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HOBSBAWM. Historia del siglo XX. Capitulo VIII

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HOBSBAWM, ERIC

PAGE 1

HOBSBAWM, ERIC. Historia del siglo XX. 1914-1991. Barcelona, Crtica, (Grijalbo Mondadori, S.A.), 1995. 1 ed. Traduccin de Juan Faci, Jordi Ainaud y Carme Castells. PRIVATE

SEGUNDA PARTELA EDAD DE ORO

Captulo VIII

LA GUERRA FRIA

Aunque la Rusia de los soviets pretende extender su influencia por todos los medios a su alcance, la revolucin a escala mundial ya no forma parte de su programa, y no existe ningn elemento en la situacin interna de la Unin que pueda promover el retorno a las antiguas tradiciones revolucionarias. Cualquier comparacin entre la amenaza de la Alemania de antes de la guerra y la amenaza sovitica actual debe tener en cuenta diferencias fundamentales As pues, el riesgo de una catstrofe repentina es mucho menor con los rusos que con los alemanes.

FRANK ROBERTS, Embajada britnica en Mosc,

Al Foreign Office, Londres, 1946

(Jensen, 1991, p. 56).

La economa de guerra les facilita una posicin cmoda a decenas de miles de burcratas vestidos de uniforme o de paisano que van a la oficina cada da a construir armas atmicas o a planificar la guerra atmica; a millones de trabajadores cuyos puestos de trabajo dependen del sistema de terrorismo nuclear; a cientficos e ingenieros pagados para buscar la solucin tecnolgica definitiva que proporciones una seguridad absoluta; a contratistas que no quieren dejar pasar la ocasin de obtener beneficios fciles; a guerreros intelectuales que venden amenazas y bendicen guerras.

RICHARD BARNET (1981, p. 97).I

Los cuarenta y cinco aos transcurridos entre la explosin de las bombas atmicas y el fin de la Unin Sovitica no constituyen un perodo de la historia universal homogneo y nico. Tal como veremos en los captulos siguientes, se dividen en dos mitades, una a cada lado del hito que representan los primeros aos setenta (vase los captulos IX y XIV). Sin embargo, la historia del perodo en su conjunto sigui un patrn nico marcado por la peculiar situacin internacional que lo domin hasta la cada de la URSS: el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la segunda guerra mundial, la denominada guerra fra.

La segunda guerra mundial apenas haba acabado cuando la humanidad se precipit en lo que sera razonable considerar una tercera guerra mundial, aunque muy singular; y es que, tal como dijo el gran filsofo Thomas Hobbes, La guerra no consiste slo en batallas, o en la accin de luchar, sino que es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate es suficientemente conocida (Hobbes, captulo 13). La guerra fra entre los dos bandos de Estados Unidos y la URSS, con sus respectivos aliados, que domin por completo el escenario internacional de la segunda mitad del siglo XX, fue sin lugar a dudas un lapso de tiempo as. Generaciones enteras crecieron bajo la amenaza de un conflicto nuclear global que, tal como crean muchos, poda estallar en cualquier momento y arrasar a la humanidad. En realidad, an a los que no crean que cualquiera de los dos bandos tuviera intencin de atacar al otro les resultaba difcil no caer en el pesimismo, ya que la ley de Murphy es una de las generalizaciones que mejor cuadran al ser humano (Si algo puede ir mal, ir mal). Con el correr del tiempo, cada vez haba ms cosas que podan ir mal, tanto poltica como tecnolgicamente, en un enfrentamiento nuclear permanente basado en la premisa de que slo el miedo a la destruccin mutua asegurada (acertadamente resumida en ingls con el acrnito MAD, loco) impedira a cualquiera de los dos bandos dar la seal, siempre a punto, de la destruccin planificada de la civilizacin. No lleg a suceder, pero durante cuarenta aos fue una posibilidad cotidiana.

La singularidad de la guerra fra estribaba en que, objetivamente hablando, no haba ningn peligro inminente de guerra mundial. Ms an: pese a la retrica apocalptica de ambos bandos, sobre todo del lado norteamericano, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la segunda guerra mundial, lo que supona un equilibrio de poderes muy desigual pero indiscutido. La URSS dominaba o ejerca una influencia preponderante en una parte del globo: la zona ocupada por el ejrcito rojo y otras fuerzas armadas comunistas al final de la guerra, sin intentar extender ms all su esfera de influencia por la fuerza de las armas. Los Estados Unidos controlaban y dominaban el resto del mundo capitalista, adems del hemisferio occidental y los ocanos, asumiendo los restos de la vieja hegemona imperial de las antiguas potencias coloniales. en contrapartida, no intervenan en la zona aceptada como de hegemona sovitica.

En Europa las lneas de demarcacin se haban trazado en 1943-1945, tanto por los acuerdos alcanzados en las cumbres en que participaron Roosevelt, Churchill y Stalin, como en virtud del hecho de que slo el ejrcito rojo era realmente capaz de derrotar a Alemania. Hubo vacilaciones, sobre todo de Alemania y Austria, que se resolvieron con la particin de Alemania de acuerdo con las lneas de las fuerzas de ocupacin del Este y del Oeste, y la retirada de todos los ex contendientes de Austria, que se convirti en una especie de una segunda Suiza: un pas pequeo con vocacin de neutralidad, envidiado por su constante prosperidad y, en consecuencia, descrito (correctamente) como aburrido. La URSS acept a regaadientes el Berln Oeste como un enclave occidental en la parte del territorio alemn que controlaba, pero no estaba dispuesta a discutir el tema con las armas.

La situacin fuera de Europa no estaba tan clara, salvo en el caso de Japn, en donde los Estados Unidos establecieron una ocupacin totalmente unilateral que excluy no slo a la URSS, sino tambin a los dems aliados. El problema era que ya se prevea el fin de los antiguos imperios coloniales, cosa que en 1945, en Asia, ya resultaba inminente, aunque la orientacin futura de los nuevos estados poscoloniales no estaba nada clara. Como veremos (captulos XII y XV), esta fue la zona en que las dos superpotencias siguieron compitiendo en busca de apoyo e influencia durante toda la guerra fra y, por lo tanto, fue la mayor friccin entre ambas, donde ms probables resultaban los conflictos armados, que acabaron por estallar. A diferencia de Europa, ni siquiera se podan prever los lmites de la zona que en el futuro iba a quedar bajo control comunista, y mucho menos negociarse, ni aun del modo ms provisional y ambiguo. As, por ejemplo, la URSS no senta grandes deseos de que los comunistas tomaran el poder en China, pero eso fue lo que sucedi a pesar de todo.

Sin embargo, incluso en lo que pronto dio en llamarse el tercer mundo, las condiciones para la estabilidad internacional empezaron a aparecer a los pocos aos, a medida que fue quedando claro que la mayora de los nuevos estados poscoloniales, por escasas que fueran sus simpatas hacia los Estados Unidos y sus aliados, no eran comunistas, sino, en realidad, sobre todo anticomunistas en poltica interior, y no alineados (es decir, fuera del bloque militar sovitico) en asuntos exteriores. En el resumen, el bando comunista no present sntomas de expansin significativa entre la revolucin china y los aos setenta, como cuando la China comunista ya no formaba parte del mismo.

En la prctica, la situacin mundial razonablemente estable poco despus de la guerra y sigui sindolo hasta mediados de los setenta, cuando el sistema internacional y sus componentes entraron en otro prolongado perodo de crisis poltica y econmica. Hasta entonces ambas superpotencias haban aceptado el reparto desigual del mundo, haban hecho los mximos esfuerzos por resolver las disputas sobre sus zonas de influencia sin llegar a un choque abierto de sus fuerzas armadas que pudiese llevarlas a la guerra y, en contra de la ideologa y de la retrica de guerra fra, haban actuado partiendo de la premisa de que la coexistencia pacfica entre ambas era posible. De hecho, a la hora de la verdad, la una confiaba en la moderacin de la otra, incluso en las ocasiones en que estuvieron oficialmente a punto de entrar, o entraron, en guerra. As durante la guerra de Corea de 1950-1953, en la que participaron oficialmente los norteamericanos, pero no los rusos, Washington saba perfectamente que unos 150 aviones chinos eran en realidad aviones soviticos pilotados por aviadores soviticos (Walker, 1993, pp. 75-77). La informacin se mantuvo en secreto porque se dedujo, acertadamente, que lo ltimo que Mosc deseaba era la guerra. Durante la crisis de los misiles cubanos de 1962, tal como sabemos hoy (Ball, 1992; Ball, 1993), la principal preocupacin de ambos bandos fue cmo evitar que se malinterpretaran gestos hostiles como preparativos blicos reales.

Este acuerdo tcito de tratar la guerra fra como una se mantuvo los aos setenta. La URSS supo (o, mejor dicho, aprendi) en 1953 que los llamamientos de los Estados Unidos para hacer retroceder al comunismo era simple propaganda radiofnica, porque los norteamericanos ni pestaearon cuando los tanques soviticos restablecieron el control comunista durante un importante levantamiento obrero en la Alemania del Este. A partir de entonces, tal como confirm la revolucin hngara de 1956, Occidente no se entrometi en la esfera de control sovitico. La guerra fra, que s procuraba estar a la altura de su propia retrica de lucha por la supremaca o por la aniquilacin, no era un enfrentamiento en el que las decisiones fundamentales las tomaban los gobiernos, sino la sorda rivalidad entre los distintos servicios secretos reconocidos y por reconocer, que en Occidente produjo el fruto ms caracterstico de la tensin internacional: las novelas de espionaje y de asesinos encubiertos. En este gnero, los britnicos, gracias al James Bond de Ian Fleming y a los hroes agridulces de John Le Carr ambos haban trabajado por un tiempo en los servicios secretos britnicos-, mantuvieron la primaca, compensando as el declive de su pas en el mundo del poder real. No obstante, con la excepcin de los sucedido en algunos de los pases ms dbiles del tercer mundo, las operaciones del KGB, la CIA y semejantes fueron desdeables en trminos de poder poltico real, por teatrales que resultasen a menudo.

En tales circunstancias, hubo en algn momento peligro real de guerra mundial durante este largo perodo de tensin, con la lgica excepcin de los accidentes que amenazan inevitablemente a quienes patinan y patinan sobre una delgada capa de hielo? Es difcil de decir. Es probable que el perodo ms explosivo fuera el que medi entre la proclamacin formal de la doctrina Truman en marzo de 1947 (La poltica de los Estados Unidos tiene que ser apoyar a los pueblos libres que se resisten a ser subyugados por minoras armadas o por presiones exteriores) y abril de 1951, cuando el mismo presidente de los Estados Unidos destituy al general Douglas MacArthur, comandante en jefe de las fuerzas de los Estados Unidos en la guerra de Corea (1950-1953), que llev demasiado lejos sus ambiciones militares. Durante esta poca el temor de los norteamericanos a la desintegracin social o a la revolucin en pases no soviticos de Eurasia no era simple fantasa: al fin y al cabo, en 1949 los comunistas se hicieron con el poder en China. Por su parte, la URSS se vio enfrentada con unos Estados Unidos que disfrutaban del monopolio del armamento atmico y que multiplicaban las declaraciones de anticomunismo militante y amenazador, mientras la solidez del bloque sovitico empezaba a requebrajarse con la ruptura de la Yugoslavia de Tito (1948). Adems, a partir de 1949, el gobierno de China no slo se involucr en una guerra de gran calibre en Corea sin pensrselo dos veces, sino que, a diferencia de otros gobiernos, estaba dispuesto a afrontar la posibilidad real de luchar y sobrevivir a un holocausto nuclear. Todo poda suceder.

Una vez que la URSS se hizo con armas nucleares -cuatro aos despus de Hiroshima en el caso de la bomba atmica (1949), nueve meses despus de los Estados Unidos en el de la bomba de hidrgeno (1953)-, ambas superpotencias dejaron de utilizar la guerra como arma poltica en sus relaciones mutuas, pues era el equivalente de un pacto suicida. Que contemplaran seriamente la posibilidad de usar las armas nucleares contra terceros los Estados Unidos en Corea en 1951 y para salvar a los franceses en Indochina en 1954; la URSS contra China en 1969- no est muy claro, pero lo cierto es que no lo hicieron. Sin embargo, amabas superpotencias se sirvieron de la amenaza nuclear, casi con toda certeza sin tener intencin de cumplirla, en algunas ocasiones: los Estados Unidos, para acelerar las negociaciones de paz en Corea y Vietnam (1953, 1954); la URSS, para obligar a Gran Bretaa y a Francia a retirarse de Suez en 1956. Por desgracia, la certidumbre misma de que ninguna de las dos superpotencias deseaba realmente apretar el botn atmico tent a ambos bandos a agitar el recurso al arma atmica con finalidades negociadoras o (en los Estados Unidos) para el consumo domstico, en la confianza de que el otro tampoco quera la guerra. Esta confianza demostr estar justificada, pero al precio de desquiciar los nervios de varias generaciones. La crisis de los misiles cubanos de 1962, uno de estos recursos enteramente innecesarios, estuvo a. punto de arrastra al mundo a una guerra innecesaria a lo largo de unos pocos das y, de hecho, lleg a asustar a las cpulas dirigentes hasta hacerles entrar temporalmente en razn

II

Cmo podemos pues, explicar los cuarenta aos de enfrentamiento armado y de movilizacin permanente, basados en la premisa siempre inverosmil, y en este caso totalmente infundada, de que el planeta era tan inestable que poda estallar una guerra mundial en cualquier momento, y que eso slo lo impeda una disuasin mutua sin tregua? En primer lugar, la guerra fra se basaba en la creencia occidental, absurda vista desde el presente pero muy lgica tras el fin de la segunda guerra mundial, de que la era de las catstrofes no se haba acabado en modo alguno; que el futuro del capitalismo mundial y de la sociedad liberal distaba mucho de estar garantizado. La mayora de los observadores esperaba una crisis econmica de posguerra grave, incluso en los Estados Unidos, por analoga con lo que haba sucedido tras el fin de la primera guerra mundial. Un futuro premio Nobel de economa habl en 1943 de la posibilidad de que se diera en los Estados Unidos el perodo ms grande de desempleo y de dislocacin de la industria al que jams se haya enfrentado economa alguna (Samuelson, 1943, p. 51). De hecho, los planes del gobierno de los estados Unidos para la posguerra se dirigan mucho ms a evitar otra Gran Depresin que a evitar otra guerra, algo a lo que Washington haba dedicado poca atencin antes de la victoria (Koldo, 1969, pp. 244-246).

Si Washington esperaba serias alteraciones de posguerra que socavasen la estabilidad social, poltica y econmica del mundo (Dean Acheson, citado en Koldo, 1969, p.485) era porque al acabar la guerra los pases beligerantes, con la excepcin de los Estados Unidos, eran mundos en ruinas habitados por lo que a los norteamericanos les parecan poblaciones hambrientas, desesperadas y tal vez radicalizadas, predispuestas a prestar odo a los cantos de sirena de la revolucin social y de polticas econmicas incompatibles con el sistema internacional de libertad de empresa, libre mercado y libertad de movimiento de capitales que haba de salvar a los Estados Unidos y al mundo. Adems, el sistema internacional de antes de la guerra se haba hundido, dejando a los Estados Unidos frente a una URSS comunista enormemente fortalecida que ocupaba amplias extensiones de Europa y extensiones an ms amplias del mundo no europeo, cuyo futuro poltico pareca incierto -menos que en ese mundo explosivo e inestable todo lo que ocurriera era probable que debilitase al capitalismo de los Estados Unidos, y fortaleciese a la potencia que haba nacido por y para la revolucin.

La situacin en la inmediata posguerra en muchos de los pases liberados y ocupados pareca contraria a los polticos moderados, con escasos apoyos salvo el de sus aliados occidentales, asediados desde dentro y fuera de sus gobiernos por los comunistas, que despus de la guerra aparecieron en todas partes con mucha ms fuerza que en cualquier otro tiempo anterior y, a veces, como los partidos y formaciones polticas mayores en sus respectivos pases. El primer ministro (socialista) de Francia fue a Washington a advertir que, sin apoyo econmico, probablemente sucumbira ante los comunistas. La psima cosecha de 1946, seguida por el terrible invierno de 1946-1947, puso an ms nerviosos tanto a los polticos europeos como a los asesores presidenciales norteamericanos.

En esas circunstancias no es sorprendente que la alianza que haban mantenido durante la guerra las principales potencias capitalista y socialista, sta ahora a la cabeza de su propia esfera de influencia, se rompiera, como tan a menudo sucede con coaliciones an menos heterogneas al acabar una guerra. Sin embargo, ello no basta para explicar por qu la poltica de los Estados Unidos los aliados y satlites de Washington, , con la posible excepcin de Gran Bretaa, mostraron una vehemencia mucho menor- tena que basarse, por lo menos en sus manifestaciones pblicas, en presentar el escenario de pesadilla de una superpotencia moscovita lanzada a la inmediata conquista del planeta, al frente de una conspiracin comunista mundial y atea siempre dispuesta a derrocar los dominios de la libertad. Y mucho menos sirve esta ruptura para explicar la retrica de J. F. Kennedy durante la campaa presidencial de 1960, cuando era impensable que lo que el primer ministro britnico Harold Macmillan denomin nuestra sociedad libre actual, la nueva forma de capitalismo (Horne, 1989, vol. II, p. 238) pudiera considerarse directamente amenazada.

Por qu se puede tachar de apocalptica (Hughes, 1969, p. 28) la visin de los profesionales del Departamento de Estado tras el fin de la guerra? Por qu hasta el sereno diplomtico britnico que rechazaba toda comparacin de la URSS con la Alemania nazi informaba luego desde Mosc que el mundo se enfrentaba ahora al equivalente moderno de las guerras de religin del siglo XVI, en que el comunismo sovitico luchar contra la democracia social occidental y la versin norteamericana del capitalismo por la dominacin mundial? (Jensen, 1991, pp. 41 y 53-54; Roberts, 1991). Y es que ahora resulta evidente, y era tal vez razonable incluso en 1945-1947, que la URSS ni era expansionista menos an agresiva- ni contaba con extender el avance del comunismo ms all de lo que se supone se haba cordado en las cumbres de 1943-1945. De hecho, all en donde la URSS controlaba regmenes y movimientos comunistas satlites, stos tenan el compromiso especfico de no construir estados segn el modelo de la URSS, sino economas mixtas con democracias parlamentarias pluripartidistas, muy diferentes de la dictadura del proletariado y ms an de la de un partido nico, descritas en documentos internos del partido comunista como ni tiles ni necesarias (Spriano, 1983, p. 265). (Los nicos regmenes comunistas que se negaron a seguir esta lnea fueron aquellos cuyas revoluciones, que Stalin desalent firmemente, escaparon al control de Mosc, como Yugoslavia). Adems, y aunque esto sea algo a lo que no se haya prestado mucha atencin, la URSS desmoviliz sus tropas su principal baza en el campo militar casi tan deprisa como los Estados Unidos, con lo que el ejrcito rojo disminuy sus efectivos de un mximo de casi doce millones de hombres a tres millones antes de finales de 1948 (New Cork Times, 24-10-1946 y 24-10-1948).

Desde cualquier punto de vista racional, la URSS no representaba ninguna amenaza inmediata para quienes se encontrasen fuera del mbito de ocupacin de las fuerzas del ejrcito rojo. Despus de la guerra, se encontraba en ruinas, desangrada y exhausta, con una economa civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba de una poblacin gran parte de la cual, fuera de Rusia, haba mostrado una clara y comprensible falta de adhesin al rgimen. En sus confines occidentales, la URSS continu teniendo dificultades con las guerrillas ucranianas y de otras nacionalidades durante aos. La diriga un dictador que haba demostrado ser tan poco partidario de correr riesgos fuera del territorio bajo su dominio directo, como despiadado dentro del mismo: J.V. Stalin (vase el captulo XIII). La URSS necesitaba toda la ayuda econmica posible y, por lo tanto, no tena ningn inters, a corto plazo, en enemistarse con la nica potencia que poda proporcionrsela, los Estados Unidos. No cabe duda de que Stalin, en tanto que comunista, crea en la inevitable situacin del capitalismo por el comunismo, y, en ese sentido, que la coexistencia de ambos sistemas no sera permanente. Sin embargo, los planificadores soviticos no crean que el capitalismo como tal se encontrase en crisis al trmino de la segunda guerra mundial, sino que no les caba duda de que seguira por mucho tiempo bajo la gida de los Estados Unidos, cuya riqueza y podero, enormemente aumentados, no eran sino evidentes (Loth, 1988, pp. 36-37). Eso es, de hecho, lo que la URSS sospechaba y tema. Su postura de fondo tras la guerra no era agresiva sino defensiva.

Sin embargo, la poltica de enfrentamiento entre ambos bandos surgi de su propia situacin. La URSS, consciente de lo precario e inseguro de su posicin, se enfrentaba a la potencia mundial de los Estados Unidos, conscientes de lo precario e inseguro de la situacin en Europa central y occidental, y del incierto futuro de gran parte de Asia. El enfrentamiento es probable que se hubiese producido an sin la ideologa de por medio, George Kennan, el diplomtico norteamericano que, a principios de 1946, formul la poltica de contencin que Washington abraz con entusiasmo, no crea que Rusia se batiera en una cruzada por el comunismo, y tal como demostr su carrera posterior- l mismo se guard mucho de participar en cruzadas ideolgicas (con la posible excepcin de sus ataques a la poltica democrtica, de la que tena una pobre opinin). Kennan no era ms que un buen especialista en Rusia de la vieja escuela de diplomacia entre potencias haba muchos as en las cancilleras europeas- que vea en Rusia, ya fuese la de los zares o la bolchevique, una sociedad atrasada y brbara gobernada por hombres a quienes impulsaba una sensacin rusa tradicional e instintiva de inseguridad, siempre aislada del mundo exterior, siempre regida por autcratas, buscando siempre su seguridad slo en un combate paciente y a muerte por la completa destruccin de la potencia rival, sin llegar jams a pactos o compromisos con sta; reaccionando siempre, por lo tanto, slo a la lgica de la fuerza, no a la de la razn. El comunismo, por supuesto, pensaba Kennan, haca a la antigua Rusia ms peligrosa porque reforzaba a la ms brutal de las grandes potencias con la ms despiadada de las utopas, es decir, de las ideologas de dominacin mundial. Pero esa tesis implicaba que la nica potencia rival de Rusia, a saber, los Estados Unidos, habra tenido que contener la presin rusa con una resistencia inflexible aunque Rusia no hubiese sido comunista.

Por otra parte, desde el punto de vista de Mosc, la nica estrategia racional para defender y explotar su nueva posicin de gran, aunque frgil, potencia internacional, era exactamente la misma: la intransigencia. Nadie saba mejor que Stalin lo malas que eran sus cartas. No caba negociar las posiciones que le haban ofrecido Roosevelt y Churchill cuando la intervencin sovitica era esencial para derrotar a Hitler y todava se crea que sera esencial para derrotar a Japn. La URSS poda estar dispuesta a retirarse de las zonas en donde no estaba amparada por los acuerdos de las cumbres de 1943-1945, y sobre todo de Yalta por ejemplo, la frontera entre Irn y Turqua en 1945-1946-, pero todo intento de revisin de Yalta slo poda acogerse con una rotunda negativa, y de hecho, el no del ministro de Asuntos Exteriores de Stalin, Molotov, en todas las reuniones internacionales posteriores a Yalta se hizo famoso. Los norteamericanos tenan la fuerza de su lado, aunque hasta diciembre de 1947 no dispusieron de aviones capaces de transportar las doce bombas atmicas con que contaban y el personal militar capaz de montarlas (Moisi, 1981, pp. 78-79) La URSS, no. Washington no estaba dispuesto a renunciar a nada sino a cambio de concesiones, pero eso era exactamente lo que Mosc no poda permitirse, ni siquiera a cambio de la ayuda econmica que necesitaba desesperadamente y que, en cualquier caso, los norteamericanos no queran concederles, con la excusa de que se les haba traspapelado la peticin sovitica de un crdito de posguerra, presentaba antes de Yalta.

En resumen, mientras que a los Estados Unidos les preocupaba el peligro de una hipottica supremaca mundial de la URSS en el futuro, a Mosc le preocupaba la hegemona real de los Estados Unidos en el presente sobre todas las partes del mundo no ocupadas por el ejrcito rojo. No hubiera sido muy difcil convertir a una URSS agotada y empobrecida en otro satlite de la economa estadounidense, ms poderosa por aquel entonces que todas dems economas mundiales juntas. La intransigencia era la tctica lgica. Que destaparan el farol de Mosc, si queran.

Pero esa poltica de mutua intransigencia e incluso de rivalidad permanente no implica un riesgo cotidiano de guerra. Los ministros de Asuntos Exteriores britnicos del siglo XIX, Que daban por sentado que el afn expansionista de la Rusia de los zares deba contenerse constantemente al modo de Kennan, saban perfectamente que los momentos de enfrentamiento abierto eran contados, y las crisis blicas, todava ms. La intransigencia mutua implica an menos una poltica de lucha a vida o muerte o de guerra de religin. Sin embargo, haba en la situacin dos elementos que contribuyeron a desplazar el enfrentamiento del mbito de la razn al de las emociones. Como la URSS, los Estados Unidos eran una potencia que representaba una ideologa considerada sinceramente por muchos norteamericanos como modelo para el mundo. A diferencia de la URSS, los estados Unidos eran una democracia. Por desgracia este segundo el elemento era probablemente el ms peligroso.

Y es que el gobierno sovitico, aunque tambin satanizara a su antagonista global, no tena que preocuparse por ganarse los votos de los congresistas o por las elecciones presidenciales y legislativas, al contrario que el gobierno de los Estados Unidos. Para conseguir ambos objetivos, el anticomunismo apocalptico resultaba til y, por consiguiente, tentador, incluso para los polticos que no estaban sinceramente convencidos de su propia retrica, o que, como el secretario de Estado para la Marina del presidente Truman, James Forestal (1882-1949), estaban lo bastante locos, mdicamente hablando, como para suicidarse porque vean venir a los rusos desde las ventanas del hospital. Un enemigo exterior que amenazase a los estados Unidos les resultaba prctico a los gobiernos norteamericanos, que haban llegado a la acertada conclusin de que los estados Unidos eran ahora una potencia m mundial en realidad, la mayor potencia mundial con mucho- y que seguan viendo el aislacionismo o un proteccionismo defensivo como sus mayores obstculos internos. Si los mismsimos Estados Unidos no estaban a salvo, entonces no podan renunciar a las responsabilidades y recompensas- del liderazgo mundial, al igual que al trmino de la gran guerra. Ms concretamente, la histeria pblica facilitaba a los presidentes la obtencin de las enormes sumas necesarias para financiar la poltica norteamericana gracias a una ciudadana notoria por su escasa predisposicin a pagar impuestos. Y el anticomunismo era autntica y viceralmente popular en un pas basado en el individualismo y en la empresa privada, cuya, definicin nacional se daba en unos parmetros exclusivamente ideolgicos (americanismo) que podan considerarse prcticamente el polo opuesto al comunismo. (Y tampoco hay que olvidar los votos de los inmigrantes procedentes de la Europa del Este sovietizada.) No fue el gobierno de los Estados Unidos quien inici el srdido e irracional frenes de la caza de brujas anticomunistas, sino demagogos por lo dems insignificantes -algunos, como el tristemente famoso senador Joseph McCarthy, ni siquiera especialmente anticomunistas- que descubrieron el potencial poltico de la denuncia a gran escala del enemigo interior. El potencial burocrtico ya haca tiempo que lo haba descubierto J. Edgar Hoover (1885-1972), el casi incombustible jefe del Federal Bureau of Investigations (FBI). Lo que uno de los arquitectos principales de la guerra fra denomin el ataque de los Primitivos (Acheson, 1970, p. 462) facilitaba y limitaba al mismo tiempo, sobre todo en los aos que siguieron a la victoria comunista en China, de la que naturalmente se culp a Mosc.

Al mismo tiempo, la exigencia esquizoide por parte de polticos necesitados de votos de que se instrumentara una poltica que hiciera retroceder la agresin comunista y, a la vez, ahorrase dinero y perturbase lo menos posible la tranquilidad de los norteamericanos comprometi a Washington, y tambin a sus dems aliados, no slo a una estrategia de bombas atmicas en lugar de tropas, sino a la tremenda estrategia de las represalias masivas anunciada en 1954. Al agresor en potencia haba que amenazarlo con armas atmicas aun en el caso de un ataque convencional limitado. En resumen, los Estados Unidos se vieron obligados a adoptar una actitud agresiva, con una flexibilidad tctica mnima.

As, ambos bandos se vieron envueltos en una loca carrera de armamentos que llevaba a la destruccin mutua, en manos de la clase de generales atmicos y de intelectuales atmicos cuya profesin les exiga que no se dieran cuenta de esta locura. Ambos grupos se vieron tambin implicados en lo que el presidente Eisenhower, un militar moderado de la vieja escuela que se encontr haciendo de presidente en pleno viaje a la locura sin acabar de contagiarse del todo, calific, de complejo militar-industrial, es decir, la masa creciente de hombres y recursos dedicados a la preparacin de la guerra. Los intereses creados de estos grupos eran los mayores que jams hubiesen existido en tiempos de paz entre las potencias. Como era de esperar, ambos complejos militar-industriales contaron con el apoyo de sus respectivos gobiernos para usar su supervit para atraerse y armar aliados y satlites, y, cosa nada desdeable, para hacerse con lucrativos mercados para la exportacin, al tiempo que se guardaban para s las armas ms modernas, as como, desde luego, las armas atmicas. Y es que, en la prctica, las superpotencias mantuvieron el monopolio nuclear. Los britnicos consiguieron sus propias bombas en 1952, irnicamente con el propsito de disminuir su dependencia de los Estados Unidos; los franceses (cuyo arsenal atmico era de hecho independiente de los Estados Unidos) y los chinos en los aos sesenta. Durante los aos setenta y ochenta, algunos otros pases adquirieron la capacidad de producir armas atmicas, sobre todo Israel, Sudfrica y seguramente la India, pero esta proliferacin nuclear no se convirti en un problema internacional grave hasta despus del fin del orden mundial bipolar de las dos superpotencias en 1989.

As pues, quin fue el culpable de la guerra fra? Como el debate sobre el tema fue durante mucho tiempo un partido de tenis ideolgico entre quienes le echaban la culpa exclusivamente a la URSS y quienes (en su mayora, todo hay que decirlo, norteamericanos) decan que era culpa sobre todo de los Estados Unidos, resulta tentador unirse al grupo intermedio, que le echa la culpa al temor mutuo surgido del enfrentamiento hasta que los dos bandos armados empezaron a movilizarse bajo banderas opuestas (Walter, 1993, p. 55). Esto es verdad, pero no toda la verdad. Explica lo que se ha dado en llamar la congelacin de los frentes en 1947-1949; la particin gradual de Alemania, desde 1947 hasta la construccin del muro de Berln en 1961; el fracaso de los anticomunistas occidentales a la hora de evitar verse envueltos en la alianza militar dominada por los Estados Unidos (con la excepcin del general De Gaulle en Francia); y el fracaso de quienes, en el lado oriental de la lnea divisoria, intentaron de evitar la total subordinacin a Mosc (con la excepcin del mariscal Tito en Yugoslavia). Pero no explica el tono apocalptico de la guerra fra. Eso vino de los estados Unidos. Todos los gobiernos de Europa occidental, con y sin partidos comunistas importantes, fueron si excepcin plenamente anticomunistas, decididos a defenderse contra un posible ataque militar sovitico. Ninguno hubiera dudado de haber tenido que elegir entre los estados Unidos y la URSS, ni siquiera los comprometidos por su historia, su poltica o por tratar de ser neutrales. Y, sin embargo, la conspiracin comunista mundial no fue nunca parte importante de la poltica interna de ninguno de los pases que podan afirmar ser polticamente democrticos, por lo menos tras la inmediata posguerra. Entre los pases democrticos, slo en los Estados Unidos se eligieron presidentes (como John F. Kennedy en 1960) para ir en contra del comunismo, que, en trminos de poltica interna, era tan insignificante en el pas como el budismo en Irlanda. Si alguien puso el espritu de cruzada en la Realpolitik del enfrentamiento internacional entre potencias y all lo dej fue Washington. En realidad, tal como demuestra la retrica electoral de J. F. Kennedy con la claridad de la buena oratoria, la cuestin no era la amenaza terica de dominacin mundial comunista, sino el mantenimiento de la supremaca real de los Estados Unidos. Hay que aadir, no obstante, que los gobiernos de la OTAN, aunque no estuviesen del todo contentos con la poltica norteamericana, estaban dispuestos a aceptar la supremaca norteamericana como precio de la proteccin contra el podero militar de un sistema poltico abominable mientras ese sistema continuara existiendo. Esos gobiernos estaban tan poco dispuestos a confiar en la URSS como Washington. En resumen, la contencin era la poltica de todos; la destruccin del comunismo, no.III

Aunque el aspecto ms visible de la guerra fra fuera del enfrentamiento militar y la carrera de armamento atmico cada vez ms frentica en Occidente, ese no fue su impacto principal. las armas atmicas no se usaron, pese a que las potencias nucleares participaran en tres grandes guerras (aunque sin llegar a enfrentarse). Sobresaltados por la victoria comunista en China, los Estados Unidos y sus aliados (bajo el disfraz de las Naciones Unidas) intervinieron en Corea en 1950 para impedir que el rgimen comunista del norte de ese pas dividido se extendiera hacia el sur. El resultado fue de tablas. Volvieron a hacer lo mismo en Vietnam, y perdieron. La URSS se retir en 1988 despus de haber prestado asistencia militar al gobierno amigo de Afganistn contra las guerrillas apoyadas por los Estados Unidos y pertrechas por Pakistn. En resumen, los costosos equipamientos militares propios de la rivalidad entre superpotencias demostraron ser ineficaces. La amenaza de guerra constante gener movimientos pacifistas internacionales, dirigidos fundamentalmente contra las armas nucleares, que ocasionalmente se convirtieron en movimientos de masas en parte de Europa, y que los apstoles de la guerra fra consideraban como armas secretas de los comunistas. Los movimientos en pro del desarme nuclear tampoco resultaron decisivos, aunque un movimiento antibelicista en concreto, el de los jvenes norteamericanos que se opusieron a ser reclutados para participar en la guerra de Vietnam (1965-1975), demostr ser ms eficaz. Al final de la guerra fra, estos movimientos dejaron tras de s el recuerdo de una buena causa y algunas curiosas reliquias perifricas, como la adopcin del logotipo antinuclear por parte de los movimientos contraculturales post-1968, y un arraigado prejuicio entre los ecologistas contra cualquier clase de energa nuclear.

Mucho ms evidentes resultan las consecuencias polticas de la guerra fra, que, casi de inmediato, paraliz el mundo dominado por las superpotencias en dos bandos claramente divididos. Los gobiernos de unidad nacional antifascista que haban dirigido Europa hasta final de la guerra (con la significativa excepcin de los tres principales contendientes, la URSS, los Estados Unidos y Gran Bretaa) se escindieron en regmenes pro y anticomunistas homogneos en 1947-1948. En Occidente, los comunistas desparecieron de los gobiernos para convertirse en parias polticos permanentes. Los Estados Unidos tenan prevista una intervencin militar en caso de victoria comunista en las elecciones italianas de 1948. La URSS sigui el mismo camino eliminando a los no comunistas de las democracias populares pluripartidistas, que fueron clasificadas desde entonces como dictaduras del proletariado, o sea, de los partidos comunistas. Se cre una Internacional Comunista curiosamente limitada y eurocntrica (la Cominform u Oficina de Informacin Comunista) para hacer frente a los Estados Unidos, pero se disolvi discretamente en 1956 en cuanto el clima internacional se hubo enfriado un poco. La denominacin sovitica directa qued firmemente establecida en toda Europa oriental, salvo, curiosamente, Finlandia, que estaba a merced de los soviticos y cuyo importante Partido Comunista se sali del gobierno en 1948. El porqu Stalin se contuvo cuando podra haber instalado un gobierno satlite all sigue estando poco claro, aunque tal vez lo disuadieron las altas probabilidades de que los finlandeses se alzaran en armas una vez ms (igual que en 1939-1940 y 1941-1944), pues lo cierto es que Stalin no tenan ningunas ganas de correr el riesgo de entrar en una guerra que se le pudiera ir de las manos. Por otra parte, Stalin intent en vano imponer el dominio sovitico en Yugoslavia de Tito, que, en consecuencias, rompi con Mosc en 1948, sin unirse al otro bando.

La poltica del bloque comunista fue, a partir de entonces, previsiblemente monoltica, aunque la fragilidad del monolito fue cada vez ms evidente a partir de 1956 (vase el captulo XVI). La poltica de los estados europeos alineados con los Estados Unidos fue menos unicolor, ya que a la prctica totalidad de los partidos polticos locales, salvo los comunistas, les una su antipata por los soviticos. En cuestiones de poltica exterior, no importaba quin estuviera al mando. Sin embargo, los Estados Unidos simplificaron las cosas en dos de los antiguos pases enemigos, Japn e Italia, al crear lo que vena a ser un sistema permanente de partido nico. En Tokio, los Estados Unidos impulsaron la fundacin del partido Demcrata-Liberal (1955), y en Italia, al insistir en la exclusin total del poder del partido de oposicin natural porque daba la casualidad de que eran los comunistas, entregaron el pas a la Democracia Cristiana, con el apoyo suplementario, segn lo requiriera la ocasin, de una seleccin de minipartidos: liberales, republicanos, etc. A partir de principios de los aos sesenta, el nico partido importante que faltaba, el socialista, se uni a la coalicin gubernamental, tras haberse disuelto su larga alanza con los comunistas despus de 1956. Las consecuencias para ambos pases la estabilizacin de los comunistas (en Japn, los socialistas) como la principal fuerza opositora, y la instalacin de unos regmenes de corrupcin institucional a una escala tan asombrosa que, cuando finalmente aflor en 1992-1993, escandaliz a los propios italianos y japoneses. Tanto gobierno como oposicin, encallados por este procedimiento, se hundieron con equilibrio de las superpotencias que haba creado ese estado de cosas.

Aunque los Estados Unidos pronto alteraron la poltica de reformas antimonoplicas que sus asesores rooseveltianos haban impuesto inicialmente en Alemania y el Japn ocupados, por suerte para la tranquilidad de los aliados de los norteamericanos, la guerra haba eliminado de la escena pblica al nacionalsocialismo, al fascismo, al nacionalismo japons radical y a gran parte de los sectores derechistas y nacionalistas del espectro poltico. Era, pues, imposible de momento movilizar a esos elementos anticomunistas de eficacia incuestionable en la lucha del mundo libre contra el totalitarismo, pero s poda hacerse en cambio, con las restauradas grandes empresas alemanas y los zaibatsu japoneses. La base poltica de los gobiernos occidentales de la guerra fra abarcada, as, desde la izquierda socialdemcrata de antes de la guerra a la derecha moderada no nacionalista de antes de la guerra. En este ltimo campo, los partidos vinculados a la Iglesia catlica demostraron ser particularmente tiles, ya que las credenciales anticomunistas y conservadores de la Iglesia eran de primer orden, pero sus partidos cristianodemcratas (vase el captulo IV) posean slidas credenciales antifascistas y, al mismo tiempo, programas sociales no socialistas.

xxx

Sin embargo, los efectos de la guerra fra sobre la poltica internacional europea fueron ms notables que sobre la poltica interna continental: la guerra fra cre la Comunidad Europea con todos sus problemas; una forma de organizacin poltica sin ningn precedente, a saber, un organismo permanente (o por lo menos de larga duracin) para integrar las economas y, en cierta medida, los sistemas legales de una serie de estados-nacin independientes. Formada al principio (1957) por seis estados (Francia, Repblica Federal de Alemania, Italia, Pases Bajos, Blgica y Luxemburgo), a finales del siglo XX corto, cuando el sistema empez a tambalearse al igual que todos los productos de la guerra fra, se le haban unido seis ms (Gran Bretaa, Irlanda, Espaa, Portugal, Dinamarca, Grecia), y se haba comprometido en principio a alcanzar un mayor grado de integracin tanto poltica como econmica, que llevara a una unin poltica permanente, federal o confederal, de Europa.

La Comunidad fue creada, como otras muchas cosas en la Europa de despus de 1945, tanto por los Estados Unidos como en contra de ellos, e ilustra tanto el poder como la ambigedad de este pas y sus limitaciones; pero tambin ilustra la fuerza del miedo que mantena unida a la alianza antisovitica, miedo no slo a la URSS: para Francia, Alemania segua siendo el peligro principal, y el temor a una gran potencia renacida en la Europa central lo compartan, en menor grado, los dems pases ex contendientes u ocupados de Europa, todos los cuales se vean ahora unidos en la OTAN tanto con los Estados Unidos como con una Alemania resucitada en lo econmico y rearmada, aunque afortunadamente mutilada. Tambin haba miedo a los estados Unidos, aliado indispensable frente a la URSS, pero sospechoso por su falta de fiabilidad: un aliado que, de forma nada sorprendente, poda ser capaz de poner los intereses de la supremaca mundial norteamericana por encima de todo lo dems, incluidos los intereses de sus aliados. No hay que olvidar que en todos los clculos efectuados sobre el mundo de la posguerra, as como en todas las decisiones de la posguerra, la premisa de toda poltica era la preeminencia econmica norteamericana (Maier, 1987, p. 125).

Por suerte para los aliados de los norteamericanos, la situacin de la Europa occidental en 1946-1947 pareca tan tensa que Washington crey que el desarrollo de una economa europea fuerte, y algo ms tarde de una economa japonesa fuerte, era la prioridad ms urgente y, en consecuencia, los Estados Unidos lanzaron en junio de 1947 el plan Marshall, un proyecto colosal para la recuperacin de Europa. A diferencia de las ayudas anteriores, que formaban parte de una diplomacia econmica agresiva, el plan Marshall adopt la forma de transferencia a fondo perdido ms de crditos. Una vez ms fue una suerte para los aliados que los planes norteamericanos para una economa mundial de libre comercio, libre convertibilidad de las monedas y mercados libres en una posguerra dominada por ellos, carecieran totalmente de realismo, aunque slo fuese porque las tremendas dificultades de pago de Europa y Japn, sedientos de los tan escasos dlares, significaban que no haba perspectivas inmediatas de liberalizacin del comercio y de los pagos. Tampoco estaban los Estados Unidos en situacin de imponer a los estados europeos su ideal de un plan europeo nico, que condujera, a ser posible, hacia una Europa unida segn el modelo estadounidense en su estructura poltica, as como en una floreciente economa de libre empresa. Ni a los britnicos, que todava se consideraban una potencia mundial, ni a los franceses, que soaban con una Francia fuerte y una Alemania dividida, les gustaba. No obstante, para los norteamericanos, una Europa reconstruida eficazmente y parte de la alianza antisovitica que era el lgico complemento del plan Marshall -la organizacin del Teatro del Atlntico Norte (OTAN) de 1949- tena que basarse, siendo realistas, en la fortaleza econmica alemana ratificada con el rearme de Alemania. Lo mejor que los franceses podan hacer era vincular los asuntos de Alemania Occidental y de Francia tan estrechamente que resultara imposible un conflicto entre estos dos antiguos adversarios. As pues, los franceses propusieron su propia versin europea. La Comunidad Europea del Carbn (1951), que luego se transform en la Comunidad Econmica Europea o Mercado Comn Europeo (1957), ms adelante simplemente en la Comunidad Europea, y, a partir de 1993, en la Unin Europea. Tena su cuartel general en Bruselas, pero la alianza franco-alemana era su ncleo. La Comunidad Europea se cre como alternativa a los planes de integracin europea de los Estados Unidos. Una vez ms, el fin de guerra de la guerra fra socav las bases sobre las que se asentaban la Comunidad Europea y la alianza franco-alemana, en buena medida por los desequilibrios provocados por la reunificacin alemana de 1990 y los problemas econmicos imprevistos que acarre.

No obstante, aunque los Estados Unidos fuesen incapaces de imponer a los europeos sus planes econmico-polticos en todos sus detalles, eran lo bastante fuertes como para controlar su posicin internacional. La poltica de alianza contra la URSS era de los Estados Unidos, al igual que sus planes militares. Alemania se rearm, las ansias de neutralidad europea fueron eliminadas con firmeza y el nico intento de determinadas potencias occidentales por adoptar una poltica exterior independiente de la de Estados Unidos la guerra anglo-francesa de Suez contra Egipto en 1956 fue abortado por la presin de los norteamericanos. Lo mximo que los aliados o los satlites podan permitirse era rechazar la total integracin dentro de la alianza militar sin salirse del todo de la misma (como hizo el general De Gaulle).

Y sin embargo, a medida que se fue prolongando la guerra fra fue creciendo la distancia entre el avasallador dominio militar y, por lo tanto, poltico, de la alianza por parte de Washington y los resultados cada vez peores de la economa norteamericana. El peso econmico del mundo se estaba desplazando de los Estados Unidos a las economas europea y japonesa, que aqullos tenan la conviccin de haber rescatado y reconstruido (vase el captulo IX). Los dlares, tan escasos en 1947, haban ido saliendo de Estados Unidos como un torrente cada vez mayor, acelerado sobre todo en los aos sesenta por la aficin norteamericana a financiar el dficit provocado por los enormes costes de sus actividades militares planetarias, especialmente la guerra de Vietnam (despus de 1965), as como por el programa de bienestar social ms ambicioso de la historia de los Estados Unidos. El dlar, pieza fundamental de la economa mundial de posguerra tal como la haban concebido y garantizado los Estados Unidos, se debilit. Respaldado en teora por el oro de Fort Knox, que haba llegado a poseer tres cuartas partes de las reservas mundiales, en la prctica se trataba cada vez ms de un torrente de papel o de asientos en libros de contabilidad; pero como la estabilidad del dlar la garantizaba su vnculo con una cantidad determinada de oro, los precavidos europeos, encabezados por los superprecavidos franceses, preferan cambiar papel potencialmente devaluado por lingotes macizos. As pues, el oro sali a chorros de Fort Knox, y su precio aument al tiempo que lo haca la demanda. Durante la mayor parte de los aos sesenta la estabilidad del dlar, y con ella la del sistema internacional de pagos, ya no se bas ms en las reservas de los Estados Unidos, sino en la disposicin de los bancos centrales europeos presionados por los Estados Unidos a no cambiar sus dlares por oro, y a unirse a un bloque del oro para estabilizar el precio del metal en los mercados. Pero eso no dur: en 1968, el bloque del oro, agotados sus recursos, se disolvi, con lo que, de hecho, se puso fin a la convertibilidad del dlar, formalmente abandonada en agosto de 1971 y, con ella, la estabilidad del sistema internacional de pagos, cuyo dominio por parte de los Estados Unidos o de cualquier otro pas toc a su fin.

Cuando acab la guerra fra, la hegemona econmica norteamericana haba quedado tan marcada que el pas ni siquiera poda financiar su propia hegemona militar. La guerra del Golfo de 1991 contra Irak, una operacin militar esencialmente norteamericana, la pagaron, con ganas o sin ellas, terceros pases que apoyaban a Washington, y fue una de las escasas guerras de las que una gran potencia sac pinges beneficios. Por suerte para las partes afectadas, salvo para la infeliz poblacin iraqu, todo termin en cuestin de das.

IV

En un determinado momento de principios de los aos sesenta, pareci como si la guerra fra diera unos pasos hacia la senda de la cordura. Los aos peligrosos, desde 1947 hasta los dramticos acontecimientos de la guerra de Corea (1950-1953), haban transcurrido sin una conflagracin mundial, al igual que sucedi con los cataclismos que sacudieron el bloque sovitico tras la muerte de Stalin (1953), sobre todo a mediados de los aos 50. As lejos de desencadenarse una crisis social, los pases de la Europa occidental empezaron a darse cuenta de que en realidad estaban viviendo una poca de prosperidad inesperada y general, que contaremos con mayor detalle en el captulo siguiente. En la jerga tradicional de los diplomticos, la disminucin de la tensin era la , una palabra que se hizo de uso corriente.

El trmino haba surgido a finales de los aos 50, cuando N.S. Kruschev estableci su supremaca en la URSS despus de los zafarranchos postestalinistas (1958-1964). este admirable diamante en bruto, que crea en la reforma y en la coexistencia pacfica, y que, por cierto, vaci los campos de concentracin de Stalin, domin la escena internacional en los aos que siguieron. Posiblemente fue tambin el nico campesino que haya llegado a dirigir un estado importante. Sin embargo, la distensin tuvo que sobrevivir primero a lo que pareci una etapa de confrontaciones de una tensin inslita entre la aficin de Kruschev a las fanfarronadas y a las decisiones impulsivas y la poltica de grandes gestos de John F. Kennedy (1960-1963), el presidente norteamericano ms sobrevalorado de este siglo. Las dos superpotencias estaban dirigidas, pues, por dos amantes del riesgo en una poca en la que, es difcil de recordar, el mundo occidental capitalista crea estar perdiendo su ventaja sobre las economas comunistas, que haban crecido ms de prisa que las suyas en los aos 50. Acaso no haban demostrado una (breve) superioridad tecnolgica respecto a los Estados Unidos con el espectacular triunfo de los satlites y cosmonautas soviticos? Adems, no acababa de triunfar el comunismo, ante el asombro general, en Cuba, un pas que se encontraba apenas a unos kilmetros de Florida? (captulo XV).

La URSS, en cambio, estaba preocupada no slo por la retrica ambigua y a menudo belicosa en extremo de Washington, sino tambin por la ruptura fundamental con China, que ahora acusaba a Mosc de haber suavizado su actitud respecto al capitalismo, con lo que Kruschev, pese a sus intenciones pacifistas, se vio forzado a adoptar en pblico una actitud ms intransigente hacia Occidente. Al mismo tiempo, la brusca aceleracin de la descolonizacin y de las revoluciones en el tercer mundo (vanse los captulos VII, XII y XV) pareca favorecer a los soviticos. Unos Estados Unidos nerviosos pero confiados se enfrentaron as a una URSS confiada pero nerviosa por Berln, por el Congo, por Cuba.

En realidad, el resultado neto de esta fase de amenazas mutuas y de apurar los lmites fue la relativa estabilizacin del sistema internacional y el acuerdo tcito por parte de ambas superpotencias de no asustarse mutuamente ni asustar al resto del mundo, cuyo smbolo fue la instalacin del que entonces (1963) conect a la Casa Blanca con el Kremlin. El muro de Berln (1961) cerr la ltima frontera indefinida existente entre el Este y el Oeste en Europa. Los Estados Unidos aceptaron tener a Cuba comunista a su puerta. Las diminutas llamas de las guerras de liberacin y de guerrillas encendidas por la revolucin cubana en Amrica Latina y por la ola de descolonizacin en Africa no se convirtieron en incendios forestales, sino que aparentemente se fueron apagando (vase el captulo XV). Kennedy fue asesinado en 1963; a Kruschev le oblig a hacer las maletas en 1964 la clase dirigente sovitica, que prefera una forma menos impetuosa de actuar en poltica. De hecho, en los aos sesenta y setenta se dieron pasos significativos hacia el control y la limitacin del armamento nuclear: tratados de prohibicin de las pruebas nucleares, tentativas por detener la proliferacin nuclear (aceptadas por quienes ya tenan armas atmicas o no crean llegar a tenerlas nunca, pero no por quienes estaban armando su propio arsenal atmico, como China, Francia e Israel), un Tratado de Limitacin de las Armas Estratgicas (SALT) entre los Estados Unidos y la URSS, e incluso un cierto acuerdo sobre los misiles antibalsticos (ABM) de cada bando. Y, lo que hace ms al caso, el comercio entre los Estados Unidos y la URSS, estrangulado por razones polticas por ambos lados durante tanto tiempo, empez a florecer con el paso de los aos sesenta a los setenta. Las perspectivas parecan halageas.

No fue as. A mediados de los aos setenta el mundo entr en lo que se ha denominado la