hoja dominical n. 3708 del 04-04-21

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Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.708 Carta Dominical dominical HOJA E n el documento de los obispos de Cataluña a propósito del vigésimo quinto aniversario del Concilio Tarraconense, afir- mamos: «Cada año litúrgico, celebramos la venida del Hijo en una erra sedienta de paz y de juscia, nos alegramos de su na- cimiento glorioso y nos gloriamos de su muerte salvadora, pasa- mos del pesebre al sepulcro y al tesmonio de su resurrección». En este ciclo anual, centrado en la Pascua, renovamos nuestra fe, viviendo en el día a día la joya del Señor resucitado. En las cartas paulinas encontramos una exhortación nída, casi un mandato dirigido a los crisanos de todos los empos: «Ale- graos siempre en el Señor. Vuelvo a insisr, alegraos.» (Flp 4,4). En estos momentos duros de la historia que nos toca vivir, con una crisis sanitaria, económica y social de primera magnitud, donde la humanidad parece abocada a la fragilidad y a la des- ilusión, ¿cómo podemos seguir hablando de alegría? Y, sin em- bargo, si para todo el mundo la alegría se relaciona con la lle- gada de un bien, de una buena nocia, ¿podemos los crisanos presentarnos ante el mundo con caras largas y aburridas? ¿Qué credibilidad daríamos a la Buena Nueva que Jesús nos ha venido a traer? Lo primero que debemos hacer es disnguir entre ser y estar alegre. Muy a menudo confundimos la alegría con la sasfacción inmediata de las necesidades que nos fabricamos. Estar alegre, en cambio, hace referencia a un estado de ánimo profundo del que se siente bien con Dios, con los demás y con uno mismo. Para llegar, hay un aprendizaje: salir del propio yo y plantearse la rea- lidad desde una mirada amplia y generosa. El papa Francisco nos lo advierte claramente: «El gran riesgo del mundo actual, con su múlple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza indivi- dualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada [...]. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resendos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.» (Evangelii gaudium 2). El Papa apunta a lo esencial. La alegría es una fuerza que se funda- menta en la conciencia de ser amados por Dios. «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes del cielo», afirma la Car - ta a los Colosenses (3,1). Quien permanece en el Señor, prueba las delicias de su amor, no puede dejar de estar contento. Por eso en los Evangelios contemplamos momentos rebosantes de alegría, una alegría ligada al don del Espíritu y la contemplación y agradecimiento por las hazañas divinas. Jesús mismo es presen- tado como un hombre alegre, que deja expresar su emoción: «En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espí- ritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la erra, por haber ocultado estas cosas a los sabios”» (Lc 10,21). La alegría ene la sana caracterísca de la expresividad. El cuer - po no puede contenerse; espontáneamente surge un grito, una danza, un canto, una risa. La persona de fe, que sabe de quién se ha fiado, no puede dejar de ser alegre, transparente, despren- dida, vital. ¡Y si esto lo llevamos a nuestras comunidades crisa- nas! No se trata de una evasión de la realidad, de una necesidad de consuelo que busca soluciones imaginarias. Al contrario, esta alegría exige tesmoniar su Reino, edificar una humanidad fra- terna. Por ello, también en estos momentos diciles, y quizás más que nunca, estamos llamados a llevar a todas partes espe- ranza y alegría. Seguro que en estos momentos nos senremos todos un poco más pobres. Pero, como afirmamos los obispos en el documento mencionado, aludiendo al magisterio del papa Francisco, «los pobres son miembros de pleno derecho de la Iglesia, de la comunidad de salvados que viven la alegría del Se- ñor». Está claro que los momentos de sufrimiento provocarán tristeza y desánimo, pero nunca será ésta la úlma palabra. Por- que, como decía el hermano Roger de Taizé, inspirándose en San Atanasio: «Cristo resucitado hace de la vida del ser humano una fiesta connua». 4 de abril de 2021 Domingo de Pascua LA PERSONA DE FE NO PUEDE DEJAR DE SER ALEGRE, TRANSPARENTE, DESPRENDIDA, VITAL † Joan Planellas i Barnosell Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado Enfoca el código QR y accede al video de la Carta dominical «Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras Iglesias?» (10) UNA IGLESIA QUE VIVE LA JOYA DEL SEÑOR RESUCITADO

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Page 1: Hoja Dominical n. 3708 del 04-04-21

Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.708

Carta Dominical

dominicalHOJA

En el documento de los obispos de Cataluña a propósito del vigésimo quinto aniversario del Concilio Tarraconense, afir-

mamos: «Cada año litúrgico, celebramos la venida del Hijo en una tierra sedienta de paz y de justicia, nos alegramos de su na-cimiento glorioso y nos gloriamos de su muerte salvadora, pasa-mos del pesebre al sepulcro y al testimonio de su resurrección». En este ciclo anual, centrado en la Pascua, renovamos nuestra fe, viviendo en el día a día la joya del Señor resucitado.

En las cartas paulinas encontramos una exhortación nítida, casi un mandato dirigido a los cristianos de todos los tiempos: «Ale-graos siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alegraos.» (Flp 4,4). En estos momentos duros de la historia que nos toca vivir, con una crisis sanitaria, económica y social de primera magnitud, donde la humanidad parece abocada a la fragilidad y a la des-ilusión, ¿cómo podemos seguir hablando de alegría? Y, sin em-bargo, si para todo el mundo la alegría se relaciona con la lle-gada de un bien, de una buena noticia, ¿podemos los cristianos presentarnos ante el mundo con caras largas y aburridas? ¿Qué credibilidad daríamos a la Buena Nueva que Jesús nos ha venido a traer?

Lo primero que debemos hacer es distinguir entre ser y estar alegre. Muy a menudo confundimos la alegría con la satisfacción inmediata de las necesidades que nos fabricamos. Estar alegre, en cambio, hace referencia a un estado de ánimo profundo del que se siente bien con Dios, con los demás y con uno mismo. Para llegar, hay un aprendizaje: salir del propio yo y plantearse la rea-lidad desde una mirada amplia y generosa. El papa Francisco nos lo advierte claramente: «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza indivi-dualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada [...]. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.» (Evangelii gaudium 2). El Papa apunta a lo esencial. La alegría es una fuerza que se funda-menta en la conciencia de ser amados por Dios. «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes del cielo», afirma la Car-ta a los Colosenses (3,1). Quien permanece en el Señor, prueba

las delicias de su amor, no puede dejar de estar contento. Por eso en los Evangelios contemplamos momentos rebosantes de alegría, una alegría ligada al don del Espíritu y la contemplación y agradecimiento por las hazañas divinas. Jesús mismo es presen-tado como un hombre alegre, que deja expresar su emoción: «En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espí-ritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios”» (Lc 10,21).

La alegría tiene la sana característica de la expresividad. El cuer-po no puede contenerse; espontáneamente surge un grito, una danza, un canto, una risa. La persona de fe, que sabe de quién se ha fiado, no puede dejar de ser alegre, transparente, despren-dida, vital. ¡Y si esto lo llevamos a nuestras comunidades cristia-nas! No se trata de una evasión de la realidad, de una necesidad de consuelo que busca soluciones imaginarias. Al contrario, esta alegría exige testimoniar su Reino, edificar una humanidad fra-terna. Por ello, también en estos momentos difíciles, y quizás más que nunca, estamos llamados a llevar a todas partes espe-ranza y alegría. Seguro que en estos momentos nos sentiremos todos un poco más pobres. Pero, como afirmamos los obispos en el documento mencionado, aludiendo al magisterio del papa Francisco, «los pobres son miembros de pleno derecho de la Iglesia, de la comunidad de salvados que viven la alegría del Se-ñor». Está claro que los momentos de sufrimiento provocarán tristeza y desánimo, pero nunca será ésta la última palabra. Por-que, como decía el hermano Roger de Taizé, inspirándose en San Atanasio: «Cristo resucitado hace de la vida del ser humano una fiesta continua».

4 de abril de 2021 Domingo de Pascua

lA PERSONA DE FE NO PUEDE DEJAR DE SER AlEGRE, tRANSPARENtE, DESPRENDiDA, VitAl‘

† Joan Planellas i BarnosellArzobispo metropolitano de Tarragona y primado

Enfoca el código QRy accede al video de la Carta dominical

«Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras Iglesias?» (10)

UNA IGLESIA QUE VIVE LA JOYA DEL SEÑOR RESUCITADO

Page 2: Hoja Dominical n. 3708 del 04-04-21

Edita: Arzobispado de Tarragona · Redacción y administración: Dpto. de Comunicación y Publicaciones (Pla de Palau, 2 – 43003 Tarragona) · Teléfono: 977 23 34 12 · Correo electrónico: [email protected] Directora: Anna Robert · Asesoramiento lingüístico: Rafael Muñoz · Imprime: Torrell, S.A. · D.L.: T-519-01

Ciclo B

Liturgia de las Horas de la Octava Completas I o II de domingo

Domingo, 4: Domingo de Pascua de Resurrección del Señor (Sol) [Misa del día: Ac 10,34a.37-43; Salmo 117,1-2.6ab-17.22-23; Col 3,1-4 o bien: 1Cor 5,6b-8; Jn 20,1-9 o bien: Mc 16,1-8. Misa vespertina: Igual que la del día, pero se recomienda leer el evangelio: Lc 24,13-35 (LE/LH propias)]Lunes de la octava de Pascua, 5: [Hch 2,14.22-33; Salmo 15,1-2 y 5.7-8.9-10.11; Mt 28,8-15]Martes de la octava de Pascua, 6: [Hch 2,36-41; Salmo 32,4-5.18-19.20 y 22; Jn 20,11-18]Miércoles de la octava de Pascua, 7: [Hch 3,1-10; Salmo 104,1-2.3-4.6-7.8-9; Lc 24,13-35]Jueves de la octava de Pascua, 8: [Hch 3,11-26; Salmo 8,2a y 5.6-7.8-9; Lc 24,35-48]Viernes de la octava de Pascua, 9: [Hch 4,1-12; Salmo 117,1-2 y 4.22-24.25-27a; Jn 21,1-14]Sábado de la octava de Pascua, 10: [Hch 4,13-21; Salmo 117,1 y 14-15.16ab-18.19-21; Mc 16,9-15]Domingo, 11: II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia [Hch 4,32-35; Salmo 117,1-2.3-4.16ab-18.22-24; 1Jn 5,1-6; Jn 20,19-31 (LE/LH propias)] Después de Completas se acaba la Octava de Pascua

LecturasDomingo de Pascuade la Resurrección del Señor

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10, 34a.37-43)

En aquellos días, Pedro tomó la pala-bra y dijo: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Na-zaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándo-lo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a no-sotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Salmo responsorial [117, 1-2.16-17.22-23 (R.:249]

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.

R. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

LITURGIA DE LA SEMANA

O bien: Aleluya

«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, vivirépara contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectoses ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4)

Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arri-ba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, junta-mente con él.

Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 1-9)

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amane-cer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han pues-to». Salieron Pedro y el otro discípulo

En este día Dios nos ha abierto las puertas de la eternidad por medio de su Unigénito, vencedor de la muerte, y pedimos ser renovados por el Espíritu Santo para resucitar a la luz de la vida. Hoy es el día en que actuó el Señor. La piedra que desecharon los arquitectos —Cristo en su pasión— es ahora la piedra angular una vez que ha resucitado. Y creemos en este misterio gracias al testimonio de los apóstoles que comieron y bebieron con él después de su resurrección (1a lect.) y vieron el sepulcro vacío (Ev.). A partir de ahí, una vez que por el bautismo hemos resucitado con Cristo, busquemos los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (2a lect.).

camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lien-zos tendidos; pero no entró. Llegó tam-bién Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enro-llado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían enten-dido la Escritura: que él había de resuci-tar de entre los muertos.