homo viator, homo scribens

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CARLOS ALBERTO GONZÁLEZ SÁNCHEZ HOMO VIATOR, HOMO SCRIBENS Cultura gráfica, información y gobierno en la expansión atlántica (siglos XV-XVII) Marcial Pans Historia 2007

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Page 1: Homo Viator, Homo Scribens

CARLOS ALBERTO GONZÁLEZ SÁNCHEZ

HOMO VIATOR,HOMO SCRIBENS

Cultura gráfica, información y gobiernoen la expansión atlántica

(siglos XV-XVII)

Marcial Pans Historia2007

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«Lo que escribo no son mis hazañas, soy yomismo, es mi esencia».

Michel de Montaigne

«Lo que se escribe es mucho más de mirar quelo que se habla, porque la escritura queda y dasiempre testimonio».

San Ignacio de Loyola

«Todo descrubrimiento es un deseo y tododeseo una necesidad. Inventamos lo que descu-brimos, descrubrimos lo que imaginamos. Nues-tra recompensa es el asombro».

Carlos Fuentes

Page 3: Homo Viator, Homo Scribens

ÍNDICE

Pág.

INTRODUCCIÓN 13

CAPÍTULO 1. EXPERIENCIA Y COMUNICACIÓN 31

Testigo del tiempo 31Ver cosas nunca oídas) ni vistas, ni aun soñadas................................ 37Los cauces de la memoria................................................................. 42Insólito y extraño. Herencia y novedad........................................... 47Ver, oír, escribir..... 58

CAPÍTULO lI. GRAFÍAs PARA LA ETERNIDAD....................... 79

Mérito y premio... 79Las secuelas del infortunio............................................................... 82Peligrosa novedad...................................... 93La quimera del deseo 95Que el yerro se perdone 104

CAPÍTULO lII. LA CONQUISTA DE LA INFORMACIÓN....... 113

El fin de las incertidumbres 113El poder de la escritura, las escrituras del poder 123El rumbo de la historia..................................................................... 133Orden y discurso 141

CAPÍTULO IV. CARTASPOR DOQUIER..................................... 151

La priesa del correo............................................................................ 151El ímpetu de la norma...................................................................... 156

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12 Índice

Pág.

La precariedad indígena................................................................... 167Trato y correspondencia..................................................................... 171

CAPÍTULO V. VIAJE, IMAGINARIO Y ESCRITURA................. 181 INTRODUCCIÓN

Fuentes.............................................................................................. 255Bibliografía 262

Señas de solemnidad 181A la vista de todo 184Creencias mágicas, usos diabólicos.................................................. 189Civilización y barbarie...................................................................... 195

CAPÍTULO VI. CIELO E INFIERNO. LIBROS Y LECTURAS. 203

Una práctica común 203Ejercicio oportuno y pacífico 206Vituallas clericales 221En aras de la complicidad 226Guías viajeras 231La mirada del otro 248

COLOFÓN ............................................................................................

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA ............................................................

ÍNDICE DE NOMBRES ......................................................................

253

255

273

El descubrimiento y conquista de nuevos mundos fue uno delos grandes acontecimientos del Renacimiento, una época de cam-bios impactantes, entusiasmada con sus invenciones, deseosa denovedades y de saber más liobre el universo 1. Aquella promociónde Occidente, una ofensiva frente al Oriente, desencadenó unainusitada curiosidad hacia lo alejado, exótico y desconocido, losmóviles que hicieron posible la ruptura de unas fronteras geo-gráficas, hasta entonces insalvables, en las que los antiguos pro-yectaron un cúmulo de anhelos, esperanzas y miedos. Descubrirera viajar, un proceso vital que ofrecía a su artífice la posibilidadde presenciar y conocer el mundo exterior, al menos desde unapercepción individual o subjetiva que, a la vez, experimenta lainevitable transformación mental inherente al contacto con reali-dades al margen de lo cotidiano. Por ello, rebasar los límites entrelo cierto y lo dudoso, entre lo real y lo imaginario o mítico, des-de el siglo XIII se había convertido en una de las grandes aspira-ciones de unos hombres que, gracias a los griegos, apreciaron elasombro como el principio del conocimiento. Más allá de los abis-mos, del agua y de la tierra, estaban los tesoros, monstruos y pro-digios que durante tanto tiempo los clásicos, sin llegar a verlosnunca, recrearon y soñaron; un paraíso, pero en esta vida, de bon-dades imperecederas capaz de colmar la permanente escasez deuna existencia presa de un piélago de miserias espirituales y mate-riales.

1 Este libro se ha realizado dentro del Proyecto I+D HUM2005-C07069-C05-05HIS (La ciudad letrada en el mundo hispánico de los siglos XVI y XVII: discursos yrepresentaciones) financiado por la Subdirección General de Proyectos de Investiga.ción del Ministerio de Educación y Ciencia.

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14 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 15

Quiso la fortuna que fuesen los modernos los que surcaran ladivisoria de los mares y contemplaran semejante espectáculo de lacreación divina, pleno de unas fantasías y riquezas diferentes a lasdifundidas por la tradición. El orgullo de la proeza les hizo versesuperiores a sus antepasados, encomiar su presente y acariciar unfuturo prometedor en el que tendrían solución grandes escollosvitales, arcanos y enigmas. Intrépidos viajeros fueron los héroes dela hazaña, gentes de astucia e ingenio sin parangón, con un rau-dal de voluntad y temeridad, para las que la adversidad de las dis-tancias, de los medios de transporte coetáneos y de la geografíaencontrada en los nuevos confines no conllevaron trabas insupe-rables. El viaje, en suma, está en la génesis de la expansióneuropea, un empeño, según S. Gruzinski, de los agentes de lamovilización universal inaugurada en el Renacimiento, que los con-virtió en unos prominentes e internacionales mediadores cultura-les o pa-sseurs culturels de la globalización o mundialización queiniciaron los países ibéricos 2.

La curiosidad, las ansias de cosas diferentes, ventura y gloriaduradera, más los deseos de poner en fuga la trivialidad cotidia-na son los fundamentos prioritarios del homo viator renacentista.La experiencia de unos, los primigenios, contagia a otros; muchos,a la vuelta de unas jornadas propias de encantamientos y hechi-zos, contaron lo que vieron, aunque se dieron cuenta de que lapalabra es huidiza y manipulable. No fija ni guarda nada en lamemoria ajena y, desvirtuada, se pierde en el eco de la eternidad.Decía San Ignacio de Loyola que lo que se escribe interesa másque lo hablado, queda y siempre da testimonio; y el humanistamilanés, llegado a la Corte de los Reyes Católicos, Pedro Mártirde Anglería:

2 Las ideas de S. GRUZINSKIhan sido una guía e inspiración fundamentales en larecreación de ,estas premis~s; sobre to.do ~u. ~timo libro: Les quatre parties du mon-de. Hzstozre d une mondzalzsatzon, Pans, Editlons de la Martiniere, 2004. No estaríade más volver a recuperar a un gran teórico, a quien tanto debemos de la comuni-cación y la globalización como es McLUHAN,Marshall, La galaxia Gu;enberg. Génesisdel h~mo typographicus, Ba~celona, Círculo de Lectores, 1998. En otro trabajo ya meocupe de los efectos de la unprenta en esta eclosión planetaria: Los mundos del libro.Medios de dzfusión de la cultura occidental en las Indias de los siglos XVIy XVIISevillaUniversidad de Sevilla, 1999. ' ,

«Mis escritos en cambio, incultos, inútiles y triviales, que ade-más de servir de cantera a los escritores de la posteridad no hande pasar inadvertidos, permanecerán para siempre» J.

La escritura -mediadora entre los procesos mentales y lasacciones de los individuos- vino a ser el remedio de las insidiasde la oralidad, el instrumento de la representación de secuenciasque se ven muy lejanas en el espacio y en el tiempo. Ya a princi-pios del siglo XVI Comelio Agripa argumenta que «la expresión últi-ma de la mente es la escritura», y de la voz, la palabra, la oracióny el lenguaje; en consecuencia, concluye «lo que no se expresa tam-poco se escribe» 4. Estas perspectivas intensifican la subjetividad y,al mismo tiempo, como señala C. Ginzburg, exhiben todos los obs-táculos propios de la distancia intelectual frente a la proximidad ola identificación emotiva 5. El distanciamiento, el temporal más queel espacial, siempre acrecienta la admiración y estima hacia los suce-sos vividos.

Los que pudieron, pues, a partir de apuntes tomados in situ odel recuerdo sin más, dejaron por escrito sus vivencias y memoriaspersonales de unos hechos insólitos y extraordinarios, unos relatosautobiográficos sui generis, aunque selectivos, que los entendidosen la materia denominan «ego-documentos» o «discursos de vida» 6;las fuentes de unas posibles connected histories que vinculan dosmundos diferentes y conectados a la vez, un magnífico cauce parala tan demandada y polémica historia comparativa 7. Esta práctica

J ANGLER1A,Pedro Mártir de, Epistolan'o, ed. de J. LóPEZDETORO,Madrid, Docu-mentos Inéditos para la Historia de España, 1953, epístola 28, vol. 1, p. 37.

4 CORNELIOAGRlPA,Enrique, Filosofía oculta. Magia natural, ed. de B. PASTOR,Madrid, Alianza, 1992, p. 270.

5 GINZBURG,Cario, «Distancia y perspectiva. Dos metáforas», en Ojazos de made-ra. Nueve reflexiones sobre la distancia, Barcelona, Península, 2000, pp. 183-206.

6 Un buen y reciente estado de la cuestión sobre este tipo de documentación, desus avances metodológicos y posibilidades historiográficas, lo tenemos en el dossier,dirigido por James AME1ANG,<<Dela autobiografía a los ego-documentos: un forumabierto», Cultura Escrita & Sociedad, núm. 1, 2005, pp. 15-122. Al igual, muy clarifi-cadores son los ensayos de Antonio CASTILLOGÓMEZen su último libro, Entre la plu-ma y la pared. Una historia social de la escritura en los siglos de oro, Madrid, Akal,2006.

7 Véase SUBRAHMANYAM,Sanjay, «Connected Histories: Notes toward a reconfigu-ration of Early Modem Eurasia», en V. LlEBERMANN(ed.), Beyond Binary Histories. Re-imagining Eurasia to C. 1830, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 1997,

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16 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 17

les ayudó, a ellos en primer lugar, y a los demás, a aprehenderunas tentativas fabulosas y difíciles de asumir con el utillaje men-tal y los referentes simbólicos de los que disponían. El escrito, así,revela, certifica y garantiza la verdad individual de lo sucedido,perpetuándola a la vez en la conciencia infinita de la comunidad.Los viajeros (heroicos descubridores, conquistadores, guerreros,mareantes, pasajeros, mercaderes, agentes del rey y de la Iglesia)de esta manera se autoafirman, se exaltan y hacen valer sus adver-sos avatares y el fruto de sus arriesgadas iniciativas para, a la lar-ga, obtener reconocimiento, fama y premio en el presente y en laposteridad.

Escribir el viaje fue una decisión personal de sus ejecutores,mas también una obligación que impuso el gobernante a quienesemprendieron acciones variopintas bajo su tutela, entre los que vana desen:tpeñar una misión esencial navegantes, militares, religiososy mercaderes. Las autoridades, ante unos sucesos demasiado dis-tantes y fuera de su control inmediato, pronto asumieron el valorde la escritura como vía de una información más o menos siste-mática e indispensable para un ejercicio del poder de mayor efi-cacia y centralización. Por ello desde el principio los reyes y demásmandatarios exigieron a los que viajaban a sus órdenes puntualesrelaciones o memorias escritas y verificadas de cuanto acaeciere,oyeren y vieren durante el desarrollo de las empresas estipuladas.

Esta decisión regia dio lugar al trasiego, en una u otra direc-ción, de cartas, crónicas, informes, relatos, memoriales, órdenes,mapas y una documentación diversa entre el Viejo y los nuevosmundos; una suerte de incipiente globalización informativa capazde menguar las incertidumbres de las decisiones, consecuentes yoportunas, que un correcto ejercicio de la política exigía. En losucesivo comprobarían incluso que el dominio y monopolio deestos instrumentos gráficos noticiosos sería una de las armas demayor efectividad en el sometimiento y asimilación de las tierras ypoblaciones autóctonas halladas al otro lado de los océanos.

Los europeos del Quinientos, gracias al enorme cúmulo infor-mativo que lograron reunir de los novedosos continentes, de lasabismales fronteras superadas, pudieron imponer su hegemonía en

pp. 289-315; e ID., I:Empire portugais d'Asie, 1500-1700, París, Maisonneuve et Laro-se, 1999.

L

la Tierra y estructurar los imperios coloniales de la Modernidad 8.

Aunque no menos determinante, en una época preindustrial, fuela, a nuestros ojos, impresionante y diligente circulación jamás vis-ta de hombres y noticias a escala planetaria, el principio de la mun-dialización actual 9. De ahí que Pedro Mártir, el primer historiadorde lo que él denominó Nuevo Mundo, sin moverse de España ygracias a las nuevas que recibía de los acontecimientos ultramari-nos, tuviese la impresión de «estar recorriendo el mundo entero»,e imaginar «ser en la Corte un ciudadano universal, porque aquíestudio a fondo cuanto sucede en la redondez de la Tierra» lO.

Este fenómeno precipita en el mundo ibérico una sucesión inin-terrumpida de descubrimientos y, acto seguido, una expansivadominación militar, política y económica en el mundo. No demenor impronta fue la acumulación de nuevos saberes e informa-ción, de todo tipo y origen, y el tráfico continuo de seres, objetos,mercancías y creencias ll. Gruzinski, en semejante movilización uni-versal, además distingue consecuencias de gran impacto como lageneralización de mestizajes vinculada con el tránsito de conoci-

8 Una investigación de este cariz, con óptimos resultados, pero referida al Medi-terráneo es la que lleva a cabo SOLA,Emilio, Los que van y vienen. Información y fron-teras en el Mediterráneo clásico del siglo XVI, Madrid, Universidad de Alcalá de Hena-res, 2005; e ID., «Espionaje, información y cultura. Literatura de avisos en la época deCervantes», en M. CASADO,A. CASTILLO,P. NUMHAUSERy E. SOLA (eds.), Escrituras si-lenciadas en la época de Cervantes, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2006,pp. 19-37. Muy sugerente es, del mismo mo~o, el ensayo de ~~INERO, Gregoire,.:<Mobi-lité et identités dans les études de la relatlon Espagne-Amenque (XVI"-XVIII"slecles)>>,en G. SALINERO(comp.), Mezclado y sospechoso. Movilidad e identidades, España y Amé-rica (siglos XVI-xvm), Madrid, Casa de Velázquez, 2005, pp. 3-22.

9 Para el caso portugués contamos con el trabajo de RUSSELL-WOOD,John, ThePortuguese Empire, 1415-1808. A World on the Move, Manchester, Carcanet, 1992.Más conciso y general es el de MORO, Rafael1e, «Viajes y movilidad en los «discursosde vida" y en las autobiografías en el mundo hispánico (siglos XVI-xvnr)>>,en S. O'PHE-LANY C. SALAZAR(eds.), Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globa-[ización en el Mundo Ibérico, siglos XVI-XIX, Lima, Pontificia Universidad Católica delPerú, 2005, pp. 107-126. También AREs, Berta, y GRUZINSKI,Serge (coords.), E~tre d?smundos. Fronteras culturales y agentes mediadores, Sevilla, Escuela de EstudIos His-pano-Americanos, 1997; y LOUREffio, Rui M., Y GRUZINSKI,Serge (eds.), Passar as fron-teiras, JI Coloquio Internacional sobre Mediadores Culturais, séculos xv a XVIII, Lagos,Centro Gil Eanes, 1999. .

10 ANGLElÚA,Pedro Mártir de, Epistolario, op. cit., epístola 188, vol. 1, p. 356.11 Estas proposiciones las hace comentando al filósofo alemán SWTERDIJK,Peter,

La mobilisation infinie, París, Christian Bourgois, 1989.

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18 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 19

mientas, practlcas e imaginarios, una de las causas del enfrenta-miento de modos de vida, tradiciones y sistemas de pensamientodiferentes que este proceso provocó.

La presteza de los desplazamientos humanos intercontinentalestampoco pasó desapercibida a agudos observadores, ajenos a la cau-sa, de las peripecias atlánticas, quienes no daban crédito a lo quecon embelesada sorpresa veían; tal es, a principios del siglo XVII, laimpresión del escritor Cristóbal Suárez de Figueroa:

«Admira la facilidad con que se embarcan, sin más recámara yprovisión que una camisa, para tan largo viaje, como es el de lasIndias. Apenas se despiden de sus casas; pues con decir: "Ahí mellego", parten a Tierrafirme» 12.

La mejor comprenSlOn de todos estos flancos escriturarios dela expansión europea es el fin de las páginas que siguen, interésque se complementa con el imaginario de la cultura gráfica (escri-tura y lectura) apreciable en los documentos manejados. De estemodo nos vamos a introducir en el piélago de nuevas fuentes, decarácter privado y naturaleza gráfica, que los historiadores cada vezmás rescatan del olvido. No podría ser de otra manera cuando nosenfrentamos a un tiempo en el que la escritura y las memorias per-sonales empiezan a ser circunstancias comunes, cotidianas, en usoprogresivo y no atípicas. Este ensanche de su necesidad, funcionesy márgenes sociológicos se traduce en la ingente cantidad de losllamados «ego-documentos» llegados hasta nuestros días, el resul-tado, como señala el sociólogo K. Plummer, de un mundo moder-no repleto de diarios, cartas, informes, biografías, epitafios, ins-crip~iones murales y graffiús 13. En última instancia no son más quemedios de auto afirmación y de hacerse presente en una existenciaen la que irrumpe el individualismo y las secuelas de una progre-siva información masiva día a día más necesaria y urgente; de ahíque el historiador los vea como expresiones simbólicas merecedo-ras de atención, comprensión y explicación.

12 SuAREzDEFIGUEROA,Cristóbal, El pasajero, ed. de M: 1. LÓPEZBASCUÑANA,vol. 2,Barcelona, PPU, 1988, p. 539.

.13 .PLu~, K~neth, Los d~cumentos personales. Introducción a los problemas yla bzblzografza del metodo humanzsta, Madrid, Siglo XXI, 1989, p. 15.

El eje documental de la labor realizada, por tanto, lo confor-man cartas, crónicas, diarios, memoriales, informes y relaciones dedescubridores, conquistadores, navegantes y viajeros en general,textos, en principio sin vocación literaria, que sólo intentan comu-nicar, de manera espontánea y fiel a la realidad, determinadas viven-cias. Demostrar la veracidad de lo experimentado, de lo aconteci-do en suma, justifica su escritura; si bien, aquellos hombres nosuelen transmitirnos de una forma consciente y directa, porque noson sus intenciones, el diverso y relevante protagonismo que la cul-tura escrita desempeñó en la expansión atlántiea. Ello explica quela búsqueda de la información pertinente haya sido una labor cine-gética, o detectivesca, arriesgada y complicada; una empresa en posde escuetas huellas, indicios y rastros la mayoría de las veces hui-dizos y camuflados entre alusiones tangenciales y los recursos ytópicos retóricos de un discurso difícil de digerir a partir de la lec-tura sesgada que esta vía interpretativa me impuso.

El hallazgo y seguimiento de las pistas oportunas es, claro está,una premisa de un método basado en lo secundario, en datos mar-ginales considerados reveladores, y en el que, como defendieraC. Ginzburg, detalles triviales en apariencia pueden proporcionarla ruta acertada hasta el horizonte de toda una tradición cultural,expresada a través de alusiones automáticas o impulsos que esca-pan del inconsciente de los escritores; es decir, del complejo mediomental y natural donde viven y que, según sus síntomas, pretendodiagnosticar y conocer mejor 14.

El grueso de las fuentes corresponde a autores españoles, aun-que también se ha hecho acopio de relatos de aventureros portu-gueses, ingleses, franceses, alemanes e italianos. Sus escritos engeneral son de sobra conocidos por filólogos e historiadores, perocon finalidades diferentes a las mías y centradas en su valor litera-rio y en las opiniones que suministran sobre los espacios descu-biertos. Son testimonios excepcionales de la Europa del Renaci-miento, período de tiempo éste que he delimitado, de acuerdo ala dimensión diacrónica del fenómeno abordado, en su cronologíamás extensa, o sea, desde mediados del siglo xv a principios del

14 Los fundamentos de este método los resuelve mejor GINZBURG,Carla, «Indi-cios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales», en su libro Mitos, emblemas,indicios. Morfología e historia, Barcelona, Gedisa, 1994, pp. 138-175.

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siglo XVII. Sin obviar la convencionalidad de estos encuadres, aquíhan primado las fechas cruciales en las que se desenvuelve la erade los descubrimientos.

Después de indagar en la bibliografía disponible, comprobé quedichos testimonios sólo de una manera tangencial han sido utiliza-dos para apreciar la importancia de la cultura gráfica como expre-sión de la experiencia individual del viajero renacentista, del mediode comunicación y gobierno de los incipientes Estados nacionalesde la época, y de representación de prácticas culturales e intelec-tuales. En esta línea E. O'Gorman empleó las crónicas de Indiaspara hacer de América una invención de los europeos 15; A. Rama,parcialmente, destacó el papel fundamental de la escritura en laadministración hispana del Nuevo Mundo yen la génesis de lo queél denomina la ciudad letrada 16. S. Todorov, por su parte, apuntóque el secreto del rápido dominio europeo de las Indias está en laprecedente conquista y monopolización de la información que allíllevaron a cabo los españoles 17.

En todos estos recovecos incidiremos en los capítulos específi-cos que componen este libro. Intentaré para ello, siempre que seafactible, atender a la producción y conservación de dichos docu-mentos personales, al porqué se escribieron, a qué propósitos res-pondían y a las prácticas socio-culturales que representan. No menossugerente será despejar qué uso se les dio y cómo se difundieronen el tiempo y en el espacio, ysu impacto entre diferentes grupossociales. Habré de tener en cuenta, al igual y haciendo caso aD. Rache, los lugares y clichés identificadores que engloban a hom-bres y paisajes lejanos 18. La visión particular, pues, que ofrecen cartasy relaciones de viajes facilitan el retrato que de sí misma fabricó lasociedad del Antiguo Régimen, donde contemplamos lo que enton-ces era lícito mostrar. Ausentes están en cambio cosas consideradasbanales, demasiado habituales, reprobadas, técnicas y tediosas.

La investigación está así sustentada en tres de las coordenadasbásicas de la nueva historia cultural: el discurso, las prácticas y lasrepresentaciones, conceptos que, con su entorno metodológico ydocumental, precisan de una definición siquiera presurosa.

El reciente auge de este campo historiográfico. se ha dejado sen-tir de manera especial en todo lo concerniente a la cultura escrita,uno de los ámbitos de estudio que más entusiasmo e innovacionesha generado en las últimas tres décadas 20. Esta revalorización de

La mayoría de los textos empleados, aunque en su tiempo, porrazones políticas, permanecieron inéditos, han sido objeto de edi-ciones más o menos recientes; no obstante, como puede verse en elapartado correspondiente, también se ha recurrido a un interesanteconjunto de manuscritos encontrados en los archivos y bibliotecasmencionados en un epígrafe final referido a las fuentes. Son escri-tos, como fuere, que refieren el acontecer de travesías marítimas yrecorridos terrestres necesarios y previos a un objetivo concreto, yasean exploraciones geográficas, campañas militares, expediciones dereconocimiento, misiones religiosas y gubernamentales o la coloni-zación de las regiones ganadas. En nuestras fuentes, en cualquiercaso no dejan de adquirir cierta importancia las experiencias vividasen el mar, aunque el protagonismo indiscutible es de los escritos rela-tivos a las andanzas por las tierras de los nuevos continentes. Conello contradicen a Francis Bacon, quien, en su ensayo De los viajes(1612), dice que es «cosa extraña que en los viajes por mar, dondeno hay nada que ver más que cielo y mar, los hombre suelen llevardiarios; pero en los viajes por tierra, donde hay tanto que observar,en su mayor parte los omitan». Unos relatos, en fin, que, como dic-tamina P. Burke, bien manejados pueden generar una de las fuentesmás elocuentes de la historia cultural 19.

20 Carlos Alberto González Sánchez Introducción21

15 O'GORMAN,Edmundo, La invención de América. Investigación acerca de laestructura histórica del Nuevo Mundo y del sentido de su devenir, México, Fondo deCultura Económica, 1958.

16 RAMA,Ángel, La ciudad letrada, Hanover, Ediciones del Norte, 1984.17 TaOOROv,Tzvetan, La conquista de América. La cuestIón del otro, México, Si-

glo XXI, 1987.

18 ROCHE,Daniel, Humeurs vagabondes. De la circulation des homes et de l'utilitédes voyages, París, Fayard, 2003.

19 BURKE,Peter, «El discreto encanto de Milán: los viajeros ingleses en el si-glo XVID>, en sus Formas de historia cultural, Madrid, Alianza, 2000, pp. 127-146.

20 No hay más que repasar la lista de las últimas publicaciones en español quetratan la cuestión. Entre ellas destacaré SERNA,Justo, y PaNS, Anadet, La historia culotural. Autores, obras, lugares, Madrid, Akal, 2005; UTE,Daniel, Compendio de historiacultural: teorías, prácticas, palabras claves, Madrid, Alianza, 2005; HERNANDEZSANOO1-CA,Elena, y LANGA,Alicia (eds.), Sobre la historia actual. Entre política y cultura,Madrid, Abada Editores, 2005; PALLARES,M: Lúcia, La nueva historia. Nueve entre-vistas, Universidad de Granada-Universidad de Valencia, 2005; y BURKE,Peter, ¿Quées la historia cultural?, Barcelona, Paidós, 2006.

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22 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 23

la disciplina, a la par, va poniendo de relieve la pluralidad de pers-pectivas desde las que se puede afrontar 21. Hasta hace poco susobjetivos convergían alrededor de la clasificación y medida delfenómeno, desde parámetros gráficos y mecánicos al margen delcontexto social en el que irrumpe a lo largo del tiempo. Pero,siguiendo a J. Goody, el escrito adquiere sentido en cuanto cate-goría de un análisis histórico orientado hacia el estudio de lasrepercusiones sociales y culturales derivadas de su implantación yextensión 22. De este modo, en tanto que práctica social, y a par-tir de sus propios testimonios, nos obliga a construir el significa-do y el uso del que ha sido objeto en cualquier marco espacio-temporal. A mediados de la segunda mitad de la década de losnoventa, la historia de la cultura escrita empezó a perfilarse comoel resultado de la confluencia de la historia de la escritura, la dellibro y la lectura 23.

Si bien, en 1962, H. B. McLuhan ya había publicado su emble-mático The Gutenberg Galaxy, y, en 1968, J. Godoy su Uteracy inTraditional Societies, ambas, obras de referencia. Interesaba, pues,conocer los efectos de la razón gráfica en el pensamiento y en laorganización social, sus funciones y consecuencias. Más tardeR. Chartier y D. Rache propusieron como meta captar lo que unasociedad entera escribe o lee, siendo para ello necesario superar lahistoria de los libros como posesión y pensar en una historia pro-

21 Para este estado de la cuestión han sido fundamentales las orientaciones de mibuen amigo Antonio CASTILLO,quien ha reflexionado sobre la cuestión, entre otrosmuchos trabajos, en sus ensayos: «Historia de la cultura escrita. Ideas para el deba-te», Revista Brasileira de História da Educafao, núm. 5, 2003, pp. 93-124; y «La cor-te de Cadmo. Apuntes para una historia social de la cultura escrita», Revista de His-toriografía, núm. 3, 11, 2005, pp. 18-27. También en la introducción del libro,coordinado por él, Historia de la. cultura escrita. Del Próximo Oriente Antiguo a lasociedad informatizada, Gijón, Ediciones Trea, 2002. Y las de ÁLvAREZSANTALÓ,L. Car-los, «Historia de las mentalidades: incertidumbres de la percepción y equívoco de laexperiencia», en XII Coloquio de Historia Canario-Americana, Gran Canaria, CabildoInsular de Gran Canaria, 1996, pp. 419-443; e íD., «La historia de la cultura o el rea-lismo de la ficción», en E. SARASAY E. SERRANO(eds.), La historia en el horizonte delaño 2000, Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 1997, pp. 143-177.

22 GOODY,Jack (comp.), Cultura escrita en sociedades tradicionales, Barcelona,Gedisa, 1996, p.D.

23 Véase GIMENOBLAY,Francisco M., De las Ciencias Auxiliares a la Historia dela cultura escrita, Valencia, Universidad de Valencia, 1999. También PETRUCCI,Arman-do, Prima lezione di paleogra/ia, Roma, Laterza, 2002.

piamente de la lectura o de las maneras de leer y de las apropia-ciones experimentadas por los lectores, incluyendo entre éstos a losoyentes de las lecturas en alta voz 24. La pretensión última no eraotra que, en la larga duración, articular los diferentes soportes delescrito y las diversas prácticas que lo producen y se la apropian.Desde esta perspectiva R. Darnton pensaría que los sistemas decomunicación, la cultura y el mundo simbólico conforman un len-guaje a través del cual el poder, las relaciones sociales y la econo-mía se expresan; en última instancia, una manera de entender lacultura integrada en lo social, que engloba los discursos, las prác-ticas y las representaciones 25.

El discurso, de acuerdo con estos postulados, es la doctrina oideología que trata de reglamentar y sistematizar el funcionamien-to de una sociedad. A su vez, cada discurso es la causa de unaspautas de funcionamiento en las que están planteadas sus propiascontenciones y exclusiones, lo que se acepta y lo que se rechaza,las personas admitidas y las excluidas 26. De este modo, y comoresultado de una voluntad de normalización, aglutina la instituciónproductora y los individuos socialmente autorizados para elaborarloy aplicarlo e, incluso, imponerlo. Siguiendo a Foucault, constituyeespacios y formas de poder, o sea, el conjunto de textos que lasclases dommantes o las personas autorizadas por la comunidad pro-ducen para ordenar las relaciones y prácticas sociales. Por ello afec-ta a cualquiera de los aspectos que informan la vida en sociedad:la política, el derecho, la religión, la economía, la cultura, el sexoy la cultura escrita. Esta última, así y en la medida que contienelas claves de numerosos interrogantes, es objeto de una produccióndiscursiva relacionada con los valores que se le atribuyen en cadamomento.

La historicidad de las normas es uno de los ejes fundamentales,que debe ponerse en conexión con la realidad concreta de las práctz~cas, es decir, con los testimonios específicos a través de los cuales se

24 CHARTIER,Roger, y ROCHE,Daniel, «El libro: un cambio de perspectiva», enJ. LE GoFF Y P. NORA(dirs.) , Hacer la historia, ID, Objetos nuevos, Barcelona, Laia,1980, p. 119.

25 BOURDIEU,Pierre; CHARTIER,Roger, y DARNToN,Robert, «Diálogo a propósito dehistoria cultural», Archipiélago. Cuadernos de critica de la cultura, núm. 47, 2001, p. 55.

26 FOUCAULT,Michel, El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1999.

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24 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 25

expresan los usos y funciones atribuidos al escrito. A partir de aquícontemplamos el contraste entre la función reglamentista de los dis-cursos y la potencialidad subversiva de las apropiaciones del escritory del lector. En el análisis histórico, por tanto, el sujeto recupera suslibertades y transgresiones, la posibilidad de evadir lo establecido 27.

La norma dispone, pero es el individuo, conforme a los beneficios per-cibidos en la misma, el que finalmente .la acata o no.

Un cambio de paradigma ha hecho de los usos de los objetosculturales el núcleo de la historia cultural en los últimos años 28.

Sea como fuere, las prácticas corrigen la lógica de los discursos ysitúan el análisis de la cultura escrita en el plano de los usos quese le dan, de las competencias efectivas del escribir y del leer y delos modos de ponerla en acción. No obstante, estas premisas no sepueden entender sin tener en cuenta su vinculación con el con-cepto -de representación.

Ya en 1611 Covarrubias (yen 1690 Furetiere) entendía porrepresentar el «hacemos presente alguna cosa con palabras o figu-ras que se fijan en nuestra imaginación» 29, Hoy el término se nospresenta ambiguo, con un doble sentido; de un lado, apunta haciala realidad representada que evoca una ausencia, o sea, hacer pre-sente algo ausente. De otro, hacerlo visible sugiriendo su presen-cia como imagen que adquiere consistencia en la medida que exis-te un sujeto que mira o lee 30. En definitiva, y considerando aP. Bourdieu, la representación que los individuos y los grupos reve-lan a través de sus prácticas y de sus propiedades «forma parteintegrante de su realidad social» 31. Cada producción cultural (un

27 DE CERTEAU,Michel, La invención de lo cotzdiano, l, Artes de hacer, México,Universidad Iberoamericana, 1996, p. 157.

28 BOURDIEU,Pierre; CHARTIER,Roger, y DARNToN,Robert, «Diálogo a propósito ...»,op. cit., p. 44.

29 COVARRUBIAS,Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española (1611), ed.de F. MALOONADO,Madrid, Castalia, 1995, p. 860. Véase también GlNZBURG,Carla,«Representación. La palabra, la idea, la cosa», en su libro Ojazos de madera..., op. cit.,pp. 85-104.

JO Inspirado en las tesis del histotiador del arte LollÍs Marin, el concepto lo desa-rrolla CHARTIER,Roger, «Poderes y límites de la representación. Marin, el discurso yla imagen», en su libro Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin, Buenos Aires,Manantial, 1996, pp. 73-99; e íD., Entre poder y placer. Cultura escrita y literatura enla Edad Moderna, Madrid, Cátedra, 2000.

n BOURDlEu,Pierre, La distinción, Madrid, Taurus, 1998, p. 563.

l

cuadro o un libro) exhibe también una determinada imagen deaquello que representa, en la medida que existe un sujeto receptordel motivo, ya sea el espectador del cuadro o el lector del texto.En un sentido amplio, esta segunda posibilidad del término derepresentación implica el análisis de las estrategias formales de losescritos y el de las tácticas discursivas. Dicha acepción otorga unvalor especial a los modelos relacionados con la cultura escrita quecada sociedad produce y transmite.

Los presupuestos repasados paralelamente han propiciado unadiversificación de las fuentes susceptibles de ser empleadas para laelaboración de la historia de la cultura escrita. Aparte de la tradi.cional documentación notarial, todavía de enorme utilidad, debe-mos considerar, en primer lugar, las denominadas fuentes del dis-curso} que comprenden los textos socialmente autorizados y a travésde los cuales se establece y difunde una determinada concepción dela escritura y la lectura. Entre éstos destacan los emanados de lasdiferentes instancias de poder productoras de discursos: lá política,el derecho, la Iglesia, la academia, las gentes de letras o los profe-sionales de la escritura y el libro. La influencia e incidencia de losmismos en los diferentes medios de circulación cultural estará enconsonancia con su grado de protagonismo en la sociedad 32.

Pero, sin duda, el corpus más extenso, e impreciso, correspon-de a los testimonios de las prácticas o la totalidad de los objetosescritos, ya sean de carácter oficial o privado, impresos, manuscri-tos o electrónicos, pintados, garabateados o incisos. La elección deunos u otros dependerá siempre de los objetivos planteados en cadainvestigación; no obstante, en los últimos años ha primado el exa.men de la cotidianidad de la escritura en diferentes medios y situa-ciones. De ahí que el interés de los investigadores se haya dirigidohacia las cartas privadas, los diarios, .las relaciones de viajes, loslibros de cuentas, los cuadernos de memorias, los cuadernos esco-lares y, en fin, una lista casi interminable de testimonios escritos ypersonales 33. Las de las representaciones, por su parte, incluyen los

J2 Una muestra es la de CHARTIER,Anne-Marie, y lliBRARD,Jean, Discursos sobrela lectura (1880-1980), Barcelona, Gedisa, 1994; e íD., La lectura de un siglo a otro:discursos sobre la lectura (1980-2000), Barcelona, Gedisa, 2002.

JJ La lista de modelos arquetípicos es amplísima, pero unos buenos estados dela cuestión pueden encontrarse en FABRE,Daniel, Écritures ordinaires, París, Centre

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26 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 27

distintos tipos de imágenes y manifestaciones que cada sociedadconstruye a propósito de los temas y objetos de la cultura escrita ysus usuarios; aquí despuntan los indicios del arte y la literatura engeneral 34.

Mas esta faceta de la historia cultural también está empeñada enel estudio de cada una de las etapas que jalonan la trayectoria de losproductos gráficos; en este caso, y según Petrucci, tenemos que aten-der a los tiempos de la escritura, etapas que encierran su «función»

. y «difusión social» 35. El primero es el tiempo de la a~quisición} el dela competencia gráfica que debe atender a las condiciones sociales ya la funciones atribuidas a la cultura escrita en cada época y socie-dad. Entre ellas subyacen las políticas de alfabetización, los discur-sos sobre la escritura y la lectura y el significado de arribas prácticasen distintos períodos y para las diferentes clases sociales. A conti-nuación pasamos al tiempo de la producción} de nuevo ligado a lascircunstancias que intervienen en la creación o fabricación de unproducto escrito. El término «fabricar» se emplea para resaltar laintencionalidad política que late detrás de ciertos usos destinados atransmitir una determinada ideología 36.

En el tiempo de la recepción} en cambio, el protagonismo loadquiere el receptor, el lector, ascendido al primer plano de larepresentación en la estética de la recepción, corriente de la críti-ca literaria que, personalizada en la década de los setenta enH. R. Jauss y W. Iser, planteó la necesidad de estudiar las obrascomo textos, o sea, como productos pensados para un consumo ouna determinada utilización de un grupo de receptores 37. Ello con-

Georges Pompidou, 1993; y CASTILLO,Antonio (coord.), La conquista del alfabeto. Escri-tura y clases populares, Gijón, Trea, 2002.

34 Son significativos DUPUIGRENET,Fran<;ois, La symbolique du livre dans l'art occi-dental du haut Moyen Age a Rembrandt, París, Institut d'étude du livre, 1995; y CAR-NEIRO,Flavio, Entre o cristal e a chama. Ensaios sobre o leitor, Río de Janeiro, Edito-ra da Universidade do Estado do Rio de Janeiro, 2001.

J5 PETRUCCI,Armando, «Para la historia del alfabetismo y de la cultura escrita:métodos, materiales y problemas», en su libro Alfabetismo, escritura, sociedad, Barce-lona, Gedisa, 1999.

36 Eficaces ejemplos de ello ofrece PETRUCCI,Armando, La Scrittura. Ideología ereppresentazione, Turín, Einaudi, 1986.

37 JAUSS,Hans R, La histona de la literatura como provocación, Barcelona, Penín-sula, 2000; e IsER,Wolfgang, El acto de leer. Teoría del efecto estético, Madrid, Tau-rus, 1988.

dujo a destacar la importancia del contexto temporal en el que laobra se desarrolla, la historicidad que la envuelve y, sobre todo, laestética, que es justamente el plano donde el lector asume todo elprotagonismo; Iser dice que

«a medida que el lector utiliza las diversas perspectivas que el texto leofrece a fin de relacionar los esquemas y las "visiones esquematizadas"entre sí, pone a la obra en marcha, y este mismo proceso tiene comoúltimo resultado un despertar de reacciones en su fuero interno» 38.

La construcción del sentido, en último extremo, puede no coin-cidir con los horizontes de expectativas desarrollados en el acto crea-tivo; por ello urge la distinción entre el lector implícito y el lectorreal. El primero identifica «un proceso de transformación, median-te el cual se transfieren las estructuras del texto, a través de los actosde representación, al capital de experiencia efel lector» 39; en tantoque el segundo pone en funcionamiento una experiencia concretaa la hora de reconstruir las «imágenes» que contiene la obra. Estelector real puede verse condicionado por los modos narrativos quedesarrolla el autor y por las estrategias formales usadas en la repre-sentación textual (escribas, copistas o los trabajadores de las impren-tas); aunque siempre tiene la posibilidad de «inventar» en los tex-tos algo distinto a lo que era la intención primigenia del autor.

Cualquiera que sea el texto, literario o no, conlleva un tiempoy un espacio de la recepción, simultáneamente afectados por las dis-tintas maneras de leer y las experiencias previas de los lectores. Deeste modo, cada acto de consumo o apropiación cultural es tam-bién un acto de producción, de creación; es decir, la ocasión parafabricar en la imaginación del receptor una obra nueva, pese a nomaterializarse en una práctica escrita concreta. La historia de la lec-tura, en definitiva, es la de los textos leídos, las maneras de leerlosy las construcciones de sentido a que dieron lugar.

El objeto de la escritura, en cuanto «ilimitado territorio de laexperiencia y la memoria» 40, no concluye en el momento de su

38 IsER,Wolfgang, «El proceso de lectura: enfoque fenomenológico», en J. A. MA-YORAL(ed.), Estética de la recepción, Madrid, Arco-Libros, 1987, p. 216.

39 IsER,Wolfgang, El acto de leer..., op. cit.40 LLEDó,Emilio, «Lenguaje y memoria», en su obra Imágenes y palabras. Ensa-

yos de humanidades, Madrid, Tauros, 1998, p. 166.

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28 Carlos Alberto González Sánchez Introducción 29

consumo mediante un determinado acto de lectura. Tiene otra vidamás allá de su producción y uso a través del tiempo de la conser-vación, referente de las políticas de la memoria, en particular laescrita, o lo que es lo mismo, en los discursos, las personas y lasinstituciones que a lo largo de la historia han ejercido el dominiosobre el patrimonio gráfico 41. El resultado ha sido la delimitaciónde una memoria selectiva, hecha de presencias y ausencias, custo-diadas en las que A. Petrucci llama «instituciones memorizadas»:los archivos, bibliotecas y museos donde se ha conservado la memo-ria escrita 42. No menos decisivo resultará indagar en las distintasformas y figuras de la destrucción de los soportes escritos delrecuerdo, unas veces causal y otras como fruto de estrategias dedampnatio memoriae. En suma, estos nuevos planteamientos de lahistoria cultural están posibilitando que se esté consolidando comoun campo del saber de sobrada solvencia y utilidad, con un relevan-te cúmulo de intereses científicos en tomo a la cultura escrita.

Mi aventura, este libro, si llegó a buen puerto ha sido graciasa la inestimable colaboración de amigos y colegas. Vaya en primerlugar mi agradecimiento a Antonio García-Baquero, Enriqueta Vila,1. Carlos Alvarez Santaló, John Elliott, Roger Chartier, FernandoBauza, David Brading y Ramón Serrera, siempre atentos a misreclamos; a Manuel Peña, Antonio Castillo y Pedro Rueda, hoymaestros en estas lides. A Bethany Aram, Delphine Témpere yClaudia Rosas, las tres, garantes de una exquisita generosidad mate-rializada en el suministro de unos documentos que han redunda-do en lo que pueda haber de bueno en este trabajo.

Mas tampoco puedo olvidar la desinteresada y grata disposi-ción, y sabios consejos en todo momento, de las personas con lasque habitualmente comparto mis inquietudes en tomo a la cultu-ra escrita y el Nuevo Mundo: José M. Camacho, Ricardo GarcíaCárcel, José 1. Betrán, Doris Moreno, Eliseo Serrano, Antonio

41 Véase LE GOFF, Jacques, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario,Barcelona, Paidós, 1991; y GIMENO BLAY,Francisco M., «Conservar la memoria, repre-sentar la sociedad», Signo. Revista de Historia de la Cultura Escrita, núm. 8, 2001,pp. 275-293.

42 PETRUCCI, Armando, <<Escrituras de la memoria y memorias de lo escrito. Delorden de los objetos escritos al desorden de la escritura virtual», en Alfabetismo, escri-tura..., op. cit., p. 292.

liI

Feros, Juan Luis Castellano, Enrique Villalba, Emilio Torné, MaríaLuisa López- Vidriero, Serge Gruzinski, Pedro Cátedra, Luiz Car-los Villalta, Richard Kagan, Geoffrey Parker, Raquel Arauja-Rodrí-guez, María Tausiet, Antonio González Polvillo, Manuel Castillo,Carmen de Mora, Catalina Quesada, Elizabeth Davis, Juan Mon-tero, Clive GriHin, Rui Loureiro, Gregoire Salinero, Karl Kohut,Sonia Rose, Vicky Camacho; Mariano Reyes y Menchu Sarrión. Enespecial a Luis Millones, José A. Mazzotti y Klaus Wagner, quetanto nos enseñan con su genio. También a mis compañeros delDepartamento de Historia Moderna de la Universidad de Sevilla ya los archiveros y bibliotecarios de los centros de investigación quehe visitado. A Juan Pimentel y a Antonio M. Bernal por haberhecho realidad su conversión en letra impresa. En otro universo aAna, porque sin ella el final de esta historia hubiera sido diferen-te. Sólo el afecto y la amistad exhiben tamaña esplendidez. Mastodos los aludidos en ningún momento han dejado de hacer galaa la sentencia latina Amare, more, ore, re, seruantur amicitiae, quepodría traducirse El cariño, el trato, la conversación y los hechosconservan las amistades.

No requiere, pues, más introducción el relato que viene a con-tinuación. De seguir no haría más que reiterar las ideas y elucu-braciones de abajo, derivadas de la lectura, durante años, de lasnarraciones de unos autores singulares, viajeros a la ventura queescriben y no escritores que viajan. Asumir los riesgos de estaempresa me resultó inevitable después de dedicar un tiempo pro-longado al estudio de la difusión de libros y lecturas en el NuevoMundo de la alta Modernidad. Ahora, atendiendo a la escritura,completo una secuencia sobre la importancia de la cultura gráficaen la expansión colonial del Viejo Continente.

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Capítulo 1

EXPERIENCIA Y COMUNICACIÓN

Testigo del tiempo

Una de las inquietudes primordiales de los hombres ha sido lacomunicación de sus vivencias. Siempre ha prevalecido en ellos unaimperiosa necesidad de detener el tiempo, representarse a sí mis-mos y perpetuar en la memoria de la comunidad. las experienciasy noticias consideradas dignas de recordar y de ser guardadas eninstancias imperecederas; para que sean objeto de admiración,encomio y reverencia, o, simplemente, puedan estar al alcance decuriosos e interesados. Ya los clásicos, según advierte M. Foucault,relacionaron el conocimiento y cuidado de sí con una constanteactividad literaria, uno mismo era tema primordial de la literatura,algo de lo que había que escribir y que, siendo una de las tradi-ciones occidentales más antiguas, implicaba una nueva experienciadel yo que gira en torno al acto de escribir l.

El relato oral, el más común, sucumbe ante el implacable poder .del olvido, relegando a un segundo plano una de las metas esen-ciales del empeño: la victoria sobre la nada, el triunfo del ser fren-te a los funestos dardos de la muerte. De ahí que la escritura, unapráctica en esencia prodigiosa, un ardid pleno de misterios inex-tricables, viniera a romper las defensas de la soledad de la exis-tencia y, en cualquier caso, de la eternidad. Escribir es una formade hacer más prolongada y menos efímera la edad del hombre,todo ello dentro de un orden cuya razón de ser no es otra que su

1 Este tema lo expone FOUCAULT, Michel, Tecnologías del yo, Barcelona, Paidós,1990, p. 62.

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32 Carlos Alberto González 5ánchez Experiencia y comunzcación 33

única meta: un lector, la vida, en suma, a través de un diálogo. Por-que el escrito, para no ser letra muerta, siempre busca un recep-tor o intérprete de quien se esperan respuestas y el ensanche delos márgenes del recuerdo. El lector da voz al silencio de la escri-tura, a la experiencia interior del autor plasmada en un texto quese ha independizado de él. E. Lledó resuelve el dilema de la mane-ra siguiente:

«La escritura permite que cada individuo de. esa colectividadempiece a constituirse como tal individuo, a ser sujeto individual ymiembro de un estamento más amplio donde se entienden y comu-nican esos individuos que son, por ello, capaces de convertirse enpartes del demos, elementos de la polis» 2.

Hay circunstancias vitales que de una manera especial impul-san la afirmación del yo, el encuentro con uno mismo y la comu-nicación escrita de los acontecimientos personales tanteados, des-tacando en esta disyuntiva los viajes a lugares lejanos y exóticos.Más todavía cuando los periplos tienen destinos inciertos y sedesenvuelven alrededor de lo desconocido, es decir, entre espaciosy especírnenes extraños difíciles de aprehender y dominar con elutillaje intelectual del que se dispone 3. Así les ocurrió en la viejaEuropa, desde el siglo XIII, a intrépidos viajeros (frailes, mercade-res, embajadores, guerreros, navegantes) lanzados a la búsqueda delas bondades y quimeras del Oriente a través de antiguas y nuevasrutas marítimas y terrestres. Gentes, testigos de unos hechos extra-ordinarios, que dieron a la posteridad unas fantásticas crónicas delas cosas más notables que experimentaron, centradas en el relatoderivado de la observación del medio vivencial antes que en unasecuencia autobiográfica. Si bien, estas narraciones tendrán unainteresada y diversa finalidad: la fama, el premio de las autorida-des o la exaltación de hazañas únicas e irrepetibles, cuyo méritoindividual debe inmortalizarse en las mentes ajenas presentes y por

2 LLEnó, Emilio, El surco del tz'empo, Barcelona, Crítica, 2000, p. 55. Véase, sobreel mismo tema, su libro El silencio de la escrz'tura,Madrid, Espasa-Calpe, 1998.

J DE CHARrIER,Roger, «El manuscrito en la era de la imprenta», en su libro Lasrevoluciones de la cultura escrita, Barcelona, Gedisa, 2000, pp. 137-156; Y liAVELOCK,Erick A., La Musa aprende a escribir: reflexiones sobre oralidad y escritura desde laAntigüedad hasta el presente, Barcelona, Paidós, 1996.

venir. Pero simultáneamente el poder las recibe corno una valiosafuente de información capaz de dar eficacia a un gobierno que pre-tende ser cada día más coactivo y racional, premisas garantes desu objetivo principal: el control de la sociedad, de su conciencia ymaterialidad.

Viajar despierta la curiosidad, eleva el conocimiento y, a la pos-tre, predispone el tener algo que contar a los demás; preferente-mente en un tiempo en el que el descubrimiento de nuevos mun-dos, la fragmentación de la cristiandad, la aparición del «EstadoModerno» y los desgarramientos sociales precipitan otras funcio-nes de la escritura y la palabra, que se pondrán a prueba comoinstrumentos de la representación y simbolización de hombres yculturas diferentes. Estos nuevos usos se detectan en los docu-mentos de la época, sobre todo en los relatos de viajeros, textoscuyo fin era dar sentido al desconcierto provocado por el encuen-tro con una realidad distinta y lejana, que se describe para luegoser imaginada y transformada.

Corno fruto de la conciencia moderna, son parte de una prác-tica escrita que conlleva el retorno a uno mismo y la intención defijar y preservar la verdad de lo observado 4. No en vano E. O'Gor-man creyó que América, antes de ser una realidad, fue una prefi-guración fabulosa de la cultura europea 5, en unos momentos enlos que los cuentos medievales y los recién recuperados clásicosgreco-latinos animan los deseos de riqueza y fama, y, dada la natu-raleza competitiva de los Estados europeos, de la extensión delcristianismo frente a la presión islámica. Los fines últimos de lahumanidad, en la conciencia común, se van diluyendo en los hori-zontes que abren navegantes y conquistadores, artífices del triun-fo de una nueva sensibilidad, regida por la razón y la experiencia,que despierta los sentidos y sus efectos inmediatos.

El Renacimiento late en este vuelco de los conceptos de reali-dad y naturaleza, una diferente teoría del conocimiento que fluc-túa desde las ideas a priori a lo empírico, haciendo de la expe-

4 Para esta cuestión es muy útil CERTEAU,Michel de, La escritura de la historia,México, Universidad Iberoamericana, 1999, pp. 203-233.

5 O'GoRMAN,Edmundo, La invención de América. Investigación acercade la estruc-tura histórica del Nuevo Mundo y del sentIdo de su devenir, México, Fondo de Cultu-ra Económica, 1958.

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Carlos Alberto González Sánchez

lo humano. Su fundamento perdurable es la virtus, la condiciónindispensable de la hazaña y la fama, siempre en tensión con lacaprichosa fortuna; pero la segunda pierde toda su eficacia frentea la primera y a unos temerarios descubridores y conquistadoresque buscan notoriedad en la aventura de lo desconocido. Este afánde eternizar el triunfo personal y colectivo propicia el desarrollo yrevalorización de la historia.

La historiografía renacentista otorga un primer plano a la labordel historiador, escritor que logra la fama rescatando del olvido lashazañas ajenas, dejando constancia de que, gracias a él, las cono-cerán los hombres del mañana. Esta actitud despunta en las cró-nicas de Indias, discursos modernos y originales sobre unos hechosgrandiosos y novedosos en los que la realidad supera a la imagi-nación y a cualquiera de las ideas preconcebidas al respecto. Cie-za de León reafirma que

34

riencia personal el más fiable criterio de autoridad 6. Aristóte~es estádetrás del proceso, y, también, el mistici.smo de San Fr.a,nc1sco deAsís, desplegado en una teología natural1sta de la creaClOn. En ununiverso lleno de realidades abstractas se busca una pauta de loverdadero inapelable y que supere la desconfianza en los sentidoscomo medio de conocimiento, incluso aplicado a fenómenos tan-gibles 7. En principio prevalece l~ adquisición de .l~ verdad por ~nomismo observando las cosas y sm prestar atenclOn a las autonda-des tr;dicionales o a las palabras de otros; aunque los testigos delos hechos podían mentir o ser presa de engaños, circunstancia ~ue,en los sucesos relatados, provocaría la confusión entre lo ordma-rio y lo ~nómalo. ~go de razón :iene el .r~~~án que, dice qui~n atierras lejana va, sz antes no mentza, mentzra , de ah1 la neces1dadde matizar la información. Pero más certero estuvo Gonzalo Fer-nández -de Oviedo diciendo que

Experiencia y comunicación 35

«La cosa que más conserva y sostiene las obras de natura en lamemoria de los mortales, son las historias y libros en que se hallanescritas; y aquéllas por más verdaderas y auténticas se estiman, quepor vista de ojos el comedido enten~~nto del ~?mbre que porel mundo ha andado se ocupó en escnbulas, y diJO lo que pudover y entendió de semejantes materias ...» 9.

La opinión de Oviedo nos sitúa ante el paulatino ?:sarrollo dela conciencia histórica, un poderoso motor de renovaClOn que exal-ta el voluntarismo, el ingenio, la astucia y el riesgo en una hazaña,distante del Medievo y de inspiración clásica, que, sorteando a lamuerte, busca la gloria y la fama. Esta auto afirmación individ~alen los grandes logros, perpetuada en la memoria de las gen~~aclO-nes venideras, sólo era posible desde una muy alta valoraclOn de

6 Una original interpretación del Renacimiento, basada en la ,dimensión que alcan-zan los bienes mundanos, en especial los exóticos, entre las élites sOClales, es l.a deJARDINE,Lisa, Worldly Goods. A New History o/ the Renaissance, Londres, Macmillan,

1997. l " . r/::7 Novedosa y sugerente es la visión de SHAPIN,Steven, La revo UClOnczentIJ,ca.

Una interpretación alternativa, Barcelona, Paidós, 2000. .8 En LÓPEZESTRADA,Francisco, Libros de viajeros hispánicos medievales, Madrid,

Laberinto, 2003, p. 21. . . l9 FERNÁNDEZDEOVIEDO,Gonzalo, Sumario de la Natural y General HIstorIa de as

Indias (1526), Madrid, Espasa-Calpe, 1978, p. 43.

IL;

«Conviniera que las escribiera un Tito Livio o Valerio; o otrode los grandes escritores que ha habido en el mundo; y aún éstosse vieran en trabajo en lo contar; porque, ¿quién podrá decir lascosas grandes y diferentes que en él son, las sierras altísimas y vallesprofundos por donde se fue descubriendo y conquistando, los ríostantos y tan grandes ... ¿quién podrá contar los nunca oídos traba-jos que tan pocos españoles en tanta grandeza de tierra han pasa-do?» 10.

De menor agudeza y acierto no es el juicio de un alcalde decorte y justicia mayor de Cuzco, el doctor Gabriel de Loarte, en1572, quien proclama algunas de las diferencias y semejanzas fun-damentales entre civilizados y bárbaros, ambos, estados en conti-nua necesidad de eternizarse mediante grafías; por ello escribe:

«Si el cuidado y diligencia de poner en las republicas el origeny fundamento dellas hechos y hazañas de los que la fundaron yganaron esta tan aprobado por todos los historiadores griegos y lati-nos y admitido comúnmente en todas las naciones del mundo ansipara conservar la memoria de los hombres como para animar a losdescendientes y subcesores para hazer obras y hechos heroicos seña-lados como lo hizieron sus antepasados lo qual no solamente a usa-

10 ClEZADELEÓN,Pedro, Crónica del Perú, Madrid, Orbis, 1985, p. 38.

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11 Memorial dirigido al Presidente del Consejo de Indias, Cuzco, 24 de. octubrede 1572, en Gobernantes del Perú. Cartas y papeles. Siglo XVI, vol. VII, Madnd, 1924,

p. 117. ' bu Al respecto pueden consultarse AMaANG,James, El vuelo de Icaro..La auto 0-

grafía popular en la Europa Mod~rna, !"ladrid, ?igl? ;xxr, 2003; BAU,E~1rlc,<<Papersprivats. Assaig sobre les formes literarles autobiogrmques», Edzczons, ?~. 62, 1993,pp. 155-179; CASTILLOGóMEZ,Antoni?, «L~ bibliotec~ interi?r.Experle~CiaS Y repre-sentaciones de la lectura en las autobiografías, memOrlas y dianos del Siglo de Oro»,en P. CÁTEDRAy M: 1. LÓPEz-VIDRJERO(eds.), La memoria de los libros. Estudios so.brela historia del escrito y de la lectura en Europa y América, voL n, Salamanca, Institu-to de Historia del Libro y de la Lectura, 2004, pp. 15-50, e to., «Hojas embetunadasy libros en papel: escritura y memoria personal en la España moderna», HO,rzzontesAntropológicos, núm. 22, 2004, pp. 37-65; CHARnER,Roger, Les pratzques de l ecrzturedans les sociétés de [,Ancien Régime, Lyon, Universite Lumiere Lyon 2, 1996; EscARTÍ,Vicent J., Memoria przvada. Literatura memorialística valenciana ~els segl~s xv al XVIII,Valencia, Eliseu Climent, 1998; LIEclITENHAN,Francine, «Autobiographie et voyag.eentre la Renaissance et le Baroque: l'exemple de la famille PlatteD>, Revue de synthe-se, núm. IV-3-4, 1993, pp. 455-471; Y MOLLOY,Silvia, Acto de presencia. La escrzturaautobiográfica en Hispanoamérica, México, Fondo de Cultura Económica, 1:96. .

1l GADAMER,Hans G., Verdad y método. Fundamentos de una hermeneutzca filo-sófica, Salamanca, Sígueme, 1998, p. 308.

Cartas, crónicas, diarios y relaciones de viajes conforman unasección sui generis del género autobiográfico de la Edad Moderna.Son «textos de vida» que, a través de la escritura, tienen como fun-damento el recuerdo, la ordenación y conservación de las peripe-cias vitales. En ellos el sujeto se distancia de los acontecimientos ala hora de narrar los sucesos acaecidos en el tiempo vivido, en con-tinua actualización mediante el escrito 12. Su autor, a la vuelta yconsciente de su condición humana, su verdadero equipaje, con elrelato racionaliza y transmite una experiencia, objetiva y verifica-ble, fruto de una predisposición subjetiva y de la nostalgia. S~gúnGadamer, toda vivencia implica horizontes anteriores y poste no resque se funden con las experiencias presentes de antes y después.Estos límites abren el camino del viaje y en todo momento acom-

al íf. d l' 13pañan art lce e rnlsmo .El viajero escribiendo dialoga consigo, detiene y prolonga el

tiempo, evoca la memoria del pasado con el fin de indagar, crear,comprender y fijar para siempre sus andanzas. Pedro Navarro,

Experiencia y comunicación36

Carlos Alberto González Sánchez

do la gente que a tenido dotrina y policia umana letras y mediosfaciles para ello pero todos los barbaras a quien les falto lo uno ylo otro por instinto natural an buscado con pinturas y señales» 11.

37

hacia 1560, en sus Diálogos de la dzferencia del hablar al escribirasume el valor dado a lo escrito, frente a la palabra, en la época:

«Que la palabra no dura más de quanto es pronunciada, perola escritura todo el tiempo que fuera conservada; y la palabra, si seoye, no se vee, pero la escritura se vee escrita y se oye, si es leyda,e la palabra no se comprende sino de cerca, pero la escritura sehaze sentir en cabo del mundo».

y de nuevo, aunque más relacionado con nuestra trama, Ciezade León:

«El antiguo Diodoro Siculo, en su proemio, dice que los hom-bres deben sin comparación mucho a los escriptores, pues median-te su trabajo viven los acaescinúentos hechos por ellos grandes eda-des. Y así llamó la escriptura Cicerón testigo de los tiempos, maestrode la vida, luz de la verdad» 14.

Ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aun soñadas

Navegar mares desconocidos, descubrir otros mundos, hallarseres humanos extraños, observar una fauna y una flora diferentes;superar la mítica frontera para así acceder a honras, prodigios ycornucopias, al paraíso en suma, fueron algunos de los más gran-des acontecimientos del Renacimiento 15. No es fortuito que talcúmulo de extraordinarios sucesos se produjera en una época entu-siasmada con la novedad, plena de primicias y en la que los hom-bres, queriendo emular a los antiguos, hicieron valer la sentenciaomnia nova placet. El Adántico es el abismo entre lo viejo y lo nue-vo 16; a juicio de Jean de Léry, estante en el Brasil de mediados delQuinientos, el otro lado de la frontera donde

14 CIEZADELEÓN,Pedro, op. cit., p. 39.15 No puedo dejar de citar a DELUMEAU,Jean, Historia del Paraíso, 3 vols., Madrid,

Tauros, 2004. El volumen 2 incluye un capítulo sobre América.16 Al respecto ELLIOTI',John H., «Mundos parecidos, mundos distintos», preám-

bulo del libro G. SALINERO(comp.), Mezclado y sospechoso. Movilidad e zdentidades,España y América (siglos XVI-XVIII), Madrid, Casa de Velázquez, 2005. Es fundamentalsu última gran obra: Empires o/ the Atlantic World: Brz'tainand Spain in America 1492-1830, New Haven, Yale University Press, 2006.

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«todo lo que allí se ve, ya sea en la manera de vivir de los habi-tantes, en la forma de los animales, y en general en todo lo queproduce la tierra, es diferente de lo que tenemos en Europa, Asiay África» 17.

Aquella mar océana, desde el imaginario occidental, realzaba ladistancia, geográfica e intelectual, entre el mundo conocido y losque se estaban descubriendo, un limes, difícil de aprehender paralos europeos, generador de ilusiones y victorias espirituales y mate-riales. Foucault vería en él una de sus heterotopías, o sea, un espa-cio real, mágico y extraño al mismo tiempo, en tanto que incom-prensible y, a la vez, capaz de resolver algunas de las grandesincógnitas culturales de la vieja Europa 18. Sólo el escrito podía darsentido y construir esta nueva experiencia, porque hacía parecersemejantes las palabras y los objetos que expresan; lo oral, en cam-bio, era el acto de hablar sin saber. El tránsito de la oralidad a laescritura compromete las estructuras sociales, económicas, políti-cas, religiosas, mentales e intelectuales de cualquier sociedad; sinembargo, la segunda nunca puede prescindir de la primera. Leerun texto, en voz alta o en silencio, es siempre una manera de trans-formarlo en sonidos 19.

Aquella desenfrenada búsqueda de rutas oceánicas, confinescontinentales, quimeras y tesoros generó un inusitado piélago deaventuras y trances vitales, muchas veces más fabulosos que losnarrados en los entonces muy exitosos libros de caballerías. La per-plejidad de sus protagonistas les llevó a creer que todo era resulta-do de embeleco u otras artes del demonio; o de la melancolía inhe-rente al distanciamiento de los quehaceres cotidianos, una suerte demaléfica tristeza sin causa y de facultad imaginativa de la que todostemían un perverso síntoma: la incapacidad de distinguir entre lo

17 Le voyage au Brésil de Jean de Léry: 1556-1558, ed. de Ch. CLERC,París, Payot,1927, p. 83.

18 FoucAULT,Michel, «Des autres espaces. Heterotopías», Dits et écrits, núm. 5,1984, pp. 46-49. Una muy buena información al respecto ofrece LOIS,Carla, «Mareoccidentale: la aventura de imaginar el Atlántico en los mapas del siglo XVI»,Revistade História do Pensamento Geográfico no Brasil, núm. 8 (en prensa). Agradezco a suautora haberme permitido leer el original antes de ver la luz impreso.

19 De gran utilidad es ONG, Walter J., Escritura y oralzdad. Tecnologías de la pala-bra, México, Fondo de Cultura Económica, 1987.

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natural y lo sobrenatural. Pero siguiendo la estela de la Antigüedady de otros que les precedieron, los protagonistas de la aventura oceá-nica, cautel~sos con las habladurías de curiosos, pusieron por escri-to lo que VIeron o creyeron ver; de este modo harían verosímileslos hechos a los que los leyeren u oyeren y, de paso, a ellos mis-mos, ejecutores de unas gestas que, a menudo, atribuían a una nebu-losa gama de ensueños y encantamientos propia de las misteriosasjornadas rumbo a lo desconocido que resistieron.

En las fechas cie~to era to~o aquello que se manifestaba y fija-ba, pese al transcurnr de los días y las noches, mediante la escritu-ra en un soporte material. Aquí está la causa de creer muchos alpie de la letra los prodigios de las mentirosas historias caballerescas'incluso Dios no llegó a ser creencia y realidad hasta que se revelÓa través del Libro por antonomasia. Tal vez por ello la lectura eraante todo un asunto de fe; de ahí que en una sociedad (1a de finesd~l ~edie~o y comienzos de la Modernidad) habituada a hacer apro-pIaCIones literales de los textos, se temiera del acto de leer un efec-to tan nocivo y perverso en el público menos adiestrado, los sim-ples, como la incapacidad de distinguir entre invención y revelación,dos extremos con límites imprecisos y equiparables en unos exce-sos fantásticos que tampoco faltan en los relatos de viajeros 20.

Durante la Antigüedad y la Edad Media escribir era algo deltodo excepcional y drásticamente conectado a determinadas mino-rías sociales y obligaciones laborales; pero en la alta Modernidadto~a~ía imperio de la voz y el oído frente al ojo, va siendo un~pra.ctlca cada vez más necesaria, útil y en progresivo ascenso y valo-raCIón. El establecimiento de la imprenta, los primeros atisbos del«Estado Moderno» y el desarrollo de las actividades económicasburguesas impulsaron la alfabetización en grupos antes casi total-mente ajenos a ella (1a baja nobleza, los mercaderes y, menos, losartesanos y determinados segmentos de los trabajadores urbanosel campesinado y las mujeres), circunstancia que en buena medid~explica !a ~antidad de t~stimonios escritos que nos ha llegado deldescub.n~lento y conqUlsta de los nuevos mundos. Son tiempos,en defmItIva, en los que el hombre contempla la transformación

~ Véase. mi trabajo «Cerco a la imaginación: lectura y censura ideológica en laEsp~.a del Siglo XVI»,en A. CASTILLO(ed.), Libro y lectura en la Península Ibérica yAmerzca. Szglos XlII al XVUI, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2003, pp. 79-106.

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del universo, alteración en la que intervine el fluir, de un lado aotro de las letras de Lutero, Calvino, Erasmo, Tomás Moro,Ma¿uiavelo, Valla, Nebrija, Montaigne; y las imágenes de Mig~,elÁngel, Botticelli, Durero, Rafael, el Greco y el Bosco, que tamblenayudarán a modificar la visión del hombre y del mundo 21. Vaya-mos por partes.

Las relaciones del descubrimiento y conquista de los nuevosmundos conforman un tipo de escritura privada, en ebullición des-de el siglo XN, procedente de los diarios y memorias de testigosoculares de una geografía amenazante. Los artífices de estas tenta-tivas personales, de viajes iniciáticos o caminos de perfección y vz'r-tus se convierten en autores y creadores cuando representan pores~rito sus vivencias. Espectadores y observadores de sus propiasvidas, de una experiencia existencial al borde del abismo, supe~-ponen el yo testigo al yo protagonista en unos relatos, a veces «ofi-ciales», que simultáneamente informan, interesan y entretienen 22.

En estas vías de iniciación, catárticas, encuentran el mundoexterior que conectan con el imaginario de su intimidad, la que,transgrediendo la norma cotidiana, introducen en una dimens~óndiferente (el enigmático espacio del otro) que pretenden aproplar-se para, así, deshacer su misterio. Pero todavía no está bien defi-nida la conciencia del yo privado en unas autobiografías en las queel testimonio de los acontecimientos estructura el tiempo narrati-vo 23. Escribir un diario es una tradición cristiana estrechamenteconectada con la lucha interior del alma.

Navegantes y conquistadores, héroes renacentistas frente a loimprevisto del destino y de confines abiertos e inaba~cables, aúndesplegando rasgos épicos y guerreros medievales, eligen desem-peñar un papel polifacético (encontrar, dominar, experimentar) enla aventura del viaje oceánico, una hazaña que posibilita el c<;mo-cimiento y la construcción de una diversa y diferente realidad. Esta,a su vez, influye en el devenir vital del navegante que en multitud

21 Sobre el tema se extiende GUIRAOO,Maria Cecilia, Relatos do descobrimento doBrasil. As primeiras reportagens, Lisboa, Instituto Piaget', 2001. . .

22 Es muy interesante el trabajo de PlMENTEL,Juan, Testigos del mundo. Cleneza,literatura y viajes en la Ilustraáón, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 35.

2) Véase la aproximación de FOISn..,Madeleine, «La escritura del ámbit? priva-do», en Ph. ARffisY G. DUBY(dirs.), Historia de la vida privada, vol. V, Madrid, Tau-rus, 1991, pp. 331-369.

de ocasiones emprende una ruta sin retorno a unos lugares dondeencuentra una frontera, llena de bondades y promesas, en la quese proyectan aspiraciones, ilusiones y miedos; allí muchos termina-rán desarrollando una nueva vida 24.

La aventura, vía de purificación cuya meta es la victoria, con-lleva superar el miedo a lo desconocido, someterlo y dominarlo.A lo largo del recorrido de un mundo diferente y extraño, el hamovz'ator, vulnerable ante lo nuevo y el destino, sigue siendo presafácil de lo imprevisible, peligroso, inestable y mutante, circuns-tancias que le obligan a una constante actitud de superación. Sepierde, así, la tan necesaria, para los hombres de entonces, sensa-ción de seguridad. Mas lo extraño y lo desconocido irán entran-do en el ámbito de lo verosímil y testimonial de los aconteci-mientos narrados, pero sin anular del todo la confrontación conlo mágico, maravilloso e inexplicable.

El punto de partida del relato, como enfatizan sus autores yprotagonistas, es la difícil realidad a la que se enfrenta el nuevoaventurero del Renacimiento, un héroe. ambicioso que ya no cuen-ta con una adversidad predestinada, sino sólo con la fortuna, suastucia e ingenio, y una angustia constante. La conciencia dedependencia de la fortuna, cambiante y caprichosa, deshace inmu-nidades e incrementa el miedo, el recelo, la inquietud y la ansie-dad, todos símbolos de la muerte en unos escenarios ignotos, des-concertantes y a merced de la ventura. Hacía tiempo que loshumanistas aconsejaron no confiar en la volubilidad y ligereza dela fortuna y, en cambio, aceptar el destino como una consecuen-cia directa de las actuaciones humanas. Leamos a Guicciardini:

«Aquellos también que, atribuyéndolo todo a la prudencia y ala virtú, excluyendo cuanto pueden el poder de la fortuna, tendránal menos que confesar que importa bastante encontrarse o nacer enun tiempo en que las virtudes o cualidades por las cuales uno seestima a sí mismo sean consideradas valiosas» 25.

24 Es sugerente al respecto WOLFZETIEL,Friedrich, «Relato de viaje y estructuramítica», en L. ROMEROY P. ALMARCEGUI(coords.), Los libros de viaje: realidad vivida ygénero literario, Toledo, Universidad Internacional de Andalucía-Akal, 2005, pp. 10-24.

25 GUICCIARDIN1,Francesco, Ricordi. Recogido en la colección de textos de GARIN,Eugenio, El Renaámiento italiano, Barcelona, Ariel, 1986, p. 81. Del mísmo autor Larevoluáón cultural del Renaámiento, Barcelona, Crítica, 1984.

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Los cauces de la memoria

Hubo gentes (clérigos, mercaderes, gobernantes, soldados,mareantes, funcionarios y aventureros) dispuestas a escribir, sin lasataduras de la ley, la secuencia de sus vidas en los océanos y en losnuevos continentes. Con un criterio cognitivo más que literario,acometen una empresa de prodigioso alarde memorístico, empren-

La angustiosa percepción de la fugacidad y caducidad de la vidada paso a una concepción del tiempo más inconcreta y alegórica, deuna eternidad inalcanzable y de un transcurso terreno imparable.Para 1. Soler es la toma de conciencia del tiempo sin tiempo y de larealidad vivida según la medida del hombre, dos extremos que incre-mentan el contenido simbólico y trágico de la existencia 28.

26 ALBEKTI,León B., 1 libri della famiglia. Cfr. GARIN,Eugenio, El Renacimiento ...,op. cit., p. 79.

27 MENA,Juan, Laberinto de Fortuna, ed. de J. G. CUMMINS,Madrid, Cátedra,1996, p. 55. Una buena aproximación al tema de la fortuna en el Renacimiento espa-ñol en RODRÍGUEZ-SANPEoRO,Luis E., Y SANCHEZLORA,José L., Historia de España. Lossiglos XVI y XVII. Cultura y vida cotidiana, Madrid, Síntesis, 2000, pp. 56-60.

28 SOLER,Isabel, El nudo y la esfera. El navegante como artífice del mundo moder-no, Barcelona, El Acantilado, 2003, p. 335.

43Experiencia y comunicación

29 Un trabajo excepcional es el de LE GOFF,Jacques, El orden de la memoria. Eltiempo como imaginario, Barcelona, Paidós, 1991; y de BaUZA,Fernando, Comunica-ción, conocimiento y memoria en la España de los siglos XVI y XVII,Salamanca, SEMYR,1999.

JO TodaVÍa sigue siendo imprescindible el clásico y excelente estudio de YATES,Frances A., El arte de la memoria, Madrid, Ediciones Siruela, 2005.

dida a una considerable distancia temporal de los sucesos vividos,es decir, sin el apremio de otro interés particular que el recuerdoy la autoafirmación personal. Uno sabe lo que puede recordar, por-que la experiencia, en gran proporción y por la cercanía a lo vivi-do, se procesa mnemotécnicamente, consiguiendo en autor y recep-tor una relación vital con el pasado mejor y más eficaz que lahistoriografía. Aquellos hombres, todavía circunscritos en una cul-tura oral dominante, estaban habituados a los ejercicios memorís-ticos propios del aprendizaje recitativo y en voz alta de su tiempo,un buen entrenamiento 29.

En la época el adiestramiento de la memoria era de una impor-tancia excepcional, una apuesta psíquica que se basaba en la mani-pulación del recuerdo de imágenes y lugares. Desde la Antigüedadeste ejercicio alcanzó la categoría de todo un arte que, en la tradi-ción europea, formaba parte de la retórica, dentro de la cual for-muló preceptos y reglas entre los que la vista adquiere primacíasobre -los demás sentidos. En efecto, la memoria se educabamediante una persistente evocación visual a partir de las cosas quedejan impresión sensorial en la mente. La percepciones oculares,como expuso Aristóteles en De anima, son elaboradas en la imagi-nación, una facultad considerada el soporte del intelecto.

La mnemónica, o memoria artificial, pues, enseñaba el manejode las imágenes mentales, y su carga emotiva, con el fin de inten-sificar recursos mnemotécnicos y favorecer procesos intelectivo sque contribuyeran a la expresión de la personalidad individual 30.

Luego no es de extrañar la capacidad memorística de nuestros auto-res, más en aquellos que gozaron de una formación intelectual almenos relativa (media diríamos hoy), un tramo educativo en el quese estudiaba gramática y retórica, los dos fundamentos académicosdel discurso escrito y hablado.

AsÍ, los más, sólo se apoyan en escrituras efímeras o provisio-nales, es decir, anotaciones y apuntes de papeles sueltos, diarios y

I¡fi,.~

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Carlos Alberto González Sánchez

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«Tus casos falla¡;es, Fortuna, cant~os,estados de gentes que giras e tracas;tus grandes discordias, tus firmezas pocas,y los qu' en tu rueda quexosos fallamos» 27.

«Para conseguir renombre, dignidad y fama, no valga más la vir-tú que la fortuna ... Las leyes, los virtuosos principios, los prudentesconsejos, los hechos fuertes y constantes, el amor a la patria, la fe, ladiligencia, las prácúcas casúgadísimas o elogiadísimas de los ciuda-danos, siempre pudieron, o bien sin fortuna ganar y adquirir fama,o bien con fortuna extenderse mucho y alcanzar la gloria, y ellos mis-mos conseguir gran valor para la posteridad y la imortalidad» 26.

O, del Cuatrocientos español, a Juan de Mena:

A Alberti:

42

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cartapacios tomados durante el periplo. Esta herramienta, el escri-to, posibilita abstracciones, distancia el conocimiento personal delos lugares de referencia y separa al que sabe de lo sabido; consti-tuye, en definitiva, una fórmula que crea condiciones de «objetivi-dad»3l. Tiempo atrás el falaz Mandeville, aquel caballero inglés quea los veinticuatro años, y entre 1356 y 1357, dice llegó hasta Orien-te, ya viejo acude a sus recuerdos con la decisión de componer unrelato para dar aliento a quienes desearan experimentar las fantás-ticas escenas que vio; y concreta:

«Agora soy venido a reposar en edad de viejo antiguo, y acor-dándome de las cosas pasadas, he escripto, CQmomejor pude, aque-llas cosas que vi y oí por las tierras por donde anduve» 32.

Entre los primeros informadores, de la segunda mitad del si-glo xv, "que tenemos de África, el comerciante alemán MartinBehaim debe la relación de su viaje con Diogo Cao (1485) al recuer-do, con algunos lapsos de memoria, de la narración oral que le hizoDiogo Gomez, un servidor del infante Don Enrique que participóal menos en tres expediciones a tierras africanas (1444, 1456 y1460) 33.Bernal Díaz del Castillo asume la decisión <<viejode másde ochenta y cuatro años», cuando ha perdido sus dos ejes de per-cepción de la novedad, «la vista y el oír»; a la zaga de guerreros-escritores ilustres continúa diciendo:

«Es bien que aquí haga relación, para que haya memorablememoria de mi persona y de los muchos notables servicios que hehecho a Dios y a su Majestad y a toda la cristiandad, como hayescripturas y relaciones de los duques y marqueses y condes ilus-tres varones que sirvieron en las guerras y también para que mishijos y nietos y descendientes osen decir con verdad» 34.

JI A la distancia, Carlo GINZBURGdedicó uno de sus libros, Ojazos de madera...,op. cit.

J2 MANDAVILA,Juan, Libro de las maravillas del mundo, ed. de G. SANTON]A,Madrid, VISor, 1984, p. 182.

JJ De Prima Inventione Guynee, en As Vzagensdos Descobrimentos, ed. de J. M. GAR-CIA,Lisboa, Presenc;a, 1983, pp. 26-54. Este viajero alemán, brillante aficionado a lageografía y la astronollÚa, se estableció en Portugal en 1484.

J4 DíAZDELCASTILLO,Bernal, Histona verdadera de la conquista de la Nueva Espa-ña, ed. de C. PEREYRA,Madrid, Espasa Calpe, 1997, p. 616.

América Vespucio, en Sevilla el 18 de julio de 1500, escribióuna carta a Lorenzo di Pier Francesco de Medici dándole nuevasde sus viajes y de las tierras míticas que en adelante espera encon-trar (la isla Taprobana, entre el mar Índico y el Gangético); pero,evitando ser prolijo, apostilla «Quito muchas cosas dignas dememoria para no ser más prolijo de lo que soy y que reservo enla pluma y la memoria» J5. No menor es el caudal memorístico delculto obispo Reginaldo de Lizarraga, incansable viajero por lasfabulosas longitudes de América del Sur en la segunda mitad delQuinientos, que «descendiendo en particular a nuestro intento, tra-taré lo que he visto, como hombre que allegué a este Perú más hade cincuenta años el día que esto escribo» 36. El francés Jean deLéry tampoco olvidó advertir que su Historia está hecha de memo-rias escritas con «tinta roja de brasil».

La pérdida de anotaciones y apuntes no impidió al florentinoFrancesco Carletti el recuerdo, más o menos preciso, de sus andan-zas. De familia mercantil y mercader de profesión, fue enviadojoven a Sevilla por su padre para que aprendiera el oficio. Buensitio, la capital del Guadalquivir (la plataforma europea de los nego-cios con el Nuevo Mundo, y solar de numerosos comerciantes ita-lianos) donde iniciarse en el menester de la mercadería. Llegó des~de Florencia, con dieciocho años, en 1591, pero tres años más tarde(1594) decide salir a conocer las Indias Occidentales, un empeñoque, en 1606, le llevará hasta Filipinas. Su viaje, años después, devi-no relación escrita que dedicó al duque Fernando de Medici, advir-tiéndole de que

«el haber yo, Serenísimo Príncipe, junto con mis bienes de fortu-na, perdido además todos mis escritos y memorias, que había hecho

J5 VESPUCIO,Américo, Cartas relativas a sus vIajes y descubn'mientos, ed. de R LEVI-LLIER,Buenos Aires, Ediciones Nova, 1951, p. 121.

J6 LIZARRAGA,Reginaldo, Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile,ed. de 1. BALLESTEROS,Madrid, Historia 16, 1987, p. 56. Este relato, al estilo de la cró-nica de Cieza de León, permaneció inédito durante tres siglos. Lizarraga, nacido enMedellín (Extremadura) hacia 1539, llegó a Quito con sus padres cuando tenia quin-ce años. En 1560 ingresa en la orden dominica, el inicio de una carrera eclesiásticaque culmina ocupando la mitra de varias diócesis americanas y llegando a ser pro-vincial de la nueva provincia dominica de San Lorenzo Mártir (Chile, Paraguay yArgentina). En 1588 en Córdoba (Argentina) le cuenta un superviviente la expediciónde Sarmiento de Gamboa al Estrecho de Magallanes (1583). Muere en 1609.

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de los viajes realizados por mí al circundar todo el mundo, será cau-sa de que yo no pueda así contar minuciosamente a V A. todos lospormenores de cuanto vi y había observado y anotado en mis men-cionados escritos; de los cuales no me queda más que una pocamemoria fatigada por las miserias que me acaecieron: la cual trata-ré de recuperar lo mejor que me sea posible e ir rememorando sólolas cosas que he hecho y visto en mis dichos viajes» 37.

Cuando vuelve en 1606 va a Florencia y visita a Fernando 1,un noble de insaciable curiosidad. A él Y a algunos allegados cuen-ta con detalle las peripecias de su recorrido indiano; si bien, y porel extravío del autógrafo, no sabemos en qué medida el libro pos-terior reproduce la narración oral. La redacción pudo hacerla entre1610 y 1616, aunque vería la luz en 1701. Anterior es la Relazio-ne dei viaggi e negozi che si /anno per tutte l'Indie que compusocon la. intención de informar y persuadir al duque de las posibili-dades y ventajas de la expansión comercial por Oriente y Occi-dente. Esta relación fue la fuente principal de sus Razonamientos.También el portugués André Donelha tuvo la bondad de anotarcuanto vio en Guinea, notas que, viendo el interés del gobernadory capitán general Francisco de Vasconcelos da Cunha, se anima aponer en limpio en noviembre de 1625. En el proemio le justificala labor ejecutada:

«Fui na minha mocidade corioso de ver, andar, preguntar e saberos costumes e causas das terras em que andei, e de tuda fu ummemorial. E ora, vendo en Vossa Senhoria coriosidade de saber asparticularidades do naso Guiné, destrito do governo de Vossa Sen-horia, detreminei gastar alglias horas em os tresladar e tirar a limpo,pois a menhum que o mesmo carego tivesse podía oferecer esta obraque mais grato fosse e debaixo de suas alas a emparasse» 38.

Otros, al contrario que Vespucio, disculpan no ser más proli-jos porque no tomaron apuntes y les falla la memoria; caso delMaestre Juan, quien, de camino hacia la isla Serrana, salió de San-

J7 CARLETI1,Francesco, Razonamientos de mi viaje alrededor del mundo (1594-1606), ed. de F. fuu]o, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1976,p.7.

J8 DONELHA,André, Descrlfao da Serra Leoa e dos nos de Guiné do Cabo Verde(1625), Lisboa, Centro de Estudos de Cartografía Antiga, 1977, fol. 1.

to Domingo en 1528. Pasados ocho años escribe y se excusa comosigue:

«No va tan por ystenso como quisiera porque la memoria detodo era imposible tenella otra que sin escrivillo como lo pasavafuese. Reciba vm mi voluntad que para servirle tengo y la memo-

d d . 39ria que para esto terne on eqUlera que este» .

Nada mejor para aislarse de un espacio agobiante,. el del navíoo el de la nueva tierra, que refugiar el alma en la escntura. No envano, plumas, papel y tinta desde los inicios de la empresa descu-bridora fueron elementos usuales en los pertrechos de los barcosy en los equipajes de sus protagonistas; así, en el registro de lasnaos de la flota que, al mando de Magallanes, salieron a circunna-vegar el planeta en 1519 figuran 15 «libros blancos guarnecid?s,los cinco para tener la cuenta del gasto de la Armada y los dIezpara que los ;ficiales de ella tengan las cuentas» 40.

Insólito y extraño. Herencia y novedad

Todas estas narraciones, en las que subyace el reclamo del reco-nocimiento y premio de méritos, y su perpetuación en la concie~-cia ajena, como veremos, van a ser muy bien acogidas, incluso eXI-gidas por los distintos poderes; pero aho~~ nos intere~an ~n cuantoresultado del conocimiento y la observaclOn de expenenCIas excep-cionales casi increíbles, en un entorno desconocido, el más extra-ordinari~ y novedoso de todos los tiempos. Sus noticias son losrelatos de los hechos que sucedieron. Quien las vivió, para apre-henderlas, las escribe o, lo que es lo mismo, las somete a una ope-ración intelectiva de apropiación y asimilación intentando, deacuerdo a su utillaje mental, dar coherencia y sentido a lo extra-ño. Esta escritura autobiográfica del Renacimiento es una manera,

39 Relación y derrotero del viaje que hizo a esta isla de la Se",ana el Maestre ]:-añy de lo que ejecutó en 8 años que estuvo en ella para la que salIO de Santo. Domzngovíspera de Ramos de 1528, 1537, Archivo General de Indias (en lo suceSIVOAGI),Patronato, 18, núm. 7, r.o 1.

40 PIGAFETIA,Antonio, Primer viaje alrededor del mundo, ed. de 1. CABRERO,Madrid, Historia 16, 1985, p. 191.

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original y superior, de enaltecer la centralidad humana y la con-ciencia individual 41; de representar lo nuevo en un tiempo seduci-do por un inagotable deseo de experimentar las albricias de la natu-raleza 42. Cieza de León no titubeó a la hora de afirmar que «loque yo aquí escribo son verdades y cosas de importancia, prove-chosas, muy gustosas y en nuestros tiempos acaecidas» 43. En unregocijo similar, también el experto y gran navegante del AtlánticoEscalante de Mendoza:

«Suelen algunos sabios en las lecturas y obras de ciencias e his-torias que escriben y componen, dar noticia y relación de sus pro-pias vidas, cualidades y profesiones y de las causas e intentos quetuvieron para emprender aquellas obras, por darles con ello auto-ridad y crédito ...a cuya imitación y ejemplo me pareció que para elmismo efecto en mi propósito debía hacer en esto la misma dili-genda en esta lectura y obra que compuse, para que todas las per-sonas que la vieren y della quisieren usar, sepan mis cualidades yla profesión y oficio con que aprendí» 44.

Los hombres, que ya no se conformaban con la herencia reci-bida, quieren vivir las novedades de 10 exótico, inquietud que tes-timonia la inmediata y rápida difusión, a través de numerosas edi-ciones, de la carta de Colón anunciando su descubrimiento 45. Elgusto por lo raro e insólito y la curiosidad los lleva a descubrir y

41 Al respecto GREENBLATI,Stephan, Renaissance SelfFashioning. From More toShakespeare, Chicago, The University oE Chicago Press, 1992.

42 Son inevitables MAMvALL,José A., Antiguos y modernos, Madrid, Alianza, 1986,pp. 25-83 Y 429-455; DUVIoLS,Jean P., I:Amérique espagnole vue et revée. Les livresde voyages de Christophe Colomb a Bougainville, París, Promodis, 1985; y 1EONARD,Irving A., Viajeros por la América Latina colonial, México, Fondo de Cultura Econó-mica, 1992. También las recientes publicaciones de GARCíACASTAÑEDA,Salvador(coord.), Literatura de viajes. El Viejo Mundo y el Nuevo, Madrid, Castalia, 1999;fuRRERoMAsSARI,José M:, Libros de viajes de los siglos XVI y XVII en España y Portu-gal: lecturas y lectores, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999; PEROCCO,Daria, Viaggiare e raccontare. Narrazione di viaggio ed esperienze di racconto Cinque eSeicento, Alessandria, Edizione dell'Orso, 1997; y SOLER,Isabel, El nudo y la esfera...,op. át.

43 CIEZADELEÓN,Pedro, Crónica..., op. cit., p. 34.44 EsCALANTEDEMENDOZA,Juan, Itinerario de navegaáón de los mares y tierras occi-

dentales 1575, ed. de R BARREIRo-MEIRo,Madrid, Museo Naval, 1985, p. 14.45 m, Barry W., «Las dos cartas de Colón de 1493: transmisión y público», Edad

de Oro, núm. 12, 1993, pp. 131-139.

~ inventar, c~nc~ptos sinónimos en la época e indicios de origina-lIdad y supen~ndad frent~, a la he~encia recibida. Este interés por~a nove?,ad aun~ pretenslon de sIngularidad, entusiasmo por laInnOVaClon y anSIas por lo extraño 46. El portugués Pero Nunes ensu Tratado em defen~do da carta de marear (1537), aplaude los lo~rosde su nación:

«Los portugueses osaron acometer al gran mar Océano. Entra-ron en él sin ningún recelo; descubrieron nuevas islas, nuevas tie-rras,. nuevos mares, nuevos pueblos y, lo más importante, un nue-vo oelo y nuevas estrell~s ..Y le perdieron tanto el miedo que, ni elgr~n calor de la zona tornda nI el descompasado frío de la partemas extrema del sur con los que los antiguos escritores nos ame-naza.~an, los estorbó, puesto que perdiendo la estrella del Norte yvolVlendola a encontrar, descubriendo y pasando el temeroso Cabo~e Buer:a Esperanza, el Mar de Etiopía, el de Arabia y el de Per-sIa, pudIeron llegar a la India ...» 47.

, ?l afán de protag?nismo y superación no impidió que algunosc}aslcos como .Estrabon o Ptolomeo pesaran más en las cosmogra-fta~ ?e aquel tIempo que las relaciones de los viajeros; ni que éstosqUlSl~r~n de ma?era obsesiva verificar los mitos de las fronterasprodIgIosas de Mrica y Oriente, a la postre identificados o des-mentidos. El descubridor, dada su predisposición mental busca enel e,scenario que le rode~ los aspectos que sabe traducir, ;orque sinalgun referente de partIda o esquema inicial nunca lograría apro-vec~ar el curso de la experiencia. No obstante, la autoridad de lossabIOS de la Antigüedad comenzó a declinar en el siglo XVI, épocaen la que se ponen de manifiesto algunos errores de griegos y roma-nos. La aventura marítima los contradice y revela, cual argumentaJoao de Castro, que el experimento directo de las cosas nuevas esmejor criterio que los libros del pasado. Fernández de Oviedo decíacon altiv:z que «esto que he dicho no se puede aprender en Sala-manca, m en Boloña, ni en París ...» 48. Y Pero Nunes atribuía a los

:; Estas tres premisas las desarrolla ~VALL, José A., Antiguos..., op. cit., pp. 47 Yss.NuNES,Pero, «As novas navega.;oes», en su Tratado em defensao clacarta de ma-

rear,Coimbra, 1952. Tomo la cita de SOLER,Isabel, El nudo y la esfera..., op. át., p. 110.48 En esta cuestión ahonda ELLlOTI,John, «Europa y América en la época moder-

na», en F. SANCHEZ-MoNTES(coord.), La incorporaáón de las Indias en el mundo occi-dental en el siglo XVI, Granada, Universidad de Granada, 2000, pp. 23-44.

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portugueses el haber librado al mundo de muchas ignorancias, yde demostrar que

«la tierra era mayor que el mar y que había antípodas, que hastalos santos lo dudaron, y que no hay región que, ni por caliente nipor fría, se deje de habitar. .. Y doy fe que estos descubrimientosde costas, islas y tierras firmes no se realizaron por casualidad, sinoporque nuestros navegantes partían muy enseñados y provistos deinstrumentos y reglas de astrología y geometría, herramientas quedeben dominar los cosmógrafos, según dice Ptolomeo en el primerlibro de su Geografía» 49. '

Semejante entusiasmo late en el Esmeralda de Situ Orbis deDuarte Pacheco Pereira, quien exclama «nunca os antigos ante-cessores puderam crer que podia vir tempo que o nosso ocidentefora de oriente conhecido pelo modo que agora é»50. Juan de Agüe-ro, el autor, en 1511, de un epítome del diario que trajo de su via-je a la India Martín Fernández de Figueroa, vitorea que gracias ala novedosa información de dicho manuscrito se podrán entenderdiversas enseñanzas de cosmógrafos y poetas de antaño, por

«lo qual en los poetas e cosmógraphos assaz escripturas están sinpuerto de luz por ynorancia de las tierras, propriedades de cosas,tracto de gentes, e navigación de mares, que agora más sin escrú-pulos se entenderán ... por el qual conosceremos diversas cosas quede sus maravillas, por perficiones loaremos a Dios que las crió ereprehenderemos las malas costumbres, tomando exemplo en lassantas o buenas obras que tan idiota gente sin predicación evangé-lica aún ha querido aceptar» 51.

Un soldado anónimo de la conquista del Perú, Pero López,intrépido escritor de una breve e interesantísima relación de sus

49 Cfr. SOLER,Isabel, El nudo y la esfera..., op. cit.~o En PIMENTEL,Maria do Rosário, «Aspectos do relacionamento intercultural no

expansionismo portugués», en Maria G. VENTURA(coord.), Viagens e viajantes no Atltin-tico quinhentista, Lisboa, Edi<;6es Colibri, 1996, pp. 219.232.

~l FERNÁNDEZDEFIGUEROA,Martín, Conquista de las Indias de Persia e Arabia quehizo la armada del rey don Manuel de Portugal e de las muchas tierras, diversas gentes,extrañas riquezas y grandes batallas que allí hubo. En sumario del bachiller Juan Agüe-ro de Trasmiera, ed. de 1. GIL, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1999, p. 46.

experiencias particulares en Indias, inédita hasta 1971, refiriéndo-se a la ciudad de Cuzco encarece «las muchas cosas notables nun-ca escritas ni vistas en los antiguos ni en los agora» 52. El merca-der florentit:0. Galeotto C~i, al igual, en el relato de sus pocoventurosos V1aJespor el Canbe y el Nuevo Reino de Granada (1539-1553), declara que la vivencia del Nuevo Mundo le ha enseñadomás de cosmografía que los libros de los sabios entonces autoriza-dos. En su dedicatoria a Bartolomeo Delbene promete texto alter-nativo y escribe que

«m~bisogneria.~vere qualc?e disegno et geografia, dove non lo sepmal et tanto plU quando VI andai, che mai avevo visto né sfera nétolomeo, che ogni poco di pratica ne havessi hauto harei poss~ttofare un compendio di molte cose utile et dilectevole» 53.

. S~~n escritores o no, e~altan y fijan con tinta y papel unaspnm1clas que creen nunca v1stas, un método que, conforme a unamentalidad caballeresca, posibilita al individuo, y a sus descen-dientes, la identificación con una acción singular que minimizalas del pasad? Cada cual, pues, quería expresarlo escribiendo y,a la vez, pomendo nombre a unos descubrimientos y conquistasmás dignas de encomio que las de los antiguos. Encumbrar laobra personal es un síntoma evidente del desarrollo de la con-ciencia individual, y de la capacidad que el hombre tiene paracrear y manipular unas fuerzas de la naturaleza a las que se lelanza un reto continuo. El viaje es el medio por excelencia deentrar en contacto con lo raro; como dirá San Juan de la Cruz«las cosas raras y de que hay poca experiencia son más maravi-llosa~ y menos creíbles», mostrando su gusto por las «grandes yadmuables novedades y noticias extrañas, alejadas del conoci-miento común».

52 GOENAGADESILVA,Rosario, Relación de Pero López. Visión de un conquistadorde~~I*lo XVI, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 1971, p. 18. Se trata de laedic~on de un .manuscrito que perteneció a la colección de Sir Thomas Phil1ips acom~enzos de sl~lo XIX y que actualmente se encuentra en la Biblioteca Lilly de la Uni-ve!Sldad de ~diana. Fechado entre 1540 y 1570, lleva por título Crónica del conquis-tador Pero Lóp~z, en la que describe sus viajes por tierra desde Cartagena de Indias aSantiago de Chzle a Buenos Aires.

~J CEl, Galeotto, Viaggio e relazione delle Indie (1539-1553), ed. de F. SURDICH,Roma, Consiglio Nazionale delle Ricerche-Bulzoni, 1992, p. 3.

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52 Carlos Alberto González Sánchez Experiencia y comunicación 53

Alvise da Mosto o Luis da Casa Da Mosto, más conocido comoLuis Cadamosto, comerciante nacido en 1432 en el seno de unaimportante familia del patriciado de Venecia, nos dejó la narraciónde sus expediciones, en pos de honras y riquezas, a Guinea, en lasque se vanagloria de ser el primer veneciano en navegar más alládel Estrecho de Gibraltar, «contra as partes do Meio-Dia, nas terrasdos negros da Baixa Etiópia, nem por memória nem por escritu-ras, hunca dantes navegado». Tenía veintidós años cuando, «dese-jando conhecer coisas novas», quiso contrastar su visión del mun-do con la realidad 54.O América Vespucio, que sirvió a los Medicisy dejó de ser mercader para dedicarse a descubrir, invitado po~Fernando el Católico, en 1497. En una de sus cartas a Lorenzo diPier Francesco de Medici lo expresa advirtiendo que «decidí aban-donar el comercio y poner mi propósito en cosas más laudables yfirmes, y fue que me dispuse a ir aver parte del mundo y sus mara-villas» 55. Este miembro de la aristocracia florentina, que no eramareante de profesión sino universitario de cultura humanista, lati-no y aficionado a la cosmografía y la náutica, pensaba ordenar susdiarios y hacer un libro, Mis cuatro jornadas) de todo lo que vio:

«De todas las cosas notables he hecho un Diario, de modo quesi alguna vez se me diese tiempo, pudiera todas estas cosas una auna admirablemente reunir, y componer un libro o bien de geo-grafía, o bien de cosmografía, de modo que la posteridad de mítuviera recuerdo, o del omnipotente Dios un tan inmenso artificiose conociese en parte por nuestros antepasados ignorado» 56.

Y, orgulloso de su gesta, en una escrita en Lisboa en 1504 enfa-tiza <da confianza que tengo en vuestra virtud y en la verdad de loque escribo, que son cosas no mencionadas ni por los antiguos nipor los modernos escritores»57. Semejante ánimo incitó a Pedro Már-

54 Navegafoes, en As Vi'agens dos Descobrimentos, op. cit., pp. 73-132. Cadamos-to viajó en la época de! infante don Enrique, siendo un exponente más de los nego-ciantes italianos en el tráfico de oro y especias. Sus memorias, aunque muy divulga-das en copias manuscritas, se publicaron en 1507. De ellas se hicieron traducciones avarias lenguas europeas.

55 Carta escrita en Lisboa en 1504. VESPuao, Américo, Cartas relativaL., op. cit.,p.203.

56 Ibid., p. 193. Esta cita quizás corresponda a una carta de 1503.57 Ibid., p. 194.

tir a afirmar en 1513 que «algún día daré a la luz libros particula-res de estos descubrimientos que, a juicio mío, son más grandes ydignos de admiración que los escritos por los antiguos cosmógra-fos». Este humanista italiano al servicio de los Reyes Católicos escri-bió la primera historia del Nuevo Mundo, sin pisarlo jamás, al rit-mo de los acontecimientos y con las fuentes escritas y orales de susmás célebres protagonistas; por ello en sus Décadas, acreditando elrelato de la crónica, continuamente apostilla «así me lo cuentan»,«así te lo digo», «lo que me han escrito», «eso cuento», o «yo refie-ro lo que me han referido varones graves». El puesto que ocupó enla Corte y su nombramiento para el Consejo de Indias le dieron acce-so a un precioso e inusitado elenco de documentos (como las car-tas de Cortés, Cristóbal de Olid o Gil González Dávila) 58.

No menos pagado de sí mismo estuvo Duarte Barbosa, quienpor haber contemplado muchas circunstancias estupendas y mara-villosas en las Indias portuguesas, jamás por otros avistadas, resol-vió «escreve-las para benefício de todos, tais como as vi de dia emdia, trabalhando por declarar em este meu livro» 59.Redundante esDíaz del Castillo con el alegato de «ver cosas nunca oídas, ni vis-tas, ni aun soñadas, como víamos» 60.

Nadie dudaba que el Atlántico era el abismo entre lo viejo y lonuevo, el océano que conducía a unos confines donde, a juicio delcalvinista francés Jean Léry, «todo lo que allí se ve es diferente delo que tenemos en Europa» 61. Escribiendo lo construyen y le dansentido, una manera de proceder que admiraba a Juan Kiefhaber, elcuñado y editor de la relación de Nicolás Federmann, quien, en ladedicatoria a Juan Guillermo de Loubenberg, consejero de CarlosV, dice que «algunos de los que han visto el Nuevo Mundo, despuésde emprender penosos y dispendiosos viajes, han publicado librosvoluminosos en los que se encuentran cosas sorprendentes» 62.

58 Véase e! estudio introductorio de Ramón ALBAa sus Décadas del Nuevo Mun-do, Madrid, Ediciones Polifemo, 1989.

59 O livro de Duarte Barbosa, ed. de N. ÁGUAS,Lisboa, Europa-América, 1992,p. 15. Duarte parece que formó parte de la expedición de Magallanes. El libro queescribió de su estancia en Oriente lo publicó e! italiano Ramusio en su compilación.Murió en la isla de Cebu en 1521.

60 DíAZDELCASTILLO,Bernal, Historia ..., op. cit., p. 208.61 LÉRY, lean, Le voyage..., op. cit.62 FEDERMANN,Nicolás, Viaje a las Indias del Mar Océano, Buenos Aires, Nova, 1945.

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La aventura es la senda de la gloria y la fama, atributos indis-pensables de la victoria sobre la muerte y el premio de la eterni-dad. Ésta fue la intención del gentilhombre, culto y religioso, Anto-nio Pigafetta antes de dar la primera vuelta al mundo:

«Determiné, con amable licencia de la Majestad cesárea, y delantepuesto mi señor, de experimentar el ir en busca de tales cosas:así pudiesen proporcionarme a mí mismo satisfacción y me alum-braran también renombre en la posteridad» 63.

La escritura es el mejor instrumento para salvar las distanciasy mantener, hasta el fin del mundo, puro e intacto el pasado. Uncurso comunicativo de la verdad, siempre en el mismo sitio, entrela historia y el presente, al que la imprenta prestará un auxilio sinprecedentes. La palabra en cambio es incapaz de guardar nada, elpeor archivo de la memoria. Pigafetta, desde su salida de Sanlúcaren 1519 hasta su vuelta a España en 1522, escribe día a día el acon-tecer de su viaje, la fuente del más preciado tesoro que, según él,entregaría a Carlos V en Valladolid:

«No oro ni plata, sino cosas para obtener mucho aprecio detamaño Señor. Entre las otras le di un libro escrito por mi mano,con todas las cosas pasadas, día a día, en nuestro viaje» 64.

Más exquisita es la justificación del propósito de Cieza de León:

«El tiempo consume la memoria de las cosas de tal manera quesi no es por rastro y vías exquisitas, en lo venidero no se sabe converdadera noticia lo que pasó» 65.

Y, garantizando la veracidad de los sucesos de la jornada deCíbola, el fraile Castañeda Nájera:

«Es exercicio de hombres virtuosos el desear saber y quereradquirir para su memoria la noticia berdadera de las cosas e casosacontec;idos en partes remotas de que se tiene poca noticia» 66.

63 PIGAFEITA,Antonio, Primer viaje..., op. cit., p. 50.64 Ibid., p. 161.65 CIEZADELEÓN,Pedro, Crónica..., op. cit., p. 35.66 MORA,Carmen de, Las siete ciudades de Cibola. Textos y testimonios sobre la

expedición de Vázquez Coronado, Sevilla, Alfar, 1992, p. 60.

Por su parte Alvar Núñez Cabeza de Vaca, explorador de rrN M" 1 f J.exasy uevo exICO,en a amasa y desgraciada expedición al mandode Pánfilo de N arvá.ez, en la que fue tesorero, con un relato enpapel pretende atestIguar a Carlos V sufrimientos y méritos acu-mulados; convencido también porque

«no hay cos.a que más deleite a los lectores que las variedades del~s cosas y tiempos y. las vueltas de la fortuna, las cuales, aunque altiempo q~e se expenmentan no son gustosas, cuando las traemos ala memona y leemos son agradables» 67.

~el t~do expre~iv~, de cuanto llevamos dicho, es el prólogo dela Hzstorza da Provzncza Santa Cruz (editada en Lisboa en 1576) dPero de Magalhaes de Gandavo; leamos un fragmento: e

«Como pois a escritura seja vida da memoria, e a memoria humasemelhanc;a da immortalida~e a que todos devemos aspirar, pelaparte que della nos cabe, qUlZmovido destas razoes fazer esta bre-ve historia, pera cujo ornamento nam busquei epit~tos exquisitosnem outra. fermosura de vocabulos de que os eloquentes Oradore~costumao usar pera com artificio de palavras engrandecerem suasob~as. Son;ente procurei escrever esta na verdade per hum estilofacil, e chao, como meu fraco enghenho me ajudou, desejoso deagradar a todos os que della quizerem ter noticia ...».

.El escrito, pues, ~epresenta.la derrota del olvido, es el cofre queenCierra el transcurrIr de la VIsta y el oído de los aventureros enmares y lugares exóticos, gentes en continua lucha contra la muer-te y presa fácil del destino y las artimañas del demonio en un medionovedoso y onírico que, escribiendo, trataron de objetivar, de darrespuestas a un porqué y a un para qué. Pudieron creer que todoa.quello er~ consecuencia de potencias imaginativas, pero sus sen-tIdos confIrmaban la veracidad de lo en apariencia irracional. Node modo arbitrario el cronista Pedro Mexía observaba que

6~ Nú~z ~ABEZADEVACA,Alvar, Naufragios y Comentarios, ed. de R FERRANDo,Mad?d, Histona 16, 19.84,p. 147. Pán.filo de Narváez obtuvo de Carlos V unas capi.tulaclOn:s que le autonzaron a conqUIstar y colonizar el enorme territorio existentedesde P:muco, en Nueva España, hasta Florida, empresa que inicia en Sevilla en 1527.A cambIO, en 1540 se le premia con la gobernación del Río de la Plata. Su escrito,los ComentarIos y Naufragzos, los redacta en España entre 1537 y 1540.

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«puede la imaginación alterarse y moverse con estas imaginacionesde las cosas, aunque no las tenga presentes, lo cual el seso comúnno puede, sino teniéndolas en presencia, por lo cual es grande ymaravillosa la fuer<;ade la imaginación» 68.

El mago Camelia Agripa, coetáneo del anterior, destaca fasci-nantes e imprevisibles efectos de la imaginación:

«Modifica el cuerpo de muchas maneras, según sea la pasiónpor la que esté afectado, de modo que alt~ra c?rr:pletamente suorganismo y espíritu, ya sea exteriorizando o mtenonzando los sen-

d. . d 69timientos o provocan o cIertas actltu es» .

Creía Montaigne que la fe en los milagros, las visiones, l~sencantamientos y semejantes hechos extraordinar~os tenían s~ ?r1-gen en el poder de dicha facultad anímica, espeCIalmente enfatIca,por ser más blandas, en las almas del vulgo, en las que «hanl~sinculcado tan fuerte la fe, que creen ver lo que no ven». Pero OPI-na también que «esas ridículas ligaduras por las que nues.tro mun-do se ve tan estorbado que no se habla de otra cosa, son CIertamen-te consecuencia de la obsesión y del temOD>70.Y en la misceláneade Antonio de Torquemada leemos lo siguiente:

«La ymaginación intensa tiene tan gran fuer<;ay poder, q~~ nosolamente puede imprimir diversos efectos en aquel que esta rma-ginando, pero también puede hazer efect.oen .las mes~as cosas queimagina, y que casi podría un hombre rmagmar tan mtensamenteque está lloviendo, que aunque está el tie~po sereno, .se turbasse,y viniese a llover, y si imaginase que las pIedr~s que t.Iene.del~tede sí eran pan, tan gran podia ser la vehemencIa de la rmagmaclOn,que se bolviessen pan» 71.

La melancolía, acechante en sitios alejados, extraños y fuera delo cotidiano, podía del mismo modo ser la raíz de visiones invero-

68 MEdA, Pedro, Silva de varia lección, Sevilla, Fernando Díaz, 1587, p. 143.69 CORNELroAGRIPA,Enrique, Filosofía oculta..., op. cit., p. 245.70 MONTAIGNE,Michel de, «De la fuerza de la imaginación», en Ensayos comple-

tos, ed. de A. MUÑozROBLEDANo,Madrid, Cátedra, 2003, p. 141.71 TORQUEMADA,Antonio de, Jardín de flores curiosas, Salamanca, Alonso de Terra-

nova, 1577, p. 17.

símiles. Andrés Velásquez, un médico de prestigio en el siglo XVI yestudioso de la enfermedad, achacaba al exceso de bilis negra elprincipio de la tristeza sin causa, una maléfica dolencia que sumíaal cerebro del convaleciente en la sombra del miedo y de las máscorruptas imaginaciones, haciendo de los melancólicos prisionerosde un mundo amenazador, agobiante y carente de sentido. El doc-tor Alonso de Freylas, asimismo, pedía a estos enfermos de pro-funda fantasía no

«dar crédito con facilidad a sus melancólicas visiones, revelaciones,raptos, sino que al punto se humillen conociendo su miseria y baje-za, y consulten confesor sabio, prudente y devoto, ejercitado ensemejantes casos» 72.

Robert Burton, autor inglés del más célebre tratado sobre lamelancolía (1621), tampoco deja de encumbrar la fuerza imagina-tiva, y sus siniestros embelecos, que puede desatar un cuadro depre-sivo. En ella, por ser instrumento de las pasiones, sitúa el origende muchas ilusiones demoníacas, supersticiones y demás extrava-gancias; porque, dice, «tan falsamente como uno lo imagina así locree, y contra la opinión general, lo seguirá considerando así». Talcapacidad psíquica, en suma, dilucida que

«es el instrumento de las pasiones, por medio de la cual actúan yproducen muchas veces efectos prodigiosos. Y al igual que la fan-tasía se proyecta o remite más o menos, y sus humores se dispo-nen, así se mueven las perturbaciones más o menos y producen unaimpresión mayor» 73.

No son gratuitas por ello las reiterativas llamadas de atenciónde los descubridores exhortando que lo visto no es fruto de la fan-

72 FREYLAS,Alonso, Conocimiento, curación, y preservación de la peste, Jaén, Fer-nando Díaz, 1605. En este tratado el autor incluye un capítulo sobre los melancóli-cos. Andrés VELAsQUEZescribió uno de los manuales más afamados acerca de la depre-sión: Libro de la melancholia, en el qual se trata de la naturaleza desta enfermedad ...,Sevilla, Hernando Díaz, 1585. Ambos han sido estudiados por Roger BARfRAen sumagnífico libro, Cultura y melancolía. Las enfermedades del alma en la España del Siglode Oro, Barcelona, Anagrama, 2001.

73 BURToN,Robert, Anatomía de la melancolía, vol. I, Madrid, Asociación Espa-ñola de Neuropsiquíatría, 1997, pp. 252-256.

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tasía sino una consecuencia directa de la experiencia, acreditadapor testigos de primera mano. Sirva de ~jemplo el ~omien~o delrelato del viaje a Persia (1473) del embajador veneClano GlOsafatBarbara, típica figura del comerciante, embajador y viajero huma-nista; en él leemos:

«Ha pravato e visto molte cose che per non esser usitate dequa a quelli che, per modo de dir, mai furan fora di Venetia, forsiparerían busie, e questa e stata principalmente la cas0.neper, la ~ualnon me ha mai tropo curato né de scriver quello ha VlstO,ne etlam-dio de parlarne malta» 74.

Cristóbal Colón, al igual, en la carta que anuncia el Descubri-miento, y teniendo en mente la literatura fantástica medieval refe-rida a Asia, puntualiza:

«Dios nuestro Señor, el qual da a todos aquellos que andan sucamino vitoria de cosas que pares~en ynposibles; y ésta señalada-mente fue la una; porque aunque destas tierras ayan fablado o escri-to, todo va por conjetura, syn allegar de vista, salvo comprehen-diendo tanto que los oyentes más escuchaban e juzgavan más porfabla que por poca cosa dello» 75.

Ver, oír, escribir

El viaje y la predisposición subjetiva de quien lo escribe con-firman que la experiencia personal, sustentada en el voluntarismoy la habilidad, es el más fiable criterio de verdad sobre las. cosas.Haber visto o experimentado aquello de lo que se habla reVIste deautoridad al relator, quien da a conocer vivencias que han pasadoy dignas de ser contadas por autores más acreditados. Sin ~m~a~-go los aventureros renacentistas partían de un referente mltologl-

74 Viaggi in Persia degli ambasciatori veneti Barbaro e Contarini, ed. de L. LOCK-HA.KI', R MOROZZOy M. F. TIEPOLO,Roma, Instituto Poligráfico del Estado, 1973, p. 68.Al respecto es muy recomendable el estudio de PEROCCO,Daria, Viaggiare e racconta-re..., op. cit. .

75 MORALESPADRÓN,Francisco, Primeras cartas sobre América (1493-1503), SeVI-lla, Universidad de Sevilla, 1990, p. 81.

co lleno de maravillas, que, en buena medida, impulsan las explo-raciones y la búsqueda de lugares exóticos y no vividos, los deseosde saber más, y de contrastar el mundo conocido con los desco-nocidos, que progresivamente modificarán el paradigma espacio-temporal vigente, la opinión de las autoridades intelectuales y lamanera de interpretar lo extraordinario.

En la época la maravilla «es cosa que causa admiración porextraordinaria», y maravillarse «ver sus efectos ignorando las cau-sas» 76. No obstante todavía serían necesarios varios siglos para des-terrar las quimeras (cinocéfalos, cíclopes, unípedos, dragones, ciu-dades y fuentes de oro) que los autores de los libros antiguossituaban en Asia y en el Índico; además, la recepción de la nove-dad favorecerá otros espejismos y excesos de imaginación en el pen-samiento occidental. Hemos de tener presente, pues, que el escri-tor tiende a ver lo que escribe y no a escribir lo que ve; porque laescritura, como todo ejercicio conceptual, se origina en la mente,o sea, en nuestras reacciones ante el mundo más que en la reali-dad visible en sí. La información procedente del exterior es dema-siado compleja y rica para ser representada de forma totalmentefidedigna.

El explorador alardea modernidad parapetándose en su propiaexperiencia y ante unas guías y modelos preexistentes pensadospara otros hombres y otras realidades, actitud que auspiciará latransformación del concepto de mirabilia o de lo extraordinario.Ahora será lo prodigioso, algo diferente e inopinado, de un medioasombroso y extraño que sobrecoge, y no lo fantástico e inadmisi-ble que, conforme a la mentalidad mágica imperante, puede serreal. La presencia de lo sobrenatural no sorprende, sino que es asi-milada como parte integrante de lo natural; la maravilla reside tan-to en el mundo real como en el irreal, y actúa sobre el imaginarioy su expresión lingüística y estética. Mas siempre, como apostillaCovarrubias, provoca admiración, porque se desconoce el origen desus efectos, es decir, su incomprensión es la causa del asombro y,en consecuencia, de la curiosidad del observador. La naturaleza delo maravilloso lo convierte en enigma oculto, en misterio insonda-ble, propio de confines alejados, en el espacio y en el tiempo, de

76 COVARRUBIAS,Sebastián de, Tesoro..., op. cit.

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otros mundos de los que se tienen pocas noticias; por ello el via-je, los descubrimientos y el relato de sus artífices son su fuenteprimigenia.

Nadie se interrogará acerca de las cosas que distorsionan locotidiano porque se contemplan formando parte de ello. La mara-villa deja de serlo desde el momento en que es integrada en elámbito de lo conocido; su asimilación y divulgación deshacen elmisterio Todo está dentro de la naturaleza, donde la imaginaciónse transforma en realidad. No hay invenciones sino, en todo caso,un exceso de fantasía que implica la lejanía, el extrañamiento ola perversión de las facultades mentales que el estar fuera delorden natural y la esencia de una novedad vertiginosa precipitan.Sin embargo, los primeros descubridores llenan el vacío de lo des-conocido, y lo interpretan, con su imaginario precedente (el delos mitos de la Antigüedad), o sea, asocian lo extraño con lo sabi-do. No pueden abandonarlo, su desmentido es inconcebible, esmás, les servirá para verificar viejas leyendas sobre países legen-darios 77.

A título ilustrativo podemos traer a colación las capitulacionesque la Corona castellana concedía a los primeros navegantes delAtlántico, como la otorgada a Vicente Yáñez Pinzón el 5 de agos-to de 1499, en la que se le concede disponer a su voluntad de todolo que hallare, «e asy mismo monstruos e animales e aves de qual-quier manera e calidad que sean, e otras qualesquier serpientes epescados que sean» 78. Las cartas de marear, contemplando la cuan-tía de analfabetos, se ilustraban con copiosos letreros y dibujos demonstruos marinos y seres fabulosos; pero en la Modernidad elmonstruo pierde carga simbólica y es contemplado como rarezanatural. Covarrubias lo define como «cualquier parto contra la reglay orden natural, como nacer el hombre con dos cabezas, cuatrobrazos u cuatro piernas» 79; tal vez los que Bernardo de VargasMachuca dice haber visto en Nueva Granada a fines del siglo XVI:

77 Estos entresijos los analiza con pericia RALLOGRUSS,Asunción, «Maravilla yerudición en el humanismo español: el Jardín de flores curiosas de Antonio de Tor-quemada», en J. MATAS,J. M. TRABADOy J. J. ALONSO(eds.), La maravilla escrita. Tor-quemada y el Siglo de Oro, León, Universidad de León, 2005, pp. 113-173.

78 Cfr. BoNO,José, y UNGUETl,Carmen, Los protocolos sevillanos de la época deldescubrimiento, Sevilla, Colegio Notarial de Sevilla, 1986.

79 COVARRUBIAS,Sebastián de, Tesoro..., op. cit., p. 761.

«un camero de una mano y dos pies que se crió muy grande ... yun cordero, la mitad de atrás cordero y con su lana y las demáspartes, y la mitad de adelante con facciones y rostro de una per-sona y el cuero así liso» 80. El último, con altas dosis de fantasía,lo atribuyeron a un «indio ovejero nefando».

El criterio, claro está y siendo todavía mítico, empieza a ser«científico», y el interés, naturalista en vez de místico; los mons-truos fascinan como revelación de los misterios escondidos en elmundo natural 81. Este retorno a los prodigios orientales perdura-rá mucho tiempo, casi un siglo, en las conciencias de conquista-dores y colonizadores. La decepción inherente a la certificación dela inexistencia de lo buscado les impedirá tomar conciencia de lamagnitud de sus propias hazañas 82.

Para S. Greenblatt, maravillarse es la respuesta inicial de loseuropeos a la realidad americana, una experiencia emocional e inte-lectual decisiva, ligada a las preocupaciones estéticas y filosóficasdel discurso renacentista, en un momento en el que las primiciasde los viajes oceánicos causaron entusiasmos, sorpresas, pasmos y,en definitiva, interrogantes y ansias de conocer. La sorpresa del almaante lo nuevo, decía Descartes, es peligrosa en potencia porque des-pliega ignorancias y miedos que excitan e inmovilizan el discerni-miento de todo aquello que no se puede comprender ni tampococreer. Esta mezcla de seducción y temor, que rebasa los paradig-mas vigentes, exige la intervención de la experiencia en la repre-sentación de la relación entre una naturaleza bella y admirable y elhorror de lo demoníaco 83. Si bien, para los escolásticos, los hechossingulares no conforman una fuente cierta de cocimiento, a lo sumoeran curiosidades, aberraciones o excepciones de la norma. Más

80 Milicia y descripción de las Indias, ed. de M. CUESTAy F. LÓPEz-R1os,Vallado-lid, Universidad de Valladolid, 2003, p. 176. Este libro se publicó por primera vez enMadrid en 1599.

81 Umberto Eco aporta más sobre este fascinate fenómeno en su Historia de labelleza, Barcelona, Lurnen, 2004, pp. 152 Y 55.

82 AíNsA,Fernando, «El viaje como trasgresión y descubrimiento. De la Edad deOro a la vivencia de América», en J. PEÑATE(ed.), Relato de viaje y literaturas hispá-nicas, Madrid, Visor Libros, 2004, pp. 45-70.

8) GREENBLATT,Stephen, Marvelous Possesssions: The Wonder o/ the New World,Chicago, University of Chicago Press, 1991. Viene al caso también CASTRO-K1.ARÉN,Sara,«Mímesis en los trópicos: el cuerpo en Vespucci y Léry», en S. GARCÍACASTAÑEDA(coord.), Literatura de viajes. El Viejo Mundo y el Nuevo, Madrid, Castalia, 1999, p. 31.

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tarde serán científicos, normales y habituales porque ocurrían siem-pre y podían ser apreciados en la naturaleza 84.

El empirismo, a pesar de haber sido enunciado en la EdadMedia por Roger Bacon, Duns Scoto o Guillermo de Ockham, seconsolida durante el Renacimiento, un período de revolución cul-tural en el que Leonardo de Vinci, en 1508, destacó «la experien-cia maestra de todas las cosas», o «la sabiduría es hija de la expe-riencia». En 1599 el conquistador Bernardo de Vargas Machucaaconseja sacar provecho de la experiencia ajena: «la experiencia essuficiente a hacer arte, que como dice Aristóteles, ella sola es sufi-ciente a causar conocimiento de las cosas universales» 85. Y, en 1620,Francis Bacon en su Novum Organum dictamina:

«Así como se puede esperar un conocimiento más amplio de lascosas humanas y un juicio más maduro de parte de un anciano quede un joven, debido a su experiencia y a la cantidad y variedad decosas que ha visto, oído y pensado, también es justo esperar de nues-tro tiempo cosas mucho más grandes que de los tiempos antiguos,puesto que, siendo el mundo más viejo, se encuentra enriquecidopor una infinidad de observaciones y de experiencias» 86.

El relato del viajero, un hombre práctico y no un escritor queviaja, cumple una mera función descriptiva, de alguna manera obli-gatoria, que, dada la finalidad del viaje (descubrimientos, explora-ciones y conquistas), desplaza la formulación de preguntas crucia-les e investigaciones sistemáticas en aras del simple retrato de locurioso y lo exótico. El experimento, lo visto y oído, es materia decomunicación de unos hombres que en poco tiempo recorren gran-des distancias 87. Bernal Díaz del Castillo legitima su discurso, fren-te a López de Gómara, que jamás pisó las Indias, no sólo con unescueto yo) criterio insuficiente, sino también con su lo vi y el estu-ve allí, es decir, con la presencia y la mirada literal de un yo quenarra su propia vida 88. Esta actitud viene a corroborarla el testi-

84 ReITÚto a PIMENTEL,Juan, Testigos del mundo ..., op. cit., p. 48.85 Milicia ..., op. cit., p. 78.86 BACON,Francis, Novum Organum, Barcelona, Folio, 2002, p. 144.87 ELLlOTI,John B., España y su mundo 1500-1700, Madrid, Alianza, 1990, p. 69.88 La cuestión la desarrolla Juan C. RODRÍGUEZen el apéndice del libro de CAM-

pos FERNÁNDEz-F1GARES,M: del Mar, El caballo y el jaguar. La Historia verdadera de laconquista de la Nueva España, Granada, Comares, 2002.

moni? de Ulrico Schmidel, alemán, que participó en la conquistadel Río de la Plata, autor de una relación en cuyo comienzo avisa:

«El cual viaje (desde el dicho año de 1534 hasta el de 1554que Dios quiso que volviese) he descrito y recopilado aquí, con l~que experimenté y sufrí con mis compañeros en todo el viaje» 89.

Pedro Castañeda Nájera, un soldado, de la jornada de Cíbolaaficionado a la escritura, como en sueños, expresa que '

«se hallarán cosas, por cierto, harto graves de creer. Todas las másbistas por mis ojos y aunque no por estilo pulido eserebo lo quepasó, lo que he oído, palpo, bido y tratado» 90.

Y más sutil Reginaldo de Lizarraga, apreciando que la oralidadsuele exceder a la verdad, pues la palabra procede de la costum-bre y conduce a la mentira; por ello advierte:

«No hablaré de oídas sino muy poco, y entonces diré haberlo oídomás a p~rsonas fidedignas; lo demás he visto con mis propios ojos, ycomo dicen palpado con mis manos; por lo cual, lo visto es verdad,y lo oído, no menos; algunas cosas diré que parece van contra todarazón natural, a las cuales el incrédulo dirá que de largas vías, etcé-tera, mas el tal dará muestras de un corto entendimiento, porque nocreer los hombres sino lo que en sus patrias veen, es de los tales» 91.

Este criterio es el que exigía Antonio de Torquemada, en su nomenos inverosímil miscelánea, a aventureros como el fantasiosoPigafetta y sus enigmáticos seres de la Patagonia; sobre todo si sepretende contradecir, escribe, a «tan graves autores que son Aris-tóteles, Salino y Plinio». Completemos la cita:

«Bien fuera que Pigafeta, para que le diéramos mayor crédito,diera también testimonios de haberlos visto; pero así cada uno podrácreer lo que le pareciere sin cometer pecado alguno» 92.

89 SCHMIDEL,Ulrico, Relatos de la conquista del Río de la Plata y Paraguay 1534-1554, ed. de K. WAGNER,Madrid, Alianza, 1986, p. 23.

90 Rel~ción que escribió, entre 1560 y 1565, de la jornada de Cíbola, reproduci-da y estudiada por MORA,Carmen, Las siete ciudades..., op. cit., p. 62.

91 LIZARRAGA,Reginaldo, Descripción del Perú..., op. cit., p. 57.92 TORQUEMADA,Antonio de, Jardín..., op. cit., p. 139.

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64 Carlos Alberto González 5ánchez Expen'encia y comunicación 65

El soñador Pedro Fernández de Quirós, a finales del siglo XVI,

antes de salir al encuentro de su pretendido nuevo continente aus-tral, promete dar noticias de sus descubrimientos conforme a lovisto y a una relación escrita

«de todo lo que descubriere hiciera lo más en forma de verdad queposible fuera a mi poco ingenio relación y demostrara con la másarte que pudiera todo lo visto así, así de la tierra firme como delas islas...» 93.

A la letra, y la confirmación de sus escribanos, también se atie-ne Escalante Alvarado: «ni dando interpretaciones para que se pue-da entender ni decir más de lo que ven escrito a la letra» 94. Aunun mareante de profesión, de sobra curtido en las rutas de la Carre-ra de Ind).as, como el general]uan Escalante de Mendoza, en el pró-logo de su célebre manual de navegación de 1575, deja sentado quesu obra es fruto de su experiencia práctica, voluntad, razón y espe-culación, otros parámetros esenciales de la conciencia renacentista:

«y compuse esta obra con el acuerdo, estudio y especulaciónque ella requería y con la inteligencia y personal curso y experien-cia que tuve y tengo adquirida y ganada» 95.

Fijémonos, con las miras puestas en las relaciones de viajescaracterísticas de la Edad Media -escritos recordatorios y norepresentaciones, la mayoría poco más que cuentos fantásticos-en cómo se está produciendo una interesante novedad en las for-mas de percibir la realidad. La vista empieza a convertirse en elprincipal y mejor autorizado cauce del conocimiento, y en la máscertera fuente de la verdad. Hasta el Renacimiento, y de acuerdoa una oralidad predominante, el oído fue prioritario 96; pero toda-

9) FERNANDEZDE QUIRÓS,Pedro, Memoriales de las Indias Australes, ed. de ÓscarPlNOCHET,Madrid, Historia 16, 1991, p. 79.

94 EsCALANTEALVARADO,GarcÍa de, Relación del viaje que hizo desde Nueva Espa-ña a las Islas de Poniente, después Filipinas, Ruy López de Villalobos, de orden delVirrey de Nueva España, Don Antonio de Mendoza, ed. de Carlos MARríNEZSHAW,San-tander, Universidad de Cantabria, 1999, p. 109.

95 EsCALANTEDEMENDOZA,Juan, Itinerario ..., op. cit., p. 20.96 Véase ZUMTIIOR,Paul, La medida del mundo. Representación del espacio en la

Edad Media, Madrid, Cátedra, 1994; DE CERTEAU,Michel, La escritura..., op. cit.; y TUR-

vía durante mucho tiempo -casi toda la Edad Moderna- ambasfórmulas no serán excluyentes y, como deducimos de los textos,van a seguir conviviendo, aunque progresivamente despuntarán losojos. Ya a principios del Seiscientos el escritor ascético-espiritualAlonso de Vascones decía que «son los ojos unas ventanas por don-de entra al alma la luz y noticia de las cosas» 97.

Desde el siglo XIII, época en la que gracias a las cruzadas seinician los grandes viajes a Oriente, la experiencia de la vista, des-ligada de la ficción literaria, se abre paso; así lo atestigua el falazMandeville o el fraile Guillaume de Rubruck, enviado por el reyfrancés San Luis a explorar los pueblos tártaros de Asia. A suregreso en 1255 se dirige al monarca prometiéndole que «le escri-biré todo lo que yo he visto» 98. Rustichello da Pisa, al igual, loasevera en la introducción de su redacción de los viajes de Mar-co Polo:

«Ningún hombre conoce tanto o ha experimentado tanto lasdiversas partes del mundo y sus grandes maravillas como este mae-se Marco. Y por esta. razón sería gran desventura si no dejara porescrito todas las grandes maravillas que vio y oyó como verdaderas,de manera que las gentes que no las vieron ni conocieron tengande ellas razón en este libro» 99.

La realidad desplaza a la ficción, la vista a los otros sentidos yla escritura a la voz. El escrito se ampara, entonces, en el viejo prin-cipio jurídico alfonsino, según establecen las Siete Partidas) que con-cede preeminencia al «testigo de vista» sobre terceros testimoniosen un altercado legal. Los relatos ya no son literatura ficticia sinola expresión, frente a las' palabras, de unos hechos verídicos. Aprincipios del siglo XVI Juan Agüero de Trasmiera, el epitomadorde la relación del viaje a la India, a las órdenes del rey portugués

NER,Guillermo, «Los ojos, los oídos y la escritura de Berna! Díaz del Castillo», His-torias, núm. 31, 1993, pp. 21-30.

97 VASCONES,Alonso de, Destierro de ignorancias, Sevilla, Matías Clavija, 1619,p. 121.

98 Cfr. MOLLAT,Michel, Los exploradores del siglo XIII al XVI. Pn'meras miradas sobrenuevos mundos, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 15.

99 El libro de Marco Polo, ed. de J. GIL, Madrid, Alianza, 1987. Muy sugerentees el estudio de LARNER,John, Marco Polo y el descubn'miento del mundo, Barcelona,Paidós, 2001.

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66 Carlos Alberto González Sánchez Experiencia y comunicación 67

Manuel V, de Martín Fernández de Figueroa, concluye su trabajoescritor enfatizando:

«En forma de lo que en esta hystoria haveys conoscido por theó-rica quél vio por experiencia. Lo qual todo apruevan los muchostestigos que de vista hay assi en Portugal como en toda España» lOO.

Más locuaz vuelve a ser Nicolás Federmann, un alemán, vásta-go de una familia de mercaderes de ~lm, que, tras i,r a explorar elterritorio de la actual Venezuela (partIendo de Sanlucar en 1529 yregresando a Sevilla en 1531), en su escrito hace gala de cautelarelegando el oído:

«Se podrían escribir muchas cosas de esos países y de sus cos-tumbres; pero no quiero hacerlo por conocerlos sólo de oídas y nopoi haberlos visto yo, porque quiero contar sólamente lo que hevisto y aprendido por mi propia experiencia» 101.

Este aventurero escribió, conforme a la normativa real, toman-do como guía el diario del escribano de l~ expedición en ~a qu.eparticipó. Su texto lo concluyó en AlemanIa en 1533, y sena edi-tado por su cuñado Juan Kiefhaber en Hagen en 1557,. aunque eléxito literario no le llegaría hasta el siglo XIX.En la dedIcatona deleditor a Juan Guillermo de Loubenberg, consejero de Carlos V, sedice de Federmann que «habiendo escribir según órdenes de SMImperial el relato de su primer viaje con un notario que lo acom-pañó». Rotundo también es al respecto Alonso Enríquez de G~z-mán: «porque vi lo que screví y screví lo qu~ ví» 102; y pre~aV1doFernao Mendes Pinto, un hombre humilde e iletrado en su Juven-tud mas deseoso de conocer y saber, que se traslada a ExtremoOri~nte (China y Japón) con misiones comerciales y diplomáticasde 1537 a 1554. Una vez retirado en Lisboa, en 1569, redacta lasmemorias de sus viajes, que se publicarán en 1614. En ellas, temien-do que «puedan tomar como sandeces las cosas reales que han vis-

100 FERNÁNDEZFIGUEROA,Martín, Conquista ..., op. cit., p. 130.101 FEDERMANN,Nicolás, Viaje..., op. cit., p. 46.102 Libro de la vida y costumbres de Don Alonso Enríquez de Guzmán, ed. de Hay-

ward KENISTON,Madrid, Adas, 1960, p. 112. Su editor hace esta versión a partir delmanuscrito que encontró en la Biblioteca Nacional de Nápoles en 1912.

to mis propios ojos», y para evitar que se tomen por quimeras susexperiencias, confiesa que «todo lo que mis ojos vieron, a vecessigo confundido»; pero cuidadoso con las previsibles burlas y escar-nio de ignorantes, incrédulos y malintencionados, amonesta:

«Temo escribir no porque eso debe parecer extraño a aquellosque vieron y leyeron las grandes maravillas del reino de China, sinomás bien porque los que desearon comparar las maravillas que novieron con lo poco que vieron en sus países de origen se rehúsena dar fe, porque éstos no correspondan a nada que ellos puedancomprender y que conozcan» 103.

En fechas posteriores Antonio de Espejo, en la relación de lasexploraciones que hizo en 1583 en Nueva Andalucía (Nuevo Méxi-co), que envió al arzobispo de México, sigue despejando la pri-macía de la experiencia visual:

«Todo lo suso referido bide por mis ojos y es cierto porque atodo me hallé presente y salí con algunos compañeros y aun conuno solo algunas veces del real para ber y entender la dispusiciónde aquella tierra y dar noticia de todo ello a Su Majestad» 104.

y todavía a mediados del siglo XVIIel inglés Thomas Gage:

«Al escribir esta obra no ofreceré sino aquello que es fruto demi observación directa, que probablemente diferirá de lo hasta aho-ra escrito sobre la materia» 105.

La novedad, pues, se concibe de forma diferente a como se per-cibe. Dicha percepción implica al mismo tiempo la especulación y

10) Cfr. MOLLAT,Michel, Los exploradores..., op. cit., p. 85. Sobre este polémicopersonaje es digno de citar el estudio de BORGESCOELHO,António, «Clio e Peregri-na~ao de Femao Pinto», en As rotas Oceanicas (Sécs. xv-xVfrr), Lisboa, Colibri, 1999,pp. 241-262; CIRILLO,Teresa, «Francisco de Herrera Maldonado apologeta di FemaoMendes Pinto», Quaderni Portoghesz; núm. 4, 1978, pp. 183-198; YLOUREIRo,Rui M.,<<AChina de Femao Mendes Pinto, entre a realidade e a imagina~ao», en A. VAS-CONCELOSy M. DOSSANTOS(eds.), Estudos de história do relacionamento luso-chines.Séculos XVf-XX, Lisboa, Instituto Portugues do Oriente, 1996, pp. 137-177.

104 AGI, Patronato, 22, r.o 1, fol. 18.10' GAGE,Thomas, Viajes por Nueva España y Guatemala, ed. de D. TEJERA,

Madrid, Historia 16, 1987, p. 46.

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68 Carlos Alberto González 5ánchez Experiencia y comunicación 69la experiencia sensible; la primera compete al ~iajero-escritor .Y lasegunda a los receptores de su relato. Descubndores y conqUIsta-dores, una vez superado el miedo a lo desconocido, constatan larealidad y cambian su representación de la misma, mientras que eldistante lector, a través del texto, del imaginario de su autor, seapropia de la idea de un mundo para él mágico y, por fabuloso yextraño, desligado de lo conocido. Según 1. Soler, en

«este sentido el mundo se acerca a él, se concentra, se yuxtapo-ne a sí mismo alejándose en cierto modo de conceptos funda-mentales para ~l propio viaje -y, en otro ámbito de abstracción,nucleares de la existencia humana- como son el tiempo y el espa-cio» 106.

Esta consideración, el culto a la verdad mediante la visión dela realidad, sobre todo combatiendo a los cronistas peninsulares almargen de la vivencia de los hechos, las habla~urías de inc~utos ylas creencias populares, es uno de los grandes fmes pretendIdos ennuestros escritos autobiográficos, también sobrados de fantasías ytergiversaciones interesadas. De ahí la impertérrita acreditaciór: d.elos autores como testigos de primera mano de unos hechos a~lml-lados con el entendimiento 107. Alguien como Montaigne, al igual,huía de quienes, con hermosas palabras, constrUÍan un fascinanteedificio historiográfico con los rumores y el parloteo de las plazasde las ciudades; para él

«las únicas historias buenas son las que han sido escritas por losmismos que dirigían las empresas, o que participaban en ell~s, oque al menos tuvieron ocasión de llevar a cabo otras parecIdas.Pues al haber escrito sobre el mismo tema varios testigos oculares(com'o ocurría en aquellos tiempos que la grandeza y el saber coin-cidían por lo general), si hay error, este ha de ser extraordinaria-mente leve y sobre un hecho muy dudoso» 108.

106 SOLER Isabel, El nudo y la esfera..., op. cit., p. 98.107 Este ~specto también 10 trata PADGEN,Anthony, European Encounters with the

New World, New Haven, Yale University Press, 1993, pp. 51 Y ss. Muy oportunos sonlos artículos del dossier coordinado por ALTUNA,Elena (coord.), «Viajes y viajeros colo-niales por las Américas», Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, núm. XXX-60,2004, pp. 7-268.

108 MONTAlGNE,Michel de, «De los libros», op. cit., p. 426.

El ojo, por tanto y según estima M. de Certeau, está al servi-cio del descubrimiento del mundo y de una curiosidad enciclopé-dica que, en el siglo XVI, levanta los cimientos de la ciencia moder-na 109; si bien, la vista siempre está condicionada por expectativasy hábitos. Tal vez debido a esta disyuntiva, el alemán Juan Stadena mediados del Quinientos se guardaba de las disparatadas histo-rias que contaban los vagabundos llegados de las Indias, buscado-res de ventura fracasados que, así, se autoafirmaban y llamaban laatención de oyentes desprevenidos e ingenuos. A fin de cuentasdecía que «nadie va a ir allí a comprobarlo»; por ello argumenta-rá verdades empíricas de unas secuencias que «cuando son dadasa gente entendida, en vez de al vulgo, se estiman más ciertas» 110.

Fray Gaspar de Carvajal, sobre las andanzas de Orellana por elAmazonas, tampoco obvia avisarlo:

«He querido tomar este poco trabajo y suceso de nuestro cami-no y navegación, así para decirla y notificar la verdad en todo ello,como para quitar ocasiones a muchos que quieran contar esta nues-tra peregrinación o al revés de cómo lo hemos pasado y visto» 1ll.

Idéntico parecer consta en un memorial que el doctor Gabrielde Loarte (alcalde de corte y justicia mayor del Cuzco), en nombredel cabildo de la ciudad andina, el 24 de octubre de 1572, remiteal presidente del Consejo de Indias. En este documento reaccionacontra los cronistas que, sin haber asistido a la conquista del Perú,Se atreven a narrar la historia de aquellos acontecimientos, fiandomás de los chismes de desprevenidos que de las relaciones de unosprotagonistas que «aviendo descubierto el camino por nuestros pro-pios pies nos vienen a contar aca el discurso algunos escriptores».Fue normal que descubridores, conquistadores y pobladores vieranmarginados sus méritos, y ultrajadas sus personas, en las obras dehistoriadores fraudulentos o mal documentados. Loarte aúna la pro-testa contra el olvido del que son víctimas porque

109 CERTEAU,Michel, La escritura..., op. cit., p. 226.110 STADEN, Juan, Vera historia y descripción de un país de los salvages desnudas

feroces gentes devoradoras de hombres situado en el Nuevo Mundo América, ed. deE. WERNICKE,Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1944, p. 3.

111 CARVAJAL,Gaspar de; ALMESTO,Pedro de, y ROJAS,Alonso de, La aventura delAmazonas, ed. de Rafael DlAz, Madrid, Historia 16, 1986, p. 98.

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«siendo vivos muchos de los que en ello entendirn~s veng~n a sercoronistas de nuestros hechos los que nunca los vIeron DI enten-dieron escribiéndolos cada uno sin averiguar la verdad como se losquenta el primero a quien se los pregunta para solo ga.narde comerpor las impresiones y algunas vezes a costa de las hazIendas y hon-ras de los que lo trabajaron de lo qual a resultado un mun?o deopiniones con que traen embelesada e ynquieta a la gente pmtan-do cada uno la causa y titulo de lo que poseemos conforme a losfalsos hechos como se lo contaron» 112.

A continuación implora la mediación del rey. Estab~n en. jue-go los derechos y mercedes inherentes a las proezas equmocclales;urgía entonces

«avefÍg1Jllrla verdad del hecho que avia de ser el cimiento del edifici?para -qualquier fin que pretendieron aviendolo tomado tantos ~or ?fi-cio sin avello puesto su majestad que es a quien toca la exarnmaClOny averiguación dello a cargo de ninguno dellos 9ue es el m~ nuevonegocio que a acaecido... quando lo leernos los mIsmospor qUIenpas-so no podernos creer sino que se trata de otro genero de gente» 113.

Las interpelaciones a los receptores co~for~an un~ ~~rtientedidáctica fluctuante entre los límites de la hlstona y la ÍlcclOn. Lasincreíbles aventuras descritas parecerán invenciones, as~tos defábula que el autor, en aras de lacre.di~ilidad, se verá. obligado ahacer una certificación enfática y subJetlva de su veracldad. Tal esla intención de Diego Álvarez Chanca, médico sevilla~~ de losReyes Católicos y compañero de Colón en su segun1~ V1aJe,autorde la carta relatoria de dicha travesía que en 1494 dmge al conce-jo de Sevilla, en la que se muestra preocupado de

«los que no me cono~en que oyeren estas cosas, me ternán por pro-lixo e por ombre que ha alargado algo, pero Dios es testigo que yono he traspasado una jota los términos de la verdad» 114.

Ese mismo año el mercader florentino, también muy próximoa Colón, Simone del Verde, en otra misiva sobre las nuevas del

112 Op. cit., p. 118.113 lbid.114 MoRALESPADRÓN,Francisco, Primeras cartas..., op. cit., p. 137.

segundo viaje del genovés, que envía a su compatriota Pietro Nic-colí, asevera que las noticias en ella insertas no son fruto de susandanzas ultramarinas, sino del relato oral de uno de los capitanesde la flota, un piloto, un maestre y un indio caribe; es decir, infor-ma de oídas y conforme a lo que él considera verosímil:

«He hablado con tres personas que han vuelto de dichas cara-belas: uno es capitán, otro piloto y otro maestre de una de ellas.Lo que de ellas he oído le contaré, pero en la duda de escribirlealgo no cierto, para no errar ni incurrir en el peligro de mentir, diréparte de lo que he oído, es decir lo que me parece verosímil»115.

Recurrir a testigos es una estrategia discursiva más de la capta-tia benevolentiae del receptor, en cuanto a la predisposición de sufe en la narración. Añadiendo el nosotros y los nombres concretosde los «testigos de cargo» el autor contribuye a la legitimación deltexto. Castañeda Nájera de esta manera lo concreta en su proemio,en el que declara haber tomado la decisión de poner por escritosus aventuras indianas en un momento en el que todavía están vivasmuchas de las personas capaces de corroborar los acontecimientosacaecidos y contados:

«Por muchas veces me an sido importunos no poco rogándo-me les dixese y aclarase algunas dudas que tenían de cosas parti-culares que al bulgo avian oído en cosas y casos acontecidos en lajornada de Cibola... ellos tienen ra~ón de querer saber la verdad,porque como el bulgo muy muchas veces cosas que an oído, y porventura a quien dellas no tubo noticia, ansí las hacen mayores omenores que ellas son» 116.

Por su parte fray Gaspar de Carvajal, con su escrito sobre lanavegación completa del curso del Amazonas (1541-1542), preten-de defender a Orellana de sus traidores, texto que él «no le osa-ría escribir si no tuviera tantos testigos que a ello se hallaron presen-te» 117. Y Bernal Díaz del Castillo antes de aludir a un fenómenotan evanescente como una lluvia de sapos:

115 lbid., p. 171.116 MORA, Carmen, Las siete ciudades..., op. cit., p. 60.117 DtAz, Rafael, La aventura del Amazonas, Madrid, Historia 16, 1986, p. 59. Este

libro recoge las relaciones sobre el Amazonas de G. DE CARVAJAL,P. DE ARMEsTOy

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72 Carlos Alberto González 5ánchez Experiencia y comunicación 73

«y como esto de llover de los sapos, parece que no son cosasque todos los hombres las vean con los ojos, estuve p~r n?, escri-birlas, porque como dicen los sabios: que cosas de adm1raclOnqueno se cuenten» 118.

La escritura, claro está, garantiza la certeza de los hechos sucedidos,unos acontecimientos, según la pretensión de los autores de relaciones,siempre ajustados a la realidad y a una letra escrit~ q.ue r~~ge, s~eliminarlas del todo, las vías expansivas de la potenCla lffiagmatlVa,masproclives en medios de comunicación como el oral y el icóni~o-visual.Escalante Alvarado, un viajero siempre acompañado de escnbanos ypertrechado de cartas y requerimientos, calibra este método advirtien-do haber hecho un texto en el que «ni dando interpretaciones para quese pueda entender ni decir más de lo que ven escrito a la letra» 119. Estacualidad no libraba al escrito de ciertas propiedades que podían vol-verse en contra de sus ejecutores. Su capacidad de fijar los testimonioscausaba serios problemas a los autores o signatarios de panfletos, libe-los difamatorios y proclamas sediciosas.

Cuenta Pedro Fernández de Quirós en la relación de su segun-da expedición a las Salomón con Álvaro de Mendaña (islas que noavistaron), aludiendo a las penurias de una empresa infructuosa, quela desolación y el descontento de los soldados empujó a muchos arespaldar «un papel con ciertas firmas, y lo que en él se decía, quepedían al adelantado los sacase de aquel lugar y les diese .o.tro mejoro los llevase a las islas que había pregonado» 120.El manifiesto, conochenta firmas, sería la prueba documental del auto judicial por trai-ción que se seguiría contra ellos. A raíz de este altercado, en unmomento dado un expedicionario resistirá la firma de un docu-mento confuso, repitiendo varias veces que «no le mandasen firmar;pues por firmas de papeles había el adelantado muerto al maese .decampo» 121.Un final dramático para alguien que prestó su rúbncaconvencido de una causa justa.

A. DE ROJAS.La versión original de Rojas consta de un manuscrito de la BibliotecaNacional de Madrid, que se editó por primera vez en el siglo XIX.

118 DlAZ DELCASTILLO,Bernal, Historia..., op. cit., p. 345.119 ESCALANTEALVAP.ADO,GarCÍa de, Relación..., op. cit., p. 109.120 FENANDEZDE QUIROS,Pedro, Descubrimiento de las regiones austriales, ed. de

Roberto FERRANDo,Madrid, Historia 16, 1986, p. 104.121 lbid., p. 106.

Lo expuesto convergía en los debates intelectuales de la épo-ca, en los que también polemizaban cosmógrafos, cartógrafos ynavegantes, y donde preocupaba la función de la razón y los sen-tidos en la naturaleza del conocimiento, parámetros, ambos, com-plementarios y antitéticos a la vez. Lo sensible, alejado del racio-cinio, es una vía que puede conducir a engaños, aunque nunca debedirigir ni reforzar la experiencia; mientras que lo inteligible, sinpoder prescindir del todo de los sentidos, tiende a la infalibilidaddel conocimiento. Por ello en la información derivada de los via-jes se dará primacía a la vida misma de su protagonista, un ingre-diente renacentista de un observador al que se le exigirá un per-manente análisis crítico de su oído y su vista; pero tampoco estaspremisas ofrecen una seguridad absoluta, ni dejan de ser un recu-rrente tópico discursivo en los relatos.

Atendamos al juicio del portugués Joao de Castro, un intelec-tual renacentista, discípulo de Pero Nunes -que en el primer ter-cio del XVI viajó a la India Oriental, a Goa-, autor de un curiosomanual de cosmografía concebido a modo de diálogo con el Sacro-basca. En éste, en torno a lo dicho, argumenta que

. «es necesario aquí que el sentido obedezca al entendimiento y,como un ciego, se deje guiar por él, porque es cierto que en muchascosas nos engañarían los sentidos si no estuviesen guiados y exa-minados por el entendimiento. Juzgando solamente por los senti-dos, todos pensaríamos que el Sol es poco más que una rueda decarro, y las estrellas unas naranjas; y en esto estaríamos muy enga-ñados, pues el entendimiento ha demostrado, y está convencido deello, que el Sol y muchas estrellas son muchas veces mayores quetoda la Tierra» 122.

El maestro Pero Mexía, eminente historiador y compositor depolianteas, hacia 1540 reitera la proposición:

«El entendimiento del hombre no descansa ni le parece quesabe la cosa enteramente hasta que no conosce las causas y razones

122 CASTRO,}03.0 de, «Tratado da Esfera por Perguntas e Respostas ao Modo deDiálogo», en Obras Completas, ed. de A. CORTESAoy L. ALBUQUERQUE,vol. 1, Coimbra,Academia Internacional da Cultura Portuguesa, 1968-1982, p. 54. Cfr. SOLER,Isabel,El nudo y la esfera..., op. cit., p. 127.

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74 Carlos Alberto González Sánchez Experiencia y comunicación 75

della; diéronse (los sabios) a inquerir y entender y, en esta con-templación, muchas causas hallaron muy ciertas que se podíanentender y conoscer, a lo menos teniendo algunos principios natu-rales y conoscimiento de las calidades de los elementos ...» 123.

El Renacimiento representa el triunfo de la simbiosis de la expe-riencia y el razonamiento, conceptos equiparados a información,observación, análisis de datos y reflexión sobre hipótesis, procedi-mientos que, junto a la curiosidad y la reflexión, terminarán modi-ficando el orden del universo establecido; al menos en el imagina-rio de navegantes, humanistas, místicos, artistas y filósofos. Todavía,y pese a la influencia de los viajes en la evolución de la ciencia,pasará mucho tiempo hasta la alteración de los fundamentos de lamentalidad colectiva. En esta novedosa forma de entender el mun-do, el hom~re, un microcosmos, logrará un protagonismo indiscu-tible al ser equiparado a un semideo u hamo faber que, tras vencerla adversidad del mundo, gobierna y transforma la realidad con susmanos, ingenio, inteligencia y voluntad. La naturaleza será el esce-nario ideal, armónico y ordenado, de la centralidad de su expe-riencia, de la dignitate homini. Pico de la Mirandola exaltaba alrespecto:

«Abdaláh sarraceno, interrogado qué cosa se ofrecía a la vistamás digna de admiración en éste a modo de teatro del mundo, res-pondió que ninguna cosa más admirable de ver que el hombre ... elhombre es el intermediario de todas las criaturas, emparentado conlas superiores, rey de las inferiores, por la perspicacia de sus senti-dos, por la penetración inquisitiva de su razón, por la luz de suinteligencia, intérprete de la naturaleza, cruce de la eternidad esta-ble con el tiempo fluyente» 124 •

Y, a mediados del Quinientos e imitándolo, el español HernánPérez de Oliva:

12) MExíA,Pedro, Silva..., op. cit., voL I, p. 799.124 PICODELAM1RANDOLA,Giovanni, De la dignidad del hombre, ed. de L. MARrí-

NEZ,Madrid, Editora Nacional, 1984, p. 103. Sobre el tema, el magnífico ensayo deRIco, Francisco, «Laudes litterarum: Humanismo y dignidad del hombre», en su libroEl sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo, Madrid, Alianza, 1993, pp. 161-190;Y su El pequeño mundo del hombre, Madrid, Alianza, 1986.

II-¡I\

«Que así como Dios tiene en su poderío la fábrica del mundoy con su mando la govierna, así el ánima del hombre tiene el cuer-po sujeto, y según su voluntad lo mueve y lo govierna, el cual esotra imagen verdader~ de aqueste mundo a Dios subjecto» 125.

El viajero descubridor o conquistador y quienes leen u oyen loque vieron en una geografía propia de sortilegios no autorizan máscriterio de la verdad que el experimento visual, predisposición evi-dente en el énfasis de los relatos en la vivencia de lo extraordina-rio 126. En la Edad Media, en cambio, parece que los lectores no enten-dían ni daban importancia a las declaraciones de veracidad de relatoscomo los de Polo o Mandeville; quizás porque los autores de roman-ces artúricos, carolingios e historias de caballería en general introdu-cían aseveraciones del mismo cariz en los proemios de sus invencio-nes 127, Todavía la prosa caballeresca breve del siglo XVI lo corrobora.Al comienzo de la Historia de los nobles cavalleros Oliveros de Casti-lla y Artús D'Algarve se dice que es digno el rescate del olvido dememorias y exemplos, verdaderas y sobresalientes, muy beneficiosaspara el buen vivir. La imprenta es la causa de su recuperación, per-petuación y abaratamiento, después de tanto tiempo sepultadas:

«Como sea cosa conoscida que muchas y diversas escripturas,las quales nos eran ocultas y muy caras de alcanc;ar,sean agora entodo el mundo por la ingeniosa y muy frutllera arte del emprentamuy patentes y públicas y por pequeño precio otorgadas» 128.

El escritor de La Poncella de Francia aprueba la redacción desu cuento por «ser en nuestros días, que oy ay muchos vivos quela vieron, más verdadera será su historia que ninguna de las anti-guas» 129. En idéntica dirección, el prólogo del Carla Magno y losdoce pares declara ser escritura

«fechas para traernos a la memoria las grandes hazañas y cavalle-rías de nuestros antepassados, contando las proezas de los unos y

125 fuEZ DEOLIVA,Hemán, Diálogo de la dignidad del hombre, ed. de M.' L. CE-RRÓN,Madrid, Cátedra, 1995, p. 141.

126 Estas ideas las recrea SOlER,Isabel, El nudo y la esfera..., op. cit., pp. 151 y ss.127 Véase LARNER,John, Marco Polo..., op. cit., p. 156.128 Historias caballerescasdel siglo XVI, vol. I, Madrid, Turner, 1995, p. 181.129 Ibid., p. 351.

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76 Carlos Alberto González Sánchez Experiencia y comunicación 77

los vicios de los otros, porque los unos nos fuessen exemplo parabien hazer y los otros causa de reglar nuestras vidas y encaminallaspara el puerto de salud» 130.

Su autor, Nicolás de Piamonte, doliéndose del desconoci-miento en España de gestas tan notorias, se dio a la labor de tra-ducirlas del francés al castellano después de sacadas de un librollamado Espejo historial. En el paratexto, empleando un toposretórico al uso que volveremos a ver en nuestras relaciones, con-cluye indiciando oralidad y requiriendo una benévola lectura oaudición:

«Suplico a los oídos del leyente o a qualquier que lo leyere ooyere que con sanas entrañas lo emiende y no mire al error de lapluma, sino a la intención del cora~ón. E de lo que fallare bueno,le ruego assimesmo que al soberano Dios dé las gracias, de quientodos los bienes proceden» 131.

Entonces tampoco se diferenciaba claramente la literatura cien-tífica de la didáctica y de ficción, géneros todos llenos de maravi-llas. Con Le Goff cabría preguntarse hasta qué punto en el códi-go medieval el descubrimiento de parajes nuevos y el caráctermágico y misterioso que esos lugares simbolizan no suplían en par-te a la narrativa fantástica de evasión. Lo maravilloso a fin de cuen-tas, adquiere una función compensadora ante la ;rivialidad y laregularidad de lo cotidiano; significa otra Edad de Oro o paraísoposible con sus manifestaciones arquetípicas: la abundancia decomida, la desnudez, la riqueza, la libertad sexual, el ocio, el uni-verso al revés 132. No obstante, el imaginario colectivo del Medie-vo y la Alta Modernidad, sociedades sacralizadas, no establecía unanítida línea divisoria entre lo natural y lo sobrenatural, algo que,unido al miedo, posibilitaba la irrupción de la maravilla en una rea-lidad cotidiana en la que las concepciones religiosas y espirituales

130 Ibid., vol. TI, p. 433.131 Ibid., vol. TI, p. 434.1}2 LE GOFF, Jacques, Lo maravilloso y lo cotidiano en el OCCIdente medieval, Bar-

celona, Geclisa, 1991, pp. 9-24. También CRISTÓVAO,Fernando, «Para urna teoria daLiteratura de Viagens», en su obra Condicionantes culturais da Literatura de viagens.Estudios e bibliografías, Lisboa Edil;oes Cosmos, 1999, pp. 13-52.

favorecían la creencia en milagros, intervenciones divinas y demo-níacas, el encantamiento y la magia.

Lo fabuloso e irracional traspasaba a diario el plano psicológi-co social, sustentado en una ilimitada capacidad de creer y en unaconciencia mágica sancionada y llenada de contenido religiosomediante la acción doctrinal de la predicación 133. La Iglesia nun-ca negó la existencia de la magia y, aunque la condenó como unapráctica diabólica, se dio cuenta de su eficacia haciendo del demo-nio el intermediario de hechiceros y brujas, es decir, la accióndemoníaca bajo la potestad divina y, en última instancia, un mediode conocimiento e intervención de la realidad. No es absurdo puesque los teólogos concedan al diablo y la brujería la capacidad d~transformar la cualidad de las cosas, haciéndolas parecer a los ojosdel común de forma diferente a la de su especie.

Una vida, la de los hombres y mujeres de la época, llena de angus-tias, frustraciones, desengaños, miedos, ausencia de seguridades y todoun piélago de miserias espirituales y materiales, genera un estado aní-mico que propiciaba la afluencia desmedida del trasmundo; un recur-so, dice Sánchez Lora, para aflojar las tensiones producidas por elchoque entre el voluntarismo y la incapacidad operativa del hombresobre una cotidianidad aplastante. La revalorización de las reliquiasy las imágenes son el resultado del uso mágico dado a cualquier sím-bolo religioso. Un abismo de maravillas y prodigios, al estilo de Ama-dises y Esplandianes, y de todas las maléficas ficciones por desterrar,colma los textos devocionales de la época.

Milagros y portentos sirven a las gentes para huir de un com-plejo y difícil avatar vital y, a la par, acariciar efectos sobrenatura-les, los del poder divino, portadores de esperanza o de la confir-mación de la pérdida de la misma. Este continuo anhelo deprodigios dio lugar a una riada de apariciones, revelaciones, arro-bos, estigmas o alucinaciones, y a una diversa suerte de interceso-res celestiales con sus referentes simbólicos (reliquias, imágenes,oraciones), en un tiempo al que le acechan cambios vertiginosos yde hondo calado.

133 CARo BAROJA,Julio, Vidds mágicas e Inquisición, Madrid, Istmo, 1992; SANCHEZ

LoRA, José L., Mujeres, conventos y formas de la religiosiddd barroca, Madrid, FundaciónUniversitaria Español, 1988; AMoRlM,M.' Adelina, «Viagem e mirabilÚl: monstros, espan-tos e prodígios», en Fernando CRISTóvAo(coord.), Condicionantes..., op. at., pp. 127-182.

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Capítulo II

GRAFÍAS PARA LA ETERNIDAD

Mérito y premio

Las relaciones del descubrimiento y conquista de los nuevosmundos, además de ser muchas de ellas el cumplimiento de unmandato regio, ninguna oculta la curiosidad que sintieron sus artí-fices por unos lugares lejanos, extraños, ocultos y desconocidos, endonde se desarrollan unos hechos merecedores del reconocimientooficial. Conscientes de los servicios prestados al poder, los ejecuto-res de las hazañas aspirarán a la fama y, sobre todo, al premio delas autoridades, emolumentos económicos y sociales en forma debienes raíces, mano de obra, rentas y cargos públicos retributivosde sus heroicas acciones. El mérito es una de las claves del nuevoyo. Pero, pese a ser la mayoría de estos escritos informes oficialesque no van a parar a la imprenta, una parte importante de ellosadquieren tipología de libros, con proemios, dedicatorias y prólo-gos al lector, paratextos en los que se dirimen intenciones, justifica-ciones, consejos, exhortaciones o guías de lecturas de sumo interéshistoriográfico.

En primer lugar, casi todos reclaman la atención y la recompen-sa de unos gobernantes egoístas y poco proclives a dar demasiadasprerrogativas a unas gentes apreciadas orgullosas en exceso y de-seosas de acaparar competencias políticas, tierras y vasallos, comosus superiores en Europa, en los nuevos confines. Pocos hubo delcariz de Staden, quien, con falsa modestia, declara mandar su rela-ción a la imprenta no con la intención de ganar gloria o por ambi-ción mundana, sino para venerar a Dios y agradecerle su protec-ción en los viajes que realizó; Pedro de Alvarado, en cambio,

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80 Carlos Alberto González 5ánchez Grafías para la eternidad 81

representa mejor al común. En el informe de la conquista de Gua-temala que envió a Cortés, con lenguaje popular y estilo sencillo, lereprocha su egolatría y el haber ignorado en las cartas que remitía alrey a los esforzados guerreros de su hueste; por ello le recordó:

«También tenga vuestra merced cuidado de hacer saber a sumajestad cómo le servirnos con nuestras personas y haciendas y anuestra costa... y de esto nadie tiene la culpa sino vuestra merced,por no haber hecho relación a su majestad de lo que yo le he servi-do... suplico le haga relación a su majestad de quien yo soy,y lo quea su majestad he servido en estas partes» 1.

Rescatar del olvido a los hombres, y sus memorables proezas,presentes en la toma del Perú parece ser el móvil de la pluma dePedro Cieza de León, un soldado-escritor sensible a la ausencia degentes deCididas a escribir nada de lo que acaecía por dondeanduvo. Osado y valiente fue cuando, en medio de una guerra,emprendió el registro de las notas de su futura historia, tareavoluntaria en la que obvió el cansancio y derrochó energías porparecerle temeridad

«intentar un hombre de tan pocas letras lo que otros de muchas noosaron, mayormente estando tan ocupados en las cosas de la guerra,pues muchas veces cuando los otros soldados descansaban cansabayo escribiendo» 2.

En la dedicatoria a Felipe IIdel texto definitivo, reafirma y jus-tifica su vocación como sigue:

«Como no solamente admirables hazañas de muchos y muyvalerosos varones, sino infinitas cosas dignas de perpetua memoria,de grandes y diferentes provincias, hayan quedado en las tinieblasdel olvido por falta de escriptores que las refieren y de historiadores

1 Relación hecha por Pedro de Alvarado a Hernando Cortés, en que se refieren lasguerras y batallas para pacificar las provincias del antiguo reino de Goathemala, ed. deJ. VALEROSILVA,México, José Porrúa e Hijos, 1954, p. 48. Alvarado nació en Badajoz en1485. Gracias a una merced real en reconocimiento de sus méritos' llegaría a ser gober-nador de Guatemala. Su relación se imprimió en Toledo en 1525, el mismo año en elque murió en Guadalajara.

2 CIEZADELEÓN,Pedro, Crónica..., op. cit., p. 34.

que las tratasen ... determiné tomar esta empresa de escribir las cosasmemorables del memorable y gran reino del Perú» J.

Mas tampoco desperdicia la ocasión para exigir la satisfacciónde los servicios prestados:

«Acordé de tomar la pluma para lo recopilar y poner en efeto mideseo y hacer con él a vuestra alteza algún señalado servicio demanera que mi voluntad fuese conocida, teniendo por cierto vu~straalteza recibiría servicio en ello» 4.

Alonso Enríquez de Guzmán, noble sevillano activo desde153.4, en la fa~e cull;1Ínante de la. conquista del Perú, comp~so unaCUrIosa autoblOgrafla ~on las mIras pue~tas en «adquirir gloria yfan:a. para dexar d~ SI perpe~ua memorIa». Manejando una reglaretOrIca usual, dedica el eSCrIto al duque de Medina-Sidorua donJuan Alonso Pérez de Guzmán, paratexto en el que le ruega fe enun relato que puede acrecentar el lustre de su linaje; en definitivaporque

~<hallo10 que si las obras y razones en escripturas puestas con trava-JO y afan de los que las scrivieron y scrivimos y scrivirán no tubiesenamparo debaxo del qual, en todo lo que turase el mundo, se conser-vasen, muy presto peres~erían, los entendimientos humanos no ter-~an luz ni carrera que los alumbrasen ni afilasen de lo voto y obscu-ndad que de su propia naturaleza les pro~ede»5.

~ero el pr~mio solía ausentarse, y el reclamo hacerse presente atraves del eSCrIto, como el del doctor Gabriel de Loarte desde Cuz-co en 1572:

«P?rque del servicio que hazemos a su majestad los criados quele servnnos tan lexos de su Real persona como en estas indias note~e~os otro.premio de mas gusto y interes que dar quenta a vuestrasenona del.dISCurSOde nuestras vidas entre las continuas y mas gra-ves ocupaclOnes»6.

J lbid., p. 33.4 lbld., p. 33.5 Libro de la vida..., op. cit., p. 7.6 Op. cit., p. 115.

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82 Carlos Alberto González Sánchez Grafías para la etermdad 83

El conquistador, y en alguna ocasión un buscador del Doradojunto con Berrío, Bernardo de Vargas Machuca, activo en NuevaGranada a finales del siglo XVI, fue otro de tantos que experimentóen su persona la cicatería del rey. Cansado de exigir la recompensa(un cargo de gobierno y una encomienda) de sus servicios, no con-cibió mejor manera de lograr el empeño que llegar a la Corte yreclamar las mercedes de viva voz y con papeles, cual fue el móvilde sus viajes a España en 1595 yen 1616; ambos con efectos de suagrado. El primero se saldó con una alcaldía mayor en Portobelo, yel segundo, especialmente accidentado, con una gobernación en elNuevo Reino granadino. Unos desvelos y pesares, en fin, que en1612 le llevaron a escribir, porque sabía hacerlo y cursó estudios enValladolid, 10 siguiente:

«Hasta ahora destos servicios como llegan ya fríos y pasados poragua a los ojos de quíen ha de premiarlos, se ha hecho muy pococaso. Y pienso sin ninguna duda que de hoy más será gran solicita-dor este libro del premio que a cada uno se debiere» 7.

Las secuelas del infortunio

Cada una de las razones que inspiran la aventura influye en laconfiguración de una diferente idea del universo, elaborada teniendoen cuenta una nueva concepción del hombre y su capacidad creativa,consecuencia del poder de su voluntad y valor frente a las incógnitasy dificultades de la naturaleza. Si bien, el plantel de los alegatos delmóvil escriturario avistados, aparte de los anteriores, cubre unagama de peculiaridades diversa, aunque reincidentes en las adverten-

7 VAlJ.GASMAcHUCA,Bernardo de, Apologías y discursos de las conquistas occidenta-les, ed. de M: L. MARríNEzDESAUNAS,Avila, Junta de Castilla y León, 1993, p. 35. Ber-nardo de Vargas, hijo de un militar de posición acomodada, había nacido en Simancashacia 1555. Estudió en Valladolid, pero no sabemos hasta qué nivd, al menos seríamedio, pues las obras que escribió muestran una cierta pericia retórica y una culturaletrada. Su vocación militar despertó a edad temprana, iniciando su práctica en 1568 enla guerra de los moriscos granadinos, profesión que continuará en Italia. A Indias mar-chó en 1578, afincándose, atraído por el mítico Dorado, en 1582 en Nueva Granada,reino en el que se dedica a someter a indios rebddes y a poblar los lugares que iba paci-ficando. Moriría en Madrid en 1622.

cias a posibles émulos de las penalidades y miserias característicasdel viaje oceánico y de un mundo plagado de peligros e intrigas.

El énfasis de los infortunios es una forma de atraer la complici-dad del lector y de llamar la atención del gobernante, al que se quie-re convencer de la justicia y reconocimiento que conlleva la recom-pensa perseguida. Venga al caso el derrotero de la armada de Loaisaal Maluco (con salida de La Coruña ell de junio de 1526), escritopOJ;Hernando de la Torre, quien 10 dirige a Carlos V, elll de juniode 1528, reclamando socorro para las gentes que allí quedaron a susuerte y manifestando:

«Me parece que es justo que haga relación, pues Dios me hadado hecho tanto bien e merced, que en mi tiempo más que en nin-guno de los capitanes pasados que han seydo, oviese lugar y oportu-nidad para escribir a VM... para saber destos desterrados hijos deEva, que siempre a VM clamamos por socorro, de que tanta necesi-dad tenemos. Pues que tan buena a seydo mi ventura, que en mitiempo llegase a estas partes, es razon que muy por estenso yo décuenta a VM de lo que en ella nos ha sucedido despues que llegamosaquí en esta isla de Tidori; y lo menos es bien que diga y relate de lostrabajos e fatigas, como enfermedades, ymales, e.infortunios»8.

Tiempo atrás Martín Fernández de Figueroa intensifica la utili-dad de su relación, para que quienes quisieren seguir su ejemploestuvieren advertidos de las adversidades inherentes al codiciosologro de honras, mercedes y distinción social que enloquece a losespañoles por

«saber peregrinar, sufrir trabajos, salvarse de peligros, conquerirhonras e ganar en esta miserable vida las mundanas mercedes e esta-dos sobre que todos, e más en España, nos fundamos» 9.

Pero López atribuye la suya, de entrada, al requerimiento de supatrono Hernando de Toledo: «Muy ilustre señor por Vuestra Mer-zed me fue mandado le diese relazión del Piro de las cosas suzedi-

8 FERNÁNDEZDENAvARRETE,Martín, Colección de viajes y descubrimientos que hicie-ron por mar los españoles desde fines del siglo xv, vol. V, Madrid, Imprenta Real, 1829,p.241.

9 FERNÁNDEZDEFIGUEROA,Martin, Conquista de las Indias ..., op. cit., p. 46.

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«Plega a nuestro señor se aparte esta leitura para que algunosviendo los trabajos y peligros quen aquellas partes se pasan dejen laida si están a ello determinados y se les quite la voluntad al que latuviere de illos a padezer» 10.

«Qui navigant mare, pericula ejus. Los que navegan podrán con-tar los peligros dd mar, dice d que mejor lo sabe. Y así, como hom-bre que por mis pecados he navegado, quise contar a vuestra mer-ced, los trabajos de mi navegación, aunque (a Dios gracias) fueransin ímpetu de mar ni corsarios» 12.

das en el de treinta años a esta parte». Mas a los que la leyeren reco-mienda huir de la seducción, cual cantos de sirenas, de riquezas,venturas y sucesos extraordinarios, «las grandezas y cosas notablesque de aquellas partes se dezian y las riquezas que traían». Acicatesde incautos a los que, como él, aconseja madurar la decisión dedejar lo cierto por lo dudoso y rendirse a los espejismos del NuevoMundo; y apostilla:

Una inquietud idéntica fue la causa principal de un fragmentoautobiográfico tan apasionante como el del dominico Tomás de laTorre, compañero de fray Bartolomé de las Casas en la travesía quehizo en 1545, quien le animó a escribir su experiencia. Siguiendo eltópico clásico, para este fraile recién iniciado en la Carrera de lasIndias, el infierno de la navegación atlántica era la represalia divina,un castigo justo contra los pecados y tropelías que los europeoscometían en el Nuevo Mundo 11. Tamaño maleficio marítimo, delmismo modo, es elevado por Eugenio de Salazar, poeta y ministrodel Consejo de Indias, en una larga carta que en1573 redactó alIadode su esposa embarcado y de camino a Santo Domingo, adonde ibaa tomar posesión de una plaza de oidor. Al destinatario de la misiva,su amigo el licenciado Miranda de Ron, le hace una cuidada ydisuasoria descripción del navío y de la vida a bordo, lamentando,pese a no haber sido presa de corsarios ni tempestades:

Grafías para la eternidad 85

. D~ sobra conocida es la proeza del navegante lombardo Anto-1l1~Plgafe.tta. En su trepidante, y no menos hiperbólico, libro de lapnn;era clrcun?avegación del mundo, que, siguiendo los pasos deColon, nada mas llegar entrega al emperador en Valladolid en 1522aclara: '

El te;,to, vanidoso en demasía, a su juicio era el mejor regaloque podía hacer al rey, porque, como deja constancia en él sentíauna esp~~ial atracción por la escritura, una práctica que do:ninabacon penCla este aventurero de formación humanística. Le satisfacíaescribir de c~sas jamás vistas ni .soñadas, para que todos, primerolos reyes, supiesen de las desgracias que sufrió a lo largo de su peri-plo (hambre) sed, comen cueros, beben orina). Este manuscrito enitaliano, qu.e da al emperador es posterior al viaje; fue redact'adocon urgenCia y aprovechando unas notas efímeras tomadas in situEl original lo envía a Pedro Mártir y éste, después de copiarlo, aiPapa, pero se perdería en el Saco de Roma. Antes, en 1523, Pigafet-ta, estando en Italia, había escrito otra versión con detenimientotexto 9ue cc:.nseguirá en Venecia, en 1524, un privilegio de edició~P?r vemte anos ..Ramusio lo incluirá en su repertorio de 1550. Puesbien, en la dedicatoria a Filippo Villers, gran maestre de Rodas seespecifica la finalidad del relato: '

«Par:iendo de Sevilla, pasé a Valladolid donde presenté a lasacra Majestad d~ Don Carlos, no oro ni plata, sino cosas para obte-ner mucho apreCIO de tamaño Señor. Entre las otras le di un libroescri~o.por mi mano, con todas las cosas pasadas, día a día, en nues-tro VIaJe»13.

«Como son muchos los curiosos que no se contentan sólo consab~r y entender las grandes y admirables cosas que Dios me ha con-c~?ído. ver o sufrir en la mi, luego escrita, larga y peligrosa navega-CIon, SIDOque quieren conocer aún los medios y modos y caminosporque conseguí solventarla ... y habiéndome sobrado a mí las noti-cias, a través de los muchos libros leídos y diversas personas que consu Señoría solían platicar de las grandes y estupendas cosas del MarOcéano» 14.

Carlos Alberto González 5ánchez84

10 GüENAGADESILVA,Rosario, Relación de Pero López ..., op. cit., p. 18.11 El diario de Tomás de la Torre de la travesía a Veracruz de 1544 lo transcribe

completo LEONARD,Irving A., Viajeros..., op. cit., p. 32.12 Esta carta conforma el Apéndice 3 del libro de MARrlNEZ,José Luis, Pasajeros de

Indias. Viajes transatlánticos en el siglo XVI, Madrid, Alianza, 1983, pp. 279-296.

B PIGAFEITA,Antonio, Primer viaje.., op. cit., p. 161.14 Ibid., p. 47.

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86 Carlos Alberto González Sánchez Grafías para la eternidad 87

No esconde el autor altivez ni soberbia intelectual en unasmemorias, que califica de prolijas, donde delata su notorio afán deprotagonismo. Él es el primero en todo, el colmo de unas virtudesindispensables en la empresa de Magallanes y Elcano. Álvaro deMendaña, que, como capitán general, emprendió en 1567, desde elCallao, su famosa expedición al Pacífico meridional, al comienzo dela relación de su empresa no esquiva dirigirse al rey para ofrecerlesu persona y voluntad

«a los trabajos y peligros dél, por serwr a Vuestra Majestad, bienentendido que pudiera dar gusto; y pues que de los que con susobras no pueden ha~er el servicio que dessean se deue reciwr lavoluntad» 15.

He aquí un elenco de las utilidades que deparará la gesta a losarriesgados en ella. Desde la imperecedera consecución de honras ymercedes, dos de los grandes móviles de conquistas y descubrimien-tos, hasta la experimentación de la magnificencia de las creacionesdivinas; en particular, y de acuerdo al naturalismo renacentista, lacontemplación de una especie humana ideal y diferente, bondadosay salvaje, espejo del pervertido Viejo Continente. De nuevo sale aescena la profecía del descubrimiento que el entusiasmo reformadorde los primeros misioneros intentó convertir en un modélico y pri-mitivo cristianismo.

Avanzado el siglo XVII permanecen intactas las prevenciones, yaun topos literario, que estamos recorriendo. TIustrativas pueden serlas memorias viajeras y misionales en el Perú de 1620 del padreGerónimo Pallas, jesuita que, cumpliendo las órdenes de sus supe-riores, se dio a la labor de escribir sus vivencias para servir a suscorreligionarios neófitos entusiasmados con la conversión de indios.En esta tenúltiva tuvo a bien dar noticias singulares y extraordina-rias, a modo de advertencia de las muchas fatigas, desmayos y peli-gros que conllevan .las misiones; pero, a diferencia de los demás,este clérigo no pretendía que el infortunio turbara o entibiara áni-mos fervorosos y «zelosos de la gloria del Señor en la ayuda de lasalmas». Todo lo contrario, es la mejor manera de poner a prueba

l' Relación de Alvaro de Mendaña al Rey Don Felípe II, ed. de C. KEuY, Madrid,Archivo Ibero-Americano, 1965, p. 3.

entrega y vo~ación, dos atributos que Dios sabrá premiar; por ello,ante todo qUlere,

«antes animarlos y alentarlos mas sabiendo que Dios a medida de lostrabajos da también los consuelos, y se tiene también no aver cosaque mas anime y esfuerce a los que Dios llama con tal vocacióncomo ponerles delante muchos trabajos, muertes y martyrios y d~h~cho ,la. experiencia nos enseña que los llamados a tal empresap1den lllslstentemente ser embiados donde mayores ocassiones ay depadecer» 16.

También del Seiscientos, aunque más tardía, es la carta-relaciónde Francisco de Samaniego Tuesta. En ella informa a Juan Díez de laCalle, oficial mayor de la Secretaría de Nueva España, de la esenciaapocalíptica de su viaje, entre Acapulco y Filipinas, tras ser nombra-do fiscal de Manila en 1644. El destino quiso que probara los sinies-tros envites de huracanes y naufragios durante un trayecto de 11.000millas; sin embargo, agradece al cielo, que «castigó bien dios su curio-sidad, poder contar aun los muchos trabajos que se pasan antes y des-pues de aver llegado a este tercer mundo». Mas la providencial cóleradivina no fue muy clemente con la arrepentida codicia y osadía delfiscal; al tiempo se quejaba de haber cobrado tan sólo tres meses desu sueldo, «~orque no ay hazienda en la Caxa Real». Afligido, y a gui-sa de moraleja, lamenta hallarse «tan escudero como siempre» 17.

Muy similar fue la suerte, ante las fuerzas de la naturaleza delnapolitano Genelli-Careri, que atravesó el Pacífico entre 1697-1698; en sus memorias leemos: «He hecho esta digresión para mos-trar al lector las espinas que deben arrostrar los hombres para lle-gar a las codiciadas rosas de la riqueza». Llega incluso a sugerir~a denominación alternativa para el gran Mar del Sur: «Los espa-noles y otros geógrafos dieron a este océano el nombre de Pacífi-co ... pero no es digno de su movimiento tempestuoso y terrible,por el que debería llamársele Agitado ...» 18. Curiosa sugerencia en

16 Misión a las Indias, con advertencias para los Religiosos de Europa que la huvie-ren de emprender, como primero se verá en la historia de un viaje, y después en discurso.Al muy RO Pe. Musio Vitelleschi V7 Prepósito General de la Compañía de Iesus. Por el Pe.Geronymo Pallas de la misma Compañía. Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI)Provincia Peruana 22, p. 1. '

17 Archivo Histórico Nacional, Diversos, 27, doc. 15.18 LEONARD, Irving A, Viajeros..., op, cit., p. 137.

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alusión al gran Océano, frontera abismal y terrorífica entre el ViejoContinente y la dolorosa cornucopia a la que muchos incautosaspiraban.

Otros, rendidos a las evidencias, ponen su pericia y conocimien-tos prácticos al servicio de quienes ya tuvieren una firme voluntadde internarse en dichos lances marítimos y terrestres. Estas reco-mendaciones son una de las preocupaciones de Martín Fernándezde Figueroa, un aventurado condescendiente con los que han de«peregrinar, sufrir trabajos y salvarse de peligros»; unos afortuna-dos, en cualquier caso, que

«para nuestra fee otrosí no dañoso, antes necessario, por el cualconosceremos diversas cosas que de sus maravillas, por perficionesloaremos a Dios que las crió e reprehenderemos las malas costum-br<:s,tomando exemplo en las santas o buenas obras que tan idiotagente sin predicación evangélica aún ha querido aceptaD>19.

No sólo descubridores, conquistadores o viajeros curiosos nosdejaron escritas sus habilidades, curtidas en la vida misma, para conellas favorecer a los iniciados de unas geografías llenas de incerti-dumbres. También vino a prestar auxilio el egregio general de lasrutas atlánticas Juan Escalante de Mendoza, compositor, trasmuchos años de lid en la profesión, de un famosísimo manual prác-tico de navegación (quizás el mejor del siglo XVI), un texto escritodesde un principio con la vocación de libro impreso. El asturiano,nacido hacia 1545, que no es uno más de nuestros ventureros sinoun excepcional y culto mareante de vocación, según consta en ladedicatoria a Felipe II, se arrima a la pluma con la intención de

«escribir, y componer este itinerario de navegación, con los avisos,reglas y documentos que en el se contienen, para que con ellos losnavegantes puedan navegar más cómoda, cauta y seguramente, yevi-tar los grandes riesgos, peligros y daños, que en ella suelen, y puedensuceder; y compuse esta obra con el acuerdo, estudio y especulaciónque ella requeria y con la inteligencia y personal curso y experienciaque tuve y tengo adquirida y ganada» 20.

Escalante nos remite a su intelecto y experiencia, el secreto desu buena ciencia y la mejor herramienta a la hora de idear solucio-nes frente a los riesgos, daños y peligros propios de la navegacióntransatlántica. Acude, en suma, a las tres fuentes de conocimientocaracterísticas del Renacimiento, aunque todavía asistemáticas ycarentes de rigor, que conformarán los principios de la revolucióncientífica de la Modernidad: el experimento, el estudio y la especu-lación. Pero es un hombre de su tiempo y, por ello, no puede dejarde lado el criterio de sabios precedentes, de los que preferentemen-te toma el ejemplo de la generosidad que hicieron gala dejando porescrito su sabiduría con el fin de apoyar el empeño de hombres coe-táneos y futuros. En otra cita ya referida del Itinerario pudimosapreciar cómo afirmaba, en la materia cosmográfica, la superiori-dad, fruto de la experiencia, de los modernos frente a los antiguos.Vayamos al texto:

«A cuya imitación y ejemplo me parecio que para el mismo efec-to en mi propasito debía hacer en esto la misma diligencia en estalectura y obra que compuse, para que todas las personas que la vie-ren y della quisieren usar, sepan mis cualidades y la profesión y ofi-cio con que aprendí» 21.

En la mentalidad colectiva, además, el mar era el dominio privi-legiado de Satán y de las potencias infernales, un lugar de miedo ymuerte, lleno de monstruos horribles (peces gigantes), unido alpecado y atractivo para el mal, al que es necesa~io exorcizar yrezarle cuando se enfurece 22. En la expedición de Alvaro de Men-daña por el Pacífico sur, perdida un día en el Océano y presa deuna tormenta, los mareantes de la nao capitana comenzaron ahacer plegarias y oraciones, «como es costumbre de navegantescuando se ven en peligro, como nosotros a esta hora estauamos, yfue Dios seruido» 23. Esta percepción conecta con el tópico clásicosobre los peligros de la navegación y el desafío a los dioses quesuponía entregarse a la furia de las aguas y los vientos en una ende-ble embarcación. El navegante, un ambicioso venturero, se mueve

19 FERNÁNDEZDEFIGUEROA,Martín, Conquista de las Indias..., op. cit., p. 46.20 EscALANTEDEMENDOZA,Juan, Itinerario ..., op. cit., p. 20.

21 Ibid., p. 21.22 De ninguna manera podemos prescindit de DELUMEAu,Jean, El miedo en Occi-

dente, Madrid, Tauros, 2002, pp. 53-88.2} Relación de Álvaro de Mendaña ..., op. cit., p. 6.

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por su egoísmo, en beneficio propio antes que el de la comunidad.El fin del héroe, según ensalzan Virgilio y Horacio, jamás debe sersu provecho individual sino el bien público, un objetivo que mere-ce riesgos, esfuerzos, hazañas altruistas y, a cambio, recompensas.

La aventura marítima, la perversa nave, corrompió la míticaEdad de Oro, una época, dice Tibulo, «sin igual, cuando la tierrano abría largas rutas, cuando el pino ahuecado no nadaba desafian-do los mares, ni el mercader se fiaba a los peligros por tierras igno-radas» 24. Los arbitristas españoles del siglo XVII, el tiempo de ladecadencia hispánica, la Edad de Hierro, del mismo modo añora-ban un pasado idealizado (que hacen coincidir con el reinado delos Reyes Católicos y, menos, con el de Carlos 1) en el que hombresvirtuosos, resueltos en sencillez, habilidad marcial y celo religioso,cumplían deberes celestiales; pero, los espejismos de las Indias, loslances oceánicos y unas riquezas logradas sin derroche de fuerzaterminaron arruinando las conciencias y las buenas costumbres delpueblo elegido de Dios.

Aquellos proyectistas y reformadores no cejaban en el empeñode hallar la solución a la declinación del reino, un cuerpo enfermonecesitado de una cura urgente, y aun de cauterio, que le devolvie-ra la lozanía de antaño, cuando, a juicio de Lope de Deza (1618),

«esta Monarchía se terminava con sus mares y Pyrineos, no teniendosus naturales a que divertirse ni a que aspirar a nuevas embarcacio-nes y esperan<;as,más que al beneficio de sus tierras y ganados, pes-cas y demás artificios y granjerías propias suyas»25.

En el Renacimiento se reafirma la experiencia oceánica frente altópico negativo de la Antigüedad; sin embargo, la literatura de lossiglos XVI y XVII, como los relatos de nuestros viajeros, aunque ellosno se apliquen el remedio, es pródiga en anatemas contra el mar,cuyos peligros son los castigos providenciales de la codicia y sober-bia del navegante. No en vano el ama de Don Quijote amonestaba a

24 AíNSA,Fernando, «El viaje corno trasgresión ...», op. cit., pp. 45-70.25 DEZA,Lope de, Gobierno político de agn'cultura (1618), ed. de A. GARCtASANZ,

Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1991, p. 65. Sobre el tema GARCtA-BAQUERO,Antonio, <<Deldeslumbramiento al cálculo. La reverberación de América enla conciencia económica española», en A. MUSSETy T. CALVO(eds.), Des Indes Occiden-tales d I'Amerique latine, voL 2, París, ENS Editions, 1997, pp. 423-437.

Sancho para que dejara de pretender ínsulas ni ínsulas y regresara agobernar su casa y labrar sus predios. Incluso un osado viajerocomo el franciscano Laureano de la Cruz, que vuelve a España delPerú a fines del Seiscientos, clausura el relato de su vivencia maríti-ma con el siguiente colofón:

«Con esto nada de lo de acá les puede desvane~er este heroycomovimiento, pues fuera locura buscar por medio de la muerte, gloriaque se ha de go~ar viviendo, y es esta resolu~ion en los de nuestrostiempo con muchos desengaños...»26.

El topos antiguo lo heredan los escritores del Siglo de Oro, ati-zadores de las denuncias del afán de lucro de los mareantes, hom-bres corrompidos por unos tesoros huidizos y fraudulentos 27. Cris-tóbal Suárez de Figueroa resume una opinión común entre losintelectuales de su tiempo, situando la causa y principio de estavesania marítima, a la zaga de Homero y Horacio, en «querer loshombres salir de pobreza por fuego yagua, aventurando entre laesperanza del ganar y el medio de los peligros» Poco condesc~n-diente con los pobladores europeos de las Indias, sus «sabandijasantárticas y equinocciales», en El pasajero, sin disimular hostilidadhacia ellos, pone en boca del Doctor:

«No deben los que navegan contarse con los vivos ni con losmuertos' mas como gente que tiene su vida puesta en balanza. Sóloel esper~r les conserva un cierto rastro y sombra de la vida, siendoél solo en tanto peligro su aliento y su vivir. ¿Hay trance tan espan-toso como es estar los que navegan no más lejos de la muerte decuanto tiene de grueso la tabla del navío, casi como desesperadosde todo remedio? Grande audacia fue (dice Plinio) querer probar

26 CRUZ,fray Laureano de la, Descnpción de los Reynos del Perú con p~rticular not~-cia de lo hecho por los franciscanos, Lima, Pontificia Universidad Católica. de~ ~e:u,1999, p. 440, Se trata de un manuscrito, de la Biblioteca Nacional de Madnd, meditohasta la publicación de dicha obra. ," '

27 DAVIS,Elizabeth B., «Iglesia, mar y Casa Real: Imaginano de la odisea en la epI-ca del Siglo de Oro», en Salvador GARCtACASTAÑEDA,Literatura de viajes. El VIeJo Mun-do y el Nuevo, Madrid, Castalia, 1999, pp. 75-82; Y«La promesa del náufrago: el moti-vo marinero del ex-voto, de Garcilaso a Quevedo», en L. SCHWART,Studzes In honor,o/James O. Crosby, Newark, Juan de la Cuesta, 2004, pp. 111-125. Y BRIOSO~ANTOS:!lec-tor, América en la prosa literaria española de los siglos XVI y XVII, Huelva, DlputaclOn deHuelva, 1999.

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el mar; ni fue sin injuria de los hombres la temeridad del que talarte inventó» 28.

Un mar aterrador e impredecible que en La tempestad de Sha-kespeare desvía a tierra los anhelos de Gonzalo, quien en medio dela tormenta clama:

«Diera yo ahora mil estadios del mar por un acre de tierra bal-día, o páramo extenso, o erial espinoso. ¡Tanto da! ¡Hágase lavoluntad de los cielos! ¡Dios, me habría gustado morir de muerteseca!» 29.

No obstante, y después de examinar las cautelas y avisos a atrevi-dos e imprudentes, en estas autobiografías apreciamos el poder per-suasivo que los autores conceden a sus escritos, cualidad que, segúnveremos, potencia la técnica discursiva empleada. De una forma uotra quieren evitar que el relato sea el móvil que impulse a sus posi-bles receptores a seguir la senda del protagonista, más cuando conti-nuamente se les está haciendo ver que lo narrado no es fruto de lafantasía o imaginación, aunque pueda parecerlo, sino de vicisitudesempíricas, auditivas y visuales, atributos que refuerza la escritura,sobre todo si ha pasado por la imprenta. Entonces muchos creíanque cualquier cosa inserta en un libro con licencia real no podía sermentira; leer, pues, era un acto de fe. De ahí el peligro otorgado a laliteratura de ficción, un género que alarmó a intelectuales y moralistaante la cantidad de aficionados que leían literalmente los textos, dis-puestos a defender la veracidad de tanta invención 30.

Aquellos lectores, de la misma manera, podían equiparar lasmaravillas de Amadises y Esplandianes a las de las crónicas y rela-ciones de Indias. Baste decir que los héroes de estas últimas, en unprimer momento, también quisieron revivir las gestas de la caballe-ría andante, unas hazañas ficticias que, sin ser conscientes, supera-rían en una desenfrenada búsqueda de amazonas, países de oro ofuentes de la juventud. Como fuere, las riquezas oníricas de la prosade ficción, en las fechas, se podían contemplar en el puerto de la

28 SuAREzDEFIGUEROA,Cristóbal, El pasajero, op. cit., p. 338.29 SHAKESPEARE,William, La tempestad, Madrid, Cátedra, 1997, p. 60.JO Sobre este dilema IFE, Barry, Lectura y ficción en el Siglo de Oro, Barcelona, Crí-

tica, 1991; y BAKER,Edward, La biblioteca del don Quijote, Madrid, Marcial Pons, 1997.

ciudad de Sevilla, en las haciendas de mercaderes astutos y en lafortuna de los indianos sin escrúpulos. Unos y otros auspiciaron ladivulgación de aventuras singulares y de quiméricos cuentos sobreel Nuevo Continente, sin duda, unos poderosos factores de empujeresponsables de haber hecho cruzar el Atlántico a más de uno,como a Pero López.

Peligrosa novedad

La búsqueda de la novedad engendra miedos y acrecienta lasoberbia, la codicia y, en última instancia, el sentimiento de inestabi-lidad ante las posibles alternativas que se dibujan en los horizontes;más en unos momentos en los que humanistas y reformadores pro-ponen cambios de hondo calado en el sistema universal. Una vida,como se decía entonces, inquieta (inestable), lo nuevo y la curiosi-dad pueden dar rienda suelta a la imaginación y a mudanzas y hete-rodoxias de efectos imprevisibles 31. Ello explica, sobre todo desdemediados del Quinientos, las resistencias de los guardianes de laortodoxia y la tradición hacia cualquier innovación y hacia las aven-turas de unos hombres alejados de las cuestiones del credo y de sueterna salvación. La libertad de acción e imaginativa y sus mundosposibles pueden alterar el orden natural y el milagroso equilibriologrado a lo largo de los siglos. Notorias fueron las condenas al res-pecto de los teólogos moralistas, como la de Martín de Azpilcueta,el más prestigioso de la época:

«Lo novo fue el inicio de la curiosidad, aunque no es hija de lavanagloria, pero parécese mucho con el vicio de la invención, hijasegunda suya. Y que es vicio, que inclina a querer desordenadamen-te saber sobrado» 32.

En 1611 Covarrubias, en su Tesoro lexicográfico, por novedadentiende «cosa nueva y no acostumbrada. Suele ser peligrosa por

JI Para estas cuestiones resulta imprescindible el libro de HAzARo, Paul, La crisisde la conciencia europea (1680-1715), Madrid, Alianza, 1988.

J2 AzFn.CUETA,Martín de, Compendio del manual de confesores y penitentes, Valla-dolid, Diego Fernández de Córdoba, 1586, p. 36.

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traer consigo mudanza de uso antiguo». Y por qué no acudir alQuzjóte, libro en el que el Caballero del Verde Gabán es paradigmade quietud, adaptación a la norma, una vida moderada y ejemplar,aficiones acertadas, devoción y confianza en Dios, un modelo devirtud, en fin, que impulsa a Sancho a apearse con presteza del asnopara arrojarse a besar los pies de su amo, quien le dice: «¿Quéhacéis hermano?»; responde el escudero: «Dejadme besar, porqueme parece vuesa merced el primer santo a la jineta que he visto entodos los días de mi vida» 33.

Querer saber sobrado de cosas mundanas o nuevas es al ladode l~s riquezas, una de ~as ambiciones humanas más desapr~badas ys~nclOnadas por moralistas y escritores ascético-espirituales de lossIglos XVI y XVII. Un ansia de conocimiento inmoderado engorda lasoberbia y arrincona la caridad, y, lo que es peor, aparta a los hom-bres de la oración, de las virtudes piadosas y, en definitiva, de lameta esencial del cristiano: la conquista del cielo. La Contrarrefor-m~ trastoca el «arte de bien morir» en «arte de bien vivir», por elloqUIso convencer a los fieles de la imperiosa necesidad de ordenar lavida considerando que en cualquier momento se puede ser presa dela muerte; de ahí que en el transcurrir de los días terrenos la religiónhabría de recibir una atención preferente. Saberes, libros, bienesmateriale~ y diversiones no eran más que vanidades prescindibles,se~und~nas y superfluas, en nada compatibles con la finalidad pres-cnta ..DIego de Estella, uno de los ascetas de mayor popularidad, noescatlma vehemencia en la condena:

«La ciencia hincha y la caridad edifica. Pues ningún hombre enesta vida sobrepuja en saber a los demonios, los quales con cuantosaben no se pueden escapar de las penas del infierno. Si sabes aChristo harto sabes» 34.

De un talante muy parecido, e introduciendo el peculio, es lapomposidad de Cristóbal de Fonseca, otro de los grandes espiritua-les del Quinientos:

33 CERVANTES,Miguel de, Don QUijote de la Mancha, ed. de F. fuco, Barcelona Crí-tica, 1998. '

34 EsTELLA,Diego de, Libro de la vanzdad del mundo, Alcalá de Henares Juan Gra-cián, 1597, p. 94. '

«No hay cosa de tanto daño para el mundo, como el saber quan-do no se enfrena con caridad. A~ote es para la república, Scientiainflat, Entona y ensobervece. Y gran engaño es pensar que es sabi-duría procurar honras, que te aya Dios criado para el cielo, y sepaseste oficio baxo de andar arrastrado tras haZÍenda»35.

La quimera del deseo

Si bien, la voluntad de escribir secuencias vitales del cariz de lasque estamos presentando, en ocasiones podía ir encaminada a indu-cir descubrimientos fantásticos y, casi siempre, alejados de la reali-dad. En septiembre de 1594 Alonso de Fuentes y Juan RoldánDávila pensaban emprender su quimérico hallazgo de la isla Fanta-sia. El propio Fuentes explica al rey, el 9 de abril de 1594, losiguiente:

«He escrito tres libros que dediqué al Marqués de Cañete, vues-tro Visorrey, con que le he incitado al descubrimiento de la gran islaque está debajo del antártico polo, a quien yo he puesto por nombreFantasia de Mendoza, que tiene cinco mil leguas de circunferencia ...es tierra frutífera, poblada de gente blanca que adoran ídolos. Abun-dan oro y piedras preciosas y bro~elana fina... Asimismo doy en ellosverdadera relación de unas islas que están en este mar al Oes-sudueste d'esta ciudad» 36.

Más llamativos y mejor conocidos son los sueños doradistas deSir Walter Raleigh. Este intrépido e infortunado aventurero y nave-gante británico quiso emular a Cortés y a Pizarra para hacer deInglaterra una potencia competitiva en el Atlántico. En la coloniza-ción española de las Indias Occidentales vio la guía ideal de laempresa inglesa en las costas norteamericanas. Su fabulosa y desme-

35 FONsECA,Cristóbal de, Summa de summas, de avisos y amonestaciones generalespara todos los estados..., Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, 1595, p. 193.

36 AGI, Patronato, núm. 18, r.o 14. También en Gu., Juan, Mitos y utopías del Des-cubrimiento, 2, El Pacífico, Madrid, Alianza, 1989, p. 107. Para J. Gil este Alonso deFuentes podría ser el mismo que en 1547, con unos treinta y dos años, publicó en Sevi-lla la Summa de Philosophía natural dedicada al príncipe Felipe, un ameno diálogo entreVandalio (el autor) y Ethrusco, y que en 1587 logró imprimir en Alcalá de Henares suLibro de los cuarenta cantos.

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dida ensoñación, arrastrada por deseos de fortuna y gloria personal,le hizo predecir torrentes de metales preciosos fluyendo hacia GranBretaña. Con esta utópica obsesión, desde 1584, se lanzó a la bús-queda del Dorado (en las disparatadas tentativas de 1595, 1596 y1617, las que le llevarían a ser ejecutado en la Torre), de su áureaGuayana, país mítico que creyó localizado en un territorio situadoentre el Orinoco y el Amazonas, es decir, en una región marginal delas apetencias colonizadoras de los españoles. Después de conven-cer a la reina, quien le presta la ayuda económica necesaria,emprendió su evanescente expedición, de la cual, con las manosvacías, desilusionado y cabizbajo, regresará en 1596. Pero respon-diendo a tanto derroche de promesas, y de esfuerzos y medios pues-tos a su disposición, no podía, porque le iba su suerte en ello, admi-tir la derrota sin más.

A partir de entonces, y valiéndose de la escritura, tendrá una nue-va obsesión: demostrar a las autoridades inglesas que, pese a fallar suintento, las doradas colinas de Manoa seguían esperándole al otrolado del Atlántico 37. En esta disyuntiva escribe su famoso Discovery,una relación, llena de falacias y tergiversaciones, de sus correrías ame-ricanas que se editaría por primera vez en Londres en 1596. Unaobs-tinación desaforada y el verse entre la espada y la pared hicieron queél mismo creyera sus mentiras; léanse, si no, sus palabras:

«No estoy tan enamorado de los grandes viajes como paramaquinar algo con que engañarme a mí mismo, para soportar pési-mos alojamientos, peores alimentos, ponerme en peligros, enferme-dades, descubrimientos, sufrir sed y flaquezas ... salvo cuando ese

37 La cita corresponde a la traducción al español, de Betty Moore, del Discoveryque Demetrio RAMosPÉREzincluye en su libro El mito del Dorado. Su génesis y proceso,Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1973. En versión castella-na, su título es El descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de la Guayana, conun relato de la poderosa y dorada ciudad de Manoa (que los españoles llaman el Dorado) yde las provincias de Emeria, Arromaia, Amapaia y otros países y ríos limítrofes. Ejecutadoen el año 1595 por Sir W Raleigh, Caballero, Capitán de la Guardia de Su Majestad, LordGuardián de los Stanneries, y Teniente General de Su Majestad en el Cornewal!. Del ori-ginal inglés manejo la edición, con muy buen estudio introductorio, de Neil L. WHITE-HEAD,The Discovery o/ the Large, Rich and Bewti/ul Empyre o/ Guiana, Manchester,University of Oklahoma Press-Manchester University Press, 1997. Muy difundida fuesu conocida Historia del mundo. DE GIL, Juan, Mitos y utopías del descubrimiento, 3, ElDorado, Madrid, Alianza, 1989.

viaje tenga más atractivos... Espero que los bien intencionados mejuzgarán por sí mismos y que comprendan que el camino del engañono es compatible con el honor y el buen nombre» 38.

En la dedicatoria al almirante Charles Howard y al canciller delConsejo de Isabel I, Robert Cecyl hace alusión a un fajo de papeles,garante de la realidad de sus fantasías, como compensación de pro-mesas incumplidas:

«Hasta el momento yo sólamente he devuelto promesas; y aho-ra, como respuesta a lo que aventuraron, les he mandado un faj? d.epapeles que he dividido entre Su Señoría y Sir Robert Cecyl,.pnncI-palmente por los motivos siguientes: primero porque es lÓgl~oquequienes gastan lo que se les facilita, una vez que han consumIdo losrecursos que se les confiaron, han de rendir sus cuentas... y, segun-do, porque estoy convencido de que cualquier cosa que yo hago oescribo necesitará una doble protección y defensa;..» 39.

Con un escrito, a la defensiva y en tono de mea culpa, pretendejustificar una porfía frustrada y la existencia de su utópico paraíso.La finalidad del texto en última instancia no es otra que la consecu-ción de la indulgencia de los lectores y, sobre todo, de las auto,rida-des y de la reina de Inglaterra, a quienes, de forma velada, contlnua-mente reclama clemencia, compasión y doblegada voluntad; deltenor de:

«Si ahora mismo yo supiera a qué otros medios podía apelar,sólo para aplacar tan poderoso desagrado, no dudaría hacerlo, aun-que tuviera que llevar mi alma entre los ~entes durant~ otro año ...Porque he vuelto convertido en un pordlO~ero, mar~hito; aun9uepodía haber mejorado mi pobre estado, SI ~o hubIera atendid~exclusivamente al futuro del honor de Su Majestad, como se verapor el relato siguiente» 40,

No obstante seguirá sumido en la vigencia del inverosímil Dora-do y de los beneficios que su hallazgo y posesión podrían brind~r aInglaterra: «ciudades ricas y bellas, más templos adornados con ldo-

38 RAu::IGH,Walter, The Discovery..., op. cit., p. 512.39 lb/d., p. 501.40 lbid., p. 502.

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los de oro y más tumbas llenas de tesoros que las que Cortés hallóen México o Pizarro en el Perú» 41. Además la toma de Guayanacausaría graves contratiempos a la navegación atlántica de España,ventaja que disminuiría las posibilidades de una previsible invasiónespañola de Gran Bretaña; no en vano expresa que «los príncipesque poseen grandes tesoros son los que tienen mayores ventajas».De esta manera el Imperio hispánico se vería abocado a una guerradefensiva, un evidente indicio de debilidad que le privaría

«del comercio e intercambio, con debilitamiento general y empobre-cimiento del reino. Además, cuando los hombres se ven obligados aluchar por sobrevivir no llevan la misma moral que cuando estánanimados y alentados por la esperanza del saqueo de las riquezas yno se rompan los huesos sólo para obtener comida y pasarmiserias» 42.

Manifiesta, claro está, la noción mercantilista de su tiempo conuna equívoca identificación de la riqueza con los metales preciosos.Bullonismo y crisohedonismo se cruzan entre unas ideas que hacendel oro el mejor instrumento para el engrandecimiento económico yel poderío político de los Estados. Pero a diferencia de las relacio-nes antes comentadas, las aseveraciones de Raleigh no las sustentaen su experiencia directa, sino en la lectura de las memorias de gen-tes que afirmaron haber visto tan fantástico lugar (Ursúa o Aguirre);tal vez por ello le fuera mucho más difícil conseguir la complicidadde los receptores de sus relatos orales y escritos.

Continúa la narración haciendo mención de la fama que esperaa la nación inglesa, y al eclipse de la española, celebridad que enpoco tiempo se traduciría en un maná de metales preciosos admi-nistrados por una casa de la contratación londinense, «con másexpediciones para la Guayana que las que en la actualidad se pre-paran en Sevilla para las Indias Occidentales». Y apelando al défi-cit crónico del fisco inglés no escatima delicias dinerarias apuntan-do a la conciencia de la Corona, pues, según él, semejante tráficorendiría unos tributos de cientos de miles de libras anuales. La plu-ma afina más todavía cuando trata de inflamar el ego de la reina, a

41 lbid., p. 634.42 lbid., p. 513.

la que en ningún momento deja de hacer partícipe de sus quiméri-cos anhelos y mundos imaginarios, los que enaltecerían la grandezay renombre de sus heroicas acciones; incluso llega a compararlacon las míticas amazonas, solteras como ella, que también esperadominar:

«v allí donde la frontera Sur de la Guayana junta con el domi-nio e imperio de las Amazonas, estas mujeres oirán de esta manera,el nombre de una virgen, que no solamente es capaz de defender suspropios territorios y los vecinos, sino también de invadir y conquis-tar imperios tan poderosos y tan lejanos» 43.

Raleigh, consciente de ser el único responsable de sus fracasos,en el discurso siempre intenta que la atención de los destinatariosno se centre exclusivamente en su persona. Suplica conmiseraciónpara sí y para los que con él asumieron una aventura desdichada.Persuadido y seguro de sus metas, e incapaz de reconocer la derro-ta, página a página desvela la esperanza de que

«los trabajos y esfuerzos, tan peligrosos y costosos, de aquellos queen esta empresa buscaron el beneficio y honor de Su Majestad y dela nación inglesa, recibirán por parte de los hombres de calidad yvirtud la misma buena acogida e interpretación que ellos mismosesperarían como recompensa en una situación semejante» 44.

En un mundo donde lo profético vencía a lo empírico, lo fabu-lado a lo observado y lo' metafórico a lo real, no ha de extrañarnosque en el relato y la vida, aun siendo ciertos determina~os atisbosiniciales, prevalezca la imaginación del aventurero, un efIcaz meca-nismo de acción psicológica compensador de la frustración inheren-te a la certera comprobación de equívocos y elucubraciones.

Una ilusoria y malograda tentativa descubridora vuelve a repe-tirse en el iluminado y mesiánico Pedro Fernández de Quirós(1565-1619), un portugués de capa y espada, un culto y estudiosopiloto al servicio de la Corona española (había sido escribano denao y sobrecargo) que lideró las expediciones al Pacífico de 1595-1596 (a las islas Salomón) y de 1605-1606 (a las regiones Australes);

43 lbid., p. 642.44 lbtd., p. 514.

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aunque el primer viaje al Mar del Sur lo efectuó en 1567 junto conSarmiento de Gamboa y al mando de Álvaro de Mendaña. El enig-ma de su pertinacia fue la búsqueda de un cuarto continente, laQuarta Pars Incógnita. Recuperaba, así, el mito clásico, en circula-ción desde el siglo III a. e, de la terra australis que según él, y suserróneas coordenadas, se extendía entre Nueva Guinea y la Antárti-da. Como Raleigh, se dio a escribir con la intención de demostrar laveracidad de sus aspiraciones, que la realidad le negó.

De sus dos incursiones, como jefe, en el Pacífico trajo relaciónpostrera, que en lo sucesivo complementaría con 54 memoriales decorte arbitrista dirigidos al rey. Todos estos escritos fueron redacta-dos para convencer a las autoridades españolas de la certeza, opor-tunidad y utilidad de sus proyectos australes, para los que nuncadejó de solicitar el amparo y los recursos de la Corona. Los mediosnecesario~ que, de acuerdo a sus convicciones, harían posible laexploración, evangelización y poblamiento del grande y novedosocontinente austral que afirmó haber encontrado en otro nuevomundo más allá de América. Se creía el elegido de Dios para culmi-nar una obra trascendental; leamos una de las muchas lamentacio-nes de este fracasado visionario:

«Confieso que cuando considero esto y siento la fuerza queaquellas tierras me hacen y oigo los gritos que sus naturales me dan ala continua para que oportunamente diga los peligros que han corri-do y están corriendo por la dilación del socorro y me veo en estaCorte ladrando tres años ha...» 45.

Un perfil antiheroico no le impedía, sin embargo, a este perso-naje, convencido de ser la suerte en juego propia de grandes hom-bres, soñar con ser otro Colón o Magallanes, ni derrochar vanidadal compararse con insignes próceres:

«Está lo más por andar y yo que he andado lo más; y empresasarduas y difíciles piden la resolución de César, Alejandro, Pirro, y denuestro Colón, Gama, Magallanes, Pizarra y Cortés y otros quegrandes cosas acometieron y acabaron» 46.

45 FERNÁNDEZ DE QUIR6S, Pedro, Memoriales ..., op cit., p. 26.46 Ibid., p. 107.

Después de volver en 1595 de las Islas Salomón, escribe una idí-lica y fabulosa descripción de las bondades que, insistentemente,dice haber visto: oro, plata, perlas, nuez, canela, clavo ...; pero ase-gura que sus intenciones, carentes de interés alguno, las impulsan elservicio a Dios, la grandeza y riqueza del reino y la gloriosa fama delrey. Prosigue:

«Fundar ciudades, abrir comercios, comunicar riquezas, acomo-dar vasallos, asegurar Estados, descubrir las tierras que faltan, ense-ñar a sus infinitas gentes a salir de la vida bestial a la política, conotros muy grandes útiles, todo para VM, nada para mí, salvo los tra-bajos que pasaré con alegría doblada» 47.

La quimera de su deseo se saldó tan sólo con el descubrimientode veinticuatro islas menores en el Pacífico. La terra incógnita segui-ría haciendo gala a su nombre. Pero no se resigna y presiente que suderrota, como la de Raleigh y la de la Gran Armada de Felipe II, esmomentánea y consecuencia del pecado (<<halloque la culpa sólo latienen mis pecados»). Conocedor del hondo celo religioso del Pru-dente, equiparable al suyo, apela a la creencia para moverle el áni-mo y la disposición; más tarde acudirá al Papa para que intercedapor él ante el rey. No es casual que más de una vez declare ser su finúltimo «la salvación de muchas almas y cuanto más breve fuere,mejor será este bien».

La evangelización de los naturales de las tierras australes, suaparente objetivo primordial, es el recurso discursivo e interesadode un astuto iluminado atento al catolicismo militante de la Coronaespañola. Sus ansiadas conquistas las va a ofertar, con tono crítico yreivindicativo, como otra oportunidad que daba Dios a los españo-les para rectificar las lacras y errores cometidos en la colonizaciónde las Indias; así se podrían silenciar las voces críticas de las poten-cias enemigas y «tantas otras ocasiones como dimos». Y continúa:

«Es bien que sepan que una nación que tanto bien causa en elmundo, no haya cosas que mal suenen, ocasión de que todas las otrasnaciones murmuren, escriban y afeen más obras como lo hacen, por-que las buenas con ser tantas no las dicen, sino las malas»48.

47 Ibid., p. 412.48 Ibid., p. 51.

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Un hombre de aCCIon igual de interesante fue el portuguésPedro Texeira, mercader-viajero por Persia y la India desde media-dos del siglo XVI. No sabemos mucho de él, a no ser por las pistasque nos regalan sus escritos. Nació cerca de Coimbra en el seno deuna familia judía que, a la postre, se establece en Lisboa. Aunquemenciona sus actividades comerciales, desconocemos con certezalas razones de su viaje a la India (iniciado probablemente en 1586),país que recorre hasta llegar a Filipinas (1600). Desde allí partehacia México, donde permanece varios meses, embarcándose condestino a la Península en 1601. Ya en Sevilla, decide volver a Lis-boa, mas en 1603 comenzará otro viaje a la India, desde donderegresará a Italia con varias relaciones de estas últimas peripecias,dos de ellas de carácter historiográfico. Su gusto por la historia y lacierta afición y formación cultural que nos muestra son factores quele llevaron a escribir, en español, sobre los lugares visitados con laintención, en primer lugar, de deshacer equívocos y visiones erró-neas de historiadores acreditados. Tal es su parecer en un prólogo allector:

«Siendo en los años de mi juventud algo aficionado a la lecciónde las humanas historias, me vi por algunas veces atajado conside-rando la discrepancia y desacuerdo que a cada paso se halla en loshistoriadores sobre una misma cosa. y en particular 10 noté, en 10que tan varia y confusamente nos dejaron los pasados en memoriade los Reyes de Persia, de los cuales escribieron principalmente Pro-copio, Agáthio, Genebrardo, Zonaras, Tornamira, cuya lecciónsobre este sujeto es tan dudosa y incierta» 49.

Podemos terminar este repaso de los móviles de la escrituraautobiográfica ultramarina con otro inglés de la primera mitad del

49 Relaciones de Pedro Texeira del origen, descendencia y succesion de los Reyes dePersia, y de Harmuz, y de un viage hecho por el mismo autor dende la India Oriental has-ta Italia por tierra, ed. de E. BARAJAS SALA, Madrid, Miraguano-Polifemo, 1994, p. 3.Originariamente el autor escribió esta obra en portugués; pero, guiado del consejo deamigos, y para llegar a un público más amplio, y por haber obtenido licencia del Conse-jo de Castilla, decidió trasladarla, él mismo, al castellano, lengua de la edición, la únicaconservada, de Amberes de 1610, debida a Hieronymo Verdussen. Comprende trespartes, las dos primeras históricas, y, la tercera, el relato de su viaje de vuelta desde laIndia a Italia. Tuvo bastante éxito, como denotan las traducciones que mereció: latín(1633), francés (1681) e inglés (1708).

siglo XVII: Thomas Gage. Segundón de una familia aristocrática ycatólica británica, educado en un colegio de la Compañía de Jesús,que profesaría en la orden dominica en Valladolid. ~na tempra~avocación de misionero le llevaría hasta Nueva Espana y, despues,Filipinas; ambos viajes los narra en el libro que escribió y.publicó enLondres en 1648, traducido al español en 1838. Este Impreso enesencia no es más que un libelo antiespañol, otro de los muchos quecontribuyeron a engrosar la leyenda negra del Imperio hispánico,veamos porqué. Gage fue un ferviente católico hasta 1642, año apartir del cual abandona el credo romano y, d.e ~el:a en Europa, seconvierte al anglicanismo y, en breve, al presbItenamsmo. ..

Esta transformación ideológica haría de él un consagrado antIje-suita, animadversión, en general hacia el catolicismo, que conformael hilo conductor de los escritos sobre sus avatares en Indias. Pero,al igual que Raleigh, con ellos quería alentar la expansión atlánticade Inglaterra, empresa que, de imitar a la hi~pana, P?dría ser elprincipio de un gran imperio y de una potencIa colo~l1al c~I:az decontrarrestar el protagonismo de España y de la IglesIa c~toli~a enultramar. No en valde su libro, escrito con talento y perspIcacIa, hasido catalogado de manifiesto político de la Inglaterra revoluciona-ria de Cromwell, y de la pugna colonial de las dos naciones en unmomento en el que holandeses e ingleses declaran el Atlántico unmare liberum. En la dedicatoria a Sir Thomas Fairfax, localizamosun fragmento, un poco largo, justificativo de unas memorias ~ingu-lares y, según el autor, en respuesta a la escasez de textos relatIVOSalas Indias en las fechas; dice así:

«Estas grandes mercedes no me había.n sido otorga.das.por laDivina Providencia para que enterrara rrus talentos baJO tIerra oescondiera mi luz bajo un celemín, sino para que expusiera 10 queallí vi, 10 que de allí conozco en provecho y beneficio de mis compa-triotas ingleses, y me siento obligado a hacerlo ?o: cuan~o ap:nas seha escrito nada sobre aquellos lugares en los últImOSCIenanos, esdecir, casi desde la primera conquista de aquellas tierras por losespañoles, quienes ahora se limitan a disfrutar en paz.y segundad delo que anteriormente consiguieron con su gran espíntu de empresa.Por él podrá constatar la nación inglesa, las riquezas y honores quehan perdido» 50.

50 GAGE, Thomas, Viajes..., op. cit., p. 45.

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Exagera, claro está, diciendo, a mediados del XVII, que se haescrito muy poco sobre el Nuevo Mundo, distinta es la cuantía de loeditado. Tal vez lo afirme refiriéndose a que no se ha hecho de lamanera que él hubiese querido.

Que el yerro se perdone

En un buen número de las relaciones estudiadas los autores noocultan, en la práctica y de forma explícita, una adecuada forma-ción intelectual ni habilidad escrituraria; es más, piden disculpas yreclaman benevolencia por ello. No olvidemos que en gran medidason viajeros que escriben y no escritores que viajan. Exhiben unestilo llano, rudo, espontáneo, simple, sin artificios ni engalanado,es decir, adoptan una retórica de la no-retórica, inusual en otrosgéneros, que contribuyó a fijar la independencia literaria de la escri-tura en primera persona 51. La autodescalificación estilística es latáctica defensiva de unos escritores, al margen de la cultura erudita,que se consideran intrusos en una praxis elevada y ajena a su condi-ción personal y educativa. No creen estar a la altura de una labor enla que sacrifican la expresión del relato en aras de la descripción y lainformación de sus experiencias. Esta tesitura, como fuere, muestrala expansión social de la escritura en la época.

Algunos son injustos consigo mismos e, incluso, se exceden enla modestia, que puede ser falsa, a la hora de manifestar este argu-mento retórico de la captatio benevolentz'ae. Cieza de León, dema-siado comedido y cauteloso, toma la pluma con escrúpulos y pideperdón por no ser letrado. No es el caso de Bernal DÍaz del Castillo,arquetipo de entrometidos y modestos «escritores»; de todos esconocida la declaración del preámbulo de su Verdadera historia:

«Para podello escribir tan sublimadamente como es digno, fueramenester otra elocuencia y retórica mejor que no la mía; mas lo queyo oí y me hallé en ello peleando, como buen testigo de vista, yo loescribiré» 52.

51 J. AME1.ANGobserva un discurso similar en sus fuentes, El vuelo de tcaro. Laautobiografia popular en la Europa Moderna, Madrid, Siglo XXI, 2003, p. 136.

52 DíAZDELCASTILLO,Berna!, Historia ..., op. cit., p. 33.

y la del Maestre Juan, quien dice:

«Por hazer lo que vuestra merced me mando me dispuse a darlecuenta de mi perdicion y si acaso no fuere tan bueno el estilo comomi voluntad para servir a vtra. merced esta supla la falta que tengode leer y escribir» 53.

El tan poco conocido Pero López, anónimo guerrero de la con-quista del Perú, hacia 1570 puso por escrito el recuerdo de los díasque allí pasó. Pues bien, nada más comenzar el relato dirime la cau-sa de la tardanza en la composición de su crónica, que excusa

«darla porque Vuestra Merzed no viese las muchas faltas que mi pocaabilidad para hazer como es ra<;on se hiziese a una tan ilustre perso-na, y supla las muchas faltas quen mi poca abilidad y mal romance sehallaren. Y que mi yerro se perdone y solo mi voluntad resalte» 54.

El audaz navegante Ruy López, incansable buscador de una rutaque hiciera factible el tornaviaje de Filipinas, que conseguirá Urda-neta, de su denodada y fallida expedición (con 6 barcos y 370 hom-bres) entregó una relación al virrey de Nueva España, Antonio deMendoza, un borrador que esperaba pulir en estilo para procurarsu mejor difusión; sin embargo no dudó en dirigirse al virrey advir-tiéndole:

«Me he atrevido de darle cuenta del suceso de la armada queVuestra lima. Señoría envió a las Islas de Poniente, perdone mi yerrocomo de servidor que con limpia voluntad desea servir a Vuestralima. Señoría» 55.

Lo mismo Pedro Castañeda Nájera, anteponiendo la verdad delos sucesos a la calidad estilística:

«Plega a Nuestro Señor me de tal gracia que, con mi rudoentendimiento y poca abilidad, pueda, tratando berdad, agradar con

53 Relación del derrotero y viaje que hizo a esta isla de la Serrana el Maestre Juan(1582), AGI, Patronato, 18, núm. 1, r.o 7.

54 GüENAGADESILVA,Rosario, Relación de Pero López..., op. cit., p. 17.55 EscA1.ANrEA1vARADO,GarcÍa de, Relación..., op. cit., p. 41. Ruy López era natural

de Málaga; llega a México en 1535, la plataforma desde la que va comenzar su aventura.

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esta mi pequeña obra al sabio y prudente lector. Pues mi intenciónno es ganar gracias de buen componedor ni retórico, salbo quererdar berdadera noticia como berdadero servidor y soldado que sehalló presente. Y aunque no por estilo pulido, escrebo lo que pasó,los que a oído palpo, bido y tratado»56.

Tampoco disimula exigua habilidad en el ejercicio Pedro de Val-divia, conquistador que confiaba la escritura de sus numerosas car-tas, para el rey y demás autoridades, a un diestro, y en algo ilustra-do, soldado de su hueste llamado Cárdenas. En una que este últimono pudo poner en limpio, Valdivia se disculpa diciendo sin rodeos«Va mal escripta, y Cárdenas no la pudo copiar porque es solo aeste despacho» 57. Incluso Raleigh, pese a unos mejores pertrechosintelectuales, acorde a su extracción social, llega a expresar en elDiscovery este topos discursivo: «pues no traté de defendermehaciendo tina obra de arte, pues ni he cuidado las frases, ni la for-ma, ni el estilo» 58. Similar es la modestia del portugués PedroTexeira, un mercader de acción con una cultura relativa, pero muysuperior a la de la mayoría, que en el prólogo de sus Relacionessobre Persia (1610) atribuye los desaciertos retóricos al hecho dehaberlas escrito en castellano y no en su lengua materna. Al lectorse dirige con las palabras siguientes: «No dubdo que como va escri-to en lengua no propia, lleve el estilo y habla muchas impropieda-des que tú cándido lector corrigeras ca prudencia y saber» 59. Eltambién inglés Thomas Maynarde, autor de un manuscrito quecuenta el último viaje de Francis Drake (1595), justifica unas faltasque atribuye a los vaivenes del mar:

«He descrito fielmente el curso de nuestro viaje y he dado aconocer muchos malos y lamentables propósitos. Escribí estas notasdurante la navegación. Así que perdonen vuestras mercedes y disi-mulen las faltas a los ojos de los demás» 60.

56 MORA,Carmen de, Las siete ciudades ..., op. cit., p. 62.57 Carta signada en la Serena el4 de septiembre de 1545. Cartas de Pedro de Valdi-

via. Que tratan del descubrimiento y conquista de Chz/e, ed. de}. TORIBIOMEnINA,Santia-go de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, 1953, p. 70.

58 RALEIGH,Walter, The Discovery ..., op. cit., p. 508.59 Relaciones de Pedro Texeíra ..., op. cit.60 Francisco Drake. Piraterías en América. Narraciones compulsadas por el Dr. Hans

Damm, Madrid, Bruno del Amo, 1929, p. 133.

El Océano, cierto es, no era el mejor medio para alcanzar laexcelencia caligráfica, pero las largas e infaustas jornadas de la nave-gación sí propiciaban el aislamiento de tantos días aciagos a travésde las inquietudes literarias. Como hizo el criollo mexicano Antoniode Saavedra Guzmán, quien en su viaje a España a fines delsiglo XVI, durante la travesía, buscó refugio en la creación de su poe-ma épico El peregrino indiano (Madrid, 1599), en cuyo prólogoadvierte que «aunque he gastado más de siete años en recopilarla, laescribí y acabé en setenta días de navegación con balanceos de naoy no poca fortuna» 61. . .

D. Rache sugiere que las formas torpes e unprovlsadas demuchas autobiografías son una elección deliberada de los autoresque, a través de la diferencia estilística, exaltan con~i~ncia de cl~s~ ysu distancia de la escritura de los doctos 62. Estos últunos, los VIaJe-ros de cultura clerical o universitaria, curtidos en los tratados deretórica de Aristóteles, Cicerón o Quintiliano, sabían. cómo haceruna correcta descripción de lugares, personas y objetos. El triviumtambién pudo proveerlos de los medios necesarios a la hora de con-tar sus experiencia ultramarinas 63.

La palabra ruda y simple, en cambio, se estimaba más fiel a la rea-lidad, porque entonces las verdades históricas corrían el riesgo d.e serconfundidas con ficciones, al contrario de lo que sucedía con los librosde caballería 64; de ahí que unos escritores ocasionales, dando priori-dad a lo acaecido en sus caminos terrestres y rutas marítimas, de entra-da refieran la primacía de la veracidad de los acontecimientos en.det~-mento de la calidad artística de unos textos limítrofes entre la histonay la ficción. Pero si comparamos los escritos de las gente~ al margen delas convenciones retóricas de la época con los de los adiestrados en elmenester, apreciaremos que los primeros acreditan una práctica, delectura ocasional o nula, mientras que los segundos la refieren mas omenos habitual. Dejemos este dilema para otro capítulo.

La escasa pericia caligráfica hacía que a menudo se delegara elejercicio escritor, un método muy corriente en la época y con fre-

61 Cfr. MARTtNEz,José Luis, Pasajeros de Indias..., op. cit., p. 102.62 En la edición ajo 1. ~NÉTRA, ¡ournal o/ my Li/e, New York, 1986. .63 Véase CAMPBELL,Mary B., Tbe Witness and tbe Gtber World: Exotzc European

Travel Writing, 400-1600, Imaca, Cornell University Press, 1988.64 HERRERoMAssARI,José M.', Libros de viajes..., op. cit.

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cuencia atestiguado en las cartas misivas y en otros documentosdiversos ..Es la táctica empleada por Cabeza de Vaca, cuyos Comen-tartas salieron de la pluma de su escribano y hombre de confianzaPero Hernández, testigo directo de las andanzas de Alvar Núñez enel RÍo de la Plata. Del mismo modo, el joven hidalgo salmantinoMartín Fernández de Figueroa, enrolado en 1505 en la Armadacon destino a la India portuguesa, de Pedro de Añaya, por mandat~del rey Manuel V, desconfía de su destreza alfabética e intelectual.Por ello decide ~ntregar elli?ro de memorias que trajo al bachiller ynoble santandenno Juan Aguero de Trasmiera, a quien encomiendauna adecuada redacción de las rápidas e inseguras notas que tomóentre 1505 y 1510, la base del sumario o epítome que ha llegado anuestros días y que publicara en Salamanca en 1512 León de Dei.Estas circunstancias, y la manera de componer el texto las aclaraAgüero al principio de la obra: '

. «Lo qual muy copiosa e verdaderamente traxo scripto en unlIbro excelente Martín Fernández de Figueroa ... el qual comomucho aprovechó e a la larga tuviesse recompillado, me rogó, por-que los letores no se enojasen del cumplido proceso de su camino losumasse e abreviasse como me pareciesse al uso moderno ... pro~e-derse ha por el tractado como adelante se contiene, aunque pressu-rosamente notado, de spacio bien visto e concordado do si faltaoviere en la descripción del notador, seso, juyzio, saber e virtudsupla del prudente lector» 65.

Parecida a la de Fernández de Figueroa es la suerte del escritodel piloto Ginés de Mafra, presente en el descubrimiento del Estre-cho ?e Magallanes, cuya. relación recogió un autor anónimo, porpropIa ~~luntad, en ~n libro que elaboró sobre las peripecias deaquel VIaJe. Este escntor fantasma, en tercera persona, refiere queMafra, hombre de pocas letras, «se hallo en todo y lo vio por vistade ojos»; y especifica:

«El año de mill quinientos veinte y tres se embarcaron los nues-tros para. la India donde. se murieron todos excepto el capitan Espi-n~sa y Gmes de Mafra piloto, hombre viejo, el cual fue despues en elano de 1542 en la armada que de la Nueva España salió de que fue

65 FERNANDEZDEFIGUEROA,Martín, Conquista de las Indias ... , op. cit., p. 47.

por general Ruy Lopez de Villalobos, el cual Gines de Mafra erahombre de pocas letras y verdaderas y traia escrito de su mano porrelacion todo el suceso de la armada de Magallanes que como testigode todo se hallo y lo habia escrito y 10 dio a el autor sabiendo de elque queria hacer de todo ello un libro» 66.

El alemán Federmann también explicita el origen de su relación:

«Había llevado con nosotros un notario público que escribíatodo con cuidado y anotaba lo que pasaba de un pueblo a otro. Estoes mandato y voluntad de su Magestad en todas las Indias a fin detener relatos dignos de fe. No he hecho más que traducir ese diario ala lengua alemana, agregando algunas cosas que me han parecidonecesarias» 67.

Juan Staden, otro germano natural de Hesse, fue con los espa-ñoles al RÍo de la Plata en 1549, de donde volvió con un manuscritode su ventura que, antes de darlo a la imprenta (se editará en Mar-burgo en 1557), entregó a un tal Dryander para su corrección. En ladedicatoria que éste hace a Felipe de Hesse alude al asunto:

«Juan Staden que ahora hace aparecer por la imprenta este libroe historia hame pedido que yo previamente quiera ver corregir y don-de fuere necesario emendar su trabajo y escrito de esta historia» 68.

Aquellos viajeros ansiosos de descubrir lo oculto eran conscien-tes de ser una minoría privilegiada y capaz de fijar por escrito susexperiencias. El dominio de la escritura lo conciben como una téc-nica misteriosa que les sorprende y llama la atención; quizás porquepara muchos es la primera vez, y quizás la única, que asumen unalabor intelectiva en la que van a manifestar un doble protagonismopersonal, el de la vivencia de unos hechos únicos y el de la escriturade los mismos.

66 Se trata de un manuscrito, sito en la Biblioteca Nacional de Madrid, que conúe-ne la copia de la relación del piloto Ginés de Mafra y otras noúcias diversas. Su título esLibro que trata del descubrimiento del Estrecho de Magallanes; está recogido en MAGA-LLANES,Fernando de, Descripción de la costa desde Buena Esperanza a Leyquios, Madrid,Torrent y Compañía, 1921.

67 FEDERMANN,Nicolás, Viaje , op. cit., p. 143.68 STADEN,Juan, Vera historia , op. cit.

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Tan impactantes y sorprendentes novedades experimentadaspredispondrán en los autores determinados recursos retóricos paraconvencer a los receptores de la veracidad de los sucesos narrados.El viajero-escritor, que aúna a autor y personaje, con este fin,emplea un lenguaje a la altura de todos y, lo más importante,siguiendo pautas clásicas habla en primera persona, o sea, se dirigeal lector u oyente como si éste estuviera delante de los hechos narra-dos, para hacerle creer, y provocarle en su imaginación, que lo rela-tado está sucediendo frente a sus ojos. El texto, de esta manera,gana en persuasión y precipita la complicidad del receptor, a quiense le hace creer que, de haber estado en idéntica posición, hubieravisto lo mismo. Así se le interna en una experiencia, objetiva en lavida real y subjetiva en el escrito, que le es ajena, convirtiéndolo entestigo de los hechos. R. Barthes aseveraba que el yo del relato no esel que es en la vida; quien habla en el papel no es quien escribe en elmundo y quien escribe no es quien existe 69.

Lo extraordinario e insólito, lo exótico y maravilloso, interesa-damente enfatizados y redimensionados, atraen la atención del lec-tor y facilitan su ubicación en el lugar de los acontecimientos. Lamaravilla propicia un lenguaje que integra lo extraño, y su utilidad,en lo conocido. En este entramado, la construcción de mecanismosde verosimilitud (el yo he visto, el yo he oído decir, el yo estuve ah/)cumple una función testimonial de lo extraordinario, de algo que,por exceso de fantasía e interés de los autores, parece ficción. Noolvidemos que en la época informar era reiterar lo ya sabido, leído yescuchado, por ello se recurre a lugares comunes y leyendas de laAntigüedad como criterio de verdad 70. La operación, además y parahacerlo verosímil y objetivarlo, conlleva la racionalización de todoaquello que asombra. Hemos de tener en cuenta, a la vez, la progre-siva extensión en aquel tiempo de una técnica lectora silenciosa,solitaria e individual, que dotaba de una importante fuerza persuasi-

69 ISER, Wolfgang, El acto de leer..., op. cit.; moceo, Daría, Viaggiare e racconta-re..., op. cit. También ROCHAPINTO, Joao, A viagem. Me?florzae EspaW A literatura Por-tuguesa de Viagens. Os primitivos relatos de vzagem ao Indico 1497-1550, Lisboa, Livra-ría Sá da Costa Editora, 1989; y AzNARVALLEJO,Eduardo, Viajes y descubrimientos en laEdad Media, Madrid, Síntesis, 1994.

70 MENmOLAME]ÍA, Alfonso, Retórz'ca, comunicación y realidad: la construcción retó-rica de la batalla en las crónicas de la Conquista, México, Universidad Iberoamericana,2003.

va a unos textos muy próximos a las ficciones literarias. Leer en laintimidad facilitaba la identificación, y un simultáneo distancia-miento, de los lectores u oyentes con el personaje central y susvivencias 71. El relato escrito es el único mediador entre el receptor yla novedosa realidad que se le propone, de ahí la decisiva influenciade la técnica expositiva empleada.

Las autobiografías derivadas de los viajes a los nuevos mundosestimularon una distinta fuente de autoridad cultural y de promo-ción social para un nutrido grupo de personajes de baja extracciónsocial (rudos marineros y soldados), que voluntariamente suelenocultar, presentes en el hallazgo de geografías desco?ocidas 72.

Muchos sin ser de la república de las letras, cuando eSCrIben creenapropia;se de una práctica que en esencia, y por, s~ básica forma-ción intelectual, no les corresponde, estado de anrmo que, comovimos, les conduce a disculpar su intromisión en la cultura letrada.La opción de unos autores partícipes de los hechos narrados, queno son cronistas oficiales, consistió en prescindir, muchos porqueno podían, de toda retórica, de estilo elevado a favor de una formade contar directa casi en estilo periodístico. A decir de U. Ecocuentan como ant~opólogos modernos que, una vez que han miradoy han visto, basándose en una cultura pasada, reflexio~an y.~o sóloaportan informaciones novedosas, SInO que, ademas, CrItlcan yrenuevan los lugares comunes del falso exotismo 73.

71 Véase CHARTIER,Roger, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Madrid,Alianza, 1993. '.

72 Vienen a colación AMaANG, James, El vuelo de Icaro..., op. at., p. 51; PASTOR,Beatriz, The Armature o/ Conquest. 5panish Accounts o/ the Discovery o/ America, Stan-ford, Stanford University Press, 1992; PADGEN, Anthony, Europeans Encount.ers...,op. cit.; y GREENBLATT,Stephen (ed.), New World Encounters, Berkeley, Uruverslty ofCalifornia Press, 1993.

73 Eco, Uumberto, «1/ Milione: describir lo desconocido», en su libro De los espe-jos y otros ensayos, Barcelona, Lumen, 2000, pp. 67-72. También en MORA, Carmen de,Escritura e identidad criollas. Modalidades discursivas en la prosa hzspanoamerzcana delsiglo XVII, Ámsterdam-New York, Rodopi, 2001.