de entonar sobre el tCrmino de todas las glorias terrenales. Primero, este motivo: ldbnde han venido a parar todos aquellos que antes llenaban el mundo con su gloria? Luego, el motivo de la pavo- rosa consideraci6n de la corrupci6n de cuanto habia sido un dia belleza humana. Finalmente, el motivo de la danza de la muerte, la muerte arrebatando a Ios hombres de toda edad y condici6n.

Frente a estos dos liltimos motivos y a1 horror angustioso que causaban, el motivo de addnde habian ido a parar todas las glorias pasadas resultaba sGlo un leve suspiro elegiaco. Es Cste un motivo muy antiguo, extendido por el orbe entero de la Cristiandad y del Islam. EncuCntrase ya en el paganism0 helknico. Es conocido de 10s padres de la Iglesia. Byron lo emplea todavia 2. Mas la hltima Edad Media vive un period0 de singular predilecci6n por 61. Lo encontramos entonado acaso por vez primera en 10s pesados hexi- metros rimados del monje cluniacense Bernardo de Morlay, hacia 1140:

Est ubi gloria nunc Babylonia? nunc ubi dirus Nabugodonosor, et Darii vigor, illeque Cyrus? Qualiter orbita viribus inscita (?) praeterierunt, Fama relinquitur, illaque figitur, h i putruerunt. Nunc ubi curia, pompaque Julia? Caesar abisti! T e truculentior, orbe potentior ipse fuisti. ................................................... Nunc ubi Marius atque Fabricius inscius auri? Mors ubi nobilis et memorabilis actio Pauli? Diva philippica vox ubi coelica nunc Ciceronis? Pax ubi civibus atque rebellibus ira Catonis? Nunc ubi Regulus? aut ubi Romulus, aut ubi Remus? Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemuss.

2 Don Juan, c. 11, 76-80; cf. C. H. Becker: Ubi sunt qui ante nos in mundo fuere. Aufsatze Ernst Kuhn 7. 11. 1916 gewidmet, pi@ 87-105. 3 iD6nde estA la gloria de Babilonia? <D6nde el temihle -Nabucodonosor, y

el poder de Dario, y el famoso Ciro? - Como una rueda que ignora sus fuerzas [o: como una rueda abandonada de las fuerzas, como una rueda abandonada a si mis-

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196 El otoiio de la Edad Media

Resuena de nuevo, menos escolisticamente, en versos que conser- van, a pesar de su mayor brevedad, el insistente son del hex8metro rimado, en la poesia franciscana del siglo XIII. Jacopone de Todi, el joculator Domini, es con toda probabilidad el poeta autor de las estro. fas que encierran bajo el titulo Cur mundus militat sub vana gloria esta retahila:

Dic ubi Salomon, olim tam nobilis Vel Sampson ubi est, dux invencibilis Et pulcher Absalon, vultu mirabilis, Aut dulcis Jonathas, multum amabilis? Quo Cesar abiit, celsus impm'o? QUO Dives splendidus tofus in pandio? Dic ubi Tullius, clarus eloquio Vel Aristoteles, summus ingenio? 4.

ma] pasaron. - Queda su fama, y se afirma, pero ellos se pudrieron. - zD6nde estdn la curia y el cortejo Julios? [Char construy6 para el Senado una nueva curia

(Curia Julia) ; en la solemne procesi6n (pompa) con ocasi6n de 10s juegos circen- ses him llevar su imagen entre las de 10s dioses.] ~ C h r , has desaparecidol - Y has sido el m L auel y el mis poderoso del mundo. - ~ W n d e estin Mario y Fa- bricio, que no sabia lo que era el oro? - tD6nde la honrosa munte y la memora- ble acci6n de Paulo? (L. Emilio Paulo, que mandaba el tjCrato romano y cayJ en Cannas.) - ~DQnde la divina voz filipica (Dem6stenes), d6nde la celestial de Cicerdn? - ?Wnde la benevolencia para con 10s conciudadanos y la animosidad contra 10s rebeldes de Cat6n? - ~D6nde Rkulo? {Y dcinde R6mulo y d6nde Ke- mo? - Por su nombre subsiste la antigua Rosa (en lugar de Rosa quiz8 se deba leer Roma), a610 nos quedan 10s nombres desnudos. Bcrnardi Morlanensis. De contemptu mundi, ed. Th. Wright: The angIolatin satirical poets and epigram. mafists of the twelfth century (Rerum Britunnicamm medii ami scriptc-res) Lon- dres, 1872. 2 vols., 11, p8g. 37.

4 Di, td6nde esta Salombn, el en otro tiempo tan glorioso; - 0 d6nde esti Sandn, el jefe invencible, - Y el hermoso Absalbn, admirable por su rostro; - 0 el duke Jonatdn, tan sumamente amable? - iD6nde ha ido Cesar, excelso por PU poder? - tD6nde el Rico (Craso), que ya se regodeaba en el desayuno? (0 el Rim, que ponfa toda su alma en 10s banquetes. El Rico es entonces el de la Biblia Pero como antes se habla de C&ar y despub de Cicerbn, puede el poeta habe1 pensado tambibn en Craso.) - Di, ~d6nde esti Tulio, dlebre por su elocuencia, - 0 Aristbteles, el prirnero por su talento? Atribuido anteriorrnente a S. Bernardo d? Claraval, y considerado tarnbiCn por algunos como una obra de Walter Mapes; ci. H. L. Daniel: Thesaurus hymnologicus, Lipsiae, 1841-1856, IV pdg. 288; 11, pd- qina 379.

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11. La imagen de la muerte 197

Deschamps ha puesto en verso muchas veces el mismo tema; Ger- son lo utiliza en un serm6n; Dionisio Cartujano, en el tratado sobre 10s Cuatro Novisimos; Chastellain lo desarrolla en su largo poema Le pas de la mort, para no hablar de otros6. Villon acierta a prestarle un nuevo acento: aquella dulce melancolfa de la Ballade des dames du temps jadis, con el estribillo:

Mais oil sont les neiges d'antan? 0.

0 bien lo salpica de ironia en la "Balada de 10s seiiores", donde entre 10s reyes, Papas y principes de su tiempo se le ocurre de pronto:

Hklas!, et Ze bon roy d'Espaigne Duquel je ne s p y pas Ie n o m t l .

Esto no se lo habria permitido a si mismo el honorable cortesano Olivier de la Marche, en su Parement et triumphe des dames, donde rememora a todas las difuntas princesas de su tiempo, sin apartarse de la antigua melodia del Ubi sunt.

@it queda de toda la belleza y la gloria humana? El recuerdo, un nombre. Pero la melancolia de este pensamiento no basta para satis- lacer la necesidad de horror que se siente ante la muerte. Para ello miranse 10s hombres de aquel tiempo en un espejo, que causa un es- panto mls visible: la caducidad en breve tkrmino, la corrupci6n del cadiver.

El espiritu del hombre medieval, enemigo del mundo siempre, se encontraba a gusto entre el polvo y 10s gusanos. En 10s tratados reli- giosos sobre el menosprecio del mundo estaban conjurados ya todos 10s horrores de la descomposici6n. Pero la pintura de 10s detalles de este especticulo sblo viene mls tarde. S610 hacia fines de siglo xlv se apoderan las artes plhticas de este motivo Era necesario cierto

6 Deschamps, 111, nr5ms. 330, 345, 968, 399. Gerson: Sermo IZI de defunctis, Opera, 111, peg. 1.568: Dicn. Cart.: De quatluor hominum novissimis; Opera, t . XLI,

p$g. 511; Ch~stellain, VI, pig. 52. 6 Villon, ed. Longnon, pig. 33. 7 11L phg. 34. 8 Emile Male: L'Art religieux d la fin du m q e n dge, Paris, 1908, pig. 376.

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198 El otofio de la Edad Media

grado de fuerza expresiva realista para tratarlo acertadamente en la escultura o la pintura, y esta fuerza se alcanz6 por el 1400. Hacia la misma Cpoca se propaga el motivo de la literatura eclesiistica a la literatura popular. Hasta bien entrado el siglo x v ~ vese representado con abominable diversidad en 10s sepulcros el cadiver desnudo, CO-

rrupto O arrugado, con las manos y 10s pies retorcidos y la boca entre- abierta, con 10s gusanos pululantes en las entraiias. El pensamiento gusta de detenerse una y otra vez en esta espantoaa visi6n. iNo es extrafio que no dC nunca un paso mls, ni vea c6mo la corrupci6n misma tiene tambihn su tkrmino y se convierte en tierra y flores?

iEs realmente un pensamiento piadoso el que asi se hunde en el horror del aspect0 terrenal de la muerte? ~0 es la reaccibn de una sensibilidad demasiado fogosa, que s610 de este mod0 puede despertar de la borrachera que le produce el imp~lso vital? iEs el miedo a la vida, que tan fuertemente domina a aquella kpoca, el sentimiento de decepci6n y dednimo, que quisiera inclinarse a la verdadera en- trega de aquel que ha luchado y vencido, per0 que, a pesar de ello, se aferra con todas sus fuerzas a cuanto es pasi6n terrena? Todos estos momentos efectivos se hallan inseparablemente unidos en aquella ex- presi6n de la idea de la muerte.

El miedo a la vida: negacibn de la belleza y de la dicha, porque hay unidos a ellas dolores y tormentos. Existe una asombrosa seme- janza entre la antigua expresi6n hindu, budista, 'de este sentimiento y la cristiana medieval. Tambien en aquklla se encuentra siempre el asco por la vejez, la enfermedad y la muerte, tambikn 10s colores de la corrupcibn. Los ingenuos estkticos de la India habian llegado a hacer de esto un gCnero poktico especial, bibhatsa-~asa o el sentimiento de lo asqueroso, dividido en tres subgheros, segdn que la repulsi6n fuese provocada por lo repugnante, lo espantoso o lo voluptuoso~. El monje creia hacer dicho todo lo que habia que decir, mostrando la superficialidad de la belleza corporal. "La belleza del cuerpo estrl s610 en la piel. Pues si 10s hombres viesen lo que hay debajo de la pie1 asi como se dice que el lince de Beocia puede ver el interior, sentirian

Cf. sobre todo el capitulo E. Doring-Hirsch, Tod und Jenseits im Spatmittelolter, Studien zur Geschichte der Wirtschaft und Geisteskultur, herausg. von R. Hapke, Berlin, 1927.

9 Vtase mi trabajo De Viddshaka in het Indisch tooneel, Groninga, 1897, p i g . 77.

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11. La imagen de la muerte 199

asco a la vista de las mujeres. Su lindeza consiste en mucosidad y sangre, en humedad y bilis. El que considera todo lo que esti oculto en las fosas nasales y en la garganta y en el vientre, encuentra por todas partes inmundicias. Y si no podemos tocar con las puntas de 10s dedos una mucosidad o un excremento, ~c6mo podemos sentir el deseo de abrazar el odre mismo de 10s excrementos?" 10

El desalentador estribillo del menosprecio del mundo encontriibase repetido desde hacia largo tiempo en muchos tratados, per0 ante todo en el De contemptu mundi de Inocencio 111, que s610 hacia el final de la Edad Mcdia parece haber alcanzado su mayor difusibn. Es notable que haya sido este politico, el miis poderoso y el mis favorecido por la fortuna de cuantos se han sentado en la silla de San Pedro, este Papa tan complicado en tantas cosas e intereses terrenales, que en ellos perecib, quien compusiera en aiios anteriores esta obra escarnecedora de la vida. "Concipit mulier cum immunditia et fetore, parit cum tristitia et dolore, nulrit cum angustia et labore, custodit cum instantia et timore" ll. "Concibe la mujer con suciedad y fetidez, pare con tris- teza y dolor, amamanta con dificultad y trabajo, vigila con ansiedad y temor". lNo tenian, pues, ning6n valor en aquel tiempo las rientes alegrias de la maternidad? "@is unquam vel unicam diem totam duxit in sua delectatione jucundam . . . quem denique visus vel auditw vel aliquis ictus non offenderit?" "2Quih ha pasado ni siquiera un solo dia totalmente agradable y placentero.. . o que no le haya ofendido una mirada, una voz o un goipe de alguno?" 12. 1Es esto sabiduria cristiana o enfado de un niiio mimado?

Hay, sin duda alguna, en todas estas reflexiones un espiritu enor- memente materialista, que no puede soportar la idea de la caducidad de la belleza, sin dudar de la belleza misma. Y obsCrvese c6mo se lamenta especialmente la belleza femenina (principalmente en la Iite- ratura, menos en las artes plisticas). Apenas existe diferencia entre las exhortaciones religiosas a pensar en la muerte y en la caducidad

10 Odon de CInny: Collationum, lib, rn, iMigne, t . cxxxrrr, pdgina 556. El motivo y su desarrollo se remonta ya a San Juan Cridstomo, sobre las mujeres y la belleza 'Opera, ed. B. de Montfaucon, Paris, 1785, torno xu, pPg. 523). 11 Innocentius III, de contemptu mundi sive de miseria conditionis humanad

Iibri Ires, Migne, t. ccxv~r, pig. 702. 12 Ib., pig. 713.

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200 El otoiio de la Edad Media

de las cosas terrenas y 10s lamentos de las antiguas cortesanas por la decadencia de su belleza, que ya no pueden ofrecer.

Ante todo, un ejemplo en cuyo primer tkrmino aun figura la exhor- taci6n edificante. En el convento de 10s Celestinos de Avignon encon- tribase antes de la Revoluci6n una pintura mural, que la tradici6n atribuia a1 fundador del convento, a1 propio rey RenC, conocedor de todas las artes. Representaba un cadiver de mujer puesto en pie, con un magnifico tocado y envuelto en su traje mortuorio. Los gusanos devoraban el cuerpo. Las primeras estrofas de la inscripci6n puesta debajo decian:

Une f d s sur toute femme belle Mais par la mort suis devenue telle. Ma chair estoit tr2s belle, fraische et tendre, Or est-elk toute toumde en cendre Mon corps estoit tr2s plaisant et tr2s gent (lindo) , ]e me souloye souvent (solfa) vestir de soye (seda) ,

.Or en droict fault que toute nus je soye. Fourrtc estois de gris et de menu vair. En gran palais me logeois d mon vueil (para placer mio) Or suis logMe en ce petit cercueil. Ma chambre estoit de beaux tapis ornkx, Or est d'aragnes ,ma fosse environnte 13.

Estas exhortaciones no dejaban de hacer su efecto, como prueba la leyenda que se habia enlazado con la pintura y 10s versos: el regio artista, el adorador de la vida y de la belleza par excellence, habia visto en el sepulcro a su amada tres dias despuks del entierro y la habia pintado.

El sentimiento cambia ya un poco en la direccibn de la sensualidad mundanal, tan pronto como la leccibn de la caducidad no es corrobo- rada por el horrible espectrlculo del cadiver del pr6jim0, sino que se les seiiala a 10s vivos su propio cuerpo -ahora todavia bello, per0 pronto pasto de 10s gusanos-. Olivier de la Marche concluye su edi- ficante poema alegbrico sobre el vestido de las mujeres -Le parement

la Oeuvres du roi Rend, ed. Quatrebarbes, I , pig. cr. DespuCs de 10s versos quinto y octavo parece faltar un verso; probablemente rimaria con menu vair, mangd der vers o algo semejante.

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11. La imagen de la muerte 201

ut triumphe des dames- con la muerte, que presenta el espejo a todas las bellezas. y las vanidades:

Ces doulx regards, ces yeulx faiz pour plaisance Pensez y bien, ilz perdront leur clartb, Nez et sourcilz, la bouche d'eloquence Se Qourriront . . .I.%

Esto aim es un honrado Memento mori. Pero pasa en una transi. ci6n imperceptible a ser una lamentaci6n fastidiosa, mundanal y egoista de 10s males de la vejez:

Se vous vivez le droit cours de nature Dont LX a m est pour ung bien pant nornbre, Vostre beaultk changera en laydure (fealdad) Vostre santd en maladie obscure, Et ne ferez en ce monde que encombre (un obstaculo). Se fille avez, vous luy serez ung umbre, Celle sera requise et demand&, Et de chascun la mCre ha5andonnde 15.

Todo sentido piadoso y edificante esti ya lejos, cuando Villon com- pone las baladas en que la belle headmi tre , celebre cortesana parisiense en otro tiempo, compara sus irresistibles encantos anteriores con la miserable ruina de su cuerpo ya viejo:

Qu'est deuenu ce front Fly, Ces cheueulx blons, sourcils vmltiz (arqueados). Grant entroeil, le regart joly, Dont prenoie les plus soubtilz 16; Ce beau nez droit, grant ne petix, Ces petites joinctes oreilles, Menton fourchu, cler vis traictiz (daro roatro ovalado) Et ces belles Imes ~crrneilles? .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..

Le frond ridd, les cheueux gis, Les sourcils chew (pelados) , les yeux estains (apagados). . . 17.

14 Olivier de la Marche: Le parement et triurnphe des dames, Paris, Michel Ir Noir. 1520. a1 final.

15 Ibid. 16 Con que apresaba a 10s mhs sutiles. 17 Villon: Testament, vs. 453 y sigs.. ed. Longnon, pig. 39.

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202 El otoiio de la Edad Media

En uno de 10s libros potticos de la Sagrada Escritura de 10s budis- tas meridionales figura la canci6n de una piadosa monja vieja, Amba- pili, tan caduca como la belle heaulrnitre. Tambitn ella compara su pasada belleza con su vejez, que despierta aversibn, per0 alaba llena de gratitud la desaparici6n de aqueIIa indigna belleza 18. Pero, ies la distancia entre este sentimiento y el anterior tan grande como pudie- ra parecernos a primera vista?

El vivo horror a la descomposicibn del cuerpo terrenal explica a la vez el alto valor que se atribuia a la incorruptibilidad de 10s caddveres de algunos santos, como, por ejemplo, el de Santa Rosa de Viterbo. Es una de las mayores glorias de Maria hue su asunci6n haya librado a su cuerpo de la descomposici6n terrenalQ. El espiritu que habla aqui es en el fondo un espiritu materialista, que no podia librarse de la idea del cuerpo. Es el mismo espiritu que se revela en eI singular ruidado con que eran tratados a veces 10s cadiveres. EncuCntrase la costumbre de pintar inmediatamente despuks de la muerte el rostro de un difunto de calidad, a fin de que no se hiciese visible ninguna alteracibn antes de enterrarlo2O. El cadPver de un predicador de la secta herktica de 10s turlupins, que habia muerto en Paris en la prisihn antes de ser sentenciado, fut conservado catorce dias en un tone1 con cal, a fin de poder quemarlo junto con una hechicera viva21. Uni- versalmente difundida estaba la costumbre de cortar 10s cadiheres de las personas principales y cocerlos, hasta que se desprendia la carne de 10s huesos, desputs de lo cual 10s huesos eran limpiados y enterrados solemnemente en un cofre, mientras que las entraiias y el resto eran sepultados. En 10s siglos XII y XIII es esto c~mpletamente usual y su- cede con 10s obispos lo mismo que con una serie de reyes22. En el

18 H. Kern: Het Lied van Ambapdli uit de Thertgdthd. Versl. en Meded. def Koninkl. Akad. van Wetenschappen te Amsterdam, 5 , In, pAg. 153, 1917.

1Q Molinet: Faictz et dictz, f. 4, f. 42 v. 20 Proceso de beatificacidn de Pedro de Luxemburgo, 1390. Acta sanctorum

Julii, I , pig. 562. Cf. la renovacidn regular de la cera que recubrfa 10s caddveres dc 10s reyes de Inglaterra y de sus parientes, Rymer: Focdera, VII, 361, 433; 1113, 140 168, etc. 21 Les grandes chroniques de France, ed. Paulin Paris, Paris, 1836 a 1838, 6 vols.

1% pAg. 334. 22 Wase el extenso estudio de Dietrich SchSer: Mittelalterlicher Brauch bei det

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11. La imagen de la rnuerte 203

aiio 1299, y de nuevo en 1500, es prohibido con el mayor rigor por el Papa Bonifacio VIII, como un detestandae feritatis abusus, quem ex quodam more horribili nonnulli fideles improvide prosequuntur. Sin embargo, todavia en el siglo XIV se concedi6 mPs de una vez dispensa papal de la prohibicidn y todavia en el siglo xv estaba la costumbre en honor entre 10s ingleses de Francia. Los cadiveres de Eduardo de York y de Michael de la Pole, conde de Suffolk, el mis distinguido de 10s caballeros ingleses que cayeron en Azincourt, fueron tratados de este modo23. Lo misrno sucede con el propio Enrique V, con William Glasdale, que se ahoga en la liberaci6n de Orleins por Juana de Arco, con un sobrino de sir John Fastolfe, que cae en 1455 en el asedio de Saint Denis 24.

La figura misma de la muerte era conocida hacia siglos en mis de una forma dentro de su representacibn plBstica y literaria: como caba- llero apocaliptico galopando sobre un mont6n de hombres yacentes en el suelo, como Megera con alas de murciklago que se precipita, asi en el Campo Santo de Pisa, como un esqueleto con una guadaiia o con una flecha y un arco, marchando en un cairo tirado por bueyes, y finalmente, cabalgando sobre un buey o sobre una vaca25. Pero la fantasia no tenia bastante con la figura personificada de la muerte sola.

En el siglo XIV aparece el notable termino de macabre, o como se decia primitivamente: Macabrk. Je fis de Macabrk la dance, dice en 1376 el poeta Jean Le Fevre. Es un nombre propio, cualquiera que sea la muy discutida etimologia de la palabraZ6. S610 mucho mas

tfherfiihrung von Leichen. Sitzungsberichta der preussischen Akademie der Wissem. chaften, 1920, pAgs. 478-498.

23 Lefhvre de S. Remy, I, pig. 260, en que debe Ieerse Suffolk por Oxford. 24 Juvenal des Ursins, pig. 567; Journal d'un bourgeois, pigs. 237, 307, 671. 25 VCase sobre esto Konrad Burdach: Der Ackermann auc Bohmen, pigs. 243 a

249 (Vom Mittelalter zur Reformation, 111, I , 1917). Totalmente equivocado esti A. de Laborde: Origine de la representation de la Mort chevauchant un bocuf (Compel rendus de I'Acad. cles Znscr. et Balks-lettres, 1923, pigs. 100-113). donde se considera esta representaci6n como tomada al poema de Pierre Michault: La Dame des aveugles, cuando de hecho se encuentra ya en el Missale de Amiens del aiio 1323 (K. B. Haag) , como tambidn en el "Ackermann" (cerca 1400).

28 Vease entre la extensa literatura sobre el tema G. Huet: Notes d'histoire littlraire, 111; Le Moyen-cige, xx, 1918, p5g. 148.

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204 El otoiio de la Edad Media

tarde se ha abstraido de La Danse macabre el objetivo, que ha llegado a tener para nosotros un matiz significativo tan precis0 y peculiar, que podemos designar con el tkrmino macabro la visi6n entera de la muerte que tenia la dltima Edad Media. En nuestra Cpoca puede encontrarse adn el concept0 de la muerte en la forma de lo macabro, principal- mente en 10s cementerios de aldea, donde todavia se percibe su eco en versos y figuras. Hacia el final de la Edad Media ha sido esta inter- pretaci6n un gran pensamiento cultural. Con ella entra en la repre- sentacibn de la muerte un nuevo elemento de fantasia patgtica, un estremecimiento de horror, que surgia de esa angustiosa esfera de la conciencia en que vive el miedo a 10s espectros y se producen 10s esca- lofrios de terror. La idea religiosa, que lo dominaba todo, lo tradujo en seguida en moral, lo convirti6 en un memento mori, haciendo, sin embargo, uso gustoso de toda la sugesti6n terrorifica que traia consigo el caracter espectral de aquella representacibn.

En torno a la danza de la muerte agrfipanse algunas otras represen- taciones en conexi6n con la muerte e igualmente destinadas a servir de espanto y de advertencia. La parabola de 10s tres muertos y de 10s tres vivos es anterior en el tiempo a la danza de la muerte =7. Ya en el siglo XIII aparece en la literatura francesa. Tres j6venes nobles encuentran inesperadamente a tres muertos, que provocan repulsi6n, 10s cuales les hablan de su propia grandeza terrena anterior y del cer- can0 fin que les espera a ellos, 10s vivos. Las impresionantes figuras del Campo Santo de Pisa constituyen la representacibn mris antigua del tema en el gran arte, habiCndose perdido las esculturas del pGrtico de la iglesia de 10s Inocentes, de Paris, donde el duque de Berry hizo reproducir la escena el aiio 1408. Pero la miniatura y el grabado en madera hacen de ella un bien comfin .en el siglo xv y tambikn como pintura mural esti muy difundida.

La representaci6n de 10s tres muertos y de 10s tres vivos constituye el miembro de enlace entre la repulsiva imagen de la corrupci6n y la idea plPstica en la danza de la muerte: que ante &a, todos son iguales. Exponer la evoluci6n hist6rica de esta idea como tema artistic0 es para nosotros secundario. Francia parece ser tambign la patria de la danza de la muerte. Pero, @mo ha surgido Csta? (Realmente como

7.7 Vease sobre esto Emile Male: L' Art religieux d la fin du mqen-dge, 11. 2. La Mort.

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11. La imagen de la muerte 205

una representaci6n escknica o como una representacihn plPstica? ES jabid0 que la tesis de que el desarrollo de 10s motivos en las artes plisticas del iiglo xv se ha inspirado por regla general en el espectdculo de las representaciones dramiticas, tesis sostenida por Emile Male, no ha podido resistir en su generalidad a la critica. Pero respecto de la danza de la muerte pudiera ser que hubiese que hacer una excepci6n cn la repulsa de la tesis, o sea, que en este caso haya precedido la representaci6n dramitica a la plistica. Desde luego, ya sea antes, ya despuks, fuk la danza de la muerte representada escenicamente y no s610 pintada o grabada en madera. El duque de Borgoiia la hizo representar el aiio 1449 en su HBtel de Brujas 28. Si pudiksemos figu- rarnos .el especticulo, 10s colores, 10s movimientos, el desfile de luz y sombras sobre 10s danzantes, podriamos comprender 10s verdaderos estremecimientos que la danza de la muerte causaba a 10s espiritus, mejor aim que por 10s grabados en madera de Guyot Marchant y de Hol bein.

Los grabados en madera con que el impresor parisiense Guyot Mar- rhant orn6 en el ario 1485 la primera edici6n de La Danse macabre estaban tornados, con toda seguridad, de la mis cklebre de todas las danzas de la muerte, de las pinturas murales que en el aiio 1424 se habian ejecutado en el p6rtico del cementerio de 10s Inocentes, de Paris. Las sentencias que habia por debajo de estas pinturas murales 7 que estin contenidas en la edici6n de 1485 acaso procediesen del poema perdido de Jean Le Fkvre, el cual habia seguido, probable- mente, un original latino. Como quiera que sea, la danza de la muer- te del cementerio de 10s Inocentes, desaparecida desde el siglo XVII

con la demolici6n del p6rtic0, fuk la representacibn mPs popular de la muerte que conoci6 la Edad Media. Miles de personas se han con- tentrado dia tras dia en el singular y macabro punto de reuni6n, que era el cementerio de 10s Inocentes, para contemplar las sencillas figu- ras y leer 10s versos ficilmente comprensibles, cada estrofa de 10s cuales roncluia con un conocido refrkn, a la vez que se consolaban con la igualdad de todos en la muerte y se estremecian ante la idea de su fin. En ninguna parte estaba tan en su lugar aquella muerte parecida a un mono. Riendo sarcisticamente, con el andar de un antiguo y

2s Laborde: Ducs de Bourgogne, 11, I , 393.

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206 El otofio de la Edad Media

tieso maestro de baile, invita a1 Papa, a1 emperador, a1 noble, a1 jorna- lero, a1 monje, a1 nifio pequeiio, a1 loco y a todas las demis clases y condiciones, a que la sigan. {Reflejan todavia en alguna medida 10s grabados en madera del aiio 1485 la impresi6n ejercida por las famo- sas pinturas murales? Verosi~nilmente no; ya 10s vestidos de las figuras prueban que &stas no eran copia fie1 de la obra de 1424. Para hacerse en cierta medida una idea de la impresi6n ejercida por la danza de la muerte de 10s Inocentes, habria que contemplar mis bien la de la iglesia de La Chaise-Dieu 20, en que lo espectral es realzado aim por el estado de las pinturas, s610 terminadas a medias.

El cadriver que se repite cuarenta veces, yendo en busca de 10s vivos, todavia no es realmente la muerte, sino el muerto. Los versos llaman a la figura Le mort (en la danza macabra de las mujeres, La morte); es m a danza de 10s muertos, no de la rnuerte30. Tampoco es un esque- leto, sino un cuerpo todavia no completamente descarnado, con el vien- tre rajado y hueco. 5610 hacia 1500 viene la figura del gran maestro de baile, que conocemos por Holbein. Entretanto, ha ido condensPndose a la vez la representacibn de un indefinido doble en la de la Muerte como porter0 personal y activo que clausura la vida. "Yo soy la Muerte cierta a todas criaturas", asi empieza la impresionante danza de la muerte espafiola del final del siglo xvs1. En la antigua danza de la muerte, el bailarin incansable es a6n ek mismo vivo, tal y como seri en un cer- can0 porvenir, una atormentadora reduplicaci6n de su persona, su pro- pia imagen vista en un espejo; no, como quieren algunos, un difunto anterior de la misma clase y del mismo rango. Justamente esta adver- tencia: sois vosotros mismos, es la que presta ante todo a la danza de la muerte su fuerza terrorifica.

Tambien en el fresco que ornaba la b6veda del monument0 sepul- cral delxrey Rene y de su esposa Isabel en la catedral de Angers, era a6n el rey mismo el que estaba representado. Veiase alli c6mo un esque-

23 Algunas reproducciones en MPIe, I. c., y en Ia Gazette des beaux arts, 1918, abril-junio, pig. 167.

30 Las investigaciones de Huet, 1. c., han hccho probable que haya sido un corro

de muertos el motivo phmitivo, a1 cual retorn6 Goethe en su Danza Macabra. 31 Considcracla antes, sin raz6n. como mds antigua ( hacia 1350). Cf. G. Ticknor:

Geschichte der schon'en Literatur in Spunien (original en inglPs), Leipzig, 1867, I,

pig. 77; 11, pdg. 598; Grdbers Grundriss, 111, pdg. 1180; 112, pig. 428.

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11. La imagen de la muerte 207

ieto (to no habr i sido tambiCn Cste mis bien un cadiver?), cubierto con un largo manto y sentado en un trono de oro, hollaba con sus pies mitras, coronas, esferas terrestres y libros. La cabeza estaba apoyada en la esquelCtica mano, cuyos dedos trataban de sostener una corona vacilante 32.

En la prinlitiva rlanza de la muerte s610 figuraban varones. El designio de enlazar con la advertencia de la caducidad y la vanidad de las cosas terrenales, Ia lecci6n de la igualdad social ante la muerte, traia naturalmente a primer tdrmino a 10s varones, depositarios de las funcio- nes y de las dignidades sociales. La danza de la muerte no era sblo una piadosa exhortation, sino tambien una sdtira social, habiendo en 10s versos que la aconipaiian una leve ironia. Ahora bien, el mismo Guyot Marchant public6 como continuaci6n de su edici6n una danza macabra de las mujeres, para la cual escribi6 10s versos Martial d'Auvergne. El desconocido autor de 10s grabados en madera qued6 por debajo del modelo que le proporcionaba la edici6n anterior: dl mismo se limit6 a inventar la horrible figura del esqueleto, en torno a cuyo crineo a6n ondean algunos cabellos femeninos. En la danza macabra de las mujeres eurge de nuevo y prontamente el elemento sensual, que ya impregnaba el tema de las lamentaciones por la belleza que se convierte cn podre dumbrc. &6mo podia ser de otro modo? No habia cuarenta prolesio- nes y 6rdenes femeninas. La provisi6n estaba agotada con 10s estados mis principales, como reina, dama de honor, etc., algunas funciones u drdenes religiosas, como abadesa, monja, y un par de profesiones, como vendedora y partera. El resto solo podia llenarse considerando a las mujeres en las sucesivas fases de su vida femenina, como doncella, zmada, novia, recidn casada, encinta. Y asi es como tambikn aqui son las lamentaciones por la alegria y la belleza pasadas o nunca gozadas, las que hacen resonar de un mod0 mds estridente la voz del Me. mento mori.

Una imagen faltaba a6n en aquella horrifica pintura de la muerte: la de la hora misma de la muerte. El espanto de esta hora no podia imprimirse en el espiritu mis vivamente que con el recuerdo de LAzaro, y e no habia conocido desde su resurreccibn -deciase- otra cosa que tin misero horror a la muerte, ya padecida una vez. Y si el just0 no

32 Oeuvres du roi Rend, I , pfig. cur.

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208 El otoiiu de la Edad Media

podia menos de temer asi, {en quk medida no deberia temer el peca- dor?33. La imagen de la agonia era la primera de las cuatro postrime rias, de 10s Quattuor hominum novissima, sobre 10s cuales debia el hombre meditar continuamente: muerte, juicio, infierno y gloria. Como tal pertenece dicha imagen a la esfera de las ideas escatol6gicas. En un principio s610 se trata de representar la muerte corporal. Pero estrecha- mente emparentado con el tema de 10s cuatro novisimos est.5 el ars moriendi, cread6n del siglo xv que, lo mismo que la danza de la muer- te, tuvo por medio de la impren ta .~ del grabado en madera un circulo cie acci6n mucho mis amplio que todas las ideas piadosas anteriores. Trataba las tentaciones, cinco en nlimero, con que el demonio tiende asechanzas a1 moribundo: la duda en la fe, la desesperaci6n por sus pecados, la afecci6n a sus bienes terrenos, la desesperaci6n por 'su propio padecer; finalmente, la soberbia de la propia virtud. Cada vez llega un Angel, para apartar con sus consuelos las asechanzas de Satin. La des- cripci6n de la agonia misma era un antiguo asunto de la literatura religiosa: en ella se reconoce siempre el mismo modelo 34.

Chastellain ha resumido en un extenso poema, Le Miroir de Mort 35, todos 10s motivos que hemos expuesto. Empieza con una patktica na- rracibn, que no deja de hacer efecto ni a pesar de la solemne prolijidad que es propia de este autor. Su amada moribunda le llama y dice con la voz rota:

Mon amy, regardez ma face Voyez que fait dolante mort E t ne I'oubliez d&ormais: C'est celte qu'aimiez si fort; Et ce corps vostre, vil et ort ( £eo y sucio) VOUS perderez pour u n jarnuis;

33 Chastellain: Le pas de la mort, vr, pdg. 59. 34 Cf. Innocentius 111: De contemptu mundi, 11, c. 42; Dion. Cart.: De ZV hominum

novissimis, t. XLI, pig. 496. 35 Oeurwes, VI, pig. 49. No estd daro por que el editor Kenyn de Lettenhovc, en

lugar del titulo indicado en el texto, Le Miroir de Mort, ha recogido el poema bajo el nombre Le Pas de la Mort, que lleva w n raz6n un poema de Pierre Michault (4. Jules Petit. SocietC des Bibliophiles de ~ e l g i q u e , 1869), pues en tste tritase de un Pas d'armes de 10s dos caballeros Accident le soudain y Anticque le debile junto a la Fontaine de Plours, donde se detiene Dame Mort.

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11. La imagen de la muerte

Ce sera puant entremais (pasto) A la terre et (i la verrnine; Dure mort toute beaute' fine.

Esta lamentaci6n da al poeta motivo para componer su espejo de la nluerte. Prirnero desarrolla el tema "~Dbnde estin 10s grandes de la tierra?" El desarrollo es demasiado largo, un poco escolistico, sin huella de la leve melanc~lia de Franqois Villon. Luego sigue algo asi como un vrinler conato de danza de la muerte, per0 sin vigor ni fantasia. Para concluir da un Ars moriendi en forrna versificada. He aqui su descrip- c ~ b n de la agonia:

I1 n'a memhre ne facture (parte) Qui ne sente sa pourreture. Avant que ['esprit soit hors, 1 P r o ~ w qni v~71lt crevier nu corps ((romperse en el cuerpo) Haulce et soulidve la poitrine Quui se veult joindre d son eschine (espina dorsal) La face est tainte et apalie (coloreada y phlida) Et IPS yeux treillids e n . 1 ~ teste (enverjados en la cabeza) La parolle luy est faillie, Car la langue au palais se lie ( p e p ) Le poulx tressault et sy halette (El pulso tiembla y 61 jadea). .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. Les os desjoindent d tous lez (se dislocan por todas partes) ; I1 n'a nerf qu'au rompre ne tende 36.

Villon resume todo esto en media estrofa de un mod0 mucho m8s patCtico 37. Se reconoce el modelo com6n:

I . u tnort I P fail fretnir, pnllir, 1.r 11rz ~ o ~ r ~ l w r , les vuines tendre, 1.e to1 enfler, la chair mollir, joinctes ((; ticulaciones) es nerfs croistre at estefld,-e (extenderee

[y estirarse) .

Y una vez niis la idea sensual, que se propaga a travds de todas estas imPgenes de espanto:

36 I,. c., phg. 60. 37 V,l\on: Testament, XLI, vs. 321-328, ed. Longnon, pag. 33.

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El otoiio de Ia Edad Media

Cmps femenin, qui tant est tendre, Poly, souef (suave) . si precieux, T e fauldra il ces maulx attendre? Oy, ou tout uif aller es cieulx.

En ninguna parte estaba reunido todo lo que ponia a la muerte delante de 10s ojos tan pateticamente como en el cementerio de 10s Inocentes, de Paris. En 61 apuraba el espiritu hasta el fondo el horror de lo macabro. Todo cooperaba a prestar a aquel sitio el 16gubre caric- ter sagrado y el estremecimiento pintoresco de que tanto gustaba la ultima Edad Media. Ya 10s santos a quienes estaban consagrados la iglesia y el cementerio, 10s Santos Inocentes sacrificados en lugar de Jeshs, provocaban con su lastimoso martirio la intensa excitaci6n y la emoci6n sangrienta que paladeaba aquella kpoca. Justamente en aquel siglo estuvo muy en primer termino la veneraci6n de 10s Santos Ino- centes. Poseiase mis de una reliquia de 10s niiios de Eelen. Luis XI regal6 a la iglesia de Paris consagrada a ellos un Innocent entier, ence- rrado en una gran urna de cristal38. Aquel cementerio era el lugar donde se preferia reposar, mejor que en ninguna otra parte. Un obispo de Paris hizo poner en su sepulcro un poco de tierra del cementerio de 10s Inocentes, porque no podia ser sepultado alli39. Pobres y ricos descansaban alli unos junto a otros, aunquc no por mucho tiempo, pues el espacio para enterramientos, en el cual tenian derecho de sepul. tura veinte parroquias, era tan solicitado, que a1 cab0 de alg6n tiempo eran desenterradas de nuevo las osamentas y vendidas las lipidas sepul- crales. Deciase que un cuerpo se descomponia alli en nueve dias, con excepci6n de 10s huesos 40. Los criineos y las osamentas eran amon- tonados luego en 10s osarios que habia encima del p6rtic0, que rodeaba el cementerio por tres lados. A miles yacian alli, desnudos y patentes, predicando la doctrina de la igualdad universal. Bajo las arcadas podia verse y leerse la misma doctrina en las pinturas y en 10s versos de la danza de la muerte. Para Ia construccidn de 10s beaux charniers (bellos osarios) habia dado dinero, entre otros, el noble Boucicaut 4l. En el

38 Champion: Villon, I, pig. 303. ~9 Mile, 1. c., pag. 389. 40 Leroux de Lincy: Livre des [igendes, pig. 95. 4 1 Le Liure des faits, etc.; 11, pig. 184.

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11. La imagen de la muerte 211

p6rtico de la iglesia habia hecho representar plisticamente la escena de 10s tres muertos y 10s tres vivos el duque de Berry, que quiso yacer en ella. Mas tarde, en el siglo xvr, descollaba aim sobre el cementerio la Gran Muerte, que solitaria constituye hoy en el Louvre el dnico resto de todo cuanto estuvo reunido alli en un dia.

Aquel sitio era para 10s parisienses del siglo xv como un melanc6lico Palais Royal de 1789. En medio del continuo enterrar y desenterrar era aquello un paseo, dande las gentes se encontraban. Habia pequeiias tiendas junto a 10s osarios y mozas ligeras bajo las arcadas. No faltaba una ermitaiia encerrada entre paredes, del lado de la iglesia. Con fre- cuencia predicaba un frdile mendicante en aquel lugar, que era por si mismo un scrm6n en estilo medieval. Otras veces congregibase alli una procesi6n de niiios: 12.500 en nhmero, dice el burguks de Paris, todos con cirios, que llevaban a Notre Dame un Inocente y volvian a traerlo. Hasta fiestas solemnes se celebraban alli 42. Tanto se habian convertido a su vez en hibito las rnismas cosas que causaban horror.

En el deseo de hacer dirtctamente sensible la muerte trajeronse a la conciencia tan s610 aquellos aspectos mis groseros, teniendo que ser abandonado cuanto no podia representarse de aquel modo. La visi6n macabra de la muerte no conoce ni el aspect0 elegiaco, ni la ternura. Y en el fondo es una actitud sumamente terrenal y egoista frente a la muerte. No se trata del dolor por la perdida de personas amadas, sino de deplorar la propia muerte que se acerca y s610 significa ma1 y es- panto. No se encuentra en ella la idea de la muerte como consuelo, ni la del termino de las aflicciones, ni la del ansiado reposo, ni la de la obra llevada a cabo o destruida, ni tarnpoco un tierno recuerdo ni un act0 de resignacibn. Nada de la divine depth of sorrow. Una sola vez resuena un tono mis suave. En la danza de la muerte habla asi la muerte a1 jornalero:

Loboureur qui en wing et painne (con esfuerzo y dolor) Avez vescu tout vostre temps, Morir fault, c'est chose certainne, Reculler n'y vault ne contents (no vale retroceder ni resistir) . De mort dewez estre contens Car de grant soussy (cuidado) vous d e l i w e . . .

42 Journal d'un bourgeois, I , pggs. 233-234, 276, 392. V. Ademds Champion: ViIlon, I , pig. 306.

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212 El otoiio de la Edad Media

Mas el jornalero lamenta la pCrdida de la vida, cuyo fin ha deseado con frecuencia.

Martial d'Auvergne, en su danza macabra de las mujeres, hace a la nifia invocar a su madre: idame la muiieca, 10s juguetes y el vestido nuevo! Los emocionantes acentos de la vida infantil son extraordina- riamente raros en la literatura de la liltima Edad Media; no habia sitio para ellos en la pesada rigidez del gran estilo. Ni la literatura sagrada, ni la profana, conocen realmente a1 niiio. Cuando Antoine de la Salle quiere en Le Reconfort 43 consolar a una noble dama por la pCrdida de su hijito, no sabe ofrecerle otra cosa que la historia de un nifio, que habia perdido a6n m8s cruelmente su corta vida, siendo sacrificado como rehen. Para vencer el dolor no acierta a propor- cionarle otra cosa que la doctrina de no apegarse a nada terrenal. Pero luego refiere aquella historia que conocemos como cuento popular bajo el nombre de la camisita del muerto: el nifio muerto viene a buscar a su madre para pedirle que no llore mds, a fin de que pueda secar su mortajita. Y resuena de una vez un tono mucho mis intimo que el del Memento mori, cantado por mil voces. (No habrin conser- vado el cuento y la cancibn populares de aquellos siglos sentimientos que apenas conoce la literatura erudita?

El pensamiento religioso de la liltima Edad Media s610 conoce 10s dos extremos: la lamentacibn por la caducidad, por el tkrmino del poder, de la gloria y del placer, por la ruina de la belleza, y el jlibilo por el alma salvada en la bienaventuranza. Todo lo que hay en el medio permanece silenciado. En el especthculo demasiado gro- sero de la danza de la muerte y del horrific0 esqueleto, petrificase el sentimiento vivo.

43 A. de la Salle: Le reconfort de Madame du Fresne, ed. J . Nkve, Paris, 1903.

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Capitulo 12

EL ESPIRITU RELIGIOSO Y SU EXPRESION PLASTICA

L A REPRESENTACI~N de la muerte puede servir como ejemplo

general de la vida espiritual en la 6ltima Edad Media: es frecuente que el pensamiento se desborde y como encenague

en la imagen. El conteaido entero de la vida espiritual busca expresi6n en imigenes sensibles, acufiindose todo el oro en pequefios y delgados discos. Existe una necesidad ilimitada de prestar forma plistica a todo lo santo, de dar contornos rotundos a toda representaci6n de indole religiosa, de tal suerte, que se grabe en el cerebro como una imagen netamente impresa. Pero con esta inclinaci6n a la expresi6n plistica hillase todo lo santo continuamente expuesto a1 peligro de petrificarse o de hacerse superficial.

El proceso evolutivo de la religiosidad superficial del pueblo, en la 6ltima Edad Media, no puede expresarse de un mod0 mis conciso y exacto que en las siguientes palabras de Jacobo Burckhardt, tomadas de sus Consideraciones sobre la historia universal: "Una religi6n pode- rosa desplikgase en todas las cosas de la vida y tifie con sus colores todos 10s movimientos del espiritu y todos 10s elementos de la cultura. Con el tiempo, sin embargo, reaccionan todas estas cosas, a su vez, sobre la religi6n; miis a h , el verdadero ndcleo de Csta puede ser sofo- cad0 por el circulo de representaciones e imigenes que ella habia hecho entrar antes en su esfera. La santidad de todos 10s aspectos de la vida tiene su lado fatal." Y mis adelante: "Ahora bien, jamis ha habido una religi6n por completo independiente de la cultura de 10s pueblos y de las Cpocas respectivas. Justamente cuando con ayuda de documentos sagrados, tornados en sentido literal, impera de un mod0 mis soberano y todo parece regirse por ella, cuando ella se 'enlaza

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214 El otoiio de la Edad Media

con la vida entera', esta vida influye tambih indefectiblemente sobre ella, se enlaza tambien con ella. Hasta que llega un momento en que estos intimos enlaces con la cultura ya no representan para ella una ventaja, sin0 puros peligros. NO obstante, una religi6n siempre obrari asi, mientras tenga realmente fuerza vital" 1.

La vida de la cristiandad medieval esti penetrada y completa- mente saturada de representaciones religiosas, en todos sus aspectos. No hay cosa ni acci6n que no sean puestas continuamente en relaci6n con Cristo y con la fe. Todo se dirige a una interpretaci6n religiosa de todas las cosas. Vemos un ingente despliegue de intima fe; per0 en aquella atm6sfera sobresaturada no puede estar siempre presente la tensi6n religiosa, la verdadera trascendencia, el abandon0 del mls aci. Pero si cede la tensibn, todo cuanto estaba destinado a despertar la conciencia de Dios se petrifica en una espantosa vulgaridad, en una asombrosa mundanalidad, en formas ultramundanas. Incluso en un espiritu tan excelsamente santo como el de Enrique Sus6n, en el cual acaso no cedi6 un momento la tensi6n religiosa, resulta, sin embargo, muy pequeiia la distancia de lo sublime a lo ridiculo para nuestra manera de sentir las cosas, que ya no es medieval. Es sublime cuando -coma el caballero Boucicaut por una amada terrenal- quie- re, en honor de Maria, tributar honras a todas las mujeres y pisa en el barro por dejar paso a una pobre. Sigue tambikn 10s usos del amor cortCs y celebra el primero del afio y el primero de mayo sus amores con su novia, la sabiduria, haciendo m a corona y una canci6n. Cuando escucha una canci6n de amor, la refiere en seguida a su "Sabiduria". Pero, lquk diremos de lo siguiente? A la mesa solia Sus6n, cuando comia una manzana, cortarla en cuatro partes, comiendo tres en nombre de la Santisima Trinidad y la cuarta in der rnznne, als diu himelsch muter irem zarten kindlein Jesus ein epfelli gab zu essen2; y comia esta cuarta parte con piel, porque 10s niiios pequefios gustan de comer ]as manzanas sin pelar. En 10s dias siguientes a Nochebuena -0 sea, en el tiempo durante el cual el Niiio Jeshs era todavia demasiado pequeiio para comer manzanas- no comia el cuarto trozo, sino que

1 J. Burckhardt: Weltgeschichtliche Betrachtungen, 1905, pigs. 97, 147. a En amorosa conmemoraci6n de cuando su celeste madre daba de comer una

manzana a su tierno hijito Jesds.

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12. El espfritu religiose y su expresi6n pllstica 215

lo ofrecia a Maria, para que &a se lo diese a su hijo. Lo que bebfa, lo tomaba en cinco tragos, para conmemorar las cinco llagas del Sefior; per0 como del costado de Cristo habia fluido sangre y agua, dividia en dos el quinto trago3. He aqui la "santidad de todos 10s aspectos de la vida" en su mis consecuente aplicacih.

Si se prescinde por el momento del grado de intimidad, para atenerse tan s610 a la fosma religiosa, hay realmente en la religiosidad de la ultima Edad Media muchas cosas que pueden interpretarse como excrecencias de Ia vida religiosa, supuesto que no se tome este con- cepto desde un punto de vista dogmitico protestante. Habianse des- arrollado en la Iglesia tal cantidad de usos y de conceptos, que llenaban de espanto a muchos graves teblogos, aun prescindiendo de 10s cambios cualitativos que traigan consigo. El espiritu reformista del siglo xv no se revuelve tanto contra el caricter profano o supersticioso de las innovaciones como contra aquel recargar la fe en si y por si. Los signos de la gracia divina, siempre pronta, habian ido aumen- tando de continuo; junto a 10s sacramentos andaban por todos lados las bendiciones; de las reliquias se habia pasado a 10s amuletos; el poder de la olaci6n habiase tornado una cosa formal con 10s rosarios; la pintoresca galeria de 10s santos aumentaba sin cesar en color y en vida. Y aunque la teologia se cuidaba celosa de establecer una rigu- rosa distincibn entre saaamentos y sacramentales, <quC medio habia para guardar a1 pueblo de fundar su fe y su esperanza en todas esas cosas migicas y pintorescas? Gerson habia encontrado en Auxerre a un hombre que afirmaba que la fiesta de 10s locos con la cual se celebraba la entrada del invierno en las iglesias y conventos, era tan santa como la fiesta de la concepcibn de Maria4. Nicolis de Clemanges escribib un tratado contra la institucibn y celebracibn de nuevas fiestas: hay algunas de ellas, declaraba, en las cuales toda la liturgia, aproxi- madamente, es apbcrifa, y habla con elogio del obispo de Auxerre, que habia abolido la mayor parte de 10s dias de fiesta 5. Pierre d'Ailly vuClvese en su obra De Reformatione 6, contra el continuo aumento

3 Heinrich Seuse: Leben, ed. Bihlmeyer, 1907; Deutsche Schriftcn, p8gs. 24, 25. 4 Gerson: Opera, 111, pig. 309. 5 Nic. de Clemanges: De novis feslivitatibus non instituendis. Opera, ed. Lydius,

Lugd. Bat., 1613, pigs. 151, 159. 6 En Gerson: Opera, 11, p8g. 911.

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de iglcsias, solemnidades, santos y dias de fiesta; contra la superabun- dancia de imdgenes y de pinturas; contra la excesiva prolijidad tlel culto y el empleo de escritos ap6crifos en la liturgia de las festivi- dades; contra la introduci6n de nuevos himnos y oraciones o de otras novedades arbitrarias; contra el increment0 demasiado riguroso de las vigilias, oraciones, ayunos y abstinencias. Existia una general inclina- ci6n a enlazar cada punto de la adoracibn tributada a la Madre de Dios con un rito especial. Habia misas especiales -que la Iglesia aboli6 mds tarde- dedicadas a la piedad de Maria, a sus siete dolores, a todas sus fiestas juntas, a sus hermanas Maria Jacob6 y Maria SalomC, a1 arcdngel San Gabriel, a todos 10s santos que formaban el Arb01 geneal6gico del Seiior 7. Tenemos, ademds, demasiadas 6rdenes monds- ticas, dice dlAilly, y esto conduce a la diversidad de usos, a la sepa- raci6n y a la soberbia, a una vanidosa exaltacih de una Orden religiosa sobre las demhs. Ante todo quiere d'Ailly limitar las Ordenes mendi- cantes. Su existencia es un perjuicio para las leproserias y 10s hospi- tales, y para 10s demAs realmente pobres y verdaderamente neccsitados, que tienen derecho y justo titulo para pedir lirnosnaa. Quiere tam- b i h expulsar de la Iglesia a 10s predicadores de indulgencias, que n o hacen sino mancharla y ponerla en ridiculo con sus mentirass. <Y a quC va a conducir la continua fundacibn de nuevos conventos de mujeres sin 10s medios suficientes?

Corno se ve, Pierre d'Ailly sale a la liza rnds contra 10s males cuantitativos que contra 10s cualitativos. Con excepcibn de sus cen. suras a la predicaci6n de indulgencias, no pone expresamente en duda la piedad ni la santidad de todas esas cosas. Lo que le atemoriza es solamente su desenfrenado inaemento. Ve a la Iglesia asfixiada por aquella carga de mliltiples particularidades. Cuando Alanus de Rupe hizo propaganda de su nueva hermandad del Rosario, la resistencia que encontrb iba mis contra la novedad en si que contra el programa. Los adversarios decian que, confiados en el electo de una comunidad orante tan grandiosa como la que Alanus imaginaba, el pueblo des-

7 Aeta sanctorum Apr., t . 111, pPg. 149. 8 Ac aliis were pauperibus et miserabilibus indigentibus, quibus conwenit jus et

verus titulus mendicandi. 9 Qui ecci9~iarn S U ~ S mendaciis maculant et eam irrisibilem reddunt.

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cuidaria las penitencias prescritas y el clero el breviario. Las iglesias parroquiales quedarian vacias, si la hermandad s610 se reunia en las iglesias de 10s franciscanos y de 10s dominicos. De las reuniones podian surgir ficilmente partidismos y conjuraciones. Y, finalmente, se le obje- taba tambiCn ser sueiios, fantasias y cuentos de viejas las revelaciones que vendia la hermalidad por grandes y maravillosas lo.

La adoraci6n semanal de 10s Santos Inocentes es u n ejemplo carac- teristico de la multiplicacirjn casi mecinica a que propenden las prac- ticas religiosas, cuando no interviene con mano fkrrea una autoridad severa. En la conmemoraci6n de la matanza de 10s niiios de BelCn. el 28 de diciembre, confluian toda clase de supersticiones semipaganas sobre el invierno con una emoci6n sensiblera por 10s sufrimientos de 10s pequeiios mirtires, considerindose el dia como un dia nefasto. Pues bien, muchos solian considerar tambiCn como nefasto durante to- do el aiio el dia de la semana en que habian caido dltimamente "10s Inocentcs". En ese dia no se debia empezar ninglin trabajo, ni em- prender ning6n viaje. El dia llamabase simplemente les Innocents, en . un todo como la festividad misma. Luis XI observaba concienzuda. mente esta costumbre. La coronaci6n de Eduardo IV fuk repetida, porque se habia realizado por primera vez en aquel nefasto dia de la semana. Renato de Lorena hubo de renunciar a un combate, par: que sus lansquenetes se negaron a sostenerlo, por ser justamente aquel dia de la scmana el de 10s Santos Inocentes 11.

Esta costumbre sirve de motivo a Juan Gerson para componcr un tratado contra la supersticirjn en general y contra tsta en especial 12. Gerson es uno de 10s que vieron claramente el peligro que habia para la vida de la Iglesia en aquella pululaci6n de invenciones reli- giosas. Con su espiritu penetrante, aunque algo seco, descubre tambien en parte la raz6n psicol6gica del increment0 de todas estas novedades. Proceden ex sola hominzcm phantasiatione et melancholica irnagina- tione; son una corrupci6n de la imaginacibn y descansan en una enfer-

10 Alanu~ Rediuiuus, ed. J. Coppenstein, 1642, pig. 77. 11 Cornmines, I, pig. 310; Chastellain, v, pig. 27; Le Jouvencel, I, p5g. 82: Jean

Lud, en Deutsche GeschichtsbIatter, xv, pig. 248; Journal d L n bourgeois, pig. 384; Paston Letters, 11, pig. 18; J. H. Ramsay, Lancaster and York, rr, p5g. 275: Play of Sir John Oldcastle, 11, pig. 2 y otras. - Cf. el ensayo del autor en Tien StudiZn, 1926.

12 Contra superstitionem praesertim Innocentum, Opera, I , pAg. 203.

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medad interna del cerebro, la cual debe atribuirse a su vez a una ilusi6n demoniaca. De este mod0 se lleva siempre el demonio su part:.

Es un proceso de continuo rebajamiento de lo infinito en peque- fieces, una atomizaci6n del milagro. A1 misterio mis sagrado se adhiere, como una costra de conchas a un barco, una excrecencia de elementos religiosos superficiales que lo profanan. La profunda creencia en el misterio de la Eucaristia da por brotes superficiales las supersticiones m8s vulgares y mis materialistas; asi, por ejemplo: no se puede quedar ciego ni sufrir un ataque de apoplejia el dia en que se ha oido misa, ni se envejece durante el tiempo que se tarda en oirlal3. La Iglesia tiene que estar continuamente en guardia, para que no se traiga a Dios demasiado a la tierra. Herdtica declara que es la afirmaci6n de que Pedro, Juan y Jacobo han visto en la transfiguraci6n de Cristo la esencia divina, tan claramente como ahora lo hacen en el cielo I*.

Blasfemia fut que una de las imitadoras de Juana de Arco afirmase haber visto a Dios con un largo traje y un manto rojo ' 5 . Pero, (qu6 podia hacer el pueblo si no acertaba a entender las finas distinciones que mandaba la teologia y la Iglesia proporcionaba a su fantasia tantos materiales multicolores?

El mismo Gerson no qued6 indemne del ma1 que combatia. Cuan- do levanta su voz contra la vana curiosidad, alude a1 espiritu de investigacibn, que quiere arrancar a la NaturaIeza sus 6ltimos secretos. Pero 61 mismo hoza con descomedida curiosidad en 10s menores deta- lles externos de las cosas santas. Su especial devocidn a San Jost, por cuya fiesta aboga de todos 10s modos posibles, lo hace dvido de saber cuanto se refiere a Jos6. Ahonda en todos 10s detalles de su matrimo- nio con Maria, su vida comhn, su continencia, c6mo conoci6 la preiiez de su esposa, quk edad tenia. No quiere saber nada de la caricatura que el arte estaba en trance de hacer de Jose, del simple y anciano varhn, que se atormenta a si mismo, como decia Deschamps compa- decihdole y como lo pintaba Broederlam. Jose no tenia aim cincuenta

1 3 Gerson: Quaedam argumentatio adversus eos p i $rrblire wolunt doginatiZare, etc. Opera, 11, pigs. 521, 522.

14 Johannis de Varennis: Responsiones, etc., Gerson, I , pig. 909. 1 5 Journal d'un bourgeois, p8g. 259. En lugar tlc u?ae Aiiryue 11ermeille par

dessoubz, lo que es imposible, debe leerse par dessus.

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aiios, dice Gerson 16. En otra parte permitese una consideraci6n sobre la complexi6n corporal de San Juan Bautista: semen igitur materiale ex quo corpus compaginandum erat nec durum nimis nec rursus flui- durn abundantius fuit 17. El famoso predicador popular Olivier Mai- llard solia presentar a su auditorio, despuks del exordio, une belle question theologale, p r ejemplo, si la Santisima Virgen habia coope- rado tan activamente en la concepci6n de Cristo como para poder llamarse verdaderamente madre de Dios; si el cuerpo de Cristo se hubiese convertido en cenizas, de no haber sobrevenido antes la resu- rrecci6n l 8 . La disputa sobre la Inmaculada Concepci6n de Maria, en la cual representaban 10s dominicos el partido negativo, en oposici6n a la creciente necesidad del pueblo, que queria absolver desde un principio a la Virgen del pecado original, produjo una mezcolanza de consideraciones teol6gicas y embriol6gicas que nos parece poco edifi- cante. Y 10s mPs graves tehlogos estaban tan obstinadamente conven- cidos de la importancia de sus argumentos, que no se recataban de exponer la cuesti6n ante el gran phblico en sus predicaciones 19. Si hasta el espiritu de 10s mPs graves marchaba en esta direcci6n, forzosa- mente habia de suceder que en una ancha esfera de la vida tuviesen que reducirse todas las cosas santas, por su continua atomizacidn en detalles, a una vulgaridad de la cual s610 de tiempo en tiempo se elevaban las gentes a1 sentimiento de veneraci6n y terror que produce el milagro.

La plebeya familiaridad con que se trataba a Dios en la vida diaria debe considerarse desde dos puntos de vista. De una parte, hablan por boca de esta familiaridad la absoluta firmeza y la espon- taneidad de la fe. Pero, una vez arraigada en las costumbres, esta fami- Iiaridad trae consigo el peligro de que 10s impios (que siempre hay), o las mismas personas piadosas en 10s momentos de insuficiente tensi6n religiosa, profanen de un mod0 mis o menos consciente y deliberado

16 Considdrations sur Saint Joseph, nr, pigs. 842-68; Josephina, IV, pAg. 753. Sermo de natalitate beatae Mariae Virginis, 111, pAg. 1351; ademis, N, pigs. 729, 731, 732, 735, 736. 17 Gerson: De dislinctione verarum visionum a falsis, Opera, I , pig. 50. 18 C . Schmidt: D ~ T Prediger Olivier Maillard, Zeitschrift f. hist. Theologie,

1856, pig. 501. 13 Thuasne: Rob. Gaguini Ep. et Or., I , pig. 72 y sip.

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la fe con la habitual familiaridad. Justamente el mis delicado de 10s misterios, el de la Eucaristia, es el mis expuesto a este peligro. No hay seguramente entre 10s sentimientos de la fe catblica ninguno mis intenso ni mis intimo que la conciencia de la presencia inmediata y esencial de Dios en la hostia consagrada. Tanto en la Edad Media como en nuestro tiempo es el sentinliento religioso central. Pero en la Edad Media, con su ingenua espontaneidad para hablar osadamente sobre lo m9s sagrado, da ocasidn a giros verbales que pueden parecer en ocasiones una profanacibn. U n viajero desciende un momento y entra en una iglesia de aldea pour veoir Dieu en passant. De un sacerdote que hace su camino con la hostia y sobre un asno, dicese: un Dieu sur un asne 2O. De una mujer en su lecho de enferma: Sy cuidoit transir de la mort (Se creia morir) et se fist apporter beau sire Dieux f l . Veoir Dieux era la expresidn corriente cuando se veia alzar la hostia22. En todos estos casos no es el giro verbal profano en si y por si, per0 se torna profano cuando la intencidn es impia o cuando se emplea irreflexivamente. iQuC profanacih no trajeron, en efecto, semejantes giros consigo! De ellos no habia mis que un paso hasta irreflexivas familiaridades como la del refrPn: Laissez faire ci Dieu, qui est hornme d'aage23, o la de Froissart: et li prie u mains jointes, pour si hault homme que Dieu est". Un caso en que se puede ver claramente cdmo la expresi6n Dieu para designar la hostia podia daiiar a la misma fe en Dios, es el siguiente: El obispo de Coutances celebra una misa en la iglesia de Saint Denis. Cuando alza el cuerpo del Sciior, advierten a Hugues Aubriot, el prtvdt de Paris, que andaba justamente por la capilla don& se decia la misa, que se arrodille. Pero Hugues, conocido como esprit fort, responde con una maldicibn, que no crec en el Dios de serrrejante obispo, que vive en la corte 25.

20 Les rent nouuelles nouuelles, ed. Wright, 11, pBg. 75 y ss., 12 y ss.

21 Le litire du chevalier de la Tour-Landry, ed. de hl~ntaiglon, pig. 56. 22 L. c., pAg. 257: Se elks ouyssent sorrner la nterse ou d veoir U i ~ u . 23 Leroux de Lincy: Le liure des Piouerbes fian~ais, Paris, 1859, 2 vols, I, p. 21.

CE. Romain Rolland: Meirter Breugnon, pig. 26. 24 Froissart, ed. Luce, v, pig. 24. 25 Cum juramento asseluit non credere in Deum dicti episcopi. Rel, de S

Denis, I , pig. 102.

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Sin la menor intenci6n de burla podia la familiaridad con todas las cosas santas y la mania de expresarlas plisticamente conducir a formas que nos parecen impudentes. Habia pequeiias imigines de Maria que constituian una variante de una antigua vasija holandesa para beber. Eran pequeiias imdgenes de oro, ricamente adornadas de piedras precixas, cuyo vientre podia abrirse y entonces se veia en 61 a la Trinidad. El tesoro de 10s duques de Borgofia poseia una26 y Gerson vi6 otra en 10s carmelitas de Paris. Gerson reprueba aquellas pequeiias imdgenes, no por la falta de piedad que suponga tan grosera representacibn del milzgro, sino por la herejia que hay en presentar a toda la Trinidad conm fruto del seno de Maria27.

La vida entera estaba tan enipapada de religion que amenazaba borrarse a cada momento la distancia entre lo sagrado y lo profano. Mientras por un lado se elevaban en 10s momentos mris religiosos todos 10s actos de la vida diaria a la esfera de las cosas sagradas, @stas permanecian, por otro, continuamente ligadas a la esfera de la vida diaria por su inevitable mezcla con ella. Henlos hablado del cementerio de 10s Inocentes de Paris, con las osanlentas de 10s muertos amontona- das y cxpuestas en torno. ~ C a b e imaginar nada mis espantoso que la vida de la ermitaiia, encerrada contra 10s muros de la iglcsia en aquel lugar de horror? Pues bien, leamos lo que dicen de ellas 10s contemporheos: las ermitaiias vivian alli en una linda casita nueva, eran cncerradas con un hermoso serm6n y rccibian del rey una solda- da de ocho libras anuales entrcgadas en ocho plazos28. Todo lo misnio que si sc tratase de unas enEermeras de hospital corrientcs. eD6ncie csti el pathos religioso? lD6nde esti, cuando se enlazan las indulgen- cias a las mis vulgares operacioncs dom4sticas: encender el fucgo, orde- iiar una vaca, fregar un puchero? 2Y En un sorteo celebrado en Bcrgcn

26 Laborde, 11, pig. 264, n6m. 4238. Inventario de 1420; ih., II pig. 10, nhm. 77. Inventario de Carlos el Temerario, donde se habla seguramente del mismo ejemplar. La Biblioteca municipal de Amiens posee una peqnefia imagen d e Maria en mailera, trahajo espafiol d e fines del siglo XvI, con un nicho rectangular, y en 61 el NiAo , Jcds , de marfil. V. G. H. 1.ilquet: Reprisentatzon par transfrnrmzce de la grossesse I dans l'arl chrttien, Revue arche'ologique, tom0 xrx, 1924, 143.

27 Gerson: Opera, 111, pig. 947. 28 Journal d'un bourgeois, pig. 3662. 20 Bula de indulgencias holandesa del siglo xrv, etl. J. Verdam, Ned. Archicf uoor

Kerkgesch., 1900, pigs. 117-122.

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op Zoom el aiio 1518 podian ganarse a la vez "valiosos premios" e indulgencias3". En las entradas de 10s principes ostenthbanse en alta- res colocados en las esquinas de las calles -en una misma fila con ingeniosas instalaciones, muchas veces de desnudeces paganas- 10s mPs costosos relicarios de la ciudad, servidos por prelados y ofrecidos a1 principe para que 10s besara respetuosamentesl.

La evidente indistincidn de las esferas religiosa y temporal exprB sase con la mayor viveza en el hecho por todos conocido de la posi- bilidad de utilizar sin modificaci6a la melodia profana para el canto en la iglesia y viceversa. Guillaume Dufay compone su misal sobre temas de canciones mundanas cofio Tant je me dkduis (divierto), Se la face ay pale, L'omme armi.

Existe un continuo intercambio entre la terminologia religiosa y la profana. Sin tener inconveniente, tdmase una denominacidn para las cosas terrenas a1 culto divino y viceversa. Sobre la entrada de la Cimara de Cuentas de Lila campeaban dos versos que recordaban a todos c6mo un dia habian de rendir cuentas a Dios por sus dones celestiales:

Lors ouvrira, au son de buysine (trompetas). Sa gdndrale et grant chambre des comptes3%

A la inversa, en la solemne invitaci6n a un torneo deciase conlo si se tratase de una festividad con indulgencias:

Oez, oez (aid). l'oneur et la louenge Et des armes grantdisirne pardon 33.

Fu& una casualidad que en la palabra mbttre se confundiesen rnysterium y rninisterium; per0 esta homonimia contribuy6 a debilitar la idea de misterio en el lenguaje de la vida diaria: todo se llamaba

30 A. Eckhof: De questierders van den aflaat in de lJoordelijke Nederl, 's Gra- venhage, 1909, pig. 12.

31 Chastellain, I, pAgs. 187-89; entrada de Enrique V y Felipe de Borgoiia en Paris, en 1420; 11. pig. 16; entrada del 6ltimo en Gante, en 1430.

32 Doutrepont, p9g. 379. 33 Deschamps, 111, pig. 89, ndm. 357; le roi Rend, Traictd de la forme et devise

d'un tournoy. Oeuvres, st, pig. 9.

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12. El espiritu religiose y su expresi6n plistica 223

mistkre, incluso el unicornio, 10s escudos y la muiieca empleados en el Pas d'armes de la fontaine des pEeurs34.

Como reverso del simbolismo religioso, que interpreta todas las cosas y sucesos terrenales como simbolos y prefiguraciones de lo divino, encuentrase expresado el homenaje a 10s principes en metiforas reli- giosas. Tan pronto como la veneraci6n por la majestad temporal se apodera del hombre medieval, sirvele el lenguaje de la adoraci6n religiosa como medio de expresar su sentimiento. Los servidores de 10s principes del siglo xv no retroceden en este punto ante ninguna profanaci6n. En su discurso sobre el asesinato de Luis de Orleins hace el defensor que el espiritu del principe asesinado hable asi a su hijo: contempla mis heridas, cinco de las cuales han sido particular- mente crueles y mprtales3j. Compara, pues, a1 asesinado con Cristo. El obispo de Chilons no se atemoriza, por su parte, de comparar a Juan Sin Miedo, caido por obra de 10s vengadores de Orleins, con el corder0 de D i o ~ ~ ~ . Molinet compara a1 emperador Federico, que envia a 10s Paises Bajos a su hijo Maximiliano para casarse con Maria de Rorgoiia, con Dios Padre, que envi6 su hijo a la tierra y no se ahorra expresiones piadosas para exornar este viaje del novio. Cuando mis tarde entran en Bruselas, Federico y Maximiliano con el pequeiio Felipe el Hermoso, hace Molinet decir a 10s bruselenses entre lrigri- mas: "Veez-ci figure de la Trinite', le Pkre, le Fils et Sainct Esprit." 0 bien dedica su corona de flores a Maria de Borgofia como digna image11 de Nuestra Amada Seiiora, "sin perjuicio de la Virginidad" 37.

"No es que yo quiera divinlzar a 10s irincipesu, dice este archi- cortesano 38. Acaso sea todo esto, en cfecto, mAs hueca fraseologia que veneraci6n realmente sentida, pero no por ello prueba menos la desva- loraci6n de las ideas mis santas por su utilizaci6n cotidiana. (A qu6 hacer, por lo demhs, un reproche a1 poetastro de la corte, cuando el mismo Gerson concede a 10s principescos oyentes de sus sermones inge-

34 Olivier d e la Marche, 11, pig. 202. 35 Monstrelet, I, pig. 285, cf. 306. 86 Liber de virtutibus Philippi ducis Burgundiae, pigs. IS, 16 (Chron. rel. 6

l'hist. de la Ifelgique sous la dom. des ducs de Bourg., 11) . 87 Molinet, 11, pigs. 84-94; 111, pig. 98; Faictz et Dictx, fol. 47, cf. I, pig. 240

y tambikn Chastellain, 111, pigs. 209, 260; IV, pig. 48; v, pig. 301; VII, pigs. 1 y ss. 38 Molinet, 111, pig. 109.

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les de la guardia especiales, de una jerarquia y de un puesto miis elevados que los de 10s demis hombres? 39.

En la aplicaci6n de las expresiones religiosas a la vida erotica, de que ya hemos hablado con anterioridad, tritase, naturalmente, de algo muy distinto. Trhtase de un elemento de verdadera irreligiosidad y libre burla, que no se encuentra en 10s giros verbales a que acaba- mos de referirnos. El linico parentesco entre aquellas expresiones y Cstas reside en que unas y otras brotan de la misma plebeya familia- ridad con las cosas santas. Los narradores de las Cent nouvelles nouvel- les complicense incansablemente en juegos de palabras con saints y seins y en el uso de de'votion, confesser, benir en un sentido obsceno. El autor de las Quinze joyes de mariage elige este titulo a imitaci6n de 10s gozos de Maria 40. Tambidn hemos hablado ya de la represen- tacion del amor como una regla religiosa. Mis grave signification tiene todavia que el defensor del Roman de la Rose designe con expresio- nes sagradas partes corporis inhonestas et peccata immunda atque turpia 41. En esto tiene lugar resueltamente el peligroso contacto entre lo religioso y lo er6tic0, que la Iglesia temia sobremanera en esta forma. Acaso no haya nada que tan vivamente haga intuitivo este contacto como la Madona de Amberes, que se atribuye a Fouquet y se encon- traba antes en el coro de la iglesia de Nuestra Seiiora de Melun, formando diptico con la puerta de armario qlie se encuentra ahora en Berlin y que representa a1 fundador, Etienne Chevalier, tesorero del rey, en compafiia de San Esteban. Una antigua tradition, recogida en el siglo XVII por el arquedogo Denis Godefroy, pretende que la Ma- donna tiene 10s rasgos de Agnes Sorel, la amante del rey, por la cual sentia Chevalier una franca pasih . La que vemos ante nosotros es, en efecto, sin menoscabo de todas las grandes cualidades de la pintura, una mufieca de moda, con la frente abombada y limpia, 10s senos esfdricos y muy separados, el talle alto y estrecho. La extrafia y hermd- tica expresi6n del rostro, 10s rigidos lngeles rojos y azules que la rodean, todo contribuye a dar a1 cuadro un soplo de irreligiosidad decadente, que contrasta notablemente con la simple y entrgica repre-

30 Gerson: Oratio ad regem Franciae, Opera, Iv, p i g . 662. 40 Quinze joyes de mariage, p. xro, 4 1 Gerson: Opera, 111, pdg. 299.

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sentaci6n del fundador y de su santo en la otra puerta del altar, Gode- Eroy vi6 sobre el terciopelo azul de un ancho marco la letra inicial E en pr las , entrelazada repetidamente por medio de lazos de amor (lacs d'amour), hechos con hebras de oro y plata 42. <NO hay en todo esto una franqueza blasfematoria frente a lo mPs santo, que no habia de ser superado por :lingfin espiritu renacentista?

La profanaci6n en la vida cotidiana de la Iglesia era casi ilimi- tada. Hay quien afirnla que durante las misas, compuestos sobre te- mas profanos, se cantaban entremezclados con el texto liturgico 10s textos de aquellas canciones profanas: ~Baisez-moi~, *rouges nez, 43.

David de Borgoiia, el bastardo de Felipe el Bueno, hace su entrada como obispo de Utrecht en medio de un siquito guerrero de puros nobles, con que su hermano, el bastardo de Borgoiia, habia ido a buscarle a Amers-foort. El nuevo obispo va todo armado, comme se- roit un conqutreur de pnis prince sdculier, dice Chastellain con evi- dente desagrado. Asi cabalga hasta la catedral y entra en procesibn con banderas y cruces, para orar ante el altar mayor 44. Pongamos a1 lado de esta jactancia borgoiiona la tranquila impudencia del pa- dre de Rodolfo Agricola, el pastor de Baflo, el cual recibi6 el misnio dia que era elegido abad de Selwert la noticia de que le habia naci- do un hijo de su concubina. He aqui lo que dijo a1 conocerla: sHoy soy dos veces padre; Dios me otorgue su bendici6n~ 45.

Los contemporineos ven en la creciente irrespetuosidad frente a la Iglesia un retroceso en las costumbres de 10s filtimos tiempos:

On souloit estre ou (en el) temps pass6 En I'iglise binignement (piadosamente)

43 Friedlander; Jahrb. d . K. Frews, Kunstsammlungen, xv11, 1896, pig. 206. 43 Wetzer y Welte: Kirchenlexikon, v. Musik, col. 2040; cf. Erasmus: Christiani

dlatrimonii Znstitutio, Opera (ed. Lugd. Bat.), v, col. 718c.: Nunc sonis nequissimia aptantur verba sacra, nihilo magis decore, quam si Thaidis ornatum addas Catoni. Znterdum nee verba silentur impudica cantorum licentia. (AdPptanse ahora palabras sagradas a las mhs indignas melodias, lo que no es mis decoroso que si se quisieran poner a Cat6n 10s adornos de Thais. Y la desvergonzada liviandad de 10s cantores tampoco calla a veces las palabras) .

44 Chastellain, 111, pig. 155. 45 H. van den Velden: Rod. Agricola, een nederlandsch Humanist der 15, eerrm.

I, Leyden, 1911, pig. 44.

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El otoiio de la Edad Media

A genoux en humilitd Delez l'autel moult closement (muy cerca del altar) Tout nu le chief (cabeza) piteusement, Maiz au jour d'uy, si come beste, On vient d l'autel bien souvent Chaperon (gorra) et chapel (sombrero) en teste 46.

En 10s dias de fiesta s610 pocos van a misa, lamintase Nicolis de Clemanges. No la oyen hasta el final y contkntanse con rozar el agua bendita, saludar con una genuflexibn a Nuestra Seiiora o besar la imagen de un santo. Si han visto alzar la hostia, glorianse de elio como de un gran beneficio hecho a Cristo. Los maitines y las vispe- ras tiene que leerlos el cura, a lo mPs, con s610 su acdito, porque no hay nadie47. El seiior de la aldea, y patron0 de la iglesia, hace es- perar tranquilamente a1 cura que va a decir la misa, hasta que 61, y su mujer, se han levantado y vestido48.

Las festividades mAs santas, la misma Nochebuena, se pasan en medio de la mayor licencia, jugando a las cartas, maldiciendo y soste- niendo conversaciones impddicas. Si se exhorta a1 pueblo, kste apela a que 10s grandes seiiores, 10s curas y 10s prelados hacen lo mismo impunemente 49. En las velas de 10s dias de fiesta se baila en las igle- sias mismas, a1 son de licenciosas canciones. Los sacerdotes dan ejem- plo, por pasarlas jugando a 10s dados y maldiciendo50. Todo esto es atestiguado por moralistas, que acaso propendan a verlo todo de- masiado negro. Los documentos confirman, sin embargo, mPs de una vez esta ldgubre visibn. El Consejo de Estrasburgo hacia repartir to- dos 10s aiios 1.100 litros de vino entre aquellos que pasaban la no- che de San Adolfo en la catedral "velando y en oracibn"". Un con- sejero se lamenta, segun Diosinio Cartujano, de que la procesi6n

46 Deschamps, x, n6m. 33, pig. XLI, en la linea pen6ltima dice L'ostel, lo que naturalmente no tiene sentido.

47 Nic. de Clemanges: De novis celebritatibus non instituendis, Opera, ed. Lydius, 1613, pig. 143.

48 Le lime du chevalier de la Tour-Landry, pAgs. 66. 70. 49 Gerson: Sermo de nativitate Domini, Opera, ur, pigs. 946, 947. 60 Nic. de Clemanges, 1. c., pig. 147. 61 0 . Winckelmann: Zur kulturgescrichte des Strassburgm Miinsters, Zeitschr

f. d . Geschichte des Oberrheins, N. F., XXII, 2.

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12. El espiritu religiose y su expresi6n plistica 227

anual que tiene lugar cn su ciudad, con una santa reliquia, dC moti- vo a inn6meras inconveniencias y orgias. $6mo poner un ttrmino a esto? El mismo magistrado no estaria dispuesto facilmente a ello, pues la procesibn traia ganancias a la ciudad; traia a tsta gentes que habian de pernoctar, comer y beber en ella. Y todo ello habia llegado a ser una costumbrc. Dionisio conocia el mal; sabia cuin indiscipli- nadamente se conducia la gente en las prowsiones, charlando, rien- do, nlirando alrededor descaradamente, ansiando beber y disfrutar de otros placeres groseros 62. SUS lamentaciones convienen igualmente a la proccsi6n de 10s ganteses, a la ronleria de Houthem con el co- fre que contenia el cuerpo de San Livino, el patron0 de la ciudad. Antes, dice Chastellain, solian 10s notables llevar el santo cadaver en grande et haute solempnite' et rtutrence; per0 ahora es une mul- titude de respaille et de gargonnailte mauuaise (de andrajosos y de perversos mozalbetes), que lo llevan gritando y voceando, cantando y bailando, haciendo cicn bulonadas y todos borrachos. Adem& van armados y se permiten en todas las partes por donde pasan 10s mayo- res desenfrenos; todo les parece licito en ese dia, con el pretext0 de la santa carga que trasportan *.

El culto phblico es un elemento importante de la vida social. Se va a la iglesia para hacer ostentacih, para rivalizar en rango y en distincion, en formas y en cortesia. Ya hemos mencionado 54 c6mo la tablilla que se daba a besar, la paix, era continuo motivo de cor- tescs disputas sumamente perturbadoras. Pero mas adn cuando en- tra el hijo de una noble, levintase la distinguida dama y le besa en la boca, aunque el sacerdote estC consagrando la hostia y el pueblo yazga de rodillas y ore 55. Charlar y andar por la iglesia durante la misa debe de haber sido algo completamente habitual 5% Utilizar la iglesia como punto de cita para ver a las muchachas es tan frecuente entre 10s jdvenes, que solamente 10s moralistas se indignan por ello.

52 Dionysius Cartusianus, De mod0 agendi processiones, etc,, Opera, xxxv~, pdgi- na 198 y ss. 63 Chastellain, v, pig. 253 y ss. 64 VCase pig. 66. 55 Michel Menot: Sermones, f. 144 vso., en Champion, Villon, I, pdg. 202. 56 Le lime du chevalier.de la Tour-Landry, pdg. 65; Olivier de la Marche, 11,

pdg. 89; l'Amant rendu cordelier, pig. 25; huitain, 68; Rel. de S. Denis, I , pig. 132.

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228 El otoiio de la Edad Media

Los j6venes van raras veces a la iglesia, dice NicolPs de Clemanges, y aun entonces s610 para ver a las mujeres, que exhiben en ella su tocado a la moda de la corte, y su ancho descot:.

La honesta Cristina de Pisan, dice sin inconveniente:

Se souuent uais ou moustier (Cuando voy con frecuencia a la iglesia) C'est tout pour veoir la belle Fresche com rose nouuelle 57.

No se reducia todo a las pequeiias atenciones de que daba oca- si6n a1 enamorado el culto divino -ofrecer el agua bendita a la ama- da, darle la paix, encender una pequefia luz para ella y arrodillarse junto a ella-, ni a1 lenguaje de signos y a1 oculto intercambio de co- rrespondencia 58. Hasta las prostitutas van a la iglesia a buscar clien- tes59. En las mismas iglesias pueden comprarse 10s dias de fiesta pe- queiias imageries obscenas que corrompen a la juventud; y no hay predicaci6n capaz de acabar con el malG0. Mas de una vez son man- chados la iglesia y el altar con una acci6n oscena 81.

Exactamente lo mismo que la asistencia regular a la iglesia da- ban las peregrinaciones ocasi6n para toda clase de diversiones y, ante todo, de negocios de amor. En la literatura son tratadas frecuente- rnente como habituales viajes de placer. El caballero de la Tour- Landry, que toma seriamente el instruir a sus hijas en las buenas rnaneras y las costumbres morales, habla de las damas Avidas de placeres que gustan de asistir a torneos y peregrinaciones, y relata elocuentes ejemplos de damas que emprendieron una peregrina- ci6n como pretext0 para tener un encuentro con su amante. Et pour ce a cy (por esto hay aqui) bon exemple comment I 'on ne doit pas

57 Christine de Pisan: Oeuvres pdtiques, I, pig. 172; d. pig. 60; I'Epistre au dieu &Amour$, 11, pig. 3: Deschamps, v, pig. 51, n ~ m . 871; n, pig. 185, vs. 75.

60 L'Amant rendu cordelier, 1. c. 59 Menot, 1. c. 60 Gerson: Expostulatio . . . aduersus corruptionem juventutis per 1asciva.s imagines

et alia h u j w modi. Opera, 111, pig. 291, cf. De paruulis ad Christum trahendis, ib., pig. 281; Contra tentationem blasphemiae, ib., pig. 246.

01 Le livre du chevalier de la Tour-Landry, pigs. 80, 81; cf. Machaut, Livre du Voir-Dit, pig. 143 y ss.

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12. El espiritu religiose y su expresi6n plhstica 229

aler aux sains voiaiges pour nulle folk plaisance62. Nicolis de CIe- manges no juzga de otro modo: se hacen peregrinaciones 10s dias de fiesta a iglesias muy apartadas y dedicadas a determinados Santos, menos para cumplir 10s votos hechos que para incurrir tanto mPs li- bremente en extravfos. Estas peregrinaciones son una fuente dc toda clase de pecados; en aquellos santos lugares hay siempre repug- nantes alcahuetas para seducir a las j6venese. En las Quinze joyes de mariage se lee lo que estaba, pues, a la orden del dia: la joven es- posa gustaria de una pequeiia diversi6n y convence a su marido de que el niiio esti tan enfermo, porque ella no ha hecho todavia la peregrinaci6n que prometi6 en el lecho de parturientae4. La pre- paraci6n para la boda de Carlos VI con Isabel de Baviera se inicia con una peregrinaci6n°C No es maravilla que 10s graves varones de la Devotio moderna Sean poco afectos a las peregrinaciones. Los que emprenden muchas peregrinaciones raras veces se hacen santos, dice Tomis de Kempis, y Federico de Heilo dedica a1 asunto un tratado especial: Contra peregrinantes 66.

En todas estas profanaciones de la fe, y en su descarada mezcla con la vida del pecado, habla mPs bien una ingenua familiaridad con el culto divino que una irreligiosidad sistemitica. S610 una sociedad que esti impregnada de religi6n y que considera la fe como algo na- tural conoce semejantes licencias y degeneraciones. Son unos mismos hombres 10s que practicaban la rutina diaria de unos actos religiosos medio corrompidos por la licenciosidad y 10s que se mostraban shbi- tamente susceptibles a una santa y poderosa emoci6n a1 escuchar la palabra inflamada de un monje mendicante.

Hay incluso algo que es un simple pecado, la blasfemia, y que, sin embargo, s610 brota de una fe intensa. En sus origenes, como ju- ramento consciente, es la blasfemia el signo de una, ie en la presencia de lo divino, que se revela hasta en las cosas m8s pequeiias. S610 el

62 Ib., pigs. 55, 63, 73, 79. 63 Nic. de Clemanges, 1. c., pig. 145. 64 Quinze joyes de mariage, pig. 127; cf. pigs. 19, 29, 124. 65 Froissart, ed. Luce et Raynaud, XI, pig. 225 y sigs. 66 Chron. Montis S. Agnetis, pig. 341; J . C. Pool: Frederik van Heilo en zijns

schriften, Amsterdam, 1866, pig. 126; cf. Hendrik Mande en W. Moll: Joh. Brugman en het godsdienstig leven onrer vaderen in de 15e eeuw, 1854, 2 tomos, I, pig. 264.

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230 El otoiio de la Edad Media

sentimiento de desariar realnlente a1 cielo presta a la basfemia su pecaminoso inccntivo. Cuando ha dcsaparecido toda conciencia de jurar y todo temor a1 cumplimicnto de la maldicicjn, bsta degencra en la rudeza moncjtona de ulterioros tiempos. En la uitima Edad Media tiene todavia ese incentivo de osadia y soberbia, que hacen justamente de ella un deporte aristocritico.

*<A quk -apostrofa el gentilhombre a1 villano- das tu alma a1 diablo y reniegas de Dios, si no eres gentilhombre?~ 67. Deschamps comprueba que el blasfemar desciende ya hasta las infimas gentes:

Si chetif n'y a qui ne die: Je renie Dieu el sa mire 68.

Se rivaliza por encontrar blasfemias enbrgicas y nuevas. Quien acierta a blasfemar mis reciamente, es honrado como un maestroG9. Primero, dice Deschamps, blasfenlibase en toda Francia a la gasco- na y a la inglesa, luego a la bretona y ahora a la borgofiona. Y com- pone dos baladas ensamblando blasfemias usuales, para darles fi- nalmente un sentido piadoso. Los borgofiones ostentaban el nombre de archiblasfemos; y la blasfemia borgoiiona: Je renie Dieu es la peor de todas 70. Se la amortigua en je renie Ies bottes. Por lo demis, lambntase Gerson de que toda Francia, tan cristiana como es, padece mPs que otros paises de este repulsivo pecado, qne es la causa de la pestilencia, las guerras y el hambreil. Hasta 10s monjes toman parte en ese insensato blasfemari? Gerson propone que todas las autoridades y todas las clases ayuden a extirpar el mal, por medio de severas ordenanzas y de penas leves, que puedan aplicarse efectiva- mente. Y, en efecto, en 1397 apareci6 una ordenanza real que reno- vaba las antiguas ordenanzas contra la blasfemia de 10s aiios 1269 y

67 Gerson: Centilogium de impulsibus. Opera, IIK pig. 154. 6s Deschamps, IV, pig. 322, ntim. 807; d. I, pig. 272, ndm. 146: Si n'y a si

meschant qui encor ne die: ]e regni D i e u . . . 69 Gerson: Adversus lascivas imagines. Op., 111, prig. 292; Sermo de nativitate

Domini, 1x1, pig. 946. 70 Deschamps, I, pig. 271 y sigs., ndm. 145, 146, pig. 217, nlim. 105; cf. 11, p. LVI,

y Gerson. 111, pig. 85. 71 Gerson: Considdrations sur le pdchd de blasphkme. Op., 111, pig. 889. 72 Regulae morales, ib., IU. pig. 85.

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12. El espiritu rehgioso y su expresi6n plktica 231

1347; per0 no con penas leves y aplicables, sin0 con las antiguas ame- nazas de cortar 10s labios y arrancar la lengua, que expresaban la sa- cra indignacicjn por la ofensa contra Dios. En el registro que contie- ne la ordenanza esti anotado a1 margen: "Todas estas blasfemias es- t in hoy dia, 1411, muy en boga en todo el reino, sin encontrar cas- tigo alguno" 7s. Pierr:: d'Ailly insiste de nuevo con toda energia, en el Concilio de Constanza, para que sc combata el ma1 T4.

Gerson conoce 10s dos extremos entre 10s cuales oscila el pecado de la blasfemia. Conoce, por su experiencia de confesor, a 10s j6ve- nes que, sencillos, puros y castos, son atormentados por una fuerte tentacibn de pronunciar palabras renegando de Dios y blasiemando contra Rl. A Cstos les recomienda no entregarse totalmente a la con- sideraci6n de Dios y de sus santos; no son bastante fuertes para ello T6.

Conoce tambikn 10s blasfemos habituales, como 10s borgoiiones, cu- ya costumbre, por vituperable que sea, no implica, sin embargo, el dclito de perjurio, pues no existe el menor propdsito de jurar 7%.

No es fPcil fijar el punto en que el hibito de tratar frivolamente las cosas de la fe se convierte en irreligiosidad consciente. En la liltima Edad Media existe, sin duda alguna, una fuerte propensidn a burlar- se de la religiosidad y de las personas piadosas. Se siente un placer en mostrarse esprit fort y se hace una diversi6n del ridiculizar la fe 77.

Los cuentistas son frivolos e indiferentes, como en aquella narracibn de las Cent nouvelles nouvelles, en que el pirroco sepulta a su perro en lugar sagrado y le dirige la palabra asi: "mon bon chien, b qui Dieu pardoint". El perro va entonces tout droit au paradis des chiens T8.

Sihtese una gran repugnancia por la religiosidad hipocrita o burles- ca. La palabra papelard esti siempre en la punta de la lengua. El refrin muy usado, De jeune angelot vieux diable, o en hcrmoso la- tin escolistico, Angelicus juvenis senibw sathanizat in annis, es para

73 Ordonnances des rois de France, t . vm, pig. 130: Rel. de S . Denis, n, pig. 533. 74 Pierre d'Ailly: De reformatione, cap. 6, de reform. laicorum, en Gerson,

Opera, n, pig. 914. 76 Gerson: Contra foedam tentationem blasphemiae, Opera, ur, pig. 243. 7% Gerson: Regulae morales, Opera, IU, pig. 85. 77 Gerson: Contra foedam tentationem blasphemiae, Opera, UI. p ig . 246: hi qui

audacter contra fidem loquuntur in forma joci, etc. 7s Cent nouvelles nouvelles, 11, pig. 205.

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232 El otofio de la Edad Media

Gerson como una espina en el ojo. Asi no se hace mas que corrom- per a la juventud, dice. Aliibase en 10s niiios una cara desvergonzada, un sucio hablar y blasfemar, la deshonestidad en la mirada y en el gesto. Pero, afiade, no veo lo que puede esperarse en la edad senil del nifio que juega a1 diablo70.

Entre 10s mismos ecleiisticos y te6logos distingue Gerson un grupo de ignorantes charlatanes y discutidores, para quienes es una carga y una fibula todo coloquio sobre la religi6n. Todo lo que se les comunica sobre visiones y revelaciones es rechazado por ellos con sonoras carcajadas o gran indignacibn. Otros caen en el extremo opuesto y toman por revelaciones todas las invenciones de las perso- nas simples, todos 10s sueiios y embrollos de 10s enfermos y de 10s dementes 80. El pueblo no sabe guardar el justo medio entre 10s ex- tremos y Cree todo lo que profetizan 10s videntes y 10s adivinos; pe- ro si se equivoca una sola vez un eclesiistico o religioso serio, que haya tenido con frecuencia autknticas revelaciones, 10s seglares deni- gran a todo el que pertenece al estado eclesiistico, llamindole enga- fiador y papelard, y no quieren oir en adelante a 10s eclesiisticos, porque son malvados hipdcritas 8'.

En la mayor parte de esos casos, tan lamentados, de falta de religiosidad, tratase de la s6bita relajacibn de la tensi6n religiosa en una vida espiritual sobresaturada de contenido religioso y de formas culturales. A lo largo de toda la Edad Media tropezamos con nume- rosos casos de incrcdulidad cspontineas2, en 10s cuales no se trata de una desviaci6n de la doctrina de la Iglesia, EundAndose en considera- ciones teol6gicas, sino tan s610 de una reaccion espontanea. No sig. nifica gran cosa que poetas e historiadores exclamen, a1 ver la enor- me multiplicacibn del pecado en su tiempo: ya no se Cree en el cielo ni en el infierno 53; pero la incredulidad laterlte en muchas cabezas

70 Gerson: Sermo de S. Nicolao, 0 9 , 111, pAg. 1577; De paruulis ad Christum trahendis, ib., pig. 279. Contra el mismo refrin tambikn Dionisio Cart.: Inter Jesurn et pue~urn dialogus, art. 2, Opera, t. x x x v r u , pig. 190.

80 Gerson: De distinctione verarurn visionurn a faisis, Opera, I, piig. 45. 81 Ib., pig. 58. 82 Petrus Damiani: Op., xrr,. 29; Migne, P. L., 145, pig. 283; cf. para 10s siglos

XII y XIII, Hauck: Kirchengeschichte Deutschlands, N, pigs. 81, 898. 83 Deschamps, vr , pig. 109, n6m. 1167; id., 1222; Commines, I, pig. 449.

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12. El espiritu religioso y su expresi6n plbtica 233

habiase tornado consciente y firme, tan firme, incluso, que era co- mlinmente conocida y ellos mismos la confesaban abiertamente. Beaux seigneurs, dice el capitPn BCtisac a sus camaradas84, je ay regardk d mes besongnes (asuntos) et en ma conscience je tiens grandement Dieu auoir courrouchik (haber enojado a Dios), car jd de long temps jay erre' contre la foy, et ne puis croire qu'il soit riens de la Trinitk, ne que Ee Fils de Dieu se daignast tant abaisier que il venist des chieulx (cielos) descendre en corps humain de femme, et croy et dy (digo) que, quant nom morons (muramos), que il n'est riens d'dme . . .Jay tenu celEe oppznion depuis que j'eus congnoissance (uso de ra- z h ) , et la tenray jusques a la fin. Hugues Aubriot, el prkv8t de Paris, es un fogoso anticlerical; no cree en el Sacramento del Altar y se burla de el, no celebra ninguna Pascua florida, no se confiesaS5. Jacques du Clercq refiere diversos casos de nobles que manifestaban su incredulidad y rehusaron con plena conciencia 10s liltimos Sacra- mentos Jean de Montreuil, preboste de Lila, escribe a un erudito amigo suyo, mis en el estilo ligero de un humanista "ilustrado" que como verdadero creyente: "ConocPis a nuestro amigo Ambrosio de Miliis; habkis oido con frecuencia c6mo piensa sobre la religih, so- bre la fe, sobre la Sagrada Escritura y sobre todos los preceptos de la Iglesia, de tal suerte que a su lado Epicuro tendria que ser llamado cat6lico. Pues bien, este hombre esti ahora completamente converti- do." Pero ya antes era tolerado en aquel circulo de primeros huma- nistas llenos de espiritu religioso

En estos casos espontineos de incredulidad hay, por un lado, el paganism0 literario del Renacimiento y del epicureismo culto y cau- to que, ya en el siglo XIII, habia florecido en tantos circulos bajo el nombre de Averroes. Por otro lado, hay la negaci6n apasionada de 10s pobres herejes ignorantes, todos 10s cuales, como quiera que se Ilamen, turlupins o hermanos del espiritu libre, han rebasado 10s li-

84 Froissart, ed. Kervyn, xiv, pig. 67. 85 Rel. de S. Denis, I, pigs. 102, 104; Jean Juvenal des Ursins, pig. 346. 86 Jacques du Clerq, 11, pigs. 277, 340; IV, pig. 59; cf. Moliwt , IV, phg. 390;

Rel. de S. Denis, I, pig. 643. 87 Joh. de Monasteriolo: Epistolae; Marthe et Durand: Am@ Coll., 11, pig. 1415;

cf. ep. 75, 76, pPg. 1456 de Ambr. de Miliis a Gontier Col, en que se lamenta de Jean de Montreuil.

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mites que separan la mistica y el panteismo. Pero estos fenbmenos han de ser expuestos en un capitulo posterior. Por el momento, de- bemos seguir a6n en la esfera de la expresidn externa de la fe y de las formas y usos externos.

Para la fe vulgar de la gran masa, la presencia de una imagen visible hacia completamente superflua la demostraci6n intelectual de la verdad de lo representado por la imagen. Entre lo que se tenia representado con forma y color delante de 10s ojos -1as personas de la Trinidad, el infierno flamigero, 10s santos innhmeros- y la fe en todo ello, no habia espacio para esta cuestibn: @eri verdad? Todas estas representaciones tornibanse directamente, ya como imageries, objetos de fe. Fijibanse en el espiritu con precisi6n, contornos y abi- garrado colorido, dotados de toda la realidad que la Iglesia podia pedir de la fe y a611 algo rnhs.

Ahora bien, cuando la fe descansa directamente en una represen- tacibn plistica, apenas puede hacer distinciones cualitativas entre la naturaleza y el grado de santidad de 10s distintos elementos de la rnisma fe. Una imagen es tan real y tan venerable como la otra, y la representacidn plistica no nos ensefia por si misma que hay que adorar a Dios y venerar s610 a sus santos, si la Iglesia no nos lo ad- vierte continuamente con sus enseiianzas. En ninguna parte estaba el espiritu religioso tan insistente y tan fuertemente amenazado de ser sofocado por la exuberancia de la representaci6n plistica como en la esfera de la veneracidn a 10s santos.

La posicidn estricta de la Iiglesia era pura y elevada. Donde im- peraba la idea de la inmortalidad personal, era natural e inofensiva la veneracibn de 10s santos. Es licito tributarles alabanza y honra per imitationem et reductionem ad Deum. Igualmente pueden vene- rarse las imhgenes, las reliquias, 10s lugares santos y las cosas consa- gradas a Dios, en cuanto ello conduce en 6ltimo tkrmino a la venera- cibn del propio Dios88. Tampoco habia nada que estuviese en con- tradicibn con el espiritu del cristianismo en la distinci6n tkcnica entre 10s santos y 10s simples bienaventurados, ni en la constitucidn normal del instituto de la santidad por medio de la canonizacitjn oficial, aunque ello representase una grave formalizaci6n. La Iglesia

88 Gerson: Sermo rrr en 10s Snncti Ludovici, Opera, rrr, pig. 1451.

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12. El espltitu religioso y su expresibn pllstica 235

sigui6 teniendo conciencia de la equivalencia originaria entre la san- tidad y la bienaventuranza y de la insuficiencia de la canonizacdn. "Hay que admitir -dice Gerson- que han muerto y mueren todos 10s dias infinitos mis santos de 10s que son canonizados" 89. La lici- tud de las imigenes contra las palabras expresas del segundo manda- miento, fuC demostrilda apelando a la necesidad de la prohibicibn antes de la encarnacibn de Cristo, porque entonces Dios era s610 es- piritu, y a la abolici6n de la ley antigua por medio de la venida de Cristo a la tierra. En cuanto a1 resto del segundo mandamiento, Non adorabis ea neque coles, la Iglesia deseaba mantenerlo integramente. "No adoramos las imigenes, sin0 que tributamos honra y adoraci6n a1 representado en ellas, es decir, a Dios o a su santo, cuya imagen son aquCllas" *a. Las imigenes sirven para mostrar a 10s ignorantes que no conocen la escritura lo que deben creer 91. En el titulo de Biblia pauperurn, dado a las mis antiguas impresiones de la vida del Salvador en imigenes, estP encerrado un fragment0 de historia de la cultura, dotado de la mis poderosa significaci6n. Las imige- nes son 10s libros de 10s simples y sencillos~; conocemos la idea por la plegaria a Maria que escribib Villon para su madre:

Femme je suis pourette et ancienne, Qui riens ne scai; oncques lettre ne leuz; Au moustier my dont suis paroissienne Paradis paint, oh sont harpes et luz, E t ung enfer oti dampnez sont boullur: L%ng me fait paour, l'autre joye et l i m e . . .93.

El pintoresco libro de imigenes ofrecia a1 espiritu veleidoso tan- to motivo, por lo menos, para desviarse de la doctrina de la Iglesia,

89 Gerson: Contra impugnantes ordinem carthusiensium, Opera, 11, pig. 713. 90 Gerson: De decem praeceptis, Opera, I , pig. 245. 91 Gerson: S ~ r m o de nativ. Domini, Opera, 111, pig. 947. 92 Nic. de Clcmanges: De novis celebr., etc., pig. 151. Qs Soy una mujer pobre y vieja, - Que no sabe nada; nunca lei una letra; -

En la iglesia de que soy feligresa veo -Un paraiso pintado en que hay arpas Y laddes, - Y un infierno en que 10s condenados son hervidos; - El uno me d.1 miedo, el otro alegria y placer. Villon: Testament, vs. 899 y ss., ed. Lougnon, pigina 57.

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como podia dar una interpretacibn subjetiva de las palabras de la Biblia; per0 la Iglesia no se ha preocupado nunca por esto. Siempre ha juzgado con dulzura 10s pecados de aquellos que por ignorancia y simplicidad caian en la adoracibn de las imiigenes. "Biistales a 6s- tos -dice Gerson- tener sencillamente la intenci6n de hacer lo mis- mo que la Iglesia en la veneracidn de las imiigenes" 94.

El problema relativo a la pureza con que la Iglesia haya sabldo manejar en cada momento la prohibicibn de tributar veneracibn di- recta a 10s santos y menos adoracibn, es tema de historia de 10s dog- mas y no debe ocuparnos. La que nos interesa es la cuestidn de his toria de la cultura: hasta quk punto logra contener a1 pueblo o, con otras palabras, qu i realidad, quC valor de representaci6n tenian 10s santos en la fe popular de la 6ltima Edad Media. Y a esta cuestibn s610 es posible una respuesta: 10s santos eran figuras tan esenciales. tan presentes y tan familiares en la vida religiosa, cotidiana, que con ellos se enlazaban todos 10s impulsos religiosos miis superficiales y sensibles. Mientras las emociones mis intimas fluian hacia Cristo y Maria, cristalizaba en la veneracibn de 10s santos todo un tesoro de vida religiosa, cotidiana, ingenua y franca. Todo contribuia a dar a 10s santos mas populares una realidad en la conciencia de las gentes que 10s colocaba de continuo en medio de la vida. ApodCrase de ellos la fantasia popular; tienen su figura conocida y sus atributos; se sa- ben sus crueles martirios y sus asombrosos milagros; van vestidos y equipados como el pueblo mismo. A diario podfa reconocerse a1 se- fior San Roque o a Santiago en apestados o en peregrinos vivos. Se-

ria interesante investigar hasta cuindo han seguido la moda del dia 10s vestidos de 10s santos. Con seguridad, durante todo el siglo xv. Pero, ~d6nde esta el punto en que el arte religioso sustrae 10s santos a la viva fantasia popular, envolvi6ndolos en un ropaje retdrico? No es &a simplemente una cuesti6n sobre la sensibilidad del Renaci- miento, para el traje histbrico; hay que afiadir que es la misma fan- tasia popular la que empieza a abandonar a 10s santos, o a1 menos ya no puede hacerse sentir en el arte religioso. Durante la contrarre-

94 Gerson: Sermo de natiuate Domini, Opera, 111, pig. 947; Regulae n~orales, ib, pig. 86; Liber de vita spirituale anirnae, ib., pig. 66.

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forma han subido 10s santos muchos peldaiios, como queria la Igle- sia, y han perdido el contact0 con la vida del pueblo.

La corporeidad que ya tenian 10s santos por su representacidn plPstica era todavia aumentada extraordinariamente por permitir y favorecer la Iglesia desde siempre la veneracibn de sus restos corpora- les. Como no podia ser menos, este culto de lo material hubo de ejercer una influencia materialista sobre la fe, que conducia muchas veces a asombrosas exageraciones. Tratindose de reliquias, no retro- cede ante ninguna familiaridad ni profanacibn la firme fe de la Edad Media. El pueblo de las montafias de Umbria queria, por el aiio 1500, matar a1 ermitaiio San Romualdo, para no perder sus hue- sos, Los monjes de Fossanova, donde habia muerto Santo TomPs de Aquino el aiio 1274, ante el temor de que pudiesen desaparecer las santas reliquias, habian confitado literalmente el cadaver del santo maestro, le habian quitado la cabeza y lo habian cocido y prepara- dogs. Durante el tiempo que se tardb en enterrar el cadiver de Santa Isabel de Turingia, un trope1 de devotos cortaba o arrancaba no s610 trozos de 10s paiios con que estaba envuelto su rostro, sino tambikn 10s pelos y las uiias e incluso trozos de las orejas y 10s pe- zones de 10s senos". Con ocasibn de una fiesta solemne, distribuye Carlos VI costillas de su antepasado San Luis, entre Pierre d'Ailly y sus primos Berry y Borgoiia, y da una pierna a 10s prelados para que se la repartan, 'como asi lo hacen despuds de la comida 97.

Mas a pesar de estar tan viva y tan presente la imagen de 10s santos, es lo cierto que estos aparecen relativamente poco en la esfe- ra de las vivencias sobrenaturales. La esfera de las apariciones de espiritus, de 10s presagios y de 10s fantasmas esti separada, en su mayor parte, de la esfera imaginativa de la veneracibn a 10s santos. En el ejemplo mejor atestiguado de visibn de santos, la aparicidn del arcingel San Miguel, de Santa Catalina y Santa Margarita a Juana

95 Hist. translationis corporis sanctissimi ecclesiae doctoris divi Thom. de Aq. , 1368, auct. fr. Raimundo Hugonis, 0. P., Acta sanctorum Martii, I , pig. 725.

06 Informes de 10s cornisarios papales, el obispo Conrado de Hildesheim y el abad Hermann de Georgenthal, acerca de las declaraciones de 10s testigos sobre Santa Isabel, en Marburgo, enero de 1285, editado en el Historischen Jahrbuch der Gorres-Gesellschaft, XXVIII, pSg. 887. 07 Rel. de S. Denis, 11, pig. 37.

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de Arco, para aconsejarla, la interpretacih de la vivencia y el re- conocer las figuras de 10s santos indicados, parece haberse ido des- arrollando paulatinamente en el espiritu de Juana, incluso, qu id durante su proceso. En un principio s610 habla Juana de su Conseil, sin darle un nombre 9s. Cuando 10s santos revelan quitnes son, tri- tasc por lo regular de visiones, adornadas o interpretadas en cierto mod0 literariamente. Cuando en el afio 1446 se le aparecen a1 pas- torcillo de Frankenrhal, cerca de Bamberg, 10s catorce santos auxi- liadores, el pastorcillo no 10s ve con sus respectivos atributos, a pesar de ser estos santos figuras seiialadas de la iconografia90, sin0 que 10s ve como catorce ingeles completamente iguales; ellos son 10s quc le dicen que son 10s catorce auxiliadores. La fantasmagoria de la ge- nuina fe popular esti llena de ingeles y diablos, espiritus de d ihn- tos y damas blancas, per0 no de santos. S610 por excepci6n represen- ta el santo un papel en la autentica supersticih, no adobada lite- raria o teolbgicamente. Una de estas excepciones es San Bertolfo de Gante. Cuando amenaza alglin peligo grave, golpea contra su sar- c6fago de la abadia de San Pedro, moult dru (repetido) et moult fort. El aviso coincide algunas veces con un ligero terremoto y asusta a la ciudad de tal suerte que trata de preservarse del ma1 desconocido por medio de grandes procesiones100. Mas, en general, 10s escalofrios de horror son obra exclusiva de las figuras vagas, que no son visi- bles en las iglesias, talladas en piedra o madera y con atributos de- terminados, rasgos conocidos y amplias ropas multicolores, sino que aparecen con la faz indescifrable de lo siniestro y envueltas en unas tlinicas de niebla, o se presentan sobre el puro azul del cielo, o emer- gen como pilidas y monstruosas alucinaciones en 10s rincones del cerebro.

No debemos asombrarnos. Justamente por haber tomado el san- to esa forma corporal, por haber atraido y haber hecho cristalizar en torno suyo tanta materia imaginativa, le falta lo que despierta ho- rror: el caricter de lo siniestro. El miedo a lo sobrenatural radica en

9s Quicherat: ProcCs, I, pAg. 295; 111, pigs. 99, 2.191. P. Champion: ProcPs de condamnation de Jeanne d'Arc, Paris, 1921. 11, pig. 184; cf. mi ensayo Bernard Shaws Heilige, en De Gids, 1925, 11, ahora en Tien Studien, 1926, pig. 269.

99 Cf. mis adelante en el texto. loo Chastellain, Irr, pig. 407; rv, pig. 216.

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12. El espiritu religioso y su expresibn pldstica 239

lo ilimitado de la representacibn, en la excitacidn producida por la idea de que algo indlito pudiera revelarse subitamente en una nueva forma horrorifica nunca antes sospechada. Tan pronto como se perfila y delimita la representacibn, nace un sentimiento de segu- ridad y confianza. Los santos, con sus figuras bien conocidas, tienen algo del carPcter tranquilizador de un agcnte de policia en una gran ciudad extraiia. Su veneraci6n y ante todo su representacibn plistica cre6, por decirlo asi, una zona neutral, de fe cordial y tranquila, en- tre 10s extasis de la visi6n divina y 10s dulces estremecimientos del amor a Cristo, por una parte, y 10s horribles fantasmas del miedo a1 diablo y de la brujeria por otra. Casi cabria aventurar la tesis de que la veneraci6n de 10s santos ha sido para el exaltado espiritu de la Edad Media un calmante muy higiCnico, por 10s muchos deseos de salvaci6n y 10s muchos temores que hacia derivar y convertia en representaciones familiares, inspiradoras de confianza.

Cuando la veneraci6n de 10s santos ha alcanzado su perfecta ex- presibn plistica, tiene su puesto en la superficie de la vida religiosa. La corriente del pensar cotidiano se apodera de ella y la hace perder mis de una vez su dignidad. Es caracteristica en este respecto la ve- rieracion que siente por San Jose la 6ltima Edad Media. Puede con- siderarse como un fen6meno derivado y una repercusi6n de la apa- sionada veneraci6n de Maria. El irrespetuoso inter& por San Jose es como el reverso de todo el amor y culto que se tributan a la virgi- nal Madre de Dios. Cuanto rnis alto ascendia Maria, tanto rnis se convertia JosC en una caricatura. Las arles plisticas prestibanle ya un tip0 que se acercaba peligrosamente a1 del villano tosco y ridi- culizado. Asi se le ve en el diptico de IvIelchor Broederlam, en Di- jon. Pero en las artes plisticas queda sin expresibn lo mis profana- dor. VCase el ingenuo prosaismo que revela la idea de San Jose que tiene Eustache Deschamps, el cual no puede considerarse ciertamen- te en este punto como un burl6n ateo. Pudiera creerse que ningun mortal habia recibido una gracia tan alta como San JosC, a1 que fuC dado servir a la Madre de Dios y educar a su hijo. Pues bien, Deschamps gusta de ver en 61 el tip0 del padre de familia que se queja y es digno de listima:

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El otoiio de la Edad Media

Vous qui serves b femme et d enfans, Aiet joseph toudis en remembrance; Femme seruit toujours tristes, dolans, Et Jhesu Christ garda en son enfance; A pit trotoit, son fardel sur sa lance; En plusieurs lieux est figurl ainsi, Les un mulet, paw leu? faire plaisance, Et si n'ot oncq feste en ce monde ci 101.

Si s610 se tratase de consolar con un noble ejemplo a 10s padres de familia en sus cuidados, podria pasar, aunque el cuadro carezca de dignidad. Pero Deschamps hace de Jost formalmente un ejem- plo pavoroso para no cargarse de familia:

Qu'ot joseph de pme td De durtd De maleurtk, Quanl Dieux nasquit! Maintefois I'a comportd, Et montd Par bontd Avec sa mtre autressi, Sur sa mule les ravi: Je le v i Paint ainsi; En Egipte en est ale'. Le bonhomme est painlud Tout lassd, Et trousst, D'une cote et d'un bany: Un baston nu cod pod, Vieil, usd, Et rust!. Feste n'a en ce monde cy, Mais de h i Va le cri: C'est Joseph le rassotd 102.

101 Los que servis a mujer e hijos - Acordaos todos 10s dias de San Jod. - Sirvi6 siempre triste y doliente a una mujer - Y guard6 a Jesuaisto durante su infancia: - A pie trotaba, un hatillo pendiente de la lanza; - En varios lugares esti representado asi, - Junto a un mulo. para complacerles, - Y asi no tuvo nunca un dfa de fiesta en este mundo. Deschamps, I, pig. 277 pbm. 150.

302 iCuhnta pobreza no tenia J o g - Y dolor - Y miseria - Cuando Dios

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12. El espiritu religiose y su expresi6n pldstica 24 1

Aqui vemos muy claramente c6mo brotaba de la imagen fami- liar una interpretacibn demasiado llana, que ponia en peligro todo caricter sagrado. JosC era para la fantasia popular una figura semi- c6mica. Todavia el doctor Juan Eck ha tenido que recomendar que en Nochebuena, o no se le represente, o a1 menos se le represente de un mod0 conveniente y no guisando papillas, ne ecclesia Dei irrideatur 1°3. Contra tan indecorosas manifestaciones de la fe se dirige el movi- miento iniciado por Gcrson, el cual tiende a conseguir que se venere a San Jose dignamente y consigue, en efecto, que la liturgia lo acoja en un rango superior a1 de todos 10s demPs santos '04. Pero ya hemos visto antes c6mo ni siquiera el grave inter& de Gerson se mantiene libre de la indiscreta curiosidad, que parecia unida de un modo ca- si inevitable con el carkter excepcional del matrimonio de JosC. Para un espiritu seco (y Gerson era, en muchos respectos, un espiritu se- co, a pesar de su predilecci6n por la mistica) siempre se mezclaban en la consideraci6n del matrimonio de Maria reflexiones de un con- tenido hasta terrenal. El caballero de la Tour-Landry, otro t i p de fe seca y llana, ve el caso bajo esta luz: Dieux voulst (quiso) que elle espousast (dcsposase) le saint homme Joseph, qui estoit vieulx et preudomme (honrado) ; car Dieu voulst naistre soubz umbre (som- bra) de mariage pour obtir a la loy qui lors couroit (corria) , ~ O I L T

eschever (escapar a) Ees paroles du m o d e l05. Una obra del siglo xv, todavia no publicada, describe 10s misti-

cos desposorios del alma y su celestial Esposo con las expresiones de unos esponsales burgueses. Jeshs, el Esposo, dice a Dios Padre: S'il te

nacibl - Muchas veces lo ha paseado, - Y levantado - Por bondad. - Con su madre juntamente - Se lo llev6 sobre su rnula: - Yo lo vi - Pintado asi; - A Egipto se ha ido. - El buen hombre estP pintado - Muy cansado - Y cubierto - Con una camisa y una t h i c a rayada. - Un palo puesto sobre el cuello, - Viejo, consumido - Y burlado. - No tiene dfa de fiesta en este mundo, - Pera de 61 - Se grita: iEs J o d el tonto! Ib., XI, pig. 348, nfirn. 314.

103 De Johann Ecks Pfarrbuch fur U. L. Frau in Ingolstadt, en Archiv fur Kulturgesch., vm, pig. 103.

104 Joseph Seitz: Die Verehrung des heil. Joseph in ihrer gesch. Erztwicklung, etc., Freiburg, Herder, 1908.

106 Le livre du chevalier de la Tour-Landry, pig. 212.

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plaist, je m e mariray et auray grant foueson (c6mulo) d'enfans et de famille. Pero el Padre pone dificultades, pues la elecci6n de su Hi- jo ha recaido sobre una negra etiope, en lo cual hay una repercusion de las palabras del Cantar de 10s Cantares: Nigra sum sed formosa. Seria una mesaliance y un deshonor para la familia. Un ingel inter- viene como conciliador y pronuncia unas elocuentes palabras en fa- vor del esposo: Combien que ceste fille soit noire, neanmoins elle est gracieuse, et a belle composition de corps et de membres et est bien habile pour porter foueron d'enfans. El padre replica: M o n cher fils m'a dit qu'elle est noire et brunete. Certes je uueil (quiero) que son espouse soit jeune, courtoise, jolye, gracieuse et belle et qu'elle ait beaux membres. Entonces el Angel elogia su rostro y todos sus miem- bros, es decir, Ias virtudes del alma. El Padre se da por vencido y, volviendose a su Hijo, le dice:

Prens la, car elle est plaisant Pour bien amer son doulx nmant; Or prens de nos biens largement Et luy en donne habondamment 106.

No puede dudarse un solo momento de la seriedad ni del fin edi- ficante de esta obra. Es d l o una prueba de las triviales ideas a que podia conducir la fantasia desenfrenada.

La figura de cada santo tenia su carricter indibidual, gracias a su imagen fija y definida, que hablaba direc~amente lo7, en contraste con 10s ingeles, que carecian totalmente de personalidad plistica, a excepci6n de 10s tres grandes arcingeles. La individualidad de 10s santos era robustecida alin por la funcibn especial que asumian mu- chos de ellos en la fe popular: a kste se dirigian las gentes en una determinada necesidad; a aqutl, para sanar de cierta enfermedad. Con irecuencia es c n rasgo de leyenda o un a t r i h t o de la imagen el que ha dado motivo a esta especializacibn; asi, por ejemplo, Santa

108 B. Nat. Ms. fr. 1875, en Ch. Oulrnont: Le Verger, le Temple et la Cellule, essai sur la sensualit6 duns les oeuvreJ de mystique religieuse, Paris, 1912, p i - gina 284 y sa 1o.i Vkase, sobre las figuras de 10s santos, ante todo, E. Mble: C a r t religieux ct

la fin du moyen-bge, cap. N .

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12. El espiritu religiose y su expresidn plistica 243

Apolonia es invocada contra 10s dolores de muelas, por haberle sido arrancados 10s dientes en su martirio. Pero una vez asi fijada la es- pecial misi6n misericordiosa de 10s santos, no podia menos de apa- recer un elemento semimecPnico en su veneraci6n. Adscrita la cu- raci6n de la peste a la jurisdiccidn de San Roque, era casi inevitable considerar como persorial este poder del santo, corriendo peligro de desaparecer por completo el miembro intermedio exigido por la Igle- sia: que 10s santos en general s610 traen la salud por su intercesi6n cerca de Dios. Bste era especialmente el caso de 10s catorce auxilia- dores (otras veces cinco, ocho diez o quince) cuya veneraci6n fut muy saliente en la liltima Edad Media. Entre ellos se contaban Santa Birbara y San Cristbbal, cuyas imageries eran de las mis frecuentes. Seg6n las. creencias populares. Dios habia concedido a estos catorce santos el privilegio de que su invocaci6n salvaba del peligro inminen- te a todo el que estuviese en 61:

11% sont cinq sains, en la genealogie, Et cinq sainctes, d qui Dieux octria Benignenlent a la fin de leur vie, Que 10s quiconques de cum les requerra (les invoque de coraz6n), En tous perilr, que Dieux essaucera (oira) Leurs fwieres, pour quelconque mesaise (necesidad) Saiges est done qui ces cinq sewira, Jorges, Denis, Christofle, GilIe et Blaise lm.

En la mente del hombre vulgar tenia que desaparecer por com- pleto la idea de la funcibn meramente intercesoria de 10s santos, an- te semejante delegaci6n de la omnipotencia y de la espontaneidad de acci6n. Los auxiliadores habianse tornado apoderados de la Divi- nidad. Diversos misales de fines de la Edad Media, que contienen el ~ficio de 10s catorce auxiliadores, expresan claramente el caricter in- falible de su intervenci6n: Deus qui electos sanctos tuos Georgium, etc., etc., specialibus privilegiis prae cunctis aliis decorasti, ut omnes, qui in necessitatibus suis eorum implorant auxilium secundum promis- sionem tuae gratiae petitionis suae salutarem consequantur effectum 110.

108 A 10s que Dios concedi6 a1 fin de su vida la gracia de que, etc. 109 Deschamps, I, pAg. 114, nlim. 92; v!, pig. 243, nhm. 1.237. 110 Dios que has honrado a tus santos elegidos, Jorge, etc., etc., prefiriendolos

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244 El otofio de la Edad Media

Por eso la Iglesia post-tridentina ha prohibido sabiamente la rni- sa de 10s catorce auxiliadores como tales, temiendo el peligro de que la fe pudiera aferrarse a ella como un talisman 111. La contemplacidn diaria de un cuadro o una imagen de San Cristbbal pasaba por ser garantia suficiente contra un fin fatal l12.

Si se pregunta cuil puede haber sido el motivo de que se hayan juntado precisamente estos catorce santos en semejante compaiiia de salvaci6n, sorprende la circunstancia de que la imagen plistica de todos ellos contenia algo sensible que excitaba la fantasia: Acacio aparecia con una corona de espinas; Egidio, con una cierva; Jorge, con un drag6n; Blas, en una cueva con animales feroces; Crist6bal. como un gigante; Ciriaco, con el demonio encadenado; Dionisio, con su cabeza debajo del brazo; Erasmo, en su cruel tormento con la devanadera que le extrae 10s intestinos; Eustaquio, con el ciervo qua ostenta la cruz; Pantalebn, como mCdico con un le6n; Vito, en una caldera; Birbara, con su torre; Catalina, con la rueda y la espada; Margarita, con un drag6n 113. No es imposible que la especial aten- ci6n dispensada a estos catorce santos haya salido del atributo ca- racteristico de su imagen.

Un gran n6mero de nombres de santos estaban ligados a deter- minadas enfermedades; asi, el de San Antonio, con diversas enferme- dades gangrenosas de la piel; el de San Mauro, con la gota; 10s de San Sebastiin, San Roque, San Egidio, San Cristbbal, San Valentin y San Adriin, con la peste. Aqui acechaba otro peligro de degenera- ci6n de la fe popular. La enfermedad llevaba el nombre del santo; Euego de San Antonio, ma1 de Saint Maur y sinn6mero de anilogos.

a todos 10s demis, con 10s singulares privilegios de que todo8 10s que imploren su auxilio en sus necesidades conseguirin un saludable efecto de su peticibn, se@n la promesa de tu gracia. Misal de Bamberg, de 1490, en Uhrig, Die 14 hl. Not- helfer ( X I V Auxiliatores), Theol. Quartalschrift, ~ x x , 1888, p8g. 72; cf. el m i d de Utrecht de 1514 y el misal dominicano de 1550, Ada sanctorum Aprilis, t. 111, pP- gina 149.

111 Uhrig, 1. c. (nota anterior). 112 Erasmo: Ratio seu methodus compendio peweniendi ad veram theologiam,

ed. Basel. 1520, p. 171; cf. Moriae Encomium, cap. 40: Colloquia, Militaria, edici6n de Leyden, I, 642.

113 En la balada de Deschamps que acabamos de citar figura tamhien Marta. que habia matado la tarasca de Tarasdn.

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12. El espfritu religiose y su expresi6n pla'stica 245

De este modo, a1 pensar en la enfermedad, el santo figuraba desde un principio en el primer tbrmino del pensamiento. Pero tste hallibase cargado de vehemente emocibn de temor y repulsibn, sobre todo tratindose de la peste. Eos santos abogados de la peste eran celosa- mente honrados en el siglo xv: con oficios en las iglesias, con proce- siones con cofradias, como si todo esto fuera por decirlo asi un se- guro espiritual contra la enfermedad. Fgcilmente podfa, pues, reper- cutir sobre el santo que llenaba el pensamiento la conciencia de la c6lera d ~ i n a que se despertaba fuertemente a cada epidemia. No es la insondable justicia de Dios la que causa la enfermedad, sin0 la c6- lera del santo quien la envia y exige satisfacci6n. Si el santo la cura, lpor qu t no podra causarla? Pero esto era desplazar en un sentldo pagano la fe desde la esfera ktico - religiosa a la esfera migica; de lo cual s610 podia hacerse responsable a la Iglesia por no haber conta- do bastante con 10 mucho que las doctrinas mis puras se enturbian en un espfritu ignorante.

Los testimonios de la presencia de esta idea en el pueblo son bastante numerosos para exduir toda duda. Entre 10s ignorantes son conside- rados muchas veces 10s santos como 10s verdaderos autores de la enfer- medad. Que Saint Antoine me arde es una maldicibn usual. Saint Antoine arde le tripot, Saint Antoine arde la monture! 114 son maldi- ciones en las cuales el santo representa enteramente el papel de un perverso demonio del fuego:

Saint Anthoine me vent (vende) trop chier Son mal, le feu ou corps me boute (en el cuerpo me arroja),

hace decir Deschamps a un mendigo atormentado por una enfermedad de la piel; y 61 por su parte increpa asi a1 gotoso: Si no puedes correr, mejor; ahorraris el portazgo:

Saint Mot (Mauro) ne te fern fremir 116.

Robert Gaguin, que no es en mod0 alguno un enemigo de la vene- racibn de 10s santos en si, describe de la siguiente manera a 10s mendi-

11.1 Ceuvres de Coquillart, ed. Ch. d'Hkicault (BibI. elzmirienne). 1857, u, pigina 281.

115 Deschamps, nbm. 1.230, N, pig. 232.

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gos en su poema burlesco De validorum per Franciam mendicantium varia astucia: "h t e cae a tierra, a la vez que arroja hediondos esputos, y desatina diciendo que es un milagro de San Juan. Otros son pla. gados de phstulas por San Fiaao el Ermitaiio. Vos, oh Damiin, impedis el hacer aguas. San Antonio les quema las articulaciones con un lastimoso fuego. San Pio hace de ellos lisiados y paraliticos" 116.

De las mismas creencias populares se burla Erasmo, cuando hace que Te6timo responda a la pregunta de Philecous, si 10s santos son en el cielo peores que en la tierra: "Si, 10s santos que reinan en el cielo no quieren ser ofendidos. ~Quien era mAs manso que Cornelio, mis bondadoso que Antonio, mis paciente que Juan Bautista, cuando vivian? Pero, {quk espantosas enfermedades no envian ahora, cuando no son honrados como es debido?" 117. Rabelais afirma &e incluso 10s predicadores populares presentaban a sus oyentes a San Sebastiin como autor de la peste, y a San Eutropio (a causa de su analogia fhnica con ydropique) como el de la hidropesialls. Tambikn Henri Estienne menciona una creencia semejante 119.

El contenido afectivo e intelectual de la veneracidn a 10s santos es- taba apegado a 10s colores y las formas de las imageries en una parte tan grande, que esta directa vivencia estetica amenazaba continuamente anular el espiritu religioso. Entre la contemplaci6n del brillo del or0 de la reproducci6n meticulosamente fie1 de las vestiduras, de la piadosa rnirada de 10s ojos y la consideracibn de la viva representacibn del santo en la conciencia, apenas quedaba espacio para reflexionar sobre lo que la iglesia permitia y lo que prohibia tributar como homenaje y devoci6n a aquellos gloriosos seres. Los santos vivian en el espiritu del pueblo justamente como dioses. No nos asombra, pues, que se viese en esto un peligro para la verdadera religiosidad en 10s circulos celosos de la ortodoxia, como el de 10s Windesheimer. Pero sf es sorprendente que esta idea se le ocurra shbitamente a un espiritu como Eustache Deschamps, el banal y superficial poeta &ulico, que es

116 Rob. Gaguin: Epistolae et Omtiones, ed. Thuasne 11, pig. 176. 117 Colloquia, Excquiae Seraphicae, ed. de Leyden, I, c 869 B; cf. Ep. 447.

linea 426; Allen, 11, pig. 303. 1x8 Gargantua, cap. 45. 119 Apologie POUT Hhrodote, cap. 38, ed. Ristelhuber, 1879, 11, phg. 324.

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12. El espiritu religiose y su expresi6n plistica 247

justamente por su limitacibn un espejo tan excelente del thmino medio de la vida espiritual de su tiempo.

Ne faictes pas Ies dieux &argent, D'or, de fust (madera), de pierre cwr d'arain (bmntc). Qui font ydolatrrr la gent., Car I'ouwrage est forme plaisant; Leur painture dont je me plain (quejo) La beaut6 de I'OP reluisant, Font croire d maint peuple incertain (de fe vacilante) Que ce soient dieu pour certain (verdaderos dioses), Et seruent par p~nskes foles Telz ymages qui font caroles Es moustiers oh trop en mettonsl10; C'est tres ma1 fait: a brief paroles (en breves palabras), Telz simulacres n'aourons (no adorernos). ..................,.......,............ Prince, tm Dieu croionr seukmcnt Et aourons parfaictement Aux champs, partout, car c'est raisons @ues esto es lo razonable), Non pas faulz dieux, fer n'ayment (ni hiaro ni i m h ) , ( N i ) Pierres qui n'ont entendement: Telz simulacres n'aourons 121.

<No deberi considerarse como una reaccibn inconsciente contra la veneracibn de 10s santos el gran celo de la lLltima Edad Media por la veneracibn del ingel de la guarda? En la adoracibn de 10s santos habiase petrificado con exceso la fe viva y se anhelaba un estado en que el sentimiento de veneraci6n y la fe en un protector tuviesen menos rigidez. A este fin cabia fijarse en la figura de 10s ingeles, que apenas se habia hecho aJn plistica, y retornar de este mod0 a un sentimiento religioso mis espontineo. Y es de nuevo Gerson, el celoso defensor de la pureza de la fe, quien recomienda frecuentemente la veneracibn del ingel de la guardalzz. Mas tambien aqui amenaza

120 Y adoran, pensando locuras, a semejantes imigenes, que llenan en redondo las iglesias, en las males ponemos demasiadas.

121 Deschamps, VIU, pig. 201, n6m. 1.489. 122 Gerson: De Angelis, Opera, 111, pig. 1.481; De psaeceptis decalogi, I , pig. 431;

Oratio ad bonum angelum suum, 111, pdg. 511. Tractatus VZZZ super Magnificat, IV, pig. 370; cf. 111, pAgs. 137, 553, 739.

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perjudicar a1 contenido piadoso de la veneraci6n la mania de indagar 10s detalles. La studiositas theologorum, dice Gerson, plantea con res- pecto a 10s ingeles toda clase de cuestiones: si no nos abandonan nunca; si saben de antemano que estamos elegidos o condenados; si Jesucristo y Maria tenian ingel de la guarda y si el Anticristo lo tendri; si nuestro buen ingel puede hablar a nuestra alma sin las imigenes sensibles de 10s fantasmas y si nos incitan a1 bien, como el diablo a1 mal; si ven nuestros pensamientos y otras innumerables. Esta studiositas, concluye Gerson, debe quedar reservada a 10s te6logos, mientras que aquellos que estin obligados a preocuparse mPs de la devoci6n que de las sutiles especulaciones deben permanecer alejados de toda curiositas 123.

Un siglo desputs, la Reforma encontr6 la veneraci6n de 10s santos casi inerme y la destruy6. En cambio, dejaba sin atacar la fe en las brujas y en 10s demonios, pues ni aiquiera podia atacarla, ya que era aGn presa de ella. <No residiria la raz6n de que la veneracibn de 10s santos se hubiese tornado en pleno florecimiento caput mortuum, en que casi todo lo concerniente a la esfera espiritual de esta veneraci6n habia llegado a expresarse en la imagen, en la leyenda y en la oraci6n tan integramente que ya no podia despertar sentimiento alguno de respetuoso temor? La veneraci6n de 10s santos habia perdido sus raices en lo informe y lo inefable, raices que tan enormernente fuertes eran en la esfera del pensamiento demonoldgico. Y cuando la Contrarre- forma trat6 de dar nueva vida a la veneraci6n de 10s santos, hubo de empezar por cortar con la podadera de una rigurosa disciplina las cxuberancias y excrecencias de la fantasia popular.

12a Opera, N, pAg. 389.

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Capitulo 13

LOS TIPOS DE RELIGIOSIDAD

L PUEBLO pasaba sus dias en la rutina de una religibn que se habia tornado completamente superficial. Poseia una fe muy firme, que traia consigo temores y bxtasis; per0 esta

fe no sumia a1 iletrado en discusiones ni en luchas espirituales, como habia de hacer mis tarde el protestantismo. La indiferente familia- ridad y llaneza de la vida cotidiana alternaba con espasmos de la mis entraiiable emoci6n religiosa, que no dejaban nunca de acometer a1 pueblo. No se puede comprender el contraste continuo entre la tensibn y la laxitud religiosas, dividiendo, por ejemplo, a la grey religiosa en personas piadosas y personas entregadas a la vida mundanal, como si una parte del pueblo hubiese vivido continuamente con severa reli- giosidad, mientras 10s demds s610 fueran superficialmente religiosos. Nuestra idea del pietism0 del Norte de 10s Paises Bajos y de la Baja Alemania en la ~ l t i m a Edad Media podria inducirnos a error fdcil- mente en este punto. En la deuotio moderna de 10s "FraterhPuser y 10s Windesheimer", habianse apartado efectivamente de la vida mun- danal algunos circulos pietistas. En ellos era duradera la tensi6n religiosa y como personas piadosas par excellence contrastaban con la multitud. Francia y el Sur de 10s Paises Bajos apenas han conocido, sin embargo, esta manifestacidn de la vida religiosa bajo la forma de un movimiento colectivo organizado. Y no obstante, tambih en ellos han ejercido su efecto 10s sentimientos que servian de base a la devotio moderna, no menos que en las tranquilas tierras del Yssel. Pero en el Sur no se lleg6 a un apartamiento anilogo. La mAs elevada devoci6n sigui6 siendo en 61 una parte de la vida religiosa general,' que s610 se revelaba en breves momentos de pasi6n. Es la misma diferencia que separa hasta el dia de hoy 10s pueblos latinos y 10s pueblos

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septentrionales. Los meridionales se preocupan menos de una contra- diccibn, sienten menos la necesidad de sacar todas las consecuencias, pueden conciliar mis fidlmente la actitud familiar y burlona de la vida diaria con la elevada emoci6n del momento de gracia.

El menosprecio del dero, que como una corriente subterrinea fluye a traves de toda la cultura medieval, junto a una elevada veneracibn por el estado sacerdotal, puede explicarse en parte por la mundanalidad del alto clero y la creciente proletarizacibn del bajo y, en parte, por 10s antiguos instintos paganos. El espiritu popular, imperfectamente cristianizado, nunca habia perdido por completo la malquerencia contra el hombre, que no debia luchar y tenia que vivir castamente. El orgullo caballeresco, que tenia sus rakes en el valor y en el amor, apartaba de si el ideal edesiistico, exactamente lo mismo que el rudo sentimiento popular. La degeneracibn del propio clero hizo el resto y asi hacia siglos que las clases altas y bajas se regocijaban ante las figuras del monje deshonesto y del cura gordo y tragbn. Existia siempre un odio latente contra el clero. Cuanto mis vivamente tronaba un predicador contra 10s pecados de su propio estado, tanto mis gustaba de oirle el pueblo'. Tan pronto como el predicador sale a la liza contra 10s eclesiisticos, dice San Bernardino de Sena, olvidan 10s oyen. tes todo lo demh; no hay mejor medio de mantener despierta la atencih, cuando 10s oyentes se adormecen o tienen demasiado calor o demasiado frio2. Mientras, por una parte, la viva excitaci6n religiosa desencadenada en 10s siglos XIV y xv por 10s predicadores popula~es ambulantes tiene su punto de partida en la nueva vida tomada por las drdenes rnendicantes, son justamente 10s monjes mendicantes, por otra parte, 10s que se convierten por su degeneracibn en objeto habitual de la burla y del desprecio. El sacerdote indigno de las novellas, que dice la misa por cuatro perras, como un mezquino asalariado, o a1 que como confesor se abonan las gentes pour absoudre du tout, suele ser un monje mendicantea. Molinet, por lo demis muy piadoso, presta voz en una felicitaci6n de aiio nuevo a la usual befa que se hacia de las drdenes mendicantes:

1 Monstrelet. IV, p8g. 304. 2 Bern. de Sena, Opera, I, p5g. 100, en Hefele, I. c., pAg. 36. 3 Les cent nouuelles nouuelles, n, pig. 157; I.es quinze j q e s d e mariage, pd-

ginas 111, 215.

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Prions Dieu que les Jacobins Puisscnt manger les Augustinc, Et les Carmes soient pendus Des cordes des Frires Menus 4.

El concept0 meraniente dogmitico de la pobreza, como lo encarna- ban las Ordenes mendicantes, ya no satisfacia a1 espiritu. Frente a la

I pobreza simb6lico-formal, como idea espiritual, despikrtase ya el cono- cimiento de la miseria social real. Es en Inglaterra, que ha tenido antes que 10s demis paises 10s ojos abiertos a la visidn econdrnica de las cosas, donde hacia fines del siglo xrv irrumpe por vez primera la nueva comprensibn, dcspuks de haberse anunciado ya largo tiempo antes. El poeta de aquella sofiadora, nebulosa y admirable Vision concerning Pzers the Plowman, es el primer0 que ha visto a las multi- tudes que se atormentan cargadas de trabajo; y lleno de odio por 10s monjes mendicantes, por 10s ociosos, por 10s disipadores y por 10s mentidos necesitados -10s ualidi mendicantes- que constituian la

I plaga de la Edad Media, encomia la santidad del trabajo. Pero tam- poco en 10s circulos de la alta teologia teme un hombre como Pierre d'Ailly oponer a 10s mendicantes, 10s vere pauperes, 10s verdaderos pobres. No es una casualidad que la devotio moderna, a la vez que volvia a tomar gravemente la fe, apareciese en cierto antagonism0 con las Ordenes mendicantes.

Todo lo que sabemos de la vida religiosa cotidiana de aquel tiempo, mukstranos una brusca alternativa de contrastes cdsi inconciliables. Las injurias y el odio contra 10s sacerdotes y 10s monjes sblo son el reverso de una general y profunda adhesi6n y veneracibn. Igualmente alterna una ingenua superficialidad con un exceso de intimo ardor en la manera de entender y cumplir 10s deberes religiosos. El aiio 1437, despuks del regreso del rey de Francia a la capital, celkbranse unos funerales muy solemnes por a h a del conde de Armagnac, con cuyo asesinato habian empezado 10s turbios aiios que acababan de transcurrir. El pueblo afluye en masa, per0 queda muy decepcionado a1 ver que no se reparte dinero. Pues mPs de cuatro mil personas acudieron, dice el burgues de Paris benkvolamente, las cuales no ha-

4 Molinet: Faictz et dictz, f. 188 vso.

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brian acudido si no hubiesen esperado que les cayese algo en suerte. Et le maudirent qui avant priLrent pour h i s . <No es Cste el mismo pueblo de Paris que contempla las numerosas procesiones derramando un mar de ligrimas y que se postra a1 oir las palabras de un predicador ambulante? Ghillebert de Lannoy vi6 c6mo fuC apaciguado en Rotter- dam un motin por un sacerdote que levant6 el Corpus domini 6.

El rudo contraste y las grandes alternativas de tensi6n muCstranse en la vida religiosa del culto exactamente lo mismo que en la de la masa ignorante. La iluminaci6n divina sobreviene siempre de un golpe, es siempre la repetici6n atenuada de lo que en tiempos antiguos habia vivido Pablo, de lo que habia vivido Francisco cuando oy6 de slibito las palabras del Evangelio, como una orden inmediata. Un caballero oye leer la f6rmula del bautismo, como acaso la ha oido ya leer veinte veces; mas de repente solprCndele la profunda santidad y la milagrosa eficacia de aquellas palabras, y se propone rechazar en adelante a1 demonio s6lo recordando el bautismo y sin hacer la sefial de la cruz 7. Le Jouvencel debe asistir a un duelo. Los litigantes e s t h dispuestos a jurar sobre la hostia su derecho. De pronto ve el caba- llero la indefectible necesidad de que uno de aquellos dos juramentos sea falso, de que uno de 10s dos litigantes se acarree su condenacibn, y grita: NO juseis, luchad s610 por 10s quinientos escudos puestos, sin prestar juramento!" 8

La religiosidad de 10s grandes personajes time tambikn con mucha frecuencia ese caricter convulsivo que caracteriza la religiosidad popu- lar, justamentc por efecto del lastre de prolija pompa y de inmoderada sensualidad que gravita sobre la vida de 10s mismos. Carlos V de Francia abandona frecuentemente la caza en el momento mis emocio- nante para ir a misag. La joven Ana de Borgoiia, esposa del duque de Bedford, regente inglCs de la Francia conquistada, indigna en cierta ocasicin a 10s habitantes de Paris por salpicar de barro una procesi6n a1 pasar a galope tendido -mientras que otra vez abandona a media noche el estruendo de una fiesta de la corte para ir a escuchar 10s

5 ]ournaI d'un bourgeois, pQg. 916, cf. pig. 242, ndm. 514. e Ghillebert de Lannoy: Oeuvres, ed. Ch. Potoin, Lovaina, 1878, pig. 163. 7 Les cent nouvelles nouvelles, 11, pAg. 101. 8 Le Jouvencel, 11, phg. 107. 9 Songe du vie1 pdlerin, en Jorga: Phil. de MhiJres, pig.4236.

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13. Los tipos de religiosidad 253

maitines en 10s Celestinos. Y su temprana muerte fut consecuencia de la enfermedad que contrajo visitando a 10s pobres enfermos en el hospital 10.

El contraste de piedad y pecado llega hasta el extremo mPs enig- mat ic~ en una figura como Luis de Orleins, que es el mundano mis disoluto y esclavo de A U S pasiones entre todos 10s grandes adoradores de la sensualidad y del placer. Llegb a entregarse a las artes miigicas y a no querer abandonarlas 11. Este mismo OrlePns es, sin embargo, tan devoto, que tiene en 10s Celeatinos su celda en el Dormitorium general. Alli toma parte en la vida conventual, oye 10s maitines y la misa de medianoche y muchas veces hasta cinco y seis misas a1 dia 12.

Horror da la mezcla de religibn y crimen en Gilles de Rais, el cual, en medio de sus infanticidios de Machecoul, funda una misa en honor de 10s Santos Inocentes para la salvacibn de su alma y se asombra cuando sus jueces le reprochan que es un hereje. Y si en otros anda emparejada la religiosidad con pecados menos sangrientos, muchos de ellos encarnan el tip0 del mundano devoto: asi el bPrbaro Gaston Febo, conde de Foix, el frivol0 rey Rene, el refinado Carlos d'orleins. Juan de Baviera, tan ambicioso de podrr como duro de coraz6n, viene a ver disfrazado a Ludivina de Schiedam, para hablar con ella del estado de su alma l3. Jean Coustain, el desleal servidor de Felipe el Bueno, un impio que apenas oia misa y nunca daba una limosna, vu6lvese a Dios, ya entre las manos del verdugo, con una apasionada invocacibn en su grosero dialect0 borgofibnl4.

El propio Felipe el Bueno es uno de 10s ejemplos mis concluyentes de aquella uni6n de religiosidad y espiritu mundanal. El hombre de las fiestas esplkndidas y de 10s numerosos bastardos, del astuto cilculo politico y del violento orgullo y cblera, es sinceramente piadoso. Suele permanecer en su reclinatorio un largo rat0 desputs de la misa. Ayuna a pan y agua cuatro dias por semana y ademis en todas las vigilias de Nuestra Sefiora y de 10s Apbstoles. Muchas veces a6n no ha comido nada a las cuatro de la tarde. Da muchas limosnas y todas en secre-

10 Journal d'un bourgeois, pigs. 214, 289% 11 Gerson: Opera, I , phg. 206. 12 Jorga: Philipe de Me'ziCres, pig. 506. 13 W. Mol l : Johannes Brugman, 11, pig. 125. 1.1 ha st el la in, IV, pAgs. 263-5.

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to15. Despuks de la sorpresa de Luxemburgo, permanece, acabada la misa, sumido tanto tiempo en su breviario y en especial accih de gracias, que su skquito, que le espera a caballo, pues aim no esti ter- minada la lucha, se impacienta; bien podria el duque dejar para otra vez el rezar todos esos Padrenuestros. Se le advierte que arnenaza peligro si se retrasa mBs. Pero Felipe s610 responde: Si Dieu m'a donnk victoire, iiE la me gardera 16.

No hay que buscar en nada de esto apariencias de santidad o va- nidosa beateria. Es una tensi6n entre dos polos espirituales, que apenas es posible a1 espiritu maderno. Esta posibilidad es perfectamente com- patible con el expreso dualismo que hay en la fe en un reino de Dios, a1 que se opone, separado por un abismo, el mundo del pecado. En el espiritu medieval son absorbidos por la religi6n todos 10s sentimien- tos mis elevados y mis puros, mientras que 10s impulsos naturales y sensibles son arrojados conscientemente y tienen que descender a1 nivel de una vida mundanal, despreciada como pecaminosa. En la con- ciencia del hombre medieval f6rmanse y coexisten, por decirlo asi, dos concepciones de la vida; la concepci6n piadosa y ascktica ha atraido todos 10s sentimientos morales, per0 tanto m8s desenfrenadamente se venga el sentido mundanal de la vida, abandonado por completo a1 diablo. Si una de las dos lo domina todo, tenernos delante a1 santo o a1 pecador desbocado; mas por lo regular se contrapesan mutuamente con grandes oscilaciones, y asi vemos c6mo 10s magnificos pecados de aquellos hombres apasionados hacen brotar a veces en ellos con tanta m8s vehemencia una religiosidad desbordante.

Ver a un poeta medieval componer 10s himnos mis piadosos y Iuego versos tan profanos y obscenos, como hacen muchos, por ejem- plo, Deschamps, Antoine de la Salle, Jean Molinet, es todavia menos que en un poeta modern0 raz6n bastante para atribuir estos productos

a hipottticos periodos de mundanalidad y de arrepentimiento, Hay que aceptar la contradicci6n que nos parece casi inconcebible.

Esta kpoca conoce mezclas sumamente singulares de extraiio amor

la Chastellain, ~ r , pPg. 500; VII, pPg. 222. Jean Germain: Liber de Virtutibus, pdg. 10 (la prPclica menos rigurosa de 10s ayunos, mencionada en este libro, puede rekrirse a otra Ppoca) : Jean Jouffroy: De Philippo duce oratio (Chron. rel. d I'hist. de Belg. sous la durn. des dues de Bourg., 111). pig. 118. 16 La Marche, XI, pig. 40.

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13. Los tipos de religiosidad 255

a la pompa con una estricta devoci6n. La ind6mita necesidad de exornar y presentar pintorescamente todas las cosas del mundo y de la vida no se exterioriza s610 en las obras de pintura, orfebreria y escultura con que se recarga la fe. El hambre de color y de brillo se apodera en ocasiones hasta de la misma vida mon6stica. El Hermano Tom& se inflama hablando contra el lujo y contra la sensualidad, per0 el tablado desde donde habla esti guarnecido por el pueblo con 10s. tapices mis ricos que han podido encontrarsel7. Philippe de MCzikres es el tipo mis perfecto de esta pomposa religiosidad. Para la Orden de la Pasibn, que Cl quiso fundar, resolvi6 con la mayor minuciosidad todas las cuestiones de vestuario. Lo que sueiia realizar es justamente una sinfonia de colores. Los caballeros todos deben ir, segGn su rango, de rojo, verde, escarlata o azul celeste; el Gran Maestre debe ir de blanco; y blancos deben ser tambiCn 10s trajes de gala. La cruz debe ser roja; 10s cinturones, de cuero o de seda con hebillas de cuerno y adornos de l a t h dorado; las botas, negras, y roja la gorra. TambiCn es descrito exactamente el vestido de 10s hermanos, sirvientes, eclesi6sticos y mujeresls. De la Orden no se sabe nada; Philippe de MCzikres fuC durante toda su vida el gran soiiador de rruzadas y proyectista. Pero encontr6 en Paris, en el monasterio de 10s Celestinos, el lugar capaz de satisfacerle: tanto como era rigurosa la Orden, tanto relucian de oro y piedras preciosas la iglesia y el mo- nasterio, mausoleo de principes y princesas 19. A Cristina de Pisan pareciale aquella iglesia acabadamente hermosa. Mezieres residia en el monasterio como lego, tomando parte en la vida rigurosa de sus moradores; per0 seguia, sin embargo, en relaciones con 10s grandes sefiores e ingenios de su tiempo, constituyendo la antitesis mundano- artistica de Gerard Groote. Alli trajo tambikn a su regio amigo Orleins, que encontr6 en aquel monasterio 10s momentos de arrepen- timiento que tuvo en su disipada vida y, por hltimo, el lugar donde repos6 tempranamente. No es seguramente casualidad que 10s dos principes enamorados de la pompa, Luis de Orldns y tu tio Felipe el Atrevido, de Borgoiia, escogiesen como lugares para desplegar su

1 7 Monstrelet, IV, pig. 302. 18 Jorga: Philippe de MiziLres, pig. 8850. 10 Cf. Jorga, 1. c., pig. 444; Champion: Villon, I, pig. 17.

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amor a1 arte justaniente las casas de la mis rigurosa entre las drdenes monisticas, donde, en contraste con la vida de 10s monjes, no hacia sino brillar rnis aGn la magnificencia: Orleins, 10s Celestinos; Borgofia, la Cartuja de Champmol, junto a Dijon.

El viejo rey RenC descubrid, cazando en las cercanias de Angers, a un ermitafio: era un sacerdote que habia abandonado su prebenda y vivia de pan negro y frutos del campo. El rey, conmovido por su virtud, mand6 edificar para 61 una celda y una capillita. Para si mismo aiiadi6 un jardin y un modesto pabelldn, que hizo adornar con pin- turas y alegorias. Con frecuencia iba hasta alli para platicar en son cher errnitage de Recule'e con sus artistas y eruditos20. 2Es esto Edad Media?, ies Renacimiento, o no es mis bien siglo XVIII? Un duque de Saboya se hace ermitado, per0 con cintur6n dorado, gorro rojo, cruz de oro y buen vino 21.

No hay mis que un paso desde esta magnificencia en la devocidn a manifestaciones de humildad hiperbblica, que estin llenas de pompa a su vez. Olivier de la Marche conservaba, desde sus afios de niiio, el recuerdo de la entrada de Jacques de Bourbon, rey de NApoles, que habia renunciado a1 mundo por influencia de Santa Colette. El rey, pobremente vestido, haciase llevar en un dornajo de la basura: telle sans aultre difference que les civieres (dornajos) en quoy t o n porte Ees fiens (excrementos) et les ordures communement. Pero detris mar- chaba un elegante skquito. Et ouys (oi) racompter et dire -dice La Marche llcno de admiraci6n- que en toutes les villes ou il venoit, ii faisoit semblables entrtes par humilitt 22.

Inspiradas por un espiritu de humildad, ciertamente no tan pinto- resco, estin las recomendaciones hechas por muchos santos modelos para que les sepulten de un mod0 que reproduzca exactamente toda la indignidad del difunto. San Pedro Thomas, el amigo intimo y director espiritual de Philippe de Mtzihres, cuando siente acercarse la muerte, se hace meter en un saco, atar una cuerda a1 cue110 y poner en el suelo. De este mod0 imita en mayores proporciones el ejemplo de San Francisco, que tambien se habia hecho poner en tierra a1 llegar

20 Oeuvres du roi Rend, ed. Quatrebarbes, I, pig. CX.

21 Monstrelet, v, pig. 1.12. 22 La Marche, I, pig. 194.

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13. Los t ips de religiosidad 257

la hora de su muerte. "Enterradme, dice Pedro Thomas, a la entrada del coro, para que tenga que pisar sobre mi cadiver todo el mundo, y hasta las cabras y 10s perros si es posible" 23. Mtzitres, el discipulo que admira a su maestro, quiere superar a 6ste en humildad de fan- tasia. A 61 deben ponerle en sus 6ltimas horas una pesada cadena de hierro en torno a1 cuello. Tan pronto como haya entregado el espiritu, deben arrastrarle desnudo y por 10s pies hasta el coro. Alli debe per- manecer hasta que se le ponga en el sepulcro, tendido, 10s brazos en forma de cruz, atado con tres cuerdas a una tabla, en lugar del ataud costosamente adornado, sobre el cual acaso habrian pintado su vano y mundanal escudo de armas, se Dieu l'eust tant hay (odiado) qu'il lust mors es cows des princes de ce monde. La tabla, cubierta con dos varas de cafiamazo o gosera tela negra, debe ser arrastrada con la misma rudeza hasta la fosa, y en ella debe ser arrojada la carroiia del pobre peregrino, desnudo como est9. Debe ponerse tan s6l0 una pe- queiia lipida, y s610 se debe dar noticia de su muerte a Martin, su buen amigo en Dios, y a 10s ejecutores de su dltima voluntad.

Comprtndese casi de suyo que este espiritu protocolario y ceremo- nioso, este proyectista y amador de extravagancias, haya hecho toda m a serie de testamentos. En 10s 6ltimos ya no se habla de esta dispe sici6n del aiio 1392, y cuando Mezieres muri6 en 1405, fut sepultado del mod0 habitual, con el hibito de sus arnados Celestinos, y sobre su sepulcro fueron puestas dos insaipciones de que 61 mismo era autor probablemente Z4.

En el ideal de la santidad --casi podia decirse en el romanticismo de la santidad- todavia no ha introducido el siglo xv nada que anuncie una nueva 6poca. Ni siquiera el Renacimiento ha modificado este ideal. No influido por las grandes corrientes que empujaron la cultura por nuevos derroteros, sigui6 siendo el ideal de 10s santos lo que habia sido siempre. El santo no tiene tiempo, como el mistico. Los tipos de santos de la Contrarreforma son a6n 10s mismos de la 6ltima Edad Media, y tstos no se distinguen por ninglin rasgo esencial de 10s de la primera. Tanto en una como en otra edad hay 10s grandes santos de la palabra ignea y de la acci6n forjada a1 rojo: en una, Ignacio de

23 Acta Sanctorum Jan., t. 11, pig. 1.018.

24 Jorga, 1. c., pigs. 509, 512.

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Loyola, Francisco Javier, Carlos Borromeo; en otra, Bernardino de Sena, Vicente Ferrer, Juan Capistrano. Junto a ellos, 10s extasiados silenciosamente en el amor divino, que se acercan a1 tip0 del santo musulmin o budista, un L ~ i s Gonzaga en el siglo xvr, Francisco de Paula, Colette, Pedro de Luxemburgo en 10s siglos XIV y xv. En metlio de estos dos tipos estin todas aquellas figuras que tienen algo de ambos extremos, reuniendo tambitn a veces sus cualidades elevatlas a la m9s alta potencia.

El romanticismo de la santidad debe ponerse en la misma linca que el romanticismo de la caballeria. Ambos responden a la misma nece- sidad: ver realizadas en una persona ciertas representaciones ideales de una determinada forma de la vida, o darles cuerpo en la literatura. Es notable que este rornanticismo de la santidad se haya con~placido en todos 10s tiempos rnucho mis en 10s extremos de la humanidad y de la continencia lindantes con lo fantfistico que en 10s grandes hcchos capaces de elevar la cultura religiosa. No se conquista la santidad con 10s servicios prestados a la sociedad y a la Iglesia, por grandes que sean, sino con una piedad excepcional. Los grandes energetas s6io alcanzan la fama de la santidad cuando sus hechos estin envueltos en el brillo de una vida sobrenatural; por eso no es santo Nicolis de Cusa, per0 si lo es su colaborador Dionisio Cartujano25.

A nosotros nos interesa, ante todo, observar la actitud que tomaron frente a1 ideal de la santidad 10s circulos de la cultura refinada y pom- posa, aquellos circulos que rendian homenaje a1 ideal caballeresco y lo cultivaron hasta mPs all i de 10s limites de la Edad Media. Sus con- tactos con aquel ideal no son, natulalmente, tan numerosos; per0 no Caltan. Los mismos circulos de 10s principes han producido algunas veces en esta tpoca un santo. Uno de ellos es Charles de Blois. Per- tenecia kste, por su madre, a la casa de Valois, y se encontr6 por su rnatrimonio con la heredera de Bretaiia, Jeanne de Pentikvre, compli- cad0 en una lucha por el trono, que ocup6 la mejor parte de su vida. En su matrimonio se le habia impuesto por condici6n tomar las arinas v la defensa del ducado. Enfrente tiene otro pretendiente, Jean de Montfort, y la lucha por Bretaiia coincide con el comienzo de la guerra

25 No time importancia en este sentido que la Iglesia haya declarado santii o simplemente bienaventurada a la persona en cuestibn.

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13. Los t i p s de religiosidad 259

de 10s Cien Aiios. La defensa de las aspiraciones de Montfort es una de las complicaciones que inducen a Eduardo 111 a venir a Francia. El conde de Blois emprende caballerescamente la lucha y pelea como ios nlejores caudillos de su tiempo. Hecho prisionero en 1347, poco antes del sitio de Calais, permanece hasta 1356 en Inglaterra. S610 en 1862 puede elnprender de nuevo la lucha por el ducado, para encontrar el aiio 1364 la muerte en Aurai, donde se bate valientemente con Bertrand du Guesclin y Beaumanoir.

Este hkroe de la guerra, cuya vida exterior no discrepa en nada de la de tantos pretendientes a coronas y caudillos de aquel tiempo, llev6 desde su juventud una vida de riguroso ascetismo. De niiio ixnpidi6le su padre leer libros de piedad, por no parecer kstos adecuados para un seiior de su condici6n. Pero mas adelante duerme sobre paja, en el suelo, junto a1 lecho de su esposa. Cuando muere como un guerrero, encuhtrase un traje de cerdas debajo de su armadura. Confiesa todas las noches antes de acostarse, pues dice que ning~in cristiano debe dormir en pecado. Durante su cautiverio en Londres suele ir a 10s cementerios para rezar de rodillas el salmo Dc profundis. Su acompa- fiante, un escudero bretbn, a quien ruega que le responda, se niega a ello. "No, dice; ahi yacen 10s que han matado a mis padres y amigos y han quemado sus casas".

Despuks de su liberaci6n quiere ir descalzo por el terreno acciden- tado de La Froche-Derrien, donde habia sido hecho prisionero, en pe- reginaci6n a Trkgnier, al sepulcro de San Yves, el venerado patron0 de Bretaiia, cuya vida habia escrito en el cautiverio. El pueblo se entera y cubre el camino con paja y paiios; per0 el conde de Blois escoge otro camino y corre desollandose 10s pies, hasta el punto de no poder andar durante quince semanas 2% Inmediatamente despuks de su muerte hacen 10s principes parientes suyos, entre ellos su yerno Luis de Anjou, un intento para canonizarlo. En 1371 tiene lugar en Anger el proceso que conduce a beatificarlo.

Lo notable es que este Charles de Blois, si hemos de creer a Frois- sart, tuvo un bastardo. Lh fu occis en bon couuenant (dicho en buena

za AndrC Du Chesne: Hist. de la maison de ChactilIon-sur-Marne. Paris, 1621; Preuves, &s. 126, 131. Extraict de I'enqueste faite pour la canonization de Charles de Blois, pigs. 223, 234. Ahora en 10s Monuments du proch de canonisation d u bienheureux khcl-les de Blois, duc de Brelagne, S. Brieuc, 1921.

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Iorma) li dis messires Charles de Blois, le viaire sus ses ennemis (cara a 10s enemigos) et uns siens filz bastars qui s'appeloit messires Jehans de Blois, et pluiseur aultre chevalier et escuier de Bretagne27. iEs necesario rechazar esta noticia como una evidente falsedad728. <O cabe admitir que el conflict0 entre la religiosidad y la sensualidad, que luchaban en Eiguras como las de Luis de Orleins y Felipe el Bueno, se daba en el conde de Blois en mayor medida a h ?

No nos pone ante una cuestibn semejante la vida de otro santo de aquel tiempo perteneciente a la alta nobleza, Pedro de Luxemburgo. Este vistago de la estirpe de 10s condes de Luxemburgo, que en el siglo XIV ocupaba un puesto tan eminente, asi en el Imperio alemin como en las cortes de Francia y de Borgoiia, es un excelente ejemplo del tipo que William James llama the under-witted saint 29, un espi- ritu estrecho que s610 puede vivir en un pequeiio mundo de ideas piadosas temerosamente cerrado. Habia nacido en 1369, o sea no mu- cho antes de que su padre Guy cayese en Basweiler (1371), en la lucha entre Brabante y Geldern. Su historia espiritual nos lleva de nuevo a1 rnonasterio de 10s Celestinos de Paris, donde a 10s ocho aAos estA en 1elaci6n con Philippe de Mkzikres. Ya de niiio lo cargan de dignida- des eclesiisticas: primcro, con diversas canonjias; a 10s quince aiios, con el obispado de Metz; mPs adelante, con la dignidad cardenalicia. No tenia todavia dieciocho aiios cuando muere (1587), y en seguida se afanan en Avignon por canonizarlo. Para ello se acude a las mayores autoridades: el rey de Francia hace la proposicihn y es apoyado por el cabildo y por la Universidad de Paris. En el proceso, que tiene lugar el afio 1389, figuran como testigos 10s primeros sefiores de Francia: el hermano de Pierre, Andre de Luxembourg, Louis de Bourbon, En- guerrand de Coney. A consecuencia de la actitud negligente del Papa de Avignon no llega la canonizacibn (en 1527 tuvo lugar la beatifi- caci6n) ; pero la veneracibn que podia justificar el intento estaba reconocida hacia largo tiempo y sigui6 desarrollindose sin obsticulo. Sobre el lugar de Avignon en que estaba sepultado el cuerpo de Pedro de Luxemburgo y donde se contaba que sucedian diariamente 10s

27 Froissarr, ed. Luce. vl, pig. 168. 28 Las razones con que Dom Plaine, Revue des questions historiques, XI, pig. 41,

impugna el testimonio de Froissart, no me parecen suficientes. 20 W. James: The narieties of religious experience, pigs. 970 y ss.

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13. Los tipos de religiosidad 26 1

milagros mis notorios, fund6 el rey un monasterio de Celestinos, a imitaci6n del monasterio de Paris, que era en aquellos dias el santuario preferido de 10s circulos cortesanos. A poner la primera piedra en nombre del rey vinieron 10s duques de OrlePns, de Berry y de Borgo- iiam. Pierre Salmon refiere c6mo oy6 la misa algunos aiios despuCs cn la capilla del san:o 31.

La imagen de este principe asceta prematuramente muerto, que esbozan 10s testigos en el proceso de canonizacion, es algo lamentable. Pedro de Luxemburgo es un muchacho exageradamente precoz, tisico, que ya de niiio no cunoce otra cosa que la gravedad de una fe angus tiosamente severa. Riiie a su hermano pequeiio, cuando se rie, porque ha leido que ATucstro Sefior ha Ilorado, per0 no que haya reido. Douls, courtois et debonnuire -1e llama Froissart-, uierge de son corps, moult large aumosnier. Le plus du jour et de la nuit il estoit en oroisom. En toute sa vye i l n'y ot fors (no hubo mis que) h ~ m , i l i t e ' ~ ~ . En un principio intentan sus nobles familiares apartarlo de sus planes de renuncia a1 mundo. Cuando habla de recorrer el pais predicando, le responden: "Sois demasiado alto; todos os reconocerian en el acto. Y no resistirias a1 frio. <Y c6mo podriais predicar la cruzada?" Hay un momento en que se nos hace perceptible el tono fundamental de este pequeiio espiritu inflexible: Je uois bien -dice Pedro- qu'on me ueut faire venir de bonne uoye a la rnaluaise: certes, certes, si je m'y mets, je feray tant que tout le rnonde parlera de moy. Seiior, responde el maestro Jean de Marche, su confesor, no hay nadie que quiera que hagiis el mal, sino s61o el bien.

Comprkndese que sus ilustres parientes sintiesen finalmente admi- racidn y orgullo ante aquel caso, cuando las inclinaciones asckticas del muchacho demostraron ser inextirpables. 1Un santo, y un santo tan joven, en medio de ellos! Representernonos a aquel joven delgado y enfermo. Bajo el peso de sus dignidades eclesiisticas, en medio de la pr6diga magnificencia y de la orgullosa vida cortesana de Berry y de Borgoiia, estk 61 cubierto de mugre y de parisitos, preocupado siempre

30 Ordonnances des rois de France, torno VIII, pfig. 398, nov. 1400; 426, 18 marzo 1401.

Memoires de Pierre Salmon, ed. Buchon: Boll. de chron. nationales, ge Sup. plkment de Froissart, torno xv, p5g. 49. 32 Froisart, ed. Kervyn, XII, pitg. 40.

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con sus pequeiios pecados. Confesar habiase tornado en 61 una mala costumbre. Todos 10s dias apuntaba sus pecados en una cedulilla, y cuando por ir de viaje no habia podido hacerlo, hacialo despuks, escri- biendo durante las horas que fuesen menester. Veiasele escribir de noche o leer apresuradamente su lista a la luz de una bujia. Levant&- base a media noche para confesarse con alguno de sus capellanes. Muchas veces llamaba en van0 a las puertas de sus dormitorios; se hacian 10s sordos. Si encontraba oido, leia 10s pecados escritos en la cedulilla. De dos a tres confesiones por semana, habia pasado, en sus hltimos dias, a dos confesiones por dia; el confesor ya no podia sepa- rarse de su lado. Y cuando por fin muri6 de la tisis, despuks de haber rogado que le enterrasen como si fuese un pobre, encontr6se un caj6n entero lleno de las cedulillas, en que estaban apuntados, dia por dia, 10s pecados de aquella pobre vida 33.

El deseo de tener un santo entre 10s pr6ximos antepasados de la casa real, indujo, en 1518, a Luisa de Saboya, la madre de Francisco I, z mover a1 obispo de Angulema a hacer una inquisici6n con el fin de beatificar a Jean d'AngoulCme. Juan de Orleins o de Angulema cra el hermano menor de Carlos de Orlerins, el poeta, y el abuelo de Francisco I. Habia vivido prisionero de 10s ingleses desde 10s doce hasta 10s cuarenta y cinco aiios, y m8s tarde habia llevado en su castillo de Cognac una vida retirada y piadosa hasta su muerte (1467). No habia reunido s610 libros como otros principes, sino que 10s habia leido. Habiase hecho un fndice de 10s Canterbury Tales de Chaucer, rompuso poesias piadosas, copiaba recetas y parece haber sido de una religiosidad bastante vulgar. De 61 es completamente seguro que tuvo su bcitard d'Angoultme, pues existe la carta de legitimacibn. Los es- fuerzos para beatificarlo continuaron hasta el siglo xwr, per0 no logra- ron su fin 34.

83 Acta Sanctorum Julii, t . I , pigs. 486, 628. El profesor Wensinck me ha indi- cad0 que la costumbre de apuntar diariamente 10s pecados estaba consagrada por una tradici6n muy antigua; que ya es descrita por San Juan Climaco (c. GOO), Scala Purudisi, ed. Raderus, Paris, 1633, pig. 65; que tambien es conocida en el Islam, en Ghazbli, y que es recomendada por San Ignacio de Loyola en 10s Exer- cilia spiritualia.

34 Sobre 61, cf. G. Dupont Renier: Jean dlOrleans, comte d'Angoul&me d'aprh sa bibliothdque, en Luchaire, Me'langes d'histoire du Moyen-Age, 111, 1897, pigs. 33,

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13. Los t i p s de religiosidad 263

Hay todavia un caso que nos aclara en cierta medida la relaci6n entre 10s circulos cortesanos y la santidad: la estancia de San Francisco de Paula en la corte de Luis XI. El singular tipo de religiosidad de este rey es tan conocido, que no necesitamos describirlo extensamente. Luis, qui achetoit la grace de Dieu et de la Vierge Marie ri plus grans deniers que oncque, ne fist roy 35, presenta todas las cualidades del fetichismo mPs espontaneo y mis vulgar. Su veneraci6n por las reli- quias, su pasi6n por las peregrinaciones y las procesiones parecen carecer de toda elevada inspiraci6n sagrada, de toda sombra de res- petuoso temor. Trata con 10s objetos mis santos como si s6lo fuesen costosos objetos domksticos. La cruz de Saint Laud, que estaba en Angers, hubo de venir a Nantes s610 para que pudiese ser prestado sobre ella un juramento 36, pues un juramento sobre la cruz de Saint Laud valia para Luis mAs que cualquier otro juramento. Cuando el Connetable de Saint Pol, que se ha encomendado a1 rey, ruega a Cste que le jure por la cruz de Saint Laud que estP en seguridad, responde el rey: "Cualquier juramento menos &ten 37. Cuando se aproxima el fin tan extremadamente temido por 61, le envian de todas partes las mis preciosas reliquias: el Papa le remite, entre otras, el corporal de San Pedro; hasta el Gran Turco le ofrece una colecci6n de reliquias que a6n habia en Constantinopla. Sobre la mesa situada junto a1 lecho del rey estaba la Santa Ampolla, traida de Reims, de donde nunca se habia alejado hasta entonces. Algunos decian que el rey habia querido experimentar la virtud milagrosa del 61eo contenido en el santo recipiente, ungiendo con 61 todo su cuerpo 38. estos son rasgos de una religiosidad primitiva, como la que se encuentra, por ejemplo, cn 10s reyes merovingios.

Apenas puede trazarse un limitc entre el furor coleccionista de Luis cuando se trata de animales ex6ticos, como renos y alces, y cuando se trata de preciosas reliquias. Sostiene correspondencia con Lorenzo de Mtdici acerca del anillo de San Zanobis, un santo local de Florencia,

88; el mismo, La Coptiuite' de Jean d'orleans, comte d'Angoul&me, Revue histo- r i p e , t . LXII, 1896, pigs. 42, 74.

85 La Marche, I, pag. 180. 36 Lettres de Louis X I , tom0 VI, pdg. 514; cf. V, pig. 86; X, pig. 65. 37 Commines, I, pig. 291. 38 Commines, 11, pdgs. 67, 68.

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y acerca de un agnus Dei, un product0 vegetal llamado tambitn agnus rcythicus, que pasaba por ser tan raro corno milagroso 39. En la extra- vagante organizacih domestics del castillo de Plessis 16s Tours encon- tribanse pintorescamente mezclados en 10s 6ltimos dias de Luis piadosos intercesores y mdsicos arnbulantes. "Por este tiempo hizo venir eI rey un gran nhmero de mdsicos ambulantes, que tocaban instrumentos de cuerda y de madera, 10s cuales hospedaba en Saint- Come, cerca de Tours, donde se reunieron hasta 120, entre ellos muchos pastores del territorio de Poitou. Tocaban con frecuencia ante el alojamiento del rey, sin que llegasen a verlo, a fin de que disfrutase con 10s instrumentos dichos y matase el tiempo, corno tambien para mantenerlo despierto. Y, por otra parte, hizo venir alli tambikn un gran ndmero de santurrones, beatas y personas devotas, corno ermitafios y santas uiaturas, para que rogasen incesantemente a Dios que no hiciese morir a1 rey, sino que le permitiese vivir adn" 40.

Tambitn San Francisco 'de Paula, el eremita calabrks, que aun super6 la humildad de 10s minoritas con su fundaci6n de 10s minimos, es en sentido literal objeto del furor coleccionista de Luis. Cuando el rey pidi6 en su 6ltima enfermedad la presencia del santo, fuk con el designio expreso de que alargase por su intercesibn la vida del rey *I.

Desputs de haber enviado sin fruto diversas embajadas a1 rey de NA- poles, logra el rey asegurarse, por medio de trabajos diplomiticos cerca del Papa, la visita del taumaturgo, muy contra la voluntad de tste. Una escolta de nobles va a buscarle a Italia 42. Per0 cuando ya esti alli no se siente Luis seguro de 61, "porque ya habia sido engaiiado por varios so capa de santidad", y por instigaci6n de su medico de cimara hace espiar a1 hombre de Dios y pone a prueba su virtud por todos 10s modos posibles 43. El santo resiste admirablemente todas las pruebas. Su ascetismo es de la indole mis birbara y recuerda a sus compatriotas del siglo X, San Nilo y San Romualdo. Huye en cuanto ve una mujer.

S9 Commines, 11, +g. 57; Lettres, x , pig. 16; IX, pig. 260. 40 Chron. scand., 11, pig. 122. 41 Commines, 11, pigs. 55, 77. 42 Acta Sanctorum Apr., t. I, pig. 115, Lettres de Louis XI , t . x, pigs. 76. 90. 43 Sed uolens caute atque astute agere, popterea quod a pluribus fuisset sub

umbra sanctitatis deceptw, decrevit variis modis experiri virtutem semi Dei. Acta Smctorum, 1. c .

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13. Los t i p de religiosidad 265

No ha tocado una moneda desde sus aiios infantiles. Duerme las m8s de las veces de pie o arrimado a una pared. No se corta nunca ni el pel0 ni la barba. No toma nunca alimento animal y sblo se hace llevar raices 44. Ahn durante sus hltimos meses escribe el rey personalmente para obtener la alimentaci6n apropiada a su singular santo: Monsieur de Genus, je vous prte de m'envoyer des citrons et des oranges douces et des poires mwcadelles et des pastenargues (pastinacas) , et c'est pour le saint homme qui ne mange ny chair ny Poisson: et v o w m e feris ung fort grant plaisir45. Luis no le llama de otro mod0 que le samt homme, de suerte que hasta Commines, que vi6 a1 santo varias veces, parece no haber sabido nunca su nombre 48. Per0 saint homme llami- banle tambiCn 10s que se burlaban de la estancia de aquel huksped tan singular, o no confiaban en su santidad, como, por ejemplo, el mCdico de cimara del rey, Jacques Coitier. Commines habla en sus comunicaciones con una seca reserva. I1 est encores uif -conchye- par quoy se pouirait bien changer o u en myeulx o u en pis, par quoy m e tays, pour ce que plusieurs se mocquoient de la venue de ce hermite, qu'ilz appelloient "sainct homme" 47. Sin embargo, el mismo Commines atestigua no haber visto nunca nadie de si saincte vie, ne oti il semblast myeulx que le Sainct Esperit parlast par sa bouche. Y 10s sabios teblo- gos de Paris, Jan Standonck y Jean Quentin, que han llegado para hablar con el santo var6n del deseo de fundar un convent0 de mi- nimos en Paris, experimentan una profunda impresibn ante su perso- ualidad y regresan curados de su prejuicio contra el 48.

El inter& de 10s duques de Borgofia por 10s santos de su tieinpo es de un indole menos egoista que el de Luis XI por San Francisco de Paula. Es digno tle notar c6mo mis de uno de 10s grandes visionaries y de 10s rigurosos ascetas aparecen regularmente como intermediarios y consejeros en 10s asuntos politicos. Asi, por ejemplo, Santa Colette y el Beato Dionisio de Ryckel, el Cartujo. Colette fuC tratada con espe-

44 Acta Sanctorum, 1. c., pdg. 108; Commines, 11, pig. 55. 45 Lettres, X , pig. 124, 29 junio 1483. Como Ias chirivias son un alimento muy

corriente, cabe presumir que el rey se haya equivocado y haya querido deck pas-

tCques o sandias. 46 Lettres, x, pig. 4, etc.; Commines, 11, pig. 54. 47 Commines, 11, phg. 56; Acta Sanctorum, 1. c.. pig. 115. 48 A. Renaudet: Prereforme et Humanisme d Paris, pig. 172.

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cia1 distinci6n por la casa de Borgoiia. Felipe el Bueno y su madre Mar- garita de Baviera la conocian personalmente y buscaban su consejo. Sirve de mediadora en las complicaciones surgidas entre las casas de Francia, Saboya y Borgoiia. Carlos el Temerario, Maria y Maximi- liano y Margarita de Austria trabajan continuamente por su canoniza- ci6n'D. Mucho mhs importante todavia es el papel que ha deseinpe- fiado en la vida phblica de su tiempo Dionisio el Cartujo. Tambien 61 esti repetidamente en relaciones con la casa de Borgoiia y aparece como consejero de Felipe el Bueno. Juntamente con el cardenal Nicolis de Cusa, a1 cual acompaiia como colaborador en su famoso viaje por el Imperio alemin, es recibido en Bruselas por el duque el aiio 1451. Dio- nisio, oprimido siempre por la angustia de que le va ma1 a la Iglesia y a la cristiandad y de que se acerca un gran desastre, pregunta en una visi6n: "Seiior, {llegarin 10s turcos a Roma?" Exhorta a1 duque a la cruzada60. El inclytus deuotus ac optimus princeps et dux, a quien dedica su tratado sobre la vida de 10s principes, no puede ser mis que Felipe. Carlos el Temerario colabor6 con Dionisio en la fundaci6n de la Cartuja en el soto de 10s duques, consagrada a Santa Sofia de Cons- tantinopla, la eterna Sabiduria que el duque consideraba, s e g ~ n se com- prende, como una santa de came y huesosl. El duque Arnoldo de Geldern vutlvese a Dionisio en la lucha con su hijo Adolfo 52.

No s610 principes, sino tambitn numerosos nobles, eclesidsticos y burgueses asaltan sin cesar su celda de Roermond, en busca de consejo. Y alli esti 61 continuamente, resolviendo innlimeras dificultades, dudas y cuestiones de conciencia.

Dionisio Cartujano es el tipo mis perfecto del poderoso entusiasmo religioso que nos presenta el final de la Edad Media. Una vida incon- cebiblemente enPrgica. Recne 10s txtasis de 10s grandes misticos, el ascetismo mis riguroso, las continuas visiones y revelaciones del viden- te, con una actividad casi inabarcable como escritor teol6gico y conse-

49 Doutrepont, pig. 226. 60 Vita Dionysii auct. Theod. Loer, Dion. Opera, I , pig. XLII y siguientes; id.

De vita et regimine principua, torno XKXVII, p5g. 497. 61 Opera, torno XLI, pig. 621; D. B. Mougel: Denys le chartreux, sa vie, etc.;

Montreuil, 1896, pig. 63. 62 Opera, torno XLI, pig. 617; Vita, I, pag. xxxr; Mougel, pig. 51; Bijdragen en

mededeelingen uan het historisch genootschap te Utrecht, XVIII, pig. 331.

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13. Los tipos de religiosidad 267

jero religiose prictico. Hillase tan cerca de 10s grandes misticos como de 10s "Windesheirner" prdcticos, como Brugman, para el cual escribe su ctlebre guia de la vida cristiana53, o NicolAs de Cusa; tan cerca de 10s perseguidores de brujas54 como de 10s entusiastas reformadores eclesilisticos. Su capacidad de trabajo tiene que haber sido inagotable. Sus escritos llevan 43 tomos en cuarto. Es como si toda la teologia medieval se desbordase de 61 una vez m4s. Qui Dioaysium legit, nihil non legit, se decia entre 10s teblogos del siglo XVI. Trata las cuestiones mis profundas de indole filosbfica, per0 escribe igualmente bien, a rue- gos de un viejo hermano lego, Guillermo, sobre el reconocimiento mu- tuo de las almas en cl lnAs alld. Escribiri tan sencillamente como sea posible, promete, y el hermano Guillermo puede hacerlo traducir a1 holandCs 55. En un desbordamicnto sin tkrmino de ideas sencilla- mente expresadas repite cuanto habian pensado sus grandes precurso- res. Es un tipico trabajo dc tiempos finales: exhaustivo, concluycnte, pero no creador. Las citas de Bernardo de Claraval o de Hugo de Saint Victor brillan como piedras preciosas sobre el traje sencillo y de un solo color de la prosa de Dionisio. Todas sus obras fueron escritas, revi- sadas, corregidas, rubricadas e iluminadas por 61 mismo, hasta que a1 Ein de su vida, reflexivamente, cesa de cscribir: "Ad securae taciturnita- tis portum me transferre intendo - quiero dirigirme ahora hacia el puerto de u n seguro silencio" 56.

No conoce reposo. Recita diariainente casi todo el saltcrio. "Por lo mcnos la mitad es necesaria", declara. Ora en toda ocupacibn, incluso a1 vestirse y desvestirse. DespuCs de 10s maitines, cuando 10s demis vuel- ven a1 reposo, 61 pcrmanece despierto. Es alto y fuerte y puede exigir de su cuerpo todo lo que quiere. "Tengo una cabeza de hierro y un estbmago de cobre", dice. Sin nhseas, e incIuso con predileccih, gusta manjares echados a perder: manteca con gusanos, cerezas roidas de larvas. Esta clase de bichos, dice, no tiene ningJn veneno mortal; pue-

63 opera , tom0 xxxrx, p ig . 496; Mougel, pdg. 54; Moll: Johannes Brugman, I.

pig . 74; Kerkgesch., 11, 2, p ig . 124; K. Krogh-Tonning: Der letzte Scholastiker, Friburgo, 1904, pig . 175. 64 Mougel, p ig . 58. a* Opera, torno xxxvr, p ig . 178: De mutua cognitione. 66 Vita. Opera, tomo I, pigs. xxrv, xxxvr~~.

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den comerse tranquilamente. Cuelga 10s arenques salados hasta que estPn podridos; prefiere comer cosas fPtidas que saladas 57.

Lleva a cab0 el considerable trabajo mental de las mPs profundas especulaciones y definiciones teolbgicas, no en una vida inmbvil y ecua- nime de sabio, sino entre las continuas conmociones de un espiritu que es sensible a toda viva excitacibn de lo sobrenatural. De nifio levant&- base por la noche a la luz de la luna, creyendo que es hora de ir a la escuela 68. Es tartamudo: "hocico de tartamudo", le insulta un dia- blo a quien quiere expulsar. Ve el cuarto de la moribunda sefiora de Vlodrop lleno de diablos, que le arrebatan el bastbn de la mano. Nadie ha pasado como 61 por la vaporosa opresidn de las "cuatro postrime- ~ias"; el violento ataque de 10s demonios en el momento de la muerte es repetido asunto de sus sermones. Est& en continuo trato con difuntos. Un hermano le pregunta si se le aparecen con frecuencia 10s espiritus de 10s difuntos. "iOh!, cientos y miles de veces", responde. Reconoce a su padre en el Purgatorio y consigue su liberacidn. Sus apariciones, revela- riones y visiones le llenan sin cesar, per0 sdlo habla de ellas con repug- nancia. Se avergiienza de 10s kxtasis que le son concedidos por toda suerte de motivos externos: ante todo, por medio de la musica, muchas veces en medio de una reunidn de personas nobles que escuchan su sa- biduria y sus exhortaciones. Entre 10s nombres cfe honor de 10s grandes tedlogos es el suyo el de Doctor exstaticus.

No se crea que una gran figura como la de Dionisio el Cartujo no ha conocido sospechas y burlas como las sufridas por el singular tauma. turgo de Luis XI. Tambikn 61 hubo de luchar continuamente con 10s desprecios y las mofas del mundo. Frente a las mPs altas manifestacio. nes de la fe medieval mukvense ya en el espiritu del siglo xv la malque- rencia y la aversidn junto a1 rendimiento y el entusiasmo sin limites.

57 Vita, Opera, torno I , pig. XXVI.

58 De munificentia et beneficiis Dei, Opera, tomo xxxrv, art. 26, pig. 319.

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Capitdo 14

LA EMOCION Y LA FANTASIA RELIGIOSAS

D ESDE el tiempo en que el misticismo lirico y dulcemente doloroso de Bernardo de Claraval habia introducido en el siglo XII la fuga de la emocidn florida por la Pasidn de Cristo, habiase ido

llenando el espiritu, en medida siempre creciente, de una rendida corn- pasidn por 10s dolores del Salvador; habia llegado a estar totalmente penetrado y saturado de Cristo y la cruz. Ya en la mPs tierna infancia se implantaba en el espiritu del nifio la imagen del Crucificado, tan gran- diosa y tan lligubremente, que cubria con su severa sombra todos 10s demhs sentimientos. Cuando Jean Gerson era todavia un nifio, plisose un dia su padre con 10s brazos extendidos contra una pared: "Mira, hi- jo mio -dijo-, asi esti crucificado y muerto nuestro Dios, que os ha he- cho y os ha salvado" 1. Esta imagen permaneci6 adherida a la memoria ciel muchacho hasta la mis avanzada vejez, ~reciendo con el aumentar de 10s aAos, y Gerson bendecia por ello a su piadoso padre, muerto justa. mente el dia de la Exaltaci6n de la Santa Cruz. Colette oia, siendo una nifia de cuatro afios, a su madre, que rezaba todos 10s dias llorando y suspirando por la Pasibn, cuyas burlas, golpes y martirios compartia asi. Este recuerdo se fijd con tal viveza en el espiritu supersensi. ble de la santa, que sinti6 durante todos 10s dias de su vida la mPs viva angustia y tormento en el coraz6n a la hora en que fuC crucificado Jesk, y a1 leer la Pasidn sufria mrIs que ninguna mujer en 10s dolo- res del parto2. Un predicador se detenia muchas veces, un cuarto de hora, silencioso ante sus oyentes, en la actitud del Crucificado 3.

1 Gerson: Tractatus VIIZ super Magnificat, Opera, IV, pAg. 386. 2 Acta Sanctorum Martii, t . I , pig. 561; cf. 540, 601.

3 K. Hefele: Der hl. Rernhardin von Siena und die franziskanische Wander- pedigt in Ztalien wahrend des X V . Jahrhunderts. Freiburg, 1912, p9g. 79.

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Tan lleno de Cristo estaba el espiritu de aquella kpoca, quc el mo. tivo de Cristo empezaba a resonar en cuanto habia la menor y mis su- perficial semejanza entre cualquier actitud o cualquiera idea y la vida o la pasi6n del Seiior. Una pobre monja que lleva lefia a la cocina, figt'i- rase que lleva la cruz. La simple idea de llevar madera, basta para pres- tar a la acci6n el luminoso brillo del mis elevado act0 de amor. La mu- iercilla ciega que lava la ropa, considera la tina y el lavadero como si fuesen el pesebre y el establo 4. La profanaci6n de !as ideas religiosas en 10s desbordamientos de homenaje a 10s principes, como la compara- ci6n de Luis XI con Jesds, o del emperador, su hijo y nieto con la Tri- nidad 5, no son menos un efecto de aquella sobresaturacibn en conte- nido religioso.

El siglo xv presenta esta intensa emotividad religiosa en una doble forma. Por una parte redlase en 10s vehementes movimientos que, de tiempo en tiempo, se apoderaban del pueblo entero cuando un predica- dor ambulante inllamaba con su palabra todo aquel combustible espiri- tual, como si fuese un haz de ramas secas. Bsta es la manifestacibn espasmbdica, apasionada, violenta, per0 que st. disipa de nuevo rgpida- mente. Junto a esto hay algunos espiritus que han encarrilado para sieinpre la emotividad por una via tranquila y han hecho de ella una nueva forma de vida normal: la de la ternura. Es 6ste el circulo pietista de aquellos que se llamaban a si mismos 10s devotos modernos, en la conciencia de ser algo nuevo. En cuanto movimiento regularizado, limi- case la deuotio moderna a1 Norte de 10s Paises Bajos y a1 territorio de la Baja Alemania; mas el espiritu que di6 vida a1 movimiento no falta cn Francia.

Del poderoso efecto de la predicaci6n poco ha quedado en la cultura espiritual como elemento permanente. Sabemos la enorme impresi6n que hacian 10s predicadorese, per0 no nos es dado sentir por nosotros mismos la emoci6n que suscitaban. Los sermones escritos no bastan a penetrarnos de ella. &6mo podrian hacerlo si ya n o operaban sobre 10s propios contemporineos? Muchos que han oido a San Vicente Ferrer y leen ahora sus sermones -dice su bi6grafo- aseguran que apenas

4 W. Moll: Johannes Brugman, 11, pigs. 74, 86. 6 Vkase en p;lginas snteriores.

Vease en pdginas anteriores.

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encuentran en ellos una sombra de lo que resonaba en su propia boca 7. h'o es una maravilla. Lo que conocemos por 10s sermones impresos de San Vicente Ferrer o de Olivier Maillards, es poco mPs que el substrato de su elocuencia, privado de todo su fuego oratorio y aparentemente seco y frio, con su divisibn en primero, sCptimo, etc. Sa- bemos que lo que emocionaba justamente a1 pueblo era siempre la im- presionante descripci6n de 10s tormentos del infierno, el tonante ame- nazar con el castigo de 10s pecados, todas las efusiones liricas sobre la Pasi6n y Amor divino. Sabemos con quC medios trabajaban aquellos predicadores: no habia para ellos efecto demasiado grosero, ni trPnsito de la risa al llanto demasiado craso, ni elevaci6n de la voz demasiado fuerte, por desmesurada que iuese 9. Mas propiamente s610 podemos presumir las conmociones que causaban de este modo, fundindonos en la narraci6n siempre igual de c6mo disputaban ciudades con ciudades para asegurarse 10s pr6ximos sermones, de como la magistratura y el pueblo salian a recibir pomposamente a 10s predicadores, de c6mo les trataban principescamente, de c6mo 10s predicadores tenian que dcte- nerse a veces, por causa de 10s sonoros llantos de la multitud. Mientras predicaba San Vicente Ferrer eran conducidos un dia camino del lugar de la ejecuci6n dos condenados a muerte, un hombre y una mujer. Vicente pidib que se aplazase la obra del verdugo, ocult6 a las victimas entretanto bajo su plilpito y predic6 sobre 10s pecados de ambos. Con- cluido el sermbn, ya no se les encontrb alli, per0 se encontraron algu- nos huesos, y el pueblo no crey6 nada menos sino que la palabra del

7 Acta Sanctorum Aprilis, t . I , pig. 195. El cuadro de la predicaci6n en Italia que trxa Hefele, 1. c., conviene en muchos respectos tambikn a 10s paiscs dc len-

gua francesa. 8 Opus quadragaimale Sancti Vincentii, 1482, y Oliverii Maillardi, sermones

dominicales, etc. Paris, Jean Petit, 1515. Sobre San Vicente Ferrer, vkase zhora, M. M. Gorce, Saint Vincent Ferrier, y Les bases de I'ttude historique de S.V.F., thbes de la Facultd des Lettres de Clermont-Fermnd, 1924, que, por desgracia, to- davia no me eran asequibles: C. Brunel: U n plan de sermon de S. Vincent Ferrier, Bibl. de I'Ecole des chartes, ~xxxv, 1924, 113.

9 Vida de San Pedro Thomasi:is, carmelita, por Philippe de MkiPres, Acta Sanc- torum Jan., tono 11, p ig . 997; Dioniaio Cartujano sobre el estilo de 10s sermoner de Brugman: De vita etc. christ.

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santo var6n habia quemado a 10s pecadores y 10s habia salvado a1 mis- mo tiempo ' 0 .

La convulsiva emocibn de la multitud mientras resonaba la palabra del predicador, disipibase de nuevo ripidamente, sin quedar fijada en el serm6n escrito. Tanto mejor conocemos, en cambio, la ternura de 10s devotos modernos. Como en todo circulo pietista, suministr6 tambikn en iste la religi6n no s610 la forma de vida, sino ademis la forma de sociabilidad: 12 cordial comunidad espiritual y la callada intimidad entre unos sencillos hombres y mujcres, cuyo ancho cielo era bbveda de un mundo insignificantemente pequefio, por cuya Vera pasaba de largo todo el tumult0 de 10s tiempos. Los amigos de Tomis de Kempis admi- raban su ignorancia de las cosas temporales mis vulgares. U n prior de Windesheim llamibase Jan No-sk como sobrenombre honorifico. Estos devotos no saben vivir mis que en un mundo simplificado, que purifi- can excluyendo de su esfera el ma l l l . Dentro de su estrecho con- kenticulo viven en la alegria de una afectuosa solicitud mutua: la mi- tada del uno reposa sin cesar sobre el otro, para percibir todos 10s signos de la gracia; visitarse mutuamente es su mayor satisfaccibnl? De aqui su especial inclinacibn por la biografia, a la cual hemos de agra- decer el exacto conocimiento que tenemos de esta actitud espiritual.

En su forma regularizada, la holandesa, habia creado la devotio mo- derna, una sblida convenci6n de vida piadosa. Reconociase a 10s devotos en sus movimientos tranquilos y moderados, en su marchar inclinados, a algunos en sus rostros torcidos en una sonrisa o en 10s vestidos nue- vos remendados de prop6sito. Y no en lo que inenos en sus copiosos Ilantos: Deuotio est quaedam cordis teneritudo, qua quis in pias faciliter resolvitur lacrimas. La devoci6n es cierta ternura del corazbn, por la cual alguien se deshace ficilmente en piadosas ligrimas. Hay que pedir a Dios el "bautismo diario de las Iigrimas"; ellas son las alas de la ora- ci6n o, s e g h la expresidn de San Bernardo, el vino de 10s ingeles. Hay que rendirse a la gracia de las loables ligrimas, preparindose para reci- birla y estimulindose durante todo el aiio; mis principalmente en la

10 Acta Sanctorum Apr., tomo I , pig. 513. 11 James, 1. c., pig. 348: For sensitiveness and narrowness, when they occu?

together, as they often do, require above all things a simplified world to dwell in; c. pig. 353 1.

12 Moll: Rrugman, I, pAg. 52.

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cuaresma, a fin de poder decir con el salmista: Fuerunt mihi lacrimae meae panes die ac nocte. (Mis ligrimas fueron para mi el pan de dia y de noche.) Muchas veces acuden tan solicitas, que oramos entre sollo- zos y gemidos, ita ut suspiriose ac cum rugitu oremus. Pero cuando no sobrevienen por si mismas, no se deben hacer saltar por la fuerza, sino que hay que contentxse con las lagrimas del corazh, y en presencia de 10s demis es menester evitar todo lo posible las seiiaies de una ins6lita devoci6n l3.

San Vicente Ferrer riertia tantas ligrimas cuantas veces consagraba la hostia, que casi toclos lloraban con Cl y a veces surgia un grito de dolor como en las Iamentaciones por un difunto. Llorar era para 61 tal voluptuosidad, que reprimia sus ligrimas a disgust0 14.

En Francia falta la organization especial de la nueva piedad en una nueva forma determinada, como las casas de hermanos holandesas y la congregacion de Windesheim. Los espiritus analogos de Francia, o per- manecen totalmente en el mundo, o entran en las drdenes existentes, doncie la nueva actitud es causa de una observancia rnis rigurosa. Como actitud general de anchos circulos de la burguesia no es conocido alli el fen6meno. Acaso haya contribuido algo a ello que la religiosidad fran- cesa tuviese un caricter rnis pasional, rnis espasm6dico que la holan- desa, cayendo mis facilmente en formas exageradas y perdikndose de nuevo takbiCn con mas facilidad. Hacia el fin de la Edad Media sor- prende rnis de una vez a 10s viajeros de 10s paises meridionales, que visitan el Norte de 10s Paises Bajos, la piedad grave y general que ob- servan en el pueblo de Cstos, como algo especial l5.

Los devotos holandeses habian roto, en general, el nexo que 10s ligaba con la mistica de alta tension, de cuyos estadios preparatorios era la £lor su forma de vida. Con ello habian conjurado en buena parte el peligro de las fantasias extraviadas que rozan con la herejia. La devo- cion moderna holandesa era obediente y ortodoxa, prictica, moral, y

13 Dionys. Cartus.: De quotidiano baptismate lacrimarum, t. XXIX, pigina 84. De oratione, tomo XLI , pigs. 31-55: Expositio hymni Audi benigne conditor, tomo xxxv, v, 34.

14 Acta Sanctorum Apr., tomo I , pigs. 485, 494. 15 Chastellain, In , pAg. 119. Antonio de Beatis (1517). L. Pastor: Die Reise d e ~

Kardinals Luigi d'Aragona, Friburgo, 1905, pigs. 513, 52. Polydorus Vergilius: Anglicae historiae libri X X V I , Basilea, 1546, phg. 15.

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en mis de una ocasi6n tambiCn seca y prosaica. El tip0 de la devoci6n francesa, en cambio, parece haber tenido mucho mayores vuelos; roza reiteradamente 10s fen6menos extravagantes de la fe.

Cuando el dominio de Groninga, Mateo Grabow fuC a Constanza I

para exponer en el Concilio todas las quejas de las 6rdenes medicantes contra 10s nuevos hermanos de la vida secular y conseguir, si era posi- ble, la condenacibn de Cstos; fut en el gran director de la politica gene- la1 de la Iglesia, el propio Juan Gerson, en quien 10s amenazados disci- pulos de Geert Groote encontraron su defensor. Gerson era competente en todos sentidos para juzgar si se trataba de una manifestacidn de verdadera piedad y de una forma admisible de organizaci6n de Csta. La distincibn de la verdadera piedad y las manifestaciones exageradas de la fe, era uno de 10s puntos que habian ocupado continuamente su ebpi- ritu. Gerson era un espiritu cauto, concienzudamente acadkmico, probo, puro y benkvolo, con ese algo de preocupacibn angustiosa por las bue- nas formas, que delata con frecuencia el origen de un espiritu fino que se ha elevado desde una situaci6n social modesta hasta gozar de una consideracibn realmente aristocritica. Ademis era un psic6logo y tenia sentido del estilo. Ahora bien, el sentido del estilo y la ortodoxia estrin emparentados del mod0 mis estrecho. No es maravilla, pues, que las manifestaciones de la vida de la fe en su tiempo despertasen repetida- mente su indignacibn y su inquietud. Pero es notable que ciertos tipos de piedad, reprobados por k1 como exagerados y peligrosos, nos recuer- den vivamente a 10s devotos modernos, a quienes sin embargo defen- di6. La explicaci6n es fpcil: sus ovejas francesas carecian del seguro redii, de la disciplina y de la organizacibn que mantenian de suyo a 10s demasiado fogosos dentro de 10s limites de lo que la Iglesic podia tolerar.

Gerson xe por todas partes 10s peligros de la devoci6n popular. Con- sidera absurd0 traer la mistica a la calle '6. El mundo -dice- se ha entregado en este ultimo period0 inmediatamente anterior a su fin, como un viejo que chochea, a toda clase de fantasias, de sueiios y de ilusiones, que a mis de uno apartan de la verdad ' 7 . Muchos se entre- gan sin la direccihn debida a ayunos demasiado rigurosos, a vigil~as de-

16 Gerson: Epistala contra libellurn Johannis de Schonhavia, Opera, I , pig. 79. 17 Gerson: De dislinctione uerarum visionurn a falsis, Opera, I, pig. 44.

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masiado prolongadas, a ligrimas superfluas, con las cuales enturbian su cerebro. No escuchan ningGn consejo de moderaci6n. Ojali estkn en guardia, porque ficilmente pueden sucumbir a las asechanzas del demo- nio. Hacia aJn poco que habia visitado en Arras a una mujer y madre, la cual se habia atraido la admiraci6n de muchos por sus ayunos totales, sostenidos de dos a cuatro dias, contra la voluntad de su marido. Habia hablado con ella, examinindola seriamente, y habia encontrado que su abstinencia no era nada mPs que soberbia y vana testarudez. Porque despuks de aquellos ayunos comia con insaciable avidez, y como raz6n de sus mortificaciones no daba otra, sino la de que era indigna de comer pan. Su aspecto ya le delat6 la cercana demencia 18. Otra mu- jercilla, una epilkptica, a quien le dolian 10s callos tantas veces como entraba un alma en el infierno, leia 10s pecados en la frente y afirmaba que salvaba diariamente tres almas, confesd ante la amenaza del tor- mento que s610 se habia dedicado a esto por ganarse el pan 19.

Gerson no estimaba demasiado las visiones e iluminaciones de 10s dltimos tiempos, de las cuales podian leerse noticias por todas partes. Las negaba incluso tratdndose de santos famosos, como Brigida de Sue- cia y Catalina de Sena 20, El gran nhmero de casos de que oia hablar le quitaba la confianza. Muchos declaraban que se les habia revelado que llegarian a Papas. Un erudito var6n lo habia descrito asi por su propia mano y lo habia apoyado con pruebas. Otro habia estado conven- cido primer0 de que llegaria a Papa, pero despuCs se persuadi6 de que llegaria a ser el Anticristo, o a1 menos su precursor, y daba vueltas en su cabeza a la idea de quitarse la vida, para no infligir tal castigo a la cristiandad 21. Nada es tan peligroso -dice Gerson- como la devo- cibn ignorante. Cuando 10s pobres devotos oyen que el espiritu de Maria se regocijaba en Dios, tratan de regocijarse igualmente y para €110 se representan todas las cosas posibles, ya con amor, ya con temor; y ven toda clase de imigenes, que no pueden distinguir de la verdad y que consideran todas como milagros y como la prueba de su gran devo- ci6n 22. Per0 esto no era sino lo que recomendaba la devotio moder-

1s Ib., pig. 48. 19 Gerson: De examinatione doctrinarum, Opma, I , pdg. 19. 20 Ib., paps. 16, 17. 21 Gerson: De distinctione, etc., I, pig. 44. 22 Gerson: Tractatus IZ, super Magnificat, Opera, IV, pig. 248.

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nu. "Asi, quien en este articulo quiera identificarse de coraz6n y con todas sus fuerzas con 10s dolores del Sefior, debe esforzarse por sentirse oprimido'y contristado. Y una vez que se sienta oprimido, debe identi- ficar esta su opresi6n con la de Cristo y compartir la de Cste con Cl" 23.

La vida contemplativa encierra grandes peligros, dice Gerson; mu- chos se han vuelto hipowndriacos o locos por causa de ella24. Gerson sabe con cuinta facilidad conducen 10s ayunos inmoderados a la demen- cia o a las alucinaciones; sabe tambikn el papel que desempeiia el ayu- nar en las pricticas de la magia 2%. tD6nde traza, pues, un hombre con tan penetrante vista para el momento psicol6gico de las manifesta- ciones de la fe, ei limite entre lo santo y permitido y lo que debe ser rechazado? El mismo sentia que su ortodoxia sola no le daba lo sufi- ciente en este punto. Era bastante c6modo romper, como te6logo de buena escuela, la vara dondequiera que se discrepaba evidentemente del dogma. Pero habia ademis todos 10s casos en que debia ser su norma la apreciaci6n moral que le mereciesen aquellas manifestxiones de pie- dad, en que debian inspirar su juicio, su sentido de la medida y su buen gusto. No hay ninguna virtud -dice Gerson- que se haya perdido mis de vista en estos miseros tiempos del cisma que la discretio 26.

Pero si ya para Jean Gerson no era el dogma el imico criterio que permitia distinguir la verdadera piedad de la falsa, tanto rnis podremos juzgar nosotros 10s tipos de emotividad religiosa por su indole psicol6- gica, y no con arreglo a la norma de su caricter ortodoxo y herktico. El mismo pueblo de aquella 6poca no veia las diferencias dogmiticas. Es- cuchaba a1 heritico hermano Tomis con la misma edificacibn que a San Vicente Ferrer; denostaba a Santa Colette y a sus seguidores, llarnin- dolos bigardos e hip6critas27. Colette presenta todas aquellas cuali- dades que llama James el estado teopitico28 y que arraigan en el terreno de una supersensibilidad sumamente dolorosa. No puede ver el fuego, ni soportar su calor, con excepci6n de 10s cirios. Tiene una repug- nancia exagerada a las moscas, 10s caracoles, las hormigas, a la fetidez

23 hloll: Brugman, 11, p3g. 75. 24 Gerson: De monte conternplationis, Opera, 111, pAg. 562. 25 Genon: De distinctione, etc., Opera, I , p5g. 49. 26 Ibidem. 27 Acta Sanctorum Martii, t. I , p i g . 562. 2s James, 1. c., pdg. 343.

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y la suciedad. Siente la misma repulsi6n ante la sexualidad que muestra mis tarde San Luis Gonzaga; sblo quiere admitir doncellas en su con- gregacibn, no tiene en nada a 10s santos casados y le causa tristeza que su madre se hubiese casado con su padre en segundas nupcias29. Esta pasi6n por la mPs pura doncellez habia sido apreciada siempre por la Iglesia como edificant~ y digna de imitacibn. Era inofensiva mientras se limitase a'una repulsi6n personal por todo lo sexual. Pero el mismo sentimiento resultaba en otra forma peligroso para la Iglesia, y, por ende, para la persona que lo experimentaba: cuando esta persona ya no recogia 10s cuernos como el caracol, para encerrarse en una esfera per- sonal de pureza, sino quc queria ver aplicado su anhelo de castidad tam- bien a la vida social y religiosa de 10s demis. Siempre que la aspiracibn a esa pureza tomaba formas revolucionarias y se manifestaba en isperas acusaciones contra la deshonestidad de 10s sacerdotes y el desenfreno de 10s monjes, ha tenido que ser condenada por la Iglesia medieval, por- que Csta sabia que no era capaz de evitar el mal. Jean de Varennes expi6 su consecuencia en una misera circel, en que le habia hecho encerrar el arzobispo de Reims. Este Jean de Varennes era un sabio teblogo y un famoso predicador que en la corte papal de Avignon parecia contar como capellin del joven cardenal de Luxemburgo, incluso con un obis- pado o un capelo cardenalicio, cuando subitamente renunci6 a todos sus beneficios, incluyendo una canonjia de NBtre Dame de Reirns, ab- dic6 de su jerarquia y retorn6 de Avignon a su patria, a Saint Lib, donde empezb a llevar una vida de santo y a predicar. Et avoit moult grant hantise de poeuple qui le venoient veir de tous pays pour la simple vie-trts-noble et moult honneste que il menoit. Deciase que bien pudiera llegar a Papa; llamibanle le saint homme de S. Lik; muchos trataban de tocar su mano o su vestido, a causa de la virtud xnilagrosa de su persona; algunos le tenian por un enviado de Dios o incluso por un ser divino. En toda Francia no se hablb de otra cosa durante una tpoca 33.

No todos creian, empero, en la sinceridad de sus intenciones. Tam- biCn habia gentes que hablaban del fou de Saint Lie' o lo creian sospe-

2B Acta Sanctorum, 1. c., pdg. 552 y sigs. 30 Froissart, ed. Kervyn, xv, pAg. 132: Religieux de Saint Denis, 11, pig. 12.4;

Johannis de Va~ennis Responsiones ad capita accusationurn, en Gerson, Opera, I,

pdgs. 925, 926.

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choso de querer alcanzar por este camino sensauonal las altas digni- dades eclesiisticas que se le habian escapado. En este Jean de Varennes vemos, pues, lo mismo que en muchos anteriores, c6mo se traduce la pasi6n por la pureza sexual en una ideologia revolucionaria. Varennes reduce, por decirlo asi, todas las quejas por la degeneracibn de la Iglesia a un solo mal: la deshonestidad, y predica con una indignacibn fanitica la protesta y el levantamiento contra las autoridades eclesiis- ticas, en primer lugar, contra el arzobispo de Reims. Au loup, aau loup, gritaba a la multitud, y &a comprendia demasiado bien q u i h era aludido con el lobo, repitiendo gustosamente: Hahay, aus leus (lobo), mes bones gens, aus leus. Jean de Varennes, sin embargo, no tuvo, a1 parecer, valor para defender hasta el hltimo extremo sus convicciones. 21 no habia dicho nunca que aludiese a1 arzobispo -esto dice la defen- sa que hace de si desde la circel-; fmicamente solia citar el refrin: qui est tigneus, il ne doit pas oster son chaperon. ("El que tiene tiiia no debe quitarse el gorro") al. Pero haya llegado hasta donde sea, sus oyentes escuchaban en sus sermones la antigua doctrina que tan frecuentemente habia puesto en peligro la vida de la Iglesia: 10s sa- cramentos de un sacerdote que vive con deshonestidad carecen de efica- cia; la hostia que 61 consagra no es nada mis que pan; su bautismo y su absoluci6n no tienen valor. Esto s610 era en Jean de Varennes la primera parte de un amplio programa extremista de castidad: 10s sacerdotes no deben convivir ni siquiera con una hermana o una mujer de edad; a1 matrimonio van unidos veintid6s o veintitrbs pecados; hay que castigar a 10s adlilteros con arreglo a la doctrina de la antigua Alianza; el propio Cristo habria mandado lapidar a la ad6ltera si hu- biese tenido la certeza de su culpa; no hay una sola mujer casta en Francia; ning6n bastardo puede hacer nada bueno ni salvarse 3".

Por instinto de conservaci6n,'la Iglesia ha tenido siempre que de- fenderse contra esta forma intransigente de la repulsi6n por la des- honestidad. Si se despertase una sola vez la duda sobre la validez de 10s sacramentos administrados por 10s sacerdotes indignos, vacilaria en sus cimientos la vida entera de la Iglesia. Gerson coloca a Jean de Varennes junto a Juan Huss, considerindolo como un var6n que, a

81 Responsiones, 1. c., pig. 936. 32 Ib., pig. 910 y sigs.

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pesar de sus intenciones originariamente buenas, habia sido extraviado por su celo 33.

La Iglesia, por su pane, era en general extremadamente indul- pente en una esfera aniloga: en tolerar representaciones sumamente sensuales del amor divino. El concienzudo canciller de la Universidad de Paris veia, sin embargo, el peligro que habia tambien en esto, y se puso en guardia ante 61.

Lo conocia por su rica experiencia psicol6gica; y lo conocia en sus diversos aspectos, corno peligro dogmitico y como peligro moral. "Un dia no me bastaria", dice, "si quisiera enumerar las incontables locuras de 10s amantes o de 10s insensatos": amantium, immo et amen- tium 34. Si, 61 sabia por experiencia que amor spiritualis facile labitur in nudum camalem amorem35. El amor espiritual cae ficilmente en un desnudo amor carnal. Pues <en qu6 otro sino en si mismo podia pensar Gerson cuando habla de aquel hombre conocido de 61 que, partiendo de una loable devoci6n, habia llegado a cultivar una amistad familiar en el Seiior con una hermana espiritual? En un principio faltaba el fuego de toda carnalidad; pero poco a poco ueci6 en el, con el trato regular, un amor que ya no tenia sus raices puramente en Dios, hasta el punto de que ya no podia dejar de visitarla o de pensar en ella en su ausencia. Aim no habia sospechado 61 nada peca- minoso, ningim engafio del demonio, cuando una separaci6n mis larga le hizo comprender con evidencia el peligro que Dios apart6 de t l todavia a tiempo 30. En adelante fuk un homme averti y sac6 pro- vecho de ello. Todo su tratado De diversis diaboli tentationibus37, es un riguroso anilisis del estado de espiritu que era tambikn el de 10s devotos modernos holandeses. Lo que ante todo inspira desconfianza a Gerson es la dulcedo Dei, la "dulcedumbre" de 10s Windesheimer. El diablo, dice, inspira muchas veces a 10s hombres una inmensa y maravillosa dulcedumbre (dulcedo), de la indole de la devocibn y semejante a ella, a fin de que el hombre ponga su 6nico fin en el goce de esta suavidad (suauitas) y s6lo quiera amar a Dios y seguirle

33 Gcrson: De f~robatione spirituum, Opera, I, pig. 41. 34 Gerson: I<pistola conlia libellum John, de Schonhavia, Opera, I, pag. 82. 35 Ge13on: Smmo contra luxuriem, Opera, 111, pig. 924. 36 Gerson: De distinclione, etc., Opera, I, p i g . 55. 37 Opera, 111, pdg. 589 y sigs.

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para obtener ese goce38. Y en otro lugar39 dice de la misma dulcedo Dei: a muchos ha engaiiado la excesiva entrega a tales sentimientos; han abrazado 10s arrebatos de su coraz6n como si fuesen un contact0 con Dios y se han extraviado lamentablemente. Esto &lo conduce a vanas aspiraciones. Algunos tratan de alcanzar un estado de perfecta insensibilidad o pasividad, en el cual obra s610 Dios por ellos, o un mistico conocimiento y uni6n con Dios, en 10s cuales e l ya no es aprehendido como un concept0 del Ser, de la Verdad o del Bien. En esto radican tambitn las dificultades de Gerson contra Ruusbroec, en cuya simplicidad no cree. Censura la tesis de su Gala de las bodas espirituales: que el alma perfecta, cuando ve a Dios, no lo ve s610 por medio de la claridad que es la esencia divina, sin0 porque ella misma es la claridad divina 40.

El defensor de una moderada y anticuada mfstica bernardina, que era Gerson, no podia admitir el sentimiento de la aniquilaci6n absolu- ta de la propia personalidad, que han gozado 10s misticos de todos 10s tiempos. Una visionaria habiale contado que su espiritu habia sido aniquilado por medio de una verdadera aniquilaci6n a1 ver a Dios y luego habia sido creado de nuevo. @mo sabtis esto?, le habia pre- guntado aquel. La respuesta fuC qur ella misma lo habia sentido asi. La absurdidad 16gica de esta declaraci6n es para aquel canciller tan intelectual la prueba triunfante de lo muy recusable que es semejante sentimiento 41. Era peligroso expresar semejantes experiencias por me- dio de ideas; la Iglesia s610 podia tolerarlas bajo la forma de una imagen; el coraz6n de Catalina de Sena habiase convertido en la sangre de Cristo. Pero Marguerite Porete, una mujer del Hainaut, que per- tenecfa a 10s hermanos del Libre Espiritu, y que tambien se imagi- naba su alma aniquilada en Dios, fuC quemada en Paris en 131042.

El gran peligro de este perderse espiritualmente en el sentimiento

38 Ib., pAg. 593. 30 Gerson: De consolatione theologiae, Opera, I, pAg. 174. 40 Gerson: Epistola . . . super tertia parte libri Jmnnis Ruysbroeck, De ornatu

n u p t spir., Opera, I , p9gs. 56, 57, etc. 4 1 Gerson: Epistola contr@ defensionem Joh. de Schonhavia, Opera, I , pAg. 82. 42 El rnismo sentimiento en un moderno: "I committed myself to Him in the

profoundest belief that my individuality was going to be destroyed, that he would take all from me, and I was willing", James, I , 1 . c., pig. 223.

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de la aniquilacion del yo estaba en la consecuencia a que llegaron tanto 10s misticos indios como algunos misticos cristianos: que el a h a per- fecta, contempladora y amante de Dios, ya no puede pecar. Perdida en Dios, ya no tiene voluntad propia; sblo queda la voluntad divina, y aunque el alma siga algunas inclinaciones carnales, ya no hay pecado en ellas43. Innumerablcs pobres e ignorantes habian sido extraviados por semejantes doctrinas en una vida del mis pavoroso desenfreno, como, por ejemplo, habian demostrado a 10s contemporineos las sectas de 10s bergardos, de 10s hermanos del Libre Espiritu y de 10s turlu- pines. Siempre que Gerson habla sobre 10s peligros del loco anlor de Dios, viene a su memoria el elocuente ejemplo de aquellas sectas 44. Sin embargo, encukntranse casi 10s mismos sentimientos en 10s circulos de 10s devotos. El Windesheimer Hendrik van Herp, acusa a sus pro- pios correligionarios de adulterio espiritual45. Habia en esta esfera dia- bolicas asechanzas que conducian a la mis perversa irreligiosidad. Ger- son habla de un hombre distinguido que habia confesado a un cartujo que un pecado mortal -y aludia con este nombre a1 de la deshonesti- dad- no le cerraba el amor de Dios, antes por el contrario, lo infla- maba y hacia apreciar y apetecer mris intimamente aun la divina dul- cedumbre 46.

La Iglesia se ponia eq guardia tan pranto como 10s fanPticos arreb?tos de la mistica se traducian en convicciones formuladas o en- contraban aplicacibn a la vida social. Mientras s610 se trataba de fan- tasias pasionales de naturaleza simbblica, admitia hasta las mis exaltadas. Juan Brugman pudo aplicar impunemente a la Encarna- cidn de Jesus todas las caracteristicas de un borracho que se olvida de si mismo, no ve ningun peligro, no se encoleriza por ninguna burla, todo lo da: "10h1, i y no estaba ebrio cuando el amor le forzb a des- cender desde lo m8s alto del cielo a este infimo valle de la tierra?"

43 Gerson: De distinctione, etc., I, pig. 55; De libris caute legendis, I , pig. 114. 44 Gerson: De examinatione doctrinarum, Opera, I, pig. 19; De distinctione, I,

pig. 55; De libris caute legendis, I , pig. 114; Epistola super Joh. Ruysbroeck, De Ornatu, I , pig. 62; De consolatione theologiae, I, pig. 174; De susceptione humani- tatis Christi, I, pig. 455; De nuptiis Christi et ecclesiae, 11, pig. 370; De triplici theologia, III pig. 869.

45 Moll: Johannes Brugman, I, pig. 57. 413 Gerson: De distinctione, e tc , I, pig. 55.

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En el cielo va dando la vuelta y haciendo beber a 10s profetas a jarros llenos, "y ellos bebieron hasta reventar, y entonces salt6 David con su arpa delante de la mesa, exactamente como si fuese el buf6n de mi Seiior" 47.

No s610 el grotesco Brugman, sino tambikn el puro Ruusbroec, goza el amor divino bajo la imagen de la embriaguez. Junto a la de la embriaguez esti la del hambre. Es posible que el germen de ambas imigenes est4 en aquellas palabras de la Biblia: qui edunt me, adhuc ssurient, et qui bibunt me, adhuc sitient 48, las cuales, expre- sadas por la Sabiduria, fueron interpretadas como palabras del Sefior. Con ellas quedaba sugerida la idea del espiritu humano como acome- tido de una eterna hambre de Dios. Aquf empieza un hambre eterna que jam& es satisfecha, esto es, un intimo apetecer y desear la fuerza amorosa y el espiritu creado, un bien increado.. . Rstos son 10s mas miseros de todos 10s vivientes; pues son ividos y voraces y tienen el hambre canina (mengherael). Con lo que comen y beben no quedan jamis saciados, pues esta hambre es eterna.. . Y si Dios diese a estos hombres todos 10s dones que tienen todos 10s santos . . . , con excep- ci6n de si mismo, el espiritu que bosteza de hambre seguiria, sin em- bargo, ivido e insaciado. Pero tanto la imagen de la embriaguez como la del hambre son susceptibles de inversih: "Su hambre (la de Cristo) sobrepuja toda medida; nos devora a todos de raiz, pues Rl es un glot6n ivido y tiene el hambre canina; devora la medula de nuestros huesos. No obstante, se lo concedernos de grado, y se lo concederemos tanto mis cuanto mejor le sepamos. Y devore de nosotros lo que quiera, no puede saciarse, pues tiene el hambre canina y su hambre carece de medida; y aunque seamos pobres, no se cuida de ello, pues no quiere dejarnos nada. Primero prepara su comida y quema en el amor todos nuestros pecados y faltas. Y cuando estamos limpios y asados en el amor, bosteza ividamente para engullirlo todo.. . Si pudiksemos ver el ivido deseo que tiene Cristo de nuestra bienaventuranza, no podriamos menos de volar a su garganta. Y si Jeslis nos devora total- mente, nos da en cambio a si mismo, y nos da hambre y sed espiri-

47 Moll: Brugman, I, pAgs. 234, 314. 48 Los que me coman tendrAn harnbre en adelante y 10s que me beban tendrhn

en adelante sed. Ecclesiasticw, 24, 29; ademhs Eu. de S. Juan, 4, 13, 14: cf. el Maestro Eckhart, Predrgten, ndm. 43, pigs. 26, 146.

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tuales de gustarle con eterno placer. Nos da hambre espiritual y a nuestro amor de corazbn su cuerpo por manjar. Y si nosotros comemos iste y lo devoramos con intirna devocibn, fluye de su cuerpo su glo- riosa sangre caliente en nuestra naturaleza y en todas nuestras venas . . . Ved, asi comeremos y seremos comidos siempre, y con amor renacere- mos y pereceremos, y Lta es nuestra vida por la eternidad." 49.

S610, un paso mis y franqueamos nuevamente estos supremos arre- batos de la mistica, llegando a un vulgar simbolismo. "Vosotros le conlereis -dice de la Eucaristia Le liure de crainte amoureuse de Jean Hertheiemy- asado a1 Puego, bien hervido, sin quemar, per0 todavia caliente. Pues corno el corder0 pascual era bien cocido y asado entre dos fuegos de madera o de carb6n. asi fuC puesto el Viernes Santo el duke Jesus en el asador de la Santa Cruz y entre 10s dos fuegos de su rnuy dolorosa muerte y Pasi6n y del muy ardiente amor que sentia por nuestras almas y por nuestra salvacibn; asi fuC, cabe decir, asado y hervido largo tieinpo, para salvarnos" $0.

Las irnigenes de la embriaguez y del hambre son ya en si una refutacibn de la tesis de que todo sentimiento religioso de bienaven- turarua deberia ser interpretado erbticamente6l. El desbordamiento del influjo divino es sentido igualmente corno un beber o un saciarse. Una devota de Diepenveen sihtese totalmente inundada por la sangra de Cr~sto y queda sin sentido G2. La imagen de la sangre, que la creencia en la transubstanciacibn mantiene viva y excita de continuo, exteriori~ase en 10s extremos mAs fogosos y miis embriagadores. Las llagas de Jesus, dice San Buenaventura, son las flores rojo sangre de I~uestro duke y florido Paraiso, sobre las cuales ha de revolotear el a h a corno una mariposa, bebiendo ya en hta, ya en aquClla. Por la herida del costado ha de llegar hasta el coraz6n mismo. A la vez corre la sangre en arroyuelos por el Paraiso. La sangre roja y cilida de todas las heridas ha fluido por la boca de Susbn hasta su coraz6n

49 Ruusbroec: Die Spieghel der ewigher salicheit, cap. 7 : Die chierheit der ghee.cte:eker brulocht, 11, c. 53: Werken, ed. David en Snellaert (Maatsch. der Vlaemsche bibliophilen), 18602, 1868. 111, pig. 156-9; VI, pAg. 132.

50 S e j u n el njs. en Oulmont, 1. c., p;ig. 277. 51 Cf. la refutacidn de esta tesis por James, 1. c., pigs. 101, 191, 276. 52 ;:rirgr~rarr, 11, pig. 84.

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y su alma63. Santa Catalina de Sena es una de las santas que han bebido de la llaga del costado de Cristo, asi como fu6 concedido a otros gustar la leche de 10s pechos de Maria; por ejemplo, a San Ber. nardo, a Enrique Susbn, a Alain de la Roche.

Alain de la Roche (Alanus de Rupe), llamado van der Klip por sus amigos holandeses, puede ser considerado como uno de 10s tipos mis caracteristicos de la devocibn francesa, m8s fantaseadora, y de la fantasia religiosa ultra-concreta de la hltima Edad Media. Naci- do hacia 1428 en Bretaiia, actu6 como dominico, ante todo, en el Norte de Francia y en 10s Paises Bajos. Muri6 el aiio 1475 en Zwolle, entre 10s Hermanos de la vida comirn, con 10s cuales mantenia vivas relaciones. Su labor principal fuC la celosa propagacidn del rosario; para propagarlo fundb una cofradia extendida por el mundo entero. a la cual prescribi6 el rezo de determinados sistemas del Avemaria alternando con el Padrenuestro. En las obras de este visionario, prin- cipalmente sermones y descripciones de sus visiones64, nos sorprende eI caricter intensamente sexual de sus fantasias, a la vez que la falta de ese tono de pasi6n ardiente que podria justificar la representacibn sexual de las cosas santas. La expresi6n sensible del amor de Dios que se derrite de ternura se ha convertido en 61 en un puro procede'. No hay nada de esa desbordante ternura que eleva las fantasias de 10s grandes misticos en 10s motivos del hambre, la sed, la sangre y el amor. En las meditaciones sobre cada una de las partes del cuerpo de Maria que 61 recomienda, en la minuciosa desaipci6n de su repe- tido confortamiento con la leche de Maria, en el sistema simbblico en que llama a cada una de las palabras del Padrenuestro el lecho nupcial de una de las virtudes, habla un espiritu de decadencia, habla la degeneracidn de la religiosidad multicolor de la hltima Edad Media, en una forma marchita y deshojada.

Tambikn en las fantasias sobre el tema del diablo tiene una plaza el elemento sexual. Alain de la Roche ve 105 monstruos del pecado con repulsivas partes sexuales, de las que surge un rio de fuego y azufre que obscurece la tierra con su humo. Ve cdmo la meretriz

53 Oulmont, 1. c., phgs. 204, 210. 54 B. Alanus redivivus, ed. J. A. Coppenstein, Nhpoles, 1642, pig. 29, 31, 105,

108, 116, etc.

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afiostasiae se traga a 10s apdstatas, 10s vomita y elimina de nuevo, de nuevo 10s traga, o 10s besa y abraza como una madre, paritndolos de su seno siempre de nuevo55.

He aqui el reverso de la "dulcedumbre" de 10s devotos. Como inevitable complemento de las dulces Eantasias celestiales, escondia el espiritu un negro partano de representaciones infernales, que se ex- presaban en el lenguaje ardiente de la sensualidad terrena. No es tan extraiio que hubiese nexos entre 10s tranquilos circulos de 10s Windesheimer y lo mis sombrio que ha producido la Edad Media pr6xima a su fin: la creencia en la brujeria, que lleg6 a ser enton- ces un sistema fatal de celo teol6gico y rigor judicial. Alanus de Rupe constituye un miembro de enlace. Zl, el hutsped bien considerado de 10s fratres de Zwolle, fuC tambitn el maestro de su hermano en religibn, Jacobo Sprenger; per0 Pste no s610 escribi6 con Enrique Institoris el Martillo de las Brujas, sino que fut tambikn el celoso propagador en Alemania de la Cofradia del Rosario, fundada por Alano.

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Capitulo 15

LA DECADENCIA DEL SIMBOLISMO

L A EXACERBADA fe de aquel tiempo queria traducirse siempre y directamente en fogosas y plisticas imigenes sensibles. El espi- ritu creia haber comprendido el milagro tan pronto como lo veia

ante sus ojos. La necesidad de adorar bajo signos visibles lo no apre- hensible en palabras, creaba sin cesar nuevas imigenes. Para dar un objeto visible a1 desbordante amor por Jeslis ya no bastan en el siglo XIV la cruz y el cordero; agrkgase la devocidn del nombre de Jeslis y hasta amenaza aqui y alli hacer sombra a la devocidn de la cruz. Enrique S u s h se tatha con el nombre de JesJs en la parte del coraz6n y lo compara con el retrato de la amada que el amante lleva cosido en su traje. TambiCn envia a sus hijos espirituales paiiitos en 10s cuales csti bordado el dulce nombre l. Cuando San Rernardino de Sena ha terminado un famoso sermdn, enciende dos cirios y alza una tabla, de una buena vara de largo, en la cual esti escrito en oro, sobre fondo azul, el nombre de Jeslis rodeado de una corona de rayos. "El pueblo, que llena la iglesia, yace de rodillas, todos llorando y sollozando a la vez de dulce emoci6n y tierno amor a Jesus" 2. Muchos otros fran- ciscanos, y tambiCn predicadores de otras Ordenes, lo imitan. Dionisio Cartujano esti representado con una tabla scmejante en las manos alzadas. Los rayos del sol, como cin~era de las armas de Ginebra, son atribuidos a esta devoci6n3, la cual acabd por parecer peligrosa

1 Susbn: Leben, cap. 4, Deutsche Schriften, plgs. 15, 154; Acta Sanctorum Jan., t. 11, pig. 656.

2 Hefele, 1. c., pig. 167; d. pig. 259, Ubcr den Namen Jesus, dehnsa de la cos- tumbre por San Bernardino.

3 Eug. Demole: Le soleil comme cimier des armes de Genhe , citado en la R e w e historique, cxxnr, pig. 450.

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a las autoridades eclesiisticas. Hablibase de superstici6n e idolatria y surgieron tumultos en pro y en contra de la costumbre. San Ber- nardino fuC citado ante la curia y el Papa Martin V prohibi6 la costumbre 4. Pero pronto enconub la necesidad de adorar a1 Sellor bajo una figura visible una satisfacci6n sancionada en otra forma: el viril exponla la misma hostia consagrada a la adoraci6n de 10s fieles. En lugar de la forma de torre que tenia a1 aparecer por primera vez en el siglo XIV, dibele pronto la forma del sol radiante, simbolo del amor divino. Tambikn en este caso abrig6 la Iglesia dudas en un prin- cipio, siendo permitido el uso del viril s610 durante la semana d d Corpus.

El exceso de representaciones a que habia reducido casi todas las cosas el pensamiento medieval ya en su otoiio, habria sido simple- mente una desatada fantasmagoria, si cada figura, si cada imagen no hubiese tenido mis o menos su puesto en el gran sistema general del pensamiento simb6lico.

No habia ninguna gran verdad de que el espiritu medieval estu- viese mas cierto que de la encerrada en aquellas palabras a 10s corin- tios: Vtdemw nunc per speculum in aenigmate, tunc autem facie ad faciem 5 . (Ahora miramos por medio de un espejo en una palabra obscura, per0 entonces estamos cara a cara). Nunca se ha olvidado que seria absurda cualquier cosa, si su significacibn se agotase en su funcion inmediata y en su forma de xnanifestarse; nunca se ha olvi- dado que todas las cosas penetran un buen pedazo en el mundo del mis alli. Este saber nos es familiar, como sentimiento no formulado que tenemos en todo momento; asi, por ejemplo, cuando el rumor de la lluvia sobre las hojas de 10s irboles, o el resplandor de la limpara sobre la mesa, en una hora de paz, se alarga en una per- cepcicjn mas profunda que la percepci6n habitual, que sirve a1 pensa- miento prictico y a la acci6n. Esta percepcibn puede aparecer a veces t n la forma de una obsesi6n morbosa, a la que las cosas le parecen preiiadas de una amenazadora intenci6n personal o de un enigma que seria indispensable conocer y, sin embargo, resulta imposible des- cifrar. Pero rnis frecuentemente nos llena de la certeza serena y con-

4 Rod. Hospinianus: De templis, etc., ed. n a, Tiguri, 1603, phg. 213. 6 A d . Corin, I, 13, 12.

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fortante de que tambikn nuestra propia vida estP entretejida en ese sentido misterioso del mundo. Y cuanto m9s se condensa esta vivencia en el terror a lo Uno de que todas las cosas emanan y en que r e p san todas las cosas, tanto mis se eleva desde la certeza de algunos claros momentos hasta un duradero sentido de la vida o incluso una conviccibn formulada. By cultiuating the continuous sense of our con- nection with the power that made things as they are, we are tempered more towardly for their reception. The outward face of nature need not alter, but the expressions of meaning in it alter. It was dead and is alive again. I t is like the difference between looking on a person without love, or upon, the same person with love . . . When we seee all things in God, and refer all things to him, we read in common matters superior expressions of meaning 6.

De esta indole es la base afectiva sobre la cual florece el sim- bolismo. En Dios no existe nada vacio, nada sin significacibn. Nihil vacuum neque sine signo apud Deum 7. Tan pronto como Dios tom6 forma sensible, habia de cristalizar tambikn en ideas sensibles cuanto procedia de 21 y en k1 encontraba su sentido. Y asl es como nace aquella noble y sublime representacibn del mundo, como un gran todo simbblico, como una catedral de ideas, como la mis rica expre- si6n ritmica y polifbnica de todo lo que cabe pensar.

El pensamiento simb6lico ykrguese aut6nomo y como dotado de igual valor junto a1 pensamiento genktico. Este bltimo, la concepcibn del mundo como un proceso evolutivo, no fuC tan extrafio a la Edad Media como nos figuramos en ocasiones. El surgir una cosa de otra s610 era visto, empero, bajo la forma ingenua de la reproducci6n o la ramificacibn directas y era aplicado exclusivamente por medio de la deducci6n 16gica a las cosas del espiritu. Gustibase de ver Cstas

6 "Cultivando el continuo sentimiento de nuestra conexi6n con el poder que ha hecho de las cosas lo que son, resultamos mis favorablemente dispuestos para acogerlas. La cara externa de la naturaleza no necesita cambiar, per0 cambia la expresi6n de sus intenciones. Estaba muerta y una segunda vez esti viva. Es algo anilogo a la diferencia entre el aspect0 de una persona que no ama y el de la misma persona cuando ama.. . Cuando vemos todas las cosas en Dios y referimoq toclas las cosas a $1, descifiamos en la materia comdn 10s signos de una intenci6n

superior." James, Varieties of. religious experience, pig. 474-75. 7 Irenaeus, Adversus haereses, libri V , 1. N, c 21 3.

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genealdgicamente organizadas o bajo la forma de irboles con muchas ramas: asf, por ejemplo, un arbor de origine iuris et legum, incluia todo lo referente a1 derecho en la imagen de un frondoso Brbol. En semejante aplicackh, puramente deductiva, resultaba la idea de la evoluci6n algo esquemitico, arbitrario e infecundo.

Considerado desde el punto de vista del pensamiento causal, el simbolismo es comparable a un cortocircuito espiritual. El pensamien- to no busca la uni6n entre dos cosas, recorriendo las escondidas sinuo- sidades de su conexi6n causal, sino que la encuentra slibitamente, por medio de un salto, no como una uni6n de causa y efecto, sino como una uni6n de sentido y finalidad. La conviccih de la existencia de un nexo semejante puede surgir tan pronto como dos cosas tienen una propiedad esencial comdn, que se refiere a algo de valor univer- sal. 0 con otras palabras: toda asodaci6n fundada en una semejanza cualquiera, puede transformarse inmediatamente en la conciencia de una conexi6n esencial y mistica. Esto puede parecernos desde el punto de vista psicol6gico una funci6n espiritual muy pobre y puede llamarse desde el punto de vista etnolbgico una funci6n espiritual muy pri- mitiva. El pensamiento primitivo caracterizase, en efecto, por su debi- lidad para percibir 10s limites de la identidad entre las cosas; trata de incorporar a la representaci6n de una cosa determinada todo lo que puede ponerse en uni6n con ella por simple analogia o conti- giiidad. El pensamiento simbdico tiene, pues, la miis estrecha conexidn con este mod0 de pensar.

El simbolismo pierde, sin embargo, esta apariencia de arbitrarie- dad y falta de madurez, tan pronto como se ve claro que esti inque- brantablemente unido con la concepci6n del mundo, que en la Edad Media se llamaba realism0 y que nosotros denominamos idealism0 platbnico, en verdad, de un mod0 menos acertado.

La ecuaci6n simb6lica fundada e n la comunidad de caracteres s610 tiene sentido cuando 10s caracteres son lo esencial de las cosas, cuando las propiedades comunes al simbolo y a lo simbolizado son concebidas realmente como esenciales. Las rosas blancas y rojas flore- cen entre espinas. El espiritu medieval ve en seguida en ello una significaci6n simbblica: virgenes y mirtires irradian su gloria entre sus perseguidores. $bmo se produce la ecuaci6n? Siendo las mismas las propiedades: la belleza, la delicadeza y pureza, la r o j a sangrienta

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de las rosas son tambikn las de las virgenes y 10s m8rtires. Este nexo s610 es, sin embargo, realmente significativo, y s610 esti lleno de mistico sentido, cuando est8 incluido en el miembro de enlace, o sea, en la propiedad, la esencia de 10s dos miembros del simbolismo, o con otras palabras, cuando el rojo y el blanco no son considerados como una mera denomipaci6n de diferencias fisicas sobre una base cuantitativa, sino que son tenidos por realidades. TambiCn nuestro pensamiento puede verlos asi en todo momento 8, s610 con retroceder un instante a1 saber del salvaje, del niiio, del poeta y del mistico, para 10s cuales la constitucidn natural de las cosas est8 encerrada en su cualidad general. Esta cualidad es su entidad, es el meollo de su ser. La belleza, la ternura, la blancura, en cuanto esencias, son unidades: todo lo que es hermoso, tierno, blanco, ha de estar por esencia en conexibn, tiene la misma razdn de ser, la misma signifi- caci6n para Dios. Existe, pues, un nexo indestructible entre el sim- bolismo y el "realismo" en el sentido medieval.

No hay que pensar demasiado en la disputa de 10s universales. Ciertamente, el realismo, que ensefiaba 10s universalia ante res, que reconocia a las ideas generales esencia y preexistencia, no ha sido un monarca absoluto en la esfera del pensamiento medieval. Ha habi- do tambikn nominalistas; tambikn 10s uniuersalia Post rem han tendo sus defensores. No es, empero, demasiado osada la tesis de que el nominalismo radical no fuC nunca otra cosa que una contracorriente, una reacci6n y oposici&n, y que el nominalismo moderado mhs recien- te s610 respondia a ciertas dificultades filosbficas contra un realismo extremo, per0 no oponia nada a la direccibn realista, inherente a todo el pensamiento y cultura espiritual de la Edad Media.

Inherente a la cultura entera. Pues no se trata en primer tkrmino de aquella disputa de agudos tedlogos, sino de las representaciones que dominan la vida entera de la fantasia y del pensamiento, como se manifiesta en el arte, en la moral y en la vida diaria. Estos son extremadamente realistas, no porque la alta teologia se haya forrnado en una larga escuela de neoplatonismo, sino porque el realismo, virgen de toda filosofia, es el mod0 primitivo del pensamiento. Para el espi- ritu primitivo toma en seguida ser todo lo que se puede nombrar,

8 Sobre la necesidad de este realismo, James, 1. c., pig. 56.

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sean propiedades, conceptos u otra cosa cualquiera. Todas sc proyec- tan en seguida y automiticamente sobre el cielo. Su ser pucde conce- birse casi sicmpre como un ser personal; pero, ciertamente, no necesita serlo. En todo momento puede empezar la danza de conceptos antro- pom6rficos.

Todo realismo en sentido medieval es en ultimo tkrmino antropod morfismo. Cuando quiere hacerse visible el pensamiento que ha reco- nocido a la idea de un ser ifidcpendiente, no pucde conseguirlo n?Ps que por medio de una personificaci6n. $ste es el punto en que time lugar el trrinsito del simbolismo y el realisrno a la alegoria. La alegoria es el simbolismo proyectado scbre la superficie de la imaginacikn, la expresi6n deliberada cle un simbolv y, por ende, su agotamiento, la traduccibn de un grito de pasibn en una correcta proposicibn grama- tical. Goethe describe el contraste de la siguiente manera: "La alegoria convierte el fenbmeno en un concepto y el concepto en una imagen, pe- ro de tal sucrte, que el concepto siempre puede tenerse y mantenelse integro y definido en la imagen y expresarse con ella. El simbolismo convierte el fen6meno en idea y la idea en imagen, de tal suertc, que la idea permanece siempre infinitamente activa e inasequible en la imagen y, evpresada incluso en todas las lenguas, resulta, sin embargo, inefable" 9.

La alegoria tiene, pues, ya en si misma el caricter de una norma- lizaci6n escolisiica y a1 mismo tiempo el de una condenaacih c k l pensamiento en la imagen. La forma en que se introdujo en el pensa- miento medieval, como brote literario de la Antigiiedad en sus postri- ~nerias, ante todo en las creaciones alegbicas de Marciano Capella y de Prudencio, aumentaba su caricter escolPstico y senil. Y no se crea, sin embargo, que laltasen originalidad ni vida a la alegoria y a la personificacibn medieval. Si no las hubiesen poseido, ic6mo las hu- biese cultivado tanto tiempo y con tanto amor la cultura medl,xal?

Unidas estas tres modalidades del pensamiento -el realismo, el simbolismo y la personificacibn-, vinieron iluminando el pensanlien- to medieval ccno una corriente de luz. La psicologia puede ser pro- pensa a despachar el simbolismo entero con el titulo de asociaci6n de ideas; la historia de la cultura espiritual ha de considerar con respe-

9 Goethe: Spriiche in Prma, n~inis. 742, 743.

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tuosa veneraci6n esta forma del pensamiento. El valor vital de la interpretacidn simbdlica de todo lo existente era inestimable. El sim- bolismo cre6 una imagen del universo, cuya unidad era aun rnis rigurosa, cuya conexibn era a6n mits intima que las que puede dar el pensamiento causal de las ciencias naturales. Abarcaba con sus pode- rosos brazos el reino entero de la naturaleza y la historia entera. Se cre6 en ambas un orden y gradacidn inalterables, una organizacidn ar- quitectbnica, una subordinacibn jerirquica. Pues en todo nexo simb6- lico tiene que estar una cosa rnis baja y una cosa rnis alta; cosas equi- valentes no pueden servir de simbolo la una de la otra, sino que s610 pueden aludir ambas juntas a una tercera que esti rnis alta que ellas. En el pensamiento simbdlico hay espacio sobrado para una inmensa complicacidn de relaciones entre las cosas. Toda cosa puede ser con sus diversas propiedades simbolo simultineo de otras varias cosas, pe- ro tambikn puede ser signo con una misma propiedad de diversas co- sas. Las cosas mis altas tienen miles de simbolos. Ninguna cosa es de- masiado baja para significar la mAs alta y aludir a ella glorificindola. La nuez simboliza a Cristo: el dulce nucleo es la naturaleza divina; la corteza carnosa, la humana, y el tabique leiioso que hay en el medio, es la cruz. Todas las cosas ofrecen puntos de apoyo y sostenes a la as- censidn del pensamiento hasta lo eterno; todas se elevan mutuamen- te, de escalbn en escaldn, hasta la altura. El pensamiento simbblico prestntase como una continua transfusidn del sentimiento de la ma- jestad y la eternidad divinas a todo lo perceptible y concebible. Jamis deja que se extinga el fuego del sentido mistico de la vida. Penetra la representacidn de todas las cosas con elevados valores estkticos y kti- cos. Represhtese el lector el goce de un mundo en que cada piedra preciosa chispea con el esplendor de todos sus valores simbdlicos, en que la identidad de la rosa y de la virginidad es rnis que un pottico vestido de fiesta y abraza la esencia de ambas. Vivese en una verdade- ra polifonia del pensamiento. Todo esti transido por tste. En toda representacibn resuena un armonioso acorde de simbolos. El espiritu se eleva a esa embriaguez de la imaginacibn, a esa confusidn preinte- lectual de 10s limites de la identidad entre las cosas, a ese embota- miento del pensar racional que exaltan hasta su cumbre el sentimien- to de la vida.

Un nexo armdnico une sin interrupcibn todas las esferas del pen-

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samiento. Los hechos del Antiguo Testamento significan y prefiguran 10s del Nuevo Testamento, que se reflejan tambiCn en 10s sucesos de la historia profana. Como en un calidoscopio, en todo pensar surge de la desordenada masa de particulas una bella figura simttrica. To- do simbolo adquiere un sobrevalor, un grado mucho mPs alto de rea- lidad representativa, por agruparse finalmente todos en torno a1 mi- lagro central de la Eucaristia, donde la concordancia ya no es simbo- lismo, sino identidad: la hostia es Cristo. Y el sacerdote que la consu- me se convierte en el sepulcro del Sefior. El simbolo derivado toma parte en la realidad del misterio supremo. Todo significado t6rnase una mistica identificacibn lo.

El simbolismo cred la posibilidad de dignificar y de gozar el mun- do, que era en si condenable, y de ennoblecer tambiCn la actividad te- rrenal. Toda profesibn tenia su relaci6n con lo mPs alto y lo mPs san- to. El trabajo del artesano es la eterna generacih y encarnaci6n del Verbo, es la alianza entre Dios y el alma 11. Hasta entre el amor terre- nal y el divino corrian 10s hilos de contact0 simb6lico. El fuerte indi- vidualism~ religioso, esto es, el cultivo de la propia alma para alcan- zar la virtud y la bienaventuranza, encontr6 su saludable contrapeso en el realism0 y el simbolismo, que desprendian el propio ma1 y la propia virtud de la singularidad de la persona y 10s elevaban a la es- fera de lo universal.

El valor Ctico del pensamiento simb6lico es inseparable de su va- lor plistico. La forma pllstico-simbdlica es, por decirlo asi, la m6sica cuyo texto constituyen las proposiciones 16gicamente expresadas, que sonarian mondtona e ingratamente sin esa m6sica. En ce temps oh la spe'culation est encore toute scolaire, les concepts de'finis sont facile- ment en dtsaccord auec les intuitions profondes 12. Por medio del sim- bolismo estaba abierta a1 arte toda la riqueza de las representaciones religiosas, para expresarla con armonia y color y a la vez con vaguedad

10 San Bernardo: Libellus ad quendam sacerdotem, en Dion. Cart., De vita el regimine curatorum, tomo xxxvq pitg. 222.

11 San Buenaventura: De reductione artium ad theologiam, Opera, ed. Paris, 1871, torno VII, pig. 502.

1 2 P. Rousselot: Pour l'histoire du probltme de l'amour (Baumker y von Hert- ling, Beitr. zur Gexh . der Philosophie im Mittelalter, VI, 6 ) , Miinster, 1908.

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y nebulosidad, de tal suerte que las mis profundas intuiciones pudie- sen desemhocar en la fe de lo inefable.

El liltimo period0 de la Edad Media presenta toda esta ideologia en su postrer florecimiento. El mundo entero habia acabado por que- dar preso en aquel sistema universal de simbolos, convertidos a su vez en flores petrificadas. Desde muy antiguo, ha tenido el simbolis- mo la inclinaci6n a reducirse a un puro mecanismo. Una vez erigido en principio, no se contenta con 10s brotes de la fantasia y del entu- siasmo poCticos, sino que se adhiere como una planta parisita a1 pen- samiento y degenera en un puro hibito y en una enfermedad de 6s- te. En especial surgen perspectivas enteras de conexiones ideales cuan- do el contact0 simb6lico nace exclusivamente de una concordancia nu- mbrica. Todo se convierte en operaciones axitmeticas. Los doce meses significan 10s doce ap&stoles, las cuatro estaciones 10s evangelistas y el aiio entero ha de ser por fuerza Cristo 13.

Conglomeranse sistemas septenaxios enteros. Con las siete virtu- des capitales se corresponden las siete peticiones del Padrenuestro, 10s siete dones del Espiritu Santo, las siete bienaventuranzas y 10s siete salmos penitenciales. Todo esto hillase, a su vez, en relaci6n con 10s siete momentos de la Pasi6n y con 10s siete sacramentos. Cada una de las cosas de cada uno de estos grupos de siete cosas mespbndese nue- vamente, como contrario o remedio, con uno de 10s siete pecados ca- pitales, que estin representados, a su vez, por siete animales y son se- guidos de siete enfermedades 14. En un moralists y padre espiritual como Gerson, a1 que e s t h tornados estos ejemplos, tiene la preponde- rancia el valor moral prictico del nexo simbdico. En un visionario co- mo Alain de la Roche prepondera el lado estCtico 16. Tiene que haber un sistema en que 10s nlimeros Sean quince y diez, pues el ciclo de ora- ci6n de la cofradia del Rosario, por la cual trabaja con tanto celo, com- prende ciento cincuenta Aves, cortadas por quince Paters. Los quince Paters son las quince estaciones de la Pasibn, las ciento cincuenta Ava son 10s salmos. Pero significan muchas mis cosas todavia. Multiplican- do las once esferas celestes con 10s cuatro elementos por las diez cate-

13 Sicard: Mitrale sive de officiis ecclesiasticis sum~na, Migne, torno ccxn~, c. 232. 14 Gerson: Compendium theologiae, Opera, I, pigs. 234, 303 y s., y 325, Medi-

tatio super septimo psalmo poenitentiali, N, pig. 26. 15 Alanus redivivus, passim.

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gorias, substantia, qualitas, quantitas, etc., obtiCnense ciento cincuenta habitudines naturales. Igualmente se obtienen ciento cincuenta habi- - tudines morales cuando se multiplican 10s diez mandamientos por las quince virtudes: las tres teologales, las cuatro cardinales y las siete capitales son catorce; restant duae: religio et poenitentia; hay, pues, una de mPs; per0 couo a la virtud cardinal de la tempernntia corres. ponde la capital de la abstinentia 16, quedan en definitiva quince. Ca- da una de estas quince virtudes es una reina que tiene su lecho nupcial en una de las partes del Padrenuestro. Cada palabra del Ave significa una de las quince periecciones de Maria y a la vez una piedra preciosa en la tupis angelica que es la propia Maria, y cada una expulsa un pecado o el animal que lo representa. Estas palabras son ademis las ramas de un Prbol lleno de frutos, en que estPn sentados todos 10s bien- aventurados, y 10s peldaiios de una escala. Asi, por ejemplo, la pa- labra Ave significa la inocencia de Maria y el diamante y expulsa la soberbia, que tiene por animal el le6n; la palabra Maria significa la prudencia y el carbunclo y expulsa la envidia, que es un perro negro como la pez. Alanus ve en sus visiones las horribles figuras de 10s ani- males-pecados y 10s brillantes colores de las piedras preciosas, cuya milagrosa virtud, celebre desde antiguo, despierta nuevas asociaciones simbblicas. La sard6nice es negra, roja y blanca, como Maria era ne- gra en su humildad, roja en sus dolores y blanca en la gloria y en la gracia. Usada esta piedra como sello, no se adhiere a t l la cera, con lo cual simboliza la virtud de la castidad, expulsando la deshonestidad y haciendo casto y p6dico. La perla es la palabra gratia y tambikn la gracia propia de Maria; nace en la concha marina de un rocio celeste sine admixtione cuiscunque seminis propagationis, sin mezcla de nin- g6n germen de producci6n. La propia Maria es esta concha; el simbo. lismo pierde un poco su perfecto paralelismo, pues con arreglo a las equivalencias anteriores se esperaria que fuese la perla. Este 6ltimo caso prueba tambih de un mod0 convincente lo calidosc6pico del sim- bolismo; con las palabras "engendrado por un rocio del cielo" evbca- se a la vez el recuerdo del otro tropo del nacimiento virginal: la p ~ e l de corder0 sobre la cual hizo descender Gede6n el celeste signo.

16 En la pigina 12 es equiparada la fortitudo con la abstinentia; pero en l a pd- gina 201 es la temperantia la que falta en la serie; &a es, seguramente, la inten cidn del autor. Hay alin otras diferencias.

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El pensamiento simb6lico fut consumitndose paulatina y total- mente. Encontrar simbolos y alegorias habiase convertido en un jue- go vano, en un superficial fantasear sobre la simple base de un en- lace extrinseco entre las ideas. Pero el simbolo sblo conserva su valor afectivo mientras dura el carPcter sagrado de las cosas que hace sen- sible~. Tan pronto como desciende de la pura eslera religiosa a la es- fera exclusivamente moral, degenera sin esperanzas de remedio. Frois- sart consigue comparar en una extensa poesia, Li orloge amoureus, todas las propiedades del amor con las diversas partes del mecanismo de un reloj 17. Chastellain y Molinet rivalizan en simbolismos politi- cos: en 10s tres estados hPllanse representadas las cualidades de Maria; 10s siete principes electores, tres eclesiisticos y cuatro seculares, signifi- can las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales; las cinco ciuda- des de Saint-Omer, Aire, Lila, Douai y Valenciennes, que permanecie- ron fieles a Borgofia en 1477, conviCrtense en las cinco virgenes pruden- tes 18. En rigor nos encontramos aqui con un simbolismo a la inversa, en que no alude lo inferior a lo superior, sino lo superior a lo infe- rior. Pues en la intenci6n del autor son superiores las cosas terrena- les; a dignificarlas esti destinada la ornamentacibn celeste. El Donatus moralisatus seu per allegoriam traductus, atribuido en ocasiones a Ger- son, presentaba la gramatica latina bajo la vestidura de simbolos teo- 16gicos: el nombre es el hombre, el pronombre significa que es un pe- cador. En el grado infimo del simbolismo esta, por ultimo, un poema como Le parement et triumphe des dames, de Oiivier de la Marche, en que se compara toda la toilette femenina con virtudes y exceiencias, bravo serm6n moral del viejo cortesano, con un furtivo guifio de ojos aqui y all& La pantufla, por ejemplo, significa la humildad:

De la pnntozlffle ne nous v;ent que santd Et tout prouffit sans griefve (grave) maladie, POUT h y donne^ tiltre (titulo) d'atictoritd Je luy donne ic nom d'liutriiiitk.

De este modo, convitrtense 10s zapatos en la diligencia y la asi-

17 Froissart: Pobies , ed. Scheler, I , pig. 53. 18 Chastellain: Trait6 par jorme d'oilegcvir nlys:ique sur l'enlre'e dzr ?ox Loss

en nouveau rigne, Oe.~ivres, vrr, pig. I ; Moiinei, :I, pag 7;; in, pig. 112.

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duidad; las medias, en la constancia; las ligas, en la firmeza, la caini- sa, en la honestidad, y el corsC, en la castidad 19.

Y, sin embargo, para el espiritu medieval tenian 10s simbolos y las alegorias, incluso en sus mis vacuas manifestaciones, un valor afecti- vo mucho mis vivo de lo que nos liguramos. La iunci6n de la ecua- ci6n simb6iica y del pensamiento ligado a la representaci6n plitstica estaba tan desarrollada, que toda idea podia traducirse casi por si mis- ma en un personnage, esto es, en un especticulo 20. Toda idea era vis- ta, en efecto, como un ser, y toda propiedad, como una substancia, y la mirada escultora les prestaba en seguida, como si fuesen seres cor- pbreos, forma personal. Dionisio Cartujano ve en sue iluminaciones a la Iglesia justamente de un mod0 tan personal y escenogritlico coino habin sido representada en la fiesta de corte celebrada en Lila. En una de sus revelaciones de la futura Reformatio contempla la Reforma mu- chas veces nombrada a que aspiraban 10s Padres del Concilio y no, en hltimo tCrmino, el correligionario de Dionisio, Nicolis de Cusa: la Igksia en su iutura pureza. Dionisio ve la belleza espiritual de esta Iglesia mas pura, como una magnifica y riquisima veste de indescrip- tible perfecci6n en su artistica mezcla de colores y figuras. Otra vez ve a la Iglesia oprimida, fea, desgreiiada y exangiie, pobre, dCbi1 y hollada con 10s pies. El Sefior dice: "Oye a tu madre, mi esposa la santa Iglesia", y Dionisio oye la voz interior como saliendo de la figu- ra de la Iglesia: quasi ex persona Ecclesice21. Tan directamente apa- rece aqui la idea en iorma sensible, que apenas se siente la necesidad de relacionar la imagen con la idea, de explicar en detalle la alcgoria; basta indicar el tema en que se piensa. El vistoso traje es perfectamen- te adecuado para representar la perfecci6n espiritual. Asi como a nos-

10 Cf. Coquillart: Les droits'nouveaux, ed. d'H6ricault, I , pig. 72. n* Asi como en lntin persona significa propiamente "mhscara, careta de actor,

papel" (la significaci6n incolora de "persona" es la riltima), en franc& persolrnage significaba en la Edad Media (y aun en la 6poca clisica) tanto como "papel". Cf. Adolf Trendelenburg: Zur Geschichte des Wortes Person, "Kantstudiet~", X I I ~

(1908), pigs. 2-17. Ernst Zitelmann: Begriff und Wesen der juristischen Person (1873) ; Rudolf Hi]-zel: Die Person. Begiijf trnd A'c,~r;e derselben i i i r dltei t vm (Sit-

zungsberichte der Bayer. Akademie der Wissenschaften, 5 diciembre 1914), y la inves- tigacibn de Hans Kheinfeider, inspirada por mi: Dns L'ort "Person" (npn!ccr:i pro- ximamente como tsuplemento a la Zeitschlift f i i ~ rotrtanische Pl1i:oiogie).

21 Opera, I , p. XLIV sg.

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otros nos es familiar la idea resuelta en mhsica, tritase en este caso de una idea reducida a imagen.

Recordemos de nuevo las figuras aleg6ricas del Roman de la Rose. Tenemos que hacer un esfuerzo, si queremos imaginarnos algo con 10s nombres de Be1 Accueil, Doulce Mercy, Humble Requeste. Mas para 10s contemporineos son seres de una realidad vestida en forma viva y teiiida de pasibn, que 10s coloca en la misma linea de las figuras de deidades romanas, derivadas de abstracciones, como Pavor y Pallor, Concordia, etc. Lo que Usener dice de &as puede aplicarse casi inte- gramente a las figuras aleg6ricas de la Edad Media: "La representa- ci6n surgia con fuerza sensible ante el alma, y ejercia tal poder, que Ia palabra que ella se creaba podia designar una individualidad divi* na, a pesar de la inestabilidad de adjetivo que seguia teniendo" 22. De otro mod0 hubiera sido ilegible el Roman de la Rose. Doux Penser, Honte, Souvenirs y las restantes figuras han llevado en las cabezas de la dltima Edad Media una vida justamente divina. En una de las fi- guras de la Rosa k g 6 a hacerse todavia mAs concreta la representa- ci6n: Danger, en un principio el nombre del peligro que amenaza a1 amante en sus pretensiones, o tambikn el de la rescrva de la dama, acaba por significar en la jerga del amor el gentilhombre, dcstinado a ser engaiiado, que guarda a su mujer.

Repetidas veces se ve c6mo se echa mano de la alegorfa para sub- rayar expresamente una idea de especial importancia. Cuando el obis- po de Chalons quiere hacer a Felipe el Bueno una seria advertencia sobre su actividad politica, encierra la Remontrance que da en el casti- 110 de Hesdin, el dia de San Andrts del aiio 1437, en obsequio del du- que, la duquesa y su stquito, en la forma de una alegoria. El obispo encuentra a Haultesse de Signourie, que ha habitado primer0 en el Imperio, luego en la corte de Francia y, por liltimo, en la corte de Bor- goiia, y que se halla desconsolada y se lamenta porque tambien en es- ta la amenazan "Negligencia del Principe", "Debilidad del Consejo", "Envidia de 10s Servidores" y "Exacci6n de 10s Shbditos". El le pre- senta entonces otras personalidades, como "Vigilancia del Principe", etc., que se encargan de arrojar a 10s cortesanos infieles23. Cada cua-

22 H. Usener: Gotternamen, Yersuch zu einer Lehre von der religiiisen Be- griffsbildung, Brun, 1896, pig. 73. 23 J. Mangeart: Catalogue des m s . de la bibl. de Valenciennes, 1860, pig. 687.

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15. La decadencia del sirnbolismo 299

lidad se ha hecho independiente y se presenta como una persona, que era evidentemente el mod0 de conseguir la impresi6n deseada, lo cual s610 resulta comprensible cuando se ve claro que la alegoria a6n ejer- cia en el pensamiento de aquella Cpoca una funci6n muy viva.

El burguks de Paris es un hombre prosaico que raras veces se complace en primores de estilo y juegos de ideas. Pero cuando llega a lo mis espantoso que time que describir, a las matanzas borgoiionas que dan a1 Paris de junio de 1418 el olor a savgre de septiembre de 1792, echa mano de la alegoria 24. Lars se leva la diesse de Discorde, qui estoit en la tour de Mau-conseil, et esueilla Ire la fnrcene'e et Con- uoitise et Enragerie et Vengeance, et prindrent armes de toutes nzanid- res et bouterent hors d'auec eulx Raison, Justice, Memoire de Dieu et Atrernpance moult honteusement 25. Y asi prosigue, alternando con la descripci6n directa de aquellas atrocidades: Et en mains que on yroit cent pas da terre depuis que mors estoient, ne leur demouroit que leuzs brayes, et estoient en tas comme porn ou millieu de la b o e . . .26; 10s chubascos lavan y limpian sus heridas. iPor quC la alegoria, justamen. te a1 llegar aqui? Porque el autor quiere elevarse a un nivel del pensa- miento mis alto que el de 10s sucesos de la vida habitual descritos en el resto de su diario. El autor siente la necesidad de ver aquellos es- pantosos sucesos como si hubiesen brotado de algo mis que de un mero designio personal y la alegoria le sirve como medio de expresar el sentimiento trigico.

CuPn viva estaba a6n en la hltima Edad Media la funcih de la personificaci6n y de la alegoria revtlase justamente alli donde m8s nos estorba a nosotros. En el tableau - vivant, donde unas figuras con- vencionales aparecen cubiertas de unos ropajes fantdsticos, que dicen a cualquiera que todo aquello s610 es un juego, tambiCn nosotros po- demos gozar en cierto mod0 de Ia alegoria. Pero el siglo xv puede ha-

24 Journal d'un bourgeois, pig. 96. 23 Entonces se levant6 la diosa de la Discordia, que estaba en la torre del

Ma1 Consejo, y despert6 a Ira la furiosa y a Codicia, a Rabia y a Ve:iganza, y to- maron armas de todas clases y quitaron del medio a Raz6n, a Justicia, a Memoria de Diw y a Templanza de un mod0 sumamente vergonzoso.

20 Y a muchos, que hacia cien paws que habian muerto, no les quedaban mds que sus calzones y estaban amontonados como puercos en medio del fango.

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300 El otofio dde la Edad Media

cer circular con 10s trajes de la vida diaria tanto las figuras aleg6ricas como 10s santos. Y puede crear en todo momento nuevas personikica- ciones para cada idea que quiere expresar. Cuando Charles de Roche fort quiere contar en I'Abuzd e n court la "moralidad" del joven lige- ro que se extravia por influencia de la vida cortesana, saca c k su man- ga toda una serie de nuevas alegorias a1 estiio del Ronaan tle la Rose, y tocios estos seres tan phlidos para nosotros, FOE cuidier (desvario), Folle bombance, hasta el final, en que Pauuretd y Maladie arrastran a1 joven a1 hospital, aparecen en las nliniaturas que ilustran el poema como j6venes nobles de aquel tiempo; ni siquiera Le Temps usa bar- ba ni guadaiia, per0 lleva en cambio jub6n y calzones. Las ilustracio. nes nos causan con su ingenua rigidez una impresi6n de denmiado primitivas; por eso se disipan para nosotros toda la delicadeza y todo el movimiento que la Cpoca misma sentia en la concepci6n. Pero jus- tamente en el aspect0 cotidiano de las figuras reside la prueba de su vivacidad. No hay para Olivier de la Marche nada chocanie en quc las doce virtudes que representan un Entremets en la fiesta de corte dada en Lila el aiio 1454, una vez leido su poema, empiecen a danzar en guise de mommerie et a faire bonne chiere, pour la feste plus joyerr- sement parfournier 27. Con las virtudes y 10s sentimientos unimos aim espontineamente una representaci6n antropom6rfica; per0 ni siquiera en 10s casos en que el concept0 no puede tener para nosotros nada antropom6rfico vacila el espiritu medieval en hacer de i l una persona. La marcha de la Cuaresma como figura persona! contra el ejkrcito del Carnaval, no es una creaci6n de cerebro loco de Breughel. El poema Bataille de Karesme et de charnage, en el cual lucha el queso contra ias huevas de pescado y el salchich6n contra la anguila, pertenece ya a1 final del siglo XIII, y fuC imitado hacia ISSO por el poeta espaiiol Juan Ruiz28. Tambiin el refranero conoce esta Cuaresma: Quaresme fait ses flans la nui t de Pasques. En otras partes llega el proceso de per- sonificaci6n todavfa mis lejos. En algunas ciudades del Norte de Ale- mania colgaibase en el coro de la iglesia una muiieca que se, llamaba

27 La Marche, 11, pig. 378. A guisa de mojiganga y a regocijarre m x h o para dar a la fiesta mds alegria. 28 Histoire litteraire de la France (XZVe sikcle), t . xxrv, 1862, pig. 541; Grober:

Grundriss, rI 1, pig. 877; 11, 2, pdg. 406; cf. Les cent nouvelles nouvelles, 11, p i - gina 183; Rabelais,, Pantagruel, I, IV, ch. 29.

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15. La decadencia del simbolismo 30 1

la Cuaresma; el miCrcoles antes de Pascuas era retirada durante la mi- sa esta "muiieca del hambre" 29.

@uk diferencia de grado en la realidad de la representacibn ha habido entonces entre 10s santos y las figuras puramente alegbricas? Los primeros tenian la confirniacibn por la autoridad de la Iglesia, su caricter hist6ric0, s ts imigenes de madera y de piedra. Las lLltimas poseian, en cambio, puntos de contact0 con 10s sentimientos de la vida personal y con la libre fantasia. Puede dudarse con toda seriedad si Fortune y Faux SemBlant no eran tan vivos como Santa Barbara y San Cristbbal. No olvidemos que hay una figura que habia surgido de la libre representacibn plhtica, ajena a toda sancibn dogmitica, y que habia adquirido, sin embargo, mayor realidad que ninglin santo y los habia sobrevivido a todos: la Muerte.

:;o hay iealmen~e una diferencia esencial entre la aiegoria de la Edad Media y la Mitologia del Renacimiento. Las figuras mitol6gicas acompafian a la libre alegoria ya durante un buen trozo de la Edad Media. Venus representa su papel en poemas que son puramente me- dieaales. Por otra parte, la libre alegoria esti alin en pleno florecimien- to bien entrado el siglo XVI y mas tarde todavia. En el siglo xrv empie- za una suerte de competencia entre la alegoria y la mitologia. En 10s poemas de Froissart aparece junto a Doux Semblant, Jonece (juventud), Plaisance, Refus, Dangler, Escondit, Franchise, una extraiia colecci6n de initologenlas mutilados a veces hasta resultar indescifrables: Atro. p a , Cloto, Lachesis, Telephus, Ydrophus, Neptisphoras. . . Por lo que toca a la plenitud de la figura, dioses y diosas llevan aim la peor par- te, ccc~parados con 10s personajes del Roman de la Rose; resuitan hue- cos y O ~ S C U ~ O S todavia. 0, si tienen el terreno para ellos solos, apare cc:~ ixtremadamente barrocos y nada clAsicos, como en la Epislre d 7 0 ! k k n u Hector de Cristina de Pisan. La llegada del Renacimiento iilr krte la relaci6n. Poco a poco van arrebatando el rango 10s olimpi- cos y las ninfas a la Rose y a las alegorias. Los tesoros de la Antigiie- dad vierten sobre ellos una plenitud de estilo y de sentimiento, una belleza poetics y, sobre todo, una unibn con el sentimiento de la na- tura':eza, ante 10s cuales palidece y se esfuma la alegoria antes tan viva.

El simbolismo, con su servidora, la alegoria, habiase convertido en

23 !-I. L1oteIrcnii: K ~ ) . r ~ : l ? o ? ~ d e ? l ~ b l a f t des Gesauilu~rein.: , etc., 67, 1919, p;ig. 12i.

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302 El otoiio de la Edad Media

un juego del entendimiento abstracto; las cosas mis ricas en sentido torniironse vacias de todo sentido. El pensamiento simb6lico impidid el despliegue del pensamiento genetic0 - causal. No es que el simbolis- mo lo excluyera. La conexi611 genetic0 - natural tenia su lugar junto a la conexi6n simbblica, per0 result6 ineficaz mientras el interts no se desvib del simbolismo y se volvi6 hacia el curso de la natura- leza. Un ejemplo aclaratorio: Para expresar la relacibn entre la auto. ridad espiritual y la temporal habia en la Edad Media dos comparacio- nes simb6licas proverbiales: primero, 10s dos cuerpos celestes tal como Dios 10s habia puesto en la creacibn, el uno sobre el otro; y luego, las dos espadas que 10s discipulos llevaban cuando prendieron a Cristo. Ahora bien: estos simbolos no son para el pensamiento medieval una mera comparacibn ingeniosa: indican el fundamento de la relaci6n de autoridad, la cual no puede sustraerse a aquella conexibn mistica. Tie- nen el mismo valor representativo que Pedro como piedra de la Igle. sia. La fuerza del simbolo se opone a la investigacidn de la evoluci6n hist6rica de ambos poderes. Cuando Dante reconoce la necesidad deci. siva de esta investigaci61-1, necesita quebrantar antes, en su Monarchia, la fuerza del simbolo, discutiendo su exactitud para que el camino quede libre.

Unas palabras de Lutero atacan el ma1 de la alegoria arbitraria y liviana en teologia. Habla de 10s grandes maestros de la teologia ine- dieval, de Dionisio Cartujano, de Guillermo Durand, el autor del Rat- ionale divinorum officiorum: de San Buenaventura y de Gerson, cuan- do exclama: "Los estudios aleg6ricos son obra de gentes ociosas. {O creeis que me resultaria dificil jugar con alegorias sobre cada cosa crea- da? ~ Q u i t n es tan pobre de ingenio que no pueda probar a hacer ale- gorias" 30.

El simbolismo era un medio de expresidn deficiente para las conexiones del cosmos, que se imponen a1 espiritu como un iirme sa- ber, sin necesidad de ser expresadas en ttrminos lbgicos, conexiones como las que surgen muchas veces en nuestra conclencia cuando oimos mhica: Videmus nunc per speculum in aenigmate. Se sabia que se rniraba a un enigma y, sin embargo, se trataba de distinguir las imC

80 De captivitate babylonica ecclesiae pmeludium, Edici6n de Weirnar, vr, pa- gina 562.

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15. La decadencia del simbolismo 303

genes en el espejo, explicando unas imAgenes por otras imigenes y po- niendo un espejo frente a otro espejo. El mundo entero estaba, pues, representado en figuras independientes; era una Cpoca de exceso de ma- durez y de agotamiento. El pensamiento habiase tornado demasiado dependiente de las figuras: las facultades visuales, tan sobremanera propias de la dltima Edad Media, eran entonces dernasiado poderosas. Todo lo que podia ser concebido habia tomado una forma plistica, El pensamiento mismo podia reposar: la representacidn del mundo habia- se tornado tan inmbvil, tan rigida, como una catedral que duerme a la kuz de la luna.

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EL ~ G ~ A L I S M O D Y LOS LIMITES DEL PENSAMIENTO FIGURADO

E L SIMBOLISMO era, por decirlo asi, el 6rgano del pensamiento me- dieval. El hibito de ver todas las cosas s610 en su conexi6n sig- nificativa y en su relaci6n con lo eterno mantenia vivo en la es-

fera del pensamiento el brillo de 10s colores cambiantes y la borrosidad de 10s limites. Pero si la funcibn simb6lica falta o se torna puramente mecinica, el grandiose edificio de las dependencias queridas por la vo- luntad de Dios conviertese en una necrbpolis. Un idealism0 sistemitico, que supone en todas partes relaciones entre las cosas por virtud de su cualidad general, considerada como esencial, conduce a la rigidez y a una clasificaci6n infecunda. La divisi6n y subdivisibn de 10s concep- tos, practicada de un mod0 puramente deductivo, es muy cbmoda; las ideas se dejan ensamblar dbcilmente en la b6veda del edificio del uni- verso. Con excepci6n de las reglas de la 16gica abstracta, no hay nin. glin control que pruebe un error en la clasificaci6n, y por eso yerra el espiritu tocante a1 valor de su trabajo intelectual y se exagera la soli- dez del sistema. Todas las ideas y conceptos, las exactas y las inexactas, estin como estrellas en el firmamento. Para conocer la esencia de una rosa no se pregunta por su estructura interna, no se mira a la larga sombra de la historia, que hay detris de ella, sin0 que se levanta la vista a1 cielo, donde irradia como idea.

El hibito de prolongar siempre las cosas con una linea auxiliar, en la direccibn de la idea, domina el mCtodo medieval de tratar todas las cuestiones politicas, sociales y morales. No se acierta a considerar ni siquiera lo mis insignificante y lo mis vulgar, si no es una conexibn universal. En la Universidad de Paris disc~itese, por ejemplo, si debe exigirse alglin pago por el grado de licenciado. Pierre d'Ailly toma la

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16. El aealismo* y 10s lhites del pensamiento figurado 305

palabra para impugnar la exigencia frente a1 candler de la Universi- dad. Pero en lugar de examinar el fundamento hist6rico de la exigen. cia o de indagar su validez en el derecho positivo, la demostracibn re- sulta totalmente escolistica; partiendo del texto Radix omnium ma1 orum cupiditas, aduce d'Ailly una triple prueba: que la exigencia de aquel derecho es simoliia, que la pretensibn va contra el derecho natu- ral y el derecho divino y que es herejia 1. 0 este otro caso: Dionisio Cartujano quiere recriminar ciertas licencias que deslucen determina- da procesibn. Para ella resume todo lo que concierne a las procesiones desde su origen: c6mo eran bajo la ley antigua, etc.Z; per0 en la cosa misma no entra propiamerite. Resulta visible la raz6n por la cual ca- si todas las demostraciones medievales causan una impresi6n tan fati- gosa y decepcionante: se remontan en seguida a1 cielo y se pierden des de un principio en casos de la Sagrada Escritura y en generalidades m e rales.

El espiritu del idealism0 conceptual, en su forma cerrada, impreg- na toda la vida y todo el pensamiento de aquellos tiempos. Para cada forma de la vida, para cada clase social o profesibn, elab6rase un ideal religioso-moral, con arreglo a1 cual ha de reformarse a si mismo el in- dividuo, seg6n las exigencias de su profesibn, para servir dignamente a1 Seiior s. En la insistencia con que Dionisio Cartujano destaca la san- tidad de la "profesi6n" temporal ha querido verse un presagio de la nueva edad, algo que anuncia la Reforma. En sus tratados De uita el regimine nobilium etc., que resumi6 finalmente para su amigo Brug- man en dos libros, De doctrina et regulis vitae christianorum, presem ta un ideal de cumplimiento sant~ficante del deber a cada estado y profesibn: a1 obispo, a1 prelado, a1 archidiicono, a1 canbnigo, a1 pas- tor, a1 estudiante, a1 principe, a1 noble, a1 caballero, a1 comerciante, a1 casado, a la viuda, a la doncella, a1 religioso 4. Pero justamente en esta rigurosa separaci6n de cada estado, como esfera aut6noma, hay algo genuinamente medieval, y el desarrollo de esta teoria de 10s debered

1 Petri de Alliaco: Tractatus I adversus cancellarium Palisiensem, en Gerson, Opera, I , pAg. 723.

2 Dion. Cart.: Opera, t. xxxvr, phg. 200. 3 Dion. Cart.: Revelatio, I t , Opera, I , p. xrv. 4 Dion. Cart.: Opera, t. xxxvrr, xxxvm, xxxrx.

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tiene ese caricter abstract0 y general que no entra nunca en la reali. dad misma de la profesidn tratada.

En esta reducdbn de todas las cosas a lo general, exteriorizase la peculiaridad que bajo el nombre de tipismo ha sido considerada por Lavprecht como el rasgo caracteristico del espiritu medieval. Pero ess ta peculiaridad es mls bien una consecuencia de aquella necesidad es-

piritual de subordinacidn, que brota del idealism0 arraigado. No se tra- ta tanto de una incapacidad para ver lo propio de las cosas, cuanto de la voluntad consciente de mostrar por todas partes el sentido de la3 cosas, en su relacidn con lo m9s alto, en su idealidad moral, en su sig- nificacidn universal. Bliscase en todo justamente lo impersonal, su va- lor de tipo, de caso normal. La falta de aprehensidn de lo individual es hasta cierto grado deliberada, es mis que el signo distintivo de un grado inlerior de evoluci6n espiritual, una manifestaci6n del hibito mental universalista que todo lo domina.

La labor intelectual del espiritu medieval consistia principalmen- te en descompner el mundo entero y la vida en ideas independientea y en ensamblar estas ideas en grandes y numerosas asociaciones feuda- les o jerlrquicas de conceptos. De aqui la aptitud del espiritu medie- val para abstraer toda cualidad en su espontaneidad del complejo esem cia1 de un caso particular. Cuando el obispo Fulco de Toulouse se hace sospechoso por dar. una limosna a una mujer albigense, respon- de: "No doy a la hereje, sino a la pobre". Y la reina de Francia Mar- garita de Escocia, que besa en la boca a1 poeta Alain Chartier, dormi- do, discidpase asi: Je n'ay pas baisd l'homme mais la prkcieuse bouche de laquelle sont yssuz (salido) et sortis tant da bons mots et vertueuses paroles6. Un refr9n decia: Haereticare potero, sed haereticus non erok "Podre decir herejias, pero no soy un hereje". lNo corresponde todo esto -como una aplicacidn en cierto mod0 a la esfera vulgar del pensamiento- a las distinciones escolasticas, como la que en las mis ele- vadas especulaciones de la Teologia diferenciaba la voluntas antecedens

6 Alain Chartier: Oeuvws, pig. XI. Por desgracia, esta an6cdo:a s6!o time el valor de documen~o justificative de una idea de la hpoca; Alain Chartier muri6 en 1429 y Margarita sblo liegd a Francia en 1435, siendo una nifia de once aiios. Vbase P. Champion: Histoire pcitique du X V e sidcle, I, pAg. 131 4.

6 Gerson: Opera, I , pig. 17.

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de Dios, por virtud de la cual quiere salvarnos a todos, y la uoluntat consequens, que s610 vale para 10s elegidos? 7.

Reina una incesante especulacibn sobre todas las cosas, que no atiende a las imperiosas restricciones de la conexibn casual realmente percibida, un anilisis casi automitico que viene a parar finalmente en una eterna enumeracidn. Ninguna esfera incitaba tanto a ser asi tra- tada como la de las virtudes y 10s pecados. Cada pecado tiene su nh- mero fijo de causas, sus variedades, sus hijos, sus efectos nocivos. Doce locuras, dice Dionisio, engaiian a1 pecador: se engaiia a si mismo, cae en poder del demonio, pone su mano sobre si mismo, desprecia su ri- queza (la virtud), se da de balde (despuks de haber sido rescatado por la sangre de Cristo), se desvia del mis fie1 de 10s amantes, aeepoder desafiar a1 Omnipotente, sirve a1 diablo, se llena de inquietud, se abre las puertas del infierno, se cierra el camino del cielo y entra por aquC- llas en el infierno. Cada nfimero es ilustrado, expuesto, confirmado con pasajes de la Escritura, imigenes y detalles, de tal suerte, que adquiere, por decirlo asi, la decidida certeza y relieve de una figura del pbrtico de una iglesia. En seguida es justificada de nuevo la misma serie en un sentido mAs profundo. La gravedad del pecado debe medirse desde siete puntos de vista: desde el punto de vista de Dios, del pecador, de la materia, de las circunstancias, del fin, de la esencia misma del pe- cad0 y de sus consecuencias. Algunos de estos puntos son subdivididos a su vez en otros ocho o diez, por ejemplo, el segundo: el pecado es rAs o menos grave, se@n 10s beneficios recibidos, 10s conocimientos que se tienen, la virtud anterior, el cargo, la dignidad, la facultad de ofrecer resistencia, la fe, la edad. Hay seis debilidades del espiritu que hacen propenso a1 pecado8. El mismo mod0 de pensar se encuentra en el budismo: tambikn en kste la sistematizacibn moral sirve para dar b n punto de apoyo a 10s ejercicios de virtud.

El fuego del infierno, el espantoso frio, la asquerosidad de 10s cia del mismo que estaba destinada a robustecer, por desviarla hacia el juego de la clasificacibn, si no fuesen excitadas a la vez del mod0 m8s extremo la fantasia del pecado y la representacibn del castigo.

7 Dion. Cart.: Opera, torno XVIII, pig. 433. 8 Dion. Cart.: Opera, torno xxxnr, pig. 18 y s.; De vitiis et virtutibus, pig. 363;

De gravitate et enormitate peccati, ib., tomo xxrx, pig. 50.

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Nadie puede abarcar par completo o comprender plenamente en la vida presente toda la pavorosidad del pecado 9. Todas las representa- ciones morales resultan recargadas con un exceso insoportable, por ser puestas siempre en una relaci6n inmediata con la Majestad Divina. Todo pecado, hasta el mPs pequeiio, afecta a1 universo. Asi como la li- teratura budista conoce el aplauso de las criaturas celestiales, bajo la forma de una lluvia de flores, de un resplandor luminoso y de un li- gero terremoto, cuando un bodhisattva lleva a cab0 un gran hecho, Dio- nisio, de un temperamento mPs adusto, oye c6mo todos 10s bienaventu- rados y 10s justos, c6mo las esferas celestes, cbmo todos 10s elementos e incluso 10s seres irracionales y las cosas inanimadas, claman venganza contra 10s pecadores 10. Su intento de agudizar lo mis dolorosamente posible el temor a1 pecado, la muerte, el juicio y el infierno, por m e dio de una pintura de todos 10s detalles, de descripciones enderezadas a inquietar a 10s que se creen seguros, no falla su terrorifico efecto, acaso precisamente por lo poco poetico de su espiritu. Dante ha ungido de belleza las tinieblas y 10s tormentos del infierno: Farinata y Ugolino son heroicos en su abyeccibn, y Lucifer, batiendo sus alas, nos confor- ta con su majestad. Pero un monje perfectamente ajeno a la poesia, a pesar de todo su intenso misticismo, como es Dionisio Cartujano, pin- ta el infierno exclusivamente como un lugar del tormento mis espan- toso y de la mis terrible miseria. Los tormentos y dolores corporales son pintados con colores chillones. El pecador debe esforzarse por re- presentkselos tan vivamente como era posible. "Figurtmonos -dice Dionisio- un horno ardiente, a1 rojo blanco, y dentro de 61 un hombre desnudo que jamis se veri libre de semejante tormento. 2No nos r e sultari insoportable el tormento y hasta la simple vista del mismo? iQuC desdichado nos parecerii aquel hombre1 Representemonos c6mo se re volveria dentro del horno, c6mo gritaria, rugiria, viviria, qut angustia le oprimiria, que dolor le dominaria, sobre todo a1 recordar que aquel castigo insoportable no cesarP jamPsl" 11. Se piensa involuntariarnen- te: @mo podia quemar vivo a un hombre sobre la tierra una kpoca que se representaba de semejante manera 10s tormentos del infierno?

9 L. c., xxxrx, psg. 37. 10 Ib., pig. 56. 11 Dion. Cart.: De quattuar hominum novissimis, Opera, tomo XLI, pig. 545.

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El fudgo del infierno, el espantoso frio, la asquerosidad de lo3 gusanos, la fetidez, el hambre y la sed, las cadenas y las tinieblas, la indecible suciedad, el resonar en 10s oidos gritos y aullidos sin fin, la vista del demonio, todo esto es extendido sobre el alma y 10s sentidos del lector como la sofocante mortaja de una pesadilla. Pero todavia es mlls incisiva la opresi6n por 10s dolores cerebrales: el remordimiento, el terror, el sentimiento cavernoso de una infinita privacibn y condena- ci6n, el indecible odio contra Dios y envidia de la bienaventuranza de todos sus elegidos. En el cerebro no hay nada mas que conEusi6n y opresi6n; la conciencia esti llena de errores y de representaciones fal- sas, de cegueras y de conceptos insensatos. Y el saber que todo esto se- ra asf por el tiempo y por la eternidad, es llevado por medio de inge- niosas comparaciones hasta la altura de un espanto que da v4rtigols.

No es necesario probar ni dilucidar que el temor a las penas eter- nas es continuamente citado como m6vil de arrepentimiento y de de- vocidn, ya se manifieste como un s6bito "temor de Dios" o como una larga y roedora opresibn y consunci6n 1S.Todo se enderezaba a esto. Un tratado sobre las cuatro postrimerias, muerte, juicio, infierno y vida eterna acaso traducido del de Dionisio era la usual lectura de mesa para 10s hutspedes del monasterio de Windesheim 14. icondimento cier- tamente amargo de la comidal Pero con estos medios extremados era aguijoneada de continuo la aspiracibn a la perfeccibn moral. El hom- bre medieval es como un enfermo que esta estragado por el uso dema- &do repetido de medicinas demasiado fuertes. S610 reacciona a 10s cstimulos muy enbrgicos. Para que el merit0 de una virtud irradie con toda su gloria no le satisfacen a1 espiritu medieval sino 10s ejemplos mlls extremos 10s cuales caerfan en la caricatura con un concept0 me- nos exagerado de la moralidad. Como ejemplo de paciencia celCbrase a San E&dio, que, herido por una flecha, rog6 a Dios que no sanase su herida mientras viviese. Para la templanza sirve el ejemplo de 10s san- :os, que mezclaban ceniza en sus alimentos; para la castidad, el de aque- 110s que recibian en su lecho a una mujer, para probar su propia forta- leza, o las desgraciadas fantasfas de las doncellas a las que les salfa la

la Dion. Cart.: De quattuor horninurn novissirnis, tomo XLI, pAg. 489 y 8s. 13 Moll, Brugman, I, pdgs. 20, 23, 28. 14 Ib., pAg. 320.

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t~arba o que se volvian hoscamente velludas, para escapar a1 enemigo de su castidad. 0 bien reside el incentivo en la edad excepcional del es- cogido por modelo: San Nicolis rehusaba en las grandes festividades la leche materna; para la firmeza recomienda Gerson el ejemplo de San Quirico, pequefio mirtir de tres aiios, o seghn otros de nueve meses, a quien el prefect0 no consigui6 consolar y fu6 arrojado a una sima 16. . La necesidad de gozar la magnificencia de la virtud en tan altas

dosis esd igualmente en conexi6n con el idealism0 que lo domina to- do. Considerando Ia virtud s610 como una idea abstracta, sustraiase a su dignidad, digAmos10 asi, el terreno de la vida real; veiase su belle- za en la representacibn de su ser independiente de suprema perfeccih no en su penoso cumplimiento cotidiano entre caidas y nuevos inten- tos.

El realismo (o miis bien el hiperidealismo) medieval puede con- siderarse, en suma, como una actitud primitiva del espiritu, a pesar de todo su neoplatonismo cristianizado. Aunque la filosofia haya subli- mado y depurado cada vez mis el realismo como actitud del espiritu, como actitud vital es la del hombre primitivo, que atribuye ser y subs- tancia a todas las cosas abstractas. Podri considerarse la hiperbdica veneraci6n de la virtud en su forma mAs ideal como la manifestacibn de un pensamiento altamente religiose; per0 en su polo opuesto, el menosprecio del mundo, recon6cese a6n claramente el miembro que enlaza el penximiento medieval con las formas de pensar de un lejano pasado. Me refiero a1 hecho de que 10s tratados de contemptu mundi no pueden dejar de conceder un peso excesivo a la perversidad de lo somitico. Ningzin motivo para despreciar a1 mundo pesa tanto en ellos como lo repelente de las funciones corporales, en especial la eliminacidn y la reproduccibn. Es &a la paste m8s desdichada de la 6tica medieval: el horror a1 hombre, formatw de spurcissirno spermete, conceptus in pruritu camis, sanguine menstruo nutritus, qui fertur esse tam detestabilis et immundus, ut ex e j w contactu fruges non germi- nent, arescant arbusta . . . et si canes inde comederint, in rabiem efferan- turle. Puede verse en esta actitud una sensualidad convertida en su

l a Los ejemplos de San Egidio, San Germin y San Quirico en Gwson: D e via imitntiva, 111, pig. 777; cf. Contra gulam serno. ib., pig. 909. Olivier Maillard: Sermo de sanctis, £01. 89.

16 Formado de asquerosisimo semen; concebido con desaz6n de la carne, nutrido

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16. El arealismon y 10s lfmites del pensaniento figurado 311

contrario; per0 lqut otra cosa es ella sino el vistago de esa forma primitiva del "realismo" que hace temer a1 salvaje sustancias y fuerzas mPgicas en 10s excrementos y en cuanto rodea a la concepcidn y a1 nacimiento? Una linea recta y no muy larga une el temor migico con que 10s pueblos, en estado de naturaleza, sienten aversi6n por la mujer, en sus funciones mis Eemeninas, y el odio y el ultraje asckticos a las mujeres que afea, desde Tertuliano y San Jer6nim0, la literatura cris- tiana.

Todo es concebido sustancialmente. En nada se revela esto de un mod0 tan claro como en la doctrina del thesaurus ecclesiae, el tesoro de 10s mCritos superabundantes (operum supererogationurn) de Cristo y de todos 10s santos. Aunque la idea de este tesoro y de que todo fie1 tiene parte en 61, como miembro del corpus mysticum Christi, o sea, de la Iglesia, es muy antigua, la doctrina de que estas buenas obras constituyen una provisibn inagotable, que puede ser distribuida 41 por menor por la Iglesia, principalmente por el Papa, 9610 aparece en el siglo XIII. Alejandro de Hales es el primer0 que ha usado la palabra thesaurus en el sentido tkcnico que ha conservado desde en- tonces l7. La doctrina no se abri6 paso sin resistencia, para encontrar por dltimo su perfecta exposici6n y descripci6n en la bula Unigenitus de Clemente VI (1343). El tesoro es considerado en ella enteramente como un capital que Cristo confia a San Pedro y a sus discipulos y que aumenta diariamente; o, mejor a h , cuantos mis hombres son traidos a1 camino recto por el empleo de estos medios, tanto mayor se hace la acumulaci6n de rnkritos '8.

Concibiendo las buenas obras tan sustancialmente, habia de ser aplicable la misma concepci6n, y acaso de un mod0 adn mis intenso, a 10s pecados. La Iglesia enseiiaba con toda energia que el pecado no era un ser, ni una cosa 10; per0 su misma tdcnica de perd6n de 10s

con sangre menstrual, que se dice es tan detestable e inmunda, que con su con- tacto no germinan 10s frutos de la tierra y dcanse 10s arbustos.. ., y si lo, perros comen de ella, cogen la rabia. Inocenao 111: De contemptu mundi, 1. I , c. I; Migne, t. ccxv~, pig. 702 y as.

17 Wetzer y Welte: Kirchenlexikon, XI, 1 e 1 . 18 Ext rwg . commun., lib. v, tit. rx, cap. 2: Quanto plures ex eius applicatione

trahuntur' ad iustitiam, tanto magis acrescit ipsorum cumulus meritorum. 10 San Buenaventura: In secundum librum sententiarum, dist. 41, art. I, qo. 2,

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pecados unida con el colorido chill611 de sus descripciones y el desnie- surado desarrollo de su sistema, engendraba en 10s espiritus ignorantes la convicci6n de que el pecado es una sustancia. Asi es visto tambiCn en el Atharuaveda. La concepci6n sustancial del pecado, como una sustancia contagiosa, no podia menos de ser alimentada por compa- raciones como las de Dionisio, que lo llama semejante a una fiebre y a un humor frio y corrompido 20. El derecho, que no necesita preocu- parse tan gravemente de la pureza dogmhtica, refleja la misma con- cepci6n cuando 10s juristas ingleses trabajan con la idea de que en la felonia existe una corrupci6n de la sangre21. TambiCn era incluida en la concepci6n hipersustancial la sangre del Salvador. ksta es una sustancia real y una gota de ella hubiese bastado para salvar a1 mundo; pero nos ha sido dada una superabundancia de ella, decia San Ber- na rd~ , y Santo Tomhs de Aquino escribe:

Pie Pelicane, ]em dominc, Me immundum munda tuo sanguine, Cuius una stilla saIvum facere Totum mundum quit ab omni scelere 22.

En Dionisio Cartujano observamos un desesperado afhn de tradu- cir las representaciones de la vida eterna en tCrminos de extensi6n espacial. La vida eterna es de una inmensa dignidad; gozar de ,Dies mismo es una perfecci6n infinita; el Salvador necesitaba una infinita dignidad y eficacia; el pecado es una enormidad infinita, porque es una transgresibn contra la inmensa santidad de Dios; por eso pedia su expiaci6n un representante de capacidad ilimitada 23. El adjetivo espa- cia1 negativo esti destinado siempre a hacer concebible la importancia,

ib., 30, 2, 1, 34; in quart. lib. sent. d. 54, a. 1, qu. 2; Breviloqui. pars II , Opera, ed. Paris, 1871, tomo nr, pzigs. 577-a, 335, 438; V I , pdg. 327-b; vrr, pig. 271 ab.

20 Dion. Cart.: De vitiis et virtutibus, Opera, tomo xxx~x, pzig. 20. 21 Mac Kechnie: Magna Carta, pig. 401. 22 Pio Pelicano, SeAor Jesas, - Purificame a mi impuro con tu sangre, - DI

la cual una sola gota salvar - A1 mundo entero puede de todo aimen. Del himno Adoro te devote. La misma idea en la bula Unigenitus que acabamos de citar. Cf. el Fausto de Marlowe: See, where bhrist'r blood streams in the firmament! One drop of blood will save me. 23 Dion. Cart.: Dialogion dc fide cath., Opera, torno xvm, p&g, 366.

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la potencia de lo Santo. Para hacer rnis sensible a sus lectores la idea de la eternidad sirvese Dionisio de una imagen. Representaos una montaiia de arena tan grande como el mundo entero. Cada diez o cien mil aiios se quita un granito de la montaiia. La montaiia des- apareceri finalmente, per0 las penas del infierno no habrin acabado despuks de un lapso de tiempo tan inabarcable, ni su fin estari rnis prbximo que a1 quitar el primer granito de la montafia. Y, sin em- bargo, seria para 10s condenados un gran consuelo tener la certeza de que se verin libres cuando la montaiia haya desaparecido24.

Cuando se quiere dar expresibn plena a las glorias celestiales o a la Majestad Divina, todo se reduce a un desgaiiitarse el pensamiento. La expresibn de las glorias del cielo resulta siempre extremadamente pri- mitiva. El lenguaje humano no puede dar de la felicidad una visibn tan viva como del espanto. Para intensificar todavia m8s el exceso de fealdad y de miseria, basta sumergirse rnis profundamente adn en las cavernas de la humanidad; para describir la suprema bienaventu- ranza, habria que descoyuntarse el cue110 elevando la vista a1 cielo. Dionisio no cesa de amontonar desesperados superlativos, esto es, no cesa de intensificar matemiticamente la representacibn, sin hacerla rnis dara ni mPs profunda por ello: Trinitas supersubstantialis, super- adoranda et superbona . . ., dirige nos ad superlucidam tui ipsius con- templationem. El Seiior es superfnisericordissimus, superdignissimus, suparamabilissimus, supersplendidissimw, superomnipotens et super- sapiens, supergloriosissimus 26.

Pero ~ d e qu6 servia la acumulacibn de expresiones superlativas, de representaciones de grandeza, elevacibn, inmensidad e inagotabilidad? Siempre seguian siendo imigenes, siempre seguia reducikndose lo infi- nit0 a representaciones finitas y debilitando y haciendo m9s superficial, por ende, el concept0 de infinitud. La eternidad no es un tiempo sin medida. Toda sensacibn, una vez expresada, perdia su espontaneidad; toda propiedad que se reconociese a Dios, lo despojaba de algo de su indescriptible Majestad.

Entonces empieza la furiosa lucha por elevarse con el espiritu hasta

24 L. c., torno XLI, pig. 489. 28 Dion. Cart.: De laudibus sanctae et individuae tn'nitatis, torno xxxv, pig. 137;

de laud, glor. V i g . Mariae, y passim. El empleo de 10s thninos superlativos lo toma de Dionisio Areopagita.

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la absoluta inimaginabilidad de Dios. No ligada a ninguna cultura ni a nin@n periodo, es esa lucha en todo lugar y en todo tiempo igual. There is about mystical utterances an eternal unanimity which orlght to make a critic stop and think, and which brings it about that the mystical classics have, as has been said, neither birthday nor native land28. Pero el apoyo de la imagen sensible no puede abandonarse tan pronto. Uno por uno va reconocikndose la insuficiencia de 10s intentos de expresi6n. Las que primer0 caen son las incorporaciones conaetas de la idea y las vestiduras multicolores del simbolismo; en- tonces ya no se habla de la sangre y de la satisfaccidn, ni de la Euca- ristia, ni del Padre, el Hijo y el Espiritu Santo. En la mistica de Eckhart apenas se menciona a Cristo, ni tampoco a la Iglesia, ni 10s sacramentos. No obstante, el lenguaje empleado para describir la mistica contemplacidn del Ser, de la Verdad, de la Divinidad, sigue uncido todavia a las representaciones sensibles: a la de la luz, a la de la extensidn. Pronto, empero, se truecan tstas en sus contrarios: en el silencio, el vaao, la oscuridad. Pero se reconoce tambiCn la insufi- ciencia de estos concepos sin forma ni contenido y se trata de suplirla emparejindolos siempre con el antagdnico. Por hltimo, no resta sin0 la pura negacibn; la Divinidad, que no es reconocida en nada de lo que existe, porque se halla por encima de todo, es llamada por el mistico la Nada. A esto viene a parar Escoto Erigena27 y a esto Angel Silesio cuando dice:

"Dios es una pura Nada, no lc afecta n i n g h aqui ni ahora; Cuanto m L tratos de aprcsarle, tanto mus se te escapa."zg

Naturalmente, esta evoluci6n del espiritu contemplativo, hasta llegar a1 abandon0 de todas las representaciones, no se ha verificado en la realidad en esta estricta sucesidn. Las manifestaciones de la mistica abarcan las mis de las veces todas esas fases simultineas y confundidas.

26 "Hay en las expresiones mtsticas una ererna unanimidad que debe hacer a1 critic0 detenerre y pensar y que es causa de que 10s clisiros de la mistica 110 tengan, comb se ha dicho, ni patria ni edad." James: Varieties of rel. exp, pig. 419.

27 Johannis Scoti. De drvisione naturae, 1 . 111, c. 19; Migne, Pair. latina, tom0 -11, pig. 681.

28 Cherubinischer Wandersmann, I, 25.

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Existen entre 10s indios, estPn ya plenamente desarrolladas en el Pseudo Dionisio Areopagita, el padre de toda k mistica nistiana, y reviven en la mfstica alemana del siglo xrv.

Un ejemplo se encuentra en las revelaciones de Dionisio Cartuja- no2@. Habla con Dios, que esti encolerizado: "Despuks de esta res- puesta, vi6se el hermano vuelto hacia dentro, sumido en una esfera de infinita luz y lo rnis delicioso de todo, en un indecible sosiego; exclam6 con una voz misteriosa, que no resonaba a1 exterior, dirigikn- dose a Dios, rnis secret0 que todas las cosas y verdaderamente escondido e inaprehensible: "iOh, superamabilisimo Dios,. tli mismo eres la luz y la esfera de luz en que tus elegidos dulcemente reposan, descansan, se adormecen y duermen! Tli eres como un desierto inmensurable, el mis vasto y el mis llano de todos, en que el espiritu verdaderamente piadoso, purificado de todo amor a las cosas particulares, iluminado desde lo alto y poderosamente inflamado, va y viene sin extraviarse y se extravia sin ir y venir, cae venturosamente y convalece sin debi- litarse". En este pasaje se acumulan: primero la representaci6n de la luz, alin positiva, luego la del sueiio, despuks la del desierto (la repre- sentaci6n del espacio en dos dimensiones) y por filtimo 10s contrarios que se anulan mutuamente.

La imagen del desierto, o sea la representaci6n horizontal del espa- cio, alterna con la del abismo, su representaci6n vertical. El abismo fuk un gran descubrimiento de la imaginaci6n mistica. La expresidn dada a la falta de cualidades aplicables a la Divinidad por las palabras de Eckhart, "el abismo inmenso e informe de la Divinidad silenciosa y desierta", aiiadia a1 concept0 de una infinitud el momento afectivo de una altura vertiginosa. Cukntase que Pascal veia continuarnente a su lado un abismo; esta sensacidn encuentra en las palabras citadas una expresi6n mistica permanente. Con estas imigenes del abismo y del desierto se llega a la mis viva expresi6n de las indescriptibles vi- vencias misticas. "iQuk bien estiis, oh corazbn, oh espiritu, oh alma mia -exclama lleno de jlibilo Sudn-, en el abismo sin fondo de todas las cosas amablesl" 30. Y el maestro Eckhart dice extPtico y conteniendo

29 Opera, I, p. XLN.

30 Sudn: Leben, cap. 3, ed. K. Bihlmeyer; Deutsche Schriften, Stuttgart, 1907, pig. 11. Cf. cap. 5, pig. 21, 1. 3 por abajo.

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el aliento: "A esta centella.. . (el alma, es decir, el n6cleo mistico del individuo) no le basta el Padre, ni el Hijo, ni el Espiritu Santo, ni las tres personas, en tanto que cada una existe en su peculiaridad. En verdad digo que a esta misma luz no le basta la unidad de la fecunda especie de la divina Naturaleza. A6n dirk algo mis que a6n suena mls maravilloso: en verdad buena dig0 que a esta luz no le basta la simple e inm6vil esencia divina, que ni da, ni quita; mPs atin: quiere saber culndo viene esta Esencia, quiere en el simple abismo, en el silencioso desierto, donde nunca se distingue nada, ni el Padre, ni el Hijo, ni el Espiritu Santo; en la intimidad en que nadie mora, alli le basta a la luz y alli es mis 6nica que en si misma; cuPndo este abismo es un simple silencio inmdvil en si mismo". El alma s610 es plenamente feliz cuando "se arroja en el desierto de la Divinidad, donde no hay mod0 ni imagen, cuando se pierde y se hunde en 10s desiertos" 3l .

En Taulero encontramos: "En Cste h6ndese el espiritu iluminado y esclarecido en las divinas tinieblas, en un sosegado silencio y en una incomprensible e inefable uni6n; y en este hundirse desaparece todo lo igual y lo desigual, y en este abismo pikrdese el espiritu a si mismo y no sabe de Dios, ni de si mismo, ni de lo igual, ni de lo desigual, ni de nada, cuando se ha hundido en la unidad de Dios y han des- aparecido todas las diferencias" 32.

Ruusbroec emplea todos 10s medios de apresar en palabras las viven- cias misticas, de un mod0 a6n mls pliistico que 10s alernanes.

El goce de la bienaventuranza en la uni6n con Dios "es salvaje y desatado como un extraviarse; pues no existe ni forma, ni camino, ni sendero, ni ley, ni medida". "En 61 seremos desalzados, desliundidos, desensanchados y desalargados (anulaci6n de todas las representaciones espaciales) de nosotros mismos, en un eterno estar perdidos sin retor- no" 33. El goce de la bienaventuranza es tan grande, "que Dios y todos 10s santos y estos altos seres humanos (10s que la gozan) e s t h

31 Maestro Eckhnrt: Predigten, nlims. GO y 76, ed. F. Pfeiffer: Deutsche Myst iker

des X I V . jahrh. Leipzig, 1857, 11, pBg. 193, 1. 34 y sigs.; pig. 242, 1. 2 y sigs. 32 Tauler: Predigten, n6m. 28, ed. F. Vetter (Deutsche Texte des Mittelalters,

XI), Berlin, 1910, pig. 117, 1. 30 y sigs. 83 Ruusbroec: Dat boec van seven sloten, cap. 19, Werke, ed. David, N , pigi-

nas 106-108.

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sumidos en ella hasta la pCrdida del propio ser, esto es, una ignorancia y un eterno estar perdidos" 34. Dios da la plenitud de la bienaventu- ranza a todos por igual, "pero 10s que la reciben no son iguales; sin embargo, queda para todos a l p , segim el consumo y la unidn con Dios", esto es, tocante a1 goce de la bienaventuranza en la unidn con Dios, pueden no apoderarse de toda la plenitud que les es concedida. "Pero despuks de perderse en las tinieblas del desierto, no queda nada; pues entonces ya no hay dar ni tomar, sino un simple y sencillo ser. En ellas esGn Dios y todos 10s unidos con 21 sumidos y perdidos, y jamas podrin encontrarle en este ser informe" 35.

Todas las negaciones encutntranse reunidas en este pasaje: "A Cste sigue el skptimo peldaiio (del amor), lo m L precioso y lo mAs elevado que se puede gozar en el tiempo y en la eternidad. Esto sucede cuando, elevandonos por encima de todo conocer y saber, encontramos en nos- otros una ignorancia sin fondo; cuando remondndonos sobre todos 10s nombres que damos a Dios o a las criaturas, morimos y expiramos en una eterna carencia de nombres, en que nos perdemos; y cuando vemos y encontramos en nosotros por encima de todas las pricticas virtuosas un eterno vacio, en que nadie puede actuar; y sobre todos 10s espiritus bienaventurados una bienaventuranza sin fondo, en que todos nosotros somos uno y el mismo Uno, que es la bienaventuranza misma en si misma; y cuando consideramos a todos 10s espiritus bienaventu- rados esencialmente desprendidos, desasidos y perdidos, en su super- existencia, en una desconocida oscuridad sin formase.

En la simple indiferenciada bienaventuranza desaparece toda distin- ci6n entre las aiaturas. "En ella escapan Cstas a si mismas y se pierden en un abismo y en una ignorancia sin fondo; toda claridad se ha con- vertido en tinieblas, pues las tres personas se esfuman ante la unidad esencial" 37.

Es una y otra vez el infructuoso esforzarse por suprimir todas las

34 Ruusbroec: Dat boec van den rike der ghelieven, cap. 43, ed. David, IV, pa- gina 264.

as ~ b . , cap. 35, p ~ g . 246. 36 Ruusbroec: Van seven trappen in den graet der gheestelikcr minnen, cap. 14,

ed. David, IV, pig. 53. Por ontfonken, leo yo: o n t s o n h . 87 Ruusbroec: Boec van der hoechster waerheit, ed. David, p&g. 263; cf. Spieghel

der ewighcr salicheit, cap. 25, p&g. 231.

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imigenes, para dar expresi6n a "nuestro estado, un vacio, algo mera- mente informe", que s610 Dios puede dar. "El nos hace libres de todas las imigenes y nos arrastra a nuestro principio, donde no encontramos rnis que una desnudez salvaje, desierta, informe, que responde perfec- tamente a la eternidad" 88.

En estas citas de Ruusbroec estPn ya agotados 10s dos ixltimos me- dios descriptivos: la luz que se torna oscuridad y la pura negacih, el hacer abstraccibn de todo saber. El llamar a la intima y secreta esencia de Dios su oscuridad, encukntrase ya en el Pseudo-Areopagita. Y su hom6nim0, su admirador y comentarista, el Cartujano, desarrolla este concepto: "Y la plenitud misma, superexcelentisima, inmensa, invisi- ble, de tu eterna luz lleva el nombre de tinieblas de la Divinidad, porque en ellas se dice que moras T6, que haces T6 de ellas tu lugar de refugio" 39. "Y las tinieblas de la Divinidad estin a cubierto de toda luz y ocultas a toda mirada, por efecto del indescriptible e impenetrable resplandor de su propia claridad". Las tinieblas son la ignorancia, la aniquilacibn de todo concepto. "Cuanto rnis se acerca el espiritu a tu divina luz superluminosa, tanto rnis plenamente claras le resultan tu inasequibilidad e incomprensibilidad, y tan pronto como ha entrado en las tinieblas, fracasan por completo todo nombre y todo conoci- miento (omne mox nomen omnisque cognitio prorsus deficient). Pero verte a T i significa para el espiritu ver que eres totalmente invisible; y cuanto rnis claro vea esto, tanto rnis claramente te veri a Ti. A estas superluminosas tinieblas T e rogamos que nos hagas llegar, oh bendita Trinidad, y que por medio de la invisibilidad y de la igno- rancia T e veamos y conozcamos, a T i que estis por encima de todo ver y conocer. Porque T6 s61o T e muestras a aquellos que, despues de haber superado y dejado detris de si todo lo perceptible y com- prensible, y tambien todo lo creado, e igualmente a st mismos, entran en las tinieblas en que T 6 estis verdaderamente" 40.

38 Spieghel der ewigher salicheit, cap. 19, pig. 144; cap. 23, pig. 227. 3.5 11, Par. 6, I: Dominus pollicitus est, ut habitaret in caligine, Ps. 17, IS; Et

posuit tenebras latibulum suum. 40 Dion. Cart.: De laudibus snnctae et individuae trinilatis per modum horarum,

Opera, t . xxxv, p6g. 137-8; id XLI, pdg. 263, etc.; cf. De passiotre domini salvatoris dialogus, t . xxxv, pdg, 274: ingrediendo coliginem, hoc est ad supersplendidissimae ac prorsus inromprehensibilis Deitatis pracfatam notitiam pertingendo per omnem

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16. El urealismo~ y 10s limites del pensamiento figurado 319

Asi como la luz se trasforma en tinieblas, convitrtese la mis alta vida en muerte. Cuando el alma ha comprendido, dice Eckhart, que en el reino de Dios no puede entrar ninguna criatura, el alma ya no sigue su propio camino y ya no busca a Dios. "Y entonces muere ella su mis aka muerte. En esta muerte abandona el alma todo deseo y toda imagen y toda inteleccidn y toda forma y es despojada de todo ser. Y desde entonces vive seguramente como Dios: y desde luego asi como un hombre muerto, que esti muerto corporalmente, no puede moverse a si mismo, menos puede el alma, que: esth asi muerta espi- ritualmente, presentar alguna forma o alguna imagen a algunos hom- bres. Cuando este espfritu esti muerto y esti enterrado en la Divi- nidad. Alma mia, si no te ahogas a ti misma en este mar sin fondo de la Divinidad, no puedes conocer esta muerte divina" 41. .

~ o n t e m ~ l a r a Dios, por medio de negaciones, dice Dionisio en otro lugar, es mis perfecto que hacerlo por medio de afirmaciones. "Pues cuando digo: Dios es la Bondad, la Esencia, la Vida, parezco indicar que Dios es, como si aquello que El es tuviese algo de c o m h con lo creado o fuese en a l g h mod0 semejante a esto; mientras que es seguro que &1 es incomprensible y desconocido, insondable e inefable, estd separado de todo lo que El hace por una inmensa y fatalmente incom- parable diversidad y singularidad" 42. La sapientia unitiva es llamada irrational, insensata y loca 48.

Las voces de la lejana y vieja India resuenan de un mod0 a la vez muy semejante y muy distinto. El discipulo se acerca a1 maestro y le dice: "Enstiiame el brahma, venerable". El maestro permanece inm6vil y silencioso. Pero cuando el d,iscipulo le ruega por segunda y por tercera vez: "Ens6iiame el brahma, venerable", dice el maestro: "Ya estoy enseiiindotelo, per0 tb no lo entiendes; este atman (el yo) es mudo"44. Los dioses quisieron aprender de Prajlpati el itman. Treinta y dos aiios vivieron en su compaiiia como aprendices del

negationem ab ea. (Entrando en las tinieblas, esto a, e x t e n d i h d o ~ haeta el ante- dicho conocimiento de la superesplendidisima y totalmente incomprensible Deidad a traves de todas las negaciones de ella.)

4 1 Jostes: Meister Eckhart und seine Jiinger, 1895, pig. 95. 42 Dion. Cart.: De contemplatione, 1. 111, art. 5. Opera, t. XLI, pig. 259. 43 Dion. Cart.: De contemplatione, t. xtr, pig. 269, e n Dion. Areop. 44 Cankara ad Brahmasrltram, 3, 2, 17.

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brahma. Y Cl les enseii6 que el hombrecillo reflejado en el ojo o la imagen espejada en el agua es el yo; per0 siguikndolos con la vista cuando se alejaban, dijo para si mismo: "Se van sin haber comprendido el yo". Despuks de otros treinta y dos aiios, revela a Indra, respon- diendo a sus dudas: "El que va y viene en 10s ensueiios, Cse es el itman". Y otra vez, despuCs del mismo lapso de tiempo: "Lo que ha desaparecido hundikndose, ha llegado a1 completo reposo, ya no tiene sueiios cuando duerme el hombre, eso es el yo idCntico9' 4s. Pero 61, el fitman". Y otra vez, despues del mismo lapso de tiempo: "Lo que ha opuestas, para explicar su esencia. "Como aquel que, abrazado por una mujer amada, no puede darse cuenta de lo que hay fuera ni dentro, tampoco tiene conciencia de lo que hay fuera, ni de lo que hay dentro el espiritu abrazado por lo idhtico consistente en un conocer. Esta es su forma esencial, sosegado en €1 deseo, 41 mismo su deseo, sin deseo, libre de dolor. Entonces es el padre no-padre, la madre no-madre, el mundo no-mundo . . ." 48.

lHabianse superado las fuerzas de la imaginacibn? Sin imLgenes ni metiforas no puede expresarse un solo pensamiento, y cuando se habla de la desconocida esencia de las msas es imagen toda palabra. S610 poder hablar de lo mPs alto y de lo mLs intimamente apetecido en negaciones no satisface a1 espiritu, y asi no puede menos de aparecer el poeta cuantas veces agota el sabio sus conceptos. El dulce espiritu lirico de Sus6n supo encontrar siempre el camino de vuelta desde las cumbres nevadas de la contemplaci6n hasta las floridas fantasias de la antigua mistica bernardina. En medio del Cxtasis de la mLs alta con- templaci6n retorna todo el color y forma de la alegoria. Sus6n divisa a la eterna Sabiduria, su amada: "Cerniase en lo alto, como si estuviese en un trono de nubes (el cielo) ; brillaba como la estrella de la ma- iiana y resplandecia como el sol; su corona era la eternidad, su rostro era la bienaventuranza, sus palabras, dulzura; su trato, toda dulce satisfacci6n; estaba lejos y cerca, aka y baja; estaba presente y, sin embargo, escondida; dejaba tratar con ella y, sin embargo, no podia ser comprendida por nadie" 47.

45 Chandogya-upanishad, 8. 46 Brhaddranyaka-upanishad, 4, 3, 21, 22. 47 Sudn: Leben, cap. 4, en Bihlmeyer: Deutsche Schriften, 1907, pig. 14.

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16. El aealismo* y 10s limites del pensamiento figurado 321

Habia tambien camino de vuelta desde las alturas solitarias de la mistica individual sin, formas ni imAgenes. S610 se alcanzaban estas alturas gustando hasta el fin el misterio sacramental y litdrgico; s610 cuando se habia vivido plenamente el milagro estktico-simbdlico de 10s dogmas y de 10s sacramentos se estaba capacitado para sacudir el yugo de las formas senslbles y ascender a la contemplaci6n sin conceptos del Uno y Todo. Pero el espiritu no podia gozar de tal claridad en todo tiempo y a su arbitrio; la daridad IimitPbase a algunos momentos de rara gracia y breve duraci6n; y aun ellos vigilaba all& abajo la Iglesia con su sabio y eobrio sistema de misterios. En su liturgia y en todo tiempo la Iglesia ha condensado y concentrado el contact0 del espiritu con lo divino en la vivencia de determinados momentos y ha prestado a1 misterio color y forma. Por eso ha sobrevivido siempre a la mistica desenfrenada: ahorraba energia. Toleraba tranquilamente las mPs floridas fantasias de la mistica estktica, per0 temia a la verda- dera mistica, a la mistica desaforada que prendia fuego a todo aquello en que la Iglesia estaba fundada: su arm6nico simbolismo, sus dogmas y sacramentos, y lo hacia desaparecer entre llamas.

"La sapiencia unitiva es irracional, insensata y loca". El sendero del mistico va a parar a lo infinito y a la perdida de la conciencia. Con la negacibn de toda igualdad esencial entre la Divinidad y todo lo particular y que pueda nombrarse queda abolida toda real tras- cendencia, queda rot0 el puente para volver a la vida. "Todas las criaturas son una pura nada. Yo no digo que Sean pequefias, sin0 que son una pura nada. Sin duda no tiene esencia lo que no existe. Ninguna criatura tiene esencia cuando su esencia se cierne en la pre- sencia de D'ios" 48.

La mistica intensiva significa un retorno a una vida psiquica pra intelectual. En ella toda cultura desaparece, es superada y supcrflua. Si, no obstante, la mistica produce ricos frutos culturales, ello se debe a que siempre se remonta a travts de grados preparatorios y s610 paulatinamente va rechazando todas las formas de la vida y de la cultura. Sus frutos culturales prodhcelos en sus fases iniciales, por debajo del limite de la vegetaci6n. Alli florece el huerto de la perfec- ci6n moral, indispensable preparaci6n de todo contemplativo: el

48 Edchart: Predigten, n6m. 40, pAgs. 136, 23.

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huerto de la paz y de la mansedumbre, de la represidn de 10s apetitos, de la simplicidad, la templanza, la diligencia, la gravedad y la ternura. Asi era en la India y asi es aqui. La acci6n inicial de la mistica es moral y prictica. Consiste, ante .todo, en la prictica de un activo amor a1 pr6jimo. Todos 10s grandes misticos han encomiado extrema- damente la actividad prictica: <no ha llegado el maestro Eckhart a poner a Marta sobre Maria 49 y a decir que se debe renunciar incluso a1 Cxtasis de un San Pablo, si se puede socorrer a un pobre con una sopita? Desde 151, pasando por su discipulo Taulero, la linea de la mis- tica apunta cada vez mis hacia la dignificacidn del elemento priictico: tambien Ruusbroec alaba el trabajo humilde y pacifico y Dionisio Cartujano es la perfecta uni6n del sentido practico para la vida diaria agradable a Dios y el mis vehemente misticismo individual en una misma persona. En 10s Paises Bajos se inici6 el movimiento que did importancia capital a las manifestaciones que acompaiian a la rnistica: el moralismo, el pietismo, la actividad amorosa y la diligencia, de suerte que la mistica intensiva del momento extitico de algunos se despleg6 en la lnistica extensiva de la vida diaria de muchos, la ternura perma- nente y colectiva de 10s devotos modernos, en lugar del Cxtasis solitario y raro. La mistica prosaica, si asi puede decirse.

En las casas de Hermanos y en 10s monasterios de la Congregaci6n de Windesheim irradia sobre el pacifico trabajo diario el brillo de la ternura religiosa, de continuo presente en la conciencia. Se ha aban- donado la turbulenta lirica y la elevaci6n desenfrenada y, por ende, ha desaparecido el peligro de extraviarse en materias de fe. Hermanos y hermanas son perfectamente ortodoxos y conservadores. Era una mistica en dttail; s610 se habia "tenido una inspiraci6nn, "sentido una centellita", y se vivia el Cxtasis en el estrecho circulo humilde y pacifico, en el comercio espiritual familiar, en la correspondencia epistolar y el examen de conciencia. La vida afectiva habiase desarrollado como una planta de estufa; reinaba alli un exceso de pequeiio puritanismo, de entrenamiento espiritual, de represi6n de la risa y de 10s impulsos sanos, de simplicidad pietista.

De este circulo sali6, empero, la obra mPs confortante y mPs her- mosa de aquellos tiempos: la Imitatio Christi. Aqui tenemos a un

4s Eckhart: Predigten, n6m. 9. phg. 47 y sigs.

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16. El arealismo* y 10s limites del pensamiento figurado 323

hombre que no era un te6logo ni un humanista, un fil6sofo ni un poeta, ni tampoco propiamente un mistico, y que, sin embargo, escribio el Iibro que habia de servir de consuelo durante siglos. El pacific0 y reconcentrado Thomas Kempis, lleno de ternura para el misterio de la Eucaristia y de las convicciones mPs rigurosas sobre la Providencia divina, no sabia nacia de la violenta indignacibn contra la adminis- tracibn de la Iglesia o la vida mundana, que animaba a 10s predica- dores, ni nada de las rn6ltiples aspiraciones de un Gerson, un Dionisio o un NicolPs de Cusa, ni nada de la fantasia breugheliana de un Juan Bruginan o del abigarrado simbolismo de Alain de la Roche. B1 sblo busca la tranquilidad en todas las cosas y la encuentra in angel10 cum libello. 0 quam salmbre quam iucundum et suaue est sedere in solilu- dine et tacere et Eoqui cum Deo! (yOh, quC saludable, qu6 grato y duke es descansar en la soledad y callar y hablar con Diosl) 50. Y su libro, el libro de la sencilla ciencia de vivir y morir para el espiritu que renuncia a1 mundo, result6 un libro para todos 10s tiempos. En 61 se ha abandonado de nuevo toda la mistica neoplat6nica; su unica base es la voz del amado maestro, Bernardo de Claraval. El libro no desarrolla pensamientos filos6ficos; s610 contiene una suma de pensa- mientos sumamente sencillos, que se agrupan en forma de sentencias alrededor de un punto central; cada uno de ellos se desenvuelve en una breve fi-asecilla; no hay subordinacibn, ni apenas correlacibn de 10s pensamientos. No se advierte huella del temblor lirico de un Enrique Sus6n o del extitico resplandor de un Ruusbroec. Con el sonsonete de las frases de igual curso y de las linguidas asonancias pareceria la Imitatio doblemente prosa, si este ritmo mon6tono no recordase justamente el mar en una blanda tarde de lluvia o el lcve suspirar del viento en otofio. Hay algo de maravilloso en el efecto que causa la Zmitutio. Este pensador no se apodera de nosotros por su fuerza o por su elevacibn, como San Agustin, ni por lo florid0 de su palabra, como San Bernardo, ni por la profundidad o la abundancia de sus pensamientos: todo es llano y melancblico, todo estP en tono menor; sblo hay paz, sosiego, silencio, resignada esperanza y consola- ci6n. Taedet me vitae temporalis, la vida terrena es para mi una

60 Soliloguium animae, Thomas Kempis, Opera omnia, edici6n J . M . Pohl, Friburgo, 1902-10, 7 vols., I, pig. 230.

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carp, dice Tomis en un pasaje5l. Y, sin embargo, sabe la palabra de este apartado del mundo confortar para la vida como ninguna otra.

Una cosa tiene de commtn este libro, para b s cansados de todos 10s siglos, con las manifestaciones de la mistica rigurosa. Tambitn en t l se ha superado la imagen sensible hasta donde esto es posible y se ha abandonado la vestidura tornasolada de 10s sfmbolos. Y por eso no se limita el efecto de la Zmitatio a una tpoca de la cultura; lo mismo que las contemplaciones extiticas del Uno y Todo hace su camino a travts de toda cultura. No pertenece a una edad cultural determinada. Esto explica sus dos mil ediciones y explica tambitn que se haya podido vacilar entre tres siglos por lo que se refiere a1 autor y a la fecha de su composici6n. Tomis no habfa pronunciado en van0 el Ama nesciri, ama el ser ignorado.

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LAS FORMAS DEL PENSAR EN LA VIDA PRACTICA

S I SE quiere llegar a entender el espiritu medieval como una unidad y un todo, no basta estudiar las formas fundamen- tales de su pensamiento en las representaciones religiosas y

en la alta especulacibn, sin0 que es necesario tener tambiCn en cuenta las representaciones de la ciencia de la vida cotidiana y de la prictica vulgar. Pues son las mismas grandes direcciones del pensamiento, que dominan las altas manifestaciones de aquel espiritu, las que dominan tambien las bajas. Y mientras en la esfera de la fe y de la especulacibn queda siempre indecisa la cuesti6n de la medida en que las formas del pensamiento son resultado y eco de una larga tradicibn literaria, que se remonta a fuentes griegas y judias, e incluso egipcias y babil6- nicas, en la vida diaria se las ve en su accion ingenua y espontinea, no gravada con el peso del neoplatonismo y de todas las demis co- rrientes.

El hombre medieval piensa dentro de la vida diaria en las mismas formas que dentro de su teologia. La base es en una y otra esfera el idealism0 arquitectbnico que la escolistica llama realismo: la necesidad de aislar cada conocimiento y de prestarle como entidad especial una forma propia, de conectarlo con otros en asociaciones jerirquicas y de levantar con &as templos y catedrales, como un niiio que juega a1 arquitecto con pequeiias piezas de madera.

Todo lo que se conquista en la vida un puesto fijo, todo lo que se convierte en una forma de la vida -1as costumbres y 10s usos mis cosrientes, lo mismo que las cosas mis altas en el plan universal de Dios- es considerado como instituci6n divina. Asi se revela muy da- ramente, por ejemplo, en la idea de las reglas de la etiqueta palatina que preside las descripciones de la pompa y el fausto de las cortes

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hechas por Olivier de la Marche y Alienor de Poitiers. La antigua dama considera estas reglas como sabias leyes que fueron instituidas un dia con eleccidn deliberada en las cortes de 10s reyes, para ser observadas por todos 10s tiempos venideros. Habla de ellas como si resumiesen la sabiduria de 10s siglos: et alors j'ouy dire aux anciens qui s~avoint . . . Ve c6mo degeneran 10s tiempos: desde hace aproxi- madamente diez aiios colocan algunas damas de Flandes el lecho de dar a luz delante del fuego, de quoy l'on s'est bien mocqu&; antigua- mente no se hacia nunca esto; lad6nde se va a parar?; mais un chacum fait ci cette heure a sa guise; par quoy est doubfer que tout ira ma1 l.

La Marche se plantea a si mismo y plantea a1 lector importantes cuestiones sobre el fundamento racional de todas estas cosas tan so- lemnes. ~ P o r quC tiene el fruitier a su cargo la iluminacidn, le mestier de la cire? La respuesta dice: porque la cera es libada por las abejas en las flores, de las cuales nacen tambiCn las frutas; pourquoy on a ordonnt! t r b bien ceste chose % La fuerte propensidn de la Edad Media a crear un drgano para cada funci6n no es otra cosa que una mani- festaci6n de aquel mod0 de pensar que concedia independencia a toda cualidad como una Idea. El rey de Inglaterra tenia entre su m q n a sergenteria un cargo especial, el de sostener la cabeza del rey cuando Cste pasaba el Canal y se mareaba; el aiio 1442 fut investido de esta funci6n cierto John Baker, del cual pas6 la misma a sus dos hijasa.

A la misma luz hay que considerar el hPbito de dar un nombre a todas las cosas, incluso las inanimadas. Es un rasgo, sin duda, muy pPlido de antropomorfismo primitivo el de dar nombre a 10s caiiones en la vida de guerra actual. que representan en muchos respectos el retorno a una actitud vital primitiva. En la Edad Media estP este rasgo mucho mPs acusado; igual que las espadas en el Roman ok la Rose, tienen las bombardas en las guerras de 10s siglos XIV y xv sus nombre: le Chien d'Orlkans, la Gringade, la Bourgeoise, b Dulle Griette. Como una supervivencia de todo esto llevan aim hoy su nombre algunos diamantes ctlebres. Entre las joyas de Carlos el

1 Alienor de Poitiers: Les honneurs de la cow, pigs. 184, 189, 242, 266. 2 Olivier de la Marche: L'Estat dc la maison, etc., tomo. N, pAg. 57, vtase an6-

logas cuestiones supra. 8 J. H. Round: The king's serjeants and officers of state with their coronation

services, Londres, 1911, pbg. 41.

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17. Las forms del pensar en la vida prictica 327

Temerario habia varias que tenian nombre: le sancy, les troits frhes, la hote, la balle de Flandres. Si en nuestro tiempo han conservado su nombre 10s barcos, mientras las casas y las campanas de las iglesias 10s han perdido o 10s conservan s610 por rara excepcibn, ello se debe, por una parte, a que el barco cambia de lugar y es menester que sea fhcil reconocerlo en iodo tiempo; pero, por otra parte, a que el barco ha conservado algo de mPs personal que la casa, como consta expre- samente por el she de la lengua inglesa4. Esta personificaci6n de las cosas inanimadas hay que representirsela en la Edad Media mucho mis pronunciada; en la Edad Media recibia alin cada cosa su nombre -10s calabozos de las drceles, igual que cada casa y cada campalla.

En todas las cosas se buscaba la "moralidad", como decia el hom- bre de la Edad Media, esto es, la enseiianza que estaba encerrada en ellas, la significaci6n moral, considerada como lo mis esencial. Todo caso histbico o literario tiene la inclinaci6n a cristalizarse en una pardbola, en un ejemplo moral, en un nlimero de una demostraci6n; todo dicho, la inclinaci6n a cristalizarse en una sentencia, en un "texto". Anilogamente a las sagradas conexiones simb6licas entre el Nuevo y el Antiguo Testamento, surgen conexiones morales por cuyo medio puede presentirsele en seguida a todo acontecimiento el espejo de un modelo, de un t i p , procedente de la Sagrada Escritura, de la historia o de la literatura. Para mover a alguien a1 perd6n se le enu- meran casos biblicos de indulgencia. Para prevenir en contra del matrimonio se ensartan todos 10s matrimonios desgraciados de que habla la Antigiiedad. Juan Sin Miedo se compara a si mismo con Joab y compara a su adversario asesinado con Absal6n para justificar el crimen cometido con Orleins; mis adn: se llama mejor que Joab. porque el rey no habia prohibido expresamente el asesinato. Ainssy avoit le bon duc Jehan attrait ce fait a moralite'5. Hay, por decirlo asi, una aplicaci6n lata e ingenua del concept0 de la jurisprudencia, que en la vida juridica actual empieza a tornarse ya un mero residuo de formas anticuadas de pensar.

Toda demostraci6n seria fdndase gustosa en un texto como punto

4 Que se ha extendido de un rnodo digno de nota a la locomotora, el autom6vil e incluso a1 ascensor (a1 menos en AmCrica) .

6 Le livre des trahisons, pig. 27.

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de apoyo y de partida. Las doce proposiciones en pro y en contra del testimonio de obediencia a1 Papa de Avignon, con las cuales se debati6 el asunto del cisma en el Concilio nacional de Paris del aiio 1406, salen todas de una sentencia de la Escriturae. Un orador profano elige su texto de la Biblia lo mismo que un predicador 7.

No hay ning6n ejemplo mas claro de todos 10s rasgos mencionados que el vituperable discurso de defensa con que el maestro Jean Petit trat6 de justificar a1 duque de Borgoiia por el asesinato de Luis de OrlePns.

Hada sus buenos tres meses que el hermano del rey habia caido muerto una noche por mano de 10s asesinos pagados, que Juan Sin Miedo habia escondido en una casa de la Rue vieille d u Temple. El borgoiibn habia empezado por delatar en 10s funerales un gran dolor; per0 tan pronto vi6 que la pesquisa se extenderia hasta su HBtel d'Ar- tois, en donde tenia ocultos a 10s asesinos, acudi6 en busca de consejo a su tio Berry y le confesb que 61 mismo habia hecho cometer el asesi- nato por una inspiraci6n del demonio. Como consecuencia huy6 de Paris a Flandes. En Gante hizo publicar ya una primera justificacidn de su crimen, y en seguida regred a Paris, contando con el odio que Orleans habia despertado por todas partes y confiando en su propia popularidad entre 10s parisienses, que en efecto le recibieron a6n en aquella ocasi6n jubilosamente. El duque habiase aconsejado en Amiens de dos varones, que se habian destacado entre 10s oradores del Con- cilio de Paris del aiio 1406: 10s maestros Jean Petit y Pierre aux Boeufs. Sstos se encargaron de refundir la defensa, cornpuesta en Gante por Simbn de Saulx, para pronunciarla en Paris delante de 10s prfncipes y de 10s grandes seiiores y hacer impresi6n de este modo.

El 8 de marzo de 1408 compareci6, pues, en el HcStel de Saint Pol, de Paris, el maestro Jean Petit, te6log0, predicador y poeta, delante del ilustre auditorio, en el cual ocupaban 10s primeros puestos el delfin, el rey de NApoles y 10s duques de Berry y de Bretafia. Comenz6 el madstro con una sabia humildad. el, pobre orador, no era te6logo ni jurista. Une trds grande paour me fiert (hiere) au cuer, voire si

6 Rel. de S. Dcnis, I I I , pig. 464 y s i p , Juvenal d b Ursins, pig. 440; NoB Va- lois: La France et le grand schisme d'occident, Paris, 1896-1902, 4 vola, 111, pAg. 433.

7 Juvenal des Ursins, pig. 342.

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grande, que mon engin (espiritu) et ma mdmoire s'en fuit, et ce peu de sens que je cuidoie (ueia) avoir, m'a $i du tout laisst!. A conti- nuaci6n desarroll6 la obra maestra de negra bajeza polftica que su ingenio habia construido con riguroso estilo sobre texto: Radix omnium malorum cupiditas. El conjunto estA hibilmente dispuesto en torno a distinciones escolis~icas y textos secundarios e ilustrado con ejemplos de la Escritura y de la historia. La prolijidad llena de colorido con que el defensor describe la vileza del asesinato da a la oraci6n una diabblica viveza y un tono romintico. Empieza el orador con la enu- meraci6n de doce deberes, por 10s cuales estaba obligado el duque de Borgoiia a honrar, a amar y a vengar al rey de Francia. EncomiCndase luego a la ayuda de Dios, de la Virgen y de San Juan Evangelists, para comenzar con la demostraci6n propiamente dicha, que esth divi- dida en una mayor, una menor y una conclusibn. En este punto es donde inserta su texto: Radix omnium malorum cupiditas. De el se sacan dos consecuencias: la codicia hace apbtatas y a e a traidores. Estas maldades de la apostasia y de la traicibn son divididas y subdivi- didas e ilustradas con tres ejemplos. Como prototipos de la traici6n surgen ante el espiritu de 10s oyentes Lucifer, Absal6n y Atalia. Sigue una exposici6n de ocho verdades, que justifican el tiranicidio: quien conspira contra el rey merece la muerte y la condenaci6n; cuanto d s alto estC, tanto mPs estP autorizado para acabar con C l cualquiera. Je prouve ceste veritt par douze raisons en l'honneur des douze apostres: tres sentencias de doctores, tres de filbsofos, tres de juritas y tres de la Sagrada Escritura. Asi continda hasta que estin completas las ocho verdades. Una cita de De casibus virorum illustrium, del philosophe moral Boccace, es aducida como prueba de que se puede atacar a1 tirano por la espalda. De las ocho verdades dedhcense ocho correlaria, con una novena por apCndice, en la cual se indican en alusiones todos 10s acontecimientos secretos en que la calumnia y la sospecha habian atribuido un papel repugnante a Orleins. Todas las antiguas sos- pechas que habian perseguido desde la niiiez a1 ambicioso y desenfre- nado principe fueron puestas en ignici6n una vez mis, hasta llegar a1 rojo; por ejemplo, que en el aiio 1392 habia organizado deliberada- mente el fatal bal des ardents, donde su hermano, el joven rey, habia escapado con gran dificultad de morir quemado, como murieron sus acompaiiantes, que, disfrazados de hombres salvajes, fueron rozadoa

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por una tea imprudentemente manejada. Las conversaciones de Orleins con el "encantador" Philippe de MCzihres en el monasterio de 10s Celestinos suministraron materia para toda clase de alusiones a pro- yectos de asesinato y de envenenamiento. Su predileccibn universal- mente conocida por las artes migicas da motivo para las historias mis vivamente terrorificas; deciase, por ejemplo, que Orleins habia ido un doming0 por la maiiana a la Tour Montjay, a orillas del Marne, en compaiiia de un monje apbstata, de un caballero, de un escudero y de un criado; llegados alli, el monje habia conjurado a dos diablos vestidos de verde obscuro y llamados Heremas y Estramain, que hi- cieron aparecer una espada, un pufial y un anillo entre conjuros infernales, despues de lo cual la cuadrilla habia descolgado un cadiver que pendia de la horca de Montfaucon, etc. Hasta del balbuceo sin sentido del rey demente s u p sacar el maestro Jean un sombrio sig- nificado.

Despues de haber traido el enjuiciamiento de la causa a1 nivel de la moralidad general, exponiendo el asunto a la luz de 10s modelos biblicos y de las sentencias morales, y despuCs de haber dado hibilmente pibulo a1 -sentimiento de aversibn y de horror, desb6rdase en la menor, que sigue miembro por miembro a la mayor, el torrente de las acusa- ciones que eran de regla. El apasionado odio de partido ataca la me- moria del asesinato con toda la aaitud de que era capaz aquel espi- ritu desenfrenado.

Cuatro horas estuvo perorando Jean Petit, y cuando acab&, dijo su defendido, el duque de Borgoiia: ]e vous avoue. La justificacibn fuC consignada en cuatro preciosos libritos encuadernados en cuero pren- sado e iluminados con oro y miniaturas, destinados a1 duque y a sue parientes mis cercanos. Uno de ellos se conserva todavia en Viena. El discurso estaba tambiCn a la ventas. La necesidad de dar a todo caso de la vida la forma de un modelo

8 Monstre!et, I, pigs. 177-242; Covilte: Le vdritable texte de la justification dl' duc de Bourgogne par Jean Petit, Bibliothtque de Z'Ecole des chartes, 1911, p ig . 57. Sobre el bosquejo de una segunda justificacidn con la cual habria contestado Petit a la replica dada el 11 de septiembre de 1408 por el abad Tomis de Cerisi, v. 0. Cartellieri: B e i t r e e zur Geschichtr der Herz6ge von Burgund, V, Sitzungsberichte der Heidelberger Akndemie der Wissenschaften, 1914, G ; cdernis IVolf;a!lg Seiferth: Der Tymnnenmord von 1407, Leipriger Inaugural-Dissertation, 1922.

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moral y de condensar todo juicio en forma de sentencia, convirti6ndolos asi en algo substancial e intangible; en suma, aquel proceso de cristali- zaci6n del pensamiento a que antes hemos aludido, encuentra su ma- nifestacibn mis general y mis natural en el refrin. El refrin desempeiia en el pensamiento medieval una funci6n muy viva. Hay cientos en curso diario, casi todos jugosos y certeros. La sapiencia que habla por boca del refrin es muchas veces vulgar y seca, per0 otras muchas cari- tativa y profunda. El tono del refran es, con frecuencia, irbnico, per0 el fondo, bondadoso las mis de las veces y siempre resignado. El refrin no predica nunca la opsicibn, sino siempre una prudente resignacibn. Con una sonrisa o un suspiro deja triunfar a 10s egoibtas y partir libres a 10s hipbcritas. Les grans poissons mangent Ees plus petits. Les ma1 vestus assiet on dos ou vent. ( A 10s ma1 vestidos se les pone espalda a1 viento.) Nu1 n'est chaste si ne besonpe . A veces suena cinicamente. L'homme est bon tant qu'il craint sa peau. Au besoing on s'aide du diable. Mas por debajo va la indulgencia, que no quiere condenar. I1 n'est si ferrt! qui ne glice (no hay nadie tan bien herrado que no res- bale). La sabiduria popular opone su sonrisa de comprensibn a las lamentaciones de 10s moralistas por 10s pecados y la corrupd6n de 10s hombres. En el refran se condensa un tesoro de sabiduria y de moral de todos 10s tiempos y circulos de la sociedad. Hay veces en que la tendencia del refrin es casi evangklica; otras es, en cambio, ingenua- mente pa'gana. Un pueblo en el cual hay en circulaci6n muchos refranes deja las disputas y las argumentaciones a 10s teblogos y 10s fil6sofos, y despacha cada caso apelando a un juicio que da siempre en el clavo. Renuncia a la palabreria y evita muchas confusiones. El refran corta siempre el nudo de la cuesti6n; aplicado el refriin justo, queda despa- chado el asunto. La inclinacibn a convertir en substancias 10s pensa- mientos tiene mudlas e importantes ventajas para la cultura.

Es asombrosa la gran cantidad de refranes que eran corrientes en la liltima Edad Media % En su cotidiana vigencia adhikrense tan estre- chamente a1 contenido intelectual de la literatura, que 10s poetas de aquel tiempo hacen copioso empleo de ellos. Muy frecuentes son, por

9 Leroux de Limy: Le proverbe francais, d. E . Langfois, Bibl. de L'Ecole des

chnrtes, rx, 1899, pig. 569, J. Ulrich: Zeitschr, f. franz. Sprache u. Lit, XXN, 1902, p22ir.a 191.

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ejemplo, las poesias en que cada estrofa termina con un refrin. Un desconocido dedica el odiado Prtvdt de Paris, Hugues Aubriot, con ocasidn de su ignominiosa caida, una poesfa injuriosa en esta forma lo. Podemos contar ademis a Alain Chartier con su Ballade de Fougk- res 11, a Jean Regnier con sus lamentaciones del cautiverio 12, a Molinet con varias piezas de sus Faictz et Dictz 18, rnis la Complaincte d'Eco, de Coquillart l 4 y la Ballade de Villon, compuesta toda de refra- nesl'. Tambitn debe entrar en este grupo Le passe temps d'oysivett, de Robert Gauguin 16, cuyas 171 estrofas terminaron casi todas con un adecuado refrin. ~0 serin estas sentencias de Gauguin, con apariencia de refranes, per0 de las cuales s6lo algunas se encuentran en 10s refra- neros que me son conocidos, pensamientos propios del poeta? Ello s610 seria una prueba rnis fuerte abn de la viva funci6n que en el pen- samiento de la Gltima Edad Media asumia el refrin, es decir, el juicio rotundo, establecido y comprensible para todos, puesto que lo veriamos nacer del espiritu de un poeta individual en contact0 inmediato con un poema.

Ni siquiera el sermdn desdeiia junto a 10s textos sagrados el refrkn, y en las graves discusiones de las asambleas politicas y edesiisticas se hace un abundante uso de ellos. Gerson, Jean de Varennes, Jean Petit, Guillaume Fillastre, Olivier aill lard aducen en sus sermones y dis- cursos 10s refranes rnis vulgares para corroborar sus afirmaciones y pruebas. Qui de tout se tait, de tout a paix. Chef bien peignt porte mal bacinet (yelmo) . D'aultrui cuir large courroye. (De la pie1 ajena, ancha correa.) Selon seigneur mesnie duite. (A ral seiior, tal servidor.) De tel juge tel jugement. Qui commun sert, nu1 ne Pen paye. ( A quien sirve a1 comim nadie le paga.) Qui est tigneux, i l ne doit pas oster son chaperon 17. Mis aim, no falta un miembro de enlace entre el refran

10 Les grandes chroniques de France, ed. P . Parfs. IV, p6g. 478. 11 Alain Chartier, ed. Duchesne, pig. 717. 12 Leg Fortunes et adversitez de feu noble hommne Je:~an Regnier, v. P . Charn-

pion: Histoire podtique d u XVe siCcle, I, pig. 299 y sigs. 13 Jean Molinet: Faictz et Dictz, ed. Paris, 1537, f . 80, 119, 152, 161, 170, 194. 14 Coquillart: Oeuvres, I, pAg. 6. 16 Villon, ed. Longnon, pig. 134. 16 Roberti Gaguini Ep. el or., ed. Thuasne, 11, pAg. 166. 17 Gerson: Opercr, IV, pig. 657; ib., I, pig. 936; Carnahan: The Ad Deum vadit

of Jean Gerson, pigs. 61, 71; c f . Leroux de Lincy: Le proverbe fran~ais, I , p. LII.

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y la Zmitatio Christi; tsta descansa, en cuanto a su forma, en las colec- ciones de sentencias o rapiaria, en las cuales solia recogerse ciencia de todo origen y condicibn.

Hay en la Gltima Edad Media muchos escritores cuyo juicio no se levanta realmente por encima del refrin, que emplean, por ende, con- tinuamente. Un cronista de principios del siglo xw, Geffroi de Paris, rellena su crdnica rimada de refranes que expresan la moral de 10s su- cesos ls, y en esto obra mis sabiamente que Froissart y Le Jouvencel, cuyas sentencias de la propia cosecha parecen con mucha frecuencia refranes a medio cocer: Enssi aviennent li fait (10s hechos) d'armes: on piert une fois et Pautre fois gaagn'on. Or n'est-il riens dont on ne se tanne. On dit, et may est, que il n'est chose plus certaine que la mort 19.

Una forma de crisializacidn del pensamiento aniloga a1 refrin es el lema, que fud cultivado con singular predileccidn en la ltltima Edad Media. No se trata aqui de un saber de tendencia general, como en el refriin; tritase de un estimulo y una ciencia de la vida totalmente personales, elevados por el sujeto a signo que graba con letras de oro en su propia vida; tritase de una lecci6n que, por medio de su repeticidn estilizada sobre todas las piezas del guardarropa y del menaje, debe servir de sosttn y de enseiianza para dl mismo y para 10s demis. El fondo de 10s lemas es las mPs de las veces un fondo de resignacih, exactamente como en el refrin, o de esperanza, en ocasiones con un elemento ticito destinado a hacerlos misteriosos: @and sera ce? Tost ou turd vienne, Va oultre, Autre fois mieulx, Plus dueil que joye. La inmensa mayoria refitrense a1 amor. Aultre naray (no tendre otra), Bostre plaisir, Souvienne vous, Plus que toubes. Tales son 10s lemas c~ballerescos que se graban sobre las gualdrapas y las armaduras. En 10s anillos es el tono mis intimo: Mon cuer avez, Je Ee desire, Pour toujours, Tout pour v o w .

Con el lema 6nense 10s emblemas que lo ilustran de un mod0 tan- gible o que estPn en conexidn con t l por medio de una simple analogia

18 Geffroi de Paris, ed. de Wailly et Delisle, Bouquet: Recueil des Historiens des Gaules et de la France, xxrr, pig. 87, v. index rerum et personarum, v. v. Pro- verbia, pig. 926.

19 Froissart, ed. Luce, XI, pig. 119; ed. Kervyn, XIII, pig. 41; xm, pig. 33; xv, pdg. 10; Le Jouvencel, I, plgs. 60, 62, 63, 74, 78, 93.

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de significaci611, como el as de bastos con Je l'envie y el puerco-espin con Corninus et eminus de Luis de OrlePns, el cepillo de carpintero con Zc houd de su enemigo Juan Sin Miedo, el pedernal de Felipe el Bue- no 20. Lema y emblema estin en su esfera dentro del pensamiento herildico. Los blasones son para el hombre medieval algo mis que una mera vanidad geneal6gica. Las figuras que campean en ellos tienen para su espiritu casi el valor de un totem21. Leones, flores de lis y cruces t6rnanse simbolos en 10s males se expresa plhsticamente todo un complejo de aristocrPtico orgullo y de ambici6n, de fidelidad y de sentimiento de la comunidad, como un todo indivisible e independiente.

La necesidad de aislar cada caso como algo dotado de una existencia independiente, de verlo, como una idea peculiar, exteriorizase en la Edad Media en una fuerte indinaci6n a la casuistica. b t a es tambien un brote del universal idealismo. Cualquiera que sea el problema que se plantee, ha de tener por fuerza una soluci6n ideal propia, la cual se ha encontrado tan pronto como se ha descubierto la justa relad6n enrte el caso presente y las verdades eternas, y esta relaci6n se descubre apli- cando las reglas formales a 10s hechos. No solamente 10s problemas de la moralidad y del derecho encuentran de este mod0 su solucibn; el casuismo domina ademis toda una serie de otras esferas de la vida. Doquiera son lo principal el estilo y las formas, doquiera aparece en primer tQmino el elemento de juego que hay en una forma de la cul- tura, alli celebra la casuistica sus triunfos. Esto es aplicable, en primer lugar, a toda la esfera del ceremonial y de la etiqueta. En ella esti el casuismo en su propio terreno. En ella es el casufsmo una forma de pensar adecuada a 10s problemas que se plantean, puesto que s610 se trata de una sucesi6n de casos que se resuelven por medio de respeta bles precedentes y de reglas formales. Lo mismo cabe deck de 10s torneos y de la caza. Como ya expusimos anteriormente, tambien la concepci6n del amor como un bello juego de sociedad lleno de formas

20 Je I'envie es una frase de juego con la significaci6n de retar o invitar, envidar, envite; ic houd es la rcspoesta a ella: aceptado; cotninus et eminus (de ccrca y de lejos) es una alusi6n a la aeencia de que el puerco-espfn puede disparar tambikn sus phas.

21 V. mi Uit de voorgeschiedenis van ons national besef, De Gids, 1912, I , y Tien studiln, Haarlem, 1926.

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y de reglas estilisticas trae consigo la necesidad de una cauistica muy desarrollada.

Finalmente, florece toda suerte de casuistica sobre 10s usos de la guerra. La fuerte influencia del ideal caballeresco sobre toda la manera de concebir la guerra introduce tambibn en bsta un elemento de juego. Los casos del derecho de botin, derecho de ataque, mantenimiento de una palabra de honor, entraban dentro de una categoria de reglas de juego anilogas a las que regian para 10s torneos y para la diversibn de la caza. El deseo de someter a derecho y a reglas incluso la violencia no brotaba tanto de un instinto juridic0 como de una idea caballeresca del honor y del estilo de la vida. Una casuistica concienzudamente obser- vada y el establecimiento de rigurosas reglas formales eran lo dnico que hacia posible armonizar en cierto niodo 10s usos de la guerra con el honor de la clase caballeresca.

Los origenes del derecho de gentes encukntranse, pues, mezclados con las reglas de juego que rigen en 10s torneos. Geoffroy de Charny propone en el afio de 1352 a1 rey Juan I1 de Francia, en su cualidad de Gran Maestre de la Orden dc la Estrella, justamente fundada por 61, una serie de cuestiones casuisticas, para que Ias resuelva. Veinte refib rense a la jouste, veintiuna a1 tornco y noventa y tres a la guerraZZ. Veinticinco aiios m5s tarde Honor6 Bonet, prior de Selonnet, en Pro- venza, y doctor en Derecho can6nic0, dedica a1 joven Carlos VI su Arbre des batailles, un tratado sobre el derecho de guerra, a1 que a6n se le reconocia valor prictico en el siglo XVI, como atestiguan las nue- vas ediciones del mismo 23. EncuCntranse juntas y revueltas en 61 cues- tiones de suma importancia para el derecho de gentes y f6tiles suti- lezas en las cuales s610 se trata de reglas de juego. iEs licito hacer la guerra sin necesidad a 10s infieles? Bonet responde con la mayor, ener-

22 A. Piaget: Le livre Messire Geoffroy de Charny, Romania, xxvr, 1897, pAg. 3%. 23 L'arbre des batailles, Paris, Michel le h'oir. 1515. VCase sobre h1o:iniel: Sources

de l'histoire de France, n6m. 3.861. Recientemente ha demostrado G . W. Coopland: The trce of batelles and some of its sources, Tijdsclrrift voor rechtsgesthiedenis. 1,

1923, pig. 173, la gran influencia de Juan de Legnano (m. 1382) sobre Bonet. Yero justamente las partes de que tratamos patecen pertenecer a la labor original de Bonet. Sobre J. de Legnano vease G. Ermini: I trattati della guerra e della pace d i G , da Legnano, en Studie e memorie per la storia de l'universitci de Bologna, tomo VIII, 1924.

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gia: "NO, ni siquiera con el fin de convertirlos". (Puede un principe negar a otro el paso por sus dominios? {Debe extenderse a1 asno y a1 criado el privilegio (muy quebrantado) de que gozan el que estzi aran- do y su buey, que son sagados en la guerra? 24. {Debe el que tiene 6r- denes sacerdotales ayudar a su padre o a su obispo? Cuando se pierde en la batalla una armadura prestada, lse estzi obligado a restituirla? ~Puede darse una batalla en dia de fiesta? iQuC es mejor, dar una batalla en ayunas o desputs de corner125. Para todo esto busca el prior consejo en pasajes de la Biblia, el Derecho can6nico y 10s glo- sadores.

Entre 10s puntos mis importantes de 10s relativos a la guerra con- tibase en aquellos tiempos todo b que se referia a la captura de prisio- neros. El rescate esperado por un prisionero distinguido era, tanto para el caballero como para el soldado mercenario, una de las promesas mzis seductoras de la lucha. Habia un campo ilimitado para reglas casuisti- cas. Tambitn en Cl se confunden el derecho de gentes y el point d'hon- n e w caballeresco. 2Es licito a 10s franceses en guerra con Inglaterra, coger prisioneros a 10s pobres comerciantes, labradores y pastores del territorio inglks y despojarlos de sus bienes? <En quC caso es lfcito esca- par del cautiverio? {CuPl es el valor de un salvoconducto?2~. En la novela biogrifica Le Jouvencel, son tratados casos prhcticos semejantes. Se lleva ante el jefe un litigio de dos capitanes sobre un prisionero. "Yo lo he cogido primer0 -dice uno-- por el brazo y por la mano dere- &a y le he arrancado el guante." "Pero tl me ha dado a mi primer0 -dice el otro -la mano derecha y su palabra." Ambas cosas daban derecho a la valiosa posesi6n, pero el derecho preferente es reconocido a la segunda. 3A quitn pertenece un prisionero que huye y es cogido de nuevo? La soluci6n dice: si el caso tiene lugar en el terreno de la guerra, pertenece a1 nuevo poseedor; per0 SF tiene lugar fuera de 61, sigue siendo posesi6n del poseedor primitive. {Puede huir un prisionero que ha dado su palabra, cuando el que lo ha cogido le pone, no obs tante, una cadena? ~0 cuando se ha olvidado de tomarle la palabra? 27.

24 Chap. 35. 85 bis (10s nlImeros 80-90 mcuentranse dos vms en la edia6n de 1515), 12416.

25 Chap. 56, 60, 84, 132. 26 Chap. 82, 89, 80 bis y sigs. 27 Le Jouvencel, I, p9g. 222, 11, pggs. 8, 93, 96, 133. 214.

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La propensi6n medieval a exagerar el valor de la independencia de una cosa o de un caso tiene, ademls del casuismo, otra consecuencia. Conocido es "el testamento" de Fraqois Villon, el gran poema satiric0 en que deja todos sus bienes a sus amigos y enemigos. Hay aim otros testamentos pokticos semejantes, como, por ejemplo, el del mulo de Barbeau, de Henri Paude28. Pues bien, esta forma literaria s610 es comprensible si no se olvida que 10s hombres de la Edad Media esta- ban, en efecto, acostumbrados a disponer por separado y extensamente en su testamento hasta de las cosas mls insignificantes de su propiedad. Una pobre mujer deja su traje de 10s domingos y su cofia a su parro- quia, su cama a su ahijado, una pie1 a la mujer que la cuidaba, su ves- tido de diario a una pobre y cuatro libras tornesas, que constituian toda su fortuna, juntametne con otro traje y otra cofia, a 10s minoritas 29.

&No debemos reconocer tambikn en esto una manifestacih muy trivial del mismo mod0 de pensar que hacia de cada caso de virtud un ejemplo eterno y veia en cualquier costumbre una institucidn divina? Es el mis- mo apego del espiritu a la particularidad y a1 valor de cada cosa, que domina como una enfermedad a1 coleccionista y a1 avaro.

Todos 10s rasgos enumerados pueden resumirse bajo el concept0 de formalismo. La idea innata de la realidad trascendental de las cosas trae consigo que cada representacidn circunscrita por limites inmuta- bles estk ahi, aislada en una forma pllstica, y que impere esta forma. Los pecados mortales y 10s pecados veniales deben distinguirse segdn reglas fijas. El sentimiento del derecho es inconmovible, no debe vacilar un momento: el act0 juzga a1 hombre, decia el antiguo proverbio juri- dico. En el juicio que se pronuncia sobre un act0 es siempre su conte- nido formal lo principal. MPs antiguamente, en el derecho primitivo de la Cpoca germlnica, habia sido tan fuerte este formalismo, que la sen- tencia no tomaba en cuenta para nada la premeditacidn o, por el con- trario, el descuido: el act0 era el act0 y, en cuanto tal, llevaba detriis de st su castigo, mientras que un act0 no llevado a cabo, un crimen frustrado, permanecia impune 30. Todavia en una 6poca mucho m8s

28 Les vers de maitre Henri Baude, podte d u X V e sidcle, ed. Quicherat. (Tresor des pidces rares ou inedites, 1856, piigs. 20.25.)

29 Champion. Villon. 11, pdg. 182. 80 Todavia mis fuerte es este formalismo en las razas audamericanas, entre las

cuales el miembro de un clan que se hiere por desgracia,-tiene que pagar el precio

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reciente soliase perder el derecho por una equivocaci6n involuntaria en la f6rmula del juramento: el juramento es el juramento, cosa muy sa- grada. El interts econ6mico es el que pone tCrmino a este formalismo: no se podia exponer a esta posibilidad a1 comerciante extranjero que dominaba deficientemente la lengua del pais, sin poner con ello trabas a1 comercio, y asi aparece abolida entre 10s derechos de las ciudades -en un principio por medio de privilegios especiales- la vare, el peii- gro de perder el derecho de semejante modo. Las huellas de un rigu- roso formalismo en las cuestiones juridicas son tambikn numerosas en la dltima Edad Media.

La extraordinaria sensibilidad para el honor externo es un fen6meno que descansa en el formalismo del pensamiento. El aiio 1445 habiase refugiado Herr Jan von Domburg, a causa de un asesinato, en una igle- sia de Middelburg, para gozar del derecho de asilo, y se le bloque6 en su refugio, como era costumbre. Entonces pudo verse c6mo su hermana, una monja, le incitaba repetidamente a hacerse matar luchando antes que atraer sobre su familia la vergiienza de caer en manos del verdugo. Y cuando esto sucede por ultimo, pide la doncella de Domburg a1 menos su cadiver, para enterrarlo dipamenteal. En un torneo estin ador- nadas las gualdrapas del caballo de un noble con las armas del caba- llero. Esto le parece muy inadecuado a Olivier de la Marche, pues si el caballo, une beste irraisonnable, tropezase y arrastrase las armas por la arena, quedaria deshonrada toda la familia 32. POCO despuPs de una visita del duque de Borgoiia a Chastel, en Porcien, intenta suicidarse alli un noble que estaba loco. Proddcese un espanto indescriptible et d e n sauoit on comment porter la honte a p r b si grant joye demene'e (demostrada). Aunque era sabido de todos que lo habia hecho estan-

do loco, fut expulsado el infeliz, una vez curado, del castillo et ahonty @roscrito) d tous lours 33.

El siguiente caso proporciona un ejemplo significativo de la manera plistica con que fuk satisfecha la necesidad de rehabilitar un honor mancillado. En Paris fuC colgado por un error, el aiio 1478, cierto

de sangre a 311 clan, por haber vertido la sangre de bte. L. Farrand: Basis of ame- rican history, prlg. 198. (The American nation, A history, vol. 11).

31 La Marche, 11, pig. 80. 32 L. c., 11, p ~ g . 168. a3 Chastellain, IV, pgg. 169.

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17. Las forrnas del pensat en la vida prictica 339

Laurent Guernier. Habia obtenido el perdbn de su culpa, per0 no lo habian puesto oportunamente en su conocimiento. Al cab0 de un aiio se descubri6 este hecho y entonces fuk sepultado honrosamente su ca- diver a solicitud de su hermano. Delante del atadd avanzaban cuatro pregoneros de la ciudad con sus carracas y las armas del difunto sobre el pecho; en torno a1 a t a ~ d cuatro portadores de cirios y ocho porta- dores de hachones, vestidos de luto y con las mismas armas. Asi cruz6 el cortejo por Paris, desde la Porte Saint Denis hasta la Porte Saint Antoine, desde donde fuC transportado el difunto hasta el lugar de su nacimiento, Provins. Uno de 10s pregoneros exclamaba continuamente: Bonnes gens, dictes voz patenostres pour I'dme de feu Laurent Guer- nier, en son viuant dernourant d Provins, qu'on a nouuellement trouvt mort soubx ung chesna34.

La gran fuerza vital del principio de la venganza de sangre, que se desarroll6 justamente con tanta exuberancia en comarcas tan florecien- tes y de tan alta cultura como el Norte de Francia y el Sur de 10s Paises Bajos35, esth igualmente en conexibn con la estructura forma- lista del espiritu. 'I'ambiCn la sed de venganza tiene algo de formal. Con frecuencia no es en aquellos casos de venganza la ira inflamada o el odio desatado quien impulsa a1 acto. Se vierte la sangre para dar sa- tisfacci6n a1 honor de la familia ofendida. Muchas veces se procura cui- dadosamente no matar a nadie y se le hiere deliberadamente en la pierna, en el brazo y en el rostro. T6manse medidas para no cargar con la responsabilidad de matar a la victima en cstado de pecado mor- tal. Du Clercq cuenta el caso de unas personas que, queriendo asesinar a su cuiiada, llaman con toda intencibn a un sacerdote 36.

El caricter formal de la expiaci6n y de la venganza, trae a su vez con- sigo la reparaci6n del agravio por medio de penas simb6licas o de ejerci- cios de penitencia. En todas las grandes reconciliaciones politicas del siglo XV concCdese gran Peso a este elemento simb6lico: a la demolici6n de las casas que recordaban el crimen, a la erecci6n de cruces conmemo- rativas, a tapiar puertas, para no hablar de las ceremonias pdblicas de expiaci6n y a la fundaci6n de capillas y misas de almas. Asi en la que-

34 Chron. scand., n, pig. 83. 35 Petit-Dutaillis: Documents nouveaux sur les moeurs poflulaires, etcetera; con-

forme Chastellain, v, phg. 399 y Jacques du Clercq, passim. 30 Du Clercq, N, pig. 264: cf. III, pigs. 180, 184, 206, 209.

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rella de 10s Orleins contra Juan Sin Miedo, en la paz de Arras (1435), en la reparaci6n por la insurreccidn de Brujas (1437) y en la mPs grave por la de Gante (1453). donde camina bajo la lluvia el largo cortejo de 10s ciudadanos, completamente de negro, sin cinturbn, descu- biertos y descalzos, 10s principales culpables en camisa, y todos juntos implorando del duque su perd6n37. En la reconciliaci6n con su her- mano el aiio 1469 exige Luis XI, ante todo, el anillo con que el obispo de Lisieux se habia presentado como duque a 10s principes de Nor- mandia y lo hace triturar en Rouen sobre un yunque en presencia de 10s notables 38.

El universal formalismo sirve tambitn de base a la fe en el efecto de la palabra hablada, que se revela en toda su plenitud en la cultura primitiva y que a6n subsiste en las bendiciones, las frases magicas y las f6rmulas judiciales de la idtima Edad Media. Una petici6n solemne tiene aim algo del caricter imperioso de un deseo fabuloso. Cuando se ve que 10s insistentes ruegos de que otorgue su gracia a un conde- nado no logran ablandar a Felipe el Bueno, se pone la demanda en manos de Isabel de Borbbn, su querida nuera, en la esperanza de que aqutl no podri negarle la gracia a &a, "pues -dice ella- todavia no os he pedido nunca nada importante" 39. Y se alcanza a1 fin. El mismo espiritu habla por boca de Gerson, cuando se asombra de que no mejoren las costumbres, a pesar de todas las predicaciones: "No sC qut decir, continuamente se estin pronunciando sermones, per0 siem- pre en vano" 40.

Resultado inmediato del universal formalismo son las cualidades que con tanta frecuencia prestan a1 espiritu de la lltima Edad Media un caricter de oquedad y de superficialidad. Ante todo, el simplismo extraordinariamente primitivo de la motivaciSn. Dada la ordenaci6n jerarquica del sistema de 10s conceptos y partiendo de la indepen- dencia plistica de toda representacidn y de la necesidad de explicar todo nexo por una verdad de validez universal, trabaja la funci6n causal del espiritu como una central telef6nica: pueden tener lugar

37 Monstrelet, I, pig. 342; v, pig. 333; Chastellain, I, pig. 589; La Marche, 11,

pigs. 284, 331: Le Ziwe des trahisonr, pigs. 34, 226. 38 Quicherat: Th. Basin, I, p. XLN.

39 Chastellain, 111, pilg. 106. 40 Sermo de nativ. domini, Gerson, Opera, 111, pig. 947.

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17. Las formas del pensar en la vida prktica 341

en todo momento toda clase de enlaces, per0 exclusivamente de dos nGmeros a la vez. Cualquiera que sea la situacidn o la conexidn de que se trate, s610 se ven de ella rasgos particulares y tstos violenta- mente exagerados y abigarradamente teiiidos. La imagen de una vi- vencia presenta siempre las escasas y pesadas lineas de un grabado en madera primitivo. Como explicaci6n basta siempre un motivo y con preferencia el mis general, el mis inmediato o el mis tosco. Para 10s borgoiiones s610 puede descansar el motivo del asesinato del duque de Orleans en una causa imica: el rey habia pedido a1 duque de Borgoiia que vengase el adulterio de la reina con Orleins41. Una pura cuesti6n formal sobre un formulario epistolar es, a juicio de 10s contemporheos, causa suficiente para la gran insurrecci6n de Gante 42.

El espiritu medieval generaliza gustoso un caso. Olivier de la Mar- che infiere de un solo caso de imparcialidad inglesa, tornado de una Cpoca anterior, que 10s ingleses eran virtuosos en aquellos dias y que por esta raz6n hubiesen podido conquistar Francia 43. Cuando se ven 10s casos tan pintoresca y tan aisladamente, el resultado es una violenta exageracih. tsta es robustecida aun por la circunstancia de que para todo caso hay a punto un caso paralelo de la Sagrada Escritura que le eleva a la esfera de una potencia superior. Cuando el aiio 1404, por ejemplo, es deshecha violentamente una procesi6n de 10s estudiantes de Paris, resultando dos heridos y hecho trizas el traje de uno, bPstale a1 indignado canciller de la Universidad escuchar el sonido de unas palabras de compasidn, como Ies enfants, Ees joEis escoliers comme agneaux innocents, para comparar en seguida el suceso con la matanza de Beltn 44

Cuando se tiene a mano una explicacih tan c6moda para cada caso, y cuando se uee en ella tan firmemente una vez encontrada, reina una extraordinaria ligereza para juzgar falsamente. Si adrnitimos con Nietzsche que "la renuncia a 10s juicios falsos haria imposible la vida", a ellos puede atribuirse justamente, a1 menos en parte, la ro- busta vida que nos sorprende en muchas tpocas anteriores a la nuestra.

41 Le Pastmalet, vs. 2.043. 42 Jean Jouffroy: Oratio; I, pig. 188. 43 La Marche. I, pig. 68. 44 Gerson: Querela nomine Uniuersitatis, etc., Opera, IV, pig. 574; cf. Rel. de

S. Denis, In, pdg. 185.

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En toda tpoca que exija una extraordinaria tensi6n de todas las iuerzas ha de venir en mayor medida el juicio falso en ayuda de 10s nervios. Los hombres de la Edad Media vivian, en rigor, continua- mente en una crisis espiritual semejante. No podian pasar un momento sin 10s mis groseros juicios falsos, que con frecuencia alcanzan b a j ~ la influencia del sentimiento de partido un grado sin ejemplo 4- malignidad. Asi lo atestigua la actitud toda de 10s borgoiiones en el gran duelo con 10s Orleins. Las proporciones de 10s caidos en ambas partes son elevadas por el vencedor hasta un extremo ridicule: Chaste- llain hace caer en la batalla de Gavere cinco nobles de la parte del principe contra veinte o treinta mil insurrectos ganteses 46. Es uno de 10s rasgos rnodernos de Commines no incurrir en estas exagera- ciones 4'3.

tC6mo concebir la peculiar irreflexividad que se revela continua- mente en la superficialidad, la inexactitud y la credulidad de 10s horn. bres de la dltima Edad Media? Con frecuencia parece que no tengan la menor necesidad de ideas reales, que sea un mero desfile de sueiios fugaces sustento bastante para su espiritu; describir de un mod0 super- ficial hechos puramente externos es el distintivo de escritores como Froissart y Monstrelet. tC6mo han podido encadenar la atenci6n de Froissart 10s infinitos combates indecisos y asedios en que disipa su talento? Junto a 10s vehementes partidistas encuhtranse entre 10s uonistas gentes cuyas simpatias politicas no pueden comprobarse, como Froissart y Pierre de Fenin; hasta tal punto se agota su talento en la narracibn de acontecimientos externos. No distinguen lo impor- tante de lo que no lo es. Monstrelet estaba presente en la cntrevista del duque de Borgoiia con Juana de Arco prisionera, per0 no rccuerda lo dicho en ella47. Su inexactitud, incluso respecto de importantes sucesos en que ellos mismos habian estado complicados, no conoce limites. Thomas Basin, que presidid el proceso de rehabilitaci6n de Juana de Arco, en su crbnica la hace nacer en Vaucouleurs, la hace conducir a Tours por el propio Baudricourt, a quien llama sciior en ! u p de capitPn de la ciudad, y se equivoca en tres meses4s acerca

45 Chastellain, n, phg. 375; cf. 307. 46 Commines, I, pigs. 111, 363. 47 Monstrelet, N, pig. 388. 48 Basin, I, pig. 66.

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17. Las formas del pensar en la vida prictica 343

de la fecha del primer encuentro de la dmcella con el delfin. Oliver de la Marche, la flor y nata de 10s cortesanos, incurre en continuos errores acerca del origen y del parentesco de la familia ducal y llega a colocar el enlace de Carlos el Temerario con Margarita de York, cuyas solemnidades 61 mismo habia presenciado el aiio 1468 y descrito, des- pubs del sitio de Neuss (1475) 49. El mismo Commines no escapa a anilogas confusiones: multiplica un nhmero de aiios repetidamente por dos y narra hasta tres veces la muerte de Adolfo de Geldern EO.

La falta de discernimiento critic0 y la credulidad resaltan tan da- ramente en cada phgina de la literatura medieval, que es innecesario aducir ejemplos. Hay, naturalmente, grandes diferencias de grado se&n el de cultura de la persona. Entre 10s habitantes de 10s dominios borgofiones reinaba allxn esa forma peculiar de credulidad birbara que justamente no acaba nunca de creer en la muerte de una imponente figura de seiior como habia sido para ellos la de Carlos el Temerario. Diez aiios despuks de la batalla de Nancy aJn se prestaban mutua- nente dinero, a devolver cuando tornase el duque. Basin s610 ve en esto una necedad y Molinet igual; kste habla de ella entre sus Mer- veilles du monde:

J'ay veu chose incogneue: Ung mort ressusn'ter, Et sur sa revenue Par milliers achapter (recoger) L'ung dit: il est en vie L'autre: ce n'est que vent. T o w born C U C U ~ S sans envie Le regrettent souvent 61.

Pero en todos encontraba fPcil pie la creencia en la realidad de Id imaginado, bajo la influencia del fuerte apasionamiento y de la imagi- naci6n pronta en todo tiempo. Cuando se piensa con representaciones tan fuertemente aisladas, la mera presencia de una representaci6n en el espiritu basta para admitir su credibilidad. Tan pronto como una

40 La Marche, I, pAgs. 60, 63, 83, 88, 91, 94, 1341; 111, pig. 101. 50 Commines. I, pigs. 170, 391. 262, 413, 460. 51 Basin, n, pigs. 417, 419; Molinet: Faictz et Dictz, f. 205. En la tercera linea

yo leo sa por la.

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idea cruza por el cerebro con un nombre y bajo una forma, es recibida en el sistema de las figuras morales y religiosas, por decirlo ad, y comparte involuntariamente con ellas su alta aedibilidad.

Ahora bien, mientras por una parte son 10s conceptos extraordina- riamente rigidos e inmdviles, debido a su rigurosa delimitacibn, a su conexi611 jerirquica y a su caricter con gran frecuencia antropom6r- fico, por otra, amenaza el peligro de la pirdida del contenido justa- mente en esa forma viva del concepto. Eustache Deschamps dedica a 10s inconvenientes del matrimonio un largo poema aleg6rico y satirico, Le Miroir de Mariage 62; el protagonists es Franc Vouloir, espoleado por Folie y por Desir a casarse, per0 contenido por Repertoire de science. cQui significa la abstracci6n Franc Vouloir para el poeta? En primer tbrmino la alegre libertad del soltero, per0 en otros lugares el libre albedrio en sentido filos6fico. La imaginaci6n del poeta estA absorbida tan fuertemente por la personificaci6n de su figura Franc Vouloir, que no siente necesidad alguna de delimitar exactamente su concepto, sino que la deja oscilar entre dichos extremos.

El mismo poema ilustra a6n en otro aspect0 el fen6meno de que en tan extremadas fantasias resulte el pensamiento banal e indeterminado o se disipe totalmente. El tono del poema suena a la consabida burla filistea y en el fondo sensual contra las mujeres; a la ridiculizaci6n de sus debilidades y a las sospechas contra su honra en que se ha complacidotoda la Edad Media. Para nuestra manera de sentir, este tono disuena estrepitosamente del encono de las nupcias espirituales y de la vida contemplativa que Repertoire de science sirve a su amigo Franc Vouloir en la 6ltima p a t e del poema5" La misma impresibn de extraiieza nos causa que el poeta haga probar a Folie y Desir en ocasiones altas verdades que se habrian esperado justamente en boca de la parte contraria 64.

En este caso, como con tanta frecuencia en las manifestaciones de la Edad Media, se nos ocurre esta pregunta: ~ u e i a el poeta en serio en lo que encomiaba? Como tambikn podriamos preguntarnos: than aeido Jean Petit y sus protectores borgoiiones todas las abominaciones

62 Deschamps: Oeuvres, t. U. 53 L. c., pig. 219 y aigs. 54 L. c., 293 y sip.

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17. Las formas del pensar en la vida prhctica 345

con que mancillaron la memoria de OrlePns? ~0 tomaban 10s principes y nobles realmente en serio todas las extravagantes fantasias y adita- mentos espectaculares con que adornaban sus proyectos bilicos y sus votos caballerescos? Es extraordinariamente dificil practicar en la esfera del pensamiento medieval una pulaa separaci6n entre las burlas y las veras, entre una honrada convicci6n y esa actitud del espiritu que 10s ingleses llaman pretending la actitud del niiio a1 jugar, la cual ocupa tambiin un puesto importante en la cultura primitiva 35 y no encuentra una expresi6n pura ni en el fingimiento, ni en la afectaci6n.

Una mezcla de burlas y veras caracteriza las costumbres de las esfe- ras mis diversas. Ante todo, se introduce con gusto en la guerra un elemento c6mico: la burla hecha por 10s asediados de su enemigo, la cual pagan con frecuencia sangrientamente. Los habitantes de Meaux ponen un asno sobre la muralla, para ridiculizar a Enrique V de Inglaterra. Los de CondC declaran que no pueden rendirse todavia, porque estPn todavia ocupados en cocer sus tortas de Pascua. En Montereau sacuden en lo alto de la muralla sus gorros, como limpiin- dolos, cuando descarga el caii6n del sitiador 56. En el mismo caso se encuentra el c a m p de Carlos el Temerario delante de Neuss, dispuesto como un gran mercado de feria, en que 10s caballeros hacen par plai- sance contruir sus tiendas en forma de castillos con galerias y jardines y donde hay toda clase de pasatiempos b7.

Una esfera hay en que la mezcla de burlas con las cosas mis serias nos causa una impresi6n particularmente horrible; la esfera sombria de la creencia en el diablo y en las brujas. Aunque la imagen del diablo tenia sus raices inmediatas en el grande y hondo terror que la nutre continuamente, la fantasia ingenua daba a las figuras un colorido tan infantilmente abigarrado y hacia de ellas algo tan familiar para todos, que llegaban a perder muchas veces lo que tenian de terrori- fico. No s610 en la literatura aparece el diablo como figura c6mica; tambikn en medio de la terrible seriedad de 10s procesos de brujeria aparece frecuentemente la compaiiia de SatPn en el estilo de Jerhimo

55 Cf. Marett: The threshold of religion, passim. Monstrelet, IV, picg. 93: Liwe des trahisons, phg. 157: Molinet, 11, phg. 129;

cf. du Clercq. IV, pigs. 205, 273; Th. Pauli, phg. 278. 57 Molinet, I phg. 65.

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Bosch y se mezcla el aire sulfuroso del infierno con las ventosidades de la bufonada. Los diablos que bajo el mando de sus capitanes Tahu y Gorgias ponen en conmocibn un convent0 de monjas llevan nom- bres assez consonnans aux noms des mondains habits, instruments et jeux du temps prbent, comrne Pantoufle, Courtaulx et Mornifle 58.

El siglo xv ha sido un siglo en que se ha perseguido la brujeria mSts que en ninguna otra Cpoca. En la epoca en que solemos cerrar la Edad Media y en que solemos sentirnos jubilosos por el florecimiento del Humanismo se consagra el desarrollo sistemktico de la creencia en la brujeria, pavoroso fruto del pensamiento medieval, por medio del Malleus malejicarum (martillo de las brujas) y de la bula Summis desiderantes (1487 y 1484). Y no hay Humanismo ni Reforma capaces de impedir este desvario. lNo ofrece el humanista Jean Bodin, en su Da-monomania, el mAs precioso y el mks erudito sustento a la furia de persecucibn ya en la segunda mitad del siglo XVI? La edad y la ciencia modernas no han acabado de un golpe con 10s horrores de la persecuci6n de la brujeria. En cambio, interpretaciones moderadas de la brujeria, como la expuesta a fines del siglo xvr por el medico de Gelder, Juan Wier, son defendidas ya dentro del siglo xv en gran nhmero.

La actitud que el espiritu medieval toma en su 6ltima Cpoca frente a la supersticibn, y principalmente frente a las brujas y la hechiceria, es muy vacilante y poco firme. La kpoca no estP entregada, empero, a1 aquelarre y a1 desvario tan inerme como pudiera inferirse de la general credulidad y falta de critica. Hay muchas manifestaciones de duda o de interpretacibn racional. Pero una y otra vez se forman nuevos re- baiios de demonomania, extendiendose el ma1 y sostenikndose muchas veces durante largo tiempo. Hay paises de singular mala fama como tierras de hechiceros y de brujas. La mayor parte de ellos son comarcas montaiiosas, por ejemplo, Saboya, Suiza, Lorena, Escocia. No obstante, tambien en otras partes se presentan esas epidemias. Por el 1400 era la propia corte de Francia un hogar de la magia. Un predicador advier- te a la nobleza cortesana que es menester andar con tiento, pues de otro nlodo la frase vulgar acabaria por decir, en vez de vieilles sorci2-

58 hlvlinet, IV, pig. 417; Courtaulx = un ins lrume~to milsico, Afurvifle = un juego de cartas.

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res, nobles sorciers". Especialmente llena de artes diabblicas estaba la atm6sfera que rodeaba a Luis de OrleBns; las acusaciones y las sos- pechas de Jean Petit no carecian en este respecto de todo fundamento. El amigo y consejero de Orleins, el viejo Philippe de Mtzikres, que pasaba entre 10s borgoiiones por el misterioso autor de todos aquellos maleficios, cuenta t l mismo cbmo habia aprendido en su dia el arte mdgico de un espaiiol y cudnto trabajo le habia costado olvidar aquella malvada ciencia. Diez o doce aiios despuks de haber salido de Espaiia d sa uolentd ne povoit pas bien extirper de son cuer les dessusdits signes et l'effect d'iceulx contre Dieu, hasta que, por fin, la Divina Bondad le libr6 por medio de la confesi6n y de la resistencia a las tentaciones de ceste grand folie, qui est d l'rime crestienne anemie (enemiga)eO. Los maestros en la hechiceria eran buscados de preferencia en comarcas salvajes. A un hombre que queria conjurar a1 diablo y no podia en- contra a nadie que le enseiiase este arte le aconsejan que se dirija a Ecosse la sauuage 61.

Orleins tenia sus propios brujos y nigromantes. A uno de ellos, cuyo arte no le satisfacia, lo mandd quemarea. HabiCndole aconse- jado que consultase con 10s tedogos sobre la licitud de sus practicas supersticiosas, responde: "Por quC he de consultarlos? Ya sC que trata- rin de apartarme de ellas, y, sin embargo, estoy completamente decidido a obrar y a creer como obro y creo, y no quiero abandonar nada de esto63. Gerson atribuye la muerte repentina de Orlcjns a este recalcitrante pecar, y desaprueba tambikn 10s intentos de curar por medio de la hechiceria a1 rey demente, fracasos que mas de uno hub0 de pagar muriendo en la hoguera 64.

Habia en especial una forma de hechizo repetidamente practicada en las cortes de 10s principes: la que se llamaba en latin inuzdtare y en francCs envozitement, y consistia en el procedimiento, conocido en todo el mundo, de suprimir a un enemigo, fundiendo o traspasando una

59 Gerson: Opera, I, pig. 205. 60 Le songe du vieil pelerin, en Jorga, Phil. de hldzitrcs, pig. 09 1.

61 Juvenal des Ursins, pig. 425. 62 L. c., pig. 41.5. 63 Gerson: Opera, I, pdg. 206. 134 Gerson: Sermo coram rege Franciae, Opera, IV, pig. 260: Juvenal dcs Ur-

sins, p4gs. 415, 423.

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figurilla de cera bautizada u otra figura maldecida en su nombre. Felipe VI ile Francia arroj6 por si mismo a1 fuego, segim se cuenta, una de estas figurillas que habia l!egado a sus manos, con estas pala- bras: "Veremos si es mis poderoso el diablo para perderme o Dim para salvarme" '35. Tambien 10s duques de Borgofia fueron perseguidos de este modo: N'uy-je devers moy -1amkntase Charolais amargamen- te-, les buts de cire baptist% diaboliguement et pleins d'abominables mystkres contre moy et autres?%6. Felipe el Bueno, que representa frente a su regio sobrino una concepci6n mis conservadora de la vida en tantos respectos, como su espiritu caballeresco y su gusto por la pompa, su proyecto de uuzada, las formas literarias anticuadas que protegia, parece haberse inclinado en cosas de superstici611, por el con- trario, a creencias m9s ilustradas que las de la corte de Francia y, principalmente, que las de Luis XI. No concede, por ejemplo, nin- gun valor a1 dia nefasto de 10s Santos Inocentes, que se repetia todas las semanas; ni pregunta a 10s astrdogos, ni a 10s adivinos por el porvenir, car en toutes choses se monstra homme de lealle entidre foy enuers Dieu, sans enquerir rien de ses secrets, dice Chastellain, que comparte el mismo punto de vistael. A la intervenci6n del duque es de agradecer que encontrasen fin las espantosas persecuciones contra las brujas y 10s hechiceros que tuvieron lugar en Arras el afio 1461, una de las grandes epidemias de la locura de la brujeria.

La inueible ceguera con que se llevaban a cabo las persecuciones contra la brujeria tenia en parte su causa en el hecho de que no se distinguia entre 10s conceptos de hechiceria y de herejia. En general, expresaba el concept0 de herejia todos 10s sentimientos de aversion, de temor y de odio a 10s aimenes inauditos, induso aquellos que caian fuera de la esfera directa de la fe. Monstrelet, por ejemplo, llama simplemente htrksie 6s a 10s crimenes sadicos de Gilles de Rais. La palabra usual en Francia durante el siglo xv para designar la hechicerfa era uauderie, la cual habia perdido su nexo primitivo con 10s valdenses. En la gran Vuuderie d'drras puede verse tanto la terrible locura morbosa en la que pronto habia de incubarse el Malleus male-

06 Gerson: Opera, 1, pig. 216. 66 Chastellain N, psgs. 324, 323, 314 1, cf. du Clerq. nI, pAg. 236. 67 Chastellain, XI, pAg. 376; 111, pigs. 446, 4471, 448; N, pig. 213; v, pig. 32. 6s Monstrelet, v, pig. 425.

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ficarum, como la general duda que abrigaban asi el pueblo como 10s altos personajes acerca de la realidad de 10s maleficios descubiertos. Uno de 10s inquisidores afirma que un tercio de la cristiandad esd manchado de vauderie. Su confianza en Dios le conduce a la terrorifica conclusibn de que todo acusado de hechiceria es necesariamente cub pable de ella. Dios nn puede permitir que quien no es un hechicero sea acusado de serlo. Et quand o n arguoit contre h i , fuissent clercqs ou aultres, disoit qu'on debvroit prendre iceulx comme suspects d'sstre vauldois. Si alguno sostiene que ciertas manifestaciones descansan en la imaginacibn, lo llama sospechoso. MPs a h , este inquisidor crefa poder juzgar, viendo meramente a una persona, si estaba o no en relacibn con la vauderie. MPs tarde se volvi6 el hombre loco, per0 entretanto habian sido quemadas las brujas y 10s hechiceros.

La ciudad de Arras llegb a tener, por obra de las persecuciones, tan mala fama que no se queria hospedar ni conceder uCditos a sus cod merciantes, por temor a que fuesen acaso el dia de maiiana acusados de hechiceria y perdiesen por confiscacibn todos sus bienes. Exacta- mente tomado, dice Jacques du Clercq, ni uno entre mil creia fuera de Arras en la verdad de todo aquello: oncques o n n'avoit veu es marches de par decha tels cas advenu (nunca se habia visto por estas tierras acontecimientos semejantes) . Cuando las desgraciadas victimss tienen que abjurar de sus maleficios en el momento de su ejecudn, duda el mismo pueblo de Arras. Una poesla llena de odio contra 10s perseguidores 10s acusa de haber urdido todo aquello sblo por codicia. El propio obispo la llama una maquinacibn, une chose controuve'e par aulcunes mauuaises personnes 69. El duque de Borgoiia pide el parecer de la Facultad de Lovaina y varios de sus miembros declaran que la vauderie no es una realidad, que s610 se trata de fantasmas del ce- rebro. Entonces envia Felipe a la ciudad a su rey de armas, Toison $07, y desde entonces ya no hay nuevas victimas; 10s que aim se encuentran procesados son tratados de un modo mas induigente. Por ~ l t imo, fueron totalmente suprimidos 10s procesos por brujeria de Arras. Y la ciudad celebr6 este hecho con jubilosas fiestas y morali- dades edificantes 7O.

69 Chronique de Pierre le Prztre, en Bourquelot, La vauderie &Arras, Biblio. thdque de l'dcole des chartes, 2, serie 111, pig. 109.

70 Jacques du Clercq, 111, passim; Matthieu d'Escouchy, 11, pig. 416 y sip.

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La tesis de que 10s viajes por el aire y las orgias sabiticas de las brujas no existian m9s que en la imaginaci6n de dstas fuC defendida ya varias veces en el siglo xv. Esto no bastaba, empero, para borrar el papel del diablo, pues 61 era quien sugeria la fatal ilusibn; Csta era un error, pero procedia del diablo. Tal sigue siendo la opini6n del medico de Gelder, Juan Wier, en el siglo xvr. En Martin Lefranc, el preboste de la iglesia de Lausana, el poeta de la gran obra Le Champion des Dames, que dedica en 1440 a Felipe el Bueno, encukntrase la siguiente explicaci6n racionalista de la supersticibn de la brujerfa:

I1 n'est vieille tant estou(r)dye, Quui fist de ces chases la mendre, Mais pour la faire ou ardre ou pendre, L'ennemy de nature humaine, Qui trop de faulx engins scet tendre, Les sens fawsement lui demaine. I1 n'est ne baston ne bastonne Sur quay fiuist pcrsonne wler, Mais quant le diable leur estonne La teste, eNes cuident aler E11 quelque place pour gales Et accmplir leur volontl. De Romme on I& orra Qarln. Et sy n'y auront jd estd. .. .. .. .. .. .. .. .. .. Les dyables sont t ow en abisme, -Dkt Franc-Vouloir- enchaienniez Et n'auront turquoise ni lime Dont soient jd desprisonnez. Comment dont aux crktiennez Viennent ilz faire tant de ruzes Et tant de cas dbordonnez? Entendre ne sgay tes babuxes.

Y en otro pasaje del mismo poema:

Je ne croiray tant que je v i m Que femme corporellement Voit par l'air comme merle ou gnke, -Dit b Champion prestement-. Saint Augustin dit plainement C'est illusion et fantosme;

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17. Las formas del pensar en la vida prictica

Et ne le croient aultrement Grgoire, Ambroise ne Jherosme. Quant la pourelle est en sa couche, Pour y dormir et reposer, L'ennemi qui point ne se couche Se wient encoste alle poser. Lo-s illusions composer Lui scet sy tres soubtillement, Qu'elle croit faire ou proposer Ce qu'elle songe seulemcnt. Force la wieIIe songera Qtie sur un chat ou sur un chien A Z'assemblde s'en ira; Mais cerles il n'en sera rien. Et sy n'est baston ne mesrien Qui le peut ung pas enlewer71. .. .. .. .. .. .. .. .. ..

TambiCn Froissart considera como un erreur el caso del caballero gasc6n con su acompaiiante Horton, que tan magistralmente descri- be 72. Gerson siente una inclinacibn a dar un paso en el modo de

71 Martin le Franc: Le Champion des dames, en Bourquelot, 1. c., pig. 86; en Thaacne, Gnguin, Ir, pig. 474. - No hay ninguna ~ i c j a tan loca - Que haya hecho la menor de estas cosas. - Mas para hacerla quemar o wlgar - El enemigo de la naturaleza humana, - Que sabe tendcr tantas acechanzas, - Le altcra falsanlente 10s scntidos. - No hay palo ni estaca - En el'cual pueda volar nadie, - Pero cuando el diablo les trastorna - La cabeza, creen ellas ir - A a l g h lugar para gnzalse - Y dar satisfacci6n a su gusto. - De Roma se las oiri hablar - Y nunca habrin estado allf. . . . - Los diablos e s t h todos en el abismo, - Dice Franc Vouloir - encadenados, - Y no encontraran tenazas ni lima - Que 10s puedan librar. - 2C6m0, pues, a 10s uistianos - Vienen a hacerles tantas tretas - Y tantos casos deso~denados? - No acierto a entender tus simplezas . . . No crcerC micntras viva - Que una mujer corporalmente - Vaya por el a i ~ e como un rnirlo o un tordo - Dice el Campe6n prontamente. - San Agustin dice claramente - Que es ilusi6n y fantasia; - Y no lo creen de otra manera - Gregorio, Ambrosio nl Jer6nimo. - Cuando la pobrecilla esta en su lecho. - Para dorniir y reposar en 61, - El enemigo que no se acuesta - Viene a ponerse a su lado. - Entonces sugerirle ilusiones - Sabe tan sutilmente. - Que ella cree hacer o proyectar - Lo clue sueiia solamente. - Acaso la vieja suefie - Que sobre un gat0 o sobre un perro - Se i r i a la asamblea; - Pero, ciertamente no habri nada de ello: - Puea no hay palo ni viga - Que la pueda transportar un paso.

72 Froissart, ed. Kervyn, pig. 193.

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juzgar las ilusiones diab6licas y a buscar una explicacibn natural para todas las manifestaciones de la superstici6n. Muchas de &stas, dice, s61o se deben a la fantasia humana y a las ilusiones melanc6licas, y &stas descansan en mil casos en alg6n extravio de la imaginacibn, que es causada, por ejemplo, por una lesi6n interna del cerebro. Semejante mod0 de ver parece bastante racionalista, como tambitn el otro de que en la superstici6n hay que adjudicar una parte importante a las reli- quias del paganism0 y a las invenciones de 10s poetas. Pero aunque Gerson concede asi que muchas supuestas obras del diablo deben avibuirse a causas naturales, tambikn 61 deja en ultimo termino el honor de ellas a1 diablo, pues la lesi6n interna del cerebro descansa a su vez en ilusiones diab6licas73.

Fuera de la terrible esfera de las persecucio?es contra la brujeria reaccionaba la Iglesia contra la supersticion con medios saludables y adecuados. El predicador Fray Ricardo hace que le traigan, para que- marlas, madagoires (mandrigoras) , que maintes sotes gens gardoicnt en lieux repos, et avoient si grant foy en celle ordure, que pour uray ib creoient fermement, que tant comme ilz l'avoient, mais qu'il fust bien nettement en beaux drapeaulx de soie ou de lin enveloppi, que jamais jour de leur vie ne seroient pouvres 74. LOS ciudadanos de Paris que se dejan decir la buenaventura por una partida de gitanos son excomulgados y se celebra una procesi6n para prevenir el ma1 que podria ser consecuencia de aquel act0 de impiedad75.

Un tratado de Dionisio Cartujano muestra claramente d6nde esta- ban trazados 10s limites entre la fe y la superstici6n, sobre la base de las cuales la doctrina de la Iglesia rechazaba unas ideas y trataba de purificar otras por medio de un contenido verdaderamente religioso. Los amuletos, 10s conjuros, las bendiciones, etc., dice Dionisio, no tienen en si virtud para producir un efecto especial. En esto se dis- tinguen de las palabras pronunciadas en la administraci6n de 10s Sacramentos, de las cuales emana un indudable efecto, cuando son pronunciadas con su justo designio, porque Dios ha ligado, por decirlo

73 Clerson: Contra superstitionem paesertim lnnocentum, Op. I , pAg. 205; De erroribus circa artem magicam, I , pig. 211; De falsis plophetis, I, pAg. 545; De passionibus animae, 111, pig. 142.

74 Journal d' un bourgeois, pig. 236. 75 L. c., pig. 220.

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17. Las formas del pensar en la vida prictica 353

ad, su poder a ellas. Las bendiciones s61o deben considerarse como humildes ruegos, sblo deben darse con las palabras piadosas adecuaclas y s610 deben fundarse en la esperanza en Dios. Si habitualmente tienen eficacia, ello se debe, o a que Dios les presta esta eficacia, cuando son dadas adecuadamente, o, caso de que lo Sean indebidamente, corno, For ejemplo, cuando 5z haee la sefiaI de Ia cruz en otra forma que recta, es su efecto una ilusi6n del demonio. Ahora bien, las obras del demonio no son milagros, pues 10s demonios conocen las fuerzas secretas de la naturaleza, y el efecto es, por tanto, un efecto natural, asi como la conducta de las aves o de otros animales s61o pueden ence- rrar una predicci6n por las causas naturales. Dionisio concede que la prictica popular reconoce resueltamente a todas esas bendiciones, amuletos, etcetera, un valor propio, per0 61 niega bste y opina que 10s eclesiPsticos deberian prohibir todas aquellas costumbres~,

En general, puede caracterizarse la actitud frente a todo lo que parecia sobrenatural como un vacilar entre la explicaci6n racional y natural, la afirmacibn ingenua y espontPnea y el temor a la astucia y a 10s engailos del demonio. Las palabras Omnia quae visibiliter fiunt in hoc mundo, possunt fieri per daemones (todas las cosas tienen lugar de un modo visible en este mundo pueden tener lugar por obra de 10s demonios), corroboradas por la autoridad de un San Agustin y un Santo Tomas de Aquino, sumian a1 fie1 creyente en una gran inse- guridad; y 10s casos en que una pobre histtrica ponia temporalmente en conmoci6n a todos 10s habitantes de una ciudad, hasta que, por Gltimo, era desenmascarada, no cuentan entre las rarezas de aquella ipoca 77.

7% Dionysius Cartusimus: Contra vitia superstitionum.quibus circa cultum veri Dei erratur, Opera, totno xxxvl, pig. 211 y sigs.; cf. A Franz: Die Kirchlichen Benidiktionem im Mittelalter, Friburgo, 1909, dos tornos.

77 Por ejemplo, Jacques du Clercq, 1x1, pigs. 104-107.

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Capitulo 18

EL ARTE Y LA VIDA

L A CULTURA francoborgoiiona de la tiltima Edad Media es co- nocida de la generacibn actual principalmente por sus artes plisticas, ante todo, su pintura. Los hermanos van Eyck,

Rogier van der Weyden y Memling dominan, juntamente con el estatuario Sluter, la impresi6n de conjunto que nos causa aquella Cpoca. No siempre ha sido asi. Hace unos cincuenta aiios o algo mis, cuando se escribia Hemling en vez de Memling, conocia el hombre culto aquella epoca por la historia, en primer lugar, y no por Mons- trelet y Chastellain mismos, sino por la Histoire des Ducs de Bourgogne, de De Barante, que se basa en aqurllos dos. Y a1 lado y por encima de De Barante, <no habri encarnado la imagcn de aquel periodo para 10s mis Notre Dame de Paris, de Victor Hugo? -

La imagen que.surgia de todo esto era violenta y I6gubre. En 10s propios cronistas y en la elaboracibn de sus materiales por el romanti- cismo del siglo XIX resalta, ante todo, el aspecto,, 16gubre y terrorifico de la 6ltima Edad Media: la crueldad sangrienta, la soberbia vocin- glera, la codicia, la pasicin, la sed de venganza y Ia miseria. La hinchada y vana pompa multicolor de las famosas solemnidades y fiestas de corte, con su resplandor de aIegorias desgastadas por el uso y de inso- portable lujo, son las que ponen en el cuadro 10s tonos mPs luminosos. {Y ahora? Hoy irradian para nosotros sobre la imagen de aquella

Ppoca la elevada y maravillosa gravedad y la profunda paz de 10s van Eyck y de Memling; aquel mundo de hace medio milenio parkcenos lleno de un luminoso brillo de alegria sencilla, de un tesoro de sosegada ternura. EI cuadro violento y sombrio se ha trasformado en un cuadro apacible y sereno. Y todas las manifestaciones de la vida de aquel periodo que aGn conocemos directamente, ademis de las artes plisticas,

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18. El arte y la vida 355

son una expresi6n de belleza y de tranquila sabiduria: la mtsica de Dufay y de sus compaiieros, la palabra de Ruusbroec y de Thomas Kempis. Incluso alli donde a t n repercuten sonoramenle la aveldad y la miseria de la kpoca, en la historia de Juana de Arco y en la poesia de Fran~ois Villon, s610 elevaci6n y emoci6n emanan, sin embargo, de las figuras.

iEn qut descansa, pues, esta profunda diferencia entre las dos imigenes de la tpoca, aquella que se refleja en el arte y aquella otra que nos forjamos por medio de la historia y de la literatura? (Es caracteristica de aquella Cpoca una fuerte desavenencia entre las varias esferas y formas de manifestarse la vida? {Era la esfera vital de que brot6 el arte puro e intimo de 10s pintores distinta y mejor que la de 10s principes, 10s nobles y 10s literatos? ipertenecen acaso aqukllos, con Ruusbroec, 10s Windesheimer y la canci6n popular, a un pacific0 limbo a1 margen del infierno crepitante? {O es un fen6meno general el de que las artes plisticas dejen detrhs de si una imagen de 10s tiempos m L serena que la palabra de 10s poetas y de 10s historiadores?

La respuesta a esta tltima pregunta puede ser inmediatamente afir- mativa. De hecho ha ido tornhndose mas dara la imagen que nos hemos forjado de todas las culturas pasadas, desde que hemos ido prefiriendo mhs y mhs a la lectura la visibn, desde que el 6rgano hist6rico ha ido tornindose cada vez mAs visual. Pues las artes plhs- ticas, a las que, ante todo, debemos nuestra visibn intuitiva riel pasado, no lanzan gritos de dolor. El amargo regusto del dolor de 10s tiempos que las han producido en seguida se disipa. El grito que arranca el dolor del mundo, una vez apresado en palabras, conserva siempre su tono de insatisfacci6n y de acerbidad directas, nos traspasa continuamente de pesar y de compasi6n, mientras que el dolor, a1 mod0 como le prestan expresi6n las artes plhsticas, se desliza en seguida dentro de la esfera de lo elegiac0 y de la paz silenciosa.

Cuando, por consiguiente, se juzga posible captar la imagen coma pleta de una tpoca en toda su realidad exclusivamente por medio de la contemplaci6n de las obras de arte, queda sin corregir un error de principio en el metodo histbrico. Respecto del periodo borgoii6n. en particular, existe ademas el peligro de un error de visibn especial: el de no ver justamente ia relaci6n entre las artes plisticas y la expre- si6n literaria de la cultura.

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En este error incurre el contemplador cuando no se da cuenta de que el simple estado de la tiadici6n lo pone en cada caso en una situaci6n muy distinta frente a1 arte y a la literatura. La literatura de la dltima Edad Media nos es suficientemente conocida, con s610 algw nas excepciones. La conocemos en sus formas de expresi6n rnis altas y rnis bajas, en todos sus gkneros y variedades, desde la rnis sublime hasta la rnis vulgar, desde la mis piadosa hasta la rnis licenciosa, desde !as puramente teorkticas hasta las rnis intensamente dinimicas. La vida entera de la kpoca reflkjase y tiene su expresi6n en la literatura. Y la tradici6n escrita no queda agotada con la literatura pura; hay ademis todo el material de actas y documentos para completar nuestras noticias. De las artes plisticas, que por su propia wturaleza reflejan de un mod0 menos direct0 y menos perfecto la vida de la kpoca, s610 poseemos, ademis, un fragmento. Fuera del arte religioso sblo quedan restos muy escasos. Las artes plisticas profanas, las artes aplicadas faltan casi por completo. Justamente las formas en que se revelaba en cada momento el nexo entre la produccibn artistica y la vida social, s61o nos son conocidas de un mod0 muy imperfecto. Nuestro pequefio tesoro de retablos y de monumentos sepulcrales no nos ensefia ba9 tante acerca de este nexo. La imagen del arte esti aislada entre nues. tros conocimientos de la vida multicolor de aquel tiempo. Para com. prender la funci6n de las artes plisticas en la sociedad francoborgofiona, la relaci6n entre el arte y la vida, no basta la admirativa contemplaci6n de las obras maestras conservadas. Tambikn lo perdido merece nuestro inter&.

En aquella kpoca, el arte a6n esti absorbido por la vida. La vida esta apresada en rigidas formas. Esti encauzada por 10s Sacramentos de la Iglesia, las fiestas del aiio y las horas del dia, y es medida por ellos. Los trabajos y las alegrias de la vida, todo tiene su forma fija. La religibn, la caballeria y el amor cortks suministran las formas mAs importantes de la vida. La misi6n del arte es rodear de belleza las formas en que trascurre la vida. Lo que se busca no es el arte mismo, sino la vida bella. No se sale, como en Cpocas posteriores, del vote de la vida cotidiana, soportado con mas o menos repugnancia, para gozar, en una contemplaci6n solitaria, el consuelo y la elevaci6n depa- rados por el arte, sin0 que el arte es empleado en la vida misma para aumentar el brillo de ksta. El destino del arte es vibrar en las cumbres

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18. El arte y Ia vida 357

de la vida, ya en el vuelo supremo de la religiosidad, ya en el goce soberbio del mundo. En la Edad Media todavia no se busca en el arte la belleza por ella misma. El arte es, en su mayor parte, arte aplicado, incluso en aquellos de sus productos que contariamos entre las obras de arte puro; o con otras palabras, la raz6n de apetecerlo reside en su destino, en el hecho de ponerse a1 servicio de alguna forma de la vida. Cuando, prescindiendo de esto, guia a1 artista creador el puro ideal de la belleza, sucede asi medio inconscientemente. Los primeros gkr-

menes de un amor a1 arte por 61 mismo aparecen como excrecencias, exuberancias de la producci6n artistica; en las casas de 10s principes y 10s nobles amontbnanse colecciones de objetos artisticos; de este mod0 t6rnanse inlitiles y se 10s goza como una curiosidad, como una parte preciosa del tesoro del principe, y de aqui es de donde brota el verda- dero sentido artistico, que se despliega en el Renacimiento.

En las grandes obras maestras del siglo xv, principalmente en 10s retablos y en el arte sepulcral, la importancia del asunto, su destino, eran para 10s conternporineos muy superiores a la dignidad de la belleza. Las obras debian ser bellas porque su asunto era santo o su destino elevado. El destino es siempre de una indole mis o menos pric- tica. El retablo tiene una doble significaci6n: s ine de solemne osten- taci6n en las grandes fiestas, para suscitar la piadosa consideraci6n de 10s fieles, y mantiene despierta la memoria del piadoso donante. Eg sabido que la "Adoraci6n del Cordero Pascual", de Huberto y Juan van Eyck, s610 muy raras veces se abria. Cuando las corporaciones municipales de 10s Paises Bajos encargaban para adornar la sala del tribunal en las Casas consistoriales cuadros representando famosos juicios o acciones juridicas, como el juicio de Cambises, por Gerard David, en Brujas, o el del emperador O t h , por Dirk Bouts, en L* vaina, o las perdidas pinturas bruselesas de Rogier van der Weyden, se hacia asi para poner delante'de 10s ojos de 10s jueces una solernne y sangrienta exhortacibn a cumplir con su deber. El siguiente caso puede mostrar cuin sensible se era a1 contenido de las escenas que adornaban las paredes. En Lelinghem se celebr6 el aiio 1384 una re- uni6n que tenia por objeto concluir un armisticio entre Francia e In- glaterra. El duque de Berry, en su amor por la pompa, no encuentra nada m4s urgente que cubrir las desnudas paredes de la antigua capilla en que iban a encontrarse 10s principes contratantes con tapices, en 10s

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cuales e s t h representadas batallas de la antigiiedad. Pero cuando el duque de Lancaster, John of Gaunt, 10s ve a1 entrar, pide que se lleven aquellas escenas de lucha: ellos, que van a tratar de la paz, no deben tener ante 10s ojos la guerra y el exterminio. Y se cuelgan otros tapices, en 10s cuales estin reproducidos 10s instrumentos de la Pasi6n del Sefior I .

La antigua significacibn de la obra de arte es residir su fin en el asunto a que esti dedicada -conskrvase todavia, en una buena parte, en el retrato. Los sentimientos vitales que, ante todo, satisface el retra- to, el amor a 10s padres y el orgullo de familia, a 10s cuales acaso haya que aiiadir en una tpoca mfis moderna el culto de 10s heroes y el culto de si mismo, siguen estando vivos, y el retrato sigue conser- vando hasta el dia de hoy su valor moral para la familia. La consti- tuci6n espiritual, sobre la que obraba como una exhortacibn la escena de un juicio, ha cambiado, por el contrario, radicalmente. El retrato tenia entonces con frecuencia otro fin: facilitar el mutuo conocimiento cn 10s esponsales. En la embajada que Felipe el Bueno envi6, en 1428, a Portugal, para que le buscase una esposa, figuraba Juan van .Eyck, que llevaba el encargo de pintar el retrato de la princesa. MQs de una vez se sostiene la ficci6n de que el principe comprometido se enamora de la princesa desconocida a la vista del retrato, como, por ejemplo, cuando Ricardo VI de Inglaterra solicit6 la mano de Isabel de Francia, que tenia seis aiios2. En ocasiones se llega a hablar de una elecci6n hecha comparando diversos retratos. Cuando a1 joven Carlos V I de Francia le llega la hora de tomar esposa y se duda entre las hijas de 10s duques de Baviera, de Austria y de Lorena, enviase un renom- brado pintor a que haga 10s retratos de las tres. Los retratos le son presentados a1 rey, y tste elige a Isabel de Baviera, jovencita de catorce aiios, que le parece con mucho la mQs herrnosa3.

En ninguna parte es de una indole tan preferentemente prictica el destino de la obra de arte como en el monument0 sepulcral; y en Cste encontr6 la escultura de aquel tiempo su mPs alto empleo. Y no s610 la escultura. La intensa necesidad de conservar una imagen visible del

1 Rel. de S . Denis, 11, p9g. 78. 2 Rel. de S . Denis, 11, p9g. 413. 3 L. c., I, pAg. 358.

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18. El arte y la vida 359

difunto tenia que ser satisfecha ya en el sepelio. Mis de una vez era representado el difunto por una persona viva. En 10s funerales celebra- dos por Bertrand du Guesdin, en Saint Denis, aparecen en la iglesia cuatro caballeros armados y montados, representants la personne du mort quand il vivoit 4. Una cuenta del aiio 1375 menciona unos funerales en la casa de Polignac: cinq sols ir Blaise pour avoit fait le chevalier mort ci la sepulture6. En las tumbas de 10s reyes hay las mis de las veces un mufieco de cuero, vestido totalmente con regia magnificencia, y en el cual se persigue la mayor semejanzae. A veces llega a haber, segdn parece, mis de uno de estos retratos en.el cortejo. La emoci6n del pueblo se concentraba sobre el espectiiculo de aquellas imigenesr. La confecci6n de estos muiiecos funerarios ha servido posiblemente de punto de origen a la mascarilla cadavkrica, que aparece en Francia en el siglo xv.

Cuando se encarga una obra de arte, es casi siempre con un fin extraartistico, con un destino prictico para la vida divina. Esto borra de hecho el limite entre la libre aeacibn artistica y las artes industriales, o mejor dicho, este limite no ha sido trazado a h . Y por lo que toca a la persona misma del artista, tampoco existe a h ninguna separacidn. En el ejkrcito de maestros muy personales que prestan sus servicios en las cortes de Flandes, de Berry y de Borgoiia, no s610 alterna la pintura de cuadros con la iluminaci6n de manusaitos y el poliaomado de es- culturas, sin0 que aquellos maestros han de dedicar tambikn sus talentos a pintar escudos de armas y banderas y a hacer 10s bocetos de 10s trajes para 10s torneos y 10s vestidos para 10s funcionarios y dependientes. Melchor Broederlam, primero pintor del conde de Flandes Luis de Male, luego de su yerno, el primer duque de Borgoiia, decora cinco sillones de talla para la casa del conde. TambiCn repara y pinta las

4 Rel. de S . Denis, I , pig. 600; Juvenal des Ursins, pig. 379. 6 La Curne de Ste. Palaye. I, pig. 388; d tambitn .Journal d'un bourgeois do

Paris, pig. 67. 8 Bourgeois de Paris, pig. 179 (Carlos VI); 309 (Isabel de Baviera) ; Chaste-

Ilain, IV, pig. 42 (Carlos VII) , I, pig. 332 (Enrique V) : M h e de S. Remy, :I,

p8g. 65; M. d'Escouchy, n, pigs. 424. 432; Chmn. stand., I, pAg. 21; Jean Chartier. p8g. 319 (Carlos VII); Quatrebarbes: Oeuvres du roi R e d , I, p8g. 129; Gaguinc compendium super Francomm gestis, ed. Paris, 1500, f. 164, entmro de Carlos VIII.

7 Martial d'Auvergne: Vigilles de Charles VZZ. Les poesies de Martial de Paris, dit dlAuvergne, Paris, 1724, 2 vols., n, p6g. 170.

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curiosidades mecinicas del castillo de Hesdin con que son mojados o empolvados 10s hutspedes. Trabaja asimismo en un coche de viaje de la duquesa. Y dirige la exuberante ornamentacibn de la flota que el duque de Borgofia re6ne el afio 1387 en el puerto de Sluis, para una expedici6n contra Inglaterra, que nunca lleg6 a tener lugar. En las bodas y en 10s entierros de 10s principes intervienen siempre 10s pinto- res de cimara. En el taller de Juan van Eyck se pintan estatuas, y el mismo pintor confeccion6 para el duque Felipe una especie de mapa- mundi, en el cual podian verse pintados 10s paises y las ciudades con admirable finura y claridad. Hugo van der Goes pinta unos escudos anunciadores de unas indulgencias. De Gerard David se cuenta que habia adornado con pinturas 10s barrotes de la reja o 10s postigos de la ventana del aposento de la "Casa del pan", de Brujas, en que Maximiliano permaneci6 encerrado en 1488, para hacer agradable la estancia en ella a1 regio prisionero.

De la obra total de aquella Cpoca, salida de las manos de 10s gran- des y de 10s pequedos artistas, s610 nos queda una parte de una indole bastante especial. Son principalmente monumentos funerarios, retablos, retratos y miniaturas. De la pintura profana conservamos muy poco, con excepci6n del retrato. Dc las artes suntuarias e industriales tenemos algunos gCneros: 10s utcnsilios y 10s tcjidos empleados en el culto divi- no y algo del arte del mueble. Nuestras ideas acerca del caricter del arte en el siglo xv serian mucho mis profundas, si pudiCsenlos poner 10s cuartos de baiio de Juan van Eyck o de Rogier y las escenas de caza junto a las muchas Pietd y a las muchns hladonas. Apenas pode- mos hacernos una idea de dominios enteros de las artes aplicadas. Debe- riamos poder colocar junto a 10s paramentos culturales 10s suntuosos trajes de corte, guarnecidoj con campanillas dc oro y plata y piedras preciosas. Deberiamos poder ver 10s barcos brillantemente adornados, de 10s cuales las miniaturas nos dan s610 una idea sumamente deficiente y esquemitica. Habia pocas cosas cuya bellcza tanto entusiasmase a Froissart como 10s barcoss. Los gallardetes, ricamente ornados con escudos de armas q u e flameaban en el tope de 10s mistiles, eran a veces tan largos que rozaban el agua. Aun se ven en 10s barcos pintados por Pedro Breughel estos gallardetes extraordinariamente largos y anchos.

Por ejemplo, Froissart, ed. Luce, vrrr, pAg. 43.

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El barco de Felipe el Atreuido, en que trabaj6 en Sluis, el aiio 1387, Melchor Broederlam, estaba recubierto de azul y oro; grandes escudos de armas adornaban el pabellbn del castillo de popa; las velas estaban sembradas de margaritas y de las iniciales de la pareja ducal con su lema I1 m e tarde. i o s nobles rivalizaban sobre cuil de ellos adornaria rnis costosamente su buque para la expedici6n contra Inglaterra. Los pintores tuvieron una buena tpoca, dice Froissart 0 ; podian pedir lo que quisieran y no se podian encontrar bastantes. Froissart afirma que muchos hicieron dorar completamente 10s mistiles con pan de oro. Guy de la Tr&moi'lle era quien menos reparaba en gastos: empleb alli rnis de 2.000 libras. L'on ne se pouoit de chose adviser pour luy jolyer, ne deviser, que le seigneur de la Trimouille ne le feist faire en ses nefs. Et tout ce paioient les povres gens parmy France. . . 10.

Sin duda alguna, en las obras perdidas de las artes suntuarias pro- fanas nos sorprenderia las mis de las veces la pr6diga inclinaci6n a la extravagancia brillante. Tambitn a las obras conservadas les es resuel- tamente propia esta lnclinacihn a la extravagancia; per0 como esta pe- culiaridad del arte de entonces es justamcnte la que nosotros menos apreciamos, nos fijamos menos en ella. No quisitramos gozar nada rnis que su profunda belleza. Todo lo que s610 sea pompa y boato ha per- dido para nosotros su incentivo. Para el contemporheo, por el contra- rio, eran justamente esta pompa y boato de singular importancia.

La cultura francoborgoiia de la illtima Edad Media cuenta entre las culturas en que la belleza es sofocada por la suntuosidad. El arte de la ultima Edad Media refleja fielmcnte el espiritu de esta dpoca, y tste era un espiritu que habia de recorrer su camino hasta el fin. La que hcmos considerado anteriormente como una de las caracteristica~ rnis importantes dcl pensamiento medieval, la expresibn pliistica de todo lo concebible llevada hasta sus Gltimas consecuencias, la opresi6n del espiritu con un sistema sin fin de representaciones formales, con* tituye t a m b i h la esencia del arte de aquel tiempo. Tambitn este arte aspira a no dejar nada sin forma, nada sin expresi6n sensible o sin

0 Froissart, ed. Kervyn, XI pig. 367. Una variante lee proviseurs por peintres per0 el context0 hace esto ~ l t i m o m5s admisible.

10 No se podia imaginar ni discurrir para embellecerlo nada que el seiior dt la T ~ h o E l l e no hiciese hacer en sus naves. Y todo esto lo pagaban las pobrcj gentes de tocla Francia.

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adorno. El g6tico flamigero es como el eco sin fin del 6rgano; resuelve todas las formas en una autodesmembraci6n, da a cada detalle su ilimi- tad0 desarrollo hasta el liltimo extremo, a cada linea su contralinea. Hay un desatado desbordamiento de la foxma sobre la idea; el detalle ornamental ataca todos 10s planos y lineas. Aquel horror vacui, que acaso sea licito llamar una caracteristica de 10s pericidos terminales en la historia del espiritu, reina en este arte.

Todo esto significa que se esfuman 10s limites entre la suntuosidad y la belleza. Galas y ornamentos ya no sirven para realzar la belleza natural, sino que se desbordan sobre ella amenazando anegarla. Cuanto mis nos alejamos del arte puramente escultbrico, tanto mPs desenfrena- damente se propaga la ornamentaci6n formal sobre el contenido. La escultura ofrece pocas ocasiones para que proliferen las formas, mien. tras crea figuras aisladas: las estatuas del Pozo de MoisCs y 10s plow rants de 10s monumentos funerarios rivalizan en naturalidad simple y estricta con Donatello. Pero tan pronto como la misi6n del arte escult6rico es de indole decorativa, o cae dentro de la esfera de la pin- tura y reproduce escenas enteras, constreiiida por las dimensiones acor- tadas del relieve, tambiCn ella se torna excesivamente recargada y mo- vida. Quien contemple juntas la obra de talla de Jacques de Baerze en el taberniculo de Dijon y la pintura de Broederlam, quedari sorpren- dido por la desarmonia entre ambas. En la pintura, arte puro, reina la simplicidad y el reposo; en la escultura en madera, que, ornamental por naturaleza, trata tambien ornamentalmente las figuras, se percibe un antagonism0 de las formas que contrasta con el reposo del cuadro. De la misma indole es la diferencia entre el cuadro y el tapiz. Por obra de su tkcnica, el arte del tejido estA rnis pr6ximo a la ornamentaci6n, aun cuando asuma una funci6n de pura expresi6n artistica, y no puede sus- traerse a la exagerada necesidad de adorno. Los tapices estin atestados de figuras y recargados de color, y resultan aparentemente arcaicos en la formall. Si nos alejamos un paso mis del arte plPstico puro, entra en linea el vestido. TambiCn 61 pertenece indiscutiblemente a1 arte. Per0 en su destino esti ya implicit0 que la suntuosidad y la mag- nificencia preponderen sobre la pura belleza, y ademis ahi esti la super-

11 Betty Kurth: Die Bliitexeit der Bildwirkerkunst zu Tournay und dcr Bur- gundiche Hof, Iahrbuch der Kunstsammlungen des Kaiserhauses. 34, 1917, 3.

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bia, en cuya esfera cae, para arrastrar el arte del vestido a1 terreno de la pasi6n y de la sensualidad, donde fenecen las cualidades que consti- tuyen la esencia del alto arte, la proporcibn y la armonia.

Una furibunda exageracidn como la del traje de 1350 a 1480 no ha vueIto a vivirIa la moda de epocas posteriores, o a1 menos no la ha vivido de un mod0 tan general y persistente. Ha habido tambiCn rnis tarde modas extravagantes, como, por ejemplo, el traje de 10s lansque- netes por el 1520, y el vestido del noble francis de 1660; pero la desen- frenada y recargada cxageraci6n que fu6 caracteristica del traje franco- borgoii6n durante un siglo largo, es algo sin ejemplo. Por ella se ve lo que daba de si el sentido de la belleza que tenia aquella tpoca, aban- donado a sus impulsos no coartados. Un vestido de corte esti recargado con cientos de piedras preciosas. Todas las proporciones se exageran hasta el ridicule. El tocado de las mujeres toma la forrna de pil6n de azdcar del hennin. El cabello es recogido o escondido desde las sienes y desde su raiz en la frente, para dejar libres las frentes extraiiamente abombadas, que pasaban por bellas. El decolletk aparece de sGbito. Pero el atuendo de 10s varones presenta muchas mis exageraciones. Aqui tenemos ante todo las largas puntas del calzado o poulaines, que 10s caballeros tuvieron que cortarse en Nicdpolis para poder huir. Luego, 10s talles comprimidos, las mangas inflamadas en forma de globo que estPn a la altura de 10s hombros, las houppelandes que descienden hasta 10s pies, el corto jubbri que apenas cubre las cade- ras, 10s altos gorros y sombreros puntiagudos o cilindricos, las gorras que rodean la cabeza de un mod0 extraiio, como una cresta de gallo o un fuego flamcantc. Cuanto mPs solemne, tanto mis exagerado; pues toda esta belleza significa suntuosidad, magnificencia, estat '2.

El traje de luto con que despuCs del asesinato de su padre recibe Felipe el Bueno a1 rey de Inglaterra en Troyes es tan largo que des- ciende desde el alto corcel en que cabalga hasta el suelo '3.

La pr6diga suntuosidad alcanza su cima en las solemnidades de la corte. Todo el mundo recuerda las descripciones de las fiestas de la corte de Borgoiia, como el banquete de Lila del aiio 1454, en que a1 servirse el faisPn hicieron 10s convidados sus votos de cruzada

12 Pierre de Fenin, pig. 624 de Bonne d'Artois: et avec ce ne portoit poinl d'estat sur son chief comment autres dames a e l k pareilles. 13 Le lime des trahisons, pig. 156.

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contra 10s turcos, o las bodas de Carlos el Temerario y Margarita de York, en Brujas (1468) 14. No puede haber, para nuestra manera de ver, contraste mPs rudo que el existente entre la sencilla consagracibn del altar de Gante y de Lovaina y estas manifestaciones de birbara

ostentacibn principesca. Por la descripcih de todos aquellos entre- mets con sus pasteles en que tocaban mlisicos abundantes, sus castillos y buques bien equipados, sus monos, ballenas, gigantes y enanos, y todas las trilladas alegorias correspondientes, no podemos menos de representrirnoslos como espectdculos absolutamente descabel!ados.

No obstante, ficilmente vemos en todo esto como harto grande,

en mPs de un respecto, la distancia existente entre 10s dos extremos del arte religioso y del arte de las solemnidades de la corte. En primer lugar, hay que darse cuenta de la finalidad que las fiestas cumplian entonces en la sociedad. Conservaban bastante de la funci6n que desempefian en 10s pueblos primitivos: ser la manifestaci6n soberana de la cultura, la forma en que se exterioriza colectivamente la supre- ma alegria de vivir, en que se expresa el sentimiento de la colcctivi- dad. En kpocas de gran renovacibn de la sociedad, como durante la Revoluci6n francesa, suelen adquirir de nuevo las fiestas esta impor- tante funci6n social y estktica.

El hombre modern0 puede buscar individualmente, en todo mo-

mento de tranquilidad, y en un abandon0 escogido por kl mismo, la corroboraci6n de su concepci6n de la vida y el mPs puro goce de su alegria de vivir. Una kpoca en que todavia estrin poco difundidos y son, por ende, poco asequibles, 10s medios espirituales de gozar, necesita para gozar de este mod0 llevar a cabo un act0 colectivo: la fiesta. Y cuanto mayor el contraste con la miseria de la vida diaria, tanto mPs indispensables resultan las fiestas y tanto mris fuertes me- dios se necesitan para dar con la borrachera de belleza y de goce, mitigadora de la realidad, brillo a una vida en lo demris tan deso- lada. El siglo xv es una kpoca de intensa depresi6n y de un radical pesimismo. Ya hemos hablado, anteriormente, de la continua opre- si6n bajo la cual vivi6 aquel siglo por obra de la injusticia y de

14 Chastellain, III, pig. 375: La Marche, 11 ,pdg. 340; 111, pig. 165; D'Escouchy. 11, pig. 116; Laborde, 11; v. Molinier, Les sources de I'hirt. de France, nlimeros 3.645, 3.661, 3.663, 5.030; Inu. des archives du Nord, IV, pig. 195.

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la violencia, del infierno y del juicio, de la peste, la sequia y el hambre, el diablo y las brujas. La pobre humanidad no tenia bas- tante con la promesa diariamente repetida de la gloria celestial y de la vigilante Bondad y Providencia divinas; de tiempo en tiempo nece- sitaba una afirmaci6n solemne y colectiva, gloriosa, de la belleza de la vida. El goce de Psta, en sus formas primarias, el juego, el amor, la bebida, la danza y el canto, tampoco basta; necesita ser enno- blecido por la belleza, ser estilizado en una com6n demostracibn de alegria. Para el particular no existia a6n la satisfaccih alcanzada por medio de 10s libros o la audici6n de mbsica, la contemplaci6n de obras de arte, el goce de la naturaleza; 10s libros eran demasiado caros, la naturaleza demasiado peligrosa y el arte constituia justamente una parte de las fiestas.

Las fiestas populares tenian sus fuentes de belleza propia y origi-

naria tan s610 en la cancibn y en la danza. Para conseguir la belleza del color y de la forma apoyibanse en las fiestas de la Iglesia, que tenian superabundancia de ella, acompafiando habitualmente a tstas. En 10s Paises Bajos, las fiestas civicas desprendense de la forma reli- giosa y se exornan con galas propias justamente en el siglo xv, por obra de las "asociaciones de ret6ricosU. Hasta entonces tan s610 las cortes de 10s principes habian estado en situacibn de organizar una fiesta puramente profana, con una verdadera ostentaci6n de arte y de prestarle una suntuosidad propia. Pero la ostentacidn y la sun-

tuosidad no bastan para una fiesta; nada es tan indispensable a tsta como un estilo.

Las fiestas de la Iglesia tenian este estilo por virtud de la liturgia.

En una bella gesticulaci6n comhn de muchas personas ofrecian siem- pre la impresionante expresi6n de una idea elevada. La dignidad sagrada y el curso elevado y medido de la solemnidad no perdian su valor por las fuertes exageraciones de muchos detalles solemnes, que rozaban con frecuencia lo burlesco. Pero ide d6nde sacaban las fiestas de corte su estilo? ~ Q u k idea les servia de base? No podia ser

otra que el ideal caballeresco, pues en kste descansaba integra la forma de la vida cortesana. ~Estaba ligado con el ideal cabalieresco a n esti- lo propio, una liturgia, por decirlo asi? Ciertamente; todo lo que

se referia a la ceremonia de armar caballero, a las reglas de las

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Ordenes, a1 torneo, la pristance, 10s actos de homenaje y pleitesia - el juego entero de 10s reyes de armas, 10s heraldos, 10s escudos de armas.. .-, todo esto formaba ese estilo. Construidas las fiestas de corte con estos elementos, tenian resueltamente para 10s contempo- rineos un elevado e imponente estilo. A6n hoy, ante el especticulo de cualquier solemnidad regia, no puede sustraerse un espiritu, que estC lejos de sentir entusiasmo alguno por la monarquia o la nobleza, a la fuerte impresi6n de esta liturgia puramente profana. lQut pode- row efecto no ha de haber ejercido, pues, el pomposo atavio de 10s .largos trajes, con su esplendente juego de colores, sobre una tpoca que era presa de la ilusi6n de aquel ideal caballerescol

Pero. las fiestas de corte querian mucho mis. Querian dar forma a1 sueiio de la vida heroica y saborearlo hasta su 6ltimo extremo. Y en esto fracasaba el estilo. Todo el aparato de la fantasia y de la pompa caballeresca estaba ya muy largo tiempo vacio de vida real. Todo se habia convertido demasiado en literatura, frigil rena- cimiento y vacua convencih. El exceso de suntuosidad y de etiqueta estaba destinado a encubrir la intima decadencia de aquella forma de vida. El ideal caballeresco del siglo xv paladea un romanticismo totalmente hueco y desgastado. Y tsta era la fuente en que habia de

beber la fantasia necesaria para organizar y desarrollar las fiestas de corte. (C6mo podia sacarse un estilo de una literatura tan falta de 41, tan indisciplinada y anacr6nica como era el romanticismo caba- lleresco en su degeneraci6nl

A esta luz hay que considerar el valor estgtico de 10s entremets. Son literatura aplicada, en que lo Gnico que podia hacerla soportable. el fugaz y superficial resbalar sobre todas sus multicolores figuras de ensueiio, ha de ceder el puesto a las exigencias del asunto represen- tado.

La gravedad tosca y birbara que se denuncia en todo esto es principalmente, propia de la corte de Rorgoiia, que, por su contact0 con el Norte, parecia haber perdido el espiritu franc& mis ligero y mis arm6nico. T6mase toda aquella pesada pompa, solemne y gra- vemente. La gran fiesta ducal de Lila fut la clausura y la coronaci6n de m a serie de banquetes organizados por la nobleza cortesana, en competencia mutua. Habiase empezado con toda sencillez y con es-

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casa ostentacibn; per0 poco a poco fu6 elevindose el ntimero de 10s convidados y el lujo de 10s menus y de 10s entremets. El convidado a quien el anfitri6n ofrecia una corona era el sucesor de Cste en la serie. Asi se pas6 de 10s caballeros a 10s grandes sefiores y de 10s gran- des sefiores a 10s principes, con siempre creciente ostentaci6n y mag- nificencia, hasta entrar finalmente en la serie el propio duque. Pe- ro Felipe quiso algo rnis que dar solamente una espltndida fiesta. Quiso que se hiciesen en ella 10s votos para la cruzada contra 10s turcos y la reconquista de Constantinopla, que habia caido un afio antes. Era kste el ideal oficial de la vida del duque. Para prepararlo todo nombr6 una coanisi6n presidida por el caballero del Toidn, Jean de Lannoy. Olivier de la Marche tenia un puesto en ella. Cuando le llega en sus memorias el momento de hablar de aquella ocasih, todavia se reviste de solemnidad. Pour ce que grandes et honnorables oeuures dksirent loingtaine renornmte et perpituelle mO moire 15 -con estas palabras inicia la rememoracih de ella. Los con- sejeros rnis altos y rnis pr6ximos a1 duque asistieron repetidamente a las deliberaciones. Hasta el candler NicolPs Rolin, y Antoine de Croy, el camarero mayor de palacio, fueron consultados antes de llegar a acuerdo sobre la organizaci6n de les ce're'monies et l a mis- tires.

Se ha hablado tantas veces de aquel bello especticulo, que no

es necesario repetir nada aqui. Hasta del otro lado del Canal se vi- no a presenciarlo. Ademis de 10s convidados habia innumerables es- pectadores nobles, en su mayor parte enmascarados. Primero se di6 la vuelta para admirar las pesadas piezas de ornamentaci6n plisti- ca. Sblo despuCs vinieron las representaciones y 10s tableaux-vivants con personas vivas. El propio Olivier desempeii6 el papel de prota- gonista, el papel de la Sainte Eglise, que aparecia en la pieza mPs im-

portante, en una torre llevada a lomos de un elefante que conducia un gigante turco. Sobre las mesas lucian 10s rnis desaforados elemen- tos decorativos: una carraca 16 equipada y tripulada, una pradera con firboles, una fuente con rocas y una imagen de San AndrCs, el cas- tillo de Lusignan con el hada Melusina, un molino de viento con un

16 La Marche, 11, pig. $40 y sigs. 16 Esto es, una especie de buque mercante.

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tiro de pijaros, un bosque con animales salvajes de movimiento y, por liltimo, una iglesia con su 6rgano y sus cantores, que, alternando con la orquesta de 28 personas, que se sentaba en un pastel, hacian musica a mAs y mejor.

Lo que nos importa es el grado de gusto o de falta de gusto que

se exteriorizaba con todo aquello. El asunto mismo apenas es otra cosa que una birbara confusi6n de figuras mitol6gicas, aleg6ricas y moralizantes. Pero zy la ejecuci6n? Sin duda alguna se buscaba im- presionar principalmente por medio de la extravagancia. La torre de Gorkum, que adornaba como centro la mesa en el banquete de boda del aiio 1468, tenia 46 pies de altura 17. La Marche habla de una ballena que apareci6 en la misma ocasi6n. Et certes ce fut un moult be1 entremectz, car il y auoit dedans plus de quarante person- nesls. Por lo que toca a las costosas maravillas' mechicas, como 10s pijaros vivos que salian volando de las fauces de un drag6n con el que luchaba HCrcules, y otras semejantes, apenas puede enlazarse con ellas el concepto de arte. TambiCn el elemento c6mico es de un contenido muy pobre; en la torre de Gorkum tocan unos jabalies las trompetas, unas cabras entonan un motete, unos lobos tocan la flauta y cuatro grandes asnos hacen de cantores -y todo el10 delante de Carlos el Temerario, que era un fino conocedor de mlisica.

No dudo, sin embargo, que entre todos 10s elementos de las fies-

tas, y principalmente en 10s inmbviles, habia mis de una authtica obra de arte junto a muchas muestras de desmedida e insensata os- tentaci6n. No debemos olvidar que las mismas personas que se goza- ban en esta pomposidad gargantuesca y derrochaban en ella su in- genio y hasta su talento eran, a la vez, 10s clientes y 10s protectores de

un Juan van Eyck y de un Rogier van der Weyden. Es el duque mismo, es Rolin, el fundador del altar de Beaune y del de Autun; es Jean Chevrot, que encarg6 10s Siete Sacramentos, de Rogier; son 10s Lannoy y otros. Y lo que dice todavia mucho mPs: 10s autores de todas aquellas pomposidades eran estos mismos pintores. Si ca- sualmente no se sabe que lo fuesen Juan van Eyck o Rogier, sibese

17 Laborde, 11, pig. 326. 1s La Marche, 111, pig. 197.

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de otros que colaboraron en semejantes fiestas, por ejemplo, Colard Marmion, Simon Marmion, Jacques Daret. Para la fiesta del aiio 1468, cuya fecha se anticip6 de repente, fue puesto en movimiento el gremio entero de 10s pintores para acabar a tiempo; con la mayor rapidez fueron enviados a Brujas oficiales desde Gante, Bruselas, Lo- vaina, Thienen, Bergen, Quesnoy, Valenciennes, Douai, Cambrai.

Arras, Lila, Ipres, Kortrik y Oudenardelo. Lo que aquellas manos hicieron no puede haber sido todo feo. Por 10s treinta buques equi- pados del banquete dcl aiio 1468 con las armas de 10s territorios y dominios ducales, las setenta mujeres con distintos trajes regiona- les20, canastillas de frutas y jaulas de pijaros, el molino de viento con el tiro de pijaros, dariamos gustosamcnte mPs de un retablo me- d i an~ .

Podria darse incluso un paso mis, aun a riesgo de cometer un crimen, y afirmar que necesitamos representarnos de cuando en cuan- do este arte de 10s centros de mesa, desaparecido sin dejar huella, para poder comprender bien a Claes Sluter 21 y a 10s suyos.

El arte de la escultura funeraria tenia, entre todas las artes, un expreso carricter aplicado. La tarea de 10s escultores que habian de construir 10s mausoleos de 10s duques de Borgoiia no consistia en la libre creaci6n de una obra bella, sino en la glorificaci6n de la gran-

deza del principe. La tarea estP delimitada con mucho mas rigor y prescrita con mucha mis exactitud en este caso que en el de 10s pintores. h tos pueden con mucha mPs comodidad dar libre curso a su impulso creador en 10s encargos que les hacen y fuera de kstos pintar lo que quieran. El escultor de aquel tiempo se ha movido, probablemente, poco fuera de sus encargos; 10s motivos que tiene que trabajar son limitados en n ~ m e r o y estin sujetos a una rigurosa tradici6n. EstP ligado a1 duque en una relaci6n de servidumbre mis fuerte que 10s pintores. Los dos grandes holandeses a quienes el imin de la vida artistica francesa sac6 definitivamente de su tierra estu-

19 Laborde, XI, pig. 375, ndm. 4.880. 20 Laborde, 11, pigs. 322, 329. 21 Aunque en el autbntico punto de apoyo, el sello del maestro, figura "Claus

Sluter", resulta dificil aceptar que la forma no holandesa Claus haya sido la original de su nombre de pila.

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vieron continuamente abrumados dc encargos para el duque de Bor- goiia. Sluter habitaba en una casa de Dijon que el duque le seiial6 e hizo levantar para 6122, y en ella vivia como un gran seiior, per0 a la vez como un funcionario de la corte. El rango de valet de cham- h e de monseigneur le duc d e Bourgogne, que compartian Sluter, su primo Claes van de Werve y Juan van Eyck, tenia para 10s esculto- res una significaci6n mucho mPs importante. Claes van de Werve, que continu6 la obra de Sluter, fuC 61 mismo una trigica victima del arte a1 servicio de la corte. Aiio tras aiio fuC retenido en Dijon, a fin de acabar el mausoleo de Juan Sin Miedo, para el cual no habia nunca di- nero, y asi destruy6 su carrera de artista, brillante~nente comenzada, en una inutil espera, muriendo sin poder acabar el encargo.

Pero frente a esta servidumbre ilzase, sin duda, el hecho de que la naturaleza misma del arte esc111tGrico implica, justamente por la limitaci6n de sus medios, de su material y de su asunto, un esponti- neo acercarse a cierta cumbre de simplicidad y de libertad, que lla- mamos clisicas, tan pronto como coge el cincel uno de 10s grandes genios, siendo indiferentes a este respecto su tiempo y su medio. Cualquiera que Sean las imposiciones de que quiera hacer objeto a1 arte escult6rico el gusto de 10s tiempos, la figura humana y su vestimenta s610 pueden reproducirse en madera o en picdra con po- cas variaciones, y las diferencias entre el reirato escult6rico de la tpoca del Imperio romano, Goujon y Colombe en el siglo xvx y Hou- don y Pajou en el XVIII, son mucho menores yue en cualquiera otra esfera del arte.

El arte de Sluter y de 10s suyos participa tambiCn de esta eterna

identidad del arte escult6rico. Y, sin embargo, no vemos las obras de Sluter como realmente eran y querian ser. Tan pronto como nos re- presentamos el Pozo de MoisCs tal y como pudo entusiasmar a 10s contemporAneos, en aquel tiempo en que el legado papal (1418) con- cedia indulgencias a todo piadoso visitante que llegara, resulta claro por quC hemos osado hablar en una misma frase del arte de Sluter y del arte de 10s entremets.

El Pozo di Moists es, como se sabe, s610 un fragmento. El pri-

22 A. Kleinclausz: Un atelier de sculture au XVe s ikle , Gazette des beaux arts. tomo 29, 1903, I.

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mer duque de Borgofia deseaba ver coronado por un Monte Calvario el pozo que habia en el patio de 10s cartujos de su amado Champ- mol, y asi lo lleg6 a ver. El Crucificado con Maria, Juan y Magdalena a1 pie de la cruz, formaba la parte principal de la obra, que ya habia desaparecido en su mayor parte antes de la Revoluci6n, que desfigu- r6 Champmol de un mod0 tan irreparable. En la parte inferior, alre- dedor del pedestal, cuyo bdrde esti protegido por ingeles, hillarlse las seis figuras del Antiguo Testamento que han anundado la muer- te del Mesias: Moisks, David, Isaias, Jeremias, Daniel y Zacarias, ca- da uno con una banderola en la cud puede leerse la correspondien- te profecia. Toda la obra tiene en la rnis alta medida el caricter de un especticulo litbrgico. Esto no consiste precisamente en el hecho de que tambikn en 10s tableaux vivants o personnages representados en las entradas de principes y en 10s banquetes entrasen figuras se. rnejantes con banderolas y de que las profecias mesiinicas del Anti- guo Testamento suministrasen la materia rnis importante de tales re- presentaciones; procede mis bien de que esta obra tiene algo de in- solita e intensamente verbal. Las icscripciones ocupan en este grupo un puesto de excepcional importancia. Solo se llega a la inteligencia de la obra cuando uno se compenetra de todo el sagrado alcance de aquellos textos. Zmmolabit eum uniuersa multitudo filiorum Israel ad vesperam dice la sentencia de Moids. Foderunt manus meas et pedes meos, dinumeraverunt omnia ossa mea, son las palabras del salmo de David. Sicut ovis ad occisionem ducetur et quasi agnus CO-

ram tondente se obmutescet et nom aperiet OS suum; Isaias. O vos ommes qui transitis per viam, attendite et videte si est dolor sicut do- lor meus; Jeremias. Post hebdomades sexaginta duas occidetur Chris- tus; Daniel. Appenderunt mercedem meam triginta argenteos; Zaca- rias23. Asi dicen las lamentaciones a seis voces que en torno a1 ba- samento ascienden hasta la cruz. El caricter de la obra esti determi-

23 Le inmolar6 la multitud entera de 10s hijos de Israel a la hora de visperas Exod., 12, 6. - Atravesarh rnis manos y rnis pies, contarin todos mis h u m s Ps. 21, 18. - Como una oveja sera conducido a1 saaificio, y como el corder0 en presencia del esquilador enmudecer6 y no abriri la boca. Is., 53, 7. - Oh, vos- otros, todos 10s que pas& por este camino, fijaos y ved si hay un dolor como el dolor mio. Jerem., 1, 12. - Despub de sesenta y dos semanas ser6 saaificado nuestro Cristo Dan., 9, 26. - Concertaron mi precio en treinta monedas de plata. Zac., 11, 12.

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nado por ella. Y ademis estd acentuando con tal energia el nexo en- tre las figuras y el texto, hay algo tan irnpresionante en el gesto del

uno y en la faz del otro, que el conjunto casi amenaza perder la ata- raxia, que es privilegio de toda alta escultura. El contemplador sien- te que le dirigen la palabra de un mod0 demasiado directo. Sluter ha sabido como pocos dar forrna a1 carkter sagrado de su asunto, pe- ro justamente en este carlcter tan gravemente sagrado de la forma hay un exceso, desde el punto de vista del arte puro. Junto a las fi* guras sepulcrales de Miguel Angel, son 10s profetas de Sluter dema- siado expresivos, demasiado personales. Acaso sabriamos apreciar es- to como un doble mtrito si hubiksemos conservado de la parte prin- cipal de la obra algo rnis que meramente la cabeza y el torso de Cris- to con su rfgida majestad. Pero asi s610 vemos c6mo 10s dngeles su- ben la oraci6n de 10s profetas hacia el que estl sobre ellos, aquellos dngeles maravillosamente po&ticos, que son en su gracia ingenua in- finitamente rnis angtlicos que 10s Angeles de van Eyck.

El lcaricter fuertemente representativo del Calvario de Champ-

mol residia tambien en otras cualidades ademls de las puramente escult6ricas: en la magnificencia con que estaba ejecutada la obra entera. Hay que representirsela en su policromia, en la forma en que la habia pintado Jean Maelweel y la habia dorado Hermann de Co- lonia 24. No se habia ahorrado ning6n efecto, por abigarrado o dris- tic0 que fuese. Sobre el basamento verde erguianse 10s profetas con dureos mantos; MoisCs y Zacarias en ropas talares rojas, 10s mantos forrados de pie1 azul; David, todo de azul con estrellas doradas; Je- remias, de azul obscuro; Isaias, el mis afligido de todos, de broca- do. Aureos soles e iniciales llenaban 10s lugares vacios. Aiiddanse 10s escudos de armas.'No sblo sobre el fuste del pedestal, por debajo de 10s profetas, lucian las armas orgullosas de 10s dominios ducales, sino que hasta en 10s brazos de la gran cruz, toda dorada, figuraban sobre 10s extremos, en forma de capiteles, las armas de Borgoiia y de Flan- des. Este detalle habla del espiritu con que fuk encargada aquella gran obra de arte ducal rnis claramente aim que las gafas de cobre dorado

24 Los colores desaparecidos son conocidos en detalle por un informe rcdactado en 1832.

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18. El arte y la vida 373

que suministr6 Hannequin de Hacht para que fuesen colocadas sobre la nariz de Jeremias.

La servidumbre de este arte, sujeto a las exigencias de sus ilustres

clientes, tiene a1 mismo tiempo algo de trigico y de sublime, por la grandeza con que el artista sabia escapar a las limitaciones que le eran impuestas por el encargo. Los plourants en torno a1 sarc6fago man ya hacia largo tiempo cosa olvidada en el arte funerario de Borgoiia 25.

No se trataba de una libre representacidn del dolor en todas sus mani- festaciones, sino de una muy estricta reproduccidn de una parte del efec- tivo cortejo que habia conducido el cadiver a1 sepulcro y en ella habia de ser posible reconocer exactamente todos 10s dignatarios. iY qut no han sabido hacer de este motivo 10s oficiales de Sluter! 1La mis honda y la mis digna expresi6n plistica del duelo, una marcha f~neb re en pie- &a!

Pero acaso vamos demasiado lejos admitiendo esta desarmonia

entre clientes y artistas. No es completamente seguro que el mismo Slu- ter no haya considerado las gafas de Jeremias como una grandiosa ins-

piraci6n. El gusto y la falta de gusto alojibanse, en cierto modo, sin separacibn en las cabezas de aquel tiempo. Aim no se habian separado el verdadero sentido artistic0 y el gusto por la ostentacibn y las rare- zas. Aquellas fantasias ingenuas pueden gozar sin dificultad de la es- travagancia, como si se tratase de la belleza. El alto arte y la quinca- lla costosa eran benkvolamente confundidos y admirados en la misma medida. La colecci6n de la Cripta Verde de Dresde ostenta un caput mortuum de la coleccidn artistica de 10s principes, con la que formaba antafio un conjunto. En el castillo de Hesdin, que era a la vez un te-

soro de obras de arte y una quinta de recreo, llena de esas diversiones mecinicas, engins d'esbatement, que durante tanto tiempo fueron pro- pias de las residencias de placer de 10s principes, vi6 Caxton un cuarto adornado con pinturas que representaban la historia de Jas6n. el hk- roe del vellocino o Toisbn de Oro. Para hacer mayor la impresi6n ha-- bfa instrumentos que fingian relimpagos, truenos, nieve y Iluvia, des- tinados a remedar 10s encantamientos de Medea 2e.

25 Kleinclausz: L'art funiraire de la Bourgogne au moyen-dge, Gazette ~ I ? S

beaux arts, 1902. t . 27. 26 Chastellain, v, pig. 26 2; Doutrepont, pig. 156.

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374 El otoiio de la Edad Media

Tambien era capaz la fantasia de soportar mucho en Ias escenas

o pasos, en 10s personnages, que se colocaban en las esquinas de las ca- lles con ocasi6n de las entradas de 10s principes. Cuando Isabel de Baviera hizo'el afio 1389 su entrada en Paris como esposa de Carlos VI, pudo verse junto a escenas sagradas un ciervo blanco con 10s cuer- nos dorados y una corona alrededor del cuello, que yacia en un lit de jwtice y movia 10s. ojos, la cornamenta y 10s pies, para levantar por filtimo una espada. En la misma entrada desciende de las torres de No- tre Dame -par engins bien faits- un Plgel, penetra a travts de una

abertura del dose1 de terciopelo azul ornado de iureas flores de lis, con que esti cubierto todo el puente, justamente en el momento en que avanza la reina, coloca una corona sobre la cabeza de tsta, y desapa rece del mismo mod0 como habia llegado, comme s'il s'en fust retour- n t de soy mesmes au ciel27. A Felipe el Bueno le es puesta ante 10s ojos, a su entrada en Gante, una muchacha que desciende de un mo-

do anilogo 28, y lo mismo a Carlos VII en Reims el afio 1483 29. Noso- tros apenas podemos representarnos nada mis necio que uno de esos caballos de escena en que se mueve una persona. En el siglo xv no lo encontraban, a1 parecer, ridicule; a1 menos Lefhvre de Saint Re-

my describe sin tinte de burla una escena de cuatro trompeteros y do- ce gentileshombres sur cheuaulx de artifice, suillans et poursaillans tel- lement que belle chose estoit ci veoir 30.

Para 10s contemporzineos apenas existia distinci6n entre toda aque- lla ornamentaci6n extravagante, desaparecida sin dejar rastro, y las pocas, per0 altas obras de arte conservadas hasta nosotros, una distin- ci6n que nos exige nuestro sentido artistico, y que nos ayuda a hacer el tiempo, que todo lo destruye. La vida artistica de la kpoca borgoiio- na estaba a6n completamente encerrada en las formas de la vida so- cial, ante todo la de coadyuvar a1 pomposo despliegue y la de subrayar la importancia de la persona, no del artista, ,ino del cliente. No ex. cluye esto el hecho de que en el arte religioso sirva la suntuosa magni-

27 Juvenal des Ursins, pig. 378. 28 Jacques du Clercq, 11, pig. 280. 29 Foulquart, en d9Hericault, Oeuvres de Coquillart, I, pig. 23 1.

30 Lefevre de S. Remy, 11, pAg. 291.

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18. El arte y la vida 375

ficencia para suscitar pensamientos piadosos y de que el donante haga colocar por pura devoci6n su persona en primer tkrmino. Por otra par- te, la pintura profana no ha sido siempre tan exuberante y arrogante como fuera menester a la hinchada vida de corte. Mas para ver clara- mente c6mo se entrelazaban, c6mo se fundian el arte y Ia vida, nos fal- tan demasiados trozos del contorno en que estaba insert0 el arte y tambiin nuestro conocimiento de este mismo es demasiado fragmen- tario. La corte y la Iglesia no son, en mod0 alguno, toda la vida de aquel tiempo.

Por eso tienen para nosotros tan singular importancia las escasas

obras de arte en que se expresa algo de la vida externa a estas dos esferas. Algo de ellas irradia en una joya sin igual: el retrato del ma- trinlonio Arnolfini. En kl tenemos el arte del siglo xv en su forma mis pura; en el es donde mis nos acercamos a la enigmitica personalidad

del maestro Juan van Eyck. En 61 no estaba el maestro obligado, ni a eupresar la fulgurante majestad de las cosas sagradas, ni a servir a1 or- gullo de altos seiiores; wan sus amigos 10s que pintaba con ocasi6n de su enlace. {Es realmente Jean Arnoulphin, como le llamaban en Flan- des, el nlercader de Luca? Este rostro que ha pintado dos veccs31 Juan van Eyck, es el menos italiano que se ha visto nunca en el mundo. Pe- ro el titulo dado a la obra en el inventario de 10s cuadros de Marga- rita de Austria hecho en el ado 1516 32 - ~ e r n o u f Ee f i n avec sa fem- me dedens une chambre- es un argument0 muy fuerte para ver en 61 a Arnolfini. En este caso no debia considerirsele propiamente como un "retrato burguks". Pues Arnolfini era un gran sedor y repetida- mente consejero del Gobierno ducal en importantes negocios. Como quiera que sea, el hombre retratado en la obra eya un amigo de Juan \an Eyck. Asi resulta de la forma fina y significativa con que el pin-

tor ha firmado su trabajo, con la inscripci6n sobre el espejo: Johan- nes de Eyck fuit hic, 1434. Juan van Eyck ha estado aqui. Ha estado

hace muy poco. En el profundo silencio de la habitacibn resuena toda- via el timbre de su voz. La intima delicadeza y la silenciosa paz que s610 Rembrandt nos dar i de nuevo, estin encerradas en esta obra,

31 Londres, National gallery; Berlin, Kaiser-Friedrich-Museum. 32 W. H. J. Weale: Hubert and John van Eyck, Their life and work, Londres-

Nueva York, 1 0 8 , pig. 701.

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como si ella fuese, por decirlo asi, el propio coraz6n de Juan. Henos aqtli de una vez ante aquel atardecer de la Edad Media que conoce mos y que, sin embargo, con tanta frecuencia buscamos en vano en la literatura, en la historia y en la vida religiosa de aquel tiempo: la Edad Media ieliz, noble, pura y se~cilla de la canci6n popular y de la mssica religiosa. lQuC lejos estrin la risa estruendosa y la pasi6n desenfrenadal

Acaso nuestra fantasia ve, entonces, un Juan van Eyck ajeno a la 1d tcnsidn dramritica y el colorido abigarrado de la 3ida dc su tiempo; vc entonces un hombre sencillo, un sofiador quc cruza por la vida cm la calwia inclinada y la vista vuelta hacia adentro. iC~t~dado! No la- yamcts a hacer una novela his~brica: el tlalel de chcrn$>e drl duque ~ U C vrve con repugnancia a 10s grandes sefiores; 10s oficiales que tie- nell que renegar tle su elevado arte, llenos de hondo dolor, para echar- l o a perder en fiestas de corte y en equipar flotas.. .

No tenemos ninglin dato que pueda justificar una idea semejan- te. El arte de 10s hermanos van Eyck, que admiramos, tenia su centro en la vida de corte, que nos repele. Lo POLO t;ue sabemos de la llid:~ de aquellos pintores nos 10s hace ver como gentcs de mundo. Irl du- que de Ilerry vive en las mejores relaciones con sus pintores de c.una- la; Froissart lo encontr6 en coloquio famiiiar con AndrC Beauneveu en su castillo encantaQ de Mehun sur Yevre 3% Los tres hermanos van Limhurg, 10s grandes ilustradores, dan por aiic; nuevo a1 duque una grata sorpirsa: un manuscrito nuevo iluminado que ell rcalidad CCII-

siste en un liure contrefait, d'une pitce de boas L~lrmc Gailzcte oz srm-

blance d'un livre, oir iln'a nulz feuillets nc riens escript 31. Juan van kyck se movia, sin duda alguna, en medio de !.I vicla de corte. 1.2s ln~siones dipomiticas secretas que le encomend6 I'e;lpe el Suozo culjo- nen conocimiento del mundo. Pasaba en su tiempo por un hombre culto y letrado, que leia a 10s dPsicos y estudiaba geometria. Con un

pzqncfio matiz de pedanteria disfraza su modesto Ic~na 9 1 s ilt itarz (Hasta donde pueda) con letras griegas35.

33 Froissart, ed. Kervyn, xr, p9g. 197. 34 P. Durrieu: Les tr& riches heul-es de Jean de France, d m de Berry (Heures

de Chantilly), Paris, 1904, p9g. 81. 35 Moll, Kerkgesch., 112, pig. 313 y sigs. J. G. R. Acquoy: Het Klooster van

Windesheim en zijn inuloed, Utrech, 1875-80, tres voliienes, u, pig. 249.

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18. El arte y la vida 377

Si estos datos y otros anrilogos no nos sirviesen de advertencia, f i - cilmente nos inclinariamos a ver el arte de 10s van Eyck en una falsa postura dentro de la vida del siglo XV. Hay en esta epoca dos esferas de vida rigurosamente distintas para nuestro mod0 de ver. Una, la

cultura de la corte, de la nobleza y de la burguksia rica: ostentosa, am- biciosa, codiciosa, artistica, ardientemente apasionada. Otra, el mundo pacifico, mon6tonamente gris, de la devotio rnoderna; 10s varones graves y las mujeres humildes que buscaban el sosten de su vida en las casas de Hermanos y entre 10s Windesheimern; la esfera de Ruusbroec y de Santa Colette. h t a es la esfera a que, para nuestro mod0 de sen- tir, pertenece propiamente el arte de 10s van Eyck, con su piadoso y pacifico misticismo. No obstante, es en la otra esfera donde tiene su centro. Los devotos modernos estaban en una actitud de repulsa fren- te a1 gran arte que se desplegaba en su tiempo. Resistense, por ejem- plo, a admitir la mhsica polifbnica, e incluso el bgano, mientras 10s fastuosos borgofiones, el obispo David de Utrecht y Carlos el Temera- rio mismo, tienen por maestros de capilla a 10s primeros musicos, co- mo Obrecht en Utrecht y Busnoir en la casa del duque, que lo lleva

consigo incluso a su campamento de Neuss. El ordinario de Windes- heim prohibib todo adorno del canto y Thomas Kempis dice: "Si

no podkis cantar como la alondra y el ruiseiior, cQtad como 10s cuer- vos y las ranas en sa charco, que cantan como Dios les ha dado hacer- lo" 3'3. Sobre la pintura han hecho, como es natural, menos manifesta- ciones; per0 deseaban que sus libros fuesen sencillos y no estuviesen ilustrados por amor a1 arte 37. Con suma probabilidad habian pensado incluso de una obra como la Adoracidn del Cordero, que era una ma- nifestaci6n de la mris pura soberbia.

{Estaba, por lo demis, trazada tan rigurosamente como nos pare- ce la separacibn entre las dos esferas de la vida? Ya hemos hablado de esto anteriormente. Entre 10s circulos de la vida rigurosamenta regida por el santo temor de Dios hay numerosos puntos de contacto. Santa Colette y Dionisio Cartujano se tratan con 10s duques. Margarita de York, la segunda esposa de Carlos el Temerario, tiene un vivo interks

3'3 Th. Kempis: Serntones ad novitios, mim. 29, Opera, ed Pohl, tomo V I

pSg. 287. 37 Moll, I . c., 112, pig. 321; Aquoy, 1. c., pig. 222.

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378 El otofio de la Edad Media

por 10s monasterios "reformados" de BClgica. Bearriz de Ravestein, una de las damas mas distinguidas de la corte de Borgofia, lleva el cilicio bajo sus trajes de corte. Vestue de drap d'or et de royaux a tom nemens a luy duisans, et f e ign~nt estre la plus monduine des autres, livrant arcout ci toutes paroles perdues, comme maintes font, e mons- txant de dehors de pareil wages avecques les lascives et huiseuses, por- toit journellement la haire sur sa chair nue, jeunoit en pain et en eau mainte journte par fiction couverte, et son nary absent couchoit e n la paille de son lit mainte nuyt 88. El intimo recogimiento, que se habia

convertido en forma permanente de la vida para 10s devotos modernos, es conocido tambitn de aquellos grandes soberbios, pero s610 con las intermitencias del arre~e~ntimiento por sus excesos y extravios. Cuan- do Felipe el Bueno parte desputs de la gran fiesta de Lila para Ratis- bona, a tratar con el emperador, entrkganse a la penitencia varios gen- tileshombres y damas de la corte, qui menLrent moult belle et saincte vie 39. Los cronistas, que con tanta prolijidad describen toda aquella pompa y magnificencia, insisten una y otra vez en proclamar su aver- si6n a pompes et beubans. Hasta Olivier de la Marche se deshace des- puks de la fiesta de Lila en reflexiones sobre les oultraigeux e x c h et la grant despense qui pour la cause de ces banquet ont esit faictz. Y no se ve en ella ninglin entendement de vertu, con excepci6n de aquel entremets en que aparecia la Iglesia; per0 otro sabio de la corte le aclara

por que todo ello hubo de ser asi 40. Luis XI habia conservado de su estancia en la corte de Borgoiia un ~erdadero odio contra todo lo que fuese lujo 41.

Eran circulos muy distintos de 10s de la devoci6n moderna aque- 110s en 10s cuales y para 10s cuales trabajaban 10s artistas. Aunque tan- to la floreciente pintura como la fe renovada hundiesen sus rakes en

38 Vestida de tisti de oro y de regios adornos, como convenia a su estado y fingiendo ser la mis mundana de todas, prestando oido a todas las palabras vanas, como hacen muchas, y mostrando por fuera parecidas costumbres que lar livianas y ociosas, llevaba diariamente el cilicio sobre la came desnuda, ayunab.1 a pan y agua muchos dias secretamente, y ausente su marido, se acostaba en la paja de su lecho muchas noches. Chastellain, IV, pig. 218. 39 La blarche, 11, pig. 398. 40 La Marche, 11, pAg. 369. 41 Chastel!ain, IV, p8gs. 136, 275, 359, 361; v, pig. 225: du Clercq, IV, pig. 7.

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18. El arte y la vida 379

la vida de las ciudades, no se puede llamar burguts el arte de 10s van

Eyck y de sus sucesores. La corte y la nobleza habian atrafdo a su es- fera a1 arte. El perfeccionamieoto del arte de la miniatura, hasta llegar

a1 elevado refinamiento artistic0 que caracteriza el trabajo de 10s her- manos van Limburg y de las Horas de Turin, hemos de agradecerlo ante todo a1 mccenado de 10s principes. Y tambitn la rica burguesia

de las grandes ciudades belgas aspiraba a una forma aristocrktica de la vida. La diferencia entre el arte del Sur de 10s Paises Bajos y el arte francts, y lo poco que podemos considerar como arte del Norte de 10s Paises Bajos en el xv, encuentra su mejor explicacibn en una diferen- cia de medio; alli, la vida exuberante y en plena madurez de Brujas, Gante, Bruselas, en continuo contact0 con la corte; aqui, una aparta-

da y pequeda ciudad de provincia como Haarlem, mucho mQs pareci-

da en todos respectos a las tranquilas ciudades del Yssel, en que flore- cia la devotio moderna. Si podemos designar el arte de Dirk Bouts co- mo "arte de Haariem" (lo que de t l poseemos naci6 en el Sur, que tam- bitn le habia atraido), aqui tenemos en la simplicidad, la rudeza, la discrecibn, que son propias de su arte, la expresidn del espiritu genui-

namente burguts frente a las actitudes aristocriticas, la pomposa ele- gancia, las galas y el brillo de 10s maestros meridionales. La escuela de HaarIem acdrcase, efectivamente, mis a la esfera grave y sobria de la vida burguesa.

Los clientes de la alta pintura eran, hasta donde 10s conocemos,

casi sin excepcibn 10s representantes del gran capital en aquella tpo- ca. Son 10s principes mismos, 10s grandes seiiores de la corte y 10s gran- des parvenus, en que es rico el period0 borgoii6n y que se orientan por la vida de la corte en igual medida que aquellos otros. La potencia de

Borgoiia descansaba justamente en la utilizacibn del poder del dinero y en la formacidn de nuevos aristbcratas capitalistas a quienes 10s prin- cipes otorgaban su favor y concedian dignidades y titulos. Estos cir- culos mutvense en la forma de vida del elegante ideal caballeresco, os-

tentando con fruici6n el Tois6n de Oro y participando en fiestas y torneos. En el cuadro tan intimamente devoto de 10s Siete Sacramentos, que se encuentra en el nluseo de Amberes, hay un escudo de armas del obispo de Tournay, Jean Chevrot, el presunto donante. l31 era jun-

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tamente con Rolin el mis intimo consejero del duquea y un celoso servidor de tste en 10s asuntos del Toisbn de Oro y del gran proyecto de auzada. El tipo del gran capitalista de aquella epoca es Pieter Bla- delyn, cuya figura puritana es conocida por el triptico que adornaba el altar de la iglesia de su pequeiia ciudad, Middelburg de Flandes. De recaudador de contribuciones de su ciudad natal, Brujas, habia ascen- dido hasta el puesto de primer tesorero ducal. Introduciendo econo- mias y ejerciendo un riguroso control mejoro el estado de las finanzas. FuC nombrado tesorero del Tois6n de Oro y caballero. Se le encomen- d6 la importante misibn diplomitica de rescatar a Carlos de OrlePns de su cautiverio en Inglaterra el a50 1440. Como administrador de las finanzas iba a tomar parte en la cruzada contra 10s turcos.. . Su ri- queza suscitaba el asombro de 10s contemporineos. La emple6 en construir diques -10s Bladelijns polder entre Sluis y Zuidsande lo recuerdan adn- y en fundar una nueva ciudad, Middelburg de Flandes 43.

Iodocus Vydt, que figura como donante en el altar de Gante, y el canhigo van de Paele, pertenecen igualmente a 10s grandes capitalis- tas de su tiempo; tambitn 10s Croy y 10s Lannoy son noveaux riches ennoblecidos. Pero la camera ascendente que rnis sorprendia a 10s con- temporineos era la del candler Nicolis Rolin, el cual venu de petit lieu -esto es, de humilde origen- llegb a prestar los mPs altos servicios co- mo jurista, financier0 y diplomitico. Los grandes tratados firmados por Bor,goiia en 10s afios 1419 a 1435 fueron obra suya. Soloit tout gouverner tout seul et a part luy manier et porter tout, fust de guerre, lust de paix, fwt en fait de finances 44. Por medios no totalrnente irre- prochables habia acumulado inmensas riquezas, que emple6 en nu- rnerosas obras pias. Y, no obstante, las gentes hablaban, llenas de odio, de su codicia y de su soberbia. No creian en el espiritu religioso que !levaba a cab0 aquellas obras. Este Rolin, tan piadosamente prostrado de rodillas en el cuadro de Juan van Eyck, hoy en el Louvre, que hizo pintar para su ciudad natal, Autun, y de un mudo igualmente piadoso, por segunda vez, en el cuadro pintado por Rogier van der Weyden

42 Chastellain, 111, pig. 332; du Clercq, 111, pig. 56. 43 Chastellain, v, pig. 44; 11, pig. 261; La Marche, 11, p4g. 85; dl1 Clercq

111, pig. 56. 44 Chastellain, 111, pAg. 330.

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18. El arte y la vida 381

para el hospital de Beaune, tenia fama de no conocer mris vida que la terrena. "No cosechaba mas que en la tierra -dice Chastellain-, como si &a fuese eterna para C1; con lo cual llegb a extraviarse su entendi- miento, pues no queria poner trabas ni limites a aquello cuyo cercano fin le ponian delante de 10s ojos sus muchos afios". Y Jacques du Clercq dice: Le dit chancellier fust reputt ung des sages hommes du royaume a parler temporellement: car au regard de l'espirituel, je m'en tais45.

~ H a b r i que sospechar detrls del rostro del donante de la Madona del canciller Rolin un ser hipbcrita? Ya hemos hablado 46 de la enig- mitica coexistencia de pecados como la soberbia, la codicia y la lu- juria, con una seria religiosidad y una intensa fe en caracteres conlo Felipe de Borgoiia y Luis de Orleans. En estc tip0 Ctico de su tiempo habri acaso que contar tambikn a Rolin. No es ficil sondear el intimo mod0 de ser de estas naturalezas pertenecientes a una edad hace muy largo tiempo transcurrida.

La pintura del siglo xv radica en la esfera en que se tocan 10s ex-

tremos de lo rnistico y de lo groseramente terrenal. La fe que se ex- presa en ella es tan espontinea, que no hay figura terrena demasiado sensible o demasiado pesada para ella. Van Eyck puede revestir sus Angeles y sus iiguras sagradas con la pesada pompa de rigidos trajcs llenos de oro y piedras preciosas; para hacerles remontarse no necesita adn de 10s pafios flameantes, ni de las piernas agitadas del barroco.

Pero si esta fe es totalmente espontinea y sumamente intensa, no por ello es primitiva. El titulo de primitivos aplicados a 10s pintores del siglo xv, alberga el peligro de un malentendido. Primitivo debe tener aqui s6lo el sentido de venir primero, supuesto que no nos es conocida una pintura mas antigua; tiene, pues, una significaci6n pu- ramente cronol6gica. Pero se propende habitualmente a unir con esta idea la de que el espiritu de aquellos artistas era un espiritu primiti. vo. Y esto es absolutamente inexacto. El espiritu de aquel arte es el mismo de la fe, como ya qued6 descrito: la expresi6n sensible y plris- tica mas ahincada y extrema de todo lo concerniente a la fe.

Mris antiguamente veianse las figuras sagradas en una infinita le- jania: rigidas e inmhviles. Luego habia venido el pathos de la ternu-

46 Du Clercq, 111, pig. 203. 46 V. pig. 48.

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382 El otofio de la Edad Media

ra. Entre c h i c o s y un mar de ligrimas habia florecido en la mistica del siglo ante todo, en San Bernardo. Hablase abrumado a la ~ i - vinidad con una sollozante emocibn. Para poder sentir rnejor la di- vina pasidn, habianse impuesto a Cristo y a 10s santos con todas las for. mas Y todos 10s colores que la fantasia sacaba de la vida terrena, un copioso to r ra te de representaciones humanas habiase desbordado todo el cielo. Y sin cesar seguia desbordindose en inn~rneras pequefias ramificaciones. Con refinamiento cada vez mayor fuk d;indose forma sen. sible a todo 10 Santo, hasta en 10s mis pequefios detalles. Habiase hecho descender a1 cielo con aquellos brazos suplicantes.

Largo tiempo habia sido superior en fuerza expresiva la palabra

a las creaciones plisticas y pictbricas. En un period0 en que la escul. tura airn conservaba mucho del esquematismo del estilo mis antiguo y, ademis, estaba limitada por su material y por sus marcos, habia empezado ya la Iiteratura a describir todas las actitudes corporales del drama de la Cruz, hasta en 10s mis pequeiios detalles, y a dar expre. sibn a todas las emociones que aquCl despertaba. Las Meditationes uitae Christi; atribuidas ya por el aiio 1400 a San Buenaventura 47, fueron el modelo de este patktico naturalismo. Las escenas del nacimiento y de la niiiez, del descendimiento y de 10s llantos por la muerte de Je. s6s fueron pintadas durante tanto tiempo y tan vivamente, que se sa. bia con toda exactitud de quk mod0 habia trepado Jose de Arimatea por la escalera y cbmo habia tenido que apretar la mano del Seiior para extraer el clavo.

Pero entretanto progresa tambikn la tkcnica de la pintura; el arte

~ ~ c k ha alcanzado la representacibn pictbrica de 10s asuntos sagrados plastic0 toma la delantera y algo mis que &a. Con el a r k de 10s van

un grado de detalle y de naturalismo, que acaso pueda llamarse un principio, tomado des& el punto de vista riguroso de la historia del arte, per0 que significa un final desde el purlto de vista de la historia de la cultura. Se ha llegado en el a la mis extremada tens ib en el

de dar forma terrena a lo divino: el contenido mistico de la repre. sentacibn estaba pr&imo a evaporarse totalmente de imigenes y a dejar detr;is de si el mero placer de la forma multicolor.

47 LOS editores de San Buenaventura en Quaracchi, lo atribuyen a Juan (k:

Caulibus. un franciscano de San Gimignano que fallecib en 1370.

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18. El atte y la vida 383

Por eso el naturalism0 de 10s hermanos van Eyck, que suele ser

considerado en la historia del arte como un elemento que anuncia el Renacimiento, debe considerarse con mucha mayor raz6n como el pleno despliegue del espiritu de la dltima Edad Media. Hay en 61 la misma representacibn naturalists de 10s santos que hemos podido observar en todo lo que se refiere a la veneraci6n de tstos, asi en 10s sermones de Juan Brugman como en las trabajadas contemplaciones de Gerson y

en las descripciones de las penas infernales hechas por Dionisio Car. tujano.

Una y otra vez es la forma la que amenaza desbordar a1 contenido y la que Ie impide rejuvenecerse. El arte de 10s van Eyck es por su

contenido totalmente medieval a6n. No hablan por 61 nuevas ideas. Es un dltimo ttrmino, un punto final. El sistema medieval del pensa- miento habia llegado a ser un edificio que tocaba el cielo; s610 seguia siendo posible pintarlo y adornarlo.

De dos cosas tenia conciencia clara el contemporineo de 10s van Eyck en su admiraci6n por la alta pintura. Una, la exacta representa- cibn del asunto, y otra, la incomprensible habilidad artistica, la nunca alcanzada perfeccibn en 10s detalles y en la absoluta naturalidad. AquC- lla, una apreciacibn que radica mis en el mundo de la religiosidad que en la esfera de la sensibilidad estbtica, y bsta, un asombro ingenuo que no llega a ser, para nuestro mod0 de ver, un sentimiento estktico. Un literato genovks que escribia por el aiio 1450, Bartolomeo Fazio, es el primer0 de quien nos son conocidas consideraciones criticas sobre obras de Juan van Eyck que se han perdido en parte 48. Celebra la belleza y la intangible elevacibn de una Madona, 10s cabellos del arcingel San Gabriel -"que superan aun a 10s cabellos auttnticos"-, el santo rigor ascetico que irradia el rostro de San Juan Bautista, la manera en que un San Jerbnimo "vive" realmente. Admira ademis la perspectiva en el cuarto de estudio de San Jerbnimo, el ray0 de sol que entra por urta rendija, la imagen de una mujer que esti baiiindose, reflejada en el espejo; las gotas de sudor que corren por el cuerpo de las demis, la limpara encendida, el paisaje con caminantes y montaiias, bosques, aldeas y castillos; las lejanias sin tkrmino del horizonte y una vez mis

48 Facius: Liber de viris illwtribus, ed . L. Mehos, Flotencia, 1745, p6g. 46; tamhien en Weale, Hubert and John van Eyck, pig. uxm.

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384 El otoiio de la Edad Media

el espejo. Su mod0 de expresarse sdo revela asombro y admiraci6n. Dejase arrastrar gratamente por el curso de una fantasia sin trabas. Por el valor estktico del conjunto no pregunta. He aqui la manera todavia totalmente medieval de apreciar la obra medieval.

Cuando cien aiios despuks triunfan las ideas estkticas del Renaci- miento, se reprocha a1 arte flamenco, como su defect0 fundamental, la exagerada minuciosidad en el detalle indcpendiente. En el caso de que Francesco de Holanda, el pintor portuguks, que presenta sus medi- taciones sobre el arte como conversaciones con Miguel Angcl, haya reproducido realmente la opinibn del poderoso maestro, estc 1:abria dicho aproximadanlente lo quc sigue:

"La pintura flamenca agrada a todas las personas piadosas mis que la italiana. gsta nunca les arranca lligrimas, mientra: que aqudla les hace llorar copiosamente, sin que esto sea en mod0 alguno- consecuencia de la fuerza y del mkrito de este arte, sino que la 5nica causa de ello es la gran sensibilidad de las personas piadosas. La pintura flamenca es muy del gusto de las mujeres, sobre todo de las mis viejas y de las muy jbvenes, como tambien del gusto de 10s frailes, de las monjas y de todas las personas distinguidas que no son sensibles para la verda- dera armonia. En Flandes se pinta principalmente para reproducir de un mod0 engafioso la apariencia extcrna de las cosas y muchas veces se pintan asuntos que sumen a1 contemplador en un Cxtasis o que son irreprochables, como santos y profeeas. Mas par lo regalar pintan lo que se suele llamar un paisaje y muchas figuras en 61. Y si bien esto afecta gratamente a 10s ojos, de hecho no hay ni arte, ni raz6n en ello, ni simetria, ni proporciones, ni elecci6n. ni grandeza; en una palabra, esta pintura carece de fuerza o de grandeza; quiere reproducir a la perfecci6n y a la vez muchas cosas, de las cuales fuera una sola bastante para emplear en ella toda la fuerza".

Con las personas piadosas se alude en este pasaje a 10s espiritus de cepa medieval. La antigua belleza habiase convertido para aquel genio en un negocio de 10s humildes y de 10s debiles. Pero no todos juzgaban asi. Para Durero, Quintin Metsys y Juan van Scorel, de quien se dice que bes6 !a Adoracidn de! Cordero, no estaba el antiguo arte muerto en mod0 alguno. Pero en este punto Miguel Angel representa de un mod0 mPs exclusivo a1 Renacimiento. Lo que 61 rechaza en el arte flamenco son justamente 10s rasgos esenciales del espiritu de la Gltima

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18. El arte y la vida 385

Edad Media: el sentimentalismo sin trabas, la propensi6n a ver cada detalle como una cosa independiente y cada cualidad percibida como algo esencial, el completo perderse en la muchedumbre multiculor de las cosas vistas. Contra esto se levanta la nueva interpretacibn rena- centista del arte y de la vida, a la que d o se pudo llegar -corn0 sucede siempre- a cosla de una ceguera temporal para la belleza o la verdad pasadas.

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Capitdo 19

LA SENSIBILIDAD ESTETICA

A CONCIENCIA refleja del goce estetico y la expresi6n verbal de kste han tenido un desarrollo muy tardio. El admirador del arte en el siglo xv s610 dispone de 10s medios de expresion

que podemos esperar hoy de un hombre del pueblo asombrado. Ni siquiera posee todavia el concept0 de la belleza artistica. Cuando la belleza del arte lo traspasa con sus rayos y lo hace estremecerse de entusiasmo, traduce inmediatamente esta vivencia en un estar lleno de Dios o en alegria de vivir.

Dionisio Cartujano ha escrito un tratado De venustate mundi et pulchritudine Dei l. Ya en el titulo es atribuida la verdadera belleza linicamente a Dios; el mundo s610 puede ser venustus, lindo, agra- dable. Las bellezas de lo creado -dice Dionisio- s610 son reflejos de la suma belleza; una criatura es llamada bella en cuanto participa en a l p de la belleza de la naturaleza divina y de este mod0 se torna en cierta medida formalmente semejante a 6sta2. Sobre esta amplia y sublime teoria de la belleza, para la cual Dionisio se apoya efi el Pseudo-Areopagita, San Agustin, Hugo de San Victor y Alejandro de Haless, habria que levantar un puro anilisis de toda belleza. Mas para esto le faltan a6n las iuerzas a1 espiritu del siglo xv. Dionisio

1 Dion. Cart. , Opera, t . xxxrv, pig. 223. 2 L. c., pigs. 230, 247. 3 0. Zijckler: Dionys des Karlausers Schrift De venustate mundi, Beitrag rut

Vorgeschichte der A'sthetik, Theol. Studien und Kritiken, 1881, phg. 651; cf. E Anitchkoff: L'esthCtique au Moyen dge, Le Moyen dge, x x , 1918, pig. 221; A1. Grab- mamm: Des Ulricg Engelberti von Strassburg 0. Pr. Abhandlung De Pulchro. Sit. zungsb, Buyer. Akademie, Phil, hist. Kl. , 1925; W . Seiferth: Dantes Kunsthere. Archiv f. Kuhrgeschichte, xvn, 1927, pigs. 194 y sigs.

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19. La sensibilidad esthica 387

llega incluso a tomar siempre sus ejemplos de belleza terrenal -como, por ejemplo, una hoja, el mar de colores cambiantes, el mar agitado- a sus precursores, principalmente a 10s dos finos espiritus del monas- teria, de San Victor en el siglo xu: Ricardo y Hugo. Cuando C1 mismo quiere analizar la belleza, se queda totalmente en la superficie. Las hierbas son bellas polque son verdes; las piedras, porque brillan; el tuerpo humano, el dromedario y el camello, porque son adecuados a su fin. La tierra es bella porque es larga y ancha; 10s cuerpos celestes, porque son redondos y luminosos. En las montaiias admiramos la grandeza, en 10s rios su largo curso, en 10s campos y en 10s bosques su extensibn, en la tierra misma, su inmensa masa.

El pensamiento medieval reduce siempre el concepto de la belleza a las ideas de perfeccibn, proporcibn y brillo. Nam ad pulchritudinem -dice Santo Tomis de Aquino- tria requiruntur. Primo quidem inte- pitas sive perfectio: quae enim diminuta sunt, hoc ips0 turpia sunt. Et debita proportio siue consonantia. Et iterum claritas: unde quae habent colorem nitidum, pulch~a esse dicuntur*. Tambih Dionisio trata de aplicar normas anhlogas. El resultado es algo lamentable; la estktica aplicada es siempre mala cosa. NO es maravilla que el espiritu no pueda permanecer en la belleza terrena, con un concepto tan intelec- tualista de la belleza. Siempre que quiere describir lo bello, Dionisio se desvia a1 punto en la direccibn de la belleza invisible: la de 10s 6ngeles y la del Empireo. 0 bien la busca en las cosas abstractas: la belleza cle la vida es el curso mismo de la vida obediente a la direccibn y a 10s mandatos de la ley divina, libre de la fealdad del pecado. De la belleza del arte no habla; ni siquiera de la belleza de la mdsica, que es la que mis fricilmente le hubiera debido afectar como un valor estktico suslantivo.

Cierta vez entra el mismo Dionisio en la iglesia de San Juan de Hertogenbosch, mientras toca el Qgano. La duke melodia lo sume en seguida en un duradero Cxtasiss, olvidado de si mismo, derretido el corazbn. El sentimiento estktico se torna en seguida sentimiento

4 Pues tres cosas se requieren para la belleza. Primero, la integridad o perfec. ci6n; las cosas que estin incompletas son por esto mismo feas. Despub, la justa proporcidn o armonia. Y, por liltiino, la claridad; por lo cual son llamadas Wlas las cosas que tiencn un color brillante. Summa theologiae, pars 13, q. xxxrx, art. 8.

5 Dion. Cart.: Opera, tom0 I, Vila, p5g. xxxvr.

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388 El otoiio de la Edad Media

religiose. Ni siquiera se le ocurre a Dionisio que en la belleza de la mlsica o de las artes plisticas podia admirar otra cosa que lo s a n t ~ en si.

Dionisio era uno de 10s que desaprobaban la introduccibn cte la moderna mlsica polif6nica en la iglesia. El fraccionamiento de las voces (fractio vocis) parece el signo de una alma tambikn rota, dice, siguiendo a un autor mis antiguo; puede compararse a 10s cabellos rizados en un hombre o a 10s vestidos plegados en una mujer: todo pura vanidad. Algunas personas que habian tomado parte en el canto polifbnico le habian confiado que hay en 61 soberbia y cierta volup- tuosidad del espiritu (lascivia animi). Dionisio reconoce que hay per- sonas piadosas a quienes las melodias incitan de un modo muy intenso a la contemplacibn, a la devocibn, por lo cual la Iglesia admite el 6rgano. Pero cuando esa mlsica artificiosa sirve para agradar a1 oido y servir de placer a 10s presentes, principalmente a las mujeres, en- tonces debe rechazarse sin duda ninguna 6.

Aqui vemos c6mo el espiritu medieval, tan pronto como quiere apresar en palabras la esencia de la emocibn musical, no dispone de otras posibilidades de expresi6n que las que sirven para las pasiones: la soberbia y cierta voluptuosidad del espiritu.

Sobre la estCtica musical se escribia entonces continuamente. Por lo regular se edificaba sobre las teorias musicales de la Antigiiedad, ny obstante no comprenderlas hacia largo tiempo. Pero en dltimo tkrmino 10s tratados no nos dicen nlucho sobre la manera que se tenia de gozar realmente la belleza musical. Cuando tratan de expresar lo que en- cuentran de propiamente bello en la mlsica, se limitan a hacer mani- festaciones muy generales, sumamente analogas en su especialidad a 10s modos de expresar la admiraci6n por la pintura. Ya son las alegrias celestiales las que se gozan en la mtisica, ya es la exacta imitacibn lo que se admira en ella. Todo contribuia a hacer que la emoci6n musi- cal pareciese aniloga por su esencia a un placer celestial; no se trata de una reproduccibn de las cosas sagradas, como en la pintura, pcro si de una sombra de las mismas alegrias celestiales. Cuando el buen Molinct,

6 Dion. Cart.: De vita canonicorurn, art. 20, Opera, tomo xxxb~r, pig. 197; An discantus it1 divino obsequio sit cornmendabilis; cf. Tomds de Aquino, Sunanta them logiae, 11% m e , q. 91, art. 2; Utrum cantus sint assurnendi ad lalidern divinnm.

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19. La sensibilidad esdtica 389

a quien a1 parecer gustaba mucho la musica, cuenta cbmo Carlos el Temerario, que era, en efecto, un gran amigo de la mlisica, pasaba el tiempo en su campainento de Neuss entregado a la literatura y mis todavia a la rnusica, prorrumpe en esta retahila su espiritu de ret& rico: Car musique est Ea rtsonnance des cieux, la voix des anges, la joie de paradis, l'espoir de l'air, l'organe de PEglise, le chant des oyselets (pajarillos), la rkcre'acion de tous cueurs tristes et disole's, la persicu- tion et enchassement (expulsibn) des diables 7. El elemento extitico en el goce de la mlisica era, naturalmente, muy bien conocido: "La fuerza de las armonias -dice Pierre d'Ailly- arrebata hasta tal punto a1 alma humana, que no s610 se eleva por encima de las demis pasiones y euidados, sino incluso por encima de si misma"8.

Si en la pintura ya se admiraba la imitaci6n expresiva de 10s objetos de la Naturaleza, para la mlisica era todavia mayor el peligro de buscar ia belleza en la imitaci6n. Pues la mJsica habia hecho ya desde muy antiguo el uso mis celoso de sus medios expresivos. La caccia (de donde se deriva el catch inglCs, nombre de un canon) es el ejemplo mis conocido: imita primitivamente una caza. Olivier de la Marche refiere c6mo en una de estas piezas oia el ladrido agudo de 10s perros pequefios y el ladrido sonoro de 10s dogos y el ruido de las trompas, como si estuviese en el bosqueo. A principios del siglo XVI dan las Inventions de Jannequin, discipulo del famoso Josquin de Prts, expre- si6n en forma de m6sica a diversas cazas, a1 estruendo de la batalla de Marignano, a la griteria del mercado de Paris, a le caquet des femmes y a1 canto de las aves.

El analisis teorktico de lo be110 resulta, pues, deficiente; la posibi- lidad de expresar la admiracibn, superficial. En el anilisis no se va en un principio mucho mis allh de poner en lugar de la belleza 10s conceptos de medida, gracia, orden, grandeaa y adecuaci6n a1 fin, para explicarla. Y ante todo, el concept0 del brillo y de la luz. Para ex- plicar la belleza de las cosas espirituales, las refiere Dionisio a la luz: el entendimiento es una luz; la sabiduria, la ciencia y la habilidad

7 Molinet, I, pig. 73; cf. 67. W e l r i Alliaci de falsis prophetis, en Gerson, Opera, I, pig. 538. 9 La Marche, 11, pig. 361.

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390 El otoiio de fa Edad Media

artistica no son nada mPs que luminosos resplandores que iluminan con su claridad el espiritulo.

Si se trata de capturar el sentimiento de la belleza que se tenia en aquel tiempo, no en la definici6n del concept0 de la belleza, ni en las declaraciones sobre las emociones causadas por la pintura y la mllsica, sino en las manifestaciones espondneas de jubiloso entusiasmo por la belleza, nos sorprende el hecho de que estas manifestaciones se relieren casi siempre a las sensaciones de la luz y del brillo o a la sensacibn de un movimiento vivo.

Froissart se deja dominar raras veces por la impresibn de la belleza de las cosas, pues tiene demasiada ocupaci6n con sus relatos sin fin; per0 hay un espectPculo que le arranca repetidas veces palabras de jubiloso entusiasmo: el de 10s buques sobre el agua, con sus grimpolas y gallardetes flameantes, cuyas armas en colores brillan a1 sol. 0 tambikn el centelleo de 10s rayos del sol sobre 10s yelmos, 10s arneses, las puntas de las lanzas, ios banderines y 10s pendones de una tropa de caballeros que se acercall. Eustache Deschamps admira la belleza de 10s molinos que giran o del sol en una gota de rocio. La Marche advierte cuPn bellamente resplandece la luz del sol sobre 10s rubios cabellos de un golpe de caballeros alemanes y bohemios 12. Esta admi- racibn por todo lo que brilla explica el adorno del vestido en el siglo xv, que consistia principalmente en recargarln de piedras preciosas. S6lo mPs tarde dejan &stas paso a las cintas y 10s lazos. Para hacer m8s intensa aim la impresi6n del brillo por medio del sonido, se llevan campanillas o monedas. La Hire lleva un manto rojo, todo cargado de grandes esquilas de plata. El capitan Salazar aparece en una entrada del aiio 1465 con veinte caballeros acorazados, cuyos caballos llevan todos grandes campanas de plata. En la gualdrapa de su propio caballo va sujeto a cada una de las figuras de que esti sembrada un gran cascabel de plata dorada. En la entrada de Luis XI en Paris, el aiio 1461, llevan 10s caballos de 10s grandes seiiores Charo- lais, Croy, Saint Pol y otros, una multitud de grandes campanas sobre

10 De uenustate, etc., t. xxxw, pig. 242. 11 Froissart, ed. Luce, m, pig. 90; ~111, pdgs. 43, 58; XI, pigs. 53, 129; ed. Ker

vyn, XI, plgs. 340, 360; XIII, pig. 150; xrx, pigs. 157, 215. 12 Deschamps, I, p8g. 155; 11, p?g. 211: 11, nrim. 507, plg. 208; La Marche, I, pl-

gina 274.

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19. La sensibilidad esdtica 391

sus gualdrapas. El corcel de Charolais lleva una campalla que cuelga, entre cuatro soportes, sobre sus lomos. Carlos el Temerario aparece en un torneo con un traje de fiesta cubierto completamente de florines del Rin, que iban tintineando. Los gentileshombres ingleses que toman parte en el mismo torneo llevan trajes guarnecidos con nobles de oro la.

En las bodas del conde de Ginebra, en Chambery (1494), bailan caballeros y damas una danza, todos vestidos de blanco, cubiertos de or clinquant, y 10s caballeros, ademis, con anchos cinturones llenos de campanillas I*.

La misrna ingenua complacencia en todo lo que atrae fuertemente la atencidn puede observarse tambidn en el sentido de 10s colores que se tenia entonces. Si se quisiera definir kste exactamente, seria nece- saria una extensa investigacidn estadistica, que deberia abarcar, tanto la escala cromitica de las artes pllsticas, como la del arte del vestido y la de la ornamentacibn; para el vestido habria que sacarla antes de las numerosas descripciones que de 10s restos de tejidos malamente conservados. El heraldo Sicilia da en su Blason des Couleurs, ya men- cionado, algunos puntos de apoyo muy valiosos. En las cr6nicas en- cukntranse, ademis, extensas descripciones de 10s trajes usados en 10s torneos y en las entradas triunfales. En estos trajes de fiesta y de gala reinan, como es natural, tonalidades completamente distintas de las que privan en vestidos de diario. El heraldo de Sicilia tiene un capitulo sobre la belleza de 10s colores muy ingenuo. El rojo es el mis be110 de 10s colores, y el pardo el mis feo; per0 el que mPs le gusta es el verde, el color de la naturaleza. De las combinaciones de colores celebra el azul-amarillo pilido, el blanco-anaranjado, el rosa-anaranjado, el blanco-rosa, el blanco-negro y otras muchas. El verde-azul y el rojo- verde son corrientes, per0 no bellas. Los medios verbales de que dis- pone para designar 10s colores son, como se comprende, todavia pobres. Esfuerzase por distinguir 10s diversos matices del gris y del pardo con terminos compuestos, como "pardo-blanquecino", "pardo-violeta", etc.

Los vestidos corrientes emplean ya mucho el gris, el negro y el Ma. "El negro -dice Sicilia- es el color preferido hoy en dia para el ves-

13 Lit~r-e des trahisons, pigs. 150, 156; La Marche, 11, pAgs. 12, 347; 111, pigs. 127, 89; Chastellain, IV, pAg. 44; Chron. scand., I, p6gs. 26, 126.

14 Lefevre de S. Remy, 11, pigs. 294, 296.

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392 El otoiio de la Edad Media

tido, a causa de su sencillez. Pero se abusa de 61." El traje masculine ideal que 61 esboza se compone de jub6n negro, calz6n gris, zapatos negros, guantes amarillos, etc. En las telas para vestir bdscanse tambien el gris, el violeta y varios matices del pardo. De azul van 10s campe- sinos y 10s ingleses. TambiCn sienta a las muchachas jbvenes, asi comb el rosa 15.

El blanco es a propbsito para 10s nifios hasta 10s siete afios ly para 10s imb&ilesl Llevan principalmente el amarillo las gentes de guerra, 10s pajes y 10s sirvientes; pero no gusta sin combinarlo con otros colo- resl6. "Y cuando llega el mes de mayo, no veriis llevar mis color que el verde".

En 10s trajes de fiesta y de gala sorprende, en primer lugar, la pre- ponderancia del rojo. Nadie podria esperar, por lo demh, otra cosa de esta edad tan roja. En las entradas triunfales de 10s principes va frecuentemente la comitiva toda de rojo 17; A su lado ocupa un ancho espacio el blanco, como color fijo y uniforme. En la coordinacibn de colores toltrase toda combinaci6n: rojo-azul, violeta-azul. En una fiesta que describe La Marche aparece una muchacha vestida de seda violeta sobre una hacanea, con una gualdrapa de seda azul, guiada por tres hombres vestidos de seda bermeja con gorros de seda verde ls.

No se puede negar tampoco cierta predileccion por combinaciones de colores oscuros e intensos con colores claros y piilidos.

Es digno de nota que el negro y el violeta ocupan como colores principales del vestido un puesto mucho mayor que el verde y el azul, mientras que el arnarillo y el pardo faltan casi por completo. El negro, ante todo el terciopelo negro, representa sin disputa el boato orgulloso

sombrio we a a la +ow, la altanera distincibn frente a1 gayo abigarramiento que estalla en torno. Felipe el Bueno va siempre de negro, desde que ha pasado su juventud, y viste t~ambikn asi a su sCquito y sus caballosl? Los colores favoritos del rey RenC, que aspiraba

1s Couderc: Les comptes d'un grand couturier parisien au X V e sidcle. Bullelin de fa Soc. de I'Hist. de faris, xxxv111, 1911, pigs. 125 y siguientes. 16 Blason des Couleurs, ed. Cocheris, pigs. 113, 97, 87, 99, 90, 88, 108, 83, 110. 17 Por ejemplo, Monstrelet, v, phg. 2; du Clercq, I, pig. 348. l a La Marche, 11, pig. 343. 19 Chastellain, vlr, plg. 223; La Marche, I, pig. 8 6 ; 11, pigs. 11, 68, 345; du

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19. La sensibilidad estitica 393

todavia m8s celosamente a la distincibn y el refinamiento, son el gris. el blanco y el negro 20.

La mayor rareza del azul y el verde no debe considerarse, por lo demds, meramente como una manifestaci6n del sentido de 10s colores. Entre todos 10s colores tetiian el azul y el verde una especial importan- cia simbdlica, y esta significacibn era tan peculiar que 10s hacia casi inutilizables como colores para vestir. Ambos eran 10s colores del amor: el verde simbolizaba el enamoramiento; el azul, la fidelidad21. 0 mejor dicho, estos dos eran 10s colores propios del amor, pero tambikn 10s demds colores podfan ser utilizados por el simbolismo erbtico. Des- champs dice de 10s enamorados:

" L i uns se vest pour l i d e vert, L'autre d e bIeu, l'autre de blanc, L'autre s'en vest vermeil corn sane, Et cilz qui plus la veult avoir Pour son grant dueil s'en vest de noir" 3"

Mas el verde era en especial el color del amor cortis, juvenil y lleno de esperanzas:

I1 te fauldra de vert vestir, C'est la livrCe aux amourculx 23.

Por eso debe el caballero que ha hecho un viaje regresar a casa vestido de verdez4. Con un vestido azul testimonia el amante su

Clercq. 11, phg. 197; Jean Germain: Liber d e virtutibus, pig. 11; Jouf froy: Oratio. pigina 173.

20 D'ESCOIIC~Y. I, pig. 234. 2 1 V. cap. vnr. 22 L e miroir de mariage, xvrr, vs. 1650; Deschamps, Oeuwes, IX, pig. 57. El

uno se viste por ella d e verde, - El otro d e azul, el otro de blanco, - El otro s, viste de bermejo como sangre - Y el que m i s la quiere poseer - Por su gran dolor se viste d e negro. 23 Chansons fran~aises d u quinribme sidcle, ed. G. Paris (Soc. des anciens textes

francais), 1875, n d m . XLV, pig. 50; c f . Deschamps, ndmero 415, 111, pig. 217, nd - mero 419; ib., pig. 233, n d m . 423; ib., pig. 227, ndm. 481; ib., pig. 302, n d m . 728. N, p&g. 199; I'Amant rendu cordelier, h. 62, pig. 23; Molinet: Faictz et Dictz, folio 176.

24 Blason des couleurs del herald0 Sicilia, ed. Cocheris, p ig . 110. Sobre el sim- bolismo d e 10s colores e n Italia, v. Bertoni: L'Orlando furioso, pAgs. 221 y sigs.

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fidelidad; y asi hace Cristina de Pisan responder a la dama, cuando su amador sefiala su vestido azul:

Au bleu vestir ne tient mie Ze fait, N'a devises porter, d'amer sa dame, Mais au semis de loyal cuer parfait Elle sans plus, et la garder de blame . . . Ld gist l'amour, non pas nu bleu porter Mais puet estre que plusieurs le meffait De faulsetd cuident couvrk soubz lame Par bleu porter.. .25.

Esto explica probablemente a la vez por quk el color azul podia significar tambikn la infidelidad, por una especie de conversi6n ir6nica en su contrario, y dando un salto era aplicado no s610 a1 infiel, sino tambitn a1 engaiiado. El manto azul significaba en holandks la adJl- tera, y la cote bleue es el traje del engaiiado:

Que cils qui m'a de cote bleue armd Et fait monstrer au doy, soit occis2e.

2Puede derivarse de ksta la significacibn del azul como color de la locura? -La blauwe scute (la barca azul) significa el vehiculo de 10s locos-. Quede ello indeciso.

Si el amarillo y el pardo permanecen, pues, en el Jltimo tkrmino, habri que atribuirlo principalmente a1 desagrado causado por estos colores. Pero el sentido puramente visual de 10s colores, que repele sus cualidades cromiticas, puede colaborar tambib aqui con su significa- ci6n simbdlica negativa. 0 dicho con otras palabras: el amarillo y el

25 En vestir de azul no consiste - Ni en llevar divisas, el amar a su dama, - Sino en servirla con puro y fie1 coraz6n, - Sin reservas, y en libmr!a cte afren- tag.. . - En esto radica el amor, no. en ir de azul, - Mas puede ser que algunar el crinren - De la falsedad mean poder encubrir - Por ir de azul. Cent balades d'amant et de dame, n6m. 92, Cristina de Pisan, Oeuvres podtiques, IU, pig. 299. Cf. Deschamps, x, n6m. 52. L'histoire et plaisante chronicque du petit Jehan ds Saintrd, ed. G. HellCny, Paris. 1890, pig. 415.

26 Que aquel que me ha equipado de traje azul - y ha hecho que me seiialen con el dedo, sea muerto. Le Pastoralet, vs. 2.054, pig. 636; cf. Les cent nouvelles, 11, pig. 118: craindroit tr2s fort estre du rang des bleuz vestux, qu'on appelle com- munement nor amis.

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19. La sensibilidad est6tica 395

pardo no gustaban porque se 10s encontraba feos y se les atribuia por la misma razGn una significacibn desfavorable. La esposa desgraciada dice:

Sur toute couieur j'ayme la tennde (el curtido) Pour cr que je l'ayme m'en suys habilUe, Et toutes les aultres uy n~is en obly (olvido) Hellas! mes amours ne sont ycy.

Otra cancioncilla dice:

Gris et tanm2e puis bien porter Car ennuyd suis d'espdrance 27.

A1 contrario que el pardo, el gris se emplea mucho en 10s trajes de fiesta. Como color de la tristeza tenia, probablemente, un matiz mis elegiac0 que el pardo.

El amarillo significaba ya entonces la hostilidad. Enrique de Wiirt- temberg pasa por delante del duque de Borgoiia con un skquito vestido todo de amarillo; et fut le due aduerty que c'estoit contre luy 2a.

Desde mediados del siglo parecen decaer temporalmente el negro y el blanco, mientras que ascienden el azul y el verde. (Pero ksta es s610 una impresi6n provisional, que necesita a6n la mayor corrobora- ci6n). En el siglo xvr han desaparecido, en su mayor parte, segdn todas las apariencias, aquellas combinaciones cromAticas en el vestido parti- cularmente atrevidas de que ya se habl6 arriba. Esto sucede al mismo tiempo que el arte trata de evitar el contraste ingenuo de 10s colores primarios. La sensibilidad para la armonia de 10s colores no les llega de Italia a 10s artistas de 10s dominios borgoiiones. Ya Gerard David, que desde el punto de vista de la forma sigue trabajando exactamente en el estilo de la antigua escuela, revela, en comparaci6n con sus pre- cursores, un refinamiento del sentido cromitico que delata cbmo este concuerda en su evoluci6n con la estructura general del espiritu. Aqui tenemos delante de nosotros un campo en el cual pueden esperar toda- via mucho una de otra la historia de la cultura y la historia del a t e .

27 Chansons d u X V e sidcle; n6m. 5, pig. 5; ndm. 87, pig. 85. 28 La Marche. 11, pig. 207.

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Capitulo 20

LA IMAGEN Y LA PALABRA, I

T ODO el que se propone seriamente establecer una clara divisidn entre la edad Media y el Renacimiento advierte que 10s li- mites se le ensanchan y escapan. Percibe en plena Edad

Media formas y movimientos que parecen ostentar ya el sello del Renacimiento, y para poder abarcar tambikn estas manifestaciones se estira el concepto del Renacimiento hasta un extremo en que pierde toda su fuerza eldstica l. Pero esto es aplicable tambikn a1 lado con- trario. Quien estudia el espiritu del Renacimiento sin un esquema preconcebido encuentra en 61 muchas cosas "medievales", mPs de las que parecen permitir las teorias. Ariosto, Rabelais, Margarita de Navarra, Castiglione y todas las artes plisticas estPn llenos de ele- mentos medievales en su forma y en su contenido. Y, sin embargo, no podemos suprimir la divisi6n. La Edad Media y el Renacimiento se han tornado para nosotros conceptos en 10s cuales paladeamos la esencia de estas Cpocas en su peculiaridad y diversidad, con la misma exacta distinci6n que la diferencia entre la manzana y la fresa, aunque sea casi imposible puntualizar con palabras esta diferencia.

Pero es necesario reducir con el miximo rigor posible a su signifi- caci6n primitiva el concepto de Renacimiento, que no encierra la idea de un limite temporal tan claramente como el de la Edad Media. Hay que rechazar en absoluto, con Fierens Gevaert y otros, la inclusi6n

1 Vkase sobre esto mi ensayo Het probleein der Renaissance en Tien Studien, 1926, phgs. 282 y sigs.

2 La Renaissance septentrionale ct les premiers maitres des Flandres, Bruse- las, 1905.

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de Sluter y de 10s van Eyck en el Renacimiento. Los tres saben com- pletamente a Edad Media. Y son, en efecto, medievales por la forma y por el contenido. Por el contenido, porque su arte no ha abdicado de nada antiguo, ni recogido nada de lo nuevo en su materia, en sus ideas y en su destino. Por la forma, porque justamente su concienzudo realism0 y sus esfuerzos por dar a todo la forma plistica mis corerea posible son el sazonado fruto del genuino espiritu medieval. Pues asi lo hemos visto imperar en el pensamiento religioso y en su expresi6n sensible, y asi en las formas de pensar en la vida diaria y por todas partes en general. Esta inclinaci6n a1 mis extremado realism0 s610 desaparece en el Renacimiento, y en este s610 cuando se encuentra en pleno des- arrollo: en el cinquecento italiano; el quattrocento coincide a6n con el Norte.

En las artes plisticas y en la literatura francesa y borgoiiona $el siglo xv no encuentra su expresi6n para nada el nuevo espiritu, cuaE quiera que sea la nueva belleza que pueda haber en ellas. Siguen a1 servicio del espiritu que se encuentra justamente en su otoiio. Perte- necen a1 acabado sistema del pensamiento medieval, y apenas hay todavia para ellas otro problema que el de expresar y adornar del mod0 mis perfecto posible ideas largamente meditadas. El pensa- miento parece estar agotado, el espiritu espera una nueva fecundaci6n.

Ahora bien, en aquellos periodos en que el poeta y el artista han de limitarse a crear belleza, dando expresibn por medio de ineras parifrasis a un material de ideas totalmente trabajado y dilucidado hace largo tiempo, las artes plAsticas tienen un valor mucho mas alto que la literatura. El contemporheo no lo ve asi. Para 61 sigue te- niendo el pensamiento tanto de convincente y significative, aun cuando ya no se encuentre en pleno florecer, que lo ama y admira justamente en las variaciones formales con que lo reviste la literatura. Todas esas poesias en que resuena la melodia del siglo xv, tan desesperadamente monbtonas y superficiales para nuestro mod0 de sentir, eran loadas por 10s contemporineos con mucho mis entusiasmo que lo fu6 nunca n i e n cuadro. El alto valor estktico de las artes plisticas no es pa- tente todavia para ellos, o a1 menos no lo es de tal suerte que puedan darle expresi6n.

El hecho de que para nosotros haya desaparecido todo aroma y todo brillo de la mayor parte de aquella literatura, mientras las artes

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pl9sticas nos impresionan de un mod0 mucho rnis hondo que nunca lo hicieron a 10s contcmporineos, puede explicarse por la fundamental diferencia existente en el mod0 de obrar la imagen y la palabra. Seria demasiado c6mod0, y a la vez demasiado incomprensible, buscar la diferencia en la clase de 10s talentos y suponer que 10s poetas eran cabezas huecas o llenas tan s610 dc convencionalismos -con la exccp- cibn de Villon y de Charles d'orleins- y 10s pintores, por el contrario, puros genios.

La misma forma logra en las artes plisticas y en la literatura ekctos completamente distintos. Aun cuando el pintor se limita a la simple reproduccibn de la realidad externa en sus lineas y en sus colores, queda siempre por detris de la pura imitacibn formal un 6ltimo resto no expresado y no expresable. Pero cuando el poeta no aspira a mis que a dar mera expresi6n verbal a una realidad visible o pensada, agota en la palabra el tesoro de lo no expresado. Puedc suceder que vibre en el ritmo y en el sonido una nueva belleza no expresada. Pero si estos elementos son tambih dkbiles, el efecto de la poesia shlo dura el tiempo que el pensamiento mismo logre encadenar a1 oyente. El contemporineo reacciona ante la palabra del poeta con una mutitud de asociaciones vivas, pues el pensanlicnto esti entretejido con su vida y lo tiene por nuevo y en £lor bajo la veste de la nueva palabra en- contrada para 61.

Pero cuando el pensamiento ya no ejerce impresicin sobre nosotros por 61 mismo, la poesia sblo puede seguir ejercikndola por su forma. La forma tiene una incomparable importancia y puede ser de suyo tan nueva y tan vivaz, que apenas se pregunte por el contenido ideolhgico. En la literatura del siglo xv brota ya una nueva belleza formal; per0 en la mayor parte de ella seguia imperando una forma antigua, y el ritmo y la melodia son a6n de floja calidad. Pero sin nuevos pensa- mientos y sin nuevas formas, s610 queda un parafrasear y un imitar sin fin 10s temas ya trillados. Estos poetas ya no tienen porvenir.

Para el pintor de un period0 semejante de la historia del espiritu llega mis tarde la hora de la justicia. El pintor vive del tesoro de lo no expresado, y la riqueza de este tesoro es la que determina el efecto m9s profundo y rnis duradero de todo arte. Consideremos 10s retratos de Juan van Eyck. Aquf tenemos la faz aguda y seca de su rnujer Alli la rigida y dura cabeza aristocritica de Baudouin de Lannoy. Y

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alli el gesto misterioso y hermktico del can6nigo van de Paele, la im- perturbabilidad enfermiza del Arnolfini de Berlin, la esfinge egipcia de Leal souvenir. En todos ellos, el profundo portento de la persona- lidad, calada hasta la raiz de su intimidad. Aqui, la caracterizaci6n mPs profunua que es psible: la vista, no la que es necesario apresar en palabras. Y aunqc- Juan van Eyck hubiese sido el poeta mPs grande de su siglo, el misterio que se revela en la imagen no se le hubiera abierto en la palabra.

Esta es la razbn mis profunda de que, coincidiendo en la actitud y en el espiritu, no estkn el arte y la literatura del siglo xv en una relacibn proporcionada. Pero una vez justamente apreciada esta dife- rencia, la comparaci6n de la expresibn literaria y pictbrica en deter- minados modelos y en detalle da por resultado una analogia mucho mayor que la sospechada en un principio.

Si se elige, por un lado, la obra de 10s van Eyck y de sus sucesores, como la maniiestaci6n artistica mis poderosa y verdaderamente repre- sentativa de la Cpoca, tquk obras literarias habria que poner a su lado para poder comparar bien? En primer lugar, no aquelias que tratan las mismas materias, sino aquellas que manan de las misrnas fuentes, que proceden de la misma esfera de la vida. Y esta esfera es, como ya se indic6 mPs arriba, la esfera de las fastuosas cortes de 10s principes y de la rica burguesia avida de grandezas. La literatura que se encuen- tra en la misma linea que el arte de van Eyck es !a literatura Mica, o ai menos aristocritica, escrita en lengua francesa y leida y admirada por ios circulos que encargaban sus obras a 10s grandes pintores.

Entre una y otra existe, en apariencia, una heterogeneidad que hace casi inutil toda comparacibn: el contenido de la pintura es predomi- nantemente religioso; el de la literatura francoborgoiiona, predominan- temente profano. Pero nuestra vista no ilega bastante lejos para arnbas partes. En el arte plistico ocupG un dia el elemento profano un puesto mucho mayor de 10 que nos hacen sospechar 10s restos, y en la litera- tura suelen atraer demasiado nuestra atencion 10s gkneros profanos. Olvidamos con facilidad que en las ricas bibliotecas de 10s palacios dz 10s principes ocuparon siempre el puesto nlPs principal 10s libros pia. dosos. La cancibn amorosa, 10s retofios del Roman de la Rose, 10s brotes de la novela de caballerias, la novella incipiente, la sdtira, la historia: he aqui 10s gheros literarios a que la historia de la literatura

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consagra en primer tkrmino su atencibn. Cuando se trata de la pintura de aquel tiempo, pensamos, ante todo, en la profunda gravedad del retablo y del retrato, mientras que la literatura de la misma Cpoca significa para nosotros, en primera linea, la ruda risa lasciva de la sitira er6tica y el horror mon6tono de la crbnica. Asi llegamos a tener casi la impresi6n de que aquel siglo pint6 sus virtudes y describi6 sus pecados. Pero es un error visual que parezca asi.

Partamos una vez mis del efecto sumamente desigual que provocan en nosotros el arte y la literatura del siglo xv. Con la excepci6n de unos pocos poetas, la literatura nos cansa y aburre. Mon6tonas alego- rias sin fin, en las cuales ni una sola figura presenta un rasgo de novedad o de originalidad y cuyo contenido no es otro que la ciencia moral, largo tiempo ha prescrita y, con gran frecuencia, vacia, de 10s siglos pasados. Una y otra vez 10s mismos motivos formales: el dur- miente en el huerto a quien se aparece una dama simbblica, el paseo matinal en un dia de principios de mayo, la disputa entre la dama y el amante, o entre dos amigas, o cualquier otra combinaci6n, sobre un punto de la casuistica del amor. Desesperante superficialidad, ornamentos estilfsticos de oropel, azucarado romanticismo, una fantasia desgastada por el uso, un prosaic0 moralizar. Asi se nos cscapa una y otra vez el mismo suspiro: ison kstos realmente 10s contemporineos de un Juan van Eyck? ~Puede un espiritu coma el suyo haber admi- rado todo esto? Con suma probabilidad, si. No es mds sorprendente que el hecho de que Bach se inspirase en 10s copleros mis vulgares de una fe reumitica.

El contemporineo, q w ve nacer las obras de arte, las recoge todas por igual en el suefio de su vida. No las aprecia por su perfecci6n estktica objetiva, sino por la plenitud del eco que despiertan en 61, gracias a la santidad o a la viveza apasionada de su asunto. S610 cuando con el tienlpo se despierta del antiguo sueiio de la vida, y la santidad y la pasi6n se han evaporado como el perfume de una rosa, empieza el puro efecto artistic0 de la obra de arie; el que ejerce por sus medios de expresi6n, por su estilo, por su estructura, por su armo- nia. Estos pueden ser de hecho 10s mismos en las artes plisticas y en la literatura y producir, a pesar de ello, obras de arte totalmente hete- rogkneas.

La literatura y el arte del siglo xv participan ambos de aquella cuali-

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20. La imagen y la palabra, I 401

dad general de que ya hablamos como la mis esencial del espiritu de la ~ l t i m a Edad Media: la perfecta expresi6n de todos 10s detalles, la ~nclinacibn a desarrollar todo pensamiento, toda representacibn que se presente, para dar a todo la forma sensible mis objetiva y acabada posible. Erasmo refiere haber oido predicar en Paris a un clerigo sobre la parPbola del hijo pr6digo durante cuarenta dias, o sea llenando con ella toda la cuaresma. Para ello describib el viaje de ida y el viaje de vuelta: que una vez habia comido en un albergue pastel de len- guado, que otra vez habia pasado junto a un molino, que en unae ocasiones jugaba a 10s dados y en otras descendia del caballo para entrar en una hospederia . . ., y exprimia el jugo a las palabras de 10s profetas y de 10s evangelistas de tal mod0 que le fuese posible apli- carlas a toda aquella fantistica chzlataneria. "Y por todo ello les parecia semidivino a la multitud ignorante y a 10s grandes y espetados seiiores" 3.

Esta caracteristica cualidad del desenfrenado desarrollar 10s temas va a ser analizada aqui en dos cuadros de Juan van Eyck. Primero, en la Madona del Canciller Rolin, que se encuentra en el Louvre.

La escrupulosa conciencia con que est5n tratados la estofa de 10s vestidos, el mPrmol de las losas y de las columnas, 10s reflejos de las vidrieras y el devocionario del canciller, nos parecerian pedantes en cualquiera que no fuese van Eyck, Hay un detalle en que esta tecnica tan extremadamente fina llega a resultar en realidad contraproducente: en el adorno de 10s capiteles, en cuyos ingulos -entre parentesis, por decirlo asi- estin representados la expulsibn del Paraiso, el sacrificio de Cain y Abel, la salida del arca de No6 y el pecado de Cam. Pero &lo fuera del espacio abierto que encierra las figuras principales llega a1 pinaculo el gusto por el detalle. A travCs de las columnas ibrese el especticulo de la perspectiva mis admirable que ha pintado nunca van Eyck. Tomemos a Durand Crkville su descripci6n 4:

"Cuando alguien, ivido de novedad, es bastante imprevisor para acercarse demasiado, esti perdido. Se queda cogido por todo el tiempo que puede durar el esfuerzo de una atenci6n sostenida. Es arrebatado

3 Erasmo: Ratio seu Methodus compendia perueniendt ad veram theologiain, ed . Basilea, 1520 pAg. 146.

4 E. Durand Grkville: Hubert et Jean van Eyck, Bruselas, 1910, pAg. 119.

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por la finura del detalle. Considera adorno por adorno la corona de la Virgen, una obra de orfebreria conlo de ensueiio. Contempla figura por figura 10s grupos que llenan -sin hacerlos mis pesados- 10s capi- teles de las columnas. Contempla flor por flor y hoja por hoja la riqueza del fondo. El ojo sorprendido descubre, entre la cabeza del Niiio divino y la Virgen, en una ciudad llena de agujas y de lindos campanarios, una gran iglesia con numerosos contrafuertes, una ancha plaza dividida toda a lo largo por una escalinata y en la cual van, vienen, corren innhmeras pinceladitas que significan otras tantas figuras vivientes. La mirada es atraida por un puente en forma de lomo de asno (pendiente hacia ambos lados) y cargado con grupos de personas que se empujan y cruzan; y sigue las sinuosidades de un rio surcado por barcas mi- crosc6picamente pequefias, y en cuyo centro, sobre una isia mhs peque- fia que la ufia de un nifio, se levanta un magnifico castillo con numerosos campanarios y rodeado de irboles; y vuela a mano izquierda sobre un dique plantado de rirboles y poblado de paseantes; y sigue yendo y viniendo, subiendo uno detrks de otro 10s lomos de las verdes colinas, descansando un momento en la lejana linea de las montaiias nevadas y perdikndose en la infinitud de un cielo apenas azul, en el cual se desvanecen las nubes flotantes."

Pero lo admirable es que en medio de toda esta riqueza no se pierden la unidad ni la armonia, contra lo que afirmaba el discipulo de Miguel Angel. "Y cuando cae el dia, un minuto antes de que la voz de 10s vigilantes ponga termino a vuestra absorcibn, ved c6i110 la obra maestra se transforma en la blandura del ueplisculo, c6mo su cielo se torna mis profundo, c6mo la escena principal, cuyos colores han empalidecido, se sumerge en el misterio infinito de la armonia y de la unidad."

Otro cuadro que resulta singularmente apropiado para consider:w el carhcter del ilimitado detallar es la Anunciacidn del Ermitaje de San Petersburgo. Cuando existia el triptico, cuya ala derecha formaba este cuadro, debia de ser una obra maravillosa. Es conlo si Van Eyck hubiese querido tocar todos 10s registros de la virtuosidad intrkpida del maestro, que todo lo puede y se atreve a todo. Ninguna de sus obras es, a la vez, mis primitiva, mas hieritica y mas rcfinada. El archgel no llega con su embajada en la intimidad de la habitacibn (la escena de donde tom6 su punto de partida toda la pintura de inte-

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20. La imagen y la palabra, I 403

riores) ; llega en una iglesia, como estaba prescrito en el Cbdigo de las formas del arte mPs antiguo. Ambas figuras carecen en su actitud y en su expresibn facial de la. dulzura de la Anunciacidn que hay en la parte externa del altar de Gante. Con una inclinaci6n de recepcidn palatina saluda el arcingel a Maria; no se arrodilla, como en el otro cuadro, con la rama de azucenas en la mano y una estrecha diadema alrededor de la cabeza, sino que lleva un cetro y una rica corona y la rigida sonrisa de 10s eginetas sobre su rostro. En ardiente pompa cro- matica y brillo de perlas, oro y piedras preciosas supera a todas las figuras de ingeles pintadas por van Eyck. El traje es verde y oro; el manto de brocado, rojo obscuro y oro; las alas estin pobladas de plumas de pavo real. El libro que yace delante de Maria, el almohadbn que hay sobre el taburete, todo esti trabajado con el cuidado mPs riguroso. Los detalles de la fabrica de la iglesia estan ejecutados con una minuciosidad anecd6tica. Los vitrales ostentan, ademis de 10s sig- nos del Zodiaco, de 10s cuales son visibles cinco, tres escenas de la vida de Sans6n y una de la vida de David. El muro posterior de la iglesia esti adornado entre 10s arcos con relratos de Isaac y de Jacob en for- ma de medallbn; en la parte superior de un vitral divisanlos a Cristo sobre la esfera terrestre con dos serafines, y ademis de todo esto, como pintura mural, la salvacion de Moisks nifio y la entrega de las tablas de la ley, todo explicado por medio de inscripciones legibles. S610 en 10s artesones del techo es indescifrable para 10s ojos la decoracibn tambikn alli apuntada.

Y de nuevo la maravilla. Con semejante acumulaciGn de minuciosos detalles mantiknese intacta la unidad del tono y del sentimiento corno en la Madona del candler Rolin. En Csta era la alegria de una clara luz diurna la que arrastraba la vista por encima de la escena principal hacia las amplias lejanias. En la Anunciacidn queda envuelto el con- junto por la obscuridad arcana de la elevada iglesia, en un hilito uni- ficador de gravedad y de misterio, de tal suerte que 10s ojos perciben casi con dificultad 10s detalles anecd6ticos.

Zste es, pues, el efecto del "desenfrenado detallar" en-la pintura. El pintor, este pinlor, podia dar, dentro de un espacio de menos de rnedio metro cuadrado de extensibn, libre curso a su desatado gusto por el detalle (o habri que decir: <a las enojosas recomendaciones de un devoto incompetente?), sin fatigarnos mis de lo que lo haria una

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mirada a la complejidad viva de la realidad misma. Pues todo queda dentro de una mirada. Ya en las dimensiones hay una concluyente limitacibn, y el penetrar en la belleza y en la individualidad de todo lo representado tiene lugar sin que se emplee el pensamiento. La mul- titud de 10s detalles no se nota siquiera. Tornan a desaparecer en seguida de la conciencia y obran en el efecto total puramente como elementos cromiticos y de perspectiva.

Cuando se adjudica la cualidad general de: "ilimitado trabajar el detalle", tambitn a la literatura del siglo xv @ien entendido, a la lite- ratura artistica, pues la cancibn popular no entra en esta cuenta), se hace en otro sentido. No es en el sentido de un realismo, que detalla con una finura comparable a la de 1; araiia que teje su tela y que se goza en la minuciosa descripcibn del lado externo de las cosas. En este sentido no se manifiesta a6n en esta literatura. La descripcibn de la naturaleza y de las personas trabaja en &a todavia con 10s sencillos medios de la poesia medieval. Los distintos objetos que con- tribuyen a excitar el sentimiento del poeta son mencionados, no des- critos. El substantivo predomina sobre el adjetivo. S610 son consigna- das las principales cualidades de aquellos objetos, por ejemplo, 10s colores y 10s sonidos. La desenfrenada expresi6n de 10s detalles es en la fantasia literaria mAs de indole cuantitativa que cualitativa. Con- siste mis en un amontonamiento de mudlos objetos que en la expo- sicibn de las cualidades de estos objetos en detalle. El poeta no com- prende el arte de la omisibn, no conoce el vacio, le falta el 6rgano para el efecto de lo no expresado. Esto es tan aplicabie a las ideas que expone como a las imdgenes que conjura. Tambitn las ideas suma- mente simples, evocadas por el asunto, son ensartadas en series lo mis completas posibles. La poesia entera es tan superabundante en detalles como la pintura. Pero ;de qut proviene que la superabundancia pro- duzca en aqutlla un efecto mucho menos armbnico?

Hasta cierto punto puede explicarse esto por la circunstancia de que la relacibn entre lo principal y lo secundario es en la poesia justamente la inversa que en la pintura. En la pintura es escasa la diferencia entre 10 principal, esto es, la expresibn adecuada del asunto y lo accesorio. Todo es esencial. En un solo detalle puede residir para nosotros la mis perfecta armonia de la obra.

Ahora bien: tes en la pintura del siglo xv la profunda religiosidad,

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20. La irnagen y la palabra, I 405

o sea la expresidn adecuada del asunto, lo que admiramos en primer tkrmino? Tomemos el altar de Gante. iQuC poco atraen la atencidn las grandes figuras de Dios, de Maria y de San Juan Bautistal En la tabla principal resbala continuamente nuestra mirada, desde el cordero, que constituye el centro de la escena y el objeto principal de la obra de arte, hacia 10s lados y 10s grupos de adoradores, hacia el fondo y la pintura del paisaje. Y todavia mis a1 borde es atraida la mirada: hacia Adin y Eva y 10s retratos de 10s donantes. Y si a1 menos en la escena de la Anunciacibn reside el Gltimo y grave encanto en las figuras del Arcingel y de la Virgen, o sea en 10s elementos expresivos de la reli- giosidad, casi nos complace mas en ella misma la calderita de cobre y eI trozo de calle soleada. En semejantes detalles, que para el artista s610 significaban un accesorio, florece el misterio de las cosas cotidia- nas en su pacifica actitud, la espontinea emocidn por lo maravilloso de todas las cosas y de su representacidn. A menos que estemos frente a1 cordero de Dios en una actitud de valoraci6n determinada por la fe religiosa, no existe ninguna diferencia entre la emoci6n artistica clue sentimos delante de la santa representacih de la adoraci6n de la Eucaristia y la que experimentamos delante del Puesto de pescado, de Emmanuel de Witte, que se encuentra en el Museo de Rotterdam.

Y justamente en el detalle tiene el pintor una perfecta libertad. En la manera de tratar el asunto principal, en la representaci6n del asun- to sagrado, le es impuesto un riguroso convencionalismo. Todo cuadro religioso tiene su cddigo iconografico, del que no cabe desviarse. Pero a1 pintor le queda un c a m p ilimitado para desplegar libremente su impulso creador. En las vestiduras, en 10s requisitos, en el fondo, puede hacer sin trabas y con toda libertad lo que es cosa del pintor: pintar, reproducir sin el freno de ningGn convencionalismo lo que ve y como lo ve. La s6lida y severa arquitectura del cuadro sagrado ostenta la riqueza de sus detalles como un luminoso tesoro, comparable a una mujer que lleva flores en su traje.

En la poesia del siglo xv es, en cierto sentido, la relaci6n justa- mente la inversa. En lo principal, frente a1 verdadero tema, tiene el poeta libres las manos, pucde -si es capaz de ello- encontrar una idea nueva, mientras que el detalle y el fondo estdn en muy alta medida bajo el imperio de 10s convencionalismos. Hay para casi todos 10s de- talles una norma tradicional de expresidn, un patr6n que s610 se aban?

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dona a disgusto. Todo, las flores, el goce de la naturaleza, 10s dolores y las alegrias, tiene su formas norniativas fijas, en las cuales puede d poeta pulir y colorear algo, per0 sin darles una linea nueva.

Pero 61 pule y colorea hasta el infinito, porque no conoce la salu- dable sujeci6n yue impone a1 pintor la superficie a rellenar. La super- ficie que el poeta tiene delante carece siempre de limites. El poeta esti libre de las restricciones impuestas por la materia de sus medios, y justamente por esta libertad tiene que ser, en proporci&n, un espi- ritu rnis grande que el pintor, para producir algo grande. Los pintores mediocres siguen siendo un placer para la posteridad; per0 el poeta mediocre se hunde en el olvido.

Para exponer el efecto del "desenfrenado detallar" en una poesia del siglo xv habria que repasar propiamente una en toda su longitud, y son largas. Pero como esto no es posible, basten algunas muestras.

Alain Chartier pasaba en su tiempo por uno de 10s rniximos poetas. Se le comparaba con Petrarca, y todavia Cltment Marot lo cuenta entre 10s rnis importantes. La pequeiia historia que he referido m9s arriba puede servir como prueba de su boga. Tomando el punto de vista de su propia tpoca, puede pontrsele a1 lado de uno de 10s primeros pin- tores. El comienzo de su poema Le liure des quatre dames, un coloquio de cuatro damas de la nobleza cuyos adoradores han luchado en Azin- court, nos da, como era de regla, el paisaje, el fondo del cuadro6. Compirese este paisaje con el paisaje bien conocido del altar de Gante: la maravillosa pradera con su cksped y sus flores ejecutadas con una exactitud penosa, con 10s campanarios por detris de las redondas y um- brosas colinas -buen ejemplo de la rnis desenfrenada pintura detallista.

El poeta sale a pasear en la mafiana de primavera para disipar su persistente melancolia:

Pour oublier melencolie, Et pour faire chiere plus lie, Ung doulx matin aux champ* yssy, Au premier jour qu'amours ralie Les cuers en la mison jolie . . .6.

5 Alain Chartier: Oeuvres, ed. Duchesne, pig. 594. 6 Para olvidar mi melancolia - Y para ponerme mis alegre - Salt una duke

maiiana a 10s camps, - El primer dia que el amor enlaza - Los corazones en la bella estad6n.

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Todo esto es un puro convencionalismo y no hay ninguna belleza ritmica o musical que lo eleve por encima de la mis vulgar mediocridad. Sigue la descripcibn de la mafiana de primavera.

T w t autour oiseaulx voletoient, Et ~i Irks-doulcement chantoient, Qu'il n'est cueur qui n'en fust jogeuk. Et en chantant en l'air montoient, Et puis I'un I'autre surmontoient A l'estrivie d qui mieulx mieulx. Le temps n'estoit mie nueux, De bleu estoicnt vestuz les cieux, Et le beau soleil cler luisoit 7.

La simple menci6n de las magnificencias de la estaci6n y del lugar habria hecho aqui muy buen efecto, s610 con que el poeta hubiese sabido limitarse. Hay realmente un incentivo en la absoluta simplicidad de esta poesia de la naturaleza, per0 le falta toda forma. A galope continlia la enumeraci6n. A una descripcibn detallada del canto de 10s phjaros sigue:

Les arbres regarday flourir, Et litvres et connins courir. Du printemps tout s'esjouyssoit. Ld sembloit amour seignourir. Nu1 n'y peult vieillir ne mourir, Ce me semble, tant qu'il y soit. Des erbes ung flair doulx issoit, Que l'air sery adoulcissoit, Et en bruiant par la valee Ung petit ruisselet passoit, Qui les pays amoitissoit, Dont l'eau ne n'estoit pas salee. Ld buvoient les oysillons, APres ce que des grkillons, Des mouschettes et papillom

7 Todo en torno revoloteaban 10s p5jaros - Y cantaban tan dulcemente - Que no hay corazdn que no estuviese gozoso de ello. - Y cantando se elevaban en el aire - Y luego el uno se elevaba por encima del otro, - Rivalizando a cual mas v mejor. - El tiempo no estaba nada nuboso, - De azul estaban vestidos 10s cielos - Y el sol hernoso lucia daro.

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El otoiio de fa Edad Media

Zlz avoient pris leur pasture. Lasniers, aoutours, esmerillons V y , et mouches aux aguillons Qui de beau miel paveillons Firent aux arbres par mesure. De l'autre part fut la closture D'ung pre' gracieux, oh nature. Sema les fleurs sur Id verdure, Blanches, jaunes, rouges et perses. D'arbres flouriz fut la ceinture, Aussi blancs que se ncige pure Les couvroit, ce sembloit paincturc, Tant y eut de couleurs diverses 8.

Un arroyuelo pasa murmurando sobre 10s guijarros; nadan en 61 peces, y un bosquete extiende sus ramas como verde dose1 sobre la orilla. Y sigue otra enumeraci6n de aves: alli anidan Anades, palomas, garzas y faisanes.

&uil es, pues, el efecto de la minuciosa descripci6n del escenario de la naturaleza en la poesia comparada con la pintura, o sea el efecto de una misma inspiraci6n, simplemente expresada con diferentes me- dios? Que el pintor es obligado por el caricter de su arte a guardar una simple fidelidad a la naturaleza, mientras que el poeta se pierde en una superficialidad informe y en la enumeraci6n de motivos con- vencionales.

En este punto hillase la prosa mis cercana a la pintura que la poe- sfa. La prosa de la kpoca esti menos sujeta a determinados motivos. A veces aspira mis conscientemente a la concienzuda reproducci6n de la

8 Los Arboles miraba florecer - Y a las liebres y a 10s conejos correr. - Tod:) se regocijaba de la primavera. - Alli parecia sefiorear el amor. - Nadie puec!e alii envejecer ni morir, - Me parece, mientras alli estC. - De las hierbas salia un dulce aroma, - Que el aire sereno endulzaba, - Y murmurando por el valle - Un pe- queiio arroyuelo pasaba - Que humedecfa 10s campos - Y cuya agua no estaba salada. - Alli bebian 10s pajarillos - Despuks que de grillos, - De mosquitos y de mariposas - Habian tornado su comida. - Alcotanes, buitres, azores - Vi, y moscas del aguijdn - Qoe de hermosa miel pabellones - Hicieron en 10s drboles con medida. - De otra parte estaba la valla - De un g~acioso prado, en que la naturaleza - Sembr6 las flores sobre el verdor, - Blancas, amarillas, rojas y cc!or de pkrsico. - De Arboles floridos estaba cercado, - Tan blancos como si nieve pura - Los cubriese; parecia una pintara, - Tantos colores diversos habia en 61.

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realidad percibida y la lleva a cab0 con libertad de medios. Por eso revela mejor acaso la prosa que la poesia la profunda afinidad que existe entre la literatura y el arte plistico.

El rasgo fundamental del espiritu de la dltima Edad Media es su cariicter preponderantemente visual. Este rasgo es en cierto mod0 el reverso de la decaden~ia del pensamiento. S610 se sigue pensando en representaciones visuales. Todo lo que se quiere expresar es recogido en una imagen 6ptica. Si se podia soportar la absoluta vaciedad ideolb- gica de las representaciones y de las historias alegbricas, era porque se encontraba plena satisfaccibn en las imigenes. La inclinaci6n a repro- ducir directamente lo visible a1 exterior encontraba en 10s medios pic- tbricos una posibilidad de expresi6n mucho mis poderosa y mucho mis perfecta que en 10s literarios. E igualmente podia exteriorizarse esta inclinaci6n con mis fuerza en el lenguaje de la prosa que en el de la poesia. De aqui que la prosa del siglo xv tienda en muchos respectos mis a la pintura que a la poesia. Las tres tienen de c o m h la inclina- ci6n a trabajar sin freno el detalle; per0 esta inclinaci6n conduce en la pintura y en la prosa a un expreso realism0 detallista, que la poesia no conoce, sin disponer, en cambio, de also mejor.

Hay ante todo un escritor en cuyas ideas nos sorprende la misma visi6n cristalina del exterior de las cosas que poseia van Eyck: Georges Chastellain. Era kste un flamenco de la regi6n de Aalst. Aunque se llama lial Fran~ois, Frangois de naissance, parece haber sido el flamen- co su lengua materna. La Marche le llama natif Flameng, toutesfois mettant par escript en langaige franchois. Ill mismo hace resaltar con peculiar vanidad sus cualidades de flamenco, su rudo ruralismo. Habla de so brute langue, lliimase homme flandrin, homme de palm bestiaux, ygnorant, bloisant de langue, (gras de bouche et de palat et tout enfan- git d'autrss povretts corporelles a la nature de la terreo. A su raza debe su prosa demasiado grave, adornada y majestuosa, la pesada grandiloquence que le hace siempre m8s o menos ingrato para 10s lec- tores franceses. Su pomposo estilo tiene cierta tosquedad elefantina. Un

9 Flamenco, hombre de 10s pantanos salvajes, ignorante, que sesea de lengua (bloiser, propiamente: cambiar a1 hablar las consonantes dentales sonoras y mudas; moclerno: bliser), craso de boca y de paladar (a1 hablar) y todo manchado de otroJ defectos corporales propios de su tierra. Chastellain, I, p&gs. 11, 12; N, pigs. 21, 393: VII, pig. 160; La Marche, I, pigina 14; Blolinet, I, pig. 23.

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contemporineo lo llama con raz6n cette grosse cloche si haut son- nant lo. Pero a su raza flamenca hay que atribuir tambiCn probable- mente la clara visibilidad de sus objetos y su poderoso colorido, por todo lo cual recuerda repetidas veces a modernos escritores belgas.

Entre Chastellain y Juan van Eyck existe una innegable afinidad, con una gran diferencia de nivel artistico. Lo mejor de Chastellain corresponde, en el caso m9s favorable, a lo menos bueno de van Eyck, y ya es mucho igualar, aunque sea en lo menos, a un Juan van Eyck. Pienso, por ejemplo, en 10s ingeles cantores del altar de Gante. Las pesadas vestiduras, llenas de rojo obscuro, oro y piedras centclleantes, 10s gestos exagerados, la ornamentaci6n algo minuciosa del atril, repre- aentan en la pintura la pomposa hinchaz6n del estilo literario oficial de la corte de Borgofia. Pero mientras que en la pintura ocupa este ele- mento ret6rico un puesto subordinado, en la prosa de Chastdlain es lo principal. Sus dotes de exacto observador y su realism0 vivaz quedan anegados las mis de las veces pox- el desbordamiento de frases demasia- do adornadas y por el Cnfasis tonante.

Tan pronto, sin embargo, como describe Chastellain un suceso que encadena especialmente el inter& de su espiritu flamenco, se introduce en su narracih, a pesar de toda la usual solemnidad, una elemental rudeza y fuerza plistica, que la hace extravrdinariamente intuitiva. Su riqueza ideol6gica no es mayor que la de sus contemporineos; la cal- derilla, ha largo tiempo en circulacih, de las convicciones religiosas, morales y caballerescas, funciona tambiCn en Cl como una substancia; el pensamiento discurre totalmente por la superficie; per0 la forma sen- sible es nitida y vivaz.

Su retrato .de Felipe el Bueno tiene casi el direct0 vigor de un van Eyckll. Con la complacencia de un cronista, que es en el fondo de su coraz6n un novelista, relata con particular extensi6n y prolijidad una disensi6n entre el duque y su hijo Carlos que se produjo a comien- zos del afio 1457. En ninguna otra parte resalta con tanta claridad su percepci6n predominantemente visual de las cosas; todas las circuns- tancias externas del suceso estin reproducidas con palpable visibili- dad. Es necesario citar algunos pasajes extensos.

10 Jean Robertet, en Chastellain, VII, pkg. 182. 11 Chastellain, VII, pkg. 219.

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La disensi6n surgib por causa de un puesto en la casa del joven conde de Charolais. El viejo duque, a pesar de una promesa anterior- mente dada, queria que la plaza fuese concedida a uno de 10s Croy, que gozaba de gran favor con 61. Carlos, que veia con disgust0 este favoritismo, se rebel6 contra 61.

L e duc donques par u n luvdy qui estoit le jour Saint-Anthoine 12, a p r h sa messe, aiant bien d b i r que sa maison demorast paisible et sans discention (disensi6n) entre ses seruiteurs et que son fils aussi fist par son conseil et plaisir (obrase se@n su gusto y voluntad) , a p d s que j& auoit dit une grant part de ses heures et que la cappelle estoit vuzde de gens, il appela son fils d uenir vers luy et lui dist doucement: "Char- les, de Pestrif (disputa) qui est entre les sires de Sernpy et de Hkmeries pour le Eieu de chambrelen (chambelln) , je vueil que vous y mettez c b (fin) et que le sire de Sempy obtiengne le Eieu vacant." Adont dist le

conte: ''Monseigneur, vous m'avez baillik une fois vostre ordonnance en laquelle le sire de Sempy n'est point, et monseigneur, s'il vous plaist, je v o w prie que ceste-12 je la puisse garder". - "Dta (bah), ce dit le duc lors, ne vous chailliez (preocupkis) des ordonnances, c'est ci tnoy B croistre et d diminuer, je vueil que 2e sire de Sempy y soit mis" - "Ha- han! (diablo) ce dist le conte (car ainsi jurai tow~ours) , monseigneur, je vous prie, pardonnez-moy, car je ne le pourroye faire, je m e tiens d ce que uous m'avez ordonni. Ce a fait le seigneur de.Croy qui m'a brasst cecy, je le vois bien". - "Comment, ce dist le duc, m e dbobiyrez-vous? ne ferez-vow pas ce que je vueil?" - "Monseigneur, je vous obiyray vo- lentiers, mais je ne f e ~ a y point cela". Et le duc d ces mots, enfelly (fu- rioso) de ire, respondtt: "Ha! garsson, disobkyras-tu d ma volenti? va hors de mes yeux", et le sang, avecques les paroles, tuy tira ci coeur, et devint pdle et puis a coup enflambt (inflamado) et si espoentable en

son vis, comme je l'oys recorder au clerc de la chapelle qui seul estoit e m p r b Euy, que hideur estoit ir le regarder.. .

{No esti esto lleno de fuerza? La rlpida presentacibn, la ira infla- mada en un breve cambio de palabras, el lenguaje resuelto del hijo, en que ya se ve en cierto mod0 a Carlos el Temerario entero.

La mirada que el duque lama sobre su hijo espanta de tal suerte a la duquesa (cuya prcsencia no habia sido mencionada hasta entonces),

12 Chastellain, 111, pigs. 231 y sigs. San Antdn cae el 17 de enero.

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que a toda prisa y sin pronunciar palabra, empujando por delante a su hijo y dejando el oratorio '3, quiere escapar a la ira dc su esposo a travts de la capilla. Pero tenian que recorrer diversos oratorios hasta la puerta y el ministro del Seiior tenia la llave. Caron ouvre nous, dice la duquesa, a la vez que aqukl cae a sus pies y le suplica que su hijo pida perdbn antes de que abandonen la capilla. La duquesa se vuelve pidikndoselo asi encarecidamente a Carlos, per0 kste responde alranero y dice: De'a, madame, monseigneur m'a deffendu ses y e w et est indigne' sur moy, par quoy, aprts avoir eu celle deffense, je ne m'y retourneray point si tost (pronto), ains (antes) m'en yray a la garde de Diezc, je ne ssay oh. Entonces resuena de nuevo la voz del duque, que habia per- manecido inmbvil de furor en su redinatorio.. ., y la duquesa ruega a1 ministro del Seiior con una angustia mortal: M o n amy, tost tost ouvres nous, 11 nous conuient partir ou nous sommes morts.

La sangre ardiente de 10s Valois le hace perder a Felipe el sentido. De regreso en su aposento, cae el viejo duque en una especie de locura, m8s propia de un joven irreflexivo. A1 caer de la tarde sale de Bruselas a caballo, solo, secretamente y sin armas. Les jours pour celle heurre d'alors estoient courts, et estoit bmse uesprte quant ce prince droit-cy monta a cheval, et ne demandoit riens autre fors estre emmy les champs seul et a par luy. Sy porta ainsy I'auenture que ce propre jour-Eri, a p r b un long et dpre gel, il fadsoit u n releng, et par une longue dpaisse bruyne, qui auoit couru tout ce jour ldc, vesprte tourna en pluie bien menue, mais trks-mouillant et laquelle destrempoit Ees t e r m et rompoit glasces auecques vent qui s'y entrebouta 14.

Sigue la descripci6n del nocturno errar por campos y bosques. Mtz- clanse en ella de un mod0 muy notable el m8s vivaz naturalismo y una retbrica moralizadora particularmente enfitica. Cansado y hambriento yerra el duque; ninguna voz responde a sus llamadas. Un rio que se le

13 Oratoire, un altar separado p r tapices dentro de m a capilla. 14 LOS dias en aquella estad6n eran cortos y estaba ya acabindose el crepdculo

cuando este principe mont6 directamente a caballo sin desear otra cosa que estar en medio de 10s campos s610 consigo mismo. Pero quiso la casualidad que aquel micmo dia, despues de una larga y rigurosa helada, ernpezase a cieshe!ar, y despues de una larga y espesa llovizna, que habia estado cayendo durante aquel dia, la noche entrase con una lluvia muy fina, pero rnuy penetrante, que empapaba 10s c a m p y rompia 10s hielos con el viento que soplaba.

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antoja un camino le atrae, per0 el caballo se espanta y retrocede a tiem- po. Cae con el caballo y se lastima. En van0 atiende por si oye el canto de un gallo o el ladrido de un perro, que puedan indicarle el camino de regreso hacia 10s lugares de habitaci6n de 10s hombres. Por liltimo, divisa el resplandor de una luz, hacia la cual cabalga. La pierde nueva- mente de vista, torna a encontrarla y llega, por fin a ella. Mais plus I'approchoit, plus sambloit hideuse chose et espoentable, car feu partoit d'une mote (monticulo) d'en plus de m i l k lieux, avecques grosse fu- mt'tre, dont nu1 ne pensast ri celle heure fors que ce fust ou purgatoire d'aucune Lime ou autre illusion de I'ennemy.. . Felipe detiene slibita- mente su caballo. De pronto recuerda que 10s carboneros suelen quemar su carb6n en lo mAs profundo del bosque. Era una de estas carboneras. Ni una casa, ni siquiera una choza en las cercanias. Sblo despuks de un nuevo andar extraviado lo conduce el ladrido de un perro a la cabaiia de un pobre hombre, donde encuentra descanso y comida.

Partes igualmente caracteristicas de la obra de Chastellain son: la desaipci6n del duelo entre 10s burgueses de Valenciennes; la lucha nocturna de la embajada frisona en La Haya con 10s nobles borgolic. nes, que van a estorbarla en su reposo nocturne, jugando en el cuarto de encima a la guerra con zuecos de madera; la insurreccibn de Gan:e (1467) ; la coincidencia de la primera visita de Carlos como duque con la feria anual de Houthem, de donde regresa el pueblo con el arca de San Livinio 16.

Una y otra vez se advierte en pequeiios detalles, no buscados, lo bien que el autor observa, realmente, todas las circunstancias que acom- paiian a1 hecho. El duque, que hace frente a la insurreccibn, time delante de si una multitude de faces e n bacinets enrouillks et dont les dedans estoient ri nuns (rechinantes) barbes de vilain, mordans ltvres. F g El brib6n que se abre paso hasta la ventana, junto a1 duque, lieva un guante de hierro barnizado de negro, con el cual goipea sobre el quicio de la ventana, para imponer silencio 16.

Esta facultad de describir, con simples per0 vigorosas expresiones, lo percibido directa y exactamente, corresponde en la esfera literaria a lo que en la pintura podia hacer con plena fuerza exprcsiva la podero-

15 Chastellain, 1x1, pig. 46; cf. rrr, 104; V, 259. 16 Chastellain. v, pigs. 273, 269, 271.

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sa agudeza visual de un van Eyck. En la literatura las formas conven- cionales impiden habitualmente que se despliegue y exprese este realis- mo, que sblo se encuentra, por excepci6n, en medio de montaiias de irida ret6rica; mientras que en la pintura luce corno las flores en el manzano.

La pintura es en este punto muy superior a la literatura en medios expresivos. Empieza por disponer de un asombroso virtuosismo en la reproduccih de 10s efectos de luz. Son, ante todo, 10s miniaturistas quienes aspiran a fijar la luz de un momento determinado. En la pin- tura de tablas no se ve desplegarse plenamente este don hasta el Naci- miento, de Geerttgen tot Sint Jan. Los iluminadores habfanse ejercitado ya largo tiempo antes en reproducir el reflejo del resplandor de la antorcha sobre las armaduras, en la prisi6n de Cristo en el Huerto. Una radiante salida del sol, asf corno 10s mis misteriosos efectos del crephsculo, resultan ya completamente felices en el maravilloso maes- tro que iluminb el Cuer &amours espris del rey RenC 17. El maestro de las Heures d'Ailly se atrevi6 incluso con una salida del sol despues de una torrnenta.

La literatura s610 dispone de medios todavia demasiado primitivos para poder aspirar a una exacta reproducci6n de 10s efectos de luz. Hay ciertamente en ella una gran sensibilidad para la luz y el brillo; corno ya se indic6 rnis arriba, la forma en que principalmente se tiene conciencia de la belleza, es la del brillo y la luminosidad. Todos 10s escritores y poetas del siglo xv hablan tambih gustosos del brillo de la luz del sol, del resplandor de 10s cirios y de las antorchas, de 10s reflejos luminosos en 10s yelmos y en las armas. Pero todo se reduce a una simple enumeraci6n; para describir estas cosas no hay todavia un procedimiento literario.

El equivalente literario del efecto de luz en la pintura debe buscarse mis bien en otra esfera. La impresi6n de la cosa momentinea queda fijada en esta literatura, ante todo por un vivaz empleo del estilo di- recto. Apenas hay otra literatura que estC siempre tan dispuesta a repro- ducir directamente las conversaciones. Esta reproducci6n llega a dege-

17 Vease el grabado.-Edici6n fototipica de todo el manuscrito, por 0. Smital y E. Winkler. Viena. 1926.-P. Durrieu: Les belles heures du duc de Berry. Gazzette des beaux arts, 1906, t. 35, prlg. 283.

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nerar en un abuso fatigoso: hasta la exposid6n de una situadbn polC tica es revestida por Froissart y 10s suyos de preguntas y respuestas. Los eternos diPlogos de solemne cadencia y hueca sonoridad aumentan muchas veces la monotonia, en lugar de disminuirla. Pero tambien es frecuente que convenza por completo la ilusibn de la escena directa y momenthnea. Sobre tedo, Froissart es un maestro del diAlogo vivaz.

Lors il entendi les nouuelles que leur ville estoit prise. (La conversa- ci6n tiene Iugar a voces) . ' E t de quel gens?", demande-il. Respondirent ceulx qui d luy parloient: "Ce sont Bretons". -'Ha, dist-i2, Bretons sont ma1 gent, ils pilleront et ardront la ville et puis partirront". (Vol- viendo a dar voces) ."Et quel cry crient-il?" dist le chevaler. - "Certes, sire, ils crient La Trimouille!"

Para dar cierta viveza a una conversacibn semejante emplea Frois- sart el artificio de hacer que el interpelado repita siempre con asombro la liltima palabra del que habla. -"Monseigneur, Gaston est mort." -"Mort?",. dist le conte. -"Certes, mort est-il pour way, monseigneur." Y en otro lugar: "Si luy demanda, en cause d'amours et de lignaige", conseil. -"Conseil", respondi Parchevesque, "certes, beaux nieps (que- rid0 sobrino), c'est trop turd. Vous voult5 cclore Z'estable quant le che- val est perdu" 1s.

Tambih la poesia emplea abundantemente este medio estilistico. En una breve estrofa alternan muchas veces pregunta y respuesta hasta por dos veces:

Mort, je me plaing.-De quif-De toy. -Que t'ay je faitl-Ma dame as @is. -C'est vdritd.-Dy (di) moy pour quoy. -ZI me p2aisoit.-Tu as mesp i s (hecho mal) 1s.

El diilogo una y otra vez interrumpido ya no es aqui un medio, sino un fin, un virtuosismo. El poeta Jean Meschinot supo llevar esta habilidad artistica hasta el ultimo extremo. En una balada en que la pobre Francia reprocha a su rey (Luis XI) sus culpas, alternan 10s jnterlocutores de tres a cuatro veces en cada una de las treinta estrofas.

18 Froissart, ed. Kervyn; xnI, pig. 50: XI, pig. 99; XIII, pig. 4. 19 Poeta desconoddo, impreso en Deschamps, Oeuvres, x, n6m. 18. Cf. Le Dtbat

du cuer et du corps, de Villon; igualmente, Charles d'orleans, rondel 192.

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Y hay que confesar que el efecto de la poesia como sPtira politica no padece bajo esta forma tan singular. La primera estrofa dice:

S i r e . . .-Que veulxt-Entendez . . .-Quoyf-Mon cas. -Or dy.-Je suys . . .-Quil-La destruicte France! -Par p i?-Par vous.-Comment?-En tous estats. - T u rnens.-Non fais.-Qui le dit?-Ma souffrance. -Que souffres tuf-Meschief (Infortunio) .-QueM-A oullrance. -Je n'en croy rien.-Bien y pert (Es bien patente) .-Wen dy plus! -Las! (Ay!) si feray.-Tu perds temps.-Quek ah i s .

Qu'av-je ma1 fait-Contre paix 20.-Et comment? -Guerroyant . . .-Qui?-Vos amys et congnus (conocidos) . -Pa? le plus beau.-]e ne puis, bonnement 21.

Otro resultado de aquel naturalism0 superficial en la literatura de entonces es el siguiente fen6meno. Aunque la intenci6n de Froisswt es describir las hazafias caballerescas, describe tambiPn en gran ~r~eciicla -contra su voluntad, pudiera decirse- la prosaica realidad de la gue- rra. Lo mismo que Commines, que estaba harto de la caballeria, describe Froissart singularmente bien . el cansancio, las inhtiles persecu- ciones, 10s movimientos incoherentes, la intranquilidad de un campa- mento por la noclie. Magistralmente sabe describir las vacilaciones y las expectativas 22.

En la simple y exacta pintura del curso externo de un suceso llega a alcanzar en ocasiones una grandeza trligica, como, por ejemplo, cuando relata la muerte del joven Gaston Phkbus, que fuP atravesado de una estocada por su padre encolerizado 23. Froissart trabaja con tan fotogrifica exactitud, que se puede reconocer por sus palabras la cali- dad de 10s narradores a quienes debe sus infinitos faits divers. Todo lo que debe, por ejemplo, a su compafiero de viaje, el caballero Espaing de Lyon, esti insuperablemente narrado.

Dondequiera que la literatura reproduce lo simplemente observa-

20 Var.: Afonstre' paix. 21 Ed. de 1522, fol. 101, en A. de la Borderie: Jean Meschinot, etc. Bib[ . de

l'e'cole des chartes, LVI, 1895, pig. Sol. Cf. las baladas de Henri Baude, ed. Qui- cherat (Tre'sor des pitces rares ou ine'dites, Paris, 1856), pigs. 26, 37, 55, 79. 22 Froissart, ed. Luce, I, pigs. 56, 66, 71: xr, picg. 13, ed. Kervyn; XII, phgs. 2.

25; cf. tambien Deschamps, 111, pig. 42. 23 Froissalt, ed. Kervyn, XI, pig. 89.

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do, sin las trabas de ning6n convencionalismo, es comparable a la pin- tura, aunque sin igualarla ciertamente.

Como aqui se trata solamente de la observaci6n sin prop6sitos deliberados de un caw particular, que luego se narra, no sera licito buscar las descripciones literarias mis cercanas a la pintura entre las descripciones de la naturaleza. En el siglo xv &as no descansan todavia en una observaci6n directa y sin propbitos deliberados. Se narra un caso porque parece importante y se reproducen sus circunstancias ex- ternas como las recogeria una placa sensible a la luz. No cabe hablar todavia en esto de un procedimiento literario consciente. Mas la repro- ducci6n de la naturaleza, que en la pintura s61o es aditamento, es decir, se da con toda ingenuidad, es en la literatura medio artistic0 consciente. En la pintura era mero accesorio y por eso podia mante- nerse pura y sencilla. Justamente, porque para el asunto mismo no importaba el fondo y porque kste no tenia parte en el estilo hieritico, podian 10s pintores del siglo xv introducir en su paisaje un grado de armoniosa naturalidad que la rigurosa disposici6n tradicional de su tema les prohibia en la escena principal. En el arte egipcio tenemos un fen6meno exactamente paralelo a kste. En el modelado de una figurilla de esclavo, por carecer tsta de importancia, abandona el arte egipcio el c6digo de formas que desfigura en otros casos la forma humana, de tal suerte que estas figuras humanas secundarias poseen muchas veces la misma incomparable y simple naturalidad que las iiguras de animales.

Cuanta menos conexi6n tiene el paisaje con la escena principal, tanto mds cerrada y rotunda, armoniosa y natural es la existencia pro- pia que tiene. Por detrAs de la turbulenta, extravagante y pomposa Adoracidn d e 10s Reyes en las T r t s - riches heul-es de Chantilly '4, emerge la vista de Bourges, en delicadeza de ensuefio, en atmbfera y ritmo, una perfecta unidad.

En la literatura estA la descripci6n de la naturaleza totalmente cubierta a6n por el traje de la kgloga. Ya hemos hablado en un lugar anterior de la disputa cortesana en pro y en contra de la simple vida del campo. Exactamente lo mismo que en 10s dias en que Rous-

24 P . Durrieu: Les tr?s-riches heures de Jean de France, duc de Berry, 1904, pigina 38.

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seau habia ganado 10s espiritus, era de buen tono dedararse hastiado de la vanidad de la vida cortesana y afectar un sabio apartamiento de ella, para contentarse con el pan negro y el amor sin cuidados de Robin y Marion. Era una reacci6n sentimental contra la plet6rica pompa y el orgulloso egoism0 de la realidad, no totalmente falsa, aunque fuese en lo principal una actitud derivada de la literatura.

En esta actitud entra tambikn el amor a la naturaleza. Su expre- si6n poktica es totalmente conventional. La naturaleza era un elemento buscado en el gran juego de sociedad de la cultura er6tico-cortks. La expresidn de la belleza de las flores y del canto de las aves fut! culti- vada conscientemente en las formas de ordenanza que entendia todo jugador. Por ello esd la descripci6n de la naturaleza en la literatura a un nivel totalmente distinto de aquel a que esti en la pintura.

Fuera de la poesia pastoril y de 10s comienzos de 10s poemas, con el motivo obligado de la mafiana de primavera, apenas se advierte la necesidad de la descripcibn de la naturaleza. Aunque tambiCn en la narraci6n se dedican a veces dos palabras a la naturaleza, por ejem- plo, cuando Chastellain describe c6mo empieza a deshelar y justamen- te la descripddn no deliberada resulta casi siempre mucho mis suges- tiva, es en la poesia pastoril donde hay que buscar el origen del sentimiento literario de la naturaleza. Junto a las paginas de Main Chartier, anteriormente citadas, para explicar en general el efecto del minucioso detallar, puede ponerse como una muestra mis el poema Regnault et Jehanneton, en que el regio pastor Renk disfraz6 su amor por Jeanne de Laval. Tampoco en kl tenemos la visi6n cerrada de un pedazo de la naturaleza, una unidad como la que el pintor podia dar a su paisaje por medio del color y de la luz, sino tan s610 una bienaventurada sarta de detalles. Primero, las aves canoras, una detris de otra; luego, 10s insecros, las ranas, 10s labradores que aran:

Et d'autre part, les @irons au labour Si chantent hault, woire sans nu1 sdjour.

Resjoyssant Leurs beufs, lesquelx vont tout-be1 chamant La terre grassc, qui le bon froment rent; Et en ce poin ilx les vont rescriant,

Selon lcur nom: A l'un Fauveau et l'autre Grison,

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20. La imagen y la palabra, I

Brunet, Blanchet, Blondeau ou Compaignon; Puis les touchent #el foiz dc l'aiguillon

Pour avanccr 26.

Hay, sin duda, cierta frescura y un tono jovial, per0 compirense las estampas de 10s meses en 10s breviarios. El rey Renk da, por decirlo asi, todos 10s ingredientes necesarios para una buena descripci6n de la naturaleza; da una paleta con colores, pero no mas. En un trozo ulterior, cuando describe la caida de la tarde, es innegable la aspira- ci6n a expresar un sentimiento arm6nico. Las demis aves callan, per0 la codorniz sigue cantando y las perdices van silbando hacia su lecho; 10s ciervos y 10s conejos se dejan ver; un momento a6n destella el sol sobre el capitel de una torre, luego el aire se enfria; 10s mochuelos y 10s murcitlagos empiezan sus vuelos y la campanita de la capilla toca el Angelus.

Las hojas de calendario en las Trb-riches heures nos dan ocasi6n de comparar el mismo motivo en el arte y en la literatura. Conocidos son 10s magnificos castillos que ocupan el fondo de las estampas de 10s meses en la obra de 10s hermanos van Limburg. Su paralelo litera- rio se encuentra en las poesias de Eustache Deschamps. En siete breves poemas canta kste las alabanzas de varios castillos de Francia: Beaut& que habia de recibir mis tarde a Agnes Sorel, Bibvre, Cachan, Cler- mont, Nieppe, Noroy y Coucy 20. Deschamps hubiese tenido que ser un poeta de estro mucho mPs poderoso, para alcanzar en estos poemas lo que 10s hermanos van Limburg supieron expresar en aquellas creacio- nes, las mis finas y mis delicadas del arte de la miniatura. En la hoja de septiembre emerge como en un sueiio el castillo de Saumur por detrPs de 10s viiiedos. Los capiteles con sus elevadas veletas; las flores de lis que adornan las almenas; las veinte esbeltas chimeneas; todo

2% Y a1 otro lado 10s aldeanos que trabajan - Y cantan en alta voz, sin reposo, - Animando - A sus bucyes, que van arando bravamente - La tierra fkrtil, que da el buen trigo; - Y en este momento 10s van llamando - Por su nombre: - A1 uno Overo y a1 otro Coris, - Ilforevo, Blanco, Rubio o Com3afiero; - Dcspues 10s tocan alguna vez con la aguijada - Para que avanfen. Oeuvres d u rui Rent, ed. de Quatrebarbes, 11, piig. 105. La nuwa edici6n de Maurice du Boe, Paris, 1923. no me es asequible. Cf. la descripci6n en prosa de un amanecer a la orilla del mar en su Cuer d'amours espris, ibidem, 111, pig. 89.

28 Deschamps, I, nrims. 61, 144; 111, ndms. 454, 483, 524; IV, nhms. 617, 686.

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420 El otoiio de la Edad Media

esto brota como un bancal silvestre de altas flores blancas en el aire azul obscuro27. Junto a esto, la mayestitica y amplia gravedad del regio Lusignan en la hoja de marzo y las sombrias torres de Vincen- nes, que surgen amenazadoras por encima de 10s irboles secos del bosque decembrino 28.

{Poseia el poeta, o a1 menos este poeta, un medio de expresibn equivalente, para fijar estas imigenes? No, naturalmente. La descrip ci6n de las formas arquitectbnicas del castillo, como en el poema del castillo de Bikre, no podia provocar ninghn efecto. Una enumerad6n de 10s goces que ofrecia el castillo es propiamente todo lo que el poeta sabe dar. Como estB fundado en la naturaleza de las cosas, el pintor se sitha fuera del castillo y mira hacia tl; mientras el poeta mira desde el castillo:

Son filz aimnd, daulphin de Viennois, Donna le nom b ce lieu de Beautd. Et c'est bien drois, car moult est delectables: L'en y oit bien le ro~s1~gnol chantn;. Marne Yensaint; les haulz bois profitables Du noble parc puet i'en veoir branler . . . Les pez sont pres, les jardins dcduisables, Les beau preaulx, fontenis be1 et cler, Vignes aussi et les t m e s arables, Moulins turnans, beaus plains a regarder 29.

iQut efecto mis diverso del de la miniatura nos causa esto! La estampa y la poesia tienen de comiin en este caso el procedimiento y el asunto: ambas enumeran las cosas visibles (y la poesia ademis

27 Despues de haber descrito en una enumeracibn fatigosa el castillo de Phi- tance, todo de piedras preciosas, dice el rey Rent! en su Cum d'amours espris: El pour p h s poprement le donner a entmdre, ledit beau chaste1 estoit de facon tells comme celui de Saumur en Anjou qui est assis sur la rivik-c de Loire.. . Oeuvres, tu, pig. 146.

28 Durrieu, 1. c., pl. 3, 9, 12. 29 Su hijo mayor, delfin de 10s de Viena, - Di6 a a te lugar el nombre de

belleza. - Y estA muy bien, porque es muy deleitable: - Alli se oye a1 ruiseiior cantar; - El Marne le rodea; 10s altos y hndosos bosques - Del noble parquc pueden verse ondular . . . - Los prados estan cerca, l a jardines amenos, - Las bellas galerias, las fuentes bellas y claras, - Las viiias y las tierras arables, - Loa molinos que giran, bellos espectaculos que contemplar.

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20. La imagen y la palabra, I 42 1

las audibles). Pero la mirada del pintor esti fija sobre un complejo determinado y limitado; el pintor tiene que dar, a1 enumerar, una unidad estricta y coherente. Pablo van Limburg concentra en su estam- pa de febrero todos 10s detalles del invierno: 10s aldeanos que se calientan delante del fuego; la ropa blanca, colgada para que se seque; las cornejas sobre la ~iieve; el redil, la colmena, 10s toneles y la carreta; y todo el fondo invernal, con la aldehuela apacible y la granja soli- taria sobre la colina. A pesar de todo esto, queda a salvo la serena unidad del cuadro. La mirada del poeta, por el contrario, yerra a un lado y a otro, sin encontrar punto de reposo; no conoce limitaci6n y no llega a instituir una unidad.

La forma ha progresado m8s que el contenido. En la literatura son ambas cosas, forrna y contenido, viejas; en la pintura es viejo el contenido, pero la forma es nueva. En la pintura alberga la forma mucha mPs expresi6n que en la literatura. El pintor puede depositar en la forma toda su ciencia no expresa: la idea, el sentimiento, la psicologia, todo puede reproducirlo, sin necesidad de atormentarse por encontrar palabras para ello. El espfritu de la epoca es preferentemente visual. Esto explica por qu t la expresi6n pict6rica es tan superior a la literar$a: una literitura que percibe de un modo preferentemente visual estP condenada a1 fracaso.

El arte poCtico del siglo xv parece seguir viviendo casi sin ning6n contenido nuevo. Reina una general impotencia para descubrir algo nuevo. Sblo se conoce un refundir, un modernizar el viejo material. Se ha producido un colapso del pensamiento. El espiritu ha puesto la 6ltima piedra a las grandes construcciones medievales y titubea agotado. Por todas partes, s610 vaciedad y aridez. Se desespera del mundo. Todo declina. Una intensa depresi6n pesa sobre el Bnimo de 10s poetas. Deschamps suspira:

Helm! on dit que je ne fais mb rim, Qui jadis fis mainte chose nouvelle; La raison a t quc je n'ny pas merrien (materia) Dont je f h chose bonne ne bellem

80 Deschamps, vr, pig. 191, n6m. 1.204.

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422 El otofio de la Edad Media

Nada parece ser un testimonio tan fuerte de estancamiento y decadencia como el hecho de la versi6n de 10s antiguos poemas caba* llerescos y de otras dases en una prosa uniforme y pesada. No obstan- te, estas "prosificaciones" del siglo xv anuncian el trinsito a un espiritu nuevo. Es la aversi6n a1 lenguaje esclavizado como medio primario de expresi6n, la aversi6n a1 estilo del espiritu medieval. Todavia en el siglo XIII podia ponerse todo en verso, hasta la Medicina y la His- toria Natural, exactamente lo mismo que hacia con toda ciencia la antigua literatura india. La forma sometida a 10s &nones del verso significa que el medio de comunicaci6n con que se cuenta es la recita- cidn. No la recitaci6n personal, expresiva y llena de sentimiento, sino una especie de salmodia, pues en las kpocas literarias primitivas el verso es semicantado sobre la base de una melodia mon6tona y esta- blecida de antemano. En la nueva necesidad de prosa hay, pues, un impulso ascendente hacia la expresi6n; en ella reside el origen de la lectura moderna frente a la antigua recitaci6n. Con esto coincide tambitn la divisidn del asunto en pequefios capitulos con epigrafes expresivos, que se hace general en el siglo XV, mientras que antes las obras s610 presentaban una escasa articulaci6n interna. Se hacian a la prosa demandas relativamente mis altas que a la poesia. En la antigua forma rimada sigue tokr9ndose todo; la prosa, por el contrario, es la forma artistica de la epoca.

La superior calidad de la prosa reside, sin embargo, en sus ele- mentos formales; de nuevas ideas hillase tan poco animada como la poesia. Froissart es el tipo perfecto del espiritu que con la palabra no piensa, sino que expone o pinta. Apenas tiene ideas, sino tan s610 representaciones de hechos. S610 conoce unos pocos motivos y senti- mientos morales: la lealtad, el honor, la codicia, el valor, y aun Cstos s610 en su forma mis rudimentaria. No se sirve de la teologia, ni de la alegoria, ni de la mitologia; 9610 un poco de la moral, lo estrictamente indispensable. Se limita a narrar, correctamente, incan- sablemente, respondiendo en un todo a1 caso, per0 sin profundidad y nunca impresionando, con la superficialidad mecsnica con que el cine reproduce la realidad. Sus reflexiones son de una banalidad sin ejemplo: todo hastia, nada es mis cierto que la muerte, unas veces sc pierde y otras veces se gana. Determinadas representaciones le sugic. ren con seguridad automitica 10s mismos juicios ya establecidos; asi

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20. La imagen y la palabra, I 423

afirma, por ejemplo, tan pronto como habla de 10s alemanes, que tratan ma1 a 10s prisioneros y son particularmente codiciosos~l.

Las mismas frases felices, con frecuencia citadas, de Froissart, pier- den mucho de su fuerza cuando se las lee en el contexto correspon- diente. Tiknese, por ejernplo, como una aguda caracterizacibn del pri- mer duque de Borgoiia, el calculador y perseverante Felipe el Atrevido, que Froissart le llame sage, froid et imaginatif, et qui sur ses besognes veoit au loin. ]Per0 si Froissart dice esto mismo de todo el mundol a. Tampoco el conocido Ainsi ot (tuvo) messire Jehan de Blois femme et guewe qui trop luy coustaas, tiene propiamente en el contexto la pointe que se ha querido ver en dl.

Un elemento hay del que Froissart estP muy lejos: la ret6rica Y justamente la retbrica era la que engaiiaba a 10s contemporAneos, hacikndoles no ver la falta de nuevo contenido. Los contemporineos paladean la pompa de aquel estilo artificioso y las ideas les parecen nuevas por su fashosa presentach. Los conceptos llevan todos rigi- dos vestidos de brocado. Los conceptos del honor y del deber llevan el traje multicolor de la ilusibn caballeresca. El sentimiento de la naturaleza se cubre con el ropaje de la &lop y el amor va oprimido por la alegoria del Roman de In Rose. Ni un solo pensamiento des- nudo y libre. Apenas pueden moverse de otra manera que avanzando con medido paso cn procesiones sin fin.

El elemento ret6ricosrnamental no falta, por lo demis, comple- tamente en el arte plistico. Hay en 6ste innumerables partes que se podrian llamar ret6rica pintada. Ahi esti, por ejemplo, en la Mado- na del candnigo van de Paele, de van Eyck, el Sun Jorge que enco- mienda el donante a la Virgen. Es evidente que el artista quiso ser arcaizante en aquella coraza de oro y en aquel yelmo fastuoso; y la actitud del santo es vacuamente retdrica. El ardngel San Miguel en el triptico de Dresde tiene la misma belleza adobada y contraprodu. cente. Tambikn la obra de Pablo van Limburg presenta un elemento anilogo, retbrico a sabiendas, en la pompa recargada y extravagante

31 Froisart, ed. Luce, v, pAg. 64; vru, pAgs. 5, 48; XI, pAg. 110, edici6n Kervyn; X I , pilgs. 14, 21, 84, 102, 264.

82 Froissart, ed. Kervyn, xv, pAgs. 54, 109, 184; xn, pip. 28, 52, ed. Luce, I,

pAgina 394. 8a Froissart, xmn, piig. IS.

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con que aparecen 10s tres reyes -aspiraci6n innegable a la expresi6n exbtica, teatral.

La poesia del siglo xv alcanza sus miximos efectos cuando elude el expresar graves pensamientos y se veda todo intento de hacerlo, ademis bellamente; cuando se limita a sugerir una imagen o un senti- miento. Su efecto descansa en sus elementos formales: la imagen, el sonido, el ritmo. De aqui que fracase en las grandes obras de largo aliento, en las cuales son secundarias las cualidades musicales y ritmi- cas. Pero es una fresca poesia en 10s gkneros en que la forma es lo principal: el rondel, la balada, que se construyen totalmente sobre una sola idea ligera y piden su fuerza a la imwen, a1 sonido y a1 ritmo. Son las mismas cualidades formales, espontheas y sencillas de la can- ci6n popular. Alli donde el poema artistic0 mis se acerca a la canci6n popular, es donde emana de 61 un encanto mis intenso.

En el siglo XIV se inicia un cambio en la relaci6n entre la poesia llrica y la mlisica. En el periodo anterior estaba la poesia, y no s610 la lfrica, inseparablemente unida a la redtacidn musical, 1leg;indose induso a suponer que tambikn se cantaban las chansons de geste, cada serie de diez o doce silabas con la misma tonalidad, exactamente igual que la cloka india. El t i p normal del poeta lirico medieval es aquel que compone tanto la poesia como la mlisica para ella. En el siglo XIV

encontramos adn esta unidad de ser en Guillaume de Machaut. 131 es, a la vez, quien fija las formas liricas que predominaran en su tiempo: la balada, el rondel, etc. 21 es quien encuentra tambih la forma del Debut. Los rondeles y las baladas de Machaut distinguense por una gran simplicidad, escaso colorido y ligero contenido ideol6- gico, y todas 6stas son ventajas, porque la palabra s610 constituye aqui la mitad de la obra de arte. La cancioncilla cantada nos dice tanto mis, cuanto menos recargada y forzada de expresi6n es, como, por ejemplo, este sencillo rondel:

Au departir dc vow mon cum uous lais Et je m'cn u& dolam ct esplourds. Pour vow seruir, sans retraire jamais, Au departir de v o w mon cuer uous lais Et par m'amc, je n'arai bien ne pais Jusqu' au sotous, cinsi desconfosfds.

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20. La imagen y la palabra, I

Au departir de v o w mon cue v o w laia Et je m'en vois doians et esplourCs84.

Deschamps ya no es t1 mismo el compositor de la mhica de sus baladas y por eso es mucho mds abigarrado y descompuesto que Ma- chaut; por ello tambitn con frecuencia mds interesante, per0 d s flojo en el estilo @tico. Naturalmente, no muere la poesia fugaz, ligera, casi sin contenido, destinada a ser puesta en mdsica, porque ya no hagan 10s poetas mismos la mhica para ella. El rondel con- serva su estilo, como, por ejemplo, el siguiente de Jean Meschinot:

M'aimercz-vous bien, Dictcs, par vostre amc? Mais quc jc VOW ame Plus que nulle rien , M'aimcrez-vous bien? D im mit tant de bien En vow, que c'est basme; Pour cc jc me dame Vostre. Mais combicn M'aimercx-vow bien? 86.

El puro y sencillo talent0 de Cristina de Pisan era muy singular- mente apropiado para lograr estos efectos fugaces. Cristina ha hecho con la misma ligereza que todos sus contemporineos, sus versos, poco variados de forma y pensamiento, tersos e incoloros, suaves y limpios, con una leve melancolia juguetona. Son poesias auttnticamente litera- rias y en las ideas y en el tono perfectamente cortesanas. Recuerdan 10s medallones de marfil del siglo xw, que en una forma puramente mnvencional repiten siempre 10s mismos motivos: una escena de caxa,

84 A1 separarme de vos mi coradn os dejo - Y yo me voy dolimte y Iloroso. - Para serviros, sin desrnayar jamb. - Al separarme de vos mi corazbn os dejo. - Y por mi alma, no tmdrk bien ni paz - Hasta el retorno, aai desconsolado. G. da Machaut: Podsics lyriques, ed. V . Chictunaref (Zapiski ist. fil. fakulteta imp. S. Pe- terb. univcrsitcta, xnr, 1909), ndm. 60. I, p5g. 74.

85 (Me amarkis mucho? - ~Decid, por vuestra almal - Si yo os amo - MA$ que nadie - {Me amarCi mucho? - Dios puso tanto bien - En vos, que es un balsamo. - Pot eso me proclamo - Vuestro. Pem, p i n t o - Me amarcis? La Bor. derie, 1. c., pig. 618.

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426 El otofio de la Edad Media

un motivo de Tristdn e Zseo o del Roman de la Rose, linda, fresca y graciosamente. Y cuando Cristina acierta a unir con su dulce refina- miento el tono de la canci6n popular, surge muchas veces aigo de una absoluta pureza.

Un retorno:

T u soies le t r b bien venu, M'amoxr, or m'embrace et me bake E t comment t'es tu maintenu Puis ton depart? Sain et bien aise As tu rstd tousjours? Ca v i m Cost6 moy, te sid et me cante Comment t'a estC, ma1 ou bien, Car de ce vueil savoir le compte. -Ma dame, a qui je suis tenu Plus que aultre, a nu1 n'en desplaise, Sachds que desk m'a tenu S i court qu'omques n'oz tel mesaise, Ne plaisir ne prmoie en rien Loings de vous. Amours, qui cuers dompte Me disoit: "Loyautd me tien, Car de ce vueil smoir le compte." -Dont m'os tu ton serment tenu Bon gr6 t'en scay, par Saint Nicaise; Et puis que sain es revenu ]oye arom use%; or t'apaise Bt me db se scez de combien Le ma1 qukn as eu a plus monte Qite cil qu'a souffert le cuer mien, Car de ce vueil savoir le comptc. -Plus ma1 que vous, si corn retien, Ay eu, mais dites sanz tnesconte, Quans baisiers en aray je bien? Car de ce vueil savoir le complete. 86.

86 Seas muy bien venido, - Amor mio. [Abrazame p Maamel - Y &mo te ha ido - Deade que te marchaste? (Sano y contento - Has estado siempre? Ven aqui r mi lado, sientate y cuCntame - Cbmo te ha ido, ma1 o bien, - Pues quiero saba cuhto. - Duefla mia, a quien estoy obligado - MAS que a ninguna (a nadie le sepa mal), - Sabed que el deseo me ha tenido - Tan oprimido, que jamb pad tal malestar, - Ni placer encontraba en nada - Lejos de vos. Amor, que 10s om tones doma, - Me decia: "GuPrdame fidelidad. - Pues quiero saber cuinta." -

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20. La imagen y la palabra, I

Una ausencia:

I1 a au jour d'ui u n mois Que mon ami den aIa. Mon cuer remaint morne et cois, I1 a au jour d'ui u n mob. "A Dieu, me dit, jc m'en vois"; Ne pub a moy ne parla, I1 a au jour d'ui un mois 87.

Una entrega:

Mon ami, ne plourex plus; Car tant me faittes pitid Que mon cum se rent conclus (M rinde a1 cab) A uostre doulce amistit. Reprener autre manicre; Pour Dieu, plus ne v o w doulex, Et me faittes bonne chiere (cara alegrc) : Je uueil quanque (todo lo que) vous voulex m. ............................................

La delicada y espontinea feminidad de estas cancioncillas, sin las reflexiones fantisticas y gravemente masdinas, ni las galas mul- ticolores de las figuras del Roman de la Rose, las hace muy atractivas para nosotros. No se nos ofrece en ellas d s que un solo sentimiento, acabado juntamente de experimentax. El tema no ha hecho mis que apuntar en el coraz6n y ya se ha tornado imagen, sin necesidad de la ayuda del pensamiento. Por eso tiene tambih esta poesfa con tan singular frecuencia aquella cualidad, que es caracteristica tanto de la mdsica como de la poesia en todas las Cpocas, cuando la inspi-

Luego {me has cumplido tu juramento? - Bien agradecida te estoy. por Sari Ni casio. - Y puesto que sano has welto - Harta alegrLa tendrernos. Ahora dlmate - Y dime si sabes a cuAnto - MQs el ma1 que has pasado asciende - Que el que ha sufrido mi coraz6n. - Pues quiero saber a manto. - MAS ma1 que vos, sigo sosteniendo. - He pasado, pero decid sin engafiarme - iCuAntos besos tendre en cambio? - Pues quiero saber cuhtos. Cristina de Pisan: Oeuvres poCtiques, I, p d gina 276.

87 Ib., pig. 164, n6m. 30. 58 Ib., pAg. 275, n6m. 5.

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428 El otoiio de la Edad Media

racibn descansa exclusivamente en la simple vis ih de un momento: el tema es puro y vigoroso, la cancibn empieza con un tono claro y firme, como el canto del mirlo, pero el poeta o el compositor se ha agotado ya a la primera estrofa; el sentimiento desaparece y el desarrollo se encenaga en una mala ret6rica. Es la decepcibn eterna- mente igual que nos deparan casi todos 10s poetas del siglo xv.

He aqui un ejemplo de las baladas de Cristina:

Quant chmun fen rmient dc I'ost POUT quoy demeures tu dewiere? Et si scez quc m'amour entiere T'ay baillde en garde et depost $9.

, Debiera esperarse una fina balada de Eleonora, francesa y medie- val. Pero la poetisa no dispone mis que de este comienzo, y despuks de otras dos breves estrofas que no dicen nada, pone fin a la cosa.

Vtase la frescura con que empieza Le debat dou cheval et dou levrier de Froissart:

Froismrt d'Escocc rcvcnoit Sur un cheval cui gris estoit. Un blanc levrier menoit en lasse. "Las", dist le l c d c * , je me lassc, Grisel, guant nous rcposeronsP ZI est heure quc now mengons40.

Pero este tono no se mantiene, el poema se tuerce en seguida. El tema estA sblo visto, no pensado. Los temas son, por lo demh, sober- biamente sugestivos muchas veces. En la Dame aux Aveugles de Pierre Michault vese a la humanidad en eterna danza alrededor de 10s tronos del amor, la fortuna y la muerte 41. Pero el desarrollo resulta desde

30 Cuando todos vuelven del ejercito - 2Por qut te quedaa th atras) - Y eso

que sabes que todo mi amor - T e he entregado en guarda y dep6sito. Ib.. pa. gina 275, ndm. 5. a Froissart volvia de Escocia - Sobre un caballo que m pis. - Un blanco

galgo llevaba de la correa. - "~Ayl", dijo el galgo, "me canso, - Grisel, tcuhdo descansaremoa? - Es hora de que comamos". Froiasart: PoCsies, ed. Schkler. Ir, pA- gina 216.

4 1 Y. Michault: La dance aux aveugles, etc., Lila, 1748.

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21. La imagen y la palabra, I 429

el principio menos que mediocre. Una Exclamacidn des os Sninct Innocent, de autor desconocido, empieza mn la voz de 10s huesos amon- tonados en 10s osarios del famoso cementerio:

Lcs os sommcs dcs p m c s trcspasrcz. C y am.wex par monceaulx compauex, Rompus, camcz, sans rciglc nc c m p a c . . .42.

Un comienzo muy apropiado a1 lugubre lamento de 10s muertos. Pero de 61 no sale otra cosa que un memento mmi de 10s mis vulgares.

Son todos asuntos apropiados para obras del arte plistico. Para el pintor, esta visi6n suelta lleva ya en sf la materia del desarrollo complete; mas para el poeta no es suficiente.

42 Cy . . . compassez = Aqui amontonados en montfculos ordcnados. Rccucil de potsics frawaiscs dcs XVe ct XVIc silcles, ed. de Montaiglon (Bibl. elz~v(~n'~nnc) t . u, pag. 59.

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Capftulo 2 1

LA IMAGEN Y LA PALABRA, I1

E N CAPACIDAD expresiva, tes entonces la pintura del siglo xv su- perior a la literatura en todos 10s respectos? No. Quedan siem pre esferas en las cuales dispone la literatura de posibilidades

de expresibn mis ricas y mPs directas que el arte plistico. Ante todo, tenernos una de estas esferas en la burla. El arte plistico s610 puede expresar en escasa medida lo c6mic0, rebajindose a la caricatura. Lo cbmico, expresado de un mod0 puramente visual, tiene la inclina- ci6n a tornar a la gravedad. Su expresibn pictbrica s610 puede marchar a1 mismo paso que la verbal alli donde es muy pequefia la mezcla del elemento c6mico con la forma dada a la vida, alli donde s610 es condimento y no predomina en el sabor del manjar. Como una de estas esferas de lo cbmico elevado a la infima potencia puede con- siderarse la pintura de gtnero.

En esta pintura hPllase aSln el arte pllstico completamente en su propio terreno. El desenfrenado trabajar 10s detalles que hemos reconocido como r a s p peculiar de la pintura del siglo xv, conviertese insensiblemente en la complacencia por la narraci6n de pequefieces, en la pintura de gknero. En el maestro de FlCmalle el detallar se ha tornado totalmente genre. Su Sun Josd carpintero estP sentado, confeccionando ratoneras. El carPcter especifico de la pintura de gt- nero revtlase en todos 10s detalles. De la manera que teine van Eyck de dejar abierto el postigo de una ventana, o de pintar un aparador o una chimenea, a la que tiene el maestro de Fltmalle, se ha dado el paso que va desde la pura visibn pictbica a1 gtnero. Pues bien, ya en esta esfera tiene la palabra desde el primer momento una dimen-

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21. La imagen y la palabra, I1 431

si6n mils que la imagen. La palabra puede reproducir explicite el estado de Animo. Recordemos una vez mAs las descripciones que hace Deschamps de la belleza de 10s castillos. En rigor son un fracaso y quedan infinitamente por debajo de lo que sabfa hacer de esta be- lleza el arte de la miniatura. Pero comparemos ahora la balada en que Deschamps describe, en su cuadro de gbnero, dm0 yace enfermo en su misero castillo de Fismes l. Las lechuzas, las cornejas, 10s estor- ninos y 10s gorriones que anidan en su torre, no le dejan dormir:

C'es6 une estrange melodic Qui ne semble pas grant deduit A gens qui sont en maladic. Premiers les corbes font s~avoir Pour certain si tost qu'il est jour: De fort crier font Ieur pouoir, Le gros, le gresle, sanz sejour; Mkulx vauldroit le son d'un tabour Que telx cris de divers oyseaulx, Puis uient la proie; voches, veaulx, Crians, muyans et tout cc nuit, Quant on a le ceruel trap vuit, Joint du mowtier la sonncrie, Qui tout l'entendement destruit A gens qui sont en maladie%

Por la noche llegan las lechuzas y asustan a1 enfermo con sus 16- gubres graznidos que despiertan la idea de la muerte:

C'est froit hostel et ma1 reduit A gens qui s m t en maladie%

1 Deschamps, vr, nbm. 1.202, pig. 188. 2 Es una extrafia melodia - Que no les parece gran placer - A gentes que estin

enfermas. - Primero se hacen sentir 10s cuervos - Sin falta, tan pronto como es de dia. - De chillar alto hacen ostentacidn - El gordo y el delgado, sin cesar - Mds valdria el son de un taybor - Que talea chillidos de diversas aves. - Luego vienen romiantes, las vacas, las terneras, - Chillando, mugiendo. Y todo esto hate dado - Cuando se tiene el cerebro demasiado vacio. - Aiiidase el cnmpaneo tle la iglesia - Que les hace perder por completo la razbn - A gentes que estPn en- fertnas.

8 Es Cste un frio albergue y un ma1 asilo - Para gentes que estln enfermas.

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Tan pronto como penetra un simple resplandor de comicidad, o tan siquiera de jovialidad narrativa, en el procedimiento de la sarta enumerativa, ya no causa Csta una impresi6n tan fatigosa. La pintura vivaz de las costumbres de la burguesia, la complacencia en las amplias descripciones de la toilette femenina, interrumpen la monotonia. En su largo poema aleg6rico L'espinette amoureuse nos regocija de pronto Froissart con una enumeraci6n de cerca de sesenta juegos infantiles a que kl solfa jugar en Valenciennes, cuando era pequeiio 4. Ha empe- nado ya tambikn el culto literario del demonio de la gula. Las exube- rantes comidas de un Zola, un Huysmans, un Anatole France, tienen sus prototipos ya en la Edad Media. Cudn apetitosamente describe Froissart c6mo 10s bon vivants bruseleses rodean en la batalla de Bas- weiler al grueso duque Wenceslao, llevando consigo a sus servidores Lon grandes botellas de vino en el pomo del arz&n, con pan y queso, pasteles de salmbn, trucha y anguila, todo fina y limpiamente envuelto en pequeiias servilletas, y resultando asi un obsdculo a1 orden de batalla 6.

Gracias a sus dotes para pintar cuadros de gCnero puede la litera- tura de aquella kpoca poner en verso hasta las cosas mis prosaicas. Sin descender por ello de su nivel pottico habitual, puede servir a Deschamps una poesia para recordar el pago de una deuda. En toda una serie de baladas mendiga un traje de fiesta que le han prometido, leiia, un caballo, el salario que le es debido6.

Un paso mis y se pasa del cuadro de gknero a la extravagancia burlesca, o si se quiere, a lo breughelesco. Tambikn en esta forma de lo c6mico sigue siendo la pintura equivalente a la literatura. El elemento breugheliano existe ya plenamente desarrollado en el arte hacia el 1400. Se le descubre en el Josk de la Huida a Egipto, de Broederlam, que se encuentra en Dij6n; en 10s soldados durmientes de Las tres Maria en el sepukro, que se han atribuido a Huberto ran Eyck. Nadie es tan vigoroso en la extravagancia deliberada como Pablo van Limburg. Un espectador de la Presentacidn de Maria en el Templo lleva un gorro de nigromante de una vara de largo y unas

4 Froissart:Podsies, I, pig. 91. 6 Froissart, ed. Kervyn, XUI, p5g. 22. 6 Deschamps, I, pig. 196, nlim. 90; pig. 192, d m . 87; m, pig. 294, nlim. 788;

v, ndma. 903, 905, 919; vn, pig. 220, d m . 1375; cf. 11, pig. 86, n ~ m . 250, n h . 247.

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mangas de una toesa. Su humor burlesco se revela en la pila bautis- ma], que ostenta tres monstruosas miscaras con la lengua fuera, y en la Yisita de la Virgen a Santa Isabel, en que un hCroe combate desde una torre con un caracol y otro hombre lleva en una carretilla a un cochinillo quk toca la p i t a 7.

La literatura del siglo xv es extravagante casi a cada pAgina. Testigos, su estilo artificioso y las vestimentas surnamente fantdsticas de sus alegorias. Predilectos de ella son ya tambih 10s motivos en que mas tarde habia de dar Breughel rienda suelta a su turbulenta fantasia, como, por ejemplo, la disputa entre el Carnaval y la Cuares- ma, la lucha entre el pescado y la carne. En alta medida breughe- liana es la acre visi6n de Deschamps, en que las tropas reunidas cn Sluis para ir contra Inglaterra se le presentan a1 centinela como un ejercito de ratas y ratones:

"Auant, avant!, tirez- vous ca. ]e voy mmeille, ce me semble." -"Et quoy, guettc, que vois-tu 1V" ''Je voy dix milk rats ensemble Et mainte souris qui s'assemble Dessus la rive de Iu mer . . . "

Otra vez toma asiento triste y distraidamente a la mesa, en la corte, y ve c6mo comen 10s cortesanos. El uno rnastica como un cerdo el otro roe como un rat&, uno usa sus dientes como una sierra, Cste hace con la cara unas contorsiones grotescas, la barba de aquel barre aqui y all&. . . "Mientras comian parecian diablos" 8.

En cuanto la literatura describe la vida popular, cae por si misma en aquel recio realismo, sazonado de caprichoso humor, que habia de desarrollarse tan pronto y de un mod0 tan floreciente en el arte plistico. La descripci6n que hace Chastellain del pobre labriego que acoge a1 duque de Borgofia extraviado, produce la misma impresibn que un cuadro de Breughele. La egloga con su descripcidn de 10s pastores comiendo, bebiendo y requiriendo de amores esti desvihdose continuamente de su tema bisico, sentimental y romdntico, para pasar

7 Durrieu: Lcs tds-riches heures, pfIgs. 38, 39, 60, 27. 28. 8 Deschamps. nhm. 1060; v, pfIg. 351, d m . 844; v, pig. 15. 0 Chastellain, 111, pigs. 256 y siga.

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a un fresco naturalism0 de efectos levemente c6micos. En esta esfera entra tambikn el interks por 10s andrajosos, que empieza a hacerse sentir ya en la literatura y en el arte plistico del siglo xv. Las mi- niaturas de calendario destacan llenas de complacencia la rodilla des- garrada de 10s segadores en el campo de trigo, y la pintura, 10s hara- pos de 10s mendigos, que excitan a la misericordia. Aqui es donde empieza la linea que conduce, pasando por las aguafuertes de Rem- brandt y 10s rapaces de Murillo, a 10s tipos callejeros de Steinlen.

Pero en esto salta a la vista una vez mis la gran diferencia entre la manera pict6rica y la manera literaria de considerar las cosas. Mien- tras que el arte plistico capta ya lo que hay de pictbrico en el mendigo, o sea el encanto de la forma, lo que de t l repercute en la literatura es en un principio simplemente su significacibn, ya sea que aquklla lo compadezca, lo encomie o lo maldiga. Y justamente en estas maldiciones residen 10s prototipos del realism0 literario en la desuipcibn de la pobreza. Los mendigos habianse convertido hacia el final de la Edad Media en una espantosa plaga. En las iglesias ]ban y venian en lamentables tropeles, impidiendo el culto divino con su estrtpito y algarabia. Entre ellos habia mucha mala gente, muchos validi mendicantes. El cabildo de Notre Dame de Paris inten- 16 en 1428 vanamente confinarlos a las puertas de la iglesia. S610 mis tarde consigui6 arrojarlos, a1 menos del coro, a las naves de la iglesialo. Deschamps no se cansa de denotar su odio contra estos miserables. Los considera a todos como h iph i t a s y engafiadores. iEchad10s a palos de la iglesia, exclama; hacedlos colgar o quemarl 11. El camino que va desde aqui hasta la moderna descripci6n literaria de la miseria parece mucho mas largo que el recorrido por el arte plAstico. En la pintura se introdujo totalmente por si mismo un nuevo sentimiento; en la literatura, por el contrario, hub0 de crearse antes un nuevo sentimiento social, formas totalmente nuevas de expresi6n.

El arte plistico puede ir a1 mismo paso que la palabra alli donde el elemento c6mic0, fuerte, dkbil, fino o grosero reside en el simple aspect0 de la situacibn misma, como en el cuadro de gtnero y en

l o Journal d%n bourgeois, pig. 3252. 11 Descllamps, ndms. 1229, 1230, 1233, 1259, 1299, 1300, 1477; VI, pigs. 230,

232, 237, 8 9 ; vn, PAP. 52, 54; VIII, fig. 182; d. De walidorum mendicantium astucia, de Gauguin, Thdasne. Ir, pig. 169 y sigs.

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21. La imagen y la palabta, I1 435

el gknero burlesco. Pero habia otras esferas de lo c6mico en absoluto inaccesibles a la expresi6n pictdrica, a las cuales ni el color, ni la linea podian darles ni quitarles nada. La literatura reina sin limites dondequiera que lo c6mico trata de constituir un estimulo positivo de la risa, o sea en el. campo tan fecundo de la sonora carcajada: en la comedia, la farsa. la poesia burlesca, 10s chascarrillos; en suma, en todas las formas de lo c6mico grosero. Por boca de este rico tesoro de la cultura de la filtima Edad Media habla un espiritu totalmente peculiar.

Tambikn es la literatura la maestra alli donde la burla hace sonar sus notas mis finas y se expansiona a costa de lo mis serio de la vida, el amor y aun el propio dolor: en la esfera de la leve sonrisa. Por su mezcla con la ironia se hicieron las formas de la er6- tica, tan artificiosas y desgastadas por el uso, susceptibles de refina- miento y purificacidn.

Fuera de la er6tica es aim la ironia tosca e ingenua. El francds de 1400 observa aim, de vez en vez, la precauci6n de advertir expresa- mente a su lector cuindo habla con ironia. Deschamps encomia aque- 110s buenos tiempos; todo marcha excelentemente, por todas partes reina la paz y la justicia:

L'en me demande chnscun jour Quail me semble du temps que voy, Et je r e s p : c'est tout honour, Loyaut.4, veritd et foy, Larguesce, prouesce et arroy, Charitd et biens qui s'advance Pour le commun; mais, par ma loy Je ne di pas quanque je pnwa 12.

0 en otro pasaje, a1 final de una balada de la misma tendencia: Tous ces poins a rebours retien 18. Y una vez mds con el estribillo: C'est grant pechiex d'ainsy blasmer le monde:

12 Me preguntan todos 10s dias -QuC me parecen 10s tempos presentes-- Y yo respondo: son todo honradez, - Lealtad, verdad y fidelidad, - Largueza, valor y solidtud, - Caridad y bienes que se entregan - Para el combn.. . - Mas a fe mla - Que no dig0 todo lo que pienso. 18 Deschamps, nbm. 219; n, pig. 44, ndm. 2: I, pig. 71. Toma a1 rev& todar

eatas cosas.

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El otofio de la Edad Media

Prince, s'il act par tout generalment Commc jc say, toutc vertu habonde; Mais tcl m'orroit (oiria) qui diroit: "I1 sc ment" . . . I +

Un be1 esprit de la segunda mitad del siglo xv titula en epigrams: Soubr une meschante paincture faicte de mauvaises couleurs et du plus meschant peinctre du monde, par manihe d'yronnie par maitre Jehan Robertet l6.

CuAn h a , por el contrario, sabe ser ya la ironia, tan pronto como roza el amor. Mkzdase entonces con la dulce melancolia, con la suave delicadeza, que hace algo nuevo de la er6tica del siglo xv, no obstante la pervivencia de las formas antiguas. El Prido coraz6n se derrite en un sollozo. Resuena un tono que afin no habia sonado en el amor terreno: de profundis.

Es la tranquila burla de si mismo, la figura del amant remis et reni.4, con que se presenta Villon. Son las suaves y breves canciones de la desilusi6n que canta Charles d'orleins. El dolor sereno, el Je rit en pleurs, no era s610 un descubrimiento de Villon. Un antiguo lugar co- m6n biblico, risus dolore miscebitur et extrema gaudii luctus occupa 10,

revivia en una nueva aplicacih, adquiria un nuevo contenido sentimental, un refinado y amargo valor afectivo. Alain Chartier, el pulido poeta cortesano, conoce este motivo tan exactamente con10 Villon, el vagabundo. Antes que en ambos ya se encuentra en Othe de Granson. En Alain Chartier se lee:

Je day bouche qui puisse rire, Que les yeulx ne la desmmtissent: Car le cum Pen vouldroit desdire Par Ies Iermcs qui dcs yeulx issent.

0 mPs extensamente, hablando de un amante afligido:

De faire chiere s'effor~oit Et menoit une joye faintc,

14 Ib., IV, pig. 291, ntim. 786. 16 Bibliothtque de l'kcole des chartes, 23 serie, nr, 1846, pig. 70. 16 La risa alternari con el dolor y a1 termino de la alegrfa esta la tristeza.

Proverbios, 14. 13.

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21. La imagen y la palabra, I1

Et d chanter con cueur forcoit Non pas pour plaisir, mais pour crainte. Car tousjaurs ung relaix de plainte S'enlassoit au ton de sa voix, Et revenoit d son attainte Comme Poysel au chant du boisl7.

A1 final de un poerna niega el poeta su dolor en el tono de la canci6n:

Cest 1ivret.voult dicter et faire escripe Pour passer temps sans courage villain Ung simple clerc que I'en appelle Alain, Qui parle ainsi d'amours pour oyr direl8.

0 lo hace en un cuadro de ghero, corno el trazado a1 final del infinito Cuer d'amours espris, del rey Rend. El ayuda de cimara mira con una bujia si el coraz6n del rey no ha desaparecido, per0 no logra descubrir en el costado n i n g h orificio:

Sy me dist tout en soubzriant Que je dormisse seulement Et que n'avoye nullement Pour ce ma1 garde de morirlo.

Las antiguas formas convencionaks adquieren un nuevo frescor gracias a1 nuevo sentimiento. Nadie ha llevado la habitual personifi-

Por poner buena cara se esforzaba - Y afectnba una fingida a!egria - Y a cantar a su corazbn forzaba - No por placer, sino por temor. - Pues siempre un resto de queja - Se enlazaba al tono de su voz - Y volvfa una y otra vez a su p a r - Como el pijaro a au cancidn en el soto. Alain Chartier: La belle dame sans mercy, pigs. 503, 505; cf. Le debat du reveille-matin, pig. 498; Chansons du XVe rikcle, pig. 71, ndmero 73; L'amant rendu cordelier b l'obsewance d'amours, vs. 371; Mo- b e t : Faictz et dictz, ed. 1537, f. 172. 18 Este librito quiso dictar y h a m escribir,-Para pasar un tiempo wbarde

y repugnante,- Un simple clCrigo que llaman Alano,-El cual ad habla sobre el amor de oidas. Alain Chartier: Le debut des deux fortunes d'amours, pig. 581.

l o Ill me dijo sonrikndose - Que me durmieae sin cuidado - Y que nu, tenfa motivo alguno- Para morir de este mal: Oeuvres du roi Rent!, edicidn Quatrebar- bes, HI, pig. 194. Pierre Champion deja abierta la posibilidad de que Pierre Vaillant eacribiese la obra para el rey: Histoire pobtique du XVe silcle, I, pig. 866.

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cacidn de 10s sentimientos tan lejos como Charles d'orleins. Ve su coraz6n enteramente como un ser distinto:

Jc suys celluy au cueur vestu de noir . . .a0

La antigua lirica, incluso el dolce stil nuovo, no habian tomado las personificaciones con tan sagrada gravedad. En Orleins no pueden trazarse 10s limites entre lo grave y lo burlesco. Exagera la personi- ficacidn, sin menoscabo de la finura del sentimiento:

Un jour d mon cueur dcvisoyc Qui en secret d moy parloit, Et en parhnt lui dcmandoyc Se point d'cspargnc fait avoit D'aucuns bicns quant Amours scruoit: I1 me dist, quc Irks voulentiers La vdritd m'm compteroit, Mau qu'cust visitt scs @piers. Quant ce m'eut dit, il print sa voye Et d'avecqucs moy se partoit. Aprks entrer jc Is vdoyc En ung comptouer qu'il avoit: Ld, dc $a ct dc Id qucroft, En cherchant plusicurs viculx caiers Car lc way monstrer me vouloit Mak q u ' m t visitex scr papiers .. .a1

Aqui prepondera lo c6mico; per0 en lo que sigue prepondera la gravedad:

Ne hurtex plus b h i s dL ma pensde, Soing et Soucy, sans tant vous travailler; Car e l k dort ct nc vcult desucillcr;

20 Charles d'OrlCans: Pobies complktes, p5g. 68. 21 Un d f vi a mi coraz6n - Que en secret0 me Rablaba. -Y hablando le

pregunte-Si no habla ahorrado nada - De algunos bienea mientras servia a1 amor. -Me dijo que con mucho gusto-Me contarla la verdad,-Pen, cuando hubiese visto MI papeles. - Cuando me hubo dicho esto, tom6 el camino-Y se apart6 de mi. -Entrar le vi -En un despacho que tenia. - Allf, mir6 por a d y por all&. - Buscando varios viejos cuadernos, - Pues queria ensefiarme la verdad. - Pero cuando hubiese visto sus papeles.. . L. c., phg. 88, balladc, nhm. 19.

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Toute la nuit en peine a despenste. En dangicr est, s'elle n'est bien panste; Cessez, cesscx, laissez la sommeilln;. Ne hurter plus rt I'uis de ma pens&, Soing et Soucy, sans tant vouc travailler . . .22

El revestimiento de lo er6tico con formas religiosas no sirve tan $610 para practicar un obscuro lenguaje figurado y una grosera irre- verencia, como en las Cent nouvelles nouvelles. Presta asimismo su forma a1 m9s tierno poema amoroso, casi elegiaco, que ha producido el siglo xv: L'amant rendu cordelier d Pobservance d'amours (El aman- te que se volvi6 franciscano de la regla del amor). Con la mezcla de profanaci6n de las cosas religiosas, de que gustaba el espfritu del siglo xv, adquiria para 61 un sabor picante aquella er6tica blanda y melanc6lica.

El motivo de 10s amantes convertidos en 10s profesos de una Or- den religiosa habia dado ocasi6n en el circulo de Carlos de Orieins para fundar una Hermandad poCtica que se llamaba Les amoureux de I'observance. A esta Orden debe de haber pertenecido el poeta desconocido de L.'am.ant rendu cordelier -que no es Martial d'Auverg- ne, como se habia creido 23.

El pobre amante, decepcionado, renuncia a1 mundo, entrando en el maravilloso claustro en que s610 se acoge a 10s enamorados afligi- dos, les amoureux martyrs. En sosegado coloquio con el prior, refiere la tierna historia de su amor desdeiiado, y es exhortado a olvidar Cste. Bajo la satirica veste medieval late ya plenamente el sentimiento de un Watteau y del a l t o de Pierrot, simplemente, sin claros de h a . -lNo tenia ella la costumbre, pregunta el prior, de dirigiros una mirada afable, o de deciros a1 pasar un Dieu gartf- Tan lejos no se lleg6 nunca, responde el amante; pero de noche permanecia yo tres

22 NO Ilam& m9s a la puerta de mi pensmiento,-Cuidado y Pear, y no os can& tanto; - Pues duerme y no quiere despertarse. - Toda la noche ha pasado atormentado. - En peligro estP, si no esta bien vendado. - Cesa, cesa, dejadle dor- mir. L. c., chanson, ndm. 62.

2s En lugar de la duda que por razones de calidad expresaba, en la primera edici&n, me ueo ahora autorizado para pensar que estoy en lo ciato, apoyindome en el juicio de P. Champion, Hist. podtique du XVe sitcle, I , pQg. 365.

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largas horas delante de su puerta, mirando hacia arriba, hacia el canal611 del tejado:

Et puis, qumt jc oyoye (ofa) lcs vcrri2rcs De la maison qui cliquetoient, Lors me scmbloit que mes pribres Exaussdes d'cllc sy estoient.

"~Estabais seguro de que ella os observaba?", pregunta el prior.

Sc m'aist Dieu, j'estoye tant ravis, Que nc savoye mon sem nc estre, Car, sons parler, m'estoit advis Que lc vent ventoit sa fenestrc Et que m'avoit bien pcu congnoistrc, En disant bas: 'Doint bonne nuyt', Et Dieu scet sc jestoyc grant maislre Aprb cela touts k nuyt 24.

En este estado de beatitud dormia esplhdidamente:

Tellement estoie restaurd QUC, sans tourner ne travaillet-, Je faisoic un somme dord, Sans point la nuyt me resvciller, Et puis, avant que m'abillcr, Pour en rendrc d Amours louanges, Baisoie troys fok mon orillin; En riant d par moy aux angcs25.

En el act0 de su solemne profesibn en la Qrden pierde el sentido la dama que le ha desdeiiado, de cuyos vestidos cae un corazoncito de oro, esmaltado con ligrimas, que 41 le ha regalado:

24 Asi Dios me ayude, yo estaba tan embelesad0,-Que no sabia de mis sentidos. ni de mi ser,-Pues sin hablar, me pareda- Que el viento batia su ventana - l que bien habia podido conocerme, - Didkndome en voz baja: "Buenar noches". - Y Dioa sabe quk gran seflor me d t f a - D e s p u b de esto toda la noche. Cf. Alain Chartier, pPg. 519: Ou se lc vent une fencstrc boutc (bate) -Dont il cuidc (nee)

quc sa dame l'cscoutc - Sen va couchcr joyculx . . . 25 De tal suerte quedaba confortado - Que, sin volverme ni agitarme, - Dormia

un aueflo dorado, - Sin desvelarme en toda la noche, - Y despu6r. antes de vestirme. - Para tributar a1 Amor mis alabanzas, - Besaba tres veces la almohada, - Sonriendo en mi interior a los Angeles.

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21. La imagen y la palabra, I1

Les aultres, pour leur ma1 couvrir A force leurs cueurs retenoient, Passans temps a clorre et rouvrir Les heures qu'en leurs mains tenoient, Dont souvent les feuillh tournoient En signe de devocidn; Mais les deulz et pleurs que menoient Monstroient bien leur affection 26.

Cuando el prior le enumera finalmente sus nuevos deberes y le exhorta a no escuchar nunca a1 ruiseiior, ni a adormecerse entre eglantiers et aubespines, ni sobre todo a mirar a 10s ojos de las mu- jeres, rompe el poema en una melodia sin fin de estrofas, due son todas simples variadones del tema Doux yeux:

Doux yeulx qui tousjours vont et viennent; Doux y e u k eschauffam le plisson De ceulx qui amoureux deviennent . . . Doux yeulx a cler esperlissans, Qui dient: C'est fait quant tu vouldras, A ceulx qu'ils sentent bien puissans . . .zT.

Este duke y suave tono de serena melancolia penetra insensible- mente en el siglo xv todas las formas convencionales de la er6tica. Como consecuencia aparece de pronto, animando la antigua sitira rontra las mujeres, llena de cinica mofa, un sentimiento muy distinto y mis fino. En las Quinze joyes de mariage esti mitigado el antiguo y rudo menosprecio de la mujer por un tono de sereno pesar y des- ilusi6n que les da la melancolia de una moderna novela de amor. Los pensamientos estin ligera y fugazmente expresados; las conversaciones son harto delicadas para la maligna intenci6n.

26 LOS otros, para ocultar su dolor -Reprimlan a la fuerza sus corazones- Y

pasaban el tiempo cerrando y abriendo- Las Horas que tenian en las manos,-Cu- yas hojas volvian a mentido - Como signo de devocih; -Per0 10s suspiros y las ljgrimas que se les escapaban - Mostraban a las claras su sentimiento.

27 Dukes ojos que sin cesar van y vienen: -Dukes ojos que haccn arder la piel -De 10s que se quedan enamorados.. .-Dukes ojos, claros como las perlas.- Que dicen: Hecho cuando td quieras, -A 10s que sienten ser mds poderosos. Huitains, 51, 53, 57, 167, 188, 192, ed. de Montaiglon: Soc. des anc. textes f~anca is , 1881 .

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Las posibilidades expresivas del amor tenian detrPs de si en la li- teratura una escuela de siglos, con maestros de espiritu diverso como Plat611 y Ovidio, 10s trovadores Dante y Jean de Meun. El arte plisti- co, por el contrario, era aim en esta esfera extraordinariamente primi- tivo y siguid sitndolo durante largo tiempo. S610 en el siglo XVIII se pone la expresidn pict6rica del amor, en refinamiento y en plenitud, a1 nivel de su descripcibn literaria. La pintura del siglo xv todavia no sabe ser ni frivola ni sentimental. La expresibn de la travesura le esti rehusada. El retrato de la solterona Lysbet van Duvenvoorde, pintado antes de 1430 por un maestro desconocido, muestra una figura de tan severa dignidad, que se la habia considerado como la donante de un ex voto. Pero en la banderola que lleva en la mano se lee: M i verdriet lange te hopen. W i e is hi die syn hert hout openr28 Este arte conoce la castidad y la obscenidad, per0 todavia no posee recursos de expresi6n para las zonas intermedias y mPs templadas. Sobre la vida amorosa di- ce poco, y esto poco en una fornla ingcnua e inocente. Naturalmente, debemos recordar una vez mis que se han perdido la mayor parte de las obras de esta indole existentes en otro tiempo. Seria de un extraor- dinario inter& para nosotros poder comparar 10s desnudos de van Eyck en su BaEo de mujeres, o en aquel otro de Rogier, en que dos jbvenes miran riendo por una rendija (ambos cuadros estPn descritos por Fazio), con las figuras de Adin y Eva, que aparecen en el altar de Gante. En Addn y Eva no falta, por lo demPs, completamente el ele- mento er6tico. El artista ha observado con todo rigor el c6digo con- vencional de la belleza femenina en 10s senos pequefios y demasiado altos, en 10s largos y deigados brazos, en el cuerpo un poco saliente. Pe. ro todo lo ha hecho con absoluta ingenuidad, sin la menor capacidad o el mPs leve intento para excitar 10s sentidos. Charme (encanto) de- be ser, por el contrario, el elemento esencial de la pequeiia Magia amo- rosa, designada como "Escuela de Juan van Eyck"'S: un cuarto en que una muchacha desnuda, como pide la magia, conjura por medios migicos a su amado. El desnudo es de esa modesta lascivia, cuya linea podemos seguir en las figuras de Cranach.

Si la pintura aspiraba tan raramente a ser estimulo de 10s sentidos,

28 Me fastidia esperar tanto tiempo. {Quien es el que conserva abierto su coraz6n2 29 Museo de Leipzig, d m . 509.

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21. La imagen y la palabra, I1 443

no era por gazmoiieria. La liltima Edad Media presenta un singular contraste entre un sentimiento del pudor fuertemente acusado y una asombrosa despreocupaci6n. No necesitamos citar ejemplos de esta 61- tima: se exterioriza a cada pPgina. En cuanto a1 sentimiento del pu- dor, resalta, por ejemplo, en lo siguiente: En las peores escenas de ma- tanza y de saqueo dkjacqe a las victimas la camisa o 10s calzones. El bur- guks de Paris no se indigna contra nada tanto como contra la infrac- ci6n de esta regla: et ne volut pas convoitzse que on Ieur laissast neis leurs brayes (ni siquiera sus bragas), pour tan qu'ilz uaulsissent (valie- sen) 4 deniers,qui estokt un des Plus grans cruaultts et tnhumanitt chrestienne d: aullre (con el prhjimo) de quoy ont peut parler 30 En el relato de la crueldad del bastardo de Vauru con una pobre mujer le espanta la canallada de cortarle 10s vestidos inmediatamente por deba- jo de la cintura mucho mas que 10s restantes martiriosS1. Con respecto a1 concept0 del pudor entonces reinante, es doblemente notable que se concediese a la figura femenina, tan poco cultivada en el arte, una plaza tan libre en el tableau vivant. En ninguna entrada triunfal fal- taban las escenas, personnages de diosas o ninfas desnudas, como las que vi6 Durero con ocasi6n de la entrada de Carlos V en Amberes el a50 1520 32 y que Hans Makart interpret6 err6neamente como si esas mujeres hubiesen formado tambien parte de la comitiva. Estas es- cenas eran representadas en pequeiios escenarios colocados en determi- nados lugares; a veces, incluso en el agua, como por ejemplo, las si- renas que nadaban en el Leie, junto a1 puente, toutes nues et e'cheve- lies ainsi comme on les peint, cuando Felipe el Bueno hizo su entrada

30 Journal d'un bourgeois, pig. 69. El profesnr D. C. Heseling, Leyden, me ha llamado la atenci6n sobre la probabilidad de que aqui entre en juego, ademris del sentimiento del pudor, otra idea: la de que el muerto no debe comparecer sin mor- taja en el jnicio final, y me ha sefialado una autoridad griega del siglo vrr (Juan

Moschus, c. 78, Migne, Patrol, gracca, t. LXMVII, pig. 2.933 D) , que acaso pueda documentarse con paralelos occidentales. Mas por otra parte no debe olvidarse cpir en las represcntaciones de la resurrecci6n en la miniatura, en la pintusa, 10s cadi- veres resucitan y saien siempre desnndos de sus tumbas.

31 Juvenal des Ursins, 1418, pig. 541; Journal d'un bourgeois de Paris, pdgi. nas 92, 172.

32 J. Veth y S. Mii!ler: A. Diirers Niederlandische Reise, Berlin-Utrecht, 1918,

2 tomos, I, pig. 13.

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en Gante el aIio 1457 3J. El juicio de Paris era el asunto preferido para estas escenas. No hay que buscar en esto ni un sentido helknico de la belleza, ni una trivial impudicia, sino tan solo una sensualidad inge- nua y popular. Jean de Roye describe con las siguientes palabras las sirenas que en la entrada de Luis XI en Paris, el aiio 1461, estaban co- locadas no lejos de Cristo crucificado entre 10s dos ladrones: Et sy avoit encores trois bien belles filles, faisans personnages de seraines touteq nues, et leur ueoit o n le beau tetin droit, separe, rond et dur, qu i es- toit chose bien plaisant, et disoient de petiz motetz et bergeretes (sen- tencias y versos pastoriles) ; et prbs d'eulx jouoient PCusieurs bas instru- mens qui rendoient de grandes melodies34. Molinet refiere la com- placencia con que el pueblo conternplaba el juicio de Paris, cuando la entrada de Felipe el Hermoso en Amberes el a60 1494; mais le hourd (tribuna) ou les gens donnoient le plus affectueux regard jut sur l'his- toire des trois deesses, que Pon ue'oit au nud et de femmes uiues 35. Le- jos se estaba, por lo demis, de todo puro sentido de la belleza, cuando en Lila se paiodi6 el aiio 1468, con ocasi6n de la entrada de Carlos el Temerario, aquel tema con una Venus gorda, una Juno flaca y una Minerva jorobada 36. Hasta muy entrado el siglo xvr siguieron de moda estas exposiciones del desnudo. En la entrada del duque de Bretaiia en Reims, en 1532, se vi6 una Ceres desnuda con un Baco 37, y hasta el mismo Guillermo de Orange fuC obsequiado en su entrada en Bruse- las, el 18 de septiembre de 1578, con una Andrbmeda, "una doncella sujeta con cadenas y tan desnuda como habia nacido del seno mater- no; se hubiese dicho realmente que era una imagen de mArmol", asi dice Johan Baptista Houwaert, que habia organizado 10s tableaux 38.

La inferioridad de las facultades expresivx de la pintura frente a la literatura no se revela, por lo demCts, tan s610 en las esferas que hemos tratado hasta ahora: la esfera de lo c6mic0, la de lo sentimental y la de lo er6tico. Sus limites resultan visibles tambikn en otras esfe-

33 Chasteliain, 111, fig. 414. 31 Chron. scand., I, pig. 27. 33 Molinet, v, pig. 15. 30 Lefebvre: The'alre de Lille, pig. 54, en Doutrepont, pig. 354. 37 Th. Godefroy: Le ceremonial fran~ois, 1649, pdg. 617. 38 J. B. Houwaert: Declaratie van die triumphante Incompst van den . . . Prtncs

van Oraingnien, etc.; Amberes, Plantija, 1579, pig. 39.

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ras, tan pronto como ya no cuenta con el apoyo de la actitud preferen- temente visual, en que hemos creido ver en general la razbn de la su- perioridad de la pintura sobre la literatura en aquella kpoca. Tan pron- to como se necesita algo rnis que la mera imagen directa y exacta de lo natural, desciende rnis y rnis la superioridad de la pintura, hasta que se reconoce, d.: pronto, cuin bien fundado estaba el reproche de Miguel Angel: este arte quiere representar, simultinea y perfectamente, muchas cosas, de las cuales una sola tendria bastante importancia para que se empleasen en ella todas las fuerzas.

Tornemos nuevaniente a un cuadro de Juan van Eyck. Su arte no es superado en tanto trabaja de cerca, microscbpicamente, por de- cirlo asi: en 10s rasgos faciales, en las estofas de 10s trajes, en las joyas. En todo esto basta la observacibn absolutamente rigurosa. Pero tan pronto como tiene que transmutarse en a l g h mod0 la realidad perci- bida -como ocurre en la representacibn de edificios y de paisajes-, se advierten algunos puntos flacos, a pesar del intimo incentivo que emana de la ingenua perspectiva: cierta incoherencia, una disposicibn algo deficiente. Y el fracas0 resulta tanto m8s claro cuanto rnis pon- derada disposicibn exige el asunto, cuanto rnis libre tiene que ser en el caso correspondiente m a forma.

Nadie negarri que en 10s breviarios ilustrados superan las hojas de calendario a las escenas de la Historia Sagrada. En aqudlas bastaba la percepcibn directa y una reproducci6n fiel. Mas para componer una acci6n importante, una escena movida con muchas personas, era nece- sario, ante todo, un sentimiento de construccibn y de unificacih rit- micas, como el que habia poseido un dia Giotto y como volvi6 a po- seerlo de nuevo Miguel Angel. Ahora bien: la escncia del arte del siglo xv era la multiplicidad. S610 alli, pues, donde la multiplicidad misma conduce de nuevo a la unidad, se alcanza el efecto de una alta armo- nia, tal en la Adoracidn del Cordero. Aqui tenemos, efectivamente, un ritmo, un ritmo incomparablemente intenso, el ritmo podcroso y do- minante de todos aquellos grupos que avanzan hacia el centro. Es, em- pero, un ritmo encontrado en cierto mod0 por medio de una coordilia- cibn puramente aritmetica, un ritmo nacido de la pluralidad misma. van Eyck elude las dificultades de la composici6n, dando solamente escenas en estricto reposo. Alcanza una armonia estitica, no d inh ica .

En esto, ante todo, radica la gran distancia entre Rogier van del

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Weyden y van Eyck. Rogier se limita para encontrar el ritmo. No siempre lo alcanza, per0 aspira siempre a 61.

Ahora bien; para 10s principales temas de la Historia Sagrada ha- bia una tradici6n antigua y rigurosa en la manera de tratarlos. El pintor no necesitaba buscar por sf mismo la disposici6n de su cuadro8B. Algunos de aquellos asuntos llevaban casi de suyo una arquitectura ritmica. En unas Santas mujeres, un Descendimiento, una Adoracidn de los pastores surgia el ritmo como por sf solo. Pithese en la Pietd, de Rogier van der Weyden, de Madrid; en las de la escuela de Avig- non, del Louvre y de Bruselas; en las de Petrus Cristus, de Geertgen tot Sint Jans, de ias Belles heures d'Ailly ro.

Pero cuando la escena es mris animada, como en la Coronacidn de espinas, en el Via Crucis, en la Adoracidn de 10s Reyes, crecen las dificultades de la composici6n, y la consecuencia es, las m8s de las veces, cierta agitacibn, una insuficiente unidad del cuadro. Y cuando la norma iconogriifica de la Iglesia deja en la estacada a1 artista, Cste se encuentra bastante desamparado. Ya las escenas del Juicio, de Dirk Bouts y Gerard David, que llevaban consigo cierta solemne disposici611, son bastante flojas en la composici6n. Pero &a resulta torpe y desma- iiada en el Martirio de Sun Erasmo, de Lovaina, y en el de Sun Hipdlito, que es descuartizado por cuatro caballos, de Brujas. La defectuosa ar- quitectura del cuadro produce en ambos casos un efecto repelente.

Tan pronto, en fin, como se trata de dar forma a fantasias nunca vistas, incurre el arte del siglo xv en el ridiculo. Los estrictos asuntos libraban la alta pintura del ridiculo; per0 la ilustraci6n de libros no po- dia sustraerse a la representaci6n de todas las fantasias mitol6gicas y alegbricas que creaba la literatura. Un buen ejemplo es suministrado por la ilustraci6n de la Epitre d'Othka k Hector41, una fantasia mitol6gica de Cristina de Pisan, que llega hasta el detalle. En ella tenemos lo m8s desgraciado que cabe imaginarse. Los dioses griegos llevan grandes alas adosadas a sus mantos de armifio o a sus trajes de corte borgofiones. Toda la disposicitn es tan absurda como la expre-

33 Podcmos dejar tranquila en este punto la tesis de Emile Male sobre la in- fluenda del teatro en la pintura.

40 VPase P. Durrieu: Gazette des beaux arts. 1906, tomo 35, phg. 275. 41 Cristina de Pisan: Epitre d'Ohe'a d Hector, Ms. 9.392 de Jean X.ii&lot, ed.

J. Van den Gheyn, Bruselas, 1913.

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si6n. Minos, Saturno devorando a sus hijos, Midas repartiendo 10s premios, todos resultan igualmente simples. Pero tan pronto como el ilustrador pudo complacerse dibujando en el fondo un pastorcillo con sus ovejas o un monticulo con una horca y una rueda, revela su destre- za habitual.42. b t e es el punto en que reside el limite de la fuerza plistica de estos artistas. En la 1ibi.e creaci6n son, en hltimo tkrmino, tan limitados como 10s poetas.

La alegoria habia metido a la fantasia en un callej6n sin salida, encadenando a. la imagen con la idea y a ksta con aqutlla. La imagen no puede tomar libremente forma, porque debe transcribir fielmeete la idea, y la idea es impedida en su vuelo por la imagen. La fantasia habiase habituado a traducir la idea en imagen del mod0 mis somero posible, sin sentido estilistico alguno. La Templanza lleva en la cabeza un reloj para indicar su naturaleza. El ilustrador de la Epitre d'othda t:opi6 para ello sencillamente el pequeiio reloj de pared que ya habia colgado de 10s muros, en Felipe el Bueno49. Cuando un espiritu capaz de una observaci6n exacta y natural, como Chastellain, dibuja figuras alegbricas de su propia invenci6n, resultan extraordinariamente arti- ficiales. En su Exposition sur vtritd ma1 $rise, una justificaci611 aneja a su audaz poema politica Le dit de wiritt 44, divisa cualro damas que le apostrofan. Se llaman Indignation, Reprobation, Accusation, Vindi- cation. Vkase c6mo describe a la segunda45: Ceste dame droitcy se nionstroit avoir les conditions seures, raisons moult agues et mordantes; grignoit les dens et mcichoit ses ldvres: niquoit de la teste souvent; et monstrant signe d'estre argueresse, sauteloit sur ses pieds et tournoit l 'un cost.4 puis Ga, tau tre costt puis lh; portoit manitre &impatience et de contradiction; le droit oeil awoit clos et l'autre ouuert; avoit un sacq plein de liwres dewant lui, dont les uns mit en son escours comme chtris, les autres jetta au loin par despits deschira papiers et feuilles;

4 2 L. c., pls. 5, 8, 26, 24, 25. 43 Van den Gheyn: Epitre d'Othda, pl. I en 3: Michel: Histoire de l'art, IV, 2,

pig. 603; Michcl Colombe: Monumento sepulcral de la catedral de Nantes, ib., 616; figura de la Templanza en el sepulcro del cardennl de Amboise en la catedral de Rouen.

.H Vkase sobre esto mi ensayo Uit de voorgeschiedenis van ons nationaal besef, en Tien Studien, HaarIem, 1926.

45 Exposition sur vdritd ma1 117i~c. Chastellain, vr, pQg. 249.

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quayers jetta au feu fklonnement; rioit sur Ees uns et les baisoit, sur Zes autres cracha par cilennie et les foula des pieds; avoit une plume en sa main, pleine d'encre, de laquelle roioit maintes ecritures notables.. .; d'une esponge aussy noircissoit aucunes ymages, autres esgratinoit aux ongles.. . et les lierces rasoit toutes au net et les planoit comme pour les mettre hors de memoire; et se monstroit dure et felle ennemie & beaucoup de gens de bien, plus volontairement que par raison 46. En otro lugar ve c6mo Dame Paix, extendiendo y sacudiendo en el aire su manto, se divide en otras cuatro damas: Paix de coeur, Paix de bouche, Paix de semblant, Paix de vray effet 47. En otra de sus alegorias apare- cm, una vez miis, figuras ferneninas: la Pesanteur de tes pays, Dioerse condition et qualitt de tes divers peuples, L'envie et haine des Frangois et des toisines nations, que asi se llaman, como si se pusiese en alegocia un articulo de fondo politico 4s. Todas estas figuras estiin puraniente inventadas y no vistas, como resulta con evidencia del hecho de llevar sus nombres en banderolas. Chastellain no ve, pues, a estos seres circu- lar reales y vivos en la fantasia, sino que se imagina un cuadro o una escena, por decirlo asi, en que estin representados.

En La mort du due Philippe, mysttre par manitre de lamentation, ve a su duque bajo la figura de un frasco lleno de precioso ungiiento, que desciende del cielo, pendiente de un hilo; la tierra ha amamantado el frasco a sus pechos49. Molinet ve a Cristo como un pelican0 (una

40 Esta dama parecia ser de Aspera condici6n y acre y mordaz de razones; hacia rechinar 10s dientes y se mordia 10s labios; hacia frecuentes signos con la cabeza; y dando sefiales de ser disputadora, brincaba sobre sus pies y se volvia tan pronto a un lado como a1 otro; daba muestras de impaciencia y de espiritu de contradic- ci6n; tenfa cerrado el ojo derecho y abierto el otro; tenfa delante de sf un saca lleno de libros, de 10s cuales puso unos en su cinturbn, como estimados de ella, y a m j 6 10s demhs a lo lejos con desprecio; rompi6 p a p d a y hojas; arrojd unos cuadernos a1 fuego, pbrfidamente; reia a 10s unos y 10s besaba, y escupid sobre 10s otros a1 mod0 vulgar, y 10s pis6 con 10s pies; tenia en la mano una pluma, llena de tinta, con la cual raspaba varios manuscritos importantes . . . ; con una esponj;~ ennegrecia tambien algnnas imagenes y otras las raspaba con las uiias.. . , y las terceras las raspaba completamente y las aplanaba como para expulsarlas de la me- rnoria; y se mostraba dura y perfida enemiga de muchas gentes de bien, m6s arbi- trariamente que w n raz6n.

45 Le liwe de paix, Chastellain, vn, pAg. 375. 48 Adve~t issen~ent au duc Charles, Chastellain, vn, pig. 304 y sip. 49 Chastellain, VII, phg. 287 y sigs

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imagen usual), que no s610 alimenta con su sangre a sus hijuelos, sino que a la vez lava con ella el espejo de la muerte 60.

Toda inspiracibn estktica se ha evaporado. Degeneracibn en fri- volidad y rebuscamiento falto de todo gusto. Un espiritu agotado, que espera una nueva fecundaci6n. En el motjvo del suefio, tan traido y llevado como marco de una accibn, casi nunca se advierte la existen- cia de auttnticos elementos de 10s sueiios, como 10s que se encuentran cn Dante y en Shakespeare. Ni siquiera se persigue siempre dar la ilusi6n de que el poeta haya vivido realmente sus fantasias como una visi6n. Chastellain se llama a si mismo l'inventeur o u Ee fantasieur ds ceste vision 51.

En el campo agos:ado de la alegoria solamente la burla loga se- guir dando nuevas flores. Tan pronto como la alegoria esti sazonada de humorismo, emerge a h de ella una suerte de efecto. Deschamps pregunta a1 medico c6mo les va a las virtudes y a1 derecho:

Phisicien, comment jait Droit? -Sur m'ame, il est en petit point.. . (esti en tierra). -Que fait Raison?. . . Perdu a son entendement Elle parle mais faiblement, Et Justice est tonrte ydiote 62.

Se mezclan y confunden sin estilo las mis heterogkneas esferas de la fantasia. No hay otro product0 tan extravagante como el libelo po- litico con vestidura de kgloga. El poeta desconocido que se llama Bu- carins ha recogido en Le Pastoralet todas las calumnias del partido bor- gofi6n contra 10s OrlePns en el tono de la poesia buc6lica: Orleins, Juan Sin Miedo y todo el orgulloso y exaltado skquito de ambos aparecen como dukes pastofes. El traje de kstos esti pintado de flores de lis o de leones rampantes; hay bergiers d long jupel, que son 10s clkrigos53. El pastor Tristifer, que es Orleins, les quita a 10s demis el pan y el queso, las manzanas y las nueces y las zampofias, y a las ovejas, las esquilas, anlenazando a 10s que se resisten con su gran ca-

50 Molinet: Le miroir de la mort, fragment0 en Chastellain, vr, pig. 460. 51 Chastellain, v~r, pig. 419. 62 Deschamps, I, pdg. 170. 63 Le Pastoralet, vs. 501, 7.240, 5.768.

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yado. Hasta que 61 mismo es muerto con un cayado. En ocasiones ol- vidase el poeta de sus sombrias intenciones, y se entrega a la mls dul- ce poesia idilica; per0 pronto es interrumpida de nuevo la fantasia pastoril por malignas injurias politicas, que hacen un efecto deplora- ble% Falta todo ese sentido de estilo, toda la armonia que se enlazan, para nuestro mod0 de pensar, con el concept0 del Renacimiento.

Molinet resuelve todos 10s motivos de la fe, de la guerra, de la herlldica y de la er6tica en la forma de una proclama del Creador a todos 10s verdaderamente arnantes:

"Nous Dieu d'amours, crdateur, roy dc gloire, Salut d t o w vrays amans d'humble affaire (de dase hurnilde) Comme il soit vray que depuis la victoire De nostre fizz sur le mont de Calvaire Plusieurs souldars (soldados) par peu de congnoisrance De nor armes, font au dyable allyance. .."

Por ende se les describen las justas armas, un escudo de plata, cuyo jefe es de oro con cinco llagas. A la Iglesia militante le es reconocido el derecho de reclutar a todos aquellos que quieran retornar a1 servicio de estas armas:

"mais qu'en (pero con) pleurs et en larmes, De (con) cueur contrict e6 foy sans abuser (engafio) 55.

Los artificios con que Molinet se conquist6 las alabanzas de sus contemporiineos como ingenioso ret6rico y poeta se nos presentan a nosotros como la liltima degeneraci6n de una Porma expresiva, que se anonada a st misma. Molinet se entrega a juegos de palabras del peor gusto: Et ainsi demoura I'Escluse (Sluys) en paix qui lui jut incluse, car la guerre fut d'elle excuse plus solitaire que rencluse (una reclu- sa) 56. En la introduccicjn de su prosificacicjn moralizada del Roman dc la Rose juega con su propio nombre: Et ajfilt que je ne perde le jroment de ma labeur, et que la jarine que en sera molue puisse avoir

64 Cf. para la mezcla de bucblica y politics, Descharnps, 111, pig. 62, ndrn. 344; p5g. 93, ndrn. 359.

55 Molinet: Faictx et dictz, f . 1. 56 Molinct: Chronique, IV, pig. 307.

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jleur salutaire, fay intencion, se Dieu m'en donhe la grace, de tour- ner et convertir soubz mes rudes meulles (muelas) le vicieux au ver- tueux, Ee corporel en l'espirituel, la mondanitt en divinitt, et souverai- nement de la moraliser. Et par ainsi nous tirerons le tniel hors de la dure pierre, et la rose vermeille hors des poignans espines, ozi nous trou- verons grain et grarne, fruict, fluer et feuille t r b souefve (suave) odeur, odorant verdure, uerdoyant floriture, jlorissant nourriture, nou- rrisant fruict et fructifiant pasture 57. iC6m0 se ve aqui la decadencia de una Cpoca! iCuin agotado y exprimido todo! Y no obstante admiraba el contemporineo esta forma justamente como algo nuevo. La poesia medieval no conocia propiamente semejante jugar con las palabras; jugaba mis bien con las imigenes. Como, por ejemplo, Olivier de la Marche, el pariente espiritual y admirador de Molinet:

Ld prins (cogi) fibre de souvenance (recuerdos) Et catherre de desplaisir, Une migraine de souffrance, Colicque d'une impascience, Ma1 de dens non d soustenir, Mon cueur ne porroit plus soufjrir Les regretz de ma destinde Par douleur non accoustumh 58.

Meschinot es alin tan esclavo de la desmayada alegoria como La Marche. Los cristales de sus Lunnetes de princes son Prudence y Justi- ce - Force es la armadura; Temperance, la clavija que lo sujeta todo;. Raison da a1 poeta estas gafas con las instrucciones para su uso. En- viada por el cielo, penetra Raison en su espiritu y quiere prepararse cn t l su comida; per0 lo encuentra todo echado a perder por Desespoir, de tal forma que no hay nada pour disner bonnement 60.

Todo parece degeneracih y decadencia. Y, sin embargo, estamos ya en 10s tiempos en que el nuevo espiritu del Renacimiento invade 10s distintos paises. Su gran impulso de reanimacibn, la nueva y pura iorma, ld6nde la encontramos?

57 En E. Langlois: Le Roman de la Rose (Soc. des anc. textes), 1914, I , pPg. 33. 68 Rccueil des Chansons, etc (Soc. des bibliophiles belges), 111, pig. 31 . s@ La Borderie, 1. c.. 603, 632.

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Capftulo 22

EL ADVENIMIENTO DE LA NUEVA FORMA

L A R E L A C I ~ N del humanism0 naciente con el espiritu de la Edad

Media moribunda es mucho rnis complicada de lo que propen- demos a figurarnos. Vemos dos complejos culturales netamente

separados y nos parece que la receptividad para la eterna juventud del mundo antiguo y la aversi6n a todo el desgastado aparato de la expre- si6n medieval del pensamiento descieriden sobre todos como una slibita revelaci6n. Como si 10s espiritus, mortalmente fatigados de alegorias y de estilo flamigero, hubiesen comprendido de un golpe: no esto, sino aqnello. Como si la iurea armonia de lo clisico hubiese irradiado de una vez ante sus ojos como una liberacibn, como si hubiesen abrazado a la Antigiiedad con el jubilo de un alma que encuentra por fin su s:~ lvaci6n.

Pero no es asi. El clasicismo ha ido brotando poco a poco en me- dio del jardin del pensamiento medieval, entre la antigua flora exule- rante. En un principio es simplemente un elemento formal de la fan- tasia. S610 rnis tarde engendra una general reviviflcaci6n. Sin embargo, el espiritu y las formas de expresi6n que estarnos habituados a conside- rar como 10s antiguos, 10s medievales, no mueren todavia.

Para ver todo esto claramente seria dtil observar el orto del Re- nacimiento, con rnis detalle del que es posible en estas piginas, no en Italia, sino en aquel pais que habia sido el terreno rnis fbrtil para cuanto constituy6 la magnifica riqueza de la autkntica cultura medie- val: en Francia. Si se considera el Quattrocento italiano, en su conforta- dor contraste con las postrimerias de la vida medieval en Francia, en Inglaterra o en el Imperio alemin, se siente que este siglo es un pe-' riodo cultural de mesura, alegria y libertad, puro y armonioso. El tonjunto de las cualidades constituye lo que se considera como Renrci-

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22. El advenimiento de la nueva forma 453

miento y en ellas se ve el sello del nuevo espiritu. Pero entretanto se ha olvidado -con la inevitable parcialidad sin la cual no es posible ning6n juicio hist6rico- que tambiCn en la Italia del Quattrocento seguia siendo genuinamente medieval la dlida base de la vida cultural, mPs a h , que hasta en 10s espiritus del Renacimiento estPn grabados loa rasgos de la Edad Mydia mucho mzis profundamente de lo que es habitual figurarse. Pero en el cuadro domina el tono del Renacimiento.

Si, por el contrario, se abarca de una mirada el mundo franco-bor- goiibn del siglo xv, la impresi6n preponderante es la de un estado de h i m 0 sombrio, una pomposidad birbara, formas extravagantes y re- cargadas, una fantasia agotada -todos caracteres del espiritu medieval en su decadencia-. Pero esta vez se olvida que tambikn aqui se acerca pcr todas partes el Renacimiento. Lo linico que pasa es que aqui no domina todavia, no ha modificado abn el tono fundamental de la vida.

Lo caracteristico es, pues, que el nuevo espiritu aparece como forma antes de llegar a ser realrnente nuevo espiritu.

Las nuevas formas clasicistas surgen en medio de las antiguas ideas y las antiguas circunstancias de la vida. El despertar del humanism0 rlo tuvo otra causa que el hecho de que un circulo erudito empezara a preocuparse algo mPs de lo usual por escribir con una sintaxis pura, iatina y clPsica. Este circulo florece, por el 1400, en Francia. Se com- pone de algunos miembros de la Iglesia y de la magistratura: Jean de Monstreuil, canbnigo de Lila y secretario del rey; NicolPs de Cleman- ges, el famoso portavoz del clero reformista; Gontier Col, Ambrosius de Miliis, secretario del rey como el primer0 1. Todos Cstos se envian mutuamente bellas y pomposas epistolas humanisticas, que no ceden en mod0 alguno a 10s productos ulteriores del ghero, ni en la hueca generalidad de las ideas, ni en la presuncih, ni en la violenta sintaxis y la oscura expresibn, ni en la complacencia por 10s juegos de erudi- ci6n. Jean de Monstreuil se apasiona por saber c6rno se escriben orreo- lum y scedula, con o sin h, y el uso de la k en las palabras latinas. aS i vos no venis en mi ayuda, car0 maestro y hermano -escribe a Cleman- ges-2, pierdo mi buen nombre y soy digno de muerte. He advertido

1 Alma Le Duc: Gontier Col and the French Prerenaissance, 1919, no me ha sido asequible.

a N. de Clemanges: Opera, ed. Lydius, Lugd. Bat., 163; Joh, de Monl;srcriolo: Epistolae, Marthne et Durand: Amplisfima Collectio, XI, col. 1310.

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justamente que en mi 6ltima carta a mi padre y seiior, el obispo de Cambray, en lugar del comparativo propior, presurosa y precipitada como esta pluma, he puesto proximiozl Corregidlo; si no compondrin nuestros criticos libelos infamatorios sobre ellom 3. Como se ve, las epistolas estin destinadas a la publicidad, como cjercicios literarios de erudici6n. Genuinamente humanistica es tambitn su discusi6n con su amigo Ambrosius, que habia acusado a Cicer6n de contradicci6n y co- locaba a Ovidio sobre Virgilio 4.

En una de las epistolas hace una amplia descripci6n del Inonas- terio de Charlieu, cerca de Senlis. Es sorprendente cuinto mPs legible se torna tan pronto como narra simplemente, en el estilo medieval, lo q.ue se puede ver alli. Los gorriones acuden a comer a1 refectorio, de suerte que cabe dudar si el rey ha instituido las prebendas para 10s monjes o para 10s pdjaros. Un pequeiio reyezuelo hace como si fuese z1 abad. El asno del jardinero ruega a1 epistolbgrafo que se acuerde lambikn de dl en su epistola. Todo esto resulta lleno de un fresco in- cmtivo, pero no es especificamente humanistico5. No olvidemos que Tean de Monstreuil y Gontier Col son 10s mismos con quienes ya hi- timos conocimiento como apasionados adoradores del Roman de la Rose y como miembros de la Cours d'amours de 1401 6. {No resalta en todo esto el elemento puramente superficial de la vida que era a611 eq- te primer humanismo? En rigor, no es mis que un efecto lriris fuerte de la escoldstica erudici6n medieval y se diferencia muy poco de la revivificaci6n de la latinidad cldsica, que se puede observar en Alcuino y 10s suyos, en la kpoca de Carlomagno, y, posteriormente, en las es- cuelas francesas del siglo xrr.

Aunque este primer humanismo franc& se agosta dentro del mls- mo pequeiio circulo de varones que lo habia promovido, sin encontrar una continuacibn inmediata, tiene ya nexos con el gran movimiento internacional del espiritu. Para Jean de Monstreuil y 10s suyos vale ya Petrarca como un luminoso modelo. TambiCn es repetidamente citado por 61 Coluccio Salutati, el canciller florentino, que habia in- troducido aproximadamente desdc 1370 la nueva retbrica latina en el

3 Ep. 69, c. 1447; ep. 15, c. 13%. 4 Ep. 59, c: 1426: 58, c. 1423. 6 Ep. 40, col. 1.388, 1.396. 6 V. Supra.

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lmguaje de los documentos pbblicos 7. Pero en Francia, Petrarca es admitido a6n en el circulo del espiritu medieval, si asi se puede deck. Habia tenido amistad personal con 10s espiritus directives de una ge- neracibn anterior, el poeta Felipe de Vitry, el fildsofo y politico Nico- 15s de Oresme, que habia sido preceptor del delfin (Carlos V) . Tam- bikn Philippe de Mkziires parece haberlo conocido. Y estos hombres no son, en ningun sentido, humanistas, por muchas novedades que contuviesen las ideas de Oresme. Si realmente, como presumia Paulin Paris 8, la Peronne d'Amientitkes, de Machaut, sintib el deseo de tener relaciones amorosas con un poeta, por la influencia, no s610 del ejem- plo de Heloisa, sino tambitfn de Laura, tenemos en Le Voir-Dit un notable testimonio de que una obra en que percibimos ante todo la aparici6n del pensamiento moderno podia inspirar, no obstante, un product0 puramente medieval.

Aun sin esto, (no propendemos por rcgla general a ver a Petrarca y a Boccaccio demasiado exclusivamente bor el lado moderno? Los con- sideramos como 10s primeros representantes del nuevo espiritu, y con raz6n. Pero seria inexact0 suponer que, como primeros humanistas, )a no encajaban bien en el siglo XIV. Cualquiera que sea el nuevo aliento que anima su obra, pisan con toda ella en la cultura de su Cpoca. Pero ademis Petrarca y Boccaccio no dcben principalmente la fama que alcanzaron fuera de Italia, en las postrimerias de la Edad Media, a las obras en la lengua nacional que habian de hacerles in- mortales, sin0 a sus obras latinas. Petrarca fuk, ante todo, para sus con- temporineos un Erasmo avant la lettre, un multiforme y delicioso autor de ensayos sobre la moral, la vida, un epistolbgrafo de buen tono, el romintico de la Antigiiedad, con su Liber de viris illustribus y 10s Rerum n~emorandarum libri l V . Los temas que trataba, De contemptu mundi, De otio religiosorum, De vita solitaria, ajhstanse a6n comple- tamente a las ideas medievales. Su exaltacibn de 10s antiguos hCroes

se acerca a la veneracibn de 10s neuf preux 9 mucho mPs de lo que se podia suponer. No es en absoluto nada extraiio que hubiese relaciones entre Petrarca y Gcert Groote. 0 que Jean de Varennes, el fanitico

7 Ep. .39, 67, col. 1.427, 1.435. 8 Le l ime du Voir-Dit, p. xvm. 9 V. capitulos anteriores.

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de Saint-Lit 10, invocase la autoridad de Petrarca para precaverse con- tra la sospecha de herejia 11 y tomase de sus obras el texto para una nueva oracibn, Tota caeca christianitas. Lo que Petrarca significaba para su siglo lo expresa Jean de Monstreuil en las palabras devotis- sinus, catholicus ac celeberrinus philosophus moralis 12. Hasta una lamentacibn por la ptrdida del Santo Sepulcro, aquella idea tan genui- namente medieval, pudo tomar de Petrarca Dionisio Cartujano: "pero como el estilo de Francisco es retbrico y dificil, prefiero citar el sentido de sus palabras mejor que la formaw la.

Con su despectiva afirmaci6n de que fuera de Italia no habia oradores ni poetas di6 Petrarca un singular impulso a 10s ejercicios li- terarios clisicos de aquellos primeros humanistas franceses ya mencio- nados. Puts 10s eruditos de Francia no podtan tolerarla. NicolAs de Clemanges y Jean de Monstreuil protestaron vivamente contra ellal4.

Boccaccio adquiri6 en una esfera mis reducida una influencia ani- loga a la de Petrarca. Estimibasele entonces no como autor del Deca- merone, sino como le docteur de patience en adversitt, el autor de 10s Libri de casibus virorum i,llustrium y De claris mulieribus. Con estas singulares compilaciones, relativas a la inconstancia del destino huma- no, habiase erigido Boccaccio en una especie de empresario de la Fortu- na. Y asi es como entiende Chastellain a messire Jehan Bocace 16. Le Temple de Bocace titula un tratado sumarnente extravagante sobre to- da clase de destinos tragicos de su tiempo, en que es invocado el espi- ritu del noble historien para llevar el consuelo al espiritu de Mar- garita de Inglaterra en medio de sus adversidades. Pero no puede en absoluto afirmarse que Boccaccio haya sido entendido defectuosa o errb- neamente por 10s borgoiiones del siglo xv, espiritus todavia entera- mente medievales. Estos percibian en 61 el lado fuertemente medieval que nosotros corremos peligro de olvidar For completo.

10 V. pig. 76. 11 Gerson: Opera, r, pig. 922. 12 Ep. 38, col. 1.385. 13 Dion. Cart., t. xxxvrr, pig. 495. 14 Petrarra: Opera, ed. de Basilea, 1581, pig. 847; Clemanges: Opera, Ep. 5,

pAg. 24; J. cle Monstr., Ep. 50, col. 1.428. 15 Chastellain, vrr, pAg3. 73-143; cf. v, pigs. 38-40; VI, pig. SO; vm, pig. 358:

Le l i w e des trahisons, pig. 145.

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22. El advenimiento de la nueva forma 457

Lo que distingue el incipiente humanismo franc& del italiano no e5 tanto la diversidad de las aspiraciones o del tono afectivo, como un nlatiz de erudici6n y de gusto. La imitad6n de la Antigiiedad no re- sulta tan ficil para el franc& como para el nacido bajo el cielo de Toscana o a la sombra del Coliseo. Los autores eruditos dominan con perfecta destreza, ya desde el primer momento, el estilo epistolar latino clhico. Mas 10s primeros escritores profanos son todavia unos inexper- to5 en las finuras de la mitologia y de la historia. Machaut, que debe 5er considerado como un poeta profano, a pesar de su dignidad ecle- siistica, confunde lamentablemente 10s nombres de 10s siete sabios. Chastellain confunde a Peleo con Peleas; La Marche, a Proteo con Piritoo. El poeta del Pastoralet habla de Ie bon Scypion d'dfrique; 10s autores del Jouvencel derivan poitique de ncE.<< y una supuesta palabra griega icos, gardien, qui est i dire gardien de p l ~ r a l i t t : ~ .

A pesar de todo esto, y en medio de su forma aleg6rica medieval, trata de abrirse paso en ellos, de cuando en cuando, la visi6n cliisica. Un poeta como el del grotesco Pastoralet, pone de stibito, en una des- cripci6n del dios Silvano y en una oraci6n a Pan, un reflejo del res- plandor del Quattrocento, aunque para volver a trotar en seguida so- bre las trilladas huellas del viejo camino 17. Lo mismo que Juan Van Eyck introduce a veces en sus cuadros, vistos de un mod0 puramente medieval, formas arquitect6nicas clasicistas, intentan 10s escritores uti- lizar rasgos antiguos, de un mod0 puramente formal adn y a guisa de ornamentaci611, como por lo demis ya habfan hecho algunos precurso- res de la primera Edad Media. Los cronistas prueban sus fuerzas en discursos politicos y arengas guerreras, contiones, en el estilo de Li- vio 18, o mencionan prodigia, seiiales y presagios portentosos, porque Livio lo hace. Cuanto mis torpe la utilizaci6n de las formas clAsicas, tanto mis puede aprenderse con respecto a1 trinsito de la Edad Media a1 Renacimiento. El obispo de Chaons, Jean Germain, trata de des- cribir el Congreso de la Paz reunido en Amiens el aiio 1435, en el es- tilo enCrgico e incisivo de 10s romanos. Por medio de giros y frases

16 Machaut: Le Voir-Dit, phg. 230; Chastellain, VI, pig. 194) : La marche, nr, pig. 166: Le Pastoralet, vs. 2.806; Le Jouvencel, I, pig. 16. 17 Le Pastoralet, vs 541, 4.612. 18 Chastellain, 111, pigs. 173, 117. 359, etc.; hlolinet, 11, pig. 207. Asi ya Richer

y Ordericus Vitalis en 10s Biglos xr y XU.

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breves y de un tono vivamente intuitivo persigue un efecto a lo Livio. Yero lo que resulta de ello es una acabada caricatura de la prosa anti- gua, tan hinchada como ingenua, dibujada como las pequeiias figuras de la hoja de calendario de un breviario, per0 desdichada en cuanto el estilo 19. La interpretacibn de la Antigiiedad es todavia extraordinaria- rnente grotesca. En 10s funerales de Carlos el Temerario en Nancy apa- rece el joven duque de Lorena, que lo ha vencido, en un traje de luto ci I'antique, para rendir las ultimas honras a su enemigo; esto es, lleva una larga barba dorada que le desciende hasta el cinturbn, con lo cual representa a uno de 10s nueve preux y solemniza su propio triunfo. Asi disfrazado reza durante un cuarto dr hora20.

En la Francia de 1400 representan para 10s cspiritus la esencia de la Antigiiedad 10s conceptos rhktorique, orateur, potsie. Para ellos la perfeccibn antigua, digna de envidia, significa, ante todo, una forma artificiosa. Todos estos poetas del siglo xv (en partc ya 10s algo triis anteriores) logran componer un poema fluido, sencillo, con frecuencia vigoroso y en ocasiones delicado, cuando siguen 10s dictados de su sen- tirniento y tienen algo justo que decir. Pero si el poema ha de poseer una especial belleza, echan mano de la mitologia, emplean expresiones latinizantes, que constituyen un verdadero culteranismo, y se sienten rhe'toriciens. Cristina de Pisan distingue expi-esamente un poema mito- 16gico de su trabajo habitual como balade pouPtique21. Cuando Eus- tache Deschamps envia sus obras a su hermano de arte y admirador Chaucer, incurre en la inezcolanza pseudoclPsica m8s insufrible.

0 Socrates plains de philosophie, Sensque en m e w s et Anglux en pratique, Ouides grans en ta poeterie, Bries en parler, saiges en rethorique, Aigles tres haulz, qui par ta theorique, Enlumines le regne d'Eneas. L'Isle au geans, ceulx de Bruth, et qui as Semt les fleurs et plant6 le rosier, Aun ignorans de la langue pandras,

19 J. Germain: Liber de uirtutibus Philippi duds Burgundiae (Chron. rel. b l'hist. de Belg. sous la dom. des ducs de Burg., m).

20 Chronique scandaleuse, 11, pig. 42. 21 Cristina de Pisan: Oeuvres poktiques, I, dm. 90, pig. 90.

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22. El advenimiento de la nueva forma

Grant translateur, noble Geffroy Chaucier! .......................................... A toy pour ce de la fontaine Helys Requier auoir un buuraige autentique, Dont la doys est du lout en ta baillie. Pour rafrener d'elle ma soif ethique Qui en Caule seray paralitique Jusques a ce que tu m'abuveras22.

He aqui el comienzo de aquella manera que pronto se excedi4 hasta llegar a la ridicula latinizacih del franc& noble y que Villon y Rabelais flagelan con su burla23. Una vez y otra aparece este estilo en la correspondencia podtica, en las dedicatorias y 10s discursos; en suma, siempre que la cosa debe tener una especial belleza. En estos casos es cuando habla Chastellain de uostre trts-humble et obe'issante serve et ancelle (sierva y ancila), la ville de Gand, de la visce'rale inti- me douleur et tribulation, La Marche de nostre f ranc igh locution et langue vernacule, Molinet de ser abreuve' de la doulce et melliflue liqueur procedant de la fontaine caballine (Hipocrene), de ce vertueux due scipionique, de gens de mulidbre (mujeril) courage 24.

Estos ideales de la ret6rica refinada no sblo son 10s ideales de la pura expresibn literaria, sino a la vez 10s ideales de las altas relaciones

22 Oh, S6crates lleno de filosofia, - SCneca en costombics c ingICs en la p i c t i - ca. - Ovidio, grande en tu arte poetico. - Breve en el hablar, sabio en la ret6rica. - Aguila mny alta, que con tu teoria - Iluminas el reino de Eneas, - La isl.1 c:e 10s gigantes, 10s de Bruto (considerado por Nennio como padre de la raza de 10s brita nos y como tal tratado por Wace, etcetera; cf. Suchier, Gesch. der f n . Lit., !P ed., I, 127. Los gigantes fueron aniquilados por Bruto), y que has - sembrado las flo- res y plantado el rosal. - De 10s ignorantes de la lengua prenderds (Traducci6n literal. El original resulta casi ininteligible. Acaso pandras sea nomb~e propio. Deschamps pudo haber pensado en Pandaros, hijo de Lyka6n y jefe de 10s likios en la guerra de Troya. En este caw habria que traducir: Pandaros = jefe, gufa - de 10s ignorantes de la lengua) , - Gran traductor, noble Godofredo Chaucer. - A ti por el de la fuente del Helicbn (Hipocrene) - Quiero tener un brebaje autfntico, - Cuya condocci6n esti del todo en tu poder. - Para ref~enar con PI mi sed Cti- ca, - Yo que en la Ga!ia estar.5 paralitico - Hasta que t6 me abreves. Deschamps. ndm. 285, XI, pdg. 138.

2s Villon, ed. Lognon, pAg. 15, h. 36-38; Rabelais, Pantagruel 1, 2, ch. 6. 24 Chastellain, V, pig. 292 y sigs.; La Marche: Parement et triumphe des dames,

Prologue: Molinet: Faictx et dictz, Prologue, id., Chronique, I, phgs. 72, 10, 54.

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literarias. El humanismo entero es, de la misma manera que lo habia sido la poesia de 10s trovadores, un juego de sociedad, una forma de la conversacibn, una aspiracibn a una forma de vida mis elevada. Ni si- quiera la correspondencia entre los sabios de los siglos XVI y XVII ha abandonado este elemento. Francia guarda en este respecto el tbrmino medio entre Italia y 10s Paises Bajos. En Italia, donde el lenguaje y el pensamiento se habian alejado menos de la autkntica y pura Anti- giiedad, podian las formas humanisticas encajar sin esfuerzo en la evo- luci6n natural de la alta vida nacional. La lengua italiana apenas su- fria violencia porque la latinidad de la expresi6n fuese algo mPs fuerte. El espiritu de club, que animaba a 10s humanistas, adaptPbase c6mo- damente a las costumbres de la sociedad. El humanismo italiano repre- senta la paulatina evoluci6n de la cultura nacional italiana, y, por ende, el primer tipo del hombre moderno. En 10s dominios borgoiiones, por el contrario, eran aim el espiritu y la forma de la sociedad de tal suerte medievales, que la aspiraci6n a una cxpresi6n renovada y m9s noble s610 pudo en un principio encarnarse con una forma perfecta- mente anticuada, en las ~Cimaras de ret6ricoss. Como sociedades son Cstas una simple prosecucibn de la hermandad medieval, y el espiritu que habla por boca de ellas s610 representa a1 principio una renovaci6n en 10s elementos formales mPs externos. El humanismo biblico de Erasmo es el que inaugura en estos dominios la cultura moderna.

Francia, fuera de sus provincias septentriona!es, no conoce el anti- cuado aparato de las ~Cimaras de retbricos*, pero sus nobles rhktori- ciens no se asemejan en modo alguno a 10s humanistas italianos. Tam- biCn ellos estin ahn profundamente sumidos en el espiritu y en las formas de la Edad Media. Puede afirmarse sobre la literatura france- sa del siglo xv, sin exagerar, que aquellos escritores y poetas que me- nos se preocupan del clasicismo estin mis cercanos a la moderna evo- luci6n de la literatura que aquellos otros que rinden homenaje a 10s ideales de la latinidad y de la forma oratoria. Los modernos son 10s espiritus despreocupados, aun cuando se sigan vistiendo con formas medievales, como Villon, Goquillart, Henri Baude y tambitn Charles d'Orle8ns y el autor de L'amant rendu cordelier. Las aspiraciones cla- sicistas ejercen aqui una influencia retardataria, a1 menos por lo que toca a la poesia y a la prosa. Los pomposos portavoces del gualdrapado ideal borgoii611, como Chastellain, La Marche, Molinet, son 10s espi-

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ritus anticuados de la literatura francesa. Tan pronto como ellos mis- Inos se deshacen aquf y all& de su ideal de artificiosidad y componen o escriben lo que les sale del coraz6n y a1 coraz6n se dirige, entonces se tornan legibles y nos parecen a la vez modernos. ,

Un poeta de segunda fila, Jean Robertet (1420-1490), secretario de ties duques de Borb6n jr de tres reyes de Francia, veia en Georges Chastellain, el borgofi6n flamenco, la cumbre del mis noble arte po& tico. De esta admiraci6n brot6 una correspondencia literaria que pue- de servir para ilustrar lo que acabamos de decir. Para trabar conoci- miento con Chastellain invoca Robertet la mediaci6n de cierto Mont- ferrant, que vivia en Brujas como preceptor de un joven Borb6n. edu- cad0 en la corte de su tio de Borgofia. Robertet envi6 a este Mont- ferrant un enfPtico poema en alabanza del viejo cronista de dmara y poeta y dos cartas para Chastellain, una en franc& y otra en latin. Co- mo Chastellain no accediera en seguida a la proposici6n de entablar una correspondencia literaria, compuso Montferrant una prolija invi- txi6n con arreglo a la antigua fdrmula: se le habian aparecido les Douze Dames de Rhdtorique, por nombre Science, Eloquence, Grauitt dc Sens, Profondit&, etc. Chastellain sucumbib a esa tentaci6n y en torno a las Douze Dames de Rhdtorique se agrupan las cartas de ios tres25. La correspondencia no dur6 mucho tiempo, pues Chastellain se hart6 pronto y renunci6 a continuarla.

La latinidad cuasimoderna tiene en Robertet sus manifestaciones mis est6lidas. Jay estd en aucun temps en la case nostre en repos, du- runt une partie de la brumale froidure, asi describe una heladaze. NO wenos simples son las hiperbdlicas expresiones con que exterioriza su admiraci6n. Cuando por liltimo obtiene su epistola podtica de Chas- tcllain (de hecho mucho mejor que su propia poesia), escribe a Mont- ferrant:

Frappd en I'oeil d'une clartd terrible, Attaint au coeur d'iloguence incridible, A humain sens difficile b produire, Tout offusgui.4 de lumidre incendible

25 Extractos en Kervyn de Lettenhove: Oeuvres de Cliastellain, VII, 1, pigs. 45.186;

v. P. Durrieu: Un barbier de nom franfais a Bruges, Acadimie des inscriptions et belles-letres, Comptes rendus, 1917, phgs. 542-558.

2% Chastellain, VII, p9g. 146.

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El otoiio de la Edad Media

Outre perpa t de ray presqu'impossible Sur obscur corps qui jamais ne peut hire , Raui, ubst7,zit me trcuve en mon de'duire, En exstate corps gisant d la terre, Foible esperit perplex d voye enquerre Pour trouver lieu et opmtune yssue Du pas estroit oh je suis mis en serre, Pris a la rets qu'amour vraye a tissue 27.

Y prosigue en prosa: Oh est l'oeil capable de tel objet visible, l'oreille pour ouyr Ee haut son argentin et tdntinabule d'or (de campani- lla de oro). (Qut dice de esto Montferrant, el amy des dieux inmor- tels et chtri des hommes, haut pis Ulixien @echo uliseo), plein de rnelliflue facondet (facundia) . West-ce resplendeur tquale au curre Phoebus? (a1 carro de Febo). (No es miis que la lira de Orfeo, la tube (tuba trompeta), &Amphion, la Mercuriale fleute (flauta) qui endormyt Argus?, etc. z8.

Paralela a su extremada hinchaz6n es la profunda humildad literaria con que estos poetas se atienen fielmente a la preceptiva medieval. Y no 5610 ellos; todos sus contemporineos siguen rindiendo homenaje a esta forma. La Marche espera que se puedan emplear sus memorias como humildes florecillas en una corona y cornpara su obra con el rumiar de un ciervo. Molinet ruega a todos 10s orateurs que separen de su obra cuanto en ella encuentrcn de superfluo. Hasta Commines espera que el arzobispo de Viena, a quien envia su obra, pueda acaso tecogerla en una obra latinaZ9.

En la correspondencia literaria entre Kobertet, Chastellain y

27 Herido en 10s ojos por una claridad pavorosa, - Alcanzado en el corazdn pot una elocuencia increible, - DiEicil de producir por el espiritu humano, - Del todv &go por una luz incandescente, - Que atraviesa w n un ray0 casi imposible - A1 cuerpo obscuro que jamas puede brillar, - Arrebatado, absorbido me encuentro en mi considerar, - En eatasis con el cuerpo yaciendo en tierra, - Dtbil espiriru, per- plejo buscando una via - Para encontrar lugar y una favorable salida - Del paso estrecho en que me encuentro oprimido, - Prem en la red que un amor verdadero ha tejido.

2.3 Ibid., pig. 180. 29 La Marche, I, pdgs. 15, 184-186; Molinet, I, pag. 14: 111, pig. 99; Chastellain, VX:

Exposition sur &rite ma1 prke; VII, p.igs. 7 6 , 29, 142, 422; Commines, I, pag. 5; cf.

Doutrepont, pig 24.

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Montferrant se ve cbmo 10s oropeles del nuevo clasicismo estin sim- plemente superpuestos sobre un cuadro genuinamente medieval. Y Ro- bertet ha estado, entiendase bien, en Italia, en Ytalie, sur qui les res- pections (complacencias) , du cid influent (derraman), aornt (ador- nado) parler, et vers qui tyrent (se dividen) toutes douceurs dldmentai- res pour 12 fondre (fundirse en) harmonieso. Pero de la armonia del Quattrocento no parece haber traido mucho a su propia casa. La su- perioridad de Italia consistfa para este espiritu s610 en el aornt parler, en el cultivo totalmente superficial de un estilo artificioso.

Lo linico que hace dudosa por un momento esta impresidn de antigiiedad perseguida y fastuosamente ataviada es el matiz de innega- ble ironia que hay a veces en aquellas retorcidas efusiones. Vuestro Ro- bertet, dicen las Damas de la Retbrica a Montferrant, il est exemple de Tullian art, et forme de subtilitd Tdrencienne. . . qui succid a de nos seins notre plus intkriore substance par faveur; qui, outre la grdce donnde en propre terroir, se zst all6 rendre en pays gourmant pour rdfection nouvelle, 18 oQ enfans parlent en aubes it leurs mdres, frians d'escole en doctrine sur permission de eagesl. Chastellain abandona la correspondencia porque estaba ya harto. La puerta habia estado ya bastante abierta para que pasase por ella Dame Vanitd; ahora echa el cerrojo. Robertet m'a surfondu de sa nuke, et dont les perles, qui en celle se congrdent comme grtsil, me font resplendir mes vestements; mat's qu'en est mieux au corps obscur dessoubs, lorsque ma robe degoit les voyanst~2. Si Robertet continsa tan hiperb6lic0, arrojarP a1 fuego sus cartas, sin leerlas. Si quiere hablar llanamente como se debe hacer tntre amigos, Jorge no le retirari su favor.

El espiritu medieval que mora bajo la veste clPsica resalta menos claramente cuando el humanista s610 se sirve del latin. La irnperfecta

so Chastellain, VII, pBg. 159. 3 1 Ib. Es ejemplo de arte ciceroniano y modelo de sutileza terenciana . . . que ha

mamado de nuestros pechos nuestra mas intima substancia, por singular merced; que, ademis de la gracia cosechada en el propio suelo, se ha ido en busca de un nuevo sustento a un pais de fino paladar (Italia), donde 10s niiioa hablan a snr madres en albas (cantos matinales), son golosos de la escuela y mBs doctos de lo que mrresponde a su edad.

82 Robertet me ha abrumado con sus nubes, 61, cuyas perlas que se congregan en aqu6llas como granizo, hacen resplandecer mis vestidos; per0 <de qui. le sirve a1 cuerpo obscuro que estB debajo que mi traje engaiie a 10s que miran?

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representacibn del verdadero espiritu de la Antigiiedad no se delata entonces en una torpe refundicibn. El erudito puede en este cam imi- tar simplemente, e imitar hasta producir la ilusibn del original. Un humanista como Robert Gaguin (1431-1501) nos parece en sus episto- las y discursos ya casi tan modern0 como Erasmo, que le debia su pri- mera celebridad; pues Gaguin habia publicado a1 final de su compen- dio de la historia de Francia, la primera obra cientifica de historia en Francia (1495), una carta de Erasmo, el cual se vi6 de este mod0 im- preso por primera vez83. Aunque Gaguin sabia tan poco griego como Petrarca 34, no por ello es menos un authtico humanista. Pero a la vez vemos pervivir tambikn en 61 el antigucr espiritu. Dedica, en efecto, su elocuencia latina a 10s antiguos temas medievales, como la diatriba contra el matrimonio S h el menosprecio de la vida cortesana, retra- duciendo a1 latin el Curial de Alain Chartier. 0 bien trata -por cier- to esta vez en un poema en franc&- sobre el valor de las clases socia- fes en la forma tan frecuentemente empleada de una discusi611, Le de- bat du Laboureur, du Prestre et du Gendarme. Pero en sus poesias francesas no hace intervenir Gaguin, que domina perfectamente el estilo latino, las artes retbricas de adorno. Nada de formas latinizadas. rlada de giros hiperbblicos, nada de mitologia. Como poeta franc&, puede ponerse por completo a1 lado de 10s que con su forma medieval se aseguran la naturalidad, y, por ende, la legibilidad. La forma hu- manistica apenas es aim para 61 otra cosa que una vestidura, que se po- ne y que le sienta bien; per0 se mueve mis libremente sin esta suntuosa vestidura. Para el espiritu franc& del siglo xv es el Renacimiento, en el mejor de 10s casos, una cubierta completamente suelta y superficial.

~ r o ~ ~ n d k s e con gusto a considerar la aparici6n de rnanifestacio- nes que suenan a paganism0 como un criterio decisivo para juz, mar so- bre el comienzo del Renacimiento. Pero todo conocedor de la literatura medieval sabe que ese paganismo literario no se limita en absoluto a la eslera del Renacimiento. Cuando 10s humanistas llaman a Dios princeps superum y a Maria genitrix tonantiss@, no cometen nada

33 Th~rasne, R. Giguini: Ep. e t Or., I, pig. 126; Allen: Erasmi Epistolae, n6. rnero 43, I, pAg. 145.

34 Thuasne, I, pig. 20. 35 Thuasne, I, pAg. 178; 11, pig. 5509. 36 Principe de 10s dioses. Madre del tonante.

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inaudito. La transposicibn puramente superficial de figuras del dogma cristiano en denominaciones de la mitologia pagana, es muy anti- guasr y significa poco o nada para el contenido del sentimiento reli- gioso. Ya el archipoeta del siglo XII dice en su confesibn, sin sentir re- paros:

Vita vetus displicet, mores placent novi; Homo videt faciem, sed COT patet Ioui 88.

Cuando Deschamps habla de Jupiter uenu de Paradis39 no Cree cometer ninguna irreligiosidad, como tampoco Villon cuando en la conmovedora balada que hizo para su madre, a1 rogar a Nuestra Sefiora, la llama haulte Dkesse40.

Cierto colorido pagano es propio tambikn de la kglog. En tsta podrfan aparecer tranquilamente 10s dioses. En Le Pastoralet se llama a1 monasterio de 10s Celestinos de Paris temple au haulr bois pour :es diex prier'l. Tan inocente paganismo no inducia a nadie en error. Y para mayor abundancia a6n declara el poeta: Se pour estrangier ma Muse je parle des dieux des paiens, sy sont les pastours crestiens et moy 42. Igualmente, cuando Molinet hace aparecer en un sueiio a Marte y a Minerva, atribuye la responsabilidad a Ration et Entende- ment, que le dijeron: Tu le dois faire non pas pour adjouter foy aux dieux et dkesses, mais pour ce que Nostre Seigneur seul inspire les gens ainsi qu'il lui plaist, et souuentes fois par divers inspirations 43.

Mucho del paganismo literario del Renacimiento en pleno des- arrollo no debe tomarse mis en serio que estas manifestaciones. Pero si se anuncia un sentimiento de aprobacibn de la fe pagana como tal, principalmente del sacrificio pagano, esto es ya de una significaci6n

87 V. F. von Bezold: Das Fortleben der Gdtter im mittelalterlichen Hum. anismus, Bonn y Leipzig, 1922.

38 La vieja vida desagrada y agradan las costumbra nuevas; el hombre ve la cara, mas para Jdpiter esti abierto el coraz6n.

30 Deschamps, mim. 63, I, pig. 158. 40 Villon: Testament, vs. 899, ed. Longnon, pig. 58. 41 Templo en un alto bosq~~e para rezar a 10s dioses. Le PastoraZet, vs. 2094. 42 Si por extranjerizar mi musa hablo de 10s dioses de 10s paganos, son, sin em-

bargo, 10s pastores cristianos y yo mismo. Ib., v. 30, pig. 574. 43 Molinet, v, pAg. 21.

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m8s profunda, para el tiempo, del nuevo espiritu. Pero este sentimien- to puede llegar a abrirse paso t ambih en aquellos que a6n arraigan firmemente en la Edad Media con las formas' de su pensamiento, co- rno hacia Chastellain.

Des dieux jadis les nations gentiles Quirent (buscaron) I'arnour par humbles sacrifices, Lesquels, post! que ne fussent utiles, Furent nientrnoins (a1 menos) rendables et fertiles De rnaint (muy) grant fruit e6 de haulx bCnc!fices, A4onstrans par fait que d'arnour les offices Et d'honneur humble, impartis oh qui'ils soient Pour percer ciel et enfer suffisoient 44

En plena vida medieval resuena a vecse de sdbito el tono del Re- nacimiento. En un pas d'armes celebrado en Arras en 1466 aparece Phi- lippe de Ternant sin llevar, con arreglo a la costumbre de la Ppoca, una bannerole de devotion, una banda con una sentencia o una figura religiosa. Laquelle chose je ne prise (apruebo) point, dice La Marche de esta impiedad. Pero adn es mis impio el lema que ostenta Ternant: Je souhaite que auoir puisse de mes desirs assouvissance et jamais aultre bien n'eusse 45. Esta bien podria ser la sentencia favorita del liber- tino mis librepensador del siglo XVI.

Los espiritus no necesitaban beber este efectivo paganismo en la lite. ratura clisica. Podian aprenderlo en su propio tesoro medieval, en el Roman de la Rose. En las formas de la cultura er6tica radicaba el verdadero paganismo. En ellas habian tenido desde antiguo Venus y el dios del Amor un asilo donde encontraban algo rnis que un culto puramente ret6rico. En Jean de Meun tencmos a1 gran pagano. No es que mezclase 10s nombres de 10s dioses de la Antigiiedad con 10s de Jes6s y Maria, sin0 que las alabanzas por Cl tributadas con el mayor descaro a la voluptuosidad terrenal, animada por representaciones de

44 Mostrando de hecho que las ofrendas del amor y de la humilde honradez, a quienquiera que Sean hechas, bastan para abrirse paso a traves del cielo y del in. fierno. Chastellain: Le dit de we'ritd, VI, pig. 221; cf. Exposition sur wtrite' ma1 prise, ib., pigs. 297, 310.

45 Deseo poder ol~tener la satisfacci6n de mis deseos, aunque jam23 alcance otro bien. La Marche, 11, pig. 68.

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22. El advenimiento de la nueva foma 467

la bienaventuranza cristiana, habian sido desde el siglo xm la escuela del paganism0 para inn6meros lectores. No era concebible mayor blas- femia que 10s versos en que ponia en b o a de Dame Nature, que repre- senta en tl el papel de un perfecto Demiurgo, las palabras del Wnesis "entonces deplor6 el Seiior haber puesto a1 hombre sobre la tierra", cambiindoles el sentido: la naturaleza deplora haber hecho a 10s hom- bres, porque tstos no respetan su mandamiento de la reproducci6n:

Si m'aijt Diex l i crucefis, iMoult me repens dont homme fis 46.

Es notable que la Iglesia, que tan celosamente se ponia en guardia contra pequeiias desviaciones dogmiticas de pura indole especulativa y las combatia con tanta acritud, dejase proliferar sin obsticulo en 10s espiritus las doctrinas de este breviario de la aristocracia.

La nueva forma y el nuevo espiritu no se compenetran en una viviente unidad. Si las ideas de la edad entrante aparecen con frecuen- cia en un ropaje puramente medieval, 10s productos mAs medievales del pensamiento eran expuestos en metros sificos, con un sequito mul- ticolor de figuras mitol6gicas. Clasicismo y espiritu modern0 son dos cosas totalmente distintas. El clasicismo literario es un niiio que naci6 viejo. La Antigiiedad apenas ha tenido mis importancia para la reno- vaci6n de las bellas letras que las flechas de Filoctetes. Muy distinto era en el arte plistico y en el pensamiento cientifico. Para ambos fu6 la antigua pureza de exposicih y de expresibn, la antigua universalidad de espiritu, el antiguo dominio sobre la vida y conocimiento del hom- bre mucho m&s que un mero bast6n en que poder apoyarse. En el arte plistico, la superaci6n de las superfluidades, de las exageracioncs. de 10s absurdos, de las gesticulaciones y de la ornamentacibn flamigera, todo fuk obra de la Antigiiedad. Y en la esfera del pensamiento fuC su ejemplo todavia mucho mis indispensable y fecundo. En el orden literario, en cambio, fuC el clasicismo m&s un obsticulo que un estimulo para el despliegue de la simplicidad y la armonia.

Los pocos espiritus que en la Francia del siglo xv asumen formas humanisticas no dan alin el toque de alba del Renacimiento. Su espi-

46 Asi me ayitcle Dios crurificado, mucho me arrcpicn:~ tle hal-er hccho al hotn-

bre. Roman de la Rose, vs. 20-21.

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ritu, su orientaci6n es todavia completamente medieval. El Renaci- miento llega cuando cambia el "tono de la vida", cuando la bajamar de la letal negaci6n de la vida cede a una nueva pleamar y sopla una fuerte, fresca brisa; llega cuando madura en 10s espiritus la alegre certidumbre (to era una ilusi6n?) de que habia venido el tiempo de reconquistar todas las magnificencias del mundo antiguo, en las cuales ga se venia contemplando largo tiempo el propio reflejo.