historia del conocimiento de las lenguas autóctonas de bolivia

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Historia del conocimiento de las lenguas autóctonas de Bolivia Hans van den Berg* Originalmente pensé titular esta contribución a la obra Lenguas de Bolivia ‘Historia del estudio de las len- guas autóctonas de Bolivia’. Sin embargo, pronto después de haber iniciado la investigación al respecto, me di cuenta de que el término ‘estudio’ podría ser entendido como referente exclusivamente a una ocupación teórica con estas lenguas. Por eso, opté por el término ‘conocimiento’, para distinguir entre lo práctico, lo teórico y lo literario dentro de lo que se abarca al hablar de una lengua. 1. Hacia una definición del número de lenguas de Bolivia La Copia de Curatos, 1 un documento de fines del siglo XVI que presenta la lista de curatos y doctrinas que por entonces existían dentro de la diócesis de La Plata, indica la lengua o las lenguas autóctonas de los Andes que se hablaba en cada uno de ellos. Son cuatro: el aimara, el quechua, el puquina y el uruquilla. La lengua aimara resulta ser la más hablada, con tal que el compositor de la lista pudo decir al final de la misma: “La lengua general de casi todo este obispado es la aymara” (Anónimo de Charcas 1982: 190), 2 lengua que por entonces se hablaba todavía preponderantemente también en los actuales departamentos de Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, donde la lengua quechua después ha llegado a ser la principal. La lengua puquina pertenecía a las por entonces llamadas ‘lenguas generales’, pero se extinguió a comienzos del siglo XVII. Esta lengua se hablaba principalmente en curatos de la ciudad de Potosí, 3 de la región noroccidental del lago Titicaca y en los antiguos partidos de Omasuyos y Larecaja del norte de La Paz. Uruquilla debe ser entendida como una pequeña familia de lenguas emparentadas, de las cuales la lengua uru debe haber sido la más importante. Según la Copia, se la hablaba, junto con la aimara, en la región de Zepita, en la actual república del Perú, y en los Lipes, los Aullagas y los pueblos de Paria, en los actuales departamentos bolivianos de Oruro y Potosí. * Hans van den Berg es doctor en Teología (Misionología) por la Universidad de Münster, Alemania. Fue Vice-Rector Regional de la Universidad Católica Boliviana en la Unidad Académica de Cochabamba de 1992 a 2002, donde fundó la Biblioteca Etno- lógica Boliviana “Fray Antonio de la Calancha”. Luego fue Rector Nacional de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” de 2005 a 2013. 1 ‘Copia de los curatos y doctrinas que se proveen por el patronazgo en este obispado de La Plata, y en qué lenguas han de ser instituidos a los doctrinantes para mejor predicar el euangelio de Jesuchristo y su doctrina christiana’, en Cerrón-Palomino (1982). Para un extenso estudio de este documento, ver Torero (1987). 2 La lista presenta 92 curatos o doctrinas donde se habla solamente el aimara, 3 de sólo quechua, 1 de sólo puquina, 1 de sólo español, 30 de quechua y aimara, 13 de aimara, quechua y puquina, 7 de aimara y puquina y 4 de aimara y uruquilla. Hace falta observar que la lista está numerada de 1 a 140. Sin embargo, cuatro curatos no llevan número y en siete casos se indica que se trata de dos curatos. De esta manera, de hecho, se llega a un número total de 151. 3 Esto significa que puquinas eran también reclutados para la mita de Potosí.

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Historia del conocimiento de las lenguas autóctonas de Bolivia

Hans van den Berg*

Originalmente pensé titular esta contribución a la obra Lenguas de Bolivia ‘Historia del estudio de las len-guas autóctonas de Bolivia’. Sin embargo, pronto después de haber iniciado la investigación al respecto, me di cuenta de que el término ‘estudio’ podría ser entendido como referente exclusivamente a una ocupación teórica con estas lenguas. Por eso, opté por el término ‘conocimiento’, para distinguir entre lo práctico, lo teórico y lo literario dentro de lo que se abarca al hablar de una lengua.

1. Hacia una definición del número de lenguas de Bolivia

La Copia de Curatos,1 un documento de fines del siglo XVI que presenta la lista de curatos y doctrinas que por entonces existían dentro de la diócesis de La Plata, indica la lengua o las lenguas autóctonas de los Andes que se hablaba en cada uno de ellos. Son cuatro: el aimara, el quechua, el puquina y el uruquilla. La lengua aimara resulta ser la más hablada, con tal que el compositor de la lista pudo decir al final de la misma: “La lengua general de casi todo este obispado es la aymara” (Anónimo de Charcas 1982: 190),2 lengua que por entonces se hablaba todavía preponderantemente también en los actuales departamentos de Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, donde la lengua quechua después ha llegado a ser la principal. La lengua puquina pertenecía a las por entonces llamadas ‘lenguas generales’, pero se extinguió a comienzos del siglo XVII. Esta lengua se hablaba principalmente en curatos de la ciudad de Potosí,3 de la región noroccidental del lago Titicaca y en los antiguos partidos de Omasuyos y Larecaja del norte de La Paz. Uruquilla debe ser entendida como una pequeña familia de lenguas emparentadas, de las cuales la lengua uru debe haber sido la más importante. Según la Copia, se la hablaba, junto con la aimara, en la región de Zepita, en la actual república del Perú, y en los Lipes, los Aullagas y los pueblos de Paria, en los actuales departamentos bolivianos de Oruro y Potosí.

* Hans van den Berg es doctor en Teología (Misionología) por la Universidad de Münster, Alemania. Fue Vice-Rector Regional de la Universidad Católica Boliviana en la Unidad Académica de Cochabamba de 1992 a 2002, donde fundó la Biblioteca Etno-lógica Boliviana “Fray Antonio de la Calancha”. Luego fue Rector Nacional de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” de 2005 a 2013.

1 ‘Copia de los curatos y doctrinas que se proveen por el patronazgo en este obispado de La Plata, y en qué lenguas han de ser instituidos a los doctrinantes para mejor predicar el euangelio de Jesuchristo y su doctrina christiana’, en Cerrón-Palomino (1982). Para un extenso estudio de este documento, ver Torero (1987).

2 La lista presenta 92 curatos o doctrinas donde se habla solamente el aimara, 3 de sólo quechua, 1 de sólo puquina, 1 de sólo español, 30 de quechua y aimara, 13 de aimara, quechua y puquina, 7 de aimara y puquina y 4 de aimara y uruquilla. Hace falta observar que la lista está numerada de 1 a 140. Sin embargo, cuatro curatos no llevan número y en siete casos se indica que se trata de dos curatos. De esta manera, de hecho, se llega a un número total de 151.

3 Esto significa que puquinas eran también reclutados para la mita de Potosí.

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La lengua uru se extinguió prácticamente a mediados del siglo XX. No se conocía todavía con nombre propia la lengua de los habitantes del pueblo de Santa Ana de Chipaya como una de las lenguas del grupo uruquilla.4 De hecho, el estudio tanto de la lengua uru como de la lengua chipaya ha sido iniciado por el alemán Max Uhle en los años 90 del siglo XIX.5 Una sexta lengua de los Andes bolivianos es la lengua kallawaya, que fue hablada hasta hace poco en la provincia Bautista Saavedra del departamento de La Paz. La primera mención de esta lengua hizo el presbítero boliviano Luis Soria Lens en 1954, al publicar un pequeño vocabulario de la misma (Soria Lenz 1954). Un año después, Enrique Oblitas Poblete, que durante muchos años fue juez en la región de los kallawayas, presentó a su vez datos sobre esta lengua (Oblitas Poblete 1955). En el año 1785 se publicó en Cesena, Italia, la obra Catalogo delle lingue conosciute e noticia della loro affi-nitá, e diversitá del jesuita español Lorenzo de Hervás y Panduro (1735-1809).6 El autor, por lo que respecta a la presentación de las lenguas de las tierras bajas de lo que hoy es Bolivia, había recibido su información principalmente de jesuitas que habían trabajado en las misiones que la Compañía de Jesús había fundado en esas tierras y que, después de haber sido expulsados de su campo de trabajo misionero, en el año 1768, se habían establecido en el norte de Italia. Entre ellos se destacó el padre Joaquín Camaño, oriundo de La Rioja del Tucumán, misionero de Chiquitos, con quien Hervás mantuvo una intensa correspondencia en la década de los ’80 del siglo XVIII. Es la obra de Hervás la primera en la que encontramos presentadas la mayoría de las lenguas autóctonas que conocemos hasta la actualidad y, además un gran número de lenguas que ya se habían extinguido por entonces o que se han extinguido más tarde. En el primer volumen de la obra de Hervás, dedicado a las lenguas y naciones americanas, los datos sobre las lenguas de las tierras bajas de Bolivia, se encuentran en el segundo y en el cuarto capítulo. El ca-pítulo segundo está dedicado a las “lenguas que se hablan en el Paraguay y en varios países del Brasil”. Este capítulo incluye la Chiquitanía y el gran Chaco. Hervás presenta primero extensamente la lengua guaraní y menciona, al tratar de esta lengua, como dialectos de la misma la lengua chiriguana y la lengua guaraya: “Del idioma guaraní son dialectos con gran afinidad dos lenguas de los indios, que antes del descubrimiento de la América, habitaban en ciertos países lejanos de los que la nación guaraní ocupa. Los dichos indios se llaman guarayos y chiriguanos” (Hervás 1800: 142-143). Luego presenta a los chaneses: “La población llamada San Juan de Porongos he puesto en el número de las poblaciones chiriguanas, porque se llama chiriguana por todos, aunque realmente no lo es, y por esto los chiriguanos a los individuos de ella llaman chanás o chanés” (Hervás 1800: 146). De un pequeño informe del naturalista Tadeo Haenke, del año 1798, sabemos que había pueblos chaneses a lo largo del río Parapetí y que las misiones de Ingue e Iti, en la cordillera de Incahuasi eran de nación chanese. La lengua chiquita, “célebre por su artificio, y más famosa por sus ilustres misio-nes llamadas comúnmente de los chiquitos”, tiene, según Hervás, “a lo menos cuatro dialectos conocidos, y se duda del quinto dialecto” (Hervás 1800: 158). Estos dialectos se llamaban: tao, “que es el más universal” (Hervás 1800: 158), piñoco, manaci, penoqui y lengua. En “los países de los chiquitos”, se hablaba también la lengua parací y la lengua zamuca, de la cual Hervás presenta tres dialectos: zamuco, caipotorade y morotoco. Por lo que respecta al gran Chaco, son mencionadas por Hervás las lenguas de los matacos, chulupíes y tobas. Las demás lenguas de las tierras bajas de Bolivia son presentadas en el cuarto capítulo de la obra de Hervás, titulado “Lenguas de naciones del Perú”. En primer lugar está la lengua moja, de la que Hervás dice que “tiene varios dialectos” (Hervás 1800: 248), mencionando, empero, de éstos solamente dos. “Uno de los dialectos más conocido es la lengua baure. Se había creído por algunos misioneros, que también era dialecto

4 La existencia de este pueblo está registrada ya en un documento de 1575 que se encuentra en el archivo de la Casa de la Moneda de Potosí (A.C.M. Caja Real, libro 444) y que fue descubierto por Nathan Wachtel (1990: 589, nota a pie de página 1): “Para la doctrina de la ciudad de cacares de chuquicota y villa de badajoz de curaguara y san salvador de sacari pueblos de los aymaraes carangas y para el pueblo de santana de chipaya y maraya de los uros”.

5 En el Instituto Iberoamericano de Berlín se encuentran dos importantes manuscritos de Uhle, a saber Grundzüge einer Uro-Grammatik (1894) y Vorbereitetes Uro Vocabular (1895).

6 Tomo XVII de su majestuosa obra Idea dell’Universo. Una versión española de este tomo fue editada en Madrid en el año 1800: Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, división, y clases de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos. En lo que sigue citaremos de esta edición Volumen I: Lenguas y naciones americanas.

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mojo la lengua paicone, mas ya se sabe que ésta no tiene afinidad alguna con la baure, y consiguientemente no es dialecto mojo” (Hervás 1800: 248). “La lengua ticomeri se pone por los misioneros entre los dialectos mojos” (Hervás 1800: 248). En las misiones de Santa Rosa del Iténez y de San Miguel, ambas perdidas en el año 1742, “se hablaba la lengua mure” (moré) (Hervás 1800: 247). Luego Hervás menciona las lenguas mo-bima, pacabari (¿pacahuara?), cabini (¿cavina o cavineña?), chumana (¿chimane?), cayubaba, itonama y canisiana (canichana), indicando las misiones en las cuales eran habladas. Éstas en cuanto a lenguas que se han seguido hablando hasta en nuestros tiempos. Sin embargo, en el siglo XVIII hubo más lenguas en Mojos. Hervás da como ejemplo el caso de la misión de San Francisco de Borja, “que el año 1767 parecía un retrato de Babel, pues en ella habían los jesuitas recogido y unido los destrozos de misiones de varias naciones” (Hervás 1800: 248). Pero, “no solamente en la población de San Francisco de Borja, mas también en otras misiones de mojos, había indios de diferentes lenguas, recogidos en diversas ocasiones y tiempos” (Hervás 1800: 248). Finalmente, al hablar de las misiones de Santa Rosa, San José de Buenavista y Desposorios, las misiones más meridionales de Mojos, Hervás hace mención también de los sirionós: “Estos indios, que se creyeron cirionós, y así se llaman hasta ahora, son de nación que habla un dialecto guaraní” (Hervás 1800: 255). Llama la atención que el autor del Catálogo de las lenguas no habla de las lenguas del Norte de La Paz, es decir de las lenguas tacanas y panos, con excepción tal vez de las lenguas de los cavineños (cabini) y pacahua-ras (pacabari), entre los que se habían fundado misiones ya tiempo atrás, ni de las lenguas de los yuracarees y yuquis, con quienes se habían establecido contactos en las últimas décadas del siglo XVIII. Los jesuitas que informaron a Hervás y que habían trabajado en Mojos y Chiquitos, deben haber tenido poco o ningún conocimiento de los indígenas que habían sido reunidos en las misiones franciscanas del Norte de La Paz y de las Montañas de Yuracarees. Casi 30 años después de la publicación de la obra de Hervás y Panduro, el joven francés Alcides d’Orbigny exploró la mayor parte de las tierras bajas de Bolivia. En sus obras Voyage dans l’Amérique méridio-nale (d’Orbigny 1946) y L’homme américain (d’Orbigny 1839), deja constancia de todo lo que había observado, oído y registrado acerca de los pueblos originarios de esas tierras. De cada pueblo da también información sobre su lengua. Por lo que respecta a los pueblos originarios y sus lenguas, d’Orbigny los clasifica en dife-rentes ‘razas’. La primera raza es la ando-peruana, dentro de la cual hay dos ramas, en la primera de las cuales se encuentran las ‘naciones’ quechua y aimara, y en la segunda los yuracarees, mosetenes, tacanas, maropas y apolistas. La segunda raza es la pampeana, que tiene tres ramas: la rama pampeana, con la nación mataguaya (mataco); la rama chiquitana, con las naciones zamuca, chiquita, tapii y paiconeca; y la raza mojeña, con las naciones chapacura, moja, itonama, canichana, movima, cayuvava, ité o itenes y pacaguara. Finalmente, la tercera raza, la brasilio-guaraní, con una única rama, la guaraní, a la cual pertenecen tres tribus (¡no nacio-nes!), a saber: la de los guarayos, la de los chiriguanos y la de los sirionós. Está claro que esta clasificación de d’Orbigny es de carácter más geográfico que lingüístico. Entran en esta clasificación varias lenguas que no se encontraban todavía en el catálogo de lenguas de Lorenzo Hervás: la yuracaré, la mosetén, dos lenguas de la familia tacana (tacana y maropa = reyesana) y la apolista; la tapii o tapiete; chapacura es más una familia y a ella pertenece la lengua itenes o moré. En la obra The American Race: A Linguistic Classification and Ethnographical Description of the Native Tribes of North and South America de Daniel garrison Brinton, publicada en Nueva York en 1891 (Brinton 1891), encontramos las lenguas de las tierras bajas de Bolivia en la parte dedicada a las ‘tribus sudamericanas’, II. The South Atlantic group. I. The Amazonian región. Brinton presenta primero a los tupis y enumera, por lo que respecta a lo que hoy es Bolivia, las lenguas de los ababas, chaneses, chiriguanos, guarayos y sirionós. Bajo el número 3º, dedicado a los arawaks, habla de las lenguas de los baures, moxos, paiconecas y saravecas. Bajo el número 9º presenta curiosamente todo lo demás: The Bolivian highlands. The Chiquitos; the Yuracares; the Mosetenas; the Tacanas; the Samucus; the Canichanas; the Cayubabas; the Apolistas; the Otuquis; the Ites, and others. En las páginas siguientes Brinton indica, en cuanto a cuatro de las etnias mencionadas, cuatro troncos lin-güísticos, a saber: yuracare, mosetene, tacana y samucu.

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• Tronco lingüístico yuracareConis, Cuchis, Enetés, Mages, Mansiños, Oromos, Solostos.

No se trata aquí de diferentes lenguas o de dialectos de una sola lengua. Los llamados conis son los yu-racareees del río Coni en los que hoy es la región Chapare del departamento de Cochabamba; Cuchi era un cacique yuracaré en los años 70 del siglo XVIII; Enetés y Oromos eran yuracarees de la región de los ríos Isiboro y Sécure; Mages es un nombre que en Santa Cruz se daba a los yuracarees; Mansiños son los yuracarees de la misión de San Francisco de Asís del río Ichilo, y los Solostos los yuracarees de la misión de San Carlos.

• Tronco lingüístico moseteneChimanis, Magdalenos, Maniquies, Muchanis, Tucupis.

Chimán es un dialecto de la lengua mosetena; magdalenos es un nombre que se dio a un grupo de mo-setenes que habían tenido contacto con una señora llamada Magdalena; Maniquies, mosetenes del río Maniqui, y Muchani y Tucupí, mosetenes de las misiones de Muchane y Tucupí.

• Tronco lingüístico tacanaAraunas, Atenes, Cavinas, Equaris, Isuiamas, Lecos, Macaranis, Maropas, Pukapakaris, Sapiboconas, Tacanas, Toromonas, Tumupasas, Tuyumiris.

Aquí Brinton presenta efectivamente varias lenguas de la familia lingüística tacana, a saber: la araona, la cavineña, la maropa (reyesana), la tacana y la toromona. Por otro lado, este autor habla de tacanas de los dos más importantes pueblos en los que se hablaba (y habla) la lengua tacana: Ixiamas y Tumupasa; Macaranis, como Brinton indica (Brinton 1891: 298), es otro nombre para los Toromonas; los demás nombres, con excepción de Lecos, son más bien nombres de caciques. En cuanto a la lengua leca, el mismo Brinton dice que esta lengua se hablaba en el pueblo de Atén y que la ha integrado dentro de la familia tacana, “no por comparación de vocabularios, porque no he visto ninguno, sino por la locación de la tribu que la habla” (Brinton 1891: 305).

• Tronco lingüístico samucuCareras, Cayporotades, Coroinos, Cuculades, guaranocas, Ibirayas, Morotocos, Potureros, Satienos, Tapios, Ugaronas.

También aquí encontramos una confusión entre dialectos y nombres de subgrupos étnicos. Hervás, como hemos indicado más arriba, distingue tres dialectos en la lengua zamuca, a saber: zamuco, caipo-torade y morotoco, e indica en cada caso los grupos que lo hablan. El dialecto zamuco es hablado por los zamucos, los satienos y los ugaraños; el caipotorade por los caipotorades, los tinachos, los imonos y los timinahas; el morotoco, por los morotocos, los tomoenos, los cucurates o cucutades y los panonas. Alden Mason presenta una subdivisión algo diferente: A. Zamuco: 1. Zamuco, 2. Satienyo; B. Morotoco: 1. Cucurate, 2. O(ro)rebate y Carerá, 3. Panono, 4. Tomoeno; C. guarañoca; D. Ugaraño; E. Tapii; F. Poturero (Mason 1950: 281). A esta hora de la historia ya será casi imposible llegar a una definición bien precisa de estos dialectos y los grupos que los hablaban.

Una última numeración de las lenguas de pueblos originarios de las tierras bajas de Bolivia que queremos presentar, es la del Decreto Supremo 25894 del gobierno de Bolivia, del 11 de septiembre del año 2000, por el que “se reconocen como idiomas oficiales las siguientes lenguas indígenas: aimara, araona, ayoreo, baure, besiro, canichana, cavineño, cayubaba, chácobo, chiman, ese ejja, guarasu’we (pauserna), guarayu, itonama, leco, machineri, mojeño, trinitario, mojeño-ignaciano, more, mosetén, movima, pacawara, quechua, reyesa-

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no, sirionó, tacana, tapiete, toromona, uru-chipaya, weenhayek, yaminawa, yuki y yuracaré”. En primer lugar llama la atención que se encuentran en esta lista varias lenguas que, de hecho, ya están extinguidas, a saber: canichana, cayubaba, guarasug’we, itonama, pacahuara, reyesano y toromona. Muchas otras están en vía de extinción. La lengua mojeña tiene dialectos que aquí son presentados como lenguas: trinitario e ignaciano. Besiro es la lengua chiquitana, y weenhayek la lengua mataca o mataco-noctén. Machineri y yaminawa son lenguas de pueblos indígenas peruanas de los cuales un pequeño número se ha establecido en las últimas décadas en Bolivia.

2. Desarrollo de bibliografías acerca de las lenguas de las tierras bajas de Bolivia

Las investigaciones bibliográficas acerca de las etnias de Bolivia han sido iniciadas primeramente por lin-güistas, a saber por aquellos que estaban interesados en presentar información sobre todos los idiomas del mundo. Aunque no ofrece datos bibliográficos como tales, tenemos que mencionar aquí en primer lugar al jesuita Lorenzo Hervás y Panduro, quien se basó, para la elaboración de su Catalogo delle lingue de 1785, principalmente en datos que le proporcionaron misioneros del mundo entero, entre ellos los de Mojos y Chiquitos. Los primeros datos bibliográficos en sentido estricto sobre las lenguas de los pueblos originarios bolivia-nos encontramos en las obras de Marsden (1796), Vater (1815) y Ludewig (1858). La información que estos autores ofrecen, es todavía bastante limitada: tanto el número de idiomas que mencionan, como el número de obras a que hacen referencia, es reducido. Sin embargo, comparando la obra de Marsden con la de Lu-dewig, podemos constatar que hay un cierto progreso, en especial por lo que respecta al número de idiomas que están incluidos en sus respectivas bibliografías. En Marsden, fuera de las lenguas de los Andes, encontra-mos referencias a los idiomas de las siguientes etnias de las tierras bajas: cayuvavas , chiquitanos, guaraníes, itonamas, movimas, mojeños, tobas y zamucos. Son aquellas etnias cuyas lenguas ya habían sido presentadas por Hervás. Ludewig presenta, además, los idiomas de los canichanas, itenes (morés), mataguayos (matacos), otuquis, pacaguaras, paiconecas, saravecas y yuracarés, mientras que, siguiendo a Vater, distingue entre los guaraníes a los chiriguanos y los guarayos, mencionando todavía aparte a los sirionós, cuyo idioma es tam-bién un idioma guaraní. Sin embargo, el número de referencias bibliográficas no ha aumentado casi nada: fuera de los autores que ya figuran en las bibliografías anteriores, menciona a Alcide d’Orbigny, en cuya obra L’homme américain (1839) están representados todos los idiomas indicados, y a Francisco Lacueva, quien, en los años 20 del siglo XIX, compuso una gramática y diccionario de la lengua yuracaré (1893). En el curso del siglo XIX se han realizado varios estudios sobre las lenguas de Bolivia y se amplió el conocimiento de estas lenguas. Además, se iba conociendo publicaciones de siglos anteriores. Esto se pue-de reconocer en la obra de Cipriano Muñoz y Manzano, Conde de Viñaza (1892), que es ya un repertorio bibliográfico mucho más vasto, aunque tiene serias deficiencias. Ha sido el gran mérito de Rudolp Schuller (1912) de corregir la obra de Muñoz y de ampliarla considerablemente. En el año 1919, el destacado lingüista e incansable bibliógrafo Paul Rivet empezó a publicar en la Jour-nal de la Société des Américanistes de Paris su Bibliographie Américaniste,7 en la que presta casi exclusivamente atención a los idiomas del continente sudamericano. Durante muchos años Rivet ha seguido trabajando en esta bibliografía, la misma que ha llegado a ser la base más importante para otras bibliografías. Importante ha sido también la investigación bibliográfica del lingüista checo Čestmir Loukotka; en su famoso estudio sobre la clasificación de las lenguas americanas (1942) este autor ofrece una amplia bibliografía de más de 1.000 títulos, en especial de fuentes originales, que en su mayor parte habían sido reunidas y estudiadas por el mismo autor. En esta bibliografía encontramos una simple enumeración de las obras, por orden alfabético de autores, lo que no facilita la consulta para los que quieren encontrar datos sobre una lengua determinada. Un avance importante significó, por eso, el estudio de Alden Mason (1950) sobre las lenguas de los indios americanos: este autor presenta sistemáticamente todos los idiomas americanos y al final de cada parte da la

7 Cada entrega tiene una parte titulada Linguistique.

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bibliografía. Para sus bibliografías se basó, como él mismo confiesa, principalmente en las publicaciones de Paul Rivet en la Journal de la Société des Américanistes de Paris. Una obra de mucha utilidad ha llegado a ser también la del español Antonio Tovar (1961), aunque no presenta muchas novedades bibliográficas, ya que el autor ha usado para la composición de su bibliografía, principalmente, las publicaciones de Rivet, Loukotka y Mason. Para la segunda edición de esta obra (1985) se ha aprovechado, de modo especial, de la bibliografía del Instituto Lingüístico de Verano, compuesta por Alan C. Wares (1968) y que presenta los estudios lingüísticos hechos por miembros del mencionado instituto durante el período 1935-1968. Actualmente la bibliografía más extensa sobre las lenguas autóctonas sudamericanas, incluyendo a las de Bolivia, es la de Alain Fabre: Diccionario etnolingüístico y guía bibliográfica de los pueblos indígenas sudamericanos. Este diccionario, que es constantemente actualizado, se puede consultar en internet.8

Desde la publicación del estudio de Loukotka sobre la clasificación de las lenguas americanas, el proble-ma de la relación entre los diferentes idiomas autóctonos del continente ha recibido mucha atención. Una pequeña bibliografía sobre este problema publicó James Loriot en 1964. Para Bolivia son importantes las secciones dedicadas a la familia arahuaca, al quechumara y al tupi-guaraní. Importantes obras más recientes sobre la problemática de la clasificación de las lenguas americanas son las de Key (1979) y de greenberg (1987). Las únicas lenguas que han sido objeto de investigaciones bibliográficas especiales son las lenguas ai-mara y quechua. El presbítero y lingüista boliviano Carlos Felipe Beltrán publicó en 1899 una obra titulada Diálogos entre un viajero europeo y una ñusta peruana y un drama en quichua cuyo título es “El triunfo de la ino-cencia”. La primera parte de esta obra (pp. 1-48) es un estudio bibliográfico y crítico acerca de los trabajos publicados sobre el aimara y el quechua. En el año 1930, el chileno José Toribio Medina publicó la pequeña obra Bibliografía de las lenguas quechua y aymará. A partir del año 1951 los lingüistas franceses Paul Rivet y georges de Créqui-Montfort publicaron su majestuosa y exhaustiva Bibliographie des langues aymará et kichua. Esta obra ha tenido un pequeño suplemento, que fue presentado en 1966 en el Congreso Internacional de Americanistas de Sevilla. Una primera bibliografía que abarca los idiomas nativos de Bolivia en general, encontramos en la Bi-bliografía Boliviana del año 1965 de Werner guttentag: presenta las publicaciones lingüísticas aparecidas en Bolivia en los años 1963-1965 (1966: 211-212). En la Bibliografía Boliviana del año 1966 del mismo autor hay nuevamente una pequeña Bibliografía de idiomas nativos (1967: 109-114). Lastimosamente Werner guttentag no ha continuado esta sección en las bibliografías anuales siguientes. En el año 1954 empezó a trabajar en Bolivia el Instituto Lingüístico de Verano (ILV). Los miembros de este instituto se han dedicado a estudiar un total de diecinueve lenguas autóctonas del país y en el curso de los años han ido publicando los resultados de estos estudios. En dos pequeñas bibliografías encontramos las referencias a todas estas publicaciones. Pero, mucho material que los lingüistas del ILV han reunido, no ha sido publicado y es accesible solamente en microfichas. El boliviano Luis Oporto ha compuesto una biblio-grafía de este material (1981), el mismo que puede ser consultado en varias bibliotecas de Bolivia, como en la de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz), en la del Museo de Etnografía y Folklore (La Paz) y en la de la Biblioteca Etnológica Boliviana de la Universidad Católica Boliviana (Unidad Académica de Cocha-bamba).Una excelente evaluación de la labor realizada por el ILV acerca de las lenguas autóctonas de Bolivia encon-tramos en la obra de María Dolores Castro Mantilla (1997), La voz viva de las tribus. Para información bibliográfica histórica y actual acerca de las etnias y lenguas de Bolivia, ver también en internet www.ucb.edu.bo/bibliografíaEtnias, de mi autoría.

8 En el internet se puede consultar también las bibliografías que se elaboran, bajo dirección de Wolf Dietrich, en el Instituto de Filología Románica de la Westfälische Wilhelms-Universität de Münster, Alemania, bajo el título: Lingüística Amerindia Sudamericana.

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Mencionamos, finalmente, una bibliografía interesante sobre tradiciones orales de las etnias de Sudamé-rica: South American Indian Narrative, de Susan A. Niles. En esta bibliografía se encuentran referencias a la tradición oral de 14 etnias de Bolivia.

3. Conocimiento práctico de las lenguas

Cada una de las lenguas que se han hablado o siguen hablándose en los Andes y en las tierras bajas de Bolivia, ha sido transmitida durante muchísimo tiempo de manera espontánea y oral, en función de la comunicación entre los miembros de un determinado pueblo o etnia. Sin ninguna duda estas lenguas han experimentado un determinado desarrollo, ciertos cambios, de repente enriquecimiento y/o empobrecimiento. La historia de este desarrollo nunca podremos conocer, simplemente por falta de documentos que registran el modo de hablar de una lengua en diferentes épocas. A lo máximo se podría, en algunos casos, comparar un primer testimonio escrito de una lengua con el modo de hablar de la misma en la actualidad, por ejemplo, la Doctrina christiana, y Catecismo para instrvccion de los Indios del Tercer Concilio de Lima (1584) con el aimara y quechua actuales, o el Arte y vocabulario de la lengua chiquita con algunos textos traducidos y explicados, compuestos sobre ma-nuscritos inéditos del XVIIIº siglo (Adam & Henry 1880) con la actual lengua chiquita o bésɨro. La alfabetización en los pueblos indígenas empezó, por supuesto, recién en la época colonial, a saber: en las doctrinas y curatos de los Andes y en las reducciones o misiones que las diferentes órdenes religiosas de la iglesia católica, especialmente la Compañía de Jesús y la Orden de Frailes Menores (franciscanos) fundaron en las tierras bajas. Como es de saber, la Compañía de Jesús terminó su presencia en Mojos y Chiquitos en el año 1768, mientras que los franciscanos han seguido manteniendo misiones hasta muy entrado el siglo XX (1938). Esta alfabetización se ha realizado ya sea en la lengua nativa de los indígenas, ya sea en castellano. De hecho, siempre ha habido discusiones y órdenes contrarias con respecto a este tema. Demos un solo ejem-plo: A finales del siglo XIX en las misiones de Ascensión, Yotaú, Urubichá y Yaguarú, administradas por los franciscanos del colegio de Propaganda Fide de San José de Tarata, toda la enseñanza se realizaba en idioma guarayo. Un viajero de la época, Ciro Bayo, que visitó esas misiones, observó en su obra El peregrino en Indias (1912: 156): “Los padres franciscanos, al igual que los jesuitas de antaño, han desterrado el castellano de sus misiones, como lo demuestra el que en las escuelas no se enseña en idioma oficial, sino en guarayo”. Cuando, en 1899, el recaudador de impuestos Erasmo Morón se ofreció para dar clases de castellano a los alumnos de Ascensión, el prefecto de misiones Bernardino Pesciotti rechazó “dicha moción […] por conceptuarla extemporánea” (Morón 1899). Cambió, sin embargo, la situación, debido a que el Reglamento de Misiones de 1901 determinó que en las escuelas de las misiones se debía enseñar “a los neófitos a leer y escribir el idioma español”.9 No resultó, empero, nada fácil castellanizar a los niños guarayos, porque signi-ficó, en palabras del misionero Francisco Pierini (1911: 152), que se debía “violentar su natural propensión y vencer dificultades que resultan del poco roce que tienen con los blancos y de la familiaridad con sus padres”. Lastimosamente no hemos encontrado hasta hoy textos escolares en lenguas nativas que los misioneros y curas deben haber producido a lo largo de su administración de misiones y doctrinas. Sin embargo, quere-mos mencionar aquí a Carlos Felipe Beltrán, un sacerdote boliviano que trabajó muchos años en parroquias del departamento de Oruro y se dedicaba a la “civilización del indio”, concretamente de aimaras y quechuas, para los cuales publicaba con fondos propios pequeñas obras (Beltrán 1870, 1872, 1887, y 1888). El 12 de agosto del año 1954 el gobierno de Bolivia firmó, por medio de Ministerio de Agricultura, un convenio con el Instituto Lingüístico de Verano, fundado por el norteamericano William Cameron Town-send (1896-1982), para que este instituto hiciera:

a. Estudio profundo de cada lengua en el que se incluirá un análisis adecuado de su sistema fonético y morfológico y una recopilación comprensiva de su vocabulario.

9 Reglamento de Misiones, La Paz, Imprenta del Estado, 1901, art. XXVIII.

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b. Un estudio comparativo de las lenguas aborígenes entre sí y en relación con los demás idiomas del mundo, para su correspondiente catalogación.

c. La grabación de cintas en cada idioma, perpetuando así para la posteridad la viva voz de cada tribu. (citado en Castro Mantilla 1997: 44-45)

Más adelante, en la segunda parte del mismo convenio, se estipula también que el ILV debe preparar “cartillas en los idiomas indígenas para facilitar a los analfabetos el aprendizaje de la lectura y de la escritura”, y elaborar “cartillas bilingües (castellano-indígena) con el propósito de facilitar el aprendizaje del idioma oficial” (en Castro Mantilla 1997: 45). Miembros del Instituto Lingüístico de Verano han trabajado desde el año 1955 hasta comienzos de los años 80 entre los chipayas del departamento de Oruro y en casi todos los pueblos originarios de las tierras bajas de Bolivia, pero han elaborado material didáctico solamente en las siguientes lenguas: chipaya (ILV 1962; Ministerio de Asuntos Campesinos - Ministerio de Educación y Be-llas Artes 1966a,b; Sociedad Bíblica Boliviana 2005), cavineño (ILV 1978a), chácobo (ILV 1972a), chiquitano (ILV 1972b), ese ejja (ILV 1967, 1968a), guarayo (ILV 1968b), itonama (ILV 1966a), mojeño-ignaciano (Ott 1956; ILV 1966, 1975) y sirionó (ILV 1961, 1968c, 1972c). En las últimas décadas diferentes instancias han elaborado textos escolares en lenguas indígenas de los Andes y de las tierras bajas. Mencionemos aquí el Ministerio de Educación de Bolivia, UNICEF, el Instituto Normal Superior Católica “Sedes Sapientiae” de Cochabamba, PROEIB Andes (Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe) de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, TEKO gua-raní de Camiri y CEBIAE (Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativas). Además, es digno de mencionar que se han fundado los Consejos Educativos de los Pueblos Originarios de Bolivia, que se dedican a la promoción de la Educación Intercultural y Bilingüe, organizan cursos para maestros y elaboran también textos en lenguas autóctonas.10

Uno de los problemas en cuanto a las lenguas autóctonas ha sido durante mucho tiempo cómo escribir-las. En general, las letras del alfabeto latino no eran suficientes para captar todos los sonidos que tienen esas lenguas. Este problema fue atendido en primer lugar para las lenguas aimara y quechua. En el año 1862 el franciscano Honorio Mossi publicó un alfabeto para la escritura de estas lenguas (Mossi 1862:1). En 1880 se publicó un alfabeto aimara. Un nuevo alfabeto presentó en 1895 Macario Escobari, el mismo que fue presentado de forma más amplia un año después (Escobari 1895, 1896). En 1954 se realizó en La Paz el III Congreso Indigenista Interamericano y durante este congreso se adoptó una escritura unificada para los dos idiomas mencionados.11 Sin embargo, nunca se ha llegado a aplicar unánimemente esta escritura, de modo que en los diccionarios de aimara y quechua que se han compuesto en las últimas décadas encontramos serias diferencias en cuanto a la ortografía concreta de las palabras. Un alfabeto para el chipaya fue publicado en el año 1999 (Paredes Mamani et al. 1999). Existen actualmente alfabetos de las lenguas autóctonas de las tierras bajas de Bolivia, elaborados en parte por hablantes de estas lenguas y publicados por el Ministerio de Educación en los años 2003 y 2007. En total se han definido hasta ahora 21 alfabetos de 20 idiomas: araona, ayoreo, baure, bésɨro (chiquitano), cavineño, chácobo, ese ejja, guaraní, guarayo, itonama, mojeño-ignaciano, mojeño-trinitario, moré, mosetén, movima, sirionó, tacana, tsimane, weenhayek, yaminawa y yuracaré. No ha sido nada fácil definir estos alfa-betos (ver, por ejemplo Haude 2006b), su aplicación será aún más difícil, porque primero hay que componer vocabularios, para luego establecer cómo se aplica el alfabeto a la ortografía de cada una de las palabras.

10 Actualmente existen los siguientes consejos: Consejo Educativo Aymara (CEA), Consejo Educativo Amazónico Multiétnico (CEAM), Consejo Educativo de la Nación Quechua (CENAQ), Consejo Educativo del Pueblo Indígena guarayo (CEPIg), Consejo Educativo del Pueblo Originario Chiquitano (CEPOCH), Consejo Educativo de los Pueblos Originarios guaraníes (CEPOg), Consejo Educativo del Pueblo Originario Indígena Mojeño (CEPOIM) y el Consejo Educativo del Pueblo Yuracaré (CEPY).

11 Ver Escritura de las lenguas aymara y quechua. Tres documentos sobre el sistema de escritura de estas lenguas, aprobado y recomendado por el III Congreso Indigenista Interamericano de La Paz (Bolivia), Cuzco, Universidad Nacional del Cuzco, 1954.

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Entre los miembros de las diferentes etnias siempre ha habido personas que han aprendido la lengua o parte de ella de algunos de sus vecinos12 y esto por varios motivos. En primer lugar, simplemente por poder comunicarse con ellos o hacer intercambios con ellos. Así, por ejemplo, ya en la época colonial yuracarees de las Montañas de Yuracarees (hoy Chapare, dpto. De Cochabamba) caminaron con cierta frecuencia al Valle de Cliza (actualmente Valle Alto de Cochabamba), para conseguir ciertos objetos, entre ellos machetes, y aprendieron algo de la lengua quechua. En segundo lugar, dada la existencia de enfrentamientos violentos entre diferentes etnias y la toma de prisioneros o rehenes, éstos se vieron en la necesidad de aprender el idioma de sus captores. En tercer lugar, porque indígenas de los Andes que no querían ser llevados a Poto-sí para trabajar en las minas, huían a las tierras bajas del Norte de La Paz y se establecieron, por ejemplo, entre los tacanas. En cuarto lugar, tenemos el caso de que una lengua determinada llegó a imponerse a las demás lenguas y que los hablantes de una lengua minoritaria se veían casi obligados a aprender esa lengua más difundida y olvidar poco a poco la suya propia, más aún cuando llegaron a vivir en medio de aquellos que hablaban la lengua mayoritaria. Así se produjo la aymarización de los urus. Joaquín Camaño dijo en una de sus cartas a Lorenzo de Hervás sobre la lengua chiquita: “Por esto, luego que se sacaba de los bosques alguna de esas naciones, se distribuían los individuos entre las familias de la nación chiquita muy numerosa, para que éstas con la dulzura de su trato y de su rara hospitalidad fuese enseñando o comunicando la propia lengua a los huéspedes, los cuales, especialmente los jóvenes de ambos sexos con este suave medio se hallaban en pocos años capaces de hablar en público la lengua chiquita, reservando sólo para el secreto de sus casas la suya nativa”.13 De esta manera se originó también lo que podemos llamar la profesión de intérprete, tan importante para la comunicación entre personas de diferentes lenguas. En la misma carta de Camaño que acabamos de citar, hablando de las muchas lenguas que en tiempos remotos se hablaban en la Chiquitanía, dice el autor: “Mas de todas estas lenguas, y de otras que o se han acabado o resta sólo algún vestigio en raro individuo de la nación que la hablaba, no tenemos otra noticia que la de su nombre, y la de ser cada una distinta de las otras, porque cada nación de esas hablando en su lengua, hablaba para sí sola y de ninguna de las otras podía ser entendida; y para hallar un intérprete, era necesario buscar quien hubiese vivido cautivo en la tal nación por algunos años” (en Clark 1937: 111-112). Esta función de intérprete llegó a ser de vital importancia a partir del momento en que los españoles entraron en los Andes y en las tierras bajas de Bolivia y de modo muy especial cuando misioneros empezaron a tratar de reducir a los indígenas y fundar con ellos misiones. Más adelante, entre los mismos misioneros surgieron personas que aprendieron una lengua origi-naria a tal perfección que se convirtieron en intérpretes para establecer la comunicación entre, por ejemplo, indígenas y españoles. Así, por ejemplo, la señora Joyce Violetta Buchegger, de la Misión Nuevas Tribus, aprendió a tal perfección la lengua ayorea que pudo convertirse en la intérprete ideal para los investigado-res Heinz Kelm, Lucien Sebag y Ulf Lind que en los años 60 del siglo pasado vinieron a estudiar la cultura ayorea, registrando, en especial, mitos y narraciones de este pueblo originario. Lastimosamente no conozco ningún estudio que abarca el fenómeno del intérprete en la historia del contacto y de la comunicación entre los diferentes pueblos originarios de los Andes y de las tierras bajas de Bolivia y entre estos pueblos y los no-indígenas que se establecieron en sus territorios. Para los misioneros católicos el aprendizaje de lenguas autóctonas no solamente tenía el objetivo de ad-quirir un conocimiento práctico para la comunicación, sino también para poder redactar o traducir cartillas de evangelización, catecismos de la doctrina cristiana, pláticas, oraciones y cantos. Para este fin elaboraron también gramáticas y diccionarios o vocabularios. En cuanto a las lenguas de los Andes, la primera gramática apareció ya en el año 1560, a saber: la Gram-matica o arte de la lengua general de los Indios de los Reynos del Peru del fraile dominico Domingo de Sancto Thomas. Más de cuarenta años después apareció el Arte breve de la lengva aymara, para introdvction del arte grande de la misma lengva, del jesuita Ludovico Bertonio. El ‘arte grande’ se publicó el mismo año de 1603.

12 Dice Joaquín Camaño en la carta que el 8 de junio escribió a Lorenzo Hervás: “[los indios] tienen una admirable facilidad en aprender y entender a pocos meses el dialecto más extraño, una vez que tenga un mismo origen que su lengua” (en Clark 1937: 120).

13 ‘Carta del padre Joaquín Camaño a Lorenzo de Hervás y Panduro. Faenza, 8 de mayo de 1783’ (en Clark 1937: 112).

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En el mismo año 1603 apareció en Sevilla la primera gramática quechua, junto con el primer vocabulario, de un autor desconocido: Grammatica y vocabulario en la lengva general del Perv llamada Quichua, y en la lengua española.14 En 1607 fue editada en la Ciudad de los Reyes la famosa gramática de Diego gonzález Holguín. Siguieron algunas otras gramáticas hasta el año 1619. A lo largo de la época colonial la única gramática que ha tenido una nueva edición fue la gramática del quechua de Diego de Torres Rubio (Torres Rubio & de Figueredo 1700).15 La primera gramática que se publicó en la época republicana, a saber en 1857, fue la de Honorio Mossi: Gramática y ensayo sobre las excelencias y perfección del idioma llamado comúnmente quichua. En cuanto al aimara, la primera obra fundamental es la de Middendorf (1891): Die Aimará-Sprache. En cuanto a vocabularios, tenemos la misma situación. El primer vocabulario fue de Domingo de Sancto Thomás: Lexicon, o Vocabulario de la lengua general del Perv. Siguió, también en este caso, a más de cuarenta años de distancia la obra del agustino Juan Martínez: Vocabvlario en la lengva general del Perv llamada Quichua, y en la lengua Española. En 1608 se publicó el Vocabvlario de la lengva general de todo el Perv llamada lengua Qqui-chua, o del Inca de Diego gonzález Holguín, y en 1612 se editó en Lima el primer vocabulario de la lengua aimara: Bertonio, Ludovico, Vocabvlario de la lengva aymara.16 Ninguno de estos vocabularios fue reeditado en la época colonial,17 lo que hace preguntar con qué material se ha hecho la transmisión del conocimiento de las lenguas andinas en esa época. Recién en el año 1857 se publicó un pequeño vocabulario de la lengua aimara: Breve catálogo de aymará de las voces más usuales al Castellano.18 Este vocabulario se hizo muy popular y a lo largo de los años ha tenido numerosas reediciones. Por lo que respecta al quechua, Honorio Mossi editó en el mismo año 1857 su Diccionario quichua-castellano y castellano-quichua. Por lo que respecta a la producción de los jesuitas en cuanto a gramáticas y vocabularios de las lenguas de las tierras bajas, leemos lo siguiente en la carta que Joaquín Camaño escribió el 8 de junio de 1783 a Her-vás: “De la distinción de estas lenguas entre sí no se puede dudar, afirmándola como la afirman los misioneros de Moxos, porque fuera de las razones dichas sobre las lenguas de Chiquitos, hay también que en Moxos tienen Artes y Vocabularios de todas ellas, o casi todas, y las estudian los misioneros, unos unas, y otros otras, porque cada pueblo tiene su lengua, y a veces en un pueblo mismo hay dos y tres lenguas, y todas las ha de saber el misionero, por no haberse podido reducir las naciones a hablar una general” (en Clark 1937: 121). Muy poco de estos Artes y Vocabularios se ha publicado y mucho debe encontrarse todavía en algún archivo o debe haberse perdido definitivamente. Apenas podemos indicar lo siguiente:

Lengua chiriguanaEn una carta del jesuita Diego de Samaniego, dirigida al padre Juan Sebastián y fechada en Santa Cruz de la Sierra en 22 de agosto de 1599, leemos: “[…] y por mi parte deseo ya ver este día, que, aunque viejo de cerca de sesenta años, me da ánimo Nuestro Señor de aprender otro par de lenguas de aquellas naciones para las quales con esta esperença dexé blanco en el vocabulario de la lengua chiriguana que hize”.19

Lengua moja• Arte de la lengua moxa con su vocabulario y catecismo, compuesto por el padre Pedro Marbán (Marbán

1701).20

14 En cuanto al posible autor de esta obra, ver Rivet & de Créqui-Montfort (1951, vol. I: 35).15 La gramática de Domingo de Sancto Thomás fue reeditada de modo facsimilar recién en 1891. Una reproducción facsímil de

la obra de Bertonio se hizo en el año 1879. Una reedición bastante deficiente de la gramática de Diego gonzález Holguín se hizo en 1852: Gramática y arte nueva de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o lengua del Inca, s.l.

16 Dejamos aquí a lado los vocabularios que se encuentran en las gramáticas mencionadas.17 El vocabulario de Diego gonzález Holguín fue reeditado sólo en cuanto a la parte quechua-español recién en 1901. El voca-

bulario de Bertonio fue reeditado por primera vez en 1879.18 La Paz, Imprenta de la opinión Administrada por Simón Alcócer, 1857. Ya la segunda edición de este opúsculo lleva el título

Catálogo de aymará de las voces más usuales al castellano y quichua (Puno, Imprenta popular por Simón Alcócer, 1868).19 Esta carta está reproducida en de Egaña (1981: 115-117).20 Edición facsimilar en 1894.

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La obra voluminosa del padre Marbán consta, de hecho, de dos tomos, cada uno con su propia numera-ción.

(Tomo I. Arte y vocabulario) Arte de la lengua Moxa. Fols. 1-117 Vocabulario de la lengua Moxa. Fols. 118-663 (Tomo II. Catechismo) 1. Cathecismo menor en lengua Española y Moxa. Fols. 1-10 2. Cathecismo mayor en lengua Española y Moxa. Fols. 10-37 3. De los mandamientos de la Ley de Dios. Fols. 37-61 4. De los mandamientos de la Santa Madre Iglesia. Fols. 61-70 5. De las obras de misericordia. Fols. 70-78 6. De los santos sacramentos. Fols. 78-108 7. Confesionario en lengua Moxa. Fols. 109-131 8. Práctica de administrar algunos sacramentos. Fols. 131-145 9. De las oraciones. Fols. 145-162 10. Declaración del Padre nuestro. Fols. 163-202

Todo el segundo tomo está en español y en la lengua moja, lo que hace de la obra de Marbán la primera que conocemos en una lengua de las tierras bajas de Bolivia. Me parece importante citar una parte de la carta que Marbán puso como preámbulo de su obra, dirigida al virrey del Perú, Melchor Portocarrero Laso de la Vega, para confirmar lo que he dicho más arriba acerca del conocimiento práctico de las lenguas en función de la evangelización de los indígenas:

Debe ofrecerse, como medio más natural, y proporcionado, para la conversión más fácil de estos gentiles, el Arte de la Lengua de los Moxos, que es la más general en aquellas Provincias, sin cuya perfecta inteligencia fue por algunos años imponderable el trabajo de los Misioneros, viéndose faltos de intérpretes, y habitando entre fieras sin razón, con sola la esperanza de que con la paciencia del tiempo, y observación de sus voces, pudiesen descubrir alguna luz de lo que querían significar. Venció al fin el zelo Apostólico, y christiana industria; la intratable dificultad del Bárbaro idioma, y ya dueños de la significación, comenzaron a manejar, como armas propias las vozes agenas, con que declarar guerra al Demonio, y disipar las tinieblas de su antigua ceguedad, introduciendo en la explicación de los Sagrados misterios, la vencedora luz de nuestra Santa Fee (Marbán 1894, p. IV).

Lengua chiquita• Arte y vocabulario de la lengua chiquita con algunos textos traducidos y explicados, compuestos sobre manuscri-

tos inéditos del XVIIIº siglo por L. Adam, Consejero de la Corte de apelación de Nancy, y V. Henry, Profesor en el Instituto del Norte de Francia (Adam & Henry 1880).

La gramática que presentan Adam y Henry está compuesta por ellos a base de dos manuscritos: uno que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París y lleva por fecha 30 de noviembre de 1718, titulado Arte de la lengua Chiquita;21 otro que se guarda en la biblioteca de la Universidad de Jena, no tiene fecha y se titula Grammática de la lengua Chiquita, compuesta probablemente por el Padre Fray Georgio García.22 En la misma

21 Roberto Tomichá dice que es posible que este Arte sea del padre Felipe Suárez, jesuita que trabajó muchos años entre los chi-quitanos (ver Tomichá 2000: 157, nota 48).

22 Dicen Adam & Henry (1880, p. II) al respecto de la autoría de esta gramática: “La Gramática de Jena no la compuso el P. garcía, pues el autor de este trabajo dice en la p. 89 “Si esto y otras cosas semejantes hubiera sabido Fray gregorio garcía, hubiera he-cho a los Chiquitos descendientes de Italianos, en otras frases hubiera hallado que descendían de Latinos. Pero, sin duda alguna, fue compuesta por quien tenía en mano el Arte del cual la Biblioteca Nacional [de París] tiene una copia”. Roberto Tomichá atribuye esta Gramática al padre Ignacio Chomé (ver Tomichá, 2000: 158).

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Biblioteca Nacional de Paris Charles Leclerc, que junto con Lucien Adam preparó la edición del Arte de la lengua baure, encontró otros dos manuscritos, a saber: Vocabulario de la lengua Chiquita; parte primera, Español-Chiquito, y Vocabulario de la lengua Chiquita, parte segunda, Chiquita Español, y parte tercera, de sus raíces. Estos vocabularios, de los cuales se editó solamente el segundo manuscrito, fueron compuestos en San Javier de Chiquitos, la primera misión que la Compañía de Jesús fundó entre los chiquitanos, a saber, en el año 1691. Me parece interesante citar aquí las palabras con las que el compositor del manuscrito de Jena inicia su obra:

Al Padre Ignacio Chome, misionero de gran crédito y de talento particular para el estudio de las lenguas, que en la chiquita compuso nueva arte y vocabulario, […], le oí decir varias veces que sólo un entendimiento angélico podía llegar a comprender todo su artificio. Quería decir que gran parte de él no se puede en nuestro corto alcance reducir a reglas, y que es un labirinto tan enmarañado que aún hombres hábiles pierden a cada paso el tino en su estudio (Adam & Henry 1880: 1).

En la Biblioteca Estense de Módena, Bolonia, se encuentran dos manuscritos que hasta ahora no han sido editados: 1. Gramática de la Lengua de los Yndios llamados Chiquitos pertenecientes al Gobierno de Chuquisaca en el Reyno del Perú, y 2. Bocavulario de la Lengua de los Yndios llamados Chiquitos. Ambas obras, que no llevan fecha de redacción, son de un jesuita anónimo.23

Lengua zamuca• ‘Arte de la lengua zamuca (1738-1745)’ (Ignace Chomé, en de Lussagnet 1958).

Lengua baure• ‘Arte de la lengua baure’, escrito por el P. Antonio Magio de la Compañía de Jesús después de mu-

chos años de misionero y muchísima aplicación y estudio a dicha lengua, en las reducciones de la Concepción, S. Martín, y S. Nicolás, donde últimamente escribió dicho arte, año 1749, en Arte de la lengua de los indios baures de la provincia de Moxos conforme al manuscrito original del P. Antonio Magio de la Compañía de Jesús (Adam & Leclerc 1880: 1-53).

De hecho, esta pequeña gramática del jesuita Magio forma sólo una parte de la obra editada por Adam y Leclerc. La misma obra contiene una segunda gramática, titulada “gramática de la lengua de los indios bau-res de la provincia de Mojos” (Adam & Leclerc 1880: 55-109), compuesta por Francisco de Asís Coparcari, según los editores después de la expulsión de los jesuitas. Como dicen Adam y Leclerc en su introducción, el autor podría haber sido “uno de los curas enviados por el obispo de Santa Cruz Francisco Ramón de Herbo-so para reemplazar a los padres” (Adam & Leclerc 1880: II). La obra de los dos franceses contiene, además, un texto de Alcide d’Orbigny, titulado ‘Idiome des In-diens Baures ou Bauros du nord-est de la Province de Mojos (Bolivie)’ (Adam & Leclerc 1880: 111-118), que en su mayor parte (pp. 113-118) es un vocabulario de la lengua baure. La presencia de la Orden de San Francisco entre los pueblos de las tierras bajas de Bolivia se inició ya en el siglo XVII y continúa en la actualidad. Durante mucho tiempo los franciscanos realizaron su labor misio-nera desde colegios de Propaganda Fide, que se fundaron en Tarija, Tarata, Potosí, Sucre y La Paz, abarcando cada uno una determinada región del país. Por lo que respecta a la publicación de gramáticas y vocabularios, casi todos de la época republicana, podemos dar la siguiente información:

Lengua cavineña• Armentia, Nicolás (1906)

‘Arte y vocabulario de la lengua cavineña. Manuscrito del R.P. Fray Nicolás Armentia ordenado con notas por Samuel A. Lafone Quevedo’.

23 Para un comentario sobre estos manuscritos, ver Tagliavini (1928: 533-538). En el mismo artículo, Tagliavini menciona tam-bién una correspondencia entre Joaquín Camaño y el cardenal Mezzofanti que está conservada en la Biblioteca Comunale dell’Archiginnasio de Bologna. En esta correspondencia se habla de la lengua chiquita.

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Lengua chiriguana• León de Santiago, Pedro (1998 [1794])

Diccionario guaraní-castellano y castellano-guaraní.• Corrado, Alejandro María (1896)

Reglas elementares de la lengua chiriguana para uso de los RR. PP. Misioneros Franciscanos del Colegio de Propaganda Fide de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija (América Meridional). Obra póstuma del R.P. Alejandro María Corrado, Misionero Apostólico, revisada, corregida y dada a luz por el R.P. Doroteo Gian-necchini.

• giannecchini, Doroteo (1896) Breve diccionario de los nombres y verbos más necesarios para poder entender y hablar la lengua chiriguana.

• giannecchini, Doroteo, Santiago Romano & Herman Cattunar (1916) Diccionario chiriguano-español y español-chiriguano compilado teniendo a la vista diversos manuscritos de

antiguos misioneros del Apostólico Colegio de Santa María de los Ángeles de Tarija y particularmente el Dic-cionario Chiriguano etimológico del R.P. Doroteo Giannecchini por los padres Santiago Romano y Herman Cattunar, alumnos del mismo Colegio.

Lengua guaraya• Priewasser, Wolfgang (1903)

Compendio de la gramática del idioma guarayo.• Scherer, Jenaro (1907)

Diccionario guarayo-castellano, castellano-guarayo.• Hoeller, Alfredo (1932a)

Guarayo-Deutsches Wörterbuch.• Hoeller, Alfredo (1932b)

Grammatik der Guarayo-Sprache.

Lengua mosetena• Bibolotti, Benigno (1917)

Moseteno vocabulary and treatises (from an unpublished manuscript in possession of Northwestern University Library) with an introduction by Rudolph Schuller.

Lengua sirionó• Schermair, Anselmo (1949)

Gramática de la lengua sirionó, La Paz, Impresa en los Talleres gráficos de A. gamarra.• Schermair, Anselmo (1958)

Vocabulario sirionó-castellano, Innsbruck, Universität Innsbruck.• Schermair, Anselmo (1962)

Vocabulario castellano-sirionó, Innsbruck, Universität Innsbruck.

Lengua tacana• Sanjinés, Fernando de M. (1891)

Manual en el idioma tacana, para el servicio de los Padres misioneros y aún para el de los patrones de barracos, donde hay esparcidos algunos miles de naturales tacanas.

• Sanjinés, Fernando de M. (1901) Manual tacana, compuesto para el uso de los PP. Misioneros del Colegio de Propaganda Fide de S. José de La

Paz.• Armentia, Nicolás (1902)

‘Arte y vocabulario de la lengua tacana. Manuscrito del R.P. Fray Nicolás Armentia, con introduc-ción, notas y apéndices por Samuel A. Lafone Quevedo’.

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• Armentia, Nicolás & Antonio gili (1902) Tacana. Arte, vocabulario, exhortaciones, frases y un mapa por el R P. Fr. Nicolás Armentia. Oraciones y Ca-

tecismo por el R.P. Fr. Antonio Gili. Introducción y notas por Samuel A. Lafone Quevedo.• gili, Antonio (1902)

‘Arte y vocabulario de la lengua tacana’.

Lengua yuracaré• Lacueva, Francisco (1893)

Principes et dictionnaire de la langue yuracare ou yurujure. Composés par le R.P. La Cueva, et publiés confor-mément au manuscrito de A. d’Orbigny, par Lucien Adam.

Por lo que respecta a la producción de catecismos, libros de pláticas, etc., fuera del catecismo del padre Pedro Marbán que ya hemos presentado, sólo conocemos, en cuanto a lo que compusieron los jesuitas, la obra Cartilla y Doctrina Cristiana en lengua Moxa, impressa con permiso de los Superiores en la Ciudad de los Reyes por Joseph Contreras Impressor Real, del año 1702, y ‘Pláticas para el uso de la lengua chiquita’, pp. 59-70 de la obra Arte y vocabulario de la lengua chiquita, editada por Adam y Henry (1880). De lo que publicaron los franciscanos podemos indicar lo siguiente:24

Lengua chiquitana1966 Katesismo siñaama au manitiak’ chikito kaar kasteliano. Catecismo breve en lengua chiquita y castellana.

San Ignacio de Velasco.1992 Ñacumanatarrti Bae Tuparr. Santa Misa. Edición chiquitano-castellana. San Antonio de Lomerío:

Vicariato Ñuflo de Chávez.

Lengua chiriguana• Corrado, Alejandro María (1871)

Catecismo de la doctrina cristiana con varias oraciones y prácticas devotas en lengua chiriguana con su traduc-ción literal al castellano, para el uso de las Misiones del Colejio de Propaganda Fide de Tarija en la República de Bolivia.

• Corrado, Alejandro María (1885) Método para instruir y disponer a los indios enfermos en el recibir el Santo Bautismo, compuesto en lengua

chiriguana.

Lengua guaraya• Cors, José (1854)

Cartilla y catecismo de la doctrina cristiana. En el idioma de los indios guarayos, con el castellano al frente.• Cardús, José (1883)

La doctrina cristiana explicada en guarayo y castellano para uso de los neófitos.• Pesciotti, Bernardino (1904a)

Colección de materias predicables en idioma guarayo.• Pesciotti, Bernardino (1904b)

Devocionario del neófito guarayo (América Meridional. Bolivia).• Hoeller, Alfredo (1935)

Doctrina que contiene la Sagrada Biblia y las enseñanzas más principales de la fe, en guarayo y castellano.• Buehl, Francisco Bertoldo (1939)

Catecismo del Vicariato Apostólico de Chiquitos en castellano y guarayo.• “Misa guarayos” y otras piezas musicales”, en José A. Perasso (ed.) (1988) Los guarayu. Guaraníes del

Oriente Boliviano, 89-154.

24 Para diversos manuscritos que se encuentran en el archivo de los franciscanos de Tarija, ver Calzavarini (2007).

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Lengua itonama• Confesionario (1800-1801), en de Créqui-Montfort & Rivet (1917).

Lengua mosetena• Herrero, Andrés (1834)

Doctrina y oraciones cristianas en lengua mosetena compuestas por el R.P. Andrés Herrero Misionero Apostólico y traducidas en español palabra por palabra para la mejor inteligencia de los demás misioneros que de nuevo vayan a catequizar en aquella nación.

Lengua pacahuara‘Doctrina cristiana (ms. escrito en 1851 por un misionero franciscano)’, en Sanjinés (1891: 104-108).

Lengua sirionó• Schermair, Anselmo (1963)

Sirionó-Texte.

Lengua tacana• Comas, José (1859)

Catecismo de la doctrina Cristiana en idioma tacana.• gili, Antonio (1859)

Breve resumen de doctrina cristiana; traducido de castellano a idioma tacana.• gili, Antonio (1862)

Catecismo en tacana y castellano.

La finalidad del Instituto Lingüístico de Verano es en primerísimo lugar estudiar las lenguas de los pueblos originarios para poder traducir la Biblia en esas lenguas. Así fue también el caso de la presencia de miembros de este instituto en Bolivia. Por lo que respecta al Antiguo Testamento, no han traducido, de hecho, ningún libro o texto, sino elaborado unos libritos, con el título genérico de Historias del Antiguo Tes-tamento, en las siguientes lenguas: chipaya, chiquitano, chiriguano, itonama, movima, sirionó y tacana. En cuanto al Nuevo Testamento, se publicaron las siguientes partes:

• Evangelio de san Marcos araona, guarayo, itonama, sirionó, tacana• Hechos de los Apóstoles chácobo• Primera carta a los Corintios chácobo• Primera y segunda carta a los Tesalonicenses baure, chiquitano, ese ejja• Primera y segunda carta a Timoteo baure, ese ejja, guarayo• Cartas a Tito y Filemón baure• Primera carta de san Juan baure, ese ejja, guarayo, sirionó• Segunda y tercera carta de san Juan baure, guarayo, sirionó

El Nuevo Testamento integral fue traducido a los siguientes idiomas: chipaya (ILV 1978), chácobo (ILV 1979), chiquitano (ILV 1980), ese ejja (ILV 1984), mojeño-ignaciano (Liga Bíblica Mundial del Hogar 1980), sirionó (ILV 1977) y tacana (ILV 1981).

4. Conocimiento teórico

Lorenzo Hervás, en su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, presenta a las lenguas aimara, quechua y puquina como lenguas independientes o lenguas matrices. Büttner dice al respecto: “Hervás enfatiza la dife-rencia entre las dos lenguas (aymara y quechua) y expresa admiración ante el hecho de que, como única cosa

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común, sólo se haya revelado un número insignificante de préstamos de palabras, a pesar de que la presión del medio ambiente de los incas, los permanentes vecinos geográficos, hubiera hecho esperar mayores coin-cidencias” (Büttner 1983: 27). De la lengua puquina dice el mismo Hervás: “De la lengua puquina solamente he podido lograr la oración dominical, cuyas palabras me parecen muy diferentes de las respectivas de otros idiomas de América, por lo que conjeturo que sea matriz” (Hervás 1800: 245). Por lo que respecta a la rela-ción entre las lenguas aimara y quechua, se han ido formando varias corrientes entre los lingüistas y otros autores. Una primera mantiene el criterio de Hervás de que, por más que haya un cierto vocabulario común, se trata de dos idiomas independientes. Max Uhle, por ejemplo, afirmó en 1912: “Toda relación entre el Aimará y el Quechua consiste en un paralelismo y una analogía general, pero sin relación genética […] Los fundamentos de ambas lenguas son diferentes […] Queda por resolver la cuestión de qué manera se formó el paralelismo gramatical de las dos lenguas” (Uhle 1912: 219-320). Middendorf y otros después de él matizan esta posición, reconociendo una cierta hermandad entre el aymara y el quechua: “El aimará y el keshua son lenguas hermanas, pero se comportan entre sí como hermanas de matrimonio mixto, en el cual los cónyuges descienden de diferentes razas” (Middendorf 1890: 25). Una segunda corriente indica, manteniendo de al-guna forma la independencia, que una de las dos lenguas pueda haber servido como modelo para la otra. Así, dijeron en 1813 Adelung y Vater: “Pero tal vez fue una lengua y probablemente la quechua, una especie de modelo para la otra, para complementar su formación gramatical” (Adelung & Vater 1813: 537). Una tercera opción aboga por que una de las dos lenguas ha sido la original de la cual se ha desarrollado la otra. Así dijo, por ejemplo, Alcide d’Orbigny en su obra de 1839: “En resumen, por sus formas, por su composición, por su dureza, por su expansión, la lengua aymara se parece mucho a la de los Quichuas. […] Nos inclinamos a creer que la lengua aymara es la fuente de la lengua quechua” (d’Orbigny 1839: 147). Tenemos una cuarta corriente, la cual ha llegado a ser la más apoyada, que afirma que las dos lenguas han surgido de una fuente común. Esta corriente es presentada primeramente por Tschudi en 1853: “Después de una comparación muy minuciosa de las dos lenguas, ya no se puede dudar que tienen un tronco común, pues además de la gran se-mejanza de las palabras, el mecanismo gramatical es absolutamente parecido” (Tschudi 1853: 18). En el año 1950 J. Alden Mason creó para esta opción un nuevo término: “«Kechumaran» es un término híbrido aquí presentado por primera vez para designar el subfilo, aún no comprobado pero altamente probable, consis-tiendo en quechua y aymara. Desde hace mucho tiempo se cree que aymara y quechua tienen relaciones tanto lingüísticas como culturales. La extensión de esta relación requiere todavía más estudio” (Mason 1950: 196). Así se quedó, de hecho, esta cuestión. Todavía en 1994 el gran lingüista peruano Rodolfo Cerrón-Palomino dijo en su libro Quechumara: “Fuera de ello, naturalmente, nuestra posición en relación con el aspecto polé-mico mencionado es a favor de un posible origen común, si bien dicha hipótesis está aún por demostrarse” (Cerrón-Palomino 1994: 12-13). Uno nuevo aporte a la cuestión de la relación entre el aimara y el quechua es del lingüista escocés Paul Heggarty (2005).25

En el año 1965 el lingüista peruano Alfredo Torero defendió en la Sorbona de París su importantísima tesis sobre la lengua puquina (Torero 1965). Un año después visitó por primera vez la región kallawaya de la provincia Bautista Saavedra del departamento de La Paz. En el pueblo de Curva pudo conversar con el médi-co herbolario Marcos Salazar, uno de los últimos hablantes de la lengua kallawaya, quien se declaró dispuesto enseñarle palabras y frases en su ‘lengua secreta’. Torero manifestó años después: “Cuando hicimos nuestro trabajo directo con el señor Marcos Salazar, el interés inmediato que nos movía era el de comparar a los le-xemas y gramemas, y el funcionamiento sintáctico del puquina de Oré –tal como los habíamos establecido en nuestro estudio de esta lengua– con las formas y procedimientos correspondientes del callahuaya” (Torero 2002: 460). Torero ya se había dado cuenta que una de las regiones donde se hablaba el idioma puquina era precisamente el llamado Norte de La Paz. Hablando del ya mencionado documento Copia de Curatos, dice: “En cuanto al lado oriental del lago Titicaca, la Copia de Curatos cita al puquina para la casi totalidad de doc-trinas de las provincias de Umasuyos y Larecaja, si bien junto con el aymara y, en algunos casos, el quechua. […] Justamente, es al oriente del lago Titicaca, en la región de Charazani, donde hasta el siglo XX sobrevivía

25 Ver también Adelaar con Muysken (2004: 34-36).

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–y quizá aún sobrevive– el puquina, a través del léxico y de algunos rasgos fonológicos y gramaticales del idioma usado por los comerciantes y herbolarios callahuayas” (Torero 1987: 345). Después de haber reunido el poco material existente acerca de la lengua kallawaya26 y haberlo analizado y comparado cuidadosamente, Torero llegó a las siguientes conclusiones: 1. “Se advierte que existía una marcada diversidad dentro del ca-llahuaya, mucho mayor, en todo caso, de la que tiene en sí el quechua de Muñecas. Diversidad, sobre todo, léxica y en el grado y modos de hibridación morfológica y estructural con el quechua y castellano” (Torero 2002: 458). 2. “El idioma callahuaya, que ha asumido, en cambio, casi enteramente la fonología y la gramática del quechua cusqueño, tiene una elevada comunidad léxica con el material puquina que nos ha transmitido gerónimo de Oré” (Torero 1987: 345). Otro lingüista peruano, Rodolfo Cerrón-Palomino observó lo si-guiente con respecto a las afirmaciones de Torero en un comentario que dio al artículo de Torero de 1987: “Es preferible hablar de “comunidad léxica”, como lo hace Torero, antes que de “correspondencia léxica”. Por lo mismo, nos inclinamos a pensar que la relación histórica existente entre el callahuaya y el puquina es una de contacto íntimo antes que de parentesco” (Cerrón-Palomino 1987: 383). Torero, a su vez, reaccionó a este comentario: “No obstante, en este caso, el alto porcentaje (66.44%) de comunidad en el vocabulario básico cobra su mayor importancia, no sólo como indicador de tiempo de separación, sino como prueba de parentesco. Rodolfo Cerrón disiente de mi conclusión en este punto, si bien lo hace con un razonamien-to no coherente, puesto que, de un lado, acepta no haber duda de que “el callahuaya surgió como lengua profesional en boca de antiguos puquinahablantes que devinieron posteriormente en quechua y/o aimara parlantes” y, de otro, se inclina a pensar que “la relación histórica existente entre el callahuaya y el puquina es una de contacto íntimo antes que de parentesco” (Torero 1987: 398). A no ser que se encuentre todavía nuevo material sobre las lenguas puquina y kallawaya, lo que parece poco probable, la investigación acerca del parentesco entre las dos lenguas difícilmente podrá traer novedades. La cuarta lengua que menciona la Copia de Curatos, la uruquilla, abarca las lenguas uru y chipaya y len-guas ya extinguidas como la ch’imu y la uru-murato. Hay claro consenso con respecto a las lenguas de este grupo lingüístico. En el año 1921 los lingüistas franceses georges de Créqui-Montfort y Paul Rivet identi-ficaron la lengua uru con la lengua puquina, pero su teoría no ha podido sostenerse (de Créqui-Montfort & Rivet 1921a). Los autores de las primeras gramáticas, por más que las compusieran, como hemos visto, en función de la cristianización de los indígenas, contribuyeron ya a un conocimiento teórico de esas lenguas, pero lo hicieron basándose en el edificio sólido de la gramática latina o sus derivados, la gramática italiana o espa-ñola. No pudieron hacerlo en aquel tiempo de otra manera. Joaquín Camaño, en su carta a Hervás del 8 de junio de 1783, escribió en un P.S. lo siguiente: “Incluyo para que vuestra merced se divierta (si gusta de eso) un pedazo de borrador de los papeles de Lengua Chiquita que envié para el Abe. gilj, en el qual verá vuestra merced la variedad de Conjugaciones de la dicha lengua. Verá también quan diferente cosa es esa de lo que vemos en las Lenguas del viejo mundo; y con todo, si viniera un Ángel, y me dixera, que las lenguas Americanas son oriundas de las que conocemos en este mundo, yo diría que la Chiquita se había formado de la Latina y Española, porque, aunque en las palabras no tiene más conexión, que la escribí en otra, con estas lenguas tiene en el artificio un no sé que bien semejante a la Latina, y en el orden de las partes de la oración y tal qual otra cosa a la Castellana” (en Clark 1937: 122). Desde esa gramática latina trataron de penetrar en las lenguas indígenas, consideradas desde su punto de vista de conocedores de lo que llamaban ‘lenguas políticas’ o ‘lenguas de naciones políticas’, como lenguas bárbaras. Se dieron cuenta de lo complejo de esas lenguas todavía casi totalmente desconocidas. Sin embargo, tenaces en su afán de conocerlas, trataron, por decirlo así, de poner orden en lo que a primera vista era un caos. Así, por ejemplo, dijo Pedro Marbán en la carta que escribió al virrey de Lima para pedir la licencia de editar su obra: “Reducido pues a método, y

26 Ya hemos mencionado arriba las publicaciones de Luis Soria Lens y Enrique Oblitas Poblete. El francés Louis girault puso a disposición de Torero los apuntes que había tomado a comienzos de los años 70 del siglo pasado in situ para confeccionar un vocabulario kallawaya, apuntes que fueron editados años más tarde (girault 1989). Contó, además, con las siguientes publica-ciones: Stark (1972) y Mondaca (1987).

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preceptos de un Arte, el confuso labirinto de voces tan bárbaras, ceñida a un Vocabulario, bien ordenado, y digerido, la intrincada selva de sus vocablos …” (Marbán 1894: iv). La verdadera investigación científica de las lenguas de Bolivia comenzó recién en las últimas décadas del siglo XIX, a saber con lingüistas que no tenían ninguna relación práctica o existencial con los hablantes de aquellas lenguas. Por lo que respecta a los Andes, pensemos en primer lugar a un hombre como Julius Platz-mann, quien hizo la importante labor de reeditar gramáticas y vocabularios de las lenguas aimara y quechua de la época colonial, y Ernst Wilhelm Middendorf con sus excelentes obras sobre estos idiomas. En cuanto a las tierras bajas, hay que remarcar que los nuevos lingüistas se basaban exclusivamente en el material pre-sentado en obras de misioneros y viajeros.27 Mencionamos en primer lugar un pequeño estudio del francés Victor Henry sobre el habla de los hombres y el habla de las mujeres en el idioma chiquito (Henry 1879). Diez años después otro francés, Lucien Adam, publicó un artículo sobre la gramática de la lengua mosetene (Adam 1889). En 1905 apareció en Buenos Aires un estudio de Samuel Lafone Quevedo sobre la lengua leca (Lafone Quevedo 1905). Los franceses Lucien Adam, Charles Leclerc y Victor Henry tuvieron en esta época el gran mérito de editar las obras lingüísticas que habían producido misioneros jesuitas en Mojos y Chiquitos. Llama la atención que el interés se dirigió de modo muy especial hacia las lenguas de las etnias más pequeñas. Una culminación de esta etapa encontramos en un artículo que el lingüista norteamericano Alexander Francis Chamberlain publicó en 1910: “Sur quelques familles linguistiques peu connues ou presque inconnues de l’Amérique du Sud. Étude d’orientation linguistique” (Chamberlain 1910).28 El autor indica al comienzo de su estudio que, “dada la gran dificultad de orientarse acerca de muchas lenguas aborígenes sudamericanas, ha pensado que sería tal vez útil dar a los sabios que se ocupan de la filología americana, en resumen el re-sultado de sus investigaciones sobre las lenguas de aquella parte del mundo que son poco conocidas o casi desconocidas” (Chamberlain 1910: 179). De las 42 lenguas que presenta Chamberlain, 17 son de las tierras bajas de Bolivia, a saber: apolista, canichana, cayubaba, chapacura, corabeca, covareca, curaveca, curucaneca, curuminaca, itén o ité, itonama, leca, mosetene, movima, ocorona, otuque y yuracaré. De cada lengua indica donde se la ha hablado o se la habla, da una breve bibliografía de obras en las cuales uno puede informarse sobre los pueblos que hablaban o hablan esas lenguas e indica cuál es el material que se tiene a disposición para analizar las mismas. Por lo que respecta a lo último, de siete lenguas (apolista, corabeca, cavareca, curaveca, curucaneca, curuminaca y ocorona) no hay absolutamente nada, pero Chamberlain mantiene la esperanza que sea posible encontrar todavía algo de la lengua apolista: “El futuro nos proporcionará sin duda el material lin-güístico necesario para resolver de una manera satisfactoria el problema que se presenta aquí” (Chamberlain 1910: 180). Las otras seis son lenguas de pueblos que se encontraban en Chiquitos o cerca de esa región y que han dejado su propio idioma para pasar a la lengua chiquita. Por lo demás, el material lingüístico disponible consistía casi exclusivamente en vocabularios, la mayoría de los cuales presentados por Alcide d’Orbigny en su gran obra L’Homme américain (d’Orbigny 1939). En algunas de las lenguas indicadas había también cono-cimiento de algunos textos religiosos, concretamente el Pater Noster, el Ave Maria y el Credo. georges de Créqui-Montfort y Paul Rivet, atendieron el retro sugerido por Chamberlain y asumieron la tarea de analizar el material de las lenguas mencionadas, iniciando en el año 1912 la publicación de una serie

27 Todavía en esta época éstos contribuyeron al conocimiento de algunas lenguas de las tierras bajas. El norteamericano Edwin R. Heath publicó en 1883 un pequeño estudio, titulado ‘Dialects of Bolivian Indians. A philological contribution from material gathered during three years residence in the department of Beni, Bolivia’. En este artículo se encuentran pequeños vocabularies de las lenguas canichana y cayuvava. Del brasileño Joao Severiano da Fonseca se publicó en 1881 la obra Viagem ao redor do Bra-sil 1875-1878. El autor da tres breves vocabularios: de la lengua baure (pp. 235-239), de la lengua cayubaba (pp. 239-240) y de la lengua itonama (pp. 240-243). Victor Mercier publicó en 1890 un muy breve vocabulario de la lengua pacahuara: ‘Mitteilun-gen Victor Merciers aus dem Wortschatz der Pacaguara’. Tenemos que mencionar también aquí al padre franciscano Nicolás Armentia, quien entregó sus apuntes sobre varias lenguas del noroeste de Bolivia al argentino Samuel A. Lafone Quevedo, el cual hizo estudios críticos de los mismos y los publicó. Fuera de las Artes y vocabulario de las lenguas tacana (1902) y cavineña (1906), que ya hemos presentado en el anterior capítulo, mencionamos todavía de Armentia ‘Idioma schipibo. Vocabulario del idioma schipibo, del Ucayali, que es el mismo que el pacahuara del Beni y Madre de Dios’ (1898).

28 Ya en el Congreso Internacional de Americanistas que se realizó en Quebec en 1906, Chamberlain había presentado un catálo-go de las familias lingüísticas aborígenes de Sudamérica, pero sin texto descriptivo.

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de estudios, bajo el título general Linguistique bolivienne, que llegó a abarcar las siguientes lenguas: apolista (de Créqui-Montfort & River 1913a), canichana (de Créqui-Montfort & Rivet 1913e), cayuvava (de Créqui-Montfort & River 1914a), chapacura (de Créqui-Montfort & River 1913c), itonama (de Créqui-Montfort & River 1916, 1917),29 movima (de Créqui-Montfort & River 1914b) y otuque (de Créqui-Montfort & River 1912).30 Los dos franceses pudieron ampliar en algo el material, por un lado descubriendo en la Biblioteca Nacional de Paris algunos manuscritos de Alcide d’Orbigny que hicieron crecer algunos de los vocabularios que d’Orbigny había publicado en su L’Homme américain, por otro lado porque el explorador sueco Erland Nordenskiöld puso a su disposición apuntes que había tomado sobre lenguas de las tierras bajas de Bolivia durante sus viajes por esta parte del país.31 Además, pudieron publicar un Confesionario en lengua itonama cuyo manuscrito se encontraba en la misma Biblioteca Nacional.32

Al inicio de su primer estudio, dedicado a la lengua otuque, de Créqui-Montfort y Rivet, señalando los pocos documentos que hay para hacer un buen análisis de las lenguas, dicen: “Sin contar las familias lingüísti-cas, cuya existencia está atestiguada solamente por el testimonio de antiguos viajeros y misioneros, la mayoría de estas lenguas sólo está representada por pobres listas de palabras, que permiten solamente comparaciones lexicológicas muy limitadas, y los únicos elementos de los cuales se puede esperar encontrar algunas vagas indicaciones sobre la morfología y la gramática de estos idiomas diversos, se reducen a raros textos religiosos de un valor a veces dudoso” (de Créqui-Montfort & Rivet 1912: 317). Sin embargo, es sorprendente lo que sacan estos dos lingüistas del poco material que estaba a su disposición. Entre la publicación de los estudios de georges de Créqui-Montfort y Paul Rivet y la llegada a Bolivia de miembros del Instituto Lingüístico de Verano, época que abarca alrededor de 25 años, las contribuciones al conocimiento de las lenguas de las tierras bajas fueron muy escasas. Tenemos dos estudios sobre la len-gua de los zamucos, uno del lingüista checo Cestmir Loukotka (1931) y el otro del alemán Herbert Baldus (1932). Otro alemán, Max Schmidt, publicó un vocabulario de la lengua chiriguana en un artículo sobre los chiriguanos y los izoceños (Schmidt 1938),33 y un vocabulario de la lengua guaraya (Schmidt 1936).34 Sobre la misma lengua guaraya escribió también el paraguayo Juan Francisco Recalde (1940). El único estudio so-bre la lengua de los guarasug’we que conocemos, es de Friedrich von Horn Fitz-gibbon, colonista austríaco que se estableció en el Mato grosso y que desde allá hizo exploraciones en la parte oriental del departamento de Santa Cruz, tomando contactos de modo especial con los pausernas o guarasug’we (Fitz-gibbon s/f).35 El norteamericano Rudolph Schuller publicó en 1916 un brevísimo artículo acerca del descubrimiento de nue-vo material sobre la lengua de los mosetenes,36 y en 1933 un pequeño estudio sobre la lenguas de los tacanas. Un caso muy especial es el de la lengua de los sirionós. El anatomista alemán Richard Nikolaus Wegner hizo en los años 1927-1929 un viaje de investigación a México, Perú y Bolivia. En este último país conoció a los sirionós, sobre cuya lengua escribió un artículo en el cual presenta la lengua de estos indígenas como una

29 Ver también Rivet (1921). Este artículo está basado en un vocabulario itonama que recogió Erland Nordenskiöld en uno de sus viajes en San Ramón y que puso a disposición de Paul Rivet.

30 Ver también de Créqui-Montfort & Rivet (1913b). Fuera de las lenguas presentadas por Alexander Chamberlain, los lingüistas franceses publicaron también un estudio sobre los dialectos pano de Bolivia (de Créqui-Montfort & Rivet 1913f), la lengua saraveka (de Créqui-Montfort & Rivet 1913d ) y la familia lingüística tacana (de Créqui-Montfort & Rivet 1921b, 1922, 1923).

31 Ver Nordenskiöld (1910).32 Daniel garrison Brinton, en su obra The American Race ya hace mención de la existencia de este confesionario: “Among the MSS.

of this great library is a Confessionario in Itonama, which should be published as perhaps the only text of the language extant” (pp. 304-305, nota a pie de página). Este confesionario se encuentra en las páginas 26-44 del artículo sobre la lengua itonama.

33 En las páginas 91-111 se encuentran ‘Vocabularios de los Chiriguanos de Macharetí y de los Izozós del río Parapití’.34 El vocabulario se encuentra en las páginas 176-187.35 En la página web de Wikipedia alemana dedicada a von Horn, se dice que “es considerado como descubridor de la tribu de los

pauserna-guarasug’we en el oriente de Bolivia. Durante varios años von Horn estudió esta tribu desde San Ignacio de Velasco y tomó apuntes lingüísticos que publicó en revistas académicas francesas”. Lastimosamente no hemos podido encontrar datos sobre estas publicaciones.

36 Se trata de un vocabulario de alrededor de 2.500 palabras, seguido por un breve esbozo gramatical, algunas frases en mosetén y castellano y un panegírico en mosetén sólo. El manuscrito de un franciscano que trabajaba en Covendo, está fechado 20 de mayo de 1868. El manuscrito se encuentra en la biblioteca de la Northwestern University de Evanston, Illinois.

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lengua sin articulación y gramática (Wegner 1928).37 Los comentarios de Wegner sobre la lengua sirionó llegaron a conocerse en Viena y allá un tal Hans Fischer publicó un artículo sobre “un pueblo que no tiene lengua” (Fischer 1930). La situación en cuanto al estudio de las lenguas de las tierras bajas de Bolivia cambió radicalmente cuando, en 1954, se estableció en el país el Instituto Lingüístico de Verano. Por primera vez en la historia se planificó y organizó el estudio de esas lenguas. Los miembros del instituto realizaron estudios fonológicos, filológicos y gramaticales de un gran número de lenguas originarias. Del resultado de estos estudios, como ya hemos indicado más arriba, mucho quedó inédito y es consultable solamente en algunas bibliotecas de Bolivia en forma de microfichas. En Bolivia el ILV publicó la obra Work papers of the Summer Institute of Lin-guistics, Beni, Bolivia, 1972-1976 (1978)38 y Notas lingúisticas de Bolivia.39 Algunos miembros de este instituto publicaron artículos sobre temas lingüísticos en revistas de especialización.40 Todos estos estudios, inéditos y publicados, pueden ser considerados como trabajos previos a la elaboración de gramáticas de las diferentes lenguas. De hecho, el ILV editó una obra en tres tomos de ‘gramáticas estructurales’ (Matteson 1965), que tienen el siguiente contenido:

Cuadro 1 Contenido Matteson (1965)

Tomo Lengua Autor(es) PáginasI Quechua Henry Spenst, Ila Spenst, Betsy Wrisley y Grace Sherman 1-118

Guaraní Harry Rosbottom 121-278Sirionó Perry N. Priest y Ann Priest 281-373

II Chácobo Gilbert R. Prost 1-130Movima Robert A. Judy y Judith Judy 131-222Itonama Elizabeth L. Camp y Millicent R. Liccardi 223-383

III Baure Priscilla M. Baptista y Ruth Wallin 1-98Ignaciano Willis Ott y Rebecca B. Ott 98-180Ese’ejja Jack Shoemaker y Nola Shoemaker 181-306Tacana John Ottaviano y Ida Ottaviano 309-417

Finalmente, el ILV editó también diccionarios, a saber de las siguientes lenguas: araona (Pitman 1981), cavineña (Camp 1989), ese ejja (Wyma & Pitkin 1962), itonama (Camp & Liccardi 1967), mojeño-ignaciano (Ott & Burke de Ott 1983), movima (Judy & Judy 1962a) y tacana (Buckley de Ottaviano & Ottaviano S. 1989). Durante el largo período en que miembros del Instituto Lingüístico de Verano realizaban sus investi-gaciones sobre diferentes lenguas de las tierras bajas de Bolivia, casi no ha habido aportes al desarrollo del conocimiento de esas lenguas de parte de otros lingüistas.41 Se destacan casi exclusivamente los estudios de las lenguas ayoreo y sirionó y del grupo pano-tacana.

37 Dos años después, en 1930, apareció en Berlín una pequeña nota del mismo Wegner sobre ‘Hombres sin idioma’: ‘Menschen ohne Sprache’.

38 En esta obra se encuentran los siguientes estudios: Pitman, Donald, ‘Araona syllable and stress’ (pp. 1-17); Camp, Elizabeth & Millicent Liccardi, ‘Cavineña pronouns in relation to theme and topic’ (pp. 19-51); Krüsi, Martin & Dorothee Krüsi, ‘Phono-logy of Chiquitano’ (pp. 53-93); Krüsi, Martin & Dorothee Krüsi, ‘The use of modes in Chiquitano discourse’ (pp. 95-162); Newton, Dennis, ‘guarayu discourse’ (pp. 163-269).

39 Para nuestro interés son las siguientes: Ott & Ott (1959); Key (1962); Judy & Judy (1962b); Baptista & Wallin (1964); Pitman & Pitman (1970); Priest (1980).

40 Mencionamos en especial la International Journal of American Linguistiques (IJAL) y la revista Linguistics. Ver IJAL: Key (1961); Prost (1962); Rosbottom (1961); Priest, Priest & grimes (1961); ver Linguistics: Prost (1967); Rosbottom (1968); Liccardi & grimes (1968); Ott & Ott (1967); Priest (1968).

41 Esto no vale para el estudio de las lenguas aimara y quechua. Desde mediados del siglo XX ha habido un avance importante con respecto a la investigación de estas lenguas.

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Por lo que respecta a la lengua sirionó, unos años antes de que el ILV empezase su trabajo, a saber en el año 1949, el franciscano austríaco Anselmo Schermair, que ya desde hace años vivía en la misión Santa María de Lourdes, publicó en La Paz una gramática de esta lengua (Schermair 1949). En 1953 el lingüista francis-cano Engelbert giertler, también austríaco, publicó un artículo en que comenta el trabajo de Schermair y da una impresión de las características principales del idioma de los sirionós. Me parece importante destacar aquí la siguiente ponderación que giertler da de esta lengua, una ponderación que podría darse también de otras lenguas indígenas del trópico:

Según las declaraciones de los padres misioneros que tuvieron la oportunidad de escuchar y estudiar en el mismo terreno el sirionó, esta lengua tiene un sonido armonioso y melodioso. Este hecho se basa en una casi opulenta riqueza de vocales y nasales de todos matices y la ausencia de ciertas acumulaciones de consonantes con sus ruidos duros. La lengua se ha desarrollado sin alguna escritura, aún más sin ligazón a un sistema de sonidos o alfabeto de que se llega a tomar conciencia, porque de tales cosas los sirionós como hijos de la selva no tienen idea. En este sentido se trata aquí de una lengua realmente primitiva y vital que puede llevar toda nuestra problemática lingüís-tica a fuentes hasta ahora escondidas. El oído, no impedido por alguna imagen pictórica, se concentra aquí en el tono de la lengua. Oye tonos sonoros que suenan por la boca y la nariz y que son interrumpidos, introducidos o terminados por diferentes ruidos determinados y cambiantes de la boca y de la laringe. Lo animado del ritmo y la entonación tiene su efecto inmediato sobre la voluntad de entender. Las intenciones fundamentales de la palabra y del discurso se revelan: reparto y comunicación (giertler 1953: 28).

En otra parte de su artículo giertler subraya el cuidado que se debe tener en forzar las lenguas autócto-nas de Bolivia (y de otras partes de Sudamérica) dentro de conceptos lingüísticos indoeuropeos:

Sería ciertamente equivocado o a lo menos prematuro sacar conclusiones con respecto a tipos de palabras o cons-trucciones de frases en el sentido indoeuropeo a base de una gramática sirionó existente. Sólo hasta que hayamos llegado a una comprensión total de las lenguas indígenas se deja mostrar en una gramática cómo podríamos trans-mitir en alguna de estas lenguas nuestros tipos de palabras y conceptos gramaticales (giertler, 1953: 41).

En los años 1958 y 1962 se publicaron en Innsbruck los vocabularios que Schermair ya había compuesto en los años 30 del siglo pasado (Schermair 1958, 1962). En un breve comentario sobre estas publicaciones, Martin gusinde toma posición contra las afirmaciones que hizo Richard N. Wegner en 1928 y destaca, como lo había hecho Engelbert giertler, “lo sorprendentemente rico” que es la lengua sirionó y “cuan multiforme el mismo pensamiento puede ser variado en esta lengua, lo que presupone una clara precisión de la expre-sión” (gusinde 1964: 271). Finalmente, en 1965 el lingüista norteamericano Homer L. Firestone publicó su obra Description and classification of Sirionó, como resultado de su estadía entre los sirionós de Santa María y de conversaciones que tuvo con su principal informante, el sirionó Cristóbal, en su casa de Cochabamba. Firestone pudo usar tam-bién material que le habían proporcionado la World Gospel Mission (Misión Evangélica Mundial), la Misión Evangélica Nuevas Tribus y el Instituto Lingüístico de Verano. Parece que Firestone no tuvo conocimiento de la gramática que elaboró el padre Schermair, porque no la cita en sus referencias y, además, dice en la introducción de su obra: “Actualmente a la lingüística sirionó le falta una gramática estructural o una des-cripción científica de los diferentes niveles lingüísticos. Este estudio es un intento de suplir esta necesidad” (Firestone 1965: 7). En 1958 la lingüista francesa Suzanne Lussagnet publicó la obra ‘Arte de la lengua Zamuca’ del jesuita Ignacio Chomé. En 1964, el etnólogo alemán Heinz Kelm, quien por entonces estaba investigando diferentes culturas autóctonas del oriente boliviano, basándose en la obra de Chomé, pudo establecer una clara relación entre la lengua de los zamucos y la de los ayoreos del gran Chaco, en su amplio estudio titulado: “El zamuco –una lengua viviente” (Kelm 1964). Dice Kelm al respecto: “Fuera de su valor como documento histórico, [el “Arte de la lengua Zamuca”] tiene significado en cuanto ofrece la posibilidad de hacer, sobre una base amplia, una comparación con las lenguas que hoy son habladas por los que pertenecen al grupo zamuco” (1964: 457).

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En los últimos 30 años se han presentado una serie de novedades con respecto al conocimiento teórico de las lenguas de Bolivia. En primer lugar debemos mencionar el hecho de que en el mundo entero se ha ido tomando fuerte conciencia de la preocupante extinción de lenguas. Esto vale de modo especial para las Américas y también para Bolivia. Se han formado varias organizaciones e institutos que promueven el estu-dio de las llamadas ‘lenguas amenazadas’. Además, y esta es también una novedad, diferentes universidades han asumido un papel importante en el estudio amplio y profunda de lenguas en vía de extinción. Mandan a jóvenes lingüistas a diferentes partes del mundo para realizar investigaciones acerca de las mencionadas len-guas, las más de las veces para obtener el doctorado. Estos lingüistas se dedican de modo especial al estudio de una lengua para establecer la gramática de la misma. De esta manera disponemos en la actualidad, por lo que respecta a las tierras bajas de Bolivia, de las siguientes gramáticas y esbozos modernos:

Cuadro 2 Gramáticas y esbozos modernos

Lengua Autor(es)Araona Emkow, Carola (2006)Ayoreo Bertinetto, Pier Marco (2014)Baure Danielsen, Swintha (2007)Besɨro (chiquitano) Galeote Tormo, Jesús (1996 [1993])Cavineña Guillaume, Antoine (2008a)Ese Ejja Vuillermet, Marine (2012)Guaraní-chiriguano Dietrich, Wolf (1986); Schuchard, Bárbara (1979)Itonama Crevels, Mily (2012)Leko Kerke, Simon van de (2009)Mojeño ignaciano Olza Zubiri, Jesús, Conchita Nuni de Chapi y Juan Tube (2004 [2002])Mojeño trinitario Rose, Françoise (2014)Moré Angenot de Lima, Geralda (2006)Mosetén Sakel, Jeanette (2004)Movima Haude, Katharine (2006a)Yuki Villafañe, Lucrecia (2004)Yurakaré Gijn, Rik van (2006)’Weenhayek (mataco) Alvarsson, Jan-Åke (1979); Alvarsson, Jan-Åke y Kenneth Claesson (2014)

En los Andes de Bolivia se ha ido formando una verdadera generación de lingüistas entre los mismos aimaras y quechuas. Se inició la formación de esta generación prácticamente a comienzos de los años 70 del siglo pasado, cuando la lingüista norteamericana Martha Hardman trajo a la Universidad de Florida en gainesville a los jóvenes aimaras Juana Vásquez y Juan de Dios Yapita para hacer con ellos investigaciones profundas acerca de la lengua aimara, dentro de un gran proyecto que se tituló The Aymara Language Mate-rial Project.42 Pronto se formaron también en Bolivia lingüistas aimaras y quechuas, entre los cuales se han ido destacando, entre otros, Ignacio Apaza Apaza, Miriam Cayetano Choque, Daniel Cotari gutiérrez, Donato gómez Bacarreza, Teófilo Laime Ajacopa, Félix Layme Pairumani, Claudio Marcapaillo Achu, Luis Morató Peña y Luis Morató Lara.43 De las lenguas chipaya y uru se han hecho en los últimos años importantes y sustanciales gramáticas.44

Lastimosamente la situación de la elaboración de nuevos diccionarios a base de los actuales criterios lin-güísticos no ha llegado todavía a la misma extensión que en el caso de las gramáticas. Después de la edición de los diccionarios del Instituto Lingüístico de Verano, solamente se ha trabajado y se está trabajando en

42 Los primeros productos de esta colaboración fueron: Hardman, Vásquez & Yapita (1974a,b,c).43 Para referencias a los estudios y publicaciones de estos lingüistas bolivianos, ver las bibliografías aimara y quechua en: www.ucb.

edu.bo/bibliografiaEtnias de mi autoría.44 Cerrón-Palomino (2006); Hannss (2008).

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la composición de diccionarios en las siguientes lenguas: ayoreo (Higham, Morarie & Paul 2000), chácobo (Zing 1998), chiquitano (Fuss & Riester 1986), reyesano guillaume 2008b) y yurakaré (Van gijn & Hirtzel en prep.). Además, hay diccionarios pequeños de los idiomas chimane (Suárez 2007a), guaraní-chiriguano (Paz Echazú 1992; Román Montenegro & Layme Payrumani 1993), movima (Suárez 2007b) y yuracaré (Ribera, Rivero & Rocha 2001). Aparte queremos mencionar un diccionario cuatrilingüe de reciente publi-cación: Ottonello (2010). En cuanto a las lenguas de los Andes, llama en primer lugar la atención que se ha, por decirlo así, re-descubierto la importancia del Vocabvlario de la lengva aymara de Ludovico Bertonio. Ya en el año 1956 se hizo una reedición facsimilaria45 y después ha habido otras publicaciones.46 Nuevos diccionarios de la lengua aimara fueron preparados principalmente por aimaras mismos (Laruta Callisaya 2007; Layme 2004).47 En cuanto a diccionarios quechuas queremos mencionar de modo especial dos, los de los lingüistas Joaquín Herrero y Federico Sánchez de Losada (1983), y del obispo católico Adalberto Rosat (2004).48 En 2011 se publicó un diccionario chipaya (Cerrón-Palomino & Ballón Aguirre 2011). Los nuevos lingüistas académicos han publicado con cierta frecuencia los avances de sus investigaciones, en especial con respecto a determinados aspectos gramaticales de las lenguas, en revistas de especialización, pero, además, los han presentado en diferentes simposios o seminarios. Donde durante muchísimo tiempo la casi única plataforma de presentación de tales avances eran los Congresos Internacionales de Americanistas, en los últimos dos décadas se han presentado ponencias sobre temas lingüísticos específicos de las lenguas de las tierras bajas de Bolivia en la Annual Conference of the Linguistic Society of America, el Séminaire de lin-guistique amérindienne, la Annual Conference of the Australian Linguistic Society, el Annual Meeting of the Society for the Study of the Indigenous Languages of the Americas, etc. En abril de 2007 hubo en el Centre d’Études des Langues Indigènes d’Amérique de Villejuif, Francia, un simposio dedicado exclusivamente a las lenguas de las tierras bajas de Bolivia: ‘Argument-coding systems in Bolivian lowland languages’. Un tema importante dentro de las investigaciones lingüísticas es la dialectología. Ludovico Bertonio ya habló en su Arte y gramática muy copiosa de la lengua aymara de “muchas naciones de indios Aymaraes” y, con-forme a ello, enumera como dialectos del aimara a los siguientes: “Canchi, Cana, Colla, Collagua, Lupaca, Pacase, Caraca, Charca, “y otros” (Bertonio 1603b: 10). Sin embargo, a lo largo de la historia este tema no ha recibido la debida atención. Recién en el año 1976 la lingüista norteamericana Lucy Briggs defendió su tesis doctoral, por así decirlo revolucionaria, sobre dialectos del idioma aimara: Dialectical variation in the aymara language of Bolivia and Peru (Briggs 1976).49 En una amplia reseña de esta obra, Rodolfo Cerrón-Palomino dijo que se trata “de un libro que tiene la virtud de introducirnos, por primera vez en la historia del aimara, en los estudios dialectológicos de la lengua” (Cerrón-Palomino 1995). En la primera década del siglo XXI varios lingüistas aimaras han empezado a dedicarse seriamente al estudio de los dialectos de su lengua (Apa-za Apaza 2000; Flores Chacolla 2008; Marcapaillo Achu 2008). Tradicionalmente se ha reconocido que en territorio boliviano se habla dos variantes importantes de la lengua quechua, a saber: el quechua, llamado cuzqueño, en el Norte de La Paz, y el quechua que se habla en los departamentos de Oruro, Potosí, Cocha-bamba y Chuquisaca, pero hasta ahora no existen estudios académicos sobre los variantes del quechua de Bolivia.50

Por lo que respecta a las lenguas de las tierras bajas de Bolivia, ya Lorenzo Hervás, como hemos visto al inicio de este estudio, señaló variaciones en diferentes lenguas, aunque usó de una manera un poco arbitraria y confusa los términos ‘lengua’ y ‘dialecto’. Sin embargo, aquí nos encontramos en la misma situación que la de los Andes. Desde mediados del siglo pasado se ha ido distinguiendo dentro de la lengua mojeña clara-

45 La Paz, Litografía Don Bosco, 1956.46 Cochabamba, CERES - IFEA - MUSEF, 1984; Arequipa, Ediciones El Lector, 2006.47 Ver también Orellana de Quinche (2000).48 Otros modernos diccionarios son: Cayetano Choque (1992); gómez Bacarreza (2004); Herbas Sandóval (1998); Mamani Pari-

guana (2006).49 La versión castellana de esta obra trascendental fue publicada recién en 1993.50 Para un estudio de los dialectos del quechua, ver Landerman (1991).

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mente el ignaciano y el trinitario. Por lo demás, conocemos solamente una obra que habla explícitamente sobre dialectos dentro de una lengua determinada, a saber: la tesis doctoral de Jeanette Sakel sobre la lengua mosetena, en la cual la autora distingue tres dialectos: el mosetén de Santa Ana de Mosetenes, el mosetén de Covendo y el Chimane (Sakel 2004). En el siglo XIX hubo varias corrientes de búsqueda del origen de las lenguas quechua y aimara. Una primera de estas corrientes partía del presupuesto de la unidad y del origen común de todas las lenguas. Este origen se buscaba en alguna lengua del mundo antiguo o del viejo continente. Así, J. Klaproth presentó en su obra de 1826 una serie de comparaciones lexicales entre las lenguas del mundo antiguo y lenguas del continente americano, entre las cuales figuran el aimara y el quechua. Otro ejemplo que podemos presentar es el de Andreas Adolphe de Merian, quien en su obra de 1828, dedicada a la tesis de la unidad de la lengua, presenta un buen número de palabras aimaras y quechuas, cuyas raíces, según el autor, son las mismas que las de palabras del antiguo continente. Dentro de esta corriente encontramos también, concretamente de parte de lingüistas cristianos, la convicción de que la lengua original de la humanidad ha sido el hebreo. Dentro de Bolivia se destacó en esto el franciscano Honorio Mossi, quien escribió varias obras por medio de las cuales quería comprobar la primacía de la lengua hebrea en la historia de las lenguas (Mossi 1859, 1873). Una se-gunda corriente relaciona lenguas americanas, y entre estas el aimara y el quechua, con alguna lengua de otro continente. gustave d’Eichthal tiene en su obra de 1845 un capítulo titulado ‘Relación entre algunas lenguas americanas y el copto’; compara palabras aimaras y quechuas con el copto. Hyde Clarke relacionó el aimara y el quechua con el egipcio, el chino, el tibetano y el dravidio, y crea la expresión ‘idioma sumero-peruano’ (Clarke 1875, 1878). Finalmente, una tercera corriente, exclusiva de Bolivia, aboga por qué la lengua original de la humanidad fue el aimara.51 Inició esta corriente Emeterio Villamil de Rada, con una obra del año 1876, en la cual, en forma de cartas, expone sus ideas acerca del aimara como “la madre de todas las lenguas”. Le siguió en esta convicción Isaac Escobari (1881). En 1888 se publicó en La Paz la obra que ha hecho famoso a Villamil de Rada: La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. georges de Créqui-Montfort y Paul Rivet dijeron lo siguiente con respecto a la labor que iniciaron en el año 1912 (de Créqui-Montfort & Rivet 1912: 318-319):

Nos proponemos confrontar estos materiales nuevos con los materiales ya publicados y, si es posible, agruparlos. De ninguna manera pretendemos establecer así una clasificación definitiva. Nuestra intención es otra: sólo quere-mos, por el momento, poner rápidamente a la disposición de los investigadores documentos preciosos, ordenados provisoriamente según las afinidades que nos aparecerán según un primer examen rápido. En cuanto a parentescos más lejanos y, por consiguiente, más difíciles de determinar, que pueden existir entre los diversos grupos así for-mados, emprenderemos su estudio más tarde, con la esperanza de ser ayudados en estas investigaciones delicadas por lingüistas más competentes que nosotros. Así, nuestro trabajo preliminar no tiene otra finalidad que facilitar la tarea y provocar la intervención”.

Los dos autores franceses ya no pudieron realizar este proyecto, ya que tardó demasiado hasta que al-guien pusiese manos a la obra por lo que respecto a una clasificación científica de las lenguas de Sudamérica. En el año 1935 el lingüista checo Cestmir Loukotka publicó en Praga una pequeña obra titulada Clasifi-cación de las lenguas sudamericanas. Seis años después publicó en la misma ciudad una segunda versión de este trabajo, esta vez en su propia idioma, el checo: Rozttídení jihoamerickych jazyku. Finalmente, en el año 1942 se publicó en Zeitschrift für Ethnologie una versión final, muy ampliada, de este estudio importante, el primero en su género: ‘Klassifikation der südamerikanischen Sprachen’.52 Loukotka clasifica el total de lenguas de Sud-

51 El francés Enrique Onffroy de Thoron defendió en 1886 la tesis de que el quechua es la lengua más antigua de la humanidad.52 En Wilbert (1968) se publicaron en inglés las tres versiones del estudio de Loukotka. En una reseña que Loukotka publicó

en 1951 comentó la historia de sus publicaciones sobre la clasificación de las lenguas de Sudamérica: “Mi trabajo de 1935 fue solamente un resultado preliminar de mis trabajos clasificatorias, un resultado que publiqué por cuenta propia, por no encon-trar un editor, y que he distribuido gratuitamente entre los miembros del XXVIº congreso internacional de americanistas de Sevilla, en 1935. Yo no soy rico …. ¡ y he aquí por qué tan pocas páginas sobre los resultados de mi trabajo de diez años! ¡He aquí también por qué no he añadido la bibliografía ni el mapa! La segunda edición fue publicada nuevamente por mi cuenta,

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américa en familias, sin buscar todavía las parentescos más lejanas de las que hablaron de Créqui- Montfort y Rivet en 1912. Sin embargo, por lo que respecta a las lenguas de las tierras bajas de Bolivia, ya se vislum-bran la existencia de lenguas en familia y lenguas aisladas o de difícil clasificación, aunque, como veremos en seguida, también en este caso Loukotka habla de familias. Dejando a lado las lenguas que ya a mediados del siglo pasado se habían extinguido, señalamos primero lo que podemos llamar las verdaderas familias. Como nº 18 de su lista Loukotka presenta la familia lingüística chapakura, a la cual pertenece la lengua itene o moré. El nº 82 es la familia lingüística pano, a la cual pertenecen bajo el ítem “d) lenguas orientales” las lenguas chácobo y pacaguara. Bajo el nº 95 se encuentra la familia zamuco y en su ítem “a) lenguas septentrionales”, la lengua zamuco, que debe ser entendida como la que desde mediados del siglo pasado se llama lengua ayorea. El nº 99 presenta la familia lingüística mataco, a la cual pertenecen como “lenguas occidentales” el mataco y el noktén. Bajo el nº 122 encontramos la extensa familia lingüística arahuaca. Aquí Loukotka da en su subdivisión el acápite ‘lenguas de Bolivia’ y presenta las lenguas baure, mojeña y chané. Dentro de esta gran familia arahuaca Loukotka clasifica las “lenguas cruzadas del grupo takana (fuertemente mezcladas con pano)”. Encontramos aquí todavía la misma confusión que presentó Brinton en su obra The American Race de 1891, como si efectivamente este grupo tenía tantas lenguas como presentan los dos autores.

aa) Lenguas cruzadas del grupo Takana (mezcladas fuertemente con Pano) Takana a los ríos Beni, Undumo y Tequeje Tumupasa al río Uchupiamona Isiama o Idiama en Ydiama al río Undumo Kaviña a los ríos Cavinas, Madidi y Beni Mabenaro al río Manuripi Araona a los ríos Madre de Dios y Manuripi Arasa a los ríos Marcapata y Arasa Sapiboka en Reyes Maropa al lago Rogoaguado Toromona o Chama a los ríos Madidi, Beni y Madre de Dios guarizo en Los Reyes y San Antonio de Isiamas Tiatinagua o Chuncho o guarayo de Tambopata al río Tambopata (Loukotka 1942: 26)

Ya tenemos que fijarnos definitivamente en las siguientes lenguas: araona, cavineña, ese ejja, reyesano (maropa) y tacana. El caso de la lengua toromona es particular, ya que debe haber existido una etnia que ha-bló este idioma, habiendo referencias a los toromonas ya en fuentes antiguas. Sin embargo, desde comienzos del siglo XX ya no hay noticias sobre la existencia de este grupo humano. En 2001 una expedición penetró en el supuesto territorio de los toromonas, el norte de la provincia Iturralde del departamento de La Paz, pero no encontró rastros de ellos (ver Cingolani, Díez Astete & Brackelaire 2008). Finalmente, en nº 114 de la lista de familias lingüísticas, Loukotka presenta la extensa familia tupí, de la cual menciona para Bolivia las lenguas chiriguana, tapiete, guarayú o itatín (= guarayo), pauserna o guarayo (= guarasug’we) y sirionó. Por lo que respecta a lo que actualmente consideramos en general como lenguas no-clasificadas, Louko-tka las presenta de la siguiente manera:

y fue destruida en su totalidad por los ocupantes alemanes de mi patria, sólo porque fue escrita en mi lengua materna, es decir en checa. La tercera edición, con el mapa y la bibliografía, debió aparecer en Berlín, cuando casi fui forzado por los nazis. Pero no apareció, porque toda la edición del número de la Zeitschrift für Ethnologie se quemó junto con la casa impresora durante un ataque aéreo sobre Berlín. Sólo quedaron algunos sobretiros, que me fueron enviados por los oficiales del ejército rojo después de la liberación de Praga. La nueva edición, totalmente revisada, está preparada para ser impresa” (Loukotka 1951: 368-369).

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84. Familia lingüística Kayuvava Kayuvava al río Mamoré, en Exaltación 85. Familia lingüística Mobimi Mobimi a los ríos Mamoré, Yacuma y Rapulo 86. Familia lingüística Kanichana Kanichana a los ríos Mamoré y Machupo 87. Familia lingüística Itonama Itonama al río y lago de Itonama 88. Familia lingüística Mosetene Mosetene o Magdaleno a los ríos Maniqui y Sécure Chimane o Chomane al río Rapulo 89. Familia lingüística Leko Leko o Lapalapa a los ríos Beni, Tipuani, Mapiri y Yuyo 90. Familia lingüística Yurakare Yurakare o Yuruxure a las fuentes de los ríos Sécure, Chapare y Chimoré 93. Familia lingüística Chikito Chikito al lago de Xarayes y al río San Miguel San Simonianos el río Danubio y en la sierra de San Simón Churapa al río Piray

En 1950 el lingüista norteamericano Alden Mason presentó una nueva clasificación de las lenguas sud-americanas, no partiendo de la clasificación de Loukotka, sino elaborándola por su propia cuenta (Mason 1950). Hay en esta clasificación coincidencias con la de Loukotka, pero también claras diferencias. A diferencia de Loukotka, que se limitó a presentar las familias lingüísticas más circunscritas, Mason busca en su estudio ya relaciones más amplias, usando por un lado un criterio geográfico y por otro un crite-rio netamente lingüístico. Así, por ejemplo, habla de “lenguas meso-americanas” y de “pequeñas lenguas de la frontera entre Brasil y Bolivia”, y por otro lado de “lenguas arawak” y de un grupo “macro-tupi-guaraní”. En cuanto a las lenguas de los Andes, Mason presenta primero la familia “kechumara” y después, entre las “lenguas de posibles relaciones arawak” el grupo “uru-chipaya-pukina”, poniendo aparte dentro de este grupo la lengua ochosuma, de la cual dice: “Ochosuma o Uchuzuma debe ser un dialecto de Uru, pero mejor hubiera sido dejarla dentro de las lenguas no claificiadas” (Mason 1950: 225). Siguiendo el orden de fami-lias lingüísticas que da Loukotka, podemos dar los siguientes comentarios. Dentro de la familia lingüística chapacura, Mason distingue tres subfamilias, dos de las cuales corresponden a un criterio geográfico: “I. División guaporé”, “II. División Madeira” y una a un criterio lingüístico: “III. División ocorono”. Dentro de la primera división se encuentra la lengua moré o itén, y dentro de la tercera división: “B. San Ignacio. 1. Borja”. Por lo que respecta a las lenguas bolivianas de la gran familia lingüística pano, Mason presenta una pequeña diferencia con Loukotka: “El grupo pano suroriental se conoce generalmente como pacaguará (pa-cawara, pakavara). Existe consenso que el grupo pacaguará consiste de cuatro lenguas: chacobo (tschakobo), caripuná, capuibo (Kapuibo) y sinabo. Sólo la posición de la última es disputada” (Mason 1950: 267). Quiere decir que aquí pacahuara no se presenta como una lengua, sino como nombre de un grupo de lenguas. La lengua zamuca ocupa en Mason la misma posición que en Loukotka, al igual que la lengua mataca, haciendo, sin embargo, una distinción entre la lengua de los mataco-noctenes y la lengua de los matacos del río Pil-comayo, guisnay. En cuanto a la gran familia lingüística arahuaca, también Alden Mason presenta el grupo boliviano de las lenguas mojeña y baure, pero menciona aparte Chiquitos con la lengua paiconeca. Bajo el acápite ‘Paraná’ coloca la lengua chané, con la especificación de ‘izoceño’. Donde Loukotka tiene dentro de la gran familia lingüística arahuaca la lengua apolista o lapachu y ‘lenguas cruzadas del grupo takana (fuerte-mente mezcladas con pano)’, Mason (1950: 220-221) pone este grupo bajo la subdivisión ‘lenguas de proba-bles afinidades con el arawak’, pero hace la confusión en cuanto a este grupo aún más grande que Brinton y Loukotka:

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tacanaA. Araona, Arauna, Arahuna 1. Capachene (Kapaheni); 2. Caviña (Kavina); 3. Cavineño; 4. Mabenaro; 5. Machui (Machuvi)B. ArasaC. Chirigua (Chiriba, Tsirigua, Tsiriba) 1. Chumana; 2. Maropa; 3. Sapibocona (Sapiboka)D. guariza (guaziza)E. Tacana (Takana, Tucana) 1. Ayaychuna; 2. Babayana; 3. Chiliuvo; 4. Chivamona; 5. Idiama, Isiama; 6. Pamaino; 7. Pasaramona;

8. Saparuna; 9. Siliama; 10. Tumapasa o Maracani; 11. Turamona (Toromona); 12. Uchupiamona; 13. Yabaypura; 14. Yubamona

F. Tiatinagua (Tambopata-guarayo) 1. guacanahua (guanacanahua, guarayo); 2. Chama; 3. Baguaja (Baguajairi); 4. Chunchu; 5. Echoja;

6. Huanayo; 7. Kinaki; 8. Mohinog. Yamaluba

Las lenguas guaraníes de Bolivia son presentadas por Mason (1950: 238) de la siguiente manera:

1. Chiriguano (Aba, Camba, Tembeta) a. guarayú Pauserna: Itatín, Carabere, Araibayba, Moterequoa (Moperacoa), Varai, Pirataguari (Pitaquari),

Cario, Kiriticoci, guarayú-Tá b. Sirionó (Chori) c. Nyeoze-Née, Tirinié, Jandé, Qurunguá 2. Torá 3. Porokicoa 4. Palmares 5. Tapieté (Tirumbae) a. Yana (Yanaigua) 6. Ubegua 7. Chané

Aquí aparece por segunda vez la lengua chané. Al respecto comenta Mason en una nota a pie de página: “Los chanés hablaban antes arawak” (Mason 1950: 238). Finalmente, Mason mantiene la lista de “familias” pequeñas que encontramos ya en Loukotka, con la única diferencia que quita de esta lista la lengua chiqui-tana, la cual pone en otra parte de su estudio. Un año después de la publicación de la clasificación de las lenguas sudamericanas de Alden Mason, Louko-tka (1951) comentó esta obra. El autor indica en primer lugar que es evidente que Mason no ha estudiado todas las fuentes y todos los documentos, ya que él mismo dice que, “dado la magnitud del campo”, “pudo hacer solamente muy pocos estudios” (Mason 1950: 161). Luego, abordando el tema de la enorme diversificación lingüística de Sudamérica, Loukotka manifiesta que tenía la esperanza de que ya en una nueva clasificación se hubiera podido lograr una disminución del número de grupos lingüísticos, sin embargo no fue así en el caso de Mason. Pero, añade Loukotka: “Yo pienso que el momento no es todavía favorable para eso. Todos los ma-teriales lingüísticos, recogidos por generaciones pasadas y por contemporáneos no han sido todavía reunidos y publicados. Es por el momento el deber principal de los exploradores y lingüistas. Nos faltan textos, frases, las gramáticas y aún los materiales lexicales no son completos ni suficientes” (Loukotka 1951: 367)53 para hacer este trabajo.

53 Mencionamos aquí también la obra del lingüista Morris Swadesh: American Indian Languages (1951). Para la problemática de la clasificación, ver también Rowe (1954).

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En septiembre de 1956, Joseph H. greenberg presentó en el quinto congreso internacional de ciencias antropológicas y etnológicas que se realizaba en Philadelphia, una ponencia titulada ‘The general classifi-cation of Central and South American languages’.54 En esta ponencia agrupó todas las lenguas de Central y Sudamérica en tres grandes bloques. La ubicación de las lenguas de las tierras bajas de Bolivia presenta modi-ficaciones bastante grandes con respecto a las anteriores clasificaciones, lo que indica que no resulta todavía nada fácil llegar a un claro consenso sobre la definición de las familias lingüísticas y de lenguas solitarias.

I. macro-chibchan A. Chibchan proper 1. Chibcha-Duit, Tunebo group, Aruaco group, Cuna-Cueva,

guaymi-Dorasque, Talamanca group, Rama-guatuso 2. Misumalpan, Paya, Xinca, Lenca 3. Shiriana B. Paezan Choco, Cuaiquer, Andaki, Paez-Coconuco, Colorado-Cayapa,

Warrau, Mira-Mutanawi, Jirajira, Yunca, Atacameno, Itonama55

II. andean-equatorial A. Andean 1. Ona, Yahgan, Alakaluf, Tehuelche, Puelche, Araucanian 2. Quechua, Aymara 3. Zaparoan (including Omurano, Sabela), Cahuapana 4. Leco, Sec, Culle, Xibito-Cholon, Catacao, Colan 5. Simacu B. Jibaro-Kandoshi, Esmeralda, Cofan, Yaruro C. Macro-Tucanoan 1. Tucano (including Auixira), Catuquina, Ticuna, Muniche, Auaque, Caliana, Macu, Yuri, Canichana, Mobima 2. Puinave D. Equatorial Arawak (including Chapacura-Uanhaman, Chamicuro, Apolista, Amuesha, Araua, Uru), Tupi (including Ariqueme), Timote, Cariri, Zamuco, guahibo-Pamigua, Saliban, Otomaco-Taparita, Mocoa, Tuyuneri, Yurucare, Trumai, Cayuvava

III. ge-pano-carib A. Macro-ge 1. ge, Caingang, Camacan, Machacali, Puri, Patacho, Malali, Coropa, Botocudo, Chiquita, guato 2. Bororo 3. Caraja B. Macro-Panoan Tacana-Pano, Moseten, Mataco, Lule, Vilela, Mascoy, Charrua, guaycuru-Opaie C. Nambicuara D. Huarpe

54 Publicada en Wallace (1960).55 Las lenguas de Bolivia en itálicas.

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HISTORIA DEL CONOCIMIENTO DE LAS LENgUAS AUTóCTONAS DE BOLIVIA 107

E. Macro-Carib Carib (including Pimenteira and Palmella), Peban, Witotoan, Cucura (prob.) F. Taruma

Hagamos aquí un pequeño paréntesis para llamar la atención hacia un artículo del lingüista mexicano Jorge A. Suárez que fue publicado en 1973, es decir en la época de la presencia en Bolivia del Instituto Lin-güístico de Verano. En este artículo Suárez pone fin a la confusión con respecto a la familia lingüística tacana, mencionando dentro de ella solamente las lenguas chama o esse’eja, cavineña (probablemente incluyendo en ella la lengua araona), tacana y reyesana (maropa). Suárez afirma que “la relación entre pano y tacana está comprobada fuera de duda” (1973: 137). Sin embargo, enfatiza que se debe hacer todavía mucho trabajo para llegar a una reconstrucción del conjunto pano-tacana, “para superar el impasse en que ha entrado la clasificación de las lenguas indígenas de Sudamérica: ya sea clasificaciones generales al nivel más remoto de parentesco, pero sin acompañamiento de evidencias, o trabajo reconstructivo para lenguas que están obvia-mente emparentadas” (1973: 138). En 1979, se publicó en Tubinga, Alemania, la obra The grouping of South American Indian languages de Mary Ritchie Key. La autora parte en este estudio de la clasificación de greenberg56 y presta atención es-pecial a las lenguas autóctonas de Bolivia, donde ella durante muchos años realizó trabajo de campo. Sin embargo, no lleva muy adelante la búsqueda de parentescos mayores entre estas lenguas. De hecho, parece que el tema ya está un poco agotado y que hay que estudiar y analizar todavía mucho más profundamente las propias lenguas. Además, me parece que se deben hacer también estudios amplios y profundos acerca de las migraciones étnicas que se han realizado en la historia de Sudamérica, para luego hacer investigaciones interdisciplinares entre historia y lingüística.57

5. Conocimiento literario

Lorenzo Hervás y Panduro dijo en su Catálogo de las lenguas acerca de la lengua de los chiquitanos:

“La Lengua Chiquita es comparable a la griega por la variedad, y hermosura de sus expresiones.” A Joaquín Ca-maño, gran conocedor de esta lengua, no le convenció este criterio de Hervás: “Estas comparaciones no me gustan, porque lengua bárbara de gente sin estudio no puede tener tanta fraseología ni tanta elegancia cuanta los Retóri-cos y Poetas dieron a las lenguas cultas. La Chiquita tiene la elegancia y variedad que un contadino hábil daría al Castellano, Italiana, etc. De suyo la lengua es capaz de recibir mucho aumento oratorio, si los Indios estudiaran y se dieran a inventar frases etc. Yo no comparé la Chiquita con la Latina, ni con la griega en elegancia, ni abundancia de fraseología, sino sólo en lo tocante al embrollo que tiene, y que dificulta el saberla bien, especialmente por sus excepciones infinitas, por su multitud de irregulares, por sus mudanzas de letras etc. Y aunque un Jesuita erudito la comparó con la griega en esto de la dificultad, yo no me atrevía a tanto. Dije sólo que me parece más difícil que la Latina, si se ha de saber tan bien como saben la Latina nuestros Teólogos y Moralistas”.58

Hoy en día podemos pensar de otra manera. Ya en el año 1964, Martin gusinde dijo de los textos sirionó que había publicado Anselm Schermair un año antes: “Son canciones y cantos de corro, deliciosas pruebas de un sentir verdaderamente poético y de humorismo deleitante, que son cantados por pena amorosa o ganas de burla, para divertirse o en el trabajo manual, como oración respetuosa o dura maldición” (gusinde 1964:

56 Al inicio de su obra dice Key: “Quisiera expresar mi aprecio por Joseph greenberg por haberme permitido explorar cuida-dosamente sus libros de notas. Aproveché también de discusiones con él” (Key 1979: 7). Más adelante dice: “Estoy usando el esbozo de greenberg como una base para la presentación. Lenguas serán puestas en discusión en el orden en que aparecen en la clasificación ‘tentativa’ de greenberg de 1956 (ver greenberg 1960).”

57 Tenemos que mencionar aquí a Campbell (1997).58 Camaño, Joaquín (1937: 138).

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108 LENgUAS DE BOLIVIA

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271). Y Jürgen Riester, en la introducción de su obra Canción y producción en la vida de un pueblo indígena, en la cual presenta una colección de canciones en la lengua de los chimanes (con traducción al castellano), co-menta: “En las sencillas canciones que aquí presentamos, encontramos la poesía de este pueblo. Esta poesía en ningún momento es ajena a la realidad, sino que tiene sus raíces en la vida cotidiana del pueblo” (Riester 1978: 25). Ha sido el gran mérito del boliviano Adolfo Cáceres Romero haber integrado decididamente los pro-ductos literarios de los pueblos autóctonos en la historia de la literatura boliviano. El primer tomo de su Nueva historia de la literatura boliviana, titulado Literaturas Aborígenes, está en su totalidad dedicado a lo que ha brotado del alma del indígena y de sus experiencias vitales y existenciales y que ha sido expresado en cantos, poesías, cuentos, etc., sin embargo con una limitación, en cuanto el autor presenta solamente la literatura de los aimaras, quechuas, kallawayas y guaraníes. La obra, que abarca toda la historia y consta de tres partes: I. Período nativista. II. Período colonial. III. Período republicana, presta atención a mitos y fábulas, poesía lírica, teatro y narraciones. El mismo Adolfo Cáceres, con la colaboración de la austríaca Inge Sichra, dio un segundo paso en esta historia al compilar una hermosa obra con poesías quechuas (Cáceres Romero & Sichra 1990). Esta obra, en edición trilingüe (quechua, castellano, francés), presenta poesías de “las fuentes incai-cas”, “poesía kallawaya”, poesías de “herencia colonial”, y “poesía quechua moderna” (ver también Cáceres Romero 2000). En esta misma línea está la obra de Félix Layme y Xavier Albó Literatura Aymara. Antología. I. Prosa, que contiene las siguientes partes: Prosa colonial, Mitos de origen, Cuentos contemporáneos, Relatos culturales, Narraciones históricas, Textos políticos, Oraciones rituales, Comentarios editoriales, Teatro y radionovela y Refranes, anécdotas y adivinanzas. Un segundo volumen dedicado a la poesía aImara no fue editado todavía, pero una parte de él apareció en una edición trilingüe (Layme & Albó 2007). Una corriente novedosa en la literatura autóctona fue iniciada a finales de los años 80 del siglo pasado por la inglesa Denise Y. Arnold, ayudada por su esposo Juan de Dios Yapita, a saber el registro y la publicación de oraciones y cantos que los aimaras de Qaqachaka (departamento de Oruro) rezan y cantan en sus múltiples ceremonias agrícolas y pastoriles. En una de sus obras ellos expresan de la siguiente manera este nuevo método de am-pliar el conocimiento de las tradiciones orales de los pueblos indígenas:

La falta de información acerca de las canciones a los animales como una parte de las prácticas pastoriles es también una muestra de la ignorancia más generalizada acerca de las tradiciones orales aymaras. Aunque existen muchos estudios del arte verbal y de la poética quechuas, como formas del habla, de la narrativa o del canto, hasta ahora existe poco material publicado sobre cualquier género correspondiente en aymara. Es más, la mayoría de los estu-dios realizados hasta la fecha, tienden a ser meras compilaciones de textos, arrancadas de sus contextos sociales y culturales. Y si existen ya varios estudios que dan textos de las canciones a los animales, sean en quechua o aymara, con pocas excepciones no han sido examinados como formas literarias o musicales propiamente andinas, con las distintas cualidades formales de una tradición andina, una parte de las llamadas “prácticas textuales andinas” (Ar-nold & Yapita 1998: 26-27).

Dentro de la misma corriente se encuentra la alemana Ina Rösing, que durante veinticinco años se ha dedicado al estudio de las curaciones rituales de los kallawayas y cuyas obras se destacan por la presentación no solamente de los ritos en sí sino también por la presentación de las oraciones que pronuncian los curan-deros durante sus ritos y de los testimonios que le dieron ellos acerca de su ministerio.59

Más que poetas los indígenas de las tierras bajas de Bolivia son narradores. Los indígenas saben contar: mitos, leyendas, historias, cuentos. Y precisamente en estos diferentes tipos de narraciones se manifiestan la hermosura y también la estética de sus lenguas, ricas, además, en vocabulario. Al indígena le gusta contar, contar es parte de su vida, parte de su realización como persona, tan hermosamente expresado en un dicho guaraní: ‘Hacerse es decirse’.

59 Ina Rösing editó en total seis volúmenes sobre las curaciones de los kallawayas (1987, 1988, 1990, 1991, 1993, 2001). Para nue-vas ediciones de estos libros y para las traducciones al castellano, ver www.ucb.edu.bo/bibliografiaEtnias.

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Recién en el siglo XX se ha empezado a registrar (y grabar) la llamada tradición oral de los pueblos origi-narios de las tierras bajas. Durante varias décadas lo que se ha escuchado lastimosamente fue publicado sólo en castellano: se trabajaba casi exclusivamente con intérpretes. Pero en los últimos decenios se han dado felizmen-te también ediciones bilingües de esta dimensión narrativa de las culturas indígenas. Presentemos aquí sólo las manifestaciones más importantes de este conocimiento poético y narrativo de las lenguas de las tierras bajas. La primera colección amplia de narraciones fue publicada en alemán en 1961. Fue la majestuosa obra Die Tacana. I. Erzählungsgut [Los Tacana. I. Material narrativo] de Karin Hissink y Albert Hahn. La obra contiene un total de 177 narraciones, “ordenadas –correspondiente a su sentido– según los siguientes temas: génesis y orden del mundo actual, dioses y seres de naturaleza divina, espíritus protectores de los animales y de la selva, espíritus, animales, animal y hombre, plantas y hombre, objeto y hombre, seres humanos, luchas de competencia, controversias, narraciones históricas y tradiciones superpuestas postcolombianas” (Hissink & Hahn 1961: vii).60

En 1963 el fraile franciscano Anselm Schermair publicó un pequeño conjunto de textos en lengua si-rionó con traducción al alemán. Es la primera publicación bilingüe de importancia de material narrativa de una cultura de las tierras bajas que conocemos. Se trata de ‘cantos de caza’ u ‘oraciones de caza’, cantos que acompañan la fabricación de flechas, lamentaciones, cantos para encontrar una novia o cantos de repudio de una mujer engañada. La colección es pequeña, pero suficientemente ilustrativa para entender la capacidad de los sirionós de expresar sus sentimientos y emociones.61

En los mismos años 60 del siglo pasado diferentes investigadores descubrieron la inmensa riqueza narra-tiva de la cultura ayorea del gran Chaco. Fue primero el francés Lucien Sebag (ver Bernand-Muñoz 1977), seguido por los alemanes Heinz Kelm (1971) y Ulf Lind (1974), los argentinos Marcelo Bórmida (1973, 1974, 1975, 1976, 1978-1979) y Mario Califano (s/f), el italiano Ugo Casalegno (1985), el alemán Bernd Fis-chermann (2005) y el norteamericano Jonathan Renshaw (s/f). Una gran parte de los llamados mitos de los ayoreos fue publicada en una versión inglesa (Wilbert & Simoneau 1989). Parece que la capacidad de contar es inagotable en los ayoreos. Así también su costumbre de cantar: narraciones cantadas, cantos narrativos. Cantaré a mi gente, parece que lo puede decir cualquier ayoreo (Zolezzi & Riester 1985).62

Fue de modo muy especial el antropólogo alemán Jürgen Riester quien ha llamado la atención hacia la narrativa, tanto mítica como profana, de varias culturas de las tierras bajas de Bolivia. En función de obtener el grado de doctor en antropología investigó en los años sesenta del siglo pasado la tradición oral de los guarasug’we, una pequeña etnia que habitaba las orillas del río Iténez y que ya por entonces se encontraba muy cerca a la extinción. En su tesis doctoral Riester presenta un total de 77 mitos como ilustración de su exposición sobre todos los aspectos de la cultura de esos indígenas (Riester 1972).63 Más tarde Riester se dedicó al estudio de la cultura chimane y publicó su ya mencionada obra Canción y producción en la vida de un pueblo indígena, en la cual presenta un conjunto de cantos en la lengua chimane, con traducción al castellano. Pero, su obra maestra y hasta ahora inigualada en cuanto a la presentación de textos en lengua indígena y castellano, es sin duda Yembosingaro Guasu. El Gran Fumar (Riester 1998). En la presentación de esta obra majestuosa el gran capitán chiriguano Bonifacio Barrientos da el siguiente testimonio sobre Riester:

Es un gran placer y un gran orgullo para nosotros los izoceño, presentar hoy al público de Santa Cruz y del país las últimas obras de Jürgen Riester.

60 En la introducción Hissink & Hahn dicen que “como prueba se han registrado solamente seis tradiciones en lengua tacana, las mismas que serán publicadas aparte en un momento posterior” (1961: 33). Según nuestro conocimiento no se realizó esta publicación.

61 Fuera de estos cantos, la publicación de Schermair contiene, también en sirionó y alemán, dos ejemplos de la historia bíblica: ‘El diluvio’ y ‘Nuestro Señor en el huerto de olivos’.

62 Ver también el hermoso libro de Riester & Weber (1998).63 Versión castellana en Riester (1977). Los textos de los mitos están solamente en alemán y castellano. Ya antes de la publicación

de la tesis de Riester, la austríaca Karin D. Knorr había defendido su tesis doctoral sobre el material mítico de los guarasug’we que el mismo Riester le había proporcionado (Knorr 1970).

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110 LENgUAS DE BOLIVIA

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Yembosingaro Guasu. El Gran Fumar, no son unos libros más sobre nuestro pueblo, nuestros pensamientos y nuestras prácticas; no son libros académicos, libros hechos por y para antropólogos; son libros hechos por y para nosotros, libros donde el que habla es el paye, el mbaekua, el pueblo, en fin, del Izozog. Este resultado lo logró Jürgen por haber compartido con nosotros por más de 20 años desde aquel día en que llegó por primera vez al Izozog, y recibió su nombre Tiäro Itimbae. Un apodo, un nombre también, que hizo de él, desde entonces, nuestro chëi, nuestro amigo. Así y sólo así, Jürgen llegó a conocer y a entender nuestros pensamientos más sagrados, más secretos, más íntimos. gracias, Jürgen, por devolver hoy los resultados de tus investigaciones y tus esfuerzos. gracias por dar a cono-cer y respetar nuestra cultura y nuestro pueblo.

La obra de Riester es hasta ahora única en su género: un verdadero monumento dentro de la selva de las tradiciones orales de las culturas de las tierras bajas, cuyos hermosos frutos deben aún ser cosechados. Para finalizar, en algunas recientes tesis doctorales que presentan la gramática de una lengua de las tie-rras bajas de Bolivia, encontramos como apéndice unos textos en lengua autóctona, con traducción al idioma en que fue escrita la tesis:

Lengua Fuente TextosAraona Emkow 2006: 696-712 3 relatos y 1 texto mitológicoBaure Danielsen 2007: 448-465 2 cuentos, 2 canciones y 1 diálogoCavineña guillaume 2008a: 773-798 2 cuentos

Ese Ejja Vuillermet 2012: 697-718 4 relatos y 1 texto mitológicoMosetén Sakel 2004: 350-359 1 entrevista, 1 texto escrito y 1 discusión Movima Haude 2006: 562-579 1 cuentoYuki Villafañe 2004: 221-267 8 cuentos tradicionales, 6 cuentos sobre la caza y 5 relatosYuracaré Van gijn 2006: 331-346 1 texto mitológico y 1 conversación

6. Epílogo

Como conclusión de este estudio quisiera presentar unos desiderata que me parecen importantes para futu-ras investigaciones acerca del conocimiento de las lenguas autóctonas de Bolivia. –La bibliografía de publi-caciones sobre estas lenguas ha demostrado que, concretamente con respecto a gramáticas, diccionarios y textos de aprendizaje hay grandes espacios de tiempo en que no se ha publicado prácticamente nada. ¿Será posible hacer un estudio sobre la transmisión de los conocimientos y el aprendizaje de las lenguas?– Hace falta realizar una investigación sobre el papel que intérpretes, autóctonos y no-autóctonos, han jugado en la comunicación entre hablantes de una lengua y no-hablantes de tal lengua. –Se debe hacer un esfuerzo para elaborar diccionarios de las lenguas autóctonas de Bolivia que, a base de alfabetos consensuados, de-finen la ortografía de cada palabra que se registra. –Hace falta que se haga mayores esfuerzos de captar las tradiciones orales de las diferentes culturas originarias de Bolivia en las lenguas propias de esas culturas, de modo especial de aquellas lenguas que están en vía de extinción. –Sería importante preparar una colección sistemática de grabaciones de las tradiciones orales de todas las lenguas autóctonas de Bolivia. –Finalmente, cómo pregunta: ¿Qué pueden hacer los lingüistas académicos que en los últimos años han publicado artí-culos y obras de carácter teórico sobre lenguas de Bolivia para ayudar a la conservación y el cultivo de estas lenguas?

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HISTORIA DEL CONOCIMIENTO DE LAS LENgUAS AUTóCTONAS DE BOLIVIA 111

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