historia del transporte en el ejido

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El Ejido, en movimientoDe la caravana al camión en el siglo XX

La necesidad de transporte ha sido una constante en El Ejido. Primero por la necesidad de trasladarse de un pueblo a otro, de abastecer a los vecinos a través de las tiendas y ventas. Después, durante el proceso de sustitución de los animales de carga y tiro en la mecanización rural, para mantener un ritmo de crecimiento. Y a la vez para trasladarse al trabajo, a la búsqueda de alimentos, al comercio…Hoy en día surcan las carreteras y calles de El Ejido vehículos de todas clases. Hay un enjambre de coches, camiones, tractores, maquinaria pesada… con la que no se podía ni soñar hace 80 años.Cuando la Carretera de Málaga era una lengua de asfalto sin coches, cuando por su trazado pasaban escasamente 20 vehículos, casi todos ellos de paso, aquí comienza esta narración, contada con los recuerdos de aquellos que vivieron desde el origen hasta la época en la que El Ejido se incorpora a los ritmos de consumo del resto de España.

Nada. Ni un ruido se oye en el Paraje El Treinta. Muy cerca, un joven se apresura para llegar de la finca familiar hasta el surtidor de su tio Ángel. Un Alsina, como se conocía a los autobuses de transporte de pasajaros, que pasaba en dirección a Málaga, ha parado junto a él para repostar, levantando una feroz polvareda del camino. El zagal bombeará la gasolina desde el pequeño tanque, y el conductor le abonará el precio de los 15 litros y seguirá camino. Después volverá el silencio. Y quizá ese día no pase nadie más. Ni a repostar ni por la carretera.Fue la historia de El Ejido a principios de siglo. Antonio Mira, que ha cumplido este año 95 años, ha conocido en profundidad esa realidad, cuando no llegaba la luz, cuando no había más vehículos que los tirados por animales o las bicicletas. Estamos en El Ejido en la segunda década del siglo XX, en 1920.

La década de los 20La llegada de vehículos a motor a El Ejido está ligada a la llegada de la gasolina. La venta libre de combustible a principios del pasado siglo, y la posterior creación del monopolio CAMPSA, en época de la dictadura de Primo de Rivera, hizo aparecer los primeros vehículos. Primero fueron sustituyendo a las diligencias, haciendo desplazamientos de línea regular entre las poblaciones de la comarca, y después se convirtió en el combustible para vehículos particulares.Antonio Mira recuerda que “a principios de siglo no había automóviles. Yo he conocido, he viajado, en los primeros coches de caballos. Antes que los automóviles. Había un correo, que salía de Berja, hacia Almería, que hacía el viaje todos los días. Le llamaban el coche del alpargatero. Era un coche con dos pisos tirado por cinco caballos. Me he subido para ir de aquí a Dalías en él, y como chiquillo que era me subía en el segundo piso”.Después comenzaron a llegar los primeros coches. “El primero que recuerdo fue un Alsina (destinado al transporte de viajeros), con las ruedas macizas,

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porque todavía no se había asfaltado la carretera”. Algunos vehículos que llegaban hasta El Ejido lo hacían desde la cercana Dalías, entonces centro neurálgico del municipio, para abastecer de productos a los establecimientos y comercios de El Ejido: conducido entre otros por Diego “el Tahonas”. Gabriel Góngora o Juan Cantón traían los productos hasta esta población desde los almacenes de distribución en Almería o desde Dalías.Luego vecinos de El Ejido comenzaron a adquirir camiones para el transporte. “Gabriel Callejón Moral, Manuel Arriola, Adrián Buendía fueron los propietarios de los primeros camiones en El Ejido. No sólo servían para el transporte de mercancías, sino algunos de ellos eran también utilizados en momentos de fiesta, como las bodas”, recuerda Mira.Su longevidad le ha permitido vivir en primera persona la llegada de los vehículos de cuatro ruedas, pero también los de dos. Recuerda que vio llegar las primeras bicicletas, “yo fue el primero que tuvo una, incluso las vendí”.Su padre había construido una tienda en la zona donde se encuentra ahora el cruce de la glorieta de la Avenida Oasis con el Bulevar de El Ejido. Allí vendían toda clase de materiales, convirtiéndose en un centro comercial de la época. Estamos hablando de la segunda década de 1900.

La gasolinaEn 1917 el padre de Antonio Mira montó, en ese lugar, una bodega para venta de vino, que después se convirtió en tienda donde se vendían productos de todo tipo. En 1920 su tío, Gabriel, solicitó la concesión de un surtidor de gasolina, y le fue concedido. Antonio Mira echó innumerables ocasiones gasolina por esta bomba.Entonces la gasolina era de varias marcas. “Yo he conocido dos marcas: la Shell y la PPP. Pidió un surtidor de las “tres pes”. Los chóferes, como le sacaban punta a todo, le llamaban a la gasolina “puta, pobre y pellejera”. Posteriormente Primo de Rivera, en 1923, creó el monopolio de la gasolina, CAMPSA, y toda se distribuyó así. Pero no sólo hizo esto, sino que asfaltó el trazado de la Carretera de Málaga.El surtidor era entonces poco rentable. “Cuando venía un camión, de vez en cuando y de tarde en tarde, tenía que dejar desatendida la finca. Llegaba un camión o un coche, tocaba, y tenía que dejar el trabajo. Entonces valía 35 céntimos el litro, y por mucha que echara y por mucho que dejara, no se nos costeaba mantener el surtidor”. Su tío Ángel le vendió el surtido a Antonio Góngora Zamora por 1.000 pesetas. Este surtidor, después, fue trasladado a la entrada de la calle Iglesia.

La década de los 30Los carros tirados por parejas de bestias, desde caballos a burros, copaban en la década de los 30 el grueso del sistema de transporte de toda la comarca. Y en El Ejido sucedía algo similar. Esta década verá aparecer los primeros vehículos para el transporte de mercancías y de pasajeros. Las bicicletas siguen siendo el principal medio de locomoción individual. Estamos en unos años donde la agricultura sigue siendo la base fundamental, con las parras y otros cultivos extensivos.Manuel Buendía Mateo nació en 1930. Su abuelo, Antonio Mateo, era natural de Elche y se encargó a finales del siglo XIX de conducir una diligencia que

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hacía transporte de pasajeros entre Berja, Dalías y El Ejido. Su abuelo se casó y puso una confitería en Dalías, conocida como la de Antonio el Valenciano. De allí se vino a El Ejido, a principios de siglo y compró una gran extensión de terreno. En el Bulevar de El Ejido, cerca de la actual Ferretería Palmero, puso una venta y construyó casas para todos sus hijos.En esta zona de viviendas, recuerda Manuel Buendía, a principios de los años 30, “mi abuelo le hizo a mi padre (Manuel Buendía Fernández) un molino de sal. Mi padre compró un camión, un Chevrolet (modelo 30, aproximadamente), e iba a las Salinas de Guardias Viejas y cargaba la sal allí para molerla”.“En 1936, cuando comenzó la guerra, llegaron los milicianos y se lo llevaron. Y se perdió ese coche”.Durante el período de guerra, su padre siguió conduciendo. “Se fue a Berja, donde pusieron un hospital. Y había ambulancias que iban al frente del Haza del Lino, hasta donde iban desde Berja para recoger a los heridos. Entró de conductor, y después lo hicieron jefe de ese destacamento de ambulancias. Cuando terminó la guerra, se tuvo que quedar allí como responsable de la maquinaria que había hasta que los entregó”.Cuando terminó la Guerra Civil, la Cámara Uvera importó 19 coches, de la marca Ford. Eran modelo 1936, y se entregaron en 1939. Compró esos vehículos y los repartió entre los transportistas a los que se les había requisado el coche en tiempo de guerra. “A algunos les apareció el coche, pero el de mi padre no”.Manuel Buendía recuerda que el camión le fue asignado “aunque tuvo que pagarlo, entonces no había importación de coches, ni fabricación en España”. Costó “un capital” en aquel entonces: 17.000 pesetas. De estos camiones de la Cámara Uvera sólo llegó este a El Ejido. “Entonces, que yo me acuerde, había uno que tenía Antonio Martín, y otro Enrique Baena Capilla”.Juan Cantón Ruiz nació en 1922, y también recuerda lo que pasaba en esta década, como niño que era entonces. Su padre, Jorge Cantón Gutiérrez, era ventero y trabajó en Pampanico llevando las de Antoñón y Pedro Aguilera. A los 20 años se vino a vivir a El Ejido, y abrió un comercio en el mismo lugar en el que está ahora, en la Plaza de la Constitución.Su vida infantil está ligada al ir y venir de vehículos por la carretera, que subían y bajaban a Dalías y Berja. En su época no había ya diligencias. “Estaban los Alsina, y algunos turismos de alquiler”. En Dalías, entonces, había uno o dos, y en Berja había más.Recuerda que en El Ejido había varios, y había dos taxis: uno de Adrián y otro de Carreras. “En cuanto a otros coches particulares había pocos”.En cuanto al resto se puede decir que las bicicletas eran mayoría. “Había muchas. Yo tuve bicicleta y después moto”.

La década de los 40

Los camionesLos camiones comienzan a hacerse un hueco importante. La década de los 40 dará comienzo con el final de la Guerra Civil, que supondrá un borrón y cuenta nueva al desaparecer buena parte de los camiones y vehículos a motor

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existentes, y también la llegada de nuevos. El transporte uvero, incrementado por la buena marcha de la comercialización hacia los principales mercados internacionales, también hará que el sector del transporte se apresure para incorporar camiones, que harán decir adiós a los carromatos.Manuel Buendía recuerda que, a principios de 1940, “mi padre comenzó a transportar uva, no sólo hacia Almería”. En los primeros años después de la guerra llevaba uva a Málaga, a Algeciras, a La Línea de la Concepción desde donde pasaban la uva a Gibraltar.Las carreteras “no eran ni parecidas”. No sólo era de piso de lo que estaban fatal, sino también de curvas. Para ir a Granada, a 155 kilómetros de El Ejido se tardaban tres o cuatro horas.Entonces la infancia acortaba los años para echar una mano en la faena familiar. Y así era en todos los casos, y Manuel Buendía no fue una excepción. “Yo acompañé en más de un viaje a mi padre. En las vacaciones yo llevaba el camión como el que llevaba la bicicleta. Yo no tenía edad para sacarme el carné, ni mucho menos. Cuando estaba libre de escuela iba con él”.Con 18 años, en 1948, ya tenía carné, y conducía con su padre. Con 22 años, cuando vino de hacer el servicio militar, “mi padre se dedicó a cultivar uva, en un cortijo que tenía en El Bujo, en la vega de Dalías, y yo me hice cargo del transporte”.En aquel año de 1948, cuando Manuel cumple 18 años, había 3 ó 4 vecinos que se dedicaban al transporte.

Las motosSalvador Victoria Martín nació en 1938 en El Ejido. Sus padres eran José Victoria Lara y Isabel Martín Lara. Su padre llegó a Dalías desde Gádor para trabajar como relojero en el motor de Los Redondo en 1935. Después de casarse la familia se vino a vivir a El Ejido, donde abrió un taller, frente al edificio del Lobero. “Aquí montó su negocio”. Puso un taller, en el mismo emplazamiento del actual establecimiento, “donde arreglaba igual una máquina de sulfatar que una moto que pasara por la carretera”. Entonces había muy pocas motos. Él tenía una Sunbean, inglesa, de tracción por correa”.Las bicicletas fueron vehículos que pasaban, constantemente, por el taller de José Victoria. “Mi padre trabajaba siempre las bicicletas, desde que comenzó”. La Guerra Civil, al igual que sucedió con los camiones, también marca un parón en la trayectoria de esta familia. “En la guerra se lo quitaron todo. A él lo destinaron a Parques y Talleres, en Almería. A lo mejor tenía tres o cuatro bicicletas en venta, y desaparecieron”. Después de la guerra montó un taller y una tienda. En esta última se vendía “de todo, como era habitual en los pueblos”.

Las bicicletasLas bicicletas están presentes a lo largo de toda esta historia de los vehículos de transporte en El Ejido. Y ocupan un espacio en cada período. En esta década de los 40 es Salvador Victoria quien nos habla de ellas. “La bicicleta era en un principio un objeto de trabajo. Recuerdo que en el tiempo de la uva venía gente de Almería en bicicleta, y se iban con tres capachetas con granuja (uva de desperdicio) para Almería. E iban incluso a Dalías y Berja a comprar. Entonces… la bicicleta era exclusivamente para trabajo. Cuando inventaron los

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mosquitos, les acoplaban los motores para poder subir a la sierra, para comprar la uva”.Las bicicletas eran caras a principios de la década de los 50. Baldomero Rodríguez recuerda a su padre, en el taller familiar, y “de ver vender bicicletas 600 pesetas y que se hacían letras de 25 pesetas. Era un vehículo caro para la época”.

La década de los 50

Los camionesPrimero fue la uva, para llevarla al muelle de Almería, para embarcarla, o bien para llevarla a cualquier sitio de España. Después, las hortalizas. “Se compraban envasadas en cajas de madera, conocidas como “capachetas”. La carga se hacía a mano. Era un proceso complicado, que se hacía en dos o tres pesadas”, recuerda Manuel Buendía.El Ford adquirido por el padre de Manuel Buendía estuvo funcionando para el transporte hasta el inicio de los 50. Este coche, después de varios años, se transformó en un coche mixto, y daba servicio entre Guardias Viejas y El Ejido para el transporte de viajeros, con un tramo delante para viajeros con una o dos filas de asientos, recuerda Manuel Buendía. El resto era caja para mercancías. “Se lo vendió mi padre a mi tío, Adrián Buendía, y a Fernando Cantón. Lo transformaron en un camión mixto, y se convirtió en el correo entre Guardias Viejas y El Ejido. Venía cargado de personas y de mercancías”.La Red Nacional de Carreteras no era gran cosa, pero la comercialización de las hortalizas que comenzaban a producirse en El Ejido llevaba a largas y duras jornadas de conducción. Manuel Buendía recuerda que primero comenzó haciendo la ruta hacia Granada, Jaén y Linares y después estuvo transportando por la ruta del norte. “Empezábamos a descargar en Burgos y después Vitoria y Bilbao. Si al final de la venta me quedaban más de 2.000 kilos en el camión, me llegaba hasta San Sebastián. Y con la misma, vuelta a buscar reporte y para abajo. Era todas las semanas un viaje”.Eran jornadas agotadoras. El transporte es duro pero entonces, por técnica y carreteras, lo era más. “Los viajes se pasaban fumando mucho y bebiendo café. Me duraban los chóferes, el que más, dos meses. Era muy duro. Pero claro, tenías una edad que podías con todo”, recuerda Manuel Buendía.Juan Enciso también se dedicaba al transporte. En 1950 compró un vehículo emblemático, que después fue restaurado y que pasea aún por las calles de El Ejido, un Ford T con caja. El padre de Juan Enciso Ruiz se dedicaba en sus inicios a corredor, a agencia de transportes, buscando camiones para el transporte de las hortalizas.En los 60 empezó a comprar camiones para el transporte, primero fue un Ebro y después un Pegaso Barajas. Desde 1960 a 1985 fue ampliando el número de camiones hasta llegar a tener 15 en total.Cuando el padre de Manuel Buendía vendió el camión Ford, compró otro, en 1953: un Dodge Tigre. Era semichato, se metía el motor dentro de la cabina. Era matrícula de Murcia 11.188. Tenía una cabina estrecha y alta. Un Pegaso y un Barreiros completaron, en posteriores décadas, los camiones que Manuel Buendía condujo. “Comprábamos tomates, judías, pimientos italianos… Entonces estaba el tomate raf, que ahora tiene más fama que nunca”…

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Las motosEn los primeros años de los 50, recuerda Victoria, “se veían pocas motos: las que pasaban por la carretera, de Málaga hacia Almería. Bicicletas sí había muchas, era lo que más había. Y después (vinieron) los isocarros, las isomotos, las Lambrettas…”. En esta década hubo marcas que desaparecieron: “La Peugeot, de 125 cc, que incluso se vendió mucho aquí, alrededor de 15 máquinas”.La marca Guzzi entra a mediados de los 50. Así lo recuerda Salvador Acién Lirola, que es hijo de José Acién Fernández y Carmen Lirola Martín. Su familia es oriunda de El Ejido, y sus abuelos venían de Celín y Dalías. Desde 1970 tiene un establecimiento de venta de maquinaria agrícola. Antes, reparaba motocarros y motos. La Guzzi entró con Eugenio Bayo (con quien estuvo trabajando). Eso fue hace 50 años, yo tenía 13 años. Se vendió mucho, aquella de marchas en la mano”. Los modelos de la marca Guzzi eran también en unos casos para trabajo y otras como lujo. Se le acoplaba un portaequipajes y ahí se transportaba de todo: verduras, pescado… Luego continuó la isomoto, que era una moto muy baja y que se vendió bastante en Adra y Balerma, para el pescado. Desde aquí iban a Almería, a Laujar de Andarax... En el mismo tiempo salieron las Peugeot y las Cofersa. Fue alrededor de 1950. Salió la Vespa con el faro en el guardabarros… Esta última era una moto de lujo, eran más para paseo. Alrededor de 1953 se vendía la Vespa 125, con el faro en el manillar”, recuerda Salvador Victoria.En este período llegará hasta El Ejido un modelo que será, durante años, un referente en el mundo de las motocicletas: la marca Mobylette. Y también comenzó la venta de Vespino.Cristóbal Rodríguez López, conocido como el Barrilero, llegó a El Ejido de Alhama, para hacer barriles en la empresa de Antonio Góngora Zamora. El 15 de septiembre de 1954 abrió un taller de reparación de bicis y motos. Sus hijos, Cristóbal y Baldomero, siguieron el taller familiar, y Baldomero lo ha continuado hasta nuestros días.Su fuerte eran las bicicletas y las motos. Con ellas se hacía todo tipo de trabajo. “Se pintaban, se reparaban… Aquí lo hacíamos todo. La moto era un vehículo que había que cuidar mucho”.Baldomero tenía 11 años cuando empezó a trabajar, y a los 14 era ya maestro de taller.No recuerda cuál fue la primera moto que vendió su padre, aunque sí recuerda la primera marca “Mobylette” que se vendió: “se le vendió al padre de Francisco, el de la estación. Se le vendió en 9.900 pesetas”. Era de 49 centímetros cúbicos (cc).

Las bicicletasLos camiones se llevaban el protagonismo en la década de los 50 para el transporte e mercancías. Pero las bicicletas seguían cumpliendo una función principal que iba siendo desplazada por las motos.Las marcas de bicicleta que se vendían a principios de los 40 eran Orbea y BH, recuerda Salvador Victoria. Empezó a trabajar con 14 ó 15 años, “cuando salí de la escuela”. Junto a su hermano José puso un taller de motos, donde también se arreglaban bicicletas. Salvador se dedicaba a la mecánica. “Aquí

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arreglábamos tanto motos de gente de El Ejido, como la primera Vespa que compró Francisco Palmero, la Guzzi de Juan El Galán, otros de Balanegra, Balerma, isocarros, y las Peugeot, que no se ve ninguna en las fotos”.Un sistema que funcionó a finales de los 40 y principios de los 50, a caballo entre la bicicleta y la moto, fueron las adaptaciones con motores de explosión. “Primero se introdujeron los mosquitos, que eran unos motores que se aplicaban a una bicicleta. Así se llamaba el motor. Antes, hubo un sistema que se llamaba el ratón, que era una rueda que se aplicaba a la rueda de detrás, luego salieron las velosoles, de la casa Orbea. Eran unos motores que iban aplicados a la rueda de delante. Le llamaban elefantes, porque cuando se bajaban para hacer funcionar parecían este animal. Todo esto sería a comienzos de los 50”, recuerda Salvador Victoria.Baldomero Rodríguez recuerda que las bicicletas dejaron en esta década de tener el peso que hasta entonces habían mantenido, y las motos fueron ocupando su espacio. Fue a mediados de los 50 cuando abrieron su taller, y “la gente venía a El Ejido a las corridas de hortalizas, a comprar a La Unión”, y que “venían con sus bicicletas para repararlas”.Entre las principales marcas estaban BH, Orbea y Cil. “Eran las más populares, con cuadro de hombre y de mujer”. Las de mujer eran más clásicas llevaban unas redes en el guardabarros de atrás para que las faldas no se enredaran con los radios”, dice Baldomero Rodríguez.

La década de los 60La década de los 60 marca la eclosión del mundo de las marcas y los modelos de motos y motocicletas. Salvador y José Victoria encaran el principio de los 60 abriendo un nuevo taller, en la calle Lobero “Lo pusimos junto a una casa que le llamábamos “La casa de papel”. Que sigue ahí. Está al lado del cruce de la calle Lobero y Cervantes. La hizo un señor que vino de Barcelona. Entonces no estaba extendida la construcción de cimientos para las casas. En ese lugar había mucha lastra, y los pilares los fabricó encima de la piedra. Y le decíamos la casa de papel porque pensábamos que se la iba a llevar el viento. Y mírala, ahí está todavía”.A mediados de los 60 tenían trabajando a seis mecánicos. Entre ellos Salvador se acuerda de Pedro, que era de Berja y a quien luego le compró el solar; Paquillo El Miguelón; Juan que luego se dedicó a la agricultura; Manuel que tiene un taller entrando por Santo Domingo… Entonces, recuerda ya había bastantes motos: en 49 centímetros cúbicos salió Ducati, Rieju, Derbi… “Nosotros vendíamos Piaggio, Rieju, Ducati…”, dice Salvador Victoria. La primera 49 cc que vendió fue una Guzzi 65 con cambio a la mano, aunque no recuerda a quién. Sí se acuerda que esta cilindrada “fue el boom de estas motos, ya que no necesitaban permiso”. Marcas también recordadas, como Bultaco, Montesa… necesitaban carné y era más difícil acceder a ellas.En la década de los 60, recuerda Baldomero Rodríguez, estaban las principales marcas del mercado, muchas de ellas españolas, que fueron de las mejores: Ducati, Ducati España, Sangla, Montesa, Ossa… “Desde los 60 ya comenzaron a venir todas las marcas. Y las motos españolas eran muy conocidas, dieron muchos triunfos”.

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Salvador Manuel Acién Lirola recuerda que tuvo en esta década “la exclusiva de Bultaco y de Puch. Y luego se vendían otras marcas, pero mi vida ha sido vender Bultaco y Puch”La primera Bultaco que vendió, recuerda Salvador Acién, “fue a Joaquín Berenguer, hermano de José, de la Bermasa”. Las Bultaco fueron bastante vendidas. “Yo tuve incluso una, la MK2 y la Tralla 102. Eran de 125 cc y hasta 250 cc, y eran muy rápidas”. A Salvador, incluso, le ofrecieron por su pericia conduciendo que formara parte de la escudería de corredores de motos, “pero no quise”.A mediados de los 60 entra otra marca también muy extendida: la Puch. “Recuerdo que en 1965 fui a hacer un curso de esta marca”, dice Salvador Acién. Las Puch “eran motos más para trabajar, eran de 49 centímetros cúbicos. Recuerdo que se vendieron mucho para ir a trabajar a Almerimar, cuando empezaba a construirse”.

Tractores, motocarros…Mención aparte merece el proceso de mecanización que ha vivido el campo. Desde la aparición de los primeros motocultores, tractores y otros vehículos que han combinado características de motocicleta, coche y camión.Isocarros, isomotos, “mulas” mecánicas, tractores… Forman un mundo ligado al desarrollo agrícola del municipio, y también una forma de utilizar pequeños vehículos para el comercio. Los isocarros, las isomotos… han desaparecido del parque móvil, y ahora comienzan a verse pequeños vehículos que los sustituyen, como si hubieran estado adormecidos con el paso del tiempo.Como sucede con otras marcas, la de Pasquali está ligada a la segunda mitad del siglo XX en El Ejido, y como tractor. Salvador Acién recuerda que “Pasquali ha estado toda la vida. El primer Pasquali lo vendió Antonio Mira, y después Francisco Lirola y después yo. Fue cuando comenzaron a venderse más”, dice Salvador Acién. Recuerda que el primer tractor “se lo vendí a José Suárez Martín, de Fuentenueva, hermano de Gabriel Suárez”. El primero lo vendió en 1973, era de 18 caballos.Pero su historia completa es, quizá, motivo de otra pequeña historia de El Ejido.

AGRADECIMIENTOSNuestro mayor agradecimiento para aquellos que han puesto su voz a esta historia de los inicios del transporte de El Ejido: Antonio Mira Maldonado, Manuel Buendía Mateo; Juan Enciso Ruiz; Baldomero Rodríguez; Salvador Victoria Martín, Juan Cantón Ruiz; Salvador Manuel Acién Lirola y José Moreno. Y a todos los ejidenses que han participado en esta historia común.